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Sinopsis
El Príncipe de Hierro ―mi sobrino― nos traicionó
a todos.
Él me mató.
Y entonces, desperté.
Al despertar después de un mes de estar al borde de la muerte, Ethan
Chase está aturdido al saber que el velo que oculta a los fey de la vista humana
se rasgó temporalmente. Aunque el atisbo de humanidad al mundo Faery duró
sólo un breve momento, el mundo de los humanos ha sido lanzado en el caos, y
la emoción y el glamour producida por el miedo y el asombro han renovado el
tremendo poder de la reina olvidada. Ahora, ella está a la vanguardia de un
levantamiento contra las cortes de Verano e Invierno, un ajuste de cuentas que
tendrá efectos catastróficos en Nunca Jamás.
Liderando por la Dama del Ejército Olvidado está Keirran: sobrino de
Ethan, y el hijo traidor de la Reina de Hierro, Meghan Chase. Para detener a
Keirran, Ethan debe desobedecer a su hermana una vez más como él y su novia,
Kenzie, en la búsqueda de respuestas en el olvido. En el rostro de poder
maligno e insondable sin precedentes, los enemigos de Ethan deben ser sus
aliados, y el mundo de las hadas ha cambiado para siempre.
Parte Uno
Capítulo 1 Flotando
Mi nombre es Ethan Chase.
Y no puedo estar seguro, pero creo que podría haber muerto.
Capítulo 2 Despertando
El sueño siempre termina igual.
Estoy en mi habitación de nuevo. O tal vez es la habitación de mi
hermana o la de un desconocido. No puedo decir. Hay fotos en la pared que no
reconozco, imágenes de una familia que no es la mía. Pero el escritorio es el
mío, creo. La cama, la silla y la computadora son míos. Hay una figura
durmiendo en la cama, el largo cabello castaño derramándose sobre la
almohada. Estoy tratando de moverme en silencio, así no la despierto, aunque
no puedo recordar por qué está aquí, en mi habitación. Si es que es mi
habitación.
De quien sea esta habitación, es oscura. Puedo oír la lluvia golpeteando
sobre el techo de zinc por encima, y los distantes chillidos de los cerdos en el
cobertizo exterior. Papá quería que los alimentara hoy; va a apestar salir por ahí
a la lluvia y el barro. Le dije que les daría de comer cuando la lluvia amainara.
A decir verdad, no quiero salir en la oscuridad. Sé que esto está ahí, acechando
en las sombras, esperando por mí. Lo he visto en el espejo, reflejado en el
vidrio: una silueta alta y delgada en la ventana de mi habitación, mirando.
A veces, por el rabillo de mi ojo, creo que veo largos dedos negros
saliendo por debajo de la cama. Pero cuando me vuelvo y miro, no hay nada
allí.
Mi teléfono vibra sobre el escritorio. Lo dejé sonar, sintiendo mi
estómago anudarse y retorcerse mientras el teléfono vibra en la superficie.
―¿Por qué no contestas? ―pregunta la chica de cabello castaño, sentada
ahora en mi cama. Sus ojos verdes parecen brillar en la oscuridad.
―Porque ella va a estar enojada conmigo ―respondo―. La dejé. Prometí
volver, pero la dejé sola. No va a dejarme escapar de eso.
El teléfono se queda en silencio. Voces hacen eco desde la planta baja,
mis padres, diciéndome que es hora de cenar. Miro a la chica de cabello castaño
de nuevo, sólo que ya no es más ella, sino Meghan, sentada en su cama, su
pálido cabello largo plateado en las sombras de la habitación. Está sonriendo
hacia mí, y tengo cuatro años de edad, abrazando mi conejo de peluche a mi
pecho.
―Ve a cenar, imprudente ―dice Meghan suavemente. Todavía est{
sonriendo, aunque puedo ver las lágrimas en su cara, arrastrándose por sus
mejillas―. Dile a mam{ y a Luke que no me siento bien en este momento. Pero
regresa cuando hayas terminado, y voy a leerte, ¿de acuerdo?
―Est{ bien ―respondo, y camino con suavidad hasta la puerta mientras
aprieto a Floppy con fuerza en un brazo. Me pregunto por qué está llorando, y
si hay algo que yo pueda hacer para hacerla feliz otra vez; odio cuando mi
hermana está triste.
―Ha perdido a alguien ―me susurra Floppy, como lo hace a veces
cuando estamos solos―. Alguien ha desaparecido, por eso es que est{ triste.
Fuera de mi habitación, el pasillo es oscuro, y el resto de la casa está
envuelto en sombras. Una sola luz parpadea desde nuestra pequeña cocina, y
camino por las escaleras hacia esta, tratando de ignorar las cosas oscuras que se
mueven y se retuercen a mí alrededor, fuera de la vista. Un niño, de cabello
melenudo y desigual, espera por mí al pie de las escaleras.
―¿Me puedes ayudar? ―pregunta Todd Wyndham, los ojos suplicantes.
Las sombras se curvan a su alrededor, aferrándose a su cuerpo delgado,
atrayéndolo de nuevo a la oscuridad. Me estremezco y me apresuro a pasar,
apretando a Floppy a mi cara, tratando de no ver―. Ethan, espera ―susurra
Todd mientras las sombras lo absorben―. No te vayas. Por favor, regresa. Creo
que he perdido algo.
La oscuridad se lo traga, y ha desapareció de vista.
―Ahí est{s ―anuncia mam{ cuando finalmente entro en la cocina―.
¿Dónde está tu hermana? La cena está lista. ¿No está bajando?
Parpadeo, ya no de cuatro años de edad, y la amargura se posa sobre mí
como una segunda piel.
―Ya no vive m{s aquí, mam{ ―le digo, hosco y enojado―. No desde
hace mucho tiempo, ¿recuerdas?
―Oh, eso es correcto. ―Mam{ lleva una pila de platos de la alacena y
me la entrega―. Bueno, ¿si la ves de nuevo, le dir{s que estoy manteniendo un
plato caliente para ella?
Hubo un golpe en la puerta delantera antes de que pudiera contestar.
Esto hace eco a través de la casa, un ruido hueco que hace que las sombras
retorciéndose en el borde de la luz retrocedan con terror.
―Oh bien. Justo a tiempo. ―Mam{ abre la puerta del horno y saca un
pastel, humeando y rebosando rojo―. Ethan, ¿querrías atender eso, por favor?
No dejes a tu invitado parado bajo la lluvia.
Pongo los platos en la mesa, camino a través de la sala de estar y abro la
puerta principal.
Keirran me mira desde el umbral.
Está mojado, su cabello plateado pegado a su cuello y frente, su ropa
también empapada de la lluvia. Charcos de agua a sus pies, sólo que el charco
es demasiado oscuro para ser agua.
Por debajo de su camiseta, algo pulsa, oscuro y amenazante, como un
latido de corazón retorcido. Puedo sentirlo, de repente, justo debajo de su
esternón, un gemelo del peso alrededor de mi propio cuello, el círculo frío de
acero colgando de una cadena.
La tormenta ruge detrás de él; el relámpago rasga a través del cielo,
iluminando las rayas rojas en su cara, el brillo glacial de sus ojos. Por una
fracción de segundo, mirando por encima de su hombro, veo a alguien más ahí
fuera en la oscuridad. Alto y pálido, con el cabello como niebla retorciéndose.
Pero el rayo se desvanece rápidamente, y la figura se ha ido.
Miro de regreso a Keirran, un escalofrío arrastrándose a través de mí
cuando veo sus manos. Están empapadas en sangre, húmeda y reluciente, todo
el camino más allá de su codo. Una mano sostiene una hoja curva, brillando
entre nosotros.
Me encuentro con esos ojos azules helados. Me sonríe con tristeza.
―Lo siento, Ethan ―susurra, siempre igual.
Y embiste esa hoja a través de mi estómago.
* * *
Di un grito silencioso y abrí mis ojos.
La oscuridad rodeándome. Me quedo perfectamente inmóvil, mirando a
lo que parecía ser un techo normal preguntándome dónde estaba. Había grietas
atravesando el yeso, formando extrañas formas y caras, pero ellas no se
arremolinaban juntas o se reían de mí como lo habían hecho varias veces en el
pasado. De hecho, esta era la primera vez< en no sabía cu{nto tiempo< que
mi mente estaba clara. Antes, me apartaba de una oscura y surrealista pesadilla,
sólo para caer directo en otra, donde todo era retorcido, aterrador y jodido, pero
no lo sabía porque estaba en un sueño. Había unos pocos momentos de lucidez
donde, si pensaba lo suficientemente duro, recordaba rostros cerniéndose sobre
mí, ojos brillantes con la preocupación. Una cara en particular apareció mucho
en mis sueños, sus mejillas húmedas con lágrimas. Ella hablaba conmigo a
veces, diciéndome que me aferrara, susurrando cuánto lo sentía. Yo quería
desesperadamente hablar con ella, hacerle saber que estaba bien. Pero nunca
podía aferrarme a la realidad por mucho tiempo, y rápidamente caía de nuevo
en las retorcidas pesadillas de mi mente.
No podía recordar cómo había llegado aquí, pero finalmente tuve un
aguante consciente de mi cerebro. Estaba despierto, y alerta, y decidido a seguir
así esta vez.
Con cautela, probé mis pensamientos temblorosos, reuniendo pedazos
fracturados de memoria cuando intenté juntar lo que había sucedido. Lo
primero, es lo primero.
¿Dónde estoy?
Poco a poco, volví mi cabeza, revisando mi entorno. Acostado en una
cama grande, las sábanas subidas hasta mi pecho y mis brazos a mis costados.
La habitación parecía una habitación normal o tal vez una oficina, aunque no la
reconocía y nunca había estado aquí antes. Un escritorio estaba colocado en una
esquina, la pantalla de la computadora brillando azul, y un aparador de pie
junto a esta. A mi derecha, una ventana parcialmente abierta dejaba entrar el
aire fresco de la noche, y la luz plateada lanzaba un resplandor brumoso a
través de la habitación. La luna llena brillaba a través del cristal, enorme,
redonda y más cerca de lo que jamás había visto antes.
Parpadeando, volví la cabeza hacia la otra pared, y mi aliento quedó
atrapado en mi garganta.
Una silla estaba colocada en la esquina más cercana a mi cama. Hundida
en esa silla, con los brazos cruzados y su cabeza apoyada contra el respaldo,
estaba una chica con el cabello pálido y esbeltas orejas puntiagudas.
Mi hermana. Meghan Chase, la Reina de Hierro.
La miré por un segundo, mi mente recién despierta tratando de dar
sentido a todo. Meghan se agitó, cambiando a otra posición, una reina tratando
de ponerse cómoda. Una manta había sido lanzada sobre ella, y un libro yacía
en el suelo debajo del reposa-brazos. Mi garganta se sintió repentinamente
apretada. ¿Había estado cuidándome, velando junto a mi cama? ¿Cuánto
tiempo había estado yo aquí, de todos modos? ¿Y qué demonios había
sucedido, durante el tiempo que estuve inconsciente?
Traté de sentarme para llamarla. Pero el movimiento envió a la
habitación en una repugnante picada, y mi voz salió como un ahogado
ronquido. Haciendo una mueca, me hundí, sintiéndome frágil y terriblemente
débil, como si hubiera estado enfermo durante mucho tiempo. Aun así, Meghan
debe haber estado apenas dormida, porque sus ojos se abrieron de golpe, azul
penetrante en la penumbra, y de inmediato se inclinó hacia mí.
―Ethan. ―Su voz era un susurro sin aliento, y en un instante, estaba a
mi lado. Una esbelta mano agarró la mía cuando se arrodilló a mi lado, la otra
se extendió y rozó mi cara, dedos suaves deslizándose sobre mi mejilla. Sus ojos
estaban sospechosamente brillantes cuando se encontraron con mi mirada―.
Est{s despierto ―dijo, con la voz débil de alivio―. ¿Cómo te sientes?
Tragué saliva. Mi garganta estaba como papel de lija; hablar se sentía
como diminutas hojas de afeitar siendo arrastradas a través de mi tráquea, pero
logré decir un ronco:
―Estoy bien, supongo. ―Y entonces mi garganta explotó en un ataque
de tos que trajo lágrimas a mis ojos.
―Espera ―dijo Meghan, y se fue de mi lado. Un minuto m{s tarde
estaba de vuelta con una copa, entreg{ndomela con un severo―: Bébelo
lentamente.
Tomé un pequeño y cauteloso sorbo, preguntándome si estaba
enriquecido con encanto de hadas. Resultó ser agua, normal, no mágica, por lo
que pude ver. De repente seco, tuve que esforzarme para tragar lentamente,
sabiendo que probablemente se regresaría si tragaba demasiado rápido.
Meghan esperó pacientemente hasta que había terminado, luego arrastró la silla
hasta el lado de la cama.
―¿Mejor?
Asentí.
―Sí ―dije en voz baja, probando mi voz. Todavía sonaba ronca, pero al
menos podía hablar sin toser―. ¿Dónde estoy?
―En el Reino de Hierro ―respondió Meghan en voz baja―. Est{s en
Mag Tuiredh.
La capital del Reino de Hierro. La corte de Meghan, justo en el centro de
Nunca Jamás. Había terminado en la Tierra de las Hadas una vez más.
Me moví contra la almohada, y la habitación se inclinó un poco,
haciéndome apretar mis dientes. La expresión de Meghan se volvió
preocupada, pero apreté mi mandíbula, con la esperanza de que no fuera a
buscar al médico, o al sanador o a la criatura hada que fuera que se hiciera
cargo de este tipo de cosas. Yo estaba despierto y alerta, y todavía no tenía ni
idea de lo que está pasando. Necesitaba respuestas.
―¿Cu{nto tiempo he estado fuera? ―pregunté, mirando a mi hermana.
No respondió de inmediato, mirándome con ojos azules preocupados, y algo en
su rostro hizo que mi estómago se retorciera―. ¿Meghan? ―insistí―. ¿Cu{nto
tiempo he estado aquí, en Nunca Jamás?
―Un poco m{s de un mes ―respondió finalmente Meghan―. Por lo que
podríamos decir, has estado en estado de coma, hasta hoy. Nadie estaba seguro
que despertarías. Te encontramos< en el anillo de hadas en Irlanda y te
trajimos aquí.
―¿Un mes?―Me atraganté. Un mes en Nunca Jamás significa que una
cantidad indefinida de tiempo había pasado en el mundo real. Un año podría
haber volado mientras yacía aquí, inconsciente―. ¿Por qué aquí? ―pregunté
débilmente―. ¿Por qué no me llevaste de vuelta al mundo de los humanos?
Una vez más, Meghan no respondió, bajando la mirada solemnemente,
los ojos sombríos.
―¿Qué pasa con mam{ y pap{? ―exigí. Justo antes de irme, había
prometido que no desaparecería con las hadas por Dios sabía cuánto tiempo.
Otra promesa rota, otra mentira que había dicho a la gente que amaba. Mamá
probablemente estaba volviéndose loca―. ¿Saben ellos dónde he estado? ―le
pregunté―. ¿Alguien les ha dicho? ¿Saben que estoy bien?
―Ethan ―susurró Meghan, y su voz tembló. Y, mirando a la cara de mi
hermana, mis entrañas se quedaron heladas de miedo. Su expresión era
demacrada, y me miró como si yo fuera un fantasma. Destellos de cruda
angustia brillaban detrás de esa máscara compuesta que llevaba, el disfraz de la
Reina de Hierro. Mi memoria era borrosa, pero yo sabía, en el fondo de mi
mente, que algo terrible había sucedido.
Cerrando los ojos, Meghan respiró hondo antes de enfrentarse a mí de
nuevo.
―Cuando te encontramos ―continuó, su voz cada vez un poco m{s
fuerte―, estabas cerca de la muerte. Tu sangre estaba por todas partes, y ya
habías dejado de respirar. Hicimos todo lo que pudimos para salvar tu vida,
pero< ―Tragó saliva, y pude ver que apenas estaba conteniéndose de estallar
en l{grimas―. Pero, al final, te perdimos.
Mi corazón pareció detenerse. La miré fijamente, incrédulo, mi mente
negándose a aceptar el concepto.
―¿Qué< qué quieres decir?
―Ethan< moriste. Durante unos minutos, estuviste muerto.
Tambaleándome, me dejé caer sobre la almohada. Trozos de esa noche
volvieron a mí, desenredando el lío de sueños y pesadillas. Algo de eso había
sido real.
―Pero todavía estoy aquí ―razoné, mirando a Meghan―. Todavía estoy
vivo. ¿Cómo?
―No lo sé ―dijo Meghan―. Pero los sanadores encontraron esto en tu
cuerpo.
Se acercó y me entregó algo que sonó en la palma de mi mano. Metal frío
presionó contra mi piel mientras miraba las dos piezas de cobre en mi mano.
Encajaban a la perfección, formando un disco redondo y plano con un triángulo
grabado en el mismo centro.
Un amuleto. Había sido un regalo para mí de< mi mentor, Guro Javier,
para la protección contra los peligros de Nunca Jamás. Pero no siempre lo había
tenido< Mi cerebro giró, tratando de recordar. Lo había usado cuando me
había ido con Keirran a encontrar a la Dama de los Olvidados en Irlanda. Y de
pie en el anillo de hadas, rodeado por decenas de olvidados, la dama le había
dicho a Keirran que la forma de desgarrar el Velo, la barrera mágica que evita
que los seres humanos normales vean a la fey, era un sacrificio. Un sacrificio de
uno cuya sangre lo atara a las tres cortes, quien tenía familia en Verano,
Invierno y Hierro. Para que la fey exiliada viviera, para que los olvidados
fueran recordados por los seres humanos, una vez más, yo tenía que morir.
Y luego, Keirran me había apuñalado. Y yo había muerto.
―Mis sanadores me dicen que había magia poderosa rodeando ese
amuleto ―continuó Meghan, su tono extrañamente calmado―. Y cuando tú<
moriste, se hizo añicos. Pensé que te había perdido. ―Su voz temblaba, pero se
recompuso de nuevo―. Pero justo cuando detuvimos el tratar de revivirte, tu
corazón comenzó a latir. Muy, muy lentamente, y no pudimos despertarte, pero
estabas vivo. ―Miró al amuleto quebrado en mi palma, asombro y alivio
entrelazados a través de su voz―. Sea lo que esto fuera, probablemente salvó tu
vida.
Me quedé mirando las piezas brillantes, sin saber qué sentir. Mis
emociones estaban tan revueltas, era difícil concentrarse en una sola. No es
todos los días que tu hermana mayor te informa que estabas muerto, incluso si
fue solo por unos pocos minutos. Y que habías sido asesinado, apuñalado por la
espalda, por un miembro de tu propia familia.
Keirran.
Forcé mis pensamientos lejos de mi traidor sobrino.
―¿Mam{ y pap{? ―pregunté con voz ronca, mirando a Meghan―.
¿Ellos saben?
Una mirada de dolor cruzó su rostro.
―Se les ha dicho dónde est{s ―respondió―. Saben que est{s conmigo,
en Nunca Jamás. Les dije que algo te pasó, y que tienes que quedarte aquí por
un tiempo, para tu propia protección. ―Tomó un tembloroso aliento―. No
podía decirles la verdad, no aún. Esta habría matado a mamá. Estaba esperando
que te despertaras antes de que tuviera que explicar lo que realmente sucedió.
Por qué no podía enviarte a casa.
Y entonces, en ese dormitorio oscuro, con los fragmentos del amuleto
que me salvó la vida brillando entre nosotros, Meghan se rompió. La máscara
de la Reina de Hierro desapareció, y se tapó la cara con una mano. Sus hombros
temblaban, y cortos y silenciosos sollozos escaparon de su cuerpo encorvado,
mientras mi corazón y estómago se retorcían en un nudo doloroso. Meghan
siempre había sido la fuerte; antes de que ella desapareciera con las hadas,
siempre podía buscarla para todo. Es cierto, yo era sólo un niño entonces, y
adoraba la tierra sobre la que caminaba mi hermana mayor, pero siempre que
era atormentado por pesadillas, o terrores o monstruos que yo sólo podía ver,
Meghan era la que acudía. Ella era la que podía hacerme sentir seguro. Incluso
ahora, años más tarde, todavía no podía soportar la vista de ella infeliz.
Después que se fue, me había pasado la mayor parte de mi vida
resintiéndola, enojado de que ella los hubiera elegido a Ellos sobre la familia y
odiando al mundo que la había tomado. Pero incluso a través de todo eso,
todavía había extrañado a mi hermana como un loco y deseaba que pudiera
volver a casa.
―Oye. ―Sin saber qué m{s hacer, me incliné, ignorando el breve
momento de vértigo, y tomé su mano. Sus dedos se envolvieron alrededor de
los míos y la apreté fuerte, como para convencerla de que todavía estaba ahí.
Aún con vida―. Estoy bien ―le dije―. Meghan, est{ bien. Todavía estoy aquí.
No voy a morir en cualquier momento pronto.
―No ―susurró―. No est{ bien. No lo ha estado desde hace un tiempo.
