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Sintesis submundo de Don DelilloTRANSCRIPT
SUBMUNDO – Don DeLillo
I
El mundo lo forman las noticias que leemos en la prensa cada mañana. Un
ensayo nuclear soviético, la victoria de los Giants frente a los Dodgers en 1951
o la violación y muerte de una niña en una calle del Bronx.
El submundo está formado por todo aquello que se esconde bajo esos titulares.
Dos personas que pelean a muerte por una pelota de béisbol, un profesor ya
jubilado que trata de reconstruir su pasado, un hijo que lucha por descifrar si su
padre abandonó a su familia o no, los vertederos de basura en los que
volcamos nuestros deshechos, nuestras miserias, la decisión de quienes se
apartan del mundo. Todas las relaciones que surgen entre estas personas,
estos objetos, esas pasiones, todo aquello oculto al ojo de un televidente. Ésta
es la materia prima de Submundo, una novela de Don DeLillo que ha merecido
alabanzas y críticas casi por partes iguales.
Submundo sacó a Don DeLillo de la relativa oscuridad en la que escribía para
colocarle entre los narradores más prometedores de Norteamérica. ¿Qué tiene
este libro para atraer tal interés? En primer lugar, destaca su extensión.
Muchas de las grandes novelas americanas son narraciones largas, incluso en
estos tiempos en los que la brevedad parece consustancial a la época. La
autorreflexión es clave en todas ellas: se discurre sobre el pasado, el presente
y el futuro de la sociedad americana, sus virtudes o defectos, su hipocresía, los
aspectos más rutilantes y el sucio olor que a veces despide. Todo eso que
algunos suelen llamar la Gran Novela Americana, pendiente por siempre de ser
escrita.
Y sí, Submundo tiene todos estos elementos con la novedad de ser tratados
desde un punto de vista formal y estructural novedoso, alejado del discurso
convencional que nos enseña que una historia debe tener un principio y un
final, un motivo en definitiva.
Y no es que Submundo no tenga principio o final. Comienza narrando el
histórico partido de béisbol entre los Giants de Nueva York y los Dodgers de
Brooklyn el 3 de octubre de 1951, referencia mítica para los americanos de la
época gracias a su retransmisión radiofónica. Concluye en los años noventa,
momento en el que las nuevas tecnologías hacen difícil distinguir realidad y
virtualidad y en el que las formas de comunicación han cambiado para siempre
el significado de ambos términos.
Pero entre medio tenemos un continuo cambio espacial y temporal que nos
lleva desde los años cincuenta a los noventa, volviendo a los sesenta,
recuperando los cincuenta, saltando a los ochenta y así sucesivamente. Y,
salvando excepciones, los mismos personajes en todas las épocas, arrastrando
sus pesadas cargas de contradicción y culpa, de orgullo y resistencia o de
renovación, según los casos.
Junto a los personajes de ficción, numerosas figuras históricas pueblan las
páginas del libro con diversos sentidos. Un metódico pero algo temeroso J.
Edgar Hoover que apenas parece consciente de su poder, ocupado tan sólo de
acaparar información de aquellos que le atacan. O un desquiciado Lenny
Bruce, el célebre cómico americano que pasó a formar parte de la cultura
alternativa americana por sus continuos problemas con la censura, las buenas
costumbres y las drogas. Ambos arrojan algo de luz al arraigo del miedo en la
sociedad americana, al temor a lo desconocido y a lo improbable. Porque estos
son, en definitiva, uno de los principales temas deSubmundo.
II
La Guerra Fría, la Bomba con mayúsculas, y el temor que se instaló en la vida
diaria americana. En una conmovedora escena, los niños de una escuela de
Nueva York, justo antes de iniciar un simulacro de ataque nuclear soviético,
muestran a su profesora la chapa metálica que llevan colgada al cuello con su
nombre y otros datos para poder ser identificados. El terror en el rostro de los
niños, sometidos a la brutalidad de una realidad que apenas comprenden pero
que aprenden a asumir como inevitable.
La crisis de los misiles en Cuba ocupa también un importante papel, en este
caso contrapesado por el histrionismo de Lenny Bruce. Todas las fases del
incidente nos son reveladas a través de sus actuaciones públicas, de sus
pensamientos apenas hilvanados en monólogos infinitos, a través de la
reacción del público. Su célebre grito: «¡Vamos a morir!».
Y aunque la época del conflicto militar ya haya sido superada en los años
noventa, el miedo no se extingue, se transforma en nuevos temores y
obsesiones. Y esto queda puesto de manifiesto en la obra de Klara Sax, una
artista que decide dedicar su madurez a pintar los fuselajes de los B-29
abandonados en un antiguo aeropuerto en medio del desierto junto con una
comunidad de hippies que la sigue en su tarea. Y aunque los dos grandes
bloques parezcan no amenazarse mutuamente, pequeñasgrietas van
resquebrajando un débil equilibrio: traficantes de residuos, tóxicos o nucleares,
cruzan el mundo y cobran fortunas por hacer desaparecer los desechos de una
sociedad que se ha convertido en productora neta de residuos por encima de
cualquier otro bien. Vivimos, por tanto, en una época consecuencia de la
Guerra Fría por mucho que pretendamos dar por superada esa etapa. Uno de
los personajes de la novela, coleccionista de recuerdos de la era dorada del
béisbol, discute sobre la posibilidad de que los soviéticos sólo estén fingiendo
que su imperio se desmiembra, que realmente nada ha cambiado. El miedo
pervive bajo otros disfraces.
Y de todos los miedos, el miedo a la muerte es el primero y más fundamental
de todos ya que nadie tiene asegurado enfrentarse a una explosión nuclear, a
un atropello o al hundimiento de un barco, pero todos moriremos siendo por
tanto el peor de nuestros miedos aquél al que inevitablemente deberemos mirar
a la cara. Y la muerte aparece diseminada por toda la novela como
campanadas funestas que nos recuerdan nuestra transitoriedad. Desde el título
del prólogo (El triunfo de la muerte) en el que se hace alusión al cuadro de
Pieter Brueghel el Viejo, a la desaparición del padre de los dos principales
protagonistas de la novela o a las peripecias del asesino de la autopista, un
joven desequilibrado que dispara a los conductores solitarios del desierto de
Texas.
La muerte está también presente en las calles de Nueva York donde Ismael, un
antiguo grafitero que trata de dar esperanza a los chavales del barrio mediante
empleos de poca monta y dudosa legalidad, se esfuerza por decorar un muro
con un hermoso dibujo que recuerde a cada joven muerto por violencia; un
homenaje para arrancar su memoria de las manos de la muerte, para que su
triunfo no sea total. En esta situación se encuentra Esmeralda, una niña que
vive corriendo por los descampados del Bronx durmiendo en coches
abandonados y a la que dos monjas extrañas tratan de atraer, de salvar de una
muerte segura. Y cuando ésta llegue, removerá las creencias de la hermana
Edgar, en otros tiempos dura y recta, temerosa de Dios y de las infecciones y
jeringuillas, aunque tal vez todo sea en vano.
Pero la obra también ofrece ejemplos de esperanza y de redención. Nick y
Matty, dos hermanos que ejemplarizan la superación de las circunstancias
adversas que condicionan la vida de cada uno. Su lucha por encontrar un lugar,
un objetivo, forman el esqueleto argumental de Submundo. Nick deberá
superar un tremendo error de juventud y llegará a convertirse en un importante
ejecutivo de la industria de la basura. Matty abandonará el ajedrez del que es
una joven promesa dedicándose a la industria armamentística lo que le sume
en una profunda crisis de escrúpulos que supera igualmente. Las vidas de
ambos hermanos se muestran muy diversas pero en esencia ejemplifican las
posibilidades de la voluntad sin caer en el sentimentalismo y sin olvidar el vacío
existencial que en ocasiones se asoma a las vidas de quienes creen ya
esbozado su camino.
