suplemento del semanario economico el keynesianismo solucion a la crisis mundial

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semanarioeconóm ico El keynesianismo: ¿Solución a la crisis económica mundial? Por Víctor Alvino Guembes 1 a economía keynesiana o Keynesianismo es una corriente del pensamiento económico basada en las ideas de John Maynard Keynes plasmadas en su obra Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero, publicado en 1936 como respuesta a la Gran Depresión en los años 1930 . La economía keynesiana se centró en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de empleo y de ingresos . El interés final de Keynes fue el de dotar a unas instituciones nacionales e internacionales el poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis . Este control se ejercía mediante el gasto presupuestario del Estado, política que se llamó política fiscal . La justificación económica para actuar de esta manera parte, sobre todo, del efecto multiplicador que se produce ante un incremento en la demanda agregada. Las políticas keynesianas se aplicaron en el Reino Unido en la década de 1940 y se mantuvieron en vigor hasta finales de los 70´s. El gobierno realizaba previsiones sobre la demanda, si esta era insuficiente (como en 1952, 1958 y 1971) el gobierno aumentaba su propio gasto, o reducía los impuestos o los tipos de interés; y, si se consideraba excesiva, (como en 1941, 1955 y 1973) la acción pública era la contraria. Los efectos de esta política sobre el presupuesto se consideraban de segundo orden. El objetivo era mantener el crecimiento de la demanda acorde con el aumento de la capacidad productiva de la economía, de forma que la demanda fuera suficiente para mantener el pleno empleo L 1 Profesor de Economía pero sin ser excesiva, lo que provocaría un aumento de la inflación. Otros países industrializados también aplicaron políticas keynesianas; por ejemplo, en EUA el presidente John F. Kennedy aplicó este tipo de medidas para sacar a la economía estadounidense de la recesión de principios de la década de 1960. En la década de 1970 el keynesianismo fue el centro de las críticas de una nueva doctrina económica conocida como monetarismo (que consiste en una reformulación de la economía clásica decimonónica que Keynes había criticado en su Teoría General). En casi todos los países industrializados el pleno empleo y el creciente nivel de vida disfrutados durante los 25 años posteriores a la II Guerra Mundial estuvieron acompañados de inflación. Los keynesianos siempre admitieron que cuando se lograra el pleno empleo iba a ser difícil controlar la inflación, sobre todo si los sindicatos podían negociar sin trabas con los empresarios los aumentos salariales. Por esta razón se crearon una serie de medidas de política de rentas para evitar el crecimiento de los salarios y los precios. Pero estas medidas no fueron suficientes. A partir de la década de 1960, la tasa de inflación se aceleró de forma alarmante. Según los monetaristas, este aumento de la Página | 1

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El keynesianismo:¿Solución a la crisis

económica mundial?Por Víctor Alvino Guembes1

a economía keynesiana o Keynesianismo es una corriente del pensamiento económico basada en las ideas de John Maynard Keynes

plasmadas en su obra Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero, publicado en 1936 como respuesta a la Gran Depresión en los años 1930. La economía keynesiana se centró en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de empleo y de ingresos. El interés final de Keynes fue el de dotar a unas instituciones nacionales e internacionales el poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis. Este control se ejercía mediante el gasto presupuestario del Estado, política que se llamó política fiscal. La justificación económica para actuar de esta manera parte, sobre todo, del efecto multiplicador que se produce ante un incremento en la demanda agregada. Las políticas keynesianas se aplicaron en el Reino Unido en la década de 1940 y se mantuvieron en vigor hasta finales de los 70´s. El gobierno realizaba previsiones sobre la demanda, si esta era insuficiente (como en 1952, 1958 y 1971) el gobierno aumentaba su propio gasto, o reducía los impuestos o los tipos de interés; y, si se consideraba excesiva, (como en 1941, 1955 y 1973) la acción pública era la contraria. Los efectos de esta política sobre el presupuesto se consideraban de segundo orden. El objetivo era mantener el crecimiento de la demanda acorde con el aumento de la capacidad productiva de la economía, de forma que la demanda fuera suficiente para mantener el pleno empleo pero sin ser excesiva, lo que provocaría un aumento de la inflación. Otros países industrializados también aplicaron políticas keynesianas; por ejemplo, en EUA el presidente John F. Kennedy aplicó este tipo de medidas para sacar a la economía estadounidense de la recesión de principios de la década de 1960. En la década de 1970 el keynesianismo fue el centro de las críticas de una nueva doctrina económica conocida como monetarismo (que consiste en una reformulación de la economía clásica decimonónica que Keynes había criticado en su Teoría General). En casi todos los países industrializados el pleno empleo y el

L

1 Profesor de Economía

creciente nivel de vida disfrutados durante los 25 años posteriores a la II Guerra Mundial estuvieron acompañados de inflación. Los keynesianos siempre admitieron que cuando se lograra el pleno empleo iba a ser difícil controlar la inflación, sobre todo si los sindicatos podían negociar sin trabas con los empresarios los aumentos salariales. Por esta razón se crearon una serie de medidas de política de rentas para evitar el crecimiento de los salarios y los precios. Pero estas medidas no fueron suficientes. A partir de la década de 1960, la tasa de inflación se aceleró de forma alarmante. Según los monetaristas, este aumento de la inflación se produjo por la aplicación de las políticas keynesianas que mantenían el nivel de desempleo por debajo de su tasa natural, tasa a la que la inflación permanecería estable. Según los monetaristas, la única forma de reducir el desempleo sería disminuyendo su tasa natural mediante políticas en la franja de la oferta, como promover una mayor formación profesional y reducir los beneficios empresariales que favorecieran el funcionamiento de las fuerzas del mercado. Desde finales de los 70`s el keynesianismo ha dejado de aplicarse, desplazado por los argumentos monetaristas que han contribuido y se han visto beneficiados por los cambios políticos que otorgaban mayor importancia a la inflación que al desempleo. Pero la gravedad de las recesiones a escala mundial de principios de las décadas de 1980

y

1990 refleja la validez de las políticas keynesianas. No obstante, si el keynesianismo vuelve a estar en boga tendrá que ser a escala internacional. La globalización de la economía mundial y sobre todo la desaparición de los controles a los movimientos internacionales de capital, limitan la aplicación de políticas keynesianas en un solo país. Éstas tendrían

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que aplicarse de forma coordinada en las seis u ocho mayores economías mundiales, pero los factores políticos limitan la existencia de esta política coordinada. La buena noticia es que China y la India seguirán creciendo, tal vez no tan fuertemente como hasta ahora, pero seguirán creciendo a una tasa bastante robusta y sostenida, aplicando políticas económicas mixtas.

1. La Revolución Keynesiana

La segunda gran ruptura que se produjo en la década de 1930 se debe, sobre todo, a la obra de un economista, John Maynard Keynes, que planteaba preguntas que nunca antes habían surgido: ¿qué determina el nivel de ingresos y de empleo de toda una economía? Esta sigue siendo una cuestión relativa a la interacción de la oferta y la demanda, pero ahora la demanda se refiere a la demanda total efectiva de toda la economía, y la oferta se refiere a la capacidad productiva del país. Cuando la demanda efectiva se sitúa por debajo de la capacidad productiva habrá desempleo y se entrará en una depresión económica; cuando excede a la capacidad productiva aumentará la inflación. El punto central del keynesianismo es el análisis de los determinantes de la demanda efectiva. Si se obvia la existencia del comercio exterior, la demanda efectiva se compone de tres elementos: el gasto en consumo, el gasto en inversión y el gasto público (es decir, el del gobierno o, en términos más generales, el sector público). El nivel de cada uno de estos gastos se determina de forma independiente de los otros dos. Keynes intentó demostrar que el nivel de demanda efectiva, sumando estos tres elementos, puede ser inferior, superior o igual a la capacidad física que tiene cada país para producir bienes y servicios y, sobre todo, que no existe ninguna tendencia que iguale de forma automática esta demanda a la oferta potencial del país. Esta conclusión era fundamental por ser contraria a la economía clásica y neoclásica, ya que éstas defendían que los sistemas económicos tendían de forma instantánea al pleno empleo de los recursos. Al centrarse en el estudio de agregados macroeconómicos, como el consumo total y la inversión total, Keynes consiguió crear un modelo que podía aplicarse para solucionar numerosos problemas prácticos. Más tarde se fue mejorando el sistema keynesiano y hoy forma parte de la corriente principal de la economía. Se puede decir que Keynes es el único economista que ha creado algo nuevo en esta ciencia desde Walras o, incluso,

desde Ricardo. La economía keynesiana, tal y como la concibió Keynes, era estática, es decir, que no consideraba la variable tiempo. Pero uno de los discípulos de Keynes, Roy Harrod, desarrolló un modelo macroeconómico sencillo en el que se estudiaba el crecimiento de la economía; en 1948 publicó su libro Hacia una economía dinámica, que creó una nueva especialidad, la teoría del crecimiento, la cual ha ido ganando adeptos entre los economistas. Keynes refutaba la teoría clásica de acuerdo a la cual la economía, regulada por sí sola, tiende automáticamente al pleno uso de los factores productivos o medios de producción (incluyendo el trabajo y el capital). Keynes postuló que el equilibrio al que teóricamente tiende el libre mercado, depende de otros factores y no conlleva necesariamente al pleno empleo de los medios de producción, es decir, que los postulados básicos de Adam Smith (tal como fueron formalizados por Say) dependen de una premisa que no es necesariamente correcta o "general". Así Keynes postuló que la posición de Smith, Say o Ricardo, sobre el equilibrio de la oferta y la demanda, seria correspondiente a un caso "especial" o excepcional, en tanto que la teoría debería referirse al fenómeno "general" y a los factores que determinan la ocupación en la realidad. en consecuencia llamo a su proposición "Teoría General". En términos no técnicos, el liberalismo económico clásico supone que cuando se produce un bien se han producido también los medios para su compra (en la medida en que para producirlo se ha gastado dinero, ya sea en inversiones de capital, compra de materias primas, sueldos, etc.). En esa situación lo racional es comprar (dado que mantener dineros sin uso no produce beneficios. En todo caso, el posible ahorro de algunos es equilibrado por el endeudamientos de algún otro). Sigue además que para fomentar crecimiento económico hay que fomentar la producción: a más producción, más dinero, más compras, etc. Así, en el largo plazo, no solo todo lo que se produce es lo mismo que todo lo que se compra sino que todos están interesados en que el sistema funcione a máxima capacidad (se logra un equilibrio entre la producción y la demanda agregada que tiende al máximo uso de los recursos). Keynes postuló que en ciertas situaciones es económicamente racional no gastar dinero. Por ejemplo, si los precios están bajando es racional no comprar hoy porque con el mismo dinero se comprará más la semana que viene. Por el mismo motivo, disminuye la cantidad de gente interesada en utilizar préstamos (los ahorros de otros): si los precios bajan, no solo se comprará más la semana que viene sino que las tasas de interés, sueldos, etc. serán menores. Igualmente, una baja del empleo o

