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OPINIÓN Utilidad y Pérdida* Ludwig von Mises** I. La Naturaleza Económica de la Utilidad y la Pérdida. 1. De dónde surgen la Utilidad y Pérdida. En la organización económica de la sociedad capitalista, los empresarios determinan el curso de la producción. En la ejecución de esta función están total e incondicionalmente su- jetos a la soberanía del público comprador, es decir, los consu- midores. Si los empresarios fallan en producir de la mejor ma- nera y en la forma más barata posible aquellos bienes que los consumidores demandan con mayor urgencia, sufren pérdidas y, finalmente, son eliminados como empresarios. Les reempla- zan hombres que saben mejor cómo servir a los consumidores. Si todas las personas anticiparan correctamente el estado futuro del mercado, los empresarios no tendrían utilidades ni sufrirían pérdidas. Tendrían que comprar factores complemen- tarios de producción a precios que, en el momento de la compra, reflejarían los precios futuros de los productos. No quedaría lu- gar ni para el lucro ni para la pérdida. Lo que hace surgir la * Documento preparado para la reunión de la Sociedad Mont Pelerin efectuada en Beauvallon, Francia, del 9 al 16 de septiembre de 1951. Disponible en Inglés en el mismo año como un folleto de Libertarían Press— actualmente agotado. ** Ludwig Von Mises (1881-1973) es uno de los más destacadas auto- res de la escuela liberal austríaca. Fue profesor de la Universidad de Viena, el Instituto de Estudios Internacional de Ginebra y luego del Gradúate School of Business Administration de New York University. Entre sus libros más importantes cabe señalar Teoría del dinero y él crédito, El socialismo, La Acción Humana, Liberalismo, Burocracia y Teoría e Historia.

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OPINIÓN

Utilidad y Pérdida*

Ludwig von Mises**

I. La Naturaleza Económica de la Utilidad y la Pérdida.

1. De dónde surgen la Utilidad y Pérdida.

En la organización económica de la sociedad capitalista,los empresarios determinan el curso de la producción. En laejecución de esta función están total e incondicionalmente su-jetos a la soberanía del público comprador, es decir, los consu-midores. Si los empresarios fallan en producir de la mejor ma-nera y en la forma más barata posible aquellos bienes que losconsumidores demandan con mayor urgencia, sufren pérdidasy, finalmente, son eliminados como empresarios. Les reempla-zan hombres que saben mejor cómo servir a los consumidores.

Si todas las personas anticiparan correctamente el estadofuturo del mercado, los empresarios no tendrían utilidades nisufrirían pérdidas. Tendrían que comprar factores complemen-tarios de producción a precios que, en el momento de la compra,reflejarían los precios futuros de los productos. No quedaría lu-gar ni para el lucro ni para la pérdida. Lo que hace surgir la

* Documento preparado para la reunión de la Sociedad Mont Pelerinefectuada en Beauvallon, Francia, del 9 al 16 de septiembre de 1951.Disponible en Inglés en el mismo año como un folleto de LibertaríanPress— actualmente agotado.

** Ludwig Von Mises (1881-1973) es uno de los más destacadas auto-res de la escuela liberal austríaca. Fue profesor de la Universidad deViena, el Instituto de Estudios Internacional de Ginebra y luego delGradúate School of Business Administration de New York University.Entre sus libros más importantes cabe señalar Teoría del dinero y élcrédito, El socialismo, La Acción Humana, Liberalismo, Burocracia yTeoría e Historia.

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utilidad o el lucro es el hecho de que el empresario que juzgalos precios futuros de los productos mejor que otras personas,compra alguno o todos los factores de producción a precios que,desde el punto de vista del estado futuro del mercado, son muybajos. Así, el costo total de producción —incluyendo el interéssobre el capital invertido— es inferior al precio que el empresa-rio recibe por el producto. Esta diferencia es la utilidad o ellucro empresarial.

Por otro lado, el empresario que juzga mal los precios futu-ros de los productos también lo hace con respecto a los preciosde los factores de producción, los cuales, desde el punto de vistadel estado futuro del mercado, son demasiado altos. Su costototal de producción es mayor que el precio al cual puede venderel producto. Esta diferencia es la pérdida empresarial.

De esta manera, la pérdida y la utilidad son generados porel fracaso o el éxito en ajustar el curso de las actividades pro-ductivas a la demanda más urgente de los consumidores. Cadavez que se logra este ajuste, utilidad y pérdida desaparecen. Losprecios de los factores complementarios de producción alcanzanun nivel en el cual los costos totales de producción coincidencon el precio del producto. Las utilidades y pérdidas son ele-mentos que están siempre presentes debido al hecho de que con-tinuos cambios en las estadísticas económicas hacen aparecernuevas discrepancias, y en consecuencia se hacen necesariosnuevos ajustes.

2. Diferencia entre Utilidades y otras Ganancias.

Muchos errores concernientes a la naturaleza de la pérdiday utilidad provienen de la aplicación del término "utilidad" a latotalidad de las ganancias residuales de un empresario.

El interés sobre el capital empleado no forma parte de lautilidad. Los dividendos de una corporación tampoco son uti-lidad. Son el interés sobre el capital invertido más la utilidad omenos la pérdida.

El equivalente de mercado del trabajo efectuado por el em-presario en el manejo de la empresa es un cuasisalario empre-sarial, pero no utilidad.

Si la empresa posee un factor por el cual puede cobrar unprecio monopólico, obtiene una ganancia monopólica. Si la em-presa es una corporación, tales ganancias aumentan los divi-dendos. Sin embargo, en sentido estricto, no son utilidades.

Aún más serios son los errores causados por la confusiónentre actividad empresarial y mejoras e innovaciones tecnoló-gicas.

Los desajustes, cuya eliminación es la función esencial dela actividad empresarial, consisten muchas veces en el hecho deque no se utilicen nuevos métodos tecnológicos en toda su mag-

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nitud como se requeriría para satisfacer de la mejor forma posi-ble la demanda de los consumidores. Pero esto no siempre esdel caso. Cambios en los datos, especialmente en la demandade los consumidores, pueden requerir ajustes que no tienen re-lación alguna con las mejoras e innovaciones tecnológicas. Elempresario que aumenta su producción simplemente agregandonueva maquinaria o equipo al ya existente, sin ningún cambioen el método tecnológico de producción, no es menos empresa-rio que el hombre que inaugura un nuevo método de producción.Lo que le atañe al empresario no es sólo el experimentar connuevos métodos tecnológicos, sino que seleccionar entre los mu-chos métodos tecnológicamente factibles aquellos que son másaptos para satisfacer las necesidades más urgentes del públicodel modo más barato posible.

Que un nuevo procedimiento tecnológico sea o no apto paraeste propósito, debe ser decidido provisionalmente por el em-presario y será finalmente resuelto por la conducta del consu-midor. La pregunta no es si acaso un nuevo método deba serconsiderado como una solución más "elegante" al problema tec-nológico. La cuestión es, si bajo un estado dado de la economía,es efectivamente el mejor método posible de abastecer al consu-midor en la forma más barata.

Las actividades del empresario consisten en tomar decisio-nes. El determina el propósito para el cual los factores de pro-ducción deben ser utilizados. Cualquier otra actividad que elempresario efectúe es accidental a su función empresarial. Loslegos a menudo no se dan cuenta de esto. Confunden la activi-dad empresarial con los asuntos tecnológicos y administrativosde una planta. A sus ojos, los verdaderos empresarios no sonlos accionistas ni los promotores y especuladores, sino los em-pleados que han sido contratados. Los anteriores son sólo pará-sitos que obtienen los dividendos.

Ahora bien, nadie ha afirmado jamás que sea posible pro-ducir sin trabajar. Pero tampoco es posible producir sin bienesde capital, es decir los factores ya producidos para llevar a cabomás producción. Estos bienes de capital son escasos, esto es,no son suficientes para producir todos los bienes que uno qui-siera. Así, surge el problema económico: emplearlos de tal ma-nera que se produzcan sólo los bienes para los cuales exista unademanda muy urgente. No deberían usarse factores en la pro-ducción de un bien para el cual la demanda es menos intensa,ya que si esto se hiciera, se dejaría de producir un bien que ten-dría mayor demanda. Para lograr esto, en un sistema capitalista,existe la función de la actividad empresarial, que determina laasignación del capital a las distintas ramas de la producción. Enun sistema socialista, ésta sería la función del Estado, vale decirde la organización social de coerción y opresión. En este traba-jo no se verá el problema de si una dictadura socialista, que no

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tiene ningún método de cálculo económico, puede o no llevar acabo esta función.

Hay una regla muy simple para distinguir entre los queson empresarios y los que no lo son. Los empresarios son aque-llos sobre los cuales recae la incidencia de pérdidas del capitalusado. Economistas principiantes pueden confundir la utilidadcon otros beneficios. Pero es imposible errar en reconocer pér-didas sobre el capital empleado.

3. Conducción sin fines de lucro.

Lo que se ha llamado democracia de mercado se manifiestaen el hecho de que las empresas que buscan el lucro están su-jetas, incondicionalmente, a la soberanía del público comprador.

