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BIBLIOTECA VIRTUAL www.teatroxlaidentidad.net 1 SUPONGAMOS OBRA EN UN ACTO De: ALICIA MUÑOZ PERSONAJES: MERCEDES NORA LUCIANA (VOZ) AMBITO: Sala de una casa antigua en un barrio de Buenos Aires. EPOCA ACTUAL (año 2000) PROTAGONISTAS: Dos mujeres de entre 65 y 70 años. * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

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SUPONGAMOS

OBRA EN UN ACTO

De: ALICIA MUÑOZ

PERSONAJES:

MERCEDES

NORA

LUCIANA (VOZ) AMBITO: Sala de una casa antigua en un barrio de Buenos Aires. EPOCA ACTUAL (año 2000) PROTAGONISTAS: Dos mujeres de entre 65 y 70 años.

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

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ACTO UNICO SUENA UN TIMBRE DE CALLE. PAUSA. VUELVE A SONAR. CRUZA NORA DISPUESTA A ABRIR. UN MOMENTO ANTES SE DETIENE COMO PARA TOMAR FUERZA Y ABRE. SE PRESENTA MERCEDES. POR UN INSTANTE AMBAS SE MI-DEN COMO EN UN RECONOCIMIENTO PREVIO. MERCEDES SE PRESENTA. MERCEDES.- Soy Mercedes... NORA.- Sí, pase. La estaba esperando. Adelante.

MERCEDES ENTRA EXPECTANTE. MIRA DISCRETAMENTE EL LUGAR BUSCANDO ALGO. NORA SE MUESTRA CORDIAL PERO PREVENIDA.

NORA.- Tome asiento. Póngase cómoda. MERCEDES.- (PERMANECE DE PIE) ¿Su nieta no está? NORA.- No. Está trabajando. Vuelve 8 y media recién. Así que tenemos tiempo

de hablar tranquilas. MERCEDES.- Yo hubiera preferido que estuviera. NORA.- Es mejor así. No sabe lo que es Luciana. Un terremoto.

SE PRODUCE UN MOMENTO EMBARAZOSO. MERCEDES SIGUE BUSCANDO ALGUN INDICIO DE LUCIANA. VE UNA FOTO EN-MARCADA.

MERCEDES.- ¿Es ella? NORA.- Sí.

LE MOLESTA LA ACTITUD DE MERCEDES. Pero siéntese, no se quede ahí como un gendarme. ¿O quiere impre-sionarme?

MERCEDES.- (ACCEDE A SENTARSE) No, no vine a eso. NORA.- ¿Toma un té, café, algo fresco?

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MERCEDES.- Le agradezco, pero tampoco vine a jugar a las visitas. NORA.- Está bien. Entonces dígame a qué vino. MERCEDES.- ¿No lo sabe?

POR UN MOMENTO AMBAS SE MIRAN ALERTAS. NORA, PREVE-NIDA Y DISPUESTA A NO DEJARSE GANAR LA DELANTERA, LANZA SUS AGRESIONES TRAS UNA SONRISA QUE EN VEZ DE ATENUARLAS LAS ACENTÚA.

NORA.- Bueno... Por teléfono usted me dijo que quería hablar personalmente. Y yo no tengo inconveniente. Siempre que sea con altura, claro. Por-que veo que está un poco nerviosa.

MERCEDES.- También le dije que era abuela de Plaza de Mayo. NORA.- Ah, sí. Pero yo no tengo ningún desaparecido, gracias a Dios, así que

no sé qué tiene que ver conmigo. MERCEDES.- (INTERRUMPE IMPACIENTE) Por favor, Nora, no nos gastemos en

rodeos innecesarios y vayamos al tema. ¿Le parece? NORA.- Me parece bien. Usted dirá cuál es el tema. MERCEDES.- Perdone si soy demasiado frontal, pero a esta altura no puedo andar

con delicadezas. NORA.- Comprendo, no se preocupe. MERCEDES.- ¿Qué es lo que comprende? NORA.- Que usted debe tener una de esas historias terribles de la época de

los militares. Me imagino que andará buscando algún nieto o algo así. MERCEDES.- Exactamente. Busco a mi nieta Mariana. NORA.- La compadezco. Oí contar algunos casos espantosos. Todavía no me

entra en la cabeza que en este país hayan pasado esas cosas. Y que uno no se haya enterado siquiera. No tienen perdón de Dios realmen-te.

