susana bianchi - historia social del mundo contemporaneo - libro

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  • UNIVERSIDAD N A C I O N A L D E QUILMES

    Rector Daniel G m e z

    Vicerrector Jorge Flores

    Historia social del mundo occidental

    Del feudalismo a la sociedad contempornea

    Susana Bianchi

    Universidad f S l Nacional \WtM de Quilines XI Editorial

    Bernal, 2007

  • Cuadernos Universitarios Coleccin dirigida por Jorge Flores

    Bianchi, Susana Historia social del mundo occidental : del feudalismo a la sociedad contempornea - 1 a ed. 2a reimp. - Bernal : Universidad Nacional de Quilmes, 2007. 280 p. ; 20x15 cm.- (Cuadernos Universitarios; 10)

    ISBN 978-987-558-048-0

    1. Historia Universal I. Ttulo

    C D D 909

    I a edicin: 2005 I a reimpresin: 2006 2 a reimpresin: 2007

    Susana Bianchi. 2005 Universidad Nacional de Quilmes. 2005

    Roque Senz Pea 180 - Bernal - (B1876BXD) Pcia. de Buenos Aires (5411) 4365-7100 http://www.unq.edu.ar [email protected]

    I S B N : 978-987-558-048-0

    Edicin y diseo de interiores: Rafael Centeno

    Diseo de tapa: Lorenzo Shakespear

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Impreso en Argentina

    NDICE

    Introduccin 11

    Cap tu lo I. La sociedad feudal 21 1. De la antigedad al feudalismo: los tres legados 21

    El legado romano . .' 21 El cristianismo 25 Los germanos 26 La lenta fusin de los legados (siglo VI-VIII) 27

    2. La sociedad feudal 28 Seores y campesinos 30 Monarquas y nobleza feudal 33 Propiedad y familia seorial 34 La Iglesia y el orden ecumnico 35

    3. Las transformaciones de la sociedad feudal 37 El proceso de expansin 37 Las transformaciones de la sociedad 42 Los cambios de las mentalidades 50

    4. La crisis del siglo XIV 56 La crisis del feudalismo 56

    Cronologa 64 Referencias bibliogrficas 69

    Cap tu lo II. La poca de la transicin: de la sociedad feudal a la sociedad burguesa (siglos XV-XVIIl) 71

    1. La expansin del siglo XVI 71 La formacin de los imperios coloniales 72 Las transformaciones del mundo rural. Agricultura comercial

    y refeudalizacin 73 Las transformaciones de las manufacturas y el comercio. Capital

    mercantil y produccin manufacturera 75 2. El Estado absolutista y la sociedad 76

  • La formacin del Estado absolutista 76 Las resistencias al Estado absolutista: sublevaciones campesinas

    y revoluciones burguesas 79 Aristocracias y burguesas. La corte y la ciudad 82

    . Las transformaciones del pensamiento 87 La divisin de la cristiandad 87 Las nuevas actitudes frente al conocimiento. D e l desarrollo del

    pensamiento cientfico a la Ilustracin 91 . La "crisis" del siglo XVII 97 Cronologa 99 Leferencias bibliogrficas 102

    Captulo III. La poca de las revoluciones burguesas (1780-1848) . . 105 . La poca de la "doble revolucin" 105

    La Revolucin Industrial en Inglaterra 106 La Revolucin Francesa 120

    . El ciclo de las revoluciones burguesas 133 Las revoluciones de 1830 134 Las revoluciones de 1848: " la primavera de los pueblos" 139

    Cronologa 144 .eferencias bibliogrficas 147

    Captulo IV. El apogeo del mundo burgus (1848-1914) 149 . El triunfo del capitalismo 149

    Capital ismo e industrializacin 149 D e l capitalismo liberal al imperialismo 156

    . Las transformaciones de la sociedad 162 El mundo de la burguesa 163 El mundo del trabajo 169 Un mundo a la defensiva: aristcratas y campesinos 175

    . Las ideas y los movimientos polticos y sociales 178 Las transformaciones del liberalismo: democracia y nacionalismos

    militantes 178 El desafo a la sociedad burguesa: socialismo y revolucin 184

    nexo. Acerca de las unificaciones de Italia y de Alemania 187 fono log a 190 .eferencias bibliogrficas 194

    )aptulo V. E l siglo XX: la sociedad contempornea (1914-1991) . . 1 9 5 . El mundo en crisis (1914-1945) 195

    1914: continuidades, rupturas y significados 195 La guerra y la revolucin 202 La crisis econmica 211 La crisis de la poltica: el fascismo 220

    2. La sociedad contempornea 235 El mundo de la posguerra 235 La evolucin del mundo capitalista 249 La evolucin del socialismo "real" 256

    Anexo. De los frentes populares a la Guerra C i v i l espaola 261 Anexo. El otro comunismo: la Revolucin C h i n a 263 Anexo. Los conflictos de M e d i o Oriente 270 Cronologa 274 Referencias bibliogrficas 278

  • INTRODUCCIN

    El curso de Historia social general se propone como inicio en el conoci-miento histrico, a partir del anlisis de los mismos procesos histricos, dando una clave para su interpretacin, de modo de otorgarles los marcos generales apropiados para comprender los procesos especficos. Para ello, el curso se centra en el mbito de lo que Jos Luis Romero llam la cultura occidental, es decir, la peculiar sociedad que se constituye en Europa a par-tir de la disolucin del Imperio Romano.

    La fusin de los legados romano, germnico y cristiano, la constitu-cin de la sociedad feudal y la insercin en dicha sociedad del mundo bur-gus, los procesos de transicin al capitalismo y su emergencia a travs de las revoluciones burguesas, el apogeo de la sociedad burguesa y liberal, las distintas expansiones del ncleo europeo, la crisis del mundo burgus, el desarrollo del mundo socialista y del "tercer" mundo, y los principales de-sarrollos contemporneos - c o m o el neoliberalismo y la disolucin de la Unin Sovitica son las principales etapas del proceso a analizar. Sobre es-te proceso histrico, en el que consideramos pueden encontrarse las claves de nuestro pasado, aspiramos a iniciar a los estudiantes en la perspectiva de la historia social, entendida, segn seala Eric J . Hobsbawm, como "histo-ria de la sociedad". 1

    Se trata de alcanzar, desde la perspectiva de sus actores, la percepcin de la realidad histrica entendida como un proceso nico, complejo y a la vez coherente y contradictorio. Para ello consideramos fundamental partir del anlisis especfico de los distintos niveles que - como veremos- lo cons-tituyen: el de las estructuras socioeconmicas, el de los sujetos sociales y sus conflictos, el de los procesos polticos, el de las mentalidades e ideologas. A partir de este anlisis se establecern las relaciones especficas que vinculan a estos niveles y que permiten su integracin dentro de un proceso general.

    1 Vase Hobsbawm, Eric J. (1976), "De la historia social a la historia de las sociedades", en Tendencias actuales de la historia social y demogrfica, Mxico, Secretara de Educacin Pblica (SepSetentas).

  • 12 SUSANA BIANCHI

    Acerca de la historia social

    El concepto de historia social

    Qu entendemos por historia social? En 1941, el historiador francs L u -d e n Febvre sealaba:

    No hay historia econmica y social. Hay historia sin ms, en su unidad. La his-

    toria es por definicin absolutamente social. En mi opinin, la historia es el es-

    tudio cientficamente elaborado de las diversas actividades y de las diversas

    creaciones de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco

    de sociedades extremadamente variadas [...].2

    En sntesis, para los fundadores de la escuela de los Armales, el eje de la preocupacin de los historiadores, el objetivo de la historia, estaba dado por el hombre y sus actividades creadoras. S in embargo, como aclaran Car-doso y Prez Brignol i , es preciso evitar las confusiones de vocabulario. 3 El trmino hombre no significaba personaje, en el sentido que lo empleaban los historiadores del siglo XIX, que consideraban a la historia como el resulta-do de las acciones de individuos destacados en el campo de la guerra y la poltica. El trmino hombre inclua un sentido colectivo. En esta direccin, el mismo Lucien Febvre agregaba: "[...] el objeto de nuestros estudios no es un fragmento de lo real, uno de los aspectos aislados de la actividad hu-mana, sino el hombre mismo, considerado en el seno de los grupos de que es miembro" .

    En otras palabras, la historia social, en sus orgenes, intentaba ser no una especializacin (como la historia econmica, la historia poltica o la his-toria demogrfica), sino una historia global de la "sociedad en movimiento".

    En rigor, tambin existe una concepcin de la historia social como una especialidad, junto con la historia econmica, la demogrfica, la poltica, etc. Su objeto est delimitado al estudio de los grandes conjuntos: los grupos, las clases sociales, los sectores socioprofesionales. C o m o lo expresaba Albert Soboul: " L a historia social quiere ser tambin una disciplina particular dentro del conjunto de las ciencias histricas. En este sentido ms preciso, aparece vinculada al estudio de la sociedad y de los grupos que la constitu-yen [...]." S in embargo, desde la visin de los fundadores deAnnales, la his-

    2 Febvre, Lucien (1970), Combates por la historia, Barcelona, Ariel. 3 Cardoso, Ciro F. S. y Prez Brignoli, Hctor (1984), Los mtodos de la historia,

    Barcelona, Crtica, pp. 289-336.

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 13

    toria social deba constituirse en una sntesis de los diferentes aspectos de la vida de la sociedad. Para ello, para cumplir con esta vocacin de sntesis, se consideraba necesario adems recurrir a la colaboracin de las distintas ciencias sociales, fundamentalmente de la geografa, de la sociologa y de la economa.

    Cules son los requisitos metodolgicos necesarios para poder alcan-zar esta "vocacin de sntesis"? C m o encarar una historia que debe integrar los resultados obtenidos por la historia demogrfica, la historia econmica, la historia poltica, la historia de las ideas? Segn George Duby, la historia social debe construir un camino de convergencia entre una historia de la civilizacin material y una historia de las mentalidades colectivas. Y para alcanzar este objetivo fija tres principios metodolgicos . En primer lugar, como ya analizamos, destaca que "el hombre en sociedad constituye el ob-jeto final de la investigacin histrica". La necesidad del anlisis es lo que lleva, en la totalidad del conjunto, a disociar diferentes niveles de anlisis, a disociar los factores econmicos de los polticos o de los mentales: "Su vocacin propia es la sntesis. Le toca recoger los resultados de investigacio-nes llevadas a cabo simultneamente en todos esos dominios, y reunirlos en la unidad de una visin global . " 4

    El segundo principio que plantea D u b y es "ocuparse de descubrir, en el seno de una globalidad, las articulaciones verdaderas". Y tratar de descu-brir las "articulaciones verdaderas" significa establecer las vinculaciones re-levantes, las relaciones significativas entre los diferentes niveles de anlisis que hacen comprensible la totalidad de la sociedad. En sntesis, en este principio se plantea la necesidad de establecer los complejos nexos entre lo econmico, lo poltico y lo mental.

