tales de mileto 2

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El hombre es triple, compuesto de razón, de pasiones generosas y de deseos inferiores, pero en

proporción variable. En cada uno de los regímenes mencionados predominan una o dos de las últimas categorías bajo el control y

la soberanía de la razón. A cada uno de estos regímenes corresponde, pues, un tipo de hombre; de forma que construir la Ciudad

ideal y realizar tipos de hombres acabados es un mismo y único asunto: para obtener un hombre justo es preciso construir una

Ciudad justa. Su Ciudad no estará formada por una población homogénea, sino por tres clases netamente distintas y cuya

cohabitación realizará una especie de perfección. La primera clase es la de los jefes y tiene como virtud propia la sabiduría; la

segunda es la de los auxiliares o guerreros, dotados de valor, y la tercera es la de los artesanos o labradores -tanto patronos como

obreros-, que necesita la templanza y debe saber resistir a los apetitos. Dicho de otra forma, cada clase representa un aspecto del

alma y el conjunto de la Ciudad representa el alma entera. De esta forma la Ciudad es justa porque cada parte cumple su función

en ella; y los ciudadanos son justos en la medida de su participación justa en una Ciudad justa. Mirando atentamente, no cabe

decir que cada ciudadano realice en sí la totalidad de la perfección humana. Participa en la perfección en cuanto elemento de un

conjunto que -este sí- es perfecto

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Aristóteles llega a la existencia de un Dios único por la línea de la absoluta prioridad del acto sobre la potencia. Un

principio netamente aristotélico, de gran trascendencia es prioridad del acto respecto al ser en potencia. El acto es “antes” que el

ser en potencia, no sólo según la perfección, sino también según el tiempo, y en todos los sentidos. Por tanto allí donde se

encuentre ente en potencia es preciso que haya un ser en acto, superior, que le comunique actualidad; y así siempre, hasta llegar a

un Acto tal que, no teniendo potencialidad alguna, sea Acto “puro”, el Acto superior a cualquier acto; y en consecuencia, no

puede ser precedido por ningún otro acto, antes bien los precede a todos, no depende de nada ni es causado, sino que todos

dependen de Él. La prioridad del acto exige la existencia del Acto puro (= sin potencia), ya que la actualidad no se sostiene en la

potencia sino precisamente a la inversa. Ahora bien, tal prioridad se contempla según dos ópticas: la del conocimiento y la del

cambio físico en el mundo.

(ETICA): La ética de Aristóteles tiene un fin que se resume en la búsqueda de la felicidad. Para algunos, la felicidad consiste en

los placeres; para otros, en las riquezas; pero el hombre sabio la busca en el ejercicio de la actividad que le es propia al hombre, es

decir, en la vida intelectiva. Ello no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes, con tal de que no

impida la contemplación de la verdad. Sobre esta base desarrolla Aristóteles el concepto de virtud. La virtud consiste en el justo

medio. Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla recta. Hay dos

modalidades de virtud: las dianoéticas (que se refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren a la sensibilidad

y los afectos). Todas las virtudes son hábitos que se adquieren por medio de la repetición. La virtud por excelencia es la justicia,

la cual consiste en el acatamiento de las leyes y en el respeto a los demás ciudadanos.

Respecto al origen y constitución de la sociedad mantendrá, al igual que Platón, la teoría de la "sociabilidad natural"

del hombre. El hombre es un animal social (zóon politikon), es decir, un ser que necesita de los otros de su especie para

sobrevivir; no es posible pensar que el individuo sea anterior a la sociedad, que la sociedad sea el resultado de una convención

establecida entre individuos que vivían independientemente unos de otros en estado natural: "La ciudad es asimismo por

naturaleza anterior a la familia y a cada uno de nosotros". El todo, argumenta Aristóteles, es anterior a las partes; destruido lo

corporal, nos dice, no habrá "ni pie ni mano a no ser en sentido equívoco"; el ejemplo que toma como referencia sugiere una

interpretación organicista de lo social, en la que se recalca la dependencia del individuo con respecto a la sociedad.