supuestos y conceptos

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  • 7/25/2019 Supuestos y Conceptos

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    151ISSN 0329-8256 (impresa) / ISSN 2362-2482 (en lnea)Estudios sociales del noa/14 (2014)[151-185]

    " Mara Alba BovisioUBA/UNSAM

    [email protected]

    Enviado: 1/9/2013. Aceptado: 17/7/2014

    () el objeto [disco de bronce de Chaquiago] es vaciado

    y se admira uno al ver la perfeccin de los ms delicados

    detalles, la simetra sin repeticin, en n la armona del

    conjunto que indudablemente encierra en sus smbolos

    misteriosos algo del arte americano. Yo procuraba des-

    cubrir ese algo.

    Lafone Quevedo, Londres y Catamarca, 1888

    Resumen

    En el presente trabajo se exploran los supuestos y conceptos que sustentan, en los iniciosde la arqueologa del noroeste argentino (1880-1900), la interpretacin de las imgenesarqueolgicas. Nos centraremos en la obra de Samuel Lafone Quevedo, Adn Quirogay Juan Ambrosetti, desarrollada en ese perodo en sintona con la preocupacin propiade la poca respecto a qu orgenes definiran la identidad nacional. Surge entonces

    la pregunta acerca de qu lugar otorgar a las culturas prehispnicas en el contexto dela historia argentina. En los trabajos de los tres estudiosos de la arqueologa del NOAse aborda la reconstruccin del pasado precolombino asumiendo que las imgenes delas piezas son textos a descifrar, abordaje que se abandona con el triunfo definitivo delevolucionismo positivista que ubicar a la arqueologa del lado de las ciencias naturales.

    Abstract

    Suppositions and conceptions of the pre-Colombian image of the not-Argentinein the works of Samuel Lafone Quevedo, Adan Quiroga, and Juan Ambrosetti. This

    paper explores the assumptions and concepts that supported the interpretations ofarchaeological images, during the beginnings of archeological research in the argen-tine northwest (1880-1900), the interpretation of archaeological images. It focuseson the work of Samuel Lafone Quevedo, Adn Quiroga and Juan Ambrosetti that

    Supuestos y conceptos acerca de la

    imagen precolombina del noroesteargentino en la obra deSamuel Lafone Quevedo,Adn Quiroga y Juan Ambrosetti

    Palabras clave

    Imgenes arqueolgicasArte precolombino del NOAAdn QuirogaSamuel Lafone Quevedo

    Juan Bautista Ambrosetti

    Key words

    Archaeological images

    Pre-Columbian art of argentinenorthwestAdn QuirogaSamuel Lafone Quevedo

    Juan Bautista Ambrosetti

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    developed in tune with the concerns of the era about origins that define nationalidentity. This raises the question about how to place pre-Hispanic cultures in thecontext of argentine history. The three scholars of argentine northwest archaeologyreconstructed the pre-Columbian past while assuming that the images of the pieces

    were texts to decipher. When positivist evolution triumphed, placing archaeology onthe side of the natural sciences, this approach was definitively abandoned.

    Rsum

    Prsupposs et concepts concernant limage prcolombienne du Nord Ouest argentindans luvre de Samuel Lafone Quevedo, Adn Quiroga et Juan Ambrosetti. On explo-re, dans ce travail, les prsupposs et les concepts qui sont la base de linterprtationdes images archologiques au tout dbut de larchologie du Nord-Ouest argentin(1880-1900). On soccupe en particulier de luvre de Samuel Lafone Quevedo, Adn

    Quiroga et Juan Ambrosetti, qui sest dveloppe pendant cette priode et fait choaux questions typiques de lpoque concernant les origines qui dfiniraient lidentitnationale. Se pose alors la question de savoir quelle place donner aux cultures prhis-paniques dans le contexte de lhistoire argentine. Dans les travaux des trois spcialis-tes de larchologie du Nord-Ouest argentin, on envisage la reconstruction du passprcolombien en supposant que les images des pices sont des textes dchiffrer,perspective quon laisse de ct lors du succs dfinitif de lvolutionnisme positivistequi placera larchologie du ct des sciences naturelles.

    Lafone Quevedo, Quiroga y Ambrosetti: imgenes precolombinas,historia e identidad nacional

    En nuestro pas hubo un momento, hacia los aos 80 del siglo XIX, en que los caminosde la naciente arqueologa y la reflexin sobre el problema de la interpretacin delsignificado de las imgenes plsticas prehispnicas convergieron en los estudios sobreel NOA encarados por Samuel Lafone Quevedo, Adn Quiroga y Juan Ambrosetti.Estudios que, articulando arqueologa, etnologa, folclore y lingstica, respondan auna acuciante problemtica, la de reconstruir la historia de nuestros antepasados en elcontexto de la definicin de la identidad nacional, problemtica que, en el proceso de

    consolidacin del Estado, se sumaba a la de la integridad territorial y la organizacinde un sistema poltico. Las campaas a Patagonia y Chaco (1879-1885) resolvieronlaprimera cuestin incorporando al territorio nacional aproximadamente 83.500 km2, yla federalizacin de Buenos Aires, con el gobierno de Roca en 1880, inaugur un nuevorgimen poltico (Botana, 1986: 29-30). Ahora bien, una vez establecidos el territorio yel gobierno nacionales, era necesario crear un cuerpo de valores y creencias comunesfundado en una historia nacional. Sin lugar a dudas a los cientficos e intelectuales lescupo un lugar privilegiado en la tarea de definir quines y cundo inician esta historia yquienes son sus descendientes.1Hacia principios de la dcada del 90 el alud inmigratorioexacerb el dilema de la identidad nacional: era necesario otorgar a los inmigrantessmbolos identitarios a fin de integrarlos a una Nacin pretendidamente homognea(). Establecer los criterios de la identidad nacional exiga construir un pasado comn

    (Dvila da Rosa, 2011: 35). Nuestros tres investigadores se sintieron interpelados anteel problema de la definicin del pasado nacional y la preocupacin por definir a lossujetos hacedores de las piezas arqueolgicas los llev a encarar la lecturade losmensajes en ellas inscriptos.

    Mots cls

    Images archologiquesLart prcolombien au nord-

    ouest argentinAdn Quiroga

    Samuel Lafone Quevedo

    Juan Bautista Ambrosetti

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    Los debates generados a raz de los hallazgos realizados por Liberani y Hernndezen Loma Rica, Catamarca, en 1876 representan el antecedente directo respectode la interpretacin de las imgenes precolombinas del NOA como textos. Los

    autores del hallazgo consideran que () no sera imposible que [las inscripcionespresentes en las rocas] formasen la lengua escrita de los primeros indgenasyagregan que presentan caracteres idnticos a los de los jeroglficos egipcios (cita-do en Ameghino, 1914 [1880]: 407). En 1878, Florentino Ameghino present enel Congreso Internacional de Americanista en Bruselas su trabajo Inscripcionesantecolombinas encontradas en la Repblica Argentina2(Ameghino, op. cit.) dondesostiene que no cree que se trate de signos asimilables a los egipcios pero s acuerdaacerca de su carcter jeroglfico. Mientras que Burmeister afirma que no se tratarade jeroglficos por la heterogeneidad e irregularidad de los signos presentes en lasrocas (Nastri, 2004: 94).3

    En el mencionado texto de Ameghino, que se refiere fundamentalmente a los hallazgosde Loma Rica, este considera inscripcionestodas las imgenes sobre barro, piedrao metal. Refirindose a una urna santamariana sostiene que () descubrieron unhermoso atad; consista en una tinaja de barro cocido, pintada con jeroglficos yfiguras tan extraas que habran despertado el entusiasmo de ms de un arquelogo(Ameghino, op. cit.: 403). La supuesta similitud iconogrfica lo lleva suponer que setrata de un sistema de escritura: () muchos objetos de barro, de piedra y an demetal que se encuentran en la misma regin muestran inscripciones completamenteidnticas ()(op. cit.: 406).

    Tanto Liberani y Hernndez como Ameghino reivindican la existencia de escrituraen Sudamrica, rasgo que permite ubicar a los pueblos originarios de la regin en

    un estadio de civilizacin: () los pueblos sudamericanos posean () sistemas deescritura ms o menos avanzados segn el grado de civilizacin que cada pueblo haba

    alcanzado(op. cit.: 409). Ameghino equipara los sistemas pictogrficos americanoscon los egipcios y chinos:

    Obsrvese que los mismos egipcios nunca consiguieron formarse un verdadero

    alfabeto y que la misma escritura china actual es ideogrca () si nos atenemos

    a lo que nos ensean las ruinas y monumentos que se descubren de un extremo

    al otro de Amrica tenemos forzosamente que admitir que hay inscripciones que

    nos revelan la existencia de pueblos ms avanzados que los contemporneos de la

    Conquista. (1918 [1881]: 62)

    Basndose en la crnica de Fernando Montesinos Memorias historiales i polticas delPiru(1646)4sostiene que la civilizacin quechua que los espaoles encontraron enPer no era ms que una civilizacin reconstruida sobre otra anterior a la que nuncaalcanz a igualary que tendra su origen en el Titicaca: Tiahuanaco parece ser el

    Figura 1. Arte rupestre. Rocagrabada cerca de la ciudad deSan Luis, tomado de Ame-ghino (1918 [1881]: g. 316).

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    centro de donde ha irradiado esa antigua civilizacin(op. cit.: 66-67). Siguiendo a esemismo cronista, asume que el sistema de quipus vigente en el momento de la Con-quista tendra su origen en culturas del norte de Amrica, en tanto que la escriturajeroglfica correspondera a pueblos del sur: Los quipos descendieron pues de norte

    a sud; la escritura propia de otros pueblos subi por el contrario de sud a norte;ambos grupos se enfrentan a principios de nuestra era y cupo la victoria al pueblode los quipos, fue prohibido el uso de las letras y un antiguo soberano peruano hizoquemar vivo a un Amauta que haba inventado una nueva especie de caracteres(Ameghino, op. cit.: 412-413).

