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Cinco libros para conocer la obra de V. S. Naipaul 3 Romance de los vanos encuentros, de Julio Cortázar 6 Nuevas andanzas de Flash 9 Un test de precisión extragaláctico de la relatividad general 11 Sigue al conejo blanco 14 Alejandro Gándara: “No quise hacer carrera como escritor” 38 Correrías de la inestable alma rusa 41 Generan líquido cuántico ultraligero 44 Ignacio y la vida corta 48 La regla de Bergmann 63 Los 880 cuadrados mágicos de orden 4 de Frénicle 65 Divertimentos de un fabulador 68 La huella indeleble de la humanidad 70 Ben A. Barres: genialidad y compromiso 72 Límites, de Jorge Luis Borges 78 Marcelo Birmajer: "Se subestima el papel que juega la libertad en el sistema político argentino" 80 Podcast CB S&R 168: Ratas, Móviles y ¿Cáncer?; Enzima Rubisco; Agujeros Negros; y más 84 Lejos y solas 92 Con pasta de escritora 94 La niña santa 96 Queridos compañeros, así os lo digo: vergüenza. 98
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Transforman desperdicio de mango en biopolímero 102 No me arrepiento de nada, por Gioconda Belli 105 Alfred Rosenberg desde la oscuridad 108 Fogwill sigue contando el cuento 110 La caracterización de la cuarcita arqueológica 116 Fotografiar para creer, o viceversa 118 «La tormenta» #relatosDespedidas 124 Episodio 24: NO Puede contener “sólo” gluten. 126 Querido Paracelso: el veneno no solo reside en la dosis 128 Sontag: una mujer que fue muchas 135 “La vida es un tuya-mía constante” 138 Lady Macbeth en Cape Cod 145 Cuestión de fe 148
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Cinco libros para conocer la obra de V. S. Naipaul
Henri Michaux, el poeta que exploraba los abismos
Los que fui (Paradiso), que por primera vez se traduce al español, redescubre en sus inicios a un
creador central que parece adelantado a nuestra propia época. En la imagen, Michaux, espectador de
una conferencia de Borges en 1983
Pedro B. Rey
Le huía a las fotos y evitaba las entrevistas. Por las pocas imágenes que circulan de él sabemos que era
de buen porte, calvo, de cejas hirsutas. Pero ¿quién era Henri Michaux, más allá de la superficie de su
fisonomía?
La impresión de alguien que lo conoció temprano, durante su juventud viajera, es reveladora: "En
1935 conocí en Buenos Aires a Henri Michaux -cuenta Borges en el prólogo a Un bárbaro en Asia, obra
del belga que incluyó en la colección Biblioteca Personal-. Lo recuerdo como un hombre sereno y
sonriente, muy lúcido, de buena y no efusiva conversación y fácilmente irónico. No profesaba ninguna
de las supersticiones de aquella época. Descreía de París, de los conventículos literarios, del culto,
entonces de rigor, de Pablo Picasso".
Poco después de aquel encuentro, Borges tradujo el libro para Sur, "no como un deber sino como un
juego". Michaux, por su parte, no le perdió el rastro: la última vez que se lo vio en público fue en una
conferencia que el argentino dio en el Collège de France, a comienzos de 1983.
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Pero ¿quién era Michaux, ese escritor -dicho sea de paso- tan distinto de Borges? Para Michel Butor,
era un herético, "alguien que se encuentra entre naciones, entre géneros, entre disciplinas. Era francés
y belga, pintor y poeta, observador y observado, sabio y enfermo, y al mismo tiempo se las arreglaba
para pasar de un lado al otro abriendo puertas".
Llamémoslo explorador de abismos. Su sensibilidad es más contemporánea que mucho de lo que se
hace hoy: todo lo que escribió y pintó Michaux orbita alrededor del yo (el cuerpo, las profundidades de
la psique, el movimiento de los viajes), pero la mundanidad de esa primera persona resulta
milagrosamente omitida. Pensaba que solo existe el "panorama alrededor de la cabeza" y el
"panorama dentro de la cabeza". De esa admisión -que parte con escepticismo a la busca de un gran
secreto- surge todo la posibilidad de su arte, al que no le interesan los abusos de la belleza sino el roce
con lo genuino.
De Michaux sabemos que nació en Bruselas en 1899 y murió en París en 1984; que en su adolescencia
pensó tomar los hábitos, pero que, descartada la idea, se trepó como marinero a un barco que lo hizo
llegar por primera vez a Brasil y Buenos Aires; que, ya de retorno, descubrió Los cantos de Maldoror y
empezó a publicar en una revista belga de vanguardia, Le Disque Vert. De esos textos del comienzo, el
poeta Bernard Noël recuerda en el prólogo a Los que fui (libro inaugural de Michaux que se publica
por primera vez en castellano, traducido por Ariel Dilon) que nadie había hecho razonamientos como el
siguiente: "La pierna es inteligente. Toda cosa lo es, pero ella no reflexiona como un hombre. reflexiona
como una pierna". La conclusión del silogismo es simple: "La lógica de una porción de hombre es
absurda para el hombre total".
Había algo de patafísica y de protosurrealismo en esas primeras piezas -y quizá por eso su autor más
tarde renegaría de ellas-, pero fueron su vía de acceso a los círculos de la época. Conoció a Jules
Supervielle y el trato con el poeta franco-uruguayo lo traería más de una vez al Plata. Más tarde,
llegaría a Ecuador. Se había activado el curioso virus de los viajes: acto seguido, el hartazgo de Europa
lo empujó a una larga ronda por la India, China, Japón, Ceilán y Malasia.
De esos periplos saldrían Ecuador (1929) y Un bárbaro en Asia (1933). Como escritor de viajes, Michaux
será incluso más radical que Michel Leiris, que más o menos por la misma época refundaría con El
África fantasmal la literatura etnográfica. Nada de exotismo. Frases secas, distantes, con poesía y algún
giro de humor, sirven para descubrir el opio de la altitud en Ecuador o las costumbres de los pueblos de
Oriente. El "bárbaro" en esos viajes, el extraño, es el europeo.
De vuelta a Europa se trasladó con la fuerza de su imaginación nómade. El viaje a la gran garabaña; En
el país de la magia; Aquí, Podemma son narraciones poéticas sobre pueblos de ficción. Michaux
exploraba el ser de manera crítica, pero su abordaje era empírico, sin referencias librescas. El mundo
exterior tenía su contrapartida en los paisajes interiores, como revelan algunos títulos: El espacio de
adentro, La vida en los pliegues .
De su cercanía con el surrealismo, le quedaría el interés por lo onírico, pero también la gracia del
absurdo, que despliega en Un tal Pluma, de 1931 (el Cortázar de los cronopios y famas y de Un tal
Lucas se le parece un poco demasiado, solo que tarde). Su poesía, cuando la escribe en verso, quedará
marcada para siempre por la respiración de un ritmo amartillado que aborda estados de ánimo,
incluido el rencor, sin confesiones personales.
La creatividad vanguardista de Michaux seguía reclamando espacio, sin embargo. A finales de los años
treinta, había aparecido en el horizonte una segunda actividad: el dibujo y la pintura. Trabajó mucho
con tinta, inventó alfabetos, jeroglíficos, y también produjo algunas obras bajo el influjo de drogas,
otro terreno en el que experimentó de manera novedosa.
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Los vínculos de Michaux, a partir de 1956, con los alucinógenos, tanto más creativos que los de Aldous
Huxley, no tenían nada de bohemio. Eran investigaciones puras y duras, ensayadas en el propio cuerpo
y mente, para traer a la superficie lo oscuro de ese "lejano interior" que nos compone. En Las grandes
pruebas del espíritu, uno de los libros que dedicó al asunto, narra cómo con la ayuda de la mescalina, la
droga de la que más se valió, detecta el exacto momento en que se forman las palabras.
¿Quién era entonces Michaux? Uno y muchos. Con toda la obra por delante ante nuestros ojos, uno de
los detalles formidables de Los que fui es la certeza con que se expresa de manera zumbona ese
presentimiento. "Estoy habitado; les hablo a los que-fui y los que-fui me hablan", se lee. También el
estilo se adelanta. Hay algo de Pluma y desconcertantes ciudades movedizas. Los poemas son
contundentes, alguno con palabras portemanteaux o inventadas ("El gran combate"). La edición de
Paradiso incluye además Los sueños y la pierna y Fábula de los orígenes, dos plaquettes tempranas que,
de manera injusta, el poeta prefería olvidar.
En 1941, André Gide escribió un libro sin eufemismos: Descubramos a Henri Michaux. La elocuencia
de aquel título invita a redescubrirlo hoy con una sospecha adicional: que vale por lo menos tanto como
Artaud o Georges Bataille.
"Evasión", un fragmento de Los que fui
Por Henri Michaux
Sabe usted que irradiamos, que nos lanzamos fuera de nosotros en todas direcciones, o solamente en
línea recta; y lejos de esos fémures inmóviles y de la propia e inmóvil caja torácica y del propio
dormitorio inmóvil, hacemos viajes de los más extensos. Es el alma la que se va, sola, rápidamente.
Hay traslados de cien kilómetros y más. Aquellos que viven en las colonias, puede ocurrir que se
obstinen en lanzarse al otro lado del Atlántico y más allá del desierto, por una mujer y parientes que
tienen en París. Su cocinero los ve adelgazar. Eso puede durar dos años, a veces cinco, si el hombre es
robusto. Los médicos lo llaman nostalgia.
Recomiendan un cambio, pero muy pronto el hombre muere. De manera similar, el pescador bretón
que, con los brazos abiertos, se ahoga en alta mar, hace un último y gran esfuerzo por alcanzar a los
que ama, y aunque cerca de Islandia, 67° de latitud Norte. 22° de longitud. se orienta rápidamente. Ya
vuelve a ver Ploumanac'h y su casa, se pone a acariciar a su mujer y a su madre, que de repente se
atemorizan y desde entonces aportarán a su vida entera una gran poesía. En cuanto al ahogado,
desespera de no haber conocido su poder de translación sino in articulo mortis. Ve pasar en su
memoria aquellas travesías de dos años, de seis meses, de cuatro meses, durante las cuales aguantaba
estúpidamente con las piernas separadas en medio del balanceo y el olor a mar, diciendo: "Tiempo
podrido" o no diciendo nada y tampoco pensando en nada, cuando habrían sido tan posibles, tan
realizables, evasiones hacia el lugar, no importa cuál fuese, adonde su deseo lo empujara. Pero se
acabó, ahora está en la muerte, ya no se lo tendrá en cuenta para nada. Solamente tratará de
cuchichearle algún que otro buen consejo a su mujer.
Extraído de Los que fui (Paradiso). Traducción: Ariel Dilon.
https://www.lanacion.com.ar/2144020-henri-michaux-el-poeta-que-exploraba-los-abismos
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Romance de los vanos encuentros
Julio Cortázar
No preguntes quién pone en este canto
un alma destinada al sufrimiento
y un pobre corazón que te ama tanto.
I
Bronces de las ocho y media
nos llaman cada mañana
—entre tu casa y mi casa—
de dos cornisas y un breve saludos de camaradas.
¡Estás tan bella, vestida
de crujiente espuma blanca
baje ese sol de las ocho
que te ciñe y que te alaba!
Sus amarillas saetas
bordan en tu pelo el aura
que me recuerda las leves
imágenes de las santas.
(Pienso que rezarte a ti
tal vez me salvará el alma...)
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II
Las campanas matinales
ponen música en la senda
por donde a tu escuela vas,
por donde voy a mi escuela.
Tontamente, tontamente
me vuelve la vieja idea
cada vez que nos cruzamos
en nuestras rutas opuestas:
pienso en el ayer que ataba
con una risa dos sendas,
cuando jamás nos cruzábamos
tú y yo en camino a la escuela.
Con una misma campana,
con una misma existencia,
y por una misma calle
con sol de las ocho y media...
Para nosotros, entonces,
había una sola escuela.
III
La señorita maestra
pasa vestida de blanco ;
en su oscuro pelo duerme
la noche aún, perfumado,
y en lo hondo de sus pupilas
yacen dormidos los astros.
Buenos días señorita
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del caminar apurado;
cuando su voz me sonríe
olvido todos los pájaros,
cuando sus ojos me cantan
se torna el día más claro,
y subo la escalinata
un poco como volando,
y a veces digo lecciones.
https://www.poeticous.com/julio-cortazar/romance-de-los-vanos-encuentros?locale=es
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Nuevas andanzas de Flash
La vivacidad intacta. Fogwill lee en un bar, en una imagen del álbum familiar.
En la nota preliminar a sus Cuentos completos (Alfaguara, 2009), Fogwill decía que los veintiún textos
que lo integraban eran su legado en esa forma. Declaraba su voluntad de que los que no estaban, nunca
volvieran a aparecer. En ese sentido fue un poco menos ambicioso (y en el fondo dúplice) que Franz
Kafka, que había condenado prácticamente toda su obra al olvido, aunque eligiendo a un amigo (Max
Brod) para destruirla (sin destruirla él mismo, como sí hizo Henry James con su enorme
correspondencia). Brod no cumplió, y aquí estamos, con una obra de Kafka en permanente
reimpresión, retraducción, rearmado y hasta retitulado, aunque muy poca gente llama El
desaparecido a la novela América, o La transformación a La metamorfosis, según decisión de los
organizadores de sus últimas obras completas.
Fogwill habla de “su voluntad”, aunque, implícitamente, también de sus familiares, amigos, editores y
público lector. Una masa de gente mucho menos controlable que un mejor amigo. Por otra parte era un
maestro para perder originales. Los entregaba (consciente sin embargo de su fugacidad relativa) a los
discos rígidos de las computadoras, o les sacaba copias a amigos, que solían perderlas a gran velocidad,
según explicaba en la nota “del autor” de Un guión para Artkino (Mansalva, 2008). Ese original había
quedado en una pila de originales no leídos de Luis Chitarroni. Agregaba promesas de ejemplares
autografiados de primeras ediciones de otros originales perdidos: Memoria romanay Nuestro modo de
vida (que fueron editados) y La clase y Los Estados Unidos, que aún esperan. En el caso de Nuestro
modo de vida, por ejemplo, los editores y herederos agradecen a Mariana Domic Radtschenko por
guardar una primera versión de la obra desde 1980 y enviarla desde Chile en 2011, y a Jorge y Silvia
Lobov por guardar el original de la versión de 1981, en la que se basó finalmente la edición de 2014.
Memoria romana y cuentos inéditos (Blatt & Ríos) es el título del libro de material no recopilado que
acaba de aparecer. El estilo del primero, que es el más extenso texto del volumen, camina a medias
entre un relato y un diario. Está lleno de fechas (todas del año 82) y citas citables: “Arturo Carrera me
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escribió desde Coronel Pringles señalando que madre española permuta a dream en inglés y me hizo
pensar que ‘madre’ puede ser un sueño materno soñado en inglés o un ‘drame’ representado en
francés, o una ‘merda’ vivida en Italia y pensé en Italia y pensé en Mamá y dejé de pensar en la carta
de Arturo que, no obstante, aún no he olvidado”. Además, al habitar ese borde móvil diario/relato, se
libera de las exigencias extremas de lo ya terminado, lo narrativo puro, el clima, el tono, para ser una
larga serie de renglones por los que circula el aire libre de la realidad que lo rodea en esa fecha, o del
momento de la búsqueda interna. Por ejemplo, de cómo era Sarmiento en un cuartito de Chile,
“agobiado, sucio, desarraigado y ‘descorazonado’” trazando un juego de letras combinatorio, a partir
de la palabra “argentino”.
El resto del libro está constituido por una serie de cuentos. Algunos funcionan a pleno como se espera,
por bailar el ritmo endemoniado del Fogwill más conocido. Otros, por ser cuentos a secas, eficaces y
contundentes, en parte hipnóticos y en parte “de acción”. O de exploración de los recovecos más
difíciles de lo familiar, en “Vida de colonia”.
Por la velocidad, por la multiplicidad, hasta el final, Fogwill bien podría ser una especie de abuelo de
Flash (el héroe historietístico supersónico) con un cuerpo cada vez menos adaptado a la tarea. Pero
todo lo tomaba muy en serio. Sobre todo a otros cuentistas que admiraba. Hay una excelente edición
de Cuentos reunidos del noruego Kjell Askildsen (Lengua de Trapo, Buenos Aires, 2010) con extenso
prólogo muy didáctico sobre la política y sociología de Noruega, y sobre el propio Askildsen, entonces
de 80 años, en quien admiraba el coraje: “Askildsen no teme reiterarse (no es improbable que jamás
haya temido algo)”.
El otro cuentista es Isaac Babel, que en una nueva edición española tuvo un prólogo de Fogwill,
curiosamente imposible de encontrar en Google. Aunque me quedó en la memoria el modo en que,
durante un período, se sumergía incluso en la forma de construir las frases del idioma ruso, para
calibrar la traducción. ¿Celo excesivo? ¿Guitarreo inconsciente? ¿La costumbre de empujar casi
siempre hasta el límite? Lo cierto era que ese tono se mezclaba con otros múltiples vectores en distintas
direcciones, a veces en conversaciones nocturnas, en lugares de Palermo. También con cierto jadeo,
como si, además, acabara de llegar (tan rápido que yo no lo veía) de una aventura de Flash.
Lo que me resulta asombroso es que Fogwill siga no exactamente vivo (eso es imposible), sino vivaz,
promotor, habilitador, irritante adrede o sin darse cuenta, bruscamente canchero o triste y consciente
en exceso. Era así cuando estaba vivo y coleando, contando transas escalofriantes de los análisis de sus
arterias, dignos de una película de Cronenberg, sonriendo de oreja a oreja cuando hablaba de sus niños
(los dos últimos aún lo eran, en cierta época). Convertido en una máquina ametralladora de repartir
chocolates Águila enteros, gracias a un obsequio renovado de la marca. O llegando a Montevideo por
última vez en invierno, y Laszlo Édérlyi y yo rodeados de lluvia intensa en un restaurant, tratando de
convencerlo de que, en invierno, en Montevideo era mejor desacelerarse. Un consejo desperdiciado,
cuando se lo das a Flash. Ahora la vivacidad aparece a través de esos textos que atraviesan los años y
los límites y surgen flamantes, promoviendo la duda acerca de que alguna vez terminen. Un remolino
que sigue girando.
https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/nuevas-andanzas-flash_0_BynfacFWQ.html
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Un test de precisión extragaláctico de la relatividad general
Francisco R. Villatoro22JUN18
La teoría de la relatividad general de Einstein describe la gravitación. La mayoría de los tests de precisión de
esta teoría se han obtenido a escala del sistema solar. Usando el efecto de lente gravitacional se pueden
realizar tests de precisión extragalácticos. Se publica en Science el uso de la lente gravitacional cercana ESO
325-G004 para estudiar la gravitación de Einstein en el régimen de campo débil; en concreto, se ha estimado
que el cociente entre la curvatura espacial y la masa total normalizada es de γ = 0.97 ± 0.09 al 68% C.L.
(cuando la teoría de Einstein predice γ = 1). Para ello se ha usado la relación entre el radio del anillo de
Einstein y la masa de la lente gravitacional.
Para un campo gravitacional débil, la métrica del espaciotiempo está caracterizada por dos potenciales, el
potencial newtoniano Φ y el potencial de curvatura espacial Ψ. En concreto, ds² = a²(τ) [ −(1+2 Φ) dτ² + (1−2
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Ψ) gij dxi dxj ], donde τ es la coordenada temporal conforme, a(τ) es el factor de escala del universo, gij es la
métrica espacial en coordenadas xi. En relatividad general se cumple que γ = Ψ/Φ = 1, sin embargo, en
algunas teorías alternativas para la gravitación se predice γ ≠ 1. Por ello, chequear mediante observaciones
este parámetro permite obtener tests de precisión de la relatividad general. En el sistema solar, la misión
Cassini ha logrado verificar que γ = 1 + (2.1 ± 2.3) × 10–5. En escalas extragalácticas las medidas más precisas
están dominadas por los errores sistemáticos, γ = 0.995 ± 0.04 (stat.) ± 0.25 (syst.) al 68% C.L. (con errores
superiores al 20%), de ahí la relevancia del nuevo resultado.
El artículo es Thomas E. Collett, Lindsay J. Oldham, …, Remco van den Bosch, “A precise extragalactic test
of General Relativity,” Science 360: 1342-1346 (22 Jun 2018), doi: 10.1126/science.aao2469;
Se ha usado como lente gravitacional la galaxia ESO 325-G004, que está “cerca” con un desplazamiento al
rojo de solo z = 0.035. Las imágenes del telescopio espacial Hubble (HST) de esta galaxia muestran un anillo
de Einstein con un radio de 2.95 segundos de arco. La fuente es una galaxia “lejana” con z = 2.1. La
distribución de masa de la galaxia lente se ha estimado con precisión a partir de un mapa de velocidad usando
MUSE (Multi Unit Spectroscopic Explorer) en el VLT (Very Large Telescope) de ESO (European Southern
Observatory). Gracias a ello se puede predecir el anillo de Einstein con un modelo teórico y comparar dicha
predicción con las observaciones, estimando el parámetro γ. El nuevo resultado indica que cualquier
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desviación grande de este parámetro debe ocurrir a escalas mayores de ~2 kpc, lo que excluye algunas teorías
alternativas a la gravitación de Einstein que predicen γ ≠ 1 en escalas galácticas.
http://francis.naukas.com/2018/06/22/un-test-de-precision-extragalactico-de-la-relatividad-
general/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+naukas%2Ffrancis+%28
La+Ciencia+de+la+Mula+Francis%29
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Sigue al conejo blanco
Clara Grima14ABR18
–Claramente es un guiño a Alicia en el País de las Maravillas, Ven.
–Vale, profeta, el propio Morfeo le ha dicho a Neo que si toma la píldora roja entrará en la madriguera del
conejo blanco y llegará al País de las Maravillas, o sea, a Matrix.
Nuestros amigos Sal y Ven, que han crecido mucho desde la última vez que estuvimos con ellos, han estado
viendo, como ya habrás imaginado, la película Matrix. Cuando el mayor, Sal, habla del guiño al libro
de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas, se refiere a una de las primeras escenas de la película
en la que el protagonista, Neo, recibe un mensaje en su ordenador:“Follow the white rabbit” (“Sigue al
conejo blanco”). Y ya, no contamos más que no queremos hacer spoiler para aquellos que aún no la hayáis
visto.
–No te pongas así, Ven, solo era un comentario por si no te habías dado cuenta.
–Ya, porque tú eres más listo, ¿no?
–Anda ya, no seas susceptible y dramático. ¿Tú que harías en el lugar de Neo? ¿Elegirías la píldora azul y
seguirías viviendo en el mundo que conoces sabiendo que no es real? ¿O te tomarías la píldora roja para
seguir al conejo blanco?
–Huy, píldoras y conejos blancos… –Mati entraba en ese momento en la sala –. No sé si me va a gustar esta
conversación.
–Ay, hola Mati, no te escuchamos entrar. –dijo Ven y se acercó a saludar con un beso a su amiga.
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–Hablábamos de Matrix y de las píldoras que Morpheus le ofrece a Neo –añadió su hermano mientras se
acercaba a saludar también. Gauss no dijo nada porque estaba dormido, se quedó frito en cuanto empezó la
película. Sí, es un perro sin sensibilidad para estas cosas pero le queremos igual, ¿eh?
–Vaya, eso me tranquiliza –dijo la pelirroja guiñando un ojo y añadió–. No quiero que bailéis con ningún
conejo blanco.
Los dos hermanos se miraron extrañados uno al otro primero y luego se quedaron mirando con esa misma
expresión a Mati.
–Bah, no me hagáis caso, simplemente me acordé de una cosa que no viene al caso.
–Pues ya nos la tienes que contar, ya sabes –apostilló Ven también con un guiño.
–Vaaaale, os la cuento. Tiene que ver con Michael Jackson.
Foto del día en que Mati explicó la sucesión de Fibonacic a Sal y Ven, el 31 de diciembre de 2011.
Sal y Ven se miraron mitad sorprendidos mitad expectantes, con las narices arrugadas. Es una pena que Gauss
siguiera dormido porque él adora las canciones del rey del pop y siempre movía la cola cuando pronunciaban
su nombre. Mati continuó:
–Como sabéis, Michael murió en el verano de 2009 a causa de una sobredosis de medicamentos que le
administró su médico personal para que pudiese dormir. Pues bien, parece ser que el detonante para la muerte
pudo ser un medicamento, el propofol, que se usa principalmente como anestésico en los hospitales y, por lo
tanto, muy potente.
–Muy bien, ¿y qué tiene que ver con el conejo, Mati? –preguntó Ven.
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–Ah, eso, claro. Alguna gente le llama ‘bailar con el conejo blanco’ a la sensación que experimentan cuando
les inyectan proponol. Supongo,yo no lo he probado ni ganas, que porque sienten que caen por una
madriguera hasta que se quedan dormidos. Y, de hecho, cuando juzgaron a Conrad Murray por la muerte de
Michael Jackson, en la sala del tribunal alguien, no sabemos quién, dejó un conejo blanco de peluche cerca de
donde se sentaba él.
–Vaya historia, Mati –dijo Sal –, ¿todo eso se te viene a la cabeza cuando oyes hablar de un conejo blanco?
¿No es más fácil que te acuerdes solo de Alicia? Los matemáticos sois raros…
Mati estalló en una carcajada y trató de defenderse:
–No, hombre –dijo entre risas –. A los matemáticos si nos hablas de conejos pensamos, ipso facto,
en Fibonacci, ¡claro!
–¡Claro! –exclamó Ven –, la sucesión de Fibonacci. Ya me acuerdo. Nos la explicaste con conejos hace
tiempo.
–Oh, sí, hace mucho tiempo, eráis muy pequeños… –Mati dejó escapar un suspiro.
–Bueno, pero lo que necesito que recordéis hoy es cómo se calculaban los términos de la sucesión, ¿os
acordáis?
–Sí, claro –se apresuró a contestar Sal –, se empieza con el 0 y el 1 y a partir de ahí cada término es la suma
de los dos términos anteriores: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, etc.
–No, Mati nos enseñó empezando con 1 y 1 –interrumpió Ven –, porque empezamos con una pareja de
conejos. Pero, bueno, da lo mismo, salvo el primer 0 la sucesión es la misma.
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–Ajá, perfecto. Ahora necesito un tablero de ajedrez y una moneda –continuó Mati –. Bueno, algo más
simple, una hoja de papel cuadriculado y una moneda.
Ven fue a su cuarto a buscar lo que había pedido Mati, Sal aprovechó para acariciar a Gauss que se acababa
de despertar y, bueno, para escaquearse de subir a buscar el papel cuadriculado. Cuando el pequeño bajó con
el papel, Mati sacó una moneda y les propuso:
–Os voy a proponer un juego, se llama el juego de Wythoff. Sobre este papel cuadriculado vamos a poner, al
azar, nuestra moneda en una de los cuadrados. Por turnos, vais a mover la moneda de alguna de las 3 formas
que os propongo: (1) hacia abajo todas las casillas (cuadrados) que queráis, (2) hacia la izquierda todas las
casillas que queráis o (3) en diagonal, hacia la izquierda y hacia abajo, todo lo que queráis. Gana el que
consiga llegar con la moneda a la meta que está en la casilla más a la izquierda y más abajo, la que he
coloreado de rojo.
El objetivo es alcanzar la casilla de la esquina inferior izquierda, la que aparece sombreada en rojo.
–Parece fácil… –dijo Ven haciéndose el interesante.
–Aún no he terminado de proponeros el juego –continuó ella –. Os digo que en este juego están escondidos
los conejos de Fibonacci, ¿os atrevéis a buscarlos?
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–¿Cómo que se han escondido los conejos, Mati? –preguntó Sal intrigado.
–Eso es precisamente lo que tenéis que averiguar, ¿dónde y cómo se han escondido?
–Supongo que te refieres a la sucesión de Fibonacci –apuntó Ven –, pero tampoco se me ocurre cómo. Porque
en principio, el número de casillas que elijamos para cada movimiento Sal y yo no tienen por qué seguir
ninguna regla, ¿no?
John Nash by Raquel GU
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Mati asintió victoriosa, los chicos se quedaron mirando el papel y Gauss ladró solo para reclamar un poco de
atención, se había despertado mimoso y nadie le hacía caso. Al cabo de unos minutos, la pelirroja les dijo:
–Os lo voy a contar, no es fácil. De hecho, un pelín rebuscado pero es maravilloso. Lo primero que haremos
es preguntarnos si este juego siempre tiene ganador, es decir, ¿la partida puede quedar en tablas? ¿Puede
haber empate?
–No, uno de los dos jugadores seguro que gana –dijo Sal –, el juego tiene que terminar, porque solo se puede
ir hacia abajo y hacia la izquierda, no se puede volver atrás..
–Eso es –confirmó ella –, por lo tanto tenemos que el juego es finito (no podemos jugar indefinidamente) y no
puede acabar en empate. Con estas dos condiciones (finito y sin empate), y gracias a nuestro John
Nash, sabemos que para este juego uno de los jugadores tiene siempre una estrategia ganadora: uno de los dos
tiene movimientos que le garantizan ganar.
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–¿Y cuál es la estrategia ganadora, Mati? –preguntó Ven.
–Eso no nos lo dice Nash pero vamos a construirla nosotros. Paso a paso.
–Vamos –añadió Sal impaciente. Gauss ladró con ganas para insuflar energía a sus dueños.
–Lo primero que haremos –comenzó a decirles Mati –será ponerle nombre a las casillas del tablero para poder
referirnos a ella. A la casilla de la meta la nombramos (0,0) y a partir de ella nombramos a las demás con un
par ordenado (a, b) en el que a indicará la fila en la que está (comenzando en 0 para la fila de abajo) y b nos
dirá en qué columna está (comenzando en 0 para la columna más a la izquierda). Nos quedaría algo así:
–Lo que parece claro es que si un jugador deja la moneda sobre la misma fila, sobre la misma columna o
sobre la misma diagonal que ocupa la meta, el siguiente gana en un solo movimiento –continuó la pelirroja –.
Marcamos esas posiciones en amarillo en nuestra cuadrícula, ninguna de ellas sería una posición deseable
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para poner la moneda en nuestro turno, porque le daríamos el triunfo a nuestro contrincante. Todas las casillas
amarillas serán casillas perdedoras.
–Las amarillas son casillas losers –interrumpió Ven haciéndose el chulito.
–Calla, Ven –le cortó su hermano, impaciente por conocer la estrategia ganadora.
–No, me gusta –dijo Mati –: las llamaremos casillas losers porque si dejamos la moneda en alguna de ellas le
daremos el triunfo a nuestro adversario.
Ven sonrió de medio lado con aire de triunfador, Gauss se puso al lado de Sal. Él es así, nunca le gustaron
demasiado los anglicismos.
–Si os fijáis –siguió ella –, hemos descubierto dos casillas ganadoras: la (1,2) y la (2,1).
–¡Las llamaremos casillas pobediteli! –gritó Sal.
Mati, Ven y Gauss le miraron con los ojos de par en par esperando que explicara por qué ese nombre. El
gafotas les dijo:
–Es como se dice ganadoras en ruso, a mí me gusta más en ruso que en inglés.
–¡Pero esa palabra es muy complicada, gafotas! –se quejó el pequeño.
–No, de hecho, he elegido esa que, en realidad, significa ganadores porque ganadoras sería vyigrysh que sí
que es más difícil de pronunciar.
–¿Has aprendido ruso, Sal? –le preguntó Mati.
–No, lo he buscado en el traductor de Google mientras coloreabais de amarillos las losers –respondió él y
añadió –. Acepto que las llamemos casillas pobes que es más cortito pero inspirado en el ruso, ¿vale, Mati?
–Por mí, está bien, Mati –dijo Ven al que, en el fondo, le molaba la idea de su hermano. Gauss se puso junto a
Mati, no tenía una opinión formada sobre adoptar palabras rusas en el vocabulario pero suele ser así,
equidistante cuando nota tensión en el ambiente.
–Muy bien –dijo ella –, como os decía hemos encontrado dos casillas ganadoras, digo dos
casillas pobes: la (1,2) y la (2,1). Las pintamos en verde.
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–¿Cómo sabes que son pobes, Mati –preguntó el pequeño que es bastante novelero y había aceptado con gusto
la palabra inspirada en el ruso.
–Si consigues llegar con tu moneda a una de ellas ya has ganado, Ven. Tu adversario solo puede alcanzar
desde ellas las casillas: (0,2), (0,1), (1,1), (1,0) y (2,0). Las 5 son casillas losers(están coloreadas de amarillo)
y en el siguiente movimiento tú llegas a la meta.
–Aaaaah, es verdad… –asintió.
–Por lo tanto –siguió Mati –, caiga donde caiga la moneda, el jugador que llegue a una de las
casillas pobes habrá ganado la partida. Las podemos tratar como metas del juego también.
–Eso es… –dijo Sal que se estaba emocionando con el análisis del juego.
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–Por la misma razón que antes, si dejamos nuestra moneda en la misma fila, en la misma columna o en la
misma diagonal que una pobe, habríamos perdido. Porque eso le daría la opción a nuestro rival a moverse
hasta la pobe y ganar. Vamos, entonces, a pintar de amarillo todas las casillas que nos permiten llegar a la
casillas (1,2) y (2,1); esto es, las de sus filas, ,sus columnas y sus diagonales hacia arriba y a la derecha.
–Todas esas amarillas son losers, ¿verdad, Mati? –preguntó Ven.
–Efectivamente, desde cualquiera de ellas se pueden alcanzar o la meta o las pobes marcadas en verde que
dan la victoria. Y, de paso, descubrimos dos nuevas pobes: la (3,5) y la (5,3); las primeras que no conducen ni
a la meta, ni a las otras pobes.
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–Ah, claro –afirmó Ven –, lo veo claro. Si me coloco en la (3, 5) o en la (5,3) mi rival está obligado a moverse
a una amarilla que o me lleva a la meta o a otra pobe…
–Es lo que acaba de decir Mati, Ven…
–Bueno, vale, gafotas, me lo repetía para afianzar las ideas, ¿vale?
–¿Qué tenemos que hacer ahora, chicos?
–Pintar de amarillo las casillas que pueden llegar a las nuevas pobes –dijo Ven –, esas serían losers porque
desde ella llegamos a las pobes y fin, ganamos.
–Eso es –afirmó ella –. Las pintamos.
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–Ya sé cuál son las siguientes pobes, Mati –se apresuró a decir Ven –: la (4,7) y la (7,4).
–Eso es, Ven –dijo Mati –, muy bien.
