stilus10

78
LA REVISTA DIVULGATIVA DE LA ASOCIACIÓN HISPANIA ROMANA X Invierno 13 Hiems 13 Las bases del esplendor del siglo II Descarga gratuitamente los números anteriores de Stilus en www.hispaniaromana.es ISSN 1989-9750 Trajano emperador Trajano emperador

Upload: manuela-plata-centella

Post on 10-Aug-2015

102 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

Page 1: Stilus10

LA REVISTA DIVULGATIVA DE LA ASOCIACIÓN HISPANIA ROMANA

XInvierno 13

Hiems 13

Las bases del esplendor del siglo II

Descarga gratuitamente los números anteriores de Stilus en www.hispaniaromana.es

ISSN 1989-9750

Trajanoemperador

Trajano emperador

Page 2: Stilus10

2 hiems·mmdcclxvi·auc

Los historiadores afirman que el germen de la destrucción del Imperio romano estaba ya bien

arraigado con los primeros césares. Ese momento congelado que es Pompeya revela que, por debajo de los caprichos provincianos de la clase acomodada, latían desequilibrios inquietantes que fueron en aumento con el tiempo. Pero, comoquiera que el desarrollo y la des-trucción caminan a paso diferente, el Imperio afrontaba el siglo II con expec-tativas en cierto modo prometedoras.

En este contexto aparece Trajano. El primer emperador hispano supo preser-var lo más valioso de sus antecesores en el trono –ambición y buenas dotes de gestión de recursos– y prescindir de los elementos de discordia, como el autoritarismo contundente de Domi-ciano. Bajo su reinado se plantaron las bases de un periodo de bonanza en el que Italia trató de convertirse en el foco aglutinador de un panorama en el que la población provincial cada vez tenía un papel más relevante.

En las próximas páginas seguimos los hitos más importantes del periodo trajaneo. En nuestra línea habitual, he-mos rehuido los enfoques tradicionales para dar un repaso a realidades menos conocidas, pero indispensables para que se produjesen los grandes aconte-cimientos. Es el caso de las fundacio-nes de beneficencia promovidas por el poder imperial, los alimenta, con las que se quería paliar la pobreza de las clases populares, pero también fomen-tar la recentralización del Imperio en la Península Itálica, concebida como una cantera de soldados y legionarios.

En el aspecto militar, nos acerca-mos a las principales campañas con un ángulo transversal. Por una parte, la construcción de una vía en los con-fines orientales se hizo con el propósito de allanar el camino a la invasión de la Arabia Petrea y la romanización de la zona. Por otra parte, la reorganización del ejército de Trajano puso a su ser-

vicio una máquina bélica capaz de las fulgurantes Guerras Dácicas.

Y si hablamos de la vida cotidiana, los escritores satíricos nos permiten barruntar cómo era la existencia de am-plias capas de la sociedad, mientras los autores científicos nos revelan el mun-do que se iba abriendo a los habitantes de la Urbe.

No querría acabar esta introduc-ción sin un reconocimiento para todos aquellos que nos permiten conocer nuestro pasado y que, en las difíciles circunstancias actuales, están sufriendo recortes y restricciones en su labor de investigación, enseñanza y divulgación. Confiemos en que, tras la crisis actual, se abra un nuevo periodo de esplendor como el que protagonizó Trajano.

[email protected]

CARTA DEL DIRECTOR

Protagonista de un nuevo periodo

Edita: Asociación Hispania Romana.

Dirige y maqueta: Roberto Pastrana.

Consejo Editorial: Alejandro Carneiro y Enrique Santamaría.

Corrige: Paco Gómez.

Secretaria de redacción: Asunción Fernández.

Colaboran Helena Alonso García de Rivera, Javier Alonso, Filomena Barata, José Luis Centeno, César Figueiredo, Jesús del Hoyo, Óscar Madrid, Charo Marco, Alfonso Núñez Dopazo, David P. Sandoval, Salvador Pacheco, Ángel José Pérez Izquierdo, Juan Luis Posa-das, Javier Ramos, Rocío Rivas Martí-nez, Rafael Sabio, Enrique Santamaría, Víctor Úbeda Martínez, Marcos Uyá y Alejandro Valiño.

Correo: [email protected]

Portada: retrato de Trajano en el British Museum, por Nick Thompson.

Stilus no comparte necesariamente los puntos de vista expresados por los auto-res, que son los responsables únicos.

la viñetaPor El Kuko.

No comprendo tu obsesión por ir cada vez más lejos a la conquista de tierras desconocidas... Si yo fuera emperador, me dedicaría a disfrutar de los placeres de la capital del mundo y no saldría de Roma.

Si supieras lo que te espera en Roma...

¡¡Jefe!!, ¿qué hay de lo mío? ¡¡Aquí!!

¡¡Aquííí!!

¡Me manda tu tía Valeria, la de Clunia, la prima de Julia!

¡Marquitos!, ¿no te acuerdas de mí?

¡Coincidimos en un viaje organizado a

Tarraco!

Page 3: Stilus10

EN ESTE NÚMERO

firma invitada 4UN TURDETANO AL FRENTE DEL IMPERIO. Por Alicia M.ª Canto.

biografías 12LOS ORÍGENES DE TRAJANO. Por Juan Luis Posadas y Javier Ramos.

biografías 14EL EMPERADOR VENIDO DE HISPANIA. Por Juan Luis Posadas.

entrevista 20

JOSÉ MARÍA BLÁZQUEZ.Por Roberto Pastrana.

las crónicas dicen... 22SUSTENTO PÚBLICO PARA LOS HAMBRIENTOS. Por Marcos Uyá.

las crónicas dicen... 26EL EJÉRCITO QUE DERROTÓ A DECÉBALO. Por José Luis Centeno.

arqueología 32LA AUTOPISTA DEL DESIERTO. Por Ángel José Pérez Izquierdo.

cultura y artes 38UNA VENTANA LITERARIA AL MUNDO DEL SIGLO II.Por Helena Alonso García de Rivera.

vida cotidiana 42ATAVIADOS PARA LA VIDA PÚBLICA. Por Rocío Rivas Martínez.

las crónicas dicen... 46EL AMANECER DE UN NUEVO REINADO. Por Víctor Úbeda Martínez.

vida cotidiana 50

ESTILO, UNA PUNTA SOBRE LA

CERA. Por Javier Alonso y Rafael Sabio.

asentamientos hispanos 54MIRÓBRIGA, EL FOCO ROMANI-ZADOR DEL BAJO ALENTEJO. Por Filomena Barata.

el rincón de esculapio 58REPOSO Y RECUPERACIÓN EN EL CAMPAMENTO. Por Salvador Pacheco.

arqueología 62UN APOYO AL ESTUDIO AR-QUEOLÓGICO. Por César Figueiredo.

derecho romano 64POR LA AUTORIDAD DEL EMPERADOR. Por Alejandro Valiño.

etimologías sorprendentes 68VENENOS PARA EL AMOR. Por Javier del Hoyo.

ludoteca 70GRANDES INVASIONES. Por Alfonso Núñez Dopazo.7 WONDERS. Por Roberto Pastrana.

sabores de la antigüedad 72TISANAM BARRICAM. Por Charo Marco.

breviarium 73

la cinemateca de clío 78ATILA, REY DE LOS HUNOS. Por David P. Sandoval.

Felicior Augusto, melior TrajanoENRIQUE SANTAMARÍA

Miembro del Consejo Editorial de Stilus

Que seas más afortunado que Augusto y mejor que Trajano. Esta fue, durante siglos, la frase con la que el Senado recibía a todo nuevo emperador. Y esa es

la imagen de Trajano, el primer emperador hispano, el prime-ro de una serie de emperadores adoptados por sus predeceso-res en función de su capacidad; o de una dinastía de monarcas emparentados por la línea hispana materna, según estudios actuales.

Y, por una vez, la imagen se corresponde bastante bien con la realidad.

Trajano procedía de una familia de soldados semi-profe-sionales que se abrieron un hueco en la corte imperial gracias a la milicia. Su padre alternó, al igual que él, los cargos ho-noríficos del cursus honorum con una serie de mandos mili-tares sucesivos y de gobernaturas de provincias conflictivas. Estuvo, por ejemplo, al mando de la mítica X Legión durante la Gran Rebelión Judía, encabezando el asalto al Templo de Jerusalén o el asedio y conquista de la impresionante forta-leza de Masada. A su lado aprendió el oficio y fue el ejército quien impuso su nombramiento a un Senado reticente.

Con semejantes antecedentes no es de extrañar que fuera uno de los emperadores más activos y brillantes en campa-ña, cosechando victorias en todos los frentes y llevando el Imperio a la máxima extensión que jamás alcanzaría. Pero fue eso y mucho más. Dirigió programas sociales, construyó orfanatos, escuelas, repartió tierras abandonadas o mal explo-tadas entre decenas de miles de nuevos colonos, impulsó la industria, el comercio, las artes…

Reformó todo el centro de la caótica Roma, para abrirlo al público; mejoró o reparó muchos monumentos, construyó el mayor de los foros de la ciudad, la basílica Argentaria, la Ul-pia, termas, mercados, el nuevo puerto de Ostia, carreteras… Y no solo en la capital, también actuó en todo el Imperio para dejar claro que todos formaban parte de un mismo proyecto y podían disfrutar de sus beneficios. En Egipto unió el Mar Rojo con el Nilo –y, por tanto, con el Mediterráneo– median-te un canal navegable. En Hispania impulsó todo tipo de in-fraestructuras, reformando la red viaria y levantando multitud de puentes, muchos de los cuales, como el famosísimo de Alcántara, han llegado hasta nosotros.

Estableció el primer organismo dedicado específicamente a combatir la corrupción en la administración, depurándola, y dejando claro que toda ella, desde el propio emperador hasta el último recaudador de impuestos, debía servir al ciudadano.

No fue perfecto, nadie pude serlo, pero sí excelente, ópti-mo. Optimus Princeps, el mejor de los príncipes, en opinión de sus contemporáneos y de cientos de generaciones poste-riores. Solo recientemente su recuerdo se ha ido diluyendo. Hollywood, el gran referente cultural de nuestra época –nos guste o no–, se ha demostrado indiferente ante un emperador sin morbosas taras mentales; por un gobernante universal, justo y eficaz, aunque sin la menor relación con Gran Bretaña ni con el norte de Europa.

Pese a ello, su legado perdura. Y si aún conservamos esa imagen positiva de Roma, como patria cultural común, no es gracias César o a Augusto, sino a Trajano y a la dinastía que lo sucedió e hizo del siglo II «el mejor siglo de la Historia de la Humanidad», en palabras de Edward Gibbon.

ROSTRA

TEMA DEL NÚMERO

Page 4: Stilus10

4 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Alicia M.ª Canto.

Especialmente desde el siglo XVIII, los historiadores europeos tendieron en sus trabajos, libros y manuales, a des-vincular a los grandes emperadores del siglo II de su Hispania natal o ancestral. Por ello es imposible reconocer a través de estos autores sus raíces hispanas, o el peso que éstas pudieron tener en sus acertados reinados, hechos ambos que con gran frecuencia se silenciaban o desvirtuaban.

Así ocurre con Trajano, del que uni-versalmente se afirma que, aunque na-cido en la bella y estratégica Itálica, su familia Ulpia y sus raíces eran italianas, de la ciudad umbra Tuder (hoy Todi). En la doctrina común nacional e inter-nacional es creencia inmutable –pues se cuentan apenas tres excepciones en cua-tro siglos– que tal gens Ulpia se había

asentado en Hispania en los tiempos de Escipión, en el año 206 a. C., “como la de Adriano”, aunque para ello no exis-tiera en realidad ninguna fuente antigua disponible. Pasa también con el propio Adriano, que para la mayoría ni siquie-ra había nacido en Itálica. Y con otros emperadores de este brillante periodo, como Marco Aurelio, al que se vincula más con su tío político Antonino Pío, de origen galo, que con su abuelo paterno, el poderoso triple cónsul cordobés (de Ucubi, la actual Espejo) Marco Annio Vero. Cuando, en el caso de Antonino Pío y Marco Aurelio, debieron más el imperio a Adriano y a las dos Annias béticas, madre e hija, sus respectivas y casquivanas esposas.

Esta situación explica que tradicio-nalmente los emperadores del siglo II aparecieran familiarmente desconecta-dos. Se les ubicaba, juntos o por sepa-

Los padres de la Histo-riografía moderna, en los siglos XVII y XVIII, borraron el rastro de la ascendencia hispana de Trajano. Sin embargo, Alicia M.ª Canto, profe-sora de la Universidad Autónoma de Madrid y Académica de la Historia, ha reunido en los últimos 30 años diversos testi-monios y evidencias que demuestran las probables raíces autóctonas de su familia, y su apellido real.

Un turdetano al frente del Imperio

Foto: Junta de Andalucía

FIRMAINVITADA

Itálica, en pri-mer plano. La

patria de Traja-no se situaba a pocos kilóme-

tros de Sevilla, e inmediata al Guadalquivir.

ANTECEDENTES FAMILIARES

Page 5: Stilus10

5 invierno·2013

rado, bajo definiciones globales como “Antoninos” (la más general e injusta), “Buenos” o “Adoptivos”, que muchos autores siguen hoy utilizando a pesar de que realmente no concuerdan con los textos literarios o las pruebas epigráfi-cas, que abundan en lo contrario.

Se puede decir que la discrepancia de los historiadores modernos a la hora de clasificar y definir a la serie imperial que comenzó con Nerva (96 d. C.) y terminó con Cómodo (muerto en 192 d. C.) era y es simplemente estrepito-sa. Como comenté en 1998, clasificar a Trajano como “el segundo antonino” (así lo hacen sus importantes biógra-fos Léon Homo, en 1969, y E. Çizek, en 1983) hubiera dejado de piedra al propio Trajano, que se preguntaría ante todo a qué desconocido y tan importan-te Antonino se referían, pues, al acceder él al trono, el futuro Pío contaba con apenas 12 años.

Durante décadas y siglos se han perpetuado todos estos tópicos, por la simple repetición acrítica de conceptos previamente fijados por grandes firmas

de la Historia Antigua. Por esta razón se hace preciso desmontarlos con pacien-cia y sólidos argumentos, mediante una revisión prudente pero decidida de los textos antiguos ya conocidos y de los nuevos materiales.

Las raíces de TrajanoDel complejo y soterrado complot béti-co-narbonense que consiguió la llegada al trono de un genuino nativo de His-pania me vengo ocupando desde 1985. En 1991 publiqué un artículo en la re-vista alemana Chiron acerca del papel que pudo desempeñar en todo ello el poderoso y temido triple cónsul Lucio

Licinio Sura, para mí un italicense cuya familia paterna procedía de Tarraco. Me basaba en uno de los más famosos tes-tamentos romanos, muy mal conserva-do, llamado por Mommsen testamen-tum Dasumii. En él son citados Trajano, Adriano y varios senadores y persona-jes béticos, aunque no se conserva el nombre del riquísimo testador.

En 1998 tuve ocasión de ocuparme de lo poco que se sabía seguro sobre la genealogía y la familia natal del em-perador Trajano al preparar, a petición del Ministerio de Educación y Cultura español, un stemma o árbol genealógi-co de Trajano y sus sucesores para uno de los paneles de la gran exposición conmemorativa del “Año de Trajano” que se exhibió en Zaragoza y Mérida en 1998 y 1999. Esto me llevó, ya en el catálogo, a tratar ese brillante siglo II como la obra de una dinastía hispana, por lo que lo llamé ya Saeculum His-panum.

A raíz de aquel encargo me decidí a revisar más en detalle lo ya conocido, y a estudiar algunas claves acerca de los

Tradicionalmente la historiografía sostuvo la idea de que Trajano, «el mejor de todos los emperadores», era tan italiano y romano como los demás, aunque por una vieja emigración hubiera nacido fuera de Italia. Se presuponía, también, que los emperadores del siglo II no tenían relación alguna de paren-tesco entre sí, sucediéndose por meras y casuales adopciones. Tal razonamiento se debe en buena parte a una inercia dogmática que arranca de los grandes historia-dores europeos de los siglos XVII y XVIII, tales como J.-B. Bossuet (1681), L.-S. Le Nain de Tillemont (1691), el barón de Montesquieu (1734-1748) y, sobre todo, Ed-ward Gibbon (1776).

Cuando se estaban asentando los pilares de la Historia de Roma, España era una potencia odiada

por los países europeos más influ-yentes en la bibliografía posterior. Además carecía de historiadores de talla que pudieran oponerse a los citados estudiosos, si es que siquiera llegaba a conocerse aquí puntual y ampliamente lo que de-cían. Para los grandes historiado-res europeos del momento debía de ser difícil reconocer que «la mejor centuria de la Historia de la Humanidad», según bautizó al si-glo II Gibbon, la inaugurara y la determinara en cambios esencia-les, un hispano.

Esta tácita renuencia se apre-cia, en esa misma época, en los mismos próceres de la Historia de los que arrancan definiciones tan poco apoyadas históricamen-te como las de “emperadores an-toninos”, “buenos emperadores” o “emperadores adoptivos”, todas

ellas utilizadas desde entonces y destinadas a negar que en el siglo II hubiera una verdadera dinastía y, más aún, que pudiera ser de orí-genes hispanos.

Viejos problemas historiográficos

El historiador Edward Gibbon, retratado por Henry Walton.

Cuando Trajano accedió al trono Antonino Pío, que da tradicionalmente nombre a la dinastía, contaba apenas 12 años

Page 6: Stilus10

6 hiems·mmdcclxvi·auc

enigmáticos orígenes del Optimus Prin-ceps. Según mi conclusión el emperador no era un Ulpio italiano, sino un Trahius/Traius italicense. Busqué pruebas de una ascendencia no italiana y de las raíces es-trictamente béticas de quien llegó fundar una dinastía, y en realizada hispana, a la que propuse definir con más justicia, ya en 2003, como ulpio-aelia.

Como corolario de los trabajos cita-dos –que, a su vez, profundizaban en una vieja intuición sobre los Traii recogida en mi tesis doctoral (1983) en torno a la epigrafía italicense–, dediqué una peque-ña monografía a demostrar que Trajano era un turdetano. Esto es, un verdadero extranjero con respecto a Roma y a Ita-lia, aunque estuviera, naturalmente, muy romanizado.

Marco Ulpio Trajano era un bético nato y neto. Y no sólo por su nacimiento, el 18 de septiembre del año 53 d. C., en la ciudad de Itálica, algo que se acepta con muy escasas excepciones, –como W. Eck o A. Caballos, aún en la vieja línea de J. Lipsio (1600)–, sino que también era turdetano por un hecho nunca cues-tionado: su más vieja ascendencia por línea paterna. Para mí ésta no sería la de los Ulpios italianos de Tuder, sino una familia de notables locales de Itálica, los Trahii/Traii, apellido familiar o nomen indígena. De la adopción de su padre por un Ulpio derivaría realmente el cogno-men o apellido propio Traianus.

Traianus pater fue un competente senador y general que por su lealtad y buenos servicios, especialmente durante la guerra civil de sucesión tras la muerte de Nerón (68-69 d. C.), fue ascendido a patricio por el emperador Vespasiano. De hecho, Trajano debía sentirse hijo de su padre biológico en igual medida que de Marco Cocceyo Nerva, el fugaz emperador que lo adoptó a toda prisa en octubre de 97, en lo que creo, como Ro-nald Syme, que fue un golpe de Estado encubierto, justo mientras Licinio Sura ejercía su primer consulado.

Esta doble paternidad y devoción de Trajano la demuestra un áureo acuñado hacia 115 d. C., en el que sus dos patres aparecen divinizados. Al tratar a su padre natural como un dios, e igualarlo a Nerva (aunque en distintos sitios del Olimpo) Trajano reconocía lo mucho que también le debía; más quizá que a Nerva, cuyo

apellido familiar, Cocceyo, incluso sien-do ya su hijo adoptivo y césar heredero, declinó aceptar aunque ésta era la norma legal en Roma.

Los cuatro textos fundamentalesNo se conserva ninguna biografía de época de Trajano. Grandes historiadores coetáneos que pudieron hacerla, como Suetonio, Tácito o incluso Plinio el Jo-ven, se abstuvieron, al igual que tampoco le cantaron poetas como Juvenal y hasta el hispano Marcial. Aunque es de notar que casualmente todos ellos progresaron mucho personalmente bajo su reinado.

El historiador del siglo IV Flavio Eu-tropio, aunque calificado por sir Ronald Syme como «poco académico» y «poco informado», era senador y nada menos que magister memoriae de Valente (364-378 d. C.). Por encargo de este empera-dor compuso su justamente famoso Bre-viarium Historiae Romanae. En dicha obra (8, 2, 1) afirma que Trajano era «de una familia más antigua que ilustre», lo que hace bastante normal que no se pre-

serven muchos datos al respecto, lo que me parece un nuevo silencio a conside-rar máxime si en su tiempo no se quiso hacer mucho hincapié en su extranjería. El conservadurismo de la época en las tradiciones romanas se aprecia también en Plinio el Joven. En un panegírico tan minucioso como el que dedica en el 100 d. C. a su imperial benefactor, se es-fuerza con todo cuidado a lo largo de su adulador discurso en no mencionar ni el lugar de nacimiento de Trajano, ni su as-cendencia familiar más allá de su padre.

A pesar de las dificultades, en cuanto a su origen pueden rescatarse cuatro textos antiguos, que suelen recibir menos aten-ción, cuando no son directamente malin-terpretados o, incluso, pasados por alto.

El primero, en orden cronológico, es Dión Casio (155-post 235 d. C.), sena-dor e historiador de origen griego con acceso a fuentes oficiales. Fue autor de una muy utilizada Historia Romana. En dicha obra (cita 1) elogia claramente la visión política de Nerva al adoptar a Tra-jano como hijo y sucesor, pues sólo tuvo

Οὕτω μὲν ὁ Τραϊανὸς Καῖσαρ, καὶ μετὰ τοῦτο αὐτοκράτωρ ἐγένετο, καίτοι συγγενῶν τοῦ Νερούα ὄντων τινῶν. Ἀλλ´ οὐ γὰρ τῆς τῶν κοινῶν σωτηρίας ὁ ἀνὴρ τὴν συγγένειαν προετίμησεν· Οὐδ´αὖ, ὅτι Ἴβηρ

ὁ Τραϊανὸς, ἀλλ´ οὐκ Ἰταλὸς, οὐδ´ Ἰταλιώτης ἦν, ἧττόν τι παρὰ τοῦτο αὐτὸν ἐποιήσατο, ἐπειδὴ μηδεὶς πρόσθεν ἀλλοεθνὴς τὸ τῶν Ῥωμαίων κράτος ἐσχήκει· Τὴν γὰρ ἀρετὴν, ἀλλ´ οὐ τὴν πατρίδα τινὸς, ἐξετάζειν δεῖν ᾤετο.

De esta forma Trajano se convirtió en césar y más tarde en emperador, a pesar de que Nerva tenía algunos parientes. Éste tuvo en cuenta más la salvación del Estado que los lazos familiares, y decidió adoptar a Trajano a pesar de que era un íbero, no un italo ni un italiota, y de que ningún hombre de otra raza había imperado antes sobre los romanos. Pensó que lo que había que tener en cuenta eran los méritos de un hombre, y no su patria.

Dión Casio, Historia Romana, LXVIII, 4, 1-2

Las claves del origen de Trajano

1

Áureo de Trajano, acuñado antes de 115 d.C. A la izquierda Nerva, a la derecha Trajano el general, ambos DIVI y PAT(res). Foto Museo Arqueológico Nacional, nº inv.1992/80/59, en Canto, 2003, fig. 4.

Page 7: Stilus10

7 invierno·2013

en cuenta el interés del Estado. En su decisión no fue un obstáculo que Tra-jano fuese «un ibero, no un italo, ni un italiota», o que ningún álloethnès (ex-tranjero) hubiera sido antes emperador.

Dión Casio, que escribe en griego, no puede decir más claramente que Trajano era ibero, que no había nacido en Italia ni tampoco de familia italiana emigrante (italiota). Precisa aún más que era de otra raza (álloethnès), y por ello el primer emperador de origen fo-ráneo que alcanzaba al trono. Era esta extracción genuinamente provincial y autóctona lo que para un historiador como él hacía tan excepcional su as-censo a emperador, por mucho que se tratara de un natural de una provincia altamente romanizada como la Bética, y de una familia que era ya senatorial y dos veces consular.

El segundo autor es Sexto Aurelio Víctor (h. 320- h. 390 d. C.), prefecto del emperador Juliano y posiblemen-te cónsul. Como historiador escribió una Historia de los Césares terminada hacia 360 d. C. Son importantes en él dos textos. El primero de ellos (cita 2) es precioso para mi tesis dinástica de los ulpio-aelios, su origen externo y su favorable influjo en la dirección de los destinos de Roma.

El dictamen histórico de este se-nador romano es demoledor en varios sentidos. No es extraño que este texto apenas aparezca en las biografías y manuales europeos, e incluso espa-ñoles, porque contradice de plano las tesis más tradicionales de la Historio-grafía desde el siglo XVII, y de una forma brutalmente histórica. Pasa, a continuación de este resumen intro-ductorio, a referir datos de las vidas de todos los emperadores del siglo II, incluyendo, naturalmente, a Trajano, que resulta así un llegado de fuera, un «foráneo».

Unos párrafos más abajo, empezan-do ya la biografía del emperador, cita su origen hispano en el mismo sentido que Dión Casio (cita 3). Como vemos, Aurelio Víctor vuelve a marcar aquí la excepcionalidad de que Nerva adopta-ra y designara a un sucesor de origen provincial, justificándolo en el hecho de que era senador, y ya había sido cónsul.

El último de los textos históricos

sobre la ascendencia de Trajano es el Epitome de Caesaribus, de fines del siglo IV d. C. Es una compilación muy breve de todos los emperadores desde Augusto a Teodosio. Atribuída duran-te mucho tiempo a Aurelio Víctor, es

más probable que esta obra sea anóni-ma y se base en varias fuentes previas y no sólo en Víctor, pues aporta más información. Al comenzar la biografía de Trajano nos regala un párrafo (cita 4), habitualmente malinterpretado, a mi juicio. Bien leído, afirma no sólo que Trajano era un turdetano (con una corrección argumentada, la que pongo entre corchetes angulares), sino que además por su linaje paterno, el mas-culino, no era un Ulpio, sino un Trayo.

Lo que corrijo es el ex urbe Tuder-tina, que viene en varios manuscritos que pudieron ser alterados en la Edad Media. La procedencia tudertina con-tradice en la práctica los textos anterio-res, pero todos los historiadores se han empeñado durante siglos en afirmar y repetir, a partir de este texto, que la fa-milia de Trajano era oriunda de Tuder, la actual Todi, en la Umbría italiana.

La lectura “turdetana”Antes de 1998 yo misma había acepta-do, como todo el mundo, que no había que corregir la palabra Tudertina de los manuscritos del “Epitome”. La primera vez que esta enmienda, Tu<rdeta>na, se propuso fue en fecha tan lejana como

Ulpius Traianus, ex urbe Tu<rdeta>na, Ulpius ab

avo dictus, Traianus a Traio paterni generis auctore vel de nomine Traiani patris sic appe-llatus, imperavit annis viginti.

Ulpio Trajano fue emperador durante veinte años. (Oriun-do) de una ciudad turdetana, su apellido fue Ulpio por su abuelo, y se le llamó Trajano, o por Trayo, el fundador del lina-je paterno, o bien del apellido familiar de Trajano, su padre.

Epitome de Caesaribus, 13

Las claves del origen de Trajano

Hactenus Romae seu per Italiam orti imperium rexere, hinc ad-venae quoque; nescio an ut in Prisco Tarquinio longe meliores.

Ac mihi quidem audienti multa legentique plane compertum urbem Ro-mam externorum virtute atque insitivis artibus praecipue crevisse.

Hasta entonces habían regido el Imperio hombres nacidos en Roma o en Italia. A partir ahora, sin embargo, [lo harían] los llegados de fuera, y no sé incluso si ellos fueron con mucho los mejores, igual que pasó con Tarquinio Prisco. Pues para mí, que he escuchado y leído muchas cosas, está muy claro que Roma prosperó sobre todo gracias a los méritos de los emperadores foráneos, y a las cualidades que ellos importaron.

Namque (scil., Nerva) Ulpium Traianum Italica, urbe Hispaniae, ortum, amplissimi ordinis tamen, atque etiam consulari loco,

arrogatum accepit dedit.

Ya que [Nerva] adoptó como arrogado a Ulpio Trajano que, aunque natu-ral de Itálica, ciudad de Hispania, al menos pertenecía al orden senatorial y ya había sido cónsul.

Aurelio Víctor, Historia de los Césares, 12-13

Las claves del origen de Trajano

2

3

4

Page 8: Stilus10

8 hiems·mmdcclxvi·auc

1600. La hizo el célebre belga Justo Lipsio, en sus Dissertatiuncula apud principes. Item C. Plini Panegyricus liber Traianus dictus (Amberes, 1600, págs. 37-38).

Lipsio, un protegido de la corte es-pañola a través de la infanta Isabel Cla-ra Eugenia, quizá propuso la enmienda por razones diplomáticas (según sugirió en 2000 J. M. Maestre). Sin embargo, dejó la cuestión abierta al argumentar acto seguido contra su propia idea. Por mala suerte además la quiso apoyar con una inscripción falsa que hacía de Tra-jano un arévaco (CIL II 232*), con lo que su propuesta de corrección textual, que era buena, no prosperó.

La misma lectura recogió, y defen-dió con calor a favor de Itálica, el hu-manista se villano Nicolás Antonio en 1696 (Bi bliotheca Hispana Vetus, pp. 92-96 de la edición de 1788). Cayó en el mismo error que Lipsio, pero añadió el acierto de recordar por primera vez a los Traii de Arva (Alcolea del Río). A pesar de todo ello, la propuesta turdeta-na volvió a caer en el olvido.

No se volvió a retomar seriamente hasta dos siglos y medio más tarde, en 1868, por el suizo J. Dierauer. Éste sólo fue apoyado, ya a fines del siglo XX (1974), por otro alemán, J. Schlumber-ger, sin ser secundados en general ni el uno ni el otro. Entre los españoles mo-dernos, sólo Ángel Montenegro (1954) fue un decidido partidario de la hispani-dad remota del emperador. Contestaba así a los desesperados intentos de otro gran biógrafo, Roberto Paribeni (1926-1927), para salvar la procedencia italia-na de Trajano.

Cuando tanto tiempo después me propuse revisar críticamente los textos sobre Trajano llegué, para mi propia sorpresa, a la misma conclusión que mis predecesores: el texto original no podía decir Tudertina, sino Turdetana. El problema era aportar argumentos de más peso, capaces de calar en la histo-riografía.

Pero convencer a los historiadores del mundo de que la única lectura po-sible es ex urbe Turdetana es difícil, in-cluso entre los españoles. Hay contadas excepciones como la de José M.ª Bláz-quez, firme partidario de mi hipótesis en su monografía sobre Trajano (Ariel,

2003) o en sus estudios en la Fon-dazione Canussio. El resto sigue repitiendo en bloque, e incluso de-fendiendo, la ascendencia italiana de Trajano.

Un peso pesado como Syme refor-zó la procedencia italiana del empera-dor en su celebérrimo Tacitus (Oxford, 1958, p. 31 con nota 1, y p. 595). En esa obra citó una inscripción perdida de Tu-der (CIL XI, 4686) en la que se mencio-naría a un supuesto M. Traius M. f. Sin embargo, el gran epigrafista L. Muratori había visto aquella inscripción y, si-guiendo su interpretación, insólitamente descartada, en realidad se trata de una dedicación de dos Attios a un tercero.

Desde J. Bennett (1997) hasta M. Griffin en la última edición de la in-fluyente Cambridge Ancient History (2000) –en la que además se adjudica a Dión Casio una inexistente «mirada de desprecio por ser español», p. 101–, se continúa la misma línea de Syme, con el consabido predominio de lo escrito en inglés, sea o no cierto.

Tu<rdeta>na, a pesar de todo, es la lectura correcta y algún día se impondrá por un hecho de peso (al menos de tanto peso como el de los argumentos del gran Syme): que el adjetivo Tudertinus/a no existió en latín. Ni en el literario, ni en el epigráfico. Los habitantes de Tuder se llamaban Tudertes, incluso Tudernes (según calificaba Plinio a las viñas de esta localidad), pero jamás Tudertini. Por lo cual, sencillamente, nunca pudo existir una urbs Tudertina. Es lo que llamamos un fantasma textual, con su correspondiente secuela de fantasma historiográfico.

Y, aunque sea verdad (como algunos han argumentado en apoyo de la tesis tradicional) que el apellido Ulpio es de origen osco-umbro, debe prevalecer lo

anterior. Máxime en cuanto comprobe-mos que la gens natal de Trajano, la pa-terna, tampoco fue la Ulpia. Por un lado y por otro, pues, la lectura Tudertina pierde el sentido y el crédito de los que secularmente viene disfrutando.

Lo anterior queda ratificado por lo que sigue en el texto del anónimo Epi-tomador (cita 4), que por ello es el más fundamental respecto a los orígenes de Trajano. Continúa informándonos de que Trajano «era un Ulpio por su abuelo», una observación superflua si su familia paterna hubiera sido la Ulpia desde siempre, desde Italia, o “desde los tiempos de Escipión”.

Por el contrario, al no indicar de qué línea habla, hemos de entender, como en otros casos, que no es la paterna. Y, por tanto, que Trajano era un Ulpio por su abuelo materno. Si lo interpretamos así, como manda la lógica, el panorama familiar de Trajano cambia instantánea-mente y por completo. Como corrobo-rando esta manera de analizarlo, acto seguido el Epitomador pasa en efecto a la línea masculina, diciéndonos que el nombre Trajano lo debía, «bien a Tra-yo, el fundador de su linaje paterno», «o bien al de su padre», el general. Lo cual sugiere a su vez que “Trajano” tampoco era un apelativo original en el

Retrato colosal, procedente del Foro de Trajano en Roma. Es

posible que se trate de la madre de Trajano, Ulpia ¿Marcia-

na?, aunque usualmente se ha atribuído a Agripina la Menor (cf. D. Boschung y W. Eck, AA,

1998 y Canto 2003 fig. 5).

Foto

: Ant

oine

Mot

teW

P Co

mm

ons

Page 9: Stilus10

9 invierno·2013

propio padre del emperador.En resumen, el autor nos dice de

una manera concisa que si Trajano era un Ulpio lo era por la línea materna y esto nos permite deducir varios he-chos. El primero es que el padre de Trajano, M. Ulpio Trajano, no era por su sangre un Ulpio. En segundo lugar, que el avus Ulpius que cita la Historia de los Césares tuvo que ser más bien el abuelo materno. Y en consecuen-cia, que la madre de Trajano no sería, como se viene pensando, una Marcia, sino la auténtica Ulpia. Por último, que el fundador del linaje de Trajano era un Traius (o Trahius, como más tarde ve-remos), mientras que la gens o familia Ulpia era la materna.

En efecto, al no haber existido nun-ca una ciudad Traia de la que pudiera derivar el nombre (como sí hay una Hadria para Hadriano), la explicación de un cognomen como Trajano sólo puede encontrarse en la adopción de un Trayo (Traius) por parte de su suegro Ulpio, que sería el abuelo materno de Trajano. En estos casos normalmente el apellido de nacimiento pasaba a ser nuevo cognomen con la terminación –anus. Ése sería exactamente el caso del padre de Trajano: Marcus Ulpius Trai-anus.

La adopción legal era algo muy fre-cuente entre élites romanas carentes de hijos varones, con objeto de que al me-nos el yerno y los nietos preservaran tanto el apellido como el patrimonio.

Todas ellas son conclusiones a las que se puede llegar sólo con analizar de otra forma más estricta a un autor antiguo y bien informado. Si en cua-tro siglos sólo se ha defendido esta lectura cuatro veces, y sólo en lo rela-tivo a rechazar el Tudertina (pues los demás elementos de juicio aún no se conocían), se debe al enorme peso de la tradición y de grandes autores de la Historia Antigua, así como a la resis-tencia a abandonar axiomas de siem-pre conocidos.

Los Trahii italicensesEntre 1971 y 1973, durante las ex-cavaciones del teatro de Itálica en las que participé, apareció una enor-me inscripción de más de 20 metros de largo, de cuidado mármol blanco.

Estaba originalmente cubierta con le-tras de bronce dorado. En mi opinión, ratificada en 1977 por una competen-te estratigrafía de M. Pellicer, no es augustea, como dice unánimemente lo que llamo la “ortodoxia italicen-se”, sino parte de la gran y esperable ampliación y embellecimiento del edificio en los primeros decenios del siglo II d. C., cuando dos italicenses se convierten consecutivamente en emperadores.