Las novecientas páginas de Submundo dan cabida a muchos otros temas,
como el papel del Estado y de las grandes corporaciones o las mafias
internacionales. También leeremos sobre la degradación de la vida urbana,
sobre los juegos infantiles en las calles, sustituidos por un escalofriante tuteo
con las drogas y la muerte. El arte de las basuras, la vida secreta de los más
famosos artistas del grafiti o las experiencias de los tripulantes de los
bombarderos estratégicos que cruzaban los cielos en los años cincuenta,
siempre preparados para una hipotética guerra nuclear.
III
En su aspecto más literario, Submundo representa el triunfo del lenguaje, en
especial de los diálogos, sobre el desarrollo argumental. DeLillo hace de estos
intercambios una extraordinaria réplica de las conversaciones reales en las que
los conversadores se pisan unos a otros, se repiten como en un espejo las
palabras recién pronunciadas por el contrario o se deja una frase a medio
terminar sin necesidad de unos forzados puntos suspensivos.
La vivacidad y la fuerza (e incoherencia) del lenguaje hablado corriente se
adueñan de las páginas de esta novela extendiéndose al estilo de la prosa: en
ocasiones DeLillo opta por acumular ideas o metáforas, en otros momentos
desarrolla un único concepto hasta agotarlo; las repeticiones forman pautas
rítmicas que contrastan con párrafos que disparan en mil direcciones haciendo
gala de un minimalismo exquisito. Tampoco olvida pasajes de belleza poética
que se desperdigan como oasis entre etapas de gran rudeza, tanto temática
como lingüística. En este sentido, no se puede obviar la labor de Castelli para
traducir el texto al castellano sin hacerle perder su brillantez.
Este estilo obedece a criterios visuales, fruto sin duda de la influencia del cine y
la televisión. El arranque de la novela se apoya en la narración radiofónica del
famoso partido de béisbol, pero los tiempos cambian y es la televisión la que
ocupa el papel de la radio. Una niña capta con su videocámara casualmente la
imagen del asesinato de un hombre en la autopista de Texas, y esta imagen se
repite en las televisiones hasta la saciedad. El propio asesino queda exorcizado
por su obra, necesita algo más que el poder sobre la vida ajena para sentir toda
su fuerza y necesita intervenir telefónicamente en los programas televisivos
que hablan sobre él. Sin televisión no somos ya nada. Y este nuevo lenguaje
es el que toma DeLillo para construir gran parte de su novela.
Y quizá sea éste el principal mérito de la novela, dar cabida a un estilo ya
anunciado por otros autores pero inscribiéndolo en la gran tradición novelística
americana. Por ello, el argumento pasa a un segundo plano, como mero
soporte en el que dar cabida a los temas que interesan al autor conforme su
propio lenguaje. Y es que las diversas historias que
forman Submundo funcionan mejor por separado que en su conjunto. El
esfuerzo de Don DeLillo por conectarlas para justificar así la novela como un
todo coherente resulta en ocasiones excesivamente frágil e innecesario. Hay
secciones enteras dedicadas a relacionar dos historias sin otra finalidad
aparente; varios personajes intervienen tan sólo como pretexto, iniciándose
pequeños relatos que quedan varados una vez cumplida su limitada finalidad.
Don DeLillo sucumbe finalmente al peso de Novela, al concepto histórico de la
misma y en este punto falla pues trata de dotar a Submundo de coherencia
interna pero sin lograr definirla claramente. Sin estos añadidos creo que la
novela habría tenido menos altibajos y una menor extensión, lo que habría
reforzado el efecto buscado por el autor.
Pese a ello, sin duda, Submundo es una obra que ofrece muchas razones para
ser leída. En unos tiempos en los que la política es el arte de crear titulares y la
vida cotidiana no es sino un torrente en el que es fácil ser
atrapado, Submundo nos ofrece una visión de luces y sombras desde un
ángulo diferente. Sus personajes, como nosotros, crean sueños y los
persiguen. Una pelota de béisbol, golpeada por Bobby Thomson en 1951, se
convierte en símbolo de lo que podemos conseguir, en esperanza en estado
puro. Algunos perseguirán esta pelota por todos los Estados Unidos para
acariciar su sueño. Quizá a nosotros nos sea dado sin tanto esfuerzo.
LAS ÚLTIMAS CINCUENTA páginas adquieren la misma intensidad que
las cien primeras, las setecientas de en medio fluctúan.
“Habla con tu misma voz americano, y en sus ojos se detecta un brillo
que siempre resulta esperanzador.”
Especialmente inspirada y lúcida es la voz del protagonista y
narrador, Nick Shay, cuando es adulto. Una voz monólogo, reflexiva y
divagatoria, circunscrita de solemnidad mal encubierta sobre un fondo
átono, insensibilizado, escéptico, áspero y cínico que concluye:
“Añoro los días del desorden. Los quiero de vuelta, esos días en los que
me encontraba vivo sobre la tierra, estremecido en el interior de mi piel,
despreocupado y real. Era todo músculos y nada de seso, feroz y real.
Eso es lo que anhelo, la ruptura de la paz, los días del desorden en los
que recorría calles y hacía las cosas sin pensar y me sentía
constantemente colérico y dispuesto, como un peligro para los otros y un
misterio distante para mí mismo.”
Los días de la infancia escuchando partidos de los Dodgers en la azotea,y
la juventud pendenciera por las calles del Bronx, el adulterio, el homicidio
involuntario y el correccional de los jesuitas, la desaparición repentina del
padre o la falsa ilusión de una muerte dramática a manos de la mafia, el
hermano superdotado, el bullicio italoamericano en los traspatios y, sobre
todas las cosas, la pelota debaseball golpeada por Bobby Thomson, el
legendario home run de losGiants de 1951, perseguida y deseada como
un mausoleo a la propia decepción, el orgullo del fracaso particular en
forma de pelota inalcanzable. The shot heard round the world.
Submundo es una novela ambiciosa, abarcativa y totalizadora. Se
remonta desde el filo del siglo XXI hasta la década de 1950 y el inicio de la
guerra fría. Centrada en la historia personal de Nick Shay, a la vez es
crónica política y social de la segunda mitad del S. XX. La novela es la
vida de un hombre tomado como ejemplo o excusa para diseccionar otras
muchas cosas que sobrepasan la humilde extensión de un solo individuo
y convergen en la globalidad. Nick Shay no es paradigma ni excepción de
nada, solo un tipo más al que asomarse para mirar lo que pasa, tan válida
o errónea como otra opción cualquiera. A través de secretos
inconfesables e inhóspitos rincones de consciencia
individual DeLillo partirá de excursión hacia lo universal colectivo,
iluminando los velados y abyectos propósitos de posguerra mundial
como la experimentación armamentística nuclear. Entre el numeroso
caudal de voces que hablan y cuentan su historia particular el autor
busca una, única y definitiva que represente a todas, y junto a esa voz
concomitante desvelar, como digo, los secretos de esos momentos
históricos, políticos y personales de los que no se puede hablar, esos
secretos a los que no se puede acceder. La tremenda osadía de esta
novela, acaso de las más grandes que un narrador pueda y deba cometer,
consiste en darle voz a alguien que hable por todos y resulte verosímil.
Conseguirlo o no es otra historia.
Publicada poco antes de la sicalipsis del año 2000, Submundo hurga en el
engranaje carnoso de la cultura popular conectándola con mecanismos
invisibles o entrevistos del purulento poder estatal abriendo un arriscado
sendero difícilmente transitable. Entre la breña se filtran con dificultad los
rayos de sol, pero ¿quién dice que el camino hacia el conocimiento esté
sembrado de rosas? En una era dominada por la información, la
tecnología y el miedo a la muerte física y espiritual, donde la
discontinuidad sustituye al discurso lógico y al sentido de la
vida, Submundo se organiza en torno a la basura.
