tres líneas de la mano - marzo 2007
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Poemas desde septiembre de 2006 a marzo de 2007 - Damián Nicolás López DallaraTRANSCRIPT
Tres líneas de la mano
Damián Nicolás López Dallara
La del Amor
Derretimiento
En el inicio de mis letras, hace tiempo,
mi corazón era un planeta de glaciares territorios.
Las lágrimas y el frío han sido fidedigno entrenamiento
para que mi pluma testifique la hondura
de mi desamor culpado.
Recuerdo aquellas noches y mañanas:
Me hartaba de palabras y eufemismos
para que mi prosa disolviera poco a poco
esa muralla que del alma me apartaba.
En el camino de mis letras casi siempre era de noche;
Caminaba hacia el ocaso
y el sol casi nunca me esperaba.
Yo pensaba que si apuraba un poco más
la tenue marcha de mis pasos
alguna vez abrazaría a ese sol que poco a
poco iba muriendo
si miraba hacia el oeste de mi vida.
Pero resultó que el horizonte no era inmóvil:
Y cada minuto que pasaba
mi sol moría un poquitito más en su partida.
Y una vez que se hizo oscuro: pues yo
quedé desamparado sentado a un lado del camino.
Mis letras y mis rezos no habían conseguido
demorar al menos un ratito a ese sol que se ponía
para que yo al final pueda abrazarle.
Pensaba que si el sol alguna tarde me esperaba
a que lo abrace, podría yo traerlo hasta mi mundo
y derretir con su calor las mil y un estalactitas
que me aprisionaban en las cavernas mi mundo.
Cinco años me extravié en el frío de la noche que destierra...
En la quietud esperé a que el Derviche se presente.
Y mientras tanto pensé mil versos nuevos
para hacer contacto con mi alma nuevamente.
Recordé también ideologías
que había defendido en otro tiempo.
Pero me cansé de respetar el nuevo ocaso...
Y casi muero en la noche repetida.
Ahora la pasión que el nuevo sol me ofrece
me ha devuelto la esperanza que algún día
los ateridos territorios de mi mundo
-con selváticos calores-
descongelen sus montañas.
Ahora que mi mundo resucita
mis letras ya no escriben
eufemismos ni temores.
Y remo con mi pluma
en los océanos templados
de mis letras manuscritas.
Ahora me animo a ver los sitios y lugares
que el hielo ocultaba de mi vista: Los caminos
de mi mundo, que la amazónica fríura antes negaba que los viera
ahora son senderos que recorro sin pedir permiso a nadie.
Y ya no temo a la noche que atormenta.
Pues ese sol que va naciendo
es mi brújula marítima diurna.
Súbitamente los glaciares derretidos
nutrieron otra vez el torrente de mi vida.
Gracias a un nuevo sol que ha despuntado
Mirando al nuevo este de vida.
La mar en calma
Me gustaría tener la calma de la noche.
Hoy mis horas se parecen a un mar embravecido.
Por un tiempo las olas se sosiegan.
En estos momentos las tempestades descansaron.
Tu voz a la distancia ha restado importancia a la escritura.
Había olvidado las palabras que describen
La paz de que nunca tuve.
Pero poseído por recuerdo de tus ojos
Me estas dictando lo que realmente significa.
Y este grito me entera una vez más
Lo que mis lágrimas dejaron sepultado.
Todos los inviernos han perdido sus alientos.
Ahora todas las batallas han cesado.
Y mis horas se parecen
Al mar que observa en calma las estrellas.
Antes difícilmente me aquietaban en las horas de la noche.
Y a mí me parecía ser una carabela
Que se ahogaba en maremotos, olas y tormentas.
Fino brebaje criminal o salvador me has inyectado
Por la vía intangible de las miradas calmas.
Y de repente se pararon todas las batallas,
Yo busco en el sol que se pone tras el mar de mis adentros,
Un noble sustantivo que haga honores a tu nombre.
Los últimos vestigios de tu rostro
Se despiden del ahora.
Y dejan sembrada la semilla de tu cuerpo y de tus manos.
Alguien ahora guía la escritura de mis manos
Que antes, solamente describían la amargura.
Todos los fantasmas se han ido reemplazando en este arte
Por el fuerte celo de que hay mis entrañas.
Y no encuentro sustantivos para mi resucitado sentimiento.
Pero me importa poco no ser hombre de letras.
Porque tu presencia perenne ha logrado a la distancia
La calma de este mar embravecido.
He vuelto a estar en calma.
La Playa de Mi Vida
Antes de cumplir los veinte aniversarios
leí literaturas que a su tiempo me habían parecido
soberbias moralejas para el mundo en que vivía:
Yo sentía que sus mágicas sintaxis me perdían
en abismos submarinos y planetas fabulosos
donde amanecía con dos soles y dos lunas
cremita me acunaban cuando el sol se despedía
en su bipartida melancólica.
En la ardiente ruta de mis veinte aniversarios,
yo me enamoraba de todos los poemas como este,
Pues hablaban de valores (que si ahora me fijase),
yo diría que en un corazón cuerdo
no se habían inspirado.
Y entre todas las lecturas que he leído hasta esa época,
Leí también en una tarde sobre un hombre
repasando el recorrido por la playa de su vida:
Dos pares de huellas que iban juntas
Dejaban evidencia de que Dios le acompañaba
En sus momentos más felices.
Pero en sus horas de más pena
notó con decepción un solo par de huellas
confesando la soledad y la apatía.
¿Por qué Señor – le preguntó – ,
has andado al lado solamente mío en alegrías?
Y en cambio me has dejado caminar en solitario
mientras te he necesitado en esta playa mía.
