varios autores - lacan, el escrito, la imagen ocr

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  • 7/25/2019 Varios Autores - Lacan, El Escrito, La Imagen Ocr

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    LACAN,EL ESCRITO, LA IMAGEN

    porJACQUES AUBERT,

    FRANOIS CHENG, JEAN-CLAUDE MILNERFRANOIS REGNAULT, GRARD WAJCMAN

    bajo la direccin de laCOLE DE LA CAUSE FREUDIENNE

    prefacio deROSE-PAULE VINCIGUERRA

    m

    sigloveintiunoeditores

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    )*a_________

    siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIN COYOACN. 04310, MXICO, D.F.

    siglo xxi edi tores argent ina, s.a.LAVALLE 1634, 11 A, C1048AAN, BUENOS AIRES, ARGENTINA

    \ \ o p .ZO O \ $ 4 8 ^OC5 60 I *0 ^ >CA' 4 LOES^ / | 4 Un-rdd de

    00000807

    portada de marina garone

    primera edicin en espaol, 2001 siglo xxi editores, s.a. de c.v.isbn 968-23-2356-8

    primera edicin en francs, 2000

    flammarion, pars

    ttulo original: lacan, l crit, l image

    derechos reservados conforme a la ley

    impreso y hecho en mxico / printed and made.in mexico

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    PREFACIO

    Esta obra retoma el ciclo casi ntegro de las conferencias organizadas en la cole de la Cause Freudienne en torno a las conexiones de la enseanza deLacan durante el ao 1998-1999.

    Lacan se interes en todos los dominios del sabery, en contrapartida, ejerci una influencia importan

    te en los ms variados mbitos de la cultura. Aquellas conferencias quisieron ser testimonio de la referencia viva que su pensamiento sigue representandopara nosotros. Damos las gracias vivamente a sus autores por haber tenido a bien permitir la realizacinde este libro.

    Para empezar, Jean-Claude Milner se consagr a unareflexin sobre el periplo de Lacan. Despus de reconocer la cientificidd d la lingstica saussurianay especialmente de la tesis de la diferencia absoluta(fundamento de su teora del Uno), Lacan la sustitu

    y por una referencia a lo que l llama su lingiste-

    ra, la cual, por su parte, se dedica a definir el sujeto en relacin con el significante. Mi hiptesis esque el individuo que es afectado por el inconscientees el mismo que constituye lo que yo llamo el sujetode un significante.1

    Por encima de la cientificidad de la lingstica, se

    'Jacques Lacan,Le Sminaire,libro xx,Encore(1971-1972), LeSeuil;1972, p. 129.

    [7]

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    8 PREFACIO

    plantea, pues, la cuestin ms consistente de su objeto: el lenguaje; y siguiendo el pensamiento de Witt

    genstein, Jean-Claude Milner decidi situar el paso

    de Lacan. Wittgenstein pretende establecer una

    frontera entre lo que puede ser dicho y lo que no

    puede serlo. Pero sta no es aceptada por Lacan: el

    sinsentido, en accin en el sentido mismo, no puede quedar excluido. El medio-decir de la verdad remite

    menos a una frontera que a lo que slo se evoca

    oblicuamente y no se deja pensar en la significacin.

    As, la parte de sinsentido queda reservada, segn

    Lacan, al juego de las escrituras que ms all de

    Wittgensteinresultan ser un cerco de lo real.Adems, la tesis que sostendr Wittgenstein medi

    ado su segundo planteamiento al refutar solipsismo

    y lenguaje privado, parecera segn Jean-Claude

    Milner inaceptable para la teora psicoanaltica:

    desde ese punto de vista, en efecto, el inconsciente

    dependera de reglas privadas impublicables a fortiori si, como sostiene Lacan, el inconsciente se sita

    ms ac de las significaciones.

    La referencia al Otro con mayscula permite, sin

    embargo, descartar ese punto de vista, y no tiene na

    da de argumento artificial: antes bien, hace valer el

    desplazamiento fundamental que Lacan opera en re

    lacin con la intersubjetividad clsica y que acta,

    con todo su peso, para arrancar a la oposicin priva

    do-pblico el alcance que Wittgenstein le otorga. La

    lengua pblica que ste invoca no tiene otro funda

    mento que el cara a cara imaginario.

    De esta forma, Lacan dice no a Wittgenstein en

    las dos cuestiones esenciales de la frontera y del len

    guaje privado. Es en torno a la nocin de silencio

    donde, segn Jean-Claude Milner, el enfrentamiento

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    PREFACIO 9

    cobra su significacin ms general. El pensamiento

    de Lacan postulara un eso jams se calla y el enun

    ciado Yo la verdad, hablo atravesara de manera re

    currente toda su obra.

    A el inconsciente, eso habla, como es sabido,

    Lacan uni progresivamente la idea de que el in

    consciente, eso se escribe. Eso escribe cadenas donde el sentido se goza. El inconsciente escribe la po

    sicin singular del ser de goce del sujeto; queda la

    imposibilidad de escribir la propia relacin sexual.

    A ese lugar, precisamente, nos convocan los artis

    tas. Sabido es que Lacan, como Freud, tena gran in

    ters en la literatura, en la pintura. De ello dan testimonio numerosas clases a lo largo de todos los aos

    de su Seminario. Sobre literatura, Sfocles, Shakes

    peare, el teatro clsico francs, Poe, Gide... pero

    tambin Claudel y su triloga, Joyce, a quien dedic

    el SeminarioLe sinthome, la escritura potica china.

    Sobre pintura,Los embajadoresde Holbein,Las Meninas... La literatura acompa constantemente la reflexin clnica de Lacan quien, como Freud, piensa

    que son los artistas quienes nos ensean, y no a la in

    versa.

    Pues no se trata aqu de psicoanlisis aplicado si

    no, antes bien, de reconocer cmo cada artista resuelve a su manera un problema humano, universa-

    lizable porque interesa al psicoanlisis.

    De este modo, el Lacan que se interesa en la lite

    ratura es el que interpreta el deseo como deseo del

    Otro pero tambin el que considera la relacin del

    hombre con la letra.2 Efecto de un encuentro singu-

    2 Jacques Lacan,crits,Le Seuil, 1966, p. 739 [Escritos 2,Mxico, Siglo XXI, 1984, p. 719].

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    1 0 PREFACIO

    lar, las conferencias sobre Claudel, Joyce y la poesa

    china nos recuerdan lo que la letra es para Lacan.

    En primer lugar, Claudel, a quien Franois Rgnault

    interpreta especialmente basndose en Partage de

    midiyLe soulier de satin.Hace unos treinta aos, La

    can haba consagrado tres lecciones de su SeminarioLe transferta releer el complejo de Edipo en la trilo

    ga de los Cofontaine.

    Aqu, es la imposible escritura de la relacin se

    xual entre un hombre y una mujer lo que Franois

    Rgnault hace surgir en Partage de midi, al plantear

    esta pregunta: para Claudel, existe La mujer? Y, sir

    vindose de las frmulas lacanianas de la sexuacin,nos gua en esta lectura.

    La letra, en ese teatro, est ya en los nombres Ys,

    Prouhze, anagramas de Rose, esta mujer, a quien

    encontr en el navio rumbo a China en 1900, y cuyo

    encuentro dominar la dramaturgia de las dos pie

    zas. Pero tambin est en ese La de La mujer queno se puede escribir sino suprimiendo La.3 Ahorabien, en esta mujer Toda, en el momento del encuen

    tro, Claudel al parecer cree. Pero este uso genrico

    del artculo definido Lacan lo prescribe como impo

    sible, pues es un significante cuya propiedad es que

    no puede significar nada.4Inspirndose en los trabajos lingsticos de Jean-

    Claude Milner, Franois Rgnault analiza la opera

    cin propia de Lacan que presenta el genrico La

    para tacharlo inmediatamente delante de la unidad

    lexical mujer, lo cual no significa tachar el propio

    significante mujer.

    3 Jac qu es Lacan, Le Sminaire, libro XX, op. cil., p. 68.

    4Ibid.

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    PREFACIO 11

    Sin duda, cuando el hombre quiere La mujer, slo la alcanza al caer en el campo de la perversin0

    pero esto no vale para Claudel. De la Trinidad en la

    que cree, la de la Virgen Mara, la de la Sabidura del

    Antiguo Testamento y la de la Iglesia, lo libera esa

    mujer encontrada en un navio. No toma a Ys por

    ellas.

    Cree, sin embargo, que encuentra a La mujer en

    su sentido malfico, La Gran Prostituta del Apoca

    lipsis, o, asimismo, La mujer de una teologa que se

    ra la de la predestinacin sexuada. Entonces, slo

    la separacin podr reunir a los amantes.As, Claudel se dedicar a declinar en Partage de

    midi todas las formas del paso de lo genrico a lo

    definido, a lo indefinido, a lo demostrativo del en

    cuentro, y que certifican que La mujer no existe;

    pero ese maldito La, marca del Todo, est siempre

    a punto de resurgir y, en efecto, resurge en el actoni con el retorno de Ys, donde sta se encuentra co

    mo en el lugar de Dios para Mesa. Claudel intenta

    entonces lo que se podida llamar una travesa del

    fantasma de La mujer. All se revela que la relacin

    sexual es imposible; como en Le soulier de satin, imposible de escribir.

    Lo real a lo que se reduce la doctrina de la pre

    destinacin sexuada se resuelve finalmente en una

    doctrina del nombre propio que nos recordar que

    la nominacin concierne siempre a una experiencia

    nica de goce: operacin imposible de la que el teatro slo puede dar un equivalente, el otro nombre

    del nombre en forma de nominaciones reiteradas:

    Mesa, soy Ys, soy yo; Ys, Ys! Y sin embargo,5

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    12 PREFACIO

    el nombre propio no es por ello menos innombrable, no es ms que lo que abre un agujero. EnPar

    tage de midislo queda esta ltima peticin: Acur

    date de m en las tinieblas un momento que fui tu

    via.

    Que el nombre propio abra un agujero en lo

    real y especialmente el Nombre del Padre, es algocuya dificultad experimenta el propio Joyce.

    Joyce, para mantener a distancia algo como una .

    psicosis,6 intenta entonces, hacerse un nombre en

    este lugar; con su nombre propio de escritor, hacer

    un cierto Nombre del Padre. Saba que as ocupara,

    y eso es lo que l quera, a generaciones de universitarios... cosa que logr. Escritura particular en que el

    significante tiende a perder su significacin comn

    volviendo al registro de la letra, del signo que tiene

    efecto de Goce. Esfuerzo para escribir en lo real al

    go de lo simblico.78

    Jacques Aubert traza aqu un recorrido de Joyce

    desplegando esta pregunta: cmo el desfallecimien

    to del Nombre del Padre del arte lo llevar a ataviar

    se, especialmente en Dublineses, con el nombre de

    Daedalus,que, antes que nadie, presentific en la es

    cultura una mimesis de la vida?Como Ddalo, que haba rechazado los xoanaar

    caicos, estatuas fijas, truncas, manifestaciones mis

    mas de la ausencia, Joyce intentar aportar a los

    hombres una verdad originaria, originaria del tra-

    6 Franois Rgnault, Confrences d'esthtique lacanienne, Agal-ma, Seuil, 1997, p. 29.

    7 Jacques-Alain Miller, Lacan avec Joyce, enLa Cause Freudien

    ne, nm. 38 (Seminario de la Seccin clnica de Barcelona), p. 17.

