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COLOMBIA $8.500 GUATAPÉ - ANTIOQUIA Pueblo de zócalos EDICIÓN Nº 17 Pequeños paraisos Ecología RÍO JOVÍ - ASOCIACIÓN PICHINDÉ De excursión y conocimiento Nuquí Bahía Solano Pacífico colombiano COLOMBIA SECRETA Himalayan Race Ámsterdam - Santiago de Compostela Una carrera de altura Varios caminos... un solo destino MONTAÑISMO CICLOMONTAÑISMO TURISMO I EXCURSIONES I NATURALEZA

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Colombia$8.500 Guatapé - antioquia

Pueblo de zócalos

Edición nº

17Pequeños paraisos Ecología

Río joví - asociación pichindéDe excursión y conocimiento

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“...solitarias playas con palmeras, con selva que parece llegar hasta el mar;

un paisaje como este no lo he visto en ninguna parte del mundo y en ningún

otro lugar me lleno de tanta paz interna como en este sitio.”

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¡Ni-koooo! La sonrisa amplia de Pozo me saluda poco des-pués de mi llegada a Nuquí, mientras lo abrazo con alegría y con una sonrisa de oreja a oreja. Pozo, ese apodo suena a muchacho travieso y, en verdad, a pesar de tener a un hombre hecho y de-recho, alto y fornido frente a mí, bien me puedo imaginar cómo el Pocito de entonces se divertía saltando de charco en charco enn aquellos pozos que dejaba la lluvia, con tanta pasión que nació el sobrenombre que lo ha acompañado hasta el día de hoy. Me atrevo a decir que nadie en Nuquí y sus alrededores conoce el nombre correcto de Pozo.

Ni-Ko, como me llama Pozo, es la versión cariñosa y chocoana de Nicole, mi nombre. Soy alemana y vivo hace cinco años en Colombia. Cuando me preguntan por mi hogar, siempre nombro a Nuquí, en el Pacífico de Colombia, al lado de mi patria Alema-nia, porque aquí siento la misma tranquilidad, la paz y el descan-so que comparto en el círculo de mi familia.

Mi paraíso, mi segundo hogar.

El PaCífiCo ColombiaNo, su magia y su gENtE.

TexTo: Nicole Bee www.kontour-travel.com

TrAduCCióN: Miguel ceNdales FoToS: Revista viaJes & aveNtuRa

Nuquí

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Me palpita el corazón de la emoción cada vez que diviso desde el avión a “Nuquí international Airport”, como lo lla-mo en broma. A pesar de haber estado con frecuencia en este paraíso, cada vez se me hacen interminables los 45 minutos de vuelo desde Medellín y me impaciento porque las nubes se despejen y los colo-res del Pacífico me den la bienvenida. Vo-lar en esos pequeños aviones a Nuquí me parece como un viaje en bus en el aire; siempre es toda una aventura por la que he de pasar para poder llegar al paraíso, ya que hasta hoy no hay calles hasta Nu-quí. el medio de transporte número uno en este municipio con 3.700 habitantes sigue siendo la lancha.

A navegardurante 15 minutos antes de aterrizar se

sobrevuela selva densa. No se vislumbra ni un centímetro entre la hojarasca. Hasta donde llega la mirada, sólo copas de ár-boles. Cerca de Quibdó únicamente hay ríos que parecen culebras serpenteando entre el verde espeso de la selva. Mi mente aún está procesando las imáge-nes de aquellas impresiones, cuando en el instante siguiente me encuentro en la lancha al lado de Pozo rumbo a nuestro albergue “el Cantil”.

después de unos pocos minutos de viaje, pasando frente a los palafitos al

En el “Edén del Pacífico” el visitante puede encontrar muchos atractivos, entre ellos sus amplias y agradables playas, ideales para un buen rato de esparcimiento.

Nuquí, con sus playas, con su cristalino mar y con su naturaleza, es para muchos extranjeros y nacionales un permanente remanso de tranquilidad, paz y descanso.

