sobre los atentados de parís

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Sobre los atentados de París. Carlos Delgadillo. El 31 de octubre un avión Airbus 321 de la aerolínea rusa Metrojet se estrelló en la península del Sinaí, en Egipto. La rama egipcia del Estado Islámico (ISIS) se atribuyó el atentado. En un principio, las autoridades rusas y egipcias pidieron calma ante las versiones de un ataque terrorista. Sin embargo, la hipótesis de una bomba en el avión, que lo habría destruido en pleno vuelo, matando a 224 personas, se ha fortalecido. Hoy es una de las hipótesis más probables (http://bit.ly/1QnMOR8). A finales de septiembre, ante el pleno de la Asamblea General de Naciones Unidas, Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, había pedido formar una coalición contra el Estado Islámico en Siria (http://bit.ly/1L0KkFf). La visión de los rusos es que el combate contra ese grupo terrorista tiene que darse en coordinación con el gobierno de Bashar al Asad, el presidente sirio, quien enfrenta una guerra civil desde hace ya casi cinco años y en la que han intervenido potencias occidentales a favor del bando rebelde. Uno de los grupos que busca derrocar a al Asad es justamente el Estado Islámico. El llamado de Putin a formar una coalición no obtuvo una buena respuesta en occidente. Rusia tiene intereses en Siria, donde dispone de una base naval en Tartús. La caída de al Asad, un viejo aliado de Moscú, significaría un reposicionamiento regional a favor de la OTAN. Cargando con sanciones por los eventos en Ucrania, específicamente en la península de Crimea y la región del Donbás, donde se han declarado repúblicas prorrusas, Moscú decidió intervenir en Siria, donde ha bombardeado posiciones del ISIS, del Frente al Nusra y de otros grupos extremistas. Según occidente, los 1

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Comentario personal sobre los atentados terroristas en París del día 13 de noviembre de 2015.

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Page 1: Sobre Los Atentados de París

Sobre los atentados de París.

Carlos Delgadillo.

El 31 de octubre un avión Airbus 321 de la aerolínea rusa Metrojet se estrelló en la península del Sinaí, en Egipto. La rama egipcia del Estado Islámico (ISIS) se atribuyó el atentado. En un principio, las autoridades rusas y egipcias pidieron calma ante las versiones de un ataque terrorista. Sin embargo, la hipótesis de una bomba en el avión, que lo habría destruido en pleno vuelo, matando a 224 personas, se ha fortalecido. Hoy es una de las hipótesis más probables (http://bit.ly/1QnMOR8).

A finales de septiembre, ante el pleno de la Asamblea General de Naciones Unidas, Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, había pedido formar una coalición contra el Estado Islámico en Siria (http://bit.ly/1L0KkFf). La visión de los rusos es que el combate contra ese grupo terrorista tiene que darse en coordinación con el gobierno de Bashar al Asad, el presidente sirio, quien enfrenta una guerra civil desde hace ya casi cinco años y en la que han intervenido potencias occidentales a favor del bando rebelde. Uno de los grupos que busca derrocar a al Asad es justamente el Estado Islámico.

El llamado de Putin a formar una coalición no obtuvo una buena respuesta en occidente. Rusia tiene intereses en Siria, donde dispone de una base naval en Tartús. La caída de al Asad, un viejo aliado de Moscú, significaría un reposicionamiento regional a favor de la OTAN. Cargando con sanciones por los eventos en Ucrania, específicamente en la península de Crimea y la región del Donbás, donde se han declarado repúblicas prorrusas, Moscú decidió intervenir en Siria, donde ha bombardeado posiciones del ISIS, del Frente al Nusra y de otros grupos extremistas. Según occidente, los rusos tienen como intención sostener a al Asad en el poder y combatir a todos los grupos insurgentes.

La guerra en Siria comenzó en la primavera de 2011, casi al mismo tiempo en que en Libia una coalición internacional intervenía a favor de los rebeldes para derrocar al coronel Muamar Gadafi. Los aliados lograron en la ONU una resolución que creaba una zona de exclusión aérea en Libia. En los hechos, sin embargo, se trató de una operación militar de amplio alcance que destruyó las posiciones del ejército libio y propició la caída del régimen, con la tortura y muerte de Gadafi como corolario.

