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U na cuestión dentro de la cuestión: El nacionalismo y la cuestión indígena en el sur del Perú, 1900-1930 William E. Skuban "La mayoría de los agricultores peruanos son indígenas, y estos no tienen otro Dios ni otra Patria que su chacra". ARTIDORO ESPEJO, DELEGADO DEL GOBIER'IO PERUANO EN TACNA, 1910. "E l indio, pues, lo es todo en el Perú y, en cambio, le damos un trata- miento de siervo .. .. Esto no puede continuar". AUGUSTO B. L EGUÍA, PRESIDENTE DEL P ERÚ, 1924. "Esos valerosos indios, perseguidos, hostilizados, despojados de sus ganados y de sus cosechas, viven allí, alimentando en el terruño el amor a la Patria como las Vestales el fuego sagrado. Ni la hostilidad ni el ataque, ni la amenaza ni la dávida, han podido hacer variar su amor al Perú". "EL PATRIOTISMO DEL INDIO PERUANO", EN JUSTICIA!, ÓRGANO OFICIAL DE LA D ELEGACN JURÍDI CA PERUANA, 24 DE ABRIL DE 1926. Los epígrafes anteriores sintetizan apropiadamente la evo lu ción del discurso de los líderes políticos del Perú en relación a "la cuestión indígena" de ese país en las primeras décadas del S. XX. A fines del S. XIX muchos miembros de la elite peruana creían que la devastadora derrota de su país ante Chile en la Guerra del Pacífico (1879-1883) podía, en cierta forma, explicarse por la falta de unidad nacional, la cual era en gran medida consecuen- Nº 41, segundo semestre del 2005 89

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U na cuestión dentro de la cuestión: El nacionalismo y la cuestión indígena

en el sur del Perú, 1900-1930

William E. Skuban

"La mayoría de los agricultores peruanos son indígenas, y estos no tienen otro Dios ni otra Patria que su chacra".

ARTIDORO ESPEJO, DELEGADO DEL GOB IER'IO PERUANO EN TACNA, 1910.

"El indio, pues, lo es todo en el Perú y, en cambio, le damos un trata­miento de siervo .. .. Esto no puede continuar".

AUGUSTO B. L EGUÍA, PRESIDENTE DEL P ERÚ, 1924.

"Esos valerosos indios, perseguidos, hostilizados, despojados de sus ganados y de sus cosechas, viven allí, alimentando en el terruño el amor a la Patria como las Vestales el fuego sagrado. Ni la hostilidad ni el ataque, ni la amenaza ni la dávida, han podido hacer variar su amor al Perú".

"EL PATRIOTISMO DEL INDIO PERUANO", EN JUSTICIA!, ÓRGANO OFICIAL DE

LA D ELEGACIÓN JURÍDICA PERUANA, 24 DE ABRIL DE 1926.

Los epígrafes anteriores sintetizan apropiadamente la evolución del discurso de los líderes políticos del Perú en relación a "la cuestión indígena" de ese país en las primeras décadas del S. XX. A fines del S. XIX muchos miembros de la elite peruana creían que la devastadora derrota de su país ante Chi le en la Guerra del Pacífico (1879-1883) podía, en cierta forma, explicarse por la falta de unidad nacional, la cual era en gran medida consecuen-

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cia de la degradada condición de la raza indígena del Perú . "El indio no tiene sentido de Patria", escribió el literato peruano Ricardo Palma, quien agregó que "educar al indio, inspi­rarle patrioti smo, será obra no de las instituciones sino de los tiempos 1

". Así, un problema, o pregunta a la que se enfrentaban los líderes intelectuales y políticos del Perú ~l embarcarse en sus proyectos de reconstrucción nacional después de la guerra, era qué hacer con la demográficamente enorme -y aparentemente intratable- población indígena.

El otro asunto apremiante con el que los estadistas pe.ruanos se encontraron después de la guerra fue el problema de Tacna y Arica, la llamada "cuestión del Pacífico". El Tratado de Ancón ( 1884), concluyó formalmente la Guerra del Pacífico y entregó a Chile el derecho a ocupar y administrar las provincias peruanas de Tacna y Arica por un período de diez años, después del cual lcis habitantes de esas provincias elegirían por medio de un plebiscito la nación de su ciudadanía formal. Para los peruanos, la reincorporación de las dos provincias representaba un paso vital en el proceso de regeneración nacional. Sin embargo, el plebiscito fue continuamente pospuesto , pues los gobiernos de Perú y Chile no lograron alcanzar un ac uerdo respecto de un protocolo para definir materias tan importantes como la elegibilidad de los votantes, el número y la ubicación de los lugares de votación y qué país administraría la votación. Para las frustradas autoridades peruanas esta demora no indicaba más que el intento de Santiago por evitar la votación hasta que el proceso de chilenización pudiera garantizar a Chile la victoria. Y la mayoría de los peruanos no se hacía ilusiones respecto de ese proceso: para ellos, la chilenización se traducía en un esfuerzo sistemático y conspirativo de imponer -en ocasiones violentamente- una identidad nacional chilena a la gente de la región. Como consecuencia, la disputa sobre Tacna y Arica afectó las relaciones peruano­chilenas por décadas, al punto que en dos oportunidades, en 1901 y 191 O, Perú canceló relaciones diplomáticas formales con Chile. En 1919, refiri éndose a la disputa por Tacna y Arica como "el asunto primordial al que debemos dedicar nuestros más vigorosos esfuer­zos," el candidato presidencial Augusto B. Leguía hizo de la "cuestión del Pacífico" el elemento central de su programa de relaciones exteriores2

Para la elite política e intelectual del Perú, las dos cuestiones se entrelazaron de una manera imprevista en las tres primeras décadas del S. XX. Los líderes de Perú y Chile se percataron de que cada voto sería crítico en el largamente anticipado plebiscito, y en esos años los hombres de Estado peruanos y chilenos lucharon para sacar ventaja intentando inculcar sus respectivas identidades nacionales a la población residente en Tacna y Arica. Así, a lo largo del conflicto de Tacna y Arica, los líderes políticos de ambos Estados se embarcaron en este aspecto del proceso de construcción de la nación. Por ejemplo, para reforzar en las mentes de los tacneños y ariqueños su sentido de pertenencia al Perú -y para asegurar sus votos- los líderes peruanos intentaron controlar los organismos e institucio­nes más vitales para diseminar propaganda y educación política, es decir, las escuelas, la

Ricardo Palma, Cartas a Piérola (Lima: Editorial Milla Batres, 1979), 20; citado en Efraín Kristal , The Andes Viewedfrom the City: Literary ami Political Discourse on the lndian in Peru, 1848-/930 (New York: Peter Lang Publishing lnc. , 1987), 98.

2 "Discurso programa del Sr. Augusto B. Leguía, pronunciado el 19 de febrero , día de su onomástico", en Disrnrsos y mensajes del Presiden te Leguía, t. 11. ed. D. Ricardo Walter Stubbs (Lima: Editorial Garcilaso. 1925), 126.

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prensa y las iglesias. Para asegurar la victoria en el plebiscito, el Estado peruano reforzó discursivamente una identidad nacional peruana en Tacna y Arica como su mejor defensa para no perder más territorio nacional ante Chile.

Por otra parte, los líderes chilenos también tenían un trabajo ideológico que hacer. Los estadistas chilenos se enfrentaban a la difícil tarea de reinventar Tacna y Arica como zonas chilenas, después de que éstas habían pertenecido por un largo período a la formación social que se conocía como Perú. Para lograr este objetivo, los líderes chilenos también identificaron a las escuelas, la prensa y las iglesias como las fuentes claves de propaganda nacionalista, preparando así el terreno para una confrontación con Perú. Más aún, en su propaganda el Estado chileno promovió una interpretación altamente voluntarista del nacio­nali smo y la nación, afirmando que los individuos podían elegir su nacionalidad racional­mente. "Donde está mi bienestar está mi patria", se convirtió en el mensaje esencial de la propaganda de Chile, y el mismo eslogan aparecería en periódicos y en carteles a través de la región. Las elites intelectuales y políticas chilenas apuntaban a definir la nación como una asociación voluntaria en la cual los individuos gozan de derechos básicos, incluyendo el derecho de procurar su bienestar económico. Y esos mismos líderes nunca cesaron de vanagloriarse de que bajo su administración Tacna y Arica habían experimentado una pros­peridad y mejora material mayor que toda la que habían conseguido bajo Perú. Sin lugar a dudas, Tacna y Arica se convirtieron en un disputado terreno, en el que los líderes intelec­tuales y políticos de Perú y Chile se enfrentaron por el control de las estructuras institucionales a través de las cuales los Estados construyen discursivamente sus naciones y conquistan los corazones y las mentes de sus ciudadanos/súbditos.

