suplemento cultural contenido

4
Maracay, Sábado 23 de julio de 2011 Crónicas el Olvido escrito de memoria Retazos para un país ALBERTO HERNÁNDEZ 1.- S obre la misma tierra, como decía el novelista, nos queda mucho terre- no que pisar. Anormales -o más allá de la certeza de serlo-, lubricamos el discurso impelido por un país donde la locura cabe per- fectamente en el final de un poema escrito por un perso- naje de Faulkner. Que nadie lo subestime, somos así, para- normales. Todos los personajes de Gallegos eran la crisis que so- mos. Cada uno hizo de su par- cela nacional un trozo de ver- güenza, de decoro o de miste- rio. Más allá de la normalidad, nuestro novelista metió la mano en la carne podrida de un país que no termina de sa- berse Nación. De allí que aún, a esta altura del siglo, seamos el acento de esos personajes. Son nuestra representación. 2.- La mano junto al muro revisa el horizonte donde no queda lugar para pensar. So- mos un país extraño, dema- siado pequeño para lo grande que nos creemos. Nos desliza- mos con placer sobre la brasa de un parloteo incesante. Pa- ranormales, no sabemos si ser reales o un invento clásico de nuestra desmesura. Merecemos una crítica a nuestros enfermos asuntos. Una mujer, una prostituta, roza la piel de un hombre que la busca. Era aquella costa la visitada por el turismo sexual que bajaba de los mercantes y yates provenientes del resto de la tierra. La miseria nos ta- tuaba a diario. El novelista, Guillermo Meneses, sólo nos dibujó en el vicio, en la trai- ción, en el descuido, en la arro- gancia de quienes nos dieron la sangre de hoy. Eso hemos sido, una mano sucia contra un muro derruido. 3.- País portátil que nos lle- va de lado y lado. Líquidos bajo el plomo de una guerra de verbos gasta- dos, terminamos en la penúl- tima página de una novela pre- miada. Adriano González León nos introdujo en la ma- leta de una historia donde la violencia nos arrojó a muchos años de atraso, los mismos que hoy nos apuntan con el hierro de marcar reses. "Por entre los eucaliptos dela vieja estación venían ellos: verdes, amenazantes, con metralletas y fusiles. De nuevo se iniciaron las carre- ras, los empujones, el retro- ceso al cerro". Esa ha sido nuestra historia, un retroceso hacia el cerro, hacia la pobre- za, hacia la violencia, hacia el dolor, hacia nuestra más au- tóctona estupidez. 4.- Las historias de la calle Lincoln se han quedado en la piel reseca del olvido. La mano que la escribió es la artritis de un duende que camina entre botellas e indigentes tirados en las calles de la gran ciudad. La mendicidad tiene sentido mu- chas veces. Carlos Noguera parece haber olvidado los rin- cones de sabana Grande, el Ca- llejón de la Puñalada, los pla- ceres con aquellos que lo acompañaron, los que hoy son sombra y olvido. Aquel país metido en la Lincoln se ha des- dibujado. El autor pasó a ser parte de lo que confirmaba como antiestético. 5.- Cien años de soledad para quienes despertaron frente al dinosaurio y no supieron que los edificios de la gran ciudad no regaban cagarrutas en los parques del mundo. Gabriel García Márquez regresa a su viejo lar. En el pueblo que lo vio nacer sólo quedan los huesos de los monstruos prehistóricos que se han instalado en nues- tro patio doméstico. 6.- Varios títulos encerrados en una biblioteca que sólo una sola mano podrá extraer es- condido de Los pequeños se- res. Salvador Garmendia supo retratarlos, hacerlos la parte que nos toca, la que somos real- mente, esa oscura materia que transita por las calles entrena- da por la desidia, la maledicen- cia y la celebración repentina. Somos seres anónimos con la pretensión de pasar a la histo- ria subidos en las ancas de un caballo. Somos simples seres manipulables, hechos con pa- pel maché y alambres para ser movidos en un escenario de sonámbulos. 7.- "Cuando en los lomos del siglo veintiuno el llano, MdeJ., tío Ricardo, la tía Trina y la perra Anémona, lloren una vez más ante la muerte apa- rente del desierto: Yo, Rey de los Chigüires, no dejaré hue- llas en las arenas de mi reina- do". Así empieza Palabreus de José Vicente Abreu. Y co- mienza como se comienza un siglo decadente como éste que nos ha tocado. Un siglo donde caballos, asnos, perros y orangutanes han resucitado para regresarnos al desierto, donde no quedarán huellas, marcas o pivotes para decir que se estuvo allí. Sólo algu- nas palabras, algunos sonidos huecos, algunas groserías. 8.- Victoria De Stefano desató la memoria. En La noche llama a la noche hizo de la novela un personaje. Noveló la novela, la cabalgó con per- sonajes que aún suben y ba- jan las escaleras de un país ro- mántico, asido de la nostalgia. No se detuvo en el andamiaje aunque le dio cuerpo con huesos firmes. Una novela del país que ella vivió con la den- sidad de los gritos y susurros de aquellos días de los años sesenta. Ese país, el dibujado aquí, el siempre a la orilla de un precipicio, no aprendió la lección. No entendió el cuen- to de Monterroso. O como di- bujó alguien por allí: el dino- saurio no nos entendió, en la creencia de que quien traza- ba la hora menguada estaba en el paraíso. Y de lejos veía a los demonios, vestidos con el traje de un tiranosaurio rex de metal. 9.- Lo dijo Manuel Bermúdez en el pórtico que abrió en El invencionero de Denzil Ro- mero: "El lector…va a tener la dicha de ver la reconstrucción de paraísos derribados por el tiempo", y no falló el dictum de quien vio y leyó este país, porque Bermúdez y Romero lo pasearon, lo tuvieron al alcan- ce de sus reflexiones, lo ama- saron con manos amorosas y lo dejaron para que otros le si- guieran los pasos. Sin embar- go, la invención de país, la in- vención de esta anécdota, si- gue siendo un estadio aluci- nante. Nada de lo que nos que- da se puede decir que nos per- tenece. Estamos de paso sobre el filo de un cuento, como en la saliva del tonto de la novela de Faulkner. 10.- "Por El Valle del Lucero no se va a ninguna parte", exce- lente entrada para leer Los caballos de la cólera, don- de Eduardo Casanova nos vier- te completos. Novela paisaje humano en el que destaca una tierra de espanto y miedo, crí- menes y desolación. Un boce- to de país que nos arrastra y nos ahoga. "Tierra pisada con dolor de siglos", dice el autor. Los personajes recorren todas las páginas y se salen de ellas para someternos a las leccio- nes de una realidad emergen- te, tiesa, como el cuero aquel, como la porfía del poema he- cho Cantata, como una marca en la frente. Son los caballos de la ira, los del apocalipsis, los de las tantas escaramuzas que se convirtieron luego en una épica enfermiza.

