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SOCIEDADES de PAISAJES ÁRIDOS y SEMI-ÁRIDOS Revista Científica del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria de la Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional de Río Cuarto Año I / Volumen I / Diciembre de 2009 ISSN

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3Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

SOCIEDADES de PAISAJESÁRIDOS y SEMI-ÁRIDOS

Revista Científica del Laboratorio de Arqueologíay Etnohistoria de la Facultad de Ciencias Humanas

Universidad Nacional de Río Cuarto

Año I / Volumen I / Diciembre de 2009

ISSN

4 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

5Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

Estimado lectorEstimado lectorEstimado lectorEstimado lectorEstimado lector:::::

La obra que Usted tiene en sus manos posee un valor singular, porque es el fruto deconocimientos, experiencia y mucho esfuerzo por parte de sus autores. La Universidad

Nacional de Río Cuarto ha procurado una presentación digna y espera concretar suamplia difusión y comercialización a precios accesibles.

Usted podrá fotocopiar parte de su contenido para su uso personal. Pero rehusecualquier ejemplar fotocopiado ilegalmente, porque ello implicaría un uso ilegítimo

del esfuerzo de los autores y del editor.

La reproducción ilegal, además de estar penada por los Art. Nº 71 y 72 de la Ley11.723 y Art. Nº 172 del Código Penal, es una práctica que atenta contra la creación

del conocimiento y la difusión de la cultura.

El respeto a los derechos intelectuales hace posible que existan mejores libros y máseconómicos.

Editorial UniEditorial UniEditorial UniEditorial UniEditorial Univvvvversidad Nacional de Río Cuarersidad Nacional de Río Cuarersidad Nacional de Río Cuarersidad Nacional de Río Cuarersidad Nacional de Río Cuartototototo

6 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

AAAAAUTUTUTUTUTORIDORIDORIDORIDORIDADESADESADESADESADESUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDAD NAD NAD NAD NAD NAAAAACIONCIONCIONCIONCIONAL DEAL DEAL DEAL DEAL DERÍO CURÍO CURÍO CURÍO CURÍO CUARARARARARTTTTTOOOOO

RRRRRectorectorectorectorectorProf. Oscar Federico SPADA

VVVVVice Rice Rice Rice Rice RectorectorectorectorectorProf. Anibal BESSONE

SecrSecrSecrSecrSecretario Generaletario Generaletario Generaletario Generaletario GeneralCdor. Armando Becerra

SecrSecrSecrSecrSecretario Académicoetario Académicoetario Académicoetario Académicoetario AcadémicoProf. Silvia Nicoletti

SecrSecrSecrSecrSecretario de Ciencia y etario de Ciencia y etario de Ciencia y etario de Ciencia y etario de Ciencia y Técnica:Técnica:Técnica:Técnica:Técnica:Prof. Alfredo Baronio

SecrSecrSecrSecrSecretario de Extensión y Desaretario de Extensión y Desaretario de Extensión y Desaretario de Extensión y Desaretario de Extensión y Desarrrrrrollo:ollo:ollo:ollo:ollo:Prof. Ricardo Roig

SecrSecrSecrSecrSecretario Económicoetario Económicoetario Económicoetario Económicoetario EconómicoProf. Jorge González

SecrSecrSecrSecrSecretario de Bienestaretario de Bienestaretario de Bienestaretario de Bienestaretario de BienestarProf. Enrique Bérgamo

SecrSecrSecrSecrSecretario de Cooretario de Cooretario de Cooretario de Cooretario de Coordinación dinación dinación dinación dinación Técnica yTécnica yTécnica yTécnica yTécnica ySerSerSerSerServicios:vicios:vicios:vicios:vicios:Arq. Lucía Fortuna

Sec. de PlanifSec. de PlanifSec. de PlanifSec. de PlanifSec. de Planificación y Ricación y Ricación y Ricación y Ricación y RelacioneselacioneselacioneselacioneselacionesInstitucionalesInstitucionalesInstitucionalesInstitucionalesInstitucionalesProf. Jorge Anunziata

SecrSecrSecrSecrSecretaría de Petaría de Petaría de Petaría de Petaría de Posgosgosgosgosgraduación:raduación:raduación:raduación:raduación:Prof. Rubén Davicino

REVISTREVISTREVISTREVISTREVISTA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PAISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS Y SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSVVVVVolumen 1 / Año 1 / 2009olumen 1 / Año 1 / 2009olumen 1 / Año 1 / 2009olumen 1 / Año 1 / 2009olumen 1 / Año 1 / 2009

AAAAAUTUTUTUTUTORIDORIDORIDORIDORIDADESADESADESADESADESFFFFFAAAAACULCULCULCULCULTTTTTAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANASASASASASUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDAD NAD NAD NAD NAD NAAAAACIONCIONCIONCIONCIONAL DEAL DEAL DEAL DEAL DERÍO CURÍO CURÍO CURÍO CURÍO CUARARARARARTTTTTOOOOO

DecanoDecanoDecanoDecanoDecanoProf. Enique Grote

VVVVVice Decanaice Decanaice Decanaice Decanaice DecanaProf. Gisella Velez

SecrSecrSecrSecrSecretaria Académicaetaria Académicaetaria Académicaetaria Académicaetaria AcadémicaProf. Ana Vogliotti

SecrSecrSecrSecrSecretaria etaria etaria etaria etaria TécnicaTécnicaTécnicaTécnicaTécnicaProf. Gustavo Kunsevich

SecrSecrSecrSecrSecretaria de Inetaria de Inetaria de Inetaria de Inetaria de InvvvvvestigestigestigestigestigacionesacionesacionesacionesacionesProf. Clide Gremiger

SecrSecrSecrSecrSecretaria de Petaria de Petaria de Petaria de Petaria de PosgosgosgosgosgradoradoradoradoradoProf. Analía Brandolín

SecrSecrSecrSecrSecretario de Extensiónetario de Extensiónetario de Extensiónetario de Extensiónetario de ExtensiónProf. César Quiroga

SubsecrSubsecrSubsecrSubsecrSubsecretario Académicoetario Académicoetario Académicoetario Académicoetario AcadémicoProf. Héctor Stroppa

AAAAAutoridades delutoridades delutoridades delutoridades delutoridades delDeDeDeDeDeparparparparpartamento de Historiatamento de Historiatamento de Historiatamento de Historiatamento de Historia

DirDirDirDirDirectoraectoraectoraectoraectoraProf. Martha Grodsinsky

VVVVVice ice ice ice ice DirDirDirDirDirectoraectoraectoraectoraectoraProf. Alicia Lodeserto

7Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

REVISTREVISTREVISTREVISTREVISTA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PAISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS Y SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSVVVVVolumen 1 / Año 1 / 2009olumen 1 / Año 1 / 2009olumen 1 / Año 1 / 2009olumen 1 / Año 1 / 2009olumen 1 / Año 1 / 2009

DDDDDiririririrectorasectorasectorasectorasectorasAna María Rocchietti / Marcela Alicia Tamagnini

Comité EditorComité EditorComité EditorComité EditorComité EditorSecretario: Juan Manuel Chavero

Alicia Lodeserto, Ernesto Olmedo, Graciana Pérez Zavala, Flavio Ribero

Consejo de RConsejo de RConsejo de RConsejo de RConsejo de RedacciónedacciónedacciónedacciónedacciónYanina Aguilar, Yoli Martini, Martha Villa, Laura Gili, Martha Tigier

ColaboradorColaboradorColaboradorColaboradorColaboradoresesesesesPaula Altamirano, José Luís Torres, Daniela Castro Cantoro, Gustavo Torres, Mariano Yedro,Federico María, Arabela Ponzio, Juan Testa, Jesica Díaz, Esteban Videla, Mauricio Saibene

Comité CientífComité CientífComité CientífComité CientífComité CientíficoicoicoicoicoAntonio Austral (Universidad Nacional de La Plata); Rafael Curtoni (Universidad Nacional delCentro de la Provincia de Buenos Aires); Alejandro García (Universidad Nacional de San Juan);Emilio Eugenio (Universidad de Buenos Aires); Rolf Foerster (Universidad de Chile); Facundo

Gómez Romero (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires –CONICET); Arno Álvarez Kem (Universidad Federal de Porto Alegre, Brasil) César Gálvez

Mora (Instituto Nacional de Cultura, Departamento de La Libertad, Perú), Carlos Pérez Zavala(Fundación Intercambio Cultural Alemán-Latinoamericano, Río Cuarto); Víctor Pimimchumo

(Instituto Nacional de Cultura-Dirección Regional de Cultura, La Libertad, Perú); RacsoFernández (Investigador Auxiliar Instituto Cubano de Antropología, Grupo Cubano de Investiga-

ciones de Arte Rupestre); Ludgarda Reyes (Universidad Privada Franz Tamayo, Perú)

EvEvEvEvEvaluaraluaraluaraluaraluaron este von este von este von este von este volumenolumenolumenolumenolumenJuan David Ávila (Universidad Nacional de Rosario); Walter Delrío (CONICET – Universi-dad Nacional de Río Negro); Andrés Laguens (Universidad Nacional de Córdoba); CatalinaTeresa Michieli (Universidad Nacional de San Juan); María Eugenia Néspolo (Universidad

Nacional de Luján).

Diseño de Diseño de Diseño de Diseño de Diseño de TTTTTapaapaapaapaapa: Juan Chavero

DiagDiagDiagDiagDiagramación Interiorramación Interiorramación Interiorramación Interiorramación Interior:Germán Sabena

Curadoría:Curadoría:Curadoría:Curadoría:Curadoría:María Cecilia Stroppa (Universidad Nacional de Rosario – CIUR)

SuperSuperSuperSuperSupervisión Gráfvisión Gráfvisión Gráfvisión Gráfvisión Gráfica del vica del vica del vica del vica del volumenolumenolumenolumenolumen:Cecilia Grazini

PrPrPrPrPropietario Ropietario Ropietario Ropietario Ropietario Responsabesponsabesponsabesponsabesponsablelelelele:UNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDAD NAD NAD NAD NAD NAAAAACIONCIONCIONCIONCIONAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUARARARARARTTTTTOOOOO

UNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDAD NAD NAD NAD NAD NAAAAACIONCIONCIONCIONCIONAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUARARARARARTTTTTO / FO / FO / FO / FO / FAAAAACULCULCULCULCULTTTTTAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANASASASASASLaboratorio de Arqueología y EtnohistoriaRuta 36 Km. 601 /CP 5800 / Río Cuarto

TEL. 54 358 4676297Contacto:Contacto:Contacto:Contacto:Contacto: [email protected]

Decreto-Ley 6422/57 de Publicaciones Periódicas

8 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

In Memoriam

Humberto LagigliaJuan Schobinger

9Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

ÍNDICE GENERALÍNDICE GENERALÍNDICE GENERALÍNDICE GENERALÍNDICE GENERALREVISTA SOCIEDADES DE PAISAJES ÁRIDOS Y SEMIÁRIDOSVOLUMEN 1 / AÑO 1 / 2009

NOTA A LOS LECTORES ................................................................................................ 11EDITORIAL ........................................................................................................................... 13

ARARARARARQQQQQUEOLUEOLUEOLUEOLUEOLOGÍAOGÍAOGÍAOGÍAOGÍA

INDICADORES ARQUEOLÓGICOS DE MOVILIDAD CULTURALEN EL CENTRO-OESTE ARGENTINO Y ALEDAÑOS ...................................... 17Humberto A. Lagiglia

EL DOMINIO INCAICO EN LA PERIFERIA MERIDIONAL DEL TAWANTINSUYU. REVISIÓN DE LAS INVESTIGACIONESARQUEOLÓGICAS EN LA REGIÓN DE CUYO, ARGENTINA....................... 47Alejandro García

INVESTIGACIÓNES ARQUEOLÓGICAS EN EL ÁREA NOROCCIDENTAL DELA REGIÓN PAMPA SECA. PRIMERAS APROXIMACIONES ALREGISTRO DE LA MICRORREGIÓN «EL CUERO» (DPTO. GRAL. ROCA, CÓRDOBA) .............................................................................. 75Guillermo Heider

INFORME SOBRE EL SITIO EL CAJÓN(SERREZUELA, CÓRDOBA, ARGENTINA). LA OCUPACIÓNPREHISPÁNICA DE LOS MICRO-AMBIENTES ÁRIDOS PRÓXIMOSA LAS SALINAS GRANDES............................................................................................. 95Sebastián Pastor

POR LA RUTA DEL AGUA EN LA PUNTA DE MAISI, GUANTANAMO, CUBA.UN ESTUDIO DE FUNCIONALIDAD EN EL ARTE RUPESTRE ................ 115Racso Fernández Ortega, Divaldo A. Gutiérrez Calvache y José B. González Tendero

10 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

ACHIRAS HISTÓRICA. ARQUEOLOGÍA COLONIAL EN EL SURDE CÓRDOBA ....................................................................................................................147Ana Rocchietti y Flavio Ribero

ENTENTENTENTENTOHISTOHISTOHISTOHISTOHISTORIAORIAORIAORIAORIA

EL TRATADO DE PAZ DE 1796: ENTRE LA DELIMITACIÓN DELA FRONTERA SUR CORDOBESA Y EL RECONOCIMIENTOPOLÍTICO DE LOS RANQUELES .............................................................................. 167Marcela Tamagnini y Graciana Pérez Zavala

LOS ‘JUSTOS TÍTULOS’. CONTEXTOS DE CONFLICTIVIDAD PORLA TIERRA EN LOS LLANOS RIOJANOS, SIGLO XVIII .............................. 185Roxana Boixadós

EXPEDICIONARIOS CHILENOS POR LAS PAMPAS ARGENTINASPARAJES, RASTRILLADAS, ETNIAS Y POLÍTICAS DE INTEGRACIÓN ...... 209Norberto Mollo y Carlos Della Mattia

LAS CLASIFICACIONES JESUITAS DEL MUNDO INDÍGENAPAMPEANO-PATAGÓNICO. EL CASO DE TOMÁS FALKNER, SJ, 1744-1774 .... 225Fabián Arias

RESEÑASRESEÑASRESEÑASRESEÑASRESEÑAS

PROBLEMÁTICAS DE LA ARQUEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA ..............253Antonio Austral y Marcela Tamagnini

ARQUEOLOGÍA DE LA FRONTERAESTUDIOS SOBRE LOS CAMPOS DEL SUR CORDOBÉS .............................. 254Ana María Rocchietti y Marcela Tamagnini

11Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

NONONONONOTTTTTA A LA A LA A LA A LA A LOS LECTOS LECTOS LECTOS LECTOS LECTORESORESORESORESORES

RRRRReeeeevista Sociedades de Pvista Sociedades de Pvista Sociedades de Pvista Sociedades de Pvista Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridosaisajes Áridos y Semi-Áridosaisajes Áridos y Semi-Áridosaisajes Áridos y Semi-Áridosaisajes Áridos y Semi-Áridos es una publicación se-mestral que edita el Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria (Departamentode Historia - Facultad de Ciencias Humanas – Universidad Nacional de RíoCuarto). Recibe artículos originales de autores nacionales y extranjeros que de-sarrollan investigaciones en: Arqueología Regional, Arqueología Latinoamerica-na, Problemas Teóricos y Metodológicos en Arqueología, Etnohistoria, Antro-pología, Etnografía, Ciencias concurrentes y afines (como Geología, Geografía,Historia, etc.).

Está dedicada especialmente a las investigaciones de la diagonal áridade la Argentina y de América del Sur.

12 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

13Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

REVISTREVISTREVISTREVISTREVISTA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PAISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS YYYYYSEMIÁRIDOSSEMIÁRIDOSSEMIÁRIDOSSEMIÁRIDOSSEMIÁRIDOSVolumen 1 / Año 1 / 2009

EditorialEditorialEditorialEditorialEditorialLas sociedades desarrollan su historia y su cultura en relación con ambientes

siempre cambiantes. Esta publicación abre sus puertas a las investigaciones sobreaquellas que tiene como marco los paisajes áridos y semiáridos. En América delSud no solamente ellos conforman su diagonal árida sino, asimismo, el ámbitoen que se desenvolvieron los más complejos desarrollos humanos desde el co-mienzo del Holoceno, por lo menos.

Las poblaciones los colonizaron bajo condiciones de rigurosidadecoclimática y adquirieron bajo su imperio una identidad original. Numero-sas soluciones sociales tuvieron lugar en esos majestuosos escenarios de mon-tañas, travesías y desiertos. Las mismas no cesaron en los tiempos colonialesy poscoloniales.

El objetivo de esta publicación es reunir trabajos de una temática especializa-da en los campos de la antropología, la historia, la arqueología, la geografía y lasdisciplinas afines para que sus lectores encuentren en ella una colección de apor-tes afines y profundos sobre estas regiones del país de los argentinos.

El número 1 está dedicado a la Arqueología y a la Etnohistoria.

El primer tópico se abre con una contribución de Humberto Lagiglia, a cuyamemoria dedicamos este número. Luego los temas se suceden en torno a los Inka,a la microrregión de la Laguna del Cuero (La Pampa), a la ocupación prehispánicaen ámbitos próximos a las Salinas Grandes y a los avecinamientos coloniales en laregión de Achiras. Se completa con un trabajo sobre el arte rupestre de Cuba cuyosinvestigadores se acercan, así, a nuestro medio académico.

Las contribuciones a la Etnohistoria abarcan problemas de la Frontera delSur cordobesa, contextos de conflictividad social en los llanos riojanos, la pene-

14 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

tración de expedicionarios chilenos en las pampas y la clasificación del mundoindígena por Tomás Falkner, SJ.

Completamos el número con reseñas de dos libros producidos por el Labora-torio de Arqueología y Etnohistoria, lugar institucional en el que nace –esperan-zada- esta publicación.

Prof. Marcela Tamagnini Prof. Ana María Rocchietti

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arqueologíaSociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

16 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

17Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

IIIIINDICADORES ARNDICADORES ARNDICADORES ARNDICADORES ARNDICADORES ARQQQQQUEOLÓGICOS DEUEOLÓGICOS DEUEOLÓGICOS DEUEOLÓGICOS DEUEOLÓGICOS DEMOMOMOMOMOVILIDVILIDVILIDVILIDVILIDAD CULAD CULAD CULAD CULAD CULTURAL EN EL CENTRTURAL EN EL CENTRTURAL EN EL CENTRTURAL EN EL CENTRTURAL EN EL CENTRO-OESTEO-OESTEO-OESTEO-OESTEO-OESTE

ARARARARARGENTINO GENTINO GENTINO GENTINO GENTINO Y ALEDY ALEDY ALEDY ALEDY ALEDAÑOSAÑOSAÑOSAÑOSAÑOSHumberto A. Lagiglia1

RRRRResuesuesuesuesumenmenmenmenmen

La búsqueda de indicadores del registro arqueológico que sean vectores fiables de lasrelaciones de intercambio entre los grupos de una región, es el objetivo planteado eneste estudio. Para ello se han seleccionado numerosos indicadores base, que se en-cuentran presentes en diferentes yacimientos y que no pertenecen claramente al sitioni a la zona. En cambio son elementos que arriban o llegan al lugar desde considera-bles distancias, donde se desarrollan sus centros de origen. Sean estos elementospertenecientes a especies biológicas, minerales o rocas o elementos culturales en sí.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvve:e:e:e:e: Indicadores – registro arqueológico – Cultura de Agrelo.

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

The search of indicators of the archaeological record that are trustworthy vectors ofthe relations of exchange between the groups of a region, is the aim raised in thisstudy. For it numerous indicators have been selected base, that are present in differentdeposits and that concern clearly neither to the site nor to the zone. On the otherhand they are elements that arrive or come to the place from considerable distances,where its centers of origin develop.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords: ds: ds: ds: ds: indicators – archaeological record– Agrelo Culture.

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónEl fenómeno del comercio o prestación de bienes entre etnos o grupos conti-

1 Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. Museo de Historia Natural deSan Rafael, Mendoza.

18 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

guos fue una de la manifestaciones culturales frecuentes que se destacan desde elarcaico; cuando no, son indicadores de la movilidad de los grupos humanos.

Estos indicadores se han reunidos para una metodología de trabajo en: 1)Indicadores ceramológicos; 2) Indicadores arqueológicos líticos 3) Indicadoresen el arte rupestre; 4) Indicadores malacológicos; 5) Indicadores arqueo- botáni-cos; 6) Indicadores paleobotánicos; 7) Arqueofaunísticos; 8) Indicadores arqueometalúrgicos; 9) Indicadores geo-arqueológícos; 10) Indicadores posthispánicos.En este trabajo se describen las situaciones de movilidad y se marca en mapas dela región los itinerarios de movilidad en diferentes momentos.

En el análisis exhaustivo de los materiales arqueológicos de una región, esfácil detectar bienes culturales que son propios de ellas y los que vienen porprestación, intercambio y movilidad. Esto es lo conocido como comercio, o mássencillamente contactos entre las sociedades, etnos o grupos humanos, próximoso distantes de los centros de desarrollo y ocupación inicial. En los últimos tiem-pos, la arqueología se ha visto ocupada en establecer los mecanismos de contac-tos entre los pueblos. Es indudable que ello está vinculado con los cambios queconducen al vector de la variabilidad y diversidad cultural, de su evolución yprogreso. Lo complicado es establecer cómo se producen estas modificacionesdentro de cada sociedad. El aspecto de difícil resolución consiste en determinara través del tiempo los diferentes momentos de estos contactos y sus contenidos,aparte de definir de qué manera pudo influír la prestación de bienes diferentes,dentro de cada sociedad. La reconstrucción de los sistemas de intercambio entrelas sociedades, ayuda con gran peso a entender y definir los contextossocioculturales, siempre y cuando se conozca de manera precisa y específica, lanaturaleza y cómo se establece la movilidad espacial.

Cuando determinados bienes entran dentro de sistemas de circulación y tras-cienden sus propios espacios de territorialidad étnica o grupal, es porque estostienen un cierto grado de excelencia y atractivo, que puede ser receptado por otrogrupo cultural distinto, con la sobrecarga muchas veces subestimada, del mundosimbólico que las mueve. Los centros donde estos bienes se generan, son conoci-dos como “de producción” o “de obtención”. En el primero, su característicacultural está impresa, en el segundo, se trata de aquellos sitios específicos dondepuede procurarse materia prima especial, como líticos para la confección de arte-factos, moluscos para fabricar collares o adornos entre otros, vegetales para apli-caciones rituales, medicinales o de construcción, minerales para confeccionarmetales, etc. Otro tema que queda abierto a partir de estos trabajos, está vincu-lado con el establecimiento y reconstrucción de los modelos vinculados con laorganización de los sistemas comerciales, de contacto o intercambio.

Humberto A. Lagiglia

19Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

El Indicador arEl Indicador arEl Indicador arEl Indicador arEl Indicador arqueológico como vqueológico como vqueológico como vqueológico como vqueológico como vector culturalector culturalector culturalector culturalector culturalSe ha establecido la figura del “indicador arqueológico”. A nivel metodológico

sirve como herramienta para interpretar los fenómenos de interrelaciones cultura-les entre pueblos vecinos. Estos elementos culturales aparecen generalmente aisla-dos, por razones aleatorias de su relevancia cuando son hallados por terceros, y aveces por profesionales. Responden a una contextualidad diferente de la espectadaen la unidad o componente analizado, que diera lugar a pensar que el elementoviene de afuera. En todos los casos es necesario establecer si la misma forma partecontextual o paternizada del otro grupo y cuál es la intensidad y frecuencia depertenencia y uso. Estos datos son sumamente difíciles de establecer por el mo-mento, aunque no imposibles. Por de pronto el interés de marcar lo diferente,establece un mecanismo de acercamiento interpretativo, que valida la presencia deun objeto en un lugar e impulsa a la búsqueda de explicaciones y al aporte denuevos conocimientos. De esta manera se establecerán en el futuro los “sistemas deintercambio” entre los grupos y cuál ha sido la movilidad cultural o biológica.

El interEl interEl interEl interEl intercambiocambiocambiocambiocambioLa importancia adquirida del estudio establecido por intercambio entre los

pueblos no occidentales, es decir, nativos, exóticos o mal llamados primitivos,dio innumerables aportes a la etnografía. A través de los estudios de Malinowski(1922), sobre la economía de esos pueblos, se dieron las pautas básicas quepermitieron entender este fenómeno cultural. Esto se hizo, extensible a muchosgrupos de la prehistoria, lo cual permitió entender, que los mecanismos del in-tercambio estaban establecidos bajo las normas básicas del “don”. En estas, todotipo de prestación realizada entre individuos o grupos de comunidades étnicas,rigen las obligaciones fundamentales de: “dar, recibir y devolver”.

WWWWWallerstein (1974) y el sistema de comerallerstein (1974) y el sistema de comerallerstein (1974) y el sistema de comerallerstein (1974) y el sistema de comerallerstein (1974) y el sistema de comercio mundialcio mundialcio mundialcio mundialcio mundialEn un sentido mucho más amplio, existen los llamados “Sistemas de comer-

cio o de intercambio mundial”. Este afecta las relaciones a distancia, muchasveces vinculadas con procesos expansivos, como la conocida expansión mercan-tilista que dio origen al descubrimiento de América. Los sistemas internos deintercambios satisfacen las necesidades inmediatas de los grupos o unidades liga-das. Mientras que los llamados de intercambios interétnicos vecinos, obedecen auna política entre grupos vecinos. Muchas veces, se procede tras la búsqueda uobtención de determinados recursos, que no posee la zona donde el grupo ounidad habita.

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

20 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

MarMarMarMarMarcel Mauss (1967) y los intercel Mauss (1967) y los intercel Mauss (1967) y los intercel Mauss (1967) y los intercel Mauss (1967) y los intercambios de rcambios de rcambios de rcambios de rcambios de reeeeegggggalosalosalosalosalos

La reciprocidad de intercambios de regalos que se producen entre algunos gru-pos, no es un fenómeno cultural fácil de poder explicarlo a través del análisis delcontenido del registro arqueológico. Habría que tener y disponer de la convergen-cia homotaxial y sincrónica al comparar los contextos de dos áreas o regionesvecinas. En cada una de ellas es donde pueden encontrarse elementos culturales,bien identificados la una de la otra. Esto no es imposible de lograr y en un futuro,estos ajustes interpretativos serán posibles. Una serie de sociedades establecen rela-ciones no condicionadas, de obsequiar un determinado bien cultural a la otra, sinpedir nada a cambio. Sin embargo, esto encierra una obligación de reciprocidad, enque el receptor que acepta gustoso el obsequio, se vea obligado a responder, encierta medida con algo igual, semejante, o de mayor valor. Esta conducta puedeinterpretarse como una donación o subsidio sin cargo de devolución o contrapar-tida. Conducta esta, que en el nivel interpretativo del contexto hallado en el registroarqueológico, se hace más que imposible establecer. No así en el plano etnográficoy etnológico. Más aun si esto es el resultado de un estudio operativo descriptivo deprimera instancia, como el que realiza la etnografía.

BrBrBrBrBronislaonislaonislaonislaonislaw Malinow Malinow Malinow Malinow Malinowski (1922) y la rwski (1922) y la rwski (1922) y la rwski (1922) y la rwski (1922) y la red de intered de intered de intered de intered de intercambio: cambio: cambio: cambio: cambio: “El anillo K“El anillo K“El anillo K“El anillo K“El anillo Kula”ula”ula”ula”ula”Este clásico autor funcionalista de la Antropología, establece que entre los

melanesios de diferentes islas del pacífico, se producen una serie de relacionesInter- tribales que conforman una red de intercambio cerrado. Este comprendeun círculo de islas. Esta consiste en el trueque ceremonial (que otorgan honor,prestigio social y refuerzan alianzas), de regalos de cierta importancia, como sercaparazones de moluscos y alimentos. Estos intercambios de reciprocidad vanmunidos de amistad y festejos jerarquizando posiciones del status. Son de gravi-tación en la medida que el receptor aumenta los regalos en calidad y cantidad ypara que adquiera real relevancia, la entrega de los obsequios se hace pública ynotoria. Como se trata de un trueque ceremonial, ambos individuos se ven obli-gados a establecer reciprocidad.

InterInterInterInterIntercambios entrcambios entrcambios entrcambios entrcambios entre ge ge ge ge grrrrrupos emparupos emparupos emparupos emparupos emparentados cultural o étnicamenteentados cultural o étnicamenteentados cultural o étnicamenteentados cultural o étnicamenteentados cultural o étnicamenteAunque la etnología está llena de sobrados ejemplos sobre este tema, sería

redundante dada la naturaleza de este trabajo hacer una revisión de los mismos.Pero si sería de interés señalar los puntos, en aras de ofrecer aperturas para futu-ras investigaciones. Estos son: los “Intercambios competitivos”, la. “Resolución

Humberto A. Lagiglia

21Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

de rivalidades”, el “Potlatch”, la “Donación de ostentosos objetos” y la “Des-trucción como alarde de espléndida riqueza”.

Finalmente quedaría para un futuro establecer como se dijo, cuáles fueron ycómo fueron las “Modalidades de intercambio”. Si hubo entre ellas algún tipode “reciprocidad”, “redistribución” o “intercambio de mercado”. A nivel ar-queológico se estima poder llegar a cierto grado de inferencia.

JJJJJerarerarerarerarerarquía y prquía y prquía y prquía y prquía y prestigio de los objetos de interestigio de los objetos de interestigio de los objetos de interestigio de los objetos de interestigio de los objetos de intercambiocambiocambiocambiocambioAunque el valor arbitrario que cada sociedad imprime a sus objetos y mate-

riales, no siempre es igual, muchas veces las preferencias han sido marcadas. Elvalor del oro en nuestras sociedades es un referente mucho más alto y preciadocomparado con cualquier otro material. Existen sociedades que le dan un valorintrínseco relativamente bajo a determinados elementos, prefiriendo otros bie-nes culturales, que para ellos otorgan más valor e importancia simbólica ysocial.

En el caso de nuestras regiones, algunos documentos etnohistóricos, como elque a continuación describimos, hablan en favor de determinados bienes cultu-rales y materia prima, que los grupos de cazadores recolectores del sur de Mendoza,los llamados Puelches Cuyo o Puelches algarroberos, establecían con los gruposde Chile Central. Al respecto Ricardo Latcham (1928), nos dice:

“Solían reunirse en los llanos de Talcarehue, cerca de San Fernando, du-rante los meses de Diciembre o Enero de cada año, donde se establecíauna feria en que cambiaban sus productos con los españoles. Comercia-ban ciertas especies, como cestería, pieles y cueros adobados de huanaco yavestruz, plumas y plumeros, sal, charqui de huanaco, raíces y plantasmedicinales de la cordillera y piedras bezares. Recibían en cambio, trigo,tejidos de lana, vino y objetos de fabricación europea”.

En este pequeño opúsculo nos proponemos plantear los lineamientos de unametodología, que permita utilizar criterios de ordenamiento y desarrollar algu-nos casos establecidos en el registro arqueológico de piezas singulares o llamati-vas, de las cuales conocemos sus regiones de procedencia. Aunque muchas veceslos antropólogos, dimensionan más las relaciones entre los grupos que se ponenen contacto, que los propios elementos de intercambio. Hay que recordar quedurante estos procesos de comunicación, se establece un flujo de información,

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

22 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

donde las dos sociedades se esfuerzan para entenderse, limitados muchas vecespor la lengua, aunque ésta no es necesariamente un impedimento. Cuando losbienes culturales se obtienen mediante un botín de guerra, robos pillaje a pobla-ciones o grupos, las relaciones humanas tienen un flujo de intercambio diferente;es unidireccional y solo prima el interés material. Para el caso de la cita histórica,el referente es claro. Se trata simplemente de un tipo de “intercambio de merca-do”. Es probable que responda a una larga tradición, por lo menos dentro de losgrupos cordilleranos de altura, donde están apareciendo algunas manifestacionesdiagnósticas.

La aplicación de técnicas severas, que están relacionadas con estudios físico-químicos de laboratorio, reviste una herramienta de gran ayuda para contrastarfuentes de procedencia. Tal es el caso del estudio de las trazas, contenidospetrográficos, que investigadores del medio están aplicando, sobre todo en laobsidiana (Seelenfreund, A. et al. 1996).

Volviendo al tema que nos interesa, ya sea por razones comerciales o de otrotipo, encontramos en nuestra región de estudio, numerosos indicadores de diag-nóstico desde el punto de vista arqueológico, que por sus rasgos característicospodemos establecer en forma fehaciente de donde provienen. Indudablemente,éstos son indicadores de los mecanismos que usaron los pueblos prehistóricospara que estas piezas salieran de sus contextos. Podríamos hacer una lista conestos indicadores culturales, sub- especificándolos de una manera más ampliaque la ofrecida más arriba.

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores ceramológicoses ceramológicoses ceramológicoses ceramológicoses ceramológicosEn nuestra región se han detectado diferentes tipos ceramológicos que co-

rresponden a las culturas de Chile y del Noroeste Argentino: Aguada, Molle,Diaguita Chilena, Aconcagua, Llolleo-Bato y Neomapuche.

Cultura del MolleCultura del MolleCultura del MolleCultura del MolleCultura del MollePenetrando por los valles andinos intercordilleranos del Norte Chico Chile-

no, Gambier (1977), ha descrito algunos entierros típicamente Molles,contextualmente con cerámica procedente del otro lado de la Cordillera. Se citatambién un fragmento de cerámica tipo Molle, dentro de los niveles excavados dela Cueva del Peñoncito (San Juan) (Berberián et al, 1966). También correspondea este período Molle final o comienzo del complejo las Ánimas, el enterratoriode Usina Sur de Uspallata (Schobinger y Bárcena, 1974-1975).

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Cerámica Bato – Llolleo (fCerámica Bato – Llolleo (fCerámica Bato – Llolleo (fCerámica Bato – Llolleo (fCerámica Bato – Llolleo (figigigigig. 1 y 3). 1 y 3). 1 y 3). 1 y 3). 1 y 3)Esta cerámica que fuera reconocida en el tercer Congreso Nacional de Arqueología

Chilena en el año 1964, para la costa chilena fue Jorge Silva (1964) quien dio losprimeros lineamientos. Recién en la década del 80 Teresa Planella, Fernanda Fallabella yotros (1991) reconocieron y separaron dos componentes o fases de desarrollo Bato:tendría al parecer una correspondencia con el desarrollo cultural del Molle comparandosus características formales pueden apreciarse un sinnúmero de rasgos que se compartencon la cultura del Molle. Ceramios con asa puente y golletes cribados son frecuentes enlas cultura del Molle (Iribarren Charlin, 1957, 1958, 1970) y presentes en Chile Cen-tral (Planella et al, 1991; Stheberg, 1996), tienen su representación en la Argentina(Lagiglia, 2004b).

Cerámica CiénagCerámica CiénagCerámica CiénagCerámica CiénagCerámica CiénagaaaaaNo entraremos aquí a su análisis, han sido señalados en los trabajos de González

(1967). También he observado diversos materiales extraído de yacimientos ar-queológicos de San Juan.

CeráCeráCeráCeráCerámica Condorhuasi y otrmica Condorhuasi y otrmica Condorhuasi y otrmica Condorhuasi y otrmica Condorhuasi y otros objetosos objetosos objetosos objetosos objetosLa cerámica de tipo Condorhuasi ha sido localizada en San Juan. Una pipa de

esteatita zoomórfica fue hallada en las riberas del Diamante (Rusconi, 1941,1961-62, III:310-312; Ibarra Grasso, 1971:624). Coincide con la descubiertaen Catamarca, en Poman (Ver Ibarra Grasso, 1971:622; Fernández et al, 1999,lám. V; Lagiglia, 2005)

Cultural de la AguadaCultural de la AguadaCultural de la AguadaCultural de la AguadaCultural de la AguadaEn San Juan, son numerosas las localidades donde ha aparecido cerámica de

esta Cultura. Desde los trabajos de Debenedetti (1917), González (1967) y Gambier(1994 a y b, 2002), se tiene conocimiento de su existencia en diversas localidades.El último sitio registrado en el Centro Oeste Argentino, es Uco Norte, zona deDestilería de Luján y alrededores (ver Lagiglia, 2004a).

Cerámica AconcaguaCerámica AconcaguaCerámica AconcaguaCerámica AconcaguaCerámica AconcaguaEn numerosas oportunidades se ha señalado el tema mostrando los sitios

conocidos (Ver Lagiglia, 1977 a y b; 1997).

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

24 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

Cerámica Diaguita ChilenaCerámica Diaguita ChilenaCerámica Diaguita ChilenaCerámica Diaguita ChilenaCerámica Diaguita ChilenaEn nuestros dos trabajos anteriores se ha marcado la distribución de esta

cerámica en la provincia de Mendoza (Lagiglia, 1977 a y b; 1997). Debenedetti(1917) fue el primero en llamar la atención sobre ella, que corresponde al perío-do tardío e Inca. Los primeros ejemplares descubiertos en San Juan, en el Valle deCalingasta, singulares piezas que se conservan en el Museo de La Plata, en unaépoca del inicio del siglo pasado, donde el desconocimiento de la arqueología eramuy grande, los autores locales, no tardaron en señalar y asignar estas piezas a loshabitantes que encontraron los Españoles en su arribo estas regiones (ver Aguiar,1900, 1904, 1910).

Sitios de la provincia de San Juan:

***** San JSan JSan JSan JSan Juan.uan.uan.uan.uan. Sin referencia de sitios Col. Ricardo Faltis.

***** San JSan JSan JSan JSan Juan.uan.uan.uan.uan. Valle de Calingasta. Col. Aguiar.

***** San JSan JSan JSan JSan Juan. uan. uan. uan. uan. Iglesias. Diaguita Chilena-Inca. Col. Moreno. Museo de La Plata.

***** San JSan JSan JSan JSan Juan. uan. uan. uan. uan. Angualasto. Enterratorio. Col. Renzo Herrera de Barreal. Dosjarritas Diaguito Chilena-Inca.

Numerosas manifestaciones ceramológicas vinculadas con el N.O. Argentinoy de Chile, han sido registradas por Mariano Gambier en San Juan (Gambier,1993). Sus restos correspondientes a distintos registros arqueológicos se en-cuentran en el Museo Arqueológico de San Juan, dependiente de la universidaddel mismo nombre. Algunos vinculados con la Cultura de la Aguada han sidodados a conocer (Gambier, 2002).

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores ares ares ares ares arqueológicos líticosqueológicos líticosqueológicos líticosqueológicos líticosqueológicos líticosFuera de los elementos arqueológicos cerámicos, existe una gama de artefac-

tos que han sido producto de procesos de movilidad cultural y que seguramenteformando parte del bagaje contextual individual fueron desplazándose de sitioen sitio. A mi juicio son elementos singulares, que eventualmente han podidoconservarse como la pipa vertical de esteatita con mango hallada en Agrelo, lacual tiene sus símiles en San Juan y en La Rioja. Se trata de pipas de vástagovertical con hornillo infundibuliforme y tubo de aspiración horizontal.

La utilización de determinados recursos naturales para el tallado lítico, son

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buenos indicadores que nos permiten establecer movilidad. Algunos elementospueden definirse fácilmente por sus características litológicas. Tal es el caso de lasturquesas que son frecuentes, conformando parte de los adornos o collares. Tam-bién es el caso de la obsidiana. Sin embargo la precisión certera de los lugares deorigen va a poder contrastarse cuando se conozcan los elementos traza de lasmuestras. También el uso particular de las esteatitas para fabricar ciertos objetos,como las pipas o las hachas insignias cefalomorfas es un aspecto digno de consi-derar. En algunos casos el empleo de la combarbalita. Esta esteatita marrón ocrema veteada proveniente del yacimiento de Combarbalá, Norte Chico Chileno,cerca de La Serena, es un aspecto digno de considerar. Muestras de materialarqueológico confeccionado en combarbalita, han sido halladas en San Juan(Calingasta, Iglesias); en Mendoza en Uspallata, Luján y en Barrancas de Maipú.

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores en el ares en el ares en el ares en el ares en el arte rte rte rte rte rupestrupestrupestrupestrupestreeeeeRespecto de las relaciones planteadas con el estilo rupestre tipo zigzagueado,

puede verse en el trabajo de 1980. El motivo cruciforme del Reparo del Rincón, enel Rincón del Atuel, aparece representado en la cerámica temprana del N.O. Ar-gentino, y tiene vinculaciones con el estilo anteriormente mencionado, del cual sehablara de Influencias Condorhuasi (Lagiglia, 1968). La presencia de la pipa delN.O., pipa asignada a Cordorhuasi es un síntoma indicativo que en alguna oportu-nidad debió existir algún proceso de acercamiento o arribo cultural.

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores malacológicos (Figs. 9/11)es malacológicos (Figs. 9/11)es malacológicos (Figs. 9/11)es malacológicos (Figs. 9/11)es malacológicos (Figs. 9/11)La existencia de moluscos tanto de los mares del Pacífico como del Atlántico,

permite conocer de dónde proceden determinadas especies características; parasolamente citar algunos ejemplos, se han encontrado en los distintos yacimientosde Mendoza, Pecten purpuratus, Concholepas concholepas, Mytilus sp.,Olivanciliaria brasilensis, Uroxalping, etc. Algunos como estos últimos, proce-den de los yacimientos fósiles del Queradinense de la costa Atlántica; otros delas costas chilenas al norte de La Serena, como los Pecten purpuratus y las Olivias.

PPPPPecten purecten purecten purecten purecten purpuratuspuratuspuratuspuratuspuratus

Una valva de Pecter purpuratus procede de una tumba Viluco Inca de AguaAmarga, asociada a cerámica Diaguita Chilena. Se ha encontrado esta especiemarina en sitios del norte de San Juan y en La Rioja, figurando en coleccionesparticulares de Museos a la espera de su estudio.

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

26 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

ConcConcConcConcConcholeholeholeholeholepas concpas concpas concpas concpas concholeholeholeholeholepaspaspaspaspas

El típico monovalvo conocido con el nombre vulgar de “loco”, se lo tieneregistrado de los siguientes lugares:

1. Malargüe. Colección Roque Jacinto Adaro, sin destacar localidad (1956).

2. Nihuil. Sitio Arbolito 2, en contexto de tumba. Sitio Puesto El Sauce 2.

3. Rincón del Atuel. Sitio Reparos próximos al Rincón. En entierro escon-drijo ritual con contexto, consistente en rodados de cordillera y ocre me-tálico rojo.

4. Agua Amarga. Enterratorio Viluco Inca, con Pecten purpuratus y cerámi-ca Diaguita Chilena.

Mytilus spMytilus spMytilus spMytilus spMytilus sp.....

La almeja morada es la mas común encontraren la mayoría de los asentamientosarqueológicos de Mendoza. Los registros son los siguientes:

1. Rincón del Atuel, Sitios RA-1 y 2

2. Arbolito Nihuil. Sitios A-1; A-2, A-4, A-5, A-6, y P S -2.

3. Atuel Medio: Rincón del Atuel ; La Guevarina y otros del Atuel medio.

Es difícil establecer si se trata de especies del Pacífico o del Atlántico. Estima-mos que se trata de especies Chilenas.

OliOliOliOliOlivvvvvanciliaria brasilensisanciliaria brasilensisanciliaria brasilensisanciliaria brasilensisanciliaria brasilensis

Se la hallado en un sitio del Nihuil. Esta especie procede de la costa Atlántica.

UrUrUrUrUroooooxalpingxalpingxalpingxalpingxalping.laeta.laeta.laeta.laeta.laeta

Es la más abundante en sitios tardíos e históricos. Especialmente en Viluco.Se tienen registros del Sitio Cementerio de Viluco (Boman, 1920), Lavalle -Lagunas Guanacache, Capis Alto (Durán y Novellino 2003), Puesto Colorado,La Olla, Real del Padre, Rincón del Atuel, Nihuil (diversos sitios), Agua delZapallo, etc.

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OliOliOliOliOlivia pervia pervia pervia pervia peruvianauvianauvianauvianauviana

Esta especie pacífica que ha sido frecuentemente encontrada en el N. O. Ar-gentino, está representada en contextos Atuel II- III, de agricultores incipientes yde cazadores recolectores del precerámico final, protoproductores procedentesde la costa Peruano – Chilena. Estos justificarían su presencia. También se hanlevantado especímenes en el Nihuil.

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores Ares Ares Ares Ares ArqueobotánicosqueobotánicosqueobotánicosqueobotánicosqueobotánicosAlgunas plantas o sus restos cuando se analiza el registro correspondiente a la

flora autóctona sudamericana, que tienen específicas áreas de dispersión las he-mos encontrado en los registros arqueológicos del Atuel II, caso particular de lacaña Colihue (Chusquea coleu, Graminae), de una planta parásita de los Cohiuespatagónicos (Nothophagus sp) como el Mizodendron sp. (Myzodendraceae).Estas dos plantas se han hallado en lugares del Atuel donde no es su hábitatpropia, la que se encuentra a mas de 500 km. de distancia.

En general dentro de estos habría que tener presente como indicadores alos cultígenos. La falta de estudios precisos y también de la conservación derestos perecederos en sitios adecuados, no permite utilizarlos para establecer lamovilidad de los grupos. En algunos sitios la excelente conservación posibili-tará ajustes futuros. Si bien lo acordado es planteado, aceptando que el arribode la agricultura al Atuel, es la postura más clara sostenida por el momento(Lagiglia, 1999). La presencia de cultígenos en zonas del sur provincial (apartir del sur del Atuel medio), es de procedencia del Norte o Chilena Cen-tral. Por razones topoclimáticas tradicionales no sostuvieron una agriculturaprehispánica en la Subárea nordpatagónica mendocina neuquina. Es seguroafirmar la presencia de cultígenos, que se encuentran representados en el regis-tro arqueológico de estas regiones, como procedentes de zonas próximas decultivo.

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores Pes Pes Pes Pes PaleobotánicosaleobotánicosaleobotánicosaleobotánicosaleobotánicosExisten yacimientos arqueológicos, donde aparecen fósiles que provienen de

áreas alejadas y conforman parte de las materias primas utilizadas en el tallado.Tal es el caso de los xilópalos o maderas fósiles de Araucarites que provienen dela zona de Llano Blanco o de sus inmediaciones en Río Grande y que han sidoencontrados en el sitio Rincón del Atuel Nº 1.

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

28 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadoreseseseses Ar Ar Ar Ar ArqueofqueofqueofqueofqueofaunísticosaunísticosaunísticosaunísticosaunísticosSe conoce en el registro de especies de la fauna regional, la dispersión de la

mayoría de las especies actuales. Es el caso de los mamíferos que se extiendensiempre dentro de zonas conocidas, pero suele suceder que a veces se los encuen-tra en zonas altas de la cordillera, o en zonas del piedemonte y llanura donde nohabitan, dentro de un registro arqueológico. Por ejemplo los dasipódidos en lasregiones mendocinas raras veces penetran en zona montañosa de la CordilleraAndina. Pero puede encontrárselos en registros arqueológicos de altura, produc-to de haberse trasladado de los valles bajos.

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores es es es es ArArArArArqueometalúrqueometalúrqueometalúrqueometalúrqueometalúrgicosgicosgicosgicosgicosPara citar solo unos pocos ejemplos, se mencionarán aquí las piezas metálicas

que acompañaban el enterratorio de Usina Sur en Uspallata (Schobinger y Bárcena,1974-1975), o el hacha insignia Santamariana del alto río Diamante (Lagiglia,1979, Piferetti, 1999), u otras estudiadas por Carlos Rusconi (1961-62). Tam-bién son extrañas las diademas halladas por Semper en “Pozo Coronas” deTupungato (Lagiglia, 1977a).

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores es es es es GGGGGeoareoareoareoareoarqueológicos (Mineralógicos o petrqueológicos (Mineralógicos o petrqueológicos (Mineralógicos o petrqueológicos (Mineralógicos o petrqueológicos (Mineralógicos o petrogogogogográfráfráfráfráficos) Figicos) Figicos) Figicos) Figicos) Fig. 12. 12. 12. 12. 12Numerosas rocas y minerales conformando parte de objetos arqueológicos

proceden de zonas donde las fuentes de aprovisionamiento existen y esos mate-riales se los encuentra en lugares donde hay una absoluta ausencia de rocas. Laatenta observación y análisis de la naturaleza de las rocas del registro arqueológi-co es un excelente indicador de movilidad o de relaciones culturales. He aquíalgunos ejemplos:

ObsidianaObsidianaObsidianaObsidianaObsidiana

Se han distinguidos dos variantes petrográficas, simplemente con observa-ción mediante algunas características de su textura con microscopio estereoscópico.Una procedente de la Región del Maule, que se reconoce dentro del Valle Her-moso, Las Leñas. Aº El Deshecho, El Salado, Laguna Llancanello, cuenca supe-rior del Río Grande, Nihuil hasta el Rincón del Atuel. La otra, cuya fuente seencuentra en Trintrica, aparece en la zona de Llancanelo, Nihuil, y Rincón delAtuel. Con mejor precisión se están analizando y estudiando los restos de obsidianade los sitios arqueológicos, basados en el contenido de elementos trazas1.

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CalcedoniasCalcedoniasCalcedoniasCalcedoniasCalcedonias

En la región de la Sierra Pintada o Bloque Exhumado de San Rafael, lascalcedonias que integran filones, venas y conforman las abundantes ágatas mul-ticolores, se distribuyen desde la dorsal del Atuel hacia el Norte, por el Rincóndel Atuel, el Atuel medio. Por el Oeste hacia el Diamante arriba por el sur haciala zona del Nevado y Nihuil.

FluoritaFluoritaFluoritaFluoritaFluorita

La fluorita está presente notablemente en un ejemplar de nariguera de Agrelo.Pero lo encontramos en yacimientos del Rincón de Atuel. Su probable origen esla Sierra Pintada. Se tienen ejemplares de diversos sitios del Norte de Mendoza,especialmente una especie de nariguera procedente de Agrelo Patronato.

SerSerSerSerSerpentinapentinapentinapentinapentina

Los yacimientos reconocidos e identificados se encuentran en el Valle deUspallata. Se ha identificado un gancho de propulsor en las nacientes del ríoSalado en Los Morros (Alto Valle del Río Salado, tributario del Atuel), segura-mente proveniente de este sitio.

AragAragAragAragAragonita bonita bonita bonita bonita blanca y Marlanca y Marlanca y Marlanca y Marlanca y Marmol ónix vmol ónix vmol ónix vmol ónix vmol ónix verererererde cde cde cde cde clarlarlarlarlarooooo

Conjuntamente con el Mármol verde claro, provienen del Norte y Centro dela Sierra Pintada (Zona de Las Peñas- Las Julias: Pan de Azúcar y la Vigorosa de25 de Mayo). Este material se lo ha reconocido en sitios de la Cultura de Agrelo,en la confección del tembetá cilíndrico y discoidal. Se lo ha registrado en lasrevisiones de la arqueología de Lavalle, Valle de Uco (Luján y Tupungato), Rin-cón del Autel., Nihuil, etc.

XilópaloXilópaloXilópaloXilópaloXilópalo

Una muestra de madera fósil cuyas características son afines al tipo deAraucarites sp. de Llano Blanco

TTTTTurururururquesasquesasquesasquesasquesas

Dos son los yacimientos próximos conocidos, los de Norte Chico Chileno ylos de Paramillos de Uspallata. Al parecer estos últimos no deben haber sidoexplotados. Pero las turquesas son elementos significativos en la confección de

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

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las cuentas de los collares. Son numerosos los sitios de sus hallazgos en diversossitios del sur mendocino; solo para citar algunos ejemplos: Agrelo de Luján,Jaime Prats, Cerro Negro del Escorial, Indígena, etc.

En San Juan los hallazgos de este material son relevantes, incluso confeccio-nando piezas de mosaicos (González, 1967). Gambier ha estudiado numerosaspiezas de sitios tardíos, que integran mosaicos de turquesas.

Malaquitas y AzuritasMalaquitas y AzuritasMalaquitas y AzuritasMalaquitas y AzuritasMalaquitas y Azuritas

Presente en las cuentas de los collares. Sus fuentes de origen aún no están esta-blecidas. Tanto en la arqueología de San Juan como la de diversos sitios del N.O.Argentino la frecuencia de su utilización es marcada y merecen ser estudiadas.

Esteatitas y combarbalitasEsteatitas y combarbalitasEsteatitas y combarbalitasEsteatitas y combarbalitasEsteatitas y combarbalitas

Con este material se han confeccionados tembetá y diversos tipos de pipas.Su selección y naturaleza, en muchos casos nos hacen recordar muestras de laregión de Combarbalá (Norte Chico Chileno). Falta localizar los diversos yaci-mientos de esteatitas explotados por los indígenas del N.O. Argentino y de lasSierras Centrales.

WWWWWolframitaolframitaolframitaolframitaolframita

En los niveles del Atuel, se hallaron numerosas muestras fragmentos deWolframita, una de ellas enmangada. No se tiene idea de su contexto, puede serAtuel II/III. Ver Lagiglia, 1962)

EspecularitasEspecularitasEspecularitasEspecularitasEspecularitas

El hierro oligisto (oxido férrico) empleado en la superficie de los ceramios ocomo es el caso en estado de polvo hallado en el registro arqueológico de laCueva del Cerro Colorado del Arroyo del Deshecho, tienen producción local. Selo encuentra en muchos casos frotado especularmente sobre determinados tiposde ceramios locales. Los colegas chilenos cuando aprecian estos restos no descui-dan en asignarlos a que tienen un origen en sus regiones. Sin embargo en nume-rosos sitios se han encontrado fragmentos cerámicos y trozos del mineral. Ellosin lugar a dudas da la idea de una confección puramente local o en el sitio, másque pensar que se trata de su llegada del lado chileno.

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RRRRRodados calcárodados calcárodados calcárodados calcárodados calcáreos de coreos de coreos de coreos de coreos de cordilleradilleradilleradilleradillera

En el sitio El Rincón se hallaron dos rodados que se incluyen dentro de lascalizas del jurásico, con un loco chileno entero (Concholepas concholepas), con-teniendo ocre metálico rojo. Se trata de un escondrijo ceremonial que provienedel otro lado de la cordillera. No ha sido posible fecharlo, pero corresponde porsus relaciones en el sitio dentro del período agroalferero.

GabGabGabGabGabbrbrbrbrbrooooo

Localmente en la zona del Nihuil, un gancho de propulsor prehistórico con-feccionado en gabbro, hallado en esa localidad, debió ser confeccionado conmasas del gran stock allí existente (ver Dessanti, 1956).

LamprófLamprófLamprófLamprófLamprófiririririrooooo

Rocas de este tipo que se asemejan visualmente al Basalto. Fueron mandadasa identificar por el Dr. Victor Durán. Conforman la materia prima del tallado delos artefactos precerámicos antiguos de las terrazas del Río Mendoza. Sus fuen-tes de aprovisionamiento son locales.

TTTTTobas riolíticas y riolitasobas riolíticas y riolitasobas riolíticas y riolitasobas riolíticas y riolitasobas riolíticas y riolitas

Tanto los macizos de la precordillera como los de Sierra Pintada, contienennumerosos artefactos confeccionados con esta materia prima local. Por lo cual sucirculación es local, restringida y limitada.

Granitos andinos (Clásicas plutonitas y vulcanitas andinas)Granitos andinos (Clásicas plutonitas y vulcanitas andinas)Granitos andinos (Clásicas plutonitas y vulcanitas andinas)Granitos andinos (Clásicas plutonitas y vulcanitas andinas)Granitos andinos (Clásicas plutonitas y vulcanitas andinas)

Son las plutónicas y las vulcanitas de la orogenia andina que generalmenteson arrastradas por los cursos fluviales de montaña, llegando a los valles bajosreducidos granulo- métricamente en todas las dimensiones de la escala. Usadascomo bloque, guijones y guijarros, empleados localmente en la confección demolinos y manos de molinos. También frecuentemente empleadas comopercutores.

BasaltosBasaltosBasaltosBasaltosBasaltos

Generalmente empleados en forma local o utilizando los transportados aluviales

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

32 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

de los macizos andinos. Aparentan no ser trasladados de grandes distancias.

RRRRRocas y minerales diocas y minerales diocas y minerales diocas y minerales diocas y minerales divvvvversosersosersosersosersos

Las empleadas en los metates, conanas, manos de molinos son siempre de laszonas pluviales o de los macizos rocosos aledaños. Para las masas grandes, deltipo del bloque, no se observa más que traslados o desplazamientos locales yconfinados.

Algunos minerales llamativos, proceso de extracción de alguna veta, comoser; baritinas, fluoritas, especularitas, mármoles, aparecen en sitios de la llanurasanrafaelina.

IndicadorIndicadorIndicadorIndicadorIndicadores posthispánicoses posthispánicoses posthispánicoses posthispánicoses posthispánicosLa existencia de cuentas de vidrio hispánico de los primeros contactos con

los indígenas, ha sido registrada en numerosos sitios. Es un buen indicador tam-bién, que se lo ha tratado en otra parte, en un trabajo especial. Incluye asimismonumerosos indicadores con elementos metálicos y formales propios de la expan-sión mercantilista europea, que ocasionó la conquista del territorio americano.

ConcConcConcConcConclusioneslusioneslusioneslusioneslusionesDesde un primer momento se planteó la importancia que había generado la

movilidad cultural entre los pueblos de ambos lados de la cordillera. Se destacóla existencia de determinados indicadores culturales y naturales. Estos fueronreportados como valiosos indicadores de fuentes para establecer de qué maneraproceden las posesiones de elementos únicos y definidos de cada cultura o socie-dad, en cada lugar. Luego se realizaron las adecuadas interpretaciones que avalanla movilidad cultural, que aquí se ha planteado. La precisión con que estos datosse manejan exige que los registros arqueológicos den pruebas suficientementeclaras. De esta manera las vinculaciones serán precisas.

Una síntesis de los acontecimientos culturales producidos a través del tiempoes la siguiente:

Etapa paleoindiaEtapa paleoindiaEtapa paleoindiaEtapa paleoindiaEtapa paleoindia

Hace más de 10000 años a. C. la cordillera andina totalmente bloqueada porlos glaciares solo permite que algunas familias paleoindias puedan circular de

Humberto A. Lagiglia

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norte a sur por el territorio, y no puedan relacionarse con los grupos vecinosintercordilleranos, hasta tanto la fusión de los hielos y nieves les permita la co-municación. Fenómeno éste que recién se habría producido después de los 8000años a.C.

Etapa del arEtapa del arEtapa del arEtapa del arEtapa del arcaicocaicocaicocaicocaico

Cazadores recolectores en reducido número demográfico, unas pocas fami-lias, se relacionan con los grupos de ambos flancos cordilleranos que habíanganado territorialidad en esos ámbitos. Confeccionan puntas lanceoladas alarga-das y espesas de tipo Ayampitín, del tipo Pedunculadas andinas y triangulares debase redondeadas entre otras. La megafauna extinguida, los conduce a la explota-ción de los recursos de fauna neotrópica y de la recolección de recursos silvestres.Una presupuesta movilidad de Norte a sur está indicada por un gancho de pro-pulsor de serpentina hallado en el Río Salado, cuya procedencia es del Valle deUspallata.

La etapa de los prLa etapa de los prLa etapa de los prLa etapa de los prLa etapa de los protoprotoprotoprotoprotoproductoroductoroductoroductoroductoreseseseses

Un corriente de cazadores recolectores viene bajando de las costas peruanas ychilenas y de tanto en tanto penetran por los boquetes cordilleranos al territorioargentino. Testimonio cultural de estas tradiciones se identifican con Jujuy, SanJuan y Mendoza. Al Atuel III, llega la Olivia peruviana, de manifiesto origenchileno.

Los agLos agLos agLos agLos agricultorricultorricultorricultorricultores inicialeses inicialeses inicialeses inicialeses iniciales

La agricultura y el hábito agrícola llegan a estas regiones en virtud de losdesplazamientos de familias del norte, que lentamente van explorando el territo-rio de las tierras fértiles. Hasta que estos se acercan al territorio de ocupaciónefectiva de cazadores recolectores, se ven obligados a ganar determinadas tierras,las que colonizan. Este proceso se produce hacia el sur provincial, para ser másprecisos hasta el Atuel medio, y está formado por muy pocas familias.

Etapa AgEtapa AgEtapa AgEtapa AgEtapa AgrrrrroalfoalfoalfoalfoalfararararareraeraeraeraeraPPPPPeríodo ageríodo ageríodo ageríodo ageríodo agrrrrroalfoalfoalfoalfoalfarararararererererero temprano del Centro temprano del Centro temprano del Centro temprano del Centro temprano del Centro Oeste Aro Oeste Aro Oeste Aro Oeste Aro Oeste Argggggentinoentinoentinoentinoentino

Algunos indicadores ceramológicos vinculados con Bato y Llolleo halladosen el Norte y Centro de la provincia indicarían intercambios con Chile.

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

34 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

La existencia de intercambios con el N.O. está fundada en el hallazgo de unapipa zoomórfica en las riberas del Diamante. Su procedencia desde Catamarca,vinculada con una forma Condorhuasi de La Poma, es sumamente clara (verLafone Quevedo, 1905; Rusconi, 1941). También con manifestaciones pictóri-cas propias de una etapa de desarrollo cultural (Lagiglia, 1968; 1980).