    Ameghino interpreta una escena grabada en una roca cerca de San Luis (figura 1) enlos siguientes trminos:

    () guran dos hombres con penachos de pluma en la cabeza y que parecen estn

    en actitud de hablarse despus de una larga ausencia. El primero parece estar en

    su casa o territorio y abre los brazos para recibir al segundo que est en actitud

    de caminar (). Al recin llegado le sigue una avestruz, tras del avestruz sigue unguanaco o una llama y a este otro animal que parece un perro. Encima del perro se

    ve la gura del Sol y ms arriba () se ven dos signos que tienen algo del gura de

    una Y. (1918 [1881]: 281)

    Atento a su supuesto de que los quechuas de la poca de la Conquista, que fueronlos que ocuparon San Luis, no conocan las escritura jeroglfica o pictogrfica, estaimagen es anterior, pero la presencia del Sol demostrara que estuvieron en contactocon los quechuas. Propone, entonces la siguiente interpretacin:

    El hombre de la izquierda con los brazos abiertos representa al hombre indgena

    de la provincia de San Luis, antes de la conquista peruana, que recibe al () invasor

    importando con l al pas la pastora, representada por el avestruz, la llama y el

    perro; el culto del Sol () y quizs tambin el de la Pachamama, el espritu invisible

    superior al Sol, por los signos que se encuentran encima de ese () esta inscripcin

    es un monumento de los indgenas de San Luis representando la conquista del pas

    por los peruanos (). (dem)5

    El carcter netamente figurativo de los signos favorece una lectura icnica; sin embar-go, la concibe en trminos de inscripcin simblicay no de mera escena narrativa.Cuando Ameghino est frente a imgenes no figurativas propone que se trata decaracteres fonticos, cuyo valor es imposible determinar sin conocer la lengua en laque estn escritos. A propsito de los hallazgos de Loma Rica, que ubica (correcta-

    mente) en una etapa anterior a la conquista inca,6

    sostiene que: () es indiscutibleque son igualmente monolitos consagrados al recuerdo de grandes acontecimientos,explicados por ah a un pueblo que ya no existe () (Ameghino, 1814 [1880]: 419); yafirma: () las inscripciones sobre rocas de Catamarca () representan un sistemacompleto de escritura ideogrfica, compuesto en parte de figuras y caracteres sim-blicos y figurativos y en parte de caracteres fonticos(op. cit.: 420). Interpreta lacruz como smbolo funerario, la cruz recta como los cuatro puntos cardinales, la lneaquebrada como el signo del agua, y los puntos y crculos como sistema de notacinque asimila al de mayas y aztecas (dem).

    Este ensayo de interpretacin de las pictografas por parte de Ameghino presenta,como veremos, fuertes puntos de coincidencia con los supuestos sostenidos por Lafo-

    ne, Quiroga y Ambrosetti quienes van a profundizar y sistematizar la lectura de lasimgenes prehispnicas del NOA. Sin embargo, aunque coincidan con el supuestobsico de leer las imgenes en clave pictogrfica, cada uno construye una perspectivaparticular para su abordaje, cuestin que indagaremos a lo largo de nuestro texto.

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    La incorporacin del Museo Antropolgico y Arqueolgico de Buenos Aires, fun-dado en 1877 con gran parte de las colecciones de Francisco Moreno, al Museode Ciencias Naturales de La Plata en 1884 evidencia que, desde la perspectivadel positivismo dominante, el lugar de la arqueologa no estaba del lado de las

    ciencias histricas y filolgicas sino del de las ciencias naturales. Sin embargo, losinvestigadores en cuestin desarrollaron sus trabajos en esa misma poca desdeuna perspectiva en la que las piezas y las imgenes que portaban eran objetos adescifrar (al igual que para Ameghino) y no ejemplares a clasificar.7Hacia prin-cipios del siglo XX el triunfo definitivo del paradigma naturalista interrumpirese encuentro entre el estudio de las imgenes y la arqueologa, posibilidad quequedar latente y ser reactivada fundamentalmente hacia los aos 60 del sigloXX con los trabajos de Alberto Rex Gonzlez quien, a lo largo de casi medio siglo,har importantes aportes a los estudios sobre el arte precolombino (Gonzlez,1964, 1974, 1980, 1998).

    En el presente trabajo nos proponemos indagar este momento inaugural de la relacinentre los estudios arqueolgicos y la interpretacin del sentido de la iconografa delas piezas, puesto que consideramos que a pesar de sus lmites epistemolgicos, lostextos de los autores analizados presentan una cantidad de sugerentes propuestas, ala vez que permiten indagar una serie de supuestos y preceptos respecto a la inter-pretacin de las imgenes procedentes del registro arqueolgico que, a veces, aunqueocultas, han pervivido hasta el presente.

    Samuel Lafone Quevedo naci en 1835 en Montevideo y muri en La Plata en 1920.Adn Quiroga naci en San Juan, veintiocho aos despus que Lafone Quevedo, ymuri en Buenos Aires tempranamente, diecisis aos antes que aquel, en 1904.Ambrosetti, solo dos aos ms joven que su amigo y colega Quiroga, naci en EntreRos y tampoco alcanz la vejez, ya que muri en Buenos Aires en 1917.8

    Los tres estudiosos desarrollaron su labor fundamentalmente en los ltimosquince aos del siglo XIX y la primera dcada del XX: Lafone Quevedo entre1883 y 1886 publica en el diario La Nacinuna serie de cartas a travs de las quecomenz a hacer conocer sus estudios sobre folclore del NOA, etimologa detoponmicos y de nombres de deidades andinas, visitas a ruinas arqueolgicas,objetos arqueolgicos que incorporaba a su coleccin, lecturas de los cronistascoloniales y de los padres jesuitas, geografa fsica de la regin, etc.; 9su primertexto en un medio acadmico data de 1890, en la seccin de Arqueologa de los

    Anales de l Museo de La Plata, donde publica Notas arqueolgicas a propsito de unobjeto de arte indgena, y el ltimo, Londres y Tucumn, en 1919, en la Revista

    de la Universidad Nacional de Crdoba; pero supenltimo trabajo data de 1906, yse trata de Viaje arqueolgico a la regin de Andalgal, publicado en laRevistadel Museo Nacional de La Plata.

    La primera publicacin cientfica de Quiroga es Calchaqu y la epopeya de las Cum-bresque sale en laRevista del Museo Nacional de La Plata en 1893, y tres aos despusaparece su primer texto dedicado a materiales arqueolgicos, Antigedades Calcha-ques. La coleccin Zavaleta, en el Boletn del Instituto Geogrfico Argentino; su ltimolibro, La cruz en Amrica,es de 1901. Folklore calchaquypetrografas y pictografa delCalchaquson publicaciones pstumas de 1929 y 1931, respectivamente.

    Ambrosetti, por su parte, en 1892, publica en laRevista del Museo de La Plata su Des-

    cripcin de algunas alfareras calchaques, donde por primera vez se aparta de lalabor de naturalista y se refiere a unas piezas del Museo de Entre Ros. Su ltimotexto, Leyendas y supersticiones,donde compila datos del folclore de tres regiones delpas: el NOA, la Pampa y la Mesopotamia, aparece en 1917, ao de su muerte.

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    Nuestros tres personajes se forman de modo autodidacta en el campo de la arqueo-loga, la etnologa y el folclore y reciben una educacin muy diversa pero con unabase humanstica comn: en 1848 el padre, de origen ingls, envi a Lafone Quevedoa la Universidad de Cambridge, donde se gradu en 1857 como magister artum, es

    decir, que tuvo la oportunidad de introducirse en disciplinas filolgicas, estudiargriego y latn, y analizar el desarrollo histrico de las artes y humanidades delViejo Continente. Quiroga, por su parte, entre 1880 y 1886, estudi Derecho en laUniversidad de Crdoba, carrera que contaba entre sus contenidos curriculares

    asignaturas como Historia, Filosofa, Griego y Latn. Ambrosetti tom contactocon la cultura humanista clsica por sus estudios secundarios desarrollados en elColegio Nacional de Buenos Aires, donde tambin pudo aprender griego, latn,Historia y Literatura de la Antigedad clsica, etc. Apenas egresado del secundariose incorpor, en 1885, como agregado a la expedicin de cientficos naturalistasque recorrera el Chaco.

    A la impronta humanista debemos sumar otros aspectos comunes en sus vidas: el

    provenir de familias acomodadas econmicamente, lo que favoreci su participacinen crculos de poder poltico y cultural, ser interlocutores del mitrismo y culminar susvocaciones autodidactas con su insercin en los mbitos acadmicos de Buenos Airesy La Plata. Un abogado, un empresario y un naturalista que devinieron arquelogosy etnlogos, los tres vinculados al ncleo cientfico e intelectual de la compleja ycontradictoria generacin del 80, cuyos miembros, tal como seala Prez Golln ()tenan la certidumbre de ser los custodios de la tradicin esencial de la nacionalidad,y sostenan siguiendo

    La visin histrica forjada por los Bartolom Mitre y Vicente Fidel Lpez () que la

    nacin se haba constituido por obra de las clases ilustradas liberales, que lograron

    imponer, a una poblacin atrasada, un sistema institucional semejante al de los

    pases ms civilizados. (Prez Golln, 1995: 56)

    Samuel es el mayor de los tres y como seala Rojas los estudios de Ambrosetti yQuiroga deben gran parte de su orientacin a las iniciaciones de Lafone (Rojas, 1960[1922]: 146). Furlog en la biografa dedicada a Lafone sostiene que l y Quiroga erandos almas gemelas con idntica vocacin cientfica y con iguales ideales humanos(1964: 77). La lectura de los diversos textos de estos personajes pone en evidenciatanto el inters comn por rescatar y reconstruir el pasado indgena a travs de sustestimonios materiales, como sus diferencias acerca del modo de entender y ubicarese pasado y de analizar las obras que lo expresaban.

    Samuel Lafone Quevedo

    Lafone Quevedo regres de Cambridge en 1857 y en 1859 viaj por primera vez aCatamarca acompaando a su padre y a Benjamin Poucel, un viajero francs quelo introdujo en la geografa y la antropologa de la regin. Poco despus debiregresar para ponerse al frente de la explotacin de las minas de Las Capillitas.

    Una vez instalado, vendi el ingenio Victoria que la familia tena en El Paso yen 1860 compr, 25 km al sur de Andalgal, en los bordes del salar de Pipanaco,un extraordinario algarrobal donde fund el Pilciao nombre aborigen del sitioregistrado por Lozano y que haba sido cambiado por El Pozo, una fundicin de

    metales con casas para sus 400 obreros, iglesia, escuela, farmacia y proveedura ysu propia morada, donde confluyeron intelectuales y cientficos.10El proyecto casiutpico del Pilciao,11afectado por los impuestos elevados y por el hecho de que elferrocarril no llegaba hasta all, entr en crisis entre 1886 y 1892 y, finalmente, en

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    1902 se hizo necesario vender la mina y el ingenio. Sin embargo, la experiencia lesirvi a Lafone Quevedo para conocer todo lo referente a la cultura indgena deCatamarca: fue all y durante esos aos que llev a cabo sus estudios ms intere-santes y valiosos sobre arqueologa y lingstica.

    A principios de los aos 90, en Buenos Aires, Lafone Quevedo entabl relacin conAndrs Lamas, quien le abri su biblioteca. Pasar all varios das copiando pginasde las obras de Lozano, de su Historia de la Compaa de Jessy de su Gran Chaco Gua-lamb. Con estos elementos y el estmulo de otros amigos intelectuales, cientficosy polticos, Bartolom Mitre, Nicols Avellaneda, Francisco Moreno, entre otros, suvocacin arqueolgica y filolgica fue adquiriendo mayor consistencia. Una figuraclave en su formacin fue Lpez; Rojas en un pasaje de su Historia de la Literaturacomenta: Recuerdo haberle odo referir a l mismo que don Vicente Fidel Lpezle sugiri la necesidad de que se aplicara al estudio de la filologa y la arqueologaamericanas(Rojas, op. cit.: 144).