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de los salarios puede llevar a otra en la demanda, y por lo tanto a una baja en la producción, llevando a su vez a más desempleo. Así, sucede que la economía establece un punto de equilibrio nuevo donde convive perfectamente en una situación lejana de la utilización óptima de los medios de producción. Específicamente, en la década de los 30`s del siglo XX, durante la Gran Depresión, con una alta tasa de paro. Para tratar de explicar el funcionamiento real de la economía y sus diferencias con el esquema formal del dogma clásico, Keynes desarrolló los conceptos de propensión a consumir, multiplicador de la inversión, eficiencia marginal del capital y preferencia por la liquidez.

2. La Propensión a consumir, ahorro e inversión

La propensión marginal a consumir es la variación del consumo cuando el ingreso disponible varía en una unidad, es decir, la relación entre una variación en el ingreso y la modificación correspondiente en el gasto en consumo. Formalizando lo anterior. Keynes postuló la ecuación del consumo, C = Co + cYd, donde C es el consumo total, Co es el consumo autónomo (aquel consumo que no depende del ingreso), c es la propensión marginal a consumir, e Yd (Yd = Yt – T + TR, donde Yt es el ingreso total, T son los impuestos y TR son las transferencias) es el ingreso disponible. Si la propensión a consumir es débil y las oportunidades de inversión no son atrayentes, una parte del ingreso que no se consume no se invertirá y la demanda efectiva se reducirá, por lo que la economía se contraerá y el nivel de empleo descenderá. De manera que como el ahorro y la inversión no siempre están en equilibrio, al estado le corresponde actuar para asegurar que el nivel de inversión necesario para multiplicar la actividad económica y garantizar el pleno empleo. En términos prácticos, y para contrarrestar la espiral negativa de los 30`s, Keynes proponía que en momentos de estancamiento económico, el estado tiene la obligación de estimular la demanda con mayores gastos económicos, de manera que consideró la política fiscal como un instrumento decisivo.

Teóricamente, hay tres maneras que el Estado puede financiar esos gastos:

a) Aumentar los impuestos.

b) Imprimir más dinero.

c) Endeudamiento fiscal (dinero ahorrado disponible por la población).

Aunque para Keynes el incremento de impuestos era legítimo si se orientaba al aumento de la inversión pública y de la demanda, consideraba adecuado financiar el incremento del gasto fiscal a través del endeudamiento, en lugar de dedicar todos los impuestos recaudados al pago de deudas. El otro lado de esa política es que el Estado debe pagar esa deuda cuando sus ingresos aumenten, debido al incremento por ingresos de impuestos cuando eventualmente haya un auge (nótese: ese aumento en los ingresos se debe al auge o expansión en la economía, etc., no a un incremento en la tasa de impuestos). En otras palabras, la propuesta de Keynes es que el Estado debe jugar en general un papel contra cíclico en la economía: estimulando la demanda en momentos de recesión y restringiéndola en momentos de auge. De esta manera, los ciclos económicos se aminoran y no se transforman en crisis.

3. Tasas de Interés y Rentabilidad

Otro aspecto fundamental de la teoría keynesiana es el relativo a la necesidad de regular las tasas de interés, de manera que sean inferiores a la eficiencia marginal del capital. La teoría clásica suponía que las leyes del mercado harían mover las tasas de interés al punto adecuado para garantizar el rendimiento de las inversiones, pero también en este caso el dogma clásico apenas cubría casos excepcionales, en tanto la realidad funciona generalmente en otra forma. La preferencia por la liquidez, lleva a la gente a atesorar o a tratar de tener dinero efectivo o disponible; "la tasa de interés es el premio que tiene que ofrecerse para inducir a la gente para conservar su riqueza en cualquier otra forma distinta al dinero atesorado". Si las autoridades monetarias fallan en reducir las tasas de interés por debajo de la eficiencia marginal del capital, la economía se contraerá irremediablemente, aunque la causa de fondo del desánimo de la inversión no es el nivel de las tasas de interés sino la caída de la rentabilidad. Para Keynes, finalmente, una recesión "es el resultado del cambio cíclico de la eficiencia marginal del capital". Dentro de la coyuntura histórica, económica y política, el keynesianismo (y sus proyectos consecuentes como el Estado de Bienestar y el desarrollismo) dio a los dirigentes mundiales la oportunidad de salvar la democracia, cuya existencia llegó a verse amenazada debido al auge de las dictaduras producto de la incapacidad del

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liberalismo clásico de resolver la crisis. Debido a esta razón los principios del keynesianismo fueron aplicados de una u otra manera en gran parte de los Estados occidentales desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta que en los años 70`s un nuevo tipo de crisis llevó a su cuestionamiento y el resurgimiento de aproximaciones clásicas bajo el neoliberalismo. Si bien las repercusiones político-económicas de Keynes y varios de sus partidarios son variadas, algunos creen que la idea del keynesianismo es salvar al capitalismo o mantenerlo estable. Desde el lado opuesto, pero quizás con la misma intención y similares mecanismos retóricos, Keynes es descrito como siendo "mucho más que un keynesiano. Sobre todo fue la figura extraordinariamente perniciosa y maliciosa que hemos examinado en este capítulo. Un encantador pero ambicioso estadista maquiavélico, quien personificaba algunas de las tendencias e instituciones más malignas del siglo veinte. Quizás desde una visión un poco más medida Waligosrky aduce que esas políticas fueron adoptadas: "como una resguardo contra el poder del mercado para socavar nuestras instituciones políticas y sociales más valuables. (...)... Un mercado totalmente libre es definitivamente no el mejor para una democracia, un mercado sin regulaciones no garantiza justicia ni prosperidad..." Desde el punto de vista de Keynes mismo, y a nivel de la economía política el punto central de su teoría se basa en una percepción derivada tanto de Marx como de Schumpeter. Ambos pensadores consideran que la crisis es, en el mediano y largo plazo, una parte intrínseca del sistema capitalista (y que eventualmente lo destruirán) Ambos pensadores permiten entonces a Keynes sugerir que el sistema delineado por Adam Smith solo puede referirse a una etapa y momento especifico en el cual el capitalismo se estaba desarrollando pero que en general, ese desarrollo no puede existir sin la crisis y no puede dar prosperidad en un lugar si es que no esta explotando en algún otro. Irónicamente, el keynesianismo podría retornar la acusación que los partidarios de la Escuela Austriaca le hacen "podríamos resumir la tesis de Hazlitt en que las falacias y los errores económicos provienen de fijar nuestra atención en los efectos que una medida económica tiene a corto plazo y sobre un reducido sector." Pero tal respuesta, a pesar de ser correcta, podría quizás llevar a un equívoco: si aceptamos que las crisis son parte inherente del capitalismo, la eliminación de ellas demanda medidas que vayan más allá que ese sistema. En sus palabras "solo el Estado puede restaurar los equilibrios fundamentales", y la participación del Estado implica movimiento hacia el socialismo. El problema es que por un lado el desea

tiempo por lo menos no existía. El cambio del sistema de propiedad de los medios de producción no basta para resolver los problemas de la economía. La propuesta que Keynes eventualmente produjo -llamada socialista y siniestra por los partidarios de la Escuela Austriaca es la eliminación del poder de la escasez del dinero, situación usada y exacerbada, en su opinión, por la acción de los "rentiers" (especuladores, financistas o capitalistas) a través de la acumulación que les permite demandar altas tasas de interés por su uso, lo que lleva, en su opinión, al "poder progresivamente opresor de los capitalistas para explotar el valor de la escasez del capital". Esa eliminación se basa en dos medidas fundamentales: el abandono definitivo del oro como moneda y su reemplazo con el sistema de divisa moderna, que se podría llamar dinero fiduciario pero que puede ser vista como un paso hacia la concepción del dinero como unidad de cuenta. La otra medida complementaria fue poner el rol de emisor del dinero y control sobre la Tasa de interés en el estado a través del banco central. Estas propuestas fueron generalmente adoptadas a nivel mundial con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial a nivel de los países, pero su corolario lógico (la adopción de un sistema monetario común independiente de los gobiernos individuales) no lo fue. En la actualidad algunos partidarios del neoliberalismo abogan por la vuelta al patrón oro. Allan Greenspan, por ejemplo, alega que "un antagonismo casi histérico hacia el patrón oro une a todos los estatistas. Parecen darse cuenta, tal vez con mayor claridad y sutileza que muchos liberales, que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento del laissez-faire, y que cada uno implica y requiere el otro.(Curiosamente, al hacer esto parecen olvidar que Von Misses en su critica a Keynes sugiere que "El dinero es solamente el medio de intercambio generalmente empleado"). Para ellos, la decisión de Bretton Woods no fue una falla de aceptación del keynesianismo y la imposición de los intereses de EUA sino resultado las opiniones de Harry D. White, representante de EUA en esas conversaciones y presuntamente simpatizante comunista. Aparentemente así como algunos reducen todo a través de un "análisis de clases" a una conspiración burguesa, otros lo reducen, a través del análisis de las conspiraciones, a la acción del "estatismo".

