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VI S OBRE la fachada hay un letrero dora do, que dice "Joyería-Jewellery" . En cima, el nombredel establecimiento y eldelpropietario . "Eldiamanteazul" . Mario Romaneschi . Haydosvidrieraspequeñascon sortijas,brazaletesyalgunosrelojesquerepo- sansobreunajadoterciopelonegro . Marioacabadeescribiracasa . Yaregresó delbancoelmensajeroconelgirodeloscien balboasanombredePaoloRomaneschi,yya tieneescritoelsobre . Firenze. Italia . Italia, conletrasmuygrandes,porqueMarioescribe amano . Mariotienealgunasdudasacercade laortografíaitaliana ;pero,lecomprenden -239-

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VI

S OBRE la fachada hay un letrero dorado, que dice "Joyería-Jewellery" . Encima, el nombre del establecimiento y

el del propietario. "El diamante azul" . MarioRomaneschi . Hay dos vidrieras pequeñas consortijas, brazaletes y algunos relojes que repo-san sobre un ajado terciopelo negro .

Mario acaba de escribir a casa . Ya regresódel banco el mensajero con el giro de los cienbalboas a nombre de Paolo Romaneschi, y yatiene escrito el sobre . Firenze. Italia . Italia,con letras muy grandes, porque Mario escribea mano. Mario tiene algunas dudas acerca dela ortografía italiana ; pero, le comprenden

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siempre lo que dice, sobre todo cuando mandaun giro . Y Mario escribe en español tambiény en inglés, aunque sólo sea los pedidos de la jo-yería, y es poca la literatura . Italiano, inglésy español . Ya es mucho y Mario se siente muyufano. Cuando Mario llegó a Panamá no ha-blaba más que en italiano, y se sintió un pocotriste al encontrar al tío Aurelio, bigotudo, malvestido y arrugado, y oliendo siempre a estiércol de caballo. Mario fué soldado cuando Musso-lini empezó la guerra de Abisinia, y aunque notuvo ocasión de probar su valor contra las lanzas de los desnudos guerreros del Negus, nirealizó más actos de servicio que algunas guardias en los campamentos, el señor Paolo decidió enviarlo a Panamá tan pronto como lo li-cenciaron . Y a las quejas de su hijo, que selamentaba del calor y de una América distintade la imaginada, con un tío Aurelio de cochero paseando gringos y turistas a bordo de suvictoria, el viejo marmolista florentino contes-taba con frases muy largas en las que se exal-taban los méritos de la paciencia y se anun-ciaban para Italia terribles cataclismos . Y cuan-do el Duce lanzó sus legiones sobre Albania ysobre Grecia, las cartas de Florencia solamentereferían defunciones y desgracias . Mario se

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resignó, y algunas veces hasta acompañaba aAurelio a buscar yerba para el flaco caballejoque arrastraba el coche, y conversaban larga-mente en el trayecto .

Un día Mario tuvo un maletín y algunas joyas dentro. El aprendizaje fué muy breve, por-que su instructor se hallaba muy lejos de serun especialista . Tenía una abundante clientela ;eso, sí. Gentes humildes y sencillas que gus-tan invertir difíciles ahorros en una sortija depiedra azulada, en unos aretes, en una cadena .Son pequeñas vanidades de la gente, que el señor Manzini sabía cultivar muy bien, admitiendo cambios y devoluciones y otorgando largosplazos.

El señor Manzini tenía cuatro hijas, sin queDios premiara sus bondades concediéndole unvarón. Y la mayor, la más bella de las cuatro,bien podía casarse un día con el joven Mario .Se llamaba Edda, porque Aurelio, su padrino,lo mismo que el señor Manzini, guardaban ensu corazón ingenuo y desterrado una hondaadmiración por Mussolini, que había hecho deItalia un país grande y temible . Y Mario em-pezó a vender joyas falsas y baratas, a visitarhogares pobres y a cobrar cuentas menudas .

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Pero se cansó de andar y decidió abrir unatienda. Ya vendrían a buscarle . Aurelio seatusó muchas veces los bigotes en prolongadasreflexiones, y decidió ayudar al sobrino en losgastos de la instalación . El señor Manzini, porsu parte, aportó abundante provisión de aretesy cadenas, y se abrió la joyería .

El dinero fluía fácil y la boda se cumplió endomingo . Edda estaba cada día más bella, pero sonreía muy poco, porque se sentía infeliz.Había estado en un colegio caro y tenía aspira-ciones. Invitada a cumpleaños y otras fiestas,había conocido algunas casas muy distintas dela suya, y jóvenes alegres, con carros lujosos .Pero una muchacha italiana, aunque haya naci-do en Panamá, tiene que casarse con un com-patriota. Otra cosa sería inconcebible paraAurelio, para el señor Manzini, y hasta para elpropio Mario . Por eso se casaron, aunque enEdda fermentaban ideas muy distintas y, condiscreta reserva, detestaba todo lo italiano . To-do ; hasta el idioma, que nunca quiso aprender,la comida, y aquel vino que bebían su padre ysu padrino y sus amigos hasta emborracharse yempezar a cantar unas canciones tristes que ellano entendía .

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A Edda le gustaba el baile y le gustaban lasfiestas y los trajes lujosos .

Y Mario trabajabatodo el día para ganar mucha plata y podervolver a Italia, seguramente sin saber que noregresa nadie. Nadie. Ni Aurelio, ni el señorManzini. Y Edda no quería vivir fuera de Panamá. Edda se aburría mucho en casa, oyendo radio, sin ir al cine más que algunos sába-dos, y se aburría mucho también si iba a casade su padre . Por eso se pasaba tanto tiempodelante del espejo con temor de verse marchi-tar, y por eso accedió un día a que un amigo lainvitara a pasear en carro. Mario no se dabacuenta . Mario sólo proyectaba su atención ha-cia el dinero ; hacia las facturas y hacia aque-llos libros grandes con lomo de piel que guar-daban el secreto de sus crecientes ganancias .Algunas prendas de seis dólares vendidas entreinta . A plazos, desde luego, con el riesgo deperderlo todo . Pero la gente pobre paga bien,y la felicidad de Mario se dilata .

Una noche, Edda no volvió. Hubo alarma ymucho susto, hasta que Franceses, la mayor delas solteras contó la verdad . Edda estaba bieny muy contenta. Se había ido para Costa Rica, no importa con quien . Y, seguramente vol-vería . Volvería feliz, a su manera . El hogar

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de los Manzini se estremeció hasta los cimientos, y las quejas y las maldiciones se mezclaban en algarabía .

Mario nunca pudo comprender aquello, enuna mujer italiana, y se concentró al trabajotratando de olvidar la grave humillación sufrida . Después, fué la guerra. Las blindadas divisiones italianas pasaron por Florencia en di rección al sur. Luego, hacia el norte, un poco

más aprisa, y un poco derrotadas ya . Detrás,los aliados. Un mundo extraño y nuevo deuniformes, tanques y cañones, que hicieron tem-blar los severos palacios florentinos con la pe-sada estridencia de sus engranajes . El viejoPaolo, el marmolista, se siente desolado y temepor su prole . Sobre todo, por Silvia, dema-siado niña y demasiado hermosa para quedarallí al lado de la marmolería y a la vista detanto soldado enemigo . Y Mario necesitabacompañía, después de lo de Edda .

Mario hace sus cálculos con un lápiz en lamano. Silvia le podrá ayudar a vender en latienda y el pequeño Augusto servirá de mensa-jero . Los pasajes, en tercera, pagados en dó-lares, no resultan caros . Y Silvia llegó a Co-lón con un traje de lana grueso y unos zapatos

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muy feos y unos ojos verdes muy abiertos . Muyabiertos, y muy verdes, con manchas azules, co-mo si le hubiera robado al mar un trozo depaisaje de tanto mirarlo.

Silvia se compró otra ropa y pronto llegó ala conclusión de que su hermano era un hom-bre malhumorado y muy mezquino. Y que eldestino de una mujer como ella no podía ser,en modo alguno, el pequeño mostrador de unatienda visitada con frecuencia por algunos grin-gos y por jamaicanos, sobre todo .

Silvia abre más los ojos, pero sin candor .Tiene que casarse y tiene que casarse pronto,aunque le inquieta una duda. Una duda quetiene su raíz en el Jardín Botánico de Floren-cia y que sigue hasta el Boboli. Y en un joven aviador convaleciente de una herida gravey en un perfume que le regaló a cambio de na-da ; de sus besos y de sus caricias, y de su ino-cencia, que murió oliendo a heliotropo . Poreso César no le sirve . César dice cosas agra-dables ; pero no tiene dinero, y es latino y conprejuicios. César no es el hombre que ella ne-cesita para llegar a la Zona y tener comisa-riato y carro nuevo . El gringo surge pronto, yla boda es cosa fácil. Pero el hombre aquel,

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tan grande, tiene accesos de furor terrible cuan-do se emborracha, y Silvia tiene miedo de quela asesine un día. Es un miedo elemental ; unmiedo físico. Y después que nace el niño deci-de regresar a Italia. El divorcio se arregla muypronto ; como el matrimonio, pues hasta hayya unos formularios hechos. Silvia se marchacon una sentencia a su favor y una pensiónasegurada. Es modesta, pero basta. Y se des-pide de César con un poco de amargura, quele pasa pronto . Silvia no puede ser nunca fielmás que a un recuerdo. A un recuerdo joven,a una gorra ladeada, a un bigote rubio, y a unperfume de heliotropos. Sabe que nunca másvolverá a verlo, porque después lo mataron . Seestrelló con un avión, volando una mañana sobre el Rhin

. Pero le queda el recuerdo del Jardín Botánico y del Boboli, y las mujeres amanmucho los recuerdos. Los recuerdos nunca decepcionan, porque a medida que se esfumanse van reconstruyendo a voluntad . Además,los recuerdos no envejecen, como le pasa ala gente .

Mario vuelve a contemplar la dirección. Fir enze.Italia.La sombra de un cliente le interrumpey alza la cabeza.

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-Buenos días .

-¿Qué tal?

La visita de César no le agrada . Nunca leagradó. Un contemplativo ; un soñador ; un fra-casado, que no tiene ni automóvil . Además,salía con Silvia por ahí, sabiéndola casada. Sil-via, como Edda . . . Las mujeres . . . La expresión de Mario se endurece un poco . No puederemediarlo, porque sus emociones son siemprepoderosas .

-Quisiera un reloj . Un reloj pequeño ; demujer . No muy caro . . . a ser posible .

El joyero se suaviza. La visita, es de com-prador . Un reloj, de mujer . . . doce balboas . . .catorce, con el nuevo impuesto . Y César pa-gará cuarenta. Pero . . . ¿Un reloj de mujer?¿Para quién será? César ya no está casado .Alicia vive ahora con su hermana, la maestra,y dicen que es amiga de un político importan-te . Alicia . . . Edda . . . Silvia . . . Las mu-jeres . . .

Mario, al acordarse, siente cierta solidaridadcon César y decide pedir sólo treinta y cincobalboas, siempre que pague al contado, En otro

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caso . . . el riesgo existe siempre, y más con losbohemios ; con los escritores y los periodistas,que son gente informal y mala paga .

-Me gusta este. ¿Cuánto?

-¿Va a pagarlo, o quiere crédito?

-Supongo que tiene que ser así . Puedo de-jarle diez balboas ahora, y el resto lo paga-ré . . . ¿Cuánto es que vale?

-Es un reloj muy fino, y garantizado porun año. A prueba de agua, de golpes . . .

César se impacienta .

-No es para ningún buzo, ni para un boxea-dor tampoco. Y nadie se baña con reloj . Dí-game cuánto.

Mario no puede prescindir de la rutina, quese funda en años de experiencia .

-Acero inoxidable . Es un reloj eterno . . .

-Tampoco es necesario que sea eterno, por-que la gente se muere . ¿Cuánto?

-Para usted . . . Déjeme ver . . .

Mario sigue en dudas. ¿Cuarenta . . . ? ¿Trein-ta y cinco . . . ?

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-Sí. Puedo dárselo en treinta y siete cin-cuenta. No gano nada ; casi nada . . .

-Está bien . Envuélvalo para regalo. Yacomprenderá que no es para mí .

El joyero se siente locuaz mientras busca pa-pel fino y una cinta .

-¿Qué le pasó en el brazo- ¿Se cayó?

-Nada . . . Una chiva . . . Nada de impor-tancia. ¿Qué sabe de Silvia?

-Poco. Hace tiempo que no escribe. Viveen Roma, ahora . Está bien ; eso, sí . Trabajacon una compañía de turismo y acompaña a losexcursionistas gringos . Como habla inglés . . .