En la inscripción se podía restituir el apellido del segundo de los dedi-cantes. Es lo que hice en 1981 y 1983 (con casi general aceptación) como Traius: C. Tr[ai]us C. f. Pollio. Éste, junto con un probable hermano o pri-mo local, L. Blattius L.f. Traianus Po-llio (quizá otro Trayo, adoptado esta vez por un Lucio Blattio), había rega-lado valiosas mejoras y obsequios en el teatro. Ambos serían los primeros pontífices y alcaldes (duoviri) de la nueva colonia de Itálica, ahora ya, por concesión de Adriano, Aelia Augusta y de derecho romano.

A partir de ambos, en 1981 ya se po-dría inferir que la gens o familia Traya existía y era importante en la ciudad. Lo repetí en 1983 en mi tesis doctoral, reuniendo y anotando el proporcional-mente alto número de Trayos que se documentaba en Hispania, donde hay once de los doce casos conocidos en todo el Imperio. Se trata, pues, de un apellido raro e infrecuente y, según su casuística y localización, más propia-mente bético.

En 1984 aquella intuición fue re-compensada por el ciego azar con un imprevisto hallazgo muy favorable a la imaginada existencia y antigüedad de los Trayos italicenses: un espléndido mosaico en el clásico opus signinum tardorrepublicano, que feché hacia 90-70 a. C. y propuse formara parte de la

vieja curia de Itálica, en su época es-tatutaria de colonia latina, antes de ser un municipium romano con César. Su texto, según mi lectura, sería así:

M(arcus) Trahius C(aii) f(ilius), pr(aetor), Ap[ollinis aedem?] de stipe, idemq(ue) caul[as d(e) s(ua) p(ecunia) fac(iendum) coir(avit)?].

Esto es: «Marco Trayo, hijo de Cayo, pretor (de Itálica), se encargó de que se construyera el santuario de Apolo del dinero de los donativos, y al mismo tiempo, a sus expensas, las cancelas».

En el curso de este cuarto de siglo desde que apareció, la datación del contexto arqueológico de esta excava-ción y la del mosaico se han querido llevar a época augustea. Se pretendía así que este arcaico pavimento fuera contemporáneo de la inscripción del teatro, que para muchos autores sería igualmente augustea. Algo inverosí-

Detalle de la gran inscripción de la orchestra del teatro de Itálica,

con las dedicaciones de los duoviri y pontifices primi creati coloniales

L. Blattius L.f. Traianus Pollio y C. Tr[ai]us C.f. Pollio. Estamos ante dos posibles parientes locales de

Trajano y Adriano.

Foto: A. M. Canto

Page 10: Stilus10

10 hiems·mmdcclxvi·auc

mil, entre otros detalles, sólo con com-parar la concepción, los materiales y las letras de ambos.

Una gran mayoría de los autores que han tratado del mosaico han querido in-sistentemente desarrollar la abreviatura PR· como pr(aefectus): prefecto de al-gún collegium iuvenum de época augus-tea, de un collegium de Apolo, de obras, o hasta de un collegium encargado del mantenimiento del aedes (sic). Todas estas lecturas se han propuesto a pesar de que la abreviatura de praefectus sea usualmente PRAEF·. Además de que ta-les colegios juveniles no se pueden do-cumentar en las provincias hasta mucho tiempo después de Augusto.

Lo más sencillo y coherente es leer en el mosaico la normal y corriente abreviatura PR· de un pr(aetor) latino. Naturalmente, este cargo público y es-tatuto serían imposibles en una Itálica augustea. Lo cierto es que las evidencias arqueológicas, epigráficas y de paralelos musivos, en Hispania e Italia, a favor de

una cronología republicana, resultan de-masiado contundentes, y apuntan al pri-mer tercio del siglo I a. C. El mosaico de Trahius demuestra, de paso, el carácter estatutario de Itálica como colonia latina por aquel entonces. De hecho, quizá lo era desde muy poco después de su fun-dación romana, en el 206 a. C. Del mis-mo modo, el texto del suntuoso epígrafe

marmóreo y broncíneo de la orchestra sólo se explica adecuadamente a co-mienzos del siglo II d. C.

El mosaico, aparte de ser un bello e infrecuente ejemplar de este tipo de pa-vimentos en la Bética, nos revela al que creo es el más antiguo Trayo notable del que tengamos noticia. Conserva este Trayo una interesante y arcaica H inter-

DESPERTA FERRO

A la venta en kioscos, tiendas especializadas y www.despertaferro-ediciones.com

La revista en castellano dedicada a la historiapolítica y militar de la Antigüedad y el Medievo,

con artículos de calado y fantásticos mapas eilustraciones.

anuncio stylus:Maquetación 1 25/01/2013 20:24 Página 1

Foto: E. Sáenz de San PedroMosaico de Marcus Trahius. Museo Arqueológico Provincial de Sevilla.

Page 11: Stilus10

11 invierno·2013

media en su nombre (Trahius), como las trahae agrícolas turdetanas que mencionan Varrón y Columela en sus tratados de agricultura y que aún hoy llamamos traíllas.

En cuanto hijo legítimo de Cayo Trayo (como evidencia la filiación C. f.), Marco era ciudadano latino desde al menos alguna generación más. Quizá, como supuse, descendían de aquellos “indígenas escogidos” que los romanos solían invitar a convivir con ellos, en su habitual fórmula de sinoicismo. No lleva cognomen o tercer nombre, como era lo usual en esa época (al contrario que bajo Augusto).

Su cargo de máximo magistrado en Itálica, así como la saneada economía de Marco Trayo, que paga de su propio peculio las cancelas del edificio, proba-blemente de bronce, permiten deducir que estamos ante un rico ancestro di-recto, masculino, de ambos Trajanos y por tanto, según mi hipótesis, dentro del esquema patrilineal del emperador.

Por el cálculo de generaciones, podríamos incluso hallarnos ante el mismísimo auctor generis paterni, el «fundador del linaje paterno» del que

nos hablaba el autor del Epitome. Ésta es una prueba material, como dice Eu-tropio, de que la familia era antiqua, pero no clara. Es decir, no era ilustre por no haber entrado en el Senado has-ta, probablemente, la época de Claudio o Nerón, algo antes de que Vespasiano hiciera patricio y cónsul al padre de Trajano.

Si tratáramos de calcular por gene-raciones, dando a éstas una media de 25 años, el praetor Marco Trayo, hijo de Cayo, sería el cuarto o quinto abue-lo del emperador, nacido entre los años 120 y 90 a. C., según se date el mosaico dentro del abanico de fechas que pro-puse más arriba. Sumando al padre de Trajano y a él mismo, se completarían cinco o seis generaciones. Buena prue-ba, pues, de que los Trayos formarían parte de la élite municipal italicense, y de que eran seguramente ya muy ricos al menos desde tres o cuatro generacio-nes antes de Trajano.

En todo caso, este Marco Trayo, ocupado en embellecer el templo de Apolo que solía estar adjunto a la cu-ria o sede política de una ciudad, estaba muy lejos de imaginar que algún día,

casi dos siglos más tarde, un tataranieto suyo llegaría a ocupar la más alta ma-gistratura del nuevo régimen del Princi-pado que sustituyó a la República en la que él vivió. Y menos aún de que podría figurar con pleno derecho como lejano cimiento del prestigioso stemma o árbol genealógico de la brillante y muy béti-ca, aunque también ya muy romaniza-da, dinastía ulpio-aelia. ◙

• CANTO, A. M.: http://uam.academia.edu/AliciaMCanto

• BLÁZQUEZ J. M.ª (2003): Trajano. Ariel. Barcelona.

• VV. AA. (2003): El Imperio de Trajano. Actas. (J. M.ª Blázquez y J. Alvar edd). Madrid.

• VV. AA. (2005): Marco Ulpio Trajano, emperador de Roma. Documentos y fuentes para el estudio de su reinado. (J. Gon-zález y J.C. Saquete, coords.). Junta de Andalucía. Sevilla.

PARA SABER MÁS:

Un nuevo árbol genealógico para Trajano

Propuesta de nuevo stemma familiar del emperador Trajano. En su parte superior, entre M. Trahius C.f. pr(aetor) y el abuelo paterno (Trahius) del emperador, hay que suponer una o dos generaciones más (de A. M. Canto, en Hispania. El Legado de Roma, 1999. p. 236, ligeramente modificado).

Page 12: Stilus10

12 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Juan Luis Posadas.

Del padre del emperador Trajano se sabe poquísimo. Su origo y filiación familiar han suscitado cierta polémi-ca. Según Alicia M.ª Canto, Trajano padre nació en Itálica, pero su cogno-men Trajanus indica que había naci-do de la familia turdetana de los Traii siendo adoptado tras su boda con una Ulpia por su suegro, quizá llamado Marco Ulpio Marciano. De ahí proce-dería el nombre de su hermana Ulpia Marciana y de otra posible hermana, quizá casada con un Domicio de Ga-des, madre de Domicia Paulina, ma-dre a su vez del emperador Adriano. De esa manera se entendería el vín-culo familiar de Trajano con Adriano a través de ambos progenitores, lo cual aparece en Eutropio. Y también se entendería lo que las fuentes dicen de Trajano: que era un extranjero, un alloethnés, pues su sangre era turde-tana, solo romana por adopción de su padre.

Trajano padre procedía del orden ecuestre y pasó al orden senatorial, quizá en época de Nerón. Tal vez fue gobernador de la Bética hacia el año 67. Su aparición en la Historia data

del famoso año 69, como legado de la X Fretensis en la guerra judaica. Aunque Trajano tenía entonces a su cargo un tercio del ejército romano en la guerra, quiso reservar el honor de tomar la ciudad de Jaffa al hijo de Vespasiano, Tito, para lo cual lo mandó llamar. Este acto de deferen-cia tuvo frutos inmediatos: tras ven-cer en la guerra civil contra Vitelio, Vespasiano lo nombró cónsul sufecto en el año 70 (aunque esto se discute todavía entre los expertos). Además, Trajano fue elevado al rango patricio por adlectio imperial.

Desempeñó varios cargos impor-tantes, como XVvir sacris faciundis, probablemente la censura, y los go-biernos de Capadocia-Galacia y el de

Siria (entre los años 73 y 78, como máximo). Su estancia en Siria está atestiguada por el “Panegírico de Tra-jano” de Plinio, quien dice de él que consiguió una especie de ornamento triunfal, el Parthica laurus, y por una inscripción en Mileto con su cursus en un orden no habitual. Es importan-te señalar que su hijo Trajano militó con su padre en Siria como tribuno militar.

Los logros de su gobierno en Si-ria, donde probablemente llevó a cabo alguna campaña fronteriza por la que consiguió dichos ornamentos triunfales, le abrieron paso a la cum-bre de su carrera político-militar: el proconsulado de Asia, último cargo registrado por las fuentes. Su carre-ra bajo Vespasiano no continuó más allá, bajo Tito o Domiciano, salvo con algún cargo honorífico, como el de Sodalis Flavialis, vinculado a la Casa Imperial. Es posible que la vin-culación estrecha de Trajano con Ves-pasiano le hiciera poco adecuado para seguir medrando bajo el gobierno de Domiciano. Pero sí le dio la influen-cia necesaria para apoyar la carrera de su hijo, el posterior emperador. Es posible que, en esta época, Trajano padre fuera el “jefe” del llamado clan hispano en Roma, al menos hasta su muerte.

De la muerte de Trajano padre no se sabe nada, aunque es posible que fuera anterior a la adopción de su hijo por Nerva. Sí es conocida su “ascen-sión” al Olimpo romano como Divus Trajanus Pater, que Cizek y otros au-tores fechan en el año 112, aunque en las fuentes anteriores al 114 no se le nombre como tal. ◙

El áureo dedicado acuñado en 115 d. C. En el anverso aparece Trajano. En el reverso, su padre biológico con la inscripción DIVVS PATER TRAIANVS.

Para que Trajano se convirtiese en el hombre más pode-roso de su tiempo, tuvo que apoyarse en muchas perso-nalidades. Destacamos dos de ellas, que jugaron un papel clave en su carrera: su padre, que fue un exitoso general, y el emperador que lo adoptó.

BIOGRAFÍAS

Marco Ulpio Trajano, el Viejo

Los orígenes de un emperador

Page 13: Stilus10

13 invierno·2013

Los orígenes de un emperador

BIOGRAFÍAS

Por Javier Ramos.

Natural de Narni, a 80 kilómetros de Roma, procedía de una antigua y rica fa-milia senatorial de Italia. Tenía 70 años cuando Domiciano fue asesinado. Los conjurados propusieron a Nerva como nuevo emperador romano, lo que no produjo una reacción negativa del Se-nado. El elegido no había tenido hijos y contaba con la experiencia de varias magistraturas desde finales del gobierno de Nerón, como la pretura (66 d. C.) y el consulado (71 y 90 d. C.), en cuyo ejer-cicio pudo demostrar su gran ecuanimi-dad y honradez. El provecto emperador tomó sin oposición los títulos de Impe-rator Caesar Augustus.

Bajo Nerva, el Senado recuperó su antiguo prestigio y estableció que el ré-gimen imperial no debía fundamentar su poder a costa de dicho órgano. Uno de sus primeros postulados fue que, mientras él viviese, ningún senador sería condenado a muerte. Asimismo, el nue-vo emperador, que había sufrido el des-tierro durante el reinado de Domiciano, permitió el regreso de todos los exilia-dos. Los lemas de las monedas acuñadas propagaban que se había recuperado la libertad y el prestigio político del Sena-do: había vuelto la libertas publica y la providentia senatus.

Con probabilidad, los conspiradores que terminaron con la vida de Domi-ciano eligieron a Nerva, que recordaba mucho a Galba, como una figura de transición, conscientes de que no reunía grandes dotes militares. Sin embargo, el anciano emperador acometió importan-tes reformas.

Quiso iniciar un nuevo mandato apli-cando medidas represivas contra los res-ponsables de la muerte de su predecesor. Hizo equilibrios políticos para mantener la memoria de Domiciano, tal y como había decretado el Senado, y aplacar el descontento de la plebe y las legiones. La población de Roma recibió un dona-tivo, los soldados se beneficiaron de una paga extraordinaria y los pretorianos lo-graron la reposición de Casperio Eliano como prefecto del pretorio.

Nerva tomó medidas que hicieron nacer la esperanza en un periodo repara-dor: castigó con la muerte a los esclavos y libertos que bajo Domiciano habían traicionado a sus dueños, suprimió los procesos de alta traición y amenazó con penas severas a los falsos delatores.

Ideó el proyecto del sistema de ayu-das conocidas como alimenta que solo llegó a implantarse plenamente bajo Tra-jano (ver página 22). Las soluciones de Nerva siempre tenían un cariz republica-no: su ley agraria incluía el compromiso del Estado de comprar tierras para sus posterior distribución. Nerva concedió créditos por valor de la tierra de hasta 60 millones de sestercios. El corto tiempo de su mandato solo permitió una aplica-ción parcial de esta medida tomada en los inicios de su gobierno.

Tal vez en compensación por los sufrimientos de los judíos durante la persecución de Domiciano, Nerva les li-beró de un impuesto específico, el fiscus Judaicus, que venían pagando desde el año 70. Tales medidas económicas con-tenían también una cierta carga humani-taria debida a una fuerte influencia de la ideología estoica.

Sin embargo, en poco tiempo, las medidas de Nerva supusieron una gran carga para el Tesoro de Roma, ya de por sí exhausto por los enormes costes mili-tares. El emperador ordenó la formación de una comisión especial para reducir drásticamente el gasto. Los beneficios de sus propuestas afectaron a todos, pero de modo particular a la población de Ita-lia, que se libró de la obligación de cos-tear el sistema público de postas.

La comisión estableció la supresión de la mayoría de los dispendios super-fluos, incluyendo los sacrificios religio-sos, los juegos y las carreras de caballos. Mientras, Nerva estimuló la economía a con la subasta de las propiedades de Do-miciano. También obtuvo dinero proce-dente de la fundición de las estatuas de oro y plata de su predecesor.

Una de las medidas de mayor alcance de Nerva fue la instauración de una nue-va modalidad de transmisión del poder basada en la adopción. Se fijó en un ex-celente general para sucederle. En el Ca-pitolio, al pie de la estatua de Júpiter y en presencia del Senado y de los caballeros, adoptó al general M. Ulpio Trajano. La tutela fue seguida de una asociación par-cial al gobierno al conceder al hispano el imperium majus, la potestas tribunicia, el título de César y un consulado. Era el año 97. En enero de 98, murió. ◙

Marco Cocceyo Nerva

M. Cocceyo Nerva.

Page 14: Stilus10

14 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Juan Luis Posadas.

El Imperio romano llegó a su máxima extensión bajo el emperador Marco Ulpio Trajano, quien llevó las fronte-ras desde más allá del Danubio hasta el golfo Pérsico y el mar Rojo. Sin embargo, de este gran conquistador se sabe bien poco. Las fuentes históricas sobre Trajano son escasas: el resumen (redactado en el siglo XI) del libro 68 de la “Historia” de Dión Casio; el “Panegírico de Trajano” de Plinio el Joven, junto con más de 120 cartas entre él y el Emperador; algunas re-

ferencias sueltas en autores como Vitrubio, Marcial, Juvenal, Táci-

to, Apiano, Amiano Marcelino, Aurelio Víctor o Eutropio; y

unos cuantos epígrafes e ins-

cripciones más o menos incompletas. A ello habría que sumar la informa-ción que nos suministran las fuentes arqueológicas, como los monumentos erigidos por Trajano o su muy variada iconografía estatuaria.

Estas fuentes nos acercan al pri-mer emperador que nació en Itálica (Sevilla). Marco Ulpio Trajano inició su carrera bajo Vespasiano, pero fue ascendido por sus hijos Tito y Domi-ciano. Lo hizo siempre con el apoyo de su padre y de un clan hispano de senadores capitaneado por Lucio Licinio Sura, a quien se ha llamado «fabricante de emperadores» porque conspiró en la sombra para el nom-bramiento de Nerva y la posterior adopción de Trajano. No es de ex-trañar que la profesora Canto llame a

El emperador venido de Hispania

TRAJANO

En el año 98, entraba triunfante en Roma el primer emperador nacido en provincias. Hombre de mano firme y enemigo del boato, Trajano inauguró una dinastía que llevaría al Imperio al punto álgido en lo político. Nuevas formas de llevar las riendas del Estado abrían un período de esplendor, que no estuvo exento de contradicciones. Un viaje entre la riqueza y la inflación; entre la humildad y la divinización.

BIOGRAFÍAS

Page 15: Stilus10

15 invierno·2013

la dinastía fundada por Trajano «di-nastía Ulpia-Elia» (porque Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Cómodo pertenecían a esas familias hispa-nas), contra la inveterada costumbre de llamar Antonina a una dinastía en la que sólo respondía a ese nombre uno de sus miembros.

Elección sucesoria, a la fuerzaTras la muerte de Domiciano, la pro-clamación de Nerva por el Senado y el ejército era ideal. Un hombre vie-jo, de carrera civil, y sin herederos, parecía idóneo como transición. Uno de los primeros problemas que tuvo que afrontar Nerva fue la petición, proveniente del Senado y los secto-res que habían apoyado a Domicia-no, de un castigo para los asesinos de su antecesor en el cargo.

Cuando Nerva se opuso comen-zó un período de problemas para el emperador: se descubrió primero una conspiración tradicionalista, que quedó sin castigo, liderada por Cal-purnio Craso Frugi Liciniano, un pa-riente del heredero de Galba. Nerva, en una política de compromiso, pero bastante trémula, apoyó después a estos sectores tradicionales y se re-concilió con el Senado. Esto le costó otra revuelta, pero esta vez militar, la del prefecto pretoriano Casperio Eliano.

Nerva reaccionó nuevamente se-gún la marcha de los acontecimien-tos, cediendo ante los pretorianos, y mandó ajusticiar a los asesinos de Domiciano, una de las reivindicacio-nes del Pretorio.

En este panorama de política sin rumbo fijo, se planteó el problema de la sucesión, apenas un año después de la entronización de Nerva. El Em-perador era mayor pero tenía parien-tes (no hijos) y tampoco parecía in-minente su muerte. Por eso se piensa que la adopción se le pidió casi a la fuerza. El elegido fue el gobernador de la Germania Superior, Marco Ul-pio Trajano, y la fórmula escogida, su verdadera asociación al Imperio como Imperator et Consors Tribuni-ciae Potestatis: de esta forma se con-figuró una doble monarquía electiva, con co-emperadores civil y militar.

Marco Ulpio Trajano fue el primer emperador que era adoptado por un predecesor que no pertenecía a su familia, ni siquiera política, y que le sucedió en el gobierno del Imperio sin derramamiento de sangre, tras la muerte de Nerva en enero del año 98.

Un vencedor modestoLos primeros momentos de Trajano transcurrieron en las fronteras occi-dentales del Imperio, hasta que, a fina-les del año 98, entró en Roma de ma-nera triunfal, aunque sin ostentación. Todos estos pasos fueron del sincero agrado de los sectores tradicionalis-tas del Senado, pues demostraban la

Los estudios modernos sobre la sociología de las instituciones cor-tesanas, que tanto se han exten-dido en las últimas décadas, han recalado poco en la Corte romana. Sí se sabe que esa Corte, llamada Aula Caesaris, estaba compuesta por los familiares directos del em-perador, sus consortes, hijos, so-brinos y demás familia, así como por los libertos imperiales, médi-co personal, secretarios y algunos amigos y miembros de las familias aristocráticas más renombradas.

En la Corte de Trajano, sin em-bargo, las que brillaban eran sus mujeres: su esposa, hermana, so-brina y sobrinas nietas. Siempre se ha escrito que el origen de la emperatriz Pompeya Plotina era Nîmes, ciudad de la Galia Nar-bonense. Sin embargo, aho-ra se empieza a considerar la posibilidad de que Plotina fuera también hispana, in-cluso prima carnal del Empe-rador.

Casio Dión transmitió las pala-bras humildes de Plotina al entrar en Palacio: «Entro aquí como mu-jer de la misma manera que deseo salir», así como que vivió siendo fiel a su modestia y pasó a la pos-teridad sin tacha. La emperatriz Plotina, que recibió el título de Au-gusta el año 105, murió años des-pués que su esposo, hacia el año 123, y fue divinizada por Adriano.

La compañera modesta

Camafeo que representa de per-fil a Trajano, en primer plano,

y a su esposa, Pompeya Plotina. Museo Británico.

Foto cedida por Roger Ulrich

Aunque Nerva era de edad avanzada, su hipo-tética muerte podía ser cubierta con parientes masculinos. Sin embargo, eligió a Trajano

Page 16: Stilus10

16 hiems·mmdcclxvi·auc

firmeza del emperador ante los preto-rianos, su preocupación militarista de expansión, una de las aspiraciones del nuevo Senado, y su respeto a la tradi-ción romana de modestia.

Esta primera impresión queda-ría reforzada ante las primeras me-didas del emperador: no usar la ley de lesa majestad, rehusar el título de Pater Patriae y no aceptar grandes estatuas. Otras medidas de su prime-ra época lo separaban de la política de Domiciano: persiguió a algunos delatores y expulsó de Roma a los pantomimos. En una política de con-senso entre el Senado y el pueblo de Roma, favoreció fiscalmente a la ple-be y organizó juegos circenses. Esta decisión fue apoyada hábilmente por la propaganda de la época: las mo-nedas con leyendas de Concordia, Clementia, Pietas, Providentia, Pax Augusti y Fortuna.

Trajano se apoyó en sus familia-res y en sus amigos para dirigir la nave del Imperio mediante dos insti-tuciones: la Corte o Aula Caesaris y el Consejo de Gobierno o Consilium Principis. Además, utilizó o manipu-ló la existencia de una serie de círculos intelectuales para crear la opinión y la ideología del ré-

gimen, dada la impericia relativa de Trajano para la cultura; impericia no reñida con su admiración hacia los hombres de letras y su apoyo a mu-chos de ellos.

Los resortes del poderEl Consejo de Gobierno de Trajano servía para mantenerle en contacto permanente y en buenas relaciones con el Senado, para preparar las can-didaturas a los cargos y magistratu-ras del Imperio, para allanar el ca-mino para las reformas legislativas y para amañar las sentencias judiciales que pudieran ser lesivas para los in-tereses del Emperador. Este Consejo se reunía generalmente en el Palacio imperial, la domus Flavia construida por Vespasiano y ampliada poste-

riormente por Domicia-

Los hombres de confianzaEn su relación con el Senado, Traja-no encontró en el abogado y senador Plinio el Joven un excelente colabo-rador. Sabemos de la relación del príncipe con Plinio por una obra que escribió, el “Panegírico de Trajano”, y por un libro de cartas entre él y el emperador, escritas durante la misión imperial que llevó a Plinio a la provin-cia senatorial de Bitinia (en la actual Turquía). Plinio era, sin duda, uno de los ideólogos del régimen, autor de las expresiones “Óptimo Príncipe” y “Siglo de Trajano”, que hicieron fortu-na en su época y en la nuestra.

Además de Plinio, los consejeros más estrechos de Trajano eran los hispanos Lucio Licinio Sura y Julio Urso Serviano. El primero, jefe del clan hispano y principal valedor de Trajano para su acceso al Imperio, actuó como lugarteniente del empe-rador durante sus ausencias guerre-ras de la capital. Tan grande era su confianza en él que, en respuesta a quienes le acusaban de pretender su muerte, Trajano acudió a casa de su

amigo, se sentó a su mesa, bebió y comió sin reparo, se dejó atender por el médico de su amigo y cortar la bar-ba por su barbero. Al día si-guiente declaró, según Ca-sio Dión: «Si Sura hubiera querido matarme, lo habría hecho ayer». A la muerte de este fiel amigo, acae-cida en el año 110, le su-cedió en la confianza del Emperador el citado Urso Serviano, emparentado con Trajano.

Por supuesto, otros senadores, cónsules y miembros del Consejo brillaban en ocasiones determina-das: los prefectos del Pretorio Su-burano Emiliano y Claudio Liviano eran, institucionalmente, los lugar-tenientes del Emperador; el secreta-rio de Trajano, Titinio Capitón, tenía gran poder; los consejos del gene-ral Laberio Máximo pesaban mucho en asuntos militares; por último, los juristas de la escuela de Proculeyo, Neracio Prisco y Juvencio Celso, eran

los expertos de Trajano en asuntos legales. No hay que olvidar entre los más estrechos colaboradores del Emperador al más grande arquitec-to romano, Apolodoro de Damasco, quien firmó los proyectos del puente sobre el Danubio y el grandioso foro de Trajano.

Un resorte directo para controlar el Senado fue su renovación, que per-mitió la entrada de un numeroso contingente hispano y oriental

Los Sura eran una influyente y adinerada familia hispana, como atestigua el arco que mandó con-truir cerca de Tarraco uno de sus

miembros más prominentes.

Page 17: Stilus10

17 invierno·2013

no, que se ve hoy día en el Palatino. Sin embargo, sabemos por una carta de Plinio que también se reunió en alguna ocasión en la villa campestre de Trajano, situada por Torelli, en Civitavecchia. Es significativo que el órgano de gobierno de Trajano no fuera el Senado, sino su Consejo, y que este se reuniera, no en el Foro o en algún entorno cívico, sino en el Palacio o en la villa del emperador.

La tercera institución que apoyó a Trajano fue el Senado. Este cola-boró activamente con la política de Trajano, en un camino medio entre la libertad y el servilismo. Es cierto que Trajano no condenó a ningún senador y que, según Eutropio, dijo que «como emperador se comporta-ba con los particulares de la misma forma que él querría que los empera-dores se comportaran con él mismo como particular».

Se ha hablado, en los primeros tiempos de Trajano, de un cogobier-no con el Senado, en el que este cuer-po tomaría para sí ciertas responsabi-lidades y formas de actuación. Pero lo cierto es que el Emperador poseía resortes de todo tipo para controlar al orden senatorial, y uno de los más claros –como lo había sido en épo-ca de Augusto– fue la actividad de Trajano como promotor de la entra-da de numerosos novi homines en el Senado, por medio del recurso a la adlectio o por la candidatura impe-rial a la cuestura. Esta actividad del Emperador consiguió, seguramente, modificar la composición del Senado en su origen social y de procedencia, constituyéndose un importante con-tingente de senadores provinciales, cifrado en un tercio del ordo, desta-cando los orientales y los hispanos.

El impulso expansionistaTras esta etapa de gobierno en Roma, Trajano, entre los años 101 y 106, se embarcó en dos guerras para anexio-narse la Dacia, regida por Decébalo (ver página 26). En dos campañas distintas, el emperador consiguió derrotar y someter como rey cliente a Decébalo (año 102), primero, y re-primir su revuelta e incorporar Dacia después como nueva provincia roma-

na (año 106). Los hechos principales de esta guerra, como la construcción del puente sobre el Danubio, el ase-dio de la capital dácica, la derrota final de Decébalo y el hallazgo de su Tesoro Real, inspiraron escenas grandiosas en la columna de Traja-no erigida en medio del Foro que el Emperador construyó en Roma. De hecho, la política edilicia de Trajano en la capital, que incluye el Foro con el templo de Trajano, la Columna, la biblioteca Ulpia y los mercados de Trajano, y en otros lugares del Impe-rio, pudo ser llevada a cabo gracias a las riquezas encontradas en Dacia, diligentemente expurgadas por los romanos.

Estas conquistas, junto con la del reino nabateo por parte del legado de Siria, Cornelio Palma, en el mismo año 106, formaron parte de una po-lítica expansiva que Trajano, aconse-jado por sus amigos hispanos, llevó a cabo durante casi todo su principa-do, con el objetivo de llenar las arcas imperiales. La conquista de la Dacia supuso, desde luego, la entrada en el Erario de un ingente tesoro en oro y plata, y un aporte grande en tierras

para los veteranos, así como una fuente casi inagotable de esclavos para el Imperio.

Precisamente se vivió, durante los primeros años de Trajano, un verda-dero esplendor económico provoca-do por la explotación intensiva de las minas y por el remonte de la crisis agrícola; este esplendor repercutió en medidas de liberalización fiscal y en otras de reparto y redistribución entre los más desfavorecidos. Sin embargo, a partir de la conquista de la Dacia, el aumento del número de

Foto: R. Pastrana

Foto: Cristian Marinescu

Las arcas públicas se sanearon gracias a la conquista de Dacia (der., enemigos representados en la Columna Trajana) y la anexión del reino nabateo (arriba,

capitel de Petra).

Page 18: Stilus10

18 hiems·mmdcclxvi·auc

contribuyentes y, sobre todo, el in-gente botín del rey dácico, significa-ron un ingreso tal en las arcas impe-riales que Trajano hubo de devaluar, en el año 107, la monedación de pla-ta en un 5% de su peso, y también la de oro.

Tras la conquista de la Dacia, se redujo la libertad otorgada al Sena-do, por lo que Trajano volvió sobre

sus pasos en una política más abso-lutista; reacción en la que tuvo consi-derable peso la ineficacia demostra-da por el Senado en sus funciones.

Guerra e involución políticaLa segunda gran intervención de Trajano en las fronteras, tras la con-quista de la Dacia, necesitó de una mayor organización: se trataba de

someter al rey parto, ardua labor en la que antaño habían fracasado hom-bres de la talla de Craso y Marco An-tonio. La organización de la guerra pártica contra Cosroes obligó a Tra-jano a una política de involución, el llamado “recodo” político Trajano del año 112.

Durante estos años, se puede hablar del “paternalismo” de Trajano como el denominador común de su política interior; un paternalismo modera-do pero firme, según se desprende de las fuentes sobre la ideología del período. Al parecer, las medidas ab-solutistas atribuidas a Adriano fueron tomadas ya en época de Trajano, bajo una apariencia cívica y respetuosa para con el Senado.

Durante el principado de Trajano se dieron ya todos los elementos cen-tralizadores y burocráticos que serán habituales en épocas posteriores. Por ejemplo, promulgó una serie de me-didas tendentes a sustraer parcelas importantes del gobierno de Italia de las administraciones senatorial y local; por otra parte, sus altos fun-cionarios, aunque senadores, fueron enviados como comisionados espe-ciales para resolver algunos proble-mas en las provincias que dependían de la Curia; además, ciertos indicios vienen a mostrar que ya bajo Traja-no empezó a configurarse el cursus honorum de los ecuestres, aunque será bajo Adriano cuando éste cuaje del todo.

Se puede objetar a este pater-nalismo o absolutismo moderado de Trajano que el Emperador no osten-tó la magistratura consular más que seis veces; pero, si se dejan de lado los tres primeros consulados, Trajano accedería al cargo en los momentos cardinales del principado: en el año 101, en plena guerra dácica; en el año 103, preparando la segunda; y

en el año 112, preparando la campa-ña pártica y con motivo de una invo-lución política. Por otra parte, su ac-ción promotora de nuevos senadores y, sobre todo, la creación de diecio-cho nuevas procuratelas ecuestres, hasta alcanzar la cifra de ochenta, además del apoyo a las compañías de publicani, hablan por sí mismas del proceso de centralización impe-rial bajo Trajano; proceso que no se-ría criticado hasta que se hizo más evidente bajo su sucesor.

Pero no solo en su política guber-nativa se observa ese paternalismo. Esto se puede ver bien en sus me-didas protectoras de la plebe: los congiaria, distribuciones gratuitas de trigo, y los alimenta, fundacio-nes de caridad para niños pobres de Italia (ver página 14). La institución alimentaria de niños pobres de Italia aparece en el “Panegírico de Traja-no” de Plinio de manera significativa, aunque se ha señalado su corto al-cance y su carácter propagandístico. En todo caso, en esto, como en mu-chos otros apartados de su política interior, Trajano no hizo sino seguir una línea de actuación en contra del empobrecimiento de la población de Italia que había empezado ya en época de Domiciano.

El paternalismo de Trajano se ob-serva también en la organización y ampliación del aparato administrativo imperial, el control y eficiencia de la administración provincial y en la reor-ganización del ejército. En todo esto, así como en su política económica de explotación de las minas de oro para controlar los precios, desarrollo de la agricultura italiana y la política contra la inflación, etc., se plasmó su pater-nalismo y el hecho indudable de que él estaba al timón, en el centro de toda la acción económica y social.

Como no podía ser menos, la po-lítica de paternalismo imperial y el proceso de reafirmación del poder de Palacio en Roma vinieron acompa-ñadas por un desarrollo su culto, en el que Trajano representaría un gran papel. Este impulso dado al culto im-perial significó también la vigilancia para que los cultos extranjeros no pu-sieran en peligro la unidad espiritual del mundo romano; así se explica la política represiva seguida con los cris-tianos, pero de una manera modera-da, con vistas a la reintegración de los que abjuraran en la comunidad regida por el Emperador.

El emperador paternalista

Trajano asumió la dignidad consular en unos pocos momentos de su reinado, coincidiendo con episodios delicados. A la derecha, denario que conmemora su

quinto consulado.

Page 19: Stilus10

19 invierno·2013

La esencia del cambio fue el re-forzamiento del poder imperial, consecuencia lógica del crecimiento de sus atribuciones y su burocracia palaciega, debido también a la inefi-cacia de los senadores en las tareas a ellos encomendadas. Por otra parte, la necesidad de una absoluta calma en el interior mientras Trajano es-tuviera en Oriente, y la obligación ideológica de presentarse en el Este como un monarca absoluto divino, por razones propagandísticas, le exi-gían ese cambio.

Este cambio en la política interior fue realizado con prudencia, mante-niendo, en lo posible, las buenas re-laciones con el Senado. Sin embargo, alguna oposición se encontró Tra-jano a su reforma absolutista entre sectores conservadores del Senado, encabezados por el díscolo Calpur-nio Craso Frugi Liciniano, que esta vez fue exiliado hacia el año 113, y de una parte del ejército y del círculo de amici de Trajano, liderados por el militar Laberio Máximo.

Como muestras externas de ese recodo político, en el año 112 con-fluyeron el primer consulado ordina-rio de Trajano desde el año 103, la construcción del foro de su nombre, la adlectio al Senado del primer bár-baro, un general germano, y la divi-nización de su familia. En efecto, de ese año datan la elevación al Olimpo romano del padre del Emperador, Ul-pio Trajano, y de su hermana, Ulpia Marciana. También en ese año co-mienzan a aparecer en las monedas las efigies de Plotina, la emperatriz, y de la sobrina de Trajano, Matidia.

Imagen y poderTodo ello respondía a una mitifica-ción de la figura del Emperador y de su entorno; un proceso en el que se observa en las monedas un proce-

so de divinización progresiva al ser asociado Trajano con Júpiter a par-tir de 114 y con otras deidades. Por otra parte, sus ideólogos, como Dión de Prusa, se apoderaron del mito de Alejandro para reforzar la imagen del emperador absoluto pero pater-nalista, conquistador del Oriente. También se hizo uso de la imagen de César, el gran conquistador, asocián-dolo con Trajano en algunos aspec-tos, como en ciertas monedas a partir del año 107.