El mundo se ha poblado de mierda y ahora alguien debe gestionar su
utilización, almacenaje y eliminación. El reciclaje de los desechos será la
metáfora utilizada por DeLillo, de esta imagen tan gráfica se destilará el
aromático axioma del libro, la creencia de que una sociedad capaz de
producir tantos desechos, incluidos los morales, no sólo los físicos, está
funcionalmente incapacitada para sobrevivir junto a ellos, urgiendo a la
gente a construir una civilización contigua como defensa ante una
amenaza que, siendo incapaces de eliminar, o reutilizar, o reprocesar se
acumula y extiende, forzándonos a desarrollar lógica y rigor,
investigaciones sistemáticas de la realidad que nos acercarán a las
ciencias y al arte. Un viaje inverso que nos lleva del desecho al origen.
También así será la estructura narrativa de la novela, de delante hacia
atrás. Salvando un magnífico prólogo nos sitúa en 1992 y de ahí los
personajes y los hechos van descumpliendo años hasta 1951. Se revelan
hacia el origen, no desde él. La información se nos dosifica severamente
y ésta se va engrosando y completando a fuerza de reiteraciones
cometidas por los personajes a una edad más joven. Complejo y no del
todo eficaz pero arriesgado y valiente. Los adultos reflexionan en largos y
enrevesados monólogos, mientras que esos mismos personajes mucho
más jóvenes se limitan a actuar. El empuje juvenil sucumbe ante el
circunloquio cobardón del adulto.
El mundo moderno está construido con materiales de desecho, nos viene
a decir. Una basura que se acumula y estratifica en todos y cada uno de
los ámbitos de la vida, desde la alta política, a las barriadas marginales de
los grafiteros quinquis, los yonkis, y los desheredados. Acerquémonos
entonces al origen de esa basura y nos aproximaremos al origen de
nuestro mundo, a los barros iniciales que nos trajeron estos lodos de
hoy.
Los personajes se suceden estableciendo no un collage sino una
refracción catadióptrica de hechos dispersos cronológicamente unidos
por una lógica conceptual de razonamientos, sugerencias, emociones,
recuerdos y digresiones entremezcladas que van dilucidando
armoniosamente el presente, adquiriendo cierto sentido genérico la
estructura utilizada en la novela. Grandes y pequeños sucesos ocurren
sin gradación alguna, la Guerra de Corea, Vietnam, asesinatos locales, la
búsqueda anónima de una pelota de béisbol, infidelidades conyugales,
anodinos artistillas del Village, provectas monjas benefactoras,
charcuteros italianos, camareros, salas de billar, ajedrecistas
deprimidos…, un submundo de afectos y efectos en efervescencia
continua aderezado con personajes reales como J.Edgar Hoover o Frank
Sinatra, propio de los posmodernistas en su conjura contra la ficción
canónica. Pero DeLillo aquí nada con autoridad entre dos corrientes, la
estructura audaz de la novela y algunos resabios estilísticos
grandilocuentes le acercan a su vena posmoderna, y la contención y
exigencia de verosimilitud le arriman al realismo caudaloso tradicional
americano.
La proximidad de su lectura me impide aseverar que Submundo sea un
rotundo e imperecedero monumento capital de la literatura del siglo
pasado, la integración de vida personal y disertación histórico social a la
larga ha producido valiosísimas obras de aliento descomunal, no
obstante, ya siento bullir dentro de mi cabeza el runrún complacido que
sólo desata lo memorable y lo que tiene afán de permanencia. Esta novela
ganará mucho con el tiempo. Es una impresión personal que me apetece
decir ahora mismo.
“Y, pensándolo bien, el siglo final no será el más refinado, ni siquiera el
más complicado, sino el más apresurado, aquel en que, disuelto el ser en
el movimiento, la civilización, en un supremo ímpetu hacia lo peor, se
desmenuzará en el torbellino que suscitó.” -E.M.Cioran-
Submundo es una novela desconcertante. Me gustó, claro que me gustó. Pero
no sé si estamos ante una obra de arte con mayúsculas o ante un producto de
época. En la red podemos encontrar desde los que la denostan sin piedad a
fieles incondicionales –entre estos últimos no me resisto a destacar a Harold
Bloom, que lo considera uno de los cuatro grandes escritores americanos del
S. XX, junto a Pynchon, Roth y McCarthy-. No sé. Será el juicio de la historia el
que la sitúe en el lugar que le corresponde. En cualquier caso, creo que
merece la pena leerla. Pero, antes de que os lancéis a esta aventura, debo
preveniros de un par de cosillas: es un tocho de cuidado –novecientas páginas-
; y no es una novela fácil, requiere cierto esfuerzo por parte del lector.
Resumir el argumento de Submundo es bastante complicado, porque la obra
entrelaza personajes y tramas. La novela cuenta la vida de Nick Shay, un
americano de origen italiano que se dedica a la gestión de residuos y,
alrededor de él, aparecen una legión de personajes secundarios, cada uno con
su propia historia, no siempre estrechamente relacionada con la del
protagonista. Por Submundo circulan un niño negro que se cuela para ver el
histórico partido de beísbol entre los NY Giants y LA Dodgers, la mujer de Nick,
que mantiene una relación adúltera con un amigo de su marido y experimenta
con la heroína, una monja obsesionada con la limpieza, un hermano
atormentado por su trabajo en el sector nuclear, un graffitero que pinta un ángel
cada vez que muere alguien en el Bronx, una pandilla de jóvenes
italoamericanos, una artista de mediano talento y muchos más.
Hasta aquí todo lo que puedo contar del argumento, porque, como digo, es una
novela compleja, densa. Precisamente por esta complejidad, se ha acusado
a Submundo de ser demasiado dispersa, de no tener un hilo conductor común,
de modo que el lector se pierde, como si el autor no tuviese un objetivo claro.
Humildemente creo que los que acusan a Submundo de esto es que no han
entendido nada. La clave de la novela ya nos la da el título: Submundo.
En primer lugar, Submundo es una metáfora en tres planos:
a) en un plano material: la sociedad de consumo provoca una enorme cantidad
de residuos que deben ser gestionados de alguna manera. Compramos,
consumimos y desechamos.
b) en un plano humano: el capitalismo provoca excrecencias, millones de
personas desorientadas, sin asideros, o, directamente, excluidos del sistema.
Residuos humanos de la sociedad de consumo: pobres, atormentados o ambas
cosas. Y es en estos estratos de la población en los que bucea DeLillo.
c) los dos planos anteriores se concretan en la figura de Nick Shay, marginado
de joven y hombre maduro desorientado en la vida, incapaz de sentir hacia
afuera, que se dedica a la gestión de desperdicios, incluso de los nucleares.
En segundo lugar, Submundo nos remite al modo en que las personas
corrientes vivimos los acontecimientos de la Historia.
Uno de los grandes temas de Submundo es la noción de conflicto. En un
sentido primario, se trata de la guerra fría, que ocupa una buena parte de la
novela, pero además del conflicto histórico, están las consecuencias de la
guerra fría y cómo afectó a la gente en su manera de sentir y de pensar. La
gente tuvo que seguir viviendo a través de aquella crisis histórica. El partido de
béisbol que abre la novela es una forma de contrahistoria, en el sentido que le
doy al término. La gente de a pie debe vivir a contramano de la Historia,
trascendiéndola, protegiéndose de ella.
Entrevista con Don Delillo hecha por Eduardo Lago
en Babelia, el suplemento cultural del diario El País.
