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Un texto desconocido del quechua costeño (s. XVI)(*) Rodolfo Cerrón Palomino "Y qué poco cuidado haveis tenido de darnos lectura y libros en nuestra lengua [. .. ] ¿Vosotros no predicais y no nos lo enseñais que las letras son manjar del ánima?" Pedro de Quiroga (1562) O. Como se sabe, los únicos materiales con que contamos para la variedad quechua de la costa peruana, llamada también "marítima" por Cobo ([1653]) 1956: Cap. VII), son los proporcionados por el sevillano Fray Domingo de SantoTomás, en su Gramática y su Lexicon aparecidos en 1560 (cf. Santo Tomás [1560] 1951a y [1560] 1951 b, respectivamente). En efecto, aun cuando el dominico no señala ex- plícitamente la procedencia del dialecto-base que describe, todo parece indicar que se trata del quechua hablado en "los llanos", entre los actuales departamentos de (*) Ponencia leída en el seno del Grupo de Trabajo Nº 17 (Lingüística Indígena) del IX Congreso Internacional de la ALFAL, reunido del 6 al 12 de agosto de 1990 en la ciudad de Campinas (Sao Paulo). Agradecemos a Henrique Urbano por haber llamado nuestra atención sobre el texto que presentamos, así como por habemos proporcionado una copia de los Diálogos. N2 2, diciembre 1991 393

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Page 1: Un texto desconocido del quechua costeño (s. XVI)(*) · en su Gramática y su Lexicon aparecidos en 1560 (cf. Santo Tomás [1560] 1951a y [1560] 1951 b, respectivamente). En efecto,

Un texto desconocido del quechua costeño (s. XVI)(*)

Rodolfo Cerrón Palomino

"Y qué poco cuidado haveis tenido de darnos lectura y libros en nuestra lengua [. .. ] ¿Vosotros no predicais y no nos lo enseñais que las letras son manjar del ánima?"

Pedro de Quiroga (1562)

O. Como se sabe, los únicos materiales con que contamos para la variedad quechua de la costa peruana, llamada también "marítima" por Cobo ([1653]) 1956: Cap. VII), son los proporcionados por el sevillano Fray Domingo de SantoTomás, en su Gramática y su Lexicon aparecidos en 1560 (cf. Santo Tomás [1560] 1951a y [1560] 1951 b, respectivamente). En efecto, aun cuando el dominico no señala ex­plícitamente la procedencia del dialecto-base que describe, todo parece indicar que se trata del quechua hablado en "los llanos", entre los actuales departamentos de

(*) Ponencia leída en el seno del Grupo de Trabajo Nº 17 (Lingüística Indígena) del IX Congreso Internacional de la ALFAL, reunido del 6 al 12 de agosto de 1990 en la ciudad de Campinas (Sao Paulo). Agradecemos a Henrique Urbano por haber llamado nuestra atención sobre el texto que presentamos, así como por habemos proporcionado una copia de los Diálogos.

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Page 2: Un texto desconocido del quechua costeño (s. XVI)(*) · en su Gramática y su Lexicon aparecidos en 1560 (cf. Santo Tomás [1560] 1951a y [1560] 1951 b, respectivamente). En efecto,

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Lima e lea, y que posiblemente se haya extinguido hacia fines del siglo XVII. Fuera de dicha documentación, el quechua del litoral no parece haber sido objeto de otro registro. Existen, sin embargo, unos breves parlamentos en quechua insertados en los Diálogos de la Verdad, del presbítero Quiroga, redactados a principios de la segunda mitad del siglo XVI, que parecen corresponder a la variedad costeña. El objeto del presente trabajo es precisamente aportar pruebas en favor de dicha hipótesis".

l. NOTICIA DEL AUTOR

Muy poco se sabe acerca de la vida de Pedro de Quiroga, clérigo presbítero, natural de Medina del Campo (España), quien residió en dos oportunidades en el Perú: la primera vez antes de 1560, año en que habría retornado a la península, luego de una "muy larga experiencia de muchos años [ ... ) doctrinando aquellos naturales", según confesión propia; y la segunda, después de su regreso al Cuzco, como canónigo, en 1570 (Pérez Fernández 1986: 11, Cap. IX, nota 74). En esta oportuni­dad, había sido designado Comisario del Tribunal del Santo Oficio, de reciente instalación en Lima (1569), cargo que ejercería en la antigua metrópoli incaica. Su desempeño en dicha función tuvo un caso muy sonado en 1576, cuando surgió un serio problema de jurisdicciones entre el Tribunal y el controvertido e iracundo obispo del Cuzco, Sebastián de Lartaún, quien se negaba a delegar sus poderes en cuestiones relativas a la persecución de herejías al representante del Santo Oficio, entorpeciendo la labor de éste. El asunto llegó a su punto más crítico cuando el obispo Lartaún dispuso la prisión del canónigo Quiroga, "con grillos y por sus propias manos", abriéndole un proceso bajo el cargo de mantener relaciones con una mujer casada. La respuesta del Tribunal no se dejó esperar, y ante la imposibilidad de tomar represalias contra el obispo, que se encontraba en Lima, mandó apresar a su colaborador Cristóbal de Albornoz, el célebre extirpador de idolatrías, enviándo­lo a sus cárceles secretas, so capa de haber emitido una serie de juicios contrarios a la fe y proferido amenazas contra el Santo Oficio. De tales cargos quedaría finalmente absuelto el conócido extirpador (Medina [1887) 1956: I, 165; cit. por Duviols 1984 y Guibovich Pérez 1990). Tales son las únicas referencias que la investigación archivística ha logrado conseguir a la fecha acerca de la vida de nuestro autor. De su pensamiento tenemos afortunadamente un mejor testimonio: la obra que dejó manuscrita.

2. LOS "COLLOQUIOS DE LA VERDAD"

La obra escrita por el canónigo Quiroga lleva por título Libro intitulado Coloquios de la Verdad(!), y está dirigida a su homónimo, el doctor Gaspar de Quiroga, quien, entre otras funciones, desempeñaba el alto cargo de Presidente de la "Sancta y General Inquisición". Ella permaneció inédita hasta el presente siglo(2)

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yel año probable de su redacción es el de 1562(3), cosa que podría haber tenido lugar en la península, luego de su retomo a ella después de "muchos años".

Como su nombre lo indica, la obra consiste en una serie de cuatro diálogos, teniendo como personajes principales a Barchilón, sacerdote ermitaño con muchos años de experiencia en el Perú, que luego de dejar "el camino mundano", favorece a los indios y hace "vida penitente"; y Tito, "inga de nación y deudo de los reyes que estos reynos conquistaron y posseyeron", natural del Cuzco, quien estuvo en Casa­malca, y que luego de la conquista se ve sumido en la desgracia, sirviendo como criado de soldados y ayudante de doctrineros, habiendo llegado incluso a conocer España: se trata de un indio ladino, letrado y culto. Justino, soldado de Castilla recién llegado al Perú, típico bisoño, y Cayo, indio, amigo de infancia de Tito, completan el número de personajes; de éstos, el último tiene sólo una aparición fugaz en el segundo diálogo.

