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Viaje por las antiguas concesiones internacionales en
China
Septiembre 2012-Diciembre 2014
ÀNGEL LÁZARO
Mi actual estancia en Xiamen (Fujian), cerca de la antigua concesión internacional de
la isla de Gulangyu, me ha permitido descubrir que, a pesar del indiscutible vínculo
histórico entre estos lugares y los períodos más duros del colonialismo de los siglos
XIX y XX, las concesiones internacionales dejaron también un legado cultural y
arquitectónico remarcable.
Aunque no fue colonizada en sentido estricto, China también fue víctima del
colonialismo en los siglos XIX y XX y del llamado "gran juego" o competición por el
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dominio de nuevos territorios protagonizada, con fines comerciales, militares y
religiosos, por los imperios coloniales, principalmente, Gran Bretaña, Francia, Rusia,
Alemania y Japón.
China, de acuerdo con su concepto cultural y político de autosuficiente "reino del
centro" (Zhong guo, 中国 ), mantenía desde hacía siglos un tranquilo y relativo
aislamiento exterior, y apenas toleraba relaciones comerciales en el sur (Cantón) o
algunas incursiones religioso-culturales en el norte, siempre y cuando no
pretendieran conversiones masivas (fue el caso de los jesuitas, encabezados Matteo
Ricci, que sólo fueron admitidos en el siglo XVII por sus brillantes aportaciones en
astronomía o arquitectura)
No obstante, la expansión comercial y colonial occidental no tardó en llegar y es
famoso el episodio en el que el emperador qing Qianlong, reconocido, no obstante,
como uno de los gobernantes más sabios y cultos de la historia china, rechaza
acreditar al embajador plenipotenciario inglés en 1793 (a la vez que este rechaza
postrarse en señal de sumisión, de acuerdo con el protocolo), lo que inicia
cronológicamente un período de relaciones convulsas.
Ruinas de los palacios de estilo europeo de Yuang Ming Yuan, diseñados por los
jesuitas durante el s. XVII y destruidos por las tropas anglofrancesas en 1860, foto tomada
el año 2009
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La debilidad de la dinastía qing, y las resistencias conservadoras, de tradición
confuciana, ante los cambios económicos, tecnológicos y políticos de la época
facilitaron los episodios de colonialismo (guerras del opio en 1842 y 1860, guerra
chino-japonesa en 1895, guerra de los Bóxers en 1900),
Estos episodios tuvieron, en muchos casos, consecuencias reprobables (destrucción y
saqueo de los tesoros del palacio de Yuan Ming Yuan en Beijing por tropas
anglofrancesas en 1860; imposición de la entrada de opio de la India, con tristes
consecuencias de adicción para parte de la población; choque cultural entre la
tradicion religiosa local y los misioneros occidentales....), pero también direon paso a
interesantes muestras de cooperación (creación de un sistema aduanero moderno,
construcción de las primeras líneas de ferrocarril, primeras escuelas de modelo
educativo no confuciano...), como veremos, sobre todo, en el caso de Xiamen.
La confrontación, perdida por China, tuvo como principal consecuencia la imposición
de los llamados "tratados desiguales". Estos tratados supusieron, en primer lugar, la
imposición del libre comercio sin restricciones y el establecimiento de relaciones
diplomáticas igualitarias entre el "reino del centro" y los países occidentales (barrio de
las legaciones de Beijing).
Pero la consecuencia más visible y duradera de los tratados desiguales fue la
construcción de barrios e incluso ciudades de modelo europeo, llamadas "concesiones",
para facilitar la llegada de comerciantes, ingenieros, religiosos, empresarios, militares
o aventureros, que se añadieron a los reductos ya existentes (Cantón, Macao)
Este fue el caso de Tianjin (Tientsin), Luyshun (Port Arthur), Harbin, Qingdao,
Shanghai, Xiamen (Amoy) y Hong Kong, principalmente. Estas "concesiones" han
dejado restos culturales y arquitectónicos de gran interés, algunos muy bien
conservados, restos que, sorprendentmenete, sobrevivieron a la Revolución Cultural,
que se cebó, en cambio, con muchos tesoros de la historia clásica china.
Aunque el viajero busca por lo general palacios y templos de estilo clásico chino
(ming-qing) o el gigantismo y la espectacularidad de la arquitectura moderna, un
recorrido por estos curiosos reductos de historia, bien aprovechados en general para
el turismo interior, puede aportar singulares experiencias
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Beijing
El barrio de las legaciones de Beijing, prácticamente arrasado por la guerra de los
Boxers en julio-agosto de 1900, fue reconstruido posteriormemte y conserva sobre
todo grandes edificios de estilo neoclásico, algún edificio singular de estilo vienés
"sezession", antiguas sedes de bancos, escuelas y embajadas, oficinas postales, un par
de iglesias, mansiones, almacenes y algunas viviendas.
