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0 UN BREVE DICCIONARIO PARA LA CATEQUESIS QUE SE VIENE Equipo del Instituto Superior de Catequesis Argentina Selección de textos publicados en COMUNICÁNDONOS

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UN BREVE DICCIONARIO PARA LA CATEQUESIS QUE SE VIENE

Equipo del Instituto Superior de Catequesis Argentina

Selección de textos publicados en COMUNICÁNDONOS

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Instituto Superior de Catequesis Argentino - Venezuela 4145 C1211 · Tel./Fax: 4512 3868 - [email protected] - www.isca.org.ar

ÍNDICE.

Modo interactivo. Pinchando sobre la palabra acceso directo.

1. Catecúmenos

2. Catequética

3. Catequesis Familiar

4. Comunidad

5. Creatividad

6. Diversidad

7. Espiritualidad

8. Eucaristía

9. Experiencia Cristiana

10. Éxodo

11. Formación del catequista

12. Globalización

13. Inclusión

14. Iniciación Cristiana

15. Jóvenes

16. Kairós

17. Liturgia

18. Movimientos

19. Nuevo paradigma para la catequesis

20. Palabra de Dios

21. Piedad popular

22. Proceso Pedagógico

23. Redes

24. Segundo anuncio.

25. Tecnología

26. Ternura

27. Urgencias

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La catequesis que viene

Cumplimos 150 ediciones de nuestro Comunicándonos, el Newsletter del ISCA. Esto sucede en el contexto de los festejos del 50º aniversario del ISCA y de la organización del III Seminario Nacional de Catequesis (SENAC) dedicado a pensar el lugar de la catequesis en la nueva evangelización.

Agradecemos nuestro pasado. Celebramos este momento entre la memoria y la profecía, ocasión para poner el pasado, con su aportación y experiencia, en camino hacia el futuro, que viene a nosotros cargado de esperanza. Mientras caminamos hacia el futuro, pensamos y vamos al encuentro de una “catequesis que viene”, una catequesis más eficaz, fecunda y fundamentada.

En este número especial hacemos memoria de los grandes temas y preocupaciones en la catequesis de estos años. Los presentamos en la forma de un breve diccionario de bolsillo, con entradas a cargo de grandes catequetas (y amigos) como Emilio Alberich, André Fossion, Álvaro Ginel, Enzo Biemmi, Balbino Juárez y muchos otros.

Elegimos -de entre la enorme producción de pensamiento- a algunas de las cuestiones que son prioritarias para el futuro de nuestra catequesis. Conceptos como “Redes”, “Nuevo paradigma”, “Iniciación catequística”, “Segundo anuncio” o “Diversidad” que son claves para pensar nuestra catequesis. Quien lea las entradas de este diccionario estará al tanto de los últimos movimientos y la catequesis que se viene.

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UN BREVE DICCIONARIO

PARA LA CATEQUESIS

QUE SE VIENE

1. Catecúmenos

Esta conversión pastoral de la mirada lleva a cambiar de actitud frente al catecúmeno. Creer que llegan vacíos y por lo tanto nuestra tarea es la de sacarlos de la ignorancia, llenándolos de contenidos e informaciones. La tarea evangelizadora es más bien como la de un jardinero que prepara la tierra para que el agua penetre mejor, que pone un palito al brote para que el viento no lo quiebre. Cubrir con bondad el germen de fe que el otro ya tiene. No es el/la catequista el que planta la fe en el catecúmeno, ellos ya tienen la semilla de la fe, por algo vinieron impulsados por el Espíritu. Lo que nos toca a nosotros es hacer crecer cuidar y llenar de bondad esa semilla que puso Dios en el corazón de los catecúmenos. Acompañamos el crecimiento de la fe que hace Dios. (Mons. Enrique Eguía Seguí)

2. Catequética

El reconocimiento de la catequética como una disciplina auténtica (a part entiére). La superación de las dos tentaciones evocadas arriba pasa por una reflexión teórica que toma un poco de altura en relación con las situaciones vividas. Lo que está en juego para el estudiante es el ir más allá de él, saber empírico y el acceder a un nivel suficiente de teorización. Es lo que ofrece la “catequética”. Dentro de la tradición eclesial, es una disciplina auténtica que se esfuerza por construir con método y rigor un saber organizado sobre la catequesis a fin de comprenderla mejor, de promoverla y dirigirla. Esta disciplina tiene sus textos magisteriales básicos, sus obras de referencia, su historia, sus ramas particulares, sus problemáticas, sus ciencias auxiliares, sus escuelas, sus corrientes, etc. El ingreso a esta disciplina para el estudiante que la experimenta, constituye un momento decisivo, un salto cualitativo en su recorrido de formación especializada. (P. André Foisson, s.j)

3. Catequesis Familiar

El proceso de la Catequesis Familiar comprende lo antropológico, o sea las preguntas del ser humano por el dolor, la alegría, el miedo, la esperanza y la muerte desde una perspectiva teológica. Entiende que las preguntas vitales son “inmanentes y trascendentes” al mismo tiempo. “Un punto de partida antropológico debe incluir, por lo tanto, un contacto inmediato con lo sagrado.” Esto significa que el catecumenado para la Familia o la Catequesis Familiar de Iniciación a la Vida Eucarística asume “las búsquedas más importantes de la persona y al hacerlo, pone en contacto con Jesús, referente e ineludible para una apertura a lo trascendente.”

Responde al modelo eclesial de las primeras comunidades cristianas. “La Catequesis Familiar asume las cuatro dimensiones de la vida de la Iglesia” expresada en Hechos 2,32: enseñanza de los apóstoles, vida fraterna, fracción del Pan y las oraciones. Las mismas “se expresan en el texto catequético como: Anunciar, Compartir, Servir y Celebrar. Entonces en el primer año, se acentúa “el con Cristo por medio de su Palabra” que les invita a vivir “la fraternidad y a celebrar.” En el segundo año, para fortalecer “la madurez de la Espiritualidad Comunitaria,” se suma “la dimensión misionera y del servicio”. Por lo tanto, “la Iglesia (o comunidad parroquial) a la cual se busca integrar al niño y su familia es (o debe ser!) profética,(Kerigma) que enseña los contenidos y la proclamación de la fe; que vive la fraternidad (Koinonía) entre sus hermanos; servidora (Diakonía) de los hombres, en especial a los más necesitados; sacerdotal (Liturgia), que celebra la fe en la Liturgia, las oraciones y los demás sacramentos”. (Luis Alberto González)

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4. Comunidad

A esta altura de nuestra reflexión es oportuno preguntarnos cuáles son y dónde están aquellas comunidades en las cuales se viven hoy los valores y las opciones que subyacen a un auténtico proceso de iniciación cristiana. ¿Dónde es posible hoy encontrar comunidades fieles a su identidad, capaces de constituir el espacio adecuado para un verdadero proceso de iniciación cristiana que no esté condenado al fracaso o a la paradoja de cerrar, obstaculizar o finalizar la vida de fe de sus miembros? (El equipo de ISCA)

Revisar nuestra concepción de Iglesia e imaginarla como una casa acogedora donde todos puedan vivir como hermanos y aprendan constantemente a ser más hermanos: "Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza" (NMI 43). Toda la catequesis debería estar al servicio de este objetivo. Necesariamente, la cultura espiritual de los catequistas ha de ser marcadamente comunitaria. Debería caracterizarse por el desarrollo y la promoción de estas actitudes fraternas. (Víctor Manuel Fernández)