-Sí ; es verdad .

Entra un ritmo de tacones con melena lar-ga del color del cobre y unos senos retadores .

-¿Qué hubo, Herminia . . . ?

Mario se interrumpe en su labor para hablarcon la joven y César se aparta discreto simu-lando contemplar unos servilleteros fabricadoscon troquel .

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-¿Vienes a recoger tu encargo . . .? Creoque ya está arreglado .

La mentira parece poco convincente al propio Mario, que añade algo en voz baja .Herminia sonríe y hace descansar el cuerpo sobre

un solo tacón. La cintura, así, quebrada, acen-túa su feminidad . César sale hasta la puertay contempla la calle . Dos gringas encanecidas,con el pelo teñido de violeta, observan unos di-jes y deciden entrar .

-Espérate un momento, Herminia . . . César ; aquí tiene su reloj . Tome el recibo . . .

Herminia contempla con mirada atenta unbrazalete de plata . El examen no parece complacerla mucho. César piensa que seguramente

Mario no pudo hacerle todavía el elogio de lajoya, sin duda regalada.

-Gracias . . . Sí . . . sí . . . Está muy bienenvuelto . . . Ya vendré por aquí la otra se-mana.

César sale y mira distraído el reloj grandede la joyería . Son casi las doce . Anoche seacostó muy tarde . ¿A qué hora? No lo sabe .A las diecisiete cuartillas nuevas . Diecisiete .

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Se levantó agotado . No podía seguir por lafatiga ; por la molestia del brazo . Si no hu-biera tenido que comprar el regalo para Celia,seguiría escribiendo . ¿Seguiría, en realidad?

Atento a las desigualdades de la acera y alcurso de sus pensamientos, César camina des-pacio con el sol abierto sobre la cabeza. No losiente . El sol es una cosa natural, perfecta .Siempre igual, haciendo el mismo recorrido .

Elvira ha salido de la escuela y camina haciasu casa. Se detiene un momento en el quioscodel cojo Mendizábal y le pide a Encarnita unasoda fría. Mientras bebe, ve pasar a César porla esquina de la sastrería del chombo. Pareceabatido, contemplando el suelo y con la guaya-bera un poco arrugada .

Elvira piensa otra vez en Alicia, que vivetriste y amargada, preocupándose en silenciopor el porvenir incierto. Huraña, pensativasiempre, y concentrada, porque cuando la ale-gría es profesión, no es frecuente la risa es-pontánea. Y Alicia tiene que ir a muchas fies-tas, y reír, cantar, bailar y mostrarse gozosa,alegre y despreocupada . Si no fuera así, ya nola invitarían para animar las reuniones, y perdería la protección de aquellos señores. Y aho-

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ra César camina también abatido y con un brazo vendado. ¿Por qué se separarían? Si hu

bieran seguido juntos . . . Después de casarseparecían muy contentos, cuando iban a la pla-ya, a Chame, y César contaba cosas, y habla-ba de la gente conocida y comentaba los suce-sos. Es absurdo que Alicia viva en forma tanextraña, teniendo que beber y que fingir ; y quehaya niños como Yeyo, que nacen así, como sifueran plantas ; y mujeres viles, como "La Pi-chona" que, según le han dicho . . . La vidatiene aristas muy agudas, y la gente parece em-peñada en hacerla más difícil . La envidia, laavaricia, el egoísmo, la maldad . . . Y los ni-ños . . . los niños de su escuela, y los de todaslas escuelas, crecen y van acercándose a ese mun-do de bajas pasiones, que es como irse sumer-giendo en un charco de aguas malas . . . En lospueblos, en los campos, no es así . Hay tambiénsu ruindad y sus envidias y algunos rencorespequeños. Pero allí donde la gente tiene el co-lor de la tierra, la tierra es más humana, y dapródigamente sus frutos y flores . Y cuandohace sol todo se alegra ; y cuando llueve subedesde el suelo una fragancia que el cementoignora . Aquí, con sol, la calle sigue siendooscura, triste, sucia . . .

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Delante del callejón donde la vieja Chana si-gue friendo pescado, hay grupos de mozalbetesque viven en la vecindad. Cambian cigarrillosy frases obscenas y algunos juegan trompo,riendo en carcajadas estridentes . Sobre la ca-beza de la anciana, cuelga pendiente de un cla-vo, una lata oxidada con una planta de albaha-ca, que parece condensar la escasa pureza delbarrio en sus pequeñas hojas, tan tiernas y tanverdes .

-¿Qué hubo, Elvira?

Elvira se detiene ante el saludo, y su ondu-lante pensamiento queda fijo .

-¡Eh! ¡Rosa! ¿Qué tal?

Elvira siente mucha simpatía por Rosa . Lerecuerda la Normal ; el uniforme azul de los do-mingos y de los días de fiesta ; los paseos por elparque, y las charlas optimistas en los dormi-torios y en el comedor . Además, Rosa es buenay formal . Tiene a su marido y a sus hijos, ycuida de aquel niño, Yeyo, que no sabe de quiénes. Debía casarse, claro está . Un día le ha-blará de ello, porque Elvira ya sabe la verdad ;y Pancho, el de la chiva, parece ser tambiénbuena persona .

Rosa ha empezado a relatarle cosas .

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- . . . y te digo que hemos pasado el gran sus-to . Figúrate tú . La primera vez que lo de-tienen . . . Parece que era un borracho . . . Porsuerte, no fué nada ; pero hubiéramos que-dado . . .

A Rosa no le gusta referir a nadie sus pro-blemas económicos ; sus dificultades intimas, y siCarmen, "La Pichona", las conoce, es porqueaquella mujer lo sabe todo siempre. Por eso es"La Pichona", y la gente le consulta cosas .

Rosa no sabe de qué hablar ahora . Quisieracomentar con Elvira el suicidio de la pobre Ju-lia, que tanto la atribula ; pero no se atreve .Elvira es maestra y no podría comprender la fa-tal decisión de aquella joven que se arrojó porun balcón rompiéndose la nuca . Carmen, "LaPichona", y Julia son dos pensamientos que seenredan formando una maraña. Elvira hablade Yeyo .

-Estoy muy contenta con él. Es listo y apli-cado . . . muy educadito y serio . . . Es un granniño . . .

-Sí ; es verdad . . . Y nos ayuda mucho ;vieras . . .

Las necesidades domésticas que alivia Yeyocon su trabajo, vendiendo periódicos y lavando

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carros, vuelven a gravitar sobre Rosa, orién-tándola hacia confidencias que no quiere ha-cer . . .

-Me alegro mucho de que vaya a la es-cuela . . . y, sobre todo, que esté contigo . Figú-rate . . . Y Pancho está muy contento tam-bién . . . Bueno, niña . . .

Rosa sigue hacia la tienda a comprar sal yfrijoles, y piensa en Elvira y en la escuela ; pe-ro es sólo un momento . La imagen de Julia,muerta en el pavimento de la calle, con la ca-beza destrozada, le hace sentir un estremeci-miento . El hombre iba a dejarla, así . . . condos chiquillos . . . y largarse tan tranquilo paraallá, para su tierra . . . Sí. Así son . . . todos .¿Y Pancho . . . ?

Carmen, "La Pichona", está preocupada . Havisto a Rosa conversar con Elvira y seguirluego a la tienda . Y Don Benito tiene prisa.Le ha ordenado regalar a Rosa unos aretes fi-nos, de coral y oro, y ofrecerle alguna plata ;pero Carmen, "La Pichona", no se atreve toda-vía. Rosa está ahora muy contenta de tener aPancho en libertad y en casa, después del so-bresalto de la detención, y es preferible esperar. Tendrá que calmar a Don Benito, que se

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muestra impaciente ; pero si le dijera algo aRosa lo echaría todo a perder, porque Rosa escomo es, y quiere a su marido, que es joven yfuerte. Sin embargo, debe hablar con ella . Ha-blar, de cualquier cosa . Y Carmen, "La Picho-na", acecha su regreso .

Componiéndose la greña y haciendo sonar laschinelas, Carmen, "La Pichona", aparta la cor-tina de cretona floreada ; abre la rejilla y ponepie en la acera. En la mano lleva cinco realesy rondándole por la cabeza sus malignos pen-samientos, que nunca la abandonan . Si Rosase negara a verse con Don Benito, perdería suprotección y un buen cliente, ahora que los negocios andan mal con las intrigas de Tomasa y

la mucha competencia que hay . Pero, Rosapuede hasta enojarse . Tal vez el dinero no leimporte mucho, y menos ahora, que Panchopuede seguir con la chiva y que Yeyo vende ca-si todos los periódicos, ayuda a Víctor a la-var los carros y gana bastante plata .

Carmen, "La Pichona", sigue andando. En laesquina sigue Leonidas, el griego que vende fru-tas, al frente de su tinglado . Unas gringas con-templan los tableros de la lotería que las ven-dedoras abren sobre sus rodillas, y cinco mar¡-

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nergs de un barco argentino pasan muy despacio mirándolo todo . Un soldado de anteojos, queparece un profesor, muy alto y desgarbado, to-ma unas fotografías de la calle, donde están ali-neadas varias carretillas . Un vendedor de ta-males hace equilibrios con su bicicleta, paraandar despacio pregonando, y el chino del chopBuey bosteza parado en la puerta .

El encuentro de Rosa y Carmen, "La Picho-na", se produce normalmente .

-Ya tienes a tu marido, niña .

-Sí ; le digo . . .

-¿ . . . y estarás contenta . . .?

Rosa se sonríe ; pero el recuerdo de Julia lesigue pesando. Porque la veía mucho pasar porla calle ; porque jugaron de niñas, allá en LaChorrera ; porque era pobre también, y porqueel soldado la iba a dejar sola con los dos chi-quillos. El rostro de Rosa se nubla otra vez .

-Desde luego, Carmen . ¿Cómo no? Pero esque esto de Julia . . . me tiene . . . Cuando pien-so que la vi el domingo, y hasta conversamosalgo . . .

"La Pichona" advierte en seguida que puedeaprovechar aquella pesadumbre . El cadáver

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destrozado de la pobre Julia, con su pelo cho-lo teñido de sangre y el cuello torcido en ungesto trágico, puede dejarle provecho .

-Si es lo que te decía . . . Los hombres, sontodos iguales . . . Si esa chica hubiera sido inteligente y viva . . . ¡Ay! Bastante que yo selo dije . . . No te enchocles con ninguno, niña . . . no seas tonta . . .

-Pero, si lo quería, Carmen . . .

-¡Qué querer, ni qué querer! Eso son his-torias . . . Además, que podía vivir con él, si legustaba . . . porque eso no quita . . . Y . . . yaves . . . Iba por ahí, por "La Ranita" a . . . na-da. Porque no quería saber de nadie . . . Loque Ignacio le daba así, de vez en cuando, porlo que ayudaba a consumir . . . Pero, fíjate, quehabía un teniente . . . Me lo dijo Emilia . . . quele hubiera dado . . . Y nunca quiso, la muybruta, por estarse así, con su soldado, que aho-ra se marchaba y la dejaba en las latas . Yatú ves . . . Porque, la verdad, es que se matópor eso . . . Porque el hombre la dejaba y notenía un centavo . . .

Rosa escucha atenta sintiendo que algo se ledesmorona dentro. Porque todo lo que dice Car-men suena como la verdad.

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Llega Yeyo dando saltos con rostro radiante .Ya vendió "La Hora", y además, por la maña-na ayudó a Víctor a lavar dos carros . Yeyotrae plata en el bolsillo . Más de un peso de ga-nancia, que luego le dará a Rosa . Entra porel callejón del patio, bebe agua de la pluma queestá al lado del lavadero donde Chon trabaja yregresa hacia la calle, hasta que Rosa lo llamea comer . Pero Yeyo se detiene bruscamente enmedio del callejón . En el patio estallan gritosestridentes y el niño se vuelve . Los mozalbetesdel trompo interrumpen su juego ; Chana se lim-pia las manos en el delantal de dril y Rosa en-tra precipitadamente con revuelta mirada de an-siedad, porque piensa en el pequeño que dejósolo en el corredor .

En el patio hay ya un pequeño grupo y unosbrazos que sostienen el inanimado cuerpecitodel chiquillo, que sangra en abundancia por lacara. Tiene abierta la frente en una heridalarga y ancha de bordes blancuzcos .

Crece el alboroto y todo son órdenes y expli-caciones .

-!Apúrense . . .! Hay que llevarlo aprisa alDispensario . ¿Qué hacen ahí . . .?

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Chon, la lavandera, es la mejor informada .Iba a tender una sábana cuando el pequeñocayó .