4. La Segunda Guerra Mundial y la economía keynesiana

La guerra siempre es un infierno. Pero muchos norteamericanos realmente no creen en esta frase,

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especialmente cuando la guerra en cuestión es la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, para los hombres que tuvieron que soportar los horrores del combate, la guerra fue terrible (tal cómo son terribles, los centenares de miles de ellos que no vivieron para contarlo). Pero la gran mayoría de los estadounidenses nunca experimentó el combate directamente. Ello era algo que acontecía “en ultramar,” y los censores del gobierno mantuvieron los informes de sus brutales realidades lejos del público. Para muchos estadounidenses, en aquella época y desde entonces, la Segunda Guerra Mundial parecía ser una cosa buena, principalmente porque, como lo afirma la trillada expresión, “la guerra sacó a la economía de la Depresión” en la cual se encontraba empantanada por más de una década. Durante la Gran Depresión, mucha gente se encontraba desesperada acerca de si la economía volvería a operar otra vez satisfactoriamente. Entonces, la movilización para la guerra coincidió con lo que aparentaba ser un gran auge económico. Para 1944, todos los indicadores usuales del bienestar económico señalaban que la economía gozaba de una prosperidad sin precedentes. Fundamentalmente, el índice oficial de desempleo había descendido a apenas el 1,2 por ciento—la tasa más baja jamás alcanzada hasta o desde entonces. Después de años de darle la espalda a quienes buscaban empleos calificados, los empleadores estaban trepándose a las ramas en busca de cuerpos calientes. Las cifras oficiales mostraban que el Producto Nacional Bruto (PBN), ajustado por inflación, se había incrementado un 70 por ciento desde 1939—más tarde las cifras del Departamento de Comercio revisarían el incremento en sentido ascendente, tornándolo a más del 90 por ciento. Para los economistas que habían abrazado recientemente las ideas de John Maynard Keynes, expresadas en su Teoría General del Empleo, el Interés, y el Dinero (1936), la guerra parecía validar sus creencias. En la teoría de Keynes, en contraste con la visión previamente aceptada, una depresión económica podía continuar indefinidamente a menos que el gasto del gobierno, financiado por un déficit presupuestario, fuera suficientemente incrementado. El keynesianismo creía que los déficit federales de los años 30, nunca más de US$ 3,5 mil millones por año, habían sido demasiado pequeños para sacar a la economía de los EUA de su ciénaga. Los enormes déficits de la época de guerra, sin embargo, llegando tan alto como a los US$ 55 mil millones en 1943, parecían haber logrado exactamente lo que Keynes había dicho que lograrían. Desde entonces, la mayoría de los economistas, historiadores, y legos educados han aceptado la conclusión keynesiana. Parece obvio

¿Cómo podría alguien sostener otra cosa? Nadie puede negar ciertamente que los déficit presupuestarios de los tiempos de guerra fueron inmensos—en términos de dólares de hoy día, ellos añadieron alrededor de US$ 2,2 billones (trillones en Inglés) a la deuda nacional. Las apariencias, sin embargo, pueden ser engañosas, y las correlaciones pueden ser espurias. La participación estadounidense en el acontecimiento más destructivo de todos los tiempos ¿tuvo realmente consecuencias económicas positivas? Cuando algo luce como contradiciendo a la intuición, ayuda a menudo a reexaminar los términos en los cuales se expresa el rompecabezas. Éste es ciertamente el caso de la “prosperidad de los tiempos de guerra” de la Segunda Guerra Mundial. ¿En qué consistió esta condición? Considere primero al mercado laboral. Aunque el desempleo virtualmente desapareció, la desaparición no se debió en nada a la política fiscal Keynesiana. En verdad, le debió todo al reclutamiento masivo. Entre 1940 y 1944, el número de personas desempleadas cayó en US$ 4,62 millones, mientras que las fuerzas armadas se incrementaron en US$ 10,87 millones. Por el período entero de la guerra, más de 10 millones de hombres fueron reclutados. El enorme reclutamiento forzoso—el número de reclutas era equivalente a casi el 20 por ciento de la fuerza laboral de la preguerra—redujo drásticamente el número de potenciales trabajadores y redujo las filas de los desocupados, y lo habría hecho con o sin el déficit presupuestario del gobierno. La correlación keynesiana es falsa. ¿Pero qué ocurre con el enorme incremento del rendimiento total de la economía? Resulta que esto no es nada más que un artilugio del sistema contable utilizado por el gobierno para llevar las cuentas del producto nacional. En el sistema oficial, el gasto en bienes y servicios militares es contabilizado como parte del valor del dólar del producto nacional, al igual que el gasto en bienes de consumo y en bienes de capital nuevos. Por lo tanto, cada dólar que el gobierno pagó por los servicios del personal militar o por la compra de acorazados, tanques, bombarderos, y otras municiones durante la guerra fue incluido en el PBN. Difícilmente sorprenda, entonces, que el PBN se elevara súbitamente a medida que el gobierno creaba una economía de comando ajustada para “la guerra total.” Pero cuando examinamos el resto de PBN—la parte que consiste en el gasto en bienes de consumo civiles y en nuevos bienes de capital—encontramos que después de 1941 (ajustado según la inflación real en oposición a la inflación oficial), el mismo declinó durante dos años; y aunque se incrementó después de 1943, todavía se encontraba

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por debajo de su valor de 1941 cuando la guerra terminó. Por lo tanto, los años de guerra atestiguaron una reducción del producto real total destinado a los consumidores e inversores civiles—un grito alejado de la “prosperidad de las épocas de guerra.” Mis estimaciones de los verdaderos gastos de consumo personal per cápita demuestran un patrón similar durante los primeros dos años de participación directa de los EUA en la guerra, elevándose levemente durante los dos años siguientes, pero no lo suficientemente arriba como para borrar las declinaciones iniciales. Los historiadores que han hablado de un “carnaval de consumo” durante la guerra se encuentran simplemente confundidos. Muchos aspectos del bienestar económico se deterioraron durante la guerra. El derecho de prioridad sobre el transporte público por parte del ejército interfirió con los viajes interurbanos de los civiles, y el racionamiento de neumáticos y de gasolina dificultó los viajes hasta sus empleos de muchos trabajadores. Más trabajadores tuvieron que trabajar en la noche. La tasa de accidentes laborales aumentó substancialmente a medida que los principiantes substituían a los trabajadores experimentados y la rotación laboral se incrementaba. El gobierno prohibió prácticamente toda la construcción no militar, y las viviendas se volvieron extremadamente escasas e insuficientemente mantenidas en muchos lugares, especialmente allí donde la producción para la guerra había sido ampliada al máximo. Los controles de precios y el racionamiento implicaban que los consumidores tenían que pasar muchas horas formando filas o buscando vendedores que quisieran vender sus mercancías a los precios controlados. La calidad de muchos productos se deterioró, a medida que los vendedores a quienes se les había prohibido subir los precios, se ajustaron a las demandas crecientes vendiendo mercancías de una calidad más baja a los precios controlados. Después de que la guerra concluyera a finales del verano de 1945, un genuino milagro económico ocurrió durante los siguientes dos años. Más de 10 millones de hombres fueron liberados de las fuerzas armadas. La industria, la que había estado ocupada en gran parte en producir bienes para la guerra de 1942 a 1945, retornó a la producción de bienes civiles. El enorme déficit presupuestario del gobierno desapareció, y durante los ejercicios fiscales de 1947-49, el presupuesto federal tenía realmente un pequeño superávit. Todavía, a pesar de los temores y de las advertencias de los economistas keynesianos de que tales acontecimientos hundirían a la economía nuevamente dentro de la depresión, la producción civil creció, aumentando en casi un 27 por ciento de 1945 a 1946, y la tasa de desempleo

económico al que algunos economistas, incluyendo a quien esto escribe, recientemente han comenzado a intentar comprenderlo mejor. La corriente principal de pensamiento en la profesión de la economía, sin embargo, nunca hizo frente a las contradicciones entre su teoría keynesiana y los acontecimientos de la reconversión. Según esta teoría, el enorme cambio total del presupuesto federal (de un déficit igual al 25 por ciento del PBN durante 1943-45 a un superávit durante 1947-49) debería haber llevado a la economía a un colapso. No lo hizo, lo cual refuta la teoría. No haciendo caso a este hecho embarazoso, los keynesianos continuaron mencionando el “auge” de la guerra como una demostración definitiva de lo acertado de su teoría. Reflejando la sabiduría convencional, uno de los libros de texto principales en la historia económica de los EUA dio a su capítulo sobre la Segunda Guerra Mundial el título de “La prosperidad de la Guerra: El Mensaje Keynesiano Ilustrado”. La lección era falsa pero, para los políticos y ciertas otras personas, inmensamente útil. Durante décadas, las secretarías de defensa ayudaron a justificar sus gigantescas peticiones presupuestarias afirmando que los altos niveles del gasto para la defensa serían “buenos para la economía” y que el reducir las erogaciones para la defensa provocaría recesión. Tan común se convirtió este argumento que los críticos Marxistas le dieron el acertado nombre de keynesianismo militar. Tanto en la izquierda como en la derecha, la gente creía que el gasto militar enorme apuntaló a una economía que, careciendo de esta ayuda, colapsaría en la depresión. Tal pensamiento jugó un papel importante en el proceso político que dirigió hacia los gastos de defensa unos US$ 10 billones (trillón en inglés) de dólares (en poder adquisitivo de hoy día) entre 1948 y 1990. El keynesianismo militar fue siempre una teoría intelectualmente en bancarrota. Como he demostrado precedentemente, la misma no fue probada por los acontecimientos de los años de guerra; todo lo que esos acontecimientos probaron fue que una economía de comando puede, al menos por un rato, mantener a todos ocupados fabricando municiones y empleándolas para demoler a los enemigos de la nación. Pero la producción de municiones se encontraba lejos de ser gratuita. Exigía costos de oportunidades enormes, aún cuando parte de ella podía ser alcanzada simplemente empleando a los trabajadores y al capital que habían estado ociosos antes de la guerra. Durante la Guerra Fría, sin embargo, la nación tenía muy pocos recursos desempleados para destinar a la producción de bienes para la defensa, y la utilización de parte de los recursos para este propósito significó que los bienes civiles que esos

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recursos podrían haber producido de otra manera, tuvieron que ser sacrificados.

