temas de filosofía de la cultura latinoamericana

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Antología de ensayos sobre la "filosofía y la cultura latinoamericanas".

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Page 1: Temas de Filosofía de La Cultura Latinoamericana

[EMAS DE

Page 2: Temas de Filosofía de La Cultura Latinoamericana

.„ •

TEMAS DEFILOSOFIA DE LA CULTURA

LATINOAMERICANA

COLECCION ANTOLOGIA5

BANCO DE LA REPUBLICAstattorEcA Luis ANGEL ARANGO

inocEsos IECNICOS

Accimo / 6 1 9

Proveedor i t -

Pr - o S l e e

EDITORIAL EL BUHOBOGOTA - 1982

Page 3: Temas de Filosofía de La Cultura Latinoamericana

LUIS JOSE GONZALEZ ALVAREZ

EDITORIAL EL BUHO

Calle 54A ,No . 14-13,0f . 101

Tel.: 2E51521

Sogota - 2, D.E.

Imp res o• en:EDITORIAL IMPRONTATel.: 2551541 - BOGOTA,

INDICE

Edición preparada por: P r e s e n t a c i ó n 5

Acción civilizadora de la Europa en las repúblicas de SudAmérica,uan Bautista Alberdi 1 3

4Conflicto y armonía de las razas en América,r,Domingo Fautino Sarmiento 1 8

.4_I36sclueda de un modelo ideal de civilización distinto alnorteamericano,José Enrique Rodó 3 3

•iPueblo enfermo,lAlcides Arguedas 4 9

4Nuestros indios,?Manuel González ¡orada 6 4

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Page 4: Temas de Filosofía de La Cultura Latinoamericana

La utopía de América,Pedro Henriquez Urefia

Notas sobre la inteligencia americana,Alfonso Reyes

Indoamérica,Víctor Raúl Haya de La Torre

Nuestro símbolo,Roberto Fernández Retamar

***4i Dos reflexiones sobre la cultura,Rodolfo Kusch

Configuraciones histórico-culturales americanas,Darcy Ribeiro

Cultura y Política en Latinoamerica,Abelardo Villegas

-América Latina: Largo viaje hacia si misma,Leopoldo Zea

Bibliografía

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PRESENTACION

La búsqueda de nuestra identidad constituye sin duda la preo-11 cupacion fundamental del pensamiento latinoamericano, en sus

diferentes manifestaciones, durante el presente siglo. 'Como po-demos definir e l ser propio del pueblo latinoamericano? He ahí

13 ja pregunta que explícita o implícitamente determina el discursofilosófico, artístico, teológico, sociológico, etc. La seguridad psi-cológica y ontológica de un pueblo, como la de una persona, está

a, 'basada en la conciencia de su identidad. De ahí que para un pue-blo configurado bajo la dependencia colonial, descubrir su identi-dad es la tarea más urgente si pretende tomar él mismo las riendasde su futuro.

21 E s este deseo de identificación e l que recorre las páginas del!presente libro. El ser de un pueblo lo define su cultura. La culturaes la obra del hombre, acumulada y transmitida a través de la his-toria. En ella descubrimos los valores de un pueblo. La preguntapor su ser se resuelve, en últimas, en la pregunta p o r su hacer, estlecir, por su cultura. Aplicado esto a nuestra realidad, la preguntamiela! —o terminal— por el ser del pueblo latinoamericano, se re-belve en la pregunta:¿Cuál es el sentido de la cultura latinoame-ricana? No se trata, notémoslo bien, de una tarea descriptiva: des-oribir los rasgos culturales de nuestro pueblo. Damos por supuesto

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que conocemos la historia y las principales manifestaciones cu e l pragmatismo norteamericano, domina la segunda mitadcés Yrales de ese mosaico de naciones al que llamamos Latinoamér del siglo XIX y logra penetrar en el XX.Ahora nos interesa algo más profundo: el sentido o significadesas manifestaciones, e l porqué de esa historia. Nuestro inte Contra ella se levanta la corriente antipositivista, defensora derepito, no es descriptivo; es filosófico. Por eso el título del l i los valores espirituales como fundamento principal de una civiliza-n° es "cultura latinoamericana", sino "filosoffa de la cultura ción humana. Quizá sea el libro de Rodé, Ariel, su méximo expo-noamericana". n e n t e . En el critica duramente el "norteamericanismo" o "nordo-

mama", como ideal de civilización que lleva a la mediocridad y aExisten una serie de hechos en nuestro pasado que afectan, la deshumanización, y arenga a la juventud latinoamericana para

algún modo nuestra realidad actual: el mestizaje M'étnico, la tra que cultive con firmeza y esperanza los valores del pensamie.'!to,culturaclon europea, l a dependencia colonial o neocolonial; del espiritu, de la sociabilidad. En las paginas que hemos seleccio-división nacionalista consiguiente a la emancipación, el atraso c pado podemos descubrir estos valores a través de la critica a unatural y el -subdesarrollo con todas sus secuelas. Son muchos eridaderie de contravalores desarrollados por el afán de prosppensadores latinoamericanos que en los últimos siglos se han p naterial t ip le° de Norteamérica. No deja de reconocer Rodó, singuntado por el sentido de estos hechos. Este librito recoge algu mbargo, en esa civilización importantes valores que nos conven-de las expresiones més representativas de ese filosofar sobre nu n ' a asimilar.tra cultura, casi todas pertenecientes al siglo XX. Encontrarndistintas tendencias u orientaciones, a veces opuestas, testimonde la disparidad de modelos culturales propuestos a nuestra imi A n o s más tarde Roberto Fernández Retamar hará algunas pre-

i icl6n durante los cinco siglos de dependencia que configuran siones sobre la simbologla Arel•Calibán utilizada comúnmenteara contraponer nuestra cultura a la europea y norteamericana.historia de/pueblo latinoamericano.

.ace ver cómo en el contexto de la colonización y la dependen-Aunque, por las reducidas dimensiones de esta colección, n u ' el símbolo que mejor nos identifica es Caliben, sin que esto

Natro interés ha debido centrarse en autores del siglo XX, no h e y a a menguar el acierto fundamental de lucha por nuestra auten-rng-podido vencer la tentación de incluir algún pensador del s i g r - a dirt , que caracterizará siempre la obra de Rodó, a pesar de/

.—elXIX, como muestra de la corriente civilizatoria positivista. l-t,nidealismo propio de su momento histórico.escogido a Sarmiento y Alberdi, argentinos, quienes en ceimpalifde otros pensadores como Bilbao, Sierra, etc., pretenden cambi, t i 'n la linea de Sarmiento leemos, a comienzos de/sig/o XX, la

'el modelo ibérico, causa según ellos de nuestro atraso, por el gescripcion que hace de los indios aymarás, extensible a todo eldelo europeo o norteamericano, máxima expresión del desarroVemento indígena americano, el boliviano A toldes Arguedas. En

ltecnológico. Desprecian, además, el mestizaje, por cuanto el e'i descripción los asimila prácticamente a los animales. " L a con-mento indígena y el negro constituyen un freno para el desar ición natural de éste, llega a afirmar del indio, es ser malo". ¿Co-l la Esta mentalidad de desprecie hacia nuestras tradiciones cult70 va a progresar un pueblo integrado en su mayoría por indiosrales,_ bajo la influencia del utilitarismo inglés, el Positivismo fr# mestizos? A pesar de reconocer que es una raza sometida a ser-

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vidumbre y explotada cruelmente por los blancos, nO es capazguedas de descubrir en ello la causa de los males del indígena.

En el polo opuesto se coloca el peruano González Piada, qurealiza una enérgica defensa del elemento indígena, venido anos sólo por là crueldad de sus expoliadores, primero ¡os conqtadores, luego los criollos colonizadores y por último /os hacendos y terratenientes. Refiriéndose a cuantos, como Arguedas,locan en la raza la razón de nuestro atraso, González Prada nos,ce: "Para co-honestar la incurria del Gobierno y la inhumanidde los expoliadores, algunos pesimistas a lo Le Bon marcan er'ifrente del indio un estigma infamatorio: lo acusan de refractanla civilización" Y termina pidiendo una actitud diferente freal indio, que nosotros podemos extender al negro y en generatodos los grupos marginados de /a sociedad latinoamericana:indio no se le predique humildad y resignación„ sino orgullo ybeldia".

El dominicano Henriquez Lirella recoge la tesis de Rodó y ppone, a Partir del ejemplo de su pueblo, la tarea de impulsarvalores culturales auténticamente latinoamericanos, en un ovanfecundo hacia "nuestra utopía". Deslumbrados por e/ progrde Europa y Norteamérica, parece que hemos perdido la con fila en nosotros mismos. "Nuestra América, dice asumiendo el Iguaje animoso de Martí, debe afirmar la fe en su destino,porvenir de la civilización".

El mismo espíritu encontrarnos en las páginas de Alfonso 11yes. Aunque Hispano-América haya "llegado tarde al banquetela civilización", su forma cultural de ser o, como él la llama,"inteligencia" posee valores propios que hemos de desarrollar.que sea menos especializada que la europea se debe a su ma

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dé la calle", tiene "mayor vinculación social". De ahí que entrenosotros el trabajo intelectual se realice "como servicio público,como deber civilizador". Somos, además, precisamente por nues-tro universalismo étnico, acogedores de cuantos valores hallamosen otras culturas; lo que nos vuelve más pacifistas, más temac io -

Víctor Raúl Haya de La Torre es sin duda el principal repre-sen tante de l movimiento "indoamericanista". E l conjunto d enuestros pueblos debe llamarse "Indoamérica", y no Hispanoamé-rica, Iberoamérica o Latinoamérica; porque lo " ind io" constituyeel substrato que nos da identidad común por debajo de las dife-rencias de color, de modalidad en el habla y de cultura en general.Lo indio está presente en el ser profundo de nuestro pueblo y,por tanto, en cada uno de nosotros. "No nos avergoncemos, pues,de llamarnos indoamericanos", dice Haya de La Torre. Y plasmavigorosamente esta inquietud en el ideario político del aprismo, acuyas tesis indoamericanistas deberían haber prestado mayoratención los gobernantes de nuestros pueblos, en política interiortanto como en la exterior. Su objetivo último es hacer que las so-luciones políticas respondan a nuestros problemas sociales especí-ficos: "demostrar que fuera y contra de los cánones europeospueden nuestros pueblos hallar sus postulados propios de Justiciay Libertad". Sólo as-1 encontraremos nuestra identidad cultural.

El articulo de Rodolfo Kusch nos sumerge en el núcleo filosó--fico del problema cultural.- ver la cultura como algo objetivo, fue-,-ra de nosotros mismos, o verla como nuestro acontecer cotidiano.-Estas actitudes corresponden al privilegiamien to del ser o del estar,

ara uti l izar una contraposición cara a este autor. Existe una di-mensión de eticidad en la gestión de la cultura (reflejada en la tec-

ologia, en e l arte, en las instituciones), lo mismo que en la tantua! "liberación de la cultura popular", que sólo puede enfren-encarnación en lo cotidiano, en lo social: es MéS "avezada al afarse desde la inmersión en su hacerse, no desde su análisis Mentí-

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Page 7: Temas de Filosofía de La Cultura Latinoamericana

'ido. " S i objetivamos científicamente la cultura popular, borra-nos nuestro compromiso con ella, aun cuando hablemos de libe-

Un análisis socio-histórico, sumamente valioso y completo, lo ' ,,I . ?luraciones culturales resultantes de los procesos civilizatorios?xtraeuropeos, a las que denomina Pueblos Testimonio, Pueblos 4Vuevos, Pueblos Transplantados y Pueblos Emergentes. En nues-tra América encontramos los tres primeros: Pueblos Testimonio,5obrevivientes de las grandes civilizaciones que sufrieron el impac-to de la colonización europea, corno México, Guatemala y lospueblos del altiplano andino; Pueblos Nuevos, surgidos del mesti-zafe etnocultural de indígenas, europeos y africanos, como Bra- .sil, Venezuela, Colombia, las Antillas, parte de América Central,Chile y Paraguay; y Pueblos Transplantados, surgidos de la migra- iclon masiva de poblaciones europeas, como es el caso de Argenti- Ina y Uruguay. Constituyeni'pstas páginas una muestra de las valio-sas publicaciones que ha hecho Ribeiro sobre la realidad culturallatinoamericana.

Abelardo Villegas hace una critica de las concepciones burgue-sas de la cultura, desde e l socialismo, y contrapone a la culturaburguesa heredada por nuestros pueblos lo que debería ser la cul-tura revolucionaria. "Romper el carácter especial de la cultura, li-quidar su monopolio por parte de una elite, hacerla social en unsentido amplio y profundo de la palabra son algunas de las finali-dades de lo que podríamos llamar cultura revolucionaria".

Por últ imo, en el articulo de Leopoldo Zea hallamos un re-cuento histórico de los principales actitudes paradigmáticas antenuestra realidad cultural, en su triple dimensión de pasado, pre-sente y futuro. E l mestizaje constituye una fuente de ambivalen-ciaS y ambedades , y se convierte en factor de divergencias in.

lo

terpretativas. Quizá debiéramos haber colocado estas páginas alcomienzo de la antología, ya que ofrecen una magnifica descrip-ción de las diversas formas —a veces enfrentadas— de buscar nues-tra identidad cultural, rechazando el pasado unas veces y otrasrecuperando sus valores.

Con esta somera introducción a la temática de los textos queconforman la presente antología, esperamos haber proporcionadoal lector una mínima orientación que le permita ordenar el mismola lectura de dichos textos. E l que su orden de publicación seafundamentalmente cronológico, no significa que ése sea el ordenmás adecuado para una lectura provechosa. Los artículos deKirsch y Villegas ofrecen cuestionamientos y criterios de ordenaxiológico que permitirán una lectura más "f i losófica" del resto.En este sentido, si una lectura siguiendo el orden cronológico re-sulta más fácil, una lectura en orden inverso puede ser mucho másfructífera.

Finalmente, recomendamos como lecturas complementarias,además de las obras que aparecen reseñadas en la Bibliografía, lostextos de numerosos pensadores latinoamericanos seleccionadosen los demás números de esta misma colección: Antropología,Etica, Política e Historia, íntimamente relacionados con el temade l a cultura y, algunos, complementarios de los textos aquítranscritos.

Luis José Gonz6lez

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ACCION CIVILIZADORA DE LA EUROPA EN LASREPUBLICAS DE SUD AMERICA

Juan Bautista Alberd i

Las repúblicas de la América del Sur son producto y testimo-nio vivo de la acción de la Europa en América. Lo que llamamosAmérica independiente no es más que la Europa establecida enAmérica; y nuestra revolución no es otra cosa que la desmembra-ción de un poder europeo en dos mitades, que hoy se manejanpor si' mismas.

Todo en la civilización de nuestro suelo es europeo; la-América•misma es un descubrimiento europeo. La sacó a luz un navegante

genovés, y foment6 el descubrimiento una soberana de España.Cortés, Pizarro, Mendoza, Valdivia, que no nacieron en América,la poblaron de la gente que hoy la posee, que ciertamente no es

( ino igena.

,r N o tenemos una sola ciudad importante que no haya sido fun-1 dada por europeos. Santiago fue fundada por un extranjero llama-

do Pedro Valdivia, y Buenos Aires por otro extranjero que se Ha-mo Pedro de Mendoza.

Todas nuestras ciudades importantes recibieron nombres euro-spens de sus fundadores extranjeros. El nombre mismo de América

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Je tornado de uno de esos descubridores extranjeros: Américoiesoucio.

Hoy mismo, bajo la independencia, ci indígena no figura n iompone en nuestra sociedad política y civil.

Nosotros, los.a que europeosis de fuera.

que nos llamamos americanos, no somos otra co-nacidos en América. Cráneo, sangre, color, todo

El indígena nos hace justicia; nos llama españoles hasta el día.No conozco persona distinguida d e nuestra sociedad que lleveapellido pehuenche o araucano. El idioma que hablamos es deEuropa. Para humillación de los que reniegan de su influencia,tienen que maldecirla en lengua extranjera.lleva su nombre consigo.

El idioma español

Nuestra religión cristiana ha sido traída a América por los ex-tranjeros. A no ser por la Europa, hoy América estaría adorandoal sol, a los arboles, a las bestias, quemando hombres en sacrifi-cio, y no conocería el matrimonio. La mano de Europa plantó lacruz de Jesucristo en la América antes gentil. iBendita sea poresto solo la mano de Europa!

Nuestras leyes antiguas y vigentes fueron dadas por reyes ex-tranjeros y al favor de ellos tenemos hasta hoy códigos civiles,de comercio y criminales. Nuestras leyes patrias son copia de le-yes extranjeras.

Nuestro régimen administrativo en hacienda, impuestos, ren-tas, etc., es casi hasta hoy la obra de la Europa. q u é son nues-tras constituciones políticas sino adopción de sistemas europeosde gobierno? ¿Qué es nuestra gran revolución, en cuanto a ideas,sino una faz de la revolución de Francia?

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Entrad en nuestras universidades, y dadme ciencia que no seaEuropea; en nuestras bibliotecas, y dadme un libro útil que no seaextranjero.

Reparad en el traje que lleváis, de pies a cabeza, y será raro quela suela de vuestro calzado sea americana. ¿Qué llamamos buentono sino lo que es europeo? ¿Quién lleva la soberanía de nues-tras modas, usos elegantes y cómodos? Cuando decimos conforta-ble, conveniente, bien, comme f a u t , aludirnos a cosas de losaraucanos?

¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de serIndio neto? ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infan-zón de la Araucania, y no mil veces con un zapatero inglés?

En América todo lo que no es europeo es bárbaro: no hay másdivisión que ésta: l o . e l indigena, es decir, el salvaje; 2o. el euro-peo, es decir, nosotros, los que hemos nacido en América y habla-mos español, los que creemos en Jesucristo y no en Pillen (diosde los indígenas).

No hay ot ra división del hombre americano. La división enhombres de la ciudad y hombres de las campañas es falsa, no exis-te; es reminiscencia de los estudios de Niebuhr sobre la historiaprimitiva de Roma., Rosas no ha dominado con gauchos sino conla ciudad. Los principales universitarios fueron hombres del cam-po, tales como Martín Rodríguez, los Ramos, los Miguens, losDiaz Vélez: por el contrario, los hombres de Rosas, los Anchore-nas, los Medranos, los Dorregos, los Arenas, fueron educados enlas ciudades. La mazorca no se componía de gauchos.

La única subdivisdn que admite el hombre americano españoles en hombre del litoral y hombre de tierra adentro o mediterrá-neo. Esta división es real y profunda. El primero es fruto de la

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acción civilizadora de la Europa de este siglo, que se ejerce p o i siOn de la Edad Media y el principio del renacimiento de la civili-el comercio y por la inmigración en los pueblos de la costa. Et j zación en Europa.otro es obra de la Europa del siglo XVI, de la Europa del tiemp0,1,1de la conquista, que se conserva intacto como en un recipiente, C o n la revolución americana acabó la acción de la Europa es-'ten los pueblos interiores de nuestro continente, donde lo colocó pañola en este continente; pero tomó su lugar la acción de la

Europa anglosajona y francesa. Los americanos de hoy somoseuropeos que hemos cambiado de maestros: a la iniciativa españo-la ha sucedido la inglesa y francesa. Pero siempre es la Europa laobrera de nuestra civilización. El medio de acción ha cambiado,pero el producto es el mismo. A la acción oficial o gubernamen-tal, ha sucedido la acción social, de pueblo, de raza. La Europa de

j• estos días no haCe otra cosa en América que completar la obra deDe Chuquisaca a Valparaíso hay tres siglos de distancia: y no l a Europa de la media edad, que se mantiene embrionaria, en la

es el instituto de Santiago el que ha creado esta diferencia en fa m i t a d de su formación. Su medio actual de influencia no será lavor de esta ciudad. Ella existe entre Córdoba, que tiene universi- espada, n o será l a conquista. Ya América está conquistada, esdad hace dos siglos, y Buenos Aires, que la tiene de ayer. No son europea y, por lo mismo, inconquistable. La guerra de conquistanuestros pobres códigos los que han Puesto el litoral de Sud Amé- ; supone civilizaciones rivales, estados opuestos --el salvaje y elrica trescientos años más adelante que las ciudades mediterráneas. 1; europeo, y- gr.—. Este antagonismo no existe; el salvaje eso ven-Justamente carece de universidades el litoral. A la acción viva de !ciclo, en América no tiene dominio ni señorío. Nosotros, europeosla Europa actual, ejercida Por medio del comercio libre, Por la in- Ide raza y de civilización, somos los dueños de la América.migración y por la industria, en los pueblos de la margen, se debesu inmenso progreso respecto de los otros. Es tiempo de reconocer esta ley de nuestro progreso america-

!no, y volver a llamar en socorro de nuestra cultura incompleta aEn Chile no han salido del Instituto los Portales, los Rengifos y tesa Europa que hemos combatido y vencido por las armas en los

los Urmenetas, hombres de Estado que han ejercido alto influjo. l:carfrpos de batalla, pero que estamos lejos de vencer en los cam-fposLos dos Egañas, organizadores ilustres de Chile, se inspiraron en d e l pensamiento y de la industria:

Europa de sus fecundos trabajos. Más de una vez los jefes y losprofesores del Inst i tuto han tomado de Valparaíso sus más bri-!lentes y útiles inspiraciones de gobierno. ( B a s e s y puntos de partida para la organización política de la Re

¡pública Argentina. Jackson, Buenos Aires, 2a ed. 1946, pp. 65-69iDesde el siglo XVI hasta hoy día, no ha cesado la Europa un

solo día de ser el manantial y origen de la civilización de este con-tinente. Bajo el antiguo régimen, la Europa desempeñó ese papelpor conducto de España. Esta nación nos trajo la última expre-

España, con el objeto de que se conservase así. Entre uno y otrohombre, hay tres siglos de diferencia. Como fruto del tiempo deMaquiavelo y de Felipe l I, nuestro hombre de tierra adentro eshábil, astuto, disimulado y frío; el del litoral es más generoso, másfranco y más capaz de ser úti l al progreso de estos paises, por serobra de la Europa de este tiempo.

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CONFLICTO Y ARMONIA DE LASRAZAS EN AMERICA

(Conclusiones)

Domingo Faustino Sarmiento

glande estuario del pensamiento humano que en el siglo XX to-mará forma en América, más pronto al Norte que al Sur, aunqueel movimiento intelectual sea por ahora menos cosmopolita allá.

El espíritu con esta preparación conserva las dotes naturalessin adquirir las curvaturas que le imprimen las pecualia0dades lo-cales y adquiriendo, por el contrario, el tono del pensamiento uni-versai de su época, que no es francés, ni inglés, ni americano delSur o del Norte, sino humano. Así es un instrumento apto paraexaminar t oda clase de hechos, y encontrar la relación de causa aefecto, importa _poco que se produzcan de éste o del otro lado deos Andes, a las márgenes del Sena, del Plata o del Hudson.,

• A c a s o sea esta ubicuidad de teatro, porque el drama de la vidaestuvo en todas partes, sucesivamente enriquecido por el estilo deimágenes que nos suministran la escena e n cada una de ellas, se-gún que haya llanuras, montañas, cañadas, ríos, nieves o fábricas

ha de ser, nos hemos preguntado más de una vez, el sello d e ciencia.especial de la literatura y de las instituciones de los pueblos quehabitan la América del Sur, dado el hecho de que la nación de que T o d a v í a una herencia, puede decirse de sangre, que apenas pu-se desprendieron sus padres no les ha legado ni instituciones ni le- diera nombrarse en época de la menos pura democracia. El autortras vivas? f fue educado, como sucedía antes en las Provincias, entre los de su

familia, entre cuyos deudos contemporáneos se contaron dos Obis-,Los norteamericanos continuaron e l gObierno representativoi! pos, un diputado al Congreso de Tucumán que declaró la Inde-

de la Inglaterra, y sus literatos, poetas, pensadores, son comunes a.1: pendencia y un Capellán del No. 11 de los Andes, con quien vivióambas naciones. Un francés lo es por sus portavoces, sus dramatis.; ai-íos, recibiendo diariamente en interminables monólogos, cornotas y poetas, sus Rabelais, Lafontaine, Moliere, Corneille, Dumas i si un alma se vaciara en otra, como un líquido generoso en vasijao Víctor Hugo; pero nosotros no somos españoles en esto; y no nueva, todas las ideas dominantes hasta 1826, de independencia,consideramos ni a Dickens, Goethe, Max Muller o Thiers, extral de constitución federal o unitaria, de religión, con la historia acci-hos a nuestro ser, pues ellos indiferentemente forman nuestra t dental de las guerras, de los hombres, de los partidos, etc.razón, nuestro espíritu y nuestro gusto.

Sólo los herederos del t í tu lo de Lord inglés, que deben sentar-No es la procedencia la que nos interesa, sino el caudal o la pu- se a la muerte del actual en el Parlamento, son preparados para la

reza de las aguas que tales raudales arrastran y vienen a formar el v ida Pública con educación oral dada y recibida con amor cuatro

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años, se preparan mejor a la vida pública. Por simpatías era o debser federal, pues federales eran mis maestros.

Un incidente de la historia interna de nuestro país, acaso la prifimera chispa incendiaria de la guerra civil, lanzó al adolescente eni.la vida pública,.

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Facundo Quiroga invadió a San Juan con sus hordas de lianisltas y desertores del sublevado No. 1 de los Andes. En 1864, ejiGobernador de San Juan, habiendo sometido los llanos y aniquila.ido l o s últimos restos de esas mismas hordas al mando del Cha.tcho, hizo tomar la fotografía de cien prisioneros, para conservar ala historia la fisonomía, los harapos de aquellas bandas descendi-das por la ignorancia, la ociosidad y la guerra, al último escalón aque pueden bajar los descendientes de españoles en América, por-que la generalidad tiene barba, lo que constituye a mestizos oblancos. Con esas hordas, con ese traje y aquellas figuras de presi,diarios, se presentaban a la vista del que había de escribir mar tar-.de Civilización y barbarie, respirando sangre y esparcido el terroren to rno suyo. Y e l espectador de diecisiete años, preparadopor simpatías a ser federal, a la vista de aquellos seres, viendo al!héroe de la Federación de entonces, se recogió en sí mismo, y sin'ser influido por nadie, apenas vio levantarse para ocurrir a la Tat,'blada, tropas que se opusieran al t r iunfo de aquella causa, cihOtuna espada que no abandonó sino después de acabar por siemprecon la montonera y los caudillos, en los Llanos, Santiago y EntreRíos, sus últimas guaridas.

No siendo, pues, unitario, al tomar parte en la lucha de los par-I,tidos, vi6la por el lado de la civilización y de la cultura, formu-lando su idea quince años después de andar en la refriega y de salcar inspiración y aliento de la práctica diaria.

Pocos libros han logrado en el mundo arrastrar tras si' los suce-sos. Civilización y barbarie lo logró, dando Otro título a la lucha yquitándole su carácter acerbo

Hallaron las nuevas generaciones motivo de orgullo pelear porla civilización amenazadora, mientras que los que persistieron enel bando federal, después de la separación de Viamont y los suyos,no querían aparecer como bárbaros, pues que bárbaros eran loscaudill6s, bárbaros sus colores, bárbaros sus suplicios, bárbara suguerra.

Andando el tiempo, abriéndose paso nuevas ideas en aquel te-rreno neutro pudieron acercarse los partidos y a falta de gobiernoconstituido, Argir6polis, otra emanación del mismo espíritu sirvióde heraldo para la convocación del Congreso, aceptando la formafederal que había sido el pretexto y rótulo de la lucha.

El l ibro que reasume mi pensamiento de hoy es la consecuen-cia del pensamiento de otro libro anterior, que figura en la litera-tura americana hoy como contenido de algunas bellezas literarias,pero que en su época fue un acontecimiento político, Civilizacióny barbarie, que pretendió, en medio de la mas encarnizada luchaentre unitarios y federales argentinos, que no se querellaban porformas de gobierno, sino entre la parte civilizada de las ciudades yla parte bárbara de las campanas. La lucha parecía política y erasocial.

La teoría podía set- controvertible; pero como con los caudillosmilitaban la ignorancia y el arbitrio, todos los hombres cultos yhonrados en los propósitos de la lucha quisieron estar con el par-tido civilizado, con las formas de gobierno representativo. Aquellibro tuvo grande influencia en fijar la opinión de la Europa sobreel carácter de la terrible, obstinada y sangrienta lucha argentina, yentre los combatientes reunir en un bando a los que no toman por

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'blanco exclusivo e l interés personal de un tirano, causa de la lucha, o fomentado por las necesidades de la lucha misma.

No habiendo autoridad nacional que convocase al congresalcaído en desuso como los Estados Generales en Francia, Argir&?,polis, a guisa de heraldo, llamó a la nación a reunirse en CongresoConstituyente con la misma autoridad que en 1848 se convocó.;el congreso de Francfort, precursor de la organización constituidade la Alemania.

La caída de Rosas, en 1852, la larga gestación de la Constitu-ción federal de la República Argentina hasta 1861, dejaron alparecer allanadas las dificultades que desde 1816, época de la reu-nión del Congreso de Tucumán que debió constituir el gobierno,hasta 1826 que se dictó una Constitución que rechazaron los que,bajo ninguna forma querían ser constituidos gobiernos regulares,representativos, responsables.

La Constitución dada en 1853, reformada en parte y en gene-ral aceptada en 1861, está funcionando veinte años ha, sin que sea',permitido asegurar que nuestro país es una República, representa-tiva, federal, y que las constituciones que nos rigen pasen no yadel papel a los hechos, sino que los hechos que se desenvuelven se'sujeten a los cálculos que la Constitución les traza.

Menos podríamos abonar la aptitud del pueblo para gobernarse,a si mismo, sin hacer servir el voto de las muchedumbres ignoran- 1,,tes de .cadena para aherrojar a las clases de ciudadanos que debie-ran ser dirigentes, quedarse relegada al tercer plano, como ha su-cedido en épocas anormales en Europa, sino perseguida y extermi-nada como durante el terror de 1973, excluida como durante elimperio de Napoleón i HI, cuyos enormes salarios y favores sin tasa,a sus cómplices, no lograron en veinte años seducir ni vencer la tai-mada resistencia, con el culto "mi l gracias", con que la sociedadilustrada de Francia desechó su gobierno de advenedizos.

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La votación en los comicios de nuestro país da idénticos resul-tados en la Capital corno en las Provincias, una unanimidad en elvoto, que fuera heroico, si no fuese mecánico, porque el hombrees ser racional y desde que razona puede jurarse que no opinaránsi opinión tienen, o les dan derecho de manifestarla, mil personasde un modo; sin que haya quienes por ignorancia o error opinensegún la medida de sus luces,

Denme derecho a no aceptar tales ocurrencias como naturales,cierta aptitud relativa para inquirir sus causas y peculiaridades y elestar cierto de que no son comunes y pudieran, si a algo buenocondujeran, reputarse felices.

Los hombres públicos pertenecen en su ideas, al país, a las ins-tituciones y a la época en que vivieron. Es raro que haya un hom-bre público vivido de la vida de tres naciones a un tiempo; quehaya residido en diversos países, viajando por todos los que irn-ponen su sello a las ideas; y estado siempre en el suyo propio,combatiendo las tramas, propendiendo a crear las instituciones li-bres e impulsando el progreso. Los demás pueden engariarse a srmismos, por falta de términos de comparación; aquél tendrá unamedida media, un criterio aplicable a todos los países, un sentidocomún que no será el de una región, sino el que se forma con elhábito de los hechos que ocurren en grandes extensiones, ejecuta-dos por grandes hombres, experimentados por más grandes aglo-meraciones de hombres_

Con esta preparación de espíritu podemos leer en los hechosque se desarrollan.

Las páginas que siguen son acaso la cuarta visión que ha pasadodelante del espíritu del autor, del espectáculo que esta parte de laAmérica del Sur ofrece, y pudiera ser la última ilusión si el saber yla experiencia acumulados en los sesenta años transcurridos, sobre

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la cabeza de quien nació en medio de las esperanzas y creció en re'las glorias de la Independencia americana, no ha traído al f in stú''.antorcha tranquila para ver en su verdadera luz los hechos y pene-:.trar bajo la corteza que los envuelve, hasta sus causas remotas yrecónditas.

En el Conflicto de las razas, quiero volver a reproducir corregi-da y mejorada, la teoría de Civilización y barbarie, que con la os.-a,tensible biografía de un caudillo para ligar los hechos, pareci6meexplicar la sangrienta lucha de treinta años que terminó en Caserosy en la que, cual conscripto llegado a la edad legal, me alisté en.1828, en la división que tenia a mi frente, contra los Aldaos Y iQuiroga, corno otros se batían a centenares de leguas, contra Ló-pez, Ibarra, López Rosas y Oribe, pues que la guerra civil atacatodo el organismo, derramando la sangre por todas las venas a untiempo, a f in de herir más pronto en el alma que persigue y queno halla, porque está, cuando de ideas se trata, fuera del individuoque es perecedero, y las ideas no mueren.

historia y política europea.

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Treinta años duró la lucha de unitarios y federales: y sin seguirlas tablas de sangre de Rivera Indarte, veinte mil hombres murie-ron peleando o muertos a veces por cientos y por millares despuésdel combate. ¿Sabían todos, o alguien, por qué pelearon los deBuenos Aires? ¿Quiénes eran unitarios y quiénes federales? Ycuando llegan a saberlo algunos, pocos, poquísimos, e r a esa va-riante en la forma de gobierno bastante incentivo para tener sObrelas armas medio millón de habitantes, derramar la sangre a torren-tes y sacrificar la propiedad adquirida y estorbar por años el desa-rrollo de la naciente?

Y bien; el autor de Civilización y barbarie no era unitario, nisabía siquiera cuáles eran los orígenes de la lucha, cuando abando-nó los senderos de la vida ordinaria a lanzarse en los torbellinosde la pública, en que acabará sus días, cerrando el periodo de la

" gestión1 que sólo entrevió en Civilización y barbarie entre aquella al pare-

cer inmotivada lucha, de las campañas contra las ciudades.

de SLI pensamiento definitivo con el Conflicto de las razas,

Podría un sudamericano presentar como una capacidad propiapara investigar la verdad, las variadas y extrañas vicisitudes de unalarga vida, surcada su frente por los rayos del sol esplendente de laépoca de la lucha por la Independencia o las sangrientas de la gue-rra civil; viviendo tanto en las capitales de Sud América, como al

Esta inspiración juvenil valía un credo para principiar la predi-cación de un evangelio; pero el autor no tenía credo político defi-nido, y fue a buscarlo en los campos de batalla de la guerra civil;que enseñan, en esta América, sobre todo, más que los libros dea,„

'4 lado de la cúpula del Capitolio de Washington; y en la vida ruda1de los campos, como viajero y soldado; y en los refinamientos de

la vida social más avanzada con los grandes caudillos y con losEl l ibro Civilización y barbarie fue en su día una grande y no- :t grandes escritores y hombres de Estado; y lo que es más, nacido

hie batalla; y como sus doctrinas inoculadas en la sangre de los fe- en provincia y viviendo en las cortes, sin perder, como se dice,bricientes partidarios calmo los espíritus a guisa de un bálsamo; e l pelo de la dehesa, como se preciaba.bueno es referir al lector de otra campaña que el mismo espírituemprende en la vejez, contra aquella de la juventud, en que vinopreparando la que por entonces terminó en Civilización y barba- ríe.

Poner ante los ojos del lector americano los elementos queconstituyen nuestra sociedad; explicar el mal éxito parcial de lasinstituciones republicanas en tan grande extensión y en tan distin-

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tos ensayos por la resistencia de inercia que al fin desenvuelve ca,lor en lo moral como el físico, señalar las deficiencias y apuntalos complementos, sin salir del cuadro que trazan a la America suspropios destinos, tal es el objeto de Conflicto de las razas en Amcs,rica que presento al público y que reclamo sea leido.

Sin i r más lejos, q u é se distingue la colonización del Norte'ide América? En que los anglo-sajones no admitieron a las razasdigenas, ni como socios, ni corno siervos en su constitución social

En qué se distingue la colonización española? En que !a hizoun monopolio de su propia raza, que no salía de la edad media altrasladarse a América y que absorbió en su sangre una raza prehis-tórica servil.

.10lie le que' da a esta América para seguir los destinos prOspe-Sin preocuparse de la generalidad de estos hechos, y tomando

por punto de partida lo que ya ocurre en esta parte de Américaque tiene por expresión geográfica el estuario del Río de la Plata,he creído que así como la emigración se ha dirigido hacia sus cos-tas, con cierta intensidad, lo que mostraría que entramos a parti-cipar del privilegio anglo-sajón puesto que anglo-sajona sería laatracción y la corriente de adhesiones que a su modo de ser le lle-gan con un millón de nuevos colonizadores, así debemos hallarnosen mejor aptitud que otras porciones de la América del Sur para

cio a la humanidad entera, y dar a ia América, en iguales propor- juzgar sobre las causas que aceleran o retardan el progreso o laciones de uno o del otro lado del istmo de Panamá, el mismo rol a organización de gobiernos regulares, libres y representativos en es-desempeñar en la economía del mundo moderno. t a parte de América.

El hecho se está produciendo en proporciones tales, que es ac- Deber nuestro es ilustrar estas cuestiones, señalando las ré-to de estolidez o de demencia cerrar los ojos para no verlo. Bor• moras o las desviaciones.deando anda por un mil lón anual de hombres los que llegan detodo el mundo a enrolarse como nacionales en las filas de los ejér-citos y en las listas electorales de los Estados Unidos de Norte

ros y libres de la otra?

Mirando bajo este punto de vista general, y no del punto devista parcial de cada fracción; con relación al mundo, y no con re,laciOn a la localidad, al derecho que llamaríamos araucano y queotros querrían ennoblecer y generalizar un poco más llamándoleel derecho latino en oposición al derecho anglo-sajón, la cuestióntoma grandiosas proporciones; y resolver, y cuando más no fueseque ilustrar los puntos que abraza, sería rendir un señalado servi-

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América; mientras que a l territorio -tres veces mayor, a quincecompartimientos que debieran como EstadOs aumentar la atrac-ción, no se dirigen menos de cien mil, pero sin adhesión sin cohe-sión orgánica; o lo que es más significativo, sólo en un punto, cualsi fuera el único accesible, se hace sentir una débil corriente deemigración que vacila en su marcha, sin embargo, que disminuyeo aumenta sin sistema, como el crecimiento de las plantas y comosi encontrara obstáculos invisibles, acaso falta de desnivel paraque se precipite en la corriente, habiendo acaso bancos y arrecifesque la detienen en su curso.

—¿Por qué no es el mismo movimiento? [ también es peculiari-

dad de la raza latina no atraer nuevos emigrantes de toda la Euro-pa y marchar a paso de plomo, cuando corren los compatriotas deFulton, Morse y Edison?

La reproducción de la especie obedece en cada país a circuns-tancias peculiares, de clima, alimentación y poder físico; pero en

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la América del Norte, sobre todo, ha tomado tal fijeza y se aumenta el número de habitantes con tal rapidez, que la fábula de Decatión parece realizarse en los tiempos históricos. La emigrac16sola bastaría de hoy en adelante para crear una nación en una ge,;neracion, igual a cualquiera de las que más poder ostentan hoy enla Europa occidental. Este hecho, que es nuevo en la historia htl, Sintiéndose varias naciones preocupadas de la necesidad demana, si no apelamos a las emigraciones arias y pelasgicas de que, expansión, no les ocurrirá l a idea de recolonizar esta retardatariano tenemos idea, debe terminar una política americana, que gene. América en su provecho, aunque la humanidad de allá y los ame-ralice el hecho, como las aguas fecundan por la irrigación ciertas ricanos de aquí duden un poco de la eficacia del remedio? 10.uélcomarcas, sin ponerse de por medio a detener o contrariar el he. E s colonizadora la nación que quiere tener colonias o extendercho donde ya se produce espontáneamente y en aquella enormeescala. p e r d i e n d o sus colonias, aunque más aleccionada hoy d i r i ja su

acción sobre el Africa y el Asia; y corno la España no se ha engran-decido, pues más bien se ha desangrado en la noble tentativa deun río, cerrándole con una barrera el paso. El mundo, y orinci2

palmente la Europa, vaciarán constantemente el exceso de la po., poblar un mundo, no debemos concederle la palma en esta clasedblación sobre los territorios vacíos de la América, faltándole

rritorio para todos sus habitantes. Es la colonización en perma-nencia; pero ya ha transcurrido un siglo de ensayo para mostrar.que aun la dirección que toma ese traspaso y traslación de habi - su industria, en su ciencia, en sus costumbres y cultura todos lostantes de un continente a otro, obedece a reglas. elementos sociales de la vida moderna. No coloniza la Turquía,

sino que arruina cuanto toca. Colonizan el mundo deshabitadoDesde luego es el emigrante el que resuelve allá en su país adónde habrá de dirigirse. Estados Unidos no ha fomentado a por las razas privilegiadas los que poseen todas aquellas dotes. Lal

Francia ni la España tenían instituciones de gobierno que llevar a'sus colonias, y han perecido los gajos de sí mismas que implanta-ron momentáneamente. La Australia prueba en veinte años lo que

Obrar de otro modo sería tan insensato corno querer detener

migración directamente. A veces le ha puesto trabas, como Nueva Yo r k , exigiendo que e l inmigrante contase a l desembarcar$200 ante un empleado, para responder de su manutención m'en.tras hallaba trabajo. La Inglaterra fomenta la emigración a sus ce. el traspaso de una mano a otra probo con California y Tejas, lolonjas, pero se ve que doce mil de esos emigrantes pasan el San 'que probaron las trece colonias inglesas al mismo rey y Parlamen-Lorenzo para engrosar la población norteamericana, t o inglés que se olvidaron un día que el pueblo se impone a si

mismo las contribuciones por medio de sus representantes en Par-lamento.Si no se sabe por qué naciones como la Francia necesitan casi

dos siglos para duplicarse, diremos lo mismo que no puede saber.se por qué los hombres se dirigen a Estados Unidos y no a otrosterritorios baldíos. -

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¿Llamaremos nosotros a son de pregón, carteles y almanaquesnoticiosos, la emigración a nuestras playas que apellidamos afor-tunadas? Algo podrá obtenerse con grandes sacrificios y el desen-volvimiento de otra clase de males.

sus dominios? No ha mostrado esa aptitud la Francia en América

10h, gloria de la especie humana! No coloniza ni funda nacio-nes sino el pueblo que posee en su sangre, en sus instituciones, en

.(Itre deberíamos hacer los americanos del Sur para no ser dis-tanciados de tal manera que no se haga cuenta de nosotros en

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treinta años más, o tener que resistir a las tentativas de recoloni-zcion de los que pretendan que está mal ocupada esta parte dcontinente subsidiario del europeo?

Preparar la respuesta a esta pregunta es el objeto de este librcreyéndose el autor de este libro preparado para acumular lostos, acaso para dar la solución final, con sólo seguir el camino quele viene trazado por los antecedentes históricos de su propio paísel conocimiento del de los otros y como una iniciativa personalque le ha cabido en varios ramos accesorios de aquel conjunto deadquisiciones que constituyen la civilización de nuestro siglo.

No es indiferente al acierto de tal empresa que el autor hay,participado medio siglo del movimiento político, intelectual y dtransformación y desarrollo de su propio país.

Los largos viajes no dañan a los lores ingleses para conocer elcontinente: sus costumbres e instituciones, ya que naciendo legis'adores de una isla, se expondrían sin eso a ensimismarse y sepa.rarse del resto de la humanidad. La residencia en países distinto,sin dejar de vivir de la vida del suyo propio, haría de un hombrde Estado otros tantos hombres, como creía Rousseau del que conoce varios idiomas.

El año pasado, sin embargo, se ha instalado una primera coloniaitaliana en México, a donde pocos extranjeros penetran, y la In-glaterra acaba en este año de restablecer sus relaciones diplomáti-cas interrumpidas desde la muerte del emperador Maximiliano.El resto de la América está cerrado a toda influencia exterior, sal-vo débiles ensayos en imitación nuestra, mientras que la educa-

que los detenga, acumule, condense y convierta en nube y lluvia' ci6n primaria contraría resistencias invencibles de la apatía yfecundante? e g o í s m o de la raza blanca, mientras no reconozca el principio

etnológico que la masa indígena absorbe al f in al conquistador yle comunica sus cualidades e ineptitudes, s i aquél no cuida detransmitirle, como los romanos a galos y españoles, a más de sulengua, sus leyes, sus códigos, sus costumbres y hasta las preocu-paciones de raza, o las creencias religiosas prevalentes.

¿Qué falta a esta parte de América, para recibir y aclimattodas las fuerzas activas y los progresos intelectuales que andacomo flotantes en la armosfera y sólo piden un pico de montaña

Una mala constitución geográfica daba una sola entrada en upuerto único al ambiente exterior y trabajó por abrir los ríos a tlibre navegación. Están mezcladas a nuestro ser como nación, razas indígenas, primitivas, prehistóricas, destituidas de todo rudi

ento de civilización y gobierno; y sólo la escuela puede llevar algima el germen que en la edad adulta desenvolverá la vida social; ya introducir esta vacunación, para extirpar la muerte que nos da-rá la barbarie insumida en nuestras venas, consagró el que esto es-cribe su vida entera, aunque no fuese siempre comprendido el ob-jeto político de su empeño.