Las organizaciones sin fines de lucro no necesitan rendircuentas ante nadie, e incluso están en una posición en la cualpueden desafiar los deseos del público, dentro de los límites da-dos por el monto de capital que tienen disponible.

Un caso especial es el del manejo de los asuntos de gobier-no, es decir, la administración del aparato social de coerción yopresión, por ejemplo, el poder policial. Los objetivos del go-bierno —protección de la inviolabilidad de la vida y salud delos individuos, y su empeño en mejorar las condiciones mate-riales de la existencia— son indispensables. Benefician a todosy son el prerrequisito necesario para la cooperación social y lacivilización. Sin embargo, no pueden ser vendidos ni compradoscomo mercaderías; por lo tanto no tienen precio en el mercado.Con respecto a ellos no puede haber ningún cálculo económico.Los costos incurridos no pueden confrontarse a un precio reci-bido por el producto. Este estado de cosas haría que las autori-dades encargadas de la administración de actividades guber-namentales, de no estar sujetas al sistema presupuestario, ac-tuaran irresponsablemente. Bajo este sistema los administradoresestán obligados a cumplir detalladas instrucciones dadas por laautoridad, sea éste un autócrata autodesignado, o representan-tes de la sociedad. Los limitados fondos son asignados a losadministradores para que ellos los destinen sólo a lo que laautoridad les ha ordenado. Así, el manejo de la administraciónpública se vuelve burocrático, esto es, dependiente de un con-junto detallado de reglas y regulaciones.

El manejo burocrático es la única alternativa en la cual nohay ni utilidad ni pérdida en la administración *.

* L. V. Mises: Human Action, Yale University Press, 1949, págs. 305-307; y Bureaucracy, Yale University Press, 1944, págs. 40-73.

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4. La Votación del Mercado.

Los consumidores, por su acto de comprar o por su abs-tención de hacerlo, eligen a los empresarios como en un plebis-cito que se repite diariamente. Ellos determinan quién debetener y quién no, y cuánto debe tener cada dueño.

Como cada vez que se trata de elegir a una persona —elegirpara cargos públicos, empleados, amigos o cónyuge— la deci-sión del consumidor se basa en su experiencia, lo cual siemprese refiere al pasado. No existe experiencia del futuro. El votode mercado promueve a aquellos que en el pasado inmediatohan servido mejor a los consumidores. Sin embargo, la elecciónpuede ser alterada, y corregida diariamente. El elegido que de-silusiona al electorado es rápidamente bajado de su rango.

El voto de cada consumidor agrega muy poco al campo deacción del elegido. Para alcanzar niveles superiores de actividadempresarial, se necesita obtener una gran cantidad de votosrepetidamente a través de un largo período de tiempo, es decir,una larga serie de aciertos. El empresario debe enfrentar unnuevo juicio todos los días. Se somete, por así decirlo, a nuevasreelecciones permanentemente.

Lo mismo ocurre con sus herederos. Pueden retener su bue-na posición sólo siendo confirmados por el público en repetidasocasiones. Su puesto es revocable. Si lo mantienen, no es pormérito de su predecesor, sino de su propia habilidad para em-plear el capital en la satisfacción de los consumidores.

Los empresarios no son buenos ni perfectos en un sentidometafísico. Deben su posición al hecho de que están mejor pre-parados que otros, para llevar a cabo las funciones del caso.Obtienen utilidades, no porque sean inteligentes en efectuarsu tarea, sino porque son más inteligentes o menos ineptosque otros. No son infalibles y muchas veces son desatinados. Peroson menos propensos a cometer errores y desatinos que otraspersonas. Nadie tiene derecho a ofender al empresario por unerror cometido en su trabajo, ni a decir que los consumidoresestarían mejor servidos si el empresario fuese más diestro yprevisor. Si el crítico supo más, y mejor, ¿por qué no dio el pasoél mismo aprovechando de ganar esas utilidades?. Es fácil pre-ver los hechos después de ocurridos. Después de la guerra to-dos son generales.

Una secuencia de razonamiento muy popular es ésta: Elempresario obtiene utilidades no sólo debido a que otros tu-vieron menos éxito que él en anticipar correctamente el futuroestado del mercado porque el propio empresario contribuyó ala generación de sus utilidades, restringiendo intencionalmentela producción. En caso contrario, si no la hubiera restringido,habría habido tal oferta del bien que su precio habría caídohasta el punto en que no habría quedado excedente alguno por

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sobre los costos de producción. Este razonamiento está a la basede las espurias doctrinas europeas sobre competencia imperfec-ta y competencia monopólica.

A esto recurrió hace poco la Administración norteameri-cana cuando culpó a la industria del acero por el hecho de quela capacidad de producción de acero en Estados Unidos no eramayor que la existente.

Ciertamente los que están involucrados en la producción deacero no son responsables de que nadie más entre a esa áreade la producción. El reproche por parte de las autoridades hu-biera sido correcto si hubiesen achacado a las empresas existen-tes un monopolio de la producción del acero. Pero en ausenciade monopolio, la acusación no está más justificada de lo quesería el censurar a los poetas y músicos del país por el hechode no existir más y mejores artistas. Si por ejemplo, alguien esculpable de que los que se han unido a la defensa civil volun-taria no sean muchos, ciertamente la culpa no es de quienes yaestán en esa organización, sino de los que no están.

Que la producción de un bien p no sea mayor que la exis-tente se debe a que los factores complementarios de producciónrequeridos para una expansión fueron utilizados en la produc-ción de otros bienes. Hablar de una oferta insuficiente de p esvana retórica si no se explicitan los varios productos m quefueron producidos en grandes cantidades con el efecto de quesu producción aparece ahora, ex-post, como un derroche de fac-tores de producción que son escasos. Podemos suponer que elempresario que en lugar de producir cantidades adicionales dep, produjo excesivas cantidades de m y por tanto sufrió pérdi-das, no lo hizo intencionalmente.

Tampoco se ha restringido la producción de p intencional-mente. El capital de cada empresario es limitado; él lo utilizaen aquellos proyectos que espera que al satisfacer la demandamás urgente de los consumidores, le den la más alta utilidad.

Un empresario que tiene disponibles 100 unidades de capi-tal usa, por ejemplo, 50 unidades para la producción de p y 50unidades para la producción de q. Si ambos bienes le dejan uti-lidad, está de más el culparlo por no haber utilizado más, porejemplo, 75 unidades, para la producción de p. Porque los críti-cos pueden encontrar la misma falla con respecto a q. Si se cul-pa al empresario de no producir más p, también se le debe culparpor no producir más q. Esto significaría culpar al empresariopor la escasez de los factores productivos, es decir, de que elmundo no sea como la tierra de Cockaine.

Quizás, el crítico objete esto sobre la base de que él consi-dera que p es un bien vital, mucho más importane que q, y quepor lo tanto debe producirse más de p y menos de q. Si éste esel verdadero significado de su crítica, entonces discrepa con lavaloración de la producción por parte de los consumidores. Se

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quita entonces, la máscara y muestra sus aspiraciones dictato-riales. A su juicio, la producción no debería regirse por los deseosde la sociedad sino que por su propia discreción.

Pero si la producción de q involucra pérdidas, obviamenteello se debe a una falla no intencional del empresario causadapor un mal pronóstico.

En una sociedad de mercado, que no esté saboteada por lainterferencia del gobierno u otras entidades capaces de usar lafuerza, la entrada a las filas de los empresarios está abierta paratodos. Aquellos que saben sacar ventaja de cualquier oportuni-dad de negocio que aparezca, siempre encontrarán el capital re-querido. El mercado está siempre lleno de capitalistas ansiososde encontrar la oportunidad de emplear sus fondos en proyec-tos prometedores y de asociarse a hombres ingeniosos con loscuales se podrán realizar los proyectos más remunerativos.

La gente muchas veces no se da cuenta de esta caracterís-tica del capitalismo porque no capta el significado y el efectode la escasez del capital. La tarea del empresario es seleccionarde los muchos proyectos técnicamente factibles aquellos que sa-tisfarán las más urgentes necesidades no satisfechas del público.Aquellos proyectos para los cuales el capital no es suficiente,no se deben llevar a cabo. El mercado siempre está lleno de vi-sionarios que quieren realizar tales esquemas impracticables. Sonestos soñadores los que alegan sobre la ceguera de los capitalis-tas que ni siquiera pueden preocuparse de sus propios intereses.Por supuesto, los inversionistas yerran frecuentemente en laelección de sus inversiones. Pero estas fallas consisten, precisa-mente, en el hecho de que prefieren proyectos que no satisfaríanlas necesidades más urgentes del público comprador.

La gente a menudo yerra, lamentablemente, al estimar eltrabajo de un genio creativo. Sólo una minoría tiene la capaci-dad de apreciar en su verdadero valor los logros de poetas, ar-tistas y pensadores. Puede suceder que la indiferencia de suscontemporáneos haga imposible al genio lograr lo que hubieraalcanzado si lo hubiesen juzgado mejor. No cabe duda de quees cuestionable cómo se selecciona al poeta laureado y al filóso-fo "á la mode".

