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Temas de historia argentina y americana 17

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Temasde historia argentina

y americana

17

Temasde historia argentina

y americana

17

Julio-Diciembre de 2010

Pontificia Universidad Católica ArgentinaFacultad de Filosofía y LetrasInstItuto de HIstorIa argentIna

y amerIcana

cIudad autónoma de Buenos aIres

argentIna

Ilustración de tapa: Rincón Boquense, óleo de Benito Quinquela Martín. Buque Museo Fragata “Presidente Sarmiento”

Corrección de textos: Prof. Lorena cLara casaIs

Traducción: Prof. maría soL ruBIo garcía

Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de HistoriaInstituto de Historia Argentina y AmericanaAlicia M. de Justo 1500Edificio San Alberto MagnoC1107AFD Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentinawww.uca.edu.ar E-mail: [email protected]

Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723Impreso en la Argentina© 2011 UCAISSN 1666-8146

Temas de Historia Argentina y Americana se encuentra indizada en los catá-logos LATINDEX y EBSCO

AutoridAdes de lA universidAd

RectorPbro. Dr. Víctor Manuel Fernández

Vicerrectora de Asuntos AcadémicosDra. Beatriz Belián de Tagtachian

Vicerrector de Asuntos EconómicosDr. Horacio Rodríguez Penelas

Vicerrector de Asuntos InstitucionalesLic. Ernesto Parselis

AutoridAdes de lA FAcultAd

DecanoDr. Néstor A. Corona

Secretario académicoLic. Gustavo Hasperué

Director del Departamento de HistoriaDr. Miguel Ángel De Marco

AutoridAdes de lA revistA

DirectorDr. Miguel Ángel De Marco

SubdirectorDr. Guillermo A. Oyarzábal

SecretariaProf. María Sol Rubio García

Consejo de Redacción

Dra. Beatriz Figallo Mag. María Fernanda de la Rosa Prof. Julio M. Luqui Lagleyze

Dra. Hebe Carmen Pelosi

Consejo Editorial

argentIna

Dr. Edberto Oscar Acevedo (Academia Nacional de la Historia.

Universidad Nacional de Cuyo).Dr. Samuel Amaral

(Academia Nacional de la Historia. Universidad Nacional de Tres de Febrero).

Dr. Néstor Tomás Auza (Academia Nacional de la Historia. Universidad Católica Argentina).

Lic. Armando Raúl Bazán (Academia Nacional de la Historia.

Universidad Nacional de Catamarca). Dr. Miguel Ángel De Marco (h.)

(Academia Nacional de la Historia. CONICET).Dr. César A. García Belsunce

(Academia Nacional de la Historia. Universidad del Salvador).Dra. Noemí Girbal-Blacha

(Academia Nacional de la Historia. CONICET).Dr. Ernesto J. A. Maeder

(Academia Nacional de la Historia. Universidad Nacional del Nordeste).Dr. José María Mariluz Urquijo

(Academia Nacional de la Historia. Universidad del Salvador).

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Dra. Daisy Rípodas Ardanaz (Academia Nacional de la Historia.

Universidad del Salvador).

Dra. Adela M. Salas (Universidad del Salvador)

Dr. Víctor Tau Anzoátegui (Academia Nacional de la Historia.

Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho).

Prof. Enrique Zuleta Álvarez (Academia Nacional de la Historia.

Universidad Nacional de Cuyo).

extranjero

Dr. Christian Bouchet (Institut Catholique de Paris. Francia).

Dr. Patricio Bernedo (Universidad Católica. Chile).

Dr. José Andrés-Gallego (Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Universidad San Pablo. España).

Lic. Rafael Fernández Heres (Academia Nacional de la Historia. Venezuela).

Dra. María José Henríquez Uzal (Universidad de Chile)

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Dr. Miguel León Portilla (Academia Mexicana de la Historia. Universidad Autónoma de México).

Dr. Roberto Quevedo (Academia Paraguaya de la Historia).

Dr. Raanan Rein (Universidad de Tel Aviv. Israel).

Dra. Gisela von Wobeser (Academia Mexicana de la Historia. Universidad Autónoma de México).

Dr. Arno Wehling (Instituto Histórico e Geografico Brasileiro.

Universidad de Río de Janeiro).

Sumario

InvestIgacIones

samueL amaraL, En las raíces ideológicas de Montoneros: John William Cooke lee a Gramsci en Cuba ...................................................................... 15

noemí Brenta, Argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París (1956-2009) ........................................................... 53

maría fernanda de La rosa, La violencia como táctica de lucha en el anarquismo argentino (1900-1910) ............................................................... 77

dIego jIménez, La política exterior de Raúl Alfonsín (1983-1989): un balance aproximativo .............................................................................101

maría cecILIa míguez, Los partidos políticos argentinos y el envío de tropas al Golfo Pérsico (1990-1991). Debates y posiciones del oficialismo y la oposición. ¿Distintos proyectos de inserción internacional?.............. 125

danIeLLe Py, El sentimiento partidista presente en el inicio de la Conquista del Perú. Supervivencia medieval en los conflictos entre Pizarro y Almagro .......................................................................................161

PaoLa sILvIa ramundo, Cerámicas y procesos sociales: implicaciones metodológicas para su estudio en la Quebrada de la Cueva, Humahuaca, Jujuy .......................................................................................183

agustIna rayes, La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile, 1862-1880. La dimensión del conflicto ............................................. 201

12 SUMARIO

documentos

juLIo m. LuquI LagLeyze, La Revolución de Mayo según el relato del virrey del Río de la Plata Baltasar Hidalgo de Cisneros ............................241

estudIos y reseÑas BIBLIogrÁfIcas

eLena aLtuna, Retórica del desagravio. Estudios de cultura colonial peruana (Adela M. Salas) ..............................................................261

franz BrendLe y anton scHIndLIng (eds.), Geistliche im Krieg (Victoria Carsen) ......................................................................................... 263

Leandro Losada, Historia de las elites en la Argentina (María Sol Rubio García) ..................................................................................

Pedro Lozano, Historia de la Conquista de las Provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (Rogelio Paredes) ............................................ 265

joHn LyncH, San Martín. Soldado argentino, héroe americano (Miguel Ángel De Marco) .......................................................................... 268

ana maría rodrIguez yaguer, Un pequeño lugar bajo el sol. Mussolini, la conquista de Etiopía y la diplomacia uruguaya. 1935-1938 (Hebe Pelosi) ............................................................................................... 270

InvestIgacIones

Temas de HisToria argenTina y americana, XVII (Julio-diciembre de 2010) pp. 15-51.

En las raíces ideológicas de Montoneros: John William Cooke lee a Gramsci en Cuba

samueL amaraLUniversidad Nacional de Tres de Febrero

[email protected]

resumen

Desde 1945 la izquierda argentina no pudo resolver el enigma planteado por el hecho de que la clase obrera era peronista. Varios intentos teóricos fra-casaron antes de que John William Cooke hiciera el suyo a mediados de los años sesenta. Influenciado por Gramsci, consideró que la clase obrera es una categoría histórica, por lo que el peronismo era la experiencia histórica de la clase obrera argentina y, como tal, revolucionario. Neutralizó el papel político de Perón convirtiéndolo en el símbolo de la identidad peronista. Por esto, la teoría de Cooke fue clave para que guerrilleros de izquierda se declararan pe-ronistas sin que les importaran las opiniones e intenciones políticas de Perón. Las limitaciones de esa teoría quedaron expuestas cuando el general regresó a la Argentina y fue electo presidente por tercera vez.

PaLaBras cLaves

Peronismo – Marxismo – Guerrilla – Foquismo – Gramsci

aBstract

From 1945 onward, the Argentine Left could not solve the riddle posed by the fact that the working class was Peronist. Several theoretical attempts had failed by the time John William Cooke made his in the mid-1960s. Influenced by Gramsci, he found that the working class is not an abstract category but the outcome of a historical experience. So, for him, as the historical experience of the Argentine working class, Peronism as such was revolutionary. In his theory, Perón came to be a symbol of Peronist identity, but not a political ac-tor. Because of that, Cooke’s theory was instrumental for Leftist guerrillas to declare themselves Peronist regardless Perón’s political views and intentions.

16 SAMUEL AMARAL

The shortcomings of his theory came into light when Perón came back to Ar-gentina from his long exile and was elected to a third presidential term.

Key Words

Peronism – Marxism – Guerrillas – Focoism – Gramsci

El peronismo fue un enigma irresoluble para los marxistas argentinos: la clase obrera, a la que creían el sujeto de la historia, renunciaba a la revolución que pondría fin al dominio de la burguesía. Algunos trotskistas y comunistas disidentes habían visto en el gobierno peronista el atisbo de una revolución nacional que aunque no fuese la proletaria y socialista podía considerarse un paso en el camino de ésta. La caída del peronismo los dejó sin respuestas ante el hecho de que la mayoría de los obreros continuaban siendo peronistas a pesar de que ya no había un gobierno de ese signo y de que Perón se negaba a a recorrer el camino de Damasco hacia el marxismo.

En la primera mitad de los sesenta, la izquierda sufrió una crisis como consecuencia de la revolución cubana, complicada por el proceso de deses-talinización y por el estallido del conflicto chino soviético. El Partido Co-munista, antes el partido de la revolución mundial, comenzó a ser visto por los jóvenes que llegaban a la vida política de ese sector del espectro como un partido conservador que se negaba a emprender el camino efectivo de la revolución en la Argentina. Para estos jóvenes, sin embargo, el peronismo no era un enigma menor que el que había sido para sus antecesores desde 1945, pero aun para ellos seguía poseyendo una virtud clave: la clase obrera seguía siendo peronista.

Hasta mediados de los sesenta, esa virtud del peronismo se había visto opacada para ellos porque estaba dirigido a la distancia por un líder que no cabía en ningún proyecto revolucionario, y de modo más próximo y directo por sindicalistas burocratizados y políticos de menor envergadura que parecían ilusionarse, como tantos políticos, sólo con volver a controlar una porción del presupuesto. Esa dirigencia peronista constituía una brecha insalvable para quienes querían redimir a los obreros mediante una revolución socialista. Para que las brechas de la realidad puedan ser cerradas es necesario que haya quien imagine cómo hacerlo. John William Cooke fue quien imaginó una nueva interpretación marxista del peronismo, para que éste cumpliera por medio de la violencia el papel revolucionario que él le asignaba a pesar de sus dirigentes y a pesar de Perón mismo. La perspectiva teórica de Cooke fue clave para las

17EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), la vertiente marxista de Montone-ros, como otros pensadores lo fueron para su vertiente católica1.

Cooke no fue un marxista seducido por el peronismo sino un peronista que descubrió el marxismo. No lo hizo, sin embargo, en las etapas formativas de su vida, como consecuencia de la militancia o de la atracción intelectual, sino por su actividad política tras la caída de Perón, a fines de la década del cincuenta, ya cerca de los cuarenta años. Como por entonces se estaba abrien-do la crisis posestalinista, cuando se acercó al marxismo encontró al Partido Comunista, pero también voces críticas que recién se comenzaban a escuchar. El descubrimiento de ese otro marxismo desde una experiencia política ajena a la tradición leninista fue lo que confirió originalidad a la visión de Cooke: no dejó de proclamarse peronista y reinterpretó al peronismo desde una pers-pectiva marxista.

El inicio de la carrera política de Cooke no hacía prever un futuro como teórico revolucionario. Había llegado a la política, por obra de su padre y de los amigos de su padre, como diputado nacional en 1946, a los 26 años2. Su nacionalismo intemperado y una vida privada demasiado agitada para un jefe de partido formado en la disciplina militar lo dejaron fuera del Congreso al vencer su mandato en 1952. Tras algunos años sin cargos políticos, durante los cuales dirigió la revista De Frente, fue designado interventor en el partido peronista de la capital cuando Perón decidió recurrir a los políticos de origen radical, durante el breve lapso de conciliación que siguió al levantamiento de la

1 La influencia de la interpretación del peronismo de Cooke en los inicios de FAR puede advertirse en “FAR: los de Garín”, Cristianismo y Revolución Nº 28, 1971, pp. 56-70, reprodu-cido en roBerto BascHettI, De la guerrilla peronista al gobierno popular: documentos, 1970-1973, La Plata, Editorial de la Campana, 1995, pp. 145-178. Sobre la aproximación de católicos al marxismo y luego al peronismo, véase roBerto dI stefano y LorIs zanatta, Historia de la Iglesia argentina, Buenos Aires, Grijalbo Mondadori, 2000, p. 526 y ss.; BeatrIz sarLo, La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001, pp. 53-57; gustavo moreLLo, Cristianismo y revolución: los orígenes intelectuales de la guerrilla argentina, Córdoba, Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, 2003, pp. 43-136; José a. zanca, Los inte-lectuales y el fin de la cristiandad, 1955-1966, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 75-76; amaLIa casas, “En busca de la razones del otro: Conrado Eggers Lan y el diálogo católico-marxista (1958-1968)”, Investigaciones y Ensayos Nº 58, 2009, pp. 85-122; y LuIs mIgueL donateLLo, Catolicismo y Montoneros: religión, política y desencanto, Buenos Aires, Manantial, 2010, pp. 60-77.

2 Sólo hay una biografía novelada de Cooke, franco LIndner, Cooke: el heredero maldito de Perón, Buenos Aires, Sudamericana, 2006. También puede encontrarse información sobre su vida en rIcHard gILLesPIe, J.W. Cooke: el peronismo alternativo, San Martín, Cántaro, 1989, y norBerto gaLasso, Cooke: de Perón al Che. Una biografía política, Rosario, Homo Sapiens, 1997.

18 SAMUEL AMARAL

Marina en junio de 19553. En ese puesto lo encontró la revolución de septiem-bre y pocas semanas después estaba en la cárcel. Fue tras su fuga en marzo de 1957, ya en Chile, que comenzó su tarea interpretativa del peronismo como informante y analista político en las cartas que le enviaba a Perón, quien en noviembre de 1956, por temor seguramente a un atentado contra su vida (que efectivamente se produjo en mayo de 1957), lo había designado su heredero político. En aquel período, documentado en esas cartas luego recogidas en la Correspondencia, no fue más allá de un examen de las circunstancias con vistas a la organización, sin demasiado éxito, de la acción de los peronistas fuera y dentro del país. Su esfuerzo más importante en ese sentido fue el largo “Informe general y plan de acción” que le remitió a Perón el 28 de agosto de 19574. Este permite descubrir al revolucionario de pocos años después, pero no por su interpretación del peronismo sino por el método violento que proponía: una “política insurreccional de masas”5.

Ya durante esos meses pasados en Chile, Cooke se dio cuenta de que no era tan fácil hacerse cargo de su herencia. A mediados de 1957 Perón lo rebajó de delfín a jefe de la división operaciones y en septiembre de 1958 diluyó su autoridad al crear un multitudinario Consejo Coordinador y Supervisor del peronismo6. La beligerancia de Cooke ya no le era útil a Perón, quien quizá creyera además que algo habría de cierto en las noticias de los diarios, cuyos recortes él mismo le enviaba, que lo señalaban como aliado de los comunistas7. Las escasas cartas de Perón posteriores a diciembre de 1958 fueron poco más que formales, mientras que las mucho más numerosas de Cooke daban cuenta de los cambios en su posición política8.

3 Sobre De Frente, véase marIo ranaLLettI, “De Frente (1953-1956). Una voz demo-crática y antiimperialista en la crisis final del primer peronismo”, en noemí gIrBaL-BLacHa y dIana quatroccHI-WoIsson, compiladoras, Cuando opinar es actuar: revistas argentinas del siglo XX, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1999, pp. 477-515.

4 Cooke a Perón, 28 de agosto de 1957, en [juan domIngo] Perón y [joHn WILLIam] cooKe, Correspondencia, Buenos Aires, Papiro, 1972, vol. I, pp. 251-316 (en adelante Perón-cooKe). Un comentario sobre esta correspondencia en HoracIo gonzÁLez, “La revolución en tinta limón: recordando a Cooke”, Unidos, año 4, N° 11-12, 1986, pp. 31-73.

5 Perón-cooKe, vol. I, pp. 308. 6 Sobre la creación del Consejo Coordinador y Supervisor, véase Perón a Cooke, Ciudad

Trujillo, 30 de septiembre de 1958, en Perón-cooKe, vol. II, pp. 107-109.7 Cooke a Perón [Buenos Aires], 5 de febrero de 1959, ibídem, vol. II, p. 139.8 En la Correspondencia sólo hay cinco cartas de Perón a Cooke después de su despla-

zamiento: dos en 1960 y una en 1964,1965 y 1966; y catorce de Cooke a Perón entre agosto de 1960 y febrero de 1966. Aquellas ocupan 11 páginas y éstas, 202 páginas. Cf. Perón-cooKe, vol. II, pp. 154-367.

19EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

Cooke permaneció en la Argentina, a la que había regresado en noviembre de 1958, hasta abril de 1960. Tras su desplazamiento se mantuvo políticamente activo, y entre fines de 1959 y principios de 1960 el Partido Comunista puso a su disposición, y a la de otros desilusionados y caídos en desgracia, la revista Soluciones9. Cooke, sin embargo, prefirió alejarse del país y durante casi tres años, entre abril de 1960 y febrero de 1963, residió en Cuba10. Allí amplió sus lecturas de teoría marxista y se impregnó de la teoría cubana de la revo-lución11. Regresó a la Argentina en diciembre de 1963, tras algunos meses en Montevideo, y en los años finales de su vida (murió el 19 de septiembre de 1968, a los 48 años) expresó la conjunción del marxismo y el foquismo con el peronismo.

Este artículo estudia los escritos de Cooke para determinar cómo llegó a esa combinación de prácticas políticas hasta entonces distanciadas entre sí. Su obra tiene una doble dimensión temporal: por un lado, entre 1959 y 1968, cuan-do fue publicada en folletos de muy limitada circulación; por otro, entre 1971 y 1973, cuando Alicia Eguren, su viuda, la recopiló en cinco libros que tuvieron amplia difusión y publicó los dos tomos de la correspondencia intercambiada entre Perón y Cooke, que la tuvo aún mayor12. A pesar de su proximidad, entre uno y otro momento hubo un marcado cambio en el clima político argentino debido a que el inicio del camino hacia la restauración democrática en marzo

9 Sobre Cooke y Soluciones, véase gaLasso, op. cit., pp. 114-115, y mIgueL mazzeo, John William Cooke: textos traspapelados (1957-1961), Buenos Aires, La Rosa Blindada, 2000, pp. 33-34. Campione menciona las relaciones entre Cooke y el PC, pero omite referirse a esa revis-ta. Cf. danIeL camPIone, “Los comunistas somos nosotros: John William Cooke y el partido Comunista Argentino”, en mIgueL mazzeo (compilador), Cooke, de vuelta (El gran descartado en la historia argentina), Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1999, pp. 49-83.

10 En carta a Perón del 7 de agosto de 1960, Cooke dice que estaba en La Habana desde hacía tres meses. Cf. Perón-cooKe, vol. II, p. 158. El dirigente comunista Fernando Nadra dice que viajó a Cuba con Cooke y otros políticos en abril de 1960. Cf. fernando nadra, La religión de los ateos: reflexiones sobre el estalinismo en el Partido Comunista Argentino, Bue-nos Aires, Puntosur, 1989, p. 98. La fecha de regreso no surge de la Correspondencia, ya que Cooke envió su última carta a Perón desde Cuba el 18 de octubre de 1962 y la siguiente es del 21 de julio de 1964, cuando ya estaba en Buenos Aires. Cf. Perón-cooKe, vol. II, pp. 261 y 291. Sobre la fecha de la salida de Cuba hacia Montevideo (marzo de 1963) y de ésta a Buenos Aires (25 de diciembre de 1963), véase LIndner, op. cit., pp. 258-262. Aunque Lindner usa demasiado su imaginación en el relato es posible que las fechas al menos no sean fruto de ella.

11 Cooke a Perón, La Habana, 7 de agosto de 1960 y 11 de septiembre de 1960, en Perón-cooKe, vol. II, pp. 154-175; joHn WILLIam cooKe, “Aportes a la crítica del reformismo en la Argentina”, Pasado y Presente, IV, N° 2-3, julio-diciembre 1973, pp. 373-401; y gILLesPIe, op. cit., p. 55 y ss.

12 Sobre las publicaciones de Cooke, véase la investigación bibliográfica de Roberto Baschetti en mazzeo, Cooke, de vuelta, pp. 172-182.

20 SAMUEL AMARAL

de 1971 signó la reincorporación del peronismo al orden político, pero al mis-mo tiempo, la expansión de la actividad de las organizaciones armadas.

En la primera sección se examina un texto de Cooke de 1959, escrito tras su desplazamiento por Perón y su contacto con el PC, en el que propone la formación de un frente de liberación nacional. En la segunda sección, dos piezas, una de 1961 y otra de 1965, que muestran su primera aproximación a la teoría marxista. En las tres secciones restantes se estudian los otros escritos posteriores a su regreso a la Argentina, en los que define las características de la política revolucionaria y el papel del peronismo.

La LIBeracIón nacIonaL

La aproximación de Cooke al marxismo y cómo ésta afectó su interpreta-ción del peronismo se nota ya en su primer texto, “La lucha por la liberación nacional”, resultado de la presentación que hizo en un Congreso por la Libe-ración o Congreso de la Liberación Nacional, llevado a cabo en Buenos Aires en noviembre de 1959. Cooke revela allí una nueva meta política, la liberación nacional. Este concepto no le era completamente ajeno. En el “Informe general y plan de acción”, de agosto de 1957, lo había usado para referirse al gobierno peronista y a la ideología peronista. El peronismo, decía entonces, había de-mostrado “poseer la cohesión ideológica y social y la dinámica revolucionaria que requiere el proceso Nacional-Libertador”. El objetivo de este proceso era “reimplantar el Estado Justicialista, para lo cual el Movimiento debe tomar el poder con Perón al frente”13. Dos años después, la liberación nacional ya no se detenía con el regreso de Perón al poder.

La liberación nacional era entonces para Cooke la liquidación de la in-fluencia del imperialismo. La Argentina era para él un “país semicolonial, inte-grante de un continente semicolonial”, cuyo futuro dependía “de la superación de la contradicción económica, política y social entre la entidad nación-pueblo y la unidad oligárquico-imperialista”14. La influencia imperialista no podía liquidarse dentro del “régimen liberal”, cuya estructura jurídica “protege un sistema determinado de organización económica para beneficio del capitalismo extranjero y nativo”. Cooke era un nacionalista y dentro del nacionalismo el concepto de imperialismo era usado desde comienzos de la década del treinta, cuando los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta publicaron La Argentina y el

13 Perón-cooKe, vol. I, pp. 314-315.14 cooKe, La lucha, p. 10.

21EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

imperialismo británico15. Pero que la contraparte del imperialismo fuera “la entidad nación-pueblo” sugiere, aunque no lo cite, un primer contacto con Gramsci.

Para llevar a cabo esa lucha antiimperialista Cooke proponía, inspirado por la lucha argelina, un Frente de Liberación Nacional (FLN), del que el pero-nismo era “parte insustituible y fundamental”. El peronismo, dice refiriéndose al gobierno peronista, había significado “mayores salarios visibles e invisibles, mejores condiciones de trabajo”, pero sobre todo “una transferencia del poder social hacia los grupos inferiores de la escala social capitalista”. Cooke, sin embargo, estaba más interesado en el futuro que en el pasado: “la coyuntura actual indica que el programa no puede limitarse a una restauración de esas conquistas, sino que debe instaurar un nuevo orden social que supere al de la Constitución de 1853 y también al de la Constitución de 1949”. El programa revolucionario de 1959 no podía ser el de 1945, señalaba, como tampoco “los métodos operativos”16. Con esta propuesta de cambiar el programa y los méto-dos, Cooke estaba cuestionando indirectamente la conducción del peronismo. ¿Qué papel le reservaba a Perón?

Perón seguía siendo una pieza clave del peronismo. Cooke no lo excluía del FLN, pero condicionaba sutilmente su participación: Perón sabía “mejor que nadie que la vigencia del Movimiento está dada no por el apego a fórmulas cristalizadas en un período dado, sino en su dinámica revolucionaria, que lo afirma como movimiento nacional-libertador”17. Esto quería decir que Perón, como persona, podría tener un lugar en la propuesta de Cooke si cumplía con ciertas condiciones, pero no necesariamente el Perón real, con su propio pasa-do y sus propios proyectos para el futuro.

El FLN estaría integrado, según Cooke, por los trabajadores del campo, los estudiantes, la pequeña burguesía y aun la parte de la burguesía industrial “no dependiente del imperialismo”, pero el proletariado tendría un “papel fundamental como clase combativa y cohesionada, será el eje sobre el que se apoyarán todas las fuerzas nacionales, la primera avanzada y el último baluarte de las reivindicaciones nacionales”. Todos los integrantes del FLN eran categorías sociales y no actores políticos realmente existentes, excepto el peronismo, que compartía la condición de eje articulador con la clase obrera. Cooke no definía cuáles eran las similitudes, diferencias o relaciones entre

15 enrIque zuLeta aLvarez, El nacionalismo argentino, 2 vol., Buenos Aires, La Bastilla, 1975, vol. I, pp. 316-347; tuLIo HaLPerIn dongHI, La Argentina y la tormenta del mundo: ideas e ideologías entre 1930 y 1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, pp. 67-82.

16 cooKe, La lucha, cit., pp. 23-24.17 Ibídem, p. 24.

22 SAMUEL AMARAL

el peronismo y la clase obrera. El peso de su argumento, sin embargo, recaía sobre ésta, ya que había llegado a convencerse de que “la lucha de clases no es una teoría sino un hecho” y de que el fin de esa lucha era la dictadura del proletariado, de cuya pertinencia teórica o práctica no tenía dudas18. Como sí las tenía acerca de que ella pudiera implementarse entonces en la Argentina, quedaba abierta la cuestión respecto de los fines inmediatos del FLN.

Los fines inmediatos del FLN eran la implementación de ciertas medidas de política económica: nacionalización del comercio exterior y del sistema bancario; desarrollo industrial independiente; una reforma agraria “que en los hechos signifique la expropiación de la oligarquía parasitaria y su elimina-ción como clase”; y también la adopción de la tercera posición, “solidaria con los pueblos oprimidos de todo el mundo”. Ese programa, pronosticaba, sería atacado desde adentro y desde afuera como antidemocrático y totalitario y “seguramente hasta afirmarán que es comunista”19. Las medidas propuestas por Cooke no eran distintas de las del peronismo de fines de los años cuaren-ta, excepto en cuanto a la necesidad de eliminar a la oligarquía como clase; propuesta que, efectivamente, contribuía a emparentarlas con el comunismo. El comunismo argentino, sin embargo, hacía más de dos décadas que había abandonado ese lenguaje tremendista, que evocaba los sucesos de los años veinte y treinta en Rusia.

La actitud de Cooke frente al PC era ambigua. Por un lado, eludía amable-mente referirse a su participación en la Unión Democrática; por otro, subraya-ba su diferencia con la “tesis comunista sobre la necesidad de un ‘gobierno de coalición democrática’”. Para Cooke no había posibilidades de llevar a cabo los fines del FLN por ese medio. “El reformismo”, decía refiriéndose al PC, “cumple la doble función de frenar la dinámica dentro del campo revolucio-nario y de ofrecer paliativos para la situación en crisis… no es un elemento de la nueva organización social, sino un engranaje del orden de cosas que ha entrado en descomposición”20. De esta crítica, sin embargo, no surgía una po-lítica alternativa a la del PC, al que consideraba, a pesar de todo, un integrante necesario del FLN.

Los medios para realizar esa revolución eran menos precisos que sus fines: “las formas de lucha surgirán de los propios acontecimientos, como respuesta a los obstáculos que oponga el enemigo”, afirmaba, acercándose más al espontaneísmo de Rosa Luxemburg que al partido de Lenin. Esta era una diferencia significativa con el PC, pero mayor lo era su concepción de la

18 Ibídem, pp. 24-25.19 Ibídem, p. 31.20 Ibídem, p. 23.

23EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

historia: “la historia no conoce fatalismos porque es el producto de la voluntad humana”21. Si Gramsci no era aún la fuente de esa afirmación resulta explica-ble que después se sintiera atraído por sus ideas22. Entre el espontaneísmo y el voluntarismo, no obstante, el primero pesaba más por entonces.

Cooke ligaba sus nuevas inclinaciones socializantes con su pasado na-cionalista: “la revolución del Frente de Liberación Nacional es por su esencia humanista, porque entronca con las más puras tradiciones de la Patria, porque concibe a la Nación y a Latinoamérica viviendo en total soberanía y porque concibe un hombre libre en una tierra libre”. Semejante optimismo lírico no podía ocultar, sin embargo, la insignificancia política de su Frente de Libe-ración Nacional, que necesitaba de un peronismo al que su líder orientaba en otra dirección.

La naturaleza puramente retórica de ese frente pronto quedó en evidencia aun para Cooke, que aprovechando una invitación para participar en un con-greso de apoyo a la revolución cubana, partió poco después hacia la isla y se quedó en ella. Esa decisión fue la consecuencia del fin de un proyecto político, pero allí, con el apoyo de un nuevo bagaje teórico, comenzó a diseñar otro, distante ya del anunciado a fines de 1959.

eL encuentro con eL marxIsmo

Las cartas enviadas a Perón desde Cuba muestran un cambio de matices en la interpretación de Cooke del peronismo, que bien puede haber corres-pondido al ritmo de sus lecturas. Primero, en julio de 1961, le señaló el “vacío ideológico” del peronismo, cuya “cohesión ideológica” había elogiado cuatro años antes. Luego, en marzo de 1962, le pidió que definiera al peronismo “como lo que es, como lo único que puede [ser]: un movimiento de liberación nacional, de extrema izquierda [...]”. Tres meses más tarde, calificó al peronis-mo de 1945 como “una izquierda nacional… aunque sin definirse como tal”. Finalmente, en octubre de ese año mencionó por primera vez a Marx, aunque sólo incidentalmente, al referirse a su concepto de revolución23.

21 Ibídem, p. 30.22 La traducción castellana del primer tomo de los Quaderni del carcere había sido

publicada en Buenos Aires en 1958. En ella se encuentra una crítica hacia la concepción de-terminista del marxismo, que, como se ve más abajo, Cooke citó en un escrito posterior. Cf. antonIo gramscI, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, trad. Isidoro Flambaun, rev. Floreal Mazía, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984 [1ª ed. italiana, Einaudi, 1948; 1ª ed.argentina, Lautaro, 1958], pp. 18-19, y cooKe, “Aportes”, cit., p. 394.

23 Cooke a Perón [La Habana], 24 de julio de 1961, en Perón-cooKe, vol. II, p. 183; 3 de marzo de 1962, ibídem, p. 222; 15 de junio de 1962, ibídem, p. 230; y 18 de octubre de 1962,

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La permanencia en Cuba le dio a Cooke tiempo para adentrarse en la teoría marxista. Un texto producido allí y otro a su regreso a Buenos Aires muestran el resultado de sus esfuerzos por adquirir la teoría que creía necesa-ria para la revolución. El primero, escrito en 1961 y publicado en 1973 con el título de “Aportes a la crítica del reformismo en la Argentina”, es una crítica a la posición del PC frente al peronismo y a la revolución24. El segundo, es-crito y publicado en 1965, es la respuesta a la encuesta realizada por La Rosa Blindada, una revista cultural publicada por intelectuales todavía comunistas pero pronto expulsados del partido, con el título general, que también es el de la contribución de Cooke, “Bases para una política cultural revolucionaria”25. Esos escritos permiten observar la formación marxista adquirida por Cooke y cómo ella modificó su visión del peronismo.

En “Aportes a la crítica del reformismo en la Argentina”, Cooke criticaba, como ya lo había hecho en 1959, pero con menos miramientos que entonces, la posición del PC a favor de un “frente de amplia coalición democrática”. Creía que la revolución cubana había abierto nuevas perspectivas revolucionarias y que el PC, “por su condición de socialismo ‘canónico’”, era un “obligado par-ticipante del proceso liberador y factor de su retardo o aceleramiento”. Como pensaba que el PC no aplicaba correctamente la teoría marxista, él se proponía analizar las causas de “ese reiterado fallo metodológico”26.

El PC justificaba su estrategia electoral, según Cooke, por la ausencia en la Argentina de las “condiciones objetivas” para la revolución. Para él, sin embargo, la tarea revolucionaria no estaba relacionada con la existencia de esas condiciones. Si ellas pudiesen darse de manera perfecta, las revolu-ciones “estallarían en el momento preciso”, de modo que la vanguardia no necesitaría más que estar atenta a ese instante para imponer la dictadura del

ibídem, p. 279. La referencia a la “cohesión ideológica” del peronismo, en el “Informe general y plan de acción”, ibídem, vol. I, p. 315. Hay una mención anterior a Marx y Engels, pero es sólo una referencia histórica, incidental, en la que están acompañados por Blanqui, Bakunin y Mazzini. Cf. Cooke a Perón, 14 de noviembre de 1957, ibídem, vol. II, p. 10.

24 cooKe, “Aportes”, cit.25 joHn WILLIam cooKe, “Bases para una política cultural revolucionaria”, La Rosa Blin-

dada 6, 1965, pp. 16-22, reimpreso en néstor KoHan, La Rosa Blindada, una pasión de los 60, Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1999, pp. 161-175. Este texto fue uno de los dos publicados en vida por Cooke en revistas de circulación restringida, pero más amplia que la de sus folletos, a veces impresos y otras mimeografiados, sólo al alcance de unos pocos seguidores. El otro es “Definiciones”, publicado en Cristianismo y Revolución, a fines de 1966. Cf. joHn WILLIam cooKe, “Definiciones”, Cristianismo y Revolución 2-3, octubre-noviembre 1966, pp. 14-15. Sobre La Rosa Blindada, véase el prólogo de José Luis Mangieri, que fue su director, y el estudio introductorio de Néstor Kohan, en KoHan, op. cit., pp. 11-18 y 19-61.

26 cooKe, “Aportes”, cit., p. 374.

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proletariado. Las condiciones para un alzamiento podían no existir, pero eso no era argumento, decía, para afirmar que tampoco existían condiciones para la tarea insurreccional27. Estas condiciones ya estaban dadas “con exceso” en la Argentina, por lo que la función de la vanguardia era profundizarlas, “dar cohesión al esfuerzo popular, ofrecerle una salida, buscarle los medios de dar la lucha”28. El problema residía en la construcción de esa vanguardia.

Cooke abogaba por una “unidad dinámica” entre peronismo y comunismo. No le interesaba el apoyo circunstancial a candidatos electorales comunes, que nada cambiarían si triunfaban: “la unidad que nos interesa no es independiente de los fines perseguidos ni de las tácticas empleadas”29. La misión del PC era para Cooke sembrar “la ideología de la revolución” sobre una mentalidad pre-parada por el peronismo, que había “desarrollado en los trabajadores el sentido de clase y la conciencia de su fuerza”. La difusión de esa ideología, no obstante, no podía encararse “como mera difusión teórica”, mientras mantuviera su es-trategia electoral. Esa dicotomía entre pensamiento y acción, decía Cooke, era factible para movimientos pequeños integrados por iniciados, pero “es nefasta para un gran movimiento de masas” en el que los objetivos no podían estar divorciados de los métodos, “porque los pueblos no asimilan las nuevas con-cepciones en abstracto, como pura teoría, sino combinadas con la acción”. “Si nuestra crítica es correcta”, señalaba Cooke, “estamos ante la paradoja de que el PCA, aliado indispensable por sus vinculaciones con el socialismo internacional y con el de Cuba en especial, adopta una línea de acción que retarda el avance e integración de las masas”30. Cooke quería la unidad con el PC, pero sólo si éste adoptaba una estrategia insurreccional, es decir, si dejaba de ser lo que era, parte del movimiento comunista mundial, y se transformaba en un partido con objetivos exclusivamente nacionales. Esta ambigüedad de Cooke respecto del PC no era exclusiva de él sino propia de la posición cubana: demandaban su apoyo, pero querían imponerle su propia visión de la revolución.

Que el PC rechazara la insurrección y se aferrara a una estrategia electo-ral se debía principalmente, para Cooke, a una “deficiencia metodológica”, es decir una interpretación errónea del marxismo. Sabía que “la afirmación de que incurren en error al manejar el método marxista es la que más los irrita-ría”, pero “los grandes marxistas han demostrado lo fácil que es, sin que eso sea premeditado, quebrar la unidad de teoría y práctica”. ¿Quiénes eran esos grandes marxistas? Sorprendentemente Gramsci, que “ha prevenido sobre esto

27 Ya en 1957 pensaba lo mismo: “la insurrección no es posible en este momento; pero sí la política insurreccional que hemos expuesto”. Cf. Perón-cooKe, vol. I, p. 316.

28 cooKe, “Aportes”, cit., pp. 380-381.29 Ibídem, p. 382.30 Ibídem, p. 394.

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con argumentación contundente”. Creía que el error metodológico del PC nacía “no del desconocimiento del carácter superestructural de las ideologías, sino de creer que la interpretación propia de los fenómenos no sufre ese condicio-namiento”. Es decir, y lo traduce para que lo entiendan, que “los dirigentes de izquierda no han perdido la característica pequeño-burguesa [...] de pensarse a sí mismos como no influidos por la sociedad en que viven [...] y por la situación social que ocupan” dentro de ella31.

El resultado de ese error metodológico del PC, originado en la posición de clase de sus dirigentes, era que confundía “su propia incapacidad para llevar a cabo la liberación nacional, con la incapacidad del país”. El mundo marchaba hacia el socialismo y los dirigentes del PC esperaban pacientemente que la ola llegara a la Argentina “dedicados solamente a perfeccionar el aparato del partido y a pequeños avances sin consecuencia”. Criticaba ese “quietismo” recurriendo nuevamente a Gramsci:

pero el hecho es que en semejante punto de vista el acto de voluntad se con-vierte en travestismo, en acto de fe en la asegurada racionalidad de la historia. En sus formas, no es más que un empírico y primitivo tipo de fatalismo apa-sionado, que parece simplemente el sustituto de similares conceptos religio-sos, como el de la predestinación. En tales casos, afirmaba Gramsci, se está actuando dentro de la “lógica de las cosas”, pero la conciencia aparece “velada, contradictoria, sin impacto crítico”32.

Cooke no indica la fuente de esa cita, pero en la edición argentina de El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, publicada en 1958, se usan casi las mismas palabras para la caracterización del “determinismo mecá-nico”.33 Esa concepción de la filosofía de la praxis, que Gramsci no atribuía a la posición de clase, debía dejar paso a otra activista, “que se acerca más [...] a una justa comprensión de la unidad entre la teoría y la práctica”. Cooke expresaba de algún modo la interpretación activista, pero los rastros de la concepción deter-minista (la inevitabilidad del socialismo) y su recurso a Gramsci como autoridad revelan hasta qué punto había asimilado sus ideas por entonces.

31 Ibídem, pp. 394-395.32 Ibídem, p. 396. 33 La cita de Gramsci parece corresponder a un párrafo de la sección titulada “Algunos

puntos de referencia preliminares”, del capítulo I de El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce (originalmente en el cuaderno XVIII), en el que comenta “los más recientes desarrollos de la filosofía de la praxis”, pero hay algunas diferencias entre lo que transcribe Cooke y la edición argentina de 1958. Las otras versiones entonces disponibles que podría haber consultado eran la edición original italiana de 1948, y una edición francesa de obras se-lectas en un volumen de poco más de 500 páginas, de 1959. Cf. gramscI, op. cit., pp. 18-19.

27EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

La crítica de Cooke tenía por objeto provocar un cambio en la línea del PC. Este no percibía, para él, que el peronismo había nacido “como una rebelión contra todos los partidos”, por lo que la coalición propuesta por el PC no podía ser más que “una nueva fachada, hecha con los escombros de aquel armonioso edificio de los partidos que voló en pedazos y para siempre en 1945”34. Cooke creía que la democracia no se podía reconstruir, ni quería que se reconstruyera. Su idea del futuro tampoco era ya el regreso de Perón al poder, sino la instauración de un régimen socialista al estilo cubano, mediante una lucha insurreccional al estilo cubano. Cooke criticaba la pasividad del PC no solamente desde una perspectiva filosófica, porque estuviese inspirada en una visión determinista y mecánica del marxismo, sino porque creía que la revolución no podía esperar y que había que hacerla por los métodos violentos preconizados por los cubanos.

La violencia, según Cooke, ya estaba presente en la Argentina. El PC pa-rece olvidar, dice, “que entre la caída del peronismo y ahora, media una lucha popular por la violencia”35. Pero si el PC lo olvidaba, no le faltaba razón: la resistencia peronista había cesado hacía ya un año cuando Cooke escribía su informe y su posición favorable a la violencia había sido derrotada dentro del peronismo hacía más de dos años. Él omite estos detalles. Cuatro años antes había reconocido al PC como un partido “completamente organizado, disci-plinado, y donde las jerarquías están estructuradas perfectamente”36. No es extraño que los dirigentes de semejante partido, más aún teniendo en cuenta su historia y su función, desoyeran el llamado de Cooke.

A pesar de su apelación al PC, Cooke no ocultaba el papel secundario que le reservaba en la revolución para la que lo requería. Su “profundidad transformadora”, afirmaba, no sería menor sin el “adoctrinamiento” del PC, pero la claridad doctrinaria que éste aportaría podría “apresurar el momento revolucionario y evitar, luego, los tanteos y aproximaciones”. Cooke creía que el PC no debía cerrarse en sus consignas sino unirse al movimiento popular e impulsarlo, pero al mismo tiempo no dejaba de señalarle su marginalidad: “el camino hacia el socialismo pasa ahora por los movimientos de liberación nacional”37. La misión del PC en la revolución de Cooke no era, por lo tanto, participar en la toma del poder, sino solamente aportar “claridad doctrina-ria”.

34 cooKe, “Aportes”, cit., p. 397.35 Ibídem, p. 398.36 Cooke a Perón [Santiago], sin fecha [posiblemente junio de 1957], en Perón-cooKe,

vol. I, p. 179.37 cooKe, “Aportes”, cit., pp. 400-401.

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Cooke criticaba al PC desde el marxismo, apoyándose en citas de Lenin, de Rosa Luxemburg y de Gramsci. El PC aceptaba, sin duda, la autoridad del primero, pero las citas de Rosa Luxemburg sólo podían servir para confirmar las sospechas acerca del espontaneísmo de Cooke, es decir, su desconoci-miento de la misión del partido leninista. También las de Gramsci deben de haber sido vistas con aprehensión, ya que su visión del marxismo desató una polémica en el seno del PC un año más tarde38. Cooke por entonces sólo lo citaba como autoridad, pero escritos posteriores muestran que también había incorporado sus ideas.

El acercamiento de Cooke hacia Gramsci se advierte mejor en su contri-bución a la encuesta sobre las “Bases para una política cultural revolucionaria”, publicada en La Rosa Blindada, en 196539. Allí desecha definir a la política cultural revolucionaria como una serie de propuestas para el día después de la toma del poder, porque dice que eso supondría una historia sin dialéctica. Considera que “lo cultural” era un componente esencial de la política revolu-cionaria, porque ésta era la unidad de la teoría y la práctica y porque, a su vez, la teoría era una creación cultural, ya que no es “yuxtaposición de datos en la conciencia sino el resultado de operaciones de pensamiento que generalizan metódicamente la experiencia”. La unidad entre teoría y práctica, continúa, no se da automáticamente sino que es un proceso histórico: “la aprehensión de esa unidad es ‘un desarrollo histórico de la autoconciencia crítica’ y comprende la constante indagación para captar conceptualmente el movimiento de la realidad en su esencia dialéctica”40. Esa autoconciencia crítica significa, dice Gramsci, la creación de una elite de intelectuales, los organizadores y diri-gentes de la masa, una capa de personas especializadas en la elaboración con-ceptual y filosófica que expresan el aspecto teórico del nexo teoría-práctica41. En consecuencia, la aprehensión de la unidad entre teoría y práctica también comprende, continúa Cooke, “la capacitación de una vanguardia en constante crecimiento cualitativo y cuantitativo, la difusión teórica en las masas para cargar sus reivindicaciones de voluntad revolucionaria”. Esta era la tarea del intelectual gramsciano que Cooke había asumido.

Las claves de la acción cultural había que buscarlas en “la teoría general del socialismo” y en “la correcta interpretación de lo concreto-nacional”.

38 josé arIcó, La cola del diablo, Buenos Aires, Puntosur, 1988, pp. 201-211; raúL Bur-gos, Los gramscianos argentinos: cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 53-59.

39 cooKe, “Bases”, cit.40 La idea de la unidad entre teoría y práctica como desarrollo histórico de la autoconcien-

cia crítica se encuentra en gramscI, op. cit., pp. 16-18. Cf. cooKe, “Bases”, cit., p. 163. 41 gramscI, op. cit., p. 17.

29EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

Esto vale para cualquier clase de fenómenos sociales, señala, pero si se tratase de cuestiones económicas o políticas “tal vez no hubiese sido im-perativa esa remisión a los principios marxistas, que podríamos descontar como conocidos por todos, y la preocupación se centraría en confrontarlos correctamente con nuestra realidad”. “Para lo cultural”, sin embargo, “no existen esos puntos de acuerdo común sino que las mejores inteligencias teóricas están dedicadas a una labor crítica para poner al día concepciones que estaban en gran atraso, congeladas en la prehistoria del dogmatismo”. Su análisis parte, entonces, de una revisión de la categoría marxista de “alienación”, según los manuscritos de 1844, para establecer a partir de ella “la tipicidad de la alienación cultural argentina no como cosa particular de la sociedad capitalista clásica sino como país dependiente económica y cul-turalmente”42. Sólo de ese modo, dice, podrían establecerse las bases para superar su forma particular de alienación.

El objetivo de su análisis era fundar una praxis revolucionaria: “el cono-cimiento revolucionario es conocimiento de la práctica social y guía para la práctica transformadora, y eso quiere decir que hay que saber en qué consiste, cómo se presenta en cada una de sus formas específicas (económicas, políti-cas, ideológicas), cómo afecta a los hombres y a las clases”. El conocimiento teórico de la filosofía marxista no solía originar una práctica revolucionaria, comenta, “sino una actitud alienada pero con justificaciones prestigiosas”43. Creía que el examen de la teoría de la alienación resultaba necesario porque afectaba a la acción cultural de tres maneras: en primer lugar, porque contri-buía “a fundar una doctrina del hombre y de su libertad, del hombre real en su unidad indisoluble con la naturaleza y con los demás hombres, vale decir, en una situación histórico-social concreta”; en segundo lugar, porque “la denuncia de la explotación y la movilización de los explotados por medio del autorreconocimiento de su condición en la sociedad clasista encuentra nuevas evidencias, nuevas formas de la negación que sufren de su esencia humana”, que no se agotaban en el “despojo económico”; y en tercer lugar, porque “el contenido humanista de la construcción de la nueva sociedad después del triunfo revolucionario debe estar en el espíritu de todas las fases de su política, dando lucidez a la justa violencia de los que se rebelan buscando la libertad”.

42 cooKe, “Bases”, cit., pp. 164-165. Cooke revela su conocimiento de las ediciones en castellano y en francés de los manuscritos de 1844 y de las obras de algunos marxistas críti-cos, como Georg Lukács y Henri Lefebvre. De este último menciona Les problèmes actuels du marxisme, de 1958, y Critique de la vie quotidienne, de 1960, como también la edición argentina de “¿Es el marxismo una filosofía?”, publicado por la editorial Fichas, de Milcíades Peña, en 1965.

43 cooKe, “Bases”, cit., p. 171.

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No da más precisiones sobre los dos primeros puntos, que también revelan por su historicismo y antieconomicismo la influencia de Gramsci, pero sobre el tercero agrega que la “reaparición teórica de la categoría de la enajenación” enriquecía “el humanismo propio de la clase trabajadora” y permitía valorar “la experiencia revolucionaria mundial, tanto al considerar las negaciones de hecho de ese humanismo como para percibir las causaciones alienantes en los grandes errores y desviaciones”44. La adopción del marxismo como la teoría de la revolución no significaba para Cooke aceptar su principal manifestación histórica, el comunismo soviético.

Esa disociación del que hasta poco tiempo atrás había sido el modelo ex-cluyente de la revolución proletaria se debía no solamente a “las aberraciones criminales del llamado ‘culto a la personalidad’” sino al olvido del objetivo final de lograr la libertad humana. El plan quinquenal o la industria pesada, señala, “fueron perdiendo su carácter de medios para cobrar una existencia mi-tológica de fines: eran los instrumentos con que el hombre construía su mundo y buscaba su libertad, pero por una inversión maligna, esos fines humanos quedaron como resultado que se daría ‘por añadidura’ en la producción de co-sas materiales”45. Una “inversión maligna”: Cooke no buscaba en el marxismo mismo la explicación de su principal expresión histórica concreta, sino en una ignota fuente de maldad. Este recurso a fuerzas oscuras o a debilidades perso-nales para explicar los problemas encontrados en la práctica por una teoría que presumía de unir a ambas no era exclusivo de él. Por la “inversión maligna”, entonces, el humanismo había desaparecido de la realidad soviética, que ya no podía ser el modelo de las revoluciones futuras.

Cooke desechaba toda estrategia dilatoria y reclamaba la violencia: “no hay liberación a precio módico”46. El análisis de la teoría de la alienación de Marx le servía así para fundamentar la necesidad de la revolución, no ya subordinada a una estrategia mundial ni a la organización de la clase por el partido, sino aquí y ahora, y por medios violentos. Las características del tex-to, una contribución breve a una revista político-cultural, impedían avanzar sobre el principal interrogante que surgía de él: si la revolución era necesaria ya, ¿cuáles eran las tareas que ella requería? Esos eran los años del foquismo, por lo que ese artículo podía leerse como un llamado a la lucha armada. Co-oke, sin embargo, tenía una propuesta más compleja, aunque no más fácil de implementar, que expuso en otros escritos de la misma época, en los que pasa del análisis de la teoría al de la realidad política.

44 Ibídem, pp. 172-173.45 Ibídem, p. 173.46 Ibídem.

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La LeccIón de gramscI

La misión asumida por Cooke tras su regreso a la Argentina era el de-sarrollo de una política revolucionaria. El artículo de La Rosa Blindada la justificaba desde una perspectiva teórica, pero ella requería asimismo una fundamentación histórica y una propuesta de acción. Esto es lo que Cooke comenzó a hacer, según puede verse en los escritos recopilados por Alicia Eguren, en una conferencia que dio en Córdoba el 4 de diciembre de 1964, dos días después del frustrado retorno de Perón47. En ella puso de manifiesto una deuda mayor con Gramsci, a quien no recurría ya como una autoridad marxista, sino para explicar, basándose en sus ideas, las características de la política revolucionaria que creía que debía llevarse a cabo en la Argentina y, especialmente, el papel que en ella tenía el peronismo. Ese fue el objetivo de los escritos de sus últimos años, pero en ellos hay variaciones debidas las circunstancias políticas del momento y al público a que cada uno estaba diri-gido. La conferencia de Córdoba estaba enmarcada por el revuelo provocado por la fallida operación y su auditorio estaba conformado por activistas de la política universitaria, que desde una izquierda conmovida por la revolución cubana estaban descubriendo al peronismo.

Por ese motivo, seguramente, Cooke eligió el “tremendismo revoluciona-rio”, una forma indirecta de referirse al foquismo propiciado por los cubanos que atraía a ese público universitario, como punto de partida de su análisis de la situación del peronismo y de las tareas revolucionarias. Quería convencer a esos militantes tanto de que el foquismo, por su aislamiento de las masas, era inconducente, cuanto de que esas masas eran las que estaban en el peronismo. En cuanto al primero de esos objetivos, las dificultades provenían de que el foquismo postulaba que la revolución era posible con sólo armarse e irse al monte, sin necesidad del trabajo organizativo en el seno de las masas que tanto enfatizaba el PC. En ese mismo año se habían producido dos episodios que expresaban ese postulado: el del Ejército Guerrillero del Pueblo, dirigido por Jorge Ricardo Masetti, organizado y sostenido desde Cuba por el Che Guevara, que cayó en Salta en abril de 1964; y el del grupo dirigido por Angel Bengochea, que sucumbió en la explosión producida en un departamento de la calle Posadas, en Buenos Aires, en julio de ese mismo año48. Cooke, hasta

47 Publicada originalmente con el título de “El retorno”, fue reproducida como “El retorno de Perón” en cooKe, La lucha, cit., pp. 33-77.

48 Sobre el EGP, véase especialmente gaBrIeL rot, Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argentina: la historia de Jorge Ricardo Masetti y el Ejército Guerrillero del Pueblo, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2000; y cIro Bustos, El Che quiere verte, Buenos Aires, Vergara, 2007. Sobre el grupo de Bengochea, véase sergIo nIcanoff y axeL casteLLano, Las

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donde se sabe, no había estado vinculado con ellos. En cuanto al segundo obje-tivo, la dificultad residía en que, además de esas masas, el peronismo contenía otros elementos, como la dirigencia sindical y política, y Perón mismo, a los que desde la izquierda era difícil percibir como revolucionarios.

El tremendismo revolucionario y la burocracia oportunista, señala Cooke, eran “dos expresiones de una misma concepción errónea”, que no era revolu-cionaria: “entre la no-violencia del burócrata y la violencia sin base teórica y sin base moral del tremendismo, la única diferencia viene a ser la violencia, pero despojada de su carácter instrumental, transformada en inmediatez, en respuesta por sí misma insuficiente”. La violencia “sin fundamentos teóricos suficientes” era una simplificación de la realidad, decía, porque fuera del contexto revolucionario, desvinculada de la lucha de las masas, era “la acción de una secta iluminada”49. El “violento porque sí” creía que la correlación de fuerzas con el enemigo podía ser modificada “por mero voluntarismo de un grupo pequeño de iniciados”, que aspiraba “a constituirse como vanguardia del movimiento caído de la estratosfera para venir a decirle las verdades re-veladas de esa revolución sin fundamento doctrinario, sin base en la realidad, sin otro elemento que la pura demagogia del llamado a la violencia inorgánica y anárquica, por sí”50. Quienes promovían ese tipo de violencia no decían “en virtud de qué procesos, por qué mecanismos sociales, la acción de grupos dispersos, ha de transformarse en el triunfo final del movimiento de masas”. El reformismo burocrático y el tremendismo revolucionario, concluía, eran “una falsa disyuntiva”; la verdadera estaba “entre una política reformista y una política revolucionaria, entre una política de grupos y una política de masas”51. De la burocracia oportunista se encargaría en otras ocasiones, pero en esa, ante aquel público universitario, quería llamar la atención sobre otro punto: la necesidad de que la política revolucionaria no se aislara de las masas.

El problema era entonces cómo llevar a cabo la política de masas. Cooke da una respuesta netamente gramsciana. Para que la clase obrera asumiera “la conducción del proceso nacional”, para que tomara el poder, debía rechazar “las formas ideológicas que corresponden a la organización económico-social vigente” y crear “una visión del mundo propia”: eso era la teoría revolucio-naria. “La masa trabajadora” señala, no necesitaba que la halagasen ni que le dieran la razón, sino que sus direcciones políticas explicaran “cómo tiene que tener razón” y la ayudaran “en el esfuerzo por conocer el mundo a través

primeras experiencias guerrilleras en la Argentina: la historia del “Vasco” Bengochea y las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional, Buenos Aires, Ediciones del CCC, 2006.

49 cooKe, La lucha, cit., p. 38.50 Ibídem, p. 39.51 Ibídem, pp. 38-40.

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de sus propios valores y no de valores ajenos”. Como creía que en el régimen capitalista lo material y la posesión de la riqueza condicionaban lo espiritual y cultural, afirmaba que la cultura popular sería imposible mientras imperase el capitalismo52. La revolución requería establecer previamente la hegemonía de la cultura popular y en ese proceso tenían un papel central los intelectua-les. Ellos debían contribuir al desarrollo de esa cultura popular y de la teoría revolucionaria porque su ausencia prolongaba “la hegemonía de formas de pensamiento que son burguesas, antirrevolucionarias”, debido a que lo que no ocupaba la teoría revolucionaria permanecía ocupado “por los mitos del régimen imperante”53. El triunfo del movimiento de masas requería el desa-rrollo de esa teoría, “junto con la organización revolucionaria y los métodos de lucha”, que eran tres aspectos indivisibles de una misma cuestión54. Los intelectuales jugaban un papel clave en esa tarea.

Los intelectuales de izquierda, pensaba Cooke, prestaban más atención a las imperfecciones del peronismo que a su composición de clase. Pero no tenían derecho a exigirle al peronismo que respondiera “a esa imagen ideal que ellos crean en el mundo de las abstracciones perfectas”; por el contrario, debían considerar que las limitaciones del peronismo eran las “de una realidad social determinada, que condiciona a quienes la integran” y, por lo tanto, las de “las clases argentinas que han de construir nuestra sociedad del futuro”. La burocracia frenaba esos “avances de conciencia” pero, remarcaba, “también es cierto que el peronismo fue la causa y el resultado de inmensos progresos de esa conciencia colectiva”. El peronismo no era “la alienación de la clase trabajadora sino el nucleamiento donde ésta confluye y se expresa, la organi-zación a través de la cual hace sus experiencias y da sus batallas”55. Esto era lo que contaba para Cooke: el peronismo era la experiencia histórica de la clase obrera argentina. Esa era la lección de Gramsci.

Interpretar de esa manera el peronismo servía para vincular el pasado con el presente, pero no resolvía necesariamente el presente (lo que por entonces era el peronismo) y mucho menos el futuro (lo que sería para la revolución). El peronismo de mediados de los sesenta contenía una gran variedad de tenden-cias y opiniones, todas ellas alentadas por Perón. La superposición de líneas contradictorias mantenía “intacto nuestro caudal numérico” pero, sostenía Cooke, el número sólo serviría “cuando los elementos más combativos, más claros ideológicamente” estuvieran al frente de las organizaciones gremiales

52 Ibídem, pp. 44-45.53 Ibídem, p. 54.54 Ibídem.55 Ibídem, pp. 46-47.

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y políticas, y sólo gravitaría “si es encuadrado adecuadamente desde el punto de vista organizativo y movilizado en una política revolucionaria de objetivos claros, tácticas adecuadas y métodos de lucha correctos, coordinados en una estrategia que dé respuesta global al statu quo que soportamos”. Sin esas con-diciones, es decir, tal como se encontraba en ese momento, el peronismo era “un gigante invertebrado y miope”56. Esto se debía a la conducción que tolera-ba esa diversidad, que no se ocupaba de crear conciencia de la explotación ni buscaba los medios para terminar con ella. Esa dirección estaba traicionando a la masa, “aunque subjetivamente esos dirigentes crean que cumplen con su deber, aunque sentimentalmente consideren como propios los dolores de los trabajadores”57. No eran los burócratas sindicales o políticos los únicos blancos de esta condena sino, sin duda, también lo era el propio Perón. Pero reclamar a Perón que pusiera fin a esa diversidad, ¿no era reclamar la transformación del peronismo en un partido de clase?

No debía confundirse la composición de clase con la ideología de clase, respondía Cooke. Reconocía que en el peronismo “no todos son proletarios” y que estaba integrado “en parte… por sectores de la burguesía”. Pero se pregun-taba, “¿quién ha dicho que porque el peronismo tenga una composición social policlasista su ideología es también policlasista?” Como entre la ideología burguesa y la teoría revolucionaria no había tierra de nadie, “¿por qué el pero-nismo ha de resignarse a un policlasismo orientado por la ideología burguesa? ¿Por qué ha de someterse a los esquemas de pensamiento de su sector mino-ritario, el menos combativo, y sobre todo cuando esa ideología es impotente para resolver los problemas de la comunidad argentina y de la Nación como Estado soberano?” La ideología revolucionaria, respondía, era la única que daría soluciones, “no solamente para la clase trabajadora sino también para los sectores de nuestra burguesía que tienen una función constructiva que desempeñar en las etapas de transición hacia nuevas formas de organización de la sociedad”58. Cooke aceptaba la diversidad social del peronismo porque los sectores de la burguesía que lo apoyaban no tendrían ningún lugar en la sociedad futura más allá de las etapas de transición, pero por eso mismo, no aceptaba la diversidad ideológica. El peronismo no necesitaba transformarse en un partido de clase por su composición, pero sí necesitaba una conducción que impusiera la ideología revolucionaria.

Cooke no creía que Perón estuviese decidido a hacer algo en ese sentido. Perón era el símbolo de la resistencia al régimen, “un factor de desarrollo de la

56 Ibídem, pp. 54-55.57 Ibídem, pp. 55-56.58 Ibídem, p. 56.

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conciencia y de la combatividad revolucionaria de la masa”, pero no era parte de esa conducción revolucionaria59. Cooke podía reconocer que lo había sido en el pasado porque estaba pensando en el futuro: “la desaparición del general Perón dejaría vacante una jefatura revolucionaria, que jamás podrá asumir un titular reformista”60. Perón sólo era un símbolo y su sucesión estaba abierta.

Si Perón tenía ese papel simbólico, ¿cuál era el del peronismo tal como se manifestaba políticamente en ese momento? Cooke creía que el peronismo debía transformarse en el partido revolucionario, en el que “la historia se hace conciencia, la experiencia se transforma en teoría”. El Partido Justicialista no era la vía para realizar esa transformación, porque tenía una conducción re-formista. Para él, sólo era la organización legal del movimiento peronista para actuar en el frente político, así como los sindicatos eran las organizaciones para actuar en el frente del trabajo. El partido revolucionario era otra cosa: comprendía al PJ y a los sindicatos, “pero englobándolos en una estructura más amplia e integrándolos a estrategias globales”. Debía combinar todas las formas de lucha, “porque no confunde táctica con estrategia, objetivos inmediatos con objetivos fundamentales”61. Cooke no podía dejar de percibir que él no estaba en condiciones políticas de llevar a cabo esa estrategia. En consecuencia, el destinatario de sus escritos, como no parece que fuera Perón, serían los peronistas, para que tomaran conciencia de clase y se dieran una dirección capaz de desarrollar la estrategia para la toma del poder. Cooke tenía objetivos políticos distintos de los de Perón y estaba decidido a ignorarlo para cumplir con ellos.

Los objetivos de Cooke implicaban el uso de la violencia, que no era para él más que la respuesta a la violencia de origen social preexistente: “el que algunos tengan mucho y otros no tengan nada, ¿acaso no es un hecho de vio-lencia?… La opresión no es una fatalidad que nos llega del cielo: la opresión es algo que unos hombres le hacen a otros hombres”. La opción entre violen-cia y no-violencia era falsa: “lo que se debe resolver es si se ha de oponer a la violencia de los opresores la violencia libertadora de los oprimidos”62. El problema era entonces cómo se manifestaría la violencia de los oprimidos. Cooke, de acuerdo con lo que había expresado acerca de la construcción de la hegemonía revolucionaria, tendría que haber señalado que esa violencia sería la consecuencia de la tarea de los intelectuales revolucionarios que llevaría a transformar al peronismo en el partido revolucionario. Decía eso, de algún

59 Ibídem, p. 68.60 Ibídem, p. 73.61 Ibídem, pp. 73-74.62 Ibídem, pp. 74-75.

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modo, cuando afirmaba que la teoría revolucionaria debía comprender una teoría de la violencia para que no ocurrieran “los desastres de la violencia sin teoría del aventurerismo” o “errores de concepto como los del reformismo”. Pero cuando afirmaba que la violencia revolucionaria se ejercería contra “los enemigos de los seres humanos” y que era “amor a los hombres que se traduce en odio a quienes causan su desgracia”, estaba introduciendo un componente emocional ausente en la teoría marxista. Con ese llamado a ejercer la violencia sobre los opresores para conseguir la liberación inmediata de los oprimidos saltaba del marxismo de Gramsci al legado de la revolución cubana.

eL oBstÁcuLo de La revoLucIón

En su conferencia de Córdoba, Cooke delineó las bases de una política revolucionaria para ser desarrollada desde adentro del peronismo, pero al mismo tiempo señaló que había un obstáculo para que ella fuera posible: la bu-rocracia. En los textos que fueron publicados en 1973 con el título de “Apuntes para la militancia”, aparentemente escritos entre fines de 1964 y fines de 1965, Cooke analiza con mayor detalle ese problema63.

La masa peronista, dice, sólo recibía de “las estructuras dirigentes del movimiento”, “aparte de algunas directivas circunstanciales”, “espaciados pronunciamientos reiterando la monotonía de algunas trivialidades que han perdido hasta su carácter ornamental y nada agregan, sólo confusión, a lo que el pueblo conoce a través de su propia experiencia”. Cooke creía que “una de las funciones inexcusables de cualquier dirección es extender y ahondar ese conocimiento directo, elaborar críticamente los datos de la realidad contem-poránea y presentar conclusiones que aclaren su sentido, extraer y generalizar las enseñanzas que deja la acción colectiva [...]”. “La omisión de ese deber”, subraya, “basta para descalificar a los cuadros superiores del peronismo”64. Esa incapacidad, “responsabilidad exclusiva de las altas direcciones” que se limitaban a los “hechos tácticos” y no se fijaban “una estrategia de poder”, era la manifestación del pensamiento burocrático65. El “desajuste entre la rebeldía popular y las estructuras encargadas de transmutarla en acción revolucionaria”

63 joHn WILLIam cooKe, Apuntes para la militancia: peronismo crítico [Buenos Aires], Schapire, 1973. Esa obra está compuesta de fragmentos inconexos: el capítulo 1 se refiere a la situación del peronismo en diciembre de 1964, fecha del prólogo de Cooke; el capítulo 2 y las dos primeras secciones del capítulo 3 son un pantallazo histórico desde mediados del siglo XIX hasta 1945; y la tercera sección de ese capítulo parece corresponder a una conferencia dada en la CGT de Bahía Blanca en 1965.

64 Ibídem, pp. 21-22.65 Ibídem, p. 94.

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no se debía a un burócrata en particular, sino a la burocracia como “sistema de conducción del Movimiento”.66 Cooke no estaba criticando a dirigentes meno-res: la conducción del movimiento peronista, siempre se supo, era Perón.

La crítica a la burocracia fue introducida en el debate político posterior a la caída del peronismo por Cooke. Puede pensarse que el crecimiento del poder del sindicalismo en esos años, bajo el liderazgo de Vandor, era una razón suficiente para recurrir a ese concepto. Cooke, sin embargo, no lo asoció al sin-dicalismo. Su crítica apuntaba a un tipo de conducción que prestaba más aten-ción a las ganancias políticas inmediatas que a lo que él creía necesario para la toma del poder. No excluía al sector político, ni a Perón mismo, ni diferenciaba entre la burocracia política y la burocracia sindical. La diferenciación entre una y otra y la demonización de esta última fueron desarrollos posteriores a la muerte de Cooke, aunque contemporáneos a la publicación de sus libros. ¿De dónde tomó él ese concepto? En la tradición marxista fue utilizado por Lenin, como señala Esteban, y por el trotskismo, especialmente por Trotsky en La revolución traicionada, pero para éste la burocracia no era un obstáculo para la revolución sino una deformación del régimen surgido de ella67. También Gramsci puede haber sido la fuente de inspiración: “la burocracia es la fuerza consuetudinaria y conservadora más peligrosa; si ella termina por constituir un cuerpo solidario y aparte y se siente independiente de la masa, el partido se convierte en anacrónico y en los momentos de crisis aguda desaparece su contenido social y queda como en las nubes”68. Para Cooke, la burocracia pe-ronista se había independizado de la masa y era, en consecuencia, un escollo para la política revolucionaria.

El peronismo tenía ante sí, en consecuencia, dos líneas de acción posi-bles: la burocrática y la revolucionaria. La primera implicaba confiar en que “de alguna manera imprevista” se llegaría al poder; la segunda se basaba en la movilización del pueblo para alcanzar ese fin. Su adhesión a la línea revo-lucionaria resultaba de su caracterización del peronismo como “un encuadra-miento de fuerzas populares vertebrado en torno a la clase trabajadora”, a la que asignaba, como marxista, un “mandato histórico”69. Este mandato era la revolución, que la burocracia obstaculizaba.

66 Ibídem, pp. 33,35.67 [juan carLos] esteBan, La situación nacional y las consignas de “Clase Obrera”, Bue-

nos Aires, Liberación Nacional, 1955, p. 23; Isaac deutscHer, The prophet outcast; Trotsky: 1929-1940, Oxford, Oxford University Press, 1980 [1ª ed., 1963], pp. 55, 298-313.

68 antonIo gramscI, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado mo-derno, traducción y notas de José Aricó, Buenos Aires, Nueva Visión, 1998 [1ª ed. italiana, Einaudi, 1949; 1ª ed.argentina, Lautaro, 1962], p. 64.

69 cooKe, Apuntes, cit., pp. 29-30.

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Esa caracterización del peronismo cuestionaba el papel de Perón no ya en la revolución futura, tal como había puesto de manifiesto en la conferencia de Córdoba, sino como conductor del peronismo, ya que la crítica a la conducción burocrática lo involucraba directamente. Para él, más que una tarea Cooke tenía un ultimátum: “si por apatía o inadvertencia ante los factores retrógrados que obran en su seno, el Movimiento está por debajo de ese papel, otras direcciones aparecerán para reemplazar su misión renunciada, y semejante abdicación habrá retardado la hora cenital de la libertad argentina, hasta que se supere el doloroso desconcierto de su ausencia y se reencaucen las incontenibles energías de la voluntad nacional insurrecta”. Cooke anunciaba para tal caso la muerte política de Perón y también quién sería su ejecutor: “las bases impedirán que se lleve al peronismo a ese final inglorioso”70. Si Perón optaba por la línea burocrática sería arrastrado por la historia; pero, ¿cuál sería su papel si optaba por la línea revolucionaria? Cooke no tenía respuesta porque no creía en tal posibilidad.

El planteo de Cooke también desvelaba una paradoja: como clase obre-ra, es decir como categoría teórica, el peronismo seguía teniendo la misión histórica asignada por el marxismo; pero como peronismo, es decir como expresión histórica, tenía una “falla teórica”, por “la falta de una adecuada teoría revolucionaria para encarar esta coyuntura histórica”. Cooke estaba en el punto que Lenin había resuelto en ¿Qué hacer? mediante el partido revolu-cionario y proponía, tal como lo había hecho en Córdoba, la misma solución: la clase obrera

debe dentro de las tácticas estructuradas, dentro de todos los compromisos tácticos que se quiera, irse planteando la acumulación y la integración dentro de una estrategia general que tienda a la toma del poder. ¿Y eso se produce dónde? En el partido revolucionario. El partido revolucionario es el lugar donde la historia deja de ser espontánea, mero espontaneísmo, para hacerse conciencia. Es el lugar donde la práctica y la teoría confluyen para constituir una unidad que es la que le da potencia a la clase trabajadora y efectividad en el problema71.

Esta afirmación de la necesidad del partido revolucionario puede llevar a pensar que Cooke, luego de abandonar su apelación al PC para que asumiera una política insurreccional, se proponía crear un nuevo partido que, actuando dentro del peronismo, sustituyera al PC en la función revolucionaria que le re-clamaba. Pero, tal como lo sugiere en un artículo publicado en Cristianismo y

70 Ibídem, p. 30.71 Ibídem, p. 114.

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Revolución a fines de 1966, su idea era otra: el peronismo debía transformarse en el partido revolucionario72.

¿Cómo creía Cooke que el peronismo, entonces en manos de la conduc-ción burocrática, podría transformarse en el partido revolucionario? La misión, que en ese artículo explica de un modo más claro que en la conferencia de Cór-doba, estaba a cargo del “peronismo revolucionario”, al que definía como “una vanguardia que busca reconciliar la política del Movimiento con el verdadero papel que éste tiene en el enfrentamiento de las fuerzas sociales”, es decir, que debía reconciliar la realidad del peronismo con la misión histórica de la clase obrera. La tarea de esa vanguardia no era “una obra de mera predicación sino de militancia combativa y de difusión de las verdades esenciales que eleven el nivel de conciencia de los sectores que tienen la misión de construir la nueva sociedad en un país liberado”. Aunque las “verdades esenciales” parecen remi-tir a una visión mecanicista, Cooke veía a la política revolucionaria como “ac-ción esclarecida por el pensamiento crítico; una permanente indagación sobre una realidad fluida que no se somete a ninguna sabiduría inmóvil centelleando verdades definitivas”73. Más Gramsci, sin duda: el partido revolucionario de Cooke era el “príncipe moderno”, el resultado de la acción de una vanguardia en el seno de las masas (aunque, para complicar las cosas, éstas no eran orga-nizativamente vírgenes y tenían una historia particular que las había llevado a ser dirigidas por una burocracia).

Cooke da por sentada la necesidad de la vanguardia en el “Informe a las bases”, publicado también a fines de 196674. A los integrantes de la izquierda nacional que se habían ilusionado con que el golpe de estado de junio de 1966 produciría un nuevo encuentro de pueblo y ejército, tal como el que creían que se había dado en 1945, Cooke les advierte que por ese medio el peronismo no llegaría al poder. Si eso fuese posible, “las vanguardias no serían indispen-sables, no demasiado útiles siquiera, o mejor dicho, no habría vanguardias, desde que la conciencia revolucionaria sería un espejismo con que nos engaña la realidad enigmática donde operan leyes incomprensibles o un azar dislocado que torna posible cualquier resultado en cualquier circunstancia”. Cooke no refuta el azar en nombre del determinismo (la inevitabilidad de la revolución proletaria) sino en nombre de la unidad teórico-práctica que realiza la van-guardia. La revolución no podía para él ser el resultado de un factor externo

72 cooKe, “Definiciones”, cit., p. 15. 73 Ibídem. 74 joHn WILLIam cooKe, El peronismo y el golpe de estado. Informe a las bases del

movimiento [Buenos Aires], Acción Revolucionaria Peronista, 1966, reproducido en joHn WILLIam cooKe, Peronismo y revolución: el peronismo y el golpe de estado; Informe a las bases, Buenos Aires, Papiro, 1971.

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sino del desarrollo de la conciencia revolucionaria del proletariado, que sería consecuencia de la acción de la vanguardia.

La acción de la vanguardia produciría el desarrollo de la conciencia revo-lucionaria del proletariado, pero ¿cómo? Aunque el “Informe a las bases” es contemporáneo del artículo de Cristianismo y Revolución, se nota una dife-rencia entre las respuestas dadas por Cooke a esa pregunta: en aquel se diluía el papel del partido revolucionario. El desarrollo de la conciencia revolucio-naria estaba a cargo de la vanguardia revolucionaria, que no era “una minoría autodesignada en mérito a la admiración que a sí misma se profesa, sino el cumplimiento de una función que hay que revalidar constantemente mediante la comprensión teórica de una realidad fluyente”, sin verdades definitivas. Esto quería decir que ese conocimiento no era “exterior a la práctica de las masas, sino la experiencia directa de esa lucha enriquecida por el pensamiento crítico”, que sólo adquiría “valor revolucionario en cuanto se ‘socializa’ al ser incorporado por las masas a su acción, pues ellas son las actoras y también destinatarias de la revolución”75. La explicación podía ser satisfactoria desde una perspectiva teórica, pero ¿cómo se establecía en la práctica el vínculo entre la vanguardia y las masas?

Entre la vanguardia y las masas había un nexo: Perón. Criticado en es-critos anteriores como responsable último de la conducción burocrática, en el “Informe a las bases” Perón se transforma en “el héroe revolucionario, el líder de masas” y, como tal, “tiene una densidad de la que carece el demagogo o el caudillo que apela solamente a lo irracional de las multitudes para servirse de ellas”76. La diferenciación entre héroes y líderes, de un lado, y demagogos y caudillos, de otro, le sirve para explicar el papel de Perón, pero al hacerlo se separa de toda fuente de inspiración marxista, aun gramsciana, para avivar el rescoldo de su pasado nacionalista. Los demagogos y caudillos aparecen “por influjo de determinadas circunstancias históricas, pero no para sobrepasar las contradicciones de una sociedad injusta sino para afirmarla e integrar en ella a los pueblos durante un corto lapso”. Es decir, ellos son ajenos a la clase obrera y sólo sirven para arrastrarla en una dirección contraria a sus intereses. En cambio, “el héroe del pueblo, el líder revolucionario, no es un fenómeno personal sobreimpuesto a la realidad que permite su surgimiento, sino un protagonista que integra esa realidad y expresa las fuerzas de crecimiento, las ansias de libertad de los oprimidos, la voluntad nacional de constituirse como comunidad soberana”. Cooke no puede decir que el héroe y el líder expresan a la clase obrera, porque de esa manera eliminaría la necesidad de la vanguardia; sin embargo, los presenta como parte del proceso de la lucha antiimperialista

75 cooKe, Peronismo y revolución, cit., p. 18.76 Ibídem, p. 102.

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y de conformación de la conciencia revolucionaria de la clase obrera. No los asimila a los jefes carismáticos, ni aún a los que Gramsci considera progre-sivos, pero los presenta como una etapa si no necesaria, al menos producto de las circunstancias históricas77. Si su análisis de la función del líder hubiera quedado allí, habría ya sido suficientemente peculiar desde una perspectiva marxista. Pero no se detiene en ese punto, sin embargo.

“El héroe se carga de contenido, de belleza, de fuerza”, continúa Cooke, “porque en él se objetivan los anhelos y ansias, aspiraciones multitudinarias que irrumpen cuando a determinadas condiciones históricas se une la voluntad de las clases y de la nación explotada”78. Ese había sido para él el papel de Perón en 1945, “esa su relación con el pueblo que demandó su libertad”. El 17 de octubre había sido “la eclosión de la conciencia popular, que certeramente identificó su suerte con la del líder, en quien había encontrado el punto de con-fluencia de tantas voluntades dispersas, la voz que expresaba sus anhelos, el poder que los realizaría”. Aunque Cooke pretende diferenciar al demagogo y al caudillo del líder de masas, la diferencia que establece es de carácter subjetivo: su propia opinión acerca de las políticas que implementaban. Pero fracasa en establecer diferencias de carácter objetivo en el ejercicio del poder: en todos los casos se trata de una personalización extrema, de la sujeción de la ley al arbitrio personal, de la eliminación de todos los contrapesos institucionales con que la democracia liberal limita el poder personal. Cooke mismo apuntaba contra ese orden político al distinguir la democracia y el liberalismo, es decir, la democracia como expresión de la voluntad general y el liberalismo como expresión de un equilibrio de poderes, en los que el pueblo es la fuente de la legitimidad, pero como señala la constitución de 1853, “no delibera ni gobier-na, sino por medio de sus representantes”. Frente al poder limitado, él estaba por el poder irrestricto; frente al gobierno de la ley y de las instituciones, él estaba por el poder personal. Cooke señalaba, como lo hace Talmon, esas dos tradiciones de la democracia, pero mientras que lo que éste llama democracia totalitaria, originada en la voluntad general de Rousseau, se manifestaba en la dictadura, para Cooke lo opuesto a la democracia liberal, representativa, era el líder79. Cooke estaba dando un salto a considerable distancia de toda la tradición marxista, en la que la clase obrera se reconocía en los partidos socia-listas o comunistas, no en una persona. Ni siquiera Stalin había transformado

77 Sobre los jefes carismáticos, véase el fragmento sobre el cesarismo en gramscI, Notas sobre Maquiavelo, cit., pp. 71-75.