Los "colloquios", cuyos temas ya se anuncian desde el título, aparecen resumidos por el propio autor en los siguientes términos: "El primer Colloquio ttrata de la conquista y entrada que los españoles hizieron en el rreino del Piru y aconseja Barchilona Justino como se a de averen aquellas tierras con otras cosas ner;esarias". El segundo "ttrata de los daños y agravios que los indios del Piru han rrecebido y rreciben de los que en aquellas tierras entraron y agora estan y de la administracion de su justicia y de las tiranias que pade¡;en y les hacen sus ca¡;iques y señores naturales y de las costumbres e modo de bivir de aquella gente". El tercero "ttrata de una yerva o hoja de un arbol llamado coca y del uso della como se cultiva e cria y del daño que en aquella tierra causa y de las calidades y efectos y sabor de aquella yerva. Es materia notable". Finalmente, el cuarto y último coloquio "trata de la doctrina xpiana y converssion de aquellas gentes y de las causas que lo impiden y del estado presente en que esta la doctrina y lo que de aquellos indios se entiende acerca de su xpiandad y la horden que se deve tener en doctrinarlos. Es materia digna de ser entendida".

A través de tales sumarios, fácil es advertir el fuerte "espíritu lascasiano" que inspira la obra de Quiroga. Como nuestro cometido no es entrar en el análisis de ella, sólo destacaremos aquí dos de los tópicos más recurrentes a lo largo de la misma, pero que son tratados especialmente en el segundo y cuarto coloquios. Así, en el segundo, el autor denuncia, por labios del personaje Tito, los abusos y la explotación inmisericorde de que son víctimas los indios en manos de las autorida­des civiles y eclesiásticas de la época, clamando por un nuevo orden y gobierno que acabe con la ambición desmesurada de los encomenderos y la rapiña de los curacas impuestos por las autoridades. Implícita está en ella la prédica lascasiana de la "restitución", el cuestionamiento de las tasas tributarias excesivas y el rechazo a la perpetuidad de las encomiendas, cuyo abanderado en el Perú era nada menos que Fray Domingo de Santo Tomás (Vargas 1947, Porras Barrencchea 1951, Pérez Femández 1986: II , 226 ss.). En el cuarto coloquio, condenando la práctica vigente, denuncia los procedimientos seguidos en la catequización de los indígenas, a quienes se les adoctrinaba de la manera más compulsiva y violenta, "a cor;es y pu­ñadas", y, sobre todo, pasando por alto la ausencia de una lengua intermediaria. Así,

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pues, Tito le enrostra este hecho a Barchilón en los siguientes ténninos: "[ ... ]Ni sabeis nuestra lengua ni nosotros entendemos la vuestra, y querriades que os entendiessemos los conceptos y adevinassemos lo que nos quereis decir. [ .. . ] No se cómo quereis vosotros sin hablar la nuestra que os entendamos, mayonnente en negocio tan grande como es tomar una ley y dexar otra, que aunque traiga consigo toda la verdad del mundo, es necesario que se entienda. Testigos tenemos en el cielo, que hasta el día de hoy no nos aveis enseñado derechamente ni como se deve [sic] la ley de Dios, porque los ministros que nos aveis dado nos la dicen por interpretes que no la entienden ni nos la saben dar a entender" (Quiroga [1562] 1922: IV, 116-117).

En suma, estamos frente a una obra que cuestiona el ordenamiento colonial, en materia civil y eclesiástica, abogando por una severa refonna cuyos lineamientos básicos son un claro eco de las ideas lascasianas en el Perú. Consciente de las ardorosas disputas que se ventilaban en la corte española por entonces, declaraba el autor en su "Epístola" a su protector don Gaspar de Quiroga que "el principe y el pequeño estan sujetos ajuicio, y mas el que escrive como yo obra acerba y satirica que a todos tira y a todos toca" (subrayado nuestro).

3. EL TEXTO QUECHUA

El pasaje quechua que presentaremos aparece al principio del segundo diálogo, a manera de lamentación y monólogo del personaje Tito. Brevemente, el contexto en el que se da es el siguiente. Luego del encuentro inesperado entre Bar­chilón y Justino, pasado el asombro y recostados en las frescas orillas de un río, el primero trata de hacerle entender al segundo, que luce todos los prejuicios de un "recién llegado" al Perú, "el origen y principio de los daños deste reyno" causados por la conquista española: "toda la perdicion desta tierra ha venido de quererla govemar de cave~a como juego del trumfo [sic], sin entenderla y sin palparla y verla", sentencia. Cuando se hallan enfrascados en una disputa que tales razona­mientos motiva, de pronto escuchan las quejas de un indio, que ninguno de ellos entiende ("¡O si entendiese lo que dice!", clama Barchilón), aunque luego profiere también sus lamentos en castellano ("¿No has oydo qué ladino es y como habla en nuestra lengua de Castilla?"). Se asoman al lugar de donde provienen las lamenta­ciones, y, escondidos tras las ramas de unos árboles, contemplan la escena: Tito, luego de reverenciar al sol y besar la soga con que intenta ahorcarse, se despide del mundo ante la mirada afligida de su amigo Cayo, a quien le regaña por estar triste y lloroso, ante su detenninación de irse "adonde esta el Inga" en lugar de seguir soportando las penurias de su raza. Le dice a Cayo: "Vete, pues, y acucrdate que eres inga de nacion; sirve a nuestros dioses y no olvides nuestra religión tan antigua". Al ver tal espectáculo, Barchilón le pide a Justino que impida la consumación del suicidio, cosa que logra cortando la cuerda, coyuntura que aprovecha Cayo para huir de los españoles, hecho que Barchilón encuentra muy explicable. Entretanto advierten que Tito aún presenta señales de vida y entonces buscan reanimarlo echándole agua en el rostro. Al reanimarse, el indio comienza a lamentarse en

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quechua, invocando al inca, al sol y a otras divinidades para que se lo lleven. Como los españoles no lo entienden, Justino empieza a darle de latigazos conminándolo a que hable "en Castilla, pues que lo sabeis hacer, sino vuestro pellejo lo pagara". Tito se queja de los maltratos·, siempre en quechua, y pretende no haber sido él quien había hablado en castellano, pero como arrecian los latigazos ("Como quiera que sea vos haveis de hablar en lengua de Toledo, y aun francesssa, si fuere menester, antes que os dexe de a¡;otar"), finalmente cambia de código y empieza a hablar en castellano ("No mas, señor, que yo hablare; dexame ya".). Comienza entonces Tito a exponer los motivos de su frustrada decisión: el estado de miseria y explotación de su raza y de su pueblo (luego de su retomo de España, "halla esta tierra que yo llamo mia, que ni es mi tierra ni yo la nombrare ya ansi"). Los españoles quedan asombrados ante el manejo del castellano y los razonamientos coherentes del indio, que creen estar frente al diablo, pues son tales los prejuicios vigentes que no cabe esperar semejante desempeño en un indio ("Si, es el demonio que nos quiere hacer este engaño en apariencia y figura de indio, que en sus razones cierto lo parece, porque indio no es posible saber tanto, ni dar de si tan buena ra<;on"; subrayado nuestro).