    Paralelamente, Lafone Quevedo encontrar un espacio acadmico en Buenos Aires:en 1892, Moreno lo puso al frente del departamento de Filologa del Museo de LaPlata; en 1898 asumi como profesor de Arqueologa Americana en la Facultad deFilosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires y, finalmente, como director delMuseo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, cargo en el quepermanecer desde 1906 hasta su muerte.

    Cmo propone Lafone Quevedo descifrar los significados latentes en las obras que lasantiguas civilizaciones americanas nos han dejado? Al igual que sus colegas, Quiroga yAmbrosetti, postula la importancia de combinar informacin histrica, folclrica, lin-gstica y arqueolgica. A propsito de la traduccin al ingls por Clemens Markhamdel texto de Cristbal de Molina Fbulas y ritos de los Incas, sostiene que

    Estas relaciones de hombres competentes, escritas en el primer siglo de la conquista

    son la piedra de toque que tenemos que aplicar porque alrededor de los hechos

    consignados en aquellas tenemos que hacer girar los resultados de nuestras inves-

    tigaciones. (1900a: 4)

    Lafone, al igual que Ameghino y la mayora de los americanistas de la poca, adopta lacronologa establecida por Montesinos y asume la tesis de este acerca de la existenciade un imperio quechuaanterior a los incas que fue destruido:

    Por lo que nos trasmite este historiador sabemos que hubo un imperio colosal del

    Per anterior a nuestra era, que fue destruido por hordas salvajes que entraronsimultneamente del naciente y sud, es decir, de esas regiones hoy ocupadas por

    Caribes, Guaranes y Araucanos. (Lafone Quevedo, 1888: 13)

    Al respecto sostiene la posibilidad de que los incas hayan adoptado elementos cul-turales de una tradicin anterior centrada en el Titicaca, que correspondera a eseprimer imperio destruido: () los reyes del Cuzco, que para m no son ms querestauradores de un viejo imperio del Per, cuyo gran centro se hallaba en el yanombrado Tiahuanaco(Lafone Quevedo, 1903: 6).

    En un trabajo dedicado al culto a Tonapa,deidad del panten incaico, analiza suetimologa y encuentra races comunes entre el guaran y el quechua. Este dato esta-

    ra en relacin con la tesis de que el quechua incaico sera el resultado del primerquechua modificado por el aporte de los invasores guaranticos. Parte de la palabraguarantica tupaque significa diosy la identifica con la palabra quechua thupa, quequiere decir nombre de honor equivalente a Seor. Por otro lado, con relacin al

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    concepto especfico, esta raz comn probara la existencia prehispnica de la ideade Dios nico:12() debe considerarse que el tal Tupdebi ser un Dios tan pare-cido al de nosotros, los cristianos, que sin idolatra pudo usarse en toda la Amricaguaranizante(Lafone Quevedo, 1892b: 14).13Resuelve la contradiccin entre la idea

    de los guaranes como hordas salvajes14y, por otro lado, como poseedores de unpensamiento cosmognico que superaba la etapa de la magia, apelando al modelo delos griegos que conquistan culturalmente a sus invasores romanos: () el conquista-dor brbaro(los guaranes) acab por ser conquistado por los restos de la mismacivilizacin que derrocara (la quechua)(Lafone Quevedo, 1888: 369).

    En su artculo Huacas de Chaar Yacoqueda claro que atribuye a los objetos mso menos artsticos, urnas, pucos y yuros policromos de un sepulcro, a indios queenterraban en tinajas los mismos que desaparecieron ante hordas menos civilizadasque les aprendieron mal el arte de la cermica(Lafone Quevedo, 1892a: 13). Frentea fragmentos de alfarera grabada y policromada que hoy sabemos corresponde-ran a la cermica Aguada septentrional sostiene que: Esto no pudo ser obra de

    los alfareros calchaques del tiempo de la conquista y si lo era debi representar unarte anterior que sobrevivi a la nacin que lo inventara(op. cit.: 26).Argumentaque como los padres misioneros nada dicen acerca de la costumbre del entierro enurnas entre la gente que encontraron en los valles Calchaques estara claro que nopertenecan a ellos, ni a sus antepasados. Afirma, entonces, que las piezas y los cr-neos con deformacin asociados a esta prctica corresponderan a grupos de origenguarantico de tiempos precolombinos:

    () probablemente correspondientes a la misma raza que construy las leguas de

    fortalezas y pircas que abundan en todo el pas y que de ninguna manera pueden

    atribuirse a los moradores de ranchos y toldos de quincha y tumbadilloque hallaron

    los espaoles. (op. cit.: 30)

    Estos salvajesseran los antepasados de los calchaques que Lafone Quevedo sepropuso educar en el Pilciao.15

    Como sealamos, Vicente Fidel Lpez, quien en 1867 publicaEstudio sobre la coloniza-cin del Per por los Pelasgos en tiempos prehistricos. Demostrada por el anlisis compara-tivo de las Lenguas y los Mitos, trabajo donde defiende el origen comn de las lenguaseuropeas y americanas,16fue una influencia decisiva para la orientacin filolgica deLafone. La hiptesis que atraviesa los trabajos de ese ltimo es que:

    () un idioma prototipo del actual quechua prevaleci en toda la regin andina

    desde Quito hasta el estrecho de Magallanes [y fue] arrollado y modicado por lalengua de los feroces brbaros que derribaron el primer imperio del Per () dando

    origen a distintos dialectos. (Lafone Quevedo, 1888: 385)

    Esta lengua prototiposer la clave para entender las imgenes que aparecen en laspiezas del pasado, cruz, espiral, meandro, escalones, como smbolos de una lenguasagrada que sera propia de nuestra raza antes de la separacin que se produjo delas distintas etnias(Lafone Quevedo, 1977 [1901]: 12).

    A la existencia de una misma base lingstica, se sumara, segn Lafone Quevedo, unelemento religioso comn: el culto flico solar. El carcter solar de ese culto lo infierede las fuentes referidas al Inti incaico, lo flico de la atribucin de este carcter a toda

    forma alargada y erecta.17

    Retomando a Rialle (1878), atribuye a Tiahuanaco, sede delantiguo imperio quechua, el origen de este culto, que tendra fuertes asociacionescon el agua y del que los incas se habran apropiado acentuando su carcter solar(Lafone Quevedo, 1892b, 1900a).

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    159ISSN 0329-8256 (impresa) / ISSN 2362-2482 (en lnea)Estudios sociales del noa/14 (2014)Supuestos y conceptos acerca de la imagen precolombina del... [151-185]

    En sintona con el abordaje de Ameghino, Lafone apela a las crnicas colonialesy a la informacin arqueolgica como fuentes para descifrar los sistemas deescritura, sumando tambin el folclore; la validez de estos datos heterogneos entiempo y espacio radicara en la hiptesis de la existencia de un sustrato culturalpanamericano. En el artculo dedicado al culto a Tonapaanaliza los nombres delos dioses del panten andino, presentes en las crnicas de Pachacuti Yamqui yde Cristbal de Molina,18en relacin con la iconografa de la lmina de Pachacutiy de piezas prehispnicas del NOA y de Bolivia y Per,19y arriba a la conclusinde que existe una deidad asociada al Sol (asimilable a la idea del Tonatiuh aztecao del Raegipcio, que eran el Sol y el Rey) que tiene distintas manifestacionesexpresadas en los diferentes nombres con sus correspondientes pictogramas(Lafone Quevedo, 1892b: 15).

    Si Ameghino es cauto a la hora de interpretar y solo arriesga lecturas frente a imgenesfigurativas en clave icnica o simblica, Lafone es sumamente osado y se lanza a undesciframiento en clave ideogramtica e incluso fontica.

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    La clebre lmina de Pachacuti (figura 2) dibujo que acompaa la Relaci n d e

    Antigedades de ste Reyno del Piruen el que el cronista plasma la plancha de oro gra-bada que supuestamente estaba en una de las paredes del Coricancha20es segnLafone: la clave del simbolismo peruanoporque all encuentran motivos icnicosidentificados con nombres en quechua y en espaol a los que atribuir el carcterde ideogramas y los descifrar a partir de esos nombres(Lafone Quevedo, 1900b:291). Es una fuente que sintoniza tan convenientemente con su orientacin, que laasume como una de las ms autorizadas, pese a las evidentes distancias entre elcronista, que se considera descendiente de un linaje que, como l mismo apunta,tribut servicios al Inca, a la Corona Espaola, a la iglesia Romana (Duviols eItier, 1993: 20) y la cultura prehispnica andina que pretende descifrar.

    Por ejemplo, en la lmina Pachacuti anota junto a unos crculos dobles: los ojosde Imaymana. Lafone, en un artculo dedicado a esta deidad, rastrea este nombrefundamentalmente en la crnica de Molina y en el Vocabulario de la lengua generalde todo el Per(1608) de Diego Gonzlez Holgun y concluye que esos motivosseran ideogramas de Imaymana, emanacin o atributo de Viracocha asociado al

    agua y al origen de las cosas: Fijndonos bien en la lmina () veremos que ellacontiene varios nombres de divinidades con su smbolos correspondientes, como,por ejemplo Pacha Mama, representada por una panes de azcar parados aden-tro de un crculo (). De ah se deduce que Los ojos son tambin smbolo de unadivinidad y esta no es otra que el Imaym anade Molina(Lafone Quevedo, 1900a:11). En esta crnica aparece el nombre Imaymana Virac ochayLafone interpretaque el primero califica al segundo trmino (de ah que se refiera a emanacioneso atributos de Viracocha, nombre que equivaldra a la idea de Dios) lo que tam-bin sucedera con el trmino Tocapo Viracocha que tambin menciona Molina.Ahora bien, si los crculos representan el ideograma de Imaymana: cul ser elideograma de Tocapo? Lafone entiende que se trata de un tema compuesto: toco= ventana, apu = seor, lo traduce como Seor de la Ventana, lo identifica

    con los dibujos de la lmina que Pachacuti llama tocosy dice que son ventanasque consisten en unas formas cuadrangulares, que estaran asociadas al lugar deorigen de los incas (op. cit.: 12-13). Como en la crnica de Molina Imayamana sedirige a los cerros y Tocapoa los llanos, Lafone concluye que el culto al primer

    Figura 3. Mehir descubierto porAmbrosetti en Taf del Valle

    (redibujado de Lafone, 1900a).

    Figura 4. Disco de bronce. Alto 16 cm, 10 cm. Chaquiago, Andalgal, Catamarca

    (redibujado de Lafone Quevedo, 1890).

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    161ISSN 0329-8256 (impresa) / ISSN 2362-2482 (en lnea)Estudios sociales del noa/14 (2014)Supuestos y conceptos acerca de la imagen precolombina del... [151-185]

    Tocapo Viracochaera de los cerros y el del segundo de los llanos, y que ambos sereferan al mismo atributo la fecundizacin de la tierra por el Dios del Agua,Viracocha(op. cit.: 14).