Creo que DeLillo lo deja bastante claro: la historia de todos y cada uno de los
personajes es el modo en que tuvieron que vivir su vida en el contexto histórico
de la guerra fría, el modo en que cada cual luchó contra los acontecimientos de
la historia y cómo lo superaron o fueron triturados. En otras palabras:
Submundo nos cuenta la manera en que la historia con minúsculas de las
personas se enfrenta a la Historia con mayúsculas del mundo.
Además, por si esto no fuese suficiente, prácticamente todos los personajes
convergen en el penúltimo capítulo, durante los primeros años de juventud de
Nick Shay.
Esto último me lleva a señalar uno de los que considero mejores aciertos de la
novela: en ella, DeLillo rompe la línea temporal: salvo el primer y el último
capítulo, la novela está contada hacia atrás, desde el presente hacia el pasado.
De entrada nos presentan a los actores de hoy, y, poco a poco, vamos
descubriendo su pasado, hasta construir una colección de personajes
redondos. He leído por ahí que la novela se limita a personajes estereotipados.
Nada más lejos de la realidad. Sólo podríamos hablar de estereotipos si nos
quedamos con el actor del presente, sin tener en cuenta el pasado que se nos
va desvelando poco a poco. Pongamos, por ejemplo, el caso de Nick, el
protagonista. En su primer monólogo, en el capítulo dos, se nos ofrece como el
típico personaje de la novela americana contemporánea. El sistema neoliberal
ha traído consigo una nueva visión del mundo y del hombre cimentada sobre
un individualismo radical. Este individualismo tiene una proyección moral, que
es el hedonismo por encima de todo. El hombre se vuelve hacia sí mismo,
buscando en todo momento la satisfacción de sus propios intereses. Esto se
concreta en seres solitarios, incapaces de sentir hacia fuera, como si hubiese
una barrera entre ellos y el mundo. Paradógicamente, esta búsqueda
desesperada del hedonismo, sólo trae sujetos atormentados, infelices,
perdidos, sin referentes a los que asirse. Pero DeLillo no se queda ahí. Poco a
poco, nos vamos enterando de que Nick mató a un hombre por accidente, que
pasó varios años por el reformatorio, que deforma el abandono temprano del
padre hasta convertirlo en un ajuste de cuentas de la mafia, etc. Si DeLillo se
quedase en el protagonista perdido en el mundo, sería Richard Ford, pero
bucea en los orígenes étnicos y sociales de sus personajes y en las
circunstancias que conformaron su identidad.
Para terminar –esto es un blog, no una tesis doctoral- quiero rebatir a aquellos
que critican la novela por sus quiebros y requiebros que desconciertan al lector
hasta casi perderlo. A mí me pasó lo mismo. Como a cualquiera que
lea Submundo. Pero es que es una nebulosa deliberada. En el momento en
que tomé conciencia de que no debía buscar puentes que uniesen las diversas
historias, sino que debía entregarme a la belleza de cada una, como si fuesen
narraciones cerradas en sí mismas, disfruté como un enano. Además, repito
que esos requiebros se solucionan en el penúltimo capítulo, cuando convergen
los personajes.
Cuestionarse, como hacen muchos, que sea La Gran Novela Americana es una
gilipollez. Es una gran novela y punto. “La historia es el resultado de
anhelos a gran escala.”Con esta épica he sido lector y testigo de la última
victoria de ese fracaso anticipado que consiste en alcanzar la gran novela
norteamericana. Una proeza que llevó a cabo su antecesor, Scott Fitzgerald,
en El gran Gatsby con gran éxito, y lo que a su vez cerró casi todas las puertas
a nuevas opciones de modernidad para la literatura. Sin embargo a Don Delillo
aún le quedaba una bala: contar aquello que hay en los espacios en blanco.
Describir esos momentos en los que la gente pone el televisor para escuchar
los acontecimientos históricos, tal y como hizo en Libra con la muerte de JFK.
En Submundo esta vez elige un histórico partido de béisbol ocurrido en la
ciudad de Nueva York por los años cincuenta para desarrollar su tesis. En ella
expone como las civilizaciones no terminan de definirse por lo que son o por lo
que creen sino que se definen por lo que desechan, por su basuras. Ahí reside
la lúcida idea para un gran tránsito en la literatura, un gran apocalipsis literario.
Delillo analiza los residuos de la mafia, la mugre de las guerras, espía los
despojos arrojados por la civilización para mostrarnos el verdadero valor de la
historia y de las personas.
Cotter Martin es un chaval de Harlem de 14 años. Es uno y a la vez es muchos
porque representa esos anhelos que respiraba la ciudad en aquella época.
1951. El 3 de octubre, sin un céntimo en el bolsillo y en horario de escuela,
saltó la valla de control del estadio de Nueva York junto con otros intrépidos
hinchas para presenciar el partido de béisbol de los Giants contra los Doggers,
los favoritos. De manera insólita Thomson, bateador de los Giants, hizo
un home run que les dio el título para el equipo de Harlem. Cotter, sentado en
las gradas, se hace con la pelota de esa victoria histórica. El mismo día la
Unión Soviética probaba la bomba atómica. Y así arranca la novela, con una
pelota de béisbol y una lejana pero temerosa bomba atómica.New York Times.
Portada del 4 de octubre de 1951.
Parelelamente y como referencia a la lucha que se producía entre un imperioso
Goliat y un modesto David en los anales del deporte norteamericano, Delillo
hace mención a un histórico combate de boxeo que tuvo lugar en Toledo, Ohio,
el 4 de julio de 1919, entre Jack Dempsey VS Jesse Willard en el que Dempsey
se coronó campeón del mundo de los pesos pesados. Aunque Willard era
favorito Dempsey lo masacró derribándolo siete veces en el primer asalto y
logrando el triunfo en el tercer round, como podrán ver en este video. Es
espectacular. Una muchedumbre de hombres sigue la pelea a cuarenta y tres
grados en mangas de camisa y sombreros de paja, muchos con pañuelos
extendidos bajo el sombrero hasta los hombros, como si fueran disfrazados de
árabes, y la enormidad de la paliza que soportó el gran Jess en aquel ardiente
cuadrilátero blanco, el modo en el que el sudor y la sangre manaban
vaporizados de su rostro cada vez que Dempsey le golpeaba. Fíjense
PRÓLOGO: EL TRIUNFO DE LA MUERTERuss Hodges retransmitía el partido
en ese día que amenazaba lluvia a los pocos que se habían acercado para
verlo, agentes de seguros, ricachones de clubes nocturnos y peces gordos de
Broadway. Entre el público, cerca del banquillo de los Giants se encontraban
Frank Sinatra, Jackie Gleason, Toots Shor y J. Edgar Hoover, número uno de
la administración de la nación.
A Hoover le cae en su hombro la página de una revista y esto le irrita. Clava su
mirada en la imagen y descubre la reprsentación de un cuadro en color
atiborrado de figuras medievales agonizantes o muertas, un paisaje de
desolación y ruina visionarias. Edgar nunca ha visto un cuadro como aquel.
Sobre la tierra rojiza y pardusca desfilan ejércitos de esqueletos. Hombres
empalados en lanzas, colgados de horcas, clavados en ruedas de púas
previamente aseguradas en árboles desnudos, cuerpos abiertos a los cuervos.
Legiones de muertos que forman tras escudos hechos de tapas de ataúdes. La
muerte en persona a lomos de un jamelgo esquelético, en busca de sangre, la
guadaña presta mientras acucia a aturdidas masas de gente en dirección a la
entrada de quién sabe que trampa mortal. La página proviene de la revista Life.