Pero como el primer censo, mandado levantar por sus previsio-nes, ha mostrado que ocupamos dos kilómetros de tierra por habi-tante, lo que nos hace el pueblo más diluido, un desierto poseído,un soupcon de nación, pusimos desde hace cuarenta años la manoen la llaga, hasta hacer de la inmigración parte constituyente delEstado. Los que persuaden, al ver realizados ciertos resultados: lapampa taraceada por líneas de eucaliptus o de alambres, escuelasen rincones cuyo' nombre ignora el geógrafo, las poblaciones delmundo desembarcando en los puertos, como en el Támesis el ga-nado vivo de América, se imaginan que estas cosas vienen de simismas y por sus pasos contados.

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Los políticos que quieran llegar a ser en América los representantes de la raza latina, quisieran pararse en medio de la calle donde transitan carros, animales, pasajeros y todo el ajuar del comercio de todos los pueblos del mundo. Pretenderían dividir el muri.,do en dos mitades y ya que el istmo de Panamá va a ser caminipúblico, decirse que a este lado esté el atraso, el despotismo de':régulos ignorantes, cortados a la medida de los que ha dejadoproducirse aquí y allí la raza latina, sin mirar el rostro del soldadoque la vigila y gobierna, al azteca, al quichua, al guaraní, al cha-,rrua, amos de la raza de los amos que los oprimen.

La obra de Dios es más grande, y es a la inteligencia de sus!obras que para comprenderlas nos ha dado, a quien toca, como a'Juan el Precursor, allanarle los caminos.

Lleguemos a enderezar las vías tortuosas en que la civilizaciónieuropea vino a extraviarse en las soledades de esta América. Reco-nozcamos el árbol por sus frutos: son malos, amargos a veces, esca-sos siempre.

La América del Sur se queda atrás y perderá su misión provi-tdencial de sucursal de la civilización moderna. No detengamos aEstados Unidos en su marcha: es lo que en definitiva proponen al••gunos. Alcacemos a Estados Unidos. Seamos la América, como el,mar es el Océano. Seamos Estados Unidos.

(Conflicto y armonía de las razas en América

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lea concepción utilitaria, como idea del destino humano, y laigualdad en l o mediocre, como norma de la proporción social,componen íntimamente relacionadas, la fórmula de lo que ha so-lido llamarse, en Europa, el espíritu de americanismo. Es imposi-ble meditar sobre ambas inspiraciones de la conducta y la socia-bilidad, y compararlas con las que les son opuestas, sin que laasociación traiga, con insistencia, a la mente la imagen de esa de-mocracia formidable y fecunda que, allá en el Norte, ostenta lasmanifestaciones de su prosperidad y su poder, como una deslum-

883). j b r a d o r a prueba que abona en favor de la eficacia de sus institu-!•4ciones y de la dirección de su ideas. Si ha podido decirse del utili-tarismo que es el verbo del espíritu inglés, los Estados Unidospueden ser considerados la encarnación del verbo utilitario. Y elEvangelio de este verbo se difunde por todas partes a favor de losmilagros materiales del triunfo. Hispanoamérica ya no es entera-mente calificable, con relación a él, de tierra de gentiles. La po-derosa federación va realizando entre nosotros una suerte de con-

BUSQUEDA DE UN MODELO IDEAL DE CIVILI-ZACION DISTINTO AL NORTEAMERICANO

José Enrique Rodó

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quista moral. La admiración por su grandeza y por su fuerza es usentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestroshombres dirigentes, y aún más quizá, en el de las muchedumbrefascinables por la impresión de la victoria., Y de admirarla se paspor una transición facilísima a imitarla. La admiración y la creekcia son ya modos pasivos de imitación para el psicólogo: "La terdencia imitativa de • nuestra naturaleza moral —decía Bagehot4tiene su asiento en aquella parte del alma en que reside la credibilidad". El sentido y la experiencia vulgares serían suficientes pareestablecer por sí solos esa sencilla relación. Se imita a aquel encuya superioridad o cuyo prestigio se cree. Es así como la visión;de una América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorfsion de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del'arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sincerosinteresados por nuestro porvenir; inspira la fruición con que ellesformulan a cada paso los más sugestivos paralelos y se manifiestapor constantes propósitos de innovación y de reforma.Tenemo'tnuestra nordomanla. Es necesario oponerle ios límites que la rozón y el sentimiento señalan de consuno.

No doy yo a tales límites el sentido de una absoluta negación,Comprendo bien que se adquieran inspiraciones, luces, enseñan.zas, en el ejemplo de los fuertes; y no desconozco que una inteli.gente atención fijada en lo exterior para reflejar de todas partes laimagen de lo beneficioso y de lo úti l es singularmente fecundcuando se trata de pueblos que aún forman y modelan su entidadnacional.

Comprendo bien que se aspire a rectificar, por la educaciónperseverante, aquellos trazos del carácter de una sociedad humanque necesiten concordar con nuevas exigencias de la civilización ynuevas oportunidades de la vida, equilibrando así, por medio dauna influencia innovadora, las fuerzas de la herencia y la costurnbre. Pero no veo la gloria, ni en el propósito de desnaturalizar el

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carácter de los pueblos —su genio personal—, para imponerles laidentificación con un modelo axtraño al que ellos sacrifiquen laoriginalidad irreemplazable de su espíritu; ni en la creencia inge-nua de que eso pueda obtenerse alguna vez por procedimientos ar-tificiales e improvisados de imitación. Ese irreflexivo traslado delo que es natural y espontáneo en una sociedad al seno de otra,donde no tenga raíces ni en la naturaleza ni en la historia, equi-valía para Michelet a la tentativa de incorporar, por simple agrega-ción, una cosa muerta a un organismo vivo. En sociabilidad, comoen literatura, como en arte, la imitación inconsulta no hará nuncasino deformar las lineas del modelo. El engaño de los que piensanhaber reproducido en lo esencial el carácter de una colectividadhumana, las fuerzas vivas de su espíritu, y con ellos el secreto deSUS triunfos y su prosperidad, reproduciendo exactamente el me-canismo de sus instituciones y las formas exteriores de sus cos-tumbres, hace pensar en la ilusión de los principiantes candorososque se imaginan haberse apoderado del genio del maestro cuandohan copiado las formas de su estilo o sus procedimientos de com-posición.

En ese esfuerzo vano hay, además, no sé qué cosa de innoble.Género de snobismo político podría llamarse al afanoso remedode cuanto hacen los afortunados; género de abdicación servil,corno en la que en algunos de los snobs encadenados para siemprea la tortura de la sátira por el libro de Thackeray, hace consumir-se tristemente las energías de los ánimos no ayudados por la natu-raleza o la fortuna, en la imitación impotente de los caprichos ylas volubilidades de los encumbrados de la sociedad. El cuidadode la independencia interior --la de la personalidad, la del crite-rió— es una principal (sima forma del respeto propio. Suele, en lostratados de ética, comentarse un precepto moral de Cicerón, se-gi:in el cual forma parte de los deberes humanos el que cada unode nosotroS cuide y mantenga celosamente la originalidad de su

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carácter personal, lo que haya en él que lo diferencie y determne, respetando, en todo cuanto no sea inadecuado para el bien, eimpulso primario de la Naturaleza, que ha fundado en la varia dis',tribucion de sus dones el orden y el concierto del mundo. Y aome parecería mayor el imperio del precepto si se le aplicase, corlectivamente, al carácter de las sociedades humanas. Acaso oiréisdecir que no hay un sello propio y definido, por cuya permanen;icia, por cuya integridad deba pugnarse, en la organización actuaide nuestros pueblos. Falta tal vez, en nuestro carácter colectivo,el contorno seguro de la "personalidad". Pero en ausencia de esaíndole perfectamente diferenciada y autonómica, tenemos —loslamericanos latinos-- una herencia de raza, una gran tradición étij•ca que mantener, un vículo sagrado que nos une a inmortales pá-ginas de la historia, confiando a nuestro honor su continuaciónen lo futuro. El cosmopolitismo, que hemos de acatar como unairresistible necesidad de nuestra formación, no excluye directriz/plasmante con que debe el genio de la raza imponerse en la refun-dición de los elementos que constituirán el americano definitivadel futuro.

Se ha observado más de una vez que las grandes evolucionesde ia historia, las grandes épocas, los períodos más luminosos y'fecundos en el desenvolvimiento de la humanidad, son casi siem-pre la resultante de dos fuerzas distintas y coactuales, que man-tienen, por los concertados impulsos de su oposición, el interés'y el estímulo de la vida, los cuales desaparecerían, agotados, enla quietud de una unidad absoluta. Así, sobre los dos polos deAtenas y Lacedemonia se apoya el eje alrededor del cual gira elcarácter de la más genial y civilizadora de las razas. América nece-sita mantener en el presente la dualidad original de su constitu-ción que convierte en realidad de su historia el mito clásico de,las dos águilas soltadas simultáneamente de uno y otro polo delmundo, para que llegasen a un tiempo al límite de sus dominios.

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Esta diferencia genial y emuladora no excluye, sino que toleray aun favorece en muchísimos aspectos la concordia de la solida-ridad. Y si una concordia superior pudiera vislumbrarse desdenuestros días, como la fórmula de un porvenir lejano, ella no seríadebida a la imitación unilateral —que diría Tarde— de una razapor otra, sino a la reciprocidad de Sus influencias y al atinado con-cierto de los atributos en que se funda la gloria de las dos.

Por otra parte, en el estudio desapasionado de esa civilizaciónque algunos nos ofrecen como único y absoluto modelo, hay ra-zones no menos poderosas que las que se fundan en la indignidadv la inconveniericia de una renuncia a todo propósito de originali-dad, para templar los entusiasmos de los que nos exigen su consa-gración idolatrica. Y llego, ahora, a la relación que directamentetiene, con el sentido general de esta plática mía, al comentariode semejante espíritu de imitación.

Todo juicio severo que se formule de los americanos del Nor-te debe empezar por rendirles, como se haría con altos adversa-rios, la formalidad caballeresca de un saludo. Siento fácil mi espí-ritu para cumplida. Desconocer sus defectos no me pareceríatan insensato corno negar sus cualidades. Nacidos —para emplearla paradoja usada por Baudelaire a otro respecto— con la experien-cia innata de la libertad, ellos se han mantenido fieles a la ley desu origen, y han desenvuelto, con la precisión y la seguridad deuna progresión matemática, los principios fundamentales de suorganización, dando a su historia una consecuente unidad que, sibien ha excluido las adquisiciones de aptitudes y méritos distin-tos, tiene la belleza intelectual de la lógica. La huella de sus pa-sos no se borrará jamás en los anales del derecho humano, porqueellos han sido los primeros en hacer surgir nuestro moderno con-cepto de la libertad, de las inseguridades del ensayo y de las ima-ginaciones de la utopía, para convertirla en bronce imperecederoy realidad viviente; porque han demostrado con su ejemplo la po-

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sibilidad de extender a un inmenso organismo nacional la inco d e su prosperidad, y del alma del niño la más cuidada entre las co-movible autoridad de una república; porque, con su organizacio s a s leves y preciosas. Su cultura, que está lejos de ser refinada nifederativa, han revelado —segun la feliz expresión de Tocquevr espiritual, tiene una eficacia admirable siempre que se dirige prac-He-- la manera como se pueden conciliar con el brillo y el pode ticamente a realizar una finalidad inmediata. No han incorporadode los estados grandes la felicidad y la paz de los pequeños. Suyos a las adquisiciones de la ciencia una sola ley general, un sólo prin-son algunos de los rasgos más audaces con que se ha de destacd cipjo, pero la han hecho maga por las maravillas de sus aplicado-en la perspectiva del tiempo la obra de este siglo. Suya es la glor4 nes, la han agigantado en los dominios de la utilidad, y han dado alde haber revelado plenamente —acentuando la mas firme nota de inundo en la caldera de vapor y en la dínamo eléctrica billones debelleza moral de nuestra civilización— la grandeza y e! poder deL esclavos invisibles que centuplican, para servir al Aladino humano,trabajo; esa fuerza bendita que la antiOedad abandonaba a la e l poder de. la lámpara maravillosa. El crecimiento de su grandezaabyección de la esclavitud, y que hoy identificamos con la máv, y de su fuerza será objetb de persurables asombros para el porve-alta expresión de la dignidad humana, fundada en la conciencia n i r. Han inventado, con' su Prodigiosa aptitud de improvisación,y la actividad del propio mérito. Fuertes,tenaces, teniendo la inac, u n acicate para el tiempo; .y al conjuro de su voluntad poderosa,clon por oprobio, ellos han puesto en manos del mechànic de sus surge en un día, del seno de la absoluta soledad; la suma de cul-talleres y el férmer de sus campos, la clava hercúlea del mito, y, tura acumulable por la obra de los siglos. La libertad puritana,han dado al genio humano una nueva e inesperada belleza ciPléh, que les envía su luz desde el pasado, unió a esta luz el calor dedole el mando de cuero del fojador. Cada uno de ellos avanza a una piedad que aún dura. Junto a la fábrica y la escuela, sus fuer-conquistar la vida como al desierto los primitivos puritanos. Per, tes manos han alzado, también, los templos de donde evaporanseverantes devotos de ese culto de la energía individual que hace de sus plegarias muchos millones de conciencias libres. Ellos han sa-cada hombre el artífice de su destino, ellos han modelado su so laido salvar, en el naufragio de todas las idealidades, la idealidadciabilidad en un conjunto imaginario de ejemplares de Róbinson más alta, guardando viva la tradición de un sentimiento religiosoque después de haber fortificado rudamente su personalidad en la que, si n o levanta sus velos en alas de un espiritualismo delicadopráctica de la ayuda propia, entrarán a componer los filamentost y profundo, sostiene, en parte, entre las asperezas del tumultode una urdimbre firmísima. Sin sacrificarle esa soberana concep. utilitario, la rienda firme dei sentido moral. Han sabido tambiénclon del individuo, han sabido hacer al mismo tiempo, dei espín1 guardar, en medio a los refinamientos de la vida civilizada, el sellotu de asociación, el más admirable instrumento de su grandeza y de cierta primitividad robusta. Tienen el culto pagano de la salud,de su imperio; y han obtenido de la suma de las fuerzas humanas, de la destreza, de la fuerza; templan y afinan en el músculo el ins-subordinada a los propósitos de la investigación, de la filantropía, u m e n t o precioso de la voluntad; y obligados por su aspiraciónde la industria, resultados tanto más maravillosos, por lo mismo insaciable de dominio a cultivar la energía de todas las actividadesque se consiguen con la más absoluta integridad de la autonomía humanas, modelan el torso de atleta para el corazón del hombrepersonal. Hay en ellos un instinto de curiosidad despierta e insa- libre. Y del concierto de su civilización, dei acordado movimien-ciable, una impaciente avidez de toda luz; y profesando el amor t o de su cultura, surge una dominante nota de optimismo, de con-por la instrucción del pueblo con la obsesión de una monomanía fianza, de fe, que dilata los corazones impulsándolos al porvenirgloriosa y fecundada, han hecho de la escuela el quicio más seguro bajo la sugestión de una esperanza terca y arrogante; la nota del

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Excelsior y el Salmo de la vida con que sus poetas han señaladoinfalible bálsamo contra toda amargura en la filosofía del esfuezo y de la acción.

Su grandeza titánica se impone así, aun a los más prevenidopor las enormes desproporciones de su carácter o por las violercias de su historia. Y por mi parte, ya veis que, aunque no les amo:les admiro. Les admiro, en primer término, por su formidable c:,•pacidad de querer, y me inclino ante "la escuela de voluntad ytrabajo" que —como de sus progenitores nacionales dijo Philaréte•Chasles— ellos han instituido.

"Fausto" podría empezar un futuro historiador de la poderosarepública, el Génesis, aún no concluido, de su existencia nacionalSu genio podría definirse, como el universo de los dinarnistas, /afuerza en movimiento. Tiene, ante todo y sobre todo, la capacidad, el entusiasmo, la vocación dichosa de la acción. La voluntad-es el cincel que ha esculpido a ese pueblo en dura piedra. Sus re7_lieves característicos son dos manifestaciones del poder de la vd:-!untad: la originalidad y la audacia. Su historia es, toda ella, elarrebato de una actividad viril. Su personaje representativo se ila:ma Yo quiero, como el "superhombre" de Nietzsche. Si algo lesalva colectivamente de la vulgaridad, es ese extraordinario alarde de energía que lleva a todas partes y con el que imprime ciertocarácter de épica grandeza aun a las luchas del interés y de la vidamaterial. Así de los especuladores de Chicago y de Minneapolis,ha dicho Paul Bourget que son a la manera de combatientes heroi•cos en los cuales la aptitud para el ataque y la defensa es comparablea la de un grognord del gran Emperador. Y esta energía supremacon la que el genio norteamericano parece obtener —hipnotizadoraudaz— el adormecimiento y la sugestión de los hados, suele en•contrarse aún en las particularidades que se nos preentan comaexcepcionales y divergentes, de aquella civilización. Nadie negará

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que Edgar Poe es una individualidad anómala y rebelde dentro desu pueblo. Su alma escogida representa una partícula inasimilabledel alma nacional, que no en vano se agitó entre las otras con lasensación de una soledad infinita. Y sin embargo, la nota funda-mental —que Baudelaire ha señalado profundamente— en el carác-ter de los héroes de Poe, es, todavía, el temple sobrehumano, laindórnita resistencia de la voluntad. Cuando ideó a Ligeia, la másmisteriosa y adorable de sus criaturas, Poe simbolizó en la luzinextinguible de sus ojos el himno de triunfo de la Voluntad sobrela Muerte.

4 A d q u i r i d o , con el sincero reconocimiento de cuanto hay deEn el principio de la acción era. Con estas célebres palabras del, luminoso y grande en el genio de la poderosa nación, el derecho

de completar respecto a él la formula de la justicia, una cuestiónllena de interés pide expresarse. Realiza aquella sociedad, o tien-de a realizar, por lo menos, la idea de la conducta racional quecumple a las legítimas exigencias del espíritu, a la dignidad inte-lectual y moral de nuestra c i v i l i z a c i o n s en ella donde hemosde señalar la más aproximada imagen de nuestra "ciudad perfec-ta"? Esa febricitante inquietud que parece centuplicar en su senoel movimiento y la intensidad de la vida,¿tiene un objeto capazde merecerla y un estímulo bastante para justificarla?

Herbert Spencer, formulando con noble sinceridad su saludo ala democracia de América en un banquete de Nueva York, señala-ba el rasgo fundamental de la vida de los norteamericanos, en esamisma desbordada inquietud que se manifiesta por la pasión infi-nita del trabajo y la porfía de la expansión material en todas susformas. Y observaba después que, en tan exclusivo predominiode la actividad subordinada a los propósitos inmediatos de la uti-lidad, se revelaba una concepción de la existencia, tolerable sinduda como carácter provisional de una civilización, como tareapreliminar de una cultura, pero que urgía ya rectificar, puestoque tendía a convertir el trabajo utilitario en f in y objeto supre-

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mo de la vida, cuando él en ningún caso puede significar racionamente sino la acumulación de los elementos propios para haceposible el total y armonioso desenvolvimiento de nuestro seSpencer agregaba que era necesario predicar a los norteamericanoel Evangelio del descanso o el recreo; e identificando nosotros Imás noble significación de estas palabras con las del ocio tal cuatlo dignifican los antiguos moralistas, clasificaremos dentro deEvangelio en que debe iniciarse a aquellos trabajadores sin re.,poso, toda preocupación idea!, todo desinteresado empleo de laíhoras, todo objeto de meditación levantado sobre la finalidad in'.mediata de la utilidad.

La vida norteamericana describe efectivamente ese círculo vi'closo que Pascal señalaba en la anhelante persecución del bienes.tar, cuando él no tiene su fin fuera de si mismo. Su prosperidad estan grande como su imposibilidad de satisfacer a una medianalconcepción del destino humano. Obra titanica' por la enorme ten,si6n de voluntad que representa, y por sus triunfos inauditos etodas las esferas del engrandecimiento material, es indudable queaquella civilización produce en su conjunto una singular impresion de insuficiencia y de vacío. Y es que si, con el derecho queda la historia de treinta siglos de evolución presididos por la dig._nidad del espíritu clásico y del espíritu cristiano, se preguntacuál es en ella el principio dirigente, cuál su substratum ideal;cuál el propósito ulterior a la inmediata preocupación de los inte-reses positivos que estremecen aquella masa formidable, sólo seencontrará, como fórmula del ideal definitivo, la misma absoluata preocupación del tr iunfo material. Huérfano de tradicionesmuy hondas que le orienten, ese pueblo no ha sabido substituirla idealidad inspiradora del pasado con una alta y desinteresadaconcepción del porvenir. Vive para la realidad inmediata del píe.sente, y por ello subordina toda su actividad al egoísmo del bie-nestar personal y colectivo. ( . . . )

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Sensibilidad, inteligencia, costumbres, todo está caracterizado,el enorme pueblo, por una radical ineptitud de selección, que

mantiene, junto al orden mecánico de su actividad material y deSU vida política, un profundo desorden en todo lo que perteneceal dominio de las facultades ideales. Fáciles son de seguir las ma-nifestaciones de esa ineptitud, partiendo de las más exteriores yparentes, para llegar después a otras más esenciales y más ínti-

mas. Pródigo de sus riquezas —porque en su condicia no entra, se-gún acertadamente se ha dicho, ninguna parte de Harpagón—, elnorteamericano ha logrado adquirir con ellas, plenamente, la satis-facción y la vanidad de la magnificiencia suntuaria; pero no ha !o-rado adquirir la nota escogida del buen gusto. El arte verdaderoólo ha podido existir en tal ambiente, a título de rebelión indivi-

dual. ( . . . )

en

Tampoco le apasiona la idealidad de lo verdadero. Menospreciaodo ejercicio del pensamiento que prescinda de una inmediata fi-alidad, por vano e infecundo. No le lleva a la ciencia un desinte-esado anhelo de verdad, ni se ha manifestado ningún caso capaze amarla oor sí misma. La investigación no es para él sino el an-ecedente de la aplicación utilitaria. Sus gloriosos empeños por di-undir los beneficios de la educación popular, están inspirados enI noble propósito de comunicar los elementos fundamentales delaber al mayor número; pero no nos revelan que, al mismo tiern-a que de ese acrecentamiento extensivo de la educación se preo-upe de seleccionarla y elevarla, para auxiliar el esfuerzo de las su-erioridades que ambicionen erguirse sobre la general mediocri-ad. Así, el resultado de su porfiada guerra a la ignorancia ha sidoa semicultura universal y una profunda languidez de la alta cultu-a.(.. .)

Con relación a los sentimientos morales, el impulso mecánicoel utilitarismo ha encontrado el resorte moderador de una fuerte

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tradición religiosa. Pero no por eso debe creerse que ha cedido'dirección de la conducta a un verdadero principio de desinteRLa religiosidad de los americanos, como derivación extremadala iglesia, no es más que una fuerza auxiliatoria de la legisladipenal, que evacuaría su puesto el día que fuera posible dar amoral utilitaria la autoridad religiosa que ambicionaba darle StuaMili. La más elevada cúspide de su moral es la moral de Franklilti'una filosofía de la conducta, que halla su término en lo mediCcde la honestidad, en la utilidad de la prudencia; de cuyo seno nsurgirán jamás ni la santidad, ni el heroismo; y que, sólo apta Parprestar a la conciencia, en los caminos normales de la vida, el apo,yo del bastón de manzano con que marchaba habitualmente sipropagador, no es más que un leño frágil cuando se trata de subjlas altas pendientes, ( . . . )

La vida pública no se sustrae, por cierto, a las consecuencidel crecimiento del mismo germen de desorganización que llevaaquella sociedad en sus entrañas. Cualquier mediano observadde sus costumbres políticas os hablará d e cómo la obsesión dinterés utilitario tiende progresivamente a enervar y empequenecer en los corazones el sentimiento del derecho. El valor cívicovirtud vieja de los Hamilton, es una hoja de acero que se oxidecada día más olvidada, entre las •telarañas de las tradiciones. La venalidad, que empieza desde el voto público, se propaga a todos loresortes institucionales. El gobierno de la mediocridad vuelve vala emulación que realza los caracteres y las inteligencias y que loentona con la perspectiva de la efectividad de su dominio. La de,mocracia, a la que no han sabido dar el regulador de una alta yeducadora noción de las superioridades humanas, tendió siemprenuie ellos a esa brutalidad abominable del número que menoscaha los mejores beneficios morales de la libertad y anula en la tninion el respeto de la dignidad ajena. Hoy, además, una formidabfuerza se levanta a contrastar de la peor manera posible el absoltismo del número. La influencia política de una plutocracia re

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presentada por los todopoderosos aliados de los trusts, monopoli-zadores de la producción y dueños de la vida económica, es, sinduda, uno de los rasgos más merecedores de interés en la actualfisonomía del gran pueblo. La formación de esta plutocracia hahecho que se recuerde, con muy probable oportunidad, el adveni-miento de la clase enriquecida y soberbia que en los últimos tiem-pos de la república romana es uno de los antecedentes visibles dela ruina de la libertad y de la tiranía de los Cesares. ( . . . )

A medida que el utilitarismo genial de aquella civilización asu-me así caracteres más definidos, más francos, más estrechos, au-mentan, con la embriaguez de la prosperidad material, las impa-ciencias de sus hijos por propagarla y atribuirle la predestinación deun magisterio Romano. Hoy, ellos aspiran manifiestamente al pri-mado de la cultura universal, a la dirección de las ideas, y se con-sideran a sí mismos los forjadores de un tipo de civilización queprevalecerá. Aquel discurso semiironico que Laboulaye pone enboca de un escolar de su París americanizado para significar lapreponderancia que concedieron siempre en el propósito educati-vo a cuanto favorezca el orgullo del sentimiento nacional, tendríatoda la seriedad de la creencia más Sincera en labios de cualquieramericano viril de nuestros días. En el fondo de su declarado es-píritu de rivalidad hacia Europa, hay un menosprecio que es in-genuo, y hay la profunda convicción de que ellos están destinadosa oscurecer, en breve plazo, su superioridad espiritual y su gloria,cumpliéndose, una vez más, en las evoluciones de la civilizaciónhumana, la dura ley de los misterios antiguos en que el iniciadodaba muerte al iniciador. Inúti l seria tender a convencerles deque, aunque la contribución que han llevado a los progresos de lalibertad y de la utilidad haya sido, indudablemente, cuantiosa, yaunque debiera atribuirsele en justicia la significación de una obrauniversal, de una «obra humana, ella es insuficiente para hacertransmudarse, en dirección al nuevo Capitolio, el eje del mundo.(i

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Y advertir que cuando, en nombre de los derechos del espfritniego al utilitarismo norteamericano ese carácter t íp ico con qquiere imponérsenos como suma y modelo de civilización, nomi propósito afirmar que la obra realizada por él haya de ser entramente perdida con relación a los que podríamos llamar los inreses del alma. Sin el brazo que nivela y construye, no tendría pel que sirve de apoyo a la noble frente que piensa. Sin la conquis.te de cierto bienestar material es imposible, en las sociedades hdimanas, el reino del espíritu. Así lo reconoce el mismo aristocratsco idealismo de Renan, cuando realza, del punto de vista de Idsintereses morales de la especie y de su selección espiritual en lo ft.turo, la significación de la obra utilitaria de este siglo. "Elevarasobre la necesidad —agrega el maestro— es redimirse". En lo remoito del pasado los efectos de la prosaica e interesada actividad demercader que por primera vez pone en relación a un pueblo coilotros, tienen un incalculable alcance idealizador; puesto que con.tribuyen eficazmente a multiplicar los instrumentos de la inteligencia, a pulir y suavizar las costumbres, y a hacer posibles, quizá, los preceptos de una moral más avanzada. La misma fuerza pd:sitiva aparece propiciando las mayores idealidades de laciOn. El oro acumulado por el mercantilismo de las repúblicas italianas "pagó —según Saint-Victor— los gastos del Renacimiento"Las naves que volvían de los países de Las mil y una noche, col.malas de especias y marfil, hicieron posibles que Lorenzo de Medicis renovara, en las lonjas de los mercaderes florentinos, los convites platónicos. La historia muestra en definitiva una inducciorecíproca entre los progresos de la actividad utilitaria y la ideal.así como la utilidad suele convertirse en fuerte escudo para laidealidades, ellas provocan con frecuencia (a condición de no proponérselo directamente) los resultados de lo útil. Observa Bagehotpor ejemplo, cómo los inmensos beneficios positivos de la navegacion no existirían acaso para la humanidad si en las edades primitivas no hubiera habido soñadores -y ociosos —seguramente, macomprendidos de sus contemporáneos— a quienes interesase I

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bontemplación de Io que pasaba en las esloras del cielo. Esta leyde armonía nos enseña a respetar el brazo que labra el duro tin ru-fío de la prosa. La obra del positivismo norteamericano. Lo queaquel pueblo de cíclopes ha conquistado directamenie parcel bie-nestar material, con su sentido de lo útil y su admirable aptitudde la invención mecánica, lo convertirán otros pueblos, o él mismoen lo futuro, en eficaces elementos de selección. Así, la más pre-ciosa y fundamental de las adquisiciones del espíritu —el alfabeto,aue da alas de inmortalidad a la palabra— nace en el seno de lasfactorías cananeas y es el hallazgo de una civilización mercantil,que, al utilizarlo con fines exclusivamente mercenarios, ignorabaque el genio de razas superiores lo transfiguraría convirtiéndoleen el medio de propagar su mas pura y luminosa esencia. La rela-ción entre los bienes positivos y los bienes intelectuales y morales,es, pues, según la adecuada comparación de Fouillée, un nuevo as-pecto de la cuestión de la equivalencia de las fuerzas que, así co-mo permite transformar el movimiento en calórico, permite tam-bién obtener, de las ventajas materiales, elementos de superiodadespiritual.

Pero la vida norteamericana no nos ofrece aún nuevo ejemplode esa relación indudable, ni nos lo anuncia corno gloria de unaposteridad que se vislumbre. Nuestra confianza y nuestros votosdeben inclinarse a que, en un porvenir más inaccesible a la infe-rencia esté reservado a aquella civilización un destino superior.Por más que, bajo el acicate de su actividad vivísima, el brevetiempo que la separa de su aurora haya sido bastante para satisfa-cer el gasto de vida requerido por una evolución inmensa, su pasa-do y su actualidad no pueden ser sino un introito con relación alo futuro. Todo demuestra que ella está aún muy lejana de sufórmula definitiva. La energía asimiladora que se ha permitidoconservar cierta uniformidad y cierto temple genial, a despecho •de las enormes invasiones de elementos étnicos opuestos a los quehasta hoy han dado el tono a .su carácter, tendrá que reñir bata- •Has cada día más difíciles, y en el utilitarismo proscriptor de toda

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cubre de nubes bajas e informes en primavera, estación en qula llanura muestra, en partes, la simpática nota del verde; haintercambio estacional sombrío, perverso, y dijérase haberscreado de intento esa región para que perpetuamente ofreciesvisión desoladora. A l l í l o único bello es el cielo; pero no aclaridad solar, sino de noche, cuando en el suelo, de lejospaclea el fuego de los hogares indígenas y en el firmamento saltan a lucir los astros. Adquieren un bril lo extraordinario y Sepresentan e n ta l número, que los ojos, ávidos de contemplarl--los, siéntense poseídos de vértigo. Al decir de Mr. Dereims, sólo'el cielo del Africa, intenso, luminoso, puro, es comparable al deesa región. Tiene de día un azul que choca y hiere; de noche, unaoscuridad profunda y aterciopelada, y saltan en él claras, vibran-tes, intensamente fùlgidas, las estrellas.

Siéntese el hombre en esa región abandonado por todas laspotencias, solo en medio de un clima y un suelo inclementes; yeste sentimiento, en todas partes generador de hábitos de socia-bilidad y economía, allí, no sé por qué causas, separa y desunelos hombres, acaso porque en la dura labor del terreno hay que em-plear gran perseverancia e inmensa energía para sacar mezquinofruto, fruto que se hace necesario economizar, consumir parcamente, si se- quieren evitar las torturas del hambre canina, fre-cuentes desde tiempo inmemorial.

El aspecto físico de la llanura, el género de ocupaciones, lamonotonía de éstas, ha moldeado el espíritu de manera extraña.N6tase en el hombre del altiplano la dureza de carácter, la aridezde sentimientos, la absoluta ausencia de afecciones estéticas. Elánimo no tiene fuerza para nada, sino para fijarse en la persisten-cia del dolor. Llegase a una concepción siniestramente pesimistade la vida. No existe sino el dolor y la lucha. Todo lo que nacedel hombre es pura ficción. La condición natural de éste es sermalo y también de la naturaleza. Dios es inclemente y vengativo;se complace en enviar toda suerte de calamidades y desgracias, •

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Tel es la ética que se desprende en una región así y entrehombres que han perdido lo mejor de sus cualidades; por esola constante preocupación en éstos es aplacar, con prácticascuriosas, el enojo de Dios, ofreciéndole sacrificios, haciendo demanera que se muestre más clemente, más generoso.. •

Antes, cuando las grandes conquistas de los incas no se ha-bían extendido todavía a esas zonas altas e inmisericordes, losnaturales no adoraban —al decir del inca Garcilaso de la Vega—ningún dios, y vivían como bestias, guarecidos en cuevas, sinorden n i policía. Se mataban entre sí o con las tribus vecinas.Fueron los inca S- quienes les inculcaron nociones de divinidad yllegaron a aceptar fácilmente toda suerte de creencias, pues larudeza de su vida, sus labores penosas, las injusticias que se veíanobligados a soportar muchas veces predisponían su ánimo a acep-tar un ser o potencia reguladora que distribuyese premios o cas-tigos. Y cayeron en el fetichismo absoluto, pues llegaron a adorartoda clase de seres vivos o imaginarios, pero siempre sosteniendola idea primordial de que la muerte era una especie de transicióna otro estado mas perfecto en que el hombre gozaría de toda cla-se de bienes. Y de semejante creencia ese su sistema de embalsa-miento, algo análogo al de los egipcios, y el afán de proveer al di-unto de toda suerte de utensilios y cosas necesarias de regular

uso.De esta concepción procede también esa ausencia completa

de aspiraciones, la limitación hórrida de su campo espiritual.Nada se desea, a nada se aspira. Cuando más anhelase la satis-facción plena de las necesidades orgánicas, y entre éstas, la prin-cipal, antes que el amor, el vino. El alcohol es lujo en esos hom-bres. Quien tiene, bebe; esto es lógico. Y, al fin hombres, la vani-dad posesiva es particularidad suya también.

Las pasiones no alcanzan su intensidad máxima. Se ama, seaborrece, se desea, pero con moderación. Jamás se llega a la exal-

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tacion pasional. El lenguaje afectivo es parco, pobre y frío; la mjer seduce, pero no hasta el extremo de conducir al sacrificio.

Consiguientemente, el arte no nace viable, n i menos seduqopor su exterioridad armónica. La llanura da la sensación del infienito, de lo enorme, de lo inconmensurable. La línea recta predd.•mina, y pues no hay visión esplendente y reconfortante de p 4sajes variados y comunicativos, y además la atención toda es-1embargada por el grave problema de la nutrición, el espíritu pe¿',manece impasible, acaso frío, y jamas vibra n i se exalta hascrear la armonía de la curva o la frondosidad sonora de la f r a *Es un arte rudimentario, tosco, en que las proporciones desapare,cen y se impone la línea recta y rígida: así Tiahuanacu.

La música, igualmente, sólo se sostiene en el tono menor y esmonótona,. gimiente, melopeica: un sollozo interminable.

La conformación física de esta región solemne y desoladaimpreso, repito, rasgos duros en el carácter y constitución d4indio.

De regular estatura, quizás más alto que bajo, de color co,brizo pronunciado, de greña áspera y larga, de ojos de miraresquivo y huraño, labios gruesos, el conjunto de su rostro, engeneral, es poco atrayente y no acusa ni inteligencia ni bondad;al contrario, aunque por lo común el rostro del indio es impa-sible y mudo, no revela todo lo que en el interior de su alma seagita. En ese conjunto de lineas ásperas, de angulosidades acen.tuadas, encuéntranse algunas veces, y en ciertos sitios líneas mássuaves, más puras y tez más clara, conforme se va saliendo deestas regiones altas y entrando a climas mejores y más clemen-tes. Ya en los valles la misma raza adquiere aspecto simpático; seven rostros graciosos, y hasta bonitos, en las mujeres.

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Su carácter tiene la dureza y la aridez del yermo. Tambiénsos contrastes, porque es duro, rencoroso, egoísta, cruel, ven-gativo y desconfiado, cuando odia. Sumiso y afectuoso, cuandoama. Le falta voluntad, persistencia de animo y siente profundo.aborrecimiento por todo lo que se le diferencia.

• Su vida es parca y dura, hasta lo increíble. No sabe ni de lacomodidad n i del reposo. No gusta placeres, ignora lujos. Paraél ser dueño de una ropa llena de bordados con la que puedapresentarse en la fiesta del pueblo o de la parroquia y embria-garse lo mejor que le sea permitido y el mayor tiempo posible,es el colmo de la dicha. Una fiesta la parecerá tanto más lucida'cuantos más días se prolongue. Bailar, beber, es su sola satis-facción; no conoce otras. Es animal expansivo con los de su es-pecie; fuera de su centro, manteniéndose reservado y hosco. En sucasa huelga la miseria absoluta, el abandono completo. En lacasa del indio no hay nada sino suciedad, y es —según una notaanónima consignada en la citada Estadística— "una miserabley pequeña choza hecha con barro, piedras y con techadura depaja. Dentro de esta lóbrega y deseada habitación vive todauna familia, en la que se recoge por la noche recostándose so-bre la desnuda tierra o sobre vellones de cordero carcomidos.En toda la extensión de la República se ven ranchos de indiosdiseminados por los campos, por los montes, por los valles y que-bradas, en terrenos pertenecientes, en su mayor parte, a los seño-res propietarios".

Resignada víctima de toda suerte de fatalidades lo es desdeque nace, pues muchas veces, como las bestias, nace en el cam-po, porque el ser que lo lleva en sus entrañas labora las de la tierradura, expuesto al fr ío que abre grietas en los labios y agarrota losdedos, imposibilitando manejar las herramientas de labranza.Allí en la alta meseta, a los 3.700 y tantos metros sobre el niveldel mar, no siempre el sol calienta, por mucho que luzca en todo

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su esplendor. El viento sopla incansable y viene trayendo todohorrendo f r ío que duerme en las cumbres perpetuamente nevadas de los Andes; y es a ese frío, a ese viento, a ese sol radiosoinvierno, pero frío, que las madres indias exponen a sus hijos recien nacidos, colgándoselos de sus senos con una tira de lienzo que,se pasan por las espaldas y mirándolos como retazos de carneanimada que gruñe y huele mal. Cuando apenas el niño puede sos-tenerse sobre sus gordinflonas piernas comienza a utilizársele,porque el indio trabaja desde los dos años hasta que revienta. Sele deja encerrado en los patios de las casas, junto con las gallinas,los conejos y las ovejas recién paridas; y en su compañia, apartan•do a los unos que se les meten bajo las piernas; luchando con losotros que amenazan picotearles los ojos y les roban, en leal com.bate, su almuerzo, compuesto de un puñado de maíz tostado;revolcándose en sus propios excrementos y en el de los animales,alcanzan los cuatro o cinco años de edad, y es cuando comienzana luchar con la hostil naturaleza pastoreando diminutos rebañosde cerdos, junto a las lagunillas de aguas podridas. Sin más abrigoque la burda camisa de lana abierta por delante y por detrás yceñida a la cintura con una soga; protegida la cabeza de largagreña por un gorro hecho andrajos y que sirve de pañuelo de so-narse; desnudos los pies, ennegrecida, sucia la vulgar cara pormuchas capas de sudor y polvo petrificado y percudido, véseles,perseguir a los cerdos que se apartan del hato lanzando agudoschillidos. Y desde que sale el sol hasta que se pone, solos en me-dio de la pampa triste, se la pasan contemplando la naturalezaagreste del país, en quietud momiesca.

Más tarde, sus ocupaciones se doblan. Ya son pastores deovejas y tienen obligación de llevar su ganado a los cerros don-de verdea la paja recién salida o a los pantanos donde las gavio-tas anidan. A l l í se hacen prácticos para distinguir, en fuerzade trajinar, las aguadas que en su fondo ocultan el cieno y son es-pecie de cisternas, donde si se cae pocas veces se sale con vida, de

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las que corren sobre un suelo firme, y van provistos de sus quenasy de sus sicusl para aprender a modular los melancólicos aires dela tierra y a ponerse en contacto íntimo con la naturaleza, que

ven dedespuésya para ellos no tiene ningún encanto. Entonces se sir-

combate. Y comienza a ser hombre, a saber que la vida es tristey a sentir germinar dentro de si' el odio contra los blancos, eseodio inextinguible y consciente, porque nace de la crueldad queéstos usan con los suyos. Se hacen supersticiosos oyendo narrartos prodigios que realizan los yatiris, personalidades extraordina-rias en comunión constante con los seres que pueblan el siniestromundo de la fantasía. L u e g o , sus labores son aún más rudas.Guían al arado; transportan, al lomo de burro, sus miserables mer-cancías y recorren 'distancias inverosímiles; se inician en el pon-gueale; esto es, a servir de domésticos en la casa del patrón, donderefinan su gusto, adquieren ciertos modales y se enteran de la len-gua castellana, que nunca la hablan.

Parco y frugal, el indio, cuando no tiene qué comer, puedepasar días enteros con algunos puñados de coca y maíz tosta-do. Para dormir le basta el suelo duro, y si a mano encuentrauna piedra utilizable a guisa de almohada, duerme sobre ellatranquilamente, teniendo p o r cobertor e l inmenso horizontedel cielo. Siempre anda descalzo; sólo usa ojotas cuando el te-rreno es muy pedregoso, y nunca se queja de su aspereza, por-que la costra que cubre la planta de sus pies es dura como cas-co de caballo. Calor, frío, todo le es igual; su cuerpo casi no essensible a las variaciones atmosféricas. Andariego empecinado,la distancia no le acobarda n i para emprender sus viajes tomaprecauciones; sabe que ha de volver al punto de partida, y vuelve,sea cual fuere el tiempo transcurrido. Si no, es que algo le ha su-cedido; seguramente el río se lo ha llevado, un torrente lo ha cogi-do, o lo ha pulverizado una centella. La familia sólo se preocupa

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de recobrar los efectos perdidos, recuperar las bestias de cargailas ropas del difunto, su dinero, lo poco que haya podido dejar.

Amante del terruño, del retazo donde nació, jamás abandona-,.su hogar, aun sufriendo en él toda clase de miserias. Si a orillasdel lago ha nacido, oyendo los rumores del viento ha de mor i r ;1el sol de los valles ha puesto fuego en sus venas, bajo ese sol ha del,acabar sus días. Nunca uno que es del yermo se aviene con los'trópicos, y si a ello se le obliga, le invade pronto una nostalgia'sombría. Receloso y desconfiado, feroz por atavismo, cruelparco, miserable, rapihesco, de nada llega a apasionarse de verasTodo lo que personalmente no le atañe lo mira con la pasividadsumisa del bruto, y vive sin entusiasmos, sin anhelos, en quietis,mo netamente animal. Cuando se siente muy abrumado o se ata-can sus mezquinos intereses, entonces protesta, se irrita y luchacon extraordinaria energía.

La mujer observa la misma vida y, en ocasiones, sus faenasson más rudas. En sus odios es tan exaltada como el varón. No_concibe ni gusta de las exquisiteces propias del sexo. Ruda y tor,pe, se siente amada cuando recibe golpes del macho; de lo contra-rio, para ella no tiene valor un hombre. Hipócrita y solapada,quiere corno la fiera y arrostra por su amante todos los peligrosEn los combates lucha a su lado, incitándole con el ejemplo, dán-dole valor para resistir. La primera en dar cara al enemigo y la úl-tima en retirarse en la derrota, jamás se muestra ufana del triun-fo. Cuando crueles inquietudes turban la paz de su hogar no sequeja, no demanda consuelo ni piedad a nadie y sufre y llora sola.Fuerte, aguerrida, sus músculos elásticos tienen la solidez del bron-ce batido. Desconoce esas enfermedades de que están llenas nues-tras mujeres por el abuso del corsé y el desmedido gasto de per-fumes y polvos. Sus nervios no vibran ni con el dolor ni con elplacer. Engendra casi cada año y da a luz sin tomar precaucionesy sin que jamás se disloquen sus entrañas, forjadas para concebir

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fruto sólido y fuerte. Hacendosa, diligente, emprende viajes con-tinuos y va en pos de su caravana haciendo 40 o 50 kilómetrosdiarios, sin fatigas ni alarde.

