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UNIVERSIDAD BOLIVARIANACARRERA DE DERECHOEXAMEN DE GRADOPOSTULANTE:
El transmilenio los dejó en la avenida Jiménez con Carrera Cuarta,
frente a la librería Lerner. Aún faltaba para las cuatro de la tarde,
estaba nublado, una brisa reemplazó el calor de la mañana. Carlos
propuso ir a tomar un café mientras arreglaban los últimos detalles,
previo a la llegada de los otros tres amigos.
Lupe, llegaría en Avianca directamente de Ciudad de México.
Roberto y Andrea, en Aerolíneas Argentinas, vía Buenos Aires,
desde Montevideo. Todo estaba preparado para encontrarse en el
Hotel Dann Colonial de la calle Trece con Carrera Cuarta, en pleno
corazón del barrio colonial, La Candelaria.
Joaquín, había insistido en que así fuese. Sería menos sospechoso,
un grupo de seis personas reuniéndose y recibiendo constantemente
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visitas. Total, era un hotel que acostumbraba hospedar grupos de
personas en seminarios y encuentros que se realizaban en los
salones, él había estado varias veces. Los mozos y los
administradores lo conocían muy bien. Era un lugar perfecto.
A Germán, el único que tenía familiares en Bogotá, le pareció
buena idea y sugirió el Café Centenario frente a la plaza de
artesanías y en diagonal a la entrada del Museo del Oro. Allí,
conversarían tranquilos, disponían de tiempo. Faltaban cuatro horas
para que el grupo se juntara. Joaquín quiso repasar con ellos el
plan. Con Lupe, Andrea y Roberto no se veían desde hace tres
años, la confianza no era la misma que tenía con Carlos y Germán.
El reencuentro del grupo fue cálido. En el hall del Dann -Colonial,
los seis amigos compartieron de la misma manera como aquella vez
en el restorán El Parrón de Santiago. Habían transcurrido veinte
años. Entonces, estaban en segundo año de Universidad cuando
hicieron la promesa que hoy los reunía. Se juntarían cada cinco
años en un punto de encuentro para renovar la promesa. Nunca
faltaron a la cita, era la base del código de honor. Se había
cumplido el plazo, veinte años. Ahora correspondía ejecutar el
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plan. La condición de la promesa era que ésta no se realizaría, sólo,
si alguno de ellos había logrado, en ese tiempo, seis millones de
dólares. El dinero se repartiría entre los seis y el plan habría sido
sólo la fantasía de unos jóvenes veinteañeros.
Las miradas fueron recíprocas, escrutadoras, indagando la firmeza
de la decisión acordada hace tanto tiempo. Joaquín observó los
movimientos y gestos de cada uno, cuidadosamente, atento a
cualquier signo que delatara dudas. No encontró ninguna. Germán,
sugirió ir a comer a Casa Vieja, en Jiménez con Carrera Dos. Dijo
que allí se preparaba el mejor ajiaco bogotano y su gozadora
descripción les hizo sentir el sabor anticipado, del espeso caldo al
que de a poco se le agregaban los guacamoles y alcaparras con
crema blanca.
Joaquín esperó su turno para el brindis. Él era quien cerraba. La
copa la llenó de vino tinto, alzó la botella y miró la etiqueta, era un
Casillero del Diablo, cosecha 1982. Lo trajo desde Santiago. Lo
habían comprado aquella noche del compromiso y guardado para
esta ocasión. Miró con detención a cada uno de sus amigos. Luego,
cargando la voz con cierta parsimonia, dijo- Este es el último
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brindis de una vieja época que se nos va y el primer brindis de una
nueva vida que se inicia. Brindo por la amistad, la complicidad y
por la confianza en la fortaleza que tendremos para superar los
riesgos que se avecinan. Es un cambio peligroso, lo haremos una
sola vez, luego disfrutaremos, cada uno volverá rico, a realizar su
vida, a concretar sus sueños, que ahora serán posibles-
Entre los cafés, el plano extendido, marcaba con asombrosa
nitidez, cada una de las etapas y acciones que simultáneamente el
grupo realizaría. Señalando con un particular lápiz negro un punto
específico, Joaquín se detuvo, miró a Andrea y a Carlos diciéndoles
lo que les correspondería a ellos.
-Tiene riesgos, pero ya están hechos todos los contactos necesarios,
por lo que podrá resultar menos dificultoso. El destino inmediato
será el sur de Chile, para ser precisos, Aysén, de allí viajarán en
auto a Santiago. Los compradores los estarán esperando el jueves
diez y siete de noviembre, a las 19 horas. El punto de encuentro
será el Café Noguería, en Providencia. Aquí, en este sobre, están las
señas de ellos y los acuerdos de la transacción, como también los
itinerarios a los que deberán ajustarse. La aeronave ya ha sido
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sustraída de un hangar de Medellín, es chica, pero moderna y no
sorprenderá pues ya ha prestado servicios de transporte al interior
de Colombia y hacia Perú. En el sobre se especifica la ruta que
tomarán desde Lima para llegar a Chile. La mercadería es buena, de
alta calidad. Todos esperan que la droga llegue desde el norte, no
desde el sur, por lo cual, difícilmente revisarán con detención el
auto. En todo caso, éste es especial, y deberán cargarlo de acuerdo
a las indicaciones. Estará recubierto de bolsas hechas con un
material que impide sea detectado por los perros. Todo deberá
realizarse normalmente, con absoluta naturalidad. Serán una pareja
que van de luna de miel. El piloto es confiable y en caso que se
descubra el apoderamiento de la nave, él asumirá. Respecto a ello,
ustedes no saben nada-
Joaquín sacó un segundo plano y con cuidado lo extendió sobre el
primero. Miró a Roberto y a Lupe.