Citamos de nuevo el Directorio, que afirma con fuerza esta convicción: "La comunidad cristiana es en sí misma catequesis viviente. Por lo que es, anuncia, celebra, obra y permanece siempre el lugar vital, indispensable y primario de la catequesis" (DGC 141). Es aquí que se puede hablar de ecosistema. El contexto cultural en que se ejercita la responsabilidad catequística de la Iglesia cambió mucho. En una sociedad totalmente impregnada de cristianismo, donde todos los grandes actos y las etapas de la vida fueron relacionados con ritos religiosos, donde las familias transmitieron los gestos y las oraciones, un tipo de ecosistema cristiano ofrecía a los creyentes un ambiente nutritivo. En una sociedad secularizada, este ecosistema se ha empobrecido considerablemente. Ahora la acción catequística necesita lo que se podría llamar un "baño" de vida eclesial. Este baño eclesial (o ambiente nutritivo), es más que nunca indispensable. Es tarea de la comunidad ofrecerlo: cuando se alimenta de la Palabra de Dios, cuando se deja conducir en los itinerarios de fe que la liturgia le hace vivir, cuando toma su dinámica de la vida sacramental, cuando genera en su seno las oportunidades para compartir las cuestiones de fe, cuando vive la reciprocidad y la atención recíproca para una acogida y una caridad inventiva, cuando se preocupa en dar a los pequeños todo el lugar que merecen, cuando participa activamente en la vida de la ciudad y testimonia concretamente el amor de Dios, cuando vive el perdón recíproco y conoce la alegría de la reconciliación, cuando descubre el Espíritu que obra en el mundo, entonces estas diferentes caras de la vida eclesial forman como "un ambiente nutritivo donde arraiga la experiencia de fe". Cito aquí el Texto Nacional de Orientación que los obispos franceses han votado en su Asamblea de Lourdes, en noviembre de 2005. (Christophe Dufour)

5. Creatividad

Ya hace tiempo que la reflexión catequética habla del paso de una pedagogía de la asimilación a la pedagogía de la creatividad. Se solicita así el paso de una catequesis de simple «asimilación», de pura recepción de un contenido prefabricado, a una catequesis de creatividad y corresponsabilidad (DGC 157). Estamos ante una tarea muy delicada, que requiere tacto y discernimiento. En la catequesis, especialmente con los jóvenes y adultos, no se trata de intentar reproducir tal cual el modelo de cristiano y de Iglesia que hemos heredado del pasado. Hoy se impone la promoción de una realidad nueva, el ejercicio de una imaginación creadora que, sin traicionar la identidad perenne de la fe cristiano, permite a los creyentes de nuestro tiempo forjar una forma nueva de ser cristianos, de vivir en comunidad, de construir Iglesia. (Emilio Alberich)

6. Diversidad

Esta diversificación de la catequesis es en la actualidad una necesidad ineludible impuesta por las circunstancias. El caminar de la gente, su medio de vida, sus raíces culturales o étnicas, sus cuestionamientos y aspiraciones son tan variados, que hoy es imposible proponer un itinerario único. Esta afirmación es válida, tanto en el caso de los adultos como de los niños. Se observa, por ejemplo, cómo algunos adultos se presentan actualmente para ser confirmados, o aún más, para redescubrir la fe de una manera nueva. Igualmente sucede con los niños o adolescentes que tienen antecedentes familiares, culturales y religiosos muy distintos, quienes llegan en

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número creciente a la catequesis sin ser bautizados. Por esta razón, bien sea para los unos o para los otros, es necesario crear itinerarios específicos adaptados a cada situación.

Por eso, las actuales comunidades cristianas deben enfrentar el reto de implementar fórmulas catequéticas variadas, que se acomoden lo mejor posible a las condiciones y a las aspiraciones de las personas, siempre con un espíritu de servicio. La cuestión, en efecto, no consiste en "conformar" a la gente con un modelo establecido de la fe, sino en ofrecer una organización con variadas alternativas, en la que todos puedan moverse, y donde encuentren apoyo para crecer y caminar libremente en la fe. (André Fossion)

7. Espiritualidad

Todo está orientado a la relación personal con Cristo. Él éxodo liberador está inspirado en la respuesta religiosa a un llamado de Dios: "He escuchado el clamor de mi pueblo.... Ve, yo te envío" (Ex 3, 9-10) que culmina en una alianza religiosa. El sentido último de la dignidad humana sólo se percibe en el llamado que Dios nos hace a vivir en su amistad. El punto de partida es ciertamente el amor de Dios, dirigido a cada uno llamándolo a la vida, a la felicidad, a la comunión y al servicio. Pero es una oferta de vida que sólo se hace plena en la relación salvífica con él, porque todo lo demás es parcial o provisorio. Él es definitivo y sólo él es plenitud. (Víctor Manuel Fernández)

Mientras tanto nuestros catequistas de hoy son los que sostienen y garantizan la catequesis en este camino al cambio. Tenemos la tarea de acompañarlos, valorarlos, asistirlos, reconocer la tarea que hacen. Gran parte de este cambio de paradigma lo han conducido ellos en la práctica. Las mujeres catequistas han traído el cariño y el afecto a una catequesis de rostro adusto y cumplimiento de normas. Le han aportado la ternura de madre. Los catequistas que se han formado a pulmón, sin apoyo, apasionándose en el aprendizaje de la oración y en la lectura de la Biblia son los que han construido esta catequesis bíblica y testimonial de las últimas décadas.

En los actuales contextos de descristianización, y según afirma el DGC, se hace precisa una presencia en cierto modo análoga a la de los catequistas de “tierra de misión”. Tal como decimos en el texto del SENAC, se trata de ayudar a formar catequistas que favorezcan el descubrimiento y la sorpresa de la fe. Son catequistas testigos, que acompañan los procesos de otros y se convierten en testimonio creíble para quienes acompañan en su despertar y crecimiento en la fe. (Presbítero José Luis Quijano)

El catequista es un subyugado por Jesús porque cuando el yugo es el amor, el único que puede cargarlo es el enamorado…

Una primera palabra: Alabar, dar gracias. Sólo el agradecido vive con alegría, contagia, entusiasma, atrae y puede dar razón de su esperanza. Catequizar no es dar respuestas prefabricadas sino, por la propia vida, clavar en el corazón una pregunta, aquella que Paulo VI decía como primer paso del anuncio: “Qué tienen estos que viven así y son felices”…

Una segunda palabra: Conocer. Conozcamos desde la sabiduría que da la cercanía del amor. Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y tuviera toda la sabiduría, decía Pablo, sino no tengo amor no me sirve para nada. Conozcamos no por información sino por encuentro. Conozcamos desde el amor que se adapta a las posibilidades reales, que no nos destruye ni anula sino que nos hace más plenamente humanos, más felices. Conozcamos como Dios, que tiene paciencia con nuestras limitaciones, que nos dice: la vida que te regalo no es ajena a la tuya, te encaja perfectamente, encaja con lo que necesitás y te hace falta para ser pleno, para ser feliz…

Una tercera palabra: Recibir. El catequista no es un regulador de la fe, sino facilitador de la fe. Recibamos a todos con alegría y que se note. Recibamos para que Dios obre…

Una cuarta palabra: Aliviar. El amor alivia, el amor no se enseña desde un discurso racional ni se impone desde un imperativo; se vive y se trasmite. Si la fe, al decir del Papa Benedicto se da por atracción, por seducción: hacer discípulos de evangelio es algo muy sencillo, tan sencillo como amar…

Catequizar no es repetir fórmulas salvadoras que uniforman sino tener el oído atento a los signos de los tiempos y a las necesidades de los que Dios nos confía para que el encuentro con Jesús los ayude a recrear la mirada y el corazón, y así poder discernir evangélicamente cada día la vida… El catequista es un subyugado por Jesús porque cuando el yugo es el amor, el único que puede cargarlo es el enamorado… (Mons. Eduardo García)