MERCEDES.- Escúcheme Nora... NORA.- De sólo pensar que alguien me hubiera quitado a mi Luciana... no sé.

No sé lo que sería capaz de hacer. Como para no comprenderla. Claro que la comprendo. Comprendo perfectamente que esté llena de resen-timiento y deseos de venganza.

MERCEDES.- ¡De qué está hablando! NORA.- Es lógico. No digo que esté bien, porque el resentimiento le pone una

venda en los ojos y así se cometen injusticias también.

MERCEDES SE EXASPERA ANTE LA CHARLA VERVORRÁGICA

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DE NORA Y TRATA DE DETENERLA.

MERCEDES.- Por favor, le pido que no nos vayamos por las ramas y volvamos a lo nuestro. ¿Puede ser?

NORA.- Será lo suyo, no lo nuestro. MERCEDES.- No tenga miedo. No vine a quitarle nada. NORA.- Más bien. Aunque todavía no sé a qué vino. MERCEDES.- Si me deja hablar se lo explico. Tranquilícese. Y hablemos como per-

sonas civilizadas. ¿Sí? NORA.- Si no fuera civilizada no la hubiera recibido en mi casa. Porque yo veo

noticieros, sabe, y sé quiénes son ustedes. Y sé que cuando le echan el ojo a uno...

MERCEDES.- Cuando le echamos el ojo a uno es porque investigamos durante años el paradero de una criatura robada, y todos los indicios nos llevan hacia ella. Por supuesto después hay que probarlo, y en última instan-cia es la justicia la que...

NORA.- (INTERRUMPE) ¡La justicia! Mire quién. MERCEDES.- Que haya jueces corruptos no invalida la justicia. Es eso o la ley de la

selva, no queda otra. NORA.- Quiere decir que todo el que tenga un hijo de alrededor de 20 años es

sospechoso de ser ladrón de bebés. MERCEDES.- Todos no. Pero si además el chico es adoptado... (MIDE EL EFECTO

DE SUS PALABRAS) como su nieta... NORA NO PUEDE EVITAR UN SOBRESALTO PERO TRATA DE NO PERDER PIE. SONRIE IRONICA.

NORA.- ¿No le dije? Ya me parecía que su visita tenía que ver con esa manía persecutoria que tienen ustedes.

MERCEDES.- (SE INDIGNA) ¡Yo no tengo manía persecutoria! Reclamo lo que me robaron y lucho honestamente para recuperarlo.

NORA.- Pues esta vez le falló la intuición, señora. Porque mi nieta ni siquiera es adoptada. Es hija de mi hija, que en paz descanse. SACA DEL BOLSILLO VARIOS PAPELES QUE DESPLIEGA DELAN-TE DE ELLA. Aquí tiene: la partida de nacimiento, la libreta de casamiento, la fe de bautismo, el certificado del médico...

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MERCEDES.- (NO LOS MIRA) ¿Y anda con todos esos papeles encima? NORA.- Le dije que las conozco. Pero contra esto no hay nada que discutir.

(DOBLA Y GUARDA LOS PAPELES) Sencillamente se equivocó de persona. Así que va a tener que seguir buscando. Y sinceramente le deseo que la encuentre. En serio se lo digo. Pero bueno, no quiero ro-barle más tiempo. NORA ENCARA HACIA LA SALIDA PARA DAR POR TERMINADA LA CONVERSACION. MERCEDES NO LA SIGUE Y SE PLANTA INDIG-NADA.

MERCEDES.- Si es cierto que nos conoce, debe saber que llevo 23 años luchando contra militares, policías, funcionarios, jueces, apropiadores...

NORA.- Y yo la admiro, créame. MERCEDES.- ¿Y no le parece una ingenuidad suponer que me van a detener con un

papel o una mentira bien armada? ¿Sabe cuántas mentiras escuché en estos 23 años?