78 cooKe, Peronismo y revolución, cit., pp. 102-103.79 Ibídem, p. 61; j. L. taLmon, The origins of totalitarian democracy: political theory

and practice during the French Revolution and beyond, Harmondsworth, Middlesex, Penguin Books, 1986 [1ª ed., 1952].

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el “culto a la personalidad” en una categoría teórica. El líder de Cooke estaba más cerca del Duce o del Führer, expresión del “espíritu del pueblo”, que del Caudillo, expresión de la “identidad de destino” e “intérprete de la tradición”, según la caracterización que de ellos hizo un teórico del franquismo80.

Perón era para Cooke “el dirigente máximo [...] el punto de mira, el ele-mento aglutinador de las voluntades [...] el elemento de orientación en medio del confusionismo del régimen y de las condiciones desfavorables en que actúa la masa”. Perón mantenía los atributos de líder revolucionario, y como tal jugaba un papel decisivo que los burócratas (a los que Cooke ahora diferenciaba de Perón) no comprendían: “El don de Perón es, para ellos, mágico, sin relación con los fenómenos sociales concretos. Es un ídolo al cual se le hacen ofrendas de adoración incondicional y que luego cada uno lo carga con el contenido que le conviene en cada oportunidad”81. Al exculpar a Perón por el estado del pero-nismo, luego de las acusaciones directas que le había efectuado dos años antes, Cooke también estaba haciendo ofrendas al ídolo. Las hacía porque Perón era la llave que abriría mágicamente el corazón de las masas a la acción de la van-guardia. Cooke había descubierto algo nuevo, que no tenía vinculación alguna con la teoría marxista, pero que era útil para su política revolucionaria.

eL foquIsmo de masas

El descubrimiento de Cooke le sirvió, en “La revolución y el peronismo”, su último texto, escrito en 1967 y publicado en forma de folleto a comienzos del año siguiente, pocos meses antes de su muerte, para unir dos conceptos que hasta entonces estaban separados: peronismo y foquismo82. En esos años, muchos jóvenes militantes de una izquierda en crisis, en la que el PC había perdido su papel hegemónico de otrora, enfrentaban la opción entre uno u otro. El foquismo significaba la lucha armada en el ámbito rural: así lo había señalado el Che Guevara en su manual sobre la guerra de guerrillas en 1960 y lo había reiterado Régis Debray en su folleto “¿Revolución en la revolución?” en 1967, ambos ampliamente difundidos en toda América Latina83. El peronis-mo, en cambio, representaba la opción por las masas, concentradas en ámbitos urbanos. En “La revolución y el peronismo”, Cooke presentó la justificación

80 francIsco javIer conde, “Espejo del caudillaje” (1941), en Escritos y fragmentos polí-ticos, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1974, vol. 1, p. 386 y ss.

81 cooKe, Peronismo y revolución, p. 227.82 joHn WILLIam cooKe, “La revolución y el peronismo”, reproducido en cooKe, La lucha,

cit., pp. 79-107. 83 ernesto cHe guevara, Guerra de guerrillas, La Habana, 1960; régIs deBray, ¿Revo-

lución en la revolución?, La Habana, 1967.

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necesaria para desarrollar la lucha armada desde adentro del movimiento de masas y esto, en la Argentina, quería decir en el seno del peronismo.

Para comprender la visión de Cooke de la revolución y del papel que en ella jugaría el peronismo hay que partir de su caracterización del gobierno peronista. Éste había llevado a cabo el “proceso democrático-burgués, aunque en forma indirecta, como imposición de un frente antiimperialista cuya base de apoyo estaba en la clase trabajadora, sectores de la clase media y el sector nacionalista del ejército”84. Ese proceso, sin embargo, se había detenido: “cuan-do desaparecieron las condiciones de la gran prosperidad de post-guerra, y se cerró el ciclo de ingreso nacional creciente [...] se agudizó la lucha de clases”. Las contradicciones “ya no se dieron tajantemente entre dos frentes tal y como se constituyeron en 1945, sino también en el seno del peronismo”: el ejército, la burguesía y los burócratas de un lado y la clase obrera de otro. La “amalgama de fuerzas diversas” que había sido su fortaleza en 1945 se transformó en su debilidad. El liderazgo de Perón, “aceptado sin reservas por la clase traba-jadora y con apatía creciente por los otros sectores de nuestro Movimiento” evitó las colisiones, “pero aunque podía absorber esas contradicciones, no las suprimía”. La desarticulación del frente produjo la caída de Perón, que no llevó a la desaparición del peronismo, pero sí a su transformación. El frente policla-sista se destruyó y lo que quedó fue la clase obrera. Para Cooke, el peronismo era ante todo la clase obrera: “la cohesión y empuje de nuestro Movimiento es la de las clases que tienden a la destrucción del statu-quo”. Por eso resumió en una frase impactante que puede leerse en más de un sentido:los peronistas “seguimos siendo el hecho maldito de la política argentina”85.

Esa era una característica negativa, pero ¿tenía el peronismo alguna ca-racterística positiva? Cooke no creía que fuera “la maravilla de los siglos”, “ni el partido revolucionario tal como se lo concibe desde el punto de vista del marxismo”, pero tampoco era “un partido de la burguesía ni una alienación de la clase trabajadora tal como lo concibe un izquierdismo pueril que adjudica a un proletariado ideal ciertos niveles teóricamente determinados y luego los toma como pautas para juzgar al movimiento obrero concreto”. La principal ca-racterística positiva era que representaba “el más alto nivel de conciencia a que llegó la clase trabajadora argentina”. El peronismo, ya lo había sugerido desde el comienzo de sus lecturas gramscianas, era la expresión histórica de la clase obrera argentina. De allí derivaba todo su potencial revolucionario que, como ya había cumplido su fase democrático-burguesa, sólo podía canalizarse hacia la realización de la revolución socialista. Por falta de una ideología revolucionaria

84 cooKe, La lucha, cit., p. 82.85 Ibídem, p. 83.

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y por su conducción burocrática, sin embargo, seguía siendo (como ya lo había dicho en su conferencia de Córdoba) “un gigante invertebrado y miope”86.

La revolución en la Argentina, decía Cooke, era impensable sin el pero-nismo, por lo que la movilización revolucionaria de las masas se daría desde su propio seno. Pero el peronismo tal como estaba no bastaba para producirla. Era necesaria “la acción de vanguardias que impulsen el avance de conciencia y la movilización de sus masas tras una política real de poder”. Una de esas vanguardias era Acción Revolucionaria Peronista (ARP), la agrupación creada por él en 1964, “orientada para luchar contra la dependencia y la explotación por medio de la lucha revolucionaria”. Ella, apuntaba, no era un partido po-lítico para respaldar la acción militar ni un sector militarizado de un partido político. Era una organización que operaba “en todos los frentes en defensa de sus posiciones políticas, sirviendo los propósitos de la lucha revolucionaria”; actuaba “sobre la base del Movimiento Peronista, participando de sus luchas políticas y sindicales, influyendo para la adopción de líneas de acción correc-tas, eventualmente incluso a través de posiciones dentro de los organismos gremiales y partidistas”, pero sus representantes estaban sujetos “a la política y a la conducta trazada por ARP cuando ésta se halla en contradicción –como es frecuente– con la que establecen las direcciones burocráticas”. Cooke no suponía que ARP fuese la única vanguardia, sino una de las vanguardias revolucionarias. La revolución sería un proceso largo, por lo que no era una tarea exclusiva de los peronistas, sino de todos lo que asumiesen la condición de revolucionarios. Esta condición significaba “coincidencia en los objetivos de liberar el país del imperialismo, liquidar su régimen social clasista y construir el socialismo y coincidencia en que esas aspiraciones sólo pueden lograrse mediante la acción armada, promovida por la vanguardia y llevada a término por las masas populares”87. ARP, en consecuencia, no era todavía un partido político para respaldar la acción militar ni un sector militarizado de un partido político, pero indudablemente, si cumplía su función como vanguardia, debería practicar, en algún momento, la lucha armada. Cooke quizá no había dejado de lado su intención de transformar al peronismo en el partido revolucionario, pero la misión de la vanguardia era iniciar la lucha armada y conectarla con las masas populares. El marxismo de Gramsci se fundía con la teoría del foco.

La inspiración gramsciana le había permitido a Cooke reconocer al pe-ronismo como la experiencia histórica de la clase obrera argentina y, a partir de ese reconocimiento, definir un concepto que excedía aquella influencia. Al descubrir el marxismo, Cooke podría haber encontrado que el peronismo no

86 Ibídem, p. 84.87 Ibídem, pp. 89-90.

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se ajustaba a ninguno de los modelos disponibles en esa tradición y, en con-secuencia, que era necesaria la organización independiente de la clase obrera, dentro o fuera del partido. Pero en su acercamiento al marxismo se encontró con Gramsci, cuyas ideas le permitieron explicar al peronismo como la ex-periencia histórica de la clase obrera, justificando, de paso, su propia historia personal desde una novedosa perspectiva teórica. Esa explicación era buena para el pasado, pero no lo era necesariamente para el presente ni para el futuro. El peronismo del presente estaba dominado por la burocracia. Cooke podría haber dicho entonces que el peronismo había sido la experiencia histórica de la clase obrera pero que ya no lo era más, o podría haber dado batalla a esa burocracia por el control del peronismo tal cual era. No hizo lo uno ni lo otro: decidió desarrollar su propia política revolucionaria sin dejar de proclamarse peronista. “Somos peronistas”, afirmaba, “actuamos en el seno del movimiento de masas, y no diferenciados de él”. El peronismo expresaba “las limitaciones de nuestra propia sociedad nacional” y encerraba “las posibilidades… de su-perarlas colectivamente”. Este es el punto clave de la argumentación de Cooke: el peronismo era la experiencia histórica de la clase obrera argentina, pero también su identidad política. Había logrado escindir, sin teorizar al respecto, la identidad peronista de la realidad que le ofrecía el peronismo tal cual era entonces. Cooke ya no era peronista por su coincidencia con Perón, sino por lo que el peronismo significaba para él, independientemente de lo que Perón u otros peronistas hiciesen o pensasen.

La identidad peronista planteaba dos problemas: por un lado, qué tipo de acciones debía llevar a cabo la vanguardia; por otro, el papel de Perón, toda-vía jefe del peronismo, en ese proceso revolucionario. Cooke era muy parco respecto del primero, pero eso podía ser simplemente para ahorrar los deta-lles de la revolución que impulsaba (fuese por razones de seguridad o por su confianza en la dialéctica de la historia), y resolvía el segundo de una manera demasiado sumaria. Perón era “el máximo valor de la política democrático-burguesa en la Argentina, un pre-marxista que, por inteligencia y por conoci-mientos generales sigue la evolución que toma la historia y simpatiza con las fuerzas que representan el futuro”88. No creía que fuese un obstáculo para la lucha armada, “por cuanto existe una clara y necesaria continuidad histórica entre el proceso iniciado bajo su liderazgo el 17 de octubre de 1945 con las banderas… y el proceso revolucionario que hoy comienza a desarrollarse bajo otras formas de lucha pero manteniendo e integrando en un proceso superador las banderas iniciales”; pero eso no significaba que fuese en ese momento “el destinado a trazar una política revolucionaria, entendida como unidad de teo-

88 Ibídem, p. 92.

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ría, organización y métodos de lucha”89. Perón era el pasado y no tenía futuro; no importaba como conductor sino como mito90.

El mito de Perón perduraría porque no era “una torpe idolatría de las masas”.

Al afirmar su fe en Perón, explicaba, al reconocerle implícitamente una infalibilidad que se da por sentada, pero sobre la cual no desea discutir, al dotarlo de condiciones excepcionales y posibilidades casi mágicas de triunfo, el hombre de nuestra base no hace sino proyectar hacia el jefe lejano algo que anhela y que la sucia realidad en que se mueve no le ofrece; y, además, Perón no sólo es el artífice de la única época en que el obrero fue feliz [...] sino algo más importante: es el recuerdo, el símbolo, de la primavera revolucionaria del proletariado argentino, del momento cenital de las grandes conquistas sociales y las reivindicaciones nacionales.

El mito de Perón sí estaba vivo, porque se alimentaba “tanto de la adhesión de los obreros como del odio que le profesa la oligarquía no atenuado por los años porque es el reverso del amor de los humildes”. Por eso, remarcaba Cooke, “creer que ese liderazgo pueda ser suplantado por la superioridad en los planteos o por la capacidad de conducción política es ignorar todo eso”91. Cooke no adver-tía que semejante papel le cuadraba mejor a un muerto que a un vivo: ¿por qué habría de ser Perón un espectador pasivo de esa revolución que lo privaría del apoyo de las masas y lo arrumbaría en el desván de la historia? Cooke confiaba en que Perón nunca regresaría. Pero, ¿si el proceso revolucionario avanzaba bajo la bandera del peronismo no reclamarían las masas su presencia?

Nuevos mitos surgirían en la lucha, creía Cooke, sin entrar en colisión con el mito de Perón. Imaginaba que “Perón se interpone, para bien o para mal, en el camino de políticos y liderazgos reformistas”, pero no “en los liderazgos que no dupliquen su papel sino que surjan como producto de nuevas formas de lucha”. Cooke confunde el mito con el liderazgo, suponiendo que éste conduce necesariamente a aquel. Quizás acertara en que Perón podía convivir con otros mitos, pero ¿podría convivir con otros líderes? “El pueblo”, continúa Cooke, apropiándose sin timidez del sujeto colectivo, “no encontrará incompatibles su lealtad peronista con su adhesión a hombres y grupos del Movimiento que le abran nuevas perspectivas para continuar en la trayectoria que quedó trunca,

89 Ibídem, pp. 92,94.90 Quizás a ese descubrimiento se deba el hecho de que la última carta de Cooke a Perón

–suponiendo que la Correspondencia incluya todas las cartas que le envió– sea del 21 de febrero de 1966, cuando aun le quedaban dos años de vida y de actividad política. Cf. Perón-cooKe, vol. II, pp. 356-367.

91 cooKe, La lucha, cit., p. 93.

47EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

parecería que definitivamente”. Esta es la clave práctica de la fusión del pe-ronismo y marxismo en Cooke: la lucha bajo cobertura peronista produciría otros líderes y otros mitos que se sumarían al de Perón. El nuevo mito sería provisto por la conducción revolucionaria, que se cargaría “con el magnetismo de su antiguo prestigio, llevando, a través de esta síntesis, al pueblo, después de años de derrota y proscripción, a nuevas, gloriosas, y esta vez sí definitivas victorias”92. De esta manera la identidad peronista servía de vínculo entre el pasado y el futuro, independientemente de las otras manifestaciones del peronismo.

Para Cooke había comenzado, cualquiera fuese su duración, “la última etapa del proceso argentino”. La alternativa entre “la dictadura violenta o dic-tadura encubierta en la semidemocracia”, que era como caracterizaba al orden político bajo el gobierno de Illia, bajo el de Onganía había pasado a ser “régi-men dictatorial burgués-imperialista o gobierno revolucionario de las masas mediante el triunfo de la guerra revolucionaria”. No creía en la posibilidad de que se regresara a aquella semidemocracia, y mucho menos a una democracia plena (que, por lo demás, no le interesaba), por lo que el retorno a una forma de gobierno representativo debía ser bloqueada por la violencia. Su concepción estratégica era “hoy y siempre, la de la lucha armada”93. La teoría del foco prevalecía, pero su práctica debía realizarse sin excluirse del peronismo.

La lucha armada planteaba el problema de las condiciones necesarias para su desarrollo. Esta cuestión lo llevó a criticar nuevamente al PC, que sólo aceptaba el empleo de la violencia en “ciertas condiciones [...] que la diferencien de la ‘provocación’ y la ‘aventura’”. Cooke preguntaba si esas condiciones sólo podían ser fijadas por “los que detentan el monopolio de Lenín, Marx, de la filosofía marxista, de la ‘representación del proletariado’”. A esas preguntas retóricas contestaba: “Nosotros no tenemos, lo confesamos mucha confianza en esos sabios de la historia que nos adelantan el final pero nunca entienden lo que pasó ayer o está pasando ahora”. ¿Cómo sabían que no había condiciones? Para Cooke, el PC las clasificaba según un patrón doble: los revolucionarios eran quienes tomaban el poder, como Lenin, Mao y Fidel Castro; y los aventureros, quienes “fracasan, mueren, van presos”. “No nos parece un criterio muy marxista de análisis”, señalaba, “más bien creemos que lo enunció Maquiavelo”. El PC acertaba siempre porque se apropiaba de los aciertos ajenos. Para Cooke, “acertar con Fidel Castro” era intentar “lo que él intentó, seguir el camino que él abrió”94. Hasta aquí, la crítica de Cooke al PC

92 Ibídem, p. 94.93 Ibídem, p. 96.94 Ibídem, pp. 104-105.

48 SAMUEL AMARAL

era metodológica: el PC propiciaba un método, el partido leninista, y como éste no había funcionado más allá del modelo original, se apropiaba de otras revoluciones, pero no variaba el método.

Cooke iba más allá de la crítica metodológica, sin embargo, para efectuar otra que se situaba en el mismo plano emocional en que había justificado la violencia en su conferencia de Córdoba o explicado al líder en el “Informe a las bases”. Sólo esa vocación por conmover los sentimientos de sus lectores con frases altisonantes (y la facilidad que tenía para acuñarlas) le permitió afirmar que “en último caso siempre es preferible ser derrotado o muerto con el Che Guevara, que acertar y triunfar con Vittorio Codovilla”. A lo que agregaba, como si esa infausta sentencia no bastara: “Sobre todo, mucho más alegre”95. ¿Por qué podía ser más alegre morir con aquel que triunfar con éste? Esa afirmación no carecía, por cierto, de repercusiones políticas, pero no tenía ningún sustento teórico, al menos en el marxismo, ya fuese el de Marx o el de Gramsci. Esa lúgubre alegría, el desdén no ya solamente de alternativas menos violentas que la lucha armada sino de otras concepciones de la política, aún de la política marxista, es una marca original de Guevara que a través de Cooke inspiró sin duda a muchos de quienes en esos años se transformaron en revolucionarios.

La lucha revolucionaria, la violencia, eran para Cooke infalibles: “La razón de nuestra línea sólo puede demostrarse, a escala de las masas, por su aplicación exitosa. En cambio nuestro fracaso… no les daría la razón a nues-tros críticos: ellos lo computarán como un fruto de su propia sabiduría, pero podría deberse a fallas concretas de nuestra acción o a cualquier factor de la contingencia y no a errores de concepción”96. Los marxistas ortodoxos que Cooke menospreciaba seguramente pensaron que de esta manera anteponía las ideas a la experiencia, la teoría a la práctica. Su llamado a la acción esqui-vaba el quietismo, cuya crítica había leído en Gramsci, pero no el fatalismo optimista del determinismo mecánico. También Cooke se apropiaba de los triunfos para su teoría revolucionaria y dejaba las derrotas para las debilidades humanas o la casualidad.

El último escrito de Cooke expresa tanto la influencia teórica de Gramsci como la herencia metodológica de la revolución cubana. El peronismo era la experiencia de la clase obrera, pero ella debía continuar en la revolución so-cialista. La lucha armada era el vínculo entre aquella experiencia y su misión histórica, anudado por la vanguardia mediante su acción dentro del peronismo. Foquismo y peronismo eran hasta entonces dos términos opuestos: uno propo-

95 Ibídem, p. 105.96 Ibídem, p. 106.

49EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

nía la lucha armada inmediata en un ámbito rural; el otro, el trabajo político en el seno del movimiento de masas. Cooke unió (en el papel) ambos conceptos, proponiendo el desarrollo de la lucha armada desde el seno del movimiento de masas: el foquismo de masas.

concLusIón

El descubrimiento tardío del marxismo, a fines de la década del cincuenta, le permitió a Cooke encontrar un panorama teórico distinto del que habían encontrado quienes comenzaron su militancia en las décadas anteriores. Asi-mismo, no haber pertenecido a ningún partido o agrupamiento marxista le dio la ventaja de no tener que soportar la carga de ninguna tradición interpretativa. Cuando se interesó en el marxismo, en las páginas de un libro recién llegado a las librerías, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, de Gramsci, encontró los elementos necesarios para interpretar al peronismo desde una nueva perspectiva.

Otros marxistas habían fracasado ante la discrepancia entre la clase obre-ra como concepto teórico y la manifestación política real de los integrantes de la clase obrera argentina. Algunos pensaban que ese comportamiento era una desviación pasajera, porque la clase obrera tenía que cumplir su inevita-ble misión histórica; otros pensaban que el peronismo, más el gobierno que el fenómeno político, había sido una etapa en el camino de la revolución. Cooke logró escapar del laberinto que era la realidad del peronismo mediante la di-ferenciación de la experiencia histórica y la identidad política. La experiencia histórica era el vínculo del pasado con el presente y la identidad política, el del pasado con el futuro. El peronismo era la identidad política de las masas, de modo que resultaban irrelevantes los designios políticos del resto del pero-nismo y del mismo Perón.

Dentro de la identidad peronista, entonces, cualquier política era posible, inclusive la de Cooke (aunque él no lo viese de ese modo). Para él, la política revolucionaria derivaba del supuesto de que el peronismo era la experiencia histórica de la clase obrera. Esa experiencia histórica no anulaba la misión histórica de esa clase, pero ésta tampoco se cumplía automáticamente por el mero juego de las leyes de la historia. Aunque Cooke había partido de una visión determinista del marxismo, pronto la cambió por una voluntarista: la historia como resultado de la voluntad humana y, en consecuencia, también la revolución socialista. No se planteaba el problema que implica esta visión: si la historia resulta de la voluntad humana, ¿por qué ésta debería emplearse en la revolución socialista? Pero respondía a esta pregunta indirectamente como

50 SAMUEL AMARAL

respondieron otros marxistas que se encontraron en el mismo atolladero: por un imperativo moral. La revolución terminaría con la opresión y la explotación: la individual, la de clase, la imperialista. Todo el peso de la argumentación de Co-oke, como para tantos otros marxistas, estaba en el proceso revolucionario, sin ninguna preocupación por el día después de la revolución. Podía fundamentar esto teóricamente: imaginar con demasiada precisión ese día sería eliminar la dialéctica de la historia. No era necesario, por lo tanto, indicar cuáles serían las políticas de la revolución triunfante. En esos días, por lo demás, había un nuevo modelo revolucionario: la revolución cubana. Sólo había que seguir su método para concretarla y luego, tras el triunfo, sus políticas. Cooke no disentía con esta visión, pero creía que el método cubano, la lucha armada, no debía disociar a los revolucionarios de las masas. Esto presentaba un problema que desde la revolución cubana no se había podido resolver: cómo establecer un foco y al mismo tiempo desarrollar una política de masas, cómo combinar el necesario secreto de la acción revolucionaria con la no menos necesaria publicidad de la acción política. Él propuso la solución, el foquismo de masas, pero no pudo practicarla. Otros, a poco andar, se encargarían de intentarlo.

La revolución de Cooke era, aunque no la designara como tal, una revo-lución nacional. Lo era en un doble sentido: por un lado, por su apelación a los sentimientos patrióticos y redencionistas (“la patria es sentido del futuro, es posibilidad de construirnos como Nación”), pero también por la total au-tonomía respecto de cualquier otro proceso revolucionario o de la situación mundial. Su revolución era “parte de la revolución latinoamericana… parte del frente revolucionario mundial”, pero no tenía ningún vínculo con una u otro97. Esa revolución latinoamericana sería, por omisión, el resultado de la sumatoria de las partes, cada una resultado de una particular experiencia histórica; y del mismo modo, el frente revolucionario mundial, que ya no era el encabezado por la Unión Soviética, ni siquiera por China, sino quizás una adición de revoluciones nacionales, como la cubana, la argelina, la vietnamita. Por esto cae en la misma contradicción que otros sostenedores de la revolución nacional: ésta, por definición, era antiimperialista, pero su concreción requería un imperialismo pasivo, es decir, lo contrario de lo que, por definición, era el imperialismo. Mientras los marxistas creyeron que había leyes de la historia que garantizaban el triunfo de la clase obrera, nada de lo que hicieran otras clases podía cambiar el resultado final; pero cuando dudaron de esas leyes y la historia pasó a ser el resultado de la acción (o aun de la voluntad) humana, y por lo tanto impredecible, ¿qué les hizo pensar que las potenciales víctimas, cualesquiera fuesen sus faltas, se someterían mansamente a la acción de los

97 Ibídem, p. 75.

51EN LAS RAíCES IDEOLóGICAS DE MONTONEROS

revolucionarios? Cooke no resuelve este misterio, pero no carece de compañía entre quienes abandonaron la interpretación mecanicista del marxismo.

La clase obrera era, naturalmente, el sujeto de la revolución, de la historia, pero Cooke encontró que ella tenía una historia y que en la Argentina el resul-tado de esa historia era el peronismo. Por eso no podía haber revolución sin el peronismo. Pero, al mismo tiempo que expresión histórica de la clase obrera, el peronismo era un movimiento político realmente existente que contenía una gran variedad de tendencias. Este peronismo presentaba un problema: estaba controlado por una dirección burocrática que, por definición, no era revolucio-naria. Era necesario, en consecuencia, luchar contra la burocracia para transfor-marlo en el partido revolucionario. En su último escrito, sin embargo, decae el énfasis de la lucha contra la burocracia y el partido revolucionario desaparece por completo. La prioridad es la lucha armada de la vanguardia, el peronismo revolucionario. La vinculación de esa vanguardia con el peronismo se daría en el plano emocional, por la identidad peronista. Cooke no cree necesario especi-ficar cómo se daría el paso de ese vínculo emocional a otro organizativo: quizá creyera que la dialéctica de la historia se encargaría de suplirlo.

En sus últimos años, Cooke fluctuó entre Gramsci y el foco. Primero quiso transformar al peronismo en el partido revolucionario, mediante la construcción de la hegemonía de la política revolucionaria por los intelectuales encargados de realizar la unidad teórico-práctica. Luego, en su último escrito, quiso a la vanguardia lanzada a la lucha armada, pero sin salirse del peronis-mo. A pesar de la apariencia excluyente de ambas influencias, la intención de Cooke fue fundirlas en una sola práctica política: el foquismo de masas. La clave que hacía posible esa fusión era la identidad peronista, un factor emocio-nal que conectaría la experiencia histórica de las masas con la lucha armada de la vanguardia. Así, a la manera cubana, el peronismo se transformaría en el partido revolucionario.

Perón era el principal problema de Cooke. Su interpretación del peronismo tenía una contradicción implícita: Perón era una pieza clave, pero al mismo tiempo debía ser totalmente pasiva. Para Cooke, Perón había sido sucesiva-mente el conductor que debía regresar al poder (en 1957), un participante condicionado de un frente de liberación (en 1959), y luego un obstáculo para la revolución por su conducción burocrática (en 1964). Cooke reconsideró su opinión tras el frustrado retorno: Perón se transformó así (entre 1966 y 1968) en símbolo de la resistencia al régimen y luego en un héroe, un líder y, final-mente, en un mito. En otras palabras, para Cooke, Perón estaba políticamente muerto. Pero si éste rechazaba su lugar en el panteón, si reclamaba su puesto de conductor, la ilusión de Cooke se esfumaría. Perón, se sabe, volvió a la Argentina y fue nuevamente presidente.

Argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París.

1956-2009

noemí BrentaIDEHESI-UCA–UBA-CONICET

[email protected]

resumen

Desde 1956, en ocho ocasiones la Argentina refinanció deudas oficiales en el ámbito del Club de París. Estas refinanciaciones implicaron implementar programas de ajuste, acompañados en seis oportunidades por acuerdos contin-gentes con el FMI. Pero la apreciación subsiguiente de la moneda doméstica y los compromisos de facilitar importaciones pactados en tales acuerdos, desencadenan un ciclo de auge y deterioro de la cuenta corriente del balance de pagos que finaliza con una nueva crisis y una deuda externa incrementada, agravando la restricción de divisas originante de tal situación, en un contexto de salida masiva de capitales, inflación y recesión.

PaLaBras cLaves

Argentina – FMI – Club de París – crisis de pagos.

aBstract

Argentina refinanced eight times its Paris Club’s debts since 1956. The refinancing involved implementing stabilization and expenditure cut programs, and were accompanied by IMF agreements in six occasions. But the subse-quent appreciation of the domestic currency and the imports commitments involved in such agreements triggered a cycle of boom followed by the wor-sening of the current account, which resulted in a new crisis and the increase

Temas de HisToria argenTina y americana, XVII (Julio-diciembre de 2010) pp. 53-76.

54 NOEMí BRENTA

of the external debt, exacerbating the original foreign currency restriction in a context of massive capital outflows, inflation and recessión.

Key Words

Argentina – IMF – Paris Club’s – payment crisis.

IntroduccIón

Argentina tiene un problema importante, común a la mayoría de los paí-ses pequeños. Pero esta nación del Cono Sur no es estrictamente pequeña; su producto bruto ocupa el puesto 24 en el ranking mundial, su población el 31, y su superficie el 8. Lo que ocurre es que desde el punto de vista de la teoría monetaria internacional, también China, la India o Brasil son países pequeños. Su pequeñez reside en que sus monedas no se utilizan en los pagos interna-cionales y, por lo tanto, los bancos centrales de los demás estados tampoco las demandan como reservas.

Estos países –así como la Argentina– consiguen moneda de uso interna-cional principalmente exportando mercaderías y servicios, y también en menor medida por el influjo de inversiones externas y préstamos. Las transferencias por remesas de los emigrados también robustecen la disponibilidad de divisas en algunos estados nacionales. Pero en ciertas circunstancias, las reservas de moneda externa son insuficientes para afrontar las obligaciones con el resto del mundo –importaciones, intereses, utilidades y dividendos de empresas extranjeras, amortización de préstamos en divisas– y los países no emisores de moneda internacional caen en crisis de pagos.

Este problema de insuficiencia de divisas, denominado “restricción exter-na”, es el talón de Aquiles de los países en desarrollo, y una de las principales raíces de todas las crisis de la economía Argentina.

1. La restrIccIón externa de La argentIna

Las frecuentes crisis de balance de pagos de la Argentina constituyen el indicador más relevante de la restricción externa. Tomando sólo desde 1956, año de la primera negociación con el Club de París y de adhesión a los con-venios de Bretton Woods, en cinco decenios ocurrieron en la Argentina seis crisis de pagos sumamente traumáticas: en 1958-1959; 1962-1963; 1975-1976; 1981-1983; 1989-1990 y 2001-2002. Sin contar otros episodios de menor dra-matismo, como los de 1972, 1985, 1987 y 1996. La pérdida de reservas inter-

55ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

nacionales, el déficit de la cuenta corriente y la salida de capitales caracterizan estas coyunturas, siempre ligadas a recesiones y devaluaciones bruscas.

Numerosos trabajos de las décadas de 1960 y 1970, y aun anteriores, de raigambre keynesiana y estructuralista, ahora rescatados por el pensamiento heterodoxo, mentan la restricción externa como el principal freno al crecimien-to económico de la Argentina1 y, en general, de los países subdesarrollados. La estructura productiva incompleta y desequilibrada; el patrón de comercio exte-rior basado en exportar materias primas de precios inestables e importar bienes industriales; el atraso tecnológico; la oferta rígida de energía y/o alimentos son algunas de las causas por las que el proceso de crecimiento demanda montos crecientes de divisas para la importación de equipos productivos, tecnología e insumos; mientras que las exportaciones se expanden mucho más lentamente. Sin contar el difícil acceso a los mercados de los países desarrollados y, en el caso de Argentina, la competencia de sus productos agrícolas con los de los Estados Unidos y la Unión Europea, que subsidian a este sector de actividad.

En la etapa de crecimiento de Argentina por industrialización sustitutiva de importaciones, que la política económica cortó de cuajo desde 1976, la restricción de divisas aparecía ligada a la balanza comercial. El desarrollo económico expandía las importaciones mucho más rápido que las exporta-ciones. A la reiteración de déficits comerciales y de cuenta corriente seguía la salida de capitales, agravando todavía más el estrangulamiento externo2. Las reservas internacionales disminuían hasta cubrir sólo uno o dos meses de importaciones, a veces menos, y éste indicador señalaba la iliquidez de divisas de la Argentina, revelador de la crisis externa.

En la etapa siguiente, iniciada en 1976, la multiplicación de las obliga-ciones financieras de corto plazo agregó a la cuenta corriente la presión de atender abultados servicios financieros (especialmente intereses); mientras que la apertura de la cuenta capital acentuó la volatilidad del balance de pagos. En

1 raúL PreBIscH (1949), El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas, en Obras 1919-1948, t. IV-152, Fundación Raúl Prebisch, Buenos Aires, 1994, pp. 490-551; carLos f. díaz aLejandro, Ensayos sobre la historia económica argentina, Amorrortu, 1ª ed. 1975, 1ª reimp., Buenos Aires, 1983; aLdo ferrer, La economía argentina. Las etapas de su desarrollo y los problemas actuales, Fondo de Cultura Económica, México, 1963; marceLo dIamand, Doctrinas económicas, desarrollo e independencia, Paidós, Buenos Aires, 1973; y javIer vILLanueva, “Problemas de Industrialización con Restricciones en el Sector Externo”, Desarrollo Económico, Vol. 4, Nº 14-15, pp. 171-182, Buenos Aires, 1964, son algunos de los trabajos más relevantes que analizaron la restricción externa al crecimiento en los países subdesarrollados.

2 El modelo de crisis de balance de pagos de segunda generación describe la secuencia explosiva de esta situación (PauL r. Krugman, Currencies and Crises, 6ª ed., The MIT Press, Cambridge, Massachussets, Estados Unidos, 1998, pp. 61-76).

56 NOEMí BRENTA

este período, las crisis de pagos internacionales de la Argentina están asocia-das al sobreendeudamiento externo, sin desdeñar los déficits comerciales y de servicios reales de 1980-1981 y 1992-1999.

Los gráficos 1 a 5 (al final de este artículo) muestran los saldos del in-tercambio comercial de la Argentina, la evolución de la deuda externa y la incidencia sobre el producto bruto de los intereses pagados por ella.

Los saldos comerciales de la Argentina alternan su signo abarcando largos períodos. Tras siete años de déficit continuo, desde 1956 hasta 1962 inclusive, sobrevinieron ocho años de superávits, desde 1963 hasta 1970. También arroja-ron superávits comerciales los trienios 1972 a 1974 y 1976-1979, por cierto que basados en una lógica acumulativa opuesta, tras la bisagra de la crisis de 1975 y el ascenso al poder del gobierno de facto, que implementó la lógica de la acumulación rentístico-financiera. Luego de dos años de déficit comercial, en 1980 y 1981, la casi década que va desde 1982 hasta 1991 mantuvo excedentes positivos (y recesión). En los años siguientes, entre 1992 y 1999 reaparecieron los déficits comerciales, excepto durante la recesión de 1995-1996. En 2000 y 2001 nuevamente la recesión recortó las importaciones y corrigió el saldo de la cuenta mercancías, resultado que se mantuvo luego de la devaluación de 2002.

En síntesis, en vigencia de políticas ortodoxas, el crecimiento se mantuvo ligado a déficits de cuenta corriente, y los superávits comerciales sólo resul-taron de la contracción de la demanda agregada y la recesión; el atraso cam-biario fue la regla. Mientras tanto, las políticas heterodoxas a veces lograron combinar crecimiento y superávits comerciales, controlando las importaciones y evitando la sobrevaluación del peso, para alentar las exportaciones.

La deuda externa de Argentina creció mucho más aceleradamente que el PBI en el período analizado (gráficos 3 y 4), y sus servicios gravitaron cada vez más en el presupuesto público y como proporción de la renta neta de los factores del exterior. Ya desde 1961 el ratio intereses pagados por deuda del sector público nacional en moneda extranjera sobre el producto bruto interno creció del 0,05% al 0,3%. Pero en 1981 el servicio de esta deuda alcanzó al 1,1% del producto bruto, en 1982 pasó al 2,4% y en 2001 llegó al 3,8%. Luego de la devaluación de 2002 este coeficiente retrocedió a 1,3-1,9%. Va de suyo que estos intereses, que representan entre 1% y casi 4% de la producción anual y que drenan de la Argentina en concepto de ingresos de factores residentes en el exterior, representan una restricción al crecimiento, vía sector externo.

El endeudamiento en divisas de la Argentina y su carga de intereses más la frecuente sobrevaluación de la moneda doméstica agravaron la restricción externa desde la década de 1980. Por otra parte, el ingreso de capitales exter-nos ha sido sólo una solución transitoria, ya que sus retornos requieren más di-

57ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

visas y además, el advenimiento de la crisis de pagos a causa de los crecientes desequilibrios de la cuenta corriente provoca la salida de los capitales de corto plazo antes de la segura devaluación3. Por este motivo, financiar el crecimiento económico con capitales externos y mucho menos especulativos no representa una solución estable al problema de la restricción externa.

Por su parte, las principales teorías sobre las crisis de balance de pagos no recogen el problema de la restricción externa estructural, fruto de la propia con-figuración del aparato productivo, del tipo de cambio tecnológico adaptativo y dependiente y de otros factores, como la desigualdad distributiva, la escasez de ahorro doméstico y la debilidad fiscal. Esta estructura económica es inhibitoria del crecimiento y desencadenante de procesos de stop-and-go en los países en desarrollo. Pero este tema desapareció de la agenda cepalina desde los años ochenta, y nunca fue incorporado en las corrientes del pensamiento económico monetarista y neoclásico, predominante en las últimas tres décadas.

Un autor poskeynesiano, A.P. Thirlwall, desarrolló un modelo de creci-miento restringido por el balance de pagos, aplicable al caso argentino4. Según esta teoría, en una economía abierta la tasa de crecimiento del producto estaría determinada en el largo plazo por el cociente entre la tasa de crecimiento de las exportaciones y la elasticidad-ingreso de las importaciones, es decir la intensidad del aumento de las importaciones ante aumentos de la producción. Este comportamiento es suficientemente universal como para llevar el nombre de “ley de Thirwall”.

Pero no es objetivo de este artículo ahondar en la teoría de la restricción externa al crecimiento, sino solamente presentar el dramatismo de esta cues-tión en la Argentina, antes de abordar su vínculo con los acuerdos suscriptos con el Club de París y el FMI.

Cuando su restricción externa se agudiza, la Argentina padece una crisis de pagos internacionales: sencillamente carece de divisas para atenderlos. La caída de las reservas, el déficit de la cuenta corriente y la salida de capitales ponen en cuestión la solvencia externa del país, y dificultan el servicio y la amortización de las obligaciones soberanas; así, los vencimientos impagos se acumulan.

En esta situación, además de implementar medidas de ajuste para resta-blecer el equilibrio del balance de pagos, los gobiernos usualmente tratan de

3 Krugman, op. cit., pp. 61-62.4 antHony tHIrLWaLL, A General Model of Growth and Development on Kaldorian Lines,

Oxford Economic Papers, Vol. 38, Nº 2, Oxford, Reino Unido, 1986, pp. 199-219. En joHn s.L. mccomBIe y antHony P. tHIrLWaLL (edit.), Essays on Balance of Payments Constrained Growth: Theory and Evidence, Routledge, Londres, 2004, puede leerse una síntesis de este modelo, además de otros trabajos sobre la restricción externa al crecimiento de los países en desarrollo.

58 NOEMí BRENTA

conseguir moneda externa y de renegociar sus deudas pagaderas en ella5. Y es entonces cuando recurren al FMI y al Club de París. Al primero, para obtener divisas “prestadas”6, mientras se resuelve el problema de los pagos internacio-nales. Al segundo, para convocar a sus acreedores oficiales extranjeros a fin de concertar un marco de refinanciación de sus deudas, un mecanismo similar al del proceso concursal en el ámbito privado.

2. eL cLuB de París

El Club de París nació en 1956, cuando la Argentina acordó reemplazar los convenios bilaterales con países europeos por un sistema multilateral de pagos que permitiera pagar los déficits comerciales argentinos con cualquiera de las naciones del Club utilizando la moneda de aquellos con los que tuviera superávit. Mientras tanto, el gobierno argentino consolidó y refinanció deudas con esos países y Japón por cerca de 450 millones de dólares, con un plazo de rescate máximo de una década, en anualidades incrementales.

Actualmente, diecinueve miembros permanentes, todos ellos países desa-rrollados (Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Japón, Noruega, Rusia, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza), integran el Club de París, autode-finido como “un grupo informal de acreedores oficiales –gobiernos o agencias públicas específicas– que coordinan soluciones sustentables para estados que enfrentan dificultades temporales en honrar sus compromisos de pago”. Otro tipo de miembros, los asociados, participa ocasionalmente cuando se tratan deudas de países sobre los que también mantienen acreencias, siempre que los miembros permanentes lo autoricen. Abu Dhabi, Argentina, Brasil, Corea, Israel, Kuwait, Marruecos, México, Nueva Zelandia, Portugal, Sudáfrica, Trinidad y Tobago y Turquía corresponden a esta categoría. También asisten a las negociaciones representantes del FMI, quienes se manifiestan sobre la situación del país deudor y su capacidad de pago; funcionarios del Banco Mun-dial, de los bancos multilaterales de desarrollo y de otras instituciones, como la OCDE, UNCTAD y la Comisión Europea, en carácter de observadores7.

5 Por claridad de exposición, este análisis se limita a la brecha externa, dejando al mar-gen las brechas fiscal y de ahorro privado.

6 El uso de recursos del FMI por parte de un país miembro no consiste en préstamos (excepto los de condiciones concesionarias para los países más pobres), sino en compras de moneda externa con moneda nacional.

7 Es paradójico que mientras los acreedores de países centrales renegocian sus acreencias unidos en este frente de miembros permanentes, asociados y observadores, como señala marIo

59ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

Entre 1956 y 1976, el Club de París trató unas pocas renegociaciones, con sólo cuatro países latinoamericanos: Argentina, Brasil, Chile y Perú; y cuatro asiáticos: Turquía, Camboya, Pakistán e Indonesia. A los que se agregaron luego cuatro estados africanos: Zaire, Sierra Leona, Sudán y Liberia. Pero desde la crisis de la deuda externa de los países periféricos, en 1982, las rene-gociaciones con el Club se volvieron frecuentes y numerosas.

En líneas generales, en el Club de París se renegocian las deudas que el sector público no financiero del país deudor mantiene con las agencias oficia-les de garantía y financiamiento de exportaciones de los países centrales; con bancos estatales y gobiernos extranjeros.

La cuestión de las agencias de financiamiento y garantía de exportacio-nes de los países centrales y su actuación en los países periféricos es un tema muy poco conocido y bastante opaco, que merece abrir una futura línea de investigación. Las presiones que pueden ejercer los países desarrollados para colocar sus exportaciones de bienes y servicios, aunque no sean las más ade-cuadas para ese país o no ofrezcan las mejores condiciones respecto de otros proveedores; la disparidad, en algunas casos, de la preparación y recursos de los equipos técnicos de las partes y la escasa transparencia de los procesos de contratación, abren interrogantes serios acerca de cómo se originan las deudas que llegan al Club de París. Por ello, se requiere una revisión crítica del modo de operar de estas agencias, con el objetivo de aprovechar mejor las ventajas de este tipo de financiamiento y soslayar los costos innecesarios.

En este sentido, el FMI recomendaba ya en 1963: “es necesario para ambos, los países prestamistas ser menos dispuestos con créditos diseñados primordialmente para vender exportaciones, y para Argentina instituir contro-les mucho más efectivos para contraer deuda externa”. El Fondo recomendaba también que en el futuro existiera un “plan detallado de los programas de crédito de las empresas estatales”8.

Aunque por su naturaleza informal el Club carece de un estatuto, las ne-gociaciones siguen algunos lineamientos generales. Por empezar, sólo se tratan en este ámbito deudas de mediano o largo plazo (más de un año) y de montos mínimos significativos, hoy, de más de un millón de dólares. Usualmente sólo se consideraban la deuda atrasada y los pagos a vencer en un lapso de uno a tres años posteriores a la fecha del acuerdo. Pero desde 2004 también se empe-

raPoPort “pese a varios intentos, los países latinoamericanos nunca pudieron conformar un club de deudores que pudiera negociar en conjunto en forma similar, fortaleciendo sus nego-ciaciones”, en BAE, 23 de septiembre de 2009.

8 Recomendaciones del staff del FMI al acuerdo stand by con la Argentina, de 1963. Cit. en noemí Brenta, Argentina Atrapada. Historia de las Relaciones con el FMI 1956-2006, Ed. Cooperativas, Buenos Aires, 2008, p. 358.

60 NOEMí BRENTA

zó a tratar el stock íntegro de la deuda con el Club para diseñar estrategias de salida, habida cuenta de que el aumento de los precios de las materias primas, como petróleo, metales básicos y alimentos mejoró el balance de pagos de los países deudores, y también que la abundancia de liquidez internacional propi-ciaba sustituir deuda con el Club por obligaciones con el sector privado.

Las modalidades de salida del Club incluyeron desde el repago anticipado de la deuda a valor presente (Perú, Rusia, Gabón, Polonia, Argelia, Brasil, Jordania, Macedonia) hasta la condonación de las obligaciones de países muy pobres (Sierra Leona, Santo Tomé y Príncipe, Comoros, Haití, República Cen-troafricana) o de otro tipo de países, como Nigeria e Irak.

Las reestructuraciones de deuda con el Club están sujetan a algunos principios básicos, varios de ellos similares a los que rigen los concursos de acreedores y las quiebras. El primero, el tratamiento caso por caso, establece que no se aplican reglas uniformes a todos los deudores. Esto, por un lado, puede generar incertidumbre y subjetividad, ya que facilita priorizar los inte-reses económicos, políticos y/o estratégicos de los países acreedores (como la condonación de la deuda iraquí dispuesta en 2004). Pero, por el otro, entorna la puerta a cierta flexibilidad, que puede resultar beneficiosa para negociar soluciones creativas de tratamiento o salida de la deuda.

Según el principio del consenso, los acreedores deben negociar hasta alcanzar un acuerdo y además renuncian a accionar judicialmente en forma individual contra los países deudores. El tercer principio, de solidaridad, com-promete a los acreedores a no procurar condiciones más favorables del deu-dor que las acordadas a los demás. Ligado a ello, el principio de tratamiento comparable obliga al deudor a no otorgar concesiones a sus otros acreedores –los bancos comerciales, los tenedores de bonos de deuda soberana y los pro-veedores– que las negociadas con el Club, y éste recomienda que el deudor procure otorgar a sus otros acreedores un tratamiento similar al convenido allí. Sin embargo, esta cláusula de tratamiento comparable no afecta al FMI, al Banco Mundial ni a los bancos multilaterales, que conservan su status de acreedores privilegiados.

Finalmente, el principio de condicionalidad requiere que el país deudor implemente un plan económico para resolver las dificultades que llevaron a la necesidad de reprogramar la deuda. Para esto, los acreedores del Club insisten en que el deudor negocie un programa de ajuste con el FMI bajo la forma de un convenio stand by o de facilidades extendidas, antes de acudir al Club de París a solicitar la reestructuración9.

9 En ciertas ocasiones esto no es totalmente obligatorio, por ejemplo, si el deudor no es miembro del FMI, como los casos de Polonia, en 1981; Cuba, en 1982; y Mozambique en 1984.

61ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

Es necesario, entonces, examinar el tipo de condicionalidad de estos acuerdos con el FMI, y su relación con las renegociaciones del Club de París para el caso argentino.

3. argentIna y eL cLuB de París

Argentina es uno de los países de desarrollo intermedio que acordó mayor número de refinanciaciones con el Club de París, desde 1956 hasta el presente, en ocho rondas celebradas en 1956, 1962, 1965, 1985, 1987, 1989, 1991 y 1992 (Cuadro 1). Estos años corresponden a la firma del acta que contiene los con-tenidos consensuados que servirán de marco para las renegociaciones entre el país deudor y sus acreedores del Club. Estas minutas no representan acuerdos internacionales porque el Club de París es sólo un grupo informal, y pueden ser desde simples términos de referencia, si participan pocos acreedores o me-morándums de entendimiento. Posteriormente, el gobierno deudor tendrá que discutir con cada país acreedor la forma jurídica de los acuerdos bilaterales, según las respectivas legislaciones.

Buena parte de las deudas reestructuradas de la Argentina provenía de préstamos comerciales garantizados por agencias oficiales, orientados mayor-mente a la producción de obras y servicios públicos, incluyendo seguridad y defensa; y en menor medida, de préstamos bilaterales, como los del Tesoro estadounidense de la era frondicista o del Banco de España, de 2000.

A esta altura es importante recordar que este artículo no pretende histo-riar las vinculaciones de la Argentina con el Club de París, sino que apunta a analizar los efectos de sus condicionalidades respecto de la crónica restricción externa al crecimiento económico que padece la Argentina.

Las refinanciaciones de 1956 y 1965 se celebraron sin acuerdos stand by con el FMI. La primera de ellas, porque la consolidación de deudas y el retor-no al sistema multilateral de pagos convenidos con el Club eran precondiciones para ingresar al FMI y al Banco Mundial. Por su parte, en 1965 el gobierno de Arturo Illia se negó a firmar un stand by con el FMI, quien cuestionaba en ese momento el rol de la banca pública en la economía y la derogación de los contratos petroleros con empresas privadas. En cambio, Argentina solicitó

O Nigeria, que firmó un programa sin desembolsos con el FMI en 2006. También la Argentina en 1965 renegoció su deuda con el Club de París sin un acuerdo stand by. Pero como los países del Club son los principales miembros del FMI, y en las reuniones de tratamiento de deuda el representante del FMI expone la opinión del organismo sobre la situación del deudor, el visto bueno del organismo facilita las negociaciones. Tampoco se requiere un stand by con el FMI para la cancelación anticipada de deuda.

62 NOEMí BRENTA

utilizar el segundo tramo de crédito del FMI, condicionado a la aprobación de un programa económico que demostrara cómo el país superaría sus dificulta-des de pagos, que consistió en un ajuste heterodoxo. Éste contenía los clásicos criterios de restricción a la expansión del crédito interno y piso para el nivel de reservas internacionales, pero aplicaba la política monetaria como instrumento expansivo del crecimiento del producto bruto10.

A pesar de heredar una coyuntura económica recesiva y con escasísimas reservas internacionales en el Banco Central, el gobierno radical iniciado el 12 de octubre de 1963 y derrocado el 28 de junio de 1966 no celebró acuerdos stand by con el Fondo Monetario ni renovó la asistencia técnica del Banco Mundial. El déficit fiscal se redujo significativamente en 1965, porque la reac-tivación aumentó la recaudación tributaria; el crecimiento económico en 1964 fue de 10% en 1964 y 9% en 1965; la inflación no se apartó de las marcas de los años anteriores (26% y 28%, respectivamente); las exportaciones aumen-taron a un promedio de 1.400 millones de dólares anuales, las importaciones se redujeron a una media de 1.100 millones, y estos superávits comerciales permitieron superar las dificultades de pagos internacionales.

Los otros seis acuerdos de la Argentina con el Club de París se celebraron en el marco de convenios stand by del FMI. La vinculación entre las renego-ciaciones con el Club y los acuerdos con el FMI es sumamente estrecha, si bien sólo desde 1981, cuando ya asomaba la crisis de la deuda externa, el Club explicitó la cuasi obligatoriedad de los deudores de contar con un acuerdo stand by del FMI antes de sentarse a la mesa de negociaciones11.

Como el país que reestructura sus deudas en el Club de París usualmente tiene dificultades para atender sus pagos internacionales, la renegociación incluye además de la deuda atrasada y sus intereses, la reprogramación de los pagos que el deudor debería realizar entre uno y tres años subsiguientes, lapso coincidente con la duración de un acuerdo stand by con el FMI (o de facili-dades extendidas, similar al stand by pero de mayor plazo). Este período se denomina de consolidación, y asume que en su transcurso el deudor superará sus problemas de balance de pagos.

10 El rechazo al FMI fue uno de los ejes de la campaña presidencial del Dr. Arturo Illia, y la decisión de refinanciar deuda con el Club de París sin suscribir un acuerdo con aquel organismo era consistente con aquella postura. Esta recibió fuertes críticas de los sectores do-mésticos vinculados con las finanzas internacionales y las empresas multinacionales, quienes formularon pronósticos apocalípticos, que se revelaron infundados.

11 Es obvio advertir que la situación financiera de los países en desarrollo en vísperas de la crisis de la deuda externa (1981-1982) era sumamente diferente de la actual (2010). Habían tomado enormes préstamos en dólares de bancos comerciales a tasas de interés reducidas, cuya elevación los hizo impagables.

63ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

Los primeros acuerdos de Argentina con el Club no coincidieron estricta-mente con los stand by del FMI, aunque sus condicionalidades eran similares. Por ejemplo, la renegociación firmada en octubre de 1962, por 270 millones de dólares, consideró como período de consolidación los pagos de los dos años calendarios completos, 1963 y 1964, a pesar de que el acuerdo stand by vigente con el FMI vencía a mediados de 1963. Es cierto que el gobierno firmante de ese acuerdo era transicional, ya que surgió del golpe cívico militar contra el gobierno de Frondizi en 1962 y debía convocar a elecciones presidenciales en 1963, en un clima de gran descontento social y divisiones dentro de las fuerzas armadas. Pero, al final de cuentas, en esta ocasión el plazo de consolidación del acuerdo con el Club excedía el del suscripto con el FMI, tal vez porque la pésima situación de balance de pagos permitía suponer que el nuevo gobierno renovaría el stand by. Por su parte, el plazo de consolidación de la refinancia-ción siguiente, la de 1965, por 274 millones de dólares, solamente abarcó desde enero a diciembre del mismo año, sin acuerdo stand by con el FMI, como ya se mencionó.

La siguiente ronda de Argentina con el Club de París, negociada por el gobierno radical de Raúl Alfonsín por 1.726 millones de dólares, se firmó en enero de 1985, pocos días después de que el FMI aprobara un stand by con la Argentina12. En este caso, el período de consolidación sólo comprendió los pagos del año 1985. El stand by estipulaba, entre otras diecinueve condiciona-lidades, que la Argentina debía alcanzar acuerdos para refinanciar sus deudas con el Club de París y con los bancos acreedores, de los cuales el FMI actuaba como intermediario frente a cada país deudor. El incumplimiento de los pagos de Argentina al Club en noviembre de 1985 acarreó la suspensión del tercer desembolso del stand by del FMI, activando así esta condicionalidad. Esto constituye una muestra de la condicionalidad cruzada y de la capacidad del Club para utilizar al FMI en su favor, en ciertas circunstancias.

La renegociación con el Club de París firmada en mayo de 1987 fue simul-tánea a la aplicación de medidas previas de un acuerdo stand by con el FMI aprobado en julio, dos meses después del acuerdo con el FMI. Su período de consolidación coincidió exactamente con el del acuerdo del FMI hasta junio de 1988, y el monto ascendió a 2.156 millones de dólares. En diciembre de 1989 Argentina firmó la renegociación con el Club por un monto de 2.400 millones de dólares, luego de que el FMI aprobara el stand by en el mes previo. También en esta oportunidad los pagos postergados coincidieron con la vigencia del

12 El FMI suspendió este convenio contingente en febrero de 1985, por desacuerdo con los aumentos salariales concedidos por el gobierno alfonsinista. El stand by se reanudó en junio del mismo año, luego del cambio de rumbo de la política económica, incluyendo la sustitución del ministro de economía Bernardo Grinspun por Juan Sourrouille.

64 NOEMí BRENTA

acuerdo con el FMI: hasta marzo de 1991. Lo mismo ocurrió con la siguiente reestructuración de deuda con el Club de París, suscripta en septiembre de 1991, por 1.476 millones de dólares. Por último, el período de consolidación de la renegociación firmada en julio 1992, por 2.700 millones de dólares, se ex-tendió durante toda la vigencia del acuerdo de facilidades extendidas firmado con el FMI: hasta marzo de 1995.

Argentina cumplió regularmente sus pagos vinculados con estas renego-ciaciones con el Club de París hasta 2001, pero en la crisis de 2002 comenzó a acumular atrasos, que actualmente rondan entre capital e intereses unos siete mil millones de dólares, estimándose que el gobierno negociará una estrategia de salida cuyos términos aún no se dieron a conocer.

Se ha visto, entonces, que el acuerdo contingente (stand by) con el FMI constituyó un requisito de las renegociaciones de deuda del Club de París que la Argentina sólo soslayó en 1965, y se apresta a hacerlo actualmente. Por cierto, en un contexto de superávit externo, reservas internacionales robustas y cuentas fiscales bajo control, que no justifica firmar un stand by con el FMI, a pesar de los diez acuerdos de este tipo que distintos gobiernos argentinos firmaron sólo para garantizar la continuidad de sus programas económicos, sin la justifica-ción de una crisis externa13. La cuestión que sigue, entonces, es analizar cuáles fueron las condicionalidades de tales acuerdos y sus consecuencias sobre la restricción externa al crecimiento económico de la Argentina.

4. Las condIcIonaLIdades de Los acuerdos de argentIna y eL fmI

Los cuadros 2 y 3 sintetizan los criterios de ejecución y las condicionalida-des estructurales de los acuerdos stand by de Argentina con el FMI en los años de reestructuración de deuda con el Club de París. Las condicionalidades no difieren en absoluto de las contenidas en los acuerdos no vinculados al Club.

La restricción monetaria y fiscal constituyen los ejes de estos programas, que generalmente comprenden devaluar la moneda nacional y comprimir la demanda doméstica pública y privada, de modo de frenar el crecimiento de-mandante de importaciones y así limitar la demanda de divisas, al tiempo que un tipo de cambio más elevado y mayores saldos exportables surgidos de la menor absorción doméstica mejoran su oferta.

13 Ver Brenta, op. cit., p. 281. Los funcionarios del FMI reconocen que a veces se aprue-ban acuerdos stand by sabiendo que son innecesarios, simplemente porque las autoridades de los países solicitantes los piden para implementar programas de ajuste y solicitar préstamos externos [PoLaK (1991): 72].

65ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

cuadro 1Argentina. Reestructuraciones de deuda con el Club de París,

períodos de consolidación y acuerdos stand by con el FMI

1962oct-24

1963 Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic

1964 Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic

1965 Ene Feb Mar Abr Mayjun-26 Jul Ago Sep Oct Nov Dic

1985ene-16 Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic

1986

1987may-

20 Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic

1988 Ene Feb Mar Abr May Jun

1989dic-21

1990 Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic

1991 Ene Feb Marset19 Oct Nov Dic

1992 Ene Feb Mar Abr May Junjul-22 Ago Sep Oct Nov Dic

1993 Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic

1994 Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic

1995 Ene Feb Mar

1996

1997

1998

1999

2000

2001

Grisados: períodos de consolidación de reestructuración de deuda con el Club de París.Rayados: vigencia de acuerdos stand by con el FMI. Grisado + rayado: coincidencia entre períodos de consolidación de deuda con CP y vigencia de acuerdos con FMI.

66 NOEMí BRENTA

4.1. Criterios cuantitativos de ejecución

Los criterios de ejecución, que cuantifican variables fácilmente mensu-rables, se concentran en tres áreas: fiscal, monetaria y deuda externa pública (Cuadro 2).

Todos los acuerdos fijaron límites al déficit fiscal y un techo a los activos domésticos del Banco Central, restringiendo la creación de base monetaria por razones diferentes del aumento de las reservas internacionales, con el efecto de reducir el gasto en bienes de producción doméstica. El acuerdo de 1962 no prohibió los préstamos del Banco Central al tesoro, pero acotó la magnitud de la monetización del déficit fiscal. Asimismo, los acuerdos estipularon un piso para las reservas internacionales.

cuadro 2Argentina y FMI

Acuerdos de condicionalidad alta en años de reestructuración de deuda con el Club de París.

Criterios de ejecución

Criterios Años de los acuerdos 85 87 89 91 92

a) Fiscales

Límites al déficit fiscal federal X X X X XLímites al déficit combinado gobierno federal + BCRA X X X X XLímite al gasto público tesoro nacional excepto intereses X X X X

b) Monetarios

Techo activos internos BCRA X X X X XLímite a la caída de reservas internacionales X X XPiso al stock de reservas internacionales netas del BCRA X X

c) Deuda Pública

Límite a desembolsos pendientes de Dx pública X X XLímite a vencimientos de corto plazo Dx SP (36 meses) X X X X XLímite al endeudamiento externo SP X X

fuente: elaboración propia en base a los acuerdos entre Argentina y el FMI.

67ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

cuadro 3Argentina y FMI

Acuerdos stand by en años de reestructuración de deuda con el Club de ParísCriterios de desempeño estructural

Condicionalidades Años

a) Mercado cambiario No introducir tipos de cambio múltiples ni modificar los vigentes. 1987, 1989 b) Deuda Pública Asegurar financiamiento externo adicional al del Fondo. 1958, 1985Alcanzar acuerdos para refinanciar deuda externa pública con Club de París y bancos. 1985

No adeudar indebidamente al fondo. 1985, 1987 c) Fiscal Privatizar sistema de seguridad social. 1992Eliminar impuesto a las ganancias y a las transacciones financieras. 1992Eliminar contribuciones patronales a la seguridad social, aumentar IVA. 1992

d) Pagos internacionales No restringir pagos y transferencias internacionales. 1989No celebrar acuerdos bilaterales de pagos. 1989Eliminar atrasos en pagos externos. 1985 a 1992No incurrir en atrasos de pagos externos. 1987No restringir pagos y transferencias para transacciones corrientes. 1987Concluir acuerdos bilaterales de pagos. 1987Proveer divisas al tipo de cambio oficial para: i) transferir ingresos por servicios de viajes; 1985ii) pagar intereses de la deuda financiera del sector privado; 1985iii) para pagar servicios no financieros, excepto turismo y regalías; 1985iv) transferencias de utilidades, dividendos y regalías. 1985, 1987 e) Precios y salarios Establecer tasa de interés regulada real en un nivel positivo (mayor que la inflación). 1985, 1987

68 NOEMí BRENTA

f) Comercio exterior No imponer ni intensificar restricciones a la importación por razones de balance de pagos. 1985, 1987

Aumentar proporción de importaciones bajo autorización automática. 1985Mantener reembolsos de 10-15% a exportaciones industriales. 1987Eliminar restricciones a las importaciones. 1989

fuente: elaborado en base a documentación de acuerdos de entre Argentina y el FMI.

4.2. Criterios cualitativos

Desde la crisis de la deuda externa en 1982 y hasta 1987 inclusive, los acuerdos stand by entre Argentina y el FMI incluyeron entre nueve y doce condicionalidades cualitativas, en las que se refleja el rol del organismo como intermediario entre los gobiernos endeudados y sus acreedores externos: los bancos y el Club de París. Los compromisos de los acuerdos firmados entre 1983 y 1987 comprendían: a) unificar el mercado cambiario y eliminar la mayor parte de los controles a la venta de divisas; b) liberar los pagos inter-nacionales y permanecer en el sistema multilateral; c) numerosas cláusulas relacionadas con la gran deuda externa soberana contraída entre 1976 y 1983; básicamente, eliminar atrasos y negociar con los acreedores. Por primera vez, los acuerdos de 1985 y 1987 incluyeron una condición abiertamente favorable a los intereses del sector financiero: establecer la tasa de interés regulada real para préstamos en un nivel positivo, superior a la inflación. El plan de ajuste de junio de 1985, lanzado junto a la reanudación del acuerdo y negociado con el FMI previamente, prohibía al Banco Central financiar al Tesoro y obligaba a cubrir el déficit fiscal en el mercado externo. El enfoque monetario del ba-lance de pagos provee la justificación teórica de esta política, pero no parecía saludable para un estado sobreendeudado como la Argentina en ese momento adoptar ese tipo de mecanismo, que sólo aumentaría aun más la deuda externa, como efectivamente ocurrió.

La atención de la elevada deuda externa argentina obligaba a generar saldos comerciales importantes. Pese a ello, todos los acuerdos entre Argen-tina y el FMI entre 1983 y 1989 establecieron condicionalidades cualitativas –cuyo incumplimiento podía provocar la suspensión de los desembolsos del FMI– para elevar las importaciones, y también algunas para desalentar las exportaciones (Cuadro 3). La situación de debilidad de los países endeudados fue aprovechada para obligarlos a abrir sus mercados a la competencia externa: el Congreso norteamericano aprobó en 1983 una ley que instruía al director

69ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

estadounidense para lograr que los países firmantes de acuerdos con el FMI eliminaran las restricciones al comercio y a las inversiones extranjeras, y que la aprobación de los acuerdos de préstamo y la autorización de los desembolsos tuvieran en cuenta los progresos alcanzados en esta materia14. Ciertamente, es difícil explicar por qué este organismo financiero internacional suspendería un acuerdo con un país miembro si éste no ampliara sus mercados a las impor-taciones o a las inversiones directas, o si no adoptara cualquiera de las otras medidas que claramente escapan de sus incumbencias.

Por ejemplo, el acuerdo de 1992 dispuso como condicionalidad cualitativa, además de la eliminación de atrasos en pagos externos, la privatización del sistema de seguridad social, la eliminación del impuesto a las transacciones financieras y a las ganancias y de las contribuciones patronales a la seguridad social –estas dos últimas medidas no se concretaron–; y la ampliación de la base imponible del impuesto al valor agregado. La privatización del Banco Nación constituyó una condicionalidad del tipo base de comparación estruc-tural, de exigibilidad blanda.

La diversidad de las condicionalidades cualitativas y su correspondencia con la idiosincrasia de los distintos gobiernos que recurrieron al FMI señala que las autoridades nacionales a menudo incorporaron en los acuerdos medidas de su interés, con anuencia del FMI, como un modo de forzar su cumplimiento y de enfrentar la resistencia de la población a las cuestiones de mayor costo político. El FMI incluyó condicionalidades en defensa de intereses privados, como los de los bancos comerciales acreedores de la deuda externa argenti-na, la privatización de la seguridad social y del Banco Nación; y también en cumplimiento de mandatos legislativos del Congreso estadounidenses como la exigencia de apertura a las importaciones y a las inversiones extranjeras.

5. resuLtados de La aPLIcacIón de PLanes de ajuste comBInados con acuerdos con eL fmI: InfLacIón, crecImIento y emPLeo

El modelo básico del FMI supone que la variación del producto es endó-gena, y depende positivamente de la variación del crédito doméstico, de las exportaciones netas y del ingreso de capitales, e inversamente, de la velocidad de circulación monetaria [Polak (2001)]. Como se ha visto más arriba, los acuerdos con el FMI siempre restringen el crédito doméstico y favorecen el ingreso de capitales, de modo que el crecimiento del producto depende de esta última variable. Esta relación entre las variaciones del producto y los ingresos y salidas de capitales integra la lógica de los planes de ajuste combinados con

14 Título 22 USC, ley 286 inc. gg, en GAO (2001), p. 26.

70 NOEMí BRENTA

acuerdos con el FMI: el ingreso de capitales expande el nivel de actividad y su salida lo reduce, por eso el saldo final de los planes de ajuste es pobre en términos del crecimiento económico.

El enfoque monetario del balance de pagos no brinda elementos para pre-decir el comportamiento del empleo, porque asume la plena ocupación. Bajo este supuesto, la oferta agregada de la producción doméstica es inelástica al nivel general de precios, de modo que la inflación depende de las variaciones de la demanda agregada, a su vez, determinadas por las variaciones de la ofer-ta monetaria, variable que en el modelo del FMI queda sujeta a las variaciones de las reservas internacionales –esto es, a los movimientos de capitales– y al multiplicador monetario, que se considera constante. El público destinará los excedentes de liquidez a adquirir bienes y servicios; esta presión de demanda sobre una oferta agregada rígida aumentará los precios, a menos que las im-portaciones concurran a ampliar la oferta. Por eso, el FMI recomienda reducir el salario real y el crédito doméstico como medidas antiinflacionarias, y faci-litar las importaciones. Esto es factible en tanto ingresen capitales. El modelo del FMI considera también que el multiplicador de las importaciones resta di-namismo al crecimiento del producto bruto, porque disminuye el crecimiento de las reservas internacionales y por ende, la expansión monetaria.

En síntesis: los resultados obtenidos en el análisis aquí realizado sobre el impacto de los programas del FMI sobre el crecimiento son consistentes con los previstos en los modelos del FMI. En los períodos de vigencia de acuerdos con el FMI la inflación promedio fue más elevada, porque las medidas previas al lanzamiento de los planes de ajuste ligados a acuerdos con el FMI aceleran la inflación para reacomodar los precios relativos y facultar las transferencias de corrientes de ingresos; y porque la represión de variables clave durante los programas –usualmente, el salario real y el tipo de cambio– acumula desequi-librios que conducen a la ruptura de los planes en un contexto inflacionario.

Los programas del FMI no son apropiados para promover el crecimiento, ese no es su propósito; ni tampoco controlar la inflación. El objetivo de los préstamos del FMI es proveer financiamiento de corto plazo para enfrentar problemas transitorios de balance de pagos. La recesión, la devaluación de la moneda doméstica y la caída del salario real que provocan los programas del FMI suelen eliminar o mejorar los déficits de la balanza comercial, exclusiva-mente. Acordar con el FMI en busca de soluciones económicas de largo plazo es completamente inútil y contraproducente, como lo demuestra la historia argentina de la segunda mitad del siglo veinte. Todo esto es aplicable a las renegociaciones de deuda en el Club de París, cuyas condicionalidades se identifican con las del FMI.

71ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

--1,5

-1,0

-0,5

0

0,5

1,0

1,5

1975

51-52 1971

1963-70

1959-621955-58

1953-54

1972-74

Gráfico 1. Argentina. Balanza Comercial 1951-1975. Miles de Millones de dólares

72 NOEMí BRENTA

Gráfico 4. Argentina. Deuda pública en moneda extranjera. 1991-2007

Miles de Millones de dólares

0

5

10

15

20

25

1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

73ARGENTINA. CRISIS DE PAGOS Y SINERGIA ENTRE PROGRAMAS DEL FMI Y CLUB DE PARíS. 1956-2009

22

La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista en la Argentina del Centenario

maría fernanda de La rosaUniversidad Católica Argentina

[email protected]

resumen

Dueños de un discurso contestatario y crítico, pero a la vez formativo y comprometido con el hombre trabajador como centro de sus proyectos, el principal objetivo del movimiento anarquista argentino fue impugnar, cuestio-nar y contradecir el discurso oficialista. Una de las tácticas que utilizaron los militantes libertarios fue la propaganda por el hecho o acción directa, como denominaremos los actos terroristas ácratas. Si bien en la Argentina encontra-mos una importante literatura libertaria con un lenguaje perturbador y radi-calizado, los sucesos violentos fueron aislados, aunque no por ello dejaron de preocupar tanto a la clase dirigente como a la sociedad en general, que llegó a identificar al militante ácrata con un criminal y lo transformó en un problema de higiene y seguridad pública. Esta situación, sumada no sólo al tenor vio-lento que caracterizó los conflictos laborales, sino también a las noticias nada tranquilizadoras que llegaban de Europa, donde una ola de atentados sacudió la opinión pública, provocaron un pánico exagerado en los distintos ambientes sociales. La consecuencia directa fue la celebración del Centenario en medio de una oleada de huelgas, protestas y con declaración del estado de sitio.

PaLaBras cLaves

Centenario – movimiento obrero – anarquismo – propaganda por el hecho – seguridad pública.

aBstract

Owners of a rebellious and critical discourse, but also committed to and focused on the working man, the Argentine anarchist movement’s main objec-

Temas de HisToria argenTina y americana, XVII (Julio-diciembre de 2010) pp. 75-98

76 MARíA FERNANDA DE LA ROSA

tive was to challenge, question and contradict the government speech. One of the tactics used by the anarchists was propaganda by deed or direct action, as we’ll name their terrorist attacks. The libertarian literature was disruptive and radical, but violent incidents were isolated. Nevertheless, the ruling class and society in general was very worried and transformed the problem into one of hygiene and public safety. This situation coupled with the violent labor dispu-tes and the news of criminal acts from Europe, led to an exaggerated panic in different social environments during the Centennial celebrations.

Key Words

Centennial – labor movement – anarchism – propaganda, public safety.

El día 27 de abril de 2010 leíamos, en la versión on line de diversos perió-dicos porteños, la siguiente noticia: “Insólito ataque a la embajada de Grecia en Buenos Aires para pedir la libertad de un dirigente anarquista”1. No resultó extraño escuchar diversos comentarios relativos al suceso: “¿pero existen toda-vía los anarquistas?”; “estos anarquistas, si no ponen bombas no existen”, “no desaparecieron después de 1910”. Aunque para muchos resulte sorprendente no desaparecieron sino que el movimiento ácrata local tuvo una presencia intere-sante en la cultura argentina luego de esa fecha, la cual no estuvo signada por la rebeldía, la desobediencia o la violencia. En efecto, hablar de anarquismo no sólo implica hacer referencia a su accionar tanto en el sindicalismo como en el escenario político; sino que fiel a su ideal humanista se transformó en una corriente generadora de una cultura propia que pretendió abarcar la totalidad de lo humano.

Dueños de un discurso contestatario y crítico, pero a la vez formativo y comprometido con el hombre trabajador como centro de sus proyectos, su

1 “La embajada de Grecia en la Ciudad de Buenos Aires sufrió esta noche un insólito ata-que. Un pequeño grupo arrojó bombas molotov y pintura en la fachada del edificio de Arenales al 1600 para pedir la liberación de un dirigente anarquista preso en Atenas. Los agresores, que serían unos cinco, fueron detenidos y llevados a la comisaría 17. En su poder se encontraron botellas con pintura y pancartas. La bomba molotov que arrojaron no causó daños. El grupo pedía la excarcelación de Giannis Dimitrakis, militante anarquista griego condenado a 35 años de prisión por participar de un asalto a un banco en Atenas, el 16 de enero de 2006. Medios internacionales señalan que con motivo de realizarse mañana una audiencia de apelación en la justicia griega, organizaciones anarquistas lanzaron por Internet una convocatoria a reali-zar actos frente a embajadas y consulados de ese país en todo el mundo”. Clarín, 27 de abril, 2010. Consultar “Escrache en la embajada de Grecia”, La Nación; “Anarquistas atacaron la de embajada de Grecia”, Perfil, 27 de abril de 2010; “Cinco detenidos por un violento ataque a la embajada de Grecia”; Infobae.com, 27 de abril de 2010, versiones on line.

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principal objetivo fue tanto impugnar, cuestionar y contradecir el discurso oficialista como generar un espacio nuevo y diferente donde prevalecieran los intereses proletarios. No obstante, una de las tácticas que el anarquismo internacional utilizó desde el año 1880 para luchar por sus derechos fue la propaganda por el hecho o acción directa, como denominaremos los actos terroristas anarquistas.

Si bien en la Argentina encontramos una importante literatura libertaria con un lenguaje violento y radicalizado, estos sucesos fueron aislados, aunque no por ello dejaron de preocupar tanto a la clase dirigente como a la sociedad en general, que llegó a identificar al militante ácrata con un criminal y lo transformó en un problema de higiene y seguridad pública. Por otra parte, estos hechos “no eran el resultado de un momento de exaltación u odio sino un hecho totalmente racional que debía desembocar en la destrucción de la vieja sociedad burguesa”2.

El año 1910 fue clave en el proceso histórico argentino. La celebración del Centenario encontró al país unificado y permitió hacer un balance de aquella Argentina moderna que había dado sus primeros pasos al comenzar a poblar el agreste y desafiante desierto, surcarlo con líneas ferroviarias, contener los ataques de los malones indígenas y organizarlo políticamente: en primer lugar se combatió la autocracia y el personalismo de los caudillos; en segundo lugar, la sociedad de los notables fue dando paso lentamente a la Argentina de los partidos políticos.

De esta manera, próximo a celebrarse los festejos del Centenario el país adquiría rápidamente una nueva fisonomía, producto no sólo de los distintos establecimientos de extranjeros sino que sus hijos, muchos profesionales e intelectuales reconocidos, aspiraban a ascender socialmente y ocupar cargos políticos; pretensión mirada con recelo por aquellos que desde el siglo XIX controlaban los partidos. Si bien tanto el Partido Socialista como la Unión Cívica Radical reflejaban sus intereses, debieron esperar hasta la creación de

2 juan surIano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires, Manantial, 2004, p. 279. Para historia del anarquismo argentino antes de 1910 consultar: juan surIano, “El anarquismo y el poder”, en Entrepasados, Buenos Aires, N° 32,2007, pp. 105-119; dora Barrancos, Educación, cultura y trabajadores (1890-1930), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1991. “Cultura y educación en el temprano sindicalismo revolucionario”, en Anuario, nº 14, Rosario, 1989-1990. “Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de principios de siglo”, Contrapunto, Buenos Aires, 1990. “La modernidad redentora: difusión de la ciencia entre los trabajadores de Buenos Aires”, Siglo XX. Revista de Historia, México, Segunda Época, N° 12, julio-diciembre, 1992. jean aBdreu; maurIce fraysee y eva goLLuscIo de montoya. Anarkos, literatura libertaria en América del Sur, 1900, Buenos Aires, Corregidor, 1990.

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mecanismos más complejos que culminaron en el año 1912 con la sanción de la Ley de sufragio secreto y obligatorio.

Paralelamente se produjo el gran florecimiento de la economía agroex-portadora, que había permitido que el país se encauzara dentro de la órbita económica internacional como proveedor de materias primas e importador de productos manufacturados. Para sustentar aquel proyecto de expansión del sector agropecuario se necesitaba la mano de obra que, como consecuencia de la tecnificación del agro y la segunda revolución industrial, liberaba Europa. La corriente inmigratoria no cesó con el advenimiento del nuevo siglo sino que continuó en aumento y no tardó en transformarse en un factor problemá-tico, pues si bien trajo consigo la promesa de redimir un pasado tradicional, propuso un inquietante desafío a las teorías que llamaban a imponer estrictos criterios de integración social. Tanto los discursos y debates legislativos como los estudios y ensayos sobre el tema configuraron una imagen selectiva, que comenzaba a discrepar con la postulada a mediados del siglo XIX acerca de la inmigración espontánea.

Si bien el gobierno argentino no fue generoso en materia política, lo fue en lo que se refería a libertades tanto individuales como económicas. La clase dirigente era sólo la expresión de la dominante; los sectores medios y obreros no se hallaban representados pues la Argentina que se transformaba acelerada-mente por el ingreso masivo de los inmigrantes los aislaba momentáneamente de la sociedad política; y creaba habitantes consumidores no ciudadanos que actuaron de manera paralela al mundo de las instituciones políticas, por medio de asociaciones primero y sindicatos, después.