    El tercer principio se refiere a otro problema de gran complejidad: el tiempo histrico. " L a investigacin de las articulaciones evidencia, desde un principio , que cada fuerza en accin, aunque dependiente del movi-miento de todas las otras, se halla animada sin embargo de un impulso que le es propio, [...] cada una se desarrolla en el interior de una duracin rela-tivamente a u t n o m a . " En sntesis, se trata del problema de la duracin, de los ritmos diferentes que afectan a cada nivel de la vida social. De este mo-do, D u b y remarca la necesidad de estudiar, dentro de la globalidad, la evo-lucin de los distintos niveles, tanto en sus sincronas como en sus diacronas.

    4 Vase Duby, George (1977), Hombres y estructuras de la Edad Media, Madrid, Si-glo XXI, pp. 250-271.

  • 14 SUSANA BIANCHI

    Los niveles de anlisis

    Indudablemente, la historia social encuentra en la economa un punto de referencia imprescindible. C o m o sealan Cardoso y Prez Br ignol i : " N i n -gn historiador podra negar hoy que la estratificacin social, la constitu-cin de los grupos humanos, la estructuracin de las relaciones sociales entre grupos e individuos, puedan estudiarse, siquiera comprenderse, sin tener en cuenta las bases materiales de la produccin y distribucin del ex-cedente econmico" . Resulta indudable que cada sociedad distribuye so-cialmente su excedente econmico segn reglas especficas y en esta distribucin se fundamentan las jerarquas sociales. Adems , en esta distri-bucin se fundamentan las relaciones de fuerza entre los distintos grupos sociales y en ella se encuentran, muchas veces, las motivaciones de los con-flictos sociales. Tambin es necesario advertir contra un excesivo "economi-cismo": en los comportamientos de los grupos sociales, en sus relaciones de fuerzas, en las bases de sus conflictos se encuentran muchos otros elemen-tos adems del inters econmico. Es imposible reducir el estudio de las je-rarquas sociales a su sola base econmica sin tener en cuenta otros elementos como la distribucin del poder y la configuracin de las menta-lidades. No obstante, el estudio del fundamento econmico de la sociedad constituye un punto de partida indispensable.

    El segundo nivel de anlisis se refiere a la misma sociedad. Desde la perspectiva de la historia social, se trata de un nivel particularmente rele-vante, porque all se ubican los sujetos del proceso histrico, entendiendo por sujeto a "aquel al que se refieren las acciones". Desde la antigedad se reconoci la diferencia social. Textos tan dismiles como la Odisea o el An-tiguo Testamento se refieren a "ricos" y "pobres", a "libres" y "esclavos". Pe-ro slo el racionalismo de los siglos XVIII y XIX comenz a explicar esta diferenciacin en trminos de clases sociales. En este sentido, el mismo Kar l M a r x reconoci su deuda con la obra de historiadores como Guizot .

    Desde la perspectiva marxista, las clases sociales se configuran a partir de la propiedad (o no) de los medios de produccin. En este sentido, las relaciones sociales (definidas como relaciones de produccin) aparecen tambin vinculadas a un cierto tipo de divisin del trabajo y a un cierto grado de evolucin de las fuerzas productivas. En sntesis, el concepto de clase social se comprende en el contexto de un modo de produccin (escla-vismo, feudalismo, capitalismo) determinado. Es el modo de produccin el que determina la estructura de clases. A partir de all, la relacin se pre-senta como relacin de dependencia: las clases poseedoras son las clases do-minantes, y las clases desposedas, las dominadas. Tambin para el

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 15

    marxismo tiene una importancia fundamental el problema de la concien-cia de clase, es decir, la percepcin que cada clase tiene de su situacin en una estructura social determinada. Puede diferenciarse entre una clase sin conciencia de sus intereses (clase en s) de una clase con conciencia de ellos (clase para s) y se considera que una clase plenamente constituida es la que ha alcanzado esta ltima situacin. (Cabe agregar que M a r x no escribi ningn texto especfico sobre las clases sociales, aunque hay numerosas re-ferencias a lo largo de su obra.)

    Resultan indudables los aportes del marxismo para la comprensin de la estructura social. S in embargo, tambin es cierto que en el anlisis de los procesos histricos concretos (la Revolucin Francesa o la Revolucin In-dustrial, por ejemplo) muchas veces los sujetos no corresponden estricta-mente a la divisin de clases. Se trata de sujetos que an no han constituido una "clase" -se trata de clases en formac in- o que amalgaman a diferen-tes sectores. Muchas veces son sujetos que no es posible definirlos exclusi-vamente en trminos clasistas (el Ejrcito, la Iglesia). O son sujetos (el "pueblo") que incluyen a diversas extracciones segn el anlisis de clase. En sntesis, en el anlisis de los sujetos reales toda una serie de grupos o cate-goras escapa de la clasificacin en clases. De all la preferencia de algunos historiadores de elegir para el anlisis de la sociedad conceptos como sec-tores o grupos sociales, que hacen referencia a la complejidad de la consti-tucin de los sujetos histricos.

    Otra manera de enfocar el problema es el anlisis en trminos de estra-tificacin social. En este sentido, la primera teora importante fue la de M a x Weber quien distingui en la jerarquizacin social tres dimensiones analti-cas: el poder econmico (estratificacin en "clases"), el poder poltico (estra-tificacin en "partidos") y el honor social (estratificacin en "estamentos").5

    Pero fue fundamentalmente la sociologa funcionalista norteamerica-na la que defini el concepto de estratificacin social a partir de la necesi-dad de la sociedad de una distribucin interna de sus actividades y funciones. A diferencia del anlisis marxista, el funcionalismo presenta la estratificacin social no como un corte tajante del cuerpo social sino como la gradacin, dentro de un continuum, entre quienes tienen mayor o me-nor prestigio social, entre quienes tienen mayores o menores ingresos.

    Dentro de este nivel, el de la sociedad, tambin se incluye el estudio de los movimientos sociales, indisoluble, muchas veces, del nivel de la poltica.

    5 Vase Weber, Max (1984), Economa y sociedad, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, pp. 244-248.

  • 16 SUSANA BIANCHI

    C o m o sealan Cardoso y Prez Brignol i , nos enfrentamos aqu con una historia de masas: campesinos, esclavos, obreros, bandoleros sociales. Al de-cir de George Rude, es la mult i tud la que irrumpe en la historia. Disear una clasificacin de los movimientos, los conflictos y las luchas sociales no es una tarea simple: su explicacin se refiere necesariamente a los distintos tipos de estructura econmica y social en los que se desarrollan (movimien-tos campesinos, preindustriales, industriales, etc.) y con un tipo de menta-lidad especfica.

    De este modo, es vlido preguntarse: cules son las principales cues-tiones a plantear en el estudio de un movimiento social? Rude, en este sen-tido, proporciona una gua valiosa: se trata, en primer lugar, de ubicar el estallido de violencia en su momento histrico; de delimitar la composi-cin y la dimensin de la mult i tud en accin; de establecer los blancos de sus ataques. Esto permitir establecer la identidad del pueblo llano que par-ticipa del curso de la historia. Permitir responder a la cuestin de quines? Pero, segn Rude, esto no es suficiente y es necesario tambin responder a la pregunta: por qu*

    Es necesario establecer, dentro de los diferentes movimientos sociales, los objetivos a corto y a largo plazo, distinguir la lnea entre las motivacio-nes socioeconmicas y las polticas. Y fundamentalmente, es necesario ras-trear el conjunto de ideas subyacentes, toda la gama de convicciones y creencias que hay debajo de la accin social o poltica.

    Y esta cuestin nos remite a otro nivel de anlisis fundamental para la constitucin de la historia social: el de las mentalidades. La introduccin del estudio de las mentalidades implic un doble cambio. Por un lado, las explicaciones basadas exclusivamente en las motivaciones mentales de los "grandes hombres" (sus intereses o sus desintereses, su egosmo o su altruis-mo) fueron dejadas de lado a favor de lo colectivo, que en todos sus mati-ces y manifestaciones hicieron su ingreso en el campo de la investigacin historiogrfica. Por otro lado, dej de considerarse a la psicologa humana como un dato invariable y fue considerada como algo cambiante dentro del contexto histrico-social. Sin embargo, tampoco puede plantearse una vinculacin demasiado mecanicista entre las estructuras econmico-socia-les y las mentalidades. Ellas evolucionan con un ritmo particular, tal vez ms lentamente que el de la sociedad global. De all que Braudel haya po-dido definir las mentalidades como "crceles de larga duracin".

    6 Rude, George (1981), Revuelta popular y conciencia de clase, Barcelona, Crtica, pp. 15-48.

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 17

    C m o abordar un campo tan amplio que incluye desde creencias, ac-titudes y valores hasta los aspectos ms prosaicos de la vida cotidiana? 7

    Segn Robert M a n d r o u , es posible encarar la cuestin desde una do-ble perspectiva. En primer lugar, es necesario reconstruir las herramientas mentales propias de los distintos grupos o las distintas clases sociales: hbi-tos de pensamiento, ideas socialmente trasmitidas y admitidas, concepcio-nes del mundo. Estos son, en sntesis, los instrumentos mentales de que disponen los hombres en una poca y en una sociedad determinada. Entre estos instrumentos mentales, el problema del lenguaje, con sus mutaciones no constituye una cuestin menor. En segundo lugar, es necesario definir los climas de sensibilidad, las influencias, los contactos, la propagacin de ideas y de corrientes de pensamiento.

    Es necesario tambin conocer cmo se forman, se difunden, se trans-forman y se perpetan esos instrumentos mentales: en este sentido, la edu-cacin, entendida en el sentido ms amplio de los intercambios entre los individuos y su grupo, y la informacin resultan reas claves para el anli-sis. A esto se suma la indagacin de creencias, mitos y rituales, representa-ciones colectivas a las que se puede acceder a travs de los s mbolos y formas de expresin. Dentro del nivel de las mentalidades podran sumar-se muchas otras cuestiones, lo importante es destacar el desplazamiento del centro de inters de los historiadores desde lo individual a lo colectivo.

    En resumen, la aspiracin a la sntesis entre los distintos niveles de anlisis (la economa, la sociedad, la poltica, las mentalidades), propia de la historia social, sobre todo a partir de 1960, mostr un pronunciado dina-mismo y dio resultados de indudable calidad.

    Hi s tor i a social / historia narrativa / "microhistoria" : los cambios en las perspectivas historiogrficas

    A partir del desarrollo de la historia social, los historiadores consideraron desprestigiada la forma tradicional de relatar la historia segn una descrip-cin ordenada cronolgicamente de los acontecimientos. Esta actividad fue calificada, despectivamente, por los seguidores de Annales, como "l'histoi-re vnementielle". Sin embargo, desde fines de la dcada de 1970, como se-ala Lawrence Stone, parece registrarse entre algunos historiadores una

    7 Le GofF, Jacques (1980), "Las mentalidades. Una historia ambigua", en Le Goff, Jacques y Pierre Nora (din), Hacer la historia. Vol. III. Nuevos temas, Barcelona, Laia, pp. 81-97.