NORA.- ¡No le permito que me llame mentirosa! MERCEDES.- Perdón. No se ofusque. NORA.- ¡Yo no tengo nada que ocultar! Y mi nieta... MERCEDES.- Su nieta nació el mismo día que mi nuera dio a luz, en el mismo hospi-

tal donde su yerno era médico. NORA.- ¡Mire qué prueba! Habrán nacido tantos chicos ese mismo día en el

mismo hospital... MERCEDES.- Puede ser. Pero hay otras circunstancias... NORA.- Las circunstancias las puede acomodar cada uno a su antojo. MECEDES.- Dígame. ¿Su hija vivía aquí cuando nació la nena? NORA.- ¿Y eso qué importa? MERCEDES.- Contésteme por favor. NORA.- (RESPONDE DE MALA GANA PERO SEGURA) No. Se mudaron

cuando ella nació, para que yo cuidara la beba. Como los dos trabaja-ban...

MERCEDES.- Vivían en la calle Cuenca ¿verdad? Y desaparecieron de la noche a la mañana. Me costó ubicarla.

NORA.- No veo qué tiene que ver. MERCEDES.- Además conozco a la enfermera que se la entregó. Hablé con ella.

NORA VACILA UN INSTANTE ALARMADA PERO SE REHACE.

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NORA.- ¿Y qué valor puede tener la palabra de esa estúpida frente a estos pa-peles?

MERCEDES.- Hay una prueba más terminante. NORA.- ¿Cuál?

MERCEDES DEJA CAER CON CUIDADO LAS PALABRAS DEFINITORIAS.

MERCEDES.- Su hija estaba embarazada de cinco meses y perdió el bebé un mes antes de nacer Mariana... o Luciana, como quiera llamarla. Figura en los archivos del hospital. NORA QUEDA ATONITA. SIENTE UN GOLPE DE PÁNICO. MER-CEDES LE DA SU TIEMPO. Acepte que su nieta es adoptada, Nora. Ya ve que es muy fácil de probar. NORA SE MUEVE DESASOSEGADA. BUSCA REARMARSE PARA RESPONDER. FINALMENTE ACEPTA DE MALA GANA SIN ABAN-DONAR SU ARROGANCIA.

NORA.- Vea. Supongamos que sí. “Supongamos” que fuera adoptada. ¿Y con eso? Hay cientos de chicos adoptados. Miles debe haber.

MERCEDES.- Su nieta no figura como adoptada. NORA.- ¿Usted sabe el engorro que es un trámite de adopción? ¿La angustia

que hay que pasar antes que se la entreguen definitivamente? La ley es la que obliga a hacer las cosas por izquierda. ¿O no lo sabe?

MERCEDES.- Entonces quedamos en que es adoptada. NORA.- “Supongamos” dije. MERCEDES.- ¿No le parece que son demasiadas coincidencias?

NORA SE ADAPTA A LA NUEVA CIRCUNSTANCIA Y VUELVE A SENTIRSE SEGURA.

NORA.- Puede ser. La vida está llena de coincidencias. Justamente esas coin-cidencias salvaron a mi hija. Porque es cierto que perdió un bebé de 5 meses. No se lo puedo negar. Pero lo que usted no sabe es que que-dó inutilizada para volver a tener. A los 25 años. ¿Se imagina? Des-

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pués de haber buscado desesperadamente esa criatura durante 6 años. No le puedo explicar lo que fue para ella. Quedó como muerta en vida. Hasta intentó... bueno, ella dijo que fue un accidente pero... En fin. Yo no podía quedarme de brazos cruzados. Así que salí a la calle a buscar a mi nieta. Ya ve que en el fondo usted y yo nos pare-cemos. MERCEDES, QUE ESCUCHA EN ACTITUD ALERTA, SE CRISPA. No le voy a contar paso por paso, pero al final hablé con una enferme-ra que trabajaba con mi yerno. Cualquiera sabe que en los hospitales nacen chicos de mujeres que están dispuestas a darlos o venderlos por unos pesos. Y ahí empiezan las coincidencias ¿ve? En ese mismo momento una chica soltera tuvo una beba y escapó del hospital sin de-jar ningún dato. Esta enfermera se enteró que la iban a llevar a la Ca-sa Cuna justo cuando yo acababa de plantearle el problema de mi hija. Todas coincidencias ¿se da cuenta? Pero nada que ver con su nuera ni con desaparecidos ni con toda esa tragedia.