La mayoría de los estudiosos está ahora de acuerdo en el carácter inventado o cons­truido de las naciones y las identidades nacionales. En otras palabras, más que ver a la nación como una entidad primordial y a la identidad nac ional como algo inevitablemente heredado del pasado, los estudiosos del nacionalismo las ven ahora como las construccio­nes discursivas de líderes e intelectuales que intentan implementar determinados proyectos políticos'. En efecto, con su provocativo libro lmagined Communities, Benedict Anderson proporciona a sus lectores valiosos puntos de partida para profundizar en el estudio del nacionalismo y el proceso de construcción de la nación. Anderson, correctamente, concen­tra su atención en la naturaleza construida, o imaginada, del nacionalismo moderno y en su inmenso poder emocional. Aún más, Anderson sugiere que las naciones, "independiente­mente de la real desigualdad y explotación que pueden prevalecer en cada una de ellas", debieran ser entendidas como camaraderías profundas y fraternales4

• Para Anderson, esta

3 Sin pretender agotar la lista de importantes trabajos que enfatizan la construcción discursiva de las naciones y la identidad nacional , ver Benedict Anderson, lmagined Communities: Reflections on the Origins and S¡,reod o{ Nationali.1m, rev. ed. (London: Verso, 1991 ); Eric Hobsbawm and TeITence Ranger, eds., The lnve111io11 o{Tradition (Cambridge: Cambridge University Press, 1983); E. J. Hobsbawm, Nations ami Nationalism Since 1780: Pmgramme. Myth, Reality, 2nd ed., (Cambridge: Cambridge University Press, 1992); y Geoff Eley and Ronald Grigor Suny, eds. Becoming National (New York: Oxford Universíty Press, 1996). Los trabajos que enfatizan el carácter primordial de las naciones incluyen Anthony D. Smith, The Ethnic Origin.1· o{Natirms (Oxford: Blackwell, 1986); y John Armstrong, Nmion.1· Be{ore Notionoli.1·111 (Chapel Hill : University of North C1rolina Press, 1982).

4 Anderson. lmogined Communitie.1·, 7.

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última afirmación explica porqué en los últimos dos siglos tanta gente ha estado dispuesta a hacer el sacrificio extremo de morir por causas nacionalistas . Sin embargo, aun cuando Anderson sitúa el origen del nacionalismo latinoamericano en América Latina colonial, su trabajo no explica el contenido específico de ese nacionalismo y subestima f~almente tanto la capacidad del campesinado latinoamericano para imaginar la nación de maneras alternati­vas así como para influir en el proceso de construccjón de la nación a su propio modo5•

Aquí, entonces, es donde las dos cuestiones se entrelazan. Un porcentaje significativo de la población total de Tacna y Arica vivía en las tierras altas de esas provincias y, por consiguiente, representaba votos cruciales en el plebiscito. Sin embargo, tanto los líderes nacionales en Lima, como la elite provincial en las ciudades de la costa como Tacna y Arica, abrigaban serias dudas acerca de la capacidad de los habitantes de habla aymara de su nación de, sencillamente, comprender la entidad política conocida como "Perú" y mucho menos de actuar y votar de una manera patriótica. Los dirigentes peruanos consideraron que debían infundir un sentido de nacionalismo en los indios de las tierras altas de Tacna y Arica, y que eso tendría que hacerse rápidamente para asegurar el éxito de su reclamación por Tacna y Arica.

Mientras tanto, bajo la administración chilena, y presionados para mantenerse al mar­gen de votar en el plebiscito, los habitantes de los villorrios y pueblos de la sierra se encontra­ron atrapados entre dos Estados nacionales modernizadores y centralizadores. ¿Permanecerían los indios de las tierras altas leales a Perú, en contradicción con el saber convencional en Lima que indicaba que aquellos carecían de sentido de patriotismo alguno? ¿Se doblegarían ante la presión chilena, creyendo tal vez que sus intereses en el largo plazo estarían mejor protegidos bajo una administración chilena? ¿O las comunidades aymara y sus líderes desplegarían hábil­mente el mismo discurso de nacionalismo que emanaba de Lima y Santiago para su propia ventaja, y luchar así por conservar sus comunidades y recursos maniobrando dentro de los mismos parámetros establecidos por la competencia internacional entre Lima y Santiago?

Mi propósito aquí es, entonces, examinar las preguntas anteriores así como separar y analizar las dos cuestiones que tal vez preocuparon más a los líderes peruanos después de la Guerra del Pacífico: la "cuestión indígena" y la "cuestión del Pacíficoh". Ciertamente, el discurso peruano respecto del campesinado cambió sustancialmente entre 1900 y 1930; incluso más , el contenido y la magnitud de ese cambio han sido objeto de considerable atención académica7• También ha sido objeto de gran interés y debate el tema de en qué

5 Para análisis el de las teorías de Benedict Anderson aplicadas al contexto latinoamericano, ver Claudia Lomnitz, " Nationalism as a Practica! System: Benedict Anderson 's Theory of Nationalism from the Vantage Point of Spanish America". en Miguel Angel Centeno and Fernando López-Alves. eds. The Other Mirror: Grand Theory through · the Len.1 o{ uilin Ame rica (Princeton : Princeton University Press, 2001 ), 329-359; y Sara Castro-Klarén y John Charles Chasteen. eds. Beyond lmagined Communities: Reading an.d Writin g the Nation in Nineteenth -Century Latin America (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 2003).

6 Aunque en este artículo examino en algunas ocasiones los intentos de los líderes chilenos de imponer su nacionalismo en las dos provincias, el propósito principal es analizar las iniciativas de los líderes del Perú para re-imaginar su nación y al campesinado altiplánico dentro de los límites de su país, así como los esfuerzos por parte del campesinado por influir en esas iniciativas.

7 Dos de los análisis claves de la cambiante cuestión indígena en el Perú de comienzos del S. XX son Carlos lván Degregori. et al., Indigenismo, clases sociales y problema nacional (Lima: Ediciones

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medida los pueblos indígenas del Perú entendieron y lucharon por su lugar en el Estado nacional peruano durante y en las décadas inmediatamente posteriores a la Guerra del Pací­fico. En otras palabras, ¿desarrollaron los pueblos altiplánicos del Perú una conciencia na­cional y, si ese era el caso, pudieron formular un nacionalismo campesino alternativo que no sólo expresara su lealtad al Perú sino también honrara sus orígenes indígenasK? Al examinar estas preguntas a través del prisma único de la controversia de Tacna y Arica se puede arrojar importantes nuevas luces acerca del proceso a través del cual los campesinos altiplánicos participaron en las iniciativas de construcción del Estado impulsadas por sus elites nacionales . Un incidente específico durante la controversia de Tacna y Arica puso en relieve estos problemas y demuestra cuan estrechamente ligadas se habían vuelto la "cues­tión india" y la "cuestión del Pacífico" del Perú en las tres primeras décadas del S. XX. El incidente ocurrió en 1902 y surgió de una disputa entre dos comunidades altiplánicas por un recurso vital para su sobrevivencia en el difícil territorio de los Andes del sur: el agua.

Límites

El gobierno peruano creó la provincia serrana de Tarata en noviembre de 18749. Alo­

jada en la sierra alta entre los departamentos de Puno y Moquegua, y también limitando con Bolivia, la nueva provincia constaba de seis distritos -Candarave, Curibaya, Estique, Tarucache, Ticaco y Tarata- y constituía una de las tres subdivisiones políticas del departa­mento de Tacna al estallar la Guerra del Pacífico. Entonces, como ahora, la geografía humana de la provincia consistía en varias comunidades pequeñas de población de habla aymara, las que reproducían su existencia trabajando la tierra, cultivando papas, maíz, habas y una variedad de frutas en los valles inter-montanos de los Andes del sur. Los habitantes de esta región habían descubierto hacía mucho tiempo que, además del trabajo duro, el éxito depen­día de dos complementos para su alguna vez rico pero ahora cada vez más agotado suelo: guano, fertilizante natural rico en nitrato, producto de las deposiciones de las aves marinas a lo largo de la costa peruana, y agua.

CELATS, 1979); y José Deustua y José Luis Rénique. l111electuales. indigenismo. y decentrali.rnw en el Perú: 1897- 1931. Debates Andinos 4 (Cuzco: Centro de Estudios Rurales Barlolomé de Las Casas, 1984 ). Además, para un sugerente estudio que combina la investigación histórica y antropológica para explicar la evolución del discurso referente a las nociones raciales "indio" y "mestizo", ver Mariso l de la Cadena. lndigenous Mestizos: Th e Politics o( Rnce and Culture in Cuzco. Peru. /9/9-/991 (Durham: Duke University Press, 2000).

8 Dos puntos de vista contrapuestos sobre el problema del nacionalismo campesino en Perú surgen de los artículos de Heradio Bonilla y Florencia Mallon en Steve J. Stern , ed. Resistance. Rebellion and Consciousne.,·s in the Andean Peasant World. 18th to 20th Centuries (Madison: Universily of Wisconsin Press, 1987), 219-279. Para una excelente síntesis de la relación del campesinado alliplánico con los esfuerzos de construcción de la nación por parle de las elites a través de los Andes, ver Brooke Larson, Trials o( N(Nion Making: Libemli.1·111, Race, (//Uf Ethnicity in the Andes, /810-1910 (New York: Cambridge Universily Press, 2004).