Dentro de este marco, el discurso contestatario libertario había conver-tido al anarquismo en un actor político esencial y temido tanto por la clase dirigente como por la opinión pública, dado que una de sus principales ca-racterísticas a nivel internacional era la propagación de las inclinaciones y enfoques aprobatorios de la violencia, y el terror personal. Para definir qué entendían los militantes ácratas por propaganda por el hecho tomamos el concepto proporcionado por José Álvarez Junco, quien afirmó: “no siempre significaba violencia, sino que incluía aparte de robos y agresiones armadas, la deserción militar, la negativa a pagar alquileres de casas o cánones agrícolas, las ceremonias laicas o cualquier otra forma de rebeldía práctica”. No obstante, coincidimos con Rafael Núñez Florencio y James Joll, para quienes la acción terrorista constituye el aspecto más destacado de aquel método de protesta, incluso hasta el punto de transformarse en sinónimos3.

� josé ÁLvarez junco, La ideología del anarquismo español (1868-1910), Madrid, Siglo XXI, 1976, p. 494. rafaeL nuÑez fLorencIo, El terrorismo anarquista, 1888-1909. Madrid, Siglo XXI, 1983. james joLL, Los anarquistas, México, Grijalbo, 1972.

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Este trabajo se propone analizar de qué manera se dio la propaganda por el hecho en las filas del anarquismo local; reflexionar sobre el verdadero alcance de este accionar y al mismo tiempo observar qué reacciones generó en el resto de la sociedad, sensibilizada por las noticias de los atentados libertarios produ-cidos en Europa. El corpus documental está constituido por diversas fuentes: periódicos, memorias, canciones, obras de teatro, cuentos, poemas, folletos y obras teóricas del anarquismo no sólo argentino sino también europeo.

característIcas generaLes de La ProPaganda Por eL HecHo

A fines del siglo XIX se inició en Europa una etapa extremadamente tumultuosa dentro de las filas del movimiento anarquista, impulsada desde el Congreso Revolucionario Internacional, llamado La Internacional Negra, celebrado en Londres en 1881. Allí se legitimó el uso de la violencia individual como respuesta justificada frente al autoritarismo y represión. Sin embargo, muchos autores aseguraron que anteriormente existieron formulaciones vagas y ambiguas de esta táctica de acción en los Congresos celebrados en Chaux-de-Fonds (1870), en Berna (1876) y en Verviers (1877). A partir de la década de 1880 se puso en práctica, durante los veinte años siguientes, el individualismo táctico y organizativo. Este accionar pronto fue identificado con el asesinato político a raíz de los atentados cometidos contra personalidades de la clase dirigente. Asimismo, es interesante observar que si bien la doctrina anarquista consideraba a la burguesía como explotadora y opresora del trabajador, estos actos no fueron dirigidos contra capitalitas, empresarios o industriales sino contra los representantes del mundo de la política.

La etapa de actuaciones terroristas se inauguró en Francia con el affaire Ravachol, que transformó la propaganda por el hecho en una bandera simbóli-ca a seguir, si bien para la mayoría de la sociedad representaba el rencor de un grupo contra el modus operandi imperante4. La propaganda por el hecho era

4 “El 1 de mayo de 1891, en la localidad francesa de Fourmies se llevó a cabo una ma-nifestación de trabajadores que reclamaban la jornada de ocho horas”. “Fue reprimida por la policía, que abrió fuego contra la multitud, y provocando la muerte de nueve manifestan-tes”. “El mismo día, en Clichy, se produjeron graves incidentes en una procesión en la que participaban los anarquistas; tres fueron arrestados y llevados a la comisaría, donde fueron maltratados y golpeados; dos de los tres detenidos anarquistas fueron condenados a penas de prisión”. “Ante estos acontecimientos se rebeló el militante anarquista François Claudius Koenigstein, conocido como Ravachol, quien colocó bombas en las viviendas del abogado general Bulot (ejecutivo del Ministerio Público) el concejal Benoit quien presidió el Tribunal Assises durante el affaire Clichy”. “Sin embargo fue capturado y condenado a muerte”. “El 11

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justificable como medio para destruir a la sociedad generadora de violencia ha-cia los más humildes, del mismo modo que se transformaba en un importante garante de regeneración social, pues comenzó a considerarse un instrumento revolucionario en lo que hasta entonces era delito común: la fabricación de armas y explosivos, robos, falsificaciones y asesinatos; aunque los militantes ácratas no lo juzgaban de este modo. Su objetivo era, por un lado, sacudir a las masas e indicarles el camino de acción; por otro, constituía un medio ejempli-ficador al mostrar al pueblo la debilidad de sus opresores. Para algunos líderes y teóricos libertarios la acción violenta era necesaria para echar por tierra la estructura social y edificar sobre ella una nueva. Tanto Mijail Bakunin como Piotr Kropotkin y Enrico Malatesta, por citar algunos exponentes, fueron los grandes defensores de la propaganda por el hecho y pusieron especial énfasis en la necesidad de destruir los cimientos del edificio burgués como requisito previo e imprescindible para construir una nueva sociedad.

Uno de sus principales exponentes fue el militante ruso Sergéi Genádie-vich Nechayev, quien con su postura radical expresada en su obra Catecismo Revolucionario influyó en generaciones de militantes extremistas:

El revolucionario solamente tiene un objetivo y una ciencia: la destrucción. Entre él y la sociedad hay una guerra a muerte, incesante, irreconciliable. Debe haber una lista de condenados a muerte y ejecutar la sentencia según el orden de sus correspondientes iniquidades5.

Por su parte, Kropotkin advertía: “el conflicto es la vida misma por la palabra, por el escrito, por el fusil, por el puñal, por la dinamita, todo es bueno para nosotros que no reconocemos la legalidad”. Años más tarde afirmaba de manera metafórica: “un edificio construido sobre siglos de historia, sólo puede ser destruido con algunos kilos de pólvora”. Paralelamente a través de diver-sos periódicos y folletos los anarquistas alentaban este accionar: “este folleto brinda algunas nociones de la táctica anarquista que serán útiles al momento

de julio 1892 Ravachol fue públicamente guillotinado”. PessIn, aLaIn –maffesoLI, mIcHeL, La violence fondatrice. París, Champ Urbain, 1978.

5 george WoodcocK, El anarquismo. Historia de las ideas y movimientos libertarios. Barcelona, Ariel, 1979, p. 162; teresa aBeLLo gueLL, “El proceso de Montjuich ante la opi-nión pública europea”, en Estudios de Historia Social, Madrid, N° 40-41, Enero-Junio 1987, pp. 275 a 289.

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del combate. ¡Tú, compañero, harás el resto! Buena suerte, nos veremos el día de la acción”6.

Sin embargo, el anarquismo era un movimiento sumamente heterogéneo, dentro del cual diversas corrientes eclosionaban permanentemente. Existían dos tendencias bien definidas con respecto a la acción directa: los anarco-colectivistas y los anarco-comunistas. Los primeros se caracterizaban por su mayor acercamiento a la clase obrera entendida como agente revolucionario; y si bien consideraban a la sociedad culpable de la vida miserable a la cual era sometido el trabajador, sostenían que la violencia no conducía a nada; sólo perjudicaba a los propios obreros. Bajo su lema “paz a los hombres, guerra a las instituciones”, eran enemigos declarados de los actos terroristas, a los que contraponían los efectos positivos de la propaganda tanto escrita como oral para mejorar material, moral e intelectualmente a la humanidad. Exponentes de esta línea eran Juan Montsney, Francisco Ferrer, Teresa Claramunt y Ri-cardo Mella, entre otros.

Por su parte, los anarco-comunistas eran más radicales e individualistas en cuanto a ideas y a medios a utilizar para llevarlas a cabo; partidarios de los actos de violencia, exaltaban permanentemente el uso de la fuerza. Aceptaban el terrorismo en cualquier circunstancia, lo que los llevó a alejarse del movi-miento obrero. Si bien un acto terrorista individual no terminaría con la estruc-tura social, constituía un ejemplo de lo que podía llegar a suceder. Las acciones terroristas aisladas no desencadenarían la revolución pero servirían para atraer la atención de las clases privilegiadas7. Los defensores de la propaganda por el hecho se guiaban por diversas variables: mística de la violencia individual, la fe depositada en el accionar de un hombre solo, la férrea crítica destructiva de la sociedad y sus valores, el deseo de derribar los cimientos de la burguesía; pues el fin de esta acción era propagar tanto la ideología como el espíritu libertario. Esta táctica se extendió en las últimas décadas del siglo XIX y afectó a varios países europeos y latinoamericanos, entre ellos la Argentina.

La organización de la clase obrera en el Río de la Plata fue tardía. A partir del año 1880, los trabajadores adquirieron conciencia de clase y comenzaron a organizarse en sindicatos y asociaciones; también fundaron periódicos y centros culturales bajo una clara influencia del anarquismo, que arribó de la mano de los inmigrantes europeos, especialmente españoles, italianos y

6 aLaIn PessIn, La réverie anarchiste, 1848-1814, París, Librairie des Méridiens, 1982, pp. 119-125. KroPotKIn; “Las discusiones”, en Le Révolte, Ginebra, Nº 12, 6 de agosto de 1881, cit. en teresa aBeLLo gueLL, op. cit., p. 277.

7 antonIo roBLes egea, “Terrorismo y crisis de la organización obrera a fines del siglo XIX”, en Estudios de Historia Social, Madrid, N° 22-23, Junio-Diciembre 1992, p. 233.

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franceses, quienes influyeron no sólo en la faz ideológica del movimiento sino también en las tácticas utilizadas al tomar como modelo la corriente europea. De esta manera contribuyeron a configurar los lineamientos generales de este movimiento en la Argentina no sólo con su presencia sino también por medio de la difusión de los textos doctrinarios, entre los cuales se destacan los de Bakunin, Joseph Proudhon, Kropotkin, Ricardo Mella y Eliseo Reclus; junto a la propaganda realizada por los emigrados que residieron temporalmente en Buenos Aires: los italianos Enrique Malatesta y Pedro Gori, o el francés Augusto Vaillant, entre otros; y a las noticias llegadas a través del océano, por ejemplo la ejecución de Paulino Pallás o Francisco Ferrer y por supuesto, la influencia ejercida por la figura del francés Ravachol.

No obstante, como ya se mencionó, lo que caracterizó a la corriente liber-taria local fue la propaganda verbal y escrita a favor de la violencia más que los atentados; pues pese a la glorificación de la acción individual no se registraron actos de terrorismo masivos, sino casos muy aislados. Afirmó Juan Suriano: “la emergencia de una percepción tan negativa del anarquismo, siempre ligada a imágenes virulentas, además de haber sido autoalimentada por [...] artificios retóricos [...] se relaciona con la mirada crispada de las élites”8. Encontramos en la prensa ácrata numerosas adhesiones a favor de este accionar. Si bien los ejemplos podrían multiplicarse sólo citaremos algunos. Los periódicos por-teños que mejor reflejaron esta tendencia fueron El Rebelde y el Perseguido. Desde sus páginas se exaltó tanto el terrorismo personal como la utilización de bombas y dinamitas: “si los anarquistas emplean la dinamita, es porque la conceptúan como un medio muy apropiado para utilizarlo en defensa contra la burguesía”9. Asimismo, el grupo llamado Los Dinamiteros, formado en la ciudad de Buenos Aires, acudía por medio de folletos y circulares a la misma táctica: “es preciso que conquistemos la libertad y para eso es necesaria la di-namita, pues la fuerza de ésta contrarresta la que emplean nuestros opresores. ¡Viva la dinamita! ¡Viva la revolución social! ¡Viva la anarquía!”10.

Otra publicación que defendió este accionar fue La Liberté: “no hacemos programa, la hora de discutir ha pasado. Cuando el capital siembra en todas partes la ruina y cuando la dinamita está aquí –Argentina– y allá –Europa–, el programa debe ser de hechos”. Asimismo leemos sobre Ravachol: “ha pagado con su cabeza, su abnegación por la emancipación del proletariado. Encarna

� juan surIano, Anarquistas…, cit, p. 279.9 “El espíritu revolucionario. La acción individual”, en El Perseguido, Buenos Aires, 7

de diciembre de 1890.10 “A los anarquistas de Sudamérica”, dicha circular se halla en el archivo IISG, Amster-

dam, colección Max Nettlau, legajo titulado “Argentina 1893-5”.

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el principio de rebelión, simboliza las ideas de libertad y de acción individual. ¡Viva la propaganda por el hecho!”11.

Los proyectos culturales libertarios se fusionaron con un claro activismo militante, pues constituían uno de los principales medios de difusión de sus teorías. Dentro de esta concepción es lógico que se haya utilizado tanto la literatura como el teatro, la música y la gráfica para difundir propaganda a favor de la acción directa; no son pocos quienes se acercaron al movimiento inspirados por la lectura de este material. En efecto, así lo demuestran los siguientes poemas de Alberto Ghiraldo.

Son los soberbios gladiadores rojosfrente a frente del mal, nobles espadasde acero y luz tajando en las tinieblas

de la edad que alcanzamos; voz y orgullo,alma y acción; espíritu y violencia;

exponentes altivos, soberanosde una generación de combatientes:

¡que han retado al dolor y lo han vencido!12

¡Todos de pie! ¡A la lucha! ¡Ni Dios, ni Ley, ni Patria!¡Cada hombre sea un ejército! ¡Nadie obedezca a nadie!

¡Ni altares, ni sanciones, ni banderas!¡No encuentren los esclavos dónde atarse!13

Esta idea también se reflejó en la siguiente estrofa de un tango anónimo, cantado en 1901:

Guerra a la gente burguesasin distinción de color,

que chupa la sangre humanadel pobre trabajador.

Mientras los unos revientana fuerza de trabajar,

los otros se pasan la vidavagando sin cesar.14

11 La Liberté, Buenos Aires, 23 de enero de 1893 y mayo de 1895.12 aLBerto gHIraLdo, “Los caballeros del ideal”, Ideas y Figuras, 15 de octubre de

1909.13 Ibídem, “Chicago. Las horcas”, Ideas y Figuras, 11 de noviembre de 1909. Consultar:

marceLa gene; Laura masoLettI costa (coordinadoras), Impresiones porteñas. Imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aires, Buenos Aires, Edhasa, 2009.

14 “Guerra a la burguesía”, autor anónimo, 1901. Cit. en javIer camPo, Las ideas liberta-rias y la cuestión social en el tango, Buenos Aires, Reconstruir, p. 39, s/f.

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A principios de la década de 1910 circulaba en Buenos Aires una versión del Himno Nacional Argentino pero con letra anarquista, que comenzaba de la siguiente manera:

Oíd mortales el grito sagradode anarquía y solidaridad,

oíd el ruido de bombas que estallanen defensa de la libertad.15

Por su parte, el dramaturgo Rodolfo González Pacheco expresó esta idea en su obra La Inundación, de la mano de uno de los protagonistas, quien re-flexionaba:

¿Qué puede hacerse en un mundo donde todo está dispuesto para matarse los hombres? Volé con dinamita los diques. Y nada se salvará. Hombres y fieras, víctimas y victimarios, seremos arrebatados del valle, como papeles. El suelo mismo, la tierra criada en la arena será arrastrada de un manotón a la mar. Y todo volverá a ser como años atrás: estéril, bárbaro pero de nadie. ¡Libre!16

Es interesante analizar qué motivo llevaba a una persona a cometer un atentado terrorista, a transformarse en una suerte de mártir de la idea, como lo denominó Rafael Núñez Florencio. La respuesta está en comprender la noción que el anarquista tenía de mártir, pues quien cometía el atentado se inmolaba al entregar voluntariamente su vida por sus compañeros que sufrían diariamente, al vengar a las víctimas de la represión y al defender hasta con su propia vida sus propios ideales; los anarquistas consideraban la muerte necesaria para dar vida17. Esto era reconocido y admirado por sus camaradas, aún por los anarco-colectivistas que los justificaban al considerar que la sociedad los había empu-jado a cometer esos actos extremos. Asimismo, como afirmó Luciana Anapios, “la reivindicación del atentado era una característica de estos mártires”18.

Como se ha mencionado, no todos los anarquistas aprobaban esta línea. Muchos de ellos nucleados alrededor del periódico El Oprimido, emprendieron en 1895 una campaña contra la acción violenta y el terrorismo ácrata, postura

15 “Himno Argentino Anarquista”, La Protesta, Buenos Aires, 5 de mayo de 1909.16 rodoLfo gonzÁLez PacHeco, Teatro Completo, Buenos Aires, La Obra, t. I, p. 81.17 rafaeL nuÑez fLorencIo, op. cit., p. 128.18 LucIana anaPIos, “Terrorismo o propaganda por el hecho. Los debates sobre la utili-

zación de la violencia en el anarquismo argentino a fines de la década del ‘20”; II Encuentro de Investigadores sobre anarquismo, CeDInCI, 30 de mayo de 2009. Consultar: juan surIano, Auge y caída del anarquismo. Argentina, 1880-1930, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2006.

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tomada más adelante por La Protesta. Conscientes de la imagen negativa y de la hostilidad del resto de la sociedad hacia el anarquismo, buscaban dejar de lado el terrorismo y lanzar una acción coherente y organizada hacia el camino de la revolución social. Sin embargo, más allá de la tendencia existió siempre una justificación hacia aquel héroe-mártir que se inmoló para salvar a la sociedad. Ejemplificadora de esta idea fue la postura del militante Diego Abad de Santillán:

Nos engañaríamos grandemente si pensáramos que la reacción sólo implica un problema de fuerza; el mismo error sería imaginar que es también un pro-blema militar. La revolución, como la reacción, son movimientos sociales que responden a concepciones especiales de la vida y que ven en la violencia un instrumento para hacer valer sus principios, pero que no pueden cimentar en ella su razón de ser. Lo fundamental de la revolución no es el tiroteo o el motín callejero, sino las ideas del nuevo orden de cosas a que aspira y predica19.

Resulta paradójica esta postura ambigua de muchos militantes que con-denaban a priori los atentados terroristas, pero una vez producidos transfor-maban a su autor en un héroe; la explicación estaba en que para los libertarios los hechos de violencia tenían lugar dentro de un marco signado por una mani-fiesta injusticia social. Coincidimos con Álvarez Junco cuando afirma que “el terrorismo anarquista no puede ser analizado en abstracto sino en el contexto social violento en el que se produce, y no supone más que un trato perfecta-mente recíproco al que los anarquistas reciben”.20 Leemos en La Protesta:

Aludimos los nobles motivos que inspiraron a los autores de la tragedia. No defendemos el hecho, defendemos a los compañeros que lo llevaron a cabo en una hora de desesperación y de dolor extremo. Sabemos cuál es nuestro deber y cuál es nuestra responsabilidad21.

La cuestIón socIaL y eL centenarIo

Hacia 1900, el tenor muchas veces violento que caracterizó los conflic-tos laborales provocó el pánico en los distintos ambientes sociales. Estos

19 dIego aBad de santILLÁn, “Breviario de la contra reacción”, La Protesta, Buenos Aires, 25 de febrero de 1924.

20 josé ÁLvarez junco, op. cit., p. 500.21 dIego aBad de santILLÁn, “Nuevamente contra atentados y terrorismo”, La Protesta,

Buenos Aires, 15 de junio de 1924.

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acontecimientos causaron meollo en la estructura política y social; sumado a las noticias nada tranquilizadoras que llegaban de Europa, donde una ola de atentados sacudió la opinión pública, los que más conmovieron fueron los asesinatos de importantes figuras de la política internacional: el presidente francés Carnot (1894), la emperatriz de Austria-Hungría, Isabel (1898); el rey Umberto I (1900), y del presidente norteamericano McKinly entre 1901. Entre 1902 y 1910 se declaró en cinco oportunidades el estado de sitio, y se registraron escenas de violencia protagonizadas tanto por parte de militantes anarquistas como de la policía que no fueron ajenas a la vida social argentina. Paulatinamente se dejaba de lado la idea del inmigrante que venía a trabajar la tierra para ser reemplazada por una concepción que lo consideraba un ele-mento peligroso para el desenvolvimiento armónico de la sociedad. De esta manera, la llamada cuestión social comenzó a ocupar un lugar significativo en el debate público; afirmó Ricardo Salvatore:

El “mundo del delito” comenzó a confluir con el “mundo del trabajo” [...] una vez trasplantados de una categoría (trabajadores) a otra (delincuentes), los sujetos pasaban a ser el objeto de observación y tratamiento de un aparato de poder-saber nuevo. Allí se hacían más controlables, menos desafiantes al orden establecido, sus conductas más comprensibles para la ciencia22.

El problema social se hallaba íntimamente ligado al rápido crecimiento del proletariado urbano, como consecuencia tanto de la expansión como de la diversificación de la actividad económica. Esta atmósfera se plasmó en el surgimiento de entidades sindicales que pretendían asumir la representación de los nuevos y emergentes sectores sociales, y abrir el camino a las reivindi-caciones de acuerdo con las aspiraciones y reclamos de los trabajadores, cuyas huelgas causaban gran inquietud en la sociedad23. El año 1902 fue crítico en

22 rIcardo saLvatore, “Criminología positivista, reforma de prisiones y la cuestión social/obrera en la Argentina”, juan surIano (comp.), La cuestión social argentina, Buenos Aires, La Colmena, 2000, pp. 152-153.

23 Para la relación entre el anarquismo y el sindicalismo consultar: dIego aBad de santI-LLÁn, La FORA. Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina, Buenos Aires, Libros de Anarres, 2005. edgardo BILsKy, La FORA y el movimiento obrero (1900-1910), Buenos Aires, CEAL, 1985. Hugo deL camPo, Los anarquistas, Buenos Aires, CEAL, 1971; El sindicalismo revolucionario, CEAL, Buenos Aires, 1986. juLIo godIo, El Movimiento Obrero Argentino, 1910-1930, Buenos Aires, Legasa, 1988. HIroscHI matsus-cHIta, Movimiento Obrero argentino, Buenos Aires, Siglo XX, 1987. marotta seBastIan, El movimiento sindical argentino, Buenos Aires, Líbera, 1975. Iaacov oved, El anarquismo y el movimiento obrero, México, Siglo XXI, 1978. jorge soLomonoff, Ideologías del movimiento obrero y conflicto social, Buenos Aires, Tupac, 1988.

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materia económica; sus principales consecuencias fueron los graves conflictos laborales que se desarrollaron en los puertos más importantes: primero en Rosario y luego en Buenos Aires24. Las constantes huelgas que amenazaron el flujo del comercio de exportación, afectaron los intereses tanto de productores y exportadores, como del gobierno, que se vio perjudicado por el descenso en la recaudación:

Obedecen a causas múltiples [...] hay huelgas que tienen una explicación racional en el orden de los fenómenos económicos y sociales; hay otras que son agresivas y que empiezan desde luego por atacar al orden social, al orden constitucional establecido25.

La sucesión continua de huelgas, la declaración de algunas de ellas en general por parte de la Federación Obrera Regional Argentina y los violentos choques entre la policía y los huelguistas llevaron al presidente Julio A. Roca a establecer primero el estado de sitio en Capital Federal, provincia de Buenos Aires y Santa Fe, y a considerar y luego aprobar el proyecto presentado en 1899 por el entonces senador Miguel Cané sobre la residencia de extranjeros26. Bajo el nombre de Ley de Residencia se aprobó la norma que facultó al Poder Ejecutivo a excluir del territorio nacional a todo extranjero sospechoso de provocar perturbaciones o conmociones sociales. Sin embargo, los conflictos no cesaron luego de la sanción de la ley y la declaración de estado de sitio fue repetida en los años posteriores a 1902. Causa de ello es el hecho que los de-portados lograban, en varias oportunidades, ingresar nuevamente al país por Montevideo, y solicitaban la naturalización para evitar una próxima expulsión. La tarea de vigilancia y expulsión de los anarquistas continuó durante los años siguientes, pero dado que la ley no establecía penas para quienes retornasen al país, la policía se veía obligada a repetir la tarea de búsqueda y deportación de quienes regresaban.

24 Para la historia del anarquismo en Rosario consultar: agustIna PIetro, “Notas sobre la militancia anarquista. Rosario, 1890-1903”, en Entrepasados, op. cit., pp. 77-88. “Usos de la ‘Cuestión Obrera’”, Rosario, 1901-1910; juan surIano (comp.), La cuestión social…, cit., pp. 63-87. dIego armus, Huelgas, hábitat y salud en Rosario del 900, UNR, 1995.

25 Debate sobre la Ley de Residencia (1902), Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, Buenos Aires, 22-11-1902.

26 La propuesta de Miguel Cané no había sido elaborada para ser aplicada a movimientos huelguísticos, sino que su intención era crear una herramienta legal por si la Argentina se veía afectada por la ola de atentados terroristas, que conmovía a algunos países europeos.

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Un paso importante para solucionar la cuestión social fue un proyecto de Ley Nacional del Trabajo, elaborado en 1904 por Joaquín V. González y en el cual se buscaba atender a casi todos los aspectos del problema social. En su redacción participaron conocidos intelectuales como Octavio Bunge, José Ingenieros y Enrique del Valle Iberlucea, y fue acompañado de dos investiga-ciones sobre las condiciones de la clase obrera en Buenos Aires, realizada por Storni, y en el interior del país, preparado por Juan Bialet Massé.

El proyecto legislaba sobre varios aspectos, algunos de los cuales coin-cidían con los reclamos hechos por los trabajadores: jornada de ocho horas, disposiciones sobre accidentes de trabajo, igualdad de la población indígena, agencias oficiales gratuitas de colocación, higiene, reglamentación del trabajo de mujeres y niños, seguros para cubrir accidentes de trabajo. Asimismo, re-glamentaba las relaciones industriales y los contratos colectivos de trabajo que permitían que un sindicato acordara condiciones válidas para toda una rama de actividad; consideraba la creación de la personería gremial y la instauración de cortes de arbitrajes integradas por miembros elegidos por ambas partes, y presididas por un representante del gobierno. Si bien el proyecto contó con el apoyo de grupos intelectuales y universitarios, fue rechazado por el anarquis-mo y el socialismo a través de la Unión General de Trabajo, que consideraba varias de las medidas restrictivas para el libre desarrollo y accionar de la orga-nización obrera; también fue rechazado por la Unión Industrial Argentina.

Paralelamente, las estadísticas por crímenes en la ciudad de Buenos Aires reflejaron entre 1899 y 1914 un aumento considerable27. Éstas fueron interpre-tadas por sus contemporáneos como resultado de la mala influencia ejercida por la llegada de inmigrantes de origen latino; y no tardó en realizarse un parangón entre el aumento de la criminalidad y las protestas sociales ácratas. Bajo la clara influencia de la doctrina del médico y criminólogo italiano Cesar Lombroso se desarrolló un estudio pormenorizado de los rasgos físicos que caracterizaban a los criminales en el cual se reconocían influencias biológi-cas hereditarias en las patologías delictivas. Éstas incluían “ciertos tipos de mandíbulas, frentes y orejas, constituían una guía para identificar a aquellos marcados por una proclividad innata hacia el crimen”28. El instrumentar estos escritos contra una minoría social considerada capaz de desestabilizar la jerar-

27 Algunas de sus obras más importantes en materia de criminología son: “Del tipo crimi-nale nei delinquenti politici”, Archivo de Psichiatria. Antropologia Criminale e Scienze Penali, VI –1885– 148, en colaboración con Laschi. Il delitto politico e le rivoluzioni, Turín, 1890; en colaboración con Laschi, “La pena nel delitto politico”, Archivo de Psichiatria. Antropología Criminale e Scienze Penale, XI – 1890– 139-80. Gli Anarchisci, Turín, 1894.

28 eduardo zImmermann, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina, 1890-1916, Buenos Aires, Sudamericana, 1994, p. 128. Consultar: LILa caImarI, Apenas un

89LA PROPAGANDA POR EL HECHO DENTRO DEL DISCURSO ANARQUISTA

quía gubernativa de la sociedad fue cuestión de tiempo. Si bien en varias opor-tunidades se había definido la criminalidad ácrata como un comportamiento antisocial, pronto se transformó en sinónimo de una patología anarco-criminal. Dentro de esta concepción, el anarquista fue definido como un transgresor nato con caracteres antropológicos básicos:

Locos, epilépticos, degenerados, apasionados histéricos, atávicos, son los baluartes de estos grupos violentos que, enarbolando la bandera de la justicia y de la igualdad, se atreven a provocar las iras de sus amos arguyendo sus miserias, tras la consecución de un status mejor que todos reconocen, pero que nadie quiere otorgar29.

Por lo cual, al ser transmitida la criminalidad por herencia se estaba frente un peligro real y concreto para la sociedad receptora, que comenzó a vincular los conflictos obreros con esta patología y desató una dura campaña sobre la necesidad de controlar a los inmigrantes que arribaban al país30. En efecto, el movimiento anarquista se convirtió en un atentado contra el orden público, y todo aquello que atentara contra la paz social debía ser controlado por medio de restricciones inmigratorias; o bien extirpado mediante la sanción de leyes de expulsión. A juicio de Eduardo Zimmermann el anarquismo se presentaba

Como un problema de higiene pública: su exclusión era una medida de defensa de la sociedad; el anarquismo resultaba ser una especie dentro del género de la inmigración indeseable que debía expulsarse para preservar la salud de la sociedad31.

Fue representativa de esta mentalidad la obra de Ramos Mejía, Las mul-titudes argentinas:

delincuente, Buenos Aires, 2004, Siglo XXI; La ciudad y el crimen, Buenos Aires, Sudame-ricana, 2009.

29 andrés gaLera gomez, “La antropología criminal frente al anarquismo español”, en Bert Hofman; Pere joan I tous; manfred tIetz (editores), El anarquismo español y sus tra-diciones culturales, Madrid, Vervuet – Iberoamericana, 1995, p. 109.

30 Diversos sucesos acompañan esta ideología lombrosiana: se fundó a fines del siglo XIX la Sociedad de Antropología Jurídica; comenzó a publicarse en 1898 la revista Criminología Moderna, que contó entre sus colaboradores a los más importantes criminólogos italianos como Lombroso, Ferri, Garofalo, Colajanni. En 1902 se fundaron, a instancias de José In-genieros, los Archivos de Psiquiatría y Criminología y en 1913, la Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal (1913).

�1 eduardo zImmermann, op. cit., p. 136.

90 MARíA FERNANDA DE LA ROSA

Cualquier craneota inmediato, es más inteligente que el inmigrante cuando recién desembarca en nuestra playa. Es algo amorfo, yo diría celular, en el sentido de su completo alejamiento de todo lo que es mediano progreso en la organización mental. Es un cerebro lento, como el del buey a cuyo lado ha vivido; miope en la agudeza psíquica, de torpe y obtuso oído en todo lo que se refiere a la espontánea y fácil adquisición de imágenes por la vía del gran sentido cerebral. ¡Qué oscuridad de percepción, qué torpeza para transmitir la más elemental sensación a través de esa piel que recuerda la del paquidermo en sus dificultades de conductor fisiológico!32

Como se ha mencionado, y más allá de la literatura sobre el accionar violento, en la Argentina se produjeron casos aislados de propaganda por el hecho. El primero fue el producido por el militante catalán Salvador Planas, que atentó contra la vida del presidente Manuel Quintana como protesta contra el estado de sitio instaurado en 1905, los hechos ocurridos en mayo en Plaza Lorea y la represión policial; sin embargo su propósito se frustró “dado la mala calidad del arma”. Tres años más tarde, el obrero Francisco Solano Rejis lanzó una bomba, que tampoco detonó, contra el primer mandatario, José Figueroa Alcorta. Por su parte, el español Enrique Nido, para vengar la muerte de Fran-cisco Ferrer, intentó sin éxito matar al cónsul español en Rosario33. El 7 de mayo de 1909 estalló una bomba en la calle Corrientes que provocó la muerte de un niño de 11 años; en noviembre fue detenido el anarquista ruso Pablo Karaschin cuando se hallaba colocando una bomba en la Capilla del Carmen, situada en el barrio porteño de Recoleta (Rodríguez Peña al 800).

Aquel año, los militantes ácratas se reunieron en la plaza Lorea, si bien el acto no había sido autorizado, para celebrar el Día del Trabajo. Se produjeron varios choques entre los manifestantes y las fuerzas policiales que, bajo las órdenes del coronel Ramón L. Falcón, al intentar disolver la concentración provocaron la muerte de 8 manifestantes y un número importante de heridos y detenidos. Las consecuencias fueron no sólo escenas dramáticas en el en-tierro de las víctimas, sino también la instauración nuevamente del estado de sitio y la aplicación sin restricción de la Ley de Residencia. Los integrantes del movimiento anarquista respondieron por medios de folletos y artículos en periódicos y revistas en los que se hacía responsable directo por la represión y muerte de los obreros al Jefe de Policía, se pedía su renuncia y se llamaba a

32 j. m. ramos mejIa, Las multitudes argentinas, Buenos Aires, Félix Lajouane, 1899, p. 288.

�� Afirmó Diego Abad de Santillán: “empleó para esa represalia unos explosivos y sufrió, por efecto de los mismos, mutilaciones en una mano. Fue detenido y condenado a cinco años de prisión”. Memorias 1897-1936, Planeta, Barcelona, 1977, p. 109.

91LA PROPAGANDA POR EL HECHO DENTRO DEL DISCURSO ANARQUISTA

una huelga general. Para vengar a sus compañeros, el 14 de noviembre de 1909 Simón Radowitzky arrojó una bomba contra el coronel Falcón que provocó su muerte junto con la de su secretario. El periódico La Protesta narró años más tarde lo sucedido:

Falcón había ido a eso de las 10:30 a la Recoleta, para asistir al entierro del director de la prisión nacional, Ballvé, en el Cementerio Norte. Terminada la ceremonia regresó en un coche con la capota baja, por la Avenida Quintana, acompañado de su secretario Juan Alberto Lartigau. Al llegar el coche a la esquina de Callao, un joven obrero, Simón Radowitzky, le arrojó una bomba que dio en el piso y estalló. Falcón y su acompañante cayeron al suelo, mortal-mente heridos; el primero falleció a las 14:15 y el segundo a las 20:45. Rado-witzky, aturdido por la explosión, intentó huir pero fue detenido por policías y particulares en la esquina de Ayacucho y Avenida Quintana. Mientras luchaba con sus seguidores, sacó con la mano izquierda un revólver y se descerrajó un tiro en la región pectoral derecha. La herida fue leve, pero cayó en tierra y las autoridades se hicieron cargo de él.

Como se mencionó, aunque no todo el movimiento compartiera el método implementado por Radowitzky, su defensa fue un deber:

Para vengar aquella sangre obrera que regó las calles de Buenos Aires, en 1909, salió un desconocido: Simón Radowitzky. Y fue enterrado vivo el ven-gador de la masacre del primero de mayo. Es un verdadero héroe moral, la anarquía es su bandera y la fidelidad que le guarda es realmente conmovedora. Su rescate es una idea de los anarquistas, idea que cuenta amplias simpatías en el seno del proletariado34.

El atentado producido contra el Jefe de Policía de Buenos Aires provocó la reacción y el reclamo de la reforma de las leyes de inmigración existentes. La opinión de Estanislao Zeballos era compartida por la gran mayoría de sus contemporáneos.

El asesinato del coronel Falcón es presentado como la protesta sangrienta de un grupo de extraviados, contra todo principio de autoridad moral, legal, religiosa, política y militar. Hay en efecto en el mundo un grupo de hombres que hace gala de no tener Dios, ni Patria, ni Ley y que lógicamente no respeta influencia alguna humana o divina. Su principio y su fin están en el ejercicio de

�4 Ibídem. “Simón Radowitzky, el vengador y el mártir”, La Protesta, Buenos Aires, 25 de octubre de 1927.

92 MARíA FERNANDA DE LA ROSA

la violencia y del crimen. Estas son fuerzas perdidas para la sociedad, como las causas cósmicas del centro de la tierra, que solamente producen cataclismos [...] carecemos de leyes eficaces sobre el abuso de la prensa [...] que puede… aconsejar la revolución, el asesinato político e injuriar ferozmente a todo el mundo [...] es prudente retocar los códigos y las leyes de inmigración, para conservar la limpieza de la población del país35.

De esta manera, los militantes ácratas fueron señalados tanto psíquica como físicamente, de acuerdo con los lineamientos lombrosianos. Por ejemplo, en la descripción elaborada para el militante anarquista Simón Radowitzky leemos:

Sus caracteres morfológicos acusan, bien acentuados todos los estigmas del criminal. Desarrollo excesivo de la mandíbula inferior, preeminencia de ar-cos zigomáticos y superciliares, depresión de la frente, mirada torva, ligera asimetría facial, constituyen los caracteres somáticos en Radowitzky del tipo del delincuente36.

Paralelamente se clausuraron diarios y espacios de reunión de socialistas y anarquistas, grupos de particulares atacaron sus locales de reunión y los talleres de La Protesta y La Vanguardia. El presidente Figueroa Alcorta y su ministro del Interior, Marco Avellaneda, presentaron al Congreso un proyecto que modificaba la antigua ley de inmigración de 1876 y prohibía la entrada al país de

[...] los anarquistas y las personas que profesan o preconizan el asesinato de los funcionarios públicos o el uso de explosivos y medios de fuerza para impedir el cumplimiento de las leyes y disposiciones legales de las autoridades públicas o para impedir el ejercicio de los derechos individuales37.

�5 estanIsLao zeBaLLos, “El asesinato del Jefe de Policía de Buenos Aires”, en Revista de Derecho, Historia y Letras, T. XXXIV, Buenos Aires, 1909. Ver: juan v. aLsIna, La inmigra-ción en el primer siglo de la independencia, Buenos Aires, 1910. Citado en nataLIo Botana y ezequIeL gaLLo, De la República posible a la República verdadera (1880-1910), Buenos Aires, Ariel, 1997, pp. 523-528.

�6 “Radowitzky, Simón. Por homicidio en las personas de Ramón L. Falcón y Alberto Lartigau. Alegato del agente fiscal Dr. Manuel Beltrán”, en Tribunal Militar, Letra R, Legajo N° 5,1872-1909, Archivo General de la Nación, Sala VII, p. 172. Citado en eduardo zImmer-mann, op. cit., p. 134.

�7 Ibídem., p. 157.

93LA PROPAGANDA POR EL HECHO DENTRO DEL DISCURSO ANARQUISTA

La reacción tanto de la opinión pública como de los legisladores fue pedir medidas legales e instrumentos de defensa social; entre las medidas se incluían la modificación de Ley de Residencia, pues se consideraba que no servía de arco protector para asegurar la tranquilidad de los sectores medios y altos de la sociedad argentina. En los diversos discursos se señaló al anarquismo como un elemento extraño al país, que hacía peligrar la nacionalidad. El periódico La Nación afirmó:

[...] ya sabemos cuáles son las razones del hecho. Son precisamente las mil razones que lo hacen inexcusable; es decir, la generosidad, la amplitud, la tole-rancia del espíritu argentino que abre al mundo entero sus puertas, que entrega al mundo entero su heredad, que llama a todos los despojados y perseguidos del orbe a compartir, mediante un poco de trabajo y de esfuerzo, su fortuna, su bienestar, su porvenir38.

La respuesta del presidente fue la sanción nuevamente del estado de sitio y la aplicación más rigurosa de las normas existentes. Sin embargo, la situación se agravó próximo a celebrase el Centenario. Tanto la aplicación de la Ley de Residencia como el rigor contra la prensa obrera y el movimiento en general no lograron frenar el fenómeno de la insurgencia y conflictividad social que rodeó los preparativos. Las protestas y mítines de los trabajadores se volvieron más frecuentes y violentos. El año 1910 registró el número más elevado de huelgas y disturbios; los militantes libertarios se habían transformado en el enemigo público más peligroso y agresivo de la sociedad argentina, contrarrestando la imagen de país próspero que se pretendía mostrar al mundo. Desde la prensa obrera se lanzó una campaña en contra de los festejos y a favor de la abolición de la sancionada en 1902.

La ceLeBracIón deL centenarIo

Las autoridades organizaron para la semana previa al día 25 de mayo una serie de festejos que incluían grandes desfiles, recepciones de gala, funciones teatrales extraordinarias, inauguración de monumentos, exposiciones y visitas de primeros mandatarios e importantes personalidades, como la infanta Isabel de Borbón; incluso Isadora Ducan bailaría el Himno Nacional. El movimiento obrero advirtió la gran trascendencia de los festejos y sus organizaciones, lideradas por la FORA anarquista, llamaron a huelgas generales, paros y

�� “El atentado anarquista de ayer”, La Nación, Buenos Aires, 15 de noviembre de 1909. Sobre prensa obrera en el período estudiado consultar: mIrta z. LoBato, La prensa obrera, Buenos Aires, Edhasa, 2009.

94 MARíA FERNANDA DE LA ROSA

realizaron diversos actos de sabotaje en los días previos a los festejos. El 8 de mayo convocaron a una manifestación contra las autoridades de la Penitencia-ría de la Nación por los malos tratos a los que eran sometidos los presos. Se reunieron más de cincuenta mil personas que exigían la derogación de la Ley de Residencia, liberación de los presos por cuestiones sociales y amnistía para los desertores del servicio militar; la FORA llamó a un paro general para el día 18 de mayo. Estos sucesos generaron una honda preocupación en la clase dirigente, que temía que los disturbios sociales impidieran la celebración de los actos39.

El día 13 de mayo se detuvo a los redactores de los periódicos libertarios La Protesta y La Batalla, del semanario sindicalista La Acción Socialista y se secuestraron sus ediciones. A día siguiente el presidente Figueroa Alcorta declaró el estado de sitio. La gran mayoría de los locales anarquistas y socia-listas fueron asaltados e incendiados por grupos nacionalistas al grito de ¡viva la patria! y ¡muera el anarquismo!, al igual que las imprentas de La Protesta y La Vanguardia. Hubo enfrentamientos en las calles, heridos y muertos. El anarquismo respondió con la edición de panfletos clandestinos que llamaban al pueblo a la lucha, detonando algunos pequeños explosivos, y las grandes luces del festejo fueron objeto de numerosos sabotajes que no las dejaron lucir como esperaban los organizadores. En diversos países se establecieron comités de solidaridad con el proletariado argentino.

La huelga estalló el 18 de mayo y con ella aumentó la reacción y el temor de gran parte de la sociedad, que vivió jornadas de inquietud hasta el día 21 de mayo, cuando se dio por terminado el conflicto con aproximadamente 2.000 detenidos. Los festejos del Centenario se celebraron bajo el estado de sitio, con las prisiones repletas, numerosos extranjeros deportados a su país de origen y muchos militantes argentinos remitidos a la cárcel de Ushuaia.

La situación se agravó. Se sucedieron diversos choques entre militantes ácratas y estudiantes; hubo entre estos últimos heridos de bala, lo cual provocó enérgicos pedidos de leyes represivas contra el anarquismo. Un hecho precipitó la sanción de una nueva ley y fue el estallido de una bomba en el Teatro Colón, el 26 de junio de 1910, que causó varios heridos. Sin demoras la Cámara de Diputados se reunió para debatir la sanción de una norma que erradicara para siempre la amenaza anarquista; el repudio hacia este movimiento, que atentaba

�9 eLena zuBIetta. “Representar y polemizar: el humor de Caras y Caretas en el Cente-nario”, en Hugo BIagInI; arturo roIg (editores), El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX, t. I, Buenos Aires, Biblos, 2004, pp. 507-525. Para los preparativos y festejos del Centenario consultar: francIs Korn; sILvIa sIgaL, Buenos Aires antes del Centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 2010; fernando devoto, El país del primer Centenario, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2010.

95LA PROPAGANDA POR EL HECHO DENTRO DEL DISCURSO ANARQUISTA

contra todos los órdenes de la vida, fue total. Fue ejemplificadora la interven-ción del diputado Lucas Ayarragaray en el debate de Diputados:

Yo quiero que se sancione una ley, que lleve su acción hasta la raíz misma de la idea anarquista, para ahogar todas sus siniestras manifestaciones, decla-rando delito esa monstruosidad que hoy germina en los duros cerebros de al-gunos proletarios [...] Yo proclamo sin ambajes que el anarquismo es un delito contrario a la civilización argentina, porque no está en nuestros antecedentes, en nuestra complexión social, económica e histórica; y por eso [...] presenté un proyecto combinado, de exclusión de extranjeros y de expulsión, penando, además, a los que una vez expulsados vuelvan al país [...] prohíbo en conse-cuencia los centros y asociaciones anarquistas, la prensa anarquista, el mitin público anarquista y la reunión secreta, la bandera anarquista; cancelo la carta de ciudadanía a los anarquistas; también a los que fabriquen, expongan, etc., bombas; creo todo un régimen de penas; amplío los casos de expulsión; cas-tigo a los que, expulsados, regresan al país: es decir ¡llevo por primera vez en este país el fuego de la ley hasta la raíz misma de la idea anarquista!40

El resultado fue la aprobación, sin ningún diputado que se opusiera, de la Ley de Defensa Social, la cual limitaba la actividad sindical e impedía no sólo el ingreso de extranjeros que hubieran sufrido condenas, sino también la propaganda anarquista. Esta ley se divide en tres secciones: la primera prohi-bía la entrada y decretaba la expulsión del país de ciertos extranjeros, entre los que se hallaban los partidarios de la ideología ácrata; la segunda vedaba toda asociación que tuviera como objetivo la propagación de las ideas anarquistas, y regulaba el derecho de reunión; finalmente la tercera penaba la apología del delito y el uso de explosivos, con penas que iban desde los seis años de prisión hasta la pena de muerte, exceptuando sólo a los menores de 18 años41.

La sola presencia de un extranjero fue considerada como un hecho com-prometedor y perturbador del orden público, por lo cual la policía, amparán-dose en la Ley de Residencia, que otorgaba amplias facultades para deportar, solicitaba al Poder Ejecutivo la expulsión de todo sospechoso. Paralelamente, como la Ley de Defensa Social enumeraba minuciosamente los delitos y las

40 Lucas ayarragaray, “Discurso sobre la ley de defensa social”, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 27/6/1910. Citado en nataLIo Botana y ezequIeL gaLLo, op. cit., pp. 528-529.

41 Este punto fue objeto de debate, pues el Código Penal establecía que la edad mínima para la pena de muerte era de 22 años. Por este motivo a Simón Radowitzky, quien cuando cometió el atentado aún no había cumplido los 18 años, le fue conmutada la pena capital por cadena perpetua.

96 MARíA FERNANDA DE LA ROSA

penas, era utilizada para castigar los actos de propaganda, regular el derecho de asociación y reprimir todo intento de agitación anarquista. En su nombre se deportó y encarceló a varios dirigentes obreros, la FORA no pudo reunirse por más de dos años y dejaron de publicarse los periódicos ácratas. Si bien se permitió el funcionamiento de determinados locales de la federación obrera, sus actividades fueron severamente controladas, como las de los grupos sindicales, cada reunión obrera debía comunicarse previamente a la comisaría de la sección que se encargaría de la vigilancia respectiva. Estas medidas provocaron el severo debilitamiento del sindicalismo argentino y los movimientos huelguísticos disminuyeron hacia 1912-1913, para adquirir nueva fuerza luego de la Primera Guerra Mundial con la llegada en masa de los inmigrantes europeos.

El objetivo tanto de la Ley de Residencia como de la de Defensa Social fue provocar la caída del predominio anarquista dentro del movimiento obrero; hecho que se logró, pues el anarquismo ya no tendría en las décadas posterio-res la misma importancia e influencia que lo caracterizó hasta 1910. No sólo la legislación imperante fue la causa de tal retroceso, sino que la mayoría del proletariado argentino encontró en el socialismo, primero, y en el comunismo después, canales de representaciones más útiles y prácticos. Sin embargo, lejos de desaparecer la corriente ácrata continúo su lucha por recuperar su fuerza contestataria y si bien no obtuvo el poder que había tenido en años anteriores tantos sus periódicos, revistas y publicaciones como las actividades culturales que realizaron nos muestran un movimiento que buscó permanentemente, hasta 1930, volver a captar al trabajador.

consIderacIones fInaLes

La propaganda por el hecho llevada a cabo en Europa provocó un temor muchas veces exagerado con respecto al poder real con que contaba el movi-miento anarquista. Es cierto que diversas manifestaciones artísticas y cultu-rales personificaron durante años al anarquista como el renegado extranjero pone bombas; evidentemente esta imagen del militante ácrata permaneció en el imaginario social argentino, que halla sus raíces en las décadas que van desde 1880 a 1910. Desde aquellas representaciones del anarquista violento al militante que prefiere morir de hambre antes que tocar el dinero de su organización, o al que elige no cobrar su salario para salvar la imprenta de su periódico, hay una amplia gama que nos lleva afirmar que el militante libertario luchó por ideales humanistas que hicieron que la ideología ácrata significara más que eso; pues su objetivo primordial fue sacar a la palestra la

97LA PROPAGANDA POR EL HECHO DENTRO DEL DISCURSO ANARQUISTA

cuestión social, al defender y representar al sector más humilde de la sociedad del Centenario: los trabajadores.

Sus autores fueron glorificados y recordados desde las páginas de los periódicos y publicaciones libertarias tanto como en los actos llevados a cabo en las diversas asociaciones anarquistas; sin embargo la sangre de estos mártires no trajo la revolución social porque, como sostuvo Rafael Nuñez, probablemente era sólo un “acto de impotencia y desesperación”, que sembró el terror entre sus contemporáneos42. Por otra parte, fueron muchos los debates que se generaron internamente en el movimiento anarquista hasta el año 1930. Analizar estas posturas ambiguas es un modo tanto de acercarnos a la historia de un movimiento sumamente rico y controvertido que tuvo una influencia importante en los años previos al Centenario, como también conocer un im-portante eje temático de la propia historia argentina.

Ideas y Figuras. Revista Semanal de crítica y arte, 3 de mayo de 1909. Ar-chivo: Federación

Libertaria Argenti-na, CABA.

42 rafaeL nuÑez fLorencIo, op. cit., p. 185.

98 MARíA FERNANDA DE LA ROSA

20 de mayo de 1909.

29 de junio

de 1909.

11 de enero de 1910.

11 de enero

de 1910.

La política exterior de Raúl Alfonsín (19��-19�9):

un balance aproximativo

dIego mIgueL jIménezDoctorando en Ciencia Política (UCA)

[email protected]

resumen

Este artículo tiene como objetivo realizar un balance de la política exterior de Raúl Alfonsín (1983-1989). Dicho análisis se sustentará en una contextua-lización histórica de su acción externa, en los fundamentos y creencias que sostuvieron su acción internacional y en sus objetivos principales. La recons-trucción en este punto de la investigación se basa especialmente en fuentes bibliográficas, dado que forma parte de los aspectos teóricos de un análisis más amplio, que incluye un análisis de casos de dicho período.

PaLaBras cLave

Raúl Alfonsín – Política exterior – Sistema de creencias – Contexto local e internacional – Balance.

aBstract

The aim of this article is to make a balance of former Argentinean Pre-sident Raúl Alfonsin’s foreign policy (1983-1989). It deals with the historical context and beliefs that sustained it main objectives. The reconstruction at this point of the research is based on bibliographic sources and it is part of a more extensive analysis that includes case studies of that period.

Key Words

Raúl Alfonsín – Foreign Policy System of Beliefs – Local and Internatio-nal Context – Balance.

Temas de HisToria argenTina y americana, XVII (Julio-diciembre de 2010) pp. 99-121.

100 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

1. IntroduccIón

El presente artículo constituye un aspecto reducido, pero no por ello menos importante, de una investigación más general centrada en el análisis del sistema de toma de decisiones en materia de política exterior durante el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989).

En dicho estudio se abordarán con perspectiva analítica cuestiones que se refieren, en forma especial, a dos áreas del conocimiento: la Teoría de las Relaciones Internacionales y la Historia Política, en especial, la referida a los acontecimientos y procesos históricos producidos en el último cuarto del siglo XX en nuestro país.

Para tal proyecto, la primera disciplina nos ayudará a la conceptualiza-ción necesaria para precisar y demarcar, con la debida corrección, conceptos, principios e ideas relevantes de temáticas tales como: el sistema de creencias, el sistema de toma de decisiones, los paradigmas o modelos de inserción inter-nacional de la Argentina, la formulación e implementación de una determinada política, junto con las ideas centrales y debates actuales relacionados con las teorías clásicas y las latinoamericanas de las Relaciones Internacionales dentro del mundo académico argentino.

La segunda área del conocimiento aporta la contextualización histórica local, regional y global, sus vínculos y mutuas influencias, dentro del recorte temporal elegido para nuestro estudio. Además de brindar el sustento funda-mental, la Historia constituye la “materia prima” para cualquier estudio ana-lítico dentro de las Ciencias Sociales. Como lo ha escrito Carlos Pérez Llana1 en referencia a los estudios sobre las “Relaciones Internacionales”, al afirmar que están inspirados y condicionados por una realidad geográfica e histórica determinada.

Por su naturaleza, es entonces un estudio interdisciplinario. Como tal incorpora todo el instrumental analítico brindado por ambas disciplinas para estudiar el tema elegido.

En forma particular, este trabajo se centra en la elaboración de un balance general preliminar de la política exterior durante la administración Alfonsín.

Esto requiere una aclaración: realizar un balance de una gestión política, en este caso en materia de política exterior, puede conllevar el pecado de la excesiva subjetividad. Este tipo de investigación no formaría parte de las Ciencias Sociales si no tuviera parte de ese riesgo.

1 C. Perez LLana, El regreso de la historia. La política internacional durante la posgue-rra fría 1989-1997, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, p. 13.

101LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

A pesar de las dificultades que esto entraña, este artículo tiene como obje-tivo dilucidar, en el período abordado, lo que constituyó una herencia positiva, más allá del debate político-ideológico, para la política exterior en Argentina de la gestión radical entre 1983-1989.

En relación con este trabajo en particular y en el sentido que queremos darle a esta frase, nos parece que podemos incluir dentro del calificativo de herencia positiva las siguientes cuestiones:

• la orientación política en determinado tema clave (es decir, marcar un rumbo);

• la solución de controversias problemáticas para el desempeño internacio-nal de nuestro país;

• el mejoramiento o la construcción de determinadas relaciones que mejo-ren real o potencialmente la performance internacional del país;

• la reconstrucción o mejoramiento de la imagen internacional de nuestro país;

• los efectos positivos de determinada política internacional en el desarro-llo económico y político del país (por ejemplo, si redunda en beneficios materiales o si contribuye a consolidar el sistema político).

El término “aproximativo” da cuenta de que esta investigación está en progreso, por ese motivo sus conclusiones no son definitivas. No son conclu-yentes, son preliminares.

Para organizar la exposición, ésta se dispondrá del siguiente modo: en primer lugar se presentará una breve introducción teórica para presentar la perspectiva del autor en lo referente a la naturaleza y alcances de los estudios acerca de las Relaciones Internacionales, junto con una descripción de los modelos de inserción internacional que ha adoptado la Argentina desde el siglo XIX hasta 1989.

La segunda parte del artículo comenzará con una descripción del contexto internacional y local del gobierno de Alfonsín, marcado por los últimos años de la Guerra Fría y el regreso de la democracia a nuestro país, junto con la denominada herencia del Proceso.

Luego se explicará el sistema de creencias en materia de política exterior de la UCR y del propio Raúl Alfonsín, su estilo y los objetivos que trazó su gobierno en el área internacional.

Por último se expondrá un balance del período 1983-1989 en materia de política exterior.

102 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

2. asPectos teórIcos

En esta parte nos interesa puntualizar lo que consideramos “estudios de Relaciones Internacionales”. Vale aclarar que no pretendemos participar en ningún debate teórico ni hacer de este trabajo parte de una discusión que está en manos de especialistas.

Por esa razón tomamos la siguiente definición2, la cual nos parece más adecuada a nuestros objetivos, amén de ser la que mejor interpreta lo que consideramos que es eje de nuestra disciplina: las Relaciones Internacionales pueden ser consideradas como las relaciones concretas que tienen lugar a través de las fronteras nacionales (esto incluye a todos los agentes estatales y no estatales, internacionales y transnacionales en la medida que éstos con-tribuyen a la comprensión de los fenómenos políticos) o como el cuerpo de conocimientos que tenemos sobre tales relaciones en cualquier momento dado (es decir la elaboración de teorías y modelos de análisis que permitan conocer y comprender las vinculaciones internacionales). De esta conceptualización de las relaciones internacionales como disciplina parte nuestro trabajo, sobre todo la segunda parte.

Por otro lado se desprende de esta definición, amplia por cierto, una cuestión de importancia para nuestro trabajo: la dimensión internacional de la política doméstica. Dicho de otro modo: cómo lo local influye en la política exterior (en su formulación, implementación y resultados), y cómo el contexto exterior condiciona esa misma política.

En este sentido el concepto de juego de doble nivel elaborado por R. D. Putnam3 aporta una clarificación importante para nuestra investigación.

Nos parece conveniente, entonces, señalar que en el mundo contemporá-neo las esferas doméstica e internacional de los países poseen límites prácti-camente inexistentes. Esto es producto de la creciente interdependencia entre los Estados desde el punto de vista económico, político, cultural y social, de la cual es protagonista la humanidad como nunca antes en su historia (proceso que se acelera a partir de los años setenta). Una interrelación que se da a todo nivel: individual, organizacional, gubernamental y estatal, que ha destronado definitivamente al Estado nacional como único actor internacional y como único objeto y sujeto del Derecho Internacional.

En consecuencia, dada la creciente influencia e importancia de los actores no estatales en las vinculaciones internacionales, cualquier análisis explicativo

2 j. e. dougHerty; r. L. PfaLtzgraff, Teorías en pugna en las Relaciones Internaciona-les, Buenos Aires, GEL, 1993, p. 24.

3 r. d. Putnam, “Diplomacia y política nacional: la lógica de los juegos de doble nivel”, en Revista Zona Abierta, N° 74, 1996, p. 79.

103LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

de una determinada política exterior (en este caso la de Raúl Alfonsín) no debe descuidar la dimensión nacional de la acción externa, espacio en el que actúan muchos de ellos como plataforma de su acción externa.

En palabras de Richard Neustadt4, un presidente moderno (un gobierno moderno) está obligado a enfrentar demandas de ayuda y servicios de más o menos cinco procedencias distinguibles: de los funcionarios ejecutivos, del congreso, de sus partidarios, de los ciudadanos en general (distintos grupos de presión y actores de la sociedad civil) y del exterior (empresas, gobiernos, organizaciones)5.

Esto supone concebir el Estado no como una “caja negra” que produce e implementa acciones (en forma solitaria, monolítica y sin presiones domés-ticas de ningún tipo) en sus asuntos internacionales sin tener en cuenta a los diferentes grupos, organizaciones e individuos de la sociedad local interesados e implicados de diverso modo y grado en las cuestiones que atañen al área in-ternacional. Una concepción de este tipo nos parece insuficiente para analizar la política exterior de un determinado gobierno.

Este carácter “interpenetrado”6 de lo internacional y lo doméstico nos permite afirmar que la acción externa de un Estado es protagonista y testigo de un “juego de doble nivel”, donde grupos y organizaciones locales buscan presionar al gobierno para que implemente políticas que los favorezcan. Éste último busca su apoyo para construir poder a la vez que busca maximizar su capacidad en el área externa para satisfacer a sus sostenedores políticos, socio-económicos y cumplir con sus propios objetivos.

El Poder Ejecutivo (el presidente, la Cancillería y junto con ellos el con-junto de funcionarios que intervienen en la formulación e implementación de su política internacional) debe pivotar constantemente entre estas dos esferas, para llevar adelante sus objetivos y agenda particular en esta área. Factores, todos, que se deben tener en cuenta para realizar un análisis completo.

Dicho esto, consideramos imprescindible contextualizar internacional y localmente la política exterior del gobierno de Raúl Alfonsín.

A continuación, describiremos los distintos paradigmas de inserción in-ternacional que ha aplicado nuestro país hasta llegar a la asunción de la UCR en 1983.

4 r. neustadt, El poder presidencial y los presidentes modernos. Políticas de liderazgo de Roosevelt a Reagan, Buenos Aires, GEL, 1993, p. 36.

5 La bastardilla es del autor del trabajo.6 j. g. toKatLIan y otros, “El estado de las relaciones internacionales: una mirada desde

la Argentina”, en c. Bruno (comp.) Argentina; un lugar en el mundo, Buenos Aires, FCE, 2003, p. 73.

104 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

síntesIs HIstórIca de Los modeLos de InsercIón InternacIonaL de La argentIna�

2.1. El paradigma atlantista�

A partir de 1862, nuestro país va a ensayar un modo de inserción interna-cional que, con sus matices, va a continuar hasta 1930.

Dentro del esquema de la división internacional del trabajo, que organiza la economía internacional de la segunda mitad del siglo XIX siguiendo los fundamentos de la economía neoclásica, nuestro país va a formar parte de la periferia productora de materias primas de origen agro-exportador para un mercado fundamentalmente europeo.

Este primer “modo de acumulación”, como lo denominan algunos auto-res9, comienza a funcionar con sus características propias a partir de la asun-ción de Julio A. Roca a la presidencia de la República y culmina, si es posible utilizar este término, con los efectos negativos que provocó la crisis de 1929 a la muy expuesta economía nacional hacia el mercado mundial.

La política exterior de este período se va a asentar en un fuerte víncu-lo con Gran Bretaña; proveedora de capitales, principal compradora de los productos argentinos y todavía en esa época, eje principal de la economía capitalista mundial (su declinación comenzará luego de la finalización de la Primera Guerra Mundial, para convertirse en una potencia de segundo orden, influyente pero no hegemónica en el sistema internacional).

Podríamos puntualizar las siguientes características de este modelo de inserción internacional10: • Aislamiento con respecto a América Latina, consecuencia de los débiles

vínculos comerciales del país con la región y de la complementariedad económica con Gran Bretaña (bilateralismo).

• Visión estática de la realidad del sistema internacional. Es decir, una creencia en la inmovilidad de las características del sistema internacio-nal, con su consecuente beneficio para nuestro país. (Argentina ocupando

7 Como toda síntesis, es una generalización que, como tal, describe algunos aspectos relevantes. Se presenta a los efectos de tener una línea de continuidad histórica hasta la llegada de Alfonsín al poder.

8 Guillermo Figari habla de período monista o dependiente y luego de 1930 de período dualista en los modos de inserción internacional de nuestro país (ver De Alfonsín a Menem. Política exterior y globalización, Buenos Aires, Memphis, 1997, pp. 36-51).

9 m. raPoPort; c. sPIgueL, Política exterior Argentina. Poder y conflictos. (1880/2001), Buenos Aires, Capital Intelectual, 2005, p. 11.

10 r. russeLL; t j. g. oKatLIan, El lugar de Brasil en la política exterior argentina. Buenos Aires, FCE, 2003, p. 18.

105LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

su rol periférico, con precios altos para sus productos y con un mercado asegurado para éstos.)

• Confrontación y disenso con los Estados Unidos (caso de las Conferen-cias Panamericanas).

Dentro del que también podemos denominar modelo eurocéntrico, se encuentra el período de los gobiernos radicales (1916-1930), que conquistan el poder luego de la apertura política iniciada a partir de la sanción de la deno-minada “Ley Sáenz Peña”, en 1912.

Dichos gobiernos no cambian el tradicional vínculo con Gran Bretaña ni tampoco la “hostilidad” con respecto a los Estados Unidos.

Sí podemos agregar el marcado neutralismo en política exterior del pre-sidente Yrigoyen (baste recordar la posición de nuestro país ante la guerra del 14), sustentado en claros intereses comerciales y en la cosmovisión idealista propia del presidente.

Esta concepción “pacifista” iba de perillas con la calma necesaria, a los ojos de los gobernantes, que necesitaban las relaciones comerciales para de-sarrollarse plenamente.

La idea de la paz como presupuesto de la prosperidad fue asumida con éxito por la llamada “generación del ‘80” y continuada en las administraciones radicales.

Durante el período del presidente Alvear, las relaciones con Estados Uni-dos se hicieron más intensas, producto de la creciente rivalidad del país del Norte con Gran Bretaña (sumada a su pérdida de poder global), motivada por el deseo del primero de incrementar su influencia en la economía argentina.

Las inversiones americanas van a crecer, dando lugar al establecimiento del famoso triángulo económico entre los países mencionados.

Sin dudas 1930 es un año de quiebre en la historia de la República Argen-tina, fundamentalmente en dos sentidos:• Desde el punto de vista político se produce la primera alteración del or-

den constitucional con el golpe de Estado perpetrado el 6 de septiembre de ese año. Con éste se va a iniciar un ciclo de inestabilidad institucional que durará hasta 1983.

• Desde el punto de vista económico, se van a sentir fuertemente los efec-tos de la crisis de Wall Street ocurrida en 1929 y su secuela de depresión en la década del treinta. Los precios de las materias primas se van a derrumbar (y lo seguirán haciendo las décadas siguientes) afectando las exportaciones argentinas (se reduce su mercado), la capacidad de impor-tación del país (disminuye el ingreso de divisas) y la acentuación de la brecha tecnológica y desarrollo entre el centro y la periferia. La relación “especial” con Gran Bretaña queda afectada luego de la Conferencia de

106 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

Ottawa (1933), a partir de la cual nuestro principal comprador va a pri-vilegiar sus antiguas colonias (Australia, Nueva Zelanda, Canadá) como sus proveedores preferenciales de los productos primarios que antes le compraba a nuestro país.

• Desde el punto de vista de la política exterior se va a producir una crisis de inserción internacional11 que pone de manifiesto el problema de la identidad internacional de nuestro país.

2.2. El paradigma globalista

Se va a iniciar entonces lo que R. Russell y J. G. Toklatian denominan “Paradigma globalista” que se extenderá desde los comienzos de los años cuarenta hasta el final de la Guerra Fría12.

Este paradigma, específicamente el concepto globalista, hace referencia al objetivo que emprendieron los distintos gobiernos argentinos de diversificar los vínculos internacionales de nuestro país, junto con su participación activa (por ejemplo, en foros internacionales) en negociaciones sobre temas políticos y económicos de naturaleza global (conflicto Norte-Sur, conflicto Este-Oeste, por nombrar los más importantes).

Los mismos autores puntualizan sus principales características: 1) No-alineamiento con EE.UU. 2) Alto perfil en los foros internacionales (caso específico, la participación

de nuestro país en el Movimiento de Países No Alineados). 3) Rechazo a organizaciones y regímenes internacionales que procuren

congelar la distribución del poder mundial vinculado con el punto ante-rior).

4) Oposición al establecimiento de organismos supranacionales que coarten la autonomía y el desarrollo argentinos.

5) Impulso a la integración latinoamericana. 6) Estrategia de sustitución de importaciones en el ámbito nacional y

regional (las décadas del treinta y el cuarenta van a dar origen a la in-dustrialización sustitutiva, que tendrá su profundización en el período peronista y buscará robustecerse durante los años sesenta y setenta con el desarrollo de la industria pesada y obras de infraestructura, por cierto en un contexto de inestabilidad política).

11 g. m. fIgarI, De Alfonsín a Menem... cit., p. 46.12 r. russeLL; j. g. toKatLIan, op. cit., p. 26.

107LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

7) Búsqueda de introducción de reformas al sistema económico y financiero internacional.

8) Diversificación de los socios comerciales externos sin barreras ideoló-gicas (en el marco de la Guerra Fría, perteneciendo y definiéndose “oc-cidental”, nuestro país aplicó un pragmatismo en materia de relaciones económicas internacionales; léase a modo de ejemplo la venta de cereales a la Unión Soviética incluso durante el denominado Proceso de Reorga-nización Nacional13).

Si bien las principales coordenadas de la acción argentina en lo referente a su política exterior son las anteriormente mencionadas, es preciso recalcar algunas particularidades del período, que ponen de manifiesto la búsqueda de una inserción adecuada para nuestro país en el sistema internacional.

Por esta razón reseñaremos muy brevemente los aspectos centrales, en el ámbito exterior, de la experiencia peronista (1946-1955), el desarrollismo (1958-1962) y el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). Su elección no es azarosa, ya que en dichos períodos se intentó, con variado resultado, implementar una estrategia internacional que se puede descubrir con cierta claridad.

2.2.1. El peronismo

Quizá lo más característico del peronismo en materia internacional sea el concepto de “tercera posición” como estrategia exterior de la Argentina en el mundo de la Guerra Fría. Posición que M. Rapoport14 explica claramente: balancear el peso de EE.UU., procurando protagonismo en América Latina apoyándose en la tradicional conexión con Europa y estableciendo relaciones con el bloque soviético, aunque sin abandonar la pertenencia a Occidente.

El peronismo ensayó lo que en los términos de J. C. Puig se denominó “autonomismo heterodoxo”15. Es decir, un reconocimiento de la dependencia económica, tecnológica y militar en relación con los EE.UU., pero como contrapartida, proponerse como metas la consecución de objetivos políticos autonómicos para balancear y contrarrestar la falta de independencia en las otras tres áreas indicadas.

13 El agregado entre paréntesis corresponde al autor del artículo.14 m. raPoPort; c. sPIgueL, op. cit., pp. 36-37. g. fIgarI, op. cit., p. 69.15 j. c. PuIg, América Latina: políticas exteriores comparadas, Tomo I, Buenos Aires,

GEL, 1984, pp. 74-78.

108 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

Estos conceptos se enmarcaban en otras concepciones políticas y económi-cas más generales del peronismo de los años cuarenta y cincuenta: el desarrollo del mercado interno, la industrialización con una apuesta al capital nacional público y privado y el dirigismo estatal en materia económica y social.

Si bien a partir de 1951 algunas políticas se modificaron (caso de las inversiones extranjeras y una apuesta a mejorar la productividad junto con la puesta de limitaciones al activismo sindical), las ideas esbozadas constituyeron el núcleo central de las concepciones del peronismo en esa época.

2.2.2. El desarrollismo (1958-1962)El desarrollismo, en palabras de sus formuladores: Frigerio y Frondizi,

se proponía cambiar la estructura económica de nuestro país, excesivamente dependiente de las exportaciones agropecuarias y sin desarrollo energético y de la industria pesada. Consideraba que era necesaria para ello la inversión extranjera, en especial la norteamericana, más capacitada en esos rubros. Además se sostenía que el Estado no contaba con el capital suficiente para emprender esas actividades.

¿De qué sirve el desarrollo de la industria liviana si se depende de la im-portación de maquinarias e insumos que siguen siendo un agujero en nuestro comercio exterior?, era la pregunta básica de cualquier desarrollista. Existía una brecha tecnológica y había que buscar el modo de superarla. Había que integrar el país y desarrollarlo.

Por estas razones la política exterior del gobierno de Frondizi tuvo un ses-go economicista que buscó la relación con EE.UU. para favorecer la inversión directa de capitales de ese país. Esto implicaba reconocer el liderazgo mundial estadounidense pero sin alinearse con dicha potencia.

También tuvo un acercamiento con América Latina, especialmente con Brasil, tratando de esbozar alguna actitud autónoma, en cuestiones político-di-plomáticas, como por ejemplo la relación con Cuba pos revolución de 1959.

Aliento a la inversión extranjera de origen estadounidense, acercamiento político a Estados Unidos, fortalecimiento de las relaciones con Brasil para cambiar la matriz económica agroexportadora de nuestro país, modernizando la estructura productiva y económica sin perder autonomía en algunas cues-tiones políticas y económicas, serán las claves de este período que mostrará sus resultados en los años siguientes.

2.2.3. El Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983)En los años setenta se inicia el denominado proceso de globalización,

que en términos de política exterior significa una mayor interdependencia

109LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

entre los Estados y la aparición de nuevos actores en el sistema internacional: multinacionales, capital financiero transnacional, organismos internacionales, ONGs.

Además de ello, aumentan y se profundizan los canales que conectan a las sociedades: interestatales, transgubernamentales y transnacionales.

En este contexto, sin olvidarnos la fuerte presencia de la Guerra Fría, los militares del Proceso observaron el mundo como el escenario de la lucha de dos modos de vida y valores: Occidente (la Argentina formaba parte de él) y el mundo comunista.

Un alineamiento con EE.UU., un liberalismo económico y un conserva-durismo político teñidos de supuestos básicos del realismo fueron las líneas generales de toda la etapa militar16.

Si bien hubo modificaciones debido a cambios en la política americana (la asunción de Carter con su crítica a la violación de los derechos humanos en nuestro país) o a cambios de presidentes en el seno de la Junta de gobierno, la administración militar siguió en la tónica occidentalista.

La guerra de Malvinas pondrá al desnudo las limitaciones de compren-sión de los militares acerca del funcionamiento del sistema internacional y su sistema de alianzas, obligando al gobierno a ensayar políticas reñidas con sus presupuestos ideológicos (por ejemplo acercamiento a los No-Alineados para buscar apoyo para el conflicto del Atlántico Sur).

En conclusión, el proceso militar rompió con esa idea autonomista origi-nada en la etapa peronista que persistió en algunos sectores del radicalismo y del frondizismo. Se modificó también la apuesta económica argentina sustenta-da en la industrialización sustitutiva y un esquema de “relativo” autonomismo ensayado por Perón, Illia y en cierta medida por Frondizi, pasando ahora a la aplicación de políticas neoliberales.

Dichas políticas favorecieron la inserción argentina en el mercado mundial apoyada en el sector agroexportador, el fuerte endeudamiento, la desindustria-lización y la creciente dependencia del capital extranjero.

3. contexto externo y LocaL de La nueva democracIa

Si afirmamos, como lo hicimos al comienzo de este artículo, que el contexto internacional influye en la manera en que se formula una política exterior en el ámbito doméstico, nos parece conveniente mencionar los rasgos más característicos del sistema internacional con los que tuvo que actuar el

16 r. russeLL, Sistema de creencias y política exterior argentina (1976-1989), Buenos Aires, FLACSO, julio de 1996, p. 9.

110 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

gobierno radical. Más adelante indicaremos cómo fue percibido, y el sustento teórico y de creencias con los cuales se manejó el gobierno para desarrollar su política internacional.

Podríamos resumir, junto con Javier Perotti17, los factores externos con que se encontró el gobierno de Raúl Alfonsín al asumir: última etapa de agudi-zación del conflicto Este-Oeste, la crisis de la deuda latinoamericana, la guerra en América Central y la existencia de dictaduras militares en diversos países vecinos: Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.

Desde el punto estrictamente ideológico su gobierno coincide con dos momentos claves del siglo XX. Por un lado el inicio de la apertura político-económica en la Unión Soviética a partir de 1985; por otro, con el predominio de la visión neo conservadora o neoliberal en dos países claves de Occidente: los Estados Unidos de Reagan y el Reino Unido bajo el liderazgo de Margaret Tatcher. Ambos férreamente anticomunistas.

Esto último tuvo influencia en temas sensibles al gobierno, léase la deuda externa y la necesidad de financiamiento externo. Estados Unidos, con su in-fluencia clave en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; y el Reino Unido con la suya en Europa, eran vínculos imprescindibles, sobre todo el primero, para encontrar el cauce en las cuestiones económico-comerciales de nuestro país.

Desequilibrio fiscal estructural, vulnerabilidad externa y la existencia de una deuda impagable, junto con una estructura económica resquebrajada, condicionaban el acceso al crédito internacional y erosionaban la confiabilidad internacional de la política económica argentina en los centros económicos mundiales18.

En el ámbito regional, las dificultades estaban centradas especialmente en la desconfianza en relación con la existencia de gobiernos militares en los países vecinos, percibidos como algo negativo para la novel democracia ar-gentina, por un lado; por otro, en la persistencia de hipótesis de conflicto con Chile, especialmente a partir del rechazo del laudo arbitral por el diferendo del Beagle en 1978.

Aislamiento internacional (guerra de Malvinas y violación de los Dere-chos Humanos), endeudamiento externo, cambio de régimen internacional (transición hacia un mundo diferente al bipolar, todavía no muy claro en cuan-

17 j. PerottI, El peso de los sistemas de creencias en el contenido y conformación de la política exterior, y su relación con la acción internacional y las experiencias regionales de las provincias y municipios argentinos entre 1983 y 1999, Buenos Aires, CAEI, Documento de Trabajo N° 6, 1/10/2006, p. 4.

18 P. gercHunoff; L. LLacH, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas, Buenos Aires, EMECÉ, 2007, p. 483.

111LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

to sus características en aquellos años) y una nueva ideología dominante en el discurso y en la práctica política-económica internacional (el neoliberalismo), será el ámbito, no benévolo por cierto, donde tendrá que operar la diplomacia del gobierno de Raúl Alfonsín.

En el frente local, desde un punto de vista general, los años ochenta, en términos de J. C. Portantiero19, fueron un “parte aguas” en la historia de los argentinos. Fue una década que desnudó la crisis de un sistema político basado en la ilegalidad y en la ilegitimidad, y precipitó un sistema económico entre las llamas de la hiperinflación.

A una estructura estatal erosionada se le sumaba un agotamiento del modelo tradicional de funcionamiento de la economía: semi-cerrada y con un elevado nivel de intervención del Estado20.

Un desempeño económico signado por la inflación y un déficit del PBI21 crónico (el menor índice se dio en 1986 con 3,52%) contrastaba con las ilusio-nes que generaba el sorpresivo triunfo del candidato de la UCR.

Sin contar con una deuda externa que llegaba al 67% del PBI, cuyo servi-cio le consumía 7 puntos y casi el 40% de las cuentas públicas22.

Por el lado de la política el discurso electoral alfonsinista estuvo centrado en los Derechos Humanos; en la identificación del PJ con las corporaciones que tanto daño le habían hecho a la democracia argentina (sólo recordar la denuncia del pacto sindical-militar como ejemplo); con la identificación de su partido con la socialdemocracia europea, poniendo como fundamento la democracia para la salida de la crisis a todo nivel que sufría el país. Como ve-remos más adelante, esta visión tuvo su correlato en la estrategia de la política exterior del gobierno.

Esta descripción del contexto, nos parece importante, amén de ser breve, para dimensionar los alcances de una política exterior más allá de las inten-cionalidades y deseos de los mismos actores. Y para tratar de evaluarla con basamentos firmes.

Raúl Alfonsín asume con enormes restricciones internas (los números de la economía, el frente militar y luego de 1986-1987 el crecimiento electoral del PJ, que dominó la mayoría de las provincias a partir de esa fecha), y externas

19 j. c. PortantIero, El tiempo de la política. Construcción de mayorías en la evolución de la democracia argentina 1983-2000, Buenos Aires, Temas, 2000, p. 13.

20 m. cavarozzI, Autoritarismo y democracia (1955-2006), Buenos Aires, Ariel, 2006, p. 97.

21 Entre 1983 y 1989 la inflación anual fue la siguiente: 343,8%; 626,7%; 672,2%; 90,1%; 131,3%; 343% y 3079,5 en el último año de gestión alfonsinista. Fuente: P. gercHunoff; L. LLacH, op. cit., p. 497.

22 m. novaro, Historia contemporánea de la Argentina. De Perón a Kirchner, Buenos Aires, EDHASA, 2006, p. 168.