Como dijimos, los breves pasajes en quechua se reducen a una lamentación, dos protestas quejumbrosas y una súplica trunca que acaba finalmente en castellano, previo cambio de código. En tal sentido, no son realmente diálogos, o lo son sólo parcialmente, pues, según la trama, los personajes españoles no entienden quechua, siendo Tito el único bilingüe. Incidentalmente, la situación descrita refleja de manera dramática y sutil la situación diglósica instalada en el Perú tras la invasión española, y denunciada por el propio autor ("Si quereis tratar de que estos naturales aprendan vuestra lengua, es comen¡;ar una labor que no saldreis con ella, ni basta ingenio humano para ello; y assi conviene que los ministros de la predicacion aprendan y sepan a lengua india, si quereis que os entiendan, y no es tanto trabajo quanto los encaresceis, que facil es de aprender, o a lo menos de entender, y entendida, lo demas el trabajo lo acaba y lo hace"). Pero en el contexto de la dominación, como ocurre hasta la fecha, son los de abajo los que tienen que aprender y saber la lengua dominante, "y aun [la] francessa" (!).

Ante la imposibilidad de contar con el texto del manuscrito, cuyo paradero ignoramos, acá nos limitaremos a transcribirlo tal como aparece en la edición consultada. En general, el texto está correctamente transcrito, mostrando sólo en el primer parlamento -que es el más largo- algunas erratas bastante obvias. Por lo demás, como ocurre en textos semejantes de la época, la separación de las palabras resulta aparentemente arbitraria: muchas de ellas aparecen desmembradas de sus sufijos, en parte quizás por razones de acento, ritmo y entonación, aspectos de la prosodia quechua muy poco comprendidos hasta la fecha, y con mayor razón en una perspectiva histórica. Como podrá apreciarse, el sistema ortográfico empleado por el autor corresponde al del castellano de la época, con obvias hipodiferenciaciones que serán discutidas en la sección 4. Nótese, finalmente, que en la presente reproducción la versión castellana ofrecida, que en el original está sobrescrita -como al parecer era la práctica-, corre en forma infrascrita. Los parlamentos apa­recen enumerados del primero al cuarto.

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PRIMER TEXTO

A ingaya a apoya maipi Cangui Capac ya indi yayaiqui guan chu O Señor y Rey mio; o gran Señor, ¿a donde estas Rey y Señor mio; estas, cangui ya guacchai quieta hinapacchu ~aquiguarcangui capacya Señor, con tu padre y Señor nuestro Sol? ¿ Y para esto desamparaste y dexaste pusaguay are caillaiqui man casac ingaya, suguita [sic] ca~au a tus pobres? Señor y Rey mio, llevame, pues, y estare a par de Ti, Señor Rey [sic] manchu sina ñacaricui pachapi cau~aita monamichu [sic] mio. Suplicote que comas mi coracon y mis entrañas: ¿puedo yo vivir con tantos pusaguai indiya pusaguai huanacaureya. y tan grandes trabajos? ¿Quiero yo vida? Llevame, Sol mio y Señor, llevame Dios mio y Hacedor mio.

SEGUNDO TEXTO

Ay, Ay, ymanam señor ya, y ma manta maca huangui a Dios ya. ¿que es esto señor? ¿por qué causa me castigas y me das, o señor Dios?

TERCER TEXTO

Pichare rimarca Castilla psiminta [sic]? chicalla señoria, ¿Qué se yo quien hablava lengua de Castilla? No mas, señor mio: chicalla apoya; y ma hochay manta a~ota huangui, a Dios ya? no mas, capitan; por qué culpa o causa me acotas, o señor Dios?

CUARTO TEXTO

Chicalla señor ya villa sacmi apoya. Nomas, señor mio, que yo hablare capitan.

4. IIDENTIFICACION DIALECTAL

En esta sección ofreceremos, en primer lugar, una caracterización fonológico-gramatical del texto quechua presentado, tras un breve examen del mismo, sin dejar de advertir la naturaleza inevitablemente escueta y fragmentaria del corpus: aun así, como se verá, es posible hacer algunas inferencias de sumo interés. En segunda instancia, procederemos con su filiación, contrastándolo con los dialectos conocidos de la época o con aquellos de los cuales es posible tenernoticias.

4.1. Características gramaticales. Aceptando, pues, el carácter magro del corpus, es posible, como se verá,

hacer algunas inferencias de interés sobre la gramática subyacente de aquél. Con todo, se apreciará que los rasgos particularizantes más importantes corresponden al nivel fonológico.

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4.11. Rasgos fonológicos. Los aspectos más notorios del sistema fonológico que subyace al texto son

la sonorización de las oclusivas y el registro de dos sibilantes. Más problemática es la averiguación acerca de la distinción velar/postvelar y del registro de consonantes laringalizadas (o sea, aspiradas y glotalizadas).

4.11.1. En relación con el primer fenómeno, el texto presenta casos de sonorización de los segmentos /t/, /k/, y tal vez /q/, tras consonante nasal. Son ejemplos: indi 'sol', inga 'inca' , sugu 'corazón' (con omisión obvia de la abrevia­ción de la nasal sobre la primera vocal, es decir sugu), provenientes de inti, inka y sunqu, respectivamente. La /k/ aparece sonorizada igualmente en el sufijo de segunda persona actora -nki: así, cangui 'estás', <;aquiguarcangui 'me dejaste', macahuangui 'me pegas' y at;otahuangui 'me azotas' . No ocurre lo mismo con la /t/, que se mantiene sorda en el sufijo ablativo -manta (por ejemplo,ymamanta '¿por qué razón?'). De otro lado, el corpus no registra un solo caso de sonorización de /p/, ni siquiera un posible contraejemplo: se trata obviamente de un "vacío acciden­tal". Lo propio puede decirse de /q/, en el nivel de sufijo, aun en el supuesto de admitir la existencia de dicho fonema (cf. más abajo).

4.11.2. Cuanto a las sibilantes, el texto distingue clara y sistemáticamente (en términos ortográficos, y en consecuencia de pronunciación) dos segmentos representados por <9> y <s>, respectivamente. Así, se tienen: <;aquí- 'abandonar', caut;a- 'vivir', y el préstamo at;ota- 'azotar', frente a pusa- ' conducir' , sugu ' corazón·, simi • boca, lengua' y el conector sina ( que alterna con hina), así como también el sufijo de futuro de primera persona -saq ( como en casa e 'seré ' , villasac 'hablaré, contaré'). Como se ha demostrado de manera concluyente, tras el examen minucioso de las fuentes lingüísticas más tempranas, dichas grafías buscaban representar a la sibilante dorsal y a la apical, respectivamente ( cf. Landerman 1982, Mannheim 1988, Cerrón-Palomino 1990), registradas hoy única y exclusivamen­te por el quechua hu anca ( cf. Cerrón-Palomino 1989), tras su igualación en favor de la dorsal en el quechua surefio (hecho ocurrido hacia fines del s. XVII y comienzos del siguiente).