La economía keynesiana descansa sobre la presunción de que el gasto del gobierno, ya sea para municiones o para otras mercancías, crea una adición a la demanda agregada de la economía, lo cual trae aparejado empleos y otros recursos que de otra forma seguirían permaneciendo ociosos. La economía consigue no solamente la producción adicional ocasionada por el uso de esos recursos sino aún más producción vía un “efecto multiplicador.” Por lo tanto, los keynesianos afirman que aún el gasto gubernamental para emplear a personas que caven fosas en la tierra para luego rellenarlas otra vez, tiene efectos beneficiosos; aunque los excavadores no crean nada de valor, el efecto multiplicador es puesto en movimiento a medida que ellos gasten su ingreso recientemente adquirido en los bienes de consumo recientemente producidos por otros. Tal teorización nunca hizo frente directamente a la razón subyacente de la ociosidad inicial del trabajo y de otros recursos. Si los trabajadores desean trabajar pero no pueden encontrar un empleador que desee emplearlos, es porque no están dispuestos a trabajar a un salario que haga que su contratación sea valiosa para el empleador. El desempleo aparece cuando el nivel salarial es demasiado alto para “limpiar el mercado.” Los Keynesianos inventaron extrañas razones por las cuales el mercado laboral no se “limpiaba” durante la Gran Depresión y entonces continuaban aceptando tales razonamientos mucho después de que la depresión se hubiese decolorado en la historia. Pero cuando los mercados laborales no se han “limpiado”, tanto durante los años 30 como en otras ocasiones, las causas puede ser encontradas generalmente en las políticas gubernamentales—como la Ley de recuperación de la Industria Nacional de 1933, la Ley Nacional de las Relaciones Laborales de 1935, y la Ley de los Estándares Laborales Justos de 1938, entre muchas otras—que obstruyen la operación normal del mercado laboral. Así pues, las políticas del gobierno crearon un alto desempleo sostenido, y los keynesianos culparon al mercado. Los keynesianos entonces le adjudicaron a los déficits gubernamentales de los tiempos de guerra el sacar a la economía fuera de la Gran Depresión y continuaron apoyando los gastos en defensa para prevenir otro colapso económico. De esta manera, la economía sana fue substituida por ideas económicas agradables a los políticos del despilfarro, a los contratistas de la defensa, a los sindicatos, y a los economistas de la izquierda-liberal. Cuánto mejor habría sido si la sabiduría de Ludwig Von Mises

hubiese ganado los corazones. En Nación, Estado, y Economía (1919), Von Misses dijo, “La prosperidad de la guerra es como la prosperidad que proviene de un terremoto o de una plaga.” La analogía era válida en la Primera Guerra Mundial, en la Segunda Guerra Mundial, y durante la Guerra Fría. Sigue siendo válida en la actualidad.

5. Corrientes críticas de la macroeconomía de Keynes

a) Escuela Monetarista de Friedman, Brunner y Metlzer en 1960.

b) Nueva Economía Clásica y las expectativas racionales en 1970, con R.E. Lucas y Thomas J. Sargent.

c) La Escuela del Ciclo Económico Real (RBC Theory) (1980), con F. Kydland, E. Prescot y C. Plosser.

Estos movimientos o corrientes desembocan en los años 90 con lo que se ha venido a llamar la Nueva Síntesis Neoclásica, que unifica importantes elementos de la Teoría del Ciclo Económico Real con otros elementos de los modelos neokeynesianos de los 80`s.

Las tres corrientes críticas comentadas, que surgen en un momento de madurez de la Teoría Keynesiana, puesta en práctica en la aplicación de políticas económicas, tuvieron una gran influencia, generalizándose durante un largo periodo de tiempo el escepticismo hacia el papel-intervención del Estado. ¿Cómo se hicieron importantes estas corrientes? Cuando surgió un problema real de política pública que las políticas keynesianas no habían previsto: crecimiento sostenido de la inflación en EUA y otras economías desarrolladas, desde 1960 hasta principios de los 80`s. Estamos ante un problema económico nuevo: la inflación crónica (que sigue a una época anterior de relativa estabilidad de precios), al que el modelo de Keynes basado en el manejo de la demanda agregada no puede dar respuesta. Se critica por tanto la debilidad del modelo “simplista” de Keynes, y se destaca la “no efectividad” del estímulo de la demanda sobre el nivel general de precios. ¿A qué se debe este fallo?, se pregunta Michael Woodford, ¿a un defecto conceptual del modelo de Keynes? ¿o a una mala lectura de las condiciones del momento resultado del oportunismo político? optando por señalar como una de las causas cambios en la economía, cuya ocurrencia no invalida el modelo keynesiano. Según Woodford, el hecho de que las directrices cuantitativas sean inestables en el tiempo, no

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necesariamente invalida las bases objetivas o conceptuales de los modelos que sustentan las políticas keynesianas. Sin embargo, en la década de los 60 se cuestionó la capacidad de los modelos cuantitativos disponibles para manejar con precisión el performance de la economía agregada. En este periodo se fortalece la atención hacia la estabilidad de precios en el largo plazo como objetivo de la política económica. Este giro en política exige o necesita de nuevos modelos que trabajen sobre variables que habían sido ignoradas o no consideradas en los modelos keynesianos.

El estímulo de las críticas al keynesianismo, nace de tres fuentes fundamentales:

a) Necesidad de un modelo que explique la relación entre política macro y sus efectos sobre el nivel general de precios.

b) El olvido de los modelos keynesianos del carácter endógeno de las expectativas y de los determinantes del coste de la oferta

c) El persistente problema conceptual sobre la relación entre la macro y la microeconomía.

Profundizamos a continuación en las críticas, aportes y resultados de cada una de las tres corrientes críticas del keynesianismo mencionadas.

a) Los Monetaristas (1960-70: Friedman-Brunner)

Sus críticas hacia el Keynesianismo se centran sobretodo en tres aspectos:

a) Su omisión a las variaciones de la oferta monetaria como determinante del gasto agregado, y su excesivo énfasis en otros factores de variación

b) Su fe exagerada en la utilidad de la política fiscal

c) Su exclusivo énfasis sobre consecuencias de las políticas en el corto plazo.

Los monetaristas por su parte, asignarán mucha más trascendencia a la política monetaria que a la política fiscal, y analizarán la relación entre oferta monetaria e inflación. Mientras Keynes considera que al incrementar la masa monetaria se hace descender la tasa de interés alentando la realización de inversiones, los monetaristas sostienen que esto

ocurre en el corto plazo por generar una ilusión monetaria, pero en el largo plazo se ingresará en un período inflacionario. Estos defenderán que un incremento de la oferta monetaria se traduce en un incremento proporcional de los precios, que se produce por un aumento mas acelerado en la cantidad de dinero que de la producción. Como señala Woodford, los keynesianos no tenían como principio fundamental negar la efectividad de la política monetaria. Lo que Keynes defendió o estableció es que el estímulo monetario no hubiera sido de ayuda para salir de la depresión (no olvidemos que cuando Keynes toma fuerza en el mercado con su política económica es justo para hacer frente a la Gran Depresión del 29), es decir, por circunstancias especiales del periodo. Muchos estaban de acuerdo en que la política monetaria debería afectar al gasto agregado en principio, pero los cálculos econométricos implicaban que los efectos eran débiles y por tanto la hacían menos importante que la política fiscal. Más fundamentada, señala Woodford, está la critica monetarista sobre la Teoría keynesiana en el exclusivo énfasis de esta última en las consecuencias en el corto plazo de las políticas aplicadas; mientras los monetaristas destacaban los efectos de las políticas en el largo plazo, una vez que salarios y precios han alcanzado su nivel de equilibrio. La preocupación de los monetaristas en el largo plazo significa en particular que ellos establecen que la situación de inflación es consecuencia de un estímulo sostenido de la demanda agregada y de la incapacidad de las políticas basadas en el manejo de la demanda agregada (foco principal de la política económica de Keynes) de influir sobre los ingresos o el empleo, salvo de una forma transitoria. Realmente se pone de manifiesto en los 70`s que las políticas que actúan sobre la demanda agregada fallan en el mantenimiento del empleo elevado y en el control de la inflación. Directamente vinculado con el interés de los monetaristas por los efectos en el largo plazo, está el nuevo énfasis que pondrán sobre el papel de las expectativas en muchas relaciones estructurales. Mientras Keynes en su énfasis en el corto plazo adoptó un modelo de análisis en el que las expectativas en un momento determinado eran variables dadas, el análisis monetarista considera el ajuste de las expectativas en el tiempo como uno de los aspectos en los cuales una economía debería ajustar su posición de equilibrio competitivo. Los monetaristas serán los primeros en incorporar modelos explícitos sobre el ajuste de expectativas en respuesta a la experiencia en el análisis macro, bajo su asunción de que lo importante de una teoría era su capacidad de predicción. La aplicación más