Branca lanza. El triunfo de la muerte - Pieter Bruegel (XVI) Pintura
flamenca. El Prado. Madrid.Edgar Hoover descubre n la mitad de la escena a
una segunda muerta montada por un esqueleto. Si pinchan en la foto se abrirá
el cuadro con una mayor resolución para examinarla. La postura es de carácter
incuestionablemente sexual. Los muertos caen sobre los vivos. Y comienzan a
darse cuenta de que los vivos son pecadores. Los jugadores de naipes, los
amantes que juguetean, el rey envuelto por un manto de armiño y con su
fortuna almacenada en los toneles. Los muertos han venido a vaciar las
camtimploras de vino, a servir calaveras en bandeja a la gente de bien durante
el almuerzo. Se ve gula, lujuria y codicia. Los viejos muertos follándose a los
vivos. Terror universal. Los muertos extrayendo ataudes del suelo. Los muertos
de la colina tañendo las viejas y ásperas campanas que repican por los
pecados del mundo.
Este importante cuadro, tal vez donde reside el alma o el verdadero icono
delSubmundo de Don Delillo se encuentra en El Prado. Durante mucho tiempo
estuvo en La Granja (Segovia) y al final fue cedido al museo. Pero antes sepan
una cosa. El Metropolitan de Nueva York intentó hacerse con este cuadro y sus
negociaciones fracasaron. Un B-52 y un avión nodriza colisionaron durante un
reaprovisamiento rutinario a comienzos de 1966 y cuatro bombas de hidrógeno
se estrellaron contra las costas españolas descargando material radiactivo. Las
negociaciones por trasladar El triundo de la muerte de Bruegel a los EEUU
como pago a la defensa que mantenía con sus fuerzas aéreas en España se
interrumpieron por lo que el cuadro no se ha movido de su sitio. Sigue
perteneciendo al fondo cultural español. En realidad las Bases Aéreas
Norteamericanas son un peligro.
Y volvemos al partido. Thomson consigue un strike en la esquina interior.
Bobby golpea en dos noventa y dos consiguiendo un sencillo y un doble. Marca
el primer tanto de los Giants con un largo fly en el centro del campo. Brooklyn
marcha en cabeza cuatro a dos. Branza lanza. No es un buen lanzamiento para
golpear, es elevado y va por dentro, pero Thomson lanza el bate, que golpea la
pelota como un mazazo, y todos, todos lo miran. Pafko corre hacia la esquina
del campo izquierdo. Alcanza el muro. La gente se pregunta donde estará la
pelota. Y Cotter, en la sección 35, ve venir la pelota en dirección a él. Siente
como si su cuerpo se convirtiera en humo. Los Giants han ganado el título.
Intuye que la pelota caerá por la segunda fila y en ese punto acierta a recibirla
cuando un blanco estira su mano para engancharla y se produce entre ellos un
forcejeo espartano.
Cotter, el chaval de catorce años, se hace con la pelota pero Bill, un tipo que se
había sentado cerca de él, un blanco, le persigue incluso fuera del estadio para
quitarsela y éste se escabulle hacia el Harlem para llevarse su trofeo. Es la
bola que golpea Thomson y la que le da el triunfo a los Giants.
PARTE 1: LONG TALL SALLY (PRIMAVERA-VERANO 1992)
Aparece Nick en un Lexus. Tiene 57 años. Está en el desierto. Esto nos
recuerda a la portada. A lo lejos ve acercarse un taxi neoyorkino. Dentro,
casualidades de la vida va Klara Sax., una ex-novia y con ella van estudiantes
de arte, historiadores, profesores, piratas informáticos ya hastiados en busca
de un mundo sin redes computarizadas. Lucen camisetas impresas con las
palabrasLong Tall Sally. Sally es una mujer blanca esbelta muy sexy. Icono de
la belleza y la fuerza de América. Luego descenderemos al submundo de este
icono y al interesante contenido que subyace.
Nick trabaja como gestor de desechos. Sí. Basura. Hace un viaje de negocios.
Conversa con su antigua amiga Klara que le enseña su actividad artística con
los aviones. Aviones ruinosos. Un proyecto muy interesante. A los pocos días
regresa a casa. Está casado con Marian y viven también con su madre. La
madre de Nick.
Un día alguien le invita a ir al estadio de los Dodgers y allí le cuentan la historia
del home run de Bobby Thomson y de un individuo de personalidad obsesiva
que buscó afanosamente la famosa pelota del partido. Después de cuarenta
años la gente aún rememora el gran golpe de Thomson.
Un día entra inesperadamente en una tienda dedicada a la condología.
Condones de todos los tipos y usos. Escena genuina en la literatura que
engarza con el submundo planteado por Delillo y la naturaleza de las
civilizaciones.
Nick le regala a Marian, su mujer, un vuelo en globo el día de su cumpleaños.
Descubrimos que el padre de Nick desapareció un día. Salió a comprar un
Lucky Strike y jamás regresó. El tabaco está muy presente en esta novela
como recuerdo de lo traumático.
MANX MARTIN 1
Cotter regresa a casa con la pelota disimulando que estuvo en el colegio. Su
hermana Rosie de dieciseis años está enfrascada en sus deberes. Tiene dos
hermanos mayores, uno está en infantería y el otro en aviación. Hay dos
norteaméricas. Una negra y otra blanca.
Cotter le enseña la pelota a su padre, Manx Martin, cuando llega a casa. Él no
le cree. Es algo insólito. No sabe si le está tomando el pelo. Decide creerle y
empieza a pensar en una importante ganancia.
PARTE 2: ELEGÍA PARA LA MANO IZQUIERDA (MEDIADOS DE LOS
OCHENTA - COMIENZOS DE LOS NOVENTA)
El Asesino de la Autopista. Sepulturas espaciales.
PARTE 3: LA NUBE DEL DESCONOCIMIENTO (PRIMAVERA DE 1978)
La dietrología de la mafia, o la ciencia de lo que subyace en los sucesos, de el
Llanero Solitario, del caballo Silver. Historia iconográfica. Muy interesante.
El secreto de Groenlandia ¿por qué no sabemos de nadie que ha estado allí?
¿por qué ocultaron la caida de un B-52 en la década de los 70?
Los zapatos spectator de Charlie Parker vestido de traje blanco en un club de
jazz de Nueva York. Uno de los más grandes músicos de jazz, por no decir el
mejor y de quien no podía prescindir para penetrar en el submundo de la
historia de norteamerica.
A veces veo cosas tan conmovedoras que sé que debo
marcharme. Contémplalas y vete. Si te quedas demasiado tiempo,
desgastas esa muda conmoción. Ámalas, confía en ellas y vete. (p. 94)
CONJETURA
Don DeLillo: Submundo. Gian Castelli (tr.) Barcelona: Seix Barral, 2009.
Una hipótesis metafísica amenazante es el hilo conductor de esta obra maestra
de Don DeLillo.
Platón recomendaba salir de las profundidades de la caverna para contemplar
la auténtica realidad en el exterior. En algún lugar del cielo, decía, existe la
realidad verdadera, inextensa, inmutable e intemporal. La tarea del filósofo es
preparar su mirada para soportar la luz de las Ideas.
Nietzsche dijo que toda esa historia era una patraña, un síntoma de vida
descendente, de debilidad. Quien no está capacitado para asimilar el devenir y
el caos busca consuelo y refugio en otro mundo. Sin embargo,
paradójicamente, el peso de este otro mundo inmaterial es abrumador: ha
cercenado la voluntad de vivir de la humanidad durante generaciones.
Creo que no hay que tomar a Platón tan en serio como lo hace Nietzsche. En
el fondo el filósofo griego era un demagogo: sus mitos son siempre artimañas
políticas para legitimar el gobierno del rey-filósofo. Son mitos que funcionan
como estrategias para persuadir y domar a la mayoría en beneficio de un orden
totalitario. Piénsese en el mito de Er, por ejemplo.