―Tomó aire, tratando de recuperar la compostura, aunque las l{grimas
continuaban corriendo a través de sus dedos―. Lo siento, Ethan ―siguió―. Lo
siento mucho. Quería protegerte de todo esto. Traté tan duro de detenerlo,
distanciarme, nunca visitando, manteniéndolos separados a ti y a K-Keirran<
―Su voz se quebró ante el nombre de Keirran, y sentí una oleada de dolor, ira,
culpa y desesperación surgir entre nosotros, tan fuerte que hizo que mi piel
picara―. He mantenido tantos secretos, lastimando a tanta gente, para evitar
que esto sucediera. Ahora Keirran est{ ahí fuera, y tú casi mueres<- ―Sacudió
la cabeza, apretando su agarre casi dolorosamente alrededor de mis dedos―.
Lo siento ―susurró de nuevo―. Esto es mi culpa. Sabía que esto iba a suceder.
Debí haberlos vigilado mejor a los dos, pero nunca pensé que Keirran haría<
Que él sería capaz de<
Un estremecimiento atormentó su cuerpo, y dio otro sollozo silencioso.
De repente, me acordé de eso, de esa noche, justo después de que Keirran me
hubiera apuñalado y yo me hubiera desmayado, había oído el sonido de cascos
acercándose. ¿Eso habían sido Meghan y sus caballeros, viniendo a salvarme?
¿Ella había visto a Keirran, su único hijo, atravesar una espada a través de mi
cuerpo y dejarme morir?
Y entonces, recordé algo más.
―Esa era la profecía ―dije, sintiéndome como un idiota por no verlo,
por nunca adivinarlo. Por supuesto, ¿cómo podría? ¿Cómo podría haber
adivinado que Keirran, mi sobrino, y, con toda honestidad, una de mis únicos
amigos, me apuñalaría por la espalda?―. La que tenía a todo el mundo tan
preocupado. A ti, a Ash, a Puck, incluso a Titania. Todos ustedes casi tuvieron
un ataque al corazón cuando nos vieron a Keirran y a mí juntos. Debido a la
profecía.
Meghan asintió con cansancio.
―Supongo que no debería estar sorprendida de que te enteraras ―dijo,
limpi{ndose los ojos mientras se sentaba derecha, frente a mí―. ¿Quién te dijo?
―El Or{culo dije, recordando a la vieja bruja polvorienta con agujeros
vacíos por ojos, el dolor punzante mientras había tocado mi cabeza y parecía
hundir sus garras justo en mi cerebro. Recordé la visión destellando en mi
cabeza: Keirran, cubierto de sangre y con la espada en la mano, de pie sobre mi
cuerpo sin vida―. Justo antes de que ella muriera ―añadí, viendo los ojos de
Meghan ensancharse―. Fue asesinada por los Olvidados.
Una mirada adolorida cruzó el rostro de Meghan.
―Así que, los rumores eran ciertos ―dijo, casi para sí―. Lamento
escuchar eso. No nos separamos en los mejores términos, pero siempre estaré
agradecida por la ayuda que me dio. ―Cerró los ojos brevemente en un minuto
de silencio por la antigua hada, luego los fijó en mí otra vez―. ¿Te dijo algo
m{s? ―preguntó―. ¿Lo que significaba la profecía? ¿Cómo se produciría, y tu
parte en ella?
Negué.
―No tuvo tiempo para explicarse antes de que los Olvidados la mataran
―le contesté―. Todo lo que vi fue a mí en el suelo, y a Keirran parado allí.
Quiero decir, yo sabía que estaba muerto, que ella estaba mostrándome mi
muerte< ―Me estremecí, y vi la mandíbula de Meghan apretarse, también―.
Parecía como que algo me había matado. Pero, nunca pensé< que sería Keirran.
La ira se encendió una vez más, disolviendo lo último de la sorpresa, y
apretó mi puño en las mantas.
―Pero tú sabías eso ―le dije a Meghan, y era difícil no hacerlo sonar
como una acusación. Mi hermana me miró con tristeza mientras yo trataba de
controlar mis emociones, el sentimiento de traición de todos lados―. Tú sabías
de la profecía ―dije de nuevo―. Es por eso que nos mantenías separados a
Keirran y a mí. Es por eso que nunca regresaste. ―No respondió, y me incliné
hacia delante, decidido a llegar al fondo de esto, de una vez por todas―. ¿Por
cuánto tiempo lo supiste?
―Desde antes de que naciera Keirran ―respondió Meghan, su mirada
volviéndose distante―. El Or{culo vino a mí no mucho después de que me
convertí en la Reina de Hierro y me dijo que mi hijo primogénito no traería
nada más que dolor. Que Keirran estaba destinado o a unir a las cortes o a
destruirlas. ―Bajó la mirada hacia nuestras manos, todavía mantenidas
unidas―. Y que el catalizador< era tu muerte, Ethan. Si Keirran te mataba, ese
sería el disparador, el inicio de la destrucción.
La miré con incredulidad. Antes de que Keirran naciera. Eso era años de
saber, años de esa nube oscura colgando sobre su cabeza. Ella había llevado el
conocimiento de que su hijo podría hacer algo horrible durante toda su vida.
―Y ahora, eso ha sucedido ―dijo Meghan, su voz plana―. La profecía
se ha cumplido. Keirran ha comenzado algo que nunca puede deshacer, y tengo
que responder, como reina de esta tierra.
Sentí un nudo frío asentarse en mis entrañas, y me tragué la sequedad en
la garganta.
―¿Qué est{ pasando? ―pregunté, mi voz saliendo débil. Tenía casi
miedo de la respuesta―. ¿Dónde est{ Keirran, de todos modos?
―Nadie lo ha visto desde esa noche ―respondió Meghan―. Pero
tenemos razones para creer que está con los Olvidados.
Los Olvidados. Los fey que estaban desvaneciéndose poco a poco de la
existencia, porque nadie se acordaba ya más de ellos. La sangre se congeló en
mis venas. Si había “muerto”, entonces el Velo, la cosa que había mantenido a
las hadas ocultas e invisibles para los humanos, se había ido. Keirran creía que
destruirlo salvaría a los Olvidados, proveyéndoles con la creencia humana que
necesitaban desesperadamente para sobrevivir, ya que ellos no tenían glamour
propio. Pero yo sólo podía imaginar el terror en todo el mundo, el caos y la
locura que habría sobrevenido si toda la humanidad había descubierto de
pronto que la fey era real.
―¿Qué pasó? ―pregunté, mirando a Meghan. Ella cerró los ojos,
haciendo que el temor se asentara en mi estómago. ¿Keirran realmente había
comenzado un apocalipsis de las hadas?―. ¿El Velo fue destruido? ―Me
atraganté―. ¿Todo mundo puede ver a la fey ahora?
―No ―susurró Meghan, haciéndome desplomar de alivio―. No es
posible destruir permanentemente el Velo ―continuó―. Incluso si el ritual
hubiera funcionado de la forma en que se suponía, el Velo finalmente se habría
reformado. Pero< ―Vaciló, su voz volviéndose seria―. Cuando moriste, todo
Nunca Jamás lo sintió. Hubo esta sobrecarga, esta oleada de emoción desde el
mundo de los mortales, sensaciones que las hadas nunca han sentido antes.
Pasó a través de las cortes, el Wyldwood, Mag Tuiredh, en todos lados. No
sabíamos lo que era al principio, luego empezaron a llegar informes desde el
mundo humano. Durante unos minutos después de tu muerte, Ethan, el Velo se
había ido. Por unos minutos<
―La gente podía ver a la fey ―terminé en un susurro.
Meghan asintió.
―Por suerte, después de que reviviste, el Velo volvió rápidamente, y
minutos después, todo el mundo olvidó lo que habían visto. Pero, en ese corto
tiempo, el mundo humano fue un caos. Muchas personas fueron heridas
tratando de escapar, matando o capturando a las hadas que encontraron.
Algunos se volvieron locos, o pensaron que se habían vuelto locos. Un gran
número de mestizos fueron heridos, algunos incluso asesinados, cuando los
seres humanos los vieron como lo que eran. Fue sólo unos minutos, pero el
evento aún dejó su marca. Nuestros mundos todavía se están recuperando,
incluso si uno no sabe de qué.
Me sentí enfermo y traté de no pensar en lo que yo sabía que podría
haber pasado la noche en que había muerto.
―¿Mam{ y pap{? ―pregunté con voz estrangulada. Nunca pensé que
tendría que preocuparme por los que dejé atrás en el reino de los mortales, el
mundo normal, pero todas las apuestas estaban pagadas, al parecer―. ¿Dónde
estaban ellos esa noche?
―Est{n bien ―me aseguró Meghan, sonando aliviada―. Estaban
dormidos cuando sucedió, y tus encantos anti-hadas mantuvieron su casa
segura. En el momento en que se despertaron, todo estaba en su mayoría de
regreso a la normalidad. Aunque hubo mucha confusión, miedo e ira en los días
que siguieron.
Respiré profundo, disipando el nudo de pánico en mi estómago. Por lo
menos mi familia estaba bien, segura de la locura de las hadas que
aparentemente había barrido al mundo. Aunque algo más me molestaba.
Frunciendo el ceño, rastrillé mis recuerdos difusos de esa noche, tratando de
recordar lo que era real y lo que era una pesadilla. Había algo de lo que me
estaba olvidando< o de alguien. Keirran y yo habíamos ido a Irlanda juntos
para encontrar a la Reina de los Olvidados, pero habíamos dejado a otra
persona detr{s de<
―¡Kenzie! ―jadeé, sintiendo mi estómago anudarse una vez m{s. Kenzie
había tenido el amuleto, este había salvado su vida un par de veces mientras
estábamos en Nunca Jamás, pero ella me lo había dado de nuevo cuando yo la
había dejado en el hospital esa última noche. Mi mente giraba con los recuerdos
de una menuda y desafiante chica, con ojos marrón oscuro y rayas azules en su
cabello. Mackenzie St. James había sido la tercera parte de nuestro pequeño trío,
una chica que negoció con reinas hadas ganar la Visión, discutió con
desagradables gatos charlatanes y descaradamente se negó a permanecer
segura detrás en el mundo de los mortales. Alegre, terca, implacable, me había
seguido hacia las hadas, haciendo caso omiso de todos mis intentos de
mantenerla a distancia, y yo había, en contra de todo mi mejor juicio, caído
completamente enamorado de ella.
Yo le había dicho cuánto, la noche que Keirran y yo habíamos ido a
Irlanda a conocer a la Reina de los Olvidados. Habíamos tenido que dejarla
atrás porque Keirran había tenido una pelea, con Titania, de todas las hadas, la
maldita reina de la corte de Verano y Kenzie había quedado atrapada en el
medio. Recordé mi susurrada confesión esa noche en su habitación del hospital,
recordé mi promesa de volver, y me sentí como vomitando. ¿Cuánto tiempo
había pasado en el mundo real? ¿Kenzie estaba bien? ¿Todavía estaba
esperándome?
¿O había seguido adelante, convencida de que las hadas me habían
tragado entero, una vez más, y no iba a volver esta vez?
―¿Dónde est{ Kenzie? ―le pregunté a Meghan, quien me dio una
mirada preocupada―. Ella estaba en el hospital la noche que me fui con
Keirran. ¿Está bien? ¿Dónde está ahora?
Meghan suspiró.
―No lo sé, Ethan ―dijo, haciendo que mi pulso subiera por la
preocupación―. Yo no estaba consciente que la joven estaba herida. Si lo
hubiera sabido, habría enviado a alguien a revisarla. Pero entre tú, Keirran y la
próxima guerra, no he tenido tiempo de pensar en nada más. Lo siento.
―¿Guerra? ¿Qué guerra?
Por un momento, Meghan pareció mirar directo a través de mí, su
expresión de culpa, ira y pesar. Pero entonces se levantó, y el personaje de la
Reina de Hierro llenó la sala, compuesta y resuelta, haciendo que el aire crujiera
con poder.
―La Reina de los Olvidados se ha vuelto lo suficientemente fuerte como
para invadir Nunca Jam{s ―respondió Meghan con calma, aunque sus ojos
eran duros―. Su ejército de Olvidados ha abandonado el reino de los mortales
y ha cruzado hacia el Wyldwood. Hay que estar en un consejo mañana por la
noche en Tir Na Nog para decidir qué debe ser hecho. Si es que hay guerra,
estamos en desventaja.
―¿Por qué?
Hizo una pausa, un hilo de angustia arrastrándose en su voz cuando
respondió, volteando mi estómago de adentro hacia afuera.
―Porque Keirran los est{ liderando.
Capítulo 3 Sorprendiendo al Consejo
Unseelie
Miré por la ventana mientras el carruaje traqueteaba por las calles de Mag
Tuiredh, la victoriana ciudad del steampunk1 de las hadas de Hierro. Las
anchas calles empedradas estaban llenas de hadas y el moribundo sol de la
tarde se reflejaba en el metal brillante, cobre, alambre y un reloj, sobre todo en
las propias hadas.
Gremlins2 se deslizaban por las paredes y torres, mostrando sonrisas azul
neón. Un trío de espectros hechos de trapo y cables de hierro revoloteaban en la
calle, dejando el olor del ácido de batería a su paso. Un hada, de piel verdosa en
faldones y un sombrero de copa, se detuvo en una esquina e inclinó su cabeza
mientras pasábamos, un oxidado perro reloj sentado pacientemente a su lado.
Glitch, primer teniente de Meghan, se sentó frente a mí, las hebras de
neón iluminando su cabello haciendo que las paredes del carruaje parpadearan
como una luz estroboscópica. Me estaba dando un dolor de cabeza, y ya me
había estado sintiendo un poco enfermo. Entre las noticias de Meghan de
anoche y el temor persistente sobre a dónde íbamos ahora, probablemente
podría vomitar con muy poco esfuerzo.
Además, todavía estaba recuperándome de ser traspasado con una
espada. Esto podría haber tenido algo que ver con eso.
1 Steampunk: fue, en sus inicios, un subgénero literario nacido dentro de la ciencia ficción
especulativa que surgió durante la década de 1980 a manos de escritores conocidos por sus
trabajos cyberpunk. 2 Gremlin: Es una criatura mitológica de naturaleza malévola, popular en la tradición de países
de habla inglesa y surgida probablemente a comienzos del siglo XV.
―¿Est{s bien, príncipe Ethan? ―preguntó Glitch, mir{ndome con
preocupación.
Eché un vistazo en su dirección, sin tratar de ser hosco. La esbelta hada
descansaba en la esquina opuesta, observando cada uno de mis movimientos.
Como todos los de la alta burguesía, Glitch parecía joven, no mayor que yo,
aunque yo sabía que había estado en el Reino de Hierro desde antes de que
Meghan se convirtiera en reina. También sabía que Meghan lo puso aquí para
cuidarme, y, a pesar de que no era su culpa, me molestaba estar bajo la
vigilancia de algún hada viéndose extraño con cabello como un globo de
plasma púrpura.
―Sí. ―Suspiré, mirando por la ventana de nuevo―. Estoy bien.
―Quería decirle que no me llamara príncipe, pero no serviría de nada. Yo era el
hermano de la reina. Por lo tanto, al menos para las hadas de Mag Tuiredh, era
un príncipe.
Aunque, hacia dónde nos dirigíamos, dudaba incluso que ser hermano
de la Reina de Hierro me haría ningún bien.
Tir Na Nog. La corte de Invierno, el hogar de la reina Mab y las hadas
oscuras. Y el último lugar en el cual quería encontrarme en Nunca Jamás. Todas
las hadas eran peligrosas, por supuesto; incluso el reino de Meghan no era
completamente seguro, pero palidecía en comparación con el reino de Mab. Las
hadas de hierro eran un grupo raro, peculiar y excéntrico; podrían ser molestos,
podían ser mortales, pero de lo que había visto, no arrancarían tu cara sólo por
el gusto de hacerlo. Lo mismo no puede decirse de la corte oscura, que se
jactaba de cosas entretenidas como duendes, gorros rojos y ogros. Y todas las
oscuras y retorcidas criaturas que no querías encontrarte en un callejón oscuro o
debajo de tu cama.
Tú querías esto, me recordé. Insististe en venir. Discutiste con Meghan para
estar aquí.
Esto es tu propia maldita culpa.
Un nudo se asentó en mi estómago mientras recordaba las palabras
acaloradas de esta mañana y las acciones apresuradas que llevaron a este viaje.
* * *
―Señor, no se supone que esté levantado.
Miré al hada en el largo abrigo blanco, preguntándome si había estado
acechando fuera de mi puerta, esperando para saltar tan pronto como me
levanté de la cama. Era temprano en la tarde, y ya había sido hurgado,
pinchado y jalado por mucho más tiempo de lo que pensaba era necesario.
Meghan estaba fuera gobernando el reino de Hierro, así que había sido dejado a
la merced de varios atentos pero molestos hadas sanadores, que pululaban a mí
alrededor con agujas y termómetros, preguntando varias veces si tenía algún
tipo de dolor. Mis repetidas garantías de que estaba bien parecían sólo
convencerlos de que no lo estaba. Finalmente, después de decidir por ellos
mismos que no estaba en peligro de morir por segunda vez, el enjambre me
había dejado, con la firme instrucción de permanecer en la cama y no forzarme.
Sí, como que eso iba a suceder.
―Estoy bien ―le dije a este nuevo curandero, quien arqueó sus pobladas cejas
hacia mí, haciéndome respingar. Estoy bien parecía ser su código para estoy en
verdad sintiéndome bastante horrible y necesito atención médica inmediata―. ¿Dónde
est{ mi ropa? ―continué, con la esperanza de detenerlo de llamar al resto del
enjambre―. No necesito descansar, tengo que hablar con mi hermana. ¿Dónde
está ella?
Él me dio una mirada dudosa. Yo le di una mirada fulminante de
regreso. A decir verdad, no me estaba sintiendo de lo mejor. Mis piernas
estaban temblorosas, y solo pararme estaba haciendo que la habitación se
balanceara, un efecto secundario de estar horizontal por las últimas varias
semanas, supuse. Pero no podía quedarme allí como un vegetal, mientras tantas
cosas estaban sucediendo a mí alrededor. Anoche, después de que Meghan
había dejado caer ese bombazo sobre Keirran, el enjambre de curanderos había
llegado, impidiéndome hacer las diez mil preguntas arremolinándose en mi
cabeza.
Había tratado de esperar hasta que ellos se fueran para reanudar la
charla con mi hermana, pero cual fuera el brebaje de hada que me hicieron
beber, debe haber sido una poción para dormir de algún tipo, porque lo
siguiente que supe, es que estaba despertando.
No necesitaba más horas de sueño. Necesitaba saber lo que estaba
pasando, con Keirran, los Olvidados y todo Nunca Jamás. Necesitaba ponerme
en contacto con mis padres, dejarles saber que estaba bien.
Y Kenzie. Mis entrañas se agitaron. ¿Dónde estaba ella ahora? ¿Qué le
había pasado en el tiempo en que había estado desaparecido? ¿Estaba todavía
esperando por mí? ¿O me había dado por muerto y siguió adelante, volviendo a
su vieja vida normal, una sin hadas peligrosas y magia mortal?
Un escalofrío se deslizó por mi columna vertebral, y casi me dejé caer en
la cama de nuevo. Un mes en el país de las hadas probablemente significaba
que varios habían pasado en el mundo real. ¿Cuánto tiempo había pasado
desde la última vez que vi a Kenzie, acostada en ese cuarto de hospital? Su
enfermedad<
El frío se propagó a todas las partes de mi cuerpo, y de repente estaba
desgarrado entre acurrucarme en una bola en la cama y golpear las paredes
hasta que mis nudillos estuvieran ensangrentados. ¿Qué si< que si ella nunca
había dejado ese hospital? ¿Qué si regreso a casa, y Mackenzie St. James ya no
estaba más allí?
―Mi señor. ―El sanador dio un paso adelante, una nota de
preocupación en su voz―. Usted realmente debe acostarse. Se ha puesto muy
pálido.
―No ―dije con voz {spera, despidiéndolo. Ya había tenido suficiente de
dormir, y no podía llegar a casa para ver a Kenzie ahora. Tenía que salir y hacer
algo antes de que me volviera loco―. Estoy bien. Yo sólo< necesito encontrar a
mi hermana.
Él parpadeó.
―Su majestad est{ en la sala de guerra con el príncipe consorte y sus
asesores. Pero están en una reunión privada y han ordenado que nadie los
moleste. ¿Está seguro que no quiere acostarse, descansar un poco?
Lo dejé escupiendo protestas y caminé por el pasillo, deteniéndome un
momento para orientarme. No tenía ni idea de dónde estaba la sala de guerra y
no creía que el sanador me daría direcciones. Un caballero de Hierro, alto e
imponente con armadura completa, me lanzó una mirada de reojo desde donde
se encontraba parado al final de la sala, pero el rostro severo y la gran espada
me pusieron nervioso. Un gremlin, con orejas de murciélago y dientes como
hojillas, miró hacia abajo desde una lámpara de araña y me dio una sonrisa de
tiburón, pero yo no iba a perder el tiempo tratando de tener una conversación
sensata con un gremlin. Dos pequeñas hadas packrat3 encorvadas, llevando
enormes montículos de basura en sus espaldas, se contoneaban por el pasillo,
chillando en su extraño y estridente idioma, y me aparté del marco de la puerta.
