universidad y sociedad en el nuevo reino de granada

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Universidad y sociedad en el Nuevo Reino de Granada.El texto que ahora presento es el resultado de una investigación de largos años en distintos archivos del país y, sobre todo, espero, de un replanteamiento continuo de los problemas. Tiene como objeto de análisis un sector de la intelectualidad en la sociedad colonial de la Nueva Granada: los escolares y catedráticos de las universidades santafereñas, y coloca su horizonte dentro de una perspectiva que puede ser denominada como Historia Social de la Cultura, aunque la indagación que aquí realizo se limita al campo de la cultura escolar. Esta precisión es importante porque se suele confundir esta perspectiva limitada con la totalidad del proceso. Oculte que una de las características más persistentes de la historiografía tradicional sobre la sociedad colonial en Colombia, en el plano de la cultura, es la de asimilar la cultura de las universidades a la ”cultura en general” de esa sociedad, confundiendo la ”parte con el todo”, como se diría en buena escolástica, al utilizar una noción bastante restringida de la ”cultura”, lo que produce el efecto de desconocer prácticas culturales de gran importancia y, sobre todo, de ignorar las formas culturales de los grupos subalternos, a los cuales se declara, en silencio, como por fuera de la ”cultura”. Es ésta una problemática muy amplia que no puede ser abordada en esta Introducción, cuyo objetivo es otro, pero se trata de un punto sobre el que no puedo dejar de llamar la atención, y sobre el que espero volver en un trabajo próximo.

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Universidad y Sociedad en el Nuevo Reino de Granada

Contribucin a un anlisis histrico de la formacin intelectual de la sociedad colombiana

INDICE GENERAL

Agradecimientos 11 Introduccin 15

CAPITULO I

Apuntes para una historia cuantitativa de la poblacin universitaria en la sociedad colonial 23

Introduccin25

El universo de estudio 25 Problemas documentales y metodolgicos 33 El surgimiento histrico de las ctedras 39 El Colegio Mayor de San Bartolom 51 Antecedentes 51 Los datos del San Bartolom 53 El Colegio Mayor del Rosario 81

Antecedentes 81 Los datos del Rosario 88 El Libro de Grados de la Universidad de Santo Toms, 1768-1808 107La difusin del pensamiento ilustrado 113 Notas 130 Apndice estadstico 143

CAPITULO II El perfil histrico de estudiantes y catedrticos 163

Introduccin 165

Consideraciones generales 165 Las fuentes originales del reclutamiento universitario 167El problema en la documentacin 171 El escolar y el catedrtico 178

Procedencia geogrfica 178 Origen familiar 199 El oficio del padre207 La autoridad, la poltica y los colegiales 227 El saber y la moral 234 La Corporacin por que s 246 El declive de las condiciones de seleccin 250 Notas 264

CAPITULO III Los intelectuales y la sociedad 275

Consideraciones generales 277 La intelectualidad eclesistica 285 La intelectualidad civil 316 La intelectualidad docente 326 El Padre Joseph Ortiz Morales (1658-1713),un clrigo colonial, cuenta su vida 346 Notas 417

CAPITULO IV La Ilustracin en Nueva Granada:Un esbozo puntual 441 Cultura y poltica 443 Consideraciones generales 443 La nueva intelectualidad en la Universidad 447 Lo que permiten los textos 452 Regiones y saberes 456 La Ilustracin en Popayn456 Tesis y proposiciones 460 Ciencia y poltica 467 Notas 471

Y as, muchos de mis trabajos, o no pocos, son victorias en lo pequeo a las que corresponden sin embargo derrotas en lo grande (W. B.). Entonces, pues, para Mateo, Violeta y Lucero, como recuerdo del 75 de la Rue du Chevaleret.

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AGRADECIMIENTOS

Varios aos de trabajo dedicados a la presente investigacin multiplican la alegra de mis deudas. La inici hace varios aos cuando era miembro del Centro de Investigaciones de la Universidad Pedaggica Nacional, en donde recib todo el apoyo deseado. Por esa poca cont con una ayuda econmica de la Fundacin para la Investigacin de la Ciencia y la Tecnologa del Banco de la Repblica, gracias a la cual se realiz la mayor parte del trabajo de archivo. El Comit Tcnico de la Fundacin me hizo sugerencias muy valiosas cuando un primer resultado fue presentado bajo la forma de Informe de Investigacin.

Los trabajadores y empleados de todos los archivos y bibliotecas por los cuales he pasado, siempre me han tratado con una amabilidad que indica su elevada comprensin del sentido del trabajo intelectual aunque no siempre los investigadores mostremos la misma comprensin por su trabajo. Quiero ahora sobre todo recordare don Augusto Gmez Lpez, antiguo Jefe de la Sala de Lectura del Archivo Histrico Nacional, en Bogot; a doa Delia Palomino, de la Sala de Libros Raros y Curiosos, de la Biblioteca Nacional, en Bogot, y a todos los empleados del Archivo y Biblioteca del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario.

En el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales y Econmicas de la Universidad del Valle, en donde tengo el placer y el honor de ser profesor, no slo he

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encontrado un estmulo permanente a mis tareas de investigacin, sino una confianza grande y con toda seguridad desmedida frente a sus resultados. El captulo segundo de este texto recuerda lejanamente una annima conferencia dictada en el Departamento, por gentil invitacin del profesor lvaro Camacho Guizado a mi llegada a la Universidad Las discusiones con los estudiantes del Plan de Sociologa, en los cursos de Teora de las Clases Sociales e Ideologa y Cultura, me han obligado a redefinir buena parte de mis enfoques y a desconfiar de aquello que creernos conocer bien, por lo que me atrevo a decir que el recuerdo de sus cuerpos tambin est presente en mi escritura. El contacto con una juventud siempre alegre y en ocasiones estudiosa y responsable, representa una forma maravillosa de reeducacin.

La primera versin de este trabajo fue leda por el profesor Jorge Orlando Melo. La segunda por el doctor Jaime Jaramillo Uribe. Los dos expresaron reservas mayores que me regresaron al punto inicial y me invitaron a comenzar de nuevo intentando otros caminos. La versin final fue leda de nuevo por el profesor Melo Gonzlez. Sobre sus observaciones en esta segunda ocasin slo puedo decir, o mejor, reconocer, que un investigador no se encuentra siempre en condiciones de superar todo lo que en su trabajo hay de dudoso e incierto, es decir, la mayor parte de aquello que habla y escribe.

El historiador Germn Pablo Colmenares, durante aos mi maestro, se acerc a m, desde muy lejos, con el deseo de explicarme fenmenos muy caractersticos de la sociedad colonial, como la pobreza de los ricos, los enredados sistemas de pesos y medidas, el significado de los rdenes sociales o el sentimiento de inseguridad que embargaba a un hombre del

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Siglo XVII cuando emprenda, por ejemplo, el camino que llevaba de Honda a Santaf. Entiendo que fue un gran esfuerzo el suyo para que yo me aproximara a lo que puede ser llamado la singularidad de la sociedad hispanoamericana colonial. Germn Colmenares nos ha dejado de manera prematura, cuando ms lo necesitbamos, ahora que avanzaba hacia el anlisis de los mecanismos ms finos y tenues del intercambio social, como lo muestran sus ltimos artculos. Cmo lamentamos su ausencia!

Este trabajo debe mucho tambin a Guillermo Snchez y a Manuel Guillermo Vera. El primero demostr ser un verdadero Job en su intento de que yo entendiera lo que l llama las papeletas bibliogrficas de Antonio Gramsci. Con su ayuda emprend tambin la lectura de ese universo abierto y cifrado que constituyen los textos de Walter Benjamn. El segundo no slo fue durante aos un diligente auxiliar de investigacin, sino ante todo un compaero de trabajo que sabe poner pasin a la menor tarea. Como no existe aqu una sola descripcin, un slo anlisis que no haya discutido yo con cada uno de ellos, los dos pueden considerarse como coautores de este libro, aunque siempre sea ma la responsabilidad por los errores.

En Pars debo mucho a Francois-Xavier Guerra, titular de la Ctedra de Historia de Amrica Latina de la Universidad de Pars I (Pantheon-Sorbonne), bajo cuya direccin adelanto una reinterpretacin general del proceso de difusin de la Ilustracin en Nueva Granada. Su respeto por un trabajo que parece excesivamente demorado y sus comentarios agudos pero amables, han representado una gran ayuda. Igualmente encontr en Pars el estmulo de la profesora Jeanne Chenu, gran conocedora del siglo ilustrado en la Amrica Hispana y una

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Apasionada por la Historia de Colombia. Imposible no recordar las tardes pasadas en su apartamento de la Place de la Nation.

Muchos otros nombres permanecen en la sombra, pues tendra que hacerme eterno. De todas maneras, cunto reconforta saber que hay seres humanos que entienden aquello de que el que da no se priva de lo que da: Dar y recibir son la misma cosa!, segn nos ense el Hornero del Sur.

Pars, 1990 - Cali, 1992

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INTRODUCCION

El texto que ahora presento es el resultado de una investigacin de largos aos en distintos archivos del pas y, sobre todo, espero, de un replanteamiento continuo de los problemas. Tiene como objeto de anlisis un sector de la intelectualidad en la sociedad colonial de la Nueva Granada: los escolares y catedrticos de las universidades santafereas, y coloca su horizonte dentro de una perspectiva que puede ser denominada como Historia Social de la Cultura, aunque la indagacin que aqu realizo se limita al campo de la cultura escolar. Esta precisin es importante porque se suele confundir esta perspectiva limitada con la totalidad del proceso. Oculte que una de las caractersticas ms persistentes de la historiografa tradicional sobre la sociedad colonial en Colombia, en el plano de la cultura, es la de asimilar la cultura de las universidades a la cultura en general de esa sociedad, confundiendo la parte con el todo, como se dira en buena escolstica, al utilizar una nocin bastante restringida de la cultura, lo que produce el efecto de desconocer prcticas culturales de gran importancia y, sobre todo, de ignorar las formas culturales de los grupos subalternos, a los cuales se declara, en silencio, como por fuera de la cultura. Es sta una problemtica muy amplia que no puede ser abordada en esta Introduccin, cuyo objetivo es otro, pero se trata de un punto sobre el que no puedo dejar de llamar la atencin, y sobre el que espero volver en un trabajo prximo.

El trabajo est compuesto por cuatro captulos: en el primero de ellos describo en forma minuciosa los aspectos cuantitativos de

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La poblacin universitaria en el Nuevo Reino, sobre la base de todos los listados de escolares y lectores que pude localizar en los archivos consultados, y en algunas otras fuentes secundarias. De nuevo, como en trabajos anteriores, he hecho una utilizacin muy grande de los Documentos para la Historia de la Educacin en Colombia, que durante aos public con paciencia el doctor Guillermo Hernndez de Alba.

