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    CAP~TULO V

    MAPUCHE: GENTE DE LA TIERRA

    Carlos Aldunate delS . *

    INTRODUCCION

    Los mapuches o araucanos son una de las et-nias aborigenes americanas mhs numerosas quesobreviven en la actualidad. Con una pobla-ci6n cercana a1 medio mill6n de individuos,atin conservan su lengua y gran parte de susistema cultural, dentro del cual cabe destacar10s vinculos religiosos y familiares que 10s unene identifican como una verdadera naci6n (cfr.Faron 1969). Habitan principalmente en Chile,donde ocupan el Area comprendida entre el rioBiobio y la Isla Grande d e Chilo6 (37" y 42" delatitud sur). En la cordillera del N eu qu h , Ar-gentina, tambih hay pequefias agrupacionesque se identifican como mapuches.

    La encarnizada resistencia con que estepueblo enfrent6 la conquista espafiola, oblig6a la administracibn colonial a reconocerle ciertaautonomia e independencia. El establecimien-to de fortificaciones en 10s territorios fronteri-zos, a cargo de un ejercito profesional, fue un

    cas0 inusitado dentro de la administraci6n co-lonial americana. Esta situaci6n subsisti6 has-ta bien avanzada la Republica, cuando elGobierno de Chile completa el proceso de "pa-cificaci6n de la Araucania", que reci6n con-cluye en 1891. El largo periodo fronterizo,caracterizado por relaciones bdicas, de inter-cambio, misiones, mestizaje y contactos de di-versa indole, ha sido objeto de numerososestudios y variadas interpretaciones que vandesde la exaltaci6n del mapuche como un va-liente e ind6mito guerrero a otras opinionesque tienden a destacar 10s aspectos pacificosde este periodo, denominado "La Frontera"(cfr. Stuchlick 1974, Jara 1981 y Villalobos etal. 1982).

    *Museo Chileno de Arte Precolombino.

    Estudios arqueol6gicos han sugerido quehacia mediados del primer milenio de nues-tra era, grupos con economias recolectoras,probablemente vinculados con las poblacio-nes del arcaico, per0 ya poseedores de unatecnologia cerhmica, se establecieron en el va-lle longitudinal y principalmente en la pre-cordillera del centro-sur de Chile. Conposterioridad, aparecen en el valle y costa delsector meridional de esta regi6n restos ar-queol6gicos que evidencian la existencia depueblos con actividades agricolas muy ele-

    mentales, cuyo patr6n funerario y tecnologiacerhmica sugieren posibles relaciones con lassociedades que ocupan Chile central. Estospueblos coexisten con diversos grupos de ca-zadores que habitan la Cordillera de 10s An-des y las llanuras orientales trasandinas d e laactual Republica Argentina. A1 momento dela conquista espafiola, las fuertes presionesimponen una mayor cohesi6n a estos gruposheterogkneos, 10s que enfrentan unidos todoel periodo de La Frontera, produciendose unafusi6n cultural que tambih integra fuerteselementos hispanos, como el caballo, dandoorigen a lo que hoy denominamos cultura ma-puche (vid. Aldunate 1989), que hasta comien-zos del sigloXIX mantuvo una economiapredominantemente recolectora y horticola,complementada por la ganaderia, con un pa-tr6n de asentamiento disperso y caracteriza-do por una gran movilidad.

    Conflictos familiares o diferencias politi-

    cas determinaban el fraccionamiento de 10sgrupos familiares, que ellos resolvian separan-do 10s asentamientos. Esta movilidad se man-tuvo hasta fines del siglo XIX, probablementeacrecentada por 10s conflictos bdicos provo-cados por la resistencia a la conquista espafio-la y posteriormente, a 10s gobiernos colonial yrepublicano. A comienzos del presente siglo,el Estado de Chile toma posesion de 10s terri-

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    torios mapuches y pone brusco fin a este pa-tr6n m6vi1, otorgando titulos gratuitos de do-minio a las familias mapuches en las porcionesde tierra que ocupaban, y colonizando el restodel territorio. La obligada sedentariedad im-puesta, junto con determinar un empobreci-miento de esta etnia, ha producido unadisminuci6n de la importante actividad gana-dera de otrora y ha determinado un mayorhfasis en las labores agricolas, siempre limi-tadas por la potencialidad de 10s suelos y laextrema pequefiez de las posesiones familia-res. En el presente siglo, el aumento demogrfi-fico y la sobreexplotaci6n de 10s minifundioshan producido procesos de emigracibn, trans-culturizaci6n, pauperizaci6n y marginalizacibnde esta poblaci6n aborigen.

    A1 iniciar este trabajo, queremos precaver

    a1 lector de una posible simplificaci6n o gene-ralizaci6n.

    A pesar de la fusi6n de caracteres cultura-les producida principalmente despues de laconquista, 10s grupos de lengua mapuche, queen el siglo XVI se extendian desde el Choapahasta la isla de Chiloe aun mantienen diferen-cias culturales importantes. Ellas se refieren adistintas adaptaciones producidas en 10s dife-rentes ambientes que habitan. De esta mane-ra, hoy se distinguen pewenches, lafkenches,lelfunches, huilliches,y otros subgrupos, quetambien se diferencian en aspectos dialectalese incluso antropol6gico-fisicos.

    A continuaci6n nos referiremos a algunosaspectos de la vida de esta sociedad. Intentare-mos en la primera parte dar una visi6n del terri-tori0 mapuche y la utilizaci6n de sus recursos,desde la perspediva de esta sociedad. Conti-nuaremos con una visi6n diacr6nica de la eco-nomia mapuche, para finalizar con el mismo

    tratamiento del patr6n de asentamiento, elemen-tos de la cultura material y la organizaci6n fa-miliar y social. Los aspectos cosmol6gicos ylingiiisticos estfin a cargo de otros autores, eneste mismo volumen. La musica serfi objeto deun tratamiento aparte en un volumen especial-mente dedicado a las artes.

    I. ETNOGEOGRAF~AY UTILIZACIONDE LOS RECURSOS NATURALES

    El territorio tradicionalmente ocupado por estaetnia, coincide en su limite septentrional con elcomienzo del Area de la distribuci6n de 10s eco-sistemas de bosques templados de Chile. En latransici6n entre las zonas climfiticas mediterrii-neas, con lluvias en invierno y sequia en vera-

    no, y h h e d a todo el afio (a1 sur de 10s 38" S), sedesarrollan bosques deciduos con predominan-cia de distintas especies del genero Nothofigus(v. gr. "roble" o coyam,hualo, ruull?.AI sur de 10s38" S, las especies deciduas son reemplazadaspaulatinamente por especies siempre verdes delbosque lluvioso valdiviano (v. gr. ulmo,geuuin,o "avellano", "arrayfin" o coli mamell,luma) has-ta transformarse en una selva impenetrable.Aunque esta descripci6n corresponde a la delpaisaje original, hoy fuertemente transformadopor actividades antrbpicas, las principales ca-racteristicas de las formaciones vegetales descri-tas a h e mantienen y son observables en 10ssectores menos perturbados.

    En'un corte transversal desde el Oestehacia el Este del firea ocupada por 10s mapu-ches, se distinguen distintas zonas biogeogrii-

    ficas que ellos identifican y caracterizannitidamente, y que reciben designaciones es-pecificas en lengua mapuche. El lufkenmapuotierra del mar comprende las planicies coste-ras ubicadas entre la Cordillera de la Costa yel Ocean0 Pacifico; el valle central es denomi-nado lelfunmapu,y el sector cordillerano reci-be el nombre de inapiremupu o tierra cercana alas nieves. Estas denominaciones correspon-den a una comprensi6n verniicula de la geo-grafia y geomorfologia de estos sectores y susdiversas potencialidades econ6micas y poseenuna determinada ubicaci6n en la cosmologiamapuche. Es asi como lufkenmapu se encuen-tra relacionado con el poniente y la tierra de10s muertos; la gente que habita este sectorrecibe la denominaci6n de lafkenche o gentedel mar. Inapiremapu, por el contrario, se vin-cula con el Este -Puel-, de importantes conno-taciones ideol6gicas, pues alli moran lasdeidades, cerca de 10s volcanes y nevados an-dinos. Este sector se caracteriza botfinicamen-te por la presencia de 10s soberbios bosquesde "araucaria" (Araucaria araucanu), una coni-fera chilena que crece sobre 10s 900 m.s.n.m. yrecibe el nombre vernficulo de pewen; sus se-millas, que contienen abundante almidbn, fue-ron y aun son la base de la alimentaci6n de10s indigenas que ocupan este sector, que sedenominan pewenches o gente de 10s pinares.El lelfunmapu goza de un agradable clima con-tinental y es el de mayores potencialidadesagricolas; sus habitantes reciben el nombre delelfincheso gente de 10s llanos.