―Oigan ―llamé―. Esperen un segundo. ―Ellos se detuvieron y
parpadearon hacia mí cuando me detuve enfrente de ellos―. Necesito
encontrar a mi hermana. ¿Dónde está la sala de guerra?
Ellos ladearon sus cabezas, y me pregunté si esto había sido una buena
idea después de todo. Sabía que podían entenderme, pero yo no hablaba packrat
y no tenía tiempo para un juego de adivinanzas en el medio del palacio de
Hierro.
―No necesito un mapa detallado ―continué―. Sólo señ{lenme la
dirección correcta.
Mantuvieron una breve conversación chillona con muchas sacudidas de
cabeza y gestos de la mano, antes de girar y hacerme señas para que los
siguiera. Aliviado, seguí a las hadas por varios largos y serpenteantes pasillos,
pasando caballeros, gremlins y otros innumerables fey de Hierro. Ellos me
miraron con diversos grados de curiosidad, desconfianza y temor. Como si yo
fuera el monstruo, la cosa fuera de lugar.
Supuse que lo era.
3 Packrat: También llamada rata de madera puede ser cualquiera de las especies de roedores del
género Neotoma perteneciente a la familia Cricetidae. Tienen una apariencia como de rata con
cola larga, orejas grandes y enormes ojos negros.
Finalmente, ellos me llevaron a través de una amplia puerta abierta hacia
una antecámara que había visto una vez antes, grande y espaciosa, con una
enorme silla de hierro al final de una larga alfombra. La sala del trono de
Meghan. Estaba casi vacía ahora, sólo unos pocos caballeros de Hierro de pie en
las esquinas y una ninfa de cables puliendo los escalones del estrado. Las
packrats se quedaron atrás en la puerta pero señalaron al otro lado de la cámara
a otra puerta en la pared del fondo, custodiada por un solo caballero de Hierro.
Sonreí y asentí, haciéndoles saber que estaba agradecido sin agradecerles
directamente. No sabía las reglas particulares de la corte de Hierro, pero decir
las palabras gracias en el país de las hadas generalmente era un no-no. Las
packrats devolvieron la sonrisa, chillando algo que no entendí y contoneándose
para alejarse.
Tomé una respiración profunda, aclarando el débil mareo, y caminé a
través de la sala del trono a la puerta en el otro lado. El caballero de Hierro me
observó acercarme, la cara estrecha impasible, y no se movió. Levanté mi
barbilla y traté de sonar autoritario, como que se suponía que debía estar aquí.
―Tengo que ver a mi hermana. Es importante.
Él se me quedó mirando el tiempo suficiente para hacer que me
preguntara si iba a ser escoltado de vuelta a mi habitación “para mi propia
protección”, antes de que él inclinara la cabeza y con calma se hiciera a un lado.
Tratando de no temblar por el alivio, entré por la puerta y seguí por un corto
pasillo hasta que este terminó en otra puerta, ésta sin vigilancia. Con cuidado,
probé la manija, esperando que estuviera bloqueada, pero dio vuelta fácilmente
en mi palma, y voces familiares se filtraron a través del espacio mientras la
puerta se abría.
―¿Y est{s seguro de que era él? ―dijo una voz baja que reconocí al
instante, haciendo que mis pelos se pusieran de punta. Por supuesto, que él estaría
aquí. Me contuve, tratando de desterrar los sentimientos de ira y resentimiento
hacia esa hada en particular. Eran solo hábito ahora, parte del pesar persistente
de cuando yo había pensado que él había robado a mi hermana de mí. No fue
culpa de Ash que Meghan nunca viniera a casa.
Ella lo amaba, y había decidido quedarse en Nunca Jamás, para
convertirse en la Reina de Hierro. Estaba cansado de estar enojado, cansado de
la amargura que me comía desde el interior. No me gustaba la idea de que
había muerto odiando a parte de mi familia.
―Sí, señor. ―Esta segunda voz tembló un poco, como si su propietario
preferiría estar en otro sitio―. Lo vi yo mismo. Él estaba con un pequeño
contingente de Olvidados, en el Wyldwood. Justo fuera de las fronteras de
Arcadia.
―Explorando la zona.
―Creo que sí, señor. Sin embargo, cuando intentamos seguirlos,
desaparecieron. Es como si se desvanecieran en el aire.
―Así que, es verdad. ―Esto vino de Meghan, su voz presa del dolor,
resignada, furiosa y aterradora, todo a la vez―. Los Olvidados intentan atacar a
las cortes. Voy a tener que decirle a Oberon que los Olvidados están
pr{cticamente en su puerta, y que Keirran< ―Se detuvo, tomó una respiración
profunda―. Glitch, envía patrullas a todas nuestras fronteras. Diles que estén
en la búsqueda de Keirran y que reporten cualquier avistamiento
inmediatamente. Si ven a Keirran, no traten de hablar con él. Hasta que
sepamos sus intenciones y por qué se queda con los Olvidados, tenemos que
tratar a Keirran como una amenaza potencial. ¿Está entendido?
Hubo un murmullo general de consentimiento, aunque la voz de Glitch,
enojada y frustrada, sonó un momento después.
―¿Por qué est{ haciendo esto él? ―El primer teniente casi gruñó―. Esta
es su casa. ¿Por qué está tirando todo por la borda al aliarse con el enemigo?
―Porque cree que los est{ salvando ―contesté, entrando en la
habitación.
Al instante, una mesa con cerca de diez hadas se enderezaron y se
volvieron hacia mí. Meghan estaba de pie a la cabecera con un hada alto en
negro cerca de ella. Sus ojos plateados se encontraron con los míos a través del
cuarto, fríos y evaluadores, e hice un pequeño asentimiento.
―Ethan ―dijo Meghan, una nota de cansada desaprobación en su voz―.
No se supone que estés levantado hora mismo.
―Sí, todo el mundo me lo sigue diciendo. ―Caminé hasta la mesa,
apretando mi mandíbula para mantener el dolor alejado de mi cara, para
parecer perfectamente normal. El fey me miraba con curiosidad, pero fue la
mirada de Meghan la que busqué, encontrando sus ojos azules cuando llegué a
la mesa y puse una mano contra la superficie para estabilizarme―. Conozco a
Keirran ―le dije, habl{ndole a Meghan pero dirigiéndome a todos―. Yo estaba
con él cuando fue a la dama. La Reina Olvidada. Él< él realmente quería
salvarlos, a los exiliados y los Olvidados, de dejar de existir. ―Mi mirada fue a
Ash, de pie en silencio junto a la reina, y por un momento, me pregunté si debía
revelar la otra razón por la que Keirran había querido ayudar. Que, hace mucho
tiempo, Ash había pasado por el lugar donde todos los Olvidados fueron a
morir, y sin saberlo despertado a la dama.
Decidí en contra de esto. El daño ya estaba hecho, y acusar a Ash de todo
este lío no ayudaría en nada. Además, eso no excusaba las acciones de Keirran.
Yo iba a terminar ayudándolo; incluso en esto, explicar por qué el príncipe
estaba con los Olvidados, era ayudar a mi hermana a entender el tonto
comportamiento de su hijo. Keirran era familia, pero no era mi amigo. Yo traté
de ayudar, había arriesgado mi cuello por él, y él me había apuñalado,
literalmente, por la espalda. Yo podría excusar mucho, pero no eso. Si alguna
vez veía a mi sobrino de nuevo, iba a patearle el culo.
―¿Salvarlos? ―Glitch negó con la cabeza, haciendo que el rayo en su
cabello parpadeara―. ¿Al hacer la guerra a las otras cortes? ¿Al amenazar a su
propio reino, su propia familia? ¿Por qué? ¿Cómo eso va a lograr algo?
―No importa. ―La voz de Meghan era inflexible y resignada al mismo
tiempo―. Lo que importa es que Keirran y un ejército de Olvidados se est{
moviendo en Nunca Jamás. Debemos llevar esta noticia a Tir Na Nog, al consejo
de guerra de Verano e Invierno. Si los Olvidados tienen la intención de atacar,
debemos estar preparados. ―Su mirada recorrió la mesa y se quedó en
Glitch―. Prepara el ejército―ordenó, y Glitch se cuadró―. Partimos para la
corte de Invierno mañana a primera hora. Pueden retirarte.
La multitud de fey hizo una reverencia y salió de la habitación,
dejándome solo con los gobernantes de Mag Tuiredh.
Cuando la puerta se cerró, Meghan puso ambas manos sobre la mesa e
inclinó su cabeza con un suspiro tembloroso.
―Así que, realmente est{ sucediendo ―murmuró―. La profecía se ha
cumplido. Realmente voy a ir a la guerra contra mi hijo.
Yo no sabía qué decir, si debería incluso decir algo, pero Ash se acercó,
poniendo una mano en su hombro.
―No sabemos eso aún ―dijo suavemente. La mano de Meghan se acercó
a agarrar la de él, como si fuera una línea de vida para evitar que se ahogara―.
No sabemos qué tan lejos ha ido él ―continuó Ash―, o lo que podría haber
prometido. Tal vez todavía hay tiempo para hablar con él.
―¡Él mató a Ethan, Ash! ―Meghan se giró sobre él, como si hubiera
olvidado que estaba allí―. A sangre fría. Lo apuñaló y lo sacrificó, para dar paso
a estos Olvidados. Nunca pensé< ―Se cubrió su rostro con una mano―.
Incluso después de la profecía, y la advertencia del Oráculo, nunca pensé que lo
haría. ¿Qué le ha pasado, Ash? Hicimos todo lo que pudimos para prevenir
esto, y ahora<
Ash sostuvo los hombros de Meghan y miró hacia ella con intensos ojos
plateados.
―Nada es seguro todavía ―le dijo―. Ethan est{ vivo, y ni Keirran ni los
Olvidados han atacado. Podemos solucionar este problema, Meghan, lo juro.
Todavía hay tiempo.
―Um< ―me aventuré, record{ndoles que todavía estaba en la
habitación. Se volvieron, d{ndome miradas sombrías, y tragué duro―. Podría
tener una idea ―dije, pregunt{ndome si ellos pensaban en mí como un intruso,
una plaga humana que no tenía participación en esta guerra.
Pensé que Meghan podría ordenarme regresar a mi habitación para
“descansar”, pero sólo asintió para que siguiera.
―Keirran est{ tratando de salvar a los Olvidados y los exiliados
―continué―. Rasgar el Velo se suponía que evitaría que se desvanecieran en la
nada. Por alguna razón, él cree que es responsable de los Olvidados. Y< est{
tratando de salvar a Annwyl, también ―Annwyl, su amor exiliado de la corte
de Verano, había estado desvaneciéndose, también. De hecho, todo este lío
estúpido comenzó porque Keirran estaba tratando de encontrar una cura para
ella―. Incluso fuimos a Arcadia a pedirle a Titania que levantara su exilio
―continué, y noté las miradas graves de Meghan y Ash cuando probablemente
adivinaron cómo ese pequeño esfuerzo había terminado―. Cuando ella se
negó, Keirran enloqueció y la atacó. Estaba bastante desesperado en ese punto,
creo. Pero, tal vez si las cortes pueden llegar a algún tipo de acuerdo con los
Olvidados y dejar a Annwyl volver a casa, Keirran dará marcha atrás.
Me pregunté qué diablos estaba haciendo, defendiendo a Keirran así. Si
él estaba con los Olvidados y marchando a la guerra con las cortes, déjalo lidiar
con el desastre que había causado. Déjalo ver las consecuencias de sus acciones.
No es por Keirran, pensé ferozmente. No lo estoy defendiendo; estoy tratando
de ayudar a mi hermana a evitar que una guerra de hadas estalle. Keirran, los Olvidados
y la dama pueden irse al infierno, pero si Meghan tiene que luchar contra su propio hijo,
eso la destruirá.
Meghan asintió y pareció recuperar algo de su compostura.
―El consejo de mañana es para decidir si Keirran y los Olvidados son
realmente una amenaza ―dijo, sonando reflexiva―. Si podemos evitar que
Verano e Invierno declaren la guerra, tal vez eso nos permitirá el tiempo
suficiente para encontrar a Keirran. Todavía no sabemos lo que la dama
realmente quiere. Si todo lo que desea es que su pueblo sobreviva, entonces tal
vez podamos trabajar en algo. Algo que permitirá que los Olvidados existan
dentro del País de las Hadas y no se desvanezcan.
El alivio pasó a través de mí, pero no podía relajarme todavía.
―Hay< una cosa m{s ―continué―. Keirran estaba buscando una cura
para detener el desvanecimiento de Annwyl. Justo antes de que fuéramos a ver
a Titania, él convenció a Guro, mi instructor de kali, para hacer un amuleto para
ella. El amuleto lo conectaba a él y a Annwyl y< ah< drenaba la magia y la
fuerza vital de Keirran y se lo daba a ella. Esto le permitiría a Annwyl vivir
pero< probablemente iba a matar a Keirran.
Por unos instantes, hubo silencio.
―Pero< Keirran todavía est{ vivo ―dijo Ash, mientras la cara de
Meghan se ponía tan p{lida como una hoja―. Lo hemos visto con los
Olvidados. ¿Annwyl podría haberse quitado el amuleto, destruirlo?
―No sé. ―Me apoyé contra la mesa para no perder el equilibrio―. Pero
ese amuleto era lo único que evitaba que Annwyl se desvaneciera. No creo que
Keirran haría nada para poner en peligro eso. ―A menos que él haya cambiado
tanto que yo no lo reconozca más.
Meghan se enderezó, convirtiéndose en la Reina de Hierro una vez más.
―Esto tendr{ que ser abordado en el consejo de guerra ―dijo.
―Yo también voy ―dije, y Meghan me dio una mirada penetrante―. Yo
estaba con Keirran cuando todo esto empezó ―continué, manteniendo mi
agarre―. Sé lo que pasó, y creo que las otras cortes querr{n oírlo. Quiero
ayudar, Meghan ―agregué cuando ella vaciló―. No puedo ocultarme de esto
por más tiempo. Esto se ha convertido en mi lucha, también.
Meghan suspiró.
―Haré que alguien envíe un mensaje a mam{ y Luke ―murmuró,
frot{ndose los ojos―. Dejarles saber que est{s bien, por lo menos. Sólo tienes
que prometerme una cosa, Ethan. Si sucede lo peor, y la guerra irrumpe entre
las cortes y los Olvidados, tú no puedes estar involucrado. No te quiero en el
frente, no te quiero en ningún lugar cerca de la batalla o la lucha. Si se llega a
eso, quiero que te vayas a casa. Por favor, necesito saber que estarás a salvo, que
una parte de mi familia está muy lejos de este lío. ¿Me prometerás eso?
Tragué duro y asentí.
―Sí ―dije con voz {spera―, lo prometo.
* * *
Mirando por la ventana del carruaje, me estremecí, tanto del frío entrando por
el cristal y por el prístino palacio blanco asomándose al final del camino.
Conocía a Mab, Reina del Invierno y una de las fey más terribles de la
existencia, tenía a su corte en una gran ciudad subterránea llena con pesadillas
Unseelie. Yo sabía que iba a ser frío y había pedido prestado algún atuendo más
caliente de la corte de Meghan en preparación: un largo abrigo de lana, guantes
y sombrero. Pero había frío, y luego había frío. Como en, duele respirar frío. Al
igual que en habían cristales de hielo de colores, erizándose desde el suelo y
colgando desde los tejados, que eran más altos que yo. Como en el poco natural
frío de la corte de Invierno. La puerta se abrió con un remolino de aire helado,
escociendo, haciéndome apretar los dientes mientras me deslizaba fuera del
carruaje. Haciendo una mueca, me paré en el camino cubierto de hielo,
volteando el cuello de mi abrigo y deseando que tuviera una bufanda para
envolver alrededor de mi cara. ¡Por Dios, estaba helado! Qué no daría por un
par de frutas de llamas ahora.
Vaya, espera un segundo, Ethan. Cruzando los brazos, seguí a Glitch por el
sendero a través del prístino patio cubierto de nieve hacia la escalinata del
palacio. ¿Cuándo comenzaste a desear soluciones mágicas? Odias el encanto de las
hadas, ¿recuerdas?
Oh, cállate, me dije, molesto. Obviamente, no iba a hacer ningún acuerdo
peligroso o a beber una botella de vino de hadas, e iba a ser extremadamente
paranoico de cualquier encanto extraño lanzado en mi camino, pero todo
Nunca Jamás era un gigante lugar mágico. No podía evitar la magia si yo
quería. Lo admitiría, muy a pesar, que algo de magia de hada podría ser útil.
Como para evitar que me congele hasta la muerte en la escalofriante
corte de Invierno.
Meghan y Ash estaban esperando en la parte superior de los escalones
cuando Glitch y yo nos acercamos. Meghan llevaba una capa azul oscuro, pero
por debajo de eso, un abrigo de escamas plateadas brillando metálicamente
crujió cuando se volvió hacia nosotros. Una espada colgaba de su cintura, y su
cabello había sido recogido en lo alto, haciéndola parecer más vieja, real, casi
intimidante. A su lado, Ash estaba vestido con una armadura de color negro
azabache, con la silueta de un gran árbol en la coraza del pecho. Verlos así
causó un nudo de temor asentándose en mis entrañas. Esto no era un baile de
hadas o una fiesta de lujo. Esta era una reunión para determinar si las cortes de
Verano, Invierno y Hierro irían a la guerra con los Olvidados, la dama< y mi
ex mejor amigo.
Caminábamos por los pasillos del palacio de Invierno, y me quedé muy
cerca de Glitch y la comitiva de caballeros de Hierro acompañándonos. No
tenía miedo< bueno, no, jode eso, tenía miedo. Las espadas gemelas en mi
cintura eran una necesidad; no había manera de que estuviera caminando a
través de Tir Na Nog desarmado. Pero estaba en su mayoría nervioso por
Meghan. Reina de Hierro o no, Keirran era su hijo; no podía imaginar lo que
sería tener que declarar la guerra en contra de tu propia familia. Tenía la
esperanza de que las cortes de hadas pudieran encontrar una solución pacífica a
los Olvidados y la dama. Yo haría mi más maldito esfuerzo por ayudar a que
eso pase.
Gorros rojos, ogros, duendes y otros fey de Invierno nos miraban, ojos y
colmillos relucientes, cuando caminos a través de los pasillos congelados. Al
final de un largo pasillo iluminado con lámparas de araña de color azul hielo,
un par de caballeros de Invierno empujaron unas enormes puertas dobles y se
inclinaron hacia Meghan a medida que pasábamos.
Oh, mierda.
Una enorme mesa redonda hecha completamente de hielo estaba en el
centro de la habitación, arrojando zarcillos de niebla que se retorcían por el
suelo. Rodeándola estaban decenas de fey, tanto Seelie como Unseelie, la
mayoría de ellos vestidos con equipos de batalla. Mi piel se erizó. Para un
consejo que supuestamente era sobre “discutir” la amenaza de los Olvidados,
aquí todo el mundo parecía más que listo para luchar.
Los gobernantes de Verano e Invierno estaban parados a la cabecera de la
mesa, mirándonos mientras entrábamos. Nunca había visto a ninguno de ellos
antes, pero eran inmediatamente reconocibles. Oberon, el Rey de Verano,
parado alto y orgulloso en el extremo de la mesa, cabello plateado cayendo por
su espalda, su corona astada lanzando sombras irregulares sobre la superficie.
Una pálida y hermosa mujer se puso de pie a unos pocos metros de distancia,
una cascada de cabello oscuro alrededor de sus hombros, una capa de cuello
alto envolviendo su armadura de color rojo y negro. Penetrantes ojos oscuros
me perforaron por encima de la mesa, y mis entrañas se curvaron con el miedo.
Mab, la Reina de Invierno, era tan peligrosa y aterradora como me había
imaginado que sería. Lo único bueno era que Titania, la Reina de Verano,
parecía estar ausente hoy. El odio de las reinas la una por la otra era bien
conocido, y la situación era lo suficientemente volátil sin dos gobernantes hadas
inmortales teniendo una disputa en el medio del consejo de guerra.
Ahí estaba un hada en la sala que podría, involuntariamente, causar un
montón de problemas, sólo siendo él mismo. Robin Goodfellow estaba apoyado
contra una pared, con las manos entrelazadas detrás de su cabeza, mirando
todo con brillantes ojos verdes. Cuando me vio, una ceja se arqueó, y me lanzó
una sonrisa conocedora. Suspiré y me acerqué dando vuelta a la mesa para
pararme a su lado, sin querer estar demasiado cerca de la Reina de Invierno y
su séquito. A pesar de que yo era el hermano de la Reina de Hierro, todavía era
completamente humano, algo que era visto como “sin valor” aquí. O incluso
muy sabroso. Por lo menos no tenía que preocuparme por algún duende
atacándome si estaba con el gran bromista.
―Hola, Ethan Chase ―saludó Puck en voz baja mientras me acomodaba
junto a él, cruzando los brazos―. De vuelta de los muertos, ya veo. ¿Hubo coros
de ángeles y luces parpadeantes? Siempre me he preguntado acerca de eso.
―No puedo decirte ―murmuré―. No me acuerdo de estar muerto.