4.11.3. En lo concerniente al registro de la distinción velar/postvelar (es decir, entre /k/ y /q/), como ocurre en los textos del siglo XVI y comienzos del XVII, aquí tampoco la ortografía ofrece ningún indicio seguro que permita su dilucidación. Según lo discutimos largamente en otra parte ( cf. Cerrón-Palomino 1990), el test de la "prueba vocálica", que suele aplicarse en tales casos, no puede ser invocado en situaciones semejantes, pues lo que ocurre sincrónicamente debió ser igualmente la nota común y corriente en otras épocas: la apertura que /q/ ejerce sobre las vocales /i, u/ contiguas varía ínter e intradialectalmente. De hecho, con ser el contexto post­uvulárico el más propicio (sobre todo al interior de raíz) para una máxima abertura, el texto registra los casos de t;aqui- y sugu, correspondientes a sus cognadas saqi­y sunqu, respectivamente (es decir, [saqE-] y [sonq ]), o sea precisamente "contraejemplos" a la regla de apertura mencionada. Es más, para complicar el

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asunto, el texto registra e-o en contextos que nada tienen que ver con la postvelar: así, apo 'señor' , ruro 'entraña', are 'partícula corroborativa', hocha 'falta', Gua­nacaure (divinidad cuzqueña) y el verbo mona- 'querer'. Como es de notarse, es muy poco lo que puede adelantarse en este punto debido a la escasez de ejemplos (ver, sin embargo, nuestra discusión más abajo).

4.11.4. Finalmente, en relación con la presencia de laringalizadas, al igual que en el punto anterior, el texto no proporciona indicio alguno. En todo caso, admitiendo la distribución regular de dichas coarticulaciones ( cosa que en verdad no ocurre siempre) en los dialectos que las registran, los únicos ejemplos del texto que podrían haber portado uno de tales rasgos serían capac 'poderoso', micu- ·comer', y tal vez también el cuantificador chica, correspondientes a sus cognadas qhapaq, mikhu- y chhika, respectivamente, en otras variedades. Como es fácil adivinar, un texto más extenso no habría significado mayor ventaja en este aspecto, ni en el anterior, dada la convención ortográfica empleada.

4.12. Rasgos gramaticales. A diferencia de las particularidades fonológicas, desde el punto de vista

gramatical el quechua del texto no ofrece ninguna nota especial. En efecto, empleando como elementos diagnósticos para separar las dos grandes ramas en que se divide la familia quechua (Quechua I y Quechua 11), resulta evidente que el corpus analizado corresponde al grupo norteño-sureño (QII) y no al central (QI). De allí que su filiación específica deberá hacerse al interior del QII (para las bifurcaciones del quechua, ver Cerrón-Palomino 1987: Cap. VIII).

4.2. Filiación dialectal. Como se adelantó, el registro de morfemas como -gua- -hua 'primera

persona objeto' (por ejemplo en pusaguai 'llévame', macahuangui 'me pegas'), -pi 'locativo' ( como en maipi • ¿en dónde?', pachapi • en la tierra') y -manta 'ablativo ' (verbigracia, ymamanta ' ¿por qué?' hochaymanta 'a causa de mis faltas'), ubican al texto automáticamente dentro de la rama del quechua norteño-sureño (QII), y al interior de ésta, más específicamente, dentro del sureño. Otro rasgo úpicamente sureño es también el empleo del enfático -ya (como en ingaya • ¡inca mío!', apoya • ¡mi señor!'), históricamente formado por la fusión de la marca de primera persona posesora -y y la parúcula exclamativa a, que recurre igualmente en el texto. Esta partícula, según los gramáticos de la época, se pronun­ciaba de manera prolongada (es decir [a:]), e incluso la representaban doblada o con un diacrítico especial(4). Finalmente, de esta rama sureña descartamos el dialecto cuzqueño, pues, aparte del rasgo fonológico de la sonorización (ausente en las variedades sureñas), la marca de la tercera persona en el pasado es cero en nuestro documento, es decir -rca-fí y no -rqa-n como ocurre en aquella variedad.

Nótese que, a primera vista, podría parecer muy apresurado el descarte del quechua norteño como posible fuente del documento, ya que no sólo gramatical­mente sino incluso fonológicamente comparten rasgos comunes: por ejemplo, en ambos se registra el fenómeno de la sonorización. Sin embargo, también es cierto

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que hay una diferencia muy notoria en este nivel: el norteño maneja la sibilante palatal/~/. al par que el texto presenta, como se vio, su correspondiente apical (es decir/~/). Esta aparece representada en los documentos de la época con una x: así, por ejemplo, el topónimo Caxamalca, escrito sin embargo como Casamalca en los "colloquios" (cf. Quiroga [1562] 1922: 62). El detalle resulta muy ilustrativo, y, de paso, confirma el descarte dialectal efectuado(5).

Ahora bien, continuando con esta labor de "factorización" dialectal, debe­mos señalar que criterios de orden fonológico-fundamentalmente el de la sonori­zación- hacen que rechacemos igualmente la subrama ayacuchana del sureño como variedad emparentable con la de nuestro texto. Pero aún quedan otras posibilidades de entronque.

Una de ellas es la de la llamada "lengua general", variedad de quechua koiné que se había erigido como vehículo oficial del incario y que, contrariamente a lo que se piensa, no se confundía con el dialecto cuzqueño(6), aunque se la llamara también "lengua del Cuzco" o "del Inga" (así, con sonorización). Esta variedad, recogida en forma rudimentaria y dispersa en las crónicas más tempranas (por ejemplo, Betanzos [1551] 1987, Cieza de León [1553] 1984, [1550] 1985, Sarmiento de Gamboa [1571] 1965 y Pizarro [1571] 1978), presenta en efecto rasgos muy similares a los que registra nuestro documento, empezando por la sonorización (cf. Taylor 1985, Cerrón-Palomino 1988, entre otros). Sin embargo, descartamos esta posibilidad por las mismas razones por las que rechazamos el quechua norteño: como se dijo, la "lengua general" también registraba la sibilante palatal/~/. representada por x, y es estigmatizada como "corruptela" por el Inca Garcilaso. Nos queda, afortunadamen­te, otra alternativa: la del quechua costeño o "marítimo".

Como se sabe, en la franja costera comprendida entre el río Chillón, al norte de Lima, y la provincia de Nazca, en el departamento de lea, se hablaba, a la llegada de los españoles, una variedad quechua que se extinguiría muy pronto, hacia fines del s. XVII. Poco a poco se iría perdiendo la memoria de ella, tanto que a comienzos del presente siglo González de la Rosa (1911) no podía ocultar su asombro al encontrar referencias cronísticas que señalaban no sólo la existencia de una variedad quechua costeña sino que incluso sugerían dicho territorio como la posible cuna de toda la lengua. De aquella variedad, sin embargo, sólo quedaba, como las huacas de los arenales, una toponimia de claro abolengo quechua, mimetizada muchas veces dentro del castellano local, empezando por el nombre mismo de la capital peruana: Lima(7).

