un cine diferente definitivo

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Revista definitiva UN CINE DIFERENTE

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UNA CIGÜEÑA SIN NIDO

Todos los años, por la misma época más o menos,

regresan las cigüeñas al campanario del pueblo, y

entonces sabemos que estarán entre nosotros

hasta que sus crías puedan volar.

Sin embargo, creo que este año no se quedarán

aquí porque están arreglando el tejado de la iglesia

y les han quitado su nido.

Un día vi llegar a una cigüeña y la seguí con la

mirada para ver qué hacía, al comprobar que su

nido había desaparecido.

La cigüeña se quedó parada cerca de la iglesia muy

extrañada, y después miró a su alrededor buscando

un lugar nuevo donde instalarse.

Echó a volar y se dirigió hacia el tejado más alto

después de la iglesia, que estaba en la casa de

Benito, el de la ferretería.

Nada más posarse en su tejado, salió Benito y

empezó a tirarle piedras mientras decía:

-¡Largo de aquí! ¡No quiero que ensucies mi tejado!

La pobre cigüeña echó a volar asustada.

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Entonces se posó en lo alto de un poste de la luz,

mientras buscaba otro lugar donde poder construir

su nido.

Cerca de allí divisó un tejado con chimenea que le

podía servir y hacia allí se fue, comenzando a

recoger palos, ramas, trozos de plástico…, todo lo

que encontraba, hasta que salió a la calle doña

Lumi, la dueña de la tienda de ultramarinos, y

empezó a gritar:

-¡Vete de aquí, sucia cigüeña! ¡No te quiero en mi

tejado, busca otro campanario que allí estarás

mejor!

A mí me dio pena ver a la pobre cigüeña buscando

un lugar donde instalarse sin que nadie le dejara el

tejado de su casa.

Otra vez empezó a buscar por todos lados algún

sitio tranquilo donde hacer su nido, y al ver una

torre muy alta, hacia allí voló.

Ella no sabía que en aquel lugar estaba el depósito

de agua del pueblo, y menudo lío se montó cuando

Tomás y Casimiro la vieron.

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-¡Vete de aquí, cigüeña, nos vas a ensuciar el agua!

¡Vete por donde has venido!- y le tiraban piedras y

palos.

Yo entonces vi llorar a la cigüeña en medio del

campo, y oí que decía:

-Nadie me deja hacer mi nido, nadie me quiere

cerca, y yo no hago ningún mal… ¿Qué voy a hacer

ahora? Ya conozco este lugar porque nací aquí

mismo y le tengo cariño, pero veo que la gente no

me quiere a su lado. No entiendo por qué no me

dejan vivir con ellos. Ahora me doy cuenta de que

no les importaba tenerme en el campanario de la

iglesia porque así me mantenían alejada…

La cigüeña seguía llorando y yo me acerqué hasta

ella. No sabía muy bien qué hacer, pero me daba

mucha pena ver cómo la habían tratado, así que

pensé en un plan.

-¡Ven conmigo, cigüeña!, creo que conozco un lugar

donde podrás estar tranquila y hacer tu nido- le

dije.

Me dirigí a la casa de Bergentino, el herrero, una

persona muy cariñosa que solía dejarme jugar con

mis amigos en su granero, a cambio de que le

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ayudáramos a tirar del fuelle de su fragua y poner al

rojo los hierros que luego él modelaba a martillazos.

-¡Bergentino!- le llamé a gritos- necesito tu ayuda,

vengo con una cigüeña…

-¿Qué gritos son esos? ¿Y qué dices de una

cigüeña?- me dijo desde la ventana.

Cuando salió lo más rápidamente que pudo de su

casa le dije:

-Bergentino, ésta es la cigüeña que todos los años

viene al nido del campanario, pero como el tejado

de la iglesia está en obras y le han quitado su nido,

no ha podido quedarse. La he visto ir al tejado de

Benito, pero la ha echado a pedradas; luego al

tejado de doña Lumi, y también la ha echado, y

cuando empezaba a construir un nuevo nido encima

del depósito de agua, Tomás y Casimiro también le

han tirado piedras para que se fuera.

-¿Y ahora qué quieres?- preguntó Bergentino.

-He pensado que quizá… si no te importan, le

puedes dejar hacer el nido en el tejado de tu

granero, así se comería los ratoncillos que andan

por allí zampándose todo el grano.

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-No me parece mala idea, no señor- contestó

Bergentino.

Se acercó a la cigüeña, que se había mantenido a

cierta distancia por miedo a que otra vez le tiraran

piedras, y le dijo:

-No tengas miedo, no voy a hacerte daño. Te

puedes quedar en el tejado de mi granero, pero a

cambio me gustaría que te comieras los ratoncillos

que encuentres por aquí, ¿qué te parece? Así los

dos saldríamos ganando.

La cigüeñas miró hacia lo alto y vio un hermoso

tejado donde, por fin, podrían hacer su nido, y se

puso muy contenta haciendo ruido con su pico: “ke,

ke, ke, ke,…” como si quisiera darnos las gracias.

Bergentino también se puso muy contento porque

vivía solo y así tendría compañía.

Todos los días iba a ver a la cigüeña, a veces la veía

cazar los pequeños ratones que merodeaban por el

granero, y ella recogía las cosas que le dejábamos

para construir su nido. ¡Todo le servía!

Cuando nacieron los cigoñinos, Bergentino me dejó

unos prismáticos para que los pudiera ver mejor,

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¡eran preciosos! Ella sabía que yo la había ayudado

y me saludaba con su “ke,ke,ke,ke…”

Y desde entonces, cada año, regresa al tejado del

granero de Bergentino, aunque ya está arreglado el

tejado de la iglesia, y yo salgo corriendo todo lo que

puedo porque me gusta ser el primero en darle la

bienvenida.