9 El gobierno peruano dividió la provincia de Tacna en dos. creando las nuevas provincias de Tarata y Cercado de Tacna . .Esta úllima tenía se is distritos: Tacna, Pachía, Calana, Sama, Locumba e llabaya. El Presidente Manuel Pardo promulgó la ley correspondiente el 12 de noviembre de 1874.

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La disponibilidad de agua tiende a fluctuar de manera estacional en los Andes del sur. Por ejemplo, las comunidades vecinas de Ticaco y Yungas (Tarata) dependían del agua de riego sacada del Ticalaco, un río que corría equidistante de ambas 111

• Cada año, en los meses de septiembre, octubre y noviembre , las aguas del Ticalaco disminuí;¡.n y a menudo resultaban insuficientes para mantener los cu ltivos de las dos comunidades; como resulta­do , los habitantes de Ticaco y Tarata mantenían una continua disputa respecto de la apropia­da distribución del caudal. Un estallido de esa disputa ocurrió poco antes de la Guerra del Pacífico, cuando las dos comunidades iniciaron un litigio por los derechos de agua ante el juzgado de provincia en Tarata. Sin embargo, la solución dispuesta por el juzgado no pudo ser ejecutada a causa de la ocupación chilena del territorio en cuestión 11

En efecto, la ocupación chi lena iba a desempeñar un rol considerable en las relacio­nes entre las comunidades de Ticaco y Tarata. Después de que el congreso peruano ratificó el Tratado de Ancón, Chile estableció el río Ticalaco como su línea de ocupación por el norte , una acción que dio pie incluso a otro problema, la llamada "Cuestión de Tarata1

~". La disputa se centró en el tristemente célebre Artícu lo III, que estab lecía la administración chilena de las provincias peruanas de Tacna y Arica, y el plebiscito que debería tener lugar diez años más tarde. Al convertir él Ticalaco en su límite administrativo del norte, Chile ocupó una porción sustancial del territorio de la provincia de Tarata, aparentemente violando el tratado. Las autoridades peruanas señalaron repetidamente que, de acuerdo con el Artículo III , Chile sólo podía ocupar las provincias de Tacna y Arica, pero no Tarata. Pero las autoridades chilenas justificaron su accionar sobre la base del ambiguo texto del mismo Artículo III , argumentan­do que éste establecía al río Sama "desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia hasta su desembocadura en el mar", como límite norte de las provincias de Tacna y Arica 13• Dado que el Ticalaco era el principal afluente del Sama, el Estado chi leno consideró que el primero constituía el correcto límite norte de su jurisdicción.

Así, el río Ticalaco se convirtió en un punto álgido en la controversia de Tacna y Arica. Las comunidades de Ticaco y Tarata, cabeceras de los distritos del mismo nombre, estaban a tan sólo 6 Km. de distancia, pero las separaban mucho más que esa corta distancia y el río. El Estado chileno ocupó y designó Tarata como una subdelegación en enero de 1885, colocando e l distrito peruano en disputa bajo la administración de un subdelegado local quien debía reportarse directamente ante el intendente chileno de Tacna. El gobierno perua­no protestó inmediatamente y, preocupado ante las pretensiones chilenas en el área, estable-

1 O Las comunidades de Tarata y Ticaco están a una di stancia de sólo 6 Km. Yungas es una aldea dependiente de la comunidad mayor en el di strito. Tarata. Ver el mapa anexo en la última página.

1 1 Pastor Jiménez,' des ignado por el gobierno peruano para desempeñarse como su comisionado en Tacna, cita las litigaciones en su carta, fechada el 21 de febrero de 1902. al Ministro de Relac iones Exteriores. Archivo de Límites y Fronteras, Lima [citado de aquí en adelante como ALF]. Expedi en­te [Exp.] LCHP-1-1, Caja 227. fo l. 13.

12 El Mini stro de Relac iones Exteriores peruano presentó los argumentos de su país en esta materia a través de una circular de septiembre de 1921. Cuestián forata (Lima: Imp. Torres Aguirre, 1921 ).

13 Peru , Arbitra/ion Between Peru and Chile: A¡,pendix to the Case of Peru in the Ma11er o( the Controversy Arising out of the Question of the Pacific Be(ore the Presiden/ of the United States of America, Arbitrator [citado de aquí en adelante como Appendix to the Case of Peru] (Washington D.C.: National Capital Press, 1923), 211-213.

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ció en Ticaco un Comisario Rural de Frontera y una Oficina Aduanera. Aún más, a lo largo de la ocupación las autoridades peruanas mantuvieron una estrecha vigilancia de las activida­des de los funcionarios chilenos en Tarata. Cuando, por ejemplo, en enero de 1906 una comisión de ingenieros chilenos y bolivianos llegó a Tarata para delimitar la frontera en la región en disputa, los funcionarios peruanos mantuvieron a Lima directamente informada de sus movimientos. Preocupado de que la comisión, la cual era acompañada por tropas chile­nas, pudiera cruzar el río Ticalaco para llevar a cabo su trabajo, el prefecto peruano de "Tacna Libre" reforzó la guarnición de Ticaco, observando que si fuese necesario estaría listo para usar la fuerza para repeler a los invasores 14• En suma, a raíz de la disputa fronteriza a lo largo del río Ticalaco, la proximidad de los dos centros de población (Ticaco y Tarata) respecto de la frontera, y el hecho de que a medida que la ocupación se prolongaba, Perú y Chile presta­ron una atención crec iente a la región -en la forma de una mayor presencia gubernamental y vigilancia-y a fines del S. XIX la población de Tarata y Ticaco se vio atrapada en una pugna entre dos Estados centralizadores. Más aún, a medida que la confrontación internacional entre los Estados peruano y chileno se intensificaba en el periodo 1880- 1930, ésta también se superpuso al conflicto más localizado entre dos comunidades aymaras, Ticaco y Tarata, por sus tradicionales derechos vitales al agua de un río en los Andes del sur. Y, en ocasiones, ese conflicto se tomó violento, como lo atestiguan los eventos de comienzos de 1902 15•

Dividiendo las aguas

Una vez más, en los últimos meses de 1901 , el caudal del Ticalaco disminuyó, dejando a las comunidades de Ticaco y Tarata con insuficiente agua para regar sus campos. El 31 de enero de 1902 la mayoría de los residentes de Ticaco y Tarata, quienes habían decidido de antemano repartir el agua en fonna igualitaria y pacífica, se reunieron en el río. Ostensible­mente, dos gendarmes chilenos armados acompañaron a los tarateños, para prevenir hosti­lidades. Femando Calisaya, el gobernador peruano de Ticaco, también asistió a la reunión y dio instrucciones a los comuneros de mantenerse alejados del canal mientras los líderes de las comunidades sellaban verbalmente el acuerdo anterior. Durante la reunión, sin embargo, residentes de las dos comunidades comenzaron repentinamente a protestar por los términos del acuerdo y se acercaron al canal furiosos . Después de un breve intercambio de palabras los dos grupos se separaron, pero, a pesar de las peticiones de Calisaya de evitar un enfren­tamiento, comenzaron a arrojarse piedras con hondas. Entonces, dos funcionarios chilenos junto con algunos individuos de Tarata que llevaban escondidos revólveres y carabinas, abrieron fuego y obligaron a los ticaqueños a retirarse a territorio peruano, con los tarateños y los chilenos persiguiéndolos. Los invasores avanzaron 500 m. dentro de territorio peruano

14 Archivo General de la Nación, Lima [ citado de aquí en ade lante como AGN), MI Prefecturas, Paquete 108, 1906: "Correspondencia de Pedro Silva, Prefecto de Tacna, al Director del Gobierno, Locumba, 29 January ~906" . Tacna Libre se refi ere a aquella sección de la provincia de Tacna que no fue ocupada por Clüle. Tacna Libre tenía pleno estatus como departamento y su propio prefecto.

15 Acerca del amplio significado cultura l - y conflictiva naturaleza- del agua de regadío en los Andes , ver Paul H. Gelles, Water and Power in 1-/ighland Peru: The Cultural Politics o/lrrigation and Development (New Bmnswick, New Jersey: Rutgers University Press, 2000).

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antes de que un disparo desde el lado de Ticaco de la frontera los convenciera de retirarse cruzando el río de vuelta al territorio bajo administración chilena. El enfrentamiento dejó como resultado la muerte por disparos de amias de fuego de Ildefonso Siles y José Manuel Nieto, ambos de Ticaco; mientras que Lucio Condori , también de Ticaco, quedó con h~ridas de bala16.