Los extraordinarios colores del atardecer, con el rojo y el lila de la puesta del sol, es toda una obra de arte de la naturaleza, digna de este paraíso terrenal.

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borde del río, que parecen en riesgo de derrumbarse cual construcción de naipes. después llegamos a un puesto de con-trol militar donde debemos reportarnos. dos soldados en el embarcadero anotan nuestras nacionalidades y el tiempo de permanencia en la región, dos soldados más se encuentran es-tirados sobre una lancha y toman el sol, luciendo muy relajados con sus anteojos oscuros.

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entero observando la alegre algarabía, pero quiero seguir y llegar prontamente a donde mis amigos.

el viaje en la lancha es igual de emocio-nante que el vuelo. La embarcación salta sobre las olas, pasando solitarias playas con palmeras, con selva que parece llegar hasta el mar; un paisaje como este no lo he visto en ninguna parte del mundo y en ningún otro lugar me lleno de tanta paz interna como en este sitio. ¡es imposible describir esta sensa-ción! el sol brilla sobre el agua; me salpican gotas calientes sobre la cara y no puedo pa-rar de sonreír al sentir tanta alegría.

El arriboLuego de una hora de viaje, Pozo dirige

la lancha al desembarcadero del ecolod-ge. Nena, Betty, dos hadas en la cocina y eduardo, hermano de Pozo, están es-perando y me brindan una recibida tan alegre como la que me dio Pozo en el ae-ropuerto. “¿Volvemos a bailar esta vez?”, me preguntan con entusiasmo. ellos aún no han olvidado la visita con un grupo de turistas, para el que fui la guía, y durante la que Pozo y yo organizamos un rumbón con ron, papas fritas y mucha música. No parece nada espectacular, ¡pero lo es en un rincón del mundo que cuenta con luz sólo desde las 7 p.m. hasta las 10 p.m.! A falta de parejas, reclutamos a los soldados

Como si se tratara de un grupo de pulgas saltarinas, un grupo de muchachos juegan con o sin pantaloneta de baño en el em-barcadero, brincan y se empujan al agua de donde se salen en carrera para iniciar nuevamente con la caza. ¿Será que también ellos buscan méritos para hacerse al apodo Pozo? Al percatarse de nuestra presencia se cubren con la mano y sus risitas apenadas parecen más de niñas pequeñas. Bien podría permanecer el día

“Nuquí es suma de todas estas experiencias,

es la tranquilidad, el descanso y el equilibrio

que vivo allá. Pero lo que para mí hace este sitio

tan especial es su gente: llena de alegría y ánimo, pero respetuosamente

reservada.”

Mi Pozito en la lancha recogiéndome del

aeropuerto.

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que acampaban en la vecindad y a bailar se dijo. Jamás olvidaré a aquellos jóvenes con sus armas pesadas, pero de las que no se desprendían y quienes a pesar de sus botas y uniformes movían sus caderas mejor que nuestro grupo de turistas.

Adoro la comida de la Costa Pacífica: empanadas de pescado al desayuno y pescado fresco para almuerzo y cena, siempre preparado de una manera com-pletamente diferente. La única sazón que nunca cambia es la porción de amor con la que las hadas de la cocina coronan sus platos: un sabor como no hay otro en el mundo. en la noche Nena me enseña cómo preparar la deliciosa lasaña (¡de pescado, desde luego!), que siempre me ha intrigado. Para lograr esa sabrosa capa crujiente Nena coloca una placa de metal sobre el recipiente con la lasaña, y sobre ella prende un fuego; ¡ingenio pacífico a falta de horno que caliente por arriba!