    1.1. L A F K E N MA P U :EL US0 DEL M A R

    La extraordinaria riqueza de peces, moluscosy algas del litoral de la Araucania y sus recur-

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    sos forestales costeros han caracterizado el po-blamiento humano de este sector desde el Ar-caico hasta hoy. Son numerosos 10s dep6sitosarqueol6gicos costeros o conchales, que des-afortunadamente han recibido muy poca aten-ci6n de parte d e 10s prehistoriadores y en 10scuales probablemente se encuentra la clave de10s poblamientos miis antiguos de la regi6n.Los testimonios de 10s primeros espaAoles queconocieron la regi6n resaltan la arraigadaadaptaci6n maritima de sus habitantes, cono-cedores de la recolecci6n y pesca de orilla yen botes, con anzuelos, redes y arpones, todosellos fabricados con productos del bosque na-tivo. Est& documentada la pesca nocturnausando antorchas (Hilger 1957,192) e inclusola pesca submarina por sumergimiento (Mari-Ao de Lobera (s. XVI) 1960,321).

    Cabe destacar la arraigada tradici6n de es-tas poblaciones costeras en la recolecci6n dealgas marinas para alimentacibn. Son muyabundantes en esta regi6n la Durvillea antarc-tica, que recibe el nombre d e kollofi una enor-me alga parda que se adhiere a las rocasmediante un vigoroso disco basal y posee untallo duro y flexible, denominado kuilte quese consume crudo y cocido en variados gui-sos. La Porpkyra columbina o lucke es un alga

    roja que crece adherida a las rocas en la lineade las mareas. Esta especie tambien es el ali-mento preferido de 10s lafkenches hasta hoy. Elconsumo de algas y su importancia dentro d ela cultura mapuche ha sido recientemente es-tudiado por Masuda (1986 y 1988), el que hadocumentado un intenso triifico de estas al-gas, principalmente del kollofi ejercido por 10slafinckes.Ellos llegan en carretas con este pro-ducto hasta inapiremapu,intercambidndolo porgranos y otros productos, en un viaje que dura

    miis de un mes. El triifico de algas es conse-cuencia de la predilecci6n de 10s menciona-dos productos marinos por parte de 10smapuches, que debe tener antecedentes en laprehistoria de acuerdo a las cr6nicas tempra-nas (vid. Ovalle (1646) 1969,60 y NfiAez Pine-da y BascuAdn (1676) 1863, 329). Hoy, larecolecci6n de estas y otras algas, tales comoluga luga (Iridaea laminareoides) y ckascdn (Les-Sonia nigrensis)ha adquirido una importancia

    fundamental para 10s lafkenches,pues existe unpoder de compra nacional e internacional deestos productos por su utilidad en la alimen-tacibn, medicina e industria (Masuda ob. cit.).

    Mientras que la pesca es actividad reali-zada fundamentalmente por 10s hombres, larecolecci6n de mariscos y algas es actividaden que tambih intervienen mujeres y nifios,aprovechando las bajas mareas. Los niiios ha-

    cen pelotas de kollofpara jugar una especie defijtbol, y este elemento es tambien muy apre-ciado en la costa para el juego tradicional dela chueca o palin, una especie de hockey, en elque intervienen dos equipos d e hombres y escelebrado por toda la comunidad.

    1.2. LELFUNMAPLI:EL US0 DEL BOSQUEY DEL CAMPO

    Actualmente, el Valle Central de esta regi6nde Chile es considerado como un territorio deimportante potencialidad agricola. De acuer-do a las descripciones de cronis tas delsiglo XVI, era esta una zona d e gran densidaddemogrdfica y 10s asentamientos mapuches,compuestos de familias extensas, con un pa-

    tr6n disperso, se ubicaban en las riberas de10s numerosos r i o s que cruzan estos territo-rios. La cantidad de poblaci6n aborigen de Iel-funmapu debe haber sido considerable, a juzgarpor 10s relatos de cronistas, confirmados porel hecho d e que alli se establecieron 10s princi-pales asentamientos urbanos del s. XVI.

    Los bosques deciduos de Notkofagus,asicomo 10s bosques siempre verdes meridiona-les, presentan un ambiente poco comfin en

    cuanto a potencialidad de productos de reco-lecci6n vegetales, por la producci6n de frutoscarnosos y comestibles de las innumerablesplantas que 10s componen. Dentro de 6stas haydrboles y arbustos, como el peumo (Cryptocar-ya alba), el boldo (P eumus bo ldus) , keule (Gomor-tega queule), "avellano" o gevuin (Gevuinaavellana), diversas especies de michay (Berberisdarwinii, B. serrata, B. dentata), litre (Litkraeacaustica), pitra (Myrceugenia planipes)y muchosotros, como la murta (Ug ni molinae), mulul(Ri-bes geandulosum)y luma (Amo myrtus luma).

    No solamente 10s drboles proveian de fru-tos y bebidas a 10s mapuches, sin0 que tam-bi6n el rico y variado sotobosque era fuente dealimentos. Asi, por ejemplo, las lianas y lasepifitas eran tambi6n buscadas por sus agra-dables frutos. Entre ellos se puede mencionarnuestra flor nacional, el copihue (Lapageria ro-sea), el coguil (Lardizabala biternata), el poe (Fas -cicularia bicolor)y la quilineja (Luzuriagaradicans).

    Estos frutos, junto a 10s de la frutilla silvestre okhelgen (Fragaria ckiloensis)y muchas otras ba-yas y drupas se comian frescas o secas y ser-vian para hacer bebidas fermentadas o mudai.Muy apreciados eran el apio del campo o panul(Ap ium panul),el panke o nalka (Gunnera tincto-ria) y el "chup6n" (Greigea sphacelafa).

    Se consumian tambi6.n un sinnfimero deplantas que producian tub6rculos o raices car-

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    nosas comestibles, tales como el lakue o lawu(Sisyrinchium s p p . ) , en distintas especies, ym6s de treinta variedades de papas silvestres;el famoso ligtu (AIstroemeria ligtu), llamadotambien nil, del que se fabricaba una harinablanca y sustanciosa muy parecida a1 ckufiuque se daba a 10s enfermos, el huanqui (Disco-rea arenaria), el nu0 o papita del campo (Conan-thera bifora) y Heliantus tuberosus. Por suimportancia en la genetica de la papa cultiva-da o pofiii (Solanum tuberosumspp.), debemosanotar que precisamente en esta regi6n se hanencontrado en dep6sitos arqueol6gicos delPleistoceno Tardio (Ugent et al. 1987) restosde malle (Solanummaglia), especie que aiin seconsume en estado silvestre. Tambih se de-ben mencionar varias especies de helechos conrizomas comestibles, algunos de ellos de gran

    tamaiio, cuyo coraz6n y tallo se secaban y mo-lidos proporcionaban una harina con la cualse preparaba una espesa sopa (Hilger 1957,204). El m6s conocido de estos helechos usa-dos en la alimentaci6n mapuche es el granafipe (Lophosoria quadripinnata).Tambien se re-colectaba una enorme cantidad de hongos,dentro de 10s cuales cabe destacar m6s de diezespecies del genero Cyttaria, asociadas a1 bos-que de Nothofagus, especialmente a1 roble opellin (N. bliqua) y a1 coigue (N. ombeyi),lla-mados changles y digiiefies.

    Menci6n especial merecen las gramineassilvestres, que han recibido mayor atenci6n debot6nicos que de antrop6logos y arque6logos(vid. Muiioz 1944 y Matthei 1986). Las m6sconocidas son el magu o mango (Bromusmango), que probablemente fue manejadocomo un cultigeno, el lanco (Bromus catkarti-cus) y la teca o tuca (Bromus berterianus).Losgranos de esta ultima se cosechaban en no-

    viembre, cuando atin estaban verdes, y se se-caban al sol para concluir su madurez. Conellos se hacia harina para cocer pan -kofke- ytostada se bebia con agua (Gay 1865,90).

    El madi (Madia sativa) proporcionaba se-millas oleaginosas, que se cocian o simplemen-te se exprimian, proporcionando un aceite demuy buena calidad.

    Las referencias a estas gramineas y su us0econ6mico por parte de 10s mapuches sonabundantes (Vivar (1558) 1979, 189; Molina1788, 133 y 1795, 13; Herrera (s. XVII) 1956,235; Moesbach 1930,95; Hilger 1957,179; Au-gusta 1966, entre otros). Aun no hay certezaacerca de si fueron alguna vez cultivadas; R.Philippi (1864,701), menciona que Gay encon-tr6 cultivo de m a p en Chiloe, per0 que 61 noha hallado nunca esta planta, i estoi inclina-do a creer que est6 para perderse de la crea-

    ci6n ... Inez Hilger (1966, 881, sin embargo,un siglo m6s tarde, rescata el relato de un an-ciano mapuche sobre el us0 de estos granossilvestres, como recurso alimenticio de su ju-ventud, seiialando de paso que hoy ya no seencuentran, pues han sido depredados por laactividad ganadera.