112 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

(deuda externa, gobiernos militares vecinos, desconfianza de EE.UU., al menos hasta el denominado “giro realista” producido en 1985, y luego nuevamente la falta de apoyo en 1989).

Pero de ninguna manera esconde el enorme nivel de adhesión y expecta-tivas que generó su gobierno y su importancia en cuanto a ser el iniciador y fundador del período más largo de vida democrática en nuestro país, tomando como fecha inicial el año 1912.

4. fuentes y creencIas en La PoLítIca exterIor (1983-1989)

Las creencias constituyen una variable más que nos permiten acercarnos al origen, fundamentos y motivaciones de los actores políticos, en este caso, de los decisores en política exterior.

De ningún modo constituyen la explicación reveladora de determinada política pero sí aportan una visión importante que nos permite acercarnos a la “mente” del decisor.

Las preguntas comunes y que generalmente constituyen una reacción de la sabiduría convencional ante determinada acción política, ¿qué tiene en la cabeza? o ¿de dónde saca esas ideas?, constituyen una aproximación del sentido común a una interesante variable de análisis político: el sistema de creencias.

En nuestro país, Roberto Russell23 ha estudiado el período 1983-1989 y en buena medida tomamos algunos de sus conceptos centrales.

Para este analista el sistema de creencias individual se inscribe en uno so-cial, configura o determina un comportamiento o comportamientos, constituye una variable importante para comprender determinadas conductas e influye sobre las percepciones y diagnóstico del contexto político en el que actúa el decisor o decisores24.

El mismo autor clasifica las creencias en tres tipos: filosóficas, instru-mentales y contextuales. Las primeras hacen referencia a los supuestos acerca de la naturaleza del hombre (su rol en la historia), la política y las relaciones internacionales. Las segundas se refieren a la relación entre medios y fines,

23 r. russeLL, Política exterior... cit. r. russeLL, “Sistema de creencias y política exterior Argentina: 1976-1989”, en Serie

de Documentos e informes de Investigación N° 204, de fLacso/Argentina, Buenos Aires, Julio 1996.

24 Ibídem, p. 3.

113LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

y las terceras a lo que se cree o se tiene como probable/cierto en una circuns-tancia particular25.

En relación con Raúl Alfonsín, como decisor principal y último del perío-do 1983-1989, nos interesa particularmente indicar, siguiendo la clasificación señalada, cuáles eran sus creencias básicas.

Desde el punto de vista filosófico se lo puede incluir como partidario de las ideas del Idealismo o Liberalismo Internacional, en materia de política exterior y de política en general.

Los liberales internacionales (que tienen una visión optimista de la na-turaleza humana y que consideran al hombre centro de la acción política) mencionan generalmente la cooperación y la búsqueda de la armonía entre las naciones como una meta a conseguir, objetivo siempre posible si se parte de un ordenamiento internacional basado en Estados democráticos respetuosos de un Derecho Internacional que supone su igualdad jurídica. Estados así comprometidos con una “comunidad internacional”, que supone la existencia de valores globales comunes aceptados y respetados, que garantizarían la posi-bilidad de construir una gobernanza global basada en la aceptación y difusión de Instituciones globales26.

En este mundo interrelacionado y con un gobierno planetario (una ins-titucionalización internacional que regule las relaciones entre los Estados) la autonomía (es decir la capacidad de decidir por sí mismo) de las naciones se vería reducida (porque habría una sesión de la soberanía estadual en pos de un gobierno global), pero a la vez se vería reforzada para los pequeños y medianos países que no se hallarían tan condicionados, en su acción externa, al formar parte de un mundo basado en la cooperación, en el respeto a una ley y unos valores comunes.

Esa “igualdad” redundaría en la disminución de los constreñimientos ex-ternos en un mundo donde la consulta mutua y la cooperación primarían sobre el interés exclusivo y egoísta de los Estados, sobre todo los más poderosos.

Igualdad, autodeterminación, no intervención en los asuntos de otros Estados, comunidad de valores sería la síntesis de esta concepción.

Concepción a la cual se le suman el reformismo latinoamericano, el inci-piente autonomismo del radicalismo en el período 1916-1930 (neutralidad ante la guerra y las críticas a ciertas disposiciones de la Sociedad de Naciones, por

25 Ibídem, p. 3.26 d. HeLd; a. mc greW, Globalización/antiglobalización. Sobre la reconstrucción del

orden mundial, Barcelona, Paidós, 2003, p. 118

114 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

ejemplo) y las concepciones éticas de la tradición radical, que tienen su origen en Hipólito Yrigoyen y sus ideas krausistas27.

En lo que se refiere a las creencias instrumentales y en estrecha relación con las filosóficas, el gobierno de Alfonsín va a privilegiar la negociación di-plomática y la solución pacífica de controversias por sobre los hechos de fuerza o la política de poder, además de sostener una firme defensa de los Derechos Humanos local e internacionalmente y fundamentar que la democracia cons-tituye el pre-requisito del desarrollo.

¿Qué visión se tenía del contexto? ¿Cuál era su percepción? Se percibía negativamente la agudización del conflicto Unión Soviética-Estados Unidos y la existencia de unas relaciones internacionales basadas en el equilibrio de poder.

Por otro lado la Argentina tenía serias limitaciones para su desarrollo (deuda externa, hiperinflación, conflicto E-O) para los conductores de la po-lítica exterior, a lo que se sumaba un contexto regional de gobiernos militares que eran vistos como una amenaza para la débil democracia de la Argentina.

Diagnosticaban que la posición internacional de la Argentina estaba deteriorada, en términos económicos y financieros, y sufría un aislamiento internacional motivado por la violación sistemática de los derechos humanos del último gobierno militar y por la guerra del Atlántico Sur en 1982.

Lo anteriormente descrito nos parece importante para comprender en su dimensión por qué se eligieron determinados objetivos y no otros.

5. oBjetIvos

Antes de puntualizar y explicar los objetivos que se trazó el gobierno de Raúl Alfonsín es necesario indicar el supuesto desde donde éstos parten. En otras palabras, qué era o cómo definían a la Argentina los decisores de la política exterior alfonsinista en 1983.

Definen al país como occidental, no-alineado y en vías de desarrollo28. Esto significa que la República Argentina por historia, cultura, sistema de valores y lazos de todo orden pertenece al mundo occidental, pero en el marco de la guerra fría no se alinea con ninguno de los dos bloques para mantener cierto espacio de autonomía. Por otro lado, desde el punto de vista económico, se consideraba que el nuestro era un país mediano y en vías de desarrollo.

27 Para el krausismo el hombre es un fin en sí mismo. El derecho y la política son sólo medios a su servicio. Junto con una cosmovisión humanitaria y universalista, este pensamiento basa en contenidos éticos el ordenamiento jurídico cuyo fin es el perfeccionamiento moral del hombre, y el humanitarismo universalista.

28 H. e. gosende, Modelos de política exterior argentina: alternativas para salir del modelo conservador-menemista, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2007, p. 167.

115LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

El canciller Caputo sintetiza claramente los objetivos del nuevo gobier-no: 1) que la política exterior tenga como meta fundamental incrementar la independencia política y económica del país (obtener grados crecientes de au-tonomía); 2) la búsqueda permanente de la paz y el resguardo de los derechos humanos fundamentales; 3) el impulso a la integración latinoamericana para fortalecer la capacidad regional, política y económica del país29.

Para ello era necesario recuperar el prestigio y la confianza internacional de nuestra nación malogrado por la sistemática violación de los derechos hu-manos durante el período 1976-1983; la imprevisibilidad política dada por las cinco décadas de inestabilidad institucional, la guerra del Atlántico Sur y el desconocimiento de la resolución del diferendo del Beagle en 1978, sumado a ello el descrédito económico internacional y local.

En este sentido se va buscar la diversificación de los vínculos exteriores (Europa, Estados Unidos y Latinoamérica), con un criterio universalista para consolidar la joven democracia, protegiéndola de lo que se percibía como ame-nazas (países vecinos con gobiernos militares y luego de 1985 las presiones internas del sector militar a nivel local).

Para Guillermo Figari, Raúl Alfonsín tratará de cumplir con el programa de gobierno que se había trazado. Esto es buscar la autonomía, pagar la deuda (distinguiendo lo legítimo de lo ilegítimo), desarrollar relaciones maduras con los Estados Unidos, adherirse a Contadora mediante la creación del grupo de apoyo, propiciar la creación del Consenso de Cartagena para negociar la deuda externa y buscar la integración con Brasil30.

Roberto Miranda señala, por ejemplo, que uno de los tópicos princi-pales del gobierno de Raúl Alfonsín fue ponderar la dimensión política del escenario latinoamericano. Un hecho que revela esta intencionalidad fue el interés del presidente por el Grupo de los Ocho, posteriormente identificado como Grupo de Río. En este sentido, la administración radical no sólo quiso terminar con las rivalidades diplomáticas y militares que la Argentina tenía con países vecinos; también inició un proceso de integración regional (De-claración de Iguazú en 1985, con Brasil). En la base de esta idea estaba la intención de buscar distintos puntos de apoyo para su política internacional, para no depender exclusivamente de la relación con los Estados Unidos (se buscaba establecer con Washington relaciones maduras; la explicación era que

29 e. refIcco, “Política exterior y cultura política: el caso de la democracia argentina” (1983-2005) en Revista Cidob D’ Afers Internacionals N º 32, Fundación Cidob, 1996, p. 66.

30 g. fIgarI, “Democracia y Política Exterior en Argentina (1983-2005)”, en Revista de Relaciones Internacionales, N° 30, 2006 (1 –29), pp. 3-4.

116 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

con ese país teníamos convergencias esenciales y disensos metodológicos) ni del vínculo con Europa31.

En el núcleo de la formulación e implementación de esta estrategia inter-nacional se ubicaba el propio presidente como principal decisor y su canciller Caputo. Por debajo de este último se encontraban otros funcionarios que ha-bían trabajado en la campaña presidencial y eran los que poseían los vínculos con el denominado “establishment diplomático”, con algunas embajadas cla-ves, con el exterior, con grupos económicos y con el mismo partido radical32 (Elsa Kelly, Hugo Gobbi, Lucio García del Solar, por ejemplo)33.

El estilo particular del presidente en esta área de su administración era darle centralidad al Ministerio de Relaciones Exteriores en las decisiones de política exterior, privilegiando las temáticas políticas sobre las económicas, con un estilo democrático que si bien no deja de tener una dirección centralis-ta, busca la apertura estableciendo consensos con la UCR y con la principal oposición en algunas temáticas34.

¿Estos objetivos se cumplieron? A continuación intentaremos dar respues-ta a este interrogante.

6. BaLance PreLImInar

Nuestro objetivo para este artículo era trazar un balance de la política exterior llevada adelante por Raúl Alfonsín entre 1983 y 1989. Particularmente en la dimensión político-diplomática de la internacional.

Al comienzo sostuvimos que lo expresado aquí forma parte de una in-vestigación mayor y que por ese motivo el título posee el adjetivo de balance aproximativo. Por ser parte de una investigación en progreso, las conclusio-nes expresadas a continuación tienen un carácter preliminar, dado que dicha investigación contempla la entrevista a actores relevantes vinculados con la formulación e implementación de la política exterior del gobierno radical, así

31 r. a. mIranda, “Argentina y la política latinoamericana: la cuestión de las diferencias”, en Revista Relaciones Internacionales, N º 27, 2004 (pp. 133-159), pp. 135-136.

32 H. e. gosende, op. cit., p. 164.33 Hay que recordar que luego de las elecciones de 1987 Dante Caputo fue elegido dipu-

tado y fue reemplazado en el Ministerio por Susana Cerruti. 34 Algunas políticas fueron apoyadas por los denominados peronistas renovadores

(Bordón, Cafiero, Manzano): Beagle, deuda externa y Centroamérica). Pero luego el apoyo se diluye a partir de 1987, en forma concomitante con el triunfo justicialista en las elecciones legislativas de ese año.

117LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

como también una profundización de las fuentes ideológicas que sustentaron dicha política35.

Además puntualizamos el parámetro a partir del cual íbamos a realizar dicho balance y le pusimos un nombre (lo conceptualizamos). Denominación que, nos parece, es la adecuada para realizarlo.

Hablamos de herencia positiva. Por cierto que es una conceptualización que se puede prestar a la discusión, pero a pesar de ello nos parece “operativa”. Es decir, nos permite acercarnos a nuestro objetivo. Es un instrumento para la comprensión.

De lo que incluimos dentro de esta “herramienta” conceptual nos parece relevante destacar lo siguiente, en relación con la política alfonsinista:

Con respecto a: “la solución de controversias problemáticas para el des-empeño internacional de nuestro país”, La finalización del conflicto del Beagle (plebiscito del 25 de noviembre de 1984) supuso el comienzo de una nueva relación con Chile, país con el cual nuestras relaciones estuvieron basadas históricamente en el recelo y la desconfianza.

Aquí se observó, y es relevante mencionarlo, un elemento de la política exterior democratizada, la discusión pública (debate televisado incluido) del oficialismo y la oposición, de sus puntos de vista ante este conflicto. Se incluyó la utilización de un procedimiento de democracia directa como es un plebiscito (no vinculante en este caso), que ratifica el acuerdo por un margen contunden-te: 81,5% de los votantes avalan la posición del gobierno. Un procedimiento inédito en la historia diplomática argentina.

Se suma a ello la creación de un mecanismo para solucionar los conflictos pendientes entre ambos países (Comisión de Conciliación, Tribunal Arbitral, Comisión Arbitral Permanente), vínculo afianzado posteriormente con el Tra-tado de Amistad firmado por ambos gobiernos en 1986.

Con Brasil, a partir de 1985 se firmaron acuerdos de cooperación nu-clear, técnica e industrial. En 1986 tuvo lugar la iniciativa más importante: el lanzamiento del Programa de Integración y Cooperación Argentina – Brasil que posteriormente dio lugar a la conformación del MERCOSUR a partir de 1991. Se consolidó de este modo un vínculo con otra nación que a lo largo de la historia había rivalizado con la nuestra. Es decir, se eliminan dos hipótesis de conflicto claves para nuestro país.

35 La cercanía del gobierno con los intelectuales vinculados al Club de Cultura Socialista, los acercamientos y la incorporación de la UCR a la Internacional Socialista, así como también la propia formación político filosófica del presidente Alfonsín.

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Como afirma Rapoport36, la iniciativa de integración con Brasil no sólo resolvió las cuestiones vinculadas a la coyuntura (la disminución de las ventas a la Unión Soviética, por ejemplo), sino que reorientó significativa y positi-vamente las exportaciones de nuestro país, potenciando geométricamente el comercio interregional.

Vínculos que responden directamente a la idea del gobierno de impul-sar la integración latinoamericana, fortalecer la paz, desalentar la carrera armamentista en el área sudamericana y propiciar la solución regional de los conflictos37.

Como afirma Jorge Battaglino38, cuya opinión compartimos, en relación con la exitosa distensión que resultó de la estrategia seguida con los países limítrofes, ésta permitió legitimar la reducción del presupuesto militar y al mismo tiempo desactivar las hipótesis de conflicto, reduciendo una fuente de poder interno de los militares. Claramente una política exterior destinada a consolidar la democracia interna de nuestro país. Aspecto éste que se relaciona estrechamente con otro elemento de lo que llamamos herencia positiva:

“el mejoramiento o la construcción de determinadas relaciones que mejo-ren real o potencialmente la performance internacional del país”.

En este sentido, la integración con Brasil y los países vecinos llevaba im-plícita una visión estratégica de sumar peso regional para enfrentar una nueva configuración del mundo más variada y competitiva, que le daría impulso a nuestro país y más respaldo a sus políticas.

También aquí incluimos los acuerdos firmados con países europeos que incorporan la “cláusula democrática” para su cumplimiento (España e Italia, por ejemplo), lo que avalaba la estrategia del gobierno de crear una malla protectora para la democracia, brindándole apoyatura externa a su política de derechos humanos a nivel doméstico.

Sustentada en la idea de diversificar la política externa de nuestro país, la denominada “conexión europea” refleja por un lado la afinidad ideológica de Raúl Alfonsín con la socialdemocracia europea; por otro, la intencionalidad de desconectarse de la visión Este – Oeste de la política internacional. Es ne-cesario indicar que el apoyo a la democracia argentina y la visita de políticos prominentes del Viejo Continente no influyeron sustancialmente en la visión

36 m. raPoPort; c. sPIgueL, Política exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001), Buenos Aires, Capital Intelectual, 2005, p. 75.

37 m. raPoPort, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Bue-nos Aires, EMECE, 2007, p. 733.

38 j. BattagLIno, “La política militar de Alfonsín: la implementación del control civil en un contexto desfavorable”, en r. gargareLLa y otros, Discutir Alfonsín, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010, p. 172.

119LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

europea sobre temas tales como la deuda externa. Visión que no difirió de la norteamericana. Como afirma Noemí Brenta39, el gobierno pensaba, con cierta ingenuidad, que la necesidad de consolidad la democracia y el hecho de que la deuda hubiera sido contraída por un gobierno dictatorial le dispensaría cierta lenidad de la comunidad internacional. La realidad mostró que una cosa era la política y otra la economía, y que los gobiernos europeos, al igual que el de los Estados Unidos, tenían bien clara esa distinción.

Se incluye también en este punto la intención del gobierno de establecer una relación madura con los Estados Unidos, puntualizando lo que nos unía (convergencias esenciales: democracia, derechos humanos; y lo que nos sepa-raba, disensos metodológicos: deuda externa y política hacia América Central). Relación oscilante40 durante toda la gestión de Raúl Alfonsín, pero que planteó la necesidad (por necesidades propias: apoyo en el FMI y en el plan Austral; y por el reconocimiento del liderazgo mundial de los Estados Unidos) de nor-malizar y establecer una pauta en el vínculo con ese país.

Todo ello contribuía a: “la reconstrucción o mejoramiento de la imagen internacional de nuestro país”.

La eliminación de hipótesis de conflicto regionales, la política de integra-ción regional, el llamamiento al desarme y a una política basada en la paz y en el derecho internacional (la conformación del “Grupo de los Seis”, junto con la India, Grecia, México, Suecia y Tanzania; el co-patrocinio de la iniciativa brasileña de crear una Zona de Paz y Cooperación en el Atlántico Sur son una prueba de ello), la búsqueda de un vínculo basado en la normalidad con Estados Unidos, junto con el restablecimiento de la imagen de nuestro país en Europa contribuyeron a ir delineando una nueva percepción acerca de nuestro país.

Aquel país que estuvo a punto de una guerra con Chile en la Navidad de 1978, que luego enfrentó a Gran Bretaña y que además practicó el terrorismo de Estado dentro y fuera de sus fronteras (léase: Plan Cóndor) en nombre de los valores occidentales, iniciaba un período democrático como un paria inter-nacional. Esta situación, a pesar de la salida abrupta del gobierno a mediados de 1989, había sido revertida.

39 n. Brenta, Argentina atrapada: Historia de las Relaciones con el FMI 1956-2001, Buenos Aires, Ediciones Cooperativas, 2008, p. 441.

40 Oposición norteamericana a las iniciativas argentina en relación con la deuda externa latinoamericana y la política relacionada con Centroamérica; apoyo al “Plan Austral” y luego, no sin reticencias, al denominado “Plan Primavera”. Finalmente, en enero de 1989, su falta de apoyo al gobierno motivó la no liberación de un crédito de 350 millones de dólares del Banco Mundial a nuestro país para sostener el programa económico.

120 DIEGO MIGUEL JIMÉNEZ

Quizás este sea el legado más poderoso de esa gestión, el cual se suma a otro aspecto de lo denominado por nosotros como positivo:

“los efectos positivos de determinada política internacional en el desa-rrollo económico y político del país (si redunda, por ejemplo, en beneficios materiales o si contribuye a consolidar el sistema político)”.

Esto se puede observar especialmente en lo vinculado a la consolidación del sistema político democrático argentino. Pese a las crisis económicas re-currentes, con sus consecuencias políticas y sociales, los argentinos siguen eligiendo el sistema republicano y liberal como sistema político41 desde hace más de veinticinco años. Incluso en su hora más dramática, diciembre de 2001, la sucesión presidencial se resolvió por intermedio de los mecanismos previstos por nuestra constitución. Quizás aquí se advierta algo de la prédica de los comienzos del gobierno radical: aquella apelación un tanto utópica a la democracia como gran proveedora de bienestar material y espiritual.

Las creencias, el discurso y las políticas llevadas adelante por el gobierno radical están nutridas de ideas vinculadas a la democracia, a la igualdad jurí-dica o a la no intervención en los asuntos de otro Estado.

Ideas y políticas que sostenían que la vigencia del Estado de Derecho era el prerrequisito del desarrollo económico, de la solución pacífica de las controversias entre los Estados y de la denominada Paz Democrática, la idea kantiana que sostiene que las democracias no van a la guerra42 con otras de-mocracias.

La política de la era alfonsinista concibió la consolidación del régimen democrático el norte, medio y fundamento de su acción local, regional y global.

El reconocimiento de la pertenencia a Occidente por un lado, y el pasado inestable y violento de nuestra nación que, en su visión, impedían el desarrollo del país, por otro, constituían las dos caras de una nación que en 1983 no tenía prestigio ni lugar en un mundo en transformación y en una región percibida como amenazante.

No fue nuestro objetivo analizar la dimensión económico-comercial de la política exterior alfonsinista en forma particular. Una de las razones la hemos mencionado: el propósito de la política del gobierno en general y de la política exterior en particular, era la de afianzar la democracia como sistema de reglas de juego y como modo de vida. Meta ambiciosa si uno se detiene a observar el pasado de inestabilidad política y económica de nuestro país. Dentro de ella

41 L. a. romero, La crisis argentina. Una mirada al siglo XXI, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, p. 85.

42 I. Kant, Hacia la paz perpetua, Buenos Aires, Ladosur, 2004.

121LA POLíTICA EXTERIOR DE RAúL ALFONSíN

la economía era una parte más y no precisamente la más relevante. Quizás este descuido esencial explique gran parte del fracaso del gobierno en lo que a política económica se refiere.

Pese a ello, podríamos afirmar que, por los elementos señalados, la ges-tión 1983-1989 supuso un cambio cualitativo en la concepción de la política exterior argentina: el sistema democrático como su fundamento y objetivo más importante, instalando los derechos y el liberalismo político como lingua franca en el vocabulario de la agenda tanto de la política doméstica como exterior de nuestro país43.

43 r. gargareLLa y otros, “Introducción: orígenes y propósito de este libro”, en r. gar-gareLLa y otros, Discutir Alfonsín, cit., p. 19.

Los partidos políticos argentinos y el envío de tropas al Golfo Pérsico (1990-1991).

Debates y posiciones del oficialismo y la oposición. ¿Distintos proyectos de inserción internacional?

maría cecILIa míguezUBA – CONICET

[email protected]

resumen

Este artículo estudia los debates parlamentarios respecto del envío de naves argentinas al Golfo Pérsico en 1990 y 1991, cuyos protagonistas fueron el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. Se propone analizar los argumentos que se utilizaron en dicho debate para comprender las distintas concepciones referidas a la inserción internacional argentina. Partiendo de un enfoque histórico, el objetivo es demostrar que, a pesar de las discusiones, esos debates no reflejaron una discusión profunda respecto de lo que se considera una inserción soberana, ya que como telón de fondo hubo amplias coinci-dencias entre ambos partidos, en especial sobre la aplicación de las políticas neoliberales y de la apropiación del discurso que las legitimó.

PaLaBras cLaves

Debates parlamentarios – Golfo Pérsico – dirigencia política – inserción internacional – políticas neoliberales.

aBstract

This article examines the parliamentary debates on the shipment of Ar-gentine ships to the Persian Gulf in 1990 and 1991, whose protagonists were the Peronist Party and the Radical Civic Union. It is proposed to analyze the arguments that were used in this debate to understand different conceptions regarding the international integration of Argentina. From a historical perspec-

Temas de HisToria argenTina y americana, XVII (Julio-diciembre de 2010) pp. 123-158.

124 MARíA CECILIA MíGUEZ

tive, the goal is to demonstrate that those discussions did not reflect a deep discussion about what is considered a sovereign insertion. As a backdrop, there was considerable overlap between both parties, particularly regarding the implementation of neoliberal policies and appropriation of discourse that legitimized.

KeyWords

Parliamentary debates – Persian Golf – political leadership – international integration – neoliberal policies.

1. IntroduccIón

A casi veinte años de la participación argentina en el conflicto bélico desatado en Kuwait en agosto de 1990, resulta válido analizar desde una perspectiva histórica más amplia los profundos debates sobre la inserción in-ternacional que aquella situación suscitó. Fundamentalmente porque algunas de las racionalizaciones y construcciones ideológicas allí aplicadas dieron el tono a más de diez años de política exterior y continúan siendo objeto de discusión y análisis.

La primera Guerra del Golfo fue muy significativa a nivel mundial y también a nivel local. Respecto de la economía norteamericana representó una respuesta a la crisis económica del país y el triunfo de los sectores vincu-lados a la industria de armamentos y manufactureros de punta que buscaban reestablecer su predominio en el mundo a través de una política internacional agresiva, que creara las condiciones para la profundización de su hegemonía en el Tercer Mundo (avanzando por ejemplo en la subordinación de América Latina a los Estados Unidos). Montándose, además, sobre la debilidad militar de Europa y Japón y en el repliegue soviético, desplazando así a otros ligados al mercado interno y a las viejas manufacturas fordistas, defensores del pro-teccionismo y de la reindustrialización.

Asimismo, el conflicto demostró que la clase dirigente norteamericana había superado el síndrome de Vietnam y que los Estados Unidos estaba dis-puesto a intervenir militarmente en todas partes del mundo. Así, una guerra de intervención en un país del Tercer Mundo reordenaba las relaciones de fuerza en la economía internacional.

Lejos ya de los primeros planes de la presidencia de Reagan, el objetivo central de la guerra en el contexto de la crisis económica norteamericana era el de controlar recursos y negarles mercados a los demás, ganando tiempo para la

125LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

recomposición de la economía interna, representando un cambio de estrategia global para lidiar con la crisis del capitalismo norteamericano. Fue justamente luego de que estallara esa guerra, que el presidente George H. W. Bush invocó la existencia del “Nuevo Orden Mundial”. Lo hizo pocos días después de la invasión, el 11 de septiembre de 1990, en un discurso pronunciado ante las dos cámaras del Congreso.

Respecto de las transformaciones del sistema internacional, la guerra hacía visible esa racionalización posterior. Era la primera vez que los Estados Unidos, junto con las potencias occidentales, actuaba sin la oposición del bloque de países soviéticos. La potencia del Norte obtuvo el apoyo de treinta y dos países.

En cuanto a la coyuntura local argentina, el conflicto en Kuwait provocó una serie de intensas discusiones al interior y entre el Partido Justicialista (ofi-cialismo) y la Unión Cívica Radical (oposición) referidos a distintas posiciones sobre la política exterior y el rol de la Argentina en el escenario mundial. Aquí se abordarán esas discusiones, porque su implicancia trascendió el conflicto puntual y constituyó un hito histórico, no sólo por la ruptura de una tradición neutralista sino porque la construcción discursiva que legitimó el envío de tropas traducía una nueva concepción respecto de la inserción internacional del país.

Este artículo constituye una aproximación al análisis de las posiciones políticas de los partidos con mayor representación parlamentaria en el país (UCR y PJ), a través del estudio de caso de la Guerra del Golfo Pérsico desatada en 1990. La pregunta central es en qué medida los debates parlamen-tarios fueron reflejo de dos modelos de inserción internacional diferentes y contrapuestos. Para ello deben inscribirse en la coyuntura política y económica nacional ampliada. Aquí reside la importancia del enfoque histórico de esta problemática.

Si bien la problemática estudiada aquí pertenece al área de estudio de las relaciones internacionales, “ninguna teoría de las relaciones internacionales es posible si ella no se sitúa en la perspectiva dinámica, en la del movimiento” (Duroselle, 1992: 177).

Identificar el objeto de estudio implica un recorte cuyo objetivo es, en este caso, analizar en profundidad la dinámica política del período, pero esa esfera no puede interpretarse en forma autónoma respecto del resto de las dimensiones de la realidad social. Hay una instancia propia de lo político, pero no autorreferida o autoexplicativa. Sólo la historia permite vincular los elementos propios con los otros movimientos en la sociedad, y por lo tanto, no sólo explicar los movimientos particulares de la dinámica política sino

126 MARíA CECILIA MíGUEZ

también su inscripción en los procesos totales, que a su vez son constitutivos, condicionantes y condicionados por la dinámica política.

El objetivo de este trabajo es, en primer lugar, reconstruir los debates en torno al envío de tropas al Golfo Pérsico, y en un segundo momento, interpre-tar las concepciones o tendencias más profundas que reflejaron.

2. La reLacIón de La argentIna con Las PotencIas. HacIa eL aLIneamIento

La década de los noventa fue escenario de cambios profundos con res-pecto a la inserción internacional del país. Algunos de ellos venían abrién-dose paso ya desde el “giro realista” del gobierno de Raúl Alfonsín. Otros se constituyeron como “novedad” a partir del gobierno de Carlos Saúl Menem e implicaron un viraje fundamental.

La adopción de un determinado patrón de inserción internacional se vin-culó con fenómenos de transformación económica, social y política que han provocado fuertes debates y prolíficos análisis y se inscribió en el marco de la proclamación del mundo “globalizado”, caracterizado por la unificación del mercado mundial a partir de la desintegración de la Unión Soviética –inclu-yendo la producción, la comercialización, los mercados financieros y los de servicios– y el dominio total de las economías de mercado.

Desde los Estados Unidos se proclamó, como decíamos, la existencia de un “Nuevo Orden Mundial”, un orden único, en el que se desdibujarían las barreras políticas, y donde se puso en cuestión la propia vigencia y relevancia del Estado-nación. En consecuencia, también desde ese país se afirmaba el sostenimiento de “valores internacionales” y una “legalidad internacional” como expresión de ese “nuevo orden”.

Como contracara de este discurso, la aparición de distintos conflictos bélicos como la primera guerra del Golfo, entre otros, demostró a comienzos de la década del noventa que la “globalización” de las relaciones económicas mundiales no había significado la formación de una “comunidad internacio-nal” igualitaria, sino que se había acentuado la dependencia y el atraso de los países periféricos. La guerra del Golfo hizo evidente el peso aún vigente de los Estados nacionales, particularmente el de las grandes potencias.

La participación argentina con el envío de dos naves en la guerra del Gol-fo formó parte de una serie de medidas de política exterior del primer gobierno de Carlos Saúl Menem, cuyo objetivo era principalmente demostrar el alinea-miento con los Estados Unidos, en el marco de una estrategia de inserción internacional que priorizaba las cuestiones económicas, sustentándose en los supuestos del “realismo periférico” a los que haremos referencia.

127LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

Para situarnos en el contexto de las relaciones bilaterales entre la Argenti-na y la potencia del Norte, durante la década de los ochenta tanto la coyuntura internacional y nacional como la tradición político-ideológica del Partido Radical habían permitido la existencia de una estrategia diplomática de alto perfil que mantuvo –en principio– márgenes de autonomía con respecto a los Estados Unidos, y que priorizaba la inserción multilateral. Esta estrategia se sostenía principalmente en la posibilidad de “diversificar los puntos de apo-yo” con Europa occidental y con la Unión Soviética, tal como lo afirmaba el canciller de Raúl Alfonsín, Dante Caputo1.

Sin embargo, una de las prioridades de la política económica exterior durante la década de los ochenta fue el tratamiento de la deuda externa, que presionaría fuertemente sobre la economía argentina. Cabe recordar que dicha década se caracterizó por las dificultades –al igual que en el resto de las economías latinoamericanas– que hicieron que el período se conociera como la “década perdida”, signada por el elevado endeudamiento externo, los precios decrecientes de las exportaciones de materias primas, el aumento del proteccionismo por parte de las potencias industriales y las altísimas tasas de interés internacionales.

Para 1984, la estrategia multilateral de negociación de la deuda externa llevada a cabo por Argentina junto con otros países latinoamericanos había fracasado2, y a partir de allí la relación con los Estados Unidos y con Europa comenzó a modificarse.

Ese cambio tanto en la política económica como en la política exterior es lo que se denominó como un “giro realista” de Alfonsín, y algunas de sus manifestaciones más notarias fueron su compromiso a pagar la deuda –a partir del cual Reagan medió entre el gobierno de Buenos Aires y la banca acree-

1 El ministro de Relaciones Exteriores de Alfonsín sostuvo: “Al principio la concepción se basaba en la rehabilitación de la posición argentina en el plano internacional y, muy espe-cialmente, en el marco de los países occidentales. Junto con esta idea estaba la de evitar que un país monopolizara la relación en ese ámbito, por lo cual Europa parecía como una posibilidad de diversificar los puntos de apoyo de la política exterior en Occidente”, dante caPuto, en en-trevista realizada para la Revista América Latina Internacional, vol. 6, Nº 21, julio-septiembre, Buenos Aires, Argentina, 1989, p. 266.

2 Durante los dos primeros años del gobierno radical, la diplomacia argentina intentó políticas de concertación multilateral en el escenario latinoamericano, para hallar solución al problema de la deuda externa. Los ámbitos donde se expresó esta intención fueron la Con-ferencia de Quito en enero de 1984, la declaración conjunta efectuada con Brasil, México y Colombia en el mes de mayo, la Reunión de Cartagena en junio y la Segunda Reunión del Grupo de Cartagena en Mar del Plata en el mes de septiembre del mismo año. Los intentos de dar tratamiento “político” a la deuda y el de conformar un “Club de Deudores” fracasaron ante la negativa de los Estados Unidos y de las potencias europeas.

128 MARíA CECILIA MíGUEZ

dora, aunque exhortando al cumplimiento de los ajustes requeridos por los bancos– y particularmente su segunda visita a los EE.UU, en marzo de 1985, donde se mostró más complaciente con el ambiente que predominaba en Was-hington al anunciar la necesidad de reformar el Estado y privatizar empresas públicas. Tanto esta declaración como la intención manifestada de licitar áreas petrolíferas –Plan Houston– y la posterior puesta en marcha del Plan Austral merecieron gestos auspiciosos por parte del gobierno norteamericano y los organismos financieros internacionales.

En cuanto a Europa Occidental, la acción se encaminó hacia la búsqueda de asociaciones particulares, privilegiando las inversiones en el aparato pro-ductivo argentino. En esta línea se firmó el Tratado con la República Italiana para la Creación de una Relación Asociativa Particular, suscripto en Roma el 10 de diciembre de 1987 y el Acuerdo de Cooperación y Amistad con el Reino de España, firmado en Madrid el 3 de junio de 1988 y ratificado en el Congreso en 1989. El primero de ellos se destacó por la magnitud de las inversiones comprometidas, los privilegios y garantías ofrecidos a los inver-sores. Esos acuerdos bilaterales constituyeron la base para la negociación de un convenio amplio de colaboración económica, cuyas tratativas se iniciarían a fines de 1989.

Como decíamos, el otro actor que había permitido mantener una “rela-ción madura” con los Estados Unidos era la Unión Soviética. Partiendo de que jamás el comercio fue tan floreciente como durante la dictadura militar argentina, las relaciones entre el gobierno de Alfonsín y la Unión Soviética continuaron en esa línea y se afianzaron hasta 1986, año en que disminuyeron abruptamente las compras por parte de ese país.

Es decir que hasta la crisis soviética se asistía a un incremento de la rela-ción bilateral, así como en el caso de otros países latinoamericanos, plasmado en acuerdos comerciales, industriales, de cooperación en el área nuclear y militar3. La desintegración de la URSS no era un panorama previsible y hasta ese momento, la potencia era un actor fundamental en el escenario político y económico argentino, tenido en cuenta como tal tanto por radicales como por justicialistas, en la medida que se trataba de uno de los principales mercados compradores, con el peso que eso tiene en una economía basada en la comer-cialización de bienes agroexportables.

Las grandes modificaciones que se produjeron con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior desintegración de la URSS sin duda repercutie-

3 Para ver en profundidad las relaciones bilaterales, consultar roBerto russeLL (comp.), Nuevos rumbos en la relación Unión Soviética / América Latina, Buenos Aires, GEL, 1990.

129LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

ron en las concepciones respecto de la posición de la Argentina en el sistema internacional, y en los márgenes de maniobra de la política exterior.

La percepción del cambio en el escenario internacional es una variable que puede explicar en parte los virajes y ajustes que fue realizando la política económica de Carlos Saúl Menem entre 1989 y la implementación de la con-vertibilidad en 1991.

Sin embargo, aún antes de la caída del Muro, durante la década de los ochenta, junto con la crítica al modelo de industria sustitutiva y a la inter-vención del Estado en la economía, también se habían comenzado a poner en cuestión los intentos de formular una política exterior autónoma incluso dentro del Partido Radical.

Esa crítica que sustentaba elementos propositivos que también analizare-mos provenía de las clases dominantes argentinas y comenzaba a hacer pie en dirigentes políticos radicales y justicialistas.

A pesar de la construcción de una campaña basada en postulados que apelaban a la justicia social y al nacionalismo empresario, y de aglutinar un frente de apoyos alrededor de ellos, Carlos Menem llevaría a cabo, durante diez años, un programa económico neoliberal en línea con lo propuesto por el Consenso de Washington4.

Junto con dicho programa se propuso una nueva orientación en política exterior, cuyo sustento ideológico venía forjándose desde la década de los ochenta. A diferencia de otros gobiernos anteriores, el nuevo enfoque de las re-laciones internacionales priorizó los vínculos políticos con los Estados Unidos y los gestos de alineamiento, sin descuidar los importantes lazos económicos con la Europa Comunitaria5.

4 A principios de los noventa, los organismos multilaterales de crédito (FMI y Banco Mundial), las administraciones dependientes de la Casa Blanca (el Tesoro y el Departamento de Estado de los Estados Unidos), los sectores dominantes de los países del G-7 y los directorios de los bancos acreedores formularon una especie de consenso sobre la naturaleza de la crisis latinoamericana y sobre las reformas que debían aplicarse para “superarla”. Esa concepción fue recogida por John Williamson en un libro, compilatorio de las ponencias de un seminario internacional, titulado Latin American Adjustment, publicado en 1990. Este documento recoge una adecuada síntesis del pensamiento neoliberal de los noventa, bajo la expresión del Consen-so de Washington. Allí se justificaba la promoción de diez medidas básicas: disciplina fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma impositiva, liberalización de las tasas de interés, una tasa de cambio competitiva, liberalización del comercio internacional, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, privatización, desrregulación y derechos de propiedad.

5 Aquí se adscribe a la categorización de “alineamiento”, teniendo en cuenta que se trató de un tópico discutido en la propia coyuntura. Algunos consideraron la política exterior de Menem como de “alineamiento automático”, partiendo de una visión crítica de los postulados

130 MARíA CECILIA MíGUEZ

Los hitos del “alineamiento” fueron el envío de tropas al Golfo Pérsico en septiembre de 1990, la desactivación del proyecto misilístico Condor II, la ratificación del Tratado de Tlatelolco o de No Proliferación Nuclear, la firma en forma conjunta con Brasil del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pací-fico de la Energía Nuclear y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), el retiro del Movimiento de No Alineados y la modificación de los votos argentinos en la ONU pueden com-prenderse en el marco de estos objetivos6. El gobierno de Carlos Saúl Menem fue el período donde se firmó la mayor cantidad de convenios entre la Argen-tina y los Estados Unidos.

Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma se-parada de una política económica orientada a obtener el visto bueno del Fondo Monetario Internacional y de la banca acreedora. Recordemos que los sucesi-vos planes económicos desde la asunción de Menem, en especial la aplicación del ajuste con paridad fija a partir de la Ley de Convertibilidad en 1991, se orientaron a responder a los condicionamientos de dichos organismos, lo que culminó en el ingreso al Plan Brady en 1992.

Hay que agregar aquí que la nueva vinculación con los Estados Unidos no eliminó un rasgo que constituye una tendencia de largo plazo en la historia

del realismo periférico, y exaltando sus perjuicios respecto de las posibilidades de formular una política exterior autónoma. Entre ellos se encuentran Mario Rapoport, José Paradiso y Alfredo Rizzo Romano. Carlos Escudé sostuvo en cambio que a partir del gobierno de Menem se terminó con una política de “desalineamiento”, es decir, con el legado cultural de “sobredo-sis de confrontaciones” de gobiernos anteriores, incluido el de Alfonsín. Ver carLos escudé, “La historia, la cultura política, los errores y las lecciones en las relaciones argentino-norte-americanas” en feLIPe de La BaLze y eduardo roca (comp.), La Argentina y Estados Unidos: fundamentos de una nueva alianza, Asociación de Bancos de la República Argentina, Buenos Aires, 1997. Por otro lado, Roberto Russell consideró que no se trató de un “alineamiento au-tomático”. Junto con Deborah Norden sostuvo que las “relaciones carnales” entre Argentina y los Estados Unidos no implicaron un “amor ciego”, sino concesiones en algunas cuestiones de agenda e intentos de resistir las presiones norteamericanas respecto de otras cuestiones. Ver deBoraH Lee norden y roBerto russeLL, The United States and Argentina: changing relations in a changing world, Routledge, United States of America, 2002, p. 73.

6 La Argentina aumentó sin duda el número de la coincidencia en sus votos con los Estados Unidos, por ejemplo, en las resoluciones respecto de la situación de los derechos humanos en Cuba, en las cuestiones referidas al desarme, la no proliferación nuclear respecto del problema del narcotráfico y las resoluciones de condena a las violaciones de derechos humanos en Irán. Para este tema ver francIsco corIgLIano, “La dimensión multilateral de las relaciones entre Argentina y Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso al paradigma de “Relaciones Especiales”, en: andrés cIsneros y carLos escudé (comps.) Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap II, Buenos Aires, GEL, Argentina, pp. 225-228

131LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

argentina: la competencia entre intereses asociados a distintas potencias por el predominio dentro del aparato económico y estatal. El paradigma de las “rela-ciones carnales”7 no significó necesariamente un retroceso para los intereses económicos vinculados con la Unión Europea, como quedó demostrado en el proceso de privatización de las empresas públicas.

Más que la reedición de la “relación especial” de principios de siglo con Gran Bretaña pero esta vez con los Estados Unidos, lo que quedó configurado en esa década es una nueva “relación triangular”, en todo caso reedición de la de la segunda posguerra, donde los vértices están ocupados por los Estados Unidos y por los países de la Comunidad Económica Europea8.

3. secuencIa de Los HecHos y PrIncIPaLes deBates

Justamente, la guerra del Golfo se constituyó como un episodio paradig-mático de la nueva orientación en política exterior, ya que, rompiendo con la tradicional neutralidad de la Argentina ante los conflictos que no la incluían directamente, el envío de tropas fue, ante todo, un acto que demostraba el apoyo a Washington. En el plano internacional inauguró el nuevo protagonis-mo de las Naciones Unidas y la reivindicación de la “ley internacional” como justificación jurídica de las intervenciones.

Una de las consecuencias en el escenario latinoamericano fue que en 1991, en el documento conocido como Compromiso de Santiago, se modificó el principio de no-intervención incorporando la “acción colectiva en defensa de la democracia”. Por otra parte y con respecto a la Argentina, el envío de tropas al Golfo fue el inicio de una mayor participación en los operativos de paz de la ONU, modificando también la función de las Fuerzas Armadas. En cuanto a su discurso legitimador, Argentina hizo propios los motivos y argumentos de la administración norteamericana.

En el mes de agosto de 1990 se abrió la discusión en los círculos cerca-nos al presidente acerca del envío de tropas antes de que esto fuera requerido por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, evaluando básicamente el costo que tendría tal decisión. El canciller Cavallo había afirmado el día

7 El concepto de “relaciones carnales” proviene de una frase pronunciada por el canciller Di Tella, que sostuvo: “Nosotros queremos un amor carnal con los Estados Unidos, nos interesa porque podemos sacar un beneficio”. Diario Clarín, 9 de diciembre de 1990, p. 12.

8 Para la relación triangular entre la Argentina, Estados Unidos y la Europa Comunitaria en la segunda posguerra ver ruBen Laufer y cLaudIo sPIgueL, “Europa occidental en las rela-ciones internacionales argentinas del mundo bipolar, 1970-1990”, en Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, N° 14-15, 1er. semestre 1998.

132 MARíA CECILIA MíGUEZ

9 de ese mes que la Argentina enviaría tropas sólo “dentro de un plan de la ONU”9.

El propio presidente, el senador Eduardo Menem y el canciller Cavallo se mostraron dubitativos al respecto mientras ya se elaboraban las posiciones más extremas –que se harían predominantes– donde se alegaba la necesidad del envío de tropas como “gesto” de alineamiento y acuerdo con los Estados Uni-dos10. Junto con esta última versión se hicieron dominantes los diagnósticos que remarcaban los supuestos “errores” de la política exterior argentina frente a este país durante la Segunda Guerra Mundial y también los supuestos “cos-tos” que esto habría traído aparejados a diferencia de nuestro vecino Brasil11.

La correspondencia epistolar con el presidente norteamericano, así como la entrevista de Domingo Cavallo con Hosni Mubarak, jefe de Estado de Egipto, parece haber tenido un rol importante en la adhesión a la posición norteamericana, que aún sin la aprobación de la ONU dispondría la partida de tropas hacia la región en conflicto12.

Luego de que el Ejecutivo diera a conocer su decisión de enviar dos bu-ques –las naves “Spiro” y “Almirante Brown”, un destructor y una corbeta– el 17 de septiembre, rápidamente las voces opositoras provinieron tanto de la Unión Cívica Radical como de algunos sectores del Partido Justicialista. El presidente y sus ministros justificaron la decisión de colaborar con “fuerzas de paz” apelando a la necesidad de integrarse a un nuevo panorama internacional de la posguerra fría, el cual requería un “nuevo protagonismo” que restable-ciera la relación de la Argentina con los Estados Unidos, única superpotencia dominante, lo que permitiría una retribución concreta en beneficios materiales

9 domIngo cavaLLo dijo: “la Argentina no enviará un contingente por voluntad propia, pero sí en el marco de las Naciones Unidas si la ONU lo decide”, ver Página/12, Buenos Aires, 9 de agosto de 1990, p. 3.

10 Ver francIsco corIgLIano, “La dimensión bilateral de las relaciones entre Argentina y Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso al paradigma de “Relaciones Espe-ciales”, en andrés cIsneros y carLos escudé (comps.), Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap I, Buenos Aires, GEL, 2000, p. 22.

11 La adopción de tales tesis es parte de la reflexión que se realiza en este artículo. El alineamiento se justificó en la teoría del “realismo periférico” de Carlos Escudé a la que ha-remos referencia más adelante. A su vez, ésta se basó en una interpretación de la “declinación argentina”. Los principales trabajos desde esta posición son los de Carlos Escudé, Carlos Díaz Alejandro, y entre quienes polemizaron con ella se encuentran Mario Rapoport, Amado L. Cervo, Raúl Bernal-Meza, Atilio Borón, etc. Ver estos debates también en raúL BernaL-meza, América Latina en el mundo. El pensamiento latinoamericano y la teoría de las relaciones internacionales, Buenos Aires, Ed. Nuevo Hacer GEL, 2005, p. 323.

12 corIgLIano, “La dimensión bilateral…”, cit., p. 23.

133LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

por parte de ese país. Este último supuesto fue incluso discutido por los inte-lectuales vinculados al oficialismo13.

El canciller Cavallo sostuvo que:

si la Argentina quiere participar de los beneficios del proceso de gestación de un nuevo mundo de paz y progreso, debe asumir las responsabilidades. Frente a la actitud del régimen de Bagdad, la indiferencia implica atraso y aislamiento14.

Al mismo tiempo, en el informe al Poder Legislativo, el canciller y el Ministro de Defensa Humberto Romero explicaron que no se requería el aval de las Cámaras “porque no se trataba de una intervención bélica sino de una acción disuasoria a través del bloqueo económico”15.

En respuesta, en el Senado existieron dos proyectos de declaración, uno proveniente del bloque radical y otro del justicialista. El primero de ellos, presentado por el senador Solari Yrigoyen “condenaba” principalmente el envío de tropas y luego la falta de consulta al Legislativo16. El segundo, en cambio, se refería únicamente a este último aspecto, “lamentando” la adopción de la decisión sin el respaldo del Congreso de la Nación. Ambos coincidían en denunciar el accionar de Irak en la región17. Sólo cinco de los senadores

13 No solamente la oposición insistió en que la decisión de enviar tropas no traería ningún rédito económico, sino que también Carlos Escudé, principal ideólogo de la nueva orientación de la cancillería relativizó los beneficios económicos a obtener en este caso, aunque resaltaba la importancia del envío como favor simbólico a los Estados Unidos. Ver carLos escudé, “La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, La Nación, Buenos Aires, 6 de octubre de 1990, p. 7.

14 “Fuerzas argentinas intervendrán en el bloqueo militar contra Irak”, La Nación, Bue-nos Aires, 19 de septiembre de 1990, p. 1.

15 “El informe del PE a diputados y senadores”, La Nación, Buenos Aires, 19 de sep-tiembre de 1990, p. 3.

16 El proyecto de declaración fue firmado por Hipólito Solari Yrigoyen, Luis Brasesco, Ricardo Lafferriere, Juan Trilla, Mario Losada, Adolfo Gass, Margarita Malharro de Torres, Edison Otero, Edgardo Grosso, José Genoud, Conrado Storani, Hector Velazquez, Faustino Mazzucco. Además de condenar el envío, el tercer punto proponía: “deplorar tanto el abandono de una conducta internacional históricamente asumida por nuestro país, a favor de la solución pacífica de las controversias como la subordinación del interés nacional a estrategias de ali-neamiento en el orden mundial, que quiebran la posición de independencia sostenida desde la recuperación de la democracia”, Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3749.

17 Este proyecto fue firmado por Alberto Rodríguez Saá, Carlos Snopek, Olijela del Valle Rivas, César Mac Karthy, Pedro Conchez, Rogelio Nieves, Eduardo Vaca, Leopoldo Bravo,

134 MARíA CECILIA MíGUEZ

justicialistas defendieron la decisión del Poder Ejecutivo18. El resto de ellos mantuvo una fuerte discusión con el ministro de Defensa, Humberto Romero y con el canciller. En la primera de las sesiones donde se intentó tratar dichos proyectos, el justicialismo estuvo ausente –lo que provocó la falta de quórum–, elemento que demostró las divergentes posiciones al interior de dicho bloque. Era difícil defender la actitud del Presidente, pero al mismo tiempo no estaban dispuestos a criticarla en público sin reunirse antes con Domingo Cavallo.

Luego de la reunión con el canciller Cavallo, la mayoría de los senadores justicialistas modificaron su posición y apoyaron la decisión de enviar tropas. Para el 27 de septiembre, incluso el senador Eduardo Menem se convertiría en defensor de la medida.

Cuando efectivamente se trataron los proyectos de declaración en la sesión del 26 y 27 de septiembre se argumentó a favor y en contra del envío, no sólo remitiéndose a los aspectos procedimentales sino incluyendo formulaciones y diagnósticos con respecto a la cambiante realidad internacional.

En cuanto a los senadores radicales, fueron significativas las interven-ciones del senador por Buenos Aires, Adolfo Gass y el senador por Chubut, Hipólito Solari Yrigoyen. El primero de ellos cuestionó la falta de consulta en el marco de lo que consideró una tendencia del Poder Ejecutivo a prescindir del Congreso de la Nación en decisiones fundamentales. Además recordó la responsabilidad de las dos superpotencias de la guerra fría en el poderío bélico iraquí y su falta de reacción en oportunidad del “genocidio contra el pueblo kurdo”, destacando a su vez los intereses materiales –especialmente el petróleo– involucrados en la guerra19. También comentó a la prensa que esta decisión implicaba ayudar a los poderosos contra el Tercer Mundo20. En cuanto

Elías Sapag y Eduardo Posleman. Diario de Sesiones Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3751.

18 Diario La Nación, 20 de septiembre de 1990. Los senadores que apoyaron fueron Lilia-na Gurdulich de Correa, Luis Rubeo, Eduardo Menem, José Figueroa y Juan Carlos Romero.

19 El senador Adolfo Gass explicaba: “Así, repentinamente, advierten estos países protec-tores de la democracia que Saddam Hussein es, o parece ser, un nuevo Hitler, con lo cual, de paso, disfrazan una escalada militar que más que nada tiene que ver con intereses materiales y huele a petróleo, con el manto de una cruzada moralizadora […] Trampa para ingenuos, señor presidente, en la que parece haber caído nuestro gobierno, aunque personalmente, y por lo que ya he dicho, no creo que peque de esa ingenuidad”. Diario de Sesiones Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 3999.

20 El senador Adolfo Gass afirmó: “El canciller (Cavallo) es principista cuando se trata de defender los intereses de los poderosos y es neutral sólo cuando los intereses afectados pertenecen al Tercer Mundo. No es cierto que se rompa la tradición de neutralidad, ya que lo hizo Guido cuando participó en la cuarentena y Videla, cuando colaboró militarmente con los contras. El doctor Cavallo se une a estas posiciones. Ayudamos a los contras a favor de los Estados Unidos y los Estados Unidos nos devolvieron (la ayuda) asistiendo a Gran Bretaña

135LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

a los elementos jurídicos, en la misma sesión sostuvo que no se trataba de una “misión de paz”, sino que el bloqueo formaba parte de un acto de beligerancia y que el Consejo de Seguridad sólo había solicitado el embargo, con el que se estaba cumpliendo.

En línea similar se expresaron los senadores Hipólito Solari Yrigoyen y José Genoud, quienes además discutieron los supuestos beneficios que esta actitud traería21 y resaltaron la responsabilidad de las industrias bélicas de las grandes potencias en este tipo de conflictos22.

Un argumento que también fue utilizado para discutir la decisión fue la falta de consulta a los países del Grupo de Río y el hecho de que la Argentina fuera el único país de América Latina en colaborar activamente con tropas en el conflicto.

La defensa fue encarada principalmente por el Senador justicialista Eduardo Menem, quien legitimó el envío de naves partiendo de un determi-nado diagnóstico sobre el nuevo orden internacional al que haremos referencia más adelante. De este modo sostuvo:

Aquí se quiere tergiversar la interpretación correcta de los hechos, se quiere mostrar que este es un conflicto de Occidente con los países árabes o un con-flicto del Norte contra el Sur […] aquí hay un país agresor y un país agredido, hay una intervención de las Naciones Unidas y una comunidad que quiere integrar un nuevo orden internacional.23

Ninguno de los proyectos de declaración fue aprobado.Desde la Cámara Baja, el diputado radical César Jaroslavsky propuso

–a iniciativa del ex canciller Dante Caputo– una interpelación a Humberto

contra la Argentina, durante las Malvinas. Estamos de rodillas, como diría Dromi”, “Nuevas repercusiones políticas por el envío de las tropas al Golfo”, en La Nación, Buenos Aires, 21 de septiembre de 1990, p. 3.

21 En un artículo de su autoría, el senador radical Solari Yigoyen explicaba que “No es en el interés de la Argentina sino en el de las grandes potencias que se inscribe el envío de tropas ¿Por qué? Porque ellas tienen que defender el petróleo del que se abastecen en el Golfo Pérsico. Además porque los Estados Unidos no tienen un ámbito restringido como el de la Argentina. El mapa del interés estadounidense es el mapamundi […] Las cambiantes actitudes argentinas sobre Irak han desconcertado a Occidente. No sólo no nos trae beneficio económico, sino tampoco prestigio”, HIPóLIto soLarI yrIgoyen, en Revista América Latina Internacional, vol.7 Nº 26, octubre-noviembre de 1990, pp. 379-80.

22 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiem-bre de 1990, p. 4018.

23 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiem-bre de 1990, p. 4017.

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Romero (Ministro de Defensa) y Domingo Cavallo (Ministro de Relaciones Exteriores) para que explicaran las razones del envío. Esta moción tuvo el res-paldo de los diputados provenientes del radicalismo, del Grupo de los Ocho, de una parte de la Ucedé, del Partido Socialista Unificado, del Partido Fede-ral-Buenos Aires, del Movimiento al Socialismo, del Partido Intransigente, del Partido Socialista Popular, de la Democracia Cristiana de Córdoba y de Bandera Blanca, pero no contó con los dos tercios necesarios por la oposición de la mayoría de los diputados del PJ y de la Ucedé24.

La argumentación de la iniciativa legislativa se refirió en primer lugar a la legalidad del envío de tropas –decisión tomada sin consulta a las cámaras–, ya que algunos legisladores la consideraban violatoria del artículo 67, inciso 25 de la Constitución Nacional, mientras que los defensores como José Luis Manzano sostuvieron la importancia de no tener una posición neutral ante el conflicto y que no era necesaria la consulta al Congreso porque se trataba de “fuerzas de paz”.

En la Cámara de Diputados los debates más intensos se dieron entre Ca-puto y Manzano. Los argumentos que se esbozaron fueron similares a los de-tallados en el caso del Senado. Fuera del ámbito parlamentario, Raúl Alfonsín calificó de “sobreactuación ridícula, grotesca y anticonstitucional” la medida suscripta por el presidente. Coincidían con él Federico Storani, Marcelo Stu-brin y Dante Caputo.25

A pesar de los acalorados debates en el Congreso de la Nación, según fuentes periodísticas, la mayor preocupación del gobierno se generó por los debates al interior del justicialismo. El diario La Nación del 20 de septiembre de 1990 explicaba: “[...] ni la posición adoptada por la UCR ni las habituales recriminaciones de la izquierda perturban el sueño de Menem. También en lo que hace al aporte armado de la Argentina contra Irak, esa facultad está reservada para ‘los de adentro’ del partido”.

El Grupo de los Ocho26 criticó abiertamente la decisión y, como se dijo, apoyó la moción del diputado Dante Caputo, tanto por considerar los aspectos procedimentales de la decisión como violatorios de la Constitución Nacional como por interpretar que el envío de tropas era una demostración de la subal-

24 La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, “Debate en el Congreso por el envío de tropas”.

25 La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, p. 4 “El PJ y las razones del sobrepeso opositor”.

26 Este Grupo se constituyó como una fracción dentro del PJ que abiertamente se en-frentó al menemismo y rompió con el partido. Estaba conformado por Germán Abdala, Julio Darío Alessandro, Carlos “Chacho” Alvarez, Luis Pedro Brunati, Juan Pablo Cafiero, Franco Caviglia, Moisés Fontela y José Carlos Ramos.

137LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

ternización de los intereses nacionales.27 Fuera del Parlamento, entre los que no adherían directamente a la línea del Ejecutivo se encontraban los gobernadores justicialistas Cafiero y Bordón, quienes mantenían una posición cautelosa. A éstos se sumó con fuertes declaraciones el Secretario de la CGT-Azopardo, Saúl Ubaldini28.

En diciembre de 1990 se abrió una segunda etapa de las discusiones, porque se requirió la aprobación del Parlamento para que las fuerzas argenti-nas en el Golfo Pérsico intervinieran activamente si se desataba la guerra. El proyecto fue enviado al Parlamento el 7 de diciembre y el objetivo era que las naves tuvieran autorización para prestar “apoyo logístico y no intervenir en las acciones bélicas”29.

El 23 de enero el Congreso aprobaba el proyecto del Ejecutivo de que las naves argentinas en el Golfo brindaran “apoyo logístico” a las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos. Algunos diputados justicialistas oposi-tores no asistieron a la sesión, como Franco Caviglia, Eduardo Budiño, Augus-to Alasino y Rafael Flores. Antonio Cafiero, en cambio, habría expresado sus temores acerca de la posibilidad de que el Ejecutivo perjudicara a la provincia de Buenos Aires con los ingresos coparticipables. Por el contrario, y a favor del oficialismo, Alberto Pierri fue uno de los que militó más intensamente a favor del proyecto.30

4. HacIa una InterPretacIón

Las discusiones entre y al interior de los dos partidos con mayor represen-tación en el parlamento –la UCR y el PJ– incluyeron diagnósticos y tendencias políticas más profundas que es indispensable abordar para superar la descrip-ción y el plano discursivo.

27 El diputado Juan Pablo Cafiero sostuvo: “Este hecho consumado [la decisión del Eje-cutivo de enviar tropas] no es más que una muestra de lo que significa una política exterior argentina que secunda a los intereses de los Estados Unidos. Es una demostración muy clara de la forma en que se han subalternizado los intereses nacionales y las decisiones soberanas”, Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 19 se septiembre de 1990, p. 3037.

28 Saúl Ubaldini destacó que “nunca fuimos una nación mercenaria o una colonia pro-veedora de carne de cañón para defender intereses ajenos”, en La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990.

29 Esto también fue objeto de discusión, porque legisladores radicales –Federico Storani y Adolfo Gass– explicaron que la logística también era parte del accionar bélico.

30 Página/12, Buenos Aires, 24 de enero de 1991, pp. 2 y 3.

138 MARíA CECILIA MíGUEZ

Utilizaremos entonces distintos niveles de análisis para evaluar los grados de acuerdo y desacuerdo, teniendo en cuenta las posiciones respecto de:a) El diagnóstico sobre las transformaciones en el sistema internacional,

especialmente con referencia a la globalización, el “nuevo orden inter-nacional”, el Estado-nación y las intervenciones en general.

b) El lugar a ocupar por la Argentina en dicho sistema.c) Las tradiciones políticas y formas de inserción de la Argentina a lo largo

de la historia contemporánea.d) Finalmente, partiendo de la estrecha vinculación entre política externa y

política doméstica, las posiciones respecto de la nueva política económica neoliberal.

a) En cuanto al diagnóstico de los cambios en el sistema internacionalLa caída del muro de Berlín suscitó en el mundo una serie de formulacio-

nes ideológicas respecto del nuevo escenario internacional. Como decíamos, especialmente en los Estados Unidos se pregonó la existencia de un “Nuevo Orden Mundial”. Fue el presidente George W. Bush quien días después de la intervención norteamericana en el Golfo enunciaba esa concepción. Frente a las cámaras del Parlamento, el presidente norteamericano sostuvo:

Nos encontramos hoy ante un momento único y extraordinario. La crisis del Golfo Pérsico, por grave que sea, ofrece una rara ocasión de avanzar hacia un periodo histórico de cooperación. De estos tiempos confusos puede emerger nuestro (…) objetivo: un nuevo orden mundial, una nueva época, más libre de amenazas y de terror, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más segura en la búsqueda de la paz, una era en la que las naciones del mundo –Este y Oeste, Norte y Sur– puedan prosperar y vivir en armonía.… Una centena de generaciones ha buscado ese desconocido camino hacia la paz, mientras que miles de guerras se desencadenaban contra los esfuerzos de la humanidad. Hoy, ese mundo nuevo lucha por nacer, un mundo distinto del que hemos conocido. Un mundo donde el Estado de derecho tome el lugar de la ley de la selva. Un mundo en que las naciones reconozcan su responsabilidad compartida hacia la libertad y la justicia.… Un mundo donde el fuerte respete los derechos del débil. Es una visión que he compartido con el presidente Gorbachov [...]. Él y otros líderes en Eu-ropa, en el Golfo y en todas partes del mundo comprenden que la manera en que tratemos la actual crisis puede dar forma al futuro para las generaciones venideras31.

31 Citado y traducido por Thierry Meyssan, “Nuevo orden mundial. La doctrina estraté-gica de los Bush”, en http://chilesur. indymedia.org/es/2005/05/2038. shtml

139LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

Esta visión concibió al período como una plena hegemonía norteamerica-na, producto a su vez de la hegemonía de la democracia liberal y la economía de mercado. El mundo adquiría una connotación específica: el “triunfo” del ca-pitalismo sobre el socialismo, el desdibujamiento del conflicto entre potencias y países subordinados y la negación de los conflictos entre las potencias. De la “globalización” de los mercados se dedujo una supuesta “interdependencia” de las economías, donde las fuerzas del mercado tenderían a disolver las ins-tituciones y las economías nacionales. De allí la conformación de una “aldea global”, el “mundo-uno”. En las versiones más extremas llegó a afirmarse el “fin de la geografía”, es decir la eliminación de las referencias territoriales32 e incluso el “fin de la historia”33 en el sentido de la confrontación no sólo ideo-lógica sino también cultural y nacional.

En consecuencia, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue inter-pretado desde esta concepción como un ataque al orden global, a “toda la Comunidad Internacional”, cuestionando su “legitimidad”34 y poniendo en riesgo la “paz mundial”. En estos términos, el cambio cualitativo en el carácter que tendrían los conflictos en la posguerra fría debería provocar entonces una condena generalizada, donde quedara clara la ilegitimidad absoluta de este tipo de accionar.

Las autoridades e intelectuales vinculados al proyecto del presidente Menem adoptaron este diagnóstico y consideraron como posible el estableci-miento de una nueva “pax americana”, donde la cooperación entre las nacio-nes predominaría por sobre la confrontación. El propio presidente Menem se pronunció reiteradas veces en esta línea35.

32 r. o’BrIen, “Global Finantial Integration: The End of de Geography”, Londres, Routledge/RIIA, 1992.

33 francIs fuKuyama, “The End of the History and the Last Man”, Londres, 1992.34 “Esta invasión no constituye un problema más de los que ha sido testigo la Comunidad

Internacional en las últimas décadas. A diferencia de conflictos previos en que el factor Este-Oeste llevaba generalmente a que el conflicto enfrentase, en última instancia, a los dos blo-ques, la invasión a Kuwait, que es la primera crisis posterior a la Guerra Fría, constituye una agresión a toda la Comunidad Internacional, en la medida en que la actitud iraquí cuestiona la legitimidad del incipiente orden internacional [...]. En resumen, puedo decir que la injustificada agresión por parte de Irak, en un momento en que la Comunidad Internacional se encuentra en un proceso caracterizado por relaciones de cooperación, llevó a una casi automática reacción por parte de todos los actores internacionales. La solidaridad demostrada por estos países es una prueba irrefutable de que ya no existe margen para actitudes como las emprendidas por el régimen de Saddam Hussein”, carLos menem, Estados Unidos, Argentina y Carlos Menem, Buenos Aires, Ediciones CEYME, 1990, p. 167.

35 “La superación del bipolarismo es una realidad que privilegia la noción de cooperación sobre la de la confrontación”, menem, op. cit., p. 161.

140 MARíA CECILIA MíGUEZ

Los efectos de adscribir a esta visión fueron las políticas de alineamiento que hemos nombrado, y entre ellas, por ejemplo, la concepción acerca del Tercer Mundo, que se plasmó en la retirada del movimiento de No Alineados en 199136.

Vale la pena citar, en este sentido, el texto con que el gobierno dio a co-nocer la decisión de enviar tropas, por lo esclarecedor:

Aquí no está en juego un interés ideológico, partidista, sectorial, o de bloques de poder. Ni siquiera está en discusión la tradición más excelsa de nuestra política exterior. Aquí existe un enfrentamiento profundo entre la comunidad de Estados en su conjunto (reitero: en su conjunto) y un gobierno que ha vio-lado la ley internacional y actúa en abierto desafío a la Carta de las Naciones Unidas. [...] … Quienes piensan que la lejanía del Golfo, o la falta de una pre-sencia argentina en la región, pueden asegurarnos no sufrir las consecuencias de estos acontecimientos, se equivocan. No entienden que nuestro país ya es un socio activo en la gestación del nuevo mundo de paz, progreso y distensión que busca consolidarse. No entienden que la actitud del régimen de Bagdad amenaza seriamente este nuevo escenario. Frente a una situación semejante, la indiferencia implica retroceso. Implica atraso. Implica aislamiento. [...] Quere-mos que se restablezca el derecho y la justicia en el Golfo37.

Aquí se hace presente además la justificación utilizada por los Estados Unidos para su intervención, apelando a la “legalidad internacional”. Como bien han analizado Claudio Spiguel y Rubén Laufer, en este supuesto “orden global” lo que vale para algunos no vale para todos. Más específicamente, las intervenciones multilaterales fueron producto de la decisión de Estados Na-cionales, y han sido ejercidas también sobre unidades nacionales, mientras se proclamaba su debilitamiento. Muchas veces, la defensa de los valores “huma-

36 Alfredo Bologna cita una conferencia de prensa realizada en Nueva York, donde Carlos Menem dijo: “‘El Tercer Mundo’. No sé dónde se encuentra el ‘Tercer Mundo’”. Y luego cita también un párrafo donde el ex presidente expresa: “No nos dejemos engañar con falsas op-ciones. Que uno es de izquierda, otro de derecha y otro de centro. No hablemos más de Tercer Mundo. Hay un solo mundo y en ese mundo está la Argentina, tratando de crecer y de ser cada día más poderosa”, en aLfredo Bruno BoLogna, “Dos modelos de inserción de Argentina en el mundo: Las presidencias de Alfonsín y Menem”, Cuadernos Política Exterior Argentina, Serie Informes sobre proyectos de investigación, nº 2, CERIR, Rosario, diciembre de 1991. El autor utiliza como fuentes: judItH evans, “El Banco Mundial va al Este”, en Foro de Desarrollo, Ginebra, noviembre de 1990, p. 4, y “En dos años hemos puesto al país de pie”, Espacio de Publicidad en Ámbito Financiero, Buenos Aires, 10 de julio de 1991, p. 11.

37 menem, op. cit., pp. 173-174.

141LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

nos” y la “democracia” es el velo utilizado para justificar intereses económicos o estratégicos de alguna de las potencias38.

El apoyo con naves argentinas constituyó un hito donde el nuevo gobierno puso en práctica tal diagnóstico sobre los cambios en el sistema internacional, descartando la posibilidad de ser neutrales y realizando un gesto de total apo-yo a Washington. El primero y más contundente. A ese respecto el canciller Domingo Cavallo sostuvo años después: “La República Argentina no podía ni debía asumir una posición de neutralidad ante esa invasión. Tal actitud ya no tiene más espacio en el marco de las relaciones internacionales actuales”39.

En la sesión citada del 26 y 27 de septiembre de 1990, el senador oficialis-ta Juan Carlos Romero argumentaba –haciéndose eco de este diagnóstico– a favor del envío de tropas que

[…] por primera vez la Argentina, ante esta oportunidad de sumarse a la crea-ción de un instrumento apto, rápido y eficiente para el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, asume un papel activo y voluntario en un mundo que ya no admite, como tesitura externa, el aislamiento y la indiferencia. No entender esto, señor presidente, es no entender el mundo en que vivimos40.

A estas declaraciones, podemos agregar las posiciones del senador Eduar-do Menem, que sostenía:

Se ha abierto la democracia. Se ha reunificado Alemania después de ese hecho simbólico y trascendente que fue la caída del Muro de Berlín. La comunidad europea es, prácticamente, la nueva realidad del mundo. La Unión Soviética

38 “Las intervenciones sólo se llevan a cabo si se efectivizan contra una nación débil del llamado “mundo periférico”. Es obvio que el recurso a la intervención queda excluido tratán-dose de potencias centrales: ello, de hecho, supondría no una intervención del “orden global” en una unidad nacional, sino una fractura de la “sociedad internacional” y una guerra abierta entre bloques enfrentados. La estructura jerárquica del poder mundial es el fundamento de la “doble medida” con que los organismos multilaterales juzgan la conducta internacional de los países poderosos y la de los débiles, y la aplicabilidad o no de sanciones cuando consideran traspuestos los límites de la “ley internacional”, cLaudIo sPIgueL y ruBén Laufer, “Interven-cionismo en el mundo ‘globalizado’: ¿Ruptura o continuidad del ‘viejo orden?’, en III Jornadas de Historia de las Relaciones Internacionales, Globalización e Historia, Tandil, Junio de 1996, Ed. H. Cámara de Diputados de la Nación, Bs. As. 1998, p. 117.

39 domIngo cavaLLo, “La inserción de la Argentina en el primer mundo”, en sILvIa rutH jaLaBe (comp.), La política exterior y sus protagonistas 1880 – 1995, CARI, Ed. Nuevo Hacer, Grupo Editor Latinoamericano, 1995, p. 375.

40 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiem-bre de 1990, p. 4034.

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y los Estados Unidos están coincidiendo en decisiones fundamentales para la humanidad. Pareciera que la discriminación racial en Sudáfrica también va a ser superada. Namibia es república. Es decir, se nos abre un nuevo mundo. Se está creando un nuevo orden internacional que se ha puesto de manifiesto en esta circunstancia41.

En cuanto a la Unión Cívica Radical, el diagnóstico de los cambios inter-nacionales que prevalecía en los especialistas en política exterior difirió de la visión unipolar y exenta de conflictos.

Conrado Hugo Storani (h), Diputado Nacional por la UCR –uno de los que discutieron en forma más solvente el envío de tropas– publicó junto a Ángel Pablo Tello dos trabajos denominados “Hipótesis de conflicto”, Prime-ra y Segunda Parte, en agosto de 1990 –anterior al inicio del conflicto en el Golfo Pérsico– y septiembre de 1991 respectivamente. En el primero de ellos, aparece claramente una crítica a las ideologías que pregonaban el “fin de los conflictos” y el “fin de historia”, planteando que el fin de la bipolaridad traería un orden multipolar caracterizado por el incremento de la competencia entre los países “del Norte”, donde lo que estaría en discusión era quiénes se consti-tuirían en centros de poder. Llega a la conclusión de que comenzarían nuevos conflictos, nacionales o regionales, entre los que distingue como principal el conflicto “Norte-Sur”, de carácter económico, originado en la diferencia entre altos niveles de crecimiento y una inmensa mayoría de países pobres.

La segunda parte de esta publicación, de septiembre de 1991, se refiere en especial a la Guerra del Golfo y al Nuevo Orden Internacional. Allí se destaca el carácter particular de los intereses que movilizaron el avance sobre el Golfo, puntualizando que los fines del Estado norteamericano eran la destrucción del sistema militar e industrial de Irak y la instalación de una fuerza armada per-manente en la zona, con dos objetivos políticos: cierta capacidad para controlar el petróleo y advertir al Tercer Mundo y sus aliados los límites de la disputa del poder o del cuestionamiento del orden establecido42.

Finalmente, caracteriza al período como “desorden estratégico”, donde la Argentina debía ubicarse defendiendo sus “intereses nacionales”, estableciendo políticas que nos proveyeran de un sistema defensivo apto.

En la misma línea Federico Storani, también Diputado Nacional por la UCR, afirmaba para 1992 que el orden unipolar constituye una aspiración

41 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiem-bre de 1990, p. 4016.

42 conrado Hugo storanI (H) y ÁngeL PaBLo teLLo, Hipótesis de conflicto (segunda parte), Ediciones de la H. Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, septiembre de 1991, p. 26.

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de los Estados Unidos, pero que el sistema internacional se dirige hacia la multipolaridad, ante el ascenso de potencias como la Europa comunitaria y la ex URSS43.

Al mismo tiempo, condenaba la intervención norteamericana en el Gol-fo, puntualizando también el interés estratégico y económico de los Estados Unidos en la región, en el marco de los conflictos –en oposición al diagnós-tico “pacífico” del oficialismo– “Norte-Sur”, y caracterizando el accionar norteamericano como “advertencia para el Tercer Mundo”44. Este diagnóstico también descartaba la “disolución” o pérdida de vigencia de la soberanía del Estado-nación.

Otro de los senadores radicales opositores a la medida fue Luis León, quien afirmó:

nos encontramos también las falencias de un orden internacional elitista y oligárquico, un orden internacional que dicta leyes, pero que solamente pue-de impulsar su aplicación cuando las potencias que tienen poder económico y militar son las damnificadas por la violación de esas leyes. Se trata de un mundo que puede sancionar reglas obligatorias, pero que no obligan a nadie si no hay un ejército detrás de alguna potencia que voluntariamente decida hacer respetar esa ley45.

Sin embargo, también en el radicalismo hubo otras posiciones que daban cuenta de la existencia de corrientes internas en el mismo partido más cerca-nas al oficialismo en estos aspectos.

Junto con las transformaciones operadas en la política económica domés-tica a partir del Plan Austral, las posiciones de los funcionarios del gobierno respecto de la inserción internacional argentina también fueron modificándose de manera sustancial.

El ministro Juan Sourrouille, por ejemplo, había sostenido ya en 1987 que la Argentina era un país que no podía modificar las tendencias económi-cas globales e ignorar las demandas de los acreedores, y por lo tanto, lo más

43 federIco storanI, “Situación Internacional”, Revista Actualización Política, n° 5 abril-mayo 1992, p. 89.

44 Con respecto a las “soluciones militares ante el temor que inspira una masa enorme de indigentes”, en el mismo artículo el autor afirma que “allí está la Guerra del Golfo para recor-darnos el tratamiento que se le dispensa a aquél que cuestione intereses particulares –el petróleo en este caso– y un orden establecido. Esto no significa estar de acuerdo con un acto criminal como el cometido por Saddam Hussein, lo que sí cremos es que, en muchos aspectos, esta gue-rra fue pensada y planteada como una seria advertencia al Tercer Mundo”, Ibídem, p. 90.

45 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiem-bre de 1990, p. 4040.

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conveniente era ajustar la política económica respondiendo a algunas de esas exigencias. Este enfoque consideraba que la mejor forma de superar el estan-camiento era a través de una inserción más profunda dentro del orden econó-mico internacional y de una creciente capitalización doméstica, postulando un “ajuste positivo” basado en la promoción de exportaciones y crecimiento de la inversión y no a través de la expansión de la producción para el mercado interno y el aumento del consumo doméstico46.

Eduardo Angeloz sentó su posición respecto de la relación entre el país y el llamado Tercer Mundo en su libro El tiempo de los argentinos, publicado también en 1987. Sus argumentos serían los mismos que se utilizaron en los noventa para justificar la política exterior de Menem, y el retiro de la Argenti-na del Movimiento de Países No Alineados. Angeloz consideraba que defender la “vocación tercermundista”

Es como proclamar la victoria de nuestra decadencia. Como defender, en nom-bre de la solidaridad, nuestra instalación entre los países que se van rezagando, cuando lo verdaderamente revolucionario hubiese sido mantener el ritmo de crecimiento –o por lo menos, de no haberlo dejado caer abismalmente–, utili-zar nuestra riqueza para ayudar a los postergados y desheredados de la tierra. Evidentemente, mal que nos pese, hoy somos tercermundistas, porque hicimos todo, o dejamos de hacer todo, para merecerlo. Pero no ha sido ni deberá ser ése nuestro destino. Nuestro tercermundismo no es otra cosa, pues, que una profesión de fe en la decadencia47.

Sin duda esta posición no era la misma en las distintas líneas políticas del partido y, por lo tanto, evidenciaba las diferencias con el propio canciller Caputo y con el presidente Alfonsín, defensores de la participación del país en ese ámbito internacional.

Veamos la posición de uno de los asesores radicales más reconocidos en el área de las relaciones internacionales: Carlos Pérez Llana. Afirmaba, en una nota del diario La Nación en septiembre de 1990, que el mundo actual era “más complejo y menos jerarquizado”, adscribiendo de algún modo a las teorías que decretaban la transformación de carácter de la relación entre los países de la posguerra hacia una primacía de los aspectos económicos48.

