totalitarismo (h arendt) resumen

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TOTALITARISMO ( HANNAH ARENDT) CAPITULO X UNA SOCIEDAD SIN CLASES 1- LAS MASAS Lo mismo cabe decir de Hitler, que durante su vida ejerció una fascinación ante la que, según se dice, nadie se hallaba inmune (El «hechizo mágico» que Hitler ejercía sobre quienes le escuchaban se apoyaba, desde luego, «en la fe fanática en este mismo hombre. La fascinación es un fenómeno social, y la fascinación que Hitler ejerció sobre su entorno tiene que ser comprendida atendiendo a quienes le rodeaban. La sociedad se muestra siempre inclinada a aceptar inmediatamente a una person por lo que pretende ser, cualquiera que no sólo posea opiniones, sino que las presente en un tono de convicción inconmovible, no perderá fácilmente su prestigio aunque hayan sido muchas las veces en que se haya demostrado que estaba equivocado. Hitler, que por una experiencia de primera mano conocía el moderno caos de opiniones, descubrió que la inutilidad del examen de las diferentes opiniones y «el convencimiento... de que todo es un disparate» (p. 281) podían evitarse, adhiriéndose a una de las muchas opiniones corrientes con «inquebrantable firmeza». Esta aterradora arbitrariedad de semejante fanatismo ejerce una gran fascinación en la sociedad, porque durante la duración de la reunión social se ve liberada del caos de opiniones que constantemente genera. Creer que los éxitos de Hitler estuvieron basados en sus «poderes de fascinación» es totalmente erróneo; con aquella cualidad solamente, jamás hubiera po dido ser algo más que una figura destacada en los salones.) Esta impermanencia tiene, sin duda, algo que ver con la proverbial volubilidad de las masas Los movimientos totalitarios, sólo pueden hallarse en el poder mientras estén en marcha y pongan en movimiento a todo lo que haya en torno de ellos. Por eso, en un cierto sentido, esta misma impermanencia es un testimonio más bien halagador para los dirigentes muertos en cuanto que lograron contaminar a sus súbditos con el virus específicamente totalitario; si existe algo semejante a una personalidad o mentalidad totalitarias, esta extraordinaria adaptabilidad, esta ausencia de 1

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Lo mismo cabe decir de Hitler, que durante su vida ejerci una fascinacin ante la que, segn se dice, nadie se hallaba inmune (El hechizo mgico que Hitler ejerca sobre quienes le escuchaban se apoyaba, desde luego, en la fe fantica en este mismo h

TOTALITARISMO ( HANNAH ARENDT)

CAPITULO X

UNA SOCIEDAD SIN CLASES

1- LAS MASAS

Lo mismo cabe decir de Hitler, que durante su vida ejerci una fascinacin ante la que, segn se dice, nadie se hallaba inmune (El hechizo mgico que Hitler ejerca sobre quienes le escuchaban se apoyaba, desde luego, en la fe fantica en este mismo hombre. La fascinacin es un fenmeno social, y la fascinacin que Hitler ejerci sobre su entorno tiene que ser comprendida

atendiendo a quienes le rodeaban. La sociedad se muestra siempre inclinada a aceptar inmediatamente a una person por lo que pretende ser, cualquiera que no slo posea opiniones, sino que las presente en un tono de conviccin inconmovible, no perder fcilmente su prestigio aunque hayan sido muchas las veces en que se haya demostrado que estaba equivocado. Hitler, que por una experiencia de primera mano conoca el moderno caos de opiniones, descubri que la inutilidad del examen de las diferentes opiniones y el convencimiento... de que todo es un disparate (p. 281) podan evitarse, adhirindose a una de las muchas opiniones corrientes con inquebrantable firmeza. Esta aterradora arbitrariedad de semejante fanatismo ejerce una gran fascinacin en la sociedad, porque durante la duracin de la reunin social se ve liberada del caos de opiniones que constantemente genera. Creer que los xitos de Hitler estuvieron basados en sus poderes de fascinacin es totalmente errneo; con aquella cualidad solamente, jams hubiera po dido ser algo ms que una figura destacada en los salones.)Esta impermanencia tiene, sin duda, algo que ver con la proverbial volubilidad de las masas

Los movimientos totalitarios, slo pueden hallarse en el poder mientras estn en marcha y pongan en movimiento a todo lo que haya en torno de ellos.