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8. Eucaristía

Sin catequistas enamorados de la celebración eucarística comunitaria, que vivan de ella y se alimenten de ella, sin experiencia de comunidad que celebra gozosa a Jesús resucitado en medio de ellos durante la Misa dominical, sin el alimento del Pan de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, nunca tendremos una verdadera catequesis renovada y mucho menos una comunidad que inicia en la vida de Fe, en una vida eucarística o, con la expresión de Aparecida y que el Papa Benedicto utiliza en Sacrarnentum Caritatis: "a una forma eucarística de la existencia cristiana" (c:f SC, Y parte: Eucaristía, Misterio que se ha de vivir, 70-83). Si a la luz de esto miramos nuestra realidad catequística, la forma de vida de nuestras comunidades, nuestras mismas celebraciones litúrgicas, la celebración eucarística dominical, etc.,, es fácil caer en la cuenta de las "estructuras caducas" que debemos abandonar, especialmente en lo que hace a las maneras, costumbres, rutinas a que estamos apeados con el "siempre se hizo así y a no intentar una mejora paulatina de lo que hacernos y vivimos, recordando lo que nos pide el Concilio Vaticano II: "Que los fieles participen en forma consciente, activa y fructífera" (cf SC 1 1). No es esta la única conversión 'a la que estamos llamados’. Hay un tema que me parece de gran importancia para nuestra tarea catequística. En el doc. Lineamientos (17), se nos habla de "transmisión de la Fe", de "propuesta de Fe", de la "Iniciación cristiana como iniciación integral a la Vida cristiana". (Mons. Eichhorn)

La familia vive celebrando y festejando, y esto es tan cierto que desde la concepción el gozo supera el dolor y se deja de lado el parto para atender la "vida", esa es la actitud que nos lleva a la fiesta, a celebrar. Todo es motivo de fiesta: se anuncia el embarazo, se presenta al bebé con su nombre, se lo bautiza, se prepara cada cumpleaños, se comparten los juegos, se festeja cada logro (el primer ajó, aprendió a gatear, se paró solito, camina, comienza el jardín, la facultad…). Esto está claro: los motivos de fiesta siempre abundan porque la vida se encarga de damos motivos. La catequesis tiene la tarea de percibir esos motivos, de darles relieve. Esta actitud festiva es claro indicio de fe profunda en el triunfo de la vida, en la resurrección del Señor. La mesa familiar es el lugar del encuentro y la comunión donde cada uno tiene su lugar, donde todos aprenden a compartir, a recibir y a esperar, a agradecer y festejar. Si en el altar no hay ecos de mi vida... De esta manera también se inicia en el sacrificio de la Eucaristía donde se pasa de la mesa familiar al altar comunitario, para partir y compartir el Pan de Vida. Es la Eucaristía la fuente y la cumbre de la vida cristiana. Justamente por ser fuente y cumbre de vida es fiesta a la vez que sacrificio. Es la mesa de la comunión con Dios y los hermanos. Y por eso es la mesa de la solidaridad.

El niño aprende la señal de la cruz, las primeras jaculatorias, la bendición de la mesa, las primeras oraciones porque es algo cotidiano que hacen sus padres y hermanos, y que van repitiendo hasta que se aprende. Sí, la memoria que no es lo mismo que memorización, nos toma de la mano y nos sumerge en el misterio. Celebrar es hacer memoria del paso salvador de Dios.

9. Experiencia Cristiana

Puede parecer sorprendente vincular la palabra “doctrina” a la palabra “experiencia”. Deseo, pues, precisar aquí que estoy hablando de “experiencia cristiana”, vinculando esta palabra a la Iglesia. No me refiero al conocimiento subjetivo que un individuo se construye a partir de su propia observación. “No hay, en un sentido, más que una experiencia cristiana -escribía el P. Besnard- y es una experiencia común, una experiencia vivida por todos en el mismo Espíritu, una experiencia, por consiguiente, vivida en comunión eclesial”. La experiencia relacional donde la Iglesia se establece es ciertamente una experiencia como una realidad vivida, y no sólo de naturaleza cognitiva. Las palabras “comunión” o “participación” que utiliza el Concilio son, en ese sentido, realmente significativas. Pero esta experiencia es, al mismo tiempo, una realidad objetivamente dada, recibida de Dios que la genera Él mismo al quererse dirigir a los hombres para admitirlos en una comunión de vida. (P. Jean-Claude Reichert)

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10. Éxodo

Algunos, en efecto, han podido pensar que el único desafío digno de atención, en las actuales circunstancias era el paso de la escuela a la parroquia, como si se tratase de trasladarse de un sitio a otro con todos los trastos para volver a empezar en ese otro sitio lo que acostumbrábamos a hacer allí donde estábamos instalados. Difícilmente llegábamos a creer que este cambio de lugar traería consigo un cambio de costumbres, de prácticas y de sistema de vida. En efecto, el país hacia el que se nos invitaba a caminar nos era ampliamente desconocido. Quizás por eso dudábamos en imaginar un verdadero éxodo y tardábamos tanto en atravesar el mar porque este «paso», más que introducirnos inmediatamente a la tierra prometida nos iba a llevar al desierto donde tendríamos que hacer la experiencia del despojo y donde perderíamos una a una nuestras seguridades y donde seríamos tentados.

Este paso por el desierto que ahora iniciamos pondrá a prueba la imagen que siempre nos habíamos hecho de la tierra prometida y nos obligará a revisar a fondo nuestra práctica de la educación cristiana. Puede parecer inconveniente, en la apertura de un congreso que se propone ser movilizador, presentar lo que nos espera como la travesía de un desierto. Sería mucho más sencillo reducir este «paso» que se le propone a nuestra Iglesia a un simple traslado o traspaso de operaciones de un sitio a otro. Sin embargo, lo que me importa no es ser simplemente optimista, sino mirar con auténtica esperanza unos retos que son nuestros retos. (Gilles Routhier)

No transmitimos nada, no damos la fe a nadie, no implantamos a Dios en el corazón de los demás. Dios está allí donde vamos antes que nosotros. Dios nos espera. Dios nos precede siempre también cuando “decimos” que “llevamos a Dios a los otros”. Nuestra gran misión como catequistas y anunciadores es ayudar a los destinatarios a tomar conciencia, a consentir y a aceptar una presencia con la que el sujeto ha sido ya agraciado.

El éxodo del catequista hacia los destinatarios no es tanto físico cuanto de sintonía, de comunicación, de aceptación positiva de lo que el otro posee. Muchas veces queremos que el otro “posea” lo que nosotros le “llevamos o damos” como Bien Supremo. Somos nosotros los que tenemos que aceptar primero el don que el otro es, y la Presencia que en el otro hay para que se establezca comunicación, pregunta y propuesta de una vida según la perspectiva de Jesús. Sí, hay mucho que cambiar en la catequesis, pero no sólo cambiar para los destinatarios. El primer cambio comienza en el cambio de los llamados a catequizar. (Álvaro Ginel Vielva)

11. Formación del catequista

En todas las fases del proceso sinodal la palabra “formación” estuvo presente. Si bien en pocas ocasiones estuvo acompañada del adjetivo “permanente”, la mayoría de las intervenciones lo suponía y, casi siempre, se refería no a un objetivo de la nueva evangelización sino a una condición previa a su realización. Aunque la nueva evangelización busca formar la imagen de Cristo en el hombre, la insistencia primera del Sínodo fue que dicha tarea puede ser realizada eficazmente sólo por quien ya ha sido formado. Esta insistencia resonó sin cesar en el Aula Sinodal en los siguientes términos: «para evangelizar, la Iglesia necesita ser primero evangelizada». La expresión no hace otra cosa que ratificar la lógica según la cual no hay apóstol sin la existencia, primero, de un discípulo. La evangelización no es una acción espontánea de los hijos de Dios sino el resultado de un proceso gradual de apropiación y maduración de la fe en medio de una comunidad eclesial.