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–Y ahora hay que pintar de amarillo, de losers, las casillas de sus filas, sus columnas y su diagonal, ¿no? –
preguntó Sal.
–Sí, camarada –respondió Mati con un guiño.
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–Ajá –dijo Ven –, ahí están las nuevas pobes (6,10) y (10,6). Y fin.
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–Bueno, fin en este tablero — corrigió Mati –, si el tablero es más grande tendríamos que seguir
buscando losers y pobes. Pero pensemos en este tablero, por ahora: la estrategia ganadora consiste en moverte
de pobe a pobe.
–Pero esta estrategia ganadora ¿es para el primer jugador o para el segundo? –quiso saber Sal.
–Depende –dijo Mati –. Como os dije al principio, al comienzo del juego la moneda se coloca al azar. Si
partimos de una casilla amarilla la estrategia ganadora es para el primer jugador que se moverá a una pobe y
ya habrá ganado; si partimos de una casilla verde el primer jugador tiene que moverse a una amarilla con lo
cual la estrategia ganadora es para el segundo jugador.
–Sí, claro –continuó Sal –. La gracia está en que de una casilla verde no puedes moverte a una verde pero
desde cualquier amarilla siempre puedes llegar a una verde. Por eso, si conoces las casillas pobes y consigues
colocarte en una el otro jugador jamás podrá llegar a una casilla verde…
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–Eso es –dijo ella –, si pintamos el grafo que modela el juego, las casillas verdes y la meta serían los vértices
de lo que se conoce como el núcleo del grafo…
–Ya me extrañaba a mí que no hubiese grafo escondido… –se burló Ven.
–¿Ves? No podía defraudarte, Ven, sé que te encantan los grafos –respondió Mati con un guiño –. Vamos a
pintar el grafo que representa a este juego pero para un tablero 3 x 3 porque en otro caso no se verían bien las
flechas. Tendríamos que poner un punto (vértice) por cada casilla e indicamos con flechas (aristas
dirgidas) los posibles movimientos entre casillas para el juego de Wythoff. Nos quedaría algo así:
–Sí, es verdad, que lío de flechas, Mati –dijo Ven.
–Ya, por eso solo hemos dibujado el grafo para el tablero 3 x 3. En realidad, a este tipo de grafos con flechas,
los llamamos grafos dirigidos o digrafos. Por eso, porque las aristas que unen los puntos tienen dirección,
son flechas. Pues bien, vamos a colorear de rojo, además de la meta, las dos únicas pobes (casillas ganadoras)
que aparecen en este digrafo, que serían las (1,2) y la (2,1):
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–Como os decía esos 3 vértices rojos forman lo que en Teoría de Grafos llamamos el núcleo del grafo porque
esos 3 vértices forman un conjunto independiente (no existen flechas entre dos de ellos) y absorbente (desde
cualquier punto azul existe una flecha que lo conecta con uno de los rojos) –les dijo Mati.
–Es verdad… –se asombró Ven –, qué guapo.
–Es muy guapo, sí –dijo ella –, sobre todo, porque esta estrategia ganadora, la de moverse en el núcleo del
digrafo que modela el juego sirve para cualquier juego que se pueda representar con un digrafo: bastaría con
calcular un conjunto núcleo de vértices (de puntos) que contengan al vértice meta u objetivo. Una vez que un
jugador accede a un vértice o casilla del núcleo, ya no lo pueden sacar de él.
–¿Seguro? –preguntó Sal-
–Segurísimo –respondió tajante Mati –. Si yo me coloco en un vértice o casilla del núcleo, en el siguiente
movimiento tú no puedes llegar a otro vértice del núcleo también, porque forman un conjunto independiente,
no están conectados.. Fíjate en el dibujo de nuestro digrafo, de un vértice rojo no se puede llegar a otro vértice
rojo.
–Cierto, cierto… –susurró Ven.
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–Pero además –continuó ella –, elijas el vértice azul que elijas para moverte yo siempre podré volver, en el
siguiente movimiento, al núcleo, a un vértice rojo, porque estos vértices (los rojos, los del núcleo) forman un
conjunto absorbente, es decir, desde cualquier punto fuera del núcleo (desde cualquier punto azul) existe una
flecha que lo lleva a un punto rojo.
–Qué chulo –dijo Ven ensimismado.
–Lo es, sin duda –confirmó Mati –. Se trata, por lo tanto, de caminar sobre las casillas del núcleo hasta llegar
a la meta.
–¿Y no puede ocurrir que entres en un bucle de movimientos entre casillas rojas y no llegues nunca a la meta?
–preguntó Sal.
–No, en este juego no, siempre avanzamos hacia la izquierda y hacia abajo.
–¿Y hay más juegos con núcleos de estos, Mati? –preguntó Sal.
–Sí, muchos. De hecho os conté uno de ellos, sin deciros nada del núcleo porque eráis pequeños, pero era eso
lo que calculábamos aquí. Las baldosas amarillas eran el núcleo:
Imagen del capítulo “El primero que diga 51, gana” de este mismo blog . Pincha sobre la imagen si quieres
leerlo.
–Ay, qué tramposilla… –dijo Ven a Mati.
–Bueno, te lo estoy contando ahora que eres mayor, ¿no? –respondió la gafotas — La estrategia ganadora del
juego de Wythoff también se puede explicar sin hablar de digrafos y núcleos, depende de a quien se la estés
contando.
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–La verdad es que es todo muy sorprendente, Mati –dijo Sal sonriendo.
–Hey, pero queda mucho más –les advirtió la pelirroja –. Aún no hemos encontrado los conejos.
–¡Es cierto! –gritó Ven — ¿Dónde están?
–Volvamos al juego de Wythoff y a las casillas, ¿cómo se llamaban las ganadoras?, pobes,¿verdad?
–Sí, sí, pobes –dijo el gafotas.
–Vamos a fijarnos en los nombres de las casillas pobes y a analizar algunos aspectos. Lo primero de los que
uno se da cuenta es de que si está la casilla (a, b) entre las pobes también estará la casilla (b, a). Es decir, si
está (1, 2) está la (2,1), si está la (3, 5) está la (5, 3), etc… Eso es fácil de deducir por la simetría del juego,
¿no? Los movimientos horizontales y verticales son intercambiables.
Los chicos escuchaban con atención, Gauss ladró simplemente porque hacía muchas líneas que no
hablábamos de él en este capítulo.
–De hecho, si aparece una casilla pobe en la fila 1, por ejemplo la (1,2), ya sabemos que no habrá otra
casilla pobe cuya primera coordenada sea 1, puesto que al aparecer la (1,2)eliminamos (pintando de amarillo)
todas su fila. Y también su columna, con lo que sabemos que no habrá ninguna otra pobe con la segunda
coordenada igual a 2. También sabemos que no habrá ninguna casilla ganadora o pobe con las dos
coordenadas iguales, por ejemplo (20, 20), porque estarían sobre la diagonal de la meta que hemos eliminado
(pintando de amarillo) en el primer paso de nuestro análisis de la estrategia ganadora.
Gauss volvió a ladrar. Es un perro egocéntrico.
–Pues bien, para tratar de adivinar qué casillas pobes habría en un tablero más grande que el nuestro vamos a
quedarnos con el conjunto de casillas pobes que están por debajo de la diagonal que va desde la meta hacia
arriba y a la derecha. Vamos a tratar de construir la sucesión de casillas pobes (ganadoras) para cualquier
tablero de cualquier dimensión y para ello construiremos la sucesión de casillas ganadoras bajo la diagonal.
Luego solo tendremos que completarla añadiendo las casillas simétricas. Es decir, nos saldrá, por ejemplo,
la (1,2)por debajo de la diagonal y sabremos que también estará la simétrica, la (2,1) por encima.
–¡Venga! –animó Ven.
–Para ello vamos a escribir en una tablita las coordenadas de las casillas pobes (por debajo de la diagonal) que
ya hemos detectado, ordenándolas según han ido apareciendo en nuestro análisis:
–Fijaos bien –les animó Mati –, ¿notáis alguna regla que se repita?
Los chicos estuvieron un rato mirando la tabla hasta que, finalmente, Ven exclamó:
–¡Qué curioso! ¡La segunda coordenada de las casillas pobes es la suma del número de orden de la casilla más
la primera coordenada de la casilla!
–Es verdad –confirmó Sal sonriendo –, ¿esto va a ocurrir siempre, Mati?
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–Así es, chicos –dijo ella –. Y así saldría si siguiésemos nuestro análisis en un tablero más grande. También
podéis observar que no se repite ningún número en las coordenadas por lo que hemos dicho antes: si aparece
el 1 como primera coordenada de una casilla ganadora ya no puede aparecer nunca más en la primera
coordenada de otra casilla ganadora, porque cada casilla ganadora o pobe es única en su fila. Pero, como el
juego es simétrico, si el 1 aparece en la primera coordenada de una casilla ganadora también estará en la
segunda coordenada de otra casilla ganadora, su simétrica. Bueno, en nuestro juego salían a la vez la (1, 2) y
su simétrica la (2,1).
Gauss gimió de un modo raro. Esta ves no podemos explicar por qué.
–Eso significa –continuó Mati –que en los cuadraditos rojos de nuestra tabla no se va a repetir nunca ningún
número, ¿me explico?
–Te explicas –dijeron Sal y Ven al unísono.
–Ahora viene lo más chulo –les anunció –: la primera coordenada de la siguiente casilla pobe,la número 5 por
debajo de la diagonal, será el número natural más pequeño que aún no hayamos puesto en la tabla…
–¿El 8? –preguntó el gafotas.
–Sep –dijo Mati.
–Entonces, la siguiente casilla pobe es la (8, 13), ¿no? La segunda coordenada será 8 (la primera) más el
número de orden, el 5 –dijo Ven.
–Exacto –confirmó Mati.
–Siguiendo esta regla –continuó nuestra amiga matemática –, podemos construir la sucesión de casillas
ganadoras o pobes para cualquier tablero:
–Qué chulo, Mati… –exclamó Sal.
–Pero, ¿dónde están los conejos de Fibonacci, Mati? –Ven se empezaba a impacientar.
–Espera, tranquilo… –dijo ella –. Vamos a fijarnos ahora en la sucesión de números que aparecen en la
primera coordenada por una parte, la llamamos Xn, y en la sucesión de números que aparecen en la segunda
coordenada por otra, que llamaremos Yn. ¿Qué observáis?
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–Que ninguna de ellas es la sucesión de Fibonacci –dijo Ven torciendo el morro decepcionado.
–Efectivamente, ninguna de ellas es la de Fibonacci, Ven –siguió ella –, pero son lo que se llaman en
Matemáticas dos sucesiones complementarias. Es decir, si las unimos tenemos todos los números naturales
(los que sirven para contar) y no se repite ningún número al unirlas.
–Maravilloso… –bromeó Ven.
–Sí, lo es, Ven –continuó ella –. Y sabemos que son complementarias por las propiedades del juego de
Wythoff, por las propiedades de las casillas ganadores o pobes como las llama el camarada Sal.
–¿Y los conejos? –insistió el pequeño.
–Deja terminar a Mati, Ven, por favor –intervino Sal.
–Veréis, resulta que existen unas sucesiones complementarias muy especiales que reciben el nombre
de sucesiones de Beatty, en honor a Samuel Beatty, que escribió acerca de ellas en 1926. Las sucesiones de
Beatty se construyen a partir de un número irracional (un número que no se puede expresar como fracción de
2 números enteros) mayor que 1, llamémosle r, de la siguiente manera:
–¿Qué son esas rayitas, Mati, que pones en las letras? –preguntó Sal.
–¿⌊r⌋? Ah, es cierto, no lo he explicado. ⌊r⌋ es la parte entera de un número por defecto, o sea, lo que nos
queda al borrar sus decimales. Por ejemplo, ⌊π⌋ sería 3, lo que nos queda de πcuando le quitamos sus
decimales.
–Podemos calcular las sucesiones de Beatty con π, ¿no? –preguntó Sal —π es un número irracional y es
mayor que 1.
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–Claro, π nos vale –dijo Mati –, y si hacemos las sucesiones de Beatty asociadas al número π,es decir r =
π=3.14159265359… y s= π/( π-1) = 1.46694220692…, nos queda:
–¿Veis? Los números naturales que faltan en la sucesión Br están, como por arte de magia, en la sucesión Bs –
dijo Mati –, ¿no os parece maravilloso?
–Sin duda –respondió Sal con una enorme sonrisa.
–¿Y si lo hacemos con √2? –preguntó Ven –Es otro irracional mayor que 1.
–Vamos a hacerlo –dijo Mati –: r = √2= 1.41421356237 y s= √2 / (√2-1)= 3.41421356237, nos queda:
–Huy, cómo se parece la Brde √2 a la Bs de π, ¿no? –exclamó el pequeño.
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–Bueno, pero son diferentes –puntualizó su hermano.
–Sí, sí –apostilló Mati –, cada irracional tiene sus propias sucesiones de Beatty. Eso es seguro.
En ese momento Gauss… no sabemos qué estaba haciendo el can porque, honestamente, estábamos todos
esperando a que Mati sacara, por fin, los conejos de Fibonacci de su chistera matemática.
–Bueno, chicos –les dijo –, recapitulemos un poco. Comenzamos buscando una estrategia ganadora para el
juego de Wythoff y hemos construido la sucesión de casillas ganadoras para el juego; descubrimos entonces
que la sucesión de las primeras coordenadas de las casillas y la sucesión de las segundas coordenadas de las
casillas eran sucesiones complementarias, ¿no? –Los niños y Gauss asintieron con vehemencia –. Por otra
parte, hemos visto que las sucesiones de Beatty son también complementarias y que cada número irracional
tiene las suyas propias. La pregunta que se nos viene inmediatamente a la cabeza es: ¿existe algún número
irracional de forma que sus sucesiones de Beatty sean, precisamente, las sucesiones del juego de
Wythoff? Y la respuesta es… –pausa dramática de la pelirroja.
–¡¡Suéltalo, Mati!! –gritaron los chicos.
–La respuesta es sí, existe un irracional cuyas sucesiones de Beatty son las del juego de Wythoff –dijo Mati
triunfante –. Y lo más maravilloso de todo es que ese irracional es, nada más y nada menos, que ¡¡φ, la razón
aúrea!!
–¡¡WOW!! –exclamó Sal
–¡¡Toma, toma, toma!! ¡Cómo mola! –gritó Ven.
–Oye, Ven –dijo su hermano –, hacía mucho tiempo que no te escuchaba decir eso de “toma, toma, toma”.
–Bueno, es que hace mucho que no venía por este blog, tú sabes… –respondió Ven.
–¿Os acordáis de la razón aúrea, verdad, chicos? –les interrumpió Mati.
–Claro, Mati –dijo Ven –, nos lo contaste hace tiempo.
Esta es la razón aúrea, un número irracional muy especial al que le dedicamos uno de nuestros primeros
capítulos. Pincha sobre la imagen si quieres leerlo.
–Bueno, entonces, ya tenéis los conejos –dijo ella.
–No entiendo –dijo Ven un poco mosqueado –. ¿Dónde están los conejos?
–Dentro de la chistera aúrea –respondió ella guiñando un ojo.
Los niños se quedaron un rato pensando con los ojos arrugados, Gauss también arrugó los ojos pero por
puro postureo. Al cabo de un par de minutos Sal exclamó:
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–¡¡Claro!! ¡¡Lo tengo!! φ se obtiene dividiendo cada término de la sucesión de Fibonacci entre el anterior,
bueno, quiero decir, que cada vez el resultado de esas divisiones se irá pareciendo más a φ . También nos lo
contaste hace tiempo.
–¡¡TOMA, TOMA, TOMA!! –gritó Ven levantando en brazos a Gauss que lo miraba de soslayo porque
estaba indignado con que no le hicieran caso hace rato.
–¿Veis? –preguntó Mati con aire de triunfadora — Os dije que este juego nos llevaría a la madriguera del
conejo blanco.
–Del conejo no, Mati –la corrigió Sal –, de los conejos blancos de Fibonacci, ¡infinitos conejos blancos!
–Tienes razón –dijo ella y concluyó –. Pero de lo que no hay duda es de que las matemáticas siempre nos
llevan al País de las Maravillas.
FIN
Referencia: Wythoff, W. A. “A Modification of the Game of Nim.” Nieuw Arch. Wisk. 8, 199-202,
1907/190
http://mati.naukas.com/2018/04/14/sigue-al-conejo-blanco/
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Alejandro Gándara: “No quise hacer carrera como escritor”
Apasionado por la enseñanza, el premiado narrador y fundador de la Escuela de Letras reaparece con
'La vida de H', una novela de hadas
JUAN CRUZ
Ampliar fotoAlejandro Gándara, en el paseo de Recoletos (Madrid) el pasado mayo. SAMUEL
SÁNCHEZ
Dónde demonios ha estado este hombre durante las dos últimas décadas? Estaba siendo padre,
enseñando humanidades, y finalmente reaparece con una novela que es un cuento de hadas, La vida de
H (Salto de Página).
Alejandro Gándara es escritor y ha enseñado a escribir. Nació en 1957. Con La media
distancia (Alfaguara, 1984) se convirtió en uno de los novelistas más promisorios de su generación.
Ganó los premios Nadal 1992 (por Ciegas esperanzas), Herralde 2001 (Últimas noticias de nuestro
mundo), el Anagrama de Ensayo 1988 (Las primeras palabras de la creación)… Además, fundó en 1989
la Escuela de Letras, con Constantino Bértolo, con José María Guelbenzu, con Juan José Millás… La
pasión por enseñar (y por aprender) la extendió al ejercicio del periodismo, en EL PAÍS, en El Mundo,
en Abc…
En EL PAÍS trabajó en los suplementos literarios con dos leyendas, Rafael Contey Vicente Verdú, y
dejó la huella de un hombre callado, cuyas sentencias le llevaban el tiempo que ahora sigue tomándose
al responder una pregunta simple: ¿dónde demonios ha estado en estos últimos tiempos? Él dirá que ha
estado enseñando en la Escuela Contemporánea de Humanidades, y dando cursos por el mundo, que en
2014 publicó una novela nueva, Las puertas de la noche(Alfaguara)… Fue como si reapareciera de
puntillas. Y entró otra vez en el silencio. ¿Cómo es que ahora reaparece escribiendo una novela que es
un cuento de hadas, La vida de H, aquel Gándara que iba para continuador de Juan Benet, entre otros
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de sus mayores? “He aprendido a disfrutar con la escritura: había en ella algo más que destreza, éxito,
reconocimiento. La escritura es una ventana para mirar el mundo de otra manera, para saber que la
realidad es ambigua. Esa ambigüedad es la riqueza de la vida, pero también la riqueza de la literatura.
De pronto, me sentí a mí mismo haciéndolo”.
“Aristóteles decía”, cuenta Gándara, “que hay que hacer aquellas cosas que satisfacen por sí mismas.
Yo lo que he descubierto es que la literatura me satisfacía por sí misma y que prácticamente no
necesitaba nada más”.
Esa autosatisfacción explica su viaje silencioso lejos del ruido de lo publicado. “Me he ido saliendo de
los circuitos del mundillo, no por nada, sino porque estaba haciendo otras cosas. Hay gente que quiere
hacer carrera y yo no quise hacerla como escritor. Dentro de ese disfrute coincide que me he tenido que
ocupar mucho de mis cuatros hijos. Pero mucho…”.
—¿Qué significa “pero mucho”?
“Lo que he descubierto es que la literatura me satisfacía por sí misma y que prácticamente no
necesitaba nada más”
—Un hijo es una ocupación y una preocupación. No es sólo el tiempo que tienes que estar con él, sino
que fuera del ámbito de esa relación un hijo sigue imponiendo su presencia y su omnipotencia. Con un
hijo aprendemos que nuestra vida está en segundo lugar. Ese aprendizaje se puede hacer de otras
maneras, pero con un hijo es definitivo: eres algo prescindible, dado que su vida es más importante que
tu vida, que lo que le pase a él puede acabar con la tuya. Una muerte de un hijo es también tu muerte,
una enfermedad es un destrozo, hay una ósmosis tan fuerte que prácticamente el hijo y el padre son lo
mismo. Y esto fue un descubrimiento.
Son dos hijos grandes y dos hijas pequeñas. Fue padre joven, es padre longevo. Puede decirse que los
cuatro lo cambiaron de escritor a padre. “Recuerdo lo que dice Robert Duvall en Primera plana: ‘Yo
quería ser un hombre honrado, gran periodista y un buen padre de familia’. Y, de pronto, descubre
que cada una de esas cosas llevaba toda una vida. En parte descubrí eso, que tenía que hacer cosas que
llevaban toda una vida. La literatura puede explicar esa relación con ellos. Explica, sobre todo, que dan
amor y dolor”. Las fuentes del dolor ya se conocen: cuando se separan de ti, cuando contraen
enfermedades, “por la dificultad de encontrar deseos, por la imposibilidad de que sigan contigo en un
terreno más íntimo”.
La infancia es, también para los padres, “una edad de alto riesgo. Es un tópico decir que el niño
pequeño es la afectividad sin conflictos. Eso no existe. El niño pequeño empieza a luchar contigo todo el
tiempo, a imponer sus deseos… El mundo del niño es el mundo del alma, no es un mundo benéfico ni
bondadoso, ni tiene que ver con la factoría Walt Disney. Es un mundo vivo, real y muy ambiguo”.
La vida de H explica la historia de la relación de un hada con sus padres, cómo ella los conduce. Es,
ahora, la manera de Gándara de volver a la vida literaria habiendo escapado de ella. “Fue la decepción
más importante que tuve. Me vi esperando demasiado de los otros, necesitando el reconocimiento. Creo
que es imposible decepcionarse del mundo de los demás si no se parte de una decepción propia de cierta
envergadura. De pronto me descubrí que no era yo, no disfrutaba con ello, solamente recibía las
satisfacciones propias del reconocimiento ajeno”.
—El libro parte de la infancia para preguntarse por la vida adulta. La pequeña hada se convierte en la
guía de sus padres. El mundo al revés.
—Esa niña ayuda a que los padres reconozcan dónde están. El padre es un hipocondriaco grave. La
madre, una ejecutiva que piensa que se ha acomodado al mundo al descubrir todo lo que no es tangible.
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—¿La de H es una vida inventada?
—Nos hemos inventado a nosotros mismos, nos estamos inventando todo el rato. Una vida sería lo que
uno piensa de su vida más lo que todos los que lo rodean piensan de su vida. El personaje real que surge
tiene que ser un compuesto de esas miradas.
—Dice el padre de H: “Durante un tiempo, tú, pequeña, serás el resto de mi vida”. Eso debe venir de su
propia realidad, Gándara.
—Qué quieres que te diga. En el amor no hay espacio ni tiempo. La niña ha pasado a no ser ni espacio
ni tiempo. Es un hada, y para el padre es el resto de su vida, la eternidad. Iba a ser un ensayo sobre la
muerte. Y fue un libro muy difícil de enfocar, muy difícil de contar. Era todo muy raro en él. No podía
contarlo como una experiencia porque entonces el mundo del niño no aparecería por ningún lado. Es
un cuento de hadas para adultos. Igual que a un niño el cuento de hadas le escenifica los conflictos,
sería deseable que este libro escenificara los conflictos del adulto en tanto que niño.
Gándara se va con su maleta de dar clase. Es escritor en fuga. Fue atleta. Así que se va volando.
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Autor: Alejandro Gándara.
Editorial: Salto de página (2018).
Formato: tapa blanda (176 páginas).
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https://elpais.com/cultura/2018/06/20/babelia/1529504450_714647.html
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Correrías de la inestable alma rusa
Una nueva traducción de Diario de un hombre superfluo trae de regreso a Iván Turguéniev, escritor
insoslayable de la literatura eslava.
Europeísta. El autor amaba la literatura francesa, en especial la obra de su amigo Flaubert.
La principal contribución de la Rusia literaria a la cultura occidental no fueron ni los demonios de
Dostoievski ni las batallas de Tolstói, señaló el crítico mexicano Christopher Domínguez Michael, sino
la aparición novelesca del hombre superfluo. Definido como tal, salió a escena en Diario de un hombre
superfluo (1850), nouvelle de Iván Turguéniev que acaba de editarse en traducción local, de Alejandro
González.
Chulkaturin, un funcionario retirado de treinta años, descendiente de terratenientes empobrecidos,
“como tantísima gente”, a quien el médico acaba de anunciarle que morirá en pocos días, decide
comenzar un diario. “He sido un hombre absolutamente superfluo en este mundo”, escribe.
Son los años del reinado de Nicolás I, uno de los períodos de mayor control y represión estatal. El poder
de los censores había logrado aislar a los sectores más progresistas de lo que acontecía en Rusia,
separándolos de un campesinado que apenas conocían. “En tan solo veinte años las letras rusas se
poblaron de personajes cultos, ilustrados, progresistas, amantes de todo lo ‘bello y sublime’, como se
decía en la época, pero que desde el punto de vista social eran incapaces de llevar adelante reforma
alguna y, por añadidura, desde el punto de vista individual eran incapaces de realizarse íntegramente
como personas”, señala González.
En su lección sobre Turguéniev dice Vladimir Nabokov que “la Rusia de aquellos años era un inmenso
sueño: las masas dormían, en sentido figurado; los intelectuales se pasaban las noches en vela, en
sentido literal, charlando o simplemente meditando hasta las cinco de la mañana. Se usaba mucho el
arrojarse-sobre-la-cama-sin-desvestirse-y-caer-en-un-sueño- profundo, o el brincar de la cama y
vestirse a toda velocidad”.
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Ya Alexander Pushkin en los borradores a su Eugenio Onieguin, de 1833, había llamado “superfluo” a
su protagonista. El Pechorin de Un héroe de nuestro tiempo (1840) y el Óblomov (1859), de Iván
Goncharov, encarnan otras versiones célebres de este tipo literario. También el príncipe Myshkin de El
idiota, de Dostoievski (1869) y el Bezújov de Guerra y paz, de Tolstói (1869), se emparentan con la
tipología. Los héroes positivos del ¿Qué hacer?(1864) de Chernichevski, ancestros directos del realismo
socialista, nacen combatiendo al hombre superfluo.
El protagonista de Turguéniev se pasa el día recostado. Para indagar en la exactitud de lo que se
entiende por “superfluo”, contará en su diario lo que le sucedió unos años antes, en circunstancias
bastante triviales, cuando enviado por asuntos de servicio a una pequeña ciudad de provincia se
enamoró de la hija adolescente de un funcionario.
Liberado por la falta de gravedad que atribuye al asunto y por la engañosa necesidad de escribir
cuando se está por morir, Chulkaturin va y viene entre el presente del diario y el recuerdo de lo que
narra, haciendo del primero un campo de modulación del segundo. Narra al tiempo que se plantea la
mejor manera de hacerlo, que interpreta lo que cuenta. Descarta, resume, subraya. Como si contara
algo ya contado, como si contara el contar algo ya contado. Por momentos se detiene, dos o tres
párrafos, cortos, concisos, en la descripción de algún paisaje. Siempre es ligero, fluido.
Con los otros Chulkaturin habla de más, o de menos, queda descolocado, y sufre. Los otros son los que
se comunican con claridad, narran con precisión, actúan y causan buena impresión. Solitario,
Chulkaturin es incapaz de franquearse. No sabe qué papel representa.
En “Hamlet y Don Quijote”, conferencia que Turguéniev dará años más tarde en San Petersburgo,
incluida en esta edición de la nouvelle, el autor presenta lo que entiende son los dos tipos
característicos, extremos, de la naturaleza humana. Don Quijote representa la fe en algo eterno,
inmutable, una verdad que se encuentra fuera del hombre, le exige servicios, sacrificios y lealtad, pero a
la vez es accesible a estos. Vive fuera de sí, para los otros, sin huella de egoísmo, no necesita saber
mucho y es intrépido. Hamlet es análisis, egoísmo y falta de fe; no encuentra nada a lo que pueda
apegarse, es un escéptico obsesionado consigo mismo, irónico, insatisfecho con lo que encuentra en su
interior, sabedor de que su fuerza está en la autoconciencia. Se desprecia y se alimenta de ese desprecio.
“En nuestra época hay muchos más Hamlets que don Quijotes”, dice.
Turguéniev tenía mala prensa en los ambientes eslavófilos. “Aparte de no tener ni idea de religión y de
haber llevado una vida inmoral que ha corrompido sus ideas, sólo es capaz de experimentar sensaciones
físicas. Sus pensamientos son el fruto de sus sensaciones puramente terrenales”, lo acusaba su
contemporánea Vera Aksákov.
Nabokov asegura que fue para contestar los reproches que se le hacían de no haber creado nunca un
varón ruso activo y positivo que Turgueniev escribió su clásico Padres e hijos (1862). La novela, que
presenta el conflicto moral abierto entre los sujetos bienintencionados, débiles e inútiles de los años 40,
y una nueva generación, revolucionaria, irritó a los progresistas, a los que el autor trataba de halagar, y
encantó a los conservadores, a los que se proponía atacar. En Padres e hijos, el hombre “superfluo” se
convirtió en un “nihilista”, término que a partir de ahí iniciaría su largo y singular derrotero.
Turguéniev, que era un hombre muy vanidoso y había tenido fuertes choques con Tolstói, con
Dostoievski, con Nekrasov, abandonó Rusia y comenzó su vida de expatriado. Vivió con Pauline
Viardot-García, cantante francesa de origen español. Tuvo amistad con Merimeé y Flaubert. Sus libros
fueron traducidos al francés y al alemán. Murió en Francia a los 65 años. Había nacido en Oriol, una
pequeña ciudad a 400 km de Moscú donde más tarde nacerían Nikolai Leskov y Mijaíl Bajtín, y donde
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Iván Bunin pasaría sus años de formación. Oriol es actualmente la sede de los festejos que en toda
Rusia celebran los 200 años de su nacimiento, el 9 de noviembre próximo.
Diario de un hombre superfluo, Iván Turguéniev. Trad. Alejandro González. Colihue, 128 págs.
https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/correrias-inestable-alma-rusa_0_r1yl-ruWQ.html
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Generan líquido cuántico ultraligero
Por Verenise Sánchez
Ciudad de México. 29 de junio de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- A partir de átomos ultrafríos,
a una temperatura de -273.14 grados Celsius, un grupo de científicos del Instituto de Ciencias Fotónicas
(ICFO), en España, logró generar por primera vez un líquido cuántico que es cien millones de veces
más diluido que el agua y un millón de veces menos denso que el aire.
En este logro científico que ya fue reportado en Science con el título Quantum liquid droplets in a
mixture of Bose-Einstein condensates, participó el mexicano Cesar Raymundo Cabrera Córdova, quien
con una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) realiza un doctorado en dicho
instituto español.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, el becario explicó que este líquido cuántico lo
obtuvieron a través de un gas de átomos de potasio enfriado a -273.14 grados Celsius, muy cerca del
cero absoluto.
“Aunque a estas temperaturas los átomos se comportan como ondas y obedecen las leyes de la mecánica
cuántica, aún conservan una propiedad intrínseca de los gases: ocupan todo el volumen disponible. Sin
embargo, al mezclar dos gases que se atraen entre sí a esas temperaturas tan bajas, se pueden formar
gotas líquidas ultradiluidas”.
Una mirada al líquido cuántico
Antes de hablar de líquidos cuánticos es importante recordar que los líquidos y gases son dos estados de
la materia que están presentes en la vida cotidiana.
“Mientras que los gases son diluidos, compresibles y ocupan todo el espacio disponible, los líquidos son
densos, su volumen está bien determinado y en pequeñas cantidades forman gotas. Estas gotas están
constituidas por un conjunto de partículas ligadas entre sí y aisladas del entorno por una superficie
exterior bien definida.
Al calentar esas gotas se evaporan, esto representa una transición de fase de líquido a gas. Esto es
exactamente lo que sucede cuando al cocinar se hierve agua.
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Cesar Cabrera.Pero ¿puede un líquido ser ultradiluido? ¿Es posible imaginarse que un líquido
contenido en una cuchara sopera pudiese ocupar el volumen de una piscina olímpica? En condiciones
normales esto es imposible; no obstante, a muy bajas temperaturas la materia se comporta de forma
inusual y sorprendente, señaló Cabrera Córdova.
“Un líquido cuántico está gobernado por las leyes de la mecánica cuántica y estas definen las
propiedades del sistema. En nuestro caso, estos líquidos cuánticos surgen de la mezcla de dos
condensados de Bose-Einstein de potasio. En este tipo de fase, a muy bajas temperaturas los átomos
comparten el mismo nivel de energía y las funciones de onda asociadas con cada átomo se superponen
creando así una onda de materia macroscópica con propiedades cuánticas”.
¿Cómo son las gotas cuánticas?
Las propiedades de las gotas cuánticas son similares a las propiedades del helio a muy baja
temperatura. Ambos sistemas son superfluidos, es decir, pueden desplazarse sin fricción a través de un
medio.
Además, las gotas cuánticas creadas en el laboratorio español son un nuevo tipo de líquido que es cien
millones de veces más diluido que el agua y un millón de veces menos denso que el aire.
“Esto permite poder simplificar los modelos teóricos convencionales para el estudio de líquidos
cuánticos. Sin embargo, la propiedad más impactante de nuestros líquidos es que su existencia es
debido a un sorprendente efecto cuántico: fluctuaciones cuánticas”.
¿Por qué son importantes?
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En palabras de Cesar Raymundo Cabrera Córdova, la existencia de estas gotas se debe exclusivamente
a las fluctuaciones cuánticas y les ayudará a entender mejor las leyes de la naturaleza que gobiernan las
interacciones entre los átomos.
“En nuestra área de investigación es importante puesto que actualmente los átomos ultrafríos se habían
ocupado para estudiar las propiedades cuánticas de condensados de Bose-Einstein (un sistema en fase
gaseosa) o poder hacer simulación cuántica de sólidos. Sin embargo, a la fecha no había sido posible
usar átomos ultrafríos para estudiar las propiedades fundamentales de un líquido”.
Generar estas gotas cuánticas no fue algo sencillo, ya que estas no estaban predichas usando las teorías
convencionales para describir condensados de Bose-Einstein, así que quizás el desafío más grande fue
entender la física del sistema para lograrlo.
“Las gotas cuánticas no estaban predichas usando las teorías convencionales para describir
condensados de Bose-Einstein. De hecho, por mucho tiempo se pensó que esto no era posible de crear.
Sin embargo, una publicación teórica en 2015, con una idea revolucionaria acerca de la existencia de
este líquido, nos motivó a indagar y explorar esta fase”.
Debido a lo novedoso del proyecto, los investigadores tuvieron que desarrollar cada parte de la
secuencia experimental sin saber qué esperar.