-Es una vergüenza, cómo tienen ese corre-dor así, con la baranda rota .

-Pero, niña . . . ¿Quién se iba a imaginar . . . ?

-Si ya gateaba . . . Ya no es tan pequeño . . .

-¿Dónde estaba la mamá . . .?

-¿ . . . y las hermanas . . . ? ¿No pudieron . . . ?

La lavandera logra, al fin, hacerse oír .-Fué la Providencia . . . Lo vi cuando ca

yó . . . Primero fué sobre las cuerdas . . . Esolo salvó . . . luego, hasta el suelo . . . ¡Ay, Diosmío, qué susto!

-¿Por qué no lo llevan, ah?

La noticia ya llegó a la calle y rueda aprisapor el barrio. Yeyo corre velozmente hasta laesquina para buscar una chiva .

-Pare, por favor, señor . . .

-¿Qué quieres . . .?

Yeyo apenas puede hablar . El susto y la ca-rrera le privan del aliento, y la tos le ahoga .

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LA CALLE OSCURA

-Un chiquillo . . . un chiquillo de Pancho. quese acaba de caer al patio . Sangra mucho . . .hay que llevarlo al Dispensario, ya . . . Por fa-vor . . .

La chiva, detenida en medio de la calle, es-torba el tránsito. Las bocinas encienden la pro-testa y llega un guardia blandiendo el silbato .

El chivero inquiere más detalles acercándose a la acera .

-¿De Pancho el de "La Chiricana" . . .?-Sí, señor. Y sangra mucho . . .

-Tráiganlo, pues. Lo llevamos ahora mis-mo. ¿Dónde está?-Aquí . . . Ya viene . . .

-En el patio continúa el alboroto con vocesde urgencia .

-Pero, ¿por qué no lo llevan . . .?-Ya fueron a avisar . . .-Busquen una chiva . . . un carro . . . pronto.¿No ven este niño?

Rosa no logra hacer nada ; ni pensar siquiera .Se siente aturdida. Yeyo le sacude un brazo .-Vamos. Ya encontré una chiva .

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RENATO OZORES

Rosa se deja llevar detrás de Víctor, que car-ga la criatura, y de Yeyo que abre paso . A sulado, con rostro compungido, está la vieja Gha-na, que se santigua varias veces murmurandorezos. Las mujeres de la vecindad empiezan atejer su glosa .

-¿Dónde es que estaba la mamá . . . ?

-En la tienda, creo . . .

-O hablando por ahí . . .

Alguien mira para comprobar que Carmen,"La Pichona", ya no está en el patio, y aven-tura el comentario .

-Creo que estaba con Carmen . . .

-Ahora están muy compinchas . . .

-¡Niña! Siempre . . . Es por la novela . . .

-También nosotras vamos a oír radio . . .

-¿Qué se traerán . . .?

El viejo Don Marcelo, el ciego, que se alar-mó con el barullo, sale al corredor en camisetay demanda informes de su hija con golpes debastón y grandes voces .

-¡Chon . . . ! ¡Chon . . . ! ¿Qué es lo que pa-sa? ¿Hay fuego?

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LA CALLE OSCURA

-¡Nada, pues! ¡Cálmese! ¡Un niño que secayó! ¡No es nada!

Don Marcelo se interna en el cuarto y palpael aire en busca de la mecedora . Con su bocasin dientes murmura denuestos .

-Los niños . . . ¡Si cayeran todos . . .!

En la calle, al lado de la chiva, hay ya aglo-meración . El guardia interviene para acomo-dar al niño y llama a un compañero que pasaen motocicleta .

-Un chiquillo que se lastimó . Parece queestá mal . Llévalos al Dispensario, para quepuedan llegar pronto .

-Vamos . ¡Apártense!

Más que la voz conminatoria, es el ruido delmotor, acelerado, el que dispersa a la gente. Lamotocicleta parte rauda y la chiva sigue, indis-cutible dueña de la ruta .

Yeyo está asustado todavía y mira hacia elchiquillo, que parece dormido, con la boca abier-ta y muy pálido todo ; pero el aullido de la mo-tocicleta que abre paso, y la bocina constantede la chiva, le elevan el pensamiento hacia pla-nos nuevos . Porque Yeyo ha montado en chi-va muchas veces, para hacer trayectos cortos .

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RENATO OZORES

Desde calle J hasta Calidonia, o desde el Mercado hasta 5 de Mayo, parando a cada rato, siguiendo despacio, y a la expectativa de algúnpasajero. Ahora es muy distinto.

El chiver o maneja seguido, quizá por vez primera, sinmirar a los lados, sin cuidarse del tránsito nide los guardias, que al oír la sirena saben enseguida que la urgencia manda . Yeyo ha vistopasar así algunas veces el carro del Presidente,y otros carros, con una bandera . Yeyo piensaen todo esto, porque Yeyo es niño . Por eso supensamiento se aparta por momentos del chi-quillo herido.

Rosa se frota la cara y contempla absorta elextraño rostro de la criatura. Avanza una ma-no y, con timidez, le toca el pecho .

-¿Alienta . . . ?

Víctor interrumpe sus cavilaciones acerca delos caseros, de las condiciones en que tienen quevivir los pobres, y de las cosas que dirá algrupo de sus contertulios cuando esté de vuelta .

-¿Ah . . .?

-¿Que si estará . . . vivo?

-¿Vivo? Claro que sí . Está dormido ; eso

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es todo . Los chiquillos no se matan ni de avaina ; no te preocupes . Además, casi no san-gra ya.

Al llegar al hospital, Yeyo se acuerda de lanoche que vió a Pancho detenido, de la enfermera

gorda y del médico de anteojos, y buscaansiosamente un rostro conocido para aliviar suinquietud . Todo el personal es distinto. Haymédicos ; hay también enfermeras, y los guar-dias de siempre ; pero no son los mismos .

Víctor entra decidido y reclama auxilio. Laenfermera mira, recoge al chiquillo con muchadestreza y se lo muestra al médico que lleva enla mano una jeringuilla de inyecciones y en losojos una expresión de fatiga . Después, unapuerta blanca se cierra tras ellos .

Víctor expresa su recelo con una sonrisa yalzando las cejas ; pero tranquiliza a Rosa .-Ya verás . . . lo cosen ahí, un poco y . . .

no creo que tenga nada .

Estalla adentro un llanto con grito sonoro .Rosa se anima, porque su pequeño vive . Vivey llora . Las madres, y sólo las madres, puedendistinguir el llanto de un hijo . Y aquel llorardesesperado y con ahogos, le parece un mila-gro . Rosa sonríe y se vuelve habladora .

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-¿Oyeron . . .? Está llorando . . . llorando . . .No debe tener nada grave . . .

Yeyo mira a Rosa y mira Víctor . Los miradesde abajo, desde su estatura, tan pequeña,buscando sonrisas para enlazar con la suya . Elniño levanta su apretado pecho y contempla aRosa .

-¿Ya vió . . .?

Rosa se acerca a un muchacho con piernasvendadas, que parece dormitar, y a una vieja ne-gra que bosteza enseñando un diente . Necesi-ta hablar con alguien y contar el susto . Mien-tras no lo cuente, lo tendrá allá adentro ; es unpeso grande que le duele mucho .

y como hay unos barrotes . . . la suer-te, las cuerdas, que si no . . . pero si es que . . .

La puerta se abre dejando pasar un destelloy aparece la enfermera con el niño en brazos .Blanco el uniforme, blanca la cofia sobre el ca-bello negro y blanca la venda que envuelve lafrente de la criatura .

-¿Cómo se les cayó, ah? ¿Un niño tan pe-queño . . . ? Llévenlo y cámbienlo, que está ori-nado. Y tráiganlo el jueves para curarlo . . .Le han cogido tres puntos . . .

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LA CALLE OSCURA

Luego, se enfrenta a la vieja con una pre-gunta .

-¿Y, usted? ¿Trajo ese papel . . .?

Rosa quiere estar segura.

-Pero . . . ¿está bien el chiquillo . . .? ¿Notiene . . . nada?

-Nada más que el golpe . . . la herida esa .Se pudo matar ; pero nada roto .

Y a la vieja .

-Pase.

Afuera, el chivero quiere que quede constancia del valor de su contribución .

-La suerte también que lo trajimos en se-guida. Sangraba mucho.

El guardia de la motocicleta conversa con uncompañero .

-¿Qué fué, por fin . . . ? ¿ Cómo está el muchacho?

Víctor resume el informe.

-Tres puntos nada más . . . y gracias portodo .

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De regreso, en la misma chiva, el chiquillo,con los ojos húmedos de las pasadas lágrimas,mira sonriente . El cansancio del llanto y el re-gazo materno le adormecen pronto .

En la calle oscura todo sigue igual .Mendizábal, el cojo, vende sodas y pastillas y pipas

heladas. Leonidas, el griego, ofrece a una grin-ga un cartucho de maíz tostado y, asomada so-bre su rejilla, la chomba Ruby, conversa conElvia.

Rosa sube hasta su cuarto y acuesta al chi-quillo después de quitarle la ropa mojada . Cu-ra los granos a la niña y empieza a barrer ;pero se interrumpe para dar a Yeyo frijoles yarroz . Luego, tendrá que lavar, que coser al-gunas cosas y preparar la comida . Tambiénquiere bañarse y arreglarse el pelo y hasta pin-tarse un poco para cuando llegue Pancho . Por-que Pancho no es como los otros hombres ; esosde que habla "La Pichona" . No todos puedenser igual . Alguno será diferente . Como Pan-cho . Pancho la quiere . . . La ha querido siem-pre. Habla poco, porque él es así, y llega can-

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sado. Pero es muy trabajador y serio . . . YPancho la quiere . . . Son cinco años ya . . . oseis, casi . . .

Carmen, "La Pichona", no ha podido disfru-tar su siesta . Rumia sus intrigas y anda preo-cupada . Ahora, con lo del chiquillo va a sermás difícil convencer a Rosa, porque estará asus-tada y se creerá, además, un poco culpable . Talvez piensa que si no hubiera estado parada enla calle hablando con ella, no habría pasado unsusto tan grande. Por eso no es bueno que si-gan los chismes que le oyó a Felisa y a otrasvecinas .

Carmen, "La Pichona", sale hasta la calle aestudiar el aire .

En el grupo de mujeres que hay cerca de Cha-na, se olvidó el asunto ; pero Carmen, "La Pi-chona" lo vuelve vigente haciendo aspavientos.

se cayó, porque se cayó, pues . . . To-dos los chiquillos se caen . . . Ella no puedetenerlo amarrado, ni puede estar todo el díapendiente de él . . . Tiene mucho que hacer . . .y aunque hubiera estado arriba, en el cuarto,se hubiera caído lo mismo . . . Son esos barro-tes condenados, que no acaban de arreglar nun-

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ca, y eso que ya se le dijo a Don Jacinto variasveces . . . Son unos desconsiderados . . . Comosi una no pagara . . . Si es lo que yo les digo . . .y el muchacho se hubiera podido caer aunque Ro-sa estuviera con él . . .

La conversación se apaga . Los argumentosde Carmen parecen convencer al grupo que, alsaber que la criatura no ha sufrido un percan-ce grave, pierde interés en el suceso . "La Pi-chona" lo comprende y quiere encender la ter-tulia con el tema infalible .

y al puertoriqueño ese, que vivía conJulia, ya se lo llevaron los gringos para laZona . . .

-¿Preso . . . ?

La perspectiva dramática dibuja gestos de in-terrogación .

-No. Qué va . . . ¿ Los gringos . . .? Si hu-biera sido con una mujer de ellos, sería distin-to. Ahora lo fletan para allá, para donde sea,y en paz. Les apuesto lo que quieran a que nide los hijos se ocupa . Si así son los hombres ;no se extrañen . . .

-¿Dónde están los chiquillos?

-Oí decir que los llevaron para la Cruz Ro-

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LA CALLE OSCURA

ja . . . ¿Dónde más? Pero tendrá que venir lamamá de ella a buscarlos y llevárselos paraChorrera, porque lo que es, él . . . Y a que noles da tampoco ni un centavo . . .

Las hipótesis de Carmen se han convertidoen verdades, y por aquel grupo de mujeres cré-dulas e ingenuas empieza a correr sordamenteun hondo recelo por todos los hombres .

-Qué va a dar . . . Si te he visto, no meacuerdo . . .

Una chiva, "La Chiricana", llega en formasúbita y acelerada golpeando los baches y espantando a los niños que juegan en la calle .

Pancho se baja de un salto y penetra airadopor el callejón empujando, sin ver, a Elvia y aFelisa .

Carmen, "La Pichona", suelta el comentario .