Pero, afortunadamente, quedaban también la Grammatica y el Lexicon de Fray Domingo de Santo Tomás, escritos en 1550 y publicados diez años después. Como se sabe, sin embargo, el dominico no menciona el territorio en el cual se hablaba la variedad que describe ni señala los pueblos específicos que se servían de ella. Con todo, la historiografía y los estudios quechufsticos están acordes en señalar que dichas obras, sobre todo la primera ( cf. Cerrón-Palomino 1990), corresponden efectivamente al quechua marítimo extinguido, en particular a la variedad hablada en Chincha. Ahora bien, ¿qué tipo de relación puede establecerse entre el quechua de nuestro documento y el descrito por el sevillano?

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Al respecto, diremos que el quechua del documento presenta tales semejan­zas con el descrito por el dominico que no vacilamos en identificarlos plena y absolutamente. En efecto, las coincidencias fonológicas y gramaticales son tan obvias, que es difícil no llegar a tal conclusión. En lo que sigue nos detendremos en la probanza de nuestro aserto.

En relación con los rasgos fonológicos compartidos, la armonía es plena en el registro de la sonorización y de la sibilante apical. Así, pues, tal como lo señalamos en nuestro estudio sobre el quechua del sevillano ( cf. Cerrón-Palomino 1990), el dialecto en mención presentaba el fenómeno de la sonorización de las oclusivas tras nasal como un proceso en curso, con tendencia a la generalización. Según esto, /p, t, k, q/ devenían, con cierta fluctuación, en [b, d, g, g] respectivamente. Ya vimos cómo el texto de Quiroga no ofrece ejemplos de sonorización de /p/ por razones puramente accidentales. De otro lado, sin embargo, así como el quechua del docu­mento registra, como excepción, la inhibición del proceso en el sufijo -manta, del mismo modo la Grammatica recoge invariablemente dicha forma inalterada. En lo tocante a las sibilantes, habíamos notado que si bien el Lexicon presentaba por momentos informaciones asignables a dos igoglosas: una que distinguía entre /s/ y /~/ y otra que empleaba, para lo mismo, la oposición /s/: /ti, la Grammatica, sin embargo, se mostraba uniforme en el uso de la segunda. Y, conforme vimos, el quechua de los diálogos también comparte este rasgo. Por otro lado, en cuanto a la distinción velar/postvelar, en ambos materiales encontramos la misma ambigüedad notacional caracterizada por la ortografía hipodiferenciadora empleada. Creemos, sin embargo, que el costeño hacía la distinción entre los segmentos mencionados (ver nuestra argumentación en Cerrón-Palomino 1990) y, por consiguiente, otro tanto ocurría seguramente con el quechua del documento. Finalmente, por las mismas razones expuestas en nuestro artículo mencionado, descartamos la existen­cia de laringalizadas en ambos corpus.

Cuanto a los rasgos gramaticales compartidos de manera específica (puesto que no debe olvidarse que en este nivel la afinidad del quechua del texto es mayor, por no decir total, no sólo con el costeño sino con todo el QII) debemos destacar la ausencia de la marca de tercera persona en las formas verbales del pasado (rimarca 'habló' y no ºrimarcan) y el empleo del conector sina, variando libremente con hina (ca~au[sic]manchu sina ' ¿podría yo vivir?' frente a guacchaiquicta hinapacchu '¿acaso como para un pobre tuyo? '). En su Grammatica, el dominico registra pre­cisamente dichas variantes: sina o hina, "que es lo mismo" (cf. Santo Tomás [ 1560] 1951 a: 124). Modernamente, salvo el ecuatoriano -que registra shina-, práctica­mente ningún dialecto presenta la variante con sibilante (sobre el carácter "intrigan­te" de dicha partícula en relación con su sibilante, ver Cerrón-Palomino 1987: Cap. VI, sección 6.1.42.5).

Como se ve, la suma de coincidencias en sus aspectos distintivos tanto fonológicos como gramaticales constituye una prueba decisiva en favor de la afiliación del quechua del documento a la variante costeña. Una prueba adicional nos la estaría ofreciendo la propensión del texto al empleo de las vocales abiertas no sólo en posición final absoluta (donde el fenómeno es frecuente en muchos dialectos)

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sino incluso en ambiente interno: así, pues, no sólo se registran allí apo 'señor', ruro 'entrafía', are (partícula conjuntivo---corroborativa), etc. sino también mona- 'que­rer' y hocha 'falta', términos todos ellos escritos de la misma manera en el Lexicon y chocantes a quienquiera que hurgue las páginas de los diccionarios inmediatamen­te posteriores a las obras del dominico, que tomarán como dialecto-base al cuzqueño.

5. INTERPRETACION Y NORMALIZACION

A continuación formulamos una nueva versión del texto de Quiroga, esta vez interpretado y normaliza.do, según el análisis fonológico y gramatical ofrecido previamente. Aclaremos, sin embargo, que para ser una versión estrictamente fonológica habría que restituir en el texto las consonantes sordas correspondientes a las sonoras. También ofrecemos nuestra propia traducción, que en el fondo sólo busca actualizar la versión proporcionada en el original. Al pie de cada texto proporcionamos algunas notas que buscan justificar las variantes más notorias que fueron introducidas.

PRIMER TEXTO

/A Ingaya, a, Apuya! ¿Maypi kangi, Qapaqya? ¡Oh, inca1 mio, oh mi señor! ¿Dónde estás, poderoso 2 señor mío? ¿Indi yayaykiwanchu kangiya? & Wakchaykikta hinapaqchu saqi-¿Acaso estás con tu padre el sol ? ¿Acaso me abandonaste como para un warkangi? ¡Qapaqya, pu~away ari, qayllaykiman kasaq, Ingaya! hJ!-érfano tuyo? ¡Oh, señor m(o, llévame, pues; estaré a tu lado, ¡Sunguyta, ruruyta mikupullaway, Ingaya! ¿Kawsaymanchu sina oh inca mío! ¡Come, oh inca mio, mi corazón y mis entrañas! ¿Podría ñakarikuy pachapi? ¡Kawsayta munanichu! ¡Pu~away, Indiya; acaso vivir en esta tierra de sufrimientos? ¡No quiero vivir4! ¡Lléva pu~away, Wanakawriya!/ me, oh sol; llévame, oh Huanacauri5!

1. Como en todos los diccionarios coloniales, inga es traducido por "Rey" en el texto original, debido al símil unilateral muy temprano que se establece entre el soberano peruano y el europeo. Nosotros preferimos mantener el término quechua.

2. Traducimos qapaq como 'poderoso señor', por las mismas razones que en el caso anterior. 3. A diferencia de la versión original, traducimos indi yayaykiwanchu kangi como ' ¿acaso estás

con tu padre el sol?', en lugar de" ¿estás, señor, con tu padre y señor nuestro sol?", ya que así lo exige la fonna gramatical del verbo, que de otro modo habría sido yayayku.

4. En el original se lec, como una pregunta retórica, "¿quiero yo la vida?", que preferimos traducir más bien como una negación rotW1da. Una lectura como la del original exigiría la marca del negativo -chu en el verbo subordinado: ¿kawsaytachu munanl?