Pero el cuestionamiento de la elección del empresario a tra-vés del libre mercado es inaceptable. La preferencia de los con-sumidores por ciertos bienes puede ser condenada desde el puntode vista de un filósofo. Pero los juicios de valor son siemprepersonales y subjetivos. El consumidor escoge qué lo satisfacemejor, de acuerdo a lo que él piensa. Nadie está llamado a de-terminar lo que hace o no feliz a otro. La popularidad de losautos, televisores y medias nylon puede ser criticada desde unpunto de vista "superior". Pero éstas son las cosas que la gentequiere. La gente otorga su voto a aquellos empresarios que ofre-cen estos artículos con la mejor calidad y al menor precio.

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Al escoger entre partidos políticos y programas para la or-ganización social y económica de un país, la mayoría de las per-sonas están desinformadas. Al votante común le falta visiónpara distinguir entre las políticas que son aptas para lograr lasmetas que él tiene y las que no lo son. Está en desventaja paraexaminar y analizar el razonamiento que constituye la filosofíade un programa social. A lo más se podrá formar una opiniónsobre los efectos de corto plazo de las políticas. No tiene modode considerar los efectos de largo plazo. En principio, los socia-listas y comunistas, a menudo, sostienen la infalibilidad de lasdecisiones mayoritarias. Sin embargo, contradicen sus propiaspalabras al criticar a las mayorías parlamentarias que rechazansu credo, y al negar a los individuos, bajo un sistema uniparti-dista, la oportunidad de elegir entre diferentes partidos.

Pero al comprar un bien o abstenerse de hacerlo no haynada más involucrado que el deseo del consumidor de satisfa-cer sus necesidades. El consumidor —a diferencia del votantepolítico— no elige entre medidas cuyos efectos se notarán en ellargo plazo. El consumidor escoge entre cosas que le darán sa-tisfacción inmediata. Su decisión es final.

Un empresario obtiene utilidades sirviendo al consumidor,a la gente, tal como es y no como debería serlo, según el parecerde algún crítico o dictador potencial.

5. La Función Social de la Utilidad y la Pérdida.

Las utilidades nunca son normales. Aparecen sólo cuandohay desajustes, divergencias entre la producción actual y laproducción que debiera efectuarse de manera de utilizar todoslos recursos materiales e intelectuales disponibles para la mejorsatisfacción posible de los deseos del público. Las utilidades sonel premio a aquellos que eliminan los desajustes, las que desa-parecen cuando el desajuste es eliminado totalmente. En la cons-trucción imaginaria de una economía que funciona sin altibajosno hay utilidades. Ahí, la suma de los precios de factores com-plementarios de producción, tomando en cuenta la preferenciaen el tiempo, coincide con el precio del producto.

Mientras mayor sea el desajuste existente, mayores seránlas utilidades ganadas al removerlo. Algunas veces estos desa-justes pueden ser excesivos. Pero no es apropiado aplicar el epíte-to "excesivo" a las utilidades.

Los individuos llegan a la idea de utilidades excesivas alconfrontar las utilidades obtenidas con el capital usado en laempresa, y midiendo las utilidades como un porcentaje del ca-pital. Este método es sugerido por el procedimiento aplicado ensociedades y corporaciones para asignar las cuotas del total deutilidades que corresponden a cada socio accionista. Estos hom-bres han contribuido en grados distintos a la realización del

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proyecto y, por tanto, participan en las utilidades o pérdidas deacuerdo al nivel de su contribución.

Pero no es el capital empleado el que crea utilidades y pér-didas. El capital no origina las utilidades como pensó Marx. Losbienes de capital como tales son cosas muertas, que por sí mis-mas no logran nada. Si son utilizados de acuerdo a una buenaidea, aparecen las utilidades. Es la decisión empresarial la quecrea las utilidades o las pérdidas. De los actos mentales, de lamente del empresario, se originan, en última instancia, las uti-lidades. Las utilidades son producto de la mente, del éxito enanticipar el futuro estado del mercado. Es un fenómeno espiri-tual o intelectual.

Se puede mostrar fácilmente lo absurdo que es condenar unautilidad cualquiera que ella sea por excesiva. Supongamos queuna empresa con un monto de capital c produjo una cantidaddeterminada de p, la cual se vendió a un precio que dejó unadiferencia por sobre los costos de s, y en consecuencia una uti-lidad de n por ciento. Si el empresario hubiese sido menos capaz,hubiera necesitado 2c para la misma producción de p. Para sim-plificar el argumento se puede, incluso, obviar el hecho de queello hubiera aumentado necesariamente los costos de produc-ción porque hubiese doblado el interés sobre el capital utilizado,y podemos suponer que s se hubiera mantenido. Pero a cualquiertasa s tendría que haber sido confrontado con 2c en vez de c,y así la utilidad hubiera sido sólo n/2 por ciento del capital em-pleado. La "excesiva" utilidad se habría reducido a un nivel"justo". ¿Por qué? Porque el empresario fue menos eficiente yporque con su falta de eficiencia privó a los demás de todas lasventajas que hubieran tenido si hubiera dejado disponible unmonto c de capital para la producción de otras mercaderías.

Al tildar las utilidades de excesivas y multar al empresarioeficiente con impuestos discriminadores, los individuos se estánperjudicando a sí mismos. El gravar las utilidades es equivalentea gravar el éxito en servir mejor al público. La única meta detoda actividad productiva es emplear los factores de producciónde tal forma que rindan el mayor producto posible. Mientrasmás disminuye la cantidad de un factor requerido para la pro-ducción de un artículo, mayor será la cantidad de factores deproducción escasos que estarán disponibles para la producciónde otros bienes. Pero mientras más éxito tenga el empresario allograr esto, más será difamado y lo gravarán mayores impues-tos. Los costos crecientes por unidad de producto, esto es, eldesperdicio, es, entonces, celebrado como virtud.

La manifestación más increíble de esta completa imposibi-lidad de captar la tarea de la producción, y la naturaleza y lafunción de utilidades y pérdidas se demuestra en la supersticiónde que las utilidades son un agregado a los costos de producción,cuyo nivel depende únicamente de la discreción del vendedor.

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Esta es la creencia que lleva a ciertos gobiernos a controlar losprecios. Esta misma creencia también ha llevado a muchos go-biernos a efectuar arreglos con sus contratistas, según los cua-les el precio a pagar por un bien entregado es igual al costo deproducción del vendedor, aumentado en un porcentaje definido.El efecto es que el proveedor obtiene un superávit mayor, mien-tras menos éxito tiene en evitar costos superfluos. Contratos deeste tipo elevaron considerablemente las sumas que los EstadosUnidos tuvo que gastar en las dos guerras mundiales. Pero losburócratas, primero que nadie los profesores de economía quesirvieron en las diferentes agencias de guerra, se jactaban de suingenioso manejo de estos asuntos.

Todas las personas, tanto los empresarios como los que nolo son, miran con desdén cualquier utilidad obtenida por otrosindividuos. La envidia es una debilidad común de los hombres.La gente es renuente a reconocer el hecho de que ellos mismospudieron haber obtenido utilidades si hubieran mostrado la mis-ma visión y juicio que el exitoso hombre de negocios. Su resen-timiento es tanto más violento, cuanto más se dan cuenta, sub-conscientemente, de ese hecho.

No habría utilidades si no existiera el ansia del público poradquirir la mercadería ofrecida para la venta por el empresarioexitoso. Pero los mismos que se esfuerzan por adquirir estos ar-tículos, vilipendian al hombre de negocios y dicen que sus uti-lidades fueron mal obtenidas.

La expresión semántica de esta envidia es la diferencia en-tre "ingresos ganados" y "no ganados". Estas expresiones pe-netran los textos, el lenguaje de las leyes y los procedimientosadministrativos. Así, por ejemplo, el formulario 201 de impuestoal ingreso del Estado de Nueva York llama "ingresos ganados"sólo a la compensación recibida por los empleados y, por consi-guiente, todo otro ingreso, aún aquel resultante del ejercicio deuna profesión, es ingreso no ganado. Tal es la terminología deun Estado cuyo gobernador es un republicano y cuya asambleaestatal tiene una mayoría republicana.

La opinión pública perdona las utilidades sólo en cuantoéstas no excedan el salario pagado a un empleado. Todo exce-dente es rechazado como injusto. El objetivo de los impuestoses, bajo el principio de capacidad de pago, confiscar este supe-rávit.

Ahora bien, una de las principales funciones de la utilidades traspasar el control del capital a aquellos que saben emplear-lo de la mejor forma posible para la satisfacción del público.Mientras más utilidades obtenga una persona, mayor se hacesu riqueza, y más influyente se torna en el manejo de losnegocios. Las utilidades y las pérdidas son los instrumentos através de los cuales los consumidores transfieren la direcciónde las actividades productivas a manos de aquellos que son más

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aptos para servirlos. Cualquier cosa que se haga para restringiro confiscar utilidades, altera esta función. El resultado de talesmedidas es disminuir el control que tienen los consumidoressobre el curso de la producción. La máquina económica se torna,desde el punto de vista de las personas, menos eficiente y menoságil.

Los celos del hombre común hacen que vea las utilidadesdel empresario como si las usara exclusivamente para consumir.Parte de ellas es, por supuesto, consumida. Pero sólo aquellosempresarios que consumen una pequeña fracción de las utili-dades y reinvierten todo el resto en su empresa, logran riquezae influencia en el ámbito de los negocios. Lo que hace que peque-ños negocios se desarrollen y crezcan no es el gasto sino elahorro y la acumulación de capital.