-(En el captulo II estudio, con detenimiento tambin, los procesos de seleccin social de las elites universitarias, utilizando para ello todas las informaciones que los escolares presentaban para ingresar a la Corporacin Universitaria, o los lectores para oponerse a las ctedras que en un mercado restringido se ofrecan, informaciones que tom principalmente del Archivo del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario, y en mucha menor medida del Archivo Histrico Nacional, en Bogot. Si en el primer captulo trat de utilizar, de manera un poco rudimentaria, tcnicas que provienen del campo de la estadstica, pero aplicadas a la consideracin de un perodo pre o protoestadstico, en el segundo trat de ensayar formas de trabajo que provienen del campo de la Sociologa, aunque desvirtundolas un poco al emplearlas en el examen de problemas muy caractersticos de otra sociedad.

En el captulo III investigo lo que pudiera ser considerado como el destino social de los miembros de la Corporacin Universitaria, a travs del examen de una documentacin que pudiera hacer entender algo que sea mucho menos simple que lo que los economistas denominan insercin ocupacional. He tratado de dibujar as mismo, los rasgos que considero ms sobresalientes de un intelectual en la sociedad colonial, emprendiendo el estudio biogrfico de un clrigo de finales del

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siglo XVII y principios del siglo XVIII, cuya parbola vital se acerca mucho a la lnea de regularidad que muestra el conjunto del grupo intelectual, cuando se le reconstruye a travs de un anlisis puramente cuantitativo. El enfoque terico con el cual me enfrento a un objeto biogrfico, es decir a un sujeto, est claro en el texto, aunque implcito, pero incluso un lector descuidado lo descubrir. Quedan por fuera de esta introduccin, desde luego, los problemas tericos complejos que plantean para la Historia Social las relaciones entre la serie construida, el perfil regular establecido, y la riqueza concreta de ste y aquel caso particular, que es un aspecto diferenciado del problema recurrente de la relacin entre Historia y Ciencias Sociales.

El breve captulo IV pretende solamente bosquejar un problema, que he estudiado ms ampliamente en algunos de mis anteriores trabajos, pero buscando inscribirlo ahora en un marco regional. El lector observar con facilidad cul es mi perspectiva en el anlisis del proceso de difusin de la Ilustracin: el acento en los registros locales, el nfasis en que todo proceso de circulacin de modelos culturales es al mismo tiempo un proceso de apropiacin singular. En cambio, ms difcil ser notar que ah se dibuja, para un mbito institucional particular, un problema ms general de enorme inters: el proceso de resquebrajamiento y ruptura del pacto entre elites y Estado absolutista que haba supuesto la difusin del nuevo imaginario poltico moderno, que en parte estaba contenido en el proceso de reformas adelantado por los Borbones. Lo mismo que el cmulo de ambigedades a que daba lugar esa alianza, en el terreno de la cultura.

Los cuatro captulos estn destinados al esbozo de un problema que considero fundamental para entender la historia cultural del pas, incluso la ms reciente: cules haban sido, en el plano de

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la cultura intelectual, las caractersticas de la sociedad en la cual se desenvolvi el pensamiento ilustrado? Me parece que cuando tengamos ms claro este problema podremos comprender mejor nuestra sociedad, comprendiendo los alcances y limitaciones de nuestro movimiento ilustrado. Hay que tratar de entender las condiciones de ese espacio social y cultural en el que tom forma el proceso de nuestra mayora de edad. Cuando sepamos ms sobre esas montaas catlicas d las que sali el profesor Jos Flix Restrepo; sobre esa estrecha capital de Corte que se llamaba Santaf; o sobre la mentalidad aristocrtica de los emprendedores y aventureros comerciantes de la costa Atlntica, es posible que podamos entender ms el proceso, y comprender mucho mejor, con ecuanimidad de historiadores, a un hombre como J. F. Restrepo, a quien Francisco Jos de Caldas, para ejemplo nuestro, fue capaz de entender con ojos muy agudos, aunque con algo de injusticia y mucho de insolencia por quien fuera su maestro:

Restrepo ha hecho mucho bien a Popayn, lo conozco; pero merece la pena ponerse al lado de Jusieu? No nos deslumbremos, ellos han sido grandes porque nosotros ramos pequeos. Restrepo tiene una alma grande pero envejecida en los primeros principios: no ha dado un paso, y creo que al final de cada curso est al nivel de sus discpulos.

Hoy contamos con una perspectiva ms amplia que la de Caldas para analizar el proceso, lo mismo que con instrumentos conceptuales de los que l no poda disponer, y que hacen ms controlable nuestro propio sistema de injusticias, adems sabemos que no se trata de una lucha de enanos y gigantes.

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Hacer este trabajo me convenci de que un conocimiento mayor de las estructuras sociales y mentales de aquella sociedad, nos permitir finalmente comprender los lmites y las virtudes de nuestra Ilustracin, y hasta puede que retomar algunos de sus aspectos en el proyecto de conquistar la otra. No descuento que paralelamente podamos adquirir una nueva edicin de las obras de Feijo, o el texto clsico y cuidadoso de Sarrailh, sobre la Espaa Ilustrada, que parece ser el principal recurso de quienes estudian en Colombia el proceso, ms all de la aparente novedad de las prcticas discursivas.

El resultado general que presento muestra dos caractersticas que son distintivas del enfoque elegido:

Por una parte, bajo un manejo ms bien primario y de poca elaboracin, pero que en parte es impuesto par las caractersticas de los datos con que se trabaja, el texto desarrolla una insistencia machacona, y en ocasiones hasta obvia, sobre los aspectos cuantitativas del proceso que se pretende examinar.

Por otra parte, el conjunto del trabajo busca tanto la singularidad de un proceso como sus lneas de regularidad, y por eso reconstruye y examina una gran cantidad de menudos y hasta insignificantes acontecimientos, los que finalmente trata de colocar dentro de una serie, determinando tambin el punto de su quiebre, el lugar de su inflexin.

Este enfoque, que no representa ninguna novedad, tiene que ver con dos tareas que considero urgentes para hacer de la Historia de la Educacin en la sociedad colonial, como Historia de la Cultura, algo ms de lo acostumbrado.

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1. De un lado contribuir a retirarle su acentuado carcter lrico y emotivo: por todas partes grandes educadores de alma noble; por todas partes magnnimas y nunca superadas empresas educativas.

2. De otro lado la tarea necesaria de insistir en que el rgimen y sociedad coloniales cubren un perodo de tiempo que no se reduce ni al momento inicial de la Conquista ni al proceso de reformas de finales del siglo XVIII. En particular, para el caso de la Historia de la Cultura, hay que volver a repetir que ella no se reduce a los ltimos treinta aos del siglo XVIII, con su poltica ilustrada, arios de los que se podra decir, por el contrario, que anuncian ms bien el quiebre de una forma social de existencia en los planos de la poltica y la cultura, por lo menos para los sectores dirigentes de la sociedad.

Desde luego que un trabajo como ste, que trata, as sea a la manera de una elipsis, sobre la Ilustracin, no puede estar concebido ms que como puerto provisional, como estacin de espera de las crticas y de las rectificaciones, las cuales para el viajero entre ms pronto mejor. Pero esa es ante todo una tarea del posible lector.

Para quien suscribe estas pginas resulta ahora apreciable el consejo de Pier Paolo Pasolini, quien declaraba que mientras se construye el film, el problema de sus motivos, de sus efectos, de sus relaciones con la sociedad, debera quedar entre parntesis. Para el historiador debe ser lo mismo. Mientras construye su texto su primera obligacin debe ser con las exigencias de un oficio, con el uso de unas formas de anlisis que no puede superar sino conociendo. Pero concluido ste, debe volver a la reflexin moral sobre el sentido de su trabajo, particularmente

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cuando se vive en una sociedad tan injusta, y ahora tan violenta, como la nuestra. Debe de nuevo interrogar las races de su deseo de saber, la importancia de sus ternas, la pertinencia de sus preguntas, para intentar liberarlo toda sombra de competencia, de toda bsqueda de prestigio ya que son tan grandes nuestros problemas. Cualquier otra conducta nos resta seriedad, hace irrisorios nuestros esfuerzos, nos aleja de la Ilustracin.

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ABREVIATURAS UTILIZADAS

A.H.N Archivo Histrico Nacional. Bogot. Seccin Colonia - Col. Fondos: Colgs. - Colegios. Inst. pb. - Instruccin pblica (anexo). Gens. - Genealogas. M y M. - Milicias y Marina. Misc. - Miscelnea. Pol. Polica.

A.C.R. Archivo del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario.

A.C.C. Archivo Central del Cauca. Popayn. A.E.P. Archivo Eclesistico de Popayn. Popayn.

B.N. Biblioteca Nacional. Bogot.

Sala de R. y C. - Sala de Libros Raros y Curiosos. Sala de I. - Sala de Investigadores.

DOC. Documentos para la Historia de la Educacin. Seis volmenes. Compilaciones y prlogos por Guillermo Hernndez de Alba (Bogot, 1969-1985).

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CAPITULO I

Apuntes para una historia cuantitativade la poblacin universitariaen la sociedad colonial

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en blanco

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Introduccin

Consideraremos aqu un conjunto desigual de cifras y de datos agrupados a naves del examen de fuentes dispares, que busca indicar el tamao de la poblacin universitaria en el Nuevo Reino de Granada y el nmero de estudiantes en relacin con las distintas facultades y ctedras, lo mismo que algunos otros fenmenos escolares que, como se ver a lo largo del texto, se pueden deducir de los datos y cifras reunidos Para una descripcin de las prcticas de enseanza en las Corporaciones universitarias coloniales en el Nuevo Reino puede verse SILVA, R. Los estudios generales en el Nuevo Reino de Granada, 1600-1760, en Saber, Cultura y Sociedad (Bogot, 1983). El marco jurdico institucional de las universidades coloniales ha recibido un tratamiento extenso en SALAZAR Fray, los Abel. Los estudios eclesisticos superiores en el Nuevo Reino de Granada, 1563-1810 (Madrid, 1946). Para toda clase de informaciones, precisiones extremas y polmicas sobre la cronologa de las fundaciones universitarias en la actual Colombia y en Amrica Hispana V. RODRIGUEZ CRUZ, Agueda Mara, O. P., Historia de las Universidades Hispanoamericanas, 2 vols. (Bogot, 1973). .

Por tratarse de un esfuerzo primerizo, pues para el caso de la sociedad colonial neogranadina no conocemos sobre este tpico estudios detallados y precisos como los de Kagan y Pesset para Espaa, y por tratarse tambin de un material estadstico tan particular, tendremos que ser en exceso prudentes tanto en la recepcin como en la necesaria crtica de las series que se han podido establecer V. KAGAN, Richard, Students and Society in early modern Spain (London, 1974), y PESSET, Mariano y MANCEBO, Fernanda. La poblacin universitaria en Espaa en el siglo XVIII. Sociedad espaola de Historia de las Ciencias (Madrid, 1980), p. 311, ss. .

El universo de estudio

Dejemos desde ahora planteado lo que, con mucha o poca exactitud, se entiende aqu bajo la expresin poblacin

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universitaria, pues como se comprobar al leer los datos presentados, ellos son bastante limitados frente a lo que el ambicioso ttulo del captulo permitirla suponer.