Por eso, en un cierto sentido, esta misma impermanencia es un testimonio ms bien halagador para los dirigentes muertos en cuanto que lograron contaminar a sus sbditos con el virus especficamente totalitario; si existe algo semejante a una personalidad o mentalidad totalitarias, esta extraordinaria adaptabilidad, esta ausencia de continuidad, son indudablemente sus caractersticas relevantes.La elevacin de Hitler al poder fue legal en trminos de Gobierno de la mayora, no puede atribuirse su popularidad a la victoria de una propaganda dominante y mentirosa sobre la ignorancia y la estupidez. Porque la propaganda de los movimientos totalitarios que precede y acompaa a los regmenes totalitarios es invariablemente tan franca como mendaz y los futuros dirigentes totalitarios comienzan usualmente sus carreras jactndose de sus delitos pasados y perfilando sus delitos futuros. Los nazis estaban convencidos de que en nuestro tiempo el hacer el mal posee una morbosa fuerza de atraccin No es nada nueva la atraccin que para la mentalidad del populacho supone el mal y el delito. Ha sido siempre cierto que el populacho acoger satisfecho los hechos de violencia con la siguiente observacin admirativa: sern malos, pero son muy hbiles6. El factor inquietante en el xito del totalitarismo es ms bien el verdadero altruismo de sus seguidores: puede ser comprensible que un nazi o un bolchevique no se sientan flaquear en sus convicciones por los delitos contra las personas que no pertenecen al movimiento o que incluso sean hostiles a ste; pero el hecho sorprendente es que no es probable que ni uno ni otro se conmuevan cuando el monstruo comienza a devorar a sus propios hijos y ni siquiera si ellos mismos se convierten en vctimas de la persecucin, si son acusados y condenados, si son expulsados del partido o enviados a un campo de concentracin. Al contrario, para sorpresa de todo el mundo civilizado, pueden incluso mostrarse dispuestos a colaborar con sus propios acusadores y a solicitar para ellos mismos la pena de muerte con tal de que no se vea afectado su status como miembros del movimientoEl fanatismo de los movimientos to talitarios, contrario a todas las formas de idealismo, se rompe en el mo mento en que el movimiento deja a sus fanticos seguidores en la estacada, matando en ellos cualquier conviccin que quedara de que pudieran haber sobrevenido al colapso del mismo movimientoLos movimientos totalitarios pretenden lograr organizar a las masas, Mientras que todos los grupos polticos dependen de una fuerza proporcionada, los movimientos totalitarios dependen de la pura fuerza del nmero, hasta tal punto que los regmenes totalitarios parecen imposibles, incluso bajo circunstancias por lo dems favorables, en pases con poblaciones relativamente pequeas. (Goebbels, sobre la diferencia entre el fascismo y el nacionalsocialismo: [El fascismo] no es... en absoluto como el nacionalsocialismo. Mientras que ste penetra hasta las races, el fascismo es slo algo superficial)En cualquier caso, slo durante la guerra, despus de que las conquistas en el Este proporcionaron grandes masas de poblacin e hicieron posibles los campos de exterminio, pudo Alemania establecer una dominacin verdaderamente totalitaria.La despoblacin de su propio pas constitua una amenaza mucho ms seria. Slo donde existen grandes masas superfluas o donde pueden ser derrochadas sin desastrosos resultados de despoblacin es posible una dominacin totalitaria, diferenciada de un movimiento totalitario.

Los movimientos totalitarios son posibles all donde existen masas que, por una razn u otra, han adquirido el apetito de la organizacin poltica. Las masas no se mantienen unidas por la conciencia de un inters comn y carecen de esa clase especfica de diferenciacin que se expresa en objetivos limitados y obtenibles.

El pueblo alemn no era suficientemente numeroso para permitir el desarrollo completo de esta novsima forma de gobierno. Slo si hubiese ganado la guerra habra conocido Alemania una dominacin totalitaria completamente evolucionada, y los sacrificios habran alcanzado, no slo a las razas inferiores, sino a los mismos alemanes, tal como cabe deducir y estimar del legado de los planes de Hitler (El hecho de que la mquina nazi de destruccin no se habra detenido ni siquiera ante el pueblo alemn resulta probado por un proyecto de ley sanitaria, redactado por el mismo Hitler. Propona aislar del resto de la poblacin a todas las familias que contaran con algn caso de afecciones cardacas o pulmonares, siendo, naturalmente, su liquidacin fsica el siguiente paso. Este, como otros diferentes e interesantes proyectos para la victoriosa Alemania de la posguerra, se hallan contenidos en una carta circular a los jefes de distrito (Kreisleiter) de Hesse-Nassau en la forma de un informe sobre un debate desarrollado en el Cuartel General del Fhrer acerca de las medidas que tendran que ser adoptadas antes... y despus de una victoriosa terminacin de la guerra) El trmino de masa se aplica slo cuando nos referimos a personas que, bien por su puro nmero, bien por indiferencia, o por ambos motivos, no pueden ser integradas en ninguna organizacin basada en el inters comn, en los partidos polticos, en la gobernacin municipal o en las organizaciones profesionales y los sindicatos. Potencialmente, existen en cada pas y constituyen la mayora de esas muy numerosas personas, neutrales y polticamente indiferentes, que jams se adhieren a un partido y difcilmente acuden a votar

Por eso no necesitaban refutar los argumentos opuestos, y, consecuentemente, preferan los mtodos que concluan en la muerte ms que en la persuasin, que difundan el terror ms que la conviccin. Presentaban los desacuerdos como originados invariablemente en profundas fuentes naturales, sociales o psicolgicas, ms all del control del individuo y por ello ms all del poder de la razn. Esto hubiera constituido una desventaja si hubiesen entrado sinceramente en competencia con los dems partidos; no lo era si estaban seguros de tratar con personas que tenan razones para sentirse igualmente hostiles a todos los partidos.El xito de los movimientos totalitarios entre las masas signific el final de dos espejismos de los pases gobernados democrticamente, en general, y de las Naciones-Estados europeas y de su sistema de partidos, en particular. El primero consista en creer que el pueblo en su mayora haba tomado una parte activa en el Gobierno y que cada individuo simpatizaba con su propio partido o con otro. Al contrario, los movimientos mostraron que las masas polticamente neutrales e indiferentes podan ser fcilmente mayora en un pas gobernado democrticamente, que, por eso, una democracia poda funcionar segn normas activamente reconocidas slo por una minora. El segundo espejismo democrtico, explotado por los movimientos totalitarios, consista en suponer

que estas masas polticamente indiferentes no importaban, que eran verdaderamente neutrales y no constituan ms que un fondo indiferenciado de la vida poltica de la nacin. Entonces hicieron evidente lo que ningn otro rgano de la opinin pblica haba sido capaz de mostrar, es decir, que el Gobierno democrtico haba descansado tanto en la aprobacin tcita y en la tolerancia de secciones indiferentes e indiferenciadas del pueblo como en las instituciones y organizaciones diferenciadas y visibles del pas.