MERCEDES.- ¿Y su yerno? NORA.- Al principio no quiso saber nada. Usted sabe lo quisquillosos que son

los hombres con ese tema. Pero cuando vio que mi hija la aceptaba y volvía a vivir...

MERCEDES.- ¿Y siendo médico del mismo hospital no sabía de dónde venía esa criatura?

NORA.- Por supuesto que lo sabía. Se lo acabo de contar. MERCEDES.- ¿Y usted cree que va a poder sostener esa historia delante de un

juez? NORA.- ¡La voy a sostener delante de quién sea! MERCEDES.- ¿Ante un análisis de ADN por ejemplo?

NORA RECIBE UN IMPACTO QUE NO PUEDE DISIMULAR. Luciana tiene los genes de sus padres biológicos, Nora. Eso es irrefu-table.

NORA.- Mi nieta no tiene por qué hacerse ese análisis. Nadie puede obligarla. MERCEDES.- Eso lo tiene que decidir ella, no usted.

NORA PIERDE SU APLOMO Y ESTALLA.

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NORA.- ¡Déjela en paz! ¿Me oye? ¡No quiero que se entrometa en nuestra vi-da! ¡No tiene ningún derecho a tratarnos de ladrones! ¡No somos la-drones! Dios sabe que de ser nuestra no le hubiéramos dado más amor ni más sacrificios. ¡El alma y la vida le dimos! Mi yerno murió pidiendo: Cuídenme la nena. Se sacaba la máscara de oxígeno y de-cía: Cuídenme la nena. Ocho años tenía Luciana. Desde entonces yo fui la abuela y el padre. Y desde que murió mi hija soy también la ma-dre. Yo soy todo lo que ella tiene. ¡Y voy a ser Dios si es necesario pa-ra que nadie le haga daño! MERCEDES TRATABA DE INTERRUMPIRLA. FINALMENTE DEBE GRITAR PARA IMPONERSE.

MERCEDES.- ¡Yo no vengo a hacerle ningún daño! No soy policía ni juez ni un se-cuestrador. Cálmese, por favor. NORA HACE UN ESFUERZO POR RECUPERAR SU APLOMO. MERCEDES APROVECHA PARA FIJAR SU POSICIÓN. Lo cierto es que si tuviera una prueba terminante, usted estaría hablando con un juez, no conmigo. Pero lamentablemente no la tengo. Lo que me trajo hasta aquí es una suma de “coincidencias”. Pero más de una vez esas coincidencias me llevaron al lugar equivocado. Y esta puede ser una de ellas, no digo que no. Pero no voy a quedarme con la duda, compréndame. Tengo que saber la verdad. Pero bueno. “Su-pongamos” que otra vez me equivoqué y su nieta no es mi Mariana. ¿Por qué no quiere que hagamos la prueba de identidad?

NORA.- Porque Luciana no sabe que es adoptada y a esta altura no tiene sen-tido darle ese disgusto.

MERCEDES.- ¿Acaso ella nunca lo sospechó? Está probado que los adoptados lo in-tuyen.

NORA.- No sé, nunca habló de eso. Pero no creo. ¿Por qué iba a sospechar? MERCEDES.- ¿Y usted? NORA.- ¿Yo qué? MERCEDES.- ¿Dónde estaba? Me dijo que ve noticieros ¿no? Supo del robo de be-

bés, de la búsqueda de las abuelas... NORA.- Por supuesto. Pero eso no tiene nada que ver conmigo. MERCEDES.- Está bien. Supongamos que honestamente creyó esa historia que se-

guramente armaron su yerno y la enfermera. ¿Nunca se le cruzó por la

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cabeza, como una remota posibilidad aunque sea, que su nieta fuera hija de desaparecidos?