    8 Jacques Lacan, Le Sminaire, libro xxi, Les non-dupes errent

    (1973-1974), indito.

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    PREFACIO 13

    bajo real de lalengua, esta lalengua en que losnombres son plegables en todos sentidos.8

    Pero la identificacin imaginaria con Daedalus

    mediante la cual la imagen del cuerpo podr con

    vertirse en retratocae con su viaje a Roma. Joyce

    abandonar all su proyecto de envolverse en el Go

    ce de lo Bello y, en un doble encuentro frustrado,en el que estn implicados Dublin y Roma, encon

    trar un real. El paso de Ddalo se convertir en

    el paso de Stephen y, en lo sucesivo, Joyce firma

    Stephen Daedalus, hijo del linaje de los Ddalo, hijo

    del fundador del arte, pero tambin Stephen, pro-

    tomrtir de la Iglesia catlica y figura de la muerte.Jacques Aubert interpreta la escritura misma del

    nombre Stephen Daedalus como descomposicin

    literal y efectos fonticos, estallidos de voz que

    caen como letras y muestra su engendramiento

    metonmico irreversible. Abandono del heterni-

    mo Daedalus, acto nuevo.Desde entonces, el falso agujero al que Daedalus

    serva de tapn ser sustituido, mediante ese nom

    bre, por una metonimia que no inscribe la falta sino

    que apela a la palabra que siempre sigue. A lo que le

    falta a su nombre propio, Joyce, con su obra, le en

    cuentra un complemento.9

    La certidumbre da paso a unos efectos de asen

    timiento que, en lo sucesivo, le permitirn explorar

    todos los discursos hasta en sus menores inflexio

    nes.

    El ritmo y la resolucin del ritmo son sustituidos

    por el puro desplazamiento metonmico de sus -

    acentos. La escritura se convierte en efecto de pun-

    9 Jacques-Alain Miller, Lacan avec Joyce,op. cit, p. 60.

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    ta;* el efecto de sentido se anula. Resonancia conefectos innumerables. Puro goce. Gozo.

    Que la letra sea desamarrada de lo imaginarioen esto desembocar la escritura de Joyce hacepara nosotros tanto ms sensiblea contrarioese matrimonio de la pintura y la letra10 que consagran la

    poesa y la caligrafa chinas. No es a la pulverizacindel sentido, al desmantelamiento de la palabra, a loque da lugar la escritura, sino ms bien a una quintaesencia, la del decir y del hacer.

    Franois Cheng, que hace revivir aqu su encuentro con Lacan, nos confirma que Lacan elabor suteora de la letra especialmente en Lituraterre con la teora china de la pintura.11 La letra deja huella del goce imposible de escribir. Huella de lo vivoen el goce, la letra designa un borde, el borde delagujero en el saber.12 Entre centro y ausencia.13

    A la ausencia, Lao-Tseu la llama Vaco. De ella nacen el yin y el yang, y por eso subsiste entre ellos elVaco-intermedio que reside en el corazn de todaslas cosas. Lo contrario de un lugar neutro y hueco;antes bien elemento dinmico que contina actuando en la plenitud. Por l lo que es sin-tener-Nombre

    tiende constantemente hacia el haber Nombre, lo* En francspointe.Optamos por la traduccin literal de esta

    palabra, repetida varias veces en el artculo de J. Aubert, porquede todos modos no existe un equivalente de los diversos sentidosque tiene aqu este trmino: extremo agudo, pero tambinintrusin y alusin irnica e hiriente. [E.B.]

    10 Jacques Lacan, Lituraterre enOrnicart,

    nm. 41, Le Seuil,

    1987, p. 9.11 Esta idea es enunciada por ric Laurent en su seminario de

    1998-1999: La fonction de la psychanalyse, indito.12 Jacques Lacan, Lituraterre,op. cil., p. 8.13Ibid., p. 10.

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    PREFACIO 15

    que es sin-tener Deseo tiende constantemente haciael haber Deseo.

    As el artista, atravesado por el Vaco-intermedio,sabe poseer este arte de vida que se une con la disponibilidad interna, la Receptividad venerada por Men-cio. Puede entonces, a imagen del aliento primordial

    que se desprende del Vaco original, inventar la huella tangible de esta promesa de vida que nunca cesa.El Trazo nico de Pincel, teorizado por el pintor Shi-tao, sera primera afirmacin del ser. Es el aadido lo que abre el camino, el Tao. Reto de una apuesta que se gana con tinta y pincel,14 es mi trazo de

    unin situado entre el espritu del hombre y el universo que es precedido, prolongado y hasta atravesadopor el Vaco y no cesa de llamar a los otros trazos.As como un cuadro es un espacio siempre virtual,tendido hacia otras metamorfosis, en el lenguajepotico, en el interior de un signo y entre los signos,el Vaco-intermedio juega a pulverizar la dominacinde la linealidad unidimensional. Metfora y metonimia pueden entonces conjugarse y engendrarse mutuamente.

    As la poesa china es, como toda poesa aunque

    de manera paradigmtica, efecto de sentido pero,

    tambin, como lo indica Lacan, efecto de agujero.15 Da su modelo a lo que en psicoanlisis es unainterpretacin.16 Es la ascesis de una escritura17donde se rompe lo aparente.

    u Ibid.15Jacques Lacan, Le Sminaire, libro xxiv (1976-1977), L'insu- .que sait de l'une-bvue s'aile a mourre, indito.

    16Ibid.17 Jacques Lacan, Le Sminaire, libro xxi. Les non-dupes errent

    indito..

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    1 6 PREFACIO

    Si la pintura y la letra chinas, inscribindose en el corazn de la Nada, del Vaco, y mantenindolo abier

    to, liberan el Espacio del sueo,18 Gerard Wajc-

    man nos habla de otra pintura, de la pintura

    abstracta del siglo XX. Rompiendo con aquello que

    el cristianismo habr instaurado como condicin y

    necesidad de la imagen, el cuadro en el arte abstrac

    to no es ventana abierta a lahistoria ni entrada de

    lo invisible en lo visible. Ms bien es, como el Cua

    drado negro sobrefondo blancode Malevitch, cuadro de

    lo que carece de imagen, de una nada inhabitable,

    fuera de la historia. Presencia absoluta y singularde un real que no da lugar a ninguna simbolizacin,

    el cuadro de Malevitch, que refuta el reinado mile

    nario de la imagen simblica, es aqu experiencia

    misma de la ausencia de objeto. Ms an, es esta

    ausencia, real, espesa, opaca. Lo imposible de es

    cribir no deja lugar aqu, como la letra, a una huella de goce viviente sino que, en cambio, manifiesta su

    destruccin radical. En lo sucesivo, no puede ms

    que mostrar. Aqu, el arte no evoca el Vaco inscri

    to en el corazn del ser como lo hace la pintura chi

    na, sino que muestra su falta.

    Si Joyce, como Ddalo, quiso despertar de losxoana sin forma, evocando la ausencia en la presencia,

    para producir una mimesis de la vida, en cambio la

    pintura abstracta hace pensar en los xoana moder

    nos. Pero en lugar de la ausencia, aqu es lo real lo

    que se presenta, la exclusin de todo sentido.

    Ese real, excluido del sentido, que el arte abstrac

    to del siglo xx no puede ms que mostrar, Gerard

    18 Franois Cheng,Lespace du rve. Mille ans de peinture chi

    se Phbus 1980

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    r PREFACIO 17

    Wajcman hace de l un acontecimiento: el de la

    Ishoah. A este acontecimiento irrepresentable, inmemorial y que quiso erradicar los nombres mismos, a

    I lo que no deja de no escribirse, le da un nombre el

    Ifilme de Claude Lanzmann: Shoah.

    Esta nominacin es un acto fundador. All, lai, obra de arte instaura su tiempo.

    I De este modo, por encima del imaginario de loi; Bello, de la imagen que, velando la falta, es de oro,j duerme ,*19 lo escrito y la letra estn o no estnH casados con la pinturanos despiertan. Mediante lo

    I

    que se precipita del significante, se trasluce un acceso a lo real.m . . .

    3 Cada vez que una verdad se enuncia, cada vez quei se emite una queja, que un decir a medias adviene,1 enuncia Lacan, es siempre en una referencia a la es- | critura donde aquello que puede ser situado en elI lenguaje encuentra su real.20

    I ROSE-PAULE VINCIGUERRA

    Jfi

    I!

    1j1

    Ir

    *Dor(de oro) y dort(du erm e) su en an igual e n franc s. [E.B.]19 Jacques Lacan,Le Sminaire, libro XXI, Les non-dupes errent,

    op. cil.

    20Ibid.

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    d e l a LINGSTICA A LA LINGISTERA

    JEAN-CLAUDE MILNER

    La lingstica interes a Lacan desde el discurso de

    Roma. Le interes como ciencia. Hasta podra soste

    nerse que entre el antes y el despus de 1953, los ras

    gos diferenciales pertinentes se ordenan de acuerdo

    con una sola consigna: medir, por fin, el alcance deu n nuevofactum scientiaedel que da testimonio la lin

    gstica y que vuelve caducas todas las epistemolo

    gas anteriores. Sin embargo, es cierto que a partir

    de los aos sesenta este inters declin de manera

    constante, aunque no ces por completo hasta el se

    minario xx, en el que se perciben ciertos acentos dedespedida.

    Se plantea entonces una pregunta: qu significa

    el debilitamiento de un recurso considerado al prin

    cipio tan decisivo? A qu se debe la inflexin, y qu

    consecuencias entraa? Y todava hemos de poner

    en claro la naturaleza del propio recurso. Este carcter decisivo, permite considerarla parte de la cien

    cia? Si pudiera llevar este nombre, la lingstica ma

    nifestara que la ciencia no era precisamente lo que

    se crea antes de ella. O se debe lo decisivo al len

    guaje? Si se toma el lenguaje como dominio (me

    diante los refinamientos que Saussure aporta a lasdefiniciones), la ciencia lingstica establecera en l

    propiedades ignoradas antes de ella.

    En el primer caso, el desinters por la lingstica

    [19]

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    2 0 JEAN-CLAUDE MILNER

    debe ser explicado por ura inflexin que afecta a la

    ciencia; en el segundo caso, el desinters tiene que

    ver con la cuestin del lenguaje en s mismo. Por lo

    dems, la eleccin no es excluyente. Sin embargo, en

    beneficio de la claridad, separar las dos hiptesis,

    llevando cada una de ellas lo ms lejos posible, y dis

    puesto a comprobar al final que mantienen cierta re

    lacin.