-Ya debe saberlo . . . Y viene bravo . . .¿Por qué? ¿Que tiene él que hacer?

-¿Quién se lo diría . . . ?

-El chivero ; seguro . . . Lo hallaría porahí . . . Ellos se conocen todos .

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-Pero debió decirle que no era nada . . . queel muchacho estaba bien . . .

Pancho sube la escalera a saltos, vibrando,tenso por la cólera . Desde que en el muelle in-glés le dijo el chivero que había llevado a suhijo al Dispensario se sintió alarmado . Sobretodo, al no poder saber los detalles, ya que chi-vas, carros y camiones llenaban la calle y nopudieron detenerse mucho, con tanta bocina y elsilbato impaciente del guardia .

Rosa siente un sobresalto al ver a Panchoparado en la puerta.

-¿Qué fué lo que pasó? ¿Dónde está el chi-quillo? ¿Por qué se cayó? ¿Y . . . tú . . . dóndeestabas?

Las preguntas saltan, se atropellan y pare-cen golpear a Rosa .

-El chiquillo está ahí . . . está dormido . . .Déjalo ; está bien. Nada . . . se cayó . . .

-¡Se cayó al patio! Se cayó al patio, ¿noes eso?

-Sí.

-¿Dónde estabas tú . . . ? ¿ Dónde . . . ?

-Estaba en la calle . . .

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LA CALLE OSCURA

-En la calle . . . en la calle . . . ¿Qué hacíasen la calle?

-Hablaba con Carmen . . . Hablábamos de . . .

No pudo seguir, porque la primera bofetadale cerró la boca . Las siguientes la aturdierony sólo el instinto le hizo gritar .

-¡No, Pancho! ¡Me matas!

Pancho sigue enfurecido y al pegar se enar-dece .

-¡Matarte, es poco! ¡La calle . . . hablan-do . . .! ¡Tú, con esa vieja zorra!

Los golpes caen sobre Rosa, que se dobla so-bre las rodillas lanzando alaridos. Pancho lalevanta por la ropa que gime en desgarro, pe-ro se detiene cuando ve la sangre. Rosa san-gra por la boca y por una grieta que se le abrióen la mejilla . Sangra también por el cuello,porque la cadena, halada con fuerza, se le hun-dió en la carne antes de romperse .

El tropel de vecinos se agolpa en la puerta,pero sin entrar. Al fin se abre un claro y apa-rece el guardia . Es un guardia viejo con mu-cha experiencia.

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-¿Ya acabó la fiesta . . .? ¡Usted es un sal-vaje! Mire cómo ha puesto a esta pobre mu-jer. ¡Vámonos para la Guardia!

Rosa siente la vergüenza de la situación ytrata de arreglar el pleito .

-No es nada. Déjelo . . . Son cosas nues-tras . . .

El guardia insiste .

-Vamos, les digo.

-No se meta, pues . . . ¿ Cómo vamos a irasí? ¿A dónde vamos a ir? ¿Qué le importaa nadie?

-Sí importa. Yo cumplo con mi obligación.Y digo que vamos . Así, que apúrense .

El niño despierta y empieza a llorar pero nole oyen. La niña de los nacidos se acerca a sumadre y Yeyo, con un trompo en la mano, se en-cuentra indeciso porque sufre tirones de los dosafectos. Pancho y Rosa . Rosa y Pancho.

Rosa se limpia la sangre con un pañueloarrugado y sigue ensayando excusas frente aaquel guardia que trata de romper el grupo .

-Ustedes váyanse . . . Nada hacen aquí . . .

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-Pero, señor . . . Déjelo . . . ¿A dónde voya ir yo con esta cara así?

-A la Guardia. Es bueno que la vean . . . Aver qué dice el Corregidor . . .

-Pero, yo no quiero que le hagan nada aél . . . Es mi marido . . . Soy su mujer . . . y situvimos una discusión . . . ¿qué le importa anadie?

El guardia se impacienta porque ya estáviejo y por el calor del cuarto .

-Mire, niña . . . A mí, no me importa . Co-mo si la mata y ese es su gusto. Pero es miobligación. Yo estoy de servicio, y si despuéspasa una vaina, y yo no la reporté . . . Va-mos . . . Apúrense . . .

-Pero, ya le digo que no pasó nada . Yono quiero que lo castiguen . . .

Pancho, ceñudo y hermético, siente que el fu-ror vuelve a crecer. No quiere la compasiónde nadie. Ya lo perdonó el señor aquel del atro-pello con el brazo roto, y ahora Rosa tambiénquiere perdonarlo. ¿Por qué? ¿Por qué lo vaa perdonar, si tenía razón al pegarle? Noquiere la piedad de Rosa. Quiere hablar en laGuardia ; contar lo que pasó, y que la autoridad

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decida . Y si lo castigan, quedará preso, porquemulta no puede pagarla. ¿Por qué van a casti-garlo? ¿Por pegarle a su mujer, que dejó alchiquillo solo para ir a hablar con "La Picho-na"? ¿No van a saber en la Guardia quién es"La Pichona", cuando lo sabe todo el mundo?Por eso interviene . La voz es ronca y grave .

-Vamos. Vamos, a donde usted diga . Va-mos ya.

Rosa vuelve a protestar .

-¿Cómo voy a ir yo por la calle, así, conesta cara? Es una vergüenza . Además, tengoque curarme un poco .

-Si quiere que la curen, vamos al Dispen-sario .

-No. No. Al Dispensario, no .

Víctor, enterado, apunta el remedio.

-Eso que tiene, es nada . Si no quiere ca-minar . . . llame un radio-patrulla .

El guardia accede en seguida . Los años nole privan de apreciar los encantos de Rosa ycomprende aquella resistencia .

-¿Hay un teléfono por aquí?

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LA CALLE OSCURA

Enfrente ; al lado, en la abarrotería.

-Bueno, pues ; pero vayan bajando . . .

Mientras camina por el corredor, seguido dePancho, el guardia reflexiona. Puede llamar alcuartel para que avisen a un radio-patrulla ; pe-ro . . . ¿debe hacerlo? Después de todo, aquellono tiene importancia . Es algo que pasa todoslos días en los barrios estos . Si fuera en Be

llavista... cuando estaba de servicio por allá,cerca de las Embajadas y cuidando casas buenas,no pasaba nada ; pero, por aquí . . . Además,que si le toca venir al radio-patrulla del sar-gento López, se va a poner bravo . Llamarlopara una pendejada así . . . Ya una vez le di-jo . . . Y Pancho es un buen tipo, que hace po-co estuvo detenido por un atropello, y lo puedenfregar, si vuelve ahora .

En el callejón, el guardia se detiene y espe-ra por Rosa . Con la escolta de vecinos, y Ye-yo a su lado, Rosa llega componiendo el gesto.

-Bueno . . . Miren . . . Les voy a dar unchance . No los voy a llevar nada esta vez .Pero déjense de pereques y pórtense como gente civilizada.

El guardia pasa al lado de la niña Chana yde unos muchachos, que miran indiferentes.

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Pancho siente condensada la contrariedad. Aquelfinal sencillo le disgusta . Era mucho mejorcontar la verdad y que alguien le dijera a Ro-sa que Carmen, "La Pichona", era una malamujer, que sólo podía hacerle daño . Y Panchoestaba muy contento cuando se encontró al chiv

ero cerca del muelle inglés.Estaba muy contento, porque acababa de hacer un contrato pa-

ra llevar unos músicos a Río Mar, donde ha-bría un gran paseo, porque le iban a pagar veintete balboas, y porque Rosa se pondría feliz . Encambio, ahora . . . Ahora, Pancho no quiere vol-ver a la chiva . Ha puesto en un bolsillo apar-te la plata del hindú, y el resto se lo beberá .Toda la tarde . Hasta que acabe el dinero ; ybeberá ron para emborracharse pronto, y nopensar en Rosa ; ni en el niño ; ni en Carmen,"La Pichona" ; ni en el guardia que, a su lado,habla sin parar .

y lo hice por tí, también . Después delo del atropello . . . Con la paliza que le distea tu mujer . . .

Pancho no habla. Pancho no habla casi nun-ca más que lo necesario, y con el guardia notiene de qué conversar . Ni siquiera le agrade-ce el no haberlos llevado detenidos para así

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LA CALLE OSCURA

aclararlo todo . Ahora, Pancho sólo quiere lle-gar a la cantina y beber unos tragos. Varios,y seguidos. Después, más tarde, cuando lleguenlos otros, quizá juegue dominó .

Rosa se lava la cara varias veces, porque elagua le hace bien, y se dispone a coser . Car-men, "La Pichona", llega con unos frascos ycon unas vendas .

-Niña . . . Déjame ponerte ahí un poco dehielo . . . Se te va a hinchar mucho, si no . . .Tengo aquí mercuriocromo y un poco de mentolathum ; ya verás . . . ¡Qué barbaridad . . . ! Poreso yo no quise verlo . . . Le hubiera dicho loque se merece . . .

Rosa está indignada. Todos los vecinos hanvisto su humillación. Y lo del chiquillo no fuémás que un accidente . La prueba está en quetodos los vecinos opinan así . Nadie dice lo con-trario. Había ido a la tienda . . . y fué a causade la baranda y de los barrotes . . . Si vivieranen otra parte . . . Como Elvira, que tiene buenacasa . . . Claro que Elvira es maestra, aunquetambién la hermana la ayuda, con seguridad .

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RENATO OZORES

Sí. Alicia también trabaja ; trabaja en una ofi-cina del Gobierno y dicen por ahí . . . Es lista,Alicia . . . o como Olga, la mujer de Celso . Porque Celso gana buena plata, allá en San Francisco . . . Si Pancho quisiera . . . pero chiveronada más, y trabajando siempre para el indio . . .Si Pancho no chupara tanto y fuera vivo . . .Porque hay que ser vivo. Si no, se friega una,como la pobre Julia . . . Como la pobre Julia,que la iban a dejar así . . . Tiene razón Car-men . . . Si Pancho quisiera . . . ¿Cómo se lasarreglan otros, que no son chiveros . . .? Y tenerla a ella así, y encima pegarle tan duro, porque el chiquillo se cayó al patio por el hueco delos barrotes . . . Y que no pasó nada, despuésde todo. Sí. Pancho, es como los demás . Cual-quier día también puede dejarla con los tresmuchachos . . . Y diciendo esas cosas de Car-men, que es la única vecina que viene a ayu-darla ; que se ocupa de ella . . .

-Ya no me duele .

-No hagas caso. Te puede doler después . . .Y el hielo es para que no hinche, y el mercuroi

ocromo, aquí...Ese Pancho es un salvaje. Tehubiera podido matar . . . con esas manos . . .Hay que ver cómo te puso la cara . . .

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LA CALLE OSCURA

En el patio hay un nuevo alboroto. Elviaestá con el ataque y se ha golpeado la cabezacontra una columna . Chana corre, tropezando,y Felisa trota agitando la masa de sus nalgasenormes . Se inclina sobre la enferma para me-terle un trapo en la boca, pero no puede sepa-rar los dientes. Con la vista extraviada y elrostro salpicado de saliva, la epiléptica se agitaen bruscos estremecimientos . Por entre las pier-nas le corre un reguero de orina que le mojael traje. Sobre la baranda de escalera y corre-dor se asoman los de costumbre . Pero la cu-riosidad está atenuada por la mucha repeticióndel espectáculo . Aquello de Elvia pasa pronto . Luego, duerme un rato, y después no seacuerda . Sólo sabe que le dió un ataque cuando se muerde la lengua, o cuando recibe un gol-pe fuerte, como ahora .

Rosa y Carmen se retiran hacia el cuarto pa-ra proseguir la cura . "La Pichona" está ansio-sa por saber la reacción de Rosa, aunque tienela certeza de que aquel disgusto va a favorecersus planes . A las seis de la tarde tiene que llamar a Don Benito

.-Pues, sí, niña . Y menos mal que no te ha

dañado las orejas . . . Tengo ahí, abajo, unosaretes que quiero que veas . . . para tí . . .

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RENATO OZORES

-¿Unos aretes . . . ?

-Sí. De oro y de coral . ¡Vieras qué belleza . . . ! Grandes . . . Para tí, que tienes elcuello tan lindo . . .

-¿Para mí . . . ? ¿De coral . . . ?

Rosa sabe que necesita un espejo, una peinilla, unos zapatos y otras muchas cosas. Así,

pequeñas cosas. En unos aretes de coral nuncapensó . Pero sabe que le gustan mucho, cuan-do los ve en otras orejas, o al pasar, en la vi-driera de la joyería .