Upload: el-periodiquito-diario

Post on 09-Mar-2016

238 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Edición del 23 de julio de 2011

TRANSCRIPT

Page 1: Suplemento Cultural Contenido

Maracay, Sábado 23de julio de 2011

Crónicas el Olvido

escrito de memoriaRetazos para un país

ALBERTO HERNÁNDEZ

1.-

Sobre la misma tierra,como decía el novelista,nos queda mucho terre-

no que pisar.Anormales -o más allá de la

certeza de serlo-, lubricamosel discurso impelido por unpaís donde la locura cabe per-fectamente en el final de unpoema escrito por un perso-naje de Faulkner. Que nadie losubestime, somos así, para-normales.

Todos los personajes deGallegos eran la crisis que so-mos. Cada uno hizo de su par-cela nacional un trozo de ver-güenza, de decoro o de miste-rio. Más allá de la normalidad,nuestro novelista metió lamano en la carne podrida deun país que no termina de sa-berse Nación. De allí que aún,a esta altura del siglo, seamosel acento de esos personajes.Son nuestra representación.

2.-La mano junto al muro

revisa el horizonte donde noqueda lugar para pensar. So-mos un país extraño, dema-siado pequeño para lo grandeque nos creemos. Nos desliza-mos con placer sobre la brasade un parloteo incesante. Pa-ranormales, no sabemos si serreales o un invento clásico denuestra desmesura.

Merecemos una crítica anuestros enfermos asuntos.Una mujer, una prostituta,roza la piel de un hombre quela busca. Era aquella costa lavisitada por el turismo sexualque bajaba de los mercantes yyates provenientes del restode la tierra. La miseria nos ta-tuaba a diario. El novelista,

Guillermo Meneses, sólo nosdibujó en el vicio, en la trai-ción, en el descuido, en la arro-gancia de quienes nos dieronla sangre de hoy. Eso hemossido, una mano sucia contraun muro derruido.