Tan pronto como el comisionado peruano en Tacna, Pastor Jiménez, se enteró del incidente, envió a la región a Luis Benavides, un amigo de confianza con muchos contactos en Ticaco y Tarata, con varias cartas de fuerte tenor para los líderes de ambas comunida­des17. Jiménez escribió a los ciudadanos prominentes de Tarata urgiéndoles a encontrar una solución a todos los problemas pendientes entre ambas comunidades. También sugirió que se realizara una reunión entre los representantes más justos y distinguidos de las dos comu­nidades, a fin de lograr una solución definitiva al problema y a las recurrentes hostilidades, "cuyas consecuencias pueden afectar los intereses i derechos de nuestra Patria". Jiménez les advirtió que "todos los peruanos de Tarata, i principalmente sus vecinos más influyentes y prestigiosos, serían responsables ante el País si desoyesen la patriótica insinuación que nos permitimos hacerles". La carta del comisionado concluía pidiéndoles que confiaran en Luis Benavides, quien estaba allí para ayudar a que las comunidades alcanzaran un acuer­do1 x. Aunque las cartas fueron escritas sólo por Jiménez, también las firmaban dos distingui­dos tacneños, Guillermo MacLean Portocarrero y Carlos Basadre y Forero. Jiménez explicaría posteriormente a las autoridades en Lima que había solicitado a esos dos prominentes ciudadanos de Tacna firmar las cartas como una manera de evitar revelar su identidad como comisionado secreto del gobierno peruano 19

. Además, Jiménez preparó una carta similar para los líderes de la comunidad de Ticaco, instándolos a actuar con tacto de manera que los chilenos no tuvieran pretexto para una invasión a su comunidad .

Jiménez también informó de la situación al prefecto peruano de Tacna Libre , José Domingo de la Flor, haciéndole ver la seriedad del incidente y la urgente necesidad de evitar futuros conflictos y así no dar pretextos a los chilenos para extender su territorio. También , recomendó al prefecto que ordenara al subprefecto peruano de Tarata Libre, E. R. Bernaola, quien regularmente mantenía su oficina en Candarave, reubicarse en Ticaco hasta que se solucionaran las presentes dificultades10

. Jiménez reiteró que su rol como comisionado pe-

16 AFL, Exp. LCHP-1-1 , Caja 227, fols . 12-19: "Oficio del Comisionado peruano Pastor Jiménez al Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores".

17 Jiménez era parte de una red peruana clandestina de sobrevigilancia que operaba en la sección de Tacna ocupada por Chile. Los comisionados, algunas veces también llamados agentes confidenciales, proporcionaban al Estado peruano un análisis de la condición general y disposición de los ciudadanos peruanos en Tacna y Arica. los movimientos y accionar de las autoridades chilenas en la región. y respecto de la manera más efectiva de combatir las iniciativas chilenas en las citadas provincias.

18 ALF, Exp. LCHP-1-7. Caja 227, fols. 16-17, "Carta del Comisionado peruano Pastor Jiménez a los Srs. Fernando Salgado. Guillermo Salieres. José L. Zegarra, Vicente Jirón. Vicente Copaja, Manuel Y. Copaja, José Cruz Ríos , i Félix Dias, Tacna, 4 de febrero de 1902".

19 ALF. Exp. LCHP-1-1 , Caja 227, fol. 16. 20 ALF, Exp. LCHP-1-7, Caja 227, fols. 18-19, "Oficio del comisionado peruano al Prefecto de l

Departamento de Tacna, 4 de febrero de 1902." Tarata Libre era parte del territorio de la provincia peruana de Tarata no ocupado por Chile. Había tres distritos que permanecieron en manos peruanas: Curibaya, Candarave y Ticaco.

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ruano en Tacna debía permanecer en la más estricta confidencialidad. Finalmente, Jiménez intentó que el incidente se mantuviera lo más localizado posible. Así entonces , contactó a los responsables de dos diarios peruanos en Tacna, La Voz del Sur y El Tacara, haciéndoles ver la importancia de no informar sobre los hechos del 31 de enero, y de ese modo privar a las autoridades chilenas de alguna causa para alegar que el orden en la frontera había sido alterado y, en consecuencia, solicitar que se incrementara la presencia chilena en la región 21 •

De esta manera, en una ráfaga de actividad entre el 31 de enero y el 4 de febrero, el comisionado de Perú en Tacna, Pastor Jiménez, intentaba disipar lo que consideraba una situación potencialmente peligrosa para su país . Apelando a los residentes de las dos comu­nidades en su condición de "peruanos", a su patriotismo y su amor por la patria, abogaba por una solución pacífica al problema. También informó a todos los funcionarios de gobierno peruanos respecto de la misión de Benavides en los pueblos de Tarata y Ticaco. Además, comprometió la cooperación de dos líderes provinciales en Tacna para discutir la situación con los residentes de las comunidades de la sierra. Más aún, indujo a la prensa local peruana a no informar sobre el incidente, por razones de seguridad nacional. En definitiva, sin embar­go, todo lo que Pastor Jiménez podía hacer era esperar por un informe de su enviado Benavides, quien se dirigió a Tarata el 5 de febrero.

Benavides tuvo un éxito inmediato cuando se reunió con "los ciudadanos notables" el 7 de febrero22

• Después de un intercambio de ideas , los líderes de Tarata propusieron la formación de una comisión compuesta por cuatro miembros de cada una de las dos comuni­dades de Ticaco y Tarata. Estas personas iban a ser "las mas conocedoras de las costumbres antiguas i mas prácticas en la distribución de las aguas .. .23". Al día siguiente, José L. Zegarra, uno de los ciudadanos "notables" de Tarata, informó a Benavides que la comisión represen­tante de Tarata había sido elegida. Benavides viajó luego a Ticaco, acompañado por el gobernador peruano de ese distrito, Fernando Calisaya24

. El 9 de febrero la comunidad de Ticaco nominó sus comisionados y Benavides avisó a Zegarra por medio de un emisario que se había fijado una reunión de las dos comisiones para el día siguiente, el I O de febrero, en el puente que separaba las comunidades de Ticaco y Tarata. El día I O, los representantes de las dos comunidades se reunieron para tratar de conseguir un acuerdo.

Una vez iniciada la reunión , José Zegarra de Tarata y Benavides pidieron a los comi­sionados explicar cómo se había dividido el agua del Ticalaco "desde tiempo inmemorial". Los representantes de ambas comunidades conversaron -en castellano y en aymara- y los de Tarata declararon que el agua siempre se había repartido sin reclamo alguno, recibiendo Ticaco un tercio del caudal y Tarata las otras dos terceras partes . Observando que Zegarra se

21 ALF, Exp. LCHP- 1- 1, Caja 227, fols. 17-18. 22 Jiménez incluyó el reporte de Benavides sobre su misión en Tarnta y Ticaco en una carta al Ministro

de Relaciones Exteriores. ALF. Exp. LCHP-1-1 , Caja 227. fols. 26-34: "Oficio No.4 del comisiona­do peruano a Sr. Dr. Don Hernán Yelarde. Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, Tacna. 15 de 1tiarzo de 1902". El reporte de Benavides, que es la fuente de este análisis, se encuentra en fols. 28-34.

23 (bid., fol. 28. 24 lbid. , fol. 30. Calisaya había estado con Benavides en Tarata desde al menos el 7 de febrero. fecha en

la que ambos participaron en la reunión con los líderes de Tarata.

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había apartado del lugar de reunión "al parecer algo molestado" por la respuesta de los comisionados, Benavides hi zo un esfu erzo por convencerlo de la neces idad de dejarlos decidir sobre el asunto de una vez para siempre. Los miembros de la comisión comunicaron a Benavides que habían alcanzado un ac uerdo definiti vo (la mencionada soluG,ión de 1/3 y 2/ 3), y ambas comisiones acordaron reunirse en el canal al día siguiente para sell ar el pacto25 .

Sin embargo, en la mañana del día siguiente, justo cuando se aprestaba a cabalgar hacia el canal, Benav ides recibió un mensaje de José Zegarra indicando que los comisionados de Tarata se rehusaban a reunirse con los de Ticaco. Frustrado y tratando desesperadamente de salvar el acuerdo, en los días siguientes Benav ides escribió a Zegarra en dos ocasiones para determinar porqué la comisión de Tarata se negaba a continuar con la negociación. De ac uerdo con su informe sobre la negoc iación, Benavides nunca rec ibió una explicación sati sfactoria de porqué la comisión de Tarata rechazó un acuerdo para la di stribución del agua. No obstante, durante sus últimos días en Tarata, Benavides pudo establecer que los líderes de esa comuni­dad no se volvieran a mezclar en el asunto del agua porque temían que, según sus propias palabras, " los indígenas tendrían que culparl os más tarde, si se aumentaba e l caudal de agua a la comunidad de Ticaco" . Finalmente, el 20 de febrero, Benavides encaró a Zegarra, quien explicó al enviado que "era padre de famili a, que no podía perjudicar a sus hijos por dar a los de Ticaco más agua de la que actualmente tienen". Días más tarde, el 26 de febrero, Benav ides hi zo entrega a Pastor Jiménez en Tacna de su in forme ofici al de las negociac iones2

".