La guerra en Oriente, provocada por la usurpación del trono armenio por parte del sobrino del rey parto Cosroes, tuvo lugar entre los años 114 y 116. El éxito coronó la empresa. Los romanos consiguieron conquistar Armenia y convertirla en parte de la

provincia de Capadocia. También lo-graron invadir Mesopotamia hasta el golfo Pérsico, situando en el trono de Partia al hijo de Cosroes.

Tras estos triunfos militares, las revueltas de los judíos de Cirenaica, Egipto y Chipre, y su mala salud, obligaron al emperador y a su Corte a volverse a Roma, pero la muerte sorprende a Trajano en Selinus, Cili-cia, en agosto del 117, dejando como sucesor a su sobrino-nieto político Adriano, a la sazón gobernador de Siria. ◙

• BLÁZQUEZ, J. M. (2003): Tra-jano. Madrid.

• ÇIZEK, E. (1983): L’epoque de Trajan: circonstances politiques et problèmes idéologiques. París.

• GONZÁLEZ, J. (2000): Trajano emperador de Roma. Roma.

• GONZÁLEZ-CONDE, M. P. (1991): La guerra y la paz bajo Trajano y Adriano. Madrid.

• PASSERINI, E. (1950): Il regno di traiano. Mailand.

PARA SABER MÁS:

La llegada de riquezas procedentes del saqueo de Dacia provocó a la larga im-portantes distorsiones en la economía. A la derecha, desfile triunfal con escla-

vos encadenados al carro. Terracota de finales del siglo I o principios del II.

Museo Británico.

Foto

: R. P

astra

na

Necesitado de calma en el interior para enfrentar-se a los temibles partos, Trajano emprendió una reforma absolutista que provocó cierta oposición

Page 20: Stilus10

20 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Roberto Pastrana.

—Usted escribió en 2003 una biografía sobre Tra-jano. Si tuviera que hacer un perfil rápido de la fi-gura histórica de este em-perador, ¿qué diría?

—Trajano es un conti-nuador del programa polí-tico de Domiciano. En el momento de su designa-ción no aporta ideas nue-

vas o geniales, pero las que hereda de sus predecesores las lleva a cabo muy bien. Probablemente las incur-siones en Germania y la Dacia estaban ya planeadas en tiempos de Domiciano, con objeto de defender las

fronteras del Imperio y do-minar zonas con minas de oro, pero quedaron en sus-penso con el asesinato del Emperador.

—Es, por tanto, un gran conquistador.

—Y algo más. En épo-ca de Aureliano, en 270, la Dacia estaba tan romaniza-da como Hispania, pese a llevar mucho menos tiem-po dentro del Imperio. El

proceso de romanización fue muy profundo debi-do a la intensa presencia de gentes llegadas para administrar las minas. La

explotación de las riquezas transformó rápidamente la zona, al igual que en época republicana había pasado con la llegada de publica-nos a las áreas mineras his-panas de Sierra Morena.

—¿Cómo logra un his-pano-romano asentarse en el solio imperial?

—Mucho antes de la elección de Trajano se ha-bía consolidado en Roma un poderoso clan hispa-no, especialmente activo durante la dinastía flavia. Estaban presentes en el Se-nado y la Administración. Trajano se apoyará en ellos para construir un equipo muy preparado con el que llevar a cabo sus planes.

José María Blázquez es una figura emblemática de la Arqueología española. Sabe que el estudio de la Historia es fundamental para comprender el mun-do actual, pero también es consciente de que este conocimiento no proporciona las claves para pre-

decir el futuro. Blázquez se faja con las limitaciones de una disciplina a la que ha dedicado toda su vida. Quizá por eso la charla con el profesor se libera de dogmas y se convierte en una ocasión para disfru-

tar de una conversación meditada.

José María Blázquez

“Trajano llevó al Imperio a su máxima expansión, pero fue Nerón quien logró el máximo esplendor”

LAENTREVISTA

Page 21: Stilus10

21 invierno·2013

Muchos de los sena-dores que apoyaron el as-censo y final coronación de Trajano probablemente procedían del sur de la Pe-nínsula Ibérica, pero cu-riosamente la epigrafía de esta zona no los menciona. Ronald Syme ya hacía no-tar hace tiempo esta falta de huellas de los podero-sos senadores hispanos en sus supuestos lugares de origen. Tengo la sospecha de que, a pesar de tener la mayoría de sus bienes raí-ces en la Península, estos senadores se trasladaron a Roma, donde debieron pasar todos sus días, hasta su muerte. Por eso las ins-cripciones que dejaron per-manecen en Roma y no en Hispania.

El profesor Blázquez contesta con facundia las preguntas sobre Trajano, el primer emperador nacido en Itálica, aunque en sus respuestas desliza datos sobre la probable ascen-dencia itálica de su familia. Sabe perfectamente que la procedencia del Empera-dor ha dado lugar a veces a interpretaciones nacio-nalistas muy lejanas a la realidad. No es la primera vez que pasa algo similar. Recuerda que su profesor Antonio Blanco Freijei-ro causó un gran revuelo cuando afirmó que Séne-ca se hubiese ofendido de que le tachasen de hispano. «Hubo amigos que le re-comendaron que no apare-ciese por Córdoba en unos años, hasta que se calma-sen los ánimos».

Aquellos eran otros tiempos aunque, para con-jurar el peligro de más con-fusiones, Blázquez aclara que «lo bueno del Imperio es que hizo que sus habi-

tantes se sintiesen roma-nos. Había una estructura, una cultura común».

—¿Contar con un em-perador nacido en Itálica supuso un beneficio para la Península o las élites que lo encumbraron?

— Yo diría que la polí-tica imperial utilizó al clan hispano y no al revés. Estos fueron una pieza clave para la realización de la política de Trajano. De hecho, el pacifista Adriano prescinde de los consejeros de su an-tecesor al caer en la cuen-ta de que era imposible continuar con una política de ampliación de las fron-teras. Probablemente los consejeros de Trajano eran partidarios de continuar las guerras, pero Adriano deci-dió ceder parte del Oriente y replegarse a líneas más fáciles de defender frente a los partos.

—Usted también ha estudiado la figura de Adriano. ¿Qué le atrajo de este otro emperador?

—Adriano se puso de moda a la sombra de los estudios de Trajano, que fue su tutor. De hecho, fue Trajano quien le llamó a Roma para alejarle de su gran afición por la caza, a la que daba rienda suelta en Itálica. Es curioso que pese a los esfuerzos de su pre-ceptor, la pasión cinegética le acompañará toda la vida, como vemos en los tondos de Adriano que luego sir-vieron de decoración para el Arco de Constantino. En ellos se le representa cazan-do osos, leones, haciendo ofrendas a Diana...

Frente a la calidad mili-tar de Trajano, que conquis-tó una de las zonas mine-ras más ricas del Imperio, la labor de Adriano posee más facetas. Es por eso que para mí, este último tuvo una repercusión histórica mayor. Acometió una serie de medidas administrativas que se mantendrán hasta la reforma de Diocleciano, a finales del siglo III.

—Sin embargo, con Trajano el Imperio llega a su máxima expansión. ¿Podemos afirmar que llega también a su máxi-mo esplendor?

—Me parece que el máximo esplendor se da durante el reinado de Ne-rón. Tradicionalmente los trabajos de Nerón se fijaban en los escándalos persona-les de este emperador y en asuntos como el incendio de Roma, en el que hoy se cree que no tuvo nada que ver. Así se obtenía una imagen nada favorecedora, en cuya construcción los cristianos tenían mucho que ver.

No obstante, si analiza-mos su faceta de adminis-trador y el florecimiento de las artes comprendemos por qué hoy su figura está por las nubes. Nerón nombró a espléndidos administrado-res para las provincias his-panas, Galba y Otón. En sus siete años de servicios, es-tos hombres lograron que, bajo los Flavios, los hispa-nos recibiesen el jus latii. Es decir, se había avanzado tanto en la romanización de estos territorios, que la Península podía pedir el derecho de ciudadanía para todos sus habitantes.

—Nerón ha tenido siempre un problema de imagen. Se le presentaba como un déspota capri-choso y cruel, mientras que los Antoninos pasa-ban por gobernantes sa-bios y prudentes.

—En el hombre peor siempre hay, al menos, una faceta buena y viceversa. Depende de en qué nos fi-jemos. Uno de los mejores investigadores cristianos, Ricardo García-Villoslada, me dijo una vez: «Yo, que he manejado fuentes, pue-do decir que la mayoría de los santos han sido unos sinvergüenzas. Pero todos tuvieron algún aspecto muy positivo. La Iglesia se ha fijado en esos aspectos para ponerlos como ejemplo de santidad, callando lo nega-tivo». Ese es el quid de la cuestión: todo depende de las fuentes hacia las que nos inclinemos. ◙

Entrevista íntegra en

http://blogtabula.blogspot.com.es/

La política im-perial utilizó al

clan hispano y no viceversa. Los se-nadores hispanos

fueron claves para realizar la política

de Trajano

El primer empe-rador hispano es

un continuador del plan expansivo diseñado en su día

por Domiciano

Page 22: Stilus10

22 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Marcos Uyá.

Durante el mandato del emperador Marco Ulpio Trajano se desarrolló en la Península Itálica una vasta política de impulso socio-económico que re-cibió el nombre de su proyecto más emblemático, pero no único: las fun-daciones alimentarias públicas o ali-menta. La bibliografía existente sobre el tema no alcanza un acuerdo unáni-me sobre el fin último de esta política, que tuvo numerosas vertientes.

En lo económico, el principal ob-jetivo del plan era el impulso del sec-tor agrícola itálico, que arrastraba dé-cadas de profunda crisis. A principios del siglo II, la situación había llegado al culmen del despoblamiento rural por la improductividad de las explo-taciones. El intenso flujo migratorio hacia las ciudades hacía necesarias drásticas medidas que pivotaron, se-gún Lo Cascio y Hirschfeld, en tor-no a una línea de préstamos públicos para impulsar la producción de las fincas rústicas.

La devolución de los créditos re-vertía en una iniciativa social, las ayudas a la crianza de los niños de las familias más desfavorecidas. De esta forma, la iniciativa pública en favor de la agricultura acababa impulsando la demografía del campo itálico, que desde tiempos de Augusto caía en pi-cado, a pesar de las sucesivas medi-das de fomento del matrimonio y la natalidad.

Dejando de lado la controversia actual sobre el verdadero fin de esta política, los alimenta representaron un intento muy significativo por parte del emperador para recuperar el pa-pel de Italia como cabeza visible del Imperio. Lo que no excluye que fuese también una magnífica ocasión para consolidar la popularidad del nuevo emperador.

Con todo, la iniciativa no era una idea original de Trajano. Según los estudios realizados, en los que desta-can las aportaciones de Mainino, todo apunta a que su origen estuvo en su predecesor, Marco Coceyo Nerva, que

Hacia el año 101 se puso en marcha una ambi-ciosa política para devolver a la Península Itáli-ca a la vanguardia económica del Imperio. Pese a su trasfondo macroeconómico, la medida fue presentada con la cara más amable y humana de la beneficencia infantil. La constitución de una línea de préstamos a propietarios rurales

generó fondos para instituir ayudas orientadas al sustento de niños desfavorecidos. Los docu-mentos fragmentarios que han llegado hasta nosotros dan una idea del sistema de reparto en el que los varones recibían más que las mu-jeres, y los hijos legítimos, más que los nacidos fuera del matrimonio.

POLÍTICA SOCIAL: LOS ALIMENTA

Sustento público para los hambrientos

LASCRÓNICASDICEN...

Page 23: Stilus10

23 invierno·2013

puso en marcha una serie de medidas con el fin de ganarse la voluntad del pueblo, que no había visto con buenos ojos su llegada. En lo económico, re-bajó los impuestos de las clases me-nos pudientes e impulsó una política de ayudas, principalmente destinadas a la plebe, como el reparto de harina (frumentationes), de alimentos (congi-naria) y dinero (donativa).

A todo lo anterior, se venía a aña-dir los alimenta, una obra de bene-ficencia pública que consistía en la entrega de créditos estatales a los pro-pietarios de fincas rústicas italianas, a un interés inferior a los préstamos entre particulares cuyo máximo esta-ba regulado en un 12% anual. El dine-ro generado con estas operaciones se destinaba a la manutención de niños y niñas pobres hasta probablemente los 18 y 14 años respectivamente. Nerva no tuvo tiempo de poner en marcha la iniciativa en su corto mandato, sino que sería seguramente potenciado e impulsado por su sucesor.

Reparto por demarcacionesNo sabemos con exactitud en cuántas ciudades itálicas se puso en marcha la iniciativa de los alimenta, aunque sí tenemos claro que no llegó a to-das ellas. Se ha calculado que, de las 1.197 ciudades que había en Italia en aquel momento, aproximadamente la mitad pudieron beneficiarse de la asistencia. Parece que los alimenta tuvieron un alcance desigual, ya que las tres cuartas partes fueron desti-nadas exclusivamente a las ciudades centrales de la Península Itálica.

La organización de estas funda-ciones alimentarias se basaba en dis-tritos, al mando de los que se ponía a un magistrado estatal con rango consular o pretorial. El cometido de este magistrado era el de constituir una fundación en su demarcación e inspeccionar si se cumplía el cobro de las rentas y su distribución entre los niños y niñas más necesitados.

Los delegados estatales estaban asistidos por magistrados municipales que recibían el nombre de quaestores alimentorum municipales. Ellos eran los encargados de que se efectuasen los ingresos de las rentas y el poste-

rior reparto entre las familias selec-cionadas.

No siempre se producía la ante-rior estructura organizativa, ya que había municipios de pequeño tama-ño, como los de Emilia o Transpada-nia, en los que no existía la figura del quaestor alimentorum municipal. En estos casos el magistrado estatal se encargaba directamente de la inspec-

ción del ingreso y distribución de los fondos.

Dos testimonios de la épocaConocemos la cantidad percibida por los niños y niñas gracias a la famosa Tabla de Veleya, encontrada cerca de Piacenza, que constituye una de las fuentes primordiales para el estudio de este sistema. Descubierta en 1747,

Las fundaciones alimentarias pú-blicas, bien recogidas en el De-recho Romano, suscitan cierto debate en cuanto a su naturaleza jurídica. Para Segré el acto jurí-dico no era un préstamo, sino lo que él denomina largitio, es de-cir, la entrega de un capital no repetible a los propietarios de las fincas rústicas. A cambio de este capital, el beneficiario se com-prometía a constituir una renta perpetua para alimentar a los niños integrados en el programa.

Por otro lado, Biscardi y Brinz aluden a este programa como verdaderas fundaciones en las que el patrimonio iba destinado a un fin concreto. Según ellos, el Fisco renunciaba a la repetición del capital prestado, que queda-ba afectado para el cumplimento del respectivo fin. Finalmente, Criniti, aunando las anteriores opiniones, considera que la na-turaleza jurídica de los alimenta correspondería a una especie de fundación impropia en la que los patrimonios están sujetos indefi-nidamente a la beneficencia, se-gún la voluntad del fundador, que en este caso era el Fisco romano.

Tampoco existe un acuerdo uná-nime en lo que se refiere a la vo-luntariedad en la participación de estos préstamos. Algunos testimo-nios como las “Epístolas” de Plinio

(10, 55) parecen sustentar la op-cionalidad en la participación en el programa, aunque cuesta creer que miles de propietarios acepta-sen una carga financiera, que po-dría ser perpetua, por el hecho de ayudar a los niños pobres.

Si bien la mayoría de los au-tores, como el propio Segré, defienden la voluntariedad en la aceptación de estos préstamos, Papa alega que se debió de im-poner obligatoriamente dada la importancia que esta labor asis-tencial tenía para el emperador. Por su parte, Veyne sugirió que los participantes en el programa podrían haber gozado de venta-jas fiscales por aceptar el capital en cuestión.

Otro aspecto que suscita po-lémica entre los estudiosos es la repetibilidad de los préstamos, es decir, si solamente se hacían una vez por beneficiario o era posible concurrir en varias oca-siones. Parece probable, según autores como Papa o Segré, que el préstamo no fuese repetible, ya que hubiera repercutido nega-tivamente al fin de la institución alimentaria. Sin embargo, Veyne argumenta la tesis contraria en la posibilidad de que los propieta-rios de las fincas rústicas podían librarse del pago de los intereses reembolsando el capital recibido.

¿Por qué participar en el programa de beneficencia?

Page 24: Stilus10

24 hiems·mmdcclxvi·auc

contiene el proceso de constitución de las fundaciones alimentarias de esta ciudad.

Se pueden distinguir dos fases en el desarrollo del plan. En la primera, realizada entre los años 99 y 101, el legado Cornelio Galicano, con rango consular, distribuyó en préstamos a los propietarios de tierras un total de 72.000 sestercios. Durante la segun-da, realizada por Pomponio Baso en-tre los años 106 y 114, se presta (aun-que no sabemos por cuánto tiempo) un total de 1.044.000 sestercios a un interés anual del 5%. Dicha cantidad era equivalente al 8% del valor esti-mado del conjunto de las fincas. El cobro de los intereses del préstamo estatal reportaba un total de 52.000 sestercios anuales, que se distribuían de la siguiente forma: los 245 niños legítimos recibieron 47.040. Esto es, cada uno cobraba 192 sestercios al año, a una media de 16 al mes. Los 4.896 restantes eran distribuidos

entre 34 niñas, lo que equivalía a 144 sestercios anuales (12 al mes), cantidades que daban para una die-ta frugal consistente en pan y aceite diarios. Por otra parte, tenemos in-formación de que a un hijo bastardo (spurius) se le concedían 144 sester-cios al año y a una spuria, 120.

La tabula de la que se han ex-traído los anteriores datos también incluye una enumeración de los prestatarios: 5 en la primera fase y 47 en la segunda, entre propietarios y concesionarios de suelos públicos (vectigalistae). En esta segunda fase aparecen las sumas de cada présta-mo, el número de niños y niñas be-neficiados, la renta asignada a cada

Tabla de los Ligures Baebiani espe-cifica con detalle la administración

de los alimenta en una demarcación cercana a la actual Benevento.

Un filón propagandísticoLas instituciones alimentarias tuvie-ron una importante utilidad para la propaganda imperial, que no dudó en capitalizar la preocupación de Trajano por los infantes para refor-zar, de paso, la figura y autoridad del princeps. Se acuñaron monedas que resaltaban el deseo del empera-dor de reforzar Italia como cabeza y sede principal del Imperio. Para ello, entre los años 103-111, se emiten series de sestercios en cuyo rever-so figura la leyenda REST. ITALIA en el exergo y S. P. Q. R. OPTIMO PRINCIPI alrededor. El lema atribu-ye carácter de Restitutor al Empe-rador, idea que se refuerza con la iconografía de estas monedas: Tra-jano, que aparece representado en pie y portando un cetro co-ronado por el águila, levanta a Italia, mostrada como una mu-jer arrodillada que sostiene un globo. En esta escena, el cen-tro está ocupado por dos niños que tienden las manos.

Los sestercios acuñados en el 109 también conmemoran las fundaciones alimentarias. En el exergo aparece la leyenda ALI. ITALIAE, o en ocasiones ALIM. ITAL. y de nuevo el consabido S. P. Q. R. OPTIMO PRINCIPI alrede-dor. La iconografía es parecida a la an-terior: Trajano aparece sentado ante una mujer que representa a Italia, con dos niños en sus brazos. En oca-siones la mujer sostiene una espiga o cornucopia, símbolos de prosperidad, que identifican a la portadora con el modelo iconográfico de la Abundantia

(que brinda protección a los niños) o la Annona (literalmente significa co-secha), con un niño a sus pies.

También existe una emisión de de-narios con la leyenda COS. V. PP. S. P. R. Q. OPTIMO PRINC. y en el exergo ALIM. ITAL. En estas monedas apare-ce un personaje con velo o toga que ofrece algo a dos niños. No está claro que esta figura sea la del emperador, ni sabemos exactamente qué ofrece, pero también podría interpretarse como una invitación a que se acer-quen para recibir protección.

No solo la moneda fue testigo de este tipo de propaganda. El Arco de Trajano en Benevento, construido por la apertura de la vía Trajana, también contiene alusiones a los alimenta. En

uno de los relieves se representa la distribución de víveres a los niños y niñas pobres a través de esta institución y aparecen juntos Tra-jano y la Abundantia, a la cual no se le ve el brazo derecho, pero sí

la diadema y la cornucopia.

Page 25: Stilus10

25 invierno·2013

uno de ellos, el valor de los fundos puestos como garantía para el pago de las rentas y el tipo de interés.

Una segunda fuente digna de in-terés, aunque más incompleta, es la llama Tabla de los Ligures Baebiani, encontrada en el pueblo de Macchia de Circello a unos 40 kilómetros al norte de Benevento, en 1831. Estu-diada por prestigiosos especialistas como Paul Veyne, su datación se si-túa en torno al año 101, en el consu-lado del propio emperador Trajano y de Quinto Articuleyo Peto. El texto se repartía en cuatro columnas de las que subsisten dos, más la mitad de una tercera.

La tabla consigna el nombre del propietario que se acogía al progra-ma, el valor en que se estimó su pro-piedad y la cantidad que recibió. El capital prestado representó casi el 8% del valor global de las propieda-des adscritas en la tabula, mientras que el tipo de interés, al contrario que el 5% estipulado en Veleya, bajaba en esta ocasión al 2,5%. En su momento, Veyne trató de expli-car este porcentaje reducido con la hipótesis de que pocos campesinos se acogieron al programa. De ser cierta esta suposición, sería posible que las tasas de interés variasen de unas ciudades a otras. En cuanto a las ayudas destinadas a los niños y niñas pobres, desgraciadamente apenas se poseen datos, los cuales

quizás estarían expuestos en las par-tes no conservadas de la Tabla de los Ligures Baebiani.

Otras fundacionesLa institución alimentaria parece que pervivió durante todo el siglo II, bajo la dinastía Antonina. Dos fuentes (Ulp. 1.2. fideic. y la SHA, vita Ha-driani, 7, 8) informan de que Adriano constituyó en Antinoopolis (Egipto) una fundación a favor de los hijos de sus ciudadanos. Lo mismo parece su-ceder en Atenas, según se recoge en una posible tabula alimentaria en-contrada. En ella aparece una lista de propietarios, su finca, la localidad y la suma de dinero que percibieron.

En época de Antonino Pío, se crea la Institución Alimentaria de las Niñas Faustinas, en honor a su mujer, Faus-tina la Mayor. Esta fundación se dedi-caba a la asistencia social de las niñas pobres. También su sucesor, Marco Aurelio, siguió el ejemplo con una fundación denominada Nuevas Niñas Faustinarias, en honor a su hija Lucila y a su esposa Faustina la Menor.

A partir de ese momento la insti-tución alimentaria parece entrar en un proceso de decadencia, si bien Pertinax en su corto reinado intenta reinstaurarla. A tenor de la escasez de fuentes posteriores, se puede deducir que la crisis militar, económica y po-lítica del siglo III llevó a los alimenta a extinguirse y desaparecer. ◙

• BLANCH NOUGUÉS, J. M. (2008): “Las fundaciones en Derecho Romano: las llama-das fundaciones alimentarias públicas romanas”, en Régimen jurídico de las fundaciones en Derecho Romano, Ed. Dykinson, 123-169 págs.

• BLAZQUEZ, J., M. (2003): Trajano. Ariel, Barcelona.

• GARZON BLANCO, J. M. (1988): “La política alimentaria desde Trajano a Antonino Pío en la propaganda numismática”, en Studia Historica, 6, 165-174 págs.

• VEYNE, P. (1957): “La Ta-ble des Ligures Baebiani et l´institution alimentaire de Tra-jan”, en Melanges d´archéologie et d´histoire T. 69, 81-135 págs.

PARA SABER MÁS:

Un niño recibía 192 sestercios al año. La cantidad para las niñas era inferior: 144 anuales, lo mismo que para los varones nacidos fuera del matrimonio

Representación del reparto de alimentos entre los niños necesitados. Relieve decorativo del Arco de

Trajano, en Benevento.

Page 26: Stilus10

26 hiems·mmdcclxvi·auc

LASCRÓNICASDICEN...

Por José Luis Centeno.

A principios del siglo II el limes rena-no-danubiano se dirigía hacia un es-cenario de guerra. Antes del estallido de hostilidades, en el lado romano se habían producido movimientos que presagiaban un conflicto a gran escala, como la reorganización de las tropas en la zona o la inspección de las pro-vincias de Panonia y Moesia por parte del propio emperador.

Ciertamente, el hombre que estaba al frente del Estado no era descono-cedor de la situación de la frontera. Tampoco era ajeno a la realidad de la maquinaria militar que comandaba. Desde los inicios de su principado, la figura de emperador ideal (optimus princeps) de Trajano apareció muy marcada por su faceta de homo milita-ris. Esta pose, que debe mucho a Pli-

nio el Joven, atribuía mayor relevancia a los asuntos militares que a los civi-les. No en vano, Trajano permaneció en el limes renano-danubiano para su reforzamiento y reorganización, tras la muerte de Nerva en 98 d. C.

El emperador hispano marcó dife-rencias respecto al anterior gobierno en lo relativo al ejército. No nos ha de extrañar, ya que éste era el verdadero filtro de acceso al Principado. Su papel de regulador de las relaciones internas y externas de Roma lo convertía en una fuerza que había de ser manejada con firmeza y disciplina.

Trajano prestó gran atención al ejército, sobre el que asentó buena parte de su política. Llevó a cabo re-formas que, si bien no fueron radicales ni innovadoras, lograron incrementar notablemente su eficacia gracias a una mejor administración, organización y

Cuatro años después de subir al trono, Trajano lanzó una gran ofensiva en el Da-nubio. Pero antes de afron-tar una campaña de gran envergadura, el experimen-tado general acometió una serie de reformas con las que puso al día la ingente maquinaria bélica del Impe-rio y la preparó para nuevas empresas expansionistas. La guerra en Dacia fue su banco de pruebas.

El ejército que derrotó a Decébalo

GUERRAS DÁCICAS

El ejército que derrotó a Decébalo

Foto: Cristian Marinescu

GUERRAS DÁCICAS

Page 27: Stilus10

27 invierno·2013

distribuición de los recursos.Así por ejemplo, se replanteó el uso

de la caballería para mejorar las comu-nicaciones. Se reforzaron los puntos neurálgicos de las fronteras, en Dacia, Panonia, o incluso al otro lado del Éu-frates. También se distribuyeron los recursos de forma más eficiente.

Otro ejemplo de las nuevas direc-trices de Trajano afectó a las tropas de élite, como la guardia pretoriana, que ganaron un papel más activo en las guerras. Los más aptos de entre las tro-pas auxiliares de caballería formaron una nueva unidad, ala singularium, como complemento a su guardia per-sonal y como respuesta a la revuelta pretoriana del año 97 encabezada por

el prefecto del pretorio.

Vuelta al expansionismoLa llegada de Trajano al poder supuso el inicio de un nuevo periodo expan-sionista en el que se dejó de lado la política augústea de mantenimiento de las fronteras. Estas se habían identifi-cado tradicionalmente con los grandes

ríos que marcaban la diferencia entre el mundo romano (identificado con la oikumene) y el bárbaro.

Los planes del emperador hispano dieron aliento al último gran intento expansionista de etapa imperial, como demuestra la anexión de la Dacia como provincia romana o las campañas pár-

Trajano elevó el número de legio-nes de 28 a 30 con la creación de la Legio II Trajana Fortis y la Legio XXX Ulpia Victrix. El reclutamiento seguía las pautas de la época Fla-via, es decir, la leva entre los ciu-dadanos de las provincias occiden-tales y de Macedonia. Si bien en el reclutamiento y en la organización militar legionaria no hay cambios notorios, sí existen novedades en su organización administrativa, con la que se consiguió relanzar la efi-cacia bélica del Imperio.

Los regimientos de infantería se dividían en cohortes y podían cons-tar de 500 hombres (cohors quin-genaria) con un praefectus al fren-te, o de 1.000 (cohors milliaria), dirigidas por un tribuno. Por su par-te, la organización de la caballería tenía sus peculiaridades ya que se dividía en alae, a cuyo mando esta-ba un praefectus alae, y constaban de 500 jinetes (ala quingenaria), o de 1000 (ala milliaria). Cada ala se subdividía en dieciséis y veinticua-tro turmae, respectivamente, con un decurión al frente.

Las tropas auxiliares experi-mentaron las modificaciones más notorias. El emperador hispano, gran conocedor de la legión, sa-bedor de sus defectos y virtudes,

supo corregir, hasta cierto punto, dos de sus debilidades: su escasa maniobrabilidad y su habitual rigi-dez en combate. Ambas se habían revelado a veces muy nocivas en campo abierto. Para ello aumentó el número de unidades auxiliares hasta un máximo de quince, en to-das sus vertientes: infantería, ca-ballería y mixtas.

Durante la época de estudio to-dos los oficiales de las tropas auxi-liares todavía poseían la ciudadanía romana, aunque estos rangos eran menos prestigiosos que los corres-pondientes en la legión. Con todo, a lo largo de este periodo dichos efec-tivos adquirieron gran importancia,

como atestigua su presencia en la Columna Trajana con su particular vestimenta y armamento.

La utilización de tropas auxi-liares mixtas, es decir, elementos de infantería junto con algunos de caballería (ala pediata) o al revés (cohors equitata) también se ha comprobado, teniendo sus propias divisiones en centurias y turmae.

El licenciamiento del servicio mi-litar para los auxiliares se producía a los veinticinco años de servicio, en algunos casos incluso antes (ante emerita estipendia), y representaba la obtención de la ciudadanía roma-na y la legitimación de sus matrimo-nios (conubium) y su descendencia.

La paulatina revalorización de los auxiliares

¡Qué magnífico es el que hayas restablecido de nuevo la disciplina militar, que había caído en desuso y desaparecido de nuestros campamentos!

Plinio el Joven. Panegírico a Trajano. 18, 1.

Dibujo sacado de la Columna Trajana, en la que el empera-dor (vestido de púrpura) recibe a unos mensajeros, arropado por una hueste heterogénea de soldados auxiliares.

Page 28: Stilus10

28 hiems·mmdcclxvi·auc

ticas. Según Hidalgo de la Vega: «Con él se retomó en una nueva versión el modelo de emperador conquistador que reinventaba los deseos “ilusorios” de los grandes generales de finales de la República, que aspiraban a la domi-natio mundi».

Pese a estos presupuestos ideológi-cos, las razones directas de la guerra en Dacia no están todavía resueltas de manera satisfactoria. Las fuentes no detallan mucho al respecto. Dion Casio alude a la abundancia de plata y oro, pero el ruido provocado por la propaganda imperial impide ver con suficiente claridad los motivos de fon-do. Quizá no sea adecuado enfocar el tema de una manera unidireccional, sino como la suma de diversas causas.

Las guerras emprendidas por Tra-jano hunden sus raíces en la época de Domiciano, entre los años 85 y 89, y cuyo resultado se podía calificar de desastroso para los romanos. Hubo episodios muy desafortunados, como la muerte del prefecto del pretorio Cornelio Fusco. Dion Casio (67, 5-6), Eutro-

pio (7.15) o Suetonio (“Domiciano”, 6.1) se hacen eco de estas derrotas, haciendo también alusión a la situa-ción de inestabilidad que Domiciano lega a su sucesor, como subraya Tá-cito (Agn., 41.3). Un tratado el año 89 dio por finalizada la guerra dácica de Domiciano, en unos términos ver-gonzosos e inaceptables, que serían empleados por Trajano como causa y propaganda para el inicio de las hosti-lidades el año 101.

En segundo lugar, existía la motiva-ción estratégica de evitar una alianza de los pueblos circundantes bajo el rey da-cio (confederatio barbarica), con el fin de sacudirse el yugo romano, como se-ñala Dion Casio (68.6.2). Junto a esto, el aumento y la mejora del ejército de Decébalo, llevada a cabo gracias a los subsidios y ayudas técnicas cedidas por Domiciano, contribuía aún más a au-mentar la desconfianza de Roma.

Un tercer elemento que explica la conflagración, quizá uno de los más destacados, es el económico. El deseo de Trajano de poner en marcha un am-bicioso programa de obras públicas y evergetismo encontraba su respuesta en la explotación de las ricas minas de oro y plata de la Dacia. Finalmente, como cuarto apunte, hemos de sopesar la ambición expansionista del empe-rador Trajano como una contingencia para estimular el inicio de la contienda.

Guerra en DaciaLa primera guerra tuvo lugar entre los años 101 y 102. No sabemos el

número total de efectivos que participaron en ella, aunque

podemos hacer alguna aproximación gracias

a los diplomas mi-litares.

Domiciano legó a su sucesor una situación muy inestable en la frontera dácica debido a varias campañas funestas

El Trofeo de Adamclisi muestra la nueva equipación militar romana. Un legionario romano se protege la cabeza con un casco especialmente diseñado para resistir mejor las terribles espadas (sica), como la que blande un enemigo, o el puñal dacio superior, expuesto en el Museo de las Puertas de Hierro, de Drobeta-Turnu Severin. A la izquierda, un par de recons-truccionistas lucen un casco con una cruce-ta que refuerza la parte superior, y amplias carrilleras y cubrenuca.

El armamento de los dacios impuso cambios e innovaciones en la pa-noplia romana. La alteración más notoria se produjo en el casco. El conocido como tipo Gálico Imperial reforzó la bóveda con unas “costi-llas” metálicas de lado a lado que le daban mucha más consistencia y solidez. Por otra parte, unas mayores dismensiones de las carrilleras y el cubrenuca se mostraron tan eficaces que se siguieron utilizando hasta el siglo III d. C.

Costillas protectoras

Foto: F. Dijkstra Foto: Cristian Marinescu

C. Marinescu

Page 29: Stilus10

29 invierno·2013

Sí conocemos los preparativos de esta guerra, que ponen de manifies-to la preocupación de Trajano por los aspectos logísticos y militares. Prue-ba de ello son la construcción de una carretera que corría paralela a la orilla derecha del Danubio, con la intención de mejorar la movilidad de sus tropas a lo largo de la cuenca renano-danubiana; la apertura de un canal de navegación para una mejor defensa; la edificación de un puente de más de un kilómetro de longitud durante el período de entre guerras, obra de Apolodoro de Damas-co (durante la Segunda Guerra Dácica); o el empleo de un elevado número de tropas auxiliares, que ascendieron hasta 21, procedentes principalmente de Pa-nonia y Mesia Inferior y Superior, como atestiguan los diplomas militares.

El primer enfrentamiento armado tuvo lugar en Tapae y la victoria se decantó del lado romano, pero no su-puso unas pérdidas muy elevadas para Decébalo, que se lanzó al ataque sobre Mesia Inferior, durante la retirada de Trajano para invernar.

La derrota de Decébalo y sus alia-dos contra Roma, que había conse-guido vencer no sin pocos esfuerzos, supuso el levantamiento de un trofeo conmemorativo en Adamclisi y el final de las hostilidades el año 102. Con la firma de un nuevo tratado en el que Decébalo aceptaba las condiciones ro-manas sin opción.

La firma de este tratado no dio re-sultados muy duraderos, ya que había sido fruto de las necesidades del mo-mento. Creó las circunstancias que llevaron a la Segunda Guerra Dácica entre los años 105 y 106. Los orígenes de este nuevo conflicto son mal cono-cidos ya que sólo tenemos un resumen que Xifilino hizo de un texto de Dion Casio. En él se expone que los roma-nos se encontraban reorganizando el limes en el momento del estallido de hostilidades.

Este hecho debe ser complemen-tado y entendido junto con un rearme de Decébalo, quien reconstruyó las fortalezas, levantó de nuevo un ejérci-to e intentó atraer de nuevo hacia su posición a los pueblos circundantes. El ultimátum enviado por Roma el año 105 fue contestado por Decébalo con

un ataque exitoso sobre las posiciones romanas en el Banato.

La respuesta de Roma no se hizo esperar y el año 106 con la ayuda de algunos grupos de nobles locales, cuya alianza con Roma no había podido romper Decébalo, Trajano se dispuso

a reconquistar las posiciones del Bana-to. Su propósito era sitiar y conquistar Sarmizegetusa Regia. El desarrollo del plan se atestigua bien en la Columna Trajana.

El desarrollo de las guerras no estu-vo exento de dificultades para Roma,

Muy experimentado a lo largo de su carrera militar, Trajano supo incrementar la intensidad del entrenamiento de los sol-dados para la guerra, evitando que fueran empleados en otras tareas de vigilancia. No hay que olvidar que el ejército de finales del siglo I estaba subdividido en legiones, unidades auxiliares, guardia pretoriana y singulares, y policía (urbaniciani).

Bajo Trajano, al cuerpo mi-litar se le asigna la única tarea de combatir al enemigo externo y se le somete a un constante ejercicio físico para mejorar la técnica y la preparación para el combate. Asimismo, se desarro-lló fuertemente la disciplina mi-litar y una psicología más dura. Como punto de cohesión de to-dos estos aspectos, la captura de abundante botín o, en el caso de los auxiliares, la obtención de

la ciudadanía romana, eran po-tentes acicates para una lucha más efectiva.