Rusia, China y Alemania, como miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, se opusieron a esa acción militar, pero no la vetaron. Junto con Estados Unidos participaron en la intervención el Reino Unido y Francia, que envió buques a la zona y realizó bombardeos. Los ataques occidentales sobre Libia dejaron cientos de muertos entre la población civil y abrieron una etapa de inestabilidad en el país que se perdura hasta la fecha.

Como decíamos, la intervención en Libia de 2011 se aparejó con el inicio de la guerra civil siria. Varios grupos insurgentes pronto pidieron apoyo a occidente en su lucha contra el régimen de al Asad. Estados Unidos y sus aliados han intentado impulsar en la ONU una

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resolución análoga a la de Libia. Pero en esta ocasión tanto Rusia como China decidieron unirse para vetar cualquier repetición de esa vía (http://bbc.in/1O8evfV).

El régimen sirio, como parte de su campaña de propaganda, ha denunciado que los rebeldes son grupos terroristas al servicio de potencias extranjeras.

Mientras occidente se enfocaba en derrocar a al Asad, entregando equipo militar y provisiones, así como instruyendo a los rebeldes, fue creciendo la presencia de grupos extremistas que operan desde el vecino Irak, país de donde se retiraron las tropas norteamericanas a finales de 2011, después de 8 años de ocupación posteriores al derrocamiento de Saddam Husein. Irak es una nación devastada, inestable y terreno de operaciones de múltiples grupos fundamentalistas. Justamente en la Guerra de Irak está el origen del Estado Islámico, que nació como una red de resistencia contra la ocupación de EE. UU. y sus aliados, Hoy el ISIS ocupa buena parte del norte de Irak.

Cuando se reveló que el Estado Islámico, por encima no sólo de las fuerzas estatales sino también de otros grupos insurgentes, comenzaba a capturar ciudades y regiones sirias, con sus particulares métodos y prácticas bárbaras, Estados Unidos y sus aliados tuvieron que distraerse del derrocamiento de al Asad para bombardear al ISIS. No lograron mucho y la opinión pública mundial se conmocionó ante la irrupción mediática del grupo terrorista.

Podemos, con verosimilitud, responsabilizar a occidente del ascenso del Estado Islámico. No sólo porque ese grupo se haya fortalecido en Siria en el contexto de la guerra civil. Y no sólo tampoco porque incluso hayan caído en sus manos armas y equipos que occidente ha enviado a los grupos insurgentes. Pues en Irak ha sido donde el Estado Islámico, como apuntamos, tiene su origen. Y ahí la intervención occidental favoreció, con la inestabilidad creada, su surgimiento. El ex primer ministro del Reino Unido Tony Blair, quien llevó a los británicos a la Guerra de Irak junto con Estados Unidos, pidió disculpas hace tres semanas por esa intervención y llegó a vincular el caos iraquí con la aparición y el crecimiento del ISIS (http://bit.ly/1KyuCMu).

¿Qué hubiese ocurrido si, como desean los occidentales desde 2011, hubiera sido derrocado ya Bashar al Asad? ¿Qué grupos tendrían hoy el control de Siria? ¿Cuál sería la situación en toda esa vasta región de Medio Oriente que también incluye a Irak?

El yihadismo, el terrorismo y el fundamentalismo islámico han marcado la política internacional del siglo XXI. Apenas iniciada la centuria, en 2001 acontecieron los atentados del 11 de septiembre en territorio norteamericano. Eso desató la invasión de Afganistán, donde el régimen talibán fue acusado de solapar grupos terroristas, en especial a al Qaeda y al saudí Osama bin Laden. Como se decía en esos momentos, bin Laden había sido un combatiente en la época de la resistencia afgana contra la ocupación soviética y había recibido apoyo de los occidentales. Su red, creada en esa intervención, se convirtió en un grupo terrorista internacional con objetivos ya no favorables o convenientes a las potencias occidentales. Su red sigue operando desde Afganistán, donde la ocupación de Estados Unidos continúa y donde los talibanes, aunque derrocados, no han sido derrotados.