En primer lugar la bsqueda realizada no cobija todas las instituciones que en la sociedad colonial impartieron educacin superior, tanto por razones documentales que ms adelante mencionare como por razones tericas e histricas. El balance cuantitativo que aqu queremos realizar se relaciona sobre todo con el sector intelectual que se diferenci especficamente por su posicin en la vida social y poltica, del funcionamiento que fue propio de las rdenes religiosas. Ese mismo sector intelectual que caracterizar en los captulos siguientes de este trabajo. De tal manera que, slo en contadas ocasiones y para mostrar contrastes, presentar datos, por ejemplo, de los estudios conventuales. Toda Orden religiosa y todo convento mantuvieron en la sociedad colonial estudios de gramtica, filosofa y teologa, regularmente dentro del espacio cerrado de sus claustros. Incluso en aos determinados y ante la ausencia de otras posibilidades acadmicas, all concurrieron grupos de seculares. Pero estos estudios conventuales seguan siendo siempre los mismos que normalmente hacan los sujetos camino del sacerdocio en cada una de sus rdenes, y en general no habilitaban para los cargos destacados de la burocracia civil o eclesistica, que es uno de los principales problemas que preocupa a esta investigacin. Cuando se escribe, y es un procedimiento tan rutinario que no se necesita citar autor alguno como ejemplo, que la sociedad colonial esencialmente produca curas -a travs de su sistema de enseanza superior, se expresa una verdad tan absoluta que de inmediato se crea una total confusin. S, la intelectualidad estuvo en general compuesta por clrigos, pero son stos un grupo intelectual tan profundamente

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Jerarquizado y diferenciado en relacin con el saber que poseen y con la funcin que pueden ocupar, que un tratamiento global resulta oscureciendo el problema. Los lugares de formacin de los regulares y de los diocesanos fueron los conventos y los seminarios, pero los puestos superiores de la burocracia religiosa no podan ser ocupados, entre otras cosas, sino sobre la base de ciertos estudios superiores que se autenticaban a travs de una institucin particular y de un grado, y slo las instituciones de que aqu nos vamos a ocupar produjeron el tipo de sujeto que accedi a esos lugares superiores que exigan el correspondiente ttulo. Por eso poblacin universitaria se circunscribe en este captulo a los Colegios Mayor de San Bartolom y Mayor de Nuestra Seora del. Rosario, como nicos centros escolares que de manera regular sostuvieron prcticas de enseanza que habilitaban para conseguir ttulos en Filosofa, Teologa, y Cnones y Leyes, que fueron las tres formas de saber que de manera corriente se estudiaron, y colegios-universidades en los que se form el grupo intelectual superior en el Nuevo Reino de Granada, tanto en el caso de los eclesisticos como en el de los laicos.

En particular es complejo, hay que reconocerlo, el caso del Colegio de San Bartolom, pues en una sola institucin (digamos que propiamente en una sola edificacin) se concentraban escolares que realizaban su formacin inicial de gramticos, seminaristas que luego se repartan entre las diversas gradaciones que comprende la jerarqua institucional de la Iglesia, (amplio espectro de rdenes mayores y menores), clrigos ya ordenados y escolares laicos que realizaban estudios de filosofa y teologa, sumndose, en el siglo XVIII, los que cursaban estudios de Cnones en la Academia Xaveriana. Pero ste es un particular sincretismo producido por la sociedad y el periodo y se ha

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tratado, acumulando diversas fuentes de informacin, que en los materiales utilizados para el recuento esta marcha conjunta no confunda, inflando exageradamente las cifras que tienen que ver con el grupo que de manera central se intenta analizar. De lo que si no puede quedar duda es de que a pesar de esa simultaneidad que confunde, y de que la Compaa de Jess controlaba toda la institucin, en ninguno de esos lugares se formaba el clero propiamente jesuita. Si concurrieron a los estudios muchos sacerdotes jesuitas, slo lo fue despus de su especial proceso de formacin. Es ms: en el lenguaje de la propia Compaa, cuando se quiere sealar una actitud mundana, poco ortodoxa o condenable, se la denomina precisamente un comportamiento de seglar. Esto ltimo es importante para resaltar el carcter especfico que asumi el proceso de produccin de un jesuita, el nivel de autonoma -en el plano de la formacin- frente a la sociedad, y el grado de cohesin alcanzado a partir de esos hechos, a pesar de que en el plano de la actividad social cotidiana realizaran funciones similares a las de los dems grupos de intelectuales religiosos, por ejemplo cuando se desempeaban como prrocos en los pueblos o como maestros en la enseanza de las primeras letras o en las aulas de latinidad.

Podra parecer exageracin, o error total, el que se excluya de este captulo en medida tan grande la denominada Universidad Tomstica (o de Santo Toms), y es conveniente despejar toda duda sobre esta opcin. Desde luego que es una opcin documental, pues materiales confiables, es decir, fuentes primarias, no abundan sobre esta Institucin, en los archivos que un historiador corriente puede consultar. Pero a ms de ello las crticas que a tal Institucin se hicieron desde su fundacin, incluso por visitadores de la propia Orden dominicana, no dejan dudas, mxime si se leen en conjunto con las observaciones de

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funcionarios de la administracin colonial en la segunda mitad del siglo XVIII y con los propios informes virreinales. La Universidad Dominicana fue esencialmente, y eso no le resta ninguna importancia en relacin con las luchas de poder locales, una corporacin que goz del privilegio de otorgar grados, pero sus estudios estuvieron, por lo general, centrados en la formacin de sus propios miembros, con ausencia de maestros seculares y con largos periodos de no funcionamiento. En palabras del Fiscal Francisco Antonio Moreno y Escandn, en 1769, la Tomstica era un permiso de dar grados, permiso que estuvo en entredicho entre 1767 y 1790, los aos de ms amplia discusin del proyecto de universidad pblica, pero que fue recuperado en 1790 y conservado hasta la aparicin breve de la llamada Universidad Central, ya en el gobierno republicano del General Santander. Desde 1658 en los Estatutos y Ordenaciones del Padre Surez, se inaugur para la Tomstica una forma de seleccin de sus escolares que se mantuvo como tendencia general: dos hijos del Convento de Santaf, dos del de Cartagena, dos del de Tunja y "seis de esta Provincia de San Antonino, que reservamos a nuestra autoridad nombrar. Al mismo tiempo un trabajo cuidadoso de archivo ha mostrado que un estudio cuantitativo de la poblacin universitaria no pierde exageradamente por esta exclusin3 Doc. T II, p. 87. V. tambin SALAZAR, Jos Abel, Ob. cit. MESANZA, Fray Andrs, O. P., apuntes y documentos sobre la orden dominicana en Colombia (Caracas, 1936). Igualmente AREVALO, Jos Mara, La Universidad Tomstica de Santaf de Bogot (noticias y documentos), en Revista de la Universidad de Santo Toms (Bogot, 1976). .

La otra restriccin que se efectu fue la de reducir el marco de anlisis a la capital del Reino: Santaf. Aqu tambin una circunstancia histrica. Hasta ms o menos 1760-1770, es decir en un lapso de unos 150 aos desde el inicio de los estudios superiores, ellos fueron un monopolio firmemente centralizado que mantuvo el privilegio poltico y cultural que como relevo de Tunja, Santaf haba adquirido desde finales del siglo XVI. Los otros grandes centros urbanos del territorio: Popayn y Cartagena,

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Mompox en el siglo XVIII y muy tardamente Medelln, no gozaron de ese beneficio hasta casi la conclusin del siglo XVIII. En Popayn, hacia 1760, aproximadamente, encontramos al lado de los estudios habituales en el Colegio-Seminario de San Francisco de Ass, la enseanza de la filosofa y la teologa, pero su reconocimiento Real slo vino a partir, ms o menos, de 1780, en la poca del rectorado del doctor Juan Mariano Grijalba, y de la labor docente de Jos Flix Restrepo, maestro de la generacin de Independencia que iniciara su enseanza de la filosofa moderna en 1781. Pero an en esos aos finales del siglo. XVIII, como lo comprueba el Libro de Grados de la Universidad Tomstica, muchos jvenes de Popayn venan a graduarse con los padres dominicos, pues sta era una forma de incorporacin a la Institucin y a sus privilegios, o directamente venan a estudiar a la capital, como fueron los casos tan distintivos de Camilo Torres y de Francisco Jos de Caldas. Igual situacin con los jvenes llegados de Panam y Caracas, lugares en donde haba estudios de filosofa y teologa, pero prohibicin de graduar. En Cartagena la posibilidad slo se abri despus de 1770, en la poca de la reorganizacin del Colegio Seminario de San Carlos, y, en Mompox muy tardamente, despus de 1800, con la fundacin del Colegio-Universidad de don Pedro Martnez de Pinillos; todava en 1787, en su representacin para promover la ereccin de Universidad Pblica, el arzobispo-virrey don Antonio Caballero y Gngora sealaba:

Los colegios de Santaf no abundan de discpulos sino por el nmero grande que concurre de las provincias de Cartagena, Popayn y Antioquia.

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Hay aqu varios problemas por reconocer: un siglo XVII en que el escaso nmero de escolares se concentraba por razones ecolgicas y acadmicas en Santaf, la capital de la Corte. Y un siglo XVIII, sobre todo en su segunda parte, en donde un frreo control estatalista no permiti la ampliacin de la facultad de conferir grados (lo que desestimulaba el inters escolar), o slo lo hizo despus de mucha oposicin, como en el caso payans, y asegurando la presencia de mltiples formas de control central. En el nivel de la propia Corporacin universitaria en la capital la voluntad decidida de no compartir el privilegio, pues la universidad colonial, hay que recordarlo de nuevo, no era simplemente un centro de formacin intelectual, sino un instrumento de intervencin en la vida poltica de la sociedad. Y ese afn centralista de la Corporacin era compartido por la alta burocracia del Estado espaol en el virreinato. No perdamos de vista que el regionalismo y el seccionalismo autonomista no se originan tan sencillamente en el siglo XIX. .Como reaccin poltica de grupos dominantes provinciales y de comunidades enteras tiene antecedentes en toda la vida colonial y debe ser entendido como respuesta a un tipo de ejercicio poltico administrativo que estratificaba y jerarquizaba todo el ordenamiento urbano y espacial. Y en relacin con los propios miembros de la corporacin universitaria la voluntad de privilegio expresaba la guarda celosa de un monopolio, si tenemos en cuenta la conexin que la formacin universitaria guardaba con las esferas laborales y de poder social. An en el ao de 1806, ante la presentacin por parte del abogado Luis de Ovalle de una peticin de los vecinos de Medelln para formalizar la apertura de estudios de primeras letras, aula de latinidad y cursos de filosofa y teologa, la Corporacin universitaria en Santaf, compuesta por diecinueve doctores (que representaban a los dos colegios y a la Universidad Tomstica),

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responde a travs de uno de sus miembros, don Camilo Torres, negando la peticin en lo que tiene que ver con los estudios superiores. Y en la negativa se descubre con facilidad que adems de la disputa sobre mtodos y contenidos, hay una conciencia clara de un privilegio social e institucional, localmente afirmado en. Santaf:

Todo el mundo necesita saber leer y escribir, contar e instruirse en los rudimentos de la fe, y no todos quieren ni pueden ni necesitan ser telogos, juristas ni filsofos A.H.N., anexo, inst. pub. T. II, f. 231, ss.