La indiferencia ante los asuntos pblicos, la neutralidad en los asuntos polticos, no son en s mismas causa suficiente para el auge de los movimientos totalitarios. La sociedad competitiva y adquisitiva de la burguesa ha producido la apata, incluso la hostilidad, hacia la vida pblica no slo, y ni siquiera primariamente, en los estratos sociales que fueron explotados y excluidos. El largo perodo de falsa modestia, cuando la burguesa se contentaba con ser la clase dominante en la sociedad sin aspirar a la dominacin poltica, que de buena gana dejaba a la aristocracia, fue seguido por la era imperialista, durante la cual la burguesa se torn crecientemente hostil a las instituciones nacionales existentes y comenz a reclamar el ejercicio del poder poltico y a organizarse para ejercerlo. Las secciones apticas de una sociedad dominada por la burguesa, por poco deseosas que puedan estar de asumir las responsabilidades de los ciudadanos, mantienen intactas sus personalidades aunque slo sea porque sin ellas difcilmente podran esperar sobrevivir en la lucha competitiva por la vida.El individualismo caracterizaba tanto a la actitud de la burguesa como a la del populacho, los movimientos totalitarios pueden justamente afirmar que son los primeros partidos verdaderamente antiburgueses. Las masas comparten con el populacho solamente una caracterstica, la de que ambas se hallan al margen de todas las ramificaciones sociales y de la representacin poltica normal. Las masas no heredan, como el populacho aunque en forma pervertida, las normas y actitudes de la clase dominante, sino que reflejan en alguna forma y de alguna manera pervierten las normas y actitudes hacia los asuntos pblicos de todas las clases.El hecho de que la mayora del pueblo permaneciera al margen de todos los partidos o de toda otra organizacin poltica no importaba a nadie y no era ms cierto para una clase particular que para otra. En otras palabras, la pertenencia a una clase, sus limitadas obligaciones de grupo y sus actitudes tradicionales hacia el Gobierno impedan el desarrollo de una ciudadana que se sintiera individual y personalmente responsable de la gobernacin del pas. Este carcter apoltico de las poblaciones de la Nacin-Estado surgi a la luz slo cuando se quebr el sistema de clases, llevndose consigo todo el tejido de hilos visibles e invisibles que ligan al pueblo con el cuerpo politico. La ruptura del sistema de clases significaba automticamente la ruptura del sistema de partidos, principalmente porque estos partidos, siendo partidos de intereses, ya no podan representar los intereses de clase. La cada de los tabiques que protegan a las clases transform a las dormidas mayoras existentes tras todos los partidos en una masa inorganizada e inestructurada de furiosos individuos que no tenan nada en comn excepto su vaga aprensin de que las esperanzas de los miembros de los partidos se hallaban condenadas, de que, en consecuencia, los miembros ms respetados, diferenciados y representativos de la comunidad eran unos imbciles y de que todos los poderes existentes eran no tanto malos como igualmente estpidos y fraudulentos.En esta atmsfera de ruptura de la sociedad de clases se desarroll la psicologa del hombre masa europeo.Himmler, que tan bien conoca la mentalidad de aquellos a los que organiz, describi no slo a sus hombres SS, sino a amplios estratos de donde los reclut, cuando dijo que no se hallaban interesados en los problemas cotidianos, sino slo en cuestiones ideolgicas importantes durante dcadas y siglos, de forma tal que el hombre... sabe que est trabajando para una gran tarea que solamente se presenta una vez cada dos mil aosTodas estas predicciones llegaron a cumplirse en algn sentido, perdieron mucho de su significado a la vista de fenmenos tan inesperados e imprevisibles como la prdida radical del inters por s mismo de cada uno21, la indiferencia cnica o aburrida frente a la muerte u otras catstrofes personales, la inclinacin apasionada hacia las nociones ms abstractas como guas de la vida y el desprecio general incluso por las normas ms obvias del sentido comn.

La verdad es que las masas surgieron de los fragmentos de una sociedad muy atomizada cuya estructura competitiva y cuya concomitante soledad slo haban sido refrenadas por la pertenencia a una clase. La caracterstica principal del hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sino su aislamiento y su falta de relaciones sociales normalesProcedentes de la sociedad estructurada en clases de la Nacin-Estado, cuyas grietas haban sido colmadas por el sentimiento nacionalista, era slo natural que estas masas, en el primer momento de desamparo de su nueva experiencia, tendieran hacia un nacionalismo especialmente violento, por el que los dirigentes de las masas haban

clamado contra sus propios instintos y fines por razones puramente demaggicas.

Ni el nacionalismo tribal ni el nihilismo rebelde resultan caractersticos de las masas o apropiados a stas como lo fueron para el populacho. Pero los mejor dotados entre los dirigentes de masas de nuestro tiempo proceden del populacho ms que de las masas23. La biografa de Hitler se lee al respecto como el ejemplo de un libro de texto.

El primitivo partido de Hitler, casi exclusivamente integrado por desgraciados, fracasados y aventureros, representaba, desde luego, a los bohemios armados, que eran slo el reverso de la sociedad burguesa y a los que, en consecuencia, la sociedad burguesa debera haber sido capaz de utilizar con xito para sus propios fines. Realmente, la burguesa fue tan engaada por los nazis como lo fue por la faccin de Rhm y Schleicher la Reichswehr, la cual tambin pens que Hitler como seuelo, o las SA, a las que emplearon como propaganda militarista y entrenamiento paramilitar, actuaran como sus agentes y contribuiran al establecimiento de una dictadura militar.Ambas consideraban al movimiento nazi en sus propios trminos, en trminos de la filosofa poltica del populacho26, y no tuvieron en cuenta el apoyo independiente y espontneo que otorgaban las masas a los nuevos dirigentes del populacho ni tampoco los talentos genuinos de los nuevos dirigentes del populacho para la creacin de nuevas formas de organizacin. El populacho como lder de estas masas ya no era agente de la burguesa ni de nadie ms excepto de las masas.