    1. Primera hiptesis: en lo que se refiere a la lingstica,

    el nombre de ciencia es decisivo

    1.1. Para Lacan, se trata de una ciencia galilean

    tal como la define Koyr; tiene un objeto emprico y

    radicalmente contingente, del mismo modo que la fsica; y, del mismo modo que la fsica, est matemati-

    zada, slo que aqu la matematizacin no le debe na

    da a la medida y se lo debe todo a la literalizacin

    forzada.

    Consecuencia primera: la matematizacin puede

    entenderse de manera completamente distinta de loque se haba.supuesto.

    Consecuencia segunda: hay ciencia galileana de

    lo que en trminos antiguos se hubiese atribuido a

    la convencin o, en trminos modernos, a la cultura:

    la lengua.

    Esto puede decirse de dos maneras: o bien hay ungalilesmo de la cultura (y es la nocin de ciencia lo

    que cambia) o bien, si convenimos en llamar natu

    raleza al campo de las ciencias galileanas, entonces

    la naturaleza incluye fenmenos que, como se deca,

    forman parte de la cultura (y es la nocin de natura

    leza lo que cambia). En ambos casos, se trata de unarevolucin del pensamiento. El trmino no es exce

    sivo. Tanto ms cuanto que la lengua no es la nica

    !

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    DE LA LINGSTICA A LA LINGISTERA 21

    afectada: esto es lo que se llam el estructuralismo.Y de esta revolucin fuimos testigos. Por esta misma

    razn, no siempre medimos exactamente su ampli

    tud;1Era grande, aunque sin duda alguna estaba en

    vuelta en mundanidades y, por encima de todo, era

    efmera.

    1.2. Porque el dispositivo matricial se constituy a co

    mienzos del siglo xx (el Cours de linguistique gnrale

    data de 1916) y se podra creer que se acaba con el si

    glo. Si, como Lacan, entendemos por lingstica lo

    que est instituido en el Cours de linguistique gnrale,

    habr que reconocer lo que es; hoy da ya nada se oye

    decir al respecto; toda evidencia se ha perdido. Y ello

    por varias razones; algunas se deben a la lingstica

    misma y a su evolucin interna, que la ha llevado a

    poner en duda algunas de las proposiciones ms cla

    ramente afirmadas en el Cours. Otras se deben a la

    doxa.La lingstica dependa sin necesariamente sa

    berlode una proposicin: la lengua no es una su

    perestructura. Que Stalin haya sido el nico que la

    formul explcitamente e intent demostrarla de

    manera formal no impide que pueda ser restituida,

    directamente o no, en los diversos modelos de la lingstica moderna. Ahora bien, hoy todo descansa

    en la conviccin de la doxasegn la cual la lengua

    es una superestructura. Testigo de ello es la disputa

    1Unejemplo entre den: es una de las raras veces en la histo

    ria en que se pretendi inventar formas nuevas de razonamiento

    emprico. As, la distribucin complementaria es un razonamien

    to presentadocomoempricamente obligatorio, aun cuando nin

    gn lgico emprico anterior, se trate de Aristteles, de Bacon o

    de Stuart Mill, haya tenido esa idea.

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    2 2 JEAN-CLAUDE MILNER

    sobre la feminizacin de los nombres de los oficios,i

    Est bien arraigada en la izquierda, pero no menos

    en otras tendencias, la conviccin de que un poder

    poltico (el Estado, los grupos de presin, la prensa

    de opinin, etc.) tiene el derecho y el deber de in

    tervenir en cuestiones de lengua. La versin pro

    gresista de esta conviccin suscita el consenso: tras

    reconocer en primer lugar que la voluntad reforma

    dora de un poder se mide por lo que quiere refor

    mar de las estructuras (sin tocar las infraestructu

    ras, desde luego, porque eso es la revolucin, y

    conduce alLibro negro), y tras reconocer, en segn- i

    do lugar, que la lengua es una superestructura, un '

    poder no ser completamente reformador, si notoca tambin esta superestructura. En pocas pala-

    bras, ladoxaen Francia y en otros lugares ha vuelto

    a ser lo que era antes de Saussure o Meillet. Todo el ,

    mundo habla del lenguaje en general y de la lengua

    francesa en particular como si la lingstica no hubie

    ra existido. Sin exceptuar a los propios lingistas. Es- ita evolucin va ms all de la lingstica propiamen- \

    te dicha. Sin duda, ha alcanzado al psicoanlisis. Al

    fin y al cabo, lo propio del freudismo no consiste en

    sostener que la represin no es una superestructura?

    Que en los usos y costumbres de una sociedad (fa

    milia, propiedad, Estado) el binarismo naturaleza/cul-tura no lo agota todo? Que algo de las relaciones de

    parentesco y de los intercambios entre hombres y mu

    jeres supera la suma de las determinaciones superes-1

    tructurales de una cultura determinada? Ahora bien, J

    el discurso actual proclama incesantemente lo contra

    rio. En l predomina lo que se ha convenido en llamar la visin sociolgica del mundo (ya sea en su ver

    sin histrica o en su versin periodstica); equivale

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    DE LA LINGSTICA A LA LINGISTERA 23

    a afirmar que todo es superestructura, de una infraestructura indeterminable (porque ya no se es

    marxista), salvo como naturaleza fuera del lengua

    je: genes o ecologa o necesidades espirituales: poco

    importa (ya que, en resumen, a la infraestructura

    no se la toca, so pena de abominable revolucin res

    peto del gene, de la ecologa, de las espiritualidades; etc.). Hasta se podra precisar de qu manera

    se traspone el psicoanlisis a ese registro. Le corres

    ponde muy especialmente la misin de convertir en

    superestructuras el ncleo considerado el ms

    irrompible y ms nocturno de los encuentros homo

    homini.Se supone que slo el psicoanlisis es capazde amoldar el trabajo, la familia, la patria, al gusto

    de sus dedos reformadores. De obrar de forma que

    el propio inconsciente se vuelva superestructural y,

    de reaccionario, se convierta en progresista.

    El triunfo social del psicoanlisis no debe disimu

    lar la inversin radical: l mismo se ha vuelto auxiliar de una doctrina superestructural de la que el

    freudismo estricto consideraba que todo haba que

    temerlo. A esta inversin ha contribuido seguramen

    te el oscurecimiento de todas las formas de literalis-

    mo, a la cabeza de las cuales se encontraba, precisa

    mente, la ciencia literal del lenguaje.

    1.3. El dispositivo sociologizante es como un apare

    cido. Logra nada menos que un retorno y una res

    tauracin del dispositivo antiguo que opona, uno al

    otro, dos reinos:

    el reino de las leyes mudas, que no necesitan expresarse en lengua humana para regir: laphysiso la

    naturaleza no moderna;

    fe -el reino de las reglas que pueden y deben expresar-

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    2 4 JEAN-CLAUDE MILNER*';

    se en lengua humana: reino de la convencin (thesei).Esta antigua dicotoma no carece de variantes es

    tilsticas: infraestructura/superestructura, naturale-:

    za/cultura, naturaleza/sociedad., cosas/hombres,

    cosas/palabras, necesidad/libertad, ciencias/letras, |'

    etc. Eso es, precisamente, lo que el Cours de linguisti

    que gnralehaba recusado. En bloque.

    La lingstica en cuanto ciencia era, pues, decisi

    va. Ms que ninguna otra ciencia, daba testimonio }

    de la legitimidad del galilesmo extendido a la cultu-1

    ra; culminaba una figura enteramente moderna de 1

    la naturaleza, radicalmente distinta de laphysis;an

    ms estrictamente, defina un modo del Uno que no

    le deba ya nada al Uno de laphysis,ya se trate de laphysisaristotlica o de laphysisatomista: un Uno que

    no es el del tomo, ni el de la letra (al cual puede re

    mitirse el atomismo), sino, antes bien, el del signifi

    cante que slo representa para.

    1.4. Lo que yo llamo el primer clasicismo de Lacanse inscribe ntegramente all. El programa cientifista

    de Freud es retomado, entonces, sobre bases nuevas.

    La relacin del psicoanlisis con la ciencia de la na

    turaleza es reexaminada, salvo que la nocin de na

    turaleza ha cambiado y el concepto de ciencia ha

    sido redefinido: retomo a Freud, pero no a Mach.Cierto es que a todo ello el segundo clasicismo le

    atribuye menos importancia. La referencia a la es

    tructura se erosiona tanto ms cuanto que, por su

    parte, la lingstica deja de querer ser estructuralis-

    ta en el sentido estricto y tiende a naturalizar cada

    vez ms su objeto hasta definir el lenguaje comoun rgano. As, vuelve a ponerse en duda la dehis

    cencia entre naturaleza y physis, tendiendo ambos

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    DE LA LINGSTICA A LA L1NGISTERA 25

    reinos a superponerse otra vez. En la lingstica, pero tambin en Lacan: en el logion del seminario xx,a la naturaleza le horroriza el nudo; all, naturale

    za debe entenderse en sentido pregalileano.

    1.5. La relacin con la lingstica se vuelve, pues, me

    nos estrecha. Lo demuestra el tema de la lingiste-ra. Y ese nombre surge del seno del segundo clasi

    cismo naciente. En Tlvision, escribe Lacan: Del

    lenguaje [...] slo se sabe poco: a pesar de lo que yo

    designo como lingistera para agrupar all lo que

    pretende es algo nuevointervenir entre los hom

    bres en nombre de la lingstica. Siendo la lingstica la ciencia que se ocupa de la lengua, especifica en

    ella su objeto (el lenguaje), como se hace en cual

    quier otra ciencia (p. 16). Todo esto merecera un

    comentario: la distincin entre lenguaje y lengua; el

    hecho de que la lingstica siga considerndose cien

    cia; el hecho de que se diga que tiene por objeto ellenguaje (no por ser clsica, es trivial la proposi

    cin); la nocin de intervencin, que sin duda debe

    ligarse a la nocin de prctica o depraxis,que Lacan

    invoca a menudo a propsito del psicoanlisis.

    Digamos, para abreviar, que el segundo clasicis

    mo considera resuelto el problema de la ciencia; aeste respecto, disminuye la importancia del galiles-

    mo extendido; es un combate ya pasado, que termi

    n en una victoria. Recordemos que Lacan, ms que

    nadie, razonaba combatiendo, y saba que los cam

    pos de batalla cambian. Vase cierta nota de los

    Escritos 2, p. 788, n. 6.Yo, por mi parte, sostengo que Lacan material

    mente se equivocaba: la batalla del galileismo exten

    dido se perdi. A menos lo cual equivale a lo mis-

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    26 JEAN-CLAUDE MILNER

    mo que su victoria haya sido efmera y que bienpronto se haya trocado en derrota. Una consecuencia

    que podemos comprobar: fragmentos enteros de la

    doctrina lacaniana se han vuelto propiamente incom

    prensibles o ms bien inactuales, si no intempestivos

    en el sentido en que Nietzsche deca unzeitgemssig.