La principal ocupación del indio aymará es la agricultura y laganadería. El procedimiento que usa para el laboreo de sus cam-pos es primitivo. No conoce ni se da cuenta de las modernas má-quinas agrfoolas;.para él, el arado patriarcal es la última perfecciónmecánica. Ferozmente conservador, jamás acepta innovación al-guna en sus hábitos y costumbres heredados. Es peor que e! chinoen este punto. Labora la tierra ruda, penosamente y tras esfuerzosinauditos; sólo cosecha algo de patatas, un poco de quinua y otrode cebada y oóas. La producción de estos frutos no depende, co-mo natural es suponer, del buen abono de los campos o de su ca-lidad, sino, y no hay que olvidar semejante circunstancia, de lasvariaciones atmosféricas o cambios estelares. Para que una cose-cha sea buena en la altiplanicie es necesaria la concurrencia de railcircunstancias dependientes exclusivamente del estado atmosféri-co. Si en determinados meses llueve mucho, la cosecha 'se pudre;si no llueve, se agusana; se hiela, se seca; si graniza, se. pierde. •Indispensable es que llueva poco y solo en ciertos meses; queno hiele sino cuando ha madurado el f ruto; que no granice,etcétera. Y como no siempre estas condiciones se reúnen, los ma-los años abundan, c i hambre cunde y acrecienta ese malestarsocial, ya patente en ciertas regiones de Bolivia, Y al indios serdébil, pobre e imprevisor, es la principal y Unica víctima de seme-jantes fatalidades meteorológicas.

Aún no se han olvidado las crisis agrícolas de la.98 a 1905.Las malas cosechas se sucedían con espantosa regularidad, anotras año, igual a las de la bíblica leyenda. Los indios, como no tie-nen la precaución de almacenar sus cosechas en previsión de malosaños y sólo producen lo estrictamente indispensable, lentamente,con pasividad heroica, cayeron en vergonzante indigencia, hasta el

* c o Orin D E LA REPUNIpai--31" LUIS ANGR ittatio

Io«no, n

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IS aguas de los ríos que surcan la vasta altiplanicie, reglar el pas-punto de que, huraños como son, se vieron forzados a refugiars toreo, formar lagos artificiales y, por ultimo, sembrar pastelesen la ciudad en busca de trabajo, que no habfa,y en Ultimo tértrrf apropiados al clima, todo lo que recientemente se va haciendono a mendigar por calles y plazas, mostrando sus cuerpos enfl enquecidos en largos años de privaciones. Hubo necesidad de crea e s t o s días.la olla del pobre, es decir, dar de comer en las calles a los indigerj,tes. Y no dejaba de ser chocante el espectáculo que por entonce D i c h a s veleidades atmosféricas no las toma el indio como te-•ofrecía el país, pues mientras en unas localidades se morían de r ibmeno natural emanado de leyes físicas, sino como resolucio-

nes divinas a las que no es posible oponer resistencia alguna, yhambre y pagaban a dos francos el k i lo de patatas, en otras laabundancia de artfculos de consumo era tal que no sabía qué ha. menos, Por Consiguiente, remedio,cerse de ellos. Las mismas clases bajas del pueblo dejaron de corii.sumir el chuño, artículo de general uso en algunos departamental E s supersticioso y crédulo; lo que sus yatiris2 predicen ha de

sporque la carga de 46 kilogramos llegó a pagarse a 50 pesos, ou c e d e r fatal e irremediablemente: No sabe determinar de manerasean, 100 francos; las clases ricas abastecían sus depensas co l o g i c a su respeto y sumisión a los hombres superiores o a las divi-artículos traídos de Chile y Perù, . . Fue la falta de lluvias l nidades. Su concepción del Dios cristiano es en absoluto fetichis-o

ta y no deja de adorar ciertas fuerzas inconscientes que juzga todo-que ocasionó semejante desastre, y dicha falta era atribuida ppt,los indios a confabulaciones sobrehumanas. Aun los blancos de poderosas, sin escapar a una especie de fatalismo desconsolador,cierta categoría dijeron las maldiciones divinas, y los curas da e l cual emana, mas que de la esencia de sus primitivas creencias,

de ese Dios lo quiere de sacerdotes poco escrupulosos y diestrospueblos y aldeas propalaron, entre sus ignorantes feligreses indio en domeñar la reza y conseguir as( beneficios personales. Se pue-enojos de Dios contra !a decaída raza y su deseo de hacerla desI, de asegurar, por punto general, que el indio no tiene creenciasetermnadas. Venera un retazo de carne podrida dejada por unParecer por inobediente„ poco sumisa y poco obsequiosa. Y todoi,' d i

en el colmo de! asombro y ia consternación, preguntábanse porqué el cielo, antes generosamente pródigo en lluvias, permanecía ya t i r i a la vera de un camino, e igual fervor siente por la bestia

que juzga propicia a stus destinos e intereses. Los objetos O seresahora seco e inclemente; por qué el lago Titicaca, abundante enpesca, disminuía de caudal y se retiraba poco a poco en franco de q u e despiertan su superstición varían según las regiones, e ignoroseo de evaporarse o consumirse. Y picos se acordaban de que des- si conforme éstas se hallan más o menos alejadas de los centros

de que la pampa es pampa, y el indio indio, nadie se ha preocupa- adelantados. La gaviota, por ejemplo, en las regiones de Aracaqueñodo de renovar !a escasa vegetación de ia puna, desaparecida por p e c a n t ó n distante unos 150 kilómetros de La Paz—, es

ea•:t ave sagrada y ricdie atentar6 contra su vida, so pena de provocarcientos y cientos de ailos de ser rumiada por ovejas, bueyes, ; malas cosechas. Tan grande es el respeto por estos animales quemas y asnos, y jamas cultivada f i menos renovada artificialmente; hart llegado a formar plaga por su abundancia. Son dóciles, con-que la desvegetacion trae falta de condensación y que un campa fiados del hombre. En tiempos de labranza siguen tras el surcodesnudo y constantemente removido por patas de bestias y acero ade arado no produce nada, ni siquiera vapor de agua, y que las Iluib i e r t o por el arado en busca de gusanillos, como si estuvieran do-mesticados, y hasta se aventuran a posarse sobre las astas de losvias son sinónimo de verdura, de remansos, de superficies Irqui- tdas, en f in, Tenerlas abundantes no es cuestión sino de estancar toros, y los indios labradores los apartan respetuosamente con el

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pie para evitar hacerles daño. En el lago Titicaca, distante algunhoras de camino de la misma ciudad, los moradores de la cosno creen lo mismo de dicha ave y la persiguen, tenaces y cruelesin provecho alguno, porque cuando el indio siente antipatía poun animal que juzga dañoso a los sembrados o a la salud de su alma es vengativo con él.

Sojuzgado-, pues, el indio por diferentes creencias contraditorias, enteramente sometido al influjo material y moral de stiiyatiris, de los curas, patrones y funcionarios públicos, su alrijes depósito de rencores acumulados de muy atrás, desde cualy- E s t o ha sucedido hace más de treinta años, con ocasión de lado encerrada la f lor de la raza, contra su voluntad, en el forinfé, guerra civil que conmovió tan de raíz la vida nacional3 .de las mismas, se agotará rápidamente, sin promover clemencia-en nadie. Y ese odio ha venido acumulándose conforme pertl(a' P r o v o c a d a en La Paz la revuelta dicha federa/,buscaron los in-la raza sus caracteres y rasgos Predominantes y aumentaba en el surgentes federalistas apoyo indirecto en la clase indígena, !a cual,dominador, la confianza en sus facultades donatrices. Hoy d í inconsciente y sin comprender de lo que se trataba, prometió pres-ignorante, maltratado, miserable, es objeto de la explotación ge t a r servicios en lo que pudiera y fuera de su alcance. Fiel asu pro-neral y de la general antipatía. Cuando dicha explotación, en s mesa, apenas llegadas las tropas constitucionales a las inmediacio-forma agresiva y brutal, llega al colmo y los sufrimientos se extr n e s de la ciudad insurreccionada comenzaron a exigir elementosman hasta el punto de que padecer mas sale de las lindes de la hu comestibles a los indios, quienes, más avisados, habían ocultadomana abnegación, entonces el indio se levanta, olvida su mani- una parte de sus cosechas y vendido la otra en los mercados de Lafiesta inferioridad, pierde el instinto de conservación y, oyendc Paz y se encontraban imposilitados de verdad para prestar los auxi-a su alma repleta de odios, desfoga sus pasiones y roba, mata, asé l b s pedidos. Creyendo que esta negativa envolvía mas bien actosine con sana atroz. Autoridad, patrón, poder, cura, nada exist d e hostilidad, orden6se contra los indígenas persecución sangrien-para él, La idea de la represalia y del castigo apenas si le atemoriza te. Todos los rigores se pusieron en juego para atemorizarlos yy obra igual que el tigre de feria escapado de la jaula. Después, convertirlos a una -causa que no era la suya. Arrasaron sus vivieri,cuando ha experimentado ampliamente la voluptuosidad de i das, destruyeron -sus campos, hicieron tabla rasa en muchas leguasvenganza, que vengan soldados, curas y jueces y que también! a ta redonda, sin descuidar de echar simiente de-nuevas generacio-maten y roben. i n o importa! n e s , cultivo de la raza, y, si se ha de dar crédito a lo consignado en

los boletines que por ese entonces circulaban con profusión; di-chas tropas ensayaban su destreza en el manejo de -las armas des--cargándolas sobre blancos móviles, y de blanco hacían los indios,y gustaban de las _caídas que daban y de las muecas que el dolorde -perder la vida dejaba impresas en sus rostros -ennegrecidos; y

Van soldados bien municionados; fusilan a cuantos pueden; roban, violan, siembran pavor y espanto por donde pasan. A los es

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Y efectivamente, van.

lldapados en la matanza los cogen y, cargándolos de cadenas y ba-rras, condUcenlos a la capital frente a abogados y jueces bien leí-

.dos, cuya ocupación consiste en desplegar todo el fastuoso apara-lo de sus códigos; los encierran en oscuros calabozos, para sacar-los de vez en cuando bajo la vigilancia armada de soldados, instruídos de tirar al bulto en cuanto noten en ellos conato de liberación,y los hacen trabajar diez horas al día, dándoles alimentación sufi-ciente para sostener en punto sus cuerpos enflaquecidos por tan-tas privaciones

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todo esto no tanto por maldad, sino por instinto de imitapues cuentan antiguas crónicas que nuestros buenos padreschapetones tenían especial cuidado en ensayar el temple de stoledanos estoques introduciéndolos en el cuerpo de los gentileirracionales

volvió a caer, vencida, lasa. Y hoy, sumisa, resignada, triste,Los indios, aterrorizados, buscaron ocasión de venganza ys o p o r t a sin quejarse la odiosa servidumbre que hacen pesar sobre

encontraron propicia en la derrota de una fracción dei ejéreit ella los mismos encargados de redimirla, como son los frailes, losconstitucional en la "heroica acción" de Ayoayo. Los derrotad funcionarios públicos y los patrones.refugiáronse en el templo del lugar, absolutamente convencid

(Pude que los perseguidores indígenas respetarían la santidad del sifi• e b l o enfermo, 1.909).y la calidad de los refugiados, entre los que había dos sacerdote,pero los salvajes dieron fin con ellos, cruelmente, sin piedad pa NOTAS:nadie, y menos por los representantes de Dios, degollados sobre 1 Zampoñaspiedra del altar. Cundió en el resto de la clase indígena de la te Adivinos.gion la noticia de esta matanza, y, seducida por el ejemplo, penellegado el instante de sacudirse la tutela aplastante de la raza me 3 1898-1902 (LAS.).tira y vengar su larga esclavitud. PusOse sobre las armas, nomb-jefes y, aprovechando la imprudente confianza del jefe de un ecuadron de montoneros que merodeaba por apartadas regiones e

• busca de gente, armas y dinero para servir "la sagrada causa de lrevolución", desarmaron a los cientos y más hombres de que cOntaba. Estos, al presentir el peligro, buscaron, como los sacrificadben las pampas de Ayoayo, refugio en el templo del Cantón Mohza; pero sufrieron, los infelices, la misma suerte que aquéllos: fueron asesinados con saña atroz, en medio de los alaridos feroces dla turba ebria. Necesariamente vino la reacción, y en los desmaneque se ejercitan a raíz de un hecho de esta índole, odiosos por se,rigor, pero justificados', basta cierto punto, tomaron los, blancirritada venganza contra los indios de la región convulsa. Fusileron a cuantos pudieron, y muchos, más de ciento, fueron con&cidos a la cárcel, donde los emplearon en rudas labores durantilos siete años que duró el proceso. Años después la corte superiode La Paz fallaba en apelación este proceso, y a pesar de consigna

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'en sus considerandos que " la sublevación de la raza indígena tuvolugar a consecuencia del estado anormal en que se colocó el paísen 1898", condenó a pena capital diez revoltosos y a dieciséis ala misma pena, pero "con sorteo".

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NUESTROS INDIOS

Manuel González Prada.

Los más prominentes sociólogos consideran la Sociología emo una ciencia de formación y claman por el advenimiento deNewton, de de su Lavoiser o de su Lyell; sin embargo, en ningúnPro pulula tanta afirmación dogmática o arbitraria como en Iobras elaboradas por los herederos o epígones de Comte. Puellamarse a la Sociología no sólo el arte de dar nombres nuevoslas cosas viejas sino la ciencia de las afirmaciones contradictorias,Si un gran sociólogo enuncia una proposición, estemos segurque otro sociólogo no menos grande aboga por la diametralmete opuesta. Como algunos pedagogos recuerdan a los preceptorde Scribe, así muchos sociólogos hacen pensar en los médicde Molière: Le Son y Tarde no andan muy lejos de DiafoirusPurgon.

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Citemos la raza como uno de los puntos en que más divergenlos autores. Mientras unos miran en ella el factor de la dinámicasocial y resumen la historia en una lucha de razas, otros reducena tan poco el radio de las acciones étnicas que repiten con Durk-beim:1 " N o conocemos ningún fenómeno social que se halle co-locado bajo la dependencia incontestable de la raza". Novicovv,sin embargo de juzgar exagerada la opinión de Durkheim, no vaci-la en afirmar que la raza como la especie, es, hasta cierto punto,una categoría subjetiva de nuestro espíritu, sin realidad exterior;y exclama en un generoso arranque de humanidad: "Todas esaspretendidas incapacidades de los amarillos y los negros .son qui-meras de espíritus enfermos. Quien se atreva a decir a una raza:aquí llegarás y de aquí no pasarás es un ciego y un insensato".

iComoda invención la Etnología en manos de algunos hom-bres! Admitida la división de la Humanidad en razas superiores yrazas inferiores, reconocida la superioridad de los blancos y porconsiguiente su derecho a monopolizar -el gobierno del Planeta,nada más natural que la supresión del negro de Africa, del pielroja en Estados Unidos, del tagalo en Filipinas, del indio en elPerú.

Como en la selección o eliminación de los débiles e inadapta-bles se realiza la suprema ley de la vida, los eliminadores o supre-sores violentos no hacen más que acelerar la'obra lenta y perezosade la naturaleza: abandonan la marcha de la tortuga por el galopedel caballo. Muchos no lo escriben, pero lo dejan leer entre líneas,corno Pearson cuando se refiere a la solidaridad entre los hombrescivilizados de la raza europea frente a la NatOraleza y la barbariehumana. Donde se lee barbarie humana tradOzcase hombre sinpellejo blanco.

Más, no sólo se decreta ya la supresión de negros y amarillos:en la misma raza blanca se operan clasificaciones de pueblos des-

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tinadas a engrandecer y vivir y pueblos condenados a degenerarmorir. Desde que Demolins publicó su libro A quo! tient la stipériorité des Anglo-Sax01s2 , ha recrudecido la moda de ensalzaa los anglosajones y deprimir a los latinos. (Aunque algunos latinos pueden llamarse tales, como Atahualpa gallego y Mocteztima pravenzal). En Europa y América asistimos a la florescencide muchas Casandras que viven profetizando el incendio y desaparicion de la nueva Troya. Algunos pesimistas, creyéndose los Deucaliones del próximo diluvio y hasta los superhombres de Nietzs-che, juzgan la desaparición de su propia raza como si se tratara deseres prehistóricos o de la Luna. No se ha formulado pero se sigueun axioma: crímenes y vicios de ingleses o norteamericanos soncosas inherentes a la especie humana y no denuncian la decadencia de un pueblo; en cambio, crímenes y vicios de franceses o italianas son anomalías y acusen degeneración de raza. FelizmenteOscar Wilde y el general Mac Donald no nacieron en París ni lamesa redonda del Emperador Guillermo tuvo sus sesiones enRoma.

Nos parece inútil decir que no tomamos en serio a los dilettanti como Paul Bourget ni a los fumistes como Maurice Barres3cuando fulminan rayos sobre el cosmopolitan° y lloran la decadencia de la noble raza francesa, porque la hija de un conde sifilitico y de una marquesa pulmon faca se deja seducir por un moceton sano y vigoroso pero sin cuarteles de nobleza. Respecto aMonsieur Gustave Le Bon, le debemos admirar por su vastísimosaber y su gran elevación moral, aunque representan la exageraclon de Spencer, como Max Nordau la de Lornbroso y Haeckel lade Darwin. Merece llamarse el Bossuet de la Sociología, por nodecir el Torquemada ni el Herodes. Si no se hiciera digno de consideracion por sus observaciones sobre la luz negra, diríamos ques a la Sociología como el doctor Sangredo es a la Medicina.

Le Bon nos avisa que de ningún modo toma el término de raien el sentido antropológico, porque desde hace mucho tiempo la

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zas puras han desaparecido casi, salvo en los pueblos salvajes, yf i que tengamos un camino seguro por donde marchar, decide:

En los pueblos civilizados, no hay más que razas históricas, esc¡r, creadas del todo por los acontecimientos de la historia", Se-n e l dogmatismo leboniano, las naciones hispanoamericanasnstituyen ya una de esas razas, pero una raza tan singular quepasado vertiginosamente de la niñez a la decrepitud, salvandomenos de un siglo la trayectoria recorrida por otros pueblostres, o cuatro, cinco y hasta seis mil años. "Las 22 repúblicas

tinas de América4, dice en su Psichologie du Socialistne, aunqueuadas en las comarcas más ricas del globo, son incapaces derovechar sus inmensos recursos. E l destino final de esta mi-d de América es regresar a la barbarie primitiva, a menos que lostados Unidos le presten el inmenso servicio de conquistarla.acer bajar las más ricas comarcas del Globo a nivel de las repú-icas negras de Santo Domingo y Haití: he alai lo que la raza le-a ha realizado en menos de un siglo con la mitad de América".

A Le Bon le podrían argüir que toma la erupción cutánea deniño por la gangrena senil de un nonagenario, la hebefreniaun mozo por la locura homicida de un viejo. ,'..Desde cuándo

s revoluciones anuncian decrepitud y muerte? Ninguna de lasciones hispanoamericanas ofrece hoy la miseria política y social

ce reinaba en la Europa del feudalismo; pero a la época feudalla considera como una etapa de la evolución, en tanto que la

a de las revoluciones hispanoamericanas se la mira corno un es-do irremediable y definitivo. También le podríamos argüir colo-rido a Le Bon el optimista, frente a Le Bon e! pesimista, como

cien dice a San Agustín el Obispo contra San Agustín el pagano.Es posible, afirma Le Bon, que tras una serie de calamidades pro-ndas, de trastornos casi nunca vistos en la Historia, los pueblostinos, aleccionados por la experiencia.., tienten la ruda empre-de adquirir las cualidades que les faltan para de alai adelante lo-

ar buen éxito en la vida.. , Los apóstoles pueden mucho porque

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logran transformar la opinión, y la opinión es hoy reina.histoira se halia tan llena de imprevisto, el mundo anda en carnide sufrir modificaciones tan profundas, que es imposible Prevhoy el destino de los imperios". Si no cabe prever la suerte denaciones ¿cómo anuncia la muerte de las repúblicas hispanoamecanas? ¿Lo que pueden realizar en Europa los imperios latinono podrán tentarlo en el Nuevo Mundo las naciones de igual ogen? o ¿habrá dos leyes sociológicas, una paia los latinos de Amrica y la otra para los latinos de Europa? Quizás; pero, felizme"te, las afirmaciones de Le Bon se parecen a los clavos, las unsacan a las otras.

Se ve, pues, que si Augusto Comte, pensó hacer de la Sociolgia una ciencia eminentemente positiva, algunos de sus heredros la van convirtiendo en un clumulo de divagaciones sin fundmento científico.

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En La lucha de razas, Luis Gumpiovvicz5 dice: "Todo elmento étnico esencial potente busca para hacer servir a sus fintodo elemento débil que se encuentra en su radio de potenciaque penetre en él". Primero los Conquistadores, en sel'uida susdescendientes, formaron en los pa fses de América un elemenétnico bastante poderoso para subyugar y explotar a los inclíq.nas. Aunque se tache de exageradas las afirmaciones de Las Casa "dno puede negarse que merced a la avarienta crueldad de los expld Etadores, en algunos pueblos americanos el elemento débil se hal; dpróximo a extinguirse. Las hormigas que domestican pulgones pa: I qra ordeñarlas, no imitan la imprevisión del blanco, no destruyen da su animal productivo. o p

'A la fórmula de Gumploovvicz conviene agregar una ley que influ-- mucho en nuestro modo de ser: cuando un individuo se eleva so-e el nivel de su clase social, suele convertirse en el peor enemigo dea. Durante la esclavitud del negro, no hubo caporales más faro-s que los mismos negros; actualmente, no hay quizás opresores

duros del indígena como los mismos indígenas españolizadosinvestidos de alguna autoridad.

El verdadero tirano de la masa, el que se vale de unos indiosira esquilmar y oprimir a los otros es el encastado, compren-éndose en esta 'palabra tanto al cholo de la sierra o mestizomo al mulato y al zambo de la costa. En el Perú vemos unaperposicion étnica: excluyendo a los europeos y al cortisimo

umero de blancos nacionales o criollos, ia población se divide1 dos fracciones muy desiguales por la cantidad, los encastadosdominadores y los indígenas o dominados, Cien a doscientosil individuos se han sobrepuesto a tres millones,

Existe una alianza ofensiva y defensiva, un cambio de servi-os entre los dominadores de la capital y los de provincia: si elmonal de la sierra sirve de agente político al señorón de Lima,señorón de Lima defiende al gamonal de la sierra cuando abusa

arbaramente del indio. Pocos grupos sociales han cometido tan-s iniquidades ni aparecen con rasgos tan negros como los espa-

ales y encastados en el Perú. Las revoluciones, los despilfarroslas bancarrotas aparecen nada ante la codicia glacial de los en-stados para sacar el jugo a la carne humana. Muy poco les haportado el dolor y la muerte de sus semejantes, cuando ese

olor y esa muerte les ha rendido unos cuantos soles de ganancia.nos diezmaron al indio con los repartimientos y las mitas; ellosvoraron al chino, dándole un puñado de arroz por diez y hastaince horas de trabajo; ellos extrajeron de sus islas al canaca perajarle morir de nostalgia en los galpones de las haciendas; ellosetenden introducir hoy al japonés. • , El negro parece que dis-

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minuye, el chino va desapariendo, el canaca no ha dejado huelel japonés no da señales de prestarse a la servidumbre; mas queel indio, pues trescientos a cuatrocientos años de crueldadeshan logrado exterminarle: ¡el infame se encapricha en vivir!

Los Virreyes del Perú no cesaron de condenar los atropelligt:ni ahorraron diligencias para lograr la conservación, buen tratimiento y alivio de los indios; los Reyes de España, cediendo al'conmiseración de sus nobles y católicas almas concibieron meddas humanitarias o secundaron las iniciadas por los Virreyes. S.braron los buenos propósitos en las Reales Cédulas. Ignorarnos.las Leyes de Indias forman una pirámide elevada como el Chimbo4-zo; pero sabemos que el mal continuaba lo mismo, aunque algo.nas veces hubo castigos ejemplares. Y no podía suceder de atmodo: oficialmente se ordenaba la explotación del vencido ypedía humanidad y justicia a los ejecutores de la explotación;pretendia que humanamente se cometiera iniquidades o equitavamente se consumara injusticias. Para extirpar los abusos habrjsido necesario abolir los repartarnientas y las mitas, en dos palbras, cambiar todo el régimen colonial. Sin las faenas del indamericano, se habrían vaciado las arcas del tesoro español. Lcaudales enviados de las colonias a la Metrópoli no eran más qsangre y lágrimas convertidas en oro.

La República sigue las tradiciones del Virreinato. Los presdentes en sus mensajes abogan por la redención de los oprimidy se llaman protectores de la raza indígena; los congresos elabran leyes que dejan atrás a la Declaración de los derechos dhombre; los ministros de Gobierno expiden decretos, pasan nota los prefectos y nombran delegaciones investigadoras, todo cel noble propósito de asegurar las garantías de la clase deshereda; peto mensajes, leyes, decretos, notas a expedientes manosdos. Las autoridades que desde Lima imparten órdenes Conmitorias a los departamentos, saben que no serán obedecidas, I

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.efectos que reciben las conminaciones de la Capital saben tam-bién que ningún mal les resulta de no cumplirlas. Lo que el año1!1648 decía en su Memoria el Marqués de Mancera, debe repetirsehoy leyendo gobernadores y hacendados en lugar de corredores y-cacjiques: "Tienen por enemigos estos pobres inciios la codicia desus corregidor es, de sus curas y de sus caciques, todos atentos aenriquecer de su sudor; era menester el celo y autoridad de unVirrey Para cada uno; en fe-de la distancia se trampea la obedien-cia, y ni hay fuerza ni perseverancia para proponer por segundavez la quexa"7. El trampear la obediencia vale mucho en boca deun virrey; Pero vale más la declaración escapada a los defensoresde los indígenas de Chucuitos.

No faltan indiófilos que en sus iniciativas individuales o colec-tivas proceden como los Gobiernos en su acción oficial. Las agru-paciones formadas para libertad a la raza irredenta no han pasadode contrabandos políticos abrigados con bandera filantrópica. De-fendiendo al indio se ha explotado la conmiseración, corno invacando a Tacna y Arica se negocia hoy con el patriotismo. Par aque los redentores procedieran de buena fe, se necesitaría que dela noche a la mañana sufrieran una transformación moral, que searrepintieran al medir el horror de sus iniquidades, que formaranel inviolable propósito de obedecer a la justicia, que de tigres sequisieran volver hombres. Cabe en lo posible?

Entre tanto y por regla general, los dominables se acercan al in-dio Par a engañarle, oprimirle o corromperlo. Y debernos rememo-rar que no sólo el encastado nacional procede con inhumanidad oala fe: cuando los europeos se hacen rescatadores de lana, mi-cros o hacendados, se muestran buenos exactores y magníficosarsionarios, rivalizan con los antiguos encomenderos y los actua-es hacendados. El animal de pellejo blanco, nazca donde naciere,ve aquejado por el mal dei oro: al f in y al cabo Oede al instintoe rapa cid ad

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Bajo la República .sufre menos el indio que bajo la domincion española? Si no existen corregimientos ni encomiendas, pudan los trabajos forzosos y el reclutamiento. Lo que le hacemsufrir basta para descargar sobre nosotros la execración de las pe,sonas humanas. Le conservamos en la ignorancia y la servidumbnle envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, lelanzamos a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiepo organizamos cacerías y matanzas corno las de Amantankllave y Huanta9.

No se escribe pero se observa el axioma de que el indio no tiene derechos sino obligaciones. Tratándose de él, la queja personalse torna por insubordinación, el reclamo colectivo por conatede sublevación, Los realistas españoles mataban al indio cuandopretendía sacudir el yugo de los conquistadores, nosotros los rpublicanos nacionales le exterminamos cuando protesta decontribuciones onerosas, o se cansa de soportar en silencio latiniquidades de algún sátrapa.

Nuestra forma de gobierno se reduce a una gran mentira, por,que no merece llamarse república democrática un estado en quedos o tres millones de individuos viven fuera de la ley. Si en lacosta se divisa un vislumbre de garantías bajo un remedo de repù,blica, en el interior se palpa la violación de todo derecho bajo unverdadero régimen feudal. Ah í no rigen Códigos ni imperan tribunales de justicia, porque hacendados y gamonales derimentoda cuestión arropándose los papeles de jueces y ejecutores delas sentencias. Las autoridades políticas lejos de apoyar a débilesy pobres, ayudan casi siempre a ricos y fuertes. Hay regiones donde jueces de paz y gobernadores pertenecen a la servidumbre dla hacienda. ¿Qué gobernador, qué subprefecto ni qué prefectsosaría colocarse frente a frente de un hacendado?

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Una hacienda se forma por la acumulación de pequeños lotesarrebatados a sus legítimos dueños, un patrón ejerce sobre suspeones la autoridad de un barón normando. No sólo influye enel nombramiento de gobernadores, alcaldes y jueces de paz, sinohace matrimonios, designa herederos, reparte las herencias, y paraque los hijos satisfagan las deudas del padre, les somete a una ser-vidumbre que suele durar toda la vida. Impone castigos tremendoscomo la corma, la flagelación, el cepo de campaña y la muerte;risibles como el rapado del cabello y las enemas de agua fría.Quien no respeta vida ni propiedades realizaría un milagro si guar-dara miramientos a la honra de las mujeres: toda india, soltera o• •casada, puede servir de blanco a los deseos brutales del señor. Unrapto, una violación y un estupro no significan mucho cuando sepiense que a las indias se les debe poseer de viva fuerza. Y a pesarde todo, el indio no habla con el patrón sin arrodillarse ni besarlela mano. No se diga que por ignorancia o falta de cultura los seño-res territoriales proceden así: los hijos de algunos hacendados vanfinos a Europa, se educan en Francia o Inglatea-ra y vuelven alPerú con todas las apariencias de gentes civilizadas; mas apenas seconfinan en sus haciendas, pierden el barniz europeo y procedencon más inhumanidad y violencia que sus padres: con el sombrero,el poncho y las roncadoras, reaparece la fiera, En resumen: lashaciendas constituyen reinos en el corazón de la República, loshacendados ejercen el papel de autócratas en medio de la de-mocracia.

IV

Para cohonestar la incuria del Gobierno y la inhumanidad delos expoliadores, algunos pesimistas a lo Le Bon marcan en laente del indio un estigma infamatorio: le acusan de refractario

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a la civilización. Cualquiera se imaginaría que en todas nuestrpoblaciones se levantan espléndidas escuelas, donde bullen emios profesores muy bien rentados y que las aulas permanevacías porque los niños, obedeciendo las órdenes de los padrno acuden a recibir educación. Se imaginaría también que lostd igenas no siguen los moralizadores ejemplos de las clases di'rgentes o crucifican sin el menor escrúpulo a todos los predica,dores de ideas levantadas y generosas. El indio recibió lo que jedieron: fanatismo y aguardiente.

Veamos c lue se entiende por civilización? Sobre la industriay el arte, sobre la erudición y la ciencia, brilla la moral cornopunto luminoso en el vértice de una gran pirámide. No la moralteológica fundada en una sanción póstuma, sino la moral humanaque no busca sanción ni buscaría lejos de la Tierra. El sumum dela moralidad, tanto para los individuos como para las sociedades,consiste en haber transformado la lucha de hombre contra horn.bre en el acuerdo mutuo para la vida. Donde no hay justicia, rniisericordia ni benevolencia, no hay civilización; donde se procla-ma ley social la struggle for life, reina la barbarie. ¿Qué vale ad;quirir el saber de un Aristóteles cuando se guarda el corazón tkun tigre? ¿Qué importa poseer el don artístico de un MiguelAngel cuando se lleva el alma de un cerdo? Más que pasar por emundo derramando la luz del arte o de la ciencia, vale ir desti-lando la miel de la bondad. Sociedades altamente civilizadas merecerfan llamarse aquellas donde practicar el bieh ha pasado deobligación a costumbre, donde el acto bondadoso se ha converti-do en arranque instintivo. Los dominadores del Perú Than adqui-rido ese grado de moralización? ¿Tienen derecho a considerar alindio como un ser incapaz de civilizarse?

La organización política y social del antiguo imperio incaiceadmira hoy a reformadores y revolucionarios europeos. Verdad,Atahualpa no sabía el Padrenuestro ni Calcuchima pensaba en

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et .misterio de la Trinidad; pero el culto del Sol era quizá menosabsurdo que la Religión católica, y el gran Sacerdote de Pacha-6rnac no vencía tal vez en ferocidad al padre Valverde. Si el súb-dito de Huaina-Capac admitía la civilización, no encontrarnosmotivo para que el indio de la República la rechace, salvo que to-da la raza hubiera sufrido irremediablemente decadencia fisioló-gica. Moralmente hablando, el indígena de la República se mues-tra inferior al indígena hallado por los conquistadores; mas de-presión moral a causa de servidumbre politica no equivale a impo-sibilidad absoluta para civilizarse por constitución orgánica. Entodo caso sobre, quién gravitaría la culpa?

Los hechos desmienten a los pesimistas. Siempre que el indioa instruye en colegios o se educa por el simple roce con personas

civilizadas, adquiere el mismo grado de moral y cultura que el des-cendiente del español. A cada momento nos rozamos con amari-llos que visten, comen, viven y piensan como los melifluos caba-lleros de Lima. Indios vemos en Cámaras, municipios, magistratu-ra, universidades y ateneos, donde se manifiestan ni más venalesni más ignorantes que los de otras razas. Imposible deslindar res-ponsabilidades en el toturn revolutum de ia política nacional paradecir qué mal ocasionaron los mestizos, los mulatos y los blancos.Hay tal promiscuidad de sangres y colores, representa cada indi-viduo tantas mezclas lícitas o ilícitas, que en presencia de muchí-simos peruanos quedaríamos perblejos para determinar la dosisde negro y amarillo que encierran en sus organismos: nadie me-rece el calificativo de blanco puro, aunque lleve azules los ojosy rubio el cabello. Sólo debemos recordar que el mandatario conmayor amplitud de miras perteneció a la raza indígena, se llamabaSanta Cruz L o fueron cien más, ya valientes hasta el heroísmocomo•Cahuide; ya fieles hasta el martirio como Olaya.

Tiene razón Novicow al afirmar que las pretendidas incapaci-dades de los amarillos y los negros son quimeras de espíritus en-

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fermos. Efectivamente, no hay acción generosa que no pueda serealizada por algún negro ni por algún amarillo, como no hay ato infame que no pdeda ser cometido por algún blanco. Durantla invasión de China en 1900, los amarillos del Japón dieron le(>'ciones de humanidad a los blancos de Rusia y Alemania. No ri'-cordamos si los negros de Africa las dieron alguna vez a los boeridel Transvaal o a los ingleses dei Cabo: sabemos si que el anglo:sajón Kitchener se muestra tan feroz en el Sudán corno Behanzioen el Dahomey.

Si en vez de comparar una muchedumbre de piel blanca conotras muchedumbres de piel oscura, comparamos un individuocon otro individuo, veremos que en medio de la civilización bian-ca abundan catres y pieles ro¡as por dentro. Como flores de razau hombres representativos, nombremos al Rey de Inglaterra y alEmperador de Alemania: Eduardo VII y Guillermo II¿merecencompararse con el indio Benito Juárez y con el negro, BookerWashington? Los que antes de ocupar un trono vivieron en ia ta-berna, el garito y la mancebía, los que desde la cima de un impe-rio ordenan la matanza sin perdonar a niños, ancianos ni mujeresllevan lo blanco en la piel mas esconden lo negro en el alma.

We sólo la ignorancia depende el abatamiento de la raza indi-gena? Cierto, la ignorancia nacional parece una fábula cuando sepiensa que en muchos pueblos del interior no existe un solo hom-bre capaz de leer ni escribir, que durante la guerra del Pacifico losindígenas miraban la lucha de las dos naciones como una contien-da civil entre el general Chile y el general Perú, que no hace mu-cho los emisarios de Chucuito se dirigieron a Tacna figurándoseencontrar ahí al Presidente de la República.

Algunos pedagogos (rivalizando con los vendedores de pana-ceas) se imaginan que sabiendo un hombre los afluentes del Ama-zonas y la temperatura media de Berlín, ha recorrido la mitad del

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camino para resolver todas las cuestiones sociales. Si por un fenó-meno sobrehumano, los analfabetos nacionales amanecieran ma-ñana, no sólo sabiendo leer y escribir, sino con diplomas univer-sitarios, el problema del indio no habría quedado resuelto: alproletariado de los ignorantes, sucedería el de los bachilleres ydoctores. Médicos sin enfermos, abogados sin clientela, ingenie-ros sin obras, escritores sin público, artistas sin parroquianos, pro-fesores sin discípulos, abundan en las naciones más civilizadasformando el innumerable ejército de cerebros con luz y estóma-gos sin pan. Donde las haciendas de las costas suman cuatro ocinco mil fanegadas, donde las estancias de la sierra miden trein-ta y hasta cincuenta leguas, la nación tiene que dividirse en seño-res y siervos.

Si la educación suele convertir al bruto impulsivo en un ser ra-zonable y magnánimo, la instrucción le enseña y le ilumina el sen-dero que debe seguir para no extraviarse en las encrucijadas dela vida. Mas divisar una senda no equivale a seguir hasta el -fin; senecesita firmeza en la voluntad y vigor en los pies. Se requieretambién poseer un ánimo de altivez y rebeldía, no de sumisióny respeto como el soldado y el monje. La instrucción puedemantener al hombre en la bajeza y la servidumbre: instruidos fue-ron los eunucos y gramáticos de Bizancio. Ocupar en la tierra elpuesto que le corresponde en vez de aceptar el que le designan;pedir y tornar su bocado; reclamar su techo y su pedazo de terru-ño, es el derecho de todo ser racional.

Nada cambia más pronto n i más radicalmente la psicologíadel hombre que la propiedad: al sacudir la esclavitud del vientre,crece en cien palmos. Con sólo adquirir algo el individuo asciendealgunos peldaños en la escala social, porque las clases se reducena grupos clasificados por el monto de la riqueza. A la inversa delglobo aerostático, sube más el que más pesa. Al que diga: la es-cuela, respondasele: la escuela y el pan.

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La cuestión del indio, más que pedagógica, es económica, essocial. C ó m o resolverla? No hace mucho que un alemán conci

bió la idea de restaurar el Imperio de los Incas: aprendió el cluechua, se introdujo en las indiadas del Cuzco, empezó a granjearse:

partidarios, y tal vez habría intentado una sublevación, si la muer-:te no le hubiera sorprendido al regreso de un viaje por Europa.Pero ¿cabe hoy semejante restauración? A l intentarla, al quererrealizarla, no se obtendría más que el empequeñecido remedo deuna grandeza pasada.

La condición del indígena puede mejorar de dos maneras: oel corazón de los opresores se conduele al extremo de reconocerel derecho de los oprimidos, o el ánimo de los oprimidos adquie-re la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores. Si elindio aprovechara en rifles y cápsulas todo el dinero que des,perdida en alcohol y fiestas, si en un rincón de su choza o en elagujero de una peña escondiera un arma, cambiaría de condición,haría respetar su propiedad y su vida. A la violencia responderíacon la violencia, escarmentando al patrón que le arrebata las la.,-nas, al soldado que le recluta en nombre del Gobierno, al monto,nero que le roba ganado y bestias de carga.

Al indio no se le predique humildad y resignación, sino orgulloy rebeldía: K lue ha ganado con trescientos o cuatrocientos añosde conformidad y paciencia? Mientras menos autoridades sufra,de mayores daños se liberta. Hay un hecho revelador: reina mayorbienestar en las comarcas más distantes de las grandes haciendas,se disfruta de más orden y tranquilidad en los pueblos menos fre-cuentados por las autoridades.

En resumen: el indio se redimirá merced a su esfuerzo propio,no por la humanización de sus opresores. Todo blanco es, más omenos, un Pizarro, un Valverde o un Areche:

(Horas de Lucha, Lima, 7908)

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NIOTAS

1 E m i l e Durkheim (1858-1917), sociólogo francés fundador y director dela revista L' Année sociologique desde 1897 hasta 1912.

2 Don Víctor Arreguine le ha contestado con e! l ibro En qué consiste lasuperioridad de los Latinos sobre los Anglosajones (Buenos Aires, 1900).Según Arreguine, la larga obra del sePior Demolins, ampliación de uncapítulo de Taine sobre la educación inglesa, en lo que tiene ella de bue-no, antes que obra de imparcial serenidad, es un alegato anolornano conacentuado sabor a conferencia pedagógica, no obstante lo cual ha tur-bado a muchos cerebros latinos con l o que llamaremos mareo de la•novedad.

3 Maurice Barres (1862-1923), polít ico y escritor francés cuyos prejui-cios y "dandysmo intelectual" no !e negaron popularidad en su época.

4 j ) l e dónde saca el autor esas 22 repúblicas? No hay aquí un error t i-pográfico porque en una nota de la página 40 escribe: " i l faut ignorerd' une f n o n bien complete Phistoire de Saint-Domingue, d' Haiti, celledes vingtdeux républiques hispano-americaines et celle des Etats-Unis".

5 Lou i s Gumplowicz (1838-1909), economista polaco. Explica en su obrala formación de grupos humanos distintos, que luchan por su existenciaimpulsados por su heterogeneidad racial.

S Cuando en el Perú se habla de inmigración, no se trata de procurarsehombres libres que por cuenta propia labren el suelo y al cabo de algu-nos años se conviertan en pequeños propietarios: se quieren introducirparias que enajenen su libertad y por el minimum de jornal proporcio-nen el maximum de trabajo.

7 Memorias de los Virreyes del Perú Marqués de Mancera y Conde de Sal-vatierra, publicadas por José Toribio Polo. Lima, 1889.

8 L a raza indígena del Perú en los albores del siglo XX (página VI, segun-do folleto). Lima, 1903.

9 U n a persona verídica y bien informada nos proporciona los siguientesdatos: "Masacre de Amantani. —Apenas inaugurada la primera dicta-

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dura d e Piérola, los ind ios de A m a n t a n i , isla de Ti t i caca, l incharonuo gamonal q u e había c o m e t i d o l a imprudenc ia de obligarles a haceejercicios mi l i tares. L a respuesta f ue e l e n v i o d e Puno, de dos buques',armados en guerra, que bombardearon ferozmente la isla, de las 6 de la'mañana a las 6 de la tarde, La matanza fue horr ib le, sin que hasta ahora-•se sepa e l n ú m e r o de i nd ios que ese d í a perecieron, sin d is t inc ión de..edad n i sexo. Sólo se ven esqueletos que aún blanquean metidos en me-dio cuerpo en las grietas de los peñascos, en act i tud de refugiarse".

llave y H u a n t a se consumaron en l a segunda administración dePiérola.

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LA UTOPIA DE AMERICA

Pedro Henrrquez U reha

No vengo a hablaros en nombre de la Universidad de México,ho sólo Porque no me ha conferido ella su representación para ac-tos públicos, sino porque no me atrevería a hacerla responsable delas ideas que expondré. Y sin embargo, debo comenzar hablandolargamente de México, porque aquel país, que conozco tanto comomi Santo Domingo me servirá como caso ejemplar para mi -tesis.Está México ahora en uno de los momentos activos de su vida na-cional, momentos de crisis y de creación. Está haciendo la críticade su vida pasada; está investigando qué corrientes de su formida-ble tradición lo arrastran hacia escollos al parecer insuperables yqué fuerzas serían capaces de empujarlo hasta puerto seguro. YMéxico está creando su vida nueva, afirmando su carácter propio,declarándose apto para fundar su tipo de civilización.

Advertiréis que no os hablo de México como país joven, segúnes costumbre al hablar de nuestra América, sino como país de for-midable tradición, porque bajo la organización española persistióla herencia indígena, aunque empobrecida. México ese! único paísdel Nuevo Mundo donde hay tradición, larga, perdurable; nuncarota, para todas las cosas, para toda especie de actividades: para la

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industria minera como para los tejidos, para el cultivo de la astronornta como para el cultivo de las letras clásicas, para la pinturcomo para la música. Aquél de vosotros que haya visitado una dlas exposiciones de arte popular que empiezan a convertirse, parlit.México, en benéfica costumbre, aquél podrá decir qué variedad ddltradiciones encontró allí representadas, por ejemplo, en cerámica;:1la de Puebla, donde toma carácter del Nuevo Mundo la loza deTalavera; la de Teotihuacan, donde figuras primitivas se dibujan,en blanco sobre negro; la de Guanajuato, donde el rojo y el yardajuegan sobre fondo amarillo, como en el paisaje de la región;de Aguascalientes, de ornamentación vegetal en blanco o negrosobre rojo oscuro; la de Oaxaca, donde la mariposa azul y la flor'amarilla surgen, como de entre las manchas del cacao, sobre la tie:,-/rra blanca; la de Jalisco, donde el bosque tropical pone sobre el'fértil barro nativo toda su riqueza de líneas y su pujanza de calor,Y aquél de vosotros que haya visitado las ciudades antiguas deMéxico —Puebla, Querétaro, Oaxaca, Morelia, Mérida, León—,aquél podrá decir cómo parecen hermanas, no hijas, de las esoariclas: porque las ciudades españolas, salvo las extremadamente arcai'cas, como Avila y Toledo, no tienen aspecto medieval sino el aspacto que les dieron los siglos XVI a XVIII, cuando precisamentse edificaban las viejas ciudades mexicanas. La capital, en fin,triple de México —azteca, colonial, independiente—, es el símbolo

de la continua lucha y de los ocasionales equilibrios entre añejastradiciones y nuevos impulsos, conflicto y armonía que dan ca,

racter a cien años de vida mexicana.