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EL CLUB DE LOS VALIENTES

Todos los niños le aplaudían y dirigiéndose a Samuel

le decían:

-¡Bravo! ¡Bien por Samuel! ¡Eres el más fuerte!

Y Samuel levantaba los brazos en señal de victoria,

mientras su rival, Alan, permanecía en el suelo

temblando de miedo y sangrando por el labio.

Samuel creía que todos los problemas se

solucionaban por la fuerza, porque él era más alto y

fuerte que los demás compañeros de su clase.

Cuando alguno se negaba a hacer lo que él quería,

le amenazaba con darle un puñetazo. Muchos

chicos, por miedo, le seguían y cumplían sus

órdenes, pero Alan no. Él no estaba dispuesto a

permitir que Samuel le quitara su bocadillo, por eso

ahora estaba en el suelo. Samuel le había empujado

para quitárselo y ahora se lo estaba comiendo

delante de él.

Todavía estaba en el suelo cuando don Agustín se

acercó:

-¿Qué está pasando aquí?- preguntó a todos.

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-Nada, profe, una pelea- contestó uno de los chicos.

-¿Quién ha empezado? A ver, Alan- le dijo mientras

le ayudaba a levantarse- ¿quién te ha pegado?

Alan se quedó callado. Su cabeza daba vueltas

buscando alguna salida, pero no sabía muy bien qué

hacer: si decía la verdad tendría que enfrentarse

otra vez con Samuel, y esta vez fuera del colegio,

donde nadie podría protegerle. Si decía que él había

empezado la pelea, además del golpe se

encontraría con un castigo de don Agustín y a lo

mejor una nota a sus padres. Si se callaba quedaría

delante de todos como un cobarde y don Agustín se

enfadaría con él por no querer contarle la verdad.

Así que Alan tenía un problema, un serio problema.

-No ha sido nada, don Agustín, solo una pelea sin

importancia- le contestó.

-Pues ya me dirás qué haces en el suelo con el labio

partido…

-Es que Samuel me ha empujado sin querer y yo me

he caído.

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Don Agustín no se quedó muy convencido de la

explicación, pero no quiso seguir preguntando y

mandó a todos a la clase.

Alan tuvo que escuchar cómo todos le decían en voz

baja:

-¡Cobarde, gallina, capitán de la sardina!

Se sintió mal, pero no dijo nada e intentó olvidar el

incidente con Samuel cuanto antes.

Al salir del colegio volvió paseando hasta su casa

(que estaba lejos) pensativo y cabizbajo, sin darse

cuenta de que alguien le seguía.

-¡Hola, buenas tardes, Alan!- le dijo una niña con

cara sonriente.

-¿Quién eres? No te conozco, ¿cómo sabes mi

nombre?

-Sé todo de ti, me llamo Nala, soy como tu doble

más o menos.

Alan se quedó mirándola sin entender lo que le

decía.

-Yo soy otra parte de ti que vive en otro mundo. Allí

todos te conocen, Alan.

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-¿Que me conocen en otro mundo? No entiendo

nada.

-Si quieres te lo puedo explicar.

-Te escucho, cuéntamelo todo- le pidió Alan.

-En mi mundo te llaman el Rey de los Valientes

porque te atreves a todo y sabes defenderte sin

utilizar la fuerza.

Alan bajó la cabeza y dijo a Nala:

-Ahora no soy valiente. Esta mañana un chico de la

clase me ha pegado porque yo no le quería dar mi

bocadillo, y no he sabido defenderme.

-El chico que te ha pegado seguramente es un

cobarde que usa la fuerza porque tiene miedo.

-¿Samuel, miedo? Tú no le conoces…

-Sí, Alan, si utiliza la fuerza es que quiere asustaros y

manteneros a distancia, porque en el fondo le dais

miedo. ¿No crees?

-Bueno, si lo miras de esa manera, puede que

tengas razón.

-Hoy he venido precisamente hasta aquí para

recordarte que dentro de ti está la valentía, aunque

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no lo creas. Recuerda que te llaman el Rey de los

Valientes…

Alan y Nala siguieron hablando de muchas cosas

mientras se acercaban hasta su casa.

-¿Volveré a verte? Es muy interesante lo que me

has contado.

Y Nala le dijo:

-Nos volveremos a ver…- y, de repente, desapareció

sin dejar rastro.

Si no llega a ser por su madre, Alan hubiera pensado

que todo había sido un sueño, pero al entrar ella le

preguntó quién era aquella chica.

Al día siguiente Alan llegó a clase con un plan: habló

con algunos compañeros con los que Samuel se

metía siempre y les dijo:

-Samuel es uno y nosotros somos muchos.

Propongo que cada vez que se meta con uno de

nosotros, los demás nos pongamos delante

defendiéndole. ¿Qué os parece?

-¡Bien, y le daremos entre todos una paliza!-

contestaron ellos.

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-No, no- dijo Alan- no hace falta pegarle, en cuanto

nos vea a todos juntos, seguro que no se atreve,

porque en el fondo nos tiene miedo. Si os parece

podemos formar un club, se llamará el Club de los

Valientes. ¿Os gusta el nombre?

A todos les pareció bien la idea y el nombre, así que

decidieron hacerse un escudo que los identificara,

como si fueran los caballeros de la Tabla Redonda.

El Club de los Valientes creció y creció, porque ser

socio tenía muchas ventajas, y Samuel se dio cuenta

de que, poco a poco, se estaba quedando solo y

nunca más volvió a molestarlos.

Alan no se olvidó de su amiga Nala, y todavía espera

que algún día venga de nuevo a visitarle y le cuente

más cosas de su mundo.

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SE BUSCA UN TROZO DE ESTRELLA

La estrella Brillantina estaba muy triste aquella

noche porque había perdido una de sus cinco

puntas, no sabía ni cómo ni dónde.