  • 18 SUSANA BIANCHI

    vuelta a la narrativa. Qu significa narrativa en este nuevo contexto? El trmino se refiere a la organizacin del material historiografa) en un rela-to nico y coherente, y con una ordenacin que acenta la descripcin an-tes que el anlisis. Se ocupa adems de lo particular y especfico antes que de lo colectivo y lo estadstico. En sntesis, segn Stone, la historia narrati-va es un nuevo modo de escritura histrica, pero que afecta y es afectado por el contenido y el m t o d o . 8

    Cules fueron las causas de esta vuelta a la narrativa? Segn Stone, con-currieron varios factores. Un determinismo mecanicista en las explicaciones socioeconmicas haba dejado de lado el papel de los hombres - individuos y grupos- en la toma de decisiones. Esto haba minimizado el papel de la poltica -incluidas las acciones militares- dentro de la historia. Tambin el resultado de los mtodos cuantitativos fue modesto en relacin con las ex-pectativas, sobre todo por la falta de confiabilidad de los datos para deter-minados perodos histricos. Y estos desencantos llevaron a algunos histo-riadores a reformular las caractersticas de su oficio.

    Qu caractersticas asume entonces esta historia narrativa? En primer lugar, su modo de escritura es el relato. Frente a una historia de "especia-listas", la historia narrativa procura llegar a un pblico ms amplio: inten-ta que sus hallazgos resulten accesibles a un crculo de lectores, que sin ser expertos en la materia, estn deseosos de conocer estos nuevos e innovado-res planteos. En segundo lugar, el inters por las normas de comportamien-to, por las emociones, los valores, los estados mentales de los hombres y las mujeres llevaron a que, dentro del anlisis historiografa), la economa y la sociologa fueran sustituidas por la antropologa.

    En efecto, la antropologa ense a los historiadores c m o un sistema social puede ser i luminado por un registro minucioso y elaborado de un suceso particular, ubicado en la totalidad de su contexto. En este sentido, el modelo arquetpico fue la "descripcin densa" efectuada por el antrop-logo norteamericano Cl i f ford Geertz. 9

    C o m o seala Stone, es cierto que los historiadores no pueden hacer, como los antroplogos, acto de presencia ante los sucesos que describen, pero tambin es cierto que, en las fuentes, es posible encontrar un sinn-mero de testimonios que pueden indicarle cmo fue haber estado en el l u -gar de los hechos.

    8 Vase Stone, Lawrence (1986), El pasado y el presente, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, pp. 95-129.

    9 Vase Geertz, Clifford (1987), La interpretacin de las culturas, Mxico, Gedisa, "Juego profundo: notas sobre la ria de gallos en Bali", pp. 339-372.

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 19

    Y esta tendencia tambin llev entonces a la narracin de un suceso nico, al desarrollo de una historia, la micro historia que se desarrollaba a una escala menor, cronolgica y espacial. Los ejemplos son muchos. Entre otros, puede citarse el caso de George Duby, quien tras haber investigado durante muchos aos a la sociedad feudal francesa segn las pautas de la historia social, escribi un libro, Le dimanche de Bouvines, sobre un suceso nico, la batalla de Bouvines, y a travs de esto busc esclarecer las carac-tersticas del feudalismo de comienzos del siglo XIII. Es tambin la lnea tra-bajada por Cario Ginzburg quien, en El queso y los gusanos, realiz una minuciosa descripcin de la visin de la cosmologa de un oscuro moline-ro italiano del siglo XVI para mostrar el impacto de las ideas de la reforma religiosa. Emanuel Le Roy Ladurie, en Le carnaval de Romans, narr un nico y sangriento episodio ocurrido en un pequeo pueblo del sur de Francia para revelar las tendencias antagnicas que desgarraban a la socie-dad. Y los ejemplos podran multiplicarse.

    Sin embargo, Stone seala las diferencias que se establecen entre esta nueva historia y la narrativa tradicional. En primer lugar, esta nueva narra-tiva se interesa por la vida, las actitudes y los valores de los pobres y anni-mos y no tanto por los poderosos y por los "grandes hombres". En segundo lugar, la descripcin que presenta es indisociable del anlisis: pretende res-ponder no slo a la pregunta cmo?, sino tambin al por qu? En tercer lugar, es una historia que se abre a nuevas fuentes, que busca nuevos m-todos y formas innovadoras no slo de exposicin sino tambin de acceso al conocimiento. Y por ltimo, su diferencia fundamental: el relato sobre una persona o sobre un hecho nico no indica que el inters est centrado sobre los mismos, interesan en tanto arrojen una nueva luz sobre las cultu-ras y las sociedades del pasado.

    Para Stone, el surgimiento de la historia narrativa implicaba el fin de una era, el de las explicaciones coherentes y globalizadoras de la historia so-cial. S in embargo, es vlido establecer esta oposicin entre historia social y microhistoria? Y sobre este interrogante reflexion Eric J. Hobsbawm en su rplica al trabajo de Stone.

    Desde la perspectiva de Hobsbawm no es vlida la afirmacin de Law-rence Stone acerca de que los historiadores hayan dejado de tener inters en responder a los grandes "por qu?" , de que se hayan desentendido de encontrar las explicaciones globales de los procesos his tr icos . 1 0 Si bien re-conoce que ha ganado terreno -sobre todo en Inglaterra- una historia

    8 Hobsbawm, Eric J. (1986), "El renacimiento de la historia narrativa: algunos comentarios", en Historias, nm. 14, julio-septiembre, Mxico.

  • 20 SUSANA BIANCHI

    "neoconservadora", dedicada a una descripcin minuciosa de hechos pol-ticos que niega la existencia de algn significado histrico profundo, ms all de vaivenes accidentales, Hobsbawm considera que esta forma de ha-cer historia no indica cmo se constituyen las tendencias generales:

    Casi para la mayor parte de ellas el acontecimiento, el individuo, hasta la re-

    cuperacin de cierta atmsfera o de cierta manera de pensar el pasado, no son

    fines en s mismos, sino medios para iluminar algn asunto ms amplio, lo

    cual rebasa a la historia particular y a sus personajes.

    En pocas palabras, los historiadores que an creen en la posibilidad de ge-

    neralizar sobre las sociedades humanas y sus desarrollos, siguen interesados en

    las grandes preguntas del por qu, aunque algunas veces puedan enfocar en in-

    terrogantes diferentes a aquellos en los que se concentraron hace veinte o trein-

    ta aos.

    Es cierto que el rechazo a un excesivo y mecanicista determinismo econ-mico llev a abrirse a nuevas cuestiones, a nuevas reas del conocimiento, pero la ampliacin del campo de la historia no est en conflicto con el es-fuerzo de producir una sntesis, entendida como una explicacin coherente del pasado. La nueva historia de hombres, mentalidades y acontecimientos puede ser vista, por lo tanto, como algo que complementa pero que no su-planta el anlisis de los procesos socioeconmicos. En este sentido no hay contradiccin entre la obra general realizada por George D u b y y su estu-dio sobre la batalla de Bouvines: ambos trabajos apuntan a la mejor com-prensin de la sociedad feudal francesa. C o m o seala Hobsbawm:

    No tiene nada de nuevo elegir ver el mundo a travs de un microscopio y no

    con un telescopio. En la medida en que aceptemos que estamos estudiando el

    mismo cosmos, la eleccin entre microcosmos y macrocosmos es asunto de se-

    leccionar la tcnica apropiada. Resulta significativo que en la actualidad sean

    ms historiadores los que encuentran til al microscopio, pero esto no signi-

    fica necesariamente que rechacen los telescopios porque stos estn pasados de

    moda.

    En sntesis, la oposicin entre historia social y microhistoria no parece ser insuperable.

    C A P T U L O I L A S O C I E D A D F E U D A L

    1. De la ant igedad al feudalismo: los tres legados

    A partir del siglo IX comenzaba a organizarse en Europa occidental una nueva sociedad, la sociedad feudal, que alcanz su punto de mayor madu-rez en el siglo XI. Sus antecedentes fueron remotos y complejos y se enrai-zaron en distintas tradiciones culturales. Por lo tanto, el problema que vamos a analizar es c m o a partir de una serie de elementos provenientes de la antigedad se constituy esa nueva sociedad.

    De dnde procedieron esos elementos? Por un lado, del Imperio Romano; por otro, del mundo germnico, y por ltimo, del cristianismo. Sin duda, son legados de distinta naturaleza: tanto el legado romano como el germnico constituan slidas realidades -estructuras econmicas y so-ciales adems de visiones del mundo; el legado hebreocristiano, en cam-bio, consista en una opinin acerca de los problemas de la trascendencia que condicionaba los modos de vida. Este ltimo legado se encarnaba en gentes diversas pertenecientes a los otros legados materiales y culturales, acomodndose a las distintas realidades; sin embargo, su importancia radi-c en que pronto se transform en un importante elemento de fusin.

    El legado romano

    El legado romano proceda de ese enorme imperio que, a partir del siglo III a . C , se constituy en torno al mar Mediterrneo con centro en la ciudad de Roma.

    Era un mbito vasto y heterogneo en el que las tradiciones locales ha-ban quedado sumergidas bajo el peso del orden impuesto por los conquis-tadores, y cuya unidad estaba dada por un extenso sistema de vas y caminos que unan a distintas ciudades que, en mayor o menor medida, copiaban el modelo que proporcionaba Roma, con sus foros, sus termas, su plaza, su anfiteatro, su circo. El mundo urbano era el principal elemen-to que tena en comn el Imperio Romano.

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    Ese mundo urbano estaba habitado por los ciudadanos, trmino que tena una doble acepcin. Los ciudadanos eran quienes vivan en las ciuda-des pero tambin quienes pertenecan a la misma sociedad poltica rigin-dose por el mismo derecho. Adems de compartir un derecho y una lengua - e l lat n- , los ciudadanos compartan un estilo de vida civilizado, es decir, propio de las ciudades (ciudad en latn, civis). Esto implicaba organizacio-nes familiares semejantes, creencias comunes y un mismo tipo de sociabi-l idad que se desarrollaba en esos espacios que marcaban las comodidades que ofreca la ciudad: teatros y anfiteatros, gimnasios, plazas de mercado, columnatas, arcos de triunfo, templos.

    Los ciudadanos compartan tambin una misma visin del mundo. C o m o seala Jos Luis Romero, esta visin del mundo estaba impregnada de un vigoroso realismo: lo importante era el aqu y el ahora, con ideas muy vagas y difusas acerca del trasmundo. 1 Esta cosmovisin eriga en va-lores absolutos la idea del bien comn, de la colectividad y del Estado. La misma religin pblica llevaba al mismo fin al otorgar un carcter sagrado al Estado y al asignarle una radical trascendencia a los deberes del ind iv i -duo frente a la comunidad. Dentro de esta visin del mundo, el ideal de vida era el del ciudadano que sirve al Estado y a la comunidad.