Y de ahí que México, a pesar de cuanto tiende a descivilizarlo,a pesar de las espantosas conmociones que lo sacuden y revuelveriiiihasta los cimientos, en largos trechos de su historia, posea en supasado y en su presente con qué crear o —tal vez más exactamentite-- con qué continuar y ensanchar una vida y una culturason peculiares, únicas, suyas:

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• Esta empresa de civilización no es, pues, absurda, como lo pa-recería a los ojos de aquellos que no conocen a México sino a tra-vés de la interesada difamación del cinematógrafo y del telégrafo;

es caprichosa, no es mero deseo de Jouer a l'autochtone, según0pini6n escéptica. No: lo autóctono, en México, es una realidad;

y lo autóctono no es solamente la raza indígena, con su formida-ble dominio sobre todas las actividades del país, la raza de More-los y de Juárez, de Altamirano y de Ignacio Ramírez: autóctonoes eso, pero lo es también el carácter peculiar que toda cosa aspa-rsola asume en México desde los comienzos de la era colonial, asíla arquitectura barroca en manos de los artistas de Taxco o de Te-oOtZeitlán como la comedia de Lope y Tirso en manos de don JuanRuiz de AlarcOn.

Con fundamentos tales, México sabe qué instrumento ha deemplear para la obra en que está empeñado; y esos instrumentosson la cultura y el nacionalismo. Pero la cultura y el nacionalismono los entiende, por dicha, a la manera del siglo XIX. No se piensaen la cultura reinante en la era del capital disfrazado de liberalls-mos, cultura de dilettantes exclusivistas, huerto cerrado donde secultivaban flores artificiales, torre de marfil donde se guardaba laciencia muerta, como en los museos. Se piensa en la cultura social,ofrecida y dada realmente a todos y fundada en el trabajo: apren-der no es sólo aprender a conocer sino igualmente aprender a ha-cer. No debe haber alta cultura, porque será falsa y efímera, dondeno haya cultura popular. Y no se piensa en el nacionalismo polí-tico, cuya única justificación moral es, todavía la necesidad de de-

'fender el carácter genuino de cada pueblo contra la amenaza dereducirlo a la uniformidad dentro de tipos que sólo el espejismodel momento hace aparecer como superiores: se piensa en otronacionalismo, el espiritual, el que nace de las cualidades de cadapueblo cuando se traducen en arte y pensamiento, el que humo-rísticamente fue llamado, en el Congreso Internacional de Estu-diantes celebrado allí, el nacionalismo de las j(caras y los poemas.

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El ideal nacionalista invade ahora, en México, todos los capos. Citaré el ejemplo más claro: la enseñanza del dibujo seconvertido en cosa puramente mexicana. En vez de la mecániclicopia de modelos triviales, Adol fo Best, pintor e investigador.;"penetrante y sutil como una espada", ha creado y difundido s'IInovísimo sistema, que consiste en dar al niño, cuando comienzaidibujar, solamente los siete elementos lineales de las artes mexica.nas, indígenas y populares (la línea recta, la quebrada, el ofrculel semicírculo, la ondulosa, la ese, la espiral) y decirle que los ern.plee a la manera mexicana, es decir, según reglas derivadas también'de las artes de México; así, no cruzan nunca dos líneas sino cuan.do la cosa representada requiera de modo inevitable el cruce

Pero al hablar de México como país de cultura autóctona, nopretendo aislarlo en América: creo que, en mayor o menor gradotoda nuestra América tiene parecidos caracteres, aunque no todaella alcance la riqueza de las tradiciones mexicanas. Cuatro siglosde vida hispánica han dado a nuestra América rasgos que la distilguen.

La unidad de su historia, la unidad de propósito en la vida po.Mica y en la intelectual, hacen de nuestra América una entidad,una magna patria, una agrupación de pueblos destinados a unirse que el Afr ica central pasó, y en tiempos no muy remotos, de lacada día más y más. Si conserváramos aquella infantil audacia cd vida social organizada, de la civilización creadora, a la disoluciónque nuestros antepasados llamaban Atenas a cualquier ciudad .de eh que hoy la conocernos y en que ha sido presa fácil de la codiciaAmérica, no vacilaría yo en compararnos con los pueblos, polftia ajena: el puente fue la guerra incesante. Y el Facundo de Sarmien-camente disgregados, pero espiritualmente unidos, de la Greci ai to es la descripción del instante agudo de nuestra lucha entre laclásica y la Italia del Renacimento. Pero saí me atreveré a compa-3luz y el caos, entre la civilización y la barbarie. La barbarie tuvoramos con ellos para que aprendamos, de su ejemplo, que la d'esa consigo largo tiempo la fuerza de la espada; pero el espíritu launión es el desastre. l venció, en empeño corno de milagro. Por eso hombres magistrales

.como Sarmiento, corno Alberdi, como Bello, como Hostos, sonverdaderos creadores o salvadores de pueblos, a veces más que los'libertadores de la independencia. Hombres así, obligados a crear'hasta sus instrumentos de trabajo, en lugares donde a veces la ac-

Nuestra América debe afirmar la fe en su destino, en el porves,nir de la civilización. Para mantenerlo no me fundo, desde luegci''en el desarrollo presente o futuro de las riquezas materiales, ni

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quiera en esos argumentos, contundentes para los contagiados deldelirio industrial, argumentos que se llaman Buenos Aires, Monte-video, Santiago, Valparaíso, Rosario. No, esas poblaciones de-rpuestran que, obligados a competir dentro de la actividad contem-poránea, nuestros pueblos saben, tanto como los Estados Unidos,crear en pocos días colmenas formidables, tipos nuevos de ciudadque difieren radicalmente del europeo, y hasta acometer, comoRio de Janeiro, hazañas no previstas por las urbes norteamerica-nas. Ni me fundaría, para no dar margen a censuras pueriles de lospesimistas, en la obra, exigua todavía, que representa nuestra con-tribución espiritual-al acervo de la civilización en el mundo, pormás que la arquitectura colonial de México, y la poesía contempo-ránea de toda • nuestra ,América, y nuestras maravillosas artes po-•polares, sean altos valores.

Me fundo sólo en el hecho de que, en cada una de nuestrascrisis de civilización, es el espíritu quien nos ha salvado, luchandocontra elementos en apariencia más poderosos; el espíritu solo, yno la fuerza militar o el poder económico, En uno de sus momen-tos de mayor decepción, dijo Bolívar que si fuera posible para lospueblos volver al caos, los de la América Latina volverían a él. Eltemor no era vano; los investigadores de la historia nos dicen hoy

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tividad económica estaba reducida al mínimum de la vida patrcal, son los verdaderos representativos de nuestro espíritu. Tmos la costumbre de exigir, hasta al escritor de gabinete, la aptimagistral: porque la tuvo, fue representativo José Enrique RoidY así se explica que la juventud de hoy, exigente corno toda •ventud, se ensañe contra aquellos hombres de inteligencia poamigos de terciar en los problemas que a ella le interesan y enya solución pide la ayuda de los maestros.

Si el espíritu ha triunfado, en nuestra América, sobre la barne interior, no cabe temer que lo rinda la barbarie de afuera. N'nos deslumbre el poder ajeno: el poder es siempre efímera. Ensa•chernas el campo espiritual: demos el alfabeto a todos los hobres; demos a cada uno de los instrumentos mejores para trabajaen bien de todos, esforcémonos por acercarnos a la justicia sociay a la libertad verdadera; avancemos, en fin, hacia nuestra utopf

¿Hacia la utopía? Sí: hay que ennoblecer nuevamente la id'clásica. La utopía no es vano juego de imaginaciones pueriles:una de las magnas creaciones espirituales del Mediterráneo, ntjtra gran mar antecesor. El pueblo griego da al mundo occident-la inquietud del perfeccionamiento constante. Cuando descubrque el hombre puede individualmente ser mejor de lo que es y socialmente vivir mejor de como vive, no descansa para averiguarsecreto de toda mejora, de toda perfección. Juzga y compara; bca y experimenta sin descanso; no le arredra la necesidad de togta la religión y a la leyenda, a la fábrica social y a los sistemas jx:I (ticos. Es el pueblo que inventa la discusión, que inventa la oreca. Mira al pasado y crea la historia; mira al futuro y crea las ufpías.

El Antiguo Oriente se había conformado con la estabilidadla organización social: la justicia se sacrificaba al orden, el progreSa la tranquilidad. Cuando alimentaron esperanzas de perfeccio

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e victoria de Ahura Mazda entre los persas o la venida del Mesíasa los hebreos— las situaron fuera del alcance del esfuerzo hu-

ano: su realización sería obra de leyes o de voluntades mas altas.Grecia cree en el perfeccionamiento de la vida humana por mediodel esfuerzo humano. Atenas se dedicó a crear utopías: nadie las

vela mejor que Aristofanes; el poeta que las satiriza no sólo escapaz de comprenderlas sino que hasta se diría simpatizador deItas ital es el esplendor con que llega a presentarlas! Poco después

de los intentos que atrajeron la burla de Aristofanes, Plafón crea,en La República, no sólo una de las obras maestras de la filosofia yde la literatura, sino también la obra maestra en el arte singular dela utopía.

Cuando el espejismo del espíritu clásico se proyecta sobre Eu-ropa, con el Renacimiento, es natural que resurja la utopia. Y des-de entonces, aunque se eclipse, no muere. Hoy, en medio del for-jnidable desconcierto en que se agita la humanidad, sólo una luzunifica a muchos espíritus: la luz de una utopía, reducida, es ver-dad, a simples soluciones económicas por el momento, pero uto-pfa.al fin, donde se vislumbra la única esperanza de paz entre elnfierno social que atravesamos todos.

sería, pues, nuestro papel en estas cosas? Devolverle a latopfa sus caracteres plenamente humanos y espirituales, esforzar-

nos porque el intento de reforma social y justicia económica nosea el límite, de las aspiraciones; procurar que la desaparición delas tiranías económicas concuerde con la libertad perfecta delnombre individual y social, cuyas normas únicas, después del ne-rninem laedere, sean la razón y el sentido estético dentro de nues-tra utopía, el hombre deberá llegar a ser plenamente humano, de-ardo atrás los estorbos de la absurda organización económica enque estamos prisioneros y el lastre de los prejuicios morales y so--iales que ahogan la vida espontánea: a ser, a través del franco ejer-cicio de la inteligencia y de la sensibilidad, el hombre abierto a los

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Y por eso, así como esperamos que nuestra América se aprome a la creación del hombre universal, por cuyos labios hablebremente el espíritu, libre de estorbos, libre de prejuicios, espemos que toda América, y cada región de América, conserve y pfeccione todas sus actividades de carácter original, sobre todolas artes: las literarias, en que nuestra originalidad se afirma cdía; las plásticas, tanto las mayores como las menores, en queseemos el doble tesoro, variable según las regiones, de la tradicespañola y de la tradición indigena,, fundidas ya en oorriennuevas; y las musicales, en que nuestra insuperable creación polar aguarda a los hombres de genio que sepan extraer de ellado un sistema nuevo que será maravilla del futuro.

Y sobre todo, como símbolos de nuestra civilización paray sintetizar las dos tendencias, para conservarlas en equilibri

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cuatro vientos del espíritu; c ó m o se concilia esta utopía, citinada a favorecer la definitiva aparición del hombre univerScon el nacionalismo antes predicado, nacionalismo de jícaraspoemas, es verdad, pero nacionalismo al fin? No es dif foil la cociliacion: antes al contrario, es natural. El hombre universal c.que soñamos, a que aspira nuestra América, no será descastadsabrá gustar de todo, apreciar todos los matices, pero será detierra, su tierra y no la ajena, le dará el gusto intenso de los sabor.nativos, y ésa será su mejor preparación para gustar de todo lo qtenga sabor genuino, carácter propio. La universalidad no es el devcastamiento: en el mundo de la utopía no deberán desaparecer I.diferencias de caracteres que nacen del clima, de la lengua, detradiciones; pero todas estas diferencias, en vez de significar divis O -y discordancia, deberán combinarse como matices diversos de launidad humana; Nunca la uniformidad, ideal de imperialismos es,tériles; sí la unidad, corno armonía de las multanimes voces de os, •pueblos.

manía, esperemos que nuestra América siga produciendo lo queacaso su más alta característica: los hombres magistrales, héroesrdaderos de nuestra vida moderna, verbo de nuestro espíritu yadores de vida espiritual.

a utopia de América. La Plata, 1925)

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1. Mis observaciones se limitan a lo que se llama la AméricaLatina. La necesidad de abreviar me obliga a ser ligero, confusoi'v

exagerado hasta la caricatura. Sólo me corresponde

problemas que se me ofrecen, y mucho menos aportar soluciones,Tengo la impresión de que, con el pretexto de América, no hagomás que rozar al paso algunos temas universales.

2. Hablar de civilización americana sería, en el caso, inoportu-no. e l lo nos conduciría hacia las regiones arqueológicas quecaen fuera de nuestro asunto. Hablar de cultura americana serízalgo equivoco: ello nos haría pensar solamente en una rama deárbol de Europa transplantada al suelo americano. En cambio, pe-demos hablar de la inteligencia americana, su visión de la vida y seacción en la vida. Esto nos permitirá definir, aunque sea provisinalmente, el matiz de América.

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NOTAS SOBRE LA INTELIGENCIA AMERICANA

Alfonso Reyes

3. Ndestro drama tiene un escenario, un coro y un personaje.por escenario no quiero ahora entender un espacio, sino más bienun tiempo, un tiempo en el sentido casi musical de la palabra: uncompás, un ritmo. Llegada tarde al banquete de la civilización eu-ropea, América vive saltando etapas, apresurando el paso y co-rriendo de una forma en otra, sin haber dado tiempo a que madu-re del todo la forma precedente. A veces, el salto es osado y lanueva forma tiene un aire de un alimento retirado del fuego antesde alcanzar su plena cocción. La tradición ha pesado menos, yesto explica la audacia. Pero falta todavía saber si el ritmo euro-peo —que Procuramos alcanzar a grandes zancadas, no pudiendoenwarejarlo a su paso medio— es el único "tempo" histórico posi-ble: y nadie ha demostrado todavía que una cierta aceleracióndel proceso sea contra natura. Tal es el secreto de nuestra histo-ria, de nuestra política, de nuestra vida, presididas por una consig-na de improvisación. El coro: las poblaciones americanas se reclu-tan principalmente entre los antiguos elementos autóctonos, lasmasas ibéricas de conquistadores, misioneros y colonos, y las ul-teriores aportaciones de inmigrantes europeos en general. Haychoques de sangres, problemas de mestizaje, esfuerzos de adapta-ción y absorción. Según las regiones, domina el tinte indio, el ibé-rico, el gris del mestizo, el blanco de la inmigración europea ge-neral, y aun las vastas manchas del africano traído en otros siglosa nuestro suelo por las antiguas administraciones coloniales. Lagama admite todos los tonos. La laboriosa entraña de América vapoco a poco mezclando esta sustancia heterogénea, y hoy porhoy, existe ya una humanidad americana característica, existeun espíritu americano. E l acto o personaje, para nuestro argu-mento, viene aquí a ser la inteligencia.

4. La inteligencia panamericana va operando sobre una seriede disyuntivas. Cincuenta arios después de la conquista española,es decir la primera generación, encontramos ya en México un mo-do de ser americano: bajo las influencias del nuevo ambiente, la

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nueva instalación económica, los roces con la sensibilidad dedio y el instinto de propiedad que nace de la ocupación anterTaparece entre los mismos españoles de México un sentimientoaristocracia indiana, que se entiende ya muy mal con el impLiarribista de los españoles recién venidos. Abundan al efectotestimonios literarios: ya en la poesía satírica y popular de,época, ya en las observaciones sutiles de los sabios peninsularecomo Juan de Cárdenas' L a crítica literaria ha centrado esu,fenómeno, como en su foco luminoso, en la figura del dramatur-'mexicano don Juan .Iuiz de Alarc6n, quien a través de Cornelk—que la pasó a Mol._ e— tuvo la suerte de influir en la fórmulamoderno teatro de costumbres de Francia. Y lo que digo de NIxico, por serme más familiar y conocido, podría decirse en mayoro menor grado del resto de nuestra América. En este resquenit*incipiente latía ya el anhelo secular de las independencias ame,canas. Segunda disyuntiva: no bien se logran las independencicuando aparece el inevitable conflicto entre americanistas e h'I'•••-ipanistas, entre los que cargan el acento en la nueva realidad, y losque lo cargan en la antigua tradición. Sarmiento es, sobre tod1z,americanista. Bello es, sobre todo, hispanista. En México secuerda cierta polémica entre el indio Ignacio Ramírez y el español,Emilio Castelar que gira en torno a iguales motivos. Esta polémimuchas veces se tradujo en un duelo entre liberales y conservadres. La emancipación era tan reciente que ni el padre ni el hijo'sabían todavía conllevarla de buen entendimiento. Tercera disyutiva: un polo está en Europa y otro en los Estados Unidos. De armbos recibimos inspiraciones. Nuestras utopías constitucionales

Ist6ricos, por suerte cada vez menos justificados y que no se de-tocar aquí, no nos es simpática la tendencia hacia las segrega-

ones étnicas. Para no salir del mundo sajón, nos contenta la na-uralidad con que un Chesterton, un Bernard Shaw, contemplanlos pueblos de todos los climas, concediéndoles igual autentici-

dad humana. L o mismo hace Gide en el Congo. No nos agradaonsiderar a ningún t ipo humano como mera curiosidad o caso

ex6tic0 divertido, porque ésta no es la base de la verdadera sim-atia moral. Ya los primeros mentores de nuestra América, los

misioneros, corderos de corazón de león, gente de terrible inde-pendencia, abrazaban con amor a los indios, prometiéndoles elalismo cielo que a ellos les era prometido. Ya los primeros con-quistadores fundaban la igualdad. en sus arrebatos de mestizaje:

aquel soldado, un tal Guerrero, que sin este rasgo sería oscu-rig, el cual se negó a seguir a los españoles de Cortés, porque esta-ba bien hallado entre indios y, como en el viejo romance español,"tenia mujer hermosa e hijos como una flor". Así, en el Brasil, losélebres Joao Ramalho y el Caramurù, que fascinaron a las indias

de San Vicente y de Bahía. El mismo conquistador Cortés entraen el secreto de su conquista al descansar sobre el seno de DohaMarina; acaso allí aprende a enamorarse de su presa como nuncasupieron hacerlo otros capitanes de corazón mas frío (el César delas Gallas), y empieza a dar albergue en su alma a ciertas ambicio-nes de autonornismo que, a puerta cerrada y en familia, habia decomunicar a sus hijos, más tarde atormentados por conspirar con-tra la metrópoli española. La Iberia imperial, mucho más que ad-ministrarnos, no hacia otra cosa que irse desangrando sobre Amét

combinan la filosofía política de Francia con el federalismo pre-ca. Por acá, en nuestras tierras, así seguimos considerando la vi-sidencial de los Estados Unidos. Las sirenas de Europa y las de ida: en sangría abierta y generosa.,Norteamérica cantan a la vez para nosotros, de un modo general,la inteligencia de nuestra América (sin negar por ello afinidades 5 . Tales son el escenario, el coro, el personaje. He dicho lascon las individualidades más selectas de la otra América) parece,ileripcipales disyuntivas de la conducta. Hablé de cierta consignaque encuentra en Europa una visión de lo humano más universat;:• de improvisación, y tengo ahora que explicarme. La inteligenciamás básica, más conforme con su propio sentir. Aparte de recelos,i americana es necesariamente menos especializada que la europea.

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Nuestra estructura social así lo requiere. El escritor tiene amayor vinculación social, desempeña generalmente varios .0cios, raro es que logre ser un escritor puro, es casi siempreescritor "más" otra cosa u otras cosas. Tal situación ofrece verytjas y desventajas. Las desventajas: llamada a la acción, la inteligecia descubre que el orden de la acción es el orden de la t r a n 4don, y en esto hay sufrimiento. Estorbada por las continuasgencias, la producción intelectual es esporádica, la mente andeditraida. Las ventajas resultan de la misma condición del mundt;contemporáneo. En la crisis, en el vuelco que a todos nos sacuidthoy en día y que necesita del esfuerzo de todos, y singularmentede la inteligencia (a menos que nos resignáramos a dejar que solola ignorancia y la desesperación concurran a trazar los nuevos coa,dros humanos), la inteligencia americana está más avezada al aire,de la calle; entre nosotros no hay, no puede haber torres de ma'r,fil. Esta nueva disyuntiva de ventajas y desventajas admite taha.bien una síntesis, un equilibrio que se resuelve en una peculiarmanera de entender el trabajo intelectual como servicio pUblic4como deber civilizador. Naturalmente que esto no anula, por féi,tuna, las posibilidades del paréntesis, del lujo del ocio literarioro, fuente en la que hay que volver a bañarse con una saludabifrecuencia. Mientras que, en Europa, el paréntesis pudo ser kinormal. Nace el escritor europeo en el piso más alto de la Torri.Eiffel. Un esfuerzo de pocos metros, y ya campea sobre las cim'asmentales, Nace el escritor americano como en la región del fuegocentral. Después de un colosal esfuerzo, en que muchas veces leayuda una vitalidad exacerbada que casi se parece al genio, ape-nas logra asomarse a la sobrehaz de la tierra. Oh, colegas de Eu.ropa: bajo tal o cual mediocre americano se esconde a menudo unalmacén de virtudes que merece ciertamente vuestra simpatra'yvuestro estudio. Estimadlo, si os place, bajo el ángulo de aquellaprofesión superior a todas las otras que decían Guyau y José En.rique Rodó: la profesión general del hombre. Bajo esta luz,hay riesgo de que la ciencia se desvincule de los conjuntos, enfr-as,

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cada en sus conquistas aisladas de un milímetro por un lado y.otro milímetro por otro, peligt o cuyas consecuencias tan lúcida-mente nos describía Jules Romains en su discurso inaugural delpEN Club. En este peculiar matiz americano tampoco hay ame-naza de desvinculaciones con respecto a Europa. Muy al contra-rio, presiente que la inteligencia americana está llamada a desem-peñar la más noble función complementaria: la de ir establecien-do sintesis, aunque sean necesariamente provisionales; la de i raplicando prontamente los resultados, verificando el valor de lateoría en la carne viva de la acción. Por este camino, si la econo-mía de Europa ya necesita de nosotros, también acabará por ne-cesitarnos la misma inteligencia de Europa.

6. Para esta hermosa armonía que preveo, la inteligencia ame-ricana aporta una facilidad singular, porque nuestra mentalidad,a la vez que tan arraigada a nuestras tierras como ya lo he dicho,es naturalmente internacionalista. Esto explica, no sólo por quénuestra América ofrezca condiciones para ser el crisol de aquellafutura "raza cósmica" que Vasconcelos ha soñado, sino tambiénpor qué hemos tenido que ir a buscar nuestros instrumentos cul-turales en los grandes centros europeos, acostumbrándonos asía manejar las nociones extranjeras como si fueran cosa propia.En tanto que el europeo no ha necesitado de asomarse a Améri-ca para construir su sistema del mundo, el americano estudia,conoce y practica a Europa desde la escuela primaria. De aquíuna Pintoresca consecuencia que señalo sin vanidad ni encono:en la balanza de los errores de detalle o incomprensiones parcia-les l o s libros europeos que tratan de América y de los librosamericanos que tratan de Europa, el saldo nos es favorable. En-tre los escritores americanos es ya un secreto profesional el quela literatura europea equivoque frecuentemente las citas en nues-tra lengua, la ortografía de nuestros nombres, nuestra geografía,etc. Nuestro nacionalismo connatural, apoyado felizmente en lahermandad histórica que a tantas repúblicas nos une, determina

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din la inteligencia americana una innegable inclinación paciffsElla atraviesa y vence cada vez con Mano más experta los confjtos armados y, en el orden internacional, se deja sentir hasta en'los grupos más contaminados por cierta belicosidad política a.medida. Ella facilitará el gracioso injerto con el idealismo paciftta que inspira a las más altas mentalidades norteamerican4Nuestra América debe vivir corno si se preparase siempre a revçzar el sueño que su descubrimiento provocó entre los pensadorde Europa: el sueño de la utopía, de la república feliz, que pré't.taba singular calor a las páginas de Montaigne, cuando se acerca.be a contemplar las sorpresas y las maravillas del nuevo mundo.

7. En las nuevas literaturas americanas es bien perceptible 140empeño de autoctonismo que merece todo nuestro respeto,bre todo cuando no se queda en el fácil rasgo del color local,no que procura echar la sonda hasta el seno de las realidades psi.cologicas. Este ardor de pubertad rectifica aquella tristeza heredj.tana, aquella mala conciencia con que nuestros mayores conternpiaban el mundo, sintiéndose hijos del gran pecado original, CIQla capitis diminutio de ser americanos. Me permito aprovecha'faquí unas páginas que escribí hace seis años2.

La inmediata generación que nos precede, todavía se creíanacida dentro de la cárcel de varias fatalidades concéntricas. Losmás pesimistas sentían así: en primer lugar, la primera gran -rata;lidad, que consistía desde luego en ser humanos, conforme a lasentencia del antiguo Sileno recogida por Calderón:

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Porque el delito mayordel hombre es haber nacido

Dentro de éste, venía el segundo círculo, que consistía en habar llegado muy tarde a un mundo viejo. Aún no se apagaban Io4ecos de aquel romanticismo que el cubano Juan Clemente Zona°compendiaba en dos versos:

Mis tiempos son los de la antigua Roma,y mis hermanos con la Grecia han muerto.

En el mundo de nuestras letras, un anacronismo sentimental-dominaba a la gente media. Era el tercer círculo, encima de lasdesgracias de ser humano y ser moderno, la muy específica deser americano; es decir, nacido y arraigado en un suelo que no erael foco actual de la civilización, sino una sucursal del Mundo.para usar una palabra de nuestra Victoria °campo, los abuelos seantfan "propietarios de un alma sin pasaporte". Y ya que se eraamericano, otro handicap en la carrera de la vida era el ser latinoo, en suma, de formulación cultural latina. Era la época delA quoi tient la sup6riorite des Anglo-Saxons? Era la época de lasumisión al presente estado de las cosas, sin esperanzas de cambiodefinitivo ni fe en la rendición. Sólo se oían las arengas de 1Rodo,nobles y candorosas. Ya que se pertenecía al orbe latino, nuevafatalidad dentro de él pertenecer al orbe hispánico. El viejo leónhacía tiempo que andaba decaído. España parecía estar de vueltade sus anteriores grandezas, escéptica y desvalida. Se había puestoel sol en sus dominios. Y para colmo, el hispanoamericano no se.entendía con España, como sucedía hasta hace poco, hasta antesdel presente dolor de España, que a todos nos hiere. Denfro delmundo hispánico, todavía veníamos a ser dialecto, derivación, co-sa secundaria, sucursal otra vez: lo hispano-americano, nombreque se ata con guioncito como con cadena. Dentro de lo hispano-americano, los que roe quedan cerca todavía se lamentaban dehaber nacido en la zona cargada de indio: el indio, entonces, era

ilun fardo, y no todavía un altivo 'deber y una fuerte esperanza.Dentro de esta región, los que todavía más cerca me quedan te-nían motivos para afligirse de haber nacido en la temerosa vecin-dad de una nación pujante y pletórica, sentimiento ahora trans-lormado en el inapreciable honor de representar el frente de una..raza. De todos estos fantasmas que el viento se ha ido lleando ola luz del día ha ido redibujando hasta convertirlos, cuando me-

cl

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,, en realidades aceptables, algo queda todavía por los rinco2 América, y hay que perseguirlo abriendo las ventanas de

en par y llamando a la superstición por su nombre, que es la mnera de ahuyentarla. Pero, en sustancia, todo está ya rectificadO'

8. Sentadas las anteriores premisas y tras este examen de cal.sa, me atrevo a asumir un estilo de alegato jurídico. Hace tiemp()que entre España y nosotros existe un sentimiento de nivelaciòy de igualdad. Y ahora yo digo ante el tribunal de pensadoresternacionales que me escucha: reconocednos el derecho a la ckydadanía universal que ya hemos conquistado. Hemos alcanzadela mayoría de edad. Muy pronto os habituaréis a contar con no,sotros.

(Sur, Buenos Aires, septiembre de 1936. Tomado de Precursoresdel pensamiento latinoamericano contemporáneo (Antología)SepDiana, México, 1979).

NOTAS1 M é d i c o español rad icado en Méx ico que pub l icó en 1591 Problemas

secretos maravillosos de las Indias. Contrasta en esta obra el refinamiaito del cr io l lo y la rudeza del recién l legado peninsular.

2 M o n t e r r e y. Correo L i terar io , R io de Janeiro, octubre de 1930.

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INDOAMERICA

Víctor Raúl Haya de La Torre

"lenguaje politico" de Indoamérica

En el artículo enjundioso y sugerente de don Alfonso Reyespublicado en cierta dinámica revista de La Habana, portavoz degenerosos ideales indoamericanos, he leido algunas líneas que me-recen subrayarse y repetirse. Dice don Alfonso qué Inoloarnérica"no ha creado su lenguaje político sino que adopta el europeo" yque "ello ha tenido consecuencias en las soluciones europeizantesque hemos procurado para nuestros asuntos". Y añade: "Así pasóya en la Independencia. As( ha sucedido —todos lo saben— confriechos problemas y muchas veleidades que han atravesado la vi-da americana."

Que don Alfonso Reyes lo diga y que palabras tales salgan desu Pluma, en un artículo escrito con hondura y con belleza sobre

l.los "problemas y angustias" de Indoamérica, tiene, en mi opinión,especial importancia. La tiene, porque el ilustre escritor y diplo-mático mexicano representa a una generación y a una categoríade hombres de pensamiento en quienes los profesionales adeptosde las "soluciones europeizantes" para nuestros problemas, pudie-ran buscar protección y asidero. Y es que las gentes de egregio ran-go espiritual en Indoamérica saben distinguir entre adaptación y

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asimilación de cultura --que es dialéctica negación y continuidadevenir—, y ese otro vasallo afán de traductores y repetidores;no crea sino imita; que no es raíz profunda y prolongada que debito aflora, acogolla y retoña en otra planta --una diferente—, sjnadventicio y frágil intento de vivir colgado a la sombra de follarajeno.

Y Política es Cultura cuando es política auténtica. Y lo que lodoamérica parece obligada a buscar en sí misma en esta hora dehecatombes, es su autenticidad en todos los campos culturales.Ejgran modelo, la maestra vieja y sabia ya no nos enseña a crear sirioa destruir. Si los políticos "europeizantes" quieren seguir pegados/y sujetos a lo q u e Europa impone en esta etapa convulsiva, onpodrán hacer sino algo parecido al devoto suicidio de las viuda:hindúes que debían arrojarse a las piras devoradoras de los cadd-veres de sus maridos en señal de fidelidad y sometimiento. O algopeor —ya que hay suicidios que a veces están bien-- si porque creenllegada la hora del fuego, que para Europa ha sonado, prenden eola hoguera bárbara las hachas de Erostrato y buscan aquí celedad con el incendio.

Hay algo todavía que estimula júbilos en las declaracionesdon Alfonso Reyes: el significado de su certera y aguda actitud dparticipante del tema político en un tono de coordinación y .dtsintonía con el nuevo y vigoroso estado mental que se anunciaalgunos sectores de Indoamérica. Porque si es cierto que nos que.dan aún muchos "europeizantes" mentales, también es verdadque la conflagración del Viejo Mundo ha traído al Nuevo atisbos4de definición emancipadora o, por lo menos, fecundo y precursordesconcierto.

Nadie duda ya que vivimos una época en la que el mundo ajus:ta sus cuentas. Tiempos hay, así, de decisión y de agonía cuandla Humanidad se acerca al paso de una encrucijada, Y en hor

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como éstas lo mas elemental e instintivo es afirmar los pies en el-Opio suelo y dar los pasos certeros por uno mismo. Compañeromío de lucha, ahora desterrado del Perú en algún país de nuestrahermandad indoarnericana, me escribía hace poco de ciertos gru-pos de políticos e intelectuales europeizantes del país en que seasila, diciéndome cuánto espera de ellos ahora "que han perdidola orientación de Europa al enloquecerseles la brújula como a Co-lón cuando cruzó los trópicos". Y la imagen puede continuar ycontinua si se piensa que tras esa locura de rumbos vendrá el des-cubrimiento. Y el descubrimiento, de lo que del Nuevo Mundono está aún definido y emancipado, políticamente hablando, quees Indoamérica. Porque del otro lado, de la América norte sajonano hay que hablar, que tiene derrotero. Y de allí que sean un pococonfusionistas —y que cortésmente se lo señale a don Alfonso Re-yes y a los directores de la revista en que se publica el articuloque comento—, de allí que sea, digo, desorientador y antididacti-co que llamemos América a ésta y no a aquélla. O a aquélla y no aésta. O a ambas sin usar el plural, teniendo tan clara nuestra defi-nición determinadora y delimitante: Norteamérica, que ya encon.tro su camino fuerte y áureo y esta otra que ahora se emancipa deEuropa, que deja de ser Ibero o HispanoAmérica —etapa quecierran y lapidan la Guerra Civil española y Franco— y es, de nue-vo, con sus acervos indios, con Colón y Vesoucio, con Las Casas ycon nuestro sentido mestizo y telúrico, intransferible y eterno:Indoarnérica. ( No nos avergoncemos de llamarnos indoamerica-nos!).

.Oué, lenguaje político debe hablar Indoamérica?

Se me ocurre que no el del aislamiento extremo y nihilista sinoel del desprendimiento que "niega y continúa". Porque tan peligro-so es vivir imitando como intentar ruptura insólita y desconoci-miento simplista de todos los precedentes. Y lo biológico, por en-de lo vital, lo profundo .y renovador, es repetir la enseñanza eterna

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de la Naturaleza que desprende el fruto maduro, el hijo hechohuevo denso, para que sigan solos la línea superadora de la vique, por negaciones así, se emancipa y se perenniza.

Y en ese lenguaje nuevo hay que comenzar porilas palabr4porque no será nuevo aquél siendo éstas viejas. Primero, definIi

y asentar nuestros conceptos substantivos, nuestras denominacines esenciales. Saber —y que sepan nuestras masas, porque sin ella

no hay política verdadera—, cuál es de las Américas la nuestrapor qué cada patriotismo, que en ella delimitan fronteras y sorn.brean banderas nacionales, debe estar sólidamente completadocon el amor y el conocimiento bolivariano: con la conciencia his,torica de la indivisible unidad continental. Distinguir entre las pa,trias de Europa —separadas por barreras étnicas, idiomáticas, culto.rales y de tradiciones hostiles— y el sentido renovado de patria enIndoamérica que debe completarse con el sentimiento, con la co4iprension y con la positiva hermandad de sus veinte repúblicaPorque de no ser así acabaremos como acaban los estrechos, odi6sos e irrespirables chauvinismos europeos.

Dando al significado de la Patria un nuevo valor inseparable delsentido continental, importa subrayar dos conceptos que en Polf,tica son fundamentales y cuya aplicación práctica deciden la soliclez y perdurabilidad de un Estado: la Justicia Social y la Libertad'ind ivi dual

Europa ha dado muchas fórmulas de realización y afirmaciónpara estos enunciados que son expresión de anhelos motores de laHistoria. Pero quizá lo más trascendente del "nuevo lenguaje poirtico" de indoamérica será demostrar que fuera y contra de los Cdnones europeos pueden nuestros pueblos hallar sus postulados pro.pios de Justicia y de Libertad. La experiencia del Viejo Mundoen política —como en todas las ramas de la cultura— es punto de:-

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partida ineludible. Pero aplicada a nuestra realidad habrá de seruna fresca y diferente experiencia. Porque si es cierto que hayprincipios y reglas universales, sería absurdo llevar ese universalis-mo a todo. La vida es posible en cualquier lugar habitable del pla-neta, pero no en todos ellos la vida está sujeta a idénticas condicio-nes y características. La asociación humana es principio ecuméni-co, pero no se produce en forma regimentada e idéntica en cadaambito del mundo. El hambre es condición del ser vivo, pero seaplica por diferentes medios según las especies, y, en el hombre,según las latitudes. El proceso de adaptación del animal a su me-dio y del ser hdrnano, particularmente —con su desarrollo de rela-ciones, organización social, cultura y grados de evolución— no es-tá sujeto a regias de uniformidad para todos los•continentes. Enun mismo tiempo cronológico, cada grupo social vive su etapa, esdecir su propio tiempo que es el de su historia. Y ese tiempo lomarca el r i tmo de vida y progreso determinados por el espaciogeográfico y las condiciones de medio ambiente, momento cultu-ral y Psicología étnica peculiares de cada latitud.

El "nuevo lenguaje político de Indoamérica" tendrá, pues, quesalirse de •la repetición textual y servil de los teóricos de la JusticiaSocial y de la Libertad de los pueblos europeos, para hablar conotros vocablos, que son antiguos pero que renuevan en estas tie-rras la perentoriedad de nuestros asuntos propios. No es problemasocial para Europa y para Norteamérica —vaya un ejemplo— corn-batir el i3nalfabetismo, y en Indoamérica lo es. No es problema so-cial para Europa y para Estados Unidos --zonas industriales conderrotero ya logrado-- que millones de sus habitantes tengan posi-bilidad y sientan necesidad de usar zapatos y calcetines, pero aquí,en nuestra gran Nación Indoamericana, cubrir y defender moder-na y Propiamente el pie desnudo de un altísimo porcentaje denuestra población s í es problema, ilmaginemos la renovaciónmental, higiénica, económica y política que significará para nues-tro Continente que decenas de millones de indoamericanos calcen

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sistemáticamente y civilizadamente sus pies como resultado.una necesidad personal y social que satisfacen por sí mismcr

Y esto demuestra que nuestra política debe acometer realides simultáneas que involucran desde las manifestaciones socia-1más primitivas hasta las más actuales. Y esto infiere —como ci4

secuencia— que si la realización de la Justicia Social ha de ser 11nuestro ideario y acción de gobierno indoarnericano diferente dela que Europa ha establecido, después de dos mil años de cultuuniformemente desarrollada, también nuestra concepción deLibertad tiene que adoptar fórmulas típicas.

Así la Democracia, que es su corolario. Así la estructura esta.dual que es su expresión. Así la economía que es su signo, y as(las relaciones interamericanas entre la zona máquina y la zoolcampo —que guardan en sus resortes el secreto de nuestro corndestino.

Indoamérica comienza a balbucear un nuevo idioma polí t iay la agonía de una grande y gloriosa etapa de cultura europea el,-timula el surgimiento de nuestra fisonomía continental. Peromo la Historia la hacen los hombres, toca a los nuestros asumir sirresponsabilidad. Sin deslumbrarse con los resplandores de la ho-guera y sin confundir en su visión de este Hemisferio lo que 4,nuestro —social, económico, racial y culturalmente indoamericalici,y lo que no lo es, pero con lo que, por vecindad, debemos convi;vir, hallando una equilibrada coordinación de fuerzas—, hay queemprender la obra bella y grave de crear nuestro lenguaje y nues,tro dinamismo políticos.

Lema de tomarse en cuenta, sería: "La libertad limitada por laJusticia" y norma aplicada de Justicia y Libertad podría ser la De-mocracia Funcional. Con esto se hace posible la estructura de Uti:Estado que no represente a una sola clase sino que sea expresi6ii

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y baluarte de todas las cosas que necesiten defensa, cultura ybienestar, corno suma de las mayorías. Y así se puede coordinar.un cooperativismo económico, científicamente vertebrado, quemueva, fortalezca y dé valores de resistencia y de capacidad crea-dora s i n explotación humana— a nuestra economía.

Incehuasi, Perú, agosto de 1940.

Nuestras razones en favor de Indoamérica

No eludimos nosotros, los que preconizamos el nombre de "In-doamérica", la razón política. Contrariamente, la subrayamos y,exaltamos como singularmente significativa. La denominación denuestro Continente no es sólo un asunto de semántica circunstan-cial. Es, en su vasto y sentido vital, cuestión de Historia. Pero valerepetir que esta nueva palabra del léxico aprista tiene también susdefensas inobjetables en lo que podríamos llamar con eventual in-terpretación política la "semántica histórica". Es, como lo indicomás arriba la unidad superior de los que sostienen la tesis del "his-panoamericanismo" y la antítesis del "latinoamericanismo". Elconcepto Indoamérica completa la triade, porque en su valor desíntesis incorpora todas las razones de uno y otro lado, aducidasen esta polémica, y determina y señala a nuestro Continente, alu-diendo a su contenido social, étnico, político, idiosincrásico, lin-güístico.

La más simplista y común objeción al vocablo "Incloamérica"e afirma en el argumento de que en algunos paises nuestros los in-dios puros son minoría, corno en el caso de Costa Rica, Cuba, Co-lombia, Chile, Brasil, Uruguay y Argentina. No es dificil la res-puesta sin embargo, considerada Indoamérica como un todo --ytal la razón del nombre común—, el valor numérico de "lo indio"

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es mayoritario. Porque no Sc trata del indio puro, sino tambi6mestizo, Y no puede negarse que nuestro Continente, a pesasus citadinas y esporádicas islas blancas, us, por predoininicantidad y por carácter de calidad, mesti-,:o de indio y blanco'.en grado menor, de indio y negro. De allí que el mismo Palmalera con no poca razón y mucha gracia, ironizando sobre racisaristoct atizante de cierta casta espanolista limeña, "que aquique no tiene de Inga tiene de Mandinga".

Pero no es la razón del número, el dato del censo, el índice èt:.tadístico lo que apoya el indoamericanismo como nombre y emo idea. Es algo más hondo y telúrico, más recóndito yes el espíritu y la cultui a nuestra en que afloran remotas savidesde los oscuros abismos ancestrales de tantas viejas razas en dttas tierras confundidas. Germán Arciniegas, brillante escritor,4.doamericano —de Colombia, donde los indios pur-sang sonría— ha escrito en su bello libro AWrica,. Tierra Firme (1938)-'tas palabras palpitantes de verdad: "Nuestra cultura no es europelNosotros estamos negándola en el alma a cada instante. Las ciudes que perecieron bajo el imperio del conquistador bien muerttestán. Y rotos los ídolos y quemadas las bibliotecas mexicanas.ro nosotros llevamos dentro u n a negación agazapada. Nosotriestamos descubriéndonos en cada examen de conciencia y no es pifisible someter la parte de nuestro espíritu americano por más s.j.lenciosa que parezca. Por otra parte, es cuestión de orgullo. De nipracticar un entreguismo que nos coloque como serviles imitadb-res de una Civilización que por muchos aspectos nos satisface, pe-ro que por muchos nos desconsuela y desengaña".

iPalabras éstas de un escritor mozo que no usa aún el vocabloIndoamérica, pero que brillante e indirectamente fundamenta susdefensa! Ellas dicen mucho de las razones culturales en que incide'nuestro punto de vista. El indio está en nosotros. Andrés Siegfried

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--zha visto bien, aunque parcialmente en su Amerique Latinet 933) al remarcar que "el fondo de la población es rojo, sea en:Bolivia, en Perú, en Venezuela y aun en Chile donde el roto, dec'etdcter mestizo, n o puede ser considerado de ninguna maneracomo perteneciente a la raza blanca; porque a pesar de las afirma-ciones en contratio, el viajero que sabe ver no se equivoca, pues élse encuentra en presencia de un indio". Y aunque Siegfried hablede una "América blanca" en superestimada oposición a la roja,acierta en mucho al reconocer y comprobar la importancia e in-fluencia de lo ind io en nuestra raza y nuestra mente.

Con más penetración y grandeza, pese a sus hermosas fantasíasde germano nebuloso, ahonda mejor el Conde Keyserling en lasdiscutidas y sugerentes Meditaciones que son por su contenido ypor su tesis, "indoamericanas" y no "sudamericanas" como impro-pia y limitadamente las intituló. En Keyserling, quienes sentimosmes abajo del blanquisco pigmento el latido recóndito del corazóndel indio, hallarnos muchas verdades. Ellas duelen a veces porquearrancan cruelmente la piel de los europeizantes para enseñarles elplasma profundo de su indoamericanisrno. Peor, aunque con me-nos originalidad de lo que puede suponerse --si hacemos el examende conciencia que Arciniegas pide—, Keyserling descubre en noso-dos hondos secretos psicológicos que cada cual conoce más o me-nos bien, y oculta y disimula mejor con el pródigo barniz de nues-tro habitual afán de vivir mintiéndonos.