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importante de esta idea, según señala Woodford será precisamente la predicción de Milton Friedman de la inestabilidad de la curva de Philips (1967). Mientras en la década de los 60`s, basándose en la evidencia empírica que ya existía, muchos keynesianos creían que existía un intercambio fiable entre desempleo e inflación incluso en el largo plazo, Friedman sostiene que el “aparente intercambio” desaparecería rápidamente si las autoridades económicas lo explotaban. Friedman tendría razón y a mediados de los 70`s había unanimidad en la aceptación de que no existía ningún intercambio en el largo plazo entre desempleo e inflación. Así Friedman introducirá la curva de Philips modificada: según Friedman, en el corto plazo el intercambio entre distintas alternativas de empleo e inflación depende de la tasa de inflación que espera la gente (expectativas de la tasa de inflación) y que la aparente estabilidad de esta relación en los datos históricos sólo refleja la relativa estabilidad de expectativas de inflación en el periodo en que los precios se han mantenido estables. Una política económica expansiva de efectos inflacionistas que es anticipada por los agentes económicos provoca un reajuste en sus expectativas, por lo que el coste en términos de inflación de reducir el desempleo crece con el tiempo, o lo que es lo mismo, un constante incremento de la tasa de inflación iría asociado con un nivel de empleo no superior al que podría obtenerse con precios estables, y en el largo plazo la tasa de desempleo, según Friedman, no puede ser otra que su tasa natural. De tal modo, que la curva de Philips no es estable, sino que se desplaza cuando se revisan las expectativas de inflación, no habiendo a la larga un “trade-off” duradero entre inflación y desempleo. Así, en el largo plazo, la curva de Philips es una recta vertical. Resultados del aporte monetarista:

a) Las predicciones de Friedman se confirmaron en las décadas de los 70`s y 80`s, y por tanto la importancia de tener en cuenta las expectativas también.

b) La crítica monetarista fue muy influyente y llegó a ser la nueva ortodoxia de medidos de los 70`s. Actualmente los defensores de una política de estabilización activa también consideran la política monetaria, más que la fiscal.

c) El énfasis monetarista sobre los efectos de largo plazo de la política representa claramente un importante suplemento al análisis cortoplacista de Keynes. Y desde la aceleración de la inflación

en casi todos los países industrializados durante los 70`s, pocos economistas y políticos dudan de que las consecuencias de una política macro que actúe sobre la inflación debe ser una preocupación importante. Pero esta victoria de la contrarrevolución monetarista no supuso la desaparición de la economía keynesiana, sino que los modelos keynesianos de los 70`s incorporaron las principales aportaciones monetaristas, resultando una nueva síntesis, que mantiene los modelos keynesianos “adornados” para incorporar las apreciaciones monetaristas, añadiendo variables adicionales y estructuras dinámicas adicionales.

b) La Nueva Economía Clásica (1970-Lucas / Sargent)

La Segunda ola de ataque al keynesianismo viene de la mano de Lucas, Sargent y sus coautores a principios de los 70`s. Estos autores destacan el papel de las expectativas como elemento crucial de las relaciones estructurales de los modelos macro. Así propusieron que estas fueran modeladas, no por una función especial de la experiencia pasada (como hicieron los monetaristas), sino asumiendo que las expectativas de los agentes coinciden en todo momento con lo que su modelo económico implica que debería ocurrir (al menos de media). Su principal argumento de crítica hacia el keynesianismo era que la economía keynesiana había olvidado las implicaciones de la influencia de las expectativas sobre el comportamiento de los agentes económicos. Lo que hace la Nueva Economía Clásica es sustituir la hipótesis de las expectativas adaptativas por la de expectativas racionales. Mientras las expectativas adaptativas, para predecir lo que sucederá en un futuro, sólo tienen en cuenta lo que ha ocurrido en el pasado (si la inflación ha sido alta en el pasado, los agentes pueden esperar que sea alta en el futuro), las expectativas racionales utilizan toda la información disponible por el individuo. Los nuevos clásicos sostenían que lo correcto era suponer que los agentes forman sus expectativas de la forma más racional posible, basándose en toda la información disponible. El concepto de expectativas racionales tiene una implicación trascendental para la modelización macro, que es central en la economía moderna, y representaba una extensión del contexto de coordinación intertemporal dentro del concepto de equilibrio. La mayor parte de las decisiones de consumo y producción tienen una naturaleza intertemporal, y por tanto, los eventos presentes y futuros son determinantes de las mismas. Cuando

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aparece nueva información relevante, los agentes modifican sus decisiones. En principio la hipótesis de expectativas racionales se desarrolló en un contexto micro y después se integra en el análisis macro.

6. La Teoría de las Expectativas Racionales

La Teoría de las Expectativas Racionales es propuesta por John F. Muth y desarrollada por Lucas con Sargent. Su modelo se basa en el supuesto de que la gente aprende de sus propios errores. Las predicciones del público pueden ser erradas, pero sus errores no son sistemáticos sino aleatorios. Efecto práctico de esto: por ejemplo, si esperan un aumento de la inflación, los agentes tenderán a ajustar los salarios y los precios, de manera que se producirá un alza general de precios, por lo que la política económica debería generar expectativas que en vez de generar mayores presiones inflacionarias o deflacionarias, induzcan a la estabilidad. Esta consideración tendrá consecuencias radicales. Así, tenemos la “proposición de política irrelevante” de Sargent, según la cual ninguna política de gobierno sería capaz de alterar los precios de forma distinta a lo que se espera que sean, y por tanto el uso de la demanda agregada como medida de política económica no puede esperar “sorprender”.

Implicaciones fundamentales de esta corriente:

a) Al igual que los monetaristas, la crítica neoclásica tuvo un profundo efecto sobre la política macro. El reconocimiento de que el “comportamiento” económico es una referencia en el largo plazo y que los efectos de la política del gobierno sobre las expectativas son críticas para los efectos globales es fundamental en las formas actuales de pensar en política monetaria y fiscal. Por ejemplo, es actualmente aceptado en las discusiones de los Bancos Centrales que la forma en que la política es percibida por el público debería ser una preocupación crítica de estos organismos. Si los agentes forman sus expectativas de forma racional hay que concebir la política económica como un “juego” entre las autoridades económicas y el resto de agentes que forman la economía (sector privado), puesto que sus efectos van a depender de la reacción de estos últimos ante la misma. Precisamente, según señala Woodford, un fallo en la coordinación entre el sector privado y los gobiernos explica la trampa en que muchas autoridades económicas se encontraron en los 70`s.

b) Lucas argumenta que los modelos de corte keynesiano, al no incorporar explícitamente las expectativas, son formas reducidas de los modelos estructurales, que sí las toman en consideración. En los modelos estructurales los parámetros cambian al mismo tiempo que los agentes económicos ajustan sus expectativas y comportamiento al nuevo escenario de política económica. Los modelos se construyen a partir de la conducta de los agentes racionales que optimizan sus decisiones => fundamentación micro. La asunción de las expectativas racionales como un mecanismos de modelización forma parte ahora de la ortodoxia, y los modelos económicos con fundamentos explícitos en la optimización del comportamiento intertemporal están generalmente aceptados (al menos como ideal). Sin embargo, esto no significa que el modelo específico de los nuevos clásicos del ciclo económico y sus implicaciones sobre las posibilidades de políticas de estabilización esté actualmente aceptado de forma generalizada. La teoría de las expectativas racionales sostiene que no puede existir ningún ciclo determinista, dado que esto conduciría a oportunidades de arbitraje que serían aprovechadas por agentes económicos racionales y por tanto acabarían con la dinámica de ciclo, de ahí que el modelo de Lucas tratara de explicar por qué las fluctuaciones económicas no deberían constituir un problema significativo. Pero el modelo de Lucas no podía explicar el carácter de las fluctuaciones de la actividad económica observada que se seguían produciendo.

c) Los modelos neokeynesianos han incorporado las expectativas racionales, por lo que han modificado sus recomendaciones en materia de política económica. Estos modelos adaptados se desarrollaron desde finales de los 70`s y han tenido mucho más éxito que los puros de los nuevos clásicos. Versiones de estos modelos adaptados son usados para el análisis de políticas en muchos Bancos Centrales.

c) The RBC Theory o La Teoría del Ciclo Económico

Es el ataque más reciente a la macro keynesiana, esta teoría fue desarrollada en 1980 por Kydland, Prescott y C. Plosser y sus estudiantes y colaboradores. Se presenta como una teoría radical sobre las fluctuaciones del ciclo económico que nada tiene que ver con lo establecido por teorías anteriores. Esta teoría propone que los ciclos económicos no indican ningún fallo en el mecanismo

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del mercado, sino que se deben a una eficiente respuesta a variaciones exógenas en el tiempo en las oportunidades de producción. No le asignará ninguna importancia, por tanto, ni a los factores monetarios, ni a los fiscales, u otras variables nominales como explicativas de las fluctuaciones económicas. Los modelos de RBC implican que la política monetaria no tiene efectos sobre la economía, ni para bien ni para mal.

¿Cómo surge esta Teoría?

a) Por la debilidad del modelo del ciclo de Lucas.

b) Por los efectos económicos de las dos crisis del petróleo de los 70`s que hace a las economías más receptivas a las hipótesis de que los disturbios reales en el coste de los productos es una fuente importante de inestabilidad económica.