5. Wanakauriya es traducido en el original como "Dios mío y Hacedor mío". Se trata, como se sabe, de la divinidad cuyo famoso adoratorio (cf. Duviols, 1984) se encontraba en una colina del Cuzco, donde, según la tradición, había hW1dido su barreta el primer soberano.

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SEGUNDO TEXTO

/¡Ay, ay! ¿Imanam, señorya? ¿Imamamanta maqawangi, ¡Ay, ay1 ! ¿Qué pasa, mi señor? ¿Por qué razón me pegas, a, Diosya?/ oh, mi Dios?

1. La exclamación Ay, como queja, no figura en ninguno de los vocabularios ni artes tempranos. Como tal, parece un préstamo castellano (al igual que señor, Dios y A-.otar, empleados ya en presencia del interlocutor de habla castellana.

TERCER TEXTO

/¡Pichari rimarqa Castillap siminta! ¡Chikalla, señorya; ¡Quién, pues, habría hablado en castellano! ¡ Ya no más, señor mío; chikalla, apuya! ¿Ima huchaymanta azutawangi, a, Diosya?/ basta ya, mi señor ¿Por quéfalta2 mía me azotas, oh mi Dios? 1. Apu, en el primer texto del original, aparece correctamente traducido por "gran señor" (como en

la generalidad de los vocabularios antiguos), pero en el presente pasaje es vertido como "capitán": es que Justino, como se recordará, es soldado de profesión.

2. Nótese como hucha es traducido correctamente por "culpa", o "causa" en el original. Su equivalencia con 'pecado', generalizada hoy día, aún no asoma en un texto temprano como el presente.

CUARTO TEXTO

/¡Chikalla, señorya! ¡Willa~aqmi, apuya!/ ¡Basta ya, mi señor! ¡Hablaré', oh señor mío!

1. Traducimos willay por 'hablar', como en el original, en razón del contexto (pero cf. Santo Tomás [ 1560) 1951 b): Justino le pide a Tito que hable, no que le cuente o refiera algo, acepción esta última más generalizada en el quechua moderno.

6. PATERNIDAD DEL TEXTO

Como se verá, no obstante el carácter fragmentario de las noticias biográ­ficas del canónigo Quiroga, es posible vincularlo muy estrechamente a Fray Domingo de Santo Tomás. En efecto, no sólo coinciden ambos personajes en super­manencia en el Perú hasta por lo menos 1555, que es el afio en que el sevillano viaja a España llevando consigo los originales de su gran obra lingüística (que posible­mente tenía ya lista desde cinco años antes); también se habrían reencontrado en España, cuando el presbítero retoma allá en 1560. Si, como parece, éste vuelve al Perú una década después, es posible que ya no se encontrara con Fray Domingo, que en 1563 había sido investido con la mitra del obispado de La Plata, muriendo en dicho ejercicio en 1570. Pero más allá de las coincidencias en el periplo vital,

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interesan los ideales comunes compartidos. Como se adelantó en la sección 2, tanto el dominico como el presbítero constituyen en el Perú de entonces preclaros defensores de la doctrina lascasiana en favor del indio, llegando a formar parte muy activa de una verdadera "escuela de denuncia" (cf. Marzal 1983: VI, 432; Pérez Fernández 1986: 11, Cap. IX, 330 ss.) contra los abusos y la explotación en contra de aquél. Vivo testimonio de ello son las canas y memoriales alas autoridades civiles y eclesiásticas que redacta Fray Domingo así como los "colloquios" de Quiroga.

Ahora bien, en la sección 4.2 dejamos sentada la plena y total afinidad del texto quechua de los diálogos con la variedad consignada por el dominico. La pregunta que quisiéramos planteamos a continuación es la siguiente: ¿hasta qué punto el texto quechua de los coloquios se debe a la mano del mismo Quiroga? Nosotros creemos que hay algunos indicios que mueven a pensar que bien pudiera haber sido Fray Domingo, si no su autor, al menos la persona que supervisó dicho material. Quisiéramos, en lo que sigue, adelantar algunos pasos en dicha dirección.

Antes, sin embargo, desecharnos la posibilidad de que el presbítero no haya conocido el quechua. Cieno es que por boca de Barchilón pareciera quejarse de no entender las lamentaciones de Tito(" ¡O si entendiese lo que dice! "). Pero, en verdad mal puede identificarse a dicho personaje con el autor, pues éste habla también, y muy a menudo, por labios de Tito. Y, como se mencionó al principio, en el cuarto diálogo, que trata sobre el adoctrinamiento de los indios, se formulan duras críticas contra la catequización en lengua castellana: " [ ... ] y assi conviene que los ministros de la predicacion aprendan y sepan la lengua india, si quereis que os entiendan, y no es tanto trabajo quanto los encaresceis, que fácil es de aprender, o a lo menos entender" (Quiroga [1562] 1922: 126; subrayado nuestro). De manera que resulta difícil aceptar que tales críticas que, según confesión del autor"a todos tira y a todos toca", le alcanzacen a él mismo en materia de conocimiento de la lengua.

Siendo así, ¿qué razones pueden aducirse en favor de la autoría del sevillano? Al respecto, creemos entrever por lo menos dos indicios. El primero está relacionado con la ortografía empleada. En efecto, la notación del quechua seguida en el texto es exactamente la misma utilizada por el dominico. Ambos, ciertamente, se nutren de la tradición ortográfica castellana vigente, que en algo más de media centuria de haber sido "reducida en regla" por el Nebrisense (en 1492), no había conseguido aún lograr cierta unidad. Asimismo, como dejamos dicho, ambos textos corresponden a una misma variedad dialectal. ¿Cómo entonces invocar la similari­dad ortográfica como evidencia de autoría? No obstante lo señalado, el hecho es que resulta difícil admitir una plena coincidencia en la representación del quechua entre dos autores diferentes, aun cuando hayan participado de la misma tradición escritu­raria castellana. Todo ello teniendo en cuenta que el primer intento de normalización ortográfica quechua sólo tendrá lugar en 1584, en virtud de las decisiones tomadas en el Tercer Concilio Limense (cf. Cerrón-Palomino 1988).