Otras formas de pipas de mango vertical (de San Juan y La Rioja), establecenrelaciones ceramológicas con Condorhuasi y Ciénaga.

PPPPPeríodo ageríodo ageríodo ageríodo ageríodo agrrrrroalfoalfoalfoalfoalfarararararererererero Calingo Calingo Calingo Calingo Calingasta - Agasta - Agasta - Agasta - Agasta - Agrrrrreloeloeloeloelo

Si bien las raíces culturales de Agrelo se remontarían al período temprano, su perdura-ción en el período medio y el inicio del tardío parece ser lo que ahora se ha registrado.Ambas modalidades tienen lineamientos de las florestas amazónicas, de donde provienenla mayoría de sus rasgos culturales. El uso del tembetá fue impuesto por una línea expansivacultural, que desde las florestas se irradiaron por Mendoza y San Juan, implantándose en elnorte Chico y en el Centro Chileno. En ambas regiones adquiere lineamientos propios. Eneste período se hace el uso de la esteatita, de la turquesa, de moluscos chilenos y de huairasde moluscos de las costas pacíficas. La llegada de corrientes o contactos con la cultura dela Aguada, está bien establecida en Uco Norte (Lagiglia, 2004b).

PPPPPeríodo ageríodo ageríodo ageríodo ageríodo agrrrrroalfoalfoalfoalfoalfarararararererererero taro taro taro taro tardíodíodíodíodío

Hacia los finales del período medio llegan algunas influencias y contactosculturales con el Diaguita Chileno Arcaico (Las Animas), representado en elenterratorio de Usina Sur (el hecho más evidente está demostrado por la presen-cia de la Combarbalita en la confección de una de las piezas del ajuar funerario;de Aconcagua, que no solo llegan los vestigios al C.O. sino también al surmendocino. Las relaciones con culturas del tipo Aconcagua, se realiza con Vilucoy otras culturas tardías del Norte. La llegada incásica, no solo trae a la regiónelementos foráneos (Schobinger, 2001 -ver Ajuar de la Momia del Aconcagua),sino que su corriente trae influencias del Centro y Norte Chico Chileno,visualizado a través de la cerámica, especialmente la de tipo Diaguito Chileno.

La presencia de un hacha insignia metálica en el Alto Río Diamante, es unclaro indicador de procedencia de la Cultura Santamariana del N.O. (Lagiglia,1979, 1997; Piferetti, 1999).

ArArArArArea patagónica: Subárea patagónica: Subárea patagónica: Subárea patagónica: Subárea patagónica: Subárea Norea Norea Norea Norea Nordpatagónica mendocina - neuquinadpatagónica mendocina - neuquinadpatagónica mendocina - neuquinadpatagónica mendocina - neuquinadpatagónica mendocina - neuquinaEtapa Ceramolítica temprana-mediaEtapa Ceramolítica temprana-mediaEtapa Ceramolítica temprana-mediaEtapa Ceramolítica temprana-mediaEtapa Ceramolítica temprana-media

Una forma Llolleo entera (Lagiglia, 1997) y otra Bato también entera, con

Humberto A. Lagiglia

35Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

características singulares (Lagiglia, 2004a), fueron encontrada dentro de sitiosdeterminados de la arqueología del sur de Mendoza. Una de estas piezas, tienenaquellos elementos decorativos o simbólicos de superficie, que son grabados ycon superficies pulidas. Características estas un tanto raras e inexistentes en Chi-le. En cambio elementos cruciformes se manifiestan en el arte rupestres del Atuel,con claras vinculaciones con la temática cruciformes de las culturas del N.O.Argentino, donde son frecuentes y están parternizadas.

La existencia de turquesas en las cuentas de los collares, de diferentes sitioscordilleranos y de valles bajos, marca su origen o procedencia del norte.

Etapa Ceramolítica tarEtapa Ceramolítica tarEtapa Ceramolítica tarEtapa Ceramolítica tarEtapa Ceramolítica tardía del Ardía del Ardía del Ardía del Ardía del Area patagónicaea patagónicaea patagónicaea patagónicaea patagónicaSubárSubárSubárSubárSubárea Norea Norea Norea Norea Nordpatagónica mendocina -neuquinadpatagónica mendocina -neuquinadpatagónica mendocina -neuquinadpatagónica mendocina -neuquinadpatagónica mendocina -neuquina

Empleo de la combarbalita y de las esteatitas de origen chileno para la confec-ción de pipas, clavas cefalomórficas y tembetá. Los usos de las turquesa para loscollares de cazadores recolectores, de la obsidiana del Maule y de Trintrica, lle-gan hasta el Atuel medio.

AgAgAgAgAgradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosA mi Secretaria de edición y biblioteca del Museo de Historia Natural, Prof.

Diana Olmedo, al técnico en computación quien se encargó de la configuracióny scanneado de los figuras, Carlos Argomedo y a mi dibujante Laura Seal, comoal resto de los colaboradores y personal del museo ‘por brindarme todo su apoyo.

NotasNotasNotasNotasNotas1 Tareas éstas que conforman un plan integrado por los investigadores Dres. Víctor

Durán, Gustavo Neme y Adolfo Gil, entre otros.

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Figura 1Figura 1Figura 1Figura 1Figura 1Recipiente cerámica con asaPuente y gollete cribado de tipoBato, hallado en el borde delPayén, Malargüe, Mendoza.Foto del autor

Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Hallazgos arqueológicos del escondrijodel Atuel. Un “loco” chileno, dosrodados calizos del jurásico de lacordillera andina y ocre rojo de hierro enel interior del Concholepas concholepas.Foto del autor.

Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Jarro rojo-marrón pulida tipoLloleo hallada en Agua del Toro,Malargue, Mendoza. Foto delautor.

Figura 4Figura 4Figura 4Figura 4Figura 4Hacha insignia metálica santamarianadel Nororeste Argentino, hallada enlas nacientes del Río Negro, afluentedel Diamante, San Rafael, Mendoza.Foto Victor Hugo Cuello.

Figura 5Figura 5Figura 5Figura 5Figura 5 Hacha insignia metálica delNoroeste Argentino, encontradaen paso Encón, Lagunas delRosario, Mendoza.Foto Salvador Canals Frau.

Figura 6Figura 6Figura 6Figura 6Figura 6Collar de caracoles marinosAtlánticos Uroxalping laeta.Hallados en el sur de Mendoza.Museo Arqueológico de laUniversidad Nacional de Cuyo.Foto del autor

Humberto A. Lagiglia

AneAneAneAneAnexxxxxo de Figuraso de Figuraso de Figuraso de Figuraso de Figuras

41Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

Figura 7Figura 7Figura 7Figura 7Figura 7Indicadores ceramológicos de movilidad cultural. Llolleo –Bato – Molle/ Las Animas y

Condorhuasi/Aguada.

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

42 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

Figura 8Figura 8Figura 8Figura 8Figura 8Indicadores ceramológicos de movilidad cultural. Intercambios intercordilleranos Tardíos:

Aconcagua-Diaguito- Chilenos.

Humberto A. Lagiglia

43Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

Figuras 9Figuras 9Figuras 9Figuras 9Figuras 9Indicadores malacológicos de movilidad Cultural.

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

44 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

Humberto A. Lagiglia

Figuras 10Figuras 10Figuras 10Figuras 10Figuras 10Indicadores malacológicos de movilidad Cultural.

45Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

Figuras 11Figuras 11Figuras 11Figuras 11Figuras 11Indicadores geoarqueológicos de movilidad cultural.

Indicadores arqueológicos de movilidad cultural en el centro-oeste argentino y aledaños

46 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

47Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

EL DOMINIO INCAICO EN LA PERIFERIA MERI-EL DOMINIO INCAICO EN LA PERIFERIA MERI-EL DOMINIO INCAICO EN LA PERIFERIA MERI-EL DOMINIO INCAICO EN LA PERIFERIA MERI-EL DOMINIO INCAICO EN LA PERIFERIA MERI-DIONDIONDIONDIONDIONAL DEL AL DEL AL DEL AL DEL AL DEL TTTTTAAAAAWWWWWANTINSUYUANTINSUYUANTINSUYUANTINSUYUANTINSUYU. REVISIÓN DE. REVISIÓN DE. REVISIÓN DE. REVISIÓN DE. REVISIÓN DE

LAS INVESTIGALAS INVESTIGALAS INVESTIGALAS INVESTIGALAS INVESTIGACIONES ARCIONES ARCIONES ARCIONES ARCIONES ARQQQQQUEOLÓGICASUEOLÓGICASUEOLÓGICASUEOLÓGICASUEOLÓGICASEN LA REGIÓN DE CUYEN LA REGIÓN DE CUYEN LA REGIÓN DE CUYEN LA REGIÓN DE CUYEN LA REGIÓN DE CUYOOOOO, AR, AR, AR, AR, ARGENTINGENTINGENTINGENTINGENTINAAAAA

Alejandro García1

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

La dominación incaica de la región cuyana, en el extremo sudoriental delTawantinsuyu, es uno de los temas que mayor atención han concitado entre losarqueólogos locales en las últimas décadas. Esta situación se refleja en una im-portante cantidad de trabajos sobre el particular. Sin embargo, los diversos as-pectos vinculados con el tema han sido abordados desde distintas perspectivas ycon diferente profundidad y detalle, por lo que resulta necesaria una evaluacióngeneral que dé cuenta de los avances alcanzados. El presente trabajo intentacontribuir a ese objetivo, mediante un análisis global de la bibliografía arqueoló-gica tendiente a examinar las características del registro incaico cuyano y lasprincipales ideas propuestas para explicar la anexión estatal de esta región.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves: es: es: es: es: arqueología – inca – Tawantinsuyu - Cuyo

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

The Inca domination of the Cuyo region in the southeastern tip of Tawantinsuyu,is one of the themes that have attracted most attention among local archaeologistsin recent decades. This situation is reflected in a significant number of papers onthe subject. However, the various aspects relating to the subject have been

1 CONICET - UNCuyo (Fac. Filosofía y Letras) - UNSj (Fac. Filosofía, Humanidades yArtes). Contacto: [email protected] - [email protected]

48 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

approached from different perspectives and with different depth and detail, so itis necessary to realize an overall assessment of progress. This paper attempts tocontribute to this objective through a comprehensive analysis of the archaeologicalliterature aimed at examining the characteristics of the local Inca archaeologicalrecord and the main ideas proposed to explain the state annexation of this region.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords: ds: ds: ds: ds: archaeology – Inca – Tawantinsuyu - Cuyo

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónA partir de las numerosas investigaciones desarrolladas en los últimos 20 años en el

sector meridional del Collasuyu (e.g. Planella et al. 1991; Stehberg 1995, González2000, Sánchez 2004), el conocimiento arqueológico de la ocupación incaica del sectorha mostrado avances significativos. El extremo sudoriental de este sector, ubicado en laparte occidental del espacio regional conocido como «Cuyo», no escapa a esa realidad,y en consecuencia la bibliografía sobre el tema se ha ampliado considerablemente.

Si bien anteriormente ya se habían realizado algunos trabajos y consideracio-nes vinculados con el «Camino del Inca» y con contextos que posteriormentehan sido integrados al registro incaico regional (Debenedetti 1917, Torres 1923,Metraux 1937), los primeros estudios arqueológicos sobre la dominación incaicade Cuyo se remontan a mediados del siglo XX y se relacionan principalmentecon la descripción de sitios y cerámica incaica localizados en el Valle de Uspallata(Rusconi 1940a, 1956, Aparicio 1940), y con la identificación de cerámica vin-culable con el período incaico (Canals Frau 1946). En las últimas décadas, diver-sos autores han realizado contribuciones al tema (e.g. Schobinger 1966, Bárcena1979, 1988; García 1994, 1999). La producción bibliográfica arqueológica so-bre el período incaico regional incluye el tratamiento de aspectos tan variadoscomo los sacrificios de altura localizados en la región, el relevamiento de lossitios incaicos del área montañosa y de valles intermontanos y la relación con laspoblaciones locales, pero el grado de desarrollo de cada uno es muy diferente, aligual que el aporte de ideas dirigidas a comprender los mecanismos y caracterís-ticas de la dominación incaica regional. De ahí la necesidad de realizar un análisisy una evaluación general de la información disponible sobre el tema, que permitaponderar el grado de desarrollo de los variados aspectos involucrados y definirdirectrices para las futuras investigaciones. A fin de contribuir con ese objetivo,en el presente trabajo se identifican y discuten algunos de los principales aspec-tos relacionados con el tema y se evalúan los aportes derivados de los estudiosarqueológicos regionales. Dada su finalidad, esta revisión no es exhaustiva nitiene en cuenta la información derivada de los estudios etnohistóricos, cuya dis-cusión excede los límites de este trabajo.

Alejandro García

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El rEl rEl rEl rEl reeeeegistrgistrgistrgistrgistro aro aro aro aro arqueológico incaicoqueológico incaicoqueológico incaicoqueológico incaicoqueológico incaicoLas evidencias arqueológicas del dominio incaico de la región cuyana son

numerosas y presentan características muy distintivas con respecto al resto delregistro arqueológico local. En la provincia de San Juan, los restos incaicos se hanhallado en diversos sitios cordilleranos, precordilleranos y de los valleslongitudinales intermontanos (Figura 1))))). En este registro se destacan el tambode Tocota (Berberián et al. 1981), ubicado en el valle de Iglesia, el tambo de Pasodel Lámar, en el sector de la Sierras Subandinas del límite NE provincial(Debenedetti 1917, Bárcena 2001), el tambo de la Junta de la Palca -tambiénconocido como Alcaparrosa- (García et al. 2007), el Tambo Santa Rosa (Gambiery Michieli 1986), el sitio Pircas Negras, el Tambo Valeriano (Schobinger 1966),y varios sitios localizados en la Sierras de la Dehesa y la Invernada (Michieli2001, García 2004a), y en las cercanías de las localidades de Pedernal y ElAcequión (García 2004a y b). Completan el registro varios hallazgos de alturaen los cerros El Toro, Mercedario, Tórtolas y Tambillos (Beorchia Nigris 1984).

En Mendoza, el área con mayor presencia de evidencias incaicas es el Valle deUspallata, que representa la continuidad del sanjuanino Valle de Calingasta. Denorte a sur, se observa una sucesión de sitios incaicos que jalonan el Camino delInca: Yalguaraz, Tambillos, Ranchillos, Tambillitos y Confluencia (Bárcena 1979,2001). Además, en el Cerro Aconcagua fueron hallados restos de un sacrificio de

altura (Schobinger 2001). Sinembargo, sitios con ocupacionesdel período inca también se hanhallado en otros sectores, comoel Valle de Uco (e.g. Lagiglia1976, Sacchero y García 1988)y la precordillera (García ySacchero 1989, García 2004b).

Figura1Figura1Figura1Figura1Figura1Principales sitios incaicos menciona-dos en el texto.

El dominio incaico en la periferia meridional del Tawantinsuyu.Revisión de las investigaciones arqueológicas en la región de Cuyo, Argentina

50 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

El registro arqueológico incaico de la región se caracteriza por la presencia dediversas clases de evidencias, que pueden ser resumidas de la siguiente manera:

1) Sitios que presentan varias estructuras compuestas, con recintos interiores (comolos llamados «rectángulos perimetrales compuestos» o RPC -Raffino 1981),plazas intramuros, kallankas y unidades menores asociadas o aisladas (Figura 2A y C). Estos sitios, que no siempre están vinculados claramente con la vialidadincaica, son considerados generalmente como «tambos» o «tamberías». Según lacantidad y calidad de estructuras y de rasgos arquitectónicos presentes en cadasitio (por ejemplo, escalinatas, piedra canteada, banquetas, revestimiento de lasparedes, vanos trapezoidales, ushnus, etc.) pueden establecerse jerarquías entrelos tambos. Así, Bárcena (1998) ha propuesto la denominación de Tambo Realpara Ranchillos en base a la complejidad del sitio. Sin embargo, atendiendo afactores tales como las grandes diferencias de conservación entre los distintossitios y áreas (e.g. Bárcena 1988:413), y el conocimiento aún parcial del conjun-to de sitios incaicos de la región, parece más conveniente la distinción establecidapor González (1980:71) entre tambos principales y secundarios.

Los tambos no han sido asociados exclusivamente con determinada actividad. Por elcontrario, mientras algunos parecen tener una clara vinculación con el abastecimientoy la circulación a través de la vialidad imperial anexa (e.g. Ranchillos), otros han sido

asociados con la explotación de recur-sos específicos, como las vicuñas delnorte de San Juan (e.g. Alcaparrosa,Santa Rosa, Pircas Negras -Gambiery Michieli 1986). Asimismo, el tam-bo de Paso del Lámar presentaría ca-racterísticas que le asignarían funcio-nes defensivas (e.g. una serie de murosdefensivos en la cima de un cerro -Bárcena 2002).

Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Planos de sitios incaicos:a) Tambillitos (modificado de Bárcena1988);b) Ciénaga de Yalguaraz (modificadode Bárcena 1979);c) Tocota (modificado de Berberián et al.1981).

Alejandro García

51Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

Lejos de mostrar una homogeneidad arquitectónica general, se observan dife-rencias de construcción importantes, tanto a nivel intersitio como intrasitio.Algunos tambos presentan importantes diferencias de construcción en susestructuras. Por ejemplo, en Alcaparrosa (Figura 3))))) se observan diversos sec-tores con construcciones de diversa complejidad arquitectónica, de muros cony sin argamasa, y construcciones con muros de adobe con y sin cimientos deroca (García et al. 2007; Bárcena 2008). También se han señalado las diferen-cias constructivas de algunos sectores de Ranchillos (Bárcena 1998).

Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Estructura de adobe en el Tambo de la Junta o Alcaparrosa.

Figura 4Figura 4Figura 4Figura 4Figura 4 Vano de una estructura del sitio Alcaparrosa.

2) Sitios que presentan estructuras aisladas o conjuntos de estructuras aisladas. Setrata de lugares con construcciones simples, de plantas de formas diversas (e.g.,cuadrangulares, circulares, subcirculares) que pueden ser vinculadas con distintasactividades. Entre los sitios que corresponden a esta categoría pueden mencio-

El dominio incaico en la periferia meridional del Tawantinsuyu.Revisión de las investigaciones arqueológicas en la región de Cuyo, Argentina

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narse a manera de ejemplo: a) la «tambería del Leoncito», que a pesar de sunombre ha sido considerada como un «asentamiento con características especia-les, distintas a las de los otros tambos», más específicamente «un sitio ceremonialsecundario, de uso más «cotidiano» que los de «altura», utilizados ocasional-mente» (Bárcena 1979:688); b) el «asentamiento incaico Ciénaga de Yalguaraz»(Figura 2B), que presenta nueve zonas circulares o subcirculares ubicadas ensemicircular y vinculadas con el aprovisionamiento de carne a partir de la caza deguanacos y ñandúes (Bárcena 1979); c) las estructuras del «Cerro Fuerte delInga». Se trata de dos construcciones rectangulares y un promontorio probable-mente aterrazado situadas en distintas lomas contiguas de una serranía baja ubi-cada en la provincia de San Juan. Este sitio se vincula con el control de losasentamientos cercanos del valle del río del Agua (García 2005).

3) Sitios de altura. Están ubicados por encima de los 4.500 m s.n.m. y se relacionancon actividades ceremoniales. En la región analizada se han hallado cinco de estossitios, cuatro en San Juan (Cerros Mercedario, Tambillos, Tórtolas y El Toro) y unoen Mendoza (Cerro Aconcagua). El registro arqueológico de estos lugares incluyeestructuras de roca, cerámica, plumas, leña, etc. (e.g. Tambillos); en otros casos seagregan estatuillas antropomorfas de oro, plata o valva Spondylus (Mercedario yTórtolas), mientras que en los cerros El Toro y Aconcagua se hallaron además loscuerpos de dos jóvenes sacrificados ritualmente, junto con diversas prendas textilesy otros objetos -(e.g. estatuillas zoomorfas, un collar de cuentas de malaquita ysodalita, etc.- (Beorchia Nigris 1984; Schobinger 1966, 2001).

4) Sitios sin estructuras ni modificaciones formales ocupados durante ladominación incaica. Se trata de abrigos rocosos con registros estratigráficosque presentan componentes claramente asignables a ocupaciones del pe-ríodo incaico. Hasta el momento, estos sitios han sido localizados princi-palmente en la precordillera mendocina y su funcionalidad puede habersido diversa (albergue nocturno durante el tránsito entre la llanura y elvalle de Uspallata, cacería de camélidos, etc.). Los más importantes son elalero Agua de la Cueva (García 2004b), la Gruta del Rincón de los Hela-dos (Chiavazza 1995) y el alero del Agua de las Herraduras (García 2004b).

5) Tramos del sistema vial incaico..... El «camino del inca» se observa fundamental-mente en algunos sectores del noroeste de Mendoza y el sur de San Juan, sobretodo en el valle de Uspallata. Aquí constituye una huella o senda de hasta 2,5m de ancho, que generalmente sólo presenta un despedramiento o despeje dela superficie, aunque en algunas ocasiones puede aparecer flaqueado con unadoble hilera de piedras (Bárcena 1979:689). En el sector precordillerano, lavialidad incaica está constituida por sendas angostas, la mayoría de ellas proba-blemente preexistentes al período incaico (García 2004b, 2005).

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6) Cerámica asignable al período incaico. Uno de los elementos más frecuentemen-te asociados a los sitios incaicos de la región es la cerámica decorada con motivos«cuzqueños» (e.g. Bárcena 1988, Berberián et al. 1981, Gambier y Michieli1986, García 2004b). En varias ocasiones la alfarería hallada en los sitios incaicoscorresponde a estilos regionales de etnias sujetas al control estatal (e.g. DiaguitaChileno y Aconcagua - Rusconi 1956, Berberián et al. 1981, Bárcena 1988,García 1994). Finalmente, también es factible hallar cerámica local («inca lo-cal») correspondiente al período considerado. El caso más conocido y claro es elde la cerámica «Viluco» (Figura 5) correspondiente a los grupos huarpes (Lagiglia1976), si bien existen diferencias de interpretación acerca de si este estilo alfarerosería preincaico y mostraría simplemente un período de influencia incaica, deno-minado «Viluco Inca» (Lagiglia 1976) o si el estilo se habría originado a raíz dela dominación incaica (García 1996, 1999).

7) Otros objetos asignables al período incaico. Existen otros objetos que proba-blemente correspondan al período incaico local, como un hacha con ganchode metal hallada en la zona lagunera limítrofe de Mendoza y San Juan (Rusconi1940b), una serie de diademas halladas en el centro de Mendoza (Canals Frau1950) y algunos topus metálicos (Lagiglia 1976). Sin embargo, éstos songeneralmente hallazgos aislados. El registro incaico no arquitectónico nicerámico más conspicuo y homogéneo en el área huarpe (centro–norte deMendoza y sur de San Juan) probablemente esté constituido por un estilopredominante de puntas de proyectil: forma triangular isósceles, con base cón-cava o escotada y aletas, y tamaño pequeño. En cambio en el área capayana(centro-norte de San Juan) el estilo de puntas de proyectil predominante es eltriangular con pedúnculo y aletas. Otro elemento cuyo origen podría vincular-se a la dominación incaica es el tembetá «de botón» (Figura 5), hallado endiversos sitios mendocinos (Rusconi 1959).

Figura 5Figura 5Figura 5Figura 5Figura 5Elementos del período incaico: vasija hallada en la zona llana del norte de Mendoza y

adorno labial hallado en el centro de Mendoza.

El dominio incaico en la periferia meridional del Tawantinsuyu.Revisión de las investigaciones arqueológicas en la región de Cuyo, Argentina

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InterInterInterInterInterprprprprpretaciones sobretaciones sobretaciones sobretaciones sobretaciones sobre las características y el alcance del dominio incaicoe las características y el alcance del dominio incaicoe las características y el alcance del dominio incaicoe las características y el alcance del dominio incaicoe las características y el alcance del dominio incaicoEl registro arqueológico antes descripto ha dado lugar a diversas interpreta-

ciones sobre algunos temas específicos, fundamentalmente vinculados con el te-rritorio anexado y las causas y mecanismos de tal incorporación. La revisión deestos aspectos permitirá aproximarnos a la comprensión de los marcos concep-tuales que dominan el estudio del control incaico local y de los avances observa-dos en el tema.

Las causas de la aneLas causas de la aneLas causas de la aneLas causas de la aneLas causas de la anexión del árxión del árxión del árxión del árxión del área cuyea cuyea cuyea cuyea cuyanaanaanaanaana¿Cuáles fueron los motivos por los cuales la expansión incaica alcanzó la región de

Cuyo? ¿Se restringieron tales motivaciones a cuestiones materiales -como la búsqueda demetales o la expansión de un imperio económico- o se relacionaban con aspectos quepresentan menor visibilidad arqueológica (religiosos, simbólicos, político-administrati-vos, etc.)? Sea cual fuere el caso, la búsqueda arqueológica de las causas de la dominaciónincaica de la región es una tarea muy difícil. Para González (1980) la expansión incaicapor el noroeste argentino perseguía el hallazgo y extracción de metales preciosos. Bárcena(1992) propuso una explicación alternativa: la causa de la anexión del sector cuyano alTawantinsuyu habría sido la búsqueda de un paso que facilitara el acceso a la vertienteoccidental andina, para asegurar la sujeción de las poblaciones de Chile Central.

«La dominación incaica cuyana, en especial del área de montaña del nortede Mendoza y sur de San Juan, estuvo relacionada con la estrategia deasegurar la vertiente oriental de los Andes, consolidando, entre otras nece-sidades posibles, la de comunicación expedita con zonas de Chile de másdifícil sujeción» (Bárcena 1992:40).

Esta propuesta parece apoyarse en un escrito de Miguel de Olaverría, uncronista del siglo XVI según el cual

«la causa porque los capitanes del ynga llevaron rodeo tan grande y aco-metieron la cordillera por donde refiero [un paso ubicado en el norte deMendoza] fue por no atreverse a entrar por el camino despoblado deAtacama» (Olaverría 1594).

Por su parte, Gambier y Michieli consideraron que en la región de San Guillermo,

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«la zona ocupada con intensidad por gran número de construcciones de esacultura [inca] era una zona muy rica en ganado silvestre. Por otra parte no hayevidencias de la antigua presencia incaica en las zonas mineras actuales de laReserva ni minerales en los lugares próximos a las tamberías. No hay tampocoevidencia de otros valores económicos en la región, salvo las vicuñas y los guanacos(…). Es entonces posible concluir con legitimidad que el imperio incaico ocupóla región por ser una zona rica en ganado silvestre» (Gambier y Michieli 1986:46).

Asimismo, Gambier concluyó que

«la conquista de los incas fue motivada por la necesidad de explotación derecursos naturales especiales (como la lana de vicuña al norte de la provin-cia) y del trabajo de los grupos locales sojuzgados que debieron incorpo-rar nuevos campos de cultivo con la extensión de la red hidráulica y adop-tar algunas costumbres propias de sus dominadores» (Gambier 2000:63).

En relación a los trabajos agrícolas, la posible presencia de estructuras incaicasen los valles de Calingasta y Ullún-Zonda es vinculada

«con el proceso de ampliación de las tierras útiles que realizaban los incasinmediatamente después de anexar una región mediante la construcciónde nuevas acequias o canales para irrigarlas y el posterior traslado de pue-blos para su mejor explotación (Gambier y Michieli 1992: 17-18).

Más allá de estas hipótesis, las causas de la expansión incaica hasta esta regiónpueden haberse relacionado con mecanismos político-administrativos, como laherencia partida (Conrad y Demarest 1988) o con situaciones coyunturales,como la facilidad de incorporación de las poblaciones de la región al Tawantinsuyumostrada por exploraciones o contactos realizados desde sectores ya anexados.Por otra parte, las causas de la anexión de los distintos sectores del Imperio notienen por qué ser las mismas, ya que el grado de avance del proceso expansivopodía responder a necesidades, situaciones y realidades muy variables en el tiem-po y el espacio. Estos obstáculos no deberían restringir la búsqueda arqueológicade las causas de la anexión del área al imperio, sino probablemente dirigirla a lalocalización de evidencias específicas de las actividades desarrolladas en los dis-tintos sitios, aun cuando esa búsqueda se haya inspirado en hipótesis derivadas a

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partir de documentación sobre el tema, de la distribución de los sitios incaicosen relación a los recursos naturales disponibles o de cualquier otra fuente.

Un aspecto interesante para analizar en el futuro es hasta qué punto la explo-tación de algunos recursos (e.g., la lana de vicuña de San Guillermo o los produc-tos cultivados en los valles) pudieron constituir un motivo para la anexión deesas zonas, o simplemente una actividad resultante de una anexión originada porotras causas (estratégicas, militares, etc.). Evidentemente, este análisis debería iracompañado por el desarrollo de nuevos planteos teóricos y la determinación ybúsqueda de las evidencias que los respalden.

Límites y alcance de la dominación incaicaLímites y alcance de la dominación incaicaLímites y alcance de la dominación incaicaLímites y alcance de la dominación incaicaLímites y alcance de la dominación incaicaImportantes dificultades se observan en los intentos de identificación de los límites

territoriales de la expansión incaica en la región. Basado en la actual falta de construccio-nes incaicas al sur y este del Valle de Uspallata, Schobinger propuso que «el dominioincaico no se evidencia más al sur del Valle de Uspallata ni fuera de las zonas montaño-sas» (Schobinger 1975:35). De manera similar, Hyslop opinó que «the effective southernInka boundary in Argentina is the Mendoza River» (Hyslop 1984:203). Asimismo,Bárcena (1992) postuló la existencia de dos situaciones diferentes en la región cuyana:

«Los tambos y el camino de Uspallata y zonas vecinas parecen configurarun «limes», cierre por el este de un área definida, a partir del que debeconsiderarse una situación «interna» al occidente y otra «externa» al orien-te» (Bárcena 1992:40).

Esta posición podría guardar relación con la de Dillehay y Gordon (1988),quienes han propuesto la presencia de dos clases de límites para la presencia incaicaen el centro-sur de Chile: uno formado por «una exclusiva línea limítrofe fortifica-da» sobre la cual se extendió la ocupación militar incaica, y una segunda frontera,de sectores en vías de dominación en donde se registraban «intenciones múltiples ycomplejas transacciones sociales y económicas y de adaptación».

En estrecha vinculación con la definición de la frontera meridional, la idea deun dominio diferencial de la región, con un sector occidental más fuertementeincaizado, ha sido discutida en relación al conjunto de información arqueológica ydocumental regional. Según esta propuesta (García 1999), la dominación incaicade los otros sectores (al sur y al este del Valle de Uspallata) existió pero se percibiríacomo más débil debido a la conjunción de diversos factores:

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a) La importancia sobredimensionada que se ha brindado al registro incaico«puro» (tipos cerámicos «cuzqueños» y arquitectura incaica) como ele-mento diagnóstico y la consecuente segregación (para la discusión deltema) del registro arqueológico restante.

b) La consideración de un origen preincaico para el estilo cerámico «Viluco».Siguiendo la propuesta de Lagiglia (1976), todos los autores locales hanconsiderado tradicionalmente la presencia del citado estilo alfarero conanterioridad a la llegada del inca a la región. Sin embargo, el conjunto deindicios y evidencias arqueológicas disponible apoya más bien la idea deque el origen de este estilo coincide con (y es consecuencia de) la domina-ción incaica (García 1996, 2004c). Entre estos elementos se encuentranla gran homogeneidad de la cerámica Viluco, las características de los con-textos arqueológicos de los que forma parte, la ubicación estratigráfica deestos contextos y la ausencia de fechados C14 que ubiquen al estilo Vilucoen época preincaica (García 1996).

c) No se ha tenido en cuenta la visibilidad arqueológica diferencial en rela-ción a los materiales utilizados para la construcción en cada sector y a laincidencia de los procesos de alteración post-depositacional sobre el re-gistro arqueológico de la llanura. Así, si bien es cierto que actualmente laperduración de los tambos del Valle de Uspallata se contrapone a la faltade preservación de estructuras incaicas en el resto de Mendoza, éstas exis-tieron (Canals Frau 1946).

Considerando los aspectos mencionados y la información actualmente dis-ponible surge un panorama alternativo al modelo anteriormente presentado. Siel origen del estilo Viluco es incaico, las marcadas diferencias tecnológicas con elestilo local previo («Agrelo») no indicarían un control débil sino una fuerteintegración al imperio, que quedó además reflejada en diversos datos documen-tales y arqueológicos (e.g., una gran difusión del quechua en la región, el mejora-miento o construcción de obras de riego, indicios de un sistema político dual«con «caciques» y «principales»), la existencia de «tierras del inca» y «acequiasdel inca», y la confirmación documental del sometimiento de las poblacioneslocales al inca (Bibar 1966; Lizárraga 1937; García 1999). Consecuentemente,la frontera imperial (tanto política como económica) debería coincidir, al menosde manera aproximada, con los límites territoriales de los grupos productores dela cerámica Viluco, esto es, la etnia huarpe (García 1999).

Recientemente, García (2008) ha realizado algunas observaciones adicionalesen el mismo sentido. Por un lado señaló la existencia de algunos elementos impor-

El dominio incaico en la periferia meridional del Tawantinsuyu.Revisión de las investigaciones arqueológicas en la región de Cuyo, Argentina

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tantes que han pasado desapercibidos o no se han vinculado al tema analizado. Así,el hecho de que según la información etnohistórica el cacique huarpe fuera consi-derado dueño de las tierras en las que habitaba su grupo, es difícil de entender en elmarco de poblaciones con demografía y densidad relativamente bajas, socialmenteno estratificadas, en las cuales es improbable que se haya desarrollado una ideologíaque justificara la pertenencia de la tierra y los recursos a los jefes políticos. Por elcontrario, es mucho más factible que este aspecto fuera precisamente una perdura-ción de la ideología político-religiosa impuesta por el estado inca. De la mismamanera, la gran cantidad de jefes o caciques mencionados en la documentaciónregional es mejor comprendida si se piensa que en realidad estos jefes (como resul-tado del sistema político impuesto por los incas) tenían distinta jerarquía y respon-sabilidades, diferenciación que generalmente pasó inadvertida para los cronistasespañoles, aunque en algunas ocasiones quedó muy bien reflejada en la documen-tación. Así, resulta clara la supremacía de un «cacique principal» o «Señor delValle», sobre los demás caciques de cada valle (Michieli 1983).

En el mismo artículo (García 2008) se propuso además que las marcadas diferen-cias formales en el registro incaico de los sectores cordillerano y preandino de Mendoza,por un lado, y precordillerano, pedemontano y de llanura, por el otro, se relacionaríancon los mecanismos específicos de dominación de la región, en algunos sectores através de funcionarios diaguitas chilenos (ver infra). En este esquema, tanto el sectornuclear (de cordillera y valles preandinos) como el periférico (fundamentalmente laplanicie) se encuentran bajo el control del estado, el cual se extendería por el sur hastael río Diamante y por el este probablemente hasta el río Desaguadero (si bien resultamuy difícil precisar este límite con la información actualmente disponible). Hacia elsur (y posiblemente hacia el este) de la zona incaica periférica se ha sugerido asimismola existencia de una zona «en exploración», la cual habría sido desarrollada por losmismos diaguitas chilenos (García 1999, 2008).

Esta visión de una dominación incaica que comprende también la zona deplanicie ha sido posteriormente aceptada por Cahiza y Ots (2005), quienes di-socian la frontera política inca «establecida en la línea de tambos y camino delinka presente en el Valle de Uspallata» propuesta por Bárcena de una fronteraeconómica que incluiría los valles de Caria, Guanacache, Huentota y Uco, esdecir, parte del piedemonte y llanura del sur de San Juan y centro-norte deMendoza. No obstante, a diferencia de García (1999) y siguiendo a Parisii (1999),estos autores opinan que en esta «área periférica» «el imperio inka no introdujosus elementos clásicos del ejercicio del poder del área central (…), es decirtripartición de la tierra y rebaños, establecimiento de censos poblacionales-tri-butarios decimales, imposición del quechua y otros indicios de aculturación»(Cahiza y Ots 2005:219).

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El dominio a traEl dominio a traEl dominio a traEl dominio a traEl dominio a través de «encvés de «encvés de «encvés de «encvés de «enclalalalalavvvvves»es»es»es»es»La idea de la presencia de «enclaves» para la dominación de algunos territorios

de la región fue expuesta originalmente por Raffino, para quien el hecho de que

«el dominio no traspuso más allá del Valle de Uspallata (...) no excluye laexistencia de puestos avanzados, fugazmente ocupados» (Raffino1981:277).

Ya en 1946 (ver supra), Canals Frau había afirmado la existencia de un sitioincaico en el área de la actual ciudad de Mendoza.

«varias referencias documentales a la existencia de un fuerte incaico en lamisma zona de Mendoza, muy posiblemente en terrenos del actualGuaymallén»; «podemos colegir que aquellas ruinas estaban al nordestede la ciudad y a poca distancia de ella» (Canals Frau 1946:140).

Bárcena coincidió posteriormente con la propuesta de Canals Frau, cambiandola denominación de «fuerte» por la de «enclave» (Bárcena 1992:39), y la articulócon la idea de una situación «externa», al oriente del Valle de Uspallata, que

«estaría manejada desde «avanzadas» del tipo «enclave» incaico, de los«paredones» (...), en el sector donde después se fundaría la Ciudad deMendoza, pudiéndose considerar también con una función próxima al«Cerrillo fuerte del Inga», desde el que se fiscalizaría el área de llanura ylagunera del límite de las actuales provincias de Mendoza y de San Juan, yasimismo podría arrogarse este sentido a las instalaciones incaicas queprobablemente existieran en el área de la fundación de la Ciudad de SanJuan de la Frontera» (Bárcena 1992:40).

Así, los enclaves habrían servido como avanzadas en lugares como el

«este de la precordillera en San Juan y Mendoza, valles de Caria y Güentota- Cuyo- por ejemplo, donde [la dominación estatal] parparparparparece no muy am-ece no muy am-ece no muy am-ece no muy am-ece no muy am-plia ni sufplia ni sufplia ni sufplia ni sufplia ni suficientemente consolidadaicientemente consolidadaicientemente consolidadaicientemente consolidadaicientemente consolidada» (Bárcena 1998:5; el resaltado esmío).

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Uno de estos enclaves se habría instalado en el Valle de Uco, en la localidadde Agua Amarga. Ots (2007:483) propone un incremento de la producciónagrícola del área y un aumento demográfico en el sitio, lo que a su juicio permi-tiría considerar a Agua Amarga como un «enclave con funciones económicas».

Como ya se ha visto, la idea de la existencia de enclaves está fuertementevinculada en la región analizada con la de un sector no plenamente incorporadoal imperio. Sin embargo, como ya se ha considerado, existen suficientes elemen-tos para sostener un dominio efectivo de la zona pedemontana y de llanura orientalen el centro-norte de Mendoza, y por lo tanto parece conveniente considerar alos asentamientos incaicos simplemente como componentes de un mismo siste-ma de organización política, social y económica adaptado a la estructura local derecursos (i.e. minerales y biológicos, incluidas las poblaciones indígenas) y condiferencias internas vinculadas con las variaciones de aquella estructura y con losmecanismos diferenciales de dominación desarrollados por el estado. Probable-mente uno de los resultados de las pautas de reorganización social, política yeconómica implantadas por el Estado haya sido la concentración de población yla mayor productividad de los oasis. El ejemplo más claro de esta situación seobserva en el sitio conocido como «Cerro Fuerte del Inca» (Figura 6). Propues-to inicialmente por Bárcena como enclave tendiente a fiscalizar a las poblacionesdel sector de piedemonte y llanura del sur de San Juan hasta la zona lagunera, suposterior hallazgo reveló que el sitio difícilmente puede haber sido operativopara el control de aquel área (de la que ni siquiera se tiene control visual desde elsitio, ya que se encuentra a más de 35 km de distancia y una cadena montañosaimpide su observación directa), sino que más bien habría funcionado como unlugar destinado al control de las poblaciones establecidas entre el Río del Acequióny el Río del Agua y al monitoreo del tránsito zonal (García 2005). A pesar de sufalta de complejidad arquitectónica (ver supra), el «Cerro Fuerte del Inga» teníafunciones muy importantes, dado que permitía el control de los sitios ubicadosa nivel del río, vinculados probablemente con la producción agrícola en el áreaseptentrional de los llanos del Acequión. Tanto los fechados radiocarbónicoscomo la distribución y jerarquización de los diversos sitios de la zona señalanque el sistema de asentamiento local se originó tardíamente, muy probablementecomo resultado de la política organizativa incaica (García 2007).

Aunque las evidencias son hasta ahora muy débiles, es posible que en AguaAmarga se haya desarrollado un proceso similar (Ots 2007), y, en definitiva, esesperable que con el avance de las investigaciones en la zona de llanura aparezcannuevos casos de rearticulación y reorganización de las poblaciones y de las activi-dades económicas locales.

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La utilización de mitimaesLa utilización de mitimaesLa utilización de mitimaesLa utilización de mitimaesLa utilización de mitimaesLos medios desarrollados para asegurar el control estatal de los nuevos terri-

torios anexados al Tawantinsuyu eran diversos (Rowe 1982). Uno de los másllamativos fue la frecuente relocalización de gente. Indicios del traslado de mitimaeso mitmakunas han sido registrados en varios sitios de la región.

Hasta donde conozco, el primer investigador que propuso la presencia de estetipo de grupos en el área fue Canals Frau:

«el convencimiento se impone de que en el Valle de Uspallata fueron asen-tados grupos de indios peruanos en calidad de mitimaes, como solíanhacer los incas en las provincias recientemente conquistadas» (Canals Frau1946:139).

En gran medida, esta idea descansaba en el registro de cerámica de estilossimilares a los incaicos. Con el avance de las investigaciones arqueológicas en elNorte Chico chileno fue posible precisar el origen de esta cerámica e identificara esos mitimaes como «diaguitas chilenos (Schobinger 1971:83). La presenciade mitimaes diaguitas chilenos en los sitios cuyanos fue posteriormente sosteni-da por otros arqueólogos (e.g. Berberián et al. 1981:206; Bárcena 1988:416;Sacchero y García 1991:61; Stehberg 1995:206-207).

Por otra parte, Bárcena ha propuesto que los diaguitas chilenos presentes en lostambos de Mendoza habrían ingresado no directamente desde el Norte Chicochileno, sino indirectamente, a través de Chile central (Bárcena y Román 1987:73).

Figura 6Figura 6Figura 6Figura 6Figura 6Sector inferior de los muros del «Cerro fuerte del Inga».

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Pero no sólo los diaguitas chilenos habrían sido movilizados por los incas. Apartir de una tentativa identificación de tres fragmentos de cerámica de Tambilloscomo correspondientes al estilo «Inca-Pacajes», Bárcena y Román (1987:73)han sugerido la presencia de artesanos altiplánicos encargados de dirigir la pro-ducción de cerámica en el sitio. También ha sido señalada la conveniencia deconsiderar probables traslados de grupos o individuos de Chile Central («Cultu-ra Aconcagua») y del centro-norte de San Juan (capayanes) hacia el centro-nortede Mendoza, para explicar la formación del estilo cerámico Viluco, correspon-diente a los huarpes (García 1996). Asimismo, Gambier sugirió el traslado degrupos capayanes hacia el sur de San Juan, específicamente el Valle de Calingasta(Gambier 2000:65) y Gambier y Michieli (1992:18) aceptaron la idea de lapresencia de «pueblos trasladados» en instalaciones incaicas ubicadas en los va-lles agrícolas.

Sin embargo, en la actualidad no todos los investigadores locales están deacuerdo en aceptar la presencia de mitimaes en los sitios cuyanos. Michieli(2001:370-371) ha manifestado recientemente una posición contraria a la pre-sencia de mitimaes diaguitas chilenos en los tambos de la región, apoyada en: 1)la presencia de sitios diaguitas chilenos preincaicos en la región de San Guillermo;2) que la presencia de cerámica diaguita no es prueba de la presencia de susproductores; 3) «los mitimaes eran pueblos total o parcialmente trasladados» asitios que no eran tambos; «considerar que los tambos eran ocupados por mitimaeses desconocer las formas organizativas imperiales»; 4) «en Cuyo la cerámicadiaguita inca aparece en algunos de los tambos de la zona cordillerana y no en lasinstalaciones incaicas que no son tambos (…) ni en la zona precordillerana (…)».

Esta posición se apoya en una visión monolítica y demasiado rígida de laexpansión y organización incaica, y en un conocimiento parcial e incompleto delregistro arqueológico regional. En principio, no es correcto que la cerámica diaguitainca no aparezca en los sitios precordilleranos, ya que, por ejemplo, se la haregistrado en el Alero Agua de la Cueva y en el alero del Agua de las Herraduras(García 2004b). Por su parte, la presencia de sitios diaguitas chilenos preincaicosde ninguna manera supone un argumento en contra de la posterior utilización degrupos de esta etnia como mitimaes. Tercero, si bien es cierto que la presencia deun bien no implica la de su productor, en el contexto regional la abundantepresencia de cerámica diaguita inca (mucho mayor que los tipos cuzqueños) y eltraslado de motivos (y eventualmente formas) del estilo diaguita inca al Viluco(García 1994, 1996) son tan notables que difícilmente pueden explicarse desli-gándolos completamente de la presencia de sus productores en la región cuyana.Finalmente, existen concepciones mucho más amplias y flexibles acerca de losmitimaes, no vinculadas a la movilización de «pueblos enteros»:

Alejandro García

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«Some mitimas were camayos, yanaconas or both and served the inca rulerdirectly. There were two other kinds of mitimas, however. One consists ofmitimas who were incorporated into the regular administrative organizationof the provinces. (…) the second kind of mitimas (…) consisted ofcolonists sent by the sierra naciones of Collasuyu to grow crops at lowerelevations» (Rowe 1982:105-106).

Asimismo, otros autores confirman la conveniencia de asumir una posiciónmás amplia sobre el tema (que en ciertos casos involucra una mayor crítica hacialas fuentes):

«In recent years our documentation concerning the mitimas has beenconsiderably enriched (…). As the example accumulate, one realizes thatsituations varied from case to case, and one becomes increasingly aware ofthe extreme diversity of the Andean world» (Wachtel 1984:200).

Por lo tanto, suponer que los grupos de mitimas debían localizarse exclusiva-mente fuera de los tambos parecería ajustarse a una visión demasiado idealizadade «las formas organizativas imperiales» y en parte desconocedora de la granheterogeneidad y complejidad funcional que pueden presentar estos sitios (Hyslop1984:279-280).

El caso de los diaguitas chilenos ha sido objeto de otras consideraciones. Lacirculación de cerámica diaguita inca en el centro norte de Mendoza y la marca-da influencia en la decoración de la alfarería local indicaría la presencia de mitimaestrasandinos en la zona. Pero además son muy llamativos los hallazgos de cerámi-ca diaguita inca en el sur de Mendoza (Lagiglia 1979), un área sin hallazgosnetamente incaicos, lo que sugiere la existencia de contactos de los diaguitaschilenos (durante el período incaico y al servicio del estado) con las etnias meri-dionales (puelches y/o pehuenches) o de exploraciones tendientes a evaluar o irpreparando la futura anexión de esos territorios (García 1999). De esta manera,la información arqueológica actual sugiere que los diaguitas chilenos ocuparonuna posición relevante en la estructura imperial, y que probablemente se hayansumado a la misma negociando, entre otras cosas, un rol importante en la admi-nistración de los territorios cuyanos entre aproximadamente 30º y 34º 30‘ Sur, yen la exploración y anexión de los ubicados al sur de esa zona. Esta visión coin-cide con la de Stehberg (1995), para quien la alianza entre incas y diaguitas pudobasarse en el interés común de expansión (en el caso de los diaguitas, hacia las

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tierras más fértiles del Aconcagua y Maipo). A juzgar por la reiterada presenciade cerámica diaguita chilena inca (Lagiglia 1976, 1979; Sacchero y García 1992),en áreas donde las evidencias típicamente incaicas casi no se han registrado (fun-damentalmente en la zona del piedemonte y llanura), el papel de los diaguitaschilenos en el control estatal de por lo menos algunos sectores de la regióncuyana puede haber sido tan significativo como para pensar en una «dominacióndelegada» del sector (Lima Tórrez 2002-2005), mediante la delegación del po-der a un grupo político encargado de la administración y control de otras pobla-ciones de menor complejidad sociopolítica.

En este sentido, puede proponerse que los centros administrativos estatalesdel centro-norte de Mendoza (al menos en el piedemonte y planicie) habríanestado bajo el control diaguita chileno, lo que contribuiría a explicar la presenciaimportante de cerámica diaguita chilena (Lagiglia 1979, Sacchero y García 1991,Ots 2007) en lugar de los estilos cuzqueños.

DiscusiónDiscusiónDiscusiónDiscusiónDiscusiónEl análisis del registro y de los estudios arqueológicos permite destacar algu-

nos elementos vinculados con la implantación del control estatal incaico en laregión. En primer lugar, los hallazgos mostrarían un patrón de asentamientoclaro, definido por la localización exclusiva de los sitios con construcciones incaicasy de sectores de la vialidad imperial en el área montañosa occidental (precordillera,valles longitudinales y cordillera), en contraste con su ausencia en la llanura oriental.El tamaño y las características arquitectónicas de los sitios conocidos indicaríana su vez una marcada diferencia entre los sitios cordilleranos y de valleslongitudinales preandinos y los de la precordillera. Efectivamente, los mayoresasentamientos incaicos se encuentran en los valles de Uspallata (Tambillitos,Ranchillos y Tambillos), Iglesia (Tambo de Tocota) y en el sector cordilleranoseptentrional de la región (Tambos de la Junta de la Palca -o Alcaparrosa-, SantaRosa, San Guillermo, etc.). No obstante, cabe destacar la presencia en la zonaserrana extracordillerana de por lo menos un sitio de grandes dimensiones y deuna aparente alta jerarquía en el contexto regional: el Tambo de Paso del Lámar(Bárcena 2001, 2002), cuya importancia podría vincularse con su posición es-tratégica, ya que su localización permite el dominio de un paso importante parala circulación norte-sur. Estas diferencias arquitectónicas y distribucionales hanservido de base a propuestas relacionadas con los límites del dominio incaico ycon las características del mismo. Sin embargo, teniendo en cuenta las mayoresposibilidades de destrucción o refuncionalización hispánica de los sitios de lallanura, que el registro de los sitios incaicos muestra aún vacíos importantes, que

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se desconocen las características de los sitios que presumiblemente estaban insta-lados en la llanura y que el dominio incaico del Collasuyu pudo ser mucho máscomplejo y heterogéneo que el mostrado por la visión idealizada de algunosestudios etnohistóricos (y que por lo tanto pudo existir una muy estrecha rela-ción entre los sitios incaicos cordilleranos y los de los valles bajos), no parececonveniente establecer una dicotomía oeste-este, o cordillera-llanura en relacióna los asentamientos incaicos de la región.

De igual manera, existen aún grandes vacíos de información acerca de lafuncionalidad y del grado de articulación de los distintos componentes del siste-ma de asentamiento incaico del área. En general, se ha impuesto la idea de quelos sitios anexos al tramo longitudinal del camino del inca tenían una articula-ción principal norte-sur, en tanto que los sitios restantes ubicados en laprecordillera y en la llanura servían para establecer la articulación este-oeste delsistema y asegurar el dominio y flujo de bienes desde esta última zona. Si bienestructuralmente este diseño puede ser correcto, la realidad es que la falta deestudios específicos en los diversos componentes impide avizorar otras realida-des, vínculos y actividades ligados a cada uno de ellos. En términos generales, elnúmero de sitios incaicos con estructuras arquitectónicas investigados o en estu-dio, y el grado de estudio desarrollado en ellos, distan mucho de ser lo suficien-temente representativos como para constituir una base firme para comprenderlos mecanismos del dominio incaico regional. Según la bibliografía específica(e.g. Bárcena 1979, 2001, 2002; Gambier y Michieli 1986; García 2004a, b y c,2007), los sitios incaicos (con estructuras o restos de ocupaciones atribuibles alperíodo incaico) serían más de treinta. Sin embargo, sólo unos pocos de elloshan sido excavados o están en vías de estudio (Confluencia, Tambillitos, Ranchillos,Tambillos, Tocota, Alcaparrosa, Paso del Lámar Acequión y La Invernada); porotra parte, los sectores excavados en la mayoría de estos sitios y los análisis con-secuentes son muy limitados y poco representativos como para comprenderintegralmente las actividades que allí se desarrollaban y su aporte específico alsistema de control estatal incaico. En este sentido, las determinaciones funciona-les para las distintas estructuras y sitios continúan siendo muy restringidas, porlo que sigue jugando un papel importante la adscripción tentativa de funcionesen base a las características arquitectónicas de las estructuras y a la ubicación delos sitios (e.g. Rusconi 1956; Bárcena 1979, 2001; Gambier y Michieli 1986).Además es importante destacar que en algunos casos estos supuestos previos hansido contrastados negativamente por los estudios posteriores (e.g., una probable«plaza intramuros» en Ranchillos -Bárcena 1998:26-, o el «enclave» delAcequión). En sentido estricto, sólo se han atribuido funciones específicas deri-vadas del estudio de evidencias arqueológicas a un sector de Tambillos (manufac-tura de cerámica), al sitio Ciénaga de Yalguaraz (caza de camélidos), a un patio

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central del Recinto Perimetral Compuesto de Tocota (corral), y varias estructu-ras de Tocota («recintos habitacionales», si bien esta categoría ya había sidoasignada previamente a la excavación y no fue discutida posteriormente in exten-so a la luz de los hallazgos). Finalmente, no parece disponerse aún de los elemen-tos suficientes como para establecer una comparación entre la intensidad y signi-ficación del tránsito del camino longitudinal y las de los ramales transversales.

Lo anterior se vincula con otra característica de la arqueología incaica regional:su estudio se ha relacionado fundamentalmente con el mejoramiento del registrogeneral de los sitios, con la descripción detallada de éstos y de la vialidad incaicaanexa y con intentos de comprender globalmente su articulación y su participaciónen el sistema estatal a partir de su distribución espacial (Bárcena 1979, 1988,1998, 2001, 2002, 2005; Gambier y Michieli 1986; Michieli 2001). Por el con-trario, los aspectos vinculados con la dinámica de la dominación incaica, con lascausas de la presencia imperial en la región, con las formas específicas de control delas poblaciones locales y con los cambios que eventualmente surgieron en estascomunidades (si bien son reconocidos como importantes por los autores) se hanmanejado básicamente a través del registro documental, han sido escasamente ex-plorados o han sido tratados a nivel de propuestas altamente especulativas no con-trastadas con posteriores investigaciones. Como resultado, la contribución de losestudios estrictamente arqueológicos a la interpretación de los mecanismos de do-minación incaica es relativamente limitada y en términos generales no ha dadolugar a la elaboración de explicaciones surgidas del propio registro arqueológico(una excepción es la reciente propuesta de organización de la población en el áreadel «Cerro Fuerte del Inga» -García 2007). Consecuentemente, la relación entre elestado inca y las poblaciones locales sigue siendo casi totalmente desconocida, aunen los casos en que los sitios incaicos estaban muy próximos a aquéllos (e.g., elValle de Uspallata). Como señalara Stenborg (2002:11),

«Archaeology, far from being just a means of confirming the ethnohistoricalinformation may be used to challenge and question the common view andthus to complete the image of the situation prevailing during the time ofthe Inca expansion».

Por lo tanto, teniendo en cuenta las limitaciones de los marcos explicativosetnohistóricos (Orgaz 2002) y el hecho de que la base documental local ya hasido exhaustivamente analizada y hasta parece mostrar indicios de«sobreinterpretación» (e.g. Parisii 1995), sería muy beneficioso para la arqueo-logía incaica regional desligarse de la gran dependencia de los estudios

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etnohistóricos para el abordaje de aspectos sociales y políticos vinculados con elcontacto interétnico.

Finalmente, y de manera muy interesante, las evidencias del Acequión avalanla idea de que la importancia de un sitio no siempre está en estrecha relación conla complejidad arquitectónica del mismo, ni con su tamaño (Hyslop 1984:279),y refuerzan la conveniencia de asumir una perspectiva amplia, flexible y nomonumentalista, orientada a la elaboración de información proveniente de com-ponentes y registros de menor visibilidad arqueológica que pueden brindar re-sultados altamente significativos para comprender las características y funciona-miento del sistema estatal a nivel regional.

Consideraciones fConsideraciones fConsideraciones fConsideraciones fConsideraciones finalesinalesinalesinalesinalesLos recientes esfuerzos por ampliar el conocimiento de la ocupación incaica

regional han tenido resultados positivos. Así, se ha ampliado considerablementeel número de sitios incaicos detectados, se han realizado relevamientosplanialtimétricos y excavaciones en varios de ellos y se han elaborado algunosplanteos y propuestas sobre la dominación imperial. De éstos, unos pocos tienenuna general aceptación (como el uso de mitimaes diaguitas chilenos para el con-trol de la región cuyana). Otros se vinculan con posiciones enfrentadas (e.g. losrelacionados con el límite de la expansión incaica y con el grado de fuerza delcontrol incaico sobre las poblaciones de las zonas bajas). Otras propuestas sonmuy difíciles de sostener (e.g. la presencia de artesanos Pacajes sugerida a partirde una probable filiación de tres fragmentos de cerámica de un solo sitio), mien-tras que otras necesitan el respaldo de pruebas arqueológicas (e.g. la explotaciónde vicuñas en el área de San Guillermo o el aprovechamiento agrícola de losvalles bajos sanjuaninos y el uso de mitimaes para tal fin).

Sin embargo, un balance cuantitativo y cualitativo de la producción biblio-gráfica correspondiente a los estudios sobre el registro arqueológico incaico in-dica que en general estos trabajos son altamente descriptivos y poco teóricos, yque se habrían priorizado marcadamente los aspectos descriptivos y clasificato-rios frente a los interpretativos, ya que muchos tópicos vinculados con el análisisde las poblaciones locales, los mecanismos de control estatal y el impacto de ladominación incaica sobre las sociedades locales no han sido considerados o hansido abordados básicamente desde una perspectiva etnohistórica. Para mejoraresta situación, parece conveniente concentrar esfuerzos no tanto en ampliar elregistro regional de sitios incaicos sino más bien en el desarrollo de investigacio-nes intensivas, continuas y de mediano o largo plazo a nivel intrasitio, orientadasa la búsqueda de indicadores precisos que puedan brindar información sobre

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aquellos aspectos. En este sentido, el grado de detalle e integralidad de estosestudios debería acercarse al hasta ahora desarrollado en casos muy excepciona-les, como el del registro vinculado con la capacocha del Cerro Aconcagua(Schobinger 2001).

Simultáneamente, sería conveniente alentar la generación de nuevos planteosarqueológicos acerca de la organización sociopolítica, económica y tecnológicade las poblaciones locales inmediatamente anteriores a la presencia incaica, acer-ca de cómo estas estructuras pueden haber sido afectadas o modificadas por laanexión al Tawantinsuyu y de cuáles serían los reflejos arqueológicos de esassituaciones.

AgAgAgAgAgradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosEste trabajo forma parte de las actividades de proyectos avalados y financia-

dos por el CICITCA (Universidad Nacional de San Juan), por la Secretaría deCiencia, Técnica y Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo y por elCONICET.