La lectura de tres libros en este último año ("The Boxer Rebellion" de Bob Carruthers,
"The Boxer Rebellion and The great Game in China", de David Selby y "Cixi
Emperatriz" de Jung Chan) me animaron a hacer un recorrido de exploración
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histórica el pasado mes de noviembre, tras dos primeras visitas más rápidas y menos
atentas, en 2008 y 2012.
El barrio es accesible desde la plaza de Tian'an men (acceso casi oculto por unas
escaleras en el lado este de la plaza), desde la avenida Chang'an o desde la avenida
Qianmen, en el sur (espacio ocupado hasta 1950 por la antigua muralla interior) y
dispone de algunos letreros explicativos.
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La zona parece casi oculta y no aparenta ser de gran interés para los grupos de
turistas, a diferencia de las antiguas concesiones de Tianjin o Xiamen (Gulangyu),
probablemente por la imponente cercanía de la Ciudad Prohibida o Tian'an men, por
lo que casi siempre es posible recorrerla sin agobios.
Con ayuda de un mapa histórico, pude "imaginar" la zona del barrio asediada en
1900 por los boxers (ver nota al final del artículo) y "descubrir", observando la
configuración del terreno y el desnivel de los cruces, que la calle central del
barrio, Zhengyi Lu, hoy una agradable y decadente avenida de estilo europeo, cerca
de la antigua legación británica, estaba antes recorrida por un canal.
La experiencia me animó a ver un clásico de Hollywood, "55 días en Pekin", una
superproducción de Hollywood de los años 60, sobre el asedio boxer de 1900,
deliciosamente "kitsch" (todo muy exagerado y melodramático, desde el color hasta
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las interpretaciones), dirigida por Nicholas Ray, con Charlton Heston, Ava Gardner y
David Niven
En contraste con los libros, bien documentados, la película parece algo excesiva y sus
personajes, novelescos (salvo David Niven, que encarna con buen estilo, aunque bajo
otro nombre, al embajador británico de la época, Claude McDonald, "líder" de la
resistencia diplomática a la orden de expulsión de la emperatriz Cixi), pero observé
que, además de sus espléndidos decorados, buena parte de los detalles épicos de la
película son ciertos.
Es el caso, por ejemplo, del improvisado cañon internacional diseñado con materiales
de diversas procedencias por un sacerdote protestante; la ubicación de la legación
británica delante del citado canal; la operación militar multinacional para recuperar
la muralla ocupada por las tropas qing; la existencia de un contingente de "marines"
de Estados Unidos en la ciudad o el intrigante príncipe Duan, que recuerda a Fu
Manchú. Este histórico personaje de terror, tópico antichino donde los haya, fue
inventado precisamente, según algunas fuentes (ver artículo en inglés en Wikipedia) a
partir de los episodios de la guerra boxer
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Tianjin
La ciudad de Tianjin, hoy una moderna y saturada metrópolis de 14 millones de
habitantes, fue durante los siglos XIX y XX sede de la principal concesión extranjera
en el norte de China. La dinastía ming había favorecido su desarrollo y en los inicios
del colonialismo, era una activa ciudad portuaria y comercial
Tianjin fue escenario de la principal batalla de la guerra de los boxers en julio de
1900. El ejército imperial qing y los rebeldes bóxer sitiaron primero el barrio europeo,
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y posteriormente, el ejército multinacional atacó la ciudad amurallada china (muy
bien amurallada, por cierto, siguiendo consejos del mítico héroe británico, el general
Gordon, alias "El Chino", que había ayudado al gobierno Qing contra los rebeldes
taiping en 1870).