Los movimientos totalitarios son organizaciones de masas de individuos atomizados y aislados. En comparacin con todos los dems partidos y movimientos, su ms conspicua caracterstica externa es su exigencia de una lealtad total, irrestringida, incondicional e inalterable del miembro individual. Esta exigencia es formulada por los dirigentes de los movimientos totalitarios incluso antes de la Llegada al poder. Precede usualmente a la organizacin total del pas bajo su dominio y se deduce de la afirmacin de sus ideologas de que su organizacin abarcar a su debido tiempo a toda la raza humana. Slo puede esperarse que semejante lealtad provenga del ser humano completamente aislado, quien, sin otros lazos sociales con la familia, los amigos, los camaradas o incluso los simples conocidos, deriva su sentido de tener un lugar en el mundo solo de su pertenencia a un movimiento, de su afiliacin al PartidoTodo objetivo poltico definido que simplemente no proclama o que no se limita a reinvindicar una dominacin mundial, todo programa poltico que se refiera a temas ms especficos que las cuestiones ideolgicas de importancia durante siglos es una obstruccin al totalitarismo. El mayor logro de Hitler en la edificacin del movimiento nazi, que construy gradualmente partiendo del oscuro grupo de fanticos tpico de un pequeo partido nacionalista, fue que aliger al movimiento del primitivo programa del partido no cambindolo o abolindolo of icialmente, sino tan slo negndose a hablar de ese programa o a discutir sus puntos, cuya relativa moderacin de objetivos y de fraseologa qued muy pronto anticuada. Consigna de Himmler para sus hombres de las SS: Mi honor es mi lealtad

HITLER declar en Mein Kampf Una vez que conquistemos el Gobierno, el programa surgir por s mismo... Lo primero que habr que realizar debe ser una inconcebible oleada de propaganda. Esta es una

accin poltica que tiene poco que ver con los dems problemas del momento.

El totalitarismo nunca se contenta con dominar por medios externos, es decir, a travs del Estado y de una maquinaria de violencia; gracias a su ideologa peculiar y al papel asignado a sta en ese aparato de coaccin, el totalitarismo ha descubierto unos medios de dominar y de aterrorizar a los seres humanos desde dentro. En este sentido, elimina la distancia entre los dominadores y los dominados y logra una condicin en la que el poder y la voluntad de poder, tal como nosotros los comprendemos, no desempean papel alguno o, en el mejor de los casos, desempean un papel secundario. En sustancia, el lder totalitario no es nada ms ni nada menos que el funcionario de las masas a las que conduce; no es un individuo hambriento de poder y que impone una tirnica y arbitraria vo luntad sobre sus sbditos. Siendo un mero funcionario, puede ser reemplazado en cualquier momento y tanto depende l de la voluntad de las masas a las que encarna como dependen de l las masas a las que encama. Sin l careceran de representacin externa y seguiran siendo una horda amorfa; sin las masas, el lder es una entidad inexistente. Hitler, que era completamente consciente de esta interdependencia, la expres una vez en un discurso dirigido a las SA: Todo lo que sois me lo debis a m; todo lo que soy slo a vosotros lo deboHitler, sin embargo, era de la opinin de que incluso el pensamiento... (existe) slo en virtud de dar o de ejecutar rdenes42, y por eso elimin incluso tericamente la distribucin entre el pensamiento y la accin, por una parte, y entre los dominadores y los dominados, por otra. Su idea de la dominacin era algo que ningn Estado, ningn simple aparato de violencia, puede nunca lograr, sino que slo puede conseguir un movimiento que se mantiene constantemente en marcha: es decir, la dominacin permanente de cada individuo en cada una de las esferas de la vida43. La conquista del poder por los medios de la violencia nunca es un fin en s mismo, sino slo el medio para un fin, y la conquista del poder en un pas determinado es slo una grata fase transitoria, pero nunca la conclusin del movimiento. El objetivo prctico del movimiento consiste en organizar a tantos pueblos como le sea posible dentro de su marco y ponerlos y mantenerlos en marcha; un objetivo poltico que constituyera el final del movimiento simplemente no existe

2. LA ALIANZA ENTRE EL POPULACHO Y LA LITE

Ms amenazadora para nuestra paz mental que la lealtad incondicional de los miembros de los movimientos totalitarios y el apoyo popular a los regmenes totalitarios es la indiscutible atraccin que estos movimintos ejercen sobre la lite y no slo sobre los elementos del populacho en la sociedad.

Aquellos que voluntariamente abandonaron la sociedad antes de que se produjera la ruptura de las clases, junto con el populacho, que era un primitivo subproducto de la dominacin de la burguesa, estaban dispuestos a recibirles. Los dirigentes totalitarios contemporneos y los lderes de los movimientos totalitarios todava presentan los rasgos caractersticos del populacho, cuya psicologa y cuya filosofa poltica son bastante bien conocidas; no sabemos todava lo que suceder cuando logre imponerse el autntico hombre-masa, aunque puede suponerse fundadamente que tendr ms en comn con la meticulosa y calculada precisin de Himmler que con el fanatismo histrico de Hitler.

Los jefes de los movimientos totalitarios tienen en comn con sus simpatizantes intelectuales el hecho de haberse hallado al margen del sistema de clases y del sistema nacional de la sociedad respetable europea incluso antes de que este sistema se quebrara.

Los nuevos lderes de masas, cuyas carreras reproducen las caractersticas de los primeros jefes del populacho: fracaso en la vida profesional y social, perversin y desastre en la vida privada. Compartan con Lawrence de Arabia el anhelo de perder

su ego y la violenta repulsin hacia todas las normas existentes, hacia cualquier poder.No importa vivir unos pocos aos ms o menos. A uno le gustara tener en su vida algo que mostrar45. Y mucho tiempo antes de que uno de los simpatizantes intelectuales del nazismo anunciara: Cuando oigo la palabra cultura, saco el revlver, los poetas haban proclamado su repugnancia por la cultura de basurero y apelado poticamente a los brbaros, escitas, negros e indios, para que la pisotearan.

La destruccin sin mitigacin, el caos y la ruina como tales asumieron la dignidad de valores supremos47. Puede advertirse la autenticidad de estos sentimientos en el hecho de que fueran muy pocos los de esta generacin que se curaran de su entusiasmo blico ante la experiencia real de los horrores. Puede encontrarse una curiosa reminiscencia de la reivindicacin elitista de la generacin del frente en la descripcin que hace Himmler acerca de su forma de seleccin para la reorganizacin de las SS. ... el procedimiento ms severo de seleccin es el determinado por la guerra, por la lucha por la vida y la muerte. En este sistema se revela el valor de la sangre a travs de los logros...