“El mayor problema fue buscar algo lo cual no sabes si existe o no. Tienes que convencerte día a día en
el experimento cuál es la buena dirección a tomar y buscar algo que los libros de texto convencionales
en el campo no predicen que ocurra”.
Una mirada hacia el futuro
Actualmente Cesar Raymundo Cabrera Córdova está concentrado en presentar su examen de
titulación de doctorado; sin embargo, debido a su extraordinario trabajo obtuvo una beca para realizar
un posdoctorado en el Instituto Max Planck en óptica cuántica, el cual es uno de los institutos de
investigación más reconocidos en Europa y a nivel mundial.
Asimismo, el doctorando mexicano participará en el diseño y construcción de un nuevo experimento en
el Instituto de Ciencias Fotónicas. “Este nuevo experimento nos permitirá controlar y manipular
átomos individualmente y seguir de esta forma estudiando más de las increíbles propiedades de la
mecánica cuántica”.
Conacyt impulsa el desarrollo del talento mexicano
Para Cabrera Córdova, el Conacyt ha jugado un papel muy importante en su formación como
científico, ya que ha recibido dos becas, una para realizar su maestría en la Universidad de Bonn,
Alemania, y ahora su doctorado en España.
“No cabe duda que he tenido mucha suerte de contar con este apoyo, puesto que me ha ayudado a
conocerme a mí mismo, mis capacidades y debilidades. He crecido tanto profesional como
personalmente. Lo cual en un futuro quisiera poder retribuir el conocimiento adquirido a mi país. Esta
investigación que ha rendido buenos frutos y que ha contribuido con conocimiento nuevo para la
humanidad ha sido posible gracias al apoyo económico de Conacyt”.
Asimismo expresó su gratitud a sus compañeros y asesora: L. Tanzi, J. Sanz, B. Naylor, P. Thomas, P.
Cheiney y mi supervisora L. Tarruell, con quienes ha trabajado estos últimos años y por medio del
trabajo en equipo han logrado este resultado.
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• Cesar Raymundo Cabrera Córdova
Es licenciado en física por la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí,
maestro en ciencias por la Universidad de Bonn, Alemania, y doctorando en fotónica por el Instituto de
Ciencias Fotónicas (ICFO), España.
http://www.conacytprensa.mx/index.php/ciencia/universo/22515-generan-liquido-cuantico
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Ignacio y la vida corta
Ricardo Bada
En este cuento, escrito en Huelva a fines del verano de 1957 y transcrito —casi al pie de la letra— del
papel a la pantalla más de 60 años después, en octubre de 2017, me limito a constatar que la vida es
angustiosamente corta.
A Yolanda Soler Onis
Ilustraciones: Ricardo Figueroa
Rafael le echó un piropo a una chica que no le hizo ni caso. Y es lo que Rafael pensaba: “Estas niñas de
hoy…”.
Rafael tenía 18 años. Era un chico físicamente aceptable: ni muy alto ni muy bajo, ni muy guapo ni
muy feo. En suma, un chico más, pero simpático, propenso a la sonrisa, y vulgar. Su mayor defecto era
el miedo que sentía ante sus padres. Algunos calificarían esto como una virtud. Yo creo que es un
defecto y como estoy sinceramente convencido de ello, lo digo.
Rafael iba camino de su casa. Había salido de la tienda donde trabajaba, una tienda de ventas a plazos,
y se iba a casa porque aquella era una ciudad aburrida, porque no tenía una novia con quien pasear
hasta la hora de cenar, y quizás por alguna otra causa que desconozco. Lo cierto es que iba para casa
cuando se encontró a Ignacio, quien no iba para la suya sino que, ahora, sólo Dios sabe adónde iba.
—¿Dónde vas?
—A casa. ¿Y tú?
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—Por ahí, a dar una vuelta.
—Bueno, adiós.
—Adiós. Oye, nos vemos mañana en la playa, ¿no?
—Claro, para seguir dándote clases.
—Bueno que te acuerdes, gracias.
—Adiós, tengo prisa.
Iba por la calle principal de la ciudad. La gente deambulaba despacio a su lado. La gente tenía la
costumbre de pasear por aquella calle, y en cierta forma esto era en la ciudad como el fumar o el beber
o el hacer pajaritas de papel. A Rafael le gustaba esa calle con sus grandes vitrinas y sus escaparates de
cristal, su iluminación, sus anuncios de neón y la gente, una gente tan vulgar como Rafael, sin rastro de
iniciativa.
Luego dobló una esquina y llegó a su casa poco después. Esto era porque vivía no muy lejos de la calle
principal de la ciudad. Se quitó la chaqueta y la camisa porque era verano, así es que hacía un calor
pegajoso. El día siguiente era domingo, iría a la playa municipal y se bañaría y vería unos guayabos
estupendos en bañador. “Náyades”, las llamaba Richi, el hijo del dueño de la tienda donde Rafael
trabajaba. Rafael pensó que lo pasaría verdaderamente bien y se bañaría con Ignacio, a quien le estaba
enseñando a nadar.
Resopló. Llegó su hermano de la calle. Hacía un calor pegajoso, un calor bochornoso de verano, así es
que empezó a hablar con su hermano. Hablaban de cualquier cosa que no tenía ni la más mínima
importancia porque lo importante era hablar, una manera de olvidar el calor.
Rafael se acostó después de cenar y pensó que al día siguiente, que era domingo, iría a bañarse en la
playa municipal y que se daría un buen baño. No se le ocurrió pensar que cuando saludó a Ignacio en la
calle principal de la ciudad fue la última ocasión en que lo había visto vivo.
Ignacio trabajaba en la misma tienda que Rafael. Allí trabajaban también Pepe y el hermano de
Ignacio, uno de los hermanos de Ignacio, el que se llamaba Domingo. Ignacio se encontró con Pepe
cuando Pepe pasaba con su bici delante del Ayuntamiento.
—¡Pepe!
—¿Qué hay, chaval? —Pepe desmontó y paró la bici junto al bordillo de la acera.
—¿Qué hay, tú?
—¡Maldita sea, estoy hecho polvo! La bici me pone los riñones como dos pelotas de pimpón. Bueno, y
esto, ¿has visto a la chavala de los otros días?
—No.
—Yo tampoco. Tengo ganas de verla.
—Acabo de ver a Rafael.
—¿Dónde?
—En la princi.
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—Ya. El muy cínico fue y me dijo que me pagaría hoy lo que me debe, y cuando llegué a la tienda ya no
estaba. Tampoco estabas tú.
—No.
—Ya te habías ido, ¿no?
—Sí, ya me había ido.
—¿Te fuiste con Rafael?
—No, Rafael se fue antes. ¿Y tú…?
—¡El hijo de su madre! Para no pagarme.
—¿… vas a salir esta noche?
—Si encuentro plan. A lo mejor veo a la chavala esa de los otros días y salgo con ella esta noche.
—Yo quiero acostarme pronto para ir mañana a bañarme.
—¿Ya aprendiste a nadar?
—Me está enseñando Rafael.
—Ah.
—¿Quieres que le diga algo?
—¿A quién?
—A Rafael.
—No, ya lo veré.
Se despidieron delante del Ayuntamiento e Ignacio siguió camino de su casa y Pepe siguió pedaleando
en la dirección contraria.
Pepe era alto, altísimo, delgado y feo, y le gustaba ir por ahí cobrándole las letras mensuales a los
clientes de la tienda. Era cobrador de la tienda y siempre estaba por ahí pedaleando con la bici y
conociendo gente. Esto era muy entretenido. A veces alguien lo convidaba con tabaco del que se
contrabandeaba desde Gibraltar, otras veces le tenía que cobrar a alguna clienta que el marido era
marinero (o ferroviario) y le preguntaba si no quería “cobrarse en carne” y a Pepe siempre le salía más
barato el polvo si pagaba de su bolsillo esa letra mensual que si fuese a echarlo en una casa de putas.
También había otras veces en que pedaleaba silbando, con el sol de cara, despechugado y con el trasero
endurecido por el baqueteo del sillín de la bici.
Ahora fue a los billares para ver si se encontraba allí el hijo del dueño de la tienda, con quien
congeniaba. Un día fueron juntos a ver una peli sudamericana de esas a las que sólo van las mujeres a
las que les gusta llorar y los hombres a los que les gusta ver llorar a las mujeres. Y bueno, Richi agarró
la sahariana de Pepe como si fuese un pañuelo y se puso a llorar como una magdalena. Una pobre vieja
sentada en la misma fila le dijo: “Pobrecito, no llores, no es para tanto…”. La vieja también lloraba. No
se dio cuenta del juego, y Pepe y Richi se morían de la risa al salir del cine.
No encontró a Richi en los billares, así es que se puso a jugar al futbolín con uno cualquiera. Luego se
fue a su casa, en la bici. Pepe, cuando no iba en bici sino andando parecía un poco desplazado. Camino
de su casa pasó por una calle donde había muchas mujeres con el pelo oxigenado, con faldas largas o
cortísimas, y que fumaban a la puerta de sus casas. También había allí muchos hombres con aspecto de
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marineros o de imbéciles o de las dos cosas. Pepe iba todos los días a aquella calle. Iba todos los días a
aquella calle para cobrar a las clientas de la tienda que vivían allí y que nunca le ofrecieron “cobrarse
en carne”, cosa que Pepe entendía bien porque estaba claro que sus polvos costaban más que la letra
mensual.
Se acostó pronto. Al día siguiente, que era domingo, también tenía que salir a cobrar. Luego, por la
tarde saldría a pasear con Ignacio o con Rafael o con la chavala de los otros días. Pero como a Rafael,
no le pasó por la imaginación que la última vez que había visto vivo a Ignacio fue aquella noche, delante
del Ayuntamiento.
Cuando Domingo salió de la casa de su novia era ya noche cerrada. Iba silbando. Iba andando hacia su
casa porque había dejado la bici en la tienda. No era propiamente un chico porque ya había cumplido
el servicio militar. Y además tenía antecedentes. Había tenido muchas novias, pero realmente sólo tres
de las que valiera la pena acordarse. Había intentado reformarse, lo estaba consiguiendo. Pensaba
casarse pronto y le gustaba la vida tal como era, porque había vivido mucho y había corrido mucho
mundo y sabía que a la vida hay que tomarla tal como es porque no es de otra forma aunque uno lo
quiera.
Entró en la taberna del barrio para tomar una copa de vino antes de cenar. Allí estaban un par de
conocidos, uno de ellos le saludó.
—Hola, Domingo.
—Hola.
—Siéntate, invito.
—Hombre, siempre se agradece. ¡Eh, tú, sírveme aquí la copa!
—Bueno, ¿y cómo va la cosa?
—Psché, tirando.
—Ayer vi a tu hermano.
—¡Coño, tú, a ver cuándo me sirves la copa!
—Te digo que ayer vi a tu hermano.
—¿Ignacio?
—Sí.
—¡Pero bueno, tú, que la copa es pa’ hoy!
Por fin le sirvieron la copa. Luego se entretuvo hablando de política con el conocido y bebió más vino.
Quizás bebiera demasiado vino teniendo en cuenta que era noche cerrada y todavía no había cenado.
Aparte de todo esto, no hay nada más difícil que hablar de política o beber vino sin perder la serenidad.
Así es que las dos cosas juntas son de un efecto demoledor. Sobre todo tratándose de un español como
Domingo.
Cuando llegó a su casa estaba definitivamente convencido de que hacía falta una revolución y de que
debía cenar o echar la cena a la basura para que su madre creyese que había cenado. Echó, pues, la
cena al cubo de la basura: una tortillita y una presa de merluza frita, tapándolas con lo que ya estaba
en el cubo, y se acostó pesadamente. Su hermano Ignacio, con quien compartía el cuarto, dormía ya.
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La frescura de las sábanas le reanimó un poco aunque Domingo ya no pudo darse cuenta porque estaba
dormido como un tronco y había visto por última vez vivo a su hermano Ignacio.
Ignacio se levantó temprano aquella mañana de domingo. Se asomó al balcón de su casa. Como la casa
estaba en uno de esos bloques de viviendas que edificaron en una de las siete colinas de la ciudad, desde
aquel balcón podía ver gran parte de ella. La ciudad comenzaba siendo azul y blanca en el horizonte.
Luego venía la cinta de celuloide de la ría y la estatua del Almirante y el convento a cuya puerta llamó
cuando todavía no lo era sino un pobre hombre, lo que, por otra parte, siguió siendo toda su vida. Y
luego la marisma verde y negra, charol a ratos, a ratos verde. Y luego la ciudad misma, las vías del
tren, la estación del tren de vía estrecha de Río Tinto, la de Sevilla, la de Zafra, las casas, los tejados, las
calles, las farolas del alumbrado, los autobuses bajando a toda velocidad la gran curva descendente de
la colina, las tribunas del campo de futbol, la gente, el niño que lloraba a grito pelado, un perro meando
al pie de un árbol, la baranda del balcón, él mismo y el pijama que tenía puesto. Esta era la última vez
que veía la ciudad. Pero no la miró tan intensa y detenidamente porque supiese que era la última vez
que la veía, puesto que no sabía tal cosa y estaba muy lejos de suponerla.
Desayunó. Su última comida. Pero tampoco lo sabía.
—¿Dónde vas a ir, Ignacio?
—¿Eh, qué?
—Que adónde vas a ir.
—Ah, a bañarme.
—Bueno, no vuelvas tarde.
—No, mamá, volveré temprano.
Tenía dos pesetas. Lo justo para el tren botijo que hacía el recorrido desde la Aduana, en los jardines
del puerto, hasta la playa municipal. Pero podía conseguirse una bici prestada en la tienda y así tendría
para comprarse unos cigarrillos. Así es que se encaminó a buen paso hacia la tienda, casi enfrente de la
estación de Sevilla. Había visto por última vez a su hermano Domingo, dormido, a sus otros hermanos,
a su madre, pero suponía que luego los vería. Bueno, realmente ni siquiera lo suponía porque eso era
una de las cosas que se dan por supuestas. Pero no sabía que era la última vez que los veía a todos, y ni
siquiera luego lo supo porque no pudo pensar en ello.
Como supuso, el dueño de la tienda (aunque cerrada por ser domingo) estaba en la oficina repasando
unas cuentas y le prestó una de las bicis.
—Cuídala, Ignacio.
—Descuide usted.
—¿Y tu hermano?
—Durmiendo.
—¿A estas horas todavía?
—Todavía.
—Pero si es casi mediodía, ¡qué calzones tiene tu hermano!
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—¿Me necesita usted para algo?
—No, hombre, no, puedes irte.
—Adiós.
—Adiós, Ignacio.
Ignacio era un chico reservado y bonachón; muy cariñoso, muy pacífico, muy tranquilo. La vida le
transcurría como el manso desgranar de las cuentas de un rosario. Sólo que Ignacio seguramente no
rezaba ni poco ni mucho, sino si acaso lo que sea normal. Pero era una buena persona, así es que no
podía pensar que era la última vez que montaba en bici, que veía a su jefe y que hacía planes con las
dos pesetas de que disponía. Porque para eso no es necesario ser una gran persona o poseer una
inteligencia extraordinaria, sino ser adivino. E Ignacio no era adivino. Lo puedo asegurar con la mano
derecha puesta sobre la Biblia y sin hacer cruces con los dedos de la izquierda. Porque si Ignacio fuese
adivino ni siquiera habría salido de su casa, y si hubiese salido de su casa no hubiera ido a la playa, o en
último extremo, habría salido de su casa y habría ido a la playa, pero no se hubiese bañado.
Ignacio no sabía nada ahora. Lo sabría todo luego, y con sabor a sal. Pero ahora pedaleaba por la
carretera, camino de la playa municipal.
La carretera estaba bordeada de árboles y flanqueada a su derecha por la ría, y a la izquierda por las
vías del tren botijo. La carretera parecía un bacalao endurecido cuya cerviz estaba a lo lejos pero
nunca se la alcanzaba, porque incluso cuando parecía que se la alcanzaba sin más remedio, se llegaba al
paseo de coches de la playa y a la estatua del Almirante, y se olvidaba uno de alcanzarla.
La gente llenaba la playa.
Por allí andaría Rafael. Estuvo buscándolo y no lo vio.
Ignacio encontró a un cliente de la tienda. Era un marinero gallego muy simpático y que le apreciaba.
—Ignacito ¡eh!
—Hola, señor Cambados, ¿cómo usted por aquí?
—La mulher se me empeñó, e luego los rapaces, e mais ¿qué iba a hacer? Los traje.
—¿Qué, de vacaciones?
—Ojalá, Ignacito, pero no. No, el barco, una avería. Esta misma noite otra vez a la mar.
—Poco tiempo.
—Poco, poco tiempo en tierra.
—Bueno, he venido con la bici y…
—¿Y tu jefe, cómo está?
—Muy bien, muy bien, gracias.
—Caralho, no le he podido ver este turno.
—Otra vez será.
—Sí, claro, e mais se lo dices, no que me tome por desatento.
—Descuide que se lo diré. Esto, ¿podría dejar la bici y mi ropa con ustedes? Es sólo mientras me baño.
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—Pues claro, hombre, Ignacito, a mandar.
—Gracias.
—Anda, vamos.
—Espere un momento, voy a comprar tabaco.
—Anda, caralho, ¿vas a comprar esa porquería? Lía de este, que es de Gibraltar.
Liaron unos cigarrillos con el tabaco de la petaca de Cambados, y luego de fumar Ignacio dejó la bici y
su ropa donde acampaban la mujer y los hijos de Cambados. Y salió corriendo hacia la playa. Las dos
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pesetas que pensaba gastar en cigarrillos se quedaron en su monedero. Nunca más volvería a ver las
dos pesetas, ni el monedero ni la bici ni su ropa ni a Cambados y a su familia. Pero Ignacio lo ignoraba.
Iba en bañador. Su mortaja. Tampoco lo sabía.
Había elegido un lugar alejado de donde se bañaba la gente porque, como no sabía nadar muy bien y
no había visto a Rafael, que le estaba enseñando a nadar, le daba vergüenza de que la gente que le viera
bañarse pensara que no sabía nadar apenas. Así es que avanzó a lo largo de la playa hasta encontrar un
sitio donde la gente no le viera bañarse.
Se precipitó al encuentro de las olas.
Las olas se precipitaron a su encuentro.
La ciudad se halla situada al fondo de lo que sus habitantes llaman la ría, que en realidad es un río que
va a juntarse con otro, y en el lugar donde confluyen se levanta la estatua del Almirante, y a sus pies la
playa municipal. Camino del océano, ya juntos los dos ríos, se ramifican en un delta que termina en una
inmensa playa doble, una punta umbría por los pinos marítimos y que se asoma a la ría y al Atlántico.
La playa del océano la he descrito ya en más de una ocasión, de manera que creo innecesario hacerlo de
nuevo. Es una playa desmesuradamente larga y enarenada toda de blanco, y sobre la plata hay
quitasoles multicolores y mucha gente divertida, y dentro del agua hay también gente divertida y
veleros blancos que parecen mariposas blancas posadas en el agua. Hay pinos y hay chalets edificados
sobre pilastras donde vive una gente aburrida, y un cielo cálido abovedando la tierra caliente. Pero
como digo, no quiero describirla de nuevo porque ya la he descrito en otras ocasiones.
Ese domingo lo pasamos muy bien y nos divertimos mucho en compañía de un grupo de chicas de
Salamanca que andaban de excursión por Andalucía, y una de ellas (ya no recuerdo si Mati, Marisol,
Sonsoles o alguna de las otras tres) era amiga de la familia salmantina de Vicente. Nos bañamos en la
ría, más tranquila y menos poblada que la playa del océano. Lo hicimos en una caleta de agua límpida,
transparente. Parecíamos peces de colores, peces exóticos con brazos, piernas, pelo. Las chicas eran
maravillosas. Eran esbeltas, sencillas, cordiales. Es una palabra, casi ibsenianas. Hay chicas a las que
parece como si les gustase complicarse la vida con un problema religioso, moral o de cualquier molesta
índole parecida. Pero lo que realmente vale es un cuerpo ágil y un cerebro ágil. Lo demás ni es
moderno ni es progreso. Hay que tener un fondo religioso para vivir, creo yo, de la misma manera que
es necesario nacer para vivir. Pero lo que no se puede hacer es colocar el fondo en primer plano.
Regresamos a la ciudad en el último vapor, pasarían unos diez años antes de que la playa del océano
estuviese comunicada por carretera con la ciudad. En la ciudad, a aquellos vapores los llamábamos
“canoas”. Así es que regresamos a la ciudad con la última canoa. Ya era de noche, la noche del domingo
siguiente al día en que Rafael y Pepe y Domingo habían visto vivo, por última vez, a Ignacio. En la
canoa pensé que quizás me encontrase más tarde con Pepe y que si nos encontrábamos seguramente
iríamos al cine.
La canoa partía el agua de la noche de verano con nosotros a bordo, hablando, fumando, hasta
cantando. Paco se desgañitaba imitando a un tenor de ópera italiano. Cualquiera de ellos:
Un automóvile
Qual piuma al vento,
Muta d’acento
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E di pensier.
Dos automóviles…
—¡Paco!
—¿Qué?
—Que te calles.
—No hay derecho, hombre. Cuando está uno más entusiasmado.
—Sí, maullando.
—Iros al infierno.
Marisol, la más guapa de las chicas, sonreía ante el enfurruñamiento de Paco:
—Paco se ha retirado a su torre de marfil.
Vicente sentenció:
—“Beatus ille”…
—¡Mecagüen mis muertos! —masculló Paco entre dientes.
—Apaciéntate, Paco.
Euterpo tocaba la guitarra en el banco de popa, a solas. Quería componer una suite sobre la ciudad y
su historia, vieja de seis mil años.
—Fijaos qué maravillosa está la ría a la luz de la luna.
—Sí, muy romántico.
—¿Recordais lo que Verlaine decía de la luna?
—No.
—Yo lo sabía.
—¿Y lo has olvidado?
—Sí, pero estaba muy bien.
—Callarse y mirar.
—¡Precioso! —asintió Mati.
—¿Me dices a mí? —preguntó Paco.
—Habráse visto, tío presuntuoso.
—¡Tribu, el puerto!
—¡Eh, fijaos en ese!
—¿Quién?
—Ya no se ve, era un carabinero.
Paco silbó a las nubes, jugando el papel del sospechoso que quiere aparentar inocencia. Paco lo hacía
siempre así cuando había un agente de la autoridad a la vista. Era una costumbre suya, igual que otros
se comen las uñas o se hacen un nudo Windsor en la corbata.
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La canoa quedó a media marcha. Aproximó su costado al muelle yendo a media marcha y en el muelle
alguien alcanzó el cabo de la cuerda de amarre para reliarla en el noray.
—¡Su padre el último!
De un salto me encontré en la escalerilla del embarcadero, con la bolsa, una de KLM, yo que nunca
había viajado hasta entonces en aviones de pasaje. Le extendí la mano a Marisol, la ayudé a saltar y
subimos corriendo al muelle. Después comenzaron a pasar todos los pasajeros que habían viajado con
nosotros en la última canoa. Y al verlos pasar vi que mi padre llegaba en aquel momento, viniendo del
lado de la ciudad.
—Oye, perdona —le dije a Marisol—, viene mi padre.
Esperaron todos en un grupo aparte a que terminase de hablar de mi padre. Mi padre se fue al poco
andando despacio, como si esperase que le acompañara después de despedirme del grupo.
—Vais a tener que perdonarme, pero…
—Ya —cortó Paco—: si no te vas con papá te quedas sin postre.
—¿Pasa algo? —quiso saber Marisol.
—No, nada, un chico que trabajaba en la tienda de mi padre. Se ahogó este mediodía.
—Pero no en Punta…
—No, en la proletaria. Bueno, era un gran chico, muy trabajador. Lo siento. Hasta mañana.
Alcancé a mi padre a la entrada de los jardines del puerto.
Mis amigos y las chicas de Salamanca me seguían de lejos los pasos, también ellos camino del centro de
la ciudad.
—Un gran chico, muy trabajador. “Dada su condición puede decirse que tuvo un final decente”.
—¡Sonsolesl!
—Es un buen epitafio, Javier, de un premio Nobel nada menos.
“De Sillanpää, en Silja”, pensó Vicente, y en la manera tan sencilla que tenían los escritores
escandinavos para deshacerse de sus personajes. Recordó el caso de Knut Hamsun en Bendición de la
tierra: “La vieja Olina… Vivió, murió…”. Como decía Richi cuando estaba en vena: es que la vida es
angustiosamente corta.
Y mientras Vicente lo pensaba, yo estaba sintiendo algo tan viejo como el mundo: el miedo de poder
haber sido Ignacio. Y algo casi tan viejo: la pena por la muerte de un amigo que se había ahogado aquel
mismo día, al mediodía, en la playa municipal.
No me acordaba, no conseguía acordarme de la última vez que había visto vivo a Ignacio. Me parecía
recordar que en la tienda, ayer o antier. Pero no lograba recordar con exactitud si fue en la tienda la
última vez que le vi, o en la calle, en los billares o cualquier otro sitio de la ciudad.
—Papá.
—Dime.
—Es cierto, ¿no?
—¿El qué?
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—Que ha muerto.
—Sí.
—No puedo creerlo. Es tremendo.
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—Sí, siempre es tremendo cuando pasa así.
El depósito de cadáveres olía a formol y a muerto. Había dos mesas largas con tapa de mármol y un
muerto en cada mesa larga y fría de mármol. Uno era un viejo de pantalones de pana y alpargatas de
suela de cáñamo, con una boina vasca tapándole la cara. El otro era Ignacio. Ignacio estaba ahogado y
muerto y blanco como la cera. Había mucha gente que lloraba, gente que le daba el pésame a la familia
de Ignacio (al otro muerto parece que no lo lloraba nadie), gente que estaba allí porque era temprano y
no daban pelis de interés en los cines de verano, gente que salía a la plaza para fumar. De todas
maneras en el depósito había mucho humo y olía a formol y a muerto.
Alguien levantó un momento la parte de la sábana que cubría el rostro de Ignacio, y su hermana la
mayor arreció en su llanto inconsolable. Domingo y el padre de Ignacio, recostados en la pared,
miraban fijamente al suelo. Asentían a todo. Más allá de la puerta del depósito pasó una bici, el ciclista
hacía sonar apremiante el timbre. No podía ser Pepe porque Pepe estaba allí, en el depósito de
cadáveres, y Rafael y Domingo, y yo. El único que faltaba para que estuviésemos todos allí era Ignacio,
que también estaba allí, pero de cuerpo presente. Muerto y oliendo a sal y a muerto.
Le di el pésame al padre de Ignacio. Al lado, Domingo me miró con los ojos llenos de lágrimas y lo
abracé. Luego salí a fumar un cigarrillo con Rafael y Pepe. Fuimos a sentamos en un banco Morrison
de la plaza delante del hospital, frente a la puerta del depósito de cadáveres.
—No somos nadie.
—Nadie. ¡Hay que ver! Ayer vivo…
—Con 19 años.
—Vaya golpe para Domingo.
—Para todos.
—Sí, para todos.
—Era bueno Ignacio.
—Sí que lo era.
—Coño, era un cacho de pan, y tan callado.
—Así es la vida.
—Yo le vi ayer junto al Ayuntamiento.
—Yo es que no me acuerdo de… ¿Cómo iba yo a pensar que…? Dame lumbre, ¿cómo lo iba yo a
pensar?
—Hombre, ni tú ni nadie.
—Bueno, ¿no me has sacado tú de la cama para decírmelo? —me dijo Rafael—: Yo ni puñetera idea.
—¿Y a él cómo lo sacaron?
—¿A quién?
—A Ignacio, coño.
—Con la bajamar.
—¿Cómo?
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—Uno que iba buceando tropezó con él.
—Ya ves tú qué plato.
—¿Tú cómo te enteraste, Pepe?
—Por mi hermano, vio cómo lo sacaban. Dicen que hay uno que lo vio ahogarse.
—Anda, no digas.
—Sí, hombre, pero pensó que estaba haciendo ahogadillas.
—A mí me sacó este de la cama para decírmelo —repitió Rafael, señalándome con los ojos.
—Eso de las ahogadillas debe ser mentira, Pepe. Son esas cosas que inventa la gente.
—¿Y tú cómo te enteraste? ¡Coño, qué malo es este tabaco!
—Me estaba esperando mi padre en el muelle de las canoas y me lo dijo.
—¡Quién iba a pensarlo!
—Nadie.
—Ahí viene tu padre con Domingo.
—Oye, ¿ha venido la novia de Domingo?
—No sé.
—Sí, era esa que estaba junto a la hermana de Ignacio.
Fuimos a tomar un carajillo al Vista Alegre (se llamaba así y estaba enfrente del depósito de
cadáveres), porque Domingo estaba deshecho y necesitaba reanimarse. Todo el mundo nos miraba en el
café, y especialmente miraban a Domingo.
El café parecía una cosa viva. Sin pensar lo que hacía dejé caer un terrón de azúcar en el café, hizo
¡plop! y se hundió. El terrón de azúcar se hundió pesadamente, por completo. Luego, en la superficie
del café, aparecieron unas burbujitas. Domingo las miraba con los ojos desencajados.
Al día siguiente se celebró el entierro.
Había mucha gente. Los chicos de la tienda llevaron una corona de flores para que la pusieran sobre el
ataúd de Ignacio. Yo fui con ellos. Entramos en el depósito de cadáveres y dejamos la corona de flores a
los pies de aquella larga y fría mesa con tapa de mármol donde ya no estaba Ignacio sino muy poca cosa
de Ignacio. Una poca cosa envuelta en una sábana. La gente se nos quedaba mirando y cuchicheaba. La
gente nos miraba y cuchicheaba porque sabían quiénes éramos.
—No somos nadie —dijo una vieja que mejor se hubiera metido la lengua donde yo sé.
—Nadie.
—Qué corta es la vida, coño —dijo Pepe, y se puso colorado por haber soltado un taco delante de
aquella cosa que ya no era Ignacio.
—Angustiosamente corta —le dije.
Luego nos encontramos en la calle, con la gente, dentro de la gente, por encima de la gente porque
habíamos sido los amigos de Ignacio, que había muerto en la playa municipal porque estaba de Dios
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que no volviese a ver nunca más ni a su familia ni a Cambados ni a ninguno de sus compañeros de la
tienda, ni tampoco a gastar dos pesetas en tabaco (por mucha porquería que ese tabaco fuese).
Nunca más volvimos a ver a Ignacio.
Tan sólo una carroza donde decían que lo llevaban a enterrar. Pero nosotros sabíamos que allí no iba
Ignacio, y que a Ignacio, lo que se dice a Ignacio, no lo enterrarían nunca. Porque Ignacio se había ido
muy lejos, en algún barco que cruzase la barra del puerto la tarde del domingo que se ahogó en la playa
municipal.
He cumplido mi palabra y me he limitado a constatar en este cuento el hecho de que la vida es
angustiosamente corta. Y lo he rescatado del polvo y el amarillo del olvido, para transcribirlo desde su
soporte papel, después de haber leído el poema del irlandés Dennis O’Driscoll que se titula “Someone“
(“Alguien“), y que parece haber brotado de la misma fuente que mi cuento.
Dice así, en la traducción de Yolanda Soler Onís:
Alguien se está vistiendo para la muerte hoy, un cambio de falda o de corbata
saboreando con el té la última rebanada de pan con mantequilla,
sin advertir que su reciente erección será la última.
apurando su afeitado para yacer en el mármol
rociando con desodorante la espesa hierba de sus axilas
alguien está saliendo hoy de casa hacia el trabajo
saludando a los vecinos que caminarán tras su ataúd
alguien se está cortando las uñas por última vez, precioso instante
alguien que perderá muy pronto las marcas del cinturón en torno al talle
alguien está dejando afuera las botellas de leche para un día que no vendrá
alguien que está a punto de ver borrado su último aliento
alguien está librando un cheque que será “devuelto por defunción”
alguien está señalando en el calendario días que no le esperan
alguien está escuchando un irrelevante pronóstico del tiempo
alguien está haciendo vulnerables promesas a los amigos
alguien cuyo ataúd está siendo forrado, lijado, barnizado
y que esta mañana se siente tan en forma como cualquiera
alguien que si fuera preguntado no hallaría nada digno de destacar en este día
de aromas y despedidas como últimas voluntades y testamento
alguien está contemplando hoy el mundo por última vez
con la misma inocencia de la primera.
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Ricardo Bada
Escritor y periodista, residente en Alemania desde 1963. Editor en ese país de la obra periodística de
García Márquez y los libros de viaje de Cela, y autor de Don Enrique, la única antología integral en
castellano de la obra de Heinrich Böll.
https://www.nexos.com.mx/?p=38708
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La regla de Bergmann
Juan Ignacio Pérez
Rangifer tarandus (Imagen: Alexandre Buisse; Wikipedia)
Karl Georg Lucas Christian Bergmann fue un anatomista y fisiólogo alemán que vivió en el siglo XIX.
No fue una de esas figuras de las ciencias naturales o de la fisiología que brillaron en ese siglo, como
Charles Darwin o Claude Bernard. Pero realizó una, al menos una, aportación significativa a las
ciencias naturales, una por la que es conocido, ya que enunció una regla o principio que lleva su
nombre, la regla de Bergmann.
“Hacia el norte viven sobre todo especies grandes; las pequeñas viven más hacia el sur”. Esa frase, o
una muy parecida escribió Karl Bergmann en 1847. También escribió estas otras dos frases: “si el
tamaño fuera la única característica que diferenciase a dos especies, el factor que condicionaría su
distribución geográfica sería, precisamente, el tamaño” y “si el único rasgo que diferencia a dos
especies del mismo género es el tamaño, la de menor tamaño viviría en un clima más cálido”. De esa
forma expresó Bergmann la regla que posteriormente sería conocida por su nombre.
No está nada claro cuáles son los factores que están en la base de la regla, pero hasta ahora el que más
se ha utilizado para explicarla es el de la relación entre la regulación térmica y el tamaño de los
animales. Se pensaba que los animales de pequeño tamaño tienen mayores dificultades que los grandes
para vivir en lugares fríos porque tener una mayor superficie corporal en proporción a su masa. Por
esa razón, los animales pequeños experimentan una mayor pérdida de calor que los grandes, -siempre
en relación con su tamaño -, por lo que necesitan desarrollar una mayor actividad metabólica para
poder mantener constante la temperatura corporal. No olvidemos, por otra parte, que para desarrollar
una mayor actividad metabólica, es preciso utilizar más energía, razón por la que necesitarían obtener
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una mayor cantidad de recursos energéticos. Y de acuerdo con esa lógica, se puede explicar la menor
presencia relativa de animales pequeños en altas latitudes.