    Mas poco importa. En el momento en que Lacan inventa el nombre Iingistera, tiene sus razones pa

    ra creer en una victoria y, por lo tanto, en el carcter

    superado d ciertos combates, y se arriesga a comen

    tar ms adelante, como ya lo haba hecho en otras

    ocasiones, en qu estbamos pensando? (ibid).Ad

    mitido este punto, se comprende que Lacan recuerde que lo que le importa al inconsciente no es la cien

    cia lingstica como tal, sino el lenguaje.

    Y sin embargo, la ciencia lingstica no deja de

    importar un poco: Intervenir en nombre de la lin

    gstica, se ha dicho. La expresin es fuerte. Tanto

    ms cuanto que esto ocurre despus del 68, y la palabra intervencin ha recuperado su sentido de mo- j

    vimiento violento. Entendemos por lenguaje el es-

    tenograma nominal de esta proposicin de hecho:

    Los hombres hablan (de donde extraeramos fcil

    mente, por medio de algunas proposiciones suple

    mentarias, las nociones de ser hablante y de ha- iblaser*, para sustituir, sin duda, el nombre de

    hombre).2 Intervenir entre los hombres en nom- i

    * En francs parle/re. [e .b .] :

    2 Desde luego, estoy simplificando. De la proposicin l

    hombres hablan se salta audazmente a la proposicin ios hom- ibres hablan algo. El lenguaje es a la vez el estenograma de la pri- jl

    mera proposicin y el nombre unificador de ese algo que los

    hombres hablan. No insisto en lo imaginario que hay en el salto

    de una proposicin a otra, en la construccin del estenograma y

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    DE LA LINGSTICA a LA LINGISTERA 27

    bre de que son hablantes podra ser una manera de

    describir la praxis del psicoanlisis. No es esto lo que

    afirma Lacan, ya que dice intervenir en nombre de

    la lingstica; pero si restituimos los anillos interme

    dios, es lcito entender lo siguiente: la novedad que

    perdura es que la afirmacin inmemorial los hom

    bres hablan (=lenguaje) ha cobrado, en lo sucesivo,

    un alcance radicalmente nuevo, y ello desde que es

    posible una lingstica. Galileana o no: basta que

    quiera serlo o, antes bien, que ciertos lingistas quie

    ran que lo sea; todo lo que de lejos o de cerca se re

    laciona con la afirmacin inmemorial resulta, pues,

    afectado; y eso es la lingistera.

    Cierto es que las cosas han cambiado desde 1953.

    En el discurso de Roma, puede discernirse la convic

    cin de que, mediante la lingstica, se sabra mucho

    ms sobre el lenguaje de lo que saba Freud. Por con

    traste, la proposicin de Tlvision es la corrobora

    cin de un fracaso, confirmado por otras declaracio

    nes (Radiophonie,p. 62): la lingstica finalmente nos

    habr enseado poco sobre el lenguaje. Sin embar

    go, poco no quiere decir nada.

    Al inventar el nombre lingistera, Lacan llama

    al psicoanlisis a recordar sin cesar que respecto a

    quien lo autoriza elfactum loquendi,el hecho de que

    haya lenguaje, existen no slo los escritores, tan caros a Freud, sino tambin algunos lingistas. Jakob

    son puede aclarar tanto como Goethe o Dostoievski,

    aunque su luz sea de otra naturaleza y suscite otros ti

    pos de irradiacin. De ah que lingistera se for

    me, a partir del sustantivo lingista, mediante un

    en la constitucin en ser consistente (y analizable en propiedades)

    de estaxque supuestamente los hombres hablan.

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    2 8 JEAN-CLAUDE MILNER

    sufijo a menudo reservado a ciertos grupos cuyosmiembros estn dispersos, despreciados, rivalizan

    entre ellos y se ven condenados a una vejez deplora

    ble: estafa,* galantera, patanera, piratera. Ciencia o

    no, la lingstica cuenta menos como tal de lo que

    cuenta como aventura de algunos sujetos.

    Queda en pie el hecho de que esos sujetos queran que fuera ciencia y que slo este querer poda,

    en nuestro siglo, animarlos con fuerza suficiente: de

    todos modos, al fin y al cabo, slo la ciencia pudo

    llevarnos al espacio: Grial y filibusterismo al mismo

    tiempo. En ese registro, la lingstica sigue contan

    do, porque sus aventureros, por su fracaso ms quepor su xito, han tocado algunos arrecifes de real.

    2.De todas maneras, se nos remite de la primera hiptesisI

    a la segunda: en lo referente a la lingstica, slo el

    lenguaje importa.

    Qu supone Lacan del lenguaje? Pese a la apariencia,

    no resulta trivial evaluar con precisin el alcancepro

    piode esta suposicin. Esto deja de ser trivial al me

    nos cuando uno se impone, como conviene, separar

    la del movimiento general al que se la suele unir

    comnmente: esa forma particular del giro lingstico o ms bien lenguajero, con el que, desde los

    aos treinta, lapaideia francesa haba quedado pro

    gresivamente marcada. Por lo dems, la disyuncin la

    emprende el propio Lacan: la inflexin esbozada en

    Tlvisionoculta un adis no slo a los aos sesenta si

    no tambin a los aos treinta. Puesto que el dispositi-

    * P ara en tend er lo qu e s igue hay que ten er en cu en ta qu e es

    tafa es escroquerie, [e.b.]

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    d e l a LINGSTICA A LA LINGISTERA 29

    vo evoluciona, resulta oportuno procurarse un punto

    de referencia exterior a l. Aqu, Wittgenstein resulta

    inapreciable. Tanto el primer Wittgenstein como el se

    gundo, aunque sus doctrinas sean distintas y, de he

    cho, precisamente porque lo son.

    2.1. El primer Wittgenstein, el del Tractatus, enuncia

    las tres proposiciones siguientes: a\ entre lo que se

    puede decir y lo que no se puede decir hay una fron

    tera real e infranqueable; 6] lo que no se puede ha

    blar, hay que callarse; c] aquello de lo que no se pue

    de hablar, slo se puede que mostrar. Aade unas

    definiciones, poder decirse es poder decirse de

    una manera dotada de significacin, y hablar de al

    go es decir algo que est dotado de significacin.3

    . El libro trazar, pues, una frontera [...] no al ac

    to de pensar, sino a la expresin de los pensamien

    tos (Prlogo, p. 31). Si hay una frontera en las ex

    presiones, ello quiere decir que no se puede decir dela misma manera Iqs dos lados de la frontera: habr

    significacin de un lado, y no la habr del otro; pe

    ro eso tambin quiere decir que hay expresin a

    ambos lados. A este respecto, Wittgenstein es claro:

    Para trazar una frontera al acto de pensar, debera

    mos ser capaces de pensar los dos lados de la frontera (deberamos pensar lo que no se deja pensar).

    Puesto que, por el contrario, se puede trazar una

    frontera en la lengua, es necesario que haya cosas

    que se digan en lengua pero cuyo decir no se articu

    le en proposiciones dotadas de significacin.

    3 Cito el Tractatusen la traduccin de Gilles-Gaston Granger

    (Gallimard, 1993), con una modificacin: Gilles-Gaston Granger

    traduce el alemn Sinnpor sentido; prefiero la traduccin sig

    nificacin [ed. esp.: Madrid, Alianza].

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    3 0 JEAN-CLAUDE MILNER

    Al fin y al cabo, es lo que siempre ha supuesto la

    lgica que, por esta razn misma, se ha presentadogustosamente como una especie de medicina de lalengua. Tal es, a decir verdad, el nico motivo por elcual la lgica puede considerarse como una parte dela filosofa. Desde ese punto de vista, el ttulo de Wittgenstein resulta revelador, pues combina lgica y filo

    sofa y, con ello, reivindica la intencin teraputica.Otra consecuencia: la lengua en s misma y por s

    misma es intrnsecamente anterior a toda fronteraque se le trace en nombre de la significacin; puedey debe ser analizada independientemente de estafrontera. se es sin duda el punto de vista de la lin

    gstica. La lengua en s misma y por s misma: tal esla frase de Saussure, y ya los gramticos antiguos serean de los lgicos, contestndoles que frases verdaderas y frases falsas, frases sensatas y frases absurdas, teoremas y truismos, epistemey doxatenan u:misma estructura de lengua.

    Comprendemos entonces la opcin de Lacan. Cmo Hrcules ante la encrucijada, al articular el inconsciente con el lenguaje se encontraba con dos vi:frente a l: la va de la lgica, interpretada como midicina reductora de paralogismos y oscuridades, enombre de la significacin salvada, y la de la lings

    tica, entendida como ciencia galileana, impasibleimparcial entre significacin y no-significacin. Ele;la lingstica es elegir que la significacin no estable:ca una frontera en el lenguaje (lo cual no excluye quhaya efectos limtrofes dispersos, aleatorios e instantneos, que Lacan asigna al sentido). Es elegir que las

    expresiones no se dividan en dos reinos separados, sino que se puedan decir a medias: estar a la vez a losdos lados de cualquier frontera de significacin.

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    DE LA LINGSTICA A LA LINGISTERA 31

    Y recprocamente, por cierto, tambin la lgica se

    divide en dos: en tanto se preocupa de lo que tiene

    significado o no, es lgica filosfica y recurre a lo

    imaginario (incluso para reducirlo: grandeza de Rus

    sell); slo toca lo real para dejar de lado la cuestin

    de la significacin, para atenerse al puro y simple

    clculo literal, que no tiende a reformar el lenguajecotidiano sino a sustituirlo por completo. Gdel o

    Bourbaki, y no Russell.

    , i El logion decisivo es, sin duda, no hay metalen-

    guaje.4 L distincin lenguaje/ metalenguaje

    (relevada por la distincin mencin/ uso, por la

    definicin de las comillas como preservativos de lasignificacin, etc.) se encontraba en el fundamento

    mismo de la mayor parte de las medicaciones lgicas;

    negar esto es, ciertamente, dejar constancia de un da

    to inevitable: toda la Trawmdeutungy de manera ge-

    4 A condicin de comprenderlo bien. Lo que se niega no es la

    posibilidad que tiene la lengua de hablar de s misma; por lo con

    trario, lo que se niega es la necesidad real para la lengua, cuando

    habla de s misma, de salir de s misma. A fin de evitar los contra

    sentidos, lase a Jacques-Alain Miller, U ou il ny a pas de mta

    langage, Ornicar?, nm. 5, invierno 1975/1976, Paris, Lyse, dif.