La guerra, sin embargo, es una circunstancia excepcional y tenemos que hallar un medio para realizar selecciones en tiempo de paz Y no cayeron tampoco en la tentacin de idealizar este pasado; al contrario, los adoradores de la guerra fueron los primeros en reconocer que en la era de las mquinas la guerra no poda posiblemente incubar virtudes como el sentimiento caballeresco, el

valor, el honor y la virilidad48, que la guerra slo impona a los hombres la experiencia de la simple destruccin junto con la humillacin de ser slo pequeos dientes en la majestuosa rueda de la matanza.Esta generacin record la guerra como el gran preludio de la ruptura de las clases y de su transformacin en masas. En tiempos de miseria y de desamparo individual parece tan difcil resistirse a la piedad cuando se transforma en una pasin que lo devora todo como no sentir su misma infinitud, que parece matar la dignidad humana con una certeza ms mortal que la misma miseria.La guerra haba sido experimentada como la ms poderosa de todas las acciones de masas que borraba las diferencias individuales de forma tal que incluso los sufrimientos que tradicionalmente haban diferenciado a los individuos a travs de destinos nicos e inalterables, podan ser ahora interpretados como un instrumento de progreso histrico

Los nazis basaron toda su propaganda en esta camaradera indistinta, en esta comunidad de destino y conquistaron a gran nmero de organizaciones de veteranos en todos los pases de Europa, probando as cun carentes de significado se haban tornado los slogans nacionales, incluso en las filas de la llamada derecha, y los utilizaron ms por su connotacin de violencia que por su especfico contenido nacional

Lo que resultaba nuevo en los escritos de la generacin del frente era su alto nivel literario y la gran profundidad de su pasin. Los escritores de la postguerra ya no necesitaban las demostraciones cientficas de la gentica e hicieron escaso uso, si es que llegaron a hacerlo, de las obras de Gobineau o de Houston Stewart

Chamberlain, que pertenecan ya al recinto cultural de los filisteos. No leyeron a Darwin, sino al Marqus de Sade56. Si en alguna forma crean en leyes universales no se preocuparon, desde luego, en conformarse especialmente a ellas. Para ellos, la violencia, el poder, la crueldad, eran las capacidades supremas de los hombres que haban perdido definitivamente su lugar en el universo y eran demasiado orgullosos para anhelar una teora del poder que les reintegrara sanos y salvos al mundo. Se hallaban satisfechos de su ciega adhesin a todo lo que la sociedad respetable haba vetado, al margen de la teora o del contenido, y elevaron la crueldad a la categora de una virtud principal porque contradeca la hipocresa humanitaria y liberal de la sociedadEstas personas se sentan atradas por el declarado activismo de los movimientos totalitarios, por su curiosa y slo aparentemente contradictoria insistencia en la primaca de la accin pura y en la abrumadora fuerza de la pura necesidad. Esta mezcla corresponda precisamente a la experiencia blica de la generacin del frente, a la experiencia de la actividad constante dentro del marco de una fatalidad insuperable

El activismo declarado de los movimientos totalitarios, su preferencia por el terrorismo sobre todas las dems formas de actividad poltica atrajeron al mismo tiempo a la lite intelectual y al populacho. El terrorismo se haba convertido en una clase de filosofa a travs de la cual se poda expresar el resentimiento, la frustracin y el odio ciego, en un tipo de expresionismo poltico que recurra a las bombas para manifestarse, que observaba con placer la publicidad otorgada a los hechos resonantes y que estaba absolutamente dispuesto a pagar el precio de la vida por haber logrado obligar al reconocimiento de la existencia propia sobre los estratos normales de la sociedad.

Pero, sin embargo, es aqu, en la atmsfera pretotalitaria, donde cabe hallar un criterio vlido, si es que puede hallarse en parte alguna, para distinguir a la lite del populacho. Lo que el populacho quera y lo que Goebbels expres con gran precisin era acceder a la Historia incluso al precio de la destruccin. El sincero convencimiento de Goebbels de que la mayor felicidad que un contemporneo puede experimentar hoy es, o bien ser un genio, o servir a un genio, resultaba tpico del populacho, pero no lo era de las masas ni de la lite simpatizante. Esta ltima, al contrario, tomaba el anonimato tan en serio que llegaba incluso a negar seriamente la existencia del genio. En esto, el populacho del siglo XX sigui fielmente la pauta de advenedizos anteriores, quienes tambin descubrieron el hecho de que la sociedad burguesa abrira sus puertas, ms que al simple mrito, a todo lo fascinantemente anormal, al genio, al homosexual o al judo. El desprecio de la lite por el genio y su anhelo de anonimato demostraban todava un espritu que ni las masas ni el populacho se hallaban en disposicin de comprender, y que, en palabras de Robespierre, se esforzaba por afirmar la grandeza del hombre contra la pequeez de los grandes. Pese a esta diferencia entre la lite y el populacho, no hay duda de que a la lite le placa que el hampa asustara a la sociedad respetable colocndola al mismo nivel. Los miembros de la lite no pusieron reparos al hecho de tener que pagar un precio, la destruccin de la civilizacin, por el placer de ver cmo se abran camino aquellos que haban sido injustamente excluidos en el pasado.La alianza temporal entre la lite y el populacho se bas ampliamente en este genuino placer con el que la primera vea al segundo destruir la respetabilidad. Y esto era posible cuando los barones alemanes del acero se vean obligados a tratar con Hitler, a tratar socialmente con ese pintor de brocha gorda.A esta aversin de la lite intelectual por la historiografa intelectual, a la conviccin de que, en cualquier caso la Historia poda ser tambin el campo de accin de los fanticos, hay que aadir tambin la terrible y desmoralizante fascinacin de que pudieran afirmarse eventualmente mentiras gigantescas y falsedades monstruosas como hechos indiscutibles, de que el hombre pudiera ser libre de cambiar a su voluntad su propio pasado y de que la diferencia entre la verdad y la falsedad pudiera dejar de ser objetiva y convertirse en una simple cuestin de poder y habilidad, de presin y de infinita repeticin.