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INVESTIGAINVESTIGAINVESTIGAINVESTIGAINVESTIGACIÓNES ARCIÓNES ARCIÓNES ARCIÓNES ARCIÓNES ARQQQQQUEOLÓGICAS EN EL UEOLÓGICAS EN EL UEOLÓGICAS EN EL UEOLÓGICAS EN EL UEOLÓGICAS EN EL ÁÁÁÁÁREAREAREAREAREANORNORNORNORNOROCCIDENTOCCIDENTOCCIDENTOCCIDENTOCCIDENTAL DE LA REGIÓN PAL DE LA REGIÓN PAL DE LA REGIÓN PAL DE LA REGIÓN PAL DE LA REGIÓN PAMPAMPAMPAMPAMPA SECA.A SECA.A SECA.A SECA.A SECA.PRIMERAS APRPRIMERAS APRPRIMERAS APRPRIMERAS APRPRIMERAS APROOOOOXIMAXIMAXIMAXIMAXIMACIONES AL REGISTRCIONES AL REGISTRCIONES AL REGISTRCIONES AL REGISTRCIONES AL REGISTRO DEO DEO DEO DEO DE

LA LA LA LA LA MICRMICRMICRMICRMICRORREGIÓN «EL CUERORREGIÓN «EL CUERORREGIÓN «EL CUERORREGIÓN «EL CUERORREGIÓN «EL CUERO»O»O»O»O»(DPT(DPT(DPT(DPT(DPTOOOOO. GRAL. R. GRAL. R. GRAL. R. GRAL. R. GRAL. ROCA, CÓRDOBOCA, CÓRDOBOCA, CÓRDOBOCA, CÓRDOBOCA, CÓRDOBA)A)A)A)A)

Guillermo Heider1

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

El Departamento General Roca, en la provincia de Córdoba, es una de las divisio-nes administrativas territoriales donde hasta el presente no se han realizado inves-tigaciones arqueológicas. En este artículo se exponen los resultados obtenidos enuna secuencia de prospecciones realizadas dentro de la microrregión El Cuero y enel análisis complementario de una colección particular. El Cuero se encuentra ubi-cado en el ecotono entre el monte xerófilo y la estepa pampeana, en el norte de LaPampa Seca. Los resultados confirman la presencia de grupos cazadores-recolectoresdel Holoceno Tardío en la región. Por las características de las fuentes líticas utili-zadas y el tipo de decoración cerámica, se puede postular que estos grupos mante-nían contacto con los de las Sierras Centrales, ya sea incluyéndolos en su circuitoanual de movilidad o por vía de sistemas de alianza o intercambio.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves: es: es: es: es: Arqueología - Pampa Seca - Micro-región El Cuero - Holoceno Tardío

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

General Roca Department, in the province of Córdoba, is one of theadministrative territorial divisions where up to the present archaeological

1 Cátedra de Prehistoria y Arqueología, Universidad Nacional de Córdoba.Contacto: [email protected]

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investigations have not been realized. In this article, we expose the results obtainedthrough both a series of explorations realized inside the El Cuero micro - regionand the complementary analysis of a private collection. El Cuero is located inthe ecotono (no se una traduccion para esto, es muy especifico. Tal vez podesponer ecological region) between the xerophilous mount and the steppe pampeana,in the north of The Dry Pampas. The results confirm the presence of LateHolocene hunters – gatherers groups in the region. According to the characteristicsof the lithic sources used and the kind of ceramic decoration, it is possible topropose that these groups were in contact with those of the Central Saws, whetherit is including them in their annual mobility circuit or through an alliance orexchange system.

KKKKKey ey ey ey ey WWWWWororororords:ds:ds:ds:ds: Archaeology -Pampa Seca - Micro-region El Cuero - Late Holocene

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónEn este trabajo se presenta una primera aproximación al registro arqueológi-

co de una porción del Departamento General Roca, ubicado en el Sur-sur de laProvincia de Córdoba. Este sector de Córdoba y el sur de San Luis, forma partedel extremo Noroeste de la Pampa Seca, dentro de la Subregión arqueológica delCaldenar, definida por Berón y Politis (1997).

Hasta el presente, este extenso territorio no había sido investigadoarqueológicamente, careciendo absolutamente de aportes en tal sentido. Sola-mente se puede determinar que para una amplia zona del norte pampeano, comoasí también las mencionadas provincias, existe gran cantidad de registros docu-mentales sobre el periodo ranquelino. No obstante, se ha documentado en poderde particulares, la existencia de materiales arqueológicos que tipológicamentehacen presumir una profundidad temporal mayor a la del pueblo ranquel.

Los resultados que se exponen se obtuvieron a partir de las prospecciones realizadasen las lagunas Rali-có y Tromen-có, además de en una pequeña vertiente natural llamadaLa Olla, ubicadas en la microrregión «El Cuero» y en el análisis de una colecciónparticular, con buen registro de hallazgos, proveniente de la misma microrregión. Conesta breve contribución se intenta incluir inicialmente al Sur de Córdoba dentro de lasprincipales líneas de investigación vigentes para la Región Pampeana.

Las estrategias tecnologías aplicadas a los artefactos líticos y la presencia de lacerámica en el conjunto arqueológico recuperado permiten, en principio, enmar-car temporalmente los sitios en el Holoceno Tardío.

La maximización en el uso de los instrumentos que se puede observar seencuentra en directa relación con la ausencia de material lítico de buena calidad

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en un radio de 150 Km. Los materiales líticos y la decoración de la cerámica nospermiten inferir, en principio, relaciones de contacto de este sector del Caldenarcon el sur de las Sierras Centrales, quizás siguiendo el curso fluvial del RíoQuinto (Popopis) que nace en esta ultima y tiene su cuenca media y desemboca-dura en el Dpto. Gral. Roca, a pocos kilómetros de la microrregión.

Figura 1Figura 1Figura 1Figura 1Figura 1Área de estudio y microrregión El Cuero. Modificado Politis-Barros 2003-2004.

Características AmbientalesCaracterísticas AmbientalesCaracterísticas AmbientalesCaracterísticas AmbientalesCaracterísticas AmbientalesEl Departamento General Roca se divide en dos áreas geomorfológicas de

distinta magnitud. La porción Este corresponde a la Pampa Anegadiza, mientrasque la parte central y el oeste forman la zona conocida como Pampa Medanosa.Dentro de esta última se encuentran los sitios investigados. El sector presenta pre-ferentemente un relieve ondulado generado por una sobreimposición de formasmedanosas de diferentes edades. La mayor parte de estas formas están parcialmenteestabilizadas bajo las condiciones climáticas actúales y las cubetas centrales gene-ralmente están ocupadas por lagunas. No obstante el proceso dominante es laerosión eólica (deflación areal y localizada en algunas dunas). En forma subordina-da se dan procesos de desborde y sedimentación asociados a los arroyos.

Las lagunas dominan el paisaje hidrológicamente, alimentadas en algunoscasos por cuencas endorreicas provenientes de pequeñas vertientes naturales. La

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mayoría de las grandes lagunas tienen diverso grado de salinidad y solamente sonde agua dulce las alimentadas por lluvias y sin conexión con las freáticas.

Según Koeppen (1931) corresponden a un clima templado sin estación secay es clima de pradera baja según Thornthwaite y Hare (1955). Presenta un am-plio rango de oscilación térmica, con frecuentes heladas invernales y deficienciahídrica de este a oeste por evapotranspiración durante el verano. Las isohietasson de 350 a 580 mm con predominancia de las lluvias estivales.

Existen varios tipos de suelos dentro de la microrregión El Cuero, los sitiosarqueológicos prospectados se encuentran sobre la pampa medanosa con toscadel sector sur y sudoeste. Esta subregión presenta mantos más o menos conti-nuos de tosca calcárea y se encuentran asociados a esta condición los caldenaresrelictuales que hoy perduran.

La vegetación es la propia del sector semi-árido de transición entre la pampay el monte. La región se corresponde con el Distrito del Caldén, dentro de laProvincia Fitogeográfica del Espinal también llamada de Monte Alto (Cabrera1976). El caldén (prosopis caldenia) es acompañado en el bosque por algunosárboles: el algarrobo (prosopis flexuosa var. flexuosa) el chañar (Geoffroeadecorticans) el molle negro (Schinus fasciculatus var. arenicola), la sombra detoro (Iodina rhombifolia) además de numerosos arbustos, entre otros el piquillín(Condalia microphylla), la jarilla (Larrea divaricata), alpataco (prosopis flexuosavar. depresa) y el tomillo (Acantholippia seriphioides). Una especie que no apa-rece permanentemente en relación al caldenar, aunque suele estar presente en elDepartamento General Roca y el Departamento Rancúl (prov. de La Pampa) esel tala (Celtis tala) cuyo uso arqueológico se encuentra bien documentado. Tam-bién son propios de esta microrregión el ají de monte (Capsicum chacoense) y layerba de la gama (Croton parvifolius).

La descripción de la fauna actual resulta prácticamente irrelevante para unanálisis arqueológico en esta etapa del proyecto de investigación. Las modifica-ciones antropicas producidas por las tareas de labranza, la caza y desmonte, con-juntamente con la invasión de algunos nichos ecológicos por parte de la faunaeuropea (especialmente la liebre y jabalí), han producido la extinción y posteriorremplazo de buena parte de la fauna autóctona en la región (guanaco -Lamaguanicoe-, el venado de las pampas -Ozotoceros bezoarticus- y la liebre mara -Dolichotis patagonum-). Aun sobreviven entre los montes y los pastizales, lavizcacha (Lagostomus maximus), el puma (Felis concolor), el peludo(Chaetophractus vellorosus), el ñandú (Rhea americana), el tuco tuco (ctenomyssp.), el cuis (Caviinae) y el zorro (Lycalopex culpaeus).

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AntecedentesAntecedentesAntecedentesAntecedentesAntecedentesEn un trabajo de síntesis sobre la arqueología pampeana, Politis y Madrid

(2001) hacen referencia a la ausencia casi absoluta de investigación sistemáticaen distintas áreas de la región. Esta afirmación, formulada hace casi una décadano ha sufrido transformaciones sustanciales en lo que hace al presente para el Surde Córdoba.

Es uno de los postulados básicos del proyecto de investigación en desarrollocontribuir a llenar el vacío de información que existe en el norte de la regiónpampeana y analizar los posibles marcadores de articulación con los grupos delas regiones vecinas (Sierras Centrales, Cuyo, Centro de La Pampa y Oeste de Bs.As y Santa Fe).

La obra que presenta uno de los antecedentes bibliográficos más directo so-bre la región es «Una Excursión a los Indios Ranqueles» de Lucio V. Mansilla.Aunque de escaso valor para la problemática arqueológica que investigamos, elmismo no puede ser ignorado, ya que la primer parte de su viaje la realizó por elactual departamento Gral. Roca y en su trayectoria hizo una buena descripciónde la microrregión bajo análisis. En su relato menciona las lagunas de Rali-có,Tromen-có y El Cuero, como así también el monte que las rodeaba, dando deeste modo un buen panorama de las condiciones ambientales a fines del sigloXIX, las cuales difieren de las presentes en la actualidad.

Todo lo dicho anteriormente, obliga a contextualizar arqueológicamente la re-gión en forma indirecta. Las referencias que se utilizaran provienen de investigacio-nes que se han realizadas en sitios que se encuentran en regiones vecinas, a la menordistancia posible de la microrregión. Las mismas las hemos complementado contrabajos que plantean problemáticas regionales y extra regionales de alta movilidad,abastecimiento de materias primas, interacción y complejidad social.

El primer antecedente a tener en cuenta, por su cercanía geográfica, es eltrabajo realizado la laguna de Chadilauquén (Departamento Realicó, La Pam-pa). A partir de 1989 Aguerre (ver Aguerre 1996) a recolectando materialescerámicos, óseo y líticos. Esta se encuentra ubicada a unos 120 km lineales al sursureste de «El Cuero». La autora atribuye, en su trabajo, los materiales recupera-dos a grupos agroalfareros que habrían habitado la laguna en varios asentamientosy con unidades culturales distintas.

Curtoni realiza investigaciones en varios sectores de la región pampeana. Para estetrabajo, creemos son relevantes aquellos realizados en el norte y centro de la provinciade La Pampa como así también aquellos que hacen referencia a cuestiones simbólicasy de territorialidad en la región pampeana en general. El autor ha publicado resulta-

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dos obtenidos en investigaciones realizadas, entre otros lugares, en Laguna de Paisaní(Departamento de Toay) y el sitio La Magdalena (Departamento Chapaleufú).

En relación con estos trabajos están los planteos de circuitos macro-regiona-les de movilidad que propone para varios sectores de la región pampeana MónicaBerón. Los sistemas de alianza social o la interrelación social constituirían labase de un circuido macro-regional de movilidad para el Centro-sur de la provin-cia de La Pampa. Sin embargo, siempre que se plantean vectores de interacción seincluyen subregiones como Pampa Húmeda y el centro-sur de Chile quedandorelegados, o poco mencionados, el sur de las Córdoba y San Luis, debido segura-mente a la falta de investigaciones en la región.

Oliva con su equipo de trabajo desarrolla actualmente investigaciones en laslagunas La Pestaña Salalé (Partido de Florentino Ameghino), en el Noreste de laprovincia de Bs. As. Entre sus conclusiones más relevantes para el presente artí-culo postula que la tecnología estaba determinada por la necesidad de maximizarla eficiencia y la economía, minimizando riesgos, teniendo en cuenta la distanciaa las fuentes de materia prima. Algunos de los integrantes de su equipo de traba-jo, J. D. Avila y M. Gallego, realizaron un informe sobre la arqueología de unaserie de lagunas ubicadas en los Departamentos General López (Santa Fe) yMarcos Juárez (Córdoba). Todas las investigaciones, a pesar de estar en diferen-tes etapas, muestran contextos de hallazgos y materiales similares, en algunoscasos, a los que han sido recuperados en nuestra región de estudio.

Por último cabe mencionar que no conocemos la existencia de trabajos ar-queológicos actualmente publicados para el límite sur de Sierras Centrales, nipara el Oeste de San Luis en cercanías del rio Salado, los cuales parecen serpuntos de contacto lógicos para la región. Sin embargo hemos tenido en cuenta,aunque no nos explayaremos sobre este punto, la gran cantidad de publicacionesque existen para las sierras centrales, principalmente el trabajo de Consen’s parael arte rupestre de la provincia de San Luis.

PrPrPrPrPresentacion de datosesentacion de datosesentacion de datosesentacion de datosesentacion de datosLa micrLa micrLa micrLa micrLa microrororororrrrrreeeeegión «El Cuergión «El Cuergión «El Cuergión «El Cuergión «El Cuero» como localidad aro» como localidad aro» como localidad aro» como localidad aro» como localidad arqueológica, la colecciónqueológica, la colecciónqueológica, la colecciónqueológica, la colecciónqueológica, la colección

A 25 km al Oeste de la localidad de Villa Huidobro, en el ángulo Suroestede la provincia de Córdoba, se encuentran el último parche de monte nativo entodo el Sur Provincial, dentro del cual está ubicada la Reserva Provincial delCaldén. En este sector del paisaje existen una serie de lagunas permanentes ytemporarias, además de un pequeño arroyo que nace a partir de una vertientenatural.

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El criterio expuesto por Berón en el 94’, que menciona al agua como recursocritico para las estrategias de uso del espacio y los circuitos de movilidad, es degran valor para esta región. Prácticamente toda la microrregión ha sidoprospectada, sin embargo, para este trabajo tomaremos en cuenta la vertientenatural y las dos lagunas en la que ha sido recolectado material en trabajos deaficionados. Las mismas se ubican en línea recta a la estación Cañada Verde endirección Oeste, a la altura del paralelo 34° 50’ 50’’ S. Ambas se encuentranprofundamente influidas por el régimen pluvial, pudiendo comprobarse unamodificándose interanual de su línea costera que suele llegar a ser de varios cien-tos de metros.

La primera aguada es la de Rali-có, la cual registra en su momento de máximacota una extensión de 263 hectáreas. Esta se encuentra ubicada en el ánguloNoreste de la estancia del mismo nombre, mientras que la segunda aguada, denombre Tromen-có, se encuentra en el ángulo Noroeste del establecimiento, dis-tante de la primera a unos 7 Km., con una cota máxima de 241 hectáreas. Entorno a ambas lagunas se intercalan sectores de monto con otros profundamentemodificados por la acción antropica, mediante tareas de desmonte, pastoreo ylabranza. Esta intervención del hombre en el paisaje, tiene un profundo impactoen los trabajos arqueológico, ya que en estos sectores se ha perdido la línea debarrancas, tanto por erosión eólica como hídrica, produciendo en todos los ca-sos una ausencia total de restos arqueológicos.

Rali-có es alimentada estacionalmente por un arroyo de curso meandroso,con un marcado régimen estival llamado Boro-hue, en cuya naciente se en-cuentra el paraje La Olla, donde se registraron numerosos hallazgos arqueo-lógicos.

La colección particular que complementa la base de datos fue obtenida apartir de trabajos de arqueología informal realizados intermitentemente desdeel año 1973 hasta la actualidad. La misma tiene un amplio registro escrito endonde se detalla el lugar de hallazgos, las fechas y una descripción de losmateriales que fue efectuada siguiendo criterios descriptivos propios de losaños 70’.

MetodologíaMetodologíaMetodologíaMetodologíaMetodologíaLas prospecciones a las lagunas, la vertiente y el arroyo se realizaron en forma

pedestre, recorriendo todo el perímetro o ambas márgenes respectivamente. Entodos los casos un grupo de cuatro personas recorrió el terreno priorizando los

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rastros de mayor creciente de las aguas y los contornos de las barrancas. El méto-do de prospección adoptado fue el muestreo probabilístico estratificado al azar(Renfrew y Bahn 1998) con modificaciones para adaptarlo a la región y a lasposibilidades técnico-logísticas disponibles. La prospección intensiva y sistemá-tica tuvo como objetivos la recolección de material arqueológico, la discrimina-ción de sectores con diferentes densidades de hallazgos y la obtención de infor-mación tendiente al diseño de futuras prospecciones acotadas en su extensiónademás de sondeos.

El material lítico recuperado se analizo a través de algunas de las categoríaspropuestas por Aschero (1975, 1983). Para la descripción se tuvieron en cuentacategorías de análisis que permitieron una descripción acotada y clara de losmismos, como son su formatización o los materiales en que fueron confecciona-dos. Por otra parte, los desechos de talla fueron diferenciados en primer términode acuerdo a su materia prima, para luego realizar a cada conjunto el mismo tipode análisis. Debido a la escasez del material bajo estudio, se incluyó a las lascasenteras (LENT) y lascas fracturadas con talón (LFCT) en la categoría única detotal mínimo de desechos (NMD), siendo las otras dos categorías las lascasfracturadas (LFST) y las indiferenciadas (INDI).

Para los análisis estadísticos se tomo el total de las prospecciones como unsolo cuerpo de datos, en oposición a la colección particular. La escasa diferenciaa nivel estadístico que muestran los sectores prospectados, sumado al objetivo

Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Mapa de la microrregión El Cuero. De IGM, carta Villa Huidobro 1 en 250.00.

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macro de este trabajo, dejan para futuras publicaciones un análisis más profundodel material, ya comenzado. El análisis cerámico se centro en aspectosmorfológicos, tecnológicos y estilísticos básicos propuestos por Orton et al.1997, para de este modo hacer una primera aproximación a este rasgo caracterís-tico de los cazadores del Holoceno Tardío.

Análisis de datosAnálisis de datosAnálisis de datosAnálisis de datosAnálisis de datosEl análisis de la colección particular, tuvo como objetivo la obtención de

datos fiables sobre la presencia de sitios en la región para, de este modo, planifi-car toda una serie de prospecciones que ya han finalizado. Un buen grado desistematización de la misma (en comparación con otras a las que hemos tenidoacceso en las localidades del sur cordobés), en donde se incluyen una catalogo depiezas con datos precisos de procedencia, contexto y año de hallazgo, nos permi-te realizar una comparación entre esta y las prospecciones realizadas.

La mayor parte del material guardado por el aficionado son restos líticos, enun primer análisis se descartó una gran cantidad del total (35,5 %) por consti-tuir este material no arqueológico. La recolección del aficionado se centro enmateriales con formas geométricas «que parecía tallado o alisado» (Juan CarlosBelforte, comunicación personal), quedando de este modo incluidas en la mues-tra una serie de rocas que fueron producidas por la erosión hídrica sobre elmanto de tosca y que no presentan rastros de uso alguno.

Un conjunto de 78 tiestos cerámicos y 47 fragmentos óseos completan lacolección, la mayoría de estos pertenecientes a un humano (partes de huesoslargos y un cráneo, todos muy fragmentados) provienen del sector La Olla. Lasmalas condiciones de conservación en las que se encuentran, no nos permiten unestudio exhaustivo de los mismos. Por otra parte la cerámica fue analizada enconjunto con la hallada en las prospecciones, debido al escaso número de losmismos y al hecho de que los lugares de recolección son los mismos tanto paralas prospecciones como para el aficionado.

El componente lítico está constituido principalmente por esquirlas (197), cuyoanálisis no fue expuesto en este artículo. Los 21 instrumentos formales representanel 26 % de la muestra mientras que el 73 % restantes son desechos de talla (59).

Los instrumentos tienen un tipo de formatización en la que solo se encuentranel retoque marginal y el retoque parcialmente extendido, sin uso de técnica bipolar.La situación de lascado se reparte entre la talla unifacial directa (14 instrumentos)y la bifacial (7). El tamaños de los instrumentos, el modulo anchura espesor y losporcentajes de espesor no presentan prácticamente diferencias entre la colección y

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los materiales recolectados en las prospecciones, predominando el tamaño peque-ño y mediano pequeño, con módulos anchura-espesor de poco espeso a espeso yun espesor predominantemente delgado y muy delgado.

El grupo tipológico más representado entre los instrumentos es el de puntasde proyectil con un número de 11, de las cuales seis se encuentran enteras. Todosson triangulares, apedunculadas y de tamaño mediano pequeño.

Entre las lascas solo encontramos predominan las microlascas sobre las lascaspequeñas, confeccionadas en principalmente en calcedonia, completando el totaldel material restante solo la cuarcita. El origen de extracción en donde se encuen-tran representadas las lascas externas e internas y el tamaño de los desechosprestan la misma problemática que los obtenidos en prospecciones.

Durante las prospecciones se recolectó principalmente material lítico, se ana-lizaron un total de 40 instrumentos y 95 desechos de talla. También se constatola presencia de restos de cuarzo sin formatizar (un total de 25 rocas) los cualesrepresentan un buen porcentaje de la materia prima. A pesar de que este materialno es el más utilizada en la confección de instrumentos, su presencia no puedeser ignorada en las conclusiones de este trabajo.

Aunque ya hemos expresado anteriormente que se trabajan estadísticamentetodos los materiales como un solo conjunto, cabe resaltar la presencia de cuatrosectores principales de hallazgos, dos de ellos en la laguna Trome-có, uno en LaOlla y el restante en la laguna Rali-có. Borrero Todos esos puedes ser definidos

FRAFRAFRAFRAFRAGMENTGMENTGMENTGMENTGMENTAAAAACIÓN DE LA MUESTRACIÓN DE LA MUESTRACIÓN DE LA MUESTRACIÓN DE LA MUESTRACIÓN DE LA MUESTRA

NMD

LFST

INDI

TOTAL DESCHOS

CALCALCALCALCALCEDONIACEDONIACEDONIACEDONIACEDONIA

17

9

11

37

%%%%%

45.9

24.3

29.8

100

CUCUCUCUCUARARARARARCITCITCITCITCITAAAAA

8

4

-

12

%%%%%

66.6

33.4

-

100

CuadrCuadrCuadrCuadrCuadro 1o 1o 1o 1o 1Análisis de los desechos de talla en la colección.

OrigOrigOrigOrigOrigen de las een de las een de las een de las een de las extraccionesxtraccionesxtraccionesxtraccionesxtracciones

Lascas externas

Lascas internas

Lascas int. De formatización

Lascas de adelg. Bifacial

11

23

-

3

29.8

62.1

-

8.1

4

8

-

-

33.4

66.6

-

-

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como sitios, siguiendo Borrero quien los define como concentraciones de arte-factos con densidades mayores de 0,08 art./m2 (Borrero et al. 1992).

El retoque marginal y el retoque parcialmente extendido predominan dentro de lamuestra, como sucede dentro de la colección. Sin embargo, aparecen una serie de instru-mentos formatizados como el microretoque marginal y el parcialmente extendido marcan-do una diferencia entre ambas. La tendencia tecnológica que aquí puede observarse tiendea la conservación de los instrumentos con una maximización del uso de los mismos.

La situación de lascado más común es la producida por talla unifacial directa(27 instrumentos) quedando en segundo término la técnica de talla bifacial conla que se confeccionaron 11 instrumentos. Estas dos técnicas representan casi latotalidad del registro marcando una constancia muy definida en la técnica utili-zada. El retoque está asociado a estadios avanzados de formatización de artefac-tos, ya sea por talla bifacial o unifacial.

Los gráficos 2, 3 y 4 muestra el análisis de los tamaños de instrumentos, losporcentajes de espesor y el modulo anchura espesor. El tamaño que predomina esel tamaño pequeño (72.5%) por sobre el mediano pequeño (22.5 %) y medianogrande (5 %). Por su parte el grafico N° 4 entrega los porcentajes de espesor, endonde predominan las categorías de menor espesor (delgado y muy delgado) enrelación con las de mayor grosor. El modulo anchura-espesor presenta valores casiidénticos entre los instrumentos poco espeso y los espesos, presentándose solo dosútiles de tamaño muy espeso (grafico 5).

GráfGráfGráfGráfGráfico 1ico 1ico 1ico 1ico 1Tipo de formatización, referencias: rt-pe: retalla parcialmente extendida; re-pe-e-m: retoque

parcialmente extendido, extendido y marginal; re-m: retoque marginal; re-pe-e: retoqueparcialmente extendido y extendido; re-pe: retoque parcialmente extendido; mi-m:

microretoque marginal.

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GráfGráfGráfGráfGráfico 4ico 4ico 4ico 4ico 4Módulo Anchura-espesor. Referencias: Poco espesos 18 instrumentos (45 (45 %), epesos

20 (50 %), gruesos 2 (5 %).

GráfGráfGráfGráfGráfico 3ico 3ico 3ico 3ico 3Porcentaje de espesor de los instrumentos. Referencias: Muy delgados, 24 instrumentos

(60%), delgados 14 (35%), gruesos 2 (5%).

GráfGráfGráfGráfGráfico 2ico 2ico 2ico 2ico 2Distribucion porcentual de los distintos tamaños instrumentales. Referencias: pequeño 29

instrumentos (72 %), mediano pequeño 9 (23 %), mediano grande 2 (5 %).

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Es notoria la variedad de tipos de instrumentos confeccionados (18 tipos deartefactos), teniendo en cuenta el universo muestral pequeño con el que conta-mos. El grupo tipológico que se encuentra más representado es el de los raspa-dores con filo lateral largo, seguido por las raederas de filo frontal largo y laspuntas de proyectil.

Entre los instrumentos se destacan un raspador confeccionado en obsidiana yuna punta lanceolada fragmenta realizada en cuarzo. La técnica aplicada en laconfección de la primera permite inducir el alto grado de conservación yreutilización del instrumento, ya que se puede observar la utilización del retoqueextendido, el parcialmente extendido y el marginal.

Dentro del grupo tipológico de las puntas de proyectil fueron identificadoscinco instrumentos, la totalidad de los cuales presentan fracturas. Los fragmen-tos se corresponden con partes basales de tipo triangular apedunculada, de ta-maño mediano pequeño. La calcedonia es el único material con que estas puntasfueron confeccionadas. Las series técnicas presentan una formatización con reto-ques parcialmente extendidos y retalla extendida en sentido bifacial.

GráfGráfGráfGráfGráfico 5ico 5ico 5ico 5ico 5Tipos de artefactos formatizados, referencias: RAS FFC raspadores filo frontal corto, FAS

FFL raspadores filo frontal largo, RAS FLC raspadores filo lateral corto, FAS FLL raspado-res filo lateral largo, RAS FL raspadores filo fronto lateral, RAS P raspadores filo perimetral,RAE FFL raederas filo frontal largo, RAE FLL raedera filo lateral largo, RAE FCP raederafico convergente en punta, CU FR cuchillo de filo retocado, CU FFAA cuchillo filo frontal

con apice activo, DEN FFL denticulado filo frontal largo, PUN PA punta de proyetilapedunculada, FRA BP fragmento basal de punta apedunculada, PUN NRC puntas natura-les con rastros complementarios, ART FS artefacto de formatizacion sumaria, ART ROMR

artefacto con retoque o microretoque sumario, FRA NDA fragmento no diferenciado deartefacto.

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La materia prima que con más frecuencia aparece en el registro es la calcedo-nia. Un total de 26 piezas fueron realizadas con ésta, seguidos por la cuarcita conla que se formatizaron 10 instrumentos. El resto del instrumental fue realizadoen ópalo, cuarzo y obsidiana. Es notoria la ausencia de la obsidiana y el ópaloentre los desechos de talla, el material más representado entre los desechos es lacalcedonia, pero con un porcentaje mayor que entre los instrumentos, seguidopor la cuarcita en un porcentaje bajo.

El siguiente cuadro muestra la distribución de los números mínimos de dese-chos de talla por materia prima, las lascas fracturadas y las indiferenciadas. En elmismo se puede observar el alto grado de fragmentación de la muestra, princi-palmente en la calcedonia, aunque la falta de fragmentación del resto de la mues-tra puede estar relacionada con el sesgo de recolección.

CuadrCuadrCuadrCuadrCuadro 2o 2o 2o 2o 2Análisis de los desechos de talla de cuarcita y calcedonia.

El origen de extracción tiene porcentajes diferentes para las cuarcitas y la calce-donia. La diferencia más notoria se da en el número de lascas de adelgazamientobifacial entre ambas muestras, ya que estas no están representadas entre las cuarcitasmientras que para la calcedonia constituyen un porcentaje del 22,8 % del total. Laslascas internas de extracción son para ambas materias primas el principal compo-nente de la muestra, con un 45,6 % para la calcedonia y un 72,7 % para la cuarcita.

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El tamaño de los desechos que predomina en la muestra (según las categoríaslitometricas de Aschero 1983) es el de microlascas y en menor medida aparecenlascas pequeñas.

La presencia de lascas con reserva de corteza permite suponer que las algunasde las primeras etapas de producción de instrumentos tenían lugar en el sitio,también indica que las formas base seleccionadas para la formatizacion incluíanlascas externas o con abundante reserva de corteza.

La aparición de la cerámica en la región pampeana supone toda una serie decambios que «que habrían influido en una redimensión de las relaciones socialesy territoriales de los grupos» (Martínez 1999). Específicamente en este puntodel proyecto la cerámica constituye un marcador temporal que permite enmarcara los sitios como pertenecientes al periodo Holoceno Tardío. El análisis apunta auna descripción macro de la pasta y su decoración cuando existe. En el compo-nente Cerámico tanto de la colección como el de las prospecciones repiten loslugares de hallazgos, pudiendo definirse dos sitios arqueológicos a partir de es-tas, uno ubicado en cada laguna.

Se estudiaron 65 tiestos sin decoración, 5 con engobe, una pintada (rojosobre crema), doce con decoración incisa, 4 bordes y dos asas. Como caracterís-ticas generales la cerámica presenta una pasta de color pardo a rojiza con algunostiestos de color negro y gris, colores que se obtienen a partir de una cocciónoxidante u oxidante incompleta (Orton et al. 1997).

El análisis de las inclusiones se hizo con lupa binocular (Modelo SZM conun Zoom Range 0.6 x 3 x), en su mayoría las mismas son arenas cuarzosas detamaño uniforme. La pasta en general puede ser descripta como uniforme.

El tamaño del universo muestral, sumado al tamaño de los tiestos (en generalmuy pequeño, no más de 3 x 3 cm.) y a la poca cantidad que pudieron serremontados, no permiten determinar formas típicas. Los elementos característi-cas en la decoración son líneas rectas, zig-zag, líneas escalonada y punteadosademás de una serie de combinaciones entre ellas.

Los doce tiestos decorados (todos incisos además de un borde con pastillaje),permiten un análisis de similitudes y diferencias técnicas y estilísticas con otrasregiones. La comparación estilística y las implicancias ideológicas en ellas inmersases prematura en este punto de la investigación, pero la presencia de algunosrasgos en la decoración indican el contacto entre estos grupos y aquellos sobrelos que trabajo Aguerre en la laguna Chadilauquen, del mismo modo puedenobservarse algunos rasgos comunes con la cerámica de Sierras Centrales.

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Consideraciones fConsideraciones fConsideraciones fConsideraciones fConsideraciones finalesinalesinalesinalesinalesLa presencia de una colección con una buena clasificación y conservación de

materiales, en una región donde no se han realizado trabajos arqueológicos previa-mente, permitió un punto buen punto de partida para el diseño de prospecciones.

La microrregión El Cuero se encuentra ubicada en el extremo Sur del laprovincia de Córdoba, en el ecotono entre el monte xerófilo y la región pampeana.Las condiciones ambientales de la región permiten encuadrar la misma como unsector del paisaje de gran valor para el planeamiento del circuito anual de movi-lidad por la ausencia de fuentes de agua cercanas.

Ni en la colección a la que se tuvo acceso, ni en las prospecciones realizadas, sehallaron instrumento alguno de molienda que permitan suponer la realización deactividades de procesamiento de alimentos y/o pigmentos procedentes de los montesde caldén y algarrobo circundantes. Sin embargo, es necesario destacar que en casitodas las viviendas que se encuentran en los campos de la microrregión se puedenencontrar numerosos morteros, conanas y manos. Se supone que la ausencia en elregistro es una cuestión meramente de visibilidad arqueológica, sumado a la reco-lección por parte de aficionados previamente a la realización de las prospecciones.

Al comparar los resultados de los estudios realizados tanto a los materiales obte-nidos en las prospecciones como aquellos pertenecientes a la colección particular,puede observarse que no existe una diferencia estadística considerable. La ausencia dealgunos ítems en la colección, coma así también la presencia de algunas rocas queluego fueron descartadas, son producto del recorte que realizo el aficionado en susviajes al campo, por lo que todo el material proviene de un mismo grupo.

Los resultados muestran que estos grupos cazadores utilizaban estrategiastecnológicas conservadas, la maximización en el uso de instrumentos estaba en

Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Tiestos con decoración incisa y pastillaje procedentes de Tromen-có.

Guillermo Heider

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directa relación con la ausencia de materias primas aptas para la talla. La obten-ción de las materias primas extrarregionales implica la presencia de unacomplementariedad social, con la puesta en marcha por parte de estos grupos deuno o varios mecanismos basados en la complementariedad social, la reciproci-dad o las esferas de interacción.

La considerable cantidad de cuarzo presente en el registro, sumada a los re-sultados obtenidos en el análisis cerámico, serian indicadores de un contactoentre estos grupos y otros con acceso a recursos de las sierras centrales, o bienestos mismos incluir en su circuito anual a la mencionada región como parte desu estrategia de aprovisionamiento.

La cercanía de las Sierras Centrales, en donde el cuarzo es material muy abun-dante y el hecho de que el Río Quinto tenga su naciente en esta región constitu-yen factores que si bien no podemos considerar absolutamente relevante, nopuede ser descartados.

AgAgAgAgAgradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosAl Dr. Eduardo Berberian por su constante apoyo; a Julián Zalasar, Valeria

Franco Salvi, Laura López, Sebastián Pastor, Andrea Recalde y Esteban Pilladopor sus aportes y comentarios durante el desarrollo de este trabajo. Al Dr. DiegoRivero por su colaboración durante el análisis de los materiales. A Juan CarlosBelforte quien nos presto los materiales pertenecientes a su colección. A Efraín,Juan y Gerardo, quienes colaboraron durante las prospecciones y todas aquellaspersonas que nos reciben en los establecimientos rurales que visitamos.

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INFORME SOBRE EL SITIO EL CAJÓNINFORME SOBRE EL SITIO EL CAJÓNINFORME SOBRE EL SITIO EL CAJÓNINFORME SOBRE EL SITIO EL CAJÓNINFORME SOBRE EL SITIO EL CAJÓN(SERREZUELA, CÓRDOB(SERREZUELA, CÓRDOB(SERREZUELA, CÓRDOB(SERREZUELA, CÓRDOB(SERREZUELA, CÓRDOBA, ARA, ARA, ARA, ARA, ARGENTINGENTINGENTINGENTINGENTINA).A).A).A).A).LA OCUPLA OCUPLA OCUPLA OCUPLA OCUPAAAAACIÓN PREHISPÁNICA DE LCIÓN PREHISPÁNICA DE LCIÓN PREHISPÁNICA DE LCIÓN PREHISPÁNICA DE LCIÓN PREHISPÁNICA DE LOSOSOSOSOS

MICRMICRMICRMICRMICRO-AMBIENTES ÁRIDOS PRÓXIMOS A LASO-AMBIENTES ÁRIDOS PRÓXIMOS A LASO-AMBIENTES ÁRIDOS PRÓXIMOS A LASO-AMBIENTES ÁRIDOS PRÓXIMOS A LASO-AMBIENTES ÁRIDOS PRÓXIMOS A LASSALINSALINSALINSALINSALINAS GRANDESAS GRANDESAS GRANDESAS GRANDESAS GRANDES

Sebastián Pastor1

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

Se sintetizan las investigaciones efectuadas en el sitio arqueológico El Cajón,localizado en la Sierra de Serrezuela, al noroccidente de la Provincia de Córdoba(Argentina). Aunque el mismo carece, aparentemente, de depósitos estratificados,presenta algunos restos en superficie así como numerosos instrumentos de mo-lienda fijos y paneles con representaciones rupestres. Estos materiales, referidos asus ocupaciones de época prehispánica, se distribuyen en torno a un gran pozo odepósito natural del agua de lluvia. Se consideran los resultados de los trabajosrealizados, tanto en el sitio como a escala microrregional y regional, en orden adiscutir aspectos económicos, políticos y sociales ligados a la apropiación de losmicroambientes serranos áridos próximos a las Salinas Grandes.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves: es: es: es: es: microambientes áridos - pozos de agua - prácticas de mo-lienda - arte rupestre

SummarSummarSummarSummarSummaryyyyy

This paper presents the results of research activities carried out in El

1 CONICET - Centro de Estudios Históricos «Prof. Carlos S. A. Segreti», M. C. del Corro308, (5000) Córdoba, Argentina. Contacto: [email protected]

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Cajón archaeological site, located in Serrezuela hills, in north-west Cór-doba province (Argentina). It contain different superficial remains,principally grinding tools and engraves over fixed rock supports, althoughit is lacking, apparently, of stratified deposits. These remains are placedaround a big water well and are ascribed to their prehispanic occupations.The archaeological information available, in a site and a regional scale, areconsidered in order to discuss economic, politic, and social aspects ofarid, hill micro-environments appropiation.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords:ds:ds:ds:ds: arid micro-environments - water wells - grinding activities - rock art

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónEn la región central del país, los micro-ambientes serranos áridos próximos a

las Salinas Grandes constituyen un tipo de paisaje particular, en relativo contrastecon las planicies y otros entornos serranos circundantes. Las sierras del norte y deloccidente de Córdoba, las de Los Llanos en el sur de La Rioja y la extremidad de lasierra de Ancasti en Catamarca, comprenden encadenamientos de escasa altitud(menos de 2000 msnm) con características ambientales transicionales entre el ChacoSerrano y el Chaco Seco (Demaio et al. 2002; Karlin et al. 1994; Luti et al. 1979).La cobertura boscosa combina, en efecto, especies propiamente serranas con otrastípicas de las planicies. Algunas de ellas brindaron los principales recursos de sub-sistencia disponibles en la región: algarrobos (Prosopis spp.), chañar (Geoffroeadecorticans), mistol (Zizyphus mistol), molle (Lithraea molleoides), etc. Las tem-peraturas son elevadas y las lluvias escasas, con menos de 400 mm anuales. Estoúltimo, sumado a la limitada extensión de las cuencas hidrográficas y a una altaevaporación, provoca un acentuado déficit del recurso hídrico.

La sierra de Serrezuela, con una altura máxima de 700 msnm, constituye laextremidad norte del cordón occidental de Córdoba. En la actualidad, su ver-tiente oriental es menos árida que la occidental, en tanto que algunos sectores delas planicies colindantes eran anegados periódicamente por las crecidas del ríoPichanas, con extensas cabeceras de cuenca en el cordón central de Córdoba oSierras Grandes, a unos 80/100 km (Figura 1). Con la construcción del DiquePichanas, los desbordes del río comenzaron a ser controlados y se consolidó unoasis agrícola basado en el riego. Según la documentación colonial temprana(fines del siglo XVI), la agricultura indígena se extendía hasta la llanura inunda-da por el río Pichanas (Montes 2008: 370), situación que se repetía en otrascuencas permanentes que vierten sobre el gran bolsón de las Salinas Grandes (vg.Soto, Cruz del Eje), así como en el río del Valle de Catamarca y en el Chaco-Santiagueño (Berberián 1987; González 1998; Montes 2008).

Sebastián Pastor

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La vertiente occidental de la Serrezuela,casi en el borde de las salinas, es actual-mente más árida, con una distribución másdiscontinua del agua, tanto en tiempo comoen espacio. Más allá de estas diferencias,en ambas ver tientes las cuencashidrográficas son pequeñas y sólo se acti-van después de las lluvias, secándose enpocas horas o días, según su tamaño y laintensidad de las precipitaciones. Es en esteparticular contexto donde cobran especialrelevancia ciertas geoformas localizadas en

el interior de los cauces, denominadas pozos por los actuales pobladores, quepresentan fondos y paredes rocosos sin agrietamientos y son capaces de retenerel agua almacenada por algunos días o semanas. Como tendremos oportunidadde ver, los datos arqueológicos pertenecientes al período prehispánico y la infor-mación histórica del período colonial, así como los testimonios obtenidos entrelos pobladores actuales, dan cuenta de la importancia de estos depósitos de aguapara la geografía cultural de la microrregión (Montes 2008; Pastor 2010; Pastory Recalde 2009; Piana de Cuestas 1992).

En esta contribución se sintetizan los resultados de los estudios realizados enEl Cajón de Lomas Negras, el principal pozo identificado hasta el momento enel occidente de Serrezuela. Según los mismos, se consideran similitudes y dife-rencias con otros sitios y microrregiones vecinas y se evalúa su significado paraavanzar en la comprensión de las modalidades de apropiación prehispánica delos entornos serranos áridos próximos a las Salinas Grandes.

Descripción del sitioDescripción del sitioDescripción del sitioDescripción del sitioDescripción del sitioEl Cajón se ubica en la vertiente occidental de la sierra de Serrezuela, sobre

una cerrillada que separa al cordón principal (700 msnm) de la planicie adyacen-te, que desciende suavemente hacia las Salinas Grandes (200 msnm; Figura 1).Dicha cerrillada, conocida como las «Lomas Negras», se alterna con quebradas

Figura IFigura IFigura IFigura IFigura ILocalización del sitio y zonas adyacentes.

Informe sobre el sitio El Cajón (Serrezuela, Córdoba, Argentina).La ocupación prehispánica de los micro-ambientes áridos próximos a las Salinas Grandes

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y vallecitos que conforman pequeñas cuencas hidrográficas únicamente activastras las lluvias. Puntualmente, el sitio se localiza en la unión de una quebrada conun fondo de valle, a sólo 307 msnm (coordenadas: 30° 42’ 24.5" S. y 65° 22’58.8" W.). El lugar fue visitado a comienzos de la década de 1960 por el geólogoJuan José Murra, del Museo de Ciencias Naturales de la Provincia de Córdoba,quien publicó una breve nota describiendo algunos de los grabados existentes enel sitio (Murra 1965; ver infra). Hasta el comienzo de nuestras investigaciones,dicha contribución constituyó la única referencia edita sobre la arqueología deSerrezuela.

Las evidencias materiales se distribuyen en torno a un gran pozo de aguaconocido en la zona como «El Cajón», en un radio no mayor a los 150 m apartir del mismo (Figura 2). Como su nombre sugiere, se trata de un depósito deforma rectangular, de 9 m de largo por 1 a 1.5 m de ancho, pudiendo contenerlíquido hasta una altura de ca. 1.2 m. De este modo, su capacidad de carga puedeser estimada en unos 12/15000 l (Figuras 2 y 3b).

Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2

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El cauce que contiene al «Cajón» divide en dos partes a un gran afloramiento graníticolocalizado en la desembocadura de la quebrada (Figura 3a). Sobre su margen derecha sedisponen planchones en planos horizontales e inclinados, éstos últimos ascendiendo haciauna de las lomadas que delimitan la quebrada, donde se encuentran algunos aleros ypequeñas oquedades. Desde aquí se obtiene una amplia panorámica del vallecito circuns-crito por las «Lomas Negras» y más allá, hacia el occidente sobre el horizonte, de la extensaplanicie y del perfil de las sierras de Los Llanos (La Rioja; Figura 3c). Sobre la margenizquierda del afloramiento granítico se encuentran dos grandes aleros contiguos (Figuras 2y 3a). El primero de ellos, a mayor altura, presenta un piso rocoso, mientras que el segundoestá cubierto por sedimentos, ya que se encuentra al mismo nivel del fondo de valle y esinundado periódicamente. Es probable que se incrementara la capacidad de almacena-miento de agua en el sitio con la limpieza de los sedimentos acumulados en este área y laconstrucción de una «represa» con lomadas de tierra (ver infra). En estos sectores másbajos del sitio se identifican algunos restos arqueológicos superficiales en baja densidad:instrumentos líticos, desechos de talla y fragmentos cerámicos.

Figura 3a.Figura 3a.Figura 3a.Figura 3a.Figura 3a.Vista de la margen izquierdadel «Cajón». Se observan losaleros contiguos donde seubican los paneles 5 y 7.

Figura 3bFigura 3bFigura 3bFigura 3bFigura 3b.....Vista del «Cajón» desde elgrupo de instrumentos demolienda E.

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Se confirmarían procesos de formación similares a los observados en otrossitios de la zona, relacionados con cauces que suelen experimentar crecidastorrenciales, que impidieron la acumulación de depósitos estratificados. En conse-cuencia, la información arqueológica disponible se limita, además de los escasosrestos en superficie, a aquellas materialidades que no fueron afectadas por dichoproceso, es decir, las diferentes modificaciones culturales de los soportes rocososfijos. En las siguientes secciones nos detendremos brevemente en su descripción.

Equipos de moliendaEquipos de moliendaEquipos de moliendaEquipos de moliendaEquipos de moliendaEntre estas materialidades se encuentran los instrumentos de molienda, tra-

tándose en concreto de artefactos pasivos: oquedades de mortero (n=44) y mo-linos planos (n=3). Dichos instrumentos fueron medidos y relevados indivi-dualmente. También se registraron algunos rasgos macroscópicos indicativos delnúmero y posible posición de los operarios (sección de la oquedad,redondeamientos y pulidos exteriores, pendientes del soporte rocoso, etc.; verBabot 2004). Las oquedades de mortero presentan considerables diferencias ensus dimensiones, que sin dudas remiten a otras de orden funcional. Más allá quela indagación sobre estas últimas no estuvo prevista para esta etapa de la investi-gación, creemos justificada una división «gruesa» del conjunto en dos grupostipológicos, con un punto de separación en torno a los 10 cm de profundidad,aunque se asume que la variabilidad en el tipo de utilización fue mayor. Nuestrasobservaciones directas de prácticas de molienda entre la población campesinacontemporánea, las entrevistas con los usuarios y las mediciones efectuadas so-bre los instrumentos, nos permiten estimar en unos 8/10 cm la profundidadmínima para lograr una eficiente molienda de granos. No hemos registrado eluso actual de morteros más playos (artefactos comunes en los sitios arqueológi-

Figura 3c.Figura 3c.Figura 3c.Figura 3c.Figura 3c.Panorámica desde la cima dela loma. Se observa parte delvallecito rodeado por las«Lomas Negras» y sobre elhorizonte la planicie quedesciende hacias las salinas.

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cos) aunque es claro que sus paredes no permitirían retener los fragmentos degranos que saltan en diferentes direcciones al ser golpeados con la mano depiedra o madera. Dicha circunstancia sugiere el empleo de los mismos en otrastareas, por ejemplo, el ablandamiento de charqui o la molienda de frutos o sus-tancias específicas. El grupo tipológico 1 corresponde a los morteros profundosy el Nº 2 a los playos, en tanto que el Nº 3 incluye a los molinos planos.

Los útiles de molienda se distribuyen en distintos agrupamientos en las rocascercanas al pozo de agua (Figuras 2 y 3b; tabla 1). A mayor distancia, fuera delárea cubierta por la Figura 2, se encuentra un mortero aislado (H) y tres agrupa-dos en un alero (I; Tabla 1).

TTTTTabababababla 1la 1la 1la 1la 1Equipos de molienda.

Los morteros del grupo tipológico 1 son los útiles más frecuentes en el sitio: 38sobre un total de 47. La mayoría de los equipos de molienda son simples e incluyenun único mortero profundo: 35 sobre 43. Claramente, los restantes equipos cons-tituyen casos minoritarios. Tres de ellos combinan un mortero tipo 1 con uno ydos pertenecientes al tipo 2. Por otra parte, dos equipos se componen únicamentepor un mortero tipo 2 y finalmente tres equipos incluyen un molino plano (tipo3). Estos equipos minoritarios sólo se presentan en tres de los grupos registrados(E, F y G): los combinados (morteros tipo 1 y 2) se ubican en los dos primeros, ylos molinos planos en el último (Tabla 1). Estos grupos se ubican en la desembo-cadura y sobre la pared izquierda del «Cajón», y están estrechamente relacionadoscon algunos paneles con representaciones rupestres y hoyuelos (Figuras 2 y 3b; verinfra). Como se observa en la Tabla 1, el número posible de operarios simultáneosdel total de equipos de molienda registrados en el sitio asciende a 43 personas.

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ArArArArArte rte rte rte rte rupestrupestrupestrupestrupestreeeeeSe registraron nueve paneles con representaciones rupestres. Para su relevamiento

se utilizaron fotografías digitales, programas de procesamiento de imágenes (i.e.Adobe Photoshop), y como fuente complementaria de información, dibujos a manoalzada obtenidos en el campo. Los paneles presentan rasgos comunes como elempleo de técnicas de grabado y la elección de soportes altamente visibles paraquienes ocupan o circulan por el lugar. Se distinguen dos técnicas de obtención delos motivos: 1) el raspado de la superficie rocosa, que resalta las representaciones aleliminar la pátina que cubre los soportes; y 2) la elaboración de surcos profundosde sección semi-circular, mediante el picado y posterior pulido de la roca. En cadapanel se registraron variados rasgos como diferencias de pátinas, superposiciones,profundidad de los surcos, tratamientos del contorno y relleno de las figuras, etc.

El panel 1 se encuentra en un alero a ca. 150 m del depósito, sobre su margenderecha ladera arriba (fuera del área cubierta por la Figura 2). Incluye motivos geométricossimples, obtenidos mediante el raspado de la superficie rocosa. Los paneles 2 y 3 seubican en distintas caras de una saliente rocosa, también sobre la margen derecha del«Cajón», ladera arriba (Figura 2). El panel 2 comprende motivos geométricos ejecuta-dos mediante el raspado de la superficie (Figura 4a) y fue parcialmente fotografiado porMurra (1965: figura 4). En tanto que el panel 3 incluye un único motivo geométricopoco visible. El panel 4 se localiza sobre la pared derecha del «Cajón», próximo a sudesembocadura y al grupo de instrumentos de molienda E (Figura 2). Se trata de unmotivo geométrico obtenido con la técnica de surco profundo (Figura 4b).

Figura 4a. Figura 4a. Figura 4a. Figura 4a. Figura 4a. Panel 2.

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El panel 5 se encuentra en el gran alero o frente rocoso que se levanta sobre lapared izquierda del «Cajón», en estrecha articulación con el grupo de instru-mentos de molienda G (el único que contiene molinos; Figuras 2 y 3a). Fueparcialmente descrito y fotografiado por Murra (1965). Con más de 7 m delargo, puede ser considerado el más importante del sitio. Se cuentan 30 motivosen su mayoría geométricos, elaborados mediante la técnica de surco profundo(Figura 5). Sobresalen los círculos con punto central, algunos con apéndices ocontinuaciones lineales, algunos «rastros de felino» y un motivo circular comple-jo (Nº 1 en la Figura 5), identificado por Murra como una representación delsol, opinión que comparten los actuales lugareños. Los motivos 2, 3 y 4, especi-ficados en la Figura 5, presentan diferencias técnicas con los restantes. Los Nº 2y 3 fueron ejecutados mediante el raspado de la superficie mientras que el Nº 4puede ser considerado un picto-grabado, ya que se aplicó pintura roja sobre elsurco profundo.

El panel 7 también se ubica sobre la margen izquierda del depósito, acontinuación del anterior, dentro de un alero periódicamente inundado por

Figura 4bFigura 4bFigura 4bFigura 4bFigura 4b. . . . . Paneles 4 y 6.

Figura 4c. Figura 4c. Figura 4c. Figura 4c. Figura 4c. Detalle de unpanel con hoyuelos en lapared del «Cajón».

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los desbordes del cauce, al que ya hicimos referencia (Figuras 2 y 3a). Comoel panel 5, presenta una extensión considerable (más de 4 m de largo) ymotivos ejecutados con surcos profundos. La mayoría son interpretados comorepresentaciones esquemáticas de cabezas antropomorfas, cada una de ellasportando tocados de diseño variable (Figura 5). El panel 6 se encuentraentre los dos anteriores (Figura 2) e incluye motivos geométricos poco visi-bles ejecutados con la técnica de raspado, entre ellos círculos concéntricos(Figura 4b).

Por último, nos referimos a los paneles 8 y 9, localizados en aleros sobrela margen izquierda del «Cajón», ladera arriba, a no más de 100 m del pozo(en un área no cubierta por la Figura 2). El panel 8 comprende motivosgeométricos simples ejecutados mediante el raspado de la superficie, princi-palmente círculos con punto central (Figura 6a). El Nº 9 se ubica en elextremo opuesto del alero donde se localizan los tres morteros que integranel grupo de instrumentos de molienda I. Se trata de un único motivo queconstituye un significativo ejemplo de la «cabeza antropomorfa con toca-do», entre aquellas presentes en este y otros sitios de la microrregión (Pastory Recalde 2009; Pastor 2010; Romero y Uanini 1978). Fue ejecutado me-diante el raspado de la superficie en torno a una oquedad subcircular de 55cm de diámetro, labrada por la erosión. El ancho máximo del tocado alcanzalos 110 cm (Figura 6b).

Figura 5. Figura 5. Figura 5. Figura 5. Figura 5. Paneles 5 y 7.

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Figura 6a. Figura 6a. Figura 6a. Figura 6a. Figura 6a. Panel 8.

Figura 6bFigura 6bFigura 6bFigura 6bFigura 6b. . . . . Panel 9.

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Además de los paneles con motivos grabados, son característicos en este sitiolos hoyuelos pulidos, de unos 2 a 6 cm de diámetro por aproximadamente 1 cmde profundidad. Se identificaron 232 ejemplares, en su mayoría agrupados en 10paneles sobre ambas paredes del «Cajón», aunque también se reconocieron algu-nos especimenes aislados y otros concentrados en dos paneles en el exterior deldepósito (Figuras 2 y 4c).

DiscusiónDiscusiónDiscusiónDiscusiónDiscusiónLos depósitos de agua de lluvia han sido y son lugares significativos en los

paisajes serranos áridos más cercanos a las Salinas Grandes. Los documentoscoloniales tempranos (siglos XVI y XVII) mencionan la importancia de estosdepósitos o jagüeyes, tanto en los cordones occidentales y septentrionales deCórdoba como en las planicies adyacentes. Se desprende de estas fuentes que lospozos resultaban vitales para los indígenas, a la vez que hitos en el paisaje a partirde los cuales éstos eran identificados y localizados. En efecto, los pleitos entreencomenderos por pueblos de indios derivaron en averiguaciones judiciales efec-tuadas en el terreno, a partir de las cuales se elaboraron listas con sus respectivosnombres y el de sus jagüeyes (Montes 2008; Piana de Cuestas 1992).

Se diferencian dos tipos de depósito: 1) los pozos naturales con paredes yfondos rocosos, ubicados en el interior de los cauces, entre las cabeceras de cuencay las desembocaduras de quebradas; y 2) las represas construidas con lomadas detierra, cuenca abajo, en los fondos de valle y planicies («hechas a mano», según laexpresión del encomendero Pedro de Mojica; en Piana de Cuestas 1992: 47).

Chocho cona hal, lugar renombrado en la Serrezuela en el siglo XVI, correspon-día al primer tipo de depósito. Según Pedro Chucoya Nauan, cacique del pueblo deNumantihalo, no se trataba de un arroyo, sino de agua «llovediza» que caía de lasierra y estaba represada. El yanacona Gonzalo Animis precisaba que el agua quedabarecogida «en unas lozas de peña». Francisco Pérez de Aragón, vecino feudatario,afirmaba que Chocho cona hal era un «…sitio muy antiguo entre los naturales destatierra porque los mas pueblos della beben de jagüeyes y a tiempos les falta el agua yacuden a aquel manantial por agua…» (Archivo Histórico de Córdoba, Escribanía 1,Legajo 3, Expedientes 3 y 9; citados por Piana de Cuestas 1992: 46).

Los campesinos contemporáneos utilizan ambos tipos de depósito. En elcaso de los pozos, éstos constituyen lugares significativos muy frecuentados porel ganado doméstico: vacas (Bos taurus) y cabras (Capra hircus). Cada pozo esclaramente individualizado y nominado. Además, su capacidad de carga suele sermantenida con la limpieza periódica de la arena y sedimentos acumulados.

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En cuanto a las represas, éstas han sido construidas desde las desembocadurasde las quebradas hasta la plena planicie. Se comienza extrayendo sedimentos deambas márgenes del cauce, normalmente en puntos deprimidos del terreno, queson luego utilizados para construir lomadas y lograr el endicamiento del agua«llovediza». Aunque estas represas puedan impresionar como dispositivos de ma-yor artificialidad, tanto aquí como en los pozos se producen acciones similares yperiódicas de limpieza, con el mismo fin de mantener la capacidad de carga yminimizar la pérdida del agua en su marcha hacia las zonas más bajas de la planicie.

El Cajón de Lomas Negras es un depósito del primer tipo. Sin embargo, porsus particulares condiciones de emplazamiento, el lugar pudo admitir la cons-trucción de una represa (hoy desaparecida) a partir de su desembocadura, en elnivel del fondo de valle. En tal caso, la capacidad de almacenamiento de agua enel sitio se habría visto considerablemente aumentada. Es en este sector donde seregistran algunos restos materiales en baja densidad (fragmentos cerámicos, úti-les y desechos líticos), que pueden ser asignados por sus características ergológicasal período prehispánico tardío (ca. 1500/300 AP).

A juzgar por las descripciones, no sería improbable que El Cajón correspondie-ra al mentado Chocho cona hal, aunque son frecuentes en Serrezuela los sitiosarqueológicos asociados a pozos de agua de diferentes formas y tamaños. Hacia elsur de dicho cordón, a medida que se incrementa la disponibilidad hídrica, lossitios vinculados a pozos son más escasos, aunque todavía son comunes en el nortedel Valle de Guasapampa (Pastor 2010; Pastor y Recalde 2009). Como menciona-mos, los procesos de formación operantes impidieron la acumulación de depósitosestratificados en estos lugares, de manera que las evidencias materiales de la ocupa-ción prehispánica se limitan a los instrumentos de molienda fijos y, en algunoscasos, también a restos superficiales en baja densidad y arte rupestre.

Los instrumentos de molienda del Cajón fueron divididos en tres grupostipológicos, uno claramente mayoritario (N° 1: morteros profundos) y dos mino-ritarios (N° 2: morteros playos, y 3: molinos). Los útiles del grupo 2 integranequipos combinados con morteros tipo 1 y en dos ocasiones constituyen equipossimples, en tanto que los molinos conforman equipos igualmente simples, con unalocalización puntual dentro del sitio (grupo G, Figura 2). Aunque no realizamosestudios funcionales específicos, se asume de un modo general que estos artefactosse emplearon en el procesamiento de la variedad de frutos chaqueños disponiblesen el entorno circundante, aunque no se podrían descartar cultígenos trasladadosdesde áreas con mayor potencial agrícola, como las márgenes del río Pichanas.....

La información obtenida en sitios con depósitos estratificados, a una escalaregional considerando el sector central de las Sierras de Córdoba, nos permite

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asumir que la molienda no fue la única actividad realizada en aquellos sitios quesólo contienen, o que principalmente contienen, morteros y molinos planos ensoportes rocosos fijos. Se debe tener en cuenta que, a diferencia de otros materia-les, la preservación y visibilidad de estos útiles no resultan afectadas por losdesbordes de los cursos de agua con los que suelen relacionarse. Sin lugar adudas, la molienda fue sólo una etapa de la preparación y consumo de alimentosocurridos en dichos lugares, a las que deben sumarse otras actividades vinculadascon la elaboración, uso y reparación de instrumentos y prácticas rituales (Pastor2007a, 2007b; Recalde 2009).

En el caso del Cajón, los restos superficiales dispersos a ambas márgenes del cauce,a nivel del fondo de valle, confirman la realización de otras actividades asociadas a lamolienda, sobre las que no se pueden obtener mayores precisiones, lamentablemente,por la ausencia de contextos estratificados. El elevado número posible de usuariossimultáneos de los instrumentos de molienda (43), permite referir las ocupacionesprehispánicas a una escala extra-doméstica de interacción social. No es difícil estimarque, al menos en ocasiones, algunas decenas de personas estuvieran involucradas en lapreparación de alimentos para, quizás, unos pocos centenares de individuos. A escalaregional, otros sitios no residenciales con depósitos estratificados y fechados tardíos(1500/300 AP), también informan sobre la conformación de una escala extra-do-méstica de interacción. En estos sitios (vg. Río Yuspe 11, Arroyo Talainín 2), ademásde la molienda grupal, se obtuvieron materiales que dan cuenta del procesamiento yconsumo de una variedad de recursos silvestres, disponibles en los alrededores otrasladados desde cierta distancia (Pastor 2007b).