Keyserling ha indignado a no pocos porteños argentinos descu-briéndoles su tuétano indio. Los grupos intelectuales colonialistasde Buenos Aires se han sentido ofendidos -- iellos, que miran sincesar a Europa-madre y viven atentos a sus m Mimos gestos para se-guirlosl— Esta indignación es, no obstante su altisonancia, artifi-cial y snobista. Las élites coloniales bonaerenses y sus cenáculosliterarios adictos —arrogantes como buenos criollos— consideranridícula, abominable y hasta indecente, que un señor alemán de

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sangre azul les descubra la "tristeza india" más abajo de sus maqIlajes parisienses y sus burguesas artes de sastrería. Pero la "tris'. 1,06s alto valor que todo el optimismo de los norteamericanos yza india" está en la Pampa — ¡pampa, nombre quechuall— y, m adentro en la verdadera Argentina indoamericana, que suelda suvértebras con los Andes y pega sus tierras a las que fueron par'ft e s a tristeza optimista --acicate dolido y férvido de nuestra re-del predio comunitario de los incas, la "tristeza india" esta v i 4 voludión— surge ya acendrada y vívida en lo que hay de arte puroprofunda como la marca de bronce de tantos "cholos" argentin6 c o Incloamérida. Degenera y desfigura en los malos tangos cebare-que yo vi en los aledaños de Humahuaca, de Jujuy, de Salta y Ttj, toros en todo ese mezquino jaez de pésima rnusidalerfa colonialcumén, donde todavía dice su palabra ¡untadora de pueblos 6-1, que empequeñece la tristeza en morbosas angustias sexuales. Peroimperial verbo de remotos ecos que parecen eternos. os fuerte y pura en los viriles ritmos quechuas que no cantan escla-

vitud —la kachampa cusquefia, por ejemplo—, en más de una dul-ce y bella canción maya que oí en Yucatán; en la música mestizade buena cepa campesina, corno el "pericón", el "t.amborito" la

Indoamérica, vocablo de reivindicación y de optimismo I "ranchera" y "santiagueñas" gaucheras; en las vibran tes "zambas","zambacuecas" o "zamacuecas" o "marineras", que con variantesleves de compás son del Plata, de • Chile, de Bolivia y del Perú; en

Keyserling hace tres afirmaciones sobre la trascendencia tellit*: los "pasillos" de Ecuador y Colombia; en no pocas canciones bra-ca de lo Indio en nuestro Continente. Dice que la tristeza indi: silehas, centroamericanas y antillanas, y en la magnifica músicaamericana "no tiene nada de trágica" (Medit. 10). Descubre q : popular de México plena de gallardía y de vigorosas resonancias.en estos pueblos "encontramos hoy en dia indios de una conce s u r g e también esa optimista tristeza india en la pintura genial decion autóctona y original del Universo" (Medit. 8). Reconoce que Rivera, Orozco y sus discípulos y en la auténtica Poesía rural in-"precisamente la intelectualidad y la pasividad de Indoamérica, doamericana, irónica y ágil, a lo "Martín Fierro", porque la ¡ro-pueden deferirle en este viraje de la Historia una misión trascoh- rifa triste y fuerte a la vez es de firme rastro indio, y en quechuadental para la Humanidad", porque "existen ya las condiciones" tenernos de ella expresiones incomparables. Por todo eso que yay le parece "asegurado el porvenir indoamericano", deduciendo anuncia el espíritu de lo que nuestra Patria Grande ha de ser, "In-que "es posible que• el próximo renacimiento del espíritu surja en doarnérica" es un nombro de reivindicación integral, de afirma-Indoamérica para la salvación de los hombres todos y para redimir- clon emancipadora, de definición nacional. El arce se ha adelanta-los de la brutalidad" (Meclit. 8). d o a su advenimiento; pero por él habla precursoramente la rebel-

día y el secreto optimismo que van gestando una modular trans-Estimulantes conclusiones que no se basan en una concepcióneuropeizante o colonial de Indoamérica y que reconocen su un i i e n nuestros pueblos,dad indestructible en la raíz de lo indígena y telúrico. Porquenuestra --india— es la tristeza indoamericana —de la que dice Key.. Y ese es el sentido y la justificación histórica de la expresiónserling, quizá en la más aguda y realista de sus tesis— que "ent ra ' •Indoamérica": Ella envuelve y sintetiza, como queda dicho, a to-

das las demás: Indias fue llamado este Continente durante tres si-

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glos por nuestros conquistadores, y América es nombre tan eurpeo como nuestro. Es latino por Vespuclo, por Hylacomyluspor los españoles y portugueses que lo aceptaron. Y el vocablo Indoamérica que —repitámoslo— es de todos modos de origen ibérica':y —reiterémoslo—, es por tanto, de extracción latina, al mismetiempo que conserva la auténtica denominación del Descubridory la de su primer defensor, Las Casas, amén de la que usaron las'instituciones básicas del virreynato, supera esos valores alusivoscon el sentido moderno del Indio y de nuestra América que vatransformándose y definiéndose en el crisol de una raza y de unanueva cultura.

iNo nos avergoncemos, pues, de llamarnos indoamericanoslReconozcamos que en el corazón de nuestro Continente, como enel corazón de cada uno de sus habitantes, está lo Indio y ha de influiren nosotros aunque se perdiera en la epidermis y el sol se negara aretostarla. Porque está viva lo que Arciniegas llama bellamente "lanegación agazapada", y ella ha de aflorar en plenitud de sus valoresvitales algún día. Muchas veces, viajando por nuestras t ierrasioyendo el habla de sus pueblos, he pensado que lo indio esta im-preso en nosotros hasta en la entonación con que hablamos nueS,tre idioma. El hombre de México, según la región, da al castella-no un acento que no es raro percibir y distinguir cuando se oyehablar los dialectos indígenas. Alguna vez observé que hay tonoyanqui en el dejo de los norteños, azteca o zapoteca en el de 16S-,de los de la meseta y mayaqUiché en los de Yucatán y Guatemala,d\lo hablarían los chibchas con la cadencia colombiana y los arau-canos con e! "canto" chileno? Los andinos de Ecuador, Perú, Bo-livia y sierras argentinas tienen semejantes inflexiones quechuati"Canto" mochika es el de los costeños del Nor-Perú y guaraní elde la entonación paraguayo-chaqueña. Y donde el negro dejó surastro, cuando sustituyó al indio, hay una manera peculiar de ha-iblar la lengua de Castilla. No hablamos, ciertamente, en I ndoame,rica el español de España. Y lo hablamos con diversos tonos. Digne

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de observarse es también que nadie sabe escucharse el propio "de-". En cada región de América se dice que los foráneos "cantan".

i"Canta" el indio en la fonética de todos, pero sólo lo recono-cemos en los extraños! Conocernos a nosotros mismos es quizá elmejor paso para io que tantas veces se ha llamado el redescubri-miento de indoarnerica.

Incahuasi, Perú, noviembre de 1938.

(Cuadernos de cultura latinoamericana, no. 65, pp. 5-9 y 13-18).

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Pese a sus carencias, omisiones e ingenuidades [ha dicho tam-ben Benedetti], la visión de Rodó sobre el fenómeno yanqui, ri-

Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodó, siti gurosamente ubicada en su contexto histórico, fue en su mamen-oCallisdn. Esto es algo que vemos con particular nitidez los me t o la primera plataforma de lanzamiento para otros planteos pos-S'til' , .zos que habitamos estas mismas islas donde vivió Caliban: Prds•teriores menos ingenuos, mejor informados, más previsorespero invadió las islas, mató a nuestros ancestros, esclavizó a Caft f I l a casi profética sustancia del arielismo rodoniano con-

seban y le enseñó su idioma para poder entenderse con él: ¿q- r v a , todavía hoy, cierta parte de su vigencia2.otra cosa puede hacer Caliban sino utilizar ese mismo idioma - - h *no tiene otro— para maldecirlo, para desear que caiga sobre 61 E s t a s observaciones están apoyadas por realidades incontro-"roja plaga"? No conozco otra metáfora más acertada de

:1: ertibles. Que la visión de Rodó sirvió para planteos posterioresnuestr4situación cultural, de nuestra realidad. De Tupac Amaru, Tirademenos ingenuos y más radicales, lo sabemos bien los cubanos cont?

sólo remitirnos a la obra de nuestro Julio Antonio Mella, en cuyates, Toussaint-Louverture, Simón Bolívar e l cura Hidalgo, José :formación fue decisiva la influencia de Rodó. En un vehementeArtigas, Bei nardo O'Higgins, Benito Juárez, Antonio Maceo -5,:" •

- José Martí, a Emiliano Zapata, Augusto César Sandino, Julib. rtabajo de sus veintiún años, "intelectuales y tartufos" (1924),Antonio Mella, Pedro Albizu Campos, Lázaro Cárdenas, • lelect en que Mella arremete con gran violencia contra falsos valores in-

s de su tiempo —a los que opondrá os nombres de Una-- u a l e lCastro y Ernesto Che Guevara; del Inca Garcilaso de la Vegais*Aleilaclinho„ la música popular antillana, José Hernández, Eugeni Marla de Hostos, Manuel González Prada Rubén Darío (si ' I n t e l e c t u a l es el trabajador del pensamiento. 1E1 trabajador!, o, : a pe:

• a el único hombre que a juicio de Rodó merece la vida, [ Isar de todo), Baidomero Li l lo y Horacio Quiroga, al muralistt

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CALIBAN, NUESTRO SIMBOLO

Roberto Fernández Retamar

mexicano, Flector Vilialobos, César Vallejo, José Carlos Mariate-gui, Ezequiel Martínez Estrada, Carlos Gardel, Pablo Neruda, Ale-o Carpentier, Nicolás Guillén, Aime Césaire, José María Argue-des, Violeta Parra y Frantz Fanon,¿que es nuestra historia, quées nuestra cultura, sino la historia, sino la cultura de Caliban?

En cuanto a Rodó, si es cierto que equivocó los símbolos,corno se ha dicho, no es menos cierto que supo señalar con cla-ridad al enemigo mayor que nuestra cultura tenía en su tiempo_y en el nuestro—, y ello es enormemente más importante. Laslimitaciones de Rodó, que no es éste el momento de elucidar, sonresponsables de lo que no vio o vio desenfocadamentel. Pero lo'que en su caso es digno de señalar es lo que sí vio, y que sigueconservando cierta dosis de vigencia y aun de virulencia.

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aquel que empuña la pluma para combatir las iniquidades, corres,otros empuñan el arado para fecundar la tierra, o la espada paralibertar a los pueblos, o los puñales para ajusticiar a los tiranos"3,

Mella volverá a citar con devoción a Rodó ese año4 y al si-guiente contribuirá a fundar en La Habana el Instituto Politécni-co Ariel 5 , Es oportuno recordar que ese mismo año 1925 Mellese encuentra también entre los fundadores del primer Partidocomunista de Cuba. Sin duda el Ariel de Rodó sirvió a este primermarxista-leninista orgánico de Cuba —y uno de los primeros delcontinente—, como "plataforma de lanzamiento" para su meteó-rica carrera revolucionaria.

Como ejemplos también de la relativa vigencia que aún ennuestros días conserva el planteo antiyanqui de Rodó, están losintentos enemigos de desarmar ese planteo. Es singular el caso deEmir Rodríguez Monegal, para quien Ariel, además de "materia-les de meditación filosófica o sociológica, también contiene pa.,.ginas de carácter polémico sobre problemas políticos de la hora',,Y ha sido precisamente esta condición secundaria pero innegable,la que determinó su popularidad inmediata y su difusión". Laesencial postura de Rodó contra la penetración norteamericana• ,aparecería así como un afiadido, como un hecho secundarlo enla obra. Se sabe, sin embargo, que Rodó la concibió a raíz de laintervención norteamericana en Cuba en 1898, corno una respues-ta al hecho. Rodríguez Monegal comenta:

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La obra así proyectada fue Ariel. En el discurso definitivosólo se encuentran dos alusiones directas al hecho históricoque fue su primer motor [ 1 ambas alusiones permiten ad-vertir cómo ha trascendido Rodó la circunstancia históricainicial para plantearse de lleno en el problema esencial: la pró•clamada decadencia de la raza latina 6.

El hecho de que un servidor del imperialismo como RodríguezMonegal, aquejado de la "nordoman fa" que en 1900 denuncióRodó, trate de emascular tan burdamente su obra, sólo pruebaque, en efecto, ella conserva cierta virulencia en su planteo, aun-que hoy lo haríamos a partir de otras perspectivas y con otro ins-trumental. Un análisis de Ariel —que no es ésta en absoluto laocasión de hacer— nos llevaría también a destacar cómo, a pesarde su formación, a pesar de su antijacobinisrno, Rodó combateallí el antidemocratismo de Reman y Nietzsche (en quien encuen-tra "un abominable, un reaccionario espíritu" p. 224), exalta lademocracia, los 'valores morales y la emulación. Pero indudable-mente, el resto de la obra ha perdido la actualidad que, en ciertaforma, conserva su enfrentamiento gallardo a los Estados Unidosy la defensa de nuestros valores.

Bien vistas las cosas, es casi seguro que estas líneas de ahorano llevarían el nombre que tienen de no ser por el libro de Rodó,y prefiero considerarlas también como un homenaje al gran uru-guayo, cuyo centenario se celebra este ario. El que el. homenajelo contradiga en no pocos puntos no es raro. Ya había observadoMedardo Vitier que "si se produjera una vuelta a Rodó, no creoque sería para adoptar la solución que dio sobre los intereses de lavida del espíritu, sino para reconsiderar el problema"7.

Al proponer a Caliban como nuestro símbolo, me doy cuentade que tampoco es enteramente nuestro, también es una elabora-ción extraña, aunque esta vez lo sea a partir de nuestras concretasrealidades,. Pero, ..corTio eludir enteramente esta extrañeza? La pa-labra más venerada en Cuba --rnambl---- nos fue impuesta peyora-tivamente por nuestros enemigos, cuando la guerra de indepen-dencia, y todavía no hemos descifrado del todo su sentido. Pareceque tiene una evidente raíz africana, e implicaba, en boca de loscolonialistas españoles, la idea de que todos los independentistas,equival fan a los negros esclavos --emancipados por la propia

i a n C 0 Of LA M U S L I MIIMUOISCA LUIS OGEL 0A110

—•••••••• • • • aLro lostStielle

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guerra deindependencia--, quienes, por supuesto, constituíangrueso del ejército libertador. Los independentistas, blancosnegros, hicieron suyo con honor lo que el colonialismo quisofuera una injuria.• Es la dialéctica de Calibán. Nos llaman mamhinos llaman negro para ofendernos; pero nosotros reclamamocomo un timbre de gloria el honor de considerarnos descendientei'•de mambi, descendientes de negro alzado, cimarrón, independert:,tista; y nunca descendientes de esclavista. Sin embargo, PrOspergi-:como bien sabemos,..le enseñó el idioma a Calibén, y consecuer,temente, l e d io nombre. ¿Pero es ese su verdadero nombre?.Oigamos este discurso de 1971:

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Todavía, con toda precisión, no tenemos siquiera un nombre'todavía no tenernos un nombre, estamos prácticamentebautizar: que si latinoamericanos, que si iberoamericanos, quesi indoamericanos. Para los imperialistas no somos máspueblos despreciados y despreciables. A l menos lo éramos,Desde Giron empezaron a pensar un poco diferente. Desprecrracial. Ser criollo, ser mestizo, ser negro, ser, sencillamentelatinoamericano, es para ellos desprecio8.

Es, naturalmente, Fidel Castro, en el décimo aniversario de 10.1victoria de Playa Girén.

Asumir nuestra condición de Calibán implica repensar nuestrahistoria desde el otro lado, desde el Otro protagonista. El otroprotagonista de La tempestad (o, como hubiéramos dicho noso•tros, El detén) no es por supuesto Ariel, sino Prospero9• No hayverdadera polaridad Ariel-Caliban: ambos son siervos en manos dePróspero, el hechicero extranjero. Sólo que Caliban es el rudo einconquistable dueño de la isla, mientras que Ariel, criatura ae•rea, aunque hijo también de la isla, es en ella, como vieron Poncy Césaire, el intelectual.

aliban. Apuntes sobre la cultura de nuestra América. La Plé-yade, Buenos Aires, 1973, pp. 49-58).

NOTAS:"Es abusivo", ha dicho Benedetti, "confrontar a Rodó con estructuras,planteamientos, ideologías actuales. Su tiempo es otro que el nuestro[. . . ]su verdadero hogar, su verdadera patria temporal, era el siglo X IX" .(op. cit., p. 128).

2 op . cit., p. 102.-Un énfasis aún mayor en la vigencia actual de Rodó seencontrará en el l ibro de Arturo ArdaoRodb. Su americanismo (Monte-video, 1970), que incluye una excelente antología del autor de Ariel.En cambio, ya en 1928, José Carlos Mariategui, después de recordar conrazón que "a Norte América capitalista, plutocrática, imperialista, sóloes posible oponer eficazmente una América, latina o ibera, socialista",añade: " E l mi to de Rodó no obra ya —no ha obrado nunca— útil y fe-cundamente sobre las almas". J.C.M.: "Aniversario y balance" (1928),en ideología y política, Lima, 1969, p. 248_

3 En Hombres de la Revolución. Julio Antonio Mella, La Habana, 1971,Ø. 12.

Op. cit., p. 15

v, Erasmo Dumpierre: Mella, La Habana (c. 1965), p. 145; y tambiénJosé Anton io Porteando: "Mel la y los intelectuales" (1963), que sereproduce en este número.

Emir Rodriguez Monegal: en Rodó; op. cit., p 9 2 y 193. El subraya-do es mío. R. F. R.

:7 Medardo Vitier De l ensayo americano, México, 1945, p. 117.

Fidel Castro Discurso del 19 de abril de 1971.

Jan Kott : O . cit., p. 377.

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DOS REFLEXIONES SOBRE LA CULTURA

La cultura y su gestión

Rodolfo Kusch

El concepto de cultura comprende una totalidad. Todo es cuivtura en el sentido de que el individuo no termina con su piel, sirioque se prolonga en sus costumbres, en sus instituciones, en Slwutensilios. "Cultura es una entidad vital" dice Spranger con refe:renda a Frobenius. La cultura tiene para Spranger sentido biológi-co. Entendemos esto como que ella constituye una complementa-ció!? orgánica para el individuo. La aparición del tenedor no es s6.-Io la de un utensilio como diría algún adepto positivista de Gor- habita.

te anteser" que se concreta como tenedor. En otra cultura, como la chi,don Childe, sino que además es la consecuencia de "un modo de

na, ese modo de ser se da como política. Entonces los palillos' yel tenedor, además de ser utensilios, son dos modos diferentes deser.

A su vez, el modo de ser de una cultura no se comprende totCmente a nivel consciente. La totalidad de la cultura abarca •tiriT•

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piargen de irracionalidad del modo de ser, ya que es "porque si",porque seguramente "mis padres fueron así" o, como dicen loscampesinos de Bolivia, porque "es costumbre". Se trata de loopuesto a ser, o sea de un "estar aquí", o como dice Canal Feiloo,dsolo hay seres-estado". De modo que la cultura implica la bús-queda de ser y por la otra la resignación a estar.

Lo mismo dice Spranger pero con otras palabras: "Toda cul-tura arraiga en el seno de la naturaleza y en el complejo vital con-dicionado por ella". Hace además una referencia directa al con-cepto de suelo éOrno base de una cultura. Pero también Husserlseñala el mismo aspecto, incluso para la ciencia, no sólo cuandoenuncia su idea de un mundo vital o de la vida en el cual se danles condiciones para una ciencia, sino también en el famoso lapsusque comete en dos obras suyas. Me refiero a cuando en sus Inves-tigaciones lógicas identifica al yo con la unidad de la conciencia, ycuando posteriormente rectifica esto para retornar a la idea de unvo puro. En realidad distingue entre un yo y un mi psicológico. Oea entre un aspecto activo y definitorio de la psique y otro pasi-vo y receptivo. Es como si dijera, trasladando esto a nuestro pro.'cierna de la cultura, que por una parte somos conscierttes de loque culturalmente ocurre y por la otra vivimos, a nivel de un mipasivo, toda una serie de pautas a nivel preconsciente.

Cultura supone entonces un suelo en el que obligadamente seY habitar un lugar significa que no se puedelo que aquí ocurre.

ser indiferen-

Entonces la consistencia de mi vida no radica sólo en la partede mi entidad que emerge del suelo, y que se interna en lo "uni-versal", sino necesariamente también en lo que está sumergidoen el suelo. Uno es el ser de mi consistencia, y el otro el estar de

cual de los dos sería prioritario, el estar emergido o su-mergido? Si afirmo que lo es el primero será porque fugo de la

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realidad, y si afirmo lo segundo sera por que la tolero pasivarneliEl problema cultural propiamente dicho consistir a en conciliar:dos aspectos, encontrar el símbolo quo tetina los opuestos.

Es natural pensar que los objetos culturales no vienen de la!4.da. Spranger hace claramente la distinción enti e el espíritu subje-.:':'.tivo, que considera como un "complejo de acciones y sentidoque se da en el juego de los sujetos capaces de vivir o de crear Litisentido", y el espíritu objetivo que comprende "los elementos dejmedio ambiente (cornportadores signiticativos)". Ambos a su vez

constituyen "un complejo vital único sustentado en .dos polosDe modo que para comprender una cultura es necesario el sujeto

que ve el sentido corno también el que lo crea. !

El sujeto cultural que crea sentido excluye por supuesto al sujeto biográfico, l o toma como potencialidad. No es Hernandezcorno periodista o como político, sino como un simple gestor de!poema. Por este lado un análisis así de la cultura pierde la impo.nencia académica de la cultura argentina, para recobrar ia movikdad de ésta en el tiempo, y por consiguiente el esbozo de susibilidad hacia el futuro.

Con el término gestar se hace referencia a un proceso de movimiento y el gestor, ele ese modo, sólo menciona la acción y no

o individuo, No interesa entonces el individuo llamado Hernandez que escribe un libro llamado Martín Fierro. Ambos st510.hacen referencia a las circunstancias de un fenómeno cultural; y:no a la índole especial de la cultura nacional. Esta se da por erscima de autores y de libros, pudo concretarse en el Martín Fli--rro, o quizá no se dio nunca. Podría entonces ser puro proyect6;!•y darse alguna vez en el futuro

Para entender esto, es preciso aceptar que el sentido de tiftobra no se agota don el autor sino con el pueblo que la absorbe.

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utor y obra son las dos dimensiones que más se analizan, peroo!: sentido que tiene una cultura se da en una tercera dimensión

fenómeno literario. El pueblo como tercera dimensión es elque agota el fenómeno cultural. Si en el caso del Martín Fierroel gaucho compraba el libro en la pulpería junto con la yerba y

azúcar, es porque el poema tenía una significación especial.Esta, por su parte, ha de ser diferente a la que el autor ha pues-() en la obra. El autor quiso hacer una crítica a un ministro peroal pueblo poco o nada le interesaba esto. Seguramente veía en laobra otra cosa, de la cual poco se ha hablado.

el

Esta tercera dimensión le confiere a l fenómeno cultural suexacto sentido. La cultura no vale porque la crean los individuos,o porque haya obras, sino porque la absorbe la comunidad, entanto ésta ve en aquélla una especial significación. Es lo que quisodecir Spranger con la mención del sujeto que vive el sentido. Y!aquél no puede ser otro que el pueblo.

Al tomar en cuenta una tercera dimensión del concepto de cul-tura y ampliarlo en un área mayor de comprensión entramos enese limite donde la cultura se roza con algunas ciencias. Y la eco-nomía sería una de ellas, quizá la de mayor preocupación en el es-tilo de pensar nuestro.

La separación entre economía y cultura se debe más bien a uncriterio metodolégico que propiamente científico. Se dice queambas funcionan de distinta manera de tal modo que la ciencia essusceptible de concretarse en leyes de tipo matemático, cosa queno ocurre con la cultura. Pero éste es un prejuicio del siglo pasadocuando se pensaba que no podía haber ciencia si no era de acuer-do con el modelo renacentista de la mecánica universal provenien-te de la físico-matemática.

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Por otra parte, la cultura en la misma época era considercorno resultado de un éxtasis de los creadores, o de la activipedagógica de los educadores. Ya vimos que la cultura imp /4mucho más, de tal modo que no puede encerrarse en sus resultar,'tes, sino que debe ser tomada en cuenta a partir de sus raíces, ensuma, los gestores populares de la misma. La manera de robarde sonarse las narices entra también en la cultura.

En esta dimensión lo cultural es básico y lo económico c o ;tituye entonces un aspecto de aquél. Y esta imbricación se corlprende mejor cuando se toma en cuenta cuál es en suma la basemisma de la cultura. Se dice que la economía surge de ia indigen•cia, lo cual es cierto. Esta indigencia se debe a la escasez o ausen„cia de alimentos. Pero por debajo de la cultura yace también la'indigencia, pero en un grado más amplio que lo económico. Quenosotros veamos como prioritario la indigencia de comer es sirmplernente resultante de nuestra cultura occidental, donde el no co,-mer está condicionado por los hombres en gran medida.

Pero visto el fenómeno de la culturanologia, se advierte que aquélla tiene razón de ser porque cubre'la indigencia original de carecer de signos para habitar en el mut.,do. El sentido profundo de la cultura está en que ésta puebla idesignos y símbolos el mundo. Y que este poblamiento es para la.grar un domicilio en el mundo a los efectos de no estar demasitdo desnudo y desvalido en él.

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a las luces de la fenome•

rt.toda cultura siempre se da una estrategia mínima para lograr/alimento.

Por eso, que nosotros creamos que el hambre es prioritario so-re la cultura, no es más que una consecuencia de nuestra propia

cultura occidental. Porque la prueba está que cuando esta priori-dad se quiere transferir a otra cultura fracasamos. Es la razón porla cual el marxismo no puede tener sino una vigencia muy super-oal en los pueblos de otras áreas culturales. Por eso tampoco hayen América un ,,marxismo ortodoxo, sino pequeñas gentes quecreen estar en el secreto del hambre pero no logran transmitirlocuando la ocasión lo requiere.

La cultura entonces surge de una indigencia del existir mismo,en tanto requiere una forma de encontrar sentido en el existir. La'indigencia de no comer constituye una indigencia menor, que entodo caso se encuadra dentro de la indigencia mayor de estar exis-tiendo. No por darle prioridad a la alimentación habremos de re-solver los problemas del mundo. Pero sí habremos de resolverlosi tomamos e n cuenta el condicionamiento cultural que implicael hecho de comer. A nivel etnológico se prueba que el problemano es el de comer, sino el de recobrar la dignidad del comer, Y'éste es el problema de nuestra área sudamericana.

• La dignidad se enreda en la ética de una cultura. Y para co-nocer esta ética habrá que recuperar las pautas o, mejor, tomarconciencia de las pautas culturales de esa cultura. Y hacer esto

-siempre con el cuidado de que no. se resquebraje la coherenciaDesde este punto de vista la indigencia de no comer constituye: cultural en la cual se mantiene el necesitado. Si no se hace asíun episodio menor. Y diré por qué. En las culturas que no son os Se corre el riesgo paradójico de que se destruye una cultura, ocidentales no priva la obsesión de comer como más bien la posibr:-,:- a se comete un etnocidio por el hecho de dar de comer,lidad de brindar un instrumental mágico para modificar el rumbode las fuerzas naturales y lograr de esta manera el alimento. Esttestá condicionado por fuerzas que trascienden al hombre. Por es Pero esto conduce además a ot ro problema. Si como en el

so argentino, el desarrollo tecnológico es relativamente alto,

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qué condiciones hay que dar de comer, sin lesionar la digdad del necesitado?

Una fuente de trabajo es siempre una fuente de trasculturaciòn'sy por lo tanto una forma sutil de destruir voluntades culturales dé,la masa que utilizará dicha fuente para su sobrevivencia. Es Posiblepor este motivo que el futuro argentino se construya mediante'una febril tecnificacion pero montado sobre una población cuy•voluntad ética esta neutralizada por la necesidad imperiosa de alkmentarse.

Es indudable entonces que el problema no es exclusivamente.de la masa que se trascultura, sino de la elite que esgrime en nombre de una nación la tecnificacion y la creación de fuentes detrabajo. El problema consiste en saber con qué eticidad se est,¡tecnificando. En este punto se plantea el otro problema deslacultura nacional, o mejor la cultura que condiciona ese rnejor,miento tecnológico. Pero, .jaliede hablarse de cultura a nivelcional o en el sentido de público y colectivo, cuando los mecanimas que están creando esa salida así llamada moderna no respon'de sino a simples criterios de utilidad, de rendimiento econOn$co (y aquí sí una economía divorciada de toda eticidadno sólo nacionales y privados, sino también de intereses extraríos•a nuestro ámbito?¿Se puede destruir la eticidad propia de un:,pueblo para crear una sociedad sin ética?

Esto ya deriva en uno de los defectos mayores del estilo depensar occidental a l que estamos acostumbrados aquí en estazona liminal de occidente que, al f in y al cabo, es Argentina. Es-to va al problema de una cultura para colonias que importambs.junto con las maquinarias.

Y llegamos al ú l t imo problema de corte evidentemente.pa:rIftico: m a n o s de quiénes tendría que estar la tecnificaciák

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4'61 país? Porque si la generación de la Organización Nacionalconvirtió al país en una empresa agropecuaria, ahora corremos.elriesgo de convertirla en una empresa tecnológica.

• Como vemos, el problema de la cultura nos conduce al pro-blema polít ico, pero con la ventaja de que podemos prever elestilo de político que no puede ser sino en la línea de lo "nues-tro", así dicho entre comillas, que por lo tanto no conocemos°talmente aún. Estamos otra vez ante el problema de la cultu-ra nacional,

Tomado el problema de la cultura desde el suelo hacia arri-ba, y no como se suele hacer, desde arriba hacia el suelo, veamoscómo se entiende a las luces de una filosofía de la existencia aliertista y al escritor.

Ante todo no se puede hablar en este punto de artistas o deescritores. Hacer esto sería incurrir en lo que Guerrero calificacomo "chismograf fa pequeño-burguesa". Lo que se sabe de esté-tica a nivel cotidiano, es un poco la estética corno teoría de lobello, que está absolutamente oerimida. Es preferible ver la es-tética desde el ángulo operatorio, o sea de hacer la obra en elsentido etimológico de "operar".

En estética operatoria se considera que el autor de la obra essimplemente un ente que se "entona", o sea que se pone a tonocon cierto significado de la totalidad que lo inspira. Esto lo lle-va a tratar la materia, ya sea la sensible como en las artes plás-ticas, o las palabras como en el caso de la literatura. Una vez ins-talado ese sentido a nivel sensible u oral, el ente creador vegetaOto a su obra como uno de los tantos residuos no plasmadosor el proceso operativo. El creador no es más que el vehículo

ee una totalidad que exige su cristalización o puesta en obra.Goethe no es entonces el autor, sino el mediador en la Insta-

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'ación de un sentimiento de totalidad que se instala a nivel plabra en el Fausto. A su vez, los contempladores de la obra reconocen una totalidad que en el fondo habían estado redu'i.riendo. El juego del arte es más un juego colectivo que indivi-dual. Y es más.

El buen gaucho que compraba el Martín Fierro en la pulpe,,ría, estaba en realidad requiriendo la totalidad de sentido de,lo gauchesco encerrado en e l poema, pero en una dimensiónque trascendía l o gauchesco mismo, y abarcaba al hombre engeneral. Es corno si el gaucho dijera: "No obstante ser yo un gau-cho, este poema me concreta el destino como hombre, me dice enqué dimensión soy también totalmente humano, y en qué medidanecesito lo gauchesco para ser humano". Es, al f in de cuentas, loque también diría el alemán común cuando lefa al Fausto. Reco.braba con un símbolo local su humanidad.

Cuando Heidegger se refiere al cuadro de los zapatos de Vol'Gogh, hace notar que en el mismo se daba la totalidad, el sentidOdel vivir aldeano, a nivel obra. O, lo que es lo mismo, sale a relucirla desnudez del ser aldeano, la verdad universal de ser aldeano. Yesto únicamente con meros zapatos que pertenecen al horizonte:sombolico de la vida aldeana pero adquieren con el cuadro una di,-mension universal.

el papel de una simple gestación cultural. Se es escritor o artistasólo porque primordialmente se es un gestor cultural, sin biogra-1- fa, como simple elemento catalizador de lo que los contempla,dores requieren. En tanto se es catalizador, se lo es en el sentido.que todos requieren, o sea que como gestor se es siempre populat'•'pero este término tornado en su acepción latina, como dice

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iocionario, "populus": "todos los habitantes del estado o la ciu-ad

El gestor cultural no es totalmente un personaje, sino más bienje fórmula en la cual se encuadra el auténtico creador, y que por50 da el sentido exacto de lo que pasa en general con la creación.Un creador no es más que un gestor del sentido dentro de un hori-lonte simbólico local, en una dimensión que afecta a todos, o seaque es popular en tanto corresponde al requerimiento implícitode todos los "habitantes".

La gestión aparece cuando se toma en cuenta el problema exis-tencial que subyace a la cultura. La vida es proyección que mealienta a enfrentar un futuro, en cierto modo es adivinar el futuro:y no vería concretado el futuro si no hubiera un horizonte des(mbolos que facilitan mi proyecto. La cultura cumple entonces

'con la función existencial de concretar mis proyectos, me hacever el horizonte donde instalo mi existencia. Con ese horizonteimbolico concreto creo un mundo habitual, sin el cual no podríasostener mi existencia. No sabría cómo vivir si n o hubiera cos-mbres que son también mías, si no habláramos los mismos giros

que yo también utilizo, si no pensáramos de nuestros proyectose una manera similar, corno se acostumbra,

Cultura se concreta entonces al universo simbólico en que ha-to. Pero este mismo universo tiene que estar jerarquizado e ins-Entonces no son los autores, ni los escritores, ni los artistas,

los que crean las cosas llamadas obras como individuos, sino que •titucionalizado. Las instituciones sirven para mantener los mode-las crean en tanto pierden su individualidad biográfica y asumen •:'os que mi cultura requiere. La Iglesia, el Estado, la enseñanza,

on los que administran los modelos estables. A su vez, estos mo-'elos tienen que ser sentidos corno propios, generados por la pro-le cultura. En este sentido un modelo cultural no es más que laisualizacion o concientizacion de un modo de ser.

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qué términos queda la cultura popular? Y he aquí la cuestión: elpueblo americano nos presiona siempre. Es la característica deAmérica. Estamos entonces absolutamente seguros de no estarconstituidos por la cultura popular? Si hay un abismo entre nos-otros y la cultura popular es porque ese abismo se da en nosotros.Se trata de la distancia que especialmente aquí en América semarca entre nuestro quehacer consciente, en el así llamado patiode los objetos (Hartmann) y nuestra vida cotidiana. No hemos lo-grado el suficiente grado de autenticidad para trasladar eso que

En un seminario desarrollado en Salta fui partidario de pen f , 5 cotidiano a nuestro quehacer consciente. Va en esto uno de lossaproblemas fundamentales de nuestra colonización. Entidades co-la cultura corno acción. Cultura no es una cosa. El descubrimien-mto de la cultura como objeto de estudio fue efectuado por la Inrio partido político, Universidad, Iglesia, Estado, son los respon-

La cultura popular como fundamento para los sectores medios

Decir cultura popular implica utilizar, por un lado, un corleeto que es cultura y que responde a un objeto llamado tal, y p o r iotro, un calificativo que es popular y que indica un nivel deterrn.1nado. Entonces cuando se dice cultura popular se marca unalancia entre nosotros y ella. En cierto modo es verla por fuerpero no por dentro. Se crea entonces un abismo.

guesia occidental, quizá con los mismos fines con que nuestros.sectores medios en Argentina pretenden usarlo: se objetiva para'.manejar y utilizar la cultura de otros. Objetivando se pierde 4*sentido real de la cultura-, y se evapora la significación en tornosla cual se aglutina. No sabemos si la cultura popular, como objetdquiere liberarse, y si lo quiere, no sabemos en qué consiste dicha'-,liberación.

Toda cultura tiene en sí misma una alta cuota de universalidadmejor dicho, logra universalizarse fácilmente. Cualquier peculiari-dad de una cultura tiene, para los integrantes de la comunidadque la sostiene, una validez universal. El "no " de un aymará estádicho universalmente, aun cuando contradiga nuestras costurn-Ores. Por eso si objetivamos la cultura aymará, el " no " que diceun integrante suyo se empequeñece. Pierde su significación. Se lo-caliza.

Entonces si no tomamos una cultura como objeto, habrá quetomarla como decisión. Cabe entonces la decisión cultural, y no:el análisis del objeto cultural. Ahora bien, somos nosotros quien% To d a decisión exige una fuente, y ésta está en la cotidianidad.podemos decidir, pero la decisión del pueblo es propia de éstPe ahí arranca nuestra autenticidad cultural. Y en tanto recobra-Conviene hacer la pregunta: si la decisión ha de ser nuestra, a • nos nuestra autenticidad, habremos abordado realmente la l i -'n

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sables de nuestro desarraigo, mejor •dicho, de nuestra incapa-cidad de reconectar con nuestras raíces. Ha de ser porque todasesas entidades fueron importadas. Pero van siendo bloqueadas pornuestras propias raíces: las nuestras y las del pueblo. Por eso nues-tra quehacer consciente y profesional es deficiente, comparadocon el del occidental. Pero esto por su parte señala una plausiblediferencia. En nuestro déficit está nuestra autenticidad.

De modo que conviene, a los efectos de lograr al fin una praxisamericana, soslayar la pregunta por una cultura popular, y encambio ensayar una decisión cultural. Cuando en el mismo semi-nario que había mencionado, intentamos, desde el punto de vis-ta filosófico, el análisis de una puesta en acción de nuestra cultu-ra, no digo argentina, sino simplemente local (o sea, con lo quesólo tenernos entre manos), llegamos a la convicción de que por

lese camino entraba lo popular como raíz, como horizonte inferiorsobre el cual descansan nuestros comportamientos culturales e in-cluso nuestro aparato conceptual.

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beracion popular. Va en esto la paradoja de la actitud cient(fiSi objetivamos científicamente la cultura popular, borramos nuetro compromiso con ella, aun cuando hablemos de liberada. Caentonces ser pre-científicos y asumir nuestra condición real.

Por todo esto no creo que tenga mucho sentido la pregunpor los núcleos de emergencia de nuestra cultura popular. Estoasí porque en un horizonte vivencia', como el que estoy propo.;niendo, no cabe la posibilidad de distinguir entre lo erótico, lo 13,.I ftico o lo religioso. Cada uno de estos rubros son casilleros de cle.sificacion que responden a un criterio crítico de la antropología-occidental, pero que no rigen en el plano cotidiano. Ni nosotros una óptica filosófica. Parto de la tesis, entonces, que preguntarcotidianamente, ni el pueblo sabemos dónde termina lo erótico. .nor un pensamiento popular encubre la posibilidad de descubrirIo político o lo religioso. Ya mismo los estudios sobre mitos rea. 'un pensamiento propio.lizados en el mundo oOcidental, hacen notar que no hay tal clasifi,cacion. Con el mito se está tocando el tema de la globaliOad, deahí entonces la verdadera razón de la puesta en moda del tema detmito.

El tema del mito, el del inconsciente, el de la anti-materia, élde la nada, responden a una crisis del mundo occidental, en tantoséste ha nadado siempre en medio del ente y ha dejado la totalidad,a la zaga.

Falta una antropología nueva que no reduzca al hombre en L e investigación llevada a cabo de esta manera conduce a cam-compartimientos estancos, sino que recobre a éste en su esencia- os no conscientizados. Lo absurdo de un cabecita negra es elhelad. Para lograr esto quizá debemos confundir las lenguas como, ismo absurdo nuestro, pero soterrado entre nosotros. El (mella-en la torre de Babel, porque no es importante que haya lenguaser de un brujo en el altiplano encierra en parte nuestro propiosino que se trata de recobrar un habla original anterior a toda len- cenacer. La así l lamada cultura occidental nos ha cercado lagua que sirva de comunicación. Y ese habla nos la da el pueblo. osibi l idad de asumir nuestro absurdo y el sentido real de nuestro

uehacer. Por ejemplo, la afirmación de que el mito rige nuestronsamiento, tal corno ahora se está balbuceando en el pensarnieh-occidental, se pone sobre el tapete en cualquier trabajo de cam-

:c en América: el investigador sabe que no sólo el pueblo, sinoTodo esto lleva a pensar que conviene superar ya el perfacke

critico en el que nos hallamos embarcados. La crítica de lo ya d6.

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o no hace más que consolidar al enemigo. Todos estamos ya decuerdo y por eso mismo debernos ensayar la palabra nueva.

Ahora bien, la experiencia de campo me ha hecho notar que louevo que tenemos que decir está en lo popular y en io indígena.estos nos orientan en el planteo de un nuevo verbo. Ante todo,investigar en el campo popular e indígena no implica buscar algosieno a uno, algo que se pueda considerar como superado, sino'que se trata de un algo que encierra una faz importante de unomismo, que, a su vez, podría generar un pensamiento nuevo. A nootra cosa apunta esteempeño mío de trabajar en ese terreno con

Si en este avatar yo utilizo la antropología cultural no es paragrar una eficiencia. Una ciencia no tiene virtudes propias por

occidental, sino que ella adquiere alguna eficiencia sólo porla presión que el pueblo americano ejerce sobre nosotros. Estoace, por ejemplo, que la antropología se convierta apenas en uncen instrumento de aproximación, simplemente porque el pue-la suministra la revelación de sí desde el otro extremo del ins-umento.

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uno mismo está en ese plano. Quizá le debemos a Lévi-Straussmejor aporte a esa sospecha. Una sospecha que resulta mucho rneficiente por cuanto podríamos descubrir en América que la col'ciencia mítica es constitutiva de la conciencia en general, de acuer2do con lo que afirma Cassirer, pero en mayor medida que encidente,

El trabajo de contactar con el pueblo, más que trabajo antri:pologico lleva entonces a descubrir lo negado. Lo digo en el ser;tido como lo desarrollado en mi trabajo sobre La lógica de lagacitm para comprender a América. Utilizo ahí las dudas que lenegación ofrece para el pensamiento positivo en Occidente, y c14fueron recogidas por la escuela intuicionista en matemática.negación utilizada para América no responde entonces a una ac-titud metodologica, sino existencial. Mejor dicho, surge de una re-flexión sobre cómo podemos totalizar nuestro pensamiento, yasumir todo el pensar a partir de lo negado por la positividad oc-cidental. Por ejemplo, podrían descubrirse partes negadas de -•• modelo de hombre que nos resulta difícil perfilar, y que c ier tdental . Trata de objetivar un campo pre-objetivo y esto último endt •

•" Iprejuicios sobre la positividad no nos dejan ver. El trabajo de s e n t i d o de algo que no entra en lo occidental. Es una cienciapo abre ese modelo, lo cubre de significación. Por este lado 0 .que tiene corno misión determinar lo pre-ontico. Pero por esodrfamos ver, por ejemplo, el mito desde una óptica americana," tamblen su función se revierte sobre lo occidental, y constituyeye.

• • en muchos casos criterios críticos sobre los mismos contenidosno enredado en las añoranzas vergonzantes de un Mircea Elladed mundo occidental.o de un Ricoeur.

Lo que piensa unaymará es pre-objetivo por ser imprevisible,Ahora bien, fziuié le depara todo esto a la filosofía? Si quere u n cuando luego resulte determinble desde el punto de vista

mas tomar un punto de inserción en la filosof fa, y no andar de- ientífico. Pero a su vez la determinación de s u pensamiento re-masiado desamparados con nuestro pensar, cabe decir que lo que "liierte, como traté de demostrarlo en mi l ibro El pensamientoen América debemos realizar es una hermenéutica de lo pre-Onti--; indfgena y popular en América, hacia el pensar occidental, un cri-

rio crítico, que hace que la misma determinabilidad científicaierda su estabilidad.

co. ¿Por qué pre-ontico? Porque corno ya io senate en mi ltbro,América profunda, nuestro mundo está al margen del objeto y delos hechos. Por eso no nos podernos servir de la determinación in•-,telectual o racional tal como lo solemos exigir. Por otra parte,loj De esta manera cabe pensar que, cuando un linguista comove antico pertenece a un área presentida por Occidente a travésjfThorf descubre determinados elementos en el hopi, no es porque

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del psicoanálisis, de la mitología, etc., pero que no logra captar,precisamente pdr su requerimiento de lo ontico, al revés de lo quecurre en América. El mismo estructuralismo pareciera ser un en-

sayo de someter lo bi t io° a un campo anterior. Llevado al campode la filosofía, da en Lacan, por ejemplo, una manifiesta inversiónde los términos, una especie de indeterminación de lo determina-ble, especi,almente cuando se refiere a la constitución del sujetoen tanto éste busca a través de la cadena de significantes el signi-ficado. No es extraño por eso que en América haya una constantedisponibilidad de contenidos, de lo determinable, de lo ontico,según la cual podemos ser marxistas, o existencialistas, pero nun-ca llegaremos a la verdadera determinación de la índole peculiarde lo nuestro.

No cabe aquí una indagación exhaustiva de los pre-onticos.No obstante, corresponde señalar que se da sin más, por ejemplo,.en la temática de la antropología cultural. Esta es una ciencia queestudie principalmente lo que ocurre más allá del territorio occi-

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de crear superestructuras a eso que acontece; antes, por lo tantode la constitución de objetos.

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El estar en este sentido se asocia al vivir, pero en tanto el vivirse vincula, en su acepción más general, al vivir del animal. Es elvivir sin más que se rodea de cultura, entendida ésta como univer-so simbólico, y que sirve para encontrar el amparo. Por eso esético y no gnoseologico. Dice dónde se hace lo fasto y se evita lonefasto, pero no dice qué es un objeto. No mezclaríamos conesto, por ejemplo, una observación profunda de Ricoeur sobre lamancha. Decir mancha ya es elegir el ontos, como algo que se po-dría definir.

Quizás entremos eh esto en una característica importante. Setrata de ese pre-recinto donde Heidegger ubica la diferencia. Pero.si bien la diferencia según Heidegger es entre Ser y ente, o sea,que refiere su pensamiento a un plano ontológico, en el caso deAmérica se trata de una diferencia anterior aún, que se da entre elacontecer y el no-acontecer.