―Oh, bueno, eso es decepcionante. ―Puck sacudió la cabeza con una
sonrisa―. Morir suena terriblemente aburrido. Estaba esperando que me
demostraras que estoy equivocado. ―Sorbió y volvió su atención a la
reunión―. De todos modos, hablando de aburrido, estos consejos de guerra son
tan aburridos. Vamos a ver si puedo adivinar exactamente cómo va a ir esto. En
primer lugar, Mab ser{ toda fría y amenazante, porque bueno, esa es Mab<
―Reina de Hierro ―declaró Mab con voz fría cuando Meghan y Ash
dieron un paso adelante―. Qué bueno de tu parte unirte a nosotros. ¿Tal vez te
gustaría escuchar los informes de lo que tu hijo ha estado haciendo
últimamente?
―Soy consciente de que Keirran est{ con los Olvidados ―respondió
Meghan, mucho más tranquila de lo que habría esperado―. Sé que ha estado
explorando las fronteras de Arcadia y de Tir Na Nog. Ellos no han, que yo sepa,
lastimado a nadie ni hecho ninguna apertura hostil hacia las cortes.
―Aún ―dijo molesta Mab―. Es obvio que planean atacar, y me niego a
ser sitiada en mi propio reino. Propongo que lancemos la lucha contra los
Olvidados ahora, antes de que ellos y su misteriosa dama se lancen sobre
nosotros en masa.
―Y ahora, señor orejas puntiagudas saltar{ con su lógica eterna,- siguió
Puck.
―¿Cómo planeas hacer eso, dama Mab? ―preguntó Oberon, su voz
como un manantial de montaña, tranquila pero frígida―. No sabemos dónde
están los Olvidados, donde está escondido el resto de este ejército. Siempre que
alguien trata de seguirlos, desaparecen, tanto del Reino de los Mortales como
de Nunca Jamás. ¿Cómo propones que encontremos algo que no existe?
Puck bostezó.
―Justo en el centro ―reflexionó―. Y ahora vamos a tener que soportar
varios minutos de discusiones mientras intentan resolver el misterio de a dónde
han desaparecido los Olvidados.
―Yo sé dónde est{n ―murmuré, y él arqueó una ceja hacia mí.
―Bueno, tal vez debería entrar allí, humano.
―Sí, pero realmente no quiero.
Mab miró a Oberon.
―Ellos no pueden simplemente desaparecer en el aire ―le espetó―.
Toda una raza de fey no puede simplemente desaparecer en la nada. Es
imposible. Tienen que estar en alguna parte.
Puck levantó ambas cejas hacia mí, y yo gemí.
―Lo est{n ―contesté, y me aparté de la pared―. Est{n en el
Entremedio.
Todos los ojos se volvieron hacia mí. Mi corazón tartamudeó, pero tomé
una respiración furtiva y di un paso adelante, encontrando las miradas
inhumanas de un par de docenas de fey.
―El rey Oberon tiene razón ―dije, pasando al lado de Meghan,
sintiendo el frío de un caballero de Invierno a mi izquierda―. Los Olvidados no
pueden ser encontrados en el mundo de los mortales o en Nunca Jamás porque
no están aquí. Están entrando y saliendo de los dos mundos, desde un lugar
llamado el Entremedio. Es<
―Sé lo que es el Entremedio, Ethan Chase ―declaró Mab fríamente,
entrecerrando los ojos―. La mayoría lo llaman el Velo, la cortina entre el
mundo de las hadas y el Reino de los Mortales, la barrera que mantiene a
nuestro mundo oculto de la vista mortal. Pero la capacidad de los fey para ir al
Entremedio ha estado perdida durante siglos. Sólo conozco a uno que lo ha
logrado en los últimos cien años, y ella no ha tenido a bien compartir su
conocimiento con el resto del país de las hadas.
Leanansidhe. Sabía por Keirran que aquellos que entraban en el
Entremedio a menudo quedaban atrapados allí, vagando por la eternidad. La
Reina Exiliada era la única que había logrado crear caminos de las hadas
permanentes a su mansión en el Entremedio, permitiéndole a la red de exiliados
y mestizos ir y venir cuando quisieran. Pero ellos todavía necesitaban utilizar
un camino de las hadas. Ni siquiera Leanansidhe podría separar el Velo y
deslizarse entre los mundos cada vez que ella quisiera.
―Bueno, podría haber estado perdido para las cortes, pero la dama, la
Reina Olvidada, recuerda cómo ―dije―. Y enseñó al resto de los Olvidados,
también. Ustedes no han sido capaces de encontrarlos porque todos ellos están
quedándose en el Entremedio.
La gélida mirada negra de Mab se quedó en mi cara, y yo temía que ella
estaba viendo demasiado.
―¿Y el Príncipe de Hierro? ―preguntó con una voz suave y letal,
haciendo que Meghan se tensara a mi lado―. También ha estado
desapareciendo en el aire cada vez que nos acercamos. ¿Él tiene este talento
especial? ¿Le ha enseñado la dama a ir al Entremedio, también?
Tragué.
―Sí ―confirmó Ash antes de que yo pudiera decir nada―. Lo hemos
visto. Sea cual sea el conocimiento antiguo que la dama trajo con ella cuando se
despertó, se lo ha enseñado a Keirran, también. Él puede moverse a través del
Entremedio como el resto de los Olvidados.
Oberon levantó la cabeza.
―Entonces parece que la dama ha elegido a su campeón ―afirmó él con
una voz grave―. Y así la profecía se cumple. Keirran destruir{ a las cortes a
menos que lo podamos detener. Reina de Hierro< ―Le lanzó a Meghan una
mirada casi simp{tica―. Sabes lo que debes hacer. Declarar a Keirran un
traidor, y echarlo de tu corte. Sólo entonces podremos permanecer unidos
contra los Olvidados y la dama.
―¿Qué? Cielos, espera un segundo. ―Me incliné hacia delante, sintiendo
el borde frígido de la mesa morder mis manos―. Ustedes no saben lo que ellos
quieren. Keirran solo está tratando de ayudar a los Olvidados a sobrevivir. Sí, él
lo hizo en la forma más retrógrada e imbécil posible, pero tal vez deberían
intentar hablar con ellos antes de declarar la guerra total.
―Y, ¿qué sabes de la guerra, Ethan Chase? ―preguntó Mab, mientras su
fría y escalofriante mirada se colocaba de nuevo en mí―. Tú eres la razón por la
que estamos aquí, la razón de que la profecía haya llegado a pasar. Fue tu
presencia la que permitió a los Olvidados invadir, tu sangre la que arrancó el
Velo, incluso si fue por un momento. ¿Tú y el Príncipe de Hierro han traído el
caos total al país de las hadas, y ahora te atreves a decirnos que debemos ser
misericordiosos? ―Sus ojos se estrecharon, y sus labios se curvaron en una
sonrisa aterradora―. No he olvidado tu participación en la destrucción de mi
bosque congelado ―dijo, haciendo que mi sangre se enfriara ante el recuerdo.
Traté de retroceder, pero de repente no podía moverme. Mis manos se
quemaban en el borde de la mesa, y miré hacia abajo para ver que el hielo se
había deslizado y sellado mis dedos a la superficie―. Eres afortunado que la
inminente guerra exija mi atención por el momento ―dijo Mab entre dientes―,
pero no creas ni por un momento que voy a dejar que eso pase. Tú y el Príncipe
de Hierro tiene mucho por lo que responder.
―Dama Mab. ―La voz firme de Meghan irrumpió a través de la furia
creciente―. Por favor, deja de aterrorizar a mi hermano antes de que me
ofenda. ―Mis manos estaban repentinamente libres, y las tiré hacia atr{s,
frot{ndolas furiosamente para iniciar la circulación―. Soy consciente de la
profecía ―continuó Meghan, mientras yo metía mis congelados dedos debajo
de mis brazos―. Soy consciente de que, equivocado o no, Keirran ha hecho
cosas terribles. Pero les ruego a todos considerar con quién estamos tratando.
Este es mi hijo, y su familia. De ambos ―añadió, mirando hacia el Rey de
Verano y la Reina de Invierno por turnos―. ¿Vamos a declarar la guerra a
nuestra propia sangre sin conocer los detalles? Estamos todavía inseguros en
cuanto a lo que los Olvidados y la dama en verdad quieren.
―Yo puedo decirles lo que quiere ―dijo una nueva, y familiar, voz
detrás de nosotros.
Me giré, al igual que lo hizo el resto de la mesa, para hacer frente a la
entrada de la habitación. Las puertas dobles habían sido empujadas, y una
figura estaba parada en la entrada con un par de sombríos caballeros sidhe
flanqueándolo.
Keirran.
Capítulo 4 La demanda de la Dama
Miré al Príncipe de Hierro, un escalofrío recorrió mi espalda mientras se
encontraban nuestros ojos. La plana mirada de Keirran no tenía emociones, ni
una chispa de arrepentimiento o remordimiento, nada más que la insensible
apatía. Su cabello plateado estaba más largo ahora, amarrado por detrás en una
cola suelta, que lo hacía ver más viejo y mostraba sus orejas puntiagudas. Un
abrigo andrajoso caía de sus hombros, arrastrando mechones de sombra que se
retorcían en el aire. Su sombrío séquito detenido justo detrás de él, cuatro
siluetas en una armadura de gris fantasmal con los brillantes ojos amarillos de
los Olvidados.
Vi un temblor pasar a través de Meghan, vi sus labios susurrar el nombre
de Keirran, pero ningún sonido salió de su boca.
―Príncipe de Hierro. ―La voz de Mab era glacial y letalmente suave―.
¿Qué significa esto? ¿Cómo te atreves a venir a mi casa sin invitación?
―Mis disculpas, reina Mab. ―El tono de Keirran podían igualar al de la
Monarca de Invierno en su frialdad―. Pero, ¿acaso no es este un concilio de
guerra? Se han reunido para conversar de los Olvidados, qué quieren, si
deberían prepararse para la guerra. Estoy aquí para decirles exactamente lo que
desean saber. Sean advertidos ―continúo con una rápida mirada al lado de la
mesa de Meghan y Ash―, vine aquí en buena fe, bajo la bandera de la paz; las
antiguas leyes establecen que no puedes atacar un mensajero de guerra; confío
en que todos se mantendrán en esa política.
―Habla entonces ―dijo Oberon, su voz era dura―. Entrega tus noticias,
Príncipe de Hierro, y termina con esto.
Keirran inclino su cabeza, pero era una corta inclinación, una inclinación
para mofarse, y sus ojos permanecieron fríos mientras se enderezaba.
―Vengo en favor de la dama ―continúo en una baja y terrible voz―. La
diosa de los Olvidados, la primera reina de Faery, demanda que las cortes de
Verano y de Invierno sean anuladas, y que Nunca Jamás exista como un reino,
sin fronteras; no habrá tierra Seelie o tierra Unseelie, ni Arcadia, ni Tir Na Og,
sólo será Faery, y gobernará Nunca Jamás como hizo en tiempos ancestrales,
antes que existiera la corte; sólo el Reino de Hierro permanecerá como está.
―Miró a Meghan, cuya cara estaba p{lida con el horror―. La dama entiende
que los Fey de Hierro son leales a Faery pero no quieren una parte de ello, Mag
Tuiredh se convertirá en un asiento separado de Nunca Jamás y el Reino de
Hierro aún puede tener su reina, si ella jura lealtad a la dama y la reconoce
como la verdadera monarca del Faery.
»Si estos términos no son reconocidos ―Keirran continúo―, la Dama
declarará la guerra a Nunca Jamás, y descenderá sobre las cortes con su ejército
de Olvidados, para recuperar lo que le fue robado, y restaurar Faery a lo que
era.
Un quebradizo silencio cayó sobre la habitación, roto sólo por el golpe
sordo de mi pulso en mis orejas; Meghan miró a Keirran, y la mirada en su
rostro hizo que doliera mi interior; era una de completa devastación, conmoción
y negación, y me hizo querer golpear la cabeza del príncipe contra la pared; la
Reina de Hierro miró a su hijo como si ya no lo conociera, como si la persona
parada enfrente de ella fuera un extraño.
Entones sonó la risa de Mab, áspera y burlona, sobresaltándome.
―¿Te atreves, Príncipe de Hierro? ―siseó mientras la temperatura en la
habitación descendía. Como si no hiciera el suficiente frío―. ¿Te atreves a
permanecer al lado de esta dama, esta pretendiente olvidada, y exigir que
renuncie a mi reino? ¿Anular la corte de Invierno? ¡Blasfemia! ―Escupió la
palabra, y los carámbanos hicieron crujidos agudos al crecer de las paredes y el
suelo―. Puedes decirle a la dama que la corte de Invierno nunca se inclinará
ante usurpadores, que puede hacerse a la idea de hacer frente a todo el poder
de Tir Na Nog en el campo de batalla.
―Y a todo el poder de Arcadia ―interrumpió Oberon, su propia voz
hizo que se estremecieran los carámbanos―. La corte de Verano apoya a la de
Invierno al negar a tu dama su demanda. Si quiere que la corte Seelie sea
destruida, tendrá que hacerlo ella misma.
Se hizo de nuevo el silencio. Keirran nos observó sin emoción, después
miró a Meghan.
―¿Y tú, Reina de Hierro? ―preguntó, cuando se rompió el silencio―.
¿Cuál es tu respuesta?
―Keirran. ―Se me hizo un nudo en la garganta al escuchar la voz de
Meghan, rota y desesperada. Casi inmediatamente, no obstante, la reina se
enderezó, recobrando su compostura y de pie con la espalda recta mientras
hacía frente al Príncipe de Hierro―. ¿Por qué estás haciendo esto? ―preguntó
con voz sosegada pero tranquila―. ¿Qué esperas ganar?
―Nada. ―La respuesta de Keirran no mostraba emoción―. No es por
mí ―continuó con el mismo tono acerado―. Esto es por los Exiliados, y los
Olvidados. Durante demasiado tiempo han sido ignorados. Durante demasiado
tiempo los exiliados han sufrido la crueldad del mundo humano, y las cortes no
han hecho nada. Es el momento de cambiar eso, incluso si tengo que limpiar lo
viejo para abrir paso a lo nuevo.
―Esta no es tu responsabilidad, Keirran. ―La voz de Ash era profunda
y controlada, aunque se entreveía su furia reprimida―. Hay otras formas para
que vivan los Olvidados y los Exiliados. Detén esta locura y ven a casa.
Por un breve momento, un pequeño surco agonizante arrugo la frente de
Keirran. Pero el Príncipe de Hierro parpadeo y desapareció.
―He tomado mi decisión ―dijo serenamente―. No puedo echarme para
atrás. ―Dirigió su fría mirada hacia Meghan, estrechándola―. Parece que
estaba vaticinado a traer la destrucción a las cortes mucho antes de nacer ―dijo,
haciéndola retroceder―. Todo el mundo lo sabía. Todo el mundo, excepto yo.
Simplemente estoy siguiendo el camino para el que siempre había estado
destinado.
―Maldita sea, Keirran ―gruñí, incapaz de seguir conteniéndome―.
Sabes que eso no es cierto. ¡Saca la cabeza de tu trasero y abre los ojos!
Me dirigió una sonrisa fría.
―Eres demasiado ruidoso para ser un fantasma ―remarcó, haciéndome
querer ir hacia él y darle un puñetazo en los dientes―. Supongo que no debería
sorprenderme que vivieras. Eres demasiado terco para morir. ―En ese
momento se apagó su sonrisa mientras sus ojos brillaban con fría malicia―. Me
alegra que sobrevivieras después de todo, Ethan, pero que te quede claro algo.
Si te metes en mi camino, si intentas pararnos, te mataré. Y esta vez, me
aseguraré que permanezcas de esa forma.
Apreté mis puños, pero la voz de Meghan se elevó antes de que pudiera
hacer nada. El poder de la Reina de Hierro llenó la sala, aguda y crepitante,
como el aire antes de una tormenta.
―Si haces esto, Keirran ―dijo―, si declaras la guerra a todo Faery, no
tendré otra opción más que echarte de la corte de Hierro. No volverás a ser
bienvenido ni a estar a salvo, en Mag Tuiredh, o en ningún sitio en Nunca
Jam{s. Así que por favor< ―Vaciló ligeramente, aunque su voz permaneció
fuerte―. Piensa en lo que estás haciendo. Aún hay tiempo, para parar esto, para
encontrar otro modo.
Keirran la miro, una sonrisa tenue y triste cruzó su cara antes de que sus
ojos se endurecieran y retrocediera.
―Es demasiado tarde para mí, Reina de Hierro ―susurró mientras los
caballeros se acercaban, rodeándolo―. La profecía se ha puesto en marcha,
debo seguirla hasta el final. Volveré con la dama y la informaré de su decisión.
―¿En serio? ―Puck se había apartado de la pared, con los ojos verdes
brillando con una luz peligrosa―. ¿Y qué te hace pensar que vamos a dejarte ir,
principillo? ―preguntó, sonriendo de una manera que hizo que mi piel se
erizara de miedo.
Keirran no se movió, aunque los caballeros Olvidados se endurecieron,
dejando caer las manos a la empuñadura de su espada.
―Vine aquí de buena fe ―dijo el Príncipe de Hierro con calma, sin mirar
a Puck, sino a los otros gobernantes―. De acuerdo con la ley antigua de Faery,
un mensajero de guerra podrá ofrecer sus noticias sin temor a la repercusión.
He presentado las demandas de mi dama, y no he hecho daño a nadie mientras
estaba aquí. Deben respetar la tradición y dejar que me vaya, o el propio Nunca
Jamás se levantará en su contra.
Miré hacia la mesa, preguntándome si esto era mentira, pero las miradas
sombrías en las caras de todos me decía que no lo era.
―Entonces ve ―dijo Mab, con la voz helada―. Vuelve con tu dama. Dile
que las cortes no se inclinarán. No vamos a someternos a ella, o a los Olvidados.
Si se levanta en contra de nosotros, vamos a enviarla a ella y a todos sus
seguidores de nuevo al olvido de donde vinieron.
Keirran hizo una reverencia.
―Como quiera ―murmuró, con una mirada final a los gobernantes de
Mag Tuired. Podría haber estado un indicio de arrepentimiento en sus ojos, que
pude haber imaginado―. La próxima vez que nos encontremos, será en el
campo.
Y entonces, se volvió y se alejó, con los caballeros flanqueándolo una vez
más. Nadie los detuvo. Nadie dijo nada mientras el Príncipe de Hierro se
deslizaba fuera de la sala sin mirar hacia atrás, y las puertas se cerraron detrás
de él con un crujido.
―Parece ―la voz de Oberon hizo eco en el silencio sepulcral que
siguió―, que el Príncipe de Hierro ha hecho su elección. ―Su tono no cambió, a
pesar de que prácticamente se podía oír el dardo, afilado y acusador, mientras
miraba a Meghan por encima de la mesa―. ¿Cuál es la tuya, Reina de Hierro?
Meghan cerró los ojos. Estaba de espaldas a los otros gobernantes, pero
vi deslizarse una lágrima por su rostro. Calmado, miré a Ash, vi la renuncia
sombría en sus ojos, y quise matar a Keirran por lo que había hecho.
―No tengo otra opción ―susurró Meghan. Al abrir los ojos, tomó una
respiración profunda, su voz cada vez más fuerte, aunque el dolor desgarrador
en su cara nunca desapareció―. Por la presente declaro al príncipe Keirran un
traidor al País de las Hadas ―anunció en tonos claros y firmes―, y le exilio de
la corte de Hierro. Ya no está bajo la protección de Mag Tuiredh, y todos los
títulos y privilegios de rango han sido removidos. Que esto sea dado a conocer
a todos, Keirran ahora es enemigo de Mag Tuiredh, la corte de Hierro y de
Nunca Jamás.
* * *
El viaje de regreso a Mag Tuireadh fue tenso. Glitch no dijo nada, aunque las
hebras de su cabello se encendieron y se dilataron de un rojo furioso, llenando
el aire con un zumbido de energía furiosa. Frunció el ceño hacia la ventana,
rodeado por una tormenta eléctrica en miniatura, con los ojos distantes y
oscuros. Me senté en la esquina lo más lejos que pude conseguir.
Así que, Keirran realmente lo ha hecho. Del lado de la dama y los
Olvidados, marchó derecho al corazón de Tir Na Nog y declarado la guerra a
todo Nunca Jamás. Apreté la mandíbula, recordando la cara de Meghan, la
mirada en sus ojos cuando se vio obligada a exiliar a su propio hijo.
¡Maldición, Keirran! ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Cómo había caído
tan bajo, cambiando de bando y declarando la guerra contra su propia familia?
Realmente no lo entiendo, por qué cree que no tenía otra opción. ¿Qué piensa
que está salvando? ¿Había llegado al punto de rendirse, donde pensaba que
nada de lo que hiciera ya no importaría, o había algo más?
Estaba seguro de una cosa: si Keirran y yo nos cruzábamos de nuevo,
todas las apuestas estaban echadas. No podía pensar en él como familia. Él era
mi enemigo, y no podría contenerme o me encontraría con otra espada en mi
interior.
Cuando los carros se detuvieron finalmente, miré por la ventana,
sorprendido de encontrarme en Mag Tuiredh. Había esperado que Meghan me
enviara de vuelta al mundo de los mortales directamente desde Tir Na Nog.
