virgen dolorosa vas, madre, por el camino de la cruz, sufriendo, al igual que tu hijo, el inmenso...

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VIRGEN DOLOROSA

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Page 1: VIRGEN DOLOROSA Vas, Madre, por el camino de la cruz, sufriendo, al igual que tu hijo, el inmenso dolor que cuesta la redención

VIRGEN DOLOROSA

Page 2: VIRGEN DOLOROSA Vas, Madre, por el camino de la cruz, sufriendo, al igual que tu hijo, el inmenso dolor que cuesta la redención

Vas, Madre, por el camino de la cruz, sufriendo, al igual que tu hijo, el inmenso dolor que cuesta la redención...

Page 3: VIRGEN DOLOROSA Vas, Madre, por el camino de la cruz, sufriendo, al igual que tu hijo, el inmenso dolor que cuesta la redención

Es más de la medianoche y hay gran alboroto en toda la casa. Juan con el rostro desencajado, me buscaba para decirme que a mi hijo lo habían tomado preso y lo habían condenado a muerte.

Era la hora(1)

Yo debía estar con Él.

Corrimos junto a la Torre Antonia. Por el camino me contó Juan más detalles. Me habló de la oración en Getsemaní: Ahí había vencido al miedo y a la angustia. Y con rostro sereno se entregó a sus enemigos.

Lo juzgó el Consejo de Ancianos y delante de todos se proclamó Hijo de Dios ¡Dios mismo!(2) Sí, Jesús, mi hijo, había mostrado el verdadero rostro de Dios: El que conocí en Belén y durante todos sus años en Nazareth; porque, Dios se manifestó en plenitud, en la humildad y sencillez de Jesús.

1. Según San Juan, la hora de su pasión y resurrección; la hora de su triunfo y exaltación. (Juan 3,14-15)

2. Mateo 26, 57-66.

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I.  Jesús es condenado a muerte.

II.  Jesús carga con la cruz.

III.  Jesús cae por primera vez.

IV.  Jesús encuentra a su Santísima Madre.

V.  Simón el Cirineo le ayuda a llevar la cruz.

VI.  La Verónica limpia el rostro de Jesús.

Se detuvo por unos instantes y me vio. Me vio con una ternura infinita y yo le dije con mi mirada todo el amor que le tengo.

Va sereno, en medio de su sufrimiento, rumbo al Calvario.

Mi hijo no es un hombre caído, sino alguien que siempre se levanta y con paso firme se dirige al sacrificio. Yo debo seguirlo también con fortaleza, en medio de mi espantoso dolor de madre.

¡Qué dolor tan grande he sentido en mi corazón cuando escuché la sentencia de muerte que imponían a mi adorado hijo!

Ante una acción tan amorosa, mi hijo va a dejar una huella imborrable de su presencia...

Qué alivio sentí cuando vi que un hombre ayudaba a mi pobre y destrozado hijo, a cargar con esa cruz tan pesada.

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VIII.  Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús.

IX.  Jesús cae por tercera vez

VII.  Jesús cae por segunda vez.

X. Jesús es despojado de sus vestiduras.

XI. Jesús es clavado en la cruz.

XII. Jesús muere en la cruz.

Jesús está muriendo y... ¡yo con Él! Con frecuencia me ha mirado y sé que sufre por mi dolor que quisiera ahorrarme, pero me necesita y agradece mi presencia.

Mi corazón parece que va a desfallecer, mi dolor es inmenso al ver a Jesús caer y volver a caer sobre las piedras, rasgándose las rodillas y abriéndosele más las llagas de los azotes.

Un soldado traspasa con una lanza el corazón de mi amado hijo... y mi corazón es en ese momento traspasado espiritualmente por la misma lanza...

Mi corazón está tan desgarrado de compasión por mi hijo que lo único que deseo es que ya llegue a su descanso...

Sufro al ver la frialdad de los hombres ante espectáculo tan doloroso...

He vivido para cubrirlo, protegerlo y cuidarlo, hoy lo veo indefenso, desnudo...

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XIV. El cuerpo de Jesús es colocado en el sepulcro.

XIII. El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz.

Ahora si puedo tener a mi hijo en mis brazos. Sé que Él no puede sentir mis caricias, ni mis besos, pero aun así lo beso, lo acaricio...

Es hora de dejarlo y de cerrar la puerta del sepulcro. Qué dolor saber que Él se queda ahí, y yo, yo debo continuar aquí en la tierra.

Page 7: VIRGEN DOLOROSA Vas, Madre, por el camino de la cruz, sufriendo, al igual que tu hijo, el inmenso dolor que cuesta la redención

O R A C I O N :Señora y Madre nuestra: tu estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.

Lo perdías, en cierto sentido, porque El tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos.

María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre".

¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Amén.