6. Utilidades y Pérdidas en Economías en Progreso y enEconomías en Retroceso.

Llamamos economía estacionaria a aquella en la cual elingreso per cápita y la riqueza de los individuos permanece cons-tante. En tal economía lo que los consumidores gastan en com-prar más de algunos bienes debe ser igual al menor gasto enotros artículos. El monto total de las utilidades ganadas porunos empresarios debe ser igual al monto total perdido por losotros.

Un excedente de la suma de todas las utilidades ganadasen toda la economía por sobre la suma de todas las pérdidassufridas se produce sólo en una economía en progreso, esto es,en una economía en la cual la cuota de capital per cápita au-menta. Este incremento es un efecto del ahorro que agreganuevos bienes de capital a la cantidad previamente disponible.Este aumento en el capital disponible crea desajustes en cuantotrae discrepancias entre el actual estado de la producción yaquel estado que hace posible el capital adicional. Gracias a lageneración de capital adicional, ciertos proyectos, que hasta aquíno se podían efectuar, ahora son posibles. Al dirigir el nuevocapital a aquellos canales en los cuales se satisfacen los deseosmás urgentes de las personas que antes no fueron satisfechos,los empresarios obtienen utilidades que no son contrarrestadaspor las pérdidas de otros empresarios.

El enriquecimiento que genera el capital adicional va sóloen parte a aquellos que lo crearon ahorrando. El resto va —alaumentar la productividad marginal del trabajo y así los sala-rios— a los asalariados; y —al aumentar los precios de deter-minadas materias primas y alimentos— va a los dueños de latierra; y, finalmente, va a los empresarios que integran estenuevo capital a los procesos productivos más económicos. Pero

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mientras lo que ganan los asalariados y los terratenientes espermanente, las utilidades de los empresarios desaparecen unavez lograda esta integración. Las utilidades del empresario son,como se dijo antes, un fenómeno permanente sólo por el hechode que aparecen diariamente los desajustes a través de cuyaeliminación se obtienen utilidades.

Sólo con el fin de desarrollar nuestro argumento recurra-mos al concepto de ingreso nacional tal como se le emplea en laeconomía en forma popular. Es obvio que en una economía es-tacionaria ninguna parte del ingreso nacional va a utilidades:únicamente en economías en progreso hay un exceso de utili-dades totales por sobre las pérdidas totales. La creencia popular,según la cual las utilidades son una deducción del ingreso delos trabajadores y consumidores es una falacia. Si queremos apli-car el término deducción al asunto, tenemos que decir que esteexcedente de utilidades sobre pérdidas, tanto como los incre-mentos en los ingresos de los asalariados y terratenientes, esdeducido de las ganancias de aquellos cuyo ahorro generó elcapital adicional. Su ahorro es el vehículo de mejoramiento eco-nómico, que hace posible el empleo de innovaciones tecnológicasy que aumenta la productividad y el nivel de vida. Es la acti-vidad de empresario la que cuida que el capital adicional seautilizado en su uso más económico. En tanto y cuanto no aho-rren, ni los trabajadores ni los dueños de la tierra contribuyen,de manera alguna, a la creación de las circunstancias que ge-neran lo que se llama progreso y mejoramiento económico. Es-tos se ven beneficiados, por una parte, por el ahorro de lasotras personas que crea capital adicional y por otra, por laacción empresarial que dirige este capital adicional hacia lasatisfacción de los deseos más urgentes.

Una economía en retroceso es aquella en la cual la cuotaper cápita del capital invertido es decreciente. En tal economíael monto total de pérdidas incurridas por los empresarios ex-ceden el monto total de utilidades obtenidas por otros em-presarios.

7. El Cálculo de las Utilidades y las Pérdidas.

Las categorías de utilidad y pérdida se originan en cua-lidades síquicas y no son reducibles a ninguna descripcióninterpersonal en términos cuantitativos. Son magnitudes de in-tensidad. La diferencia entre el valor final alcanzado y aquelde los medios aplicados para su logro es la utilidad, si es posi-tiva, y la pérdida, si es negativa.

Donde hay división social del esfuerzo y cooperación, comotambién propiedad privada de los medios de producción, sehace posible y necesario el cálculo económico en término deunidades monetarias. Las utilidades y pérdidas son medibles

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como un fenómeno social. El fenómeno síquico de las utilidadesy pérdidas, de las cuales ellas se derivan en último término,permanecen, por cierto, como magnitudes de intensidad noconmensurables.

El hecho de que en el marco de la economía de mercadolas utilidades y pérdidas empresariales se determinen por ope-raciones aritméticas ha confundido a muchos. No se ve que loselementos esenciales que entran en este cálculo son las estima-ciones, emanadas de la comprensión específica por parte delempresario, respecto del estado futuro del mercado. Se piensaque estos cálculos serían susceptibles de revisión y verificacióno alteración por parte de un experto desinteresado. Se ignorael hecho de que tales cómputos son, normalmente, inherentesa la anticipación especulativa que hace el empresario de incier-tas condiciones futuras.

Para el proposito de este ensayo es suficiente referirse auno de los problemas de la contabilidad de costos. Uno de losítem de una lista de costos es el establecer una diferencia en-tre el precio pagado por la adquisición de lo que comúnmentese llama equipo durable de producción, y su valor presente.Este valor presente es el equivalente monetario de la contribu-ción que hará este equipo a las futuras ganancias. No hay cer-teza respecto del futuro estado del mercado ni respecto delnivel de estas ganancias. Es posible determinarlo solamentepor una anticipación especulativa por parte del empresario. Esabsurdo llamar a un experto y sustituir su juicio arbitrario porel del empresario. El experto es objetivo en tanto no sea afecta-do por algún error que hubiere cometido. Pero el empresarioexpone su propio bienestar material.

Por supuesto, la ley determina las magnitudes que llamautilidades y pérdidas. Pero estas magnitudes no son idénticasal concepto económico de utilidad y pérdida y no deben confun-dirse con ellas.

Si una ley de impuestos llama a una magnitud utilidad,ello, en efecto, sólo determina el nivel de los impuestos a pa-gar. Llama utilidad a esa magnitud porque quiere justificar supolítica impositiva a los ojos del público. Para el legisladorsería más correcto omitir el término utilidad y simplementehablar de la base para el cálculo de los impuestos a pagar.

La tendencia de las leyes impositivas es computar lo quellaman utilidad lo más alto posible para así aumentar la re-caudación inmediata del público. Pero hay otras leyes diseña-das para restringir la magnitud que llaman utilidad. Loscódigos comerciales de muchos países estaban y están guiadospor el esfuerzo de proteger los derechos de los acreedores. Sumeta era restringir lo que llamaban utilidades de manera deimpedir al empresario sacar, en perjuicio de los acreedores,demasiado de la firma o corporación para su propio beneficio.

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Son estas tendencias las que operaron en la evolución de losusos comerciales convenientes al nivel normal de las cuotas dedepreciación.

Hoy en día no hay necesidad de insistir en el problema dela falsificación del cálculo económico bajo condiciones infla-cionarias. Todos comienzan a comprender el fenómeno de lasutilidades ilusorias, resultado de las grandes inflaciones denuestro tiempo.

El no captar los efectos de la inflación sobre los métodosacostumbrados de computar las utilidades originó el conceptomoderno de "usura". Un empresario es apodado usurero sisu cuenta de utilidades y pérdidas, calculada en términos deuna moneda sujeta a una inflación que avanza y rápidamente,muestra utilidades que a otro le parecen "excesivas". A me-nudo se ha dado en muchos países que el estado de utilidad ypérdida de tal usurero, cuando se le calculaba en términos deuna moneda no depreciada o menos depreciada, no mostrabautilidades, sino que considerables pérdidas.

Incluso si nos olvidamos, en beneficio del argumento, decualquier referencia al fenómeno de mera inflación —utilida-des ilusorias inducidas— es obvio que el epíteto "usurero" esla expresión de un juicio de valor arbitrario. No hay otro niveldisponible para la distinción entre usura y utilidades justasque aquel provisto por el censor personal de la envidia y elresentimiento.

Sin duda es extraño que una lógica eminente, la difuntaL. Susan Stebbing, no haya visto el problema. La profesoraStebbing igualó el concepto de usura a conceptos que refierena una distinción de tal naturaleza que no se puede definir unalínea clara entre los extremos. La diferencia entre "utilidadesexcesivas o usureras" y "utilidades legítimas", declara, esclara, aunque no sea una distinción tajante*. Ahora bien, estadistinción es clara sólo con respecto a la legislación que defineel término utilidad excesiva según es usado en ese contexto.Pero esto no es lo que Stebbing tenía en mente. Ella explícita-mente enfatizó que tales definiciones legales eran hechas "enuna forma arbitraria para los propósitos prácticos de la ad-ministración". Usó el término "legítimo" sin referencia algunaa estatutos legales y sus definiciones. Pero ¿está permitidousar el término "legítimo" sin referencia a ningún criteriodesde el punto de vista del cual la cosa en cuestión deba serconsiderada como legítima? y ¿hay algún otro criterio dispo-nible para diferenciar entre usura y utilidad legítima que aquélotorgado por los juicios de valor personales?