El gráfico 1 considera diferentes sitios del cordón occidental de las Sierras deCórdoba donde se desarrollaron prácticas de molienda, divididos en cuatromicrorregiones: cordón de Serrezuela, sectores norte y sur del Valle de Guasapampay piedemontes sudorientales de las Sierras de Pocho (información detallada enPastor 2007a, 2010; Pastor y Recalde 2009; y Recalde 2009). Como puede obser-varse, predomina un patrón espacialmente disperso de ejecución de dichas prácti-cas, con la conformación de pequeños grupos de personas referibles a una o apocas unidades domésticas. Sin embargo, algunos sitios dan cuenta de una mayorescala de agregación social, entre ellos Arroyo Talainín 2 en el sudoriente de Pochoy El Cajón de Lomas Negras y otros sitios asociados a pozos de agua en el cordónde Serrezuela (por ejemplo, Pozo de la Sacha Cabra y Los Pilones 2; Pastor 2010).

Como mencionamos, los sitios donde se desarrollaron prácticas colectivas demolienda, entre otras actividades, también están presentes en los restantesmicroambientes serranos. Estos son comunes, por ejemplo, en los valles con cabe-ceras de cuenca en las Sierras Grandes, generalmente asociados a los cauces de ríosy arroyos permanentes, o en los pastizales que cubren las altiplanicies extendidas

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109Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

sobre el mencionado cordón montañoso, en este caso asociados a grandes abrigosrocosos (Medina 2008; Pastor 2007a, 2007b; Roldán y Pastor 1997). Sus ocupa-ciones fueron relacionadas con las juntas y borracheras que mencionan los docu-mentos coloniales tempranos. Estas tenían lugar fuera de los poblados, en los mon-tes y cazaderos, e incluían el consumo colectivo de alimentos y bebidas, en uncontexto ritual y festivo (Castro Olañeta 2002; Piana de Cuestas 1992). Estasprácticas grupales se relacionaban con el desarrollo de actividades extractivas comoalgunas cacerías y fundamentalmente la recolección de la algarroba.

En el caso de los pozos de agua del cordón de Serrezuela, la variabilidad en sustamaños y los de las cuencas que interceptan, determinan diferencias en su importan-cia que sin dudas fueron significativas en tiempos prehispánicos. Así, al menos oca-sionalmente, por ejemplo en años secos o poco lluviosos, muchos depósitos debíansecarse, permaneciendo con agua sólo los principales. En dichas ocasiones, segura-mente, se conformaban mayores agrupamientos de personas en torno a estos pozos,como apuntaba Pérez de Aragón al referirse al jagüey Chocho cona hal. Por la mismaépoca, se daba una situación semejante en Nondolma, a unos 70 km al noreste deSerrezuela, aunque en un ambiente de características similares. Allí, el cacique JuanBanchucla informaba que Sacalo era «…el jagüey de este testigo; y que el jagüey delque bebe Sarbachuctavi, Ybacsiton y Yalama (se refiere a tres caciques comarcanos consus indios), se llama Siquisaca; y que cuando se les acava el agua van a beber del xagüeydeste testigo llamado Sacalo…» (Archivo Histórico de Córdoba, Escribanía 1, Lega-jo 6, Expediente 1; citado por Piana de Cuestas 1992: 47).

La conformación de grandes agrupamientos de personas, las llamadas «juntas»,eran una ocasión propicia para el fortalecimiento de las relaciones de alianza y cola-boración entre los segmentos sociales o «parcialidades» involucrados, pero tambiénpara la afirmación de vínculos jerárquicos entre algunos de ellos. En tal sentido, juntoa sus implicaciones relativas a los procesos de integración y reproducción comunita-ria, se ha reconocido la importancia de dichas actividades grupales para la afirmacióndel poder político, con el probable establecimiento de relaciones asimétricas entrelinajes o segmentos. Según el testimonio judicial de Francisco Calcanchiga, DonGonçalo Pituninaure era el cacique principal del pueblo de Citon, porque como tal«…mandava y le rrespetaban los yndios y quando avia juntas y borracheras entre losyndios era el mas rrespetado y le davan lugar de curaca…». En el mismo sentido,Pedro Chicocechipion agregaba que «…quando se juntan a fiestas lo rrespetaban losyndios por tal y los demas curacas y en los asientos le davan el asiento de curaca y portal era tenido…» (Archivo Histórico de Córdoba, Escribanía 1, Legajo 70, Expe-diente 6; citado por González Navarro 2005: 63-64).

Los derechos sobre jagüeyes principales como Sacalo o Chocho cona hal, alos que debían acudir los pueblos comarcanos cuando sus propios pozos se seca-

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ban, ofrecían a sus propietarios una situación ventajosa que debía traducirse en laafirmación de ciertos términos asimétricos, aún dentro de un marco definidopor los vínculos de alianza y colaboración intergrupal.

En el caso del Cajón, estas expectativas pueden ser abordadas considerandoalgunas características de los paneles con representaciones rupestres. Como vimos,existe un predominio general en el uso de técnicas de grabado, con presencia demotivos geométricos simples (secundariamente cabezas esquemáticas con tocados)y elección de soportes altamente visibles para quienes ocupan o transitan por ellugar. En todos estos aspectos existen semejanzas con otros sitios con arte rupestredel cordón de Serrezuela y del norte del valle de Guasapampa (vg. Pozo de la SachaCabra, Los Pilones 2, Ampiza 1, Totora Huasi), ambas microrregiones contiguas(Figura 2; Pastor 2010; Pastor y Recalde 2009; Romero y Uanini 1978).

Por el contrario, son claros los contrastes con el sur de Guasapampa, dondese estudiaron unos 40 sitios con arte rupestre (Recalde 2009). Estos se articulancon abrigos rocosos de pequeñas dimensiones (aleros y tafones), cuyas ocupacio-nes remiten a una escala doméstica de interacción social. Los materiales obteni-dos en depósitos estratificados fueron datados en el período tardío (ca. 1400/400 AP) y relacionados principalmente con el procesamiento y consumo devariados recursos silvestres, algunos de ellos sólo disponibles en la estación esti-val (en coincidencia con el momento de mayor abundancia hídrica). En cuanto alarte, se confirma un amplio predominio de las pinturas frente a los grabados, yde los motivos zoomorfos (principalmente camélidos) frente a los antropomorfosy geométricos. Con frecuencia se eligieron soportes únicamente visibles para elcorto número de personas que ocupaba cada sitio. Se ha planteado que el arterupestre del sur de Guasapampa fue un medio para la significación de lugarespuntuales (en su mayoría refugios estacionales) y para la afirmación de vínculosentre personas que desarrollaban interacciones íntimas, probablemente unidadesdomésticas. Sin embargo, su invisibilidad desde el exterior debe ser relacionada,a una escala mayor, con la construcción de un paisaje social abierto y comparti-do, sin límites ni restricciones en cuanto al acceso a los recursos (Recalde 2009).

En Serrezuela y el norte de Guasapampa, por el contrario, las representacionesse ubican en soportes altamente visibles, relacionados a sitios que constituyen hitosclave dentro del paisaje, en muchos casos pozos de agua. Los motivos zoomorfos selimitan a figuras de camélidos presentes en algunos sitios (ninguna en El Cajón), yen su lugar cobran importancia los geométricos y significativamente losantropomorfos o cabezas más o menos esquemáticas, con indicaciones de tocados(Pastor 2010; Pastor y Recalde 2009; Romero y Uanini 1978). Estas últimas soninterpretadas como símbolos jerárquicos o de poder (Korstanje y Aschero 1996),posiblemente relativo a los antepasados o a las autoridades de los grupos que se

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apropiaban de ciertos pozos de agua o quebradas y cauces (con los algarrobales ymontes circundantes). A diferencia del sur de Guasapampa, encontramos referen-cias visibles y elocuentes acerca del acceso restringido a los escasos sitios con agua,puntos vitales de abastecimiento para ocupar y recorrer las serranías y planiciesadyacentes a las Salinas Grandes, y apropiarse de sus variados recursos silvestres.

En el caso del Cajón, resulta sugerente el análisis comparativo de los paneles 7 y 9,donde las cabezas esquemáticas con tocados son el principal o único motivo. El panel7, como vimos, se encuentra en un alero en la desembocadura del depósito, en unsector periódicamente inundado por los desbordes del cauce. La confección de losmotivos con surcos profundos implicó considerables extracciones de material, encomparación con otros ejemplos de la aplicación de la misma técnica, tanto en el sitiocomo a escala microrregional. Las representaciones principales son ocho cabezasesquemáticas de tamaños similares y aproximadamente alineadas, cada una portandoun tocado de diseño variable (Figura 5). En el caso del panel 9, localizado en un alerocercano, se trata de una sola cabeza obtenida con la técnica de raspado, de un tamañoconsiderablemente mayor y provista de un tocado también diferente pero másimpactante, detallado y provisto de un mayor número de «rayos» (Figura 6b).

Podríamos interpretar que los motivos de ambos paneles aluden a la articulacióndialéctica entre vinculaciones de tipo heterárquico y jerárquico, que habrían sidoinherentes a la organización política de las formaciones sociales tardías (Pastor 2007a;Pastor y Berberián 2007). Así, el panel 7 pondría de relieve las relaciones relativamen-te simétricas, de alianza y colaboración, establecidas entre los segmentos sociales quese apropiaban del pozo. Cada uno de ellos, o sus autoridades, antepasados u otrosreferentes míticos, estarían representados por las cabezas esquemáticas, contiguas y desimilar tamaño, mientras que los tocados distintivos aludirían a la relativa autonomíay a la especificidad identitaria que mantenía cada subgrupo. El motivo del panel 9, demayor tamaño y provisto de un tocado más significativo que cualquier otro reconoci-do en el sitio y hasta el momento en la microrregión, podría ser referido, por elcontrario, a la existencia de términos asimétricos y jerárquicos. El mismo se encuentraalejado de las restantes representaciones y en un lugar a mayor altitud, donde seobtiene un amplio control visual del entorno.

Como vimos, las situaciones de interacción a escala extra-doméstica, las lla-madas juntas y borracheras, eran ocasiones en las que se establecían vínculos dealianza y colaboración, pero en las que también se afirmaba la primacía de cier-tos linajes, representados por un cacique principal. Entre otros factores, estasdiferencias y desigualdades podrían derivar de los derechos que mantenían deter-minados grupos (primeros ocupantes, comunidades «madre», etc.) sobre ciertosrecursos estratégicos, por ejemplo los pozos de agua principales en los cordonesserranos más cercanos a las salinas.

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Hasta hace pocos años, los microambientes serranos áridos del occidente deCórdoba no habían sido incluidos en programas de investigación arqueológicasistemáticos. Consecuentemente, los problemas referidos a su historia prehispánicano habían sido siquiera definidos, en menoscabo de nuestra comprensión de lavariabilidad de las estrategias económicas, políticas y de movilidad implementadaspor los cazadores-recolectores y pequeños agricultores indígenas.

Los primeros estudios microrregionales nos enfrentan ante un panorama deenorme diversidad y complejidad. La continuación de las investigaciones permi-tirá ampliar la base de datos disponible, precisar las observaciones ya realizadas yplantear nuevos interrogantes. Desde una escala de sitio, este artículo ha intenta-do aportar nuevos elementos para la identificación de las prácticas culturalesdesarrolladas en torno a un depósito natural de agua de lluvia. Como hemosvisto, los pozos de agua han sido y son hitos fundamentales en estos ambientesáridos. Los resultados obtenidos permitieron esbozar aspectos económicos ypolíticos ligados a la apropiación del depósito y, en general, sobre la configura-ción del paisaje social prehispánico a una escala microrregional.

AgAgAgAgAgradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosLa investigación fue financiada por el CONICET con el otorgamiento de

una beca pos-doctoral y el subsidio PIP N° 02433 a mi director EduardoBerberián, a quien agradezco su guía durante las distintas etapas de su ejecución.En Lomas Negras contamos con la inestimable colaboración de las familias Pri-mo y González. Participaron en los trabajos de campo Luis Tissera, LucianoCabezas e Ignacio Fernández.

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POR LA RPOR LA RPOR LA RPOR LA RPOR LA RUTUTUTUTUTA DEL AA DEL AA DEL AA DEL AA DEL AGUGUGUGUGUA EN LA PUNTA EN LA PUNTA EN LA PUNTA EN LA PUNTA EN LA PUNTA DEA DEA DEA DEA DEMAISI, GUMAISI, GUMAISI, GUMAISI, GUMAISI, GUANTANTANTANTANTANANANANANAMOAMOAMOAMOAMO, CUB, CUB, CUB, CUB, CUBA.A.A.A.A.

UN ESTUDIO DE FUNCIONUN ESTUDIO DE FUNCIONUN ESTUDIO DE FUNCIONUN ESTUDIO DE FUNCIONUN ESTUDIO DE FUNCIONALIDALIDALIDALIDALIDAD EN EL ARAD EN EL ARAD EN EL ARAD EN EL ARAD EN EL ARTETETETETERRRRRUPESTREUPESTREUPESTREUPESTREUPESTRE

Racso Fernández Ortega1, Divaldo A. Gutiérrez Calvache2y José B. González Tendero3

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

Se presentan algunos resultados obtenidos del análisis de la relación esta-ciones rupestres – fuentes de aguas, en la región Punta de Maisí, extremomás oriental de Cuba, caracterizada por un clima tropical semi-desérticoque según las investigaciones paleoclimáticas más recientes pudo estar acre-centado durante los efectos, de la denominada en el continente europeo«Pequeña Edad de Hielo», provocando niveles de precipitaciones muyinferiores a los actuales durante los siglos XIV al XVII , estos datos lleva-dos al análisis de su implicación dentro de la sociedades humanas quepoblaron estas tierra entre el 1000 y el 1600 dne y su vinculación con ladistribución y características de sus obras rupestres permiten afirmar quepara estos grupos era esencial regular determinadas acciones y mediante

1 Investigador Auxiliar Instituto Cubano de Antropología, Grupo Cubano de Investigacionesde Arte Rupestre. Calle Amargura No. 203 e/ Aguar y Habana, Habana Vieja, Ciudad de laHabana, Cuba. CP 10100, AP 4307. Contacto: [email protected] Investigador Asociado Instituto Cubano de Antropología, Grupo Cubano de Investigacionesde Arte Rupestre. Calle Amargura No. 203 e/ Aguar y Habana, Habana Vieja, Ciudad de laHabana, Cuba. CP 10100, AP 4307. Contacto: [email protected] Investigador Asociado Instituto Cubano de Antropología, Grupo Cubano de Investigacionesde Arte Rupestre. Calle Amargura No. 203 e/ Aguar y Habana, Habana Vieja, Ciudad de laHabana, Cuba. CP 10100, AP 4307. Contacto: [email protected]

116 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

ellas mantener la conducta social de la comunidad en el uso y/o abuso delabasto de agua, garantizando con el arte rupestre la protección, ubicacióny explotación de este preciado líquido; del cual dependía la supervivenciabiológica e ideológica de la comunidad.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves: es: es: es: es: Arte Rupestre – Petroglifos – Agua - Clima Tropical.

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

In this paper you can find some results obtained for the analysis of therelationship between rock art sites and water resourses in Punta de Maisí,in the Easter side of Cuba. This region has a characteristic semi-desertictropical clime, wich could be increased by the efects of the known inEurope as «Little Ice Age», which caused in XIV to XVII centuries rainlevels lower than the actual ones. Analysing the implications of these dataover the human societies that inhabited these lands between 1000 to 1600centuries AD and its relationship between the distribution andcharacteristics of their rock arts, it allows us to afirmate that for thesegroups, it was esential to control some actions and to keep in order thecommunity´s social behaviour in the use and/or waste of the waterresources, guaranteing with the rock art, the location, protection, andexplotation of water, to help the community to survive physical andpsychologically.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords:ds:ds:ds:ds: Rock Art – Petroglyphs – Water - Tropical Clime

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónLa región de Punta de Maisí se presenta ante los ojos del investigador con un

conjunto de impresionantes contrastes ecológicos que albergan una importanteriqueza arqueológica algunas conocidas y otras aún por explorar. Las primerasnoticias de esta área datan de la pasada centuria cuando el prominente científicoespañol Don Miguel Rodríguez Ferrer descubre, en una de las tantas espeluncasque caracterizan esta zona cársica, varios cráneos deformados que denotabanbastante antigüedad como para que él los clasificara de aborígenes (RodríguezFerrer 1882) luego se comprobó lo acertado que estuvo en su observación alconcluirse los estudios antropológicos efectuados por el sabio cubano Don Feli-pe Poey.

Durante los últimos años de la pasada década varios miembros del GrupoCubano de Investigaciones de Arte Rupestre han visitado periódicamente esta

Racso Fernández Ortega, Divaldo A. Gutiérrez Calvache y José B. González Tendero

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zona. Las expediciones sistemáticas dedicadas fundamentalmente a los estu-dios rupestrológicos nos han permitido la localización, censo y estudio devarias estaciones petroglíficas, las que de una forma u otra han enriquecido elpanorama rupestrológico nacional, pero más aún han permitido el diseño yelaboración de nuevas estrategias para el estudio del arte rupestre cubano, en-tre ellas se destaca la propuesta de nuevos estilos ideográficos, y sufundamentación metodológica y el estudio de aspectos funcionales de estasmanifestaciones dentro de las sociedades ejecutoras; sobre este último aspectotrataremos en las próximas líneas donde realizamos un acercamiento a la fun-ción que desempeñaron los petroglifos de la región y su vinculación con elagua como elemento vital para el establecimiento y desarrollo de las socieda-des precolombinas de Cuba oriental.

El árEl árEl árEl árEl área objeto de estudioea objeto de estudioea objeto de estudioea objeto de estudioea objeto de estudio. Caracterización físico – g. Caracterización físico – g. Caracterización físico – g. Caracterización físico – g. Caracterización físico – geogeogeogeogeográfráfráfráfráficaicaicaicaicaEl área de estudio que nos ocupa es conocida popularmente como Punta de

Maisí o simplemente Maisí, está se encuentra ubicada en la actual provincia deGuantánamo y ocupa un territorio de aproximadamente 323,8 Km. cuadradosdel extremo más oriental de la Isla de Cuba, lográndose enmarcar al norte porPunta Silencio y Punta del Fraile, al sur por Punta Caleta, al este por la Punta deQuemados y al oeste por las cuencas de los ríos Yumurí al noroeste y Caleta alsudoeste.

En general este territorio es considerado por la mayoría de los investigadorescomo un territorio semiárido, debido a las bajas y pocas precipitaciones queocurren allí durante todo el año, fundamentalmente en la franja más cercana a lacosta, esta condición climática como se verá más adelante tiene una importanciacapital en la concepción de nuestro estudio funcional para el arte rupestre de estalocalidad.

La región en general es un área cársica; cuyo patrón de carsificación estádeterminado por el agrietamiento y la estratificación del macizo, el cual estácompuesto por calizas organógenas, detríticas y margas que en ocasiones sonmuy masivas, de color crema ó blanco y criptocristalinas con una edad bastanteamplia desde el Mioceno Medio al Cuaternario.

El accidente hidrográfico más importante de la zona de estudio es sin lugar adudas el Río Maya, el que ha logrado con el de cursar del tiempo labrar por todosu lecho un impresionante cañón de varios kilómetros de extensión, En esta zonacaracterizada por grandes carencias acuíferas, es el Río Maya el único que bene-ficia a estas tierras con sus tímidas aguas ya que presenta en la actualidad un

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pequeño hilo que corre con intermitencia, según la temporada del año, llegandoa ser una corriente importante durante el ciclo lluvioso.

Finalmente de esta región y su geografía son nueve estaciones rupestrológicas,las que nos interesan específicamente pero como se verá durante las líneas poste-riores de este trabajo las características climáticas del territorio de Maisí deter-minaron en gran medida las funciones que tuvo el arte rupestre en las comunida-des ejecutoras, valiéndose de este para enfrentar la perenne lucha del hombre conlas condiciones naturales como vía de controlarlas o aprovecharlas en función desus necesidades vitales.

Antecedentes de los estudios del arAntecedentes de los estudios del arAntecedentes de los estudios del arAntecedentes de los estudios del arAntecedentes de los estudios del arte rte rte rte rte rupestrupestrupestrupestrupestre de Punta de Maisíe de Punta de Maisíe de Punta de Maisíe de Punta de Maisíe de Punta de MaisíLa primera referencia escrita del dibujo rupestre de la zona geográfica de

Maisí se la debemos al arqueólogo francés Louis Alphonse Pinart, que la visitaen 1890 con fines exploratorios y menciona solamente un petroglifo y evalúa lasituación en esa ocasión, refiriendo:

«La única que nosotros conocimos se encuentra sobre una roca situada enel lecho (seco al momento de nuestra visita) en una pequeña caleta en lavertiente S. E. del largo promontorio del Cabo de Maisí, sobre el lechoque separa a Cuba de Santo Domingo» (Pinart 1979: 82).

Años después a finales de la década del 10 de la pasada centuria se efectúa lavisita del arqueólogo norteamericano Mark R. Harrington a dicha región, oca-sión en que descubre los petroglifos de la Caverna de Patana, dando a conocerdicho descubrimiento en 1921 cuando es publicada en New York su obra «CubaBefore Colombus». Nada se vuelve a conocer del arte rupestre de esta regiónhasta que en 1945 el Dr. Antonio Núñez Jiménez y la Sociedad Espeleológicade Cuba realizan una nueva exploración de la Cueva de la Patana, resultados quese publican parcialmente en 1946 en el artículo «Desarrollo y auge de laespeleológica en Cuba» (Núñez 1946). Cinco años después en 1951 el propioHarrington publica en el volumen 60 de la Revista Natural History el artículotitulado «El Ídolo de la Cueva» donde describe detalladamente sus trabajos deexploración en la Cueva de la Patana.

En 1962 el Dr. Antonio Núñez Jiménez realiza una nueva exploración dela Cueva de la Patana y su entorno, descubriendo en esta oportunidad los

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petroglifos de la Cueva del Jagüey, concluyendo todos los trabajos de explora-ción en 1965, estos resultados se conocen en detalle en su obra «Cuba: Dibu-jos Rupestres», donde se describen detalladamente los petroglifos conocidoshasta esa fecha para la Caverna de la Patana. No es hasta 1990 que miembrosdel Grupo Pedro A. Borrás de la Sociedad Espeleológica de Cuba, vuelven aexplorar la Caverna de la Patana, realizando el descubrimiento en esta, de unapictografía de color negro elaborada con carbón, lo que es publicado en 1991en el artículo «Resultados arqueológicos de la Expedición Klareen – I a Maisí,Guantánamo (Gutiérrez 1991).

El año 1992 marca el comienzo del estudio sistemático y detallado del arterupestre de Maisí; con la selección de esta región como área de trabajo perma-nente del Grupo Fernando Ortiz de la Sociedad Espeleológica de Cuba, y unproyecto posterior denominad «Proyecto Arqueológico Guatiao» que desarrollóimportantes descubrimientos para el arte rupestre de la región, entre los que seencuentran las tallas petroglíficas de las Solapas de la Careta, del Baga, de la Ranay de Pozo Azul. Con posterioridad estos resultados fueron desarrolladas impor-tantes publicaciones como «El arte rupestre de la caverna de Patana, Maisí,Guantánamo, Cuba» (Fernández y González 2000), «El enigma de los petroglifosaborígenes de Cuba y el Caribe Insular» (Fernández y González 2001a), «Dospersonajes mitológicos en los petroglifos de la caverna de Patana, Maisí,Guantánamo, Cuba» (Fernández y González 2001b) y «Estilo Patana. Propues-ta para un nuevo estilo ideográfico en el extremo más oriental de Cuba» (Gutiérrez,Fernández y González 2003). El último aporte al estudio del arte rupestre de laregión de Maisí fue dado a conocer por Yadira Chinique en el Simposium Inter-nacional de Arte Rupestre celebrado en noviembre del 2008 en la Habana, esteconsiste en el descubrimiento de nuevos petroglifos en la Solapa del Moco o deLa Fuente (Chinique, González, Torres y Viera 2008).

Las estaciones rLas estaciones rLas estaciones rLas estaciones rLas estaciones rupestrupestrupestrupestrupestres de Punta de Maisíes de Punta de Maisíes de Punta de Maisíes de Punta de Maisíes de Punta de MaisíHasta hoy el conocimiento rupestrológico de la región de Maisí ha permiti-

do identificar nueve estaciones del arte rupestre (Imagen 1), las que se conocencomo: Cueva de los Bichos, Cueva del Jagüey4, Solapa del Moco o de La Fuente,Solapa de la Careta, Solapa de la Rana, Solapa de El Bagá, Solapa de Pozo Azul.Rivera del Río Maya y Solapa de la Boca de Ovando.

4 La Cueva de los Bichos y la Cueva del Jagüey son galerías interconectadas de la Caverna de laPatana, que están a diferentes alturas según los niveles de cavernamiento.

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CueCueCueCueCuevvvvva de los Bica de los Bica de los Bica de los Bica de los BichoshoshoshoshosEsta localidad conocida como Cueva de los Bichos ó Cueva del Cemí, forma

parte integral de la Caverna de la Patana, la cual es muy conocida en el ámbitoespeleológico nacional, entre otras razones, por poseer dentro de ella una de lastrampas térmicas más importantes del país. Dentro de esta estación se han loca-lizado y estudiado ocho diseños petroglíficos (Imagen 2). La misma puede serubicada en los 20o 09’ 550’’ de LN y los 74o 11’ 677’’ de LW (Tabla 1).

CueCueCueCueCuevvvvva del Ja del Ja del Ja del Ja del JagüeyagüeyagüeyagüeyagüeyEsta estación está ubicada a 23, 7 m sobre la Cueva de los Bichos y, al igual

que la anterior forma parte de la Caverna de la Patana, en ella se encuentran dos

ImagImagImagImagImagen 1.en 1.en 1.en 1.en 1.Ubicación de lasestaciones rupestres dePunta de Maisí a partirde lecturas en el Sistemade PosicionamientoCartográfico Digital(SPCD) OxiExplorer1.0 (Elaboraciónpropia).

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diseños petroglíficos. Esta estación se puede ubicar (Imagen 1) en las mismascoordenadas geográficas que la Cueva de los Bichos solo que a diferente altitud(20o 09’ 550’’ de LN y los 74o 11’ 677’’ de LW).

Solapa de la RanaSolapa de la RanaSolapa de la RanaSolapa de la RanaSolapa de la RanaEsta localidad constituye un abrigo rocoso de apenas 7 m. de largo y se puede

ubicar en los 200 14´ 818´´ de LN y los 740 11´ 326´´ de LW (Tabla 1). En estaestación solo ha sido identificado un petroglifo (Imagen 3), que nos sugiere lacabeza de un tímido batracio (rana) apreciándose los ojos horadados en la roca aambos lados de la cabeza, y boca que cruza toda la parte medio inferior delrostro, esta característica ha dado el nombre a la estación.

ImagImagImagImagImagen 2en 2en 2en 2en 2Petroglifos de la Cueva de losBichos, Caverna de la Patana,Maisí, Guantánamo, Cuba.(Elaboración propia).

Solapa de El BagáSolapa de El BagáSolapa de El BagáSolapa de El BagáSolapa de El BagáEsta solapa se localiza a tan sólo 4.019 Km. del asentamiento rural de Punta de

Maisí y a unos 647 m. al Sur del accidente cársico conocido como Pozo Azul. Estaestación es un abrigo rocoso de 16 m. de largo y apenas 4 m. de profundidad apartir de un pequeño balcón que se puede ubicar en los 200 15´ 007´´ de LN y los740 11´ 445´ de LW (Tabla 1). En esta localidad también ha sido localizado soloun conjunto petroglífico, que representa dos rostros de homínidos delimitados porlíneas de forma elíptica dentro de las que se aprecian los ojos y las bocas.

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Solapa de PSolapa de PSolapa de PSolapa de PSolapa de Pooooozo Azulzo Azulzo Azulzo Azulzo AzulLa misma se localiza a una distancia de 8,246 Km de la Punta de Quemados

(Imagen 1), extremo más oriental de Cuba y a 4,365 Km. del asentamiento rural dePunta de Maisí, y puede ser ubicada en los 200 15´ 332´´ de LN y los 740 11´ 585´´de LW (Tabla 1). En las formaciones secundarias que dan forma al abrigo rocoso enque se encuentra esta solapa fue tallado un petroglifo al parecer antropomorfo. Elmismo se encuentra en una de los mantos de colada estalactítica que conforman lascolumnas que dieron origen a las pequeñas divisiones interiores de la solapa.

Solapa de la CarSolapa de la CarSolapa de la CarSolapa de la CarSolapa de la Caretaetaetaetaeta Esta es una pequeña gruta o solapa de 50m. de largo, a unos 3.500m. al norte

de la Cueva de los Bichos, en la cota de los 90m sobre el nivel del mar, y puede serubicada en los 200 10´ 709´´ de LN y los 740 11´ 315´´ de LW. La Solapa de laCareta toma su nombre por la existencia de dos petroglifos antropomorfos enforma de rostros grabados en sus formaciones secundarias (Imagen 3).

Solapa del Moco o de La FuenteSolapa del Moco o de La FuenteSolapa del Moco o de La FuenteSolapa del Moco o de La FuenteSolapa del Moco o de La FuenteEsta es una pequeña solapa de aproximadamente 10m. de longitud se abre en

la cota de los 90m sobre el nivel del mar y se encuentra a continuación de laanterior, la misma puede ser ubicada en los 200 10´ 844´´ de LN y los 740 11´228´´ de LW (Tabla 1). En esta solapa fueron localizados un total de cuatropetroglifos que forman un conjunto, ubicados en la cara noroeste de una forma-ción secundaria de tipo columnar.

Solapa de Boca de OvSolapa de Boca de OvSolapa de Boca de OvSolapa de Boca de OvSolapa de Boca de OvandoandoandoandoandoLa ubicación exacta de esta estación hoy se desconoce. En algún momento el

petroglifo fue adquirido por el Colegio Religioso de Los Escolapios del pobladode Guanabacoa, al este de la Capital y formó parte de los fondos de su reconoci-da colección. Más tarde en la década de los 60 de la pasada centuria y fundadala Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba pasó a integrar lascolecciones del actual Instituto Cubano de Antropología donde hoy se encuen-tra expuesto en la Sala de Arqueología Aborigen «José Manuel Guarch» delMuseo Guamá de esta institución (Imagen 3). Durante el análisis de la distribu-ción del arte rupestre de la región y considerando la única referencia a que dichaestación estaba en las inmediaciones de la Boca del Río Ovando, nos han permi-

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tido considerar que la misma debe encontrase en un área cuyo centro lo hemosubicado en los 200 08´ 120´´ de LN y los 740 13´ 798´´ de LW y a partir de estepunto un área probable que se extiende en un radio entre los 3.0 y los 4,5 Km.alrededor de dicho centro (Imagen 1).

RiRiRiRiRivvvvvera del Río Maera del Río Maera del Río Maera del Río Maera del Río MayyyyyaaaaaEsta estación al igual que la anterior es desconocida su ubicación con exacti-

tud, la referencia a su existencia aparece por primera vez en el artículo «Viaje através de la prehistoria» publicado en 1953 por E. Almaguer en el diario habane-ro «Excélsior». Lamentablemente desconocemos en qué momento los petroglifospasaron a formar parte de los fondos de la colección de la Sociedad Espeleológicade Cuba con Número de Registro 292; pero por fortuna corrieron finalmente lasuerte del anterior, por lo que en la actualidad forman parte de los fondos delInstituto Cubano de Antropología donde se encuentra expuesto en la Sala deArqueología Aborigen «José Manuel Guarch» del Museo Guama. En este casotambién hemos considerado válida la propuesta realizada para la Solapa de Bocade Ovando, lo que nos ha permitido considerar que la misma debe encontrase enun área cuyo centro se ubica en los 200 13´ 492´´ de LN y los 740 11´ 699´´ deLW y a partir de este punto un área probable que se extiende en un radio entrelos 3.0 y los 4,5 Km. alrededor de dicho centro (Imagen 1). La primera interro-gante surgida ante la pobre información que se tiene sobre esta localidad era si lamisma constituía una estación a cielo abierto o una forma negativa del relievecárstico de la región (cueva o solapa), interrogante que quedó despejada al anali-zar los petroglifos que se conservan en la actualidad, pues todos fueron elabora-dos en formas reconstructivas litogenéticas de ambientes subterráneos.

ImagImagImagImagImagen 3en 3en 3en 3en 3Petroglifos de lasestaciones de Punta deMaisí (A) Solapa dela Careta, (B) Solapade Boca de Ovando y(C) Solapa de la Rana(Elaboración propia).

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TTTTTabababababla 1la 1la 1la 1la 1Resumen de la distribución y ubicación de las estaciones rupestrológicas de Maisí,

Guantánamo5.

La escaseLa escaseLa escaseLa escaseLa escasez de agua en Punta de Maisí. De un prz de agua en Punta de Maisí. De un prz de agua en Punta de Maisí. De un prz de agua en Punta de Maisí. De un prz de agua en Punta de Maisí. De un proboboboboblema clema clema clema clema climático alimático alimático alimático alimático auna noruna noruna noruna noruna norma culturalma culturalma culturalma culturalma cultural

Como es sabido, en nuestro país sólo existen dos estaciones climáticas, la deseca y la de lluvia, esta última se desarrolla durante los meses de mayo a septiem-bre, constituyendo la lluvia un suceso de inapreciable valor para los primeroshabitantes productores de la región ya que estuvo plenamente asociada a lasbuenas cosechas, a la posibilidad de vida de los animales, plantas y a la del hom-bre. Por otra parte el incipiente sistema de agricultura de montones por ellospracticado, dependía enteramente de este fenómeno y en su defecto por las fuen-tes naturales ya fueren permanentes o estaciónales.

Un prUn prUn prUn prUn proboboboboblema clema clema clema clema climáticolimáticolimáticolimáticolimáticoLa realidad social antes comentada, común para todas las poblaciones aborí-

genes de Cuba y el Caribe insular se hizo más exigente en aquellas regionesextremadamente secas como Punta de Maisí, la extrema aridez de este territorioestá determinada por un conjunto de variables que conforman un clima tropicalsemi-desértico, entre estas variables se encuentran la Insolación, la Velocidad yDirección del Viento, la Temperatura del Aire y las Precipitaciones.

5 Para elaborar este esquema se han utilizado los datos de campo obtenidos con GPS GarminModelo EXtre.

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La insolación tiene un comportamiento medio anual por encima de 8,5 horasy décimas / días, reportándose valores extremos de más de 9.0 horas y décimas /días para el mes de julio como se puede apreciar en el Mapa de Isohelias deloriente cubano (Imagen 4A).

La velocidad y dirección del viento son dos de las variables más importantes enla conformación del clima de esta región, los vientos predominantes son los Alisiosdel este y el estenordeste, con velocidades promedios de 17. 7Km. / h, con picos demás de 20.0Km. /h durante los meses de marzo – abril y noviembre – diciembre ydonde solo se promedia un 7,9 % de días de calma (Vientos = 0) al año como sepuede observar en la rosa de los vientos de histórica de esta región (Imagen 4B).

Por su parte la temperatura del aire alcanza para esta porción de Cuba máximaspromedio de 31O en los meses de Julio y Agosto y mínimas de 21O en el mes de Febrero,para una temperatura anual promedio entre los 24O y 28O, lo que puede apreciarse en elgráfico de temperaturas media anual histórica del aire de la Figura No. 4B.

Finalmente las precipitaciones determinan la presencia en esta región de con-diciones climáticas extremas para nuestra zona geográfica, al ser ésta, la variablede mayor impacto, en la aridez y desertificación de la misma con valores prome-dios de lluvias anuales que no sobrepasan los 800 mm/año, los que en el perío-do de seca (noviembre – abril) disminuyen aún más y no llegan a alcanzar los200 mm. /año (Imagen 5).

Sin embargo, la mayoría de los registros climáticos instrumentales utilizadospara la conformación de los datos anteriores parten de los registros obtenidosentre los siglos XX y XXI, lo que puede suponer cierta incongruencia con el

A

ImagImagImagImagImagen 4en 4en 4en 4en 4(A) Mapa de Isohelias (líneas que unen puntos de igual número de horas de sol) de Punta de

Maisí. (A) Mapa con la Rosa de los Vientos, Velocidad y Temperatura Media del Aire.(Elaboración a partir de Campos, 1987:33, Lopinel y Echevarria, 1987:181; Rego y Osorio,

1987 a y b: 95 - 97 en el Atlas Climático de Cuba).

B

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clima de períodos anteriores, ante esta realidad es posible evaluar los registroshistóricos del régimen de lluvia de esta región considerando las últimas investi-gaciones realizadas por especialistas del Instituto de Geografía Tropical las quenos permiten conocer el comportamiento del paleorégimen climático de estaárea entre los siglos XIV y XVII.

Estos nuevos estudios y registros aseguran que no sólo las temperaturas,sino también las precipitaciones medias anuales disminuyeron durante los si-glos XV al XVII en todo el archipiélago cubano y en particular, en las regio-nes orientales donde el fenómeno fue más intenso en comparación con el occi-dente del país (Celeiro 1999: 31). Este cambio climático se produjo hace unos600 años antes del presente cuando Cuba se encontraba bajo la influencia de ladenominada en el continente europeo «Pequeña Edad de Hielo» la que secaracterizó por un período bastante largo de mucho frío en Eurasia yNorteamérica que repercutió en nuestro país; registrándose una mayor influenciade los frentes fríos y las altas presiones de origen continental, lo que se tradujono sólo en que las temperaturas medias anuales disminuyeran substancialmenteen todo el país, sino que además disminuyeron los valores generales de precipi-taciones.

Una norUna norUna norUna norUna norma culturalma culturalma culturalma culturalma culturalLas investigaciones del arte rupestre de la región de Punta de Maisí ha permi-

tido elaborar algunas hipótesis sobre el desarrollo en esta de un estilorupestrológico al cual se le ha denominado como «Estilo Patana» (Gutiérrez,

ImagImagImagImagImagen 5en 5en 5en 5en 5Mapa de la precipitación media anual de la región de Punta de Maisí a partir Mapa de

precipitaciones del Archipiélago Cubano. (Elaboración a partir de Gagua, Zarmbo e Izquier-do, 1989: VI e Izquierdo, 1989: VI; en el Nuevo Atlas Nacional de Cuba)

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Fernández y González 2003: 95-105)6, las características fundamentales de estese simplifican en la unidad de un grupo importantes de variables como sonTécnica de ejecución, Instrumentos de ejecución, Asignación de espacios, Sustratosde realización, Dinámica, Categoría, Morfología, Función, Uso, Significación yEjecutores (Gutiérrez, Fernández y González 2003:109). Sin embargo, en estetrabajo nos concentraremos en aquellos elementos que sugieren una estrecharelación entre las estaciones, el arte rupestre y el agua como elemento esencialpara el desarrollo de la vida en las comunidades prehispánicas de este territorioy que de una forma u otra nos están indicando la existencia de una norma cultu-ral que determinó la función o funciones de la gran mayoría del arte rupestrehasta hoy conocido en este territorio.

Al realizar el estudio de la distribución territorial de las estaciones rupestres dePunta de Maisí, llama la atención como las mismas se localizan en una línea aproxi-mada de norte a sur y se distribuyen directamente vinculadas a corrientes fluvialeso agrupadas en las áreas intermedias entre las escasas cuencas fluviales de la región;en estos agrupamientos es notable que desde la Solapa Pozo Azul, la más septen-trional, hasta la Cueva de los Bichos en la Caverna de Patana, totalmente en el otroextremo (Imagen 1), todas las estaciones coinciden con lugares donde existen de-pósitos naturales del preciado líquido, pues aún en las Solapas de la Careta y ElMoco, donde aparentemente no hay relación alguna de este tipo, se forma entreellas un efímero arroyo de caudal estacional e intermitente provocado por elescurrimiento pluvial desde el nivel superior de la terraza. Estas característicasfueron percibidas por nuestros primitivos pobladores las que sin lugar a dudas lepermitieron garantizar la continuidad de su explotación y localización.

En este sentido es bueno señalar que aún en la actualidad las fuentes o goursque se han formado en el piso de algunas de estas estaciones y donde habitual-mente se acumula agua, sirven de fuente de abastecimiento no sólo a los habitan-tes de la región, sino también para aquellos que en camino hacia la costa lasvisitan para avituallarse antes de iniciar sus faenas pesqueras.

Por otra parte en el análisis de los sustratos de realización es significativo elhecho de que todos los petroglifos de Punta de Maisí han sido ejecutados sobre

6 En el trabajo de Gutiérrez, Fernández y González (2003) no se incluyeron para el estudio lasestaciones Solapa de Boca de Ovando, Rivera del Río Maya y Solapa del Moco o de la Fuente,pues en ese momento no se tenia información de su existencia, sin embargo, al analizar el arterupestre de estas nuevas estaciones es especialmente notable como se ajustan exactamente a lascaracterísticas definidas para el Estilo Patana, lo que a nuestro entender reafirman la validez dedicha propuesta estilística.

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sustratos rocosos secundarios de tipos reconstructivos (estalactitas, coladas, man-tos, estalagmitas, etc.) de tipo duro, con un rango de dureza entre 3 y 4 en laescala de Mohs, no encontrándose ningún diseño en las paredes estructurales delas estaciones. Esta característica y la relación directa entre las formas litoquímicasreconstructivas con los caudales de goteo en condiciones hipogeas nos está trans-mitiendo una vinculación entre estos lugares de goteo y el arte rupestre, situaciónque se expresa con mayor fuerza si admitimos que no siempre esta característicase usó en función de la búsqueda de volumen para las representaciones comohemos considerado en otras oportunidades, pues por ejemplo algunos petroglifosde la Cueva de los Bichos (Imagen 2), el petroglifo de la Solapa de Pozo Azul ylos petroglifos de la Solapa del Moco no muestran una morfología volumétrica yaún así fueron realizados en sustratos litoquímicos.

Uno de los rasgos que distingue al arte rupestre que estamos estudiando es laasignación de los espacios que se le dio a los diseños, un hecho significativo esque todas las figuras se realizaron en las zonas umbrales y subumbrales de lascovachas, solapas y abrigos rocosos, por lo que durante todo el día reciben laincidencia directa o no de los rayos solares con mayor o menor intensidad; perodentro de esta característica existe un elemento sumamente interesante y es elhecho que en cinco de las siete estaciones hoy ubicadas los diseños se encuentranbajo los bordes del techo de las bocas de acceso lo que implica que siempre queexistan precipitaciones el drenaje de los techos caerá sobre los personajes talladosen las formaciones secundarias, como se puede observar en los croquis de plantade la solapas de la Careta, Pozo Azul, Baga, Rana y del Moco.

Atendiendo a lo anterior solo quedaría tener en cuenta que las dos estaciones sobrelas cuales no se conoce su ubicación exacta en la actualidad -Solapa de Boca de Ovandoy Rivera del Río Maya- (Imagen 1) tienen una geonimia que habla por sí misma, puessus nombres indican su vinculación directa con cuencas fluviales de la región, la primerareferente al Río Ovando un caudal permanente que ha abierto un fabuloso cañón enforma de «V» en las calizas de las terrazas de Maisí y que marca el extremo suroeste denuestra área de estudio. El segundo es el Río Maya (el más oriental de Cuba), unpequeño caudal estacional que ha abierto un estrecho cañón fluvial que permanece lamayor parte del tiempo seco, considerando que durante un prolongado período detiempo en el año se mantiene prácticamente sin algún curso de agua o en muy determi-nados lugares con aguas mansas y pobres y en la época de lluvias por el contrario, susaguas se vuelven violentas y agresivas al permitir la evacuación al mar de la masa pluvialdepositada a decenas de kilómetros de la Punta de Maisí.

Sobre este río basta señalar que su nombre (Maya) proviene de una palabra deorigen Aruaco, lengua que hablaban los grupos apropiadores del oriente cubanoy con la cual nombraron a este cauce, perdurando su nombre hasta nuestros días.

Racso Fernández Ortega, Divaldo A. Gutiérrez Calvache y José B. González Tendero

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En este sentido es importante analizar que el vocablo Maya está compuesto porel prefijo privativo «MA» que indica ausencia, inexistencia; y por la partícula«YA» (Ia) que en el mismo dialecto significa espíritu, esencia, causa primera dela vida. Sería pues el río Maya, para nuestros aborígenes, un ser sin alma, sinespíritu, sin esencia o causa primaria para la vida.

De los elementos antes comentados es inferible con un alto margen de lógicaque las estaciones rupestres de Punta de Maisí y sus petroglifos tienen una vincula-ción directa con la aparición, conservación y presencia del agua en estos parajes, loque contrapuesto con el régimen climático de la región deja establecido que elcuidado y protección de las fuentes de agua, así como su ubicación y señalizaciónse convirtió en una norma cultural de gran importancia para las comunidadeshumanas que se establecieron en estos parajes, norma que determinó la distribu-ción, morfología, ubicación y otras características de la mayoría del arte rupestre enesta región, conformándose así y bajo esta norma cultural lo que se ha definidocomo; «Estilo Patana» (Gutiérrez, Fernández y González 2003: 95-105). En talsentido baste recordar que para los pueblos de economía productora de la etapa deneolitización los recursos hídricos constituían un elemento vital en su estructura desubsistencia, puesto que era la agricultura su fuente fundamental de alimentación.

El papel de la ideología en la solución a la escaseEl papel de la ideología en la solución a la escaseEl papel de la ideología en la solución a la escaseEl papel de la ideología en la solución a la escaseEl papel de la ideología en la solución a la escasez de aguaz de aguaz de aguaz de aguaz de aguaEn el capítulo anterior se llega a la conclusión de que el arte rupestre de

Punta de Maisí tiene una vinculación estrecha con las fuentes naturales de aguade la región, sin embargo dicha propuesta, no puede entenderse como conclusivay lo que hasta ahora es una hipótesis, podría ser una teoría a partir del estudio deotros elementos arqueo-antropológicos asociados al arte rupestre de los gruposagricultores del Caribe insular.

Ante esta necesidad intentaremos plantearnos un modelo donde se simplifi-quen y/ o esquematicen el desarrollo y evolución del problema planteado, deforma que nos estructure la relación problema ”! solución.

Entonces se puede aceptar que el origen del problema se puede ubicar en elmomento que comenzaron a llegar a la zona de Maisí las primeras oleadas migratoriasde aborígenes agricultores cuya vitalidad natural y económica estaba sustentadasobre la necesidad continua de explotar fuentes de agua, necesidad que inicialmentese ve agredida ante las condiciones climáticas de esta porción del archipiélago cuba-no, generándose así como solución primaria o inicial la puesta en práctica de unaintensa exploración y búsqueda que permitiera la localización de fuentes de aguapara garantizar al menos, el mínimo necesario para la supervivencia de los grupos,

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esta solución primaria o inicial debió estar acompañada de elementos mágico-religiosos que facilitaran y aseguraran el éxito de las mismas.

Sin embargo, el hallazgo y ubicación de estas fuentes de agua temporales o perma-nentes lejos de resolver el problema subsistencial creo para el (los) grupo(s) nuevosproblemas, algunos de ellos muy serios y complejos, surgieron así una serie de dificul-tades como son la protección permanente de estas fuentes ante la posibilidad de lapérdida de sus propiedades de potabilidad y uso, la contaminación, el uso indiscrimi-nado con el consiguiente agotamiento de la misma, la necesidad de garantizar surenovación, de forma que permitiera la explotación sistemática, estos y otros proble-mas imponían otro reto a la subsistencia de estas comunidades, la solución a muchosde ellos, de acuerdo al nivel de desarrollo de estos agrupamientos humanos solopodía encontrarse en los procesos ideológicos, donde jugaron un rol fundamental lacosmogonía, la mitología, las prácticas mágico-religiosas y el pensamiento animatistaque sobre el mundo que los rodeaba tenían estas comunidades, fenómenos identifica-dos en diferentes grados en el arte rupestre de la región de Maisí.

Los prLos prLos prLos prLos procesos ideológicosocesos ideológicosocesos ideológicosocesos ideológicosocesos ideológicosLa trascendencia que para la rupestrología contemporánea tiene la interpretación en

términos de ideología, es a menudo desestimada por muchos arqueólogos, alejándosede este problema y considerándolo en no pocos casos un ejercicio poco recomendable,sin embargo el aparente panorama abrumador que se abre ante el rescate de la ideología,no puede impedir al investigador aplicar sus conocimientos y buscar interpretacioneslógicas y razonables, que si bien pueden ser objeto de cambio cuando se disponga denuevos datos, abren el camino a un conocimiento convincente de nuestro arte rupestre,lo que implica sin lugar a dudas un acercamiento al estado de ciencia y por supuesto elabandono definitivo de las posiciones descriptivas que dominaron durante todo el sigloXX en la rupestrología caribeña; de ahí nuestra insistencia en el estudio y análisis de losprocesos ideológicos que determinan las características de la producción simbólica en elarte rupestre en general y en el de la región objeto de estudio en especial.

En los diseños o grafías localizados en la región físico geográfica de Maisí asido posible identificar con algún grado de certeza varios personajes de la mito-logía aborigen antillana representados en los petroglifos, por lo que sí considera-mos que esta identificación podría corresponderse con un pensamiento Animatista(Ortega 1995:30-31), entonces estamos haciendo asociaciones que se corres-ponden con la ideología que profesaban estos grupos humanos.

Entre las probables identificaciones que se han realizado se encuentran grafías querepresentan al numen aruaco Boinayel, tal es el caso de uno de los petroglifos de la

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Cueva de los Bichos en la Caverna de la Patana donde se puede apreciar algunos de susrasgos morfológicos principales como son las pequeñas lágrimas que penden de susojos y caen sobre las mejillas elementos distintivos por excelencia del «llora lluvias».

Este numen Arauco estaba asociado definitivamente a la lluvia como se puedeapreciar de la reconstrucción que sobre los mitos aborígenes de los taínos noslego Fray Ramón Pané.

«Y en dicha cueva había dos cemíes, hechos de piedra…y cuando no llo-vía, dicen que entraban allí a visitarlos y enseguida llovía. Y de dichos cemíuno se llama Boinayel y al otro Márohu» (Arrom 1990:33).

Sus coincidencias en cuanto a morfología, espacio, sustrato y función con elpetroglifo de la Cueva de los Bichos, no pueden de ninguna manera desestimada,y si su magia estaba basada en la capacidad de este cemí para traer la lluvia, basteentonces señalar que ubicar a este en dicha localidad puede estar relacionado conla doble función de asegurar lluvia para la vida en general y la de mantener larenovación y capacidad de explotación de la fuente de agua subterránea de estalocalidad, lo que sin lugar a dudas deja establecida una rigurosa selección delespacio cavernario, en el lugar ideal para que pudiese cumplir con la funciónsocial a él destinada y por la cual se había ganado el derecho de ser venerado.

Situación similar se puede apreciar en la Solapa de la Rana, localidad quetoma su nombre precisamente de la morfología del petroglifo que se encuentraen su boca, el cual parece ser una representación de ese batracio.

La rana desempeñaba un rol importante en la cosmovisión de los gruposagricultores ceramistas pertenecientes a numerosas tradiciones americanas y comotal fue con frecuencia representada, así tampoco son escasos los pasajes que reco-gen la presencia de este pequeño anfibio asociado con las etapas de lluvia; remi-tiéndonos al informe redactado por el fraile ermitaño Pané de lo que escuchó alos indios que poblaron La Española éste relata lo siguiente:

«Guaguyona partió con todas las mujeres.... Y habían dejado a los niñospequeños junto a un arjunto a un arjunto a un arjunto a un arjunto a un arrrrrroooooyyyyyooooo. Y los padres no podían dar remedio a loshijos, que llamaban con hambre a las madres. Y llorando así, y pidiendoteta, diciendo too, too, como quien pide una cosa con gran deseo y muyseguido, fueron transformados en animalillos, a modo de ranas» (Arrom1990:26), (las negritas son nuestras).

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Son varios los autores que han establecido la relación croar de las ranas con el llantocomo menciona Pané, con los cuales coincidimos, como una metáfora alusiva a estefenómeno atmosférico vital para estos grupos humanos. Pues las ranas son como heral-dos que anuncian la llegada de las lluvias con su incesante, cadencioso y, en algunasocasiones misterioso croar en las noches lluviosas. También en no pocos fragmentosmitológicos americanos se expresan los atributos culturales de la rana: llanto-lluvia,casabe-agricultura y su relación o vínculo directo con el proceso nacimiento-fecundidadtodos los cuales podrían haber motivado su presencia en esta estación rupestrológica deloriente cubano, sin embargo el hecho de que a escasos metros de este farallón, oculta enla espesura del monte y en dirección a la costa se localice una pequeña cacimba o cenoteque permanece con agua potable prácticamente en todas las estaciones del año nospermite establecer la relación: personaje mitológico - grabado rupestre - fuente de agua.

La presencia de estos y otros personajes en los petroglifos aquí estudiadosnos permiten afirmar que en el arte rupestre de la región de Maisí existen nume-rosas evidencias para sostener que muchos de ellos fueron realizados para cum-plir con la función de asegurar la sostenibilidad y renovación de las fuentes deagua como elemento indispensable en la vida de estas comunidades, debe tenerseen cuenta que uso y empleo del agua para estas comunidades tenía una gransignificación que trascendía a las actividades subsistenciales vinculadas estricta-mente con el acto de beber y el desarrollo de agricultura.

Otro elemento de mucha importancia y ya comentado con anterioridad es la presen-cia mayoritaria de estos petroglifos en las vías de acceso a las cavidades, esta característicapresente en todas las estaciones aquí estudiadas nos permite relacionar muchos de estosdiseños con la necesidad de proteger estos lugares y su importante recurso -el agua-, nocabe la menor duda que para un recurso critico debía establecerse un nivel de cuidado ycustodia que garantizara solo el acceso de aquellos que contaban con ese privilegio, esarazón hacia necesario la creación de tabúes específicos que regularan la entrada a dichoslugares y su explotación, para lo cual se dotaban de valor simbólico a las grafías ubicadasen las vías de acceso de forma que suplieran a los centinelas vivos, procedimiento que secorresponde con las prácticas de magia homeopática o imitativa comunes al pensamien-to o proceso ideológico de estas comunidades.

En este sentido es sumamente ilustrativa la situación que se presenta en laCueva de los Bichos donde en una de sus entradas (la más accesible) se puedenencontrar a ambos lados de la galería sendos petroglifos antropomorfos querepresentan caras, y que se miran de frente, dando la impresión de centinelaspétreos que custodian esta galería.

Pero si ante esta interpretación surgiera alguna duda bastaría con recurrir al pasajemitológico que al respecto nos relata el padre Jerónimo Ramón Pané al decir:

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«De Cacibajagua salió la mayor parte de la gente que pobló la isla. ....en-comendando este cuidado a uno que se llama Mácocael; el cual, porque undía tardó en volver a la puerta, dicen que se lo llevó el Sol. Visto, pues, queel Sol se había llevado a éste por su mala guardia, le cerraron la puerta; yasí fue transformado en piedra cerca de la puerta» (Arrom 1989:24).

Muchos de los petroglifos aquí descritos pudieran metafóricamente cumplir conesta función social al permanecer junto a las bocas de las cuevas y, bloquear el paso alos intrusos hacia el área donde existían prohibiciones según las relaciones sociales eideológicas de la comunidad. Otro caso singular en este sentido es la Solapa delMoco o de la Fuente donde cuatro pares de ojo vigilan constantemente el acceso a laestación y al área donde estacionalmente se desarrolla una efímera corriente fluvial.

Estamos ante diferentes variantes graficas del simbolismo de Mácocael quien fuetransformado en piedra para cuidar la entrada de la Cueva de Cacibajagua, o sencilla-mente son centinelas pétreos sin vinculación a un cemí o personaje mitológico, cual-quiera que sea la respuesta nos permite asegurar que de una forma u otra en el áreaobjeto de estudio el arte rupestre como vía para canalizar la práctica de su magiaimitativa, jugo un importante papel en la custodia y protección de las fuentes de agua.

Finalmente debemos tener en cuenta que las relaciones entre el agua como ele-mento vital con estas comunidades y sus criterios ideológicos jugaron un papel quetrascendió a casi todas las facetas de la vida diaria, tan es así que los cronistas dejaronnumerosa información sobre estas relaciones en diferentes campos de la sociedad deestas comunidades, un ejemplo en este sentido lo constituye los elementos que nosofrece el padre Bartolomé de Las Casas al referirse al sensible proceso del partomaterno y la manera de actuar de los aborígenes luego de concluido este suceso:

«Apenas parían lavaban al niño con agua fría para que se les endureciese elcuero…, las mujeres recién paridas se bañaban también en agua fría sinque les hiciese algún daño» (Las Casas 1912:353).

Esta relación nos sugiere la posibilidad de que nuestros aborígenes después detantos años de observación y experiencia acumulada, entre los ciclos de la repro-ducción humana y la vegetal asumida como la fecundidad de la tierra, indicadorindirecto e implícito de la especialización del trabajo por género en que las laboresagrícolas eran ejecutadas, fundamentalmente, por las féminas en etapa reproductiva,particularidad que nos remite a la mitología y la cosmovisión de los pueblos agri-cultores y en cuyo panteón existían varias deidades femeninas, con rangos y funcio-

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nes muy específicas que las hacían deferentes a unas de las otras.

Así parecen confirmarlo los hechos narrados en el pasaje mitológico en el que seve involucrada la deidad aruaca Itibacahubaba, por lo que se ha considerado como larepresentación de la gran paridora o la madre tierra, quien falleciera en dramáticoparto del cual nacieron los cuatro gemelos, héroes culturales de este pueblo. Son bienconocidas por los especialistas las numerosas imágenes de barro «figurinas» dedica-das a los cultos de la fertilidad agrícola (Dacal 1972:90) que indican que fueretotalmente posible la relación conceptual e ideológica que estamos planteando.

La presencia en el sitio de Asiento de Pueblo Indio de Patana Abajo en Maisí,Guantánamo de una figurina femenina (Harrington 1935:179) asociada concultos a la fecundidad imbricados en ritos agrarios apoyan la relación con el«Llora Lluvias» evocación o imploración de la lluvia como líquido vital y recur-so que debía ser protegido y resguardado bajo cualquier circunstancia de cuyaimagen se colectó en el propio sitio (Fernández y González 2001:54), una re-producción en un asa aplicada al borde de una vasija de cerámica.

Por otra parte el agua por constituir el ente vital, vinculado directamente con lafertilidad y la posibilidad de la vida de animales, plantas y de los humanos en generalfue considerada como el mejor y más eficaz medio terapéutico empleado por elbehíque durante la solución de diversas enfermedades y padecimientos según quedorecogido en las Crónicas de Indias. De esta forma nos legó el padre B. de Las Casascomo consideraban al agua fría como su principal medio terapéutico al decir:

«…en enfermando una persona, mujer u hombre,...; allí le ponían algunosjarros de agua y otras cosas de comer, sin que con ella estuviera persona alguna.Creo que la requerían de cuando en cuando y la lavaban, porque por principalmedicina usaban lavar a los enfermos, aunque quisieran espirar, con agua fría,lo cual o hacían la continua costumbre que tenían cada hora, estando sanos,por limpieza lavarse o por superstición, creyendo que el agua tenía virtud delimpiar los pecados y dar sanidad corporal» (Las Casas 1912:345).

Todos los elementos discutidos hasta aquí nos permiten asegurar que en las condi-ciones de la región de Punta de Maisí, las condiciones climáticas condicionaron unanorma cultural en los procesos ideológicos de la comunidad que se expresa mediante elarte rupestre y permitió la protección, evocación y cuidado de la mayoría de las fuentesde agua que aparecen en el territorio, sin embargo el análisis de la distribución de lasestaciones rupestres dentro de la geografía y en especial de la topografía de la regiónpermiten realizar acercamientos más precisos y detallados los cuales nos sugieren laposibilidad de que en esta área se desarrollara una verdadera «Ruta del Agua».

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PPPPPor la ror la ror la ror la ror la ruta del agua en la Punta de Maisíuta del agua en la Punta de Maisíuta del agua en la Punta de Maisíuta del agua en la Punta de Maisíuta del agua en la Punta de MaisíAl ubicar las estaciones rupestres de Punta de Maisí sobre un mapa, se puede

apreciar que las mismas se encuentran distribuidas de forma que aseguran el des-plazamiento norte – sur por la región con acceso a las diferentes fuentes de agua aintervalos que fluctúan entre lo 2,5 y los 5.0 Km. aproximadamente (Tabla 2),lográndose de esta forma un adecuado proceso de reabastecimiento de agua paraquien intente realizar una travesía que puede comenzar desde las cercanías del RíoOvando al sur y terminar en el entorno cercano del Río Yumurí en la costa norte.

Situación similar se aprecia si este análisis de la relación distribución - comu-nicación se realiza desde otras perspectivas, pues la ubicación de las estacionestambién garantizan la factibilidad de los desplazamientos este – oeste, noreste –sur y otros más específicos dentro de toda el área.

Sin embargo una posición hipotética en este sentido no puede ser enfocada deforma unidireccional, sobre el concepto de distribución, otros análisis necesitan serrealizados de manera que aseguren la valides de la hipótesis, un caso específico loconstituyen las posibles vías de comunicación y su factibilidad, en un área dondelos perfiles altimétricos (en orientación este – oeste) son sumamente agrestes, ca-racterizados por la rupturas de pendientes que imponen las terrazas marinas, conparedones verticales que superan en muchos casos los 100 m de altura.