La noche anterior había salido con las otras

estrellas, como todas las noches, pero se había

quedado dormida porque estaba muy cansada. Al

despertarse descubrió que le faltaba una de sus

puntas y se puso a buscarla por todo el cielo. Pero

no la encontró.

-Y ahora ¿qué voy a hacer?- decía preocupada a sus

amigas.-Ya no soy una estrella perfecta, soy una

estrella rota… Esta noche no podré alumbrar el cielo

con vosotras, me da mucha vergüenza que me vean

así.

Sus amigas sentían mucha pena por ella e

intentaban animarla:

-Brillantina, no te preocupes, te vamos a ayudar a

encontrar el trozo que te falta.

Por la mañana, que es justamente cuando las

estrellas duermen, decidieron buscar por aquí y por

allá. El Sol, extrañado de ver que las estrellas

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estaban levantadas a esas horas de la mañana, les

preguntó:

-¿Qué hacéis vosotras por aquí? ¿No tendríais que

estar durmiendo?

Y las estrellas le contestaron:

-Es que nuestra amiga Brillantina ha perdido una de

sus cinco puntas y nosotras la estamos buscando. Si

no la encontramos antes del anochecer, Brillantina

no alumbrará en el cielo esta noche.

-Sois buenas amigas y yo también siento lo que le

ha pasado a Brillantina. ¿Queréis que os ayude?

Conozco el día mejor que vosotras, ¿no os parece?

-Muchas gracias, señor Sol- dijeron todas a coro.

El Sol y las estrellas buscaron por aquí y por allá,

pero no encontraban la punta de la estrella

Brillantina.

Pasaba por allí en ese momento el Viento, y al ver a

las estrellas les preguntó:

-¿Qué hacéis por aquí a estas horas en compañía

del Sol?

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Entre todos le explicaron lo que pasaba y por qué

debían encontrar la punta perdida antes del

anochecer.

Entonces el Viento les dijo:

-¿Queréis que os ayude? Yo conozco muchos

lugares, me muevo con más rapidez y puedo

penetrar incluso por las rendijas más estrechas.

-Muchas gracias, señor Viento- dijeron todas a coro.

El Viento se dirigió hacia las ciudades, voló por

encima de los tejados, entró en los profundos

valles, subió a las montañas más altas y se metió en

el interior del bosque. Allí vio un resplandor que

llamó su atención y se acercó sigiloso.

Observó que una luz muy potente venía del interior

de una cueva y decidió averiguar lo que era.

Y… ¡oh, sorpresa! Allí estaba el trozo de estrella,

colgando del techo de la cueva y sirviendo como

lámpara a dos pequeñas hadas.

El Viento les preguntó:

-¿Qué hacéis vosotras con esta punta de estrella?

Todo el mundo la está buscando y su dueña, la

estrella Brillantina, está desesperada.

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Las hadas le contestaron:

-Señor Viento, ayer por la noche vimos caer una luz

del cielo y salimos al bosque para ver lo que era.

Nos encontramos este trozo de luz y lo trajimos a

nuestra cueva para que nos alumbrara. Hemos

preguntado por todas partes para saber de quién

era, pero nadie en el bosque lo sabía.

-Pues debemos darnos prisa y llevarla hasta el cielo

antes del anochecer para que la estrella Brillantina

pueda alumbrar el cielo esta noche- dijo el Viento.

-Ahora que sabemos de quién es, nos gustaría

devolvérsela a su dueña. ¿Podemos acompañarte?

Las hadas la cogieron cada una de un lado y el

Viento las llevó hacia lo alto, muy alto, hasta el

lugar donde vivían las estrellas.

La llegada de las hadas con el trozo de estrella

provocó un gran revuelo.

-¡Brillantina, despierta, hemos encontrado la punta

que perdiste!- le dijeron sus compañeras.

Cuando Brillantina abrió los ojos se encontró con

sus amigas las estrellas, con el Sol, con el Viento y

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con las dos hadas que le traían su trocito de

estrella, y se puso a dar saltos de contenta.

-Gracias, amigas, gracias por haber encontrado mi

punta,- les dijo a las estrellas.

Pero ellas le contestaron:

-No, Brillantina, nosotras no la hemos encontrado,

ha sido el señor Sol.

Pero el señor Sol les dijo:

-No, mis queridas estrellas, yo no la he encontrado,

ha sido el señor Viento.

Pero el señor Viento les dijo:

-No, señor Sol, yo no la he encontrado, han sido

estas dos pequeñas hadas.

Y las pequeñas hadas le contaron cómo la habían

encontrado en el bosque.

Entonces la estrella Brillantina les dijo emocionada:

-Os doy las gracias porque entre todos habéis

encontrado mi trocito de estrella. Desde hoy saldré

la primera al anochecer para saludarle a usted,

señor Sol, antes de que se acueste, sentir su brisa,

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señor Viento, y alumbraros el camino del bosque,

amigas hadas.

Y por eso, desde entonces, una estrella sale antes

que las demás por el horizonte cada noche, para

cumplir la promesa que les hizo a todos sus amigos.

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CONFUSIÓN EN EL CIELO

Cierta vez, le pregunté a Ramesh, uno de mis maestros de la India: - Por qué existen personas que salen fácilmente de los problemas más complicados, mientras que otras sufren por problemas muy pequeños, muriendo ahogadas en un vaso de agua?

Él simplemente sonrió y me contó esta historia...

"Era un sujeto que vivió amorosamente toda su vida. Cuando murió, todo el mundo dijo que se iría al cielo. Un hombre bondadoso como él sólamente podría ir al Paraíso. Ir al cielo no era tan importante para aquel hombre, pero igual él fue para allá. En esa época, el cielo todavía no había tenido un programa de calidad total.