    Los ltimos tiempos de la Repblica y los primeros del Imperio - e l "principado" como suele llamrselo, del siglo II a.C. al II d . C , constituye-ron el perodo de florecimiento de ese ideal de vida. Posteriormente - c o m o ya analizaremos-, el resquebrajamiento del orden poltico, en el que la vida pblica dejaba de ser la expresin de los intereses de la comunidad, la de-gradacin de la concepcin de ciudadana y un Estado autocrtico que des-trua la nocin de la dignidad del ciudadano transformndolo en un subdito, hicieron que esta cosmovisin y esos ideales decayeran. Fue enton-ces cuando el realismo adopt otra forma, el hedonismo. El individuo se realizaba a travs del goce, a travs del disfrute de la vida. En esta visin he-donista, lo importante era el placer sensorial. Ambos ideales parecen con-tradictorios, sin embargo compartan el mismo realismo: lo importante era el aqu y el ahora, minimizando la idea de trasmundo.

    Esos ciudadanos que compartan el mismo derecho, los mismos mo-dos de vida, la misma concepcin del mundo constituan dentro del Imperio Romano una absoluta minora. Por debajo de esa delgada capa que conformaba el mundo urbano, se extenda el mundo rural que inclua la parte ms numerosa de la sociedad. Ese mundo rural estaba habitado, en parte, por campesinos libres que cultivaban sus parcelas, pero la organiza-

    Vase Romero, Jos Luis (1984), pp. 7-25.

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 23

    cin predominante del trabajo difundida por los romanos se basaba en la esclavitud: propiedades de distinta extensin eran trabajadas por esclavos. De all que podamos definir a la sociedad romana, entre los siglos III a .C. y el III d . C , como una sociedad esclavista.

    Gran parte de la mano de obra esclava haba sido obtenida en esas gue-rras de conquista que haban permitido a Roma, desde su ubicacin en el Lacio, controlar ese enorme territorio que rodeaba el Mediterrneo. En efec-to, las campaas militares haban provisto una gran cantidad de cautivos de guerra que fueron sometidos a la esclavitud. De ellos dependa la produccin agrcola y tambin la produccin manufacturera. En sntesis, los esclavos eran la gran maquinaria que impulsaba a toda la economa romana.

    Por qu esta compleja estructura, que durante mucho tiempo pareci ser la base de la magnificencia romana, dej de funcionar?

    Las razones fueron indudablemente mltiples y complejas. Pero lo i m -portante es desentraar las tendencias que venan desarrollndose tras el velo de la prosperidad.

    La pax augusta, la estabilizacin de los lmites del Imperio a fines del siglo I a . C , los pasos que dieron los emperadores para terminar con las guerras y la piratera trajeron prosperidad, pero tambin perjudicaron a la esclavitud como institucin, ya que agotaron la principal fuente de sumi-nistros de esclavos. El nmero de esclavos que nacan en la casa del amo era bastante alto, pero resultaba escaso para satisfacer las necesidades de mano de obra; se deba recurrir por lo tanto a la compra, en un pequeo goteo, de esclavos en la frontera. Esto tambin resultaba insuficiente.

    El debilitamiento de la esclavitud trajo pronto sus consecuencias. Los antiguos centros manufactureros entraron en decadencia y se registr un traslado de la produccin hacia zonas perifricas donde, como en la Gal ia , la manufactura dispona, si no de esclavos, s de una abundante mano de obra libre dispuesta a dedicarse al trabajo manual. De este modo, ese tras-lado gradual de los talleres, de las ciudades a las aldeas, confirm el carc-ter esencialmente agrario del Imperio Romano sobre los elementos urbanos que haban producido sus desarrollos ms significativos.

    En el mbito rural, el agotamiento progresivo de las fuentes de mano de obra esclava oblig tambin a los terratenientes a buscar otros trabaja-dores. Se recurri entonces en forma creciente a los colonos, es decir, a la-bradores-arrendatarios que reciban una parcela de tierra, e incluso las herramientas, del propietario y, a cambio, pagaban con parte de la cosecha. Pero esto tambin pareca insuficiente. Adems , la contraccin de los re-cursos era acompaada por el constante aumento del costo de la adminis-tracin imperial que deba recaudar los crecientes impuestos, poner

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    guarniciones en fronteras cada vez ms dbiles, reclutar ejrcitos - incluso entre los soldados germanos-, l impiar las aguas de la piratera, mantener en orden los caminos.

    En el siglo III la crisis se hizo abierta y catastrfica. La cada de la pro-ductividad agrcola se reflej en una cada demogrfica. Tambin estallaron los conflictos sociales: sublevaciones populares y fundamentalmente cam-pesinas, como las bagaudas palabra de origen celta que posiblemente sig-nifique "hombres en rebelda"- que desde el ao 284 sacudieron la Gal ia . Al mismo tiempo, los pueblos germanos presionaban sobre la frontera. Los ejrcitos que ocupaban las provincias, prontos a rebelarse al mando de un general ambicioso, desbarataron la maquinaria de gobierno, y la guerra c i-v i l dio origen al caos.

    De la crisis del siglo III el Imperio Romano sali profundamente trans-formado. La base del Estado ya no estuvo en el conjunto de los ciudada-nos, sino en la fuerza militar. Pero adems el Estado asumi rasgos cada vez ms autoritarios, en manos de emperadores autcratas que, segn el mode-lo que proporcionaban los dspotas orientales, eran revestidos con rasgos de divinidad. El bril lo de la civilizacin y la estructura del derecho roma-no se encontraban en retirada ante las exigencias de su propia creacin, el Estado imperial.

    Pero todo esto tambin implic un cambio en la sociedad. Las guerras, la inseguridad creciente y la carga de los impuestos haban llevado a muchos campesinos libres a escapar, pero slo haba un refugio: un terrateniente poderoso. Esto, junto con la difusin del sistema de colonato, fue transfor-mando las relaciones sociales. Lazos de dependencia personal comenzaron a vincular a los productores con un seor. La tendencia se acentu cuando el Estado, cada vez con menos recursos, empez a transferir sus funciones a los terratenientes. Un decreto del emperador Valente (364-378), por ejemplo, los hizo responsables de la recaudacin de los impuestos a que es-taban obligados sus colonos. De este modo, la idea de derecho y la idea de Estado comenzaron a diluirse, el campesino deba obediencia a un seor que paulatinamente se fue transformando en un amo. Bajo este sistema, el legado del mundo romano se transmiti a tiempos posteriores.

    El crecimiento del poder de los terratenientes era tambin un s ntoma de la descomposicin del Estado. Pero al debilitarse la autoridad central, tambin se debilitaban las defensas. As las invasiones encontraron poca re-sistencia efectiva en un mundo desgarrado, con una sociedad fracturada y una economa irreparablemente debilitada.

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 25

    El cristianismo

    Todo ese proceso haba entrado en conflicto con los ideales romanos de v i -da. En un Estado autocrtico no haba posibilidad de carrera poltica, anu-lndose definitivamente ese viejo ideal romano del individuo que se realizaba al servicio del Estado y de la comunidad. De este modo, cuando a comienzos del siglo III la ciudadana se extendi a todos los hombres l i -bres del Imperio, la concepcin republicana del ciudadano ya estaba pro-fundamente degradada. Pero las mltiples dificultades tambin haban hecho entrar en crisis al hedonismo, esa idea de que el hombre estaba en el mundo para gozarlo. De este modo, la crisis de esos ideales fuertemente realistas permite comprender el xito que comenzaron a tener diversas re-ligiones orientales que entraron en el Imperio poniendo su acento en el sal-vacionismo. Segn estas creencias, los hombres no se realizaban en esta tierra sino en una trascendencia que ubicaban en el trasmundo.

    Entre esa serie de religiones orientales, hubo una que alcanz un parti-cular xito: el cristianismo. Originado en algunos movimientos de renova-cin del judaismo, en sus primeros tiempo, el cristianismo fue considerado por los romanos como una supersticin cuyos practicantes se caracterizaban por su cerrada intolerancia. Fueron perseguidos entonces, repetidas veces, por la prctica de un culto no autorizado y por asociacin ilcita, dos deli-tos ya previstos por las leyes romanas. Sin embargo, en el siglo III, el n-mero de quienes se autodesignaban "cristianos" haba crecido tanto que el Estado poda considerarlos como un peligro pblico.

    En efecto, los ideales romanos y el cristianismo representaban dos con-cepciones antitticas de la vida. Principios como "dar al Csar lo que es del Csar y a Dios lo que es de Dios" resultaban inadmisibles en un Estado au-tocrtico donde el emperador estaba revestido de divinidad. Para los ideales romanos, la vida se realizaba sobre el mundo terreno y el ms all despus de la muerte era slo ese vago reino de sombras que Virgi l io haba descripto en la Eneida. Pero el cristianismo condenaba esta concepcin: desde su perspec-tiva, vanidad era la riqueza y la gloria de la "ciudad terrestre", contrapuesta a la "ciudad celeste", la verdadera "ciudad de Dios" . Y esta concepcin pudo prender en la conciencia romana, quiz por el escepticismo acerca de las po-sibilidades que se abran en un mundo en crisis. Dado el crecimiento del n-mero de cristianos, que comenzaban a transformar las viejas visiones del mundo romanas, el emperador Constantino manteniendo la idea de la ne-cesidad de un fundamento religioso para el Estado- lo admiti (313), po-niendo fin a las persecuciones. Finalmente, Teodosio (379-395) dio un paso ms: declar al cristianismo la nica religin oficial del Imperio.

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    De este modo, al transformarse el cristianismo en religin de Estado, la Iglesia se organiz segn el esquema que le proporcionaba el Imperio, con su centro en Roma y sus subdivisiones en provincias y dicesis. Pero no fue slo esto, sino que la Iglesia asumi en alto grado una cultura ro-mana - e l latn hasta avanzado el siglo XX se mantuvo como lengua eclesis-t i ca - que, en gran parte, lleg a nosotros a travs del cristianismo. Fundamentalmente conserv la tradicin ecumnica del Imperio, la idea de que deba existir un orden universal.

    Los germanos

    El emperador Teodosio haba legado el Imperio a sus dos hijos, entonces qued dividido en los Imperios de Oriente y Occidente (395). Pero la suer-te del Imperio Romano de Occidente fue efmera. A comienzos del siglo V, tribus germnicas cruzaban la frontera del R i n e iniciaban la invasin. En poco tiempo, el territorio se vio cubierto por pueblos que buscaban dnde instalarse y reducan al poder imperial a una total impotencia. Los inten-tos de controlar y canalizar esta invasin fracasaron rotundamente: el Im-perio de Occidente no era ms que una sombra. En 476, fue depuesto el emperador R m u l o Augstulo y ya nadie pens en designarle un sucesor.