El resultado de aquella dura batalla fue que la ciudad quedó arrasada, y tuvo que ser
reconstruida, con resultados más que brillantes que aún pueden ser visitados casi en
su integridad. La ciudad conserva un "estilo occidental" muy visible en el centro de la
ciudad
Las principales atracciones son, entre otras:
- las antiguas sedes bancarias y los hoteles de la calle Jiefang Beilu, cerca del río Hai,
la mayor parte de los cuales conservan su función, con particular mención del
legendario Hotel Astor, sede de todo tipo de intrigas y fiestas en aquella época;
- el barrio residencial de Wudadao, al sur, con elegantes mansiones (hoy zona
turística, comercial y hotelera), entre las que destaca la antigua residencia del
campeón olímpico de 1924 y misionero Eric Liddel
- y la antigua residencia del último emperador Pu Yi, en zona "japonesa"
Esta última mansión, que luce hoy una elegante y bien cuidada restauración de lo que
llaman "estilo español" (recuerda vagamente una hacienda mexicana), es un perfecto
resumen de los avatares de los viejos edificios occidentales en China. Tras la victoria
comunista (1949), las mansiones fueron ocupadas y parceladas en varias viviendas y
se fueron deteriorando progresivamente hasta volverse irreconocibles
Con la apertura política y económica tras la Revolución cultural, las nuevas
autoridades locales se propusieron recuperar el patrimonio cultural de la ciudad y
convertirlo en reclamo turístico y recurso educativo, superando sus connotaciones
colonialistas. Parece hoy bastante claro que lo han conseguido, al menos en el caso de
Tianjin
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Qingdao
La historia de la ciudad de Qingdao, en la provincia de Shandong, reproduce, desde
el siglo XIX. casi con exactitud, la historia de otras concesiones coloniales de la costa
este de China (Xiamen o Shanghai, por ejemplo): un pequeño pueblo de pescadores
convertido en ciudad, siguiendo patrones constructivos europeos (en este caso,
alemanes) que, tras una etapa de decadencia durante la Revolución Cultural, ha
acabado convertida, hoy en día, en una hiperdesarrollada megaurbe.
Qingdao, sede de las pruebas de vela en los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008, no
es una excepción, y con sus actuales 8 millones de habitantes, ya dispone de líneas de
metro de construcción reciente, tren de alta velocidad y aeropuerto internacional.
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Sin embargo, la ciudad ha procurado crear un entorno habitable y los 30 kilómetros
de playas, parques y pasesos marítimos dan fe de ello.
Qingdao, que fue concesión alemana desde 1891 hasta 1914, y estuvo ocupada por
Japón en dos períodos diferentes, hasta 1945, también conserva buena parte de su
patrimonio cultural de origen europeo, en particular, la antigua estación de
ferrocarril, iglesias y antiguas mansiones (entre las que destaca la antigua Casa del
Gobernador, Qingdao Ying Binguan, con su jardín), hoy reconvertidas en escuelas,
museos, sedes de empresas y organismos oficiales.
Las fotos antiguas dan fe de que los alemanes, principalmente, lograron construir una
pequeña ciudad-jardín con abundante vegetación, escuelas, hospitales, bancos y otros
servicios, entre las que destaca el emblemático barrio de Badaguan, con sus antiguas
mansiones de lujo.
No obstante, es indiscutible que la principal huella que dejaron los alemanes en
Qingdao fue su fábrica de cerveza, Tsingtao, de largo la mejor del país. Tsingtao sigue
produciendo hoy cerveza de calidad, muy reconocida dentro y fuera de China, y su
fábrica es una de las principales atracciones turísticas de la ciudad
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Shanghai
No creo que pueda aportar ningún comentario original sobre Shanghai, que me
pareció desde mi primera visita (2008) y me sigue pareciendo, por decir algo, la
ciudad más cosmopolita, consumista, original, creativa, estresante y divertida de
China, un enorme mastodonte urbano con más 20 millones de habitantes donde se
combinan con facilidad la moda "fashion" y los barrios futuristas con zonas donde
todavía es posible observar en acción la vida cotidiana del ciudadano chino más
corriente.
Como es sabido, Shanghai fue hasta la ocupación japonesa en 1937 la principal
concesion internacional de China y el principal centro financiero de Asia oriental, con
una activa y agitada vida diaria en la que se entremezclaban periodistas,
diplomáticos, banqueros, gángsters y espías con trabajadores y activistas políticos. Fue
también la ciudad donde se fundó el Partido Comunista de China y donde los
nacionalistas de Chiang Kai-Shek le asestaron un duro golpe en 1927, que daría
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lugar al inicio de la guerra civil china. Y la ciudad donde el qipao, esa colorista y
ajustada prenda de vestir femenina tan popular en la época, alcanzó entonces el
cenit de su gloria.
Shanghai conserva una pequeña pero muy significativa parte del patrimonio
arquitectónico de aquella época dorada: algunos edificios de la concesión francesa, una
parte de Nanjing Lu y, sobre todo el Bund, un conjunto de edificios de diseño
occidental con estilos variados (neoyorquino s. XX, art déco), sedes por entonces de
bancos y hoteles que, desde la otra orilla del río Huangpu, parecen dialogar desde su
lujosa decadencia con los impactantes y futuristas rascacielos del Pudong.
No puedo evitar citar la primera vez que pude verlos cinematográficamente en todo
su esplendor, en la película "El imperio del sol", de Steven Spielberg, que trata
precisamente de la caída de la ciudad en manos japonesas. También me gusta citar el
libro "La condición humana" de André Malraux, con sentidas descripciones de los
activistas políticos comunistas de la ciudad en aquella época.
