trotsky, breton y el surrealismo a la tapatía

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Trotsky, Breton y el surrealismo a la Tapatía Román Munguía Huato El Financiero, Jalisco, viernes 31 de agosto de 1990. A Vlady Al terminar la década de los treinta, Guadalajara contaba con una población aproximada de 220 mil habitantes y su extensión urbana apenas llegaba a 3 mil hectáreas; Jalisco tenía algo así como un millón 400 mil habitantes. Hoy día las cosas han cambiado bastante. La añorada ciudad provinciana (para algunos nostálgicos) se ha transformado en una zona metropolitana cuyos pobladores suman más de cuatro millones (pese a las cifras del INEGI), y su área urbana es de 30 mil hectáreas. Cierto. Durante cincuenta años la fisonomía de Guadalajara se ha modificado, sin embargo todavía conserva, afortunadamente, algunos viejos rasgos citadinos de aquel provincianismo regional, apacible y seductor. Era una mezcla de pueblo grandote y ciudad, la cual empezaba a mostrar los signos de una transición hacia la modernización capitalista. A tan larga distancia histórica quizá muy pocos habitantes de la entonces Perla Tapatía se imaginaban lo que iba a suceder con el enorme crecimiento urbano y su secuela de contradicciones sociales. León Trotsky escribió que la ciudad moderna, la ciudad capitalista, sigue siendo la expresión más acabada de la nueva sociedad burguesa, y que la naturaleza de las clases sociales capitalista está íntimamente ligada a la historia del desarrollo de la industria y de la urbe. En México, su pensamiento político no se equivocó cuando presagiaba las consecuencias funestas que trae consigo la pérdida de autonomía política de la clase obrera

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Page 1: Trotsky, Breton y el surrealismo a la tapatía

Trotsky, Breton y el surrealismo a la TapatíaRomán Munguía HuatoEl Financiero, Jalisco, viernes 31 de agosto de 1990.

A Vlady

Al terminar la década de los treinta, Guadalajara contaba con una población aproximada de 220 mil habitantes y su extensión urbana apenas llegaba a 3 mil hectáreas; Jalisco tenía algo así como un millón 400 mil habitantes.

Hoy día las cosas han cambiado bastante. La añorada ciudad provinciana (para algunos nostálgicos) se ha transformado en una zona metropolitana cuyos pobladores suman más de cuatro millones (pese a las cifras del INEGI), y su área urbana es de 30 mil hectáreas.

Cierto. Durante cincuenta años la fisonomía de Guadalajara se ha modificado, sin embargo todavía conserva, afortunadamente, algunos viejos rasgos citadinos de aquel provincianismo regional, apacible y seductor. Era una mezcla de pueblo grandote y ciudad, la cual empezaba a mostrar los signos de una transición hacia la modernización capitalista. A tan larga distancia histórica quizá muy pocos habitantes de la entonces Perla Tapatía se imaginaban lo que iba a suceder con el enorme crecimiento urbano y su secuela de contradicciones sociales.

León Trotsky escribió que la ciudad moderna, la ciudad capitalista, sigue siendo la expresión más acabada de la nueva sociedad burguesa, y que la naturaleza de las clases sociales capitalista está íntimamente ligada a la historia del desarrollo de la industria y de la urbe. En México, su pensamiento político no se equivocó cuando presagiaba las consecuencias funestas que trae consigo la pérdida de autonomía política de la clase obrera mexicana, concedida por el estalinismo–lombardista (PCM–CTM) al aparato estatal; una de ellas es la creciente miseria social de las masas de trabajadores, urbanos y campesinos.

En junio de 1938, Trotsky, acompañado por su esposa Natalia Sedova, André Breton y su mujer Jacqueline, Frida Khalo, y tres personas más, venían a Guadalajara para encontrarse con Diego rivera. Desde luego que uno de los motivos principales del viaje del dirigente revolucionario bolchevique exiliado era conocer a José Clemente Orozco. Le pidió, entonces, a su secretario, Jean Van Heijenoort, solicitara una cita con el pintor; al día siguiente, o a los pocos días, lo vieron. “La conversación fue agradable –narra Heijenoort–, pero no tuvo la vivacidad ni la calidez que tenían frecuentemente los encuentros entre Trotsky y Rivera. Al salir, Trotsky nos dijo a Natalia y a mí. ¡Es un Dostoievsky!” ¿Qué quiso decir con ello Lev Davídovich Bronstein?

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Es interesante captar la visión que tenía, a su vez, Orozco de Trotsky. Por lo menos podemos conocerla en uno de sus murales, por ejemplo, en el de Palacio de Gobierno: en el lado derecho se alcanza a percibir un perfil trotskyano. “Entretanto –abunda Heijenoort–, Rivera y Breton recorrían Guadalajara, en busca de cuadros y objetos antiguos, como cuenta Breton en su artículo Souvenir du Mexique, reproducido en La Clé des Champs”. “Con Diego –escribe a su vez Jean Clarence Lambert–, Breton conocería en Guadalajara una de esas moradas misteriosas por las que manifestó predilección toda su vida. Se trata de un palacio barroco, aunque ya degradado y ocupado por indigentes sin vivienda. Breton lo bautiza Palacio de la Fatalidad. Por la precisión con que lo describe seguramente representa para él una de las experiencias más sorprendentes que haya tenido en México. El palacio de Guadalajara ocupa un sitio de elección en las lista de los lugares mágicos que lo cautivaron y en los cuales la imaginación y percepción intercambian sus datos”.

Breton escribió en Recuerdo de México (1938): “Antes de dejar la ciudad, quise volver a ver aquel palacio en ruinas por temor a olvidarme de alguno de sus ángulos, o perder la llave que le permitiría abrirse para mi a la distancia. Dentro de él me encontré con una admirable criatura de dieciséis a diecisiete años… se movía con suprema soltura y, contemplando sus ademanes tan turbadores como armoniosos, uno descubría lentamente que estaba desnudad bajo su vestido blanco de gala hecho jirones… ¿Quién podría ser ella? Poco importa: me bastó plenamente con agradecer que existiera. Así es la belleza.”

A cincuenta años de la muerte de León Trostky –asesinado por un esbirro de Stalin, el 20 de agosto de 1940–, hay quienes dicen que la Guadalajara de hoy tiene algo más de surrealista que la que conocieron el gran revolucionario marxista y André Breton. Puede ser. Mientras tanto, la metrópolis sigue en su crecimiento caótico (¿y surrealistamente?).