Pero al parecer las cosas no están tan claras. Por un lado hay notorias excepciones. El elefante, sin ir
más lejos, es una de ellas. Es el animal más grande sobre la superficie de la Tierra, y vive en zonas muy
cálidas. También es cierto que necesita unas orejas de tamaño enorme para poder disipar el calor
corporal bajo esas condiciones. Y por otro lado, y aunque hay algunas excepciones, la tendencia que
define la regla de Bergmann también se ha observado en animales ectotermos.
De acuerdo con un trabajo publicado en febrero de 2010, la razón de la existencia de esa “norma”
puede muy bien ser otra, independiente de las necesidades derivadas de la regulación térmica. De
acuerdo con ese trabajo, las plantas de altas latitudes son más ricas, tienen un mayor valor nutricional,
y esa sería la razón por la que los animales que viven en esas latitudes son de mayor tamaño. Para
llegar a esa conclusión mantuvieron en el laboratorio ejemplares de las mismas especies a los que, por
grupos, alimentaron con plantas de una y otra procedencia.
El lector se habrá percatado de que si me refiero a animales que comen plantas, habría que excluir a los
carnívoros de este análisis. Sin embargo, no es necesario excluirlos, porque según los autores del
trabajo, también a los animales carnívoros les acaba afectando la calidad del alimento de los
herbívoros, ya que consumen presas de mayor tamaño.
Los investigadores que han propuesto esta nueva teoría no descartan, sin embargo, que otros factores,
como el ya citado de las necesidades derivadas de la regulación térmica, puedan incidir también a la
hora de perfilar la variación latitudinal observada. Lo que sostienen es que no hay que descartar que
pueda haber más factores que el hasta ahora considerado.
Referencia: Chuan-Kai Ho, Steven C. Pennings, & Thomas H. Carefoot, “Is Diet Quality an
Overlooked Mechanism for Bergmann’s Rule?” The American Naturalist 175:2 (Feb 2010).
https://zoologik.naukas.com/2017/06/21/la-regla-de-
bergmann/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+naukas%2Fzo
ologik+%28Zoo+Logik%29
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Los 880 cuadrados mágicos de orden 4 de Frénicle
Por César Tomé
Bernard Frénicle de Bessy (¿1605?-1675) fue un matemático francés, uno de los miembros fundadores (en
el área de geometría) de la Académie royale des sciences, creada en 1666, durante el reinado de Luis
XIV,bajo el patrocinio de su primer ministro Jean-Baptiste Colbert.
El ministro Jean-Baptiste Colbert presentando a los miembros fundadores de la “Académie royale des
sciences” a Luis XIV. Siendo Bernard Frénicle de Bessy uno de los fundadores será probablemente una de
las personas situadas a la izquierda del lienzo. El cuadro (¿1675-1680?) es de Henri Testelin.
Fuente: Wikimedia Commons.
Frénicle se interesó por la astronomía y la mecánica, pero es sobre todo conocido por sus trabajos en teoría de
números y combinatoria.
Como recordaba Raúl Ibáñez en Las matemáticas del taxi, el famoso número de Hardy-Ramanujan –el menor
número natural que puede expresarse como la suma de dos cubos positivos y de dos formas diferentes– fue
introducido por Frénicle en 1657.
Frénicle describió los cuadrados mágicos (serie de números enteros situados en una matriz de tal forma que la
suma de los números por columnas, filas y diagonales principales sea la misma) de orden 4 en Des quarrez ou
tables magiques, publicado a título póstumo en 1693. Allí describió los 880 cuadrados mágicos
“esencialmente diferentes” (obvió los obtenidos al permutar o setrasponer filas o columnas en esa larga lista)
de orden 4.
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Primera página de “Des quarrez ou tables magiques” y primera página de “Table générale des quarrez de
quatre”. Extraídas de “Divers ouvrages de mathematique et de physique” (páginas 423 y 484).
Fuente: Google Books.
Los cuadrados mágicos de orden 4 descritos por Frénicle –formados por números que van desde el 1 al 16–
poseen una curiosa propiedad: si a cada número de cada casilla del cuadrado se le resta 1, obtenemos un
cuadrado mágico con números que van del 0 al 15. En este nuevo cuadrado, cada una de las filas y columnas
tiene una suma de nim igual a 0. ¿Y qué es la suma de nim? Lo explicaremos con un ejemplo. Debajo aparece
un cuadrado de Frénicle (con números del 0 al 15) y junto a él la matriz de esos números escritos en base 2.
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Sumar los dígitos de las filas de la matriz en base 2 ‘a la nim’, supone decidir que 1+1=0 y no se tiene en
cuenta ‘la llevada’. Así, tenemos:
0000 + 0101 + 1010 + 1111 = 0000,
1110 + 1011 + 0100 + 0001 = 0000,
1101 + 1000 + 0111 + 0010 = 0000, y
0011 + 0110 + 1001 + 1100 = 0000.
Del mismo modo, si se suman ‘a la nim’ las columnas, queda:
0000 + 1110 + 1101+ 0011 = 0000,
0101 + 1011 + 1000 + 0110 = 0000,
1010 + 0100 + 0111 + 1001 = 0000, y
1111 + 0001 + 0010 + 1100 = 0000.
¡Curiosa propiedad!
Por cierto, lleva el nombre de este matemático la forma estándar de Frénicle de un cuadrado mágico.
Recordemos que un cuadrado mágico está en forma estándar de Frénicle si cumplen las dos condiciones
siguientes:
1. el elemento situado en la posición (1,1) –la esquina superior izquierda– es el menor de los cuatro
elementos de ángulo, y
2. el elemento situado en la posición (1,2) –a la derecha de la esquina superior izquierda– es menor que
el elemento situado en la posición (2,1) –bajo la esquina superior izquierda–.
Esta forma estándar se ideó ya que, como hemos comentado arriba, un cuadrado mágico es “esencialmente el
mismo” si se permutan o se trasponen sus filas o columnas. Existen ocho cuadrados mágicos que comparten
una misma forma estándar. Por ejemplo, los ocho que aparecen debajo, siendo el último el que está en forma
estándar de Frénicle.
Ocho cuadrados «esencialmente iguales».
Visto en The Nimm0 Property, Futility Closet, 14 junio 2018
Sobre la autora: Marta Macho Stadler es profesora de Topología en el Departamento de Matemáticas de la
UPV/EHU, y colaboradora asidua en ZTFNews, el blog de la Facultad de Ciencia y Tecnología de esta
universidad.
https://culturacientifica.com/2018/06/20/los-880-cuadrados-magicos-de-orden-4-de-
frenicle/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCulturaCien
tfica+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29
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RELATOS DE RUBEM FONSECA
Divertimentos de un fabulador
Humor, exceso y grotesco en piezas breves de dos o tres páginas.
CARLOS MARÍA DOMÍNGUEZ
Viernes, 08 Junio 2018 04:00
Nacido en Minas Gerais en 1925, Rubem Fonseca ha escrito una obra moderna y salvaje que lo llevó a
alcanzar los más altos reconocimientos de la lengua portuguesa y de la literatura continental (el premio
Camões, el Juan Rulfo, entre otros). Ha dado cuenta de la violencia en las grandes ciudades, del crimen, de la
vida de los marginados, de los absurdos del sexo y de la corrupción, en alrededor de cuarenta libros, entre
novelas y cuentos, pero antes como abogado y empleado de la policía de Rio de Janeiro, lo que le permitió
conocer de primera mano la convivencia áspera de la ley con toda clase de transgresiones sociales.
El humor ácido y la mordacidad de su mirada le ha permitido deslizarse con ductilidad entre la novela negra y
la crítica social, al punto de convertirse en un referente ineludible de las letras brasileñas. Ineludible y
misterioso porque igual que su amigo John Updike, siempre se negó a las notas de prensa y ha preferido darse
a conocer por su obra. A punto de cumplir 93 años, llega a las librerías con un nuevo volumen de relatos
titulado Historias cortas, un conjunto de divertimentos breves, de dos o tres páginas, en los que proliferan
personajes delirantes y criminales, capaces de retratar con sus grandes salvajadas el caos y los tormentos de la
vida urbana. Un hombre pretende ametrallar a todos los racistas y a modo de protesta acaba por casarse,
primero con una negra, después con una india; un obeso, gracias a su doctora, también gorda, descubre que la
grasa es buena para las hormonas sexuales y decide no adelgazar, un niño comienza con el hábito de masticar
alas de pollo y con los años no puede evitar roer huesos humanos.
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Sus relatos no cargan ya con la ambición literaria de sus novelas más celebradas, como El caso
Morel o Agosto, ni con la estructura de los excelentes cuentos de sus libros El collar del perro o Feliz Año
nuevo. Acercan su prosa más descarnada, apoyada sobre argumentos caprichosos y febriles, a veces para
dibujar un personaje irredento, a veces para presentar una aventura desquiciada, y en la mayoría de los casos
para levantar una historia y seguirla en el humo que levanta un cigarro. Abunda el humor, el exceso y el
grotesco como una marca de furia y juego que no quiere rendirse, pero ofrece poco más que las espirales
imaginativas de un autor consagrado.
Es necesario avisar que el libro fue traducido al español en México, y cada tanto el lector tropezará con el DF
mientras camina por Copacabana, pero los “padrotes” y “banquetas” (por veredas) no levantan una barrera
sobre los propósitos de Fonseca: divertirse una vez más.
HISTORIAS CORTAS, de Rubem Fonseca. Tusquets, 2017. Buenos Aires, 172 páginas. Distribuye
Planeta.
https://www.elpais.com.uy/cultural/divertimentos-fabulador.html
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Ecología
La huella indeleble de la humanidad
Timothy Morton analiza desde la filosofía el caos de los objetos que, tras su uso, perduran como desperdicio.
Estado. El realismo de Morton se parece a un filme de ciencia ficción.
El fin del mundo ya ocurrió. Se desmoronó ese fondo que convertía a los sujetos en protagonistas. Ahora es
necesaria una ontología orientada hacia el objeto. De eso se ocupa Timothy Morton en su libro Hiperobjetos.
Filosofía y ecología después del fin del mundo (Adriana Hidalgo Editores) donde escribe como si quisiera
dejar al lector perdido en lo inextricable de un campo de petróleo o un agujero negro, manifestaciones
posibles del hiperobjeto. Como si lo obligara a aceptar esa influencia que siempre estuvo al acecho.
El calentamiento global también terminó con el significado. Los hiperobjetos existen más allá del
pensamiento y demuestran que no hay un afuera. El pañal que alguien tira después de cambiar a su bebé se
queda pegado a su cuerpo como la ropa misma. La mugre no va hacia un otro lado indescifrable, los humanos
respiran y sudan todo lo que imaginaron convertir en deshechos.
El filósofo inglés recurre a la poesía de Blake, a la sonoridad instrumental de una música que ahoga la
palabra, para hacer de las huellas que el hiperobjeto deja en la tierra consumida por los materiales nucleares
otra forma de metáfora. Los ensamblajes de la era industrial son dispositivos que a lo largo de la historia
fabricaron máquinas que ahora interactúan con los humanos y están a punto de sacarlos de la escena. El
realismo de Morton se parece demasiado a una película de ciencia ficción pero no hay invención en su relato.
El futuro lo traen los hiperobjetos porque descifran un tiempo y un espacio que ignoran las secuelas de la
modernidad, todavía incrustadas en los humanos.
Si las impresiones íntimas ya no pueden considerarse subjetivas, si no hay un yo porque el hiperobjeto ha
capturado al humano de tal forma que ya no habría diferencia entre la interioridad y el exterior, lo que tiene
lugar es una fuerza que habla a través de lo humano. La primera persona es un territorio ocupado por el
hiperobjeto.
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La sensación reemplaza a la totalidad. El profesor de Rice University realiza una investigación que parece un
viaje hacia el interior de las cosas pero ese recorrido no está afuera sino adentro del sujeto y ocurre en el
mismo momento en que su yo pasa a ser una proyección del hiperobjeto. Leerlo es como traducir un manual
donde lo real se vuelve un ejercicio hipócrita. Palabra que, al ser deconstruida, se transforma en una lengua
muerta porque el estado de fingimiento es imposible de discernir.
El clima, como un ejemplo de hiper-objeto, es algo que se expresa a partir de una idea de catástrofe. Ya no es
el fondo en el que trascurre la cotidianeidad de los humanos sino el actor principal de la historia. Pero si los
hiperobjetos son síntomas, si sacuden los fundamentos del ser, lo que provocan es un cambio extremo de
época. En la relación que los define, cada acción que el sujeto realiza refuerza esa ontología del objeto y la
vuelve política. Es en la ontología donde Morton considera que deben darse las batallas ecológicas.
Para describir esta era el autor necesita recurrir a la estética. Los campos electromagnéticos son una
continuidad del estremecimiento del rapsoda, obligan a recuperar cierto primitivismo clásico. Las sensaciones
se develan como zonas donde el hiperobjeto asume su lugar espectral y se vuelve inteligible para el humano.
Los objetos no se agotan en su valor de uso, siguen existiendo como desperdicio y es aquí donde la noción de
trascendencia, esa que el humano ya ha perdido, tiene la luz agónica de cierta irrealidad. Como en una
película de David Lynch los sujetos no pueden descubrir si están detenidos en un sueño, jamás van a
encontrarse con ese momento de claridad porque ya no existe la distancia con el hiperobjeto. La causalidad no
resulta útil, entonces se despliega una especie de caos que sería insoportable de aceptar por parte de cualquier
persona. Si lo hiciera viviría en un estado de peligro permanente o se dejaría llevar por la experiencia de la
muerte. Ese es, tal vez, el nombre definitivo del hiperobjeto.
https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/huella-indeleble-humanidad_0_ry38nFFbX.html
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Ben A. Barres: genialidad y compromiso
por Laura Morrón Ruiz de Gordejuela
Hoy quiero acercaros la figura de Ben A. Barres, un famoso neurobiólogo que nos dejó el pasado 27 de
diciembre de 2017 a los 63 años. Un científico que hizo importantes contribuciones al conocimiento de las
funciones de las células gliales descritas en un inicio por Santiago Ramón y Cajal, una persona cuyo
compromiso social le llevó a ser un acérrimo defensor del papel de las mujeres en la ciencia.
Ben Barres nació el 13 de septiembre de 1954 en West Orange, New Jersey (Estados Unidos). Dado que sus
características fisiológicas concordaban con las que solemos asociar al sexo femenino, recibió el nombre de
Bárbara, pero, desde muy pequeño, no se identificó con las niñas. Era un niño que disfrutaba haciendo volar
aeroplanos y disfrazándose cada Halloween de jugador de fútbol o de soldado. Un niño que, hacia los cinco
años, descubrió que quería entender mejor el mundo que le rodeaba. Quería dedicarse a la ciencia y ni se le
pasó por la cabeza pensar que no pudiese ser científico por el hecho de ser, aparentemente, una mujer. Como
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él mismo dijo años más tarde, es muy posible que el hecho de no identificarse como mujer hiciese que no se
viese afectado por la carga del estereotipo.
En la adolescencia, surgió la incomodidad con su propio cuerpo. Sentía un profundo malestar con el
desarrollo físico que experimentaba, le desagradaba afeitarse las piernas, ponerse vestidos y maquillaje.
Sentía que era un chico y no entendía por qué no parecía ser del mismo género que ellos, por qué era
diferente. Pero nunca compartió sus sentimientos con nadie, se sentía demasiado avergonzado como para
hacerlo.
Sumergido en un mar de confusión personal, la pasión por la ciencia supuso un salvavidas. Con 12 años era el
mejor estudiante de Matemáticas y Ciencias de su centro y tenía claro que quería ir al MIT (Massachusetts
Institute of Technology). Sin embargo, recordemos que a ojos del mundo, de su consejero, era una niña y
como niña intentaron disuadirlo de la idea con el argumento de que como mujer tenía poquísimas
probabilidades de ser admitida. Pero no hubo manera de convencer a Bárbara. Lo tenía claro: no quería ir a
ningún otro sitio. Así que fue al MIT convirtiéndose en el primero de su familia en asistir a la Universidad.
En el MIT experimentó un trato discriminatorio por parte de uno de los profesores. En una ocasión, al dar con
la respuesta de un complejo problema matemático que sus compañeros eran incapaces de resolver, el profesor
le ridiculizó afirmando: «seguro que tu novio te lo ha resuelto». Pero a pesar del trato diferenciado siguió
adelante y se graduó en Ciencias de la Vida (Biología).
En 1979 completó un título médico en el Dartmouth College de Hanover, hizo la residencia en Neurología en
el Weil Cornell Medicine de Nueva York y un doctorado en Neurobiología en la escuela de medicina de
Harvard sobre la función y distribución de los canales del catión en células gliales, que completó el año 1990.
Sus investigaciones desterraron la idea que se tenía hasta entonces de que estas células de la glía eran meras
«células cortejo» de las neuronas. Descubrieron que eran fundamentales para el complejo cableado del
cerebro.
Gracias a una beca post-doctoral pudo viajar a Londres y unirse al grupo del eminente biólogo Martin Raff.
Allí logró diferenciar distintos tipos de células de glía (astrocitos, células de Schwann y oligodendrocitos) y
descifró sus distintas funciones. Raff recuerda encontrarlo dormido en el suelo del laboratorio cuando llegaba
por las mañanas. Afirmó sobre él que «Era muy, muy inteligente y trabajaba más duro que cualquier científico
que yo conociera».
De regreso a Estados Unidos en 1993 y ya en su propio laboratorio del departamento de Neurobiología de la
Facultad de medicina de la Universidad de Stanford, demostró que las células gliales son críticas para la
formación de sinapsis, tanto in vitro como in vivo. Lo cual desbancó la creencia de que las neuronas eran
autosuficientes en la formación de dichas sinapsis.
Unos años más tarde, en 1997, la detección de un tumor en la mama le llevó a la decisión de modificar su
cuerpo y su identidad legal. Por aquel entonces se había informado sobre el fenómeno trans y necesitaba
llevar a cabo este proceso, a pesar de cierto temor a las posibles consecuencias que pudiese conllevar tanto en
el terreno personal como en el académico. Así pues, se sometió a la mastectomía de ambos pechos y se
empezó a administrar testosterona, lo que provocó una modificación de la musculatura, la aparición de bello
facial y el inicio de calvicie.
Lejos de su miedo inicial al rechazo, recibió un gran apoyo de los colegas y alumnos de la universidad de
Standford. Un cariño que él siempre brindó a sus cientos de estudiantes. Por las mañanas llevaba café al
laboratorio y dedicaba mucho tiempo a conversar con ellos sobre las investigaciones en curso. La intensidad y
duración de las reuniones eran legendarias debido a la gran cantidad de asistentes y la variedad de temas
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abordados. Ben siempre alentó a sus aprendices a manifestar su opinión y a hacer preguntas. También les
daba libertad para llevar a cabo colaboraciones externas y, cuando alguno decidía dejar el laboratorio, insistía
en que se llevase el trabajo que estuviese haciendo para poderlo continuar en su nueva posición, Algo
tremendamente inusual. Siempre apoyó a los investigadores jóvenes y en una de sus últimas contribuciones
en Nature pidió a los investigadores de su edad que no bloquearan el camino al éxito a los científicos post-
doctorales.
Su equipo de investigación halló la presencia de la proteína C1q en las neuronas y demostró
experimentalmente que esta proteína ayudaba a que un tipo de células gliales, las microglia, llevaran a cabo la
poda de las sinapsis de las neuronas tanto en el desarrollo neuronal normal como en los desórdenes
neurodegenerativos.
En uno de sus últimos trabajos, publicado en la revista Nature, demostró que los astrocitos, que normalmente
ayudan al buen funcionamiento de las neuronas, pueden adquirir un comportamiento aberrante y destruir
células nerviosas. Posteriormente, uno de sus estudiantes de postdoctorado observó la acumulación de estos
astrocitos destructores en tejidos de pacientes afectados de diversas enfermedades neurodegenerativas y
comprobó que el bloqueo de la producción de C1q podía hacer que los astrocitos recuperasen la función
normal.
En 2008 Barres ganó la cátedra de Neurobiología en Stanford y tres años más tarde co-fundó la compañía
Annexon Biosciences con el fin de investigar nuevos medicamentos contra las enfermedades
neurodegenerativas. En 2017, Annexon inició ensayos en humanos para estudiar la seguridad del anticuerpo
que bloquea la C1q.
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Es evidente que a Ben le apasionaba entender el sistema nervioso, pero no era lo único. Su afición por la
neurociencia competía a partes iguales con la que mostraba por la saga de películas basadas en los libros de J.
K. Rowling, hasta el punto de que definía sus estudios hablando del “misterio y de la magia de la glía” y su
foto de perfil de la Universidad de Stanford era un collage sacado de La piedra filosofal. De hecho, tal y
como apareció en la revista Nature, uno de los requisitos obligatorios para entrar a trabajar en su laboratorio
era acompañar al resto del grupo al estreno de las películas de Harry Potter.
Pero Ben no se dedicó únicamente a su labor investigadora. Los años vividos en los que había sido
considerado una mujer cis le enseñaron la crudeza de la desigualdad de género y decidió tomar cartas en el
asunto. Emprendió una cruzada por el bienestar de las mujeres en el mundo académico, a pesar de ser muy
consciente de que esta postura podía perjudicar a su carrera. Pero fue un riesgo que no dudó en asumir.
En el año 2006 publicó en la revista Nature el artículo «Does Gender Matter?» (¿Importa el género?) en el
que expresaba su posicionamiento frente a la opinión generalizada de que las mujeres no suelen progresar en
las ciencias debido a diferencias innatas en sus aptitudes. Sobre esto, Ben escribió que «las personas con
condicionantes ventajosas, consideran a las menos favorecidas, innatamente inferiores, pretendiendo
fundamentar su discriminación en criterios científicos».
En su defensa de la situación de la mujer en la ciencia, también dio numerosas charlas en las que explicaba
anécdotas que había vivido y que ratificaban el trato discriminatorio existente. Explicó como había percibido
que aquellas personas que no sabían que era una persona trans, le trataban con mucho más respeto después de
la operación e incluso valoraban mejor su investigación. Explicaba como, tras dar un seminario, un destacado
catedrático comentó que «hoy Ben ha dado un gran seminario, está claro que es mucho mejor que su hermana
Barbara».
Para Ben el fenómeno trans tenía mucho que enseñar sobre el gran prejuicio de los estereotipos de género.
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En el año 2013 fue admitido como miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos,
convirtiéndose en el primer científico abiertamente trans en formar parte de la institución.
Por lo que se refiere a su vida personal, Ben nunca sintió especial interés en las relaciones románticas o en ser
padre. Siempre consideró a sus colegas como su familia, y a sus estudiantes y PostDocs como sus hijos. Las
puertas del pasillo del laboratorio estaban adornadas con los dibujos y fotografías de miembros antiguos y
actuales del equipo. Allí se sentía en su hogar y allí siguió mientras se sometía al tratamiento de un cáncer
pancreático avanzado que le diagnosticaron en abril de 2016. Hasta el último momento tuteló a sus
estudiantes y les escribió cartas de recomendación para sus futuras labores profesionales después de su
muerte.
Ben confesó en una entrevista que no temía la muerte, pero culpaba al cáncer de haber matado su curiosidad,
de haber imposibilitado contratar más personal en su grupo y ampliar la investigación. Nadie mejor que él
para despedir su biografía:
«Viví mi vida en mis propios términos: quise cambiar mi sexo y lo hice. Quise ser un científico y lo fui. Quise
estudiar las células gliales y también lo hice. Me pronuncié por lo que creía y quiero pensar que logré un
impacto o al menos abrí la puerta para que se diera. No me lamento de nada y estoy listo para morir. Tuve una
gran vida». B.B.
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Bibliografía y enlaces de interés:
https://profiles.stanford.edu/ben-barres?tab=bio
https://www.nature.com/articles/d41586-017-08964-1
https://www.nytimes.com/2006/07/18/science/18conv.html
https://www.youtube.com/watch?v=uau77VmPqqg
https://www.youtube.com/playlist?list=PLVV0r6CmEsFz74WZPchYPmr9l5oSBLAAR
https://www.nature.com/news/stop-blocking-postdocs-paths-to-success-1.22515
https://www.nature.com/scitable/content/does-gender-matter-by-ben-a-barres-10602856
https://losmundosdebrana.com/2018/06/20/ben-a-barres-genialidad-y-compromiso/
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Límites
Jorge Luis Borges
De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido
a quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.
Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?
Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.
Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.
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Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifronte, Jano*.
Hay, entre todas tus memorias, una
que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.
No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.
¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino*.
Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son lo que me ha querido y olvidado;
espacio, tiempo y Borges ya me dejan.
(1960)
* Cuadrifonte Jano: En la antigua mitología romana, Jano es el dios de los comienzos, las transiciones,
las puertas y el tiempo. Usualmente se representa con dos caras, una mirando al futuro y la otra al
pasado. En este caso, Borges usa el término "cuadrifronte" (cuatro frentes) para describirnos un Jano
con cuatro caras.
* Latino: Se refiere a los romanos en la toma y destrucción del imperio cartaginés.
El otro, el mismo (1964)
https://www.poeticous.com/borges/limites?locale=es
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Marcelo Birmajer: "Se subestima el papel que juega la libertad en el sistema político argentino"
Con dos nuevos libros en su haber, el escritor arremete contra las categorías de izquierda y derecha, y
asegura que los "falsos progresismos" se contradicen con la defensa de las sociedades abiertas Crédito:
DIEGO SPIVACOW / AFV
Daniel Gigena
Autor de más de treinta novelas para adultos y jóvenes, guionista, columnista en medios gráficos y,
desde 2017, Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura porteña, Marcelo Birmajer sumó
este año dos nuevos títulos a su obra. En El rescate del Mesías (Sudamericana), cuenta la historia de un
cómico judío durante los turbulentos meses de 1973. Sin adecuarse al clima de la época, José Mifkad, el
protagonista de la novela, cuestiona la acción y la ideología de los grupos guerrilleros argentinos, que se
adentran en un propósito tan mesiánico como patético. Y en Escape a la India (Santillana), su nueva
ficción para el público juvenil, sigue los pasos de Azadi, una vaca patagónica que debe huir para
escapar de los peligros que la acechan en territorios carnívoros. En 2004, Birmajer recibió el premio
Konex como uno de los cinco mejores escritores en el rubro de literatura juvenil. Guionista junto con el
director Daniel Burman del film El abrazo partido, actualmente trabaja en la versión cinematográfica
de Escape a la India con Juan José Campanella, Cris Morena y Gastón Gorali.
Este año, con la publicación de uno de los cuentos que integra Historias de hombres casados al japonés y
de El club de las necrológicas al estonio, la obra de Birmajer, sólida, entretenida e idiosincrásica, parece
haber alcanzado mayor reconocimiento. En sus columnas semanales para el diario Clarín, que publica
en forma regular desde hace siete años, polemiza sobre temas culturales, sociales y políticos. Es
protagonista, además, de un espectáculo de stand up. En Birmajer se hace cuento en vivo, narra sus
textos acompañado por el músico Guido Di Carlo. De regreso de Tallin, la capital de Estonia, donde fue
a presentar la traducción de su novela El club de las necrológicas en un festival de literatura, conversó
con la nacion sobre asuntos culturales, personales y políticos.
¿No participás tanto de festivales y delegaciones oficiales de la Argentina o me equivoco?
Entre los 30 y los 40 años viajaba una o dos veces por año en representación del país. Pero hubo una
interrupción brusca en 2011 y eso sigue en la actualidad. Comenzó durante el kirchnerismo, cuando
hice un comentario crítico sobre el gobierno. Me contrataban para el programa Café Cultura, y
recorría el país hablando de mis libros en escuelas rurales y barrios. Era un programa del Ministerio
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de Cultura de Nación. Había criticado al kirchnerismo cuando Hugo Moyano bloqueó las plantas de
Clarín y La Nación. Al día siguiente me llamaron de Café Cultura para avisarme que prescindían de
mis servicios. Desde ese momento hasta hoy, las invitaciones oficiales se redujeron prácticamente a
cero.
¿Vos lo atribuís a un motivo político?
Sí, no tengo ninguna duda.
¿Creés que sos considerado un escritor de derecha?
No creo en las categorías de izquierda y derecha. En 2012, escribí una nota titulada "Izquierda y
derecha, categorías caducas", donde decía que si la izquierda era la República Islámica de Irán,
Venezuela o Corea del Norte, donde se asesina a homosexuales por ser homosexuales y se persigue a las
mujeres, donde se oprime a los opositores y no hay libertad de expresión, entonces la categoría de
izquierda no tiene sentido. Cuando León Trotsky era equidistante del fascismo o el nazismo y las
democracias occidentales, ¿era de izquierda? Era equidistante en una batalla determinante, en la
batalla definitiva entre la libertad y la oscuridad. ¿Winston Churchill, que fue el único que resistió al
nazismo hasta el año 41, era la "derecha"? Son falsas categorías, generalmente usadas por la propia
izquierda para vivir sin trabajar y sin culpa. Los de derecha son los que quieren trabajar o los que
reconocen que si vos no labrás la tierra o no tenés una buena idea o algún tipo de sapiencia laboral,
estás condenado al hambre. Y los de izquierda vendrían a ser los que todavía creen que vivimos en el
paraíso, y que podemos vivir sin trabajar, sin que se nos ocurra nada creativo. Eso aparece en El
rescate del Mesías.
¿O sea que coincidís con el protagonista de la novela?
En la parte política, sí. Es lo que dice él en un momento: "La vida es injusta. Ningún partido, por
poderoso que sea, puede modificar este hecho". A lo que me refiero es que no hay un poder omnímodo
y oculto que trate de hacernos la vida más difícil. La vida es difícil. Tenemos que ser realmente muy
creativos para sobrevivir. No solo por nuestro natural egoísmo, sino también porque la naturaleza está
en contra de nosotros.
¿Entonces sugerís que el mundo intelectual de la Argentina piensa con categorías viejas?
Por supuesto. El discurso académico de ciencias sociales, no solo en la Argentina, sino también en
Inglaterra y Estados Unidos, es progresista. Y al progresismo lo incluyo dentro de la falsa categoría de
izquierda. El falso progresismo que, repito, prefiere los regímenes totalitarios y opresores, y no los
regímenes que defienden las libertades públicas.
Respecto de El rescate del Mesías, ¿por qué elegiste 1973 como el momento en que transcurren las
desventuras del joven comediante judío?
Hay un elemento tautológico y, con perdón de la palabra, inefable, que a mí me apasiona en los años 70,
muy especialmente en la Argentina, pero también en otros países, y son los movimientos guerrilleros.
Me interesan mucho más que los partisanos antifascistas italianos, a los que les encuentro una
justificación. Es interesante porque en los partisanos o la resistencia coincidían los comunistas y
anticomunistas para luchar contra el nazismo y el fascismo. Pero los movimientos armados
psicopáticos, que buscaban una violencia enfermiza sin razones que los justificaran, me resultan
apasionantes. Cada vez que veo un libro sobre ERP o Montoneros, lo compro. El 73 en la Argentina es
el año clave, porque es el retorno de Perón y la caída de toda legitimidad por parte de Montoneros.
Perón llega a Ezeiza y ese mismo día los manda matar, injustificadamente. De la lectura de los
acontecimientos hay algunos críticos que dicen que los montoneros provocaron, pero de mi lectura de
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los hechos, la masacre que se cometió contra ese grupo fue totalmente injustificada. Los asesinaron a
mansalva, sin que hubieran cometido ningún acto en contra del líder. Esa es mi visión. A partir de ahí,
Montoneros pierde la legitimidad, porque no se puede decir que están muriendo por Perón porque
Perón es el que los quiere matar. Tampoco se puede decir que representa la voluntad de Perón, porque
Perón ya les dijo que no tienen nada que hacer en su movimiento, salvo doblegarse. Ahí es cuando los
grupos armados se vuelven patéticos sin dejar de ser trágicos. Todas las circunstancias de esos años son
ridículas sin dejar de ser trágicas. Qué más se le puede pedir a la literatura, y sobre todo a un autor que
nació en el país cuando esos sucesos ocurrían. En 1973 yo tenía siete años.
Sin embargo, la novela es una comedia, con un trasfondo sombrío y violento.
Es una tragicomedia. Creo que todos los chistes que no se le ocurren al comediante están puestos para
narrar la novela. Mifkad sufre un año de sequía creativa, pero está contando todo el tiempo chistes al
lector, chistes que no le puede contar a su público, porque no los entendería. Diría que hay dos autores
muy influyentes para mí: Isaac Bashevis Singer y Philip Roth. Singer trató el tema de la Shoá en clave
de tragicomedia y Roth trata la mayoría de las tragedias del siglo XX en tono de comedia. Agregaría a
Adolfo Bioy Casares, porque Bioy ha tratado la tragedia del amor en tono de comedia. Son tres de mis
maestros, que me han enseñado a ver lo ridículo incluso en la tragedia. Es lo que les falta a los griegos:
el sentido del ridículo.
¿Dirías que ese es un atributo de la cultura judía?
Judía, pero también porteña, porque lo tenemos en Bioy y lo tenemos en Borges. Ellos desarrollan lo
ridículo en un contexto trágico, como en "La fiesta del monstruo" y en los cuentos de Bustos Domecq.
¿Y cuál sería el rasgo mesiánico?
Hay dos elementos: uno se vincula a la trama de la historia y es que los montoneros deciden secuestrar
al Mesías. En medio de esa decisión grandilocuente y ridícula, hay algo de metafórico. Había muchos
judíos en Montoneros y algunos otros en el ERP. Si vemos el número de forma absoluta eran pocos,
pero si lo comparamos con la población judía en la Argentina, eran bastantes. Pienso que ahí estaba el
afán mesiánico pervertido. Marx recupera el afán mesiánico, que tiene que ser metafísico, e intenta
retorcerlo hasta hacerlo materialista: el afán de un mundo justo y sin conflictos. Hasta ahora creo que
los seres humanos hemos descubierto que no se puede vivir sin conflictos. Que hay que resolverlos a
diario, pero que la eliminación del conflicto implica la eliminación del otro, y eso es lo que propone el
marxismo respecto de las clases sociales: eliminar al otro. Sin mencionar los párrafos que le dedica a los
judíos en El Capital...
¿Querés decir que cierta izquierda es antisemita?
Antijudía. Marx identifica el capital como algo maligno de los judíos. Y eso lo va a retomar Martin
Heidegger, que termina afiliándose al partido nazi. Todavía hay una línea que sigue de Heidegger,
continúa en Michel Foucault y llega hasta nuestros días en la llamada "nueva izquierda". El
antijudaísmo contemporáneo es el intento de deslegitimación de Israel y la nueva izquierda ha
ahondado en ese tema hasta el hartazgo.