La recepción no funcionaba muy bien. La chica que lo recibió dió una mirada

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rápida a las fichas que tenía sobre el mostrador, y como no vio el nombre de él en la lista, lo orientó para ir al Infierno. En el Infierno, Ud. sabe cómo es. Nadie exige credencial o invitación, cualquiera que llega es invitado a entrar. El sujeto entró allí y se fue quedando.

Algunos días después, Lucifer llegó furioso a las puertas del Paraíso para pedirle explicaciones a San Pedro:

- ¡Esto es sabotaje! Nunca imaginé que fuese capaz de una bajeza semejante. ¡Eso que Ud. está haciendo es puro terrorismo!

Sin saber el motivo de tanta furia, San Pedro preguntó, sorprendido, de qué se trataba. Lucifer, transtornado, gritó: - Ud. mandó a ese sujeto al Infierno y él está haciendo un verdadero desastre allí. El llegó escuchando a las personas, mirándolas a los ojos, conversando con ellas.

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Ahora, está todo el mundo dialogando, abrazándose, besándose. El Infierno está insoportable, ¡parece el Paraíso! Y entonces hizo un pedido: - Pedro, por favor, ¡agarre a ese sujeto y tráigalo para acá!"

Cuando Ramesh terminó de contar esta historia me miró cariñosamente y dijo: - Vive con tanto amor en el corazón, que si por error, fueses a parar el Infierno, el propio demonio te lleve de vuelta al Paraíso.

Los problemas forman parte de nuestra vida, pero no dejes que ellos te transformen en una persona amargada. Las crisis siempre sucederán y a veces no tendrás opción. Tu vida está sensacional y de repente puedes descubrir que un ser querido está enfermo; que la política económica del país cambió, y que infinitas posibilidades de preocupación aparecen.

En las crisis no puedes elegir, pero puedes elegir la manera de enfrentarlas.

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Y, al final, cuando los problemas sean resueltos, mas que sentir orgullo por haber encontrado la solución, tendrás orgullo de ti mismo.

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El cuento del gallo kiriko Aurora Romera (recogido de la tradición oral…) � Érase una vez un gallo altivo y altanero que fue invitado a la boda del tío Perico. Era tan presumido que quería brillar como un arco iris. Estuvo mucho tiempo acicalando sus plumas para que todos los invitados de la boda se fijaran en el. � Salió de casa y se encontró con “gusanito “ el cual sorprendido de las galas del gallo kiriko le saludó. � Hola gallo kirico ¿dónde vas tan tempranito con ese vestido de plumas tan rico ? � A la boda del Tío Perico contestó el gallo secamente. � Yo también estoy invitado, dijo el gusanito pero arrastrándome no sé si llegaré a tiempo. ¿Tú me podrías llevar a la boda? � Pero qué insolencia, dijo el gallo, claro que te llevaré, pero dentro de mi estómago y de un picotazo se lo comió. � Siguió caminando y se dio cuenta de que al comerse a gusanito se había manchado el pico de barro. ¡Qué fatalidad pensó cómo me voy a presentar con el pico sucio en la boda!.

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� Al rato se encontró con una lechuga que le dijo: Buenos días gallo kiriko ¿dónde vas tan tempranito con ese vestido de plumas tan rico y todo manchado de barro tu pico? � Voy a la boda del Tío Perico. ¿Me harías el favor de limpiarme el pico? � Sí, dijo la lechuga, pero antes dime si has visto a gusanito. � No, contestó el gallo. No lo he visto. � La lechuga se extrañó de la respuesta, y sospechó que el gallo estaba mintiendo. Así que alzando la voz llamó a gusanito: Gusano, gusanito ¿dónde estás que hoy no te he visto? � Estoy aquí, respondió gusanito, en la tripa del gallo kirico. � Mal bicho, dijo la lechuga al gallo, por embustero límpiate tú el pico. �Siguió andando y se encontró con una oveja. �Buenos días gallo kiriko ¿dónde vas tan tempranito con ese vestido de plumas tan rico y todo manchado de barro tu pico? �Voy a la boda del Tío Perico. ¿Me harías el favor de comerte a la lechuga que no ha querido limpiarme el pico? �Sí, dijo la oveja, pero antes dime si has visto a gusanito. �No, contestó el gallo. No lo he visto.

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�La oveja se extrañó de la respuesta, y sospechó que el gallo estaba mintiendo. Así que alzando la voz llamó a gusanito: Gusano, gusanito ¿dónde estás que hoy no te he visto? �Estoy aquí, respondió gusanito, en la tripa del gallo kirico. �Mal bicho, le dijo la oveja al gallo, por embustero límpiate tú el pico. . � Siguió andando y se encontró con un lobo. � Buenos días gallo kiriko ¿dónde vas tan tempranito con ese vestido de plumas tan rico y todo manchado de barro tu pico? � Voy a una fiesta. Me harías el favor de comerte a la oveja, que no se ha querido comer a la lechuga, que no ha querido limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico. � Sí, dijo el lobo, pero antes dime si has visto a gusanito. � No, contestó el gallo, no lo he visto. � El lobo se extrañó de la respuesta y sospechó que el gallo estaba mintiendo. Así que alzando la voz, llamó a gusanito: Gusano, gusanito ¿dónde estás que hoy no te he visto? � Estoy aquí, respondió gusanito, en la tripa del gallo kirico. � Mal bicho, le dijo el lobo al gallo, por embustero límpiate tú el pico. �Siguió andando y se encontró con un palo. �Buenos días gallo kiriko ¿dónde vas tan