De todos modos, la filosofía de Nietzsche concluye en verdadera
desesperación: ahora que ha desaparecido ese otro mundo en el cielo qué
demonios, se preguntaba, hacemos con este. El eterno retorno, la voluntad
de poder, el superhombre y demás enigmas que dinamitaron el siglo XX.
Han pasado más de cien años desde que Nietzsche perdió la lucidez mientras
abrazaba a un caballo en Turín pero el ansia metafísica perdura intacta en la
literatura, la filosofía y el arte. Platón estaba en lo cierto respecto a la dualidad
del mundo (apariencia y realidad) pero se equivocó al orientar la mirada hacia
arriba. Arriba no hay nada. Hay que mirar hacia abajo. Este es el punto de
partida de Submundo. Nuestra verdad y nuestra naturaleza es subterránea y
titánica. Prometeo es nuestro alter-ego.
os dioses que habíamos inventado enterraron a los titanes bajo tierra. A
mediados del siglo XX el ser humano los liberó y nos están devorando
como Cronos hiciese con sus hijos.
Es titánica la belleza del hongo en una explosión nuclear. La destrucción
total, la amalgama heterogénea que deja a su paso la onda expansiva es algo
fascinante y divino.
…el sol saliendo por el lado contrario y los árboles arrojando la sombra hacia
donde no es, el espectáculo de átomos liberados de sus fuerzas, la nube de
condensación instantáneamente formada sobre la onda de choque, diríase que
pulcramente centrada, y la onda visible que se aproxima, y el viento bíblico
que arrastra arbustos de salvia, arena, sombreros, gatos, piezas de
automóviles, preservativos y serpientes venenosas que pasan volando
bajo la aurora del desierto? (p. 453)
La primera detonación documentada de un artefacto nuclear en la Unión
Soviética tuvo lugar el 24 de septiembre de 1951 (Segundo Relámpago, Joe 2
o RDS-2). Plutón. dios de los muertos y señor del mundo subterráneo había
emergido a la superficie.
A través de dos personajes históricos antagónicos relata DeLillo la reacción del
público estadounidense al ensayo nuclear soviético: J. E. Hoover y Lenny
Bruce.
Inventa DeLillo que J. E. Hoover, siniestro director del FBI en tiempos de la
Guerra Fría, se enteró el día 3 de octubre de 1951 mientras asistía a un
espectáculo deportivo, la mítica e inesperada victoria de los Yankees sobre los
Dodgers. Alguien en una tribuna superior arranca páginas de un ejemplar de la
revista Life y las arroja sobre los espectadores de las primeras filas. Sobre
Edgar Hoover cae por azar la reproducción de El triunfo de la muerte que
Brueghel el viejo pintó en 1562.
Sobre la tierra rojiza y pardusca desfilan ejércitos de esqueletos. Hombres
empalados en lanzas, colgados de horcas, clavados en ruedas de púas
previamente aseguradas en árboles desnudos, cuerpos abiertos a los cuervos.
Legiones de muertos que forman tras escudos hechos de tapas de ataúdes. La
muerte en persona a lomos de un jamelgo esquelético, en busca de sangre, la
guadaña presta mientras acucia a aturdidas masas de gente en dirección a la
entrada de quién sabe qué trampa mortal, una construcción extrañamente
moderna que podría ser un túnel de metro o un pasillo de oficinas. Un fondo de
cielos cenicientos y naves en llamas. (…) Estudia la carreta llena de calaveras.
De pie en el pasillo, contempla al hombre desnudo perseguido por los perros.
Observa el perro esquelético que mordisquea al bebé que la muerta sostiene
en sus brazos. Son sabuesos flacos, alargados y muertos de hambre, perros
de guerra, perros infernales, perros de cementerio infestados de ácaros, de
tumores perrunos y de cánceres caninos. (…) Sí, los muertos caen sobre los
vivos. Pero comienza a darse cuenta de que los vivos son pecadores. Los
jugadores de naipes, los amantes que juguetean, ve al rey envuelto por un
manto de armiño y con su fortuna almacenada en los toneles. Los muertos han
venido a vaciar las cantimploras de vino, a servir calaveras en bandeja a la
gente de bien durante el almuerzo. Ve gula, lujuria y codicia.
A Edgar le encanta todo esto. Edgar, Jedgar. Admítelo: te encanta. Hace que
se le ponga de punta el vello corporal. Esqueletos con pollas ahusadas.
Muertos tocando los timbales. Muertos enfundados en sacos de arpillera
rebanándole el pescuezo a un peregrino. (46 y ss.)
La pintura de Brueghel es una señal de las pruebas atómicas que han tenido
lugar enKazajistán. Lo que inquieta al director del FBI sobre la
bomba soviética son sus consecuencias subterráneas e incontrolables.
Famoso por conocer los secretos de todos los personajes influyentes de
América se encuentra indenfenso ante las posibilidades futuras que abre cada
detonación.
Por cada detonación atmosférica, por cada atisbo que obtenemos de a fuerza
desnuda de la naturaleza, ese extraño globo ocular deshabitado que explota
sobre el desierto, por cada una de ellas calcula que hay un centenar de tramas
que corren a enredarse y multiplicarse bajo tierra. (p. 57)
DeLillo insiste más adelante en interpretar otra pintura extraña
de Brueghel, Juegos de niños(1560). Considera que esos niños extraños,
deformes, son premonitorios del espectáculo brutal que podemos encontrar en
una clínica de irradiados.
Ignoro lo que dice la Historia del Arte de este cuadro. Pero para mí no es tan
distinto del otro Bruegel famoso, ejércitos de muerte desfilando por el paisaje.
Los niños son gordos, retrasados, un poco siniestros para mí. Es como una
especie de amenaza, como una locura. Kinderspielen. Parecen enanos
haciendo algo horrible. (p. 748)
Durante cuarenta años los soviéticos realizaron pruebas en Kazajistán cuya
radioactividad afectó a poblaciones enteras. Se trataba, en parte, de estudiar
los resultados de la misma sobre la población civil. Tampoco Estados Unidos
resistió puntualmente a la tentación de tan brutal experimento. Sin embargo, la
desidia soviética provocó una orgía de mutaciones genéticas que DeLillo
describe en la visita del protagonista a una clínica para mutantes: piel donde
debería haber ojos, enanos que arrastran sus camisetas por el suelo, bultos
dotados de vida propia…
En octubre de 1962, durante la crisis de los misiles de Cuba, el
comediante Lenny Brucegritaba “Vamos a morir todos”. Era mucho más
que stand up comedy. En términos paradójicamente hegelianos, en los
monólogos de Lenny se manifestaba el espíritu deforme de la época, el
peligro nuclear inminente. Fue arrestado en tres ocasiones por obscenidad.
Sus monólogos eran una especie de jazz hablado, hard bop, en los que todos
los ídolos eran arrasados como si el propio Lenny fuese la onda expansiva de
una detonación nuclear. Murió de sobredosis en 1966.
DeLillo inventa un monólogo irreverente de Lenny que terminará
convirtiéndose años después en el núcleo de su novela apocalíptica Punto
Omega. En esta obra el tiempo es una corriente cuyo fin es devolver el mundo
a su estado originario de perfección, sin seres humanos. Por
eso Submundo termina con un párrafo de una sola palabra, “Paz”. La influencia
del pensamiento de Baudrillard es evidente en este y otros muchos aspectos
de Submundo.