Lo que los portavoces del humanismo y del liberalismo pasaron habitualmente por alto en su amarga decepcin y en su falta de familiaridad con las experiencias ms corrientes de la poca, es que en una atmsfera en la que se han evaporado todos los valores y exposiciones tradicionales (despusde que las ideologas decimonnicas se refutaron entre s y agotaron su atractivo vital) era ms fcil en cierto sentido aceptar exposiciones patentemente absurdas que las antiguas verdades, convertidas en piadosas banalidades precisamente porque nadie poda esperar que el absurdo fuera tomado en serio.

La vulgaridad con su cnico desprecio por las normas respetadas y por las teoras reconocidas sobrevino con una franca aceptacin de lo peor y un desdn por todas las ficciones, que fueron fcilmente confundidos con el valor y con un nuevo estilo de vida. En el creciente predominio de las actitudes y convicciones del populacho que eran realmente las actitudes y convicciones de la burguesa despojadas de hipocresa quienes tradicionalmente haban odiado a la burguesa y haban abandonado voluntariamente la sociedad respetable vieron solamente la falta de hipocresa y de respetabilidad y no su contenido mismo.

En aquella poca nadie lleg a pensar que la verdadera vctima de esta irona sera la lite ms que la burguesa. La vanguardia no saba que estaba lanzando su cabeza, no contra los muros, sino contra puertas abiertas, que un xito unnime desmentira su afirmacin de ser una minora revolucionaria y demostrara que estaba a punto de expresar un nuevo espritu de masas o el espritu del tiempo.

La inquietante alianza entre el populacho y la lite y la curiosa coincidencia de sus aspiraciones tuvieron su origen en el hecho de que estos estratos haban sido los primeros en ser eliminados de la estructura de la Nacin-Estado y del marco de la sociedad de clases. Se reunieron tan fcilmente, aunque slo fuera por breve tiempo, porque ambos sentan lo que representaba el destino del tiempo, que eran seguidos por masas interminables y que ms pronto o ms tarde la mayora de los pueblos europeos podan estar a su lado, tal como pensaban, dispuestos a hacer su revolucin.

Result que ambos estaban equivocados. El populacho, ha; pa de la clase burguesa, esperaba que las masas desamparadas le ayudaran a llegar al poder, le apoyaran cuando tratara de impulsar sus intereses particulares y que sera simplemente capaz de reemplazar a los antiguos estratos de la sociedad burguesa y de infundir en ellos el espritu ms emprendedor del hampa. Sin embargo, el totalitarismo en el poder aprendi rpidamente que el espritu emprendedor no quedaba limitado a los estratos del populacho dentro de la poblacin y que, en cualquier caso, semejante iniciativa slo podra constituir una amenaza a la dominacin total del hombre. Por otra parte, la ausencia de escrpulos tampoco quedaba restringida al populacho y, en cualquier caso tambin, poda ser enseada en un tiempo relativamente corto. Para las implacables mquinas de dominacin y exterminio, las masas de filisteos coordinados proporcionaron un material mucho mejor y fueron capaces de crmenes an mayores que los de los llamados criminales profesionales, a condicin tan slo de que tales crmenes estuviesen bien organizados y asumieran la apariencia de un trabajo rutinario.

No fue fortuito as que las escasas protestas ante las atrocidades en masa de los nazis contra los judos y los pueblos de Europa oriental fueran formuladas, no por los militares ni por otra parte alguna de las masas coordinadas de filisteos respetables, sino precisamente por aquellos primeros camaradas de Hitler que eran tpicos representantes del populacho.

No era Himmler, el hombre ms poderoso en Alemania a partir de 1936, uno de aquellos bohemios armados (Heiden), cuyas caractersticas resultaban dolorosamente semejantes a las de la lite intelectual. Himmler, en realidad, era ms normal, es decir, tena ms de filisteo que cualquiera de los primeros lderes del movimiento nazi63. No era un bohemio como Goebbels, o un delincuente sexual como Streicher, o un chiflado como Rosenberg, o un fantico como Hitler, o un aventurero como Goering. Demostr su capacidad suprema para organizar a las masas en una dominacin total, suponiendo que la mayora de los hombres no eran ni bohemios, ni fanticos, ni aventureros, ni manacos sexuales, ni chiflados, ni fracasados sociales, sino, primero y ante todo, trabajadores y buenos cabezas de familia. El filisteo es el burgus aislado de su propia clase, el individuo atomizado que es resultado de la ruptura de la misma clase burguesa. El hombre-masa al que Himmler organiz para los mayores crmenes en masa jams cometidos en la Historia, presentaba las caractersticas del filisteo ms que las del hombre del populacho y era el burgus que, entre las ruinas de su mundo, slo se preocupaba de su seguridad personal y que, a la ms ligera provocacin, estaba dispuesto a sacrificarla todo, su fe, su honor y su dignidad. Nada result tan fcil de destruir como la intimidad y la moralidad privada de quienes no pensaban ms que en salvaguardar sus vidas privadas. Tras unos pocos aos de poder y una sistemtica coordinacin, los nazis pudieron afirmar con justicia: El nico hombre que en Alemania es todava una persona particular es alguien que est dormido64.La iniciativa intelectual, espiritual y artstica es tan peligrosa para el totalitarismo como lo es la iniciativa del gangster para el populacho, y ambas son ms peligrosas que la simple oposicin poltica. La persecucin consistente en cada forma superior de actividad intelectual por los nuevos dirigentes de masas procede de algo ms que de su resentimiento natural contra todo lo que no pueden comprender. La dominacin total no permite la libre iniciativa en ningn campo de la vida en ninguna actividad que no sea enteramente previsible. El totalitarismo en el poder sustituye invariablemente a todos los talentos de primera fila, sean cuales fueren sus simpatas, por aquellos fanticos y chiflados cuya falta de inteligencia y de creatividad sigue siendo la mejor garanta de su lealtad.