46 aLdo vacs, “Vuelta a los orígenes: democracia liberal, liberalismo económico y la redefinición de la política exterior argentina”, en carLos acuÑa (comp.), La nueva matriz política argentina, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 1995, p. 300.

47 eduardo angeLoz, El tiempo de los argentinos, Buenos Aires, Emecé Editores, 1987, p. 103.

48 “…decididamente existe un nuevo orden, donde la cronología de la guerra fría ha sido sustituida por una nueva agenda internacional (…) ahora nos encontramos en un mundo más

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Al analizar la situación en el Golfo, consideraba que frente a la constitu-ción de un sistema de seguridad colectiva posterior al desmembramiento de la URSS, el accionar de Saddam Hussein había amenazado dicho orden y por lo tanto la respuesta debía ser también colectiva. En consecuencia, defendió abiertamente la decisión del envío de tropas y la política exterior del canci-ller Domingo Cavallo, cuestionando únicamente la falta de consulta al Poder Legislativo49. Así, también hacía suyo el discurso de la “doble medida” al que hacíamos referencia más arriba, a diferencia de otros funcionarios del mismo partido.

b) En cuanto a la “adecuada” inserción de la Argentina en ese contexto

La plataforma electoral que describió el programa con el que el Justicialis-mo concurrió a elecciones en 1989 planteaba una continuidad con la doctrina peronista de la Tercera Posición, la importancia de la integración latinoame-ricana y la persistencia en el movimiento No Alineados.

Como dijimos, la política llevada a cabo por Carlos Saúl Menem y sus cancilleres Domingo Cavallo y Di Tella se distanciaría rápida y abruptamente de estos postulados. Ya en su primera reunión con Bush, el presidente Menem prometió respetar los compromisos de la deuda y mencionó su apoyo al “res-tablecimiento de la democracia” en Panamá50.

Una elaborada concepción comenzó a regir las orientaciones en materia de política exterior del gobierno de Menem. Al interior del oficialismo, la discusión acerca de la inserción se enmarcó en los postulados del “realismo periférico” elaborados por Carlos Escudé51. Sus principios básicos parten de

complejo, menos jerarquizado y donde se destacan los temas económicos y otros de creciente entidad, como los del medio ambiente y el narcotráfico”. carLos Perez LLana, “Ser el país pre-visible que todos ambicionamos”, La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.

49 La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.50 Clarín, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1989. La intervención en Panamá fue un

operativo militar realizado por el ejército de los Estados Unidos de América el 20 de diciembre de 1989 con el propósito de capturar al General Manuel Antonio Noriega, Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de la República de Panamá, quien era requerido por la justicia estadounidense acusado del delito de narcotráfico. El operativo fue denominado Operation Just Cause (Operación Causa Justa) por el comando militar estadounidense. Incluso miembros del Servicio de Inteligencia norteamericano aceptaron que el objetivo real de la invasión era mantener fuerzas estadounidenses en un puesto de observación y control sobre el canal debido a que el gobierno de Noriega suponía un peligro para todas las operaciones del canal, y que sobredimensionaron la figura manipuladora de Noriega con fines propagandísticos.

51 En realidad el concepto fue acuñado por Roberto Russell con otro contenido. La ela-boración preteórica de Escudé quedó resumida en su libro Realismo periférico. Fundamentos

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la consideración de la Argentina como un país dependiente vulnerable y por lo tanto “poco relevante para los intereses vitales de las grandes potencias”52, y de acuerdo a esta consideración traza líneas de acción necesarias para la “inclusión” en el sistema internacional:

• Eliminar las confrontaciones políticas con las grandes potencias, reduciendo el ámbito de sus confrontaciones externas a aquellos asuntos materiales vinculados en forma directa a su bienestar y su base de poder.

• La política exterior debe calibrarse no sólo en términos de un riguroso cálculo de costos y beneficios materiales, sino también en función de los riesgos de costos eventuales.

• La autonomía debe redefinirse en términos de los costos relativos de la confrontación. La autonomía se medirá en términos de los costos relativos de hacer uso de esa libertad de acción frente a un problema determinado. Debe distinguirse la inversión de autonomía del consumo de autonomía53.

Además de legitimar de este modo el alineamiento y el abandono de las políticas autonómicas en los términos que se explicaba en el apartado anterior, se definía una prioridad por las cuestiones económicas. Cuando reiteradas veces el oficialismo se refiere al “interés nacional”, lo hace vinculándolo discursivamente con las necesidades económicas, como si esas necesidades fueran las mismas para todos los argentinos. Este es el eje sobre el que basa su política exterior. De hecho, sus dos cancilleres fueron economistas. El ex presidente afirmaba:

Mi concepción de política exterior es simple y clara: hay que trabajar para que la Argentina tenga una política exterior que privilegie el interés nacional, esto es, el bienestar de los argentinos. Esto presupone, por sobre todas las cosas, realismo; porque sabemos que sólo el crecimiento económico y el mayor bienestar de la población nos van a dar más presencia en el mundo. Se trata de crear un clima de libre comercio y también para el movimiento de capitales, para las inversiones directas favorables para el crecimiento de la economía

para la Nueva Política Exterior Argentina, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1992.52 carLos escudé, Ibídem.53 carLos escudé, “La política exterior de Menem, y su sustento teórico implícito”, Re-

vista América Latina Internacional, vol. 8, núm. 27, Buenos Aires, enero-marzo de 1991.

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mundial y el aprovechamiento por parte de las economías nacionales, de la oportunidad que ofrece la economía mundial. De esta forma pretendo que la política exterior se constituya en un apoyo fundamental para la solución de los problemas económicos y sociales de nuestro país54.

El ex canciller Guido Di Tella declaraba, con respecto a la prioridad en la agenda de los temas económicos: “La política exterior no es 90% de política y 10% de economía. No diría lo contrario, pero una proporción de más de la mitad está al servicio de la política económica”55.

Aparece en la construcción ideológica una relación directa entre la política exterior “pragmática” y las políticas económicas de apertura y liberalización de la economía.

El Diputado Nacional radical citado anteriormente, Conrado Storani, a diferencia de este planteo, se refería a la necesidad de lograr márgenes de autonomía en el caso de los países del Sur, y lo asociaba con la conformación de ámbitos regionales, subsistemas que aspiran a través de la integración a “mayores cuotas de poder y desarrollo”56.

Y en cuanto a las relaciones con la potencia del Norte afirma:

Políticas alineadas hacia fuera que provocan divisiones vergonzosas hacia adentro sólo contribuyen a desencuentros y fracturas internas que entorpecen un clima de estabilidad y armonía necesario para el crecimiento económico y la credibilidad internacional. Es imprescindible para nuestros intereses una relación sólida con los Estados Unidos [...] Pero esto será así en tanto y en cuanto nuestro pueblo pueda realizarse plenamente [...] No es enviando medicamentos a los países del Golfo Pérsico y permitiendo que enfermedades supuestamente desaparecidas hagan estragos en nuestra población infantil como vamos a crear un clima interno favorable a una alianza duradera con el gran país del Norte57.

En cambio, también dentro del radicalismo, la posición del candidato ra-dical Eduardo Angeloz era más coincidente con la del ex presidente Menem. Tal es así que en un trabajo de análisis de opinión sobre la política exterior de 1992, Mora y Araujo y otros afirmaban que “los dos principales referentes políticos del momento –los dos que ostentan los más altos índices de valora-

54 menem, op. cit., p. 32.55 guIdo dI teLLa, “Política exterior argentina: actualidad y perspectivas 1991-1995”, en

jaLaBe, op. cit.56 storanI, y teLLo, op. cit., p. 41.57 Ibídem, p. 63.

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ciones positivas por parte de la población, esto es, Carlos Menem y Eduardo Angeloz– son ambos percibidos como sustentando la presente orientación de la política pública, particularmente en los campos de la política económica y las relaciones exteriores”58.

Carlos Pérez Llana, a pesar de distanciarse del diagnóstico del nuevo or-den internacional realizado por el oficialismo, defendía la política exterior de Cavallo distinguiéndola de su sucesor Guido Di Tella. Al referirse al enfoque inaugurado en 1989 y que privilegió las cuestiones económicas, escribe que “la gestión del canciller Cavallo vino a coincidir con la mayoría de los analistas, quienes señalaban la necesidad de colocar a la política exterior al servicio del crecimiento y el bienestar”59.

Del mismo modo, era partidario de la “inserción internacional” en el nue-vo orden internacional, aprovechando sus “oportunidades”, que no se limitaban a los Estados Unidos, sino que debía haber un criterio más amplio60.

Lucio García del Solar, en esta línea, criticaba el envío de tropas al Golfo por considerarlo una “sobreactuación”, entre otras, con la falsa esperanza de que redituaran materialmente. Lo que hace es rescatar el rumbo económico de la política menemista y del ministro Cavallo como la puerta verdadera de entrada a la ayuda financiera de Washington y los organismos internaciona-les. La crítica que realiza a la política exterior es de forma, y no de contenido. Recalcando la relevancia de la forma en el caso de estas políticas públicas, advierte sobre el protagonismo del ex presidente y la necesidad de mantener la “independencia de criterio”61.

En estos dos últimos autores prima la necesidad de “reinsertarse” en el orden internacional que veíamos en el oficialismo. No hay una crítica al carác-ter de la intervención de los Estados Unidos en el Golfo, más bien lo contrario,

58 manueL mora y araujo, gracIeLa dI rado y PauLa montoya, “La política exterior y la opinión pública argentina”, en roBerto russeLL (comp.), La política exterior argentina en el nuevo orden mundial, Buenos Aires, Grupo Editoral Latinoamericano, 1992, p. 223.

59 carLos Pérez LLana, “La nueva agenda internacional y la política exterior argentina”, Comentarios al artículo de Carlos Escudé “Cultura política y política exterior: el salto cuali-tativo de la política exterior argentina inaugurada en 1989”, en russeLL, La política exterior argentina…, cit., p. 93.

60 carLos Perez LLana, “Ser el país previsible…”, op. cit.61 El ex embajador Lucio García del Solar sostuvo: “En conclusión, puedo reiterar que las

posiciones adoptadas por el actual gobierno en política exterior son las que corresponden, salvo algunas excepciones, al momento que vive la comunidad internacional debido a sus dramáticos cambios. En la diplomacia, sin embargo, las formas tienen tanta importancia como el fondo. Con formas adecuadas, una mala política puede defenderse mejor; descuidando las formas, una buena política puede estropear la imagen y perjudicar los resultados”, en Comentarios al trabajo de Carlos Escudé, “Cultura política y política exterior [...]”, cit., pp. 201-202.

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por lo tanto el eje es la no consulta al Legislativo –siempre teniendo como referencia ese objetivo de la reinserción– ya que atenta contra la previsibilidad de la Argentina en el sistema internacional.

Alfredo Bruno Bologna, especialista en política exterior argentina, sostuvo que el gobierno de Menem asumió el paradigma “neoconsevador” formulado por las potencias, un paradigma donde las distinciones entre paí-ses predominantes y países pobres se relativizan, se intentan diluir. El orden “global” se presentó como incuestionable, y por lo tanto sólo quedaba “aco-modarse” en él mediante la apertura de la economía, el ajuste y la inserción en el orden económico imperante62. Sin embargo, a partir de lo analizado, es factible reflexionar respecto de la aceptación y adopción de dicha concepción por parte de líneas de la dirigencia política de ambos partidos a analizar.

Hemos visto que circulan tanto al interior del Partido Justicialista como de la Unión Cívica Radical los nuevos paradigmas de los países centrales –que constituyen en ciertos casos resignificaciones de “viejas” ideologías, como lo es la justificación de la intervención–, que ejercen además su hegemonía cultural.

c) Una posición con respecto a las causas históricas de la crisis argentina en relación con las formas de inserción internacional

Los análisis acerca de las problemáticas actuales remiten necesariamente a interpretaciones acerca del pasado. El neoliberalismo, ya presente tanto en algunos dirigentes radicales como en el oficialismo, resaltó el valor de la Argentina exportadora de principios de siglo y cuestionó los intentos de auto-nomía, calificados como “aislamiento”. Estas corrientes locales que reflejaban las teorías neoliberales que afloraron desde la década de 1980 “generaron una visión sesgada y errónea de las causas del autoritarismo militar, la crisis y la ‘declinación’ económica argentina. Éstas serían, para esos enfoques, el resultado de un presunto ‘aislacionismo’ argentino, cuando no de un ‘desafío nacionalista’”63.

Hay que destacar, además, que más allá de la retórica antiestatista, lo que se dirimía era cómo reorganizar el poder del Estado, en función de a qué intereses predominantes se iban a orientar las políticas públicas.

62 El autor agrega que el pensamiento “conservador del Sur” “niega todo sentido al proceso de negociaciones globales. Sus reivindicaciones frente al sistema mundial se limitan a cuestio-nes de tipo pragmático [...] Los conservadores del Sur comparten la constelación de ideologías, valores y símbolos proclamados por el sistema cultural del Norte”, BoLogna, op. cit.

63 raPoPort y sPIgueL, op. cit., p. 72.

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El experto brasileño en relaciones internacionales, Amado Luiz Cervo, sostuvo que un gran número de especialistas se congregó en una verdadera comunidad epistémica. Este concepto da cuenta de la existencia de un conjunto de intelectuales, académicos y diplomáticos argentinos que, con sus aportes, ayudaron a formular la base de sustentación ideológica de la política exterior de Menem. Todos ellos, como veremos, tenían una visión “revisionista” de la historia argentina. Entre ellos, Carlos Escudé, Tulio Halperin Donghi, Carlos Díaz Alejandro y Andrés Cisneros.

El primero de ellos partió de encontrar como causa del “estancamiento” económico la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Así, afirmaba:

La moraleja, difícil de rebatir, es que las malas relaciones crónicas con una gran potencia de cuya buena voluntad se depende en muchas esferas no son funcionales para el interés nacional de un país vulnerable como el nuestro, y pueden acarrear costos enormes [...] La Segunda Guerra Mundial debe ser un recordatorio permanente de lo costosas que pueden ser las malas relaciones con un país como los Estados Unidos64.

Esta visión generó en 1984 una importante polémica en el área de las rela-ciones internacionales, y en particular respecto del carácter de esa neutralidad, con otro estudioso de las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos, Mario Rapoport65.

Tulio Halperin Donghi contribuyó a esta “revisión tradicional” por medio de la distinción de tres etapas en la historia argentina. En palabras de Amado Cervo, “antes do peronismo, a grandeza, de Perón a Alfonsín, a decadência, de Menem a Menem, a redenção”66. Las tesis económicas de Carlos Díaz Alejandro, desarrolladas en su Ensayo sobre la historia económica argentina, contribuyeron de modo fundamental a la exaltación del modelo agroexportador y a la justificación del proceso de desindustrialización.

Específicamente en el área de las relaciones internacionales, la adscrip-ción a esta comunidad epistémica se tradujo en la elaboración de un objetivo

64 carLos escudé, “La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, en Diario La Nación, 16 de octubre de 1990, p. 7.

65 Ver las tesis de ambos autores: marIo raPoPort, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas (1940-1945), Ed. Belgrano, 1981; carLos escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina (1942-1949), Ed. Belgrano, 1983; y la polémica publicada en la Revista Desarrollo Económico, Vol. 23, N° 92, enero-marzo de 1984.

66 Citado por BernaL-meza, op. cit., p. 324.

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para la Argentina de los noventa: favorecer la reinserción de la Argentina en el Primer Mundo67.

Adscribiendo a esta “revisión neoliberal”, Di Tella expresaba:

El problema de la Argentina, o por lo menos uno de los problemas básicos, ha sido una política de aislamiento con respecto a las corrientes mundiales culturales, económicas, políticas y eso se ha notado a lo largo de muchos años. No es un fenómeno que duró una década sino un muy largo período, de 50 o 60 años [...]. Esto de haber pretendido hacer un modelo autárquico en el orden económico y en el orden tecnológico, no podía sino terminar muy mal. La declinación argentina está claramente asociada a ese proceso, no sólo en el orden económico sino en el orden internacional68.

Como decíamos, para los ideólogos liberales, la Argentina habría pasado de una “época de oro” a su declinación y la razón habría sido el aislamiento, la búsqueda de autonomía. El candidato radical Eduardo Angeloz revisaba de este modo la historia argentina, haciendo suyas ideas muy similares:

Como en tantas otras oportunidades, sobre todo desde el 30 hasta aquí, hemos marchado a contrapié: mientras se producían los milagros económicos de la segunda posguerra, por caso, protagonizábamos, con un inconcebible instinto de autodestrucción, el milagro de la regresión. Conquistamos la autarquía de la decadencia, pero siempre encontraremos en otros los causantes de nuestros propios males. Los argentinos vivimos imaginando conjuras internacionales en nuestra contra, y siempre encontramos villanos para personificar la tragedia de nuestros propios males. Parecemos pensar que, cada mañana, Reagan y Gorba-chov se comunican para acordar la maldad que nos inferirán ese día. Y, aunque esto hiera nuestro orgulloso argentinocentrismo, desaparecimos del mundo69.

Este discurso se convirtió en hegemónico en la cancillería luego de la asunción de Carlos Menem, y durante años periodistas, asesores e intelectuales justificaron las reformas como el único camino posible. Es muy significativa la posición de Mariano Grondona al respecto, varios años después:

En 1989, cuando se inclinó por las relaciones carnales con los Estados Unidos, Menem apostó con la intuición del político al naciente imperio norteamericano.

67 Ver los trabajos de Felipe De la Balze; Jorge Castro; Jorge Bolívar y Andrés Cisneros, en Cisneros, 1998.

68 dI teLLa, op. cit., pp. 379-380.69 angeLoz, op. cit., pp. 70-71.

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Pero esta apuesta no se concretó tanto a través de la diplomacia del canciller Di Tella, cuanto por medio de una decisión más profunda: la ley de converti-bilidad del ministro Cavallo.Ésta es la base real de las relaciones carnales: que en 1991, nuestra economía se mudó del peso al dólar. Antes que otros países, la Argentina decidió convertir su economía en un apéndice del imperio norteamericano. Hoy, si los depósitos se están desplazando del peso al dólar, ya no le importa. Es en el dólar, y no en el peso, donde ella ha fijado su morada. ¿Había otra alternativa? ¿La hubo en 1852? En el mundo global de nuestros días, ¿pueden las naciones periféricas darse el lujo de la independencia económica? ¿Es su objetivo la exaltación de la soberanía o el refugio de la seguridad?70

A pesar de las diferencias que Dante Caputo planteó respecto del realismo periférico, en una entrevista publicada en el diario La Nación en 1988, también exaltaba la inserción internacional característica del modelo agroexportador:

En cuanto a la inserción de la Argentina en el contexto internacional, soy un convencido de que el país necesita absolutamente del mundo exterior para su desarrollo. Esa fue nuestra historia. Crecimos desde 1880 a 1930 porque encontramos la manera adecuada de insertarnos en el mundo. Cuando des-pués de la crisis de 1929, no se supo encontrar un nuevo modo de inserción, el crecimiento cesó, se desarrollaron las tendencias más perversas hacia la especulación económica y el autoritarismo político. Creo que ahora se presenta una nueva reacomodación del esquema internacional, que da a la Argentina una nueva oportunidad para reinsertarse en ese esquema71.

Es notoria la coincidencia entre este último planteo y las posiciones de los dos cancilleres del gobierno de Menem, Cavallo y Di Tella.

La revitalización de la matriz de pensamiento conservador liberal argen-tino sirvió de discurso legitimador y fue fundamental para la instalación de la necesidad de reformas estructurales en la agenda estatal.

d) Una posición con respecto a la nueva política económica neoliberal

Como se afirmaba, durante la década del 80 se fue produciendo al inte-rior de las clases dirigentes un corrimiento de las corrientes nacionalistas y dependentistas. La ideología neoliberal –como plantea Raúl Bernal-Meza–,

70 marIano grondona, “El lado argentino de la globalización”, Diario La Nación, 30 de agosto de 1998.

71 dante caPuto, en entrevista publicada en La Nación, Buenos Aires 13 de noviembre de 1988, pp. 1-3.

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que hacía de la crítica al modelo desarrollista de sustitución de importaciones su eje articulador para fundamentar la aceleración de su implantación en la Argentina, justificaría con ella el proceso de desmantelamiento de la industria nacional, retrotrayendo al país a una situación de productor primario72.

Para la corriente vinculada con el oficialismo menemista, la conexión entre política exterior y política económica doméstica fue directa y una de las críticas que la gestión justicialista hizo a la de Raúl Alfonsín se basó justa-mente en ese eje. Su cuestionamiento marcaba con agudeza la contradicción y los límites de la política exterior del gobierno radical, pero utilizaba este razonamiento para propiciar una política de un acercamiento de mayor alcance con los Estados Unidos y con la Unión Europea.

En el proyecto económico y político del presidente Menem, el alinea-miento con los Estados Unidos y el reordenamiento económico interno se plantearon como prioridades73. Ambos elementos constituyeron dos planos de una unidad, partes de una estrategia global. El mismo canciller Di Tella se expresaba al respecto:

Estimo que la política que hemos seguido es una continuación en cierto sentido de la política que comienza en 1983 con la democracia, que hace esto posible, pero básicamente la política que comienza en 1989 produce un cambio externo e interno. La política exterior que estamos haciendo se traduce al interior: la estabilidad, el equilibrio fiscal, las cuentas ordenadas, la transparencia, las pri-vatizaciones, adoptar normas económicas parecidas a las normas del mundo, y no inventarnos normas económicas y un modelo alternativo que no existió más que en nuestra imaginación. Pero la política exterior tiene autonomía y ha sido necesaria para hacer viable las nuevas relaciones económicas que yo men-cionaba en el caso del Plan Brady. El Plan Brady se hizo en Economía. Pero se hizo posible porque había una política internacional totalmente coherente74.

Es notable en este sentido la coincidencia entre las propuestas del candi-dato radical Eduardo Angeloz y las políticas efectivamente adoptadas por el ex presidente Menem, una vez en el gobierno. Si bien la figura de Eduardo Ange-loz no representaba a la totalidad de un radicalismo profundamente fracturado, el hecho de que él fuera el candidato a la presidencia de 1988 da cuenta de la predominancia dentro del partido radical de esta línea política.

72 BernaL-meza, op. cit., p. 323.73 Busso y BoLogna, op. cit., p. 46.74 dI teLLa, op. cit, pp. 389-390.

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Como prueba de esas coincidencias, en abril de 1989, la oportunidad de la conformación del equipo económico del Ministro de Economía Juan Carlos Pugliese, al que se sumaban Mario Vicens y Pablo Gerchunoff –dos colaboradores del staff de Eduardo Angeloz–, coincidía con la presentación del candidato oficial de la Unión Cívica Radical de la elaboración de un programa poselectoral. Allí se enunciaba la necesidad de una “apertura al mundo” y de “disciplina fiscal”. El eje del discurso fue la necesidad de privatizar, de reducir el déficit fiscal y la desregulación y apertura del comercio exterior. El diario Página/12 del día 11 de abril calificaba en un epígrafe: “Reformas del Estado, cambiaria y fiscal, para la inserción en el mundo de los grandes”.

A propósito de argumentar la necesidad de un ajuste que posiblemente afectara a los asalariados en forma directa, Angeloz expresaba en su trabajo “El tiempo de los argentinos”:

[…] algunos de los milagros económicos que admiramos, los de los pueblos de occidente de Europa y el de Japón, tuvieron como elemento potenciador la utilización de la redistribución del ingreso como mecanismo de ajuste, y las organizaciones sindicales renunciaron o postergaron sus reclamaciones porque debían contribuir con sus sacrificios a la causa del interés nacional [...] Por cierto, los trabajadores de esas naciones se sacrificaban porque sabían que, tan pronto se operase la rehabilitación de sus economías, mejoraría su calidad de vida. Lo que aconteció efectivamente75.

La expresión de “lápiz rojo” para referirse a la necesidad de achicar los gastos del Estado trascendió como síntesis de la posición del candidato radical. Sería el candidato del partido opositor, paradójicamente, quien llevaría a cabo dichas transformaciones.

Una vez en el gobierno, invirtiendo los papeles y los argumentos y sin esbozar crítica alguna, el nuevo oficialismo justicialista se lanzó a justificar la necesidad de una legislación que antes consideraba –públicamente– ideológica y políticamente inadmisible.

Ambos partidos coincidieron en aceptar que las causas de la crisis eco-nómica eran la intervención del Estado en la economía y el proteccionismo. Agravado por la crisis del final del mandato, el radicalismo se comprometió a “no obstaculizar” la sanción parlamentaria de las Leyes de Emergencia Eco-nómica y Reforma del Estado, que fueron el marco legal de la implantación del nuevo modelo. Al mismo tiempo, mal podía oponerse con credibilidad ante la sociedad, por ejemplo en el caso de las privatizaciones, luego de haber sido

75 angeLoz, op. cit., pp. 84-85.

155LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

el que las introdujo en la agenda pública. Sólo parecía quedarle el camino de denostar los métodos elegidos y la concentración de poder que reclamaba el Ejecutivo en desmedro del Parlamento76.

Durante los inicios del período menemista, la UCR mantuvo una perspec-tiva contradictoria con respecto al proyecto neoliberal. Al aceptar el diagnósti-co que atribuía las causas de la hiperinflación al intervencionismo estatal y al agotamiento de la modalidad proteccionista de desenvolvimiento económico, los radicales apoyaron las reformas propuestas por Menem. Al igual de lo que sucedía con la mayoría de los dirigentes peronistas, el neoliberalismo fue considerado por los radicales como la única salida coyuntural ante una situación de urgencia77.

5. concLusIones

Se ha analizado en los cuatro apartados una serie de discrepancias y con-sensos entre el PJ y la UCR y al interior de estos dos partidos.

En primer lugar, los debates en el Parlamento fueron intensos ya que ponían en juego distintas concepciones sobre los cambios en el sistema inter-nacional, sobre la posición internacional de la Argentina y sobre el estilo de la política exterior. Mientras algunos defendían las orientaciones del “realismo periférico” y el paradigma de “relaciones carnales” con los Estados Unidos como única potencia mundial, otros defendían el carácter multipolar del esce-nario internacional y oscilaban entre condenar el envío de tropas o lamentar la forma en la que se había producido, sin consulta al Legislativo y a los países del Grupo de Río.

En segundo término, estos debates también evidenciaron las presiones, éxitos y dificultades para consolidar un modelo económico con su correlato en política exterior. La posición del ex presidente Menem y sus colaborado-res se hizo dominante al interior del partido gobernante, pero también logró importantes apoyos en el radicalismo. En algunos casos, favorecidos por las condiciones de la transición, pero en otros, sobre la base de percepciones co-munes que han sido suficientemente demostradas.

Por último, la coincidencia con respecto al diagnóstico de la crisis eco-nómica y el propio desempeño del radicalismo en la gestión del ex presidente

76 maBeL tHWaItes rey, Tesis Doctoral Inédita, Facultad de Ciencias Sociales, Univer-sidad de Buenos Aires, 2001, p. 82.

77 rIcardo sIdIcaro, La crisis del estado y los actores políticos y socioeconómicos en la Argentina (1989-2001), Libros del Rojas, Serie Extramuros, Universidad de Buenos Aires, 2001, p. 78

156 MARíA CECILIA MíGUEZ

Alfonsín, sobre todo en lo que hace a las negociaciones de la deuda externa y la ausencia de un proyecto de reindustrialización que revirtiera las tendencias iniciadas durante la dictadura militar, limitaron la justa condena que algunos representantes hicieron al envío de tropas al Golfo Pérsico y a la política ex-terior en general.

La administración del ex presidente Menem y los funcionarios e ideólogos allegados hizo propios no sólo los diagnósticos de los Estados Unidos, sino también su discurso legitimador de las intervenciones en países del Tercer Mundo. Líneas políticas dentro de la Unión Cívica Radical, también.

Tanto el radicalismo como el justicialismo tienen una tradición ideológica en materia de política exterior. Para el justicialismo fue la formulación por parte de Juan Domingo Perón de la llamada Tercera Posición, mientras que en el caso del radicalismo esa tradición fue heredada de la influencia krausista en el pensamiento de Hipólito Yrigoyen, en particular de su idea de nación y de las relaciones de las naciones entre sí como libre asociación de autonomías. Sin embargo, hacia fines de la década de los ochenta, y en los noventa en especial, la dirigencia política argentina, proveniente tanto de un partido como de otro, adoptó –no sin conflictos y disputas– un marco ideológico “neoconservador”. Por esa razón, entre otras, radicalismo y justicialismo se vieron divididos y fracturados.

En los debates y posiciones que venimos analizando no podemos identifi-car una posición homogénea y unívoca en ninguno de los dos partidos.

Ya desde el denominado “giro realista”, la diplomacia radical había renun-ciado a liderar movimientos contestatarios del orden internacional vigente, y en el plano interno, sus dirigentes aceptaban que no había alternativa al ajuste interno y al comportamiento externo afín a los requerimientos de las potencias hegemónicas del sistema internacional. Asimismo, con el transcurso de los años durante la presidencia de Alfonsín, las formulaciones de inicio se fueron modificando, y quienes eran sus principales defensores fueron perdiendo prota-gonismo respecto de dirigentes que ya no compartían esa visión del escenario internacional. El carácter conflictivo del avance del nuevo discurso hegemó-nico se expresó en que a pesar del “giro realista” el gobierno radical no aceptó el cese de hostilidades propuesto por Thatcher como condición para negociar en la cuestión de Malvinas, se negó a desactivar el proyecto misilístico Cóndor II a pesar de las intensas presiones de Estados Unidos y otros miembros de la comunidad internacional, como a firmar el Tratado de No Proliferación y ratificar Tlatelolco. Por otra parte, la oposición justicialista se había resistido desde el Parlamento a las nuevas orientaciones del gobierno de Alfonsín que expresaban el acercamiento a los Estados Unidos.

157LOS PARTIDOS POLíTICOS Y EL ENVíO DE TROPAS AL GOLFO PÉRSICO

Conviene aclarar además que en muchos casos las posiciones con respecto a la política exterior de los partidos políticos no constituyen formulaciones a priori, sino que se encuentran sometidas a la dinámica interna. Es decir, tanto a la concepción de la política doméstica como al juego político coyuntural. Tanto el radicalismo como el justicialismo han sostenido posiciones distintas según fueran oficialismo u oposición. Debemos recordar que la discusión del envío de tropas al Golfo se dio a poca distancia de las elecciones que se reali-zaron en 1991. Teniendo en cuenta estos aspectos, se han analizado distintos niveles, no únicamente el discursivo.

Retomando la pregunta que ha orientado esta investigación, se sostiene que la coincidencia respecto de la “necesidad” de la aplicación de las reformas en línea con el Consenso de Washington, la participación de ambos partidos en la aprobación de las Leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado y el grado de acuerdo respecto del análisis sobre la “crisis argentina”, limitaron el alcance de las discusiones respecto de las dimensiones político diplomática y estratégico-militar de la política exterior.

Si bien la UCR no adscribió en el plano diplomático al paradigma del ali-neamiento automático con los Estados Unidos y realizó fervientes objeciones tanto en el ámbito parlamentario como extraparlamentario, al no cuestionar activamente y en forma global la política económica doméstica con la que la nueva inserción internacional se complementaba –privatizaciones, desregu-lación y apertura–, su capacidad para hacer valer sus argumentos opositores quedó reducida a cuestiones de “principios”, o en algunos casos, a una impug-nación de la forma y no del contenido.

Para establecer una política exterior independiente en un país como la Ar-gentina, ésta debe formar parte necesariamente de una estrategia global de de-sarrollo que priorice la autonomía y soberanía en todos los aspectos78. De otro modo, los márgenes de acción posibilitados por una estrategia pendular entre distintas potencias hegemónicas demuestran a corto plazo sus limitaciones y no siempre deben ser entendidas como políticas exteriores autonómicas.

Por lo tanto, a partir de lo analizado y de la inscripción del caso de estudio en los procesos políticos y económicos de la coyuntura, se puede concluir que a pesar de las diferencias existió un importante nivel de acuerdo en sectores

78 Se coincide con Spiguel y Rapoport cuando afirman que “A contracorriente de las recetas “globalizadoras” y la retórica que acompaña las aventuras imperiales del presente, toda la historia de Argentina, y particularmente su historia reciente, revelan que la soberanía de las naciones periféricas, con base en su autonomía económica, es condición fundamental para garantizar una verdadera democracia”, marIo raPoPort y cLaudIo sPIgueL, Política exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001), Buenos Aires, Ediciones Capital Intelectual, 2005, p. 90.

158 MARíA CECILIA MíGUEZ

de la dirigencia política en cuanto a la necesidad de implementar una inserción internacional afín a las potencias hegemónicas en el marco de la exaltación de la globalización y que ese acuerdo traspasó las barreras partidarias, pro-duciendo importantes transformaciones y desplazamientos tanto en la UCR como en el PJ.

El sentimiento partidista presente en el inicio de la Conquista del Perú –

Supervivencia medieval en los conflictos entre Pizarro y Almagro

danIeLLe PyUniversidad del Salvador

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resumen

El siglo XVI americano fue escenario de la lucha de partidos entre los españoles que defendieron con vigorosa fidelidad a sus respectivos líderes. En la Conquista del Perú se encuentra el caso que mejor demuestra el nivel de violencia que alcanzaron las rivalidades partidarias. Fue en la singular, difícil y posteriormente violenta relación entre Diego de Almagro y Francisco Piza-rro desde la salida de Panamá en 1524 hasta la lucha por la dominación de la ciudad del Cuzco en 1538.

PaLaBras cLaves

Conquista del Perú – Conquistadores Españoles – Sentimiento Partidista – Diego de Almagro – Francisco Pizarro.

aBstract

American XVI century experienced the struggle between Spanish par-ties that vigorously and loyally defended their respective leaders. And Peru’s Conquest is one of the best cases to illustrate the level of violence partisan ri-valries achieved, as the difficult and later violence relationship between Diego de Almagro y Francisco Pizarro showns.

Temas de HisToria argenTina y americana, XVII (Julio-diciembre de 2010) pp. 159-180.

160 DANIELLE PY

Key Words

Peru’s Conquest – Spanish conquerors – Diego de Almagro – Francisco Pizarro.

IntroduccIón

La conquista del Perú en la primera mitad del siglo XVI fue marcada por las disputas territoriales entre los dos principales representantes españoles, Francisco Pizarro y Diego de Almagro, quienes condujeron grupos de hombres que los defendieron hasta los últimos recursos.

El propósito de esta investigación es analizar las características grupales e individuales de quienes participaron empíricamente en los hechos de estos conflictos, hombres oriundos de la Península Ibérica signados por vestigios medievales en su modo de actuar y de vivir, principalmente en el sentimiento de unión y fidelidad que los alió a Diego de Almagro o a Francisco Pizarro.

eL sentImIento PartIdIsta en La mentaLIdad medIevaL. La IdIosIncrasIa deL conquIstador esPaÑoL

Era una supervivencia del viejo y fuerte sentimiento que unía a los auxiliares juramentos con el demandante y los hombres de guerra con su señor, y que se inflamaba, rotas las hostilidades, con una pasión que lo olvidaba todo. Era un sentimiento partidista, no un sentimiento político.La última Edad Media es la época de las grandes luchas de partidos. (…) El orgullo de familia y la sed de venganza, la lealtad apasionada por parte de los súbditos, son entonces impulsos perfectamente primarios1.

La estructura social medieval fue singularizada por la formación de gru-pos de las más diferentes índoles, encajados dentro del sistema socio económi-co que caracterizó la cosmovisión del orbe europeo medieval occidental.

[...] el hombre del medievo estaba siempre, de una manera o de otra, vinculado a un grupo. Los lazos que unían a los componentes de un grupo eran mucho más fuertes que los lazos entre los grupos o entre individuos pertenecientes a distintos grupos: los lazos sociales eran ante todo interiores al grupo2.

1 joHan HuIzInga, El otoño en la Edad Media, Madrid, Alianza, 1990, pp. 30, 31. 2 arón gurIevIcH, Las categorías de la cultura medieval, Madrid, Taurus, 1990, p. 215.

161EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

El hombre medieval era naturalmente miembro de una comunidad3 en la cual estaban estrechamente relacionados y los unía un peculiar sentimiento con mezcla de solidaridad, respeto, fidelidad y defensa el uno del otro, que Huizinga llamó sentimiento partidista.

Este sentimiento estuvo muy bien representado en el grupo de varones nacidos de la fórmula que peculiarizó la sociedad medieval – la hereditariedad. La herencia, a través de la cual los hijos primogénitos poseían el derecho de seguir con las posesiones del padre sea en las propiedades o en los títulos, ge-neró naturalmente una segunda clase de hijos no primogénitos, que terminaron uniéndose y formando grupos de hombres conocidos como “segundones” o como ha dicho George Duby, los “Juventus”4.

Estos jóvenes, privados de la herencia de las familias, tuvieron que pro-curar su ubicación dentro de una configuración social inicialmente cerrada a ellos. El sendero encontrado fue el de la aventura, del vagabundeo errante que terminó por llevarlos a un desplazamiento geográfico. La sociedad medieval no los marginó sino que los encajó utilizándolos para otras necesidades de la época. Fueron atraídos por uno de los principales pilares medievales –la Iglesia– que atrajo a su causa misionera a esta juventud de los “no primogéni-tos”; inicialmente ociosa, sin tierras, sin poder aunque combativa. El traslado inicialmente natural y sin rumbo tomó forma y sentido transformando a estos jóvenes en los “caballeros andantes dedicados al servicio de Dios”5. Los cua-les pasaron a vivir y actuar dentro de un molde cristiano conocido como los “cristianos de la militia Christi”6.

Estos varones fueron uniéndose, formando e incorporándose a grupos de iguales, construyendo un tipo de hermandad. Estas agrupaciones se consolida-ron alrededor de un superior que los mantenía distribuía, armas y dinero y los guiaba hacia la aventura, lo desconocido y el premio7. Una de sus principales características fue el hecho de errar, deambular, rechazando la permanencia en

3 Ibídem, “Las uniones de vasallos, las uniones de caballeros y órdenes de caballería, las órdenes monásticas y el clero católico, las comunas urbanas y las corporaciones de artesanos; los grupos de defensa y las cofradías religiosas; las comunidades rurales y los grupos creados por lazos de sangre y parentesco, los grupos patriarcales y los círculos familiares eran, entre otros, los grupos humanos que reunían a los individuos en pequeños mundos, aportando a sus miembros defensa y protección, y se formaban también sobre la base de la reciprocidad en el intercambio de servicios y ayudas”.

4 george duBy, Hombres y estructuras de la Edad Media, México, Siglo XXI, 2000, p. 12.

5 Ibídem.6 Ibídem, p. 13.7 Ibídem, p. 136.

162 DANIELLE PY

donde fuera. Los grupos se pusieron en marcha, vagando por todas las tierras, buscando aventuras entre los torneos y la guerra. Estas compañías8 fueron a la vez la bandera de la aventura, violencia, agresividad y de la turbulencia. A partir del siglo XIII este grupo nacido de los “segundos” ya estaba totalmente estructurado, con normas internas y poseía su lugar dentro del ámbito de la sociedad medieval de entonces.

Con el advenimiento del siglo XVI la España de los Reyes Católicos, ya moderna en su línea histórica, poseía resquicios de la cosmovisión medieval. Lo conocido en la historiografía como “Conquista de América” trajo al con-tinente americano la cultura occidental plasmada en muchos de sus aspectos de resquicios del largo pasado medieval. Entre ellos las peculiaridades de grupos de varones conformados básicamente por los “juventus”. Hombres que en el siglo XVI ya poseían intrínseco a su propia conformación individual, las características, los valores, el modo de actuar y los sentimientos de este grupo, como verdades establecidas en su ser. Los hombres ya pensaban y se comportaban naturalmente como errantes, aventureros, juntándose a grupos liderados por un jefe, yéndose hacia lo inexplorado.

Para este grupo el hecho de cruzar el océano Atlántico y lanzarse hacia lo desconocido fue quizá la mayor odisea que pudieron imaginar emprender. La sed de riquezas, la impulsividad, la herencia de sangre combativa, la ne-cesidad psicológica de dominar, la necesidad de igualar, cuando no superar, empresas heroicas y fortuna de otros guerreros singularizaron a los primeros conquistadores de América9.

Es el mismo valor ciego, que parte confiando únicamente en sí, hacia lo des-conocido, el mismo afán de lucro y de poder, la misma confianza en el azar, el propio dinamismo, la propia ascensión de los héroes hasta la dignidad cesárea, el propio fin desastrado. Una y otra aventura prueban semejante espíritu colec-tivo, a pesar del localismo y de los particularismos de las distintas provincias que integran a España10.

8 En el caso de América, la compañía era el conjunto de hombres armados que acompa-ñaban a un capitán que había recibido, por haber capitulado el rey, el gobierno de una tierra y la misión de conquistarla y poblarla. El compañero participaba de la expedición y su recom-pensa consistía en una parte del eventual botín de guerra. En: aLBerto m. saLas, mIgueL a. guerIn y josé LuIs moure (eds.), Crónicas iniciales del Perú, Buenos Aires, Editorial Plus, 1987, p. 50.

9 r. BLanco-fomBona, El conquistador español del siglo XVI, Madrid, Mundo Latino, s.f., p. 242.

10 Ibídem, p. 243.

163EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

Los conquistadores eran en general jóvenes, aunque los superiores eran hombres maduros. La relación dentro de los grupos era vertical, siendo la autoridad del mando asegurada por el encargo real, dada por las respectivas experiencias de estos futuros jefes. No provenían de la nobleza siendo un pe-queño porcentaje eran de hidalgos, el grado más bajo de la nobleza española. Los demás eran de la clase popular “gente desvalida y audaz que va en pos de fortuna”11.

Los jefes de las huestes fueron hombres que reunieron condiciones de muy diversa índole como dinamismo, impetuosidad, sed de aventura, curiosidad del descubrimiento, y la decisión de los guerreros que partieron dispuestos a combatir, no a un enemigo, sino contra el obstáculo que se presentara bajo la magnitud y forma que asumiera. “Puede ser vivo, inerte, un ejército, una cordillera, una peste, una plaga, el mar. Hombres, clima, tierra, frutos, fieras, insectos, enfermedades, todo allí resulta desconocido y casi todo hostil”12.

La formación de las hermandades de los “juventus” descripta por Duby fue con el tiempo germinando dentro de ellas mismas lo que Huizinga llamó el sentimiento partidista. Sentimiento caracterizado por la apasionada e infla-mada fidelidad hacia el superior y hacia el grupo de pertenencia. Esta peculiar lealtad conllevaba dentro de sí la ciega pasión hacia los hombres de la misma agrupación y generalmente la total hostilidad hacia los demás grupos. Los españoles que llegaron a América tenían las características de los grupos de los “juventus”: en la sed por la aventura, en la necesidad de errar por donde fuera, de salir de un punto fijo y dejarse ir en la búsqueda del botín. América fue el escenario que abrigó la llegada de estos grupos, su lucha con el ambien-te, muchas veces hostil, el encuentro con los pueblos autóctonos y en un plazo muy corto las disputas entre ellos.

El siglo XVI americano fue escenario de las luchas de partidos entre los españoles que defendieron las voluntades de sus respectivos líderes. Hombres que levantaron banderas no sólo por la corona sino por sus mismos jefes. En la conquista del Perú se encuentra el caso que mejor demuestra el nivel de violencia a que pudieron llegar las rivalidades partidarias entre los españoles en América. Fue en la singular, difícil y posteriormente violenta relación en-tre Francisco Pizarro y Diego de Almagro desde la salida de Panamá en 1524 hasta la lucha por la dominación de la ciudad del Cuzco en 1538.

11 Ibídem, p. 197. 12 Ibídem, p. 253.

164 DANIELLE PY

Las dIferencIas y La formacIón de Los gruPos de PIzarrIstas y aLmagrIstas

Francisco Pizarro [...] pidió licencia para descubrir por aquella costa del Mar del Sur, [...] Y partió de la ciudad de Panamá a catorce días del mes de no-viembre de mil y quinientos y veinte y cuatro años, llevando en su compañía ciento y doce españoles, los cuales llevaban algunos indios para su servicio. Y comenzó su viaje, en el cual pasaron muchos trabajos por ser invierno y los tiempos contrarios. [...] Pocos días antes había partido en seguimiento y busca del capitán Pizarro el capitán Diego de Almagro, su compañero, con otro navío y con setenta hombres, y navegó hasta llegar al pueblo donde el capitán Pizarro fue desbaratado13.

Francisco de Jerez, el cronista oficial de la hueste de Francisco Pizarro, narra los primordios de la conquista del Perú iniciados en el año de 1524, cuando Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el religioso Hernando de Luque14, apoyados inicialmente por el gobernador de Panamá, Pedro Arias Ávila15, iniciaron el viaje de conquista hacia el sur de América. Los tres socios se comprometieron en participar por partes iguales de las riquezas y el poder que esperaban encontrar.

El viaje constituyó toda una odisea a ser narrada, sea por las situaciones inhóspitas generadas por la falta de recursos, por el clima de regiones hasta en-tonces desconocidas y principalmente por la falta de seguridad de lo que iban a encontrar en la parada siguiente. La relación entre los dos líderes comenzó dentro de una órbita extremadamente delicada y difícil, en la cual tuvieron que decidir y definir mes por mes si continuaban el viaje o no y más aún convencer a los demás hombres de la hueste, bajo la situación hostil y de penumbra, a continuar en la empresa. “De esta manera anduvieron tres años pasando gran-

13 Francisco de Jerez, “Verdadera Relación de la Conquista del Perú y Provincia del Cuz-co”. En: Crónicas iniciales de la Conquista del Perú, Edición a cargo de aLBerto m. saLas, mIgueL a. guerín y josé LuIs moure, Buenos Aires, Editorial Plus, 1987, pp. 149, 151 (se actualiza la grafía de todos los documentos citados).

14 Willian Prescott considera que “Luque no era en realidad una de las partes del contrato. Representaba a otra persona que le hacía entrega de los fondos necesarios para la empresa”. En WILLIan Prescott, El trágico fin del imperio Inca, Geneva, 1972, Crémille, p. 43. La historia-dora Lorandi afirma que Hernando de Luque fue utilizado en esta sociedad como testaferro de Gaspar Espinosa, el verdadero tercer socio financista de la expedición. En ana maría LorandI, Ni ley, ni rey, ni hombre virtuoso. Guerra y sociedad en el virreinato del Perú, siglos XVI y XVII, Buenos Aires, Gedisa, 2002, pp. 22,23.

15 El gobernador de Panamá en el año de 1524 es también conocido como Pedrarias, en WILLIan Prescott, op. cit., p. 42.

165EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

des de ellos, que no quedaron vivos cincuenta, sin descubrir hasta en fin de los tres años buena tierra, que todo era ciénagas y anegadizos inhabitables”16. Los primeros años fueron los preámbulos de lo que iba a caracterizar y determinar la relación personal entre Diego de Almagro y Francisco Pizarro.

Durante siete años, desde 1524 hasta la llegada de Pizarro a Cajamarca en el año de 1531, los dos socios repartieron las atribuciones de la expedición. Almagro regresó varias veces a la sede en Panamá en búsqueda de las provi-siones necesarias para los hombres que habían quedado con Pizarro en algún punto fijo de la costa pacífica.

Vueltos con la dicha gente a Panamá, destrozados y gastados, que ya no tenían haciendas para tomar provisiones y gente, que todo lo que habían gastado, el dicho Pedrarias de Avila les dijo que ya él no quería más hacer compañía con ellos en los gastos de la armada, que si ellos querían volver a su costa, que lo hiciesen; y así, como gente que había perdido todo lo que tenía y tanto había trabajado, acordaron de tornar a proseguir su jornada y dar fin a las vidas y ha-cienda que les quedaba, o descubrir aquella tierra; y ciertamente ellos tuvieron grande constancia y ánimo, viendo el poco fruto que hasta allí habían sacada, en osar tornar a meter el resto por mar y costa tan sin provecho17.

En el párrafo del manuscrito, el autor18 relata uno de los primeros viajes de regreso de Almagro a Panamá, en el cual el gobernador Pedro Arias de Avila se negó a seguir financiando la empresa de conquistar tierras al sur. Aunque en esta fecha el clérigo Hernando de Luque logró persuadirlo de no abandonar la causa, posteriormente el gobernador desautorizó el apoyo. Después de este episodio, en el año 1526, se añadía a las inmensas dificultades propias de la empresa, los problemas políticos y económicos que sensibilizaron notablemen-te la relación del cogobierno de la expedición. Fue el primer gran problema en-tre los dos líderes, relatado por Prescott “[...] pero Pedrarias, al mismo tiempo que daba su consentimiento, a regañadientes, para la empresa, hizo sentir su

16 francIsco de jerez, op. cit., p. 153. 17 anónImo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de

Santa Cruz)”. En: Crónicas iniciales de la Conquista del Perú, Edición a cargo de aLBerto m. saLas, mIgueL a. guerín y josé LuIs moure, Buenos Aires, Editorial Plus, 1987, op. cit., pp. 273,274.

18 De acuerdo con el estudio preliminar de Miguel Alberto Guerín, en esta misma edición, este documento presenta problemas de autoría. En su primera edición en el año de 1879 fue considerada como obra de Miguel de Estete, sin embargo estudios posteriores no pudieron asegurarlo y es hoy en día considerada obra de autor anónimo, y lo único que se puede afirmar de acuerdo con Guerín es que el autor fue uno de los veinticuatro españoles que acompañaron a Pizarro a la llegada al santuario de Pachacamac. Ibídem, p. 256.

166 DANIELLE PY

descontento a Pizarro, designando a Almagro para que mandase, juntamente con él y con la misma autoridad, la proyectada expedición. [...]. Esto produjo un enfriamiento de la amistad entre los dos hombres [...]”19.

Tras la llegada a Tumbes, Pizarro recogió importante datos sobre los In-cas, regresó a Panamá y en unos meses a España, para firmar capitulaciones de la conquista que proyectaba.

[...] Pizarro con su gente se volvió a Panamá a dar la buena nueva de lo que ha-bía visto, dando por autor de la grandeza de Tumbez [...] dejando toda la gente en la dicha Panamá e isla suya, se partió con las dichas muestras de indios y ovejas para España a dar a nueva a Su Majestad, con menos de mil ducados que poder gastar, y aún estos prestados de amigos suyos20.

Venido en España, que fue el año de [...], su Majestad, visto sus trabajos y lo que había gastado en aquel descubrimiento y la relación y muestras de la tierra, le proveyó por gobernador y capitán de ella, señalándole cierta cantidad de tierra tomada de norte a sur, y le hizo adelantado y le dio el hábito de Santiago y cier-tas tenencias de fortalezas, y se tomó con él asiento. [...] quedando en la dicha Panamá el dicho capitán Almagro, su compañero, para proveerle siempre de gente y armas y lo que más pudiese, aunque descontento de ver que para sí no había negociado el dicho Pizarro ninguna cosa en que Su Majestad le honrase, sino que todos los títulos y mercedes habían recaudado para sí21.

El rey invistió a Pizarro con títulos de gobernador, adelantado y alguacil mayor, y a Almagro le fue concedido la gobernación de la fortaleza de Tumbes y una declaración de hidalguía22. El regreso de Pizarro con los títulos y las gobernaciones concedidas por el rey y la falta de equivalencias con relación a lo que fue destinado a su socio, Diego de Almagro, resultó en una nueva crisis entre los dos. Antes de su regreso, Pizarro reclutó en Trujillo, su ciudad natal, la mayor cantidad de hombres entre amigos y parientes, entre ellos varios de sus hermanos23,

y así despachado de esta Corte, se fue con toda la más gente que pudo llevar de España a poner en la ciudad de Panamá y allí aderezó e hizo publicar por

19 WILLIan Prescott, op. cit., p. 42.20 anónImo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de Santa

Cruz)”, en op. cit., pp. 276, 277. 21 Ibídem. 22 ana maría LorandI, op. cit., p. 35. 23 Entre ellos los más conocidos: Gonzalo, Hernando y Juan Pizarro.

167EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

todas las Indias vecinas donde había españoles, su ida, y [...] se movieron para ir con él en la dicha conquista, y así aderezado de todo lo que pudo llevar y con [...] españoles y [...] caballos, con los bastimentos y pertrechos que pudo meter en siete navíos [...] se embarcó24.

Almagro, aunque sumamente insatisfecho con las novedades de los títu-los y reconocimientos recibidos por Pizarro, era una pieza fundamental en la logística de la conquista peruana, pues todos los aprovisionamientos de los re-cursos de alimentos, hombres y armas necesarios para el desarrollo del regreso a Perú dependían de aquel, de modo que su participación era fundamental en el proceso final. Los dos socios se pusieron nuevamente de acuerdo con la promesa de que en un futuro sería gestionada a Almagro una gobernación igual a la concedida a Pizarro.

El siguiente desliz en la relación de los dos conquistadores se dio con el reparto del oro y plata en Cajamarca, en el año 1533. El reparto en sí y sus consecuencias están descriptos en varias fuentes y la mayoría de ellas hace referencia al desagrado de Almagro frente al hecho. Almagro, de acuerdo con lo definido al inicio del proceso de conquista, era el hombre que iba a aprovi-sionar la hueste de Pizarro, por ello llegó más tarde a Cajamarca, cuando la hueste ya estaba bajó en control de Pizarro. “Él se partió y el señor Gobernador hizo las partes. Fue cada una parte de la gente de pie cuatro mil y ochocientos pesos de oro, y los de caballo al doble, sin algunas ventajas que fueron hechas. Dio el señor Gobernante a la gente que había venido con Diego de Almagro, del oro de la compañía, antes que se repartiese, veinte y cinco mil pesos de oro, porque tenían alguna necesidad”25.

24 anónImo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de Santa Cruz)”, op. cit., p. 277.

25 anónImo, “La conquista del Perú, llamada la nueva Castilla, la cual tierra por divina vo-luntad fue maravillosamente conquistada en la felícisima ventura del emperador y rey, nuestro señor, y por la prudencia y esfuerzo del muy magnífico y valeroso caballero, el capitán Fran-cisco Pizarro, gobernador y adelantado de la nueva Castilla, y de su hermano Hernando Piza-rro, y de sus amigos capitanes y fieles y esforzados compañeros que con él se hallaban”. En: Crónicas iniciales de la Conquista del Perú, op. cit, p. 115. (La autoría de este manuscrito fue dada inicialmente a Fernandez de Oviedo en 1545, en el año de 1853 fue atribuida a Francisco de Jerez, del mismo modo que años después fue atribuida a Miguel de Estete. Sin embargo los estudios contemporáneos nos dicen que no fue escrita por un cronista oficial. Posteriormente fue dada la autoría a Cristóbal de Mena, sin embargo de acuerdo con el estudio de Miguel Alberto Guerín la identificación con Mena no está probada y afirma que toda identificación será muy riesgosa. En Crónicas iniciales de la conquista del Perú, cit., p. 87.

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Aquí hallamos que era ya llegado el capitán Almagro con cierta gente y navíos, los cuales quedaban en el puerto de San Miguel, y él se había venido por tierra, por los mismos pueblos donde el dicho gobernador Pizarro había venido. Lle-gado el dicho Hernando Pizarro y Almagro, todos juntos comenzaron a tratar del repartimiento del oro y plata, y así se hizo y repartió entre la gente, dando al de caballo dos partes y al de pie una, y sacado el quinto para Su Majestad, lo demás se repartió a disposición del dicho Gobernador, [...]. A la gente que llegó después de todo el recogido, con Almagro, se le dio algún socorro de gracia, no porque ellos tuviesen parte en él26.

La contabilidad del reparto de Cajamarca llevada a cabo entre los días 15 y 22 de junio de 1533, fue notariada por Francisco de Caravantes. Allí discrimina todo el oro en pesos y la plata en marcos, hombre por hombre. Francisco Pizarro recibió del botín 2.350 marcos de plata y 57.220 pesos de oro; Hernando Pizarro recibió 1.267 marcos de plata y 31.808 pesos de oro, Francisco de Jerez y Miguel de Estetes, los cronista oficiales de la expedición recibieron cada uno 362 marcos de plata y 8.880 pesos de oro. Los hombres de infantería recibieron entre 135 y 181 marcos de plata y entre 3.330 y 4.540 pesos de oro27. “En diez y ocho de dicho mes28 el dicho Señor Gobernador hizo sacar y sacó veinte mil pesos de oro para la gente que vino con Diego de Almagro en socorro para pagar y otras necesidades que suelen tener la gente que es recién venida a tierra nueva, lo cual recibió el dicho capitán Diego de Almagro para los repartir entre la gente”29. Por lo tanto Almagro y todos sus hombres recibieron en el primer botín de la conquista del Perú menos que los hombres de caballería de la hueste de Francisco Pizarro.

Cajamarma significó, en la relación de los dos conquistadores, mucho más que el reparto de metales preciosos. Este había sido el primer botín desde el inicio de la conquista en el año 1524. Diego de Almagro y los hombres de su compañía, que desde un inicio eran los que se ocupaban de la logística de las provisiones para la compañía de Pizarro, que iba a la vanguardia, no estaban en el momento oportuno cuando los que iban a la delantera llegaron a Caja-marca. El hecho los dejó en desventaja respecto del primer gran botín anhelado desde hacía nueve años. Los resentimientos que databan desde la distribución

26 anónImo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de Santa Cruz)”, en op. cit., p. 305.

27 francIsco de caravante, “Texto de la Noticia General del Perú. Constancias notariales del reparto del tesoro del rescate de Atahuallpa a cabo en Cajamarca entre los días 15 y 22 de junio del año de 1533”. En: La relación de Pero Sancho, Edición a cargo de LuIs a. arocena, Buenos Aires, Plus, 1986, pp. 236-242.

28 El autor hace referencia al mes de junio del año 1533.29 Ibídem, p. 243.

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de los cargos dados a Pizarro en España, se agudizaron totalmente. Si antes de Cajamarca la división partidaria entre el uno y el otro podía aún ser disi-mulada, después de este hecho ya no podía ser disfrazada ni armonizada por nuevas promesas de igualdad entre los dos líderes. Estaba claro el escenario, y la imposibilidad de compartir el liderazgo hacía que las demandas de Alma-gro fueran minadas casi naturalmente por la creciente autoridad de Francisco Pizarro. “El proyecto inicial de compartir gloria, poder y riquezas en partes iguales se derretía ante los ojos de Almagro y no conseguía alterar el curso de los acontecimientos”30.

Los conflictos en esta relación comenzaron a contagiarse a los demás miembros de cada una de las agrupaciones, generando pronto las posteriores pasiones de un grupo hacia el otro. Las cartas del clérigo Hernando de Luque y Gaspar de Espinoza al emperador Carlos V describen perfectamente el ambiente andino plasmado de hostilidades entre los dos grupos de españoles liderados por Pizarro y Almagro. En la carta de Luque año de 1532 leemos:

Vuestra Majestad se ha servido de mandar al gobernador Francisco Pizarro y el capitán Diego de Almagro que estén en toda amistad y conformidad como lo han estado el tiempo que más conformes estuvieron, y que la persona que da ocasión y estorbo a ellos salga de la tierra; y tense por cierto así de los que vienen como de todos los que de allá lo escriben, que Hernando Pizarro, hermano del gobernador, es causa de toda la discordia, porque va a la mano del gobernador a que no se haga más que la voluntad de Hernando Pizarro [...] y tense por muy cierta opinión entre los vecinos de esta ciudad que sienten la cosa, que mientras Hernando Pizarro estuviese en la tierra, que jamás podrán tener paz no conformidad ni hacerse cosa que convenga al bien y pacificación y población de la tierra, porque de continuo han de haber pasiones31.

En la segunda parte de la misma epístola, Luque aclara perfectamente el panorama, mostrando la falta de claridad entre Pizarro y Almagro y entre los suyos, pues según aquel la principal preocupación debería ser la de poblar las ciudades y no “distraerse” en discordias pasionales que llevarían pronto a la violencia:

Así mismo suplico a Vuestra Majestad que mande al gobernador Pizarro y al Capitán Diego de Almagro que entiendan en poblar esta gobernación sin

30 ana maría LorandI, op. cit.p. 50.31 Hernando de Luque, “Carta del Maestrescuela al Emperador fechada en Panamá el 20

de octubre de 1532”. En: La relación de Pero Sancho, cit., p. 225.

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distraerse ni derramar a otras con capitanía ni gente, a lo menos hasta que ésta esté poblada como conviene; y que el capitán Almagro sea obediente al gober-nador. Así mismo suplico a Vuestra Majestad, como agradecido príncipe, sea servido al capitán Almagro por si imperial mano le haga capitán, acatando lo que ha servido, de la cual merced todos cuantos hay en la tierra holgarán por ser como ha sido amigo y lo es de todos32.

La pasión y la fidelidad inflamada hacia el líder que caracterizaba el senti-miento medieval descripto por Huizinga están claramente reflejadas en la carta de 1532 de Gaspar de Espinoza al Emperador, en la cual además de afianzar las palabras de Hernando de Luque, hace referencia a los demás hombres del grupo que avivan las diferencias.

Ya Vuestra Majestad ha sido informado de las pasiones que ha habido entre estos compañeros que son el gobernador Francisco Pizarro y el maestrescuela electo obispo del Perú y el capitán Diego de Almagro y las causas, porque yo por otras he hecho relación a Vuestra Majestad, como persona que entendí en la pacificación de entre ellos; y los medios que para ello se tuvieron y se dieron y no pudieron ni han podido ser tantos que hayan bastado para que siempre no hayan quedado algunos rastros de pasiones; y estas las causan los terceros que andan entre ellos. [...]. Conviene al real servicio de Vuestra Majestad al presen-te no se de lugar ni crédito a cosa de esta calidad, sino que Vuestra Majestad les mande a ambos que estén y perseveren en su paz y concordia y se continúe la conquista y pacificación y población de la tierra33.En Cuzco el reparto del botín fue equitativo entre los hombres de Pizarro y de Almagro. En esta segunda partición entró toda la gente que había ido con Almagro y él también, donde se le dio aventajada parte como a persona que había gastado mucho de su vida y hacienda en aquella demanda, aunque de ver que él no tenía mando de la tierra, mostraba desabrimiento y estar desconten-to de la compañía de Pizarro, y allí comenzaron a andar a malas y haciendo corrillos y parcialidades34.

El principal problema a partir de Cuzco pasó a ser en referencia a las equi-valencias de mando y de límites de jurisdicción. Hernando Pizarro se dirigió a España y el emperador Carlos V dividió geográficamente las conquistas en

32 Ibídem, p. 226. 33 gasPar esPInosa, “Carta al Emperador del licenciado fechada en Panamá a 20 de octu-

bre del año de 1532”. En: La relación de Pero Sancho, cit., pp. 230, 255, 256. 34 anónImo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de Santa

Cruz)”. En: op. cit., p. 315.

171EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

América del Sur realizadas hasta entonces. “Los límites de la jurisdicción del gobernador se extendieron 70 leguas más al sur [...]. Esta vez no cayeron en el olvido los servicios de Almagro. Se le concedió el derecho de descubrimiento y posesión del país hasta doscientas leguas [...] a partir del límite meridional del territorio de Pizarro”35. Almagro, además de la jurisdicción, obtuvo el título de adelantado con la idea de conquistar más leguas al sur del territorio de Pizarro.

Antes del regreso de Hernando Pizarro a Perú, con las novedades de las nuevas delimitaciones, éste nombró a Almagro gobernador de Cuzco. A su lle-gada para tomar el control de la ciudad se encontró con inmensa hostilidad de los otros dos hermanos de Pizarro, Juan y Gonzalo, que hasta entonces estaban al mando. La ciudad se dividió en dos bandos. “Los hermanos Pizarro, por su parte, insistían en reclamarla. La disputa se fue acalorando. Cada bando tenía sus partidarios. La ciudad se dividió en facciones y el municipio, los soldados e incluso la población indígena tomaron parte de la querella”36. Cuzco fue desde un principio motivo de disputa entre los dos partidos, pues nadie tenía claro por dónde pasaban los límites de los territorios concedidos a Pizarro.

En la disputa inicial por el mando de la ciudad núcleo del Imperio Inca entre 1534 y 1535, las pasiones que hasta entonces habían quedado conteni-das dentro de emociones individuales de uno u otro, tomaron otra forma y la disputa comenzó a ser construida y alineada de diferente manera. Después de diez años de conquistas los grupos ya estaban formados y cada uno de ellos poseía sus fieles partidarios. Los bandos ya existían, y como afirmó Prescott hasta la población indígena eligió su partido. La facción de Francisco Pizarro es considerada en la historiografía sobre el tema como la más sólida y fuerte basada en una unión de parientes y seguidores cercanos, entre los principa-les Gonzalo y Hernando Pizarro, Diego de Alvarado y Pedro de Candía. Sin embargo, aunque Diego de Almagro no estuvo en España para reclutar a los suyos, obtuvo en los años que trabajó incesantemente en la empresa partidarios tan fieles como los de su rival, como Rodrigo de Orgoñez, García de Alvarado, Hernán Ponce y Cristóbal de Sotelo. Las pasiones de los dos bandos pasan a ser, a partir de la lucha por la posesión de Cuzco, las que lideran el protago-nismo de los hechos.

35 WILLIan Prescott, op. cit., pp. 117, 118.36 Ibídem, p. 120.

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Las consecuencIas de La dIvIsIón PartIdIsta en Los HecHos de La conquIsta deL Perú

El inicio de las tensiones por la posesión del Cuzco se apaciguó momen-táneamente con la decisión de Almagro de realizar una expedición hacia el sur del continente. La nueva empresa, llamada Campaña de Chile, fue conocida por las inmensas penurias que pasó la hueste, sobre todo en el camino de ida cruzando los Andes, viaje en el cual murió una gran cantidad de nativos y españoles. También resultó penoso el camino de regreso cuando Almagro decidió retornar por el desierto de Atacama entrando por el sur del Perú. El resultado de la expedición, fue el más estéril desde que salieron de Panamá. No encontraron absolutamente nada comparado a lo que habían visto en Cajamarca o Cuzco, además de las penurias causadas por la naturaleza más inhóspita en que habían estado hasta entonces.

Almagro regresó al territorio peruano con la decidida y firme idea de tomar posesión de Cuzco. Luego de entrar por el sur tomó conocimiento de la contienda entre los españoles y la población autóctona bajo las órdenes de Manco Inca. Éste, con el apoyo de los almagristas, había asesinado ya a varios españoles del grupo de Pizarro. Los intereses de los dos grupos, es decir el de Manco y el de Almagro se unieron en contra de la autoridad reinante hasta entonces –la de los Pizarro.

Hernando Pizarro, con los españoles del Cuzco, venía acercándose hacia Urcos, los indios, con grandes voces, salían para ellos, diciéndoles que ya era venido el tiempo en que habían de ser vengados de las muchas muertes que habían dado a sus amigos y parientes, porque Almagro y el Inca se concerta-ban para después de haberse confederado, ir contra ellos al Cuzco y matar a cuantos en aquella ciudad estuviesen37.La pasión medieval por el partido, a partir del retorno de Almagro, pasa a ser la protagonista de los Andes y la que de hecho comienza a dar vida a los acaecimientos. La ciega pasión con que el hombre medieval se entregaba a su partido, a su señor [...] era también en parte una forma de expresión de aquel inconmovible, pétreo sentido de derecho, [...] de aquella incontrastable certidumbre de que todo acto exige una postrera sanción. El sentido de la justicia era todavía pagano en sus tres cuartas partes. Era la necesidad de venganza. [...]38.

37 Pedro cIeza de León, Guerras Civiles del Perú. Guerra de las Salinas, Tomo I, Madrid, García Rico, s.f., p. 12.

38 joHann HuIzInga, op. cit., p. 34.

173EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

En 1537 Almagro tomó la posesión del Cuzco, “[...] venido de Chile Don Diego de Almagro, entró en el Cuzco por fuerza de armas, y prendió a Hernando Pizarro, que en él era lugarteniente del Gobernador Don Francisco Pizarro, y saliendo del Cuzco fue a la puente de Abancay y desbarató y pren-dió a Alonso de Alvarado”39. Tras una débil resistencia de los dos hermanos Pizarro, la victoria de los almagristas en la batalla de Abancay y la captura del capitán pizarrista Alonso de Alvarado, los Andes centrales pasaron a estar bajo el mando del grupo de Almagro.

La incomprensión de los límites adjudicados por Carlos V a los dos líderes fue la excusa para la violencia en la entrada forzada de Almagro a Cuzco, del mismo modo que los resultados inmediatos con la prisión de los dos hermanos Pizarro, la posterior batalla y la prisión de Alvarado. Sin embargo, está claro que las pasiones, las diferencias y la falta de equilibrio de la distribución de lo conquistado entre los dos hombres que iniciaron la conquista, fue la gene-radora de todos los hechos. Pedro Cieza de León, en el inicio de su obra sobre la guerra partidaria emite su opinión:

Mas ya que el gobierno de la ciudad del Cuzco dicen que fue la causa de estas guerras, no dejaré de creer que se formaron más por envidias y rencores, que ya eran viejas, entre Almagro y Hernando Pizarro, y los émulos que hubo de una parte a otra, que pudieran, si quisieran, entre venir cuerdamente y no dar lugar a que la tal plaga se extendiera40.

La crueldad, la venganza y la pasión son las palabras que hace hincapié Cieza en la introducción de su crónica: “[...] y que no ha habido en el mundo gentes de una nación que tan cruelmente las siguiesen, olvidados de la muerte y no dándose cuenta nada por perder la vida por vengar unos de otros sus pasiones”41. El cronista bautiza los dos bandos, “de aquí adelante, pues el ne-gocio se ha de tratar entre los dos Gobernadores Pizarro y Almagro, y todos son españoles, sin otra ninguna nación entre ellos entre venir, nombraremos a los de Almagro chilenos, y a los de Pizarro pachacanos, porque entre ellos se precisaron de estos apellidos”42.

39 Pedro cIeza de León, op. cit., p. 1. 40 Ibídem, p. 3.41 Ibídem, p. 2.42 Ibídem, p. 16.

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Después de la toma de Cuzco, Francisco Pizarro comenzó las negocia-ciones desde la Ciudad de los Reyes, enviando representantes a platicar con Diego de Almagro sobre la liberación de Gonzalo y Hernando Pizarro, así como sobre las diferencias territoriales. “Al cabo de tres días que había que llegaron a la ciudad del Cuzco los licenciados Espinosa y de la Gama, y el factor y Diego de Funmayor, suplicaron al Adelantado les quisiese dar licen-cia para que pudiesen ver a Hernando y a Gonzalo Pizarro”43. Los intentos de Francisco Pizarro desde la costa no resultaron en ninguna solución. Algunos de los hombres de Almagro, como su segundo Orgoñez, pedían al Adelantado la muerte de Hernando Pizarro: “Rodrigo de Orgoñez, casi que como adivi-naba la venganza de Hernando Pizarro que había de tomar de ellos, insistía al Adelantado que cortase la cabeza a él y a Gonzalo Pizarro y Alonso de Alvarado, y que no le engañasen palabras vanas ni dichos de hombres que no entendían la guerra”44. En la circunstancia de los dos partidos, no había lugar para entendimientos hablados o sencillos. Los hombres estaban inflamados, tomados por la pasión y lo único que se vislumbra en el panorama peruano era la supervivencia y victoria de un bando u otro.

El fin de las negociaciones comenzadas en Cuzco terminaron en la costa. Almagro se dirigió a Chincha con Hernando Pizarro como prisionero y se encontró con Pizarro.

Pues viendo que era tiempo de salir de la ciudad, Orgoñez se daba toda priesa a pertrecharse de armas y que toda la gente estuviese aderezada para salir, acordando primero de ser cosa provechosa dejar con el cargo de la ciudad a Gabriel de Rojas, y que a Hernando Pizarro lo llevasen preso, [...] hallándose para salir con el Adelantado quinientos y cincuenta españoles de a pie y de a caballo, piqueros, y arcabuceros y ballesteros, [...]. Salieron de la ciudad media-do el mes de setiembre, año del Señor de mil quinientos y treinta y siete45.

El intento de llegar a un concierto fue extremadamente alterado e infla-mado. Después de muchas idas y vueltas en las contiendas fue decidido un acuerdo entre Francisco Pizarro y los representantes enviados por Almagro.

Y llamando luego a Juan de Guzman y Diego Nuñez de Mercado, les dijo que ya habían visto cuán poco duraban y permanecieron los conciertos que habían hecho con el Gobernador D. Francisco Pizarro, [...] que volviesen de nuevo a

43 Ibídem, p. 94.44 Ibídem, pp. 94, 95.45 Ibídem, pp. 116, 117.

175EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

tratar de algunos medios con el Gobernador D. Francisco Pizarro, y podría ser que Dios fuese servido que cesasen por su diligencia esto, les mandó que ordenasen los capítulos que el Gobernador y su hermano habían de tener y guardar46.

En el último encuentro pacífico entre los dos bandos fue determinado que la jurisdicción de Cuzco estaría bajo el mando de Almagro y este liberaría a Hernando Pizarro para que fuera inmediatamente a España llevar el quinto real del rey. Cieza de León pone en palabras de Francisco Pizarro lo siguiente; “Que el Gobernador D. Diego de Almagro entregue a Hernando Pizarro, para que vaya a cumplir lo que por S.M. le es mandado, debajo de la seguridad que esta dada [...]. Otro sí; que el mismo Gobernador D. Diego de Almagro se tenga la ciudad de Cuzco, como se la tiene, hasta tanto que S.M. sea servido de mandar otra cosa [...]”47.

Diego de Almagro cumplió con el acuerdo, aunque contra la voluntad de parte de sus hombres y liberó a Hernando Pizarro48. Los sentimientos entre los dos bandos fueron, desde la llegada de Almagro de Chile de total aversión hacia los aliados de Pizarro, del mismo modo que los pizzaristas eran hostiles hacia los de “Chile” desde la toma de Cuzco. No había espacio para los dos partidos, no existía confianza en acuerdos o determinaciones. El sentimiento de odio y de venganza hacia el otro estaba latente en la vena de cada uno de los hombres más cercanos a los dos líderes. Y la intuición de Rodrigo de Orgoñez de no liberar a Hernando Pizarro, pues éste no perdonaría los hechos pasados, se concretó. El capítulo en el cual Cieza de León describe el último concierto entre los grupos finaliza con el siguiente párrafo:

Y por todo el real andaba gran alboroto, diciendo que, suelto Hernando Pizarro de la prisión en que estaba, no esperasen concordia ni paz, antes tuviesen la guerra por muy cierta más que hasta allí; y se pusieron en partes públicas lo

46 Ibídem, p. 265.47 Ibídem, p. 264.48 “[...] aunque Orgoñez y otros procuraban de lo estorbar afirmando que no sería suelto

de la prisión, cuando luego había de procurar de se vengar de la afrenta que se le había hecho en la entrada del Cuzco, y en la prisión que le habían tenido; a lo cual respondía Almagro que no se dejaría de cumplir lo asentado entre él y el Gobernador D. Francisco Pizarro, y que Hernando Pizarro había de jurar solemnemente de guardar la paz. Y así, luego, [...] se fue a la prisión donde estaba Hernando Pizarro, [...], lo sacó luego adonde el Adelantado estaba, y se abrazaron, y pasaron algunas razones entre ellos, diciéndole Almagro que las cosas pasadas puestas en olvido, tuviesen por bien que las presentes hubiese paz y bastasen las discordias de hasta allí”. Ibídem, pp. 267, 268.

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siguiente: Almagro pide paz. Los Pizarro guerra, guerra. Ellos todos morirán. Y otro mandará la tierra49.

El conflicto era evidente y el 6 abril de 1538, en la región de las Salinas se trabó la batalla entre los dos grupos. En la formación antes del combate descrita por los cronistas uno visualiza la fuerza de los dos bandos divididos. La del grupo de los almagristas:

Y luego se formó el escuadrón de gente de a pie, y pusieron diez arcabuceros y veinte ballesteros en la frente de él, y de los de a caballo hicieron otro, lle-vando los lados Orgoñez y Pedro de Lerma, y el estandarte pusieron en medio, y junto a él Gomez de Alvarado, y Diego de Alvarado, y Cristóbal de Sotelo, D. Alonso de Montemayor, Don Cristóbal Cortesia, D. Alonso Enriquez, y Hernando de Alvarado, y Perálvarez Holguin, y Diego de Hoces, y Cristóbal de Herbás, y otros caballeros de valor con la artillería estaban. Y estando todos en orden supieron de los corredores que los enemigos estaban ya cerca de ellos50.

Y de los pizarristas:

Y ya el sol declinaba y la noche quería venir, y Hernando Pizarro con sus ban-deras tendidas allegó a ponerse no muy lejos de sus enemigos [...] y jamás de la una parte ni de la otra salieron a tratar de paz ni de medio alguno, tanto era el aborrecimiento que se tenían. [...] Hernando Pizarro, delante de los capitanes y más gente, comenzó de justificar su causa diciendo que Almagro movió la guerra, que él en aquella ciudad estaba por justicia en nombre del Rey, [...] deseaba castigar a los que, siguiendo a Almagro a sus desatinos, habían sido parte para que hiciesen los errores pasado51.

Los hombres representaban a sus líderes, levantando bandera en nombre de ellos, defendiéndolos y luchando por sus intereses. No eran más dos con-quistadores que salieron de Panamá y tuvieron sus diferencias personales, sino que ahora eran grupos de hombres alrededor de Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Ninguno de los dos participó de la batalla en sí. Francisco Pizarro estaba en la costa peruana y Almagro enfermo, observando el combate desde un punto estratégico.

49 Ibídem, p. 266.50 Ibídem, p. 322 (el subrayado es mío).51 Ibídem, p. 323 (el subrayado es mío).

177EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

El bando de Pizarro venció en la guerra de las Salinas, mientras que Almagro perdió a muchos de sus principales hombres. Hernando Pizarro re-cuperó Cuzco y Almagro fue encarcelado y juzgado.

Hernando Pizarro [...] mandó a los escribanos que, tomando testigo, se ful-minase proceso contra el Adelantado D. Diego de Almagro de los delitos que había cometido. Y como, por nuestros pecados, los hombres que en esta tierra están tengan las intenciones tan deseosas de se vengar, y las voluntades tan allegadas a no salir un punto de lo que quiere el Gobernador o capitán que manda, no fue menester más de saber que Hernando Pizarro quería hacer proceso contra Diego de Almagro52.

Con la sentencia, Diego de Almagro fue condenado a la muerte por Her-nando Pizarro:

Hizo proceso contra Almagro, publicando que era para enviarlo juntamente con él preso a Los Reyes, y de allí a España; mas como le dijeron que Mesa y otros muchos habían de salir al camino y soltarlo, o porque le tenía en volun-tad, por quitarse de ruido, sentenciólo a la muerte. Los cargos y culpas fueron que entró en Cuzco mano armada y causó la muerte de españoles [...]53.