Si no predomina el objeto y éste está condicionado por la pre-sión de lo sagrado, este requerimiento de lo sagrado hace que ladiferencia estribe entre el acontecer de cosas y el no acontecer en'su sentido religioso. La diferencia se obra entonces en algo emo-cional o en el temple que se da a través de la mentalidad mítica,la cual apunta a recobrar el área donde cesa el acontecer. Peroesta cesación no termina en la fijación de lo ontico, sino que seabre al no-acontecimiento que, a su vez, implica el ingreso a laposibilidad de lo sagrado. Es el sentido que tiene en el fondo lo-religioso para nosotros. Es el ámbito del no-acontecimiento don-de se suspende el desgarramiento entre el corazón de uno y el delas cosas, donde no se debe obrar ya. Y pensemos a todo esto que.la característica de lo americano es precisamente la tendencia alnoobrar.

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.C11_16 cabe en todo esto a lo político? Pues, nada, si se conside-1-6 lo político como una actividad profesional. La opción por elpueblo como raíz ya está dada y somos todos, incluso nosotros,los vehículos políticos de la liberación. Esta supone una elección6ntica, una liberación de algo que está definido como opresión y,además, se vincula a un objeto que se llama cultura popular. Perosi nosotros asumimos la decisión cultural, liberamos pueblo acosta de nuestro sometimiento a él. Cumplimos al f in con la pre-sión del pueblo americano. Es la única misión que nos cabe pararecobrar la autenticidad.

Entonces no se trata de cosas, sino de acontecer, acontecer laposibilidad de una vigencia exigida por nuestras raíces: el pueblo.Es la puesta en marcha que corresponde precisamente al TercerMundo. Este no lograría su finalidad si no fuera el puro acontecercomo fundan te. Por eso no debe consistir en un moverse en el pa-tio de los objetos, porque nunca los superaría, sino en un aconte-cer por sobre éste, corno posibilidad pura. Aconteciendo el TercerMundo logra imponerse porque toda cultura en su acontecer esuniversalizable. Basta sólo facilitar el acontecer. En tanto el acon-tecer es lo profundo de América, ésta ofrece una tercera posibili-dad a Occidente. Si no hacemos así incurrimos en el error de Bra-sil: elige el patio de los objetos, el ontos y vende el alma al diablo.

Finalmente, cabe una observación. Parafraseando el buen traba-jo de De Zan, diríamos desde nuestra perspectiva que sólo asu-miendo nuestra decisión cultural siempre estaremos en el centroy nunca en la periferia. La elección de la autenticidad ya es el cen-tro, y todo lo otro será la periferia, incluso Occidente, y lograresto es la cuestión, aun cuando esto se contradiga con el nivel on-

. tológico.

(Cultura popular y filosofía de la liberaciOn. F. García Cambei-ro, Buenos Aires, 1975, pp. 203-219).

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CONFIGURACIONES HISTORICO-CULTURALESAMERICANAS

Nada en el mundo quedó fuera del alcance de las fuerzas de-sencadenadas por la expansión europea. Impulsada por las dos re.voluciones tecnológicas mencionadas, esta expansión transformó'a los pueblos ibéricos, más tarde a otros pueblos europeos, en lOsmotores de sucesivos procesos civilizatorios. La Revolución Mer-cantil creó las primeras civilizaciones de dimensión mundial; laRevolución Industrial constituyó —y aún hoy constituye— en losámbitos socio-económicos y cultural la fuerza uniformante princi-pal volcada a la integración de pueblos muy diversos en una civili-zación com0n.

Los procesos civilizatorios movidos por aquellas revoluciones'se hallan en la base de la reordenación de la naturaleza, cuya floray fauna se han vuelto esencialmente las mismas en todas las 1.aitu-des. Ellos son la causa fundamental de las transfiguraciones expe-rimentadas por los pueblos en los últimos siglos, ya que la actual.configuración étnica de la humanidad es el resultado del extermi;

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Darcy Ribero

nio de millares de etnias, de la fusión de razas y de la difusión lin-tilistica y cultural. Por los mismos procesos se explica también la

creciente expansión de idénticas técnicas productivas, de similaresmodos de ordenación social y politica, y de comunes conocimien-tos, creencias y valores.

El mundo contemporáneo, unificado por el comercio y las co-munidades, movido por las mismas técnicas e inspirado por un sis-tema básico de valores compartidos, es su producto. Las diferen-cias de razas, culturas y lenguas que dan a las distintas etnias suscualidades singulares, tienen actualmente una relevancia menorque las uniformidades provocadas por el impacto de la expansióneuropea en su acción civilizadora.

Estas uniformidades son de dos tipos: primero, las socio-eco-nómicas, referentes al grado y al modo de integración de los pue-blos en la civilización industrial moderna, lo que les confiere el ca-acter de sociedades desarrolladas o subdesarrolladas en el marcode las formaciones, capitalistas mercantiles, imperialistas-indus-triales, coloniales, neocoloniales o socialistas. Segundo, las de ca-rácter histórico-cultural, debidas a distintos procesos de forma-ción étnica, cuyas características permanecen actuantes y expli-can el modo de ser de estos pueblos.

Señalaremos ahora el valor explicativo de estas últimas unifor-midades; para el lo debemos hacer un estudio cuidadoso de lascondiciones en que entraron en interacci6n las poblaciones pues-tas en contacto por la expansión europea, del modo cómo sus ca-racterísticas culturales se combinaron para formar nuevas entida-des étnicas y de qué efectos tuvieron sobre ellas las fuerzas trans-formadoras de las revoluciones mercantiles e industriales. Con es-te análisis nos proponemos establecer cuáles son las'caracterfsticasgenerales y comunes a distintos pueblos, que permiten agruparlosen conjuntos uniformes en relación con ciertos atributos socio-

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culturales, y asimismd, cuántos de estos,conjuntOs pueden distirp

guirse como categorías explicativas del modo de ser de las socidades extraeuropeas y de los problemas de desarrollo que entren'

tan.

Dentro de esta perspectiva, los pueblos extraeuropeos del mun.do moderno pueden ser clasificados en cuatro grandes configura,,ciones histórico-culturales. Cada una de ellas engloba poblacionesmuy diferenciadas, pero también suficientemente homogéneas en,:cuanto a sus características étnicas básicas y a sus específicos pría,blemas de desarrollo como para ser legítimamente tratadas comocategorías distintas. Tales son las de los Pueblos-Testimonio, losPueblos Nuevos, los Pueblos Transplantados y los Pueblos Emer-gentes.

Los primeros están constituidos por los representantes moder-nos de viejas civilizaciones originales sobre las cuales se abatió laexpansión europea. El segundo grupo, designado como PueblosNuevos, está representado por los pueblos americanos plasmadosen los últimos siglos corno un subproducto de la expansión euro-pea por la fusión y aculturación de matrices indígenas, negras yeuropeas. E l tercero —Pueblos Transplantados— está integradopor las naciones formadas por el establecimiento de contingenteseuropeos en los territorios de ultramar, que mantuvieron su per-Til étnico, su lengua y cultura originales. Por último, componen elgrupo de los Pueblos• Emergentes las naciones nuevas de Africa yAsia cuyas poblaciones ascienden del nivel tribal, o de la condiciónde meras factorías coloniales a la de etnias nacionales.

Estas categorías se fundan en dos premisas: primera, la de quéla apariencia que presentan en nuestros días los pueblos que. lasforman, es el resultado de la expansión mercantil europea y de lareordenación del mundo provocada por la civilización industrial;la segunda, la de que por haber sido estos pueblos originalmente

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distintos en lo relativo a su raza, cultura y organización social,conservaron características peculiares que al mezclarse con las deotros pueblos, dieron lugar a componentes híbridos singulares. Es-tos presentan suficiente uniformidad tipológica corno para ser tra-tados como configuraciones distintas explicativas de su modo deser.

Es necesario indicar, sin embargo, que estas configuraciones nodeben Ser consideradas como entidades socio-culturales indepen-dientes, puesto que carecen de 'un mínimo de integración que lasordene internamente y les permita actuar como unidades autóno-mas. Las cantidades que efectivamente intervienen son las socie-dades y culturas particulares que las componen y, sobre todo, los•estados nacionales en que se dividen. Ellos forman las unidadesactuantes, tanto en lo que respecta a la interaccion económica co-mo a la ordenación social y política; constituyen además los mar-cos étnicos nacionales reales dentro de los cuales se cumple el des-tino de los pueblos.

Con todo, las configuraciones histórico-culturales propuestasconstituyen categorías congruentes de pueblos, fundadas en el pa-ralelismo de su proceso histórico de formación étnico-nacional, asícomo también, en ia uniformidad de sus características sociales yde los problemas de desarrollo que les son propios.

Para determinar la situación de cada pueblo extra-europeo en elámbito mundial y explicar cómo han llegado a ser lo que son aho-ra, resulta mucho más útil la referencia a estas amplias configura-ciones que la consideración de las características nacionales, racia-les, climáticas, religiosas, o de otro tipo que presenten. Se haceposible de este modo entender por qué los pueblos reaccionaron

•diferentemente a las mismas incitaciones externas, por qué hanvivido procesos históricos de desarrollo social y económico tan di-ferenciados, y determinar en cada caso qué elementos han actua-

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do corno aceleradores o retardadoies de su integración al modo dvida de las sociedades industriales modernas.

La primera de estas configuraciones, que designamos comoPueblos Testimonio, esta integrada por los sobrevivientes de las al.

tas civilizaciones autónomas que sufrieron el impacto de la exponsi& europea. Son el producto de la acción traumatizante de agua-

lia expansión, y de los esfuerzos que han hecho en pro de su re.construcción étnica como sociedades nacionales modernas. Aun-que han reasumido su independencia, no han vuelto a ser lo quefueron, ya que en ellos se ha operado una transformación, no sò,lo por la conjunción de las dos tradiciones, sino por el esfuerzo de.adaptación a las condiciones que debieron enfrentar en su calidadde integrantes subalternos de sistemas económicos de ámbitomundial, y también por los efectos que de manera directa o refle-ja tuvieron sobre ellos las revoluciones Mercantil e Industrial.

En este bloque de Pueblos Testimonio se cuentan India, China,Japón, Corea, Indochino, los paises islámicos y algunos otros. EnAmérica están representados por México y Guatemala, así comopor los pueblos del altiplano andino, sobrevivientes de las civiliza.dones Azteca y Maya los primeros y de lo civilización Incaico losúltimos. Sumando 65,7 millones de personas, representaban en1965 al 14,2 por ciento de la población total de América.

Más que su retraso histórico importa lo expoliación que han su-frido. Contaban originalmente con un enorme acopio de riquezasque podrían en la actualidad ser utilizadas para costear su integra-ción en los sistemas industriales de producción, si no hubierata si-do saqueados por los europeos. Este pillaje prosiguió en los siglossiguientes con los despojos del trabajo de sus pueblos. Casi todosse encuentran aún adscritos al sistema imperialista mundial que

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1.— Los Pueblos Testimonio

les tija un lugar y un papel determinado, lo que limita sus posibi-lidades de desarrollo autónomo. Siglos de sojuzgad& motivaronprofundas deformaciones que empobrecieron sus poblaciones ytraumatizaron toda su vida cultural.

El problema básico, es el de integrar en su propio ser nacionallas dos tradiciones culturales que han heredado, y que frecuente-mente resultan opuestas. Por un lado, la contribución europeaconsistente en técnicas y en contenidos ideológicos, cuya incorpo-ración al antiguo patrimonio cultural se cumplió a costa de la re-definición de todo su modo de vida, y de la alienación de su visiónde sí mismos y del mundo. Por otro, su antiguo acervo cultural,Que a pesar de haber sido drasticamente reducido y traumatizado,pudo mantener algunos elementos corno .por ejemplo lenguas, for-mas de organización -social, conjuntos de creencias y valores que

_permanecieron profundamente arraigados en vastos contingentes:de la población, además de un patrimonio de saber vulgar y de es-tilos artísticos peculiares que ahora encuentran oportunidades dereflorecer corno instrumentos de autoafirmacion nacional.

Atraídos simultáneamente por las dos tradiciones, pero incapa-ces de fundirlas en una síntesis a la que toda su población le con-fiera un significado, conservan aún hoy dentro de sí el conflictoentre la cultura original y la civilización europea. Algunos de ellosexperimentaron una "modernización" dirigida por las potenciaseuropeas que los dominaron; otros se vieron compelidos a promo-

.,, verla intencionalmente o a intensificarla corno condición de su-1 _ perviviendo y de progreso ante el despojo soportado, o bien como: medio de superar los obstáculos representados por el atraso tecno-lógico y lo arcaico de sus estructuras sociales.

,De los Pueblos Testimonio únicamente el Japón y mas recien-

temente China, aunque de modo incompleto, consiguieron incor-porar a las respectivas economías la tecnología industrial moder-

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na y reestructurar sus propias sociedades sobre bases nuevas. Tilsdos los demás se caracterizan por dividirse en un estamento dorr¡ii,'nante más europeizado, a veces biológicamente mestizo pero culf.turalmente integrado en los estilos modernos de vida, que se op6rne por ello a las amplias masas principalmente campesinas, margi.-nales más que nada poi' su adherencia a modos de vida arcaico qua.los vuelven resistentes a la modernización.

Los dos núcleos de Pueblos Testimonio de América, como pue..blos conquistados y sometidos de manera total, sufrieron un pro,ceso de compulsión europeizante mucho más violento, que arro,jo como resultado su completa transformación étnica. Sus perfilesétnico-nacionales de hoy ya no son originales.

Los descendientes de la antigua sociedad mestizados con euro.peos y negros, adquirieron ciertos perfiles neo-hispánicos. Mientrasque los demás pueblos no europeos de alta cultura —no obstantehaber sufrido también los efectos del sometimiento— aloen4:matizaron su figura étnico-cultural original con influencias euro-peas, en América es precisamente la etnia neoeuropea la que se ti,'he con los colores de las antiguas tradiciones culturales sacandode ellas características que la singularizan. España se encontró en'aquellas regiones con poblaciones mucho mayores que la suyapropia, estructuradas como formaciones socio-culturales ilota-mente distintas. Eran Imperios Teocráticos de Regadío del mismotipo que los característicos de las altas civilizaciones de la Meso-potamia (2,350 a. C.), Egipto (2.070 a. C.), China (1.122 a. C.),(India 327 a. C.) y de Camboya (600 d, C.). Al igual que aquellascivilizaciones los imperios americanos se basaban en una agricultu-ra intensiva de regadío, servida por estupendos sistemas de cana:les controlados Por el Estado, que había de permitir las mayores.concentraciones humanas conocidas.

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Paralizadas por el ataque español, tanto la sociedad azteca, cO-- :' E n todo ese tiempo, sin embargo, conservaron y trasmitieronroo le maya y la incaica, entraron en colapso; sus aristocracias di; i . de generación en generación, fragmentos de los viejos valores cuya

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"¡gentes fueron sustituidas por una minoría extranjera que, desdeentonces, se encargó de remodelar sus culturas valiéndose de com-pulsiones de toda clase. Este designio se cumplió por medio dedos mecanismos fundamentales: el exterminio intencional de laantigua clase gobernante y sacerdotal, depositaria de la tradiciónerudita de aquellas culturas y la disminución de su población pro-vocada por las epidemias con que fueron contagiados por el re-clutamiento en el trabajo esclavo y por las innovaciones técnicasy agrícolas que desequilibraron su antigua base ecológica.

Es en esas cohdiciones que entraron en conjunción las dos tra-diciones culturales: la europea y la indígena. La primera represen-tada por la minoría de los agentes de la dominación externa, man-iene su integridad; la última resulta amputada de los contenidosmás avanzados de una sociedad urbana, corno lo son los sectoresletrados, y desquiciada por la desculturacion compulsiva y por la¡rápida merma de su población. Resultó además empobrecida porel saqueo de su riquezas y por la desaparición de sus ténicos y ar-tesanos.

Esto úl t imo fue una de las consecuencias de la conversiónde la población toda en un "proletariado externo" degradado ala condición de simple fuerza de trabajo en las minas o haciendas,al servicio de una economía de exportación.. ,

Durante largo tiempo, los Pueblos Testimonio de América ca-recieron de un modo de vida propio, definido y congruente. El

4viejo modo de vida había muerto corno fuerza integradora y nohabía surgido entretanto uno nuevo. Desgastados por las epide-mias, llevados a la desesperación por la esclavitud, se transforma-ron en meros rebaños humanos cuyos miembros no tenían en suvida otra alternativa que cumplir el destino que les era impuesto.

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frentan con problemas culturales específicos resultantes del desafío que significa incorporar sus. poblaciones marginales al nuevaente nacional y cultural que surge, desligándolas de las tradicionesarcaicas menos compatibles con el estilo de vida de las sociedadesindustriales modernas. Algunos de sus componentes humanos bá-sicos constituyen unidades étnicas distintas por su diversidad cul—tural y lingüística y por su autoconciencia de ernia diferenciadaH-dentro de la nacional que integran. No obstante los siglos de opre-sión, tanto colonial como nacional, en el correr cielos cuales todaslas formas de apremio fueron utilizadas con el propósito de asimi.

larlos, estos grupos continuaron fieles a su identidad étnica, Con.servando peculiares modos de conducta y concepciones del mun-

do. Esta resistencia secular nos esta diciendo que probablemente •estos contingentes permanecerán diferenciados, a semejanza delos grupos étnicos conquistados, en la mayoría de las nacionalida-.des europeas actuales. En el futuro participarán de la vida necio,nal sin renunciar a su carácter, como hacen los judíos o los gita-nos en tantas naciones, o bien constituirán bolsonesgtifsticos equivalentes a los existentes en 'España, Gran Bretaña,Francia, Checoslovaquia y Yugoeslavia. Para alcanzar esta formade integración, sin embargo, será necesario concederles ur mini-.mo de autonomía y acabar con el empeño de forzar su incorpora-cióna la vida nacional como componentes indiferenciados. Asi•••.mismo se requerirá que los Pueblos Testimonio acepten su carac-''ter real de entidades multiétnicas.

En el transcurso del proceso civilizatorio desencadenado por laRevolución Industrial, los Pueblos Testimonio de América concre-taron su independencia. Tres siglos de vase!laje colonial habían'acrecentado su probreza y provocado la formación de una culturaespuria que los volvía incapaces de aceptar su propia imagenysentirse orgullosos de ella, así como de 'integrar en el acervo detradiciones originales propias que aún perduraban, la vasta gamade elementos culturales tomados dei dominador. Se vieron de ese

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,modo compelidos a proseguir el ploceso de aculturación, ya ques'ole completando su europeización Ilegarl'an a alcanzar cierta ho-inogelleidad como etnia nacional. Además de los pi oblenns de de-o t o l l o • resultantes de su inserción en el sistema capitalista y enla civilización industrial- tuvieron que enfrentar las tareas de ab-sorción etnica de las enormes masas social y culturalmente margi-nal izadas.

El objetivo de la clase dominante nativa que orientó el cicloindependiente de los Pueblos Testimonio, era el de sustituirse a• • los agentes metropolitanos de dominación. Como clase directrizde las nuevas sociedades nacionales procuro acelerar por todos losmedios la europeización, tratando simultáneamente que la moder-nización y el desarrollo se cumpliesen bajo la égida de sus intere-ses. Este factor de construcción pasó a actuar como el condicio-nante básico del proceso de renovación social, y también comoun deformador.

Los Pueblos Testimonio de América, por ser productos de eseproceso peculiar de formación étnica se caracterizan por la divi-sión de sus sociedades en tres estratos superpuestos, diferenciadosde acuerdo con su identificación étnica —como indígenas o comoneoamericanos— y diferenciados también por el hecho de partici-par de manera desigual en la riqueza nacional y en el control delpoder polit ico. E l estamento superior l o forma la capa de los!blancos por autodefinicion", racial y culturalmente más hispa-nizada, que controla la economía y las instituciones políticas yomilitares adecuandolas a sus intereses. El estamento intermedioconsiderado mestizo, no l o es tanto por sus caracteres raciales-aunque haya absorbido una gran proporción de genes europeoso africanos— como por su mayor integración en la cultura hispa-noamericana, obtenida a través de la españolizacion lingüística,.L-la conversión al catolicismo— y la incorporación a la fuerza detrabajo de la sociedad nacional. El tercer estamento, esta formado

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por la masa de los que como indígenas se encuentran en unatuacion de marginalidad cultural. Hoy día poco tienen de corncon los aborígenes precolombinos, ya que su modo de ser tabien es producto de la dominación, primero colonial y despuhe

nacional-oligárquica, que al integrarlos parcialmente al sis-teeconómico como el sector más explotado llegó a transformarini

en neoamericanos. Apenas son, pues, indígenas modernos. La in'.•tegracion de este contingente marginal, desde el punto de vistacultural, social y económico, al conjunto de la nación, constituyepara los Pueblos Testimonio el gran desafío que deberán superar afin de completar la formación de su perfil étnico nacional.

La segunda configuración histórico-cultural está constituidapor los Pueblos Nuevos, surgidos de la conjunción, deculturaciOny fusión de matrices étnicas, africanas, europeas e indígenas. Losdenominamos Pueblos Nuevos en atención a su característica fun-damental de especies novae, puesto que componen entidades étni-cas distintas de sus matrices constitutivas y representan en algunamedida anticipaciones de lo que probablemente habrán de ser losgrupos humanos en un futuro remoto, cada vez mas mestizados yaculturados, y de este modo uniformados del punto de vista racialy cultural,

Como poblaciones plasmadas por la amalgama biológica y porla aculturación de etnias dispares dentro de un marco esclavocra-ta y hacendista, constituyen Pueblos Nuevos: los brasileños, losvenezolanos, los colombianos, los antillanos y una parte de la po-blación de América Central y del sur de los Estados Unidos. Estosdos últimos experimentaron el mismo proceso formativo y se con-figuraron también como Pueblos Nuevos, aunque los centroameri-canos se singularicen por una mayor presencia de contenidos cu.Iturales indígenas, y la región sur de Norteamérica haya perdid't.'

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2.— Los Pueblos Nuevos

posteriormente ese carácter, ya que al no haber conseguido es-fructurarse como nación, se vio compelida a sobrevivir corno uncuerpo extraño dentro de una formación Pueblo Transplantado.

Todo el bloque de Pueblos Nuevos de América, sumando unapoblación de 143,7 millones de personas, en 1965, representa el32,1 por ciento de la población del continente.

Una segunda categoría de Pueblos Nuevos, pronunciaciarnentediferenciada de la primera por no haber experimentado las com-pulsiones de la planta/Ion, se erkuentra en Chile y Paraguay. Fue-ron Pueblos Nuevos, del mismo tipo de estos últimos, aunque mástarde étnicamente desfigurados por un proceso de sucesión ecoló-gica que los eurOpeizo masivamente, los del Uruguay y la Argenti-na. Los Pueblos Nuevos constituyen la configuración histórico-cultural más característica de las Américas porque están presentesen todo el continente, y porque tienen aquí una particular preva-lencia, si bien en menor medida pueden detectarse en otro ámbi-tos. Sus símiles son, por ejemplo, las formas incipientes de algunospueblos europeos modernos cuyas matrices étnicas fundamentalesfueron moldeadas por el dominio y la miscigenacion de poblacio-nes extrañas por colonizadores esclavistas. Surgieron así la macroetnia ibérica y las etnias nacionales francesa, italiana y rumana,como resultado del proyecto romano de colonización mercantilque las transfiguró cultural y iingursticamente, mediante el domi-nio militar, el traslado de poblaciones, la esclavizacion, la amalga-ma y la deculturacion„ Son su equivalente también, los pueblostransfigurados por la expansión musulmana mediante similaresprocedimientos de dominación colonial y que suman hoy más de300 millones en Asia y Africa. En todos estos casos ---corno en elde los pueblos americanos-- presenciamos el surgimiento de pue-blos nuevos 'formados por la conjunción y amalgama de etnias dri-gin'almente muy diferenciadas, lograda bajo condiciones de domi-nio colonial despótico impuesto por los agentes locales de socie-

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(Jades más desarrolladas. Asimismo, resultan de la conquista Y dinamizacion de sociedades sumidas en el feudalismo, llevadas •Cicabo por "Herrenvolker" con capacidad de integrarlas en formacio.nes imperiales y en un amplio sistema mercantil internacional,

Los Pueblos Nuevos de América se formaron por la influencia.de contingentes profundamente dispares en cuanto a sus caracte.risticas raciales, culturales y lingüísticas, como un subproducto de:.proyectos coloniales europeos. A l reunir negros, blancos e indios• .en las grandes plantaciones de productos tropicales o en las minascuya finalidad era surtir a los mercados europeos y producir ga_nanclas, las naciones colonizadoras plasmaron pueblos profun'cla-mente diferenciados de si mismas y de todas las etnias que lascomponían.

Aunados en las mismas comunidades, estos contingentes basi-•cos, aunque ejercían papeles sociales distintos, acabaron mezclandose. Así al lado del blanco, que desempeñaba la jefatura de la- empresa, del negro esclavo, del indio, también esclavizado o tratado como mero obstáculo que debía eliminarse, fue surgiendo unapoblación mestiza en la que se fundían aquellas matrices en lasrris variadas proporciones. En este encuentro de pueblos apare-cen linguas francas como instrumentos indispensables de comuni-.cacion, y surgen culturas sincréticas formadas por elementos pro-cedentes de los diversos patrimonios que mejor se ajustaban alnuevo modo de vida.

Pocas décadas después de inauguradas las empresas coloniales,la nueva población, nacida e integrada en aquellas plantaciones y -minas, ya no era europea, ni africana, ni indígena, sino que confi:guraba las proto-células de una nueva entidad étnica. A l crecervegetativarnente po r l a incorporación de nuevos contingentes,aquellas proto-células fueron conformando los Pueblos Nuevos'que paulatinamente tomar ian conciencia de su especificidad:::

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cbmporuendo luego nuevos complejos culturales, y por últimoetnias portadoras de su autonomía .nacional.

Los Pueblos Nuevos de las Américas son el resultado de formaseisoecificas de dominación étnica y de organización productiva,establecida bajo condiciones de extrema opresión social y de de-culturacion compulsoria, que aunque ejercidas en otras épocas ydiferentes regiones del mundo, alcanzaron en la América colonialla más amplia y vigorosa aplicación. Ta1es formas fueron, en pri-raer lugar, la esclavitud utilizada como procedimiento capiialistade reclutamiento-de mano de obra entre pueblos tribales africanosy aborígenes, para la, producción agraria y la explotación minera;y en segundo lugar, la adopción de la hacienda corno modelo deorganización empresarial capitalista, que combinando el monopo-lio de la tierra y el dominio de la fuerza de trabajo, permitii iaproducir artículos para el mercado mundial con el Mn exclusivode obtener lucros pecuniarios. Tanto en su forma esclavocrata co-mo "libre", la hacienda ha sido la institución básica conformado-ra del perfil de los Pueblos Nuevos. Ella condicionó la familia, la re-ligiosidad, la nación misma, con proyección de su sistema y de suhegemonía sobre la ordenación legal del Estado. Modeladora bá-sica de la sociedad, la hacienda dejó su impronta tanto en los des-cendientes de las que en ella aplicaban sus esfuerzos ya fuera encalidad de esclavos o de fuerza de trabajo libre, como sobre las ca-pas dominantes rurales y urbanas; todos resultaron deformadospor el espíritu autocrático paternalista, por los gustos señoriales,por la discriminación racial y social. El sistema de haciendas sirviótambién para dar impulso al cultivo de la caña de azúcar y a losingenios; para organizar las plantaciones de algodón, café, tabaco,cacao, banana, ananá y de otros productos, en un principio conmano de obra esclava, y después de la abolición con trabajadoreslibres. Fue igualmente empleado, con las necesarias adaptaciones,a la crianza extensiva de ganado y hasta en las explotaciones ex-tractivas de riquezas vegetales. Estas formas diferenciadas del me-

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nacienda para quien nace y vive dentro de sus lindes. Entre la ha-cienda y el mundo exterior —de los negocios, de la sociedad, de lanación, de la religión— sólo cabe un mediador que es el hacenda-do, y que ejerce los papeles de patrón, padrino, protector y jefeolítico. La clase dominante de las sociedades configuradas co-

rno Pueblos Nuevos, bajo la égida del sistema de hacienda, cons-tituyó mas el cuerpo gerencial de una empresa económica euro-pea que el sector dirigente de una sociedad auténtica. Solamen-te con gran lentitud se erigió en una jefatura nativa, y cuando lo

En cierto sentido, la hacienda colonial se anticipa a la fábrica hizo impuso a la sociedad entera, transformada en nacionalidad,moderna, por estas características de concentración de los traba- tina ordenación Oligárquica basada en el monopolio de la tierra¡adores bajo el comando de los detentadores de los medios de pro.- que le garantizaba la preservación de su posición rectora y la per-ducción, que procuran apropiarse del producto de su trabajo. Era, manencia del pueblo a su servicio corno mano de obra servil ocon todo, una "fábrica- singular por ser rural y esclavista. Ello le cre.permitió aislar a los que allí trabajaban, componiendo comunida-des atípicas cuyo ritmo de tarea y descanso, costumbres, creen,cias, organización familiar, y cuya vida entera se sujetaban a la in,.tervención avasallan te de una voluntad extraía.

cielo de hacienda, tenían en común el dominio del territorio dotí'z:de operaban y el control de un contingente humano puesto al ell••vicio de la empresa, sin ningún respeto por sus costumbres o aspl»:raciones, sobre todo cuando éstas podían menoscabar los impera:j;tivos de la producción y ganancias. Todas ellas tenían también co.imo denominador común, el carácter de instituciones mercantilesque permitían la vinculación de las colonias de ultramar con laseconomías metropolitanas.

La oposición natural e irreductible entre los intereses patrona.-les que tenían por mira obtener el máximo de ganancias de la enpresa y de los "proletarios" que bucaban lograr una parte mayorde los valores que creaban, se restringe dentro de la hacienda tra-dicional, a límites extremos. En estas condiciones, el trabajadorsólo puede apelar, a f in de desgastarse con menos rapidez, a ladisminución de su ritmo de trabajo o a la fuga, con lo que arries-gaba la persecución y la "caza" si se trataba de un esclavo. Se ha-bía caído en una de esas formas espurias de trabajo asalariado quesiguieron a la esclavitud; el peón podía en todo caso procurarseempleo en otra hacienda, pero en todas el sistema era el mismo.En la hacienda, bajo el régimen esclavocrata, no había lupa parael desempeño del papel de padre de familia en relación a la corn-pañera y a los hijos, también piezas que pertenecían al patrón.Ann hoy, no tiene cabida allí el ciudadano, porque la patria está

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En una sociedad así estructurada, las instituciones republica-nas no resultaron otra cosa que un simulacro de autogobierno po-pular, incapaz de disfrazar el verdadero carácter oligárquico delpoder oculto detrás de la aparatosidad democrático-representati-va. La propia revolución industrial, al actuar sobre este contexto,encontró resistencias que desfiguraron todas sus potencialidadesde reordenación social. Estas resistencias se derivan del carácterexógeno de la economía de las haciendas, cuya finalidad es aten-der las necesidades ajenas antes que las de la sociedad de que for-ma parte.

Los perfiles culturales de los Pueblos Nuevos se diferenciantambién de acuerdo a tres órdenes de variables, correspondientesa las matrices europeas, africanas y americanas que se conjugaronpara constituirlos. En el primer caso, estas variantes se refieren aos diversos pueblos que promovieron la colonización de las Amé-icas, y la principal diferencia senalable es la existencia entre 16sgionizadores latinos y los demás. Pero estas diferencias son irre-evantes respecto del proceso de formación de los Pueblos Nue-

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vos, frente al poder.' uni formante del denominador común rep0.sentado por el esclavismo y por el sistema de plantation que preIzsidio la actuación • de todos los colonizadores. La uniformidaesencial de todos IcA Pueblos Nuevos constituidos sobre la base deaquellas formas de reclutamiento de la fuerza de trabajo y c laquel t ipo de organización capitalista mercantil, comprueba estq.irrelevancia. Es cierto que la mayor madurez institucional ynomica —como formación capitalista— lograda por los colonizadores no latinos, coloreo de distinta manera ciertas regiones;-nbobstante, no llegó a diferenciarlas de. manera tal como para quepresentaran características irredUctiblemente opuestas a las de lasotras etnias nacionales resultantes.

La dominación impuesta por los agentes colonizadores euro..peos, de los Pueblos Nuevos, originó del punto de vista lingüísticounidades luso-americana, hispano-americana, franco-americana, an-glo-americana, batavo-americana; y también hizo que el procesode aculturación se llevara adelante de acuerdo con las tradicionesreligiosas católicas o protestantes y con el espíritu de las institu-ciones y hábitos prevalentes en las metrópolis colonizadoras. Es-tas diferencias en al to grado significativas para la comprensiónde las distintas entidades nacionales y de sus singularidades, son,sin embargo, irrelevantes cuando se trata de construir modelosexplicativos más generales. Su importancia mayor está dada pot-su carácter de marcos culturales generales calificadores de la acciónde cada contingente europeo. Sobre estos factores culturales di-ferenciadores, primaron, sin embargo, los socioeconómicos, con-dicionadores de la sujeción y de la conformación de las poblacio-nes americanas a través de la colonización esclavista que les diola conformación de Pueblos Nuevos. En la segunda variante —queconcierne a la matriz africana— es más significativa la presenciay la proporción de sus contingentes integrados en cada poblaciónneoamericana que' las diferencias culturales de los diversos gruposnegros traídos a América, puesto que la deculturación provocada

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-por la esclavitud dejó muy poco margen para la permanencia derasgos culturales específicos de los pueblos africanos en las etniasnacionales modernas de las Américas. Apenas en el terreno reli-gioso son sealables sus aportes, y aun éstos, por estar impregna-dos de sincretismo, son más expresivos de la protesta del negrocontra la opresión que de su afán por rescatar del olvido sus anti-guas creencias.

La destribalizacion del negro y su fusión en las sociedades neo-americanas, constituyó -sin duda el ma.'s. portentoso movimientode población y el maIs'drarnatico proceso de deculturaciOn de lahistoria humana. Para efectuarlo, el europeo capturó en Africa,durante cuatro siglos, más de 100 millones de negros, matandocasi la mitad en el apresamiento y la travesía oceánica, y llevandola mitad restante a las factorías americanas donde proseguía eldesgaste. En los ingenios azucareros del Nordeste del Brasil, porejemplo, un negro duraba como máximo cinco años; en este pla-zo, no obstante, el amo se resarcía sobradamente de su valor venalque equivalía al de media tonelada de azúcar, cosa que el esclavogeneraba en mucho menos de un año.

Lino de los efectos cruciales de la traslación de africanos y desu incorporación a las sociedades nacientes en calidad de esclavosfue el surgimiento de una estratificación étnica con sus corolariosprevisibles de tensiones y discriminaciones. Por sobre la diferenciaexistente entre ciudadanos y paisanos, y aun entre ricos y pobres,resaltaban las relaciones fundadas en la esclavitud que contrapo-nían los hombres libres a los esclavos. Separadas por estas distan-cias, las relaciones sociales presentaban el cariz de una coexisten-cia establecida entre seres humanos y bestias de carga; implicabanuna división de la humanidad; por un lado, los considerados. do-tados de todos los derechos, y por Ovo una categoria de indivi-duos reputados próximos a la animalidad y que ten fan Unicamen-te deberes. Mucho de la disci iminaciOn racial y social que aún hoy

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padecen los pueblos americanos, hunde sus raíces en esta divisioriique fi jó rencores, reservas, temores y ascos hasta ahora no errad.:cados. Su efecto mas dramático fue la inter.nalizacion en el ne-gro de una conciencia enajenada de su subyugación, adoptadade la visión que de él tenía el blanco. Este, al asociar al color ne-gro las nociones de sucio e inferior, explicaba y justificaba porello ---y no por la explotación de que era-víctima-- la inferioridadsocial del negro.

Negros y mulatos forman los componentes mayores dentro delos Pueblos Nuevos, estimándose que llegan casi a la mitad de lapoblación total; significan también una parte importante de laAmérica del Norte, y constituyen además el sector que más tien-de a aumentar. Los pueblos latinoamericanos del futuro se com-pondrán de un número cada vez mayor de "personas de color".Contrariamente a los indígenas contemporáneos, en gran parteinasimilados, todo este contingente negro y mulato fue decultura-do de su patrimonio original al adscribirlo a las nuevas formacio-nes americanas.

Incorporarlos a estas sociedades como esclavos, emergieron a lalibertad como su parte más pobre y más ignorante, incapaz de in-tegrarse de manera masiva en la vida moderna, por lo que se ubi-can conmímmente en los estratos más marginales del punto de vis-ta económico, social y político de la vida nacional. Los dos he-chos —proliferación y marginalidad— son consecuencia del mismoprocedimiento que introdujo al negro y al mulato en las socieda-des neoamericanas y los llevó a constituir una de sus matrices fun-damentales, pero simultáneamente los condenó a una situacióndiscriminatoria para nada propicia a su integración y ascenso en lasociedad. La supresión de estas discriminaciones de preconceptos,no es sólo un problema para los negros y mulatos; implica uno delos desafíos fundamentales para las sociedades. neoamericanas yaque únicamente por medio de la integración de todas sus matrices

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y por la franca aceptación de su propia imagen mestiza satisfaránlas condiciones mínimas necesarias para el logro de su autonomíacomo pueblos y de su autenticidad como culturas.

La tercera variante, referente a la matriz indígena, parece sermás significativa en el orden cultural que la negra, debido a quelos contingentes nativos con los que tomó contacto el europeo leproporcionaron los elementos básicos necesarios a la adaptaciónecológica de los primeros núcleos neoamericanos. Contribuyeron

' decisivamente de-este modo a la configuración de las prato cultu-ras resultantes del establecimiento en tierras americanas de los nú-cleos colonizadores.

Esta variante indígena presenta por lo menos dos formas bási-cas, correspondientes a los niveles de desarrollo tecnológico al-canzado por los grupos aborígenes, y a las diferencias de sus res-pectivos patrimonios culturales, parte de los cuales sobrevive de-terminando algunas de las particularidades de los pueblos neoame-ricanos.

Tales son, en primer lugar, la variante correspondiente a loslupi Guarani de la costa atlántica de Sudamérica, a los Aruak yKarib de la región amazónica y del área del Caribe, todos ellos cla-sificables en el plano de la evolución socio-cultural, en el nivel co-rrespondiente a las Aldeas Agricolas Indiferenciadas. Estos pue-blos indígenas participaban de una misma forma básica de adapta-

IciOn a las regiones tropicales, lograda por medio del cultivo de lasmismas especies y de una tecnología productiva fundamentalmen-te idéntica en cuanto a su grado de desarrollo. En segundo lugar,los Araucanos de la costa chilena, así como las diversas confedera-ciones tribaies del Noroeste de América del Sur y de la AméricaCentral que ya habían alcanzado un nivel de Estados RuralesAr-tesanales, o se encontraban próximas al mismo.

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Los pueblos Tupi Guarani ocupaban al tiempo del descubrimiento, casi toda la costa atlántica de Sudamérica y vastas r e g i ;nes interiores, donde se instalaron originalmente españoles y pot.-'3:•tugueses. De su conjunción resultarían no sólo pueblos mestizossino cristalizaciones culturales nuevas qt.r terminaron por confi-gurarse como proto células étnico-culturales, a las cuales esos in-

' dios aportaron l a lengua que se habló en los primeros siglos, casi-la totalidad de los procedimientos necesarios para la subsistenciade que se sirvieron los núcleos originales brasileños, rioplatenses yparaguayos. Los Aruak y los Karib antillanos, que tenían el mis-mo nivel de desarrollo de los Topi Guaraní y la misma forma deadaptación ecológica, habrían de constituir la matriz genética ycultural básica de los primeros establecimientos españoles en aque-lla región. A pesar de que fueron rápidamente exterminados porel contagio de enfermedades que les eran desconocidas y por laesclavizacion, estos pueblos tribales aportaron a las poblacionesque los sucedieron las formas básicas de obtención de los productos de subsistencia, lo que les permitió sobrevivir en los trópicos.

En todas estas regiones,, la configuración cultural primitivaen donde predominaba la contribución indígena, sufrió poste-riormente profundas transformaciones por la introducción deelementos culturales europeos o africanos, y por la especializaciónproductiva de las plantaciones de exportación de las haciendas depastoreo. Unicamente los paraguayos, y en menor medida los brasueños, conservan en la actualidad nítidos rasgos lingu isticos yculturales resultantes de su herencia indígena Tupi Guarani', quepor la distribución espacial y la uniformidad cultural que habíanalcanzado antes de la conquista, prefiguraban lo que habrían deser las etnias de la vertiente atlántica de América-del Sur, En elárea del Caribe —sobre todo en Venezuela, Colombia y en las islascolonizadas por España— se encuentran también numerosPs ele-:mentos de la misma herencia indígena de formas de adaptación a',la selva tropical, que sobreviven en los hábitos alimenticios yotras esferas de la cultura.

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En la región meridional de la Costa del Pacifico, los españolesse enfrentaron con los Araucanos, base sobre la cual se plasmoel pueblo chileno. En Venezuela y en Colombia, así como en laAmérica Central, los españoles encontraronse con los Chibcha,los Timote y con las confederaciones Fincent:1, Pancenù y Cenuta-na; con los Cuna (Panamá), los Jicqque (Nicaragua) y muchosotros.

Todos estos pueblos se encontraban en un estadio cultural másalto que el deloprimer grupo. Algunos como los Chibcha se es-tructuraban políticamente como, Estados Rurales Artesanales;contaban éstos con una clase dominante que muy pronto llegó aentenderse con el invasor, y con una clase dominada para la cualya era una costumbre el estar al servicio de otros. Estas circuns-tancias facilitaron su rápida conquista y su consecuente aniquila-ción como etnias. En cambio aquellos pueblos que se hallaban enanteriores etapas de este proceso —como los Araucanos— y quepor lo tanto carecían de un estrato señorial conciliador as( comode estamentos subalternos adaptados a la explotación, resistie-ron durante siglos la conquista, permaneciendo hasta hoy enquis-tados como minorías étnicas en el cuerpo de la nación. Todosestos grupos transmitieron algunos rasgos d e su patrimoniocultural a las etnias nacionales que florecerían en sus territo-rios, y que compondrían principalmente mestizos nacidos de lasuniones indias con europeos. L a multiplicación de las protocélulas _culturales originadas de la fusión de elementos indígenasy europeos, daría lugar a la creación de etnias neoamericanas enmuchas otras regiones. Nacieron así como Pueblos Nuevos: loschilenos en el Sur, el area cultural andina de Venezuela y de Co-lombia en el Noroeste, los panameños, nicaragüenses y hondure-ños en la América Central.

También estos pueblos experimentaron transformaciones ulte-lores que hicieron variar profundamente su configuración origi-

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nel. En todos los casos, sin embargo, es indispensable referirsea las raíces indígenas, en sus diversas variantes, a fin de compren!der la singularidades distintivas de los diversos Pueblos Nuevos.

Los rasgos comunes que caracterizan como Pueblos a todas es-tas naciones y a las minor las enclavadas en sus territorios, no serevelan únicamente en su proceso formativo. Se manifiestan tam-bién en sus perfiles actuales y en los problemas de maduraciónétnico-nacional y de desarrollo socio-económico que enfrentan.Es especialmente visible su desvinculación de toda tradiciónarcaica, cosa que ha dado a la parte más atrasada de sus poblacio-nes una marginalidad distinta a la presente en los Pueblos Testi-monio; se trata en este caso de una marginalidad de naturaleza so-cial y no cultural. La carencia de tradiciones culturales sólidamen-te mantenidas que les deparó su drástica deculturacion, los hizoreceptivos al cambio, y por esto mismo, menos conservadores ymás abiertos.

La primera categoría de Pueblos Nuevos —en cuya formacióntuvieron un papel fundamental la esclavitud africana y el sistemade haciendas—, se configuró de acuerdo con los modelos básicos,el primero de los cuales se distingue por la situación en que segeneraron sus células étnicas, las cuales reconocen un principiode miscigenacion entre contingentes europeos y aborígenes ante-rior a l a llegada de los africanos. Estas células elementales racial-mente mestizas, nacieron también marcadas por la hibridez cultu-ral, ya que heredaron del ind fgena su forma de adaptación al me-dio, y del europeo, fuera de otros muchos elementos, su estructu-a peculiar de núcleos vinculados a sociedades mercantiles distan-

tes.

Pocas décadas después del afincamiento de los europeos en lasdistintas regiones de América, estas proto células se consolidarondando lugar a una cultura nueva que ya no era indígena ni euro,

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pea. Multiplicándose por decisión celular y ocupando amplios es-pacios, compusieron una primera matriz que se transformaría conel tiempo a causa de la especialización en diversos tipos de pro-ducción y al ingreso de los contingentes negros. Crecieron asívinculadas a la tierra por la herencia indígena, y al mundo exte-rior por las formas mercantiles que hacían viable su desarrollo co-mo proletariado externo de los centros rectores europeos. Se de-sarrollaron como resultado de proyectos exógenos, consagrados aactividades agro-industriales de exportación del tipo de los inge-nios de azúcar, a explotaciones mineras para la extracción de meta-es preciosos, a empresas extractivas pat-a la recolección de pro-ductos en las florestas tropicales y la crianza del ganado casi ex-clusivamente para la utilización del cuero. Estas proto células in-doamericanas —primeras cristalizaciones culturales de los PueblosNuevos— al absorver los contingentes negros y blancos llegadosmás tarde, presidirían la aculturación de ambos, llamándolos a'ntegrarse en sus formas de vida características, cide constituíanen verdad el modo de ser de las sociedades americanas.