NORA.- No. MERCEDES.- Vamos, Nora, quién se lo va a creer. NORA.- (SE EXALTA) ¡No, no, no! ¡Jamás me entraría en la cabeza semejante

monstruosidad! Esas son cosas que le pasan a otros, y vaya uno a sa-ber si es cierto. SE ENCUENTRA CON LA MIRADA ADMONITORIA DE MERCEDES Y SE SIENTE PRESIONADA. SE APARTA DISGUSTADA. Por otra parte yo no discuto los designios de Dios.

MERCEDES.- (SE ENARDECE) ¿De Dios o de los asesinos? NORA.- Las coincidencias vienen de Dios, no de los asesinos. MERCEDES.- ¿Y usted cómo sabe cuál era el designio de Dios? NORA.- ¿No está claro? MERCEDES.- No, no está nada claro. NORA.- ¿Quién puso a Luciana en brazos de mi hija justo cuando acababa de

perder su bebé? MERCEDES.- Pudo hacerlo para probar el grado de honestidad de ustedes. NORA.- Está bien. Supongamos que quiso probar eso. ¿Qué podíamos hacer:

devolverla? ¿A quién? Esa criatura salvó a mi hija que se dejaba morir, sabe. Salvó su matrimonio, salvó mi vejez. Qué sería de mí ahora sin ella.

MERCEDES.- ¿Y yo? ¿Y mi vejez? NORA.- Vea, Mercedes: por más pena que me dé su situación yo no puedo

ofrecerle a mi nieta. MERCEDES.- Ni yo vine a pedir su compasión. Lo único que quiero es que ante la

duda ella averigüe quién es. Quienes fueron sus padres, sus abuelos... SUENA EL TELÉFONO. AMBAS SE INTERRUMPEN. NORA SE ACERCA AL TELÉFONO, INQUIETA, PERO DECIDE ATENDER DESDE OTRA HABITACIÓN.

NORA.- Disculpe. (SALE) EL TELEFONO SIGUE SONANDO HASTA QUE ELLA ATIENDE ADENTRO. AL HALLARSE SOLA MERCEDES APROVECHA PARA SEGUIR ESTUDIANDO EL LUGAR. SE ACERCA A LA FOTOGRAFÍA

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ENMARCADA Y LA OBSERVA CON MAYOR ATENCIÓN. DE PRON-TO DESDE INTERIOR SE ESCUCHA A NORA QUE ALZA LA VOZ ENOJADA.

NORA.-

(OFF) ¡No seas caprichosa, nena! Ya te dije que no quiero. MERCEDES SE DA CUENTA DE QUE NORA HABLA CON SU NIETA Y DIRIGE SU ATENCIÓN HACIA EL TELÉFONO. SE ACERCA A ÉL Y DESCUELGA EL AURICULAR DISPUESTA A ESCUCHAR. NORA LO HA NOTADO Y CORTA. MERCEDES QUEDA DECEPCIONADA CON EL AURICULAR EN LA MANO. NORA VUELVE Y SE LA QUE-DA MIRANDO REPROBÁNDOLA. MERCEDES NO SE INMUTA.

NORA.- Parece que desarrolló vicios de espía. MERCEDES.- (IGNORA LA IRONÍA) Nunca pude imaginarme la voz de Mariana... Lo

demás sí. (VUELVE A OBSERVAR LA FOTO) Los ojos celestes de mi hijo. Esa arruga de la frente cuando quería imponer su voluntad... Du-rante 23 años Mariana fue creciendo en cada nena que se me cruza-ba. El primer tiempo vivía espiando los bebés en los cochecitos o en los brazos de las mujeres... Después empecé a vigilar los jardines de infantes, las hamacas de las plazas, las escuelas... ¡Qué rápido pasa-ba el tiempo!... Estaba tan segura de que la iba a reconocer... O a in-tuir por lo menos. Dios mío, qué difícil fue todo.

NORA.- Eso es lo que me rebela de ustedes ¿ve? Ese halo de heroísmo y mar-tirio que tienen, como si fueran las dueñas de todo el sufrimiento del mundo.