Ahora que la guerra contra los Olvidados era una cosa segura, me preguntaba
cuánto tiempo pasaría antes de que me ordenara ir a casa.
Me bajé lentamente del carro y me dirigí al palacio. Meghan y Ash se
detuvieron en el vestíbulo, la Reina de Hierro estaba en una profunda
conversación con Fix, el roedor. Los pasé con cuidado, esperando que no me
notara, pero se enderezó rápidamente y se volvió.
―Ethan.
Hice una mueca. Esto es; Meghan me enviaba de vuelta al mundo de los
mortales. Y, por primera vez en mi vida, no quiero volver. No ahora. Sabía que
mis padres probablemente estaban frenéticos. Ni siquiera podía pensar en
Kenzie por miedo a quebrarme. Pero esta también era mi lucha. Yo era
parcialmente responsable de todo lo que pasó con Keirran. No podía ir a casa
con una familia sabiendo que había abandonado la otra.
Me di la vuelta, dispuesto a protestar, a encontrar las palabras para
convencer a mi hermana de que también estaba en esto. Pero Meghan tenía una
extraña mirada de resignación y diversión en su cara mientras me daba una
leve sonrisa.
―Hay< alguien esperando en tu habitación ―dijo, haciéndome fruncir
el ceño en confusión. Y antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, tomó
el brazo de Ash y se dio la vuelta, aunque la sombra de una sonrisa permaneció
en su rostro―. Ve a ver lo que quieren, y hablaré contigo más tarde esta noche.
Trata de relajarte por el resto de la noche.
Tiró del brazo de Ash, y caminaron por el pasillo, aunque Ash le dio una
breve, mirada interrogativa. Vi a Meghan inclinarse para susurrarle algo al
oído, y éste se echó hacia atrás, levantando las cejas. Doblaron una esquina y se
perdieron de vista antes de que pudiera ver más de su reacción, dejándome solo
en el pasillo.
Con un encogimiento de hombros, caminé de regreso a mi habitación,
esperando que mi huésped no fuera otra hada sanadora, esperando saltar al
momento en que entrara por la puerta. Mi estómago estaba doliendo de nuevo,
un latido bajo y constante, pero no era demasiado malo. Por lo menos podía
caminar. Aun así, la idea de acostarme durante unos minutos se hizo más
tentadora con cada paso. Si ahora mismo había un hada sanadora al acecho en
mi habitación, no le diría que no a un analgésico.
Con cansancio, empujé la puerta, preparándome para ser atacado por un
enjambre de pequeñas hadas con largas batas blancas.
Y Mackenzie St. James levantó la vista de mi cama.
* * *
―Hola, chico duro.
Miré a la chica en mi cama, incapaz de hacer algo más que parpadear.
Esa era su voz, su cabello negro y liso, y sus ojos marrones, su sonrisa
apareciendo a través de su cara. Estaba aquí. ¿Cómo lo había hecho?, dado que
es imposible viajar a través de Nunca Jamás solo, no podía comprender. Solo
que, de forma totalmente inesperada e inexplicable, estaba en mi habitación en
medio del Reino de Hierro.
―¿Kenzie?
Kenzie saltó del colchón y, en los dos segundos que tardo mi cerebro en
descongelarse, cruzó la habitación y se arrojó sobre mí.
El dolor atravesó mi estómago cuando la chica chocó contra mi pecho,
colocando sus brazos a mi alrededor y apretando con fuerza. La puñalada a
través de mi estómago fue instantánea e impresionante. Grité y me tambaleé
hacia atrás, e inmediatamente me soltó.
―¡Oh, Dios! Lo siento, Ethan, no me di cuenta que<
Recuperándome, la agarré por la muñeca, tiré de ella hacia adelante, y
cubrí su boca con la mía.
Jadeó, antes de besarme casi con el mismo fervor. Sus manos agarraron la
parte delantera de mi camiseta, aunque mantuvo su toque ligero,
probablemente por no querer hacerme daño otra vez. Pero envolví mis brazos
alrededor de su cintura y la acerqué, con ganas de sentir su cuerpo contra el
mío, su corazón latía con fuerza contra su pecho. Sus manos subieron hasta mis
hombros y se enterraron en mi cabello, y la abracé con más fuerza, sin
preocuparme por el dolor. Kenzie estaba viva, y< aquí. En el Reino de Hierro,
aunque, a decir verdad, no debería haber estado sorprendido. Por supuesto que
Mackenzie St. James había atravesado Nunca Jamás para encontrarme. Una vez
que decidía algo, no había ninguna fuerza en la tierra que pudiera detenerla.
Sus ojos estaban sospechosamente brillantes a medida que se separaba,
aunque me miró con una sonrisa irónica.
―Bueno ―susurró―, me preguntaba si estarías feliz de verme cuando
finalmente llegara aquí. Supongo que eso responde a mi pregunta.
Acaricié su mejilla, simplemente aceptándola. Su liso cabello negro
estaba más corto ahora, sólo alcanzaba la parte superior de sus hombros, y los
reflejos azul neón ya no estaban. Lo loco era que los echaba de menos; parecían
haber formado parte de ella, parte de lo que era. Pero aparte de eso, era la
misma chica pequeña y terca, de ojos marrones por la que había perdido la
cabeza.
―¿Cómo has llegado hasta aquí? ―le preguntó finalmente.
―Razor me mostró el camino ―respondió Kenzie, señalando a la
esquina más alejada. Miré hacia arriba, y el delgado Gremlin de orejas de
murciélago zumbó y me saludó como un maníaco desde la cómoda. Incapaz de
evitarlo, le devolví la sonrisa, absurdamente feliz de ver a la histérica cosa.
―Hola, Razor. Es bueno verte, también. ¿Has estado cuidando de
Kenzie?
Él asintió vigorosamente.
―Razor ayuda ―indicó, m{s serio de lo que nunca lo había oído antes―.
Razor aquí. Cuida de la niña bonita. ―Sus brillantes ojos se estrecharon
fuertemente―. El muchacho divertido se murió ―acusó, haciendo que mi
corazón dejara de latir―. El muchacho divertido puso triste a la niña bonita.
Razor cuido de ella. La trajo aquí. ¿Ya no está triste, cierto, niña bonita?
Tragué saliva. De repente, Kenzie se estremeció y pasó las manos por mi
pecho, creándome un nudo en el estómago.
―Est{s aquí ―susurró, con la voz un poco tensa―. Est{s bien realmente.
No estaba segura de si< yo creía...
Se estremeció, y mi corazón dio un vuelco violento mientras la chica se
inclinaba hacia adelante, presionando su cara contra mi camiseta, y comenzó a
temblar sollozando. Sin saber qué decir, envolví mis brazos alrededor de ella,
mientras que Razor aplanó las orejas y me miró desde la cómoda.
―Pensé que estabas muerto ―susurró Kenzie―. Te esperé en el hospital,
y cuando no regresaste, tuve miedo de que algo terrible hubiera sucedido. Traté
de convencerme de que no era nada, pero en el fondo sabía que algo había ido
muy mal. Así que envié a Razor a buscarte. Cuando regresó< ―Se estremeció
de nuevo―. Me dijo que estabas muerto. Que habías sido asesinado en Irlanda.
―Estoy bien ―le digo, porque era lo único que se me ocurrió decir―.
Estoy bien, Kenzie. No iré a ninguna parte.
Resopló y respiró profundamente, tratando de recuperar la compostura.
―¿Ethan, qué sucedió en Irlanda<? ―preguntó, mir{ndome con los ojos
brillantes por las l{grimas―. Traté de sacarle toda la historia a Razor, pero
siguió diciendo que Keirran te apuñaló. ―Parpadeó, luciendo a la vez llena de
dolor, incredulidad y furiosa―. ¿Fue Keirran? ¿Es verdad?
Dudé, y luego asentí lentamente.
―Sí ―dije―. Sí, lo hizo.
―¿Por qué?
―Porque yo era un sacrificio ―continué―. La dama se lo pidió. Se
suponía que mi sangre desgarraría el Velo, para que el mundo humano pudiera
ver a las hadas, y eso salvaría a todos los Olvidados y Exiliados. Eso es lo que
quería Keirran, m{s que a nada, supongo. ―Mis ojos se estrecharon―. Así que
me apuñaló y me dejó allí para que muriera.
La cara de Kenzie se puso blanca.
―Oh, Dios mío ―susurró―. Ahí es donde empezó. El por qué todo se
volvió loco esa noche.
Mi sangre se enfrío.
―¿Qué pasó?
Ella se lamió los labios.
―Sabía que algo estaba pasando cuando la enfermera entró y comenzó a
gritarle a Razor como si realmente pudiera verlo. Así que puse las noticias, y
allí estaban todos estos informes en vivo acerca de criaturas extrañas y
circunstancias locas. La gente hablaba de fantasmas, vampiros, extraterrestres,
lo que sea. Fue entonces cuando supe que algo grande había sucedido en Faery.
―Frunció el ceño, y se secó los ojos―. Fue extraño, sin embargo. Tal vez diez,
quince minutos después de su inicio, simplemente< se detuvo. No he podido
encontrar más información, los informes de noticias dejaron de hablar de ello, y
nunca se volvió a mencionar. Todo el mundo se olvidó de él.
―Sí. ―Asentí―. Cuando se reformó el Velo, las hadas se hicieron
invisibles de nuevo, por lo que la gente olvidó que alguna vez los vieron.
―¿Reformado?
―Cuando yo< um< reviví, volvió. ―Me encogí de hombros ante su
mirada de incredulidad―. No estaba tan muerto como pensaba Keirran.
Kenzie parpadeó rápidamente, poniendo su cabeza sobre mi pecho de
nuevo.
―Pensé que te había perdido ―susurró―. Cuando Razor dijo que habías
muerto, lo único que podía pensar era< que te había matado. Te dije que fueras
con Keirran. Insistí, y lo siguiente que supe fue que estabas muerto.
Apoyé la frente contra la suya.
―Lo siento mucho.
Dejo salir una pequeña risa ahogada a través de las lágrimas.
―No te< disculpes por morir, tipo duro ―susurró―. Estoy seguro que
no lo planeaste de esa manera. ―Tomó una respiración entrecortada,
agachando la cabeza―. En todo caso, deberías estar enojado conmigo. Yo fui la
que te envió con la dama. Si no te hubieras ido con Keirran<
―Kenzie. ―Puse una mano en su mejilla. Ella parpadeó y miró hacia mí,
y yo sacudí la cabeza―. No podrías haber sabido lo que iba a pasar ―le dije en
voz baja―. Ninguno de nosotros podía. Tal vez si hubiéramos sabido acerca de
la profecía, o lo que realmente estaba pasando, pero nadie nos decía nada.
―Levanté un hombro con impotencia―. Todo esto con Keirran sólo< se salió
de control, y quedamos atrapados en el medio. No te culpo por lo que hizo.
―Pasé los dedos por su cabello ahora m{s corto―. De hecho, probablemente
me salvaste la vida. ―Ella parpadeó, frunciendo el ceño, confundida y yo
sonreí―. El amuleto que me diste justo antes de Keirran y yo nos fuéramos a
ver a la dama, creo que me protegió por última vez.
―¿El amuleto de Guro?
Asentí.
―Lamentablemente, no voy a ser capaz de devolverlo como dije que lo
haría. Cuando Keirran me apuñaló, se rompió. Se partió en dos. Creo que es
seguro decir que la magia ya ha desaparecido por completo.
Ella soltó una risa suave y se acercó más.
―Prefiero tenerte a ti que a un collar mágico cualquier día de la semana
―murmuró, enrollando sus brazos alrededor de mi cintura. Abraz{ndola con
fuerza, cerré los ojos, sintiendo sólo los latidos de su corazón contra el mío, y
Kenzie suspiró, relaj{ndose contra mí―. Te extrañé, tipo duro ―susurró―.
Han sido unos muy asquerosos cuatro meses.
Cuatro meses. ¿Realmente he estado fuera tanto tiempo? ¿Y por cuánto
había pasado Kenzie durante ese tiempo?
―¿Est{s bien? ―le pregunté, mirando hacia abajo con preocupación. La
última vez que había visto a mi novia, había estado en el hospital―. Sabes que
no quiero tocar el tema, pero< ¿qué pasa con tu enfermedad? ¿Te has
recuperado? ¿Está bien que estés aquí ahora?
Ella sonrió.
―No, Ethan, estoy en el umbral de la muerte en estos momentos,
después de haber pasado por Faeryland con un deseo y una oración. ―Su
sonrisa era malvada, pero un destello de algo oscuro pasó por sus ojos, a pesar
de que se había ido en el próximo latido del corazón―. Sólo viajé a través del
Wyldwood y Mag Tuireadh para encontrarte, tipo duro. ¿Parece que voy a
desfallecer?
―Est{ bien, est{ bien. ―Levanté las manos―. Buen punto. Iba a decir
que no me puedo creer que viajaras todo el camino hasta Mag Tuireadh por ti
misma, pero< eres tú, después de todo. ―Ella me miró con recelo, y sonreí―.
Me alegra que hayas venido, Kenzie ―le dije, bajando la cabeza―. También te
extrañé.
Nuestros labios se encontraron, y dejé que mis ojos se cerraran. Razor
lanzó algo de la cómoda, probablemente burlándose de nosotros, pero no
importaba. Todo en lo que podía pensar era en Kenzie, que se encontraba bien,
que había encontrado una camino hacia Mag Tuiredh, y que de repente, ya no
estaba tan solo.
Un golpe seco en la puerta nos hizo parar. Irritado, esperé unos instantes,
y cuando no pasó nada, me incliné hacia adelante para besar a Kenzie nuevo.
Los golpes se reanudaron inmediatamente, acompañado de una voz chirriante.
―¿Príncipe Ethan? ¿Est{ despierto, señor?
Suspirando, Kenzie se echó hacia atrás y le dio a la puerta una mirada
medio molesta y medio resignada.
―Supongo que es mejor que veas quién es ―dijo, sonriendo con tristeza
mientras se limpiaba los ojos―. Si recuerdo algo sobre Nunca Jam{s, es que las
hadas no entienden el concepto de privacidad. Y tienden a llegar en el momento
menos oportuno.
Sí, así son. Acechando a la puerta, la abro de golpe y fulminó con la
mirada a la ninfa de alambre al otro lado.
―¿Qué?
La pequeña hada se encogió.
―Perdóneme, príncipe Ethan ―chirrió, luciendo tan acobardado que me
sentí culpable por gruñirle―, pero fui instruido para darle esto a toda prisa.
Levantó una nota entre los dedos relucientes y largos. La tomé, y la ninfa
al instante echó a correr antes de que pudiera decir nada más, deslizándose por
una esquina y desapareciendo en un destello de alambre y acero. Con la
promesa de ser un poco más amable con los súbditos de Megan en el futuro,
cerré la puerta y di la vuelta, cruzándome con la mirada curiosa de Kenzie.
―¿De quién es?
―No sé. ―Miré hacia abajo a la nota y la abrí. La letra era simple y
elegante, pero no sabía si era de Meghan. El mensaje también fue corto, directo
y conciso.
Ven a la biblioteca, decía. Eso era todo.
―Eso es raro ―murmuré y le pasé el papel a Kenzie. Abrió la nota con el
ceño fruncido, y luego volvió a mirarme.
―¿Crees que es de tu hermana?
―No sé. Tal vez.
―Bueno. ―Kenzie se encogió de hombros y se la devolvió―. Quien
quiera que sea, supongo que deberíamos ir a ver lo que quiere. Vamos, Razor.
Ella levantó el brazo y el Gremlin saltó del aparador con una risa para
aterrizar en su espalda. Volviéndose, Kenzie se inclinó y cogió una mochila
llena del suelo, y luego la puso sobre sus hombros. Resonó cuando estuvo en su
lugar, y el Gremlin saltó para posarse en la parte superior de la misma.
Parpadeé. ―¿Qué tienes ahí?
Sonrió.
―¿Recuerdas que hace un tiempo, cuando mencioné algo acerca de
elaborar un kit de supervivencia para Nunca Jamás? Esta vez, vine preparada.
―Estoy casi asustado de ver lo que hay allí.
Se rió, se acercó a mí y tomó mi mano.
―No te preocupes, tipo duro. Yo nos cubro las espaldas. ―Uniendo
nuestros dedos, se apretó una vez y chocó su brazo contra el mío, mientras
Razor se rió de nosotros desde su hombro―. Sólo preocúpate por cosas que
apuñalen, y yo me encargo de todo lo demás.
―En serio.
―Sí.
Abrí la puerta de mi habitación, miré hacia uno de los muchos, muchos
pasillos del Palacio de Hierro y suspiré.
―Bueno, si ese es el caso, entonces tal vez nos puedas encontrar un mapa
―dije―, porque no tengo ni idea de dónde est{ la biblioteca.
Kenzie sonrió.
―Oh, tengo algo mejor que un mapa. ―Se volvió y levantó la cabeza―.
Razor ―llamó, y el gremlin se enderezó, con las enormes orejas levantadas y
temblorosas. Kenzie le sonrió le señaló con un dedo―. Hacia la biblioteca,
Razor, ¡ahora!
El gremlin dio un zumbido de emoción. Saltando de sus hombros, se tiró
a la pared y al techo, donde colgó boca abajo como una enorme araña.
Haciéndonos señas con una garra, se alejó, luego se detuvo y miró hacia atrás
para ver si lo seguíamos. Kenzie me dio una sonrisa satisfecha.
―¿Qué estabas diciendo?
―Te ves linda cuando actúas mandona ―le dije, y gruñí cuando me dio
un codazo en las costillas. Levantando la mano libre, aparté el cabello de su
mejilla―. Estoy muy contento de que estés aquí.
Un crujido molesto salió del techo, y Razor se deslizó unos cuantos
metros hacia nosotros.
―¡Muchacho divertido! ―llamó el Gremlin, rebotando con
impaciencia―. ¡Muchacha bonita, por aquí! La biblioteca esta por aquí, ¡sigan a
Razor!
Kenzie puso los ojos en blanco.
―Vamos. ―Suspiró, tirando de mí hacia adelante―. Mejor nos
apuramos, antes de que Razor se aburra y nos deje. Entonces necesitaríamos un
mapa.
Manteniendo un ojo en el gremlin, caminamos por un largo pasillo, a
través de varias cámaras, un conjunto de escaleras en espiral y por otro pasillo
hasta que llegamos a un par de grandes puertas dobles. Razor se arrastró hasta
el hombro de Kenzie y señaló con una garra.
―¡Cuarto tranquilo! Un montón de libros, asco. Los gremlins no están
permitidos.
―Buen chico ―dijo Kenzie, y el gremlin sonrió locamente. Abrimos la
puerta con un leve crujido y entramos.
En el interior, se veía como una biblioteca normal, aunque más grande
que las que había visto antes. Filas de libros se alineaban en las paredes hasta el
techo, y más estantes estaban dispuestos en pasillos estrechos en toda la
habitación. Era más tranquilo aquí que en el resto del Palacio de Hierro, con el
aire húmedo y fresco. Miré alrededor con cautela, en busca de la persona que
nos había convocado aquí, pero con el laberinto de pasillos y las sombras que se
adherían a las esquinas de la habitación, era difícil ver si estábamos solos o no.
Kenzie dio una vuelta, el brillo de los dientes de Razor perforaba algo de
la penumbra.
―No veo a nadie ―murmuró―. ¿Crees que tu hermana est{ aquí?
―No ―dijo una voz profunda desde las sombras. Me giré cuando Ash
salió de la oscuridad, con la expresión grave mientras entraba en la claridad―.
Meghan no te llamó aquí ―explicó el hada oscura, mir{ndonos con sus
penetrantes ojos de plata―. Yo lo hice.
Capítulo 5 La petición de Ash
Me puse rígido, peleando con el impulso de dar un paso frente a Kenzie y dejar
caer mi mano en mi espada. El viejo resentimiento afloraba, llenándome con el
odio viejo y familiar. Lo hice a un lado. Ash no era mi enemigo, me recordé. Él no
era el responsable de la desaparición de mi hermana, hace tantos años. Meghan
había escogido estar con él, para convertirse en la Reina de las Hadas, y por las
pequeñas interacciones que había visto entre ellos, si mi hermana decide
regresar alguna vez al mundo de los mortales, Ash no iba a detenerla. Seguirla,
seguro; dudaba que nada a menos que un acto de Dios lo mantendría alejado, y
tal vez ni eso. Pero no podía seguir culpando a Ash por las decisiones de mi
hermana, mi idea del abandono o porque Meghan se enamorara. Me gustara o
no, él era mi familia, también. Ya era hora de crecer y aceptarlo.
―Ash ―saludé, mientras el hada nos miraba solemnemente―. ¿Tú
enviaste ese mensaje? ¿Por qué?
―Quería hablar contigo acerca de Keirran. ―Se colocó contra uno de los
estantes, el abrigo largo negro caía a su alrededor―. Hay algunas cosas que
necesito entender. Y yo< ―Por primera vez desde que lo conocía, su voz
vaciló―. Tengo un favor que pedirte, Ethan.
Aturdido, sólo pude mirar y tratar de mantener mi boca cerrada a quedar
con la boca abierta. Ash suspiró, mirando lejos por un momento, su mirada era
distante. Sólo durante un latido, él no era el frío, sin emociones hada de
Invierno que siempre había visto. Él era como Meghan, alguien cuyo mundo
había sido desgarrado por la traición de Keirran, y estaba luchando por
entender qué era lo que había pasado.