Otro punto de gran importan-cia, que Trajano supo utilizar con habilidad, fue el estímulo de los lazos afectivos y la convivencia entre los soldados y sus oficiales, incluido el emperador. El objeti-vo era consolidar una fidelidad (fides) mutua y, por tanto, un mejor rendimiento en el comba-te. El establecimiento de la fides como uno de los principales va-lores de las antiguas tradiciones (mos majorum), sancionadas en última instancia por la divinidad, hacía de este concepto algo aún más importante. El propio Empe-rador se embarcó personalmente en este intento por revalorizar la fidelidad, participando en nu-merosas batallas y acabando con privilegios, algo que consiguió sin que se produjesen sediciones.

Motivación y entrenamiento

Foto: Cristian Marinescu

El ansia de botín siempre ha sido un potente acicate del ardor guerrero, aunque las injusticias en su reparto son frecuente origen de disputas y problemas. Trajano refrenó los privilegios de los oficiales. En la imagen, captura de los hijos de Decébalo. Detalle de la réplica de la Columna Tra-jana, que alberga el Museo Nacional de Historia de Rumanía.

Page 30: Stilus10

30 hiems·mmdcclxvi·auc

que hubo de superar el secuestro de Cn. Pompeyo Longino y el intento de ase-sinato del propio Trajano, según Dion Casio (68.11.3). Esta misma fuente in-forma de que la toma de Sarmizegetusa provocó la huida de Decébalo, quien acabó por quitarse la vida (68.14.3).

Repercusiones de la victoriaEl éxito bélico convirtió el Estado cliente de Dacia en una provincia de Roma, que perdió su sector danubiano en favor de Mesia (aunque no sería de-finitivamente organizada hasta el 117, ya con Adriano). Sólo la parte más sep-tentrional de los nuevos territorios que-dó fuera de la provincia recién creada. El gobierno y administración de esta región quedó sometida al emperador y, por tanto, bajo el mando de un legatus Augusti, hecho lógico al tratarse de un dominio recién conquistado y con gran importancia aurífera.

El carácter de territorio recién ad-quirido provocó la permanencia de un gran número de militares, que consti-tuyeron un elemento fundamental para la administración y posterior integra-

ción en el Imperio. Si bien el sector militar tiene un peso muy relevante en la primera fase de romanización, la parte civil también habría de tener mu-cha importancia, a través de una colo-nización masiva. Eutropio (8, 6, 2) in-dica que el Emperador «trajo grandes cantidades de personas de todas partes del mundo romano para trabajar en los campos y en las ciudades».

Las propias peculiaridades de la Dacia hacen de su romanización algo totalmente diferente, dada la ausencia de ciudades y asentamientos autó-nomos, que llevó a la creación, entre

otras fundaciones, de la Colonia Dá-cica (Colonia Ulpia Trajana Augusta Dacica Sarmizegetusa). También cabe resaltar la falta de una estructura ad-ministrativa; la carencia de una lengua que rivalizara con el latín; y el papel de la religión dácica, y sus similitudes con el culto imperial, como elemento de integración social e ideológica en el aparato romano.

Con todo, y de forma paradójica, la romanización e inclusión de la Dacia dentro de la oikoumene supuso la casi exclusión de los dacios del proceso. Gran parte de ellos fueron desplazados a las zonas rurales, exterminados, ven-didos como esclavos, o emigraron. Por otro lado, la victoria supuso para Roma, militarmente hablando, el reforzamien-to del limes danubiano y la obtención y explotación de las ricas minas de oro y plata que allí se encontraban.

La victoria sobre los dacios supuso la consolidación de la imagen de Tra-jano como emperador-soldado a través de varias aclamaciones militares y con el título honorífico de Dácico (102). La propaganda oficial lanzada por él, tan-

El éxito de Dacia animó a Trajano a emprender nuevas campañas con la idea de extender un gobierno ecuménico

Page 31: Stilus10

31 invierno·2013

to durante las guerras como después de ellas, es perfectamente visible en las series y leyendas monetales (Da-cia capta) y en diversos monumentos, como símbolo de la felicitas y la abun-dantia en la que Roma se encuentra inmersa gracias a sus acciones. Este esfuerzo consiguió que la victoria y sus repercusiones se hicieran insepa-rables de la persona del emperador. Al mismo tiempo, Trajano logra con su triunfo una importante justificación para las ulteriores campañas párticas, junto con la idea de un gobierno ecu-ménico y cosmocrático, sustentado además en su deseo de gloria militar y expansión hacia el este mesopotámi-co (aemulatio Alexandri).

Por otra parte, la conquista de la Dacia tuvo importantes repercusio-nes económicas. Centrándonos solo en la propia ciudad de Roma, parte del botín se utilizó en la construcción de la Columna de Trajano, oficial-mente terminada y consagrada el 18 de mayo del año 113 d. C. Fue obra de Apolodoro de Damasco y ocupó un lugar preeminente en el Foro de Trajano como recuerdo de los 35 metros de tierra que hubo que remo-ver para su instalación. Asimismo, los 200 metros de relieve que reco-rren la estructura vertical narran las victorias de Trajano sobre el pueblo dácico, de gran utilidad para el estu-dio de las guerras, aunque se reali-

ce una gran exaltación de la victoria trajanea y de los valores de la cultura romana.

Como parte inseparable de la co-lumna, hemos de mencionar el Foro Trajano que fue el último y el más grande de los foros imperiales. En este caso Trajano también contó con la es-pecializada ayuda de Apolodoro, que finalizó la obra en el año 112. Dentro del foro destaca la construcción de la

Basílica Ulpia de planta rectangular y dividida en cinco grandes naves.

Continuando con este proceso de monumentalización en Roma hemos de mencionar la edificación de un tea-tro, una naumaquia, el levantamien-to de un nuevo acueducto, la Aqua Trajana (109) y las termas Suranae, estas últimas erigidas por Lucio Lici-nio Sura en el monte Aventino. Todos estos espacios públicos contribuyeron a que se produjera una relación di-recta entre los ciudadanos, el poder y los beneficios que éste revertía en la Urbe.

La labor urbanística y construc-tora de Trajano no solo se limitó a Roma. Existen buenos ejemplos de su ímpetu edilicio en la construcción de la Via Trajana (113), que acortaba el recorrido de la Via Appia; también en la remodelación y ampliación del puerto de Ostia, o en la construcción del puente del Alcántara en Hispa-nia, bajo la supervisión del ingeniero Cayo Julio Lácer.

En el aspecto social, Trajano des-plegó también un amplio progra-ma en el que destacan los alimenta (ver página 22) y la condonación de deudas. Pese a estas iniciativas des-lumbrantes, no se han de obviar las contradicciones que van surgiendo en diferentes ámbitos y que se irán acentuando durante el gobierno de sus sucesores. ◙

• GÓNZALEZ-CONDE, M. P. (1991): La guerra y la paz bajo Trajano y Adriano. Fundación Pastor de Estudios Clásicos. Madrid.

• ROSSI, L. (1971): Trajans column and the dacian wars. Thames and Hudson Corp. Londres.

• STEFAN, A. S. (2005): Les guerres daciques de Domitien et de Trajan: architecture militaire, topographie, image et historie. École français de Rome. Roma.

• WEBESTER, G. (1969): The roman imperial army: of the first and second centuries A.D. Adam & Charles Black. Londres.

PARA SABER MÁS:

El elemento indígena fue des-plazado hacia el campo tras la conquista de la Dacia. Guerre-ros dacios, del Museo Militar Rey Fernando I (Bucarest).

Foto: Cristian Marinescu

Foto

: Cris

tian

Marin

escu

Las grandes rique-zas de la Dacia atra-jeron la atención de Roma. Monedas dacias custodiadas en el Museo de las Puertas de Hierro de Drobeta-Turnu Severin (Rumanía).

Page 32: Stilus10

32 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Ángel José Pérez Izquierdo.

Las tropas, perfectamente alineadas en orden de marcha, esperaban la orden del legado. Un simple gesto de Cornelio Palma, y los legionarios comenzaron a atravesar los límites de la provincia romana de Siria, ante un horizonte de arena y piedras. Co-menzaba la anexión por el Imperio romano del reino nabateo de Petra.

Estamos en el año 106 d. C. y, aunque el emperador no está presen-te –le ocupa la conclusión de la gue-rra en Dacia–, el ejército romano está listo. No en vano, desde hace meses se viene preparando la campaña en asuntos tan vitales como la red de transportes para el abastecimiento.

Al paso de las legiones se va te-jiendo un sistema de calzadas que une las nuevas posesiones con el res-to del Imperio. Una de las piezas de esta red es la Via Nova Trajana, que fue construida entre el 111 y el 114 d. C. para consolidar y administrar la nueva provincia romana de Arabia Petraea.

Su trazado discurría a lo largo de 430 kilómetros, desde Bostra, la ca-pital de la nueva provincia, hasta el importante puerto de Aila en el Gol-fo de Aqaba, salida natural hacia el Mar Rojo, conectando importantes ciudades a lo largo de su recorrido. Los encargados de su construcción fueron las fuerzas militares estacio-nadas en la zona y durante al menos

cuatro siglos permitió el movimiento de soldados, funcionarios, bienes y equipos.

Siguió por lo general el trazado del antiguo Camino Real nabateo, citado ya en la Biblia. La misma ruta, que sigue siendo utilizada hoy en día por los viajeros en Jordania, era estratégica, como lo demuestra que fuera poco a poco guarnecida y asegurada con varios campamentos legionarios, fortalezas y torres de vigilancia. Este cuidado responde a su carácter de punto de unión de las diversas partes del Imperio romano en Oriente, ya que a ella confluían ramales que conectaban importantes ciudades y otras rutas procedentes de Egipto, Palestina y Siria.

La autopista del desierto

ARQUEOLOGÍA

La conquista de Partia comenzó años antes de desenvainar las espadas. Roma allanó el camino en Oriente Próximo con la anexión del reino nabateo y la construcción de una red de calza-das al servicio del ejército. La Via Nova Trajana fue un elemento clave en esos planes pero, gracias a su buena factura, fue una ruta en uso durante muchos siglos después.

Page 33: Stilus10

33 invierno·2013

Fotos: R. Pastrana

Los primeros miliarios identi-ficados hasta ahora datan de entre el 111 y el 114 d. C., entre cinco y ocho años tras la anexión romana. Las inscripciones de los miliarios y las fuentes históricas indican que Trajano creó una nueva provincia. El tiempo transcurrido entre la invasión romana y estas inscripciones coinci-de también con la leyenda de diver-sas monedas datadas en el año 111 d. C. que indican que la región fue anexionada (adquisita).

Llama la atención la falta de ins-cripciones anteriores al 111 d. C. indicando la anexión. No hay que olvidar que las inscripciones en los miliarios y en las monedas eran dos formas clave de hacer publicidad en una época carente de medios de co-municación tal como hoy los cono-cemos.

Una posible explicación para este retraso es que Trajano esperó delibe-radamente hasta el 111 d. C. para ha-cer declaración pública de la anexión como un hecho ya consumado me-diante inscripciones, monedas, etc. Parece claro que quería tener el te-rritorio consolidado antes de iniciar su gran campaña hacia el este contra los partos, en el 114-115 d. C. La construcción de la Via Nova forma-ría parte importante de ese proceso de consolidación. En relación con la organización de la nueva provincia y como acto preparatorio para la cam-paña contra Partia, en las mismas fe-chas de construcción de la Via Nova se crean seis unidades militares de Cohortes Ulpiae Petraeorum, con efectivos del anterior ejército real nabateo.

Los inicios de la víaEl nombre actual de Via Nova Traja-na viene dado por las inscripciones de los miliarios instalados en su fase inicial de construcción:

Via nova apervit et stravit a finibus Syriae usque ad Mare Rubrum redacta in formam provinciae Arabia

Textos como este indican que una nueva calzada fue creada y pavimen-

De aliado a provinciaLa anexión del reino nabateo se puede contemplar como la fase inicial de una empresa militar mu-cho más ambiciosa, la conquista del Imperio parto, iniciada en el 114 d. C.

El reino nabateo, amigo de Roma, había cumplido una función de muro de contención para pro-teger las provincias orientales del Imperio contra las incursiones de las tribus nómadas de Arabia y del poderoso Imperio Parto. Geográfi-camente correspondería en la ac-tualidad a gran parte de Jordania, la zona sur de Siria e Israel, el Si-naí en Egipto y el noroeste de Ara-bia Saudita. En el momento de la anexión lindaba con las provincias romanas de Siria, Judea y Egipto.

Su economía se basaba en el control de las rutas comerciales que unían Oriente y Occidente. En Petra, la capital, se almacenaban mercancías que llegaban del le-jano oriente, de la India y China, siendo luego transportadas en ca-ravanas a diferentes lugares y por diversas rutas preestablecidas.

Tras la muerte del último rey nabateo, Rabbel II, Trajano decide la anexión del reino en el 106 d. C., que pasó a ser la nueva provin-cia de Arabia Petraea. Las fuentes históricas guardan silencio sobre las condiciones en que se produjo la anexión y solo se sabe que fue realizada por Cornelio Palma, el

legado romano en Siria. La fuerza de invasión debió estar compuesta de unidades pertenecientes por lo menos a dos legiones, la III Cyre-naica y la VI Ferrata, procedentes de las provincias de Egipto y Siria, respectivamente.

Aunque siempre se ha conside-rado que se trató de una anexión pacífica, ciertos indicios de des-trucción apuntan a que se produ-jeron enfrentamientos. En todo caso serían de baja intensidad y puede ser significativo el hecho de que las monedas acuñadas cinco años después de la anexión pre-sentan la leyenda Arabia adquisita (Arabia anexionada) en lugar de capta (capturada), que era lo ha-bitual cuando se conquistaba una región por la fuerza.

Los romanos fijaron en Bostra la capital de la nueva provincia, trasladando el centro económico y político que hasta entonces había asumido Petra, la capital del an-tiguo reino nabateo. La Legio III Cyrenaica fue acantonada en la nueva capital, en donde se han ha-llado los restos de un campamento con unas dimensiones de 363 por 463 metros y un área de unas 18 hectáreas. Este campamento ac-tuaría como base principal para el control militar de la nueva pro-vincia, situando diversas unidades en las ciudades más importantes, como Gerasa, Madaba o Petra.

Vía principal que atraviesa la ciudad de Petra.

Page 34: Stilus10

34 hiems·mmdcclxvi·auc

tada desde los límites de Siria hasta el Mar Rojo cuando Arabia fue con-vertida en provincia. Los nombres y títulos del emperador Trajano y los de su legado y gobernador de la nueva provincia, Claudio Severo, da-tan los miliarios colocados entre los años 111 a 114 d. C.

Según la cronología reflejada en estos miliarios iniciales se observan varias etapas en el desarrollo del tra-zado de la Via Nova Trajana, lo que permite dividir su construcción en tres tramos principales: norte, central y sur. En el 111 se terminó la primera sección, la central, desarrollada en-tre Petra y Philadelphia, la moderna Ammán. El siguiente tramo construi-do fue la sección sur, la ruta entre Pe-tra y el puerto de Aila (Aqaba), ter-minado en el 112. Por último se trazó la sección norte, entre Philadelphia y Bostra, la nueva capital, en el 114.

Desde hace tiempo se conocen bien las secciones central y norte, la ruta entre Bostra y Petra, con alrede-dor de 200 miliarios que permitían se-guir su trazado; pero del tramo entre Petra y Aila, unos 125 kilómetros y un 30% del recorrido total de la calzada,

sólo se habían descubierto una docena de estos hitos. Investigaciones recien-tes han documentado mejor este tra-mo sur, hasta ahora con 42 miliarios. También se han descubierto secciones pavimentadas de la vía y numerosas estaciones de parada y puestos de guardia a lo largo de esta.

La zona mejor conocida del traza-do es el sector central, que cruza las tierras altas de Jordania en un reco-rrido norte-sur, atravesando los pro-fundos valles de Wadi al-Hasa, Wadi al-Mujib y Wadi al-Walah. En los tramos mejor conservados de la cal-zada se observa la estructura carac-

terística de las vías romanas, con un lecho de piedras planas ligeramente elevado en su parte central y una simple línea de piedras en los bordes, con anchuras de unos 5,5 metros.

Trazar un camino en una zona de terreno abrupto como la que presentan estos valles conlleva un importante trabajo de ingeniería. En primer lugar, es necesario seleccionar las pendien-tes más adecuadas, para facilitar el tránsito de personas y animales. Los beneficios de trazar la calzada se ob-servan comparando la pendiente de la Via Nova con la del terreno que atra-viesa en los valles. Aun así la calzada presenta desniveles en algunos de los tramos de estos valles del 6 al 10% (entre 6 y 10 metros de desnivel en un recorrido de 100).

En el valle de Wadi al-Mujib, con desniveles del terreno en algunas zo-nas de entre el 28 y el 41%, la reduc-ción de pendiente en el trazado de la Via Nova es significativa, reduciendo la fatiga en el ascenso y permitien-do un paso del valle más rápido, de unas tres horas. El camino cercano al desierto situado más al este, que presumiblemente usaban las rutas

Trajano era un buen conocedor de la ingeniería aplicada al trazado óptimo de caminos que facilitaban el movi-miento entre núcleos de población. Las fuentes escritas muestran al em-perador participando personalmente en diversas actividades relacionadas con la construcción de calzadas, y así pudo suceder en lo referente a la Via Nova. De la preocupación de Tra-jano por mejorar las vías de comuni-cación nos da noticias el médico y fi-lósofo griego Galeno en un pasaje de su principal obra, “Methodo meden-di“ (Sobre el arte de la curación):

Incluso hoy en día podemos ver que algunos de los más antiguos caminos del mundo están en parte inundados, cu-biertos de rocas y matorrales;

con fuertes pendientes e in-festados de animales salvajes, intransitables por ríos anchos o de rápida corriente. Trajano mejoró todos los caminos de Italia que estaban en estas condiciones. En aquellos que estaban inundados reforzó el lecho de piedras o los elevó; los despejó de plantas y ma-torrales y construyó puentes para cruzar los ríos; donde el camino era excesivamente largo se construyeron atajos para acortar el trazado; si el camino era difícil debido a las pendientes, lo desviaba a zo-nas más accesibles; si estaba infestado de animales salva-jes o cruzaba zonas desier-tas, desviaba la ruta, uniendo

zonas pobladas y haciendo el trazado lo más cómodo posi-ble.

Galeno compara en este pasaje sus propios logros en medicina con el trabajo ejemplar desarrollado por Trajano en la construcción de cami-nos. Aunque se refiere a los caminos de Italia, las alabanzas de Galeno a las calzadas de Trajano indican que la mejora de las vías de comunica-ción formaba una parte significativa de la reputación de Trajano.

A la luz de este pasaje, escrito unas décadas después de la muerte del emperador, la Via Nova aparece como otro ejemplo del interés de Tra-jano, Optimus Princeps, por trazar nuevas y eficientes carreteras, en este caso en la provincia de Arabia.

El príncipe constructor de calzadas

En Wadi al-Mujib, la vía trazada en tiempos de Trajano reduce a la mitad la duración del viaje que hacían los caravaneros

Page 35: Stilus10

35 invierno·2013

caravaneras anteriores a la anexión por los romanos, emplea seis horas en realizar un recorrido similar, el doble de tiempo.

El sector central demuestra que el trazado de la Via Nova Trajana no siempre seguía el de los antiguos caminos nabateos. Por ejemplo, des-de Petra a Bostra el recorrido de la Via Nova atravesaba los tres profun-dos valles o wadis indicados, a pesar de existir un terreno más nivelado y cómodo de recorrer a unos pocos kilómetros al este, a lo largo de las cabeceras de los valles, como ya se ha señalado.

Los terrenos llanos eran preferi-dos por las rutas caravaneras de ca-mellos, debido al acusado balanceo de estos animales y a su elevado cen-tro de gravedad. Los observadores modernos han llegado a la conclu-sión de que la Via Nova en el tramo de Wadi al-Mujib no es factible para el paso de camellos, opinión corro-borada por los habitantes de la zona, que incluso apuntan las dificultades para atravesarlo con caballos. Según esta información, se piensa que las antiguas caravanas de camellos te-nían su punto de parada en Udruh, a partir de la cual se movían por la franja que bordea el desierto cerca de las cabeceras de los wadis, por lo que el trazado de la Via Nova que atra-viesa los valles era completamente nuevo. La mayor parte de los prime-ros miliarios con la inscripción Via Nova, fechados entre el 111 y el 112

d. C., se concentran en el paso de es-tos valles.

La segunda fase de la construc-ción, en el 112, une Petra con Aila, en el Golfo de Aqaba. Es una zona

donde se han encontrado miliarios con inscripciones datadas en los si-glos II, III y IV d. C. y que parece haber mantenido cierta importancia durante todo el periodo romano y, posteriormente, el bizantino. Es un testimonio impresionante de cons-trucción y mantenimiento de calza-das a través de desiertos y dunas de arena. La conservación de este tramo de la vía tuvo carácter oficial en el periodo bizantino, aunque se desa-rrollaron otras rutas para permitir el poblamiento de la parte este hasta donde el desierto lo permitía.

Los beneficios de construir un nue-vo trazado son evidentes en el terreno que atraviesa la tercera fase de la Via Nova, construida en el 114 d. C., que llegaba hasta Bostra. Aquí la calzada recorre diferentes paisajes, que van desde zonas completamente llanas a colinas rocosas; en otras partes de la ruta se atraviesan valles de empinadas colinas a ambos lados. Los miliarios y el enlosado de la calzada marcaban la ruta a seguir, reduciendo la incerti-dumbre y la pérdida de tiempo, ayu-dando a los viajeros a realizar más rápidamente las jornadas.

Uso exclusivo del servicio imperialHay muchos debates entre los in-vestigadores sobre el propósito de la construcción de la Via Nova Traja-na. Unos sugieren que fue construida para facilitar el comercio o defender la región. Sin embargo hay un aspecto sobre el que apenas hay discrepancia, y es el propósito de la Via Nova como sistema de cursus publicus en Arabia. El cursus publicus era una infraes-tructura de vías de comunicación re-servada para uso del correo imperial y para funcionarios del Gobierno con permiso (diplomata), permitiéndoles el uso exclusivo de las vías.

El propósito de la Via Nova parece haber sido el de actuar como cursus publicus, proporcionando un camino rápido y directo entre los centros ad-ministrativos nabateos que pasaron a convertirse en ciudades romanas. El análisis geográfico de la ruta de la Via Nova muestra, por ejemplo, que en Wadi al-Mujib, uno de los bene-ficios de la nueva ruta fue reducir el

La Via Nova Trajana probablemente estaba reservada al servicio estatal. Le-giones, correos (como el representado arriba por el grupo Septimani Seniores/I Germánica) y otros funcionarios tenían preferencia sobre los comeciantes (abajo).

La nueva vía sirvió para agilizar la comunicación del correo imperial y el tránsito de funcionarios del gobierno

Fotos: R. Pastrana

Fotos: Nicolas Moulin

Page 36: Stilus10

36 hiems·mmdcclxvi·auc

cansancio y señalizar correctamente los pasos más adecuados para cru-zar el profundo valle, disminuyendo el tiempo empleado. Asimismo, los emisarios del Gobierno podían atra-vesar con cierta seguridad los dife-rentes terrenos existentes a lo largo de la vía. Estos factores contribuyeron a aumentar la velocidad y facilitaron su función como integrante del sistema de cursus publicus: cuando la rapidez en las entregas era lo importante, el sistema más adecuado era un correo autorizado circulando por la vía.

La idea de que la Via Nova fue construida como parte de las infra-estructuras del cursus publicus en la provincia de Arabia Petraea ayuda a explicar otros aspectos de su trazado, como por ejemplo el fuerte ángulo que presenta desde Wadi al-Walah ha-cia el noreste. La nueva ruta se dirigía hacia Bostra en este punto, alejándose del nudo de caminos de la zona no-roeste y Judea. La ciudad de Bostra, con su nuevo nombre Nova Trajana Bostra y su campamento legionario, era el nuevo centro militar y adminis-trativo de Arabia, situado en el rincón noreste de la nueva provincia. Con el enlace de los nuevos centros admi-nistrativos situados al sur de Bostra, Trajano quería asegurar una ruta de-dicada para correos y movimiento de tropas durante la campaña contra Par-tia en el 115 d. C.

Con la Via Nova como parte inte-grante del sistema de cursus publicus, se produjeron cambios significativos en los sistemas locales anteriores a la anexión. El suministro y alimentación de caballerías y los puestos de descan-so y relevos debían proporcionarlos la población local, pero el tránsito por la vía estaría reservado a los funciona-rios del Gobierno. Como el trazado de la Via Nova seguía en determina-dos tramos caminos más antiguos, el sistema de vías de comunicación an-terior a la llegada de los romanos se vería también afectado por estas res-tricciones, que obligaría a trazar nue-vos caminos para el comercio local.

Este sistema permitió al estado romano satisfacer sus necesidades de comunicación y transporte más im-portantes, al permitir el rápido envío

de mensajes y el traslado de funcio-narios públicos y de determinadas mercancías.

El limes ArabicusDurante la dinastía severa, que reinó entre 193 y 235 d. C., los romanos reforzaron sus defensas en la frontera oriental, construyendo varios fuertes, y reparando y mejorando los caminos. Sobre el 300 d. C., bajo el mandato de Diocleciano, fue el momento de mayor esfuerzo militar en la región, construyéndose nuevos fuertes, torres de vigilancia y fortines a lo largo de la

franja desértica al este de la Via Nova Trajana. Al conjunto de instalaciones militares existentes en una línea que iba de norte a sur siguiendo el trazado de la calzada se le dio el nombre de limes Arabicus. Esta línea de defensa se extendía desde el sur de Damasco hasta el puerto de Aila; sólo la región situada entre Wadi al-Mujib y Wadi al-Hasa contenía cuatro fuertes (cas-tella) y un campamento legionario. La Via Nova adoptó un importante papel como vía de comunicación en el limes, una auténtica columna ver-tebral que permitía de forma rápida y

Cayo Julio Sabino y su hijo, C. Julio Apolinaris, eran soldados en la Legio III Cyrenaica. Sabino era portaestandarte (signifer) de la centuria. Cuando la legión se traslada al área de Palestina en los años 106-107 d. C., es des-tinado a la Legio XXII Deitoriana, acantonada en Egipto. En parale-lo, su hijo va ascendiendo en la carrera militar. En el 106 es libra-rius legionis; dos años después le encontramos destinado en Bostra, en la nueva provincia de Arabia, como legionario exento de reali-zar determinadas tareas (princi-palis). En el 119 es oficial de en-lace entre su unidad militar y el gobierno imperial (frumentarius).

Sabemos la vida de estos hom-bres gracias a la correspondencia que se cruzaron padre e hijo, y que fue encontrada en Egipto. El hallazgo se realizó en una sencilla vivienda de Karanis. El material utilizado es el papiro y la lengua el griego. Los originales pertene-cen actualmente a la colección de la Biblioteca de la Universidad de Michigan.

En una de las cartas a su pa-dre, estando destinado en Bostra con la Legio III Cyrenaica, Ju-lio Apolinaris describe cómo sus compañeros se dedican todo el

día a romper piedras y a otras ta-reas pesadas, actividades que él no está obligado a realizar gracias a su ascenso como principalis. Acto seguido, informa de que ha-bía sido adscrito a la oficina del comandante de la legión (offi-cium).

La labor de cortar piedra podría estar relacionada con la construc-ción de la Via Nova Trajana que, dada su longitud, debió de reque-rir una gran cantidad de piedra trabajada.

Cartas a pie de obra

Page 37: Stilus10

37 invierno·2013

eficiente los movimientos de tropas, su abastecimiento y el intercambio de órdenes y noticias entre los diferentes puestos militares.

La línea de defensa romana del limes estaba formada por tres o cua-tro campamentos legionarios, loca-lizados a intervalos de unos cien ki-lómetros. El situado más al norte se localiza junto a la ciudad de Bostra, y fue ocupado por la Legio III Cyrenai-ca desde el siglo II d. C. hasta, por lo menos, el siglo V. En la región central se sitúa el-Lejjun, llamado Betthorus en los escritos romanos. Construido alrededor del 300 para acantonar a las unidades de la Legio IV Martia, debió albergar unos dos mil hombres. Más al sur se encuentra el fuerte legionario de Udruh, localizado justo al este de Petra. Su tamaño y diseño son simila-res al de el-Lejjun y parece haber sido construido en los inicios del siglo II d. C., en la época de la anexión. Proba-blemente aquí se encontraban unida-des de la Legio VI Ferrata.

Un campamento legionario podría haber existido en Aila, el puerto del Golfo de Aqaba, dada su importancia como centro del tráfico marítimo en

el Mar Rojo. Los restos sugieren que podría haber sido construido al final del siglo IV o principios del V d. C. Aquí confluyen varias rutas terrestres, de las que la Via Nova Trajana es la más importante. La Legio X Freten-sis, originalmente acantonada en Je-rusalén, fue transferida a este lugar.

Para asegurar las zonas existentes entre los grandes campamentos se establecieron una serie de fortines y torres de observación. Estas últimas se situaban en lo alto de colinas y con buena visibilidad entre unas y otras. Posiblemente pudieran usar para co-municarse señales de humo durante el

día y señales con el fuego de antor-chas durante la noche.

La decadencia de la Via NovaLa presencia militar romana en la zona empieza a declinar a mediados del siglo V, cuando muchas unidades fueron transferidas a otras fronteras más problemáticas. Alrededor del 530 d. C. las tropas fueron retiradas y el limes Arabicus dejó de existir, abandonándose los puestos militares. Está retirada permitió posteriormente la conquista musulmana de la región en el 600 d. C.

La paulatina retirada de tropas ro-manas afectó al mantenimiento de la calzada. Sin embargo, los romanos construían caminos cuidadosamente diseñados para durar mucho tiempo por lo que, incluso sin mantenimien-to, las vías romanas eran a menudo las mejores rutas para desplazarse cien-tos de años después de que hubieran abandonado la región. De hecho, uno de los dos principales ejes de comu-nicación norte-sur de la actual Jor-dania sigue en gran parte el trazado de la Via Nova. Por otra parte todavía hoy son visibles muchos tramos de la calzada romana a poca distancia de la carretera moderna, y partes no exca-vadas se presume que se encuentran bajo el asfalto. ◙

• BLÁNQUEZ, C. (2008): “La provincia de Arabia: la ciudad romana de Petra”, en El terri-torio de las ciudades romanas, págs. 373-384. Ed. Sísifo.

• BORSTAD, K. (2008): “His-tory from Geography: the initial route of the Via Nova Traiana in Jordan”, en Levant 40, págs. 55-70.

• GRAF, D. (1995): “The Via Nova Traiana in Arabia Petraea”, en Journal of Roman Archaeo-logy Supplementary Series 14, pp. 241-267.

• GRAF, D. (1998): Rome and the Arabian Frontier: from the Nabateans to the Saracens. Ed. Ashgate.

PARA SABER MÁS:Qasr Bashir, situado en la actual Jordania, es uno de los fuertes mejor conservados de entre to-dos aquellos que se construyeron cerca de la Via Nova Trajana para asegurar el limes Arabicus. Era un puesto de caballería situado a unos 15 kilómetros al norte del campa-mento legionario de el-Lejjun. Una inscripción en su entrada principal indica que fue construido en los años 293-305 d. C.

Su tipología es la de un quadri-burgium, es decir, de planta cua-drada con grandes torres en cada una de sus cuatro esquinas. Ocu-pa una superficie de unas 0,31 hectáreas y posee una estructu-ra de tres pisos, de los cuales la planta baja de todo el perímetro

interior del edificio estaba reser-vada para la caballería. Encima de los establos se situaban los barra-cones para los soldados, de modo que el fuerte podía acomodar un total de 150 hombres con sus ani-males.

Un fuerte en el desierto

Uno de los principales ejes de comunicación norte-sur de Jordania va en paralelo a la antigua calzada romana

Page 38: Stilus10

38 hiems·mmdcclxvi·auc

CULTURAYARTES

Una ventana escrita al mundo del siglo II

LITERATURA

Helena Alonso García de Rivera.

El reinado de Trajano fue una épo-ca de esplendor en el ámbito políti-co. Se dedicaron grandes esfuerzos para ampliar el Imperio y mantener la paz, al tiempo que se acomentían drásticas reformas políticas, socia-les, económicas y territoriales. En el plano espiritual, la época de Tra-jano marca el abandono de la ética y moral griegas en favor del puro estoicismo, que pretendía liberar al individuo del peso de la sociedad. Esta corriente reivindicaba a la per-sona como un sujeto independiente, con capacidad para opinar y expresar sus ideas. Es más, cada cual diseña su vida al margen de los deseos de los dioses.

La difusión de las ideas de la stoa tuvo profundas repercusiones sobre

la literatura. En las producciones “de ocio” se desvanecen los ideales y es-cenarios perfectos, en favor de la opi-nión crítica y directa del erudito. Esta forma de vida y pensamiento influyó en literatos como Tácito, Séneca, Ju-venal, o su mayor representante, Dion Crisóstomo.

El estoicismo también propició un gran auge de los tipos literarios eminentemente prácticos. Se impul-só la producción de obras funcio-nales, en especial las dedicadas a la Administración, la jurisprudencia y los ámbitos políticos. Asimismo, se desarrollaron otros tipos que daban respuesta a las necesidades del mo-mento. Tocan temas como la Agri-mensura y la Ingeniería Civil, el Ejército y el Ámbito Militar, la Ju-risprudencia, la Geografía del Impe-rio, la Agricultura, las Artes Culina-rias y las Ciencias de la Naturaleza.

Ciertamente, la producción aca-démica no es una característica única de la época trajanea, sino que se desa-rrolla a lo largo del siglo I d. C., a la par que el Imperio crecía y necesitaba mayor control económico-político y avances tecnológicos.

Así, algo anterior a la llegada al poder de Trajano, la literatura agraria de Columela (“De re rustica”) influ-yó de manera decisiva en los autores posteriores. Coetáneo de Columela, Séneca escribió “Naturales quaestio-nes”, una obra que resulta decisiva en el conocimiento y la concepción de la Naturaleza no como un territorio para los dioses, sino un lugar a descubrir

Aunque Trajano destacó por su oratoria, no fue un hombre espe-cialmente culto o protector de las artes. Con todo, las letras latinas gozaron de brillantes literatos que trascendieron el esteticismo de sus antecesores. Asimismo, en un Imperio en expansión no faltaron quienes como Tácito describieron las nuevas tierras conquistadas y sus costumbres. La realidad que-da plasmada en las páginas, bien a través de los géneros inclinados a lo práctico y funcional, bien en los vigorosos trazos de las compo-siciones satíricas.

Page 39: Stilus10

39 invierno·2013

gracias a la práctica del empirismo. Ya en el reinado de Trajano, Tácito escribe “Germánicas”, obra geográfica esencial para el conocimiento de un lugar aleja-do y extraño, que el Imperio se anexiona ahora.

Espíritu crítico y belleza formalEn la vertiente de lo que podemos llamar “literatura de ocio”, que tiene finalidad pública y de divertimento erudito, encontramos cierta ruptura con la tradición anterior. A diferencia de sus antecesores directos, que prima-ban la belleza y la armonía, los autores de principios del siglo II destacan por su deseo de aunar la perfección formal y compositiva, con un espíritu crítico respecto a la dura realidad de la época.

Las “Sátiras” de Juvenal, hechas para ser declamadas en público, daban rienda suelta a la mordacidad. También los epigramas de Marcial muestran una sociedad un tanto exagerada, para divertimento de la ciudadanía. Las pequeñas composiciones satíricas del autor hispano, compendiadas en obras

como “Liber spectaculorum”, “Xenia” y “Apophoreta”, muestran una exqui-sita formación y dominio técnico.

Por otro lado, aunque no se desa-rrollaron tan profusamente como en épocas anteriores, podemos encon-trar composiciones de poesía y prosa que vuelven a los modelos arcaicos y rusticistas legados de la tradición grie-ga, pero modificadas y adaptadas a la mentalidad romana. En la vertiente de poesía épica se encuadra Silio Itálico y sus Punica, en la que trata la Segunda Guerra Púnica según el estilo homéri-co y virgiliano, de tipo arcaizante.

La prosa romana destaca por su pro-yección en tres direcciones diferentes. Por un lado, existe una vertiente dedi-cada a mantener el recuerdo de la His-toria del pueblo romano. Su máximo exponente es Tácito, que en las obras “Anales” e “Historias”, a la manera más puramente griega, hace un reco-rrido histórico de los emperadores y su época correspondiente. También cabe destacar a Flavio Josefo, con sus “An-

Las muestras literarias latinas más antiguas son del III a. C. Se trata de las obras épicas de Livio Andrónico (“Odussia”), Gneo Ne-vio (“La Guerra Púnica”) y Quinto Ennio (“Anales”), cuyos títulos nos dejan patente la adopción del modelo griego como base épica. Sin embargo, el momento máxi-mo de perfección y esplendor literarios se daría en el intervalo de cambio político de la República al Imperio, la época augustea.