    Cabe tambien destacar la extraordinariaimportancia que tuvo el bosque para 10s ma-puches como fuente de plantas medicinales,muchas de las cuales, por su extremo valor,fueron elevadas a categorias religiosas. En efec-to, gran parte del sotobosque era requeridapara curar diferentes dolencias y la taxono-mia vernhcula mapuche alude muchas vecesa1 efecto terapeutico especifico de cada plan-ta, a1 que siempre va unido el vocablo colecti-vo lawen o lahuen, que significa medicina. Estas

    plantas eran generalmente preparadas e inge-ridas como infusiones o aplicadas directamenteen el lugar de la dolencia. Encontramos algu-nos ejemplos de esta utilizaci6n de la floranativa del sotobosque en distintas especies dehelechos, como el Ilushu lawen (Hymenopkyllumdentaturn),para curar el ombligo de 10s reciennacidos, l l ama lawen (Lycopodiumpanicula urn)para sanar ulceras y tumores, y en lafqum lawen(Euphorbia portulacoides)o remedio del agua.Una de las m6s afamadas plantas medicinalesde Chile es el cackan lawen o cachanlagua(Erythraea chilensis), cuya infusi6n sirve paramultiples usos terapeuticos. El us0 m6gico delas plantas era frecuente: asi, el huentru lawen(Ophioglossumvulgatum)es usado por las mu-jeres para engendrar hijos varones, kuilel lawen(Hypolepisrugosula) ayuda a 10s machi o cha-manes a pronosticar males causados por hue-kufuo demonios. Se preparaban fiitros de amoro para provocar la separaci6n de 10s amantes

    con plantas como el huedahue (Gleichenialitora-lis). Una de las plantas m6s temidas es el latue(Latua pubiflora),que puede llegar a causar lamuerte por envenenamiento, y usado en pe-queiias dosis tiene propiedades alucin6genas(vid. Moesbach 1992).

    La utilizaci6n de 10s bosques fue intensay aun subsiste entre 10s actuales mapuches.Gran parte de la cultura material de este pue-blo est6 ligada a la madera y su industria. Lar u h o vivienda indigena es una muestra delacabado us0 de 10s recursos forestales, con lautilizaci6n de maderas, lianas y gramineas enla techumbre (vid. Joseph 1931). Casi todos10s utensilios domesticos tradicionales son demadera, asi como las esculturas funebres y lasim6genes sagradas que presiden las grandesrogativas (mamulche)y las escaleras ch am hi -cas rituales (rewe). Los hombres son eximios

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    Los pifiones se consumen crudos, tosta-dos o hervidos y sirven para una serie de acti-vidades culinarias, incluyendo la preparaci6nde diversos tipos de harinas, variedades depan y bebidas (vid. Gonz6lez y Valenzuelaob. cit.).

    En el Ambit0 cognoscitivo 10s pewenches

    interpretan las formaciones boscosas de arau-carias como su propia sociedad. Distinguenclaramente las especies femeninas, que danfrutos, de las masculinas, y se les asignan lascorrespondientes denominaciones de domo-p m e n -araucaria mujer- y wentrupmen o arau-caria macho. Aquellos ejemplares con conosmasculinos y femeninos son tenidos por bi-sexuados. La fecundaci6n anem6fila -a travesdel viento- es tambikn entendida como un pro-ceso sexual, en que pinos de ambos sexos seponen en contact0 subterr6neo a traves de susraices, o aQeo, por medio de 10s loros cordi-lleranos. De esta forma, cada bosque de arau-carias es una agrupaci6n familiar extensallamada lobpewen,equivalente a1 lobche o fami-lia mapuche (ob. cit.).

    2. RECOLECCION, GUERRA, G A N A D E R ~Y AGRICULTURA

    2.1. EL SISTEMA "ORIGINAL"

    La variadisima utilizaci6n del medio natural,especialmente el botiinico, para la subsistenciamapuche, ha quedado oculta para el conoci-miento popular bajo las exageradas afirma-ciones de 10s primeros cronistas (vid. P. deValdivia 1861). Estos deseaban atraer a migran-tes europeos con informaciones exuberantesrespecto de la abundancia de 10s "manteni-mientos", per0 ellos, portadores de una cultu-ra agricola, no comprendian a cabalidad laimportancia de 10s recursos de recolecci6n sil-vestre y calificaban de flojos a 10s pueblos re-colectores. Esto, junto con el conocimientovern6culo de una media docena de especiescultivadas a las cuales daban nombres en lalengua aborigen (mapudungun),fue tomado por10s primeros etn6grafos (Cooper 1946, 700)

    como demostraci6n de que "a la 6poca de lallegada de 10s espafioles todos 10s araucanos(except0 seguramente 10s pewenches),desde elChoapa a Chilo6 inclusive, eran agricultoressedentarios". Sin embargo, una revisi6n cui-dadosa de cronistas, viajeros y estudiosos nosobliga a dudar de estas afirmaciones. Ya Vi-var ((1558) 1979) afirmaba que "no son muygrandes labradores", que "es gente holgazana

    y grandes comedores" o que "sembraban muypoco y se sustentaban el m6s del tiempo conunas raices". Miis tarde, Pineda y Bascufifin,el feliz cautivo, describe 10s sistemas de siem-bra del maiz en tierras htimedas, las que eranrozadas y apenas removidas en el momentomismo de la siembra con instrumentos muy

    generalizados, 10s cuales por si solos no de-muestran ninguna especializacicin agricola((1673) 1863). El sistema econ6mico basado enla recolecci6n, con una actividad complemen-taria de horticultura de tala y roce (vid. Mel-ville 1976 y Dillehay 1976) y con rendimientosexiguos de autosubsistencia y complementa-ci6n de dieta, se mantiene durante todo elsiglo XVIII, tal como lo manifiestan 10s infor-mes de misioneros de la epoca (Ascasubi enGay, documentos I-XXX y Lagos 1908), exten-diendose hasta fines del siglo XIX (vid. Moes-bach 1930,29,30,82 y 83, Domeyko 1971,76,Poeppig 1960,391, y Guevara 1908) y aun hastahoy en varias localidades (Hilger 1957, 81, 87y 179).

    2.2. UNA ECONOMfA DE GUERRA

    Este sistema, que conjugaba una economia re-

    colectora y horticultora con un asentamientom6vi1, fue extremadamente funcional para lapoblaci6n mapuche durante la Guerra deArauco. Permiti6 mantener un sistema de gue-rrillas con avances y repliegues de norte a sury de este a oeste, cruzando la cordillera, siem-pre protegidos por 10s grandes bosques, ba-rreras fluviales y el conocimiento ancestral deesa accidentada naturaleza.

    En esta misma epoca, la sociedad mapu-che recibe y adopta 10s animales europeos, ca-ballo, ovejas y vacunos, de 10s cuales, sinduda, el caballo es el que tiene m6s exito. Esteanimal se adapta y reproduce de manera in-superable en las pampas transcordilleranas ychilenas (Alnen 1852,367, y Canals 1946,763);se integra f6cil y r6pidamente a1 asentamien-to m6vi1, a1 sistema de guerra, y llega a ocu-par un importante lugar en todos 10s aspectosm6s vitales de la cultura mapuche. Su pose-si6n es importante simbolo de status; la maes-

    tria en su manejo es una habilidad exigida enla iniciaci6n de 10s j6venes kona o guerreros.El caballo es objeto de importantes intercam-bios ceremoniales y de alianza y su carne esuno de 10s alimentos m6s apetecidos. Pruebade ello es que se consume en el banquete fti-nebre de un gran jefe y sus restos lo acompa-fiar6n en la tumba. Trabajos recientes (Leiva1983) han destacado este papel desempefiado

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    por la adopci6n del caballo, similar a1 del"complejo ecuestre" de 10s indigenas de lasllanuras norteamericanas. Con este elemento,que incentiva su movilidad y habilidad gue-rrera, el mapuche convierte la actividad beli-ca en un verdadero sistema de subsistencia.Tomds Guevara (1913), en entrevistas hechasa viejos caciques de Arauco, pone en boca deuno d e ellos la expresi6n d e que en elsiglo XIX "una buena guerra daba mds queuna cosecha".

    La sociedad mapuche, que s610 conocia a1chiliweke-un camelido cuya filiaci6n geneticay domesticacion aun es confusa-, a raiz de lainvasi6n espaiiola y el sistema de Fronteraadopta la ganaderia como otra actividad es-trategica, de subsistencia e intercambio, conenorme facilidad y eficacia dentro de su siste-ma econ6mico. Este rubro llega a su esplen-dor durante el siglo XIX, epoca de apogeo d ela sociedad mapuche, que ya ha traspasadosus fronteras, aculturando las extensas pam-pas patag6nicas argentinas.