―Estuviste con Keirran hasta el final ―dijo Ash finalmente―. Tú lo
conocías, antes y después de conocer a la Reina Olvidada. Ambos lucharon lado
a lado, y sé que él te consideraba un amigo, uno de sus únicos amigos. ―Su
expresión se oscureció, y sacudió su cabeza―. El Keirran de hoy en el consejo
de guerra< No lo reconocí. Ha cambiado mucho, nada de él tiene sentido. Me
niego a creer que es mi hijo.
Tragué ante el profundo dolor en la voz de Ash. El hada tomó una pausa,
un destello de angustia estaba rompiendo su perfecta compostura, antes de ser
el mismo de nuevo.
―Keirran no cambió de la noche a la mañana ―continuó el hada,
mir{ndome―. Algo debió haberle pasado, alguien debió haber hecho algo, para
volverlo en contra de su propia corte. Ethan, mencionaste un amuleto. ¿Puedes
decirme qué hace, con qué tipo de magia estamos tratando?
El amuleto.
Sentí un hueco en mi estómago. Maldita sea, ¿cómo podría haberlo
olvidado? Tal vez la sorpresa de ser asesinado y la preocupación por Kenzie,
mis padres y la guerra con los Olvidados lo había expulsado de mi cerebro,
pero me sentí como un idiota solo por recordarlo ahora.
No lo sabes, ¿o sí? Él es casi completamente humano. Está tomando su alma.
Ash notó mi reacción, y entrecerró los ojos.
―Dime ―dijo, y se apartó del estante―. Todo, Ethan. Todo lo que
condujo a aquella noche. ¿Qué te pasó a ti y a Keirran antes de ir a ver a la
dama?
De mala gana, asentí. No quería, no quería decir mi parte en todo esto,
pero Ash merecía saberlo.
―Cuando Keirran desapareció la primera vez ―empecé, volviendo a esa
noche y la cadena de eventos que condujeron a eso―, Annwyl vino a casa. Ella
estaba desvaneciéndose. Lo que sea que él Olvido le haya hecho había
acelerado el proceso. Keirran estaba desesperado por detenerlo. Nosotros,
Annwyl, Kenzie y yo, lo rastreamos a un mercado de duendes, donde estaba
tratando de encontrar la cura para el desvanecimiento. Eso fue cuando nos
encontraste ―agregué, recordando esa noche, siguiendo al Príncipe de Hierro
por las calles de Nueva Orleans, tratando de correr más rápido que el hada que
teníamos ante nosotros―. Llegamos lejos porque Keirran había descubierto
como ir entre el< ese es por qué no pudiste encontrarnos. La dama le había
enseñado como abrir el Velo.
Ash no dio ni una señal de sorpresa, solo asintió para que continuara.
Vacilé, preparándome para lo que venía a continuación. Por la decisión que me
había costado un amigo, un miembro de mi familia y, finalmente, mi vida.
―Decidí llevarlo con Guro ―dije tranquilamente―. Mi instructor de
kali, en el mundo real. Él es< creo que es algo así como un cham{n, un
curandero, aunque no conocía esa parte de él hasta apenas. Guro fue el que
elaboró el amuleto de protección, el que estaba usando cuando Keirran<
―Callé, no queriendo decirlo, y Ash asintió rígidamente en comprensión―.
Fuimos a verlo ―continúe―, porque era la única cosa que quedaba en la que
podía pensar. Annwyl estaba muriendo, ella no tenía mucho tiempo. Era
nuestra última esperanza. Pero, cuando le explicamos lo que estaba pasando,
Guro dijo que no podía salvarla. Que no había nada en las artes de luz para
ayudar. ―Tomé una pausa, luego añadí―: Entonces fue cuando Keirran<
preguntó acerca de las artes oscuras.
―Magia negra ―murmuró Ash, sonando sombrío―. Sé que aún hay de
esos en el reino mortal que son capaces de usar su poder real. No es algo con lo
que se deba jugar, Ethan.
―Sí ―dije―. En cierto modo lo entiendo. Pero Keirran no lo dejaría ir. Él
le rogó a Guro salvar a Annwyl, a cualquier costo. Guro le dijo lo que pasaría.
Le dijo de los peligros de la magia negra, palabra por palabra. Pero Keirran
estaba determinado a hacerlo de cualquier manera. Y yo< acepté que lo hiciera.
Sabía que era una mala idea, y no lo detuve.
Ash sacudió su cabeza con una sonrisa cansada.
―No creo que pudieras ―murmuró―. Una vez que Keirran tiene algo
en mente, no lo deja ir. Siempre ha sido así. Tiene mucho de su padre en él.
―Suspiró, todo rastro de diversión desapareció mientras asintió para que
siguiera―. ¿Qué pasó después de eso?
―Hay un ritual ―continúe―. Magia negra, sangre m{gica, como quieras
llamarlo. Fue muy intenso. ―Reprimí un escalofrío, recordando esa noche. Los
tambores, el canto, la rabia y el odio surgiendo en mí. Rabia hacia Keirran, por
llevarse a mi hermana lejos, por ser la causa de su abandono―. Keirran y yo
teníamos que participar ―confesé, deseando nunca haber aceptado hacerlo.
Todavía no me gustaba lo que había sido revelado, lo que había descubierto
sobre mí mismo esa noche―. Y cuando estuvo hecho, teníamos el amuleto que
podía robar la fuerza de Keirran y su glamour y dárselo a Annwyl. La
mantendría con vida, evitar que se Desvaneciera, pero a costa de la propia vida
de Keirran. Eventualmente< eso los mataría a los dos.
Hubo un momento de silencio sombrío. Sentí el frío emanando de la
dirección de Ash y me estremecí, preguntándome si me echaría la culpa de la
muerte definitiva de su hijo. Si lo hacía, estaría en lo correcto. No tenía nada
que decir en mi defensa.
―Lo mencionaste antes ―dijo Ash, frunciendo el ceño―. Pero Keirran
sigue vivo. ¿Cómo?
―No lo sé ―respondí―. Annwyl regresó a Leanansidhe cuando
cruzamos a Nunca Jam{s. No la vi desde entonces. Pero< ―Respiré
pesadamente. Esta sería la parte más difícil de explicar―. Hay una cosa m{s
que deberías saber, sobre el amuleto. Cuando Titania se negó a dejar a Annwyl
regresar a Arcadia, Keirran lo perdió. Atacó a la reina, y ella trató de matarnos,
y tuvimos que correr. ―No pude evitar que mi mirada se alejara de Kenzie en
ese punto, reviviendo el terror de ese momento. Keirran y la Reina de Verano
habían estado lanzando disparos mortales uno a uno, y Kenzie, atrapado en
medio, había sido golpeada por un rayo y había sido malherida.
Ella se acercó detrás de mí y entrelazó nuestros dedos, como para
dejarme saber que seguía ahí, que estaba bien. Apreté su mano y continué.
―Después de eso ―le dije a Ash―, Keirran no sabía qué hacer. Titania
fue nuestro último recurso. Él iba a ir a casa, pero entonces, la Reina Olvidada
lo llamó. Y porque prometió hablar con ella una vez más, tenía que ir. A
Irlanda, ahí es donde lo estaba esperando.
―Y fuiste con él ―adivinó Ash.
Asentí.
―No pude dejarlo ir solo. ―Keirran era familia, y él había tratado de
salvar a Annwyl, a pesar de todas las estúpidas maniobras que había hecho. No
podía ir solo.
No mencioné que había dejado que hiciera precisamente eso.
Únicamente la insistencia de Kenzie hizo que ayudara a Keirran, una vez más,
que me había hecho ablandarme. Aún acostada en la cama del hospital,
recuperándome de la última catástrofe que él había provocado, ella era mucho
más indulgente que yo.
―Así que, fuimos a ver a la dama ―continué―. Y justo antes< Keirran
me apuñaló, la dama mencionó algo. Le dijo que mi sacrificio levantaría el Velo,
que si moría, todos los Exiliados y Olvidados serían salvados, porque los
humanos serían capaces de verlos. Y esa creencia los haría existir otra vez. Pero,
hay< una cosa m{s que nos dijo. Sobre Keirran, y el amuleto. Dijo que el
amuleto no solo drenaría la fuerza y magia de Keirran, también< ―Vacilé. Ash
me odiaría después de esto.
―¿Qué? ―Me apuró Ash gentilmente. Tragué.
―Robaría su alma.
―Se supone que sería una solución temporal ―rompió Kenzie, a la vez
Ash se quedó muy quieto, viéndose peligroso ahora―. Se suponía que
mantendría a Annwyl viva hasta que pudiéramos convencer a Titania de
levantar su destierro. Una vez que ella regresó a Nunca Jamás, Keirran
prometió que destruiría esa cosa. No era< ―Su voz temblaba, muy
ligeramente, y se redujo a un susurro―. No se suponía que terminaría así.
El silencio reino en la habitación. Recuerdos, arrepentimiento y el si
hubiera me desgarró. Era mucho lo perdido, amistades perdidas, promesas rotas
y familias destrozadas. Nunca Jamás iba a tener guerra. Meghan tendría que
pelear contra su propio hijo. Todo porque Keirran trató de salvar a alguien que
amaba de morir. No parecía justo.
―¿El amuleto puede ser destruido? ―preguntó Ash al final, su voz
letalmente suave.
―Yo-yo no lo sé ―balbuceé sin poder hacer nada―. Tenemos que
encontrar a Annwyl, ver si todavía lo tiene. ―Si sigue con vida―. Pero aun si lo
destruimos, Guro dijo que el daño que cause podría ser permanente. Tendría
que hablar con él, ver si no hay nada que podamos hacer, alguna manera de
revertir lo que sea que le pase a Keirran.
Ash asintió lentamente.
―Eso es todo lo que podemos esperar por ahora ―reflexionó, casi tan
tenue para oír. Cerrando sus ojos, tomó una profunda respiración, y luego su
mirada me traspasó de nuevo―. No perderé a mi hijo ―dijo con voz
aterrorizada y casi desesperada―. Meghan es reina, sus manos est{n atadas en
este asunto, pero haré lo que sea necesario para verlo de vuelta con nosotros.
Ethan, tú fuiste su amigo una vez. Tú lo hiciste levantarse cuando nadie más
pudo. Sé que lo que ha hecho Keirran nunca podr{ ser perdonado, pero<
¿estarías dispuesto a hacer una última cosa? Por Meghan, si no es por nadie
más. Ve con Guro. Pregúntale acerca del amuleto. Ve si no hay nada que
podamos hacer para hacer que Keirran vuelva a ser el mismo. No es demasiado
tarde para salvarlo.
Tragué fuerte.
―Sí ―dije {speramente asintiendo―. Lo haré. Por Meghan. ―Por todos.
Ash se dio la vuelta, señalándonos para que los siguiéramos, y lo
seguimos al final de un pasillo. Alcanzando un anaquel, Ash enganchó un dedo
por encima del lomo de un libro tirándolo hacia abajo. Hubo un crujido, y una
parte del estante se apartó, revelando un túnel de piedra estrecho que se perdía
en la oscuridad.
―Esto te llevara fuera de la ciudad ―dijo Ash, volte{ndose―. Hay un
camino de las hadas al final del túnel que te regresará al reino de los mortales,
muy cerca de tu propia casa, Ethan. ―Parpadeé con sorpresa, y Ash sonrió
tristemente―. Keirran solía usar este pasaje todo el tiempo para escabullirse
fuera del palacio, hasta que finalmente lo bloqueé.
Una mirada de dolor cruzó por su rostro, pero sacudió su cabeza, y se
fue.
―Me gustaría ir contigo yo mismo ―continuó―, pero< mi lugar es
aquí, con Meghan. Mucho está en juego en Nunca Jamás ahora mismo.
Debemos preparar al Reino de Hierro para la guerra, así que estoy contando
contigo, con los dos ―agregó, viendo a Kenzie―, para salvar a Keirran.
Tráiganlo a casa, así terminaremos con esta locura para siempre.
―No puedo prometer nada, Ash ―dije, pensando en que mis intentos de
hacer las cosas bien nos habían llevado a este lío en primer lugar―. Pero trataré.
Si hay una forma de destruir el amuleto sin matar a Keirran y Annwyl, la
encontraré.
Ash asintió una vez, y luego se dio la vuelta. Vi su delgada, forma oscura
desvaneciéndose en las sombras, y avancé un paso detrás de él.
―Oye ―lo llamé―. Ash, espera.
Él volteó hacia nosotros, y las palabras quedaron atoradas en mi
garganta. ¿Qué era lo que quería decirle? ¿No te odio más? ¿Ya no te culpo por
alejar a Meghan de nosotros? Sonaba estúpido e infantil, aun cuando era cierto.
Ash, de esa surrealista, y misteriosa manera suya, parecía saber
exactamente lo que estaba pensando.
―Todos tenemos de que arrepentimientos, Ethan ―dijo―. Cosas que
desearíamos cambiar. Hechos que desearíamos nunca hubieran pasado. Yo
mismo tengo demasiadas para contar, pero hay una cosa de la que nunca me he
arrepentido, y esa es haber conocido a tu hermana ―dijo calmadamente, como
si estuviera diciendo lo obvio―. No cambiaría nada que tenga que ver con
Meghan ―continuó Ash―, pero sé que nuestras decisiones hicieron tu vida
muy difícil. Ella deseaba que pudiera haber sido de otra manera, pero yo pienso
que los dos ahora sabemos por qué decidió hacer lo que hizo. Sólo recuerda que
ella siempre estuvo pensando en su familia, y en ti especialmente, Ethan.
Parpadeé rápidamente y tragué el nudo en mi garganta.
―Lo sé ―murmuré roncamente, y dije algo que nunca había hablado en
voz alta antes en Faery, nunca había pensado que lo haría―. Gracias.
Ash dio la vuelta y desapareció en la oscuridad, dejándome a mí y a
Kenzie solos. Me quedé ahí parado un momento, esperando que se aclarara mi
vista, antes de sentir la cálida mano de Kenzie en mi espalda.
―¿Est{s bien, chico duro?
Arrastré una profunda respiración.
―Sí ―dije con voz {spera, volteando para encararla―. Estoy bien. ¿Est{s
lista pata esto?
Ella sonrió, deslizando ambos brazos alrededor de mi cintura y me
abrazó. Por un momento, solo la sostuve, mi cerebro dando vueltas en la
oscuridad interminables vueltas. Encuentra a Guro, destruye el amuleto. O al
menos, revierte el succionador de almas juju o lo que sea que actúa aquí. Eso
era. Y, quizá, una vez que estuviera hecho, Keirran pararía de ser un imbécil
imperdonable y volvería a casa. Por supuesto, aún estaba la dama y los
Olvidados de quien preocuparse, pero un problema a la vez.
Kenzie me soltó y dio un paso adelante, mirando fijamente el túnel.
Razor saltó de la saliente y aterrizó en su hombro, zumbando felizmente, y el
brillo azul con blanco de sus colmillos arrojó unas extrañas luces parpadeantes
en las paredes.
―¿Crees que Annwyl est{ bien? ―susurró Kenzie―. ¿Y ese Keirran de
verdad volverá en sí una vez que destruyamos el amuleto?
Me acerqué a su lado y tomé su mano.
―Averigüémoslo.
Juntos, caminamos hacia la oscuridad.
Parte Dos
Capítulo 6 Volviéndo con Guro
Seguimos el pasaje un tiempo, mientras suponía, nos llevaba por debajo del
palacio y luego por debajo de las calles de Mag Tuiredh. El túnel de piedra
pronto nos llevó a un tubo grande de cobre, donde me tuve que agachar
ligeramente para mantener la cabeza baja de golpear el techo. Pequeñas
tuberías y tubos salían desde el conducto principal, chorreando agua, aceite y,
ocasionalmente, una extraña, sustancia verde brillante que crepitaba cuando
tocaba cualquier cosa que no fuera la tubería de cobre. Tuve cuidado de
evadirlo y mantener un ojo en Kenzie, esperando que ella no tuviera curiosidad
y metiera un palo en los cáusticos charcos verdes solo para ver qué pasaba.
Pequeñas cucarachas de metal se arrastraban a lo largo de las paredes y
el techo, agitándose brillantes, moviendo sus brillantes antenas con pelo fino
ante nosotros, tenían brillantes ojos verdes del mismo verde venenoso como los
charcos. El brazo de Razor salió disparado una vez, más rápido de lo pensado,
tomando uno de los insectos de metal del techo y rellenó su boca con sonidos
chirriantes. Kenzie se asqueó, entregándome al gremlin y negándose a dejarlo
sentarse en su hombro de nuevo hasta que estuviéramos afuera. Abatido, Razor
hizo pucheros en mi espalda, murmurando cosas sin sentido y haciendo que
mis dientes vibraran con su siseo contante.
Finalmente, el tubo llegó a un callejón sin salida, con una escalera de
acero que conducía a una trampilla cuadrada. Empujando la tapa hacia atrás,
entrecerré los ojos así como la luz del sol inundo el aire sobre mí.
Arrastrándome fuera del tubo, sentí un cosquilleo de magia contra mi piel,
como caminando hacia una tela de araña. Ignorando la urgencia de limpiar mi
cara, me lancé en un parche de hierba fresca, seca, dejando el reino atrás y
entrando en otro.
El mundo real. Casa.
Volteé para ayudar a Kenzie a través de la brecha, tomando su muñeca y
tirando de ella a mi lado. Razor inmediatamente saltó a su hombro, mientras
miraba alrededor para orientarnos.
―¿Dónde estamos? ―preguntó Kenzie, desempolvando sus manos.
Parpadeé, sacudiendo mi cabeza en asombro.
―No lo creo ―murmuré, mirando alrededor del lote cubierto―.
Estamos literalmente a tres cuadras de mi casa. Cuando Ash había dicho que
estaba cerca, no estaba bromeando.
―¿En serio?
Asentí y mire entre los árboles, localizando la carretera a unos metros de
distancia. Una vieja camioneta gris retumbó, arrojando ramas, y un nudo se
formó en mi estómago. Muy cerca. Mis padres, mamá especialmente, estaban
desesperados de verme.
Y< no podía ir a casa todavía. Tres cortas cuadras a mi casa< y no
podía verlos. Porque ellos no me dejarían irme de nuevo, y Meghan seguía
necesitando mi ayuda. No podía abandonar una parte de mi familia por la otra.
Los ojos de Kenzie tenían comprensión mientras ponía una mano en mi
brazo.
―¿Extrañando casa?
―Sí, pero no hay nada que pueda hacer al respecto ahora. ―Volteé y
forcé una sonrisa―. Vamos. La casa de Guro est{ al otro lado de la ciudad.
Tendremos que llamar a un taxi.
* * *
Gracias a Dios, Kenzie tenía suficiente dinero para el viaje en taxi, el taxi
finalmente nos dejó en la acera en un pequeño barrio suburbano. Cruzando la
calle, la simple casa de ladrillo de Guro Javier esperaba al final de la acera,
aunque la entrada estaba vacía. Después de salir del taxi, miré a Kenzie.
―¿Qué día es?
―Um. ―Kenzie sacó su teléfono y frunció el ceño ante la pantalla―.
Ugh, la batería está casi muerta. Estúpida diferencia de tiempo de hadas. Es
jueves, de acuerdo a esto.
Jueves. La clase de Kali era los jueves por la noche.
―Él estar{ en el dojo est{ noche, enseñando ―le dije a Kenzie, mirando
por encima de su hombro al teléfono―. Probablemente tenemos una hora hasta
que él regrese.
Ella asintió, y nos sentamos juntos en la saliente para esperar. Los carros
transitaban, y un par de corredores nos pasaron sin detenerse, sin ver el gremlin
siseándoles desde el hombro de Kenzie. Escondí mis espadas detrás de la
cornisa, solo en caso de que alguien viera un par de adolescentes extraños
vagando alrededor del vecindario y notara que uno de ellos estaba armado.
Finalmente, un coche blanco se detuvo en el camino de entrada y se
estremeció hasta detenerse. La puerta del lado del conductor se abrió, y Guro
salió, cargando su bolsa de material sobre su hombro. Lentamente, me levanté,
preguntándome si debía caminar hacia adelante, repentinamente dudoso en
cuanto a lo que mi mentor pensaba ahora de mí. Me había ido por meses. La
última vez que él me había visto, traje un par de feys a su casa, realizó un ritual
oscuro y desaparecí hacia Nunca Jamás. Eso era mucha porquería extraña que
manejar para cualquiera.
Guro se congeló cuando me vio asomado en el borde de la acera. Tragué
y permanecí donde estaba, esperando. Si Guro no quería verme otra vez, si se
giraba, se alejaba sin mirar atrás y estrellaba la puerta tras él, no lo culparía.
―¿Vas a estar allí de pie, Ethan, o vas a venir adentro?
Mis piernas casi flaquearon de alivio. Entumecido, seguí a Guro por el
camino hasta la puerta principal de su casa, donde una serie de ladridos
salvajes podían oírse detrás de la puerta. Razor siseó y se ocultó en el cabello de
Kenzie, y ella hizo una mueca.