3.-País portátil que nos lle-

va de lado y lado.Líquidos bajo el plomo de

una guerra de verbos gasta-dos, terminamos en la penúl-tima página de una novela pre-miada. Adriano GonzálezLeón nos introdujo en la ma-leta de una historia donde laviolencia nos arrojó a muchosaños de atraso, los mismos quehoy nos apuntan con el hierrode marcar reses.

"Por entre los eucaliptosdela vieja estación veníanellos: verdes, amenazantes,con metralletas y fusiles. Denuevo se iniciaron las carre-ras, los empujones, el retro-ceso al cerro". Esa ha sidonuestra historia, un retrocesohacia el cerro, hacia la pobre-za, hacia la violencia, hacia eldolor, hacia nuestra más au-tóctona estupidez.

4.-Las historias de la calle

Lincoln se han quedado en lapiel reseca del olvido. La manoque la escribió es la artritis deun duende que camina entrebotellas e indigentes tirados enlas calles de la gran ciudad. Lamendicidad tiene sentido mu-chas veces. Carlos Nogueraparece haber olvidado los rin-cones de sabana Grande, el Ca-llejón de la Puñalada, los pla-ceres con aquellos que loacompañaron, los que hoy sonsombra y olvido. Aquel paísmetido en la Lincoln se ha des-dibujado. El autor pasó a ser

parte de lo que confirmabacomo antiestético.

5.-Cien años de soledad para

quienes despertaron frente aldinosaurio y no supieron quelos edificios de la gran ciudadno regaban cagarrutas en losparques del mundo. GabrielGarcía Márquez regresa a suviejo lar. En el pueblo que lo vionacer sólo quedan los huesosde los monstruos prehistóricosque se han instalado en nues-tro patio doméstico.

6.-Varios títulos encerrados en

una biblioteca que sólo unasola mano podrá extraer es-condido de Los pequeños se-res. Salvador Garmendia suporetratarlos, hacerlos la parteque nos toca, la que somos real-mente, esa oscura materia quetransita por las calles entrena-da por la desidia, la maledicen-cia y la celebración repentina.Somos seres anónimos con lapretensión de pasar a la histo-ria subidos en las ancas de uncaballo. Somos simples seresmanipulables, hechos con pa-pel maché y alambres para ser

movidos en un escenario desonámbulos.

7.-"Cuando en los lomos del

siglo veintiuno el llano, MdeJ.,tío Ricardo, la tía Trina y laperra Anémona, lloren unavez más ante la muerte apa-rente del desierto: Yo, Rey delos Chigüires, no dejaré hue-llas en las arenas de mi reina-do". Así empieza Palabreusde José Vicente Abreu. Y co-mienza como se comienza unsiglo decadente como éste quenos ha tocado. Un siglo dondecaballos, asnos, perros yorangutanes han resucitadopara regresarnos al desierto,donde no quedarán huellas,marcas o pivotes para decirque se estuvo allí. Sólo algu-nas palabras, algunos sonidoshuecos, algunas groserías.

8.-Victoria De Stefano desató

la memoria. En La nochellama a la noche hizo de lanovela un personaje. Novelóla novela, la cabalgó con per-sonajes que aún suben y ba-jan las escaleras de un país ro-mántico, asido de la nostalgia.No se detuvo en el andamiajeaunque le dio cuerpo conhuesos firmes. Una novela delpaís que ella vivió con la den-sidad de los gritos y susurrosde aquellos días de los añossesenta.

Ese país, el dibujado aquí,el siempre a la orilla de unprecipicio, no aprendió lalección. No entendió el cuen-to de Monterroso. O como di-bujó alguien por allí: el dino-saurio no nos entendió, en lacreencia de que quien traza-ba la hora menguada estabaen el paraíso. Y de lejos veía alos demonios, vestidos con el

traje de un tiranosaurio rexde metal.

9.-Lo dijo Manuel Bermúdez

en el pórtico que abrió en Elinvencionero de Denzil Ro-mero: "El lector…va a tener ladicha de ver la reconstrucciónde paraísos derribados por eltiempo", y no falló el dictumde quien vio y leyó este país,porque Bermúdez y Romero lopasearon, lo tuvieron al alcan-ce de sus reflexiones, lo ama-saron con manos amorosas ylo dejaron para que otros le si-guieran los pasos. Sin embar-go, la invención de país, la in-vención de esta anécdota, si-gue siendo un estadio aluci-nante. Nada de lo que nos que-da se puede decir que nos per-tenece. Estamos de paso sobreel filo de un cuento, como enla saliva del tonto de la novelade Faulkner.