    Una vez determinados los ideogramas se leer en todo crculo doble21y todo cua-drado o rectngulo esas emanaciones de Viracocha: Lo nico que nos falta hallares una imagen de algn Dios en el que smbolos de Imayamanay Tocapo Viracochase encuentren reproducidos como atributos del mismo () (dem), y encuentra estaposibilidad: Acaso tengamos un ejemplo de la combinacin de las dos ideas () enel menhir de Ambrosetti descubierto en Taf(op. cit.: 17, ver figura 3).

    En su primer trabajo dedicado a la interpretacin iconogrfica analiza el clebredisco de bronce que adquiri en Chaquiago (figura 4): tomando como referencia losjeroglficos egipcios y mayas, atribuye un valor fontico e ideogrfico a los motivos.Contrasta los motivos presentes en la placa con los de otras piezas andinas, conestudios de lingstica andina e informacin sobre religin de los incas, y arriba a la

    conclusin de que se puede descifrar en la iconografa la palabra cuati, referida a ladeidad local, que tendra su origen en un dios acutico quechua:

    () la curva de los lagartos y los ganchos de sus pies dan un Cu, los crculos con el

    punto, el disco todo, la patena en la frente, pueden ser a, las cruces o cruceros, la

    t, que porque son dos o porque tienen los dos crculos oreados encima hacen ti.

    (Lafone Quevedo, 1890: 11)

    Lafone adhiere a la tesis difundida en la poca de que los hundimientos de las costasde Amrica y Europa habran aumentado las distancias que antes pudieron salvarpueblos navegantes como los fenicios, establecindose contactos entre ambos ladosdel Atlntico. En el mencionado artculo dedicado al culto a Tonapa, sostiene:

    La civilizacin en el Viejo Mundo se limitaba a las costas de los mares y ros na-

    vegables, lo que hace sospechar que fuese introducida por mar de otra parte ().

    Hasta hoy no se han podido hallar los orgenes de la civilizacin de Egipto, de las

    ms viejas que se conocen: la arqueologa est probando que, a lo que nos queda,

    ella naci como Minerva, hecha y derecha. Esto qu indica? Que no era indgena.

    De un gran centro o centros, hoy perdidos, naci esta sorprendente civilizacin que

    se remonta a poca prehistrica, que ha sobrevivido a todos los embates de las

    hordas exterminadoras que han pretendido sojuzgarla. (Lafone Quevedo, 1892b: 56)

    La aceptacin de estos supuestos da sustento a la aplicacin de significados sim-blicos universales a los motivos de piezas prehispnicas. Refirindose a las urnasde Chaar Yaco (figura 5), que presentan signos escalonados, seala que incluyenun motivo que hace uso del smbolo de Isis y Osiris, es tanto ms curioso cuantoque la encontramos tambin entre los zuis de Amrica septentrional(LafoneQuevedo, 1892a: 27).

    Por otra parte, en una sugerencia ms que pertinente en trminos metodolgicos,propone atender a la relacin entre los signos abstractosy la funcin del soporte enaras de desentraar el sentido de esos signos (op. cit.: 6). En su afn de confirmar la

    existencia de escritura silbica y de identificar fonemas, afirma que los motivos pinta-dos de los yuros y de las urnas funerarias estaban identificados con el agua, dado que

    los primeros servan para contenerla y las otras eran usadas en exorcismos tendientesa llamar a la lluvia benfica. La supuesta existencia de un origen comn de las lenguasle permite atribuir a estos motivos un valor fontico asociado al concepto agua, yaque se asemejan a glifos mayas con valor fontico cao co, raz que en varios idiomas

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    americanos significa agua(op. cit.: 17). Infiere, entonces, que los nios enterradosen las urnas de Chaar Yaco habran sido las vctimas sacrificadas a la deidad en larogativa por el agua, cuyo ideograma se plasmaba en las mismas urnas.

    Ahora bien, si ante los motivos geomtricos o figurativos complejos como el caso delDisco de Chaquiago, Lafone Quevedo opta por el concepto de escritura ideogrficay/o fontica, ante los figurativos concibe lo representado como descripcin. Porejemplo, frente a figurillas antropomorfas con senos modelados halladas en Beln(figura 6) acude al Vocabulariode Gonzlez Holgun, que define los hapiuucomoduende que sola aparecer con dos tetas largas que podan asir de ellas y sealaque por lo pronunciado de los pechos parece que deberan corresponder a la ideade estos(op. cit.: 9).

    Haber y Delfino (1997) han analizado cmo el afn por descifrar las imgenes decae,y con l su produccin, a medida que Lafone Quevedo se legitima en el mbito aca-dmico.22El cambio de nfasis es elocuente en textos como Viaje arqueolgico enla regin de Andalgal, donde la pieza ahora no se interpreta sino que se describe:color, tamao, forma, estado de conservacin, procedencia, tipos de ornamentacin(salvo algunas alusiones a datos del folclore sobre el suri). Al final del texto, sealaque ante la falta de cronologas para hacer algo que pueda llamarse metdicoycientfico, tenemos que atenernos principalmente a la clasificacin geogrfica(Lafone Quevedo, 1906: 38). Por eso ante las enigmticas figuras, que l denomina

    draconiformes, lo que ahora puede sealar, despus de describirlas concienzu-damente, es que indican el estado evolutivo de quienes las crearon y procesos de

    difusin: De dnde inventaran estos hombres ideas tan extravagantes? Sabemosque el indio era escaso de imaginacin y que por lo general reproduca lo que veay no inventaba. Es pues, como para creer que la idea de la alfarera draconiana lesvino de afuera(op. cit.: 33).

    Adn Quiroga

    Quiroga, que haba nacido en el valle del Tulum en San Juan, pas su infancia

    en Catamarca y su adolescencia y primera juventud en Crdoba, donde estudiabogaca en la Universidad Nacional y ejerci el periodismo. En esa universi-dad, trab amistad con Joaqun V. Gonzlez, con quien fund los peridicos La

    propa ganday El Interior,y tom contacto con las ideas de uno de los cientficos

    Figura 5. Cermica polcroma.Entierro A de Chaar Yaco, Andal-

    gal (tomado de Lafone, 1892).

    Figura 6, Figurilla de cermica, alto7,5 cm, Beln, Catamarca (redibuja-

    do de Lafone Quevedo, 1892b).

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    del entorno de Mitre, Carlos G. Conrado Burmeister, presidente de la AcademiaNacional de Ciencias, con sede en Crdoba, y primer director, entre 1862 y 1892,del Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires. Una vez que egresde la universidad, en 1887, regres a Catamarca donde se desempe como fiscal

    federal, juez, abogado, periodista y diputado provincial durante la gobernacinde Ferrari. Particip de un enfrentamiento con dicho gobernador, fue encarceladoy en 1895 renunci a su banca y se autoexili en Tucumn, donde continu consus actividades profesionales e inici sus estudios arqueolgicos. Desde entoncesejerci su profesin de abogado, fue juez, periodista y poltico pero lo combincon sus dos vocaciones: la poesa23y la arqueologa. Al cabo de unos aos regresa Catamarca donde fue intendente municipal de 1898 a 1900. Fue miembro de laJunta de Historia y Numismtica Americana, de la Sociedad Cientfica Argentinay del Instituto Geogrfico Argentino, el cual hacia fines de la dcada de 1890 leencomend unas expediciones por los valles Calchaques. Mantuvo a lo largo de suvida una activa participacin poltica: promovi las candidaturas de Roca y JurezCelman en Catamarca y poco antes de morir haba sido nombrado subsecretario

    del Interior en el Gobierno de Quintana.

    Para Quiroga el pasado indgena otorga a Amrica una pica comparable a la de lasgrandes civilizaciones de la humanidad: () los tiempos han escrito en cada rocauna epopeya homrica(Quiroga, 1893: 186). Y as como los poetas han contado lahistoria de Grecia y Roma: () los amautas y haravecshan sido los Homeros infantesde nuestra Amrica(op. cit.: 188). Al igual que sus colegas, no duda en la pertinenciadel concepto de raza, ni en el de evolucin, ni en invocar los estadios de civilizaciny barbarie pero para reivindicar el derecho de las antiguas culturas americanasaparticipar en el concierto de las grandes civilizaciones. La cultura griega, leccin deWinckelman mediante, es el marco de referencia permanente: Quiroga hace suyas lasexpresiones del perito Moreno al describir la cermica de Santiago del Estero desta-cando que: la alfarera es an ms fina, ms elegante que las de Troya y Micenas enla Grecia Antigua(op. cit.: 192).

    Al igual que Lafone Quevedo, adopta la tesis de las invasiones brbarasque dieronpor tierracon las grandes civilizacionesdel pasado prehispnico: Es una cuestinresuelta que naciones brbaras hicieron una gran irrupcin, no har muchos siglos(), dieron en tierra con la primitiva civilizacin de estos valles () los objetos de artediariamente encontrados, son los restos preciosos de esa civilizacin desaparecida

    (Quiroga, 1893: 191). Fueron, entonces, estos brbaroslos que entraron en contactocon los europeos, de modo que las campaas de expansin territorial no corrierona los herederos de las altas culturas sino a los descendientes de la barbarie . Sin

    embargo, y en una elocuente expresin de las contradicciones que atraviesan el pen-samiento de estos americanistas seala:

    Muchas de esas razas [primitivas] son las generadoras de nuestros pueblos actuales,

    que llevan an su sangre, sus virtudes y sus vicios; y triste sera la condicin humana

    si no quisiera conocerse a s misma en el pasado, viviendo slo para el egosmo del

    presente (). La historia de las razas americanas es pues, nuestra propia historia;

    su tradicin, la tradicin de nuestra tierra y de nuestra raza (). Apartar al indio de

    la historia es desdear nuestra tradicin y renegar de nuestro nombre americanos.