    Los invasores incorporaron al Imperio el legado germnico. Estos pue-blos, que haban estado ubicados en las fronteras del Imperio, en la regin central de Europa desde el Bltico hasta el M a r Negro, hablaban distintos dialectos de una lengua de origen indoeuropeo, y aunque no formaban un Estado unificado - p o r el contrario, se agrupaban en poblaciones indepen-dientes que con frecuencia luchaban entre s - , posean una organizacin socioeconmica y una cultura semejantes.

    Los germanos eran agricultores organizados en aldeas o comunidades campesinas, que reconocan vnculos de parentesco o, por lo menos, un mtico tronco comn. La tierra era de la comunidad y todos los aos los jefes de aldea decidan la parte del suelo que iba a ser cultivada y la distri-buan entre los clanes y familias que cultivaban de manera colectiva. En tiempos de paz no haba jefaturas sobre todo un pueblo; slo en pocas de guerra se elega a un jefe militar. Sin embargo, los germanos mantenan una peculiar concepcin de la guerra, que era considerada como una acti-vidad estacional. Durante aquellos meses en que la agricultura no exiga demasiados brazos, hacan la guerra, saqueaban y obtenan el botn que re-partan entre los guerreros. Esto lleva entonces a destacar, dentro de la so-ciedad germnica, la importancia del varn adulto, a la vez campesino y

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    guerrero, hombre libre que participaba en la asamblea de guerreros, rga-no supremo para decidir los asuntos de la comunidad.

    Pero tambin la concepcin de vida germnica se encontraba estrecha-mente vinculada a la guerra. Su ideal de vida, como lo demuestra su mito-loga, era el ideal heroico en el que el hombre se realizaba mediante una hazaa. El respeto se ganaba siendo un buen guerrero y los actos heroicos eran los que daban la fama. No haba bien ms legtimamente ganado que el botn de guerra, ni mejor muerte que la obtenida en el campo de batalla.

    Hacia el siglo V, cuando los germanos invadieron el Imperio, ya ha-ban sufrido importantes transformaciones, que se dieron precisamente por los contactos que haban tenido con los romanos. En efecto, uno de los ob-jetivos de la guerra era obtener esclavos que se vendan en la frontera del Imperio Romano. La guerra se transform entonces en un negocio lucrati-vo y comenz a generar diferencias. H u b o quienes abandonaron la agricul-tura dedicndose exclusivamente a la guerra y surgieron linajes ms ricos y poderosos. Estos guerreros profesionales comenzaron a rodearse de peque-os ejrcitos privados, su squito armado, que ser un elemento importan-te para comprender la organizacin de la sociedad feudal.

    La lenta fusin de los legados (siglo VI-VIIl)

    Sobre la base de estos tres legados, a partir del siglo V, cuando quedaron constituidos los llamados reinos romano-germnicos, comenz un lentsi-mo proceso de fusin.

    Dentro de esos nuevos reinos, mientras se profundizaban los rasgos de la crisis del Imperio con la decadencia urbana y mercantil, se evolucionaba hacia una economa predominantemente rural. En esa economa agraria, sobre la base de la sociedad romana los campesinos dependientes de un terrateniente-, los germanos incorporaron un gran nmero de hombres l i -bres. Sin embargo, en una situacin de gran inestabilidad, sin un Estado organizado, no haba quin defendiera a los ms dbiles de la inseguridad y de las presiones de los poderosos. La bsqueda de proteccin significaba someter la persona, pagar contribuciones o incluso entregar la parcela que se tiene en propiedad a un seor, para recibirla en usufructo y pagarla con parte de la cosecha. En sntesis, la lnea de homologacin que comenz a darse fue la de situacin de dependencia. 2

    Las aristocracias terratenientes se conformaron por la confluencia de

    2 Vase Duby, G. (1985), pp. 39-60.

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    los terratenientes romanos y los guerreros germanos que ocuparon tierras. Entre ellos, sobre todo al principio, no hubo una poltica de exterminio si-no de convivencia, que se acentu despus de la conversin de los germa-nos al cristianismo. En la conformacin de estas aristocracias, las monar-quas cumplieron un papel importante. Cuando los reyes organizaron la administracin de sus territorios enviaron a los miembros de su squito a gobernar o controlar algunas regiones del reino (condados o marcas) con-solidando una nueva nobleza. Pero esto tambin fue una inagotable fuen-te de conflictos ya que muchos no consideraron tener un poder delegado del rey, sino que trataron a esas regiones como propias.

    El problema radicaba en la inexistencia de normas que regularan el po-der, que permita que cada uno se impusiera al otro segn su fuerza relati-va. Pero tambin el problema estaba en la persistencia de esa concepcin heroica de la vida que consideraba al botn de guerra, a las tierras obteni-das en batalla, los bienes ms legtimamente ganados: el hombre mostraba su superioridad en la hazaa. Fue una concepcin de vida de larga perma-nencia y que an perduraba en el Poema de Mo Cid, cantar de gesta com-puesto a mediados del siglo XII. En efecto, el rey haba despojado de su patrimonio al C i d , que deba entonces ir a tierra de moros, a luchar para hacerse de un nuevo patrimonio. Pero esto no era todo, fundamentalmen-te deba realizar una hazaa, para demostrar que era un hroe.

    Ante la violencia que reiteraba los conflictos, la Iglesia emergi como un elemento de moderacin, imponiendo ciertas normas de convivencia. Los monarcas encontraron en la Iglesia una tradicin en la que apoyarse - l a tradicin bblica de la realeza- que poda combinarse con la tradicin del Estado romano. De all la bsqueda de que fuese la Iglesia, a travs de los obispos o del papa, la responsable de coronar a los reyes y al emperador para reafirmar la idea de que el poder vena de Dios . Pero frente a una mo-narqua que se apoyaba en los legados romano y cristiano, la nobleza afir-maba las tradiciones del legado germano: la asamblea de guerreros como rgano supremo. sta deba elegir al jefe (en este caso al monarca) entre uno de ellos; el rey slo era el primus nter pares, el primero entre sus igua-les, y por lo tanto deba acatar las decisiones de la asamblea. Y el conflicto entre ambas tradiciones hubo de marcar un largo perodo.

    2. La sociedad feudal

    En el ao 771, Carlos -conocido posteriormente como Car lomagno- haba sido consagrado rey de los francos. Pronto emprendi una serie de campa-

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    as militares que le permitieron extender considerablemente sus dominios. Despus de la conquista de Italia, se proclam Emperador de Roma, en una ceremonia en la que el papa le impuso la corona imperial (800). De este mo-do, con apoyo de la Iglesia, Carlomagno se propona restaurar el Imperio, reconstituir el orden ecumnico. Sin embargo, a pesar de la vasta tarea or-ganizativa, este Imperio tuvo corta vida. A la muerte de Carlomagno lo su-cedi su hijo Ludovico, pero fue entre sus nietos que se desencaden una larga lucha por el poder cuyo resultado fue la divisin del Imperio (Tratado de Verdn, 843).

    A partir de la disgregacin del Imperio carolingio, las guerras civiles y la oleada de invasiones del siglo IX (musulmanes, eslavos y magiares, y nor-mandos) crearon graves condiciones de inseguridad que debilitaron las mo-narquas y aumentaron el poder de la nobleza. En efecto, primero los prncipes, luego los condes, por ltimo los seores locales se autonomiza-ron respecto del poder central: se apropiaron de las prerrogativas que les haban sido delegadas, les otorgaron carcter hereditario y las incorporaron a dinastas que quedaron confirmadas de hecho. Esta fragmentacin llev a que los marcos territoriales fueran cada vez ms reducidos, ajustados a las posibilidades de ejercer una autoridad efectiva. Pero esta fragmentacin, fundamentalmente, implicaba una adaptacin de la organizacin poltica a las estructuras de la vida econmica. De este modo, se afianzaron las con-diciones que permitieron el establecimiento de relaciones feudales que al-canzaron su punto de madurez en el siglo XI.

    El feudalismo no se dio en forma totalmente semejante en toda Euro-pa. La parte central del feudalismo europeo -donde se dio en su forma ms cls ica- se puede encontrar en aquellas regiones donde hubo una sntesis equilibrada de elementos romanos y elementos germnicos, especialmente en el norte de Francia y algunas de sus zonas limtrofes. Al sur, sobre todo en la Provenza y en Italia, hubo un predominio del legado romano. All, por ejemplo, la vida urbana nunca declin completamente y se mantuvie-ron normas del derecho romano. En el este y en el norte (Inglaterra, A le-mania, Escandinavia), donde los elementos romanos haban echado races muy dbiles, hubo un predominio del legado germnico: se puede sealar, por ejemplo, la permanencia de agricultores libres organizados en aldeas. Incluso, en Alemania , el feudalismo se consolid slo en el siglo XII. De un modo u otro, a pesar de diferencias de matices o de desfasajes cronolgi-cos, es indudable que el feudalismo apareci en Europa como la organiza-cin social predominante.

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    Seores y campesinos

    Qu es el feudalismo? Es la organizacin de la sociedad basada en dos gru-pos sociales fundamentales: seores y campesinos.

    Los campesinos eran los productores directos. A ellos pertenecan los medios de produccin (arados, hoces y animales de tiro) con los que tra-bajaban la tierra a partir de la mano de obra familiar. El objetivo principal de esta economa campesina era la subsistencia. Sin embargo, tenan que producir un volumen superior al requerido ya que tambin tenan que pro-veer el sustento de la nobleza, el clero y otros sectores que no trabajaban directamente la tierra, pasando el excedente a esos otros grupos sociales d i -rectamente o a travs del mercado. Aunque tambin hubo asentamientos dispersos, una caracterstica de la vida campesina, en la mayor parte de E u -ropa, era la asociacin de familias en comunidades mayores, villas o aldeas, remontndose a siglos las bases de esa convivencia.

    Dentro de la comunidad campesina se desarrollaron formas de coope-racin prctica que, segn Rodney H i l t o n , formaron la base de una iden-tidad comn. Esta cooperacin prctica era exigida por el mismo sistema agrcola. En los campos abiertos que rodeaban las villas de tipo nuclear se entremezclaban las fajas de terreno de las distintas explotaciones familiares y all se trabajaba sin distincin alguna entre las tierras de uno u otro cam-pesino. Adems , para evitar el desgaste del suelo, sobre todo en la zona nor-te de Europa, se aplic el sistema de rotacin trienal, donde las parcelas se agrupaban en tres sectores: mientras uno se cultivaba con cereales -base de la a l imentac in- los otros se dejaban en barbecho. M s all de los campos de labranza, se extendan los bosques y baldos, que podan ser utilizados por la comunidad aldeana para la recoleccin y para la pastura de su ganado. 3

    Dentro de la aldea se desarrollaban tambin otras actividades. En es-tas economas de autoabastecimiento, el hilado y el telar eran una ocupa-cin accesoria corriente entre las mujeres campesinas. Pero adems haba artesanos ms especializados en trabajar la madera, el cuero y los metales. Si bien la mayora de los campesinos eran capaces de reparar e incluso fa-bricar sus herramientas, en algunos casos se requera el concurso de espe-cialistas. El ms importante era el herrero, que fabricaba las piezas para arados y carretas, herraba caballos y bueyes, forjaba hoces, guadaas y cu-chillos, y proporcionaba los ganchos y clavos para las construcciones. C o -mo seala H i l t o n , la forja del herrero era uno de los centros de la vida rural y los misterios de su oficio le otorgaban un prestigio casi mgico.