    Seuil, pp. 67-72. Hay que tener cuidado, en particular, de no con-; fundir el logionde Lacan y una proposicin como la de Wittgens

    tein: Ninguna proposicin puede decir nada sobre ella misma

    (fractalus, 3.332). Por no hablar de la proposicin ms general,

    recurrente en una u otra forma entre los lgicos: Es imposible

    hablar significativamente de un lenguaje L mantenindose en el

    interior de ese lenguaje. Tal es precisamente el axioma fundador

    del metalenguaje. A la inversa, el logionde Lacan se puede parafrasear: de una lengua slo una lengua habla o no se sale de la

    lengua. En cuanto al lingista, sabe de tiempo atrs que la gra

    mtica latina puede mantenerse interior al latn y seguir sus re

    glas. O que el fragmento de lenguahaec est virtuspuede funcionar

    como el nombre mismo de la regia que all se aplica.

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    32 JEAN-CLAUDE MILNER

    neral toda interpretacin se basan en la indistincin

    o ms bien en la homofbna necesaria entre mencin]

    y uso. Pero es ms an. En lo referente al lenguaje, es

    atreverse, gracias a la lingstica, a decir no a la lgi-

    ca; y en lo referente a la lgica, es decir no a toda mes

    dicacin (y por lo tanto, tambin a la interpretacin

    wittgensteiniana de la lgica), y s a la literalidad pura: lgica, ciencia de lo real, y no del lenguaje.

    Podramos ir ms lejos. Lacan no slo recusa toda

    frontera real en el lenguaje, sino que sostiene que

    hay una frontera real en los pensamientos. No es

    esto lo que supone el concepto mismo de inconsciente? En la interpretacin de Freud que da Lacai

    hay, sin duda, una frontera para el acto de pensar,

    con una consecuencia: el anlisis debe pensar lo que

    no se deja pensar. Sabida es la resolucin lacaniana

    de lo que Wittgenstein presenta como un callejn,

    sin salida: puesto que hay una frontera para el actode pensar y puesto que no la hay en el lenguaje, en

    tonces es posible decir bien lo que no se deja pensar.

    Y ya que es posible, tambin es un deber. De ah una

    inversin general de Wittgenstein: el sueo no mues

    tra, tampoco lo hacen el sntoma ni el lapsus sino

    que dicen. En suma, el inconsciente no puede expo

    nerse como un cuadro, sino que est estructurado

    como un lenguaje. De ah un desplazamiento de la

    proposicin 7 del Tractatus: aquello en lo que no se

    puede pensar, hay que decirlo a medias.

    Lacan no se cans de repetir este axioma: se

    pueden decir los dos lados de toda frontera. Lo

    desarroll de mltiples maneras: por la lnea pial-

    nica y laorthe doxa,mediante la topologa que, opo-,

    niendo lo esfrico y lo asfrico, autoriza as que s

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    DE LA LINGSTICA A LA LINGISTERA 33

    unan el uno con el otro, mediante la definicin del

    materna como orthe doxa, mediante la teora de laverdad; lo complet aadiendo que siempre se pue

    den decir los dos lados de una frontera, pero no de

    cirlo todo al respecto (formalizacin cuasi russellia-

    na del no-todo). A condicin de entender que decir

    la verdad es propiamente decir los dos lados de to

    da frontera, se reconocen aqu las primeras palabras de Tlvision. Sin embargo, la decisin inicial

    es clara; no haba que creer ni una palabra, en

    cuanto al lenguaje, de lo que decan de l los lgi

    cos: a saber, que en l la significacin es esencial.

    Mas para sostener que la significacin no es esen

    cial para el lenguaje, haba que ir contra la humanidad entera. La lingstica, la primera y la nica,

    tuvo esta arrogancia. Aadir, de paso, que empie

    za a pagarlo.

    2.2. El segundo Wittgenstein afirma en lasInvestiga

    ciones filosficas: No hay lenguaje privado. Los comentaristas discuten sobre la interpretacin exacta

    de esta afirmacin (remito, entre otros, a Kripke).

    Pero en su mayora admiten que el uso de la palabra

    "privado supone la oposicin pblico/privado tal

    como es comnmente entendida en la doxa filosfi

    ca. Reconocen tambin que se pueden desprenderdos subproposiciones: a] donde no hay regla no hay

    lenguaje;b]no hay ms regla que la publicada.

    La proposicin ano distingue a Wittgenstein de

    la mayora de quienes pontifican sobre el lenguaje;

    la proposicin bes la discriminante. Wittgenstein la

    despliega en mltiples subproposiciones: nunca sepuede reconstruir por induccin una regla no publi

    cada a partir de conductas observadas, porque cual-

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    3 4 JEAN-CLAUDE MILNER

    quier conducta puede considerarse como la aplica?

    cin de cualquier regla; obedecer una regla ndpuede ser en ningn caso una conducta nicamente

    privada, etc. (Investigaciones, i, 199-202). Que nd

    hay regla ms que la publicada es lo que resume l

    nocin de juego". De ah el mito (en el sentido pla-:

    tnico del trmino) del juego de lenguaje; todo

    fragmento de lenguaje puede y debe ser narrado como un juego cuya regla se haya enunciado previa

    mente ante algn pblico. Aun cuando, desde luego, |

    ningn lenguaje sea un juego y jams se enuncien dej

    antemano sus reglas como las de un juego. La expre-|

    sin juego de lenguaje es tan solo el estenograma ;

    de la tesis no existe un lenguaje privado. jAhora bien, el logionlacaniano de la estructura, o r

    sea el logionque se puede obtener de el inconscien-J

    te est estructurado como un lenguaje, supone pre-|

    cisamente que el inconsciente sea un lenguaje privado.

    Pues, a fin de cuentas, qu supona la lingstica, al

    razonar sobre la estructura? Que los sujetos que ha- *

    blan una lengua respetan unas reglas y unas limita-

    ciones cuyo contenido, si no su existencia, ignoran,

    todos y cada uno de ellos.

    Esta suposicin es anterior a la lingstica misma;

    est implcita en las ancdotas ms antiguas concer

    nientes a la lengua: la ancdota del schibboleth, de la

    vendedora de hierbas y de Teofrasto, etc. Subsiste

    incluso cuando la lingstica galileana ya no razona

    en trminos de estructura. Si, como supuso Choms

    ky, una gramtica es un conjunto de reglas, y si exis

    te alguna gramtica como facultad de lenguaje

    (expresin de Saussure, retomada por Chomsky) en

    todo ser hablante desde su nacimiento, entonces hayun lenguaje privado (aun si nunca subsiste ms que

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    DE LA LINGSTICA A LA UNGISTERA 35

    en potencia y nunca se actualiza ms que como len

    gua pblica); el sujeto hablante obedece las reglas demanera privada; el lingista las reconstruye por in

    duccin; lo cual supone que cualquier conducta no

    es la aplicacin de cualquier regla.5

    Decir, pues, que el inconsciente est estructurado

    como un lenguaje es, para empezar, decir que el in

    consciente es como todo lenguaje en tanto quedicho lenguaje est estructurado cosa privada. Y

    de hecho, tal como el psicoanlisis freudiano lo ha

    constituido, funciona de manera estrictamente regu

    lada, pero sin que ninguna de sus reglas se publique;

    ms an, la nocin misma de cura supone que al pu

    blicar tal regla de un inconsciente singular, se la di

    suelve: no publicada, la regla sera, asimismo, no pu-

    blicable. Al concebir la hiptesis de un inconsciente

    estructurado como un lenguaje, el psicoanlisis afir

    ma muy precisamente la existencia real de un len

    guaje privado del sufrimiento, o al menos del malestar (comprese con Investigationes, i, 243). Por lo

    5 Tal es la puesta en juego del innatismo chomskyano, ya sea

    interpretado o no en trminos filogneticos. De hecho, todo in

    natismo equivale a suponer que hay un lenguaje privado. A la in

    versa, la negacin del lenguaje privado equivale a recusar todo in

    natismo, incluso el innatismo lorenziano. Se observar de pasoque, al mismo tiempo, se juzga de antemano toda doctrina cogni-

    tiyista, segn la cual existen, filogenticamente constituidas, unas

    reglas privadas propias de cada aparato de cognicin. Desde

    luego, tambin resulta tentador interpretar ela priorikantiano co

    mo un lenguaje privado; toda empresa trascendente supone que

    el sujeto obedece, en privado, ciertas reglas. Misma observacin,

    a priori,para el imperativo categrico. En cambio, se podra sostener que elcogitono supone ningn lenguaje privado y se com

    bina fcilmente con la hiptesis de una definicin pblica de las

    reglas de empleo de la palabra cogito (por no hablar siquiera de

    una definicin pblica de las reglas de la meditacin).

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    3 6 JEAN-CLAUDE MILNER

    dems, el sntoma, no consiste en la obediencia es

    trictamente privada de una regla estrictamente prill vada: obediencia y regla tan privadas que ni siquieraj

    son reconocidas ni como obediencia ni como regla,-!

    ni por un testigo ni por el sujeto mismo? Y ello sin}

    hablar de cierta clebre verbalizacin, descompues

    ta por Serge Leclaire.

    2.3. Bajo esta luz no queda sino subrayar la consis

    tencia sistemtica que deba llevar a Freud a plantear

    igualmente la existencia de juegos privados. Tal es e|t

    fort da.Hay un juego, ciertamente, pero quien a l se|

    entrega estar incapacitado para formular su regl|

    En primer lugar, porque an es casi infans; en se

    gundo lugar, porque la regla propiamente dicha nol

    existe: consiste tan solo en una aparicin y una desa

    paricin, asociadas a una oposicin fnica; en tercer!

    lugar, porque el jugador no sabe que juega, al no

    saber siquiera qu es jugar. Lo que es ms: el observador pretende poder reconstruir la regla mediante

    un simple anlisis baconiano (cuadro de presencia y

    de ausencia) de una conducta; precisamente lo mis

    mo que Wittgenstein juzga imposible o vano. Por l- {

    timo, esta induccin supone que la regla cuya exis-ll

    tencia ignora precisamente mientras la creael niola obedece de manera estrictamente privada. Se ne-i

    cesita todo elsavoir fairede Freud para encontrar en

    l una obediencia.

    El paso de Lacan aleja ms an de Wittgenstein.

    Aunque sea infans, el jugador se descubre preso en

    las redes del lenguaje. Mas para reconocer que ellenguaje interviene aqu, se necesita concebir el len

    guaje precisamente como lo conceba la lingsi ica

    estructural: un sistema tal que una sola diferencia Iej

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    DE LA LINGISTICA A LA LINGISTERA 37

    es, a la vez, necesaria y suficiente. Sabido es cmo interviene aqu la oposicin O/A; por s sola, pone de

    manifiesto lo real de la estructura fonolgica, pero

    suponer que eso basta para autorizar que se hable

    de estructura lingstica es algo que slo autorizan

    Saussure y Jakobson. Freud, sin duda, no lo habra

    admitido; a su modo de ver, el lenguaje requiere laspalabras. Dicho sea de paso, por eso necesita reco

    nocer los lexemasfort y da a travs de lo que Lacan

    prefiere considerar fonemas. Pero aqu resulta fun

    damental la diferencia entre lexema y fonema. Si se

    trata de lexemas, el wittgensteiniano podr alegar

    siempre la existencia de un tercero (pblico) que habra publicado la regla de juego de lenguaje que es

    el fragmento pertinente de la lengua alemana: el par

    de trminosfort y da. Pero si se trata de fonemas,

    ningn tercero (salvo el Otro, que precisamente es la

    estructura) ha podido publicar, como tal, su oposi

    cin pertinente.Desde luego, basta un poco de sofisticacin para

    borrar todas las diferencias. As, el lacaniano no ten

    dr dificultad para mostrar que nada es propiamen

    te privado, ni en el lenguaje ni en el inconsciente. El

    concepto de Otro (llamado Otro con mayscula)

    permite hacerlo fcilmente. Pero seamos claros: unwittgensteiniano consecuente no podra admitir que

    baste con el Otro para desprivatizar el fuero interno.