-Para tí . . . claro . Ya verás . Eso, si tegustan . . . Luego vienes a verlos abajo .

-Pero . . . para mí, ¿por qué? ¿Por qué melos regala . . . ?

-No seas tonta . . . Ya verás . . . Eso noes nada . . . Estate quieta y déjame frotarteesto .

Yeyo acaba de coger su paquete de "El Pa-namá América" y corre veloz con otros vende-dores frente al Instituto, en un despliegue decarreras ágiles y gritos .

Junto al mostrador de la cantina, Pancho es-tá un poco mareado ya .

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VII

EELVIA está en la calle . Mira a todas par-tes con mirada incierta y come un ma-mey parada en un cuadro de sol que po-

ne manchas ocre en su piel, tan prieta . Sobreel cuello flaco le tiembla un poco la cabeza depelo apretado sujeto en trencitas, y la pulpaoscura de la fruta mezcla sus colores con el delos labios gruesos . Elvia come labio lo mismoque fruta. Todo es muy sabroso . Después seríe sin saber por qué. Se ríe, porque está con-tenta ; con los dientes grandes y muy blancos, ycierra los ojos. Elvia está feliz y luce así sugozo con aquella risa . Cuando Elvia se ríe, lacalle se alegra y parece que no está tan oscura .

Elvia va a la tienda . Camina muy despacio

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RENATO OZORES

con sus piernas flacas arrastrando las chinelasrotas . A veces se para y mira cualquier cosa .Un niño que llora ; un carretillero que vendecarbón, o una vecina que pega a un muchacho .Luego, sigue andando, vuelve a detenerse y alfin, llega hasta la tienda .

Víctor ha sacado a la acera su cajón de fru-tas. Hoy tiene nísperos. Nada más que níspe-ros . Reclina el taburete de cuero lustroso con-tra la pared, y empieza a fumar . Ha lavadotres carros en distintas calles, y en el talleren que trabaja Lou empezó a simonizar otro .Víctor tiene fama de sabio y prudente, y genteque le escucha . Gente que se sienta cerca, oque queda de pie . Víctor lee periódicos y andamucho por Santa Ana, oye cosas y oye comen-tarios .

Víctor es tableño . En Las Tablas, hace mucho tiempo, aprendió el oficio de carpintero,Se casó con Petra un año por Santa Librada,y durante la guerra vino a Panamá para traba-jar en la Zona. Después estuvo empleado envarias empresas constructoras de la capital, pe-ro ahora no consigue empleo y en su casa, al-gunas veces, hay mucha necesidad . Tiene cuatrohijos . Dos están enfermos ; uno es limpiabotasy otro muy pequeño . Y Petra es reumática .

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LA CALLE OSCURA

Víctor tiene dos hijos más con otra mujer, quevive en Juan Díaz, que de vez en cuando le pi-de dinero, porque ahora está sola y no tienemarido . Víctor lava carros . Siempre hay ca-rros que lavar cuando se lavan por un peso .Un balde, unos cuantos trapos y un cepillo fuer-te para el barro de las llantas ; es todo lo quehace falta . No se puede cobrar más de un pe-so por lavar los carros que están en la calle.Son esos carros, algo vagabundos, que no tienengaraje ; carros callejeros que se quedan tristesy que envejecen pronto al agua y al sol, Enlos carros finos, tan lustrosos siempre, se co-bra un balboa . Víctor hoy lavó tres carros ydespués fue al taller de Lou . Mañana hará lomismo. También va al Mercado a comprarsus frutas y el pescado que le encarga Chanay el tasajo que algunas veces comen en la casa.Todo esto lo hace porque Petra se siente muymal con el reumatismo .

Víctor habla con frecuencia de las -negocia-ciones y de política, porque va mucho a SantaAna. Habla de la Coalición y del Matadero ydel Renovador ; habla de los chombos y hablade la crisis . Víctor sabe cosas y la gente leoye . Cuenta historias de allá, de su pueblo, yrefiere hazañas, tal vez inventadas . Ahora,

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RENATO OZORES

Víctor no quiere trabajo como carpintero . Diceque lo busca y que pregunta ; pero no es ver-dad. Vendió las herramientas hace mucho tiem-po y sólo le quedan dos serruchos viejos y unpar de formones. Víctor anda mal de plata,pero ahora le gusta ser independiente, y lavan-do carros no tiene patrono . Y también tienemás tiempo para conversar y andar por lacalle .

Víctor siente antipatía por los jamaicanosdesde que trabajó en la Zona ; pero ahora nohabla mal de ellos . Cuando llevaron aquel carro al taller de Lou para que le pusieran forronuevo a los asientos y le dieran brillo a la carrocería, el chombo le dió el camarón . Y sonseis balboas. Es trabajo grande, porque la ce-ra se seca en seguida y hay que frotar mucho .Pero, seis balboas es bastante plata . Víctor noquiere hablar mal de los chombos, porque Louy Ruby son muy serviciales . Ruby trabaja enun club house

de la Zona y siempre consigue algunas cosas para los vecinos en el comisariatode Curundú . Ruby es muy atenta y muy educada, y lo mismo Pearl, la mamá de ella y deLou, aunque nunca pudo aprender español .Ahora Víctor prefiere hablar mal de los blan-cos, que son dueños de todo, sin ser panameños.

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LA CALLE OSCURA

Porque, para Víctor, no hay más panameños quelos del interior, y estos siempre están fregados .

-Si no son los políticos . . . Pero casi nuncales dan puestos grandes, tampoco . . . Aquí hayque ser capitalino y blanco . . . ¿Cuántos Presi-dentes hubo del interior . . . ? Díganme, paraver . . .

Con frecuencia, Víctor deja condensado sucredo social .

- . . . no hay panameños, les digo . . . ¿ Dóndeestán . . .? Recorran la Central, para ver . . .Turcos, indios, chinos y españoles . . . Y espa-ñoles, menos mal, porque son gente de uno . . .Pero hay de todo . . . Por donde quiera que va-yan . . . Aquí mismo . . . El griego ese de lafruta, que la tienen monopolizada ; ya se sa-be ; . . . Para vender fruta importada, uvas, ci-ruelas y cosas así, hay que ser griego ; si no,nada . . . y no sé por qué a la gente le gustaesa fruta, que la cogen verde y no sabe a nada .Y aunque fuera madura . . . Es lo que les digo . . . Ahí tenemos al bachiche de la joyería,con el hermanito . . . El dueño de "La Ranit

a", español... el cojo Mendizábal, ese, es colombiano...Y miren por donde quieran...

¿De quién son los parados . . .? De griegos . . .

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RENATO OZORES

¿ Y los cabarets . . .? ¿Y las tiendas esas? Losnegocios todos, de extranjeros . . . Y uno aquí,fregado siempre . . . ¿No hay panameños . . . ?No tenemos unión ; es lo que pasa . A SantaAna ya no vamos casi gente del interior . . .¿De quién son las casas . . .? También de extranjeros, o de hijos de extranjeros, que es la misma vaina . . .

Alguien contradice un poco .

-No. No es lo mismo . . . Si a eso va-mos . . . Tus viejos, o los abuelos . . .

-¡Panameños todos! De Las Tablas mismo .Claro que, si vamos a ver . . .

La gente entra y sale en la abarrotería gran-de, y en la otra tienda que vende cosas másbaratas . Es una tienda pequeña, que no tienerefrigeradora y que vende ñame, yuca, otoe yfrijoles negros, y hasta raspadura . Y la ave-na esa, de cajeta, que da premio siempre ; va-sos o platos.

Elvia viene de regreso . Camina despacio ychupa una paleta que le regalaron .

∎ s

Carmen, "La Pichona", ha corrido las corti-nas y allá, en su recámara, echa las cartas a

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LA CALLE OSCURA

una viuda gorda y cuarentona de mucha pechu-ga que aspira a casarse con un hermano deldifunto. El naipe tendido es muy poco elocuen-te y por eso Carmen prefiere usar su inven-tiva .

-Tendremos que probar otra vez. Estésetranquila y concéntrese un poco . Piense en esehombre. Diga . . . ¿cómo es él . . . ? ¿Tiene mu-cha plata . . .?

-Mucha, no . . . Pero tiene más de lo quetenía mi marido, el pobre . . . Sí, tiene susreales . . . Tiene una casita y una tienda buenaallá en Pueblo Nuevo.

-¿Cómo anda de edad . . .? Y . . . ustedes . . .¿se tratan . . .?

-Tiene unos cincuenta, pero se conserva delo más bien . Va, a veces, a verme ; pero unratito . . . La casa es de él . . . No me dice nun-ca nada . . .

Carmen no quiere defraudar a la viuda quese limpia el sudor muy sofocada y vuelve a ba-rajar con mano maestra.

-Ya le dirá . . . Corte . . . No. Con la otramano . . . Tiene que salir ; va a ver . . .

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RENATO OZORES

Las cartas se acuestan, pero no dicen nada.Como siempre . "La Pichona" se concentra ymira al tapete. Luego, con el índice, golpeauna sota .

-Aquí está . . . ¿El no es mujeriego? ¿Noparrandea . . .?

La viuda sonríe y piensa en la calva del aba-rrotero, en sus lentes gruesos de miope y en subigotito .

-¡Qué va a parrandear . . .! No le gusta na-da más que hacer dinero . . . ¿Mujeres? Siacaso, la chola que tiene en la tienda . Pero nolo creo, porque esa muchacha tiene su marido,y tiene varios hijos . Y ninguno es de él. Escomo muy tímido.

"La Pichona" piensa que ya sabe bastante,y aventura el consejo . Algo insinuado nadamás, puesto que la viuda tiene que volver .

-Procure hablar con él . . . pero no en la tien-da. . . Dígale que alguien la pretende ; peroque usted . . . qué va . . . que no quiere hom-bre . . . que no necesita . . . que está muy tran-quila como está . . .

La viuda no entiende tanta sutileza .

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LA CALLE OSCURA

-Pero, si le digo eso . . . Además, que yo,sí quiero casarme . Yo estoy joven todavía, yno voy a pasarme la vida así, sola . . .

-Usted no comprende . . . Déjemelo a mí, ycuénteme qué hablaron . Pero dígale eso . . .Venga en seguida y miramos las cartas . Sino se decide . . .

-¿Qué . . . ?-Podemos probar . . .-¿Qué cosa?-Las gotas . . .-¿Gotas . . . ?

-Sí. No se alarme . Nada que haga daño.Las preparo yo. Son un poco caras ; pero nuncafallan. Estoy tan segura, que podría pagarmesólo la mitad y el resto después. Después dela boda.-¿Cómo se preparan . . . ?

-Ya se lo diré . . . Pero, no ahora . . .La viuda se ve ya en la tienda detrás de la

caja, llevando a casa latas de jamón y buenasconservas .-¿No podría dármelas ahora . . . ?-No están listas. Además, que es necesario

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que él vaya a su casa y que tome algo ; algunabebida . Cuando le eche las gotas, no nota elsabor, así que vaya acostumbrándolo a que to-me algo . Llámelo y pídale consejo para algu-na cosa, que eso le gusta mucho a los hombres,y bríndele algo . . . Café, o algún trago . Yhable con él y cuéntele lo que yo le digo. Ne-cesitamos saber lo que dice . . .

Carmen, "La Pichona", despide a la viuday guarda el balboa. Mira con desdén las car-tas y hace el paquete de nuevo . Las cartas . . .Carmen, "La Pichona", sabe bien lo que hace .Si aquel hombre piensa que la viuda es muyexigente, es seguro que se asusta . Cincuentaaños . . . Un hombre soltero y a esa edad, es ra-ro . . . Pero, a todos les gustan las comodidadesY si la viuda sabe hacer las cosas . . . Lo maloes que parece algo bruta . . . las cartas . . . las go-tas . . . pura necedad ; pero algo se gana . Si leda las gotas, serán veinte pesos . . . Contemplael billete y le mira el número . Termina en dossietes.

Carmen, "La Pichona", sale a comprar chan-ces y un poco de azúcar para el café de lacena .