    Recolecci6n, horticultura de tala y roce,guerra y ganaderia; todas ellas actividades queen gran parte estdn sustentadas por la capaci-dad y libertad de una sociedad para movili-zarse de un lugar a otro, proteger a sus

    personas y bienes de las eventualidades y ries-gos propios de la epoca de la Frontera, y or-ganizar la mejor estrategia social y econ6micapara defender su territorio.

    3.3. LA VIDA "AGRARIA

    De acuerdo a Faron (1969, 191, la actividadpropiamente agricola entre 10s mapuches re-cien comienza en este siglo con la adopci6n

    del arado y otras tecnicas de este rubro. Laobservaci6n de Faron es interesante, pues esta6poca coincide precisamente con el terminodel proceso de radicaci6n de la poblaci6n in-digena, despues de las campaiias denomina-da s de "pacificaci6n" de la Araucania. Laradicaci6n consisti6 en dar titulos de domini0sobre 10s terrenos que habitaban a1 momentodel empadronamiento a grupos familiares deindigenas, proceso que termin6 precisamentea comienzos del sigloXX. Su efecto sobre lapoblaci6n mapuche h e de hondas repercu-siones, pues termin6 para siempre con elsistema de asentamiento tradicional, caracte-rizado por su enorme capacidad de movili-dad. De aqui en adelante, el mapuche quedaconfinado a su reserva, siempre de exiguasproporciones, y no puede abandonarla a ries-go de perder sus derechos sobre ella. El Go-

    bierno de Chile toma posesi6n de todas lasdemds tierras de la Araucania y procede a in-corporarlas a1 sistema econ6mico del Estadomediante su venta, concesi6n o contratos decolonizaci6n con nacionales o extranjeros.

    Como una reacci6n a esta obligada seden-tariedad, la sociedad mapuche intensifica lahorticultura y adopta tecnologias y procedi-mientos agrarios; la limitaci6n de las cabidasno favorece el crecimiento de las actividadesganaderas y la recolecci6n se limita a 10sterminos de cada propiedad indigena. En laactualidad, el aumento demogrdfico ha deter-minado una excesiva divisi6n dentro de lascomunidades, produciendo un minifundismoa veces extremo, con su secuela de vicios, ta-les como la sobreexplotaci6n, erosi6n y empo-brecimiento de 10s suelos, el consiguientedesaparecimiento de 10s bosques que queda-ban dentro de las comunidades y la limitaci6nde las actividades ganaderas a niveles mini-mos.

    A1 deterioro ambiental ha contribuido pro-bablemente la inexistencia de una cultura ytecnologia propiamente agricolas entre 10s ma-puches. Junto con otros autores, podemos sos-tener que, si bien las comunidades vivenmayormente hoy de la agricultura, no poseen

    una verdadera cultura agraria. A pesar del co-nocimiento ancestral de algunos cultivos enun sistema de horticultura, no conocian 10srequerimientos que demanda el us0 intensivodel suelo: tecnicas de regadio, preparaci6n ymejoramiento de suelos, rotaci6n de cultivos,etc. tal como lo practicaban, por ejemplo, lassociedades andinas. Ello incidi6 en que la so-ciedad mapuche, que se habia adaptado tanexitosamente a1 sistema de la Guerra de Arau-co, no encontrara una respuesta adecuada a

    10s problemas generados por la forzada radi-caci6n impuesta por el Estado.

    A1 respecto, es sugerente el testimonio queJose Kollio, un cacique anciano de Cholchol,ofrece a Tomds Guevara (1913,142):

    "nuestros mayores disponian de tierrassobrantes para criar wekes, vacas y ovejas.Despues nos remataron las tierras y nosdejaron apretados, en tan pocas hectdreas,tantas familias. Tuvimos que hacernossembradores" .

    Por lo general, en las comunidades actualesse desarrolla una combinaci6n de ganaderia conagricultura extensiva, sin tecnologias apropia-das, con desconocimiento e imposibilidad delus0 de maquinarias y herramientas adecuadas.Pese a1 bajo rendimiento de las actividades a@-

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    Figura 3. Puvrlin (baile) ceremonial en Nguillntcn de Quin uen (Alto Biobio), alrededor de una Araucaria joven, corona-da d e una bandera mapuche. (Fotografia Humberto Ojeda!)

    Figurn 4 . Fo 6n familiar en una ramada de Nguillntun en Alto Biobio, valle de Quinquen. (Familia Maliiiir.)Hay dos kufirunes que se han puesto a1 fuego para estirar 10s cueros. (Fotografia Humberto q e d a . )

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    colas, no es raro que se agoten 10s suelos conmonocultivos, especialmente de trigo, sembra-do para la subsistencia de cada aiio.

    Con respecto a la ganaderia, cada familiaposee pocos animales, fundamentalmente ovi-nos y caprinos, destinados principalmente a1mercado y que desempefia un interesante pa-

    pel como medio de ahorro, ya que 10s ven-den en momentos de necesidad. Las aves decorral y, excepcionalmente ovinos y caprinos,son destinados a1 autoconsumo. El ganadomayor (vacunos y caballares) rara vez se ven-de o se consume como alimento, sin0 que seutiliza para el trabajo agricola o el transportey s610 se recurre a su venta en momentos deextrema urgencia.

    3. M A P U : LATIERRA

    Es imposible hacer una descripci6n del pue-blo mapuche sin referirse a 10s problemas ge-nerados por la ocupacidn de sus tierras, quecomenz6 desde la llegada de 10s europeos yse aceler6 durante la Republica.

    En efecto, el Bando Supremo dictado porOHiggins en 1819, en un encendido discursoliberal y romdntico, propio de la kpoca, pre-tendi6 borrar las discriminaciones 6tnicas delperiod0 colonial, declarando a 10s indigenaslibres, iguales y plenamente capaces para elejercicio de sus derechos y obligaciones, su-primiendo el eficaz cargo de Protector de Na-turales por innecesario

    Esta medida fue el comienzo de una ver-dadera escalada de abusos, inmoralidades, ex-poliaciones y usurpaciones que llegaron a sumAxima expresi6n con la ocupaci6n de las tie-

    rras indigenas comenzada en la segunda d&cada del siglo pasado. Una breve enumeraci6nde las medidas legales que tiene que tomar elgobierno para frenar esta situaci6n da cuentade 10s mecanismos y artilugios empleados por10s no indigenas, o particulares, para apo-derarse de las tierras. Primero, se prohibe laadquisici6n de tierras en territorios declara-dos indigenas, sin intervenci6n de ciertas au-toridades que acrediten la licitud del contrato,luego, esta prohibici6n se extiende a la cele-

    braci6n de otros contratos, como arriendos,anticresis, hipotecas, reconocimientos de deu-das. Despuks se protege a1 indigena de aque-110s que empleaban el testamento como unultimo recurso de usurpaci6n. Se termina re-estableciendo el cargo de Protectory se fija unprocedimiento legal para otorgar titulos for-males de tierras a 10s indigenas.

    .

    En consecuencia, hacia 1893, se habian re-puesto prdcticamente las mismas limitacionesy medidas de protecci6n establecidas por laCorona espaiiola respecto de la condici6n ju-ridica del indigena. Sin embargo, habian pa-sad0 rnds de sesenta aiios de inescrupulososdespojos, cuyos efectos se hacen sentir hastael dia de hoy en el pueblo mapuche.

    Las medidas de protecci6n tomadas porel Gobierno fueron lentas, torpes y poco efi-caces. Asi lo denuncian con alarma 10s infor-mes de 10s Protectores de Indigenas y otrosfuncionarios, solicitados por la Comisi6n Par-lamentaria de Colonizaci6n. Por de pronto,el mismo cargo de Protector present6 seriasanomalias que hacian prdcticamente inoperan-te su actuaci6n. En primer lugar, se estable-ci6 s610 una plaza, con sede en Temuco, cuyajurisdicci6n terminaba en el rio To l th . Fuerade que todos 10s indigenas establecidos a1 surde ese limite quedaban en absoluto desam-paro, este funcionario tampoco podia aten-der la gran cantidad de casos a su cargodentro de su jurisdicci6n, ya que implicabasu presencia simultdnea en decenas de jui-cios y trdmites en diferentes lugares muy dis-tantes e inaccesibles. Despues de sufrir m&de cincuenta aiios de indefensibn, se crearon

    otras tres plazas de Defensores, para ser ejer-cidas en Valdivia, Osorno y la ultima en Llan-quihue.