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tempranito con ese vestido de plumas tan rico y todo manchado de barro tu pico? �Voy a una fiesta. Me harías el favor de pegar al lobo, que no ha querido comer a la oveja, que no se ha querido comer la lechuga, que no ha querido limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico. � Sí dijo el palo, pero antes dime si has visto a gusanito. �No lo he visto. �El palo se extrañó de la respuesta, y sospechó que el gallo estaba mintiendo. Así que alzando la voz, llamó a gusanito: Gusano, gusanito ¿dónde estás que hoy no te he visto? �Estoy aquí, respondió gusanito, en la tripa del gallo kirico. �Mal bicho, por embustero límpiate tú el pico. �Siguió caminando y se encontró con un fuego. �Buenos días gallo kiriko ¿dónde vas tan tempranito con ese vestido de plumas tan rico y todo manchado de barro tu pico? �Voy a una fiesta. Me harías el favor de quemar al palo, que no quiso pegar al lobo, que no quiso comer a la oveja, que no se ha querido comer a la lechuga, que no ha querido limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico. �Sí, dijo el fuego pero antes dime si has visto a gusanito.

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�No, contestó el gallo no lo he visto. �El fuego se extrañó de la respuesta, y sospechó que el gallo estaba mintiendo. Así que alzando la voz, llamó a gusanito: Gusano, gusanito ¿dónde estás que hoy no te he visto? �Estoy aquí, respondió gusanito, en la tripa del gallo kirico. �Mal bicho le dijo el fuego al gallo, por embustero límpiate tú el pico. �Siguió andando y se encontró con un lago. �Buenos días gallo kiriko ¿dónde vas tan tempranito con ese vestido de plumas tan rico y todo manchado de barro tu pico? �Voy a una fiesta. Me harías el favor de apagar al fuego, que no ha querido quemar al palo, que no quiso pegar al lobo, que no quiso comer a la oveja, que no ha querido comer lechuga, que no ha querido limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico. � Sí, dijo el agua, pero antes dime si has visto a gusanito. �No contestó el gallo, no lo he visto. �El agua se extrañó de la respuesta, y sospechó que el gallo la estaba mintiendo. Así que alzando la voz, llamó a gusanito: Gusano, gusanito ¿dónde estás que hoy no te he visto? �Estoy aquí respondió gusanito en la tripa del gallo kirico. �Mal bicho, por embustero límpiate tú el pico.

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� Por fin el gallo llegó a la casa del tío Perico. Una criada al verlo tan gordo y hermoso lo cogió del pescuezo y dijo: A la cazuela, los invitados se chuparan los dedos al comer este manjar. � Estaban preocupados porque había desaparecido gusanito que era amigo de todo el mundo y no había asistido a la boda. Pero para sorpresa de los comensales, cuando la criada trinchó el gallo, apareció gusanito y todos se alegraron muchísimo al ver que estaba bien. � Así se acaba esta historia de un gallo presumido y vanidoso que iba a la boda del tío Perico y acabó en la cazuela. � Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

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TRIP, EL GUSANO VIAJERO

Érase una vez un gusanito viajero que se sentó a descansar a la orilla de un río y se quedó dormido.

Cuando despertó, se encontró rodeado de un montón de gusanos que le observaban.

-Buenos días, me llamo Trip –les dijo sonriente.

Entonces, uno de ellos le preguntó;

-¿De dónde has salido? ¡Eres muy raro!

Trip sorprendido, respondió: - Vengo de una pradera muy lejana, y no se por que me encuentras raro.

Y el gusano dijo a Trip:

-Tienes manchas de colores en la piel, y los gusanos son verdes, eso no es normal.

Trip se rió mucho y exclamó: -los gusanos pueden ser de colores muy distintos. Donde yo vivo todos son como yo.

Los gusanos le dijeron también que no era fácil entenderle y que hablaba como si cantara.

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Trip les explicó que había gusanos con voces muy distintas: suaves, fuertes, alegres…

Pero los gusanos seguían protestando y no querían a Trip.

Entonces, Gusi, un pequeño y esmirriado gusanito del que todos se reían, le preguntó:

-¿Te gustaría venir a mi casa? Quiero ser tu amigo.

Trip fue hasta su casa, que era un agujero en el tronco de un ceibo, y allí hablaron horas y horas y los dos se sentían contentos.

Cuando se hizo de noche, las manchas de Trip empezaron a brillar en la oscuridad.

-¡Vaya eres realmente especial! Le dijo su amigo Gusi sonriendo.

- Sólo soy diferente, eso es todo, respondió Trip.

Nadie hablaba con Trip, y él se sentía muy triste.

Pero un día un gusanito se perdió en el bosque al atardecer, cuando ya apenas se veía nada.

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Los gusanos importantes se reunieron para pensar de qué forma podrían salvar al gusanito.

Entonces, vieron que una luz se acercaba corriendo hasta ellos. Era Trip que venía a ofrecerse para buscar al pequeño gusano.

Pensaron en lo mal que se habían portado con él y sintieron vergüenza. Pero Trip les guió con su luz, sin rencor a través del bosque.

Por fin encontraron al gusanito y se pusieron muy contentos a cantar y bailar.

¡Y todo fue gracias a las manchas de colores de Trip, que tan raras les habían parecido al principio!

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Mariquilla ríe perlas

Cuentan que un pobre campesino se quedó viudo al nacer su única hija.

Ésta, a la que pusieron de nombre Mariquilla, resultó ser guapísima. La más guapa del pueblo, sin la menor duda. El hombre estaba con ella como Mateo con la guitarra, pues en su pobreza se aliviaba de ver aquella hermosura.