Ciertamente, aunque es la gracia de Dios quien hace eficaz la predicación, la calidad de los testigos no se puede descuidar. Un testigo válido es aquel que se ha formado, es decir, aquel que, habiendo recibido el kerygma, ha comenzado un proceso de transformación de la propia vida en vida cristiana y un camino de conformación o de seguimiento de la persona de Jesús. Si se quiere, en este contexto, formación no es otra cosa que un sinónimo de evangelización y por “formación permanente” pueden también ustedes entender “evangelización permanente” Ahora bien, podemos trasladar estas razones al campo de la fe para justificar la importancia de la formación permanente también en la vida cristiana. Ante una creciente ignorancia religiosa en muchos de los que se profesan cristianos, incluso respecto a los mínimos doctrinales, ¿no es necesaria una educación que esté recordando y profundizando las verdades fundamentales, relativas a la fe como a la moral? ¿No se deberían subsanar los vacíos que la formación inicial o catequesis presacramental pudieron haber dejado en la inteligencia de los fieles? De alguna manera, la invitación del papa a estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica y, particularmente, a profesar en modo consciente el Símbolo, son un indicativo de la necesidad de “repasar” los contenidos esenciales que forman parte del propio patrimonio de fe. Varios padres sinodales notaron también la necesidad de una formación que permita contrarrestar el profundo desconocimiento de la propia fe por parte de muchos bautizados.

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Igualmente, como lo había indicado el Concilio Vaticano II, el mundo se renueva y sus continuos cambios retan la vida de los cristianos. Justo en el proemio de la declaración sobre la educación se lee: «la verdadera educación de la juventud, e incluso también una constante formación de los adultos, se hace más fácil y más urgente en las circunstancias actuales.

Porque los hombres, mucho más conscientes de su propia dignidad y deber, desean participar cada vez más activamente en la vida social y, sobre todo, en la económica y en la política». Una constante de la sociedad actual es el cambio permanente. Nuevas situaciones exigen ser discernidas e iluminadas con la luz del evangelio por parte de los cristianos. La formación permanente permite entonces a los bautizados comprender, discernir y adaptarse a las transformaciones de la cultura. Por eso un padre sinodal tenía razón cuando afirmaba que el aggiornamento es un sinónimo de la nueva evangelización. No es una simple puesta al día; se trata más bien, de aprender a iluminar y salar, con pertinencia, la historia presente de los hombres. (Mons. Octavio Ruiz Arenas).

12. Globalización

La propuesta que la Iglesia tiene frente al mundo globalizado es la globalización de la solidaridad. El espíritu que anima a la Iglesia a hacer tal propuesta, se inspira en el proceso dinámico de la Encarnación que la conduce a trabajar en función del Reino para se instaure una cultura basada en la justicia, el amor y la paz. Esta propuesta nace también del encuentro con Jesucristo vivo que conduce necesariamente a la solidaridad con todos. Finalmente una cultura globalizada de la solidaridad parte del Evangelio, para servir a cada persona humana. P. Víctor M. Ruano Pineda)

Nuestros Obispos han comprendido que estamos en una época en la que el mundo se mueve entre dos contradicciones: por una parte la globalidad, que nos permite sentirnos parte de algo común en el presente, y por otra parte la individualidad, que propugna un culto exagerado al propio yo y sus apetencias. En este choque de fuerzas, la Iglesia invita a poner la mirada en aquellos que sufren las consecuencias de no poder gozar de lo mejor de las dos tendencias socioculturales: particularmente la mujer, los migrantes, los indígenas y afrodescendientes y los que viven en la periferia de los grandes centros urbanos. En una cultura de éxito, eficacia, pragmatismo, ellos no son tomados en cuenta y sufren todavía situaciones de marginación y explotación a nivel cultural y social. A pesar de ello se puede afirmar que hemos pasado a una época nueva en la que se ha tomado mayor conciencia de ser una única humanidad.

Globalidad e individualidad en torno a la diversidad será un principio que guiará los lineamientos de un nuevo paradigma catequético marcado hasta ahora por la uniformidad y automaticidad propia de una sociedad y cultura consideradas cristianas. De igual manera, la atención puesta a la transmisión y a la integridad del Mensaje lleva, en las actuales circunstancias, a no descuidar la realidad de los destinatarios. (Hno. Balbino Juárez fms)

13. Inclusión

No podemos contentarnos con avivar el diálogo y la presencia entre quienes ya participan de esta cultura. Nos compete esforzarnos día a día en la inclusión de los menos favorecidos, de los olvidados, para que la sociedad no se pierda la enorme riqueza humana que ellos poseen, y para que ellos no queden ignorados y sin oportunidades de desarrollarse y crecer en igualdad de dignidad con el resto de sus contemporáneos. En esto la RIIAL realiza una tarea muy importante que ha de ser ampliada y puesta en relación con otras entidades sensibles a esta realidad. Que nadie quede excluido del banquete de la cultura y del diálogo social.

Si el Documento de Puebla señaló que la Evangelización es comunicación, los Obispos en Santo Domingo recordaron que la Evangelización, anuncio del Reino, es “para que vivamos en comunión” (n. 279). El Documento de Aparecida es todo él un impulso a la comunicación misionera. En Aparecida los Obispos ven ya a la sociedad y a la Iglesia en clave comunicativa para el encuentro con Dios y para la experiencia de la comunión. Esta es nuestra tarea porque es el modo como Dios mismo actúa: se revela para incorporarnos a su Vida, que es Amor y Unidad. El próximo Sínodo sobre la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia ha de encontrarnos dispuestos, vigilantes, articulados, ágiles para ponernos al servicio de esa Palabra. (S.E. Claudio María Celli)

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Anímense a pensar la pastoral y la catequesis desde la periferia, desde aquellos que están más alejados, de los que habitualmente no concurren a la Parroquia. Ellos también están invitados a la Boda del Cordero. Hace unos años les decía en un Encuentro Arquidiocesano de Catequistas: ¡salgan de las cuevas!. Hoy se los repito: ¡salgan de la sacristía, de la secretaría parroquial, del los salones vip!, ¡salgan!. Hagan presente la pastoral del atrio, de las puertas, de las casas, de la calle. No esperen, ¡salgan! Y sobre todo hagan presente una catequesis que no excluya, que sepa de ritmos distintos, abierta a los nuevos desafíos de este mundo complejo. No se transformen en funcionarios rígidos, fundamentalistas de la planificación que excluye. (SS Francisco I)

14. Iniciación Cristiana

La catequesis de iniciación es la iniciación en el misterio de Cristo en la Iglesia, y para nosotros se trasformó en preparación de la primera comunión y confirmación. Entonces la gente, con toda coherencia, trae a su chico para que haga la comunión y la confirmación. ¿Qué más quiere? Con eso ya está: objetivo cumplido. El problema de la iniciación cristiana, para nosotros, es remontar una conciencia que hay en nuestro pueblo y nuestros curas de los objetivos de la iniciación cristiana. Al 90% de las personas vos les hablás de la iniciación cristiana y piensan en la primera comunión y en la confirmación de los chicos. Y de la iniciación a la vida cristiana de la catequesis de adultos, de todo lo que es el proceso integral de la catequesis, liturgia, vida cristiana, compromiso, comunidad… nada. (Luis Eichorn)

¿Qué debemos hacer? Es el interrogante que nace del vivir esta común desazón, por no lograr que se convierta en significativo y duradero el acercamiento a la vida de fe. Un interrogante que podríamos resumir así: ¿cómo ayudar, a quienes hoy se acercan a la fe, a ser cristianos? Todos estos elementos muestran la necesidad de repensar la IC particularmente de niños y adolescentes.