    3.1. LA RADICACION

    -En 1866 se dict6 una ley cuyo objetivo era en-tregar tierras a 10s niapuches en las zonas queocupaban dentro de 10s territorios fronterizos.Para ello se determin6 un procedimiento bu-

    rocrdtico que consultaba: (a) una mensura he-cha por tkcnicos agrimensores, que hacian unplano del territorio ocupado por una comuni-dad indigena; (b) el empadronamiento de to-dos 10s miembros de la comunidad dueiia dela tierra, incluso de 10s recikn nacidos, con susnombres y apellidos, comenzando por el caci-que y mencionando 10s lazos de parentescoque 10s unian con 61, y (c) la concesi6n de unaMerced de Tierras, est0 es, un titulo gratuitootorgado por el Estado a todos 10s miembros

    de la comunidad empadronada.La mencionada ley disponia que seria con-

    siderada como tierra fiscal y de propiedad delEstado todo terreno en el cual 10s indigenasno probaran posesi6n efectiva y continuadapor mds de un aiio. Est0 indica que se deberiahaber procedido primer0 a otorgar titulos dedomini0 a 10s indigenas respecto d e los,pre-

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    dios que ocupaban, y en seguida determinar10s territorios fiscales. Los ya citados informesde protectores declaran que se procedi6 en oca-siones en sentido inverso: antes de radicar a10s indigenas, se remataban tierras a particu-lares, se donaban suelos a colonos nacionalesy extranjeros, se realizaban contratos con em-

    presas de colonizaci6n, se arrendaban predioso se entregaban en concesiones. "El fisc0 dis-pus0 d e todo lo que quiso y en el resto radic6a 10s indios. De aqui 10s conflictos y enredosde todo genero. De aqui la escasa cabida desuelos que ha tocado a 10s indios ... De aqui ladesigualdad en la adjudicaci6n de terrenos, a1paso que a las empresas particulares se conce-den millones de hectfireas, a 10s indigenas dealgunas zonas, principalmente Quepe, Metren-co y Maquehua, apenas si alcanzan a dos otres hectareas por persona" (Informe de Eulo-gio Robles, Protector de Cautin, en CongresoNacional, 1912). Con este procedimiento, nofueron las mejores tierras las que quedaron enmanos indigenas.

    La mencionada ley de 1866 no estableciaun minimo de hect6reas por persona para lasmercedes de tierras indigenas, lo que tambienfue materia d e abusos que ocasionaron recla-mos de funcionarios escrupulosos. Es asi comoen las primeras radicaciones se otorgaron has-ta veinte hect6reas por persona, cantidad quefue paulatinamente disminuyendo con eltiempo, hasta llegar a veces a un minimo deuna hectfirea por radicado. Mientras tanto, laley del 13 de enero de 1898 y el Decreto del1 de septiembre de 1899 fijaban cincuenta hec-tfireas por cada padre de familia m6s veintepor cada hijo mayor de doce afios, para en-tregar a 10s colonos no indigenas, pudihdo-se aumentar a1 doble si eran nacionales yregresaban de Argentina (ley de 14 de sep-tiembre de 1896). Para el cas0 de las empre-sas de colonizaci6n, se autorizaban entrequinientas y ochocientas hectfireas por fami-lia aportada, las que generalmente eran ex-tranjeras.

    3.2. HUILLIMAPU:AL S U R DEL TOLTfiN

    Esta normativa legal se aplic6, con las modali-dades prficticas descritas, en las regiones in-corporadas a1 domini0 del Estado chilenodespu6s de la campafia militar denominadade "Pacificaci6n de la Araucania". Los indige-nas que ocupaban el Qrea ubicada a1 sur delrio To l th , que habia sufrido procesos hist6ri-cos diferentes, s610 alcanzaron a gozar margi-nalmente de estos derechos.

    Esta regibn, concebida como una zona deavance militar durante la Colonia, fue ocupa-da por fuertes y misiones, lo que produjo unmayor contact0 indigena-espafiol en compa-raci6n con la rebelde Area septentrional. En1795, con la repoblac ih de Osorno, comienzaun lento proceso de ocupaci6n de tierras, el

    que toma vuelo a mediados del siglo XIX conla importante colonizaci6n extranjera que, de-bid0 a la mayor "se guridad que presenta estazona, llega a Valdivia, Osorno y Llanquihuecuando a1 norte del Tolten aun se mantenianlas rebeliones indigenas.

    En 1822, el Gobierno, utilizando la insti-tuci6n colonial de Comisarios de Naciones(vid. informe Protector Cerda en Briones,1905), les asigna a estos funcionarios la activi-dad de deslindar terrenos indigenas. Aun haycomunidades huilliches que exhiben estos ti-tulos de Comisarios de Naciones, en 10s cua-les se les confirman sus derechos de propiedad,sobre terrenos que les han sido quitados. Es-tos derechos, a pesar de la mencionada medi-da gubernamental, jamfis han sido reconocidospor el Estado; atin peor, casi todos ellos hansido irremisiblemente perdidos por 10s indi-genas frente a particulares que alegaban "me-jor derecho", por tener propiedad inscrita enel Conservador de Bienes Raices respectivo.

    Como a1 sur del Tolt6n las medidas lega-les protectoras llegan s610 a fines del siglo pa-sado, y 10s protectores recih son nombradosen la primera decada del s. XX, podemos ase-gurar que casi toda la constituci6n de la pro-piedad raiz de este extenso territorio se hizo aexpensas de 10s derechos de 10s indigenas,quienes se encontraban totalmente indefensosfrente a la invasi6n de sus territorios. Una realdimensi6n de esta falta de protecci6n la da el

    hecho de que, mientras que a1 norte del Tol-t6n se dieron mfis de tres mil titulos de mer-ced, a1 sur, no se habia otorgado ninguno hasta1904 (informe del Protector Robles, en Brio-nes, 19051, y s610 despues de esa fecha se en-tregaron unicamente seiscientos titulos paratodas las poblaciones aborigenes que habita-ban las provincias de Osorno y Valdivia. Losdos ultimos titulos se otorgaron r e c i h en 1929y son 10s Gnicos que se dieron en Llanquihue(CIDA 1966).

    Es 6sta la raz6n por la cual la propiedadindigena del sur del Tolten se encuentra hastahoy en peor situaci6n que la de mfis a1 norte.Las comunidades detentan a menudo titulosde Comisarios de Naciones, que a1 50 estarreconocidos por la legislaci6n chilena, son fre-cuentemente violados por particulares y porel mismo Gobierno. En el cas0 de las comuni-

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    dades de la costa sur de Valdivia, el problemaadquiere ribetes de dramatismo.

    ' 3.3. CHILHUE BUTAHUAPI MAP U:EL CAS0DE LA ISLA GRANDE DE CHILOE

    En la Isla Grande de Chilo6, la propiedad in-digena tuvo un tratamiento diferente. Ya a fi-nes de la administraci6n colonial, se habianentregado algunos titulos a comunidades in-digenas, sobre 10s terrenos que habitaban, 10sque debieron ser reconocidos por el gobiernorepublican0 en el tratado de Tantauco (Urru-tia Ms.).

    En junio de 1823, el incipiente Gobierno,deseando proteger la propiedad indigena dela zona central del pais que se encontraba en

    rapid0 deterioro debido a la decadencia de10s Pueblos d e Indios (vid. Silva, 1962), dictauna ley ordenando a 10s intendentes que lastierras poseidas por 10s pueblos se declarasenen "perpetua seguridad", y que el sobrantefuese medido y tasado y, por pertenecer a1estado, fuese vendido en publica subasta. Estadisposici6n legal, que practicamente no tuvoaplicaci6n en la zona para la cual fue dictada,recibi6 obediencia estricta de parte del dili-gente Intendente de Chilo6, que en 1827 pro-

    cedi6 a cumplirla, otorgando titulos a 10sindigenas y subastando el resto a particulares,con cabidas no mayorp a diez cuadras (Do-noso y Velasco 1970). Este es el origen del pe-culiar sistema de terratenencia chilota, queprivilegi6 a1 indigena sobre el particular y for-m6 ese patr6n de asentamiento de pequefiaspropiedades que prevalece hasta hoy en lamencionada isla, especialmente en el Golfo deAncud. Urrutia (Ms.) estudia con detalle lapuesta en practica de las normas sobre terra-tenencia en Chilo6.

    3.4. DIVISI6N DE LAS COMUNIDADES

    Faron (1969: 27 y 239) sostiene que 10s mapu-ches no tenian titulo legal de propiedad sobresus campos, sin0 s610 "derechos de residenciadados bajo el sistema de reducciones por elGobierno chileno". Stuchlick (1971 y 19741, a1parecer, est& de acuerdo, pues habla de "te-nencia" y no de "propiedad de la tierra. Enrealidad, la ley de 1866 es muy Clara (art. 17N" 5) para afirmar que se les otorgaba el titulode merced a 10s empadronados "como pro-piedad comljn a todos ellos". No se dio underecho preferente a 10s caciques, como tam-bi6n sostiene Faron (ob. cit. 27). En realidad,cada Merced es un titulo de propiedad comu-

    nitario y aunque est& encabezado por el nom-bre del cacique respectivo quien le da nombrea la comunidad, en 61 se mencionan a conti-nuaci6n todos 10s empadronados a1 momentode la radicaci6n. Este titulo se inscribi6 en unregistro especial que llevaba la antigua Direc-cion de Asuntos Indigenas, que despues seconfundi6 con el Instituto d e Desarrollo Agro-pecuario.