El segundo modelo predominante en algunas de las AntillasFrancesas e Inglesas y en el Sur de Norteamérica, no contó consta formación local aculturante. Se configuro de manera aún másfranca como el subproducto de empresas capitalistas que impor-taban negros esclavos para utilizarlos en las plantaciones. En estashaciendas dirigidas por capataces aún más eficientes en su cruel-ad y codicia que los del resto del continente, se obtuvo un rendi-

miento mayor por pieza mediante la organización de apareamien-'tlos destinados a producir nuevos esclavos.

Arrojado en estos criaderos humanos, el africano no se encon-traba en condiciones de conservar su lengua y cultura, ni de inte-rarse en una cultura distinta. Los elementos culturales que pudodquirir consistieron apenas en una repetición caricaturesca delabla y las ideas de sus amos, en la habituación a la dieta impuesta

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y sobre todo, en el adiestramiento en las sencillas técnicas produc_.tivas de las minas y haciendas.

A pesar de todo, algunos "criollos" —muchos de ellos mestizosde blancos protestantes y de negra— dotados naturalmente de maOyor capacidad, llegaron a dominar los rudimentos deunacultura ma-yor, volviéndose entonces agentes de la aculturación del esclavo co-mún; únicamente de este modo se ampliaba su horizonte mental yse enriquecía su parloteo, librándose de una simplicidad infantilque no era el reflejo de una mentalidad primitiva, como se supo.so, sino del mecanismo intencional empleado para transformarloen un instrumento eficaz, en una bestia parlante puesta al servi-cio de su amo. La estructuración de los Pueblos Nuevos cimenta-dos en la mano de obra esclava traída de Africa, se distinguepues por la presencia o ausencia de aquella célula inicial cultura;indígena-europea, que imprimió marcas distintivas a los PueblosNegros del Brasil, Nueva Granada (Colombia, Venezuela) y lasAntillas Españolas, en oposición a las formaciones antillanas ydel Sur de los Estados Unidos. Todas ellas tienen en común noobstante lo que recibieron de la matriz africana, así corno les fue-ron también comunes las compulsiones propias del sistema de ha-ciendas.

Representan probablemente el resultado de una de las mayoresempresas inhumanas: aquella que permitió extender a todo elmundo el uso del azúcar, de las telas de algodón, del café, el taba-co, el cacao. Fue también con ese designio que se explotaron lasminas de oro del Brasil y de otros paises americanos.

Pero la contribución del africano esclavo no se redujo a la produccion de esas mercaderías. Su traslado al Nuevo Mundc/apare-jo otros dos efectos de vital importancia para la civilización mo-derna; contribuyó probablemente más que nadie al acopio de ri-quezas con las que tanto e n Europa como en América se costeó

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it'a• edificación de las ciudades, el armamento de los ejércitos y, mástarde, el establecimiento de las industrias. La contribución del ne-gro a la formación de estos capitales fue doble; primero fue utili-zado como mercadería de uno de los negocios más lucrativos de la'época (la trata), y después corno fuerza de trabajo de las hacien-das y minas de América, cuyo éxito económico hizo posible aque-lla fantastica acumulación de capitales que se aplicarían a la pro-ducción y al derroche. La madurez rápidamente alcanzada por elcapitalismo mercantil, así corno la aceleración experimentada ensu proceso evolutivo por los países iniciadores de la RevoluciónIndustrial, fueron posibles gracias a este vasto "proletariado ex-terno" cuyo nivel de vida fue reducido al l imite de sus necesida-des biológicas a fin de que los excedentes fueran mayores.

La segunda contribución del negro a la formación de los Pue-blos Nuevos está dada por la amalgama de su caudal genético conel de los indígenas y el de los blancos europeos. De este modo, laeuropeización lingüística y cultural de sus descendientes permitióextender en su espacio ampi isimo, las etnias europeas encarnadasen Pueblos predominantemente mestizos. Debe agregarse, por otraparte, que en aquellos lugares ocupados por grupos negros, la euro-peización de los otros contingentes se cumplió con mayor pronti-tud, Este poder de homogenizacion cultural reconoce como causala imperativa necesidad del negro de desarrollar medios de compren-sión que hicieran posible el entendimiento entre esclavos de di-versas extracciones así como entre éstos y los demás contingen-tes; ello les imponía el aprendizaje de la lengua del colonizador, yde esta manera se facilitaba en difusión y generalización.

En algunas de las sociedades clasificadas como Pueblos Nuevoses posible encontrar inclusiones de inmigrantes trasplantados deEuropa y Asia en el siglo pasado. En algunos casos se circunscri-ben a regiones determinadas a las que prestan características pe-culiares, tales como las zonas de inmigración europea del Sur del

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Brasil, de América Central y de Chile. En otros casos se encuett:tran dispersos en el conjunto de la población nacional distinguién':dose únicamente por los signos raciales que les son propios, comoocurre con diversos contingentes del centro y norte de Europa ycon los japoneses, chinos e hindúes establecidos respectivamenteen el Brasil, en el Perú y en algunas islas del Caribe.

Una parte considerable de estos grupos, principalmente los deorigen europeo, tuvieron a su cargo papeles dinámicos de primor-dial importancia en la modernización tecnológica y política de losPueblos Nuevos. Muchas de sus características los habilitaron parael desempeño de este papel. En primer lugar, la posesión de unamayor calificación profesional que las poblaciones locales, ya queen general había entre estos inmigrantes artesanos diestros quemontaron pequeños talleres —algunos de los cuales se transfor-marían con el tiempo en fábricas— o trabajaron en tareas de mo-dernización tecnológica, como el tendido de vías férreas, la cons-trucción de puertos, etc. En segundo lugar, la existencia de víncu-los culturales entre ellos y las sociedades de donde procedían, quelos mantuvieron al tanto de los avances tecnológicos de las mis-mas y les permitieron beneficiarse aplicando en estos países talesinnovaciones; esas actividades innovatorias constituyeron ademáscanales especiales de ascenso social. En tercer término, la circuns-tancia de tener pautas de consumo de mayor amplitud que las lo.cales que incluían diversos artículos industriales, lo que influyóen la extensión del mercado interno y en la difusión de nuevoshábitos de consumo. Cuarto., su adaptación previa a formas másavanzadas de organización del trabajo, fundadas en el salario, asícomo su disposición para el cumplimiento de tareas manuales, re-chazadas en general por los componentes blancos de las pobla-ciones locales que las consideraban menesteres de esclavos. Quin-to, la exención de las responsabilidades sociales tradicionales mo-tivada por su calidad de "extraños", lo que sumado a su califica-ción intelectual y técnica les permitió explotar oportunidades de

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enriquecimiento no percibidas o no aceptadas por los trabajadoreslocales. Sexto, la aptitud manifiesta de estos contingentes para in-tegrarse a las nuevas sociedades, sin limitarse al círculo de relacio-nes de sus connacionales, lo que aparejaría la formación de en-guistamientos étnicos inasimilables.

Junto a estos aportes de los inmigrantes tardíamente ingresa-dos en los Pueblos Nuevos, debe sehalarse que ellos también con-tribuyeron a retrasar la integración de los antiguos estratos en lassociedades nacionales. Esto ocurrió con los contingentes de blan-cos y mestizos pobres y con los negros libertos, que ambiciona-ban ser propietarios de las tierras que labraban para así ascendera la condición de granjeros, por lo que resistían su incorporaciónal sistema de haciendas como fuerza de trabajo asalariado.

Ambos grupos fueron marginados por la competencia de lamano de obra barata exportada de Europa —y después de Orien-e— a medida que las respectivas estructuras agrarias eran renova-das por la expansión del capitalismo industrial. En todas las na-ciones formadas po r Pueblos Nuevos se- encuentran por esto,grandes masas campesinas que no han experimentado ningún pro-greso señalable desde el momento en que se produjo el alud inmi-gratorio, porque éste acaparó la mayoría de las posibilidades delascenso social.

Los Pueblos Nuevos al igual que los Pueblos Testimonio surgie-ron jerarquizados a causa de la gran distancia social que separabala clase señorial —compuesta por hacendados, dueños de minas,comerciantes, funcionarios coloniales y clérigos— de la masa escla-va utilizada exclusivamente como fuerza productiva. Su clase do-minante no llegó a componer, sin embargo, una aristocracia ex-tranjera que rigiera el proceso de europeización, entre otras ra-zones, porque no suplanto ninguna clase noble y letrada aborigeno simplemente ésta no existía, por lo común la compusieron rudos

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empresarios amos de tierras y esclavos, forzados a vivir en su erhlpresa y a dirigirla personalmente con la ayuda de una pequeña ca-pa intermedia de técnicos, capataces y sacerdotes. En los lugaresdonde la explotación adquirió gran prosperidad, como en las zo-nas azucareras y mineras del Brasil y en las Antillas, pudo darse ellujo de erigir residencias señoriales, viéndose precisada a ampliarla clase intermedia tanto en los ingenios como en las villas costeras dedicadas al comercio exterior. Estas villas se convirtieron lue-go en ciudades que exhibían principalmente en sus templos, laopulencia económica de esta clase que no obstante carecer deiprestigio de la aristocracia de los Pueblos Testimonio, alcanzómayor brillo y "civilización" que la clase alta de los Pueblos Trans-plantados.

En su forma acabada, los Pueblos Nuevos son el producto dela selección de elementos nacionales y culturales de las matricesformadoras que mejor se ajustaron a las condiciones que les fue-ron impuestas, de su esfuerzo por adaptarse al medio, as( como dela presión que sobre ellos ejerció el sistema socio-económico enque se insertaron. Un papel decisivo en su formación le cupo a laesclavitud, ya que al operar como fuerza destribalizadora apartoa los sometidos a este estatuto de las tradiciones ancestrales,transformandolos en el subproletariado de la sociedad naciente.

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en. Pero ya no podrán seguir siendo colonias esclavistas del Ca-pitalismo Mercantil, ni dependencias neocoloniales del Imperialis-rno' Industrial; deberán constituir formaciones autónomas --capi- •talistas o socialistas— capaces de incorporar la tecnología de la ci-vilización moderna a sus sociedades y elevar su población al nivelde educación y consumo de los pueblos mas avanzados.

3.-- Los Pueblos Transplantados

La tercera configuración histórico-cultural es la de los PueblosTransplantados. Corresponden a ella las naciones modernas crea-das por la migración de poblaciones europeas hacia los nuevos es-pacios mundiales, donde procuraron reconstruir formas de vida eno esencial indén ticas a las de origen. Cada uno de ellos se estruc-turó de acuerdo con los modelos económicos y sociales propor-cionados por la nación de donde provenía, llevando adelante enlas tierras adoptivas procesos de renovación ya actuantes en el am-bito europeo.

Los contingentes migrantes se reclutaron inicialmente entregrupos europeos disidentes, sobre todo en materia religiosa; rnàstarde, fueron engrosados con toda clase de inadaptados que lasnadiones colonizadoras condenaban al destierro, y finalmente cre-cieron gracias al alud migratorio de individuos desarraigados de

En este sentido, los Pueblos Nuevos se originaron, tanto por la de- sus comunidades rurales o urbanas.culturacion de sus patrimonios tribales indígenas y africanos,como por la aculturación selectiva de esos patrimonios, a los que P o r lo general, emigraban obligándose contractualmente a tra-hay que agregar la creatividad de los mismos frente a l nuevo me- bajar algunos años en condiciones muy próximas a la servidumbre,dio. a o obstante, un gran número consiguió ingresar más tarde en las

categorías de granjeros libres, artesanos independientes y asala-Desvinculados de sus matrices americanas, africanas y europeas, 4riados.

y desligados de sus tradiciones culturales, constituyen hoy pue-blos en situación de disponibilidad, cuyo futuro se subordina a suprogresiva integración en el proceso civilizatorio que les dio,ori-

Los Pueblos Transplantados contrastan con las demás configu-raciones socio-culturales de América por su perfil característica-

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mente europeo —manifiesto no sólo en el tipo racial predominatemente caucasoide, sino incluso en el paisaje que crearon en last.

nuevas tierras reproduciendo el del Viejo Mundo— así como en el'perfil ideológico y en el carácter más maduro de su economía ca-pitalista. Esta se fundó principalmente en la tecnología industrialmoderna y en la'capacidad integradora de su estructura socialque pudo incorporar casi toda la población del sistema productilvo, y a la mayoría de ella a la vida social, política y cultural de lanación. Por esto mismo, enfrentan problemas nacionales y socia-les que le son propios, y su visión del mundo es también distintade la de los pueblos americanos de las otras categorías. Los Pus,blos Transplantados presentan como características básicas: ho-mogeneidad cultural derivada en principio del común origen desu población y mantenida luego por la asimilación de los contin-gentes llegados con posterioridad; mayor grado de igualitarismoen sus sociedades, gobernadas por instituciones democráticas yautónomas, en las que fue más fácil al labrador hacerse propieta-rio de la tierra; "modernidad", respecto de la sincronización de susmodos de vida y aspiraciones con los de las sociedades en procesode industrialización de las que procedían.

Integran el.bloque de Pueblos Transplantados, Australia y Nue-va Zelandia, y en cierta medida los bolsones neoeuropeos de Israel,la Unión Sudafricana y Rhodesia. En América, están representa-dos por Estados Unidos y Canadá, y también por Uruguay y Ar-gentina, los que componían el 63,7 por ciento de la población delcontinente, sumando 239,2 millones de personas de 1965. En lasprimeros casos consideramos naciones resultantes de proyectos decolonización aplicados en territorios cuyas poblaciones tribalesfueron diezmadas o confinadas en reservations para instalar enellos una nueva sociedad.

Los países rioplatenses en cambio, derivan de una empresa pe-• culiarísima realizada por una elite criolla enteramente alienada y

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hostil a su propia etnia de Pueblo Nuevo que adoptó como pro-yecto nacional la sustitución de su propio pueblo p o r europeosa los que atribuían más perentoria vocación para el progreso. LaArgentina y el Uruguay contemporáneos, son pues, el resultadode un proceso de sucesión ecológica deliberadamente llevado porlas oligarquías nacionales, mediante el cual una configuración dePueblo Nuevo se transformo en Pueblo Transplantado. En esteproceso, la población ladina y gaucha surgida del mestizaje de lospobladores ibéricos con los indígenas que era el contingente be-sico de la nación, fue aplastada y sustituida por el alud de imni-grantes europeos.

Contrariamente a lo que ocurrió con los Pueblos Testimonio—desde sus comienzos constituidos como sociedades complejas,estratificadas en estamentos profundamente diferenciados queiban desde una rica aristocracia de conquistadores europeos hastala masa indígena servil, los Pueblos Transplantados —en especiallos del Norte— tuvieron en su mayoría, y al principio, el carácterde colonias de poblamiento dedicadas a las actividades granjeras,artesanales y de pequeño comercio. Mientras trataban de consoli-dar su establecimiento en los territorios desiertos, vegetaban enla pobreza procurando vitalizar económicamente su existenciamediante la producción de artículos de exportación a mercadosmás ricos y especializados. En estas circunstancias, no pudo surgiren ellos una minoría dominante capaz de imponer una ordenaciónsocial oligarquica. Aunque pobres —incluso paupérrimos—, vivíanen una sociedad razonablemente igualitaria, regidos por principiosdemocráticos de autogobierno. No pudieron tener universidades,ni templos, ni palacios suntuosos, pero alfabetizaron su población,la que solfa congregarse en modestas iglesias de madera para leerla Biblia; estas reuniones sirvieron frecuentemente para resolverproblemas locales, viniendo así a echar las bases del autogobierno.

De este modo ascendieron colectivamente_ corno pueblo a me-dida que la colonia se consolidaba y enriquecía, y al final, forman-

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_do ya una sociedad más homogénea y apta para llevar adelante la:seRevolución Industrial, se emanciparon. Las peculiaridades de suformación, así como el hecho de entrar en posesión de considera-bles recursos naturale, aseguraron a los Pueblos Transplantados'condiciones especiales de desarrollo, A ello se sumó el acceso a losmercados europeos y las facilidades lingüísticas y culturales de co-municación con Inglaterra, que les posibilitaron el dominio de la,tecnología industrial. Algunos de los Pueblos Transplantados pudie-ron así aventajar a sus países de origen, logrando altos niveles dedesarrollo económico y social. Todos progresaron asimismo conmayor rapidez que las demás naciones americanas, en los prime-ros tiempos mucho mas prósperas y cultivadas.

Hay entre los Pueblos Transplantados del Norte y del Sur delContinente profundas diferencias, no sólo por su cultura —pre-dominantemente latina y católica en éstos, anglosajona y protes-.tante en aquéllos— sino también por el grado de desarrollo alcan-zado. Estas diferencias aproximan a argentinos y uruguayos a losdemás pueblos latinoamericanos, también neoibéricos, pobres yatrasados; por la mayoría de sus otras características, sin go, ellos son Pueblos Transplantados, y como tales presentanmuchos rasgos comunes con los colonizadores del Norte.

Naturalmente, n o es por mera coincidencia que todos estosPueblos Transplantados se encuentran en zonas templadas. Con-dicionado milenariamente a los rigores del invierno y al ritmomarcado de las estaciones, el inmigrante europeo se encontrómás cómodo en climas similares, de ahí que en lo posible huyerade las regiones tropicales. A la inversa, se puede apreciar que lospueblos adaptados al trópico no se sienten a gusto en las áreas frí-gidas, donde son compelidos a vivir en ambientes artificiales queavasallan y deprimen a la naturaleza toda y también a los hombres.

Muchos autores han querido explicar las diferencias en el gradode desarrollo económico y social de los Pueblos Transplantados

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Debemos, por lo tanto, señalar otros factores generales de dife-renciación o aproximación de los Pueblos Transplantados en re-lación a las demás configuraciones histórico-culturales de Améri-ca; éstos probablemente resulten mas explicativos de sus respec-tivos modos de ser que los traidos y llevados factores climáticos,raciales o religiosos. Entre ellos sobresale —en el caso de los Pun•blos Transplantados del Norte— el hecho de ser el resultado de

• proyectos tendientes a la autocolonizacion de nuevos ten itoiios,en oposición al carácter exógeno de las empresas que dieron lugar

' a las otras configuraciones; en el de los Pueblos Testimonio, el sometimiento do sociedades cultru ales muy avanzadas en las cuales

.s.La mayoría de esas afirmaciones no resisten la crítica. Las civili-

zaciones se han desenvuelto en diferentes contextos raciales, cul-turales y climáticos. Fisonomías distintas de la misma civilizaciónoccidental europea, han logrado elevada expresión en combina-ción con cultos católicos y protestantes, que en rigor no son másque variantes de una misma tradición religiosa. Sólo la homoge-neidad cultural tiene alguna significación causal, y su papel res-pecto al desarrollo no reside sin embargo en la homogeneidad cul-tural en sí, sino en las posibilidades que de manera circunstancialofreció a los emigrantes salidos de Europa en un determinado pe-riodo histórico para adquirir los conocimientos y la tecnología enque se fundaba la revolución industrial en curso.

respecto de !os otros, como una consecuencia de diversos facto-es de diferenciación. Se ha atribuido así el valor de aceleradores o

retardadores del progreso, a la condición racial predominantemen-te blanca, en contraste con el mayor mestizaje con pueblos decolor de las demás poblaciones americanas; a la homogeneidadcultural europea, en oposición en la heterogeneidad resultante dela incorporación de tradiciones indígenas; a la posición geográfi-ca y a sus consecuencias climáticas; y finalmente al protestantis-mo de unos y al catolicismo de otros.

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el conquistador constituyó una nueva clase dominante; y en el dlos Pueblos Nuevos, la circunstancia de que el proceso de pobit.miento se cumpliera a través de la esclavizacion de indios ygros en las explotaciones agrícolas o mineras.

A éstos se suman otros factores explicativos y, especialmentela preponderancia en los Pueblos Transplantados de un procesde una mera asimilación de los nuevos contingentes por partelos primeros núcleos coloniales. Contrariamente, en los PueblosNuevos la integración de los grupos indígenas y negros esclaviza.dos estuvo presidida por el signo de la deeulturacion, mientrasque en los Pueblos Testimonio se basó en la desintegración cultu-ral y la transfiguración étnica.

Los tres procesos presentan semejanzas y diferencias pero lascaracterísticas especificas de cada uno de ellos marcarían distimgos manifiestos en las configuraciones resultantes. En el primercaso se trataba de anglicanizar desde el punto de vista lingüísticoa europeos de diversos orígenes, o de uniformar las normas y cos-tumbres de la vida social que en realidad presentaban las dese-mejanzas propias de las variantes múltiples de una misma tradi-ción cultural. En el segundo, de erradicar culturas originales alta-mente diferenciadas entre si y respecto de ia europea, a fin de im-poner formas simplificadas de trabajo y de coexistencia bajo laopresión del sistema esclavista y con el exclusivo interés de hacerrendir al maXimo la mano de obra. En el tercero, estrangulado el Se da un cierto paralelismo entre estas concepciones referentesproceso de desarrollo autónomo de las altas civilizaciones ori- a l trabajo y algunas actitudes protestantes o católicas relativas aginales, se formo un complejo espurio y alienado en el que se-i la materia, lo que no significa que estas religiones hayan representaperdieron los contenidos eruditos de las mismas •y la calificación do un papel causal en la génesis de ambos comportamientos. Que-ocupacional de su población. Es claro que los pueblos resultan- •remos simplemente señalar que ellas sustentaban el sistema vigen-tes de los procesos de formación cultural últimamente señala- te en ambas sociedades: capitalistas más avanzadas las protestan-dos, enfrentaban dificultades mucho mayores para su reconstitu- tes, más atrasadas y aristocráticas las católicas. Sin embargo, nocion étnico-nacional y para integrar a su patrimonio cultural la debemos despreciar la importancia de las actitudes referidas, asítecnología de la civilización industrial. corno la de otras derivaciones de las dos posiciones religiosas; por

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Otros factores explicativos de las diferencias de las tres confi-guraciones derivan de la mayor madurez de la economía capitalis-ta mercantil propia de los Pueblos Transplantados en oposicióna las otras dos. Entr otros, se destaca el carácter más igualitariode la sociedad establecida en el Norte, frente a la fisonomía au-toritaria de las configuraciones del Sur. Esta oposición encuentraexpresión en el predominio en toda América Latina del sistema dehacienda basado en el monopolio de la tierra, que contrasta con elde las granjas familiares difundido en los Estados Unidos, El pri-mero dio lugar a un tipo de república oligárquica que oriento losdestinos nacionafés luego de la independencia; el segundo generóuna república democrática asentada en una amplia clase mediapolíticamente activa y defensora de las instituciones de autogo-bierno.

Como factores concomitantes de idéntica naturaleza, debenconsiderarse, e l predominio d e l trabajo asalariado —aunqueen sus formas más elementales— en las Colonias del Norte, fren-te a la esclavitud y el vasallaje existente en las otras regiones.Estas dos formas de reclutamiento de la fuerza de trabajo dejaronprofundas huellas en las respectivas sociedades. Permitieron en lassociedades del primer tipo, una dignificacidn del trabajo manual,en tanto en las demás éste era considerado como una actividad"denigrante", propia de las categorías serviles.

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ejemplo, el estimuld a la alfabetización a fin de que pudiera leersla Biblia en el caso de los protestantes, y el conservadurismo mnifiesto en el empeño puesto para infundir resignación frentela ignorancia y la pobreza en el de la ideología católica tradiciw-nal.

Más que el factor religioso en sí mismo, fueron las caracteristi_cas institucionales de las iglesias que catequizaron el Nuevo Munndo l a s que desempeñaron un papel moderador respecto de suspueblos, constituyendo los mecanismos productores de su profun-da diferenciación. El traslado de la Iglesia Católica a América seubica en la coyuntura de los Imperios Mercantiles Salvacionistascuyo t ipo habían adoptado España y Portugal con posteridadla ocupación musulmana. Las sectas protestantes en cambio, de.sembarazadas de la jerarquía romana y del peso de los obispadoslocales y en las cuales el culto se realizaba libremente, encuadranpor ello en las formaciones socio-culturales capitalistas mercanti-les.

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La primera fue una parte esencial de la maquinaria del Estado,prornotora de la conquista y de su pretendida acción salvadora.De igual modo que el islamismo expansivo, el expansionismo ibé-rico católico ejercía sobre las poblaciones que llegaba a dominaruna gran fuerza coercitiva, exigiéndoles además cantidades cadavez mayores de sus excedentes productivos a fin de poder soste-ner un clero numeroso y de que su gloria se reflejara en la magni-ficencia de los templos. Basta comparar el número y la calidad ar-quitectónica, el tamaño y la riqueza de las catedrales de la Améri-ca católica con la modestia d e las construcciones religiosas de laAmérica protestante para apreciar la desproporción de los re-cursos económicos aplicados a finalidades religiosas en ambas zo-nas. Obviamente, esto se hizo en perjuicio de otras inversiones, enobras de utilidad general, como caminos y escuelas, por lo que vi-no a constituir otro factor de atraso.

La asociación de la Iglesia con el poder temporal no sólo dio ala acción religiosa la seguridad de contar con todo el apoyo que elEstado pudiera prestarle, sino que significó su adhesión y fideli-dad permanente a los objetivos de perpetuidad del dominio colo-nial y de mantenimiento de la organización oligárquica. Aparejótambién ia aristocratizacion de sus altas jerarquías, lo que la llevófrecuentemente a oponerse a las aspiraciones e intereses de losmás humildes componentes de su grey. Esta es la causa por la quetantas veces en la América católica el alto clero se vio envuelto encrisis políticas graves, que por reacción hizo surgir un laicismo mi-litante típico de estos países. En la América protestante en cam-bio, por situarse al margen de la estructura del poder político,pudieron los dirigentes de las distintas sectas cuidar mejor su posi-ción y ejercer un control más eficaz justamente por ser más infor-mal.

El diferente estilo de evangelización, en un caso llevada deconsuno con el brazo secular y en el otro por medio del estímuloa la acción comunitaria, hizo que la actuación de la Iglesia Católicafuera. apreciada como teñida de fanatismo; éste tuvo en el mundopuritano una entidad equivalente, pero allí no resulta tan obsten-sible por disolverse en las responsabilidades colectivas. La obramisionera incluso, al emprenderse en la América Católica con elfervor propio de una religión de conquista, sería una fuente cons-tante de conflicto con los colonizadores cuyos intereses afectaba,mientras que en la América protestante no se observa un fenóme-no de este tipo. También esto es demostrativo del carácter salva-cionista de la estructura imperial en la que la Iglesia Católica sehallaba involucrada.

Lo paradójico es que en la América protestante, donde no hu-bo una acción misional tan rigurosa y extensa como en las otrasregiones, mantuviera la religión una ortodoxia mayor que ladel catolicismo latinoamericano; se generalizó allí como una reli-

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giosidaci popular más activa y menos impregnada de sincretismopero a la vez más intolerante.

ridadus raciales. Este último factor no solo frustró la constituciónde un sistema socio-político efectivamente democrático en los Es-tados Unidos, sino que además ha desencadenado en las últimasdecadas, innumeras tensiones disociativas que casi llegan ya al gra..

_do de una guerra racial interna.Misal rollo y estancamiento no deben mirarse corno situaciones

consolidadas e inmodificables, sino como componentes dinámicosque han modelado a los pueblos de cada configuración histórico-cul tural, abocándolos a una problemática específica. Ha resultado

• de d io un nueVo factor de diferenciación consistente en la divi•sion del continente americano en un núcleo de elevado desarrolloy un conglomerado de pueblos subdesarrollados.

Entre ambas regiones las relaciones presentan el cariz de lasexistentes entre sociedades ubicadas en distintas etapas históri-cas: unas se hallan en el nivel de las formaciones imperialistas in-dustriales y las otras en la situación de territorios sometidos aldominio neocolonial. Estas relaciones, al implicar indefectible-

Otra diferencia radica en la proporción de los contingentes mente el despojo de las naciones atrasadas, resultan fecundas enmarginales en la vida económica, social y política de la nación. 'conflictos de intereses y tensiones. Los Estados Unidos se han eri-Estos presentan el carácter de grupos diferenciados desde el pun- gido en los mantenedores de un sistema extremadamente fruct ife-to de vista cultural —principalmente neoindigenas y mestizos en r o para sus empresas, conveniente además a su posición políticalos Pueblos Testimonio— y el de grupos cuya distinción radica en en el continente y en el mundo. El estudio de esta polarizaciónsu posición en la estratificación social, por lo general compuestos 'es de primordial importancia, ya que cualquiera que scan los c ìpor neoafricanos mulatos en los Pueblos Nuevos. Tales contingen- minos que sigan en su desarrollo los pueblos latinoamericanos, notes, que por lo general componen la porción mayor de la pobla- podrán emprenderlos sin sopesar la fuerza intervencionista de losciOn dentro de las formaciones señaladas, aparecen en cambio co- Estados Unidos, la naturaleza imperativa de los compi omisos querno minorías raciales bien definidas en los Pueblos Transplantados. Aha asumido como gran potencia mundial y el peso de inversionesTambién en este caso, más que de un factor causal estamos en en ésta su zona de influencia.presencia de uno d e los resultados del proceso de formación quehizo que los Pueblos Transplatados del Norte formaran sociedadesmás igualitarias en lo social, más progresistas en lo .económico ymás democráticas en lo político. Pero también se volvieron másdiscriminatorias y segregacionistas en consideración a las particula-

Otros factores de diferenciación derivados del proceso de for-mación nacional de los Pueblos Transplantados son la discrimina.ciOn y la segregación, f i ente a la integración y a la expectativa deasimilación de todos los contingentes constituyentes de la etniapor medio del mestizaje, de las otras configuraciones histórico.culturales. Estas diferencias pueden apreciarse hoy nítidamenteen los tipos de prejuicios raciales prevalentes en las dos arcas. Unoes el preconcepto de origen que recae sobre todo individuo quetiene antepasados negros conocidos cualquiera que sea su geno-tipo --como ocurre en los Estados Unidos— y otro —característi-co de los Pueblos Testimonio y Nuevos— el preconcepto de mar-ca que descrimina al individuo de acuerdo con la intensidad de susrasgos negroides, pero que lleva a incluir a los mulatos claros conel grupo considerado socialmente blanco.

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4.— Los Pueblos Emergentes

El cuarto bloque de pueblos extraeuropeos del mundo moder-no está constituido por los Pueblos Emergentes. Lo integran las

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á 'a l que encaran es el de obligar a sus élites a que no conviertanci6n tribal a la nacional. En Asia se encuentran también algunoj'i'-, fa independencia en un proyecto hecho en su exclusivo beneficio;casos de Pueblos Emergentes que cumplen en este momento ese'•.:•, ;siendo así, su único resultado seria la sustitución del antiguo co-poblaciones africanas que ascienden en nuestros días de la conrzjj-,tránsito sobre todo en el área socialista, en donde una Política'. fono extranjero por una capa dominante nativa. Para esto cuentan

de mayor respeto por las nacionalidades permite y estfmula su c o n la experiencia de los pueblos que los precedieron en estos pa-gestación. s o s históricos y con una coyuntura mundial más favorable que pa-

rece propiciar una conducción mas autónoma y progresista de suEsta categoría no se dio en América, a pesar del abultado riù_ modernización.

mero de poblaciones tribales que al tiempo de la conquista con-taban con centenares de miles y hasta con más de un millón de * * *habitantes. Este hecho, más que cualquier otro, es demostrativode la violencia del dominio tanto europeo —prolongado por casi J L a s cuatro categorías de los pueblos examinados hasta ahora,cuatro siglos— como nacional, a que se vieron sometidos los pue- aunque significativas e instrumentales para el estudio de las pobla-blos tribales. Muy pronto fueron exterminados algunos de ellos; ciones del mundo moderno, no implican tipos puros. Cada uno dede los demás, subyugados y consumidos en el trabajo esclavo so- los modelos experimento intrusiones que afectaron regiones máslamente sobrevivieron unos pocos relictos. se extinguieron como o menos extensas de sus territorios y que aparejaron la diferencia-etnias y como substractos de nuevas nacionalidades por efecto de ción de conjuntos mayores o menores de su población. Así, enlas durísimas formas de compulsión que sobre ellos ejercieron, en el sur de Estados Unidos, una vasta intrusión negra originada portanto sus equivalentes africanos y asiáticos, a despecho del tern, el sistema productivo de tipo plantation dio lugar a una estructu-ble iMpacto también sufrido, emergen hoy a la vida nacional. r a más próxima a la de los Pueblos Nuevos que a la de los Pueblos

Transplantados. Dicho de otro modo, gran parte de los problemasLos Pueblos Emergentes enfrentan problemas específicos de 1ctuales de la nación norteamericana derivan de la presencia de

desarrollo causados por deformaciones resultantes de la explota- taste grupo humano hasta ahora inasimilado aunque vencido yción colonial impuesta por las potencias europeas, del empeño disperso en el conjunto de la nueva configuración. Brasil experi-por lograr la destribalización de gran parte de su población para rnen t6 una intrusión del t ipo de población transplantada con laincorporarla a la vida nacional, y de le necesidad de descolonizar a nmigración masiva de europeos en la región sur, lo que le con-fi-sus propias élites, occidental izadas, alienadas culturalmente, apar- -ouró una fisonomía peculiar y originó un modo de ser brasileñotadas de sus pueblos o transformadas en representantes locales de •diferenciado. Argentina y Uruguay, como ya lo señalamos, sur-intereses foráneos. i e r o n a la existencia nacional como Pueblos Nuevos de una proto

tnia neoguaranftica equivalente a la paraguaya y a la paulistanaAl surgir hoy a la condición de nacionalidades autónomas, riginal. Con todo, sufrieron un proceso de sucesión ecológica por

del mismo modo que los latinoamericanos de un siglo y medio nedio de l cual se transformó su propio carácter étnico nacionalatrás, enfrentan la amenaza de caer igualmente bajo el yugo de ando origen a una entidad nueva, predominantemente europeanuevas formas de dominación económica. El desafío fundamen7 por la procedencia de sus componentes básicos. Ambos tomaron

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por lo tanto el cariz de Pueblos Transplantados de un tipo espe.cial, pero vieron impedido su desarrollo socio-económico Porla supervivencia de una oligarquía arcaica de grandes propietariosrurales, característica d e su configuración anterior. En cada unode los pueblos americanos, instrusiones menores matizan y singu-larizan ciertas porciones de la población nacional as( como las reigiones del país donde se concentran.

Debe señalarse empero que algunas poblaciones del mundoextraeuropeo moderno parecen no encajar en estas categorías,particularmente algunas naciones insólitas como el Africa del Sur,Rhodesia, Nyasalandia y Kenya. La dificultad clasificatoria enestos casos, parece reflejar la propia anomalía de tales productoshistóricos fundados en el dominio de núcleos étnicos transplanta-dos sobre poblaciones nativas numéricamente mayoristas. Másque naciones son factorías regidas por grupos blancos que aunquellegados a ellas tardíamente, siguen hasta ahora inasimilaclos e in-capaces de plasmar una configuración de Pueblo Nuevo. Su faltade viabilidad como formaciones nacionales es tan evidente que sepuede vaticinar el levantamiento inevitable de las categorías socia-les subyugadas y el derrocamiento de la casta dominante, incapazde integrarse racial o culturalmente en su propio contexto étniconacional.

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En el caso de los demás pueblos extraeuropeos, el carácter na-cional y el perfil étnico cultural básico de cada unidad, es explica-,ble corno resultado de su formación global como Pueblos Testi-monio, Pueblos Nuevos, Pueblos Transplantados o Pueblos Emer-gentes. Esta escala corresponde grosso modo a la caracterización,en el caso de América, de los respectivos pueblos como predomi-nantemente indoamericanos, neoamericanos, euroamericanos. Lasdos escalas sin embargo, no son equivalentes ya que muchos otrospueblos como los paraguayos y los chilenos de formación básica

indígena, volviéronse Pueblos Nuevos y no Pueblos Testimonioai fundirse los elementos europeos con grupos tribales que no ha-bían llegado al nivel de las altas civilizaciones. Es este el caso,también, de los euroamericanos presentes en todas las formacio-nes étnicas continentales, pero que únicamente imprimieron a losPueblos Transplantados una configuración nítidamente neoeuro-pea. Por otra parte la designación de neoamericanos no sustituyeadecuadamente a la de Pueblos Nuevos, ya que en muchos senti-dos, y sobre todo como sucesores de las poblaciones originales delcontinente, todos sus pueblos son hoy neoamericanos.

(Configuraciones histórico-culturales americanas. Calicanto,Buenos Aires, 1979, pp. 21-63).

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CULTURA Y POLITICA EN LATINOAMERICA

Abelardo Villegas

En las muchas interpretaciones que se han hecho sobre la cul-tura latinoamericana han privado ciertas categorías como las de"imitación", "originalidad", "autenticidad", "inautenticidad","anticientificismo", "humanismo" y otras más derivadas de és-tas. Hay que admitir, desde luego, que tales categorías han ilu-minado aspectos importantes de aquélla, pero ahora es evidenteque es necesario completar tales puntos de vista psicológicos —u

El problema de la originalidad deja de interesar y, a veces,cuando se examina a la luz de estos criterios, presenta aspectos

ontológicos para algunos— con Otros más sociales y económicos. desagradables. Se ha visto, por ejemplo, cómo algunos regímenesAlgunos han sido apuntados ya: se trata de considerar a la cultura o ideólogos políticos han estimulado la demagogia de la origina-latinoamericana a la luz de conceptos tales como "colonialismo":ilidad para no comprometerse en las grandes luchas contemporá-

neas como la del socialismo y el capitalismo, y muchas veces para"dependencia", "subdesarrollo'', "liberación" y "revolución". Noocultar compromisos ya contraídos. Así, Haya de la Torre hablóse descarta la relación que hay entre ambas series de categorías,de la especialidad indígena de América para abandonar las filasdel socialismo y postular la necesidad de un capitalismo naciona-lista y humanizado. Perón se refirió a las esencias argentinas, a laargentinidad, para postular un tercerismo, una revolución que no

como, por ejemplo, entre imitación y colonialismo o entre libe-ración y autenticidad; pero lo que hay que hacer, justamente esaclarar en qué consisten estas relaciones, si no es que sustitucio-nes según creen algunos.

Esta segunda serie de categorías supone la consideración de lacultura en relación con el poder, ya sea económico o estrictamen-te poi itico. Y nada tiene de extraño la preeminencia del tema"cultura y politice" en un continente cuya historia ha consistidoen una secuela de colonizaciones, al grado de que algunos radica-les han pensado que el uso de la primera serie de categorías noha sido más que una evasión de esta realidad fundamental y ha de-latado la situación e "intereses de clase" de los especuladores cul-turistas. Nosotros no llegamos a tanto; creemos, por el contrario,que el humanismo culturista —llamémoslo así— no evadió el pro-blema de la dependencia; lo que le faltó quizá fue un cierto radi-calismo en la consideración del mismo, y en esto sí delató su si-tuación histórica: le dio preeminencia a las soluciones educativasy estrictamente culturales sin poner el acento en lo político y enlo económico. Pero el examen de la historia y la cultura latinoa-mericanas sobre el que insistió tanto, mostró la necesidad de queeste examen se hiciera crítico desde el punto de vista de las cues-tiones del poder_ Se hizo patente la necesidad de integrar la esfe-ra libre de la cultura en el reino de la necesidad política y econó-mica. Y así, en vez de plantearse dilemas como el de originalidado imitación se habla ya de una cultura revolucionaria o una cul-tura reaccionaria.

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sería socialista, ni capitalista sino justicialista, muy original ysonal. En general, el originalismo político ha parado en una eslit:cie de reformismo en el que ciertas adiciones o transformacionesal liberalismo clásico han sido presentadas como obligadas poruna realidad muy peculiar y sui generis. Eso sería el Estado Novode Vargas a los últimos regímenes de la Revolución Mexicana.

A lo largo de este siglo muchos intelectuales se han lanzado ala búsqueda de esos sui generis, sin reparar muchas veces en susconsecuencias. Donde ha sido posible se le ha encontrado en lapresencia indígena o en el especial telurismo de la región; en cier-tos pliegues del carácter psicológico; en el hecho mismo de cons-tituir países de inmigrantes, etc. En torno a estos descubrimientosse ha bordado una literatura melancólica sobre el hecho de haberperdido contacto con el origen, de sofocar con una civilizaciónsobreimpuesta los mensajes de lo indígena; se han postulado psi-coanálisis colectivos para desterrar soterrados complejos y adver-tir a la salud psíquica; y se ha hablado del latinoamericano deste-rrado de los focos de la civilización_ Curiosamente, en la alquimiapolítica, estas "peculiaridades" se han convertido en instrumentosantisocialistas, en contra de doctrinas internacionales que no repa-ran en las originalidades nacionales. Así, de pronto, un socialistapuede convertirse en un antimexicano o un antiargentino, etc.Algunas facciones políticas han pretendido comprender mejgresas características justificando su dominio por su autenticidad o,como se dice en alguna jerga: por su acendrado nacionalismo.

Hay que reconocer, sin embargo, que en otras ocasiones el na-cionalismo cultural ha sido enfrentado almo, por una parte, se ha insistido en

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lanza a la búsqueda de los matices peculiares. Se habla con exce-siva generalidad de un patrón occidental de cultura, pero como esel nuestro, se proponen sólo cambios de actitud ante él. Se hablade una imitación extralogica o, por el contrario, de una-asimila-ci6n, de una actitud pasiva o de una actitud instrumental que nospermita captar "el espíritu" del patrón occidental o "seleccionaraspectos" más apropiados a nosotros. Con esta actitud de selec-ción debemos enfrentarnos al problema de la dependencia: debe-mos separar los bienes de la cultura occidental de su carga colo-nial con la que nos los representan las potencias imperiales. Y es-to como una cuestión de conciencia

Por su parte, las consideraciones simplemente sociológicas dela cultura latinoamericana se limitan con frecuencia a señalar sucarácter subdesarrollado, es decir, su carácter elitista. El concep-to de subdesarrollo se refiere principalmente a la estructura socio-económica de los países y consiste en afirmar que en éstos se dancuando menos dos tipos de economía: una, producto de la pene-tración imperialista, y otra, con caracteres menos modernos, queno se incorpora a aquélla. Semejante dualidad se repite en las es-tructuras sociales: hay un grupo social que vive en el primer tipode economía y otro marginal cuya incorporación es problemática.Según las ideologías de los sociólogos que se ocupan del subdesa-rrollo se dice alternativamente que los grupos y economías margi-nados deben incorporarse a la sociedad y economía modernas, obien que la penetración imperialista determina semejante duali-dad, que en vez de reducirse se separa cada vez más. Tal estructu-ra afectaría a la cuitura en cuanto que ésta sería patrimonio de los

imperialismo, pero co- grupos modernos y se desearía que la mayoría marginada se apo-la originalidad y, por otra derara de ella lo más pronto posible.

parte, las potencias impel jales tienen la misma cultura que noso-tros, o viceversa, la discusión se ha empantanado en el problemadel occidentalismo. Nuestra cultura es la misma que la de las po-tencias imperiales. Semejante constatación nos consterna y nos

Este t ipo de consideraciones no tiene en cuenta el contenidbde la cultura misma. Se trataría en todo caso de un bien del cualmuchos o pocos se apoderan; el carácter elitista de la cultura es-

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taria determinado por la estructura de la sociedad subdesarrolla',da_ Un criterio que podríamos llamar desarrollista contemplaría.a -la cultura desdé este punto de vista cuantitativo. Consideraría lesporcentajes de población que tiene acceso a ella y según los mis-mos determinaría si el país es o no subdesarrollado, cuando me.nos culturalmente. Usando ese criterio algunos paises del ConoSur --o mejor dicho, sus sociólogos-- han afirmado que han supe_rado los índices del subdesarrollo cultural. Reacios a todo loque no sea consideraciones objetivas, esgrimen estadísticas de al-fabetización, de incremento de la enseñanza universitaria, de edi-ciones de libros, para afirmar que sólo falta superar algunas cues-tiones de orden económico para iniciar "el despegue". Asimilan-do el problema de la cultura al proceso de la educación y la for-mación profesional están más ocupados en determinar si la socie-dad podrá asimilar el 'cúmulo de profesionales egresados o en sihay dinero y mercado que puedan incrementar la investigacióncientífica, que en si se maneja una cultura suficientemente ori-ginal y auténtica. Muchos tienen en consideración el fenómenodei imperialismo, pero sólo desde puntos de vista parecidos: co-mo un proceso que determina la fuga de cerebros o como un pro-ceso de importación innecesaria de tecnología metropolitana quedesplaza a la investigación nacional, etc2. Queda francamenteexplícito, entonces, que estos problemas culturales tienen su so-lución desde afuera, justamente en las estructuras sociales y eco-nómicas.

Este t ipo de sociología queda, sin embargo, seriamente limi-tado por las abstracciones en que incurre. Otro punto de vistapodría afirmar, y lo hacen en efecto, que el carácter subdesarro-llado y dependiente de la cultura latinoamericana sí se manifies-ta en sus contenidos y que si el problema de la emancipación essocial y económico también lo es cultural. Así corno las opinio-nes en torno a la autenticidad e intelectualidad culturales estabanampliamente determinadas por un abordaje historicista, fenome-

nolOgico y existencialista del asunto, y el segundo por el desarro-llo y amplia influencia de la sociología norteamericana, el terceroIo está sobre todo por el marxismo, que sistematicamente rechazatodo formalismo y pretende una consideración de contenidos.