Mientras tanto, una versión sustanc ialmente diferente de los acontecimientos del 3 1 de enero comenzó a circul ar entre los func ionarios peruanos27 • Durante la crisis, el subprefecto peruano de Tarata Libre, E. R. Bernaola, había seguido estando en contacto con los líderes de ambas comunidades . Después de escuchar las versiones de los ciudadanos más di stingui­dos de Tarata, quienes en una ocas ión se habían presentado "espontáneamente" en su oficina, Bernaola conc luyó que la culpa del incidente era de c iertos líderes de Ticaco. Basán­dose en lo que dij eron sus in formantes de Tarata, Bernao la reportó que e l día de l enfre nta­miento Manuel Nieto, el inspector de aguas en Ticaco, y Marcos Ticona, se aparecieron en el canal ebrios y dijeron negarse a aceptar el acuerdo sobre di stribución del agua que ya habían alcanzado los negoc iadores. A continuación, incitaron a los comuneros de Ticaco, quienes comenzaron a arroj ar piedras con sus hondas a los residentes de Tarata en el lado chileno del río. En su reporte Bernaola recordó un di sturbio similar en 1897, en el cual Nieto había sido uno de los responsables, incitando a un enfrentamiento entre las dos comunida­des por la repartición del agua. No obstante, Bernaola no cuesti onó los pormenores del incidente desde ese punto en adelante, esto es, que los residentes de Tarata, acompañados por dos soldados chil enos, avanzaron dentro de territori o peruano y abrieron fuego sobre los ticaqueños, matando a dos e hiriendo a otro. Bernaola destacó que el gobern ador perua­no de Ticaco, Fernando Cali saya, había arri esgado su seguridad personal al intentar impedir enérgicamente que las hostilidades escal aran. Finalmente, Bern aola solic itó que la guarní -

25 !bid. 26 ]bid .. fo l. 33 . 27 Archi vo Regional de Tac na [citado de aquí en ade lante como ART], Subprefectu ras . Legajo [Leg.) 20,

1 er Semestre de 1902. "Ofic io del Sr. Subprefec to de Tarata al Sr. Prefec to del Departamento, 7 de marzo de 1902".

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ción apostada en Candarave fuera reubicada en Ticaco, "pues la comunidad indígena de Ticaco está tan insubordinada que no es ni será posible gobernarla, sino con el auxilio de la fuerza armada". Bernaola concluyó señalando que, sin los gendarmes, no se le podría responsabilizar si ocurrían nuevas dificultades a causa de "la inconciencia e irresponsabili­dad de esta comunidad indígena, que, en más de una ocasión, ha descartado y atropellado a las anteriores autoridades políticas2x".

La espontánea visita que el Subprefecto Bernaola recibió de los líderes comunitarios de Tarata es reveladora. Durante la crisis, los líderes de Tarata tenían buenas razones para convencer a los funcionarios peruanos, Luis Benavides y E. R. Bernaola, de su incuestiona­ble lealtad al Perú. Se habían percatado de que sus acciones del 31 de enero -avanzar dentro de territorio peruano con dos chilenos armados- podrían ser consideradas como una trai­ción; en consecuencia, hicieron un esfuerzo deliberado no sólo para culpar a los residentes de Ticaco, sino también para presentar de una manera patriótica sus acciones. Por ejemplo, al comienzo de las negociaciones, cuando Benavides se reunió con los líderes de Tarata el 7 de febrero, Vicente Jirón explicó y justificó las acciones de su comunidad como algo ni más ni menos que patriótico. De acuerdo a Jirón:

"Si no tomo la medida enérgica de pasar con mi jente a la banda peruana i arrollar a los Ticaqueños, estos que eran mas fuertes en número hubieran pasado a la banda chilena i entonces hubiéramos tenido que lamentar algo funesto para nuestro Patria. Una vez empujados los Ticaqueños por la que­brada arriba, descendieron a un barranco, como a cuatro cuadras de la toma de Trabalaco, i solo entonces me apercibí que junto con mi jente habían avanza­do dos policiales [chilenos] uno de ellos el sargento, disparó contra los de Ticaco los cinco tiros de su revolver29

".

Los líderes comunitarios de Tarata también escribieron al gobernador Calisaya, advir­tiéndole que abandonara la región debido a posibles represalias por parte de las " las turbas indígenas rabiosas e inconscientes" de Ticaco por su oposición al levantamiento311

• Más tarde aún , a mediados de marzo, las autoridades de Tarata, Estique y Tarucache, otros dos distritos peruanos bajo administración chilena, se presentaron nuevamente en la oficina de Bernaola. En una demostración de patriotismo digna de mención, los líderes de las tres comunidades aseguraron a Bernaola que "ante todo i sobre todo, son peruanos i que jamás contrariaran el afecto i los deberes que les impone su nacionalidad". Esta vez, sin embargo, la paz había sido restablecida en el distrito y Bernaola informaba que "los indígenas que forman la comunidad de Ticaco se han retirado , pacíficamente, a sus chacras i estancias entregándose a sus labores agrícolas)'". Estas diversas expresiones de preocupación por la patria indican claramente que los líderes comunitarios de Tarata no eran de modo alguno

28 !bid., "Ofició del Subprefecto de Tarata al Sr. Prefecto de Tacna, 8 de marzo de 1902". 29 ALF, Exp. LCHP-1-1, Caja 227, fol. 31. 30 ART, Subprefecturas, Leg. 20, ler Semestre de 1902. el subprefecto Bernaola, la fuente de este

análisis , se refería a los indios como. en sus palabras: " ... ". 3 1 !bid., "Oficio del Subprefecto de Tarata al Sr. Prefecto de Tacna. 16 de marzo de 1902".

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ignorantes de la lucha que estaban librando el Perú y Chile por la identidad nac ional de Tacna. En efecto, los líderes altiplánicos demostraron una notable habilidad para insertar su lenguaje en el discurso del nacionalismo, al defender sus comunidades de la presencia intrusa de dos Estados nacionales homogenizadores. 1

En los meses siguientes del año 1902, el gobierno peruano trató de solucionar los problemas subyacentes a la di sputa entre Ticaco y Tarata, para así prevenir cualquier inci­dente internacional con Chile. En junio, el recientemente designado Subprefecto de Tarata, Amador Cornejo, informó que "el asunto de aguas" entre Ticaco y Tarata parecía estar superado, puesto que él había discutido el asunto de manera abierta con los líderes de las dos comunidades. Todas las partes involucradas, añadió Cornejo, habían acordado designar como árbitro definitivo en la materia al respetado ingeniero de Tacna, Carlos Basadre y Forero, quien debería llegar a Ticaco el dos de julio32 . Sin embargo, el optimismo de Cornejo resultó ser prematuro, pues, al acercarse el fin de año, Basadre, los funcionarios peruanos y las dos comunidades, todavía no alcanzaban una solución, obligando así al nuevo Prefecto de Tacna, Tomás Lozano, a tomar medidas precautorias para evitar que se repitiera la tragedia del año anterior. Lozano ordenó al subprefecto de Tarata asistir a la recolección anual de guano en la desembocadura del río Sama para negociar con los serranos y, una vez más, ordenó al sub-prefecto reubicar su oficina y establecerla en Ticaco, para ayudar a prevenir otro enfrentamiento. Después de trasladarse a Ticaco, el subprefecto informó a Lozano que muy pronto había descubierto un complot en el que los residentes planeaban asaltar el canal, el que ahora estaba resguardado por chilenos . Lozano despachó inmediatamente un contin­gente de gendarmes a Ticaco para disuadir cualquier disturbio, y luego viajó a la ci udad de Tac na para reunirse con Basadre y tratar de agilizar una solución al problema de la repartición del ag ua. Cuando regresó a Locumba (la capital de Tacna Libre), Lozano se encontró con un memorandum del subprefecto, señalando que la presencia de los gendarmes había restable­cido la calma en Ticaco. Lozano informó de todos estos hechos a los funcionarios del gobierno en Lima, quienes respondieron que "El Gobierno queda completamente satisfecho de las medidas que ha adoptado Us. para mantener inalterado el orden en Ticaco y Tarata ... 33

".

El patriotismo del indio peruano

A pesar de los denodados esfuerzos realizados por el Estado peruano en 1902 para resolver la antigua disputa entre Ticaco y Tarata, el problema persistió. En abril de 1909 el delegado peruano en Tacna, Artidoro Espejo, advirtió al Ministro de Relaciones Exteriores que una propuesta presentada al Senado peruano respecto de suplir agua directamente a Ticaco era una idea desafortunada34. Espejo informó a las autoridades peruanas que la gente

32 lbid. , "Oficio #124 del Subprefecto de Tarata al Sr. Prefecto de Tacna, 29 de junio de 1902". 33 AGN , MI Prefecturas, Paq. 91 , 1903, "Oficio del Prefecto de Tacna al Sr. Director del Gobierno,

Locumba, 14 de diciembre de 1902". Tomás Lozano se rnnvirtió en el Prefecto de Tacna Libre en julio. El respaldo del gobierno peruano a las acciones de Lozano se puede encontrar en ART. Gobier­no, Leg. 22, 2o. Semestre, 1902, # 117.

34 ALF, Exp. LCHP-1-8, Caja 227, fol. 186, "Correspondencia del Delegado Artidoro Espejo al Señor Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, Tacna, 30 de abril de 1909".