Enfrente de ellos vivía doña Patro, una ricachona gorda y con bigotes, que también se había quedado viuda. Tenía una hija de la misma edad que Mariquilla, pero más fea que Picio. Cada vez que Mariquilla pasaba por su puerta, la llamaba para darle alguna golosina, y le decía: -¡Hay que ver cómo te tiene tu padre! Con lo linda que eres y con ese vestido tan viejo y

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esos zapatos tan rotos. A tu padre le convenía casarse. La niña iba y le contaba a su padre todo lo que le había dicho doña Patro, y un día le dijo: -Padre, ¿Por qué no se casa usted con doña Patro? -Eso es lo que ella quisiera- contestó el padre. Y para darle largas al asunto, añadió: -Dile que cuelgue unos zapatos nuevos del techo, y cuando se pudran, me caso con ella.

Mariquilla como era tan inocente, fue y se lo contó a doña Patro, que le dijo: -Pues descuida, que eso haré.- Y lo hizo. Cogió un par de zapatos nuevos y los colgó del techo del zaguán, donde todo el que pasara pudiera verlos. Pero por las noches, cuando cerraba la puerta, ¿Sabéis lo que hacía? No os lo vais a creer. Bajaba los zapatos y se hacía pis en ellos.

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Claro, en poquísimo tiempo los zapatos se pusieron que daba penita verlos. Entonces doña Patro llamó a Mariquilla y le dijo: -Ya lo estás viendo con tus propios ojos.

Así que le dices a tu padre que cumpla con su palabra.

El pobre hombre no tuvo más remedio que casarse con la de los bigotes, más que nada para ver si mejoraba la suerte de su hija.

Pero no fue así. Aunque al principio doña Patro la trataba como a su hija, poco a poco la fue despreciando, muertecita de envidia como estaba de ver lo guapa que era comparándola con su hija. El padre, como estaba casi todo el día en el campo, cuidando las propiedades de su mujer, no se daba cuenta.

La madrastra lo primero que hizo fue quitar a Mariquilla de la habitación de la fea y ponerla en el cuarto de las cenizas. Después,

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la obligaba a hacer las faenas de la casa, en vez de mandarla al colegio. Mientras, la madre y su hija se daban buenos paseos y se hartaban de pasteles.

Mariquilla lloraba en silencio, pero no quería protestar, porque al fin y al cabo se sentía responsable de la situación. Un día la madrastra la mandó al río a lavar una carga de ropa. Y estando en el río se puso el cielo negro, como de tormenta, y empezó a llover, con truenos y relámpagos. Mariquilla salió corriendo, y pudo llegar a una cabaña que había por allí cerca.

Como estaba la puerta abierta, entró, pero allí no había nadie. Estaba todo hecho una calamidad. Todos los cacharros sucios, las camas sin hacer, las sillas volcadas…

Empezó a recoger y a limpiar, y cuando lo tenía todo como los chorros del oro, puso

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una olla de agua al amor de la lumbre para amasar el pan.

De pronto sintió un tropel de caballos y Mariquilla se escondió detrás de la artesa, poniéndola contra la pared. Entraron tres bandoleros y una perra. Y dijo él que era el capitán: -¡Esto parece cosa de brujería! ¡En mi vida he visto una casa tan limpia! – Pero la perra enseguida olio a la niña y la delató. -¡Gua, gua, detrás de la artesa está! Mariquilla salió temblando. -No tengas miedo preciosa niña- dijo el capitán, que somos bandoleros, pero buenas personas. Dinos quién eres y por qué estás aquí.

La niña entonces les contó su historia y se sintieron tan conmovidos que otro dijo. -Pues sólo por eso, cada uno de nosotros te va a dar un don maravilloso. Yo te daré el

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don de echar perlas por la boca cuando te rías. -Yo- dijo otro que te salga un lucerito en la frente. -Y yo- dijo el tercero- que cada día seas más guapa.

Así se presentó Mariquilla en su casa, y nada más verla, a la madrastra le dio un patatús.

A Mariquilla le entró risa y empezó a echar perlas por la boca. Entonces la madrastra y su hija se tiraron al suelo a coger las perlas, y a la niña más risa le daba y más perlas echaba. -Pero, niña, ¿Tú dónde has estado? Mariquilla lo contó todo al revés. Dijo que era la recompensa que le habían dado por entrar en la casa de unos bandoleros y revolverlo todo, deshacer las camas y tirar las cenizas por el suelo.

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-¡Ah, sí!, pues mañana va mi niña a hacer lo mismo para que se ponga guapa. Entonces la fea fue a casa de los ladrones y lo hizo todo mal. Cuando llegaron, el capitán dijo. -¡Demonios, en mi vida he visto una cosa tan fea! Y encima viene y nos ensucia la casa ¡Pues te vas a enterar! Te doy el don que cuando llores eches cacas de burro por la boca. -y yo- dijo otro- que te salga un cuerno en la frente. - y yo dijo el tercero- que seas cada día más fea.

Y así se presentó la hija de la madrastra en su casa, y a la madre le dio otro patatús. Y cuando la niña rompió a llorar, para qué contarlo. La madre la encerró en su cuarto con siete llaves, y le dijo a Mariquilla:

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-Malvada, que me has engañado. Te acordarás de mí.

Un día llegó a oídos del príncipe la belleza y las cualidades de Mariquilla y mando llamarla para casarse con ella.

Entonces la madrastra la escondió en un sótano, y a su hija le cortó el cuerno, se lo rapo, y le echo 3 kilos de polvos. Y así la hizo pasar por Mariquilla. De todas formas, también le puso un velo por la cara, diciendo que a Mariquilla le daba vergüenza que la vieran tan guapa y con un lucerito en la frente. Que la única condición que le ponía al príncipe era que no le descubriese el rostro hasta después de casados.

El príncipe aceptó, y cuando por fin pudo verla, ya le había crecido el cuerno y estaba más fea que una mona vieja.

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-¡Socorro, socorro!- gritó el príncipe por los pasillos ¿Quién me ha engañado de esta manera?

En aquel instante llegó el padre con Mariquilla a la que había oído llorar en el sótano, y todo se aclaró. Y a doña Patro y a su hija las sentaron en unos cubos llenos de clavos, arrastrados por caballos salvajes.