Una praxis que responda a una doble fidelidad: por un lado que respete y asuma los datos de la situación histórica actual y por el otro que atienda y responda a las propuestas de la Revelación cristiana. (Fabian Esparafita)

15. Jóvenes

Los niños y jóvenes viven en sus familias, no en pocas ocasiones, un silencio casi absoluto en cuanto a las cuestiones religiosas. Porque sus padres no tienen fe o porque, teniéndola no la practican, delegando la educación religiosa en otras organizaciones como la escuela o la parroquia. Es bastante habitual, también, que las familias posterguen la dimensión religiosa de la educación, dejando que sus hijos realicen, si lo creen necesario, alguna opción de fe en el futuro.

Conviene recordar que no hay una condición juvenil única, ni características idénticas en todos los adolescentes sino que constituyen una realidad diversa y plural, en la que serán condicionantes, el contexto familiar, escolar, social, la cultura, los valores.

Una clave en la pastoral y la catequesis de adolescentes será conocer en profundidad al destinatario, hacer el esfuerzo por comprender la manera de instalarse de cada joven en la sociedad actual, sus formas de comunicarse, sus aspiraciones, sus interrogantes. (Liliana Guita)

En la catequesis y en nuestras escuelas, no deberíamos limitarnos a una propuesta de la verdad de la fe cristiana (sin obligar a nadie a aceptarla de hecho), sino, y al mismo tiempo, prestar atención a la cuestión de cómo, es decir, con qué rostro dejamos que la realidad esté abierta a los jóvenes. Es una pregunta que debemos hacernos también en relación a la catequesis. ¿Cómo despertamos a los jóvenes a ser humanos? ¿Cómo podemos hablar de nuestra propia persona? ¿Cómo les enseñamos a encontrar el valor y el sentido? Hemos llamado la atención sobre el hecho de que ahora es más fácil hacer esto en un sentido autológico. Mi convicción es que hay otra manera de hacerlo.

No se trata aquí de lo que tenemos que "creer" en el sentido religioso del término. Es nuestra toma de posición con respecto a nuestra humanidad. No nos dejamos llevar simplemente por la corriente de lo que la sociedad contemporánea hace centellear ante los jóvenes. ¿O partimos del hecho de que sigue siendo posible ver y valorar nuestra humanidad y la realidad de otra manera? ¿Sobre qué “datos de nuestra experiencia" deberíamos dirigir la atención preferente para conectar al hombre moderno con el misterio de la trascendencia, aparentemente

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abandonada, o que tal vez nunca se le ha dado a conocer realmente (en sentido figurado)? Para lograr esto, podremos incluso encontrar un punto de apoyo en una filosofía que ya ha tomado gran cantidad de temas judíos y cristianos en su propio enfoque. (Ignace Verhack)

16. Kairós

En la tradición cristiana se utiliza la palabra "kairós" para denominar el tiempo oportuno, la oportunidad de Dios, los tiempos de acción de Dios o de "gracia" de Dios. El kairós es el tiempo de salvación, el momento de la irrupción de Dios en la historia para intervenir y cumplir su plan de salvación. En esta perspectiva, estamos atravesando un kairós en la catequesis, es decir, estamos en un tiempo oportuno para renovar desde dentro la acción catequética. Algo termina y algo nuevo quiere nacer. Los catequistas tenemos la responsabilidad de aprovechar este tiempo que vivimos. Lo que palpamos en la acción catequística, el malestar que sentimos en ocasiones, los logros que conseguimos, las preguntas que nos surgen... son el camino por donde nos lleva el Espíritu a repensar nuestra fe hoy y nuestra tarea de transmitirla.

Estamos convocados a inaugurar caminos nuevos en la confianza de que "la voz del Espíritu que Jesús, de parte del Padre, ha enviado a sus discípulos resuena también en los acontecimientos de la historia. Tras los datos cambiantes de la situación actual, y en las motivaciones profundas de los desafíos que se le presentan a la evangelización, es necesario descubrir los signos de la presencia del designio de Dios. Se trata de un análisis que debe hacerse a la luz de la fe, con actitud de comprensión. Valiéndose de las ciencias humanas, siempre necesarias, la Iglesia trata de descubrir el sentido de la situación actual dentro de la historia de la salvación. Sus juicios sobre la realidad son siempre diagnósticos para la misión. (Alvaro Ginel Vielva)

17. Liturgia

La misma manera la catequesis mistagógica debe ayudar a entrar en la realidad del misterio que se celebra partiendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los sacramentos a los misterios (Cf DGC 89, 108, 117, 129). Misterio y comunidad son las coordenadas que crean el ambiente de la celebración. (Equipo Nacional de Catequesis).

Es un problema la separación entre catequesis y liturgia. Hay comunidades que no celebran. Tienen actividades, no vida comunitaria. Pero la catequesis es una necesidad de toda la comunidad y la celebración eucarística es el momento de esa catequesis. ¿Cómo podemos hacer para que la comunidad se reúna y luego viva lo que se proclamó en la lectura del domingo?

La liturgia es un lugar privilegiado de manifestación del lenguaje simbólico, especialmente a través de los sacramentos. Este lenguaje pluriforme y polifónico (verbal, corporal, simbólico, icónico, musical, estético…) pone de manifiesto:

Una comunidad reunida, asamblea que simboliza la totalidad de la Iglesia convocada en el nombre del Señor.

Las distintas formas de acción litúrgica: hablar, leer, cantar, alabar, bendecir, escuchar, arrodillarse, estar de pie…

El espacio y los objetos litúrgicos, el lugar de la celebración, el altar, el ambón, la cruz, el libro, el pan, el agua, las imágenes…

Las acciones rituales, los gestos: la señal de la cruz, la imposición de manos, el beso o el abrazo…

La acción litúrgica no habla tanto de Dios, ni sobre Dios, sino que habla a Dios y se deja hablar por Dios. La forma propia de hablar a Dios es el vocativo: Dios es invocado. La liturgia es canal donde tiene lugar el diálogo entre Dios y el hombre, es el “micrófono del acontecimiento”. Emplea un lenguaje simbólico, frente a otro tipo de lenguaje más objetivo-descriptivo. (Juan Sebastián Tweiel Pérez)

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18. Movimientos

Para Kiko Argüello «el proceso actual de secularización ha llevado a mucha gente a abandonar la fe y la Iglesia. Por eso es necesario abrir de nuevo un itinerario de formación al cristianismo».

Esta experiencia, como él mismo explica, recupera de la Iglesia primitiva el «kerigma», que es el anuncio de la salvación, al que le sigue un cambio de vida en el catecúmeno y que es sellado posteriormente por la liturgia.

«La renovación --comentaba Kiko Argüello-- que se ha llevado a cabo en las parroquias, gracias al neocatecumenado, ha provocado de hecho un sorprendente impulso misionero que ha hecho que muchísimos catequistas y familias enteras se ofrezcan para ser enviados a aquellos lugares de la Tierra donde sea necesario evangelizar. Otro fruto importante en la iglesia local es el florecimiento de numerosísimas vocaciones, tanto a la vida religiosa como a la vida sacerdotal. Ha posibilitado el resurgimiento de cuarenta seminarios diocesanos misioneros que puedan acudir en ayuda --en este momento de falta de vocaciones-- de tantas diócesis que se encuentran en dificultad» (Lic. María Estela Guita).