¿Incluso con la defensa del pueblo palestino?
Es más un ataque a Israel que una defensa de Palestina, porque yo defiendo la necesidad de un Estado
palestino y estoy convencido de que hay que garantizar la vida y la libertad del pueblo palestino. Pero
la nueva izquierda apoya a Hamás y a los grupos terroristas palestinos, no al pueblo palestino.
¿Cómo ves la evolución de la violencia política en la Argentina?
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Desde 1983 hemos aprendido a no matarnos por diferencias políticas, salvo tragedias excepcionales.
Hubo momentos trágicos como La Tablada, el asesinato de Mariano Ferreyra, la represión policial en
2001, pero fueron investigados y sancionados. Ningún país democrático está exento de esas tragedias,
pero ya no está la idea de exterminar al otro para tomar el poder. La "grieta" me parece
ontológicamente distinta de la lucha armada o de la guerra civil argentina. Lo más lejos que llegamos
con la violencia política fue con el kirchnerismo, que reprimía a los que pensaban distinto.
Hubo críticas de distintos sectores.
Fuimos pocos los que alzamos la voz frente a esos atropellos, pero finalmente la mayoría terminó
dándonos la razón. Me parece que a veces se subestima el papel que juega la libertad en el sistema
político argentino; es decir, cuánto amamos los argentinos la libertad. No es cierto que pensemos solo
con el bolsillo, la libertad es un tema central, un eje, y durante el kirchnerismo la libertad estuvo en
peligro. Desde lo que llamamos progresismo no hubo una gran cantidad de voces que se alzara contra
los atropellos que se estaban cometiendo. Podrían haber dicho: "Apoyamos el sistema económico pero
esto nos parece inaceptable". Hubo uno o dos que protestaron, pero en general la dejaban pasar.
Vuelvo a la novela: está dedicada a tu hermano, que falleció hace unos años, en 2015, en un atentado
terrorista en Israel.
Si en algo me cambió la muerte trágica de Eduardo, fue que ahora todo me duele más que antes. Tengo
otro hermano en Estados Unidos, Daniel. Cualquiera que me "googlee" se va a dar cuenta de que yo
digo exactamente lo mismo desde 2001, catorce años antes que asesinaran a mi hermano. Y seguí
diciendo lo mismo después. Mis ideas no devienen de mi tragedia personal. Somos muchos los que
hemos perdido parientes asesinados por el fundamentalismo islámico.
¿El fundamentalismo es uno de los enemigos de la democracia?
El fundamentalismo islámico está protagonizando hoy lo que fue el nazismo en la primera mitad del
siglo XX: el ataque contra las libertades públicas. Me preocupa que haya una falta de señalamiento del
problema. Hay más trabajo en seguridad que en política. Y el trabajo político es fundamental.
¿En qué consiste ese trabajo?
Los intelectuales de la sociedad occidental, los cineastas y los políticos tendrían que decir con toda
claridad que el gran enemigo de la sociedad abierta es el fundamentalismo islámico. Los pocos líderes
que lo dicen son considerados reaccionarios. Nicolas Sarkozy, por ejemplo, fue uno de los pocos que lo
expuso con claridad. Nosotros, que fuimos de los países más atacados de Latinoamérica y del mundo,
deberíamos tener claro eso.
https://www.lanacion.com.ar/2146220-marcelo-birmajer-se-subestima-el-papel-que-juega-la-libertad-
en-el-sistema-politico-argentino
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Podcast CB S&R 168: Ratas, Móviles y ¿Cáncer?; Enzima Rubisco; Agujeros Negros; y más
Francisco R. Villatoro
He participado en la primera hora del episodio 168 del podcast Coffee Break: Señal y Ruido[iVoox, iTunes],
titulado “Ratas, Móviles y ¿Cáncer?; Estrella de Tabby; Agujeros Negros que se comen estrellas; Enzima
Rubisco”, 21 Jun 2018. “La tertulia semanal ha repasado las últimas noticias de la actualidad científica”.
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En la foto, abajo, Héctor Socas Navarro @hsocasnavarro (@pcoffeebreak) y Marian Martínez @79ronja, y
arriba, Sara Robisco Cavite @SaraRC83 (por videoconferencia) y Francis Villatoro @emulenews (por
videoconferencia). “Todos los comentarios vertidos durante la tertulia representan únicamente la opinión de
quien los hace… y a veces ni eso. CB:SyR es una colaboración entre el Área de Investigación y la Unidad de
Comunicación y Cultura Científica (UC3) del Instituto de Astrofísica de Canarias”.
.
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– ¿La tontería del día? Cantar con pasión el himno nacional aumenta las probabilidades de ganar (encajar
menos goles) en el partidos de fútbol (según un estudio de los 51 partidos de la UEFA Euro 2016). El artículo
es Matthew J. Slater, S. Alexander Haslam, Niklas K. Steffens, “Singing it for “us”: Team passion displayed
during national anthems is associated with subsequent success,” European Journal of Sport Science 18: 541-
549 (05 Feb 2018), doi: 10.1080/17461391.2018.1431311. Se ha hecho eco reciente Jane Dalton, “Footballers
who sing national anthem with passion more likely to win matches, study finds,” The Independent, 09 Jun
2018.
– Presentaciones sobre la Estrella de Tabby en la AAS en Denver (3-7 Jun 2018). Héctor se hace eco de
la rueda de prensa Stars that Make You Say “WTF?” el 5 de junio en el 232nd American Astronomical
Society (AAS) Meeting. En ella dos estudiantes de bachillerato de la escuela privada Thacher School, Ojai,
California, presentaron su trabajo observacional sobre la estrella KIC 8462852. La escuela dispone de un buen
observatorio astronómico (Thatcher Observatory) que se ha usado desde abril de 2017 para observar esta
polémica estrella. Yao Yin y Alejandro Wilcox presentaron su análisis fotométrico, que incluye la
confirmación de la dependencia con la frecuencia de las caídas (dips) de luminosidad, lo que apoya la
hipótesis de que el polvo interestelar es responsable de las observaciones. Tras su charla, Eva Bodman,
postdoc en la Universidad del Estado de Arizona, presentó sus resultados profesionales sobre las caídas de
luminosidad llamadas Elsie, Celeste, Skara Brae y Angkor. Sus resultados ratifican las conclusiones de los
dos jóvenes estudiantes. El vídeo se puede disfrutar en formato MP4 en AAS232Press. Más información en
Eric Mack, “Dust, not alien megastructures, likely behind weird dimming of ‘Tabby’s Star’,” c|net, 05 Jun
2018, y en Susanna Kohler, “AAS 232: Day 2,” AAS News, 06 Jun 2018.
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– Sobre ratas, móviles y cáncer. La incidencia del cáncer en la cabeza se ha mantenido constante desde 1977
a 2006, mientras el número de personas que disponen de teléfono móvil y/o wifi en casa ha crecido de forma
exponencial (Peter D. Inskip, Robert N. Hoover, Susan S. Devesa, “Brain cancer incidence trends in relation
to cellular telephone use in the United States,” Neuro Oncol. 12: 1147–1151 (2010),
doi: 10.1093/neuonc/noq077). Por tanto, parece imposible que haya una correlación entre ambos. Sin
embargo, varios estudios apuntan en dicha dirección (la mayoría bien financiados y buscando eco mediático).
Héctor contesta a varios oyentes que preguntan por un estudio aparecido en bioRxiv el 26 de mayo de 2016,
cuya versión con comentarios de los revisores apareció el 01 de febrero de 2018, y que ahora ha sido foco de
atención de algunos medios. El estudio ha sido realizado en ratas por el U.S. National Toxicology
Program (NTP). Sus conclusiones son estadísticamente poco significativas y su metodología es bastante
discutible, por ello aún no ha sido publicado en ninguna revista con revisión por pares (aunque han aparecido
varios artículos en dichas revistas que lo citan, uno de ellos podría ser la causa del reciente revuelo, en
concreto, Martin L.Pall, “Wi-Fi is an important threat to human health,” Environmental Research 164: 405-
416 (2018), doi: 10.1016/j.envres.2018.01.035).
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Héctor aclara que “lo primero es que no hay que confundir “un estudio” con “la verdad”. En ciencia se hacen
muchos estudios y algunos están mal. [Por] eso los experimentos los tienen que repetir otros grupos y
verificar” sus resultados. “El efecto que afirman detectar es minúsculo [y] solo aparece en el grupo de machos
(¡sospechoso!). [Cómo] será la cosa que les sale que los ratones de control (los no expuestos a las ondas)
tienen menos probabilidad de supervivencia después de dos años. [Se] podría haber titulado “las ondas de los
móviles alargan la vida de las ratas” :D. [La] polución mata 8 millones de personas cada año. El cáncer de
pulmón es el único que está aumentando debido al aumento de contaminación en nuestras ciudades. No veo a
nadie pidiendo que se prohíban los coches en su barrio para proteger la salud de nuestros hijos. Tampoco veo
a nadie pedir que se prohíba a los niños ir a la playa. Y sabemos que el sol sí da cáncer [de piel]. Y mucho”.
Este documento de Héctor está en Google Docs.
Los interesado en leer el informe de la NTP y los comentarios de sus revisores, disfrutarán de Michael Wyde,
Mark Cesta, …, John Bucher, “Report of Partial findings from the National Toxicology Program
Carcinogenesis Studies of Cell Phone Radiofrequency Radiation in Hsd: Sprague Dawley® SD rats (Whole
Body Exposure),” bioRxiv (01 Feb 2018), doi: 10.1101/055699 (el informe son 40 páginas, pero el
documento tiene 87 páginas, es decir, más páginas de comentarios de los revisores que critican el estudio que
a favor de sus conclusiones).
– La enzima rubisco nos cuesta el 50% de las cosechas mundiales. Sara Robisco, conocida como La
Enzima Inquieta en Twitter, nos ha hablado de la proteína RuBisCO (ribulosa-1,5-bisfosfato
carboxilasa/oxigenasa). Esta enzima que se encuentra en los cloroplastos interviene en la fijación del CO2
durante el día (de ahí que sea una carboxilasa) y en la fotorrespiración durante la noche (de ahí que sea una
oxigenasa). Considerada la enzima proteica más abundante en la biosfera, ha sido noticia en muchos medios
gracias a un reciente artículo de la bióloga venezolana Patricia López Calcagno, Universidad de Essex (Reino
Unido) sobre plantas de tabaco genéticamente modificadas. Durante el día, RuBisCo a veces reacciona con el
oxígeno, produciendo en los cloroplastos de la planta compuestos tóxicos que deben ser reciclados por un
complejo proteico (formado por las proteínas H, P, T y L).
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Una modificación genética que afecta a la expresión de la proteína H mejora el mecanismo de reciclaje de los
errores de RuBisCO y aumenta la producción de biomasa de la planta de tabaco entre un 27% y un 47%. Esta
modificación genética, aún en los laboratorios de investigación, podría aumentar los rendimientos de los
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principales cultivos alimentarios en casi un 50%. Por supuesto, el rechazo de la opinión pública a los
alimentos transgénicos pone trabas al desarrollo de este avance biotecnológico. El artículo es Patricia E.
Lopez‐Calcagno, Stuart Fisk, …, Christine A. Raines, “Overexpressing the H‐protein of the glycine cleavage
system increases biomass yield in glasshouse and field grown transgenic tobacco plants,” Plant Biotechnology
Journal (31 May 2018), doi: 10.1111/pbi.12953. Más información en Manuel Ansede, “Arreglar las pifias de
la proteína más abundante del mundo aumenta un 50% las cosechas,” El País, 31 May 2018.
– Agujero negro supermasivo se traga una estrella. Se ha observado por primera vez el chorro de materia
emitido tras la interacción entre una estrella y un agujero negro supermasivo. Se estima que la mitad de la
masa de la estrella ha entrado dentro del horizonte de sucesos y la otra mitad ha sido expulsada en forma de
chorro con un ángulo entre 25º y 35º respecto al disco toroidal de acreción que rodea al agujero negro (como
núcleo galáctico activo o AGN su chorro asociado debe tener un ángulo entre 75º y 90º). El programa incluye
una entrevista con uno de los autores principales de este estudio publicado en Science.
El artículo es S. Mattila, M. Pérez-Torres, …, G. Östlin, “A dust-enshrouded tidal disruption event with a
resolved radio jet in a galaxy merger,” Science (14 Jun 2018),
doi: 10.1126/science.aao4669 [link], arXiv:1806.05717 [astro-ph.GA]. Un punto clave en el análisis de las
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observaciones ha sido el artículo de un coffeebreaker, A. Alonso-Herrero, …, A. Asensio Ramos, R. E.
Mason, “Uncovering the deeply embedded active galactic nucleus activity in the nuclear regions of the
interacting galaxy Arp 299,” The Astrophysical Journal Letters 779: L14 (2013), doi: 10.1088/2041-
8205/779/1/L14. Más información divulgativa en Camille M. Carlisle, “Black Hole Destroys Star and Shoots
Jet,” Sky & Telescope, 14 Jun 2018; “Astronomers See Distant Eruption as Black Hole Destroys
Star,” NRAO, News Release, 14 Jun 2018; “Astronomers See Distant Eruption as Black Hole Destroys
Star,” JPL News, 15 Jun 2018.
¡Qué disfrutes del podcast!
http://francis.naukas.com/2018/06/22/podcast-cb-sr-168-ratas-moviles-y-cancer-enzima-rubisco-agujeros-
negros-y-
mas/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+naukas%2Ffrancis+%28La+
Ciencia+de+la+Mula+Francis%29
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Lejos y solas
'El ojo del cielo', de Manuel Gutiérrez Aragón, contiene un plural haz de historias de soledad y lejanías
que en su conjunto dibujan la lucha por la vida
ANA RODRÍGUEZ FISCHER
Ampliar fotoPuerto de las Machorras (Cantabria). GETTY IMAGES
En la literatura de viajes y las novelas de costumbres realistas abundan los cuadros atentos a dibujar
formas de vida propias de etnias arcaicas, como los maragatos leoneses o los pasiegos del Valle del Pas
(Cantabria), y especialmente las pasiegas, célebres por su bravura y su osadía en el “comercio”. Aquí
sitúa Manuel Gutiérrez Aragón El ojo del cielo, título que procede de una canción de Alan Parsons —“I
am the eye in the sky, looking at you…”—, y que alude a la esfera del radar de un cuartel de la OTAN,
que, a modo de un panóptico, domina el trasiego cotidiano de Margarita y sus tres hijas: Valen, la
mayor, que mantiene una relación con el profesor y periodistas local Ludi Pelayo, una joven resuelta
que en gran medida sostiene aquel entramado; Bel, todavía estudiante en el instituto, que pugna por
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abrirse camino también en el plano erótico-sentimental; y la pequeña Clara, muy recluida y protegida
debido a su discapacidad psíquica.
Abandonadas a su suerte por el marido y el padre, un afamado heladero, y obligadas a marcharse a la
cabaña de verano en pleno invierno de 2008, tras quedar su casa en poder de una entidad bancaria, el
ámbito doméstico y la intrahistoria dominan una narración que va abriéndose al marco exterior a
partir de las menudencias cotidianas y de los problemas del día a día.Y así, la acción y la escena
dramatizada dominan el relato, en cuyo segundo plano, junto a los personajes representativos del
entorno social, destacan el sempiterno estudiante de veterinaria, Macho Sañudo, que además de
atender a oscuros negocios, está enfrascado en una gran obra antropológica sobre los habitantes de los
valles. Y Abderramán, mucho más que el peón contratado para las faenas, pues se revela un estupendo
fabulador para la pequeña Clara (mediante un mecanismo que recuerda al que urdió Juan Marsé en El
embrujo de Shanghái).
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Ambos son dos personajes que alteran este marco natural o realista que por momentos adquiere
tonalidades muy variadas, que van de lo fantástico a lo grotesco. La pluralidad de narradores es otro
mecanismo que contribuye a ampliar las lindes de lo real, llevando la historia en algunos de sus tramos
a ámbitos más íntimos y por momentos oníricos. El ojo del cielo contiene un plural haz de historias de
soledad y lejanías que en su conjunto dibujan la lucha por la vida, llevando al presente ecos de épocas
remotas.
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Autor: Manuel Gutiérrez Aragón.
Editorial: Anagrama (2018).
Formato: tapa blanda (176 páginas).
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Con pasta de escritora
"Los sorrentinos" recupera la historia de una receta familiar, junto con un habla y una época
particulares.
Virginia Higa. Publicó relatos y reseñas en antologías y medios digitales. "Los sorrentinos" es su
primera novela.
Los sorrentinos son una pasta redonda, rellena, sin el borde de masa de los panzotti, ni el relleno de
carne de los agnolotti, ni lleva ricota como los capeletti. Los sorrentinos es, también, la primera novela
de Virginia Higa, que narra la historia de este invento argentino, de su creador, Humberto Vespolini,
de su familia emigrada desde Nápoles a Mar del Plata y del mítico restaurante Trattoria Napolitana,
uno de los primeros de su especie en abrir sus puertas, antes de que la ciudad se convirtiera en centro
turístico de gran afluencia.
Con prosa encantadora y a la vez melancólica, Higa nos conduce, como si se tratara de un documental a
través de capítulos que son como viñetas, por los pasadizos de una novela familiar. Su voz transcurre
como una voz en off cálida, risueña y musical mientras se proyectan las imágenes y hace avanzar el
relato a través de anécdotas protagonizadas por los miembros de la familia del Chiche, alma mater de
la trattoria, y sus cuatro hermanos mayores. Desde el mítico origen de la receta y sus variaciones
subsiguientes, consideradas sacrílegas por los fundadores del restaurante, hasta las rencillas entre los
propios miembros de la familia, que se disputan el poder en el corazón mismo de su fuerza –la cocina–,
hasta la competencia con las demás cantinas que, con el tiempo, se van instalando en la ciudad
balnearia. Hay historias de amor y de venganza, de traición, enfermedad, locura y muerte, y hasta de
fantasmas y exorcismos.
En el epígrafe que antecede al relato, Higa cita una frase de Natalia Ginzburg, de su libro Léxico
familiar: “Esas frases son nuestro latín”. Y a partir de ahí se cifra una de las claves de lectura de esta
novela, que la atraviesa transversalmente: no se trata, solo, de la historia de una familia a través de las
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anécdotas protagonizadas por sus miembros, sino también de la historia de la constitución de un
lenguaje, del modo en que la construcción de un habla particular configura a los sujetos que integran
una comunidad y del poder de las palabras.
Si el Chiche es un gran personaje, si podemos verlo moviéndose por entre las mesas de la trattoria,
dando indicaciones a los empleados, discutiendo, o bromeando, es porque lo escuchamos hablar de un
modo singular con palabras reinventadas, asociaciones libres devenidas del italiano y adaptadas al
castellano, y porque con el hábil manejo de las tanzas que lo sujetan la narradora consigue que su
personaje adquiera vida propia, como en este pasaje: “–Yo podría haber sido un bolchevique –solía
decir Ernesto, sentado a la mesa familiar de la trattoria, porque le gustaba darse aires con la historia
del escritor famoso que lo había querido adoptar y remojaba el pan en la salsa de los sorrentinos.
”–¡Boh! –exclamaba el Chiche con una mueca de rechazo–. El realismo socialista… qué literatura para
chinasos”.
La novela de Virginia Higa puede leerse con la fluidez con que se mira una comedia napolitana en el
cine. Y en apariencia podría parecer tan liviana como la masa de los sorrentinos, pero el lector atento
puede encontrar, si quiere, un sustrato más denso que le da su particular consistencia.
Los sorrentinos, Virginia Higa. Sigilo, 152 págs.
https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/pasta-escritora_0_SyGX35FW7.html
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La niña santa
Extravagante cruce entre la tradición operística del musical europeo y la comedia más extraña que pueda
imaginarse, Jeannette, la infancia de Juana de Arco es la particular visión sobre los primeros años de la
doncella de Orleáns de Bruno Dumont, un director obsesionado por temas espirituales. Al ritmo del heavy
metal, Dumont desacraliza no sólo a la mártir medieval sino también a la heroína del mito que forjó el cine.
Por Paula Vázquez Prieto
Carl Theodor Dreyer consagró la pasión, Robert Bresson diseccionó el proceso. Por encima de todas las
versiones que se han filmado sobre la figura de Juana de Arco, esas dos miradas opuestas y complementarias
sellaron el mito del final, el de la hoguera y la santidad. La pasión de Juana de Arco (1928) de Dreyer fijó
para siempre el rostro sufriente de la Falconetti, su expresión descarnada en primer plano mirando a sus
infames verdugos; en El proceso de Juana de Arco (1962), el juicio filmado por Bresson exhibió las cadenas
como la fría representación del poder inhumano de una ley injusta. El calvario final de Juana, concentrado en
las lágrimas y los contrapicados inmortalizados por Dreyer, o en la silueta cabizbaja de Florence Carrez
caminando hacia la pira desnuda de la puesta de Bresson, fue el corazón de la historia de la santa. Demasiado
joven para el calvario de una adulta, demasiado grande para un cuerpo reducido a cenizas.
Nadie mejor que Bruno Dumont para desacralizar aquella mártir medieval y heroína del mito que forjó el
cine. Nada mejor que su irreverencia formal en esta aproximación delirante y arrebatada sobre la infancia y
adolescencia de una Juana de Arco pastoral y cantante, mezcla de ninfa y hechicera al ritmo del más furioso
heavy metal. Jeannette, la infancia de Juana de Arco sigue los pasos de la pequeña Juana en su recorrido
ecléctico por la campiña, en sus rezos teñidos de visiones místicas, en su deseo temprano de sumergirse en el
campo de batalla. Si Bresson fundamentó su historia en un seguimiento documental de las actas del proceso
de la doncella de Orlénas, Dumont se inspiró en la ardiente obra del católico Charles Péguy, El misterio de la
caridad de Juana de Arco (1910), emblema del tiempo místico de su conversión, impregnada de un aura de
extraño misterio. El director combina el aparente origen de la santidad y el enigma sobre las visiones divinas
con la música experimental de Gautier Serre (conocido como Igorrr) y el sonido envolvente de las estridentes
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guitarras, marco imprescindible de su relato y principal sostén del uso de las claves del musical como artificio
para acercarse a la Historia.
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Extravagante cruce entre la tradición operística del musical europeo y la comedia más extrañada que pueda
imaginarse, el tono de Jeannette, la infancia de Juana de Arco se aleja de cualquier biopic, por más audaz que
pueda pensarse, y elige ese tiempo de la infancia para asumir la contradicción entre la verdad y el mito desde
la óptica de los cuentos de hadas. “El musical funciona como el humor burlesco de la película: elige un
camino que es paralelo a la psicología y al naturalismo, y que permite la transfiguración de lo real. En un
musical los personajes cantan para expresar sus sentimientos; hablan de la realidad pero no a través de los
caminos de la realidad, no a través de los diálogos o del realismo psicológico, sino a través de las canciones”,
cuenta Dumont en una extensa entrevista con el sitio canadiense Seventh Row.
Casi evocando los escenarios teatrales de los primeros musicales de opereta filmados desde el proscenio,
Dumont concibe los fondos naturales de la campiña y las montañas como espacios abstractos, en los que las
mínimas acciones dejan el protagonismo a la lírica. No hay voces perfectas ni música clásica; el uso estridente
del folk metalero y las coreografías de Philippe Decouflé y Clémence Galliard sostienen los elementos del
género por encima de cualquier carnadura real y así aspiran a despertar en el espectador la conciencia de que
la historia de Juana, desde el bosque hasta el cadalso, le pertenece al territorio de la fábula. “Al combinar el
texto de un autor bastante sofisticado como Peguy con heavy metal, cantantes amateurs y niñas pequeñas,
quería crear una fusión a partir de ingredientes dispares que le otorgara a la historia un tono más animado”. El
sutil surrealismo que propone la mirada de Dumont permite abordar cualquier trazo de tragedia con una
impronta distanciada que no le quita peso sino sentimentalismo.
Pese a los ecos que puedan percibirse de las radicales apuestas de Straub-Huillet, Dumont no pierde de vista
el andamiaje de la ficción como modo de acercamiento a aquel sentimiento que late debajo de la superficie de
su película. Dos monjas gemelas aparecen en una danza geométrica para ofrecer a nuestra solitaria heroína
unos centavos que mitiguen su pobreza, frases de un nacionalismo ambiguo presiden la defensa de Francia
frente a la amenaza inglesa, tres santos que levitan condensan la incendiaria fe de Juana en su íntima
comunicación con lo divino. Cada uno de estos momentos, etéreos y divertidos, combinan la fascinación por
los rostros que Dumont ya había manifestado en Hadewijch (2009) y P’tit Quinquin (2014) con una entrada
más profunda en el absurdo. Desarticular cualquier atisbo de solemnidad parece ser el antídoto que elige el
director para evitar convertir a sus películas en cuentos morales. “En una sociedad como la francesa que se
encuentra tan asfixiada por tener los principios y la mentalidad correcta, me interesa adentrarme en zonas
grises, un poco por fuera de ese mandato moral”.
A medida que su historia se acerca a la inminente tragedia de Juana, el juego de Dumont se torna más elíptico
y audaz. Por un lado, acentúa la extravagancia del gesto irónico al ofrecer un personaje como el tío, especie
de bufón medieval que no sabe subirse a un caballo y escapa de la guerra; y por el otro, preserva el fervor del
texto original en clave poética, desplazando el sustrato religioso –clave en las versiones de Dreyer y Bresson–
al territorio artístico. “Cuando abordo la religión en mis películas, hago un esfuerzo por devolvérsela a la
poesía. No soy una persona religiosa pero creo que el poder de la religión radica en la poesía. Me gusta ver
ángeles en los árboles, gente volando, porque creo que esa es la verdadera realidad poética de las cosas, y no
creo que necesariamente le pertenezca a la religión. En cierto modo, la religión nos robó la poesía. En el cine
puedo creer en Dios sin ningún problema. Pero cuando me voy se acabó. Es muy especial como fenómeno
espiritual y estoy convencido que nuestra vida espiritual puede florecer en las artes y en el cine”.
https://www.pagina12.com.ar/123927-la-nina-santa
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Queridos compañeros, así os lo digo: vergüenza.
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Me dais vergüenza, compañeros. Así lo siento.
Hoy vi este cartel en un hipermercado y me ha dejado una terrible sensación de rabia, impotencia y
pena. Otra vez.
¿En qué momento hemos derivado nuestro discurso, nuestra publicidad (que no nuestros alimentos) a ese
absurdo fomento del terror hacia los aditivos?
¿En qué momento pensasteis que era correcto (o ético) dar a entender que un producto peor llamado “natural”
era mejor que uno que también lo es, pero con otros aditivos diferentes?
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¿Por qué renegáis de los compuestos que han conseguido que nuestros alimentos sean más seguros, duren
más, tengan un sabor, un color, una textura correcta durante toda su vida útil?
Si queréis os lo digo yo. Utilizamos aditivos en todos los alimentos, en los buenos y en los malos. En algunos
los hemos usado con el objetivo de hacer creer que el producto es de mejor calidad. Pero antes el consumidor
no miraba. Y ahora mira ¿eh? Ahora pregunta y quiere informarse, pero no siempre encuentra las mejores
fuentes. Y hemos hecho (nosotros, compañeros, no miréis al otro lado) que asocien un producto malo con
que un aditivo es malo. ¡Qué error! Hemos dado pie a bulos quimiofóbicos, hemos facilitado el camino a
quien sabe que el miedo vende.
Y sois tan tontos que, en vez de contestar, en vez de informar, en vez de utilizar materias primas de mejor
calidad y seguir usando los aditivos tan tranquilos, habéis tomado la opción de seguir mintiendo pero desde
el otro lado. Buscáis aditivos “naturales”como si todo, absolutamente todo, no fuera química. Habéis
preferido confundir doblemente al consumidor poniendo nombres que les “suenan” en vez de decir que
tanto los que les suenan como los que no, son perfectamente seguros. Y encima haciendo entender que hay
otras marcas que sí utilizan esos malvados productos.
Era complicado explicar que no podemos poner todos los aditivos en todos los productos que queramos ni
en las dosis que nos venga en gana. Es difícil perder un minuto en decir que cualquier aditivo añadido está
regulado y avalado en dosis indicadas, que son perfectamente seguros y que el objetivo es mejorar o
mantener las características del alimento.
Es más fácil callarnos que el problema es el producto, no el aditivo, ¿verdad? Dejarían de comprarlos.
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Habéis sido listos, no lo puedo negar. La opción más rentable era mantener los productos “malos” con
aditivos (y colores más brillantes) y abrir el mercado a los nuevos productos “SIN”.
Como si pudiéramos mantener exactamente el mismo producto sin añadirle nada. Eso le hacéis creer al
consumidor, compañeros. Pero se va a dar cuenta de que también son aditivos, y ese día ¿qué vais a hacer?
Porque no le estáis diciendo que el producto lleva conservantes que conoce, no, le decís “sin conservantes”,
“sin colorantes artificiales” y todo junto a la palabra “natural”. ¿Qué vais a hacer cuando todos los aditivos
sean “no artificiales” (manda narices) y ya no os diferenciéis del resto con ello? Miedo me da.
Tenéis una responsabilidad con la sociedad. Debéis comunicar e informar al consumidor que todo lo que
se añade a un alimento es seguro. Y lo que se añade a los procesados que no son saludables también lo es, lo
que no es bueno es ese alimento que hemos inventado, no los aditivos.
Y por si fuera poco, como sabéis que el producto no es bueno (porque lo sabemos, no miréis al consumidor),
le añadís algún nutriente que le parezca chulo a quien lo compra (vitaminas, minerales) para que, tantoellos
como vosotros, os sintáis menos mal con el esperpento que habéis ideado. Aquí me dais más vergüenza aún.
¿En qué lugar nos dejáis a los que creemos que los avances en la industria alimentaria mejoran y facilitan el
acceso a alimentos variados y seguros? ¿A los que peleamos cada día por informar de lo que de verdad
hacemos? Queridos compañeros: yo también soy Imperio, pero no soy como vosotros. Y lo peor, las personas
que trabajan para quien decide fomentar esto, estoy segura que tampoco.
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Vergüenza de quimiofobia que hemos creado y que ya os adelanto: pagaremos caro.
http://farmagemma.naukas.com/
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Transforman desperdicio de mango en biopolímero
Por Pablo Miranda Ramírez
Guadalajara, Jalisco. 28 de junio de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- De textura fibrosa y sabor
dulce, el mango es un alimento que alegra los paladares de muchos; no obstante, cuando este no cumple con
los controles de calidad mínimos para su comercialización se convierte en un desecho que puede ser
transformado en celulosa bacteriana, un biomaterial de extraordinaria pureza con aplicaciones potenciales en
salud.
Mayra García Sánchez, estudiante del doctorado en ciencias en procesos biotecnológicos de la Universidad de
Guadalajara (UdeG), trabaja en el desarrollo de un cultivo de bacterias que se alimentan con pulpa de mango.
Una vez que los microorganismos consumen la fruta, producen una capa de celulosa que podría ser útil para el
sector salud, pues el material es biocompatible, no tóxico y económico.
La joven estudiante de la UdeG explica que la idea de utilizar mango para producir celulosa bacteriana surgió
a raíz de observar la problemática de esta fruta y su desperdicio, además, se observó que la cantidad de azúcar
del mango era ideal para alimentar a la bacteria.
“El proyecto consiste en crear un medio de cultivo para una bacteria a partir del desperdicio de mango, con lo
que se reduce alrededor de 65 por ciento el costo de producción de este biopolímero: la celulosa bacteriana”,
detalla.
La científica, quien cursa el doctorado con apoyo de la beca de posgrado del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología (Conacyt), señala que la celulosa tiene distintos usos, pues al ser un material de alta pureza puede
emplearse en el sector salud, además, tiene alta capacidad de retención de fluidos y podría usarse para
tratamientos en la piel.
“Su alta permeabilidad permite que en heridas cutáneas ayude a la regeneración o cicatrización, o como
recubrimiento en úlceras de pie diabético, por ejemplo”. Mayra García menciona que este biopolímero se
puede mezclar con otros compuestos que no sean afines a líquidos para crear nuevos materiales que sí puedan
absorber agua.
Bacterias en el laboratorio
Este biopolímero ya se elabora a nivel laboratorio, asegura la científica, y ya se le aplicaron pruebas
fisicomecánicas y químicas para conocer las propiedades del material. Con base en la observación y análisis
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del compuesto, la joven sostiene que la celulosa bacteriana producida con fuentes de Mayra García Sánchez
es estudiante de doctorado en la Universidad de Guadalajara.mango es igual a sus similares que utilizan otras
fuentes de azúcar.
“En parte es ayudar a que la producción de mango que no se vende tenga una utilidad, y en algún momento
que esta aplicación del desperdicio agroindustrial llegue a beneficiar incluso a los productores y que podamos
usar ese desperdicio a tal escala que todos tengan un beneficio”.
La materia prima para la celulosa es obtenida de sembradíos del municipio de Amatitán, localizado en las
cercanías del pueblo de Tequila. La científica explica que para su proyecto utiliza mango de las variedades
Tommy Atkins y el denominado criollo; sin embargo, prefiere trabajar con la primera variedad debido a la
alta cantidad de azúcar que contiene.
El trabajo de esta científica también implica acudir a las barrancas de Amatitán, donde obtiene el mango,
posteriormente despulpa la fruta para analizar el nivel de azúcar que contiene esta. Una vez que se conoce la
cantidad de azúcar se procede a colocar la bacteria en un cultivo donde se pone la pulpa del mango por unas
semanas.
Luego de que pasa este periodo se obtiene la celulosa bacteriana en forma de membrana; como la finalidad es
darle utilidad médica, se limpia el material para que no contenga residuos y conserve su pureza. Mayra García
Sánchez señala que cuentan con un procedimiento para eliminar cualquier agente que se encuentre en este
biopolímero.
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“Ahora vamos a empezar un proceso de pruebas de biocompatibilidad para la membrana de celulosa
bacteriana. Queremos saber las condiciones in vivo en las que actúa, tenemos pruebas de que la membrana
mezclada con otras matrices poliméricas aumenta la actividad celular en pruebas in vitro”.
El siguiente paso será desarrollar protocolos para que este biopolímero pueda aplicarse en humanos. Mayra
García relata que hay materiales similares que ya se encuentran en el mercado, pero ninguno que esté hecho a
base de un fruta como el mango y que esté disponible a bajo costo.
Apoyo Conacyt
La técnica para elaborar este producto ya cuenta con una solicitud de patente, detalla. Mayra García inició con
este trabajo como estudiante en laboratorios de la UdeG y posteriormente en inMateriis, empresa que
desarrolla tecnología 3D en varios campos de la salud y que ha recibido apoyo del Fondo de Innovación
Tecnológica (FIT) de Conacyt.