    Cada comunidad mapuche a la que seotorg6 titulo de merced, era un lof o grupofamiliar extendido que vivia en posesionescontiguas. Este estaba formado por el Iofche,linaje que incluia: (a) a 10s varones descen-dientes por via patrilineal de un ancestro co-mljn, que formaban el nljcleo m8s importantedel grupo; (b) a las mujeres de esos varones,pertenecientes a otros linajes y que Vivian conellos en el sistema de matrimonio exogamicopatrilocal, y (c) a las mujeres solteras del pa-trilinaje. Algunos linajes radicados eran degrandes proporciones y alcanzaban a unas 150personas, lo que da una idea de la importan-cia social, religiosa, econ6mica y b6lica queestos grupos deben haber tenido durante elperiod0 de La Frontera. En este sentido, 10sempadronamientos que contienen 10s expe-dientes de Titulos de merced son una excelen-

    te fuente que aun aguarda a aqu6llos quedeseen investigar el sistema familiar tradicio-nal mapuche y su patr6n de asentamiento, yaque se radic6 a 10s grupos familiares sobre lastierras que ocupaban.

    A pesar de tener un titulo comljn, y si-guiendo la antigua costumbre de este pueblo-ya habia sido observada por 10s primeros cro-nistas- dentro del linaje radicado, cada uni-dad familiar deslind6 su posesi6n en elterritorio comunitario. Faron (ob. cit. 59) ano-

    ta esta tendencia del mapuche hacia la indivi-dualizaci6n de propiedades familiares dentrode la comunidad, la que hemos confirmadoen nuestros trabajos de campo. Cada unidadfamiliar es muy rigurosa en deslindar con ab-soluta precisi6n la cabida de su posesibn, dis-tinguiendola de la de 10s otros, y pudimosapreciar 10s graves conflictos familiares queexisten entre vecinos por deslindes o derechosde propiedad sobre la tierra (Aldunate 1979).

    En 1927, se inicia una iniciativa legal ten-diente a la divisi6n de las comunidades indi-genas, que probablemente se origin6 en laerrada visi6n estatal de que la comunidad detierras era un obstaculo para la llegada de la"civilizaci6n" a la Araucania. Estos primerosintentos se frustraron por completo, pues exi-gian el asentamiento de la mayoria de 10s co-muneros.

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    En general, el deslinde de posesiones enel interior de las comunidades se habia pro-ducido en forma muy irregular, y mientrasalgunos comuneros, aprovechhndose de situa-ciones de poder, se habian apoderado de granparte de las reservas, otros, en posiciones m6sdesmedradas, ocupaban cabidas extremada-mente reducidas (Aldunate ob. cit.). Esta si-tuaci6n determin6 que aquellos comunerosque detentaban cabidas superiores siempre senegaran a dividir las comunidades, tr6mite querecibia aprobaci6n de parte de 10s minifundis-tas, quienes eventualmente se verian benefi-ciados a1 recibir la parte proporcional que lescorresponderia en la divisibn, de acuerdo asus derechos legales en la comunidad. Estasituaci6n se revirti6 con la ley 17.729 y decre-

    to 2.568 de 1979, que establecieron dos nor-mas absolutamente excepcionales a1 criterioque hasta entonces habia imperado: (a) la obli-gaci6n de una comunidad indigena de divi-dirse cuando lo solicitare tan solo uno de 10scomuneros, y (b) que la liquidaci6n de la co-munidad se haria sin relaci6n a 10s derechoslegales de cada comunero, sin0 respetando lascabidas de las actuales posesiones. En esta si-tuacibn, los propietarios de cabidas mayoresen las reservas solicitaron su divisibn, y cuan-do no lo hicieron, el Gobierno intervino paraprovocarla (L6pez 1990).

    Este proceso determin6 el fin de las co-munidades mapuches y el inicio de una nue-va 6poca de propiedad privada de la tierra,aljn sujeta a restricciones y protecciones tem-porales, cuya pretendida eficacia prhcticaaguarda el juicio de la historia.

    En la actualidad, la propiedad de la tierramapuche adolece de gravisimos problemasdebido a deficiente titulaci6n legal, usurpa-ciones, minifundio exagerado, sobre explota-ci6n, erosi6n de suelos, etc. En 1991, elGobierno, usando d e una medida autorizadapor antiguas legislaciones, expropi6 un consi-derable nljmero de hecthreas en la zona deAlto Biobio, para entreg6rselas a familias pe-huenches.

    4. LASARTES

    4.1. R U M : LAVMENDA

    Las primeras descripciones que tenemos delpatr6n de asentamiento mapuche resaltan quekste no era nucleado, sin0 disperso. Inclusoenfatizan una intencionalidad de separar lasviviendas dentro del lofo linaje localizado por

    motivos mhgico-religiosos. Los cronistas des-criben tambien la ruka o habitaci6n mapuche,que servia de vivienda a una unidad familiarextensa. Hay algunas descritas como de enor-mes proporciones que parecen haber alberga-

    do a grandes familias poliginicas (Lobera1960: 263, Nljiiez de Pineda 1863: 126, Goicue-ta en Cooper 1946: 706).

    Las formas registradas de ruka son muyvariadas: las hay de planta rectangular, elipti-ca y circular. E s muy probable que hayan exis-tido diferencias sustanciales entre habitacionesde diferentes localidades, aunque este hechoes cada dia m6s dificil de pesquisar, ya que laconstrucci6n de la ruka tradicional se encuen-tra en desuso.

    Las viviendas mhs tradicionales est6n re-

    vestidas con una gruesa capa de paja, queconstituye una estupenda protecci6n contra laslluvias y un inmejorable aislante termico. Elmapuche usa el termino genkrico de cunu paralas diferentes especies de gramineas utiliza-das en la construcci6n de la ruka (Moesbach1992: 62), de las cuales la m6s conocida es laratonera o lin (Anthoxanthurn utriculaturn).Estas pajas, atadas en manojos, son fijadas a1fuerte armaz6n de madera de roble pellin yhualle (dos estados de crecimiento de la espe-cie Nothofagusoblicua),hasta cubrirlo por com-pleto. Hoy se cubre solamente el techo de estamanera y 10s muros laterales se revisten delistones de madera. Para amarrar 10s troncosen el armazbn, asi como ta m b ih 10s manojosde pajas, se usan varias especies de trepado-ras (foki)muy fuertes y flexibles que crecen enla selva y que se conocen bajo el nombre ge-nerico de rnau, tales como cuduli voki (Cissus

    *striata)y el famoso copiu o copihue (Lapageriarosea). Una descripci6n detallada de la ruka,su tecnica de construcci6n y el rukan o fiesta aque da lugar el Iof-kuduu -trabajo colectivo deconstrucci6n d e una ruka- est6 hecha por elpadre Claude Joseph (1931).

    La ruka tradicional tiene una sola entradaabierta hacia el este, orientaci6n que expresala preferencia cosmol6gica mapuche por el puelm a p , lugar donde moran las deidades. Notiene ventanas. En su interior, a 10s costadosse disponen las camas y a1 centro el kutral o

    fog6n. Antiguamente, se podian distinguir lasviviendas de una familia poliginica por la pre-sencia de varios fogones separados, que indi-caban la cohabitaci6n de varias mujeres, cadauna de las cuales mantenia su propia cocina.El humo que inunda la casa mapuche y cuyohollin ennegrece sus paredes interiores, salepor 10s ullonruka, dos aberturas dispuestas aambos lados de la cumbrera. Se disponen es-

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    Figurn 5. Reunidn de hombres a1 interior de una r ckn . Sector Boroa, Nueva Imperial. (Fotografia Humber to Ojeda.)

    Figuru 6. Transporte d e carb6n y paja ( c u m )en Nahuelbu ta. (Fotografia H. Niemeyer, 1977.)

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    fechada en el s. VI1 d. C. Se trata de una in-dustria d e muy buena calidad tecnica que pre-senta diferentes formas: cfintaros asimetricos,ollas y jarros. En general son mon6cromos, depreferencia negros, per0 tambikn 10s hay de-corados con pintura resistente o por reserva.Posteriormente aparece la pintura roja o ne-

    gra sobre un fondo blanco.El mapuche ha mantenido un extraordi-

    nario conservantismo en las formas cerfimi-cas. Desde hace quince siglos reproduceprincipalmente estos tres tipos de vasijas: 10sjarros asim&ricos, cuyo representante mfis co-nocido es el ketrumetaweo jarro pato, cuya for-ma imita a1 pato ketro (Tuckyeres patachonicus);el metawe o jarro simple con un asa, y la ckullau olla con cuello estriado y dos asas laterales.Las representaciones antropomorfas, aunquemenos abundantes, tambien estfin presentesdesde las primeras manifestaciones alfareras.