Bien. Se trata de una virgen analfabeta y de ojos tristes que vive en un burdel
de uno de los distritos más pobres de San Juan. Posee un talento especial que
no tiene nada que ver con el sexo per se. Una especie de número de salón,
¿vale? Los hombres pagan la mitad de su salario semanal para entrar juntos a
una habitación desnuda del sótano donde la chica, inocente y de piel suave, se
levanta la falda, se baja las bragas, arrebata a la madame un cigarrillo
encendido y se inserta el filtro en el chocho. Los hombres la contemplan con la
boca abierta. Se trata de un Kent largo con filtro de micronita. Luego, encoge
los músculos de sus labios, o lo que sea, e inhala, por así decirlo,
vaginalmente; a continuación, se retira el cigarrillo y comienza a expulsar una
serie de magníficos aros de humo. Los hombres dejan escapar una
exclamación ahogada. Perfectos círculos redondos que se alzan de su lanoso
sexo, aún fino y poco poblado.
El público de Lenny no dejó escapar una exclamación ahogada como hicieran
los hombres del burdel, pero sobre la sala se aposentó una especie de
inquietud subrayada por alguna que otra risa nerviosa aquí y allá.
Algunas personas interpretan el don de la muchacha desde un punto de vista
religioso. Piensan que es una profecía, un signo del cielo de que el mundo está
a punto de acabarse. Dios ha elegido a una pobre huérfana, analfabeta y mal
alimentada, para transmitir un profundo mensaje al mundo. Porque, ¿acaso no
es posible que todas aquellas oes que expulsa su útero se refieran a la letra
griega que representa El Fin? Otros, periodistas, científicos, sacerdotes,
dicen… son hombres que han acudido al burdel para ser testigos del
acontecimiento y dicen que los aros que está expulsando no son
representaciones de la letra griega Omega. Son simples oes de sopa de letras,
por muy perfectamente formadas que estén. Esa gente dice que cuando la
muchacha sea capaz de expulsar omegas griegas de verdad, con su forma de
herradura ¿entienden?, la rebaba a cada lado de la abertura, que entonces
empezarán a creer en milagros. (pp.691-692)
Por fin es nuestro el fuego originario de los dioses. Las primeras bombas de
fisión dieron paso a las todopoderosas bombas de hidrógeno donde la fusión
de átomos desata una energía tal que funde en una amalgama
innombrable todo rastro humano con una rapidez inimaginable. Las
consecuencias de las armas nucleares no son sólo las 2053 detonaciones
entre 1945 y 1998 sino que la bomba se ha vuelto viral.
Los fenómenos que DeLillo ofrece como prueba de la influencia metafísica del
poder nuclear son la muerte de lo real y la historia a manos de la avalancha de
imágenes o el triunfo del simulacro, la transformación del planeta en un
gigantesco vertedero, el totalitarismo del capital y simultaneidad vertiginosa de
Internet que anula todo significado. Desarrollo a continuación cómo explica
DeLillo estos cuatro epifenómenos del robo del fuego a los dioses.
La acelaración de la historia, la acumulación vertiginosa de acontecimientos e
imágenes, la realidad transformada en simulacro ha devenido en la muerte de
lo real, el “crimen perfecto” (Baudrillard, dixit). Son muy pocas las imágenes
que conservan la densidad metafísica o el aura sagrada de la que hablaba
Walter Benjamin. Según DeLillo, ese honor corresponde, entre otras, a la
película Zapruder. El asesinato de J.F.K. tuvo lugar en 1963 pero la cinta no se
hizo pública hasta 1969 y sólo en 1975 fue emitida para el gran público por la
cadena ABC. DeLillo explica que no puedes dejar de mirar, que tiene un
“realismo abrasador”. Es como el hongo nuclear, viene de las profundidades,
es “más real que lo real”.
Las cosas que te rodean tienen un aspecto ensayado y estratificado y
cosmético. La cinta es hiperrealista, o acaso es hiporrealista como preferirías
definirla. Es lo que subyace bajo el fondo raspado de todas las capas que
has añadido. Y ése es otro motivo por el que sigues mirando. La cinta posee
un realismo abrasador. (p. 173)
…era algo completamente nuevo, entiendes, suprimido durante todos estos
años, aquél era el famoso disparo a la cabeza y tenían que enfrentarse a su
impacto: aparte del hecho de que era al presidente a quien disparaban, más
allá de los límites externos de este hecho, tenían que contender con el impacto
que cualquier disparo de alta velocidad y de cierta ingeniería letal es capaz de
producir en una cabeza humana, y la rotura de los tejidos y del cráneo suponía
una revelación terrible.
Y, oh mierda, oh Dios, había procedido de delante, ¿no es cierto? (p.536)
Otro síntoma de la viralidad del fuego nuclear es la omnipresencia de la
basura. La enterramos, especialmente los desechos radioactivos. Pero es
inútil, emerge de las profundidades. En esta economía basada en la novedad y
el consumo compulsivo, la basura, dice DeLillo, terminará por sepultarnos a
todos. Además, armas y desechos son mellizos místicos, diabólicos, titánicos:
desde las hachas de sílex a los contenedores de uranio. Constituyen la historia
secreta, “la infrahistoria” de la humanidad.
La paradoja surrealista que expone DeLillo sobre el origen de la
cultura consiste en que la civilización no comenzó pintando cuevas, mirando
las estrellas y filosofando. En realidad, primero nos rodeó la basura y luego
creamos una civilización para detenerla.
La civilización no había surgido y florecido mientras los hombres tallaban
escenas de caza en verjas de bronce o susurraban filosofía bajo las estrellas,
con la basura como una ramificación fétida que barres y olvidas. No, la basura
había florecido en primer lugar, incitando a la gente a construir una civilización
como respuesta, como autodefensa. Teníamos que encontrar modos de
eliminar nuestros desechos, de utilizar lo que no podíamos eliminar, de
reprocesar lo que no podíamos aprovechar. La basura se defendía. Se
acumulaba y se extendía. Y nos forzaba a desarrollar la lógica y el rigor que
nos conduciría a sistemáticas investigaciones de la realidad, a la ciencia, el
arte, la música y las matemáticas. (p. 315)
A través del arte es como a finales del siglo XX hemos empezado a ser
conscientes del problema e intentado ponerle freno. Klara Sax, alter-ego de
Tracey Emins, crea sus obras a partir de restos que recoge en los vertederos.
La llaman la Doña Basuras y La señora de las bolsas.
Una de las imágenes más hermosas de Submundo es el espectáculo aéreo del
proyecto artístico de Klara Sax. Tras terminar la Guerra Fría todos los B-52 que
sobrevolaban las fronteras de la Unión Soviética se convirtieron en chatarra.
Así que la artista los reclama al ejército, los ordena en el desierto y los
transforma en una orgía de color. Es una obra que puede incluirse en el
movimiento artístico land-art, cuyo ejemplo más conocido es Spiral Jettty
(1970) de Robert Smithson.
Ya pinté un colchón y algunas sábanas. Se había terminado mi segundo
matrimonio y pinté la cama al efecto. Sea como fuere, sí, ahora me dedico a los
bombarderos B-52 de largo alcance. Estoy pintando aeroplanos de cincuenta
metros de largo, aviones que solían transportar bombas nucleares. (…) Quiero
decir que en esta traslación de objetos pequeños a objetos muy grandes,
durante los años que he tardado en encontrar estas máquinas abandonadas,
desde todo eso, estoy redescubriendo la pintura. Y me siento ebria de color.
Sexualmente obsesa. Lo veo en sueños. Lo como y lo bebo. Soy una mujer
enloquecida por el color. (p. 79)
También reconvirtió la basura en arte Simon Rodia al edificar durante treinta
años de trabajo solitario las Torres Watt en Los Ángeles.