En el año 1538 Almagro fue ahogado en la cárcel y degollado en la plaza pública de Cuzco.

La victoria de los pizarristas en la batalla de las Salinas y el asesinato del líder Diego de Almagro no acabó con el sentimiento partidista existente hasta entonces. Las pasiones estuvieron vivas hasta el fin de la generación que participó o tuvo contacto directo con los sucesos en el Perú en la prime-ra mitad del siglo XVI. “[...] que aunque Hernando Pizarro hizo todo lo que pudo para hacer amigos los más principales, no le fue posible, antes de día a día mostraban más al descubierto su odio y rencor, hablando libremente de vengarse en pudiendo”54. El sentimiento de fidelidad apasionada y sin límites que caracterizó el grupo de los juventus “[...] imperaba el más fogoso derecho de venganza y se extendía entre los nobles y los habitantes de las ciudades la más violenta barbarie”55.

52 Ibídem, p. 335.53 Inca garcILaso de La vega, Historia General del Perú, Lima, edición digital SCG,

2009, p. 223. 54 Ibídem, p. 224 (el subrayado es mío). 55 joHann HuIzInga, op. cit., p. 40.

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Diego de Alvarado, uno de los principales partidarios de Almagro, viajó a España a acusar personalmente a Hernando Pizarro, “[...] pidiendo que le hiciese justicia en una de las dos salas, o en la de la justicia civil, o en la de lo militar, donde Su Majestad más fuese servido, porque dijo que lo desafiaba a batalla singular, donde probaría con las armas que era quebrantador de su fe y palabra y que eran suyas las culpas que imponía a Diego de Almagro”56. Hernando Pizarro fue condenado a veinte años de cárcel.

Parte de los hombres de Almagro en América, unidos alrededor del hijo del Adelantado llamado Diego de Almagro el Mozo, siguieron unidos en búsqueda de venganza contra el grupo enemigo. “Juan de Rada [...], Martín de Bilbao, Diego Méndez, Cristobal de Sosa, Martín Carrillo, Arbolancha, Hinojeros, Narváez, San Millán, Porras, Velasquez, Francisco Nuñez, y Gó-mez Pérez [...]. Fueron por toda la plaza con las espadas desnudas diciendo a grandes voces: ¡Muera el tirano traidor! [...]”57. En el año 1541 en la Ciudad de los Reyes, Francisco Pizarro fue asesinado por los almagristas.

Como afirma el medievalista Huizinga,

el gusto por las ejecuciones va siempre acompañado y resulta hasta cierto punto justificado por un sentimiento de justicia intensamente satisfecho con ella. [...] El sentido de justicia había ido extremándose poco a poco, hasta llegar a ser un puro salto del polo de un bárbaro concepto del ojo por ojo, diente por diente [...]. No se paraba mientes ni un solo momento en si el malhechor había merecido su castigo58.

La lealtad inflamada hacia el líder o el caudillo, la pasión hacia el grupo de pertenencia, fueron sentimientos que llevaban dentro de ellos mismos, un odio ciego e irracional hacia el bando distinto. Esta oposición de los senti-mientos de fidelidad tomaron cuenta y construyeron los hechos en la primera mitad del siglo XVI peruano.

concLusIones

Los primeros españoles que llegaron al núcleo del Imperio Inca en los Andes Centrales trajeron en su modo de ser y actuar características sociales e individuales propias de la cultura europea. Una de las peculiaridades fue la fidelidad hacia el líder de las empresas de conquista. Siendo las disputas entre

56 Inca garcILaso de La vega, op. cit., p. 228.57 Ibídem, p. 245.58 joHann HuIzInga, op. cit., pp. 34, 35.

179EL SENTIMIENTO PARTIDISTA EN EL INICIO DE LA CONQUISTA DEL PERú

los españoles agrupados en los bandos acaudillados por Francisco de Pizarro y Diego de Almagro el principal suceso de la primera mitad del siglo XVI perua-no, este sentimiento hacia el partido fue lo que puso color y dibujó los hechos en los primeros años de la conquista.

La formación de dos grupos opositores fue perfilándose paulatinamente desde la salida de Panamá en el año 1521, tomando cuerpo y fuerza a punto de formarse huestes de guerra y luchar unos contra otros. Estos hombres po-seían, intrínseco a sus valores personales, los sentimientos de fidelidad que caracterizaron los grupos de los “segundones” medievales. Tal sentimiento fue nombrado por Huizinga y bautizado como sentimiento partidista, en el cual los hombres defendían con fuerte y apasionada energía al líder de su caudillo, luchando por su bandera. Sentimiento que por un lado destacaba una inflama-da pasión hacia su líder, pero por otro el odio hacia cualquier opositor.

Obviamente los acontecimientos del siglo XVI en el Perú poseían caracte-rísticas propias de la circunstancia americana, de modo que la lucha partidaria en los Andes tuvo causas propias de la situación política y del territorio donde se desarrolló. De hecho Almagro luchó por lo que creía que era su jurisdic-ción. Los límites, como era de esperarse, no eran profundamente conocidos ni por los participantes de los hechos, y menos aún por quienes los definieron desde la Península Ibérica. Es decir, hubo problemas políticos surgidos por la mala interpretación y definición de los límites territoriales, inflamados por la ambición personal de cada uno de ellos.

La insoportable situación en el ambiente estalló con el enfrentamiento armado entre los dos bandos en abril de 1538. Dejaron desde ese momento de luchar por España, y levantaron bandera por uno de los dos líderes. Hombres como Diego de Alvarado, Rodrigo de Orgoñez, Hernando y Gonzalo Pizarro, entre muchos otros anónimos tenían en ellos el sentimiento de total fidelidad hacia su partido. Algunos murieron y los demás siguieron luchando y defen-diendo a su líder aún después de la victoria del bando pizarrista. Esto fue ejemplificado perfectamente con la defensa de Alvarado a la injusta muerte de Almagro y su lucha en la corte española para ajusticiar al responsable por la muerte de su jefe, logrando la condena de Hernando Pizarro a veinte años de prisión. Del mismo modo tres años después de la guerra de las Salinas, los hombres de Almagro asesinaron a Francisco Pizarro en Lima.

Los líderes murieron; sin embargo la pasión por el partido siguió viva. La guerra de las Salinas y el asesinato de Diego de Almagro no aplastaron o dieron fin al sentimiento de fidelidad partidista, que sobrevivió probablemente hasta la muerte de toda la generación que participó del proceso inicial de la conquista del Perú.

Cerámica y procesos sociales: implicaciones metodológicas para su estudio

en La Quebrada de La Cueva, Humahuaca, Jujuy

PaoLa sILvIa ramundoCONICET - Museo Etnográfico de Buenos Aires - UBA

Programa de Estudios Arqueológicos - [email protected]

resumen

El estudio de la relación entre cerámica arqueológica y procesos sociales y/o organización social ha sido y es un tema central dentro de las investigaciones de la disciplina en momentos contemporáneos. Problemáticas que atañen al rastreo de patrones y escalas de producción, así como circuitos o procesos de distribu-ción y/o interacción, diferenciación social e identidad, entre otros, son objeto de indagación dentro de nuestros trabajos recientes en la quebrada de La Cueva, Humahuaca, Jujuy. En este artículo, como lo indica su título, presentamos sólo los pasos metodológicos que estamos siguiendo para el examen de la relación cerámica y procesos sociales (que implica el abordaje de las problemáticas mencionadas líneas arriba), partiendo desde el trabajo de campo hasta la labor en el laboratorio e incluyendo una visión en perspectiva que contempla aquellos análisis que deberemos implementar para cumplir nuestras metas.

PaLaBras cLave

Arqueología – Cerámica – Procesos Sociales – Metodología –Noroeste Argentino.

aBstract

The analysis of the relationship between archaeological pottery and social processes and/or organization has been the research focus in contemporary

Temas de HisToria argenTina y americana, XVII (Julio-diciembre de 2010) pp. 181-198.

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archaeology. In this line, questions dealing with production patterns and scales, as well as distributional and/or interaction webs or processes, social differentiation and identity, among others, are considered in our recent works in La Cueva gorge, Humahuaca, Jujuy province. In this paper, we present the methodological guidelines followed to examine the relationship between pot-tery and social processes (implying the study of the questions aforementioned), from the field-work to the laboratory, including a review of the analyses to be carried out in order to fulfill our objectives.

Key Words

Archaeology – Pottery – Social processes – Methodology – Northwest Argentine.

1. IntroduccIón

Este artículo presenta de manera sucinta los pasos metodológicos que actualmente seguimos para el estudio de la relación entre el material cerámico y los procesos sociales y/o de organización social en la quebrada de La Cueva, desde el trabajo de campo mismo hasta el laboratorio. El escrito tiene carácter preliminar debido a que los resultados de la aplicación de toda la metodología mencionada serán objeto de publicaciones ulteriores.

Como ya expresamos, el análisis de la relación cerámica arqueológica y los procesos sociales es un tema de debate en las investigaciones presentes (Arnold 1989 y 2005; Bray 2003; Cremonte y Bugliani 2008; López 2007; Mills 1999; Palma 1997-1998; Walter y Motta 1995; Skibo 1992)1. Y para

1 d. arnoLd, “Ceramic theory and cultural process”, en: New Studies in Archaeology, Cambrigde University Press, New York, 1989; d. arnoLd, Linking Society with the Compo-sitional analices of pottery: A model from Compartive Ethnography, en LIvInsgtone, Bosquet and martIneau (ed.), Pottery Manufacturing process. Reconstruction and Interpretation, 2005; T. BRAY, The Archaeology and politics of food and fasting in Early Status and Empire, Kluwer Academic/Plenum Plublisher, 2003; m. B. cremonte y f. BugLIanI, “Pasta, Forma e iconografía. Estrategias para el estudio de la cerámica arqueológica”, Ms. 2008; m. LóPez, “Complejidad social, especialización artesanal e innovaciones técnicas en la Quebrada de Hu-mahuaca: un caso de cerámica inca provincial arqueométricamente analizada”, en Cerámicas Arqueológicas. Perspectivas arqueométricas para su análisis e interpretación. Cremonte y Ratto Eds., UNJU, Jujuy, 2007, pp. 169-185; B. mILLs, “Ceramics and the social context of food consumition in the northern southwest, en: sKIBo & feInman (eds.), Pottery and People. A dinamyc interaction, The University of Utah Press, 1999; j. PaLma, “Ceremonialismo mor-

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poder abordarlo trabajaremos aquellas temáticas relacionadas que se vinculan con el rastreo de patrones y escalas de producción (López 2007; Mannoni y Giannichedda 1996)2, así como circuitos o procesos de distribución y/o inte-racción (González y Baldini 1992; Nielsen 1997 y 2001; Sinopoli 1992; Tarragó 1977)3, diferenciación social e identidad (Costin y Earle 1989; Cremonte 1999; Nielsen 2001)4, entre otros trabajos.

Nuestra disertación se cierne al área de la quebrada de La Cueva, Huma-huaca, Jujuy, dado que desde el año 2006 venimos realizado sistemáticamente investigaciones con respecto a la puesta en valor patrimonial y al estudio de los sitios que integran la quebrada, así como de sus materiales y las relaciones de los mencionados yacimientos con las áreas de producción. Dentro del estudio de los materiales arqueológicos, por su abundancia y riqueza en la informa-ción que brinda, la cerámica ha sido esa parte del registro arqueológico que junto con el material lítico (Pérez 2009 a y b)5 recibieron mayor atención en nuestros quehaceres. Por otra parte, el potencial que encierra la alfarería para responder al estudio de procesos sociales y/o organización social y los temas

tuorio y registro arqueológico: apuntes sobre complejidad social”, en: Relaciones de la SAA Nº 22-23, 1997-1998, pp. 179-202; WaLKer y motta, “Life-History as units of analysis”, Paper presented at the 6th Annual Meeting of the Society for American Archaeology, Minneapolis, Minnesota, 1995; j. sKIBo, Pottery Function. A use-alteration perspextive, Plenum Press, N. York & London, 1992.

2 LóPez 2007, op. cit.; t. mannonI y E. gIannIcHedda, Archeologia della produzione, Einaudi, Turín, 1996.

3 a. r. gonzÁLez y m. BaLdInI, “La Aguada y el proceso cultural del NOA – origen y relaciones con el área andina-”, Boletín del Museo Regional de Atacama 4, Copiapó, 1992, pp. 6-24; a. nIeLsen, “El tráfico caravanero visto desde La Jara”, en: Estudios Atacameños 14, Chile, 1997, pp. 363 y 340; a. nIeLsen, “Evolución Social en la Quebrada de Humahuaca (AD 700-1536)”, en Historia Argentina Prehispánica, T. I., Córdoba, Ed. Brujas, 2001, pp. 190-197; c. sInóPoLI, Approaches to Archaeological Ceramics, N. York & London, Plenum Press, 1992; m. tarragó, “Relaciones prehispánicas entre San Pedro de Atacama (Norte de Chile) y regiones aledañas: la Quebrada de Humahuaca”, en: Estudios Atacameños 5, Museo de Arqueología, Univ. del Norte, Chile, 1977.

4 c. costIn & t. earLe, “Status distintion and legitimation of Power as relected in chan-ging patterns of consumition in late prehispanic Peru”, en: American Antiquity 54 (4), 1989, pp. 691-714; m. B. cremonte, “Las pastas cerámicas como una contribución a los estudios de identidad”, en: Resúmenes de las Actas del XIIIº Congreso Nacional de Arqueología Argenti-na, Córdoba, 1999, pp. 64-65; nIeLsen, 2001, op. cit.

5 s. Pérez, “Proyecto de investigación arqueológica: La organización de la tecnología lítica en la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca, provincia de Jujuy)”, en: Temas de historia argentina y americana 15, UCA, Buenos Aires, 2009a, pp. 195-212; s. Pérez, “Análisis preliminar de los conjuntos artefactuales líticos de la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca, provincia de Jujuy)”, en: VI Congreso Argentino de Americanistas, Tomo 2, Socie-dad Argentina de Americanistas, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2009b, pp. 307-329.

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arriba mencionados es importante. De allí nuestro hincapié en la cuidadosa recuperación de estos materiales desde los sitios mismos, su análisis en labora-torio y la correcta conservación bajo normas de conservación preventiva para sus posteriores estudios y devolución a la provincia de Jujuy, una vez que se cumplan los plazos que otorgan los permisos oportunamente obtenidos.

2. marco geogrÁfIco y cronoLógIco

La quebrada de La Cueva se encuentra ubicada en la provincia de Jujuy, Departamento de Humahuaca. Conforma en sí misma una cuenca tributaria de la Quebrada de Humahuaca y nace en la Sierra de Santa Victoria a 22° 35’ Sur, desembocando en el Río Grande a 22° 57’ Sur, cerca de la localidad de Iturbe. Los sitios estudiados hasta el momento en la quebrada son de Norte a Sur: El Antigüito, Pueblo Viejo de La Cueva, Chayamayoc (sitio con arte rupestre), Pukara Morado, Pueblo Viejo del Morado, Pukara de La Cueva y el Angosto de la Cueva (sitio con arte rupestre), más una gran cantidad de terrazas y cua-dros de cultivo arqueológicos (ver mapa Nº 1 en Basílico 2008: 28)6.

La quebrada se enmarcaría cronológicamente antes del Período de los Desarrollos Regionales y posiblemente su ocupación llegaría hasta el Período Incaico (Nielsen 2001, Basílico 1992 y 1994)7. Aunque sólo existen crono-logías absolutas para Pueblo Viejo de La Cueva, datado en 1180 +/-50 AP (LP-142) (ver Basílico 1992 op.cit.), dentro del Período Formativo Final. Y en el presente año estamos esperando el primer fechado radiocarbónico para el Pukara de La Cueva.

3. cómo estudIar La reLacIón entre cerÁmIca y Los Procesos socIaLes y/o de organIzacIón socIaL

Para poder abordar la relación entre cerámica y la organización social nos planteamos como objetivo general interpretar los diferentes procesos sociales acaecidos a lo largo de la ocupación prehispánica de la quebrada

6 s. BasíLIco, “Las sociedades prehispánicas en la Quebrada de La Cueva (Humahuaca, Ju-juy). Resultados preliminares sobre la ocupación del espacio”, en: VI Congreso Argentino de Ame-ricanistas, Sociedad Argentina de Americanistas, Ed. Dunken, Buenos Aires, 2008, pp. 3-18.

7 nIeLsen, 2001, op. cit.; s. BasíLIco, “Pueblo Viejo de La Cueva (Dpto. de Humahuaca, Jujuy). Resultado de las excavaciones en un sector del asentamiento”, en: Cuadernos 3, UNJU, Jujuy, 1992, pp. 108-127; s. BasíLIco, “Análisis de las pastas de fragmentos de Pueblo Viejo de La Cueva y su correlación con la morfología y diseño pintado”, en: Taller De Costa a Selva. IIT, UBA, Jujuy, 1994, pp. 153-176.

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de La Cueva y su integración en el panorama arqueológico surandino y del Noroeste argentino, tomando como eje de análisis la cerámica. Para abordar dicho objetivo nos propusimos otros más específicos, aunque aquí sólo men-cionaremos algunos de ellos por escapar al espacio de este trabajo el incluir su totalidad: 1) continuar el análisis de la cerámica arqueológica del sector más septentrional de la Quebrada de Humahuaca a lo largo de su ocupación desde puntos de vista tecnológicos, tipológicos, morfológicos y decorativos (estilísticos y/o iconográficos) que permitan rastrear algunos patrones o com-portamientos de producción, así como circuitos y/o procesos de distribución y/o interacción social, diferenciación social e identidad. Esto entendemos se realizará mediante:

a) La continuación del estudio de los materiales cerámicos de las excava-ciones realizadas en los distintos sitios que conforman la quebrada de La Cueva, obtenidos a través de los proyectos que se integran actualmente. Y estos estudios permitirán resolver problemáticas como: 1) la variabilidad y circulación de la cerámica a través del tiempo, dado que por lo menos hay evidencia de ocupación de la quebrada de La Cueva desde el Formativo Final hasta el Período Incaico; 2) la variación en la distribución espacial de los estilos cerámicos en los distin-tos sitios de la quebrada de La Cueva (El Antigüito, Pueblo Viejo de la Cueva, Pueblo Viejo del Morado, Pukara Morado y Pukara de la Cueva), considerando sus aspectos cronológicos; 3) las diferencias sociales dentro del o los grupos que habitaron la quebrada de La Cueva.

b) Continuar con el registro (a través de fotos, gráficos y fichas) de las colecciones cerámicas procedentes de la quebrada de La Cueva recuperadas por Basílico y Casanova junto con sus respectivas libretas de campo8.

Otros objetivos que se irán cumplimentando más adelante –y con el avan-ce de la investigación– son determinar el carácter local o no de la cerámica arqueológica de la quebrada de La Cueva para estudiar el funcionamiento del sistema dentro de este ámbito y las posibles redes de interacción/intercambio con otras zonas. Así como plantear y realizar estudios etnoarqueológicos que contribuyan a la comprensión del uso de los recursos y la posible continui-dad de manufactura en el área. Y comparar los resultados obtenidos con los existentes sobre cerámica arqueológica realizados por otros equipos y/o con materiales cerámicos que forman parte de colecciones en museos nacionales, provinciales, locales y privados (que también analizaremos) del sector septen-trional de la mencionada Quebrada de Humahuaca, de la Puna y del Sector

8 Materiales que se encuentran depositados en la provincia de Jujuy: Museo Arqueoló-gico Provincial y Museo Dr. Eduardo Casanova (FFyL-UBA, Tilcara) y Museo Etnográfico de Buenos Aires (FFyL-UBA)

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Oriental (valles orientales); con especial interés en el estudio de la problemá-tica cerámica “Isla”, que ha vinculado y vincula estos ambientes, y el sur del actual territorio de Bolivia.

4. desarroLLo y metodoLogía de La InvestIgacIón

Para poder cumplir con los objetivos planteados nos propusimos proce-dimientos metodológicos y actividades a corto y largo plazo, muchos de los cuales ya hemos comenzado a implementar, entre los que se encuentran:

1) Trabajar con los contextos fechados cronométricamente mediante exca-vaciones estratigráficas a nivel intra e inter-sitios obtenidos por el equipo de in-vestigación y los que se obtendrán en el futuro. Incorporar las interpretaciones ya realizadas al respecto y contrastarlas con nuevas evidencias con el propósito de ir armando la historia ocupacional de la quebrada de La Cueva y definir el comportamiento temporal de las variables estilísticas de la cerámica.

2) Clasificar la cerámica desde distintos puntos de vista analíticos: mor-fológicos, estadístico-cuantitativos, funcionales y decorativos/estilísticos, tanto para los materiales fragmentados de los sitios de la quebrada de La Cueva, así como las piezas remontadas y las enteras obtenidas en este traba-jo y/o procedentes de colecciones de los museos. La clasificación incluye el registro fotográfico, gráfico y fichado de piezas enteras y fragmentos (tarea con importante grado de avance dentro del plan). La sistematización morfoló-gico-funcional que se realiza en base a distintos autores a través, por ejemplo, del análisis de atributos de la forma (diámetros de apertura, puntos del perfil, contorno, variabilidad de formas, variabilidad en las partes de una vasija, etc.), complementado, a futuro, con estudios de contenido de las vasijas en el caso de ser posible. Luego se está trabajando con los atributos decorativos (estilísti-cos/iconográficos), mediante su registro y sistematización, teniendo en cuenta el tratamiento de ambas superficies, las técnicas decorativas empleadas y sus motivos (clasificación de los elementos presentes, configuración de los elemen-tos en diseños y ubicación de la decoración en la pieza, estudios de unidades, del espacio elegido para emplazar las representaciones, de la composición del diseño, su configuración, su disposición y la relación con otros elementos ico-nográficos, etc.), siguiendo básicamente la metodología de Bugliani9. A partir de agrupaciones que han surgido de las clasificaciones precedentes realizamos el análisis de las pastas en lupa de bajos aumentos para registrar la variación

9 f. BugLIanI, “Consumo y representación en el Formativo del sur de los valles Calcha-quíes”, Tesis doctoral, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP, Ms., 2006.

187CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLóGICAS PARA SU ESTUDIO…

existente. Esta tarea la estamos llevando a cabo siguiendo los pasos que se explican posteriormente.

En un futuro se efectuarán estudios específicos para determinar el ca-rácter local y no local de la cerámica de la quebrada de La Cueva, aplicando prospección geológica para localizar fuentes de materias primas, análisis petrográficos de pastas en secciones delgadas (TSM) para abordar cuestiones tales como procedencia de las piezas (comparando petrología de pastas con la geología de la región) y procesos involucrados en la producción (tecnologías de fabricación, uso y condiciones de depositación de la cerámica). Aunque es importante destacar que ya comenzamos a armar una muestra inicial para realizar posteriormente cortes delgados y ulteriores análisis petrográficos en base a la selección de pastas luego del análisis con lupa de bajos aumentos. Así también, en lo posible, aplicaremos SEM + EDAX (microscopía electrónica con microsonda), DRX (difracción de rayos X) y análisis químicos (NAA o ICP), entre otros.

3) Analizar la variabilidad (funcional, morfológica, estilística y tecnológi-ca) de la cerámica de la quebrada de La Cueva a nivel temporal y espacial para evaluar la variación en el consumo y/o uso, así como la circulación/interacción dentro de la quebrada con otras zonas (sector septentrional de la Quebrada de Humahuaca, Sector Oriental y Puna).

4) Considerando que las diferentes formas de organización socio-política se pueden evidenciar en distintos patrones de consumo se analizarán dichos patrones de la siguiente forma: a) comparar el material cerámico de diferentes contextos particulares de uso a nivel intra e inter-sitio: espacios domésticos, productivos y funerarios (dado que contamos en la quebrada con esta variabi-lidad de espacios); b) analizar las llamadas trayectorias de vida de las piezas o “pottery life-history” para ver patrones de consumo –por ejemplo a través de las huellas de uso o su ausencia–, c) analizar la variabilidad del consumo cerámico entre distintas unidades domésticas dentro de un mismo sitio arqueo-lógico en escala sincrónica y diacrónica, para ver –por ejemplo– la posible existencia de diferenciación social y la variabilidad en diferentes unidades productivas (cuadros, terrazas de cultivo y corrales), a partir de contextos ya excavados y de otros a recuperarse; d) analizar la variabilidad en el consumo cerámico dentro de contextos funerarios excavados por nosotros y los prove-nientes de colecciones históricas de la quebrada (mediante el análisis de los libros de registro museográfico y libretas de campo), a través del tiempo y contraponiéndolos a contextos domésticos y productivos.

5) Procesar los datos, analizar comparativamente toda la información, elaborar conclusiones, derivar nuevas hipótesis y plantear modelos.

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4.1. Metodología en el campo

Los caminos que hemos seguido y seguimos para el estudio del material cerámico en el campo incluyen una serie de pasos o protocolo que resulta indispensable para responder a las preguntas o problemáticas que nos hemos planteado a lo largo de la investigación y en el presente artículo especialmen-te, y que tienen que ver con la relación entre dichos materiales y los procesos sociales y/o la organización social. La primera de estas tareas involucra una serie de instancias relacionadas con la recuperación de las piezas o fragmen-tos. Así por ejemplo durante la excavación, piezas enteras y tiestos (nombre otorgado a los fragmentos recuperados) son ubicados en el espacio a través de la toma de medidas tridimensionales y dichos datos se vuelcan en un plano o planta10. Esto se realiza para futuros estudios de procesos de formación de sitio, análisis morfológicos de piezas, estudios de funcionalidad de los espacios y las piezas mismas, estudios de consumo cerámico, comparación de contextos domésticos, funerarios y productivos dentro y entre sitios, etc. Posteriormente los materiales sufren una separación inicial en diferentes bolsas de polietileno previamente rotuladas, donde se registra el número de procedencia, el recinto excavado si lo hubiera (de acuerdo a la existencia o no de planos o croquis del sitio), la sigla o nombre del sitio arqueológico, el nivel de excavación (nos referimos al nivel estratigráfico, determinando además si proviene o no de zaranda), el tipo de material recuperado (especificando cantidades –en este caso si se trata de cuerpos, asas, bases, bordes, etc.–), la unidad de excavación (nombre o número de la cuadrícula o sondeo), el personal que realiza el trabajo y la fecha.

Antes de proceder al acondicionamiento de las piezas en cajas para su apropiado traslado al laboratorio, las bolsas de polietileno son abiertas durante unos días para evitar que la humedad propia del sedimento que contenían los restos se mantenga dentro de la bolsa y provoque el desarrollo de alguna alte-ración en los materiales, como por ejemplo la generación de hongos.

El segundo paso se relaciona con la ya mencionada separación de tiestos en terreno y su acomodamiento para traslado y posterior análisis. La división de la cerámica se realiza bajo diferentes criterios o puntos de vista. El primero está relacionado con la morfología (para realizar posteriormente los estudios morfo-funcionales ya mencionados), para lo cual se lleva a cabo una separa-ción de acuerdo con las diferentes partes que integran una pieza: asas, bases,

10 La ubicación tridimensional implica tres pasos: ubicación con respecto al Norte /Sur, ubicación con respecto al Este/Oeste y profundidad. Estas medidas pueden ser tomadas con cintas métricas, plomada y niveles de hilo, así como con nivel óptico.

189CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLóGICAS PARA SU ESTUDIO…

bordes, cuellos y cuerpos. Cada parte morfológica o el conjunto de ellas es guardada en una bolsa diferente con su rótulo correspondiente donde se con-signan cantidades (para realizar luego los estudios estadístico-cuantitativos), así como también son diferentes –guardando siempre la separación por parte de las piezas– las bolsas para los hallazgos según el nivel y aquellos prove-nientes de la zaranda11.

Por otra parte, para los estudios estilísticos que estamos llevando a cabo los fragmentos que presentan decoración (hacemos referencia a una clase es-pecial de tratamiento de la superficie de la pieza) se separan en bolsas dentro de las anteriores de acuerdo con el tipo de fragmento o parte de la pieza, y por el respectivo nivel de excavación o nivel de zaranda. Del mismo modo se separan los “rasgos”, los cuales son entendidos como:

Cualquier fenómeno diferente de un nivel o de un artefacto aislado que merece registrarse como unidad. Los rasgos tienen una integridad que puede perderse si no se aísla en el campo en el momento de excavarlos y no se registra sepa-radamente. Por ejemplo: un conjunto de fragmentos cerámicos que pueden ser de la misma vasija deberían ser registrados como un rasgo. Otros ejemplos: enterratorios, fogones junto con su contenido, etc. (Texto traducido y tomado de Rathje y Shiffer 1982)12

Por esta razón debemos guardar estos fragmentos en una misma bolsa, ya que son de utilidad para estudiar procesos de formación de sitio, analizar probable funcionalidad de recintos o estructuras (junto a otros factores) y finalmente porque esto facilita el trabajo de remontaje en laboratorio, que nos ayuda en los estudios estilísticos y funcionales mencionados que estamos llevando a cabo.

La tercera actividad se vincula con el registro del material cerámico en el campo mismo y se relaciona con los estudios estadísticos-cuantitativos, estilísticos, morfológicos, etc. Este registro se lleva a cabo dentro del diario de campo oficial del equipo, consignando procedencia del fragmento, nivel de origen y una breve descripción de la parte recuperada que contemple la presencia de factores tales como hollín, decoración, erosión, cementación o cualquier otra alteración visible. Esto posteriormente se contabiliza determi-nando lo que es de cada nivel y lo procedente de zaranda, y sacando a su vez

11 Se trata de elementos que no fueron recuperados durante la excavación por lo pequeño de su tamaño o por el descuido/impericia de quien excava.

12 W. ratHje y m. scHIffer, Archaeology, Harcourt, Javanovich Eds., 1982, pp. 178 y ss. (Traducción interna)

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totales y subtotales para realizar el inventario final que debe ser entregado a las autoridades de Patrimonio Cultural de la Provincia de Jujuy antes de nuestra partida, así como a las comunidades aborígenes locales con quienes acordamos este procedimiento desde el año 2009 (Ramundo 2010a)13.

4.2. Metodología en el laboratorio

En el laboratorio se siguen una gran cantidad de tareas –dentro del proto-colo– para el estudio de los restos cerámicos, que enumeramos a continuación y en orden secuencial14.

4.2.1. Limpieza

La limpieza de los fragmentos cerámicos se realiza con agua destilada (evitando así cualquier contaminación), aunque previamente se efectúa una separación de aquellos tiestos o piezas que podrían tener algún tipo de conte-nido o pigmento especial en su interior y servirían para llevar a cabo análisis más específicos (se los denomina en líneas generales estudios de contenido, como por ejemplo el de ácidos grasos, entre otros y sirven para determinar aspectos de consumo y uso de la cerámica, temas esenciales para el estudio de los procesos sociales mencionados). Dicha limpieza se complementa con otra mecánica, mediante un cepillo suave para evitar cualquier tipo de abrasión que pueda quitar tratamientos de la superficie y nos impida hacer, por ejemplo, los estudios estilísticos. Posteriormente los tiestos se colocan por separado sobre papel absorbente para proceder a su secado por más de 24 horas, dado que es indispensable no guardarlos nuevamente si aún no se han secado por completo, para evitar la formación de cualquier tipo de alteración posterior (generación de microorganismos, etcétera).

13 P. ramundo, “Los insondables caminos de la relación entre comunidades, arqueología e identidad en la quebrada de La Cueva, Jujuy, Argentina”, en: Anales de Arqueología y Etno-logía 65, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza (En evaluación), 2010a.

14 Parte de esta metodología del trabajo en laboratorio fue tomada del artículo que opor-tunamente les dirigiera a las estudiantes Malkevicius y Mc Loughlin –miembros del equipo de investigación– para una presentación en las Jornadas para Jóvenes Investigadores de Historia Antigua y Precolombina de la UBA, 2010. (m. v. maLKevIcIus y m. v. mc LougHLIn, “Acercamiento metodológico inicial para el estudio de la cerámica del Pukara de La Cueva, Humahuaca, Jujuy”, en: Jornadas para Jóvenes Investigadores de Historia Antigua y Preco-lombina, Universidad de Buenos Aires, 2010).

191CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLóGICAS PARA SU ESTUDIO…

4.2.2. Rotulado

Para efectuar el rotulado se aplica en una pequeña parte de la pieza una suave pincelada de una sustancia empleada especialmente en conservación pre-ventiva (extracto de banana). Esto se realiza preferentemente en la cara interna del fragmento en el caso de que no tenga decoración o algún otro tratamiento de la superficie, erosión, hollín, etc15. Sobre dicha base, una vez seca, se procede a rotular la pieza con una fibra muy fina indeleble. Este extracto se aplica por ser reversible y no contaminante. Y en cada rotulado figura la sigla del sitio (en el caso de que la tenga oficialmente, y si no se crea una pero aclarándolo en las publicaciones conexas, así como en los inventarios internos y entregados a la Secretaría de Patrimonio de Jujuy), el número de procedencia, el número de recinto/estructura/sondeo/cuadrícula o sector del sitio, el número de bolsa y el número correlativo para cada recinto/estructura/sondeo, etcétera.

La rotulación nos facilitará tareas posteriores como el fichaje y remontaje, que nos permitirá realizar varios de los estudios arriba planteados: morfológi-cos, funcionales, estilísticos, estadísticos-cuantitativos, entre otros.

4.2.3. Registro o fichaje general

Dicho fichaje sigue los mismos parámetros de aquel registro preliminar que realizamos en el campo, sólo que con más detalle, porque se efectúa una sucinta descripción de las características del fragmento (parte de la pieza, presencia o ausencia de algún tratamiento de la superficie –con somero deta-lle–, presencia de hollín, etc.). En este sentido entendemos que el estudio de los datos recién mencionados permitirá obtener un panorama inicial sobre el tamaño de la muestra, la presencia o no de decoración, el grado de deterioro, el predominio de una parte u otra de las piezas, etc. Esto nos da una prelimi-nar aproximación sobre lo que luego será analizado en detalle para cada pieza entera o tiesto, y para los estudios ya mencionados en reiteradas oportunidades que tienen que ver con cuestiones de organización y/o procesos sociales.

4.2.4. Registro o fichaje individual (por partes de la pieza)

En momentos posteriores se realiza un fichaje individual para cada pieza o parte de una pieza cerámica (borde, cuello, cuerpo decorado y no decorado,

15 Aunque en casos muy específicos el grado de conservación o deterioro de un tiesto determinará la ubicación del rótulo.

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asa y base), en el cual se consigna información relacionada con aspectos tec-nológicos, morfológicos, decorativos, niveles de alteración, etcétera.

En esta misma línea se detallan medidas varias, tratamiento de la super-ficie, coloración tomada con carta de colores Munsell y tipos de alteración. También el tipo de asa, borde, base, cuello de acuerdo con las convenciones nacionales e internacionales (por ejemplo: Primera Convención Nacional de Antropología 196616; Sheppard 195617, entre otras). Además de varias carac-terísticas propias de cada parte, que por una cuestión de espacio del presente trabajo no detallamos.

Cada tiesto dentro de su ficha es dibujado bajo las normas internacionales de dibujo cerámico y fotografiado desde diversos ángulos con su correspon-diente escala, consignando los números de las fotos tomadas en cada caso y de las fotos de los dibujos también.

4.2.5. Remontaje

La tarea de remontaje se realiza para la recuperación total o parcial de formas (y así acercarnos a los aspectos morfológicos mencionados), para la determinación de la posible funcionalidad/uso de las piezas (junto con múltiples datos), como almacenamiento, transporte, consumo de alimentos, cocción, servicio, funerario, etc., para facilitar la obtención de datos sobre procesos post-depositacionales que pueden haber actuado18, para realizar estudios estilísticos-decorativos, etc. Dicho remontaje se lleva a cabo con una sustancia empleada en el ámbito de la restauración y conservación preventiva denominada paraloid, y esto se debe a su carácter reversible y a que no daña los materiales. Para mayores detalles acerca de los pasos e importancia del remontaje cerámico ver Ramundo (2002-2004)19.

Una vez culminados los pasos anteriores se procede al almacenamiento de las piezas bajo estrictas normas de conservación preventiva. El hincapié que realizamos en esto se relaciona directamente con el objetivo nodal del proyec-to, donde se busca la puesta en valor patrimonial de los sitios arqueológicos y los materiales que integran la quebrada de La Cueva.

16 PrImera convencIón nacIonaL de antroPoLogía, Villa Carlos Paz, Córdoba, 1966.17 a. sHePPard, Ceramics for the archaeologist, Carnegie Institution, Washington D. C.,

1956. 18 ramundo, 2002-2004, op. cit.19 ramundo, “Aportes del remontaje al estudio de la cerámica de Inca Cueva, cueva 5 (De-

partamento de Humahuaca, Provincia de Jujuy)”, Arqueología 12, 2002-2004, pp. 37-73.

193CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLóGICAS PARA SU ESTUDIO…

4.2.6. Análisis por lupa de bajos aumentos

El siguiente paso es la selección de una muestra –lo suficientemente re-presentativa (Ramundo 2003)20– para realizar cortes frescos que nos permitan estudiarlos bajo una lupa de bajos aumentos. Y que esta primera selección nos facilite un segundo paso donde se escojan aquellos tiestos que serán enviados para realizar análisis petrográficos a través de los cortes delgados. Este último estudio tiene por objetivos, a los fines de la presente investigación general, resolver una variedad de problemáticas, entre ellas y dentro de los primeros pasos (porque otros se realizarán más adelante, como por ejemplo determinar origen o procedencia de las cerámicas) estudiar aspectos de la identidad21 (para una descripción detallada del uso de los estudios petrográficos ver Cremonte 1983-198522). En este sentido muchos de los estudios cerámicos que intentan abordar este tema se estructuran básicamente en los análisis de tipo estilísticos, con el objetivo de vincular los patrones de regularidad decorativos y formales con grupos sociales. Sin embargo, considerando que una pieza cerámica es producto de una suma de variables, como las tecnológicas, morfológicas y decorativas, entendemos bajo una mirada abarcadora del concepto de estilo, que la dimensión tecnológica no puede quedar afuera de estos estudios, así como en los esquemas de clasificación cerámica. “En base a la recurrencia po-litética de variables tecnológicas en diferentes conjuntos cerámicos se pueden definir tradiciones tecnológicas que, a diferencia de las formas y los diseños, son menos susceptibles de cambios”23.

Para la selección de los ejemplares sobre los que se realizarán los cortes frescos y la posterior observación por lupa de bajos aumentos se siguen los siguientes criterios: 1) se observa la variabilidad cerámica presente a nivel decorativo/estilístico, el acabado de la superficie sin presencia de decoración, la cerámica con evidencia de exposición al fuego, la cerámica cuya presencia en la muestra sea realmente significativa (es decir que sea una constante en los distintos niveles y microsectores), etc.; 2) la variabilidad por niveles de excavación; 3) la variabilidad cerámica asociada a niveles fechados, etcétera.

Luego se realizan los siguientes procedimientos: a) se escoge el fragmento y se detallan los criterios de selección; b) se toman varias fotografías de la pieza

20 P. ramundo, “La representatividad de una muestra cerámica. Análisis estadístico”, Informe al CONICET para Beca Interna Doctoral, 2003.

21 Entendemos que todos los estudios planteados que involucran análisis morfológicos, estilísti-cos y físico-químicos coadyuvan también a la investigación de aspectos vinculados a la identidad.

22 m. B. cremonte, “Alcances y objetivos de los estudios tecnológicos en la cerámica arqueológica”, Anales de Arqueología y Etnología, 38/40, 1ª parte, 1983-1985, pp. 179-217.

23 cremonte, 1999, op. cit., pp. 64.

194 PAOLA SILVIA RAMUNDO

(especialmente de ambas caras); c) se consignan en una ficha individual todos los datos de procedencia del tiesto; d) se procede a realizar un pequeño corte fresco con una pinza consignando inmediatamente tipo de fractura, tipo de pasta (textura, porosidad, presencia de cavidades), tipo de inclusiones así como su ta-maño y distribución, el tipo de cocción del fragmento, el color Munsell del corte, presencia o ausencia de hollín, cementación, erosión. Y finalmente se establece un posible grupo de pasta para luego volcar toda la información en una base de datos que los maneje junto con las imágenes fotográficas.

4.2.7. El trabajo con colecciones

Para un proyecto de esta naturaleza la tarea no se remite sólo al estudio de aquellas piezas que se encuentran en nuestro propio laboratorio y que no-sotros mismos recuperamos, sino también a aquellas denominadas “piezas de colección”, que forman parte de los fondos museográficos en diferentes instituciones. Dicho estudio tiene por finalidad obtener una visión más amplia del repertorio de las piezas cerámicas –y otros materiales- que se han recu-perado de los sitios estudiados a través de los años por distintos especialistas, coleccionistas, etc. En nuestro caso este trabajo se realizó con las piezas de la colección Casanova y Medenica de la quebrada de La Cueva, depositadas en el Museo Etnográfico de Buenos Aires y generadas durante los años treinta del siglo XX24. Así como con copia de la muestra fotográfica y fichas de registro que en su momento nos brindara Basílico para el estudio de las piezas que recuperó en Pueblo Viejo de La Cueva.

El trabajo con colecciones presenta varias etapas que incluyen: a) la iden-tificación de las piezas que se quieren analizar en los catálogos del museo y su localización dentro de los depósitos; b) el fotografiado desde varios ángulos de cada una de las piezas con su correspondiente escala; d) el fichaje de cada ejemplar contemplando medidas (alturas, anchos, espesores, etc.), descripción de la pieza, tratamiento de la superficie incluyendo decoración (ubicación dentro de la pieza con medidas correspondientes, etc.), color tomado con carta Munsell, así como su estado de conservación. Información que posteriormente deberemos cruzar con los datos obtenidos de la cerámica recuperada y que trabajamos en el laboratorio.

24 Estas colecciones fueron recuperadas por Casanova en el Pukara de la Cueva, Pukara Morado, Pueblo Viejo del Morado y Pueblo Viejo de la Cueva (corresponden a las cajas 31/1, 31/6, 31/7 y 31/9 del depósito de Arqueología del mencionado Museo Etnográfico), así como los materiales cerámicos donados por el Sr. Milano Medenica en 1933 (corresponden a las cajas 33/11 y 33/14 del mismo depósito) también procedentes de la quebrada de la Cueva.

195CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLóGICAS PARA SU ESTUDIO…

El estudio de las mencionadas colecciones actualmente nos está permi-tiendo analizar la variabilidad en el consumo cerámico dentro de contextos funerarios excavados por nosotros y los provenientes de las colecciones históri-cas de la quebrada (mediante el análisis de los libros de registro museográfico, libretas de campo, publicaciones, etc.), para poder en un futuro contraponerlos a contextos domésticos y productivos (Ramundo 2010b)25.

5. dIscusIón y PersPectIvas de InvestIgacIón

Como pudimos apreciar actualmente estamos realizando una investiga-ción integral de la cerámica de todos los sitios hasta ahora encontrados en la quebrada de La Cueva. Tarea que incluye una clasificación completa, una de-terminación de estilos presentes y sus problemáticas particulares (cronológicas, distribucionales, etc.), su sistematización y la realización de estudios analíticos de diferente naturaleza que ayuden a responder a distintos interrogantes. Tales como rastrear patrones y escalas de producción, así como circuitos o procesos de distribución y/o interacción, diferenciación social e identidad, entre otros, que implican la determinación del carácter local o no de la cerámica para estudiar el funcionamiento del sistema dentro de este ámbito y las posibles redes de intercambio con otras zonas. Dado que consideramos que la quebrada pudo haber funcionado como vía de circulación entre distintos sectores, lo que la transforma en un espacio privilegiado para estudiar estas interacciones y comprender la dinámica social del área.

Si bien resta mucho por trabajar, y esta presentación sólo pretendió expli-car la metodología con que estamos analizando la relación cerámica—proce-sos sociales, nuestro modelo plantea un estudio que considera a la cerámica de manera comprensiva y global, intentando abordar el máximo de aspectos que la misma encierra, y que permita aproximarnos a comportamientos sociales tales como producción, circulación y consumo. Dado que consideramos que los rasgos tecnológicos, tipológicos, morfológicos y decorativos son útiles cuando se estudian conjuntamente para abordar dichos procesos.

Entendemos que las características que definen técnicamente una cerá-mica son tan importantes como los otros rasgos. Así el proceso de fabricación incluye una serie de operaciones que están relacionadas tanto con lo que el medioambiente brinda en cuanto a materias primas como con las normas/reglas o preferencias culturales para seleccionarlas. Pero a pesar de que la

25 P. ramundo, “Consumo diferencial cerámico: contextos funerarios en el Pukara de La Cueva y Morado, Humahuaca, Jujuy”, Ms., 2010b.

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morfología puede ser parcialmente determinada por el uso específico a la que se lo destina, existen variantes culturales que revelan pautas específicas de una sociedad o de un sector de la misma. Por otro lado, por su decoración la cerámica puede ser analizada como parte de un complejo ideológico donde se pueden cruzar aspectos vinculados a una cosmovisión particular y otros que organizan estéticamente el comportamiento de quien la manufactura.

La cerámica aparece vinculada a una gran cantidad de funciones (almace-namiento, transporte, consumo de alimentos, cocción, servicio, funerario, etc.), y puede estar asociada a contextos de uso tanto domésticos (donde podríamos incluir, por ejemplo, a las piezas destinadas para almacenamiento, transporte, consumición, cocción, servicio, entre otras), como contextos de uso ceremo-niales o funerarios (cerámicas que podrían cumplir dentro de dichos contextos variados roles: ofrenda, marcador de status social –con todos los recaudos que una determinación de esta naturaleza implica desde lo teórico-metodológico-, diferenciación de género –con todas las implicaciones teórico-metodológicas para llegar a este tipo de conclusiones–, etc.). En la actualidad, a través de los pasos metodológicos explicados, nos encontramos analizando la cerámica procedente de los contextos mencionados (los cuales se encontrarían presentes dentro de sitios como el Pukara de La Cueva a partir de las investigaciones más recientes), para determinar, entre otros factores, si existen o no diferencias entre los objetos cerámicos de estos distintos tipos de contextos. Fenómeno que se podrá llegar a dilucidar con la implementación de la metodología explicada y considerando, por ejemplo, las asociaciones contextuales entre los objetos.

La elaboración y uso de la alfarería no se restringe a las actividades de subsistencia y reproducción de la cohesión social a nivel de la comunidad, sino que cumple un rol en la dinámica económica y política. Además, en los últimos años la arqueología que estudia el estilo se centró en intentar recono-cer en la cultura material manifestaciones artísticas que muestren niveles de complejidad dentro y entre las sociedades, así como los diferentes aspectos que ésta puede tener en las relaciones humanas. Esto dio la posibilidad de analizar diversos materiales bajo un eje interpretativo abarcador, donde se entiende al estilo como algo más amplio que abarca diferentes aspectos de los artefactos, decorados o no. Esto es consecuencia de una conjunción de variados condi-cionantes sociales y de decisiones individuales expresadas en la materia que son difíciles de poder conocer.

Concordamos con Bugliani que al estilo debemos considerarlo como modo de representación socialmente construido, involucrado en las estrate-gias sociales, presente en la práctica cotidiana, en los objetos que circulan y consumen diariamente. Se manifiesta como una serie de recursos disponibles que adquieren un determinado arreglo en el cual se conjugan elementos

197CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLóGICAS PARA SU ESTUDIO…

formales, funcionales y de representación. Este modo particular en que apa-recen los atributos de la cultura material –manifestados en composiciones de diseño, uso de distintas técnicas, organización de motivos, etc. – ocurre en condiciones sociales de existencia específicas, es por ello que aquí son rele-vantes las situaciones sociales, culturales, ideológicas y económicas donde las representaciones son producidas y consumidas. De allí que nos interese observar y analizar ciertos patrones en la composición y distribución de los diseños de la cerámica, conociendo aquellos recursos que son seleccionados, pero también conocer cómo circulan esos objetos y representaciones (por ello nos proponemos observar los estilos de distintos ámbitos que circulan dentro de la quebrada de La Cueva); qué acceso hubo a los mismos, cómo y en qué contextos esas manifestaciones fueron consumidas y de qué manera participa-ron en el establecimiento de relaciones sociales, en su mantenimiento o en su cambio. El estilo es un modo de representación que guarda una configuración particular, ciertos contenidos que sólo pueden ser interpretados en relación al contexto en el cual es producido y consumido, y que va creando juicios evaluativos con valoraciones estéticas, emocionales, etc. Y este valor va a ser asignado en función de las disposiciones y medios de apropiación que tienen aquellos agentes que participan de un determinado contexto. Consideramos que la cerámica tendrá ciertas características en función de esta matriz de relaciones y de acuerdo a los esquemas perceptivos, marcos de preferencias y códigos de representación que son compartidos por quienes intervienen en los contextos socioculturales particulares26.

Por consiguiente, teniendo en cuenta lo expresado consideramos que para estudiar la cerámica desde nuestro marco teórico debemos abordar sus aspec-tos económicos, políticos, sociales e ideológicos. Pensamos que, como ins-trumentos metodológicos, los diferentes abordajes (tipológicos, tecnológicos, morfológicos y decorativos) deben ser usados de forma inclusiva, combinando diferentes líneas de investigación que se pongan a prueba mutuamente y que de su combinación se generen nuevas hipótesis para resolver problemáticas de diferente naturaleza. Para ello variadas técnicas analíticas deberían operar como un mecanismo de control para estos estudios.

El material cerámico es un elemento que en su contexto e interrelación con la sociedad y el ambiente permite responder a problemáticas de cronología, etnografía, uso y procesos sociales como: distribución, circulación, intercam-bio, producción, consumo, organización socio-política, simbolismo, cambios en espacio y tiempo, diferencias y semejanzas entre sociedades, cuestiones de identidad y diferenciación social, entre otros. Por ello en nuestro proyecto y al

26 BugLIanI, 2006, op. cit., pp. 43-44.

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considerar lo anterior indiscutible, hemos implementado pasos que van desde pautas muy específicas en la recuperación de los materiales cerámicos en el mismo terreno, bajo las formas ya expresadas, así como todas las instancias de estudio en laboratorios propios y ajenos, que a los fines de nuestros objetivos sirven para resolver aquellos aspectos que involucran la relación cerámica-organización social, entre los que se incluyen problemáticas que atañen al rastreo de patrones y escalas de producción, así como circuitos o procesos de distribución y/o interacción, diferenciación social e identidad, entre otros.

Para finalizar proponemos como estudios a realizar en el futuro comparar con los resultados de publicaciones existentes y las colecciones de los estudios realizados a las cerámicas de algunos sitios localizados en el sector septentrio-nal de la Quebrada de Humahuaca, de la Puna y Sector Oriental, trabajados por otros equipos. Analizar macroscópicamente y microscópicamente (en el caso que sea posible) el material cerámico de las colecciones -junto con las libretas de campo- de algunos sitios del Sector Oriental, del septentrional de la Quebrada de Humahuaca y de la Puna, depositadas en diferentes museos nacionales, provinciales, locales y privados. Así como también, realizar es-tudios de etnoarqueología cerámica en el sector más septentrional de la Que-brada de Humahuaca, lo cual implicará un análisis exhaustivo previo para la localización de los artesanos que actualmente manufacturan cerámica en el área, las posteriores entrevistas con observación participante, el registro de las actividades y el planteo de hipótesis que estos estudios pueden generar.

6. agradecImIentos

Al equipo de investigación que integra las tareas de campo, especial-mente a todos aquellos que colaboraron con el estudio del material cerámico en laboratorio: Daniela Sanz (UBA), Victoria Mc Loughlin (UBA), Victoria Malkevicius (UBA), Alejandra Porras (UCA), Agustina Ponisio (UCA) y Pe-layo Lacal Montenegro (UCA).

A la Dra. Beatriz Cremonte por su apoyo constante y el respeto intelectual.A mi familia. Y a Fernando por cada palabra de aliento y amor en los

desafíos arqueológicos que emprendo día a día.

La relación bilateral gubernamental entre la Argentina y Chile, 1�62-1��0.

La dimensión del conflicto

agustIna rayesBecaria doctoral CONICET – IEHS – UTDT

[email protected]

resumen

En nuestro recorrido por la dimensión del conflicto en las relaciones bi-laterales entre la Argentina y Chile (1862-1880), no sólo buscamos describir los acontecimientos que quedaron registrados con mayor intensidad en las fuentes primarias consultadas, sino que procuramos demostrar que el clima de indefinición, fruto del contexto de construcción de los Estados Nacionales a uno y otro lado de la Cordillera de los Andes, y del desconocimiento de las tierras disputadas, fue una constante que acompañó esos años.

PaLaBras cLaves

Argentina – Chile – construcción del Estado Nacional – conflicto – di-plomacia.

aBstract

In our scan over the conflict’s dimension in the bilateral relations between Argentina and Chile (1862-1880), we not only describe the main events regis-tered in the documentation which we have worked with, we also try to demon-strate the no –definition in the decision– taking process, that existed because of the National State building in both sides of the Andes and the unknowledge over the lands in negotiation.

Key Words

Argentina – Chile – National State building – conflict – diplomacy.

Temas de HisToria argenTina y americana, XVII (Julio-diciembre de 2010) pp. 199-236.

200 AGUSTINA RAYES

IntroduccIón

En la época estudiada, el vínculo con Chile resulta paradigmático e ilus-trativo de la complejidad en las relaciones internacionales, pues existieron los conflictos limítrofes más extensos en tiempo y espacio, pero también lazos económicos sólidos que se correspondieron especialmente con las economías regionales del Interior argentino. A su vez, el caso chileno ha sido, quizás, el más controvertido, ya que sus secuelas se oyen en nuestros días y hasta hace algunos años la comunidad internacional observaba los embates de un lazo cruzado por momentos de tensión y cooperación.

Para llevar a cabo nuestro estudio, hemos tomado algunos de los prin-cipales acontecimientos históricos que tuvieron lugar en la época que nos convoca y que, consideramos, fueron iluminadores, con el objetivo de en-sayar respuestas a los interrogantes que nos hemos planteado para analizar la relación bilateral, procurando superar visiones tradicionales y meramente descriptivas1. En general, los estudios latinoamericanos han mostrado una tendencia a explicar los sucesos en materia de política exterior como producto de acontecimientos que se suceden fronteras afuera de los países latinoame-ricanos y que, sin embargo, los afectan. En el análisis que a continuación se expone sobre la diplomacia argentina, se buscará involucrar los factores internos y externos que pudieran haber influido en el proceso general, para lo cual hay un claro alejamiento respecto de las teorías sistémicas, de política de poder o de la dependencia2, bajo la idea de que el proceso en la toma de

1 Cfr. aLBerto van KLaveren, en josePH tuLcHIn y HeraLdo muÑoz, Entre la Autonomía y la Subordinación. Política Exterior de los Países Latinoamericanos, Tomo I, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1984, p. 14.

2 Los autores que han adscrito al enfoque sistémico han sostenido que el sistema inter-nacional determina, en gran medida, el comportamiento externo de los países de la región. El resultado de tales estudios ha indicado que América Latina ha sido una región sensible a los cambios en el plano exterior y que, por lo tanto, su comportamiento ha resultado una reacción frente a estos estímulos. En general, estos analistas han sido pesimistas sobre la actuación de las variables sistémicas sobre los países de la región. Los estudios basados en la perspectiva de la política de poder también han dado prioridad a las variables externas para explicar la situación de la política exterior latinoamericana. Este enfoque ha considerado las acciones de otras naciones como los principales factores condicionantes de las decisiones de un país determinado. Conforme a esta perspectiva, los países han actuado independientemente de las fuerzas sociales y políticas internas en búsqueda de sus intereses nacionales. El último enfo-que ha sido usado para explicar el subdesarrollo económico en el que se encuentra subsumida la región y sus repercusiones en el campo social y político. Los autores que se inscriben en este marco analítico explican la ausencia de desarrollo en los países latinoamericanos por la inserción histórica que éstos han tenido en el sistema capitalista mundial.

201LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

decisiones fue el resultado de la influencia de instituciones e individuos en un clima caracterizado por el conflicto y el consenso.

Para construir nuestro relato nos concentramos particularmente en las cuestiones sobresalientes entre las fuentes diplomáticas de la época con las que trabajamos: las Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas anualmente al Congreso Nacional argentino, la correspondencia cambiada entre las legaciones argentinas y chilenas y algunos artículos de la prensa de la época.

Desde el ángulo del conflicto, se recrudeció la reivindicación de cada uno de los países sobre el territorio de la Patagonia, las islas adyacentes y el Estrecho de Magallanes. Entendido en su sentido tradicional3, el territorio fue un elemento central en el proceso de construcción de los estados nacionales americanos por sus múltiples significados en la delimitación de la soberanía: la extensión de las fronteras, el control efectivo del espacio y la población con la consiguiente erradicación de la amenaza del indio, los recursos económicos para las economías agroexportadoras y la muestra de poder militar. Sin em-bargo, esta sumatoria de variables no fue sopesada de igual manera en todo el período y la lectura de las fuentes nos ha devuelto una imagen de complejidad dado el desconocimiento generalizado de las tierras disputadas, derribando aquellas miradas académicas que extrapolaron rasgos de la política externa argentina propios de una etapa posterior a este período, más parecido a una época de transición y propia de la construcción de los estados nacionales que de su consolidación.

Las fronteras confLIctIvas: antecedentes

Desde el derecho público internacional, la frontera de un Estado es conce-bida como un conjunto de líneas divisorias artificiales o naturales que señalan hasta dónde se extiende la acción de la soberanía territorial y de sus leyes4. La Argentina y Chile han compartido una de las fronteras más extensas del mun-do, revelando una historia compleja en la interpretación que dentro de cada una de estas unidades administrativas se hizo sobre la cuestión. En la época, el concepto dominante de límite era barrera natural, lo más infranqueable

3 Desde la geografía tradicional, el territorio es entendido como un área espacial ocu-pada por un grupo humano, con límites precisos y en un momento concreto.

4 Cfr. aLfredo H. rIzzo romano, La cuestión de límites con la República de Chile en la zona del canal de Beagle, Rawson, Instituto de Estudios Superiores, 1967, p. 17. raúL c. rey BaLmaceda, Integración territorial de la Argentina, Buenos Aires, SENOC, 1985.

202 AGUSTINA RAYES

posible, defensiva, visible, de difícil acceso5, y la Cordillera de los Andes fue el punto central de la discusión.

Claro está que, en un mundo donde las vías marítimas ofrecían el mejor medio para el transporte, para Chile el Estrecho de Magallanes resultaba una gran puerta para el comercio con los países europeos. Por otro lado, los con-temporáneos argentinos reconocieron que “el oriente es para Chile la única salvación, no puede sensatamente establecerse en nuestras provincias andinas, y busca entonces los valles patagónicos de esta falda de la cordillera”6. En La Nación también se podía leer:

La Cordillera de Los Andes, límite natural, nos dividía, y merced á esto la Na-turaleza se impone á lo largo de ella, diciendo a uno y otro: De aquí no pasarás. Pero su necesidad de expansión, ambición territorial o esa tendencia al ideal en materia de límites, el hecho es que Chile, renegando su propia ley constitucio-nal, aspiró a traer sus límites desde el Pacífico hasta las costas del Atlántico7.

Más allá del orden interno que parecía asentarse progresivamente en cada uno de los países pretendientes del territorio en disputa, especialmente valorado en el caso argentino en contraste con un pasado reciente de contra-marchas en el proceso de unificación administrativa8, existió una clara indefi-nición en los términos y condiciones de la negociación entre las partes; sea por demarcaciones jurídicas imprecisas, por divisiones administrativas en ciernes, por documentos coloniales contradictorios o por simples desconocimientos de sus agentes negociadores, lo cierto fue que durante los años en estudio las transacciones se vieron dificultadas y no se llegó a ningún acuerdo concreto. Así, el ministro chileno Ibáñez, en discusión con el ministro argentino, escri-bía en 1874 a propósito del uso poco discriminatorio de los términos:

5 Cfr. teresa maKnIs, Límite Argentina-Chile cuenca atlántica del río Santa Cruz, Ro-sario, Teresa Ana Maknis, 1997.

6 r. PacHeco, Argentina Vs. Chile. ¿Paz o Guerra?, Buenos Aires, Arnoldo Moen Editor, 1894, p. 40.

7 Art. “Las tierras patagónicas” publicado en La Nación, Buenos Aires, 6 de octubre de 1880, p. 1 col. 2 y 3, Hemeroteca del Congreso de la Nación Argentina.

8 Para el caso argentino, ver josé carLos cHIaramonte, Nacionalismo y Liberalismo Eco-nómicos en la Argentina, 1860-1880, 2º edición, Buenos Aires, Editorial Hyspamerica, 1986. nataLIo Botana, El orden conservador, 5º edición, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1998. tuLIo HaLPerIn dongHI, Proyecto y Construcción de una Nación, 1846-1880, Caracas, Editorial Ayacucho, 1980. Para la historia de Chile, ver armando de ramón, Breve historia de Chile. Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000), Buenos Aires, Editorial Biblos, 2001. sImon coLLIer, en LesLIe BetHeLL (ed.), Chile since Independence, Cambridge, Cambridge University Press, 1998 y en LesLIe BetHeLL (ed.), Historia de América Latina, Vol. 6, Barcelona, Ed. Crítica, 1991.

203LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

La colonia chilena, dice V. S, está en el Estrecho y no en la Patagonia […] Hay, pues, perfecta propiedad al decir que la colonia está en el Estrecho como decir que está en la Patagonia […] Todos los jeógrafos, todos los historiadores, todos los viajeros […] llaman promiscuamente con los nombres de Patagonia, tierra de los patagones, ó tierras magallánicas ó territorio magallánico, la rejión cuyos límites acabo de indicar9.

El desacuerdo sobre la materia no fue excluyente entre países, también lo hubo al interior de las administraciones; por ejemplo, en Chile, Benjamín Vicuña Mackenna o José Victorino Lastarria describieron a la Patagonia como una tierra sin valor, mientras que Miguel Luis Amunátegui la consideró un espacio rico, asimismo la discordancia entre el gobernador de Magallanes y la presidencia nacional sobre las expediciones a la Patagonia generaron confu-sión. En Argentina, los roces entre las legaciones y los poderes centrales sobre la forma y resultado que debían tomar las negociaciones fueron un rasgo típico de estos años y que se ha podido seguir a través de la lectura de la correspon-dencia entre las autoridades.

Las marchas y contramarchas en las negociaciones favorecieron las mi-radas críticas y negativas que a posteriori se crearon sobre el devenir de la política exterior de ambos países en la historiografía, cuya pluma sentenció el accionar de hombres que se desenvolvieron en una realidad que les fue ajena a sus analistas. Según Alfredo Rizzo Romano, en Argentina se desconocieron cuáles eran las islas de su pertenencia10. Desde la perspectiva de Mario Barros van Buren, en Chile se tuvieron sólo ideas vagas sobre las tierras al sur del río Negro y se manejaron cifras contradictorias acerca del potencial productivo de las mismas11; incluso, el autor irónicamente señaló que Lastarria o Diego Barros Arana fueron consultados cual oráculos en la materia cuando nunca habían visitado la zona y se basaron en descripciones de Charles Darwin. No debiera sorprendernos, a esta altura del debate, que ello fuese así. Las tierras en litigio no fueron conocidas sino hasta que se avanzó efectivamente en ellas y, sin embargo, las ilusiones que sobre las mismas se volcaron sirvieron mu-chas veces como impulso para dar batalla en el campo diplomático.

Ahora bien, pese al clima confuso reinante, desde algún punto debieron partir los agentes involucrados en el diálogo por los límites nacionales, dado

9 Cfr. Escrito del Ministro de Relaciones Exteriores chileno Adolfo Ibáñez en Santiago en enero de 1874. Extraído de Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en 1874, Anexo Cuestión Argentino – Chilena, Buenos Aires, Imprenta Oficial de la Nación, p. 34.

10 rIzzo romano, op. cit.11 marIo Barros van Buren, Historia diplomática de Chile, 1541-1938, Barcelona, Edi-

torial Ariel, 1970, p. 176.

204 AGUSTINA RAYES

que para ambos países la Patagonia constituía la sección austral de sus territo-rios, desde el río Bío-Bío y el río Negro. En las negociaciones argentino-chile-nas el uti possidetis iuris12 quedó incorporado desde el primer Tratado bilateral firmado como países independientes en 182613. Y hasta la reforma de 1888 de la constitución de 1833, que eliminó el art. 1°, Chile reconocía como límite oriental la cordillera de los Andes desde el desierto de Atacama hasta el cabo de Hornos14. Es probable que esta posición del Chile recientemente indepen-dizado se basara en los mapas del Virreinato del Río de La Plata, para los que el límite sur de la Capitanía de Chile era el río Bío-Bío, considerando que la cordillera que corría por la costa era zona declarada inhabitable. Nuevamente aquí notamos la imposibilidad de los actores de salirse de su marco conocido; el desconocimiento colonial se trasladó fácilmente a las administraciones herederas de ese orden que, aunque quebrado, fue la base de la que partir una vez lograda la independencia.

Después de las revoluciones de 1810, las administraciones nacientes a am-bos lados de la cordillera estuvieron más interesadas en solucionar cuestiones internas que en definir las fronteras de sus respectivos territorios. Con una organización estatal más temprana, el gobierno de Chile ocupó el estrecho de

12 Las opiniones sobre el principio se han dividido entre quienes adscribieron al uti possi-detis iuris y quienes defendieron el uti possidetis de facto. Los primeros, menores en cantidad, han sostenido que las repúblicas centro y sudamericanas debían tener como límites los que tenían en 1810 las gobernaciones, intendencias o capitanías sobre las cuales se asentaron, haya habido o no posesión efectiva del distrito que le concedían leyes, cédulas y ordenanzas españolas, mientras que los segundos han supuesto que el derecho de usurpación o prescrip-ción, con el correr del tiempo, confiere al poseedor el dominio de lo que posee (siempre que la posesión no sea clandestina, violenta o arbitraria). Regularmente, la corona española usó el uti possidetis de facto para dirimir sus límites con la corona portuguesa en el Nuevo Mundo. Cfr. e. de gandIa, Los Derechos del Paraguay sobre el Chaco Boreal y las Doctrinas del “Uti Possidetis” en el siglo XVI, Buenos Aires, Editorial L. J. Rosso, 1935, p. 132.

13 Tratado de amistad, alianza, comercio y navegación de 1826. Firmado por J. M. Gan-darillas, Vice Presidente de Chile e Ignacio Álvarez, Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Entre los aspectos más importantes de la relación naciente entre ambos países destacaron: alianza contra cualquier dominación extranjera (art. 2), no firma de tratado con gobierno español hasta su reconocimiento (art. 4), respeto a la propiedad privada de ciudadano de la otra república (art. 8) así como la exención en el servicio militar obligatorio (art.9), los productos cultivados o fabricados por la otra república gozarían de libre tránsito y entrarían sin derechos (art. 11), se otorgaría plena franquicia a los buques de ciudadanos de la otra nación para llegar seguros a los distintos puertos (art. 15) y se preveería el intercambio de agentes consulares (art. 18).

14 Art. 1º de la Constitución Política de la República Chilena, Santiago de Chile, 25 de mayo de 1833.

205LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

Magallanes15 al fundar una base militar y naval en 1843 (Fuerte Bulnes) y una colonia en 1848 (Punta Arenas). Pese a que se intentó explicar la situación de expansión territorial por motivos económicos, no existió una explotación en esta línea del territorio pretendido que ascendía a los 250.000 km². En todo caso, habían existido ideas previas que aludían a algunas de las posibilidades que podría ofrecer tomar control de la zona; por ejemplo, en 1841 el cazador de focas y lobos marinos norteamericano George Mabon había solicitado al gobierno chileno permiso para instalar un servicio de remolcadores a vapor que permitiera la navegación de buques a vela por el Estrecho de Magallanes y se evitara doblar el peligroso Cabo de Hornos. Pero, en general, habitaron algunas autoridades, funcionarios, soldados, penados y sus familias, siendo la ocupación real insignificante a mediados de 1860, cuando las negociaciones entre ambos estados tomaron un cariz cada vez más serio.

Aunque las administraciones chilenas no tuvieron el dominio de las tie-rras australes, la mera presencia podía transformarse en una amenaza para su contraparte rioplatense, por lo que en 1847 Juan Manuel de Rosas, en su ca-rácter de Encargado de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, elevó una protesta formal por intermedio de Felipe Arana, alegando que la ex-tensión por el sur alteraba la integridad del territorio argentino. Además, Rosas solicitó a Pedro de Angelis que elaborara un trabajo de defensa de los derechos argentinos en el Estrecho –editado en 1852– que, sumado a la Memoria de Dalmacio Vélez Sarsfield de 1854 para fundamentar los títulos argentinos, fue contestado en la obra de Amunátegui en 1855. Más tarde, el gobierno de Justo J. de Urquiza protestó frente a su par chileno por la presencia en Punta Arenas y por los potreros de la cordillera, ubicados en el territorio mendocino –valles fértiles usados para engorde de la hacienda vacuna tales como Yeso, Valenzuela y los Ángeles.

En la década de 1850 el gobierno chileno había impulsado la colonización de la región de Los Lagos, favorecida por la inmigración alemana, instalada crecientemente en asentamientos en Valdivia y alrededores del Llanquihue. Entre 1860 y 1880, el gobierno chileno intentó avanzar sobre la Araucanía16, contrastando con una vida política conflictiva que impedía la unificación del territorio argentino, con escasa o nula estabilidad institucional más allá del sur del río Salado, pues fue sólo con la expedición de Roca que el gobierno

15 Cfr. josé maría rosa, El Problema del Beagle. Antecedentes e Interesados, Buenos Aires, Editorial Moharra, 1984. carLos mayo y fernando BarBa (comp.), Argentina y Chile en la época de Rosas y Portales, La Plata, Editorial de la Universidad de La Plata, 1997.

16 josé Bengoa, Historia del Pueblo Mapuche. Siglos XIX y XX, Santiago de Chile, Edi-ciones LOM, 2000.

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argentino se aseguró la ocupación definitiva hasta el río Negro17. Desde finales del siglo XVIII, y hasta la campaña militar de 1879, Carmen de Patagones fue el único asentamiento urbano estable en la Patagonia; sin embargo, y a pesar de no existir una ocupación efectiva al sur, las actas de posesión de cuatro puertos en 1780 constituían para los argentinos una muestra de que las expe-diciones partieron de Buenos Aires y que estuvieron lideradas por hombres del Virreinato del Río de La Plata18. Pero, también en las postrimerías del siglo XVIII el gobierno de Ambrosio O’Higgins había llamado la atención a la corona sobre la conveniencia de asegurar la parte austral del continente americano, fundando alguna colonia en las costas atlánticas de la Patagonia o estableciendo misiones religiosas o guarniciones militares en la Patagonia occidental o Tierra del Fuego19.

No obstante, el conflicto no se podía dirimir alegando acciones o títulos del pasado colonial –entonces, como en la época de los estados nacionales, no hubo un conocimiento riguroso sobre las tierras disputadas–, el intercambio de diplomáticos era un recurso necesario. Una vez formada la Confederación Argentina, se acreditaron encargados de negocios en Chile y Bolivia. En el pri-mero, quien desempeñó el rol fue Carlos Lamarca desde 185420, el cual, junto al negociador chileno Diego José Benavente, suscribió en agosto de 1855 en Santiago de Chile un tratado, ratificado en enero de 185621, cuyo vencimiento

17 Durante esta etapa, sólo se obtuvieron algunos puntos espaciados a lo largo de la costa atlántica: Fortaleza Protectora Argentina (1828), asentamiento de Luis Piedra Buena en la isla Pavón en la desembocadura del río Santa Cruz (1859) y en la isla de los Estados (1862), la colonia galesa de Chubut llamada Rawson (1865) y la colonia Rouquard (1872-1874).

18 Ver Acta de Posesión del Puerto de Santa Elena (20 de febrero de 1780), Acta de Po-sesión del Puerto de San Gregorio (6 de marzo de 1780), Acta de Posesión del Puerto de San Julián (1 de abril de 1780) y Acta de Posesión de Puerto Deseado (23 de mayo de 1780) en Pedro santos martínez, Historia de Mendoza, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1994, pp. 266-270.

19 Cfr. r. donoso, Diego Barros Arana, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia – Comisión de Historia, 1967, p. 52.

20 Previamente Urquiza había escogido a José Mármol, quien nunca partió rumbo a Chile, más allá de que tenía instrucciones para el cargo. Luego fue seleccionado Juan Bautista Alberdi, pero éste renunció a su nombramiento sin haber ejecutado el cargo.

21 El Tratado de 1856 reafirmó el anhelo de una paz inalterable (art. 1), los derechos liberales presentes en el Tratado de 1826, la reglamentación del comercio entre ambos países sobre la base de mutua reciprocidad y libre tráfico, a excepción del tabaco y los naipes y el derecho de peaje (art. 11), el intercambio comercial con mediación de agentes consulares hasta el establecimiento de aduanas comunes (art. 13), la reglamentación comercial y el libre tránsito ante la guerra con un tercer país (art. 20 y 21), libertades y franquicias para agentes consulares (art. 24), el intercambio de desertores (art. 27) y la comunicación ante organiza-ción de expediciones militares para controlar el territorio (art. 32), entre otras cuestiones. A

207LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

diez años más tarde aceleró las negociaciones de Lastarria, pese a que las coyunturas externas de cada país impidieron estimarlo como una prioridad. Según Pablo Lacoste, el Tratado estableció tres elementos importantes, pues se consagró el principio de “cordillera libre” para activar el comercio bilateral, se reivindicó el uti possidetis iuris de 1810 para resolver la cuestión de límites y, fundamentalmente, se adoptó el arbitraje de un “país amigo” como mecanismo pacífico de solución de controversias22, transformándose en un hito dentro de la historia del arbitraje en Sudamérica.

Los PrImeros Pasos dIPLomÁtIcos

Desde la década de 1860, con una situación institucional más estable, en la Argentina se retomó el intercambio de agentes que, entre otras cuestiones, debieron encargarse de las negociaciones por los límites internacionales. No obstante, el comienzo de las transacciones argentino-chilenas estuvo cruzado por otros hechos en los que ambos países participaron y que retardaron el diálogo directo por el tema limítrofe. La guerra entre Chile y España de 1865-1866 así como la larga contienda de la Triple Alianza, en que la Argentina fue uno de los beligerantes, y el Congreso americano, con su consiguiente debate sobre la participación, fueron algunos de los puntos sobresalientes en la primera década en estudio.

En 1862, uno de los temas centrales había sido el tratamiento de la cues-tión mexicana para evitar intervenciones futuras en América Latina por parte de los estados europeos. El Ministro de Relaciones Exteriores chileno Manuel Alcalde había instruido a Manuel Carvallo para que llevase el mensaje, ante los gobiernos inglés, francés y español, de que Chile defendería la indepen-dencia de América así como evitaría cualquier propaganda monárquica23. Perú también se había declarado públicamente contra las intervenciones extranjeras, buscando que Argentina se sumase a un proyecto de integración continental; sin embargo, el agente principal de la política exterior argentina, Rufino de Eli-zalde, contestó que ellos conocían la postura argentina respecto de la cuestión

su vez, en el mismo cuerpo del tratado constaba su vigencia por doce años desde el canje de ratificaciones (art. 40).

22 PaBLo Lacoste, “Nacionalismo y Arbitraje y las Relaciones Internacionales en el Cono Sur”, Res Gestae, N° 40, 2002, Universidad Católica Argentina, Facultad de Derecho y Cien-cias Sociales del Rosario, p. 94.

23 Cfr. correspondencia enviada por el Ministro de Relaciones Exteriores chileno M. Al-calde a su Enviado Plenipotenciario en Londres, desde Santiago, el 30 de abril y el 22 de mayo de 1862. Extraída de Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Con-greso Nacional en el año 1863, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la Nación, pp. 62-65.

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mexicana y a la relación con los estados europeos24. En La Nación se podía leer una justificación del gobierno argentino:

El gobierno argentino declara que no reconoce antagonismos entre los intere-ses europeos y americanos y que no tiene motivos para creer que la tentativa contra Méjico esté ligada á un plan preconcebido contra las instituciones democráticas de la América […] la Europa debe mirarse como un conjunto de pueblos que marcha á la cabeza de la civilización del mundo y no como una liga de reyes25.

A comienzos de mayo de 1864, el Ministro de Relaciones Exteriores Manuel Tocornal escribió a su par argentino procurando su apoyo ante la ocupación por parte de los españoles de las guaneras Islas Chinchas peruanas. Y, aunque el hecho fue repudiado por distintos agentes diplomáticos por no ajustarse a los principios del derecho público internacional26, Elizalde sólo con-testó en adhesión y prometió que instruiría a sus funcionarios para lograr el apoyo de los gobiernos paraguayo, uruguayo y brasilero27. Sin embargo, ante la propuesta de formar parte del Congreso de Lima, aquél expresó en una nota:

La América independiente es una entidad política que no existe ni es posible constituir por combinaciones diplomáticas […] La Naturaleza y los hechos la han dividido, y los esfuerzos de la diplomacia son estériles para contrariar la existencia de esas nacionalidades […] No hay elemento europeo antagonista de un elemento americano; lejos de eso, puede asegurarse que más vínculos, más interés, más armonía hay entre las repúblicas americanas con algunos europeos que entre ellas mismas28.

24 Cfr. correspondencia enviada por Rufino de Elizalde al Ministro de Relaciones Exterio-res chileno el 4 de diciembre de 1862 y el 11 de marzo de 1863, desde Buenos Aires. Extraída de Memorias del Ministerio… 1863, op. cit., pp. 66-69.

25 Art. “La política americana” publicado en La Nación, Buenos Aires, 14 de noviembre de 1862.

26 Cfr. Declaración del Comandante General de la Escuadra de Su Majestad Católica en el Pacífico, Luis H. Pinzón, y el Comisario Especial en el Perú, Eusebio de Salazar y Mazarredo y declaración de cuerpos diplomáticos en contestación. Extraídas de Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en el año 1865, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la Nación, pp. 181-184.

27 Correspondencia cambiada entre Manuel Tocornal y Rufino de Elizalde los días 4 y 28 de mayo de 1864. Extraída de Memorias del Ministerio… 1865, op. cit., pp. 184-189.

28 Nota enviada al Congreso de Lima por el Ministro de Relaciones Exteriores argentino Rufino de Elizalde el 10 de noviembre de 1862. Citada en j. v. LastarrIa, La América, Tomo I, Madrid, Editorial Américas, s/d, pp. 222 y 225.

209LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

El comportamiento del gobierno nacional argentino fue mirado con des-dén por sus pares chileno y peruano, máxime porque en 1863 había firmado en España un Tratado de Reconocimiento, Paz y Amistad en el que el gobierno español reconoció la independencia, libertad y soberanía de la Argentina así como la necesidad de definir la nacionalidad para los españoles residentes en ella.