    El punto efectivo es ste: la oposicin privado/pbli-

    co es pertinente en Wittgenstein, precisamente por

    que el nico problema que considera real al final del

    Tractatus y ello por decisin explcita es el del

    prjimo en cuanto semejante, es decir, en cuanto

    otro con minscula. Mientras que el Otro con

    mayscula, que no es crucialmente un semejante, re-

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    3 8 JEAN-CLAUDE MILNER

    cusa por su sola existencia la pareja duelo privado^pblico a la que Wittgenstein, por principio, quiere

    limitarse. En ese sentido, el lacaniano no dir, tal;

    vez, que el inconsciente es un lenguaje privado, pel

    ro ello es para negar que la palabra privado tenga

    aqu la menor significacin. Aqu ambin funda sij

    autoi'idad en lo que sostena la lingstica, aun re du,;cida a su ncleo mnimo. j

    3. Que Lacan dice no a la vez a Wittgenstein 1 y a Witf

    genstein 2 quiere decir que dice no a la vez a lo que los di%

    tingue y a lo que los rene. i

    Lo que los distingue: la doctrina de la frontera para el uno, y la doctrina del lenguaje privado para ef

    otro. Lo que los rene: el silencio. Hay que callar, di

    ce el primero. No hay lenguaje privado, dice el segun;:

    do; entendmonos: o no hay mundo privado en abso-':

    luto, o todo mundo privado es mundo de silencio;

    ahora bien, hay un mundo privado a menos que talvez no merezca ser considerado un mundo, y por lo;

    tanto, hay silencio. Esto plantea una suposicin nica:

    que el silencio sea posible. Ahora bien, el axioma dej

    Lacan es que el silencio no existe. Eso no calla nunca.'

    Es esto lo que hay que escuchar en el eso habla. El

    esto lo que hay que escuchar en los logiafreudiahosp

    que Lacan vincula: la voz del Ies es baja, pero siem

    pre dice lo mismo, la voz de la verdad es baja, per|

    siempre dice lo mismo. Ese siempre y ese mismo!

    que oscilan entre leitmotiv y bajo continuo, dicen a la}

    vez que eso vuelve siempre al mismo lugar (repet-.!

    cin) y que eso nunca cesa (necesario e imposible). Elj

    silencio no existe; eso se puede decir inconscienic.

    eso se puede decir verdad, eso se puede decir estruc

    tura, eso se puede decir lenguaje. Comprendemos en-

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    DE LA LINGISTICA A LA LINGISTERA 39

    tonces lo singular de la lingstica an naciente en los

    aos cincuenta; ocupndose en detalle de las lenguas

    tales como son, construa y abra un tesoro de sinni

    mos para el descubrimiento freudiano: que eso habla,

    aun cuando calla.

    Para decir este descubrimiento, tal vez ningn

    otro discurso pueda bastar. Por lo tanto, fue infinitamente afortunado que el encuentro se produjera y

    jams se medir bastante lo improbable que resulta

    ba. Hasta que la lingstica alcanzara su punto de in

    suficiencia y hubiera que pasar a otras vas. Incluida

    la va taciturna; si el silencio no existe, por qu, si

    se tercia, no mantener la boca cerrada?Sabido es que Lacan un da eligi esta va tacitur

    na. Yo mismo he planteado la pregunta: de esta

    forma, se adhera a Wittgenstein? Quizs no, quizs

    fuera precisamente lo contrario. Pues, en fin, que el

    silencio sea imposible va de la mano con el hecho de

    que eso habla incluso cuando calla. Ya los lingistas

    afirmaban que sus reglas mudas designan un len

    guaje que de entrada habla (el infansy el sordomu

    do son seres hablantes). Pero quizs algn da otros

    indicios le parecieran ms slidos a Lacan. Imposi

    ble no articular el surgimiento, en l, de la mxima

    taciturna; taciturna pero tal vez no silenciosa, ni muda6 con el surgimiento de un est escrito que se

    6 El lingista no puede dejar de notar las anfibologas. Silen

    ce" en francs puede designar el silencio del ser hablante, pero

    tambin el de los objetos no hablantes: la ausencia de palabra, pe

    ro tambin la ausencia de ruido. Mientras que callar, tacitur

    no, mudo, mutismo estn en la dimensin del lenguaje. Se

    observar que es taciturno el que se calla dndose el caso de que

    podra hablar si quisiera; mudo, es, en cambio, el que no puede

    hablar, aun cuando lo deseara.

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    4 0 JEAN-CLAUDE MILNER]

    debe unir y oponer al eso habla del primer clasicis

    mo. Gomo si ninguno de los dos fuera el logionde

    cisivo, sino otro al que ambos apuntan: Eso no calla]

    jams... Que nunca calle sera maldicin o felici

    dad, a fin de cuentas, lo estenografiado por el

    nombre de lenguaje. Lacan accedi a ese punto, alj

    principio, por la va del eso habla, en el que la lin-,gstica se revel decisiva, por su sola posibilidad^,

    ms que por sus teoremas propios. Lacan quiz com-1

    probara algn da que accedera mejor por la va de;

    un est escrito al cual conducan las Letras, as

    como la reflexin sobre los sexos. De ah cierto re

    torno al ideograma y til jeroglfico, en tanto que no,muestran sino dicen. A la literatura o, ms bien, a su|

    imagen invertida en las aguas, que dibuja tierras im

    posibles: Lituratierra. De ah cierto retorno al poe

    ma.7 Pero en uno y otro caso, la frase que esbozaba5

    el eso slo poda concluir en el rgimen del lengua

    je, pues eso no existe ms que en este rgimen, ya setrate de un hablar o de un estar escrito. Acaso sea

    necesario a veces que yo me calle para permitir es

    cuchar que eso no deja de no callarse.

    7 Vase sobre todo el seminario Vers un signifiant nouveau"

    Ornicar?,nms. 17-18, 1979, Pars, Lyse, dif. Seuil, pp. 7-23.

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    m

    EL ARTE, EL PSICOANLISIS, EL SIGLO

    Hay algunas buenas razones para decir que el sigloXX habr sido el siglo del objeto, o de los objetos,plurales, mltiples. Este rasgo singulariza el siglorespecto a todos los dems siglos.

    Ahora, se impone esta pregunta: hay en la multitud annima de los objetos del siglo que lo singulariza en la sucesin de los siglosunobjeto que sesingularice? Hay un objeto singular que singulariceese siglo de los objetos?

    El objeto

    El objeto del siglo de los objetos?s Para responder, se podra proponer la revisin de

    los objetos del siglo, hacer desfilar las creacionesms asombrosas. Aunque fastidioso, tal ejercicio no

    carecera de inters. Por otro lado, en la marea indefinidamente creciente de los objetos de todas clases,ch ese cuerno de la abundancia desbordante que esel siglo, resulta una tentacin constante elegir un ob

    jeto entre todos los objetos, distinguir un objeto Uno

    en.el ocano de los objetos de la poca de la repro-ducibilidad hiperblica. Honrar un objeto, nicamente, en la masa indistinta de loMismo.Aplicandoas a los objetos industriales y comunes la lgica pro-

    GRARD WAJCMAN

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    4 2 GRARD WAJCMAN1

    pia de las obras de arte, los museos, como en Bea-jbourg, lo hacen a veces, distinguiendo un mezcladoro una cuchara de sopa que nos presentan fastuosamente instalados en el hueco de un joyero como sise tratara, cada vez, de la ltima estatuilla de Miguellngel. Para semejante eleccin de objetos, una vez

    agotada la letana de razones sociolgicas, siempreinsuficientes, llegamos finalmente a las razones estticas y al juicio del gusto, siempre incierto. Lo pro-ipi de las obras de arte es, precisamente, que exigenser tratadas en singular, una por una y no en conjun-;to, en una produccin homognea; la unidad que

    opera en el Arte es la obra, mientras que la unidadde la creacin industrial es la serie; una + una + una,;las obras de Arte suponen y entraan, pues, una l-,gica del no-todo, de un conjunto nunca terminado;el Arte es no-todo, y asimismo, hablar de Arte en general ser invocar un conjunto no consistente cons

    tituido por objetos que slo tienen en comn el ser,cada uno de ellos, singularidades distinguibles y disitinguidas.

    El problema del objeto en el siglo parece orden;se, pues, segn una dialctica de lo singular y d lo)plural. La realidad moderna de una produccin in-

    dustrial masiva superabundante descubre el hecho!de una multiplicidad fundamental del objeto, quSes, por su naturaleza de objeto, reproducible, diverfso y mltiple. El objeto es esencialmente numeroso.'Por una parte. Pero tambin, objetos como las obraside arte exhiben una profunda singularidad del objeg

    to: sin duda, irreproducible, e irreductible para cualquier otro y para cualquiera que sea el otro. El obje-to es esencialmente nico. En esta otra vertiente.

    Objeto diverso y nico, reproducible e irrep

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    EL ARTE, EL PSICOANALISIS, EL SIGLO 43

    ducible, todo a la vez. Esencial multiplicidad y unicidad del objeto. Ahora, ya no basta con develar esos

    dos rostros y ponerlos frente a frente; an habra que

    ver si no se cruzan, si los objetos mltiples no recu

    bren al Objeto nico y singular y si el Objeto singu

    lar y nico no est en el principio de la pluralidad in

    definida de los objetos.

    Ruina

    Admitamos que se emprende la revisin detallada

    de los objetos notables, en busca del objeto que, alterminar la cuenta saltemos inmediatamente a lo

    esencial, sera como la firma de este siglo; una vez

    declinada la larga lista de todos los objetos nuevos e

    interesantes producto de la ciencia contempornea,

    de sus tcnicas, de la imaginacin y del genio huma

    no, finalmente daramos, inevitablemente, con lo

    siguiente: el objeto que verdaderamente caracteriza

    ra mejor el siglo xx es la ruina.

    Aunque inesperado, es sin embargo un objeto

    bien formado, conforme a una concepcin comn

    dd objeto ocupa un lugar en el espacio, se produ

    ce, es accesible a los sentidos, etc.aun si, en la prc

    tica, se presenta como ligeramente desestructurado.