10.-"Por El Valle del Lucero no

se va a ninguna parte", exce-lente entrada para leer Loscaballos de la cólera, don-de Eduardo Casanova nos vier-te completos. Novela paisajehumano en el que destaca unatierra de espanto y miedo, crí-menes y desolación. Un boce-to de país que nos arrastra ynos ahoga. "Tierra pisada condolor de siglos", dice el autor.Los personajes recorren todaslas páginas y se salen de ellaspara someternos a las leccio-nes de una realidad emergen-te, tiesa, como el cuero aquel,como la porfía del poema he-cho Cantata, como una marcaen la frente. Son los caballos dela ira, los del apocalipsis, losde las tantas escaramuzas quese convirtieron luego en unaépica enfermiza.

Page 2: Suplemento Cultural Contenido

Contenido Maracay, Sábado 23 de julio de 201110

Más enamoraoque el pavo de Vicentico

SALVADOR RODRÍGUEZ

El hombre, en su paso por lavida, ha dejado historias de sucomportamiento, como tam-bién se han registrados hechosque tienen como protagonis-tas a las cosas y a los anima-les. Los refranes lo acompa-ñan, desde tiempos remotos,y sirven para dejar sembradoen el alma de la gente, la con-ducta que manifiestan los se-res que observamos. Esta esla historia de un refrán, que seoriginó en un patio de gallinas,acompañadas de un pavo y deun gallo espuelúo, defensorterrible de los desmanes de unpavo.

Antes de proseguir con lahistoria, debemos hablar deVicente Pérez, el dueño delpavo. Agosto es alfa y omegaen el tránsito vital de VicentePérez. Nació el 30 de agostode 1905 y murió el 25 de agos-to de 1988. Su padre fue Vi-cente D'milita (italiano y pri-mo hermano del médico Vi-cente D'milita), de quien here-dó el diminutivo de "Vicenti-co"; y su madre, Rosenda Pé-rez, conocida por todos con elnombre de Rosa. Su maestrode primeras letras fue LucasGuillermo Castillo Hernández(en ese tiempo conocidocomo el cura Luquita) y com-partía en el recreo, con suscondiscípulos, Miguel Valeroy Héctor Visconti, El Judascon San Simón (papelón conqueso), que su madre Rosa lepreparaba. Su hermano ma-yor, Domingo, le ayudaba conla mitad de las responsabilida-des propias de su tiempo: vi-gilar y contar los chivos quesu padre tenía (entre La Palo-mera y La Cueva El Sapo y quehoy son las calles Indepen-dencia y El Vigía, respectiva-mente), ir a buscar la leña,hacer los mandados y resol-ver las tareas que le asignabael estricto maestro CastilloHernández. Tres meses des-pués de cumplir los veinticin-co años de edad, contrae ma-trimonio (el 15 de diciembrede 1930) con la joven y apues-ta Zenobia García, hermanamayor del Sr. Rafael García(conocido como el sapo). An-

zado por el restaurante, que elsitio comenzaron a llamarla laEsquina de Vicentico despla-zando lo que hasta ese momen-to se conocía como la EsquinaLa Bencomera. Además de ElPavo de Vicentico se venía asumar La Esquina de Vicenti-co. La gente de los pueblos essabia para darle el nombre jus-to a las cosas.

Evelio, el hijo menor de Vi-centico, recuerda durante laconversación, de que erancomo cincuenta gallinas jun-to a un pavo y un gallo con es-puelas grandes, y que Bacha-co (Gerardo Coita) decía queera una navaja picoe'loro encada pata. El patio daba a uncostado de la calle y todo elque pasaba tenía que ver conel pavo y con el gallo. Una vez,enfrente de La Esquina de Vi-centico, se hallaban GerardoCoita (bachaco), Luis BeltránOchoa (payapaya) y AndrésRuiz. En ese momento unamujer pasaba y bachaco leaflojó las riendas a un piropo,y con una chispa oportunaAndrés Ruiz le dijo al bacha-co: "Eres más enamorao queel pavo de Vicentico", y ense-guida se escuchó la voz de pa-yapaya que le decía a Andrés:"Y tú eres un monseñorpa'bautizar". Desde ese instan-te, quedó que cada vez que al-guien piropeaba a una mujerse le decía tu eres más enamo-rao que el pavo de Vicentico yal señor Andrés Ruiz le quedópara siempre el sobrenombrede "monseñor".