-La tarea de ustedes será algo distinta, aquí tienen el sobre con las
instrucciones. Junto con otras dos personas, son dueños de una
empresa colombiana que enviará a Chile una sofisticada maquinaria
para una central hidroeléctrica que pesa más de 200 toneladas. La
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carga estará dividida en veinte bultos. En el trayecto se producirá
una avería de cinco de ellos, perdiéndose completamente. Esta
operación será distractiva, pues aquí habrá un conjunto de acciones
comerciales que permitirá el logro de altas utilidades. Las
indicaciones son claras. La Sociedad Comercial Prevet Ltda., de la
cual, uno de los socios colombianos, es el socio mayoritario, será
encargada de recepcionar la mercadería. Esta sociedad tiene bienes
del orden de más de mil millones de pesos. Solicitará la quiebra,
dado que tiene deudas por más de quinientos millones por un
pagaré nominativo a nombre de otra persona, amiga del circuito
comercial. Todo está previsto. Lupe, al llegar a Chile deberá
además visitar al dueño de la casa de Lo Barnechea, don Thomás
Alcalde a quien vimos hace ya más de tres años. A él le ha ido muy
mal en los negocios, su casa la tiene íntegramente asegurada,
hemos acordado con otro amigo corredor de seguros a quien le
proporcionaremos un adecuado porcentaje, que tome un nuevo
seguro contra incendio para luego, provocar un siniestro y obtener
un buen beneficio. Por lo cual, Lupe deberá supervisar esta
operación de modo que todo salga muy natural y sin contratiempos.
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Dado los altos conocimientos en el área comercial, asesorará al
yerno de don Thomás, Camilo Infante, quien tiene un negocio de
artículos deportivos, giró varios cheques, que no ha pagado y cuyo
protesto debe haberse ya realizado. Deben ayudarle a preparar su
quiebra, de modo que salga sin dificultades de su hoyo comercial.
Es el favor que solicitó don Thomás para prestar su casa y lograr lo
del seguro. Son costos de la operación. La casa está bien cuidada y
nuestro porcentaje es alto, así que vale la pena-
Mirando al grupo, Joaquín, dijo con voz firme, por nuestra parte
con Germán realizaremos lo más delicado, viajaremos a
Montevideo, con los contactos de Roberto y Andrea,
secuestraremos al hijo del acaudalado empresario de la telefónica,
lo llevaremos a México junto a su mujer, la hermosa hija del
Embajador de Chile en Inglaterra, además con el matrimonio que
los visita por estos días, influyentes en la esfera del gobierno. Esto
nos permitirá presionar a las autoridades y llegar a un acuerdo con
el empresario para el rescate, no es fácil, pero lo haremos conforme
al plan-
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Habían transcurrido veinte días después de la comida y cada
pareja de amigos cumplía cada uno de los pasos del plan. Andrea y
Carlos ya habían llegado a Santiago. Era el quince de noviembre y
se preparaban para la transacción. Todo había sido sin
contratiempos. Andrea había tomado contacto con una antigua
compañera de colegio, se había casado con un ingeniero
colombiano y tenían un negocio de venta de joyas y perfumes
finos. Le pareció útil ver la posibilidad de vender por allí las
esmeraldas que Joaquín le había entregado. El local era lujoso y se
había arrendado a nombre de una curiosa sociedad entre el
colombiano y el hermano del arrendador, pactando cláusulas de
solidaridad y afianzando el arriendo con cheques. Andrea, se dio
cuenta que el hermano sabía que las joyas eran obtenidas por
contrabando, aún así, aceptó abrir una cuenta bipersonal con el
conocimiento de la poca solvencia del marido de su amiga. Andrea
sospechó algo turbio. Prefirió retirar las esmeraldas. No se había
equivocado. Antes de retornar a Colombia supo que el colombiano
vacío la cuenta corriente y huyó del país, dejando toda la
responsabilidad a su socio.
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Roberto y Lupe, habían tenido un notable éxito. Con gran
maestría cumplieron las instrucciones del plan. Con la astucia que
lo caracterizaba, Roberto, había logrado asociarse con uno de los
principales empresarios de los sistemas tecnológicos para la
industria química. Lo había conocido a propósito del reclamo que
formulaba por la avería de los famosos bultos. Él, le había
propuesto confundir a la burocrática administración portuaria,
mostrando falsos certificados de calidad internacional de los
sistemas y haciéndolo pasar como dueño de una empresa de
productos informáticos que en realidad eran de propiedad de
personas que esperaban con nombres falsos desde las Islas Caimán.