Pero Dios le consoló pidiendo que examine
las arenas de su vida. Y entonces replicóle con Su gran sabiduría:
“Si en los momentos más difíciles ves un solo
par de huellas caminar sobre la playa de tu vida
Ten por seguro que la razón de aquella soledad
Se debía a que yo te alcé en mis brazos
para que te fuera menos penoso el andar”.
¿Cuántos pares de huellas iré dejando por la playa de mi vida?
Pues yo siento que a medida que se hunden mis pisadas en la arena
la gran carga que arreo va borrando mi andar
y vez de un rastro va dejando en su lugar
Un pronunciado surco que revela
mi estadía por el Mundo en soledad.
Si el Señor caminase al lado mío por la playa de mi vida
no me bastarían diez mil millas
para reprocharle cuánto me ha quitado poco a poco
utilizando las manos de quienes yo una vez más quise.
Si el Señor fuera conmigo dibujando -a medida que camina-
una frontera que corta en dos mitades a la playa de mi vida,
Al poco rato de haber empezado el camino
lo increparía para preguntarle con mi ímpetu sobrante
Porqué permite que los hombres respetamos tanto al malo
Y con el justo desquitamos nuestras brusquedades.
Si el Señor fuera dejando Sus colosales huellas al lado de las mías
(Mientras vamos codo a codo por la playa de mi vida),
para en un futuro menos trágico corregir a mis cuestiones,
mostrando la evidencia que dejaron en la arena de mi vida
dos pares de huellas en mis dichas
Y solamente uno en mis tragedias:
Pues yo en verdad desconfiaría…
Muchas veces enredaron mis razones las palabras de otros hombres,
Y desperté varado en una playa sin océanos, sin olas y sin mares.
Y al Señor le pediría que me explique porqué permite
Que los hombres nos hagamos viejos tan de golpe.
Si el Señor dejara al lado de las mías Sus certeras huellas imparciales
mientras me acompaña por el largo de la playa de mi vida,
Yo tendría en mis haberes un reproche:
Le insistiría para que finalmente me explicase
Porqué los hombres recordamos mucho más del otro los errores,
Y en cambio vivimos exagerando nuestro atino.
Y cuando ya se haya cumplido la mitad del recorrido,
Le pediría que me explique porqué yo no he podido
Hacer algo más de lo que he hecho
Para que mis padres no murieran de a poquito.
Y le diría también que tantas injusticias y tanta indiferencia
Me han hecho preferir caminar en solitario.
Si yo fuera capaz de mirar hacia adelante
para ver futuras huellas en la playa de mi vida,
no me extrañaría para nada observar que en el día de mi muerte
¡Las únicas huellas que veré serán las mías!
Pues hasta la compañía del más Santo habrá finalmente rechazado
El último vestigio del orgullo que me queda.
Si en esta parte de la costa de mi vida Dios me está llevando en brazos,
para que a mí me resultara menos árido el camino,
Entonces yo le recordaría con voz firme
que mis piernas se han acostumbrado a andar adoloridas,
Y aún pueden avanzar en sobre el fuego y los pantanos.
Pero sí le rogaría con persuasiva disfonía
que cortara con su mágica cizalla las cadenas que
no dejan despegarme de las costas de mi vida.
Si yo hablase con Dios en un mañana
Que separan de este día unos 20 ó 30 treinta años,
Pues dos cosas yo recordaría que Él me ha dado
Para que mis fuerzas no se arredren si no todo es alegría:
La primera, le daría muchas gracias por haberme permitido
Que vaya andando solitario en mis días más penosos,
Pues he aprendido a caminar entre penumbras
Cuando las lágrimas me nublaron el camino.
Y si algún día alguien me diera la oportunidad
de poder ver Sus rectos ojos,
Le agradecería en tantas veces como reproches yo haya hecho
El haberme permitido caminar al lado tuyo.
Y estar seguro que de ahora en más siempre veré cuando me vuelva
Dos pares de huellas yendo juntas...
Por la playa de mi vida.
Cinco Caracteres
Si fuera cierto que las letras manuscritas
Son el conjuro que sana corazones,
Yo en el acto trataría de inventar un alfabeto
Rico en consonantes y vocales de mis penas.
Y entonces cada vez que la A quedara por escrito en esta hoja,
Sería parecido a que tus ojos
Hubieran visto todos los dibujos que todavía no te he dado.
Sería igual a que mis versos llegaran a tu oído,
Y así yo sentiría que todo lo que no te había dicho
Ya es un capítulo agregado a la historia de tu vida.
Si a la E tocara el turno
Dejaría por escrito el dolor que es no tenerla.
Y de paso en esta letra se irían disolviendo
Mis réplicas a Dios por la injusticia
Que ha elegido para mí como lección
Que corrija mis modales.
En la entereza de la I se irían yendo poco a poco
Todas las lágrimas que no suelto por sufrir fingida hombría.
Y en el colgadizo punto que corona su cuerpo como un truco de magia
Se irían quedando en la hoja los dolores
Que siento cada vez que recuerdo la hermosura en su semblante.
El sombrero manuscrito de la O sería un pequeño testamento
Que le recordaría (si alguna vez pudiera verlo),
Los grandes sacrificios que yo he hecho sin que ella se enterase.
Por ejemplo, mirar por la ventana a cada instante…
Esperando que ella apareciera.
Y en la curva de la final U por último elegiría,
Que allí se bambolearan en mil idas y venidas
Todas esas ilusiones de su amor que ya están muertas;
Pero ingenuas desean su regreso.
Y no saben que estas letras
(vocales, consonantes y puntos suspensivos)
Ya murieron… en otro abecedario.
La del Destino
Mariposas Negras y Blancas
Una persona pasa por mi vida
y siembra la tristeza.
Luego se va, y otra se queda,
y deja mi cuerpo remendado.