El reinado de Augusto se ca-racterizó por el fomento de las artes por parte de C. Cilnio Me-cenas, en torno al cual se con-centraron los mayores literatos y artistas del momento. En esta época de oro, dominada por un período de relativa paz, se pusie-ron las bases de un nuevo régi-men político bajo la máscara de la República. Por eso, la literatura de la época está dedicada al en-grandecimiento del Estado roma-no y su res publica, bajo la mano del «padre» del Estado y «pas-tor» de la ciudadanía, Augusto. De este momento destacan la obra épica “La Eneida”, de Virgi-lio, y la historiográfica “Ab Urbe condita”, de Tito Livio.

La dinastía Julio-Claudia llevó la literatura a su máximo desa-rrollo, mientras que la dinastía Flavia destacó por perfeccionar el latín literario para convertirlo en lo que se ha llamado el “la-tín argénteo”. En ambas épocas la literatura fue un medio de cul-to al emperador, basada en la imitación de la literatura griega (imitatio) y la emulación (emula-tio) que pretende no solo imitar, sino superar a los propios clásicos griegos. Estos antecedentes fue-ron adoptados y renovados por los contemporáneos de Trajano, que confirieron matices novedo-sos a la creación literaria.

Antecesores de oro

Conocemos el nombre de los grandes autores que sirvieron de refe-rencia y fueron copiados por estudiosos posteriores. A continuación se mencionan los grandes escritores cuyo legado ha permanecido vivo hasta la actualidad, pero es indudable que existieron otros literatos, desconocidos hoy en día, que compusieron sus obras y formaron parte de la realidad histórica del momento.

Agrimensura e Ingeniería CivilHIGINO EL GROMÁTICO: “Cons-titutio limitum”.FRONTINO: “De aquaeductu urbis Romae”.

Ejército y ámbito militarFRONTINO: “Strategemata”.PSEUDO-HIGINIO: “De munitio-nibus castrorum”.

JurisprudenciaGAYO: “Institutiones”.

GeografíaPOMPONIO MELA: “De chorogra-phia”.TÁCITO: “Germania”.

AgriculturaCOLUMELA: “De re rustica”.

Artes CulinariasAPICIO: “De re coquinaria”.

Ciencias de la NaturalezaSÉNECA: “Naturales quaestiones” PLINIO EL VIEJO: “Naturalis historia”.

AstronomíaGERMÁNICO: “Arati phaenomena”.MANILIO: “Astronomica”.

MedicinaESCRIBONIO: “Compositiones”.CORNELIO CELSO: “De medicina”.

GRANDES NOMBRES

Pasa a la página 41

Page 40: Stilus10

40 hiems·mmdcclxvi·auc

El contexto histórico entre los siglos I y II d. C. en el Imperio romano, tanto en la política externa como en la social e interna influyó en el origen y desarrollo de la obra literaria lati-na, en especial la de Juvenal. Este autor trabaja con un género poético de origen griego, la sátira, que Roma desarrollaría hasta su máxima ex-presión, la cual nos ha llegado hasta hoy en día.

Conocer la vida de Juvenal es harto problemático puesto que no tenemos información sobre él mismo a través de sus textos. Sabemos que no fue siempre un literato adinerado, sino más bien de orígenes humildes y clientelares. También conocemos que vivió entre los años 55-60 y 132 d. C., un lapso en el que se sucedie-ron ocho emperadores: Nerón, Gal-ba, Otón, Vitelio, Vespasiano, Tito, Domiciano, Nerva, Trajano y Adria-no. Todos ellos plantearon gobiernos unipersonales caracterizados por el férreo control de la libertad de ex-presión, y por lo tanto, de la literatu-ra, algo que también influyó fuerte-mente en las obras del autor satírico.

Las “Sátiras” de Juvenal contie-nen 16 composiciones –la última inconclusa, puede que por su muer-te– recogidas en cinco libros. Se caracterizan por su enorme comple-jidad, no sólo por las diferentes in-

fluencias que demuestran tener en el desarrollo de su género (de Demó-crito, Lucilio y Horacio), sino también por las adaptaciones que tuvieron que sufrir dentro de una época histó-rica en la que los cánones y las tradi-ciones sociales se estaban olvidando rápidamente.

Las “Sátiras” de Juvenal están dominadas por tres elementos prin-cipales: el ánimo moralizante y di-dáctico de la literatura, la conciencia del férreo control por parte del po-der y una vívida descripción de una sociedad en plena transformación. Estos elementos se pueden localizar, a grandes rasgos, en la Sátira I. Allí aparece el contexto histórico domi-nado por un poder imperial uniper-sonal, corrupto y controlador de las libertades de los ciudadanos. Juvenal nos indica que no se permite la liber-tad de expresión de los literatos, a diferencia de los tiempos de los Gra-co, bajo la República (siglo II a. C.), época en la que se desarrolló la obra del satírico Lucilio.

A pesar de las quejas de Juvenal, la Sátira I desprende perfectamente el espíritu crítico basado en el estoi-cismo imperante. Un espíritu que se expresa a través de una literatura

que ahora no solo divierte, sino también moraliza y adiestra.

Este papel se desempeña mediante el uso de formas poéticas canónicas que dan forma a los pensamientos racionales y llegan al pueblo de for-ma reivindicativa y didáctica.

En una sociedad completamente cambiante, a merced de las modas, gustos y costumbres que llegaban del exterior, Juvenal muestra un pa-norama totalmente visual y plástico de su entorno. La realidad social for-ma una Roma en proceso de profun-da corrupción en todos sus aspectos: las relaciones clientelares y amis-tosas, la corrupción política (como ejemplo está la larga lista de em-peradores que se sucedieron en tan breve tiempo), los crímenes absue-tos sin pena, la prostitución ilegal, la pérdida de los valores familiares...

El mundo femenino aparece des-crito en la Sátira VI, que critica a las mujeres que han dejado de respetar las obligaciones de su sexo y con-dición para entregarse a los gustos dañinos y las prácticas criminales del Próximo Oriente (como envenenar a sus maridos).

La intención de las “Sátiras” de Juvenal es la crítica indignada, rei-vindicativa e irónica de su tiempo. Aunque no se debe olvidar que la expresión satírica impone una visión exagerada de ciertos aspectos, tan-to Juvenal como otros autores co-etáneos muestran una época histó-rica que no se alejaba demasiado de la realidad romana que conocemos hoy en día.

Juvenal, el azote de una sociedad cambiante

Foto

: Uni

vers

idad

de

Toro

nto

Foto

: Per

cival

La visión crítica de los satíricos caló en el imaginario colectivo posterior que, como este gra-bado de Wenceslas Hollar, vio en la sociedad romana la cima de la depra-vación.

Xilografía que representa a Juvenal. Pertenece a “Las crónicas de Núremberg”, de finales del siglo XV.

Page 41: Stilus10

41 invierno·2013

tigüedades judías“ y “La guerra de los judíos”. En estas obras narra la historia de este pueblo semítico y su relación con los romanos y nabateos, entre otros.

Por su parte, Dion Crisóstomo y sus “Discursos” muestran la visión de las corrientes cínica y estoica, escuelas filo-sóficas que adoptaría el cristianismo. En cuanto a la Oratoria, esta disciplina tiene como principal figura a Plinio el Joven y su destacable “Panegírico a Trajano”, en el que reconoce al Emperador como el ejemplo de la justicia y el gobierno. El cultivo de las biografías tiene a su máxi-mo exponente en el griego Plutarco. Sus “Vidas paralelas” son una recopilación y comparación de estadistas, con el fin de mostrar de forma didáctica lo que debía ser un buen gobernante. Tampoco pode-mos olvidar a Suetonio, que en “Vida de los doce Césares” narra las vidas y man-datos de los gobernantes romanos desde Julio César hasta Domiciano.

Legitimación del poderLa literatura se convirtió desde la época de Augusto en un instrumento de legiti-mación del poder imperial. Bajo Trajano esta finalidad de culto al emperador se mantuvo no solo en la literatura, sino en el resto de las artes e incluso en la nu-mismática. Conviene no olvidar que con Trajano comenzó el período de empe-radores adoptados que necesitaban una buena promoción. Junto a este objetivo, se desarrollaron tipos literarios más prác-ticos y menos ociosos que se dedicaron a la Administración y la Jurisprudencia.

Instrumento de propaganda y publi-cidad, la literatura en época de Trajano se conformó en un medio didáctico para enseñar la virtud a los gobernantes. Unas veces fue mediante los panegíri-cos como el de Plinio el Joven, a cuya estela se desarrollarían otros ejemplos hasta el siglo IV d. C. Otras veces fue a través del binomio de emperadores buenos y emperadores malos, que cul-tivó Plutarco y que siglos más tarde encontró otro brillante personaje. El filósofo y político Nicolás Maquiavelo, en el siglo XVI, retomó la literatura bio-gráfica de Plutarco en sus “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”. En esta obra disertaba sobre la dinastía antonina –compuesta por Nerva, Traja-

no, Adriano, Antonino Pío y Marco Au-relio– como una muestra de templanza, humildad, justicia y buen gobierno.

Asimismo, el siglo I d. C. es el mo-mento en el que se conforman las bases de las posteriores disciplinas literarias, tanto académicas como ociosas, que se desarrollarían a través de los últimos siglos del Imperio y que se heredarían en la Edad Media europea, como los manuales de Agricultura, de Ciencias Naturales, o la poesía épica griega que gracias a su práctica en Roma llegó al Medievo. ◙

• BIAGIO CONTE, G.; SOLODOW, J. B. (1999): Latin literature: a history. The Johns Hopkins Uni-versity Press.

• BICKEL, E. (2009): Historia de la literatura romana. Ed. Gredos. Barcelona.

• CONOÑER, C. (editor) (2009): Historia de la literatura latina, Ed. Cátedra, Madrid.

• PANIAGUA AGUILAR, D. (2006): El panorama literario técnico-científico en Roma (siglos I-II d.C.), “Et docere et delecta-re”. Universidad de Salamanca.

• VON ALBRECHT, M. (1999): Historia de la literatura romana. Vol. I y II. Ed. Herder. Barcelona.

PARA SABER MÁS:

Desde la presencia de Roma como potencia indiscutible del Mediterráneo entre los siglos VI/V-II a. C. el vínculo entre Grecia y Roma se fue estre-chando hasta hacerse permanente tras la toma de Corinto en 146 a. C. Se forjó así una relación de tipo bidireccional en la que Grecia estuvo parcial-mente bajo el poder romano, pero también en la que el conquistador cayó subyugado por la cultura griega. Como escribiría siglos después Horacio en sus “Epístolas”: «La Grecia conquistada conquistó a su fiero vencedor e introdujo las artes en el rústico Lacio».

El dominio sobre Grecia no solo influyó en las artes romanas. La vesti-menta, la Arquitectura (hechos muy conocidos y estudiados por la histo-riografía moderna) y disciplinas mucho más profundas e importantes para la definición del propio carácter romano, como la Filosofía y la Literatura, también adoptaron los modelos helenísticos.

La influencia de Grecia

Page 42: Stilus10

42 hiems·mmdcclxvi·auc

VIDACOTIDIANA

VESTIMENTA Y ADORNO PERSONAL

Por Rocío Rivas Martínez.

Para los romanos y romanas tener una buena apariencia exterior era muy im-portante de cara a la vida pública. De ahí su extraordinaria preocupación en cuestiones de vestido y aseo personal. Tanto hombres como mujeres solían lavarse diariamente las partes del cuer-po más expuestas a la suciedad –cara, brazos y piernas– y tomar un baño cada nueve días con jabones extraídos de raíces vegetales (saponaria), según Séneca.

En los tiempos de Trajano las casas acomodadas disponían de una estancia dedicada a la higiene, equipada con

una bañera fija o barreño. Asimismo, se acentuó la construcción de grandes baños imperiales, destacando espe-cialmente las Termas de Trajano (104 d. C.) erigidas sobre la Domus Aurea de Nerón. Se trataba de una gran es-tructura con la capacidad de albergar

hasta ocho millones de litros. No solo era un balneario, sino que constaba de estadios para carreras, palestras para realizar ejercicios, jardines y avenidas para pasear, bibliotecas… Todas estas equipaciones rodeaban la construc-ción central, las termas, que constaban

La civilización romana siempre otorgó una gran importancia a la vida social de las élites. La necesidad de llevar a cabo numerosos actos públicos obligaba a prestar gran atención al aspecto exterior. Este esmero no solo afectaba a la higie-ne sino también al atuendo, convertido en un elemento que mostraba a la sociedad la relevancia y riqueza de su portador.

Ataviados para la vida pública

Las ruinas de las monumentales Ter-mas de Trajano aún eran bien visibles en el siglo XVIII, como se puede ver en este grabado de Piranesi de 1756.

Page 43: Stilus10

43 invierno·2013

de baño de agua caliente (caldarium), baños de agua fría (frigidarium), baño de vapor (laconicum), vestuarios (apo-dyterium)…

Respecto a la vestimenta en sí, aun-que a lo largo de la historia de Roma los gustos fueron cambiando y evolu-cionando, la moda se fundamentó en torno a dos o tres prendas básicas, que siempre se mantuvieron en el vestuario de hombres y mujeres.

A pesar de su poca variedad, el ves-tido poseía una fuerte carga simbólica y se configuró como un elemento que acentuaba el estatus. Se establecieron en torno a la vestimenta una serie de nor-mas que eran manifestación de poder y de posición social, de las diferencias profesionales e, incluso, personales.

Sin duda, la principal prenda que marcaba las diferencias sociales y el poder fue la toga. Solo la podían llevar los ciudadanos –de sexo masculino– que nacían libres. Se marcaba así una frontera con las clases bajas, libertos y esclavos. Sabemos, además, que varios oficios gustaban de lucir distintivos de color en esta prenda. Así, los médicos llevaban algún detalle en verde, los fi-lósofos en azul, los teólogos en negro…

La distinción entre ricos y pobres era patente por el uso de materiales caros como el lino o la seda (introducidos a partir del siglo III d. C.) y de colores cuyo tinte era laborioso y caro. Pero incluso dentro de la misma condición social había diferentes tipos de toga que indicaban distintas edades, funciones y rangos.

Atuendo masculinoBajo la toga, los hombres llevaban la túnica, una prenda de origen helénico, hecha en lana blanca, sin mangas, que se debía llevar ceñida a la cintura y que llegaba hasta las rodillas. Muchos son los autores de la época que nos infor-

man en sus escritos de cómo debían ser las túnicas. Así, Gelio nos dice que lle-var mangas estaba mal visto porque era de afeminados:

En Roma y en el Lacio entero se tuvo por indecoroso que las túnicas de los hombres llegaran hasta el comienzo de la manoe incluso hasta los dedos. A tales túnicas los nuestros les aplicaron el nombre griego fechirodytas y pensaron que una túnica amplia y larga que cubriera los brazos y las piernas únicamente es-taba bien para las mujeres por decencia. Los varones romanos, al principio, no usaban la túnica. Les bastaba la toga. Luego lleva-ron unas túnicas ceñidas y bre-ves que caían hacia la espalda, una especie de exómida griega (Gell.6, 12).

La túnica era la prenda que los ro-manos, por comodidad, utilizaban en casa ya que, para salir a la calle, todo ciudadano romano debía llevar la toga. Es más, esa comodidad provocó que también fuera utilizada por los soldados en campaña (con mangas), por los gla-diadores (con un hombro descubierto) y para trabajar.

Aun así, la túnica no fue la única prenda que se utilizaba para estar en casa. La synthesis también se ponía sobre la túnica para estar en casa y en los banquetes. Llegó a utilizarse como ostentación de lujo, por la riqueza de su tejido. Fuera de casa no se llevaba más que en las fiestas Saturnales, en las que se celebraban muchos banquetes y en las que la gente quedaba liberada de la norma de etiqueta de llevar la toga: «Cuando el caballero y el noble senador se divierten con la síntesis…» (Mar-cial.14,1, 2)

Gente togadaSin duda, la prenda clave dentro del vestuario masculino fue la toga. Su ori-gen se remonta a los etruscos, aunque fue en época romana cuando se convir-tió en un símbolo nacional, de clase y de prestigio. Es decir, se convirtió en signo externo de las más veneradas vir-tudes del buen romano: la dignitas y la gravitas. Así lo manifestaba Marcial: «A los romanos, señores del mundo y gente togada, los hace aquel que le ha dado los astros a nuestro gran padre» (Martial.14, 124).

La toga era un manto de lana blan-ca de forma trapezoidal, de entre seis y siete metros de ancho y dos o tres de largo, que envolvía todo el cuerpo hasta los pies, dejando el brazo dere-cho descubierto. Requería de la ayuda de un esclavo para colocarla. Prime-ro se pasaba por la parte trasera del hombro izquierdo y se doblaba por la espalda. Después, se pasaba por de-bajo del brazo derecho. Finalmente, se volvía a pasar por el hombro iz-quierdo, y el extremo, por la espalda. El brazo derecho quedaba libre y el izquierdo, cubierto.

Una vez puesta, la persona que lleva-ba este atuendo apenas tenía capacidad de movimiento, siendo solo apta para la vida pública, social o ceremonial.

Fotos: R. Pastrana

La toga era la prenda por excelencia que llevaban con orgullo los ciudada-nos romanos, a pesar de lo incómodo

de su uso.. Estatua de togado del Museo Nacional de Arte Romano.

La ley establecía que solo los ciudadanos romanos nacidos libres podían vestir la toga

Page 44: Stilus10

44 hiems·mmdcclxvi·auc

Existía otro tipo de prendas que se ponían encima de la toga. La lacerna era un manto de lana sin mangas, fijado al hombro derecho con un broche que se ponía sobre la toga para protegerla del polvo o el agua. Tambien conocemos la paenula –parecida al actual pon-cho–, que era una prenda de lana sin mangas y con un agujero en el cen-tro, por el que se introducía la cabe-za. Se utilizaba para resguardarse del frío y el agua.

En lo que se refiere al calzado utilizado por los romanos, había una gran variedad, pero dos fueron los es-tilos más utilizados. Por un lado los calcei, zapatos de cuero que cubrían todo el pie. Por otro lado, las soleae eran sandalias de cuero unidas al pie mediante tiras de cuero. Su uso se li-mitaba al interior de la casa.

La apariencia exterior del hombre incluía un esmerado cuidado de todos los detalles, como revela para una épo-ca ligeramente posterior el escritor Ter-tuliano:

También los hombres saben ha-cer sus embustes: atusarse la barba, entresacársela, ordenar el cabello, componerlo y dar co-lor a las canas; quitar el vello del cuerpo; pintarlo en partes con afeites afeminados. Y, en otras partes, alisarlo de cierta mane-ra; saben consultar el espejo en cualquier ocasión, mirarse en él con cuidado (Tertul., De Cult. Fem., 2, 8, 2).

A todo lo anterior se unía, en el caso de los individuos más adinerados, el uso de complementos. Generalmente, llevaban un anillo de oro que, a la vez que servía de sello para certificar docu-mentos, era anillo de compromiso.

La apariencia femeninaLas mujeres utilizaban la túnica como prenda principal, bajo la que se coloca-ban varias piezas. La elascia pectora-lis, parecido al corpiño actual, realza-ba la figura y daba firmeza al busto. El mamillare era una cinta de piel utiliza-da para sostener el pecho, mientras que la subucula se trataba de una túnica in-terior de lana con mangas, ceñida a la cintura y que llegaba hasta las rodillas.

Sobre la túnica se lucía la stola, una túnica exterior hecha en lana (o también seda, lino, y más tarde algodón) que cu-

bría el cuerpo desde el cuello, que decoraban con bordados, hasta

los pies. Iba ceñida a la cadera

con un cinturón, llamado zona, y fijada a ambos hombros por unos broches. Si la túnica interior tenía mangas, la stola no las tenía. Pero si se daba la situación opuesta, las mangas de la stola se abro-chaban con unos botones o broches por la parte superior del brazo.

Entre las prendas exteriores, tam-bién podemos citar la palla, un manto rectangular de lana que cubría la stola y envolvía todo el cuerpo desde la ca-beza a los pies. Se colocaba de forma parecida a la toga: envolvía el busto, se pasaba sobre el hombro izquierdo des-de atrás y se dejaba caer hasta los pies. El resto de la pieza volvía en torno a la espalda y se llevaba por debajo del brazo derecho. Una parte de la prenda se dejaba sobresaliente, para cubrir la cabeza.

La stola era la prenda más solem-ne, sinónimo de majestuosidad, nos revelan según escritos como los de Apuleyo:

Las soleae eran unas sanda-lias ligeras que se llevaban en

casa, pero era inapropiado salir a la calle con ellas. En la foto, detalle de un adorno en bronce, hallado en Pompeya.

Las romanas usaban ropa interior, como muestran las gimnastas de Piazza Arme-

rina. Sin embargo, para salir a la calle las mujeres solían cubrirse con varias

prendas que tapaban casi todo el cuerpo. A la derecha, piezas del Museo del Traje

de Madrid.

Page 45: Stilus10

45 invierno·2013

Lo que percibía mi vista a lo le-jos era una palla negrísima que brillaba con un negro resplandor. Tras envolver su cuerpo, pasaba por debajo del costado derecho e iba a colgarse como un escudo del hombro izquierdo, pendiendo en muchos pliegues. En la par-te baja del manto, caía hermo-samente una franja de flecos. Por su extremidad bordada y esparcidas por toda su superfi-cie brillaban muchedumbre de estrellas y en su centro la luna llena exhalaba resplandores bri-llantes. En toda la amplitud de aquella capa singular, adherida por una invisible trama, corría una guirnalda con toda clase de flores y frutas.

En lo que se refiere al calzado, el más utilizado por las féminas era el cal-ceus y la solea. Pero, a diferencia del calzado masculino, el femenino estaba embellecido con perlas, bordados, era de piel más suave y de colores.

Para rematar la apariencia exterior, las romanas utilizaban su pelo para lucir complejos peinados (ver Stilus9). En época de Trajano, se pusieron de moda los que marcaban gran cantidad de rizos en la parte delantera, para dar volumen, mientras en la parte trasera el pelo se re-cogía en la nuca con postizos en forma de rodetes. Tal fue la complejidad de los peinados de las patricias, que tenían pe-luqueras personals (ornatrices).

Las mujeres se teñían el pelo y lo decoraban con lazos, alfileres de oro o marfil, diademas, coronas de flores…Autores como Apuleyo se hacen eco de esta suntuosidad capilar:

Háblame de una cabellera cuyo color es tan agradable como su lustre, cuyo resplandor brilla a los rayos del sol o se refleja con suavidad, presentando di-versos matices según los acci-dentes de la luz. Ora sean ca-bellos rubios cuyo oro, menos claro en la raíz, toma el matiz de un rayo de miel. Ora sea negro de azabache que com-petirá con las irisaciones del cuello de un pichón. Si están perfumados con esencias de la Arabia, que los recorra un pei-nado fino y los reúna detrás de la cabeza… Otras veces, unidos en trenzas espesas, coronan la cabeza. Otros, extendidos libremente,

caen en larga trenza sobre las espaldas. En fin, el peinado es un ornato tan ventajoso, que a pesar del oro, de los ricos ves-tidos, de los diamantes y de to-das las otras seducciones de la coquetería con que una mujer se presenta adornada, si su ca-bellera está mal cuidada, no re-cibirá alabanza alguna su ade-rezo (Apul., Met., 2, 9; 2, 7-9).

Las romanas destacaron, asimis-mo, por su gusto por los comple-mentos como la sombrilla (umbella), el abanico (flabellum) o el pañuelo (sudaria). También sentían verdadera pasión por las joyas: anillos, broches, coronas, diademas, brazaletes, colla-res, pendientes… ◙

• BOURBON, F. y LIBERATI, A. M. (2005): Grandes Civilizacio-nes del pasado: Roma Antigua. Folio. Barcelona.

• CROOM, A. T. (2002): Roman clothing and fashion. Tempus.

• GUILLÉN, J. (1977): Vrbs Roma. Vida y costumbre de los romanos. Ed. Sígueme. Sala-manca.

• WROHNSTON, H. (2010): La vida en la Antigua Roma. Histo-ria Alianza Editorial. Madrid.

PARA SABER MÁS:

La complejidad de los peina-dos, aunque no llegó al nivel de

la época flavia, hacía acon-sejable el uso de los servicios

especializados de peluqueras, que llegaron a estar muy

cotizadas. A la derecha, retrato de Faustina la Mayor, en los

Museos Vaticanos.

El calzado de hombres y mujeres se diferenciaba

en la finura de la piel y los adornos utilizados en las piezas fabricadas para el público femenino. En la

imagen, reconstrucción de un calceus de mujer a par-tir de un hallazgo. Museo de Saalburg (Alemania).

Page 46: Stilus10

46 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Víctor Úbeda Martínez.

El 8 de agosto del año 117 d. C., el em-perador Marco Ulpio Trajano moría en Selinus sin haber engendrado ningún hijo ni haber designado –según nos in-forman las diversas fuentes– a herede-ro alguno para sucederle en el gobier-no. El Imperio quedaba huérfano en un momento en el que había una gran tensión en las fronteras, especialmen-te en la oriental, debido a las guerras con los partos. Esta situación podría haber desembocado en una nueva gue-rra civil si P. Elio Adriano no se hu-biese convertido en nuevo Augusto de Roma, gracias a su supuesta adopción por parte de Trajano en los últimos instantes de su vida.

El 9 de agosto, Adriano recibía en Siria, provincia de la cual era gober-nador en ese momento, una carta que le anunciaba su nombramiento como César, y tres días más tarde se conver-tía en emperador al difundirse la noti-cia del fallecimiento de Trajano (SHA, Hadr. 4, 6). El anuncio de la muerte

del Emperador días después de que fa-lleciera se debe, sin duda, al deseo de proclamar en primer lugar a Adriano como César, para que de este modo no hubiera ningún tipo de problemas en el proceso de transmisión del poder al nuevo gobernante.

La designación en el último mo-mento de Adriano hizo que se propa-garan multitud de rumores en torno al verdadero deseo de Trajano sobre la cuestión sucesoria. Respecto a este punto, las fuentes nos transmiten di-ferentes escenarios. La “Historia Au-

gusta” recoge la posibilidad de que el Emperador se hubiera inclinado en favor del jurista Neracio Prisco. Pero también se rumoreó sobre una posible lista de candidatos, elaborada por el propio Trajano y de donde el Senado habría de escoger a su sucesor. Incluso hubo quienes pensaron que el Empera-dor murió sin designar ningún sucesor, al estilo de Alejandro Magno (SHA, Hadr. 4, 8-9).

La otra fuente fundamental para este punto, Dión Casio, nos informa de que Adriano no había sido designado

La muerte sorprendió a Trajano en plena cam-paña contra el Impero parto. La noticia llegó pronto a oídos de su sucesor Adriano, aunque tardó días en conocerse públicamente. Para entonces, el traspaso de poder estaba afianza-do. El proceso no ha dejado de suscitar, desde

el mismo momento en que aconteció, dudas y cuestiones acerca de detalles oscuros. ¿Fue Adriano realmente la opción escogida por el viejo emperador hispano? ¿Hubo un grupo de personas que movieron el ánimo de Trajano en favor de su pariente?

LA DESIGNACIÓN DEL HEREDERO

El amanecer de un nuevo reinado

LASCRÓNICASDICEN...

Apenas quedan restos de la antigua Selinus, donde falleció Trajano. El conocido como cenotafio del em-

perador, en realidad es un edificio muy posterior.

Page 47: Stilus10

47 invierno·2013

como sucesor en vida de Trajano:

Adriano no fue adoptado por Trajano. Era, sí, paisano suyo, había sido su pupilo, pertene-cía al mismo linaje, se había casado con una sobrina suya, en todo lo había acompañado y había vivido a su vera, y ha-bía sido nombrado gobernador de Siria en la guerra contra los partos; pero no había re-cibido de él ninguna distinción especial ni había sido de los primeros en recibir el consu-lado. Quienes nombraron a Adriano, César y emperador, al morir Trajano sin hijos, fue-ron Atiano, por ser su paisano y antiguo tutor, y Plotina, por una pasión amorosa, estando Adriano cerca y al frente de un gran ejército. Mi padre Aproniano, al gobernar Cilicia, se enteró perfectamente

de toda la historia; y contaba muy en particular, entre otros pormenores, que por este mo-tivo se mantuvo en secreto du-rante algunos días la muerte de Trajano, para que antes se di-vulgara la adopción. Lo mismo quedó patente, asimismo, en las cartas de Trajano enviadas al Senado; pues las firmó, no el Emperador en persona, sino Plotina, algo que jamás había hecho (Dio. LXIX, 1, 1-4).

La historia que relata Dión nos pue-de inducir a pensar que la adopción se llevó a cabo una vez el Emperador hubo fallecido y por interés de la es-posa de Trajano. Este último punto es muy importante ya que todas las fuentes están de acuerdo en el papel fundamental que juega esta mujer a la hora de promocionar a Adriano. Según estas versiones Trajano no había dado muestras de desear que éste fuera ele-

gido como su sucesor al morir.

Hispanos y parientesAl igual que el tema sucesorio, tam-poco están claros los lazos de paren-tesco entre Trajano y Adriano, ya que en este punto las fuentes también nos transmiten diferentes versiones. Según la “Historia Augusta” (Hadr. 1, 2) y el “Epitome de Caesaribus” (14, 1), el padre de Adriano, Elio Adriano, era primo hermano del Emperador, mien-tras que Eutropio (8, 6, 1) nos informa de que la familiaridad proviene por parte de la madre de Adriano, Domicia Paulina, que era hija de Ulpia, la tía de Trajano.

En cualquier caso, una vez Adria-no quedó huérfano en el 85, uno de sus tutores fue el futuro emperador Trajano y posteriormente le tomó por hijo (Hadr. 2, 1-2). Estos lazos queda-rían reforzados por el matrimonio de Adriano con Vibia Sabina, nieta de la hermana del emperador. En este punto

¿Emperadores adoptivos?Desde Gibbon hasta la actualidad, el conjunto de gobernantes que co-mienzan con Nerva y acaban con Cómodo han sido llamados común-mente Antoninos, aunque no en po-cas ocasiones la historiografía se ha referido a ellos como emperadores adoptivos. El método de adopción fue aparentemente utilizado por es-tos emperadores con el fin de ele-gir al mejor candidato para que le sucediera en el trono. Pese a ser oficialmente así, no hay un acuerdo historiográfico y, por ello, la dinas-tía ha sido denominada de muchas maneras: Antoninos, “emperadores adoptivos”, “emperadores hispanos” o, simplemente, “buenos emperado-res”. La profesora A. M.ª Canto ha tratado todas estas denominaciones, e incluso, ha propuesto una propia: la dinastía Ulpio-Aelia, atendiendo a la consanguineidad y parentesco de todos los emperadores que con-forman la dinastía, exceptuando a

Nerva, al cual considera como un elemento necesario para comenzar este conjunto de reinados.

Canto considera que la dinastía se rige por dos principios funda-mentales: su origen hispano y los apellidos Ulpius y, principalmente, Aelius. Además, demuestra que para los autores de la Antigüedad, estos gobernantes eran considera-dos un único conjunto de extran-jeros (Epit. de Caes. 11, 15) e in-cluso Herodiano habla de Cómodo como un emperador de cuarta ge-neración (Hist., 1, 7, 4).

Por tanto, presentar la adopción como elemento rector de la dinastía no es correcto, ya que en realidad están perpetuando el poder dentro

de un grupo dinástico emparenta-do, tanto sanguíneamente a través de las mujeres, como por su origen hispano, exceptuando a Antonino Pío, que era de procedencia gala. Además, un claro ejemplo de que estos emperadores no tenían en mente el método de la adopción como el mejor, sino que buscaban crear una dinastía, lo encontramos en Dión Casio cuando pone en boca de Adriano la siguiente frase: «La naturaleza, queridos amigos, no me permitió tener un hijo varón» (LXIX, 20, 2), refiriéndose a su su-cesión en el trono.

Nerva fue el iniciador de una di-nastía que se perpetuó en el poder

durante cerca de un siglo. En la foto, denario acuñado en época de

este emperador.

Page 48: Stilus10

48 hiems·mmdcclxvi·auc

los textos clásicos vuelven a resaltar el papel de Plotina, ya que le atribuyen el haber conseguido este matrimonio para Adriano, pese a las resistencias iniciales de Trajano a ese enlace (SHA. Hadr. 2, 9). Dicha unión permitía a Adriano establecer un vínculo sanguí-neo claro con la familia imperial.

En cuanto a la relación personal entre el emperador y Adriano, de las fuentes se desprende que mantuvieron un estrecho vínculo de amistad (Hadr. 2, 7; 2, 10; Dio. LXIX, 1, 1) e incluso llegaron a compartir vino, elemento reseñable debido a la afición de Tra-jano por esta bebida (Hadr. 3, 2). La confianza de Trajano en su pupilo era muy grande, lo que le llevó a otorgar-le importantes cargos durante su rei-nado, especialmente el de comandar las tropas en la frontera pártica en el momento en que el Emperador ago-nizaba. Estos hechos contradicen la visión que nos quiere transmitir Dión Casio en sus escritos, al igual que el resto de relatos, que siempre destacan que en ningún momento Adriano fue nombrado formalmente como sucesor y que tampoco había recibido honores especiales.

De la cuestura al solio imperialDurante los reinados de Nerva y Tra-jano, Adriano desempeñó algunos car-gos y ostentó el mando de diferentes tropas (Hadr. 3, 1-11; 4, 1-4). Ejerció la cuestura al mismo tiempo que Trajano ostentaba el cargo de cónsul, le acom-pañó en la Primera Guerra Dácica y, posteriormente, fue nombrado tribuno de la plebe. Durante la campaña de anexión del reino de la Dacia, Adriano ejerció el mando de la primera legión

Minervia, lo que le valió para obtener un gran prestigio militar.

Una vez acabada la guerra, osten-tó el cargo de pretor y posteriormen-te se le nombró legado pretoriano en Panonia, gracias a lo cual, finalmente, consiguió el consulado. Durante la campaña contra los partos fue nombra-do legado y posteriormente sería nom-brado cónsul de nuevo gracias al apo-yo, de nuevo, de Plotina. Gracias a sus acciones militares en la guerra dácica, según la “Historia Augusta”, Trajano le recompensó con una piedra preciosa que Nerva le había entregado, lo que puede entenderse como una acción de designar su sucesor. Finalmente, cuan-do Trajano se disponía a emprender una nueva campaña en Mesopotamia, cayó enfermo y dejó el mando del ejér-cito de Siria bajo las órdenes de Adria-no (Dio. XXXIII, 1).

Como se puede ver, Adriano po-seía una gran experiencia tanto ad-ministrativa como militar. Había desempeñado diferentes tipos de cargos e incluso ostentó el consula-do en dos ocasiones. Esta situación choca de nuevo con la información que transmite Dión Casio e incluso parece, según la “Historia Augusta”, que sí obtuvo una distinción especial al entregarle el Emperador la piedra preciosa que anteriormente Nerva le había entregado a él. Por tanto, vemos que Trajano tenía en gran estima al que posteriormente sería su sucesor.

Tampoco hay que olvidar el pres-tigio que había acumulado Adriano en el terreno militar gracias a puestos de relevancia, y que le llevaría a ob-tener el control del ejército de la zona pártica. Es probable que Trajano, un emperador-militar, valorara altamente las aptitudes de mando en las perso-nas que pudiera tener en cuenta para su sucesión.

El problema sucesorioHemos visto cómo la actuación en vida de Trajano hacia Adriano, permi-te intuir que tenía a su compatriota en mente para sucederle. Pero entonces, ¿por qué las fuentes transmiten esta imagen negativa respecto a la suce-sión? Los textos que se han conser-vado son claramente de una tendencia senatorial y pueden tener una visión

Algunas fuentes señalan a Plotina, la mujer de Trajano, como una figura clave en la elección del sucesor al palio imperial. A la izquierda, busto custo-diado en el Museo Vaticano.

Page 49: Stilus10

49 invierno·2013

contraria a Adriano porque le acha-can el abandono de las provincias conquistadas por Trajano, excepto la Dacia (SHA. Hadr. 5, 3). No en vano, este recibió el epíteto de Optimus Princeps, entre otros motivos, por su relación con el Senado. Por ello, se puede ver a su sucesor como un go-bernante débil y en ocasiones déspo-ta, como demuestra el hecho de asesi-nar a su prefecto del pretorio Atiano, al no soportar su influencia política (Hadr. 9, 3), o su decisión de conde-nar a Apolodoro de Damasco por ha-berle reprendido cuando aún Trajano era emperador (Dio. LXIX, 1, 2).