    (op.cit.: 217-219)

    Quiroga, que no duda de la existencia de valores culturales universales, se esfuerza

    por demostrar que las culturas del NOA prehispnico participaron de estos. Contal fin recurre a investigaciones sobre religiones y mitologa comparadas del sigloXIX, como Mythologie comparede Girard de Rialle; Orgenes y desarrollo de la religindel fillogo ingls Max Mller, estudioso de la filosofa y religin orientales;Myths

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    of the New Worlddel etnlogo norteamericano Daniel Brinton, quien investig lasreligiones indgenas de Amrica; y Le livre sacrdel historiador francs Brasseur deBoubourg, quien viaj por Amrica estudiando su historia. En su libro La cruz en

    Amrica, destinado a demostrar la existencia de smbolos universales en la icono-

    grafa calchaqu: fundamentalmente el de la cruz identificada con el agua, culminacon estas palabras:

    () la adoracin al Agua y a las masas lquidas es un hecho innegable, universalmente

    reconocido y comprobado en toda nuestra Amrica. La Cruz es la gura trascendental

    en el simbolismo del culto acutico, que haca del hombre primitivo un observador

    constante de la atmsfera, a la cual levantaba sus ojos para ver otar entre la nubes

    a esas divinidades cuyo rostro y cuyas formas ide su fantasa, portadoras del vaso

    resplandeciente y estruendoso. (Quiroga, 1977 [1901]: 193)

    Las referencias bibliogrficas de ese libro ponen en evidencia que Quiroga compartecon los intelectuales de su tiempo en particular con sus colegas Lafone Quevedo

    y Ambrosetti, con los que intercambia informaciones sobre el folclore del NOA,hallazgos arqueolgicos, colecciones y publicaciones, tal como lo evidencian las citasrecprocas la preocupacin por desentraar en las creencias sagradas americanaslos smbolos universales presentes en todas las culturas. Las crnicas y diccionarioscoloniales de los siglos XVI y XVII le proporcionan la informacin especfica sobrela Amrica andina, a la que suma la escasa informacin del perodo colonial sobre lasculturas aborgenes del NOA, fundamentalmente, las obras del padre Pedro Lozanoy las Cartas Anuas de la provincia del Paraguay, Chile y Tucumn de la Compaa de Jess(1609-1637).El atlas que contiene cincuenta y ocho lminas, incluido en Antigeda-des peruanas (1851) de Mariano Rivero y Juan von Tshcudi es una de las fuentesiconogrficas que ms consulta. Retoma y discute las interpretaciones sobre el arteprehispnico de Bolivia y Per de Wiener en Perou et Boliviey de Squier en su obra

    In the land of the Incas.

    Su metodologa consiste, entonces, en la interpretacin de la iconografa de las piezasy de la funcin prctico-simblica de las mismas a partir de informacin procedentede rudimentarias excavaciones, del folclore local y de las fuentes histricas, peropartiendo del supuesto de que existe una tradicin americana, que enlaza pasado ypresente, y que se inserta en la historia de las civilizaciones. El sentido universal de lossmbolos lo habilita para establecer comparaciones no solo entre el arte prehispnicodel NOA y el del resto del mundo andino, sino tambin con el arte y la religin de losindgenas de Norteamrica, de Mesoamrica y del Lejano Oriente.

    En funcin de la interpretacin de los contextos en los que aparecen las piezas,adems de recurrir a datos folklricos e histricos, se vale de analogas etnogrficas:a raz del hallazgo de una tumba excavada en Medanito, al noreste de Saujil (pro-vincia de Catamarca), donde se hallaron seis cadveres con deformacin craneanay un importante ajuar funerario, interpreta en estos trminos las vasijas dispuestasen direccin a la boca de los individuos: () se pondra agua al enterrado, as comoalimento en las tinajas, para que tuviese qu beber y qu comer para su largo viaje aotro mundoy en una nota al pie, funda su interpretacin en una informacin que leproporcionaron: () unos indios del Chaco sobre esta costumbre que ellos mismostienen () y lo que se diga del Chaco es por ms de un motivo aplicable al Calchaqu(Quiroga, 1896b: 511). Por qu esta explicacin da cuenta del sentido de las vasijas delentierro de Saujil? Tal es la certeza en la continuidad espacio-temporal de lo americano

    que nuestro autor no explica ms.

    Tambin para Quiroga la combinacin de estudios filolgicos y arqueolgicos es lava para iluminar el problema del origen de las culturas del NOA. En Calchaqu y

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    165ISSN 0329-8256 (impresa) / ISSN 2362-2482 (en lnea)Estudios sociales del noa/14 (2014)Supuestos y conceptos acerca de la imagen precolombina del... [151-185]

    la epopeya de las cumbresdespliega extensamente las vinculaciones entre lenguasde diversas reas: el kakan (NOA), el quechua (sierras surandinas) y el aymara(altiplano), el araucano (Patagonia) y el tonocote (Chaco-santiageo) que eviden-cian, a su entender, una temprana interaccin entre grupos de diversa procedencia

    o, siguiendo la tesis de Lafone Quevedo, la existencia de una lengua comn queluego fue adquiriendo formas locales diferenciadas. Estas relaciones sumadas alos datos de la craneologale permiten afirmar el origen hbrido de la culturaprehispnica del NOA:

    Distintas familias sud-americanas parece que han poblado el pas (). La lengua

    kakana, sin duda, es la del tipo de las del Chaco, familia abipona. La craneologa

    acusa gran mezcla de tipos [aimarticos, araucnicos]. La inhumacin de cadveres

    en tinajas, de lo que se han visto casos en el pas, es costumbre guarantica, que

    an dura (). La prueba concluyente de la diversidad de razas que han poblado

    nuestro calchaqu, est, as mismo, en los nombres de los lugares, los que tienen

    etimolgicamente considerados, orgenes diversos, siendo un hecho evidente

    que responden a cinco lenguas: araucana, quichua, aimara, tonocote y kakana.(Quiroga, 1893: 192)

    Esta hibridacin e interaccin entre los diversos grupos habilitara el uso de lasfuentes histricas y folclricas para aplicarlas a la exgesis de piezas prehispnicasdel NOA. Quiroga comparte con Lafone Quevedo el convencimiento de que lasimgenes encierran un mensaje; refirindose a las pictografas y petroglifos delNOA seala que su escritura responde a formas convencionales para representarobjetos o cosas sobre las que se desea la accin de aquellas divinidades bienhe-choras o funestas(Quiroga, 1931: 1). En este sentido adhiere a la propuesta deletnlogo norteamericano Mallery, estudioso de las pictografas de los indgenasde Norteamrica, quien sostiene que la escritura pictogrficaes un medio para

    expresar hechos o pensamientos por medio de dibujos (Mallery, 1888-1889). Por eso,frente a motivos geomtricos, postula que no son adornos caprichosos, merasdecoraciones, sino que las condiciones de su distribucin y reiteracin en determi-nado gnero de objetos, demuestran que son signos que representan ciertas ideas,jeroglficos inexplicables, escritura simblica(Quiroga, 1929: 192). Entonces,combinando datos de los cronistas, arqueolgicos y del folclore, propone descifrarel valor simblico de motivos constantes en diversas piezas (ltica, cermica, arterupestre), tales como la cruz para significar la lluvia, el meandro para la tormenta,etc. (Quiroga, 1977 [1901]).

    En cuanto a la imagen figurativa, la interpreta fundamentalmente en clave simblico-

    alegrica, vale decir, que las convenciones se sustentan en la observacin de lo realfctico. En Petrografas y Pictografas de Calchaqu, alude al uso de atributosparasignificar la imagen:

    A veces () el indio no se limita a reproducir personas o cosas, sino que indica las

    jerarquas, atributos o cualidades de unas y otras, valindose de curiosos e intrin-

    cados convencionalismos (), a un cacique lo pintar con plumas en la cabeza o

    insignias en el pecho (), a una autoridad () con un hacha sagrada en la mano (),

    si desea expresar la idea de fecundidad de una persona o illa abultar el vientre

    o exagerar sus rganos sexuales. (op. cit.: 8-10)

    En cuanto a los animales, les otorga un lugar clave en la simbologa calchaqu ;

    al analizar la presencia de serpientes en la iconografa de las urnas santamarianasseala que repetidamente estas serpientes estn enroscadas en el lugar (figura 8B)correspondiente a la mejilla del dolo de las cejas arqueadas, estirando su cuello hastaformar los ojos de aqul con sus cabezas (). No parece sino que se quisiese significar

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    que el hombre deba mirar siempre con los ojos vivsimos de la serpiente(Quiroga,1896a: 185). Interpreta la imagen en funcin de la percepcin que supone tenan losindgenas de su entorno natural, de modo que de la observacin de los animales seabstraa determinada cualidad que los defina y aquellos que presentaban rasgos

    particulares eran mitificados: () as como adoraban a la serpiente por su astuciay al cndor por la majestad de su vuelo soberano dominando las nubes, venerabatambin el indio al suri,ya por su tamao, su bizarra apariencia, y, ms que nada porla velocidad de su carrera(op. cit.: 186).

    He aqu un aspecto que nos interesa rescatar: el rol de los animales en la construccinde imgenes de fuerte connotacin mtico-religiosa. La abundante iconografa antropo-zoomorfa vuelve indudable este rol y, evidentemente, este se constituye a partir dela percepcin que el hombre tiene de esos animales. El problema en el planteo deQuiroga es que atribuye sentidos desde los universales que da por evidentes: serpien-te = astucia, cndor (equiparable al guila del Viejo Mundo) = majestad, etc. En loscasos en que el animal no da ninguna posibilidad de ser asimilado a los sentidos de

    los smbolos universales(serpiente, len, guila, etc.) apela a rasgos observablesen la realidad fctica, por ejemplo, la velocidad del suri.

    El otro supuesto que nos interesa destacar es el de que la construccin de las ico-nografas se funda en procesos analgicos; refirindose al suri presente en objetosclticos vinculados a la lluvia sostiene que Las analogas observadas entre el ave yla nube han sido para el indio hechos reales y no simples semejanzas (). La nubetoma muchas veces la forma de un pjaro gigantesco (), los colores del iris suelencorresponder a las plumas del pjaro () la nube, como este, vuela () la una truenay el otro () grazna(op. cit.: 118).

    Obviamente esta interpretacin, al igual que la aplicada a las urnas, es dema-siado superficial, pero no as la categora metafrica implcita, puesto que estconcibiendo un procedimiento de configuracin de la imagen por sustitucin(el pjaro por la nube o las serpientes en lugar de ojos), de modo tal, que quedaestablecida una comparacin entre los dos trminos. Este es el tipo de analogapropio de la metfora que destruye la relacin entre el trmino metafrico y elobjeto que designa habitualmente (la serpiente, el suri) para poner de relieve unatributo dominante (la agudeza de la vista del reptil, el color y la forma del ave).Esta lgica de construccin de las imgenes estara en relacin con otro aspectoque Quiroga plantea, y que nos resulta de gran inters por su vigencia, que es elcarcter multiforme de las deidades del NOA y del mundo andino (Bovisio, 2002).

    A partir de descripciones de personajes mticos, que recoge del folclore calchaqu

    y de la observacin de iconografas hbridas en dist intas piezas arqueolgicas,destaca que para representar uno de esos misteriosos seres mltiples, que pululanen su mitologa () se lo reproducir con cabeza y cuello de guanaco, cuerpo deavestruz y cola de serpiente, ofrecindonos un ser nico y a la vez doble o triple(Quiroga, 1931: 10).

    Basndose en las afirmaciones de Wiener, respecto a que: las dificultades mismasque experimentan [los indios] para dar una expresin completa a su pensamiento

    los llevan insensiblemente a esas abreviaciones(citado en Quiroga, 1931: 8) describemetonimias de la parte por el todo:

    El ejemplo y uso de los smbolos por el indio es muy explicable si se tiene en cuenta

    su enorme trabajo para pintar en el barro o grabar en piedra las formas completasdel ser o cosa que quiere representar. Lo que entonces hace el indio es reproducir

    la parte o atributo tpico del dios o persona que se propone gurar, del animal que

    quiere ofrecer. (dem).