―Esperaré afuera, si lo quieres también ―ofreció ella.
Pero Guro sacudió su cabeza.
―Un momento ―dijo, desbloqueando la puerta y abriendo un hueco―.
Regresaré en breve.
Se deslizó por la abertura, y lo escuché llamando a los perros,
llevándolos lejos de la puerta. Kenzie y yo estuvimos parados en el escalón y
esperamos, el gremlin murmuraba cosas sin sentido bajo su cabello. Unos
minutos después, Guro apareció en la entrada de nuevo, indicándonos pasar.
Lo seguimos a la misma sala donde, no hace mucho tiempo, parecía,
Keirran, Kenzie y yo nos habíamos reunido con una moribunda Annwyl, y
Keirran había rogado a Guro para que la salvara. Aun si eso significaba pasar a
las artes oscuras. Y Guro había aceptado. Y Keirran había perdido su alma.
Demonios, ¿por qué nosotros venimos en primer lugar? ¿Por qué estuve de acuerdo en
dejar a Keirran hacerlo?
Guro se sentó en el sillón y nos encaró, sus ojos negros eran difíciles de
leer. Mi corazón latió con fuerza de nuevo. Respiré profundamente para
tranquilizarme, no sabiendo por qué estaba de repente tan asustado. Era Guro,
quien creía en lo invisible, quien nos había ayudado antes siempre.
Quien puede hacer negra, magia sangrienta y crear un amuleto que
succiona el alma de tu mejor amigo.
―Ha pasado mucho desde que te vi la última vez ―dijo Guro, su oscura
mirada estaba únicamente en mí―. Ethan, antes que digas cualquier cosa,
respóndeme esto, ¿dónde has estado los últimos cuatro meses?
Mi estómago se retorció.
―Yo< uh< he estado en Nunca Jam{s, Guro ―dije, sabiendo que no
podía negarlo, no a él―. En verdad no podía volver.
―¿Y tus padres?
―Ellos sabían dónde estaba. Les dije< antes de irme.
―¿Ellos saben que est{s aquí?
―No, Guro ―Mi voz sonó un poco ahogada, y deseé que mi instinto
dejara de cambiar―. No< he terminado, con lo que debo hacer. ―Él continuó
mir{ndome, y me quedé mirando mis manos―. Yo< cometí un error hace
tiempo, y mucha gente resultó lastimada, estoy tratando de repararlo.
―Ya veo. ―Guro entrelazó sus dedos bajo su mentón, su expresión era
seria―. ¿Hay algo que pueda hacerse por lo que pasó hace cuatro meses, la
noche en que el Mundo Oculto se hizo visible?
Kenzie y yo nos sacudimos.
―¿Lo sabes? ―Kenzie jadeó―. ¡Lo recuerdas! Puedes< ―Ella miró a
Razor, siseando en su hombro―. ¿Puedes verlos ahora?
―No ―dijo Guro calmadamente―. Cuando los espíritus se
desvanecieron de la vista una vez más, perdí la habilidad de verlos. Pero
recuerdo lo que pasó esa noche, aunque todos parecen haberlo olvidado.
―¿Qué pasó? ―pregunté. Él frunció el ceño.
―Caos ―dijo, y su tono envió escalofríos a mi espalda―. Estaba
teniendo una clase la otra noche ―continuó Guro―, cuando de repente oímos
gritos en el estacionamiento. Cuando fuimos a ver qué estaba pasando, había
un cuerpo sobre el camino con una extraña criatura arriba de él.
―¿Qué tipo de criatura? ―pregunté, sintiéndome enfermo―. ¿Cómo
era?
―Era muy pequeño, con dientes afilados y orejas puntiagudas. Y su piel
era verde.
―Un duende ―murmuró Kenzie, mientras sentía una punzada de
miedo por donde estaba yendo esta historia. Los ojos de Kenzie se ampliaron
también―. Oh, no ―dijo, también creyendo que esto no iba a terminar bien―.
¿Qué le pasó a los estudiantes? ¿Ellos trataron de atraparlo?
―Les advertí que lo dejaran solo ―dijo Guro―, pero para cuando los
alcancé, era demasiado tarde. La criatura se puso furiosa, y muchos más de esos
aparecieron, justo antes de que ellos atacaran. La mayor parte de los estudiantes
escaparon con pequeños cortes en las piernas, pero ―Sus ojos se
oscurecieron―. Un chico tropezó tratando de correr, y ellos lo atacaron antes de
que yo pudiera llegar. Él fue llevado al hospital con múltiples heridas de arma
blanca, pero agradecidamente, fueron capaces de salvar su vida.
―Oh, Dios ―dije, y pase mis manos por mi cabello, enfermo y furioso
todo a la vez. ¿Esto era lo que querías Keirran? ¿Es como tu perfecto Faery se veía?
¿Cuántos más tenían que ser heridos? ¿Cuántos más muertos morirán cuando el
Velo caiga? Y eso era parcialmente mi culpa. Porque había sido lo
suficientemente estúpido de creerle a Keirran, en creer que él no me apuñalaría
por la espalda.
La voz de Guro era baja y con pesar mientras continuaba.
―Para cuando llegó la policía ―continuó―, los estudiantes ya habían
olvidado lo que habían visto. Ellos no me creerían. Así que les dije que eran
muchos los atacantes, que eran pequeños, y traían navajas. Nadie pudo explicar
los sucesos de esa noche o siquiera recordar lo que había pasado, pero eso me
persigue todos los días. Nunca olvidaré el rostro del chico mientras las criaturas
lo tiraban.
―Demonios ―murmuré, y cubrí mis ojos con una mano―. Lo siento
Guro. Yo provoqué esto. Es mi culpa<
―No ―interrumpió Guro―. Es mía. La magia negra siempre deja su
huella. Ese es el precio que se debe pagar por usarla.
Parpadeé sorprendido. Por un momento, Guro estuvo en silencio,
melancólico mientras miraba más allá de nosotros con ojos preocupados.
Finalmente, dijo, con voz atormentada:
―Tu otro amigo no est{ aquí. Asumo< ¿qué viniste a saber acerca del
anting-anting?
Yo solo pude asentir, aunque Guro seguía sin mirarme. Miraba el piso
sobre sus manos dobladas.
―¿Lo mató? ―preguntó suavemente.
―No ―respondí―. Eso< tomó su alma.
Guro suspiró, su expresión era tensa, pero no se veía sorprendido del
todo. Lo miré, mi maestro, mi mentor, el único humano que sabía realmente
qué estaba pasando en mi vida. Había pensado que conocía a Guro Javier. No
pude haber estado más equivocado.
―¿Lo sabías? ―pregunté, mi voz sonaba {spera―. Cuando creaste esa
cosa. ¿Sabías lo que el amuelo haría?
―Lo sospechaba ―dijo Guro calmadamente, y bajo los brazos sobre sus
rodillas―. No había hecho magia negra antes, Ethan ―continuó―. Ni he hecho
mi trabajo para los espíritus, o criaturas del Mundo Oculto. No estoy seguro de
que tu amigo incluso tenga un alma.
―¿Nos lo dirías si lo estuvieras? ―No trataba de ser acusador; sólo
necesitaba entender. Keirran se había ido, y yo había visto de primera mano el
demonio en el que se había convertido. Un verdadero fey; si emociones, sin
arrepentimiento o remordimiento o conciencia para detenerlo. Sin su alma,
Keirran se había convertido en la especie de hada que yo siempre había
aborrecido y temido.
―Si lo hago ―Guro volvió a su voz tranquila―, ¿eso lo haría detenerse?
Me dejé caer, sacudiendo mi cabeza.
―No ―murmuré. Nada podría detener a Keirran. Él estaba obligado y
determinado a salvar a Annwyl, y ahora, estaba en su camino a destruir las
cortes. Justo como la profecía decía.
Y yo había ayudado a que eso ocurriera.
―¿Puede ser revertido? ―preguntó Kenzie, mientras Razor se arrastraba
por su espalda para asomarse entre su cabello―. ¿O, hay alguna manera de
destruir el amuleto sin herir a Keirran y Annwyl?
―El anting-anting no puede ser destruido ―dijo Guro gravemente,
haciendo que mi estómago se apretara―. No por medios normales. Ni puede
ser regalado o perdido. Siempre encontrara la manera de regresar a su
portador. Si quieres que el alma de tu amigo se salve, sólo hay una solución.
―Guro subió sus ojos oscuros hacia mí y me sostuvo la mirada―. Él debe
destruirlo, por su propia voluntad. Tiene que ser su propia decisión.
El aire abandonó mis pulmones rápidamente. Keirran tenía que destruir
el amuleto por sí mismo. ¿Qué tan imposible era que pasara eso?
―Si Keirran lo destruye ―preguntó Kenzie―, ¿qué pasaría con Annwyl?
―Morir{ ―dijo Guro simplemente―. O, volvería a ser lo que sea que era
antes de que el anting-anting fuera creado. No hay más que pueda hacer por
ella. Lo siento.
Kenzie se dejó caer contra el sofá, su rostro tensándose con pena. Razor
se arrastró a su hombro e hizo sonidos, siseos de preocupación, acariciando su
cabello, y Kenzie apretó su pequeño cuerpo cerca. Ella no contradijo la
declaración de Guro o insistió en que él debía ser capaz de hacer algo más. No
más magia. No más hechizos. Nosotros sabíamos que era mejor no preguntar.
―Desearía darles mejores noticias ―continuó Guro, su propia voz era
suave, llena de arrepentimiento―. Pero si quieres que el alma de tu amigo
regrese a él, el anting-anting debe ser destruido, y él debe ser el que lo haga. No
hay otra manera.
Asentí aturdido.
―Entiendo ―dije, sintiendo la imposibilidad de todo que me estrujaba.
¿Cómo podríamos hacer que Keirran destruyera el amuleto, especialmente si
mataría a Annwyl a cambio? Aun si lográbamos hablar con Keirran sin que nos
atacara, él nunca estaría de acuerdo con eso―. Gracias, Guro.
―Una cosa m{s ―añadió Guro mientras me preparaba para ponerme de
pie―. Hace unos meses, alguien vino a mi casa. No pude verlo, pero pude
sentirlo. Sabía que alguien estaba ahí.
―¿Qué era lo que quería?
―No lo sé. ―Guro sacudió su cabeza―. Nunca dijo nada. Pero no creo
que deseara hacerme daño, quienquiera que sea. Se fue poco después, y no ha
vuelto desde entonces.
Kenzie me miró.
―¿Annwyl?
Me encogí de hombros.
―¿Por qué vendría aquí y no dijo nada?
―No lo sé ―murmuró Kenzie, mientras Razor se balanceaba en su
hombro, murmurando “Bella elfo, bella elfo”. Su rostro se oscureció―. Pero
creo que es seguro decir que tenemos que encontrarla ahora.
Asentí, pensando ya acerca de dónde teníamos que ir después cuando,
en algún lugar detrás de las puertas cerradas, los perros explotaron en un
frenesí de ladridos. Y no de los ladridos de manera emocionada de hay personas
aquí que había escuchado hacer a los perros antes. Era un gruñido, era un
barullo gutural, del tipo que mostraban los dientes y erizaban el pelo, e hizo
que me pusiera los pelos de la nuca en punta.
Razor hizo un siseo de alarma y se agachó en el hombro de Kenzie. Guro
se levantó con rapidez, entrecerró los ojos en peligrosas rendijas negras. Salté a
mis pies, mirando a Guro y preguntándome si debía sacar mis espadas.
―Algo est{ viniendo ―dijo Guro, justo cuando una figura oscura se
deslizaba por la ventana de afuera, mirando dentro. Era delgado, muy delgado
para ser un humano, con brazos largos y con un cuerpo sin rasgos negro tal
como una mancha de tinta. Dos ojos brillantes saltones miraban de entre la
masa oscura, ojos sin pupilas fijas en todos nosotros. Pasó dos dedos largos por
el cristal y mi sangre se congeló.
Los Olvidados estaban aquí.
Capítulo 7 Contra los Olvidados
Soltando una maldición, saqué mis espadas, mientras que en un segundo el
Olvidado se movió a través de la ventana, una mancha negra contra el vidrio. El
pánico floreció dentro de mí, y lo hice de lado. Guro no tenía la Vista; no podía
ver el Olvidado como Kenzie y yo lo hacíamos. Si fueran seres invasores
humanos, sentiría lástima por ellos, ¿pero cómo podías pelear con algo que no
podías ver?
―Guro ―dije, a la vez que él me miraba abruptamente―, los Olvidados
están aquí. Er, hadas que están tras de Kenzie y de mí. ¿Tienes una puerta
trasera? Si nos vamos ahora, podríamos ser capaces de llevarlos lejos.
Él entornó los ojos.
―¿Cu{ntos? ―preguntó con voz letal.
―Uh< ―Miré hacia la ventana. Tres Olvidados estaban ahora contra la
ventana, y otros dos se escabullían por la ventana junto a ellos―. No lo sé,
exactamente. Al menos cinco, quizá más.
Un alto chillido agudo nos interrumpió, haciendo rechinar mis dientes.
Un Olvidado mirando por la ventana rastrilló su garra en el cristal, dejando
cuatro largos, finos cortes detrás. Razor chilló de vuelta, mostrando sus
colmillos, y Kenzie se encogió de miedo. Guro lanzó una mirada a la ventana,
hacia los blancos rasguños, hechos por garras invisibles, y dio la vuelta a la
habitación.
―Por aquí ―ordenó―. Síganme.
Seguimos a Guro por la cocina y se detuvo mientras abría una puerta de
madera en la pared contraria. Unas escaleras conducían abajo hacia lo que
supuse era el sótano, y Guro nos indicó ahí.
―Aquí, r{pido.
Fui escaleras abajo, Kenzie cerró detrás. En la parte inferior de la escalera
se abrió una habitación grande con paredes y piso de cemento. Estaba oscuro
aquí abajo, ni las sombras se aferraban a las paredes y ocultaban todo a la vista,
hasta que Guro prendió la luz.
Mis ojos se abrieron. El espacio en el centro estaba despejado, pero las
paredes estaban cubiertas con armas. Espadas cruzadas, cuchillos, garrotes,
palos dobles, un par de machetes y hachas, todo colgado en pares alrededor de
la habitación, brillando con malicia bajo las luces fluorescentes. Un muñeco de
neumáticos descansaba en una esquina de la habitación, un saco de pelea en el
otro lado, y un par de soportes de maderas acolchados y cascos estaban atrás.
Una pared entera tenía pares de pequeñas espadas Filipinas: los kris, gayang y
kalis eran algunos que sabía sus nombres, colgando bajo un escudo que decía
Armas de Moroland.
―Bien ―casi jadeé―. Lo admito. Estoy un poco aterrado.
Guro fue hacia la pared al fondo, donde colgaban un par de espadas,
aisladas de todo lo demás. Las reconocí como sus cuchillas personales, las
espadas de su familia, transmitida por su padre y su abuelo antes. Eran más
pequeñas que las mías pero no por eso menos letales, un par de barong afiladas
que eran probablemente varias décadas más viejas que yo.
―¡Ethan!
El asustado grito de Kenzie sonó detrás de mí. Me volví para ver un
montón sólido de Olvidados fluyendo a través de la puerta barriendo por las
escaleras, subiendo a lo largo de las paredes y el techo como enormes arañas
negras.
―¡Guro! ―llamé, mientras una larga y delgada sombra caía del techo y
se abalanzaba sobre mí―. ¡Est{n aquí!
Esquivé hacia atrás cuando las garras largas y delgadas del hada, casi
alcanzan mi camiseta, y arremetí con una de mis cuchillas. Golpeó el cuello de
la cosa, penetrando profundo, y el Olvidado no hizo ningún sonido mientras se
retorcía en zarcillos oscuros y desaparecía. Otro saltó dentro, rozándome, y
corté a través de su brazo antes de retroceder.
El Olvidado siseó y se hizo hacia atrás, fundiéndose en un grupo con sus
hermanos. Cuando levanté las espadas, un escalofrío corrió por mi columna.
Los Olvidados habían rodeado tres lados de la habitación. Guro, Kenzie y yo
estábamos cerca de la pared del fondo, un semicírculo de masa sólida nos
miraba con siniestros ojos amarillos.
―Kenzie ―jadeé―, hacia atr{s. Trata de estar entre yo y Guro.
―Aunque no sabía cómo mi mentor iba a pelear contra ellos. Había una gran
cantidad de Olvidados aquí abajo, y eran invisibles para los ojos normales. A
menos que Guro hubiera conseguido de alguna manera la Vista, lo que dudaba,
la mayor parte de la lucha me tocaba a mí―. Si ves una abertura ―continué, no
atreviéndome a mirar atr{s a ella―, corre. Sal como puedas, y no me esperes.
Te alcanzaré.
―Olvídate de eso ―rompió Kenzie, y escuché el cierre de su bolsa atr{s
abriéndose―. Estoy tan segura como infierno que no voy a dejarte, Ethan,
deberías saberlo ya. Solo mantenlos atrás unos segundos.
El Olvidado se hizo hacia delante, silencioso y mortífero, preparándose
para atacar. Guro se paró a mi lado, los barongs sujetos ligeramente a sus
costados. Le di un vistazo y vi que sus ojos estaban cerrados.
Como un torrente de agua negra, el Olvidado se abalanzó hacia delante.
Antes de que pudiera reaccionar, Guro saltó delante de mí en medio de
los atacantes, ambas espadas girando en el aire. Se movieron como hélices de
helicóptero, borrosas y casi muy rápidas de ver, girando y cortando a su
alrededor. Cortaron a través de las filas de hadas como una trilladora a través
del trigo, y nubes de oscuridad estallaron alrededor de Guro a la vez que el
Olvidado caía ante el asalto implacable.
Siseando, retrocedieron, recuperándose y lanzándose de nuevo hacia
delante, garras y zarpas rastrillaron el aire. Me forcé a salir de mi trancé y me
metí en el caos, lanzándome al lado de la muerte, añadiendo mis propias
espadas a la carga. El Olvidado gritó con furia, haciéndose hacia atrás para
evitar el acero, tratando de abalanzarse sobre mí por detrás. Estuve espalda con
espalda con Guro, defendiéndonos de los ataques, no pensando en nada pero
manteniendo mis brazos en movimiento, reaccionando a las manchas oscuras
arañándome por todos lados.
―¡Ethan, sobre ti! ―resonó la voz de Kenzie desde algún lugar m{s all{
de la masa de Olvidados. Di un paso atrás, alzando mi espada, cortando a
través de un Olvidado cayendo hacia mí desde el techo. Capté por un vistazo a
Guro, rodeado de Olvidados, sus espadas moviéndose tan rápido que eran un
borrón. Sus ojos seguían cerrados mientras giraba y blandía sus espadas
alrededor de él, conduciendo a las hadas atrás.
―¡Ethan, Guro! ―llamó Kenzie de nuevo―. ¡Por aquí! ¡Regresen a la
esquina, rápido!
No me atreví a voltear y ver qué era lo que estaba haciendo. Mirando a
Guro, empecé a dirigirme hacia su voz, volviendo a caer ante la implacable
prensa del Olvidado. Ellos sisearon y cortaban hacia nosotros, aun
aglomerándose por todos lados, y mis brazos empezaron a arder del constante
balanceo de mis espadas. Uno de los Olvidados golpeó mi brazo, sus garras
desgarraron a través de mi antebrazo y mandaron salpicaduras de sangre al
piso de cemento. Apenas sentí la herida, aunque sabía que iba a doler como el
infierno cuando esto terminara. Si ellos no me despedazaban antes de eso.
Y luego, cuando estuvimos de nuevo en la esquina con Kenzie, aun
defendiéndonos manteniéndolos lejos con nuestras espadas, la presión de los
Olvidados solo< se detuvo. Como si hubiéramos cruzado una barrera invisible
que los Olvidados no pudieran pasar. Los Olvidados sisearon y se aglomeraron
al otro lado de la línea de sal, mirándonos con sus siniestros ojos amarillos, pero
no podían llegar más lejos.
Cayéndome en alivio, miré a Kenzie. Su mochila descansaba en la
esquina, y sostenía un enorme bote de sal entre sus manos. Capturando mi
mirada, me ofreció una sonrisa irónica.
―Parte del equipo de supervivencia para Nunca Jam{s ―dijo, con su
voz temblando ligeramente―. Primer cosa de la lista: hierro. Segunda cosa: sal.
―Se encogió ligeramente de hombros y puso el bote en el piso por su
mochila―. No seré capaz de envainar una espada, pero puedo lanzar sal
alrededor como nadie.
Manteniendo un ojo en los Olvidados, me acerqué y con mi brazo sano la
abracé. Ella apretó mi espalda, su corazón latía rápidamente contra el mío. La
negra pared de Olvidados se había quedado en silencio de nuevo, inmóviles
fuera del círculo. No se veían como si fueran a moverse o irse pronto, pero me
preocuparía por sacarnos de aquí después de que recuperara el aliento.
Guro volteó a nosotros, buscando con sus ojos.
―Est{s lastimado ―dijo, y por supuesto al señalarlo, mi brazo empezó a
palpitar con el recordatorio. Apreté los dientes y me puse detrás de Kenzie con
un siseo de dolor mirando mi brazo. Cuatro largos, cortes rectos a través de mi
antebrazo, escurriendo sangre por mi piel y goteando al piso.