El segundo indicio, que más bien probaría hasta qué punto Fray Domingo asistió lingüísticamente a Quiroga tiene que ver con un pasaje de los diálogos que reproduce sustancialmente otro de la Grammatica del sevillano. En efecto, en el cuarto coloquio Tito le refiere a Barchilón, como prueba de que debido a la deficiente

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práctica evangelizadora los indios pueden estar "bapticados, pero no catequicados", la siguiente anécdota: "Preguntado un indio de los desta tierra si era ya christiano, dixo que si, que ya sabía hurtar, blasfemar y engafiar-a-su proximo, y hacer todo lo que via que hacian los christianos:; (Quiroga [ 1562] 1922: 124). La anécdota que cuenta el dominico, a propósito de la observación hecha en el sentido de que los juramentos en lengua f ndica eran diferentes de los del castellano, bien vale la pena ser transcrita in extenso. Dice el gramático: "[ ... ]. Despues q venimos los christia­nos a esta tierra, han tomado los indios la manera de jurar nuestra, y aun algunos tabien (para su mal) q creen, q jurar bie, es ser bue christiano, y cierto a mi me acotescido [sic] lo que dire, Que pregOtando vna vez, en cierta prouincia, aun cacique si era christiano, me dixo Aun no lo soy del todo, pero ya lo comiern;o a ser, y pre­guntandole yo, q sabia de christiano, me dixo, Se ya jurar a dios, y jugar vn poquito a los naypes, y comien~o ya a hurtar, A lo que yo entendi, devia pensar aquel pecador, que como ser sastre, no era mas de lo que ellos comunmente veen hazer a los sastres, que es coser, y lo mismo en los demas officios, assi creia que no era mas, ser christiano de lo que ellos comunmente a los christianos auian visto hazer [ ... ]" (Santo Tomás [1560] 1951a: 150-151; subrayado nuestro). Como se ve, no cabe duda de que la anécdota proviene de una misma fuente, que en este caso es la proporcionada por Fray Domingo.

Naturalmente, cabe la perfecta posibilidad de que, asícomo la anécdota pudo haber sido tomada de la obra del dominico o escuchada de labios del mismo, de igual manera puede pensarse que el texto quechua, aunque redactado por Quiro­ga, pudiera haber sido corregido por Fray Domingo. No se olvide que, como el propio Cieza de León ([ 1553] 1984: Cap. XLIII, 143) lo sugiere, la obra del quechuista ya estaba lista para 1550, la misma que pudo haber sido consultada pro­vechosamente por Quiroga. De manera que aun cuando, a falta de mayores datos, nuestra hipótesis de la paternidad del texto atribuida al sevillano resulta débil, de lo que no debe haber duda es que dicho material no le fue ajeno al gramático defensor de los indios.

7. IMPORTANCIA DEL TEXTO

Quisiéramos decir, para terminar, algunas palabras en relación con la importancia del texto presentado. Como se podrá inferir, el valor del mismo resulta obvio en muchos respectos. Aquí nos limitaremos a explicitar los puntos que con­sideramos particularmente interesantes, tanto en su dimensión inmanente como corpus dialectal cuanto en su carácter documental de tipo histórico y sociolingüí s­tico.

Desde el punto de vista quechuístico, el texto constituye una pieza invalo­rable por cuanto se trata de la otra única documentación del dialecto costeño extinguido(8). Ciertamente, de las variedades quechuas desaparecidas la del litoral es la mejor registrada, cuando no la única, gracias a la obra del dominico. En tal sentido, podría argüirse que, además de su naturaleza fragmentaria, el texto presentado no contribuye en nada en relación con lo ya conocido. No lo creemos así,

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puesto que, en todo caso, posee el mérito de ser un corpus de índole corroborativa. Así, pues, no sólo reafirma la existencia concreta del quechua costeño (no olvidemos que Guamán Poma se refiere un poco despectivamente a la obra del dominico como

. muestra de un "quichiua todo rrebuelto"; cf. GuamáriPoma [1615] 1936: 1079) sino que, en un plano más específico, ratifica tanto algunos de los cambios en proceso que venían afectando a dicha variedad (la sonorización) como el carácter conservador del mismo (el registro de la sibilante apical, asignable al protoquechua; cf. Cerrón-Palomino 1989: Cap. 11: sección 2.12).

De otro lado, debemos destacar el hecho de que el corpus que nos ocupa es de naturaleza discursiva, es decir que trasciende no sólo el nivel léxico sino incluso el frasal, que es el que encontramos en la Grammatica (pero ver más abajo). En relación con este carácter textual cabe destacar también que estamos aquí frente a una de las primeras muestras de un discurso elaborado deliberadamente: se trata del uso creativo y estilístico del quechua al servicio de un diálogo interestamental en una sociedad fuertemente diglósica como la colonial. En tal sentido, no se trata del simple registro de un discurso, fragmentario o no, de carácter oral (como el manuscrito de Huarochirí) ni de un texto con fines estrictamente evangelizadores, aunque fueran éstos también elaborados.

A propósito de ello, el primer texto elaborado que se conoce es el de la "Platica para todos los indios" que trae Fray Domingo como apéndice de su Grammatica (cf. pp. 188-207)(9), a manera de "praxis de los preceptos y reglas en el [ arte J dadas, para q lo q el lector ouiere entendido del arte en la theorica, vea puesto en practica" (Santo Tomás [ 1560] 1951 a: 186). Más allá de los objetivos confesados, de naturaleza didáctica, y de los propósitos misionales obvios, podemos entrever también en Fray Domingo otro afán no menos importante en él: el de emplear una lengua tenida por "salvaje" como vehículo de contenidos abstractos y reflexivos, es decir como una lengua potencialmente intelectualizable. De esa manera buscaba demostrar " la gríl policía que esta lengua tiene, [ ... ]. Y si la l~gua lo es, la gente que vsa della, no entre la barbara, sino cola de mucha policía la podemos contar[ .. . ]" (cf. Santo Tomás [1560] 1951: Prólogo, 9 ss.).

Como se podrá apreciar, el documento de Quiroga también se inscribe dentro de este afán, al incorporar deliberadamente un texto quechua dentro de una obra redactada en castellano: esto significaba, aunque fuera úmidamente, una ruptura del orden diglósico establecido. Insistamos: no se trata de un simple registro de la oralidad (como los fragmentos de "lengua general" que nos proporcionan ya, tempranamente, Betanzos y Cieza de León). Es en este sentido que decimos que tenemos al frente un texto elaborado.

Por lo demás, la iniciativa del autor, sea éste Fray Domingo o Quiroga, está en consonancia con la postura de ambos en materia de lo que podríamos llamar defensa idiomática, corolario a su vez de la lucha en favor del indio. En efecto, no solamente se impugna la prédica en castellano, o, peor aún en latín (como opinaba el iracundo obispo Lartaún), abogándose por el empleo del quechua como vehículo de evangelización, sino que incluso se demanda la alfabetización del indígena en su propia lengua y, por consiguiente, el desarrollo escriturarlo de ésta. Es en tales

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ténninos que Tito le enrostra a Barchilón: "Y qué poco cuidado haveis tenido de damos lectura y libros en nuestra lengua y de traducir algunas obras que nos pudiessen aprovechar y enseñar. ¿ Vosotros no predicais y no nos lo enseñais que las letras son manjar del anima?" (Quiroga [ 1562) 1922: IV, 117). . .

Como es sabido, la política idiomática en el Perú colonial no dio para tanto, a diferencia de lo que había ocurrido en México, con sus famosas escuelas de indf genas como aquella célebre de Santa Cruz de Tlatelolco, dirigida por el francis­cano Bernardino Sahagún (cf. Rosenblat [ 1963) 1977, Marzal 1983: Cap. VI, 319). En el Perú, los contados casos de aprendizaje de escritura en lengua indf gena estuvieron librados o bien a la iniciativa personal (caso de Guamán Poma y de Santa Cruz Pachacuti) o bien a un entrenamiento por parte de un tutor (como tal vez fue el caso del redactor del manuscrito huarochirense) o a la preocupación de una orden religiosa en particular (como la de los jesuitas en Juli: Bertonio [ 1603] 1984 declara en su" Alocución" a los sacerdotes y curas de la nación aimara haberse esmerado en que los indios "escribiessen en su lengua Aymara, con la mayor propriedad que fuese posible"). Los colegios para los hijos de caciques, así como las escuelas de las parroquias, sólo buscaban la castellanización a todo trance. A los quinientos años de transcurridos desde la invasión española al país de los Incas la protesta de Tito sigue en pie.