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LA CALLE OSCURA

El patio está en sombra. Chon recoge concuidado la ropa para ir a planchar, Tiene trescanastas grandes í apretadas, pero está conten-ta. Es mejor así. Varias casas de blancos quele dan trabajo y la señora Obdulia, la de la pen-sión, la recomienda a los huéspedes para la ropa fina, porque Chon lava a mano, con tabla íjabón. Los tobillos de Chon están siempre hin-chados, con algunas llagas í bultos morados quedestilan un agua de color de ámbar í hasta unpoco de pus. Por eso Chon prefiere la plancha .Cuando está subida a la tabla que hay en el lava-dero, siempre se salpica í se moja un poco . Yle duelen las manos ; las uñas se rompen, la pielse le arruga í las piernas sufren. Planchar esmejor, aunque suda mucho . El cuarto es oscuroro í necesita encender la luz . Y la bombilla,tan cerca, da mucho calor, lo mismo que la plan-cha. Pero, ahora, Chino tiene una plancha muybuena que Rubí le compró en el Comisariato .Es una plancha nueva, grande í liviana. Nuevebalboas. A Chon le gustan mucho las cosas delComisariato, como los cigarrillos para Don Mar-celo, que son más baratos í que le compra Rubí .Le gustan esas cosas desde que el viejo traba-jaba en la Zona . Fué pintor y carpintero, aveces, y luego, guardián, y siempre traía cosas

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del Comisariato. Luego, Don Marcelo quedóciego de una infección, y fue jubilado . La cuenta es muy fácil. Dieciocho años de trabajo, unbalboa por año . Dieciocho balboas mensuales .Pero es que Don Marcelo nació en Pedasí y lapensión de dieciocho balboas mensuales de ju-bilación que ahora le pagan es lo que le corres-ponde. Si Don Marcelo hubiera nacido en Ca-lifornia, o en Arizona, sería muy distinto . Entonces, tal vez no habría quedado ciego siquiera,porque su trabajo sería otro y no hubiera teni-do aquella infección . Pero, en todo caso, supensión de jubilado sería un poco mayor, por-que un gringo no puede vivir con dieciocho bal-boas al mes, cuando ya está inútil para traba-jar. Un panameño es distinto, y nadie tiene laculpa de que Don Marcelo naciera en Pedasí yque se hubiera enfermado de los ojos . Por esoChon tiene que trabajar muchas horas cada día.El cuarto cuesta doce balboas, y la Fuerza yLuz, casi siempre cinco, porque Chon planchamucho y gasta corriente y no quiere que nadiele haga trampa en el medidor . De la jubilaciónde Don Marcelo le queda un balboa al mes parala comida y para la ropa y las medicinas . Poreso Chon lava con los pies enfermos, y por esotiene que planchar tres cestas de ropa, que ya

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están colmadas. Y menos mal que ahora ya nose usan tanto los sacos de dril bien almidona-dos . Pero, hay guayaberas, que tienen muchasalforzas, pantalones y muchas camisas, y fun-das y sábanas .

Con la lata de agua remoja un poco la ropay vuelve a su cuarto renqueando. Don Marce-lo, en la mecedora, siempre está enojado. Esla impertinencia de los viejos. Saben que es-tán indefensos ; que nadie puede hacerles daño,y abusan de todos. Don Marcelo está ciego hace cinco años y vive al amparo de su hija Chon .Porque los demás hijos andan por el mundo .Uno vive ahora en Colón. Maneja una camio-neta que reparte pan, y es boxeador tambien .El otro está preso por marihuanero, por contra-bandista, y porque en una cantina cortó a unguardia con una cuchilla. La hija mayor viveen Chiriquí. Ahora ayuda en la cocina del hos-pital de David y le dan la comida, porque que-dó viuda con cinco muchachos. Chon ha sidoesteril. Tuvo dos maridos . Uno era bomberoy otro policía, y ambos la dejaron . Entonces em-pezó a lavar. Cuando puso cuarto, Don Marcelovivía en una pensión y vino a vivir con la hija .Luego, quedó ciego y aquí se quedó con losdieciocho balboas de jubilación. Pero, Don Mar-

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celo piensa que Chon no hace nada. Como nopuede mirarle sus llagas, ni verla lavar, piensa que se pasa el día vagando, de charla, y quesu dinero basta para todo . Por eso regaña.Por eso, y porque es viejo, con las articulacio-nes duras, y porque no duerme. Y porque es-tá ciego, y a veces tropieza y se lastima . Por-que no ve el agua que bebe, ni ve el sol, ni lagente.

-¡Chon!

-¡Ya voy . . . !

-¿Dónde estás . . .? Quiero agua . . . ¿ Quehora son . . .?

-Es temprano . . . !Espere . . .!

-¿No está la comida?

-Si es temprano . . . ¿Por que no se ca-lla . . .?

-¡Carajo! ¡Dame agua!

Entra Felisa, gorda, sudorosa y de muy malhumor.

-Tu viejo es fregón, ¿ah?

-E1 pobre está solo . . . No se siente bien . . .

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LA CALLE OSCURA

-Chon sube la escalera trabajosamente conla última canasta, mientras Don Marcelovociferainsultos.

-¡No andes puteando por ahí, y dameagua . . .! ¡Zorra! ¿Quieres que me muera . . .?

-Calle, por favor . . . Vengo con la ropa . . .Ahora le doy . . .

Chon entra en el cuarto y da al viejo un totumo de agua de la pluma . Antes de encender la plancha tendrá que calentar la cena .

Felisa se encierra en su cuarto . Se quita laropa y se pone una bata . El cuarto de Felisa esel de la esquina. Un cuarto pequeño, con lapuerta hacia el patio . Tiene una cama doble,porque está muy gorda, y la sobrina duerme allítambien, y una estantería vieja, de caoba . Yuna mesa donde corta la ropa que le encargan,unas sillas y la máquina de coser . Tiene tam-

bién una cómoda, al lado de la cama, y una mesa pequeña cubierta de hule, donde está la estufa de kerosín.Debajo de la mesa hay unas

tablillas con ollas y pailas y unos cuantos pla-tos, cucharas y vasos. Detrás de la puerta tieneunos cajones con manteca y sal, lentejas, frijo-

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les, tres o cuatro plátanos, un poco de yuca yalgo de arroz . El galón de kerosín, de vidrio,está al lado del balde de lavar la ropa .

A través del delgado tabique de madera, Felisa oye a "La Pichona" conversar con alguien.

El cuarto de Carmen, que se abre a la calle ytiene rejilla, se separa del de la modista porunos tableros. Felisa siente que crece su contrariedad . "La Pichona" gana plata fácilmen-te y vive bien, sin hacer nada . Conversar conla gente, echar las cartas, preparar ungüentosy hacer esas cosas . Eso, no es trabajo. Y tienemucha ropa y buena y bastantes muebles, uncuarto a la calle y un radio muy grande . Selevanta tarde ; puede bañarse con calma y dor-mir la siesta. Duerme hasta las tres, porquehasta esa hora no abre la puerta ni tiene visitas . También Tomasa vive bien y está siemprecontenta. Pero a Tomasa la ayuda su hija. YHerminia es muy lista ; siempre bien vestida,siempre bien calzada . Y Elvira, y Alicia . . .Tienen también radio y refrigeradora ; y uncuarto grande con baño privado . Eso, es vivirbien . Elvira es maestra, y Alicia trabaja enalgo del Gobierno . Trabaja, y va a muchas

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fiestas. Por eso quería el traje y le mandórecado por Encarnita para que se lo llevarapronto.

Felisa está disgustada porque cosió toda la noche para terminar aquel traje de Alicia . Ledolían los ojos y para alejar el sueño tomabacafé, porque Felina no puede dormir la siesta yen la noche siempre se acuesta temprano, des-pués de oír la novela en la radio de "La Picho-na" . Acaba de regresar de la cana de Alicia,y no pudo cobrar . Alicia no estaba, y Elvirano quino pagarle .

-, . . lo siento mucho, Felina, que se hayamolestado en venir . . . pero no me atrevo . . . enmejor que ella lo vea y que se lo mida antes . . .déjelo, ni quiere . . . yo le diré . . . y no se preo-cupe . . .

Ahora, mandará a Encarnita a cobrar . Encarnita en muy pequeña ; pero ya trabaja, porque en muy lista y terminó la escuela hace tiempo

. Ayuda al cojo Mendizábal en el quiosco derefrescos, y gana un peno por semana. El cojoMendizábal la deja beber alguna soda y comergalletas y raspado

; unos raspados que Encarnita sabe prepararse en un vano grande de cartón,con mucho jarabe y mucha leche condensada .

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Por eso Encarnita come poco en casa y,además, le da el peso a Felisa, que le hace la ropa

y le compra zapatos ; zapatos de lona, que sonmás cómodos y más baratos . Encarnita la ayuda, aunque es pequeña todavía. La niña es so-brina ; hija de Ricardo, que quedó viudo, convarios muchachos . Ricardo trabaja en el Ma-nicomio y mandó a los hijos a Los Santos a vi-vir con la abuela . Pero, Encarnita quiere sermodista y se quedó aquí, con la tía . Y, aunqueestá en el quiosco ayudando al cojo, por la tarde cose ; aprende a bordar y ayuda a Felisa .El hijo de Felisa, en cambio, no la ayuda nada. El hijo de Felisa se llama Belisario y esblanco y buen mozo. Felisa nunca tuvo másque ese hijo. Cuando era joven y no estabagorda, Felisa cosía en una casa de señores demucha familia. Uno de los hombres se llama-ba Carlos, y fue el padre de Belisario . Cuando Carlos se casó, siguió viendo a Felisa y alniño y ayudándola con algún dinero, aunque notuvieron más hijos. Pero, luego, Carlos y suesposa se fueron a vivir a los Estados Unidos,y el murió al poco tiempo . Felisa quiso educarbien al hijo, y buscó clientes para su trabajode modista. Ahora, Belisario trabaja con unosgringos y tiene un carro azul . Se casó con

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la hija de un español, y vive en Vista Hermosa . Pero Belisario nunca ve a Felisa, ni lemanda plata ; tal vez se avergüenza un poco deverla tan gorda, con la piel morena y el peloapretado. Porque Belisario tiene hijos rubios .Felisa los vió una vez . Una vez que Belisariosalía del cine con ellos y con su mujer . Habla-ron un rato ; pero empezó a llover y se separa-ron. A veces, Felisa ve a su hijo en la calle yél le da algo para los chances . Nada más. Hayhijos así. En cambio, Herminia sí es buenacon Tomasa . Y Chon, con el ciego.

Al pensar en Chon, con sus piernas ulceradas y sus cestas de ropa, Felisa se consuela unpoco. También piensa en Chana, tan vieja ytan laboriosa, con su hija epiléptica y aquelhijo deportista, jugador de beisbol, que viajaal exterior, que es tan famoso, y que tampocose acuerda de que tiene madre . . . Y en Rosa,con su marido, Pancho, que ahora le pega . . .y en Petra, con el reumatismo, y en Víctor sintrabajo, con dos hijos enfermos ; uno con elasma y el otro baldado . . .

Felisa suspira y se levanta para hacer arroz .Busca en una olla los frijoles que tiene a re-mojo y saca la paila .

M M

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RENATO OZORES

Elvia está ayudando a Chana a recoger laslatas y a retirar el fogón, porque el día declina y la jornada acaba,

Chana sabe que está vieja, y le preocupa ElvíaEl trabajo no le importa; porque trabajó siempre.Desde niña, allá en las islas de

San Miguel, entre el verdor jugoso y fuerte desus bosques tupidos, el polvo de oro de sus pla-yas pequeñas, recogidas, íntimas, entre los acan-tilados grises ; y el aullar del viento, tan llenode sal, sobre la marea ondulante de los bongos,de las palmeras y de los guayacanes. Chanatrabajó siempre en las islas, desde que era ni-ña, y cuando fué mayor y vino de sirvienta aPanamá. Y cuando vivió con Emilio, tan negro

, tan reidor y tan parrandero, que cuidabalos caballos de carrera de algunos señores, yque murió ahogado en el mar, porque estababorracho cuando se volcó el cayuco en que anda-ban él y otro detrás de una tintorera, aquí enla bahía . No es el trabajo lo que inquieta aChana . Es Elvia . Desde que tuvo aquellasfiebres, cuando era pequeña, le empezaron losataques . A veces, pasa un mes sin que le déninguno. En otras ocasiones, se repiten pron-to. Y Elvia no lo advierte ; no se da cuentade nada . Puede estar riendo, hablando, senta-

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LA CALLE OSCURA

da, o quizá dormida . Y se cae al suelo, estédonde esté. Rígida primero ; luego, con las con-vulsiones. Muchas veces se golpea el cráneo yse muerde la lengua . Después, se duerme . Esun sueño corto . Y cuando despierta, no recuer-da nada. Chana se preocupa, porque si semuere, o se enferma un día, y tienen que llevarla al hospital . . . ¿qué será de Elvia . . . ?