Las relaciones entre el nuevo em-perador y el Senado no fueron buenas, debido a que apenas contó con este órgano sino que impulsó el Consejo Imperial. Esto generó la oposición del orden senatorial, lo cual se ve plasma-do en su rechazo para concederle la apoteosis una vez fallecido (Hadr. 27, 1). No hay que olvidar que el comien-zo del reinado de Adriano se inicia con la muerte de los consulares A. Corne-lio Palma, C. Avidio Nigrino, L. Pu-blilio Celso y Lusio Quieto acusados de conspiración, aunque las fuentes exculpan al Emperador del que dicen que no estaba de acuerdo con estas eje-cuciones (SHA. Hadr. 7, 2).

Resulta interesante que Adriano no desatase la represión hacia el resto de supuestos candidatos. Incluso Neracio Prisco desarrolla parte de su obra le-gislativa durante el reinado de aquel, algo que resultaría incoherente si real-mente Prisco hubiera sido designado como sucesor por parte de Trajano, ya que podría desencadenar una lucha por el poder. También parece poco proba-ble la posibilidad de que el Emperador muriera sin designar un sucesor tenien-do en mente el ejemplo de Alejandro, situación que conduciría a la guerra civil y podría ocasionar una situación parecida a la del año de los cuatro em-peradores (69 d. C.), hechos vividos por el propio Trajano. En cuanto a la supuesta lista elaborada por Trajano y de la que el Senado habría de elegir al sucesor, puede ser una invención his-tórica de las fuentes que engrandezca aún más las relaciones entre el Senado y el Emperador.

Actualmente la historiografía tien-de a pensar que realmente Trajano designó a Adriano como su sucesor, como vemos en los estudios de Canto y Galimberti. Para este autor, Traja-no había nombrado César a Adriano y por ello se encontraba comandando las tropas de la frontera pártica, la más importante del momento, a car-go del efectivo más poderoso de la época. Su principal prueba radica en un áureo de Emesa acuñado en el 117 d. C. y cuya leyenda reza: «Hadriano Traiano Caesari».

Este dato, junto con los nombra-mientos que recibe Adriano mientras Trajano está en vida, induce a pensar que verdaderamente sí que habría sido elegido como sucesor y la adop-ción no sería más que un paso nece-sario para ello, al igual que Augusto adoptó a Tiberio para que este le suce-diera en el Gobierno imperial. Segu-ramente Adriano representaba para el Emperador la figura más cercana a un hijo, ya que había sido su tutor desde que era solamente un niño, le había acompañado durante sus campañas y ambos procedían de la ciudad hispana de Itálica.

Por tanto, y a la luz de los datos que arrojan las fuentes, se puede con-cluir que Trajano sí pensó en Adriano como su sucesor en el trono. Desde comienzos del reinado de Trajano, al futuro emperador se le van conce-diendo diferentes honores, sin olvidar

la relación previa que tenían ambos y que se refuerza con el matrimonio entre Adriano y Sabina. Esta hipótesis se consolida con la acuñación a la que Galimberti hace mención.

No obstante, todas las fuentes nos informan de que la adopción de Adria-no no se produjo en vida, especialmen-te Dión Casio –quien dice contar con el testimonio de su propio padre–, sino tras la muerte del Emperador. Este he-cho pudo suceder porque Trajano estu-vo esperando hasta el último momento para oficializar el nombramiento de su sucesor mediante una adopción, aun-que no le dio tiempo, al sobrevenirle su muerte. Debido a ello, fue su esposa quien se encargó de redactar el docu-mento de adopción y, por este motivo, también se aguardaron unos días para difundir la notica sobre el fallecimien-to de Trajano. Pero en este momento tampoco se puede hablar de una adop-ción real, ya que Adriano no pasó a formar parte de la gens Ulpia, sino que solamente asumió el cognomen de Trajano, según resalta la profesora Ali-cia M.ª Canto. ◙

• BIRLEY, A. (2003): Adriano: la biografía de un emperador que cambió el curso de la historia. Ediciones Península. Barcelona.

• CANTO, A. M. (2003): “La di-nastía Ulpio-Aelia (98-192 d.C.): Ni tan ‘buenos’, ni tan ‘adop-tivos’ ni tan ‘antoninos’”, para Gerión, 21, 1 (305-347).

• GALIMBERTI, A. (2007): Adriano e l’ideologia del princi-pato. L’erma di Bretschneider (15-30). Roma.

• GONZÁLEZ, J.; SAQUETE, J. C. (coords.) (2003): Marco Ulpio Trajano, emperador de Roma: documentos y fuentes para el estudio de su reinado. Funda-ción Itálica de Estudios Clásicos. Sevilla.

• BENNETT, J. (1997): Trajan: Optimus Princeps. Routledge. London.

PARA SABER MÁS:

El reinado de Adriano comienza con el ajus-ticiamiento de varios senadores acusados de conspiración, pero no ejecutó al resto de posibles competidores por el solio imperial

Page 50: Stilus10

50 hiems·mmdcclxvi·auc

Foto

: Jus

tine

Bidd

le

Por Javier Alonso y Rafael Sabio.

La sociedad romana no era ni mu-cho menos analfabeta, era una so-ciedad agraria pero con un relativo alto grado de alfabetización. Como muestra de ello, se pueden encontrar por todos los territorios de la antigua Roma inscripciones sobre piedra ta-llada con cincel, así como en África aparecen sin cesar papiros escritos con tinta y cálamo. En distintas partes del Imperio, como Britania o Dacia, se encuentran tablillas u hojas de madera sobre las cuales se escribía con tinta, las tilia. También suelen encontrarse por doquier tex-tos sobre cerámica o sobre tablillas de cera. Sobre la superficie de estos dos últimos tipos de soporte se es-cribía con styli o estiletes rayando el texto que se quería escribir.

Los styli eran los instrumentos que se usaban junto con las tabulae ceratae, unas tablillas de madera con un rebaje en su interior cubierto de cera sobre la que se podía rayar para formar letras. Aunque no han sobrevivido hasta nosotros muchos ejemplares, son conocidas sobre todo las de Pompeya, Vindonisa y las de las guarniciones del muro de Adriano, al norte de Britania, entre otras tablillas.

En España solo conocemos un ejemplar que se encuentra actual-mente en el Museo Arqueológico

Provincial de Toledo. Cuando las tablillas eran de pequeño tamaño se las llamaba pugilares, pues cabían en una mano, como la que actual-mente se expone en el Museo Ar-queológico Provincial de Sevilla.

Las tablillas tenían una serie de ventajas, pues eran ligeras y fáciles de llevar, además de ser un tipo de soporte duradero. Se podían usar varias veces, o por medio del borra-do del texto, o cambiando la capa de cera que impregnaba la madera. Asimismo, podían perforarse por un lado y unirse formándose entonces dípticos, trípticos o polípticos, hasta llegar a un máximo de diez tablillas enlazadas. Estos serán los primeros códices.

Según su tamaño y su calidad se podían identificar distintos forma-tos. De hecho, en un papiro hallado en Kelis (Egipto) se ordena a Theog-noto que enviara a su «hermano Isión una tablilla de diez hojas, bien proporcionada de calidad, para la ciudad», lo cual puede dar una idea de los diferentes tipos de tablillas que se podían elaborar en los talle-res. Estas tablillas eran tan peculia-res en su fabricación que existía una profesión específica. Así Apolodoro de Caristo llegó a escribir una obra titulada “El fabricante de tablillas de cera”.

Otra protagonista de la escritura en cera que debemos mencionar es

Estiletes, trazos sobre la cera

CULTURA ESCRITA

Durante muchos siglos, la Humani-

dad utilizó estiletes y tablillas enceradas

para tomar notas apresuradas. Este

sistema de escritura permitía dejar cons-tancia de lecciones,

discursos o tratos comerciales. La

ubicuidad de estos instrumentos es

buena muestra de la difusión de la cultura a lo largo de todo el

Imperio.

VIDACOTIDIANA

Page 51: Stilus10

51 invierno·2013

la espátula. Tanto la escritura como las correcciones ocasionaban una pér-dida de cera, por lo que era necesario verter nuevas capas en las tabulae y esparcirlas por la superficie unifor-memente. Las espátulas eran requeri-das por ello, tanto para extraer la cera sobrante, como para alisar la nueva capa.

Suelen presentar forma triangu-lar y lisa, hallándose por lo general elaboradas de hierro, aunque como variedad tipológica se distingue una segunda categoría que está formada por espátulas dobles contrapuestas. Las espátulas de cera suelen terminar en una cabeza en forma de pomo. Se podría pensar a primera vista que se trata de instrumentos de albañilería, pero, debido a su pequeño tamaño, a su finísimo filo y a que no presentan marcas de haber sido golpeadas, se debe descartar esta posibilidad.

Merten indica los usos del pomo, pues serviría para rellenar de cera las esquinas de las tabulae, esparcirla uniformemente y borrar parte del tex-to escrito. El empleo de tales piezas como material de escritura está ates-tiguado por su presencia en contextos funerarios junto a otros instrumentos de escritura, así como por su repre-sentación en diversas pinturas, mosai-cos y estelas junto a otros instrumenta scriptoria.

La cera que se empleaba, de color roja o negra, parece

que fue consistente, pues como nos indica Diógenes Laercio, se

escribía sobre ella con dificultad, lo cual expli-

caría el uso de estiletes de metal, más duraderos. Cuando se desgastaba, se debía rellenar otra vez la tablilla con una capa de cera, lo cual ocurría, se-gún Herodas, una vez al mes.

Los styli o estiletes son de ori-gen incierto, aunque bien pudieran proceder de Grecia o de Oriente. Su uso principal fue escribir, aunque también han aparecido relacionados con el trabajo de herrería, cerámi-ca, cuero… Incluso pudieron llegar a ser usados como arma, ya que el emperador Claudio dio la orden de prohibir que se le acercaran quienes portaran estuches de estiletes.

Fueron confeccionados en diver-sos materiales (bronce, hierro, hue-so, marfil, e incluso oro y plata). Los de hierro y bronce son los más abun-dantes y mejor estudiados. Tienden a contar con tres partes diferenciadas: la punta con la cual se podía escribir sobre cera; el mango/vástago que a veces presentaba un espesamiento más o menos pronunciado para faci-litar su aprensión; y la cabeza, que suele terminar en una espátula con la que se podían realizar pequeñas co-rrecciones, como borrar letras o pa-labras en la cera sobre sobre la que se escribía. De hecho, la expresión stylum vertere (dar la vuelta al esti-lete) equivalía a corregir la escritura.

En cuanto a la forma que podían adoptar, los estiletes de hierro suelen ser más bastos y simples, y aunque se hayan localizado algunas piezas de hierro decoradas, son las menos. Los ejemplares mejor decorados son los de bronce, que pueden presen-tar diferentes motivos como líneas horizontales, oblicuas o en espiral,

A la izquierda, extremo del estilete que se usaba para hacer correc-ciones de lo escrito. A su lado, una pequeña espátula con la que se extendía la cera de forma uniforme por las tablillas, para posibilitar su reutilización.

Grabado que reproduce un

fresco hallado en Pompeya, en el que

aparecen dife-rentes utensilios

relacionados con la escritura

Su naturaleza punzante podía convertir el estilete en un arma. Claudio prohibió que se le acercasen portando este instrumento

Page 52: Stilus10

52 hiems·mmdcclxvi·auc

triángulos contrapuestos formando diamantes, perlas. También pueden representar ranuras y acanaladuras efectuadas a lima y buril, que embe-llecen la forma del vástago, destina-das a recibir hilos metálicos dorados (de latón) que imitarían el color del oro y provocarían contraste con el tono oscuro del hierro o bronce. En algunos casos aislados, incluso se aprecia más extraordinariamente la presencia de motivos animales.

Ciertos ejemplares (sobre todo en hueso) llevaban inscritos el nombre del dueño, mientras que por contraste, otras piezas podían presentar inscrip-ciones de tipo jocoso o erótico como «Escribo sin la mano», «Mi dulce amiga es una Venus lasciva», «A amar se aprende con la práctica», etc.

Las personas encargadas de escri-bir sobre tablillas de cera recibían el

nombre de scribae ceratii, en con-traposición a los que escribían con tinta y papiro, que se denominaban scribae librarii. Podían realizar fun-ciones de secretarios personales, co-pistas de libros, contables o podían trabajar para una ciudad bajo contra-to, si no eran esclavos.

El trabajo era de cierta dureza como muestran algunos colofones escritos por ellos: «Con qué satis-facción descansan mis tres dedos» o «Fui escrito por el estilete, la mano y la rodilla», lo que indica que no usa-

El escriba apoya la pierna en una capsa de documentos y usa su rodilla como

pupitre improvisado. Bajorrelieve ha-llado en Virunum, en la actual Austria.

Los estiletes de MéridaDesde el Museo Nacional de Arte Romano se están llevando a cabo estudios para poder determinar mejor el alcance efectivo de la al-fabetización en Augusta Emerita. Gracias a la colaboración del Con-sorcio de la Ciudad Monumental de Mérida se han estudiado no menos de cincuenta styli.

Todos los ejemplares son de hierro y bronce; estos últimos de mejor factura. Dos de ellos mues-tran una profusa decoración a lo largo del vástago, si bien uno está fracturado y apenas conserva la cabeza y parte del cuerpo. Dicha decoración está compuesta por una serie de motivos geométricos que se suceden alternando bandas de triángulos facetados con series de líneas incisas dispuestas, bien en diagonal, bien transversalmente al sentido del vástago. Otro destaca-do ejemplar se debió componer de dos partes de las cuales se conser-va una. La punta, aunque perdida, debió de ir inserta en el orificio del extremo engrosado, pudo haber estado realizada en una materia

distinta a la del resto de la pieza, quizá hierro, para así propiciar su duración. Pero el ejemplar más singular es, sin lugar a dudas, el que muestra en el extremo corres-pondiente a la espátula, un motivo animal claramente identificable con un delfín. Piezas con la represen-tación de motivos zoomorfos como esta evolucionan durante la Edad Media, hasta adoptar forma de dragón.

La arqueología nos da otras pruebas sobre el grado de alfabe-tización alcanzado en la capital de la Lusitania, como por ejemplo el gran número de tinteros hallados en Mérida, que encuentran aquí la mayor concentración de toda His-pania. El reflejo de todo esto se puede ver en las excavaciones de Mérida, donde se han hallado una serie de tumbas que entre otros objetos contenían estiletes, a ve-ces en parejas. Una de estas se-pulturas pertenece a un niño, lo cual corroboraría su uso durante la etapa de aprendizaje.

De otras tumbas inferimos que en Augusta Emerita existió una clase acomodada, no pertenecien-te a las élites políticas o económi-cas, sino a profesionales de cierto valor. Estas personas eran ente-rradas con signos distintivos que le eran propios, como los estile-tes, dejando así constancia de una formación cultural de la cual se hallaban orgullosos, algo también constatado en tumbas del resto del Imperio.

Ilustración: Rafael Sabio

Page 53: Stilus10

53 invierno·2013

ban mesa, sino que escribirían en una silla colocando un tablero sobre las rodillas; o de pie, como muestra un relieve en Maria Saal, Austria, donde el librarius tiene apoyado el pie sobre una capsa, un contenedor de forma cilíndrica donde se guardaban los ro-llos.

Cabe destacar que para escribir con estiletes, la mano no podía entrar en contacto con las tablillas de cera, pues se corría el riesgo de que la tem-peratura del cuerpo calentara la cera y, al pasar la mano se borraran trazos débiles; o que la cera que sobraba al trazar sobre ella se presionara sobre la superficie e hiciera ilegible el texto.

Los estiletes se han hallado a lo largo y ancho de toda Europa, tanto en ciudades como en el campo, por lo podemos decir que la escritura es tanto un hecho urbano como rural. Estos instrumentos fueron usados por un amplio espectro social. Es de interés reseñar su aparición en un alto número de asentamientos humil-des, de lo cual se puede deducir que el acceso a los materiales de escri-tura, y lógicamente a la formación que llevaba su uso, no se limitaba a las élites sociales. Paralelamente,

los styli suelen aparecer vinculados sobre todo a contextos funerarios y vertederos, y se hallan con frecuen-cia también en las vías cercanas a las ciudades y en las inmediaciones de los pórticos.

Es curioso observar que cuan-do en las ciudades se asocian a un uso doméstico, han tendido a apa-recer no en las domus más lujosas sino en las más humildes: se piensa que el motivo de ello es que en ta-les viviendas los estiletes, al caer, se perderían en el barro, mientras que sobre pavimento de mosaico de una domus señorial se encontrarían más fácilmente.

Los usos que tenían los estiletes y las tablillas eran múltiples, pues eran el instrumental de los niños en las escuelas ya desde la época hele-nística; servían para escribir notas, para componer textos, etc. Incluso se da el caso, en Pompeya, de haberse utilizado en un archivo personal para consignar notas sobre préstamos y subastas. Igualmente, en los archi-vos de la administración se escribían cierto tipo de textos sobre tabulae ceratae. También se usaron para albergar obras literarias, como nos cuenta Apuleyo: «Yo, situado a corta distancia, lamentaba de veras no te-ner a mano tablillas y estilete para anotar tan delicioso cuento».

De la pervivencia de los estile-tes y la escritura sobre cera una vez caído el Imperio romano, tenemos constancia de su empleo por parte de San Isidoro de Sevilla, quien asegu-ra que «la cera es el material para la escritura; es la nodriza de los niños, pues ella despierta el ingenio de los niños y sus primeros sentidos». Es más, algunas miniaturas sobre códi-ces medievales muestran a clérigos escribiendo sobre tablillas de cera con estiletes. ◙

• BIRT, T. (1907): Die Buchrolle in der antike Kunst. Leipzig.

• BOZIC, D. y FEUGÉRE, M., (2004): Les instruments de l´écriture. Gallia.

• SABIO GONZÁLEZ, R.; ALON-SO, J. (2011): “Instrumentos de escritura en las colecciones del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida: estiletes y espátulas”. Mérida. Excavaciones Arqueológi-cas, 11, 2006. [En prensa].

• SCHALTENBRAND-OBRECHT, V. (1998): “Wie wurden eiserne Stili in römischer Zeit hergestellt und verziert?”. En R. Ebersbach y A. R. Furger (eds.), Mille Fiori. Festschrift für Ludwig Berger zu seinem 65. Geburtstag. Augst.

PARA SABER MÁS:

Relieve funerario que resalta la altura intelectual del fallecido.

Un servidor toma apuntes en una tablilla mientras el amo va

dictando.

*El artículo respeta la grafía utilizada por los autores del trabajo para de-signar al instrumento romano de es-critura. No obstante, para despejar posibles dudas entre el stylus que protagoniza el texto y el stilus que da nombre a la revista, aclararamos que ambas formas coexisten en do-cumentos clásicos. En una lengua como el latín, que no se normalizó hasta fechas recientes, la grafía con “y” parece obedecer a una mayor ex-posición a las influencias helenísticas. Este cultismo podría reflejar incluso una diferenciación fonética en dife-rentes partes del Imperio.

Page 54: Stilus10

54 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Filomena Barata.

Miróbriga se sitúa en el Bajo Alentejo Litoral, en las proximidades de la ciu-dad de Santiago do Cacém. A día de hoy, los testimonios de su poblamien-to romano se encuentran expuestos en el museo municipal de Santiago do Cacém y en el centro de interpre-tación del propio yacimiento, al que accedemos cerca de la capilla de San Bras. El pequeño templo es el único edificio en pie de la antigua ciudad de Miróbriga.

La ciudad de Miróbriga gozaba de una óptima situación estratégica, al dominar una amplia franja areno-sa que se extiende hasta el océano, a unos 15 kilómetros en línea recta. Los recursos agrícolas y mineros del en-torno debieron de conferir a la ciudad importantes funciones comerciales.

El lugar fue habitado desde por lo

menos la Edad del Hierro por pueblos de posible filiación céltica. El topóni-mo terminado en “-briga”, común a más de un centenar de sitios arqueo-lógicos peninsulares, puede significar poblado fortificado o edificado en un punto alto. La implantación latina en Miróbriga fue condicionada por esta ocupación anterior, así como por la red de relaciones establecida entre las comunidades de la Edad del Hierro.

Miróbriga entró en la esfera de in-fluencia romana en el siglo II a. C. Los habitantes de la ciudad debieron de someterse al poder de Roma, que declaró al núcleo oppidum stipendia-rium. Esto es, fueron declarados li-bres aunque sometidos a los distintos tipos de impuestos y cargas fiscales.

El material arqueológico encon-trado en el yacimiento prueba que el asentamiento llegó a su máxima ocu-pación en el siglo I de nuestra Era. Es

Poblada desde la Edad del Hierro, Miróbriga pasó a ser dominio romano en el siglo II a. C. Desde en-tonces fue un importante nodo comercial cuyo rastro perdura hasta más allá del siglo IV. Repasamos varios ambientes de esta urbe para descubrir cómo vivían sus habitantes, así como sus usos y creencias. Cons-trucciones como el foro, las termas y el hipódromo hicieron de Miróbriga un centro de romanización en la Lusitania.

MIRÓBRIGA

Foro de Miróbriga, presidido por las ruinas de un templo sobre podio.

El foco romanizadordel Bajo Alentejo

ASENTAMIENTOSHISPANOS

Foto: Sergon Photos

Page 55: Stilus10

55 invierno·2013

probable que obtuviese la municipa-lización en este mismo siglo y que se beneficiase del Edicto de Latinidad del emperador Vespasiano (73-74 d. C.), junto a otras ciudades de la Pe-nínsula.

Desarrolladas por esta razón las es-tructuras municipales para dotarse de una organización acorde a las nuevas necesidades, se acometió la remode-lación urbana correspondiente.

En el siglo III se confirma una enor-me vitalidad y una intensa ocupación en Miróbriga, atestiguada por la con-centración de la cerámica de este pe-riodo. Esta circunstancia tiende a dis-minuir en la segunda mitad del siglo IV. Sin embargo, no se puede hablar de colapso, porque se sigue importan-do cerámica de África y continúa el comercio con el Mediterráneo orien-tal.

Llegan los moradores romanosLos romanos ocuparon primero la parte superior de la acrópolis o for-taleza prerromana, que tiene una muralla construida con la técnica de piedra en seco, dominando el territo-rio circundante. La ocupación rompió el amurallamiento en algunas zonas, como puede verse cerca del templo central, dedicado al culto imperial.

Aunque no se conoce completa-mente el perímetro y el tejido urbano de la ciudad, que solo puede ser acla-rado por futuras excavaciones, el tra-bajo de prospección dirigido por Félix Teichner parece confirmar un área de ocupación de unas 9 o 10 hectáreas. La población fija de Miróbriga, por lo tanto, no debía superar los 2.500 ha-bitantes, en la línea de las ciudades de dimensiones pequeñas.

Aun suponiendo que el hipódromo se encuentra en un lugar periférico en relación con el centro urbano –dista un kilómetro del centro de la ciudad–, es lógico que la zona intermedia tu-viese las estructuras que normalmente se desarrollan a partir de los centros urbanos, como fábricas, villae o gran-jas.

Por las características particulares de la topografia y el urbanismo de Miróbriga, que se asienta en un po-blado fortificado de la Edad del Hie-

rro, no es posible encontrar indicios de un crecimiento definido a partir de los ejes viarios principales –cardo y decumano–, como es común en las fundaciones latinas de plan ortogonal o lineal.

Sin embargo, los restos conocidos nos permiten delimitar el espacio ocupado por algunas manzanas de viviendas (insulae) y definir los reco-rridos de acceso a algunos de los edi-ficios públicos, como es el caso del foro y las termas.

El foro estaba rodeado por una red viaria en forma de circunvalación. Las viviendas se disponían en anillos concéntricos que recuerdan a veces a modelos urbanos medievales. Entre las vías se implantaban áreas comer-ciales y habitacionales. Las casas se adaptan a la pendiente, y los desnive-les son vencidos con grandes escale-ras que comunican las vías.

Todos los tramos de calzadas cono-cidos muestran grandes lajas asenta-das directamente en el afloramiento pizarroso o sobre el suelo, y carecen de cualquier tratamiento para su co-locación.

En algunos puntos, esas calzadas presentan rebordes laterales cubier-tos con opus signinum, una mezcla de tierras que se relaciona con la im-permeabilización de la entrada de las tiendas (tabernae) y de las vivien-das. En otros casos, se puede ver la construcción, con una técnica irregu-lar (opus incertum), de conductos de desagüe hacia las cloacas, pavimen-tados con materiales cerámicos. Así acontece en el área habitacional cer-cana a la entrada actual a las ruinas y en el lado suroeste del foro, donde solo restan algunos vestigios de la vía pública. Estas cloacas estaban cubiertas, aunque actualmente no existan vestigios de estas coberturas.

Solo se conocen algunas viviendas de las muchas que existieron en el nú-cleo urbano de Miróbriga. De un lado y del otro de la calzada que se en-cuentra en la entrada actual del yaci-miento, se pueden ver varias insulae, cuyos datos arqueológicos apuntan a una ocupación ininterrumpida entre los siglos I y IV d. C.

A pesar del conocimiento incipien-

El estatus municipal de Miróbri-ga obligaba a tener personal ad-ministrativo y una estructura de cierta complejidad. Este hecho puede rastraerse en la existencia de un magister, Cayo Julio Rufi-no, dedicante de un ara a Venus, y de Marco Julio Marcelo, alcalde y duunviro.

Otro ejemplo que confirma la complejidad administrativa de Miróbriga es una referencia al splendidissimus ordo en un altar dedicado a Esculapio. Esta cita muestra la existencia de un se-nado o asamblea local. Tal ordo decurionum era el responsable de sancionar casi todos los ac-tos de la vida local, incluyendo la celebración de actos religiosos y festividades e incluso de organi-zar los juegos en honor a Minerva (quinquatrus) en el hipódromo de Miróbriga.

El hallazgo de esta pieza que habla del splendidissimus ordo tiene gran importancia admi-nistrativa pero también ayuda a dilucidar la vida religiosa de la comunidad. El hecho de estar de-dicada a Esculapio hizo que du-rante décadas se atribuyese a su culto el templo central del foro.

Sociedad compleja

Inscripción hallada en Miróbriga.

Page 56: Stilus10

56 hiems·mmdcclxvi·auc

te de las zonas habitacionales de esta área, las manzanas son de diferentes medidas. En función de las calles y de los accesos públicos varían entre los 25 y los 30 metros de longitud. Algunos de los bloques tenían canali-zaciones de agua, como se pudo veri-ficar durante los trabajos de limpieza y restauración en la Casa con Frescos. Junto a la entrada existía un pequeño tanque, posiblemente de aprovisiona-mento de agua, que era alimentado por tuberías de plomo.

Un foro en varias alturasEn la zona más elevada del aglome-rado urbano, sobre un área anterior, fue edificado un foro, en el que se implantaban los edificios político-administrativos y religiosos.

El foro de Miróbriga puede consi-derarse de pequeñas dimensiones res-pecto a otros de la Lusitania. Poseía dos alas en forma de L, para cerrar la plaza. Pero el elemento que dominaba el conjunto era un edificio religioso: un templo in antis, cuya fachada prin-cipal se orientaba a la plaza pública. El acceso se producía a través de es-caleras laterales del podium sobre el que se elevaba, produciendo un nota-ble efecto escenográfico.

El aspecto monumental de la plaza pública se reforzó gracias a la cons-trucción en diferentes alturas. Se cor-tó y aplanó la roca para crear varias plataformas. Esta situación es bien visible en el lado norte del foro, don-de un gran muro de contención vence la diferencia de alturas existente entre las dos plataformas. En la más alta se localizan el templo anteriormente ci-tado y otro edificio religioso de planta absidial, que ha sido atribuido al culto a Venus.

Cabe destacar que en Miróbriga existen testimonios arqueológicos del culto a la diosa del amor. En concreto, se hallaron fragmentos de una estatua de la Venus Capitolina y dos inscrip-ciones dedicadas a esta divinidad. Asimismo, en el centro del ábside de la construcción aneja al templo, es vi-sible la base de un altar.

A una cota más baja que el templo se extendía la plaza pública propia-mente dicha, en la que se encuen-

tran las edificaciones habituales de los foros provinciales: la basílica y, en un espacio anexo, lo que debía de ser la curia. Al sur y oeste del foro, a un nivel inferior, se encontraba la zona comercial, en la que las taber-nae se adosaron a un tercer talud de opus caementicium.

Las tiendas son de pequeñas dimen-siones y se sitúan al nivel de la calle. En algunos casos poseían aposentos en un piso superior, al que se accedía a través de escaleras. Los depósitos o almacenes podían localizarse en com-partimientos interiores, en la parte de atrás de las tabernae.

La existencia de una argolla de hierro clavada y soldada en una de las construcciones de esta zona co-mercial, al sur del foro, contribuye a acentuar la idea de que ahí se desa-rrollasen las actividades mercantiles. Asimismo, en una taberna de planta irregular situada junto a la escalinata de acceso al foro se encontró un sillar decorado con una cabeza de toro de estilo naturalista.

Un paseo por las termasAprovechando la depresión natural del terreno, que ayuda a la captación y a la concentración de las aguas plu-viales, los romanos instalaron unas termas públicas en una de las zonas más bajas de la ciudad y ligeramente alejada de la zona céntrica.

Para llevar a cabo el plan, se adosa-ron dos edificios de construcción no muy distante en el tiempo. Es más, la existencia de dotaciones conectadas, sobre todo la red de desagües, permi-te suponer que ambas construcciones pueden ser parte de un proyecto con-temporáneo.

El edificio oriental, a una cota más baja que el occidental, se excavó en el afloramiento pizarroso. Nada más sobrepasar la puerta se accedía a una zona porticada, que debía de circun-dar una pequeña palestra. En la zona norte de la presunta palestra, se si-tuaba un vestuario (apodyterium) de-corado con frescos, y a todo lo largo del cual se extendía un banco de obra revestido de opus signinum.

Del apodyterium se podía pasar al frigidarium y a la piscina, que aún presenta un revestimiento íntegro de opus signinum. Sobre el vaso de la piscina, pinturas al fresco decoraban este ámbito. El frigidarium se comu-nicaba con la zona templada (tepida-rium) y la caliente (caldarium).

Junto a la zona de alimentación del horno que calefactaba estas estancias (praefurnium), se detectó una enorme concentración de cenizas, confirman-do la identificación del comparti-miento.

El edificio termal occidental está en mejor estado de conservación. Aunque no totalmente excavado, puede considerase como un buen

Se han hallado en el yacimiento fragmen-tos de una estatua y dos inscripciones dedicadas a Venus

El terreno abrupto sobre el que se asentó Miróbriga, así como su pasado prerromano, impusieron ciertas limitaciones a la ciudad romana. Sobre estas líneas, el plano y la fotografía aérea del foro, que se construyó en varias alturas para adaptarse a los desniveles.

Page 57: Stilus10

57 invierno·2013

ejemplo de los balnearios de las provincias occidentales. El edificio, construido casi integramente en opus incertum, presenta una fachada más cuidada, con grandes sillares cuya utilización parece apuntar al periodo neroniano o posterior.

Para acceder al edificio se descien-den tres escalones al pie de los cuales había tres altas columnas cilíndricas que fueron trasladadas por Fernando de Almeida al foro, cuando se realizó su reconstrucción.

Se podía acceder a las letrinas o, a través de una puerta de grandes dimensiones, a una amplia sala (ves-tibulum) que tenía anexos dos com-partimientos más pequeños, posible-mente con funciones de vestuario. El pavimento del vestibulum estaba revestido con losas de calcáreo do-lomítico. En esta zona encontramos una zona de nichos en los que podría haber sido colocado algún elemento escultórico.

Del vestibulum se accedía a través de dos entradas al frigidarium, de forma rectangular y con dos piscinas en los lados más cortos. Una estaba dentro de una estructura en forma de nicho. La otra es bastante más honda y casi se podría tratar de una pequeña piscina para practicar la natación (natatio).

Un pequeño corredor lleva a una es-tancia caldeada con hipocausto y equi-pado con soportes verticales –pilae–, posiblemente un sudatorium. De ahí se pasaba al tepidarium, con paredes dobles edificadas en opus testaceum para mantener calientes los comparti-mientos.

Por último, el caldarium poseía dos pequeños espacios anexos (alvei), que presentan desagües de plomo. El cal-darium se orientaba hacia el suroeste para aprovechar el calor de la tarde.

El pavimento de las zonas destina-

das a los usuarios de las termas estaba revestido con opus signinum, sobre el cual fueron colocadas lajas calcáreas. Algunas de las salas del tepidarium y del caldarium tenían ventanas a po-niente, que daban al patio o pequeña palestra.

La mayoría de los compartimientos de las termas occidentales estaban re-vestidos de placas calcáreas, ya sea en el pavimento o en las paredes, para un fácil mantenimiento del edificio. Es-tas placas eran fijadas a la pared me-diante espigones de cobre o bronce.

Recientemente se descubrió un de-pósito edificado a una altura superior al complejo termal, que debía de ga-rantizar el abastecimiento de agua. Po-siblemente estaría cubierto para garan-tizar la limpieza del agua y dificultar la evaporación. Por otro lado, un conduc-to abovedado evacuaba las aguas a una cloaca aún visible junto al puente.

El suministro de agua probable-mente se reforzaba con una fuente cercana, cuya existencia se deduce a partir de un canal que discurre por las cercanías de la zona.

Espectáculos pagados por la eliteLos lugares de espectáculo (teatros, anfiteatros y circos) fueron en las provincias una forma de facilitar la romanización, pues incentivaban el desplazamiento periódico de los habi-tantes rurales a la ciudad. Eran, ade-más, locales ideales para la expansión de la mística imperialista.

La construcción de un hipódromo en Miróbriga debe haber obedecido al mismo principio de contribuir a la difusión de la ideología imperial. Co-nocemos el legado testamentario de un medicus, Cayo Atio Januario, que dejó dinero al consejo municipal para que organizara los quinquatrus, jue-gos que posiblemente se realizarían en el hipódromo.

Este edificio distaba aproximada-mente un kilómetro en línea recta de la zona céntrica del aglomerado urba-no, como acontece en muchos locales de espectáculo con estas caracterís-ticas, que son alejados por motivos prácticos, dada la gran afluencia de público. ◙

• BARATA, F. (1998): Miróbri-ga: Urbanismo e Arquitectura. IPPAR. Lisboa

• BARATA, F. (2011): “Conheça o Forum de Miróbriga mais em pormenor”, en la web Portugal Romano. (http://www.portugalromano.com/2011/04/conheca-o-forum-de-mirobri-ga-mais-em-pormenor/)

• CORREIA, V. H. (1990): Miró-briga, roteiros da arqueologia portuguesa. Instituto Português de Património Cultural. Lisboa.

• HAUSHILD, T. (1989-90): “Ar-quitectura religiosa romana em Portugal”, en Anas. Museo Na-cional de Arte Romano. Mérida.

PARA SABER MÁS:

Las termas de Miróbriga son uno de los mejores ejemplos

conservados de la Lusitania. En la imagen, detalle del hipocausto

de uno de los edificios, con los típicos pilares construidos con

ladrillos.

Page 58: Stilus10

58 hiems·mmdcclxvi·auc

ELRINCÓNDEESCULAPIO

LA MEDICINA MILITAR (y III)

Por Salvador Pacheco.

El criterio militar era prioritario en la planificación de los campamentos le-gionarios, pero no era el único. Tam-bién se tenían en cuenta la higiene y comodidad personal de los soldados, a juzgar por la existencia de termas en algunos de ellos. Los tratadistas recomendaban, incluso, que los cam-pos de instrucción fuesen cubiertos para protegerse del sol, lluvia y otras inclemencias.

Uno de los factores que influye decisivamente en la calidad de vida de los soldados es la salubridad del entorno. Los teóricos recomenda-ban el frecuente cambio de ubica-ción de acuartelamientos no perma-nentes para evitar la propagación de enfermedades por la contaminación

del agua y el ambiente (Vegecio, III, 2). Por estas mismas razones, en los campamentos permanentes se pretendían construir las infraestruc-turas necesarias para el aporte de agua fresca, se practicaban comple-jos sistemas de drenaje que evitaran la inundación del acuartelamiento o se cavaban fosas sépticas y letrinas.

Para el caso de que, pese a las me-didas de higiene, un soldado cayese enfermo o fuese herido en batalla, los campamentos se dotaron desde bien pronto de recintos sanitarios. Los pri-meros hospitales en los campamentos republicanos, más o menos estables, debieron de estar formados por sim-ples tiendas de campaña.

En época imperial, con el estable-cimiento de fronteras cada vez más lejanas, se multiplicaron los campa-

Los legionarios heridos o enfermos recibían cuida-dos para reestablecerse

lo antes posible. El lugar donde eran tratados, el

valetudinarium, fue adqui-riendo unas características

bien definidas que pre-tendían hacer la estancia más cómoda y mejorar la

atención. El estudio de es-tos recintos completa una

serie de artículos dedicados al sistema sanitario en la

legión y a los profesionales que trabajaron en él.