Se va y en el mar mis adentros
navegan repentinas literaturas
y principios de justicia ejemplificados
en unas pocas leyes.
Como una mariposa negra,
una efímera presencia
se ha posado en mi corazón
y se echa al vuelo cuando desova
la milimétrica oruga de la traición.
Que en su larga metamorfosis
abre las alas de la desingenuidad.
Y mis versos son cada vez más verídicos
dolorosos y extendidos.
¿Qué soy yo al fin sino una etapa representada
por silogismos egoístas de mi círculo variante?
Y la certeza de estar absolutamente solo
Me amedrenta.
Cibernéticos afectos de falso nombre
Se cuelan a mi realidad cotidiana.
Atraídos por mi poesía y mis prosas
(el perfume que emana del néctar de mi corazón).
Y una ya vez madurados mis sentires
regreso al cobijo de mis remendadores,
Que sin cuidado por mi néctar
me ofrecieron hospedaje.
Y mis letras son minúsculos únicos amigos.
En nuevos rizos ellas me demuestran
la verdad que no prefiero.
Y en esta historia resumida en Ene versos,
se quedará mi corazón sin mariposas,
emanando el olor de su nepente…
Para enamorar a esta soledad vespertina.
El Suplicante
De ser Dios quien concede al suplicante
A Su gracia dedico esta escritura:
Pido a Dios le agregue mas años delante de mi vida…
Porque ya he desperdiciado muchos días, muchos meses,
Y moriré arrepintiéndome de lo que no he hecho por pereza.
Si Dios me escucha le ruego para mí tolerancia y cortesía,
Ruego también mucha paciencia
Por si acaso que Él me tenga reservada una etapa de revanchas,
Entrar en ella sin que me importaren los años que he perdido,
Pues después de tantas mareas y resacas,
No va a importarme mucho la espera de la gloria
Si Él así lo quiere.
A Dios Padre pido una añadidura:
Inteligencia que me guíe en las palabras que ya uso.
Así los demás no tendrían argumentos que me ofendan,
Y de ser lo contrario a mis deseos
Sabré qué contestar al indignante.
Suplícole también otra vez ingenio o astucia verdadera.
Devoción, sacrificio y buen criterio.
Así sabré yo cuando arremeter contra El Impío
O cuando volver sobre mis pasos
A fin de conservar en mis adentros la Certeza
De Ti, de Tu Hijo… o de Tu Esencia.
De dicha y de Nostalgia (29 versos)
El momento que mis
manos esperaban ha llegado.
Ahora ya no hay ella.
He dejado que las tardes y mañanas
agiganten este irrepetible sentimiento
de dicha y de nostalgia:
Dicha por haber sido elegido
para un amor que me colmaba.
Y al mismo tiempo de nostalgia
Pues ya se ha ido mi niña.
Saber que solamente
la futura tragedia ha sido responsable
de todos nuestro besos, de todas
nuestras cópulas.
En mi última estrofa se
mezclaron en una consonante
indecisiones y deseos.
En mi último verso se confunden
lágrimas, deseos y temores
Este último verso no tiene vanidad
ni tampoco se jacta de ser métrico.
Sólo dudo si será lo suficiente
para agotar el recuerdo de sus ojos:
En una única vocal,
en una sola estrofa,
En una sola sílaba….
O en una doliente consonante.
(Dicen)
Dicen que las pérdidas
con el tiempo se convierten en ganancias.
Esta historia no tiene para mí principios ni finales.
De todo lo que pude haber ganado
me quedan como realidades
las fantasías de lo que pudimos haber sido.
Me quedan los recuerdos de incontables soledades.
Y a todos lados me acompaña la sombra del reproche.
El amor que somos capaces de brindar
es lo que nos convierte en exigentes.
Porque ningún escrito, mi amor, ningún escrito,
Es suficientemente digno del amor que yo te tengo.
¿Qué gano? –Después de tanto tiempo-.
Si ahora me faltan las palabras y me vuelvo inexpresable.
8 de septiembre, 2006
Ulises desatados
Sin Penélopes que desentramen la madeja
Para poblar el tiempo con rechazados candidatos;
Los hombres de hoy en día codiciaron aquel canto.
Y fácilmente violaron su promesa.
Ulises se llamaron, debieron acordarse
De sujetar sus manos a aquel mástil
Para que la voz ceremonial de la sirena que quisieron
No infiltre persuasiones en el corazón que no madura.
Con seductora voz logran seguro
Que el hombre que alguna vez
Se ha detenido para escuchar a las sirenas
Apuñale en las espaldas a su contramaestre.
Las sirenas de hoy en día tienen una facultad
Que los conceptuales no comprenden:
Con rimadas citas mucho más que con su canto
Al marino le convencen de planear sublevaciones.
Aunque el hombre taponara con cera sus dos tímpanos
Jamás el marino debería arriesgarse mirando a la sirena.
Pues en su siamesa cintura también esta la perdición
Del marino que alguna vez juró fidelidades al Mayor.
Ya que en sus ojos tienen el hechizo las sirenas
De robar la voluntad del alma mas pulida.
¿Son los marineros capaces hoy en día
De ensordecer con cera sus oídos?
Ítaca tiene en sus tierras recompensas y tesoros
Jamás vistos o admirados por el ojo del marino.
Tripulaciones enteras naufragaron a menudo
Por ser tentados a anclarse y escuchar a las sirenas.
A Ítaca jamás llega el marinero
Que escucha todo el tiempo a la sirena.
Enloquecen de tal forma los marines
Que suben a cubierta para oír a la sirena.
Al principal mástil que aloja a la gran vela
Debió aquel marinero antes haberse sujetado.
Con tal de resistirse a la sirena…
Y jamás querer engañar al capitán de su navío.