* Cf. L. Susan Stebbing, Thinking to Some Purpose (Libros Pelican A.44). págs. 185-187.

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La profesora Stebbing se refirió a los célebres argumentosacervus et calvus de los antiguos lógicos. Muchas palabras sonvagas en cuanto se refieren a características que pueden serposeídas en variados grados. Es imposible delimitar claramentea aquellos que son calvos de los que no lo son. Es imposibledefinir precisamente el concepto de calvicie. Pero la profesoraStebbing no se dio cuenta de que la característica de acuerdoa la cual los individuos se distinguen entre calvos y no calvoses susceptible de una definición precisa. Es la presencia o au-sencia de cabello en la cabeza de una persona. Esta es una señalclara y no ambigua cuya presencia o ausencia se debe estable-cer por observación y expresarse mediante proposiciones sobrela existencia. Lo vago es meramente la determinación del puntoen el cual la no calvicie se vuelve calvicie. La gente puede dis-crepar con respecto a la determinación de este punto. Pero sudesacuerdo se refiere a la interpretación de la convención quele da cierto significado a la palabra calvicie. No están implica-dos juicios de valor. Puede suceder, por supuesto, que la dife-rencia de opinión sea, en un caso concreto, causada por sesgos.Pero esto es otra cosa.

La vaguedad de palabras como calvo es la misma que esinherente a los numerales indefinidos y pronombres. El len-guaje necesita tales términos, ya que para muchos propósitosde comunicación diaria entre los hombres el establecer can-tidades aritméticas exactas es superfluo y muy problemático.Los lógicos se equivocan mucho al tratar de darles a tales pala-bras, cuya vaguedad es intencional y sirve un propósitodefinido, la precisión de los numerales definidos. Para un indi-viduo que planea visitar Seattle la información de que haymuchos hoteles en esta ciudad es suficiente. Un comité queplanea una convención en Seattle necesita información precisasobre el número de camas de hotel disponibles.

El error de la profesora Stebbing consistió en la confusiónde proposiciones existenciales con juicios de valor. Su pocafamiliaridad con los problemas de la economía, que todos susotros escritos muestran, la mantuvo en el error. No hubieracometido tal desatino en un campo más conocido para ella. Nohabría declarado que hay una clara distinción entre "royaltieslegítimos" de un autor y "royalties ilegítimos". Ella habríacomprendido que el nivel de los "royalties" depende de la apre-ciación que tengan las personas sobre un libro, y que un obser-vador que critica el nivel de los "royalties" expresa meramentesu propio juicio de valor.

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II. La Condena de la Utilidad

1. La economía y la abolición de las, utilidades

Aquellos que menosprecian las utilidades empresarialespor considerarlas "no ganadas" quieren decir que es un lucroinjustamente retenido de los trabajadores, de los consumido-res, o de ambos. Tal es la idea subyacente al discutido "dere-cho a todo el producto del trabajo", y a la doctrina de la ex-plotación de Marx. Se puede decir que muchos gobiernos, sino todos, y la inmensa mayoría de nuestros contemporáneosmantienen esta opinión a pesar de que algunos de ellos son losuficientemente generosos como para consentir en que unafracción de las utilidades debería dejarse a los "explotadores".

No vale la pena argumentar sobre lo adecuado de precep-tos éticos. Ellos se derivan de la intuición; son arbitrarios ysubjetivos. No hay un criterio objetivo disponible con respectoal cual se pudieren juzgar. Los fines últimos son elegidos segúnlos juicios de valor individuales. No se pueden determinar pormedio de investigaciones científicas o razonamientos lógicos.Si un hombre dice: "Esto es lo que yo busco, no importandolas consecuencias de mi conducta y el precio que tenga quepagar por ello", nadie está en una posición como para dar unargumento en su contra. Pero la cuestión es si realmente escierto que este hombre está dispuesto a pagar cualquier preciopor el logro del fin deseado. Si a esta pregunta se respondenegativamente, se hace posible entrar a examinar el problemainvolucrado.

Si realmente hubiese gente que estuviera preparada paraenfrentar todas las consecuencias de la abolición de las utili-dades, por muy terribles que sean, no sería posible para la eco-nomía manejar el problema. Pero esto no es así. Aquellos quequieren abolir las utilidades creen que esta confiscación mejo-raría el bienestar material de todos los no-empresarios. A susojos, la abolición de las utilidades no es un fin último, sino unmedio para lograr un fin determinado, que es el enriqueci-miento, de los no-empresarios. Que este fin pueda ser verdade-ramente alcanzado por el uso de ese medio, y que el empleode ese medio, quizás traiga otros efectos que pueden parecermenos deseables que las condiciones vigentes antes del uso deese medio, son preguntas que la economía está llamada a exa-minar.

2. Consecuencias de la abolición de las utilidades

La idea de abolir las utilidades para bien del consumidorimplica que el empresario debe ser forzado a vender los pro-ductos a precios que no excedan los costos de producción. Co-

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mo tales precios están bajo el precio potencial de mercadopara los artículos cuya venta hubiera dejado utilidades, laoferta disponible no es suficiente como para que todos los quequieran comprar a estos precios lo hagan. El mercado quedaparalizado por el decreto de precio máximo. No puede asignarlos productos entre los consumidores. Debe entonces adoptarseun sistema de racionamiento.

La sugerencia de abolir las utilidades de un empresariopara el beneficio de los empleados no apunta a la abolición dela utilidad. Apunta a quitarlas de las manos del empresarioy pasarlas a las de los empleados.

Bajo tal esquema, la incidencia de las pérdidas incurridascae sobre el empresario, mientras que las utilidades van a losempleados. Es probable que el efecto de este arreglo consista enhacer aumentar las pérdidas y mermar las utilidades. En cual-quier caso, una mayor parte de las utilidades serán consumidasy una menor se ahorrará y reinvertirá en la empresa. No habrácapital disponible para establecer nuevas ramas de producción,ni para transferirlo de ramas que —de acuerdo con la demandade los consumidores— deberían restringirse a las ramas quedeberían expandirse. Porque se afectarán negativamente losintereses de los empleados de una empresa determinada o ramade producción, al restringir el capital utilizado en ella y trans-ferirlo a otra empresa o rama. Si tal esquema hubiese sido adop-tado medio siglo atrás, todas las innovaciones logradas en estetiempo habrían sido imposibles. Si, en beneficio del argumento,estuviésemos preparados para obviar cualquier referencia alproblema de acumulación de capital, aún tendríamos que dar-nos cuenta de que dar las utilidades a los empleados debe re-sultar en rigideces en el estado productivo que una vez se al-canzó, y en impedimentos para cualquier ajuste, mejoramientoy progreso.

De hecho, el esquema transferiría la propiedad del capitalinvertido a manos de los empleados. Sería equivalente aestablecer el sindicalismo, y generaría los mismos efectos delsindicalismo, sistema que ningún autor o reformista ha tenidoel coraje de defender abiertamente.

Una tercera solución al problema sería confiscar todas lasutilidades obtenidas por el empresario en beneficio del Estado.Un impuesto de 100% sobre las utilidades lograría esto. Ellotransformaría a los empresarios en administradores irresponsa-bles de todas las plantas y talleres. No estarían ya sujetos a lasupremacía del público comprador. Serían personas que ten-drían el poder de manejar la producción a su antojo.

Los gobiernos contemporáneos que no han adoptado delleno el socialismo aplican los tres esquemas en conjunto. Con-fiscan, a través de varias medidas de control de precios, unaparte de las utilidades potenciales con el argumento de que es

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en beneficio del consumidor. Apoyan a los sindicatos ensu intentos de extraer, bajo el principio de capacidad de pagopara la determinación de los salarios, una parte de las utilida-des del empresario. Y, por último pero no por ello menos impor-tante, están atentos a confiscar, mediante impuestos progresi-vos que gravan el ingreso de las personas y de las corporacioneslas "utilidades excesivas". Una fracción siempre creciente delas utilidades aumenta los ingresos del Estado. Puede verseclaramente que estas políticas, si continúan, tendrán éxito enabolir las utilidades empresariales.

El efecto conjunto de la aplicación de estas políticas aúnhoy está acarreando el caos. El efecto final debería ser la im-plantación del socialismo por la desaparición de los empresa-rios. El capitalismo no puede sobrevivir a la abolición de lasutilidades. Son las utilidades y pérdidas las que fuerzan a loscapitalistas a usar su capital para el mejor servicio posible delos consumidores. Son las utilidades y las pérdidas las que ha-cen soberanos a los consumidores en la conducción de aquellosnegocios que mejor satisfacen al público. Si las utilidades sonabolidas, resulta el caos.

3. Argumentos en contra de las utilidades

Todas las razones dadas en favor de una política antiutili-dad son el resultado de una interpretación errónea de la ope-ración de la economía de mercado.

Los magnates son demasiado poderosos, muy ricos, y muygrandes. Abusan de su poder para su propio enriquecimiento.Son tiranos irresponsables. Que una empresa sea grande es unmal en sí mismo. No hay razón por la cual algunos hombresposean millones y otros sean pobres. La riqueza de unos pocoses la causa de la pobreza de las masas.