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    167ISSN 0329-8256 (impresa) / ISSN 2362-2482 (en lnea)Estudios sociales del noa/14 (2014)Supuestos y conceptos acerca de la imagen precolombina del... [151-185]

    Quiroga fue quien ms alent con su trabajo el uso del folclore que conceba comolas antiguas tradiciones populares, ritos, mitos, prcticas mgicas, formas localesde organizacin social, que perduran hasta el presente como instrumento para lainterpretacin del pasado prehispnico, basndose en la certeza de que existe unacultura americana trascendente: () no obstante los siglos que van corridos, perdu-ran en Calchaqu los rastros luminosos del pasado, luchando incesantemente con eltiempo y la cultura actuales(Quiroga, 1929: 5). Es por esto que lo utiliza como fuenteiconogrfica (as como Lafone Quevedo usa, sobre todo, las crnicas coloniales), demodo que identifica a los diversos seres plasmados en las imgenes plsticas delNOA prehispnico con las deidades presentes en las tradiciones contemporneas.Por ejemplo, interpreta que las iconografas de seres con rasgos antropomorfos yofdicos representan a Huayrapuca, la madre del Viento, mito del que recoge versionesen diversa provincias (Quiroga, 1929: 38-73):24

    En nuestro calchaqu tenemos tambin un mito del viento y de la tormenta (). La

    divinidad atmosfrica calchaqu aparece aniquilando a las fuerzas de la naturaleza

    que vencieron al sol y a la luna, estableciendo desde entonces su imperio absoluto(). Tal divinidad atmosfrica suprema, de cara humana, mitad antropomorfa y

    mitad ofdica,con cuerpo de dragn y cola de serpiente, es la chasca [en quechua:

    melena enmaraada] Huayrapuca, la Madre del Viento o el Viento mismo ()

    varn y hembra a la vez, que anda corriendo por los aires, llevando al huracn, a la

    tormenta y a la lluvia.(Quiroga, 1977 [1901]: 76)

    Frente a la imagen de la figura 7, vaso que fue de su coleccin, sostiene que

    () por todos los preciosos antecedentes del folklore y cuanto caracteriza al dibujo

    la gura en cuestin representa a la madre del Viento en lucha con el Nublado ()

    tenemos un ser con cabeza luminosa; luz signican asimismo las serpientes que dan

    al rostro los detalles salientes de su sionoma, su cuerpo est formado por cuatrocabezas de serpientes, sus pies son de animal, etc. Este ser parece estar en el espacio

    entre espesos y grandes nublados que despiden relmpagos. Es lo que dice la leyenda

    recogida. Luego tenemos aqu a Huayrapucao al Tormenta. (Quiroga 1929: 57)

    Figura 7. Vaso de 13 cm de altoy 12 cm de dimetro. Capayn.Dibujo y foto de la autora.

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    Otra de las deidades que registra en el folclore es el Chiqui:

    El Chiqui es una divinidad importada del Per chien quechua es cosa parada y

    quies una partcula que signica doblez, ambigedad, luego Chiqui = cosa doble,

    llena de falsa arraigado de tal modo en nuestros pueblos () que hoy da mismo

    no hay gente en Calchaqu que no conozca el nombre del numen funesto (). Las

    guerras, la seca, los huracanes, las pestes, los temblores () todo era obra de ese

    Chiqui. (Quiroga, op. cit.: 7)

    Segn sus informantes, esta deidad se aplacaba con sacrificios humanos(op. cit.: 76),pero estos se sustituyeron luego en su ceremonia por animales y huahuasde pan: ()hoy mismo [se cuelgan] del rbol en sustitucin de vctimas humanas, nios amasa-dos con cuajada de leche, o huahuasde pan(Quiroga, 1977 [1901]: 102). El ruido delatas que se hace durante esta ceremonia estara destinado a invocar al trueno pormagia simptica (Quiroga, 1929: 126). Sostiene que el smbolo de esta deidad es elsuri porque es el nico animal de los que sirven a los hombres y no vuelancuyacabeza no se le ofrenda y que, adems, est pintado en las urnas funerarias de SantaMara (figura 8C) donde se han encontrado cabezas solamente o con mucha gene-

    ralidad prvulos(Quiroga, 1929: 115)

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    que habran sido sacrificados (u ofrendadosal morir) a la deidad.

    Otro ejemplo elocuente del uso del folclore como fuente iconogrfica es el de la inter-pretacin de los motivos antropo-felnicos a la luz de las leyendas de metamorfosishombre-tigre(jaguar):

    Yo he odo solo referir que las personas que se transforman en tigres, convirtindose

    en uturuncosu hombres tigres, se revolcaban en un cuero de esta era, muchas

    veces cerca del mortero colocado siempre debajo del algarrobo, del chaar o del

    mistol. (Quiroga, 1929: 152).

    Usando esta informacin analiza, por ejemplo, un mortero de piedra de su coleccin

    procedente de Ambato que tiene tallado un antropomorfo de un lado y un felino delotro (figura 9), como una alusin a estos procesos de transformacin o al antepasadototmico(op. cit.: 211).

    Figura 8. Urnas para entie-rro de prvulos. Cermica

    policroma. A. Amaicha,Tucumn; B. Santa Mara,

    Catamarca. C. Taf, Tucumn(tomadas de Quiroga, 1929).

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    Juan Bautista Ambrosetti

    La produccin cientfica de Ambrosetti, nacido en Gualeguay, se inici en 1887, alao siguiente de ser nombrado director de la Seccin Zoolgica del Museo Pro-vincial de Paran dirigido por Pedro Scalabrini quien fuera su primer maestro enciencias naturales, con el artculo La fauna de Entre Ros. Mientras realizaba sus

    estudios de naturalista llamaron su atencin unos vasos del NOA que se guardabanen el Museo de Entre Ros lo que origin la redaccin del artculo Descripcin dealgunas alfareras calchaques,26publicado en la Revista del Museo de La Platadonde,en el mismo sentido que Ameghino, considera que se trata de piezas que podrn serledas del mismo modo que los atades egipcios(Ambrosetti, 1892: 4).

    A partir de su primer viaje a Misiones, realizado en 1890, comenzaron sus exploracio-nes como arquelogo y etnlogo, principalmente en dos reas: la cuenca del ro de LaPlata y sus tributarios, y el noroeste argentino. En 1895 explor las grutas pintadasde Carahuasi y el Chural, en Salta y

    () ante la procesin de extraas guras humanas () extraos personajes armados

    o portadores de trofeos () interpreta el arquelogo aquella representacin como

    un episodio guerrero, un desle de vencedores cargando el botn conquistado.

    (Debenedetti, 1917: 26)

    Ese mismo ao pas seis meses en Molinos, Salta, desempeando la primera de variasmisiones arqueolgicas que le encomendara el Instituto Geogrfico Argentino. Estasdarn origen a las famosas Notas de Arqueologa calchaqu, publicadas entre 1896y 1899 en varios nmeros delBoletnde ese instituto. En 1897 describi los menhiresde Taf del Valle en Tucumn y, ms tarde, en 1902, excav el sitio de La Paya, dondese hallaron sepulcros con ricos ajuares de bronce, oro, madera y ceramios.

    Fue un importante representante en el Congreso de Americanistas reunido en Parsen 1900 y sus teoras tuvieron repercusin en el medio cientfico europeo, tal comolo demuestra la mencin de sus contribuciones en elManual dArcheologie Amricainede Beuchat publicado en Pars en 1912, quien rescata la tesis de Ambrosetti acerca deun antiqusimo origen comn entre los diaguitas y los pueblos de Amrica el Norte,expuesta en su artculo Rastros etnogrficos comunes entre Calchaqu y Mjicopublicado por la Sociedad Cientfica Argentina en 1901 (Rojas, op. cit.: 155). Su vnculocon Eduardo Holmberg, hermano de su esposa, favoreci su interaccin con la eliteintelectual y cientfica de Buenos Aires. En 1897 particip de El Ateneo, fundado en1893 con el objeto de nuclear a intelectuales y cientficos abocados a la construccinde una cultura nacional moderna, con la disertacin El diablo indgena, ensayo demitologa argentina.

    En 1905 fue nombrado director del Museo Etnogrfico de la Facultad de Filosofay Letras, cargo que ejerci hasta su muerte. Desde all, orient al Museo comoun verdadero laboratorio de investigaciones y traz un plan de exploraciones

    Figura 9. Mortero de piedra,Ambato, Catamarca (redi-bujado de Quiroga 1929).

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    arqueolgicas que deban ejecutarse sistemticamente por todo el pas y cuyoobjetivo principal sera la resolucin de la cronologa de las culturas extinguidas(Debenedetti, op. cit.: 15). l mismo dirigi las diez primeras expediciones realizadasa distintos puntos del NOA.

    Ambrosetti, que arrib a la arqueologa desde la zoologa, recibi la influencia deAmeghino con quien trabaj en el Museo de Historia Natural, pero fundamentalmen-te, el impacto de las miradas hermenuticas de Lafone Quevedo y Quiroga. En susartculos dedicados a la interpretacin de piezas prehispnicas del NOA, publicadosa partir de 1896 en el Boletn del Instituto Geogrfico Argentino, retoma y discute granparte de las tesis de estos autores. Sin embargo, no encontramos en este arquelogo-naturalista la reivindicacin del pasado calchaqu, ni desde la pica de Quiroga, nidesde la religiosidad y sabidura que le atribuye Lafone Quevedo. Su inters se con-centra en un deber cientfico, el de la reconstruccin del pasado para contribuir alavance del conocimiento, ideal propio de la modernidad ilustrada. En el comienzode sus Notasseala:

    Los datos que ir dando a conocer () deben tomarse como una contribucin al

    estudio de esta interesante rama de la Arqueologa Argentina, pues este es el nico

    mvil que me impulsa a publicarlos, deseando como todos, solo el progreso de estos

    estudios entre nosotros, para que al n algn da, nos podamos dar cuenta de lo que

    fueron aquellas razas que tanto inters despiertan en el Americanista y que tantos

    y tantos restos han dejado de su extinguida civilizacin. (Ambrosetti, 1896a: 415)

    Dar a conocer materiales observados, estudiados en detalle, en aras de trabajar porla verdady de promover el desarrollo de una arqueologa que se encuadre dentrode las exigencias cientficas modernas, tales son los objetivos que persigue: El datoverdico, debidamente coleccionado y criticado, es lo nico que importa por hoy: mstarde, y cuando haya muchos reunidos, se clasificarn y ellos solos sin gran esfuerzonos dirn lo que con tanto empeo vamos buscando(Ambrosetti, 1899b: 302).