De tal forma que restringirse a la capital de la Corte, y en ella a los colegios universitarios, para establecer algunas de las caractersticas de la poblacin universitaria en el Nuevo Reino, parece un procedimiento justificado que, adems, tiende a propiciar un acercamiento en trminos mucho ms reales y objetivos a la llamada universidad colonial, pues si se compara sta con la de Lima o la de Mxico, se descubre con facilidad que la situacin educativa de la Nueva Granada nunca fue asunto para despertar tanto entusiasmo como el que parece invadir a algunos de nuestros historiadores tradicionales cuando orgullosos se ocupan del tema. Un cuadro ms justo parece ser el que dej consignado el arzobispo-virrey:

En la vasta dilatada extensin de este virreinato, donde el solo arzobispado de Santaf es mayor que la Pennsula de Espaa, no se encuentra universidad ni estudio que pueda llamarse rigurosamente pblico; solo en esta ciudad (Santaf), la de Quito y modernamente Popayn hay facultad de conferir grados. Las dems aunque populosas, no solo

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carecen de este lustre sino tambin de seminarios conciliares, y an les faltan estudios particulares a qu acudir. Idem, f. 219-234v. Los aspectos educativos de la Relacin de Mando de Caballero y Gngora en Doc., T. IV,p. 166, ss.

Problemas documentales y metodolgicos

Antes de presentar cuadros y cifras parece una exigencia mnima realizar algunas consideraciones que el carcter emprico del material logrado no excluye, si se quiere que l pueda tener alguna significacin. Ni cifras imperfectas ni la ms grande y neurtica exactitud en las cifras pueden presentarse como si tuvieran por si| mismas un carcter explicativo, es decir, ese mnimo de relaciones significativas inteligibles que debe esperarse de todo esfuerzo de investigacin. Si bien es cierto que la Historia Cultural y Educativa de la sociedad colonial debe tratar de abandonar de una vez por toda la prolongada fase de lirismo en que permanece anclada desde las primeras crnicas coloniales, el abandono de esta fase no le vendr por la simple cuantificacin hace unos aos tan promocionada.

Empezando hay que mencionar, como siempre en la Historia Cultural de los siglos XVII y XVIII, los problemas de archivo. El monopolio, repetidamente denunciado, repetidamente continuado, de la mayor parte de las fuentes primarias por aquellas instituciones eclesisticas que controlaron los procesos culturales durante los largos aos del sometimiento a Espaa. A esto se agrega la existencia de una parte muy grande de la documentacin en archivos espaoles. Con muy buen juicio, y en contra de una opinin que permaneca indiscutida, el historiador Germn Colmenares ha recordado cmo las mejores Y ms valiosas fuentes para el estudio de los problemas de la sociedad colonial se encuentran, para decirlo con simpleza, en el

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lugar de los hechos, insistiendo de esta manera en la riqueza de nuestros ignorados archivos, particularmente en los parroquiales y municipales, en sus posibilidades como fuentes para la construccin de anlisis regionales y, ms en profundidad, sealando tambin el carcter especfico de las relaciones sociales coloniales COLMENARES, Germn, Los estudios histricos regionales en Colombia (Medelln, 1982), pp. 18-19. . Observacin importante y justa sta de G. Colmenares, pero que debe matizarse para el caso de las actividades educativas de las grandes rdenes religiosas que detentaban en nuestro medio el dominio de las actividades culturales institucionales, ya que sus pugnas de ms de tres siglos por los privilegios y preeminencias como focos de hegemona cultural siempre estuvieron mediadas por el recurso ante la autoridad civil metropolitana, e incluso romana, pues ante el Papado y el propio Soberano espaol mantenan agentes permanentes que velaban por sus intereses en el plano de la disputa cultural por el nuevo mundo descubierto. De tal manera que pata los objetos de anlisis que propone la historia cultural, por lo menos en algunos de sus aspectos, el problema de una gran parte de la documentacin en lugar distinto de los hechos que refiere, pesa con mayor fuerza que en otros campos del anlisis.

Se suma tambin como parte de este problema la inexistencia o prdida para largos perodos de los principales registros que permitiran una reconstruccin cuantitativa relativamente completa de las poblaciones escolares, a pesar de que desde el principio del siglo XVII se haban dictado determinaciones precisas para la elaboracin de Libros de Matrcula y Grado en las instituciones universitarias coloniales V. Doc., T. II, P. 409. , tal como lo recuerda, por ejemplo, Pedro Vargas Saez en su apologa del Colegio-Seminario de Popayn VARGAS SAEZ, Pedro, Historia del Real Colegio-Seminario de San. Francisco de Ass de Popayn (Bogot, 1945), p. 448. . An historiadores con probada vocacin de bsqueda y buenas relaciones con las rdenes religiosas,

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como el Padre Juan Manuel Pacheco, S.I., al ocuparse del problema cede su voz a su ms respetado cronista, el Padre Astran, para decir:

Si en la primera mitad del siglo XVII andamos a media luz en la historia de los jesuitas de Nueva Granada, en la segunda mitad del mismo siglo podemos decir que quedamos casi a oscuras PACHECO, Juan Manuel, Los jesuitas en Colombia, T. I, (Bogot, 1959), p. 5..

Muy diversos factores, cuyo inventario resulta inoportuno hacer ahora, se juntaron para producir esta situacin documental, pero hay uno que no se puede dejar de menciona pues revela una caracterstica importante de la propia institucin universitaria colonial: su funcionamiento como Corporacin de relativa autonoma frente a la administracin imperial, el nmero siempre reducido de sus miembros y su carcter marcadamente patrimonial determinaron el que sus procesos internos escaparan muy a menudo de toda forma de control. Es decir, sobre las universidades coloniales se legisl con abundancia y las autoridades civiles en Santaf fueron atentas vigilantes del cumplimiento del Patronato Regio. Pero en gran medida la historia de las instituciones universitarias en el Nuevo Reino es la historia de su lucha exitosa por garantizarse un control autnomo y excluyente de los procesos acadmicos, de los privilegios y preeminencias que esto significaba, y de las posiciones que en la vida econmica y poltica podan conquistarse a partir del dominio de las prcticas culturales institucionales. No podemos olvidar que las universidades fueron ante todo en esa sociedad una forma de inscripcin de las rdenes religiosas del clero diocesano, y desde luego de los laicos que agrupaban en las batallas de poder, tanto en las que Mantenan internamente, como en las que, separada o

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conjuntamente, libraban frente a la administracin civil y a pos de particulares. Ello dio lugar a una amplia documentacin, existente en archivos locales, que se concentra en los privilegios de fundacin, ctedras y grados, en los aspectos econmicos de la hacienda universitaria o en los litigios entre las ordenes y los poderes civiles, pero casi nunca en los aspectos internos, menudos, de la institucin, como nmero de cursantes, matrculas anuales o ctedras existentes. Una documentacin que se centra en gran medida en el funcionamiento econmico y poltico de las corporaciones universitarias, y que de paso permite comprobar la ceguera de la historiografa tradicional que ha (literalmente) inventado una inexistente pax universitaria, hacindole perder a estas instituciones, en el anlisis, lo ms importante de su experiencia histrica; todo ello, se creera, en beneficio de mostrar y resaltar su contribucin a lo que denominan cultura, aporte del que, curiosamente, nunca han explicado exactamente en qu consiste. Resumiendo: la documentacin educativa colonial a la que se puede acceder por ahora en Colombia resulta excelente para el anlisis de prcticas econmicas y polticas relacionadas con el mbito universitario, pero no resulta la mejor para construir el cuadro numrico de la poblacin universitaria en la Nueva Granada Por lo dems una investigacin numrica choca con la barrera de las frmulas con las que en el lenguaje de esa sociedad se describan los fenmenos de cantidad. Parece tratarse de un tipo de mentalidad que desdea regularmente las enunciaciones numricas exactas, dadas por una cifra, prefiriendo en cambio las menciones puramente aproximativas: llenan el aula, con el concurso de todos, sern hasta cien y los dems; frmulas que, por lo dems, encuentran su prueba a travs de frases como es pblico y notorio o como se sabe por todos. Este hecho, perfectamente explicable pan la poca, se perpeta con los historiadores tradicionales. As por ejemplo Fray Jos Abel Salazar quien recuerda que en 1612 a la enseanza de la teologa asistieron muchos estudiantes. V. SAL AZAR, Jos, Ob. cit., pp. 134 y 145. .

Esta situacin, de la cual escapa un tanto el Colegio del Rosario, en razn tal vez del tipo de lazo que estableci con la administracin local e imperial, no empieza a modificarse sino en la segunda mitad del siglo XVIII, en particular despus de la expulsin de la Compaa de Jess, en 1767. Esos aos finales de vida colonial lo son tambin de intensa intervencin estatal en el plano de la educacin, y entonces se cuenta con mayor informacin y con una variada clase de registros, sobre todo de

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grado. Es esta condicin precisa de intervencin estatal la que permite que opere lo que Borah y Cook denominan la regla normal de antigedad de un documento, esto es, que mientras ms reciente sea un registro, ms probable ser su conservacin, y del mismo modo, mientras ms antiguo sea, menores sern las posibilidades de que perdure COOK, Shebume y DORAR, Wodrow, Ensayos sobre historia de la poblacin: Mxico y el Caribe (Mxico, 1966). .

De tal forma que las condiciones especficas el largo perodo que aqu se intenta estudiar y la rusticidad comprobada de los materiales estadsticos con que se trabaja, plantean, algunas prescripciones de mtodo que es necesario no olvidar. Hay que recordar ante todo que se trata del anlisis de un perodo preestadstico, de un perodo anterior a la formacin de los primeros censos vitales de la poblacin y al incipiente manejo tcnico que ya los acompaa Idem. ...todos los aos transcurridos desde que se implant la administracin europea a principios del siglo XVI, basta que se instituyeron el registro civil y los censos nacionales a principios del siglo XIX, pueden clasificarse como un periodo protoestadstico; aunque se requieren subdivisiones en perodos, debido al sostenido desarrollo de la administracin europea en formas cada vez ms refinadas y de una preocupacin cada vez mayor por recabar informes, p. 20. V. tambin URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario, Compilacin de estadsticas histricas de Colombia (Bogot, 1972). , y que buena parte de los datos utilizados son tomados de contextos bien diferentes del que aqu se les asigna. As por ejemplo, la ms amplia lista, de escolares graduados en el Colegio de San Bartolom en el siglo XVII de que hemos podido disponer, fue compuesta como instrumento probatorio de los privilegios de este Colegio sobre el otro de Santaf, y es muy posible que ello hubiera significado un aumento exagerado de los individuos benemritos estudiados y graduados en el dicho colegio. Un problema clsico de toda la estadstica histrica colonial, y sobre el que, en un contexto ms amplio, Cook y Borah han insistido COOK, Sh y BORAH, W. Ob. cit., p. 20. , para sealar luego algunas de sus principales consecuencias:

E! investigador debe contentarse con el penoso examen del significado y. las circunstancias en que se prepararon los registros histricos; deber acudir a una mucha mayor diversidad de tcnicas para el manejo de los datos, incluso la exasperante y tardada Pgina 38

localizacin e integracin de los datos aislados y fragmentarios y, finalmente, tendr que aceptar tolerancias ms amplias y mayores mrgenes de error de los que seran satisfactorios para los demgrafos Idem., p. 9

En relacin con los datos que presento, no slo en esta parte inicial sino en las que luego cursan, es preciso comentar la observacin recin citada. Desde luego que hay que proponer a los ojos del lector el cuadro de las circunstancias en que se form un registro histrico, por lo menos como otra manera ms de relativizar los datos y resultados que se presentan. Pero en cuanto a la diversidad de tcnicas para el manejo de los datos, hay que decir que frente a la informacin obtenida sobre la poblacin universitaria colonial, simplemente se opt en todos los casos por construir series de datos, a partir de una base regularmente fragmentaria, en la medida en que los documentos lo permitan, sin acudir para nada a procedimientos estadsticos que facilitaran completar la serie buscada. Sabemos tan poco de la sociedad colonial, de sus procesos culturales y del funcionamiento de sus prcticas de enseanza, que todo recomienda la mayor prudencia. La crtica histrica en Colombia recibi en aos pasados una admirable leccin, que bien puede ser llamada la leccin Mac Greevey, que resulta mejor por ahora en estos terrenos recorrer lentamente los caminos, necesarios en todo comienzo, de un cuidadoso empirismo documental, antes de abrazar la causa de sofisticadas metodologas de medicin V. SAFFORD, Frank,Reflexiones sobre Historia econmica de Colombia, 1845-1930, de William Paul Mc Greevey , en Aspectos del siglo XIX en Colombia (Medelln, 1976). . Un solo ejemplo: en las listas de estudiantes matriculados en el Colegio del Rosario en un grupo de aos aparecan vacos que, en virtud de datos anteriores y posteriores conocidos, podran ser llenados. En algn momento de este trabajo se cumpli con el ejercicio tcnico de completar dos de estas lagunas, aparente-

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mente con un bajo margen de error. Slo que das despus algunas informaciones no numricas logradas a travs de otros fondos de archivo regalaron una buena sorpresa: en uno de los aos rigurosamente calculado no se haba realizado curso escolar, y en el otro una epidemia de viruelas, episodio tan frecuente, haba suspendido el funcionamiento de los cursos, pues se haba producido un fenmeno de despoblacin escolar y un movimiento de escolares de la ciudad al campo. Por todo ello este trabajo presenta cuadros estadsticos de una gran simplicidad y se contenta con el estudio de un nmero reducido de relaciones que ms adelante deber ser completado por investigaciones mucho ms tcnicas y refinadas. En fin, ms all del proceso de reunin de datos fragmentarios y de la construccin de series estadsticas parciales, sobre la base de listados efectivos, de cuadros de matrculas, de numeraciones de estudiantes por facultad, no es demasiado lo que se avanz.

Otro s (como se deca en la sociedad de la que aqu nos vamos a ocupar): no es slo el penoso examen del significado y las circunstancias en que se prepararon los registros histricos; es sobre todo, y esto debe repetirse, necesario un conocimiento mnimo de la sociedad, del perodo, de las instituciones y prcticas que se quieren cuantificar. De lo contrario se perdera de vista que cualquier grupo de datos y de cifras solo tienen valor para el saber histrico en el marco de determinaciones sociales precisas. Por ello repetidamente estar recordando a qu tipo de corporaciones corresponden los datos que han logrado agruparse V. nota 1 del presente capitulo y el conjunto del captulo II. .

El surgimiento histrico de las ctedras

Bajo la forma irrefrenada de la apologa ingenua, tal como gusta hacerlo el espritu venerador del pasado colonial; o bajo la forma

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del ditirambo, a veces amargo, a veces ingenioso, esgrimido por el espritu liberal del siglo XIX, la situacin de la universidad en el Nuevo Reino aparece siempre como la victoria, alabada o condenada, de la rutina y el inmovilismo pastoril. Se trata, claro est, de un prejuicio que expresa nuestro desconocimiento de una dinmica social intensa y original. Se puede decir que la ceguera que afecta en este punto nuestros anlisis est relacionada con la ignorancia que padecernos sobre la vida poltica colonial o con la suposicin de que ella, al tener formas diferentes a la nuestra, simplemente no exista V. COLMENARES, G., Factores de la vida poltica colonial, en Manual de Historia de Colombia, T. I (Bogot, 1979), p. 386, ss. . As por ejemplo, sometidos a una imagen reductiva de la poltica, imagen heredada del siglo XIX, los litigios universitarios en la sociedad colonial los aceptamos como parte integral de esa vida poltica y nos parecen ms bien minucias en las que no valdra la pena detenerse.

Un buen lugar para el reconocimiento de esa dinmica que mencionamos es el estudio de los episodios que acompaaron la fundacin de las ctedras universitarias. Tan slo recordemos que detrs de cada fundacin se encontraba una orden religiosa, uno cualquiera de los cabildos -el secular o el eclesistico, la Audiencia, o grupos de vecinos notables o de propietarios particulares que operaban como grandes patronos, a travs de un apoyo econmico que otorgaba no slo preeminencias y mritos sino injerencia directa sobre la seleccin de los cursantes.

La primera ctedra en surgir fue la de Gramtica, la que hasta 1790 fue de manera exclusiva gramtica latina, pues se trataba de la condicin elemental y primera para poder acceder al saber reglamentado de la vida universitaria. El latn, ha escrito J M. Rivas Sacconi, era el vehculo obligado del saber, pero lo era porque constitua la introduccin en el marco lingstico y retrico de uso imperioso RIVAS SACCONI, Jos Manuel. El latn en Colombia (Bogot, 1949).. Pero los saberes superiores fueron

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propiamente la filosofa y la teologa en el siglo XVII, y la teologa y el derecho a lo largo del siglo XVIII, aunque operando siempre sobre la base de considerar la filosofa como elemento base de la formacin V. SILVA, R., Los estudios generales en el Nuevo Reino, Cap.II . Y en tomo del surgimiento de cada una de las ctedras, casi siempre acompaadas de legados econmicos, regularmente una batalla de poderes, pues el poder no poda ser comprendido en aquella sociedad, tal parece, sino como privilegio excluyente. Todo ello generaba ruidos y pendencias que se extendan ms all de la ciudad letrada, para cobijar la opinin de los notables, o ms simplemente para movilizarlos en tomo de tales opiniones, indicando al mismo tiempo el grado de poder logrado por los seores de las letras y e indicando tambin de qu manera sus querellas no eran simple asunto de sacrista. As lo deja ver, por ejemplo, un informe -de 1685- del Fiscal del Consejo de Indias que tiene como objeto el largo pleito entre jesuitas y dominicos por los privilegios de graduar, cuando seala las consecuencias de estas disputas tanto para la vida interna de las religiones como para

la causa pblica de los moradores de aquellas provincias que entraban a la parte en esta inquietud siguiendo cada cual el bando a que la devocin o el parentezco les llevaba... Doc., T. II, pp. 241 y 242. .

Vale la pena detenerse un-momento en el caso de la fundacin de la ctedra de cnones y decretos, finales del siglo XVII, pues en este episodio se puede encontrar bien ejemplarizada la situacin. La ctedra haba sido un privilegio exclusivo del Colegio del Rosario desde su fundacin, despus de 1650, aunque su funcionamiento nunca habla terminado de regularizarse, lo que favoreci que, ms o menos hacia 1680, empezara a ensearse por parte de los jesuitas en su Academia Xaveriana, en

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donde sin autorizacin oficial otorgaba ttulos. Ya en el ao de 1697 el San Bartolom a travs de su red inmensa de influencias inicia la batalla formal contra el privilegio excluyente de los rosaristas, pues sus escolares se vetan amenazados de exclusin no slo de la prctica jurdica institucional en los tribunales civiles, sino, sobre todo, de las oposiciones para los altos cargos en los tribunales religiosos, de cuyo concurso se les retiraba, acusndolos de ilegitimidad en sus estudios y en sus grados, pues la Universidad dominicana tan slo

...grada en decretos y sagrados cnones a los colegiales del rosario que siguen la escuela tomstica... Idem, p. 382.

y el colegio del Rosario, a su vez, slo admita a los bartolinos reales o supuestos discpulos de F. Surez, al duro precio de volver a cursar el trienio de filosofa, con que se malogran los ingenios y estudiosa aficin, impidindoles disfrutar adems de los cargos en la abogaca de la real audiencia, en oficios de tenientes de gobernadores, en las canonjas doctorales y en los oficios del tribunal de la santa inquisicin Idem, p. 341. . El Colegio de San Bartolom insiste a travs de sus repetidos alegatos en que cuenta con espacio suficiente para instalar con toda formalidad la ctedra, pues se halla con bastante capacidad para la habitacin de ms de cien colegiales, lo mismo que alega contar con rentas suficientes, ya que el Maestro don Pedro de Angulo y Gamboa dej a este colegio cuatro mil y quinientos patacones situados a censo, ms otra tanta cantidad, mientras el Colegio del Rosario carece de toda renta, y por falta de abogados

...los tribunales de justicia se hallan sin direccin y los habitadores implicados en pleitos sin luz de jurisprudencia que los termine en justicia Idem., p. 316. .

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Repetidas informaciones parecen indicar que en estos aos finales del siglo XVII hay en el Nuevo Reino una relativa escasez de juristas, pues de 1694 es una Cdula Real que solicitaba a la audiencia en Santaf se fomentaran las ctedras de tal facultad, peticin a la cual, tres aos despus, responde la audiencia considerando el fomento de la enseanza de los decretos corno muy necesaria, por la falta de abogados que ha padecido, que aunque se han recibido algunos, los ms estn en Cartagena Idem.,p.319. Por su parte la peticin de los padres de Loyola insiste en lo defectuoso e inhabiles de los escolares del colegio oponente, pues habiendo resultado varios pleitos entre sus propios colegiales y cursantes sobre si eran hbiles o no en el ejercicio forense, el fiscal de la misma audiencia les opuso a unos y a otros la misma inhabilidad Idem.,p.385. Desde la otra orilla los memoriales e informes del Rector del Rosario insisten en el fruto que ha producido de sujetos hbiles para la abogaca de este reino y... gobiernos de su jurisdiccin y todo ello con el universal aplauso. En opinin del Rosario, los jesuitas han movilizado sus presiones sobre las autoridades y la comunidad local de notables e influyentes con engao y astucia, solicitando estudiadamente los aplausos populares... slo con el fin de la pblica notoriedad. Para el Rosario es ocioso multiplicar ctedras estando tan corrientes y puntuales las del dicho colegio, suficientsimas para la enseanza de tan corto vecindario... que se compondr hasta de tres mil vecinos.Idem., p. 391 Solicita que se rechace la peticin de la Compaa de Jess, pues hay en el Rosario tres ctedras actuales, de prima, de vsperas y de instituta; pero admitiendo sus conocidas dificultades econmicas, ya que slo se han mantenido hasta aqu los lectores por lo honorfico del cargo y de regentar las ctedras, pide una merced de seis mil ducados, el legado que desde el siglo XVI haba dejado a la Orden de Predicadores don Gaspar Nez, y un

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donativo que Fray Ignacio de Quezada haba ofrecido a la compaa de Jess Idem.,p.317.