Traiciones planifica el marinero
Que alguna vez vio a la sirena.
En sensuales notas corrompieron
La fidelidad del marinero.
Ulises en el mástil se confió de sus marines.
Se confió también del arte que tuvieron sus ideas.
Miró las aguas y escuchó aquel celestial canto…
Mas un marín le remató para que anclaran.
Historia de un gorrión en cautiverio
Una llorada tardecita decidí dejar en libertad
a los gorriones que mantuve en cautiverio.
Me mataba ver a su mamá dentro del nido:
No demoré un instante más aunque me duela;
Así rectifiqué ante Dios el haber de mi inconsciencia.
Mis gorriones piaron despacito para pedirme
la comida de esta tarde... Recuerdo que al principio
su gorjeo me despertaba en las mañanas.
Ahora casi no puede escucharse si acaso mis pichones
tienen hambre o sienten frio.
Maté de una pedrada de palabras
no hace mucho al último de los gorriones
Que dormía en mi casita.
Lo asfixié con ironías y con indiferencias.
¡Oh, mi Dios! Si ustedes vieran la tristeza que me daba
No puso demasiada resistencia...
Y no soportó mucho el martirio de mis voces.
El último gorrión que en la ventana de casita
susurró neófitos cantares hace un tiempo que no canta ni pía:
Creo que el alpiste que le daba lo ha matado por no ser el provechoso.
Lejanos intérpretes que no vi nunca opinaron de la voz de mis gorriones
Y a mí un llanto me mordió el alma por entero
al pensar hasta donde pude haber llegado.
El canto de los gorriones que vivían en mis nidos
se fue apagando de a muy poco.
Ellos lucharon por su vida mucho tiempo
VHivieron en la ventanita de mi casa
desplumados y con el vuelo imposible.
Hace mucho los gorrioncitos que vivían en mi casa
Cantaban a toda hora del día.
Con su canto alegraban a todos mis queridos
Y contaminaban los cuartos de mi casa
Con esperanza y alegría.
(Doy genuino testimonio).
Yo había hecho un trato con el dios de las cursivas,
Pero firmé cosas tremendas: Tuve que restarle
horas a mi sueño para poder cumplir al fin con mi palabra.
La promesa del dios cursivo yo no vi que del todo se cumpliera:
Tal vez preferí yo aprovecharme de todos los derechos que tenía,
e interpretó que yo faltaba a mi contrato.
Desingenuidad (36 versos)
La práctica matinal de estas grafías
se fue quedando con el tiempo
bajo la sombra amarga de las hieles
Que me dejó el saberme un hombre.
A muerte Combatí en ambos ejércitos,
Y maté corazones de ambos frentes
Un poeta me ha quedado como resto
De aquella vida mía desgastada.
Mi hondo llanto desplegaba las alas indeseadas
De esta desingenuidad que ha despuntado.
Así describí como pude mi lamento,
Casi maté por ti a mis viejos amoríos.
La desingenuidad abrió sus alas una tarde;
Y mi niño se fue en su barco hacia otras tierras
Me quede solo valorando a los muy pocos...
Y me mató el recuerdo de su risa.
El fuerte en que vivimos largo tiempo
no fue un obstáculo para la huida de mi niño:
Rompió de a golpecitos las altísimas murallas.
Y ya fue tarde cuando quise desdecirme.
Mi niño se marchó con el corazón mirando hacia otro este;
Y yo quede desamparado llorando pretéritos actuares
Mi niño huyó de las ciudades hacia el bosque legendario.
Y yo endioso a cualquier hombre que no venda su doctrina.
Mi niño huyó un buen día en busca de los ríos
Que calmaran la sed que le he causado.
Y no parecieron importarle las espinas, la distancia...
Y dejarme solo entre los hombres que no aman.
Ya una vez que estuve solo
me quedé viendo por horas el crepúsculo segundo.
Me dejó solo mi niño Cuando quise defenderme.
Se llevó con él todas mis armas y mis yelmos arturianos.
Como venganza del maltrato… Como reproche de todo
cuanto yo no pude darle.
En la amurallada casa que yo tuve a mi niño
El cielo nunca había sido azul celeste.
Algunas pocas veces
Pude darle estrellas de los mares.
Saltando Puentes
Iniciando nuevamente aquel extenso rito
que me desarraiga de tu cuerpo
Salto los puentes que me unen a tu nombre
En letras manuscritas
construí mi lagrimal una mañana…
Y el verso que te cita.
Fortaleza infecunda ha buscado el verso acre
que se formó con todas esas caras tuyas.
Correcciones que no inspiran a nadie modificaron la palabra
que mencionaba el lloriqueo antiguo.
Impulsos yermos desearon en distintas épocas
Tus besos y tu muerte.
Quejadas soledades son los días después
de la pasada media tarde.
Aún busco el abrigo de aquella boca tuya.
Dios buscó de mí métricas palabras.
Alfabetos tardíamente adjetivados
describieron el malestar del hombre.
Rejuvenecidas grafías se anotaron
En un cuaderno blanco...
Que se hizo bicolor.
La cruz en llamas
Hubo quien la llamó "Pequeña Llama".
Ahora Resucita de los barros,
Para empezar a crepitar entre la paja
que espera a los pies de tu crucifixión ser incendiada.
Para quemar la cruz de tu recuerdo.
Que poco a poco las llamas contaminen con su fuego
el heno que arderá al primer contacto.
Y entonces comiences a transpirar miedo,
Cuando tu falda empiece a humear
Y tu sexo arda también por el calor del fuego.
Me deleito en el jadeo de tu boca
mientras el fuego tu carne sacrifica.
Ay... ¡Cómo desearía que tu cuerpo ardiera en las llamas!