19. Nuevo paradigma para la catequesis

Nuestro diagnóstico es que -globalmente- , la catequesis se ha quedado sobre la sola vertiente de la inteligencia y de la fe, la cual ella ha sabido mejorar ampliamente desde el catecismo pero sin por ello llegar hasta una conversión de la interioridad. El movimiento catequístico trata sobre el déficit de sentido que el catecismo a su vez produjo en los cristianos del siglo XX. Pero ese movimiento no supo reflexionar el déficit de iniciación cristiana de nuestras sociedades que, después de 30 años, viven una verdadera crisis de transmisión. Cambiar el método y el lenguaje del catecismo no significa aún salir de los esquemas de pensamiento de los catecismos surgidos del Concilio de Trento. La tarea de la catequesis es pensar la transmisión de la fe en la globalidad de la iniciación cristiana de los adultos, de los jóvenes y de los niños. La catequesis debe pensar la entrada en la fe cristiana y no solamente la mejora de su comprensión o de su explicación. O, para decirlo de otra manera, la entrada en la experiencia de todas las dimensiones de la fe (DGC, 84) es la condición para que la fe pueda cobrar un sentido para el catequizado de hoy. (Louis-Marie Chauvet Joel Molinario)

Esta situación exige adoptar decisiones que renueven los paradigmas existentes en torno a la forma en que las personas se hacen cristianas. Ello significa un cambio de paradigma en torno a la iniciación cristiana, que por un lado se ha concentrado casi exclusivamente en los niños y los jóvenes, y por otro lado se ha reducido al aspecto de catequesis para los sacramentos. Una consecuencia desafortunada de este fenómeno, es que la catequesis corre el peligro de truncar el proceso de iniciación a la vida cristiana de las personas en lugar de promoverlo, como es su objetivo.

Esta situación exige adoptar decisiones que renueven los paradigmas existentes en torno a la forma en que las personas se hacen cristianas. Ello significa un cambio de paradigma en torno a la iniciación cristiana, que por un lado se ha concentrado casi exclusivamente en los niños y los jóvenes, y por otro lado se ha reducido al aspecto de catequesis para los sacramentos. Una consecuencia desafortunada de este fenómeno, es que la catequesis corre el peligro de truncar el proceso de iniciación a la vida cristiana de las personas en lugar de promoverlo, como es su objetivo. (Encuentro Nacional de Delegados de Catequesis Bogotá D.C. )

El rostro de un nuevo cristianismo parece que ya empieza a aflorar en no pocas experiencias y realidades del mundo actual. Podemos observar que, mientras asistimos al desmoronamiento implacable de un modelo de Iglesia y de cristianismo, lentamente aflora y se afirma un nuevo cristianismo y una Iglesia nueva que crece desde la base, en multitud de pequeñas o grandes realizaciones, las más de las veces calladas, humildes, pero cargadas de futuro. Son realidades prometedoras de las que, por lo general, no se habla mucho y que no llaman la atención. Pero ya se saber "hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece".

La actitud pastoral no debe ser de desconfianza o de condena del mundo y de la cultura actual, sino decididamente de simpatía, de comprensión, de esfuerzo sincero por captar sus dinamismos de fondo y los valores del nuevo tipo de racionalidad que encarna. En definitiva: actitud de fe, de confianza en el poder de Dios, que "tanto amó al mundo..." (Jn 3,16). No debemos dudar de que Dios sigue amando al mundo, también al mundo de hoy. (Emilio Alberich)

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Un paradigma catequético es una manera global de concebir, pensar y también de practicar la catequesis de una manera adaptada a un contexto sociocultural y religioso particular. En otras palabras, un paradigma catequético es un modelo fundamental de catequesis que vale en un conjunto sociocultural y religioso determinado. Por ejemplo, se habla del paradigma catequético tridentino, que viene desde el Concilio de Trento, en siglo XVI. Este concilio fomentó una catequesis del conocimiento (lo que debemos creer) y de la práctica (los sacramentos que debemos recibir y las mandamientos que debemos observar); en un contexto de cristiandad donde la fe era natural, pero motivo de gran división entre los cristianos protestantes y católicos. La catequesis, en este paradigma tridentino, era una catequesis esencialmente del saber, de la instrucción que se impone por la autoridad del Magisterio que enseña la verdadera doctrina para la salvación. Estas perspectivas abrieron el tiempo de los pequeños catecismos por preguntas y respuestas que entraron en América Latina con los misioneros y que duraron hasta el concilio Vaticano II.

La catequesis desarrollada hasta hace poco se ha centrado en una transmisión-asimilación doctrinal, dirigida masiva y predominantemente a niños y adolescentes procedentes de familias cristianas. El proceso catequético ha tenido hasta hace poco un tinte de carácter escolar: dirigido a niños y adolescentes, centrado en el contenido a asimilar, conducido por el catequista-docente, con lenguajes basados en el catecismo y la pizarra, dirigidos hacia la recepción sacramental, con evaluaciones eminentemente conceptuales. Como consecuencia el modelo de cristiano y de comunidad resultantes se ha manifestado débil y desinteresado por un proceso de crecimiento y formación de tipo permanente.

De ahí la necesidad expresada en la frase “recomenzar desde Cristo” que expresa el deseo de llevar a cabo una evangelización (y en ella una catequesis de carácter iniciática) que no repita el modelo histórico de cristiandad sino que vuelve a la fuente, al punto de partida original que es Jesucristo y las primeras comunidades de donde parte la experiencia cristiana genuina y auténtica.

El cambio de paradigma catequético exigirá, por lo tanto, buscar y discernir nuevas formas de acompañar el camino de fe no solo de los que se adhieren a Cristo como discípulos por primera vez, sino de aquellos que, habiendo recibido este don en la infancia, no lo han acrecentado en su vida. Aparecida hace su apuesta por el modelo operativo de iniciación cristiana como manera ordinaria e indispensable para llevar a cabo la evangelización. (Hno. Balbino Juárez fms).

20. Palabra de Dios

La crisis en la transmisión de la fe a la que, en tantas ocasiones hemos hecho referencia, es una crisis larga y hemos optado, en el actual escenario, por darle el carácter de constante, para no inclinar hacia un siempre inacabado diagnóstico, nuestras reflexiones. En continuidad con el proceso que estamos recorriendo, el II SENAC opta por una cuestión en la cual se juega, fundamentalmente, la naturaleza misma de la Catequesis: la esencial relación entre la Catequesis y la Palabra de Dios. Porque ninguna crisis ni ningún cambio de paradigma pueden cambiar la naturaleza. No puede haber catequesis auténticamente misionera si ella no pronuncia la Palabra forjadora del encuentro, Palabra que acerca y reúne en torno a la Verdad. (Pbro. José Luis Quijano)

Escuchando religiosamente la palabra de Dios y proclamándola confiadamente, el Santo Concilio, hace suya la frase de San Juan, cuando dice: “Os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó: lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros, y esta comunión nuestra sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1 Jn 1,2-3). “Con estas palabras iniciales, el Concilio quería resumir la esencia de la Iglesia en su doble dimensión de escucha y proclamación. No se habría podido expresar mejor la superioridad de la Palabra de Dios, su estar por encima de cualquier discurso y acción de los hombres de Iglesia. (Victoria Talamé)

Cuando hablamos de Animación Bíblica de la Pastoral, estamos hablando de buscar en la fuente, de zambullirnos allí… donde brota nuestra vida, nuestra historia, que es una sola: HISTORIA DE SALVACIÓN. Y es historia de Salvación porque es Historia en Jesús y con Jesús. Y a Jesús lo descubrimos, lo conocemos a través de la Palabra Revelada, de la Escritura… Él es la Palabra, nos vuelve a recordar de tantas maneras y hermosísimamente el documento de Benedicto XVI "Verbum Domini".