Foto: Paco Bernal

Un largo corre-dor y las habita-ciones alineadas a ambos lados marcan el lugar donde estuvo el hospital del campamento de Carnuntum, actual Petronell (Austria).

Reposo y recuperación en el campamento

Page 59: Stilus10

59 invierno·2013

mentos permanentes, que disponían de hospitales estables, llamados va-letudinaria. Esta palabra proviene del término valetudo (salud).

Los primeros valetudinaria es-tarían formados por simples tiendas de campaña, pero más adelante pa-sarían a fabricarse en madera y, des-pués, en piedra y mampostería. Un cuidadoso diseño intentaba aportar las mayores comodidades a heridos y enfermos. Así, el hospital podía disponer de baños independientes del resto del acuartelamiento o, en su defecto, un acceso privilegiado a estos y a las letrinas del campa-mento. Contaban, al parecer, con una cocina propia, que podía estar dentro del mismo hospital y permi-tía preparar dietas prescritas.

Una buena ventilación e ilumina-ción, así como la tranquilidad de los heridos y enfermos, eran cuestiones muy tenidas en cuenta. Por eso, es-tos edificios eran construidos, en general, en una zona privilegiada del castrum, en una zona céntrica del acantonamiento, lejos de los proyectiles en caso de asedio. Ade-más, se intentaban evitar zonas mo-lestas o insalubres, en favor de otras con fácil abastecimiento de agua y junto al praetorium (Hyginio, De Munitionibus Castrorum, X), aun-que esta regla general no siempre parece cumplirse.

El valetudinarium de obra solía tener planta cuadrada o rectangular, con un gran patio interior abierto a múltiples pórticos, y espacios libres que permitían la ventilación.

Cuando una legión en marcha pa-raba para levantar un campamento temporal, el hospital se instalaba a la vez que el resto de las dotaciones. Sus tiendas trataban de imitar a los hospitales estables: se agrupaban en un cuadrado o rectángulo, a modo de pabellón, próximas a una letrina adyacente.

El ejemplo suizoLas características comunes de los hospitales de campaña nos son co-nocidas por el estudio y cotejo de varios ejemplos que han llegado hasta nuestros días. Uno de los más

conocidos es el de Vindonissa. Fue construido en madera por la XIII Gemina hacia el año 12 a. C. y, a comienzo del siglo II, se remodeló en piedra por parte de la XI Claudia. Se componía de cuatro alas de dos pisos que delimitaban un patio cen-

Entre los recintos miilitares mejor conocidos del orbe romano destacan el valetudinarium de Vindonissa (hoy Windisch, en Suiza) y el de Castra Vetera (Xanten, en Alemania), pero hay muchos otros localizados:

• Haltern, en Renania del Norte-Westfalia. Estaba situado en el interior de la Germania, y posiblemente se trate del famoso fuer-te de Alisum, el único que resistió tras el desastre de Teutoburgo. Los veranos entre los años 12 a. C. y 9 d. C. fue ocupado por las legiones XVII y XIX.

• Novaesium, en la Ger-mania Inferior, pertenece a Neuss, en la actual Re-nania del Norte-Westfalia. Fue el primer valetudina-rium reconocido como tal.

• Bona, en la Germania Inferior. Es hoy Bonn (Alemania)• Lauriacum, en Nórica, es Lorch (Austria).• Carnuntum, en Panonia Superior. Hoy es Petronell (Austria).• Aquincum, en Panonia Inferior. Está en Budapest (Hungría).• Vindobona, en Panonia Superior, es Viena (Austria).• Isca Silurum, en Britania, se sitúa en Caerleon, en Gales.• Vercovicium, junto al Muro de Adriano, es la actual Housesteads

(Reino Unido).• Segedunum, de época de los Severos, en el extremo este del Muro

de Adriano, en Wallsend (Reino Unido).• Castra Pinnata, cuartel de la XX Valeria Vitrix en Caledonia durante

los años 84-88 d. C. es hoy Inchtuthil, en Escocia (Reino Unido).

Los hospitales militares más estudiados

Plano del hospital de Carnuntum.

Reconstrucción hipotética del hospital de Vindonissa.

Los heridos se aco-modaban en una zona confortable y a salvo de proyectiles en caso de asedio

Page 60: Stilus10

60 hiems·mmdcclxvi·auc

tral, posiblemente ajardinado. Cada ala tenía dos filas de habitaciones separadas por un corredor. La fa-chada se abría a la calle en forma de pórtico, con un gran recibidor cen-tral de entrada.

Exceptuando un pequeño dispen-sario, ubicado junto al patio interior y destinado a consultas y tratamien-tos externos, todo el edificio se cen-traba en la atención a los ingresa-dos. Para ellos había habitaciones,

las más grandes de las cuales podían alojar a ocho enfermos. En total, todo el edificio podía albergar a 480 pacientes. Las habitaciones daban a un corredor central, mientras que sus ventanas se abrían a un patio in-terior o a la calle. El edificio tenía cocina y letrinas.

Un caso hispanoTambién campamentos menores tu-vieron su centro hospitalario en el

El campamento de Castra Vetera I estuvo en uso desde finales del si-glo I a. C. hasta principios del siglo II d. C. Dentro de la empalizada se encuentra un ámbito de planta cuadrada, de 83 metros de lado. Se interpreta como un hospital, cuyo acceso se producía a través de la fachada que da al norte. La puerta de entrada se abre a un atrio que comunica con un cuerpo de guar-dia. Atravesando el cuerpo de guar-dia se llegaba a una gran sala que parecía servir de zona de reuniones y sala de visita a los enfermos. Era una amplia habitación que daba paso a una cámara que, como tam-bién vemos en Neuss, estaba a un nivel más bajo que el área ajardina-da que la rodea.

Algunos autores han querido ver en esta estancia un quirófano, y ex-plican su posición rehundida como un intento de obtener la mejor ilumi-nación. Esta hipótesis parte de una cita de Celso donde se recomienda un lugar bien iluminado para llevar a cabo la operación de cataratas (7, 7, 14C). Lo cierto es que dadas las escasas posibilidades de la cirugía de la época, probablemente muchas intervenciones no precisarían de un quirófano propiamente dicho, y po-drían realizarse en la habitación del paciente.

Compartiendo el muro derecho con la sala de visitas se encontraba la cocina. Solo el pasillo que circun-

valaba todo el edificio la separaba de las estancias dedicadas a alma-cenamiento. En en lado opuesto de la sala de visitas, se encontraban la letrina y los baños. Según Von Pe-trikovitz, todos los valetudinaria te-nían baños, pero lo cierto es que no existen evidencias suficientes para poder apoyar tal afirmación. Incluso en aquellos hospitales donde apare-cen restos de un hipocausto –como sucede en el de Carnuntum– tam-poco es una prueba absolutamente concluyente, pues podrían ser los retos de un sistema de calefacción en aquellas frías latitudes.

En cualquier caso, es cierto que los baños eran un medio terapéutico en la antigua Roma. Algunos solda-dos convalecientes eran enviados a balnearios como los de Baden-Baden, en Alemania, o Bath, en Inglaterra, para su recuperación. El propio von Petrikovitz hace extensi-bles las consideraciones benéficas a las letrinas que, afirma, nunca de-bieron de faltar entre la infraestruc-tura obligada del hospital militar. Sin embargo, esta afirmación suscita las mismas objeciones que las referen-tes a la omnipresencia de los baños.

Dejando atrás el lado norte, las otras tres alas del edificio parecen estar dedicadas al cuidado de los legionarios. Un pasillo en forma de U recorría el conjunto abriéndose a uno y otro lado a las distintas estan-cias destinadas a los enfermos.

Las habitaciones, con unas di-mensiones de 3,4 por 4,2 metros y una altura de cinco metros, tenían capacidad para tres camas. Este cómputo plantea ciertos problemas, ya que da una capacidad escasa (180 enfermos) en comparación con el de Vindonissa; más aun si tene-mos en cuenta que alojó durante mucho tiempo dos legiones. Este dato hace pensar que pudieran exis-tir sendos hospitales, uno por legión. Esto quiere decir que todavía no ha-bría sido desenterrado un segundo hospital. Aunque también se espe-cula con la posibilidad de que, pasa-do el año 70, cuando Castra Vetera quedó como acantonamiento de una única legión, el segundo valetudina-rium habría sido destruido y su em-plazamiento, reutilizado.

Las habitaciones para los enfer-mos estaban colocadas en parejas, compartiendo entrada, a lo largo de

El hospital de Castra Vetera

El edificio se disponía en torno a un patio en el que podían cultivar hierbas medicinales para los enfermos

Page 61: Stilus10

61 invierno·2013

que se tiende a mantener, en cierto modo, las líneas generales descritas para los valetudinaria. En la Penín-sula Ibérica se especula con la exis-tencia de uno de estos hospitales en Aquis Querquennis, aunque algunos autores barajan la posibilidad de que se tratara del pretorio del cam-pamento.

Situado en la parroquia de Ba-ños de Bande (Galicia), estuvo en uso entre el último cuarto del siglo

I, desde el reinado de Vespasiano hasta el 120 d. C. en que es abando-nado. Se supone que pudo ser utili-zado por la Cohorte I Gallaica, uni-dad mixta de caballería e infantería, subordinada a la Legión Séptima Gémina, acantonada en León. Su misión era proteger la Vía XVIII o Via Nova, que comunicaba Bracara Augusta (Braga) y Asturica Augusta (Astorga).

El presunto valetudinarium

presenta una planta casi cuadrada (24,20 por 24,40 metros), con pare-cidas dimensiones a la de Benwell (24,7 por 22,5 metros). Estaba cons-truido en piedra, con un impluvium central rodeado de un peristilo so-portado por pilastras de madera, al que se abrían las habitaciones. Su techo era de teja y se han descubier-to conducciones que llevaban las aguas de drenaje hacia lo que eran, posiblemente, las letrinas. Este tipo de canalizaciones se encuentran en otros valetudinaria.

Estas características aproximan este recinto sanitario a otros hospi-tales de menores proporciones como el del campamento de Vindolanda, en Inglaterra. ◙

• BAKER, P. (2009). “Archaeological remains as a source of evidence for Roman medicine” en Medicina Anti-qua. University of Kent. Canterbury.

• JETTNER, D. (1966): “Geschichte des Hospitals” en Sudhoffs Archive für Geschichte der Medizin und der Naturwissenschaften 11. Franz Stei-ner Verlag GMBh. Wiesbaden.

• JOHNSON, A. (1983): Roman Forts. Adam & Charles Black. Londres.

• KOENEN, C. (1904): Beschreibung von Novaesium. Bonner Jahrbucher 111/112. Bonn.

• PENSO, G. (1984): La médeci-ne romaine. Les Editions Roger D´Acosta. Paris.

• VON PETRIKOVITZ, H. (1975): Die Innenbauten römischer Legions-lager während der Prinzipatzeit. Westdeutscher Verlag. Berlín.

PARA SABER MÁS:

Foto: David Garrido

un pasillo. Esta misma disposición, que se puede apreciar también en el hospital de Novae, en la Mesia Inferior, permitía dotar de luz y ventilación a los cuartos, al dar, o bien al exterior, o al patio del hos-pital. Este patio estaba porticado y, probablemente, en él se cultivarían plantas medicinales que pudieran ser de uso médico en el hospital, tradición que se mantuvo en los monasterios medievales.

En la fachada sur del hospital parece encontrarse la habitación destinada al médico de guardia y, frente a esta, la destinada a far-macia. No muy lejos, en el ángu-lo suroeste, autores como Davier, Liberati y Silverio han querido ver una estancia dedicada al depósito de cadáveres.

Otra dependencia, que algu-nos autores han defendido –sin base arqueológica que lo justifi-que– como siempre presente en un valetudinario, es la de una capi-lla para ceremonias religiosas. Así, Dyzcek menciona la existencia de un pequeño santuario dedicado a las deidades curativas (Esculapio, Higía, Júpiter y Minerva) en Novae.

Actualmente, la corriente re-visionista pretende poner de manifiesto, a través de las pun-tualizaciones anteriores, que la in-terpretación de los espacios de los hospitales militares romanos ha estado muy influida por la disposi-ción de los propios recintos hospi-talarios del siglo XIX.

Estancia del hospital de Aquis Quer-quennis y reconstrucción del pórtico que daba acceso a las instalaciones.

Page 62: Stilus10

62 hiems·mmdcclxvi·auc

Por César Figueiredo.

Desde siempre el diseño ha sido parte de la esencia humana. Es normal pen-sar en esta práctica como algo inteli-gible, de forma acabada y con sopor-te propio. Pero no es del todo común juzgar el diseño como forma de pen-samiento y de producción de conoci-miento. Para Marques, «la práctica del diseño está íntimamente ligada al desarrollo de una idea», de una “visión mental”. Es un deseo que se vuelve ne-cesidad innata de transformar un pen-samiento en algo palpable y visual.

«A través del diseño es posible ob-servar mejor, entender, registrar y co-municar hechos y conceptos de cien-cia», dice Pedro Salgado. Es por eso que el diseño arqueológico, como en otras áreas científicas, continúa pre-firiéndose la fotografía porque en la

mayoría de casos permite un mejor re-gistro visual, capaz de adecuarse a las necesidades de representación.

El diseño en arqueología es des-criptivo y evidencia formas y trazos marcados por la acción humana. Al contrario que en las ciencias naturales, que pretenden representar tipos a tra-vés de las características más comunes de cada especie, en la arqueología no existen dos artefactos iguales. Se vuel-ve por eso, imposible “caricaturizar” cualquier ruina o cualquier elemen-to de expolio. A este propósito, Luís Fortunato Lima refiere sobre el diseño en la Biología: «En la zoología, los diseños de animales representan espe-cies. Esto significa que figuran carac-terísticas particulares de esa especie, excluyendo los trazos de ejemplares particulares. Así un caso concreto se convierte en un individuo emblemáti-

El estudio de las artes y los monumentos de la Antigüedad usa a menudo las representa-

ciones visuales de los hallazgos para plasmar con fidelidad las

características de los restos encontrados. El diseño es una

herramienta fundamental para el arqueólgo. Sin embargo,

los esfuerzos de divulgación recurren muchas veces a una práctica con grandes dosis de imaginación y creatividad: la ilustración. Ambas disciplinas son aliados insustituibles para

conocer mejor nuestro pasado.

ARQUEOLOGÍA

DISEÑO E ILUSTRACIÓNUn apoyo al estudio arqueológicoarqueológico

Foto

s: C

ésar

Fig

ueire

do

Page 63: Stilus10

63 invierno·2013

co». En el diseño arqueológico no se podrían representar especies, ya que no sería práctico crear una categoría “modelo” para cada artefacto.

El diseño y la ilustración arqueo-lógica son vistas muchas veces como áreas de apoyo para el estudio o so-porte de transmisión de información para la Arqueología. En verdad, exis-ten diferencias bastante significativas entre los conceptos de diseño arqueo-lógico e ilustración arqueológica. Ambas son diseños científicos, pero mientras que el diseño contribuye a la representación técnica de materiales arqueológicos tales como cerámicas, objetos líticos, vidrios o metales, en-tre otros, la ilustración privilegia la visualización de los objetos en el con-texto en el que fueron usados, aunque a veces podamos utilizar esta disci-plina para la representación de ma-teriales. De este modo, la ilustración pasa a ser un campo de acción mucho más amplio que contempla, no solo la representación de hallazgos, sino que se extiende a la visualización de los objetos en la Antigüedad.

La recreación de ambientes históri-cos y arqueológicos posibilita el enten-dimiento de un determinado momento o civilización. Digamos que la ilustra-ción arqueológica pone el acento en re-presentar la interacción entre personas, materiales, animales, medio geográfi-co, etnografia, paisaje e arquitectura en su vivencia activa del pasado. ◙

• HODGES, E. R. S. (2003): Guild Handbook of Scientific Illustra-tion. Wiley & Sons Hoboken. New Jersey.

• MADEIRA RODRIGUES, A. L. (2000): O Desenho. Ordem do pensamento arquitectónico. Edito-ral Estampa. Lisboa.

MARTINS, M. (2004): “Urbanismo e Arquitectura em Bracara Au-gusta. Balanço dos contributos da Arqueologia Urbana”, en las actas del congreso “Simulacra Romae. Roma y las capitales provinciales de Occidente”. Tarragona.

• MARQUES, J. S. (2006): As imagens do desenho: percepção espacial e representação. Traba-jo de síntesis presentado para la prueba de capacidad científica, en Oporto.

• PIMPAUD, A. B. (1999): Les Applications de L’Infographie 3D a L’Archeologie. Tesis dirigida por A. M. Guimier Sorbets. Universidad de Paris-X-Nanterre.

• STEINER, M. (2005): Approaches to Archaeological Illustration: A Handbook. Council for British Ar-chaeology. York.

PARA SABER MÁS:

Los diseños arqueológicos (arriba, representación de una figurilla de Tyche) es un soporte más de datos científicos. Las ilustraciones (abajo, infografía ideal de una co-cina) contextualizan los hallazgos para su mejor comprensión por parte del público.

Page 64: Stilus10

64 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Alejandro Valiño.

El advenimiento del período postclási-co desde el punto de vista de su data-ción no es cuestión pacífica. Mientras que la mayor parte de la doctrina hace coincidir el inicio de esta etapa con el cambio político llevado a cabo por Diocleciano (284 d. C.), Álvaro d’Ors sitúa el comienzo de este período en torno al 230 con ocasión del asesinato de Alejandro Severo, que conllevó un cambio importantísimo en la historia constitucional de Roma.

En efecto, el insigne romanista español advirtió que en torno al año 230 d. C. confluyen una serie de hitos, algunos de carácter político, otros de significación estrictamente jurídica, los cuales, contemplados todos ellos

conjuntamente, permiten establecer una nueva etapa dentro de la jurispru-dencia romana. En el plano político, el asesinato de Alejandro Severo sumió al Imperio en una profunda crisis po-lítica, desencadenante de una devasta-dora anarquía militar a la que puso fin precisamente el cambio propiciado por Diocleciano con la inauguración del Dominado y una nueva demarcación territorial.

También por estas fechas se hacen patentes las consecuencias de la exten-sión de la ciudadanía a todos los habi-tantes del Imperio, exceptis dediticiis, por efecto de la Constitutio Antoninia-na promulgada por Caracalla en 212 d. C. Ello comportó que el Derecho creado por los juristas romanos, de impronta itálica, tuviese una proyec-

ción sobre todas las comunidades del Imperio, pese a que muchas de sus instituciones eran bien distantes de la idiosincrasia local. Este hecho llega a producir cierta reacción consuetudina-ria de signo contrario, concretada en la conservación de sus propias tradicio-nes locales en el ámbito del derecho privado.

Dicha resistencia, constante duran-te todo el Principado, minimizó los efectos prácticos de la conquista de la ciudadanía romana y se proyectó más bien sobre el cuadro organizativo e institucional de las ciudades romaniza-das. Se alcanzó así una cierta unifor-midad administrativa ya patente a fines del siglo III d. C.

En este periodo ya se advierten con nitidez profundas diferencias entre la parte occidental y oriental del Impe-rio, que permiten anticipar la posterior fragmentación.

En las provincias del Oeste, el fe-nómeno de la romanización se hallaba muy extendido, especialmente entre las élites locales, que en gran medida habían accedido a la ciudadanía roma-na a través del Latium minus (en épo-ca de Domiciano) y del Latium majus (posiblemente en tiempos de Adriano). Este fenómeno es de tal envergadura

LAS LEYES DEL BAJO IMPERIO

El asesinato de Alejandro Severo sumió al Imperio en una anarquía de la que Roma saldría profundamente cambiada. Esta mutación afectó tanto a sus institucio-nes como al Derecho que regía las vidas de millones de personas. La figura del emperador se revistió de un aura mayestática. Las leyes, emanadas de su autoridad, se situaban por encima incluso de las costumbres.

Por la autoridad del emperador

DERECHOROMANO

Page 65: Stilus10

65 invierno·2013

que no puede pensarse que el Edicto de Caracalla mudase en gran medida las cosas.

La epigrafía de la Hispania romana, manifestada con generosidad a través de la lex Irnitana, nos deja testimonio de cómo en lo no contemplado en la lex municipalis había de regir el dere-cho civil.

Primacía sobre la costumbre localPor contra, en las provincias heleniza-das ha podido constatarse la supervi-vencia de formas y tradiciones locales anteriores, lo que conduce a mitigar en gran medida el alcance de la ro-manización efectivamente operada de partida. Sin embargo, más que en su misma eclosión, la fuerza de la Cons-titutio Antoniniana ha de encontrarse en la onda expansiva que de a poco fue propiciando, hasta el punto de que en el siglo IV puede constatarse una general primacía del ordenamiento jurídico de Roma, frente al cual las costumbres locales apenas podían oponer resistencia.

A esta puesta en valor de la Consti-tutio Antoniniana –si se quiere un tan-to retardada en el tiempo– bien pudo contribuir el giro absolutista que trajo consigo el Dominado. A partir de ese momento, más que una vigencia de facto, las tradiciones locales orientales que sobrevivieron lo fueron en la me-dida en que terminaron por reflejarse en la legislación imperial. Se ejecutó de esta forma un recíproco juego de in-flujos que pone de relieve la permeabi-lidad del derecho romano, paradigma de la capacidad de expansión espacial y temporal más allá de la realidad his-tórica de su pueblo.

A partir de Constantino, frente a la orientación eminentemente hostil hacia las particularidades locales de las que son fiel reflejo los rescriptos de época de Diocleciano, se halla presente la idea de que las constituctiones Principis es-tán por encima de la fuerza obligatoria que dimana de las costumbres.

Así se refleja en una Constitución de Constantino del año 319 d. C, que viene a decir que la autoridad de la costumbre y el uso de largo tiempo

no es despreciable, pero no ha de ser válida hasta el punto de que prevalezca, o sobre la razón, o sobre la ley. En contraste, el pensamiento de Salvio Juliano

afirmaba que una lex quedaba derogada al imponerse una cos-

tumbre de signo contrario. En el campo estrictamente jurídi-

co, no podemos olvidar la importan-

cia de la creación de la Academia de Berito, donde se inició un estudio es-colástico del Derecho que suponía una quiebra con el estilo tradicional. En esta institución, se cesó la convivencia con el maestro como método primario para asegurar la transmisión del saber jurídico, de forma eminentemente pri-vada. Ello condujo a oficializar la en-señanza del Derecho y a someterla al control imperial, al propio tiempo que el saber jurídico perdía buena parte del pragmatismo y riqueza casuística, para tomar una orientación más erudita, abstracta, generalizante y sistemática, a cargo de los magistri juris.

En este mismo contexto se sitúa, de forma generalizada, un cambio de for-mato editorial, esto es, el tránsito del volumen al codex, especialmente acen-tuado en los siglos III y IV d. C. Este paso desató un fenómeno de copia de libros del antiguo al nuevo género. A causa de la complejidad de la tarea, puede pensarse que solo se copiaran las obras más en boga en aquel tiem-po, por lo que previsiblemente en esta época pueda situarse la desaparición de las obras escritas por los primeros maestros. Por entonces, eran preferi-das las de juristas más actuales, quie-nes, por la orientación enciclopédica a la que tendían, recogían en no pocas ocasiones el pensamiento de juristas de épocas anteriores.

También es característico de este periodo la generalización del proce-dimiento cognitorio como modo de encauzar las reclamaciones procesa-les. Se ponía así fin a una situación de convivencia entre el procedimiento formulario y el sistema de la cognición oficial. La codificación del edicto pre-torio en 130 d. C. (ver Stilus9) abocó al primero a la decadencia, en benefi-cio de la cognición oficial, que encaja-ba mucho mejor con el monopolio que desplegaba el Príncipe a través de la Cancillería y su aparato funcionarial, sobre todo lo relacionado con la reso-lución de conflictos entre particulares.

La experiencia de convivencia en-tre dos sistemas tan antagónicos dejó bien a las claras las bondades del pro-cedimiento cognitorio en un tiempo y en un estado de cosas en que nada escapaba al control siempre crecien-

El Edicto de Caracalla tuvo mayor impacto en la zona oriental del Imperio, donde subsistían aún tradiciones anteriores a la llegada de Roma

El reinado de Constantino marca un punto de inflexión. A partir de él, las constituciones promulgadas por el emperador adquieren un peso esen-cial en el ordenamiento jurídico.

Foto: Xerones

Page 66: Stilus10

66 hiems·mmdcclxvi·auc

te del Príncipe. No es casualidad que este sesgo burocrático terminara por proyectarse sobre el mismo ejercicio de la función jurisprudencial, con una tendencia intensificada desde el inicio del siglo III d. C., a ocuparse de dis-ciplinas bien alejadas del interés tradi-cional de los juristas clásicos.

Modificando a los clásicosLa labor de estos juristas –muchos de ellos vinculados a la Cancillería imperial del momento u ocupados en el desempeño de funciones do-centes o forenses– aunque está ale-jada de la creatividad manifestada por los jurisconsultos de épocas preceden-tes, es de gran importancia. Su orien-tación recopiladora y enciclopédica les llevó a glosar el saber jurídico anterior y el material normativo emanado de la propia Cancillería desde los comien-zos del Principado.

La romanística moderna afirma que a los autores de este momento se debe una cierta alteración del material clási-co debido a la adición, modificación, supresión o aclaración de su contenido. De este modo, la actividad jurispruden-cial del periodo postclásico, más que generadora de nuevas obras originales, se lanza a la acomodación de las escri-tas en periodos anteriores, reflejando en ellas las orientaciones que va imponien-

do, tanto la legislación imperial, como la práctica judicial y negocial.

Mayor nivel técnico y estilístico, merecedor del atributo de ‘clasicismo jurídico’ por su permanente imitación de lo clásico, muestra el cultivo juris-prudencial en Oriente. Allí proliferan academias, entre las que destacan, por encima de todas, las de Bérito y Cons-tantinopla. En este clima, es proba-ble que se gestaran materiales objeto de aprovechamiento por parte de los

comisionados de Justiniano con vistas a la elaboración del Corpus

Juris, que reflejan la metodología cultural helenística de muchos de los

maestros del momento, con una fran-ca tendencia hacia la abstracción y la formulación de principios y teorías en contraste con la concisión del lenguaje propia de los clásicos.

Más decadente resultaba la actividad jurisprudencial en la parte occidental del Imperio, donde abundaron los re-súmenes y antologías de jurisprudencia (como las Pauli Sententiae y los Tituli ex corpore Ulpiani), a veces combi-nados en torno a temas de fondo con constituciones imperiales, como sucede en los Fragmenta Vaticana, en la Co-llatio o en la más tardía Consultatio. En todas estas obras pueden reconocerse distintas alteraciones, bien sea para re-ducir obras clásicas de mayor extensión y nivel de detalle, como correspondía al método casuístico cultivado por los juristas del primer siglo del Principado, bien sea para hacer más inteligible su contenido en un ambiente de creciente

Las figuras más importantes del momentoLa presencia de juristas en el consi-lium Principis, constatable en tiem-pos de Adriano, se hace más signifi-cativa con Alejandro Severo a modo de cierre del periodo clásico de la jurisprudencia, lo que demuestra la plena subsunción de la función ju-risprudencial dentro de la maquina-ria burocrática imperial. Ejemplo de ello es Domicio Ulpiano, quien asu-mió bajo el último de los Severos el cargo de magister libellorum, el de praefectus annonae y el de praefec-tus praetorio, lo que marcaría tam-bién una vertiente literaria dedicada a los officia de los magistrados im-periales, género que respondía a la

finalidad de predeterminar el modo en el cual debían desenvolverse los agentes de la burocracia imperial y de proteger a los súbditos frente a la arbitrariedad en el ejercicio de las funciones administrativas que os-tentaban.

A caballo entre el periodo clási-co y postclásico situamos a Heren-nio Modestino, discípulo de Ulpiano y preceptor del hijo del emperador Maximiano, corregente para Occi-dente en el tiempo de la instaura-ción del Dominado. Modestino fue autor de la primera obra de la juris-prudencia romana escrita en griego.

A partir de entonces, la jurispru-

dencia decae en importancia frente a la del período anterior, con lo que apenas podemos mencionar juris-tas autores de muy escasa perso-nalidad, como Hermogeniano, quizá autor del Codex Hermogenianus, tenido por una recopilación privada de rescriptos imperiales correspon-dientes al bienio final de Dioclecia-no. Otra figura del momento es Au-relio Arcadio Carisio, autor de obras dedicadas a las funciones propias del prefecto del pretorio (De officio praefecti praetorio), a los testigos (De testibus) y a los gravámenes que pesaban sobre los ciudadanos (De muneribus civilibus).

Revisiones bajoimperiales introduje-ron modificaciones a las obras de los

autores clásicos. En la imagen, escriba procedente de Magdalensberg

(Austria).

Foto: Johann Jaritz.

Page 67: Stilus10

67 invierno·2013

depauperación técnica, bien sea, inclu-so, para actualizar su contenido en la medida en que el pensamiento reflejado en las obras jurídicas intervenidas pu-diera no estar ya en boga.

Muchas leyes en circulaciónEn todo caso, son las constituciones imperiales las que se erigen en fuen-te viva del derecho durante el periodo postclásico, evidenciando el control monopolístico que el emperador se reserva en todos los órdenes, también en lo que respecta a la producción nor-mativa. Desde Constantino, se impone la lex generalis como manifestación concreta de este monopolio imperial, entendida como una disposición de carácter general y abstracta, dirigida a toda o a amplios segmentos de la población del Imperio. Tanto es así, que llega a prohibir que los rescrip-tos imperiales y las epistulae –que en época clásica tardía eran propiamente la respuesta jurídica del Príncipe a las consultas jurídicas de particulares y de funcionarios– puedan tener alcance general, cuando su contenido se halle en contradicción con la legislación ge-neral imperante. Esta disposición cegó el papel de fuente viva del derecho que antaño había caracterizado a los rescriptos imperiales, de los que nos son conocidas dos ediciones de carác-ter privado: los Códigos Gregoriano y Hermogeniano.

En todo caso, estas constituciones imperiales, que responden al término genérico de leges, tienen su funda-mento, no ya en el poder que el pueblo romano confería a sus magistrados en sus reuniones asamblearias, sino en la propia posición imperante que asume el emperador. En la práctica, se situa-ba por encima de las propias leyes que él mismo había promulgado de forma ampulosa y mayestática, en congruen-cia con el carácter providencial que como dominus ostentaba.

El elevado número de obras juris-prudenciales en circulación y, sobre todo, la imposibilidad de determinar en la práctica de los tribunales su autenti-cidad condujo a la promulgación de la Ley de Citas, que es una Constitución de Valentiniano III del 426 d. C. Esta obra dispuso que únicamente las obras

de cinco juristas (Papiniano, Paulo, Ul-piano, Modestino y Gayo) podían ser empleadas en la práctica de los tribuna-les. En caso de disparidad de opiniones, atribuía prevalencia a la mayoría o, en caso de persistir el empate, al parecer de Papiniano, por ser tenido como el juris-ta de mayor auctoritas.

Esta disposición, junto con las leyes generales promulgadas desde Constantino, fueron recopiladas en lo que constituiría el último acto legisla-tivo común a los Imperios de Oriente y Occidente: el Codex Theodosianus. Dicho código entró en vigor en Orien-te el 1 de enero del 439 d. C., si bien, a solicitud de Valentiniano III fue sometido a la aprobación del Sena-do de Roma. El Código Teodosiano constituye, en todo caso, el segundo código oficial que Roma conoció en su historia, prácticamente un milenio después del primero, la Ley de las XII Tablas. ◙

• AA. VV. (1989): Lineamenti di storia del diritto romano. Milán.

• D’ORS Á. y D’ORS X. (2004): Derecho privado romano. Pam-plona.

• GUZMÁN BRITO, A. (1996): Derecho privado romano. San-tiago de Chile.

• MATTIANGELI, D. (2010): Romanitas, latinitas, peregrini-tas. Uno studio essenziale sui principi del diritto di cittadinanza romano. Ciudad del Vaticano.

• VALIÑO, E. (1991): Institucio-nes de Derecho privado romano. Valencia.

PARA SABER MÁS:

Page 68: Stilus10

68 hiems·mmdcclxvi·auc

Por Javier del Hoyo.

Los amores, el amor y el mal de amores. Dos temas han movido siempre a la humanidad: el amor y la muerte. Dos fuentes permanentes de inspiración en la literatura y las artes plásticas. Desde que el hombre toma conciencia de sí mismo, comienza a hablar de ello. Griegos y latinos lo elevaron a una categoría superior y establecieron a una diosa para pre-sidir el amor, el cortejo, la sutil se-ducción, las relaciones sexuales… Afrodita para los griegos, asimilada con Venus (Venus, -eris) por los ro-manos, nos ha legado un verdadero saco de palabras, que son algo más que meros términos, son conceptos que nos señalan una forma de enten-der este tema. ¿Quién no ha sufrido alguna vez por culpa del amor? En una inscripción de Pompeya puede leerse: «Quiero romperle a Venus las costillas y destrozar la espalda de esta diosa a garrotazos. Si ella puede golpear mi delicado pecho, ¿por qué no voy a poder romperle la cabeza con un palo?».

Pero quizás haya que comenzar por donde empezamos todos los mortales, por el nacimiento, que en el caso de la diosa no fue nada ru-tinario. Porque, puestos a imagi-nar, seguramente a ninguno de nosotros se nos hubiera ocu-rrido nacer de la espuma del mar. Y menos si esta espuma se ha formado con el semen de un dios caído al océano. Gea (la Tierra) estaba ya un poco harta de que Urano (el Cielo) bajara todas las noches a cubrirla, y encargó a su hijo menor Saturno que le segara los

genitales cuando bajara esa noche a yacer con ella. Del semen divino caído al mar se formó una espuma (afrós en griego) de la que nació Afrodita, aunque se suele decir que nace de una concha, como vemos en el cuadro de Sandro Botticelli, y ahí tenemos ya nuestra primera pa-labra, venera. Como esta se usaba por los peregrinos en el Camino de Santiago, en Galicia surgió la viei-ra, y naturalmente tenemos ‘concha’ en el lenguaje coloquial de algunos países de habla hispana para señalar los órganos genitales femeninos, que no anda muy lejos del monte de Venus o pubis de la mujer. Con una concha se cubre precisamente los ge-nitales alguna de las Venus del arte, como la del Museo del Prado.

A esta diosa del amor se le daba verdadero culto para alcanzar los favores de la amada. Ello dio lugar a venerar, verbo que en nuestros días es equívoco respecto a su eti-mología, porque imagínense a unas ancianitas venerando con su velo en la cabeza a la Virgen del Carmen; no sé si equívoco, pero sí dis tante d e

su primer sentido. Claro, que las personas ancia-nas son dignas de respeto y vene-ración, por eso son llamadas venerables . Incluso des-de la Edad Media se conoce con el nombre de venera-bles a los sacerdotes ancianos, y en la Iglesia católica se llama así también a quienes en su día se les incoó el proce-so de beatificación, pero ha quedado interrumpido o se ha malogrado por falta de pruebas.

Diosa del amor tan bella que se-guimos diciendo de

Venenos para el amor

ETIMOLOGÍAS

Page 69: Stilus10

69 invierno·2013

una mujer despampanante que nos parece una venus, como hace dos mil años («Muchacho, si sintieras las

llamas del amor, no tardarías tan-to en ver a tu venus» leemos en un grafito de Pompeya) o

que es venusta o venusina, y surge por parte de algunos

hombres la venusto-fobia, temor al encuen-

tro o relación con una mujer muy bella. Venus es tam-bién sinónimo

de coito. De Pompeya tenemos

una breve inscripción en verso que nos ad-vierte: «Balnea, vina, Venus, corrumpunt cor-pora nostra, / sed vitam faciunt, balnea, vina,

Venus». Que podría traducirse como «baños,

vinos y amores corrom-pen nuestros cuer-pos; pero nos dan la vida, baños, vinos y amores». Puede ha-

ber problemas con una sexualidad muy activa y

promiscua, y contraer, por ello, enfermedades vené-

reas; o lo contrario, no poder tener relaciones normales, bien

por anafrodisia (falta de apetito sexual), por enfermedad o por im-potencia senil, y tomar entonces un veneno, es decir, una póci-ma para poder desarrollar el acto

sexual. El rey Fernando el Católi-co, al morir la reina Isabel, se casó

con Germana de Foix, que te-nía 18 años. No iban las

cosas bien, no había nuevo embarazo,

vaya, condición necesaria en este caso para que el rey aragonés tuvie-ra los derechos dinásticos sobre el reino de Nápoles. De modo que una criada de Germana le proporcionó un afrodisíaco, preparado con tes-tículos de toro como principal ingre-diente, que lo llevó a la tumba. Es decir, que aquel ‘filtro’ (procedente del verbo griego filéo, amar, es exac-tamente lo mismo) resultó para él un auténtico veneno.