Esta nueva teoría ofrecerá una nueva metodología para el análisis teórico y empírico: modelos cuantitativos que pretenden describir/representar literalmente la economía (métodos de calibración), basados en el uso de la metodología intertemporal del equilibrio.

Implicaciones de esta nueva Teoría:

a) Woodford señala que quizás es pronto para concluir un juicio sobre el impacto de este trabajo, aunque puede avanzarse que algunas de las innovaciones metodológicas están siendo ampliamente adoptadas.

b) Asimismo es importante el efecto que esta teoría está teniendo en direccionar la atención hacia la modelización de los determinantes de la oferta, un aspecto de considerable importancia en las dinámicas macro.

c) El punto de partida de los modelos de la teoría RBC es el supuesto de que la economía está sujeta a perturbaciones aleatorias que proceden del lado de la oferta, principalmente grandes fluctuaciones en la tasa del progreso tecnológico.

Estas perturbaciones en la función de producción provocan fluctuaciones en los precios relativos a los cuales responden los agentes racionales a través de sus elecciones intertemporales. De acuerdo con este enfoque, las fluctuaciones que se observan en el nivel de producción y empleo son fenómenos de equilibrio que se derivan del comportamiento

racional de los agentes económicos ante cambios en el entorno económico.

La principal implicación que se deriva de este enfoque es que la existencia de fluctuaciones en el nivel de producción no implica que nos mercados no estén en equilibrio, por lo que los gobiernos no deberían intentar reducir esas fluctuaciones con políticas de estabilización. Así llegamos a los años 90`s. Años testigo del desarrollo de lo que se ha venido a llamar “Nueva Síntesis Neoclásica”, que une importantes elementos de la teoría RBC con otros de los neokeynesianos de los 80`s (que como vimos fueron incorporando parte de los elementos introducidos por monetaristas y nuevos clásicos).

7. ¿Quién fue John Maynard Keynes (1883-1946)?

Economista inglés que ha ejercido gran influencia sobre la ciencia económica burguesa actual; profesor en la Universidad de Cambridge, presidente de una gran compañía de seguros inglesa, autor de varios trabajos sobre problemas generales de la teoría económica, de la teoría del dinero y de la circulación monetaria. El libro más difundido de Keynes es el titulado “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” (1936), en el que se expone la teoría del capitalismo regulado”. La esencia de la teoría keynesiana estriba en que el Estado burgués, con el fin de conservar y consolidar el régimen capitalista, debe intervenir activamente en la vida económica y asegurar elevadas ganancias a los monopolios capitalistas más importantes. Para ello, a juicio de Keynes, hay que fundar y ampliar empresas capitalistas a cuenta del presupuesto estatal, hay que prestar ayuda financiera a los monopolios. No es pequeño el papel que confiere Keynes al desarrollo de las industrias de guerra con el fin de aumentar el empleo de la población y disminuir el crecimiento del paro forzoso. Para llevar a cabo estas medidas, Keynes y sus partidarios proponen elevar los impuestos que pagan los trabajadores, intensificar más aun el trabajo de los obreros. Desde el punto de vista de Keynes, las crisis económicas pueden superarse regulando la circulación monetaria. Para que se eleve la ocupación y se amplíe la producción, propugnaba Keynes que el Estado asegurara el incremento de la rentabilidad del capital disminuyendo el salario real de los trabajadores, redujera el tipo de interés, recurriera a la inflación, mantuviera una política de militarización de la economía a costa de los recursos estatales, aumentara los gastos con otros fines no productivos. Entendía Keynes que el Estado burgués

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puede reducir el paro forzoso si se regula el consumo, la inversión de capital en la producción y el nivel del tipo de interés. Keynes y sus partidarios (el inglés Beveridge, los norteamericanos Hansen, Chase y otros) se han manifestado como apologistas del capitalismo monopolista de Estado. Los keynesianos creen que para aumentar la producción y el empleo de los obreros hay que asegurar altas ganancias y elevar el consumo no productivo de los capitalistas. Al mismo tiempo, propugnan que el Estado burgués utilice a los desocupados en obras públicas, que han de contribuir a que se incorpore fuerza de trabajo adicional y a que aumente la demanda de artículos de consumo.

La idea de Keynes sobre la organización de trabajos públicos obligatorios encontró su aplicación práctica más completa en la Alemania hitleriana. Ahora bien, el que los capitalistas, según recomiendan los keynesianos, aumenten el consumo personal de artículos de lujo no puede provocar ningún aumento significativo de la demanda ni, por tanto, puede influir seriamente en el volumen de la producción. Bajo el capitalismo, los consumidores fundamentales son las masas trabajadoras, y sólo es posible aumentar en gran escala la demanda de bienes de consumo elevando el bienestar de las amplias masas populares, cosa que el keynesianismo no prevé. Carecen de base científica las tentativas de los keynesianos en el sentido de explicar por motivos psicológicos las crisis de superproducción, las fluctuaciones de los precios en el mercado, etc., así como el asignar al tipo de interés un papel extraordinario en la economía del mundo capitalista. Las concepciones económicas de Keynes figuran en la base de la teoría de la “economía dirigida”, teoría difundida en el mundo capitalista y que han incorporado también a su arsenal, los socialistas de derecha y los revisionistas. Todos los escritos importantes de Keynes sobre economía estuvieron instigados por los problemas económicos de su época y fueron como intentos de desarrollar principios generales, de los que deducir soluciones para dichos problemas. Su primer libro Moneda india y finanzas de 1913, contiene un análisis del patrón monetario conocido en el nombre de gold-excange standard (patrón oro de cambio), bajo el que todos los países fijan su moneda con respecto a un país que siga el patrón oro. De este trabajo procede el interés de Keynes por la economía monetaria, que le duró toda su vida. El gran conocimiento que tenía del patrón oro de cambio, le colocó en una posición privilegiada cuando empezó a utilizarse este, ampliamente, en la década de 1920. Silvio Gesell, Arthur C. Pigou, Alfred Marshall, Adam Smith, David

Ricardo, Karl Marx y Thomas Malthus influenciaron en la obra de Keynes.

8. El Pensamiento Económico y Keynes

El principal problema que enfrentaba el mundo de los años 30 era el enorme desempleo. Frente a esto, la tradición de la economía clásica planteaba que, por tratarse de una cuestión puntual, el desequilibrio momentáneo se ajustaría automáticamente por medio de una baja en los salarios. Keynes, sin embargo, discrepaba por completo: la economía se podía encontrar en equilibrio, pero con un alto nivel de desempleo. Para él, la desocupación existente en Inglaterra, lejos de ser puntual, era estructural. Frente a esto, la autoridad debía hacer un enérgico uso de la política fiscal (impuestos y gastos gubernamentales) para "desatascar" la economía. En el fondo, lo que proponía era que el Estado complementara el mecanismo de mercado del sector privado, que no conseguía resolver por sí mismo el problema de la ocupación. El planteamiento general que hizo Keynes en materia económica es que se debía incrementar el gasto público en los períodos de recesión -haciendo que el Estado incurriera en un déficit- para generar demanda adicional que estimulara la inversión y disminuyera el desempleo. De esta forma, Keynes confiaba en que el gobierno podía moderar y hasta eliminar los ciclos económicos interviniendo en la economía. La importancia de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero fue tal que, para muchos, funda la macroeconomía, una de las ramas de la teoría económica moderna, dedicada a explorar las relaciones entre los grandes agregados de la renta nacional. Otro aspecto fundamental en la economía keynesiana es el papel que juegan las expectativas sobre el ciclo económico. El autor consideraba que éstas -las cuales dependen exclusivamente de factores psicológicos- tienen efectos importantísimos sobre la inversión y, por tanto, sobre la economía en general. Sin embargo, las decisiones de ahorro las toman los individuos en función de sus ingresos, mientras que las decisiones de inversión las toman los empresarios en función de sus expectativas. De este modo, no hay ninguna razón para que el ahorro y la inversión coincidan, como lo había señalado la mayor parte de los economistas clásicos. Así, cuando las expectativas de los empresarios son favorables, éstos están más dispuestos a realizar proyectos de inversión, lo que provoca una fase expansiva y un gran crecimiento a la economía. Por el contrario, cuando las expectativas son desfavorables, la contracción de la demanda puede provocar una depresión. Y es precisamente ante

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esto que el Estado puede impedir la caída de la demanda aumentando sus propios gastos. En cualquier caso, lo que Keynes quiso transmitir es que el futuro era desconocido y "desconocible" -en el sentido de que no puede inferirse racionalmente-, debido a que está fuertemente marcado por variables psicológicas. Al hacer esta observación puso una enorme interrogante a la capacidad de realizar pronósticos útiles en la economía. El prestigio alcanzado por John Maynard Keynes fue tal que el Rey Jorge VI le nombró barón en 1942, ingresando en la Cámara de los Lores. Durante su vida, Keynes había ocupado altos cargos en la administración británica, como el de consejero financiero de la Corona y gobernador del Banco de Inglaterra. Al final de su vida también colaboró con el plan británico de la Conferencia de Bretton Woods, en 1943, cuyo objetivo era evitar desórdenes monetarios como los sucedidos antes de la Segunda Guerra Mundial. Para ello se propuso la creación de un banco internacional que regulara la oferta monetaria, lo que dio origen al Fondo Monetario Internacional. Keynes murió tres años después, en 1946, en Sussex. Si bien se podría decir que la revolución keynesiana no consistió en construir un nuevo edificio teórico, sino que más bien se limitó a ordenar el sistema económico heredado, es incuestionable que Keynes removió tanto la política como el análisis económico. Con el paso de los años sus ideas fueron penetrando en el mundo académico y en las políticas económicas de los países del mundo occidental. Muchos vieron con entusiasmo una política capaz de darle un segundo aire al sistema capitalista después de la crisis, e incluso los socialdemócratas miraron con interés una doctrina que propiciaba la intervención del Estado en la economía. Sólo los más liberales se opusieron con fuerza a sus ideas intervencionistas

Keynes dividió la demanda de dinero en dos partes diferentes:

a) La demanda para transacciones o saldos activos para satisfacer los motivos de transacción y precaución que llevan a mantener saldos en efectivo.

b) La demanda de saldos ociosos o de activos para satisfacer un motivo de especulación. Keynes calificó esas demandas M1 y M2 respectivamente. Fue en relación con la demanda.