Las hamacas me convidan a relajarme y a disfrutar la vista de las playas llenas de palmeras, de aves pequeñas y de cangre-jos. el bramar de las olas y el canto de las aves proporcionan pura tranquilidad, razón por la que paso un tiempo largo en la ha-maca. de refresco me sirven una limonada natural, y meciéndome frente a mi cabaña contemplo los colores del atardecer: el rojo y lila de la puesta del sol es un espectáculo digno de este paraíso terrenal que me impi-de dormir. Mientras disfruto esta calma total decido mi plan para mañana: una camina-ta hasta Termales y, además, mi deseo de aprender a surfear.

La cabecera municipal de Nuquí se encuentra a orillas del mar Pacífico, en una zona determinada por la Serranía del Baudó, por el Océano Pacífico y la desembocadura de los ríos Nuquí y Ancachí.

El municipio, al igual que toda la región del Chocó, cuenta en su territorio con una gran biodiversidad, y prueba de ello son sus múltiples especies de flora, varias de ellas endémicas.

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Mis deseosen la mañana siguiente caminé una hora por la playa con Pozo.

en el camino encontramos a unos niños jugando fútbol, ¿una niñez sin preocupaciones? Los niños juegan alegremente y están tan con-centrados en su actividad que parecen no escuchar cuando les preguntamos si nos permiten tomar fotos de ellos. Sin molestarse, continúan con su oficio de meter el balón entre las dos ramas que clavadas en la arena sirven de arco.

Llegamos finalmente a Termales, una aldea con doscientos habitantes que nunca termina de sorprenderme por presentarse tan limpia y ordenada, a pesar de su pobreza. Muchos de sus habitantes no saben ni leer ni escribir; la mayoría de los niños cursan hasta quinto año escolar y podrán continuar en la escuela de Nuquí, pero muchas familias, que viven especial-mente de la pesca, no pueden cargar con el costo de enviar a sus hijos hasta allá.

También en Termales nos conocen, nos saludan con entusiasmo y es una sensación especial, pues igualmente aquí es como “llegar a casa”. Seguimos a los baños termales del sitio, y al estar dentro se acercan dos niñas pequeñas, quienes quieren vender sus co-

cadas. Pero el agua de la piscina termal parece ser más llamativa que los negocios y no tardan mucho en nadar al lado nues-tro, aun con sus trajes puestos. Juntas salta-mos una y otra vez del borde a la piscina, buceamos y nos untamos con el lodo de la piedra que promete la eterna juventud.

de regreso a el Cantil me corresponde en la tarde mi primera clase de surfeo. en verdad me considero poco hábil para los deportes; sin embargo, deseo hacer el ensayo. Tello, mi instructor, sonríe con pi-cardía mientras va por la tabla ¿Será que ya se estará reventando de la risa por mis hazañas? Él pone la tabla sobre la arena y me enseña primero en tierra firme cómo se monta sobre ella. Me siento como una ballena, ¿cómo seré capaz de subirme a la tabla desde el agua, donde esta se mece con cada ola?

En la actualidad Nuquí no tiene calles; por esta

razón el principal medio de transporte tanto para

sus habitantes como para quienes visitan el municipio es la lancha.

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la lancha para que nos podamos acercar, termino mi almuerzo a las carreras y corro hacia la lancha. Llegamos tan cerca a las ba-llenas que parece posible tocarlas. de vez en cuando me asusta el soplido de una ballena que se acerca considerablemente a la lancha. ¡Qué experiencia tan espectacular!

Nuquí es suma de todas estas experiencias, es la tranquilidad, el descanso y el equilibrio que vivo allá. Pero lo que para mí hace este sitio tan especial es su gente: llena de alegría y ánimo, pero respe-tuosamente reservada. Siento admiración por eduardo y Pozo cuan-do los veo practicando su lectura por medio de los anuales escritos por los huéspedes y cómo Pozo se esfuerza por la contabilidad con sólo la ayuda de la calculadora de bolsillo. “Bieeen, bieeen”, responde Pozo con su amplia sonrisa cada vez que le pregunto por su bienestar o cuando se le sorprende en un intento de trampa jugando al “uno”. La cordialidad con la que me acompañan en cada visita me da la sensación de haber llegado a casa.