Y colorín, colorado, este ceniciento cuento se ha acabado.

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Cuando el mundo abrió los ojos por primera vez, sólo había dos cosas. La

Luna y la Lluvia. Como no había nadie más, se hicieron muy amigas.

Viajaban juntas y compartían sus pensamientos. Hasta que un buen día,

descubrieron que ya habían viajado por todo el planeta varias veces, y

comenzaron a aburrirse. Y entonces, cuando ya pensaban que vivirían así

toda la eternidad, sucedió algo. Una cosa con forma de estrella, muy

brillante, se acercó. Un calor, hasta entonces desconocido para ellas, las

envolvió. Era la cosa más bonita que habían podido imaginar.

-¿Quién eres?- le preguntó la Luna.

-Me llamo Sol. Me he perdido, y no sé regresar a casa.- La Lluvia y la

Luna se miraron.

- No te preocupes.- Le dijo la Lluvia.- Te puedes quedar aquí con

nosotras.

Y el Sol se quedó a vivir con ellas. Poco a poco, sin saber porqué, la tierra

comenzó a cambiar. Los árboles crecían por doquier, animales de todas

clases poblaron todo el planeta, los mares se llenaron de peces de todos

los colores y tamaños. Después de recorrer varias veces la tierra, y

comprobar que estaba sucediendo en todas partes, los tres amigos

cogieron una nube, la mulleron bien y se sentaron a contemplar a sus

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nuevos vecinos. Ahora sí que eran felices. Ya no se aburrirían más. Pero no

se dieron cuenta, de que mientras estaban sentados, mirando hacia una

cara del planeta, la otra cara, sin sol, sin lluvia, sin luna, se estaba

muriendo.

Fue la Lluvia, que decidió dar un paseo, la que descubrió la catástrofe.

Cuando vio que todo lo que había nacido allí estaba agonizando, voló

rauda hasta donde estaban sus amigos. Llegó jadeante y se plantó delante

de ellos.

-Algo terrible ha ocurrido.-Les dijo, entre jadeos.- Todo lo que hay mas

allá de nuestros ojos se está marchando.

Y los tres amigos corrieron a comprobar lo que la Lluvia les decía. Era

cierto. Los árboles estaban mustios, apagados, los animales yacían sobre

la árida tierra, apenas con un soplo de vida.

-¿Qué podemos hacer? Están tan débiles, que nos abandonarán para

siempre.

Y mientras permanecían quietos, parados sobre esa triste parte del

planeta, sucedió un milagro. Los animales empezaron a levantarse, se

acercaban a los charcos que la lluvia estaba formando bajo ella y bebían

con avidez. Las plantas alargaban sus ramas hacia el sol y sus raíces las

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estiraban para coger agua de las pequeñas ciénagas que se formaban

rápidamente. Todo ser viviente estaba volviendo a la vida. La Lluvia,

entonces, cayó en la cuenta de lo que pasaba.

-Viven por nosotros. ¿No lo veis? Les estamos dando la vida.

-¡¡Siii!- contestaron al unísono sus dos amigos.

La luna comprendió, y bajó los ojos, con lágrimas resbalándole por su

redondita cara.

-De mí no quieren nada. Sólo quieren sol y agua. Mirad las plantas. Sus

ramas quieren tocar el sol y sus raíces el agua. Los animales solo quieren

sol para calentarse, plantas para comer y agua para beber.

El sol y la lluvia se entristecieron por la Luna. -

-No te preocupes, ya verás como te querrán igual que a nosotros.

-Bueno,- dijo el Sol, realmente preocupado- pues haber cómo lo vamos

a hacer para llegar a todos, porque yo no estoy dispuesto a estar toda la

eternidad dando vueltas y vueltas. Estoy ya mayor para eso.-

-Está bien. Pensaré algo.-y la Luna se alejó, pensando qué hacer para

evitar que el mundo muriera. El Sol y la Lluvia la esperaron pacientemente

durante muchos días, y por fin, la vieron llegar, sonriente y feliz.

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-Ya lo tengo.

-Cuenta, cuenta.- Le apremiaron sus amigos.

-Tú Sol, te quedarás siempre sentado en tu sillón de nubes esponjosas.

Verás todo el mundo cómo pasa por tus ojos sin molestarte en hacer

nada.

El Sol, perezoso, asintió complacido.

-Tú Lluvia, irás donde quieras todo el tiempo, pero eso sí, tienes que

procurar no quedarte mucho en un mismo lugar. Ya sabes que sin ti no

pueden vivir. Y yo daré vueltas siempre, vigilando que todo marche bien.

Pero primero, tenemos que hacer una cosa.

Sus amigos la miraron curiosas.

-Nos tenemos que juntar los tres, aproximarnos a la Tierra, y darle un

fuerte empujón. Para que gire y gire por toda la eternidad.

-¿Para qué tenemos que hacer eso?- preguntó el Sol.

-Para que todo el planeta esté algunas temporadas más cerca del sol y

estén más calentitos.

La Lluvia y el Sol se miraron sonriendo.

-¡Qué lista eres, amiga Luna!

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Así, que como los tres estaban de acuerdo, comenzaron a trabajar en el

plan, se acercaron a la Tierra, y la empujaron tan fuerte, tan fuerte, que

ésta empezó a girar. Muy rápido al principio, pero poco a poco, rotaba

cada vez más despacio, hasta que su ritmo de acompasó, y siguió girando

y girando, tan despacio, que ningún habitante del planeta podía notarlo.

Pero entonces, cuando todo parecía claro para los tres, descubrieron

que la Lluvia y el Sol no podían verse nunca en la tierra, y eso les

entristeció. Pero la Luna, inteligente, ideó un nuevo plan.