    En realidad est anunciando, tempranamente, el giro que dar su enfoque: no habrya que construir hiptesis interpretativas sino clasificar debidamente el dato y estehablar por s mismo. Al encarar su labor como director del Museo Etnogrfico,asume definitivamente la prctica arqueolgica como esencialmente diferente de lade los historiadores, es decir, acorde a las concepciones evolucionista y positivistatriunfantes, la desplaza al mbito de las cienciasdesligadas de las humanida-des.27De todos modos, en las Notas, ms all de estos indicios de su cambiofuturo, denota una preocupacin exegtica que lo ubica a la par de Quiroga y

    Lafone Quevedo.

    La adopcin del paradigma evolucionista justifica el uso del paralelo etnogrficopara la interpretacin de las piezas prehispnicas: por ejemplo, define las figurillasantropomorfas de cermica (figura 6) las mismas en las que Lafone Quevedo vea alos hapiuu como dolos funerariosporque les atribuye una funcin equivalentea la de los pequeos dolos de los papa de Oceana que sirven para encerrar elalma de los muertos. La informacin que da Lozano sobre la costumbre en los vallesCalchaques de dejar abiertos los ojos del muerto para que vea el camino a seguiren el ms all, le permite afirmar la creencia de un desdoblamiento post mortem enel NOA pre y poshispnico. Siguiendo los pasos universalistas de Lafone Quevedo yQuiroga, la asocia con la idea de los romanos acerca de que el alma de los muertos

    se divide en umbra,manesyspiritus, con la egipcia sobre la existencia de un alma, bai,una sombra, khabit, y un doble, ka, y con la de los caribes respecto a que al morirun espritu bueno sale del corazn, uno del aire de la cabeza y uno maligno de losmiembros (Ambrosetti, 1896a: 431-435).

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    Tambin entre sus inquietudes est el problema del origen de los calchaques: a pro-psito del desarrollo de la metalurgia en el NOA, se opone a Quiroga que la interpretacomo importada del Per argumentando que la industria del cobre y del bronce deestos lugares [es] muy diferente de la exhumada en el Per(Ambrosetti, 1898: 203).

    A partir de las crnicas de los padres jesuitas Lozano (1882) y Techo (1897), sostieneque los incas nunca fueron seores de los calchaques(op. cit.: 207), y siguiendo latesis de Montesinos de las invasiones al primer Imperio del Per, propone su teorams arriesgada:

    Cada vez ms me voy convencido de que fuera de un estado de guerra continuo o

    interrumpido con los peruanos, muy pocas o ninguna fueron las relaciones que tuvie-

    ron los calchaques con ellos, y ms an, y de la opinin que la civilizacin calchaqu

    sali de las fronteras bolivianas-argentina e invadi al Per en pocas muy remotas y

    vencida a su vez volvi a retirarse a sus speras montaas, trayendo consigo nuevos

    elementos de la civilizacin adquiridos al contacto con ella. (op. cit.: 202)

    Diferencindose de sus colegas, afirma que los calchaques no estn ligados a losquechuas y por eso desecha las fuentes coloniales dedicadas al Per y presta atencina las de los jesuitas, referidas al Calchaquy al folclore local. Explica la existenciaposconquista de esa lengua en el NOA por la presencia de quechua parlantes queacompaaron a los espaoles de modo que este idioma poco a poco fue difundin-dose () Los misioneros contribuyeron no poco a esta difusin pues, como bien diceel P. Barzana, el cacancalchaqu era tan difcil que solo poda aprenderse mamndolocon la leche de la madre(op. cit.: 211-212).

    Ambrosetti no pretende justificar el estudio de los antiguos calchaques por su per-tenencia a una gran civilizacincomo la quechua sino porque forman parte de los

    vestigios del pasado que la arqueologa intenta reconstruir. Si Lafone Quevedo yQuiroga les atribuyen el estadio de la civilizacin, l los mantiene en la barbariey no duda, adems, que entre los actuales y aquellos hay una continuidad y es poresta certeza que plantea el uso cientficodel folclore para la interpretacin de pie-zas arqueolgicas: Las ceremonias que los actuales Calchaques practican, tienenun carcter tan marcadamente indio que no trepido en suponerlas iguales a las queefectuaban en los tiempos precolombinos(Ambrosetti, 1896a: 548).

    Por otra parte, partiendo de un nico esquema posible de evolucin, aplica el para-lelo etnogrfico entre los brbaros calchaquesy otros brbaros; en una de susNotasestablece una relacin directa entre los sacrificios de nios que realizan losbatacos de Sumatra, la mencin en la Historia de la Conquista de Perde Agustn de

    Zrate acerca de que los espaoles encontraron nios secos dentro de las urnas quehaban sido sacrificadosy las urnas funerarias calchaques:

    () en cuyo simbolismo no hallamos hasta ahora sino un continuo pedido de agua y

    la sed espantosa que al nio hacen sufrir los batacos y lo del entierro vivo matndolo

    como para que pida ms agua por medio de la pimienta y el plomo lquido, y vase

    si estas coincidencias son simples casualidades o tienen que ver con invasiones

    sumamente remotas que han dejado como herencia estos perdidos rastros de sus

    ritos brbaros. (Ambrosetti, 1898: 51)

    Las diferencias con la valoracin que realizan Quiroga y Lafone Quevedo de la religincalchaqu son evidentes: si bien estos no niegan la existencia de sacrificios humanos, y de

    nios en particular, el nfasis est en la motivacin vital, la necesidad de agua en lugaresde duras condiciones ambientales y en la universalidad de tales ritos propiciatorios. Demodo que el arte asociado a estas prcticas, en un caso ser expresin de la religiosidadde una civilizacin y, en este ltimo, la de los restos perdidos de sus ritos brbaros.

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    En el mismo sentido, explica Ambrosetti, el culto calchaqu a la serpiente, productodel temor y la supersticin:

    Su cerebro inculto nunca pudo dirigirse a lo bello porque el saber distinguirlo de lo

    que no lo es, requiere cierta educacin intelectual que no tenan; de modo que nada

    ms razonable que su imaginacin fuese de temprana edad, fuertemente herida por

    todo lo que les llamase la atencin: ya sea por su fealdad o por su peligro, y esto es

    precisamente lo que ocurri con los reptiles. (Ambrosetti, 1896b: 224)

    A partir de datos de Lozano combinados con informacin del folclore, interpreta laspiezas que presentan iconografa ofdica (fundamentalmente, urnas, pucos y discosde bronce santamarianos (figuras 8 y 10) con relacin al culto al Rayo:

    () libros del tiempo de la conquista, nos dicen bien claro que el culto de la serpiente

    tena un papel muy importante en las poblaciones de aquella poca de la Amrica

    occidental (), no es aventurado atribuir tambin su culto a los indios que poblaron

    la regin calchaqu en la poca que fabricaron urnas funerarias (op. cit.: 221)

    y que perduran: () an hoy existe en la Regin Calchaqu la creencia de que habien-do en cualquier parte una vbora ponzoosa el rayo cae(op. cit.: 227); mencionatambin que () an hoy da la serpiente es considerada guardiana de tesoros escon-

    didos, debiendo interpretarse esto como guardiana de sepulcros o huesos de muertoso enterratorios o en una palabra huaca(op. cit.: 224-225).

    Concluye, entonces, que habra dos sentidos aunados en la serpiente: la serpiente huacaguardiana de los sepulcros y la serpiente rayo(op. cit.: 228). En un texto posterior, discutecon Quiroga la interpretacin de la iconografa de una urna santamariana que guardabaun crneo (figura 8A): en la que este ve en los personajes antropomorfos con los brazoshacia arriba rematados en unas cabezas romboidales, al Chiqui, deidad funesta(impor-tada del Per, segn Montesinos) que levanta las cabezas de sacrificio (Quiroga, 1929:6); Ambrosetti ve las cabezas de las serpientes-rayo. Retoma la idea planteada en otrade sus Notas(Ambrosetti, 1896a: 428) respecto a que el rostro de las urnas representaal muerto que contiene en su interior, y que las serpientes, que aparecen en su rostro y

    cuerpo son smbolos de la deidad guardiana asociada con el Rayo (Ambrosetti, 1899a: 167).

    A partir de la presencia de iconografas serpentinas en las urnas funerarias y la creen-cia respecto a la serpiente como guardiana de tesoros y tumbas, entiende que en las

    Figura 10. A. Disco de bronce,33,5 cm de dimetro (tomado

    de Gonzlez 1980).B. Interior de puco pintado,

    Tolombn, Salta (tomadode Ambrosetti 1896b).

    A B

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    urnas y en diversos objetos de culto se puede ver la imagen antropo-zoomorfa de esadeidad Rayo (Ambrosetti, 1899a: 169), culto que estara asociado al uso de fetiches:interpreta como tales a pequeas figurillas de animales talladas en piedra o modeladasen cermica, proyectando el sentido que tienen figuras similares usadas en invocacio-

    nes rituales contemporneas para proteccin del ganado.28El uso ritual de los fetichescorrespondera a pueblos cuyas creencias se encuentran en el estadio de la supersticin:

    () las creencias religiosas de los calchaques se reducan al culto al Rayo como

    divinidad benca y al del Chiqui como entidad funesta, ocupando los fetiches y

    dems amuletos propiciatorios, un lugar intermedio que se comprende a causa de

    la supersticin que en ellos debi existir, del origen sobrenatural de las piedras que

    les servan para fabricarlos. (Ambrosetti, 1899b: 258)

    A partir de la descripcin que hace Rialle enMythologie comparede Catequil, la deidadpreincaica, asociada al Trueno,29sumada a la informacin del padre Guevara (1882)sobre el culto al Rayo entre los calchaques, y a la cronologa de Montesinos, concluyeque se trata de la misma deidad, que lleg por la invasin calchaqu al Per y quetuvo tal arraigo que pervivi en la forma del Illapaincaico:

    Entre el Catequil peruano y el Rayo calchaqu, hay otro punto de contacto y son

    los sacricios a los que eran tan acionados. El padre Guevara nos cuenta que los

    recintos de sus templos () los rodeaban de varas que rociaban con sangre de llamas

    y aunque no lo dice, los sacricios de estos rumiantes presupone los de vctimas

    humanas. (Ambrosetti, 1897: 357)

    En el contexto de estas creencias Ambrosetti encuadra las pipas halladas en la regincalchaqu y atiende a que, aunque Lozano no hace referencia a la costumbre defumar en pipa, s menciona que echaban en la chicha races molidas de koroparaembriagarsey lo une con la costumbre contempornea entre las tribus chaqueasde fumar koro en pipa lo que les produce borracheras con xtasis(op. cit.: 287). Elrito del xtasis, que reforzara la relacin con el mbito de la selva, se articula conla tesis de Ambrosetti acerca del origen de la leyenda del yaguaret.30A raz de laexistencia de numerosas piezas que representan tigresy de la creencia en el NOA enel uturunco (hombre brujo transformado en jaguar), que homologa la leyenda guarandel yaguaret, asume que: () el origen de esta leyenda se halla en las prcticas delos sacerdotes guaranes, quienes se vestan con pieles de tigres para ejercer sus ritosfetiquistas, como en la danza del tigre, que an hoy da usan alguna tribus como losBorors del Alto Paraguay(Ambrosetti, 1896a: 537). Justifica la presencia de estaleyenda en los valles Calchaques por las posibles invasiones guaranticas, hiptesis

    en la que coincide con Lafone Quevedo y Quiroga.