Es un deseo parecido al de tu sexo.
Y que la hoguera arda despacio...
Para que tu muerte sea dolorosa y roja.
Rojo sangre...
Y rojo fuego.
Entre una multitud impiadosa ante tu alarido de socorro arde
Tu mirada temerosa y resignada al fuego.
Y tus cabellos, antes rojos naturales,
Ahora se volverán cenizas tempranas.
El café de tus Descansos
Confieso en esta estrofa y en mis rimas manuscritas
Que desde hace mucho me despierto y te imagino caminando
Cuando por la ventana de mi cuarto miro hacia la calle;
Entonces adivino que el reloj marca las doce:
Pues si tu andar ligero adorna el marco que contorna mi ventana,
Abandonas por un rato a los libros
Que te sirven de techo y de meriendas.
Yo sé que más o menos a las 12 te llevas tu blancura
Hasta el café de tus descansos,
Y sentada en la vereda luces tu fertilidad como a un sombrero.
La falsedad es un jinete que grita grandes "¡Arres!"
Pero al poco tramo del camino recurre sin opciones al apeo.
Ya no temo tanto a un posible cruce de miradas
Luego de haber fosilizado sobre el papel la confesión de mis dolores.
Si es que acaso yo saliese de mi casa hacia el trabajo...
Y te encontrara acompañada en el café de tus descansos.
Nosferata
Tu convertida imagen se transforma en un vampiro
que no me mata tan solo cuando escribo;
Y se alimenta de mis versos manuscritos.
Te prendiste a mi corazón de una mordida,
y aunque me lastimas te deseo.
Mi vientre es la contracorriente de salmones;
noviciarias imaginaciones
avivaron este deseo inextinguible
por verte en el ritual de los gemidos.
Me culpo imaginando que ciertamente
buscaste igual que yo la carne... ni tú ni yo
fuimos capaces de sobrevivir
sin el adictivo ambrosía que despide la perfidia.
Y entonces descubro
que fuimos sediciosos de la carne...
Y sólo eso.
A oscuras eras la reina más tirana,
que sólo piensa en su corona...
y en dar perpetuidad a su prole.
Pero sin embargo te deseo...
Pues tú y yo somos comunes.
Y como si fueras una única referencia de la vida,
seguiré describiendo día a día,
imaginaciones que me irán sugiriendo lo que eres:
¡Así! Mordiéndome la vida.
El reflujo
Hoy quisiera dejar de hablar de desamores.
Ojalá en esta tarde mis pensamientos fueran claros,
ojalá dejaran de mostrarme quejidos y amarguras.
Porque hoy deseo escribir cosas alegres
Deseo Recordar pequeñas cosas
Recordarme, por ejemplo, que una vez
la luna y las estrellas me salvaron del suicidio.
Desearía describir aquella vez que la felicidad
me había tomado por sorpresa.
Igual que lo hace siempre la desdicha.
Ya no deseo escribir de tantas lágrimas
Hay recuerdos que aún me continúan lastimando.
Pero en el dolor que causa el desamor
Todo se ha vuelto una torpe oscuridad.
Ella pide a gritos que mi corazón quite la llave
del candado que le daba cautiverio.
Y así poder bajarla de la cruz en que esta clava.
El Salvado
Dicen que dedicarle unas hojas a un dolor muy profundo
Mitiga la pena y se lleva nuestra angustia.
Yo desconfío que esta vez funcione.
Tantas ilusiones que no van a cumplirse:
Ayer colmaron mis días y mis noches.
Yo no creo que hoy sea el momento
de secar mis lágrimas a lápiz....
Y todo lo que había imaginado
Quedará por mucho tiempo perdido en el deseo.
Dicen que dedicarle unas hojas a un dolor muy profundo
Se lleva los recuerdos que nos lastimaban.
Ahora estoy creyendo que son puras teorías.
Pues veo infatigable aquel hachazo, aquella herida...
Para que se quedaren algún día en el olvido.
Aún me vienen castigadas ilusiones de una próxima mirada.
Y suplico por el perdón divino para que algún día me llegare
El amor tanto tiempo suplicado.
Dicen que dedicar algunas horas de continua escritura
A una pena reciente o pasada,
Mitiga la pena y activa nuestro olvido.
Ahora la odio y odio mi tristeza:
Con qué facilidad se convierten en opuestos,
Las emociones que hace poco tiempo hacían de la vida un lugar digno.
Podría dejar mis distracciones y pensar en lo que habría sido justo.
Si en esta vida todo se reduce a un mero juego
Ya me mata el recuerdo de perder tantas partidas.
Aunque ya le he dedicado algunos versos sin métrica ni rima
Todavía no se borra el recuerdo de sus bárbaras palabras.
Sólo en el alma me queda la tristeza,
Y nada cura el karma que ha venido desde lejos.
La ola
Tal vez te encontrara moribunda
chapoteando en las aguas de los charcos suburbanos:
Si te encontrara adornando con el rojo de tu sangre
Alguna vereda taciturna:
La presencia permanente de tu último suspiro
es un terrible peldaño que paraliza la circulación de mis venas;
Amanecí y al poco tiempo tu recuerdo vino desde el otro lado del océano
Como una ola del diablo que aniquila todo cuanto encuentra en su camino...
Y jamás rompe su mole.
La ola terrible de tu recuerdo se va moviendo hacia mi corazón,
pulverizando todo ese prado oculto que hay tras mis retinas,
Igual a un virus hambriento de mi carne que carcome con el
transcurso de mis días al Espíritu que habita en mí.
Como una hiriente vena se extiende un poco más
en mis adentros, tomando inercia en tu recuerdo:
El odio se extiende por el mar cerrado de mi sangre;
Reprimiré el asesinato en el hipócrita ritual de la decencia.