CAPTULO XI

EL MOVIMIENTO TOTALITARIO

1. PROPAGANDA TOTALITARIA

Slo el populacho y la lite pueden sentirse atrados por el mpetu mismo del totalitarismo; las masas tienen que ser ganadas por la propaganda. All donde el totalitarismo posee un control absoluto sustituye a la propaganda con el adoctrinamiento y utiliza la violencia, no tanto para asustar al pueblo (esto se hace slo en las fases iniciales, cuando todava existe una oposicin poltica) como para realizar constantemente sus doctrinas ideolgicas y sus mentiras prcticas. Como los movimientos totalitarios existen en un mundo que en s mismo no es totalitario, se ven forzados a recurrir a lo que comnmente consideramos como propaganda. Pero semejante propaganda siempre se dirige a una esfera exterior, bien a los estratos no totalitarios de la poblacin del pas, o a los pases extranjeros no totalitarios.A este respecto, los discursos de Hitler a sus generales durante la guerra son verdaderos modelos de propaganda, caracterizados principalmente por las monstruosas mentiras que el Fhrer lanzaba a sus invitados en su afn por hacerlos suyos. Pero, bsicamente hablando, la dominacin totalitaria trata de restringir exclusivamente los mtodos de la propaganda a su poltica exterior o a los sectores del movimiento en el exterior con el propsito de proporcionarles un material adecuado.La propaganda es, desde luego, parte inevitable de la guerra psicolgica, pero el terror lo es ms. El terror sigue siendo utilizado por los regmenes totalitarios incluso cuando ya han sido logrados sus objetivos psicolgicos: su verdadero horror estriba en que reina sobre una poblacin completamente sometida. All donde es llevado a la perfeccin el dominio del terror, como en los campos de concentracin, la propaganda desaparece por completo; qued incluso enteramente prohibida en la Alemania nazi.

La propaganda, en otras palabras, es un instrumento, y posiblemente el ms importante, del totalitarismo en sus relaciones con el mundo no totalitario; el terror, al contrario, constituye la verdadera esencia de su forma de GobiernoEl fuerte nfasis de la propaganda totalitaria en la naturaleza cientfica de sus afirmaciones ha sido comparado con ciertas tcnicas publicitarias que tambin se dirigen a las masas. Y es cierto que las columnas publicitarias de cada peridico denotan ese cientifismo por el que un fabricante demuestra con hechos y cifras, con ayuda de un departamento de investigacin, que el suyo es el mejor detergente del mundo. La obsesin de los movimientos totalitarios por las pruebas cientficas cesa slo cuando llegan al poder. Los nazis prescindieron incluso de aquellos investigadores que estaban dispuestos a servirles. El cientifismo de la propaganda totalitaria se halla caracterizado por su insistencia casi exclusiva en la profeca cientfica, diferenciada del anticuado recurso al pasado. no puede dudarse de que la jefatura nazi creyera realmente, y no que las utiliz simplemente, como propaganda, en doctrinas como las siguientes:

Cuanto ms cuidadosamente reconocemos y observamos las leyes de la naturaleza y de la vida..., tanto ms nos conformamos con la voluntad del Todopoderoso. Cuanto mejor sea nuestra percepcin de la voluntad del Todopoderoso, mayores sern nuestros xitos Pero, pese a las imperfecciones del positivismo, del pragmatismo y del behaviorismo y por grande que haya sido su influencia en la formacin del tipo decimonnico de sentido comn, no es en absoluto el crecimiento canceroso del segmento utilitario de la existencia15 que caracteriza a las masas a las que recurren la propaganda y el cientifismo totalitarios.

La conviccin de los positivistas, como lo sabemos por Compte, de que el futuro es eventual y cientficamente previsible, se basa en la estimacin del inters como fuerza omnipenetrante en la Historia y en la presuncin de que pueden descubrirse las leyes objetivas del poder. La teora poltica de Rohan segn la cual los reyes mandan a los pueblos y los intereses mandan al rey, que el inters objetivo es la nica norma que nunca puede fallar, que certera o errneamente comprendidos, los intereses hacen vivir o morir a los Gobiernos, es el ncleo tradicional del moderno utilitarismo, positivista o socialista, pero ninguna de estas teoras supone que sea posible transformar la naturaleza del hombre, como trata desde luego de hacerlo el totalitarismo. Al contrario, todas, implcita o explcitamente, suponen que la naturaleza humana es siempre la misma, que la Historia es el relato de las cambiantes circunstancias objetivas y de las reacciones humanas ante stas y que el inters, adecuadamente comprendido, puede conducir a un cambio de circunstancias, pero no a un cambio de reacciones humanas como tales. El cientifismo, en poltica, todava presupone que su objetivo es el bienestar humano, un concepto que resulta profundamente extrao al totalitarismo.

Sin embargo, la propaganda totalitaria haba indicado incluso antes de que el totalitarismo hubiera conquistado el poder cun lejos se haban separado las masas de la simple preocupacin por sus propios intereses. As, la sospecha de los aliados de que el asesinato de los locos, ordenado por Hitler al comienzo de la guerra, tendra que ser atribuido al deseo de librarse de bocas innecesarias que alimentar, estaba totalmente injustificada17. Hitler no se vea obligado por la guerra a desembarazarse de todas las consideraciones ticas, sino que estimaba las matanzas en masa de la guerra como una incomparable oportunidad para iniciar un programa de asesinatos que, como todos los dems puntos de su plan, estaba calculado en trminos de milenios ( El decreto decisivo que inici todos los subsiguientes crmenes en masa fue firmado por Hitler el 1 de septiembre de

1939 (el da en que estall la guerra) y se refera no simplemente a los locos (como se ha supuesto errneamente a menudo), sino a todos aquellos que estaban incurablemente enfermos. Los locos fueron slo los primeros.)

El fanatismo de los miembros de los movimientos totalitarios, tan claramente diferente es determinado por la falta de inters propio de las masas que se hallan completamente preparadas para sacrificarse a s mismas.

