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Tema 4. Recubrimientos y Diseño de Fachadas Construcción VI Fuentes Espinosa Marlhon

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Tema 4 Recubrimientos y Fachadas Construcción VI

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Tema 4. Recubrimientos y Diseño de FachadasConstrucción VIFuentes Espinosa Marlhon

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Introducción

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Una fachada es, por extensión, cualquier paramento exterior de un edificio; aunque por defecto, cuando se habla de fachada, se hace alusión a la delantera o principal, indicándose más datos en caso contrario (fachada trasera, fachada norte, etc.)

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La fachada es objeto de especial cuidado en el diseño arquitectónico, pues al ser la única parte del edificio percibida desde el exterior, muchas veces es prácticamente el único recurso disponible para expresar o caracterizar la construcción. La componente expresiva está tan arraigada en el concepto de fachada, que en ocasiones se hace referencia a la cubierta como la «quinta fachada» cuando ésta posee una intención estética.

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Desarrollo histórico

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La fachada ha experimentado multitud de transformaciones a lo largo de la historia por su condición de soporte o lienzo para los distintos estilos arquitectónicos. Sin embargo, los cambios más profundos han sido consecuencia de la evolución de las técnicas constructivas.

Tradicionalmente, la fachada ha sido al mismo tiempo la estructura y el cerramiento del edificio, y por tanto la capacidad de abrir huecos para iluminar, ventilar, o disponer de vistas al exterior ha sido limitada. El desarrollo histórico de la fachada ha sido pues una carrera tecnológica en pos de ampliar estos necesarios huecos.

El tamaño y disposición de los huecos ha estado condicionado fundamentalmente por dos limitaciones: la capacidad para abrirlos (evolución del muro de carga), y la capacidad de protegerlos (evolución del vidrio).

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La tecnología del vidrio

Aunque la existencia del vidrio está documentada desde hace más de 5.000 años en Mesopotamia y Egipto, y a pesar de que el imperio romano lo difundiera por Europa ya en el 300 a. C., no se puede hablar de una utilización relevante de este material en la construcción hasta el siglo VII y la expansión árabe. A partir de entonces, la posibilidad de realizar aperturas de huecos en fachada empezó a generar un interés creciente.

En la antigua roma, antes de la popularización del vidrio, se empleaba como acristalamiento el lapis specularis; un tipo de roca traslúcida de yeso del tipo de la selenita.

La incapacidad para fabricar vidrios de grandes dimensiones se resolvió subdividiendo las hojas de ventana en cuadrados más pequeños, capaces de ser tapados con una única pieza de vidrio más pequeña. La costumbre actual de subdividir los paños de ventana en cuadrados más pequeños es una reminiscencia estética que ha perdurado desde entonces.

En el empleo del vidrio en fachadas, cabe detenerse en el capítulo de las catedrales, especialmente las góticas. Éstas supieron convertir el problema del tamaño de las piezas en una virtud: "dibujando" con un armazón de plomo diferentes figuras sobre las aperturas de fachada, y rellenando los huecos resultantes con vidrios tintados, crearon magníficas vidrieras.

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La evolución del muro

Una vez superado el problema de proteger el hueco con vidrio, las limitaciones se debieron al carácter estructural de la fachada. La apertura de un hueco obligaba a su pieza superior, el dintel, a soportar la carga del edificio. Esto impedía practicar huecos demasiado anchos, por lo que las aperturas adoptaron formas verticales para aumentar en lo posible la superficie de iluminación. También era necesario disponer los huecos alineados unos encima de otros, de manera que se facilitase la trasmisión de la carga del edificio por el resto del muro. Al igual que con el vidrio, y a pesar de no ser ya necesaria, esta composición de fachada con ventanas verticales y regulares ha sobrevivido hasta nuestros días como una herencia cultural.

Para aumentar el tamaño del vano, en edificios singulares se empleó el arco de medio punto y posteriormente el arco apuntado. Sin embargo, el primer gran avance en la fachada se produjo en las catedrales góticas, cuando se eliminó el problema de los huecos al despojar de función estructural a la fachada.

La revolución consistió en la sustitución del concepto tradicional de muro de carga por el de pilares puntuales, desviando la carga de la cubierta mediante arbotantes a unos contrafuertes exteriores. De esa manera la fachada, liberada del peso, podía cerrarse ahora con grandes vidrieras.

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El último paso conceptual quizás lo ejecutara Mies van der Rohe en 1946, al diseñar la Casa Farnsworth, donde la vivienda disuelve definitivamente la fachada, culminándose así el largo proceso evolutivo del hueco.

La fachada contemporánea se distingue por una composición irregular de huecos que atiende a las necesidades de iluminación interiores, en lugar de estar motivada por consideraciones estructurales. También se está explorando con distintas formas y materiales (plásticos, titanio, textiles).

No menos importantes son las consecuencias de la aparición de la informática y los ordenadores, que con sus aplicaciones de CAD y su capacidad de cálculo han posibilitado abandonar la clásica concepción plana de la fachada, permitiendo un tratamiento más volumétrico de la misma. Edificios como el Guggenheim de Bilbao son un ejemplo ya clásico de esta nueva revolución.

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Funcionamiento

Las fachadas, además de la función estética, deben satisfacer otros requisitos: deben ser impermeables al agua, y aislar el interior térmica y acústicamente. La sección tipo de una fachada convencional se compone de dos hojas: una exterior, normalmente de ladrillo, y otra interior, que puede ser de ladrillo o de otros materiales como el cartón-yeso. Entre esas dos hojas se coloca un aislante térmico, para lo que usualmente se utilizan materiales como el poliuretano, la fibra de vidrio o la lana de roca.

Para evitar condensaciones intersticiales, además, se coloca en el lado caliente del aislante una barrera de vapor. Por último, es necesaria una pequeña separación de uno o dos centímetros para permitir que ventile el vapor de agua y no empape el aislamiento, inutilizándolo.

El grosor de un muro de fachada no obedece tanto a necesidades de estabilidad o resistencia como a la necesidad de masa para el aislamiento acústico y de espacio para alojar el aislante y su cámara de aire.

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Fachada ligera

Las fachadas ligeras funcionan como una piel colgada del edificio. Como su propio nombre indica, son ligeras, y no contribuyen a la estabilidad de la estructura.[4] Debido a su poca masa, son malas aislantes del ruido, por lo que no son aplicables para edificios que requieran ambientes silenciosos, como por ejemplo el uso residencial. Tampoco suelen funcionar bien como aislantes térmicos, exigiendo generalmente un gasto extra en calefacción o aire acondicionado. Sin embargo, su reducido peso, su gran capacidad para permitir la entrada de luz, y su rapidez de montaje las hacen idóneas para rascacielos y una gran variedad de espacios públicos.

Se componen de tres elementos:

* Montantes: elementos de sujección verticales que se anclan a la estructura del edificio. * Travesaños o perfiles secundarios: elementos horizontales anclados a los montantes, y que terminan de conformar el armazón. * Cerramiento: puede ser de vidrio o paneles ligeros (madera, aluminio). Éstos pueden ser fijos o practicables.