Ella menciona que este trabajo es el resultado de una colaboración entre la Universidad de Guadalajara e
inMateriis, y en él participa con los doctores Jorge Ramón Robledo, Yolanda González García e Inés Jiménez
Palomar, quienes fungen como sus directores en esta investigación, un proyecto que aborda como caso de
estudio para obtener el grado de doctora.
La primera parte de su trabajo contempló la factibilidad de elaborar celulosa bacteriana con residuos de
mango, indica Mayra García, pero posteriormente abordará técnicas para manejar este biopolímero y darle
utilidad gracias a tecnología de impresión en 3D.
El proyecto de la científica Manufactura aditiva y aplicación biomédica de celulosa bacteriana obtenida con
nutrientes alternos obtuvo apoyo de Conacyt gracias al Programa de Estímulos a la Innovación (PEI) 2016.
• Mayra García Sánchez
Estudiante del doctorado en ciencias en procesos biotecnológicos de la Universidad de Guadalajara.
http://www.conacytprensa.mx/index.php/tecnologia/biotecnologia/22452-transforman-desperdicio-de-mango-
en-biopolimero
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No me arrepiento de nada
Gioconda Belli
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido:
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio, me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
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me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la “niña buena”, la “mujer decente”
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
—ellas habitando en mí queriendo ser yo misma—
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto
de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora
como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
–en horas de oficina–
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
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con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones
infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.
https://www.poeticous.com/gioconda-belli/no-me-arrepiento-de-nada?lns=b&locale=es
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DIARIOS DE UN JERARCA NAZI
Alfred Rosenberg desde la oscuridad
Tras el hallazgo en 2013 del original de los diarios, un nuevo libro los pone en contexto para su mejor
interpretación.
JUAN DE MARSILIO
Alfred Rosenberg
Alfred Rosenberg (Tallin, 1893–Nüremberg, 1946) fue uno de los principales ideólogos del nazismo. Su
libro El mito del Siglo XX, de 1934, fue considerado, luego de Mi lucha del mismísimo Hitler, la biblia
del nazismo, aunque era mucha lectura para el nazi de a pie. Étnicamente alemán pero nacido en
Estonia cuando aún era posesión rusa, el no haber peleado en la Gran Guerra y las resonancias judías
de su apellido, fueron casusa de que muchos “viejos combatientes” desconfiaran de él. Sin embargo,
haber sido testigo presencial del arranque de la Revolución de Octubre permitió que desde los inicios
de su carrera Hitler lo tomara por un experto sobre el comunismo y la URSS. Llegado el Führer al
poder, fue su delegado para la formación ideológica del Partido y, tras la invasión de la URSS, fue
nombrado Ministro del Reich para los Territorios ocupados del Este. Su aporte teórico y práctico al
régimen nazi le valió la horca en los juicios de Nüremberg.
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Motiva la publicación de este libro el hallazgo en 2013 del “Diario de Rosenberg”, perdido desde 1949.
Robert K. Wittman, ex agente del FBI especializado en recuperación de bienes culturales robados, ya
en retiro y como consultor privado, tuvo un papel importante en la recuperación de estos papeles, por
lo que se le acredita autoría. David Kinney, periodista ganador del Premio Pulitzer, es responsable de
la escritura del libro, más destinado al lector aficionado a la historia que a los profesionales del rubro.
Su trabajo es solvente y ameno, con escasos errores, aunque uno de ellos, acaso debido a la traducción,
es gravísimo: cifra la cantidad de aviones alemanes al invadir la URSS en casi trescientos mil, cuando
eran cien veces menos.
Como estudio sobre el nazismo, este libro ilustra sobre la endeblez cultural y teórica del régimen y las
luchas intestinas entre sus jerarcas, fomentada por el propio Hitler, para tener a raya a sus secuaces.
En el terreno cultural, Rosenberg tendría constantes contiendas de competencias con Joseph Goebbels,
Ministro de Propaganda del Reich. Con el Mariscal Göring chocaría en la competencia por la
expropiación de obras de arte y la administración económica de los Territorios del Este. En cuanto a la
política judía en esos territorios, chocaría con Heinrich Himmler, líder de las SS, aunque no porque se
opusiese a la eliminación de los judíos, sino por discrepancias en cuanto al modo. Ante el avance ruso,
durante los últimos meses de la guerra perdió casi todo poder e influencia.
También importa la semblanza de Robert Kemper, abogado judío alemán nacionalizado
norteamericano, que formó parte de la fiscalía en Nüremberg y sustrajo enorme cantidad de
documentos históricos, incluidos los diarios de Rosenberg. Este hombre combinó un sincero
antinazismo con una casi total falta de escrúpulos a la hora de promover su carrera profesional y
económica, tanto en la Alemania de entreguerras como en los EE.UU. y, luego de caído el Reich, de
nuevo en Alemania como representante legal de damnificados, judíos o no, y publicando libros sobre el
tema, valiéndose de los documentos que retuvo y cuyo acceso vedó a otros historiadores.
Los diarios ya se habían publicado en edición a cargo de Jurgen Matthäus y Frank Bajohr. Hay
traducción al español (Alfred Rosenberg. Diarios 1934–1944, Crítica, 2015).
EL DIARIO DEL DIABLO (ALFRED ROSENBERG Y LOS SECRETOS ROBADOS DEL TERCER
REICH), de Robert K. Wittman y David Kinney. Ediciones Aguilar, 2017. Buenos Aires. 450 págs.
Distribuye Penguin Random House.
https://www.elpais.com.uy/cultural/alfred-rosenberg-oscuridad.html
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Anticipo de dos relatos inéditos
Fogwill sigue contando el cuento
Memoria romana es un libro de piezas inéditas del gran narrador argentino, fallecido en 2010.
Adelantamos un texto sobre sus antepasados y un diario escrito durante Malvinas que publicará Blatt
& Ríos.
Así como al recordar mi rama materna italiana –aún hoy, pasados treinta y cinco años– siento el olor
del cuero de Rusia de los libros de misa, ecos de discusiones entre hombres por cuestiones de plata y el
gusto extraño y astringente de las habas crudas que se comen con salame en octubre, cuando pienso en
mi rama paterna inglesa recuerdo el gusto del pudding, el cosquilleante tacto del tweed, el clima
artesanal del galpón del abuelo y el olor del aceite Singer que todo lo impregnaba en ese galpón, desde
las herramientas hasta las páginas ya entonces amarillas de la revista Hobby.
Esos ingleses eran fríos, gregarios, deshilachados por el tiempo y tenían rasgos magros, ojos azules
aguachentos, casa propia, clubs y un inexplicable entusiasmo por la vida.
El abuelo era socio fundador del Pejerrey Club y fanático por la pesca. Dedicaba un día por semana a
los trabajos administrativos del club, donde era prosecretario, un week-end por mes a la exploración de
ignotas lagunas en la provincia de Buenos Aires y no menos de una hora diaria al cuidado, la
clasificación y el perfeccionamiento de sus reeles y líneas de pesca. Con la edad su afición no cedía: por
el contrario, tendía a monopolizar su vida desplazando otras actividades –la masonería, el seguimiento
de los papeles de la Bolsa Inglesa, las visitas periódicas a la capital– que ahora pasaban a ocupar un
muy secundario lugar.
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Leo en el álbum de la familia los regalos que el viejo recibió al cumplir sesenta y ocho años. Esto puede
dar una idea de cómo amigos y familiares imaginaban por entonces la tramazón de intereses vitales del
abuelo.
– un turtle neck de lana encerada, impermeable, tejido por la abuela.
– medias de lana azul, con peces rojos, tejidas por la tía Bessie.
– una colección de moscas norteamericanas –las primeras que llegaban al país– encargadas por el tío
Bill a un amigo de la embajada.
– un libro sobre la pesca en el trópico y un grabado holandés representando la caza de una ballena,
traídos por los Stevens, los mejores amigos del viejo.
– etcétera.
Con el paso del tiempo, los objetos vinculados a la pesca fueron desplazando del galpón a cosas más
apreciadas por nosotros, los chicos. A despecho de las recomendaciones de nuestros padres y de los
severos controles ejercidos por la abuela, entre primos nos fuimos disputando –a veces con violencia–
las cosas que para el abuelo caían en el olvido: un motor de bicicleta, una radio a galena, herramientas
diversas marca Peugeot, juegos de compases, instrumentos de laboratorio, armas en desuso… siempre
bajo la mirada permisiva y aun estimulante del viejo pescador.
Cerca de la pesca yacían también las vergüenzas de la familia. Mejor dicho: lo que la parte entonces
viva y avergonzable de la familia vivía como vergüenzas. La primera, inmemorial, se vinculaba a una
confusa historia de preguerra según la cual el abuelo y sus amigos del club –la mayoría ingleses–
después de las reuniones de Comisión Directiva, iban a bailar a un recreo de correntinos en la costa de
Quilmes, vecino al club, donde alguno de ellos –¿el abuelo tal vez?– había “sacado” una “querida”
negra.
El escándalo a que esta historia dio lugar fue tan grande que desde entonces la abuela dejó de visitar el
club y hasta de aproximarse a la ribera, pasando, desde entonces, a dedicarse por completo a la
coordinación de un equipo de tejedoras. Estas mujeres trabajaban con medios semiindustriales cuatro
horas diarias haciendo pull-overs y prendas de lana que enviaban a Europa para los niños refugiados y
los hombres de las tropas aliadas, lo que las hizo acreedoras, una vez terminada la guerra, de una
medalla de oro con el escudo real grabado, y una carta autógrafa de la reina agradeciéndoles sus
“destacados” servicios a la causa inglesa.
La segunda vergüenza fue posterior a la jubilación del abuelo y, como todas las cosas que sucedieron en
posguerra, tuvo consecuencias graves. Ocurrió así: una noche, la tía Chana –que vivía con los abuelos–
escuchó gritos de dolor, y corrió a las habitaciones del primer piso de la casa, donde encontró a la
abuela –su madre– colgada de una viga del techo con un enorme anzuelo atravesado en los tendones de
la nuca, mientras el viejo la miraba extasiado y, blandiendo su pipa, le cantaba una canción. “Bagre
miou, bagrei amorouso mío…”, decía su canto en español salvaje. Tía Chana no pudo con su horror ni
con la serie de problemas familiares que eso desencadenó: se organizó una especie de “asamblea de
familia” a la que por un error asistieron también las tías políticas, y por ese canal nos vinimos a enterar
los nietos mayores, los primos y algunos caracterizados vecinos o amigos de la familia. Se dijo que la
vieja asistió al consejo de familia con la misma resignación que había lucido al tejer o cuando se prestó
al juego maniático del abuelo, y que el viejo se mostró ofendido primero, y después ironizó a la inglesa,
repitiendo frases herméticas ancestrales y exhibiendo la sumisión y la solidaridad de su mujer como
único y definitivo descargo.
Ese mes, recuerdo, se suspendieron las reuniones dominicales, el abuelo no fue a cobrar su renta a lo
del tío Bill y nosotros terminamos extrañando los juegos del galpón, la libertad de movimiento que nos
daba el jardín espacioso y el barrio tranquilo de la casa de los abuelos, y cuando nos parecía que el
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mundo se estaba terminando se retomaron las viejas costumbres y la familia volvió a unirse como si el
episodio se hubiese superado.
A pesar del escándalo, y de sus ecos ignominiosos para la familia, las prácticas de los abuelos no
cesaron en absoluto. Al parecer, el abuelo había encontrado un método para insertar su enorme
anzuelo entre los tendones de la nuca de un modo que le permitía evitar a su mujer dolores innecesarios
y aun la menor pérdida de sangre. Es posible que con el tiempo esa región –que la abuela cubría
gentilmente con un rodete de su propio cabello– se fuera encalleciendo o fortaleciendo; lo cierto es que
el juego se prolongó durante años a despecho de la espantada censura de Chana y sus hermanos.
Un tronco familiar inglés es un árbol perfecto siempre que no se pudra por la invasión de sangre latina.
No soy racista, pero en esto acuerdo con la tradición. Sirve de ejemplo lo ocurrido en nuestra asamblea
de familia: por un error imputable a la urgencia y al carácter crítico del tema que la suscitó, de aquella
reunión participaron mi madre y la tía Carmen; una hija de italianos, la otra criolla. Para ambas el
escándalo íntimo fue una compensación por el desprecio padecido a través de los años. La escena del
bagre pesaba ahora más que la vulgaridad de los Ramos y que los ademanes con los que los Fiori
adornaban sus discusiones sobre plata; el escándalo fue para estas mujeres una poderosa moneda de
trueque que incrementaría su valor circulando más allá de la familia.
Años después, cuando la abuela murió de septicemia, estábamos como siempre, en familia. Era su
velatorio. Los primos, ya crecidos, reunidos en torno a nuestra principal preocupación: ¿cómo
sobrevivir en un mundo para el que nuestro apellido era un handicap nominal, pero su misma
existencia, las bases sobre las que su orgullo se fundaba, era un lastre que nos impedía vivir? Llorando
a la querida abuela, empezando a entender que perdíamos para siempre su deliciosa repostería y que
todo se nos hacía más difícil, nos regocijábamos a la vez por asistir al comienzo del derrumbe del
monstruoso edificio familiar que nos asfixiaba.
Los tíos ingleses lloraban y atendían a los visitantes. Los tíos políticos ingleses se mostraban resignados
y ambulaban por la planta baja intercambiando saludos con todo el mundo. Las tías y los tíos políticos
no ingleses lloraban más fuerte y alternativamente dialogaban con los de afuera sobre temas triviales.
El abuelo estaba generalmente solo. No lloraba pero se lo veía derrumbado. Por momentos echaba un
brazo al hombro de alguno de nosotros, o arrojaba un cross afectuoso a los menores, sus predilectos.
Cada tanto, se aproximaba al cajón donde estaba la abuela y se lo veía entristecer aún más.
Cuando entró el Dr. Malcom –el médico de la familia– que había asistido a la abuela durante la
enfermedad, las miradas de todos los presentes se concentraron sobre sus movimientos. En especial,
cuando después de contemplar el féretro se acercó al abuelo y estrechó su mano. Todos buscaban en el
rostro, en los ojos del viejo médico, un rastro de censura que les permitiese culpar al abuelo y a la
maldita manía de la pesca por la muerte de su mujer, pero el viejo médico inglés era un pergamino
ilegible, lo que viene a aliviar a la familia de una carga difícil de sobrellevar, en esa época, en este país.
“Memoria romana”: Malvinas, el Papa y un pedido de captura
Un diario inédito de Fogwill de 1982 (extracto)
28/3/82
Acerté.
Corrijo “Voz Media”.
¿Qué escribir? Esto puede tomar la forma de una novela. El tipo que lleva un diario donde anota todo
lo que no cabe en su obra y los datos del día. Pasado un tiempo, relee e imagina que sólo debe agregar
algunas invenciones, un toque de ficción y cambiar determinados nombres y fechas, para que se
convierta en una novela.
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1/4/82
Son las adolescentes quienes con mayor frecuencia llevan diarios. Las muchachas anotan más o menos
regularmente sus menstruaciones y sus pasiones. Temen –aun las vírgenes temen haber caído
embarazadas durante el período anterior–. Llevar un diario, escribirlo, tiene algo de taciturnidad
romántica. Parece que es un sentimiento loable.
Erdosain soñaba con ser rico y artista, para ser taciturno. Varias veces sueña con eso en las novelas. Le
resulta “loable”. ¿Será por eso que hay tantos escritores?
2/4/82
Invadieron las islas. Los comunicados hablan de un “teatro de operaciones”. ¿Será teatro?
2/4/82 21 hs.
Parece que los anglos lo han tomado con seriedad. Robin cuenta que retirarán al embajador y que
desde Londres prometen que en menos de un mes recuperarán el archipiélago.
“Archipiélago”: ¡Qué palabra!
3/4/82 17:30
Sábado. Almuerzo con Jorge y dice que comienza un nuevo país.
Pensé que si estos ganan yo pierdo, si estos pierden yo pierdo, si empatan, yo pierdo. Brecht decía que
las guerras siempre las pierden los pobres. Creo que se equivocaba: las guerras siempre las pierde la
gente como yo. ¿Cómo soy yo?
3/4/82 23 hs.
Le dije a Jorge que la invasión la planearon contra mí.
No puedo soportar esa gente alegre, en la plaza, unida, junta.
5/4/82
Lunes: terminé la Campaña de Bayer. Mañana se presenta.
Si hubiese escrito el pronóstico de Virginia, ahora podría mostrarle el diario y probarle que una vez
más, yo tenía razón. Hoy quiero acostarme temprano para llegar fresco a la presentación de Bayer y
ella comienza con la cuestión de las ganas de vivir. ¿Para qué tanto vivir?
6/4/82
Bayer presentado. Pero no soporto más a Horacio. Siempre sacándome ventajas. Provoca, si reacciono
concede, vuelve atrás, cede terreno. Pero a mí me cansa reaccionar.
Hoy vino Ana a la agencia y decido romper con Horacio y dejar de trabajar por un tiempo. ¿Pagará?
8/4/82
Este será el año de los taciturnos y de los estrategas militares. Dicen en Time que la guerra durará todo
el invierno.
9/4/82
Trabajo mal. No escribo. No pienso. La guerra jode. ¿Durará?
No puedo acabar con “Una Pálida…” y no han de faltar más de cuatro carillas.
Cuatro carillas: ¡En otros tiempos, una hora!
11/4/82
Faltan cuatro y no puedo. ¿Será mala?
11/4/82 22 hs.
Debe ser mala.
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15/4/82
Otro pedido de captura. Debe ser feo estar preso mientras afuera hay guerra.
No hace frío. ¿Hará frío en Caseros?
16/4/82
Ya instalado con Alicia. Ya no puedo salir más de noche y además, aquí se sintoniza bien BBC. Ahora
en la agencia nos diferenciamos: los otros y los que oímos BBC. Estamos escuchando dos guerras
diferentes.
18/4/82
Si uno come mejor: ¿piensa mejor?
Anuncian que vendrá el Papa a la Argentina.
Qué distintas se sentirían Alicia y Virginia si en lugar del Papa viniese Lacan.
Reflexión religiosa: me convertí ateo cuando tenía once años. Edad. Edad es una de las cosas que
siempre tuve. Nunca me faltó edad.
18/4/82 19 hs.
Estévez dice que con dos mil dólares se puede diferir la orden de captura. Justo ahora que están
devaluando. Guerra: quién tendrá dos mil dólares. Horacio no paga.
19/4/82
Indignación. Entraron varios miles de millones a la agencia y Horacio no paga. ¿Qué hizo con la plata?
El brigadier dice que hay muchas deudas y que los ingleses no se animarán a atacar las islas ocupadas
porque Puerto Argentino “es una fortaleza”. BBC dice que la flota viene dispuesta a ocupar todo y que
Woodward tiene libertad de operar como le parezca, excepto para el empleo de armas nucleares…
27/4/82 Llegan los documentos nuevos. Puedo usarlos mientras Estévez para la captura. No debo ir a
La Paz ni a La Rambla. Los mozos saben mi nombre.
28/4/82
Indignación: Tedesco todavía no entregó las pruebas del libro. Si “Música” no sale ya, todos pensarán
que el cuento de la guerra lo escribí para esta cuestión de las Malvinas.
1/5/82
Pasé la noche en la Comisaría Tercera. Me levantaron de La Paz, probaron mi cédula en Digicom y me
tuvieron hasta las 11 de la mañana esperando que llegase del departamento legal la confirmación del
estado de mis juicios.
Con la cuestión de la guerra los policías están suavísimos. Nos trataron muy bien, a mí y a otros
condicionales que levantaron por los bares del centro.
2/5/82
Leyendo Time, parece seguro que los ingleses recuperarán las islas a cualquier precio. Hasta ahora
todos siguen equivocados, menos Dreyfuss, yo, Taccone y Frigerio.
3/5/82
Pienso en la guerra. Me apena la derrota. Andrés y Vera todo el día en la escuela y después contra el
televisor, creyendo que Argentina ha ganado las islas. Lo que más duele ahora es pensar que mis hijos
van a sufrir la derrota. Otra derrota. Me duele eso. Más que el frío y las heridas y las humillaciones que
estarán sufriendo los conscriptos. Y que el miedo de los conscriptos que van a comenzar a movilizar.
¡Pobres chicos!
23/5/82
La gente se entusiasma por la venida del Papa. Se mueve, se exalta, se sobreexcita como si estuviese a
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punto de aparecer La Virgen. Pareciera que el Papa les concierne.
Cuando estaba en Roma yo dormía cerca del Papa y me acostaba y me dormía y me despertaba y
desayunaba y me volvía a dormir y cerca de mí, a no más de mil quinientos metros de mí, de aquel
hotel donde dormía, estaba también él acostándose, durmiéndose, despertándose y desayunando. Él, el
Papa.
26/5/82
Yo orinaba, tomaba mi desayuno, y cerca estaría él orinando y bebiendo su té. O su café. Y a mí no me
importaba nada de él. Del Papa.
28/5/82
Siento que crece la certeza de que nunca terminaré de cobrarle a Horacio.
Para peor la guerra, y la promesa de un jubileo de postguerra lo ponen aún más desaprensivo. El
brigadier dice que Argentina ganará la guerra contra U.K. y está convencido que habrá un jubileo de
deudas bancarias y una moratoria general en julio.
5/6/82 21 hs.
La estupidez es algo que invade lentamente.
https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/fogwill-sigue-contando-cuento_0_S19vnqKbm.html
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La caracterización de la cuarcita arqueológica
Por César Tomé
La comunidad científica conoce bastante bien el sílex, que es en la Región Cantábrica Oriental la piedra más
empleada por las sociedades paleolíticas, pero casi no se conoce nada desde un punto de vista geo-
arqueológico sobre la materia principal en el resto de la Región Cantábrica y la Península, la cuarcita. Un
equipo de investigadores de la UPV/EHU ha establecido la primera metodología para la comprensión y
caracterización de las cuarcitas en contextos arqueológicos, lo que permitirá entender la economía articulada
en torno a esta piedra por parte de las sociedades prehistóricas que habitaron la Región Cantábrica durante el
Paleolítico.
Bifaz lanceolado de cuarcita marrón encontrado en Chañe y que actualmente se conserva en el Museo de
Segovia.
En el trabajo se establece una sistemática para poder indicar en el futuro cuál es la fuente de
aprovisionamiento de cuarcitas por parte de los grupos prehistóricos (en aquellas regiones en las que hay muy
poco sílex). “A medida que esta metodología se extienda, conoceremos las características de cada
afloramiento de esa materia prima y podremos completar el mapa “económico” del Paleolítico (en este
momento, casi vacío, excepto en el País Vasco y Cataluña) con las restantes regiones peninsulares”, comenta
Alejandro Prieto, coautor del estudio. Así, la presencia de una cuarcita característica de un afloramiento en un
valle distante cientos de kilómetros, por ejemplo, revelaría ese desplazamiento por parte de los grupos
humanos que la portaban. Multiplicando el número de observaciones, se podrán mapear los movimientos de
las poblaciones prehistóricas entre los afloramientos de materia prima y los yacimientos en que quedaban esos
restos trabajados, tras su amortización.
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Como se ha comentado, en el ámbito geográfico en el que se circunscribe el trabajo, la Cornisa Cantábrica, la
cuarcita es la segunda materia prima lítica en cantidad. La importancia en el registro arqueológico es aún
mayor en las zonas centrales y occidentales de la región cantábrica, así como en momentos antiguos del
Paleolítico, concretamente en el Paleolítico Inferior y Medio. Por tanto, la caracterización de ese material abre
una nueva ventana al conocimiento de las sociedades paleolíticas, a partir del entendimiento de los
mecanismos de aprovisionamiento, transformación y utilización de uno de los recursos más importantes de
ese periodo.
Para entender y caracterizar la cuarcita arqueológica, se han seleccionado 17 muestras de los materiales de los
yacimientos de El Habario y El Arteu. Las dos colecciones de industria lítica están caracterizadas como
Musterienses, claramente asociado al Paleolítico Medio (150.000-40.000 BP) y talladas por poblaciones
neandertales. Los dos yacimientos están situados en el occidente de la actual provincia de Cantabria, en una
zona de alta variabilidad geológica. El primero se encuentra en una zona amesetada en las estribaciones
nororientales de los Picos de Europa y está adyacente a unos pequeños conglomerados con cantos de cuarcita.
El segundo está situado en el Desfiladero de la Hermida, en una zona con una orografía más escarpada,
rodeado de estratos de caliza, y está relativamente cercano al río Deva.
La metodología utilizada se ha basado en la aplicación de la petrografía, el análisis digital de imagen, y en la
fluorescencia de rayos X. Esas tres técnicas han permitido caracterizar las texturas de las láminas delgadas y
los granos de cuarzo que conforman la cuarcita; conocer los tamaños, las formas y la orientación de los granos
de cuarzo; conocer los minerales que componen junto con el cuarzo esas cuarcitas; y caracterizar la
composición geoquímica de las cuarcitas. “Los resultados de este trabajo nos han permitido entender los
procesos genéticos, de creación y formativos, de las cuarcitas y detectar diferentes ambientes formativos.
Estos van desde los puramente sedimentarios (acumulación de granos de cuarzo) a otros claramente
metamórficos (creación de nuevos granos de cuarzo a través de la recristalización), pasando por una
gradación de mecanismos diagenéticos y de deformación más avanzados”, explica el investigador.
La comprensión de esos procesos, así como su contextualización, ha permitido establecer seis tipos de
cuarcitas, que han sido utilizados para entender parcialmente el registro de ambos yacimientos y comprobar
complejos mecanismos de adquisición y gestión de la cuarcita. Así, la adquisición dual (en conglomerados y
depósitos fluviales) de recursos líticos permite observar mecanismos de movilidad y utilización de medios
diversos (media montaña y fondos de valle), que sugieren pautas de movimientos interanuales que aún hoy
perduran en ámbitos rurales y ganaderos. Se ha corroborado la movilidad de poblaciones neandertales y el
transporte de herramientas, así como la utilización de multitud de tipos cuarcíticos por parte de los
Neandertales. Por otra parte, la captación y utilización preferente de tipos cuarcíticos altamente deformados o
metamórficos, debido a las aptitudes favorables para la talla y el uso, lleva a pensar en pautas de
comportamiento “modernas” y “complejas” de las poblaciones neandertales.
Referencia:
Alejandro Prieto, Iñaki Yusta y Álavaro Arrizabalaga (2018) Defining and Characterizing Archaeological
Quartzite: Sedimentary and Metamorphic Processes in the Lithic Assemblages of El Habario and El Arteu
(Cantabrian Mountains, Northern Spain) Archaeometry doi: 10.1111/arcm.12397
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU Komunikazioa
https://culturacientifica.com/2018/06/15/la-caracterizacion-de-la-cuarcita-
arqueologica/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCultur
aCientfica+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29
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Fotografiar para creer, o viceversa
“Hay elfos en Islandia. También hadas, unicornios, trolls, enanos de playa, duendes de agua, espíritus de
montaña, fantasmas. Muchos islandeses no arrojan piedras al aire por temor a golpear a uno de estos seres
misteriosos. No saltan sobre las piedras en caso de que un huldufolk, ente mitológico, pueda estar viviendo
dentro. Y alguien me dijo una vez: ‘Si el presidente declarase que no cree en estas criaturas mágicas, jamás
sería reelecto’. Viajé de norte a sur, de este a oeste, en busca de los lugares donde viven estos seres fantásticos
y de las personas que gozan de la habilidad de verlos, preguntando en cada estación de servicio, biblioteca,
supermercado u hotel si había alguien en la zona que pudiera comunicarse con ellos”. Así presenta la
multipremiada fotógrafa bilbaína Bego Antón su serie The Earth is Only a Little Dust Under Our Feet (La
Tierra es solo una mota de polvo bajo nuestros pies), devenida flamante fotolibro, donde captura la muchacha
rostros de creyentes y videntes, paisajes de cuentos de hadas, locaciones de historias cautivadoras... En un
país, Islandia, donde más del 50% cree en la existencia de las susodichas criaturas; donde mujeres reúnen
plumas cuando una diosa se los indica, al presentarse en sus meditaciones; u obsequian brazaletes protectores,
bendecidos con sangre de dragones; donde locales confían en lo que dictan sus sueños para anticipar el clima
del día siguiente. Donde “incluso cuando hay que construir una carretera, la maquinaria a veces se detiene
ante la presencia de una roca gigantesca en la que, se cree, viven elfos; y se llama a una portavoz encargada
de mediar entre humanos y elfos para llegar a un acuerdo”, según relata la propia artista. Artista que previo a
embarcarse en la aventura de creer y retratar, se diplomó en estudios de duendes y gente escondida en
Reykjavik, certificada por la Escuela de Elfos de Islandia. Y luego, ya experta en trolls nórdicos, se lanzó a la
experiencia que marca su trabajo en general: la de “retratar grupos de gente que pueden parecer extraños para
el resto de la sociedad, grupos incomprendidos”.
https://www.pagina12.com.ar/123923-fotografiar-para-creer-o-viceversa
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Desde su escondrijo
Teresa Zerón-Medina Laris
Al cinco para las siete, horario de verano en la ciudad de México, le dije al taxista “métale pedal”. Había
quedado de ver a Rafael Pérez Gay en un restaurante de la colonia Condesa. ¿Adentro o afuera? Preguntó el
mesero. Escogí afuera, lejos de conversaciones enclaustradas. Me guió hasta una mesa con vista a una calle
arbolada. Espero. El sol se despide. Pocos coches. Percibo una sombra. Supongo es otro vendedor ambulante.
Rafael se sienta frente a mí. El mesero lo conoce. Pide un vodka francés, dos vasos old fashion con hielos y
agua mineral italiana. Yo, una cerveza oscura. Viste camisa blanca, pantalón negro y saco gris que combina
con su pelo. Otros días lo he visto más informal: chamarra amarilla de gamuza, jeans y camisetas tipo polo en
colores otoñales. Reloj y zapatos bien boleados, obligatorios. Copete y cabellera cuantiosa, envidia de su
generación nacida en los cincuenta. Barba y anteojos de aro plateado delgado. Me confiesa que vive a la
vuelta.
Lo sé, respondo, fui a tu casa. ¿Cuándo viniste?, su voz se llena de intriga. Tú no estabas. ¿Cuándo fue?, no es
verdad. Le gusta la polémica, incitar inquietudes y retar. Fui por unos libros, nadie estaba en casa, ni La
Mosca, su pastor belga. Lo distraen unos mensajes en el teléfono. Llegan los tragos. Rafael prepara su bebida.
“Te pongo al tanto”, retoma la conversación conmigo y aparta el teléfono, “tengo un amigo que se llama Gil
Gamés”.
Gil había tenido un problema. Algo “impropio” lo llevó a renunciar al periódico y Rafael debía resolver el
futuro de su entrañable Gil. “La faceta del periodista”, remata y da un sorbo al vodka. Sobre la mesa coloca El
corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano, dos de sus recientes novelas. Pocos días antes terminé de
leer el último. ¿Qué pensaste? Cuéntame. Tiene fibra de investigador.
La historia de Pepe, su hermano, me recordó la de mi abuela Laura. También se apagó poco a poco; infartos
cerebrales y pérdida del lenguaje. Empezó el día que me regaló una argolla y no pudo pronunciar la palabra
anillo.
Es “el pilón” en una familia de cinco hijos. Pepe, el mayor, le llevaba catorce años. Cuando Rafael estaba en
el vientre de su madre, Pepe decía “voy a tener una cuarta hermana”. Al descubrir que era hombre se puso
feliz. Jugaban a la pelota y a los luchadores. A los veintiuno, Pepe consiguió una beca y se fue a Alemania.
Para Rafael se había ido “al fin del mundo”. “Era muy guapo, canoso”, recuerda, “no nos parecíamos, más o
menos delgado, un poco más bajo y más ancho que yo. Ojos grandes, nariz recta, el Cid de las niñas”.
Rafael nació en una familia de clase media. “Venida a menos”, explica. La familia de su madre era muy rica.
Su abuelo Herminio Pérez Abreu, carrancista y luego obregonista, hizo un montón de dinero. Inauguró el
Parque España. Poseía muchas de las casas colindantes. Al morir, el padre de Rafael queda al frente de la
familia. Tenía veintisiete años y una buena fortuna. Compró veinte aviones, “no te imagines un Boeing,
avioncillos como el del Barón Rojo”, unos terrenos en la Jardín Balbuena y puso el primer aeropuerto y
escuela de aviación de la ciudad. Su verdadera profesión era ser piloto. Un día, el presidente Miguel Alemán
declaró como inaugurada la actual terminal uno del aeropuerto Benito Juárez a un lado, y el negocio se
desplomó.
La familia tuvo que moverse de lado a lado; Toluca, Querétaro, dormían en camastros y “hoteles de cuarta y
quinta”. Rafael nació después. No vivió la nostalgia de sus hermanos de tener y perder todo: casas, choferes,
afanadoras, arte. Nos acompañan los muertos, cuenta.
Pasaba el día con su madre y hermanas. Cuando llegaba su padre les advertía: “lo van a volver maricón”, pues
lo encontraba viendo Anita de Montemar y Fallaste corazón. De su mano conoció y se aficionó a la calle. Era
como una enciclopedia. Caminaban el centro de la ciudad: Gante, Madero, el hotel Metropol y el cine Orfeón,
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“donde alguna vez cantó Caruso”. Así descubrió lo que siempre ha querido ser: un vago. “Pero me he negado
a ser ese vago, ¿por qué? Porque tengo que trabajar y hacer veinte pendejadas”.
La ciudad, la calle, el box, el futbol, los toros y el frontón lo embrujaron. En el frontón, frente al Monumento
a la Revolución, aprendió a apostar. Después conoció el hipódromo y avanzó en el mundo del juego.
No quería estudiar. La escuela lo angustiaba, aburría, se sentía mal. No entendía nada. En la preparatoria se
hizo más aplicado, “casi contra mí mismo”. Su gusto por los libros llegó después. A los dieciséis años, cuando
Pepe regresaba de vacaciones de Alemania, visitaban librerías como la Hamburgo, la Universitaria y la
Zaplana. Eran los setenta, florecía el boom latinoamericano. Comenzó leyendo a Cortázar, Borges, Carpentier,
Lezama Lima, Rulfo. Entendió que detrás de las apariencias siempre hay algo más. Yo también odiaba
estudiar, a los seis años escribí a mi madre: la escuela es nociva para la salud.