Asimismo, Elizalde envió instrucciones al Ministro Plenipotenciario en Chile, Domingo F. Sarmiento, para: 1) arreglar las cuestiones pendientes entre Chile y Argentina, 2) dar solución a la deuda de Chile con Argentina, para lo cual habría que nombrar árbitros argentinos y chilenos para arreglar el pago, 3) finalizar las cuestiones limítrofes pendientes, por lo tanto, nombrar comi-sionados, 4) el gobierno argentino necesitaba modificar el Tratado de 1855, para lo cual era preciso conocer la opinión del gobierno chileno, 5) informarse de la cuestión limítrofe entre Chile y Bolivia y 6) indagar la postura chilena ante el Congreso americano para llegar a un acuerdo. Sin embargo, fue claro en que “el Sr. Sarmiento no podrá salir de Chile para el Perú sin después de obtenido el asentimiento del Gobierno para este objeto, para lo cual deberá oportunamente hacer presente la conveniencia de ausentarse”29.

En Chile había particular interés en que Sarmiento firmara el Tratado ofensivo y defensivo, sin embargo, ello era algo que no podría realizarse sin la autorización previa del Poder Ejecutivo argentino, el cual aguardaba que el gabinete español pidiera las disculpas correspondientes a los chilenos para evitar entrar en guerra. Sarmiento no consideraba suficientes los dichos es-pañoles y apelaba a poder firmar el Tratado, pero ello estuvo obstaculizado por la mirada general de la administración de Mitre, la cual le había enviado instrucciones precisas por su visita a Perú. Probablemente, en el Pacífico, la amenaza española sobre la soberanía de los países sudamericanos se sentía de manera más fuerte que en el Atlántico, y de allí la percepción que tanto Mitre como Elizalde tuvieron al respecto30.

La participación en el Congreso de Lima de 1864 implicó un gran debate entre estadistas e intelectuales de la época. En la prensa argentina, los diarios también dividieron sus opiniones al respecto. El Pueblo criticó el rechazo a participar del Congreso de Lima, así como la intervención en los asuntos internos uruguayos y en el trato dado por el gobierno argentino a la relación

29 Cfr. Instrucciones enviadas el 12 de marzo de 1864 a Sarmiento por parte del Ministro Elizalde. Extraídas de Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 5, Archivo General de la Cancillería.

30 Cfr. Archivos del General Mitre, Correspondencia Literaria, Tomo XX, Buenos Aires, La Nación, 1912, p. 30-32.

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con Chile. La presentación general, en todos estos nuevos países americanos, era el esquema de aquellas dos corrientes incompatibles, la de los pueblos apegados a su patria y la de las minorías europeizantes31, entendiéndose como el contraste entre una postura americanista y una europeísta en la forma de concebir las relaciones externas de los países latinoamericanos. La explicación que encontramos para el uso tan difundido de estos términos es que quienes los han aplicado los han encontrado entre los contemporáneos para designar-se a sí mismos o a otros y los han tomado sin un análisis que supere la mera clasificación. La Nación Argentina, de simpatía mitrista, repudió la política exterior de tono “americanista”32 y defendió públicamente la gestión del Mi-nistro de Relaciones Exteriores así como la imagen positiva que había logrado el gobierno de Mitre en Europa:

… paz con los pueblos de Europa, guerra con sus Gobiernos: tal es la política esterior que se aconseja al Gobierno por algunos […] ¡Guerra a los Gobiernos de Europa! ¿Y por qué? Porque son hostiles a los gobiernos de América […] Estudiemos con calma estas ideas y se verá que no resisten el examen menos detenido33.

Mitre dejó claro, en reiteradas oportunidades, su deseo de que las hostili-dades en el Pacífico cesasen y que argentino ante todo, el gobierno no dejaría de ser americano y buen vecino34. Cuando se decidió la no participación de la iniciativa del Congreso continental en Lima, ello tuvo una repercusión extensa geográfica y temporalmente para la diplomacia del país. El Ministro de Relaciones Exteriores chileno, Álvaro Covarrubias, había señalado las si-militudes entre los pueblos americanos y la necesidad de unirse ante peligros exteriores, en tal caso, la amenaza española. El propio negociador Lastarria

31 todo es HIstorIa (comp.), La Soberanía, Buenos Aires, Todo es Historia Editor, 1977.

32 En la época, los “europeístas” fueron definidos, en contraposición a los “americanistas”, como hombres inclinados hacia Europa occidental para favorecer sus vínculos económicos –exportación de materias primas e importación de materias primas y bienes manufacturados, llegada de capitales, empréstitos e inversiones extranjeras. Además, fueron caracterizados como sectores partidarios de promover la paz y el comercio, no comprometerse con alianzas americanas y llevar adelante negociaciones paralelas y no congresos continentales. Cfr. josé ParadIso, Debates y Trayectoria de la Política Exterior Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1993.

33 Art. “Política Esterior” publicado en La Nación Argentina, 12 de nov. de 1862, Heme-roteca del Congreso de la Nación Argentina.

34 Bernardo gonzÁLez arrrILI, Vida de Rufino Elizalde, Buenos Aires, Francisco A. Colombo Editor, 1948, p. 299.

211LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

criticó tal actitud: “(comunidad americana) Lo raro, lo inexplicable es que el Gobierno argentino es el que ha renegado de aquella comunidad […] ¡Deplo-rable extravío!”35.

Cuando los españoles bombardearon e incendiaron Valparaíso, la mayor agitación se dio en las provincias de Cuyo y el Norte argentino, más ligadas que el Litoral a Chile. En Salta y Tucumán la protesta popular contó con la adhesión de los poderes públicos. En la primera las residencias de peninsulares fueron escenario de protestas, y en la segunda el gobernador insultó a España y pidió la alianza argentino-chilena.36

Pese a sus críticas, el ministro chileno fue recibido por Mitre para dar inicio a las negociaciones entre la Argentina y Chile:

Gemelos de esta gran familia, como lo habéis dicho muy bien, estos dos pue-blos, ligados por glorias inmortales que son comunes, por intereses idénticos y por principios solidarios, están sin duda destinados por la Providencia para perpetuar en medio de las bendiciones de la libertad y de la paz […] Tenemos fe en que la misión del Sr. Lastarria, contribuirá á estrechar más y más las relaciones que ligan á estas dos Repúblicas hermanas37.

El diario chileno El Independiente criticó la recepción del funcionario Lastarria en la Argentina38. Sin embargo, su connacional El Ferrocarril estimó correcto que no se firmara un acuerdo con Chile porque éste lo había rechaza-do a principios de 186039. Incluso, a los diarios argentinos llegaron cartas de ciudadanos chilenos expresando que ambos países se sentían fuertes y eran ambiciosos40.

Lastarria se dirigió en nombre de las naciones sudamericanas del Pacífico a mediados de 1866 a Elizalde como mediadores ante la Guerra de la Triple Alianza, ruinosa por la alteración del sentimiento de fraternidad y de objeti-vos comunes entre las naciones americanas y por los recursos envueltos en la

35 LastarrIa, op. cit., p. 214, 219 y 220.36 IsIdoro ruIz moreno, en AA. VV., Nueva Mirada a la historia, Santiago de Chile,

Editorial Ver, 1996, pp. 139 y 140.37 Art. “Idilios diplomáticos” publicado en El Pueblo, Buenos Aires, el 6 de febrero de

1865, p. 2, col. 2 y 3, HCNA.38 Art. “Patagonia” publicado en El Pueblo, Buenos Aires, 11 de abril de 1865, p. 2, col.

3 y 4, HCNA.39 Art. “La prensa chilena justificando a la república Argentina” publicado en La Tribuna,

Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1867 p. 2 col. 2 y 3, HCNA.40 Art. “Chile” publicado en La Nación, Buenos Aires, el 17 de mayo de 1872, p. 2, col.

3 y 4, HCNA.

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contienda41. Ante el rechazo reiterado del gobierno argentino, en 1867 Cova-rrubias le escribió a Elizalde acerca de la actitud dilatoria ante el ofrecimiento chileno42. Una interpretación posible frente a las idas y vueltas de la pretendida mediación pudo ser que Chile no quisiera que la Argentina saliera fortalecida militar y territorialmente de la guerra en que, con certeza, iría a vencer frente a un Paraguay totalmente destruido. No obstante, Rufino de Elizalde consideró que se trató de un intento del gobierno chileno de que Argentina cerrara su frente de batalla en Paraguay para abocarse a la guerra con España43.

En junio de 1866, Lastarria y el Ministro plenipotenciario peruano, Be-nigno Vigil, pidieron a Elizalde la adhesión argentina al Tratado de Alianza ratificado en enero del mismo año, por el cual ambas repúblicas defenderían sus derechos, independencia y soberanía frente a la agresión española. Una vez más, Elizalde respondió que se comprometería a enviar fuerzas para combatir contra la agresión española, pero que no adheriría a un instrumento de derecho internacional tan general que le exigiera participar en cualquier conflicto que se suscitase en América en su conjunto44, especialmente atendiendo al frente que la Argentina abrió con la Guerra de la Triple Alianza, la que debe enten-derse en el contexto de construcción del estado nacional; desde el gobierno, se esperaba lograr cohesión entre la población ante la aparición de un enemigo externo y por el fracaso político del mitrismo45.

De sus años como exiliado en Chile, y tras una relación inicialmente desconfiada46, Sarmiento conservaba una buena amistad con Lastarria, quien al saber de la elección de aquél como Presidente de la Argentina, cursó su opinión en una carta en la que puso de manifiesto la indiferencia de Buenos Aires hacia Chile:

Vuestra exaltación a la presidencia, querido i viejo amigo, es un acontecimien-to que hará época en la historia de América y que revela un gran progreso

41 Correspondencia cambiada entre Lastarria y Elizalde los días 20 de junio, 6 de agosto y del 9 al 20 de octubre de 1866. Extraída de Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en el año 1867, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la Nación, pp. 59-74.

42 Correspondencia de Covarrubias a Elizalde, Santiago, 21 de junio de 1867. Extraída de Correspondencia General… libro N° 8, loc. cit.

43 Correspondencia enviada por Elizalde a Beeche, Buenos Aires, 21 de mayo de 1867. Extraída de Correspondencia General… libro N° 8, loc. cit.

44 Correspondencia cambiada entre Lastarria – Vigil y Elizalde los días 30 de junio y 18 de octubre de 1866. Extraída de Memorias del Ministerio… 1867, op. cit., pp. 74-82.

45 HaLPerín dongHI, op. cit.46 En la correspondencia entre ambos de la década de 1840, Sarmiento le aclara a Lasta-

rria que no quiere participar activamente de la vida política chilena.

213LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

en la República Argentina […] Voi a pedir al antiguo Maestro de escuela, i es la adopción de mi Libro de Oro de las Escuelas […] quise hacerlo aceptar en Buenos Aires cuando estuve, pero comprendí que lo miraban con desdén, como miran allí todo lo de por acá47.

En agosto de 1866, Lastarria se dirigió a Elizalde con el objeto de clari-ficar algunos puntos sobre la cuestión de límites en un Memorandum ya que, a su entender, había un sector de la prensa –que era un apéndice del gobierno aunque el ministro lo negase– que buscaba instalar en la opinión pública una imagen negativa de Chile y que, en ocasiones, producía animosidades a nivel internacional. En el Memorandum, Lastarria recordó que: 1) en las conferen-cias de 1865 no se debatió el tema de la Patagonia, 2) el gobierno argentino no podría discutir el asunto de límites hasta tanto no tuviera un conocimiento acabado así como los documentos necesarios para sentar una posición. Eli-zalde contestó que en el gobierno argentino no se llegaría a una guerra con Chile por la cuestión de límites y que la documentación sobre el tema era exigida por el Congreso Nacional para ser tenida en cuenta en las posteriores negociaciones48.

A principios de 1869, Félix Frías fue nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la República Argentina en Chile. Como había concluido el tratado de amistad y comercio, Frías llevaba el encargo de impul-sar uno nuevo. Las primeras conferencias estuvieron dedicadas a temas como la navegación, el comercio, la extradición de criminales y correos, y quedaron en un segundo plano las disputas limítrofes. No obstante, desde el gobierno nacional existieron proyectos para hacer un mapeo del país, tal ha sido el caso del mapa encargado al Ingeniero Nacional de Minas, el Sr. Richard49.

En 1867, a instancias del gobierno chileno de José Joaquín Pérez, se decre-taron facilidades para la inmigración y arraigo de colonos en la zona disputada y, veinte años más tarde, la población se había triplicado, ocupando entonces 300 km² al sur y norte de Punta Arenas, con dedicación en agricultura, crian-za, caza, comercio, explotación de carbón y bosques. La cría de ganado ovino tuvo un efecto multiplicador y dinamizador de la actividad económica en general, permitió la llegada de inmigración europea y la producción de uno

47 Carta de Lastarria a Sarmiento. Santiago de Chile, 22 de octubre de 1868. Publicada en m. L. deL PIno de carBone, Correspondencia entre Sarmiento y Lastarria, 1844-1888, Buenos Aires, s/d, 1954.

48 Correspondencia cambiada entre Lastarria y Elizalde los días 22 y 28 de agosto de 1866. Extraída de Memorias del Ministerio… 1867, pp. 83-87.

49 Art. “Noticias locales. Mapa de la República” publicado en La República, Buenos Aires, 11 de mayo de 1869, p. 2, col. 2, HCNA.

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de los principales bienes de exportación hacia Gran Bretaña, Bélgica y Fran-cia. La llamada “colonización pastoril” fue un patrón que también se repitió en Santa Cruz y Tierra del Fuego50. Incluso, la incorporación de la Argentina al mercado internacional –a partir de 1880– como exportadora de productos agrícolo-ganaderos exigirá cambios en su estructura productiva en función de las exigencias de ese mercado51.

Hasta aquí, se ha visto que el intercambio de ministros a uno y otro lado de la Cordillera no implicó el tratamiento de los reclamos territoriales. En estos primeros pasos diplomáticos fue relevante el Congreso americano y los ofrecimientos de buenos oficios de ambas partes ante las dos contiendas que los afectaban, en los que, si bien la retórica fue de total cordialidad, cada uno fue cauteloso de lo que pudiera hacer el otro. Desde la Argentina, se temió que Chile apoyara al régimen paraguayo y, desde Chile, se desconfió de la simpatía argentina por España.

eL comIenzo de La IndecIsIón en Las negocIacIones terrItorIaLes

Las negociaciones por las tierras en conflicto tomaron forma cuando se creó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile en 1871, especialmente establecido por el comportamiento del país durante la guerra de 1866, la debi-lidad de los tratados continentales firmados entre 1847 y 1864 y a la solitaria posición en América52.

El modus vivendi entre la Argentina y Chile se dio tras la reclamación de Sisco y Cía. En junio de 1871, el gobierno de Sarmiento cedió por decreto un permiso para extraer guano de la isla Quarter Master (situada frente a la costa fueguina del Estrecho) a Sisco y Cía., pero las autoridades de Punta Arenas exigieron a los navegantes el pago de derechos aduaneros por considerar a la isla fuera de la jurisdicción argentina. Esta cuestión no era un detalle menor en una época en que los países latinoamericanos estaban ávidos de capitales extranjeros, especialmente por los futuros contratos con Inglaterra, que se podían caer. En el reclamo que José Sisco y Cía. elevó expresó:

50 Según J. Campobassi, Tierra del Fuego se llamaba a todo lo que existiese, aguas y tierras, al sur del Estrecho de Magallanes.

51 Cfr. e. BarBerIa, “La distribución de la tierra en el territorio de Santa Cruz, 1880-1900”, Cuadernos de Historia Regional, Vol. III, N° 8,1987, Buenos Aires, Editorial Univer-sitaria de Buenos Aires – Universidad de Luján, p. 7.

52 marIo Barros van Buren, El Ministerio de Relaciones Exteriores, 2 º edición, Santiago de Chile, Editoria Arquen, 1991, p. 31.

215LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

Ya cuando habíamos reunido la cantidad de un mil toneladas, se presentó el Gobernador de una colonia chilena, situada en el Estrecho de Magallanes, prohibiendo el embarque del guano si antes no satisfacíamos los derechos de exportación de Chile53.

Hacia 1872, aunque Ibáñez sostuviera que la Patagonia era una zona semi-desértica, la región resultaba apta para la cría de ovejas, actividad complemen-taria de la cría de ganado vacuno y la siembra en el valle central chileno. En-tonces, el ministro propuso un modus vivendi al gobierno argentino con la idea de dividir54 la tierra en disputa: que Chile atendiese toda la parte comprendida dentro del Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego, las islas adyacentes y la costa del Atlántico hasta llegar a Puerto Deseado; siguiendo desde este punto podría tirarse una línea hasta llegar a la Cordillera de los Andes.

También le escribió a Sarmiento ofreciéndole dinero por la “renuncia” del gobierno argentino al Estrecho de Magallanes y la Patagonia. Por esos días el gobierno argentino, defensor del criterio de las más altas cumbres para hacer la divisoria, estaba disgustado con las reiteradas concesiones que su contraparte trasandina había hecho sobre el territorio para la extracción del guano en la isla Quáker Master o con los acuerdos que su Ministerio del Interior había llevado adelante con las distintas tribus que habitaban el espacio en disputa. Pero pese a los entredichos, se expresó claramente la intención de mantener la paz entre ambos55. Aunque la hipótesis de guerra no tenía asidero, las mejoras tecnológicas que alguno pudiera hacer eran consideradas por el contrario; así, a fines de 1871, Tejedor había comunicado a Frías que el gobierno chileno ha-bía presentado un proyecto de construcción de dos buques de guerra blindados para la colonia de Magallanes56.

En el testimonio de Manuel Bilbao –personaje influyente en el Congreso chileno y en el Presidente Pinto para la aceptación de la solución pacífica de

53 Correspondencia de José Sisco y Cía. elevada a Carlos Tejedor, Buenos Aires, 4 de octubre de 1871. Extraída de Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 13, loc. cit.

54 La propuesta de división iba desde el paralelo que forma el grado 45 desde el Atlántico a la cadena de los Andes.

55 Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Na-cional en 1872, Buenos Aires, Imprenta Oficial de la Nación, pp. XXI-XXXIV. Nota que el ministro argentino en Chile, Félix Frías, dirige al canciller Adolfo Ibáñez, el 12 de diciembre de 1872. Extractada de carLos sILva, La Política Internacional de la Nación Argentina, Bue-nos Aires, Ministerio del Interior – Subsecretaría de Información., 1946, p. 197.

56 Carlos Tejedor a Frías, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1871. Extraída de Corres-pondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 13, Archivo General de la Can-cillería.

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controversias en el conflicto argentino-chileno, quien, aunque los partidarios de la vía dura intentaron frenarlo, consiguió sentar su opinión de que debía prevalecer el derecho internacional– subyacía la idea de que hasta 1872 reinó la armonía entre la Argentina y Chile57, momento en que la legación chilena en Buenos Aires manifestó que Chile ejercía jurisdicción hasta el río Santa Cruz, cuando Ibáñez se embarcó hacia el Estrecho, dejando pendiente la discusión y dirigiéndose a Río Gallegos para fundar una colonia ordenando construir casa y ejercer actos de posesión58. Incluso, en el diario La República quedó clara la mala imagen de la administración de Ibáñez en la relación entre ambos países: “A ningún hombre público de Chile cabe tanta responsabilidad, como al señor Amunátegui, en la lamentable perturbación, que han sufrido las relaciones de los dos países”59.

Hacia mediados de 1873, y bajo la idea de no renunciar a la boca oriental del Estrecho, la propuesta del gobierno argentino consistió en determinar los límites tomando como base la bahía Peckett del Estrecho de Magallanes y, desde allí, al oeste hasta la Cordillera de Los Andes; pero ésta no podía ser aceptada por-que significaría la renuncia de Chile sobre los derechos de la Patagonia. Como respuesta, los chilenos ofertaron dividir la Patagonia en mitades a partir del río Diamante, en el paralelo 45, y que, en caso de controversia, se arbitrara. En su discurso de cierre al Congreso Nacional, el presidente chileno expresaba:

Nuestra cuestión de límites con la República Argentina, ha llegado, puede de-cirse, a su término […] Esta discusión ha venido a demostrar que los derechos de Chile al territorio cuestionado son claros e irrefrenables […] Mi gobierno propuso a la Legación argentina una base de transacción, en virtud de la cual se dividiría por mitad el territorio cuestionado. Esta base ha sido desgraciada-mente desechada […] No queda, pues otro recurso para dirimir la contienda que el arbitraje60.

Sin dudas, fue ésta una época en que los vínculos bilaterales se tornaron complicados. El enviado argentino Frías presionó a Ibáñez para que el Senado no otorgase derechos al ciudadano Cruz D. Ramírez para explotar el guano que yacía al este de Punta Arenas. Uno de los fundamentos chilenos fueron

57 Dr. Manuel Bilbao, Stgo. Chile, 30/09/1878 publicado en martínez, op. cit., p. 259.58 Cfr. Dr. Manuel Bilbao, Stgo. Chile, 10/10/1878 en martInez, op. cit., p. 263.59 Art. de La República. Citado en féLIx frías, Escritos y Discursos, Buenos Aires, Carlos

Casavalle Editor, 1884, p. 292.60 Discurso del Presidente Federico Errázuriz de Apertura de Sesiones del Congreso Na-

cional, Santiago, 1 de junio de 1873, Imprenta Nacional. Documento extraído de Corresponden-cia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 16, Archivo General de la Cancillería.

217LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

los artículos escritos por Sarmiento en los diarios El Progreso y La Crónica de la década de 1840. Como Presidente de la Argentina, debió sortear duras críticas en el tema limítrofe, pues cargaba con un pasado literario de apoyo a Chile. Una vez fuera del cargo, confiaba a Lastarria:

Desgraciadamente he sido inutilizado por aquella mala inspiración de Ibáñez, de denunciar ante el Presidente de la República, Sarmiento, en negociaciones diplomáticas, el don que de una comarca le hizo a sus mocedades un escritor joven que según él llevaba ese nombre. Habedme pues por traidor para uno de los bandos, y bastaos leer los diarios, cuando de la cuestión se trata, para juzgar de la autoridad moral hacer oír razón a los que a fuer de patriotismo ahondan de día en día el abismo61.

Pero también el agente argentino protestó por la expedición que partió con consentimiento del Gobernador de Punta Arenas a Río Gallegos en la balandra Anita y que llevaba soldados, hombres, maderas y lo necesario para fundar una colonia allí, de la que se habría enterado por publicaciones del diario de Valpa-raíso La Patria62 –sin embargo, el gobierno chileno desaprobó el accionar por no responder a instrucciones específicas– y porque había recibido notificación de Luis Piedra Buena –a quien, por ley, el gobierno argentino había otorgado el usufructo de la isla de los Estados en 1868 fabricando colchones con plumas Penguin (sic)– y el cual había sido llamado por los chilenos para el servicio de flete hacia Río Gallegos63. Ante ello, el ministro respondió que la Argentina había violado el principio de statu quo en relación al Tratado de 1856 con la expedición de alumnos de la Escuela Náutica –que según los argentinos ha-bía partido para chequear las acciones chilenas– a las costas patagónicas del Atlántico y la concesión a los buques ingleses para extraer guano64 y que esa expedición no partió a fundar colonia alguna, sino a hacer un reconocimiento del terreno para conocer las posibilidades de cultivo y a chequear si existía un buque náufrago en la zona. Asimismo, expresó la convicción de que esas

61 Carta de Samiento a Lastarria. Buenos Aires, 18 de marzo de 1877. Publicada en deL PIno de carBone, op. cit.

62 Frecuentemente, los diarios chilenos enviaban corresponsales para que describieran el estado de la colonia de Magallanes. En esta oportunidad, el enviado especial hizo explí-cito el plan del gobernador Viel de levantar una colonia chilena sobre las márgenes del Río Gallegos.

63 Luis Piedra Buena a Frías, Punta Arenas, 29 de enero de 1873. Extraída de Correspon-dencia General…, Libro N° 16, loc. cit.

64 Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Na-cional en 1873, Buenos Aires, Imprenta Oficial de la Nación, pp. IX-XV y 519-547.

218 AGUSTINA RAYES

tierras corresponden a la Argentina, pero que sabía que estaban bajo disputa65. A su vez, Blest Gana protestó ante el Ministro de Relaciones Exteriores Carlos Tejedor por las concesiones acordadas por las autoridades nacionales a los señores Crozer, Rouquaud y Piedra Buena para que usufructuasen territorios al sur de Santa Cruz, por la expedición que partió a bordo de los barcos de bandera argentina “Chubut” y “Gral. Brown”66 y por las exploraciones y pro-yectos de colonización en el río Negro que el Poder Ejecutivo había presentado ante el Congreso nacional67.

El Ministro del Interior Arístides Villanueva, que había tomado el lugar de Ibáñez cuando éste se ausentó por su viaje al sur68, creía conveniente retirar las fuerzas chilenas apostadas en el lugar, no obstante, reclamaba ante Frías el uso de lagos y lagunas para extracción de agua que hacían los argentinos, que estaban en disputa y que, según sus conocimientos geográficos, se alimenta-ban de ríos chilenos69. Sobre el particular, el diplomático Beeche, que también tuvo noticias sobre el piquete de soldados chilenos en Río Gallegos y el envío de maderas desde Punta Arenas para construir fortificaciones, consideraba: “hace tiempo que tengo la idea de que el Gobierno de Chile ha tomado por modelo de conducta con sus vecinos la política hipócrita, desleal y absorbente del Brasil”70.

Llegados a un punto de dilatación de las negociaciones, en 1873 Ibá-ñez escribió al enviado argentino sobre la necesidad de presentar árbitros y exponer la documentación que cada una de las partes hubiese conseguido –con comunicación a otras naciones sobre la temporaria neutralización del Estrecho71–, enfatizando que su país no había avanzado desde la fundación de Punta Arenas72, perfectamente lícita según los chilenos en todas las negocia-

65 Ibídem, pp. 548-555.66 Ibídem, pp. 575-588.67 Carta de Blest Gana a Ministro Relaciones Exteriores argentino, Buenos Aires, junio

de 1873. Extraída de Memorias… 1874, op. cit., pp. 261-264.68 Ibáñez a Frías, Santiago, 15 de marzo de 1873. Extraída de Correspondencia General…,

Libro N° 16, loc. cit.69 Arístides Villanueva a Frías, Mendoza, 29 de marzo de 1873. Extraída de Correspon-

dencia General…, Libro N° 16, loc. cit.70 Beeche a Frías, Valparaíso, 31 de marzo de 1873. Extraída de Correspondencia Gene-

ral…, Libro N° 16, loc. cit.71 Carta de Ibáñez, Santiago, noviembre de 1873. Extraído de Memorias… 1874, op. cit.,

pp. 218-220.72 Cfr. correspondencia cambiada entre el Ministro Ibáñez y Félix Frías en agosto de 1873.

Extraída de Memorias… 1874, Apéndice Cuestión Argentino -Chilena, op. cit., pp. 3-183.

219LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

ciones73. Sin embargo, por diarios chilenos como El Ferrocarril la legación argentina se enteró de una nueva expedición para recorrer Tierra del Fuego74 y, más tarde, se le permitiría al ciudadano francés E. Pertuisset explorar para hallar minerales. Asimismo, el cuerpo de diplomáticos argentino protestó ante las autoridades chilenas porque en el Senado se había aprobado una partida presupuestaria para construir un faro en el Cabo de las Vírgenes (situado en el Atlántico, a la entrada del Estrecho de Magallanes), so pretexto de cooperar con las embarcaciones extranjeras que transitaran la zona, pero para los argen-tinos ello era un avance chileno sobre el territorio en disputa75.

La escaLada en Las PretensIones

La escalada aumentó progresivamente, ya ninguna de las partes disimuló como en otros años su intención sobre las tierras. Tanto fue así que discutiendo sobre el proyecto de Ley de Tierras Nacionales, Mitre decía:

Considero, sin embargo, una coincidencia feliz que este proyecto elaborado sin tener exclusivamente en vista las cuestiones internacionales que hoy ennegre-cen nuestro horizonte, sea tratado en este momento verdaderamente solemne que atraviesa la República, en que, á cualquier punto que volvamos los ojos, nos encontramos con una cuestión de límites, que es una amenaza hoy y que puede ser un peligro mañana […] Nuestra comunicación sería un desarrollo espontáneo y natural, mientras que para Chile es artificial y desligado de su sistema geográfico y económico76.

Una de las cuestiones que hizo que los debates en la disputa limítrofe alcanzaran puntos cada vez más álgidos había sido que Chile desde la década de 1870 incluyó más decididamente a la Patagonia como un tema central, pero también los procesos internos de cada uno de los países así como los personajes que intervinieron. Incluso, en 1873 en Londres se había publicado un aviso donde se incluía a la costa oriental de la Patagonia como dominio chileno. Al respecto, en el gobierno de Avellaneda Félix Frías decía: “Chile no

73 Carta de Ibáñez a Frías, Santiago, 29 de octubre de 1872. Extraída de Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 14, Archivo General de la Cancillería.

74 Tejedor a Frías, Buenos Aires, 12 de marzo de 1873. Extraída de Correspondencia General…, Libro N° 16, loc. cit.

75 Protesta de Félix Frías elevada el 9 de octubre de 1873. Extraído de Memorias… 1874, op. cit., pp. 221-228.

76 Art. “Senado nacional. Discurso del Gral.B. Mitre sobre cuestión de límites” publicado en La Nación, Buenos Aires, 16 de mayo de 1872, p. 1, col. 5 a 8, HCNA.

220 AGUSTINA RAYES

disputó antes de la administración presente otro territorio que el Estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego á la República Argentina”77.

Tanto fue así que encontramos a Tejedor advirtiendo a Blest Gana en abril de 1874:

La primera y mas poderosa dificultad era el rumor que hacia tiempo corria de haber Chile ocupado el puerto de Santa Cruz […] el Gobierno argentino se veria obligado á romper las relaciones diplomáticas, y no podria oir directa ni indirectamente proposiciones de transacción ó arbitraje78.

Al principio de su mandato, Avellaneda señaló que mantendría ínte-gramente la jurisdicción de la República en todas las costas del Atlántico79 y designó a Frías como Canciller, tensando aún más las ya conflictivas re-laciones con Chile. Desde entonces existió preocupación por recabar toda la documentación que justificara la pretensión de títulos argentinos sobre el territorio en disputa: la legación argentina en España juntó archivos de dere-chos en tratados antiguos y se le encargó al Jefe del Archivo de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Guido y Spano, que compilara material relativo a la Patagonia Oriental80.

Siguiendo las fuentes diplomáticas, es posible notar el crecimiento de la desconfianza entre ambos países. Frías informó que a su paso por el estrecho de Magallanes supo que el gobierno chileno efectuaba nuevas concesiones en dicho Estrecho y en Tierra del Fuego, y que habían penetrado comisiones ex-ploradoras en la Patagonia, donde descubrieron minas de carbón y cobre. Pero la legación chilena reclamó por concesiones que el gobierno argentino había otorgado a distintos empresarios para hacer una explotación de territorios al sur de Santa Cruz, desencadenando en una sucesiva recepción y envío de co-rrespondencia al respecto en la que no pudieron ponerse de acuerdo81.

Blest Gana reclamó por la supuesta subvención del gobierno argentino para una línea de navegación hasta el río Santa Cruz y la concesión de diez

77 Art. de La Tribuna, publicado el 4 de junio de 1875. Citado en frías, op. cit., p. 283.78 Ibídem, p. 300.79 Cfr. camPoBassI, op. cit., p. 31.80 Entre los documentos encontrados por Carlos Guido y Spano figuran: 1) una comunica-

ción del Virrey Vertizen que se toma al Río Gallegos como el punto más austral de la Patagonia y 2) nota de don Ambrosio O’Higgins en la que reconoce a la Cordillera de Los Andes como divisoria de Chile y Argentina. Cfr. frías, op. cit., p. 288.

81 Memorias… 1874, op. cit.

221LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

leguas a la empresa que llevara adelante la exploración82. El Abato y el Co-vadonga chilenos y la barca argentina Chubut fueron enviados para hacer reconocimiento de la zona porque aún no se había llegado a una transacción amistosa. Sin embargo, Frías protestó porque la delegación chilena no sólo hizo estudios topográficos, sino que inventarió la casa de un ciudadano fran-cés que allí vivía con permiso del gobierno argentino y pretendió instalarse definitivamente al construir una casa de madera, a lo que Ibáñez respondió desconociendo tales hechos o explicándolos y desconociendo la soberanía efectiva argentina sobre la zona83.

Ya en 1875 se había reanudado la problemática sobre los límites al pro-ducirse un debate jurídico entre el argentino Vicente Gregorio Quesada y el chileno Miguel Luis Amunátegui. Ambos teorizaban desde el principio de uti possidetis. La pregunta era si en la región se podían alegar títulos históricos. Según algunos teóricos, la corona española no tenía pleno conocimiento de la Patagonia ni de Magallanes, por lo tanto, declararon al territorio como res nullius84. Pero este no era el principio jurídico rector reconocido por ambos litigantes.

Respecto de los antecedentes, era favorable para la Argentina que las ex-pediciones coloniales hacia el sur se habían organizado desde Buenos Aires, lo cual resultaba lógico teniendo en cuenta que Santiago estaba más lejos. Sin embargo, no hubo presencia permanente y no se demostraron intereses en la región, y ello afectaba la postura argentina aunque algunos lo fundamentaron por el problema del indio sumado a la incapacidad de la zona para insertarse dentro del circuito productivo.

Chile recurrió a un mapa realizado en 1775 que dividía al Reyno de Chi-le en Chile Antiguo (al norte) y Chile Moderno (al sur) denominado Tierra Magallánica, Patagónica, de los Césares… Además, el mismo mapa imponía como límite más austral para la provincia de Buenos Aires el río Negro. Los argentinos rebatían esta evidencia declarando que ese mapa era anterior a la creación del Virreinato del Río de La Plata. Otros mapas posteriores –apro-bados por geógrafos e incluso por el mismísimo virrey de Perú– no otorgaban territorios a Chile allende el este de los Andes. Resultaba adverso para la Ar-gentina el hecho de que la cédula del 1 de agosto de 1776 por la que se fundó el Virreinato del Río de la Plata no hiciera mención a los territorios del sur, ni

82 Luis Domínguez a Miguel Goyena, Lima, 7 de julio de 1875. Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 18, Archivo General de la Cancillería.

83 Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Na-cional en 1875, Buenos Aires, Imprenta Oficial de la Nación, pp. 107-111.

84 La expresión res nullius se traduce habitualmente como “tierra de nadie”.

222 AGUSTINA RAYES

la cédula del 27 de octubre de 1777 que confirmaba la constitución del mismo. Las cédulas de la corona española trajeron problemas de interpretación para los juristas dada la superposición de las distintas jurisdicciones85. Tanto Quesada como Amunátegui recurrieron a entuertos legales: borraron capitulaciones o determinadas palabras en los documentos para cambiar los sentidos86.

En agosto de 1875 Bernardo de Irigoyen llegó al Ministerio de Relaciones Exteriores. En octubre del mismo año, el gobierno argentino nombró una co-misión de ingenieros para que hicieran el reconocimiento científico de la región austral entre el río Negro, el estrecho de Magallanes, la cordillera de los Andes y el océano Atlántico. Irigoyen era partidario de mantener el statu quo previo a 1872, es decir, que Chile no se adelantara de Punta Arenas y Argentina no avanzara al Estrecho87. Sin embargo, el gobierno chileno no compartió esta noción, pues en un “Cuadro Sinóptico de la República de Chile” de 1875 era posible leer la siguiente información: “MAGALLANES, territorio de coloni-zación, creado en 1849. Habitantes: 1144 – Límites: al N. el cabo y la Península de Tres Montes y el Río Negro; al E. el Atlántico; al S. y al O. el Pacífico”88.

Entonces el canciller chileno, José Alfonso, a diferencia de su antecesor Ibañez, consideró que la cuestión patagónica era de menor importancia en relación a otros temas, percepción compartida por el futuro presidente Aníbal Pinto. En carta enviada por Lastarria a Sarmiento en febrero de 1876 respecto a la nueva misión que se abría entre ambos países, el autor chileno señalaba la posible participación de él y la intención del gobierno chileno de arribar a una solución pacífica:

Pinto concluirá nuestra cuestión de límites, pero si queréis terminarla con Errazuriz no tenéis mas que conseguir de ese gobierno que conteste la nota que le escribió Alfonso. Este me ha dicho que viniendo una contestación amigable como él espera, nombrará inmediatamente un ministro para que vaya a tratar la cuestión si prefiere el argentino arreglarla allá. Nos empeñamos en que sea

85 Por ejemplo, Carlos V había firmado tres capitulaciones distintas donde legaba territorio superpuesto a Diego de Almagro, Pedro de Mendoza y Simón de Alcazaba. Cfr. a. cIsneros & c. escudé (comps.), Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo VI, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1998.

86 En un documento Quesada cambió el español arcaico “hazia” por el español moderno “hasta” para quedarse con la Patagonia. A su turno, Amunátegui expresó que las doscientas leguas de las que hablaban los documentos reales valían para el Océano Pacífico y no para el Atlántico.

87 Citada en frías, op. cit., p. 322.88 Ibídem, p. 334.

223LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

Santa María ese ministro. Si no se consiguiese i me queréis a mí, iré con gusto (todo esto es reservado)89.

Finalmente, y por decreto, el presidente Errázuriz envió a Diego Barros Arana como plenipotenciario ante las repúblicas del Río de La Plata y el Im-perio de Brasil en abril de 187690, bienvenido por el presidente Avellaneda91, y cuyas instrucciones fueron un reflejo de la nueva posición del gobierno de Chile sobre la zona disputada. Chile resignaría la Patagonia hasta el río Galle-gos pero consolidaría la posesión del Estrecho de Magallanes92, que interesaba particularmente a Chile por constituir una vía de comunicación con Europa y el mundo y por su situación geográfica de encierro entre el Pacífico y la Cordillera de los Andes:

[...] tengo como Ud. la convicción acerca de la calidad de los terrenos pata-gónicos, que son casi en su totalidad estériles e inútiles. Si a esto se agrega que nuestra situación geográfica nos aconseja no tener costas que conservar y custodiar en el Atlántico, es preciso convenir que nuestras pretensiones no deben ir más allá del Estrecho y de la porción de terrenos necesaria para su seguridad y desarrollo93.

Dos años duró la gestión de Barros Arana, obstaculizada porque el buque de guerra chileno Magallanes apresó cerca de las márgenes del río Santa Cruz a la barca mercante francesa Jean Amelié que cargaba guano en la isla Monte León, con licencia del cónsul argentino en Montevideo hasta el paralelo 51. Los incidentes tuvieron una repercusión extensa en el tiempo y los chilenos interpretaron que la barca había sido apresada en aguas chilenas y que Chile ya había dado aviso en Europa, a través de su agente en Londres, para evitar que buques cargueros llegaran a extraer materias primas en la zona contigua al

89 Carta de Lastarria a Sarmiento. Santiago de Chile, 3 de febrero de 1876. Publicada en deL PIno de carBone, op. cit.

90 donoso, op. cit., p. 114.91 Ibídem, p. 115. Los hechos recientes a los que se refería Avellaneda eran los suscitados

por el apresamiento de la barca francesa Jean Amelié.92 Artículo 39º del Tratado de 1855: “Ambas partes contratantes reconocen como límites

de sus respectivos territorios, los que poseían como tales al tiempo de separarse de la domi-nación española, el año 1810, y convienen a aplazar las cuestiones que han podido o puedan suscitarse sobre esta materia para discutirla después pacífica y amigablemente, sin recurrir jamás a medidas violentas y, en caso de no arribar a un completo arreglo, someter la decisión al arbitraje de una nación amiga”.

93 Instrucción del Ministro Alfonso a Barros Arana en 1876. Extraída de LuIs sanz, Ze-ballos; El tratado de 1881; Guerra del Pacífico, Buenos Aires, Pleamar, 1985, p. 28.

224 AGUSTINA RAYES

estrecho de Magallanes sin previo permiso de las autoridades chilenas94 porque el límite norte era el río Santa Cruz95. El canciller chileno escribió a Goyena aclarando algunos puntos sobre la protesta elevada por las autoridades argen-tinas. En principio, el siniestro del que fue objeto la barca se debió a razones naturales y a la impericia de su comandante, y los tripulantes no fueron apre-sados sino simplemente detenidos para prestar declaración96. El comandante Coolen escribió en Valparaíso, adonde fue trasladado con su tripulación, a Goyena para que interviniera en el asunto y lo protegiera97. También el agente francés J. Ducros Aubert escribió al gobierno argentino pidiendo que interce-diera en la pérdida de la barca, ya que el fletador era argentino y que la barca había sido apresada por una disputa limítrofe que mantenía su país con Chile98. La falta de arreglo generó rumores de guerra entre ambos países, cuyos ecos resonaron en el gobierno estadounidense mediante su agente en la Argentina, Thomas O. Osborn, en 1877.

Además, el gobierno chileno había arreglado como camino vecinal el que unía Punta Arenas con la localidad de Río Gallegos y decretó que los indios que habitaban al sur de Santa Cruz se sometiesen a las autoridades chilenas, lo que llevó a que el gobierno argentino reclamase por las alianzas entre tribus indígenas del lado oriental de los Andes y el gobierno chileno99. En una carta enviada por el canciller chileno Alfonso al enviado argentino, expuso:

V. S. no podrá menos que reconocer que llegando por el norte hasta el rio Santa Cruz, la rejion en que de hecho mantiene mi Gobierno sus derechos posesorios la concesión de tierra acordada a Bouquet i sus acompañantes como asimismo la senda arreglada al tráfico entre la Colonia i Rio Gallegos i la obediencia de las tribus indíjenas que se extienden al sur del rio Santa Cruz, no son otra cosa

94 B. de Irigoyen a M. Goyena. Buenos Aires, 14 de octubre de 1876. Correspondencia General…, Libro N° 23, loc. cit.

95 Correspondencia intercambiada entre el funcionario argentino Manuel Goyena y el Ministro de Relaciones chileno Alfonso en mayo y junio de 1876. Publicada en La Tribuna, art. “Otra vez la cuestión chilena”, 22 de septiembre de 1876, p. 1, col. 1, 2 y 3, HCNA.

96 Alfonso a Goyena, Santiago, 22 de junio de 1876. Correspondencia General…, Libro N° 23, loc. cit.

97 W. Collen a M. Goyena, Valparaíso, 11 de diciembre de 1876. Correspondencia Gene-ral…, Libro N° 23, loc. cit.

98 J. Ducros Aubert a B. de Irigoyen, Buenos Aires, 5 de diciembre de 1876. Correspon-dencia General…, Libro N° 23, loc. cit.

99 B. de Irigoyen a M. Goyena, Buenos Aires, 1 de febrero de 1876. Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 23, Archivo General de la Cancillería.

225LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

que otras tantas manifestaciones lejítimas de la soberanía que la República ejerce allí mientras no se convenga o se decida otra cosa100.

Estas cuestiones llevaron a que la Cámara de Diputados argentina pidie-se la ruptura de relaciones con el país vecino. Incluso, y ante la escalada del conflicto, hasta las propias autoridades peruanas hicieron una propuesta de mediación que nunca llegó a concretarse. El propio Sarmiento expresaba:

Accidentes inapropiados como el de la Jeane Amelia, pueden llevar a ambos paises, contra la intención decidida de los que gobiernan a conflictos inevita-bles […] La Patagonia es una cuestión literaria; y ante el argumento, la argucia, y el documento, o la inducción, no ha de haber razón que valga […] Mi ultima, mi unica palabra seria en este asunto es que vamos mal, y que poca esperanza tengo de que se encaminen las cosas a un desenlace. No creo que a los que actualmente gobiernan aquí les imponga el desborde de la prensa, que alla como aquí ha de irritar los animos…101

En enero de 1878 se firmó un protocolo entre Elizalde y Barros Arana para dejar bajo arbitraje lo sucedido con la Jeanne Amelie102, lo que volvió a pacificar el diálogo y a dirigir los esfuerzos en argumentar sobre las pretensio-nes individuales. Desde mediados de 1876, Félix Frías había elevado antece-dentes al Congreso, cuya documentación se dividió por épocas: “Se entenderá por antecedentes todo lo que el Gobierno posea en forma de escritos, como reales órdenes, cédulas, memorias, protocolos, notas diplomáticas y cartas, planos y croquis geográficos, topográficos e hidrográficos”103.

Los informes que Francisco P. Moreno remitió entre 1876 y 1877 al Minis-tro de Relaciones Exteriores fueron tomados en consideración para la cuestión limítrofe104. Además, en abril de 1877 se publicó el escrito elaborado por el

100 Alfonso a M. Goyena. Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 25, Archivo General de la Cancillería.

101 Carta de Sarmiento a Lastarria. Buenos Aires, 18 de marzo de 1877. Publicada en deL PIno de carBone, op. cit.

102 Protocolo por el apresamiento de la barca francesa “Juana Amelia” firmado el 8 de enero de 1878 entre Elizalde y Barros Arana. Documento extraído de Correspondencia Gene-ral. Límites con Chile, Caja N° 4, Archivo General de la Cancilleria.

103 Nota de Félix Frías a Avellaneda, Buenos Aires, 8 de julio de 1876. Extraída de Me-morias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en 1877, Tomo III, Buenos Aires, Sociedad Anónima de Litografía, Topografía y Fundición de Tipos a Vapor, p. 5.

104 En diciembre de 1876, Moreno escribió desde Santa Cruz. Había arribado al río Chubut luego de dieciocho días de travesía por el Atlántico. Estudió la fauna, la vegetación, el clima y

226 AGUSTINA RAYES

Dr. Antonio Bermejo, seleccionado por el gobierno nacional para estudiar la documentación105.

En las negociaciones entre Barros Arana e Irigoyen sobresalieron algu-nos puntos. En principio, el chileno ofreció como límite el río Santa Cruz y, luego, el río Gallegos. En un croquis elaborado por Barros Arana, resaltan los siguientes datos:

A partir del Cabo Vírgenes trazaría una línea que pasase por los puntos cul-minantes de la cadena de montañas […] Chile declarará la neutralidad del Estrecho. El arbitraje puede limitarse al territorio comprendido por el Río Gallegos al Norte y por una línea que coincidiera más o más con el meridiano 71º 30’al Oeste del Meridiano de Greenwich106.

Por su parte, el argentino propuso una línea que arrancase en el norte del Estrecho de Magallanes y se extendiese por el oeste. Ello dividía a Tierra del Fuego y permitía una repartición de islas entre ambos países. Esto último

el suelo del lugar. Recomendó la explotación del yeso y ostras cercanos a Gaiman y describió las pocas posibilidades de cultivo que ofrecía el valle cercano. Desde Punta Arenas, en abril de 1877, escribió su periplo para llegar al interior desde Santa Cruz, en busca de tolderías que le proporcionaran caballos y víveres. Encontró un pequeño río navegable y visitó los lagos del lugar. Cfr. Correspondencia enviada por F.P. Moreno al Ministro de Relaciones Ext. Extraída de Memorias del Ministerio… 1877, op. cit., pp. 139-161.

105 De los 14.158 documentos que Bermejo encontró en el Archivo de la Provincia de Buenos Aires, según su criterio, todos probaban los legítimos derechos de la Argentina sobre la región patagónica. Los documentos más importantes fueron divididos en dos secciones: 1) anteriores a 1810 y 2) posteriores a esa época. A su vez, fueron clasificados por localidades y en orden cronológico según las disposiciones administrativas. Los documentos previos a 1810 consistían en cédulas reales donde constaba desde dónde partían las exploraciones, registro de costas, encargos de investigaciones acerca de los presuntos establecimientos in-gleses, demarcación de límites, pedido de informes para catequizar a pehuenches y extender la frontera, reconocimiento de bahías e inventarios de cuerpos de Artillería. Además, existía documentación en la que desde el Virreinato del Río de La Plata se le comunicaba de ciertas cuestiones al gobernador de la Capitanía de Chile. Entre los documentos posteriores a 1810 figura correspondencia diplomática con otros países que solicitaba al gobierno argentino per-miso para explorar o explotar económicamente los territorios del sur, documentación entre ministros argentinos y chilenos en la que consta cierto acuerdo sobre la Patagonia oriental como parte de la Argentina e instrucciones de funcionarios argentinos sobre la zona. Cfr. In-forme del Dr. Antonio Bermejo presentado al Poder Ejecutivo Nacional el 30 de abril de 1877. Documento extraído de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 7, Expediente N° 14, Archivo General de la Cancillería.

106 Croquis elaborado por Diego Barros Arana y presentado al Ministro argentino. Do-cumento extraído de de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 4, Archivo General de la Cancillería.

227LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

fue rechazado por La Moneda porque no aseguraba una total posesión del Estrecho. Según Bilbao, Alfonso insistía en la Patagonia para obtener lo que buscaba del Estrecho107.

Ante la posibilidad de un arbitraje, Alfonso indicó en sus instrucciones a Barros Arana que quedase a cargo del Emperador alemán o del Cuerpo de Federación Suizo, que se tuvieran en cuenta criterios legales, morales y de equidad y que se fijase según el uti possidetis de 1810 y que la materia de arbitraje fuesen el Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego y la Patagonia. No obstante, ello no convencía en algunos sectores de la prensa argentina108. La Tribuna, crítico con la postura de Bernardo de Irigoyen y propulsor de una imagen negativa de Chile109, rechazaba la actitud del gobierno de retardar una solución definitiva al pleito: “¿En qué estado se encuentra una cuestión en los primeros tiempos tan sencilla, y que ha ido embrollando la mala fe de la diplomacia chilena, y las cobardes condescendencias de la diplomacia argentina?”110.

También la prensa chilena se hizo eco de las fallas en las negociacio-nes. Desde El Ferrocarril se remarcaba el lenguaje belicoso empleado en la Argentina; en Los Tiempos se resaltó la infructuosidad de las negociaciones bilaterales. Y La República destacó la pacificación del lado chileno111.

Ante la posibilidad latente de conflicto bélico entre Chile y Argentina, José Manuel Balmaceda dejaba en claro en la Cámara de Diputados:

Ni el gobierno ni el pueblo de Chile han creído en ningún momento, ni aun en aquellos en que el patriotismo exaltado de distinguidos argentinos nos empu-jaba a las exaltaciones del patriotismo chileno, que Chile y la Rca. Argentina debieran medir sus razones con las armas en la mano, que debieran pesar su justicia poniendo pólvora y plomo en la balanza siempre indecisa de los campos de batalla. No, Sres.; nosotros hemos mirado siempre la cuestión con interés, pero con perfecta tranquilidad de espíritu112.

107 Dr. Manuel Bilbao en martInez, op. cit., p. 280.108 Art. “La solución prometida”, publicado en La Tribuna, Buenos Aires, 3 de octubre

de 1876, p. 1, col. 1, HCNA.109 Art. “Otra la cuestión de Chile”, publicado en La Tribuna, Buenos Aires, 10 de octubre

de 1876, p. 1, col. 1 y 2, HCNA.110 Art. “Otra vez la cuestión chilena”, publicado en La Tribuna, Buenos Aires, 22 de

septiembre de 1876, p. 1, col. 1, 2 y 3, HCNA.111 Correspondencia enviada por Agustín Arroyo (Legación argentina en Chile) al Mi-

nistro de Relaciones Exteriores chileno Elizalde, Santiago, 15 de enero de 1878. Extraída de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 4, Archivo General de la Cancilleria.

112 Interpelación del presidente Balmaceda al Ministro de Relaciones Exteriores en la Cámara de Diputados en sesión 14ª Extraordinaria el 9 de noviembre de 1877. Publicada en

228 AGUSTINA RAYES

La misión de Barros Arana y las gestiones del Ministro Alfonso generaron conflictos al interior del Ejecutivo chileno. Así, Balmaceda contestaba a Alfon-so creyendo que el tratado cerrado vinculaba al Poder Legislativo chileno:

Conviene, pues, dejar establecido que el diplomático chileno creía obrar con-forme a las instrucciones de su Gobierno y justamente con su aprobación […] Nuestro Agente tenía a su disposición el telégrafo, el correo, el vapor, para comunicarse y proceder con cautela […] Las afirmaciones del Gobierno argen-tino apenas importan una desinteligencia emanada de la falta de oportunidad de nuestro Plenipotenciario para cumplir explícitamente las prescripciones de su Gobierno113.

Las negociaciones entre Barros Arana e Irigoyen involucraron la opinión y presión de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, las Fuerzas Armadas y las prensas de ambos países. Finalmente, Barros Arana fue separado del servicio diplomático en mayo de 1878, coincidiendo esto último con el reemplazo de Elizalde por Manuel Montes de Oca. El presidente Avellaneda envió un mensa-je al Congreso para anunciar la suspensión de las relaciones diplomáticas con Chile y el retiro de la legación argentina en Santiago. Además, el Poder Legis-lativo nacional aprobó una ley que creaba el gobierno en la Patagonia114.

Otro incidente diplomático empeoró los ánimos entre ambos gobiernos a mediados de 1878. Entonces, fue capturado el barco mercante norteamericano “Devonshire”115 por no tener autorización chilena para cargar guano en las islas ubicadas en la boca del río Santa Cruz. El gobierno argentino despachó hacia el área austral barcos de guerra, mientras su contraparte chilena envió cañoneras a la Patagonia con peritos para ocupar el Estrecho de Magallanes. Entonces, contribuyeron a la pacificación los agentes norteamericanos Os-born.

En 1878, Montes de Oca escribió sobre la cuestión limítrofe a los Sena-dores y Diputados. Disertó sobre los últimos acontecimientos, entre otros, el rechazo chileno al pacto arbitral celebrado entre Barros Arana y Elizalde, el apresamiento de barcas que navegaban al sur de Santa Cruz con permiso

M. Balmaceda, Discursos de José Manuel Balmaceda, Santiago de Chile, Dirección de Bi-bliotecas, Archivos y Museos, 1991, p. 223.

113 El Presidente Balmaceda a la Cámara de Diputados en 13ª Sesión Extraordinaria el 25 de junio de 1878. Publicada en BaLmaceda, op. cit., pp. 241 y 243.

114 El territorio incluía Tierra del Fuego y la capital sería Mercedes de Patagones, actual-mente ciudad de Viedma.

115 El buque había sido alquilado por el comerciante Augusto Ventury, quien automática-mente se contactó con el cónsul estadounidense en Buenos Aires, E. L. Baker.

229LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

argentino, el recrudecimiento de las opiniones en la prensa extranjera y el reanudamiento de las relaciones, interrumpidas brevemente116.

Las negociaciones se retomaron lentamente, pero el tratado entre el canciller chileno Alejandro Fierro y el cónsul argentino Mariano Sarratea fracasó con dieciocho votos en contra en el Senado argentino117. El Encargado de Negocios argentino fue apartado de su misión por el Senado de su país118. En telegrama publicado por El Nacional, diario que defendió su gestión por considerarla dotada de patriotismo119, Sarratea expresaba: “Siento que mi lar-ga residencia y los vínculos y relaciones que me ligan á este país, hayan sido considerados por aquel ilustrado cuerpo Legislativo como incompatibles con la independencia y el recto proceder del representante de la Rep. Argentina”120.

Uno de los mayores detractores del Tratado había sido Félix Frías, quien desde La Tribuna decía al redactor del diario: “No son los principios, que yo he defendido, los que han triunfado. El tratado es una victoria de la diplomacia chilena con mengua de nuestra honra y de nuestros derechos”121.

Una vez que fue rechazado el Tratado Fierro-Sarratea, primó la idea de que la guerra entre Argentina y Chile era inminente. Los diarios como La Nación criticaron fuertemente la designación de Bernardo de Irigoyen como Ministro de Relaciones Exteriores122:

Ya es la paz armada como las grandes potencias europeas, y es la diplomacia con un poderoso ejército á retaguardia pronto á entrar en campaña, ya es un equilibrio inestable que ni es paz ni es guerra, ni es statu quo, ni modus viven-di […] ¿Qué orígen inmediato, qué causa real tienen estas divagaciones, que han asumido las proporciones de política internacional, cuya fórmula equivale á jugar a los dados la paz ó la guerra, ni más ni menos que se tratase de dipu-tados nombrados por el fraude?123

116 Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en 1878, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la nación.

117 Art. “Rechazo del Tratado” publicado por El Nacional el 28 de junio de 1879, HCNA.

118 Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en 1879, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la nación.

119 Art. “El Sr. Sarratea” publicado por El Nacional el 30 de junio de 1879, HCNA.120 Art. “Ultima Hora. Un telegrama del señor Sarratea” publicado por El Nacional el 29

de julio de 1879.121 Carta a La Tribuna de Félix Frías, publicada el 10 de diciembre de 1878. Citada en

frías, op. cit., p. 366.122 Art. “Paz. Anverso de la medalla” publicado por La Nación, Buenos Aires, 27 de

octubre de 1880, p. 1, col. 1 y 2. Art. “Por dentro y fuera” publicado en La Nación, Buenos Aires, 10 de noviembre de 1880, p. 1, col. 2, HCNA

123 Art. “Paz ó Guerra” publicado por La Nación el 24 de octubre de 1880, HCNA.

230 AGUSTINA RAYES

En El Mercurio de Valparaíso se señala que en la Argentina hay ánimos belicosos: “Durante su gobierno el don Nicolás tuvo cuidado de esquivar la cuestión de guerra con Chile, no obstante sus geniales arrebatos de palabra. Fuera del poder ha sido otra cosa: quiere guerra”124.

Dada la repercusión que en la prensa tuvo el tratado de arbitraje y statu quo firmado con Chile, el Ministro de Relaciones Exteriores pidió a los re-dactores de diarios que le enviaran todos los artículos favorables y desfavo-rables al mismo125. Previamente, Montes de Oca había enviado una circular confidencial y reservada al cuerpo argentino diplomático comunicándole el estado de las últimas negociaciones con Chile, las cuales propendían a la paz y respetaban el estado el arbitraje y el uti possedetis, pues en América del Sur no se reconocerían territorios res nullius. Asimismo, Montes de Oca les recordó que el instrumento jurídico debía ser aprobado por el Congreso Nacional antes de mayo126 y comunicó a los gobernadores de provincias, a los senadores y diputados nacionales el estado de las últimas negociaciones127.

eL contexto BéLIco

Según algunas interpretaciones, la Guerra del Pacífico128 fue un medio para superar los problemas de las élites a la vez que la continuación en las grandes corrientes internacionales de comercio y finanzas129. En nuestro análisis, será simplemente el marco final en que tuvieron lugar las relaciones bilaterales en las “presidencias históricas”.

124 Art. “Prensa chilena. Oigamos la prensa argentina” publicado en La Nación, Buenos Aires, 15 de diciembre de 1880, p. 1, col. 2 y 3, HCNA.

125 Circular emitida por el Ministro de Relaciones Exteriores en Buenos Aires el día 29 de enero. Documento del Expediente N° 4. Extraído de de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 7, Archivo General de la Cancillería.

126 Circular emitida por el Ministro de Relaciones Exteriores en Buenos Aires el día 16 de enero. Documento del Expediente N° 2. Extraído de de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 7, Archivo General de la Cancillería.

127 Circular emitida por el Ministro de Relaciones Exteriores en Buenos Aires el día 22 de febrero. Documento del Expediente N° 3. Extraído de de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 7, Archivo General de la Cancillería.

128 oscar Bermúdez, Breve historia del salitre. Síntesis histórica desde sus orígenes hasta mediados del siglo XX, Santiago de Chile, Ediciones Pampa Desnuda, 1979. HeracLIo BonILLa, Un siglo a la deriva: ensayos sobre el Perú, Bolivia y la guerra, Lima, IEP, 1980.

129 LuIs ortega martínez, Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880, DIBAM-LOM-Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2005, p. 472.

231LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

Sin entrar en detalles sobre los debates parlamentarios, ellos mostraron que la política exterior es el resultado de procesos de negociación entre las di-versas agencias gubernamentales dotadas de distintos valores, percepciones y estilos, pues para justificar sus posiciones, los legisladores recurrieron a viejas cuestiones territoriales como Tarija o a la influencia británica en Chile. En la Cámara de Diputados fue aprobado –con 66 votos favorables y 18 en contra– a pesar de las voces mitristas que lo criticaron porque significaba el abandono de la neutralidad argentina. Pero en el Senado fue rechazado, destacándose la oposición de Mitre, Rawson y Torrent. Quienes fueron contrarios a la suscrip-ción al Tratado pudieron haberse fundamentado en el hecho concreto de que Chile se armaba con acorazados, ganando la hegemonía en el Pacífico sur, y el temor pasaba por la posibilidad de una alianza entre Chile y Brasil que cercase definitivamente al territorio argentino130. Cuando en la Argentina se trataba en el Poder Legislativo el proyecto de alianza con Perú y Bolivia, la diplomacia chilena estaba en contacto permanente con la delegación brasilera.

Para explicar la situación por la que atravesara el gobierno chileno a me-diados de 1879, y obtener el apoyo del gobierno brasileño, José V. Lastarria declaraba: “…empeñado como se halla el gobierno de Chile en una guerra que le fue impuesta i que aceptó contra su voluntad […] i si la República de Chile puede contar siempre con las simpatías de esta noble nación”131.

En una carta escrita por el canciller Santa María, Lastarria recibió ins-trucciones precisas acerca de su misión en la Argentina y Brasil: “neutralizar o destruir la acción de la República Argentina […] las ventajas que los dos países (Brasil y Chile) podían obtener de una alianza o íntimo entendimiento que les asegurase para siempre su preponderancia en América del Sur”132.

Con el estallido de la Guerra del Pacífico, Chile buscó la neutralidad de la Argentina mediante José Manuel Balmaceda133, recibido anteriormente como plenipotenciario para negociar el acuerdo por cuestiones fronterizas. La llegada del diplomático fue publicitada bajo los mejores auspicios por El Nacional134:

130 Cfr. roBerto russeLL & juan gaBrIeL toKatLIan, El Lugar de Brasil en la Política Exterior Argentina, Buenos Aires, FCE, 2003.

131 Recepción del Ministro chileno en Brasil el 14 de junio de 1879. Extraída de BoLetín de La guerra deL PacífIco, Santiago de Chile, Andrés Bello Editorial, 1979, p. 252.

132 Cfr. Paz, op. cit., p. 52.133 Memoria de Balmaceda sobre su gestión diplomática en Argentina. Extraído de rIcar-

do caILLet-BoIs, Cuestiones Internacionales (1852-1966), Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1970, p. 69.

134 El Nacional hasta publicó el intercambio de palabras entre Avellaneda y Balmaceda con objetivos de paz sobre los acuerdos de diciembre de 1878 en art. “última hora. Recepción del ministro chileno. Discursos cambiados”, 5 de abril, p. 1 col. 7, HCNA.

232 AGUSTINA RAYES

El sr. Balmaceda que goza en su país de alta y merecida consideración, ha sido, como se sabe, el leader en el Congreso que ha sostenido i hecho triunfar la política más moderada contra los que querian arrastrar al país a un rompi-miento […] la paz armada es el cáncer europeo, que amenazaría invadirnos y aniquilarnos135.

Sin embargo, y como quedase reflejado en la prensa francesa:

Ninguna promesa pudo arrancarle al gobierno del Plata, ni a favor de una alianza, ni una de neutralidad, sea porque ese Estado estuviese realmente tan incierto como lo pretendía sea porque cediendo a la opinión pública, que lo inclinaba a Bolivia, prestase más bien oidos a los amigos del ministro bolivia-no en Buenos Aires136.

Asimismo, pidió al gobierno explicaciones sobre las armas argentinas que se dirigían a Bolivia. Esta situación generó tensión y confusiones en las que se involucraron mucho más que los gobiernos centrales. En julio de 1879 el gobernador de Salta informó que dos comerciantes de ganado que iban a la plaza de Perú fueron expropiados por chilenos. Entonces, el cónsul chileno explicó que aquéllos proveerían a los ejércitos aliados peruanos y bolivianos. Ello generó un ida y vuelta de correspondencia que, finalmente, involucró a las altas esferas de poder. Montes de Oca solicitó al Ministro de Guerra Julio A. Roca que sus militares evitasen declarar su simpatía por cualquiera de las naciones americanas en guerra137, mucho se decía que Chile temía al ejército argentino que estaba entrenado para la campaña militar denominada por la historiografía argentina Conquista del Desierto, y que no aprisionaran a los in-dios que tuviesen órdenes expedidas por autoridades trasandinas, pero algunos ciudadanos chilenos fueron prisioneros en la expedición a Río Gallegos por ser sospechados de apoyar a los indios que se sublevaban ante la autoridad del gobierno argentino. También en Chile se les exigía a los ciudadanos argentinos tener al corriente la papeleta de nacionalidad. A principios de 1880, Arroyo comunicaba al Ministro de Relaciones Exteriores, Lucas González, que algu-nos argentinos del Norte habían sido capturados por el Ejército chileno en la batalla de Dolores138.

135 Art. “La legación chilena” publicado en El Nacional, Buenos Aires, el 1 de abril de 1879, p. 1, col. 2 y 3, HCNA.

136 Nota periodística de Revue de France para El Ferrocarril, París, 15 de agosto de 1880. Extraída de BoLetín de La guerra deL PacífIco, op. cit., p. 791.

137 Cfr. Memorias del Ministerio… 1879, op. cit.138 Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso

Nacional en 1880, Buenos Aires, Imprenta de obras de la Nación.

233LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

En aquel período se hablaba de las supuestas sesiones secretas del Senado para tratar un proyecto de paz de diez años, lapso en el que no se tomaría en cuenta el conflicto por límites. En opinión de El Nacional, ella era la mejor opción porque, de ese modo, se podrían evaluar bien las tierras en disputa y se terminaría con el mito del Dorado139. El proyecto de un statu quo por una década era: “Jurisdicción argentina, en la Patagonia y costas, todo de estas, como de la Tierra del Fuego, bañadas por el Atlántico. Jurisdicción chilena, en todo el estrecho y costas del Pacífico”140.

En los últimos tiempos del gobierno de Avellaneda, Mitre y Sarmiento actuaron como asesores en el conflicto con Chile141. En 1879, Lastarria escribía a Sarmiento, desde Montevideo:

Vuestra presencia en el gobierno significa para mi, orden interno, muestra de las influencias demagógicas en ese pais tan perturbado por las insidias politi-cas […] y sobre todo paz con Chile i esperanza segura de un arreglo de nuestra cuestion de limites, tan indignamente manoseado por pasiones pueriles i por equivocaciones injustificables […] vos podeis inspirarles confianza de que no tendran que haberselas con la inmoralidad o de lealtad con que los ha asustado el padre Frías142.

No obstante, Sarmiento contestaba que ya no podía hacer nada en la política para quebrar el curso de los hechos en materia de política exterior143. Félix Frías fue elegido para negociar en Chile, figura respetada y exaltada por El Nacional:

Nadie al parecer era más adecuado que el sr. Frías para llevar a buen término la negociación sobre límites con Chile, donde había residido largos años, i donde era conocido i estimado. Su negociación, sin embargo, no tuvo el éxito final deseado, por el carácter apasionado que fue tomando la discusión con el

139 Art. “Redacción. Pacto con Chile” publicado en El Nacional, Buenos Aires, 11 de junio de 1879, p. 1, col. 1, HCNA.

140 Art. “Ultima hora. Solución a la cuestión chilena. Statu – quo por diez años” publicado en El Nacional, Buenos Aires, p. 1 col. 7, HCNA.

141 Art. “Redacción. Los nombres propios. El preámbulo del pacto” publicado en El Na-cional, Buenos Aires, 5 de julio de 1879, p. 1 col. 1, HCNA.

142 Carta de Lastarria a Sarmiento. Montevideo, 30 de agosto de 1879. Publicada en deL PIno de carBone, op. cit.

143 Carta de Sarmiento a Lastarria. Buenos Aires, 30 de octubre de 1879. Publicada en deL PIno de carBone, op. cit.

234 AGUSTINA RAYES

ministro Ibáñez, que sin tocar á su moralidad en la vida privada, puede decirse que era, en su espíritu, el polo opuesto del sr. Frías144.

En la prensa internacional de la época se seguían las negociaciones diplo-máticas entre Chile y Argentina145. En el XIX Siècle de París se podía leer:

Desde el principio, los dos aliados podían contar con las simpatías de un tercer país sudamericano: la República Arjentina. Desde hace largo tiempo existe una gran rivalidad entre la Plata i Chile. Las dos repúblicas desean la posesión de ciertos territorios, hoy día incultos, que separan el último límite de las rejio-nes habitadas. Pero mientras que la República Argentina argumentaba, Chile trabajaba i colonizaba Punta Arenas146.

Por esa fecha, con el título de “La Razón Krup”, Sarmiento publicaba un artículo en El Nacional en el que comentaba el discurso de Frías en la Cámara de Diputados, diciendo que habría que “borrar del presupuesto la partida de una legación en Chile […] No soy partidario de la guerra; pero sostengo que todo país que se respeta recurre a ella”147.

En la prensa se notaba el clima tenso en la relación bilateral. Así, es posi-ble leer en El Nacional un pasaje de la prensa chilena Novedades:

He aquí las tres naciones que pretenden ocupar un puesto de honor en América con preferencia á Chile. Señores peruanos, bolivianos y argentinos, vuestro odio y vuestra envidia os han llevado demasiado lejos […] ¡Argentinos! un pueblo honrado y valiente sabe siempre despreciar a un enemigo que busca triples alianzas para dirimir sus contiendas148.

Existe una opinión que sugiere que el debate se hizo interminable porque ambos gobiernos estuvieron orientados a convencer a sus contrapartes de sus derechos sobre el territorio en disputa y demostrar la nulidad de los títulos que

144 Art. “Redacción. La diplomacia argentina. Don Félix Frías” publicado en El Nacional, Buenos Aires, 7 de julio de 1879, p. 1, col. 1, 2 y 3, HCNA.

145 Nota periodística del Standard, Londres, 17 de julio de 1879. Extraída de BoLetín de La guerra deL PacífIco, op. cit., p. 238. Nota periodística de Del Globo, Madrid, 5 de junio de 1879. Extraída de BoLetín de La guerra deL PacífIco, op. cit., p. 275.

146 Nota de XIX Siècle, París, 2 de junio de 1879. Extraída de BoLetín de La guerra deL PacífIco, op. cit., p. 270.

147 Frase de Frías citada por Sarmiento en “La Razón Krup”, publicada por El Nacional, 6 de octubre de 1879. Publicada en deL PIno de carBone, op. cit.

148 Art. “Preservativo contra las provocaciones de la prensa chilena” publicado en El Nacional, Buenos Aires, 10 de mayo de 1879, p. 1 col. 2, HCNA.

235LA RELACIóN BILATERAL GUBERNAMENTAL ENTRE ARGENTINA Y CHILE

exhibía el contrario. Quizá una de las razones que explique esta conducta, tan corriente entre gobiernos que quieren ganar posesiones para sus estados, esté en que ninguno de los países poseía verdaderos títulos sobre el área disputada. Probablemente, de haber existido documentos escritos para resolver el proble-ma de la soberanía en el Estrecho de Magallanes y la Patagonia, el conflicto no hubiera nacido y no se hubiera recurrido a la negociación.

Finalmente, en el contexto bélico en que estuvo envuelto Chile se firmó un Tratado en 1881 que, denunciado a posteriori por las circunstancias en que se hizo, fue materia de discusión. Muchos otros acontecimientos continuaron desde entonces. Al cierre de este artículo, todavía hay quienes continúan convencidos de reabrir el diálogo en materia limítrofe pero, en todo caso, eso forma parte de otra historia.

un BaLance ProvIsorIo

Por ser la disputa limítrofe un tema que generó gran cantidad de inter-pretaciones, la imagen final que quedó de la relación bilateral entre Chile y la Argentina ha sido la del conflicto. No obstante, si tomamos en consideración que ambos países compartieron una historia en común y leemos las fuentes de la época, pronto esa visión anclada en la disputa se desvanece, para mostrarnos un retrato en el que la cooperación fue posible y frecuente.

Como se pudo observar, el estado de indefinición llevó a que, tanto desde la sociedad civil como desde el gobierno, se aprovechara para planificar ex-pediciones de reconocimiento territorial que, más allá de este fin, claramente perseguían el objetivo de establecer límites y alcances de la zona en cuanto a la población nativa, a recursos económicos y las posibilidades de hacer una ocupación efectiva y permanente en los mismos. El principal temor de los gobiernos fue que el contrario estableciera una colonia que conllevara la ocupación efectiva.

En suma, se podría establecer, luego del relato de los hechos más impor-tantes que rodearon a las diplomacias chilena y argentina de la época, que el inicio de la verdadera discusión se dio en los comienzos de 1870. Entonces, cada uno sostuvo que sus derechos sobre los territorios eran claros e irrebati-bles, pero, lógicamente, ninguno se lo reconoció al otro. Pese a que el principal interés en Chile fue conservar el estrecho de Magallanes como punto nodal para sus comunicaciones en el Atlántico en una era en que el transporte ma-rítimo dominaba, reclamó la Patagonia no sólo como recurso territorial sino, y más concretamente, como estrategia de exigir más para obtener al menos lo verdaderamente pretendido.

236 AGUSTINA RAYES

Las difusas negociaciones no sólo afectaron a los litigantes en sus rela-ciones bilaterales, sino que también complicaron los vínculos con potencias extranjeras como Inglaterra o Francia, ya que sus ciudadanos programaban negocios en el territorio en disputa, a propuesta y con permiso de los gobiernos de Chile o la Argentina y, luego, ello era discutido por el otro.

El punto más álgido de las negociaciones se dio en 1878, cuando el quie-bre de las relaciones diplomáticas fue inminente. En este momento de tensión se advirtieron más claramente las fisuras al interior de las administraciones, lo cual nos aparta de la visión tradicional y simplista que ha acompañado al análisis de la política exterior argentina, en que se ha tomado por bloque mo-nolítico inquebrantable a la organización estatal y sus componentes.

Finalmente, insistimos en que la lógica del conflicto primó más en las instituciones centrales del estado y, aunque no lo abordemos en este artículo, sabemos que perdió fuerza entre algunos círculos de élites provinciales más cercanas al gobierno chileno por motivos comerciales, culturales o sociales y, por tanto, afines a una dimensión de cooperación poco abordada en los análisis tradiciones de política exterior del período. En este particular, también nos ubicamos lejos de las visiones clásicas tanto argentinas como chilenas que, o justificaron las pretensiones territoriales de cada uno de sus gobiernos, o retra-taron a sus diplomacias como erráticas e incoherentes por no haber conducido las negociaciones al éxito inmediato y arrollador sobre su contraparte.

El diálogo por los territorios tuvo momentos más álgidos que otros y, en ocasiones, llegó a plantearse la ruptura de relaciones diplomáticas que, final-mente, nunca se dio. También estuvo cruzado por valoraciones de época; no podríamos negar que la creciente vinculación de la Argentina con las corrien-tes europeas, especialmente por consideraciones económicas, pero también por cuestiones políticas y culturales, opacaron su intervención en asuntos latinoamericanos, sin embargo, distantes estamos de aquellas interpretaciones que dividieron el panorama entre europeístas y americanistas. La diplomacia de esta etapa fue más compleja que la siempre invocada dicotomía mercados – fronteras y, a cada paso, estuvo teñida por situaciones internas que no le fueron ajenas y que contribuyeron a su desenlace.

documentos

La Revolución de Mayo según el relato del Virrey del Río de la Plata Almirante Don Baltasar Hidalgo de Cisneros

juLIo m. LuquI LagLeyzeUCA – Facultad de Filosofía y Letras

ARA – Departamento de Estudios Históricos [email protected]

resumen

El artículo reconstruye la visión del propio virrey Cisneros acerca de las causas y desarrollo del 25 de Mayo de 1810, tomando los escritos que el mismo funcionario produjera a su vuelta a España y confrontándolos con otra documentación española realista a fin de mostrar esta postura acerca de la Revolución de Mayo.

PaLaBras cLaves

Revolución de Mayo – Independencia – España – Realistas – virrey Cis-neros

aBstract

The paper reconstructs the view of Viceroy Cisneros about the causes and development of the events that took place on May 25, 1810 in Buenos Aires, analyzing his writings once he returned to Spain and confronting them with other Spanish documents.

Key Words

May Revolution – Independence – Spain, Royalists – Viceroy Cisneros.

IntroduccIón

En el archivo de la Marina española en el Viso del Marqués, Ciudad Real, guardado en el fondo de “Oficiales de Guerra – asuntos personales”, se hallan

240 JULIO M. LUQUI LAGLEYZE

el legajo y documentos del capitán general (almirante) don Baltasar Hidalgo de Cisneros, veterano de Trafalgar y último virrey efectivo del Río de la Plata, quien fuera depuesto por la llamada Revolución del 25 de Mayo de 1810, que dio inicio a la guerra de independencia de la Argentina. Entre ellos está su foja de servicios, en la cual el propio Virrey, en los años veinte del siglo XIX, relató las ocurrencias de su vida, y en especial las incidencias de la revolución que lo tuvo por actor principal. En el presente trabajo se ha rescatado esa narración por considerarla poco conocida al día de hoy, usando las copias fo-tográficas y mecanográficas que se hallan en el archivo del Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada Argentina y que fueran obtenidos de los documentos originales españoles en la década del sesenta del pasado siglo, por investigadores de historia naval que realizaron viajes de estudio a la madre Patria1.

una vIda aL servIcIo de esPaÑa

Don Baltasar Hidalgo de Cisneros y de La Torre nació en Cartagena de Levante en España pero su fecha de nacimiento es confusa, pues los distintos biógrafos no se ponen de acuerdo. Para Enrique Udaondo, en su diccionario colonial, lo fue en 12 de julio de 17552, mientras que para Carlos Ibarguren, en su genealogía de los hombres de Mayo3, nació en la misma ciudad el 5 de enero de 1756, fecha que toman otros autores excepto Jacinto R. Yaben, quien, quizás por un error de copia, lo hace nacido en 1758. Era hijo de don Francisco Hidalgo de Cisneros y Seixas, teniente general de la Real Armada y caballero de la Orden de Carlos III, y de doña Manuela de la Torre Jofré y Galindo de Espinosa.

Su nacimiento debió de ser por tanto entre mediados de 1755 e inicios de 1756, aunque la más probable fecha sea la del 5 de enero, que condice con su nombre de pila de Baltasar. A corta edad, como se acostumbraba entonces, entre los 12 y 14 años según las fechas, sentó plaza de guardiamarina en la es-

1 Ellos fueron, en orden de viaje, el capitán de fragata Rodolfo Muzzio, el capitán de navío contador Humberto Burzio y el capitán de fragata, luego contraalmirante, Laurio Destefani, y la gran cantidad de documentación histórica obtenida, referente a la Real Armada española en el Río de la Plata, entre los siglos XVII al XIX, se halla reunida en el fondo “España” del archivo histórico de la Armada Argentina que administra el DEHN.

2 enrIque udaondo, Diccionario Biográfico Colonial Argentino, Buenos Aires, Insti-tución Mitre-Editorial Huarpes S.A., 1945, p. 442.