    3 Vase Hilton, Rodney (1984), pp. 7-78.

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    La comunidad campesina no era una comunidad de iguales. La estra-tificacin surga de la polarizacin de fortunas entre un aldeano ms pobre y otro ms rico, entre quien slo contaba con sus manos y rsticos instru-mentos para trabajar la tierra y quien contaba con una o dos yunta de bue-yes, o entre quienes tenan una parcela ms extensa y los minifundistas que deban completar su sustento trabajando en la tierra de los ms ricos. S in embargo, nadie dudaba de que pertenecan a un mismo grupo social. Las barreras sociales que los separaban de los seores resultaban infranqueables y haban sido construidas para tal fin: evitar el ascenso social aun en los n i -veles inferiores de la aristocracia.

    O t r o de los grupos que formaban parte de las comunidades rurales era el de los asalariados carentes de tierra. Eran una pequea minora - s u ca-rcter mayoritario hubiera puesto fin al campesinado, caracterizado por la explotacin de tipo familiar-, pero constituan un elemento importante. U n a parte significativa de ellos estaba formada por quienes estaban ocupa-dos en el dominio o reserva seorial como aradores, carreteros, boyeros o pastores. Muchos de los que trabajaban directamente las tierras del seor vivan en barracas, trabajaban a cambio de la comida y su situacin era pr-xima a la de la esclavitud.

    La situacin de los campesinos variaba mucho: desde la de campesino libre hasta la de siervo, pasando por distintos tipos de condicin semiser-v i l . S in embargo, a partir del siglo IX, en toda Europa hubo una tendencia a absorber al campesinado libre sometindolo al poder seorial, generali-zando los lazos de servidumbre. Esto implicaba para los campesinos una se-rie de obligaciones a cambio, tericamente, de la proteccin que brindaba el seor. La principal obligacin y la ms pesada era el pago del censo, una parte importante de la cosecha que poda variar segn las regiones y la co-dicia seorial. Adems , los campesinos deban realizar prestaciones perso-nales en las tierras del seor, algunos das de la semana o en algunas pocas del ao, cuando la cosecha o la vendimia exigan ms mano de obra. A es-to se sumaba el pago de distintos derechos que tenan que ser pagados con moneda o con la mejor res, por ejemplo, el de contraer matrimonio o aun el de "heredar la condicin servil".

    U n a pregunta queda en pie: de dnde provena el poder que los seo-res ejercan sobre los campesinos? Los seores fundaban sus derechos, en parte, en el dominio sobre tierras que haban obtenido por derecho de con-quista o por otorgamiento del rey. Pero fundamentalmente se consideraba que esos derechos se basaban en la proteccin que, mediante las armas, los seores ofrecan a los campesinos, principio que - c o m o veremos- fue sis-tematizado por la Iglesia en un modelo de orden ecumnico.

  • 32 SUSANA BIANCHI

    Otros factores tambin concurrieron para afirmar el dominio seorial y derivaron del proceso de fragmentacin del poder real. En rigor, la admi-nistracin de la justicia constitua la caracterstica esencial de la monarqua : el poder del rey se expresaba en su capacidad para otorgar justicia, en fun-cin de la interpretacin de los textos sagrados o de la costumbre, es decir, el derecho consuetudinario. Por lo tanto, cuando se fragment el poder monrquico , lo que se fragment fue precisamente esa capacidad para ad-ministrar la justicia. Y ese poder que pas a los seores bajo la forma del derecho de ban.^

    La costumbre estableca que el derecho de ban se ejerca sobre un te-rritorio que se poda recorrer en una jornada de cabalgata: all el ejercicio de la justicia adquira la forma del cobro de multas y peajes e incluso de sa-queos sistemticos sobre las posesiones de los campesinos. Para poder ejer-cer este derecho, los seores del ban tuvieron que recurrir a numerosos auxiliares, los ministeriales, que participaban de los beneficios y que por lo tanto fueron los agentes ms activos de este derecho. Sin embargo, haba un lmite para a las exacciones: el lmite estaba fijado por la costumbre y la memoria colectiva. Si los seores intentaban sobrepasar ese lmite podan surgir las formas de solidaridad campesina y fundamentalmente las formas de resistencia que, como ocurri en el siglo XIV, podan desembocar en abiertas rebeliones contra el poder seorial.

    La nobleza terrateniente tambin era una clase profundamente estrati-ficada. Los miembros de los niveles superiores de esa jerarqua nobiliaria, relacionados por vnculos familiares y que controlaban grandes extensiones de tierra, dominaban toda la sociedad incluido el resto de la nobleza. Por debajo de esa pequea minora, se encontraban tanto familias nobles que contaban con cuantiosas riquezas y capacidad de influencia como peque-os terratenientes cuyos recursos no superaban a los de los campesinos ms ricos. Pero esa jerarqua nobiliaria no mostraba una moderada graduacin: las distancias entre los escasos nobles realmente poderosos y la masa de no-tables locales era muy grande. Sin embargo, esta distancia proceda de la disparidad de riquezas y de poder, pero no una disociacin en diferentes rangos nobiliarios. Todos ellos pertenecan a la clase seorial y la distancia que los separaba de los otros grupos sociales era abismal.

    4 El trmino ban deriva del gtico bandw que significa signo o bandera, de ah se desprenden dos acepciones que tienen cierta relacin con el nombre de este derecho: 1. grupo de gente armada y 2. parcialidad o nmero de gente que favorece y sigue el par-tido de alguno. La traduccin de este trmino en espaol es banda {Diccionario de la Real Academia, 1992).

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 33

    Monarquas y nobleza feudal

    Otra de las caractersticas de esa jerarqua nobiliaria era el hecho de que sus miembros estaban ligados verticalmente por lazos de fidelidad y dependen-cia. En efecto, la fragmentacin del poder era una situacin de hecho que los reyes reconocieron y formalizaron mediante relaciones de vasallaje, es decir, por vnculos voluntarios directos de persona a persona. A travs de este sistema, el monarca entregaba un feudo, normalmente en forma de dominio territorial, a un seor a cambio de un juramento de fidelidad, ju-ramento que transformaba al beneficiario en vasallo del rey. Pero el proce-dimiento poda repetirse: los grandes vasallos del rey podan entregar feudos a cambio de juramentos de fidelidad a otros seores, teniendo as a sus propios vasallos, y as sucesivamente. De este modo, se conformaba una sociedad jerarquizada, en cuya cspide estaba el rey, pero cuyo poder efec-tivo quedaba reducido al que poda ejercer sobre esos vasallos directos que le deban fidelidad.

    Los vasallos tenan a su vez obligaciones con su seor. Las principales eran dos: consejo y ayuda. Para prestar "consejo", los vasallos deban acu-dir cuando el seor los convocaba para dar su opinin sobre temas que iban desde la administracin del seoro hasta cuestiones de paz y de gue-rra. Esas reuniones indudablemente recreaban la asamblea de guerreros de la tradicin germnica y resultaban la ocasin propicia para que el seor homenajeara a sus vasallos con torneos y banquetes. De este modo, la i m -portancia efectiva de estas reuniones radicaba en constituir una verdadera demostracin de la influencia, de la riqueza y del poder seorial.

    La segunda obligacin era ms pesada. Poda incluir distintos tipos de "ayuda", pero fundamentalmente implicaba el auxilio militar: el vasallo de-ba participar con su seor en la guerra. Para ello, deban mantener un n-mero, a veces muy elevado, de caballeros y escuderos que vivan en el castillo con el seor y que constituan su hueste. En castellano antiguo, es-ta hueste se denominaba "criazn", porque los jvenes destinados a la ca-ballera se criaban junto con el seor y junto a l aprendan el oficio de las armas. Estos caballeros tambin estaban ligados al seor por un juramento de fidelidad y deban acompaarlo en sus empresas de guerra: los enemi-gos de su seor eran sus enemigos.

    De este modo, el ejrcito feudal estaba formado por los aportes de las huestes seoriales, segn vnculos de fidelidad establecidos por juramento. Si el rey quera hacer la guerra, dependa bsicamente de la fidelidad de sus vasallos. Es cierto que el rey tena la posibilidad de quitar las tierras y des-terrar del reino a los que no cumplan con su juramento. As, por ejemplo,

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    a fines del siglo XI, el rey Alfonso VI de Castilla proclam contra el C i d la " ira regia", y lo expuls del reino despus de retirarle el seoro de Vivar. Pero esto sucedi en Espaa, cuyas fronteras lindaban con tierras ocupadas por los musulmanes. En este caso, los reyes conservaron ms poder por ser los jefes directos de los ejrcitos y por poseer -cuando la suerte de las ar-mas los favoreca ms tierras para repartir entre sus vasallos.

    En cambio, en otras regiones de Europa (sobre todo en las actuales Francia y Alemania), los reyes fueron perdiendo cada vez ms un poder po-ltico y militar que qued en manos de la clase feudal. A partir del siglo XI, en una amplia zona de Europa los seores dejaron de reconocer a los reyes su derecho a retirarle las tierras que, de este modo, se transformaron en propiedad de las grandes familias seoriales. Fue entonces cuando se con-solid el poder de la nobleza feudal que, adems del poder militar, deten-taba de manera inalienable el poder econmico a travs de la tierra. Al mismo tiempo comenz a desarrollarse un nuevo concepto de la libertad: si anteriormente se consideraba que todos los hombres libres deban estar sometidos a la autoridad real, a partir de la consolidacin del feudalismo, la libertad fue concebida como un privilegio - e l de escapar a las obligacio-nes deshonrosas y especialmente a las fiscales- que sustrajo enteramente al clero y a la nobleza de las presiones del poder.

    Propiedad y familia seorial

    La Iglesia tambin participaba del poder feudal. En efecto, durante mucho tiempo reyes y seores le haban entregado tierras en calidad de donaciones con el objetivo de salvar sus almas. De este modo, los altos dignatarios ecle-sisticos, como los obispos o los abades de los monasterios, posean seo-ros eclesisticos que incluso, en algunos casos, gozaban de inmunidades, es decir, estaban exentos de la administracin de la justicia real. En snte-sis, estos grandes dignatarios formaban parte de la nobleza feudal. Esto no quiere decir que todo el clero formara parte de la clase seorial. Dentro del seoro poda haber clrigos que prestaban sus servicios profesionales an-logos a los del molinero o del encargado del horno. Dentro de la aldea po-da haber algn sacerdote que a cambio de sus servicios recibiera una parcela para cultivar con su familia. Este sector del clero estaba mucho ms cerca de los campesinos que de los seores, pero es indudable que la Igle-sia como institucin y sus altos dignatarios integraban el poder feudal.