La habilidosa Compaa de Jess triunf en la disputa y el 13 de junio de 1701, el doctor Pedro Sarmiento, Fiscal de la Audiencia, dict la primera leccin, asistiendo a la ceremonia esta audiencia y los cabildos eclesistico y secular y muchos republicanos, de tal forma que el organismo Real puede concluir:

...y se espera feliz logro de estas facultades y que los obispados tengan sujetos hbiles para los litigios que se ofrecen y se eviten los crecidos costos que han tenido los vasallos... Idem., p. 406.

No se puede olvidar, de todas maneras, que, en principio, el privilegio concedido al Colegio del Rosario tena una aparente razn de ser, aunque en trminos de la relacin inmediata de fuerzas la Audiencia se inclinara del lado de los jesuitas. El Rosario fue, en gran medida, el centro de la formacin de una intelectualidad civil (ms en el siglo XVIII que en el XVII) ligada de manera menos orgnica con las rdenes e instituciones religiosas; y si bien sus cursantes juraban fidelidad al dogma de la Inmaculada declaraban adhesin a la doctrina de Santo Toms y deban concurrir a recibir su ttulo acadmico a la Universidad tomstica, el manejo del Colegio, en virtud del Patronato Regio, parece haber estado ms cerca de la autoridad civil, y sus lectores slo ocasionalmente fueron individuos de Orden V.HERNANDEZ DE ALBA, Guillermo, crnica del colegio mayor de nuestra seora del Rosario, 2 tomos (bogota,1938). Y ese tipo de letrado, un jurista menos orgnicamente vinculado con las instituciones eclesisticas, trat de conservarse cuando el privilegio de los cnones, se extendi al Colegio de San Bartolom, pues en 1710 la Corona, al reafirmar a la Compaa en su nuevo privilegio, lo hizo bajo la condicin de que una de la ctedras

Pgina 45 ...fuese puntualmente de instituta y todas regentadas por seculares, formando estatutos con intervencin de la audiencia... y proveer las ctedras en concurso abierto del colegio y seculares Doc., T.II, p.406..

An bajo esta precisa admonicin, en el ao de 1754, la Compaa que gustaba tanto de la autonoma, no habla entregado los estatutos de la nueva facultad ni habla presentado la escritura de fundacin, y ms bien se limitaba a enviar una peticin nueva para regentar de manera exclusiva y perpetua las ctedras de derecho cannico, quedando solamente inalterada la ctedra de derecho civil e instituta para las personas seglares que... fuesen idneas y preferidas Doc. T. II, p. 209. Los estatutos y constituciones de la ctedra de cnones en la Academia Xaveriana o Universidad de San Francisco Xavier, en Doc., T. III, pp. 44 ss. A mediados de 1765 la Real Audiencia declaraba...arbitrario y absolutista el modo con que los padres se comportaban en la provisin de los catedrticos..., pues, con la excepcin del ao 1761, entre 1725 y 1763 nunca haban llamado a oposiciones. Este modo arbitrario y absolutista est descrito en SALAZAR, A., Ob. cit., p. 185. .

Volviendo sobre el problema inicialmente considerado del surgimiento de las ctedras en la universidad colonial, podemos decir que ste parece responder a la propia lgica de organizacin de los estudios y de estructuracin de los saberes; que estas fundaciones de ctedras muestran, adems de su carcter de preeminencia social y de disputa entre escuelas filosficas, una lgica coherente -por lo menos en la reconstruccin que a posteriori hace el historiador-: arrancando por la gramtica, camino de la filosofa y la teologa, teniendo su punto ms elevado en la jurisprudencia cannica y civil. Quedaran pues, slo dos piezas importantes por considerar: las ctedras de Medicina y de Lengua Indgena, ya que las dos tuvieron algn lugar en la enseanza superior Sobre la enseanza de la lengua indgena V. principalmente Doc. 1. 1, p. 15, ss. p. 35, ss., p. 63, a Sobre la ctedra de medicina V. Doc., T. I, p. 170, T. B, p. 42, ss., T. IV, pp. 195 ss. Un balance final de su enseanza en QUEVEDO, Emilio, Jos Celestino Mutis y la educacin mdica en el Nuevo Reino de Granada (Bogot, 1985) y MIRANDA, Nstor, Apuntes para la historia de la medicina en Colombia, en Ciencia, Tecnologa y Desarrollo, Vol. VIII, No. 12 (Bogot, 1984). .

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En cuanto a la medicina hay que decir que aunque desde la fundacin del Colegio del Rosario aparece mencionada, las listas de matrculas comprueban que slo en algunos pocos aos se ense, no encontrando por lo general ni cursantes ni maestros, pues pesaba sobre su ejercicio no solamente la carencia de sujetos formados en las artes mdicas, sino principalmente una valoracin social negativa, ya que hasta bien entrado el siglo XVIII su carcter de arte liberal (no mecnica) estuvo bajo sospecha. Muy cercano del barbero y del cirujano propiamente dicho, muy lejano del telogo y del jurista, el mdico fue casi, siempre un aventurero llegado de Europa, del que siempre se desconfi. Es posible que despus de 1770, inicindose una poca salubrista e higienista que acompa la difusin de las luces, la posicin del mdico en la sociedad y el ejercicio docente de la medicina se hubieran modificado; pero an as, y con el espectculo al frente de un cuadro ms que dramtico de la salud popular, la medicina no parece haber sido cosa que levantara los nimos de los pretendientes a grado universitario, En la reorganizacin de estudios propuesta en el Plan de 1774 se la retira de circulacin, recalcando la insuficiencia de su enseanza; y aunque en las postrimeras del siglo XVIII trat de volver a resucitarse bajo la direccin de don Jos Celestino Mutis y un plan de estudios que elabor posteriormente su discpulo Miguel de Isla, los resultados fueron ms bien magros Doc., T. IV, p. 195, Doc., T. W, p..7 y p. 270. .

Por su parte el Colegio de San Bartolom inici su ctedra de medicina en 1636, bajo la regencia del Licenciado Enrquez de Andrade, y aunque el Colegio sealaba en sus informes que haba sido con gran concurso de estudiantes y colegialesy

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otras muchas personas, clrigos y seculares, al poco tiempo hubo de suspenderse. Fue reiniciada, al igual que en el Rosario, en varias ocasiones, pero siempre para cerrarse por sus resultados insignificantes. De tal manera que no se le puede considerar, hablando con realismo, como parte integrante de la enseanza superior en el Nuevo Reino Para una crnica de la catedra redactada por su principal protagonista V. MUTIS ,Jos Celestino, Escritos cientficos, T.I (Bogot, 1983).

Slo queda entonces por considerar, dentro de los lmites de este captulo, la situacin de la enseanza de la lengua indgena Abundante informacin sobre el problema en TRIANA, Adolfo, Las lenguas indgenas en la historia social del Nuevo Reino de Granada (Bogot, 1988). .

Los problemas del establecimiento definitivo del grupo espaol, y por tanto el consiguiente proceso de reduccin ideolgica y cultural, plantearon despus de 1550 la necesidad de aprendizaje por parte de los religiosos de las lenguas indgenas, o de la lengua general de los naturales, como se deca. Tal como qued plasmado en la Recopilacin de Leyes de Indias, se consider que el conocimiento de las lenguas indgenas era el medio ms necesario para la enseanza y explicacin de la doctrina cristiana, determinando que los prelados no den orden sacerdotal sin aprobacin del catedrtico de lengua Doc., T. II, p. 15, ss. En el Nuevo Reino desde 1580 se recibi cdula real para el establecimiento de la catedra, sealando sera bueno que los doctrineros tuvieran inteligencia de dicha lengua, por ser el medio principal para poder hacer bien sus oficios. Y se determin tambin que los curas ordenados deban llevar fe y certificacin del catedrtico que leyese, lo mismo que se seal que los que tuvieren conocimiento de la lengua fueran preferidos en las doctrinas y beneficios. Y respecto de los doctrineros en ejercicio se agreg que deban comparecer a ser examinados del dicho catedrtico si saben la lengua o lo que deben ensear de ella... Idem., pp. 35-39.. Bajo esta presin inmediata inici su enseanza en 1588 el criollo Gonzalo Bermdez

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(uno de los primeros mestizos ordenados), quien parece haber ejercido la ctedra hasta el ao de su muerte -en 1625-, ao en que fue reemplazado por el Padre Pedro Pinto, quien regent la enseanza hasta 1633, cuando lo sustituy el jesuita Jos Dadey, reconocido especialista en asuntos de lengua indgena. Todava en 1648 aparecen peticiones de la Compaa de Jess solicitando la ctedra en perpetuidad, lo que le fue negado Idem. , p. 63, ss, p. 200, ss..

Hay que anotar que en este perodo inicial, en particular bajo el impulso de los jesuitas -que siempre mostraron gran dedicacin por el aprendizaje de las lenguas, la ctedra fue floreciente, la enseanza relativamente amplia y los resultados valiosos. En 1606, el presidente don Juan de Borja, convoca una asamblea de letrados locales para discutir una traduccin realizada por los padres jesuitas de las enseanzas religiosas bsicas a la llamada lengua general Idem. , p. 115..Se trataba de un breve catecismo que contiene los artculos de nuestra Santa Fe catlica... todo ello en buen mtodo, de manera que con facilidad pudiera ser enseado; al igual que de la traduccin de las principales oraciones y los diez mandamientos de la ley de Dios y las obras de misericordia..., todo llevado a la lengua que llaman chibcha Idem. . En palabras del presidente Borja, la reunin se presentaba como urgente ya que

...algunas personas publicaron ser imposible reducir los trminos de la lengua castellana a la de los dichos naturales, levantando rumor sobre la fidelidad de la dicha traduccin,

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habiendo determinado la asamblea que la dicha traduccin estaba fiel y significativa del original Idem. .

Sin embargo la enseanza de la lengua indgena como prctica universitaria fue de corta vida, y su estudio descriptivo, particularmente durante el siglo XVII a travs de las rdenes religiosas y durante el siglo XVIII a travs de clrigos doctos como el P. Jos Domingo Duquesne, fue ante todo cosa de eruditos y de soledad. La razn esencial de su escasa importancia en la enseanza, despus de 1600-1630, tiene que ver, por una parte, con lo que los historiadores han llamado la gran catstrofe demogrfica, pues no es difcil entender que casi extinguida la base social hablante de la lengua general: la poblacin indgena del centro-oriente de Colombia, tal enseanza perdiera su significado ms all del reducido grupo de eruditos y sabios con dedicacin por las lenguas, y del grupo de frailes que, continuaba las tareas de penetracin en los territorios llamados de misiones, que eran territorios de lenguas nuevas, pero en donde la influencia de la repblica de los espaoles-americanos era casi nula V. TRIANA, A., Ob. cit..