3 carLos IBarguren (H), “Baltasar Hidalgo de Cisneros”, en Genealogía Hombres de Mayo, Buenos Aires, 1961, pp. 182-186. Cf. además en las entradas de los diccionarios de Vicente Osvaldo Cutolo y Jacinto R. Yaben.

241LA REVOLUCIóN DE MAYO SEGúN EL RELATO DEL VIRREY CISNEROS

cuela de El Ferrol, el 3 de marzo de 1770, y dos años después, en 1772, cumplió su primer embarco en el navío San Rafael y realizó sus primeras navegaciones en las inmediaciones de los cabos de Santa María y San Vicente en campañas contra los argelinos.

Antes de ascender al primer grado de oficial naval, hizo una larga na-vegación al Perú en la fragata de guerra y pasaje Industria, y al regreso fue ascendido a alférez de fragata, con fecha 22 de diciembre de 1773, tras lo cual participó en las operaciones de socorro a Melilla y en la expedición a Argel.

El 16 de marzo de 1776 fue ascendido a alférez de navío y embarcado en los navíos Vencedor y Peruano, de la escuadra que mandaba don Miguel Gas-tón. Ya con grado de teniente de fragata, embarcó nuevamente en el Vencedor e hizo la primera campaña contra los británicos en el Canal de la Mancha, en la escuadra del mando de don Luis de Córdova.

Su primer comando se produjo en el año 1780, en que se hizo cargo de la balandra Flecha, de catorce, cañones y con ella fue jefe de una pequeña división compuesta por el bergantín Ardilla y la balandra Activa, con la que debía patrullar el Mar Cantábrico en busca de buques ingleses. Logró apresar al bergantín corsario británico Rodney. Como premio a sus servicios fue as-cendido a teniente de navío el 27 de mayo de 1780.

En sus mismas funciones de patrulla, y cuando escoltaba un convoy que se dirigía del golfo de Vizcaya al puerto de El Ferrol, fue atacado por la fragata británica Cerbero, de cuarenta cañones, y con sus buques sostuvo combate durante 45 minutos. Consiguió salvar el convoy y al propio tiempo sacar indemnes a sus buques de escolta. Poco tiempo después apresó, con sólo la Flecha, a una balandra británica corsaria, la Nimbre, que portaba ocho cañones y veintidós pedreros.

El 15 de noviembre de 1781 se hizo del mando de la balandra Resolución y se encargó de las funciones de buque correo, llevando pliegos con órdenes para el conde de Guiche, quien se hallaba estacionado en la isla Madera, al mando de una escuadra combinada franco-española.

En los años 1783 y 1784, tomó parte en las dos expediciones sobre Argel, primero al mando del jabeque Mallorquín, de treinta y cuatro cañones, y en la segunda, ya ascendido a capitán de fragata (20 de octubre de 1783), comandó una flotilla de treinta y cuatro lanchas cañoneras y seis de abordaje.

El 10 de marzo de 1785 fue puesto al mando de la fragata Loreto, de 42 cañones, y luego de dos años en ella, fue embarcado en marzo de 1787 como segundo comandante de la fragata Santa Florentina, de la escuadra de evo-luciones del almirante Lángara, para luego pasar como segundo comandante del navío San Ildefonso.

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Para abril de 1790, ya comandante de la fragata Santa Florentina, realizó campañas en el Atlántico y el Mediterráneo. Fue ascendido por méritos a ca-pitán de navío el 1º de marzo de 1791, con 35 años de edad, y se le dio, desde abril de ese año, el mando de una división de tres fragatas, Diana, Soledad y Perla, que debían incorporarse a la escuadra del general Borja.

Luego de un largo siglo de batallar contra los británicos, en 1790, a causa de la Revolución Francesa, España se transformó en enemiga de su antiguo aliado dinástico y el 4 de junio de 1792, en la guerra contra la Convención, a Cisneros se le encargó el mando de una división compuesta por las fragatas, Diana y Santa Florentina, los jabeques Mariano, Gamo, Leandro y Felipe, los bergantines Cazador, Galgo y Vivo y tres galeras, con todos los cuales debía bloquear varios puertos de Francia, lo que verificó hasta fines de julio de 1792, en que se incorporó a la escuadra del almirante Lángara, que llegó a aquellas costas. Luego tomó el mando del navío Terrible (15 de octubre de 1794) y navegó por las costas africanas.

Hecha la Paz con Francia y de nuevo enemiga España de Gran Bretaña, Cisneros fue ascendido a brigadier el 5 de septiembre de 1795, con apenas unos 40 años, y se le dio el mando del navío San Pablo, en la misma escuadra de Lángara, pero fue destinado con su buque a Cádiz, donde se incorporó a la flota de don José de Córdova y con ella asistió al combate naval del Cabo de San Vicente, en el que dio pruebas, al igual que Valdés, de singular arrojo.

Pasó luego a mandar el navío Santa Ana, que arbolaba la insignia del ge-neral Domingo de Grandallana, de la escuadra de Mazarredo. Con este buque formó parte de la división que por dos veces salió de Cádiz para rechazar a los británicos, pero en ocasión de partir la escuadra para reunirse con la francesa del almirante Bruix, tuvo la desgracia de varar en el bajo de las Puercas. Zafó y luego salió libre de todo cargo del consejo de guerra en el que fue examinada su actuación.

Fue ascendido a jefe de escuadra (contraalmirante) el 5 de octubre de 1802, a los 47 años, y destinado a Madrid. Tres años después, el 15 de enero de 1805, a su petición, pasó a la escuadra que se alistaba en El Ferrol, enarbo-lando su insignia en el Neptuno. El 12 de agosto salió con la flota combinada franco-española y al llegar a Cádiz trasbordó al navío de cuatro puentes San-tísima Trinidad, el más grande de su época, con el que le cupo participar en la batalla naval de Trafalgar.

En dicha acción se comportó con valentía comandando el buque insignia español, y cuando su barco era desarbolado por la artillería británica del Vic-tory, al estallar y romperse los palos del Santísima Trinidad, un golpe de astilla le dio en la cabeza dejándolo sin conocimiento y provocándole una conmoción cerebral que inutilizó uno de sus oídos para siempre. Ello motivó el apodo de

243LA REVOLUCIóN DE MAYO SEGúN EL RELATO DEL VIRREY CISNEROS

“el sordo” con que se referirían a él en forma velada y despectiva algunos cronistas de los días de Mayo.

Hecho prisionero por los británicos en Trafalgar, luego de ser destruido su buque, sus captores le llevaron a Gibraltar, donde fueron muy deferentes y cuidadosos con el prisionero, hasta el punto de poner una guardia de honor en la puerta de su alojamiento. Llegadas las noticias de su actuación en la batalla, la corona española lo promovió a teniente general (vicealmirante) el 7 de septiembre de 1805. Tras ser liberado de su cautiverio el 9 de noviembre, pasó a su tierra natal en Cartagena a curarse de sus heridas y en calidad de prisionero sin destino hasta la firma de la paz.

Al estallar el 2 de mayo de 1808 la rebelión contra los invasores franceses, el 23 de ese mes fue nombrado capitán general y gobernador de Cartagena, a la vez que vicepresidente de la junta de gobierno local que se estableció, cargo que fue confirmado por la Junta Suprema de Madrid. Tuvo gran actividad en la lucha contra los franceses, armando buques y remitiendo armas, municiones y pertrechos a todo el Levante que aún no había sido invadido por los franceses, hasta que el 11 de febrero de 1809 fue nombrado por la Junta Central, ahora en Sevilla, en calidad de virrey propietario de Buenos Aires en reemplazo del que lo era interino, el jefe de escuadra Santiago de Liniers, momento en que inicia el escrito que hemos glosado y que fue escrito o dictado por él mismo.

eL reLato de La revoLucIón de mayo

El Virrey escribió al menos dos relatos pormenorizados de los aconteci-mientos de la Semana de Mayo, que terminaron con su deposición y la erec-ción de una Junta; relatos en los cuales volcó sus opiniones y señaló las causas que a su parecer habían desencadenado los sucesos. El primero de ellos, el más extenso y conocido, no lo firmó en persona sino que lo hizo su esposa doña Inés Gastambide en su nombre, mientras él era hecho prisionero y deportado a España en un barco correo inglés en junio de 18104. El otro relato pertenece a su foja de servicios, confeccionada en los años posteriores al trienio liberal (1820-23), que estimamos se hallaba inédito hasta hoy y es el que glosamos en este trabajo, comparándolo con su otro escrito al respecto, además de cartas suyas así como memoriales de las autoridades realistas del Río de la Plata, que

4 Se trata de la carta del virrey al Consejo de Regencia, fechada el 22 de junio de 1810 y firmada por su esposa, Inés Gastambide, porque –dice– al terminarla su marido fue llevado al fuerte y de allí lo embarcaron. Cfr. Mayo Documental, tomo XI, doc. 1505, pp. 45-56. Bue-nos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Historia Argentina “Emilio Ravignani”, 1965.

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confirman y/o amplían los dichos del virrey, a fin de reconstruir lo más cerca posible su propio pensamiento y vivencias al respecto.

Las fojas de servicios, tal como se estilaba en la administración militar española de fines del siglo XVIII y principios del XIX, eran los documentos militares en los cuales los causantes acreditaban sus ascensos, sus servicios, su antigüedad y sus campañas sobre la base de la información de que disponían las secretarías, los apostaderos y los regimientos5. En el caso de los oficiales de alta graduación, el texto escrito era confeccionado por amanuenses, siguiendo las propias indicaciones del causante. Luego de ser examinado por las más altas autoridades militares, era firmado por éstas, tras lo cual se procedía a su archivo. Una copia era recibida por el propio interesado. Por tal motivo, como se ha señalado más arriba, los dichos en la foja de servicios del ex virrey debieron ser redactados o dictados por él mismo, no por amanuenses o secre-tarios. Ello implica que el texto transmite su vivencia personal directa.

Del completo relato de Cisneros (vida naval militar, cargos y ascensos, premios y campañas militares) hemos extractado y copiado solamente lo que dice al respecto de las ocurrencias que acontecieron desde su salida de Cádiz en 1809 hasta su deposición y destierro a España entre mayo y junio de 1810. Está escrito en tercera persona, como si lo hiciese otro en su nombre, tal como se acostumbraba en la época. El registro de los hechos reseñados en su foja de servicios es como sigue.

Primero narra los pormenores de su nombramiento y de las instancias que debió llevar hasta embarcarse definitivamente para el Río de la Plata. A través del inicio del relato se aprecia el apoyo con que contaba entre sus compatriotas de Cartagena.

[…] El 11 de febrero de 1809 le nombró Su Majestad virrey de Buenos Aires. Luego que el pueblo de Cartagena se impuso de dicha disposición acudió en tropel a la casa de este oficial general; pidiendo no tuviera efecto su salida, a que se opondrían por haberle ellos elegido; la satisfacción con que servían a sus órdenes, y la confianza que fundaban en ellas [ilegible]. Las circunstancias críticas en que se hallaban los pueblos en aquella época le obligó a contempo-rizarlo ofreciéndoles suspender su salida hasta nueva orden de Su Majestad a quien podrían representar como así lo hicieron, el pueblo por su síndico, el ayuntamiento y los cuerpos de maestranza, y oficiales de mar; pero habiendo Su Majestad repetido la orden en 3 de marzo contestando a la ciudad y pueblo la urgente necesidad que había de su paso al Virreinato por el estado delicado

5 Los datos de las fojas son de tal amplitud y riqueza que existen varios trabajos de investigación realizados sobre la base del estudio y análisis de ellas. Cfr. juan marcHena fernÁndez, Oficiales y soldados en el Ejército de América, Sevilla, 1987.

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en que se hallaban aquellas provincias, las que se fiaban a su cuidado y des-empeño, verificó su salida el 16 de marzo en la fragata de guerra la Proserpina que se destinó a sus órdenes, y entró en Cádiz el 19 del mismo mes, según se le había prevenido en Real Orden.

Luego de hacerse con las instrucciones del gobierno español, se embarcó para Montevideo y tardó casi dos meses en llegar. En esa ciudad tomó co-nocimiento de la disputa entre el virrey Liniers y el gobernador de la Banda Oriental, Francisco Javier de Elío. Para hacerse cargo del virreinato marchó a la colonia del Sacramento, como punto intermedio entre ambos y alejado del poder del gobernador, donde recibió a los representantes de la Audiencia de Buenos Aires enviados por Liniers, como lo señala:

Pasó a Sevilla a recibir las órdenes e instrucciones del Gobierno, y despachado en fin de abril salió de Cádiz el 2 de mayo, y fondeó en Montevideo el 29 de junio con arreglo a sus instrucciones, y al estado en que se hallaban aquellas provincias se trasladó a la Colonia del Sacramento en la que se recibió de vi-rrey el día 14 de julio habiendo concurrido para ello una diputación de la Real Audiencia y de los demás tribunales.

Hecho cargo del mando, se halló con los enfrentamientos suscitados en La Paz y Chuquisaca, y debió enviar las fuerzas militares para reprimirlos, al mando del mariscal Vicente Nieto. El Virrey no se explaya sobre las causas profundas del alzamiento ni acerca de las consecuencias de la represión, sino solamente se limita a mencionarlas, justificando la actitud de las fuerzas realis-tas enviadas para sofocarlo desde ambos virreinatos (Río de la Plata y Perú).

[…] entró en la Capital en 29 del mismo mes, [julio de 1809] posesionándose del mando, al tiempo en que por hallarse en revolución las provincias y ciu-dades de La Paz y Chuquisaca, [a] cuyo presidente tenían en arresto, dio las disposiciones convenientes a su pacificación remitiendo al mariscal de campo don Vicente Nieto con un cuerpo de tropas, y bajando otro del Cuzco remitidas por el virrey de Lima al mando del brigadier don José Manuel de Goyeneche, las que consiguieron a la fuerza tranquilizar aquellas provincias con los casti-gos de los que consideraron necesarios.

Cisneros atribuye la situación interna del Virreinato, al que hallaba con-vulsionado, a los problemas entre el gobernador de Montevideo y el virrey Liniers y ve claramente los distintos partidos que se han formado por las

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rivalidades entre Buenos Aires y Montevideo, por un lado, y entre criollos y españoles, por el otro, desde la época de las invasiones inglesas.

Los extraordinarios acaecimientos sucedidos en Buenos Aires y en Montevi-deo desde la entrada de los ingleses en aquellas plazas, los escandalosos alter-cados entre el virrey anterior Liniers, y el gobernador Elio y la conspiración tramada y efectuada contra el primero, el 1º de enero de 1808 (sic)6, de que resultaron destierros, prisiones y una dilatada causa, tenía en agitación los ánimos de aquellos habitantes, habiéndose originado como era consiguiente rivalidades y partidos, así de un pueblo contra otro, como de sus mismos [ha-bitantes] entre si, especialmente europeos contra criollos.

Él, por su parte, decidió acabar con el problema dándolo por terminado mediante el cierre de la causa abierta y la realización de una reforma militar con el objeto de pacificar, pero comprobó que las causas eran profundas y que la mala situación de la hacienda del Virreinato constituía un determinante de los descontentos locales, sumada a la presencia inglesa en el río y el contra-bando que los británicos hacían en perjuicio de la aduana del Virreinato.

[…] dedicó todos los esfuerzos que le fueron posibles, usando de sus amplias facultades, y de las que conceden las leyes en aquellos casos, cortando causa, perdonando reos y demás medios que proporcionasen la unión y pacificación de aquellas gentes a que considerando contribuía en gran parte la suma escasez que había de caudales (careciendo por ello de su paga las tropas y emplea-dos) porque los que venían en situados en plazos señalados de las provincias del Perú se habían entorpecido y disipado con las convulsiones de aquellos pueblos, y las aduanas nada producían, al tiempo que una porción de buques ingleses fondeados a tres leguas de la costa, y a quienes no bastaron reconven-ciones de su antecesor, ni suyas para que salieran del río, ni había fuerzas para obligarlos a ello, ni las circunstancias de ambas cortes lo permitían.

El nuevo Virrey trató de evitar el contrabando a través de la promulgación de un acta de libre comercio con los británicos a fines de 1809, con la sola exi-gencia de que éstos se hallasen asociados a comerciantes locales, españoles o criollos, para evitar que el comercio local fuese copado íntegramente por los ingleses, y sus mercaderías más requeridas y baratas que las locales. Sabido es que antes de implementar el sistema de libre comercio, el Virrey consultó con el Cabildo y el Consulado y las opiniones quedaron divididas entre los que estaban en favor del libre intercambio con Inglaterra (comerciantes criollos)

6 Equivocado por 1809. N de A.

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y los que temían que el comercio local desapareciera absorbido por los britá-nicos (comerciantes españoles). Conocidas son las participaciones de Manuel Belgrano y de Mariano Moreno a favor del libre comercio. Lo explica el Virrey someramente diciendo que los ingleses:

[…] introducían clandestinamente cuantiosos cargamentos a cuyo impedimento no bastaron cuantas providencias tomó para infringir las leyes aumentando el resguardo, poniendo patrullas de caballería por la playa y guardacostas marí-timas, como con acuerdo de una junta general de autoridades el involuntario partido de permitir un provisional permiso para que por medio de consigna-tarios españoles y pagando los derechos establecidos, se introdujeran las mer-caderías inglesas, hasta tanto que el gobierno superior de la Nación (a quien dio cuenta) determinase correctas providencias y [con] una suma vigilancia consiguió el mantener su gobierno7.

Comienza a relatar a renglón seguido las incidencias de la Semana de Mayo y las relacionadas con el problema del tráfico ilegal de los ingleses. Mos-trando una clara visión, relacionaba los hechos directamente con los intereses británicos, por la difusión de las malas noticias de España y por las promesas de apoyar la independencia hechas durante la primera invasión en 1806 y que habían prendido en la elite criolla, pues señala que luego de los incidentes del comercio, había logrado mantener la calma8.

[…] hasta que en mediados de Mayo de 1810 resultas de haber llegado un buque inglés con gacetas de que anunciaba la disolución de la Suprema Junta Central, la entrada de los franceses en las Andalucías, y como hecha la total ruina de España [9], conmovió los ánimos de aquellos habitantes, de los que mucha parte conservaban las primeras ideas de independencia que les hiciesen concebir los mismos ingleses en su primera conquista, el deseo de otros de adquirir lo que no tenían y en general el de sacudir el yugo que por tal consi-deraban la sujeción a su Madre España10.

7 En la carta escrita en junio de 1810, el virrey no hace referencia alguna al problema del comercio con los ingleses, por lo que esta alusión en la foja debe atribuirse a una posterior me-ditación de los acontecimientos por su parte. Cfr. Carta del virrey de Buenos Aires al Consejo de Regencia del 22 de junio de 1811. Mayo Documental, cit., tomo XII, p. 46.

8 En la carta de junio de 1810, señala que ya había conseguido reestablecer la quietud pública pero no desvanecer del todo las murmuraciones, la censura del gobierno ni las especies sediciosas ni la diversidad de opiniones sobre la suerte de España. Ídem, p. 46.

9 Obsérvese que no dice nada de noticias sobre la instalación del Consejo de Regencia. 10 Ya había expresado en 1810 que los presentimientos de independencia que eran siempre

lisonjeros al vulgo de los pueblos y otros males políticos se habían originado por la situación

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La situación planteada por las malas noticias traficadas por los ingleses,

[…] los incitó a solicitar de este oficial general por medio de los alcaldes la celebración de una junta general compuesta de los vecinos mas honrados para tratar con ella el interesante y delicado punto de si debería considerar caduca-do el gobierno de España, y en tal caso si este oficial general debería cesar o continuar con el mando.

El virrey aceptó de mala gana pues temía funestas consecuencias para la administración española, y lo deja sentado al decir que “[…] desde luego proveyó lo arriesgado de aquel acto para el cual aunque se suponían buenos deseos podía haber (como hubo) siniestras ideas”11.

Para tratar de conjurar el peligro de sedición, consultó a los jefes de las fuerzas militares, pero descubrió que ellos eran el sustento del partido criollo, pues dice:

Convocó inmediatamente a todos los jefes de la fuerza armada con el fin de oponerse a ella [la convocatoria al cabildo abierto] en caso de encontrarlos fieles, pero habiendo conocido por sus contestaciones que estaban de acuerdo con el pueblo o con los facciosos, hubo de condescender con la solicitud de ellos, con la esperanza de que el resultado de la Junta asegurase más su mando y la tranquilidad pública que ya veía agitada12.

El relato del Cabildo Abierto del 22 de Mayo es escueto en la foja de ser-vicios, a diferencia de las dos páginas que ocupa en su carta de junio de 1810, pero en aquella el Virrey señala su impresión directa, madurada después de años, con respecto a que ya en esa fecha se tramaba una intriga y la revolu-ción13 y veía incluso como una intriga la formación de la verdadera primera

de España y los sucesos anteriores a su llegada. Y señala en forma taxativa: el pretexto ha sido la supuesta pérdida de España y el objeto la independencia. Op. cit, p. 46.

11 Ya en junio de 1810, a un mes de la revolución, escribía que existían sediciosos secretos que desde el mando de su antecesor habían formado el designio de sustraer a América de la dominación española, que tenían prosélitos y que cada noticia de las derrotas españolas los robustecía. Ídem, pág. 46.

12 En la carta de junio de 1810, relata poco la reunión con los jefes militares pero señala que a sus protestas de obediencia, éstos, por boca de Saavedra, se la negaron y él se dio cuenta de que, si no eran los comandantes militares los autores de la división y agitaciones, estaban de seguro de acuerdo con los facciosos, como llama a los criollos. Ídem, p. 47.

13 En la carta de junio señala que el 22 mismo ya había sido desplegada la malicia, las intrigas y las maquinaciones para llevar a cabo los “depravados designios” de la independen-cia. Ídem, p. 48.

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junta de gobierno constituida, que lo tenía a él como presidente. Es interesante contemplar cómo se consideraba a sí mismo popular, suponía que contaba con el apoyo general y estaba convencido de que su cesación en el mando había sido consecuencia de una maniobra de presión de algunos criollos y de la fuerza militar, pero sin apoyo ni consenso general14.

Señala Cisneros:

La Junta se celebró el 22 de mayo, y aunque desde luego se notó en ella la in-triga y mala fe por la que resultó por mayoría de votos que cesase su mando y lo reasumiera el Cabildo [15], verificado aquel se lo devolvió con el agregado de cuatro asociados, lo que se ejecutó con aplauso general, y las demostraciones públicas que eran consiguientes; esto duró un solo día porque los facciosos en que se incluía la tropa pidieron nuevamente su total cesación del mando, a que hubo de ceder el 24 de mayo, y formaron otra nueva junta con presidente al comandante del Cuerpo de Patricios, dejándole en el goce de todos los honores del virrey que disfrutaba como consta de los documentos correspondientes que conserva.

14 El jefe del apostadero de Montevideo era de la misma opinión: “En la Capital las dos terceras partes son también de sentimientos pacíficos y sumisos, sólo las tropas y un corto resto del pueblo son los que han trastornado el gobierno […] si hemos de creer lo que se escribe los comerciantes ingleses acaloran la revolución y los vocales de la junta han con-cebido la esperanza que los ingleses favorecerán su causa, porque los comandantes ingleses han asistido a sus actos públicos”. Carta de José María de Salazar al marqués de Casa Yrujo, fechada el 4 de junio de 1810. En arcHIvo HIstórIco nacIonaL de madrId, sección Estado, legajo 3783-1. Copia mecanografiada en Archivo DEHN, colección Muzzio, carpeta España 1 (1810) Doc. 00002.

15 En la carta del 22 de junio de 1810, el Virrey atribuye esta decisión a la propuesta de Ruiz Huidobro, quien: “más atento a su ambición que al servicio de vuestra majestad y con-tando con que depuesto el legítimo virrey recaería en él el mando […] dijo abiertamente que debía ser yo separado del gobierno superior por haber caducado en España la represtación soberana que me nombró, que debía el Cabildo reasumirlo y depositarlo en otra persona de su confianza”. Cfr. Carta del 22 de junio, Mayo Documental, cit., pp. 48-49. Cisneros dice además que en el Cabildo abierto del 22 no había vecinos principales porque fueron detenidos por las tropas en su camino al Cabildo, y que en su lugar se dejó pasar a habitantes sin significación y a hijos de familia sin edad suficiente. La misma opinión tuvo el Mariscal Vicente Nieto, en su carta del 23 de junio de 1810 desde la ciudad de La Plata en el Alto Perú, al decir que el cabildo abierto se verificó “sin haber concurrido más que algunos vecinos menos principales, muchos niños hijos de familia hasta edad de 14 años, auxiliados de las tropas revolucionarias, resolvieron la deposición del excelentísimo señor Baltasar Hidalgo de Cisneros […] y la crea-ción de una junta superior de sujetos que no son los más principales”. En arcHIvo nacIonaL de madrId, Sección Estado Leg. 3783, copia DEHN Colección Muzzio, carpeta España 1 (1810), doc. 0006 copiado mecanografiado.

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Surge de este párrafo que según su visión la primera maniobra revolucio-naria fue la del propio Cabildo, en el sentido de tomar el mando y devolvérselo, pero con cuatro asociados. No obstante, y pese al apoyo general que él decía haber tenido como presidente de la Junta, esto duró un solo día16. Es curioso que Cisneros viera en la creación de esa primera junta como una maniobra de los facciosos criollos y no como una acción de los españoles o de la posición más moderada del Cabildo, que es la interpretación historiográfica de los he-chos. Por otro lado, el final del párrafo es confuso pues no se entiende si luego de su cesación definitiva se le mantuvo los honores de Virrey a él, o se refiere a que los honores pasaron al presidente de la Junta.

A renglón seguido, Cisneros reconoce que inmediatamente trató de re-vertir la situación y avisar a sus leales en Montevideo para que se tomaran los recaudos necesarios.

La plaza de Montevideo a la que inmediatamente remitió su [ilegible: se-cretario] privado el capitán de fragata don Juan Jacinto de Vargas, para que instruyera verbalmente a aquellos magistrados de lo ocurrido con su persona, del estado [ilegible] en que se hallaba, y de sus deseos e intenciones para salvar en la parte posible el resto del Virreinato, [Montevideo] se hallaba en Cabildo habiendo tratado de las ocurrencias de la Capital, a tiempo que arribó a ella un buque de España con la noticia de haberse instalado la nueva Regencia, se decidió por ello reconocerla y negándose por consiguiente a obedecer al nuevo gobierno de Buenos Aires.

El hecho señalado de que el Cabildo de Montevideo se hallaba reunido y estaba a punto de reconocer a la Junta de Buenos Aires cuando llegaron las noticias de España acerca de la instalación del Consejo de Regencia, parecería señalar, por propia mano del Virrey, que para el Cabildo Abierto del 22 de Mayo no se conocía con certeza la noticia de la instalación y no había órdenes al respecto llegadas de España17. Cisneros reconoce también haber tomado

16 En la carta de junio, señala que el 23 el cabildo le informó el resultado de la votación que había resuelto su cesación y la reasunción del gobierno superior en el mismo Ayunta-miento, que lo depositaría en una junta compuesta de cuatro vocales, de la cual debía ser él el presidente con el mando de las armas y con todos los honores y sueldo de su empleo. Pero su renuncia del 24 la atribuye a su negativa de entregar el mando de las armas al vocal de esa jun-ta, el teniente coronel de milicias D. Cornelio Saavedra. Cfr. Mayo Documental, cit., p. 49.

17 En junio del 1810, el virrey decía estar aguardando la llegada del barco que conducía la correspondencia de la Península y debía traer las órdenes de oficio acerca del establecimiento del Consejo de Regencia, que debía haber salido de Cádiz el 30 de marzo, como se había logrado averiguar en Montevideo. Mayo Documental, cit., p. 54. Por su parte, el comandante del apostadero de Montevideo, capitán de navío José María de Salazar, anoticiaba en carta al

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contacto con Liniers, adelantándose a la Junta, para avisarle de la revolución y encargarle la contrarrevolución, lo mismo que con el Virrey del Perú, ya que escribe:

El general Liniers que se hallaba en Córdoba, y a quien escribió la Junta (al mismo tiempo que este oficial general le hizo saber, así como a los jefes de las demás provincias y al virrey del Perú por intermedio del coronel don Ramón Manuel de Pazos, su situación) para que no se mezclara con los nuevos acaeci-mientos, lejos de ello [Liniers] les contestó afeándoles el hecho al mismo tiem-po que le avisó [a Cisneros] reservadamente [que] iba a formar una expedición para ir a castigar aquellos atentados, y reponerle en el mando…”.

Según este párrafo, el ex Virrey, desde Córdoba, llegó a contactarse con el depuesto y asegurarle que le repondría en el mando, y lo mismo advirtió a la Junta de Buenos Aires en tono de amenaza. En la carta de junio de 1810, Cisneros muestra estar al tanto de las medidas tomadas en Córdoba contra la Junta. Además, estos párrafos patentizan que el Virrey no sólo no se quedó tranquilo o resignado ante su situación, sino que hizo lo que su lealtad le exigía, además de que no se hallaba solo y que tenía aún varios de sus subor-dinados leales como agentes para enviar advertencias y transmitir órdenes al resto del virreinato.

Cisneros vio además las ideas de Independencia ya esbozadas desde el principio y en ningún momento dudó en señalarlas, aunque quizás su visión está mejorada en la foja por el paso del tiempo desde los acontecimientos de Mayo de 181018. El ex Virrey señalaba tener, o así lo creía, el apoyo de la mayor parte del vecindario de Buenos aires, así como la participación de sus leales subordinados navales en tratar de hacerlo fugar a Montevideo para desde allí llevar la contrarrevolución (como se haría, pero sin él), pues señala:

marqués de Casa Yrujo, “haber llegado el día 2 [de junio] el bergantín El Nuevo Filipino pro-cedente de Cádiz con noticias ciertas del establecimiento de la Regencia soberana de España e Indias y de la buena disposición general de los habitantes de este pueblo para mantener el orden […] sin reconocer la Junta de Buenos Aires”. Carta desde Montevideo del 7 de junio de 1810. Archivo Histórico Nacional de Madrid Sección Estado, Legajo 3783-1, copia Archivo DEHN, Colección Muzzio, carpeta España 1 (1810) – Doc. 0003. Copia mecanografiada. Las cursivas son nuestras.

18 Ya en junio de 1810 señalaba que la idea de independencia estaba latente en los pretex-tos de fidelidad y mostraba los actos de soberanía que realizaba la junta a poco de nombrada y que consideraba pasos hacia la independencia. Cfr. Mayo Documental, cit., pp. 49 y 52.

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[…] que la mayor parte del vecindario, así europeos como criollos observando las siniestras ideas de la Junta dirigidas a la Independencia, que muy luego de su instalación empezó a manifestarlas con sus escritos y providencias, disgus-tados con tal conducta deseaban y trataban de oponer medios de fuerza contra ella, se decidió buscar los posibles [medios] para fugarse a Montevideo donde le aseguraban sería obedecido y desde donde podría contener las demás pro-vincias del virreinato, al efecto trató con el gobernador, Cabildo y comandante de Marina por medio de un emisario que vino de aquella plaza, del modo que podría verificarse [la fuga], aunque lo dificultaba la suma vigilancia con que se observaba su persona.

La idea de que detrás de todo se hallaba el sentimiento o idea de Indepen-dencia era sostenida por el Virrey y compartida por las autoridades realistas del momento, tal como lo expresaban en sus cartas. El gobernador de Monte-video, brigadier Joaquín de Soria, expresaba al marqués de Casa Yrujo:

[…] yo creo firmemente, según los conocimientos que me asisten que la citada nueva autoridad, formada bajo el voto de la mejor defensa de los derechos de nuestro desgraciado monarca Fernando 7º y de la conservación de estos dominios, no tiene otras miras que las de un plan de Independencia que hace tiempo tienen proyectado la iniquidad de los perversos19.

También, con fecha 14 de junio de 1810, desde Río de Janeiro, el marqués de Casa Yrujo haciéndose eco de ello, escribía:

Por mi parte bien convencido de que el nombre de Fernando 7º, de que hace uso aquel gobierno provisorio, solo sirve de capa o de barniz para hacer menos odiosa la emancipación de aquellas provincias20.

Finalmente, luego de pasar un mes del Cabildo Abierto, la Junta, advertida de sus movimientos contrarrevolucionarios, decidió deportarlo a España y el Virrey lo reconoció21 al decir:

19 Carta fechada en Montevideo el 8 de junio de 1810. Archivo Histórico Nacional de Madrid, sección Estado, Legajo 3791-1. copia Archivo DEHN, colección Muzzio, Carpeta España 1 (1810) doc 0004. Copia mecanografiada.

20 Carta del marqués de Casa Yrujo a las autoridades españolas, Río de Janeiro, 16 de junio de 1810. Archivo Histórico Nacional de Madrid, Sec. Estado, Legajo 5839, copia Archivo DEHN, Colección Muzzio, carpeta España –1 (1810-1819), doc. 0005.

21 Ya en carta al brigadier Joaquín de Soria el día anterior, 21 de junio, el virrey le decía confidencialmente que todos los oficios que había firmado para que se reconociera la Junta,

253LA REVOLUCIóN DE MAYO SEGúN EL RELATO DEL VIRREY CISNEROS

La Junta con presencia de todo lo referido tomo las resultas de lo que se pre-paraba y citándole a su fuerte en que residía el 22 de junio a las nueve de la noche y bajo el falso pretexto de ir a celebrar una sesión en que debían tratarse materias que por su gravedad exigían su asistencia, y la de los magistrados de la Real Audiencia, con los que reunidos en aquella fortaleza, se les hizo saber por los vocales de la Junta su resolución de expulsarlos de aquella ciudad, con el falso objeto de libertar sus personas contra las que se hallaba altamente irritado el pueblo (que era todo lo contrario) y sin oír reconvenciones fueron conducidos en medio del Batallón de Granaderos que formaban la guardia a este oficial general, y rodeados de oficiales armados llegaron al muelle en donde se les embarcó en dos botes ingleses y conducidos con escolta a bordo de una balandra marchante [sic] de la misma Nación la que al amanecer dio la vela, habiendo antes retirado la tropa de los facciosos.

El mismo día 21 de junio, la Junta informó a Su Majestad, por carta firmada por todos sus miembros, de la erección de la junta para mantener la integridad del territorio y los derechos del rey frente a las maquinaciones de los franceses, a la vez que explicar la situación del Virrey, del cual dice:

[…] la terquedad de los magistrados y ex virrey don Baltasar Hidalgo de Cis-neros a pesar de las atenciones y moderación con que la junta los ha tratado, han excitado de tal modo el furor popular, que ha sido indispensable separarlos de esta ciudad y confinarlos a las Islas Canarias, hasta que Vuestra Majestad disponga de estas personas que por miras personales casi han producido la pérdida de estos reinos22.

Cisneros trató de convencer al capitán del buque inglés que estaba a sueldo de la junta, pagado por el vocal Juan Larrea –comerciante español aso-

eran violentados y firmados sólo por creer evitar mayores males; que ahora le habían avisado que se atentaba contra su persona y otros ministros y que, por tanto, en caso de desaparecer él, debía Soria encargarse de sostener los derechos de España, desconociendo al gobierno de Buenos Aires. Cfr. Carta de Cisneros del 21 de junio de 1810, en Mayo Documental, cit., p. 43.

22 Cfr. Oficio de la Junta a SM para dar cuenta de la instalación de la Junta y medidas que se ha visto precisada a tomar respecto del Virrey Cisneros… en Mayo Documental, cit., pp. 44-45. El recopilador de la colección, debido a una referencia inicial a Londres, confunde al destinatario de la carta y la hace como dirigida a SM Británica, pero el cierre de la misma es claro al hablar de SM Católica y estar firmada por toda la junta en su nombre. Esta remi-sión es curiosa porque, no habiéndose reconocido en Buenos Aires al Consejo de Regencia, cabría preguntarse a quién creía estarse dirigiendo la Junta porteña y a quién remitía al virrey depuesto.

254 JULIO M. LUQUI LAGLEYZE

ciado a los británicos desde tiempos de las invasiones–, que cometía un error y que debía dejarlos en las costas orientales o las brasileñas, pero no entendió razones el inglés, porque, según el Virrey, le interesaba más el salario que le pagaba la Junta por el servicio:

Luego que hicieron rumbo para fuera del Río manifestó al capitán inglés, y los que le acompañaban (que no ignoraba) lo hizo ver la felonía que habían hecho con su persona, los gravísimos daños que iban a resultar, y la falta de corres-pondencia a la Nación Española en que incurría, ofreciéndole tanto a este como a la tripulación serían bien gratificados si les conducían a Montevideo, cuyas iguales protestas y ofertas se le repitieron a la altura del Janeiro para que les condujese a dicho puerto, pero a nada quiso acceder el capitán como que el partido lucrativo que le hizo la Junta, era de mucho interés para él.

Finalmente llegaron a las Canarias, donde fueron desembarcados, como señala:

[…] y así fueron conducidos a la Isla de la Gran Canaria a donde llegaron el 4 de septiembre y desde donde este oficial general dio cuenta al gobierno Su-premo de la Nación de todos sus acaecimientos pidiendo al mismo tiempo su Real licencia para permanecer en aquella isla a fin de recuperar su quebrantada salud, así se le concedió permaneciendo hasta el 5 de julio de 1811, que habién-dosele concedido el nuevo permiso que pidió para pasar a Cádiz, lo verificó llegando a dicha plaza el 19 del mismo mes.

En Cádiz, el Virrey depuesto pidió que se le residenciase y se juzgase su conducta, pero el gobierno, satisfecho con ella y ocupado como estaba en tareas mayores y en combatir a los franceses, le expresó su aprobación por medio del Ministerio de la Guerra, nombrándole vocal de la Junta de Direc-ción, en enero de 1813, luego comandante general del Departamento de Cádiz y ascendiéndole finalmente a Capitán General del mismo.

En septiembre de 1818 fue nombrado ministro de Marina y en diciembre del mismo año director general de la Armada, con mantenimiento de la Ca-pitanía General de Cádiz, y se le encargó que asumiese los preparativos de la expedición que con destino al Río de la Plata insurrecto formaba el conde de La Bisbal. Pero la sublevación de ese ejército, en enero de 1820, en Cabezas de San Juan, hizo triunfar a los liberales constitucionales que impusieron la Constitución a Fernando VII. Por ello el capitán general Hidalgo de Cisneros, acusado de absolutista, fue apresado y llevado al Arsenal de la Carraca, per-maneciendo en esa situación hasta la Jura de la Constitución de 1812.

255LA REVOLUCIóN DE MAYO SEGúN EL RELATO DEL VIRREY CISNEROS

Los liberales, pese a conocer su historial absolutista y prescindiendo de sus opiniones políticas, le reconocieron sus méritos y le concedieron los honores del Consejo de Estado y le dieron como cuartel el Departamento de Cartagena, su ciudad natal, de donde fue nombrado capitán general el 6 de noviembre de 1823.

Falleció ejerciendo honorariamente ese cargo, el 9 de junio de 1829, aproximadamente a los 74 años.

a modo de concLusIones

Del análisis de lo escrito por el Virrey en su propia foja surgen sus pun-tos de vista acerca de los acontecimientos de mayo de 1810, que pueden ser resumidos en:

Situación del Virreinato: lo ve convulsionado y en desorden interno ori-ginados por la disputa entre el virrey Liniers y el gobernador Elío, que había caldeado los ánimos y generado los partidos y las rivalidades entre Buenos Aires y Montevideo, por un lado, y entre criollos y españoles por el otro.

Mala situación económica: la crisis de la Hacienda del Virreinato es un determinante para los descontentos locales, a lo que se suma la presencia in-glesa en el río con el contrabando que realizaban en perjuicio de los ingresos de la Aduana, pero señala no haber podido hacer nada por la alianza entre España y Gran Bretaña.

Presencia británica: la señala como detonante inmediato de los aconte-cimientos de Mayo, por el tráfico ilegal de los ingleses, sumado a la difusión de las malas noticias de España, por estar interesados en ocasionar novedades que les fuesen favorables comercialmente. Luego de la revolución menciona a los británicos como siempre presentes y en todos los actos de la Junta, a la que se apuran en reconocer y apoyar.

La idea de Independencia: la ve esbozada desde un primer momento. Ori-ginada en las promesas de apoyo para ello, que habían formulado los ingleses cuando la primera invasión (1806) y que habían prendido en la elite ilustrada criolla. Esta preexistencia de la idea de independencia la señaló reiteradamente y en documentos de fecha y circunstancias distintas, aunque su visión esté mejorada en la foja por el tiempo transcurrido.

El Cabildo Abierto y el partido criollo: Cisneros reconoce haber tratado de evitar la convocatoria a Cabildo Abierto, porque temía las funestas con-secuencias que según él se produjeron. Pero al convocar el apoyo de los jefes militares, se dio cuenta enseguida de que ellos, si no eran los líderes del parti-

256 JULIO M. LUQUI LAGLEYZE

do criollo, constituían al menos su apoyo y sustento. Sobre la propia asamblea del 22 no hizo referencia directa en la foja, sino sólo de sus resultados, pero la opinión del virrey era que desde antiguo se venía planeando la independencia, que la convocatoria fue la excusa y para él la primera maniobra revolucionaria fue la del propio Cabildo del 22 de quitarle el mando para devolvérselo aso-ciado con cuatro vocales. Su renuncia la atribuye a su negativa de aceptar la entrega del mando militar a Saavedra y la presión de los criollos.

Imagen y situación personal: Cisneros se consideraba popular y con el apoyo de la mayor parte del vecindario de Buenos aires, y señaló haber obtenido el apoyo de sus subordinados navales, con intención de fugarse a Montevideo y llevar la contrarrevolución desde allí.

Su posición luego del 25: según relató el Virrey, se dedicó inmediatamente a tratar de revertir los acontecimientos, advirtiendo a sus leales del Virreinato para que se opusieran a la Junta, y señala claramente que sus oficios de los primeros días, informando a favor del reconocimiento de la Junta, le habían sido sacados por la fuerza.

estudIos y reseÑas BIBLIogrÁfIcas

eLena aLtuna, Retórica del desagravio. Estudios de Cultura Colonial perua-na, Salta, CEPIHA– Universidad Nacional de Salta, 2009, 191 pp.

El libro reúne una serie de diez trabajos monográficos basados en los que la autora, Elena Altuna, publicó entre 1997 y 2008. Se interesa en dos aspec-tos: el primero, la situación de lejanía de la metrópoli y el sentimiento que esto conlleva, y el segundo, la voluntad de dejar memoria escrita. Se refiere a estos temas tomando como base escritos coloniales que van desde fines del siglo XVI hasta el siglo XVIII, haciendo hincapié en los “núcleos generadores de escritura y en sus patrones retóricos”, utilizando la noción de representación de Roger Chartier y de estructura del sentir de Raymond Williams.

En el primer artículo: “Territorios y memoria en las probanzas de méritos del Tucumán” analiza los discursos político-administrativos de los reclamos de reconocimiento. Le sigue “Imágenes del Perú en las cartas de los inmi-grantes”, donde reconstruye, a partir de la recopilación de Enrique Otte de las Cartas privadas de emigrantes a Indias 1540-1616 y de las Cartas del Perú (1524-1543) publicadas por Raúl Parras Barrenechea, el aquí y el allá, la po-breza de España confrontada con la riqueza y las oportunidades de América, la búsqueda de la continuidad de lazos parentales, el interés por atraer a los familiares y la formación del criollismo “como afirmación de la dignidad y reivindicación de una identidad”, el ser otro.

En “Contra toda mudanza: memoria de lo notable”, la autora hace refe-rencia a los documentos que, desde 1494, se emitieron para reglar la forma de narrar y los modelos de relación hasta llegar al cuestionario de 1577, Instruc-ción y memoria, al que considera “modelo para ver y ordenar, que propone una aprehensión a la realidad fundada en lo espacial”.

En “Tambos y caminos del Perú. Estrategias coloniales y crítica del pre-sente”, plantea cómo coexiste la transformación del espacio con la llegada de los españoles con la persistencia de estructuras precolombinas. A partir de crónicas de la época analiza el discurso colonial y cómo se construyeron estereotipos, del antes y el después, del tiempo incaico y del español. Así, los tambos, contribución incaica, prevalecieron en la época colonial con una connotación crítica al estado español.

En el artículo: “Metáforas del cuerpo y reivindicación colonial” Altuna parte de la metáfora del cuerpo de la monarquía recreada en los escritos de los peruanos en sus cartas al rey y al Consejo; también estudia el comportamiento de los vasallos que se consideraban parte inalienable de éste y con derecho a demandar el reconocimiento. Para ello la autora analiza dos escritos del licen-ciado Juan Ortiz de Cervantes escritos al rey entre 1619 y 1621 y el memorial

260 ESTUDIOS Y RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

del criollo Buenaventura de Salinas y Córdoba. En “Retórica del desagravio”, se centra en el criollismo como forma de autoconciencia colonial, basándose en dos Memoriales del franciscano Buenaventura de Salinas y Córdoba: el Memorial de las Historia del Nuevo Mundo, de 1630 y el Memorial, informe y manifiesto de 1646. Desde el tópico del olvido, describe al cuerpo que es la patria y la figura del criollo. En el siguiente artículo titulado “Pagando con lo que se debe: la Crónica Moralizada de Antonio de la Calancha”, Altuna vuelve al concepto de criollismo que emerge en el Perú hacia 1620-1630, siendo uno de los sectores más virulentos el clero secular. Para observar la construcción del discurso del patriotismo analiza la Crónica Moralizada del Orden de San Agustín en el Perú, con sucesos ejemplares de esta monarquía del chuquisa-queño Antonio de la Calancha, publicada en 1638. La obra, escrita como toda crónica conventual para perpetuar las acciones de la Orden y destinada a los jóvenes religiosos, está basada en testimonios, documentos y el conocimiento directo de la realidad. Para la autora el agustino busca saldar una deuda, rei-vindicando al Nuevo Mundo que equipara al Viejo.

En “El discurso de la ciudad: la Historia de la Villa Imperial de Potosí”, analiza la Historia de la Villa Imperial de Potosí escrita por Bartolomé Arzánz de Orzúa y Vela entre 1705 y 1736. En la obra, cuyo tema es la ciudad dentro del imperio, Potosí se constituye, para Altuna, como “el factor determinante de las empresas que llevaron a España a la hegemonía política”. Describe el contexto en que el autor escribió la obra, presionado por los vecinos, las fuen-tes que utilizó, su organización, las diferencias en la reconstrucción del origen y de la historia y el relato del presente, en que el autor pasa de ser historiador a cronista. Para terminar en las reflexiones de Arzánz de Orzúa y Vela, su postura frente al criollo y al sentido de patria.

En “Ciencia, aventura y público. La Condamine y los componentes de su relato de viaje al Ecuador” se centra en la Relación de un viaje hecho por el interior de América Meridional de Charles-Marie de la Condamine publicado en 1773. Para ello, primero relata la aventura de La Condamine, Luis Goudin y su esposa Isabela, para luego detenerse en el análisis de los relatos y la carta de M. Godin a M. de la Condamine, quien contó las desventuras de su mujer por la selva amazónica. Altuna marca cómo se van transformando los relatos de viaje a partir de los viajes científicos donde se puntualizan los avances de la ciencia y las características de la aventura.

El último artículo, “Indios nobles, mala mezcla, chinos vagantes: repre-sentaciones en el Perú del siglo XVIII”, se basa en el análisis de los memo-riales de Vicente Mora Chimo Cápac de 1723 y de Fray Calixto Túpak Inka de 1749; ambos tienen en común exponer los males del imperio y proponer medidas para solucionarlos. La autora hace hincapié en la conflictividad de las

261ESTUDIOS Y RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

relaciones intergrupales y busca conocer las representaciones grupales para luego confrontarlos con otros discursos criticistas de la época.

En síntesis, esta obra nos acerca al discurso peruano colonial en su doble aspecto de construcción literaria y de representación histórica. En su análisis la autora pone el acento en las ideas sostenidas por los escritores de entonces en torno a la búsqueda de la identidad, en el que el criollismo –como ya lo señalara Lavallé– tuvo una perdurabilidad más que secular.

adeLa m. saLas

franz BrendLe y anton scHIndLIng (eds.), Geistliche im Krieg, Münster, Aschendorff Verlag GmbH & Co. KG, 2009, 425 pp.

Las iglesias se han visto afectadas por los enfrentamientos bélicos que marcan la historia occidental moderna. Han tenido una participación directa o indirecta, pero de algún modo, muchos de sus miembros han sido actores centrales en estos procesos y en su interpretación, propagando el espíritu de guerra o dando consuelo. Esta ambivalencia se percibe aún en el siglo XX a pesar de que las llamadas guerras de religión ya habían acabado hacía cientos de años.

La obra reseñada a continuación, publicada en alemán, no tiene traducción al castellano por el momento. Es producto de las jornadas tituladas Kriegser-fahrungen-Krieg und Gesellschaft in der Neuzeit (Las Experiencias de la guerra; Guerra y Sociedad en los Tiempos Modernos), que se celebraron en el año 2008 en la Universidad de Tübingen, Alemania. El tomo brinda al lector una versión ampliada de las interpretaciones religiosas de las luchas armadas. Su título puede traducirse como Los religiosos en la guerra.

La fe y la violencia están ligadas al ser humano ya que tanto una como la otra se vinculan con su naturaleza. Mucho se escucha hablar actualmente de la guerra santa, fenómeno que la vigésima segunda edición del Dicciona-rio de la Real Academia Española define como “la que se hace por motivos religiosos y especialmente la que hacen los musulmanes a quienes no lo son”. En este caso, sin embargo, múltiples investigadores abordan la actuación de católicos, protestantes y judíos en su condición de miembros oficiales de sus respectivas iglesias.

Esta antología se divide en cinco partes. Por razones de espacio sólo daremos una idea general de cada uno de los capítulos, como un abanico que ilustra escenarios geográficos tan variados que nos permiten viajar desde el Paraguay actual hasta la isla de Rodas, pasando por conflictos centrales de la historia europea continental.

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La primera parte, titulada “Los ministros religiosos y la guerra”, cuenta con contribuciones de Franz Bendle (uno de los editores de la obra), Dennis Schmidt y Andreas Holzem. Los tres artículos proporcionan aproximaciones teóricas al tema de la religión y la guerra en tensión entre la tradición cultural militarista y la tarea de velar por la paz. Proveen, por lo tanto, el marco de análisis del volumen.

“Católicos y Protestantes en las Guerras de Religión del siglo XVII”, segundo capítulo de la obra, cuenta con colaboraciones de Susanne Häcker, Meter Damgaard, Julian Kümmerle y Andreas Neuburger. Tres de los artículos que componen este apartado se ocupan de la interpretación de la Guerra de los Treinta Años de clérigos alemanes; los protagonistas son los teólogos de las Universidades de Heidelberg, Tübingen y Freiburg así como el evangelista Joachim Betke y el clero del Ducado de Würtemberg. La excepción es el tra-bajo de Damgaard que analiza al clero danés.

El capítulo tres, con un título algo provocativo, “Los religiosos al servicio de la patria durante los siglos XVIII y XIX” nos acerca al estudio de casos que tienen como denominador común la aparición de un nuevo elemento: el nacio-nalismo. Angela Strauss estudia los manuales de la capellanía militar prusiana y puede considerarse, de acuerdo con los especialistas, un aporte muy original ya que esa fuente estaba todavía sin estudiar. Laure Ognois analiza pastores reformistas suizos, Wolfgang Wüst utiliza diarios y correspondencia de parro-quias y monasterios católicos del sur de Alemania y por último, Ingrun Klaiber se centra en los religiosos de Ulm, ciudad que se ubica junto al río Danubio.

“Los religiosos en las guerras mundiales del siglo XX”, cuarto capítulo, enfoca su interés principal en la contienda que se extendió entre 1914 y 1918. En este sentido, el trabajo de Anette Jantzen acerca al lector la interpretación de la Gran Guerra que hicieron religiosos franceses y alemanes de Alsacia-Lorena; Margit Schad presenta la significación que se da a la Primera Guerra Mundial desde la visión judía ortodoxa, tomando como caso la ciudad de Frankfurt. Bettina Reichman se ocupa del obispo húngaro Ottokár Proházka, estudio que resulta particularmente interesante si tenemos en cuenta los cam-bios radicales que enfrentó el territorio del imperio austro-húngaro al estallar el conflicto. El único trabajo que aborda la Segunda Guerra Mundial queda a cargo de Jörg Seiler, con un rico análisis de casi 30 carillas.

El último capítulo de la compilación, “Las experiencias de la guerra en las orillas del cristianismo entre los siglos XVI y XVIII” es el más variado en cuanto a la geografía que abarca. “La guerra que nunca tuvo lugar”, escrito por Magnus von Hirschleydt cuestiona la legitimidad de la guerra que tiene como escenario un conflicto pequeño del noreste de Europa. El trabajo de Vladimir von Schnurbein toma como objeto de estudio el enfrentamiento entre los Ca-

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balleros de San Juan y los otomanos; con la sugerente pregunta “¿El último cruzado en el Mediterráneo Oriental?”, Mathis Mager titula el segundo estudio dedicado a los Caballeros de esa orden.

El único trabajo que alcanza el espacio americano fue escrito por Fabian Fechner y está dedicado al papel de los misioneros jesuitas en las guerras gua-raníes, y su triple función de comandantes, mercenarios y capellanes. Como in-dica este historiador, la combinación de acción religiosa y bélica de los jesuitas fue utilizada como justificación para la prohibición de la Compañía de Jesús.

Una lectura atenta de las 400 páginas que conforman este volumen colec-tivo permitirá observar cierta continuidad en la interpretación tradicional de la guerra hecha por los religiosos, desde el siglo XVI hasta el XX. Todos los trabajos están acompañados de abundantes notas bibliográficas y documen-tales que avalan la afirmación de que el clero jugó un papel fundamental a la hora de justificar o condenar el morir o matar en una guerra.

maría vIctorIa carsen

Leandro Losada, Historia de las elites en la Argentina. Desde la Conquista hasta el surgimiento del peronismo, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, 288 pp.

La historia de las elites en la Argentina ha suscitado gran interés por parte de los historiadores, aunque su estudio en general esté vinculado con otros campos historiográficos no específicos como la historia de los intelectuales, de las ideas o del caudillismo. Los ensayos sobre los grupos dirigentes se han centrado particularmente en los problemas de naturaleza política, por un lado, o en el análisis de los fenómenos sociales, por otro.

Leandro Losada se propone analizar este sector social desde una perspec-tiva que abarque dichas vertientes y a la vez, ampliar su anterior investigación sobre las elites que constituyó su tesis doctoral y que se publicó en el año 2008 bajo el título La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Époque. El autor se propone en esta ocasión hacer un análisis en la perspectiva de la “larga duración” braudeliana y analiza las elites el período colonial hasta el surgimiento del peronismo.

Este nuevo libro integra la colección “Historia Argentina”, dirigida por José Carlos Chiaramonte, la cual tiene como objeto poner al alcance del pú-blico lector, no sólo el universitario, obras sobre el pasado. Por esta tal razón Losada advierte que su propósito es realizar una síntesis sobre el tema de las elites a partir de los aportes brindados por la historiografía. Si bien, por un

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lado, la ausencia de fuentes documentales evita la profundización del tema investigado, por el otro agiliza la lectura para el público al que está dirigido el libro.

Historia de las elites en la Argentina se compone de una introducción, cinco capítulos y un epílogo. Al finalizar el libro se encuentra un ensayo bi-bliográfico que ofrece una selección de lo escrito sobre el tema en cada corte histórico. La orientación de lecturas mantiene los mismos períodos cronoló-gicos y ejes temáticos abordados en los respectivos capítulos, lo que facilita la búsqueda de información por temas. La bibliografía es extensa y variada aunque, en general, se pone mayor énfasis en las investigaciones más recientes y no tanto trabajos más clásicos.

En el capítulo introductorio Losada revisa las diversas connotaciones –ne-gativas, reduccionistas o incorrectas– con que se revistió el término “elite” en los estudios historiográficos. El autor busca desprenderse de denominaciones peyorativas sobre qué fue la elite en la Argentina y quiénes la componían, pues dificultan su análisis. Es por ello que, en vez de referirse al grupo social como “oligarquía” o “aristocracia” prefiere denominarlo como “elites”, en plural, ya que el término da cuenta de los distintos matices existentes dentro del grupo social. Losada se pregunta sobre su composición, cómo cimentaron su poder y cuáles fueron sus prácticas políticas, sociales, económicas y culturales. Estos son los ejes sobre los que gira la investigación y las cuestiones que trata de responder en los capítulos que el autor eligió por ser “puntos de inflexión por la conjunción de tendencias locales e internacionales”.

Losada analiza la conformación de un determinado grupo de personas como “elite”, qué circunstancias favorecieron su instalación como referentes de la sociedad, cómo fueron modificándose a lo largo de los siglos XIX y XX las pautas que los definían como tales y su declinación hacia el comienzo del período peronista. En sucesivos capítulos analiza las modestas elites de los tiempos coloniales y sus tempranas pautas de diferenciación social, tanto en Buenos Aires como en el interior del país; describe la composición del grupo dirigente surgido luego de 1810 gracias a la “carrera de la Revolución”, que permitió su acomodamiento social y político durante el período independien-te; estudia la conformación de las elites modernas del ochocientos y la época de esplendor de la alta sociedad, cuando este grupo se consolida como elite terrateniente. Después se corre por un momento del análisis cronológico para describir los estilos de vida, modos de sociabilidad y la conformación de una identidad como grupo rector de la sociedad por parte de la elite a lo largo del siglo XIX y finalmente, indaga sobre las razones de la renovación y posterior declinación de la haute porteña y del interior. Cada capítulo está desarrollado

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con ejemplos que ilustran el relato y le restan abstracción, a la vez que dan cuenta del estilo de vida de las familias más prominentes de la Argentina.

El epílogo ofrece un sugestivo cierre a la investigación y explica las ra-zones por las cuales finaliza en el período de entreguerras. Analiza allí los distintos ritmos de declive de la elite y cómo la pérdida de poder político y económico fue más rápida que la decadencia social y cultural de este grupo, que siguió siendo durante varios años más una referencia con respecto de los usos y costumbres sociales.

En conclusión, este nuevo aporte tiene la virtud de ofrecer una lectura a largo plazo pero sin descuidar los elementos que constituyeron a este grupo personas. Se trata, pues, de un interesante punto de partida para posteriores investigaciones que ahonden más profundamente en los períodos aquí abor-dados, como hiciera anteriormente Losada con la época del entresiglos. Si bien no está sustentado como su trabajo anterior en archivos documentales y análisis genealógicos, el libro cumple con creces su objetivo de acercar un buen aporte al gran público lector.

maría soL ruBIo garcía

Pedro Lozano, Historia de la conquista de las Provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2010.

La nueva edición de la siempre memorable Historia de la conquista de las Provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, del sacerdote jesui-ta Pedro Lozano constituye un nuevo aporte de la Academia Nacional de la Historia de gran significación y resonancia para la recuperación de las fuentes capitales del pasado argentino. Junto con el poema La Argentina del arcediano Martín del Barco Centenera y la crónica manuscrita de Ruy Díaz de Guzmán, el libro del padre Lozano es, sin duda, uno de los pilares de la historia colonial de un Río de la Plata que, a partir del siglo XIX, pasaría a constituir parte de los territorios de Argentina, Paraguay y Uruguay y el sur de Brasil. Obra verdaderamente monumental por su contenido, su extensión y sus cualidades historiográficas, la Historia del padre Lozano ha venido alimentando, desde el momento de su publicación, en el siglo XVIII, prácticamente todos los relatos de la historia argentina que se ocupan de las primeras etapas de conquista y colonización de su actual territorio.

Nacido en Madrid en 1697 y muerto en Humahuaca en 1752, Pedro Loza-no llegó al Río de la Plata muy joven y completó sus estudios en la Universidad de Córdoba, y sus descollantes condiciones para la tarea literaria e histórica lo llevaron hacia 1730 a iniciar la redacción de una crónica sobre las actividades

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de la Compañía de Jesús en esta parte de América. Su curiosidad, su erudición jesuítica y la fluidez de su escritura –que aplicó también a varias traducciones de obras europeas– le permitieron desarrollar una literatura histórica de gran solidez expositiva y le abrieron camino al reconocimiento de su labor por parte de las autoridades de la Compañía. De su prolongado contacto con la realidad americana provienen todos sus escritos, algunos de los cuales permanecieron inéditos hasta después de su muerte: La descripción chorográfica del Gran Chaco Gualamba (publicada en España en 1733) y su más celebrada Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia de Paraguay (cuyo primer tomo apareció en Madrid en 1754-1756) le concedieron una fama acreditada en su tarea de historiador. Sus otras obras de gran extensión y significado quedaron inéditas, pero fueron conocidas en sus versiones manuscritas, entre ellas esta singular Historia de la conquista de las Provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, y también su Historia de las Revoluciones del Paraguay, en la que se ocupaba de las violentas agitaciones que sacudieron Asunción durante la rebelión de los comuneros entre 1721 y 1731, de las que fue testigo indirecto desde su residencia en Santa Fe.

La Historia de la conquista de las Provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, que tal vez hubiera sido concebida como la primera parte de Historia de la Compañía, se imprimió por primera vez por iniciativa del erudito montevideano Andrés Lamas (1817-1891) en 1873, pero es sabido que el manuscrito ya había sido consultado en su condición de tal por otros auto-res que se aprovecharon de él, como los ilustrados funcionarios borbónicos Félix de Azara y Francisco de Aguirre y el protohistoriador argentino, deán Gregorio Funes. La edición de Lamas se basa en un manuscrito distinto del publicado en esta ocasión por la Academia Nacional de la Historia, que recoge una serie de notas, agregados y correcciones realizados por la mano del propio Lozano, por lo cual se lo ha considerado más completo y detallado.

La obra de Lozano es, como se dijo, una muestra de la solidez de sus cualidades como recopilador y escritor, actividades a las que dedicó largos períodos de su estancia en Córdoba, en las haciendas con las que la Compañía de Jesús sostenía el Colegio Mayor en la ciudad, en particular en la próspera estancia de Santa Catalina. La materia histórica que manejaba el padre Lozano la emplearía también para defender las misiones jesuíticas que, por el Tratado de Permuta (1750) la diplomacia de la corte de Madrid había cedido a la de Lisboa a cambio de la “devolución”, por parte de esta última, de la Colonia del Sacramento. Fue cuando se dirigía a Lima, a presentar sus memoriales al virrey del Perú, cuando a Lozano lo sorprendió la muerte en Humahuaca. De modo que su detallado conocimiento y manejo de la documentación existente y de las tradiciones historiográficas previas relativas al descubrimiento y con-quista de los territorios rioplatenses y tucumanos debió ser, sin duda, uno de

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las más completos y refinados con los que se podía contar tanto en la España como en la América de esa época.

La preservación de esas tradiciones historiográficas se hace presente desde el comienzo de la Historia de la conquista, en la que Lozano –como del Barco Centenera y Ruy Díaz de Guzmán– inicia su relato en 1515, con el descubrimiento del Río de Solís, y cuya primera parte extiende hasta 1555, fecha del establecimiento de los españoles en la provincia –también provincia jesuítica– del Tucumán, luego de haber dedicado todo el libro primero a pre-sentar una pormenorizada descripción geográfica, biológica, social y cultural del escenario de su historia. La obra continúa luego con los acontecimientos posteriores, que llegan hasta los días del propio Lozano, hacia 1745. La edición de la Academia, presentada en dos gruesos tomos, respeta la división original de la obra planeada por el autor: el tomo primero, compuesto por tres libros, está dedicado al descubrimiento y conquista del Paraguay y del Río de la Plata; el tomo segundo, con los dos libros restantes, se ocupa de las del Tucumán.

El estudio preliminar, tan conciso e ilustrativo como indispensable, a cargo de Ernesto J. Maeder, allana el camino a la lectura comprensiva y ade-cuadamente contextualizada de la obra del padre Lozano, tanto para el lector erudito como para el público corriente, que puede acceder a esta fuente de extraordinario significado para el conocimiento del pasado colonial de nuestro país. Evaluando con justicia el estilo de Lozano como “uno de sus flancos más vulnerables” por los excesos verbosos de sus largos párrafos, y la incertidumbre de su erudición en algunas citas textuales y descripciones naturales, Maeder realiza una sinopsis vigorosa y expresiva de las valoraciones que la Historia de Lozano ha recibido a lo largo de más de dos siglos de lectura y comentario, y encuentra correcta la evaluación realizada por Alberto Salas sobre la riqueza de su repertorio documental, su estilo libre de excesos retóricos y la solvencia del historiador jesuítico en la “formidable tarea” que emprendió y llevó a cabo con indudable pericia, confiriéndole a su texto “el valor de una fuente”.

Por su carácter fundacional, por proporcionar una fuente de información de insustituible riqueza y, en general, por ser un notable documento sobre la vida, la cultura y las epopeyas del área rioplatense que en el siglo XVIII comenzaba apenas a asomar a un escenario mundial dominado por las monar-quías europeas y las tensiones religiosas y políticas, la Historia de la conquista de las Provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, del padre jesuita Pedro Lozano sigue constituyendo uno de los grandes monumentos de histo-riografía argentina cuya republicación significa un hito del siempre renovado conocimiento histórico sobre nuestro pasado.

rogeLIo c. Paredes

268 ESTUDIOS Y RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

joHn LyncH, San Martín. Soldado argentino, héroe americano, Buenos Aires, Crítica, 2010, 382 pp.

Después de haberse ocupado con notable éxito editorial de la figura de Simón Bolívar, John Lynch estudia en este libro magistral la vida de José de San Martín.

El ilustre historiador británico, catedrático emérito de la Universidad de Londres, que viene proporcionando desde hace varias décadas una visión renovadora del mundo hispánico a través de más de tres siglos (Los Austrias 1516-1700, Carlos V y su tiempo, La España del siglo XVIII, Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826, Caudillos en Hispanoamérica 1800-1850, et-cétera), se impuso la no fácil tarea de escribir las biografías de ambos próceres para los lectores anglosajones. Sin embargo, las obras no se circunscriben a ese público sino que sirven para cuantos quieran contar con una visión seria y honesta acerca de dos hombres en ocasiones distorsionados por las memorias contrapuestas.

Uno de los méritos de San Martín. Soldado argentino y héroe americano, es la pericia narrativa. “El historiador –dice Lynch– tiene que alternar el mo-vimiento con la inmovilidad con el fin de ocuparse de las condiciones en las que el Libertador operó; por tanto, el análisis acompaña el relato, lo que quizá permita al lector escapar del laberinto de los acontecimientos secundarios”.

Este libro deja en evidencia una vez más que la biografía es un género de culminación intelectual al que no todos los que investigan y escriben logran acceder. En efecto, para retratar fielmente a determinadas figuras hay que conocer en profundidad su tiempo y circunstancias, internalizar las ideas y costumbres de la época; en suma, “ponerse en la piel de su personaje”. En el estilo fluido de Lynch, que relaciona exquisitamente lo solemne con lo cotidia-no, se advierte una vez más su destreza profesional, su amplitud de criterios y hasta su buen humor para alcanzar aquel cometido.

El autor se apresura a aclarar su convicción de que la grandeza de San Martín consistió en su habilidad para inspirar a los pueblos de Suramérica a seguir sus ejércitos y aceptar sus estrategias, lo que le permitió llevar la independencia más allá de las fronteras y los intereses nacionales y darle una identidad americana. “Hasta donde podemos juzgar, su vocación no respondía a ningún interés particular, social o económico, ni a la preocupación del poder y la gloria. La guerra y la paz fueron sus prioridades […] San Martín sostuvo que la gran prueba de América llegaría no en la lucha por la independencia sino en la posterior defensa de la libertad en las sociedades que no estaban preparadas para esa tarea”.

269ESTUDIOS Y RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

También subraya que el héroe debe ser juzgado por sus propios méritos, no mediante comparaciones constantes con Bolívar. La tarea de escribir ambas biografías presentó dificultades, enfatiza, pues si bien “el historiador tiene que defenderse de Bolívar y proteger su propia versión de la independencia contra el torrente de palabras con que el Libertador busca explicarse y convencer”, en el caso de San Martín debe descubrir al hombre detrás del silencio, pues “su sentido de la decencia le hacía reticente a hablar de su vida privada y mantuvo una reserva natural acerca de su papel en las guerras independentistas”.

En esta obra, Lynch traza la vida de San Martín desde sus orígenes, su niñez en las Misiones, su permanencia en España y su participación en las guerras contra Napoleón, ubicando su actuación en contextos que describe con maestría. Después se ocupa de sus días londinenses, de sus amistades ame-ricanas y británicas, del singular momento en que se embarcó hacia Buenos Aires, de su llegada y participación en los difíciles días iniciales de la Revo-lución. Aquí el auxilio de las más importantes colecciones documentales y de una cuantiosa bibliografía argentina, se conjuga con el aporte de los papeles de origen inglés.

Entre estos documentos hay una carta notable del capitán Peter Heywood, antiguo partícipe del célebre motín del Bounty, condenado e indultado, quien por entonces era comodoro de la estación naval británica en el Plata, a sus superiores de Londres, en la que al hablar de la situación posterior a la revo-lución del 8 de octubre de 1812, afirma que el cuerpo de caballería mandado por el coronel San Martín, sus luego célebres granaderos, “tendrá más peso en una elección que toda la ciudad de Buenos Aires unida, si es posible que esa unión se produzca”. Pero aquel tenía metas más importantes que preva-lecer en sus disensos con Rivadavia y con Alvear o superarlos en influencia política. Lo animaba, nada menos, el propósito de acelerar la independencia, que recién pudo concretarse, en buena medida gracias a su insistencia desde Cuyo, en 1816.

La labor realizada por el recién llegado militar en el Ejército del Norte, la gestación del Plan Continental, el cruce de los Andes, las grandes batallas de Chacabuco y Maipú, la liberación y el protectorado del Perú, y la entrevista con Bolívar en Guayaquil, de la que San Martín salió sin el apoyo que necesi-taba para llevar adelante sus metas militares, con el resultado de su posterior partida al Viejo Mundo, son objeto de ponderado análisis de Lynch, quien dedica la última parte de este brillante estudio a los días postreros del hombre “que condujo la revolución más allá de sus fronteras y le otorgó una identidad americana”, y a efectuar una serena valoración de su legado.

mIgueL ÁngeL de marco

270 ESTUDIOS Y RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

ana maría rodrIguez ayçaguer, Un pequeño lugar bajo el sol. Mussolini, la conquista de Etiopía y la diplomacia uruguaya. 1935-1938, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2009, 454 pp.

La autora realiza una investigación de la historia de las relaciones inter-nacionales de un período agitado y poco conocido de la historia uruguaya. El estudio se sitúa en la política exterior del vecino país en la década del treinta, período poco transitado en esta área de análisis.

La época enfocada es la de la presidencia de Gabriel Terra, en la cual las relaciones con Italia presentaban fuertes lazos socio-culturales como resulta-do de una afluencia migratoria que ayudó a construir el Uruguay moderno. El fascismo de Benito Mussolini tuvo resonancias, no sólo en la colectividad italiana sino en líderes políticos de la época, entre los cuales hay que citar al mismo Terra y a Guani, figura relevante en este proceso. El embajador italiano Serafino Mazzolini cumplió un papel de propagandista del régimen de manera acabada.

El problema de la invasión de Italia a Etiopía y su consecuente anexión, que no es el caso de explicar, planteó a la diplomacia uruguaya una serie de problemas inéditos que la autora analiza, no sólo con fuentes diplomáticas, sino en relación con la opinión pública a través de la prensa y, en una mirada comparativa, con los países vecinos: Argentina, Chile y Brasil. Este aspecto integrador le otorga al estudio una amplitud y riqueza que desborda el marco territorial, y es uno de los aspectos más valiosos del análisis que aporta luz sobre otras diplomacias en dicho tema.

Uruguay era miembro de la Sociedad de las Naciones y cuando ésta de-cidió la aplicación de sanciones a Italia por la guerra en Etiopía, el gobierno uruguayo oscilaba entre plegarse o no, dada la numerosa comunidad italiana con la que contaba, la necesidad de comerciar con Italia, el temor a la compe-tencia argentina en el mercado de carnes y las relaciones con Gran Bretaña, que era un actor relevante en el conflicto.

La autora diseña la personalidad de los diplomáticos uruguayos a quie-nes les tocó participar en la toma de decisiones y recorta la personalidad de Alberto Guani como diplomático experimentado, quien ejerció funciones en diversas capitales europeas, de larga y fecunda actuación en la Sociedad de las Naciones que llegó a presidir en 1924. Guani mantuvo continuamente infor-mado a su gobierno de las tratativas y opiniones que predominaban en el seno de la Sociedad y supo interpretar las instrucciones recibidas, con maestría y sagacidad, para que su país no quedara descolocado.

Frente a la encrucijada en que se debatía el gobierno uruguayo, la es-trategia implementada fue dilatoria, ambigua y finalmente, cuando llegó el

271ESTUDIOS Y RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

momento crucial de adherir a las sanciones que impuso la Sociedad de las Naciones a Italia, se buscó conciliar una estrategia común con Argentina, cuyo delegado era Carlos Saavedra Lamas; finalmente Uruguay adhirió a las sanciones cuando no era posible dilatarlas mas. El costo de no hacerlo hubiera influido en las relaciones con Gran Bretaña, principal destino de las carnes uruguayas cuyo acuerdo comercial estaba en proceso de ratificación. La autora recalca: “Uruguay no fue sancionista, sólo aparento serlo”.

Otro problema semejante se planteó en el reconocimiento de la soberanía italiana en Etiopía, una vez conquistada. Las simpatías de Terra por Italia y las del ministro uruguayo en Roma tuvieron que esperar que la decisión de Gran Bretaña diera el visto bueno, para que cada país procediera a reconocer el hecho consumado de la conquista de un país independiente de África.

Una investigación de este tipo reclama conocer las fuentes de los dos po-los de la relación bilateral. La autora cumple con creces este precepto ya que junto con la búsqueda en el Archivo Histórico-Diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay, en el Archivo de la Associazione ex Com-battenti e Reduci Italiani in Uruguay, ha realizado búsquedas en el Archivio Storico del Ministero degli Affari Esteri (Roma) y en Nacional Archives and Records Administration (Washington, D.C.).

La obra cuenta con un Apéndice Documental numeroso y variado que aporta testimonios relevantes de toma de decisiones de los actores diplomá-ticos.

En síntesis, celebramos la publicación de una investigación sobre Uruguay que amplía sus fronteras a los países vecinos.

HeBe carmen PeLosI

PoLítIca edItorIaL

temas de HIstorIa argentIna y amerIcana es la publicación periódica del Ins-tituto de Historia Argentina y Americana (Departamento de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina). Se considerarán para su publicación trabajos originales relacionados con la historia argentina y ameri-cana. Esta revista se publica con una frecuencia semestral. Las colaboraciones se reciben para el primer número (Enero–Junio) hasta el 15 de Marzo, y para el segundo número (Julio-Diciembre) hasta el 30 de Agosto de cada año.

normas soBre La PresentacIón de orIgInaLes Para Las PuBLIcacIones deL InstItuto de HIstorIa argentIna y amerIcana

facuLtad de fILosofía y Letras PontIfIcIa unIversIdad catóLIca argentIna

1. extensIón

La extensión máxima del trabajo –incluido el aparato erudito- es de al-rededor de 96.000 caracteres con espacios incluidos. El artículo debe ser pre-sentado con la tipografía Times New Roman, tamaño 12, con interlineado de 1,5. El margen superior e inferior debe medir 2,5 cm. y el derecho e izquierdo debe ser de 3 cm.

2. suBtítuLos y cItas en eL texto

Los subtítulos serán en versaLIta.Las citas, si son breves, se incluyen entrecomilladas; si pasan de las tres

líneas, se las separa del cuerpo del texto (en Times New Roman, tamaño 10, interlineado 1,5) y se las destaca mediante una sangría de cinco espacios, sin poner comillas.

3. aParato erudIto

3.1 cItas BIBLIogrÁfIcas

274 NORMAS SOBRE LA PRESENTACIóN DE ORIGINALES

a. De libros

Autor (en versaLIta); título (en bastardilla); edición, desde la segunda en ade-lante; tomo o volumen si la obra comprende más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página o de las páginas extremas.

rIcardo Levene, Investigaciones acerca de la historia económica del Virreinato del Plata, 2º edición, t.2, Buenos Aires, El Ateneo, 1952, pp.114-116.

b. De artículos

Autor (versaLIta); título del artículo (entrecomillado); título de la revista o diario (o en bastardilla); número del volumen, año y otras subdivisiones si las hubiese; lugar, editor y año efectivo de edición, número de página (s).

juLIo césar gonzÁLez, “La misión Guido-Luzuriaga a Guayaquil (1820)”, Boletín del Instituto de Historia Argentina “Doctor Emilio Ravignani”, 2º se-rie, t.13, año 13, nº 22-23, 1970, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1971, p. 10.

c. Cita segunda y sucesivas de una misma obra

Después de la primera cita, solo se pone el apellido del autor, seguido de op.cit. y del número de página. Si se cita consecutivamente la misma obra, se consig-na Ibidem, seguido del número de página. Si la obra tiene más de un volumen, se consigna también el número de éste.

carBIa, op.cit., p. 41.

Levene, op.cit., t.23, p.120.Ibidem, p. 124.

Si se cita más de una obra del mismo autor, se conservan las primeras palabras del título para individualizarla.

Levene, Investigaciones, cit., t. 1, p. 24. Levene, Historia del Derecho, cit, t. 1, p.99.

275NORMAS SOBRE LA PRESENTACIóN DE ORIGINALES

Si hay dos autores del mismo apellido se conserva el nombre de pila.

rIcardo Levene, op.cit, p. 29.gustavo gaBrIeL Levene, op.cit, p.66.

En el caso de los artículos, se procede de la misma manera.

gonzÁLez, op.cit., p.11.

Si hay citadas otras obras del mismo autor, se agrega parcialmente el título.

gonzÁLez, “La misión Guido” cit., p. 11.

3.2 cItas de documentos

a. Inéditos

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; repositorio y sig-natura topográfica.

Francisco de Paula Sanz al virrey Loreto, Buenos Aires, 23-VIII-1788, Archivo General de la Nación IX-45-6-6.

b. Editados

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; autor (en versaLIta); título (bastardilla); edición, de la 2ª. en adelante; tomo o volumen si es más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página.

El deán Funes a Daniel Florencio O`Leary, Buenos Aires, 16-X-1824, en BIBLIoteca nacIonaL, Archivo del doctor Gregorio Funes, t. 3, Buenos Aires, 1949, pp. 304-305.

b. Cita segunda y sucesivas de un mismo documento

Se ponen los apellidos del autor y del destinatario y se conserva íntegra la fecha; en caso de ser un documento editado se agrega la página.