    Los seores laicos y los seores eclesisticos adems de formar parte de la misma clase social tambin estaban relacionados por estrechos vnculos de

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    parentesco. Segn la tradicin germana, a la muerte del padre la tierra se d i -vida entre todos sus hijos. Pero en la sociedad feudal, para evitar una exce-siva fragmentacin se instaur el mayorazgo, por el que heredaba nicamen-te el hijo mayor. De este modo, los hijos segundones entraban al servicio de la Iglesia donde, dado su origen social, pronto alcanzaban altas posiciones. Tambin las hijas solteras menores de las familias seoriales deban entrar en la Iglesia: ingresaban a algn convento en el que, por su carcter de nobles y por la dote que aportaban, ocupaban cargos importantes. Sin embargo, es-tas jvenes profesaban -es decir, hacan sus votos perpetuos- a edad consi-deradas avanzadas en la poca, previendo que, ante la muerte de sus herma-nas mayores, tuvieran que casarse para perpetuar los linajes.

    Los varones tercerones o que se negaban a entrar en la Iglesia podan quedar en el castillo formando parte de la hueste de su hermano mayor. Pe-ro los que se negaban a esta suerte generalmente partan en aventura con el objetivo de hacerse un nuevo patrimonio. Podan hacerse mercenarios bajo el mando de algn caudillo o simplemente deambular por el mundo en busca de una fortuna, que poda concretarse en el matrimonio con al-guna rica heredera. La literatura recogi las aventuras y los amores de esta juventus, que cantaron los trovadores provenzales del siglo XII y, posterior-mente, las novelas de caballera. En cierto sentido como veremos ms ade-lante- estos jvenes fueron parte del "motor" que impuls la expansin europea. A ellos los encontraremos, a partir del siglo XI, engrosando los contingentes de las Cruzadas que partan hacia Tierra Santa e incluso, a partir del siglo XVI, participando de la conquista de Amrica.

    La Iglesia y el orden ecumnico

    Un rasgo de la sociedad feudal fue el alto nivel de sus conflictos. En primer lugar, stos se dieron entre la Iglesia y los poderes seculares. C o m o muchos obispados eran tambin feudos tenan una doble dependencia: por un lado, en tanto sedes eclesisticas, dependan del papado, y por otro, en tanto feu-dos dependan de un rey o del Emperador del Sacro Imperio Romano Ger-mnico a quien deban vasallaje.

    Esta situacin, desde fines del siglo XI, se constituy en la fuente de un prolongado conflicto conocido como la Querella de las Investiduras. Pero tambin, entre los seores, el ejercicio del derecho de ban, el establecimien-to de los lmites entre los distintos dominios y la permanencia de una men-talidad heroica que consideraba al botn como el bien ms legtimamente ganado se encontraban en las bases de interminables combates. La guerra

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    era considerada una actividad normal de las clases seoriales. Y los saqueos y depredaciones afectaban sobre todo a la economa campesina, imponien-do una economa que se basaba en el pillaje.

    S in embargo, desde las ltimas etapas de la feudalizacin, la Iglesia i n -tervino como factor de moderacin, imponiendo lo que se conoci como la Paz de Dios . El fenmeno comenz al sur de la Gal ia , pero a lo largo del siglo XI se extendi por toda Europa occidental. C o m o seala George Duby, los principios de la Paz de Dios eran muy simples: Dios haba dele-gado en los reyes la misin de la paz y la justicia, pero como stos eran i n -capaces de cumplir la , Dios haba reasumido estos poderes y los haba entregado a sus servidores los obispos, auxiliados por los seores locales. 5

    Para ejecutar este principio, los obispos reunan a los grandes nobles en Conci l ios donde se impusieron ciertas normas sobre la guerra y se estable-ci que quien las violara caera en la excomunin. Esas reglas fueron muy sencillas: no se poda combatir ciertos das de la semana, en fiestas religio-sas o en los das de mercado; no se poda luchar en ciertos lugares como en los atrios de las iglesias o en los cruces de los caminos; no se poda atacar a los sectores considerados ms vulnrales como los clrigos y los pobres. Es cierto que la eficacia de la Paz de Dios fue relativa y que Europa no dej de estar libre de tumultos seoriales. Sin embargo, al imponerse algunas nor-mas se pudieron registrar ciertos cambios en los comportamientos.

    S in duda tuvo influencia en las estructuras ms profundas de la vida econmica : al evitar que se impusiera una economa basada en el pillaje, fa-voreci la consolidacin del feudalismo. Pero fundamentalmente, la Paz de Dios cre una nueva moral acerca de la guerra, una nueva moral que des-vi los poderes de agresin que contena la sociedad feudal fuera de los l-mites de la cristiandad. Si contra los cristianos no se poda luchar, contra los "infieles", contra los enemigos de Dios no slo era lcito sino deseable combatirlos. En sntesis, de la Paz de Dios deriv el "espritu de cruzada" de esos seores que se dirigieron a Tierra Santa en defensa de la religin. Pero hay algo ms: al bendecir a los cruzados y sus espadas, la Iglesia legi-t im la funcin guerrera de la nobleza feudal, transformndola en el brazo armado de la cristiandad.

    Esta moral desemboc en una peculiar imagen de la sociedad que con-tribuy a la consolidacin de sus estructuras. En efecto, hacia el ao 1000 lleg a su madurez el modelo de los tres rdenes, teora lentamente elabo-rada entre los intelectuales eclesisticos. Esta teora, que inclua sin dif icul-tad las relaciones de subordinacin y dependencia, presentaba las

    5 Vase Duby, G . (1985), pp. 199-342.

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 37

    desigualdades sociales formando parte de un plan divino. Segn su formu-lacin, desde la creacin Dios haba otorgado a los hombres tareas espec-ficas que determinaban una particular y jerarquizada organizacin de la sociedad. E n la cspide se colocaba el primer orden, el de los oratores, el clero que tena la misin de orar por la salvacin de todos; en segundo lu-gar, estaban los bellatores (del latn, bella = guerra), es decir, la nobleza gue-rrera que combata para defender al resto de sociedad; por lt imo, los laboratores, es decir, los campesinos que deban trabajar la tierra para man-tener con su trabajo a la gente de oracin y a la gente de guerra.

    Este esquema se impuso muy rpidamente en la conciencia colectiva sosteniendo un profundo consenso acerca de c m o deba funcionar el cuerpo social: presentaba una visin organicista de la sociedad percibida como un todo armnico, en el que cada una de sus partes desempeaba una funcin designada por Dios . De este modo, este modelo de sociedad, que se consideraba ecumnico, se impuso con la misma fuerza de la natu-raleza: era un orden sagrado y, por lo tanto, inmutable. Permita funda-mentalmente legitimar la explotacin seorial considerada el precio de la seguridad que los seores ofrecan.

    3. Las transformaciones de la sociedad feudal

    El proceso de expansin

    Hacia el siglo XI comenz a registrarse una serie de sntomas: las fuentes se-alan que las iglesias eran ms grandes y lujosas, que haba ms animacin en los caminos, que los mercados eran ms activos. Eran signos de una ex-pansin econmica e incluso demogrfica, expansin estrechamente vincu-lada con la consolidacin del feudalismo y con un mayor desarrollo de las fuerzas productivas.

    La expansin demogrfica y agrcola

    El aumento de la productividad se vincul con la introduccin de una se-rie de perfeccionamientos tcnicos. El proceso no fue simple ni lineal. Es cierto que an influa una mentalidad que consideraba que el trabajo no era cuestin de seores. Pero tambin es cierto que la revalorizacin del tra-bajo que hizo la Iglesia a travs de las rdenes religiosas, como la de San Benito de Nursia que consideraba que "labrar es orar"- junto con la nece-sidad de aumentar el excedente permitieron introducir nuevas tcnicas: los

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    molinos hidrulicos, que exigieron obras de desage o endicamiento; el empleo de arados de hierro, el uso de la traccin animal con un collar de estructura rgida que permita un aprovechamiento intensivo de la fuerza de los animales; el herrado y un paulatino reemplazo de los bueyes por los caballos. Algunos seores fueron activos difusores de estas tcnicas. Los condes de Flandes, por ejemplo, en los Pases Bajos alentaron y sostuvieron la construccin de diques para ganar tierras al mar y contener los ros. M s tarde, los prncipes alemanes llamaron a estos tcnicos flamencos para de-secar las mrgenes del Elba inferior.

    El aumento de la produccin agrcola permita alimentar a ms gente. De all que pronto se reflejara en un aumento de la poblacin. Pero esta ex-pansin demogrfica tambin cre problemas. La ocupacin humana se h i -zo excesivamente densa en las zonas ms antiguamente pobladas del rea romanogermnica y las tierras se volvieron escasas: era necesario incorporar nuevas tierras a la actividad productiva. A partir de las ltimas dcadas del siglo XI se comenz entonces llevar a cabo un amplio movimiento de rotu-racin, es decir, crear campos de cultivo a expensas de las extensiones incul-tas. Esto fue posible por el empuje demogrfico, pero tambin por los perfeccionamientos tcnicos que permitieron desecar pantanos, endicar ros y, con la aparicin de la sierra hidrulica, atacar bosque de maderas duras.

    Los primeros movimientos de roturacin fueron de iniciativa campe-sina. Los campesinos ampliaron el claro aldeano, ganando las tierras incul-tas que rodeaban a la aldea. Estas nuevas tierras se dedicaban en los primeros tiempos a las pasturas - l o que benefici la cra de animales de t i -ro y mejor el equipo de arar- y luego al cultivo de cereales, lo que aumen-t la produccin de alimentos. Pero adems de esta ampliacin del claro aldeano, los campesinos iniciaron movimientos ms audaces como la crea-cin de nuevos ncleos de poblamiento. El motor de este movimiento fue-ron los ms pobres, los hijos de familias campesinas demasiado numerosas que no podan hallar alimento en las tierras familiares. Esto implicaba tras-ladarse al corazn de los espacios incultos, en los que nadie o muy pocos haban penetrado anteriormente, para atacarlos desde su interior: all los campesinos, roturando y desecando tierras, creaban nuevos ncleos de po-blamiento y nuevos espacios para el cultivo.

    Pero los seores ms sensibles al espritu de lucro tambin advirtieron las ventajas del procedimiento. De este modo, las roturaciones se transfor-maron en una empresa seorial, en un movimiento que cubri el siglo XII . Esto consisti muchas veces en la apertura de nuevas tierras, muchas veces muy distantes del ncleo originario, generalmente, en las zonas fronterizas. U n o de los casos ms notables lo constituy el de los seores alemanes que

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    conquistaron las tierras de los eslavos. Estos seores impulsaron una vigoro-sa colonizacin en los territorios ubicados en las mrgenes derechas de los ros Elba y Saale, que fueron ocupados por campesinos de Sajonia y de Tu-ringia y que permiti un avance posterior de la colonizacin que en el si-glo XIII alcanz hasta Lituania y el golfo de Finlandia.