1 oo Revista Andina

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de Tarata se había alarmado con la noticia, puesto que las dos comunidades todavía no encontraban por sí mismas una solución al problema de la distribución de aguas. Recordan­do los sucesos de 1902 y la participación de la policía chilena en el enfrentamiento entre las dos comunidades, Espejo temía que los líderes de Tarata pudieran, una vez más, pedir ayuda a las autoridades chilenas contra Ticaco. Por su parte, los líderes de Tarata, en agosto de 1909 -por coincidencia el mes previo al comienzo de la sequía anual- habían profesado una vez más su lealtad al Estado peruano, sólo que esta vez lo habían hecho en un acta escrita en la cual expresaban su adhesión al Jefe del Estado y ofrecían "su decidido apoyo a la Patria en las actuales circunstancias ... " En una carta al prefecto de Tacna Libre, las autoridades nacionales peruanas reconocieron el gesto y rindieron tributo a "esos ciudadanos que han hecho tan significativas protestas .. . y pruebas de patriotismo15".

El año siguiente fue difícil para los peruanos en Tacna, ya que el proceso de chilenización se aceleró. Las autoridades chilenas cerraron las iglesias peruanas en noviem­bre de 1909 y luego, en marzo de 191 O, expulsaron a todos los curas peruanos que habían continuado celebrando servicios religiosos en sus residencias particulares. Un claro sentido de aprehensión se evidenciaba en los informes de Artidoro Espejo, quien todavía era el delegado del gobierno peruano en Tacna. Por ejemplo, en correspondencia fechada el I de octubre de 191 O, Espejo confesó:

"Mis temores sobre los progresos de la chilenización de Tacna, se realizan antes de lo que yo creía. En la llegada de Lira [el intendente chileno] y en las fiestas del centenario chileno, ha podido apreciarse el gran número de gente chilena que hay en Tacna. Lo grave no es, solo esto, sino que están consi­guiendo adeptos entre los peruanos ... 1r,"

A continuación, Espejo manifestó su opinión sobre los indios peruanos, la cual aparece al comienzo de este trabajo: "La mayoría de los agricultores peruanos son indígenas, y estos no tienen otro Dios ni otra Patria que su chacra". También informó a las autoridades en Lima que las autoridades chilenas habían empezado a acosar a los indios y a forzarlos a que limpiaran canales y construyeran puentes. Además, observó que los subdelegados chilenos habían estado acosando a los indios para que firmen contratos prometiendo votar por Chile -o al menos abstenerse de votar- en caso de un plebiscito. Según Espejo, las autoridades chilenas prometían no molestar a los indígenas si firmaban dichos acuerdos. Con un tono de desesperanza, Espejo agregó que las duras tácticas de Chile parecían estar funcionando , pues "esa gente imbécil" aceptaba las ofertas chilenas por temor de perjudicar sus sembríos17

. Confirmando las preocupaciones de Espejo respecto de los esfuerzos chile­nos para intluenciai· la votación en la región, El Morro, el más importante diario peruano en Arica, informó el I O de octubre de 191 O que se había observado a algunos individuos chile-

35 ART, Gobierno. Leg. 33, 2do. semestre de 1909, "Oficio #291 de la Dirección de Gobierno al Señor Prefecto de Tacna. Lima. 2 de septiembre de 1909".

36 ALF, Exp. LCHP-1-8, Caja 227, fol. 270. 37 lbid.

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nos obligando a indígenas peruanos a firmar declaraciones de intención de no participar en el plebiscito3x.

Hacia 191 O, entonces, esos acelerados esfuerzos chi lenos para influenciar los votos de los indígenas en Tacna y Arica claramente complicaban a las autorid<\des peruanas. Significativamente, esas aprehensiones específicas sobre la población indígena de Tacna tendrían un paralelo aún más serio en las preocupaciones a nivel nacional acerca de la "cuestión indígena" en general'9 . A lo largo de la segunda mitad del S. XIX, los políticos, la elite intelectual y los escritores peruanos debatieron acerca de cuál era el Jugar apropiado del indio en la nación. Los civilistas, miembros de la coalición política que incluía a la oligarquía de la costa, creían que las masas indígenas de su país debían ser liberadas de toda servidum­bre de la oligarquía terrateniente de las haciendas del altiplano. Una vez liberadas de esas condiciones de dominación cas i feudales de la sierra, los indígenas podrían ser "civilizados" a través de la educación, y podrían al menos convertirse en un elemento importante en el merca­do de trabajo libre que buscaba tener la elite de la costa. Teóricos raciales de posiciones extremas, como el filósofo Alejandro O. Deustua, creían que por inevitabilidad biológica, "la rigidez biológica", los pueblos indígenas del Perú no podían ser "reformados"º". Críticos sociales neo-positivistas, tales como Manuel González Prada y Clorinda Matto de Turner, también abordaron la cuestión indígena, pero presentaron una visión más optimista. Incluso más que los civilistas, González Prada y Mallo de Turner creían que los indígenas podían ser rehabilitados. De acuerdo a esta visión , la degradación del indígena peruano no era el resultado de limitaciones congénitas probadas, sino que había surgido de los siglos de abuso a manos de los gamonales de la sierra. En 1889, Matto de Turner publicaría Aves sin nido, una acerba crítica social que exponía el maltrato a la población indígena peruana del altiplano y que es conside­rada por muchos como el mejor ejemplo de la literatura indigenista escrita en el Perú.

El indigenismo, un término algo ambiguo que comprende tanto proyectos literarios , como políticos , dirigidos a entender y promover los intereses de los pueblos indígenas, se desarrolló en Perú en el primer tercio del S. XX41

. José Deustua y José Luis Renique apropia­damente ubican los orígenes de su florecimiento en Cuzco, en donde, en 1909, una genera­ción de estud iosos produjo un inmenso conjunto de trabajos dedicados a analizar la condi­ción del campesinado indígena del Perú. Estrechamente ligado al movimiento de reforma universitaria así como en respuesta a la serie de revueltas campesinas e indígenas que sacudieron los Andes del sur entre 1915 y 1923, esta ola de estudios indigenistas , que emergió del Cuzco, alcanzó las más altas esferas nacionales e influyó profundamente en e l debate en torno al indígena. Tal vez ningún otro Jefe de Estado hizo del indigenismo un

3 8 El Morro , 1 O de octubre de 191 O. 39 Una serie de revueltas indígenas en el sur de los Andes volcaron la atención del Estado peruano a la

cuestión indígena. Ver Manuel Burga y Alberto Flores Galindo, Apogeo y crisis de la República Aristocrática, Sa ed. (Lima: Ediciones Rikchay, 1991 ), 109- 124; y Deustua y Rénique, Intelectuales. 69-96 .

40 Ver Alejandro O. Deustua, Ante el conflicto nacional (Lima: Empresa Editora de "E l Callao". 1930), 10-12.

41 Respecto de la interacción entre el indigenismo y el debate político sobre el indígena en Perú, ver Kristal , The Andes Viewedfrmn the City. Ver también, De la Cadena, lndigenous Mestizos , 20-130.

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elemento tan central de su agenda que aquel que desempeñó ese cargo por más tiempo que todos, Augusto B. Leguía, quien gobernó el país como presidente de 1908 a 1912, y luego desde 1919 hasta 193042

.

Augusto B. Leguía, un político populista que hizo carrera improvisando exitosas coali­ciones políticas a partir de grupos con intereses potenciales conflictivos, reconocía que la "cuestión indígena" representaba un asunto con el cual él podía satisfacer las demandas claves de socialistas, liberales e individuos con un genuino espíritu reformista. El objetivo último de Leguía consistía en destruir a la oligarquía terrateniente y desarrollar una nueva clase industrial que modernizaría al Perú con inversión de capital de los Estados Unidos. Un elemento integral de esta visión era la redención de los indígenas por medio de su educación y conversión en trabajadores aptos y propietarios independientes. La retórica de Leguía no dejaba dudas res­pecto de esta reconceptualización oficial del indígena y su valor para la nación:

"El indio es el agricultor de nuestra sierra, el obrero de nuestras minas, el soldado de nuestro Ejército y sin embargo es todavía casi un siervo. Es nece­sario hacer un gran esfuerzo para incorporar este elemento, de valor incalcula­ble, a la comunidad de la Patria43

" .

Sin embargo, la retórica indigenista de Leguía no correspondió con la realidad en términos de implementar reformas concretas para los indígenas; de hecho, sus políticas resultan ser algo contradictorias. Aunque el gobierno de Leguía creó varias organizaciones diseñadas para promover los intereses de los indígenas del Perú, tales como El Patronato de la Raza indígena en 1922, sus críticos alegaron que aquellas se volvieron burocráticamente osificadas y tuvieron muy pocos logros. Aun cuando Leguía reconoció la existencia legal de las comunidades indígenas, también implementó la controvertida conscripción vial, el reclu­tamiento laboral forzoso y discriminatorio para la construcción de caminos. Claramente opor­tunista, el indigenismo oficial de Leguía trataba de reinventar para sus fines políticos al indígena peruano como un ciudadano de vital importancia para la nación y un promotor de la prosperidad nacional.¡4.