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Si la intervención de 2001 en Afganistán fue detonada por un ataque terrorista en occidente, esa intervención y las que han seguido en Medio Oriente han creado condiciones para el surgimiento y el fortalecimiento de grupos terroristas que logran no sólo operar en países occidentales sino también difundir sus ideas, adoctrinar y atraer jóvenes de esos países, tengan o no raíces en los países de mayoría musulmana. Quizá uno de los más conocidos yihadistas del Estado Islámico, que apareció en varios vídeos decapitando personas, creció en Londres (http://bit.ly/1OKpaON). El "yihadista John" fue abatido poco antes de los ataques de París por un dron norteamericano en la ciudad siria de Raqqa, capital de facto del Estado Islámico (http://bit.ly/1MtFoWy).

Con el éxodo de refugiados sirios a Europa se reactivó el debate sobre las restricciones a la llegada de extranjeros, sobre todo desde países donde hay fuerte presencia del islam. En Francia el tema ha dominado desde los ataques en enero contra el semanario Charlie Hebdo. Un discurso simplón, xenófobo e islamófobo culpa a esos extranjeros y a las leyes, políticas y gobiernos que permiten la llegada de personas que profesan la fe musulmana. Ante eso, hay que decir que los perpetradores del ataque a la revista Charlie Hebdo nacieron en París y ahí mismo fueron adoctrinados (http://bit.ly/1ED5t4k). No sabemos si los que perpetraron ayer los ataques en París eran extranjeros.

Muchos jóvenes europeos han sido identificados en las filas del Estado Islámico. Tanto varones como mujeres jóvenes han dejado sus países de origen (en Europa) para sumarse al ISIS en los territorios que controla (http://bit.ly/1COeTLv y http://bbc.in/1DHeJpl). La migración terrorista no sólo se da, como imaginan los xenófobos, desde Medio Oriente hacia Europa, sino también desde Europa misma hacia Medio Oriente. Se estima que entre 30% y el 40% de los combatientes extranjeros del ISIS tiene origen europeo (http://bbc.in/1NvrQNc).

Podría argumentarse que esos jóvenes europeos con ideología yihadista pertenecen a una segunda o tercera generación de migrantes y de esta forma esa migración seguiría estando en la mira. Pero ante eso, puede uno decir que el yihadismo no está en el código genético y que esos jóvenes nacidos en Europa ahí se han formado, lo que nos tendría que llevar a preguntarnos, como se han preguntado ya algunos, sobre cómo se está formando o educando la juventud europea.

¿No será el yihadismo una reacción al nihilismo de las sociedades de consumo occidentales ya del capitalismo tardío y posmoderno? ¿No será que muchos jóvenes hurgan en sus raíces, en sus antepasados, en su identidad diluida un asidero frente a ese vacío y ahí se encuentran con el yihadismo? El Estado Islámico y otros grupos se oponen a la sociedad moderna, ven en occidente la decadencia y buscan reproducir, en un anhelo que podría denominarse romántico, épocas perdidas, en gran medida idealizadas y tergiversadas, nunca existentes, en las que las sociedades islámicas eran supuestamente más "simples", más "sencillas", menos desgarradas internamente y menos expuestas a influencias extrañas. Es un caso de invención de una "tradición", que viene a ofrecer una salida para jóvenes desarraigados, ayunos de identidad y guía vital.

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Hay que decirlo claramente: ni la ciudadanía ni el origen étnico son condiciones necesarias y suficientes para el yihadismo. Y tampoco lo es el hecho de profesar la fe musulmana. Más allá de lo étnico y lo religioso está lo ideológico, que se vale de ambos elementos para construir una propuesta discursiva. Esa propuesta podría basar su difusión en condiciones materiales e ideológicas de occidente, donde sus análogos, más que sus contrarios (o sus contrarios por ser análogos) son la xenofobia, las islamofobia y el etnocentrismo ingenuo.

El extremismo no sólo se da bajo una subcodificación musulmana. En 1995, Timothy McVeigh, blanco, norteamericano y cristiano, mató a 168 personas de su propio país guiado por el odio a lo diferente, al otro. Y, para hablar de Europa, en 2011 el noruego Anders Breivik mató en Oslo a 77 personas de su propio país guiado por el odio al islam y al comunismo.

Signos del siglo, las violencias terroristas podrían estar hablando más de nosotros mismos que de algo que nos sea ajeno, externo o impropio.

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