El graffiti es otra de las esperanzas de DeLillo. Su personaje Moonman,
conectado el archiconocido Bansky, decora vagones de metro para que todo el
mundo pueda ver cuál es la realidad en que vive: “es el arte inquieto y
destellante de los barrios bajos y de los vertederos, asaltándote el rostro con
sus colores: como diciendo yo soy tu película, cabrón”. (p.484)
l tercer fenómeno que demuestra las consecuencias virales del poder atómico
es el giro que ha tomado el capital. Usando términos propios de Baudrillard,
DeLillo pone en escena el carácter esotérico y ficticio que ha adquirido el dinero
una vez que se ha desvinculado de las nociones de valor de uso y valor de
cambio. El capital arrasa cualquier singularidad cultural. Resistirse a esta
aniquilación total es, según explica DeLillo en su ensayo In The Ruins of The
Future (2001), el motivo del ataque al World Trade Center . Pero la onda
expansiva del capital es irrefrenable.
Por último, la manifestación más radical de la destrucción nuclear es Internet,
elciberespacio. Ya no sabemos si este contiene al mundo o es el mundo el
que lo contiene. Allí, en la World Wide Web, en el mundo virtual, no existe
espacio ni tiempo porque el tiempo, le guste o no a Einstein, el tiempo está
intrínsecamente ligado al cuerpo humano que envejece.
En el ciberespacio todo está hiperconectado, todo es simultáneo, todo está
fusionado. Tiene el poder de la Bomba de Hidrógeno, la Bomba de Fusión.
Ese es el fantasma que recorre la red, “un fulgor, una opulenta fuerza de
empuje que parece fluir de un billón de nodos distantes.”
Para terminar, Submundo es una obra maestra donde DeLillo funde con
acierto literatura y filosofía.
Absoluta sorpresa. Así se podría definir lo que me ha pasado con este libro, y
sobre todo, con su autor. Ya había escuchado hablar de Don DeLillo en
innumerables ocasiones como uno de los autores norteamericanos
contemporáneos a tener más en cuenta, aunque nunca me había acercado a
una de sus novelas, pero una extraña y poderosa atracción hacia su nueva
novela, Punto omega, me ha hecho imposible resistirme.
Digo lo de la atracción porque me lo llevé finalmente a casa después de darme
cuenta que en mis dos últimas visitas a la librería, había acabado no sólo con el
libro en la mano, sino leyéndome un buen puñado de páginas. De hecho, el
libro es cortito, y ya llevaba unas cuarenta páginas. Y claro, teniendo en cuenta
que estaba alucinando con lo que estaba leyendo, pues no tuve más
remedio que llevármelo finalmente a casa.
Y es que el principio de 'Punto omega' es impresionante y sin duda de lo mejor
de este libro, ya que sin comerlo ni beberlo, nos encontramos ante un hombre
que observa detenidamente una proyección que está teniendo lugar en una
galería. Hasta aquí todo más o menos normal, pero es que va todos los días y
permanece el mayor número de horas allí dentro. ¿La razón? Dicha proyección
es una versión estiradísima a cámara superlenta de la genial película de Alfred
Hitchcock, Psicosis, de tal manera que dura veinticuatro horas. Y ahí lo
tenemos, observando cada mínimo detalle y no sólo de la pantalla, sino
también de las personas que entran y salen continuamente. Por cierto, que la
proyección existió de verdad.
Pues con este extraño y, a la vez, sugerente comienzo, desembocamos en una
historia no menos extraña y original donde nos encontramos con Richard
Elster,un antiguo asesor de guerra del Pentágono que harto de ese tipo de
vida, va en busca de espacio y tiempo, sus dos tesoros más preciados, y qué
mejor que retirarse al desierto para encontrarlos. Allí irá en su busqueda Jim
Finley, un cineasta un pelín especial que quiere rodar una película que
consista en un primer plano fijo de la cara de Elster mientras éste, reflexiona
sobre la guerra de Irak y sobre lo que le venga en gana. Sin guión ni tiempo
definido.
Y así van transcurriendo días y semanas, con Jim dejándose arrastrar por el
desierto, y entre copas y divagaciones a la luz de la luna. Pero todo cambia
cuando hace acto de presencia Jessie, la hija de Elster, que viene a visitar a su
padre. Evidentemente, esto parece alterar la rutina, pero nada más lejos de la
realidad, ya que en nada de tiempo casi se convierten en una extraña familia,
que se va cogiendo cariño, donde siguen predominando las horas de charla y
donde el ánimo se va contagiando del desolado paisaje que les rodea. Hasta
que un día ocurre algo que no estaba previsto y que cambiará para siempre
el rumbo de todos ellos.
Si ya he resaltado el inicio como muy bueno, lo que sí es para mí lo mejor de
'Punto omega' es su estructura narrativa, ya que independientemente de la
historia que DeLillo nos está contando, su forma de contarla es absolutamente
extraordinaria, con un dominio de los tempos muy difícil de encontrar en estos
momentos, atrapándote en todo momento y haciéndote consciente de que sabe
lo que tiene entre manos. Genial su habilidad para hacer que se te queden
marcados algunos detalles, a priori sin importancia, que luego se revelarán de
una forma sutil en necesarios para continuar con la trama. Todo esto unido con
una forma de escribir realmente buena y rica.
Pero como siempre, no todo es de color de rosa, y he de reconocer que el final
de la historia me dejó un poco raro. No digo que me decepcionara, y se puede
entender que sea lógico acabarlo así, pero a mí personalmente me dejó un
poco fuera de juego, ya que después del espectáculo al que estaba
asistiendo, esperaba la traca final, y desde mi punto de vista, no llega. En
cualquier caso, esto no es determinante para el disfrute de 'Punto omega' y
tiene mucho por lo que merece la pena.
Por su parte, Don DeLillo nació allá por el año 1936 en el barrio neoyorkino del
Bronx, hijo de una familia de inmigrantes italianos. Allí creció y estudió,
empezando a escribir mientras trabajaba como guarda de un parking. Después
de pasar cinco años en una empresa publicitaria, publicó su primer relato en
1960: The River Jordan. De ahí empezó a escribir su primera
novela, Americana. Poco a poco fue ganando enteros hasta que en el año
1985, ganó el National Book Award con una novela titulada en nuestro
país Ruido de fondo, lo que le hizo dar el espaldarazo definitivo. Después de
eso, son muchos los títulos destacados de Don, como Body Art, que aunque
tiene unos añitos también nos llega ahora como novedad; El hombre del
salto, donde se marca una de las mejores novelas con el 11 de Septiembre
como fondo o Submundo, la que está considerada como su mejor novela y
como una de las mejores novelas americanas de las últimas décadas.
En fin, que ya tengo en mi lista a un nuevo escritor al que acudir de vez en
cuando, porque en este caso sí que tengo clarísimo que volveré a sostener
entre mis manos una novela de Don DeLillo, ¿cuál? Eso ya lo veremos. Por mi
parte, la recomiendo totalmente a quien busque un poquito más que el
puro entretenimiento. Una novela para pensar, para disfrutar, para detenerse
en cada párrafo con la mirada perdida. En definitiva, literatura en estado puro.
Pensó que quizá le apeteciera cronometrar la secuencia de la ducha. Luego
pensó que eso era lo último que le apetecía hacer. Sabía que era una
secuencia breve en la película original, menos de un minuto, célebremente
menos, y unos días antes había visto aquí la secuencia alargada, toda ella
movimiento fragmentado, sin suspense ni miedo ni acuciante sonido de grito
pulsátil como de lechuza. Las anillas de la cortina, eso era lo que recordaba
con mayor claridad, las anillas girando en la barra cuando la cortina queda
arrancada, un momento que se pierde a velocidad normal, cuatro anillas
girando lentamente sobre la figura caída de Janet Leigh, poema perdido por
encima de la muerte infernal, y luego el agua ensangrentada rizándose y
formando una cresta en el desagüe de la ducha, minuto por minuto, hasta
desaparecer en un remolino.