MERCEDES.- ¡Usted no entiende nada! ¡No entiende absolutamente nada! Para us-ted el martirio es sólo una palabra ampulosa. Para mí es... (NO EN-CUENTRA LAS PALABRAS) Su hija murió en la cama seguramente. A Gastón me lo arrancaron de los brazos. ¡Me lo arrancaron! Cuando en-traron esas bestias a culatazos y patadas yo lo abracé con todas mis fuerzas. El gritaba: ¡Soltame! ¡Soltame! Pero no podía zafarse de es-tas tenazas. Yo quería meterlo en mi vientre otra vez para que no me lo quitaran. Tuvieron que venir dos de esas bestias a abrirme los bra-zos. Y me lo arrancaron. Fue un desgarrón físico, como si lo hubiera parido de nuevo,... Usted creerá que yo salí corriendo detrás de ellos... No, no salí. Sólo recuerdo la voz de mi hijo allá afuera gritando: ¡A ella no hijos de puta, a ella no!... Pero no pude moverme. Sólo me miraba el vientre... Sentía que había quedado con los huesos al aire. Me des-

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moronaba... Y de pronto pensé en Laura y en el bebé. Yo había ido a cuidarla, porque esperaba de un momento para el otro... Todavía sien-to el desgarrón. Como si fuera la cicatriz de una herida que no cerró nunca. SE PRODUCE UN DENSO SILENCIO QUE INTERRUMPE NORA.

NORA.- ¿Usted hizo lo posible para que cerrara? LA MIRADA QUE MERCEDES LE DIRIGE INCOMODA A NORA Y SE DEFIENDE. No digo que esté exagerando. No, por Dios. Claro que la entiendo. Que mi hija haya muerto en su cama no fue menos doloroso, créame. Yo también traté de defenderla, no de las bestias, pero sí de la muerte. Y perdí, igual que usted. Pero yo trato de olvidarme de ese momento y recordarla mucho antes Cuando se recibió de bioquímica. Cuando Norberto se le declaró. Cuando fui a buscar a Luciana y se la puse en los brazos.

MERCEDES.- Mi hijo tenía un terrible dolor de muelas esa noche. Y por mucho tiem-po esa fue mi mayor preocupación. Me lo imaginaba en un calabozo, pobrecito, con su dolor de muelas, sin un calmante... Por otro lado sentía tanta ira... No contra los que se los llevaron. Eso era otra cosa. Contra él ¿me entiende? Cuando lo soltaran le iba a decir tantas co-sas... Porque él sabía lo que estaba pasando. Vio lo que le pasó a otros. Le pedimos mil veces que se cuidaran, les pusimos en las ma-nos dos pasajes de avión para que se fueran al Uruguay. Pero ellos tenían sus ideas, sus convicciones... ¿Y el bebé?, les decía yo. “El destino del bebé es el nuestro” contestaba mi hijo. Yo estaba tan llena de ira... Me perdía las noches repasando las discusiones que había-mos tenido y las que íbamos a tener cuando volvieran... Y en esos momentos los estaban torturando y asesinando.

NORA.- (INDIGNADA) ¿Y usted pretende meter a Luciana en esa historia te-nebrosa? No, señora, yo no lo voy a permitir. Ni usted puede querer eso para alguien que supone que puede ser su nieta.

MERCEDES.- ¡Yo sólo quiero que ella sepa la verdad! NORA.- ¡Esa es su verdad! La de ella es muy distinta.

SUENA EL TELEFONO. MERCEDES SE SOBRESALTA Y AGUARDA

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EXPECTANTE QUE NORA ATIENDA. ESTA LO IGNORA. MERCE-DES SE PONE NERVIOSA Y ESTA TENTADA DE ATENDER ELLA.

MERCEDES.- ¿No atiende? DESPUES DE VARIOS LLAMADOS SE CONECTA EL CONTESTA-DOR Y SE ESCUCHA LA VOZ DE LUCIANA.