    Y difcil sera negar que la ruina tiene en el bolsillo

    todos los ttulos para erigirse como monumento del

    siglo XX, si queremos convenir en que el mundo hu

    mano nunca conoci, en el pasado, semejante super

    produccin de destrucciones. Construir una ruina,

    nueva, moderna, a guisa de monumento, debe des

    tacarse, fue idea del arquitecto Albert Speer. En to

    do caso, si tiene sentido llamar el siglo xx siglo del

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    44 GRARD WAJCMAN

    objeto entonces tambin tiene sentido llamarlo Jexactamente el siglo de las ruinas. ?!

    El problema est en que en el instante en que se le jconcede este ttulo, en cuanto se ha dicho que la rui- ?na es la mejor signatura del siglo, exactamente en el Jmismo movimiento, este enunciado historiza el siglo, j

    lo generaliza, lo compara y en verdad lo disuelve en la sucesin de los siglos, de modo que ya no se puede ni jsiquiera hablar, con una palabra consistente, de la rui- ;?na como del objetodelsiglo. Porque no ser difcil re-conocerque la ruina se fabrica desde los tiempos msremotos, y que en verdad las hay desde que el hombre

    es hombre, exactamente desde el momento en que tuvo algo de memoria. La ruina es consustancial alhombre como ser hablante, simplemente, a su facultad de marcar y de narrar su historia. La mina es ciertamente un objeto, pero no es puro; es un objeto par- -lante, es el objeto que habla, como lo poda decir ::

    Freud de las estatuillas antiguas que coleccionaba: 'Las piedras hablan! Me hablan de pases lejanos. ~La mina es el objeto en-tanto-que-habla, el objeto que -se ha vuelto elocuente, que fue devorado por la pala- j brea, reducido al estado de vestigio, de signo. En ..este sentido, decir que hay ruina equivale tambin a

    decir que hay lenguaje. Y, recprocamente, decir qm-hay lenguaje es ya anunciar la ruina

    As, tenemos, sin duda, un objeto especial, pe o,tambin al mismo tiempo, este objeto especial impide precisamente singularizar el siglo en la cohortede los siglos. Teniendo la ruina en mente, no se pue

    de decir el objeto del siglode un soplo, para hablarcomo Jean-Claude Milner.1

    1 Refiero aqu mis observaciones a algunos de sus comentariosagudos y orales sobreLobjet du sicle.

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    Si se trata de singularizar el siglo mediante un objeto, entonces hay que ponerse a buscar un objetoque sera como tal no historizable, es decir, a la vezabsolutamente nuevo y singular, surgido especfica

    mente en este siglo, e irreproducible, incomparabley sin doble.

    La invencin

    Jean-Luc Godard, a quien no le es ajena la cuestinde saber lo que hay de nuevo en el siglo xx, se pre

    gunta evidentemente si ha sido el cine.2 A lo cual res

    ponde ms bien que no. El cine es una invencin delsiglo XIX, no slo desde el punto de vista de la crono

    loga, sino por estar ligado a la gran industria, a lastcnicas de la reproducibilidad3 (No sera totalmenteabsurdo plantear la siguiente pregunta: y el divn?).

    Sea como fuere, si no es el cine, Godard concluye

    que, pensndolo bien, slo hay una cosa que puedaconsiderarse verdaderamente la gran invencin delsiglo XX: la matanza en masa. He aqu la cuestin.

    Slo que, tambin en este caso, al punto se dir

    2 VaseJean-Luc Godard par Jean-Luc Godard, t. n, publicadopor Alain Bergala, Cahiers du cinma, pp. 307-308.

    3 El cine, que es el hermano casi gemelo del psicoanlisis, yaque ambos nacieron en el mismo ao, 1895, es un arte del capita

    lismo industrial; pensando en el hecho de que las primeras pel

    culas de los Lumire mostraban la salida de una fbrica o una lo

    comotora (la Mquina mayscula) me digo que la palabra matrizdel cine, que es Rueda!, en el fondo, se conforma absolutamen

    te al lema del amo moderno que Jacques-Alain Miller formulabahace poco tiempo: Es necesario que d vueltas [il faut que alourn]\ (Discurso del amo que condiciona todo pensamiento delsntoma.' como lo que no resulta bien).

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    46 GRARD WAJCMAN

    que la matanza en masa en primer lugar ya era cono

    cido, tal vez un poco menos en masa, pero de todas

    maneras era conocido, y en segundo lugar, que pue-

    de perfectamente reproducirse de la misma manera. *

    Adems, es lo ms probable.

    Entonces, pese a la carnicera de la guerra del 14

    cuando el siglo se bautiza, o la bomba atmica, tec-

    Tratndose de la shoah, sin ms dilacin hay que

    decir precisamente un primer rasgo, sobre el que casi siempre se pasa sin pensar. En efecto, conviene es

    tar atento al hecho de que, si hablo de la shoah,

    cuando, como hoy se hace comnmente, empleo el

    trmino shoah para designar lo que ocurri hace

    cincuenta aos, eso implica ya un objeto, una obra

    de arte, especificada, una pelcula. Shoahde ClaudeLanzmann.

    Este filme es importante por lo que es, por lo que

    muestra y porque, nombrndose, nombra.

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    EL ARTE, EL PSICOANLISIS, EL SIGLO 47

    Todo aquel que se refiere a la shoah, se refiere,quiralo o no, al filme Shoah.Por el nombre, en primer lugar. De todas maneras, hay que prestar aten

    cin al hecho de que la generalizacin del empleodel nombre shoah sustituyendo a los degenocidiou holocausto(este nombre, religioso, que transmite la

    idea de un sacrificio a algunos dioses oscuros, por lodems ha sido popularizado por una serie de la televisin norteamericana)data de la aparicin del fil

    me en 1985. No se trata de una simple peripecia dela lengua, tanto ms cuanto .que ese nombre, comotodo nombre propio, es translingstico y, por la di

    fusin del filme de pas a pas, se ha impuesto por elmundo. Se trata de nominacin.

    En la portada del libro que reproduce el texto in

    tegral del filme, Claude Lanzmann inscribi estafrase tomada de Isaas, 56, 5:Nombre imperecedero les

    dar.*Ese filme realiza un acto. En lugar, exactamen

    te, de una interpretacin que no da, y contra todaexplicacin que atene el hecho, el filme realiza, pa

    ra empezar, un acto: da un nombre. Nombra Shoahlo que ocurri en Europa hace cincuenta aos. ElNombre. Nominacin pura; Lanzmann, por lo de

    ms, dice haber elegido este nombre porque nocomprenda su sentido: en cuanto a la gran mayorade quienes lo emplean hoy, es muy verosmil que seencuentren en el mismo caso, por lo cual acta, sinduda, como nombre propio. Aun si ya pudo habersido empleado poco antes, por otros, a propsito dela solucin final el trmino hebreo, no religioso,significa catstrofe, aniquilamiento, devastacin, el

    ifShoah,Le Livre de poche, 1985, p. 15.

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    4 8 GRARD WAJCMAN!

    nombre shoah, para designar la destruccin de los il

    judos, se convirti en acontecimiento con el filmeShoah.Claude Lanzmann cuenta que a veces acudan

    algunas personas a verle diciendo: Ah, usted es el|

    autor de lashoahl A lo que l responda: No, el au-,;

    tor de la shoah es Hitler, yo soy el autor de Shoah

    Shoah es en lo sucesivo el nombre imperecedero

    de lo innombrable que constituye la entraa de estesiglo.

    Hay que ir ms lejos. En suma, del nombre al ob-j

    jeto. O sea, esto: digo que llamo shoah a lo que*

    muestra el filme Shoah.Y que conviene, pues, nom

    brar shoah, hoy, a lo que muestra una obra de arte .

    llamada Shoah -y no, por ejemplo, lo que muest r.ui *

    Nuit et brouillardde Resnais, lo que George Si evens |

    al llegar con el ejrcito norteamericano, film en

    Auschwitz y en Ravensbrck, oLa Lista de SrhindkrJ

    de Spielberg. He aqu lo que est enjuego, cuyo mai- '

    co podra circunscribirse as: 1] de qu manera una

    obra de arte muestra la verdad; 2] de qu mam i.i

    una obra de arte ocupa una funcin de transmisin

    fundamental.

    Esto equivale a decir que el filme de Lanzmann,

    ya en ese sentido, no es un documento sobre la

    shoah como se puede hacer un filme sobre un hecho ^pasado: nombrando, mostrando, y nombrando lo |

    que muestra, es constituyente del hecho. Este filme,

    es un acto fundador. i

    En esto, y sin fijarse an en la singularidad que |

    une la shoah a esta obra, el filme de Lanzmann ele-1

    va a lo ms alto la dimensin que define la obra de j

    arte para Walter Benjamin: la de no estar inserta en

    un tiempo que la rodea y le da su sentido, sino en

    gendrar por s sola un presente, un pasado y un por;

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    EL ARTE, EL PSICOANALISIS, EL SIGLO 49

    venir. Dejando de lado la idea dbil del artista testigo de su tiempo, se trata de pensai' que la obra de

    aite instaura su Tiempo.

    Esto inscribe, pues, la orientacin que pretendo

    seguir: defender que la cuestin de la shoah como

    singularidad del siglo implica inmediata, fundamen

    talmente, una obra de arte, como el filme de Lanz-mann.5 Y que la singularidad de la shoah es la mis

    ma que puede atribuirse al filme Shoah.

    5 Ntese que, sin llegar al carcter crucial de lo que est en

    juego, ello supone una concepcin general de la obra de arte co-

    ii io instrumento de conocimiento, y aun como modelo de conoci

    miento, en el sentido de que supone que lo universal slo se reve

    la en lo singular, y que la verdad slo surge en un objeto. La obra

    de arte como una especie de arquetipo de la verdad en el que s

    ta no se entrega sino en obras singulares, es decir, mltiples y no

    totalizables. Es un poco como lo que dice Proust en Le Temps re-

    trouv,que Rembrandt o Vermeer, que nos dan acceso al mundo,

    son multiplicadores de mundos, y que hay, a nuestra disposicin,

    tatitos mundos como artistas originales. Por ello, este conoci

    miento esttico supone que la verdad se entrega en una disconti

    nuidad original, esencial, y ello conlleva la idea de una verdad no-

    toda. Y tambin la idea de una verdad que tampoco se da a ver en

    una obra, como si se tratara de levantar un velo ante un misterio,

    si ao que se revela revelando el misterio. La verdad como revela

    cin. Cada obra de arte sena, de este modo, una especie de epi

    fana, pero una epifana del no-todo. Epifana no-toda del no-todo

    de la verdad. A lo que se aade la dimensin de una paradoja tem

    poral donde, en la obra de arte, el tiempo se abre en la doble di

    mensin de lo nuevo absoluto y de lo inmemorial. Todo brote de

    verdad se entrega as en la experiencia del descubrimiento y al

    mismo tiempo del reconocimiento.

