un viaje cerca a las estrellas

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UN VIAJE CERCA A LAS ESTRELLAS Paola Abello Ramirez Ese día, Joselito se despertó más temprano que de costumbre, los primeros rayos de luz apenas caían sobre las tejas de barro de las casitas de su pueblo natal, y le pareció que la imponente torre de la catedral, que se erguía imponente sobre el parque principal, estaba más hermosa que nunca. Su corazón se colmaba de emoción y todo su ser experimentaba una rica sensación de alborozo y alegría al saber que, por fin, ese día tendría la oportunidad de viajar a la capital. A sus once años, y luego de haber culminado exitosamente sus estudios de primaria, su padre, don Jerónimo Olarte, le cumpliría la promesa de llevarlo a Bogotá, como premio a su dedicación y constancia durante toda la época de estudio de su educación básica. Por fin tendría la oportunidad de conocer con sus propios ojos todas las cosas bonitas y maravillosas que había en la capital y de las cuales solo tenía referencia a través de los relatos de sus amigos y familiares que ya habían tenido la oportunidad de visitarla. Espero que tengas todo listo, le dijo su padre, parado en el umbral de la puerta, tomando una humeante taza de café, que llenó de un rico aroma toda la habitación, la flota parte dentro de dos horas.

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UN VIAJE CERCA A LAS ESTRELLAS

Paola Abello Ramirez

Ese día, Joselito se despertó más temprano que de costumbre, los primeros rayos

de luz apenas caían sobre las tejas de barro de las casitas de su pueblo natal, y le

pareció que la imponente torre de la catedral, que se erguía imponente sobre el

parque principal, estaba más hermosa que nunca. Su corazón se colmaba de

emoción y todo su ser experimentaba una rica sensación de alborozo y alegría al

saber que, por fin, ese día tendría la oportunidad de viajar a la capital. A sus once

años, y luego de haber culminado exitosamente sus estudios de primaria, su

padre, don Jerónimo Olarte, le cumpliría la promesa de llevarlo a Bogotá, como

premio a su dedicación y constancia durante toda la época de estudio de su

educación básica. Por fin tendría la oportunidad de conocer con sus propios ojos

todas las cosas bonitas y maravillosas que había en la capital y de las cuales solo

tenía referencia a través de los relatos de sus amigos y familiares que ya habían

tenido la oportunidad de visitarla.

Espero que tengas todo listo, le dijo su padre, parado en el umbral de la puerta,

tomando una humeante taza de café, que llenó de un rico aroma toda la

habitación, la flota parte dentro de dos horas.

Papá, desde hace dos días tengo lista la maleta, solo falta por empacar las

viandas que mi madre me está preparando para el viaje, pues me ha dicho que

durará entre 9 y 10 horas aproximadamente, contestó Joselito, al momento que le

abrazaba con inmenso cariño.

A las ocho de la mañana la flota partió rumbo a la ciudad de Bogotá, y Joselito y

su padre emprendieron el viaje, pletóricos de alegría y expectativas, dejando atrás

su pueblo, veredas y caminos enclavados en las hermosas tierras

santandereanas. Al llegar a la capital, Joselito se sorprendió al ver tanto tráfico, y

sus ojos miraban vivazmente a lado y lado contemplando las grandes

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edificaciones y los buses grandes de color rojo que, como trenes, pensó él, se

desplazaban a lado y lado de la vía transportando grandes cantidades de gente.

Nunca había visto tantos carros juntos, y esos edificios son más altos que la

catedral del pueblo, dijo Joselito a su padre, alzando la vista y mirándolo fijamente

a los ojos, al momento que tiernamente le apretaba la mano.

Esto no es nada, mañana tendrás la oportunidad de conocer muchas cosas

bonitas, contestó don Jerónimo, estrechándolo contra su pecho, por ahora vamos

a descansar en la casa de la tía Nieves, quien nos está esperando.