    Ambrosetti tambin entiende la imagen como portadora de un mensaje y en su an-lisis, preanunciando cmo se entender el mtodo iconogrfico en la mayor partede los anlisis arqueolgicos, identifica los motivos a partir de datosde crnicascoloniales (jesuticas fundamentalmente), combinados con los del folclore local y conel paralelo etnogrfico. Por ejemplo, utiliza las descripciones que se hacen en las cr-nicas de la deidad Catequilcomo fuentes iconogrficas aplicndolas a la interpretacinde personajes antropo-zoomorfos (que hoy sabemos corresponden a la iconografaAguada) con manchas redondeadas en su cuerpo31(figura 11):

    A mi modo de ver esos valos representan huevos y la abundancia de ellos, segn el

    criterio de los indios al dibujarlos, no tuvo otro objeto sino el de insistir ms sobreuna idea, de manera que esto nos indicara que ese personaje sali de un huevo y que

    todo su cuerpo, parte por parte, no se haba formado sino de la sustancia del huevo

    y no carne de otro ser; tal cual nos lo dice el mito de Catequil. (Ambrosetti, 1897: 360)

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    Una vez establecidos los atributos de Catequil, todo personaje que los posea, plas-mado en piezas asociadas a funciones clticas (aunque no se conozca su contexto)ceramios, figurillas lticas, placas de bronce, ser l o a l estar referido. Ambro-setti rechaza la lectura propuesta por Lafone Quevedo del disco de Chaquiago

    (figura 4) y, por supuesto, ve en su iconografa el Rayo, las hachas, los huevos, esdecir, todo lo que lo hace a Catequil. En cuanto a la funcin de estos objetos, queoscilan entre los 10 y 12 cm, apela a la informacin del padre Techo acerca de quelos principales del Calchaqu se cien las sienes con un orbe de plata o bronce (Ambrosetti, 1904: 274).

    Al igual que Lafone Quevedo, asume que puede haber imgenes que funcionancomo descripciones de lo real fctico, supuesto que en gran medida se ha mantenidohasta el presente (Bovisio, 2011). Por ejemplo, interpreta todo motivo presente enel cuerpo de las figurillas de arcillas como camisetas, que corresponderan a lasnoticias que da Luis de Cabrera, gobernador de las provincias de los jures: Lascamisetas que traen vestidas son hechas de lana y texidas primorosamente conChaquira a manera de malla menuda(citado en Ambrosetti, 1896a: 529). Entiendeque las intrincadas formas que rematan las cabezas de algunas de estas figurillasdescriben los peinados que se hacan las mujeres calchaques (figura 12), compa-rndolas con los peinados de las muchachas hopi(Ambrosetti, 1898: 54-58). En elmismo sentido, no duda en leer un vientre preadoen el tratamiento abultadode una de las piezas conocidas como los suplicantes(figura 13), que Ambrosettiinterpreta como una serie de animales curiossimos de piedra fantsticos; en otra,que no puede disponerse verticalmente, ve una llama con mucha lana tallada enzigzag, con la cabeza bien destacada y () con un rgano genital femenino mar-cado por medio de un agujero grande y hondo en la parte posterior del animal(Ambrosetti, 1899b: 260-261).

    Conclusiones: descifrar vs. clasificar

    Como hemos visto, nuestros tres estudiosos de la arqueologa del NOA coincidenen trminos generales en abordar la imagen prehispnica como pictograma respon-diendo a la hiptesis de poca acerca de la existencia en Amrica de civilizacionesposeedoras de escritura, poblaciones pretritas que, por su misma pertenencia a lalejana prehistrica, daban testimonio de la irrecusable extincin de los primitivosante el arrollador avance de la historia universal(Prez Golln, op. cit.: 36). Recor-demos que los hallazgos de Loma Rica se produjeron porque, en plena poca de la

    Campaa del Desierto, el ministro de Instruccin Pblica, Leguizamn, le encomenda Inocencio Liberani, profesor de Historia Natural en la Escuela Regional de Tucumn,una expedicin con el objetivo de atestiguar la existencia de una raza haciendo vidacivilizada(citado en Haber, 1994: 36).

    Figura 11. Catequil, cermica policroma,10 cm de alto, Huasn, Andalgal, Cata-

    marca (tomada de Ambrosetti, 1897).

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    175ISSN 0329-8256 (impresa) / ISSN 2362-2482 (en lnea)Estudios sociales del noa/14 (2014)Supuestos y conceptos acerca de la imagen precolombina del... [151-185]

    La reivindicacin de un pasado indgena civilizado coexiste con la afirmacin de lanecesidad de incorporar al indgena actual (entendido desde el darwinismo socialcomo un factor de atraso) al Progresolo que implica su extincin/asimilacin.Como bien sealan Andermann y Fernndez Bravo, Ambrosetti incluye en su trabajo

    sobre la expedicin a la antigua ciudad de La Paya, fotos de los peones empleadosen las excavaciones junto a las fotografas de las piezas extradas: los objetos aludena las civilizaciones extinguidas mientras que los habitantes actuales de esas regionesrepresentan los grupos atrasados que hay que civilizar (Andermann y FernndezBravo, op. cit.: 39). En la polmica sostenida con Lehmann Nitsche en el CongresoCientfico Internacional Americano realizado en la Sociedad Cientfica Argentina enjulio de 1910, Ambrosetti frente a la propuesta del primero de crear reservacionesindgenas, donde pudieran vivir a su maneraa la vez que proveer de mano de obrabarata y adaptada a la regin, sostuvo que: Los indios estn condenados a desapa-recer (). Tal desaparicin solo hubiese podido evitarse deteniendo el progreso dela Nacin y que ste no alcanzara a las regiones donde ellos viven(citado en Dvilada Rosa, 2011: 98).

    Ahora bien, este afn por rescatar las grandes civilizaciones americanas del pasado atravs de sus obras, portadoras de antiguos sistemas de escritura, favoreci el desarro-llo de abordajes en los cuales la principal labor del investigador era el desciframiento.

    Figura 12. Cabecita de barro,Capayn, 4 cm (tomadode Ambrosetti, 1898).

    Figura 13. A. Suplicante, piedra, 22cm de alto, La Rioja. B. Suplicante,piedra, 13 cm de largo, Catamarca (re-

    dibujados de Ambrosetti, 1899).

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    76 ISSN 0329-8256 (impresa) / ISSN 2362-2482 (en lnea)Estudios sociales del noa/14 (2014) [151-185] Mara Alba Bovisio

    Lafone, Quiroga y Ambrosetti, en los trabajos analizados, evidencian diferencias res-pecto al tenor de esa labor, que implican variaciones referidas a la concepcin de lasimgenes: el primero es el que ms se apega al supuesto de la escritura pictogrficay va a rastrear valores ideogrficos e incluso fonticos en las mismas; el segundo las

    interpreta en clave simblico-alegrica, es el que plantea intuitivamente la mirada msajustada sobre la problemtica puesto que concibe sus diversos estatutos (smbolo,metfora, metonimia, ideograma, etc.) y el tercero es el que asume la postura mspositivista al respecto, puesto que las entiende como motivos iconogrficosqueilustran o describen mitos y ritos.

    La concepcin general de la imagen como texto a descifrar, el afn indagatorio en laconfiguracin de los iconos y su relacin con las caractersticas y funcionalidad delsoporte, la preocupacin por las modalidades de la exgesis, la discusin sobre launiversalidad de los smbolos, la indagacin en fuentes etnohistricas y etnogrficas,son facetas que consideramos merecen ser rescatadas. Rescate crtico que no niegalos aspectos deficientes de estos tempranos ensayos de lectura de las imgenes pre-

    colombinas, que no tiene su fundamento ltimo en la imagen en s y sus relacionescontextuales, y a veces ni siquiera en informacin arqueolgica, sino en la recons-truccin de mitos y creencias, hechos a partir de la informacin histrica, folclricay de la analoga etnogrfica. Metodologa fundada en las tesis sobre la supervivenciade las creencias, el modelo nico de evolucin de las sociedades y los contactos, porinvasiones, entre guaranes, peruanos y calchaques. Si la fuente histrica lleva elpeso de la autoritas,la folclrica encierra la verdad de la tradicin vivay la analogaetnogrfica, la verdad de la ciencia antropolgica.

    Los trabajos de Quiroga, Ambrosetti y Lafone se despliegan a contrapelo de lastendencias dominantes, que ubicaran, como ya sealamos, a la Arqueologa dellado de las Ciencias Naturales. Cuando el nacionalismo positivista domin la esce-na nacional, entre 1880 y 1910, se apartaron de esta tendencia, mientras que en elmomento en que esta era reemplazada por el nacionalismo triunfalista, optaron porabrazarla (salvo Quiroga que fallece en 1904) (Nastri y Catania, op. cit.), desplazandola labor del arquelogo del desciframiento a la taxonoma: recolectar muestras,clasificarlas a partir de datos verdicos, as se conceba el proceder cientfico. Alo largo de las primeras dcadas del siglo XX la arqueologa asumir, en relacina las imgenes prehispnicas, la existencia de dos dimensiones inconciliables: laesttica o artstica identificada con la cuestin de la bellezay la interpretacin delas imgenes, y la cientfica asociada a la clasificacin de las piezas. El problema dela lectura de la imagen queda fuera del orden cientfico, vale decir queda fuera delas preocupaciones de la arqueologa. El Manual de la Cermica Indge nade Antonio

    Serrano publicado en 1958 es elocuente acerca de la concepcin sobre los estudiosde arte prehispnico que imperaron en la disciplina hasta la dcada del sesenta.Serrano afirma la idea de estilo cermico como ndice () para fijar reas, secuen-cias e interferencias culturales, vale decir, como fsil-gua(Serrano, 1966: 7).Privilegiando el hecho de que es uno de los materiales ms abundantes y frecuentesen el registro, considera las cermicas como documentos para el conocimientode aspectos econmicos y sociales del ncleo tnico al que pertenecieron(op. cit.:8). El captulo II, Normas para la descripcin de la cermica arqueolgica, eselocuente acerca del carcter descriptivo y taxonmico de la tarea del arquelogo,quien debe registrar el sitio de donde provienen las piezas (sitio-tipo), la materiaprima, los tipos de pastas, las tcnicas de elaboracin, las morfologas, el tamao,la decoracin y la distribucin.

    Ya nada queda de ideas tales como escritura pictogrfica, smbolos y metforas,deidades y mitos, solo aquello que se pueda describir, medir o pesar merece entraren el campo de una disciplina cientfica como la arqueologa.32

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    As fue que los estudios sobre arte prehispnico quedaron por dcadas trasformadosen catlogos de tipologas cermicas y secuencias estratigr