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Estudió letras francesas. Quería leer, caminar y escribir; juntar los libros con su gusto por la vida de calle. ¿Te
gustaría hacer crónicas de la noche mexicana? Le preguntaron en una oficina de redacción. Consiguió su
primer trabajo haciendo periodismo literario, “el que relata la vida de la noche, de centros nocturnos, burdeles
y drogas. No el que llega a Los Pinos”.
Sirve más vodka al vaso con hielos. Con una mano juega con los agitadores. Le encanta beber y pasarla bien.
Pensé que tomabas güisqui como describes en tus textos. Sí, responde, sólo güisqui single malt. Hace unos
meses pasó por una crisis de peso. Tuvo un trainer llamado Osvaldo. Le puso un entrenamiento perro. Rafael
estaba contento. Le gusta ejercitarse: nadar y caminar. Con él trabajaba más fuerza. Al poco tiempo notó que
algo raro sucedía. No le quedaba el saco. Estaba “como inflado mal”. Siguió tomando y comiendo y subió
más de peso. Fue con la nutrióloga y le prohibió el güisqui, el tequila y el ejercicio por unos meses. “Lo único
bueno es que tienes las nalgas más grandes”, bromeaba Delia. ¿Cuándo vas a volver? Preguntó Osvaldo
cuando se encontraron. Nunca, respondió Rafael, catorce kilos más flaco.
Como la mayoría de su generación ha trabajado como editor. Comenzó en Premia Editora. Luego en Nueva
Imagen editó Mafalda y a autores como Mario Benedetti, Héctor Aguilar Camín, Ricardo Garibay y Julio
Cortázar. También ejerció en revistas, periódicos y suplementos culturales. Hoy dirige la editorial Cal y arena.
Cree que el futuro no se puede planear. Habla fuerte, quiere ser escuchado. Quiero saber más sobre las peleas
de box que frecuentaba. La primera, recuerda, fue en el embudo de las calles de Perú. Eran dos gallos:
Chucho Castillo contra El famoso Gómez. Recordé al cronista Fray Nano, los gallos eran sus consentidos.
Tenía como diez años. Su padre le enseñó a reconocer los distintos tipos de golpes. Prefería a los boxeadores
de salón. Los fajadores, le decía a Rafael, acabarán siempre borrachos en una cantina porque su temperamento
es ir, ir, ir, en cambio el que boxea de salón puede hacer que su carrera no se pierda en el abismo.
Pero a Rafael siempre le gustaron los fajadores, “el que se acerca y se rompe la madre en corto”. Era la
permanente polémica con su padre. Rafael insistía, si damos por hecho que los dos tienen técnica y pones a un
fajador serio y a un boxeador de salón, el fajador se lo va a chingar. “No veas los puños, ve las piernas, cómo
se mueven, eso es el box”, reiteraba su padre. Algo similar le dijo de los toros: “ve las zapatillas en la arena.
Si el torero se mueve antes de dar el paso es un torero de pueblo. Si el torero se planta y no se mueve es
valiente y si tiene técnica puede ser genial”.
Una semana después de nuestro encuentro en el restaurante de la Condesa toqué el timbre de su casa. “Llegas
a la hora del tequila”, Rafael abre la puerta y me invita a pasar. La Mosca, otra vez, no estaba en casa. “Debe
estar dentro del quirófano ahora, cuando salga estará esterilizada”. Desde hace veinte años vive en esa casa
con Delia y sus hijos. Con ella comparte su vida desde los veintiséis. No se casaron, “en los setenta era un
rollo no casarse”. Prefirió echarse el tiro con las familias.
Primero vivieron por Churubusco y luego en un departamento en la calle de Cadereyta. Delia encontró esa
casa en venta y a buen precio. Por fuera estaba en ruinas. Vivía una viuda que tenía un hijo bueno y uno malo.
Un cuarto estaba cerrado con llave. Dentro, estaba lleno de caguamas, calcetines viejos y un colchón en el
piso. Supuso era del hijo malo. La compraron y remodelaron. Con los años se han hecho de una pequeña
colección de arte, pinturas y arte objeto que observo a mi alrededor. Me siento en la sala. Percibo movimiento
en otras habitaciones.
Rafael camina hacia el pequeño bar que se esconde debajo de las escaleras. Frente a una chimenea de cantera
que usan “contraviniendo todas las leyes”. Se sirve el mismo vodka que pidió en el restaurante. Hay poco
hielo así que camina a la cocina por más. En el bar cuelga una pieza de Alberto Gironella inspirada en Bajo el
volcán de Malcolm Lowry. Varias curiosidades reposan en el librero de la sala. Un “monigote” que se parece
a Rafael y una máquina de escribir. Se la regaló Delia en mayo, mes de su cumpleaños. Sus primeras
colaboraciones y los cuentos de Me perderé contigo los escribió en una Olimpia como ésa.
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Despierta temprano. Lee la prensa y hace el trabajo periodístico. Gil Gamés le exige producir un texto
diario, Milenio uno semanal y nexos uno mensual. Después atiende Cal y arena. Al mediodía toma un trago
con Delia. Parece ser poco complicado, “pero puedo ser explosivo”. El periodismo le enseñó a sentarse y
escribir, sin parar. Con los años ha eliminado los tics que le hacen perder tiempo y postergar escribir, como
fumar.
Rafael se formula preguntas pues cada pregunta “tiene algo de revelación”. Sus textos son la respuesta al “qué
pasaría si…”. Durante un viaje de Cortázar a México, se conocieron. Caminando por una hacienda en
Cocoyoc, Cortázar dijo sobre los árboles que habían crecido en los muros: es una extraña fusión del mundo
mineral y vegetal como si el tiempo se hubiera detenido. De ahí, Rafael cocinó una idea que terminó en el
cuento “La burbuja”.
En cada uno de sus personajes hay una parte de él. Siempre quiso ser médico y luego psicoanalista. De ahí
surgió el psicólogo de Paraísos duros de roer. Con los años los temas que abarca no han cambiado pero su
punto de vista sí. Es buen escucha. Inquieto. Se acomoda los anteojos, cruza las piernas, juega con las manos
y te ve a los ojos. Alguna vez lo oí bromear sobre la ignorancia de los jóvenes. Le pregunto su opinión sobre
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las nuevas generaciones de escritores. Cree que algunos confunden la literatura con fama, escribir con
exhibirse, el mercado editorial con la creación literaria. “Y los premios son la búsqueda del santo grial”.
Abandonamos la sala, atravesamos la estancia, el bar y subimos por las escaleras. El blanco de las paredes
refleja luz por toda la casa. Frente a una puerta pregunta si podemos entrar. Una voz femenina responde que
sí. Es el estudio de Delia, donde se encuentra trabajando sentada en un escritorio rodeada de libros. Algunas
figurillas metálicas cuelgan entre los libros: Dante, Foucault, Einstein y Freud, en versión caricaturizada,
saludan a los intrusos. En el pasillo un mueble retacado con películas. Distingo algunos títulos de Hitchcock,
“para nuestra generación, ver cine era tan importante como leer”.
Me guía hacia el patio trasero y subimos a la azotea. Atravesamos el tendedero hasta llegar a un pequeño
estudio. Hace calor. El sol le pega directo. Por la tarde trabaja en ese cuarto. “Es un caos”, me dice acerca de
los libros. Yo lo veo ordenado. Una foto de sus padres vigila su escritorio. ¿Este es tu escondite? No, es un
estudio de trabajo. Tiene un escondite, confiesa, está cerca del Monumento a la Madre, en la calle Sadi
Carnot. “Nadie lo conoce”. Ahí se aísla, a veces solo, otras con Delia. Sólo sus paredes conocen el secreto de
la creación.
“Lo más importante no es tanto escribir sino también preguntarte en dónde lees”. Lo hace sentado, antes podía
acostado, ahora se queda dormido. Muy temprano lee abajo en la sala pues la casa está en silencio, pero
durante la tarde lo hace en su estudio. En un corcho ha pegado fotografías de la ciudad en 1903. Material que
usa para su próxima novela. Un grabado de Eko de “un diablo cogiéndose a la misma mujer” cuelga en una de
las paredes blancas. No lo escogió él, quedó desplazado de alguna pared de la casa y encontró su lugar ahí. “Y
este es el gallo Claudio, ¿lo conoces?”.
Por la noche cayó una tromba en la ciudad. Algunas calles se inundaron. Recordé los relatos de Rafael cuando
el agua termina en desgracia. Concluí que un nuevo ciclo comenzaba. Empapada abordé un taxi. Por la radio,
una voz solicitó una unidad con dirección a Sadi Carnot. El escondite de Rafael vino a mi mente y la
necesidad de crear un círculo de protección a nuestra intimidad. Entender la soledad de existir, de escribir.
“La historia que no está escrita no será leída por los jóvenes”, dijo en una junta Rafael. Entendí que ya he
estado ahí, su escondite es la literatura. Rafael me ha guiado a través de las palabras por mundos de historias
en donde los detalles atesoran sus secretos más viscerales, los mejores.
Teresa Zerón-Medina Laris
Investigadora, cronista y fotógrafa. Colabora en Esquina Boxeo y Hotbook, entre otras publicaciones.
https://www.nexos.com.mx/?p=21620&
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«La tormenta» #relatosDespedidas
Publicado el 18/06/2018por Laura Morrón Ruiz de Gordejuela
Esta serie de imágenes muestran vistas simuladas del sol en el cielo marciano desde el punto de vista del
rover. Fuente: NASA
10 de junio de 2018
Noche perpetua en el Valle de la Perseverancia.
La única opción de sobrevivir es entrar en modo automático de ahorro de energía, suspender todas mis
funciones excepto el reloj de la misión.
No sé cuándo amainará la tormenta, vosotros tampoco. Si las temperaturas externas disminuyen demasiado
moriré de frío. Por suerte, los vientos han caldeado el ambiente y se aproxima el verano en el valle. Quizá
pueda salvarme.
Necesito volver a ver el sol, desconozco el tiempo que podrán aguantar mis ocho calefactores de plutonio.
Hace ya casi 15 años de aquel 17 de julio de 2003, del día en el que abandoné mi hogar para iniciar la
exploración marciana. La misión se ha prolongado mucho más allá del período que previsteis y, a pesar de
algunos sustos, mis hallazgos han superado todas vuestras expectativas.
Desde enero de 2004, he recorrido 45,10 kilómetros por la superficie del planeta rojo, he tomado muestras de
rocas y suelos como un aplicado geólogo, he analizado la naturaleza de los minerales marcianos y he
estudiado si las condiciones pasadas fueron favorables para la vida.
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Me siento orgulloso de mi contribución a la agencia espacial y espero que no termine en esta oscuridad. Que
esta no sea la nota de despedida. Sé que he vivido mucho más de lo esperado, que jamás regresaré a casa, pero
no estoy preparado para bajar el telón. Prefiero la soledad luminosa del descubrimiento.
Empiezo el sueño temeroso de no contemplar nunca más el cielo marciano. Una parte de vosotros dormirá en
Marte esperando un nuevo despertar.
Fundo a negro.
Oppy
Reconstrucción en 3D del rover Opportunity. Fuente: NASA
****
Este relato participa en la iniciativa de @Divagacionistas con «Despedidas» como tema principal y está
basado en las últimas noticias del rover Opportunity que conocí gracias a mi amgio Ángel Gómez Roldán.
https://losmundosdebrana.com/2018/06/18/la-tormenta-relatosdespedidas/
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Episodio 24: NO Puede contener “sólo” gluten.
farmagemma5ABR181 Comentario
Verán, saben que podemos declarar en el envase toda la información voluntaria que queramos.
Normalmente lo que hacemos es poner detalles que nos benefician o diferencian de la competencia.
Evidente, ¿no? Pues aquí solemos liarla porque “voluntario” no es: “como lo pongo porque quiero, lo hago
como me apetece”. Esa información debe cumplir ciertos requisitos:
no inducirá a error al consumidor
no será ambigua ni confusa para los consumidores
se basará, según proceda, en los datos científicos pertinentes.
Pues… esto viene en el artículo 36 de mi querido RD 1169/2011. Si nos ponemos “interpretativos” en el
tema, la mitad de las etiquetas estarían mal (¡Uy la mitad!).
Sobre el párrafo anterior yo no les he dicho nada y negaré haberlo hecho, ¿estamos?
Seguimos, en el siguiente apartado, el artículo 36 dice que “la Comisión adoptará actos de ejecución sobre la
aplicación de los requisitos anteriores a la siguiente información”:
información sobre la posible presencia no intencionada de sustancias que causen alergias o
intolerancias.
Información relativa a si un alimento es apto para vegetarianos o veganos.
Indicaringestas de referencia para uno o varios grupos de población específicos.
¿Qué significa que “adoptará actos de ejecución“? Lo dicen raro, pero vamos, es que puede actualizar la
normativa según evolucione el sector. En este caso, el alimentario.
Y eso ha hecho con el tema del etiquetado preventivo en el tema de alérgenos.
Algunas empresas han recibido un acta de infracción por poner en su etiquetado precautorio “Puede
contener gluten” o “Puede contener frutos secos” sin especificar el cereal o el fruto seco. Así que FIAB ha
realizado una consulta a la Subdirección General de Promoción de la Seguridad Alimentaria de AECOSAN.
Parece que ya no podrá etiquetarse así.
Parece que ya no podrá etiquetarse solo
así
La respuesta hará que se cambie el etiquetado de muchos productos, atentos:
“En el caso de que los cereales contengan gluten o los ingredientes se produzcan a partir de ellos: deben
declararse con una denominación que haga referencia clara al tipo específico del cereal”
Esto significa que no se puede poner en un etiquetado precautorio “Puede contener gluten”, la forma correcta
de hacerlo es
“Puede contener trigo (gluten)” o
“Puede contener trigo (contiene gluten)”
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Ojo, estamos hablando del etiquetado precautorio, no lo olviden. No es lo mismo decir “puede contener” que
“contiene”, en ese caso ya está especificado de qué cereal es en la lista de ingredientes. Como aquí:
Se informa arriba que es de trigo.
No es un problema mayor, no es necesario retirar los envases y cambiarlos por otros. Se irá poco a poco
agotando los stocks de los envases, actualizando a la nueva situación.
Ahora ya tienen la información, en su mano está la deci…ir a buscar alguna etiqueta que lo haya cambiado
ya. ¡Y nos lo cuentan!
Gemma
PD: aquí les dejo el enlace que me envía FIAB sobre el etiquetado precautorio de alérgenos.
http://farmagemma.naukas.com/
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Querido Paracelso: el veneno no solo reside en la dosis
Por Cultura Cientifica
“Todas las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia un veneno de un
remedio”. Esta frase, pronunciada por el alquimista, médico y astrólogo suizo Theophrastus Philippus
Aureolus Bombastus von Hohenheim, mas conocido por Paracelso, es usada constantemente por muchos
divulgadores científicos para explicar que la toxicidad de un compuestos químico, proceda de una planta
natural o se sintetice químicamente en el laboratorio, depende de la cantidad en la que se ingiera y no de su
origen. Si consumimos una cantidad de un compuesto químico por debajo de determinada dosis los efectos
sobre nuestra salud pueden no existir o incluso ser positivos. Sin embargo, si la ingesta supera dicho umbral
las consecuencias pueden llegar a ser nefastas.
Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, Paracelso.
Pero esto no es siempre es cierto. Un compuesto puede tener propiedades negativas si es consumido en bajas
cantidades y, al subir su concentración, puede ser que los efectos sean muy positivos. También puede ocurrir
lo contrario. ¿Por qué? Porque en muchas ocasiones al aumentar la concentración de un compuesto cambia su
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estructura físico-química hasta el punto de que un mismo compuesto, a concentraciones diferentes, puede
comportarse como dos totalmente distintos con propiedades opuestas. Veamos un ejemplo.
Durante muchos años la industria alimentaria ha tenido total impunidad para publicitar auténticos disparates
en el etiquetado de los alimentos funcionales con el propósito de llamar la atención del consumidor.
Eslóganes publicitarios tales como ‘Favorece el desarrollo del sistema inmune’, ‘Baja la tensión arterial’,
‘Mejora la salud intestinal’ o ‘Reduce la osteoporosis’, sirvieron para enganchar al consumidor a pesar de
que pocas de estos reclamos publicitarios estaban basadas en estudios rigurosos. La ausencia de una
legislación internacional que abarcara todos y cada uno de los aspectos concernientes a los alimentos
funcionales permitía que ‘todo valiera’ en el etiquetado de estos productos. Para intentar poner fin a tanto
descontrol, se elaboró el ‘Reglamento (CE) 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de
propiedades saludables en los alimentos’.
Desde que entró en vigor la nueva reglamentación europea, cuando una empresa quiere que se apruebe una
alegación saludable para poder usarla en la publicidad de su producto debe enviar una documentación muy
exhaustiva a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Concretamente se piden los siguientes
tipos de estudios:
1.- Estudios de intervención en humanos: ensayos controlados aleatorizados, no aleatorizados, no controlados,
etc.
2.- Estudios observacionales en humanos: cohortes, casos-control y transversales.
3.- Estudios sobre seres humanos dedicados a los mecanismos que pueden originar el efecto declarado del
alimento, incluidos los estudios sobre la biodisponibilidad.
EFSA, Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria
Los datos obtenidos de estudios no realizados en seres humanos deben incluir:
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1. Datos sobre animales, incluidos los estudios acerca de aspectos relativos a la absorción, la
distribución, el metabolismo o la excreción del alimento, estudios sobre el mecanismo y otros
estudios.
2. Datos ‘ex vivo’ o ‘in vitro’, basados en muestras biológicas humanas o animales vinculados con los
mecanismos que pueden originar el efecto declarado del alimento, y otros tipos de estudios no
realizados en seres humanos.
Pues bien, una vez analizados todos esos datos la EFSA emite un informebasándose en tres aspectos
principales de la solicitud:
A) Que el alimento (o el ingrediente alimenticio) esté bien caracterizado.
B) Comprobar que la propiedad saludable que se le quiere atribuir está claramente definida y, además,
ejerce un efecto beneficioso sobre la salud.
C) Verificar que existe una correlación entre la ingesta del alimento (o ingrediente alimenticio) y tal
alegación saludable.
Como he contado en muchas ocasiones la inmensa mayoría de las solicitudes presentadas por las empresas a
la EFSA han sido rechazadas por el máximo organismo internacional en materia de alimentación. Un
porcentaje elevadísimo de estos rechazos son debidos a que el apartado C anteriormente citado (verificar que
existe una correlación entre la ingesta del alimento y una alegación saludable)no está suficientemente
demostrado. Son necesarios muchos más estudios en humanos que corroboren que existe dicha correlación.
Sin embargo, hay casos donde el apartado A tampoco está suficiente claro y hacen falta más investigaciones
que sirvan para caracterizar el ingrediente alimenticio en cuestión.
Un ejemplo que abarca ambos casos es el de la molécula protagonista del post de hoy: el ácido linoleico
conjugado. Por una parte hacen falta más estudios en humanos que demuestren los efectos sobre la salud del
consumo de este compuesto y, por otra, hay que caracterizarlo mucho mejor. ¿En qué me baso para dar esta
opinión? En los informes oficiales de la EFSA y en una reciente investigación publicada por el grupo de
investigación de “Bioquímica y Biotecnología enzimática” de la Universidad de Murcia al que pertenezco y
que no solo ayuda a caracterizar físico-químicamente el ácido linoleico conjugado sino que apoya la tesis con
la que empecé este post sobre las excepciones a la teoría de Paracelso. Les cuento.
Ácido Linoleico conjugado
Por el nombre de “ácido linoleico conjugado” se conoce no a uno, sino a una familia de por lo menos 28
isómeros del ácido linoleico encontrados principalmente en la carne y productos lácteos provenientes de
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rumiantes. Desde el punto de vista estructural la gran diferencia entre el ácido linoleico conjugado y el ácido
linoleico tradicional es que mientras el primero de ellos presenta dos dobles enlaces conjugados (alternados
por un único enlace simple), en el ácido linoleico tradicional los dobles enlaces no están conjugados tal y
como podemos observar en la anterior figura.
En los últimos años son muchas las propiedades beneficiosas que se le han atribuido a varios miembros de la
familia de los ácidos linoleico conjugados. Por ello forman parte de famosísimos suplementos nutricionales y
alimentos funcionales. Sin embargo, a día de hoy la EFSA no ha aprobado ni una sola de lashealth
claims(alegaciones saludables) solicitadas por diferentes empresas del sector alimentario para el ácido
linoleico conjugado. Aunque hay estudios prometedores no hay evidencias científicas sólidas que relacionen
la ingesta de este compuesto con la reducción del peso corporal, el incremento de la masa muscular, la
protección del ADN frente al daño oxidativo…
Pero los resultados encontrados por nuestro grupo pueden ayudar a que el ácido linoleico conjugado pase los
difíciles exámenes de la EFSA. Empleando técnicas de fluorescencia y química computacional hemos
demostrado que uno de los isómeros del ácido linoleico conjugado, el ácido ruménico, adopta una estructura
físico-química diferente dependiendo de la concentración a la que se encuentre en el medio de reacción… y
eso puede cambiar totalmente sus propiedades.
El ácido ruménico cuando se encuentra a baja concentración se presenta en forma de unidades individuales
llamadas monómeros. Los monómeros se encuentran aislados unos de otros sin formar ningún tipo de
asociación entre ellos. Sin embargo, si aumentamos la concentración del ácido ruménico en el medio de
reacción llega un momento en el que los monómeros se agregan dando lugar a grandes estructuras de tipo
micelar en forma de pelota.
MICELA
Las micelas de ácido ruménico son agregados esféricos donde las moléculas se orientan para favorecer al
máximo las interacciones hidrofóbicas e hidrofílicas. Así, las cadenas del ácido graso están orientadas hacia el
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interior y los grupos polares hacia la superficie. Estas estructuras tienen propiedades totalmente diferentes a
las de los monómeros aislados y el valor exacto de concentración de ácido graso al cual éste pasa
súbitamente de forma monomérica a forma micelarse denomina concentración micelar crítica.
¿Y se puede calcular el valor exacto de la concentración micelar crítica del ácido ruménico en el cuál el
ácido ruménico cambia de estructura y, por tanto, sus propiedades son diferentes? Sí.
Para ello utilizamos una sonda fluorescente llamada difenilhexatrieno que, al adicionarse al medio de
reacción, se incorpora a la estructura del ácido ruménico. Esta sonda es incapaz de emitir fluorescencia en un
entorno polar. Por ello, mientras el ácido graso con la sonda acoplada se encuentran en forma monomérica no
hay emisión de fluorescencia. Sin embargo, en el momento en el que sobrepasamos la concentración micelar
crítica el ácido ruménico se agrega formando la micela, la sonda fluorescente se incorpora a la micela que es
más apolar que el medio que la rodea y aumenta súbitamente la fluorescencia de la disolución.
Determinación de la CMC del Ácido Ruménico. Insertada se puede ver su estructura.
En la anterior imagen les muestro una gráfica donde se puede observar claramente un punto de intersección
entre la región pre-micelar y post-micelar que define la concentración micelar crítica. En la gráfica se
aprecia el súbito incremento de la fluorescencia que se produce cuando la concentración de ácido ruménico es
0.3 milimolar. Justo a ese valor se produce el paso de monómeros a micela.
Y ahora llega la gran pregunta. Todo lo expuesto…¿sirve para algo? La importancia de lo que hoy les he
contado es altísima.
Por una parte conocer las razones de la aparición de las micelas de ácido ruménico y de la existencia de
un equilibrio monómero/micela de tipo dinámico es clave para entender las funciones de ese ácido graso.
Varios estudios han demostrado como las propiedades nutricionales, espectroscópicas, fisiológicas y
funcionalesde un mismo compuesto no solamente son diferentes, sino que pueden llegar a ser opuestas
dependiendo si se encuentra en estado monomérico o micelar. En el caso del ácido linoleico conjugado
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hay estudios en la literatura científica que muestran como sus efectos sobre la salud son
totalmente dependientes de la concentracióna la que sea ingerido. Los resultados publicados por el grupo de
investigación “Bioquímica y Biotecnología enzimática” podrían ser la explicación a dichos estudios.
Por otra parte la puesta a punto de un método fluorimétrico rápido, fiable y preciso para determinar el
punto exacto de formación de las micelas (la concentración micelar crítica) es fundamental si queremos
alterar el equilibrio monómero/micela, desplazándolo hacia la zona que más nos convenga. Sabiendo el valor
exacto de la concentración micelar crítica del ácido ruménico podremos elaborar alimentos funcionales y
fármacos más efectivos.
Dejo para el final lo más importante. Lo que hoy les he contado respalda una idea que llevo defendiendo
durante años. Es absurdo hablar de las propiedades beneficiosas o perjudiciales de una molécula (incluidas su
efectividad o su toxicidad) sin especificar no solo a qué concentración se encuentra sino también cuál es
el pH o la temperatura del medio de reacción. De hecho el ácido linoleico conjugado, incluso a una misma
concentración, presenta propiedades muy distintas si se encuentra en una disolución básica o alcalina, ya que
su estructura también cambia con el pH.
“Pequeños cambios en los parámetros físico-químicos de una molécula o del medio de reacción en el que
se encuentre pueden cambiar totalmente su estructura, convirtiéndola en otra molécula totalmente
diferente que puede matarnos…o salvarnos la vida”.
Figura 6 Ejemplo de producto enriquecido con Ácido Linoleico Coonjugado
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Querido Paracelso: el veneno no solo reside en la dosis, la estructura es aun más importante.
Este post ha sido realizado por José M. López Nicolás (@ScientiaJMLN) y es una colaboración
de Naukas.com con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Bibliografia: Physicochemical, thermal and computational study of the encapsulation of rumenic acid by
natural and modified cyclodextrins. Adrián Matencio, Carlos Javier García Hernández-Gil, Francisco García-
Carmona, José Manuel López-Nicolás. Food Chemistry 216 (2017) 289–295.
doi: 10.1016/j.foodchem.2016.08.023
https://culturacientifica.com/2018/06/15/querido-paracelso-el-veneno-no-solo-reside-en-la-
dosis/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCulturaCientfi
ca+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29
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Antología
Sontag: una mujer que fue muchas
La edición en español de los cuentos reunidos de la célebre crítica incluyen varios textos inéditos y evidencian
la versatilidad de la autora de Sobre la fotografía.
Polifacética. Ensayista, narradora, cineasta, Sontag (1933-2004) en su departamento de Nueva York en
1989. Foto: Eddie Hausner/The New York Times
Cuando un escritor se convierte en una imagen, esta se vuelve paralizante. Entre lector y libro interfiere la
celebridad, el menú fijo de una cara de dominio público, cansada de sí, inmanejable. Una de las evidencias de
este mecanismo –a cada autor su Dorian Gray personalizado– es el disparo a repetición de una misma foto
durante años, en solapas y suplementos, aunque el escritor ya esté trastabillando dos décadas más tarde.
Desde temprano, la cara de Susan Sontag se imprimió con tanta autoridad como la de sus ensayos (y con la
misma fragilidad, afortunadamente, a vuelta de página), y sus sucesivas edades publicitaron variados modos
de seducir. La imagen de escritor que a ella la seducía era la de Antonin Artaud, Simone Weil y Cesare
Pavese: el sacrificio como vía regia. La atraía la aparente nobleza del sufrimiento del artista, pero ella tenía
planes más prolijos –más astutos– para consigo: no dejarse dominar del todo por sus propias inclinaciones. Y
jugar en contra de sí fue uno de sus trucos frecuentes, que aplicó con diversos tintes en sus sólidos ensayos y
en sus vacilantes ficciones. La tapa de Declaración. Cuentos reunidos es una pintura de su admirado Howard
Hodgkin, y en un texto sobre este artista británico subrayó “el grado en que todo lo de Hodgkin se ve
inconfundiblemente suyo”. Por su parte, los cuentos de Sontag tienen una forma de fracasar –no es una
apreciación negativa– que es inconfundiblemente suya.
Sus relatos son interesantes en la medida en que son anómalos, y en la medida en que de una manera indirecta
siempre entran en diálogo con sus ensayos. Su autoconciencia como escritora le jugó a favor como crítica y
como diarista y quizá en contra como narradora (lo que no quiere decir que ese atributo siempre resulte
desfavorable en la ficción). No es improbable que la distancia entre lo que uno lee –en su caso, Ronald
Firbank o Manuel Puig– y lo que uno escribe se recorte más claramente en un ensayista nato que prueba sus
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armas en la ficción. Y no es improbable que ante una crítica notable las expectativas sobre su ficción sean
más exageradas. Pero Sontag –que decía ser su crítica más severa y no hay por qué no creerle aun cuando los
resultados no sean óptimos– sabía dirigirse tiros por elevación, como cuando en “Declaración” alguien admite
“no saber con certeza cómo ejercitar los poderes que poseo”. No hay mejor puesta en escena de esa tensión
entre seguridad e inseguridad, y de la alternancia entre candor e inteligencia, que en sus cuadernos de notas,
especialmente en La conciencia uncida a la carne. Diarios de madurez (1964-1980).
A la novela se le permite ser cualquier cosa; al cuento no tanto. A Sontag le convino la libertad total para
disciplinar sus formas, y sus novelas El amante del volcán y En América son, en conjunto, superiores a sus
cuentos. Es irónico que para esta oportuna defensora de ciertas vanguardias el formato de una narración más
convencional fuera lo que la volvió una narradora más apreciable. Su afición por experimentar con la forma
de los textos no los transformó en cuentos. Tal vez Sontag creía que al fragmentar ya estaba experimentando
lo suficiente o tal vez confundía forma con puesta en página. Si sus ensayos parecen flechas talladas, sus
ficciones tienden a la atomización inaprensible. Ella lo llamaba método cubista.
Su comprensible debilidad por lo arbitrario –por la gratuidad de un estilo– quizá la llevara a querer ponerlo en
práctica en sus narraciones. Como sea, el carro de sus modelos –Donald Barthelme, Italo Calvino– se ubicó
por delante de los caballos de una necesidad más profunda. La mitad de las piezas reunidas son series de
fragmentos y, con todo, ninguna carece de alguna iluminación: “Proyecto para un viaje a China”, “La escena
de la carta”, “Viaje sin guía”, “Repaso de antiguas quejas”, “Declaración”. La fragmentaria es la forma más
riesgosa, porque es la que se nutre de vacíos flotantes, de silencios de extensión ingobernable; es razonable la
preocupación maniática de Sontag por transiciones y elipsis.
Sontag se consideraba una aprendiz incesante y estaba dispuesta a asumir ese riesgo (y otros). Sobre Canetti
comentó: “el cuaderno es la forma literaria perfecta para un estudiante eterno”. Fue quizá su fanatismo por los
artistas de lo fragmentario –Artaud, pero también Benjamin, Barthes, Canetti, Godard– lo que la llevó a
redactar durante años un valioso diario de notas. Un diario alimenta una relación confrontativa con el propio
trabajo, que es lo que ella precisaba (sus ficciones delatan esa irresolución). Y a la vez la proveía de un
contrapeso imprescindible, que la fortalecía: un diario es eso para quien lo redacta, una inagotable fuente de
instrucciones (para vivir, para escribir). Se puede suponer que la vulnerabilidad de Sontag, tan evidente en sus
cuadernos, al entrar en contacto con sus poderes de percepción la convertían en la crítica que era (entre otras
cosas, una mano habilísima para señalar falsas distinciones y crear nuevas). Llegar a Sontag por sus ensayos o
por su ficción, de paso, acaso equivale a una diferencia de luz, como la de llegar a un hotel de día o de noche.
El texto más bello del volumen, “Peregrinación”, es el registro de una visita en California a Thomas Mann.
De alguna manera conversa con “Proyecto para un viaje a China”, en el que leemos que “el viajero vacila,
tiembla. Tartamudea” y que “nadie extraordinario parece ser cabalmente contemporáneo”. Sontag sabía ser
sentenciosa, pero su verdadero temperamento celebraba la duda: “el pero es la naturaleza verdadera del
pensamiento”, soltó en una oportunidad.
Aquella tarde en que Mann le sirvió té a una jovencísima Sontag pudo haber sido el día en que esta empezó a
comerse las uñas. Pero es en “Peregrinación” donde confiesa que “las admiraciones me liberaron” y que
“coleccionaba dioses”. Sontag jamás le temió a aquella suposición mezquina (en cuanto a que expresar una
admiración excesiva debilita la autoridad del crítico) y convirtió a la admiración en uno de los temas de su
vida. En su diario apuntó: “Siempre pensé que mis ídolos eran la mejor parte de mi consciencia”. A propósito
de esto, sobre Barthes dijo: “que él, de modo característico, deba elogiar, puede estar conectado con su
proyecto de definir y crear estándares para sí mismo”. Otro tanto podría decirse de la propia Sontag. Al igual
que lo que indicó acerca de Canetti: “Está preocupado por ser alguien que él pueda admirar”. (Pero es ese el
mayor desvelo de casi todo crítico, y el que explica en parte su ávido salto a la ficción). Sontag nunca se
cansó de elogiar –con razón– a su amiga, la excepcional crítica y escritora Elizabeth Hardwick, y retomando
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algo planteado por el poeta polaco Adam Zagajewski, añadió: “La creencia en la grandeza literaria implica
que la capacidad de admirar sigue intacta”.
Una biografía y una bibliografía como la de Simone Weil despertaban en Sontag reflexiones como esta: “En
el respeto que le debemos a semejantes vidas reconocemos la presencia del misterio en el mundo”. A lo mejor
algo de ese “estilo interior” es lo que detectaba en los nobles personajes de las películas de Robert Bresson.
La autora de Contra la interpretación tenía una devoción absoluta por el trabajo de un actor y las paredes de
su casa estaban empapeladas de fotogramas. No era religiosa pero era una ferviente creyente en cierta clase de
trascendencia, de transformación, de conversión: “Los milagros son el único tema interesante que le queda al
arte”. Hacia el final de su texto sobre Hodgkin habla de Venecia y dice: “uno podría pasarse una vida entera
pidiendo disculpas por haber hallado tantas maneras de acceder al éxtasis”. Entre otras virtudes, Sontag tuvo
el coraje de cortejar lo sublime, es decir el coraje de exponerse al ridículo.
Declaración. Cuentos reunidos, Susan Sontag. Literatura Random House, 346 págs.
https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/sontag-mujer-muchas_0_S1MRTmdZX.html
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CON JORGE “FLACO” BARRAL
“La vida es un tuya-mía constante”
Producir y nunca dejar de explorar. Esa es la filosofía del ex Opus Alfa y Días de Blues.