A la mañana siguiente, y en los días subsiguientes, Joselito y su padre se

dedicaron a recorrer el centro y otros sitios de la ciudad; conocieron la Plaza de

Toros de Santamaría, el Museo de Bogotá, la Alcaldía de Bogotá, el Teatro Jorge

Eliécer Gaitán, la Media Torta, y otros lugares que despertaban en él gran

curiosidad. Pero hubo uno que llamó poderosamente su atención.

¿Qué es esto?, dijo señalando con su dedo la cúpula que, como un platillo

volador, sobresalía en medio de los arbustos y árboles que le rodeaban.

Es el Planetario Distrital, contestó don Jerónimo. Quiero conocerlo, quiero

conocerlo ya, papá, repetía Joselito, casi gritando, brincando y halando a su padre

hacia la entrada de la edificación. Te prometo que mañana le dedicaremos todo el

tiempo que tú quieras, ahora vamos que es hora de ir a casa de la tía. II

Buenos días, dijo el guía esbozando una cordial sonrisa a los visitantes,

bienvenidos al Planetario Distrital. El Planetario se encuentra ubicado en el

corazón del Centro Internacional de Bogotá, rodeado por árboles y monumentos

del Parque de la Independencia y es un lugar de encuentro para la ciencia, el arte

y la cultura. -Es muy bonito, es muy bonito, repetía Joselito, con la alegría, la

inocencia y la curiosidad propia de un niño de su edad. -El Planetario Distrital fue

inaugurado el 22 de diciembre de 1969 bajo la administración del entonces Alcalde

de Bogotá, Virgilio Barco Vargas, y fue creado pensando en ofrecer un sitio que le

brindara a los habitantes de Bogotá la posibilidad de participar en formas de

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cultura más elevadas, y en dotar a la ciudad de centros de interés turístico y

educativo. Joselito no cabía de contento, quiero saber más, quiero aprender más

le decía a su padre-, al momento que le daba un beso en la mejilla y le agradecía

por la oportunidad que le brindaba de conocer cosas nuevas para su corta vida.

Ahora viene algo que les va a gustar mucho dijo el guía señalando un gran salón,

este es el Teatro de las Estrellas, y en él van a poder admirar toda la belleza del

universo. Joselito quedó fascinado con la proyección que, en la pantalla con forma

de domo, y que por espacio de más de una hora, le mostró las estrellas, los

planetas, el sol y muchas otras maravillas del universo. Comprendió que las

estrellas que acababa de contemplar eran igual de bellas a las que miraba por las

noches en su pueblito natal, y que hasta ese momento, en su inocencia de niño,

creía que eran solo para ellos. Gracias papá, gracias por traerme a Bogotá y poder

conocer tantas cosas tan bonitas le dijo a don Jerónimo, y le dio un fuerte abrazo,

que éste devolvió con igual amor, mientras un par de lágrimas, lágrimas de amor y

alegría, resbalaban por sus mejillas. Luego de un silencio en el que ambos se

regocijaron, don Jerónimo dijo: Mañana temprano regresaremos a Santander, así

que esta noche duerme tranquilo y sueña con los angelitos. Y con las estrellas,

asintió Joselito.

El viaje de regreso fue agradable, el niño, asomado por la ventana del bus, veía

como poco a poco, la gran ciudad iba quedando atrás, y los bellos paisajes y las

casitas de campo aparecían ante sus ojos, mientras en su mente recordaba todas

las cosas bellas que había conocido en la capital de la República, y con estos

pensamientos y un regocijo en su corazón, se recostó sobre el hombro de su

padre y durmió plácidamente. Esa noche, en la casa de su pueblo natal, y

abrazado en el regazo de su madre, Joselito contemplaba las estrellas, y con un

suspiro salido de lo más profundo de su corazón, dijo: Mamá, las estrellas aquí

son tan hermosas como las que vi en Bogotá, en el Planetario Distrital y al cual me

gustaría volver, porque quiero que así como las estrellitas de este pueblo han sido

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el techo de nuestra casa, algún día, las estrellas de Bogotá sean las que guíen e

iluminen nuestras vidas.