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Rodolfo Cerrón-Palomino Apartado 21-0035

Lima 21 Perú

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NOTAS

(1) El subtítulo reza: Ttrata de las Causas e lnconvlnlentes que Impiden la Doctrina X plana e converslon de los indios de los Reinos del Piru. Otrosl ttrata de la entrada y conquista de aquel Reino y de los daños e males e agravios que los Indios pade1,en y el estado en que al presente esta la justicia e doctrina que se les administra. Compuesto por un sa1,erdote que en aquellos Reinos a rresldldo.

(2) Fue editada por Julián Zarco Cuevas en 1922, en Sevilla, como parte del Tomo VII de la Biblioteca Colonial Americana, pp. 37-130.

(3) Creemos que la base para esta fecha parece surgir del mismo texto del segundo "colloquio", cuando el personaje Barchllón, que por momentos juega el rol de abogado del diablo, le pregunta a Tito, que "¿por qué vosotros [los indios J en treinta años que ya gO(,als de libertad, y os falta vuestro Rey que os tomava vuestras tierras, por qué no las ocupais y sembrais?" (Quiroga [1562] 1922: 81 ). El cálculo resultaría exacto: 1532 + 30 = 1562.

(4) En efecto, Domingo de Santo Tomás ([1560] 195 la: 151) advierte: "A. proferida muy larga, es, señal de espanto". González Holguín ([1607] 1975: 140), por su parte, al referirse a dicha partícula dice: ' [ .. . ] para pedir auxilio se haze con sola vna (áa) pronunciada muy larga, como doblada (áa) y añadifxlo el nombre del que es inuocado, como áa Dios o Dios valme, [ .. . J" (cf. también González Holguin [1608] 1951: 11 ). Alonso de Huerta (1616: fol. 22), de otro lado, trae la equivalencia entre a yaya y yaya ya significando "ó el Padre, o, ola Padre" (cf. también aa en el fol. 77v). Como se ve, se trata de un recurso marginal (parafonológico) del alargamiento vocálico para marcar una exclamación.

(5) Incidentalmente, el Inca Garcilaso ([ 161 7] 1959: I, XXXIII, 91 ), que es muy sistemático en la distinción de las dos sibilantes, comete un desliz al pretender enmendarles la plana a los

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españoles por preferir escribir y pronunciar Caxamalca, es decir [kasarnalka] 'pueblo de espinas'. En efecto, el Inca propone cassa para el primer elemento del compuesto, con doble ss (es decir con la apical, que así solía escribirse en posición intervocálica), significando 'hielo', y, por consiguiente, la etimología en cuestión sería "tierra o provincia o barrio de hielo". Hielo, sin embargo, se pronunciaba y pronuncia hasta la fecha con la sibilante dorsal (y así aparece como ca,;a en Domingo de Santo Tomás), es decir, como qasa. Otra cosa era qa~. con la sibilante apical ( cf. en elcuzqueño moderno q 'asa), significando 'barranco', y ésta si podía haberse escrito cassa, como el Inca. Por lo demás, Garcilaso desconocía-como los quechuahablantes del sur en la actualidad-la palabra ka.-.ha, escritacaxa, que hasta hoy se registra en el quechua centro-norteño para 'espina'. El término equivalente en el sureño es kichka, pronunciado [k'iska) en el cuzqueño moderno. De paso sea dicho, la etimología disparatada del Inca sigue vigente aún entre algunos de nuestros estudiosos, cuando no faltan, aparte del dato dialectal, evidencias documen­tales que afianzan la interpretación propuesta (ver, por ejemplo, la proporcionada en Cerrón-Palomino 1988).

(6) Como lo señalamos en otra parte, la identificación que se hace entre "lengua general" y dialecto cuzqueño data de las primeras décadas del s. XVII, siendo el Inca Garcilaso, que desconocía la realidad dialectal del quechua, su más conspicuo defensor (cf. Cerrón-Palomino 1988).

(7) En la documentación antigua y en el mochica figuraba como Limac. Con reflejos de la consonante final aún se lo registra en el quechua huanca: [lima:], en Huancayo y Concepción, y [limah] en Jauja. Dichas formas provienen de ºrima-q 'el que habla'. Quien hablaba era por cierto no el actual río Rímac (cuya designación es posterior), como pretende la etimología popular, sino el oráculo ubicado en el actual cercado de Lima (cf. Rostworowski 1978: 69-72).

(8) Descartamos aquí, como otra posible muestra de quechua costeño, los Sermones de Avendaño (1648). En efecto, aunque el autor se propone en el Prólogo a su obra dirigirse a los feligreses del Arzobispado de Lima en "la lengua Chinchaisuyu" (a la que correspondería el costeño, según se desprende de la demarcación hecha por Alonso de Huerta 1616: Introdvction), que es la que juzga ser "la mas genuina", y no "la syriaca, que los cultos han introducido para que no les entienda el pueblo", la variedad escrita que emplea es la promovida por el Tercer Concilio (1582-1583), llamada "quechua general", diferente -al menos escriturariamente- del dialecto cuzqueño. por la "syriaca" debe entenderse aquí el quechua de los escritores cuzqueñizantes (por eemplo, Alonso de Huerta, Francisco de Avila, Diego de Molina, etc.), que cuestionaban el "que­chua general" propugnado por el Concilio de Santo Toribio (para más detalles, ver Cerrón-Palomino 1988).

(9) Mientras no se ubiquen los trabajos dejados por el cronista Betanzos ((1551 J 1987, según confesión del propio autor en la Dedicatoria de su obra) y el mercedario Martín de Vitoria ( 1551 ?) ( cf. Cisneros 1951 ). así como tantos catecismos y doctrinas que circulaban antes de la acción norrnalizadora y unificadora del Tercer Concilio.

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REFERENCIAS

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BERTONIO, Ludovico [1612) 1984 Vocabvlario de la lengva aymara. Ediciones CERES. Cochabamba.

BET ANZOS, Juan de [1551] 1987 Suma y narración de los Incas. Ediciones Atlas. Madrid.

CERRON-PALOMINO, Rodolfo 1987 Lingüística quechua. C.E.R.A. "Bartolomé de Las Casas··. Cuzco.

1988 "Unidad y diferenciación lingüística en el mundo andino". En López, Enrique (en.): Pesquisas en lingüística andina. Gráfica Bellido, pp. 121-152. Lima.

1989 Lengua y sociedad en el Valle del Mantaro. Instituto de Estudios Peruanos. Lima.

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N2 2, diciembre 1991 411

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