Mi corazón late apresuradamente mien-tras repaso mentalmente la teoría, antes de tomar rumbo al agua, siempre hacia el horizonte y hasta casi no poder tocar la arena del fondo con mis pies. Ahora debo saltar sobre la tabla y yacer boca-bajo sobre ella (obvio, al primer saltico la pantaloneta de mi bikini se escurre hacia abajo). ¡Qué pena, la ballena casi sin cu-cos! de alguna manera, de pronto estoy sobre la tabla y riéndome pregunto qué estará pensando ahora Tello de mí. Él me explica nuevamente los siguientes pasos: subir los pies, luego levantar la cabeza y de alguna manera y bien rápido el resto del cuerpo… o algo parecido… Creo que mi primer golpe contra el agua se escuchó hasta en Nuquí.

entonces pruebo nuevamente sobre la tabla, esta vez agarrando de alguna ma-nera la pantaloneta; casi lo logro. Nuevo intento, hasta que de repente de alguna manera logro pararme sobre la tabla. Ya no me siento como esa ballena, la ola me da velocidad y hasta me hace liviana. Mantener el equilibro es el nuevo reto y durante este primer día tomo muchísima agua salada. Pero a pesar de esto, y de que me duele cada parte de mi cuerpo, continúo. ¡Surfear envicia!

La ñapael último día corono con una sorpresa.

Mientras estamos almorzando de repen-te escuchamos desde el embarcadero el grito de Pozo: “¡Baaaaaaaalleeeeeeeeee-nas!”, y, verdaderamente, como si fuesen proyectiles salen disparadas del agua estas gigantescas e impresionantes balle-nas jorobadas. Mientras que Pozo alista

¡El mejor profesor de surf : Tello!

Como todo municipio de Colombia, Nuquí tiene

sus propias festividades para conmemorar fechas

especiales y resaltar sus costumbres, uno de ellos el

Festival de la Migración.

Desde el aire, mucho antes de llegar a Nuquí, sólo se divisa agua y un

interminable color verde, característico de su densa

y espesa selva tropical.

Localización. Departamento de Chocó, entre la serranía de Baudó y el océano Pacífico, al occidente de Colombia.Cómo llegar. Por vía aérea o terrestre desde Medellín o Quibdó (45 minutos, aprox.), capital del departamento, ubicada a 126 kilómetros. Extensión. 956 Km.² Altitud. 5 m.s.n.m. Clima. Húmedo tropical. Temperatura. 29°C., en promedio. Población. 7.500 habitantes, aproximadamente. La mayoría afrocolombianos. Fundación. Diciembre 18 de 1917. Economía. Agricultura, pesca artesanal, ganadería, turismo y artesanías, especialmente. Gastronomía. Pescado en diversas presentaciones (desmechado, ahumado o sudado), mariscos, seviches, sancocho.Celebraciones. Fiestas de la Virgen del Carmen (10 al 16 de julio), Fiesta del Tamborito, Fiesta de la Trinidad, Festival de la Migración.Atractivos. Parque Nacional Natural Ensenada de Utría, El tajo, playas (Gachalito, de Tribuga, Morromico, etc.), cascadas de agua dulce, termales de agua azufrada, avistamiento de ballenas jorobadas (entre julio y octubre).Actividades. Buceo, surf, canotaje, kayak, escalada, pesca artesanal y deportiva. Alojamiento en Nuqui. Cabaña Los Termales, Cabaña Yirica, Cabaña Luna de Miel, Cabañas Pijiba Lodge 2, Cabañas Mar y Rio, Paraiso del Pacífico Ecolodye, La Cabaña de Beto y Marta, Cabañas Playa Terco, Cabaña Morromico, Peñas de Gachalito, Centro de Visitantes Mano Cambiada, Las Palmas, Posada turística El Caimito, El Cantil.

Datos de interés para el viajero