Cuentan que el refrán "másenamorao que el pavo de Vi-centico", se debió a que el ani-mal no podía ver mujer en elcorral, ya que abría las dos alaspara cortejarla y si el maridocorría en su auxilio, interve-nía el gallo para entablar pe-lea con el marido. También,afirman las lenguas, que unavez un marido, de una de lastantas mujeres que se asoma-ban por el corral, terminó co-rriendo hasta El Monumentode San Antonio y con el galloatrás. De buenas fuentes nosinformamos de la infausta no-ticia de que el pavo se lo roba-ron en diciembre de 1958, yasegurando que unos cuantosprobaron su carne en las fies-

dando el tiempo la feliz pare-ja, se residencia en La Cortadadel Papelón donde establecenuna posada que era muy fre-cuentada por arrieros y carre-teros que venían del Llano, deSan Sebastián y de San Casi-miro. Allí pernoctaban losarrieros Francisco Rivero yVentura Casares, quienes ibana Caracas a llevar el café san-casimireño tan solicitado porlos pobladores de la ciudad delos techos rojos y de regresotraían víveres para La Perse-verancia (de Rafael A Vargas),La Equidad (de Nicolás Gue-vara Díaz) y la bodega de donAntonio Torrealba.

Mientras juntaban dinero,atendiendo a los posaderos,venían los hijos. José, Luis,Roso Vicente (que falleció pe-queño), Domingo, Rosendo,Carmelina, Olga (Bogo) y Eve-lio, que nacieron en San Casi-miro, y Hortencia y Aída, enLa Cortada del Papelón. En elgobierno del Benemérito Gó-mez ejerce el puesto de Comi-sario y fue tanto el buen tratohacia los demás, que no dejóenemigos a pesar de ser el ré-gimen de Juan Vicente Gómezun irrespetuoso de los dere-chos humanos. Con sus aho-rros compró la casa, dondesiempre vivió y hoy viven susdescendientes, a su comadreMaría de Arcella. Allí estable-ció bodega y restaurante, y enla parte de atrás un buen co-rral con gallinas, un pavo ygallo espuelúo.

En la buena comida y la aten-ción esmerada se edificó la famaque rápidamente adquirió el si-tio de venta de comida. Fue tanvertiginoso el prestigio alcan-

VICENTE D’MILITA

Page 3: Suplemento Cultural Contenido

Maracay, Sábado 23 de julio de 2011 Contenido 31Julio 20, 2011

Venezuela y Japón crean“Otra bolsa de valores”

ESPECIAL / TOKIO, JAPÓN

Los japoneses reconstruyenautopistas en tiempo récord,arriesgan la vida para salvarla de otros, recogen sus es-combros voluntariamente ymantienen la serenidad, aunen medio de la peor catástro-fe en la historia de la humani-dad. Al repetido cuestiona-miento del mundo occidentalsobre por qué no hay sa-queos, ni visible desespera-ción, le corresponde una res-puesta contundente: porqueen Japón hay otros valores.

Interesados en mostraresos valores tradicionales almundo hispanohablante, ungrupo de estudiantes japone-ses y una periodista mexica-no-venezolana han recopiladobreves historias de lo que hatrascurrido en este país a par-tir del magno sismo y tsunamidel pasado 11 de marzo. Sustrabajos se reúnen en la publi-cación titulada Japón: la otrabolsa de valores.

El proyecto inició con la in-quietud de alumnos del De-partamento de Español de laUniversidad de Estudios In-ternacionales de Kanda, quie-nes desde la fecha de la trage-dia han recibido constantesmensajes de amigos y mediosde comunicación del mundohispano, indagando sobre susituación personal y detallesde cómo el pueblo japonésestá superando esta expe-riencia. El incentivo para res-ponder a estas preguntas lle-gó de la mano de su profeso-ra de Comunicación, la aca-démica y periodista Silvia Li-dia González.