Y daré bifurcado en palabras elocuentes mi perdón a tu perfidia.
Mas en mi seno esperaré el momento justo para enterrarte desnuda
en las arenas...
Cada noche se pasa en el recuerdo de tus pechos insistentes,
Tu cintura de fuego resta en mis horas atención completa.
Yo le pido a Dios o al Diablo
Que durante un siglo llene sin interrupción ninguna
Tu vida...
Con aquello que más temes.
El haberte deseado tantas muertes
demoró la llegada del crepúsculo
En cada letra te desnudas
Yo quisiera que estos versos se poblaran
de suntuosos neologismos y de rimas espontáneas.
Hace un tiempo que trato de evitarla: encuentro en la escritura
una flor dulce de nepente que me permitirá ser débil un momento
para traicionar a mi palabra.
Las palabras ocultas bajo el velo señorial de tu femineidad
son las mismas que forman oraciones silenciosas,
En el libro de mis deseos indecibles.
Y por un momento seré infiel a mis principios.
Entonces es que me permito
en esta ensoñada hoja de bitácora,
soltar la rienda manuscrita de mi pasión
apeada tantos días.
Canto al Fiel Guerrero
Afina la lanza, resurge de tus cenizas,
resurge de las tinieblas; Tú que no tienes nombre:
Que yo te sostendré entre los fantasmas.
Mañana otra vez nos quedaremos solos.
Y el Señor será el único testigo.
Afila tu lanza que es la pluma:
Amansadora de dolores; Mártir de la injusticia;
Contacto con lo divino.
Afila tu lanza que es la pluma.
Tu arma nos ha rescatado,
Tu arma venció a las tribus bárbaras.
Mitigando los incomprensibles karmas.
Afila tu lanza que otra vez
veremos a los incansables enemigos del pasado.
Con este canto de guerra te suplico:
Afila tu lanza que es la pluma.
Redentora de las Maldiciones;
Y curadora de la angustia.
Teseo de los Asteriones.
Afila tu lanza que es la pluma,
Y pon a tus enemigos de rodillas.
Que otra vez mañana atacarán sin tu sorpresa.
A esta daga demos gracias:
¡Afila tu lanza que es la pluma!
Hazle tributo en cada hoja sin temer a la vergüenza.
Que poco a poco habrás matado a las Cerberos:
Es el remedio, Fiel Guerrero,
Al hechizo impertinente del Leteo.
Afina tu instrumento Fiel Guerrero,
Que los temores a la muerte
Se irán quemando en cada letra.
Prepárate para enfrentarte a los dragones y demonios.
¡Inclina tu lanza Fiel Guerrero!
Y apunta al corazón de los Dragones.
Que tu mano no tiemble ante la duda:
Prepara tu arma fiel guerrero
¡Prepárate fiel guerrero¡
Pues nada hay más que tu pluma.
Bebe de esta fuente fiel guerrero
Y que tu historia se transforme en poesía pura.
Pide a Dios que en la oscuridad se enciendan brillos.
Y que tus letras sean poesía pura.
El César
La escritura me ha devuelto
las ganas de vivir esta mañana.
Aún mi mente expone las viejas resistencias,
Que se originaron en una pesadilla del pasado.
Por ejemplo:
El deseo que estos versos
No admitan réplicas ni burlas
Hace que la duda demore tantas letras manuscritas.
Sin embargo otra vez la vida me demuestra
Que el actuar aniquila los temores y fantasmas.
Pues luego de unos versos sin métrica ni rima
Ya intuyo el origen de mi karma;
Tal vez para evitarlo
Haya requerido compromiso y valentía
Ya sabemos qué deberes nos atañen
Para que esta hoja nos rescate de del infierno.
Que este papel sea un emblema
De la esperanza que regresa sin apuros a la vida.
He jurado al Cielo y la mañana
Que nunca más voy a extraviarme
Del camino verdadero.
(Ya no temo a nuevos desamores).
En esta hoja y en letra manuscrita
Quedaran testificados mis deseos:
Justicia, devoción, perdón…
Y valentía.
La de la Vida
Legendarias carabelas blanquecinas
De vez en cuando la perfecta Luna blanca
Se me incrusta en el rabillo
Y me invita a que mire las estrellas.
Entonces yo le explico que soy grande,
Y que mi amor no está en el cielo;
Que mis ojos ya no miran más allá
de los dinteles de las puertas,
Por si acaso algún día yo la viera…
Así no pierda otra oportunidad de enamorarme,
por estar buscando inmaculadas carabelas de algodones
Allá lejos, donde el más alto de los hombres
nunca llega...
Ni aún con la puntita de los dedos.
Tal vez por vergüenza ya no mire tanto al cielo,
Ya las nubes no me sugieren ningún denomino:
Mirar al cielo hace mucho dejó de interesarme.
Cuánto a mí me gustaría recostarme
Sobre el césped impredecible de la plaza,
Y tener de compañero a un guardián escarabajo
(Si yo fuera diminuto me parecería un dinosaurio,
O una máquina futura, o una bestia abominable...
Que sólo vi en mis pesadillas).
Ojalá pudiera recostarme en una plaza
Con los ojos en el cielo,
Y sentir cómo se pierden en mi última retina
Legendarias carabelas blanquecinas;
Yo querría que expresivas lágrimas vivientes
Despidiesen a una manada repentina de caballos
que se adentran de perfil en mis pupilas,
Y que se esfuma poco a poco
sin que su paso indetectable deje huellas.
Yo quisiera que esta noche la gran Luna anaranjada,
Pinte de púrpura a las nubes vespertinas
Y en el negro espacio que el sol ha abandonado,
Se entrometiera una delgada nube inspiradora...