Pero de otra parte, y tal vez ms que con el exterminio fsico que de todas maneras resulta un argumento simple, la ausencia de las lenguas indgenas de la ctedra universitaria se relaciona con el veloz proceso de asimilacin cultural (evangelizacin y castellanizacin) que vivi la sociedad indgena del centro oriente del pas, todo lo cual hace ver, desde nuestra perspectiva presente, como muy tardo el reconocimiento que, despus de 1770, realiz la dirigencia ilustrada al proponer la fundacin de las escuelas de lengua castellana para la enseanza de los indgenas Idem., V. tambin el Informe del Fiscal Francisco Antonio Moreno y Escandn publicado bajo el ttulo de Indios y mestizos de la Nueva Granada (Bogot, 1985). .

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Lo cierto es que la legislacin citada, que desde luego muy poco o nada se cumpli, lleg muy tarde a sancionar una prctica cumplida que el proceso de destruccin y de asimilacin haca tiempo haba impuesto. Como lo consign con exactitud el cronista Fray Alonso de Zamora

Pero como los indios de la nacin de los moscas y otras de este reino, reducidas desde la conquista, han tenido y tienen tratos tan continuos con los espaoles, entienden y hablan nuestra lengua sin haber menester la suya para explicarse.. V. Doc., T. I, p. 134. .

No se puede dejar de anotar, finalmente, que esta falta de importancia escolar de la enseanza de las lenguas indgenas, que expresa una de las consecuencias de un proceso civilizatorio del centro a la periferia, no le resta ninguna importancia cultural a las lenguas de las naciones indgenas, las que, por ejemplo, ofrecieron mltiples trminos nuevos, originales, que nombraban elementos especficos de la realidad del mundo descubierto, trminos con los cuales fue enriquecindose el espaol, proceso favorecido sobre todo porque su encuentro con las lenguas aborgenes se produjo en un momento esencial de su etapa de consolidacin. El proceso, es verdad, ocurri a espaldas de la vida universitaria, que por lo dems hablaba en latn, en las prcticas mismas en que se manifestaba de manera directa la dominacin. As, verbi gracia, muchsimos nios y nias, peninsulares y criollos, aprendieron con la servidumbre que los atenda y cuidaba las lenguas o fragmentos de las lenguas del dominado. Y ms all de la erudicin clerical y del esforzado estudio de convento, en instituciones como la familia, o a travs de administradores,

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mayordomos, calpizques y todo ese sector mestizo que mediaba las relaciones de dominacin y conectaba lo que en principio fueron dos sociedades, las lenguas aborgenes, condenadas como prcticas masivas al destierro, dejaron su huella perdurable en nuestro idioma castellano.

El Colegio Mayor de San Bartolom

Antecedentes

El antecedente inmediato del Colegio de San Bartolom est constituido por el Colegio-Seminario de San Luis que, bajo la inspiracin doctrinaria del Concilio de Trento, haba sido fundado a finales del siglo XVI por el arzobispo Fray Luis Zapata de Crdenas, religioso que despleg gran actividad en el Nuevo Mundo no slo como partcipe de fundaciones educativas, sino como experto conductor de razzias contra la poblacin indgena y sus santuarios. Conocedor de las artes militares y exponente eximio de esa Iglesia militante y tridentina (valga la redundancia) que dirigir la formacin del clero en Amrica Hispana, Fray Luis fue un firme perseguidor de la idolatra que apoy su proyecto en la formacin de un clero preparado para las tareas de adoctrinamiento, o por lo menos institucionalmente autorizado para ellas. Sin embargo, el Colegio-Seminario de San Luis, su principal realizacin educativa, fue de corta vida, y su funcionamiento no va ms all de los aos 1586-1588, aos en que hubo maestros que leyeron a los colegiales... y a los dems que queran or gramtica y retrica. El nmero inicial de escolares que alberg el seminario fue diecisiete y dos porcionistas, y sobre las razones de su corta vida no existe acuerdo,

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pues en algunos de los documentos se menciona el no poder sustentarse los seminaristas, mientras en otros testimonios, tambin coetneos de los sucesos, se indica como motivo el desamparo que le dieron a su colegio los propios escolares, quienes indignados al verse obligados a cumplir tareas de turiferarios (aclitos) en la Iglesia Mayor, abandonaron sus becas y se fueron cada uno a sus casas y a sus tierras Doc., T. I, p. 42..

Disuelto el seminario slo quedaron en Santaf, en ese momento, con carcter entre conventual y pblico, los estudios de la Orden dominicana que, desde 1563, habla abierto una ctedra de gramtica, a que acudan los hijos de conquistadores y pobladores de este reino, en palabras de Fray Alonso de Zamora, aunque en ninguna parte indica el nmero de asistentes, que de todas maneras deba ser muy bajo, dada la precariedad del ncleo urbano y las exigencias que las tareas de asentamiento planteaban a los hijos de los conquistadores entrados en edad de poder participar en la empresa. Por lo dems el momento mismo en que se encontraba el proceso de ocupacin, las imgenes an dominantes sobre los ros de oro por descubrir, toda aquella fiebre de oro que perturbaba la visin de padres e hijos conquistadores en proceso de reconocimiento territorial, antes que de asentamiento definido, y la vida misma -para decirlo en una palabra, de gentes que siempre fueron levantiscas y emprendedoras, indica a las claras que no era an el momento de la gramtica, y que todava unos aos deberan esperar las declinaciones. Aun as, en el convento dominicano se inicia la enseanza pblica de las artes y teologa, segn el mismo cronista Zamora V. nota 3 del presente capitulo, pero hasta los primeros aos del siglo XVII los estudios parecen ser bastante precarios, pues en 1584 el Rey seala a la audiencia que,

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Mi fiscal en el consejo de indias me ha hecho relacin de que en esa tierra no hay sino dos hombres que enseen gramtica... Doc., T. 1, p. 40.

Pero a finales del siglo XVI, segn un mtodo que har carrera, comienzan las presiones para el establecimiento de la Compaa de Jess Idem. , p. 75. A finales de 1599 el arzobispo Bartolom Lobo Guerrero habla ya de haber trado algunos sacerdotes de la Compaa, y seala que con ellos se tratar de leer artes y teologa. Desde luego que el establecimiento de la Compaa no fue fcil, y en la disputa se vern enredados el presidente, el arzobispo, los cabildos y los padres dominicos. Pero en 1604, llegados de Cartagena de Indias, en donde haban abierto una aula de gramtica que lleg a contar hasta con setenta escolares, los encontraremos en Santaf, y un ao despus el arzobispo iniciar las diligencias para la reapertura del seminario conciliar que por despoblamiento permaneca cerrado desde 1588, y que en adelante ser la tribuna escolar de los jesuitas Idem., pp. 40-61, p. 70, p. 83, pp. 86-110, pp SAT 494.9., A., Ob. cit., pp. 134, ss y pp. 319, ss. 17-126. V. tambin SALAZAR, A., ob. cit. , pp. 134,ss y ppp.319,ss..

Los datos del San Bartolom

Pero si en trminos institucionales el antecedente inmediato del Colegio de San Bartolom est constituido por las disposiciones del Concilio de Trento y por el extinguido seminario de San Luis, la condicin inmediata que determin su fundacin est relacionada ante todo con la ignorancia cultural del clero en el Nuevo Reino La ignorancia cultural del clero en el Nuevo Reino en los siglos XVI y XVII es un aspecto bien establecido y aceptado an por los historiadores de las Academias de Historia Eclesistica, Descripciones de esta situacin pueden leerse en SALAZAR, A., Ob. cit., pp. 69, ss, que incluye igualmente informaciones sobre la situacin de Mxico y &t. Sobre el mismo tema puede veme PACHECO, 7. M., La evangelizacin del Nuevo Reino, siglo XVI (Bogot, 1971). .

Pgina 54 En carta de 1591 el presidente de la audiencia, don Antonio Gonzlez, daba cuenta de la existencia de un buen nmero de curas ordenados ya y nacidos en estas tierras, pero faltos de toda instruccin en materia de doctrina y predicacin e ignorantes del latn. As mismo, en 1590, un monje agustino poda decir que muchos religiosos ni leer saban, situacin comn a la mayora de los clrigos ordenados en los aos anteriores por Zapata de Crdenas, en su afn de competencia con los regulares venidos de Espaa.

En la misma direccin, una Carta Annua de 1608-1609, citada por el P. Pacheco, incluye la declaracin de un cura que afirmaba que sin saber leer lo haban ordenado, pues en su tiempo no se exiga estudiar. Esta situacin de completa ignorancia frente a las funciones de su propio oficio aparece confirmada por otra Carta Annua, posiblemente de 1580, en la que el viceprovincial de la Compaa de Jess representaba a su General en Roma que

En todo este nuevo reino, en ms de ochenta aos en que se fund hasta que lleg la compaa, la ignorancia estaba muy arraigada en l, por no haber estudios ni curiosidad en los eclesisticos, y as los curas eran a una mano tan idiotas que no haban tomado el arte de la lengua latina en sus manos Citado en PACHECO, J. M., Los jesuitas en Colombia, T. I, p. 126. .

Segn una referencia del jesuita Medrano, transcrita por el P Pacheco, Santaf era hacia 1600 un pequeo villorio de unos dos mil y ms vecinos, ms una poblacin de unos 20.000 indios, y su ncleo de accin cultural estaba compuesto por tres

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conventos de frailes -dominicos, agustinos y franciscanos-, ms un convento de monjas, al igual que por tres parroquias, que luego se conformaran como los tres primeros barrios de Santaf: Las Nieves, Las Aguas y San Victorino. El Convento dominicano mantena la ctedra de gramtica desde 1563, ampliada a artes (nombre comn dado a la enseanza de la filosofa escolstica) en 1571, segn se anot; y en el Convento de San Francisco-Fray Pedro Simn, el cronista, inauguraba su curso de artes en 1603, lo mismo que el Padre Vicente Mallol en el de los agustinos. En ese marco cultural empezarn sus labores los jesuitas en 1605, teniendo bajo su cargo el reconstruido colegio seminario. La ctedra primera fue, como en todas las fundaciones educativas superiores, la de gramtica latina, pero ya en 1608 la compaa da comienzo al primer curso de artes, parece ser que con el grupo de becados que tres aos atrs haba inaugurado las diez colegiaturas del seminario. Al igual que para el resto del siglo, los datos de poblacin escolar, que slo pueden ser reconstruidos fragmentariamente, resultan contradictorios. Siguiendo las Letras Annuas J. M. Pacheco menciona el nmero inicial de setenta escolares en Santaf, pero parece referirse no slo a los gramticos sino a los grupos de nios que concurran a la escuela de letras, canto y rezo que regularmente fundaba la compaa, pues otra Carta Annua nos dice que en 1605 haba diez seminaristas que puso el arzobispo como convictores... con los dems que sern como veinte, y un nmero inicial de treinta gramticos resulta mucho ms aproximado, por dos razones. La primera porque el nmero de becas seminarias, que segn disposiciones de Trento se pagaba con rentas eclesisticas (vale decir con, trabajo indgena), slo fue de ocho a diez en estos aos Doc. T. I, p. 86, ss. Un resumen de la composicin de las rentas eclesisticas en PACHECO, J. M., La evangelizacin en el Nuevo Reino de Granada, p. 388, ss. . Y porque para 1611 en las aulas del Colegio parecen haber cursado la gramtica, Pgina 56

que empez con un ciclo bianual, unos cien escolares PACHECO, J. M., Los jesuitas en Colombia, T. I, p. 126.. Contamos tambin con algunas cifras intermedias entre 1605 y 1615 que indican un promedio de treinta a treinta y cinco miembros para el Colegio- Seminario. Pero aunque en relacin con el tamao de la poblacin escolar global vale la pena retener todos los datos que se pueden lograr a travs de las ms distintas fuentes, en relacin con la poblacin universitaria tendremos que ser ms prudentes. Por una parte la enseanza de la filosofa comienza slo hacia 1608, una vez concluido el primer ciclo de gramtica latina, y slo en 1612, abierto ya el curso de teologa, comienzan las controvertidas peticiones de la Compaa para ofrecer grados acadmicos, lo que parece formalizarse -pero slo por disposicin eclesistica- ms o menos en 1621, un ao despus que la Orden de predicadores lo haba logrado para graduar en su Convento del Rosario. Pero por otra parte, parece ser que hasta mediados del siglo XVII coexistan indistintamente los colegiales-seminaristas con los escolares convictores que pagaban una mensualidad por sus estudios y que se dirigan a la filosofa y a la teologa para aspirar luego a ocupar cargos en la vida civil o puestos notables dentro de la jerarqua eclesistica, concurrencia comn que haba sido provisionalmente aceptada por el arzobispo Lobo Guerrero, pero que tard en deshacerse. Despus de confirmar en la direccin del Colegio a los Jesuitas el seor Lobo Guerrero declar en las propias Constituciones del Colegio:

...y est a su cargo la administracin y sustento de los dichos colegiales que por ahora tendrn en compaa de los convictores... hasta que se compre casa en donde puedan estar y se funde el dicho seminario... Doc. T. I, p. 90. V. igualmente SALAZAR, J. A., Ob. cit., p. 134 y p. 319..

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Para 1628 contamos con un informe amplio sobre la situacin del San Bartolom. Se trata del informe del Padre Murillo, S. I., al arzobispo de Santaf en procura de privilegios y fueros especiales para su Colegio, En el informe se da cuenta de los cursos existentes de gramtica y retrica que se leen enteramente con distincin de aula y maestro, lo mismo que de un curso de artes y tres lecciones de teologa. Por el informe, del cual de todas maneras hay que recordar que tiene como origen a la propia Compaa, parece ser que el estudio organizado por los jesuitas ha logrado ya en esos aos captar el favor del pblico estudiantil dentro de un medio reducido y de pocas oportunidades, claro), no slo de la capital sino de distintos puntos del territorio, pues segn l los estudios se realizan con el concurso de locales y forneos,

...pues es notorio que frecuentan las escuelas de este colegio todos los forneos de las provincias de Cartagena, Santa Marta, Gobernacin de Caracas y Popayn, Zaragoza y Mrida, y todas las dems incluidas en ms de doscientas leguas de distancia... Doc. T. 1, p. 156.,

concluyendo el informe con la aseveracin, contra la Orden de Predicadores, de que en el Nuevo Reino no hay otros estudios generales, porque slo la Compaa lee todas las facultades necesarias para un telogo consumado y se dan los grados a los benemritos Idem. . Todo esto, es decir, la estabilidad continua del Colegio y su carcter de estudio general, parece ser confirmado por el informe del cabildo de la ciudad de Santaf,

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es cierto, a instancias del Padre Murillo, procurador jesuita, como parece confirmar la gran influencia alcanzada por la Compaa sobre el Cabildo, que repite letra por letra el Informe de la Orden de Loyola y lo fecha tan slo un da despus de presentado el del Padre Murillo. El informe del cabildo agrega un pequeo dato que vale la pena retener, pues plantea inquietudes para situarlo en un listado de cifras probables. Despus de sealar que el Santaf, con excepcin de los de la Compaa, slo hay estudios conventuales particulares, afirma que en estos otros estudios no hay tantos maestros como se requieren, ni acuden a ellos nmero de estudiantes,

..porque de casi trescientos que se juntan en este reino y de otros circunvecinos de doscientas leguas alrededor a los otros estudios, y a todos ellos acuden como una docena de estudiantes y a la compaa todos los dems por el aprovechamiento que se conoce en letras y virtud... Idem., p. 163. Datos sobre las relaciones de la Compaa de Jess con las autoridades locales en PACHECO, J. M., Ob. cit., T. II, Cap. IX. ;

Qu entender entonces de esta declaracin de por si confusa en su redaccin? Queda claro que el cabildo local declara el carcter general de los estudios de la Compaa, as como la superioridad en cuanto a nmero de estudiantes, del Colegio de San Bartolom. Pero extraer de ah una cifra concreta, y ms que eso, verosmil, resulta mucho ms difcil. De casi trescientos, como una docena, a la compaa todos los dems! Para 1628 alrededor de 288 escolares (300 menos 12), no parece una cifra aceptable por varios motivos Aqu el nico procedimiento de crtica de los datos ha sido el de la confrontacin de todas las fuentes disponibles, buscando algn grado de coherencia entre ellas. La idea de Dosel] y Cook, comentando una relacin de Hernn Corts sobre Mxico, de que un testimonio de la poca siempre ofrece mayores garantas al investigador, pues quien relata se encontraba en el lugar de los hechos y tiene que ser un testigo ms de fiar que un estudioso de cuatro siglos despus que ni siquiera ha examinado el terreno en que ocurrieron, parece ser un buen punto de partida para el trabajo emprico, pero como regla general ofrece un gran inconveniente: deja de lado el problema de la verosimilitud de lo que se relata, constata el hecho, pero retrocede frente a su interpretacin... cuando sta es posible. Tal regla llevada al extremo nos exigira aceptar, sin discusin, por ejemplo, los biformes sobre prcticas de canibalismo de que siempre se hicieron sospechosos los indgenas ante los ojos del conquistador: en primer lugar no aparece en la documentacin revisada ningn acontecimiento que permitiera

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explicar un salto tan brusco respecto de los aos anteriores conocidos, ni un descenso tan acelerado frente al siguiente ao que se ha podido establecer, 1652, segn un informe tomado directamente de una fuente de la Compaa:

Son frecuentemente los colegiales, as seminaristas... como convictores, cincuenta y algunas veces ms... Doc. T. 1, P. 222;

ni tampoco el ltimo ao del cual se tienen noticias para el siglo XVII alcanza un tope cercano, pues en 1697 -el ltimo registrado- encontramos la cifra de 60 escolares, y ni siquiera en la poca posterior a la expulsin de la Compaa de Jess se lleg a una cantidad tal de trescientos. Pero en segundo lugar contamos con algunos apartes de una Carta Annua del propio ao de 1628, en donde no se describe en los mejores trminos la situacin financien del Colegio, como para que pudiera darse el lujo de mantener un crecido nmero de estudiantes becados, mxime cuando hemos podido establecer por constantes noticias referidas a la primera mitad del siglo XVII, que nunca fue fcil la recoleccin de dineros con que se sufragaban las becas seminarias, presentndose ms bien un enfrentamiento constante entre doctrineros, corregidores, visitadores diocesanos y procuradores del Colegio; pero si estos escolares hubieran sido en su Mayora porcionistas (con una pensin anual que rondaba entre los setenta y los cien pesos), la situacin econmica del Colegio no hubiera sido tan angustiosa como lo sealan varios documentos ms. Segn la Letra Annua del Padre Luis de Santilln, al revisar el primero de julio de 1628 las cuentas del Colegio encontr que, a partir de 1624, las entradas haban alcanzado la suma de 12604 pesos,

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y en el mismo lapso de tiempo los gastos haban subido a 14.932 pesos, lo que daba un dficit de 2.328 pesos. Y por lo menos en los cuatro aos siguientes la situacin no mejor del todo, pues si bien los gastos descendieron a 8.503 pesos, las entradas slo fueron de 7.980 pesos, quedando tul dficit de 613 pesos, que deba acumularse al anterior PACHECO, J. IN., Los jesuitas en Colombia, T. I., p. 138. El mismo Pacheco cita una carta de los escolares al cabildo, que da testimonio, puede que con exagerado patetismo, de la situacin: Andamos de casa en casa pidiendo de comer porque el padre rector no nos lo da diciendo que a l no le dan de dnde pueda sustentarnos (...) de otra suerte andaremos por esas calles y casas ajenas buscando de comer, como estos das lo hemos hecho, contra nuestro honor y el buen nombre del colegio. .

No olvidemos por lo dems que desde finales del siglo XVI la vida haba encarecido en forma grande en el Nuevo Reino, aunque este dato sea tan slo relativo en una economa que permita su reproduccin con relativa independencia de las esferas monetarias, las que en muchos momentos tenan un funcionamiento puramente simblico. De nuevo segn una Carta Annua, una carga de trigo que antes vala tres o cuatro pesos, se venda a veinte Idem., p. 151, . Parecera pues, ms bien, que la cifra cercana a los trescientos escolares resulte del cmputo de la totalidad de los cursantes que entre 1605 y 1628 hablan concurrido a las aulas del San Bartolom; o incluso de la misma composicin difcil del prrafo con su penosa redaccin, al fin de cuentas a principios del siglo XVII el castellano no era un idioma tan normalizado como lo es en la actualidad V. al respecto el prlogo de Hernndez de Alba al Tomo II de sus Documentos para la historia de la educacin en Colombia (Bogot, 1973), p. 12. .

Como resumen diremos que juntando esta pequea cantidad de datos fragmentarios, podramos componer un cuadro tentativo de la poblacin escolar para el siglo XVII en el Colegio de San Bartolom, en la forma siguiente. (Vase Cuadro No. 1).

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Cuadro No. I

POBLACION ESCOLAR DEL COLEGIO DE SAN BARTOLOME, DISTRIBUIDA POR CATEGORIAS 1605-1697

Aos Colegiales Convictores Total1065102030106710243410699213016151030401628--288?1652--50166414?

1693--701697--60

Fuente: Hernndez de Alba, Guillermo, Documentos para la Historia de Educacin en Colombia. Tomos I y II Pacheco, Juan Manuel. Los Jesuitas en Colombia, Tomo 1.

Puede decirse, entonces, que hasta mediados del siglo XVII, el Colegio experiment un crecimiento lento, que casi podramos describir como situacin estacionada. Los datos iniciales hasta 1615 incluyen solamente los escolares que se formaban como gramticos y que tenemos rastreados como el primer contingente que ah mismo continu sus estudios, primero de filosofa y luego de teologa. Pero durante muchos aos filsofos y telogos propiamente dichos estuvieron confundidos con los seminaristas que realizaban sus estudios para acceder a las rdenes sacerdotales. Estos ltimos parecen coincidir, principalmente, con los colegiales, colocados en la primera columna del Cuadro, pues las iniciales ocho o diez becas con las cuales el Colegio-Seminario

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Inici sus labores estaban destinadas para la formacin de curas. Incluso algunas de tales becas fueron usufructuadas por donados, es decir, por mestizos que al no cumplir con las calidades sociales requeridas para el alto sacerdocio y la elevada burocracia, ingresaban al seminari