Los nazis demostraron que cabe conducir a todo un pueblo a la guerra con el slogan o nos hundiremos (lo que la propaganda blica de 1914 hubiera evitado cuidadosamente) y ello no en pocas de miseria, de desempleo o de frustradas ambiciones nacionales. El mismo espritu surgi durante los ltimos meses de una guerra que estaba ya obviamente perdida, cuando la propaganda nazi consolaba a una poblacin terriblemente amedrentada con la promesa de que el Fhrer, en su sabidura, haba preparado una muerte fcil para el pueblo alemn, gasendole en caso de derrota. Los nazis no dudaron en emplear, al final de la guerra, la concentrada fuerza de su organizacin todava intacta, para lograr una destruccin de Alemania tan completa como fuera posible, con objeto de hacer cierta su prediccin de que el pueblo alemn quedara arruinado en caso de derrota. Los lderes de masas en el poder tienen una preocupacin que domina a todas las consideraciones utilitarias: la de lograr que sus predicciones lleguen a cumplirse.El efecto propagandstico de la infalibilidad, el sorprendente xito de presentarse como un simple agente interpretador de fuerzas previsibles, ha impulsado en los dictadores totalitarios el hbito de anunciar sus intenciones polticas bajo la forma de profecas. El ms famoso ejemplo es el anuncio de Hitler al Reichstag alemn en enero de 1939: Hoy quiero hacer una vez ms una profeca: en el caso de que los financieros judos... lograran de nuevo arrastrar a los pueblos a una guerra mundial, el resultado ser... el aniquilamiento de la raza juda en Europa23. Traducido a un lenguaje no totalitario, esto significaba: Quiero hacer la guerra y trato de matar a los judos de EuropaTan pronto como ha sido realizada la ejecucin de las vctimas, la profeca se convierte en una coartada retrospectiva: slo ha sucedido lo que ya haba sido predicho.Tanto da que las leyes de la Naturaleza... exterminen a todos aquellos elementos: demcratas, judos, orientales infrahumanos (Untersmenschen) o al enfermo incurable, que en manera alguna son aptos para vivir. Incidentalmente cabe sealar que Hitler habl tambin de las clases moribundas que deberan ser eliminadas sin demasiados aspavientos

El lenguaje del cientifismo proftico corresponda a las necesidades de las masas que haban perdido su hogar en el mundo y estaban ya preparadas para reintegrarse a las fuerzas eternas ytodopoderosas que por s mismas conducen al hombre, nadador en las olas de la adversidad, hasta las costas de la seguridad. Nosotros conformamos la vida de nuestro pueblo y nuestra legislacin segn el veredicto de la gentica28, decan los nazis.Porque las masas, en contraste con las clases, deseaban la victoria y el xito como tales, en su forma ms abstracta; no estaban unidas por esos especiales intereses colectivos que consideran las clases esenciales para su supervivencia como grupo y que por eso pueden afirmar frente a probabilidades abrumadoras

El misterio como tal se convirti en el criterio principal para la eleccin de temas. No importaba el origen del misterio; poda descansar en un deseo secreto, razonable y polticamente comprensibleLa eficacia de este tipo de propaganda demuestra una de las caractersticas principales de las masas modernas. No creen en nada visible, en la realidad de su propia experiencia; no confan en sus ojos ni en sus odos, sino slo en sus imaginaciones, que pueden ser atradas por todo lo que es al mismo tiempo universal y consecuente en s mismo. Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino slo la consistencia del sistema del que son presumiblemente parte. La repeticin, cuya importancia ha ido algo sobreestimada en razn de la extendida creencia en la capacidad inferior de las masas para captar y recordar, es importante slo porque las convence de la consistencia del tiempo.

La rebelin de las masas contra el realismo, el sentido comn y todas las plausibilidades del mundo (Burke) fue el resultado de su atomizacin, de su prdida de status social, junto con el que perdieron todo el sector de relaciones comunales en cuyo marco tiene sentido el sentido comn. La propaganda totalitaria puede atentar vergonzosamente contra el sentido comn slo donde el sentido comn ha perdido su validez. La fuerza que posee la propaganda totalitaria antes de que los movimientos tengan el poder de dejar caer telones de acero para impedir que nadie pueda perturbar con la ms nimia realidad la terrible tranquilidad de un mundo totalmente imaginario descansa en su capacidad de aislar a las masas del mundo real.

La ficcin ms eficaz de la propaganda nazi fue la historia de una conspiracin mundial juda. La concentracin en la propaganda antisemita fue recurso corriente entre los demagogos incluso desde finales del siglo XIX, y semejante propaganda estaba muy difundida en Alemania y en Austria durante la dcada de los aos 20. Cuanto ms consistentemente evitaban los partidos y los rganos de la opinin pblica una discusin de la cuestin juda, ms convencido se tornaba el populacho de que los judos eran los verdaderos representantes de las potencias existentes y que la cuestin juda era el smbolo de la hipocresa y de la deshonestidad de todo el sistema.

El contenido real de la propaganda antisemita de la posguerra no fue ni monopolio de los nazis ni especialmente nuevo y original. Las mentiras acerca de una conspiracin juda mundial eran habituales desde el affaire Dreyfus y se hallaban basadas en las interrelaciones e interdependencias internacionales existentes de un pueblo judo disperso por todo el mundo. Las nociones exageradas relativas a un poder mundial judo eran an ms antiguas; pueden remontarse hasta el final del siglo

XVIII, cuando se torn visible la ntima conexin entre los negocios judos y las Naciones-Estados.

La representacin de el Judo como encarnacin del Mal es usualmente atribuida a los vestigios y a los recuerdos supersticiosos de la Edad Media, pero estaba real y estrechamente conectada con el papel ambiguo y ms reciente que los judos desempearon en la sociedad europea a partir de su emancipacin. Hay algo innegable: en el perodo de la posguerra, los judos resultaban ms prominentes que antes.PAGE 1