TTTTTabababababla 2la 2la 2la 2la 2Distancias lineales efectivas entre las estaciones rupestrológicas de Punta de Maisí, Guantánamo7.

Ante esta realidad se impone el análisis de la viabilidad de la comunicaciónentre los puntos de interés que nos ocupan (las fuentes de agua y estaciones rupes-tres) para este fin se elaboró un polígono de trabajo obre el mapa digital 1:250 000

1 Para elaborar esta tabla se han utilizado los datos de campo y el Mapa Digital de Cuba a escala1: 250 000 de GEOCUBA.

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de Cuba y se trazaron 36 rutas (Track) hipotéticas, que enlazaran la mayoría de lospuntos de interés, el trazado se realizó de acuerdo a la experiencia de campo y a laproyección de obstáculos topográficos que siguieron los valores de bienestar parael desplazamiento en la montaña señalados por Hiterjung (1998:145), corriéndo-se estos sobre los Sistemas Cartográficos Digital Diddger 3.0 y OxiExplorer 1.0.

Los resultados obtenidos en el primero permiten determinar las rutas quenos presentaron obstáculos relativamente insuperables, como se aprecio en lasgraficas de viabilidad desarrolladas para cada uno de los puntos de interés, lo queindicó que solo el Track 11 daba secuencias significativas de viabilidad, puestodos señalaban la dirección de este track como el de mayor opciones.

Un ejemplo de esta situación se ilustra en la imagen 6, donde se puede apreciar lagráfica de viabilidad elaborada para el agrupamiento conformado por las estacionesSolapa de Pozo Azul, Solapa de El Baga y Solapa de la Rana (dentro del recuadro) ydonde las flechas señalan las rutas de viabilidad y los espacios en blanco las áreas deobstáculos no superables según el criterio de «Viabilidad» de Hiterjung (1998:146),dentro del concepto «Bienestar para el desplazamiento en la montaña».

Otro de los criterios analizados en consecuencia a la búsqueda de elementosque sostuvieran o desecharan la hipótesis de la existencia de una ruta del agua enla Punta de Maisí fueron los de bienestar fisiológico el que permitió por mediode las herramientas de cartografía digital antes señaladas la obtención de losperfiles del track No. 11, así como los valores algorítmicos de sus pendientes, losque fueron evaluados dentro del criterio de «Bienestar».

ImagImagImagImagImagen 6en 6en 6en 6en 6Gráfica de viabilidadelaborada para elagrupamientoconformado por lasestaciones Solapa dePozo Azul, Solapa deEl Baga y Solapa de laRana (dentro delrecuadro), a partir delSistema CartográficoDigital Diddger 3.0(Elaborado a partirdel criterio de«Viabilidad» deHiterjung 1998:146)

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En este sentido se evaluaron el Track No. 11 con una orientación mayoritarianorte sur y dos pequeños track alternativos (1 y 2) que los modelos indicaroncomo de alta viabilidad. En primer lugar la sobreposición entre la línea de tracky la grafica de viabilidad antes expuesta muestra una alta correspondencia, comose puede apreciar en el trazado de este track (Imagen 7) en el que es significativopor ejemplo, la intensidad de su ruta hacia el norte entre los puntos de track 14al 17, girando hacia el oeste hasta el punto 20, esta distribución esta en absolutacorrespondencia con el área de obstáculos obtenidas por la gráfica de viabilidad.

ImagImagImagImagImagen 7en 7en 7en 7en 7Mapa de la región de Maisí con la ubicación y dirección del Track No. 11 y los Track alternativos1 y 2, (Elaborado por los autores por medio del Sistema Cartográfico Digital OxiExplorer 1.0.),

A su vez el análisis detenido de los valores de pendiente en el Track 11, nosdemuestran que los mayores esfuerzos fisiológicos en su recorrido se distribuyenen los extremos, cuando las pendientes se intensifican en consecuencia con elarribo al entorno de los cauces de los ríos Ovando y Yumurí respectivamente(Imagen 8), lo que se corresponde con los valores algorítmicos de pendientedonde se aprecia en los extremos del track, índices de evolución cercanos al 40 %

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en solo un 20 % del recorrido, mientras que el otro 70 % de los valores dependientes no superan el 10 % (Imagen 8).

Con todos los elementos obtenidos hasta aquí y siguiendo a Hiterjung (1998)se puede desarrollar el modelo de bienestar para el desplazamiento en la monta-ña, el cual determina las condiciones reales de desplazamiento que ofrece el reco-rrido propuesto (Imagen 9). Entonces según este modelo más del 70 % delrecorrido del Track No. 11 se distribuye entre «Condiciones aceptable y Condi-ciones de idoneidad», lo que nos permite afirmar que es el recorrido determina-do por el Track 11 una vía idónea para el desplazamiento norte – sur y viceversaen las condiciones topográficas de Maisí, el cual además permite elreabastecimiento de agua de forma sistemática durante la travesía.

ConcConcConcConcConclusioneslusioneslusioneslusioneslusionesEl título de nuestro trabajo no implica que nuestra posición este plegada, ni

siquiera cerca del enfoque conocido como «funcionalismo anglo-sajón», sin

ImagImagImagImagImagen 8en 8en 8en 8en 8Perfiles de pendientes del Track No.11 y los Track alternativos y Grafico de evolución

algorítmica de la pendiente en el Track No.11, (Elaborados por los autores por medio delSistema Cartográfico Digital OxiExplorer 1.0)

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ImagImagImagImagImagen 9en 9en 9en 9en 9 Curva de Hiterjung para el Track No 11. (Elaborado por los autores a partir del modelo de

bienestar para el desplazamiento en la montaña de Hiterjung, 1998).

embargo nuestro enfoque que se sustenta en bases del materialismo histórico,reconoce el valor metodológico del criterio de «función», pues como bien hanplanteado otros investigadores la perspectiva funcional del arte rupestre, siempreque se procure no ser extremadamente específico, con relación a un fin en parti-cular es suficientemente abstracta como para permitir inferencias correctas queconcluyan en un enfoque satisfactorio (Consens 1997:107).

Ante lo expuesto con anterioridad y nuestro criterio de que el arte rupestre enlas sociedades comunitarias forma parte de las estructuras sociales que determinanlos medios de producción, siendo este entonces, una respuesta a las presiones socia-les, es que consideramos que el estudio aquí realizado sobre el arte rupestre de laregión de Punta de Maisí, Guantánamo, Cuba nos permite plantear que en estaárea geográfica la llegada, arribo y establecimiento de grupos aruacos de tradiciónproductora que sostenían gran parte de su estabilidad en la agricultura, determinóun complejo proceso psico-social, donde por un lado estaba el desarrollo de susmedios de producción, la tradición, y la necesidad de sostenibilidad; y por el otrouna región agreste, con un clima desfavorable y escasos recursos hídricos.

Bajo estas condiciones y según los datos procesado y analizados en este trabajo elarte rupestre en Punta de Maisí surgió como una respuesta a problemas socialesobjetivos sin respuestas en el axis mundo de estas comunidades, por lo que se acudióa procesos mágicos y mitológicos que permitieran luchar y hasta «dominar» las ad-

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versidades naturales que el entorno imponía al buen desarrollo de las tradiciones deestas sociedades, de esta manera los petroglifos de Maisí evocan deidades del panteónmitológico Aruaco, que son capaces de asegurar mejores condiciones climáticas, ga-rantizando la lluvia y la abundancia de agua como recurso natural indispensable,también estos diseños rupestrológicos jugaron un importante papel topográfico en laindicación de aquellos lugares que ofrecían fuentes relativamente permanentes en eltiempo, o garantizaron la protección de estas estaciones asegurando la sostenibilidaddel recurso, por otra parte el estudio aquí presentado permite inferir que la distribu-ción de estas estaciones y su relación con fuentes de agua parece corresponderse conla vías idóneas para el desplazamiento regional. Este conjunto de variables funciona-les estuvo condicionado por el indudable hecho de que el uso y empleo del agua paraestas comunidades, tenía una gran significación que trascendía a las actividades vincu-ladas estrictamente con la agricultura, siendo indispensable en la medicina tradicio-nal, los rituales mágico-religiosos y otros aspectos de la vida diaria.

Todos y cada uno de estos enfoques funcionales se basan en la aceptación de lacomplejidad psicológica de estas sociedades pero en su conjunto permiten dar unarespuesta contemporánea aceptable a la funcionalidad del arte rupestre de la regiónobjeto de estudio, sin que esta implique dejar de reconocer la profunda relatividadcon la que hoy debemos actuar en arte rupestre (Consens 1997:113). Pero permiten(y a nuestro juicio es el aporte más importante) incorporar a los estudios rupestrológicoscubanos modelos de investigación basados en el manejo de ciencias auxiliares, dándo-le a la rupestrología nacional un enfoque arqueo-antropológico que nos permitacumplir el deseo de independizarnos de la herencia morfo-descriptiva que recibimos.

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AAAAACHIRAS HISTÓRICA. ARCHIRAS HISTÓRICA. ARCHIRAS HISTÓRICA. ARCHIRAS HISTÓRICA. ARCHIRAS HISTÓRICA. ARQQQQQUEOLUEOLUEOLUEOLUEOLOGÍAOGÍAOGÍAOGÍAOGÍACOLCOLCOLCOLCOLONIAL EN EL SUR DE CÓRDOBONIAL EN EL SUR DE CÓRDOBONIAL EN EL SUR DE CÓRDOBONIAL EN EL SUR DE CÓRDOBONIAL EN EL SUR DE CÓRDOBAAAAA

Ana Rocchietti1 y Flavio Ribero2

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

La población colonial en el sur de Córdoba fue llegando de maneraespontánea al principio y compulsiva después. Hacia 1774 se aprobó elestablecimiento de una posta en el paraje de El Pantanillo (Achiras, De-partamento de Río Cuarto) dando comienzo a una intensa red de co-mercio y de tránsito de pasajeros entre Buenos Aires y Cuyo. Este traba-jo presenta su arqueología.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvve: e: e: e: e: posta – comercio colonial – demografía europeo-mestiza

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

The colonial population in the south of Cordoba was coming in aspontaneous way initially and in a compulsive manner later. About 1774the establishment of a relay was approved in the place of The Pantanillo(Achiras, Department of Fourth Rio) giving beginning to an intense net oftrade and of passengers’ traffic between Buenos Aires and Cuyo. This workpresents its archaeology.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords:ds:ds:ds:ds: relay - colonial trade - European - mestizo demography

1 Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Secretaría de Ciencia y Técnica – UniversidadNacional de Río Cuarto. Contacto: [email protected] Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Secretaría de Ciencia y Técnica – UniversidadNacional de Río Cuarto. Contacto: [email protected]

148 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónLos vestigios del mundo colonial son muchos en la Provincia de Córdoba

pero no han sido intensamente estudiados, con salvedad hecha para las estanciase iglesias jesuíticas y casi siempre desde el punto de vista arquitectónico y artís-tico. Mucho menos conocido –desde el enfoque de la arqueología histórica colo-nial- es el proceso social rural y fronterizo. En ese sentido, el sur de la Provinciaofrece la posibilidad de estudiarlo a través de su cultura material en los lejanoslímites, para aquellos tiempos, de las tierras en contacto con las tribus, cuando laLínea militar era solamente un esbozo y las relaciones interétnicas, pacíficas.

La arqueología colonial se inscribe sin dificultad en la arqueología social,entendiendo por esta última una arqueología de las relaciones sociales corres-pondientes a una civilización histórica –una comunidad de creencias- derivadade la invasión española, portuguesa, francesa, inglesa en el continente americano.En particular, dado que la región de nuestra investigación es un enclave en laCórdoba mediterránea, nos referimos a esa parte de la sociedad latinoamericanaque derivó en una cultura construida por la presencia del Imperio Español.

La arqueología colonial posee una naturaleza ambigua: es a la vez transitiva eintransitiva. Transitiva si consideramos que ella verifica la necesaria convergenciaepistémico entre historia, antropología, sociología, economía, geografía, etc. Intransitivaen la medida en que tiende a una cierta insularidad metodológica ya que como ningu-na otra sección de la arqueología histórica parece autocontenerse en problemas, mar-cos teóricos y confrontación documental. Si el registro que se investiga es una reduc-ción, templo o estancia bajo gobierno religioso se añade a él una fuerte dimensiónideológica. El primitivo asentamiento de Achiras (antiguo pueblo del sur de Córdo-ba) es una expresión de ocupación criollo - española. La arqueología colonial albergaproblemas y nociones de teología, de arte, de instituciones y de transacciones y nego-cios; todos ellos flotan sobre el registro arqueológico pero no siempre se hacen tangi-bles con el nivel de materialidad de otros vestigios.

Por lo tanto, la «cuestión social» está en el centro esa arqueología. Ella devienecomo formulación de la vieja preocupación europea por las perturbaciones so-ciales inauguradas en los tiempos moderos por lasobras de Juan Jacobo Rousseauy Augusto Comte; comprende armonías precarias, conflictos entre clases oestamentos sociales, revoluciones, etc.

La región en que se encuentran los vestigios del primer emplazamiento de Achirases pintoresca y comparte las características tanto de las montañas bajas y viejas comode la pampa porque se desarrolla en el piedemonte de la Sierra de Comechingones.Aquellos se encuentran sobre la margen derecha del arroyo El Pantanillo, en un tramoen que éste corre aproximadamente desde noreste a sudeste y teniendo como paisaje

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un anfiteatro de filos rocosos causados por los afloramientos de granito. Cuando elavecinamiento de población campesina se estableció allí –en fecha imprecisa peroalrededor de 1770- esa elección estuvo bien justificada ya que aquél le servía deprotección natural por casi los cuatro puntos cardinales, abriéndose hacia la llanurapampeana por el sur y en relación al antiguo camino real hacia Cuyo. Al este y al surel emplazamiento está rodeado por la llanuray al oeste por afloramientos rocosos(granitos de exfoliación catafilar, con sus formas redondeadas y aleros característioos,que los vecinos llaman La leonera pero que carece de sitios arqueológicos puento queallí no hay agua). Se trata de una topografía basculada, con bloques de piedra dedirección norte-sur, bien irrigada y de clima benigno. En esta latitud, la altura de lamontaña permite el tránsito hacia la geografía de San Luis y la comarca fue codiciadapor los indios ranqueles desde mediados del siglo XVII por lo menos. Cien añosantes, los primigenios nativos comechingones fueron sometidos a encomienda y asi-milados al sistema de estancia y trabajo desde las primeras incursiones españolas(Lorenzo Suárez de Figueroa, 1573 ó 1574). Los vestigios de una posta, primerpoblamiento europeo - mestizo, señala la importancia que hacia el último tercio delXVIII (centuria que, considerada desde el proceso independentista, es definida porlos historiadores como tardo-colonial) empezaba a tener el corazón meditarráneo delpaís, en el confin de las zonas habitadas, abriéndose hacia el desierto del sur, haciendode aquellos parajes un verdadero nodo de intercambios comerciales.

Este Proyecto sostiene la hipótesis de que la primera Achiras tuvo un empla-zamiento relativamente seguro y que consistió en un establecimiento estratégicoen las comunicaciones entre Buenos Aires, Córdoba y Cuyo conformando unode los baluartes de la que fuera llamada indistintamente Frontera del Río Cuar-to, Frontera del Sauce, Frontera de Punta del Sauce y Frontera Sur de Córdoba.

Fue Rafael de Sobre Monte (primero gobernador intendente y despuésVirrey) quien le dio trazado político y militar a partir de 1785 trasladandocompulsivamente población que –desde entonces- habría de vivir de manera fron-teriza, es decir, sometida al peligro de los indios pero conviviendo en un ordensocial que apuntalaba la ocupación de esas vastas tierras asegurando el comerciode productos entre el litoral y Cuyo. De ahí la identificación de estos parajesachileros como postas (en donde pernoctaría el mismísimo San Martin caminode Mendoza, compraría mulas y dejaría una deuda), por lo tanto, es dable espe-rar que su registro material brinde evidencias de esos intercambios. El registroarqueológico -de acuerdo con la información de la historia oral y por hallazgosesporádicos y casuales de los dueños del campo en el que se encuentran- debeexhibir un inventario de vestigios que pueden confirmar esta conjetura: tumbas yplanta de una capilla, cimientos de recintos de funcionalidad desconocida (hoyson cuatro montículos) y objetos propios de la misión de una posta.

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En esa época, la Frontera como tal no era sino una zona de control incierto,en la que vivían familias con un sistema de asentamiento relativamente dispersoexplotando la cría de mulas y los cultivos de pan llevar.

Sin embargo, el trabajo de Bonet y Larrea (2002) muestra cómo se aprovisionabanestos pobladores y como el comercio colonial tenía una expresión activa en la comarca.Barrionuevo Imposti (1986, 1988) y Mayol Laferrére, 1975 describen los fuertes yfortines que se fueron levantando desde los tiempos de Sobre Monte y el verdaderocarácter de la política fronteriza de este último es estudiada por Punta (1997, 2001),especialmente su interés por avanzar sobre los campos de los indios. Mientras tanto, elpaís se iba orientando hacia Buenos Aires, en lugar de hacerlo hacia el Alto Perú y estoiba a traer cambios exotraordinarios. Se explica así la importancia de los puestos deaprovisionamiento para el abastacemiento de viajeros y carretas en una latitud por la quecirculaban abundantes mercaderías. Si las ruinas que existen sobre el Pantanillo pertene-cen a la primitiva Achiras comenzará a despejarse el desconocimiento arqueológicosobre el poblamiento rural (no militar) de la Frontera Sur colonial.

El Río de la Plata, en tiempos coloniales, fue una parte del mundo subdesa-rrollada y periférica. Su centro jurisdiccional, decisor y económico era Lima,sede del Virreinato del Perú. Y su más remota metrópoli española.

Pasados los siglos habría de devenir una rica región. En ella convergen cinco paísesmodernos si consideramos las nacientes de la cuenca hidrológica: Argentina, Brasil,Uruguay, Paraguay y Bolivia. En el siglo XXI ella concentra casi el 75 % de la poblaciónde América del Sur pero en el pasado consistía en una vastedad casi despoblada.

El sur de Córdoba, era una carrera o corredor entre Buenos Aires y Chile entransición entre las casi planas «pampas» y las Sierras centrales, todo cubierto porpastizales y un bosque mediterráneo de tipo xerófilo, en el que predominaban losespinillos, los chañares y lo algarrobos. Su topografía y clima favorecieron el des-pliegue de las condiciones latentes de esas tierras para la agricultura y la ganadería.No debe impresionarnos la actual distribución de las actividades económicas ni eluso efectivo del suelo ni la prosperidad de la que parecen gozar porque durantemucho tiempo fue un fenómeno que adolecía de tierra improductiva, caminosdesastrosos, una naturaleza barvía y dificultades sin fin para la población que se fueconcentrando en ella. Sus virtudes iban a aparecer mucho tarde y fuera de losparámetros considerados valiosos en la Colonia (población nativa para ponerla atrabajar, indios mansos, recursos mineros). Allí se sustanció originalmente la va-quería y sus estándares nutricuionales, la peonada vagabunda y la estancia ilimitada.

La afirmación de Ana Inés Punta de que los límites efectivos de losasentamientos coloniales de Córdoba, entre los ríos Tercero y Cuarto aproxima-damente, estarían a unos 400 ó 500 kilómetros más al norte del corredor indí-

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gena y que esto explicaría por qué no se encuentran contactos fluidos con losindios, ya fueran pacíficos o violentos, y que si los había deben haber sido sóloocasionales podría someterse a prueba.

El contexto histórico general en el que se inscriben los acontecimientos de lafrontera Sur tardo-colonial puede caracterizarse como lo hace François-XavierGuerra (1992: 23): un siglo –el XVIII- en el que el crecimiento del Estado (y supresión sobre la población) fue transformando los cuerpos en los que estabaorganizada la sociedad, en términos de una relación concebida cada vez máscomo binaria: soberano-súbditos. Se acompañó de una gran mutación cultural(ideas, imaginarios, valores, comportamientos) la cual habría de consolidar unnuevo marco de referencia, al que conocemos con el nombre de individualismo.

Esto no quiere decir que las distribuciones arqueológicas que testimonianaquellos tiempos expresen necesariamente esa cultura sino que este contexto debeservir de premisa para la interpretación del registro arqueológico.

Para darnos una idea de la desmesura colonial por las tierras del sur podemostomar la empresa de Jerónimo Luis de Cabrera II, quien propuso la conquista dela Trapalanda, a lo que comúnmente se llamaba tierra de los Césares: hacia labanda del Estrecho de Magallanes, las vertientes de la Cordillera de Chile y lacosta y campos de Buenos Aires. Partió con cuatrocientos hombres, doscientascarretas y un arreo de 6.000 vacunos, en 1622 (Barrionuevo Imposti, 1986: 17).No iba a lograrlo pero hubo de conseguir trascendencia en la misma medida enque esa vastedad iba a permanecer, inmutable, en poder de los indios por muchotiempo. Los españoles y criollos que habitaron al sur del río Cuarto, siemprehabrían de estimar sus vidas y sus bienes bajo la advocación de la misteriosasoledad de la Trapalanda.

Esta investigación, preliminar, intenta abordar un registro complejo apelando aun modelo cultural fundado en una economía mercantil de baja escala, la cual –lentamente- iba a transformar el borde social de la Frontera Sur y del Desierto.

La comarLa comarLa comarLa comarLa comarcacacacacaEl Camino de las Pampas, más tarde llamado Camino de la Frontera unía

Buenos Aires con Mendoza; llegaba por Pergamino a Melincué (en donde termi-naba la jurisdicción de Buenos Aires y empezaba la de Córdoba), pasaba porPunta del Sauce –hoy La Carlota- Río Cuarto, Las Achiras y El Morro de SanLuis (Barrionuevo Imposti, 1986: 40). Desde Córdoba, llegaba el camino queunía el río Segundo, Corralito, río Tercero, Las Peñas y Tegua. En 1769, seestableció el correo entre Buenos Aires y Chile, justamente, por el Camino de las

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Pampas (Barrionuevo Imposti, 1986: 44). Ya por esos años, la frontera era fre-cuentemente atacada por los indígenas, atraídos por las cargas de tejidos de Castilla,por la posibilidad de cautivar blancos y por el ganado; la respuesta hispano-criolla era hacer corridas punitivas por los campos, buscando indios aucaes, esdecir, rebeldes, salvajes, alzados.

Sobre Monte (Gobernador Intendente de Córdoba desde 1784 primero yVirrey después) fundó Río Cuarto, con carácter de villa y fuerte, en el año de1786, en terrenos donados por los pobladores. Fue asimismo responsable por eltendido de la primera Línea de Fuertes y, por ello, el fundador de la Línea Mili-tar de la frontera Sur. En ella desplegó fuerzas en varios puntos que se agregarona los que ya existían con anterioridad (San Bernardo, Punta del Sauce, Las Tunasy Melincué): San Fernando (Sampacho) en 1785, San Carlos (en el Paso de lasTerneras) en 1785; San rabel (en el paraje de Loboy) en 1787 y el de Loreto (enel paraje de Zapallar) en 1787. Por otra parte, este gobernante se caracterizó porsu afán poblatorio en la región. En todos los casos eran fortines «de palos» conuna ranchería escueta asociada. La frontera era Frontera de Infieles.

No había ríos navegables. Esto implicaba el movimiento terrestre de la pobla-ción, de los insumos y mercaderías. La mediterraneidad fue una propiedad cua-litativa y cuantitativa de su desarrollo espacial.

Sobre Monte, fue -asimismo- artífice de Paces con los jefes tribales Trecglen,Carripilum, Carruman, Verzquelen y Chacalén, todos ranqueles, con lo cual ha-bremos de suponer que esta etnia merodeaba los campos cuando se levantó eloratorio y funcionó la posta de Achiras.

Por aquel entonces, la ruta de Buenos Aires a Mendoza ya tenía poblacioneso Villas incipientes: La Carlota (1789) y Río Cuarto. Razón por la cual se fueconsolidando en el Camino de Las Pampas una serie de postas.

En la región que nos interesa, los carruajes y los caballos debían llegar hasta elpueblo de Reducción, luego -tres leguas más adelante, de este a oeste- trasponíanel río Cuarto por el Paso del durazno, hacia la margen sur, llegaban a San Bernar-do, a la Villa de la Concepción del Río Cuarto, seguía hasta La Lagunilla, al Pasode Las Lajas y finalmente a San José del Morro. La primera posta de Achirasestuvo ubicada en relación con estos dos puntos. Barrionuevo dice que, en tiem-pos de Sobre Monte, desde Río Cuarto se pasaba a la Lagunilla, desde allí a LaBarranquita (muy cercana al cerro Intihuasi) para seguir por Achiras (BarrionuevoImposti, 1986: 96 y 97). En este lugar, la casa era chica y sólo había corderos ygallinas para aprovisionarse. Sin embargo, el correo siguió funcionando por uncamino más al norte, por Calamuchita y Las Tapias, localidades más segurasconsiderando el acoso de los indios.

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La figura siguiente ofrece un fragmento del mapa de Barrionuevo Imposti(1986: 59) en el que señala las localidades mencionadas en la descripción de lasrutas de aquel entonces.

La región en los tiempos coloniales

Enrique Barba (1956:19) describe que en 1720 el monarca español dictó un regla-mento de postas, que desde 1748 los caminos reales fueron transitados por los correosordinarios despachados por los tenientes del Correo Mayor de Indias en Buenos Airesy que en la ruta a Córdoba, las primeras postas fueron establecidas en 1771, gracias a lasgestiones realizadas por Alonso Carrió de La Vandera. El reglamento de ese mismo añomandaba que no pudieran hacerse viajes en diligencia sin mudar de caballos de trecho entrecho. En esos lugares, la parada estaba a cargo de un vecino honrado al que se llamabamaestro de postas. Asimismo señala que desde la creación del Virreinato (1776), ha-biéndose incorporado a él la región de Cuyo, se incrementó el comercio con Chile. Elcamino tocaba los siguientes puntos a partir de India Muerta y Melincué: Loreto, LasTunas, Santa Catalina, del Oratorio, San Rafael y San Carlos. La línea interior de losfuertes se componía de Esquina y Saladillo (sobre el río Tercero); Carlota y Río Cuarto(sobre el río Cuarto); Achiras, Morro, San Luis, Río Tunuyán y Mendoza. No nos

consta que por aquella épo-ca hubiera fuerte; es proba-ble que la defensa estuviera acargo de milicianos. Enton-ces, lo que Barrionuevo de-nomina Camino de las Pam-pas, Barba lo apela Caminode Chile.

Ubicación de los restos de ElPantanillo (Primera Achiras).

Achiras Histórica. Arqueología colonial en el sur de Córdoba

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En sus comienzos, Achiras fue un conjunto de ranchos desperdigados que seempezaron a avecinar a partir de 1770. Para 1775 ya era posta, a cargo de unpoblador llamado Juan Pablo Jerez (el «maestro de la posta»); fue sucedido porAndrés Toledo y por Fausto Toledo. La circunstancia de que se transformara enun lugar «divertido», en una pulpería de mala fama determinó su traslado otroparaje, Los Nogales (Gutiérrez,). La fama cuenta que la zona fue habitada porlos hijos bastardos de Cabrera, gran latifundista, descendiente del fundador de laCórdoba capital, habidos con indias, mestizas y negras.

El relato de Gutiérrez, basado en documentación recogida con mucho esfuerzo,es muy detallado. Habla de la entrada de Lorenzo Suárez de Figueroa en 1573 ó1574, del otorgamiento de la Merced de los Cabrera en 1579, del gran alzamientoComechingón entre 1583 y 1584 (desde el río Tercero hasta Achiras y desde elValle de Conlara hasta El Morro), de cómo fue Merced de Jerónimo de Azurda yluego pasó a formar parte del latifundio de los Cabrera, de cómo el nieto de Jeró-nimo Luis de Cabrera vendió en 1620 sus estancias del Río Cuarto a Sebastián deTejeda para financiar la expedición hacia la Ciudad de los Césares (una fantasíaalocada pero que contribuyó a explorar el territorio). Este Cabrera III pidió laconfirmación de su Merced, la que fue aprobada por el Rey en 1681: iba desde RíoCuarto al río Quinto, desde la Sierra Adentro hasta el Saladillo (por el norte),hasta Melincué por la pampa y hasta San Luis de la Punta. Entre 1633 y 1701, lastierras de Achiras pertenecieron a la Orden de Santa Catalina de Siena porque sehabían entregado en hipotecas rescatándolas Fernado Arias de cabrera.

Aunque Achiras figuraba como dormida desde el siglo XVII (1600), su historiacomo posta empezó en 1775, en el Pantanillo por ser centro administrativo de lapedanía y residencia de la familia Toledo; en 1802 se trasladó a Los Nogales pasandoa responsabilidad de Tomás Gigena y desde 1849 se trasladó al actual pueblo (Gutierrez,2004: 56), bajo la protección del Fuerte (1832 ó 1834 – 1869).

La sucesión de maestros habría sido la siguiente:

• Juan Pablo Gómez desde el 27 de mayo de 1775.

• Andrés Toledo, desde 26 de agosto de 1779.

• Faustino Toledo entre julio de 1783 y 1800.

• Apolinario Toledo desde el 15 de junio de 1801 y depuesto en 1802debido a un informe desfavorable del Alcalde de Hermandad.

• José Xigena desde el 17 de septiembre de 1802, en Los Nogales.

• Ramón Gigena entre 1835 y 1849, pasando en este último año al actualpueblo, en la Plaza del Mástil

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En 1870, después del traslado de la Línea militar hacia el río Quinto, Achiras secrea con familias puntanas. En 1913 llegó el ferrocarril y empezó otra historia.

En definitiva, la formación del sitio arqueológico que estudiamos debe habercomenzado un término antes de 1775 en la medida en que podemos suponerque la familia Toledo ya estaba asentada en el paraje y duró hasta 1802 con lafunción de parada aunque las casas debieron permanecer mucho tiempo másaunque el lapso nos es indeterminado todavía. La iglesia, según referencias infor-males fue lugar de casamientos y bautismos hasta mediados del siglo XX. Pode-mos estimarlo como un registro de larga duración histórica y vinculado a laconstrucción territorial colonial y republicana en el centro del país.

Si el área arqueológica expresa en alguna de sus secciones la posta primitivaentonces debiera ofrecer un registro de actividades domésticas y de pulpería, aúnpartiendo de la base de que la cultura material tardo-colonial debió ser muypobre en esa latitud y de que el empobrecimiento del registro ocasionado por lasactividades agrarias en el predio no debiera ser descartada. Sería éste el registroesperado para Ánimas del Pantanillo. Por otra parte, las postas eran, para aquellaépoca, pequeños centros productivos agrarios (cría de animales, huerta) y elpoblero aquél que era responsable por ellos.

Una cronología sumaria permite advertir el desarrollo lento, vacilante perodirigido a la colonización, el comercio y la defensa territorial:

••••• fffffines de 1754:ines de 1754:ines de 1754:ines de 1754:ines de 1754: invasión de araucanos en la Punta del Sauce.

••••• 1767: 1767: 1767: 1767: 1767: otra gran invasión que arrasa las estancias y mata a toda la dotación del fuerte.

••••• 1770:1770:1770:1770:1770: Se hizo cargo de la Frontera el Maestre de Campo Ventura deEcheverría.

••••• 1771:1771:1771:1771:1771: invasión por Santa Catalina. Abundan las familias de vagabundos yforajidos en la región.

••••• 1774:1774:1774:1774:1774: Expedición al Río Quinto.

••••• 1775:1775:1775:1775:1775: gran invasión a Punta del Sauce y San Bernardo con 57 mujeres yniños cautivos. Despoblamiento del río Cuarto.

••••• 1786: 1786: 1786: 1786: 1786: se funda la Villa de la Concepción.

••••• 1778:1778:1778:1778:1778: se levanta el Fuerte de Santa Catalina.

••••• 1779:1779:1779:1779:1779: se levanta el Fuerte Las Tunas.

••••• 1780:1780:1780:1780:1780: se crean los Fuertes de Saladillo, San Bernardo y Concepción del Río Cuarto.

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156 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

••••• 1782:1782:1782:1782:1782: se agrava la situación de la Frontera.

••••• 1783: 1783: 1783: 1783: 1783: asalto de indios al paraje La Cruz hasta Intihuasi. Expedición in-fructuosa al río Quinto.

••••• 1784:1784:1784:1784:1784: ataque punitivo a las llanuras, al mando de Félix Mestre (y tambiéncolumnas desde Buenos Aires y Mendoza).

El poblamiento de la región de Achiras en el último tercio del siglo XVIIIfue, entonces, decisivo.

El rEl rEl rEl rEl reeeeegistrgistrgistrgistrgistro aro aro aro aro arqueológicoqueológicoqueológicoqueológicoqueológicoEl sitio arqueológico Ánimas del Pantanillo (nombre que le dan al paraje,

desde siempre, al paraje los vecinos achileros) fue en su tiempo una Dormida oPosta, denominaciones rioplatenses para los lugares donde había población y enla que los viajeros podían cambiar los caballos y descansar con cierta seguridadde no ser atacados por los bandidos de caminos o por los indios. Actualmente, seencuentra en la propiedad de don Roberto Orozco, anciano descendiente de unafamilia pionera en el poblamiento de Achiras.

A escaso un kilómetro desde la ruta 30 (provincial) que corre de este a oeste haciala localidad de La Punilla, en la vecina San Luis, entrando por una senda vecinal, sellega al campo de Orozco, el cual dista 6 kilómetros de la actual Achiras y a cuatro deaquella población. Se entra por un camino estrecho, de rumbo, norte-sur, bordeadopor árboles hasta el casco (construcciones que corresponden, por estilo, a la décadade los cincuenta o sesentas). Dos construcciones, a su vera, destinadas a galpón,asientan sobre cimientos de edificios viejos que –según el historiador Miguel ÁngelGutiérrez- fueron restos de la posta3. Al oriente se derrama El Pantanillo, arroyo deescaso pero sostenido caudal; al occidente, al pie y sobre una cuesta notoria se halla elsitio arqueológico (S 33º 10’ 0.7’’ y W 65º 02’ 56.4’’). El estudio preliminar mostróvarios conjuntos de cimientos y arranques de pared: el más notable es aquél que eldueño llama La capilla (porque lo es). En ese lugar cuevas de roedores (peludos onutrias) destaparon parte del túmulo que la cubría dejando al descubierto huesoshumanos que fueron oportunamente re-enterrados por los familiares de propietarioo llevados por una vecina al cementerio local. 4 Desde antiguo, el lugar fue respetado

3 Comunicación personal.4 Roberto Orozco, comunicación personal.

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como sagrado, como cementerio e iglesia. También los familiares de don Orozcorealizaron pozos para tratar de ver qué había allí.

En realidad, esa parte del terreno es un palimpsesto porque sobre una por-ción de La capilla se construyó un corral usando las piedras del constructivocolonial (hace unos sesenta años) y se tendió un alambrado demarcador depotreros. Una huella clara de dos caminos internos atraviesa la cuesta. Esto sedebe a que más allá de la cresta de la loma (cuyo corazón es rocoso) existe unacantera de granito que estuvo en explotación alguna vez y sus instalaciones toda-vía pueden divisarse como conglomerado minero. Todo está cubierto por pajal.Las ruinas de La capilla estaban invadidas por poleos.

El esquema que sigue indica la ubicación topográfica de los vestigios del áreaarqueológica:

La capilla no es el único recinto delimitado en el terreno. El sitio parece sermuy extenso aunque no es seguro que todos los rasgos que se advierten en super-ficie pertenezcan al mismo complejo arqueológico. Sobre la cuesta, al sur delrecinto de la iglesia (unos cincuenta metros en línea recta, se hallan dos grandesrecintos articulados y hacia el norte de ella –en dirección a la ruta- sobre unsector en el que el terreno se eleva, otros dos conjuntos a los que hemos separadosiguiendo el criterio de discontinuidad. Los primeros sondeos y excavación am-plia permitieron identificar claramente el templo, su cementerio y los recintosmencionados, procediendo a la siguiente sistematización:

1. sector A:1. sector A:1. sector A:1. sector A:1. sector A: capilla y recintos 1 y 2.2. sector B: 2. sector B: 2. sector B: 2. sector B: 2. sector B: restos de posibles constructivos al norte del sector A3. sector C: 3. sector C: 3. sector C: 3. sector C: 3. sector C: restos de posibles constructivos al norte-noroeste del sector A.

El área arqueológica detectada describe un polígono de estructuras de perí-metro trapezoidal.

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CimientosCimientos Capilla

Recinto

Cresta deGranito

A la cantera

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El sitio arqueológico visto desde el Google se puede ver en la siguiente imagen:

El métodoEl métodoEl métodoEl métodoEl métodoCon la finalidad de estudiar estos restos, consagrados por el libro de Gutiérrez, Achiras

Histórica, como restos de la primera Achiras., empleamos el siguiente abordaje preliminar:

1. Presentación de las condiciones existentes para que el registro arqueológi-co empezara a formarse.

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2. Identificación de los problemas de abordaje del sitio.

3. Sistematización de los rasgos observables en el terreno.

4. Excavación estratigráfica para determinar el desenvolvimiento horizontaly vertical de los vestigios.

5. Interpretación del sitio en términos ocupacionales e históricos, funda-mentalmente sus condiciones materiales de existencia.

6. Prospección de parámetros que permitan una perspectiva tridimensionaldigital y especialmente de la capilla y el cementerio.

7. Estimación de la resolución, evolución y prospectiva del registro arqueo-lógico en el largo, mediano y corto plazo de acuerdo con sus elementos,aspectos, tiempo y mensurabilidad.

En relación con las condiciones existentes –o que presumimos como tales-tendríamos que señalar la ventaja que ofrecía el emplazamiento en términos desu centralidad en el territorio (amenazado, pero fuera del control de los indios),su virtual capacidad de abrigo y defensa respecto a las ataques, su abundantedisponibilidad de agua y su suelo fértil.

Pero el yacimiento arqueológico presenta, como tal, varios problemas epistemológicos:la asignación cronológica, la conexión entre sus sectores, la separación del palimpsestopost-colonial, la asignación correcta de sus evidencias estratigráficas.

Su excavación estratigráfica ha revelado hasta el momento la existencia de dos recin-tos en la Capilla: uno que hemos identificado como Mayor (nave) y otro contiguoMenor aunque este carácter podría ser corregido. Ambos tienen orientación este-oeste.

Uno y otro se distinguen por el grosor de las paredes. El Recinto Menorpierde resolución hacia oriente porque fue desmontado y el colapso de las pare-des queda demostrado por la gran cantidad de piedra de pequeño tamaño despa-rramada por el terreno, las cuales deben haber sido parte del mampuesto.

El recinto Mayor posee 13,50 metros en sentido E-W y 6 metros en el N-S,mientras que el Recinto Menor tiene una extensión efectiva actual (sin contar eldesmontado) de 8 metros E-W y 6 metros N-S. Los cimientos de uno y otroexhiben un ancho que oscila entre 0.75 y 0.95 metros mientras que lo que quedade los mampuestos en el Recinto Mayor es de 1,50 metros en promedio.

El recinto Mayor tiene una arquitectura de grandes piedras cuyos intersticiosfueron rellenados con otras pequeñas; todas irregulares y transportadas desde lasinmediaciones. La fábrica del recinto Menor es diversa: grandes piedras clavadas

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160 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

sobre su cara más extensa y colocadas paralelas de a dos y relleno el volumenintermedio por piedras más pequeñas. Este carácter podría deberse a una diferenciafuncional establecida con el Mayor desde el principio, a una diferencia funcionalsatisfecha después o a que este espacio es muy posterior y no tiene que ver ni con lagénesis ni con el uso de la Capilla. En este estado de avance no podemos saberlotodavía. Lo que sí parece seguro es que el Recinto Menor no tiene entierros. Lafigura que sigue muestra la manufactura de los muros en vista superior.

La excavación realizada has-ta el momento muestra las si-guientes características en lasección del recinto principal:

Tumbas en el interior del recin-to principal o Mayor, las cualesdebieron estar bajo un sedimen-to de tierra no consolidado (opor lo menos, no se detecta).

Contiguo al muro sur se desa-rrolla un piso de tierra conso-lidado enterrado.

La estratigrafía verificada a lo largodel muro norte es compleja. Com-prende una carpeta de piedra laja bajo

capa de sedimento negro, capas (4) de piedras de pequeño tamaño, entierro (apenas unosfragmentos de huesos), un piso consolidado de tierra, entierro, un segundo piso de tierraconsolidado, una capa potente de tierra (¿relleno?) y otro piso de tierra consolidada.

La siguiente figura describe la sucesión estratigráfica en el Microsector A(junto al muro norte).

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El primer consolidado está enterrado a una profundidad de 0.67 metros desde el nivelactual del suelo, el segundo a 1,02 metros; la distancia vertical entre el primer consolidadoy el segundo es de 0,35 metros y el entierro 1 estaba precedido por una piedra laja.

El perfil anterior parecer estar precedido por una carpeta de piedra laja, con funciónde pavimento, a la manera de corredor o galería, bajo el cual se hallan los entierros.

Esta última estratigrafía debe ser interpretada avanzando la excavación. Sinembargo podría adelantarse que tendría razón de ser en la nivelación del terreno oen arreglos realizados para optimizar el uso del edificio, cuestión que sólo puederesolver la continuación del trabajo de destape. Salvo los entierros, es de destacar laausencia de objetos en el contenido de la misma, excepción hecha de dos zapatosencontrados vecinos al entierro ubicado en la sección del altar, de procedencia yatribución, por ahora, no determinada. Aunque parecen modernos.

El interior del recinto principal está colmado de tumbas (de orientación, norte-sur yeste-oeste) mostrando una saturación del espacio que debió ser compensado con el usodel contorno de la iglesia. El recinto secundario no tiene entierros y hay que constatar sucontemporaneidad. Las tumbas llegan hasta el espacio destinado al altar y ábside. Elperímetro del templo es netamente rectangular con una sola entrada hacia oriente ymuros de un metro de ancho. Su desarrollo actual corresponde a los arranques delienzos de pared, homogéneo en toda su extensión por lo cual es de suponer su desmon-tado para nivelar el terreno. Aún así un túmulo de tierra señalaba su presencia.

Dada la complejidad del palimpsesto, decidimos poner el nombre demicrosectores al registro que se despliega junto al muro norte y al muro sur.

Desde el esquinero sudoeste arranca un muro cuya extensión todavía no fuedeterminada, la cual actualmente está intersecada por un alambrado.

El modelo estratigráfico provisorio del Sector de la Capilla que proponemoses el que sigue:

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La perspectiva tridimensional del sitio todavía no está resuelta no está peropermite, sí, una breve evaluación prospectiva de sus elementos, aspectos, tiem-pos y posibilidad de medirlos.

Los criterios de aplicación que hemos empleado, en relación con esta cues-tión, han sido los siguientes:

1. continuidad/discontinuidad del registro2. porción enterrada/porción superficial3. funcionalidad4. sistematicidad

Existe clara discontinuidad entre los sectores del área arqueológica (sectores A,con sus recintos Capilla, 1 y 2) y sectores B y C, consistente en dos decenas de metros.

La Capilla estaba enteramente enterrada bajo un túmulo de sedimento y plan-tas. Los recintos 1 y 2 estaban enteramente enterrados. Había sólo indicios de supresencia a través de los esquineros de la construcción, casi invisibles en el pastizal.Los sectores B y C están prácticamente enetrados y no sabemos qué contienen.

La funcionalidad de la Capilla o Iglesia no presenta dudas: templo-.cementerio.

La de los otros rasgos en el terreno y recintos es todavía no determinable.

La sistematicidad de la ocupación es compatible con el patrón rural del usode la tierra y con las diferenciaciones internas de un establecimiento de campo.

Todos estos criterios nos habrán de permitir la interpretación del registro, al menosen esta etapa de investigación y prospección. Deberíamos tener en cuenta que en laarqueología contemporánea prima el estudio de la relación entre los sitios, sus caracte-rísticas de distribución así como los vacíos entre ellas., sus marcos geográficos de refe-rencia y sus límites tanto administrativos como culturales. En especial, atendiendo a estoúltimo, destacaremos que la relación entre el área arqueológica, el área natural y lasdemarcaciones arbitrarias que pudiéramos proponer, es de fundamental valor heurísticoen la arqueología histórica y colonial y deben ser cuidadosamente explicitadas.

La capillaLa capillaLa capillaLa capillaLa capillaEl curato de Río Cuarto fue creado en 1731 y tuvo sede en la Capilla de La Concep-

ción. Parece haber dependido del él un oratorio: Las Achiras (Barrionuevo Imposti,1986: 39) al que pueden corresponder los restos de iglesia o capilla que estudiamos.

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Podemos suponer dos alternativas de interpretación: que la Capilla y los recintos 1y 2 del Sector A constituyeran un conjunto arqueológico sincrónico o que no lo fueran.En este caso, pudieron haber estado separados por un lapso breve, por uno largo oparcialmente superpuesto. Solamente si el tiempo de oucpación de los recintos y de laCapilla fueran fueran muy discrepantes podríamos suponer que no pertenecieron almismo avecinamiento. Nosotros partiremos de una situación en la que todos los relictosdel sector A estuvieron articulados porque hasta el momento no hallamos pruebas encontrario y la descripción documental sostiene la explicación. Si los recintos, finalmente,noi tuvieran vínculo histórico con la capilla entonces su fundamento habría queencontralos en variables de evolución del uso agrario del suelo en el paraje.

ConcConcConcConcConclusioneslusioneslusioneslusioneslusionesSi esta área arqueológica es la primera posta-avecinamiento de Achiras, sus

condiciones materiales de existencia no pueden estar separadas del contexto tar-do-colonial caracterizado por el cambio de dinastía monárquica española, el avancede la modernidad y de la sociedad de mercado (capitalismo mercantil) favoreci-do por la real Cédula de Libre Internación de productos, aliviando el monopoliocomercial de la Corona y, sobre todo, la necesidad estratégica de «formar» terri-torio como lo muestran los gobiernos de Vértiz y de Sobre Monte.

En el actual estado de avance del estudio, estimamos que pudo existir una co-ordenación entre registro arqueológico, ambiente y paisaje; esto es, una relaciónjerárquica, articulada y funcional de las variables que privilegiaron el asentamien-to, las cuales se evidencian en la elección del emplazamiento, el nodo comercial ypostal que alguna vez fue y la territorialidad en formación (propia de la historiatardo-colonial). Su eje de articulación (postulada) debió constituirlo el Caminode las Pampas. La conectividad del sitio, la complejidad de los problemas quedebió resolver y su potencial económico y demográfico debieran medirse por lapoblación involucrada, la estrategia del asentamiento y los bienes en circulación.Aunque la excavación del sitio no permitre todavía establecerlo, se puede soste-ner que los mercados coloniales implicaron la necesidad de concertar regiones ensentido latitudinal, en este caso, particularmente mirando hacia Chile. Ánimasdel Pantanillo puede ofrecer evidencia de ese proceso.

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AneAneAneAneAnexxxxxo de Imágo de Imágo de Imágo de Imágo de Imágenesenesenesenesenes

Excavaciones en El Pantanillo

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etnohistoriaSociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

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EL EL EL EL EL TRATRATRATRATRATTTTTADO DE PADO DE PADO DE PADO DE PADO DE PAZ DE 1796:AZ DE 1796:AZ DE 1796:AZ DE 1796:AZ DE 1796:ENTRE LA DELIMITENTRE LA DELIMITENTRE LA DELIMITENTRE LA DELIMITENTRE LA DELIMITAAAAACIÓN DE LA FRCIÓN DE LA FRCIÓN DE LA FRCIÓN DE LA FRCIÓN DE LA FRONTERAONTERAONTERAONTERAONTERA

SUR CORDOBESA SUR CORDOBESA SUR CORDOBESA SUR CORDOBESA SUR CORDOBESA Y EL RECONOCIMIENTY EL RECONOCIMIENTY EL RECONOCIMIENTY EL RECONOCIMIENTY EL RECONOCIMIENTOOOOOPOLÍTICO DE LPOLÍTICO DE LPOLÍTICO DE LPOLÍTICO DE LPOLÍTICO DE LOS RANQOS RANQOS RANQOS RANQOS RANQUELESUELESUELESUELESUELES11111

Marcela Tamagnini2 y Graciana Pérez Zavala3

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

El trabajo tiene por propósito analizar el tratado de paz que realizaron en 1796el por entonces Gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán Rafael Núñez,Marqués de Sobremonte y los caciques Cheglem y Carripilum. El mismo revistela particularidad de ser contemporáneo a la delimitación de la línea militar delrío Cuarto y por tanto ser el primero acordado en la frontera sur cordobesa conindígenas que se reconocían como ranqueles. Desde nuestra perspectiva este tra-tado constituye un instrumento analítico de relevancia no sólo porque da cuentadel posicionamiento político y territorial de las sociedades involucradas sinotambién porque los puntos allí convenidos inauguraron una modalidad de rela-ciones interétnicas (basada en estrategias diplomáticas y bélicas) destinada a per-

1 Este trabajo fue desarrollado en el marco del programa «Achiras histórica. Nuevo enfoquepara su planeamiento de desarrollo cultural. Segunda etapa». Secretaría de Ciencia y Técnica.Universidad Nacional de Río Cuarto. Años 2009-2010. Una versión preliminar fue presentadaen las 1° Jornadas Nacionales de Historia de Córdoba, CIFFyH, Facultad de Filosofía y Hu-manidades, Universidad Nacional de Córdoba. 7 y 8 de mayo de 2009.2 Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, Facultad de Ciencias Humanas, UniversidadNacional de Río Cuarto. Contacto: [email protected] Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, Facultad de Ciencias Humanas, UniversidadNacional de Río Cuarto. Contacto:[email protected]

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durar casi por un siglo, hasta que el Estado Nacional argentino concluyera con laexistencia soberana de los ranqueles y otras nacionalidades indígenas.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves: es: es: es: es: tratado de paz – ranqueles - frontera colonial

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

The paper analyzes a treaty between Governor of Córdoba del TucumánRafael Nuñez, Marqués de Sobremonte and aboriginal headmen Cheglemand Carripilum, about peace, celebrated in 1796. It was contemporarywith demarcation of a military line over Río Cuarto, first Southern Cór-doba Frontier. Beyond it, there were Ranquel Indians. From our perspectivethis treaty is an important analytical tool because it inaugurated a form ofethnic relations (based on diplomatic and military strategies). They endurealmost for a century, until Argentine national sovereign existence was born.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords:ds:ds:ds:ds: peace treaty – ranqueles - colonial frontier

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónDesde fines del siglo XVIII y hasta las últimas dos décadas del siglo XIX

diversos caciques ranqueles acordaron alrededor de 10 tratados de paz con lasautoridades coloniales y nacionales [véase Tabla Nº 1]. Mientras algunos se concre-taron siguiendo los canales oficiales de negociación, otros simplemente se mate-rializaron en entrevistas informales. Algunos tuvieron vigencia por un tiempoprolongado, a diferencia de otros que fueron efímeros. Si examinamos estos tra-tados desde el lado cristiano, encontramos que fueron canalizados por las auto-ridades coloniales primero y, de manera sucesiva, por representantes del Directo-rio, gobernadores federales, miembros de la Confederación Argentina hasta lle-gar, finalmente, a los comisionados de la República Argentina. A su vez, del ladoindígena, observamos que mientras los tratados de 1796, 1799, 1815, 1818 y1825 fueron impulsados por numerosos caciques, los de 1840, 1854, 1865,1870, 1872, 1878 sólo fueron efectuados por unos pocos caciques pertenecien-tes a los linajes de Painé y Yanquetruz. Este último aspecto estaría ligado a lastransformaciones ocurridas en el cacicato ranquelino hacia 1830, las cuales sevinculan con la conformación de una estructura política basada en el co-gobier-no de dos linajes (Bechis 1998; Fernández 1998; Pérez Zavala 2004).

Siguiendo a Delrio (2005:59) cada tratado debe interpretarse de acuerdo consu contexto específico, definido tanto por las políticas estatales de disciplinamientoy control social como por las propias políticas indígenas. Este trabajo tiene por

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propósito examinar el tratado de paz de 1796, considerando quiénes y cuándointervinieron en la firma del acta, cuál fue su contenido específico y en el marco dequé acontecimientos históricos se explica su realización. Su estudio adquiere valorno sólo porque éste sería fundante de una modalidad de relacionamiento interétnicoque perduró durante casi un siglo sino porque da cuenta del reconocimiento polí-tico de los ranqueles por parte de las autoridades coloniales y, simultáneamente, dela aceptación indígena de la territorialidad cristiana sobre las márgenes del ríoCuarto. Dicho análisis se centra en el acta del tratado y en documentación delperíodo conservada en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (AHPC).

Algunas prAlgunas prAlgunas prAlgunas prAlgunas precisiones metodológicas y bibecisiones metodológicas y bibecisiones metodológicas y bibecisiones metodológicas y bibecisiones metodológicas y bibliogliogliogliogliográfráfráfráfráficasicasicasicasicasEl estudio de las sociedades de frontera a la luz de los tratados de paz requiere

de una serie de precisiones que van mucho más allá del documento que da cuentade los compromisos asumidos por las partes. Esquemáticamente, podemos decirque éste remite a dos situaciones: la primera es amplia y hace referencia a las instan-cias de negociación a través de las cuales cristianos e indígenas –reconociéndosecomo sociedades políticamente independientes– buscaron solapar los conflictosno resueltos mediante la violencia física. La segunda, en cambio, se vincula con losdocumentos propiamente dichos que, bajo la forma de instrumentos jurídicos,expresan la relación de poder entre las sociedades pactantes (Pérez Zavala 2004).

Respecto a la primera de ellas, es importante distinguir entre «parlamentos»,«juntas», «tratados» y «actas». Lázaro Avila (1998:36-37) utiliza las dos prime-ras para referirse al conjunto de reuniones efectuadas entre cristianos e indígenastendientes a concretar acuerdos de paz, reservando la palabra «acta» para el do-cumento jurídico que materializa los «tratados». Según Roulet (2004), estasvariaciones se vinculan con el hecho de que en estos actos de conciliación convi-vía un derecho positivo -basado en la doctrina europea sobre los tratados queimpulsaba la elaboración de un documento escrito refrendado y ratificado porlos negociadores y las autoridades-, con otro consuetudinario -sostenido en laantigua institución indígena de las juntas a las que asistían los caciques, con suscapitanejos, mocetones y chusma-. Estas circunstancias habrían contribuido aque mientras para los cristianos la validez de lo acordado se centrara en la escri-tura, los indígenas otorgaran valor a la palabra hablada (Tamagnini 1998; Bechis2000:9). Por otra parte, si advertimos que la documentación relativa a los trata-dos fue escrita en lengua castellana, podemos acordar con Roulet (2004:313-314;316) que la «pluma» del que escribía no necesariamente habría plasmadotodas las palabras del que hablaba. En consecuencia, el análisis del acta de pazque aquí realizamos contempla la asimetría de poder propia del proceso interétnico,

El Tratado de Paz de 1796:entre la delimitación de la Frontera Sur cordobesa y el reconocimiento político de los ranqueles

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dado que la pluma «omite» acuerdos no oficiales, «oculta» parte de la discusiónoral y «exalta» las jerarquías de los mediadores.

Respecto al análisis heurístico de los documentos es conveniente distinguirtres grupos: el primero está conformado por cartas de militares, civiles, caciquese informes de funcionarios. El segundo se materializa en las preliminares de paz-documentos que atestiguan los puntos de negociación- y el último en las actaspropiamente dichas. Estas últimas, generalmente, constan de tres partes: un en-cabezamiento, en el que se incluye el lugar de realización, los firmantes y losmotivos de la paz; la descripción de los artículos -variando su número de untratado a otro- y, finalmente, las ratificaciones de las partes. Dentro de las actaspueden distinguirse escritos oficiales, de negociación, originales y copias (PérezZavala 2005). En este sentido, aún perduran las actas oficiales del tratado de17964 y tenemos conocimiento de unas preliminares vinculadas al mismo5.

Finalmente, cabe hacer una breve mención a los historiadores y antropólogos quehan utilizado esta pieza documental en sus estudios de frontera o sobre relacionesinterétnicas. Al respecto, encontramos referencias en los estudios de BarrionuevoImposti (1986), Levaggi (2000) y Rustán (2008). También aparece mencionado enla excelente recopilación de capitulaciones, convenios y tratados con indígenas dePampa y Patagonia de Briones y Carrasco (2000) y en los análisis sobre relacionesinterétnicas en la colonia tardía de Bechis (2001) y Jiménez y Villar (2004).

Los tratados colonialesLos tratados colonialesLos tratados colonialesLos tratados colonialesLos tratados colonialesLa regulación del conflicto interétnico a través de acuerdos de paz se remonta

al período colonial. Muchos de ellos estuvieron guiados por la necesidad desolucionar problemas inmediatos o establecer reglas de convivencia para situa-ciones permanentes. En la Capitanía General de Chile, región con importantesproblemas bélicos dentro del Imperio español, los primeros planes de paz datande principios del siglo XVII y van de la mano del padre Luis de Valdivia, elpromotor de la guerra defensiva. Sin embargo, el consenso interno y entre laspartes recién se alcanzó varios años después en Quillín (6 de enero de 1641),

4 Archivo Histórico de Mendoza (AHM). Época colonial. Gobierno-Exterior. Carpeta 42.Doc. 35. Tratado de paz. 17 de Noviembre de 1796. Transcripta por Levaggi (2000:157-159)y Briones y Carrasco (2000:168-171).5 Archivo Histórico de Mendoza (AHM). Época colonial. Gobierno-Exterior. Carpeta 42.Doc. 33. Carta del Comandante Simón de Gorordo al Marqués de Sobremonte. La Carlota, 7/09/1796. Publicada en Levaggi 2000:156-157.

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parlamento en el que se reconoció la frontera en el Bío Bío y la independencia delterritorio mapuche. Aunque la guerra continuó, las paces de Quillín abrieronuna instancia de entendimiento entre ambas sociedades. Pero los parlamentosadquirieron recién verdadera importancia en el siglo XVIII con el reformismoborbónico que optó por apoyar las reuniones de este tipo y frenar los intentos deagresión bélica proyectados por algunos gobernadores (Méndez 1982:171)6.

La importancia que estos tratados adquirieron a lo largo del siglo XVIII enChile dio origen a la conocida expresión «siglo de los Parlamentos» que alude auna modalidad de relaciones, planeada, establecida y aceptada por los habitantesde la frontera. Dentro de ellos, se destaca el de Negrete de 1726, consideradocomo el modelo de los parlamentos hasta terminar la colonia (Bengoa 1991).

Al establecer un paralelo con la situación del este de la cordillera, MarthaBechis encuentra que si bien la historiografía argentina no tuvo ninguna expre-sión para referirse al hecho, en las pampas rioplatenses el siglo XVIII tambiénhabría sido el «siglo de los Parlamentos» aunque en versiones menos integradasy menos ritualizadas que las del lado chileno (Bechis 2008:83). Para sosteneresta aseveración, la autora pasa revista a cinco tratados de paz celebrados en laspampas: en 1717 con los caciques Mayupilquiya y Yahhati serranos del Casuhatty,en 1732 con los minuanes en lo que hoy es Uruguay, en 1741 con Cangapol oBravo, serrano del Neuquén, en 1770 con Lincón, pampa de Buenos Aires lla-mado también «Auca». Finalmente, en un largo proceso que comenzó en 1782 yculminó en 1790, el virrey acordó con Capilsqui, pampa de la zona interserranabonaerense, unas paces de importancia capital para las relaciones interétnicas, nosólo porque se fijó el Salado como límite sino porque se reconocía (utópicamente)al cacique como «Cacique principal de todas las pampas y cabeza de esta nuevarepública» (Bechis 2001:71; 2008:84).

En líneas generales, estos tratados garantizaban la seguridad a cambio de laentrega de raciones. Tenían por objeto permitir a los indígenas comerciar con lospobladores aún en la misma Buenos Aires, agasajarlos con alimentos, bebidas yartículos predilectos y dejar que las parcialidades que poblaban la zona próximaa Salinas Grandes vendieran sal a los cristianos. De manera coincidente con elafianzamiento del comercio, a partir de 1780 los Borbones habrían fortalecidolas relaciones diplomáticas con los indígenas inaugurando así un período de paz

6 La utilización que los Borbones hicieron de los Tratados de Paz ha sido objeto de diferentesinterpretaciones que van desde aquellas que los consideran como una novedad a las que sefocalizan en la continuidad, por cuanto se trataría de una práctica que ya se utilizaba en el sigloXVII (Punta 2001:160).

El Tratado de Paz de 1796:entre la delimitación de la Frontera Sur cordobesa y el reconocimiento político de los ranqueles

172 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

que, según Pedro Andrés García (1974) -un contemporáneo de los hechos- iba adurar hasta 18157.