¿Puede decirse que la cultura latinoamericana es clasista y de-pendiente no sólo por el hecho de que pocos disfrutan de ella, si-no por sus características propias? Poco ha avanzado el socialis-mo, al menos el latinoamericano, en la delimitación de las carac-terísticas pecualiares de la cultura burguesa y ello ha determinadoel que tampoco pueda expresar con claridad los contenidos de lacultura revolucionaria. Estos últimos serían un tanto obvios yconsistirían en afirmar la necesidad de la revolución socialista.Como esto es del más subido interés, nos permitiremos algunas ci-tas. El año pasado (1971), se reunió en Cuba un Congreso Nacio-nal de Educación y Cultura que emitió una declaración que, entreotras cosas, pretende establecer el perfil de una cultura revolu-cionaria.

Desde luego se asegura el criterio cuantitativo: la cultura naci-da de la lucha revolucionaria es para la clase trabajadora en gene-ral " la conquista y el desarrollo de !o más valioso del acervo cul-tural humano cuyo acceso le fue impedido durante siglos por !osexplotadores". Empero, el universalismo de esta declaración estápaliado por el criterio con el cual los revolucionarios se debenaproximar a este acervo cultural humano. Tal criterio, se reiteramuchas veces, es cierta "unidad monolítica ideológica". Con este

'monolitismo, que Castro subraya con satisfacción en un discursopreliminar, puede el revolucionario aproximarse y examinar, porejemplo, a "este fenómeno de modas, costumbres, extravagan-cias" de la "putrefacta sociedad burguesa", sin contaminarse.

La unidad monolítica ideológica resiste también, afortuna-damente, los embates de las diversas religiones y la "prolifera-

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ción de falsos intelectuales que pretenden convertir el snobismo',,la extravagancia, el homosexualismo y demás aberraciones ao,_ciales en expresiones del arte revolucionario, alejados de las ma_sas y del espíritu de nuestra Revolucion"3.

Empero, si sólo este monolitismo ideológico nos pudiera ofre-cer la cultura revolucionaria, tan poco dialéctico, tan poco crt-tico, nada habríamos salido ganando con ella; al revés, nos hubie-ra regresado a otros monolitismos de nuestra historia. Se tratacreernos, de una expresión desafortunada y esperarnos que cir-cunstancial de la cultura revolucionaria.

En esa misma declaración hay cosas más interesantes_ Se dijo,por ejemplo, que "el aspecto fundamental a considerar en la eva-luación de un joven en la revolución debe ser su actitud social, esdecir, su participación en el esfuerzo colectivo de transformaciónrevolucionaria de la sociedad". Es esta dimensión social, esta sen-sibilidad para lo social lo que más puede aportar el socialismo a lacultura latinoamericana. Ya Castro l o había dicho en mejoresdías: "una revolución no puede ser obra del capricho o de la vo-luntad de ningún hombre. • • una Revolución sólo puede ser obrade la necesidad y de la voluntad de un pueblo". El pueblo, la so-ciedad, es el prisma a través del cual debe verse todo, no sólo losproblemas políticos o económicos sino también los valores de lacultura. Refiriéndose a las masas añadía Castro: "Para nosotros se-rá bueno lo que sea bueno para ellas; para nosotros será noble,será bello y será úti l , todo lo que sea noble, sea útil y sea bellopara ellas. Si no se piensa así, si no se piensa por el pueblo y parael pueblo, es decir, si no se piensa y no se actúa para esa gran ma-sa explotada del pueblo, para esa gran masa que se desea redimir,entonces, sencillamente, no se tiene una actitud revolucionaria...Al menos ése es el cristal a través del cual nosotros analizamos lobuenoalo útil y lo bello de cada accion"4.

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El Che Guevara definía esa sensibilidad para lo social comouna forma de amor. "Déjeme decirle", le escribía a Carlos Quija-no, "a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdaderoestá guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pen-sar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad. Quizás seauno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espí-ritu apasionado una mente fria y tomar decisiones dolorosas sinque se le contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de van-guardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causasmás sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descendercon su pequeña-dosis de cariño cotidiano hacia los lugares dondeel hombre común lo ejercita.. • En esas condiciones hay que teneruna gran dosis de humanidad, una gran dosis del sentido de la jus-ticia y de la verdad para no caer en extremismos dogmáticos, enescolasticismos fríos, en aislamiento de masas. Todos los días hayque luchar por que ese amor a la humanidad viviente se transfor-me en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movi-lizacion"5.

Ahora bien, es evidente que este amor a lo social no debe serconfundido con e l monolitismo ideológico. Castro aduce queCuba es un país bloqueado y que ello condiciona la necesidad deuna posición firme, sólida y monolítica, para usar sus propias pa-labras, pero con ello formula el problema de la ortodoxia políti-ca y cultural y no el consenso social_ El marxista no debe olvidarque su doctrina es poco estatista, que de hecho postula la elimi-nación del Estado y que el ideal no es la coincidencia delindivi-duo con el Estado sino del individuo con la sociedad.

Puede admitirse que la cultura en un país revolucionario comoCuba, acuciado por los bloqueos y las urgencias del subdesarro-llo, se desenvuelva dentro del marco general del marxismo, perode allí a la unanimidad hay un trecho muy grande. La unanimidadcultural es una forma de control, y la sensibilidad para lo social

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no es una imposición sobre la sociedad sino una coincidencia en,.tre la espontaneidad de la sociedad y los fines de la revolución_ •

Por otra parte, la unanimidad implica un abandono de la acti-tud crítica que es inherente al desarrollo mismo de la cultura.Resulta paradójico que la cultura socialista, plenamente libre pa-ra critical a l mundo burgués, se inhiba para criticar las deficien-cias del naciente mundo socialista. Por otra parte, es obvia la dife-rencia entre la critica desde dentro y desde fuera del socialismo.La crítica externa es una critica total al sistema, tan global ygeneral como la que hace el socialismo al capitalismo, y la criticainterna es una critica al detalle, al hechd concreto, las más de lasveces a la luz de la misma doctrina, como consecuencia de lascontradicciones que surgen entre la teoría y la práctica. La críti-ca, tanto práctica como teórica, tanto política como cultural, es

, uno de los motores de .la transformación histórica, y no puederenunciarse a ella. Afirmar que la autocrítica socialista favorece alcapitalismo es poner las condiciones para crear el dogmatismo, elestado despótico y dogmático del que abomina Guevara.

Además querer sustituir la crítica que proviene de la sociedad,de la que forman parte los intelectuales y artistas, por una auto-crítica que sólo el Estado o el Jefe de Estado está autorizado pararealizar, es equiparar a éste con el Dios hegeliano que en su mo-nolitismo y unidad se niega y se afirma a si mismo.

En suma, de todo lo anterior se desprende que una de las crí-ticas más importantes a la cultura burguesa desde el socialismo essu carácter individualista. Esto no se refiere principalmente al he-cho de que sea disfrutada por unos cuantos sino a que sea paraunos cuantos. Faltaría a la cultura burguesa esa exacerbación paraIo social que postula la cultura socialista. Cierto que esto puedeser interpretado de muchos modos, hasta incurrir, por ejemplo,en el academicismo soviético, pero tal deformación no es la única

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interpretación posible. Estarían más cerca, como alguna vez loadmitió Trotsky, algunos pintores del muralismo mexicano quepropusieron la existencia de un arte público de libre acceso, enel que las masas no sólo fueran contempladoras sino protagonis-tas, que incluyera una interpretación crítica de su historia y queincorporara sublimadas las tradiciones del arte popular.

El arte público, y en general la cultura para las masas, no im-plica ni un academicismo ni un rebajamiento de los valores cultu-rales. Así como a nadie se le ocurre falsear la ciencia para que laentienda el pueblo sino que se le pide un esfuerzo y se va hacia élpara que se levante al nivel de la ciencia, nadie debía pensar lacultura popular como una cultura rebajada, y mucho menos con-servadora. El problema que se tienen que plantear los intelectua-les y artistas revolucionarios es un problema de comunicaciónpública y de expresión de las características sociales.

Otro aspecto de la cultura socialista que ya alguna vez habíaapuntado Diego Rivera y que ha sido ampliamente desarrolladopor marxistas como Marcuse, es la idea de la integración del artey en general de los criterios estéticos a lo que aquí se ha llamadola esfera de la necesidad económica y política. Hasta ahora,'engeneral, el ámbito del arte y de la cultura ha sido un ámbito apar-te del de la vida cotidiana, aparte del mundo del trabajo, de la in-dustria y hasta de la escuela. Ingresar al mundo de la cultura ydel arte ha significado confinarse a un rincón de la vida, una es-pecie de refugio contra las durezas de la necesidad cotidiana. Laesfera de la cultura se ha convertido en un ámbito enrarecido yartificial, esa misma cultura se ha convertido en una 'forma de eva-sión. Por eso, en una sociedad verdaderamente libre se tiene que

_ integrar el arte y la cultura a la vida. Rivera hablaba de fábricasconstruidas con criterios estéticos sin desmedro de su funcionali-dad. La arquitectura, sobre todo la pública, la concebía integradaa la pintura, la escultura y el paisaje. No debía haber más templos

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Romper el carácter especial de la cultura, liquidar su Monopo_lio por parte de una elite, hacerla social en un sentido amplio yprofundo de la palabra son algunas de las finalidades de lo quepodríamos llamar cultura revolucionaria.

La crit ica socialista a la economía y a la cultura burguesasculmina con la idea de la creación de un hombre nuevo. En estose hace patente el contenido historicista del marxismo. El hombreno tiene una naturaleza inmutable e inalterable sino que puedecambiar y cambiar radicalmente. Marcuse, distinguiendo entre ne-cesidades fisiológicas y necesidades biológicas, propias de la vida,que toda vida es social, habla de un cambio de la biologia delhombre; el Che Guevara, en el memorable articulo ya citado aquí,se refiere al nuevo hombre del siglo XXI; y José Carlos rAariate-gui, en la década de los veintes, hablaba del "alma matinal" dela clase proletaria. Si esto parece demasiado imaginativo, Mariate-gui observaba que no puede haber revolución sin imaginación. Eltradicionalista, decía, sólo puede imaginar la vida como fue, elconservador sólo como es, el revolucionario pugna por modificarlo que ve y lo que siente, lo que es, y en este sentido es un uto-pista. Refiriéndose a Bolívar y a la generación de la independen-cia dice que su mérito consistió justamente en la capacidad deimaginar: " l a realidad sensible, la realidad evidente, en los tiem-pos de la revolución de independencia, no era, por cierto, repu-blicana ni nacionalista, La benemerencia de los libertadores con-siste en haber visto una realidad potencial, una realidad superior,una realidad imaginaria"6. Así, no hay por qué no pensar en unhombre diferente al hombre de hoy.

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o museos de arte, decía, sino que la ciudad del hombre debía serella misma cultura y arte. La misma casa habitación debía cons-truirse con criterios estéticos y sus experimentos en ese sentido,aunque tal vez fallidos, fueron audaces.

La cultura burguesa alcanza sólo una etapa crítica, podrá ne-garse y enterrarse a si misma, pero no puede afirmar algo sustan-cialmente diferente. Esta sería una de sus principales diferenciascon la filosofía culturalista latinoamericana: mientras ésta es se-lectiva, es decir, propone jun ta r trozos de realidad evadiendodefectos, el socialismo auténtico propone algo completamentenuevo. L a novedad socialista está ciertamente fincada en unacrítica de la realidad, pero no pretende juntar pedazos dispersosde ella para componer un nuevo modelo. Lo nuevo tiene queserio en sentido hegeliano, como una superación del pasado ydel presente, como una negación de los mismos en el sentido derelegarlos al almacén de las experiencias no vigentes. Sólo este ti-po de negación hace posible el "salto" hacia lo novedoso.

Se pueden superar los complejos de inferioridad, se puedeincorporar e l indígena al mundo civilizado, se puede liquidarla sociedad dual del subdesarrollo, pero a condición de cambiarel cuadro total y abordar todos esos problemas corno estructura-dos en un sistema, que es el que debe ser negado. .(1)ué quedaentonces de la imitación cultural extralogica, de la inautentici-dad( Deben ser desechadas en la medida en que estorban estasuperación de que hablamos. Cuba rechaza, a veces con excesi-vo fariseísmo, l os "modelos culturales neocoloniales" comointrínsecamente vinculados al colonialismo burgués, habla de un"negocio cultural" que ha intentado "subvertir los valores nacio-nales" y la lengua.

Sin incurrir en la creencia rnecanicista de que a cada forma cul-tural corresponde una social y económica, no puede negarse cier-to mutuo condicionamiento que, justo, nos ha servido de tema eneste artículo. Lo contrario de la imitación no es la originalidadsino la libertad. Hace mucho tiempo Vasconcelos subrayaba quela aceptación del darwinismo social implicaba el asentimiento aa ideología de los imperios anglosajones, a la justificación del

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imperialismo y la aceptación de la sumisión y la dependencia.Vasconcelos tenia razón en mostrar esta unidad estructural entreideología y política y también en condenar la aceptación acriti-ca de aquélla. Aquí mismo señalamos también cómo cierto tipode sociología latinoameri'tana, al hacer abstracción de los conte-nidos de la cultur7a y al considerarla cuantitativamente, limita laprofundidad del análisis c ó m o esto proviene de cierta imitaciónde algunas escuelas sociológicas norteamericanas.

El pruri to de originalidad es, pues, completamente estéril sino tiene cuando menos un significado liberador. La imitación esextralogica e inauténtica cuando acarrea consecuencias como lasseñaladas. L o mismo ocurre con los sentimientos nacionalistasque han tenido que ver mucho con la cultura contemporánea, algrado de que con frecuencia originalidad y nacionalismo han si-do tomados como sinónimos. El nacionalismo es improductivoy negativo si no puede traducirse en términos de antimperialismo.

Por último, no cabe duda que la nueva cultura latinoamericanatiene que tomar en cuenta ya la problemática de los países alta-mente tecnificados y autoritariamente centralizados, socialistasy capitalistas. La critica que se les ha formulado a estas socieda-des en el sentido de que son racionalmente irracionales, de quesu problema central consiste en una hipertrofia del poder, debeser tomada en cuenta. El sedimento ideológico de las rebelionesjuveniles, que consiste en rechazar la represión en el orden socio-poi (tico, en el familiar, en el moral y el cultural, también debeser materia de consideración para los interesados en las nuevasperspectivas de la vida latinoamericana. Sin suspender la consi-deración crítica del pasado es bueno que ya los pensadores la-tinoamericanos comiencen a vislumbrar lo que puede ocurrir enel futuro.

(Cultura y política en América Latina, Extemporáneos, México,1977).

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NOTAS:

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Para una exposición más amplia de este humanismo culturista, véase milibro Panorama de la filosofía iberoamericana actual, Editorial Univer-sitaria de Buenos Aires, 1963. A l l í se hace mención de los trabajos deSamuel Ramos, Leopoldo Zea, Fernando Díez de Medina, EzequielMartínez Estrada, Gilberto Freyre y otros.

Ejemplos de estas consideraciones sociológicas de la cultura pueden en-contrarse en obras como: Jean Claude Bernadet, Antonio Callado yotros, Brasil hoy, Siglo XXI Editores, México, D. F., 1970; Aníbal Pin-to, Sergio Aranda V otros, Chile hoy, Siglo XXI Editores, México, 1970;en el caso de México, la obra de Pablo González Casanova, La demo-cracia en México, Ediciones Era, México, 1965.

Todas las citas referentes a este congreso están tomadas de La Gacetade Cuba, No. 90-91, abril de 1971, La Habana.

4 F i d e l Castro, Voz e imagen de la Revolución Cubana, Ediciones del Ins-tituto Mexicano Cubano de Relaciones Culturales José Martí, México,1965, p. 206,

S Ernesto Che Guevara, Obra revolucionaria, Ediciones Era, México,1968, p. 637.

José Carlos Mariátegui, El alma matinal y otras estaciones del hombrede hoy, Ediciones Amauta, Lima, 1959, p. 37.

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AMERICA LATINA: LARGO VIAJE HACIASi MISMA

Leopoldo Zea

Nuestro caso, diría el Libertador, Simón Bolívar (1783-1830),es el más extraordinario y complicado, "no somos europeos, nosomos indios, sino una especie media entre los aborígenes y losespañoles". Tal es lo extraordinario y complicado de esta Améri-ca y su cultura. Cultura surgida de la unión, pero no asimilación,de la cultura propia de estos hombres. Cultura de expresiones en-contradas y que, por serio, lejos de mestizarse, de asimilarse, sehan yuxtapuesto. Yuxtaposición de lo supuestamente superior so-bre lo que se considera inferior. La misma relación que guarda-rán, entre si europeos y americanos, relación de señores y siervos,conquistadores y conquistados, colonizados y colonizadores. Re-lación que en el mestizo, tanto cultural como racialmente, setransforma en conflicto interno. Conflicto de hombre que lleva ensu sangre y cultura al dominador y al bastardo. Bastardía que leviene al americano, no sólo por la sangre, sino también por la cul-tura, o simplemente por haber nacido en América y no en Euro-pa. Ya que frente al peninsular o metropolitano, lo mismo da el

criollo, hijo legitimo del colonizador, que el mestizo de india yeuropeo. Ante la mirada europea, el nacido en esta América, sesabe el subordinado; en cambio, ante la mirada indígena, será elexplotador, al servicio del colonizador. "Americanos por naci-miento y Europeos por derechos, —agrega Bolívar— nos hallamosen el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesióny mantenernos en un país que nos vio nacer, contra la oposición delos invasores". "Nacidos todos del seno de una misma madre,

!nuestros padres diferentes en origen y en sangre, son extranjeros,y todos difieren visiblemente en la epidermis: esta desemejanzatrae un reto de la mayortrascendencia"1,

Tal es el latinoamericano como expresión y fruto de la yuxta-posición, impuesta dentro de lo que se sentirá incómodo; incó-modo lo mismo en relación con el gentío paterno, que en rela-ción con el gentío materno. Rechazado por uno, se avergonzaráde ser parte del otro. Es el hombre que empieza por aceptar loscriterios del colonizador sobre la cultura materna y americana y,de acuerdo con ellos la inferioridad de su mestizaje, que le impideser parte legítima de la cultura paterna. Su mestizaje, lejos de seralgo positivo, será la fuente da toda su ambigüedad y ambivalen-cia. Ambigüedad y ambivalencia que se mostrarán a io largo de lahistoria de la cultura de este hombre. Se le verá nadar o flotar,entre la realidad de que es expresión y realidades extrañas de lasque quisiera ser parte. Darcy Ribeiro ha resumido esta singular si-tuación diciendo que el mestizo, de blanca e india, "identificán-dose con el padre, zse volvía el castigador del gentío materno. Co-mo entre tanto, a pesar de esta adhesión jamás llegaba a ser reco-nocido. c o m o igual, sufría toda la carga del prejuicio prove-niente de la apreciación señorial de la comunidad nativa como in-ferior"2. Esto es, era al mismo tiempo siervo de un gentío y cas-tigador servicial del otro. Originándose el complejo de inferiori-dad o de bastard fa que una y otra vez impedirá la asunción cultu-ral de su encontrado modo de ser, la definición de su identidad.

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Complejo de bastardía expreso en el afán inútil por ser distin-,to de lo que se es; por ser otro, renunciando a lo que es por símismo. Viendo lo propka como inferior a aquello que le es extra-ño y del que sólo se considera, eco y sombra. E&) y sombra, quediría Hegel, de un mundo y una cultura en cuya hechura no haparticipado pero en la que 'quisiera participar reproduciendo sim-plemente sus modelos. Es el afán por sobreponer al pasado pro--pio, por indigno, un modelo extraño pero que considera dignoel que dará origen a una, también, extraordinaria y complicada fi-losofía de la historia que vendrá a ser como la antípoda de la filo-sofía de la historia de Europa. Una filosofía en la que se hará ex-presa la yuxtaposición de culturas y no la asimilación de unas conlas otras. Pero será a su vez, la conciencia de esta yuxtaposiciónen la inteligencia latinoamericana, la que dará origen a la ineludi-ble, pero ya consciente asimilación cultural de la que se deriva elperfil o identidad de la cultura latinoamericana propiamente di-cha. Esto es, la cultura que ha sido realizada, pese a todo, por elhombre que, en esta nuestra América ha hecho algo más que so-breponer o yuxtaponer, que ha tenido que asimilar. Una cultura,que diría Bolívar, igualmente extraordinaria y complicada.

Ahora bien, el origen de esta extraordinaria complicación cul-tural está, precisamente, en el pasado colonial que fuera impuestoa esta América. En el pasado frente al que inútilmente se enfren-taron los próceres políticos y culturales de Latinoamérica, El pa-sado que, quiérase o no, es parte de la realidad de esta América ycon la cual habrá de contarse si ha de lograrse el anhelado cambio.El cambio, precisamente, de la relación de dependencia que haoriginado toda la complicación. El origen de todo está en la formade dominación impuesta por la colonización europea a esta Amé-rica. Forma de dominación que imposibilitará el mestizaje asunti-vo que fuera propio de la cultura europea. El mestizaje que Hegelresumirá en la palabra Aufhebang, y que aparecerá como extrañaal mestizaje surgido en esta América, tanto racial corno cultural.

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La cultura europea es una cultura mestiza. Cultura asuntiva de lasexpresiones culturales de los múltiples pueblos y razas que empu-jándose, las unas a las otras, se acrisolaron a lo largo de las diver-sas regiones que formaran Europa. Acrisolamiento que permitióel surgimiento de culturas síntesis, como la greco-romana, a su vezasumida por la cristiana hasta culminar en la cultura europea uoccidental. La cultura que se expanderà sobre el resto del planeta.

Será esta cultura, europea y occidental, la que al expanderse apartir del siglo )<VI sobre América y el resto del mundo, la queahora trate de impedir el mestizaje asuntivo. El mismo mestizajedel que esa cultura es máxima expresión. Expresión de la que esconsciente y en la cual finca su supuesta superioridad sobre otrasculturas. El imperialismo que surge, no será ya el imperialismogreco-romano que asimilaba las culturas con las que se encontra-ba, al igual que sus panteones se asimilaron los dioses de otrospueblos. Se trata ahora de una cultura que se considera superior,

: que no puede asimilar otras culturas, ni ser asimilada. Tal sera la• cultura cristiana que traen consigo los conquistadores y coloni-, zadores iberos del• siglo XVI, dispuesta sí a incorporar a los hom-

bres de las tierras descubiertas, pero siempre que éstos, a su vez,renuncien a su. propias expresiones culturales. Sus evangelizadores

, están dispuestos a asimilar a esos entes u honn:inculos, que diríaHJuan Ginés de Sepúlveda, en su polémica con Bartolome de lasCasas, si éstos abandonan, para siempre, un pasado que parece sei-más obra del demonio que de Dios. Esto es, si aceptan ser condu-cidos, libres de toda culpa, desnudos de una falsa cultura e histo-ria, hacia la cultura que Dios mismo ha creado. Así, sobre las de-moniacas culturas ind igenas se sobrepondrá la cultura del con-quistador y el colonizador. Sobre los antiguos teocallis se alza-rán templos cristianos. Y sobre los viejos ídolos, la CrUZ, la vir-gen, o un santo cristiano3.

Lo mismo sucederá con la segunda ola conquistadora y colo-

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nizadora en el siglo XVI I , ahora a cargo de la Europa llamadaoccidental. Estos hombres tampoco quieren saber de asimilaciónalguna, aunque su cultura sea el fruto de una extraordinaria asLmilacion. La preocupación de estos hombres será también impo,sitiva, asimilar pero sin ser 'asimilados. Su misión es ahora llevarla civilización sobre la barbarie. Y expresión de la barbarie seránno sólo los aborígenes y mestizos, sino los mismos europeos quehicieron posible el mestizaje y cuya cultura será vista como ana-crónica en relación con la cultura occidental que ahora se expao.de. Nada querrán saber, los portadores de ia cultura occidental, demestizajes, de la asimilación de unos hombres y sus culturas conotros. El mestizaje es sólo combinación de lo superior con lo infe-rior, y por ello mismo, inferior. Mestizar es reducir, contaminar.Por ello, culturas supuestamente inferiores, como las que esta co-lonización encuentra en Norteamérica, serán simplemente barri-das y sus hombres exterminados o acorralados4. Y lo que no pue-de ser barrido, por su volumen y densidad, como en la América,Asia y Africa, será simplemente puesto abajo, en un lugar que im-posibilite contaminación o asimilación alguna. Y lo que se incor-porara a la civilización, no serán los hombres como tales, sino co-mo parte de esta fauna estarán, dirá Arnold Toynbee, los natura-les de las tierras bajo dominio. Naturales, por ser considerados co-mo parte de la naturaleza que ha de ser sometida y utilizada pararealizar la civilización5. Así lo que se refiere a la relación que pu-diera guardar esta nuestra América con la cultura europeo-occi-dental, Bolívar lo hace expreso cuando dice: "Tengamos presen-te que nuestro pueblo no es el europeo, no el americano del nor-te, que más bien es un compuesto de Africa y de América, queuna emanación de Europa por su sangre africana, por sus intui-ciones, y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad,a qué familia humana pertenecemos"6. Y esto es imposible, por-nri • s e caliza asimilación alguna, sino la yuxtaposición de las.i,versas formas de cultura a que dio origen la colonización ibe-ra. Colonización que ahora será vista como algo inferior cultural

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y políticamente, en relación con la colonización llevada a cabopor la Europa occidental. Colonización cuya primera expresión,la han dado los Estados Unidos de Norteamérica.

Sin embargo, y pese a todo, la realidad que es propia de estaAmérica se irá ya expresando en los intentos de yuxtaposición oimitación servil de los modelos impuestos. En los templos cris-tianos, levantados sobre los teocallis, el demonio que se intenta-ba soterrar se mostrará en la interpretación que darán los artesa-nos indígenas a las órdenes de conquistadores y evangelizadores.Así frente a las-Cruces, vírgenes y santos cristianos, los indígenasdanzarán y festejarán como antes festejaban a sus derrocados dio-ses. En el arte barroco que adorna aún las iglesias por ellos levan-tadas se hacen ver los rostros, y el gusto por el color, de sus artis-tas e intérpretes nativos. No hay aquí un panteón, para los diosesmayas, aztecas e incas y otros muchos más; sin embargo, éstos decualquier forma se hacen expresos y se mezclan en diversas for-mas de la cultura colonial. En igual forma la barbarie seguirá ex-presándose en quienes se consideren sus vencedores. Por ello elargentino Juan Bautista Alberdi verá en su opositor Sarmientoa otro bárbaro en la forma como lucha contra la barbarie. El de-monio y la barbarie, supuestamente enterrados, dejarán ver susrostros a lo largo de esta extraordinaria y complicada historia ycultura latinoamericana. El mestizaje se realiza, pese a la preten-sión por evitarlo de sus opositores.

1810, es el ano en que se inicia la gesta de liberación de laAmérica Latina, como resultado de la inutilidad de los esfuerzosque los americanos harán por mantenerse fieles al pasado histó-rico y cultural ibero. A un pasado que estos hombres considerancomo propio, pretensión que será rechazarla por la arrogancia eintolerancia ibera, en especial la hispana, que se opone a toda Pre-tensión política y cultural que implique el reconocimeinto de lareclamada igualdad de americanos y europeos. Así las liberales

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Cortes de Cádiz escamotean y anulan toda demanda en este sen-tido. En la lucha contra la invasión napoleonica de la península,se rechaza la colaboración americana aunque tal rechazo impli-que la entrega misma de las colonias al invasor francés. Se nego_cia inclusive la entrega de las provincias del Río de la Plata alEmperador de Portugal antes que reconocer para las coloniasAmericanas los mismos derechos de las provincias en la penínsu-la Española. A punto de ser vencidos los españoles por las tropasnapoleonicas, se envían expediciones de castigo a México, Vene-zuela y otros lugares de Hispanoamérica, considerando que estánen rebeldía al enarbolar, como propios, los mismos derechos conlos que se han enfrentado, las cabezas de los antiguos reinos es-pañoles, a José Bonaparte. Para la metrópoli todos los nacidosen América son considerados inferiores, racial y culturalmente.Los hombres de estas tierras son vistos, no como hijos de la epo-peya española de la conquista, sino como bastardos de la misma*y sin derecho alguno. La yuxtaposición impuesta será férrea, losamericanos no podrán romperla, tan sólo eludirla. Y eludirlaimplicará apartarse de España, de una parte de sí mismo, de unaparte del propio ser histórico y cultural. Se tendrá que renun-ciar a una cultura que sólo acepta formar hombres para la servi-dumbre. Simón Bolívar también expresará el sentimiento lati-noamericano ante el rechazo: "Los americanos en el sistema es-pañol, ----dice— no ocupan otro lugar en la sociedad que el desiervos para el trabajo, y cuando más el de simples consumido-res". La cultura al alcance de los hombres de esta América no essino aquella que eduque para la servidumbre; la que haga de losamericanos, eficaces servidores. Estábamos abstraídos, sigue Bo-I ivar, "ausentes en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno yadministración del Estado. Jamás éramos virreyes, ni gobernan-tes", "diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de subalter-nos; nobles sin privilegios reales", "ni magistrados ni financistasy casi ni aun comerciantes". Por ello, estos hombres al ser recha-zados, en sus demandas de igualdad, por los españoles, se verán

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obligados a improvisarlo todo. Así, a una cultura de dominaciónseguirá una cultura de improvisación. Los americanos, sigue Bo-livar, sin los conocimientos, sin la práctica para ello, han tenidoque irnprovisarse como "legisladores, magistrados, administrado-res del erario, diplomáticos, generales y cuantas autoridades su-premas y subalternas formaban la jerarquía de un Estado organi-zado con regularidad"7.

Cultura de improvisación, necesidad de hacer algo para lo cualnunca se fue educado y„ menos aún, ha sido practicado. Por ellomismo, inocentes• de un pasado que los americanos no podíanaceptar corno propio, en la medida en que éste era sólo formaciónpara la servidumbre, ajeno ¿l'una participación, una y otra vez re-chazada. Ahora bien, dispuestos a improvisar, los americanos sólotenían dos caminos, caminos encontrados, conflictivos. Los co-minos que darán origen a la larga lucha intestina que azotará latotalidad de Hispanoamérica al emanciparse el colonialismo his-pano. Un camino, era el de conservar el mismo orden poi itico ycultural que había permitido a España mantener su dominio a lolargo de tres siglos, pero ahora al servicio de quienes se considera-ban sus herederos, los criollos, los barones de las tierras que ha-

- bían gobernado' en nombre de la Metrópoli, pero que ahora lo ha-rían a nombre propio. Mantener, dirá el chileno Diego Portales(1793-1837) el largo "peso de la noches. La larga noche colo-nial con sus hábitos, costumbres y cultura. La misma cultura parala servidumbre pero ahora en beneficio de los propios americanos,que se consideraban hijos legítimos de los conquistadores y co-lonizadores. Una legitimidad que les había discutido la Metrópolioriginando así la obligada emancipación.

Pero culturalmente podría apropiarse, no sólo el pasado colo-nial, sino el mismo pasado hispano. La cultura, como la historia

.española eran también cultura e historia de los españoles en Amé-rica. Así lo entenderá Andrés Bello (1781-1865) que hacía ver co-

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mo la reacción emancipadora de los hispanoamericanos era unareacción propiamente española. Eran los mismos hombres, tant6los que se habían enfrentado a las tropas francesas en Zaragoza'como los, que se habían enfrentado a las tropas españolas deMetrópoli en Cartagena. Las tropas metropolitanas españolas ha-bían sido vencidas en Boyacá, Ayacucho y otros lugares de Amé-rica, por tropas insurrectas igualmente españolas. "Los capitanes ylas legiones veteranas de la Iberia trasatiantica fueron vencidos y hu-millados —dice Bello— por los caudillos y los ejércitos improvisadosde otra Iberia joven que, abjurando el nombre, conservaba el alientoindomable de la antigua defensa de los hogares"9. Mantener vivala cultura hispana, apropiársela como otro Prometeo, sería man-tener vivo el propio ser de esta América. España, a pesar suyo, ha-bia dejado expresiones de su cultura que los americanos podríanhacer suyas. Nada entonces tendría que improvisarse, sólo habríaque asimilar, aprender y practicar. La herencia cultural española,era también americana. Andrés Bello pondrá el acento de esta asi-milación en la gramática, el derecho, la filología, la filosofía y latradición histórica hispana. Tal sería la preocupación del proyectoconservador.

Frente a este proyecto estarán quienes nada querrán ya saberde un pasado y una cultura para la servidumbre. Servidumbre antela Metrópoli, o servidumbre ante quienes se presentaban en Amé-rica como sus legítimos herederos. Si era menester improvisar,habría entonces que improvisar algo distinto. Si era necesario em-pezar a alcanzar un conocimiento y una experiencia éstas podríanser buscadas en otras experiencias y otras culturas. El mismo Bolí-var pediría la total ruptura con un orden político, social y cultu-ral, dentro del cual los americanos sólo podían tener el papel desiervos, No teniendo nada propio, los americanos bien podíanhacer suyos modelos y experiencias culturales más eficaces. Y quepodían ser más eficaces que las experiencias de los hombres quehabían dado origen a las naciones que ahora señalaban la ruta a

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seguir por el resto del mundo. Las mismas naciones que habíanmarginado al mundo y cultura iberos, disputándole, sus mismasconquistas. Las naciones líderes en la marcha de la civilización.Habría entonces que borrar el largo y equivocado pasado colonial.Habría que partir de cero de la propia experiencia, apropiándosela del modelo extraño. Este será el proyecto civilizador. Proyectoque verá su pasado más propio, el inufgena, hispano y mestizo,como expresión de la barbarie. Barbarie que había de ser domina-da por la civilización. ¡Civilización o barbarie!, grita el argentinoDomingo F. Sarmiento (1811-1888). ¡Progreso o retroceso!, gri-ta el mexicano José Maria Luis Mora (1794-1850). ¡Catolicismoo republicanismo!, dice el chileno Francisco Bilbao (1823-1865).

así como los conquistadores y colonizadores obreros trata-ron de soterrar las viejas culturas indígenas yuxtaponiendo laspropias, los civilizadores latinoamericanos tratarán de enterrar elpasado colonial, la cultura hispana y la indígena, así como el mes-tizaje a que dio origen la Colonia • Se intenta nueva yuxtaposi-ción imitándose ahora los modelos culturales de la Europa occi-dental, tanto las instituciones políticas sajonas, como las exores-

I siones de la Literatura y la Filosofía de la Cultura de Francia. Deigual manera se tomarán as expresiones a que diera origen la De-mocracia de los Estados Unidos de las que con sorpresa hablaráTocqueville. Ser como Inglaterra, Francia y los Estados Unidosserán las metas del proyecto civilizador, y corno consecuenciaanular el propio pasado, considerándolo impropio. La emancipa-ción política alcanzada por los libertadores debía ser ahora segui-da por lo que los civilizadores llamaron "emancipación mental"10 .

Dejar de ser lo que se es para ser otro distinto, va a ser la preo-cupación de este nuevo esfuerzo cultural latinoamericano. ''Reco-nozcamos el árbol por sus frutos", dice Sarmiento. "La Américadel Sur se quedará atrás y perderá su misión providencial de su-

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cursa' de la civilización moderna. No detengamos a los Estadot,Unidos en su marcha". "Alcancemos los Estados Unidos". "Sea»mos AM&iCa como el mar es el Océano. Seamos Estados Unidos"."Llan6s11ros Estados Unidos de la América del Sur, y un senti.mientTo d j la dignidad humana y una noble emulación conspira-rán en n o hacer un baldón del nombre a que se asocian ideasgrandes". _Corno lograr esto? Mediante la educación y a travésde un gran proceso inmigratorio. Lavado de cerebro y lavado desangre. Tal se pretendió con la educación inspirada en el positi-vismo francés, e l utilitarismo inglés y el pragmatismo estado-unidense, Habría que hacer de los mexicanos, diría Justo Sierra(1848-191), los yanquis dei sur. En igual forma hablaba Alber-di de los -yanquis hispanoamericanos. Nada con el pasado, nadacon la España cerril, el negro servil y el indígena salvaje. Pero me-nos aún, ton el mestizo de estas razas. "En América —dirá JuanBautista Aberdi— (1810-1884) todo lo que no es europeo es bar-baro"11. Educar para la civilización y traer a esta América hom-bres que hiciesen por ella lo que ya habían hecho en Europa y enlos Estados Unidos, sería incorporar a sus pueblos entre las nacio-nes que ya marchaban por la vía del progreso y la civilización_

La nueva yuxtaposición cultural era necesaria, para evitar, loque ya señalaba Sarmiento corno un peligro, el que esta Américaperdiese su misión de sucursal de la civilización moderna. Puestosa improttisar, sin antecedentes, sin experiencia en la ruta civili-zatoria, sólo quedaba aceptar, libremente, la tutoría de los adelan-tados en esta vía, aceptar la dependencia frente a quienes ya ha-bían mostrado su capacidad y habilidad en la ruta civilizadora.Tutoría libremente aceptada en relación con Europa occidentalo los Estados Unidos. Ser sucursal no pudiendo ser centro. Al nopoder ser locomotora del tren que conduce a la plena civilización,ser al menos, furgón de cola. Nosotros, agrega Sarmiento, "necesi-tamos mezclarnos a la población de los paises más adelantadosque el nuestro, para que nos comuniquen sus artes, sus industrias,

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SU actividad y su actitud de trabajo" 12 • "No temáis encadenarosal orden y la cultura", dice Alberdi. "No temáis enajenar el por-venir remoto de nuestra industria a la civilización, si hay riesgode que la arrebaten la barbarie o la tiranía anteriores". A los in-versionistas, a las empresas particulares, "colmadlas de ventajas,de privilegios, de todo favor imaginable, sin detenerse en me-dios"13. Hecho esto, la incorporación de esta América a la civili-zación, se daría por añadidura.

Pero la presencia europea como violento imperialismo, así co-mo el expansionismo de los Estados Unidos iniciado ya sobreesta América en la guerra de 1847 contra México, y su presenciaen 1898 sobre el Caribe, desplazando a lot restos del imperialismoibero, darán una nueva conciencia de las yuxtaposiciones realiza-das, así como de la necesidad de asimilarlas. Conciencia del com-plejo de inferioridad que había permitido pasar de una dependen-cia impuesta a una dependencia libremente aceptada. José Enri-que Rodó (1871-1917) es de los primeros en enfrentarse al equi-vocado camino civilizatorio. Muestra la deslatinizacién y la nor-domania como expresiones de tal complejo. "Se imita —dice—aquel cuya superioridad y prestigio se cree". Así, libremente seacepta, paradójicamente, nueva dependencia. Por ello los EstadosUnidos, agrega, están "realizando entre nosotros una suerte deconquista moral"14. A una dependencia se yuxtapone nueva de-

, pendencia. Tal es lo que se viene haciendo al pretender hacer dela cultura modelo un instrumento para incorporar a esta Américaa una cultura que le es ajena por su origen y experiencia. No setrata, por supuesto, de rechazar la civilización, ni las experienciasculturales de otros hombres. Ya que siendo experiencias dehombres, son también experiencias para los hombres de estaAmérica De lo que se trata es de hacer de tales experiencias, y susfrutos, parte de las experiencias y frutos culturales de esta Améri-ca. No se rechaza a Calil-án, simplemente se le pone al servicio deAriel. La experiencia del materialismo sajón, puesto al servicio del

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espíritu latino de América. Las experiencias europeas y estadouni-denses serán buenas experiencias si son puestas al servicio de La-tinoamérica y de su cultura, asimiladas por ellas.

• Im i ta r si, pero inventar un poco, dirá el mexicano AntonioCaso (1883-1946), hablando del Bovarismo latinoamericano, ins-pirado en la heroína de Flaubert. Bovarismo, como el afán de serdistinto de lo que se es, anulándose a si mismo. América, nuestraAmérica, como dirá el cubano José Martí (1853-1895), no es unvacío que ha de ser llenado una y otra vez. Latinoamérica es unarealidad, tiene una cultura, una ya larga historia. Una cultura que,pesé a las intenciones de sus hacedores, se ha venido expresandosobre los intentos de vacío, sobre las yuxtaposiciones. Américason sus indios, los conquistadores de éstos, los libertadores lu-chando por poner f in a la conquista, los conservadores afanosospor mantener el orden que habían heredado, los civilizadoresqueriendo saltar sobre sus propias experiencias. América es asíun crisol de culturas que van hundiéndose en su seno donde seanulan los vanos intentos por sobreponerlas. La cultura latinoa-mericana se ha impuesto a la supuesta superioridad de las cultu-ras que se le quisieron imponer, o aceptó libremente; cada una deestas Culturas fueron absorbidas y mezcladas en el crisol de la cul-tura de esta América.

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porarse a una cierta forma de cultura o civilización. "La incapaci-.:3'ad no está en el país naciente —dice José Martí— que pide refor-mas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren re-gir pueblos originales de composición singular y violenta, conleyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los EstadosUnidos". "E l espíritu del gobierno ha de avenirse a la Constitu-ción propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio delos elementos naturales del país". El genio debió haber estado enhermanar lo que parecía opuesto, en mezclar lo que parecía su-perpuesto. Ni "el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clavedel enigma hispanoamericano —agrega Martí—, el problema dela independencia no era un cambio de formas, sino un cambio deesp iritu".

Tal es lo que se ha venido intentando a lo largo de este si-glo en Latinoamérica. Un cambio de espíritu por lo que se refie-re al mas propio pasado, a la cultura más propia, de acuerdo comoIo hacia otro de los adelantados de este espíritu, José Vasconcelos(1882-1959), al hablar de la que parecía mística Raza Cósmica.Como crisol de culturas en el que se va perfilando la cultura lati-noamericana. Cultura que, en vez de desdibujarse va tomandocuerpo expresando su identidad. La dolorosa identidad a la quetambién se refería Marti, y que debería llenar de orgullo a quienes

El proyecto asuntivo, en cuyo empeño siguen pugnando los h a n heredado. "¿..En qué patria —decía— puede tener un horn-hombres de cultura que han hecho conciencia de ésta su inelu- Ibre más orgullo que en nuestras Repúblicas dolorosas de Améri-dible realidad, tomará también conciencia del error en que caye. ca, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelearan sus mayores. El error cometido en el mismo momento en que ,del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar

iesta América alcanzó su emancipación política. En el afán por bo- lale apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menosrrar un pasado que se consideró ignominioso, empeñándose en Itiempoflistorico, se han creado naciones tan adelantadas y corn-adoptar un Presente que era extraño a sus experiencias. Renunció pactas', I d e n t i d a d cultural complicada y, por serio, original.a unpasado servil, aceptando en su lugar nueva servidumbre, ¡Experiencia de hombres en extraordinarias y complicadas situa-la que supuestamente, iba a hacer de los pueblos de esta América, 7'iones que, por serio, vienen a ser su original aportación a la his-pueblos distintos de los que habían sido en el pasado. Fue un error orla y a la cultura del hombre.. Del hombre sin más, en sus m01-el pensar que estos pueblos eran, por sí solos, incapaces de incor- iples expresiones.

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(Cuadernos de Cultura 'Latinoamericana, No. 18, UNAM, México,.1978). • -

NOTAS:

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1 S i m ó n Bolívar, "Dislurso ante el Congreso de Angostura, el 15 de fe-brero de 1819", en poctr ina del Libertador, Biblioteca Ayacucho, Qa..racas, 1976.

2 D a r c y Ribeiro, Los byasilefios, Siglo XXI Editores, S. A.:México,1975p. 160.

Cf. Luis V Mor°, Los grandes momentos del indigenismo en México, ElColegio de México, 1950.

4 C f . Juan A . Ortega y Medina, La evangelización puritana en Norteamé..rica, Fondo de Cultura Económica, México, 1976.

5 C f . Mis libros, América en la historia, Revista de Occidente, Madrid,1970, y Dialéctica de la conciencia americana, Alianza Editorial Mexi-cana, México, 1976.

6 S i m ó n Bolívar, Op. cit.

7 S i m ó n Bolívar, "Carta de Jamaica", Kingston 6 de septiembre de 1815,en Op. cit.

8 C f . Diego Portales, Epistolario, 1821 - 1837, Santiago de Chile, 1937.

9 And rés Bello, "Investigación sobre la influencia de la conquista y delsistema colonial de los españoles en Chi le", Memoria leida en la Uni-versidad de Chile, el 22 de septiembre de 1944. Obras completas, Ca-racas, 1957.

10 Cf. Mi l ibro El pensamiento latinoamericano, Editorial Ariel, S. A., Bar-celona, 1976.

11 Juan Bautista Alberdi, "Bases y Puntos de partida para la organizaciónpolítica de la República Argentina", 1852. Pensamiento polí t ico his-,panoamer icano, Ediciones Depalrna, Buenos Aires, 1964

12 Domingo F. Sarmiento, Argiriwolis, La Cultura Argentina, Buenos A i -res, 1916.

13 Juan Bautista Alberdi, Op. cit.

14 José Enrique Rodó, Ariel, Montevideo, 1900.

15 José Martí, "Nuestra América", en el Partido Liberal, México, 30 deenero de 1891.

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