Se dice además que Venus llevaba un cinturón –cestus en latín– que au-mentaba su atractivo y la hacía irre-sistible. Por eso, cuando una mujer tiene mucho éxito en este terreno se dice que parece llevar el cinturón de Afrodita. Y ahora un guiño a los biólogos, porque existen unas lombrices de mar de unos treinta centímetros y forma parecida a un cinturón, a las que se llama cinturón de Venus o cesto. También llaman ombligo de Venus (Umbilicus rupestris) a una planta de hojas car-nosas y flores amarillas en pequeñas

espigas colgantes.La importancia de los astros. En

la antigüedad solo se veían a simple vista cinco planetas que, junto con el Sol y la Luna, completaban el núme-ro siete, que indica plenitud. A uno de esos planetas se lo denominó Ve-nus por la belleza de su resplandor, y como cada día de la semana esta-ba bajo la influencia de un planeta, hubo un dies veneris que dio nuestro viernes. Cada uno de estos plane-tas se asoció con uno de los metales primarios, correspondiendo el cobre con Venus, por lo que en alquimia venus es sinónimo de cobre.

Tras leernos, cruzamos los dedos para que nadie tenga que acudir al venereólogo, y que alcance ve-nia, favor y gracia de los dioses. Cuando el abogado pide permiso al juez para hablar, inclina la cabeza mientras dice: “Con la venia”, por lo que venia ha pasado, asimismo, al lenguaje con el sentido de leve incli-nación de cabeza, y venial aquello que puede perdonarse. ◙

El rastro de Venus llega a los reinos vegetal y ani-mal. Arriba, un ejemplar de ombligo de Venus, que crece sobre rocas y árbo-les de Europa. A la izquierda, grabado de la lombriz marina conocida como cinturón de Venus, que puede medir más de un metro de longitud.

Page 70: Stilus10

70 hiems·mmdcclxvi·auc

Guerras de la Edad Oscura

LUDOTECA

Por Alfonso Núñez Dopazo.

Si en ocasiones anteriores hablamos de juegos de carácter táctico, esta vez vamos a analizar un producto de estrategia pura y dura en el que la economía, la diplomacia e incluso la religión son factores decisivos para alzarse con la victoria.

“Grandes Invasiones” es un juego que se publicó en 2006. En España la encargada de distribuirlo fue la ya desaparecida Nobilis, aunque en el resto del mundo vio la luz gracias a Strategy First y a Matrix Games. Actualmente se puede comprar en la página web de Ageod, que es la edi-tora de juegos fundada por Phillippe Thibault, en Matrix Games o en Ga-mesgate. En ambas encontraréis la versión 1.07c, que es la más estable. Recordad haceros con esta versión, ya que garantiza una experiencia de juego libre de problemas.

El juego nos pone en la piel de un caudillo de la Edad Oscura. Es de-cir, en el periodo comprendido entre el año 350 d. C. y el 1066. Tenemos muchos escenarios de juego en este gran marco temporal: la presión de los bárbaros sobre el Imperio romano, la lucha de Constantino por el poder, la invasión de Britania por los bárbaros, las invasiones musulmanas... Gracias a todos estos retos podemos revivir e incluso jugar a cambiar la Historia,

tratando de que las huestes visigodas repelan a los musulmanes en la batalla de Guadalete, o que el Imperio roma-no se perpetúe por mucho más tiempo.

Si los conflictos concretos se que-dan cortos para nuestra belicosidad, podemos optar incluso por la Gran Campaña, que abarca los 700 años y que puede dejarnos sin vida social durante un tiempo.

El juego permite a cuatro jugadores luchar por la victoria, ya sean huma-nos compitiendo a través de Internet o un jugador humano en lid contra tres rivales controlados por la inteligencia artificial. Cada jugador controla varias naciones que pertenecen a un árbol común. Una posibilidad, por ejemplo, consiste en dirigir el Imperio romano de Oriente, el Reino de Soissons y el Reino de París, entre otros. En esta modalidad, siguiendo con el ejemplo, el objetivo del jugador es sobrevivir tanto como pueda, ya que en este reto el tiempo de supervivencia es lo que reporta puntos de victoria que, en últi-ma instancia, es lo que decide el gana-dor de la partida.

Las naciones tienen tres estados po-sibles (bárbaro, reino e imperio) que conllevan sus ventajas e inconvenien-tes. Por ejemplo, los bárbaros reciben levas gratuitas que no cuestan oro ni mantenimiento. En cambio, los rei-nos e imperios tienen que invertir oro, recursos humanos y construir puntos logísticos que ayuden a su manteni-miento. El paso de un estado a otro ocurre según parámetros tales como la cantidad de provincias que se po-seen o su infraestructura.

Cada factor es importante. El caso de la religión, como sucede en la Historia, es un asunto vital. Y no solo porque existan obispos con ex-celentes habilidades marciales, sino

porque la dimensión espiritual de nuestros dominios dará estabilidad a nuestra causa, independientemente de que dirijamos una horda, un reino o un imperio. Además, cabe mencionar que la religión es fundamental para evitar un concepto que ha recibido el nombre de envejecimiento. Y es que cada 25 años se acumula 1 punto de vejez. Al llegar a 12 puntos, pende sobre nosotros un nuevo riesgo: ten-dremos que pasar un chequeo que puede desembocar en escisiones o la desaparición de nuestra nación, si no está bien gobernada.

Aunque “Grandes Invasiones” no será recordado como la joya de la co-rona de Ageod, es un buen entreteni-miento para los amantes de la Histo-ria. Diplomacia, belicismo, multitud de líderes históricos que encarnar, 80 naciones jugables, 25 etnias distintas y gran cantidad de ardides que utili-zar a lo largo de 700 años de juego. ¿Quién da más? ◙

GRANDES INVASIONES

Sistema: XP/Vista/Win7.Procesador: Pentium III o supe-rior.Memoria: 512 MB de RAM.Disco duro: 800 MB de memoria disponibles.

Page 71: Stilus10

71 invierno·2013

LUDOTECA

Por R. Pastrana.

La competencia es el motor de la evolución natural. Funciona en el mundo salvaje, pero también en las más atildadas sociedades humanas. Abel lo descubrió con una mandíbu-la batiente. También disponemos de numerosos testimonios históricos de esta pulsión irracional. Los pompe-yanos y nucerinos sentían este afán por compararse con sus vecinos y se esforzaban por batirles en cualquier disciplina. Y esos piques siguen existiendo hoy, ya sea en los parti-dos de Real Madrid-Barça o en los comentarios aviesos que se dedican coruñeses y compostelanos.

Esta pasión competitiva es la que anima “7 wonders”, un juego de mesa en el que nos pondremos al frente de una de las ciudades que albergaron al-guna de las maravillas de la Antigüe-dad. Como responsables de la urbe tendremos que desarrollarla a través de tres eras. En nuestra mano está el equiparlas con dotaciones comercia-les, militares, científicas y civiles o suntuarias. Cada una de las edifica-ciones nos dará diferentes puntuacio-nes que, sumadas al final de la par-tida, decidirán quién es el vencedor.

Como sucede en la realidad, ni los recursos a nuestro alcance ni el tiempo disponible serán suficientes para desarrollar todas las facetas. Al

elegir una estrategia de crecimiento, nos veremos obligados a maximizar sus beneficios y contrarrestar sus desventajas. Así, si nuestra ciudad opta por ser un foco de ciencia y co-nocimiento probablemente debere-mos resignarnos a tener un ejército con una eficacia cuanto menos dis-cutible. Pero no hay que preocupar-se. Si logramos alcanzar un esplen-dor cultural notable, al final de la partida quizá la puntuación que nos reporte sea mayor que la conseguida por nuestro belicoso vecino con sus victorias bélicas.

Una de las singularidades de “7 wonders” es la mecánica de juego. Las diversas posibilidades de de-sarrollo de una urbe se extraen de un mazo de cartas que va pasando de mano en mano. Este mecanismo evita que el juego se convierta en un solitario, en el que cada jugador se concentra únicamente en seguir su plan desarrollado desde un principio. Porque, si advertimos que nuestro vecino apuesta por embellecer sus predios para conseguir puntos, ¿no resulta tentador retirar del mazo, an-tes de pasarle las cartas, una bonita estatua para que no pueda erigirla?

Podremos descartarnos directa-mente o, mejor aún, retirar cartas de circulación a cambio de avanzar en la construcción de nuestra maravilla. Esta opción nos aportará un benefi-cio doble. Por un lado, entorpecemos la estrategia de nuestros vecinos y, por otra parte, ensalzamos nuestra propia urbe.

“7 wonders” es un juego ágil (las partidas están en torno a la media hora de duración) y con unas posibi-lidades sorprendentes. Por debajo de su aparente simplicidad, el gran aba-nico de posibilidades para desarro-

llar una estrategia permite que cada partida sea totalmente diferente.

En el plano histórico, como ocu-rre en otras producciones lúdicas analizadas en números anteriores, el argumento no tiene mucha base. Las diferentes culturas que compiten entre sí no tienen rasgos definitorios, aunque avanzar en la construcción de la maravilla brinda a cada conten-diente beneficios exclusivos. Así, la única ventaja inicial de la que dis-pone un jugador es la producción de una determinada materia prima, que falicitará la construcción de ciertos edificios.

Pese a la muy tenue referencia his-tórica, “7 wonders” es una opción atractiva y accesible, incluso para los no muy “jugones”. Los amantes de la Historia podrán aderezar las lides del juego con un esfuerzo de imagi-nación para ver alzarse el Mausoleo de Halicarnaso o el Zeus Olímpico. No es mal acompañamiento al vie-jo y enfermizo gusto de compararse con el vecino y sentirse superior a él. ¿Quizá esa sea la octava maravilla del mundo? ◙

7 WONDERS

Edita: Repos Production.Distribuye: Asmodee.Jugadores: de 2 a 7.Edad recomendada: a partir de 10 años.Tiempo de juego: 30 minutos.

Rivalidad entre vecinos

Page 72: Stilus10

72 quintilis·mmdcclx·avcseccion

BREVIARIUM

punto de lectura

IDEAS DE MUJERRosario López Grigoris y Luis Unceta GómezUniversidad de Alicante, 2012

Esta obra re-coge varias p e r s p e c t i -vas sobre el papel de la mujer en la Antigüedad grecolatina. En lugar de abordar las biografías de c o n o c i d o s personajes históricos, los autores han preferido indagar en la intrahis-toria cotidiana de las mujeres en los orígenes de la civilización occiden-tal. Desde este punto de vista, se tratan diversos aspectos que deter-minaban la vida de estas Pandoras de la cultura griega y romana: el embarazo y la muerte, el amor y el matrimonio, el trabajo y el poder político, el pensamiento mágico y las creencias religiosas. ◙

LAS CECAS IBÉRICAS MERIDIONALES DE LA HISPANIA ULTERIOR Y SU CIRCULACIÓN MONETARIAIldefonso David Ruiz LópezBritish Archaeological Reports International Series, 2012

Trabajo que estudia de la forma más exhaustiva y completa posible la circulación monetaria de las ce-cas ibéricas de la provincia Hispania Ulterior, a partir de los hallazgos numismáticos recopilados por nume-rosos investigadores. El libro, además, pretende esta-blecer diferentes tendencias de comportamiento de la moneda en circulación, e intenta aportar soluciones a través de la numismática a algunos problemas histó-ricos vigentes. ◙

escenas romanasPor Óscar Madrid

SIGLO I a. C. SIGLO II SIGLO IV SIGLO XXI

ROMANOS: MÁS DE 2000 AÑOS ACOSANDO GUIRIS

¡Foto! ¡Foto!¡No problem!

10 euros, bella.

DEVOTIO. LOS ENEMIGOS DE CÉSARGabriel CastellóB de Books, 2012

Novela que desarrolla dos historias en paralelo: la de Eutiquio de Osca en tiempos de Diocleciano y las terribles persecuciones a los cristianos, y la de Lucio Antonio durante la Guerra Civil. Sendos episodios turbulentos de Hispa-nia romana durante la República y el Imperio. ◙

CIUDADES DE LA BÉTICAJuan Eslava GalánFundación José Manuel Lara, 2012

Dos amigos aficionados a la arqueolo-gía y a la vida, Bonoso y su huésped, el escocés Angus, se proponen visitar las antiguas ciudades de la Bética. En animada conversación, recorren dis-tintos enclaves romanos y prerroma-nos en busca de la historia y del arte de la Antigüedad. ◙

Page 73: Stilus10

73 seccionjulio·2007

ENTREVISTAS breves

—Su lanzamiento más reciente es “Devotio”, la segunda novela que am-bienta en época romana. Esta vez, parte de la ac-ción transcurre durante la República; otra, en tiempos de Diocleciano, cuando el declive del Im-perio es más que eviden-te. ¿Por qué eligió este periodo?

—Porque soy crepus-cular. Me gustan más las historias ambientadas en tiempos turbulentos. Por eso opté por escribir ahora

sobre la gran persecución de los cristianos. Pero, ojo, Diocleciano es un “brote verde” surgido de la cri-sis de finales del siglo III. Fue uno de los mejores estadistas que tuvo el Bajo Imperio. Bajo mi prisma, él fue el primer emperador al estilo de soberano todo-poderoso e incuestionable que perduraría más de mil años en Bizancio.

—¿Qué diferencias ha encontrado al aproxi-marse a los periodos de la República y el Bajo Imperio?

—Muchas. Me encanta mostrar un mundo que pa-rece idéntico para el lector poco versado en la antigua Roma pero que, en reali-dad, es muy diferente. El ímpetu y la ambición de los hombres que crearon y mataron la República con-trastan con la resignación y apocamiento de quienes trataron de sostener un Im-perio a la defensiva que se estaba resquebrajando él solo, más por problemas internos que externos. Mostrar esas diferencias de idiosincrasia en boca de mis personajes me parece

un ejercicio muy gratifi-cante.

—¿Temió entrar en polémica al tocar un tema como el cristianis-mo primitvo?

—No soy tan maniqueo para establecer de partida quién es el bueno o el malo según nuestros criterios ac-tuales. Por sus actos, cada lector catalogará a cada personaje. En “Devotio” trato la figura de Eutiquio como lo que fue, un joven íntegro y vehemente en la defensa de sus creencias, que se topó con un go-bernador igual de íntegro y vehemente que él en la aplicación de los edictos de un Imperio que parecía sa-lir de la deriva tras años de crisis y descomposición.

GabrielCastelló

—Usted es el promotor de Trebuchet Park, un parque temático loca-lizado en Albarracín (Teruel) y dedicado a los ingenios de artillería de la Antigüedad y la Edad Media. ¿Qué le llevó a afrontar este proyecto?

—Dedibo a mi tesis doctoral me interesaba ver el funcionamiento de las piezas de artillería y com-probar si se comportaban como decían los textos o,

por el contrario, había en ello cierto toque de pro-paganda. Gracias a esta iniciativa comprobé que los textos clásicos son bas-tante fieles a la realidad. Además, ver las máquinas en funcionamiento brinda información adicional de contexto, sobre los asedios en los que se utilizaron.

—¿Cuándo empie-zan a usarse ingenios

para asaltar fortifica-ciones?

—Las primeras torres de asedio y arietes se do-cumentan en el mundo neoasirio, de donde pasa-ron a Persia y a Fenicia. Las máquinas de asedio se extendieron a Carta-go, que las utilizó en las guerras contra las ciu-dades griegas de Sicilia. Ese contacto debió de ser decisivo en la llegada de las máquinas de torsión a Grecia y a la corte mace-donia de Filipo, que hasta entonces habían utiliza-do máquinas de tensión. Con Alejandro Magno, la tecnología se dispersa y llega incluso a La India. Bajo el reinado de los Diadocos, en especial con

Demetrios Poliorcetes, a todo el orbe.

—¿Cuándo se intro-duce la artillería en la Península Ibérica?

—La primera artillería documentada se usa en el asedio de Sagunto por parte de Aníbal, a finales del siglo III a. C. En todo el ámbito mediterráneo, en el que se movieron griegos y romanos, exis-ten tan sólo una veintena de restos. En España te-nemos la suerte de contar con restos de cuatro es-corpiones. Tres están en la pronvincia de Teruel. El más completo es el de Caminreal.

RubénSanzHISTORIADOR Y DIRECTOR DE TREBUCHET PARK

NOVELISTA

Entrevistas íntegras en

http://blogtabula.blogspot.com.es/

Page 74: Stilus10

74 quintilis·mmdcclx·avcseccion

Las legumbres han tenido una gran importancia a lo largo de la Histo-ria. Junto con los cereales, han sido desde el Neolítico la principal fuente de alimentación para la Humanidad. Con el progreso de las técnicas agrí-colas aumentó su producción, y se descubrió que las tierras que habían dado una producción de legumbres eran muy provechosas para la cose-cha de cereales, por lo que se alter-naban ambas cosechas.

Al igual que los cereales, las le-gumbres eran fáciles de almacenar, por lo que estaban a su disposición en cualquier momento de año. Nor-

malmente se conservaban secas, pero también en vinagre, salmuera, aceite, miel, defritum (mosto reduci-do tras ebullición) y vino.

Conocían su alto valor proteíni-co, en calcio, en hierro, en fibra y en hidratos de carbono. Pero por su precio reducido fueron consideradas un alimento de baja categoría social.

Con respecto a su consumo, se tomaban de muchas maneras: en puré, hervidas, en gachas, en po-taje, en sopa, aliñadas con sal, en harina para pan, cocidas, y adere-zadas con vinagre, con garum, co-cidas con verduras o con especias

como el cilantro, el comino o la pi-mienta, e incluso, las tomaban tos-tadas como aperitivo o postre. Si la vaina estaba muy tierna, se tomaba también con ella.

Para cocinarlas se recomendaba espumarlas, y así eliminar las im-purezas.

Las legumbres eran consideradas alimentos vinculados a la muerte, por lo que se servían en los banque-tes fúnebres y como ofrenda a los dioses. Un rito purificador tras el fu-neral era la comida llamada silicer-nium en la que, tras el sacrificio de una cerda a Ceres (porca praesen-tanea), se servían huevos, apio, le-gumbres (habas, lentejas, principal-mente), sal y aves de corral.

Por Charo Marco.

Tras dejar a remojo desde la noche anterior los garbanzos, las lentejas, los guisantes y la cebada, poner todo a hervir en agua y sal hasta que esté bien cocido.

Hervir aparte un repollo troceado con agua y sal. Picar bien el puerro, eneldo, hinojo, acelgas,

malvas (si tenéis), orégano, cilantro, apio y perejil (en lugar del ligústico). Sofreír todo en una olla de barro con un poco de aceite.

Añadir el sofrito a las legumbres y a la cebada junto con un poco de garum o en su lugar dos file-tes de anchoa triturados en su propio aceite.

Servir la sopa decorada con el repollo.

Sabores de la Antigüedad

Legumbres: nutritivas y baratas

Tisanam barricam

http://derecoquinaria-sagunt.blogspot.com/

Infundis cicer, lenticulam,

pisa. Defricas tisanam et cum

leguminibus elixas. Ubi bene

bullierit, olei satis mittis et

super viridia concidis porrum,

coriandrum, anethum, fenicu-

lum, betam, malvam, colicu-

lum molle, et viridia minuta

concisa in caccabum mittis.

Coliculos elixas et teres feni-

culi semen satis, origanum,

silfi, ligusticum. Postquam

triveris, liquamine temperabis,

et super legumina refundis,

agites. Coliculorum minutas

super concidis.

Aliñar garbanzos, lentejas y

guisantes. Limpiar la cebada y

cocerla junto con las legum-

bres. Cuando haya hervido del

todo, añadir aceite en cantidad

suficiente, y cortar puerro,

coriandro, eneldo, hinojo,

acelga, malva y col tierna. To-

das estas hierbas se echarán,

bien picadas, en la cacerola.

Cocer en agua coles peque-

ñas y picar bastante cantidad

de hinojo en grano, orégano,

laserpicio y ligústico. A conti-

nuación, macerarlo con garum

y derramarlo por encima de

las legumbres, removiéndolo.

Las coles se cortarán en trozos

y se echarán sobre ellas.

TISANAM VEL SUCUM

(Apicio, De re coquinaria, IV, 4, 2)

- 200 gr de garbanzos.- 200 gr de guisantes.- 200 gr de lentejas.- 100 gr de cebada.- Medio repollo.- 1 puerro.

- 1 manojo de acelgas.- Unas hojas de malva (si se pueden conseguir).- Sal.- Agua.

- Aceite de oliva.- Especias: eneldo, hinojo, orégano, ci-lantro, apio y perejil.- Dos filetes de an-choa en aceite.

Ingredientes (6 personas)

BREVIARIUM

Page 75: Stilus10

75 invierno·2013

BREVIARIUM

Por Enrique Santamaría

Flavio Josefo, famoso historiador, era un judío de casta sacerdotal, la nobleza en esa comunidad, que vivió en el si-glo I. Fue aquella una época convulsa en Judea, llena de tensiones políticas y religiosas, en la que nuestro hombre destacó por su inteligencia, flexibili-dad ideológica e innato instinto de su-pervivencia.

Por su linaje y posición pertenecía a los saduceos, la rama moderada del ju-daísmo. Durante algún tiempo coque-teó con los esenios, su corriente más espiritual y apocalíptica, pero acabó decantándose por los fariseos, grupo integrista cuyos recursos violentos le permitieron extenderse y controlar la sociedad israelí. Los zelotes eran, por decirlo así, su rama militar.

La buena posición y múltiples con-tactos de Josefo le facilitaron ser de-signado para acudir a Roma en misión diplomática. Aprovechó su estancia en la Urbe para acercarse a la corte impe-rial, donde estableció toda una serie de nuevas relaciones que habrían de serle muy útiles más adelante. La libertad de costumbres y el interés por disfrutar de los placeres de este mundo que allí descubrió, tan diferentes a la rigidez y el mesianismo reinantes en su patria, le entusiasmaron, y se convirtió en un completo admirador de la forma de

vida romana. De la forma de vida de la clase alta romana, para ser exactos.

Eso no impidió que, tras regresar a Israel, se uniera a la triunfante Gran Revuelta Judía y alcanzara el mando militar y el gobierno de toda Galilea.

Muy hábil político, logró mantener su posición en medio del torbellino de luchas intestinas y conspiraciones en las que rápidamente degeneró el movi-miento. Por el contrario, su actuación militar ante las legiones fue, siendo benevolentes, bastante discreta. Tras rendirse a los romanos realizó a su lado el resto de la campaña, y recogió lo sucedido en su obra “La Guerra de los Judíos”, principal fuente histórica del conflicto y un claro intento de jus-tificación personal.

El cambio de bando fue el resultado de una pirueta realmente espectacular.

Cercado por los romanos junto con cua-renta de sus soldados, estos votaron por unanimidad suicidarse antes de caer en manos del enemigo. Fueron matándose uno a otro hasta que solo quedaron dos: el general Josefo y un soldado. Nuestro hombre convenció al otro supervivien-te de que igual era mejor dejar un poco el tema de matarse, e ir a probar suerte con los romanos. Que ya se sabe que hablando se entiende la gente.

El historiador atribuyó todo lo su-cedido a la providencia divina, que le protegió durante la masacre, pero des-de el mismo instante en que se produ-jeron los hechos, muchos insistieron en adjudicarle a él todo el mérito de su extraordinaria fortuna, hasta el pun-to que la anécdota ha dado lugar a un conocido juego, o problema, de mate-mática recreativa. El enunciado es así:

Eres Flavio Josefo y estás encerra-do en una cueva junto a un número x de fanáticos dispuestos a morir antes que rendirse. A ti la idea no te conven-ce demasiado y piensas, más bien, en la manera de pasarte al enemigo. Pero si sugieres tal cosa delante de semejan-te banda de asesinos suicidas, te va a hacer picadillo.

Afortunadamente, el líder puede decidir la forma en que se realizará la matanza. ¿Cómo hacerlo para asegu-rarte de que, al final, solo quede vivo uno, tú? Ese, amigo Flavio, es tu pro-blema.

El problema de Flavio Josefo

EN CONSTRUCCIÓN

escriba a

[email protected] Seguro que puede echarnos una mano para hacer una revista mejor. Colabore en su realización.

¿Le gusta la Historia? ¿Disfruta escribiendo?

¿Se le da bien el dibujo?

La solución, en la página 77

Page 76: Stilus10

76 hiems·mmdcclxvi·auc ¿Por Alejandro Carneiro.

Clístenes de Sición fue un ti-rano que gobernó su ciudad natal entre el año 600 y el 570

a. C. Al hablar de “tirano” nos referi-mos a la personas que, en la antigua Grecia, tomaba el poder absoluto en una ciudad (polis) con el apoyo popu-lar. Normalmente gozaban del apoyo de los grupos sociales más desfavo-recidos para gobernar y hacer de las suyas como niños.

La ciudad de Sición era una pe-queña polis a menos de 20 kilómetros de Corinto y a 2 de la costa del otrora famoso golfo de Lepanto, ya dentro del Peloponeso. Aunque pequeña, te-nía fama de ser una de las polis más antiguas de Grecia. Se decía que allí mismo había bajado el titán Prometeo con el fuego de los dioses. Además, uno de sus reyes había dado nombre al mar Egeo, como quien no quiere la cosa. Y, no hacía mucho, había sido también la cuna de la Tragedia. Un currículum interesante.

En ningún momento de su historia se cita a la vecina, poderosa y famo-sa Corinto. Para los sicionitas no era más que una simple ciudad de adve-nedizos con suerte. Pero a la polis que no podían dejar de mencionar era a Argos, otra famosa ciudad a unos 30 kilómetros al sur. La aristocracia de Sición provenía de allí, eran dorios de pura cepa, mientras la mayoría de la población sicionita era aquea de cepa pura y se sentía dominada por esa éli-te “extranjera”. Hacía falta un héroe que cambiase el orden de las cepas.

Y entonces aparece el soldado Or-tágoras, hijo de Andreas el Cocinero, que dio un golpe de Estado. Exilió a Argos o ejecutó a unos cuantos aristó-

cratas filoargivos y, voilà, ya tenemos al primer tirano de la polis. Era el 650 a. C., mes arriba, mes abajo.

Ortágoras creará una dinastía ti-ránica que vivió su gran momento familiar con Clístenes, su nieto. Este, tras una abrupta subida al trono, se encontró con que hacer felices a los sicionitas no era fácil. Heródoto, que parece tener simpatía por este perso-naje, nos cuenta lo que hizo en sus libros V y VI.

Primero se propuso darles una vic-toria con eco en toda la Hélade. Así que Clístenes organizó la Primera Guerra Sagrada. Llamada así porque se hizo para defender el Oráculo de Delfos y a su dios Apolo. Resulta que, enfrente de Sición, al otro lado del golfo, la ciudad de Cirra abusaba de los peregrinos por mar que iban a Delfos.

La flota sicionita bloqueó el puerto de Cirra mientras atenienses y otros pueblos, cuyos peregrinos habían su-frido las exacciones de los cirrios, ata-caban la ciudad por tierra. Los tunan-tes cirrios resultaron ser unos impíos muy duros, y se tardó cinco años en to-mar su ciudad y exterminarlos de raíz, como ordenó el cabreado Apolo. Pero se cumplió la orden divina, y Clístenes alcanzó tal fama que Sición entró en la Liga Anfictiónica, una especie de club privado de protectores del Oráculo.

Conseguida la victoria sonada, Clístenes les dio a sus paisanos una conquista: atacó la polis vecina de Pellene, una vieja enemiga en deca-dencia, y la tomó sin muchos proble-mas.

Pero Clístenes no paraba. Tras la victoria sonada y la conquista de la polis vecina, llegó el momento de la burla a otra polis cercana. Pero con la advenediza-con-suerte Corinto, mejor no meterse. Por lo que Clíste-nes se volvíó hacia Argos. Prohibió en Sición el culto al héroe Adrasto, héroe originario de la odiada vecina, y lo sustituyó por el de otro héroe, Melanipo. Por si no lo saben, el hé-roe Melanipo era un tebano que había matado al hijo y al yerno de Adrasto. El cual debió revolverse en su tumba tras semejante insulto a su memoria heroica.

También se prohibió recitar en Si-ción los cantos homéricos, porque en ellos se daban muchas alabanzas a los héroes argivos. Ante tales humillacio-nes, los de Argos prefirieron no darse por enterados. Comprensible actitud, porque Clístenes ya infundía miedo.

Pero los sicionitas que le apoya-ban no estaban todavía satisfechos. Así que Clístenes decidió darles otro regalo. La ciudad estaba dividida en cuatro tribus. La mayoría de la pobla-ción, de origen aqueo y su seguidora,

Clístenes de SiciónPrincipios del siglo VI a. C.

¿Quién era...

BREVIARIUM

Una muestra de la pintura que decían haber inventado los sicionitas: las tablas de Pitsa.

Page 77: Stilus10

77 invierno·2013

se concentraba en una sola. Clístenes la renombró como la tribu de los “jefes del pueblo”. A las otras tres, de origen dorio, les puso nombres con muy mala leche: Hyatai (los cerditas), Choireatai (los brutitas) y Oneatai (los burritas). Sus seguidores aplaudieron este regalo cómico con gran alborozo.

Sin embargo, pedían más. Así que Clistenes les convirtió en un centro cul-tural. Atrajo con buena paga a pintores, escultores y ceramistas de todo el mun-do griego. En pocos años, sus escuelas de pintura y escultura se hicieron famo-sas, a la par que sus exportaciones de cerámica, lo que enriqueció a la ciudad. Tanto fue el éxito de sus artesanos, que en siglos posteriores se contaría la le-yenda de que la pintura se había inven-tado en Sición.

Y más madera. A imitación de los reyes de los poemas épicos, Clístenes anunció a los aristócratas reunidos en Olimpia que el que quisiera casarse con su hija Agarista debería presentarse en Sición en menos de sesenta días y parti-cipar en una competición por su mano. El concurso sería una mezcla de prue-

bas atléticas y sociales (tener buenos modales y educación) que duraría un año entero, con todos los gastos paga-dos. Trece famosos aristócratas de todo el mundo griego aceptaron semejante invitación a unas vacaciones de lujo con chica de premio.

Al final, quedaron dos atenienses como candidatos finalistas: Megacles e Hipoclides. El primero de la ilustre fa-milia de los Alcmeónidas y el segundo emparentado con los tiranos cipsélidas de la-advenediza-con-suerte Corinto. Pero en un banquete, Hipoclides se pasó con el vino especiado y se puso a bailar como un saltimbanqui, haciendo el pino. Se pueden imaginar el escán-dalo. Porque si Hipoclides era griego, entonces llevaba túnica y, por tanto, al ponerse patas arriba mostró todos sus atributos a los invitados. Algo vio en-tonces Clístenes en el viril Hipoclides que no le gustó, pues comentó en alto: «Bailando te has alejado de la novia». A lo que Hipoclides contestó, en plena efervescencia acrobática: «¡A Hipocli-des no le importa!». Expresión que se haría famosa en Grecia, convirtiéndose

en refrán durante los siglos posteriores, con el significado de “que me quiten lo bailao”.

Alrededor del 560 a. C. moría nues-tro tirano Clístenes en su cama, feliz y tranquilo –a diferencia de la mayoría de los tiranos–, y muy querido por sus amados sicionitas; victoriosos, conquis-tadores, burlones, cultos, ricos, “jefes del pueblo”, inventores de la pintura y glamurosos.

Su hija pariría a otro Clístenes, que acabaría con los tiranos de Atenas e ins-tauraría la democracia, ensombreciendo la fama de su abuelo. Y la hija de este Clístenes revolucionario pariría a un tal Pericles, cuya fama enterraría ya para siempre a la de sus antepasados.

Pero bueno, a esas alturas el viejo Clístenes podría decir «¡A Hiplocides no le importa!» ◙

BREVIARIUM

La formulación del problema da lugar a muchas ramificaciones en función del número de personas implicadas y de si esta cifra es potencia de 2. Así-mismo es fundamental decidir si solo calculamos la posición de Flavio Jose-fo o si también debemos conocer la del otro superviviente. Es decir, si consi-deramos que Josefo eligió al zelote su-perviviente al azar o, por el contrario, era su cómplice desde el principio.

Pero nosotros vamos a atenernos a los hechos históricos que conocemos: Flavio Josefo estaba acorralado junto a 40 de sus hombres; 41 en total, impar.

Supongamos que cada hombre apu-

ñala a su vecino. Los textos no dicen nada, pero es de suponer que si se hu-biera recurrido a fórmulas más compli-cas –y difíciles de explicar a un grupo de hombres tan numeroso y estresado- lo recogerían.

En estas circunstancias se producen cuatro rondas. En la primera, el 1 mata al 2, el tres al 4… y así hasta el 41, que, por no haber un 42 al que matar, acaba con el 1.

Afrontamos la segunda ronda. El 3 es ahora el primero y mata al 5. El 7 al 9, el 11 al 13… Así hasta el 39, que acaba con el 41.

Una nueva serie. El 3 mata al 7, el

11 al 15, el 19 al 23, el 27 al 31 y, final-mente, el 35 al 39.

En la última ronda de apuñalamien-tos el 11 cae a manos del 3. Al 27 lo liquida el 19. Y al 3, el 35.

Así pues, sólo si hubiéseis ele-gido desde el inicio el puesto 19 o 35 habríais llegado vivos hasta el final.¿Cómo se calcula esto matemáti-camente? Existe una sencilla fórmula matemática, que podéis consultar en la entrada correspondiente del blog Ta-bula.

Texto íntegro en

http://blogtabula.blogspot.com.es/

Solución al problema de Flavio Josefo

Texto íntegro en

http://blogtabula.blogspot.com.es/

Page 78: Stilus10

Clíopresenta...

Por David P. Sandoval.

Primera escena de “Atila, rey de los Hunos”. Tras unos créditos que inclu-yen a los «políticos, ciudadanos, sol-dados de los ejércitos de Roma y las hordas de Atila», asistimos a una ca-balgada muy al estilo del Hollywood de los años 50. Los jinetes se detienen en un decorado de caravanas y caba-llos donde Atila, interpretado por un suave y tenebroso Jack Palance, captu-ra al romano Marciano. Este, temiendo por su vida, actúa con bravuconería antes de darse cuenta de que Atila no es el bárbaro que espera, pues la pro-puesta que recibe es la de un líder in-teligente: instruir a sus hombres en el arte del asedio.

Tras una rápida relación con la hija de Atila, Marciano huye a Constantino-pla, donde la película toma la atmósfera clásica en estas producciones: intrigas palaciegas que implican a Pulqueria, la hermana del Emperador, en un complot para derrocarle, eunucos sibilinos, be-llas mujeres luciendo palmito y ejecu-tando danzas repletas de sensualidad...

Las recreaciones son, en una pro-ducción más bien económica, una mezcolanza de estilos y épocas. La sala de recepción de Teodosio II luce el famoso mosaico de Justiniano… un siglo antes de su realización y a miles de kilómetros de su ubicación origi-nal, Rávena. También hay ambientes pompeyanos, soldados de cuero y lata,

y una visión de Roma casi medieval hacia el final de la película.

En general, se trata de un peplum de sandalia y espada, en todos los sentidos: hay forzudos, peleas, intri-gas sencillas y mujeres tan peligrosas como seductoramente vestidas. Todos estos elementos se remueven y mez-clan con grandes dosis de ambición y una fotografía cálida y carnosa. Las intrigas, descontando la simplificación de aquel período convulso, resultan llamativas pese a que quizá fuesen me-nos interesantes de lo que llegaron a ser en realidad.

Sin embargo, lo que destaca y, en cierta medida, llega a lastrar esta pelícu-la es el extraño debate metafísico al que se somete el propio Atila. Con una voz susurrante y persuasiva, menos ame-nazadora que su figura, Jack Palance crea una personalidad muy alejada del imaginario popular bárbaro. La acerca por extraños vericuetos a la figura más instruida e inteligente que sí fue Atila.

No en vano fue conocedor –según el historiador bizantino Prisco de Tracia– del latín y el griego, entre otras lenguas, y de muchos de los rasgos de la cultura grecorromana a la que se enfrentó.

Tal vez este Atila se parezca al En-rique V de Kenneth Branagh, un líder sometido a un destino quizá no desea-do, pero que supo exprimir al máximo. En todo caso, Atila se debate entre dudas sobre las fuerzas divinas y los hombres, máxime tras cumplirse el “martirio” de su hija y la preeminencia de la cruz cristiana frente a las paganas calaveras de los hunos. ◙

No tan bárbarosATILA, REY DE LOS HUNOS

Sign of the pagan (1954)Director: Douglas Sirk.Productor: Albert J. Cohen.Actores: Jack Palance, Jeff Chandler, Ludmilla Tcherina, Rita Gam.

La cinemateca de