"A los japoneses les intere-sa mucho la imagen de su paísen el mundo, y al mismo tiem-po están dispuestos a queotros ojos, los del exterior, lesayuden a reconocerse", co-menta González, quien abre eltrabajo recordando a ShinzoHamai, alcalde de Hiroshimaque en 1947, con la misión dereconstruir una ciudad bom-

más dinero que el recibido,con tal de publicar un avisode agradecimiento en un dia-rio taiwanés.

Escenas de reconstrucciónde mercados, de donantes desangre haciendo largas colaspara contribuir, de artistas ydeportistas populares dando

fuerzas a los más afec-tados, se suman aeste compendio. Laexperiencia de unpeluquero que llegóa Fukushima simple-mente a dar su tra-bajo con el letrero"peluquería bajo elcielo azul", se cuentaentre los casos demiles de voluntariosque aparecen siem-pre como pieza claveen esta nación.

Silvia Lidia Gonzá-lez ha colaborado enmedios de comunica-ción mexicanos comoMultimedios Estrellasde Oro, MVS, HoraCero, y en el diario ve-nezolano El Nacional.Es doctora en HistoriaJaponesa, por El Cole-gio de México, ha sidoinvestigadora en laUniversidad de Los An-des, de Venezuela y esautora del libro Hiroshi-ma: la noticia que nun-ca fue. Desde 2007 esprofesora de comunica-ción y lengua en la Uni-versidad de Estudios In-ternacionales de Kanda.En esta ocasión trabajócon sus estudiantes yautores de estos textos:Makoto Hayashi, Masa-mi Koike, Hidekazu Kato,Kaori Kobayashi, Natsu-mi Kobayashi, YukaNakamura, Natsuki Taka-gi, Tomoharu Toyoda,Chizuru Tsukiji, DaichiYamada, Shingo Yamaza-ki y Rie Yumoto. Los tex-tos completos del trabajoy las vías de comunica-

ción con los autores aparecenen el blog:comunickanda.wordpress.comy en twitter: @comunickanda.

Contacto:Blog: comunickanda.wordpress.com

Twitter: @comunickanda.Correo electrónico:

[email protected]

bardeada y sin espe-ranza, creó "el clubde los soñadores",para poder imaginarel futuro luego de lasbombas atómicas.

En estos textos setejen historias senci-llas que muestrancómo se ha desperta-do la solidaridad enescuelas, donde losniños sacrifican sucomida y sus espa-cios, mientras los exalumnos regresan adonar libros y mate-riales para que losmás afectados nopierdan la oportuni-dad de seguir estu-diando. También secuentan los proyec-tos de "Plan Japan"para que los niños deotros lugares delmundo envíen cartasa los pequeños en laszonas afectadas.

Igualmente, se ex-plica el sentido de laorganización y disci-plina de una joven ge-neración que no cono-cía lo que era un apa-gón, y ahora colaboracon el resto de la socie-dad para ahorrar ener-gía, aún en este inten-so y caluroso verano.La meta es que el paísreduzca 30 por cientosu consumo habitual.

La contaminaciónradiactiva en Fukus-hima, tras la crisis enuna importante cen-tral nuclear, ha cau-sado estragos físicosy morales. Las noti-cias sobre el tema pesan es-pecialmente sobre algunascomunidades. Un lecherode la zona se suicidó, antela falta de expectativas. Y elíndice de suicidios a nivelnacional aumentó justodesde el mes de junio. Antelas circunstancias, los me-dios se enfrentan a una granresponsabil idad, la de in-

formar para matar las espe-ranzas, o para encontrar al-guna motivación.

Por otra parte, se puedenleer historias de gratitud,como la de un grupo de japo-neses que, para retribuir losdonativos de algunos pobla-dores de Taiwán, recopiló

Page 4: Suplemento Cultural Contenido

Contenido Maracay, Sábado 23 de julio de 201132

Hector Torres:“El regalo de Pandora”MANUEL CABESA

Héctor Torres viene a sumar-se a ese coro de voces que estáredimensionando la narrativavenezolana de este principiode siglo, su obra ha venidoafianzándose lentamentemientras gana en solvenciaescritural y se instala en elgusto de los lectores.

Si bien es cierto que sus tresprimeros libros, publicadosmientras nuestro amigo aúncompartía con nosotros enesta comarca común que lla-mamos Aragua, contienen unaserie de logros innegables,también lo es que son libros deaprendizaje, en donde Héctorfue lentamente desmontandola maquinaria de la ficción paraconocer los secretos de su fun-cionamiento, son libros quehoy apreciamos los que aúnconservamos algún ejemplarde ellos, porque allí están plas-mados la templanza de unavocación y de una fe en los po-deres de la imaginación.