Leguía se convertiría también en el dirigente peruano que más se empeñaría en lograr que se celebrara el plebiscito de Tacna y Arica. Dirigida principalmente para el consumo interno, pero también con un interés en la audiencia internacional, su estridente retórica hacía responsable a Chile por el frustrado plebiscito y presentaba las intenciones peruanas como algo justo:

"Hay que lamentar la fonna violenta e inhumana con que han sido y siguen siendo hostilizados nuestros compatriotas por el estado del Sur, que parece

42 Para un conciso análisis de las políticas de Leguía durante el oncenio ( 1919-1930), ver Burga y Flores Galindo, Apogeo. y crisis, 125-148.

43 " Discurso programa con que el señor Augusto B. Leguía, asumió por tercera vez la Presidencia de la República, 12 October 1924, en Leguía: Patria Nueva (Lima: Editorial "Cahuide", 1927), 52.

44 Augusta Alfajeme y Mariano Valde1Tama, "Viejas y nuevas fracciones dominantes frente al problema indígena: 1900- 1930," en Degregori et al. eds., Indigenismo, 100-103.

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empeñado en provocamos nuevos conflictos. Debemos esperar, sin embargo, que esa situación no ha de durar mucho tiempo más . .. Y la verdad y la justicia están con nosotros y responden a nuestros anhelos fervientes para la realización del ideal de la recuperación de las pr(\vincias irredentas45

".

A pesar de los esfuerzos de Leguía por revivir el esfuerzo plebiscitario, Chile y Perú siguieron sin poder llegar a un acuerdo sobre las condiciones de la votación. Finalmente, en 1922 los Estados peruano y chileno sometieron su disputa a la arbitración de una tercera parte, los Estados Unidos . Casi tres años después, Calvin Coolidge dictaminó que un plebis­cito podía y debía llevarse a cabo; y, lo más significativo, determinó el protocolo de acuerdo al cual debería conducirse. De pronto, en 1925, la "cuestión del Pacífico" parecía al borde de una resolución. Y justo cuando mejoraba el panorama para el plebiscito de Tacna y Arica, también lo hizo la retórica oficial respecto del indígena peruano en Tacna.

En privado, las elites provinciales de Tacna pueden haber continuado suscribiendo la descripción de Aliidoro Espejo de los indios como "imbéciles", pero para el consumo público los indígenas del Perú comenzaron a recibir grandes elogios como fuentes inco1rnptibles de peruanidad. Uno puede detectar esta tendencia claramente en la publicación Justicia!, el órgano oficial de la Delegación Jurídica del Perú en el Plebiscito de Tacna y Arica, un ente gubernamen­tal creado en febrero de 1926 para apoyar el esfuerzo plebiscitario de ese año. Comenzando en marzo y publicada quincenalmente, Justicia! propagó la causa peruana en el más triunfalista de los tonos, presentando artículos con títulos tales como "El triunfo moral del Perú", "El Perú es un país inmensamente rico" y "La locura colectiva de Chile". El indígena peruano también recibió mucha atención, como lo evidencia el artículo "El patriotismo del indio peruano". Este artículo no dejaba dudas acerca de la capacidad del indio para entender Perú como concepto:

"Ni la hostilidad ni el ataque, ni la amenaza ni la dáv ida, han podido hacer variar su amor al Perú. Todos los sistemas empleados y que se reflejan en el semblante de dolor de esos estoicos indios, se han estrellado ante su patriotismo invulnerable y su amor instintivo a la bandera de sus progenitores4

"" .

Poseyendo ahora " un patriotismo invulnerable" y "un amor instintivo" por la bande­ra del Perú, la gente indígena de Tacna había sido recreada prácticamente de la misma manera como lo había hecho el indigenismo oficial de Leguía a nivel nacional. Y, como resulta ser, ambas iniciativas mostraban el oportunismo que estaba detrás. En ambos planos, no obstan­te, una comprensión más profunda del elemento indígena de la población de Perú continuaba eludiendo a los hombres de Estado.

45 "Mensaje leído por el Presidente de la República Sr. D. Augusto B. Leguía ante la Asamblea Nacional de 1919 jurando el cargo de Presidente Constituc ional y dando cuenta del gobierno provisional del 4 de julio al 12 de octubre," en Discursos y mensajes del Presidente leguía, t. 11 , ed. D. Ricardo Walter Stubbs (Lima: Editorial Gracilazo, 1925), 168.

46 Justicia!. 24 de abril de 1926.

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Reimaginar naciones, reimaginar indios

Por una parte, el conflicto entre las comunidades de Ticaco y Tarata, inserto en el contexto mayor del problema de Tacna y Arica, permite una comprensión más profunda de la dinámica del nacionalismo y del proceso de construcción de la nación. Como se argumenta en este trabajo, ese proceso constituyó el meollo de una de las cuestiones a las que se enfrentaban las elites políticas de Perú y Chile: inventar -o reinventar- las provincias de Tacna y Arica como suyas antes del plebiscito. Para los líderes en Lima, eso significaba reforzar en las mentes de todos los tacneños y ariqueños su vínculo fraternal e histórico con Perú. Los líderes chilenos, por otra parte, necesitaban construir una motivación diferente que pudiera inducir a los habitantes de las dos provincias a votar por Chile o, en esencia, convertirse en chilenos. "Donde está mi bienestar está mi patria" se convirtió en la formula­ción chilena para la nación. Precisamente, el contraste entre esas dos conceptualizaciones alternativas pone de manifiesto el carácter arbitrario o imaginario de la nación. Benedict Anderson subraya este punto en su propio trabajo citando a Ernest Gellner: "El nacionalis­mo no es el despertar de las naciones a la auto-conciencia; el nacionalismo inventa naciones donde no existen47

".

El segundo asunto que enfrentaban los líderes peruanos después de la Gue1n del Pacífico era la cuestión indígena. Muchos miembros de la elite política e intelectual tenían claro que para crear una verdadera identidad nacional unificadora y ampliamente aceptada tenían que reconsiderar la situación de la población indígena dentro del Estado nacional. A comienzos del S. XX, tal vez la mayoría de los líderes peruanos creían que los pueblos altiplánicos no tenían una verdadera conciencia nacional ; en otras palabras, carecían de un sentido patriótico en el momento más crítico de la historia de su país. Algunos intelectuales pensaban que esa condición podía atribuirse a la inferioridad esencial de la población nativa, mientras que otros, como Manuel González Prada, veían la causa de ello en los siglos de abuso y degradación por parte de los gamonales del altiplano.

La naturaleza y la medida exacta de la capacidad de los campesinos peruanos para "pensar nacionalmente" ha sido el objeto de una polémica que ha resurgido muchas veces en la historiografía peruana. Florencia Mallon, por ejemplo, ha sostenido en varios trabajos que, al luchar contra los invasores chilenos, los campesinos de la sierra central del Perú desarrollaron un nacionalismo que llegó tan lejos como plantear un proyecto amplio y visio­nario sobre cómo debía organizarse la sociedad. Otros académicos han estudiado la defensa de sus comunidades por parte de esos mismos campesinos, concluyendo que su sentimien­to nacionalista fue meramente pasajero, y que una vez que la amenaza chilena sobre sus tierras dejó de existir, también lo hizo su conciencia nacional 4x.

47 Ernest Gellner, Though1 ami C/wnge (London: Weidenfield and Nicholson, 1964), 169; citado en Anderson. Imagined Co111mu11i1ies. 6.

48 Ver Florencia\ Mallon. 711e Defense of Co111111u11iry in Peru :~ Central Highlands: Peasa/ll Struggle and Capiwlisr Transirion, /860-1940 (Princeton: Princeton University Press, 1983); " Nationalist and Antistate Coalitions in the War of the Pacific: Junín and Cajamarca", en Stern, ed., Resi.Hance, 232-279; y Pea.1·an1 ond Nmion: Th e Making of Posrcolonial Mexico and Peru (Berkeley: University of California Press, 1995). Para el planteamiento de que los campesinos en la sierra central no

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Artículos, notas y documentos

El campesinado peruano de las provincias sureñas de Tacna y Arica también resistió contra la invasión chilena. Los campesinos altiplánicos de Ticaco, Tarata y otras comunida­des siguieron a los líderes militares de la costa, tales como Leoncio Prado, Gregario Albarracín y Juan Luis Pacheco de Céspedes (el cubano) y repelieron a las fuerzas chilepas tal como lo hicieron los habitantes de la sierra central bajo el mando de Andrés A. Cáceres. En efecto, guerrilleros al mando de Pacheco de Céspedes se enfrentaron a los chilenos en la última batalla de la guerra, Pachía, casi un mes después de la firma del Tratado de Ancón49

. No obstante, después de la guerra, y mientras el problema de Tacna y Arica permanecía aún sin resolver, los líderes peruanos persistían en su creencia de que la ausencia de una conciencia nacional entre los indígenas de Tarata había perjudicado tanto sus intentos de unificación nacional como de reincorporar Tacna y Arica.