Por motivo de especulación que Keynes consideró explícitamente el rendimiento de los activos que compiten con el dinero en las carteras del público.

Keynes adujo que los individuos toman las decisiones de cartera después de haber comparado los intereses que no recibirían si mantienen dinero con la ganancia o pérdida de capital previstas si mantienen bonos. Este último aspecto depende de las previsiones que hagan en cuanto a los movimientos de los precios de los bonos y el grado de certeza que atribuyan a las expectativas. Según Keynes, se formulan esas expectativas mediante la comparación del tipo de interés corriente con algún tipo previsto "normal" o que pueda mantenerse permanentemente. Si el tipo de interés observado es más alto que el tipo de interés normal, el público esperará que baje. Ahora Bien, como los precios de los bonos varían en proporción inversa al rendimiento, la expectativa de que bajen los tipos de interés significa un posible incremento de los precios de los bonos y, por consiguiente ganancias de capital. Cuanto más alto sea el tipo de interés corriente mayor será la magnitud de las ganancias de capital previstas. ¿Por qué? Porque cuanto mayor sea la diferencia entre el tipo de interés corriente y el que quepa esperar que se mantenga, mayor será la probabilidad de que baje el tipo de interés (subirá el precio de los bonos) y mayor será la magnitud en que cabe esperar que baje. Así, pues, cuanto más alto sea el rendimiento corriente, más costoso son los saldos ociosos en relación con las ganancias de capital previstas a que se renuncia y con los intereses que no se obtienen. En consecuencia, menor será la cantidad de dinero demandada para satisfacer el motivo especulación. Siguiendo ese mismo razonamiento, si el tipo de interés observado es inferior al tipo normal previsto, las expectativas de que aumente el rendimiento de los bonos y disminuya el precio de los mismos hace que el dinero en efectivo sea el activo preferido en las carteras del público. A la persona que prevea la baja de los bonos a un ritmo que compense con creces el interés que devengan se le ofrecerá un aliciente para mantener saldos en efectivo cuyo rendimiento es cero, en lugar de bonos demasiado caros. En general, cuanto más bajo sea el tipo de interés corriente, más unánimes serán las expectativas de que suban ulteriormente, lo que haría incurrir en pérdidas de capital a los titulares de los bonos. Así, pues cuanto más bajo sea el tipo de interés corriente mayor será el número de personas que prefieran mantener saldos en efectivo en lugar de bonos y, por consiguiente, mayor será la cantidad total demandada de dinero. La agregación de todas las decisiones de cartera individuales describe una curva hacia abajo, M2= f(r), que relaciona la cantidad demandada de saldos especulativos o de activos con el tipo de interés corriente. En cuanto a

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los saldos para transacciones en la demanda total de dinero, es decir, la parte que se mantiene los keynesianos sostuvieron que la función de demanda de dinero es muy inestable y se desplaza erráticamente ante el efecto de las expectativas volátiles del mercado. En segundo lugar, los keynesianos consideraron que, en periodos de grave depresión, la función de demanda de dinero pasaría a ser horizontal (infinitamente elástica) al llegar a un determinado tipo de interés mínimo. Indicaron que existía un nivel crítico de tipo de interés positivo tan bajo que si el tipo corriente bajase efectivamente a ese nivel, no cabría prever un descenso mayor y todo el mundo esperaría una subida. Dicho de otro modo, habría unanimidad en que bajarían los precios de los bonos. El dinero en efectivo pasaría a ser un sustituto perfecto de las tenencias de bonos, y la demanda de dinero sería insaciable, es decir, infinitamente sensible a la más ligera variación del tipo de interés. Keynes calificó esa condición patológica de preferencia absoluta por la liquidez. En dichas condiciones todo aumento de la oferta de dinero quedaría completamente absorbido en saldos de dinero ocioso, sin que se redujeran los tipos de interés. Así, pues, si el banco central intervenía para aumentar la oferta de dinero mediante la compra de bonos en el mercado abierto, la menor cotización al alza de los precio de los bonos llevaría sencillamente a que el público vendiese los bonos en su poder al banco central y absorbiese el producto en efectivo y de la venta efectuada. Puesto que, alcanzado el nivel mínimo del tipo de interés, la demanda de dinero efectivo es insaciable y la disposición a vender bonos absoluta, por cuantiosas que fueran las operaciones de mercado abierto no habría forma de sobreponerse a la preferencia absoluta por la liquidez ni de lograr por medio alguno que los tipos de interés alcanzasen un nivel inferior. Los economistas keynesianos señalaron que tanto la inestabilidad como el carácter infinitamente elástico de la función de demanda de dinero tenían repercusiones desfavorables para la política. La inestabilidad de la función de demanda de dinero significaba que era imposible prever con exactitud los efectos de la política monetaria. Ante una función de demanda de dinero volátil e imprevisible, las autoridades no podrían saber nunca si las variaciones de la demanda ampliarían o anularían las variaciones de la oferta de dinero inducidas por las medidas de política. Además, aun en el caso de que las autoridades monetarias pudieran pronosticar el comportamiento de la demanda de dinero, la política monetaria seguiría siendo ineficaz en condiciones de preferencia absoluta por la liquidez. En este último caso, los incrementos de la oferta de

dinero no influirían en el ingreso nominal ni en la actividad económica por el intermedio del tipo de interés. Como los tenedores de saldos en efectivo no estarían dispuestos a comprar bonos, no subirían los precios de éstos y, por consiguiente, tampoco bajarían los tipos de interés para estimular el gasto de inversión. Además la inyección monetaria no entraría en la corriente de gasto. Por el contrario, toda creación de dinero quedaría absorbida por los saldos de dinero ocioso, es decir, la economía habría caído presa en la trampa de la liquidez. En resumen, los economistas keynesianos argumentaron que, en períodos de grave depresión económica, las variaciones de la masa monetaria quedarían anuladas por variaciones compensatorias de la velocidad.

9. La Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero

La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero se considera el trabajo magistral de John Maynard Keynes. En gran medida, creó la terminología de la moderna macroeconomía. Se publicó en febrero del 1936, en una época marcada por la Gran Depresión Estadounidense. El libro desencadenó una revolución en el pensamiento económico, comúnmente denominada la "Revolución Keynesiana", en la forma en la que los economistas pensaban en el fenómeno económico, y especialmente en cómo pensaban acerca de la viabilidad y conveniencia de la gestión del sector público del nivel agregado de la demanda en la economía. En el libro de Keynes, «Ensayos en Persuasión», el autor recordó sus frustrados intentos por influir en la opinión pública durante la Gran Depresión, a comienzos de los años treinta.

La "Teoría General", representó los intentos de Keynes para cambiar la opinión general en el pensamiento que existía en el entorno macroeconómico. Resumiendo, la "Teoría General" argumentaba que el nivel de empleo en la economía moderna estaba determinado por tres factores:

a) La inclinación marginal a consumir (el porcentaje de cualquier incremento en la renta que la gente destina para gasto en bienes y servicios),

b) La eficiencia marginal del capital (dependiente de los incrementos en las tasas de retorno),

c) La tasa de interés.

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El argumento clave en el pensamiento de Keynes es que una economía debilitada por la baja demanda (como por ejemplo, en una depresión), donde hay un problema desencadenante (dificultad en conseguir una economía que crezca vigorosamente), entonces el gobierno (más concretamente el sector público) puede incrementar la demanda agregada, incrementando sus gastos (aunque se incurra en déficit público), sin que el sector público incremente la tasa de interés lo suficiente como para minar la eficacia de esta política. Keynes previó en la "Teoría General" que su libro probablemente iba a liderar una revolución en la forma que los empresarios pensarían sobre los temas de interés público, y el pensamiento keynesiano (los intentos del gobierno intentando influir en la demanda a través de los impuestos, el gasto público, y la política monetaria) fue muy influyente en la época de la postguerra tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la estanflación de la década de 1970 hizo que el enfoque intervencionista keynesiano perdiera su atracción en los círculos políticos y de los teóricos económicos. En la mayoría de las economías, se comenzó a creer que el manejo keynesiano de la demanda era complejo, y que acarreaba sutiles daños en la economía, como deteriorar los beneficios de un presupuesto público equilibrado, así como favorecer la inflación. Hasta cierto punto, la teoría keynesiana sufrió debido a su propio éxito en la postguerra, durante la que terminó con largos periodos de paro y pérdida de producción. De todas las maneras, el keynesianismo todavía existe en la forma de la denominada Nueva Economía Keynesiana, que intenta combinar la economía neoclásica con algunas conclusiones de la política keynesiana. Además, Keynes fue un maravilloso comunicador de la lengua inglesa, con una escritura muy fluida que se evidencia a veces en la "Teoría General". Un ejemplo es en el que habla del "Estado de las Expectativas a largo plazo", que es considerado por muchos como un ejemplo de los mejores textos sobre bolsa. Sin embargo, gran parte del libro muestra el peor Keynes a la hora de usar el lenguaje, con frases complejas y largas, que no son nada características del estilo de escritura de otras obras previas. La "Teoría General" es la respuesta crítica más fuerte que se hizo al Tratado de Versalles, es todo un clásico, y se convirtió en un libro básico de referencia para comprender los problemas y tensiones del momento, fue una obra que sirvió como justificación a los países desfavorecidos para criticar la dureza del Tratado, y a su vez hizo sentir vergüenza y remordimiento a los vencedores que impusieron esta “Paz Cartaginesa”. Así pues, dicha obra es considerada como el ataque