Estas inquietudes no alcanzan a Elvia. Elvía come fruta ; anda por la calle, oye lo quedicen y siempre está contenta . Nunca tuvo no-vio, y menos marido. Algunas veces en la pla-ya, ya al anochecer, se entregaba a alguno, aun desconocido, sin saber por qué . Le gustabael juego, torpe, breve, brusco ; pero lo olvida-ba pronto . Chana lo sabía, porque ella se lodijo y porque una vez tuvo que llevarla al médico con una infección . Elvia apenas recordaba ningún episodio y no pudo siquiera concebirun hijo. Por eso Chana sigue preocupada .Piensa que si Elvia tuviera marido, se podríacurar de los ataques. Si tuviera un hijo . . .Elvia es como Chon, que no tuvo tampoco . Pero Chon está sana y puede valerse. Aquello delas piernas, es nada . Cuando el mal está den-tro y no sale, es mucho peor .

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Ahora Chana recoge sus cosas hasta el díasiguiente . La misma rutina. Colar el cafe yhacer las comidas . Freír el pescado que le com-pra Víctor en el mercado, porque el que traenlas carretillas es más caro, y hervir el chichem

e. Chana se levanta siempre antes del ama-necer . Mucho antes que Yeyo, que vende pe-riódicos y madruga mucho .

En la calle los muchachos aprovechan lo quequeda de luz de la tarde y juegan pelota . Labola es de trapo y el bate es un palo cual-quiera . Todo es arbitrario ; hasta las esquinasque marcan las bases . Leonidas teme por susfrutas y por su armatoste cuando la pelotavuela y un chiquillo corre mirando haciaarriba .

-¡Chambón!

-¡Ajo . . .! ¿No puedes correr . . .?

No. Yeyo, no puede correr. Yeyo está can-sado. Hace un gran esfuerzo para sonreír .Vendió "La Estrella" por la mañana y luegofue a la escuela . Salió temprano para vender"La Hora" ; pero, por la tarde ya no pudo iral "Panamá America" . Ahora, juega, porque

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hay que jugar. Pero Yeyo está asustado, porque antes le dió tos y escupió un poco de sangre. Cuando fue a lavarse a la pluma del patio, Chon estaba recogiendo ropa y le preguntó

.

-¿Te caíste, o te pegaron . . . ?

-No . . . Nada . . .

-¿Y eso, pues . . .?

Yeyo no sabía lo que era, ni de donde salíaaquella sangre, que era poca y de un color muyclaro. Bebió agua y volvió al juego ; pero nopuede correr porque el pecho le duele cuando sefatiga, aunque los compañeros gritan y protes-tan. Le duele, como le dolió otras veces, que tuvoque sentarse a descansar un rato . Ahora, tienegana de que termine el episodio y cojer el ba-te, porque es más descansado, o encontrar pre-texto para irse de allí . El pretexto es Rosa.

Rosa y "La Pichona" pusieron unas cuerdasentre los barrotes para evitar que el niño vol-viera a caerse, y después se sentaron para ha-blar de Pancho ; pero la conversación quedótruncada, porque desde abajo llamaron a Car-men. Ahora, Rosa quiere hablar con "La Pi-chona" antes de que empiece la novela y Ile-

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gue más gente. No sabe de qué quiere hablar,porque sus ideas están muy confusas ; la mejilla le duele y la mancha cárdena del pómulo

no desaparece . Pero, Carmen, "La Pichona",siempre dice cosas que la ayudan a pensar.

-i Yeyo . . . !

Como siempre, Yeyo acude presuroso . Y,además, contento de dejar el juego .

-Compra media libra de café . ¿Tienesplata . . .?

-No.

-Cójelo de la cajeta, entonces .

-¿Y . . . los periódicos mañana . . .?

-Hay bastante allí . . . y algo traerá Pancho,si no va a jumarse . . . Yo voy a un mandado .

Yeyo se encamina dócil hacia el callejón yRosa lo llama .

-i Oye . . .! Subes el café y calientas agua . . .y si viene Pancho, me avisas ; pero no le di-gas dónde estoy.

Mientras sube la escalera seguido de Choncon su cesto de ropa, Yeyo piensa que Rosahace mal en hablar con Carmen, porque la vió

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entrar en su cuarto. A Pancho no le gusta, ypor eso le pegó . Podría volver a pegarle y aYeyo le preocupa esto . Le preocupa, porquequiere a Rosa ; porque quiere a Pancho tambiény a las dos chiquillas, y al niño pequeño . Ycuando Rosa y Carmen ataban las cuerdas en-tre los barrotes para cerrar el hueco, Rosa ha-blaba de irse para La Chorrera . A Yeyo se leolvidó cuando estuvo en la calle jugando conlos otros ; pero ahora se acuerda de las pala-bras de Rosa .

si vuelve a tocarme, me largo parami casa . . . con los chiquillos . . . ¿ Que se ha-brá creído él . . .? ¿Por qué tengo yo que serla que me ocupe de todo . . .? Bien vió que esto estaba roto . . . Para mi casa, con los chi-quillos, y que se vaya a rodar . . .

Aquellas palabras de Rosa vuelven a la me-moria de Yeyo mientras levanta la cortina quecubre el estante y busca un peso en la cajetade cartón. Se siente inquieto . Tampoco leagrada que Rosa le haya dicho que no diga aPancho . . . Si Pancho le pregunta, tendrá quementir. Y Pancho quizá le pegue si se ente-ra. Si Pancho se enoja con él, y Rosa se va . . .Para La Chorrera . . . tan lejos . . .

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Yeyo vuelve al corredor . Allí están las ni-ñas con otros muchachos de la vecindad. Juegancon papeles, con un trompo sin punta y conuna cuerda que quedó en el suelo . Yeyo lasmira como si las viera por primera vez, o co-mo si fuera a dejar de verlas. Y a la molestiaque siente en el pecho, a aquel dolorcito, se uneuna opresión .

Cuando Yeyo baja la escalera, el viejo DonMarcelo regaña a su hija y Felisa, en bata, espulgael arroz sentada en un balde.Chana y

Elvira retiran sus cosas y dan muchas vueltasen el callejón . La vieja le ordena.

-Yeyo, por favor . . . Dile a Víctor, que ma-ñana quiero tres libras de mero y cuatro desierra. Ya el sabe lo otro .

Yeyo marcha pensativo . Cuando va a cru-zar la calle hacia la abarrotería, llega un ca-mión nuevo que reparte cigarrillos . Aquellacarrocería de colores claros, limpia y reluciente,resulta insólita en la calle, al lado de dos ca-rros viejos y de una carretilla con lona mu-grienta . Yeyo se distrae . Creyéndole ocioso,los otros muchachos le tiran la bola .

-Te toca a ti . . .

-No puedo.

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Es casi de noche y las luces brillan ; pero lacalle sigue siendo oscura . Yeyo se aproximaa Víctor .

-Dice niña Chana . . .

-¿Qué . . . ?

que el mero..la sierra . . .

-Está bien. ¿Te lo dijo ahora . . . ?

-Sí.

Yeyo sigue hasta la tienda a buscar café. Elcomentario de Víctor le llega y le inquieta.

ya ven . . . es lo que les decía antes . . .esa pobre vieja . . . y la hija . . . si se muere undía, a la muchacha habrá que llevarla para elhospital, si acaso la aceptan . . . ¿ Quién va ahacerse cargo de ella . . .? Si les digo . . .

Con la fragancia del café en las manos, Ye-yo vuelve hacia la casa. De un peso, un realvuelto. Nueve reales, media libra de café. Elcafé es sabroso, caliente y con leche, como elde Manolo, el del "Venecia", y también negro, como el de niña Chana . Pero . . . nuevereales . . . Son veintidós periódicos que hay quevender. Veintidós, o veintitrés . . . y eso demo-ra, a veces . . .

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Yeyo se apresura. Recuerda que Rosa le di-jo que calentara agua . Lo va a hacer así . Ycuando hierva en el tacho bajará a buscarla .Así, tal vez suba antes de que Pancho llegue .Si Pancho ve a Rosa en la casa no habrá dis-cusiones ni mentiras, y será todo como siem-pre . Y tal vez vayan al cine, aunque en lacajeta queda poca plata y hay que dejar, si-quiera, doce reales, para "La Estrella" de ma-ñana . Pero, Pancho puede traer dinero . . .

9 s

Carmen, "La Pichona", calienta la leche para su cafe. Siempre cena poco, porque almuer-za bien. Y luego, al acostarse, vuelve a tomarleche caliente, con un trago de ron .

-Niña, siéntate . . . ¿No quieres café . . .?Ya sabes que es mi cena . Una micha con unpoco de café con leche . . . A mi edad . . . ¿Tepreparo una taza? Hay bastante, te digo . . .

Carmen, "La Pichona", prefiere esperar. Ro-sa quiere algo, y debe decirlo ; pero, no se atre-ve. Por eso está así, callada y muy quieta.Carmen, "La Pichona", sabe hacer hablar.

-Déjame prepararte una taza . Toma al-

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go . . . Ya es tarde . ¿Ya comiste, o vas aesperar por Pancho? ¿Y si viene tarde . . .?Anda . . . No seas tonta .

Rosa lamenta que aquella conversación quetenía con "La Pichona" en el corredor queda-ra cortada .

-¿Quién la llamó antes? ¿Era algo deapuro?

-No . . . Era una señora, que quería sa-ber . . . algo de un hombre ; de un hombre quequiere ver si . . .

-¿Y . . . le echó las cartas . . .?

-Bueno ; sí . Y, además, le dije lo que te-nía que hacer .

-Carmen . . . Usted sabe mucho . . . Cono-ce a los hombres . . .

-¡Ay, mi hijita . . . ! ¡No tienes idea . . .¡Con lo que yo los lidié . . . ! Son todos igual .Son unos cerdos, egoístas, malos . . .

-Carmen . . . Echeme las cartas . . . Yoquiero saber . . . Nunca me lo hizo . . .

-¿Las cartas . . . ? ¿A ti . . . ?

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"La Pichona" no quiere confesar, ni a Rosa,la farsa de su negocio ; la infantil credulidadde las gentes que tratan de encontrar en la ba-raja la fe que no tienen. Pero quiere dar aRosa pruebas de sinceridad .

-No. No es necesario . Te echaría las car-tas las veces que hiciera falta, si no supiéramosya bien todo lo que pasa .

-Pero . . . ¿ Qué pasa . . .? ¿Usted cree quePancho tiene otra mujer? Ya le dije que undía que llegó en fuego y hediondo a perfume,manchó la almohada de colorete. Yo no se . . .¿Usted que cree? ¿Qué piensa de eso que ledije de esta tarde . . .?

-¿De que . . . ?

-De eso de marcharme.

-Eso es una tontería, Rosa. No piensesmás esas cosas .

-Pero . . . ¿Usted qué cree? Dígame la ver-dad. Si Pancho tiene otra mujer . . .

-No sé si la tiene, o no. Pero eso es lomismo. No tiene importancia . De lo que de-bes estar bien segura es de que si encuentra

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alguna por ahí que le guste más . . . por lo quesea . . . te deja plantada . . Como todos. Si nohay más que ver lo que pasa . . .

Rosa parece meditar .

-No puedo creerlo, ¿De Pancho . . . ? Tan-tos años que llevamos . . .

-No te fíes de los años. El está muy jo-ven todavía, lo mismo que tú . . . y puede que-rer aprovecharse . . .

-Entonces . . . usted me aconseja que no memarche . . .

-¿Por esa tontería de la pelea . . .? ¿Dóndevas a ir . . .?

-¿Lo llama tontería . . .? ¡Mire como tengola cara! Yo decía irme a mi casa, a La Cho-rrera, y llevarme a las niñas y al pequeño . Ysi él quería, que me fuera a buscar .

-¿A buscar? ¡No, niña! ¡Ni lo sueñes!No conoces a los hombres . . . Allí te queda-rías, pudriéndote . . . ¿ Qué vas a hacer tú enLa Chorrera? No te acostumbrarías ya . . . Ati te gusta ir al cine y andar por ahí . . . ¡Hi-ja, si estás muy bonita todavía! Sería unapena . . .

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-Entonces . . . ¿qué hago? Si vuelve a pe-garme . . .

-Tal vez lo haga . . . Bueno ; no le des mo-tivos . . . No le digas que hablamos . . . Lo quedebes hacer, es . . . ya te lo dije. ¡Avívate ysácale partido al mundo! Aprovéchate de losdemás, como los otros se aprovechan de ti . Pe-ro usando tu cabeza . . .

-No la entiendo . . . ¿Qué puedo haceryo . . .?

Carmen, "La Pichona", siente que todas suspalabras se estrellan contra aquel candor . Ro-sa no entiende sus insinuaciones, aunque sonmuy claras .

-Mira . . . A propósito . . . No has visto losaretes esos que te dije . . . los tengo aquí . . .