LUCIANA.- (OFF) Soy yo abue. ¿Estás por ahí?... Abuela... NORA PERMANECE INMOVIL OBSERVANDO A MERCEDES QUE SE QUEDA ESCUCHANDO COMO UNA REVELACIÓN. ¿Qué pasó, por qué cortaste de golpe? No te pude llamar enseguida porque me llamó Sergio. ¿Y a que no sabés qué? ¡Nos reconciliamos! Sí, ya sé lo que vas a decir, pero no me importa. Yo lo amo y punto. Me prometió que va a cambiar. Pero tiene razón: él es como es. Lo que pasa es que yo estoy buscando un hombre como papá, viste, y eso es imposible. Pero Sergio es honesto y me ama. ¿Sabés otra co-sa? Lorena me consiguió entradas para esa obra que te dije. Son para esta noche. Así que esperame vestida que paso a buscarte y come-mos pizza por ahí... ¿Qué más?... Ah, te pedí hora para el médico. El viernes a las siete y media, acordate. Bueno abue. Lo otro lo vamos a discutir personalmente. Y te aviso que no es un capricho, así que no te brotes porque... LA CINTA SE INTERRUMPE ABRUPTAMENTE. MERCEDES QUE ESCUCHABA CONTENIENDO EL ALIENTO SUSPIRA Y SE VUELVE HACIA NORA EMOCIONADA. SOLO MURMURA.

MERCEDES.- Gracias. NORA.- Dígame una cosa, Mercedes. Y trate de entenderme, por favor. ¿No le

parece que es demasiado tarde para rescatar a su nieta? Más allá del ADN y toda esa historia.

MERCEDES.- Yo creo que nunca es tarde para reparar una injusticia. NORA.- No digo que no. Lo que digo es que para usted Luciana es esa desco-

nocida que escuchó recién. Pero en esa chica hay 23 años de mi vida ¿se da cuenta? Veintitrés años de darle un beso cada noche y cada mañana. De complicarme en sus travesuras para que no la retaran. De

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pasarme noches enteras al lado de su cama rezando para que le baja-ra la fiebre. Esta casa está llena de Luciana. Usted no puede llevarse nada de esto, entiéndalo. Aunque yo quisiera dárselo. Aunque me obligara un juez y toda la Corte Suprema. No puedo. Y no es mala vo-luntad, compréndame. Comprenda que nadie puede separar las lágri-mas que lloramos abrazadas cuando murió la madre. Todo eso está grabado en la piel ¿me entiende? En el fondo del alma. ¿Quién puede sacarlo de ahí?

MERCEDES.- ¡Lo que usted no entiende es que todo eso era mío y me lo robaron! NORA.- El hecho es que mi hija y mi yerno fueron dos padres maravillosos. MERCEDES.- ¡De una criatura robada! (ATAJA LA RÉPLICA DE NORA) Y si no la

robaron personalmente, fueron cómplices de una gran infamia. Que hayan sido buenos padres no los absuelve ante ningún tribunal.

NORA.- ¡A mí me basta y sobra! MERCEDES.- ¡A mí no! NORA.- Usted no tiene derecho a confundirnos con ladrones y asesinos. Aun

suponiendo que Luciana haya sido robada, le juro por la memoria de mi hija que yo recibí a mi nieta de buena fe y no merezco ningún casti-go.

MERCEDES.- Yo no hablo de castigo. Por supuesto que usted no merece ningún castigo. Ni yo merecía pasar por todo lo que pasé. En todo caso las dos fuimos víctimas de esos canallas. Pero tiene que reconocer que a mí me tocó la peor parte.

NORA.- Yo no puedo hacer nada. MERCEDES.- Usted le tiene miedo a la verdad. NORA.- ¿De qué verdad me habla? ¿Le va a decir que sus padres fueron dos

delincuentes, ahora que ellos no pueden defenderse? MERCEDES.- Vea: que ellos supieran o no el origen de Luciana no cambia el centro

de la cuestión. Si esa chica es la que le robaron a mi hijo y a mi nuera, yo soy su abuela. Partiendo de ahí no hay nada que discutir.

NORA.- ¡La historia de Luciana no puede modificarse! Ya la vivió. MERCEDES.- Pero no está completa. Su historia no empezó el día que llegó a esta

casa. Ella tiene que conocer sus raíces. Aunque no sea mi nieta. Debe haber otra abuela buscándola, y las dos tienen derecho a encontrarse.