- Cuando tú, Lluvia, estés es esta cara del planeta, tú, Sol, antes de

marcharte, prueba a lanzar tus rayos hacia ella y podrás verla.

Y así lo hicieron. Cuál no sería su sorpresa, que cuando consiguieron

verse, un arco de muchos colores salió despedido, quedando a la vista de

todo el mundo. Un arco que atravesaba todo lo que abarcaba la vista. La

Luna, desde muy, muy lejos lo vio y pensó sonriendo:

-Eso es el abrazo de mis amigos. Se están abrazando.- Lanzó un hondo

suspiro.- Mi plan ha funcionado. Mis amigos se verán muchas veces.

Y desde ese día, cuando el Sol y la Lluvia quieren abrazarse, el Sol lanza

sus rayos sobre las gotas de Lluvia, y su abrazo se viste de colores

hermosísimos que podemos ver cruzando todo el horizonte.

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Los Hermanos

Grimm

Hubo una vez un lejano país en el que reinaba un soberano que tenía tres hijas a cuál más bella. Vivían en un espléndido castillo

rodeado de jardines repletos de flores, frondosos árboles, fuentes cantarinas y un pozo con agua cristalina. Eran tiempos de paz, todos eran felices y vivían sin más preocupación que buscar entretenimientos para pasar el tiempo.

Cierto día, la mayor de las hijas del rey fue a calmar su sed al pozo, mas cuál no sería su sorpresa cuando al acercar el vaso a la boca comprobó que el agua estaba turbia. Nadando en el interior del pozo, se encontraba una rana: - Bella princesa, cásate conmigo y haré que se aclare el agua - dijo el animal. - ¡Qué descaro! - Dijo la princesa volviendo al castillo- ¿Cómo puedes pensar que desposaré a una rana?

La hermana mediana también estaba sedienta, pues se trataba de un día muy caluroso, y se acercó al pozo. Al asomarse para llenar el vaso y refrescarse, vio que había una rana enturbiando el agua. - Preciosa niña, si te casas conmigo, limpiaré el agua para que puedas beberla. - ¡Estás loca! - replicó la muchacha, mientras se alejaba - ¡Nunca me casaría con un bicho tan feo!

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La princesa más pequeña también sintió sed, y fue al pozo para beber. Cuando se disponía a hacerlo, observó el vaso al trasluz y vio el líquido tan turbio que era imposible beberlo. Al asomarse, vio a la rana, que al nadar enturbiaba el agua. - Linda joven, si consientes en ser mi esposa, haré que el agua quede clara. - De acuerdo - Asintió la joven.

Sin embargo, en su fuero interno, pensaba que realmente no importaba demasiado la palabra dada a una rana, puesto que la boda entre un animal y un humano sería de todo punto imposible. La rana dio un salto y después otro, y el agua quedó clara y cristalina. La joven princesa bebió, llenó el vaso con más agua para sus hermanas y olvidó el incidente.

A la hora de la cena, alguien llamó a la puerta del castillo: - ¡Princesita, princesita!, Recuerda tus palabras junto a la fuente, déjame entrar para estar contigo - croó la rana desde fuera. La muchacha no podía creerlo, pero como hubiera dado su palabra, no quiso romperla aunque se tratara de un animal quien la recibiera, así que aceptó compartir con ella la mesa.

Cuando llegó el momento de retirarse a los dormitorios, la rana exigió: - Llévame contigo, déjame dormir en tu almohada, como prometiste. Así lo hizo, aunque a regañadientes, y cuando amaneció, la rana desapareció en el jardín y la princesa no la vio durante el día, así que pensó que podía olvidar al verde bichejo.

Al atardecer del segundo día, se repitió la escena: la rana llamaba a la más joven de las hijas del rey pidiéndole que la dejase entrar en su dormitorio. Y de nuevo durmió en la almohada, desapareciendo

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en el jardín al clarear el día. Y lo mismo ocurrió la tercera noche: la rana llamó a la princesita hasta que ésta le dejó dormir junto a ella, en la almohada.

Pero cuando la rana estuvo instalada en la cama, al lado de la princesita, le dijo: - Princesa, como esposos hemos compartido el lecho, pero aún no me has dado siquiera un beso. Dame un beso - exigió. La joven, apurada, reunió todo el valor que tenía para soportar las náuseas que le producía el hecho de besar al animal, y acercó los labios al batracio.

Una brillante luz iluminó la habitación, y al apagarse... ¡Oh, sorpresa! No era la rana quien ocupaba la alcoba junto a ella, sino un elegante y apuesto príncipe que le explicó: - Linda niña, se ha roto el embrujo que me condenaba a permanecer bajo la forma de una viscosa rana. Tu amabilidad y nobleza al mantener tu promesa a pesar de la repugnancia que sentías han sido capaces de anular el encantamiento.

La princesa no podía ocultar su alegría cuando fueron a anunciar el compromiso a su padre, el rey, que les bendijo antes de celebrar la boda. Tres días y tres noches duró la celebración que fue el comienzo de un largo reinado lleno prosperidad y felicidad para todos, y en especial para la princesita que vio así recompensado con creces su sacrificio.

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• LES AGRADACEMOS ENORMEMENTE LA COLABORACIÓN Y AYUDA A TODOS LOS QUE HAN HECHO POSIBLE QUE ESTA ACTIVIDAD SALGA ADELANTE.

• LAS LECTURAS HAN SIDO RECOPILADAS A TRAVÉS DEL FORMATO DIGITAL E IMPRESO.

• NOSOTROS LAS HEMOS USADO SIN ÁNIMO DE LUCRO.

• NUESTRO ÚNICO OBJETIVO ES LA MOTIVACIÓN DE NUESTRO ALUMNADO Y LA ANIMACIÓN A LA LECTURA.