Cada palabra de estas denuncias apasionadas es falsa. Loshombres de negocios no son tiranos irresponsables. Es precisa-mente la necesidad de obtener utilidades y de evitar pérdidaslo que da influencia al consumidor sobre las empresas, y lasobliga a cumplir con los deseos del público. Lo que hace grandea una empresa es el éxito en satisfacer la demanda de los con-sumidores. Si la empresa grande sirviera peor a los consumido-res que una pequeña, entonces hace mucho que se habría vistoforzada a reducir su tamaño. No hay peligro en que el empre-sario se enriquezca aumentando sus utilidades. El hombre denegocios, como tal, tiene una sola tarea: procurar las utilidadesmás altas posibles. Las grandes utilidades son una prueba delbuen servicio ofrecido al consumidor. Las pérdidas son pruebade desatinos, de no haber efectuado satisfactoriamente las ta-reas empresariales. Las riquezas de los empresarios exitososno son la causa de la pobreza de nadie; son la consecuencia de

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que los consumidores están mejor abastecidos de lo que lo es-tarían en ausencia del esfuerzo empresarial. Las penurias demillones de personas en países retrasados no son causadas porla opulencia de nadie: son la consecuencia de que esos paísesno tienen empresarios ricos. El nivel de vida del hombre comúnes más alto en aquellos países que tienen el mayor número deempresarios ricos. Es por el interés material de todos que elcontrol de los factores productivos debe estar concentrado enlas manos de aquellos que saben usarlos de la forma más efi-ciente posible.

El objetivo abiertamente declarado de las políticas de todoslos gobiernos de hoy y de los partidos políticos es evitar el sur-gimento de nuevos millonarios. Si esta política se hubiese adop-tado hace 50 años en los Estados Unidos, el crecimiento de lasindustrias productoras de nuevos artículos se hubiera estanca-do. Vehículos motorizados, refrigeradores, radios y cientos deotras innovaciones que aunque menos espectaculares son aúnmás útiles, no se habrían convertido en el equipamiento habi-tual de la mayoría de las familias norteamericanas.

El asalariado promedio piensa que no se necesita más quela simple rutina del trabajo que se le ha asignado para mante-ner andando el aparato social de producción y para mejorar yaumentar la producción. No se da cuenta de que el mero tra-bajo e incomodidad del que tiene una rutina no es suficiente.Diligencia y habilidad son usadas en vano si no están dirigidashacia la meta más importante y si no está la ayuda del capitalacumulado por los capitalistas. El trabajador norteamericanoestá muy equivocado al creer que su alto nivel de vida se debea su propia excelencia. No es más industrioso ni más habilidosoque los trabajadores de Europa Occidental. Su ingreso superiorse debe al hecho de que su país adhirió al "rudo individualismo"por mucho más tiempo que Europa. Fue suerte que los EstadosUnidos adoptara una política anticapitalista 40 ó 50 años mástarde que Alemania. Sus sueldos son mayores que los de lostrabajadores del resto del mundo porque el capital por traba-jador es mayor en Estados Unidos, y porque el empresario nor-teamericano no ha estado tan restringido por reglamentoscomo sus colegas en otras áreas. La prosperidad comparativa-mente mayor de los Estados Unidos es un resultado del hechode que el "New Deal" no apareció en 1900 ó 1910 sino sólo en1933.

Si uno quiere estudiar las razones para el atraso de Europa,sería necesario examinar las múltiples leyes y regulaciones queimpidieron en Europa el establecimiento del equivalente deuna droguería norteamericana, y que paralizó la evolución decadenas de tiendas, las tiendas de departamentos, los super-mercados y las confecciones en serie. Sería importante investi-gar los esfuerzos del Reich alemán para proteger los ineficientes

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métodos del tradicional "Handwork" (artesanía) contra la com-petencia de los negocios capitalistas. Aún más revelador seríaexaminar el "Gewerbepolitik" austríaco, una política que desdecomienzos de la década del 80 buscó preservar la estructuraeconómica de la época anterior a la revolución industrial.

La peor amenaza a la prosperidad, la civilización y elbienestar material de los asalariados es la incapacidad de losjefes de los sindicatos, de los "economistas de los sindicatos" yde los estratos menos inteligentes de los trabajadores mismospara apreciar el papel que cumplen los empresarios en la pro-ducción. Esta falta de visión ha encontrado una expresión clá-sica en los escritos de Lenin. Según Lenin, todo lo que laproducción requiere, aparte del trabajo normal del trabajadory de los diseños del ingeniero, es un "control de la produccióny distribución", tarea que es fácil lograr por medio de los "tra-bajadores armados". Porque, dice, esta contabilidad y control"han sido simplificados al máximo por el capitalismo, hastavolverse las extraordinariamente simples operaciones de mirar,archivar y otorgar recibos, al alcance de todos los que puedenleer, escribir y que conocen las cuatro primeras operaciones dela aritmética"*. No es necesario hacer comentarios.

4. El argumento de la igualdad

A los ojos de los partidos que se consideran progresistas eizquierdistas, el principal vicio del capitalismo es la desigualdadde ingresos y de riqueza. El fin último de sus políticas es esta-blecer la igualdad. Los moderados quieren alcanzar esta metapaso a paso; los radicales planean lograrlo de una sola vez, pormedio del derrocamiento revolucionario del modo de produccióncapitalista.

Sin embargo, al hablar de igualdad y buscar vehemente-mente su realización, nadie defiende la reducción de su propioingreso actual. El término igualdad, como es empleado en ellenguaje político contemporáneo, significa subir el nivel del in-greso de una persona, y no bajarlo jamás. Significa tener más,y no compartir el mayor ingreso con los que tienen menos.

Si el trabajador automotriz norteamericano, ferrocarrileroo compositor dice "igualdad" piensa que debe expropiarse a losaccionistas y a los que poseen bonos, para su propio beneficio. Nopiensa compartir sus ingresos con los trabajadores no califica-dos que ganan menos. Nunca se le ocurre pensar que la gentede América Latina, Asia y África puede interpretar el postula-do de igualdad como igualdad mundial y no como igualdadnacional.

* Lenin, State and Revolution, 1917 (Editado por International Publishers.New York, págs. 83-84).

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Tanto el movimiento político de los trabajadores como elmovimento sindical publicitan exageradamente su internacio-nalismo. Pero este internacionalismo es un mero gesto retóricosin ningún significado sustancial. En cada país en el cual elsalario promedio es mayor que en otras áreas, los sindicatosabogan por insalvables barreras inmigratorias para así evitarque "camaradas y hermanos" extranjeros compitan con suspropios miembros. Comparada con las leyes antimigratorias delas naciones europeas, la legislación inmigratoria de las repú-blicas americanas es moderada, porque permite la inmigraciónde un número limitado de personas. Tales cuotas normales nose dan en la mayoría de las leyes europeas.

Todos los argumentos avanzados en favor de la igualdaddel ingreso dentro de un país pueden, con la misma justifica-ción o falta de ella, ser dados en favor de la igualdad mundial.Un trabajador norteamericano no tiene mejor título parareclamar los ahorros de un capitalista norteamericano que cual-quier extranjero. Si un hombre ha obtenido utilidades sirviendoal consumidor y no las ha consumido del todo, sino que las hareinvertido en gran parte en maquinaria industrial, no le da anadie un título válido para expropiar este capital para su propiobeneficio. Pero si uno mantiene una opinión contraria, cierta-mente no hay razón para atribuirle a nadie un derecho mejorque a otros para expropiar. No hay razón para afirmar que sólolos norteamericanos tienen derecho a expropiarles a otros norte-americanos. Los grandes de la industria norteamericana sonlos descendientes de gente que inmigró a los Estados Unidosdesde Inglaterra, Escocia, Irlanda, Francia, Alemania y otrospaíses europeos. La gente de los países de origen sostiene quetiene el mismo derecho que los norteamericanos a apoderarsede la propiedad adquirida por estos hombres. Los izquierdistasnorteamericanos están muy equivocados al creer que sus pro-gramas sociales son idénticos o al menos compatibles con losobjetivos de los izquierdistas de otros países. No lo son. Losizquierdistas extranjeros no aceptarían que los norteamerica-nos —una minoría de menos del 1% de la población total mun-dial— conservarán lo que es, a sus ojos, posición privilegiada. Ungobierno mundial de la clase que piden los izquierdistas trata-ría de confiscar, por un impuesto mundial al ingreso, todo elexceso de salario de un norteamericano por sobre el ingreso deun trabajador chino o indio. Aquellos que dudan de la exactitudde esta afirmación clarificarían sus dudas después de unaconversación con cualquiera de los líderes intelectuales de Asia.

Difícilmente existe algún iraní que califique las objecio-nes hechas por el Gobierno laboral británico en contra de laconfiscación de los pozos de petróleo como algo más que unamanifestación del más reaccionario espíritu de explotacióncapitalista. Hoy en día los gobiernos se abstienen de expropiar

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virtualmente inversiones extranjeras —por medio del controldel tipo de cambio, impuestos discriminatorios y herramientassimilares— sólo si esperan obtener más capital extranjero enlos próximos años, y así estar en condiciones en el futuro deexpropiar un monto mayor.