Retomando la propuesta de Bechis de cinco parlamentos importantes delsiglo XVIII en las pampas, nosotros agregamos el de 1796 porque fue el prime-ro firmado en la frontera cordobesa por indígenas que se reconocían comoranqueles, coincidiendo con el establecimiento de la línea militar por parte deSobremonte a la vera del río Cuarto.

El El El El El TTTTTratado de paz de 1796ratado de paz de 1796ratado de paz de 1796ratado de paz de 1796ratado de paz de 1796Este tratado fue concretado el 17 de noviembre de 1796 en la ciudad de Córdoba

entre el Gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán Rafael Núñez, Marquésde Sobremonte y el cacique Cheglem o Cheglén de «la nación Ranquelche», quien através del artículo Nº 6 lo hizo extensivo a Carripilum y a dieciocho caciques más. Deacuerdo a los datos aportados por Levaggi (2000:155-159), el acta habría sido fir-mada por varios miembros del Cabildo y Real Hacienda de Córdoba, habiendo ofi-ciado de intérprete Francisca Bengolea, una cautiva española de los ranqueles8.

El acta se compone de nueve artículos. El primero de ellos indica que los ranquelesreconocían «al Rey Nuestro Señor D Carlos Quarto, y sus sucesores por su Señor ySoberano», comprometiéndose éstos a prestar «obediencia al Exmo Señor Virrey deestas provincias, al Señor Gob.r Intend.te de esta de Cord.a y alos Señores Comandantesde esta Frontera». En contraprestación, se les ofrecía ocupar un «campo» determinadodel que no podían moverse sin dar parte al Comandante. La siguiente cláusula obligabaa los caciques a dar aviso de «qualesquiera novedad que sepan contra la Front.a deBuen.s Ayres, Cordova, San Luis y Mendoza» por parte de los huiliches o peguenches,que estaban en guerra. Igualmente, el punto Nº 7 determinaba que los ranqueles nopodrían maloquear a los pehuenches, «u otra nación» que estuviera en paz con Mendoza.El artículo Nº 8 estipulaba que en caso de que los enemigos de los ranqueles los invadie-ran, éstos podrían protegerse en la frontera previo aviso al Comandante. Sin embargo,éste no quedaba obligado a «salir» contra los invasores.

7 Entre los autores contemporáneos que adhieren a esta fecha podemos mencionar a Lobos(1979), Crivelli (2000) y Bechis (2001). Otros, como Mandrini (1984), prefieren situar estecorte en 1820 porque fue entonces cuando empezaron a sentirse los efectos del proceso revolu-cionario sobre la economía porteña que, al decaer la actividad corambrera, comenzó a reorien-tarse hacia el saladero.8 AHM. Época colonial. Gobierno-Exterior. Carpeta 42. Doc. 35. Tratado de paz. 17 de No-viembre de 1796. En: Levaggi 2000:157-159.

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Los artículos tercero y cuarto expresaban que todas las tratativas futuras de-bían ser canalizadas a través del fuerte de La Carlota, lugar en el que quedaríanalgunos indios mientras otros transitaban por la ciudad capital. Allí tambiéndebían ser depositadas las armas de todos aquellos que estuvieran en viaje. Enambos lugares, los indígenas podían intercambiar sus productos libremente. Enmateria de justicia, el punto Nº 5 hace hincapié en que quienes hiciesen daño alos ranqueles serían castigados con severidad, que las partidas corredoras teníanque tratarlos bien y que si había algún altercado, los indígenas debían dar cuentaal Comandante para que se aplicaran los castigos correspondientes. Plantea tam-bién que los caciques pactantes debían portar «seña de plata» para ser reconoci-dos en las fronteras. El artículo Nº 9 indicaba que los ranqueles quedaban obli-gados a dejar, como prueba de fidelidad, a «sus Indios principales, hermanos,hijos o parientes inmediatos delos Casiques» como rehenes en la ciudad de Cór-doba, pudiendo éstos ser cambiados por otros. Se aclaraba también que antecualquier incumplimiento, las fuerzas coloniales avanzarían sobre las tolderías.

ConteConteConteConteContextoxtoxtoxtoxtoA la hora de establecer cuál fue el contexto histórico en el que este tratado se

hizo efectivo es menester hacer hincapié en aquellos acontecimientos que mues-tran cuál era la relación de fuerzas entre las sociedades pactantes. A partir deellos será posible interpretar el sentido de los puntos acordados en el acta y,simultáneamente, interrogarnos sobre las características de esta modalidad derelaciones que el tratado inaugura.

Las negociaciones que llevaron al tratado de 1796 comenzaron en septiembrede ese año, cuando se acercó al fuerte Las Tunas una comitiva que incluía al hijo deCheglén. El Comandante del lugar, Simón de Gorordo, entonces, tomó como re-hén al caciquillo y despachó a los otros -acompañados por el Comandante interinodel fuerte y algunos soldados- hacia las tolderías a saludar a los caciques Cheglény Carripilum e invitarlos a presentarse al fuerte. Una vez en Las Tunas, empezaronlas conversaciones: Gorordo pidió que el cacique Cheglén dejase a su hijo en elfuerte hasta noviembre, fecha en la que los caciques debían regresar, para luegotrasladarse a Córdoba, donde finalmente se pactó la paz (Levaggi 2000:156-157).

Dichas tratativas deben ser enmarcadas en un conjunto de eventos que desdemediados del siglo XVIII estaban transformando el devenir de la frontera colo-nial, de las tierras araucanas, nor-patagónicas y de la pampa central.

A fines del siglo XVIII la expansión económica se hizo sentir en la región delrío Cuarto. El dinamismo de los mercados regionales y los nuevos requerimien-

El Tratado de Paz de 1796:entre la delimitación de la Frontera Sur cordobesa y el reconocimiento político de los ranqueles

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tos político-administrativos impulsaron la búsqueda de vías transitables todo elaño para las carretas que iban desde Chile al Río de la Plata -más cortas y direc-tas que las que unían Santiago y Mendoza por el paso de Uspallata-. En esecontexto, comienza a discutirse y planificarse la instalación de fortines (como elplan de defensa y población del virrey Vértiz en 1783), la organización de explo-raciones para fomentar los conocimientos geográficos y la concreción de trata-dos de paz para mitigar la conflictividad con los indígenas. Desde la perspectivade Punta (1997:160), estos últimos deben ser inscriptos en el marco de la polí-tica pactista que los Borbones aplicaron en sus colonias americanas en las últimasdécadas del siglo XVIII.

Un dato que resulta de vital importancia para este estudio es que el tratado de1796 fue contemporáneo a la delimitación de la línea militar del río Cuarto porparte del Marqués de Sobremonte. Si bien los antecedentes de esta primera líneadel sur de Córdoba se remontan a los primeros aprestos militares realizados porlos españoles en el siglo XVII, su consolidación recién se produjo en la décadade 1780, cuando Sobremonte llegó a la conclusión de que uno de los malesgenerales que aquejaban a su jurisdicción era la falta de pueblos «formales»,particularmente en la Frontera Sur en donde resultaba más económico y eficazreforzar el sistema defensivo que emprender expediciones punitivas.

Según Vitulo, el plan de este funcionario de la corona española comprendíados alineaciones: la primera era la de avanzada, en la que se instalaron los fuertesy fortines de Loreto, Zapallar, Santa Catalina, Jagüeles, San Fernando. Por otraparte, estaba la de «retaguardia» que, extendida sobre la ribera del río Cuarto, seunía a las fronteras de Buenos Aires y Cuyo. Los fuertes y fortines que la materia-lizaban eran: Concepción, San Bernardo, Reducción, San Carlos, Pilar, Punta delSauce (La Carlota) y, próximo al Saladillo, San Rafael. Desde el asentamientoinstalado en Concepción seguían sobre el camino a Cuyo y Chile, Esquina deSan José, Tambo y Cruz de San José (Vitulo 1939). El plan contemplaba tam-bién atraer familias para que poblaran aquellos campos, convirtiendo a los forti-nes en centros de reunión de los habitantes dispersos de la campaña próxima y latropa forzada de cada fortín. El enfoque colonizador de este gobernante ilustra-do lo llevó decretar la fundación de la Villa de la Concepción (actual Río Cuar-to) el 11 de noviembre de 1786 (Lobos 1979; Assadourian et al. 1985;Barrionuevo Imposti 1986; Rustán 2003, 2005).

La consolidación de la línea del río Cuarto por parte de Sobremonte fue el acon-tecimiento principal del período. Pero ¿cuáles habrían sido los sucesos regionales quehabrían justificado tal accionar? Según consigna Punta, en la Frontera Sur cordobesalos enfrentamientos con indígenas habrían comenzado hacia 1764 y se habrían pro-

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longado en las dos décadas siguientes (Punta 2001:169)9. Entre los más importantesque hemos localizado, podemos mencionar robos de ganado en el Sauce hacia 1773,ataques indígenas sobre el puesto de Las Tunas en 177910, malones en Cruz de SanAntonio y Villa de la Concepción en 178311, asalto a dos arrias cargadas de aguar-diente que transitaban por el Camino Real (una en dirección a Buenos Aires y la otraa San Juan) a la altura del fuerte del Saladillo, entre otros12. Estos malones, protago-nizados por Muluches ó valdivianos, Huiliches, Ranquelches, Mameleches yPehuenches, afectaban no sólo a la frontera cordobesa sino también a la cuyana.

Mapa 1.Mapa 1.Mapa 1.Mapa 1.Mapa 1. Fontera Colonial.Fuente:Walther, 1980.

9 Rustán contabiliza un total de trece episodios violentos entre 1764 y 1785 (Rustán 2005:48).10 Por esta razón, Vértiz habría dado la orden de fortificar el puesto. Véase Archivo Históricode la Provincia de Córdoba (AHPC), Tomo 6. 1776 a 1780. Caja N° 6, Carpeta 4. Leg. 59.Copia de la Resolución del Virrey Vértiz a efectos de edificar el fuerte de Las Tunas.11 AHPC. Tomo 7. 1781 á 1785. Caja N° 7 (año 1783). Carpeta 1. Legajo 6. Acuerdo elCabildo sobre las invasiones de indios en el Río 4° al 5°.12 Un dato de interés lo aportan los historiadores chilenos León Solís y Salgado al señalar queen 1769 las autoridades les pedían a quienes transitaban desde Buenos Aires a Mendoza quepor lo menos llevaran una lanza por carreta, bajo pena de «cincuenta pesos» a los transgresores.Asimismo, las tropillas que se dirigían desde Punta del Sauce hacia Buenos Aires, no podíanhacerlo a menos que sumaran 50 carretas para que unidas pudieran resistir las invasiones (LeónSolís y Salgado 1998:180).

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En relación con esta última, cabe recuperar el planteo de Roulet (2002), quiénconsidera que la expedición punitiva que el Comandante mendocino José Francis-co de Amigorena efectuó en marzo de 1780 sobre los pehuenches marcó un quie-bre en las relaciones interétnicas e intraétnicas. Después de ella, los pehuenchescomenzaron a acercarse a Mendoza con el fin de pactar, convirtiéndose en pocotiempo en auxiliares indispensables de los mendocinos en su lucha contra los puelchesque todavía vivían entre los ríos Diamante y Atuel y sus aliados, los ranqueles delMamuel Mapu. Durante años fueron recurrentes los enfrentamientos entreranqueles-huiliches y pehuenches como también las expediciones punitivas del co-mandante mendocino sobre los primeros. En ese marco, a mediados de 1785 algu-nos caciques huilliches y ranqueles iniciaron tratativas de paz, pero éstas quedarontruncas porque las autoridades coloniales solicitaron que Ancán Amún (caciqueGobernador de los pehuenches occidentales, aliado a Mendoza) actuara como ga-rante de la paz de los ranqueles. El tratado en la frontera mendocina se dilató hastamediados de 1799 fecha en la que el fuerte de San Carlos se convirtió en sede deuna alianza entre ranqueles y mendocinos. Esta permitió consolidar el tratadoefectuado tres años antes en la frontera cordobesa, a la vez que tendió a romper lalarga simbiosis huilliche-ranquel (Roulet 2002).

En este sentido, si bien el tratado de 1796 estaría mostrando una consolida-ción de la avanzada borbónica en lo que hace a la estrategia de garantizar sujecio-nes efectivas a la corona, su misma existencia (como la de otros tratados contem-poráneos) implica la vinculación de dos autoridades con capacidad de controlde, y responsabilidad por, los actos de los «propios» (Briones y Carrasco 2000:42-43). Es decir, la concreción del tratado de 1796 pone de manifiesto que la coro-na reconoció a los ranqueles como fuerza política efectiva. Justamente, la coronano pactaba con todas las naciones indígenas y, hasta entonces, había denegadoesta posibilidad a los ranqueles. Una prueba de ello la encontramos en la negati-va de las autoridades de Buenos Aires a aceptar la propuesta de paz del caciqueranquel Linco-Pangui en 1779 (Jiménez y Villar 2004:187).

Simultáneamente, el hecho de que el tratado se haya efectuado en la fronteracordobesa advierte sobre los procesos de reconfiguración territorial que involucrabande manera paralela a indígenas y cristianos (Tamagnini y Pérez Zavala 2008). En elcaso de los ranqueles, ello está estrechamente ligado a la problemática de su instala-ción en las pampas. Fernández (1998:25-26) sostiene que «los ranqulches o rankulcheeran una facción de los pehuenches, la que encontraba su territorio en Ranquil lom»,ubicado al este de la Cordillera de los Andes y en el que habrían existido carrizales. Ensu perspectiva, allí habrían estado emplazados «los ranqueles originarios», que sehabrían instalado en la zona del caldenar pampeano en el último tercio del sigloXVIII como consecuencia de los conflictos con los restantes pehuenches y con los

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huilliches. Los últimos, liderados por Yanquetruz I, también se habrían movilizado ala pampa, en cercanías de las Salinas Grandes. A partir de estos elementos, Fernándezargumenta que «los huiliches y los pehuenches ranquelinos, se mezclaron inmediata-mente con los pueblos preestablecidos en la pampa», de modo que de esta «fusióninterétnica nació el ranquel definitivo o estabilizado» (Fernández 1998:45;56).

Por su parte, Jiménez y Villar consideran que para fines de la década de 1760se produjo el traslado de algunos ranqueles desde la cordillera al Mamil Mapu.En la década siguiente, sus toldos estaban instalados en el borde este del monte,en una zona de médanos. Este proceso se acentuó con la derrota y muerte deLanketruz (1788) y la alianza entre los pehuenches del Neuquén y las autorida-des mendocinas (1791), que hicieron perder a los ranqueles sus posiciones en lacordillera. En este contexto, sus líderes iniciaron conversaciones de paz con loscordobeses en 1796 (Jiménez y Villar 2004: 188-189;193).

Componentes de la confComponentes de la confComponentes de la confComponentes de la confComponentes de la conflictilictilictilictilictividad interétnicavidad interétnicavidad interétnicavidad interétnicavidad interétnicaLa reseña de los protagonistas, el contexto y los puntos acordados nos permi-

tió dar cuenta del posicionamiento político y territorial de las sociedadesinvolucradas. A continuación examinaremos los compromisos asumidos en eltratado, procurando identificar los componentes de la conflictividad interétnica.El tratado de paz de 1796 inauguró una modalidad de relaciones interétnicasdestinada a perdurar hasta 1878, momento en el cual los ranqueles acordaron unúltimo tratado con el Gobierno Nacional, a punto ya de lanzar las primerasexpediciones de «desgaste» de la denominada «Conquista del Desierto»13

(Tamagnini y Pérez Zavala 2008). Esquemáticamente, ello puede advertirse enlos siguientes aspectos:

Delimitación territorial: el tratado de 1796 demarca la territorialidad colo-nial e indígena. Por éste, los cristianos no sólo reconocen a los ranqueles en lapampa, sino que también les ofrecen que se instalen en los campos cercanos alrío Quinto.14 Esta propuesta se vincularía, de acuerdo con Rustán (2008), a

13 Para una estudio de detalle de los tratados efectuados por los ranqueles en la segunda mitaddel siglo XIX, véase: Tamagnini y Pérez Zavala 2002; Pérez Zavala 2004.14 Un informe de 1804 relativo a la posible fundación de establecimientos militares en el tramooeste del río Quinto (Paso de las Arganas y Cerrito de Plata) precisa que en esos campos estabanestablecidos los caciques Chacalen y Lienal. AHPC. Gobierno. Caja 26. Año: 1804. Legajo 10:Expediente sobre establecimiento de fuertes en la Frontera. Villa de la Concepción, 20/8/1804.

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la preocupación de las autoridades coloniales de cubrir las líneas avanzadas dela frontera con asentamientos indígenas. Por su parte, los ranqueles habríanaceptado las fortificaciones desplegadas por Sobremonte como espacio cris-tiano. Durante la segunda mitad del siglo XIX será constante la discusiónentre indígenas y cristianos sobre los derechos sobre las tierras del río Quinto(Pérez Zavala 2008).

Control de indígenas en fuertes y/poblados cristianos: el tratado regula lamovilización de los indígenas en la frontera; éstos debían dirigirse primera-mente al fuerte de La Carlota. El espacio asignado para las relacionesinterétnicas era un destacamento militar de avanzada. En el mismo plano deanálisis, es notorio que las autoridades coloniales (como las nacionales des-pués) procurarán un seguimiento de los indígenas que ingresaban a la fronte-ra, ya sea a través de «insignias de plata» o «pasaportes».

Regulación del comercio interétnico: éste constituye una de las problemáticasmás recurrentes en los tratados dada su centralidad en la economía de ambassociedades. El tratado de 1796 habilitaba y propiciaba el comercio entreranqueles y españoles tanto en los fuertes y poblados fronterizos como en latierra adentro.

Compensaciones: para los indígenas los agasajos eran un elemento determi-nante en la continuidad de la negociación, estando ellos presentes en todoslos tratados. En 1796 las comitivas ranquelinas recibieron regalos antes ydespués del tratado, a la vez que Cheglén y Carripilum fueron recompensa-dos con uniformes militares.

Cautivos y rehenes: otro tema que se reitera en las tratativas está ligado alvalor político que tenían los prisioneros, siendo su devolución, canje o ventaun punto sumamente discutido. En las negociaciones de fines del siglo XVIIIlas autoridades coloniales procuraron sostener los vínculos interétnicos a tra-vés de la posesión de rehenes indígenas mientras solicitaban la restitución decautivos cristianos. De este modo, la entrega de rehenes condiciona y limita elaccionar indígena.

Obligación de los indígenas de no invadir: para las autoridades colonialesera de central importancia el compromiso de los indígenas de no malo-quear las fronteras. El cumplimiento de este punto definía la continuidadde la paz. La alianza con los cristianos traía aparejada, por un lado, launión con los amigos de éstos y por otro, la enemistad con sus oponentes.Sin embargo, esta exigencia no era equiparable a la que asumían los cris-tianos, quienes no se comprometían explícitamente a no efectuar campa-

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ñas punitivas sobre las tolderías.

Relación de los ranqueles con otras tribus: en consonancia con la temáticaprecedente, es llamativo que los tratados buscaran regular los vínculos entreagrupaciones indígenas. Según Rustán (2008), los funcionarios españolesmediaban en las disputas intraétnicas porque estaban interesados en mante-ner la frontera sin los sobresaltos que generaban los conflictos entre parcia-lidades. La alianza de 1796 implicaba el cese de hostilidades entre ranquelesy cristianos (cordobeses y mendocinos), y simultáneamente, limitaba lasguerras entre pehuenches y ranqueles. Pero, paralelamente, dicho tratadoreavivaba la rivalidad entre ranqueles y huilliches y, por tanto entre los últi-mos y los españoles.

Paradójicamente, los puntos acordados en el acta de paz pueden ser tambiénconsiderados una expresión de la violencia del conflicto interétnico que se dabaen el escenario de la frontera. Las múltiples manifestaciones de la violencia exce-den ampliamente la furia del malón (en la que tanto repararon sus contemporá-neos) o la de las propias campañas militares, extendiéndose hasta incluir en ellauna brutalidad que no es directamente física sino que contiene formas que sediseminan muy difusamente, infiltrándose e imprimiendo un carácter jerárquicoa las relaciones interétnicas. Este tratado, como los que le sucedieron, pueden serentonces considerados como un instrumento a través del cual el Estado dabaforma a la violencia, en tanto, al canalizar la guerra y las relaciones políticas entreindígenas y cristianos, procuraba debilitar al oponente, fortalecer a los aliados oneutralizar a los potenciales enemigos. Aún cuando se trataba de paces, la letradel tratado potenciaba la violencia física al tiempo que determinaba y circunscribíael accionar indígena.

PPPPPara fara fara fara fara finalizarinalizarinalizarinalizarinalizarEl tratado de 1796 es el primero de una larga serie de tratados que los

ranqueles acordaron con las autoridades coloniales y nacionales a lo largo deaproximadamente un siglo. Su concreción y sostenimiento puede ser interpre-tado como una proyección del conflicto protagonizado por dos sociedadesque, imposibilitadas de dominarse mutuamente, se reconocían como diferen-tes. Este primer tratado firmado en la frontera cordobesa testifica también elreconocimiento por parte de los ranqueles de la territorialidad cristiana hastael río Cuarto y la especificidad política de la etnia respecto de otras agrupacio-nes de Pampa y Norpatagonia.

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TTTTTabababababla Nº 1la Nº 1la Nº 1la Nº 1la Nº 1Tratados de paz efectuados por ranqueles.

Fecha

Lugar

Autoridad cristiana

Autoridad ranquel

Otros

17/11/1796 Negociación en Fuerte del Sauce. Acta: ciudad de Córdoba

Marqués de Sobremonte, en representación del Rey de España Carlos IV

Caciques Cheglen, Carripilun y 18 caciques más (Regulam, Currunao, Singoan, Youfguen, Anteman, Guenchulan, Naupayan, Cuurrutipaí, Slavean, Rumillan, Antoan, Callfuquen, Malin, otro Malín, Carruman, Ancan, Cauchavn y Neiqulen)

5 y 6/07/1799 Negociación Fuerte San Carlos, Mendoza

Comandante José Francisco Amigorena, en representación de autoridades coloniales

Caciques pehuenches. Participa cacique Carripilun

25/10/1815 Acta Ciudad de Córdoba

Gobernador de Córdoba Ocampo

Caciques Lepian, Neguan y Santiago Quintana de la Vega

Actualiza tratado de 1796

11/02/1818 Acta Ciudad de Córdoba

Gobernador de Córdoba Castro Caciques Lepian, Neguan y Santiago Quintana de la Vega

Confirma tratado de 1815

20/12/1825 Negociación oficial Laguna del Guanco

Gobernadores de las Provincias de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires

Caciques Millán, Equam, Güemin, Güechun, Tranamá, Yanquelén, Lienan, Millanamon, Ranquel, Quechudeo, Curritipay, Payllaguín, Güellan, Quelapay, Ocol, Colegí, Chodán, Carrené, Meliguan, Nicolás, Crarué, Calquillan, Colenan, Marin, Payan, Payayan, Caynan, Coronado, Güenchun-el; Ancapí, Lincon, ranquel, Pallastruz Chico, Anteloan, Yacon, Naupay, Chequien, Ymelán, Güenchuman, Güenulincon, Gylatipay, Toriano, Mayolao, Yancupil y Cayupin

09/1840

Negociación Fuerte de Río Cuarto y ciudad de Córdoba.

Gobernador de Córdoba Manuel López, en representación del Gobernador Juan Manuel de Rosas

Cacique Painé

10/1854 Negociación fuerte de Río Cuarto, ciudad de Córdoba y tolderías de Lebucó, Poitague y Salinas Grandes

Gobernador de Córdoba Alejo Carmen Guzmán, en representación de la Confederación Argentina

Caciques Calbán y Pichún, más el cacique salinero Calfucurá

24/05/1865 Negociación y acta Fuerte de Río Cuarto

General Emilio Mitre, en representación del Gobierno Nacional de la República Argentina.

Caciques Mariano Rosas y Manuel Baigorria Guala

Cada cacique hace su propio tratado

22/01/1870 Negociación y acta Fuerte Sarmiento

Coronel Lucio V. Mansilla, en representación del Gobierno Nacional de la República Argentina

Caciques Mariano Rosas, Manuel Baigorria Guala, Epumer, Ramón Cabral y Yanquetruz

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181Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

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25/10/1872 Negociación y acta Lebucó y Poitague

General Miguel Arredondo, en representación del Gobierno Nacional de la República Argentina

Caciques Mariano Rosas, Manuel Baigorria Guala, Epumer y Yanquetruz

24/07/1878 Negociación y acta Buenos Aires

Coronel Manuel Olascoaga, en representación del Gobierno Nacional de la República Argentina

Caciques Manuel Baigorria Guala y Epumer Rosas

Ratifica tratado de 1872

 

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LLLLLOS OS OS OS OS ‘JUST‘JUST‘JUST‘JUST‘JUSTOS OS OS OS OS TÍTULTÍTULTÍTULTÍTULTÍTULOS’. CONTEXTOS’. CONTEXTOS’. CONTEXTOS’. CONTEXTOS’. CONTEXTOS DEOS DEOS DEOS DEOS DECONFLICTIVIDCONFLICTIVIDCONFLICTIVIDCONFLICTIVIDCONFLICTIVIDAD POR LA AD POR LA AD POR LA AD POR LA AD POR LA TIERRA EN LTIERRA EN LTIERRA EN LTIERRA EN LTIERRA EN LOSOSOSOSOS

LLANOS RIOJLLANOS RIOJLLANOS RIOJLLANOS RIOJLLANOS RIOJANOSANOSANOSANOSANOS, SIGL, SIGL, SIGL, SIGL, SIGLO XVIIIO XVIIIO XVIIIO XVIIIO XVIIIRoxana Boixadós1

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

Durante el siglo XVIII, la región de Los Llanos riojanos fue escenariode un proceso de repoblamiento del que participaron españoles, mes-tizos, indígenas de condición libre y castas. Este trabajo analiza lasdiferentes modalidades de acceso, tenencia y propiedad colectiva de latierra a partir del análisis de fuentes históricas. En particular, se con-centra en una serie de litigios que permiten reconstruir los diversoscontextos de conflictividad que tuvieron lugar entre antiguos y nuevoscolonos, y su relación con las medidas que los agentes colonialesimplementaron en el último cuarto de siglo para legalizar los títulos yregular los derechos de propiedad. Este análisis permite recuperar elprotagonismo de los actores sociales que a través de tácticas y estrate-gias colectivas procuraron mantener propiedades bajo régimen de in-división y que a largo plazo incidieron en la formación de las propie-dades colectivas (o campos comuneros) que prevalecen en la regiónhasta la actualidad.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves: es: es: es: es: Los Llanos riojanos – acceso a la tierra - propiedad colec-tiva- período colonial

1 Universidad Nacional de Quilmes. CONICET. Universidad de Buenos Aires. Argentina. Con-tacto: [email protected]

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AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

During the eigteenth century, the region of Los Llanos (La Rioja, Argen-tina) was the scene of a restocking process in which Spanish, mestizo,indigenous and cate-free status participate. This paper analyzes the differentmodalities of access, tenure and collective land ownership based on analysisof historical sources. In particular, it focuses on a series of disputes toreconstruct the various contexts of conflict that took place between oldand new settlers, and their relationship with policy agents of Bourbonreforms, in order to legalize and regulate the property rights. This analysisallows to recover the role of social actors through collective strategies andtactics sought to mantain undivides system properties under long termand also understand the formation of field commoners prevaling in theregion until present.

KKKKKey ey ey ey ey WWWWWororororords: ds: ds: ds: ds: Los LLanos riojanos - access to land - field commoners -colonial times.

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónEn la actualidad, nuestro país registra un porcentaje variable de tierras conte-

nidas bajo el régimen de propiedad colectiva, también llamada «comunal», «co-munera» o «indivisa». Según informes del Centro Federal de Inversiones, la pro-porción de tierras comunales es pequeña en la provincia de Tucumán pero esmucho más significativa en La Rioja, en particular en la región de Los Llanos,donde se estima que casi tres millones de hectáreas se encuentran bajo esta con-dición. Recientes investigaciones en torno a los usos, tradiciones y formas depropiedad y herencia de la tierra en poblados rurales del oeste catamarqueñotambién han reparado en la existencia de bolsones de propiedad colectiva o indi-visa, cuyos propietarios remontan la relación con la tierra a generaciones de as-cendientes (considerados los primeros colonos o propietarios) aunque no siem-pre puedan respaldar la propiedad efectiva con títulos protocolizados2.

Tanto en los informes de organismos oficiales como en la literatura que se haocupado de estas formas de propiedad de la tierra se presenta con mucha claridad laidea de que las mismas remiten su origen al pasado colonial y de manera más precisa,a las mercedes de tierras. Tal era el nombre que recibían las concesiones reales sobre

2 Cfr. Instituto del Minifundio y Tierras Indivisas (1999), citado en Mercado y Reynoso (2003);Doro (1974), Zubrzycki (2002), Zubrzycki, Mafia & Pastorino (2003), Madrazo (1970).

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los nuevos territorios americanos recién conquistados que se otorgaban a solicituddel interesado (españoles y criollos) a través de las autoridades locales (virreyes ogobernadores). Las mercedes de tierras fueron en efecto el instrumento de coloniza-ción efectiva en los dominios americanos y la institución que convirtió a soldados yconquistadores en colonos y propietarios (Ots Capdequí 1959). La bibliografía con-sultada asume que de variadas maneras algunas de estas antiguas mercedes de tierras,convertidas en estancias, se mantuvieron a través del tiempo y que los derechos depropiedad sobre las mismas se fueron transmitiendo de generación en generación.Así, en varios casos es posible suponer que los propietarios actuales descienden de losantiguos –y quizá primeros- dueños, presunción que puede estar refrendada por eldiscurso de los actuales titulares de las tierras (Zubrzycki 2003).

De este modo, las formas de propiedad colectiva de la tierra que persisten en elpresente en distintas áreas o regiones pueden ser consideradas como formas «per-sistentes» del pasado adaptadas a los cambios legales impuestos por los códigosdecimonónicos que consagraron la propiedad privada. Un ejemplo de convivenciade estos dos regímenes fue analizado por Gabriela Olivera (1993) quien muestraque la merced de «Isla Verde», otorgada en 1765, se fue dividiendo a través demecanismos de herencia y compra venta, dando lugar en el largo plazo a la coexis-tencia de formas de propiedad comunal y privada. En su artículo la autora destacaque las tierras comunales estaban destinadas al uso ganadero por parte de comune-ros que podían residir o no en Isla Verde y que conservaban distintos tipos dederechos y acciones sobre las mismas. Para Olivera, y en el contexto de la expansiónganadera del siglo XIX, los campos comuneros se sostuvieron por ser funcionalesa la ganadería pastoril orientada al mercado chileno. Este tipo de propiedad comu-nal convivía con los solares y chacras, formas también originadas en antiguas mer-cedes, las que se hallaban bajo un régimen de propiedad individual.

Este valioso trabajo establece con certeza la vinculación entre propiedad co-munal y las mercedes concedidas en el período colonial en la región de nuestroespecífico interés, Los Llanos riojanos. Se trata de una región de característicaspeculiares que ha despertado el interés por su estudio en distintos momentos desu historia. Sus particularidades geográficas y climáticas y sus limitacionesecoambientales no prometieron nunca a sus habitantes una vida fácil y orienta-ron de manera categórica las condiciones de su instalación en relación con laganadería. A lo largo del siglo XVIII, una población fuertemente mestizada cre-ció alimentada por las migraciones internas hasta tocar su propio límite(Farberman & Boixadós 2009 a y b). La población llanista que participó de esteproceso de recolonización de las tierras de la región fue en buena medida prede-cesora de los rebeldes que en el siglo XIX se movilizaron tras el liderazgo de sushoy legendarios caudillos (de la Fuente 2007).

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En este trabajo nos proponemos abordar dos ejes problemáticos. El primerose refiere a la relación históricamente construida entre tenencia o propiedad co-munal de la tierra en la actualidad en la región y la merced de tierras como formaoriginaria de dominio concedida en el régimen colonial en la región de LosLlanos. Sin negar la vinculación que pueda existir entre propiedad colectiva oindivisa y las mercedes de tierras -dos formas que ligan el presente con el pasado-, pensamos que se trata de una relación mucho más compleja y que está lejos depoder ser esquematizada linealmente para todos los casos. En este sentido, elestudio de Olivera aporta elementos para discutir algunas de las condicionesbajo las cuales se habría delineado el proceso, permitiendo acceder y reconocerotro conjunto diverso de situaciones que configuraron modalidades diferentes.Para ello, será preciso reconocer que si bien la institución de la merced de tierrasse mantuvo vigente durante el período colonial, la misma revistió cambios a lolargo del tiempo en cuanto a los procedimientos que involucraba y las condicio-nes que se debían cumplir para acceder legalmente a la tierra concedida3.

El segundo se relaciona con las características de la población llanista que endiferentes momentos del siglo XVIII fue accediendo a distintas formas de pro-piedad y tenencia de la tierra en la región. No solo las mercedes habilitaban losdominios sobre la tierra sino que la documentación permite relevar un conjuntode «prácticas» destinadas a la formación de derechos. Quiénes eran estos pobla-dores, cuándo y por qué decidieron instalarse en Los Llanos y qué vínculosestablecieron entre sí antiguas y nuevas familias de migrantes, son algunas de laspreguntas que guían el análisis de las fuentes para ponerlas en relación con lostipos de instalación a los que accedieron.

Finalmente, la relación aludida entre merced colonial y propiedad indivisa norefleja las complejas dimensiones sociales y culturales del fenómeno en la largaduración. En efecto, la remisión a una continuidad entre ambas tiende a soslayar lastácticas y estrategias colectivas de los pobladores por mantener la propiedad bajo elcontrol, evitar pérdidas o subdivisiones, para proteger sus derechos de las apeten-cias de otros vecinos y hacer valer sus derechos ante la justicia. El análisis de unconjunto de pleitos judiciales permite apreciar los contextos de conflictividad porla tierra en la región y los fundamentos legales que sostuvieron las defensas y recla-mos. Tradiciones sustentadas en prácticas antiguas avaladas por la costumbre con-

3 Hay autores que vinculan la tenencia colectiva en Catamarca con la inmobilidad de la tierrapública originada a partir de la ley de enfiteusis (1826), con el desarrollo de grandes propieda-des y con el desorden político administrativo ocasionado por las guerras civiles, como Brizueladel Moral (2003). Confrontar también Zubrzycki, 2002 (op.cit).

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frontarán en la segunda mitad del siglo XVIII con una política legalista que elestado colonial intentará imponer en sus dominios. El valor de las prácticas y lalegalidad de los «justos títulos» operaron como variables significativas en el proce-so de construcción de la propiedad comunal en Los Llanos en el siglo XVIII.

Las fLas fLas fLas fLas fororororormas de ocupación, dominio y posesión de la tiermas de ocupación, dominio y posesión de la tiermas de ocupación, dominio y posesión de la tiermas de ocupación, dominio y posesión de la tiermas de ocupación, dominio y posesión de la tierrararararaAntes de la llegada de los españoles la región de Los Llanos riojanos segura-

mente configuró un espacio de ocupación nativa multiétnica en el que predomi-naban los asentamientos de tamaño pequeño, adaptados a las condicionesecoambientales limitadas por un clima semidesértico a desértico con precipita-ciones escasas y pocos cursos de agua permanente (la mayoría de los arroyos yvertientes son de caudal estacional)4. La altitud y los recursos hídricos determi-naron dos tipos de ecoambientes cuya explotación bien pudo haber sido comple-mentaria desde antiguo: al este, entre las sierras y quebradas, las pasturas y algu-nos cursos de agua escasa hacían posible el pastoreo; al norte y al oeste, las tierrasde montaña, sin pastos pero agraciadas por vertientes de agua relativamente abun-dante resultaban más propicias para la agricultura en pequeña escala. Esta carac-terización armoniza con los rasgos fitogeográficos que se presentan asociados: elparque chaqueño (variedades de quebracho, algarrobo, chañar y espinillo) que seextiende por las dos terceras partes de la zona oriental, y la llanura de monte, conbosques de algarrobo y chañar, pero con predominio de arbustos, que se extiendepor el resto de la región (Díaz, Piedrabuena, Calessa & Penna 1988).

Pero no solo estas características sino su precisa ubicación geográfica le otor-garon a Los Llanos una condición de aislamiento y marginalidad. Estamos ha-blando de una extensa región localizada en la porción sur de la actual provinciade La Rioja que se recorta de manera alargada por dos cadenas montañosas bajas(no sobrepasan los 1.300 m), de disposición casi paralela de norte a sur, las queestán rodeadas por amplias salinas, despobladas y estériles. Cuando en 1591 losespañoles fundaron la ciudad de La Rioja dirigieron su proyecto de conquista ycolonización hacia el valle de Famatina y Arauco, regiones ricas en recursos, conclima más benévolo y mayor número de población nativa (Bazán 1978). Encontraposición, Los Llanos concitaron mucho menos interés y durante décadas

4 Salvador Canals Frau (1951) propuso la existencia de un grupo étnico que habitaba estaparticular región, a quienes denominó «olongastas». Discutimos esta interpretación en el artí-culo de Farberman, J. & R. Boixadós (2008, en prensa) «Oprimidos de muchos vecinos en elparaje de nuestra habitación». Tierra, casa y familia en Los Llanos de La Rioja colonial».

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los vecinos de las ciudades españolas de Córdoba, San Juan, San Luis y La Riojamaloquearon la región capturando parte de la población nativa –bajo el amparolegal de haber recibido encomiendas- y la trasladaron paulatinamente a sus es-tancias y haciendas5. Durante la primera mitad del siglo XVII, los indígenas queaún residía en Los Llanos participaron de manera activa en la gran rebelióndiaguita y tras la derrota, sufrieron nuevos traslados y fragmentaciones. Es poresto que hacia fines del mismo siglo la Visita de Luján de Vargas (1693) sóloregistra la existencia de tres pueblos de indios en la región: Atiles, Olta y Colosacán(Boixadós & Zanolli 2003). La escasa población nativa que en ellos residía dacuenta de los intensos procesos de desestructuración y de las limitadas condicio-nes para recuperar la vida comunitaria.

Podemos reconocer entonces una primera forma de propiedad colectiva de latierra: aquellas que estaban legalmente reconocidas como tierras de comunidad,pertenecientes a los pueblos de indios. Estas corporaciones coloniales ganaronnueva dimensión después de la finalización de las rebeliones cuando la poblaciónnativa vencida fue situada en nuevos pueblos o reducciones; los pueblos de indiosse constituyeron en un espacio contenido donde se mantuvieron las autoridadesétnicas –el cacique o mandón y el cabildo- y el acceso colectivo a la tierra (Boixadós2001). La experiencia de los pueblos de indios de Los Llanos fue probablementela más desafortunada de toda la jurisdicción en el largo plazo: muy poca gentehabitaba en los pueblos de Olta, Atiles y Colosacán y hacia mediados del sigloXVIII los dos últimos entraban en la fase crítica hacia la extinción, que cristali-zaría con el remate público de las tierras de comunales.

Como en otras zonas de América hispánica, los drásticos procesos dedespoblamiento pusieron a disposición de colonos y migrantes vastas extensio-nes de tierras vacantes que comenzaron a ser solicitadas y concedidas bajo laforma de merced real. Sabemos que muchas de las mercedes tempranas –sobrelas que hay escasa información- se concedieron a los encomenderos de la pobla-ción llanista, o a sus familiares directos. Otros españoles, en cambio, recibierontierras como premio por su participación en las campañas de pacificación de lagran rebelión diaguita. En todos los casos, estamos hablando de soldados y colo-nos de relativo prestigio y modesta condición social quienes encontraron en LosLlanos la oportunidad de convertirse en encomenderos o propietarios de tierras.Algunos de los beneficiados con mercedes de tierras eran apenas estantes en lajurisdicción riojana y otros incluso no parecen haber tenido en vista afincarse enella: se hacían de la tierra no para establecerse sino para venderla y obtener me-

5 Hemos desarrollado con más detalle este proceso en el artículo «Oprimidos…», op..cit.

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dios de acceso a un lugar mejor. En efecto, varias de estas mercedes no derivaronen una ocupación real de la tierra mientras que otras fueron subdivididas y ven-didas a diferentes colonos, mejor dispuestos para instalarse en ellas.

Una de las mercedes de tierras más antiguas que se conocen para la región deLos Llanos fue la otorgada en 1637 a Francisco Núñez Pinazo. Para ese enton-ces, la rebelión diaguita en la zona había sido sofocada y Hernando de ArroyoIllanes, encomendero de Polco, Patquía y Guayapa y escribano de la ciudad nodudó en solicitar para su medio hermano una merced de tierras próximas a don-de aún vivían sus encomendados. El gobernador Felipe de Albornoz le concedióla merced en los exactos términos en la que fuera solicitada, que rezaba el sitioprincipal se llama Tuani y la aguada de Oyaloma, tiene por linderos la estancia deRodrigo de Vargas, altos de dicho pueblo [SOLCA] y de la otra parte la sierraque cae al pueblo de Puluchán y de la otra el valle de Acalo con todo el largor yanchor de la población y sobras de tierras que será de dos leguas poco más omenos en contorno6. Cinco topónimos en lengua nativa son mencionados enesta breve cita, la que también nos deja saber que para esa fecha un tal Rodrigo deVargas ya poseía una estancia, cerca de Solca: la zona apenas comenzaba a sercolonizada. Incluso, es muy probable que Núñez Pinazo, partícipe de las campa-ñas de pacificación, pobre y cargado de hijos jamás haya tomado posesión efecti-va de la merced7.

El ejemplo de Tuani muestra que quienes conocían la zona contaban con elsaber que les permitía solicitar mercedes de tierras sobre la base de referenciasprecisas, empleando nominaciones en lengua nativa. Entre ellas ya figuran nom-bres impuestos por los conquistadores, señas inequívocas del proceso de apro-piación real y simbólica del espacio que procedía rebautizando la geografía y susaccidentes en lengua española8.

Por lo general, estas mercedes tempranas tenían un epicentro –un pueblo deindios, una aguada- y los derechos de dominio se extendían a las dos leguas. Nosiempre figuraban los linderos o mojones; en esta etapa, cuando la demanda de

6 Archivo Histórico de Córdoba (en adelante, AHC), escribanía 2, legajo 61, expediente 5.7 En el año 1700, uno de los hijos de Pinazo, el sacerdote Diego de Illanes, encontró entre lospapeles familiares el título de esta merced pero no así la constancia de la toma de posesión.Debido a su avanzada edad, recurrió a la justicia para hacer efectivo el título y luego procedió avender la merced en partes o fracciones a los miembros de la justicia que participaron de laformalización del trámite legal.8 Cfr. Todorov 2003.

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tierras no era significativa en la región, las autoridades coloniales tendían a con-ceder toda solicitud que contuviera los datos mínimos: el resumen de los méritosdel solicitante, el nombre y la localización de las tierras, y alguna referencia deubicación adicional. Las autoridades estaban interesadas en conseguir la instala-ción de nuevos colonos en una región marginal y muy poco habitada. La situa-ción habría de cambiar desde el comienzo del siglo XVIII.

En efecto, a lo largo del siglo XVIII una serie de factores combinados cambiaronde manera progresiva el perfil de la región. Por un lado, se trata de un siglo en el quese asiste a un lento pero sistemático ascenso demográfico en todas las colonias, uncrecimiento que empuja a la población a expandirse y a buscar nuevas tierras dondeasentarse. En este contexto, se inicia la colonización de zonas antes consideradasmarginales y que ahora ofrecen oportunidades para el desarrollo de otras actividades.

En un trabajo anterior abordamos el tema de la dinámica demográfica en LosLlanos a partir del análisis comparativo de dos censos –el de 1767 y 1795- ycomprobamos que entre los dos censos la población de la región casi se duplicó(de 1.732 habitantes en 1767 a 3.475 en 1795)9. Este incremento tan alto serelaciona con la recepción de migrantes, provenientes de zonas aledañas a losLlanos, en un contexto de expansión de una ganadería extensiva durante el cual laregión formó parte de un espacio económico que vinculaba Cuyo y el norteChileno (Palomeque 2007). Dadas las limitadas condiciones ecoambientalesllanistas, los nuevos migrantes se situaron en los oasis a lo largo de las costas -líneas de oasis espaciados adosados a una misma ladera, la descripción realizadapor Pierre Denis en 1920 (Denis 1987) desde donde se colonizaron otros espa-cios próximos a medida que los anteriores se iban saturando. Las fuentes permi-ten constatar este fenómeno a partir de la duplicación de topónimos que apare-cen en el censo de 1795 y en el registro de estructuras familiares complejas,muchas de las cuales albergan un importante porcentaje de agregados. Estas fa-milias de dependientes, bastante móviles según las circunstancias, configuraronuna compleja trama de vínculos de parentesco, reciprocidad y de relaciones labo-rales con las familias que los recepcionaban y en conjunto revelan las dificultadesde los nuevos colonos de acceder a la tierra (la cuarta parte de la poblaciónllanista revistaba en esta condición en 1795).

Pero ¿de qué manera estos migrantes lograron el acceso a la tierra o a lapropiedad en una zona que rápidamente mostró sus limitaciones marcando untecho al crecimiento de la población a fines del siglo XVIII? Si bien los mecanis-mos siguen siendo los ya conocidos que aparecen en cualquier región (merced de

9 En el artículo «Oprimidos…» (op.cit) estimamos el crecimiento anual en casi un 4%.

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tierras, compra-venta, dotes, es interesante observar de qué manera éstos se ha-cían efectivos en la práctica.

Las fuentes del siglo XVIII permiten reconocer un conjunto de personajesque en distintos momentos se instalaron en Los Llanos: se trata de soldados,miembros de las milicias que participaron de las sucesivas campañas al Chaco.De manera análoga al siglo anterior, buena parte de ellos provenían de las capasmás bajas del sector hispanocriollo; de modesta condición y ascendencia no siem-pre esclarecida (muchos de ellos eran mestizos e ilegítimos) la participación enlas guerras les había permitido acreditar «méritos a favor de la corona», requisitoesencial para solicitar beneficios en compensación. Las presentaciones de algu-nos de estos soldados son elocuentes; por ejemplo, Juan de Barrionuevo afirmóque «Hallándome ausente de ésta mi patria, considerando que de no restituirmea ella, no hallaré en otras el alivio y fomento [. ..]» 10. Decidido a volver a supatria, se dirigió a quien fuera su superior en campaña y que en ese momento sedesempañaba como alcalde de la ciudad para solicitarle «amparo» para «poblary poner su ganado en una aguada en medio de Chelco». El alcalde dio fe de lapenosa situación de este huérfano, casado y con hijos que entre las fatigas milita-res había pasado largos años «de estancia en estancia de casa en casa, experimen-tando voluntades ajenas por no tener hogar ni casa propia donde con sosiegopudiera criar a mis hijos» (énfasis del autor). En 1733, y a diferencia de losmilitares y pequeños encomenderos del siglo anterior, soldados pobres comoBarrionuevo estaban determinados a instalarse en Los Llanos con sus familias,integradas muchas veces por mujer, hijos, padres y hermanos.

Pero no era ésta una forma «legal» de acceder a la tierra; se trataba más biende una «ocupación autorizada». El mismo alcalde le recomendó que acudiera algobernador para obtener una merced. Si en 1733 la solicitud de amparo erasobre «una aguada en medio de Chelco que cae a la parte del sur, Macasín a laparte del norte y para el poniente con la aguada de Villacasán y Ambil para eloriente», en 1741 la solicitud al gobernador rezaba: «el cual paraje se llamaCarrizalillo sobra de la estancia llamada Villacasana que hoy posee el tenienteEnrique Reynoso por la parte del sur y por la del norte linda con la estanciallamada Tuani perteneciente a los Barrionuevos y por la parte del naciente con elpotrero de Nacate». Como podemos comprobar, en pocos años la geografía casideshabitada de contornos amplios e imprecisos había dejado lugar a un espaciocolonizado con referencias claras y nombres propios.

10 AHC, escribanía 2, legajo 76, expediente 24. 1789.

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Años antes, otro soldado llamado Joseph Roldán había comprado «una suer-te de tierras[ …] que se llama SOLCA que es la aguada principal que corredicha agua de poniente a oriente[…]» a su propietario de entonces, don JacintoMercado y Reynoso11. Roldán se instaló en Solca con su mujer y tres hijos; en1726 éstos solicitaron un inventario de los bienes de su padre donde constó queposeían «la dicha estancia de SOLCA […] de dos leguas de tierra que se com-praron yermas y se comprende en dicha estancia la aguada de MACASÍN que sele dio en dote a Francisca de Avila», nieta de Joseph Roldán. En conjunto, laestancia fue tasada en 400 pesos sin que sepamos si en efecto se llevó adelante lasubdivisión entre los herederos. Un dato interesante es que Solca y Macasín nose sitúan en espacios contiguos: la segunda se ubica al sur, separada por un exten-so territorio que tenía otros dueños o habitantes. No queda claro de qué manerala familia Roldán había obtenido Macasín; pero lo cierto es que controlabantierras no contiguas, circunstancia que derivó en la dispersión de los derechos deherencia12. Volviendo a Solca, sabemos que en la estancia los hijos de Roldánhabían construido una capilla donde los vecinos de esos pagos iban a oír misa. Acomienzos de 1740 Asencio Roldán y sus hijos vivían allí, mientras que uno desus hermanos había muerto en la frontera chaqueña. El mismo Asencio mencio-nó, en una presentación ante la justicia, que su padre, su hermano, él y sus hijoshabían participado de diez entradas al Chaco. Se trataba sin duda de una familiade soldados que ahora compartían las estancias de Solca y Macasín.

Un último ejemplo aporta información sobre otras formas de acceso a latierra13. En 1701, otro soldado llamado Antonio Reynoso Tello firmaba un con-trato con el capitán Luis de Izquierdo Guadalupe: Tello se avenía a trabajar en laestancia de Chepes, propiedad de Guadalupe, al tiempo que éste le vendía en

11 AHC, escribanía 2, legajo 65. Según Dardo de la Vega Díaz (1994:279) la merced original deALDESILLA, SOLCA y MACASÍN fue concedida a don Agustín de Mercado y Reynoso (hijode uno de los fundadores de la ciudad, don García de Mercado y Reynoso) por el gobernadorGutierre de Acosta y Padilla en la década de 1640. Su hijo Jacinto vendió la aguada de ALDESILLAa Francisco de Ontiveros, personaje que vivía en la zona a comienzos del siglo XVIII, y SOLCA YMACASÍN a Joseph Roldán. No hemos podido establecer el vínculo genealógico entre don Jacin-to y Enrique Reynoso, propietario de Villacasana, estancia muy próxima a Solca.12 De la Fuente (2007) ha constatado que en el siglo XIX era muy frecuente que los pobladoresde Los Llanos –miembros de las montoneras que seguían a los caudillos-tuvieran derechos deherencia en varios territorios dispersos de manera simultánea. Una significativa endogamia y latendencia a no dividir las propiedades habría generado este complejo fenómeno del que encon-tramos indicios en el siglo anterior.13 AHC, escribanía 2, legajo 66, expedientes 7, 17 y 19.

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$400 la aguada de Ulapes, ambas en la región de Los Llanos. Guadalupe habíaobtenido ambas tierras bajo la forma de merced por su participación en lascampañas al Chaco, pero al residir en la ciudad de Córdoba se veía complicadopara establecerse en Chepes. Tello se comprometió «con su persona y peones,hacha o cuña y una yunta de bueyes a hacer unas casas o rancho [ ...] y estanqueen el paraje de Chepes que voy ahora a poblar», y por esa ayuda se descontarían«treinta pesos» por mes, mientras que Guadalupe se obligaba a «poner la comi-da para el susodicho y peones y mas otra hacha mía (…) y un peón mas si halloa conchabar o darle con que lo conchabe». El resto del valor de la aguada sepagaría a plazos, en vacas «puestas en Chepes» u ovejas; unos años después, Telloy el apoderado de Guadalupe firmaron el título de compra venta que convertíanal primero en propietario de Ulapes.

Con grandes sacrificios, Tello transformó Ulapes en una estancia; según tes-timonió el alférez Nicolás Pérez de Arce, la misma contaba con «un algodonalbueno que tendrá de largo poco menos de cuadra y ancho poco menos de mediacuadra y en la orilla del cerco unas plantas de higuera y otras de sarmientos todobien cercado con dos rastrojos de sembrar trigo bien cercados el uno como deuna cuadra y el otro de cuadra y media y un corral grande de madera de algarro-bo parados los palos y otro para cruces y otro pequeño de terneras y un rodeocomo de cuadra en contorno y que todo lo dicho es trabajado sirviendo a hachapor haber sido una montaña muy espesa y que habrá sido muy costoso el ponerloen el estado en que está». Cerca de la aguada se levantaban dos «cuartos devivienda cercados de suncho techados el uno con cueros y el otro con barro»,hogar de los Tello. Sin dudas, en diez años este soldado se «había compuesto», altiempo que había formado una familia y se dedicaba a la cría de ganado (paraentonces, ya uno de sus hijos estaba de campaña en el Chaco).

Pero para su desgracia, otro soldado que poseía una encomienda en Los Lla-nos, Tomás Camargo, se presentó ante la justicia con un título de merced detierras nombradas Ulape, anterior al que recibiera Guadalupe. Y exigió que Tellofuera lanzado de su propiedad, ya que tenía planes para establecerse allí. Telloexigió entonces a Guadalupe que le devolviera el dinero que había pagado por lastierras más las mejoras (afirmaba haber comprado un páramo, mientras que en elmomento de la disputa el lugar era una estancia de ganados). Pero Guadalupehabía muerto y su hijo le propuso a Tello una suerte de «permuta»: entregarleChepes, en compensación por haber perdido Ulapes, aquella estancia que el mis-mo Tello había ayudado a levantar. Chepes también había cambiado con losaños; ahora era una estancia con «lindos y amenos campos... y montes… útilesde maderas muy rica», y le aseguraba a Tello que podría «tener muchos masadelantamientos de sementeras hortalizas y crías de ganados mayores y meno-

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res». Las partes se pusieron de acuerdo dado que se reconoció que los Guadalupeno habían obrado con «malicia» y ninguna de las partes dudó de que el título demerced de Camargo al ser anterior tenía una validez incuestionable. Cerramoseste ejemplo mencionando que finalmente, en 1732, Tomás Camargo vendió aTello la estancia de Ulape: habiendo enviudado, éste decidió dejar Chepes a loshijos de su primer matrimonio (al menos cuatro hijas con sus familias) y seestableció de nuevo en Ulape con su segunda esposa, con la que tuvo diez hijos.La estancia costó $450, pero esta vez el pago lo realizó en mulas, lienzo y plata.Podemos afirmar que a pesar del percance con los títulos de Ulapes, Tello logróprogresar como propietario y ganadero de Los Llanos.

En suma, desde el comienzo del dominio colonial la merced de tierras legalmenteotorgada precedió a muchas otras formas de acceso a la tierra. En el origen históricode muchos de los actualmente llamados «campos comuneros» puede haber una mer-ced de la época colonial, lo que no necesariamente implica que éstos deriven deaquellos. Es más, solo una investigación sistemática y minuciosa podría mostrar siefectivamente las setenta y ocho mercedes de Los Llanos registradas en la actualidadcomo propiedad indivisa se corresponden con las originales concesiones coloniales.Los nombres de las propiedades actuales remiten al pasado colonial pero se planteanimportantes lagunas acerca del desarrollo de las mismas durante el siglo XIX.

Por otro lado, no hay que olvidar que durante todo el período colonial las «de-nuncias» y las «composiciones» fueron otra alternativa legal para acceder a la tierra.Se aplicaba a los casos de antigua ocupación sin títulos legales; los «ocupantes» po-dían denunciar las tierras ante la justicia competente, pagar los impuestos correspon-dientes y acceder así a un título de propiedad si podían demostrar una instalaciónmínima de diez años. Si bien este mecanismo era un recurso frecuente, en Los Llanosse manifiesta en la segunda mitad del siglo XVIII dado que una Cédula Real (1754)disponía que quienes fueran ocupantes de tierras o propietarios sin títulos debíanregularizar su situación presentándose ante las justicias locales para iniciar los trámi-tes. Pasaron años hasta que la disposición entró en vigor en La Rioja y que sus efectosse hicieran sentir en Los Llanos. Las composiciones de tierras, obligatorias para quie-nes hubieran accedido a la tierra después del año 1700, lejos de «regularizar» situa-ciones provocaron conflictos, como veremos a continuación.

Los conteLos conteLos conteLos conteLos contextos de confxtos de confxtos de confxtos de confxtos de conflictilictilictilictilictividadvidadvidadvidadvidadEl Archivo Histórico de Córdoba guarda un conjunto significativo de pleitos por

tierras entre vecinos y pobladores de Los Llanos que se sitúan mayormente en las últi-mas décadas del siglo XVIII. Sin duda estos conflictos se relacionan con el importanteaumento demográfico que se dio en la región, que como ya comentamos se vinculan a

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sus vez con las migraciones internas y la creciente demanda de tierras debido a la expan-sión ganadera. Este amplio marco significativo requiere empero, algunas precisiones.

En primer lugar, conflictos por tierras parecen haberse dado a lo largo de todo elsiglo, aunque fueron éstos de diverso tenor. Durante las primeras décadas debieronproducirse conflictos menores, los que aparecen referidos como antecedentes en litigiosmuy posteriores. Otros casos de mediana importancia, como que el que involucró aCamargo, Guadalupe y Tello muestran que a veces las partes tenían buena disposiciónpara el acuerdo y que la justicia arbitraba para sancionar los acuerdos privados. Mientrasestos episodios sucedían (década de 1730), soldados recién llegados a Los Llanos igual-mente se presentaron a la justicia para discutir límites y linderos ya que por lo general lasmercedes concedidas desde el frente de guerra o desde otras ciudades cabeceras, eranimprecisas. Agravaba el problema un factor al que ya aludimos: con el paso del tiempo,la geografía había sido reconocida, apropiada y renominada, sobreimponiéndose dos omás nombres relativos a un lugar, una aguada, un valle o un potrero. En estos casos, serequería la actuación de la justicia para proceder a reconocer los lugares, tomar testimo-nio de los vecinos, establecer mojones y precisar denominaciones.

Cuando Gregorio Banegas se instaló con su merced en El Carrizalito, su vecino Fran-cisco Ontiveros protestó la toma de posesión alegando que parte de las tierras eran suyas.Sin embargo, aunque temprana, la merced de Banegas contenía detalles sobre medidas (dosleguas de tierra a partir de un centro) y los nombres específicos de los linderos. La justicialocal acabó ratificando los derechos de Banegas, hombre que demostró ser cauto y preve-nido al preocuparse por solicitar la mensura y amojonamiento de sus tierras.

Otro soldado que ya conocemos, Juan Barrionuevo, también debió enfrentarconflictos. En 1745 se lamentaba de que sus vecinos pretendían «despojarme de lomás sustancial de la estancia estrechándome a lo más infructuoso de las tierras,tanto que ni agua tienen mis ganados para beber sin más instrumentos de su parteque sólo quererlo hacer» 14. Aunque Barrionuevo no identificó a «sus vecinos», susnombres aparecen en la citación oficial que se llevó adelante ese mismo año: todosellos estaban establecidos en la misma zona que Barrionuevo y procuraban avanzaren la ocupación de más tierras. El reclamo de Barrionuevo devela el principal focode tensión al solicitar de las autoridades «que no se me inquiete en la posesión queha tantos años gozaba y aunque no ha sido bastante que me dejen gozar de ellavarios vecinos pues continuamente andan formando derecho»15 (énfasis del autor).

Este «formar derecho», al que se refiere Barrionuevo como a un proceso en el

14 AHC, escribanía 2, legajo 52, exp. 1.15 AHC, escribanía 2, legajo 72, expediente 24.

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que el hecho de asentarse en un lugar durante un tiempo sin que otros traten deevitarlo o de impedirlo paulatinamente genera una cierta legitimidad a la ocupa-ción, alude a un contexto social en el que las relaciones entre los vecinos debie-ron ser difíciles. Es posible presumir que la asistencia en un sitio, su ocupación ysu uso, y las relaciones tejidas con los vecinos del lugar eran parte significativa enel proceso de apropiación de la tierra, quizá tanto o más que la misma posesiónde un título que podía ser impreciso, defectuoso o estar, por su antigüedad, enmalas condiciones (hay referencias a situaciones como esta en los pleitos). Dehecho, recordemos que el mismo Barrionuevo se inició como colono «formandosu propio derecho»: se instaló sin papeles durante unos años, con un simpleamparo de una autoridad no competente y esperó hasta comprobar que nadiereclamara lo que él, años después, solicitó al gobernador. Cabe notar que en pocotiempo las posibilidades de ocupación habían cambiado mucho; entonces, la víalegal resultaba el recurso final al que no todos estaban en condiciones de acceder.