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Gulangyu (Xiamen)
En contraste con la bulliciosa Shanghai, la pequeña isla de Gulangyu (1,78 km2), en
Xiamen, provincia de Fujian (Amoy, en lengua minnan o fujianés), fue, en el período
de las concesiones, un tranquilo puerto comercial y militar además de activo centro
cultural y financiero, con consulados de 16 países, entre ellos España..
Esta singularidad no quedó afectada por la cercanía del decadente pero mítico puerto
de Quanzhou, la antigua, multirreligosa y comercial Zaytun, principal puerto
comercial de China y lugar de partida de la ruta marítima de la Seda en la Edad
Media, descrita en términos fantásticos por Marco Polo en su libro de viajes.
El primero de los tratados desiguales autorizó la presencia de extranjeros en
Gulangyu en 1842 y desde entonces, y durante un siglo, de acuerdo con las fuentes
históricas, la población local y extranjera construyeron una sociedad modélica, de la
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que surgieron instituciones y personajes pioneros en China en materias tan diversas
como la medicina tropical, la educación femenina, la música clásica de
estilo occidental, los deportes, la pastelería o la enseñanza simplificada del idioma
chino (uno de los padres del pinyin, Lu Zhuangzhang, 卢戆章, trabajó aquí, donde
tiene dedicada una estatua).
En consecuencia, Gulangyu dispone de un legado cultural y arquitectónico de valor
incalculable, que he podido descubrir gracias a los libros del profesor Bill Brown, de la
Universidad de Xiamen. Las iglesias (varias protestantes, y una católica, diseñada por
un arquitecto español), los parques, los paseos marítimos empedrados, las playas y las
mansiones de estilo occidental, algunas muy elegantes, son su atractivo más visible,
pero la isla también dispone de varias instituciones culturales en activo, por ejemplo,
un centro de investigación de enfermedades tropicales, un conservatorio de música
clásica o un museo de pianos único en su especie.
El gobierno local tomó en su momento la arriesgada pero acertada decisión de
prohibir el tráfico de motos y coches en la isla y no construir ningún puente, a pesar
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de la cercanía (apenas un centenar de metros desde el sur de la isla de Xiamen), por
lo que la isla sólo está comunicada con la ciudad por barco.
Por todas estas razones, Gulangyu fue muy popular entre algunos turistas
norteamericanos y europeos hasta hace poco. El ambiente único de isla saludable y
bien ventilada, tranquila pero también animada, con pequeños restaurantes y
comercios tradicionales, junto con pequeños hoteles, todo en conjunto algo "hippie", la
hacían irresistible para el buscador de destinos alternativos y poco conocidos.
Sin embargo, Gulangyu fue pronto "descubierta" y "vendida" por las agencias de viajes
chinas como un producto turístico muy atractivo para el turista chino de clase media
(sol y tranquilidad, bonitas vistas, tiendas y buena comida), en los inicios de este siglo,
por lo que muchas voces en la ciudad ya están alertando contra su masificación, para
evitar que Gulangyu "muera" de éxito. La isla está ahora en el top 10 de los destinos
turísticos chinos.
Nota sobre la rebelión bóxer: Hacia finales de 1899, la sequía, las malas cosechas, la
decadencia del comercio por el Gran Canal, entre otras razones, hicieron crecer el
hambre, el desempleo y, por tanto, el descontento en varias zonas del norte de China,
especialmente en la provincia de Shandong. Muchas personas buscaron refugio en una
gran variedad de sociedades religiosas y culturales semisecretas, de larga tradición,
que combinaban religión, cultura y medicina tradicional y práctica de artes marciales
(por esta última razón, sus miembros fueron llamados bóxers por los occidentales). No
les fue difícil a sus líderes, con la complicidad de los tradicionalistas de la corte qing,
dirigir su descontento hacia los misioneros occidentales, pero también hacia los
ingenieros de ferrocarriles (creían que el ruido de los trenes alteraba el descanso de
los antepasados). Los incidentes fueron creciendo hasta convertirse en rebelión abierta
contra los extranjeros, en el Norte, entre abril y junio de 1900, momento en que la
emperatriz Cixi decidió apoyarlos con tropas imperiales bien entrenadas y armadas.
Tras una batalla decisiva en Tianjin, en julio de 1900, un ejército multinacional de 8
países (Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña, Francia, Rusia, Italia, Japón y
Alemania) logró liberar el sitiado barrio de las legaciones de Bejing el mes de agosto
de 1900. Así fracasaba el último intento de los tradicionalistas qing de mantener
intacto el milenario legado cultural, sin adaptarlo a los imparables cambios
económicos, culturales y teconológicos que se avecinaban.