La desintegración del mercado internacional de capitaleses uno de los efectos más importantes de la actual mentalidadantilucro. Pero no menos desastroso es el hecho de que la ma-yor parte de la población mundial se vuelve hacia los EstadosUnidos —no sólo hacia los capitalistas norteamericanos, sinotambién hacia los trabajadores norteamericanos— con los mis-mos sentimientos de envidia, odio y hostilidad, con los cuales,estimulados por las doctrinas socialistas y comunistas, lasmasas de todas partes miran a los capitalistas de su propiopaís.

5. Comunismo y pobrera

Un método usual de analizar programas y movimientos po-líticos es explicar y justificar su popularidad refiriéndose a lascondiciones que la gente encuentra insastisfactorias y a lasmetas que se quieren alcanzar a través de la realización deestos programas.

Sin embargo, lo único que importa es si el programa encuestión es o no apto para alcanzar los fines buscados. Un malprograma y una mala política nunca pueden explicarse, y aúnmenos justificarse, señalando las condiciones insatisfactoriasque encontraron su creadores y defensores. Lo único que cuen-ta es si estas políticas pueden o no remover o aliviar los malesque se intenta remediar.

Aún así, casi todos nuestros contemporáneos declaran re-petidamente que si se quiere tener éxito en el combate contrael comunismo, el socialismo y el intervencionismo, primero quenada es preciso mejorar las condiciones materiales del pueblo.La política de "laissez faire" apunta precisamente a hacer máspróspero al pueblo. Pero no puede tener éxito si la pobrezaempeora más y más a causa de las medidas socialistas e inter-vencionistas.

En el muy corto plazo las condiciones de una parte de lagente pueden mejorarse expropiando al empresario y a los capi-talistas y distribuyendo el botín. Pero tal incursión rapaz, queincluso el manifiesto comunista describe como "despótica" ycomo "económicamente insuficiente e insostenible", sabotea laoperación de la economía de mercado, empeora muy luego lascondiciones de todo el pueblo y frustra las tentativas de los em-presarios y capitalistas de hacer prosperar a las masas. Lo quees bueno para un instante que desaparece rápidamente (i.e., en

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el cortísimo plazo), puede muy luego (i.e., en el largo plazo)resultar de consecuencias muy perjudiciales.

Los historiadores se equivocan al explicar el surgimientodel nazismo a partir de adversidades y quebrantos reales o ima-ginarios del pueblo alemán. Lo que hizo que los alemanes apo-yaran casi unánimemente los 25 puntos del "inalterable" pro-grama de Hitler, no fueron las insatisfactorias condiciones devida, sino la expectativa de que la ejecución de ese programaeliminara sus problemas y los hiciera más felices. Se volvieronal nazismo porque les faltaron sentido común e inteligencia. Nofueron lo suficientemente juiciosos como para reconocer a tiem-po los desastres que traería el nazismo.

La inmensa mayoría de la población mundial es extrema-damente pobre comparada con el nivel de vida promedio de lasnaciones capitalistas. Pero esta pobreza no explica su propen-sión a adoptar el programa comunista. Son anticapitalistasporque están cegados por la envidia, porque son ignorantes ydemasiado torpes para apreciar correctamente las causas desu sufrimiento. Pero hay un medio para mejorar sus condicio-nes materiales, que es convencerlos de que sólo el capitalismolos puede hacer más prósperos.

El peor método de combatir el comunismo es aquel del Plande Marshall. A los que lo reciben les da la impresión de que sóloEstados Unidos está interesado en la preservación del sistemade utilidades mientras que ellos mismos se interesan por un ré-gimen comunista. Piensan que Estados Unidos los está ayudan-do porque no tiene la conciencia limpia. Ellos mismos seguardan esta coima, pero sus simpatías van al sistema socialista.Además, esos subsidios norteamericanos hacen posible a esosgobiernos ocultar parcialmente los desastrosos efectos de lasdiversas medidas socialistas que adoptan.

La fuente del socialismo no es la pobreza, sino que los fal-sos prejuicios ideológicos. Muchos de nuestros contemporáneosrechazan de antemano, sin siquiera haberlas estudiado nunca,todas las enseñanzas de la economía como si a priori carecierande sentido. Sólo en la experiencia se puede confiar, dicen. Pero,¿existe alguna experiencia que hable en favor del socialismo?

El socialista responde: pero el capitalismo crea la pobreza,miren la India y la China. La objeción es vana. Ni India niChina han establecido nunca el capitalismo.

Lo que pasó en estos y otros países subdesarrollados fueque se vieron beneficiados desde fuera por algunos frutos delcapitalismo, sin haber adoptado el modo de producción capita-lista. Capitalistas europeos y recientemente norteamericanosinvirtieron allí su capital y así aumentaron la productividadmarginal del trabajo y los salarios. Al mismo tiempo, estas per-sonas recibieron desde el extranjero medios desarrollados enpaíses capitalistas para combatir las enfermedades infecciosas.

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Como consecuencia de ello, la tasa de mortalidad, en especialla de mortalidad infantil, cayó considerablemente. En los paí-ses capitalistas esta prolongación del tiempo promedio de vidafue parcialmente compensada por una caída en la tasa de na-cimientos. Como la acumulación de capital aumentó más rápidoque la población, la cuota de capital invertido per cápita au-mentó continuamente. El resultado fue una progresiva prospe-ridad. La cosa ha sido diferente en los países que gozaron dealgunos de los efectos del capitalismo sin practicarlo. Allí, latasa de nacimientos no declinó, o no lo hizo en lo requeridopara hacer que la cuota de capital invertido per cápita aumen-tara. Estas naciones han impedido, por sus políticas, la im-portación de capital extranjero y la acumulación de capitaldoméstico. El efecto conjunto de altas tasas de nacimiento yausencia de aumentos en el capital, es el aumento de la po-breza.

Hay sólo un medio de mejorar el bienestar material de loshombres: acelerar el aumento del capital acumulado en rela-ción al crecimiento de la población. Ninguna lucubración psi-cológica, por muy sofisticada que sea, puede alterar este hecho.No hay excusa posible para la aplicación de políticas que no sólofracasan en alcanzar los fines buscados, sino que hasta empeo-ran las condiciones preexistentes.

6. Condena moral al afán de lucro

En cuanto surge el problema de las utilidades o del lucro,ciertas personas lo desplazan de la esfera práctica a la esferade los juicios de valor éticos. Luego se glorían con la aureola delsanto o del ascético. No se interesan por el dinero o el bienestarmaterial. Sirven a los demás con sus mejores habilidades y sinegoísmos. Buscan cosas más nobles que la riqueza. Gracias aDios que ellos no son de esos egoístas usureros.

Se culpa a los hombres de negocios porque lo único quetienen en mente es triunfar. Mas todos, sin excepción, al actuarbuscan el logro de un fin determinado. La única alternativa aléxito es el fracaso, y nadie nunca quiere fracasar. Es de laesencia de la naturaleza humana el que el hombre consciente-mente busque cambiar un estado de cosas menos satisfactoriopor uno más satisfactorio. Lo que distingue al hombre decentedel bandido son las diferentes metas que quieren lograr y losdiferentes medios a que recurren para alcanzar los fines esco-gidos. Pero ambos quieren triunfar a su manera. Es lógicamenteinaceptable distinguir entre aquellos que quieren triunfar ylos que quieren fracasar.

Prácticamente todos quisieran mejorar las condiciones ma-teriales de su existencia. La opinión pública no se ofende deque los granjeros, trabajadores, dependientes, profesores, doc-

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tores, ministros, etc., traten de ganar todo lo que puedan. Perosí censura a los capitalistas y empresarios por su codicia. Elconsumidor, mientras goza sin escrúpulo alguno de todo lo quele da su negocio, condena severamente el egoísmo del que leprovee sus mercaderías. No se da cuenta de que él mismo estácreando la utilidad o el lucro al buscar las cosas que los em-presarios tienen en venta.

El hombre promedio tampoco comprende que las utilidadesson indispensables para dirigir las actividades empresariales ha-cia aquellos canales que lo sirven mejor a él. Mira las utilidadescomo si su única función fuera el permitir a los que la recibenconsumir más que él mismo. No se da cuenta de que su princi-pal función es dar el control de los factores productivos aaquellos que mejor los utilizan para su propio bien como con-sumidor. El hombre promedio no renuncia, como cree, a serempresario en virtud de escrúpulos morales. Escoge una po-sición de retornos más modestos porque le faltan las habilidadesrequeridas para ser empresario o, en raros casos, porque susinclinaciones lo hicieron seguir otra carrera.

La humanidad debería estar agradecida de aquellos hom-bres excepcionales que, sin celo científico, entusiasmo huma-nitario o fe religiosa, sacrificaron sus vidas, salud y riqueza, enel servicio de sus congéneres. Pero los filisteos practican laautodecepción al compararse con los pioneros de la aplicacióndel rayo X o con monjas que atienden a personas enfermas. Noes el olvido de sí mismo lo que hace a un médico promedio es-coger su carrera, sino la esperanza de alcanzar una posiciónsocial respetada y un ingreso adecuado.