    Este tipo de colonizacin implicaba el trasvasamiento de poblaciones a distancias muy largas y adquiri la forma de una verdadera empresa en la que el seor deba adelantar fondos para instalar colonos, roturar, desecar pantanos, talar bosques. Adems , para alentar a los campesinos a trasladar-se se les prometan ciertas ventajas: por acuerdos orales o escriros, los po-bladores de estas villasnuevas quedaban liberados de algunas cargas. Dada la magnitud de la empresa, los seores debieron incluso contratar a locuto-res, verdaderos agentes de colonizacin, encargados de dar a conocer a los campesinos las condiciones de la empresa, de trasladarlos y de distribuir las tierras. De este modo, el primitivo ncleo europeo comenzaba a expandir sus fronteras.

    La expansin hacia la periferia

    La expansin hacia la periferia se encontraba estrechamente vinculada con la oleada de invasiones que desde el siglo VIII en el caso de los musulma-nes, en el Mediterrneo, y desde el siglo IX en el caso de los normandos, en el norte, y de magiares y eslavos, en el este, haban asolado a Europa. C o -mo ya sealamos, estas invasiones haban demostrado la impotencia de los poderes centrales frente a las amenazas sobre sus extensas fronteras y con-solid el poder de los seores a quienes correspondi la proteccin de sus tierras. Pero estas invasiones tambin atrajeron la atencin hacia las ni zonas de las que provena el ataque y hacia las que se dirigi, ms tarde, i enrgica contraofensiva.

    En efecto, en la defensa primero, y en el ataque despus, el pri ncleo europeo estableci contactos con regiones con las que hasta ees haba tenido muy escasa comunicacin. Es cierto que, en momento, los invasores haban producido un fuerte retroceso i las costas del Mediterrneo, del mar del Norte y del Bltico y i del Elba y del Danubio . Pero a mediados del siglo X, la cor los agresores disminuy, mientras aumentaba la capacidad seores: de este modo, en el siglo XI comenz una enrgic La Paz de Dios adems haba confirmado a la nobleza ep fensora de la cristiandad: era necesario combatir a los migos de Dios .

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    D o n d e primero se manifest la capacidad contraofensiva fue sobre las fronteras del Elba y del Danubio donde se movan eslavos y magiares, con-traofensiva que permiti una expansin hacia el este, en donde los seores alemanes iniciaron el proceso de colonizacin agrcola al que ya nos referi-mos. El movimiento de expansin hacia el norte adquiri caractersticas d i -ferentes. Durante los siglos IX y X, los normandos haban lanzado una serie de ataques desde las costas del Bltico y del M a r del Norte y haban hecho pie en el continente: en el ao 911 , el rey de Francia, Carlos el Simple, de-be cederles un territorio, la Normanda , donde se estableci un seoro normando. En Italia, a lo largo del siglo XI, los seores de Lombarda ha-ban llamado a grupos normandos para luchar contra los musulmanes y a cambio de estos servicios haban entregado tierras a los principales jefes de estas bandas. En sntesis, aparecieron enclaves normandos que se convirtie-ron en puntos de contacto con el rea del Bltico y del M a r del Norte . Ade-ms, la conversin del mundo nrdico al cristianismo permiti que la organizacin eclesistica se transformara en una importante va de cone-xin. De este modo se establecieron con zonas perifricas lazos econmi-cos, polticos y culturales que transformaron al primitivo ncleo europeo en el centro de un mbito mucho ms vasto.

    Pero tambin la expansin a la periferia se dirigi hacia el rea del M e -diterrneo oriental a travs de una enrgica ofensiva de los seores en su calidad de defensores de la fe contra los musulmanes de Levante. La no-ticia de la cada de Jerusaln en manos de los "infieles" movi , desde el si-glo XI y con el objetivo de rescatar el Santo Sepulcro, a organizar esas empresas militares que se conocen como las Cruzadas. C o m o resultado de la primera Cruzada (1095) -a la que marcharon seores franceses, alema-nes, flamencos y los normandos del sur de Italia- se establecieron algunos seoros cristianos en Antioqua, Trpoli y Jerusaln. Esos seoros tuvieron una existencia efmera pero ejercieron una influencia fundamental, no s-lo en la regin donde estaban enclavados, sino en toda el rea del Medite-rrneo, al intensificar las comunicaciones, sobre todo cuando esos enclaves cristianos se transformaron en importantes emporios mart imos.

    La expansin mercantil y urbana

    El movimiento de las Cruzadas qued estrechamente vinculado a una i n -tensa corriente mercantil. En efecto, la "defensa de la fe" y las actividades comerciales muy pronto quedaron confundidas. Raymond D'Agiles, cape-lln del C o n d e de Toulouse, era explcito al respecto:

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 41

    No debo omitir hablar de aquellos que, llenos de celo por nuestra muy santa ex-

    pedicin, no teman navegar a travs de los vastos y desconocidos espacios del

    mar Mediterrneo y del Ocano. Los ingleses, informados de la empresa que te-

    na por objeto vengar a Nuestro Seor Jesucristo de aquellos que se haban apo-

    derado indignamente de la tierra natal del Seor y de sus apstoles, entraron en

    el mar de Inglaterra, hicieron la vuelta de Espaa despus de haber atravesado

    el Ocano, y surcando enseguida el mar Mediterrneo llegaron despus de gran-

    des esfuerzos al puerto de Antioqua. Los navios de esos ingleses nos fueron en-

    tonces infinitamente tiles. Gracias a ellos tuvimos los medios para llevar a cabo

    las operaciones de sitio y para comerciar con la isla de Chipre y otras islas (Ray-

    mond D'Agiles, Historia Francorum qui ceperunt Hierusalem).

    A esos enclaves cristianos transformados en emporios mart imos llegaron psanos, venecianos, genoveses, ingleses y normandos que abrieron una i m -portante corriente mercantil y muy rpidamente la posibilidad de impor-tar mercaderas de Oriente qued en manos de navegantes y mercaderes cristianos. Este comercio mart imo se complementaba con el comercio por tierra que benefici sobre todo a las ciudades-puertos del Mediterrneo co-mo Genova, Venecia, Marsella, Barcelona. Estas ciudades se tranformaron en importantes centros mercantiles donde se concentraban los productos orientales de lujo: especias, tinturas, orfebrera y, sobre todo, telas de fabri-cacin oriental, los damascos provenientes de Damasco, las gasas de Gaza y las muselinas de M o u s u l .

    Tambin en el norte se estableci una fuerte corriente comercial, so-bre todo en las ciudades alemanas que, a travs de los pasos alpinos, se co-nectaban con Venecia y otras ciudades italianas. Aparecieron as importan-tes ncleos como Colon ia , Brujas, Hamburgo, Lbeck que controlaban el comercio de telas, pieles, sal y maderas duras que se extenda por el Bltico, el M a r del Norte y el Atlntico. Incluso estas ciudades formalizaron sus re-laciones para proteger la navegacin, unificar los esfuerzos y llegar a acuer-dos comerciales. As surgi esa liga de ciudades conocida como la Liga Hansetica o Hansa Germnica .

    De este modo, la expansin a la periferia permiti el surgimiento de dos grandes reas comerciales martimas, el Mediterrneo y el rea del Bl-t ico-Mar del Norte , que a su vez se comunicaron entre s por vas fluviales y terrestres dando origen a una vasta red mercantil. Esta red tena como uno de sus principales centros la zona de Champagne, en Francia, en don-de se desarrollaban ferias anuales que pronto se transformaron en el pr in-cipal centro del comercio internacional.

    Al calor de las actividades mercantiles crecieron las ciudades: se repo-

  • 42 SUSANA BIANCHI

    blaron los antiguos centros urbanos, pero tambin surgieron nuevos. Esto fue posible adems por otros factores: por el crecimiento demogrfico que caracteriz al largo perodo que se extiende entre los siglos XI y XIII y por el aumento de la produccin agrcola que permita alimentar a un creciente nmero de personas dedicadas a tareas no agrarias. En sntesis, a partir del siglo XI tambin se registr un movimiento de expansin de la vida urbana.

    En Italia, el comercio internacional permiti el crecimiento de ciuda-des-puertos como Venecia, Genova, Pisa, Amal f i . Adems , crecieron otras en la medida que el desarrollo del comercio favoreca la produccin de ma-nufacturas: fue el caso de Florencia, donde se desarrollaron las artesanas de paos finos, de seda, de perfumes y pieles, o de las ciudades flamencas co-mo Gantes, Ypres y Bruselas especializadas en tejidos finos, encajes y tapi-ces. Pero tambin la misma animacin que comenzaba a suceder en los caminos fue un factor de crecimiento urbano: fue el caso de Pars, situada en el punto estratgico de cruce de varias rutas, y fue el caso de aquellas que jalonaban los caminos hacia Roma o hacia Santiago de Compostela convertidas en centros de peregrinacin. Y las ciudades se transformaron en centros de actividades estrechamente vinculadas al surgimiento de nue-vos grupos sociales.

    Las transformaciones de la sociedad

    Los burgueses en el mundo feudal

    En el primer tercio del siglo XI, conforme avanzaba el desarrollo mercantil, apareci y se difundi un nuevo tipo social: el mercader profesional. 6

    Muchas veces, los mercaderes haban surgido de los ms humildes in i -cios. El crecimiento demogrfico y la escasez de tierras haban empujado a muchos, casi menesterosos, al vagabundeo y a ocuparse de actividades muy marginales como, por ejemplo, recoger en las playas restos de naufragios. C o m o resultado de algunos encuentros afortunados, algunos podan trans-formarse en buhoneros -vendedores ambulantes de baratijas-, amasar al-gunas monedas y unirse a las caravanas que se dirigan a Oriente o al Bltico. Podan entonces comprar algunos productos y trasladarse de feria en feria transformndose en mercaderes profesionales. En sntesis, de la masa de menesterosos pudieron salir algunos nuevos ricos.

    6 Vase Gurevic, Aron J. (1990), pp. 255-294.

    HISTORIA SOCIAL DEL M U N D O OCCIDENTAL 43

    Aventureros y siempre ambulantes, estos mercaderes realizaban viajes a lugares muy lejanos ya que la escasez de los productos aumentaba su va-lor y les permita poner a sus mercancas precios altos. Pero luego tambin iban en busca de sus clientes: desembalaban sus existencias en los castillos, en donde se haban reunido los vasallos para prestar consejo; en las entra-das de las iglesias de centros de peregrinacin duranre los grandes festejos que atraan a los nobles. Esto constitua una novedad: antes aprovisionar-se era para los seores una empresa aventurada en la que deban enviar a sus servidores en bsqueda de los objetos exticos. Ahora , en cambio, el mercader se adelantaba a sus deseos, los tentaba a comprar.

    Para comprar, los seores entonces debieron recurrir a sus reservas de metales preciosos: se acuaron nuevas monedas con la plata de las copas, los brazaletes y los ornamentos del altar. Aunque tambin la pimienta en saco y las pepitas de oro se utilizaban como instrumento