Y mi recuerdo la convertiría en la forma de tu cara.
Recuerdo cuánto me gustaba ir a la plaza de mi barrio
Apenas la mañana diferenciaba las bancas centenarias;
Yo tenía la esperanza de que mis trenes celestiales
Volvieran de regreso a despedirse.
Ahora que la inesperada helada
Me ha hecho buscar refugios naturales,
Y en la desesperación suplico que el cielo ya no esconda
A mis amigos los dragones,
He perdido esa paciencia
Que en las nubes inventa sustantivos.
Hoy que mis palabras
Se articulan sin la misma fe que hace diez años,
Y en la marcha del discurso viejos textos
que he leído en otros mayos se entrometen en mi vida:
Miro hacia los cielos y mi corazón ya no quiere susurrarme
Que en las nubes hay figuras escondidas.
Quizás entre las nubes encuentre algún recuerdo tuyo,
Y yo viva nuevamente...
Pues en tus ojos ha renacido muchas veces
Ese niño que se recostaba en la plaza a buscar nubes blanquecinas
Y hoy ya no cree ni siquiera en Jesucristo.
La línea de la vida
Hoy me desperté entre los recuerdos
que todavía no han sido destronados
del reservado planeta en donde vivo.
Y pienso de repente en todos los poemas
que aún no le he dedicado con la tinta azul marino.
Sedicioso de aventuras yo no paro de mirar hacia la calle
que me está invitando osadamente hacia la vida
-así: cierta y peligrosa-,
mas sepárame de ella el cristal de mi ventana.
Podrán decir de mí que soy un tonto
pero aún sobrevive un nostálgico vestigio de esperanzas
-que también de paso sea dicho: “me están aniquilando”-,
de asomar apenas mi nariz por la ventana
y feliz de mí verte allí esperando para hablarme.
Y perdónenme si les parezco ser un tonto,
pero es que todavía creo tercamente
que al enamorado le suceden cosas increíbles.
Mi vida en verdad ha sido un poco dura
desde que a pesar de mí vuelvo a vestirte por las noches.
Y así perderme tontamente en acertijos
que rallan los cielos de mi mundo,
escritos con todas las palabras que evitaron pronunciarte.
Una vieja idea está tocando a la puerta de mi mundo
(como si fuera el que regresa al hogar después de mucho tiempo),
arrepentido y escuchando el golpeteo del zapato en las aceras,
que marcael solitario y lento paso de las horas:
Después de haber perdido en inútiles apuestas
-y en unas pocas manos que siempre se recuerdan-,
todo la suerte inexplicable con la que venimos al Planeta.
Y pienso de repente en la trama de viejas
y fantásticas lecturas: ¿No serán todas las fábulas
de los gnomos y los elfos una inexplicable tempestad
de ideas que se calma en el amanecer de la escritura?
Yo quería escribir como los dioses… Yo quería.
Que los corazones que más quiero leyeran mi poema.
Y encontraran en la estrofa que encabeza su estructura
un verso principal que a los hombre y mujeres atrapara
desde su primera vocal capital… O consonante.
¡Ah, Dios!... Mi niño está muriendo.
Mi corazón fue en el pasado un cálido planeta.
Y tenía las puertas más enormes
que jamás hubiera visto.
En él vivía toda mi familia,
pues las puertas de mi mundo siempre estaban
de par en par abiertas.
Y si algún desconocido venía a visitarme
le apartaba para él un completo continente,
-Europa, por ejemplo-,
y yo se lo confiaba para que no se sienta incómodo,
todo el tiempo que durara su visita.
Así desatendía todos mis quehaceres
para que mi huésped no se sienta en soledades.
Entonces preparaba un gigantesco juego de rayuela,
e íbamos saltando desde España hacia el cielo imaginario
que se acaba en los Urales…
Y así por todo el entero continente.
Yo hacía todo esto para que mi huésped
no se sienta en soledades.
En ese mundo yo vivía con los míos…
Y había espacio para todo el que quisiera.
Recuerdo que en mi mundo yo siempre estaba preparando
las mejores tierras… Por si algún día arribaba mi princesa;
Y entonces ella pueda construir allí su reino.
¡Ay… Si vieran cómo estoy perdiendo el tiempo!
Pues en soberbios rituales cotidianos
yo malgasto horas y horas;
En vez de limpiar la alfombra roja
del palacio tan soñado que ella pisa.
Ahora que mi mundo es un planeta
que se ha helado de a poquito,
yo derrito un poco el hielo con lágrimas amargas.
Así también fueron cambiando
las aguas de los mares de mi mundo…
Cuando todavía me paraba en tierra firme.
Hace mucho tiempo mi corazón era un refugio
para todo el que quisiera recordar que en esta vida
aún queda lugar para la magia.
Ahora que mi corazón es un planeta
que se ha enfriado poco a poco,
la idea del invierno me ha enseñado
a defender mis territorios de los
aborrecidos fantasmas que me invento.
Hoy es un día en que el sol está nublado
Y me recuerdan mis palabras
a los primeros cuadernos del colegio:
Me voy así hasta mis primeros cumpleaños,
y veo los regalos que me hacían mis queridos.
Recuerdo cómo les quitaba los fraternos envoltorios:
Muy despacio... Y con miedo a que se rompan.
Desplegaba con marcial esmero las equinas del paquete;
Así de paso en próximas cajitas de zapatos,
en amistosas fechas donde mis seres más queridos
celebraban su modesto aniversario,
yo pícaramente repetía el envoltorio,
cuando todos se habían olvidado
de la fiesta en que lo había recibido.
A veces mis agasajados pensarían:
“¡Con qué dedicación armó este niño mi regalo!”
Y yo en verdad no me sentía un miserable.