    De entre estas formas alfareras, el ketrume-tawe detenta una simbologia que se relacionadirectamente con la estructura familiar mapu-che. Investigaciones hechas por Dillehay y Gor-don (1979) han demostrado que la manera denidificacibn del ave representada en esta for-ma alfarera consiste en que el macho preparael nido y luego lleva a la hembra a depositar

    10s huevos en el. Est0 es muy significativo, yaque la alfareria es actividad esencialmente fe-menina y ademfis estos cfintaros han sido en-contrados principalmente en tumbas demujeres. Ellos representan la condici6n de lakure,mujer casada que debe abandonar su casapara vivir en la de su marido, costumbre prac-ticada dentro del sistema de matrimonio exo-gAmico y virilocal, propio de la tradici6nmapuche. Esta condici6n femenina es enfati-zada a veces colocando pequefias protuberan-

    cias en forma de mamas a1 pato representado.A pesar del fuerte tradicionalismo en la

    conservacion de antiguas formas, 10s mapu-ches son audaces en la creaci6n de nuevos ti-pos de cfintaros. Usando la misma formaasimetrica de 10s jarros pato, representan tam-b i h a otros pfijaros, gallinas, perros y caba-Ilos, y otras formas aun m6s imaginativas.

    Otro rubro de la alfareria es el utilitario, parael cual elaboran platos, tazas, pipas, y grandescfintaros para preparar y contener el mudui ochicha y otros liquidos, como 10s mencuke,fei-h u h , lcelikuey el mesken(vid. C. Joseph 1931).

    4.4. NGUTRAFE: EL PLATER0

    Los primeros metales aparecen en la regi6nmapuche en contextos funerarios correspon-

    dientes a1 complejo El Vergel, a partir de co-mienzos del segundo milenio de nuestra era(Aldunate 1989). Son aros de cobre, plata yor0 y es muy posible que hayan sido fabrica-dos mediante martillado de metales nativos.La metalurgia en plata es una creaci6n muytardia, que tiene su apogeo en el siglo XIX yes probablemente consecuencia de hondastransformaciones dentro de la sociedad ma-puche. El sistema de conflictos belicos, malo-cas, y el abundante intercambio que existib-enesa 6poca entre 10s indigenas de ambas ver-tientes de 10s Andes y la sociedad chilena, en-riqueci6 y concentr6 el poder en manos deinfluyentes toki, lonko y ulmen de esta 6poca(vid. Aldunate 1985). Las descripciones de estetiempo dan cuenta de que 10s poderosos caci-ques tenian a su servicio varios plateros queles confeccionaban 10s aperos de sus caballos,vajilla de mesa, mates y numerosas joyas deplata para el us0 de sus decenas de mujeres.

    A traves del desarrollo de esta singularartesania, se puede advertir tambien el inge-nio imaginativo de 10s plateros mapuches, quefabricaban cantidades de joyas de intrincadasformas para el us0 de las mujeres. Entre ellasdebemos mencionar 10s complejos adornos ytocados cefalicos, como 10s lloven ngutroe,lar-

    gas cintas recubiertas de cupulas de plata conque las mapuches enrollaban sus trenzas; 10strurilonko, cadenas de plata con colgantes queadornaban la frente; el traripel para el cuello,que a veces llevaba grandes y largos pectora-les, conocidos como trupelucucku, sequil, tralul-trulul, fuera de collares, pulseras y anillos. Y laaguja-prendedor, esa prenda tan andina quetambien entre 10s mapuches recibe el nombrede topu. W. Reccius (1985) hace un importanteanfilisis de 10s aspectos evolutivos en la tecno-logia y morfologia de la plateria mapuche.

    Todos estos elementos est6n fabricadoscon una profusi6n de campanillas y otros col-gantes que producen un caracteristico tinti-neo. Un viajero del siglo pasado, admirado ydivertido a1 ver el espectficulo que proporcio-naba una de las largas procesiones de mujeresque acompafiaban a un cacique, y a1 escucharel campanilleo incesante de sus joyas de platacomenta: "era aquello un chinesco de una ban-da de musica de un regimiento (Treutler 1861).

    Esta profusi6n de artefactos que aun seencuentran en us0 por 10s mapuches, se con-feccionaban con las monedas de plata de cir-culaci6n corriente hasta comienzos delpresente siglo, en Chile y Argentina. Los indi-genas las recibian en el intercambio de anima-les, tejidos y tambien en las malocas. Un viajeronorteamericano constata, a mediados del

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    CHECHE-- CHEDKUI CHUCHI- CHUCHU LAKU I KUKU-- KUSE PAPA1I

    K J WE* NUKE* 6 H ~ d'i\UNA RLKA f k I K E l M U M PmiI LAMNEN LAMNEN PER1 M U M MUNA

    0

    Wam

    A O A ANomenclatura de terminos d e parentesco mapuches.

    La incomprensi6n de la taxonomia de pa-rentesco y sistemas de alianza por parte de

    10s primeros europeos fue un importante ar-gumento para la alegaci6n de que 10s aborige-nes no eran humanos, pues institucionalizabanlas uniones aberrantes entre "madres" e hijos.

    El sistema de matrimonio original admi-tia la poliginia, instituci6n que, aunque suma-mente escasa en la actualidad, es altamentevalorada como signo de riqueza e importan-cia del var6n. De acuerdo a este matrimoniopoligamo, un hombre se casaba con varias her-manas (poliginia sororal), las que Vivian en lamisma ruku o casa, per0 distinguiendo clara-mente sus espacios, especialmente 10s fogo-nes.

    De acuerdo a1 sistema de patrilocalidad,a1 trasladarse la mujer a vivir junto a1 patrili-naje de su marido, se determina un continuo

    . 6xodo de las mujeres de su propio patrilinaje,a la vez que 6ste recibe el aporte de las muje-

    9 EFJEN I NANEN PEREN I LLALLA

    res de sus hermanos, que vienen de comuni-dades a veces alejadas. Aunque la posici6n de

    la mujer casada mapuche dentro de la comu-nidad en que vive es d6bi1, pues no pertenecea1 linaje de su marido e hijos, es un vital ele-mento para el fortalecimiento de 10s lazos en-tre varios linajes y forma un fuerte tejido que,sin duda alguna, ha jugado un papel funda-mental en la constitucion de la naci6n mapu-che (Faron ob. cit.).

    5.2. ASENTAMIENTO

    El grupo local residencial, que antes recibia elnombre de lofy sus miembros Iofcke, est& ons-tituido por un patr6n que parece haber sidosiempre disperso, de acuerdo a descripcionesde cronistas, aunque tambi6n hay algunas quedestacan su nucleamiento (NdAez de Pineda1863,126). En 61 habitan en casas separadas y

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    Figura 7. Transporte collofocochayuyo del litoral a1 interior. (Fotografia N. Piwonka.)

    Figura 8. Tejiendo en el telar vertical (wztraU. (FotografiaN. Piwonka.)

    distantes 10s varones miembros del patrilinajecon sus mujeres e hijas solteras y las demasmujeres del patrilinaje que no han contraidomatrimonio. Este es el linaje localizado, queFaron (ob. cit.) diferencia del linaje mfiximo,conformado por todos 10s miembros del pa-trilinaje, que incluye a las mujeres que hansalido de la comunidad en el sistema de ma-trimonio exogfimico patrilineal, y que aunqueno vive congregado, tiene una fundamentalimportancia por 10s vinculos de solidaridadecon6mica y religiosa que existen entre ellos,y que se refuerzan con el sistema de matrimo-nio Auke-kure.Dentro del linaje mfiximo, esteautor incluye tambien a 10s miembros falleci-dos, por su trascendental importancia religiosa,que se destaca en la relaci6n de proteccibn-invocaci6n de 10s halcones del sol (wenu-Aanku) que siempre estarfin velando por susdescendientes, y a 10s que se efectuarfin roga-tivas en las ceremonias de pillanttin y nguilla-

    ttin (Faron 1964 y ver Foerster y Gundermannen este volumen).Otras denominaciones se han dado a 10s

    grupos residenciales mapuches. P. de Valdi-via 10s denomin6 levos ((s. XVI) 1861, 54),N6iie.z de Pineda ((1673) 1863,304) y MariAode Lobera ((s. XVI) 1960, 310) prefirieron elespaAol parcialidades; el mismo Lobera(ob. cit. 31) y varios documentos coloniales

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    tempranos hablan de machulla: el Padre L. deValdivia usa el tbrmino rewe para designar a1grupo local y aillarewe -nueve rewes- para re-ferirse a una agrupaci6n m& amplia (1852), yGonzhlez de N6jera 10s denomina cabi ((1614)1889,461. Vivar, sin embargo, denomina a1 jefedel grupo Iebo, a 10s principales cabi y a1 lugarde congregaci6n del grupo regua ((1558) 1979,190). Hay otras expresiones que mhs tienenque ver con 10s factores territoriales que con10s de aseny butalmapsiglo XVIIIde denomii

    Estamcte confusiCmiento m:

    tuaran sobre 10s asentamientos tradicionalesde patrilinajes localizados, 10s que han subsis-tido hasta la decada de 1980, por la virtualprohibici6n hasta entonces existente de divi-dir y enajenar la propiedad indigena.