CARMEN FACCINI
(desde Madrid)
Viernes, 22 Junio 2018 04:05
Jorge Barral
Con Jorge “Flaco” Barral nos conocimos virtualmente a fines del 2017, comienzos del 2018, durante la
enfermedad de mi hermano Juan. En esas circunstancias, más allá del ídolo blusero de la adolescencia, el que
integró los legendarios grupos uruguayos Opus Alfa y Días de Blues, me sorprendió este personaje peculiar,
generoso y solidario. Las conversaciones que resultaron de ese encuentro no podían quedar durmiendo en el
fondo de un celular. Las mismas se han intensificado a propósito de la publicación en Madrid del libro de Ana
Hortelano y Miguel López, Música para vivirla… (Moratalaz Blues Factory, 2018). El libro dedica una
sección al uruguayo Jorge Barral, focalizándose en el análisis de cada tema incluido en UyyyUyUy, su disco
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más reciente (2016), del cual López afirma que “aparenta ser ‘un disco sencillo’, como dice Flaco, pero
ofrece una inusual riqueza de instrumentación y unos arreglos primorosos de músicos que denotan un
desbordado amor por la música.”
En la presentación de Música para vivirla…, Barral hizoflipar (término recurrente en su discurso que él
entiende como alguien que alucina ante algo sorprendente) al auditorio, con dos de los temas más populares
de UyyyUyUy, “La casa de las matemáticas” y “Nos vamos al monte”, acompañado de su chaturangui, que
describió como “un instrumento de la India, Calcuta.” A lo que agregó: “tiene veintidós cuerdas: dos para
hacer ritmo; cinco para hacer melodías; tres que ellos utilizan de forma pedal —yo no las suelo utilizar así—
, y doce cuerdas simpáticas, porque en la música de la India, que se utiliza mucho para hacer yoga y demás,
sería imposible que hubiera notas antipáticas. [risas] Todo tiene que tener ese ah ah, om om, y estas notas lo
tienen. Yo, realmente, con el cacharro éste estoy muy muy muy feliz. La única putada es que el libro de
instrucciones tiene 2.854 páginas [risas]… no, no os riáis que encima vino en sánscrito… [risas], claro, es
más difícil de aprender. Entonces toco de momento en una cuerda sola y con eso me alcanza…” [risas y
aplausos].
Raros instrumentos.
—En la presentación del libro Música para vivirla…, encantaste a la audiencia con temas de tu último
disco, UyyyUyUy. ¿Dónde salió este disco? ¿Incluye otros estilos además de blues?
—El disco se editó en Madrid bajo el sello Youkali Music, sello independiente que engloba a músicos de
World Music, Jazz, Flamenco y discos híbridos como el mío, que no sabes dónde ubicarlo. Sí, no me encasillo
dentro de un estilo y hay canciones que tienen un aire hinduista, o mezclas, como en el “Perro Flaco,” que es
una especie de blues rollingstoniano con la base de rumba argelina.
—¿Y los instrumentos menos tradicionales?
—En cuanto a instrumentos menos tradicionales, está la Tambura. Suele tener tres o cuatro cuerdas que se
pulsan “al aire,” es un continuo moscardón de fondo. También la Tabla, instrumento de percusión con una
gran riqueza de sonidos y matices. Y el Bansuri, flauta traversa de bambú. Estos tres instrumentos son muy
utilizados en las Ragas de la música de la India. La Darbuka, percusión árabe. La Chaparrasca, bueno, yo le
llamo así, porque es una chapa y se rasca, pero realmente le llaman Washboard, muy utilizada en el Sydeco y
Cajún. El Dobro, que es un poco más común ahora. También el Beatbox, sonidos de batería y
onomatopéyicos con la voz.
—Hay varias colaboraciones.
—Sí, han colaborado veintiún músicos, todos compañeros que me pintaron de mil colores y sensaciones los
temas. Contentísimo con todos, en un ambiente súper positivo.
—¿Cómo y dónde se hizo la grabación de UyyyUyUy ?
—Tengo un pequeño estudio en casa y aprendí teniendo estudios profesionales. El disco lo grabé en un
noventa por ciento allí, entonces todos venían en plan de pasar el día. Para el próximo disco prefiero esperar a
estar relajado como estuve en éste, y así pensar con tranquilidad los arreglos. Invitar a los amigos a participar,
pero no con el tiempo estructurado; tomarnos un vinito, charlar y grabar… relax… Aparte, en septiembre
saldrá un disco grabado en vivo en Madrid en 2015, con el grupo que conformo con Carlos Guerra,
Raga&Blues.
—Las canciones de UyyyUyUy ya las tenías compuestas hace unos años, por lo menos algunas…
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—Si, algunas las tenía ya compuestas, pero nunca habían sido grabadas en discos. Tengo otra tandita de
viejos temas, que irán en el próximo disco, es una lástima dejarlas tiradas, ¡pobrecillas! Pertenecen a
momentos de mi vida tan importantes como los de ahora.
—¿Cuánto hace que tocas el chaturangui y cómo entraste en contacto con este instrumento?
—Hace tres años (2015). Entré en contacto porque siempre me gustó la música de la India y en Uruguay
acompañé a un sitarista. Afiné la guitarra parecida al sitar y se me voló el coco. Tengo más de diez mil temas
hindúes, me pacifica. Me gusta la música de la India, pero su religión, no; no tengo religión definida.
—¿Has estado en la India?
—A la India no fui porque no me va el rollo de vida que tienen, la comida y no sé inglés… y no es broma. Así
como tengo facilidad para la música, el dibujo, hacer los cartelitos, hacer todo el disco menos la portada, soy
muy desastroso con los idiomas…
La música y la ciudad.
—En el caso de “Nos vamos al monte”, ¿tuviste alguna participación en la elaboración del video, teniendo
en cuenta tus incursiones en otras artes?
—Sí, incluí alguna foto del refugio, pero es un flash, hay que poner atención para verlas. [risas] También
grabé unas cuantas tomas, águilas, flores y naturaleza del entorno de los pueblos negros de Guadalajara. Pero
el montaje está realizado en Montevideo, así que no podía estar allí dando la vara para pedir cosas. He querido
dejar libertad a Guillermo Madeiro en el montaje, él también fue partícipe en el video del “Perro Flaco” y
confío plenamente en su buen hacer.
—¿Pernoctaban en el “refugio de machos cabríos” que mencionas en este tema y que vemos en los videos?
—El refugio lo fuimos acondicionando para poder quedarnos. Se hicieron interiormente unas bancadas para
poner pequeños colchones, ya que el suelo era de piedra y nada horizontal. Llevamos una cocina de leña y
construimos una chimenea rústica. Y como bajaba un pequeño riachuelo, hicimos una huertita que no
necesitaba atención diaria. Y por supuesto, unas plantitas de "María" (marihuana) en medio de la montañita,
vamos, de auténtico vicio. También hay un pantano a un par de kilómetros… Esto fue por el setenta y siete,
setenta y ocho, el refugio se lo dejaron a mi amigo arquitecto a cambio de la rehabilitación de unas casitas en
el pueblo de Campillejo en la provincia de Guadalajara. Se fue viniendo abajo y hoy en día ya no existe.
Luego, él terminó comprándose una finquita en el campo de Gibraltar. De vez en cuando voy a verlo porque
él pasa de venir a Madrid.
—Se lo montaron todo de lo más cómodo... Y, a propósito de este tema, ¿dónde viviste en el campo y qué te
hizo cambiar esa vida natural por una urbana?
—En Uruguay estuve en Rincón de la Bolsa, pasando el río Santa Lucía, San José. Allí tenía ranas, bichitos
de luz y una cabra. [risas] Aquí fue primero en Mirasol (Barcelona) y luego Menorca, cerca de Calas Coves.
Allí tenía conejos, gallinas, palomas, ocas, pavos… Pero la música está en la ciudad… En Menorca me
acostumbré a levantarme con el amanecer y me encanta hacerlo. No hay cosa más bonita, si hay oportunidad,
de ver el amanecer y el atardecer. Yo disfruto con los dos, o por lo menos, con sus resplandores, porque es
difícil en la ciudad ver el horizonte, aunque Madrid tiene unos cuantos rincones donde no hay edificios y
puedes ver las puestas.
—¿Fumas ahora? Hace un tiempo vi una entrevista televisada en la cual hablabas del asunto en relación a la
creación. Creo que tenías una visión opuesta a consumir para ser creativo...
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—No es que tenga una visión contraria, sino que puedes hacerlo de las dos formas. Aunque a mí me pasó
muchas veces que compuse algo fumado y flipaba mientras lo hacía y pensaba que era genial. Al otro día lo
escuchaba y era una auténtica porquería. Aunque hay temas que los hice fumado y me gustan. Llevo sin
fumar (salvo algún momento puntual) desde los noventa y me siento genial. Me centro más en el arreglo y no
suelo tener decepciones después de hacerlo, es más real.
—¿Y por qué el tema instrumental se llama “La casa de las matemáticas”?
—Este tema lo compuse en el peor momento de mi vida. Mi amigo Fernando Peláez se enteró de que yo
viajaba a Montevideo, así que me llamó por teléfono y me dijo que él tenía sitio en su casa, que sería un honor
tenerme hospedado y que no aceptaba un “no.” Al final fui a su casa, me dio una guitarra para cuando quisiera
volar el coco y desconectar lo que pudiera. En el fondo de su casa, algunos días me ponía a delirar. Y salió ese
tema. Fernando en ese momento era catedrático de matemáticas en la Udelar; su mujer, Alicia, profesora de
física; su hija mayor, estudiaba también física y la hija menor, ciencias económicas... Y yo veía números en
todos los rincones. Me pareció justo que si lo había compuesto allí, fuera un agradecimiento hacia la familia
Peláez. Cuando grabé el tema, le pedí al que lleva la página de pájaros del Uruguay si me podía facilitar el
audio de los pájaros que normalmente se escuchan en Montevideo. Son los sonidos que hay al comienzo del
tema, el canto que escuchaba en el fondo de su casa.
—Justamente, estos días hemos estado hablando con Pepo González y revisando el libro De las cuevas al
Solís de Fernando Peláez. Es él mismo, ¿verdad?
—Sí, es él. Nos hicimos muy amigos cuando vino a España. Luego, fui a Uruguay y le llevé una carpeta llena
de entrevistas, etc., para el libro, y realmente llegamos a tener una buenísima onda.
—Qué situaciones te ha tocado experimentar…
—Hay duras y hay magníficas, así que hay que hacer frente a todas, a unas por brillantes, y a otras por duras,
para que no te confundas. Trato de pensar que, en definitiva, eso es la vida. Estas situaciones te hacen
agrandar la escala de valores y quizás ya no es más siete menos siete, quizás más diez menos diez, y tu vida
comienza a desprenderse del egotrip.
—Durante la primera internación de mi hermano Juan, caí en la cuenta de que sos excepcionalmente
generoso y solidario.
—Lo que tú creas… Pienso que esto es mucho más fácil. Simplemente soy lo que llamo normal, como
tendríamos que ser todos, así que no lo encuentro una proeza ni nada del otro mundo. Me enseñaron y aprendí
muy bien a dar y recibir, y te juro que la mayoría de las veces da resultado. La vida es un tuya-mía constante,
y el que no quiera jugar al ping-pong, se queda mirando la pelotita.
—Cuando actuaste en Uruguay en la sala Zitarrosa, en noviembre del 2016,
compartiste la historia de cómo se gestó “La casa de las matemáticas”.
—Sí, allí lo expliqué y pude crear el clima con los pájaros…
—Me imagino la atmósfera en el teatro…
—Sí, muy muy…
—Le llegas mucho a la gente…
—Mira, sé que vas a decir otra cosa, pero conozco mis limitaciones. No soy tan buen músico, me falta
técnica, pero sí tengo magia. Eso sé que tengo y es lo que me ha ido ayudando año tras año.
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—Eres muy exigente contigo mismo, como me lo ha hecho notar mi hermano Juan. A propósito del tema que
le escribiste — “para que lo ayude a mejorarse” —, Juan mencionaba que a algunos de los nuevos talentos
bluseros en Uruguay, a pesar de la sofisticación a nivel de técnica, les falta ese ángel…
—No he estudiado para tener ángel o duende o como queramos llamarle… Y claro, me siento un privilegiado
de poseerlo. Ya… no sé qué es, soy suertudo… Quizás es la combinación de siempre comportarme como si
estuviera en casa y dejar que mi cabeza vuele sin analizar lo que estoy haciendo en el momento.
—¿Te refieres a que tienes duende (para usar la expresión más lorquiana) como músico, o en otras formas de
comunicarte como ser humano?
—El duende es en la música aunque algo se debe de colar en mi trato con las personas. Difícil
autoanalizarme…
Leer a García Márquez.
—Leí en De las cuevas al Solís que cuando te fuiste de Uruguay en 1973, tres meses antes del golpe de
Estado del 23 de junio, lo hiciste en barco. Dado que la travesía era bastante extensa… ¿Qué hacías en el
barco, tocabas, componías, escribías, volabas…? ¿Alguien te esperaba en el puerto de Barcelona o te fuiste a
la aventura?
—El motivo de mi salida de Uruguay tuvo una razón lógica, profesional y no política. Después de haber
conseguido buena repercusión con Opus Alfa y a renglón seguido con Días de Blues, tuve que seguir
haciendo artesanía para poder subsistir. Después de analizarlo con calma, llegué a la conclusión de que,
hiciera lo que hiciera, no me iba a sacar de seguir haciendo artesanía y la razón es sencilla, somos tres
millones de habitantes, país pequeño para aspirar a vivir de mi verdadera profesión. Y como siempre sucede
en mi vida, me dejé llevar por ella. Estando en la feria de artesanías de Punta del Este, llegó una persona que
me dijo: “¡Guauuu, con esta artesanía, en la costa de España te iría muy bien!” No lo pensé mucho y con el
dinero de la feria, me compré un pasaje en barco para poder dejar algo de dinero a mi familia, ya que la
aventura prefería comenzarla yo solo y no arriesgar a más personas. El viaje duró trece días, llevaba conmigo
una maletita pequeña con ropa, una guitarra acústica marca “Ariana” comprada en los años sesenta, que aún
conservo, y mi bolso de cuero con mi queso de madera, punzones, algunas hojas de alpaca y algunas piezas de
artesanía ya realizadas. El grupo musical del barco era de bodas y bautizos, así que no me interesaba en lo
más mínimo. Compartía camarote con un hindú que, cada vez que terminábamos de almorzar, cenar, etc. se
ponía a eructar porque decía que era sano… Así que con todas esas perspectivas me fui a la biblioteca, vi que
tenían el libro Cien años de soledad y me lo leí enterito, cambiando constantemente de ambientes para
hacerlo más agradable. Un par de días antes de llegar a Barcelona, conocí a otros artesanos uruguayos y
decidimos estar en la misma pensión para ayudarnos. Al poco tiempo de estar en Barcelona, pude alquilar un
piso y así comenzar la nueva aventura ya que, aunque estaban los demás artesanos, yo iba muy por libre, no
tenía nada que ver con ellos y muchas veces me gustaba caminar solo…
—¿Tenés fotos de tus artesanías?
—En aquella época no había celulares… [risas] Encima, para las fotos soy patético.
—¿Y por qué no te quedaste en Barcelona?
—Primero estuve en Barcelona, pero enseguida me fui a Mirasol, como te comenté antes, al otro lado del
Tibidabo. Salí disparado, no aguanto a los catalanes, son muy pesados con la lengua y a mí eso no me va.
Sería largo de contar pero no bien llegué, me presionaron y soy muy libre, así que me fui a Menorca de
despeje y luego aquí a Madrid, que no hay tensiones. Me sentí tan presionado, que paso totalmente. Tengo
tres tierras: Montevideo, Menorca y Madrid.
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—Yo amo Barcelona, mis vivencias fueron positivas e intensas cuando viví allí… Me encantaba estudiar
catalán y hablarlo con los nativos.
—No sé, la vida es según te vaya, tanto en los sitios como con las personas. Quizás tú no aguantas a alguien y
a mí me puede parecer lo contrario. Vivimos de experiencias propias.
—Todos esos años en que no viniste a Uruguay, ¿no viste más a tus padres, o estaban en España? Para mí,
habiendo vivido treinta años fuera de Uruguay, éste es un tema muy sensible …
—Simplemente, cambiaba el ir, que ya conocía Uruguay, por traerlos cada cierto tiempo y que conocieran
Europa. Para mí también es un tema sensible, pero lo vivido con ellos… ejemplar. Mi papi, un fenómeno,
jamás discutí con él, jamás tuve un mal rollo. Aprendí mucho de sus enseñanzas, un chamán, un gurú, yo que
sé, un pedazo de padre.
—Llevas 45 años viviendo fuera de Uruguay, con una intensa y constante actividad en la música en España,
por ejemplo, con tu grupo Azahar, entre varios otros. ¿Cuáles han sido los períodos que han tenido mayor
impacto en tu desarrollo como músico?
—¡UyyyUyUy!! Que difícil, buena pregunta….. Siempre que comparto música, en los grupos o
acompañando, aprendo. Siempre prefiero estar en un segundo plano y aprender, que estar delante y no
enterarme de nada. Dicho esto, mis etapas con Hilario Camacho y con Azahar, fueron muy enriquecedoras.
Con Azahar, grupo de rock sin batería con el que además incursionábamos en la música andalisí, tenía que
llevar el peso rítmico y por primera vez, adentrarme en esos estilos. Fue fascinante. Más adelante fue con el
grupo Labanda, de música celta; también por primera vez, comenzaba a aprender los reel gigas y polkas ya
que, aunque tenía discos de esos estilos, nunca los había interpretado. Encima, con Labanda hicimos un par de
giras por Marruecos, otra por Irlanda… Un momento álgido, diría. Volví otra vez al blues con Manzanares
Delta, grupo que combinaba el blues con squetch, muy divertido; luego fue Ñaco y los Bluescavidas, puro
blues de alto nivel. Ñaco, uno de los mejores armonicistas de España. Pasado esto, estoy en los momentos
hinduistas y de músicas del mundo, que estoy disfrutando muchísimo. Fueron músicas que por una u otra
circunstancia, estaban allí esperando, y tuve la suerte de encontrar a Carlos Guerra y comenzar con el grupo
Raga&Blues, y de allí a no sé dónde… Quizás una de esas consecuencias es el Flaco Barral y
su ¡UyyyUyUy!! de hoy.
—Solo dos recitales en Uruguay, el primero en 1998 y el segundo y último, en noviembre de 2016, en la sala
Zitarrosa. ¿Por qué, en tanto tiempo, sólo has actuado dos veces en escenarios uruguayos?
—¿Por qué? Mmm… me dejo llevar y que se den las condiciones, que la vida te lleve, siempre lo hice así
tanto a nivel profesional como en mi vida diaria.
—¿Han sido experiencias gratificantes estas presentaciones, en especial la más reciente?
—Sí, por supuesto que han sido ultra-gratificantes. Recibo el cariño de tanta gente, que emociona. También
haces realidad la virtualidad de las redes, hay personas con las que había intercambiado guapísimas
conversaciones y no nos conocíamos personalmente, como puede ser en nuestro caso…
Y el concierto fue genial, estuve arropado por unos músicos de diez, Pablito Traberzo, Fede Vaz, Luis
Gutiérrez, Santy Cutinella y cerrando el espectáculo, Daniel Bertolone, creo que no se puede pedir más.
[risas]
—¿Por qué crees que, a diferencia de lo que sucedía hace treinta o cuarenta años, muchos músicos trabajan
hoy en varios proyectos a la vez?
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—Hay varias razones, creo, que han desembocado en lo que sucede hoy día en el panorama musical y social.
Una muy importante es la utopía. Éramos más inocentes, creíamos en cosas imposibles y si
amabas, amabas. Si por circunstancias se disolvía el grupo, era posible que hasta lloraras…
Otra, el ser humano va más a lo práctico, a ganar el dinerillo como sea, así que tiene diez grupos, con que
cada uno actúe una vez, son diez veces al mes. [risas] Es tan práctico el ser humano hoy día, que hemos
creado la sociedad del copia y pega, del tributo, de esa forma se copia y no hay que preocuparse de componer
una letra, una melodía y encima hacer arreglos…
—Muchas veces han sido las utopías las que han servido para mover el mundo a lo largo de la historia. Creo
que es muy atractivo, en el escenario, ver que los años pasaron y tú seguís en el camino (para usar un
término tuyo) con la misma energía y el mismo entusiasmo de los comienzos.
—Quizás la búsqueda de nuevos elementos —como en mi caso con el chaturangui, por ejemplo—, hace que
tu mente se inquiete por el reto. Eso te hace mantenerte activo, despierto y, lo más importante, con ilusión. La
ilusión jamás hay que perderla. Te hace sentir, de alguna forma, niño con juguete nuevo.
—¿Cuándo vuelves a Uruguay?
—Mmm…
(NOTA: Carmen Faccini es académica. Publicó en poesía Diario de viaje con un bávaro, Trilce,
Montevideo, 2002)
https://www.elpais.com.uy/cultural/vida-mia-constante.html?utm_source=news-
elpais&utm_medium=email&utm_term=%E2%80%9CLa%20vida%20es%20un%20tuya-
m%C3%ADa%20constante%E2%80%9D&utm_content=22062018&utm_campaign=Cultural
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Lady Macbeth en Cape Cod
Extensa y repetitiva, 'Tierra madre', de Paul Theroux, parece escrita para mostrar que las familias
desgraciadas se parecen
PATRICIO PRON
El escritor Paul Theroux. WILLIAM FURNISS
Nos habían enseñado mil maneras de ser desleales, además de habernos inculcado el motivo para serlo:
entrégate por completo a alguien y te abandonará, te hará daño, te defraudará, te destruirá”. Las
lecciones en la familia Justus (de “Justice” o “justicia”, irónicamente) siempre han sido amargas, y eso
desde el nacimiento de Jay, el narrador, o incluso desde antes: “La primera lección de madre, más
implícita que expresada abiertamente, fue que nuestro afecto por los otros era una señal de debilidad.
La lealtad era peligrosa, como una oscura forma de engaño. Nuestro amor por los demás nos volvía
poco fiables, pues interfería en nuestra primera y más importante obligación: la obediencia a madre”.
“Madre” es el centro en torno al cual todo gira en la nueva novela de Paul Theroux (Medford,
Massachusetts, 1941). “Irresponsable y fría, distraída, retorcida, corrupta, manipuladora, testaruda,
vanidosa, materialista y dictatorial”, “Madre” nunca ha ocultado su naturaleza, pero ésta se pone de
manifiesto en toda su tremenda dimensión tras la muerte del marido, un hombre simple y escasamente
rebelde obligado a castigar a sus hijos para satisfacer la rabia de la mujer y demostrarle su obediencia;
tras su muerte, Jay (quien escapó en cuanto pudo de su familia, vivió en África, viajó, tuvo hijos y
escribió libros, al igual que Theroux) regresa junto a su madre y a sus hermanos (siete más una niña
muerta al nacer con la que la progenitora dialoga diariamente) con la esperanza de dejar atrás las
afrentas del pasado. Lo que descubre es que, en algún sentido, éstas recién comienzan: manipulando a
sus hijos y enemistándolos unos con otros, la madre arruina las perspectivas amorosas de Jay, favorece
económicamente a sus hijas Rose y Franny a cambio de que éstas la protejan (y de paso consigue que
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sus hermanos las odien), enfrenta a Jay con Floyd (el “otro escritor” de la familia, que escribe una
reseña rabiosa de un libro del primero), pone sus asuntos en manos de Fred, el hijo abogado, y desplaza
a Gilbert (el diplomático) y a Hubby, el enfermero, al que le regala una propiedad controvertida y no
muy útil, ataca a los hijos ridiculizando a sus nietos, humilla regularmente a Jay, cuya actividad
literaria le parece indigna de su tiempo, obtiene atenciones de todos ellos (lo que más le gusta son las
ostras) y dispone de sus vidas como cuando eran niños. Ni siquiera después de alcanzar los 100 años,
“Madre” deja de ser lo que siempre ha sido: la Lady Macbeth de un reino íntimo.
“Todas las familias felices se parecen entre sí, pero las infelices son desgraciadas a su manera”, escribió
alguien; lo más destacable de Tierra madre, sin embargo, es que pareciera haber sido escrita para
demostrar que también las familias desgraciadas se parecen. Da la impresión de que Theroux, cuya
trayectoria es, por decirlo de alguna manera, irregular (sus mejores libros, El gran bazar del
ferrocarril y La costa de los mosquitos,se alternan en ella con otros erráticos o prescindibles), hubiera
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deseado inscribir esa irregularidad en el interior de una obra “total” pero excesivamente extensa y
repetitiva (“Algunas partes son buenas, muchas son aburridas, una pérdida de tiempo”, resume su
autor), cuyos mejores pasajes (traducidos con su solvencia habitual, como el resto de la obra, por el
poeta Mariano Peyrou) consisten en la extrañísima transformación del padre en un actor de minstrel, la
evocadora estancia de Jay en Chiapas y las tiradas del recalcitrantemente erudito Floyd, el mejor
personaje del libro.
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Autor: Paul Theroux.
Editorial: Alfaguara (2018)..
Formato: versión kindle y tapa blanda (648 páginas)
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Cuestión de fe
Aunque hace tiempo que tiene un lugar asegurado dentro de la historia grande del rock, el éxito más grande
en la vida de Patti Smith fue con el libro Éramos unos niños, donde recuerda su relación con el fotógrafo
Robert Mapplethorpe en la Nueva York de los años 70. Dos años después de M Train, su último libro de
memorias, la semana que viene llegará el turno de la edición en castellano de Devoción (Lumen), un pequeño
y particular ensayo sobre la escritura, que en Estados Unidos se publicó a través de una editorial universitaria.
En sus páginas, la cantante que hace poco revolucionó Buenos Aires con su visita invita a reconstruir su
proceso creativo, reuniendo un diario de viaje con la publicación de su primer texto de ficción. Radar adelanta
en exclusiva algunos de sus capítulos.
Por Patti Smith
¿Por qué se siente alguien llamado a escribir? Para apartarse, protegerse en la crisálida, disfrutar del rapto de
soledad, a pesar de los deseos de los demás. Virginia Woolf tenía su habitación propia. Proust, sus ventanas
cerradas. Marguerite Duras, su casa silenciosa. Dylan Thomas, su modesto cobertizo. Todos buscaban un
vacío que empapar de palabras. Las palabras que penetrarán un territorio virgen, probarán combinaciones
imposibles, articularán el infinito. Las palabras que formaron Lolita, El amante, Santa María de las Flores.
Por Martín Pérez
Hay pilas de cuadernos que delatan años de esfuerzos baldíos, euforia desinflada, un incesante paseo por los
tablones del suelo. Debemos escribir, embarcándonos en una miríada de esfuerzos, como si domásemos un
potrillo obstinado. Debemos escribir, pero con esfuerzos constantes y una pizca de sacrificio: para canalizar el
futuro, para revivir la infancia y para poner las riendas a los disparates y los horrores de la imaginación con el
fin de ofrecérselos a unos palpitantes lectores.
Cuando todavía estaba en París, recibí una invitación de la hija de Albert Camus, Catherine, para que fuese a
visitar la casa familiar del escritor en Lourmarin. Pocas veces voy a casa de la gente, pues, a pesar de la
hospitalidad ofrecida, suelo experimentar una sensación de enclaustramiento o de presión imaginaria. Casi
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siempre prefiero el cómodo anonimato de un hotel. Pero en este caso acepté; era todo un honor para mí. En
cuanto me despedí de Simone, regresé a París, cogí un tren hasta Aix-en-Provence y allí me recibió el
asistente de Catherine, que me llevó en coche el trayecto de una hora que nos separaba de Lourmarin.
Cualquier nerviosismo que pudiera sentir se disipó ante la amabilidad del empleado y la calurosa bienvenida
que me dieron todos.
El antiguo caserío, en el que en tiempos criaban gusanos de seda, había sido adquirido con el dinero del
Premio Nobel de Camus, para que les sirviera de segunda residencia fuera de París. Llevaron mi pequeña
maleta a la habitación que en origen pertenecía al propio Camus. En cuanto miré por la ventana, me resultó
fácil saber qué lo había llevado hasta allí. El sol desnudo, el olivar, los retazos de tierra seca moteados por
grupitos de flores silvestres amarillas, todo era similar al entorno natural de su Argelia natal.
Su habitación era su santuario. Allí era donde había trabajado en su obra maestra inacabada, El primer
hombre, para desenterrar a sus ancestros, reclamar su génesis personal. Escribía sin interrupciones, detrás de
la pesada puerta de madera, con la talla de dos grifos gemelos que sujetan una corona. No me costaba
imaginarme a una joven Catherine repasando las alas de los grifos con el dedo, deseando con fervor que su
padre la abriera.
Yo tenía catorce años cuando Camus perdió la vida en un nefasto accidente de coche. En las noticias
posteriores salieron imágenes de sus hijos y una descripción de su maleta, que encontraron en un campo bajo
la lluvia junto a la escena y que contenía su último manuscrito. Ocupar, aunque fuese por poco tiempo, la
habitación en la que había escrito esa obra era una lección de humildad.
Amueblada con modestia, presentaba varias estanterías abarrotadas con una selección de sus libros. Un pack
en tres volúmenes de Diarios de Eugène Delacroix. Cartas de Gauguin. La vida de Mahoma. Le viol des
foules, la escalofriante opinión de Serguéi Chajotin sobre el abuso de las masas a través de la propaganda
política. Antes de bajar las escaleras, donde Camus descansa en paz junto a su esposa, con el nombre algo
erosionado, como si la naturaleza hubiese escrito su propia historia.
Catherine nos preparó la comida y una infusión de color violáceo, un remedio medi.cinal para la tos crónica.
La conversación era plácida y natural, sin un momento de incomodidad siquiera. Después, me reuní con la
hija de Catherine para dar un largo paseo con los perros por los campos colindantes. Hablamos de los árboles,
los identificamos: cipreses, abetos, pinos, olivos jóvenes, higueras, cerezos cargados de fruta y un imponente
cedro del Líbano. Ellarecogió unas cerezas mientras los perros se divertían correteando felices por delante.
Hacia el final de nuestro paseo, me pasó un tallo esbelto coronado por unas diminutas flores amarillas, un
ramillete silvestre con una suave fragancia.
Se llama immortelle, me dijo.
Cuando regresamos, el asistente de Catherine me condujo al despacho de la planta inferior, donde trabajan y
realizan las obligaciones oficiales. Era modesto y presentaba un ambiente de tranquila productividad. El
ayudante me preguntó si me gustaría ver el manuscrito; me quedé tan anonadada que apenas logré contestarle.
Me pidieron que me lavase las manos, cosa que hice con cierta solemnidad.
La hija de Camus entró y colocó el manuscrito de El primer hombre en el escritorio, ante mí. Luego fue a
sentarse en una silla con el fin de dejar la distancia suficiente para que yo pudiera sentirme a solas con el
documento.
Durante la siguiente hora tuve el privilegio de examinar el manuscrito completo página por página. Estaba
escrito de su puño y letra, cada una de las páginas daba la sensación de unidad inquebrantable con el tema.
Era imposible no dar las gracias a los dioses por proporcionar a Camus una pluma sincera y sensata.
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Pasaba las páginas con sumo cuidado, maravillándome ante la belleza estética de cada una de las hojas. Las
primeras cien páginas con marcas de agua tenían el nombre de Albert Camus grabado en el lateral izquierdo;
las restantes no estaban personalizadas, como si se hubiese cansado de ver su propio nombre. Había marcado
algunas páginas con su segura forma de señalar, había revisado a conciencia ciertas líneas y algunos
fragmentos estaban tachados por completo. Se percibía una concentración extrema en la tarea y el corazón
acelerado que había animado las últimas palabras del párrafo final, el último que escribiría.
Me sentí en deuda con Catherine por permitirme analizar el manuscrito de su padre, pletórica por poder
abrazar este tiempo tan preciado, sin desear nada más. Pero, poco a poco, detecté un cambio en mi
concentración, algo muy propio de mí. Esa compulsión que me prohíbe rendirme por completo ante una obra
de arte, que me aparta de las salas de un museo predilecto para dirigirme a la mesa en la que escribo los
borradores. Esa pulsión que me apremia a cerrar Canciones de inocencia con tal de experimentar, como
Blake, un atisbo de lo divino que también puede convertirse en poema.
Ese es el poder decisivo de una obra singular: una llamada a la acción. Y yo, una y otra vez, me lleno del
orgullo desmedido de creer que puedo responder a esa llamada.
Las palabras que tenía ante mí eran elegantes, despiadadas.
Me vibraban las manos. Imbuida de confianza, sentí la urgencia de levantarme de un brinco, subir las
escaleras, cerrar la pesada puerta que había sido de Camus, sentarme delante de mi propio taco de folios y
empezar mi propio principio. Un acto de sacrilegio inocente.
Apoyé las yemas de los dedos en la última página. Catherine y yo nos miramos la una a la otra sin decir ni
una palabra. Le entregué el manuscrito, guardando la clase de rencor reservado para el final de una relación.
Me levanté de la silla, con la infusión violeta sin acabar y ya fría, el immortelle olvidado.
Mientras deambulo por la aldea, me imagino a Camus levantándose de su escritorio, dejando a un lado su
tarea a regañadientes. Observado por el fantasma de una chica, baja la escalera, sigue la misma ruta, deja atrás
la torre del reloj con la inscripción en latín: “Las horas que pasan nos devoran”. Camina por esas mismas
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callejuelas de adoquines, se sienta como siempre en el Café de l’Ormeau. Enciende un cigarrillo y toma un
café, rodeado del murmullo del pueblo. A lo lejos, los campos de lavanda, almendros, el azul cielo argelino.
Sin poder evitarlo, su mente se aparta del estímulo de una conversación cordial para volver a su santuario, a
cierta frase que todavía tiene que resolverse.
Las cosas se mueven a cámara lenta. Llevo el cabo de un lápiz en el bolsillo.
¿Cuál es la tarea? Componer una obra que comunique en distintos niveles, como en una parábola, desprovista
de la mancha del ingenio.
¿Cuál es el sueño? Escribir algo bueno, que sea mejor de lo que soy yo, algo que justificaría mis intentos e
indiscreciones. Ofrecer alguna prueba, a través de un barullo de palabras, de que Dios existe.
¿Por qué escribo? Mi dedo, como un lápiz óptico, traza la pregunta en el aire vacío. Un acertijo familiar que
me he planteado desde la juventud, algo que me privaba del juego, de los amigos y del valle del amor, presa
de las palabras, siempre un poco desplazada.
¿Por qué escribimos? Irrumpe un coro.
Porque no podemos limitarnos a vivir.
https://www.pagina12.com.ar/123879-cuestion-de-fe