Y esta historia de Salvación no es individualista, todos hacemos la historia, no hay historias de personajes aislados… y en esta historia de salvación crece la Iglesia, sacramento, presencia de Aquel que es Palabra de Vida, de Aquel que nos recuerda San Juan, estaba junto al Padre… y acampó entre nosotros. Y como Iglesia, nuevo Pueblo

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de Dios, nos sentimos partícipes, creadores de esta historia, urgidos por anunciar que la Vida se nos reveló y que nos invita a todos y a cada uno a vivir la vida en plenitud… y entonces la Iglesia se pone en marcha y planifica cómo hacer para que esta vida, la que tocamos con nuestras manos, la que hemos visto y oído, que nos embargó de alegría y dio sentido a todo… llegue a todos…. Y entonces nacen las distintas pastorales… (María Andrea Green, OCV)

21. Piedad popular

En el hoy de nuestro Continente latinoamericano, se levanta la misma pregunta llena de expectativa: “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1,38), ¿dónde te encontramos de manera adecuada para “abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad?”. ¿Cuáles son los lugares, las personas, los dones que nos hablan de Ti, nos ponen en comunión contigo y nos permiten ser discípulos y misioneros tuyos? (DA 245)

a) Piedad popular y catequesis son dos realidades complementarias en la Iglesia. Por un lado, la piedad popular sin el kerygma, con su llamado a la conversión, puede detener el crecimiento espiritual y reducirse a una mera expresión folklórica. Por otro, la catequesis, si es ajena a la piedad popular, carece de arraigo en la cultura y corre el riesgo de ser sólo adoctrinamiento.

b) Descubrimos la necesidad de valorar la piedad popular y en especial los Santuarios como espacios y tiempos que nos permiten evidenciar la iniciativa de un Dios que se hace cercano y que ofrece la salvación a toda persona.

c) La catequesis, cuya finalidad es poner en comunión con Jesucristo y su proyecto del Reinado de Dios, está llamada a inculturar el evangelio y evangelizar la cultura.

d) Para promover y proteger la piedad popular y llevarla a su madurez por el evangelio, es necesario buscar y descubrir nuevos modelos y lenguajes catequéticos. Esto exige catequistas debidamente formados para acompañar la fe ya presente en la piedad popular.

e) La piedad popular –que tiene como punto de partida la búsqueda del sentido de la vida, la necesidad de amar y ser amado en forma perdurable, la superación del aislamiento por la pertenencia y la necesidad de dar y recibir perdón– solicita el anuncio de la buena nueva de Jesucristo que invita a la esperanza y suscita el deseo de seguirlo. A quienes acogen esta propuesta, la Iglesia los acompaña en un proceso de iniciación a la vida cristiana personal y comunitaria por medio de la catequesis.

f) La catequesis ha de sintonizar con la riqueza vivencial, afectiva y mística de la piedad popular; utilizar un lenguaje sencillo y narrativo, propio de la Biblia, para responder significativamente a las profundas necesidades vitales, en fidelidad a la revelación divina.

g) El Santuario, impregnado de una dimensión catequética en sus signos, lenguajes artísticos, símbolos y ritos, abre los corazones a la conversión a Jesucristo, a una mayor participación en la vida sacramental y a un compromiso solidario interpersonal y social. Todo ello posibilita un trabajo integrado dentro de la pastoral orgánica.

Nuestra reflexión concluye con la invitación a que se replique este mismo diálogo fecundo entre los responsables de servir a estas dos realidades pastorales en nuestra Iglesia a fin de que nuestros pueblos en Jesucristo tengan vida abundante. (Monseñor Juventino Kesterin)

22. Proceso Pedagógico

En la relación profesor-alumno, es importante que profesor no le haga pantalla al alumno, sino que ponga a éste en situación de responsabilidad en su propio aprendizaje. La misión del profesor, en este caso de la religión, es dirigir los estudios más que exponer a saberlo. "Su función es disponer de la materia y poner al alumno en contacto directo con ella, con los textos, con los problemas y las cuestiones". A ayudarle a apropiarse los conocimientos al servicio de una vida en alianza.

Respecto a las relaciones entre los alumnos, las fórmulas de cooperación, de mutualidad en el aprendizaje, pueden favorecer el deseo de los alumnos. Constituir equipos de búsqueda, por ejemplo, distribuir papeles

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complementarios en la exploración de un problema, hacer a los alumnos solidarios en la preparación o revisión del curso, etcétera. Es una manera de aprender con y por el otro, y no contra él.

Con relación al saber, la puerta es introducir al alumno en un proceso crítico que honre su inteligencia y, a la vez, valorice la materia estudiada. Particularmente esto es verdad en el campo de las cuestiones religiosas; así, más que en otro lugar, conviene desarrollar la capacidad de analizar, de discernir, de argumentar y de discutir en la libertad.

Por fin, respecto a la relación de los estudios con el espacio social, es importante que los alumnos experimenten cómo la enseñanza religiosa les muestra las cuestiones que se suscitan en la sociedad y les habilita para hacerse unos actores responsables. (Por Andre Fossion S.J.)

23. Redes

La catequesis de los niños y adolescentes no podría circunscribirse únicamente al nivel parroquial local. Este nivel, por supuesto, es esencial; allí la comunidad cristiana tiene un rostro concreto y familiar. Recordemos, no obstante que, como en el catecumenado, no es la comunidad local aislada la que engendra la fe, sino la Iglesia diocesana en la que ella se inserta, y a través de la cual entra en comunión con la Iglesia universal. De aquí la importancia de la llamada decisiva por parte del obispo en el proceso catecumenal. Desde este punto de vista, es importante que la catequesis de los niños y adolescentes, aunque realizándose localmente, se conecte, a fortiori, con movimientos o redes (Taizé, Jornada Mundial de la Juventud, Movimiento Eucarístico Juvenil, etc.) que van más allá del nivel local, sobre todo cuando los recursos locales faltan. En estos tiempos de globalización, la catequesis no puede abstenerse de hacer experimentar a las jóvenes generaciones la diversidad y el alcance de la comunidad cristiana, y ha de hacerlo no sólo teóricamente, por medio de informaciones, sino también de manera práctica, mediante la participación en diversas iniciativas, en particular interparroquiales, o en redes que permitan hacer contactos y crear vínculos más allá del nivel local. (André Fossion)

24. Segundo anuncio.

Todos estamos hablando del "primer anuncio": ¿cuál es el punto de introducir la expresión "segundo anuncio"? Espero que el contenido de mis palabras les haga sentir la importancia de ser conscientes de que hay un primer anuncio y un segundo anuncio, y que la tarea más compleja en los países de la antigua cristiandad, como Europa y América Latina el segundo anuncio es un reto más complicado que el primer anuncio.

A decir en breve, resumo así: durante siglos, la catequesis ha estado involucrada con la educación en la fe, que era educar la fe de las personas que ya eran creyentes. Ahora tenemos que ofrecerla..

Entrar en una perspectiva del primer y segundo anuncio provoca una restauración de la fe y le da su carácter de libertad y gratuidad, exige que la propuesta de la fe esté hecha en la línea del testimonio y de la gratuidad, llegando por medio de la Gracia. Plantea la cuestión de la fe y el orden de su propuesta no es la investigación, o de responder más o menos a las preguntas, sino de la sorpresa, como la parábola del tesoro y la perla lo ponen en evidencia. Se invoca a un cristianismo de la Gracia.