¿Fue aquella resistencia contra los invasores extranjeros un mero esfuerzo por prote­ger sus pequeños pedazos de tierra, o el campesinado del altiplano había desarrollado un auténtico concepto de "Perú" y de su lugar en esa formación social? El estudio de caso presentado aquí sugiere que, tan temprano como en 1902, los líderes y los residentes de las comunidades predominantemente indígenas en los Andes del sur, como Ticaco y Tarata, entendían bastante bien cómo el nacionalismo conectaba a su gente con esa constelación de poder relativamente nueva que aparecía en el horizonte: el Estado nacional. En efecto, ellos habían aprendido a usar el discurso del nacionalismo para su propio beneficio. Considérese al respecto la justificación de Vicente Jirón para la participac ión de su comunidad en la batalla del 31 de enero: "Si no tomo la medida enérgica de pasar con mi jente a la banda peruana i arrollar a los Ticaqueños, estos que eran mas fuertes en número hubieran pasado a la banda chilena i entonces hubiéramos tenido que lamentar algo.funesto para nuestro Patria". Del mismo modo, se puede recordar la declaración de lealtad al Perú hecha por los líderes de las comunidades de Tarata, Tarucache y Estique en la oficina del Subprefecto Bernaola: "ante todo i sobre todo, son. peruanos i que jamás contrariaran el afecto i los deberes que les impone su nacionalidadºº". Preocupación por el destino de la patria, "el afecto i los deberes que les impone su nacionalidacf' -estos sentimientos y estas frases demuestran que los líderes de las comunidades del altiplano se entendían a sí mismos como ciudadanos patri ó­ticos, y no hay razón alguna para pensar de otra forma. Al mismo tiempo, desplegaban hábilmente el discurso del nacionalismo para tratar con los funcionarios de gobierno y rebatir las críticas a su accionar por parte del Estado peruano.

Efectivamente, los líderes nacionalistas aceptaron el hecho que aun cuando otras identidades pueden ocasionalmente dominar la atención de los "buenos" ciudadanos de la nación , en última instancia tales identidades deben subordinarse a la nación . En otras pala-

desarrollaron un auténtico sentido de nacionalismo, ver Heraclio Bonilla. "The Indian Peasantry and 'Peru ' during the war with Chile", en Stern, ed. Resistance, 219-231. Para un análisis del republicanismo campesino andino que emergió en la región de Huaylas en Perú, ver Mark Thurner, From nvo Re¡niblic.1· 10 One Divided: Con1radic1ions o( Pos1co/011ial Na1ionmaking in Andean Peru (Durham: Duke University Press. 1997).

49 Un historiador local que conocí en Tacna, Reymundo Hualpa Condori, ha escrito sobre la vida de uno de los principales líderes de la resistencia en Tacna. Ver Un peruani.na: Juan Luis Pacheco de Céspedes (Tacna: Fondo Editorial de la Municipalidad Distrital de Paica, 1996).

50 Mis cursivas en ambas declaraciones.

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__ William E. Skuban: El nacionalismo y la cuestión indígena en el sur del Perú, 1900-1930

bras, los valores e intereses de la nación están primero, y la lealtad a la nación debe primar por sobre todas las otras obligaciones y lealtades, especialmente en materias de importancia fundamenta1' 1

• Para los líderes nacionales de Perú, entre 1880 y 1930, pocos asuntos iguala­ban en importancia a las relaciones exteriores con su vecino del sur, pues Chile no sólo había derrotado a Perú en una guerra y anexado la que, tal vez, era su provincia más rica (Tarapacá), sino también continuaba ocupando territorio nacional peruano, esto es, las provincias de Tacna y Arica. La disputa entre Ticaco y Tarata horrorizó al liderazgo político del Perú, pues la agitación en la frontera con el más poderoso Estado chileno podría haber llevado a pérdi­das adicionales de territorio. Pastor Jiménez apeló a los líderes de Ticaco y Tarata en tanto peruanos, y exhortó a las comunidades a resolver sus diferencias cuyas "consecuencias pueden afectar los intereses i derechos de nuestro Patria, que Uds. como buenos peruanos, deben anteponer a toda consideración" -las palabras exactas de su carta a los líderes de Tarata. Jiménez fue incluso más lejos al advertir que todos los peruanos de Tarata "estaban obligados a portarse con mucho tino, so pena de hacerse responsables ante la Patria y ante el Gobierno, de cualquier desmán que los chilenos cometiesen ... 52". En otras palabras, la nación de Perú debía ser el objeto último de su lealtad y afecto.

En realidad, sin embargo, la gente en todas partes , incluyendo Tacna y Arica, posee un conjunto de identidades sociales diversas basadas, entre otros criterios, en la raza, la etnicidad, el género, la clase, el parentesco, la generación y la geografía. Más aún, de manera estratégica la gente recurre a esas identidades de acuerdo a los dictados del conflicto social específico en que se encuentra. Considérese, por ejemplo, la razón del tarate110 José Zegarra para ayudar a rechazar el acuerdo de distribución del agua con Ticaco: "era padre de familia, que no podía perjudicar a sus hijos por dar a los de Ti caco más agua de la que actualmente tienen". Otros líderes en Tarata, como Vicente Jirón, también pusieron primero los intereses de su comunidad, y si eso implicaba arrojar piedras con sus hondas a sus hermanos aymaras, o cabalgar con la policía chilena dentro de territorio peruano para defender sus derechos al agua, ellos demostraron estar dispuestos a hacer eso también, anteponiendo así su identi­dad comunitaria a su identidad nacional. Los líderes de Perú interpretaron esas acciones como un indicador de que los indígenas carecían de sentido patriótico o de conciencia nacional; sin embargo, lo que este caso de estudio sobre los conflictos entre las comunida­des más claramente demuestra es la capacidad de las personas para invocar diferentes combinaciones de identidades en distintas situaciones. La gente se desplaza con fluidez entre la lealtad a la nación y la lealtad a otras solidaridades, y aunque las elites del Estado puedan intentar crear e imponer a sus ciudadanos una identidad nacional unitaria, esa iden­tidad se articula y confronta con otras en una multitud ele maneras posibles . La capacidad ele los campesinos ele la sierra peruana, y la de los campesinos ele América Latina en general, ele concebir comunidades nacionales alternativas constituye una dimensión del nacionalismo que Beneclict Anderson no logró imaginar.

51 Ver Hobsbawm, Nations and Na1io11alis111, 9; Miroslav Hroch, "From National Movement to the Fully-Formed Nation: The Nation Building Process in Europe", en Eley and Suny eds., Becoming National, 62.

52 ALF. Exp. LCHP-1-1, Caja 227, fol. 17.

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Artículos, notas y documentos

En su reciente libro, Trials of Nation Making, Brooke Larson recuerda a sus lectores no descuidar "el poder de la gente, especialmente los grupos subalternos, para alterar el curso de la construcción de la nación". ¿Los líderes y la gente de Ticaco y Tarata alteraron significativamente el curso de la fonnación de la nación en Ta,cna y Arica? Cienamente, ellos llamaron la atención del Estado peruano respecto de los acontecimientos que ocurrieron en esa región, tanto así que los funcionarios de gobierno gastaron mucho tiempo y energía en ocuparse del problema. Más aún, la acción de los líderes de las comunidades altiplánicas en Tacna coincidió con el discurso a nivel nacional que trataba de reinventar al indio como "lo es todo en el Perú". Independientemente de que ese discurso, tal como el de Leguía, sólo representara una retórica oportunista o no, lo cie1io es que el nivel de conciencia nacional de los pueblos indígenas del Perú había aumentado de una manera fundamental e irreversible en las tres primeras décadas del S. XX.

Epílogo

En los hechos, el plebiscito de Tacna y Arica nunca se realizó. El Perú recuperó todo Tarata en 1925, como estipulaba la decisión arbitral del Presidente Coolidge, pero el proyec­tado plebiscito se frustró . En palabras del general estadounidense William Lassiter, presi­dente de la Comisión Plebiscitaria encargada de conducir la votación, las condiciones para un plebiscito "libre y justo" no existían en dichas provincias. Lassiter citó numerosas razo­nes específicas para la impracticabilidad del plebiscito, la mayoría de las cuales derivaban de las intensas pasiones nacionalistas existentes en las dos provincias. En último ténnino, Perú y Chile resolvieron la disputa alcanzado una solución salomónica. De acuerdo con los ténni­nos de un tratado firmado en 1929, las dos naciones simplemente dividieron la región por la mitad: Perú reincorporó Tacna y Chile retuvo Arica.

Para los estudiosos del nacionalismo latinoamericano, no obstante, este micro-estu­dio del conflicto entre Tarata y Ticaco, inserto en el caso de estudio más amplio sobre Tacna y Arica, pone en relieve no sólo la dinámica y el discurso del nacionalismo al nivel del Estado, sino también las iniciativas emprendidas por los sectores locales de la sociedad cuando éstos confrontaron los esfuerzos de Estados-Nación centralizadores. Los líderes del campe­sinado serrano del departamento de Tacna entendieron que desplegar el discurso del nacio­nalismo los ayudaba a tratar con el Estado y a asegurar su bienestar en el Perú de comienzos del S. XX. Ese mismo concepto, en definitiva, les aseguró un lugar en el futuro proceso de construcción de la nación en el Perú.

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William E. Skuban Universidad Estatal de California

Fresno, California

Revista Andina