NORA.- Dios mío. Para eso vivimos protegiéndola como un tesoro. Y de pronto aparece usted como un fantasma que ya nadie esperaba...

MERCEDES.- ¿Quiere decir que en algún momento me esperó? NORA.- Esperé a la madre, por supuesto. No sería la primera vez que se arre-

pienten.

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SE ENCUENTRA CON LA MIRADA INQUISIDORA DE MERCEDES Y SE ENARDECE. ¡Bueno, sí, la esperé! En algún momento la esperé. Cuando empeza-ron con los juicios y a destapar todo ese horror... Luciana tenía 5 años y era el sol de esta casa. No es cierto que no me haya pasado por la cabeza. Claro que me pasó. Y estuve sobre ascuas mucho tiempo. No podía dormir pensando que en cualquier momento podían tocar el tim-bre y... No sé. De sólo pensar que usted pudo haber venido 20 años antes... no sé, no sé.

MERCEDES.- Usted recuperó el sueño, Nora. Yo no. Yo sigo en vigilia como el pri-mer día. Hace 23 años que no sé lo que es dormir.

NORA.- Es que la suya es una actitud muy destructiva, querida. No se puede vivir tantos años con semejante obsesión.

MERCEDES.- Entonces tendría que hacer lo de mi marido: una botella de whisky, va-rias horas de televisión y a dormir como un tronco: sin pensar, sin su-frir, sin luchar y que todo quede impune. No. Yo quiero estar lúcida y alerta para reconocer a mi nieta cuando la tenga delante. Y nunca es-tuve tan cerca.

NORA.- Está bien. Usted haga lo que tenga que hacer. Pero no cuente conmi-go. Luciana ya es una mujer y no puedo impedir que haga su voluntad. Pero es “mi” nieta, y no espere que yo la empuje hacia otra abuela. NORA VA HACIA LA PUERTA DE CALLE DANDO POR TERMINADA LA ENTREVISTA. MERCEDES SE DIRIGE SIN APURO A LA SALIDA PERO SE VUELVE ANTES DE SALIR.

MERCEDES.- Yo no tengo nada contra usted, Nora. Al contrario: la admiro por la

forma en que defiende a su nieta. NORA.- Usted ya no tiene nada que perder. Yo sí. MERCEDES.- Sólo déjeme decirle esto. Suponiendo que su nieta quiera hacerse el

examen de identidad y resultara que efectivamente es mi Mariana, yo no espero que corra a arrojarse a mis brazos. Tampoco que deje de ser Luciana ni deje de ser su nieta. A esta altura sólo podemos com-partirla. Y ni siquiera eso. Usted me lleva demasiada ventaja, y yo no busco desplazarla. Sólo pretendo ocupar en su vida el lugar que me corresponde. Nada más. Ni nada menos. Quisiera hablarle de sus pa-dres, darle los libros de mi hijo, su guitarra, las cartas que se escribie-

Page 15: SUPONGAMOS - juliochavez.com.arjuliochavez.com.ar/alumnos/2015/Autores Argentinos/Supongamos... · el paradero de una criatura robada, y todos los indicios nos llevan hacia ella

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ron. Contarle con qué ilusión la esperaban. Quiero que sepa cómo vi-vieron y cómo murieron. Eso es todo. Lo demás... (CON UNA MIRA-DA ABARCA EL AMBITO DE LUCIANA) ya no tiene remedio. Adiós Nora.

NORA.- Adiós. MERCEDES.- Gracias por recibirme. Y lamento que vuelva a perder el sueño.

NORA NO RESPONDE. MERCEDES VA A SALIR CUANDO VUELVE A SONAR EL TELÉFONO. SE DETIENE Y SE VUELVE A MIRAR EL APARATO, EXPECTANTE. NORA NO SE MUEVE Y SE MANTIENE FIRME EN SU ACTITUD DE DESPEDIDA. MERCEDES SE VA. NO-RA SE QUEDA FRENTE A LA PUERTA MIENTRAS EL TELEFONO SIGUE SONANDO.

FIN