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    Irrepresentable

    Pero con qu rasgos singulares podemos ahora u

    vestir ese objeto singular que singulariza el siglo? Eli

    primer rasgo es singular para un objeto, y es que se

    trata fundamentalmente de un objeto sin imgenes y;

    sin palabras, sin huellas... sin ruinas. Irrepresentable. Esto es exactamente lo que muestra el filme de

    Claude Lanzmann algo que, independientemente

    de sus cualidades y del papel que, por diversas razo

    nes, sus filmes hayan podido desempear, no mues

    tran ni Resnais, ni Stevens, quien film los osarios

    descubiertos en Auschwitz: pero aquellos muertosno eran los de las cmaras de gas, pues la gran in

    dustria nazi no produce osarios, sino cenizas, nada

    visible. Fabricaba la ausencia. Irrepresentable.

    Hecho irrepresentable, es imposible ver nada de

    lo que forma su ncleo; hecho tambin inexpresa

    ble, para retomar un trmino de Wittgenstein al

    que volveremos a referirnos. Lo que ocurri no pue

    de ser ni figurado ni dicho.

    Esta imposibilidad fija la exigencia ntima que

    anima por entero el filme de Lanzmann: mostrar y

    decir lo que no se puede ni ver ni decir: apuntar a loimposible, en tanto que imposible.

    La shoah no puede ser en absoluto objeto de nin

    guna transposicin, nada puede representa! la en s

    misma, porque no hay nada que reprsentai' (sobre

    este imposible, precisamente, pegar Spielberg sui

    imgenes). Eso es lo que muestra Shoah,que, lejos detomar como una ley quin sabe qu prohibicin

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    a la cara aquello que ningn ser vivo ha visto, y quees ir representable: he aqu lo que orienta la pelcula.

    En ello este filme, de acuerd con su va rigurosay singular que le es impuesta por su objeto singular,parece realizar exactamente la obra que Lacan asig

    na al arte, de modo que aquello a lo cual el artistanos da acceso es el lugar de lo que no se podra ver6

    esto impone al arte una especie de tarea especficaesencial, diversa en cuanto a las formas que puedeadoptar segn los tiempos, las doctrinas y los artis

    tas, pero que aparte de l mismo nada ni nadie, prc-Licas o discursos, ciencias o filosofas, puede realizaren nuestro mundo humano: dar acceso a lo que no

    se puede ver en absoluto.

    Inmemorial

    La shoah es un acontecimiento que no se puede ver

    como cualquier otro acontecimiento, que tampocopuede decirse como cualquier otro acontecimiento.En primer lugar, por la ausencia efectiva de todo do

    cumento y de imagen, ausencia de los archivos sobrelos . cuales se funda normalmente el trabajo de loshistoriadores. Pero hay que prestar atencin al he

    cho de que esta ausencia no tiene nada de azaroso,y que fue enteramente deliberada: los nazis se preo

    cuparon tanto por organizar el crimen como por laHistoria, y tuvieron un cuidado extremo en no dejarliada que pudiese constituir una huella, ni documen

    tos, ni fotografas, ni ruinas: desde luego, no lo lo-

    rJacques Lacan, Maurice Merlau-Ponty, enLes Temps Moder

    nes,nm. 184-185, 1961, p. 254.

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    graron por completo, pero todo hace pensar que se *

    dio la orden de quemar ciertos edificios de Ausch- 'witz pocas horas antes de la llegada de las tropas ru-

    sas. En este primer sentido, el acontecimiento escapa, :

    en parte, a la historia y permanece no ntegramente

    historizable. j

    La unicidad de la shoah no slo procede de la am

    plitud del crimen, de su sistematicidad y del nme

    ro sobrehumano de muertos que la hace distinta de

    cualquier otra; esta unicidad tiene que ver con un '

    hecho cuya profundidad y cuyas consecuencias ape

    nas empezamos a medir: que los nazis fabricaron

    contra los judos un crimen inmenso, desde siempre?!

    y para siempre arrancado de las pginas de la histo- L

    ria, fuera del siglo y del relato de los siglos, fuera de .

    toda representacin y de toda memoria posibles, ?

    Erradicar a los judos no solamente de la superficie

    de la tierra sino tambin de la historia, de la memo-

    ria, del pasado y del porvenir, crear una humanidadaria, virgen de todo judo y hasta del recuerdo mis

    mo de todo judo. |

    Irrepresentable e inmemorial. Se habr tratado

    de un acto que no slo intentaba como cualquier

    otro crimen disimularse, sino que tambin pre

    tenda anularse a s mismo como acto, en una espe- 1ci de proyecto meditado para poder borrarlo de to

    da memoria posible. Eso es lo que condensa el breve

    discurso de recepcin pronunciado por un oficial

    cuando los deportados judos llegan al campo, y que s-

    nos relata Primo Levi: Termine como termine esta

    guerra, ya la hemos ganado contra ustedes; ningunode ustedes quedar para dar testimonio, y aunque al-

    gunos se escaparan, el mundo no les creera. Tal vez

    habr sospechas, discusiones, investigaciones de los

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    historiadores, pero no habr certidumbres porquedestruiremos las pruebas al destruirlos a ustedes. Yaun si subsistieran algunas pruebas, y si algunos deustedes sobrevivieran, la gente dir que los hechosque cuentan son demasiado monstruosos para sercredos. Negacin de la funcin misma de Testigo.

    Un acontecimiento fuera del tiempo, fuera delmundo, fuera de todo recuerdo posible, fuera inclu

    so de los cerebros. Fuera de la escena. Sin huella, enninguna parte. Ah es donde Pierre Vidal-Naquetsita la diferencia, no de grado sino de naturaleza,entre asesinatos colectivos como los cometidos en la

    URSS y las cmaras de gas: stas no slo fueron uninstrumento industrial de la muerte en serie, loesencial, escribe Vidal-Naquet, es la negacin del cri

    men en el interior del crimen mismo.7 Por ello,pues, la solucin final fue un crimen producidocomo incomparable, inconmensurable con ningn

    otro, no por su enormidad, sino por el hecho de queno iba a ser, porque fue concebido y realizado comoincomparable e inconmensurable solucin final,formaba parte de su propia naturaleza el ser defini

    tivo y absoluto, apuntando definitiva y absolutamen

    te a la cuestin juda de esta forma se habr da

    do la solucin a seis millones de cuestiones.Negacin del crimen en el interior del crimen mis

    mo, este rasgo es absolutamente distintivo de lashoah.

    Si el corazn del siglo xx no se reabsorbe en lahistoria del siglo xx, entonces es que, en su fondo,

    supera toda razn. Lo que no quiere decir que no

    7 Pierre Vidal-Naquet, Lpreuve de lhistorien: rflexionsdun gnraliste, enAu sujet de Shoah, Belin, 1990, p. 205.

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    haya una concatenacin de causas calculables, simplemente que lo que se llama la shoah es irreductible a tal concatenacin. Como una lgica de guerra.Destacar, por ejemplo, que la deportacin de los ju-dios hngaros (formaron ms de la tercera parte delnmero total de los muertos de la shoah) ocurri'

    muy tarde, en 1944, y que se habran puesto'escrupulosamente en accin todos los medios parasu transporte y su exterminacin en los campos dela muerte mientras el Reich estaba en plena derrotamilitar, muestra hasta qu punto la guerra contralos judos est profundamente separada de laGue

    rra, de su curso, de sus objetivos y de su lgica, y enmayor o menor medida no tiene relacin con ella: lasolucin final no es, en sentido alguno, un crimen de guerra; sera ms bien, segn la frmula deJean-Claude Milner, un crimen de paz en mediode la guerra.8

    Causa

    El conocimiento cada vez ms profundo que tene

    mos de la historia de la shoah nos lleva, en verdad, aseparar cada vez ms aquel hecho de toda causalidad, histrica, psicolgica o de otra ndole (aqu, elsaber analtico resulta tan impotente como los dems). Un hecho puro. As, hay que dejar lugar a loque es menos una idea que un hecho, irreductible:

    que nada podra dar razn de ese crimen, tomar sumedida y extraer todas sus consecuencias. Que la

    8 Vase Jean-Claude Milner, Les dnis, enParoles la boudu prsent, Marsella, ditions Al Dante, 1997, p. 73-83. jj

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    shoah sera en s misma una causa, su causa. Que la

    slioah es una causa en el siglo, que es en lo sucesivo"un real que constituye el horizonte del sujeto con

    temporneo.9 He aqu lo importante.

    No impotencia, sino imposibilidad del pensa

    miento. Lo cual solicita otra orientacin del pensa

    miento, distinta de su retirada y de su silencio. Por

    el contrario, reclama que piense ms an, justamente porque, como deca Jankelevitch, aquel crimen in

    sondable exige una meditacin inagotable, y porqueextinguir todo pensamiento sera devolverles las ar

    mas a los propios nazis. Queda en pie el hecho deqe la lista de los cargos es extremamente selectiva,

    y que, con la shoah, se lanza una llamada a hacer unlugar en el pensamiento mismo a un impensable. Meparece que slo Lacan, aparte de algunos artistas, in

    tent resolver este rompecabezas, convirtindolo encausa para el psicoanlisis.

    Por el momento, deseo subrayar especialmente

    esto: que la imposibilidad de explicar hasta el fin, deresolver el porqu, abre la exigencia de velar por elcmo, de actualizar la organizacin del crimen enlodos sus aspectos y sus ms nfimos detalles, de de

    cir tan solo: eso ocurri. Y repetirlo incesantemente.Porque, en un sentido, lo ms que se puede decir so

    bre la shoah es justamente: Eso ocurri. Lo que da

    a los testigos una funcin esencial, convirtiendo latransmisin del testimonio en cuestin esencial. Im

    portancia del Testigo, del al-menos-uno que dice yque podr decir maana, ms tarde: Eso ocurri.Si la voz del Testigo calla, la verdad entrar con ellaen el silencio.

    9 Yves Depelsenaire, La psychanalyse et la Shoah", en Zigzag,nm. 8, mayo de 1998, p. 72.

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    Mostrar

    Entonces, dos observaciones, o dos vueltas para

    apretar un poco ms la tuerca. Por una parte, el pun

    to irreductible a toda interpretacin, a toda explica

    cin, a toda lgica, ese real fuera de la razn puede

    designarse exactamente: son las cmaras de gas y nolos campos o cualquier otra cosa; as, es importan

    te hablar con precisin hoy y nombrar las cmaras

    de gas y no simplemente los campos u otra cosa;

    Las cmaras de gas son el punto exacto de lo innom

    brable y de lo irrepresentable: se es el lugar de la

    shoah. Luego, segn la observacin, lo innombrabley lo irrepresentable de las cmaras de gas: eso es

    exactamente lo que muestra la pelcula de Lanz-

    mann.

    Porque es necesario mostrar eso.

    Acontecimiento inmemorial, concebido y re