Desde mediados del siglo XVIII, las fuentes reflejan una serie de cambios intere-santes en relación con las modalidades de solicitud de «mercedes de tierras» y en laforma jurídica de su efectiva concesión, cambios que también tendrán efectos en eldesarrollo y resolución de pleitos más complejos y extensos que tuvieron lugar haciafines del período colonial. Si durante la primera mitad se mantuvo el formato y elestilo de las solicitudes tempranas – más vagas en la descripción del terreno y deotorgamiento casi inmediato, acompañado apenas de la fórmula «sin perjuicio deterceros»-, trasponiendo 1750, las mismas ganaron en precisiones. Por un lado, serequirió más información sobre el solicitante (méritos personales y familiares); porotro, se registraron mayor número de datos en torno a las tierras solicitadas (identifi-cación de linderos y de vecinos propietarios; medidas y reconocimiento de mojones).Además, comenzaron a designarse comisionados que citaban a los vecinos para quetestimoniaran si las tierras estaban efectivamente vacantes; comprobado esto se lastasaba para enterar la media anata correspondiente y luego la concesión era medidacon «vara y cuerda por sujetos prácticos en agrimensura». Aunque estos procedi-mientos existían desde antes, ahora se ponían en práctica de manera sistemática y bajola autoridad de los delegados y subdelegados de los gobernadores intendentes. Estasprácticas, además de mostrar a las claras los cambios en el sistema de la burocraciaadministrativa que se corresponden con las reformas borbónicas y la constante pre-ocupación de los funcionarios para no perjudicar el erario real, reflejan el renovadointerés que despertaba nuestra región en estos años16.

En efecto, Los Llanos se convirtió –andando la segunda mitad del siglo- enuna región que ofrecía buenas condiciones para el pastoreo de ganado, una acti-

16 AHC, escribanía 2, legajo 72, expediente 17 (1789).

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vidad que se desarrollaba en función de una demanda sostenida por un mercadoen expansión. Por cierto que no toda la región se revalorizó por igual; dependiómuchísimo de la existencia de ríos, arroyos y ojos de agua y de la calidad de lospastos de los potreros17. Así, una franja que atraviesa el mapa de los Llanos deoeste a este y que contiene parte de la llamada costa alta y la costa del medio,concentró un número significativo de pleitos que se prolongaron hasta el sigloXIX, según analizamos en un artículo reciente18.

Algunos miembros de la elite local repararon en la importancia que estaba adquiriendoLos Llanos y no dudaron en solicitar «mercedes de tierras» en la región19. Don Franciscode Mercado y Reynoso, por ejemplo, regresó a Los Llanos comprándole a Juan Fernándezde Andrada la estancia de Nacate. Muchos años atrás, una rama de los Mercado que eranantepasados suyos había tenido tierras en Solca, pero las habían vendido a fines del sigloXVII20. A mediados del siglo XVIII el contexto había cambiado y los Mercado volvían aLos Llanos con otros proyectos. Desde su instalación don Francisco realizó varios intentosde avanzar sobre tierras colindantes a las suyas, pretextando que la merced por él compradaincluía las «sobras de Nacate» y que en éstas se hallaban tanto la «aguada de Acalo» comoel valle del mismo nombre. Aunque la antigüedad de la merced original (otorgada a AndrésPérez de Arce en 1700) parecía avalar sus pretensiones, la mayoría de las acciones legalesque emprendió, entre 1742 y 1746, fueron infructuosas21.

17 También una demanda menor se concentra en las tierras del sur oeste, en Las Minas y SanAntonio –dominio que será más tarde de los Quiroga- por la existencia de minerales en la zona.Ver también Natenzon, 1990.18 Cfr. Farberman, J. & R. Boixadós 2008. «Soldados, propietarios y «Pobres de Jesucristo»...19 Don Luis de Villafañe y Texeda, (vecino encomendero, alférez real y miembro de una de lasfamilias riojanas más notables y acaudaladas) obtuvo en 1730 la merced de las tierras llamadasCatuna, Guandacol y Las Burras, en el norte de Los Llanos, alegando que poseía hermanosmenores a los que debía mantener (AHC, escribanía 2, legajo 18, expediente 8. 1730).21 Los Mercado y Reynoso eran un linaje cuyo origen se remonta a la propia fundación de la ciudad.Sus descendientes siempre formaron parte de la elite local, fueron encomenderos, capitulares y ocu-paron puestos de prestigio. Aunque sabemos que tenían propiedades en la zona de Arauco en el sigloXVII y comienzos del XVIII, descubrimos que hacia 1642 también habían obtenido mercedes detierras en Los Llanos. Ya mencionamos que Agustín de Mercado y Reynoso, había recibido las tierrasde dicho lugar de SOLCA que fue pueblo de indios con dos leguas como lo pidió, aunque no tuviesetantas tierras en dicho pueblo. Aunque estas tierras fueron vendidas por su hijo Jacinto, tiempodespués los Mercado y Reynoso seguirían atribuyéndose derechos sobre ellas.21 Nos referimos al litigio contra Santiago Banegas por la estancia de Río Grande, Juan Barrionuevopor Carrizalillo, y Asencio Roldán y Luis Avila Cartagena por los lugares de Macasín y deSolca. La demanda se fundaba sobre el aludido título de Merced de las sobras de Nacate de1700, concedido a Don Andrés Pérez de Arce.

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Los hijos de Francisco, Fernando y Agustín Mercado Reynoso, se mantuvie-ron en Nacate. Fernando Mercado llevó adelante algunas acciones menores con-tra sus vecinos que no prosperaron y las fuentes coinciden en señalar que durantediez años reinó una relativa paz en la zona. Fue en 1757 que don Josep Antoniode Mercado y Reynoso, sobrino de Francisco, primo y apoderado de Fernando yAgustín, retomó el camino de los litigios. Josep Antonio se encargó de reunir losviejos papeles de los pleitos y, según lo denunciaron sus contrincantes, gracias asus poderosas influencias en La Rioja y en Córdoba, consiguió que las causas quesu familia había perdido fueran reabiertas a partir de 1780.

Uno de los principales ejes de discusión en estos pleitos se relaciona con loscambios en la toponimia local. Como anunciamos, la geografía llanista habíasido rebautizada casi por completo de un modo que evoca –y refleja- la intensi-dad de la ocupación a mediados de siglo XVIII: nuevos nombres convivían conlos antiguos, o se superponían a ellos. El problema era que las cédulas más anti-guas conservaban las referencias más tempranas, algunas de las cuales no seutilizan en el lenguaje corriente. En las declaraciones de los testigos fueron muyimportantes los aportes de los vecinos más ancianos que aún guardaban memo-ria sobre nominaciones previas que los más jóvenes ya ignoraban. De este modo,con cierta malicia y con una cédula antigua que estaba en muy mal estado, donJosé Antonio de Mercado insistía en que las «sobras de Nacate» incluían el vallede Acalo y Tuani, ambas zonas muy pobladas desde comienzos del siglo XVIII ycuyos habitantes no estaban dispuestos a ser desalojados. Tuani, por ejemplo, erael centro de aquella vieja merced real que recibiera Francisco Núñez Pinazo;parte de la misma había sido vendida a una suerte de «sociedad», compuesta pordon Francisco Peñaloza y don Domingo Pereira, ambos españoles que se convir-tieron en colonizadores de la región. Con el tiempo, sus familias crecieron ytambién el negocio de la cría de ganados. Por cierto que ante los embates deMercado, Peñaloza y Pereira presentaron sus títulos ante la justicia la que leotorgó un enorme valor a la merced original de 1637.

Don Joseph Mercado y Reynoso también procuró, sobre la misma baseargumental y con evidentes manejos de la justicia local, «lanzar» de las tierras queafirmaba eran suyas a los descendientes de aquellos soldados sobre los que nosreferimos anteriormente: Barrionuevo, Banegas y Roldán. Es interesante notar quesi la primera generación de estos colonos habían logrado el éxito instalándosecomo propietarios y criadores de ganados en Los Llanos, sus descendientes nopudieron sostener el legado: muchos de ellos vivían modestamente tratando semantener familias por lo general numerosas; en los censos de la época se los reco-noció como mestizos y españoles pobres, a veces como indios, que no contabancon medios para enfrentar los embates judiciales del poderoso Mercado.

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De hecho, las avanzadas judiciales de Mercado generaron el contexto para que losperjudicados se aglutinaran frente a un enemigo común. Dada la declarada situaciónde «litis», los pobladores amenazados confiaron sus títulos y mercedes y toda docu-mentación probatoria a dos apoderados, quienes representaron sus intereses colecti-vos. Así, don Luis de Ávila y don Salvador Rubio, ambos concuñados y yernos dedon Domingo Pereyra fueron los encargados de llevar adelante las diligencias quefinalmente la justicia, en diversas instancias, favorecieron con la razón. Es importantedestacar que la mayor parte de los perjudicados por Mercado y Reynoso manteníanlazos de parentesco, vecindad, amistad y negocios entre sí que venían tejiéndose desdehacía años. Una red de solidaridad que solo se hizo parcialmente visible en las fuentesa partir del conflicto en la que los miembros más desprotegidos –quienes seautodenominaban «los pobres de Jesucristo»- buscaban protección y amparo entresus vecinos y parientes de mejor posición. Su presentación rezaba que «… por noso-tros y en nombre de nuestros hermanos, cuñados e hijos emancipados (...) decimosque hallándonos en quieta y pacífica posesión nosotros, nuestros padres, abuelos ybisabuelos de estos lugares ya nominados por compra de ellos como constará porescritura (...) los ha perturbado y despojado con cavilosa ambición don Josep Anto-nio de Mercado. El astuto Mercado había logrado lanzarlos (...) del lugar de Macasíncon su poderío, constituyéndonos sus arrendatarios en nuestras propias tierras, don-de nacimos y nacieron nuestros padres conociéndolas por de nuestros abuelos, sinque tenga el dicho don José Antonio otro título que el de unas sobras dentro del Vallede Nacate, muy independientes de nuestros terrenos» 22 (énfasis del autor).

Estas citas son elocuentes en la medida en que muestran el carácter colectivo de lapropiedad de la tierra, cuya posesión estas familias venían manteniendo desde variasgeneraciones atrás23. Pero al tiempo que constatan esta realidad de la indivisión parael largo siglo XVIII, también aluden a situaciones de conflicto y a las amenazas de lospoderosos que querían hacerse de las tierras. La elección de un «representante legal»anuncia la configuración de estructuras verticales que posiblemente con el tiempoirán cristalizando bajo las conocidas relaciones clientelares, en las que el patrón seerige –y a la vez es erigido- como el referente de un conjunto de personas y familiasdesprotegidas a las que les ofrece amparo a cambio de obediencia y apoyo24.

22 AHC, escribanía 2, legajo 65, expediente 1.23 Esta afirmación de la propiedad colectiva se advierte asimismo en otras fuentes cuando sealude al apellido familiar para identificarlas (las tierras de «los Agüero», «los Amaya», «losBarrionuevo», «los Banegas», «los Ontiveros», «los Argañaraz», etc.).24 Cfr. Ponce Leiva 2007 y Zúñiga 2000.

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Revisando las fuentes del período hallamos más información sobre configuraciones deeste tipo en contextos similares. Hacia 1790 varias familias resistían los avances de Cle-mente Galván en la zona de Ulape y La Salana. Algunos de ellos eran descendientesdirectos de Antonio Tello, el «pionero» que levantara la estancia de Ulape a comienzos delsiglo XVIII; otros eran familias emparentadas establecidas en La Salana. Así, don Juan JoséTello, don Cayetano y don Lucas Tello junto a don Francisco Torino y Antonio Zárate,«todos interesados y poseedores del paraje y estancia de Ulapes y Salanita», otorgaronpoder de representación al maestro don José Nicolás Ocampo, «porque nos hallamospobres e indefensos e ignorantes le damos el citado poder»25. El sacerdote mostró rápida-mente sus conocimientos legales y sus conexiones –de parentesco y condición social- conlas justicias locales lo que le permitió frenar los avances del ambicioso Galván.

Comentarios fComentarios fComentarios fComentarios fComentarios finalesinalesinalesinalesinalesPara fines del siglo XVIII, viejos problemas relacionados con linderos imprecisos,

ausencia o pérdida de títulos, diferencias de interpretación de la toponimia llanista,mojones desaparecidos, ocupaciones con legalizaciones sin concluir, familias cuyalegitimidad de ocupación se basaba en la inmemorial posesión por parte de sus ante-pasados sin contradicción, entre otros, reaparecen con más fuerza en la medida en quese verifica mayor presión demográfica en una región con importantes limitaciones yuna revalorización de la tierra apta para el pastoreo. Pero quizá el factor crucial quereavivara antiguos conflictos y que promoviera nuevos fuera la real cédula de 1754,que entró en vigor en La Rioja en la década de 1780.

Tal como señalamos, esta cédula tenía como objetivo regularizar la situaciónde la posesión y la propiedad de tierras posteriores al año 1700 y daba ocasión alos ocupantes sin títulos y a los propietarios que los habían perdido, a presentar-se a las justicias, denunciar las tierras y obtener un nuevo título de propiedadpagando los impuestos correspondientes.

En La Rioja, la Real Cédula habilitó a muchos interesados a denunciar tierras encondición de vacantes; el problema fue que muchas de las consideradas vacantesestaban ocupadas o ya tenían dueños con títulos en su poder. La invocación de la RealCédula por parte de los nuevos funcionarios borbónicos (subdelegados y jueces loca-les) daba lugar a nuevos contextos de conflictividad: no siempre los actuales ocupan-tes o propietarios estaban en condiciones de demostrar los títulos de merced o dehacerse cargo del pago de la media anata y los impuestos a la corona que ahora

25 AHC, escribanía 2, legajo 76, expediente 10.

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estaban vigentes; las autoridades riojanas podían presionar para que los vecinos ypobladores legalizaran su situación, según los intereses en juego. Nada mejor que lamirada de un foráneo para expresar cómo se planteaban los nuevos contextos.

Don Baltasar de Herrera, vecino de San Juan, había denunciado las tierras de«Ulapes» hacia 177026. Su presentación no siguió curso alguno (no se alegan almenos las razones en su reclamo) por lo que renovó la denuncia en 1777. Para esafecha «un tal Agüero» había denunciado las mismas tierras, donde vivía hacía años.Herrera se había dirigido por carta al subdelegado para presentar sus quejas y advertirsobre un caso de notoria corruptela, una suerte de círculo vicioso creado para ampa-rar a los ocupantes e impedir que otros accedieran legalmente a las tierras. SegúnHerrera, «si otro las denuncia saldremos pidiendo que se nos prefiera en ellas y sinadie las denuncia aunque se publiquen mil bandos nos dejaremos estar disfrutándo-las como propias ... Ya se ve que no solo se deben cerrar aquellas puertas, que no solose deben cumplir las ordenes del rey sino también arbitrar el modo en que la maliciapueda frustrarlos. El proporcionado a este fin es el de que Agüero sea lanzado deaquellas tierras, que se me admita y no a él en su composición y esto mismo se hagacontra los que no denunciaren las que sin justo título poseen 27 (énfasis del autor).

Pero como en toda sociedad de antiguo régimen, la noción de «justos títulos»abría precisamente un campo –conceptual, ideológico, moral y real- de disputa.Mientras la burocracia legalista borbónica buscaba acrecentar las rentas reales –y salvaguardar sus reales patrimonios- antiguos pobladores con o sin títulos ha-bían construido sus propias costumbres y tradiciones, muchas de ellas vinculadasal uso en común de aquellas tierras fundamentalmente destinadas al pastoreo. Enefecto, el «sentido práctico» de estas familias dedicadas a la cría de ganado habíaarticulado con la lógica de la indivisión para la maximizar el beneficio de lastierras destinadas a estas actividades28. Durante generaciones, las familias evita-

26 Al parecer, no son exactamente las mismas tierras que las que tenían desde hacía muchos añosla familia Tello; puede tratarse de tierras muy próximas o de «realengas» de una mediciónefectuada a causa de un deslinde. Se comprende la confusión que suscitan estas superposicioneso repeticiones de nombres y topónimos y sus derivaciones a nivel legal.27 AHC, escribanía 2, legajo 66, expediente 19.28 La expresión corresponde a Bourdieu quien analizó el problema de la tenencia de la tierra entre loscampesinos del Bearn francés y las relaciones entre normas, prácticas y estrategias familiares (Bourdieu2007). La indivisión como práctica estratégica familiar para mantener el control sobre un patrimonio yuna condición social de prestigio se encuentra ampliamente documentada y analizada para distintasregiones de España y Europa. En la mayor parte de los casos, se trata de propiedades dedicadas a laagricultura más que al pastoreo y las diversas legislaciones locales suelen respaldar estas prácticas comoformas admitidas de administración de los patrimonios familiares. Cfr. Bestard 1992, Comas D‘Argemir1992, Barrera González 1990 y Ferrer i Alós 1995. En los casos que estamos analizando, la indivisiónno es sinónimo de heredero único, sino por el contrario, de tenencia colectiva.

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ron distribuir la tierra legalmente entre los herederos tal como lo establecían lasleyes castellanas vigentes en los dominios americanos. De este modo, y a diferen-cia de los casos estudiados en el mundo rural europeo, la indivisión no se corres-ponde con la fórmula del heredero único sino que supone una tenencia colectivaentre diversos herederos, no necesariamente emparentados entre sí. Hasta elmomento, no tenemos indicios de que se hubieran llevado adelante «partijas»oficiales, al menos durante el período colonial. Esto no es en sí tan extraño, yaque estos procedimientos legales importaban gastos que no siempre los herede-ros estaban en condiciones de enfrentar. Pero más allá de esto, no caben dudas deque dividir tierras destinadas al pastoreo donde el agua era verdaderamente unrecurso clave y escaso, tenía poco sentido para familias que con mucho esfuerzohabían logrado sostenerse en Los Llanos. Esto no significa que los herederos nosupieran qué derechos les asistía y en calidad de qué.

Así, era frecuente que ocurriera -en relación con la política de legalización detítulos-, que no habiéndose realizado las divisiones de las tierras entre los here-deros éstos se presentaran de «mancomún» y en calidad de «compartes» parainiciar los trámites29. También era ésta una forma de acción colectiva que eraasumida al momento de defender sus intereses y sus tierras y que llevaba a quepor lo general los pleitos no se entablaran entre individuos –titulares de domi-nios o propietarios- sino entre verdaderas corporaciones familiares que actuabanbajo la representación de un miembro de la familia (o comparte).

Si es cierto que la aplicación de la Real Cédula de 1754 dio la oportunidad amuchos de acceder legalmente a antiguas posesiones, también abrió el espaciopara comprobar en qué situación estaban las tierras, cuáles estaban disponibles oen estado de ocupación precaria. Y personajes relativamente nuevos en la región–como Peñaloza o Galván- que habían logrado importantes ventajas derivadasde las actividades ganaderas tuvieron la ocasión de ampliar sus proyectos, acce-diendo a más tierras con buenas pasturas. Si Galván pretendía quedarse conUlapes y Salanita, Nicolás Peñaloza había adquirido en 1782 la estancia LaHediondita y en 1798 compró por vía de composición las tierras del pueblo deindios de Atiles, despobladas de tributarios desde hacía décadas.

29 No solo por las referencias que contiene el trabajo de Olivera (1993) sino por los comenta-rios que Dardo de la Vega Díaz incluyó en su Toponimia riojana sabemos que esta situación sevolvió más compleja aún durante el siglo XIX. La nueva legislación decimonónica, que porcierto aún hemos estudiado, parece haber recreado un nuevo contexto de conflictividad entrecientos de «compartes» y «derechosos» quienes se volvieron al período colonial para esclarecersus derechos y reclamos.

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No es casualidad que en el informe que elaboró don Cándido de Sotomayor,cura párroco del partido de los Llanos en 1806, identificara a Peñaloza y aGalván como dos de los más ricos y prominentes vecinos: el primero contabacon alrededor de 5000 cabezas de ganado y el segundo alrededor de 2000 cabe-zas (al igual de Prudencio Quiroga). Las tierras de Peñaloza y Galván se encon-traban situadas entre las más favorecidas por el agua: Ulape, Malanzán, Atiles. Elcura no dudó en señalar que la escasez agua y el carácter aleatorio y limitado delas actividades agrícolas impulsaban a los pobladores llanistos a dedicarse casiexclusivamente a la ganadería. En su descripción figuran muchas estancias, aldeasy pueblos que pervivien hasta hoy: Tama, la sede del curato, era una humildealdea con su iglesia parroquial; Olta, Ulapes, Malanzán, Atiles, Santa Lucía, LaChimenea y Chepes eran las más connotadas. En poblados más pequeños vivíanfamilias de condición más humilde, a juzgar por la cantidad de ganado que cria-ban; según el cura párroco, «los demás vecinos, y estos muy pocos, (...) quetienen de 100, 200, 300 y 400», y finalmente una abrumadora mayoría de po-bres pastores «que tienen de 6, 10, 30 (cabezas) y otros ni una cabeza y estosson los más» 30.

Hacia 1806 entonces, pastores, y medianos y grandes ganaderos conforma-ban esta compleja sociedad llanista que para su cura párroco se dividía en dosgrandes grupos de personas: los españoles, que era la gente «de respeto», y la«gente natural», que incluía a los indios y a todas las categorías intermedias(mestizos, mulatos y castas), una mayoría que, en sus palabras, «vive desordena-damente». Para comprender las características de la formación de la sociedadllanista durante el siglo XVIII sería importante poner en relación las considera-ciones del cura Sotomayor (la «riqueza y el prestigio» derivados del la cantidadde ganado que poseían y, la «condición socioétnica») con las formas de acceso ytenencia de la tierra. Si como observara Olivera, la lógica de la indivisión de lastierras o propiedad comunal se relacionaba estrechamente con la actividad gana-dera y pastoril que requería de extensiones considerables de tierras y con unacceso a los cursos de agua permanente y a los estacionales «ojos» y «aguadas»seguramente muy pautados por la costumbre, esta lógica no explica del todo unaimportante dinámica de diferenciación social que el cura párroco retrató a co-mienzos del siglo XIX. Una gran mayoría de población mestiza y pobre y queconformaban el grueso de las familias que las fuentes de la época identificaroncomo «agregadas» a las estancias de la zona fueron justamente y por definición,las que no tuvieron acceso directo a la tierra.

30 «Matrícula del curato de Los Llanos de La Rioja hecho por su cura y vicario», 1806. Archivodel Arzobispado de Córdoba, legajo 20, vol 2.

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EXPEDICIONEXPEDICIONEXPEDICIONEXPEDICIONEXPEDICIONARIOS CHILENOS POR LAS PARIOS CHILENOS POR LAS PARIOS CHILENOS POR LAS PARIOS CHILENOS POR LAS PARIOS CHILENOS POR LAS PAMPAMPAMPAMPAMPASASASASASARARARARARGENTINGENTINGENTINGENTINGENTINASASASASAS. . . . . PARAJESPARAJESPARAJESPARAJESPARAJES, RASTRILLAD, RASTRILLAD, RASTRILLAD, RASTRILLAD, RASTRILLADASASASASAS, ETNIAS, ETNIAS, ETNIAS, ETNIAS, ETNIAS

Y POLÍTICAS DE INTEGRAY POLÍTICAS DE INTEGRAY POLÍTICAS DE INTEGRAY POLÍTICAS DE INTEGRAY POLÍTICAS DE INTEGRACIÓNCIÓNCIÓNCIÓNCIÓNNorberNorberNorberNorberNorberto Molloto Molloto Molloto Molloto Mollo11111 y Car y Car y Car y Car y Carlos Della Mattialos Della Mattialos Della Mattialos Della Mattialos Della Mattia*

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

El Rey de España Carlos IV, por medio de la Real Cédula de 1793, propiciabala búsqueda de un camino más directo entre Concepción y Buenos Aires, con elobjeto de viabilizar el comercio entre ambos reinos e integrar a los naturales. Delas distintas misiones de reconocimiento, sobresalieron las llevadas a cabo porJusto Molina y Luis de la Cruz, quienes fueron los únicos que lograron atravesarde lleno los territorios pehuenches y ranqueles. Si bien estas expediciones notuvieron un efecto inmediato en la apertura de esos caminos, fundamentalmentepor la invasión inglesa de 1806, significó una muestra de relación interétnicapacífica y de colaboración, a la vez que permitió reconocer las rastrilladas yparajes de la Cordillera y las Pampas. La ausencia de posteriores emprendimientosde esta naturaleza, las tuvieron como una referencia obligada para expedicionesmilitares, para delinear mapas y para la ulterior «conquista» del desierto.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves: es: es: es: es: Molina – de la Cruz – rastrilladas – expedición - Pampas

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

The Spain´s King Charles IV, by means of the Royal Certificate of 1793,proposed the search most direct way between Concepción and BuenosAires, in order to facilitate the trade between two kingdoms and integrate

1Contacto [email protected])))))* Falleció el 23 de noviembre de 2008

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the «natives». From the different reconnaissance missions, projected thosecarried out by Justo Molina and Luis de la Cruz, those were the uniquethat achieved through all «pehuenches» and «ranqueles» territories. Whilethese expeditions hadn´t got an immediate effect on the opening of thoseways, specially by the English invasion of 1806, it means a markedrelationship interthnic peace and cooperation, at the same time allowed torecognize the aboriginal trails and places of the Cordillera and the Pam-pas. The absence of later developments from this nature, had them like aforced report for military expeditions, to draw maps and for the later«conquest» of the desert.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords: ds: ds: ds: ds: Molina – de la Cruz - aboriginal trails – expedition - Pampas

Los designios de la CorLos designios de la CorLos designios de la CorLos designios de la CorLos designios de la Coronaonaonaonaona

El Estado Español, mediante Real Cédula del Rey Carlos IV de 1793, propi-ciaba la búsqueda de un camino más directo entre Buenos Aires y el centro-surde Chile, con la finalidad de mejorar la actividad comercial, atravesando territo-rios desconocidos y habitados por los indios, con la intención de integrarlos alos designios de la corona, en el marco de un contexto geopolítico. «Por RealCedula despachada en San Lorenzo el 5 de octubre de 1793 se dignó V.M.prevenir a la Presidencia de Chile qe tratase seriamente de realizar las comunica-ciones del Reyno de Chile con este de Buenos Ayres por los Payses qe ocupan losYndios Ynfieles hacia la parte Austral de las Poblaciones Españolas...».2

Ambrosio O’Higgins, Capitán General de Chile, fue un decidido impulsorde esta Real Cédula propiciando numerosas exploraciones. Así entre los años1804 y 1806 Justo Molina y Luis de la Cruz, destacados expedicionarios chile-nos, cumplieron sendos viajes de reconocimiento, comisionados por las autori-dades de Chile y del Virreinato del Río de la Plata, entre Concepción y BuenosAires. Estos viajes, enmarcados dentro de intrucciones precisas, llevaban implí-cito el «descubrimiento» tanto de la geografía como de sus moradores, así comola incertidumbre y temores que el contacto interétnico suponía para estos explo-radores, teniendo en cuenta las cruentas guerras intertribales suscitadas en déca-das anteriores, por los pehuenches, pehuenches ranquilinos y huilliches, como asítambién los enfrentamientos con las autoridades españolas.

No fueron los únicos exploradores en pos de esta misión, pero sí les cupo la

2Archivo Nacional Histórico de Chile. Volumen 934. Folios 241 y 241v

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mayor relevancia por el resultado obtenido. Justo Molina por haber sido el primeroen cruzar de lleno los dominios ranqueles desentrañando sus caminos y hábitats;Luis de la Cruz, por la abundancia de la información registrada sobre los aboríge-nes de la cordillera y de las pampas, sus costumbres, parajes, caminos, accidentesnaturales, flora, fauna y la observación de valores toponímicos. Más aún, la impo-sición de su fuerte personalidad y poder de persuación que ejerciera De la Cruzsobre los caciques pehuenches y ranqueles, logrando su adhesión al propósito delviaje, y el acompañamiento, entre ellos, del gran jefe ranquel Carripilún.

Molina y De la Cruz surcaron las por entonces desconocidas tierras domina-das por el indio; el primero ocultando el real objeto de su viaje, lo que le traeríaposteriores inconvenientes; el segundo, haciendo conocer a los caciques halladosa su paso, el verdadero propósito de la tarea encomendada. Pero ambos tuvieronalgo en común: lo hicieron en son de paz, demostrando en la práctica la posibi-lidad de coexistencia pacífica. La relación de hecho con las parcialidades aboríge-nes no habían sido, ni eran las mejores, por lo que forzozamente debían lasautoridades españolas avenirse a impulsar mejores posibilidades de interacción,ante la necesidad de viabilizar el comercio entre Concepción y Buenos Aires,pasando por los dominios ranquelinos y pehuenches. «En ella se cita la carta n16. fha 17 de Ag.to del año ant.or de noventa y dos del S. or Cap.n gral de esteReyno en donde despues de dar cuenta al Minist.o de una guerrilla delos Yndiosdice que para hacerlos sociables y poner a cubierto estos dominios de semejantesenemigos elmejor medio es pensar deuna ves en realisar las comunicaciones delasProvincias de Chile con las de Buenos Ayres por los paises de los mismos Yndios».2Reafirma esta parte del documento el pensamiento de las autoridades españolasen cuanto a la correlación entre la apertura del camino y la sociabilización de losindios. Aunque el concepto de sociabilizar, era para el español sencillamente elsometimiento a sus pautas culturales y de interés comercial.

Tanto Molina como De la Cruz, requerían de la autorización para franquearsus dominios cordilleranos y su compañía para el tránsito por sus territorios y porel Mamüll Mapu. Si bien la relación con los pehuenches, salvando algunas rispidecesbélicas durante los siglos XVI y XVII, era de alguna manera buena, en función deintereses recíprocos, ante la amenaza común de los huilliches, resultaba necesario elcelebrar juntas con los mismos, a fin de imponerlos de los reales propósitos de lasexpediciones y lograr su adhesión. Objetivo que habría de cumplirse tras la celebra-ción de juntas en Negrete, Los Ángeles y en fuerte Ballenar, no obstante las reticen-cias de los grandes jefes pehuenches como Manquel, y que observarían a lo largodel viaje dado que subsistían antiguos rencores con sus otroras enemigos de lasguerras pehuenches, y que residían ahora en las pampas a transitar.

La amenaza de potencias eLa amenaza de potencias eLa amenaza de potencias eLa amenaza de potencias eLa amenaza de potencias extranjerasxtranjerasxtranjerasxtranjerasxtranjeras

Expedicionarios chilenos por las pampas argentinasParajes, rastrilladas, etnias y políticas de integración

212 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

Pero fundamentalmente, en la búsqueda de encontrar un camino seguro, subyaceuna razón de hondo valor estratégico y geopolítico, que consistía en captar la voluntady adhesión de las parcialidades indígenas, con el fin de consolidar los dominios españo-les en esta parte de América, ante la amenaza cierta de potencias extranjeras. Así lorefleja claramente la alocución de Luis de la Cruz ante el cacique pehuenche Manquel:«Así pues Manquel, yó que deseo fomentar nuestro Reyno y el de Buenos Ayres, cum-pliendo con las órdenes de mis superiores que traigo, como no querré que se extiendanmas nuestros dominios por medio de la amistad, y que nos unamos tambien con losPampas, Patagones y Guilliches, para que en ningun tiempo podamos tener desavenen-cias con estas Naciones, para que ellas como nuestros Compatriotas logren de nuestrafelicidad, y tambien para que nuestros enemigos extrangeros teniendo noticia de nuestraunion, no intenten despoblar á aquellos Paisanos, que reciden a la costa u orillas del Maren la Patagonica?» «Ignoras, que los Extrangeros nuestros enemigos surcan los mares dela costa Patagonica? No sabes de sus poderosas fuerzas? Y que extraño seria que estasnaciones hisieran un desembarque en aquellas costas de muchas gentes, que por fuerzatomase posecion de aquellos Terrenos; ó con sobornos, ó dadivas captasen la voluntadde los Yndios, y entonses vosotros, que erais enemigos de aquellas Tribus, que hariaisquando esos extrangeros con el pretexto de favorecer a sus amigos quisiesen acabarospor tomarse vuestras Haciendas y Tierras?» 3

Al respecto, esta postura de integración territorial y nacional, quedaba claramenteplasmada en el pensamiento expuesto por el gobernador intendente de Concepción Luisde Álava: «Es pues preciso, que ante todas cosas conoscan, y se convensan firmemente denuestro buen trato, y amistad, que obserben nuestras costumbres y Govierno; y en unapalabra quanto les paresca nesesario para podernos imitar: Y entre tanto ¿quien dudará quenosotros hoy aremos dueños de su voluntad?. Esto es lo que mas importa en el dia: losdesignios dela Ynglaterra contra esta America estan acreditados con la experiencia de susinbaciones recientes. Si esta Potencia, ú otra extrangera intenta establecerse en CostaPatagonica, cuyos reselos han motivado tambien las citadas reales ordenes no encontraranotra opocicion que la que quieran hacer aquellos naturales: Si estos son tratados consagacidad, y buen modo, podran facilmente los extrangeros posecionarse donde mas leacomode, y por consiguiente extender con su auxilio la Conquista, hasta ganar la voluntadde todos los Yndios que en el dia nos son desconocidos por aquella parte, cuyas funestasconcecuencias no habran tenido otro origen, sino el de nuestra inaccion.» 4

Con idéntico sentido se expresaba el procurador general de Concepción, don

3Archivo Nacional Histórico de Chile. Diario de Viaje de Luis de la Cruz. Folios 50 v y 51.

4 Archivo Nacional Histórico de Chile. Volumen 934. Folios 161 y 162

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Pedro Fernández el 28 de junio de 1805: «Hasta aquí la Real Cedula: ahora puessi en el año de noventa y tres que por ser el principio de la entrada de los extrangerosa la pesca en estos Mares de la America meridional eran menos frecuentadas nues-tras costas oriental y occidental se temia, que será en el dia en que los Buquesingleses, y Anglo Americanos que las navegan al pretexto de buscar la Ballena exce-den en gran numero a los Nacionales del Comercio? Con rason se puede reselarque internandose por los Rios navegables de la Costa patagonica formen coloniasde donde sea dificultoso arrojarlos. ... Si ellos hasta aquí no se han determinado asituarse y establecerse en dha Costa será quizá por q. para hacerlo con mas solidesesten adquiriendo noticias del numero de parcialidades de los naturales que ocu-pan el terreno que media entre el parage q. tengan previsto, Buenos ayres, y nuestraCordill.a, y sabido q. los Yndios son faciles de sojusgar y que el Pais es fertilisimopueden dar el golpe quando menos sepiense. Logrando arraigarse en qualq.a parteo Rio de la Patagonica quedan en peligro las Provincias del Rio dela plata y nroReyno de chile; y por consiguiente las Yslas Malbinas»5.

El viaje de JEl viaje de JEl viaje de JEl viaje de JEl viaje de Justo Molinausto Molinausto Molinausto Molinausto MolinaSiguiendo los lineamientos de la Real Cédula, es comisionado Justo de Molina

Basconcelos para hallar un camino mas recto entre Concepción y Buenos Aires,designado por Luis Muñoz de Guzmán en acuerdo con el virrey Sobremonte. Sunombramiento se justificó por su relación de años con los pehuenches de lacordillera y con los ranquilinos del Mamüll Mapu, lo que le facilitaría el tránsitopor sus dominios. «...;que ami me traian comisionado para esta expedicion, porhaver asegurado que era mi hermano (Carripilun), y que en diversas ocasionesme havia mandado llamar con los Pehuenches de la Cordillera;...»6

El largo derrotero de Justo Molina, quien partiera de Chillán el 14 de abril de 1804,lo llevaría a atravesar el Boquete de Alico, para continuar hacia el este en dirección al ríoChadileuvú, y al no poder cruzarlo, retorna a un camino que hacia el norte lo conducea Mendoza, y de allí por el camino real llega a Buenos Aires el 13 de enero de 1805.Auxiliado por el virrey Sobremonte, emprende el regreso atravesando las pampas, inten-to que se había visto frustrado en el viaje de ida. La primer toldería que halla es la delcacique Quintrepi, a quien en una junta da conocer el supuesto propósito de su viaje,haciendo abstracción del camino que debía reconocer: «Les exprese en general que era

5 Archivo Nacional Histórico de Chile. Volumen 934. Folios 241 y 243.6 Archivo General de la Nación, Sala IX, División Colonia, Legajo 39-5-5, Expediente Nº 1,Diario de Viaje de Justo Molina

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mandado en el nombre del Rey a solicitar la paz entre ellos, yuna perpetua amistad entrenosotros, que las tierras de Españoles estaban francas para que dentrasen, aellas y salie-sen quando quisiesen, y que la misma franqueza deverian ellos darnos con las suyas;...»77777. En Marivil celebraría una nueva junta, con Carripilun y su gente, explicando losmotivos de su presencia, cuya intencionalidad ya no pasaría tan inadvertida, pues algu-nos indios hablaban de que Molina solo perseguía conocer sus caminos. «..., Caripilunme encargo mucho sugetase alos Pehuenches de la Cordillera porque estos les iban adarmalon. Y robaban sus haziendas, y tambien medijo que Millalun indio de los llanos leconto que yo iba a abrir camino por sus tierras, lo que lenegue por no disgustarlo.» 88888.Arribaría al Fuerte de Antuco (Ballenar) el 23 de mayo de 1805.

Mas allá de las relaciones de amistad con Molina, se ponían de manifiesto losrecelos de los pehuenches a franquearle el paso a misiones españolas, que pudierandesentrañar sus dominios. Así, en el viaje de ida, es disuadido de cruzar el Chadileuvú,por hallarse este crecido, lo que probablemente no haya sido así. «Por otra parte,vemos que Molina en su viage de venida, se volviò desde Chadicó, porque no pudopasar el Chadileubù, y lo mismo el cacique Manquel y 30 mocetones que le acompa-ñaban, como tambien otros 100 peguenches, que se retiraron à su vista por la mismarazon de la creciente extraordinaria de este rio. ¿Es posible pues, que estos 100 y mashombres, prácticos de estos caminos, no sabian que diez leguas más al sud tenianpaso seco para entrar à las pampas, y que por no hacer este pequeño rodeo, malogra-sen las fatigas y costos del largo viage que ya llevaban hasta aquel punto?. Son muypoderosos los fundamentos que tenemos para dudar de la pretendida sumersion;...» 99999

Luego del paso de Molina por el Mamüll Mapu, los pehuenches ranquilinos sepercataron del real objeto del viaje que perseguía este, y que no dió a conocer. Asíse lo hicieron saber al año siguiente a De la Cruz: «... Que el corazon de Carripilunestaba como una fiera contra Molina por que le havian asegurado que vino el añopasado á registrar sus fuerzas, y tierras con objeto de maloquearlo, que asi teniamandado, que de que pasase sus primeros terrenos lo matasen ó botasen de ellos;...»1010101010 ; situación que lograría salvar De la Cruz en beneficio de Molina, merced a susdotes de interlocutor sagaz e inteligente, ante el propio Carripilun.

7 Ídem anterior.8 Ídem anterior.9 Colección Pedro de Ángelis, Tomo VI, Imprenta del Estado, Buenos Aires, 1837, Pág. 6,(Examen crítico del Diario de Cruz. Dictámen de la Comisión del Consulado).10 Archivo Nacional Histórico de Chile. Diario de Viaje de Luis de la Cruz. Folio 116 v..

Norberto Mollo y Carlos Della Mattia

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El viaje de Luis de la CrEl viaje de Luis de la CrEl viaje de Luis de la CrEl viaje de Luis de la CrEl viaje de Luis de la CruzuzuzuzuzEl Alcalde de Concepción, Don Luis de la

Cruz y Goyeneche, que había asistido a la se-sión del Cabildo, interesado en escuchar el re-lato de la experiencia que llevara a cabo Molina,ponía de manifiesto su interés en un nuevoreconocimiento que proponía el Ayuntamien-to. La propuesta que se hacía, era que se rele-vara con mayor rigurosidad científica, en cuan-to a la obtención de datos del terreno: «...,sería muy acertado que los reconocimientosse repitiesen y se ampliasen, destinando suje-tos adornados de algunos conocimientos yprincipios de Geometría, Historia Natural y,

sobre todo, capaces de situar astronómicamente los puntos más notables de lospaíses que llegasen a reconocer.» 1111111111. Por ello coincide el dictámen con el de lasautoridades chilenas, en cuanto a realizar un nuevo reconocimiento por dichocamino, a cargo del propio Molina, a quien lo secundaría el Alcalde de Concep-ción Don Luis De la Cruz. A pesar de lo dispuesto, el protagonismo fundamen-tal en este nuevo viaje lo habría de tener De la Cruz, por sus cualidades persona-les, sus relaciones públicas y políticas y por haber afrontado la responsabilidadde sufragar los gastos que el viaje ocasionare.

Luis de la Cruz parte del Fuerte Ballenar el 7 de abril de 1806, bordea el volcán Antucoy el lago de la Laja y atraviesa la cordillera de los Andes por el paso de Pichachén, y trassurcar los actuales territorios del norte neuquino, sur de Mendoza, La Pampa, noroeste deBuenos Aires y sur de Santa Fe, luego de haber recorrido unos 1.200 km, arribaría alFuerte de Melincué el 5 de julio de 1806. Estaba comisionado también por Luis Muñozde Guzmán y Rafael de Sobremonte, quien lo aguardaba en Buenos Aires, posibilidad quese ve frustrada por haber sido ocupada la capital del virreinato por los ingleses, obligandoa Sobremonte a trasladarse a Córdoba. ¿Por qué De la Cruz se dirige a Melincué y nodirectamente a Buenos Aires, tal cual era su propósito?. Durante su estada en Meuco, setraslada a Cura Lauquen, donde se entrevista con el gobernador Carripilún, a fin de solici-tarle autorización para continuar viaje por el camino de la derechura, que desde Meuco eramas directo a Buenos Aires. Éste lo disuade de dicha intención y lo convence de continuarviaje hacia el noreste, con rumbo a Melincué, y de allí luego torcer hacia Buenos Aires, porel camino real; ¿Serían reales todos los argumentos esgrimidos por Carripilún?. ¿O habría

11 A.G.N., Sala IX, División Colonia, Legajo 39-5-5, Expediente Nº 1 (Dictamen de la Comi-sión de Caminos y Navegación).

Expedicionarios chilenos por las pampas argentinasParajes, rastrilladas, etnias y políticas de integración

216 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

otras razones subyacentes en el pensamiento del jefe ranquel?, quizás, alguna forma de versefavorecido en su liderazgo y en sus intereses personales.

A diferencia de Molina, De la Cruz hacía saber al jefe ranquel Carripilún, las verda-deras razones de su viaje, las que eran: reconocer sus caminos, captar sus voluntades paraintegrarlos a la corona de España y facilitar el comercio entre Chile y Buenos Aires,atravesando sus dominios. «Esta fué la causa de la venida de Don Justo Molina, el añopasado por estos terrenos, á reconocer si eran o no transitables, y los obstaculos de queclase de Rios, y secadales podian impedir la direccion. Buelto pues Molina, y dadonoticia de la franqueza de la Senda, me comisionó el referido señor Capitán Generalpara el reconocimiento de la ruta, y que os diga, que á nombre del Rey nuestro Señorsolicita le franqueis tus terrenos para que los Españoles de ambos Reynos, puedanmutuamente comunicarse y comerciar con seguridad y franqueza sin que les podaisimpedir el transito, ni irrogarles perjuicio alguno. Tambien la amplitud de que puedaninternarse á estos terrenos todos los Españoles, que quieran venir con efectos que te seanutiles, ya para vuestros vestuarios y usos, ya para vuestros alimentos sin que les deismotivos de quejas, que asi tambien se os permitirá el que vóz podais entrar y salir conigual franqueza y seguro a los dos Reynos á vuestros comercios, y a vuestras diligenciasque gusteis, sin que podais recelar el menor perjuicio, si nó antes ser auxiliados y bientratados por nuestros Gefes y superiores, y que para mejor lo entendais.» 1212121212.

PPPPParajes y rastrilladasarajes y rastrilladasarajes y rastrilladasarajes y rastrilladasarajes y rastrilladasMolina y De la Cruz transitaron por rastrilladas aborígenes, que atravesaban pa-

rajes habitados por caciques pehuenches y ranqueles, estudiando la viabilidad detránsito de carruajes por las mismas, y relevando asimismo densidad poblacional,costumbres, toponimia, naturaleza, etc. Estos antiguos caminos procedentes del ladooccidental de la Cordillera de los Andes, surcaban el norte de Neuquén y sur deMendoza, donde se hallaban los principales hábitats pehuenches. Se destacaban losde Payllacura en Moncol, Manquel (sus toldos se hallaban entre los ríos Guañaco,Reñileuvú y Trocomán), Manquelipi y Puelmanc en cercanías del río Curi Leuvú(cercanías del actual Chos Malal), etc. La rastrillada se continuaba al este por unazona semidesértica (que incluye el actual oeste pampeano) «travesía» (Desde Luancoa Meuco aproximadamente); desde aquí se desprendían dos caminos: hacia el norestela «rastrillada de las víboras» que se dirigía hacia el Mamüll Mapu, cuyo centropolítico era Marivil, donde residía el cacique gobernador Carripilún. Otros lugarespoblados eran Tolvan (toldos de Angueñan), Butalauquen (Quechudeo), Butatequen

12 Archivo Nacional Histórico de Chile. Diario de Viaje de Luis de la Cruz. Folio 127.

Norberto Mollo y Carlos Della Mattia

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(Llaminancó), Calchahue, Metriquín, Loncoché (Maliguenu), etc. Desde Meuco alsudeste partía el camino de la derechura (nominado como de las Nuevas Tunas porlas entradas españolas de 1776/79). Sobre este camino se hallaban, entre otros, losparajes de Chaquilque, habitado por Payllatur, Colu Lauquen, residencia de Cayupany en Aldirinanco (cercanías de la actual ciudad de Santa Rosa) los toldos de Quilán.Este camino de la derechura, sería el que propondría Luis de la Cruz, a las autoridadesde Chile y el Virreinato, como el más recto entre Concepción y Buenos Aires.

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218 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

AneAneAneAneAnexxxxxo I: o I: o I: o I: o I: TTTTTabababababla de los sitios que visitó don Jla de los sitios que visitó don Jla de los sitios que visitó don Jla de los sitios que visitó don Jla de los sitios que visitó don Justo Molinausto Molinausto Molinausto Molinausto MolinaDe Chillán a Buenos AirDe Chillán a Buenos AirDe Chillán a Buenos AirDe Chillán a Buenos AirDe Chillán a Buenos Aireseseseses

En lo posible se señalan las siguientes características de cada sitio: • El número indica el inicio de una jornada de viaje, las letras a), b), c), etc. hacen alusión a sitios intermedios, donde el explorador no

pernoctó. • Primero se escribe el topónimo, con la ortografía original de Justo Molina • Entre paréntesis se indica la versión corregida al español (si la hubiere) • Entre paréntesis y en cursiva el nombre tentativo en mapudungun, utilizando el alfabeto mapuche unificado, si tal nombre es de

dicho origen. • Finalmente, entre corchetes se señala una ubicación aproximada del sitio en la geografía actual.

REGIÓN DEL BÍO BÍO (CHILE)

01) Chillan, 02) Quivaque, 03) a) Estero de Quillileubu (Quillileuvú) (Kelülewfü) [Actual San Fabián de Alico], b) Río Lara, c) Río Los Sauces, 04) a) Loma del Enemigo, b) Paso Laguna de Epulauquen o Alico (Epu-Lavken o Aliko) [Actual límite internacional].

PROVINCIA DE NEUQUÉN

05) Lagunas de Epulauquen (Epulafquen) (Epu-Lavken), 06) a) Lecay Mallin (Lekay Malliñ) [Al N.O. de Andacollo, Dpto. Minas], b) Liglubu (Ligleuvú) (Liglewfü) [río Lileo], c) Rarialeubu (Raraleuvú) (Raralewfü) [río Guañaco], d) Renileubu (Reñileuvú) (Rüngilewfü), 07) a) Tocoman (Trocomán) (Trokoman) [Al N.O. de El Cholar, Dpto. Ñorquín], b) Cadeadin (Caicayen) (Kaykayen) [Al E. de El Cholar], 08) a) Tiuquico (Triuquico) (Triukü-ko) [Al S.S.O. de Chos Malal], b) Tilque (Tilhue) (Tilwe) [Costa Tilhue], 09) a) Curaco (Curacó) (Kurako) [Punta de Curacó Sur], b) Tuey (Tuwai) [Al O.N.O. de Cortaderas, Dpto. Pehuenches], 10) Pititel (Pichi Tril) (Pichi Tril) [Aguada de Pichi Tril], 11) Peleco (Pelecó) (Peleko), 12) Polounelo (Polloi-ngelo) [Al S. de Puesto Hernández, Dpto. Pehuenches], 13) Orilla Cobunlubu 1 (Orilla del Covuleuvú o Colorado 1) (Kuvünlewfü 1) [Al E. de Rincón de los Sauces], 14) Cumpilli (Kumpülli) [Rincón Colorado, Dpto. Pehuenches]. PROVINCIA DE RÍO NEGRO

15) Orilla Cobunlubu 2 (Orilla del Covuleuvú o Colorado 2) (Kuvünlewfü 2) [Valle Verde, Dpto. General Roca].

PROVINCIA DE LA PAMPA

16) Pueleg (Pueléc) (Puelek) [Puelén], 17) Chadico (Chadicó) (Chadiko) [Cochi-Co], 18) Copel (Kopel) [Al N. de La Copelina, Dpto. Puelén], 19) Ranquil (Rankül) [Buta Ranquil, Dpto. Puelén]. PROVINCIA DE MENDOZA

20) Los Carrizales [Salitral Los Carrizales, Dpto. Malargüe], 21) Uvunco (Wüvko) [La Matancilla, Dpto. Malargüe], 22) Piti-Ranquil (Pichi Ranquil) (Pichi Rankül) [Bordo Ranquil], 23) Chaquiraco (Chakirako) [Bordo Alto del Payún], 24) a) Cobunleubu (Covuleuvú) (Kuvünlewfü) [El Zampal, Dpto. Malargüe], b) Huincan (Huincán) (Winngan) [Al S. de La Pasarela], 25) Toldos de Epuñan (Epuñam) [Al N. de Buta Billon], 26) Toldos de Butacolimilla (Vütakolümilla) [Malal del Medio], 27) Toldos de Naquilgue (Nekulngürü) [Bardas Blancas], 28) Esterillo [Manqui-Malal], 29) Los Chacayes (Chacai-mülewe) [El Chacay], 30) Atuel o Pelaquen Leubu (Pelawen Lewfü) [El Sosneado, Dpto. San Rafael], 31) Curaco (Curacó) (Kurako) [Los Buitres, Dpto. San Rafael], 32) a) Los Carrizales [Arroyo El Carrizalito, Dpto. San Carlos], b) Palaudelu (Polloi-ngelo), c) Estero de los Chacayes (Chakai-lewfü) [Arroyo Hondo], d) Aylon (Ailiñ), 33) a) Los Papagayos [Papagayos], b) Estero de Llaucha (Yaucha) [El Parral, Dpto. San Carlos], 34) Una legua de San Carlos [Tres Esquinas], 35) San Carlos [San Carlos], 36) La Estacada [Zapata, Dpto. Tupungato], 37) Rio de Mendoza [Luján de Cuyo], 38) Mendoza [Mendoza, Dpto. Capital], 39) Rodeo de Nelfan [Rodeo del Medio], 40) Las Catitas [Las Catitas, Dpto. Santa Rosa], 41) Orilla del Tunuyan [Villa Vieja, Dpto. La Paz]. SAN LUIS

42) Desaguadero [Desaguadero], 43) Punta de San Luis [San Luis]; 44) Rio Quinto [Paso de las Carretas, Dpto. Coronel Pringles], 45) Las Pulgas [Villa Mercedes]. CÓRDOBA

46) Chajan [Al N.O. de Chaján, Dpto. Río Cuarto], 47) Fortin de San Carlos [En el Paso de Terneras, entre Villa Reducción y Alejandro Roca, Dpto. Juárez Celman], 48) Sause (Sauce) [La Carlota], 49) Loboy [Al N.O. de Canals, Dpto. Unión], 50) Las Tunas [Al S. de Alejo Ledesma, Dpto. Marcos Juárez]. SANTA FE

51) a) Canónigo Cañas [Molina equivoca el camino donde mataron a Cañas (que fue entre el Saladillo y el Sauce), señalando esta denominación aproximadamente para la actual laguna El Hinojo, proximidades de Venado Tuerto, Dpto. General López], b) Melincué [Melincué]. BUENOS AIRES

52) Fortin de Mercedes [Colón], 53) Rojas [Rojas], 54) Fortin del Salto [Salto], 55) Areco [Carmen de Areco], 56) Luján [Mercedes], 57) Puerto de Marques [Puente de Márquez sobre el río Reconquista]. CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES

58) Buenos Ayres [Buenos Aires].

Norberto Mollo y Carlos Della Mattia

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220 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

PROVINCIA DE LA PAMPA

19) a) Carcacó (Quircacó) (Kirkeko) [Dpto. Puelén], b) Carrimanca (Karümanka), 20) Guacague (Huacahué) (Wakawe) [Dpto. Puelén], 21) Puelec (Puelek) [Puelén], 22) a) Chadicó (Chadiko) [Cochi-Co, Dpto. Puelén], b) Retrequen (Retrükün) [Entre El Salitral y Salitral Grande, Dpto. Puelén], c) Potrol (Potronlo) [Arroyo Potrol, Dpto. Limay Mahuida], 23) Chadileubu (Chadileuvú) (Chadilewfü) [Paso Meucó, al lado del cerro Limen Mahuida], 24) Desaguadero del Diamante, 25) Tripague (Tripahué) (Tripawe) [Paso de los Carros, al O. de Limay Mahuida], 26) Plan de la Travesia de Meuco [Dpto. Limay Mahuida], 27) a) Meuco (Meucó) (Meuko) [Laguna Meucó, Dpto. Utracán], b) Gualicó (Waliko) [Dpto. Utracán], 28) a) Tolvan (Trorvan) [Dpto. Loventué], b) Butalauquen (Vüta Lavken), c) Maribil (Marivil) (Marifil), 29) a) Butatequen (Vüta Trükün) [Cercanías de Jagüel del Monte, Dpto. Loventué], b) Ringanco (Rünganko), c) Chadilauquen (Chadi Lavken), d) Metanquil o Mitriquin (Mütrüngkul) [Dpto. Loventué], 30) Rimecó (Rüme-ko) [Al O. de Carro Quemado], 31) Curra Lauquen (Cura Lauquen) (Kura Lavken) [Al N.E. de Carro Quemado], 32) Rinancó (Rünganko) [Dpto. Loventué], 33) Calchague (Calchahue) (Külchawe) [Dpto. Toay], 34) a) Puitril Malal (Pütrimalal) [Dpto. Capital], b) Nañay (Nay-Nay), 35) Loncoché (Longkoche) [Al S. de Winifreda, Dpto. Capital], 36) Retequen (Retrükün) [Al S.E. de Winifreda, Dpto. Capital], 37) Peningue o Piningue (Püñünwe) [Al N.N.E. de Mauricio Mayer, Dpto. Conhelo], 38) Pel Lauquen (Pel Lavken) [Al S.S.E. de Metileo, Dpto. Maracó], 39) Michingueló (Müchüngelu) [Al N. de General Pico], 40) a) Rinancolob (Rüngankoloo) [Dpto. Maracó], b) Guentean Lob (Wenteanloo) [Dpto. Chapaleufú], 41) Guaguaca (Huahuaca) (Wawaka) [Al E.S.E. de Intendente Alvear, Dpto. Chapaleufú]. BUENOS AIRES

42) Guentean (Wentean) [Al S. de Banderaló, Partido de General Villegas], 43) Pichinlob (Pichinloo) [Al N.E. de Banderaló], 44) Blancomanca (Blanca Manca) (Blangko Manka) [Al N.O. de Piedritas], 45) Chicalco (Chikalko) [Al N.O. de Santa Eleodora, Partido de General Villegas], 46) Lauquencó (Lavkenko), 47) a) Ramada (Al S.E. de Villa Saboya, Partido de General Villegas]. SANTA FE

b) Naguelcó (Nahuelcó) (Nawelko) [Al N.E. de Aarón Castellanos, Dpto. General López], 48) Chipaylauquen (Chipailavken) [Al O. de Laguna La Picasa], 49) Chadilauquen (Chadilavken), 50) Sause (Sauce) [Laguna El Destino, al S.S.O. de María Teresa, Dpto. General López], 51) Siete Arboles [Al S. de Chapuy], 52) Melinque (Melincué) [El fuerte de Melincué donde arribó Luis de la Cruz, estaba en 1806 al O. de la laguna homónima, y no al N. como se halla hoy la localidad].

ANEXO IV: TABLA DE LOS CACIQUES, CAPITANEJOS E INDIOS

QUE CONOCIÓ DON LUIS DE LA CRUZ HUILICHES

Lincopan (Linkopan) “Puma del Ejército”.

PEHUENCHES

Calbuqueu (Kallfükeu) “Pedernal Azul”, Calbutripay (Kallfütripal) “Salió Azul”, Carrilón (Karülon) “Cabeza Verde”, Caysumilla o Caimemilla (Kayumilla) “Seis Oros”, Cheuquellán (Choykellan) “Collar de Ñandú”, Doña Carco (Karko) “Agua Verde”, Doña Raypí (Raypi) “Pluma Florecida”, Hymiguan o Ymiguan (Ümiwan) “Pestaña de Ñandú”, Laylvó o Laylo, Leubumanque (Lewfümañke) “Cóndor del río”, Levinirri (Levingürü) “Zorro que huyó”, Llancamilla (Llangkamilla) “Collar de Oro”, Llancaquir o Llancaquin (Llangkakir) “Collar de Lagarto”, Llanqueman (Llangkaman) “Joya de Condor”, Manquel (Mañkel) “Río del Condor” (Gobernador de los Pehuenches del sur), Manquelipe o Manquelipi (Mañkelepi) “Pluma de Condor”, Meliñan (Meliñam) “Cuatro Aguiluchos”, Millapan “Puma de Oro”, Payllacura (Pailakura) “Espaldas de Piedra”, Pichuntur “Pluma de Carancho”, Pilquillan (Pülkillan) “Collar de Flechas”, Pilquiñan (Pülkiñam) “Flecha de Águila”, Puelmanc o Puelmanqué (Puelmañke) “Condor Bravo” o “Condor del Este”, Quelechanquin (Külachangüll) “Tres Dedos”, Quinchepuichun, Quiñanancu o Quinchanancú (Künchañamku) “Aguilucho Gemelo”, Rapinan o Rapiñán (Rapiñam) “Aguilucho Flechado”, Traquel, Treca (Treka) “Que Marcha”. RANQUELES

Angueñan (Angeñam) “Rostro de Águila”, Antequen (Antükew) “Linaje de Sol”, Apelex, Caraguen o Curaguen (Kurakew) “Pedernal Duro”, Carripilun (Karüpilun) “Oreja Verde” (Gobernador general de los ranqueles), Cayunau (Kayuñam) “Seis Aguiluchos”, Ena, Entreguen, Guenchullan o Guenchellan o Guenchullanca (Wentrullan) ”Joya de Hombre”, Llamin, Llamnancó (Llamñamku) “Bandada de Aguiluchos”, Llancanauque (Llangkanawel) “Joya del Tigre”, Maligüeno o Maliguenu (Malüwenu) “Tocar el Cielo”, Mariñan (Mariñam) “Diez Águilas”, Millanau (Millañam) “Águila de Oro”, Millatur “Carancho de Oro”, Naupayán (Nawpayan) “Bajó el Sol”, Neyen (Neyin) “Resuello”, Oyguen u Oyquen, Payllanancu (Pailañamku) “Aguilucho Pacífico”, Payllaquin (Pailakim) “Ser Pacífico”, Paynaguen o Painequeo (Paynekew) “Pedernal Celeste”, Pilquillan (Pülkillan) “Collar de Flechas”, Quechudeu o Quechureu o Quechusdeo (Kechudewü) “Cinco Ratones”, Quemellan (Kümellan) “Joya Buena”, Quilan o Quillan (Külañ) “Tres Aguiluchos”, Romiñanau (Runiñamku) “Aguilucho que pasa”, Trecalan (Trekalan) “Marcha la muerte”.

Citas documentalesCitas documentalesCitas documentalesCitas documentalesCitas documentalesArchivo General de la Nación, Sala IX, División Colonia, Legajo 39-5-5,Expediente Nº 1, Diario de Viaje de Justo Molina.

Archivo Nacional Histórico de Chile. Diario de Viaje de Luis de la Cruz.

Archivo Nacional Histórico de Chile. Volumen 934.