más influyente y brillante contra el Tratado de Paz “impuesto”, nunca mejor dicho, a los alemanes, pues ellos no estuvieron presentes en las negociaciones, y tampoco tuvieron una opción real de respuesta. Keynes, que había formado parte del tesoro británico en las negociaciones de paz, tras dimitir de su puesto por lo que veía que iba a suceder, intentó hacer ver a la opinión pública la insensatez y consecuencias graves del Tratado, y sobretodo, como él mismo indica, dirigiéndose a la nueva generación la cual para el todavía esta en silencio; pero debía comenzar a hablar y rechazar lo que sucedía para poder construir un porvenir mejor y más digno del que gracias al Tratado se iba a tener. Para Keynes la paz que se había trazado tendría consecuencias catastróficas, no solo para los vencidos sino para toda Europa, pues consideraba que el funcionamiento de Europa era unitario, y si se le extirpaba Alemania, parte fundamental del engranaje, todo se iría a pique y se vivirían los momentos más dramáticos y oscuros de la historia. En el libro, Keynes critica tanto la postura francesa, más explícita de revanchismo contra los Alemania, de querer hundirla y que no se recupere, como la postura británica, en la cual parece desentenderse de los problemas europeos como si no formaran parte de Europa, algo que para el autor es incomprensible e intolerable. No se cansa a lo largo de todo el texto de calificar negativamente el Tratado, lo critica desde todos los aspectos, tachándolo entre otras cosas de vil, perverso, injusto, excesivo, destructor, insano, egoísta, mezquino... Pero sobretodo, Keynes se centra en las cláusulas económicas que contiene, pues gracias a ellas el mundo se hundirá y entraría en la fase más critica que el hombre habría conocido. Estas cláusulas intentan exclusivamente llevar a la ruina a Alemania, destruirla, desestructurar todo su sistema económico, para que así jamás volviera a ser una amenaza, intentan “reducir a Alemania a la servidumbre [...], envilecer la vida de millones de seres humanos y privar a toda una nación de felicidad”, y todo ello, tan solo para enriquecerse, quedarse tranquilos y apagar la sed de revancha de los países vencedores, y con la única justificación moral de haber triunfado en el conflicto bélico. Para Keynes, la paz debería poner las bases de la reconstrucción económica de Europa, crear el ambiente idóneo para la recuperación de los países devastados por la guerra, a su vez servir de bálsamo a las tensiones internas de los países sedando y tranquilizando las opiniones públicas, muy radicalizadas y en un ambiente tenso y muy nacionalista. Debería crear un futuro lleno de esperanza y no volver la vista al pasado, cerrar las

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heridas de una guerra que hasta ese momento había sido la más devastadora de la historia, y crear un caldo de cultivo para la cooperación, solidaridad y el dialogo. Pero todo ello, se frustro en París, se inclino todo hacía el lado contrario, y solo sirvió para tensar la cuerda, el ambiente y garantizar la ruina total del viejo continente, colapsado, herido y triste. Así Keynes en la obra analiza el Tratado en sus vertientes económicas, y argumentarse la injusticia y temeridad mundial, que suponía su puesta en práctica. Con la intención de que la gente y las generaciones venideras abrieran los ojos y se despojaran de la mentira a la que están sometidos, y así se pudiera comenzar a arreglar lo que políticos y opinión pública habían creado para saciar sus intereses (políticos y territoriales), olvidándose de las verdaderas necesidades de Europa para seguir viviendo: alimentación, estructuras, organización económica, colaboración, etc.

10. ¿Puede el ‘keynesianismo’ resolver la crisis económica mundial?

La crisis económica mundial de fines de la década ha provocado un acalorado debate entre los economistas sobre las causas de esta crisis y las medidas más eficaces para solucionarla. Recientemente se está dejando oír la llamada corriente neokeynesiana, seguidora de las teorías del famoso economista británico John M. Keynes, para quien la crisis económica se explica por la existencia de una "crisis de demanda", es decir, por la caída del consumo de la población, lo que provocaría la disminución de la actividad económica y, por tanto, de los beneficios de las empresas y de la inversión.

Para superar la crisis sería necesaria la intervención del Estado en la economía capitalista, particularmente a través del gasto público y el endeudamiento estatal con planes de obras públicas, subsidios y subvenciones a las empresas y las familias, etc. Así la entrega generosa de dinero público a la población actuaría positivamente en el consumo, reactivando la actividad económica y, por último, la inversión productiva.

Algunos keynesianos plantean, incluso, la necesidad de aumentar los impuestos a los más ricos para sufragar parte de los gastos sociales. Pero esto se enfrenta a serias limitaciones. Los gobiernos capitalistas prefieren cargar los impuestos sobre la clase obrera, con la conocida excusa de que demasiados impuestos a los empresarios impiden destinar recursos a la inversión. Toda política

orientada a aumentar sensiblemente los impuestos sobre empresarios y banqueros se enfrentaría al chantaje de una huelga de inversiones y a una huída del capital hasta conseguir doblegar al gobierno de turno.

11. ¿Por qué se produce la crisis?

Para los no capitalistas, la crisis no se explica por el subconsumo de las masas, como parece deducirse de los postulados keynesianos. Paradójicamente, la crisis se produce (como acabamos de ver ahora) justo después de alcanzarse el punto más elevado de consumo entre la población; cuando más coches, más ordenadores, más teléfonos móviles, etc., se consumen. El problema reside en la tendencia a la sobreproducción de mercancías en todos los sectores de la economía capitalista, fruto de la anarquía de la producción capitalista. La producción de mercancías, en una época de auge económico, tiende a crecer más rápidamente que la capacidad de consumo de la sociedad, incluido el consumo productivo de las empresas; no pudiendo absorber el mercado, en un momento dado, toda esa producción. La sobreinversión, lleva a la sobreproducción y ésta a la caída de las ventas y de los beneficios de las empresas. Los capitales invertidos no retornan a sus propietarios con la rapidez de antes, deteniéndose la inversión, lo que conduce directamente a la crisis.

12. Las políticas keynesianas en la actualidad

El keynesianismo no es en absoluto novedoso. De hecho, durante 30 años fue la filosofía oficial del sistema capitalista, en el período que abarcó desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis de los años 70, cuando hubo de ser arrojado de la economía oficial como un peso molesto e insoportable.

La Segunda Guerra Mundial en Europa y otras partes del mundo provocó una destrucción colosal de las fuerzas productivas. En ese contexto, las enormes inversiones del Plan Marshall y la política de endeudamiento de los diferentes Estados europeos jugaron un cierto papel para desarrollar las fuerzas productivas. Pero hubo otras razones, como fueron la rebaja generalizada de las tarifas arancelarias, la adopción del dólar como moneda universal en los intercambios comerciales facilitando y abaratando los intercambios, el desarrollo de nuevas ramas de producción, el saqueo del mundo colonial y, muy particularmente, y como consecuencia de todo ello, el extraordinario desarrollo alcanzado por el

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comercio mundial. Todo se combinaba para actuar como una espiral de causa-efecto que provocó un desarrollo de las fuerzas productivas desconocido antes en la historia del capitalismo. Debido al fortalecimiento del estalinismo en el este de Europa, la clase capitalista tuvo que conceder importantes mejoras en las condiciones de vida de las masas con la intención de que el horizonte social de éstas no rebasara el marco establecido por el capitalismo. Fue en ese contexto, y sólo en ese contexto, que las medidas keynesianas jugaron un papel. El truco estaba en que, en una situación de devastación de las fuerzas productivas, los Estados introducían dinero ficticio en la economía (simple papel moneda que no representaba ninguna riqueza real), pero en el contexto antes explicado, esto no creaba inflación porque el dinero ficticio adelantado se volvía auténtico al generar riqueza real. Sin embargo, estas políticas durante décadas, terminaron provocando una catástrofe inflacionista, ya que al producirse la crisis de sobreproducción de los años 70, la emisión de papel moneda por los estados ya no producía riqueza real, dada la parálisis de la economía. Se acumuló un exceso enorme de dinero circulante en comparación con la cantidad de mercancías producidas, provocando una inflación de los precios que se comía los beneficios empresariales y los salarios de los trabajadores. De ahí que los diferentes gobiernos capitalistas se vieran obligados a aplicar la política opuesta, recortando el gasto público, y atacando las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera.

Las políticas keynesianas quedaron completamente desacreditadas hasta la fecha. Las medidas keynesianas en una crisis originada por la sobreproducción de mercancías y la sobreinversión, como la actual, tiene un carácter muy diferente a la provocada por una guerra devastadora. Mientras que en esta última falta de todo, la primera se produce porque aparentemente "sobran" fuerzas productivas desde el punto de vista capitalista. De ahí que la política de recurrir al gasto público y a los "déficits públicos" no sirva para sacar de la crisis a la economía. Los mercados se encuentran saturados de mercancías, y lanzar más dinero al mercado, lejos de estimular el desarrollo de las fuerzas productivas, lo que tiende a provocar es un aumento de la inflación de los precios. la combinación de políticas es la mejor solución en estos casos.

“Toda política orientada a aumentar sensiblemente los impuestos sobre

empresarios y banqueros se enfrentaría al chantaje de una huelga

de inversiones y a una huída del capital hasta conseguir doblegar al

gobierno de turno.”

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