Su cuarto libro El amor entres platos es un ajuste de cuen-tas de autor consigo mismo,una mirada hacia el pasadopara reconstruir, como pre-tendía aquel personaje de MaxFrish, un presente distinto. Eneste libro Héctor de una ma-nera inteligente y autocríticareelabora algunas de sus tra-mas anteriores e introducenuevos argumentos en bús-queda de nuevas fórmulas quele permitan acondicionar eseespacio donde sus personajesactuarán con la destreza his-triónica de los grandes actoresen medio de la escena.

Ese redimensionar su uni-verso ficcional deviene en laelaboración de una de las me-jores novelas venezolanas pu-blicadas en los últimos años:La huella del bisonte la cualobtuvo una mención destaca-da en el Premio Adriano Gon-zález León de Novela en 2006.En este romance, para utilizarun vocablo antiguo que defi-ne lo que hoy llamamos nove-la y que creo le va muy bien aeste libro, Héctor Torres la dauna vuelta de tuerca a un tema

que es tan viejo como la vidamisma, si pensamos que ya enel Libro de Reyes de la BibliaDavid necesitó de la Sulamitapara dar calor a sus gélidosaños postreros. Tema quemuchos creen inventó Na-bokov al darle vida a DoloresHaze, pero que de alguna ma-nera en algún momento ha ten-tado a lo largo de los siglos atodos los que nos hemos acer-cado a la escritura narrativa;hablo de esa permanente his-

toria del hombre adulto obnu-bilado por la sombra de lasmuchachas en flor.

Con un lenguaje preciso yelegante Torres nos sumergeen una historia trasvasada deun erotismo sublime, alta-mente poético pero cargadode profundas emociones yhuellas tan desafortunadascomo las que puede dejar lavida real a aquellos que seatrevan a vivir una aventuraparecida.

Hoy vuelve Héctor Torresa manos de sus lectores a tra-vés de este libro de relatos queacertadamente ha titulado Elregalo de Pandora. Diez histo-rias donde lo femenino está denuevo presente. Aquí están denuevo las mujeres imaginadaspero posibles, las mujeres consus locuras, con sus capri-chos, con sus dudas, con susmalas intenciones, con su ter-nura, con su pasión, con suentrega.

Debo admitir que en variosmomentos de la lectura hesentido envidia de los perso-najes masculinos perfiladospor Héctor, porque cómo noenamorarse de Paula y An-drea, de Valentina, de Mar-lenys, de la chica del micro-bús del primer relato, de laloca de cabellos rojos que ríehasta salírsele las lágrimas.

Por cierto, sobre esta chi-ca, al llegar al final de "Las mi-les de gotas que salen de unaregadera" sentí una conmo-ción que rayaba también enlas lágrimas y amé profunda-mente a Fabiola, a su risa y asu locura. Una vez recupera-do de este sentimiento, el mal-dito gusanito de crítico litera-rio que llevo por dentro mehizo recordar un viejo cuentode Carlos Fuentes llamado Lamuñeca reina sin embargo alretomar la lectura de aquelantiguo relato descubrí que sibien hay un pequeño aire co-mún en ambas tramas, tam-bién lo es que no puede haberdos historias más distintas yal mismo tiempo no puede ha-ber dos historias más hermo-sas. Así que le agradezco aHéctor por partida doble, porhaberme presentado a Fabio-la y por hacerme recobrar lalectura de ese cuento de Fuen-tes que tenía tan olvidado.

Y sigo. Otra virtud de estenuevo libro de Héctor es queestá lleno de certezas que nospueden llevar a la risa o a lapreocupación pero que encualquier caso nos hacen re-flexionar sobre la vida, a lacual no hay que tomar muy enserio porque como nos dice elautor: "arrecharse con la vidaes como arrecharse con la llu-via. O con la quebrada que sedesborda y se lleva todo en sucarrera. Y no es que esté mal,sino que es inútil; es imposi-ble hacerla entrar en razón".

Y yo pienso luego de lalectura de El regalo de pan-dora que quizás la vida escomo estas hermosas muje-res que Héctor Torres tanbellamente ha descrito paranosotros. Gracias Héctorpor tu libro y gracias a Pan-dora por su regalo.