Los cristianos profesan que Jesucristo es nuestra salvación y que fuera de El no hay salvación. Al mismo tiempo, sabemos que su gracia actúa en cada persona y cada cultura, incluso fuera de la forma canónica de la Iglesia. La adhesión a la fe cristiana explícita es, pues, como dice André Fossion, una "segunda gracia", un suplemento de la gracia que empuja a cada creyente a dar testimonio de su fe, ya que alcanza toda la gracia y por lo que "nuestro gozo sea completo» (1Gv 1,4). Este horizonte pone a la evangelización en un espacio de absoluta gratuidad y libertad, y es este horizonte la condición cultural de la plausibilidad de la fe cristiana en Italia y en Europa tras siglos de pertenencia. Paradójicamente, la no “necesaria cultura de la fe” es una fantástica oportunidad para devolver su valor a la fe cristiana y su esplendor y la comunidad cristiana en su vocación misionera. A partir de estas consideraciones, podemos formular las reglas de oro del primero o segundo anuncio.

Este tiempo, sin embargo, es la gracia de la recomenzar un camino "juntos", junto con la gente, junto con esta cultura. Mientras la Iglesia anuncia el Evangelio, ella lo anuncia, mientras lo anuncia a las mujeres y a los hombres de hoy, ella lo escucha. Esto nos ayudará a aquellos con los que vamos a tomar el riesgo de la lectura del

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Evangelio. Ellos serán los siguientes: las mujeres y los hombres de hoy, los niños, niños, adolescentes, adultos y ancianos, a los bautizados como los no bautizados, como los no italianos, al igual que los vecinos distantes, y los que están con los valores morales de la Iglesia y los que no lo son. Ellos nos ayudan a ver el Evangelio con ojos nuevos, para hacerlos resonar en nosotros con una nueva melodía, buena para hablar de un nuevo sabor a nuestras vidas. Sólo que me encantan y nos encanta el Evangelio de la gracia que somos administradores y no propietarios. (Fr. Enzo Biemmi, SFS)

El catequéta italiano, Enzo Biemmi, que participó el año pasado en el Sínodo sobre la transmisión de la fe, habla del “segundo primer anuncio”, puesto que las personas que llegan a nuestros procesos catequísticos se hallan en diversas situaciones, podríamos decir, siguiendo a Francisco Jalics, tienen distintas “edades de la fe”: los no bautizados, los que no han finalizado su iniciación cristiana, los adultos que tienen una fe infantil o casi olvidada, las personas creyentes que necesitan redescubrir con renovado asombro el corazón profundo del Evangelio, los que se han alejado de la Iglesia… La expresión de segundo anuncio evita confusiones, responde a una variedad de interlocutores que no completaron su iniciación o que se retiraron de la Iglesia por olvido, descuido, hostilidad y por influencias de otras culturas y religiones. El segundo anuncio se inscribe en lo que nos dice el Documento de las Terceras Semanas: “La catequesis misionera se diferencia y no puede confundirse ni suplir la acción del primer anuncio, porque sus destinatarios tienen ya algún interés por el Evangelio, mientras que en el primer anuncio hay que despertarlo” Entender así el segundo anuncio nos ayuda a abordar a las personas de manera adecuada, sabiendo que ellos no son una tábula rasa y que poseen una historia de vida y unas experiencias que hoy debemos dejar salir y considerar y para que nuestros interlocutores puedan reelaborarlas. (Pbro. José Luis Quijano)

25. Tecnología

Quisiera detenerme a considerar el desarrollo de las redes sociales digitales, que están contribuyendo a que surja una nueva «ágora», una plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad.

Estos espacios, cuando se valorizan bien y de manera equilibrada, favorecen formas de diálogo y de debate que, llevadas a cabo con respeto, salvaguarda de la intimidad, responsabilidad e interés por la verdad, pueden reforzar los lazos de unidad entre las personas y promover eficazmente la armonía de la familia humana. El intercambio de información puede convertirse en verdadera comunicación, los contactos pueden transformarse en amistad, las conexiones pueden facilitar la comunión. Si las redes sociales están llamadas a actualizar esta gran potencialidad, las personas que participan en ellas deben esforzarse por ser auténticas, porque en estos espacios no se comparten tan solo ideas e informaciones, sino que, en última instancia, son ellas mismas el objeto de la comunicación. El desarrollo de las redes sociales requiere un compromiso: las personas se sienten implicadas cuando han de construir relaciones y encontrar amistades, cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando se sienten estimuladas intelectualmente y comparten competencias y conocimientos. Las redes se convierten así, cada vez más, en parte del tejido de la sociedad, en cuanto que unen a las personas en virtud de estas necesidades fundamentales. Las redes sociales se alimentan, por tanto, de aspiraciones radicadas en el corazón del hombre. (Benedicto XVI)

Pistas para la nueva cultura: estamos inmersos en el desarrollo de esta era y nos es difícil calibrarla con perspectiva, pero desearíamos para ella todas las virtudes. Tomemos sólo algunas de las que parecen más urgentes, y que muchos grupos —entre ellos la Iglesia— trabajan para promover:

Que se haga a medida de la persona, de toda la persona y de todas las personas.

Que salvaguarde y potencie la libertad de los individuos.

Que, más allá de la mera búsqueda del lucro, se ponga al servicio de la comunión y el progreso de los pueblos.

Que favorezca dinámicas de inclusión y no de exclusión, contribuyendo a recomponer el tejido social.

Que los nuevos vínculos interpersonales favorecidos por esta tecnología integren toda la densidad que implica toda relación humana en sí misma.

Que las innovaciones técnicas se introduzcan respetando el ritmo de asimilación humana sin angustias.

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Todo ello podrá hacerlo quien viva la era digital no como quien usara un instrumento sin entenderlo y por eso nunca llegara a servirse de él adecuadamente, sino como quien hace nacer un instrumento —con la realidad que le está en torno— y por ello puede desarrollar con él aquello que le es propio. En este sentido, la «era digital», que es por naturaleza «síntesis y comunicación», se convierte en instrumento adecuado para crear lazos antes insospechados entre personas, grupos y entidades; la cultura tiene por primera vez múltiples creadores, basta sólo con que deseen respetarse mutuamente. Por ello, esta era digital es una enorme, sorprendente oportunidad para la comunión. (Mons. Lucio Adrián Ruiz)

26. Ternura

Así pues, querer ser discípulo de Jesús, implica reconocerlo en los demás, en los más pequeños: «... cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40), significa esforzarse en favor de una sociedad nueva y diferente. En el samaritano -como destaca Rocchetta- Jesús no presenta únicamente un buen ejemplo de vida sino un modo nuevo de ser y de organizar las relaciones humanas y la vida social; no son sólo los gestos de ayuda pequeña o limosna, sino la expresión de una elección de vida en favor del prójimo y ocupada en la construcción de una convivencia social en la que predomina la ternura y no la dureza de corazón, el respeto de la vida y el amor y no el abuso y el egoísmo. De ahí que no sea exagerado decir que en esta imagen del samaritano se tiene la carta magna de la ternura como respuesta para los discípulos y como forma de actuación concreta del amor evangélico. (Guillermo Meza Salcedo)

27. Urgencias

Hay cinco urgencias de evangelización actuales:

1. Iglesia en estado permanente de misión.

2. Iglesia casa de iniciación cristiana

3. Iglesia lugar de animación bíblica de la vida

4. Iglesia comunidad de comunidades

5. Iglesia servicio de la vida plena para todos

(P. Luiz Alves de Lima)

28. Verdad

No nos debemos extrañar si no obtenemos frutos pastorales cuando no tenemos interiormente semejanza real con el Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. Siempre, siempre, la verdad y la gracia son vida que nos llega de Jesús, a cuyo servicio está siempre la Iglesia. Ella reclama de sus miembros y de sus ministros, la identificación creciente con el Redentor. Toda la acción de la Iglesia no es sino ser signo e instrumento del misterio del Señor, ser su transparencia eficaz para irradiar la verdad y la vida de su belleza. (Mons. Estanislao Karlic).