Norberto Mollo y Carlos Della Mattia

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RRRRRefefefefeferererererencias bibencias bibencias bibencias bibencias bibliogliogliogliogliográfráfráfráfráficas y caricas y caricas y caricas y caricas y cartogtogtogtogtográfráfráfráfráficas sugicas sugicas sugicas sugicas sugeridaseridaseridaseridaseridasCAILLET-BOIS, Ricardo R. 1929. Mapa del viaje de Molina. Boletín del

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224 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

225Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

LAS CLASIFICALAS CLASIFICALAS CLASIFICALAS CLASIFICALAS CLASIFICACIONES JESUITCIONES JESUITCIONES JESUITCIONES JESUITCIONES JESUITAS DEL MUNDOAS DEL MUNDOAS DEL MUNDOAS DEL MUNDOAS DEL MUNDOINDÍGENINDÍGENINDÍGENINDÍGENINDÍGENA PA PA PA PA PAMPEANO-PAMPEANO-PAMPEANO-PAMPEANO-PAMPEANO-PAAAAATTTTTAAAAAGÓNICOGÓNICOGÓNICOGÓNICOGÓNICO.....

EL CASO DE EL CASO DE EL CASO DE EL CASO DE EL CASO DE TTTTTOMÁS FOMÁS FOMÁS FOMÁS FOMÁS FALKNER, SJALKNER, SJALKNER, SJALKNER, SJALKNER, SJ, 1744-1774, 1744-1774, 1744-1774, 1744-1774, 1744-1774Fabián Arias1

RRRRResumenesumenesumenesumenesumen

Entre1740 y 1753 la Compañía de Jesús fundó tres reducciones en elborde de la frontera bonaerense con el espacio de Las Pampas; si bienla experiencia misional estuvo acotada a esos escasos13 años, la pro-ducción de escritos y material cartográfico dejada por los Jesuitas essuficientemente valiosa como para permitir a los historiadores el ejer-cicio de reconstrucción de las características del mundo indígena delperíodo. Un caso paradigmático en este sentido es el de Tomás Falkner.De origen inglés, llega al Río de la Plata como médico del ‘Asiento deNegros’; en la década de 1730 se ordena como sacerdote Jesuita, y en1744 empieza su primera experiencia como misionero en las fronte-ras. Sus observaciones quedarán plasmadas en su libro de 1774. Eneste trabajo propongo analizar la clasificación étnica que elabora Falknerpara poder comprender ese complejo mosaico interétnico al que seenfrentaron los misioneros al momento de elaborar un plan para laevangelización de la frontera sur-occidental de la jurisdicción bonae-rense.

PPPPPalabras Claalabras Claalabras Claalabras Claalabras Clavvvvves: es: es: es: es: Misioneros Jesuitas - clasificaciones etnológicas - las Pam-pas - Patagonia

1 CEHIR (ISHIR-CONICET) - U. N. del Comahue. Contacto: [email protected]

226 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

Into 1740-55 period Societas IESU founded 3 missions in the southborderlands of Río de La Plata, named as the «Pampas». The britishmedician Thomas Falkner, SJ, wrote one notable book about ethnical rootsof the Indians to explain political reality on this lands. Thispaper focuses on Falkner book and discusses inter-ethnics relationsinto `savages´ indians groups and their relations whit ignatians priest inthe Buenos Aires south frontier.

KKKKKey ey ey ey ey WWWWWororororords: ds: ds: ds: ds: Jesuits - inter-ethnical relations -Thomas Falkner - bordelands

DedicatoriaDedicatoriaDedicatoriaDedicatoriaDedicatoria

Este trabajo está dedicado a la memoria del querido amigo y maestro Dr.Rodolfo Casamiquela.

IntrIntrIntrIntrIntroducciónoducciónoducciónoducciónoducciónEn mayo de 1740, los hombres de la Compañía de Jesús comenzaron una

nueva experiencia misional en la frontera más sureña de la Campaña de la ciudadde Buenos Aires. En los próximos trece años se fundarían 3 reducciones por lascuales circularían varios misioneros, pero en particular entre 7 u 8 que se ocupa-rían de las actividades cotidianas de los ‘pueblos de Indios’. Uno de ellos será elfamoso Jesuita de origen inglés Tomás Falkner, quien además de haber trascendi-do por su particular historia de vida legó a la posteridad uno de los escritosdescriptivos de la realidad social y geográfica del extremo sur del continenteamericano más citado y al mismo tiempo que mayores controversias ha generado.

En este trabajo específico, me concentro en analizar las clasificaciones étnicasque reproduce Falkner en su libro. Varios investigadores se han abocado a estadifícil tarea desde principios del siglo XX, con desigual esmero; dada una ten-dencia metodológica de moda en las disciplinas sociales y específicamente en laHistoria y en la Antropología, el texto de Falkner se cita actualmente reprodu-ciendo la información ‘positiva’ que reseña sin ahondar críticamente en el posi-cionamiento del autor como observador y como cronista al mismo tiempo.

En este sentido, sugiero entender la matriz conceptual de esas clasificaciones quecomprenden el texto del Jesuita, apuntando a buscar su origen y extensiones en lainterpretación que él mismo hace de la realidad social que observó y que trató deexpresar estudiando tanto las lenguas indígenas como el espacio geográfico regional.

Fabián Arias

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PPPPPampas y Serampas y Serampas y Serampas y Serampas y Serranos en las fuentes históricas entrranos en las fuentes históricas entrranos en las fuentes históricas entrranos en las fuentes históricas entrranos en las fuentes históricas entre 1650-1750e 1650-1750e 1650-1750e 1650-1750e 1650-1750Durante la segunda mitad del siglo XVII, y por motivos más que nada defensi-

vos, los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, o de las poblaciones rurales de laCampaña, realizaron varias incursiones punitivas al interior de las Pampas, reco-rriendo la gran distancia que existía hasta las región de las sierras de Tandilia (unos500 km., en promedio); algunos de los documentos que relatan esas ‘entradas’ ya serefieren a Pampas y Serranos como entidades diferenciales. Si bien estas son defini-ciones genéricas aplicadas por los españoles, es evidente que están mostrando unadistinción: ¿cuál era? Quizás, se podría sostener que la mayor divergencia se centraen destacar claramente los diversos ámbitos en que vivían, aparentemente, ambasparcialidades étnicas: los Pampas, en el ámbito lagunar de la Depresión del Saladoy en la porción centro-sur de la Campaña porteña, es decir, parte de ‘los llanos’; losSerranos, en las Sierras ubicadas en el extremo sur del territorio bonaerense.

Los primeros, evidentemente, habían entrado en contacto antes con los espa-ñoles de la Colonia, mientras que supuestamente los Serranos, hacia mediadosdel siglo XVII, todavía permanecían sino ajenos al contacto formal al menosalejados de un trato asiduo. A pesar de esto es interesante ver como en un censode 1673, preparado para dar cuenta de la población indígena posible de seguirsiendo encomendada entre los Vecinos de Buenos Aires, se destaca claramente a«los indómitos Serranos» e inclusive se menciona a un grupo «que nadie losquiere» aduciendo a su ‘indocilidad’ (Ravignani 1934: 292-293).

Pero este panorama de dos etnias, una habitante de los terrenos llanos y otraparticular del ámbito serrano, se complejiza si leemos la información de un fa-moso pleito sucedido entre 1707 y 1711 en Córdoba, a partir del asesinato deuna partida de peones rurales que habían realizado Pampas ‘del río Cuarto’ (esdecir de la jurisdicción cordobesa); los españoles habían viajado desde la estan-cia de Gerónimo de Cabrera hasta la zona de Tandil (en la jurisdicción de BuenosAires) en busca de vacas y caballos asilvestrados (Cabrera 1927, 1934; Grenón1927). Cuando se toma declaración a los detenidos por el crimen, estos sostie-nen que estaban en las cercanías de las lagunas de Guaminí porque era la épocade la cosecha de la algarroba (octubre-noviembre); los caciques, entre los que seencuentra un Yahatí que vive en la Sierra de la Ventana, y sus mocetones apresa-dos son definidos en el documento como Pampas; pero junto a ellos también semencionan varios aliados: el cacique Calelian, entre otros, proveniente de la zonadel río Salado, quienes también son identificados como Pampas. En suma, elrótulo étnico que definiría a los grupos humanos habitantes de los terrenos bajosde las Pampas es sumamente flexible, a partir de que serviría para diferenciardurante la época a grupos humanos que se hallaban bastante distanciados y que,

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a pesar de ello, parece que confluían en el período estacional para aprovechar unrecurso natural como la algarroba.

Si avanzamos unas décadas más en las crónicas, hasta cuando el Jesuita PedroLozano escribe la Carta Annua de 1743, vemos como ese rótulo de Pampa sevuelve cada vez más elástico en su uso:

«La nación de los Pampas se llamaba en tiempos de la ConquistaQuerandíes, y dominaba toda la región que hoy ocupa [la provincia de]Buenos Aires, extendiendo su poder hacia el sur y oeste... [Hoy] existentres pequeñas tribus... [que] tienen su dialecto propio, siendo común aellos una lengua matriz. La primera parcialidad es la de Córdoba yMendoza... Su cede principal se encuentra cerca del lago de sal, regiónfértil hacia el occidente de Buenos Aires2... desde allí vagan por los distri-tos de Córdoba, San Luís de Loyola, San Juan, Mendoza y Buenos Aires...Esta clase de Pampas se llaman Picunche en su lengua... La segunda par-cialidad de los Pampas son los Serranos, los que viven hacia el sur; en supropia lengua se llaman Puelches. Por lo ordinario es su habitación lacosta del río de los Sauces3... La tercera parcialidad de Pampas vive más alnorte, no muy distante de la ciudad de Buenos Aires y se llama igualmentePuelches [como los anteriores], con la determinación ‘Carayhel’, lo quesignifica: ‘Puelches adherentes a los españoles’. De esta precisa parte secompuso la reducción fundada por los Jesuitas [en 1740]» (Lozano 1924:296-297, resaltados míos).

Para complicar, solo aparentemente, las cosas, Lozano deja entrever dos clasifica-ciones étnicas entrelazadas: la primera, aquella ‘geográfica’ que vengo mencionandode Pampas y Serranos, si bien él está reconociendo de hecho la existencia de uncontinuum dentro del grupo Pampa que vive a lo largo de las ‘llanuras’, que supuesta-mente se extiende desde Buenos Aires hasta el sur de la jurisdicción puntana de SanLuís; la segunda, se vincula con una ubicación espacial relativa de los grupos huma-nos, atendiendo a una suerte de territorialización: Picunche, ‘gente del norte’, para losPampas ‘de Córdoba y Cuyo’; Puelche, ‘gente del este’, para los Serranos y Pampas ‘de

2 Es posible que se refiera a las salinas de ‘San Lucar’ ubicadas al norte de las sierras de Ventania,en las llamadas lagunas de Guaminí por los indígenas.3 Se refiere al actualmente nominado río Negro.

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Buenos Aires’4. Lozano desliza una distinción muy interesante entre los Pampas defi-niendo a una parcialidad en particular como ‘Carayhel’, los ‘adherentes a los españo-les’; estos individuos eran, aparentemente, una porción de los Pampas que vivían en elinterior de la Campaña bonaerense y que para el siglo XVIII, estaban presentes en lascercanías de los establecimientos rurales e incluso en la misma ciudad porteña5.

A partir de la experiencia misional en la región entre 1744-1751, TomásFalkner describe a los grupos étnicos regionales definiendo un complejo panora-ma social y territorial. Si bien en su relación incluye las regiones de Araucanía ytoda la extensión de Patagonia, específicamente sobre el ámbito oriental de LasPampas destaca la siguiente clave de comprensión:

«Los [grupos indígenas] se llaman de diferentes modos, según la coloca-ción de sus tierras, o porque en su origen eran de diferentes generaciones[es decir, parcialidades]. Los que se hallaban hacia el norte llevan el nom-bre de Taluhets; al sur y oeste de los dichos los Dihuihets; al sudeste losChechehets, y al sur de estos últimos esta la tierra de los Tehuelhets»(Falkner 1974: 126, resaltados del autor).

Tomemos por un momento como factible la descripción del cronista6 y siga-

4 Esto se puede entender teniendo en cuenta las ‘fuentes’ que usó el historiador oficial de la Compa-ñía: además de la documentación que recolectó en los repositorios propios de la Orden utilizó lainformación que estaban recogiendo los misioneros que en ese momento se estaban asentando en ladesembocadura del río Salado; todo indica que Lozano usó para su Carta Annua y otros escritos,papeles redactados por Manuel García el Padre Principal del Colegio de Buenos Aires. AdemásLozano lee a los historiadores Jesuitas que escriben desde Chile; en este sentido es que introduce losetnónimos ‘relativos’ en la lengua que hasta el siglo XIX es conocida como ‘araucano’, o ‘lengua deChile’ y que recientemente (siglo XX) es definida como mapu dungu.5 Según la hipótesis de Casamiquela (1965: 137; 1969: 34) Carayhel, Carayhet, en realidad sería eltérmino karaiëtr, que definiría en lengua tehuelche septentrional, a la ‘gente o aliados de Garay’,aludiendo a un hecho producido en el transcurso de las últimas décadas del siglo XVI. Más allá de larealidad o no del hecho histórico, el argumento de Casamiquela apunta a destacar cómo ciertasparcialidades indígenas del borde oriental de Pampas eran identificadas como ‘aliadas de los blancos’en una época tan temprana. Es importante destacar que los Guaraníes usan el término karaí quesignifica blanco, mientras que los Aonik’enk, es decir, los Tehuelches más meridionales, llamabankadai a los hombres ‘blancos’ con quienes se encontraban. Existe una evidente conexión lingüísticaentre ambas ideas difícil de discernir únicamente a partir de las fuentes históricas.6 Existen una considerable cantidad de estudios que se han dedicado a analizar los comentarios etnológicosdel libro de Falkner; entre todos los autores hay claras tendencias de estar a favor o en contra de lo

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mos leyendo algunos de los datos que nos brinda:

«Los Taluhets... ocupan la margen oriental del Primer Desaguaderos (o [río]Colorado), hasta dar con las lagunas de Guanacache en la jurisdicción de SanJuan y de San Luís... se hallan algunos pocos en la jurisdicción de Córdoba, enlas márgenes de los ríos Cuarto, Tercero y Segundo... antiguamente había gentede esta nación en el distrito de Buenos Aires, cerca de los ríos de Luján, de lasConchas y de la Matanza... Esta nación y la de los Dihuihets son las que losespañoles designan con el nombre de Pampas... Los Dihuihets confinan por eloeste con el país de los Pehuenches7, y se extienden siguiendo el curso de losríos Sanquel, Colorado y Hueyqued, hasta unas 40 millas del Casuhati hacia laparte del este8... El país de los Chechehets, o gente del este, en realidad seextiende entre el río Huayque [¿Sauce Grande?] y el Primer Desaguadero o ríoColorado, y de allí hasta el Segundo Desaguadero o río Negro... Los Tehuelhets,conocidos en Europa con el nombre de Patagones... estos y los Chechehets sonlos que los españoles llaman Serranos» (Falkner 1974: 126-129).

sugerido por el Jesuita. Los autores ‘clásicos’ que están claramente a favor de lo que expresa Falkner, ytoman los datos que el Jesuita destaca casi ‘al pie de la letra’, son, entre otros, Lafone Quevedo (1900),quien incluso hace la primera traducción seria al castellano y desarrolla una breve introducción al librodel Jesuita (1911), Lehmann-Nitsche (1922, 1924), Cabrera (1927, 1934), Canals Frau (1935, 1937,1946; Introducción de la nueva edición del libro de Falkner en 1954, en este trabajo uso la edición de1974). Algunos de los autores que criticaron duramente los comentarios del misionero, e incluso lededicaron un trabajo particular al tema, son, entre otros, Escalada (1949), Casamiquela (1965: 129-132; 1969). Vignati (1936, 1940, 1967) tuvo una actitud que podría definirse como complaciente conel texto del Jesuita, si bien, estrictamente hablando, no adoptó una postura teórica para abordarlo.Harrington (1946) también criticó algunas de las expresiones del libro de Falkner, aunque nunca seenfrentó duramente como sí hicieron otros investigadores de su época. Furlong, atendiendo a su condi-ción de ‘historiador oficial’ de la Compañía durante gran parte del siglo XX, tuvo en el caso de Falknerun interés especial (¿a sabiendas de las críticas que arrastraba el libro de su compañero de Orden?) dadoque le dedicó varios escritos (1924; 1929; 1938: 211-216; 1954). En las últimas décadas, distintosautores han tratado de superar las limitaciones de la etnología clásica, revisando el libro de Falkner desdeuna nueva mirada no siempre uniforme; entre otros: Priegue (1982-83), Bechis (1984, entre otros),Palermo (1986, entre otros), Mandrini (1993, entre otros), Crivelli Montero (1994, entre otros),Ortelli, (1996), Nacuzzi (1998), Néspolo (2003).7 Grupo étnico ubicado en la zona cordillerana que se extiende durante el siglo XVIII, aproxi-madamente, entre los ríos Agrio, en la actual provincia de Neuquén, y el río Atuel, en el sur dela provincia de Mendoza.8 Considerando los topónimos actuales este párrafo podría leerse: «se extienden siguiendo elcurso de los ríos Neuquén, Colorado y Sauce Grande (¿?), hasta unas 40 millas de la Sierra dela Ventana, hacia la parte del sudeste».

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Antes de avanzar, reorganizo la información consignada hasta el momento enun cuadro:

Período de las fuentes

Clasificación que proponen los cronistas

Ámbito que habitan las parcialidades

Segunda mitad del siglo XVII

Pampas Serranos

Campaña de Buenos Aires, río Salado Sierras de Tandilia

Primera década del siglo XVIII

Pampas ‘del río Cuarto’ Pampas ‘de Buenos Aires’

Sur de la jurisdicción cordobesa El río Salado, la Campaña de Buenos Aires

Cuarta década del siglo XVIII

Pampas ‘de Cuyo y Córdoba’ (o Picunches) Pampas Serranos (o Puelches) Pampas ‘Carayhel’ (o Puelches)

Sur de San Luís y Córdoba La región serrana de Buenos Aires La Campaña de Buenos Aires

Quinta década del siglo XVIII

Dihuihets = Pampas Taluhets = Pampas Chechehets = Serranos Tehuelhets = Serranos

Entre el río Neuquén, por el oeste, y la región del monte pampeano (mamüll mapu), por el este. Desde el río Colorado, por el sur, hasta las jurisdicciones cuyana y cordobesa, por el norte. Entre el sur de la Sierra de la Ventana y la desembocadura del río Negro. Por el curso del río Negro, en el norte de Patagonia extendiéndose hasta la región Cordillerana. Inclusive la región patagónica.

Si se presta atención al cuadro, y se concentra la mirada en la región geográficaque interesa en este trabajo, tenemos que los Plos Plos Plos Plos Pampasampasampasampasampas siempre son reconocidoshabitando desde la Campaña de Buenos Aires hasta el sur de la jurisdicción colo-nial de San Luís, extendiéndose por el sur hasta un límite indefinido que puede serel río Colorado y el norte de las sierras bonaerenses y, aparentemente, por el oeste,hasta el río Neuquén; mientras que los Serlos Serlos Serlos Serlos Serranosranosranosranosranos ocupan un territorio que se extien-

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de desde las mismas sierras bonaerenses, siguiendo por el litoral atlántico y pene-trando hacia el interior cordillerano por el corredor hídrico de los ríos Negro-Limay. Por ahora estas distinciones básicas alcanzan para seguir avanzando.

Una posibUna posibUna posibUna posibUna posible lectura crítica de las cle lectura crítica de las cle lectura crítica de las cle lectura crítica de las cle lectura crítica de las clasiflasiflasiflasiflasificaciones Jicaciones Jicaciones Jicaciones Jicaciones Jesuitasesuitasesuitasesuitasesuitas¿Hasta qué punto podemos aceptar las descripciones hechas en los textos Jesuitas de

las sociedades indígenas? Esta cuestión tiene una doble extensión de implicancias en elcaso que me interesa estudiar en este trabajo. Por un lado, en una lectura macrohistóricalos textos Jesuitas que he citado se insertan en una tradición descriptiva que, a grossomodo, se puede definir como occidental, en tanto es desarrollada básicamente poreuropeos, pero que fundamentalmente se concentra en describir los hechos históricosen que los europeos se ven involucrados en detrimento de los ‘otros’ (Wolf 1990). Porotro lado, los escritos referidos brindan una lectura regional (y hasta microhistórica enalgunos casos concretos) que dan cuenta de los fuertes particularismos socio-históricosen los que incluso el narrador se ve claramente influenciado (y hasta diría capturado),mostrándonos una dimensión de la problemática general de la ‘conversión y aculturación’mucho más fragmentada de lo que se imaginaron originalmente los estudiosos. Abordarlos textos Jesuitas que describen la realidad social de Pampas durante la mitad del sigloXVIII exige no perder de vista estos campos discursivos en tensión que están muypresentes en todos los escritos que voy a citar a lo largo de este trabajo.

Una cuestión metodológica básica que definirá incluso mi actitud como lec-tor y analista de lo que se dice en los escritos Jesuitas, se refiere a tratar decomprender el porqué de las diversas posturas de los cronistas que he menciona-do más arriba.

La cuestión de la ‘mirada europeizante’ que se destaca, evidentemente está inserta enla idiosincrasia de los observadores que parten de la sociedad colonial para viajar, descri-bir y en algunos casos concretos poblar el interior de los territorios indígenas. En unmomento historiográfico temprano, Bolton destacaba certeramente esta cuestión: «losmisioneros eran los más hábiles y prácticos exploradores y agentes diplomáticos... Por sueducación y sus hábitos disciplinados de pensamiento, los misioneros eran la clase mejordotada para registrar lo que vieran e informar sobre lo que debía hacerse» (1991: 50). Sibien podemos matizar un tanto el comentario, extendiendo prudentemente esta capaci-dad de observación de los misioneros a un conjunto no muy extenso de sujetos colonia-les (los militares, funcionarios y milicianos), es claro que existe una ventaja de parte delos misioneros, y más aún de los Jesuitas, a pesar de su formación religiosa.

Ahondando en el tema del observador que existe detrás de los escritos, ¿quécosas destacaban a los misioneros sobre el resto? Se podría estructurar la respues-

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ta en función de dos líneas de comprensión que afloran entretejidas en los textos;por un lado está la evidente carga personal del escritor-observador, quien relatalo que ve, oye y vive; por el otro, se encuentra el detalle del marco cognitivo,particularmente el específico de un misionero en «tierra de infieles».

Con respecto a la primera cuestión, Sáinz Ollero expresa que entran en juegoen el relato de cada crónica tres factores de índole personal que afectan al escri-tor-observador. Primero, «la mayor parte de las obras surgen después de unaprolongada inmersión, muy fuerte e intensa, en otras culturas que inevitablemen-te harán tambalearse algunas de las convicciones preestablecidas con las que losmisioneros llegaron a la región»-; en segundo lugar,- «los escritores Jesuitas a losque me estoy refiriendo poseían... una formación teórica nada desdeñable. Con-taban con un modelo de interpretación muy desarrollado que les permitía plan-tearse los problemas de la diversidad cultural en unos términos relativamenteactuales»- En tercer lugar, se ubica el inevitable trauma de la ‘expulsión’ de losterritorios americanos que vivieron (1995: 96-97)

El tema de ‘la inmersión en otra cultura’ es el hecho más fuerte que, meparece, mediatizaba el resto de los factores. En concreto, apunto a valorar alindividuo observador y pensar, ¿hasta qué punto podemos exigirle que actúe ypiense de otra manera?

En realidad, la difícil respuesta a la pregunta anterior debe ser buscada enotro sentido, no profundizando en la psicología del individuo relator9 sino en elcontexto formativo y vivencial del cual surgió, esto es, como miembro de unaOrden religiosa que se desempeñaba en el marco de la colonización española.

Siguiendo en este sentido a Vitar en su análisis de la relación histórica que se dioentre los pobladores españoles de la Provincia del Tucumán y los grupos indígenas delborde occidental del Chaco, podemos entender este campo de tensión discursiva entre‘misioneros’, ‘pioneros’ y ‘militares’10: «a grandes rasgos se pueden distinguir, dentro dela sociedad colonizadora, un ‘discurso militar’ y un ‘discurso misionero’, forjados al

9 Como hacían, por ejemplo, los biógrafos religiosos ensalzando la personalidad del misionero,construyendo una imagen apologética del individuo pensado simplemente como un agente dela providencia, quien solo está a merced de los designios divinos sin opinar sobre su tarea(Jackson, 1995: VII-XVIII).10 La autora utiliza como modelo comprensivo de la relación fronteriza que se vive en el Tucumáncolonial las sugerencias de Turner, por ese motivo sugiere que existe al interior de la sociedadcolonial tucumana, en su avance sobre el borde occidental del Chaco, un ‘frente pionero’, un‘frente militar’ y un ‘frente misionero’ (1995b, 1997).

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abrigo de distintas vivencias y tipos de contacto mantenido con el mundo indígena».Desde lo que la autora denomina ‘frente pionero’, «se alimenta a través del discurso unambiente de guerra, convirtiéndose esta en un factor que impregna y condiciona los másdiversos aspectos de la vida tucumana... Toda referencia a los chaqueños se cargará deaspectos negativos –barbarismo, crueldad, canibalismo- a fin de resaltar los méritos delos colonizadores y justificar la guerra ofensiva». El contraste de esta actitud se puedeexplorar en los textos Jesuitas que dan cuenta, según Vitar, del ‘discurso misionero’: «lasvaloraciones más positivas que hacen los doctrineros de los belicosos cazadores chaqueñostendrían el sentido de demostrar que la obra misionera era posible, en consecuencia unavisión ‘menos bárbara’ de los guerreros del Chaco obraría como sostén y justificación dela empresa reduccional». Inclusive en el estricto aspecto del tema de la guerra, que tantoresaltaban los vecinos tucumanos, «no merece en la mayoría de las crónicas [Jesuitas]analizadas un juicio condenatorio... están despojadas de las habituales referencias a aque-llos aspectos más condenables, como las matanzas de cristianos y otras ‘crueldades’»(Vitar: 1995a, resaltados míos).

Martín Dobrizhoffer reseña en su obra algunos detalles de cómo misionabaTomás Falkner. «El P. Tomás Falconer, un inglés, recorría con sus indios loscampos, y se servía siempre de su sombrero en vez de un plato de estaño omadera... pero a causa de esto su sombrero llegó a ser tan grasiento que los perroscimarrones, de los cuales están llenos aquellos campos, lo comieron mientras elP. Falconer dormía» (1967: vol. 1, p. 245).

Más importante que estos detalles personales resultan por ejemplo los esfuer-zos sobre el trabajo lingüístico. El propio Cardiel, en el documento recién cita-do, relata como tuvo que aprender la ‘lengua de Chile’; ubicado en las Sierras deTandil comenta – «tenía allí conmigo indios forasteros de otra lengua, de más de200 leguas de allí, llamados Toelches; y otros de Chile mucho más distantes...[que hablan] la Aucáe, de quien escribió Arte y Vocabulario el P. [Luís de] Valdiviay lo tenía yo conmigo» (1956:206). Evangelizar en las lenguas indígenas era paralos misioneros una de las herramientas más importantes en su accionar cotidia-no, pero sobre todo significa una constatación clara de la transculturación queestán transitando a nivel personal.

El librEl librEl librEl librEl libro de o de o de o de o de TTTTTomás Fomás Fomás Fomás Fomás Falkner y la alkner y la alkner y la alkner y la alkner y la ‘nue‘nue‘nue‘nue‘nuevvvvva’a’a’a’a’ descripción científ descripción científ descripción científ descripción científ descripción científica del mundoica del mundoica del mundoica del mundoica del mundoEl texto de Tomás Falkner, a mi entender, nos muestra una doble cara que está

a caballo del cambio de época que se vive en la segunda mitad del siglo XVIII.Por un lado, el texto evidentemente reseña la experiencia de un individuo que a lapar que fue misionero era un naturalista de fustes, quien además por medio de

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una prosa de contenido diverso pudo expresar sus ideas y conceptualizar unamirada distinta con respecto a sus contemporáneos; pero por otro, este mismotexto, y dadas las características de su edición, representa claramente un ejemplode la nueva perspectiva que la ciencia natural estaba brindando del mundo.

Se deben conocer ciertos detalles de la edición del texto de Falkner paracomprender el punto en que se ubica en el campo intelectual de su época. Enprimer lugar, una vez producida la expulsión Falkner pudo llegar a Gran Bretañadonde la Compañía de Jesús siguió actuando a pesar de que en el resto de Europaoccidental estaba prohibida; según Furlong, el misionero siguió supeditado a laestructura de la Orden hasta su muerte en 1784 (1954: 93-96). Para cuandoFalkner fallece su obra ya había sido publicada, si bien con ciertas particularida-des. Es un escritor inglés de la época, William Combe, quien adapta el texto deun manuscrito original, le agrega un prefacio y posteriormente lo manda a laimpresión11. ¿Por qué el libro no es impreso según la elaboración ‘original’ de suautor?, no se sabe; tampoco se puede decir si el propio Falkner objetó la formaque se dio a su escrito. Lo que interesa en este punto es tratar de entender el tipode adecuación al que se vio sometido el texto original.

Combe menciona en su prefacio a la obra que: «algunas alteraciones me he permi-tido hacer en el lenguaje y en el ordenamiento de lo que él [Falkner] escribiera; peronada se le ha agregado a la relación del viejo viajero» (1974: 29, resaltados míos).¿Qué formas tiene ese ordenamiento?, adelanto el trasfondo de la respuesta, que iréconstruyendo: según los cánones que en la época, último cuarto del siglo XVIII,estaban disponiendo las Ciencias Naturales. El relato de Falkner se adecua a undiscurso de cientificidad propio de los libros que se publicaban sobre las materiascientíficas desde que Carl Linneo dio a conocer su sistema clasificatorio de la natura-leza, perfeccionado hacia 1750 (Pratt 1997: 53-56).

11 El erudito comentarista Salvador Canals Frau destaca como a la primera edición en inglés del libro(1774), siguió inmediatamente la alemana (1775), posteriormente la francesa (1785) y, finalmente, laprimera española (1835). Con respecto a esta última, tanto Canals Frau (1974: 8) como Furlong (1954:133-141) se preocupan en destacar la enorme cantidad de errores y omisiones de que sufre en virtud deque el primer traductor de la obra de Falkner al castellano en 1774, Manuel Machón, era un diplomáticoenviado del Monarca español a Londres el cual estaba aprendiendo el idioma cuando se aventuró a latraducción del libro; en concreto, su traducción está llena de errores, algunos sorprendentes, y con esosproblemas el manuscrito original existente en España (copiado por Saturnino Segurola) fue editado porPedro de Angelis (y reeditado hasta el día de hoy con todos los errores por la misma editorial). Recién en1911, y de la mano de Samuel Lafone Quevedo, la obra pudo ser convenientemente traducida del originalal castellano. Finalmente en 1954 la editorial Hachette reedita una vez más la obra de Falkner con laexcelente introducción escrita por Canals Frau, la mejor lograda hasta el momento.

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¿Qué quiero decir con lo anterior?, que de forma consciente por parte deCombe (y podemos decir ¿inconsciente de parte de Falkner?), el libro se inscribeen una nueva tradición científica. «La sistematización de la naturaleza es unproyecto europeo nuevo, una nueva forma de lo que podríamos llamar concien-cia planetaria entre los europeos. Durante tres siglos los aparatos europeos parala construcción del conocimiento habían estado interpretando el planeta sobretodo en términos de navegación»- ahora, a mediados del siglo XVIII –»los sis-temas clasificatorios generaron la tarea de ubicar a todas las especies en el plane-ta, sacándolo de su entorno arbitrario (el caos) y colocándolo en su sitio adecua-do dentro del sistema (el orden: libro, colección o jardín) con un nuevo nombreeuropeo, secular y escrito» (Pratt, 1997: 61-64). Para esto era necesaria la explo-ración del interior continental, cosa que Falkner había hecho; era necesario elregistro minucioso de todo lo observado, que Falkner también había hecho; sehacía necesario imponer una forma de clasificación de lo observable, por ejem-plo las plantas, en lo que Falkner había trabajado toda su vida; e intentar presen-tar los resultados según el ‘nuevo’ ordenamiento científico de los reinos natura-les, y aquí es donde quizás podemos entender el rol de Combe en la adecuacióndel libro de Falkner.

El LibrEl LibrEl LibrEl LibrEl Libro y los detalles de su intero y los detalles de su intero y los detalles de su intero y los detalles de su intero y los detalles de su interprprprprpretaciónetaciónetaciónetaciónetación Teniendo en cuenta lo anterior, ¿cómo está ordenada la exposición del libro?

Primero, una descripción del ‘suelo’, es decir del territorio geográficamente ha-blando, destacándose en este ‘capítulo’12 los detalles botánicos. Segundo, unaextensión del capítulo anterior, pero poniendo el énfasis en la descripción de losanimales. Tercero, se inscribe una descripción del ‘País de los indios’, esto es, lasPampas y Patagonia. Cuarto, un capítulo descriptivo de las sociedades indígenas.Quinto, un capítulo en donde se profundiza en aspectos culturales de los indí-genas. Y sexto, y último, un capítulo lingüístico. Pero a este ordenamiento ‘gene-ral’, se entrecruzan otros específicos de gran interés.

En términos espaciales, la narración empieza con la descripción de las juris-dicciones rioplatenses más norteñas que conoce Falkner (Santiago del Estero yCórdoba), pasando a las más litorales (Santa Fe y Buenos Aires) y culminando enlas fronteras meridionales de las colonias españolas (Pampas y algunos escasosaspectos de Patagonia). En términos que a grosso modo podrían definirse como

12 Es necesario destacar que en la edición original no existe un ordenamiento del texto porcapítulos, estos fueron impuestos en la edición ‘argentina’ en la cual participa Lafone Quevedo.

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‘políticos y sociales’, el relator separa claramente ‘el ámbito social español’ del‘ámbito social indígena’, abundando en detalles económicos, culturales y hastalingüísticos de cada uno de esos mundos con los que tuvo contacto.

¿Es esta organización del texto la que produjo originalmente Falkner? Estoytentado de decir que sí, en virtud de que alguien que no conozca la geografía delterritorio rioplatense difícilmente podría presentar un esquema tan claro. Másaún, la clasificación territorial de las sociedades indígenas, la cuantificación de lapoblación y la descripción de la regionalización indígena de su territorio eviden-temente trasuntan la observación de un conocedor del tema.

A pesar de todo esto, creo que hay un indicio claro del trabajo de Combe. Toman-do en conjunto el contexto de la sistematización natural y la adaptación del texto, sehace notorio un detalle del ‘relato de Falkner’: en ningún lado hace mención de suactividad como misionero, no habla de la Orden, tampoco destaca ninguna noticiasobre las únicas misiones en que participó durante toda su vida13. Esto es lo que hacecontrastar de manera notoria el libro de Falkner con los de Sánchez Labrador, Paucke,Dobrizhoffer, e incluso el de Peramás, todos ellos terminados en una misma década(1774-1784). Pero este detalle tiene que ver con aquella adecuación que he venidodestacando siguiendo a Pratt y nos encuadra, probablemente, el rol de Combe almomento de editar el libro del misionero: «[es notoria] la capacidad del sistema [declasificación de Linneo] para subsumir cultura e historia dentro de la naturaleza. Lahistoria natural no solo sacaba a los ejemplares de sus relaciones orgánicas o ecológicascon los otros, sino también de su sitio en las economías, historias y sistemas socialesy simbólicos de otros pueblos» (Ibídem, p. 64).

La cLa cLa cLa cLa clasiflasiflasiflasiflasificación etnológica sugicación etnológica sugicación etnológica sugicación etnológica sugicación etnológica sugerida por Ferida por Ferida por Ferida por Ferida por Falkneralkneralkneralkneralkner Ahora sí estoy en condiciones de abordar las extensiones de la clasificación

de Falkner y poder dimensionar el problema, para tal fin hago una cita extensa14.

«Las naciones de indios que habitan estas tierras, se distinguen entre sícon los nombres generales de Moluches [Ngöluches] y Puelches. Los

13 Esto ya es destacado por Lehmann Nitsche (1922:11). Pensemos que este punto debería pesar demanera fenomenal en el autor, dado su conversión al catolicismo tanto como por los hechos que habíavivido la Orden Jesuita en la última década. A pesar de todo, no existe un solo comentario del tema.14 Aclaro que dejo de lado un sin número de detalles que ofrece Falkner sobre cada una de estasparcialidades.

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Moluches son aquellos que los españoles llaman Aucaes y Araucanos...Los Picunches son los de la parte más al norte de todas estas naciones y sellaman así porque picun en su lengua significa norte... ocupan las monta-ñas desde Coquimbo hasta más abajo de Santiago de Chile... Los que caena la parte oriental de la Cordillera alcanzan hasta más abajo de Mendoza yse llaman Puelches... puel equivale a este... Los Pehuenche tienen al norte alos Picunches y se extienden desde el paralelo de Valdivia [por el sur] hastalos 35 grados de latitud [por el norte]... Los Puelches, o gente oriental (asíllamados por los de Chile porque viven a la parte del este [de la Cordille-ra])... se llaman de diferentes modos, según la colocación de sus tierras15.Los que se hallaban hacia el norte llevan el nombre de Taluhets; al sur yoeste de los dichos están los Dihuihets; al sudoeste [de los anteriores es-tán] los Chechehets y al sur de estos últimos está la tierra de los Tehuelhets,o sea en su propia lengua, Tehuel Kunny esto es gente austral... Los Taluhetstienen a los Picunches al oeste y ocupan la margen oriental del PrimerDesaguadero (el Colorado), hasta dar con las lagunas de Guanacahe en lajurisdicción de San Juan y San Luís de la Punta16... se hallan tambiénalgunos pocos en la jurisdicción de Córdoba, en las márgenes de los ríosCuarto, Tercero y Segundo... Los Dihuihets confinan hacia el oeste con elpaís de los Pehuenches... y se extienden siguiendo el curso de los ríosSanquel, Colorado y Huayqued hasta unas 40 millas del Casuhati... Elpaís de los Chechehets, o gente del este, en realidad se extienden entre elrío Hueyque y el primer Desaguadero o río Colorado y de allí al Segundo[Desaguadero]» (1974:123-124, 126-128, destacados del autor).

En apariencia la información que ofrece Falkner en esta cita es incomprensi-ble por la gran cantidad de datos sobre distintos ‘pueblos indígenas’ y sus respec-tivas ubicaciones geográficas relativas. A pesar de esto, la clave del esquema con-ceptual que arma está en la primera oración del párrafo: «las naciones de indiosque habitan estas tierras, se distinguen entre si con los nombres generales deMoluches [Ngöluches] y Puelches» ¿Qué hace Falkner en la primera oración?,ubica a todos los grupos indígenas en el espacio según una sencilla organizacióngeográfica relativa: al oeste (ngölu en lengua ‘de Chile’) están ciertos pueblos, al

15 Hay que prestar atención a este detalle que es la clave de toda la clasificación.16 Aclaro una cuestión geográfica: cuando Falkner dice ‘Primer Desaguadero’ siempre se refiereal actual río Colorado, cuando dice ‘Segundo Desaguadero’ se refiere al actual río Negro, cuan-do dice ‘Sanquel’ se refiere al río Neuquén.

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este (puel en la misma lengua) están otros; se debe recordar que yo no cito atodos los mencionados por el cronista para simplificar el tema.

¿Cómo es ese espacio que interpreta el misionero?, cubre todo el extremo surdel continente, se extiende entre el litoral atlántico por el este hasta el litoralpacífico por el oeste, desde las fronteras más sureñas de las colonias españolaspor el norte hasta la Isla de Tierra del Fuego por el sur. Ese extenso espacio estádividido a su vez por la cordillera de los Andes la cual establece el marco relativoa partir del cual se ordenan los grupos humanos: unos viven en la vertiente occi-dental y son llamados Ngöluches (gente del oeste) mientras que otros tantosviven en la vertiente oriental y son llamados Puelches (gente del este)17. Despuésse dedica a ubicar con mayor precisión geográfica a las diversas parcialidades, las‘occidentales’ que recibieron por los españoles el nombre general de Araucanos18

y las ‘orientales’ qué él y sus compañeros de misión en Pampas nominan/clasifi-can por primera vez.

Es interesantísimo constatar que a través de esta forma de ver el espacio tras-ciende la mirada andina que caracteriza el ordenamiento del mundo a lo largo detodo el territorio Sudamericano con los Andes como eje vertebrador; una vez másaparece esa dicotomía llano/sierra que resaltaba al principio de este trabajo cuandorefería las clasificaciones elaboradas desde Buenos Aires diferenciando a Pampas ySerranos, pero esta vez surge con fuerza como el orden de las cosas: la columnavertebral del continente en el medio, dicho esto tanto en términos geográficoscomo vitales para la subsistencia humana, ordenando el territorio, estableciendo unpunto relativo de organización y, por que no decirlo, de diferenciación. Desde laCordillera hacia el este y hacia el oeste se ubican todos los grupos étnicos. Esjustamente esta simbología, común a todos los pueblos andinos, que harán suya losIncas y con la cual categorizarán todos los territorios hasta donde se extiendan(Martínez, 1995). Pero cabe una pregunta difícil de contestar: ¿los Jesuitas de laProvincia de Paraquaria se vieron también influenciados por esa caracterización delmundo tal como sus compañeros de Orden peruanos y chilenos por vía indígena opor propia elaboración? Leyendo a Falkner con la mayor empatía posible, me arriesgoa sostener que parece reflejar el punto de vista de los indígenas, y también sucede lomismo en el caso de Sánchez Labrador (1936: 28-32). Es posible también que losobservadores/relatores de Paraquaria hayan leído a los de la Provincia de Chile,

17 Ver la Imagen nº 1 que representa el espacio geográfico que piensa Falkner.18 «Los del oeste de la Cordillera, entre los cuales figuran los de Penco, Tucapel y Arauco; y fuecon motivo de estos [últimos] que los españoles dieron el nombre de Araucanos (equivocada-mente) a todos los demás indios de Chile» (Falkner 1974: 124).

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pero a pesar de esto sostengo que esta mirada trasunta la forma de ver las cosassegún los indígenas, por eso sobre todo se usan como herramienta general de orde-nación del mundo social las clasificaciones genéricas aplicadas en lengua ‘araucana’19

y la lógica conceptual en que están fundamentadas: esto es lo que entiende Falknery lo aplica al ámbito de las Pampas y Patagonia.

A lo anterior es que Falkner agrega los detalles de su autoría, y por eso más arribasugería que su libro es una visión conclusiva y ‘científica’ del problema: él acuña unanueva clasificación étnica repasando sus notas e interpretando las propias fuentes aposteriori de su estadía en América. ¿Cuáles son los criterios?, él mismo los explica: «los[grupos indígenas] se llaman de diferentes modos, según la colocación de sus tierras, oporque en su origen eran de diferentes generaciones [es decir, parcialidades]- y se extien-de agregando detalles lingüísticos - «los Tehuelhets, conocidos en Europa con el nom-bre de Patagones, han sido llamados Tehuelchus por los que no entienden la lengua20,pues chu significa tierra o habitación, y no gente, que se designaría con la palabra het, osi fuese más al sur, con la otra Kunne o Kunny. Estos [los Tehuelhets] y los Chechehetsson los que los españoles llaman Serranos. Se subdividen en muchas naciones como porejemplo, los Leuvuches o gente del río y los Calille-Het o gente de la sierra, entre los quefiguran los Chulilau-cunnees, Sehuau-cunnees y Yacana-cunnees» (1974: 126, 129,destacados del autor)21.

Aquí Falkner comete una serie de errores de interpretación lingüística, lo cualfortalece más mi sugerencia de que está revisando sus notas y elaborando unamirada conclusiva. ¿Por qué hace la mención a que ‘gente’ se dice de una maneray ‘tierra’ de otra?, porque tiene en mente la ‘clasificación’ que utilizan los hablantesde la lengua ‘araucana’ y la clasificación andina del mundo: ngöluches, gente deloeste; puelches, gente del este; picunches, gente del norte; huilliches, gente delsur. En este esquema relativo se utiliza denominaciones que recurren a un con-

19 La cuestión me deja pensando. Sabiendo del dominio Inca que sufrieron los grupos indígenaschilenos desde el Valle Central hasta el río Maule, al menos, y que todos ellos eran durante elsiglo XV hablantes del ‘araucano’ o ‘lengua de Chile’: ¿es posible pensar que heredaron unsistema de clasificación usado por los conquistadores altiplánicos? La referencia a los cuatropuntos cardinales respecto de un centro representa un indicio muy fuerte... Pero la respuesta aesta pregunta excede este trabajo.20 Aquí introduce una crítica a sus propios compañeros quienes escriben: Cardiel, Toelchús, ySánchez Labrador, Thuelchus.21 Siguiendo estas esquivas referencias es que Lehmann Nitsche elabora su interpretación del‘idioma de las Pampas argentinas o lengua het’ (1922).22 Ver Imágen nº 2.

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cepto lingüístico sencillo [lug[lug[lug[lug[lugar gar gar gar gar geogeogeogeogeográfráfráfráfráfico que se habita] + [el térico que se habita] + [el térico que se habita] + [el térico que se habita] + [el térico que se habita] + [el término gmino gmino gmino gmino gente]ente]ente]ente]ente];sintéticamente: che es gente y el resto de las 4 expresiones son los cuatro puntoscardinales (ngölu, puel, pichi, huilli)22.

Por esto es que Falkner dice: «los Patagones han sido llamados Tehuelchuspor los que no entienden la lengua, pues chu significa tierra o habitación y nogente, que se designaría con la palabra het»23. Ambas sugerencias son erróneas, nichu significa tierra ni het gente. Y aquí es donde empieza a jugar la diversidadlingüística, y más que nada la tehuelche que existía en las Sierras Bonaerenses.Dejemos de lado el chu que es una deformación del tema che usado en Pampas;het proviene de wütr, dicho en la lengua aonik’o ais de los Tehuelches meridiona-les, y significaría ‘eño o ero’, definiendo a una persona procedente de un lugar(lagunero, norteño, serranero, pampero, etc.)24; estrictamente hablando het nosignifica gente, si bien es interesante notar que refiere a ‘gente de un lugar’, y ahíes donde radica la conclusión de Falkner de que significa ‘gente’. El kunne okunny que anota el Jesuita es la expresión kunnë que en la lengua gününa iajech,hablada por los Tehuelches más norteños, significa gente25. En concreto: Falknerconfunde 2 expresiones distintas, dichas en dos lenguas distintas, y las utilizasegún un esquema lingüístico pensado en una tercera lengua, el ‘araucano’ o ‘len-gua de Chile’. Con este esquema conceptual el autor presenta en su libro variosgenéricos que le brindan sus informantes y otros que él mismo interpreta a partir

23 Esta voz, pudo sonar originalmente dicha por un habitante de la Campaña en el sigloXVIII como Chüelchu, y se deformaba en Tuelchú, Chuelchu, Chuelche, etc.; aparentemente,la expresión tiene su origen en la palabra ‘araucana’ chewül que significa ‘arisco, indómito’ yes aplicada, por ejemplo, a los caballos (Harrington, 1933-35: 59-63). ¿Connotaría estaexpresión dicha por indígenas más ‘norteños’ una posible adjetivación de ‘bárbaros’ al referir-se a los indígenas más ‘sureños’? El vocablo inicial chü dicho rápidamente por los indígenaspodía sonar al oído español como tu o te lo cual daba la denominación genérica que mencio-na siempre en sus escritos Cardiel. Falkner menciona la voz Tehuel y Tehuel(het). Con eltiempo la voz se transformó en el conocido Tehuelches, registrada ya a fines del siglo XVIII.Nacuzzi (1998, 2000) describe el proceso histórico durante el cual se ‘asentó’ la denomina-ción genérica entre los españoles, si bien en su análisis claramente pierde de vista el que ladenominación Chuelchü es aplicada inicialmente de un grupo indígena a otro, es decir, siaceptamos la tesis de la autora en torno de las ‘identidades impuestas’ deberíamos estudiarcomo esta actitud es ejercida por los indígenas (¿pampeanos?) hacia Otros indígenas(patagónicos). Después se agregan los españoles y muy posteriormente los estudiososetnológicos que la autora critica con particular énfasis.24 Harrington (1946), Casamiquela (1995, 1983).25 Casamiquela (1983: 137).

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de sus impresiones lingüísticas: calille-het26, chulilau-cunnees27, sehuau-cunnees28,yacana-cunnees29, etc.

26 Calille-het, parece una construcción lingüística del cronista, compuesta por la voz calille, quesignifica cerro (y deriva del conocido calel) y het, que Falkner piensa erróneamente que significa‘gente’. En realidad, creo que la idea que quería dar Falkner era de ‘gente serrana de la Pampa’diferenciándola de los ‘Serranos cordilleranos’. (Ver la nota siguiente). La expresión calel, aparente-mente, es propia de una lengua o dialecto particular del sur-este de Pampas más antiguo que lasvariantes de las lenguas tehuelches que empiezan a arribar a la región quizás en el siglo XVI. En estecaso particular la expresión ‘ficticia’, académica podría decirse, que elaboró Falkner hipotéticamentese traduciría como ‘serranero’. Estas palabras, mal comprendidas, hicieron pensar a Lehmann-Nitscheen la existencia de una lengua particular que él denominó ‘lengua het’ (1922, 1924, 1930).27 Chulilau-cunnees, cómo expresión genérica de un grupo étnico, ha sido registrado en múltiplesoportunidades por cronistas del XVIII; en la primera mitad del siglo, además de Falkner, su compañerode misión José Cardiel menciona esta parcialidad al menos en tres lugares distintos: chulihauchel anotaen la carta de 1747 (1953: 207), Chulilauchet en el mapa étnico que elabora hacia 1747 y Chu[l]ilauchet(1956: 151). Idealmente en günuna iajëch esta expresión se escribiría Chulila a Künna es decir, ‘gente deChulila’, correspondiendo el lugar mencionado al paraje Cholila actual, ubicado en la región cordilleranade la moderna provincia de Chubut. Casamiquela, que ha registrado el término Chulila a Künna en lasegunda mitad del siglo XX, destaca que sus informantes ubicaban relativamente a esta parcialidad entrelos chüwach a künna, que literalmente significa ‘gente del borde’, o sintéticamente ‘precordilleranos’(1995: 46). En la lengua Tehuelche más meridional, la aoniko ais, este término es cheuachekenk quesignifica igualmente ‘precordilleranos’ (Ibídem, nota 99, p. 145). Es probable que Falkner halla escucha-do, y le hayan explicado, algunos de estos términos (incluso el correlato en ‘la lengua de Chile’ o‘araucano’ inal mahuida che) y elaboró a partir de ellos el calille het que anota en su texto, dando la ideade que estos últimos eran Serranos, estaban emparentados con las parcialidades precordilleranas, peroexistía una distinción: los Calille-het eran Serranos ‘pampeanos’, mientras que los Chulilau-cunnees, esdecir los (atek a) chüwach a künna, eran Serranos ‘precordilleranos’.28 Sehuau-cunnees: Cardiel anota un Seguagnis (1956: 151), que podría ser Seguag[cu]nis mal escrito.Falkner menciona sobre este tema: «sehuau es el nombre que se da en el dialecto Tehuel a una especie deconejo negro, más o menos del tamaño de un ratón de campo; y como hay muchos de estos animalejosen la tierra de ellos, muy bien puede ser que de esto se derive el nombre» (1974: 136). ¿Cuál era eldialecto Tehuel para Falkner?, evidentemente el cronista no supo nunca que las lenguas Tehuelchesmeridionales eran al menos dos (Suárez, 1988; Viegas Barros, 2005). Independientemente de esto nohay registro en los vocabularios conocidos de la palabra que anota. Curiosamente ninguno de losetnólogos que han estudiado el difícil texto de Falkner han analizado la cuestión. El único que mencionauna posible conexión con el tema es Lehmann Nitsche (1924: 229) quien recuerda el nombre de unparadero, Shehuen, descrito por Moreno. ¿Qué escuchó el cronista originalmente? Sehuau-cunnees,pudo ser idealmente Sehuah a Künne, lo cual tampoco nos brinda mucha información. Podemoshipotetizar, solo para dar una idea, que la expresión original era Shehua que es fácilmente reducible aChehua lo cual nos acercaría al cheuache mencionado más arriba; de tal forma cheuache a Künne lo cual,en cierta forma, es un híbrido entre dos lenguas, y por tanto nos da la pauta que fue elaborado de formaad hoc por el cronista al fin de dar su impresión del tema.29 Yacana-cunnees: Falkner traduce esta expresión como ‘gente de a pie’ que se acerca mucho alsignificado original. Harrington sugiere para Yacana Künne, ‘gente caminante’ (1946: 254, 259).Casamiquela repite esta idea (1965: nota 85, p. 131; 1983).

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¿Cuál es entonces la metodología que sugiere para interpretar la realidad étnicade las Pampas? Ordenar a los grupos étnicos según su posición relativa en elespacio tal y como se desprende de la clasificación indígena expresada en lengua‘araucana’ o ‘de Chile’. En la imagen 3 sintetizo la conceptualización de Falknersobre el tema.

¿Dónde está el ‘criterio científico’ que permitiría inscribir el libro de Falkneren la nueva tradición de la clasificación linneana del mundo?, en que el Jesuita usapara ordenar la información que él y sus compañeros recaban, las escasas herra-mientas lingüísticas de que dispone tanto como su conocimiento de la geografíaregional. Por un lado él sabe, porque lo estudió del Manual de la Lengua Araucanaque elaboró Valdivia (1887), que los indígenas del ‘Reino de Chile’ expresan suorganización territorial apuntando una característica del territorio y la desinen-cia che que justamente significa ‘gente’. De tal forma, tenemos: Puelche, gente deleste, Pehuenche, ‘gente del pehuen’, Leuvuche, ‘gente del río’, Aucache, ‘genteauca’, Vutahuilliche, ‘gente grande del sur’, etc. Todos estos ejemplos los dá elpropio Falkner pero se pueden recoger de todos los escritos Jesuitas de esa época.¿Qué agrega al campo lingüístico Falkner? Un deficiente conocimiento de laslenguas Tehuelches: el gününa iajech y el aonik’o ais que logra conocer muyfragmentariamente, dado que él como todos su compañeros hablaban con losindígenas en ‘araucano’ o ‘lengua de Chile’ y en castellano.

Si a esto le sumamos el conocimiento geográfico minucioso que evidente-mente disponía Falkner en detrimento de todos sus compañeros de misión, laclasificación que elabora surge explicada con claridad. Con posterioridad el mi-sionero retomó sus escritos ‘de campo’ y produjo un mapa de una verosimilitudasombrosa (comparado con otros de la misma época)30 y un texto base del cualse tomará el material para la edición del libro

Por tanto, se debe entender primero el ororororordenamiento espacialdenamiento espacialdenamiento espacialdenamiento espacialdenamiento espacial que detallaFalkner para entender la distribución territorial de los grupos humanos, y aquínuevamente surge la ‘clasificación según las ciencias naturales’: primero el suelo,después las plantas y animales, por último los humanos considerados como unaespecie más en el entorno natural. Para el fin de entender la descripción queelabora Falkner en su libro, no es necesario discutir sobre los significados de lasdenominaciones genéricas, como ensayó la etnología clásica, es más importanteapreciar el mundo espacialmente ordenado, con la clasificación de los territoriosy las especies que nos quiere mostrar el escritor y misionero Jesuita.

30 Ver Imagen nº 4.

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ConcConcConcConcConclusioneslusioneslusioneslusioneslusionesEn estas líneas he intentado resumir algunos aspectos del análisis que hace

unos años estoy llevando a cabo de las fuentes documentales y cartográficaselaboradas por los Jesuitas en el transcurso de la década de 1740, a partir de laexperiencia misional que desarrollaron en el sur de la jurisdicción colonial deBuenos Aires. En particular, aquí me concentré en el libro de Falkner el cual hadespertado desde su primera publicación en 1774 no pocas controversias.

Los hombres de la Compañía de Jesús han sido prolíficos en la elaboración dedescripciones de los espacios sociales en que les tocó misionar a lo largo de todasu presencia en los territorios del Imperio español. En el transcurso del sigloXVIII, los trece años durante los cuales existieron las tres reducciones pampeanasse transformaron en un período prolífico en diarios, cartas, mapas y algunoslibros. Si bien en el presente artículo me he concentrado en el libro de Falkner,algunas de las conclusiones generales se pueden hacer extensivas a todo este acer-vo documental citado.

Los misioneros Jesuitas siempre se destacaron como excelentes descriptoresdel mundo natural y social en el cual trabajaron; en las Pampas y lo poco queconocieron de Patagonia esta regla se cumplió una vez más. Pero cabe destacarque el escrito de Tomás Falkner toma cierta distancia de aquellos otros elabora-dos por sus compañeros de Orden en tanto en los años posteriores a la expulsiónrevisó sus notas y reelaboró algunos aspectos de sus observaciones.

Teniendo en cuenta las particularidades que rodearon la primera edición dellibro de Falkner, he podido sugerir la nueva perspectiva en que el autor se inscri-be: su obra surgió como un ‘dispositivo’ que está en consonancia con los tiemposde descripción y clasificación linneana del mundo de fines del siglo XVIII. Peroesto no evita percibir la visión personal de la realidad lograda por el autor duran-te su convivencia con las sociedades indígenas pampeano-patagónicas y su apre-ciación de la específica visión del mundo elaborada por las culturas americanasde raigambre andina; es esta particular mirada la que nos ubica una vez más ellibro de Falkner en un lugar destacado para entender el complejo universosociocultural con el que entraban en permanente contacto los españoles en lasfronteras meridionales del Imperio.

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AneAneAneAneAnexxxxxo de Imágo de Imágo de Imágo de Imágo de Imágenesenesenesenesenes

Figura 1Figura 1Figura 1Figura 1Figura 1El espacio del extremo meridional de Sudamérica según la interpretación que expresa el

Jesuita Tomás Falkner en su libro de 1974.

Fabián Arias

249Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Figura 2Ordenación relativa de los lugares del mundo y de las gentes que lo habitan según la lengua

mapudungun (conocida en el Siglo XVIII como «araucano» o «lengua de Chile»).

Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Interpretación de la clasificación etnológica sugerida por Flkner para los grupos étnicos

pampeanos-patagónicos de la primera mitad del siglo XVIII.

Las clasificaciones Jesuitas del mundo indígena pampeano-patagónico.El caso de Tomás Falkner, SJ, 1744-1774

250 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

Figura 4Figura 4Figura 4Figura 4Figura 4Porción del Mapa de Tomás Falkner (1772).

Fabián Arias

251Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

reseñasSociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

252 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

253Año I / Volúmen I / Diciembre de 2009

PRPRPRPRPROBLEMÁTICAS DE LA AROBLEMÁTICAS DE LA AROBLEMÁTICAS DE LA AROBLEMÁTICAS DE LA AROBLEMÁTICAS DE LA ARQQQQQUEOLUEOLUEOLUEOLUEOLOGÍAOGÍAOGÍAOGÍAOGÍACONTEMPORÁNEACONTEMPORÁNEACONTEMPORÁNEACONTEMPORÁNEACONTEMPORÁNEA

Antonio Austral y Marcela TamagniniCompiladores. Tomos I y IIEditorial de la Universidad Nacional deRío Cuarto

Estos libros son las Actas del XV Congreso Na-cional de Arqueología Argentina, celebrado en elcampus de la Universidad Nacional de Río Cuar-to entre el 20 y el 25 de septiembre del 2004.Comprende un número muy grande de contribu-ciones en el campo de la arqueología: patrimonioarqueológico, técnicas de presentación de la in-formación geográfica, análisis ergológicos, distin-tos tipos de registros arqueológicos y cuestionesteóricas de la arqueología latinoamericana. Faltapublicar un tomo.

254 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

ARARARARARQQQQQUEOLUEOLUEOLUEOLUEOLOGÍA DE LA FROGÍA DE LA FROGÍA DE LA FROGÍA DE LA FROGÍA DE LA FRONTERAONTERAONTERAONTERAONTERAESTUDIOS SOBRE LESTUDIOS SOBRE LESTUDIOS SOBRE LESTUDIOS SOBRE LESTUDIOS SOBRE LOS CAMPOS DEL SUROS CAMPOS DEL SUROS CAMPOS DEL SUROS CAMPOS DEL SUROS CAMPOS DEL SURCORDOBÉSCORDOBÉSCORDOBÉSCORDOBÉSCORDOBÉS

Ana María Rocchietti y Marcela TamagniniCompiladorasEditorial de la Universidad Nacional de Río Cuarto

La Frontera atravesó muchas regiones, muchospaisajes diferentes entre sí; fue margen depoblamiento, línea de carácter inestable, flexible,móvil, de avance y contramarcha, membrana difu-sa para la transculturación y el conflictointerétnico. Su naturaleza menos reconocida es ladel relato; es decir, un conglomerado de narracio-nes que recorre las desgracias del Confin. Su uni-verso social parecía relativamente autónomo, leja-no respecto a las autoridades, los bienes y lasocialidad de la época aunque las condicionesmateriales y de vida social de este mundo bárbaropor la lejanía y por género de vida- que giraba entorno al ganado- no variaban mucho a ambos lados de ella. Este libro explora esepasado en los campos del sur cordobés procurando para aquel relato una miradajusta y humanitaria.