Todos están ansiosos de cobrar por sus servicios y logrostanto como sea posible. A este respecto no hay diferencia entrelos trabajadores, sindicalizados o no, los ministros y profeso-res por un lado y los empresarios por el otro. Ninguno de ellostiene derecho a hablar como si fuera un Francisco de Asís.

No hay otro criterio de lo que es moralmente bueno o maloque los efectos producidos por la conducta en cuestión para lacooperación social. Un hipotético hombre aislado y autosufi-ciente al actuar tiene que tomar en cuenta nada más que supropio bienestar. Un hombre social debe evitar que sus accionespuedan perjudicar el funcionamiento fluido del sistema decooperación social. Al cumplir la ley moral, el hombre no sacri-fica su propio interés en favor de una entidad ética máselevada, sea ésta llamada clase, estado, nación, raza o huma-nidad. Reprime algunos de su propios deseos instintivos —ape-tito, avaricia— que son su preocupación de corto plazo, paraservir mejor sus propios intereses de largo plazo. Sacrifica unapequeña ganancia que pudiera obtener instantáneamente parano perder una satisfacción mayor, pero tardía.

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El logro de todos los fines humanos, cualesquiera que sean,está condicionado por la preservación y mayor desarrollo de loslazos sociales y la cooperación interhumana. Lo que es un me-dio indispensable para intensificar la cooperación social, y hacerposible la sobrevivencia de más personas y que éstas gocen unnivel de vida superior, es moralmente bueno y socialmentedeseable. Aquellos que rechazan este principio como poco cris-tiano deberían ponderar el siguiente texto: "Que tus días seanlargos sobre la tierra que el Señor tu Dios te los ha dado".Ciertamente no se puede negar que el capitalismo ha alargadolos días de los hombres en comparación con lo que eran en laépoca precapitalista.

No hay razón por la que los capitalistas y empresarios sesientan avergonzados de obtener utilidades. Es absurdo quealgunos traten de defender el capitalismo norteamericano di-ciendo: "El resultado de los negocios americanos es bueno; lasutilidades no son muy elevadas". La función de los empresarioses obtener utilidades. Las altas utilidades son prueba de quehan efectuado bien su tarea de eliminar los desajustes de pro-ducción.

Por supuesto, los capitalistas y empresarios en general noson santos que se destaquen por la virtud de negarse a sí mis-mos. Pero tampoco sus críticos son santos. Y teniendo en cuen-ta el sublime autoolvido de los santos, no se puede dejar depensar de que el mundo estaría en una condición más biendesolada si estuviera habitado por hombres no interesados enla persecución del bienestar material.

7. Mentalidad estática

Al hombre promedio le falta imaginación para darse cuen-ta de que las condiciones de vida y acción y están en continuoflujo. Como él lo ve, no hay cambios en los objetos externos queconstituyen su bienestar. Su visión mundial es estática y esta-cionaria. Refleja un medio ambiente estancado. No sabe que elpasado difiere del futuro, ni que prevalecen incertidumbresrespecto del futuro. Está completamente perdido al concebirla función empresarial porque no conoce esta incertidumbre.Como los niños que toman todo lo que sus padres les dan sinpreguntar nada, él toma todo lo bueno que el negocio le da. Nosabe de todos los esfuerzos para proveerlo de todo lo que nece-sita. Ignora el rol de la acumulación del capital y de la deci-sión empresarial. Simplemente da por hecho que una mesamágica aparece al momento llena con todo aquello que él deseagozar.

Esta mentalidad se refleja en la popular idea de la sociali-zación. Una vez que los parásitos capitalistas y empresarios seaneliminados, se imagina que él obtendrá todo lo que ellos con-

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sumían. Un error menor de esta expectativa consiste en exage-rar en forma grotesca el incremento en el ingreso, si es quehubiese alguno, que cada individuo podría recibir de tal distri-bución. Mucho más serio es el hecho de que ello supone que loúnico requerido es continuar la producción en diversas plantasde aquellos bienes que se estaban produciendo al momento dela socialización, de la manera que ya estaban siendo producidos.No se toma en cuenta la necesidad de ajustar la produccióndiariamente a condiciones que cambian permanentemente. Eldiletante socialista no comprende que una socialización efec-tuada hace 50 años no hubiera socializado la estructura de losnegocios como existe hoy, sino una estructura muy diferente.No ha pensado el enorme esfuerzo que representa la transfor-mación de los negocios repetidas veces y que se ha requeridopara ofrecer el mejor servicio posible.

Esta incapacidad del diletante para comprender los asun-tos esenciales de la conducción de la producción no sólo semanifiesta en los escritos de Marx y Engels. Se filtra tambiénen las contribuciones de algunos seudoeconomistas contempo-ráneos.

La construcción imaginaria de una economía que funcionasin altibajos es una herramienta mental indispensable del pen-samiento económico. Para concebir la función de las utilidadesy pérdidas, el economista construye una imagen de un estadode cosas hipotético, aunque irrealizable, en el cual nada cam-bia, en el cual el mañana no difiere del hoy y en el cual,consecuentemente, no pueden surgir desajustes y no se hacenecesaria alteración alguna en la conducta de los negocios. Enel marco de esta construcción imaginaria no hay empresariossin utilidades ni pérdidas empresariales. Las ruedas giran es-pontáneamente. Pero el mundo real en el cual viven y trabajanlos hombres, no puede duplicar el mundo hipotético de estaherramienta mental.

Ahora, uno de los principales defectos de los economistasmatemáticos es que tratan estas economías de suave funciona-miento —que llaman estado estático— como si realmente exis-tieran. Compenetrados de la falacia según la cual la economíadebe ser tratada con métodos matemáticos, concentran su es-fuerzo en el análisis de los estados estáticos, los cuales, porsupuesto, permiten una descripción en conjuntos de ecuacionesdiferenciales simultáneas.

Pero este tratamiento matemático virtualmente evita cual-quier referencia al problema real de la economía. Permite unjuego matemático inútil sin agregar nada a la comprensión delos problemas humanos de actuar y producir. Fomenta ese malentendido según el cual el análisis de los estados estáticos es laprincipal preocupación de la economía. Confunde una meraherramienta del pensamiento con la realidad.

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El economista matemático está tan cegado por su prejuicioepistemológico que simplemente no ve cuáles son las tareas dela economía. Está ansioso de mostrarnos que el socialismo esrealizable bajo condiciones estáticas. Como las condiciones es-táticas —él mismo lo admite— son irrealizables, esto lleva me-ramente a la afirmación de que en un estado del mundoirrealizable el socialismo sí sería realizable. ¡Este es el valiosoresultado de cientos de años de trabajo conjunto de cientos deautores, enseñado en todas las universidades, publicitado eninnumerables textos y monografías y en muchas revistas cien-tíficas!

No existe eso de una economía estática. Todas las conclu-siones derivadas de la imagen del estado estático y del equilibrioestático no son provechosas para la descripción del mundo talcomo es y tal como será siempre.

III. La Alternativa

Un orden social basado en el control privado de los mediosde producción no puede funcionar sin la acción empresarial ysin las utilidades empresariales y, por supuesto, sin la pérdidaempresarial. La eliminación de las utilidades, cualquiera sea elmétodo al que se haya recurrido, debe transformar la sociedaden un conjunto sin sentido. Crearía la pobreza para todos.

En un sistema socialista no hay empresarios, ni utilidadeso pérdidas empresariales. El director supremo de la comunidadsocialista tendrá, sin embargo, que procurar en la misma formaque el empresario del sistema capitalista, un excedente de ga-nancias sobre costos. No es tarea de este ensayo tratar elsocialismo. Por lo tanto no es necesario enfatizar que, al nopoder utilizar el cálculo económico, el director socialista nun-ca sabrá cuáles son los costos y cuáles las ganancias de susoperaciones.

Lo que importa en este contexto es meramente el hechode que no existe un tercer sistema posible. No puede haber talcosa como un sistema no-socialista sin utilidades y pérdidasempresariales. El intento de eliminar las utilidades o el lucrodel sistema capitalista es destructivo. Ello desintegra el capi-talismo sin poner nada en su lugar. Es lo que tengo en menteal sostener que esos intentos generan el caos.

El ser humano debe elegir entre el capitalismo y el socia-lismo. No pueden evadir este dilema recurriendo a un sistemacapitalista sin utilidades empresariales. Cada paso hacia la eli-minación de las utilidades es un progreso hacia la desintegra-ción social.

Al escoger entre el capitalismo y el socialismo las personasimplícitamente están eligiendo entre todas las institucionessociales que necesariamente acompañan a cada uno de estos

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sistemas —la "superestructura"— como dijo Marx. Si el controlde la producción se traslada desde las manos de los empresarios,diariamente elegidos por un plebiscito de los consumidores, alas manos del comandante supremo de los "ejércitos industria-les" (Marx y Engels), o de los "trabajadores armados" (Lenin),ni el gobierno representativo ni las libertades civiles puedensobrevivir. Wall Street, contra el cual los que se llaman "idea-listas" están batallando, es un mero símbolo. Pero los muros delas prisiones soviéticas, dentro de las cuales todos los disidentesdesaparecen para siempre, son un hecho real.