El porcentaje que obtendría al operar como aparente dueño,
dejando colocado sistemas no solicitados por las entidades, era
altísimo.
Mientras Roberto contaba sus argucias comerciales, Lupe, tendida
en la cama, miraba las noticias de la televisión. Hacía mucho
tiempo que no estaba así, en camisón y relajada, escuchando el
noticiero.-Pon atención, dijo a Roberto, la vida es peor de lo que
nosotros imaginamos y de lo que hacemos-
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Claudia Araneda, la conductora de Chilevisión, con su singular
simpatía, gesticulaba, para acompañar con estos el impacto de la
noticia, leía: "El conocido abogado Juan Esteban Romero, al llegar
a su casa, fue muerto a tiros por una banda de jóvenes delincuentes
que robaban en su hogar. La policía detuvo a tres de los asaltantes,
dos de ellos con televisores y equipos que habían sustraído. El
tercero aún estaba inmóvil en el antejardín que vigilaba. Se cree
que el cuarto, quien sería el que disparó al abogado, habría huido o
escondido en alguna de las casas vecinas. Se ha acordonado el
sector y las patrullas policiales rastrean la zona". Roberto miró a
Lupe y dijo, tienes razón, aquí ya no se puede vivir es muy
peligroso, y sonrió. Escucha esto, dijo Lupe, Claudia Araneda
seguía leyendo las noticias..."insólito caso de despojo a anciana.
Robinson Barría, joven de veintiocho años, casado, con una hija de
cuatro años, cesante, fue a vivir de allegado con su familia a la casa
de doña Gloria Toro, anciana de ochenta y tres años con principio
de alzahimer, que generosamente los acogió. Después de una grata
convivencia de tres meses y como la enfermedad de doña Gloria
avanzaba, Robinson la hizo firmar en una hoja de cuaderno una
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especie de poder, en el cual le autorizaba disponer de la casa y de
sus bienes. De hecho arrendó una pieza que se encontraba en la
parte trasera de esta y percibía la renta, sin darle un peso a la señora
Gloria. Un día, simplemente la echó de la casa, teniendo ella que
irse donde unos familiares. Ahora reclama su casa, quiere
recuperarla, ¿que me dicen? fue el comentario de la conductora y
que Lupe repitió en voz alta-
Joaquín y Germán, habían llevado a cabo toda la operación,
impecablemente. En México, durante el secuestro habían tenido
una gran discusión, Germán no se contuvo ante las insinuantes
provocaciones de Carla, la bella mujer del secuestrado. Ella, con el
fin de suavizar el trato y la tortura por una de las personas
contratadas por Joaquín, de quien logró escuchar, había participado
en varias acciones de terrorismo y secuestro, aterrorizada permitió
que Germán le hiciera el amor. Esto le indignó a Joaquín e hizo
casi terminar con la operación.
En medio de las discusiones con Germán, el teléfono había sonado
una y otra vez, Joaquín esperó el séptimo llamado y contestó. Era
su tío Alberto desde Montevideo, quien le había proporcionado la
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mayoría de los contactos para el secuestro. Don Alberto, junto a
dos de sus amigos serían quienes recogerían el dinero en Santiago.
El tío Alberto estaba preocupado y se lo comentó a Joaquín. Un
juez uruguayo lo había declarado en quiebra por insolvencia. A
propósito del Mercosur, había abierto una sucursal en Montevideo,
pero lo grueso de los bienes, estaban en Chile. Temía que dictaran
una orden de arraigo en Uruguay no pudiendo viajar a Santiago
para recibir el dinero de la recompensa. Joaquín lo escuchó con
atención. Con su acostumbrada y meticulosa frialdad, le dio las
instrucciones precisas. Debía viajar de inmediato a Buenos Aires y
de allí embarcarse a Santiago. Desde México el apuraría el pago.
Habían transcurrido exactamente treinta y cinco días desde el
encuentro final. El café Centenario estaba repleto. Aún no eran las
seis de la tarde, no quedaba ninguna mesa desocupada. Lupe,
Roberto, Carlos y Andrea miraban inquietos. Dieron las seis y
media. Estaban preocupados, Joaquín, jamás había llegado tarde a
una cita, ni en la época de estudiantes. Un mal presagio los invadió.
De pronto, el mozo se acercó a ellos entregándoles un gran paquete
en papel de regalo. Con cuidado lo abrieron, sólo eran cajas
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envueltas en cajas. Al final, una muy pequeña. Lupe la tomó,
dentro había un papel azul, doblado. Con ansiedad lo extendieron.
La nota decía, "Nos vemos a las veintiuna horas en Casa Vieja.
Hoy, yo pongo el ajiaco. Para todos habrá doble porción de
alcaparras. Abriremos la segunda botella de Concha y Toro de la
Cosecha de 1982-
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