    La misma din6mica de trasmisi6n suceso-ria de la tierra tambien fortaleci6 el sistematradicional. En un estudio de seguimiento quehicimos a la propiedad en una comunidad porespacio de setenta aiios (Aldunate 1979), ob-

    ombres 10s principalesnio de la tierra, pues31 abandonar la comu-matrimonio exog6mi-

    1 hizo otra cosa queiicional del patrilinaje

    .tamiento humano, como son m a ~ u servamos aue son 10s htu o utanmaau. Los cronistas del detentadoies del domiincluyen atin una mayor variedad

    naciones.)s convencidos de que esta aparen-in de nombres acerca del asenta-ipuche tiene que ver con varios

    las mujeres lo pierden inidad en el sistema deco-patrilocal. Est0 noreforzar el sistema tracunido a la tierra.

    T - - I : - . : - : L - --L-L:-aclarados por 10s investigadores. Por una par-te, intuimos una enorme diversidad culturalen 10s territorios ocupados por etnias hablan-tes de mapudungun, que se extendian desde elChoapa hasta Chilo6 en epocas prehisphnicasy coloniales tempranas, lo que debe haber con-

    las comunicley 17.729 Jde consecucetnia. En e:Parlamentode dar cabic

    hinrlirln a l n c r r n n i c t a c A n la Cn1nn;I n i r i n n n c 11 cnr ior lgr lI U I L U L U U u U d L I u I I I Y L u u U L I u b v I v I L I u , y U A L l t L 0

    creyeron que formaban una misma naci6n.Denominamos actualmente cultura mapuchea la fusi6n cultural que se produjo a1 sur del

    Biobio, despues de la invasi6n espafiola y susconsecuencias (vid. Aldunate 1989, 342). Porotra parte, diferentes denominaciones debentambikn responder a distintos momentos cro-nol6gicos en la evoluci6n de 10s sistemas deasentamiento, 10s que de seguro sufrieron fre-cuentes cambios por las presiones a que estu-vo sometido con el sistema de la Guerra deArauco. Por tiltimo, el europeo confundi6 fre-cuentemente el linaje o grupo de parentescocon el sistema de residencia (vid. Aldunate1982,70).

    El asentamiento mapuche, con las carac-teristicas familiares y de parentesco descritas,se mantiene hasta hoy con pocas modificacio-nes. Colabor6 a ello la legislaci6n dictada porel Gobierno de Chile para el proceso de radi-caci6n a que ya hemos hecho referencia. Estasnormas legales, si bien suprimieron de raiz latradicional movilidad de 10s asentamientos,oblighndolos a vivir radicados en un solo lu-

    gar, consagr6 sin quererlo la vigencia del sis-tema tradicional del linaje congregado. Enefecto, el articulo 5 de la ley d e 1866 disponia:"cuando 10s indigenas que ocupan un terrenolo posean como individuos de una reducci6ndegendiente de un cacique, se les tendrifi comocomuneros y se les deslindar6 el terreno comopropiedad corntin a todos ellos" . Esta disposi-ci6n determin6 que las radicaciones se efec-

    ~d

    u l v l b l u l l prdmcamente obligatoria delades mapuches, impuesta por lar el Decreto Ley 2.568 de 1979, esmcias aun insospechadas para estajtos dias se est6 estudiando en eluna nueva legislaci6n que preten-

    i a a la cultura mapuche dentro deOvLILuuu chilena, preocupfindose, a1 mismo

    tiempo, de la mantenci6n de su lengua, valo-res e ideologia.

    5.3. ORGANIZACI6NSOCIAL

    De acuerdo a 10s primeros testimonios de cro-nistas, la estructura social de 10s grupos deparentesco mapuche no estaba jerarquizada, yse basaba m6s en las caracteristicas persona-les de la "cabeza" -1onko- que en factores ge-nealogicos u otros m6s institucionalizados.Factores como la edad, la elocuencia y la pru-dencia eran,

    yatin son, caracteristicas altamen-

    te apreciadas en 10s lideres mapuches. Adiferencia de las sociedades andinas, el siste-ma social mapuche era predominantementeigualitario (vid. Ovalle, 1969, 107, Nufiez dePineda 1973, 71). El Padre Rosales (1877) loresume en una sola frase: "cacique que no tra-baja, no come". Los cronistas (Ovalle ob. cit.)tambien describen otra institucibn, el toki,quea1 parecer era aquel guerrero de mayor presti-gio que asumia un fuerte liderazgo en las cam-

    pafias belicas, per0 cuyo poder terminaba encuanto finalizaba el conflicto. Los tokicohesio-naban a gran cantidad de grupos residencia-les bajo su ferrea autoridad, lo que explica 10sfamosos "alzamientos" de regiones enteras,que hicieron fracasar las invasiones incaicas yespaiiolas de sus territorios.

    Este sistema demuestra la enorme'eficaciade la resistencia mapuche. La fragmentaci6n

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    del poder y su calidad difusa en 6pocas depaz impidieron el 6xito de 10s planes de inva-si6n y conquista de este pueblo, pues habriaque haber sujetado a un sinnfimero de linajesque Vivian muy dispersos, movi6ndose en te-rritorios defendidos por montaiias, bosques yrios infranqueables. La sfibita aparici6n de to-

    kis en momentos de guerra fue tan eficaz, queencendia las rebeliones indigenas en campa-iias muy exitosas y de tan vasto alcance, comoaqu6lla de 1598 que destruy6 todo el avanceespaiiol en el sur de Chile. Terminado el con-flicto, retomaban su vigencia las institucionestradicionales, circunstancia que explica el fra-cas0 de todo el sistema de parlamentos, que10s europeos interpretaban como una falla 6ti-ca del mapuche a1 no dar cumplimiento a 10scomprornisos contraidos en estas aparatosasreuniones. Una opini6n diferente respecto delperiod0 de La Frontera, que enfatiza las rela-ciones pacificas entre indigenas y espaiioles,es la que sostienen Villalobos (1982) y Men-dez (1982).

    Durante la Colonia, las instituciones espa-iiolas manipularon el sistema de organizaci6nsocial mapuche en 10s territorios dominados.Reforzaron el poder del lonko transformdndo-lo en cacique, una instituci6n que muy poco

    tenia que ver con el sistema de poder tradicio-nal d e esta etnia, y que transformaba a1 que lodetentaba en un verdadero funcionario de laCorona (Guarda 1968 y Aldunate 1985 b). LaRepfiblica tambi6n trat6 de continuar con estemismo procedimiento. AI tomar posesi6n de10s territorios mapuches en la segunda mitaddel s. XIX, el gobierno trat6 de reforzar el sis-

    tema de poder del cacique, otorgdndole dere-chos a mayores extensiones de tierras o a lagratuita construcci6n de casas en sus propie-dades.

    Los mapuches son culturalmente reaciosa conceder representacibn legitima a personase instituciones, y la ausencia de este interlocu-

    tor d i d o ha probado, hasta ahora, ser unarma muy eficaz para mantener su vitalidad eindependencia cultural, en contra de 10s in-tentos de manipularlos.

    Tom& Melville (1976,136 y sgts.) hace unandlisis del sistema de valores mapuche aso-ciado a las estructuras de poder. Subraya aque-110s que tienen que ver con la independenciay la responsabilidad personales y seiiala queel estatus de autoridad no acompaiia a cate-gorias como edad, sexo, o condicibn, sin0 quea1 comportamiento de una persona. Esta ex-plicaci6n contribuye a entender la categoriade ulmen,que se refiere a un hombre exitoso yrico y que goza de gran prestigio en la socie-dad mapuche.

    Estimamos que el sistema de organizaci6nsocial, el poder y 10s valores asociados a ellos,son un punto neurAlgico en el actual momen-to, en que la sociedad mapuche se enfrenta alas mayorias oficiales del pais. La eficacia del

    sistema tradicional lax0 e igualitario, tan fun-cional en otras epocas, hoy se enfrenta a laurgente necesidad de uni6n politico4tnica deesta minoria, creando instituciones que la re-presenten legitimamente ante la sociedad ma-yor. Es probable que la actual emergencia delideres 6tnicos mapuches, con visi6n politica,sea una respuesta optimista en este sentido.

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