Los aretes salen de un papel de seda . Oroen filigrana y varios corales .

-Son preciosos . . .

-Pruébatelos . . .

-¿Para qué . . . ?-Si te gustan, son para ti. Ya te dije. ¿No

te acuerdas?

-Pero . . . ¿por qué me los regala . . . usted?

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En Rosa se abre una sospecha que le dueleun poco ; pero la detenida contemplación de losaretes obra de sedante .

-No te los regalo yo, mi hijita . ¿Qué másquisiera que poder hacerlo . . .?

-¿Quién, pues . . . ?

-Don Benito . . . Siempre me está hablandode ti. Lo has impresionado . Le gustas mucho,y ya te dije que, el pobre, es tan desgraciadocon su esposa . . .

-Pero . . . ¿qué quiere ese hombre de mí?

-Quiere verte . . . Tratarte algo más . . .Conversar contigo. Ya te digo que no hacemás que . . .

-Bueno . . . Pero él . . . él no se casaría con-migo . Tendría que divorciarse . . .

-Quien sabe . . . quien sabe . . . Lo que tienesque hacer es tratarlo . . . Eso, depende de ti . . .Pero, tienes que ser amable con él, cariñosa . . .

-Si dice que quiere verme . . . ¿Dónde? Po-demos vernos donde la otra noche . . . conusted . . .

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-Pero . . . ¿entonces . . .?-Ya te avisaré. Ahora, por lo pronto, co-

ge los aretes . . .-No puedo, Carmen . . . Si Pancho los ve,

con seguridad me pregunta de donde . . . Cues-tan mucho .-¡Pero, hija! ¡Qué ocurrencia! Dile que

estábamos hablando de eso ; de que te los ga-naste, cuando se puso tan bravo . . . Y . . . encuanto al señor ese, Don Benito, déjame decirte . . .

La conversación sigue en voz baja . Las fra-ses se arrastran . Carmen, "La Pichona", es-tá satisfecha. Rosa parece indecisa y hasta sesonríe.

puedes tener lo que te dé la gana . . .Y si Pancho te deja, puedes arreglarte bien . . .

*

El agua del tacho hierve alborotada . Yeyobaja la mecha de la estufa y sale para llamara Rosa. En el corredor ve a Pancho, quellega.

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-No, Rosa. No seria prudente. La gentehabla mucho . . . Y él está casado aún . . . No.No puede ser . . . Hay que ser discreto, ¿Nocomprendes?

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-¿Ya comiste . . . ?

-No. Todavía . . .

-Pero . . . debe estar . . . Tengo prisa . Ne-cesito salir.

-¿En la chiva . . . ?

-No. Tuve dos pinchazos . Las llantas es-tán muy gastadas, y no tengo repuesto . Ladejé ahí . . . en el gato, cerca del Mercado .Tengo que volver . . . Tenía hambre . Vinepor eso.

Mientras habla, Pancho se sirve la cena .Arroz y frijoles, un poco de carne y un parde tajadas .

-¿Hay café?

-Iba a colar. Estaba esperando que lle-gara . . .

-No esperes . Cuélalo y come tú también,si quieres . Y dale a las niñas. Puedes venirconmigo a arreglar las llantas, si no estás muycansado.

Yeyo hace el café y en dos platos pone lacomida de las dos chiquillas, que se encaramanen el asiento trabajosamente . Las dos caritas

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pringosas encima del plato, con el pelo sucio yel vestido roto, comen en silencio . La mayorse rasca siempre los nacidos, y a la otra, queestá resfriada, se le caen los mocos . Pancholas levanta y las lleva al baño que está en elextremo del corredor . Les lava la cara, lesatusa el pelo y vuelve con ellas para que sigancomiendo. El pequeño duerme, y la frente ven-dada sujeta los ojos de Pancho . Pancho miraa Yeyo, que come callado, y mira a las niñas .Pancho tiene en la cabeza muy malas ideas,porque adivina que Rosa está hablando conCarmen.

Pancho se levanta y Yeyo le sigue en silen-cio. Marchan por el corredor, hasta la escale-ra . Pancho se detiene.

-Tú, mejor te quedas . . . Tú madrugas mu-cho, y a lo mejor, vengo tarde . . .

-Puedo regresar . . .

-No, quédate .

-¿Qué le digo a Rosa . . . ?

Pancho piensa que Yeyo es aún muy peque-ño para entender ciertas cosas . Pero, el co-mentario brota .

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-A Rosa, nada. ¿ Por qué no está en ca-sa . . .? Las niñas . . . tan cochinas, sin lavarsiquiera . . .Yeyo esboza la excusa, porque ha com-

prendido .-Estaban jugando . . . Rosa estaba aquí, ha-

ciendo la cena . Yo la vi . Me mandó a bus-car el café .

Pancho baja la escalera y junto al lavaderose detiene para beber agua . Felisa está en lapuerta echándose fresco con un calendario, pe-ro al ver a Pancho se oculta, discreta. Noquiere preguntas, ni brindar respuestas, puessabe que Rosa está con "La Pichona". La som-bra del callejón borra la imagen de Pancho .

Felisa se asoma de nuevo y al ver a Encarnita en el patio le ordena un recado .

-Vas y que te diga si le queda bien . . . quete dé la plata . . .

Encarnita sale y Yeyo la sigue. No sabequé hacer. La calle está sola . Ya no está, niVíctor . Por la esquina, lejos, pasan tres sol-dados y un jeep de la Zona con un guardia yvarios MP. Carmen, cuchichea .-No, niña. ¡Qué ocurrencia . . . 1 Cómo voy

a ir contigo . . . No podrían hablar de nada . . .

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Mañana te llevo para que sepas donde es . . .Damos un paseo . . . Es allá, en Paitilla . . . esun chalecito . . . Tienes que entender . . .

e ∎

Tina, la nicaragüense, va hacia "La Ranita"oliendo a colonia, y muy empolvada . El cabe-llo está oscuro, porque ya no tiene plata parateñírselo . Piensa en la carta que recibió hoy,y en que necesita cuatro mil balboas . Soncuatro mil balboas . . . para terminar el pagode la casa que tiene en Managua . Cuatromil balboas . . . ¿Cuántos córdobas? Ya no seacuerda. Treinta y dos mil ; treinta y cincomil . . . Es mucho dinero . . . Tardará dos años,y eso, con suerte . . . Si volviera el gringo . . .Si Carmen quisiera . . . Carmen tiene amigos ;pero no la llama. Y los hombres cada vez sevuelven más tacaños .

∎ k

Carmen, "La Pichona", ya encendió la radio .Va a empezar la novela y llegan las vecinas .Llega Petra con su reumatismo, Elvia, Felisay Chon. También llega Olga. Olga tiene ra-dio, pero le gusta comentar en el grupo de lasvecinas .

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-Ese hombre es malo . . . ¿Cuándo lo cas-tigarán?

-Malo, como todos.

-Esta novela, sí es buena . . .

-Son cosas que pasan ; eso es la verdad .

Yeyo asoma a la rejilla su cara morena yRosa lo ve .

-¿Calentaste el agua . . . ? ¿Hiciste el café?

-Pancho estuvo . . .

Rosa se levanta con un sobresalto. Yeyoaclara .

-Estuvo y se fue . Tenía la chiva dañadaahí cerca . . . unas llantas . . .

-¿Comió . . . ? ¿Comieron las niñas . . . ? ¿Yel pequeño . . .?

-Ya comimos todos. El chiquillo, duerme .

-¿Preguntó por mí?

-No.

Rosa vuelve hacia su silla . La actitud dePancho la ofende y le molesta .

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-Bueno, pues . . . Vete a dormir, o quédate,si quieres. ¿Te quedó plata para los perió-dicos?

-Sí. Hay catorce reales.

-¿Y Pancho . . .? ¿No dejó nada?

-No. Tal vez después . . . Con lo de lasllantas . . .

Rosa no contesta, pero arruga el gesto . To-ca los aretes, que ya lleva puestos y se tran-quiliza. Ya está decidida. Irá a ver al hom-bre, y tendrá dinero. Para sus zapatos y pa-ra su ropa ; y para las niñas . . . Pancho, quehaga lo que quiera . . .

La voz de la radio vibra emocionada hacien-do el resumen de un punto dramático. Se oyeun grito agudo y un portazo. Luego, unos ge-midos. Las comadres tiemblan, y una llora unpoco .

-Que hombre ese . . . parece mentira . . .

Carmen, "La Pichona", va a seguir su glosa,pero se refrena. Si sigue insistiendo en quetodos los hombres son unos granujas, Rosapuede arrepentirse. Porque Rosa, ahora, piensa en Don Benito, y Carmen lo sabe. Rosa

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-Pero . . . Es inútil . . . Lo he intentadomuchas veces . Si lo intentara de nuevo . . .No es posible . . .

Parece que la resistencia de Tallín, la resistencia íntima, que se obstina en negar, empiezaa quebrantarse.

-Tienes que hacer frente a la verdad. Bastaya de hacerle quiebros, porque la verdad tebusca. Es tu vocación. Tienes que pintar.¡Pinta! Pinta para ti, y olvídate de los demás .Eso no importa . No importa nada. Pinta sólo para ti, y si fracasas, si fracasas ante tímismo, entonces serás otro . Y entonces podráshacer tus letras y tus carteles y las marinas deIgnacio con resignación y hasta con alegría .Pero, tienes que encontrar antes la verdad, mi-rándola a la cara. Y la verdad, tu verdad, es-tá en las telas, lo mismo que la mía ha de es-tar en las cuartillas .

-Es terrible . . . si tú supieras . . . Es algo . . .es desesperante.

-Ya lo sé. Nada nuevo me puedes decir . . .Tus telas blancas, que no dicen nada . Y miscuartillas, así ; lo mismo. Las gavetas llenasde proyectos, de cuentos comenzados, de nove-las muertas ; lo mismo que tus bocetos . Pero,

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del hueco aquel de la baranda . Rosa lo cerródespués, con unas cuerdas . . . Si lo hubierahecho antes . . . El mismo debió haberlo he-cho . . . No. No debe culparla a ella por losucedido. Además . . . que nunca le había di-cho a Rosa que no hablara con Carmen . Rosano podía saber que a él no le gustaba quefueran amigas . . .

Pancho decide terminar el trabajo y regre-sar pronto a casa . Tal vez llegue a tiempo, an-tes de que Rosa duerma . Habrá ido a oír lanovela . . . Como todas . . . Todas van . . . Car-men tiene radio, y Rosa se aburre . Tiene quecoser, lavar y cocinar también . . . y son treschiquillos, y Yeyo .

La curva de las reflexiones de Pancho que-da bruscamente rota. El tubo, rajado a lo lar-go, resulta inservible. La llanta está cortada.Tal vez fué a causa de una piedra, o de untrozo de vidrio . Pancho sufre ante la contra-riedad inesperada y murmura varias maldicio-nes. Tendrá que ir a casa de Martínez a pe-dirle un tubo . Quizá Martínez tenga . Soncompañeros y Martínez es muy buen amigo yhombre servicial . Pero Martínez vive en PuebloNuevo. ¿Y si no está en casa . . . ? ¿Si no tiene

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LA CALLE OSCURA

el tubo . . .? Tal vez Lin, entonces . . . Pero,en todo caso, no podrá ver hoy a Rosa . Llegará muy tarde a casa y estarán dormidos to-dos . No podrán hablar . . . Hablar, para queRosa sepa que ya no está enojado . . . hablar,para hablar, como otras veces . . .

Pancho pone dentro de la chiva la llanta yel tubo, y se consuela un poco pensando en losmúsicos y en aquel contrato .

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Encarnita llega con la respuesta.

-Tía . . . Dice la maestra, que la hermanano está. Que vaya usted mañana como al me-diodía, o un poco más tarde, que la niña Ali-cia quiere decirle algo de los botones . . . y delas mangas . . .

Chon está planchando y Felisa hilvana unatela blanca. Carmen, "La Pichona", bebe lechey ron.

Rosa cura los nacidos de la niña mayor, queya está dormida. Tiene que lavar los platos, ycoser un poco. Rosa espera a Pancho, aunqueno sepa por qué . . . Si Pancho llegara . . . co-mo ha sido siempre . . . si hablara con ella y

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RENATO OZORES

volviera a abrazarla, sería todo como antes . . .como antes . . . Pero Pancho maneja la chivahacia Río Abajo buscando una llanta y un tu-bo que sirva . Rosa no lo sabe y Pancho nollega . Rosa tiene sueño.

Todo está en silencio y Rosa se duerme, so-la, allí en su cama, con el niño al lado . Na-da más que el niño, y un mal pensamiento .