Pues cuando en mi mundo todavía festejaba reuniones
dos o tres vísperas antes del día ya fijado,
era ley que nos regía a todos los vivientes
(soberanos, pueblos y vasallos),
considerar el contenido del paquete, la intensión
con que se había hecho el regalo…
Antes que fijarnos en cuánto nos habría costado la envoltura.
También era un alivio…
pues no tenía que visitar ninguna tienda
ni pensar de qué color podría más gustarle a mis queridos,
el envoltorio de una antigua pluma fuente…
Que yo quería regalarles hace mucho.
Según el tamaño del paquete que me daban
yo ya estaba imaginando qué podría haber sido ese regalo.
Y también según quién me lo diese:
yo ya meditaba, con mis siete u ocho años,
cuánto podría terminar gustándome el obsequio.
Si venía, por ejemplo, del lado de mis padres
se sabía que era algo que hace mucho les pedía.
Ahora que mi corazón es un planeta
que se ha enfriado poco a poco,
y en sus océanos navegan cínicos témpanos helados,
ya ha dejado de importarme demasiado, poco o algo,
el papel del que se envuelven finamente los obsequios.
Lo malo es que ahora ni me fijo si rompo o despedazo
el envoltorio para abrirlo, ni tampoco de quien viene:
Pues ahora que mi mundo es un planeta que
se ha helado de a poquito,
me da igual si es o no mi cumpleaños
con tal de recibir un agasajo.
(Y de paso saber que aún le importo a alguien).
Cuando mi mundo aún era templado,
yo recuerdo con gran pena,
que guardaba en una caja de zapatos
pequeños amuletos que me harían recordar
felicidades o tristezas.
Allí guardaba insignias, emblemas y semblantes.
Por ejemplo, diminutas banderitas
que había rescatado del incendio en cada país
que alguna vez he conquistado.
Y por supuesto: también allí guardé las cartas
de mis reinas más queridas.
Juguetes yo guardaba de recuerdo,
por si alguna vez otro comarca me pedía testimonio
de los años más felices de mi historia.
También me he refugiado muchas tardes
dentro de mis cajas de zapatos: Eso había hecho
si invasores de otros mundos que venían por mis tierras,
me dejaban fatigado después de la batalla.
Mi planeta se fue helando de a poquito
cada vez que el invierno despiadado
vencía con nevadas poderosas
a las fuerzas de todos mis ejércitos.
Y así después de muchos años,
-si bien yo siempre había imaginado lo contrario-,
¡Se acabaron todas las raciones!
Y otras tropas acamparon en la noche de mi mundo.
(Sabrá Dios su procedencia).
Los ejércitos inciertos aceptaron servir a mis propósitos.
Pero igual yo mucho no confiaba:
Les temía a las revueltas o motines…
Pues a cambio de su espada
siempre andaban exigiendo que les diera
lujosos aposentos.
Y títulos que aún no merecían.
Recuerdo que cuando mi corazón
era una tierra de templadas tardes,
yo no escribía nada que no fuera perfecto.
Y pensaba mucho cada verso de mi estrofa.
Mientras mi corazón aún era cálido
pensé mucho antes de hablar o dar consejos…
¡Detestaba a las palabras que sobraban!
Mas ahora que mi corazón es un planeta
que se ha enfriado de a poquito,
francamente no me importa mucho
rellenar mis poesías con palabras que no rimen demasiado.
Cuando mi corazón aún era un mundo
que no se había enfriado
a mí no me importaba casi nada lo que había sido cierto.
Y mis deseos se fundaban en los sueños que aún eran posibles.
Hace un tiempo mi corazón también ardía
como un crepúsculo de lava
que al paso devoraba con paciencia,
los campos de maíz desprevenido.
Hoy hasta me avergüenza recordar
las fantasías que he tenido por las noches.
En un tiempo yo ordenaba con esmero
a todos los países de mi mundo:
Y a sus pueblos los cebaba con bondades,
para que así nunca hubiera guerras
por hambre ni por terrenos.
Y yo me quedaba despierto hasta muy tarde
(Se los juro)
regalándole caviar a los niños desnutridos;
Y les daba consuelo a los ancianos de mi mundo...
Pues habían malgastado de a poquito, uno por uno,
los días de la adolescencia incautivable.
Hectáreas de esperanzas repartía
para que después de la cosecha los obreros fabricasen
sobre el campo su morada.
Y así si en mi planeta alguna vez había guerra,
yo con diplomacia la acababa sin demora.
¡Claro! En aquel tiempo yo más me dedicaba
a pensar cómo se deben acabar las discusiones
que generan la fútil escaramuza...
Descuidando lo importante.
Ahora me permito que la gente que visita mi castillo
pase hambre, pase frío...
Y le soy indiferente a la discordia.
El globo terráqueo que acunaba
a los cinco continentes de mi mundo
poco a poco se ha ido helando.
Y hoy sus puertas (que antes invitaban hacia adentro
a todo aquel que pisare su felpudo)
se fueron entornando demasiado.
Pero hace 20 años mi mundo aún era cálido.
Ahora únicamente transmite templanza mi escritura.
Alguna vez -cuando postergo mis deberes-,
y asomo apenas mi nariz por la ventana
¡Allí están todavía los cinco continentes!
Con todos sus países…
Y todas sus ciudades capitales.
Y esta noche me quedaré despierto hasta muy tarde
(te lo juro),
imaginando que toda Salamanca está desierta...
Y un castillo alzaré hasta las estrellas, en tributo de tu nombre
para que sea tu aposento...
Y nunca más quieras marcharte
de mi mundo abandonado.
Pero sé que las terribles nieves del invierno inesperado
volverán urgentes a mis tierras…
Y helarán mis continentes.
A Mireya