Kenzie hizo una mueca en comprensión.
―Oh, Ethan. Resiste ―dijo, y se arrodilló hacia su mochila, hurgando en
los bolsillos―. Tercer cosa. ―Suspiró, y sacó una caja de pl{stico color rojo y
blanca, poniéndola en el suelo―. Un botiquín de primeros auxilios.
Guro se cernía sobre nosotros, con una espada en cada mano, mirando
pacientemente, mientras estaba sentado en la esquina y Kenzie se encargaba de
mi brazo destrozado. Sus ojos oscuros escaneaban la habitación más allá de la
barrera de sal, y mi corazón dio un salto.
―¿Guro? ¿Puedes verlos?
―No ―replicó Guro calmadamente, sin quitar los ojos de la
habitación―. No completamente. Puedo ver< destellos. Atisbos en las
esquinas de mis ojos, como sombras. Pero desaparecen cuando los veo
directamente.
―¿Es por eso que cerraste los ojos?
Miró abajo hacia mí.
―¿Qué te he dicho antes, Ethan? ―preguntó en voz baja―. Tus ojos no
son el único sentido en una pelea. No necesito ver a mi oponente para saber
dónde está.
―Demonios. ―Respiré, sacudiendo mi cabeza. Mi respeto por mi
instructor se había convertido en un aterrado asombro. Si alguna vez salía de
aquí, nunca me perdería una clase de nuevo.
―¿Cu{ntos se han ido? ―preguntó Guro, volviendo a escanear la
habitación.
―Um. ―Apreté mi mandíbula mientras Kenzie reforzaba la gasa
alrededor de mi brazo y lo aseguraba cerrándola. Reparé en el Olvidado,
tratando de hacer un recuento. Era difícil. Ellos solo eran manchas oscuras que
se fundían entre sí. Si no fuera por sus brillantes ojos amarillos, sería
imposible―. Es difícil de decir. ¿Quiz{ una docena?
―Catorce ―dijo Kenzie en voz baja. Cerrando el botiquín de primeros
auxilios, la metió en su mochila y levantó la mochila sobre sus hombros,
dejando una mano libre para mí―. Así que, la pregunta es ―continuó, a la vez
que la agarraba de su muñeca, y ella me levantaba―, ¿cómo saldremos de aquí?
Miré al Olvidado sobre la línea de sal y entrecerré los ojos.
―Siempre podría atacarlos desde dentro de la barrera, creo.
Como uno, los Olvidados retrocedieron. Sólo unos pasos, pero sólo fuera
del alcance de mis espadas. Kenzie hizo una mueca.
―Ellos nos entienden, Ethan. ¿Quiz{ deberías tratar de hablar con ellos?
Mire hacia los Olvidados, y cuando lo hice, una de las formas sombrías
se hizo más al borde de la barrera de sal. Levanté mi espada y avancé frente a
Kenzie, a la vez que el Olvidado miraba de vuelta con sus dorados ojos vacíos.
―¿Qué es lo que quieren? ―pregunté.
―A ti ―susurró el Olvidado, con voz ronca poniéndome la piel de
gallina―. Te queremos, Ethan Chase. Tu vida. Tu sangre. Tú.
―Perdona, pero ustedes ya la tuvieron hace algunos meses ―me burlé
del Olvidado, como si morir fuera algo que hiciera todos los días. Nada del otro
mundo―. Y en serio no me gustaría hacerlo de nuevo. Pueden volver y decirle
a la dama que sólo llegará a matarme una vez.
―No la dama ―siseó el Olvidado―. Ella no nos envió aquí.
¿No fue la dama?
―Entonces, quién<
La respuesta me golpeó como una bofetada, y miré hacia el Olvidado con
rabia y terror creciendo en mí.
―Keirran ―dije, a la vez que Kenzie jadeó y Razor daba un incrédulo
“¿Maestro?” por debajo de su cabello―. ¿Keirran los envió por mí?
―Sí ―susurró el Olvidado, y me apuntó con su largo, dedo afilado―. Te
quiere, Ethan Chase. Tienes el inquietante hábito de no morir cuando se supone
que debes, y el Príncipe de Hierro no dará más oportunidades. No interferirás
con los planes de la dama. Ríndete ahora, y los otros podrán irse. No tenemos
interés en los otros mortales. Pero deberías venir con nosotros.
Mis brazos temblaban, y no sabía si era por la conmoción o por una
cegadora, furia absoluta. No porque Keirran en serio me quería muerto, sino
porque había mandado secuaces a terminar el trabajo. Ni siquiera se había
molestado en enfrentarme él mismo. Simplemente una prueba más de que el
Príncipe de Hierro, el Keirran que solía conocer, se había ido.
―¿Sí? ―desafié, sintiendo el frío esparciéndose a través de todo mi
cuerpo―. ¿Y cómo esperas hacerlo, con nosotros de éste lado de la barrera?
―No podr{s estar ahí para siempre ―siseó el Olvidado―. Tarde o
temprano, deber{s salir. Tú eres mortal solamente. ―Se hizo hacia atr{s, hacia
el grupo de sus hermanos―. Podemos ser pacientes, Ethan Chase.
―Demonios ―murmuré, y me aparté del Olvidado, sintiendo la
desesperación crecer y mezclándose con el miedo y la rabia. Estaban en lo
correcto; no podíamos estar aquí para siempre, especialmente con la familia de
Guro estando aún fuera. Su esposa y su pequeña niña podrían venir a casa en
cualquier minuto, y se heló mi sangre ante lo que podría pasarles a ellas―. Bien
―gruñí, alzando mis dos espadas de nuevo―. ¿De verdad me quieren tanto así,
huh?
Los Olvidados se desplazaron ansiosamente, listos para atacar tan pronto
como cruzara la barrera, y sonreí sombríamente.
―Kenzie, mantente atr{s ―dije, avanzando hacia el borde del círculo.
Ella hizo un molesto, sonido impaciente, pero al menos no protestó―. Guro
―continué sin dar la vuelta―, lo siento por los problemas que te he traído. No
tienes que hacer nada. Ellos están aquí por mí. ―Aunque dudaba que mi
maestro se mantuviera atrás y me dejara hacerle frente a los Olvidados solo.
Como suponía, Guro se movió silenciosamente a mi lado, alzando sus
espadas, y podría haber sido mi imaginación, pero la aglomeración de ellos
parecía estremecerse mientras él se acercaba.
―¡Espera! ―Y Kenzie se lanzó a nuestro lado, mirando ferozmente
mientras los Olvidados se acercaban más. Alzó sus manos, con el gran, ahora
abierto frasco de sal entre ellas, y arrojó el contenido en un amplio arco ante
nosotros.
Los Olvidados gritaron y cayeron cuando la sal los golpeó,
estremeciéndose y cubriendo sus ojos y rostros. Se tambalearon hacia atrás,
zarcillos negros salían de sus cuerpos como humo, y un agujero se abrió entre la
masa.
―¡Vamos! ―lloriqueó Kenzie, y se lanzó hacia delante, arrojando más sal
y obligando a las hadas a hacerse atrás. Sacudido en acción, corrí tras ella, con
Guro justo detrás de mí. Avanzamos todos los pasos sin ser desgarrados en
pedazos, pasando del hueco de la escalera hacia la cocina, y cerramos la puerta
tras nosotros.
Con el corazón acelerado, giré, listo para el oscuro fluido que vendría
desde abajo, pero Kenzie ya estaba echando los últimos granos de la sal por
encima del umbral. Mientras lo hacía, un largo brazo oscuro se deslizó por
debajo de la rendija de la puerta, rozándola a ella y haciendo que mi estómago
me subiera por la garganta. Kenzie se estremeció de nuevo, pero terminó
vertiendo lo último de la sal a través del marco, y el brazo de disolvió
volviéndose vapor negro y se retorció hasta desaparecer.
―Ahí. ―Temblando, Kenzie se levantó y r{pidamente dio un paso atr{s,
mientras Razor zumbó y siseó desde su hombro, agitando un pequeño puño
hacia la puerta―. Eso debería darnos algo de tiempo, al menos. ¿Todos est{n
bien?
―Sí ―jadeé, mirando a Guro―. Deberíamos irnos ―dije, retrocediendo
a la puerta. Me hubiera gustado haberme quedado, hablar con él un poco más.
Aún tenía muchas preguntas y muchas cosas que quería explicarle. ¿Quién
sabía si tendría otra oportunidad? Pero como de costumbre, cuando me
involucro con la locura de las hadas, la mejor cosa que puedo hacer por
cualquiera era estar lejos, muy lejos―. De nuevo gracias Guro, por todo.
―Espera ―ordenó Guro, y caminó hacia la mesa de la cocina, tomando
un par de llaves y un celular de encima―. Los llevaré a un lugar seguro ―dijo,
volteando a nosotros―. ¿Tienen algún lugar a donde ir, donde esas criaturas no
puedan seguirlos?
―Guro. ―Dudé, agradecido pero reacio a meterlo en esto aún m{s―.
¿Qué con tu familia?
Él levantó el teléfono.
―Llamaré a Maria, le diré a ella y a Sadie que no vengan a casa esta
noche. Pueden quedarse con sus abuelos hasta que sea seguro regresar. Estarán
bien. Pero ustedes dos necesitan poner distancia entre lo que los está cazando.
―Pero<
Un golpe sacudió la puerta del sótano, haciéndome saltar, y Guro
entrecerró los ojos.
―Podemos hablar de eso en el carro, Ethan ―dijo enérgicamente,
caminando a zancadas por la habitación―. V{monos ahora.
Sin otra opción, seguí a Guro por la puerta y la entrada, deslizándome en
el asiento trasero de su carro con Kenzie y Razor en el otro lado.
Una silueta de ojos amarillo apareció en la ventana de la casa, y Razor
siseó, sus brillantes azules dientes lanzaban luces parpadeantes sobre la cabina,
dándome un ligero dolor de cabeza. Pero Guro no parecía notar el gremlin o la
sombra mientras volvió a la carretera, puso el carro en marcha y salió a toda
velocidad hacia el atardecer que se aproximaba.
Capítulo 8 Recurriendo a las hadas
―No nos est{n siguiendo ―murmuró Kenzie a la vez que miraba por la
ventana trasera―. Al menos yo no los veo.
Me relajé, pudiendo al fin liberar las espadas de mi agarre, dejándolas de
pie apoyadas en el asiento frente a mí. Kenzie desvió la mirada de la ventana y
se deslizó cerca de mí, y Razor se subió y se acurrucó en su regazo como un
Chihuahua mutante y desnudo.
Guro nos observaba por el retrovisor, examinándonos con sus ojos
negros.
―¿Ahora a dónde ir{s? ―preguntó.
―Em. ―Me pasé los dedos por el cabello y lo eché para atrás, intentando
pensar. ―De vuelta a Nunca Jam{s, supongo ―digo, sabiendo muy bien que
Guro no nos podría llevar hasta allí con el coche. La imposibilidad de lo que
teníamos que hacer cayó sobre mí otra vez: conseguir el amuleto, encontrar a
Keirran y convencer al Príncipe de Hierro que lo destruyera él mismo. El
Príncipe de Hierro quien había intentado matarme hace poco con su orza de
esbirros Olvidados. Parecía algo inútil, pero cada cosa a su tiempo―.
Tendremos que conseguir primero el amuleto ―dije pensativo, planeando la
próxima t{ctica a seguir―. Así que eso significa que tendremos que buscar a
Annwyl. ¿Alguna idea de dónde se encuentra?
―Leanansidhe ―dijo Kenzie, haciendo que Razor siseara y bajara las
orejas hacia su cr{neo―. La última vez que la vimos había vuelto a la mansión
de Leanansidhe. Tenemos que buscar un camino de la hadas hasta el
Entremedio.
―Es m{s f{cil decirlo que hacerlo ―dije entre dientes, tratando de
recordar las pocas veces que habíamos ido a la mansión de Leanansidhe.
Keirran nos había llevado allí dos veces, y por supuesto eso no era una opción
ahora―. Tenemos que encontrar primero un camino de hadas que nos lleve
hasta Leanansidhe. Había uno a solo unas manzanas de mi casa ―dije,
frunciendo el ceño al recordarlo―, pero entonces Keirran fue y lo destruyó de
este lado, así que ese nada. Maldita sea, ¿dónde está Grimalkin cuando lo
necesitas?
Já, nunca pensé que llegaría a decir eso.
Se oyó un zumbido del regazo de Kenzie, y de pronto Razor alzó la
cabeza y parpadeó al mirarnos con sus enormes ojos verdes.
―Razor sabe ―dijo, alzando la vista hacia Kenzie―. No necesitan al
gatito malvado. Razor sabe camino de hadas a casa de la Dama Aterradora.
―¿Qué? ―Kenzie bajó la vista, y el gremlin la miró como un perro
embelesado―. Razor, ¿sabes cómo llegar hasta la casa de Leanansidhe desde
aquí?
El gremlin sacudió la cabeza batiendo las orejas.
―No aquí ―dijo―. No desde mundo humano. Ir a Wyldwood,
encontrar camino de las hadas que lleve a la Dama Aterradora. Pero Razor sabe.
Razor enseñar a chica bonita y a chico gracioso el camino.
―Est{ bien, solo para asegurarnos ―dije, tratando de seguir la extraña
forma de hablar del gremlin―, est{s diciendo que si volvemos a Nunca Jam{s,
nos podrás llevar a casa de Leanansidhe, ¿verdad?
El gremlin me miró pestañeando, como si yo fuera el tonto, y asintió.
―Bien. ―Suspiré, recost{ndome en el asiento―. Eso me parece bien. Así
que ahora lo que falta es encontrar un camino de hadas que nos lleve de vuelta
a Nunca Jamás.
―¿Qué hay del que est{ en la casa abandonada? ―dijo Kenzie
pensativa―. Ese debería servir ya que Razor est{ con nosotros. Y si los duendes
de la zona no nos echan de allí.
Asentí, cansado.
―Supongo que esa es nuestra mejor opción. ¿Sabes cómo llegar hasta
allí?
―Creo que sí.
Guro no había dicho palabra durante toda la conversación, aunque aún
podía sentir que nos miraba por el retrovisor. Si creía que estábamos locos,
teniendo una conversación sobre hadas con algo que él no podía ni ver ni oír,
no dijo nada al respecto.
―¿A dónde tienen que ir? ―preguntó, y Kenzie se echó hacia adelante
para darle las indicaciones.
Unos minutos después, nos detuvimos delante de una conocida casa
abandonada rodeada de cadenas, pudriéndose en medio de un terreno cubierto
de vegetación. Tragué con fuerza al recordar. La última vez que vinimos fue
con Keirran.
Guro bajó el cristal mientras salíamos del coche, con sus ojos oscuros fijos
en mí. Dudé, sabiendo lo sospecho que esto le parecería a cualquier otra
persona, dos niños entrando en una casa abandonada, uno de ellos llevando un
par de espadas en su cintura.
―Guro ―empecé, sin saber muy bien que decir―. Yo<
―No pasa nada, Ethan. ―Como siempre, Guro estaba mucho m{s
tranquilo de lo que cabría esperar―. Siempre he sabido, desde el principio, que
eras diferente. Desde el momento en que te vi en mi clase, supe que tu destino
sería como ningún otro que haya visto antes. Lo comprendo, y quiero que sepas
que no te culpo por nada. ―Un nudo se formó en mi garganta, mientras Guro
sonrió débilmente y señaló a la casa abandonada―. Ahora vete ―ordenó―.
Haz lo que tengas que hacer. Nos volveremos a ver, y cuando eso pase me lo
podrás contar todo.
Eché un vistazo a Kenzie y di un paso atrás hacia la valla.
―Volveré ―dije, mi voz llena de emoción―. Cuando todo acabe,
prometo que volveré. ―Guro no contestó, y yo me giré, caminando hacia la
entrada con candado donde se encontraban Kenzie y Razor. Sentí que nos
miraba cuando nos colamos por la valla, sintiendo sus oscuros ojos sobre mí
mientras cruzaba el patio y subía las escaleras adentrándome en las sombras de
la casa.
Dentro, la sala olía a polvo, humedad y madera podrida. Razor zumbó y
se subió a los hombros de Kenzie, enseñando su resplandeciente sonrisa a las
paredes que hendía la oscuridad. Hasta donde podía ver, no había ningún
movimiento, ni nada de espeluznantes feys o duendecillos ocultos en las
sombras. Se rumoreaba que este lugar estaba encantado, pero yo sabía que no
era más que un par de duendecillos que solían vivir aquí, alimentando el miedo
y la sospecha. Eso fue antes de que Keirran, Kenzie y yo llegáramos de camino a
Nunca Jamás, sólo para encontrarnos a un grupo de Olvidados que nos estaban
esperando y que habían espantado a los anteriores residentes del lugar.
―No veo a ningún duende. ―Kenzie observaba fijamente alrededor―.
Quizás nunca regresaron después de que los Olvidados los echaran.
―Tal vez. Esperemos que el camino de hadas aún sirva ―dije
dubitativo, caminando sobre el suelo inestable. Ella me siguió, iluminando el
camino con Razor. Con cuidado, atravesamos la habitación, subimos las
escaleras que crujían y nos metimos en la habitación de niño de la segunda
planta. Caminé hacia el armario, agarré el pomo y jalé para abrir la puerta.
Se me escapó de las manos y se cerró con un sonoro portazo, haciendo
que saltara para atrás. Razor aulló, haciendo que la luz fluctuara, y yo fruncí el
ceño.
―¿Qué diablos?
―¡Vete! ―espetó un voz {spera desde detr{s de la puerta―. ¡Mi
armario! ¡Mío!
―Que bien ―dijo Kenzie, con voz divertida―. Parece que los duendes
han vuelto.
―Sí. ―Fruncí el ceño, e intenté de nuevo abrir la puerta. No se movió,
así que golpeé en la madera con mi puño―. ¡Muévete! ―bramé a través de la
madera―. Necesitamos usar el camino. Sal de ahí.
―¡Mi armario! ―contestó la voz―. ¡No tuyo! ¡Mío! Tú eres el que te vas.
―¡Maldita sea, no estoy para juegos! Si no sales de ahí en cinco
segundos, atravesaré esta puerta con acero.
―Ethan ―dijo Kenzie, y se quitó del hombro su mochila―, espera.
Sacó una botella dorada con forma de oso, colocó la miel en una
estantería y se volvió hacia el armario.
―Ya sabes lo que hay ―dijo, coloc{ndose de nuevo la mochila sobre los
hombros―. Una botella de miel. Eso es lo que podemos ofrecer a cambio de
usar el camino de las hadas. Tienes cinco segundos para tomar una decisión.
Cuatro. Tres. Dos<
No se escuchó ninguna respuesta del otro lado. Kenzie esperó un poco
más, y después me hizo un gesto. Con cuidado, alcé la mano para agarrar el
pomo y tiré.
Esta vez no hubo resistencia. La puerta se abrió sin ningún crujido, y una
brisa helada se filtró por el marco desde el espeso bosque gris.
Sonreí, sacudiendo la cabeza.
―Est{ bien ―dije, mirando a la chica que estaba junto a mí―. Entiendo
la indirecta. Los dejaré que Razor y tú lideren la excursión a partir de ahora.
Búscame si necesitas que apuñale algo.
* * *
Razor tomó la delantera cuando cruzamos hacia el Wyldwood, algunas veces
saltando por las ramas por encima de nuestras cabezas, y otras correteando por
el suelo como una araña gigante. Con la eterna penumbra de Wyldwood, el
duende era un guía que iluminaba, pero a la vez hacía difícil seguirle. Sus ojos
enormes y sus dientes fluorescentes eran bastante visibles en la oscuridad, pero
se distraía fácilmente con cada cosa que se movía por las ramas o la maleza.
También dejó un débil pero reconocible rastro de corrupción tras él ―hierba
marchita, hojas muertas, y vegetación seca― ya que los fey de Hierro seguían
teniendo ese efecto adverso en el resto de Nunca Jamás. Afortunadamente,
Razor era lo suficientemente pequeño como para que el daño fuera mínimo,
aunque eso también nos desfavorecía. Una vez, algo grande se movió entre los
árboles, haciendo que el gremlin volviera volando hacia Kenzie y no se
moviera de su hombro por varios minutos.
Así que cuando la noche llegó no habíamos recorrido mucho camino
dentro de Nunca Jamás, poniéndome nervioso mientras las sombras se
alargaban a nuestro alrededor. Aunque quería seguir caminando, sabía que
seguramente no deberíamos tentar a la suerte. Viajar por Wyldwood en la
oscuridad nunca fue una buena idea; lo que merodeara en el bosque por la
noche eran cosas que normalmente querrías evitar.
―Deberíamos detenernos pronto ―le dije a Kenzie, quien observaba a
Razor corretear por una rama, con sus ojos verdes meneándose en la
oscuridad―. Wyldwood es bastante peligroso por la noche. Deberíamos buscar
un lugar donde refugiarnos hasta mañana. A menos que estemos muy cerca del
camino de las hadas.
―Bueno, Razor dice que lo estamos, pero no estoy completamente
convencida de que tengamos la misma definición de cerca ―contestó Kenzie―.
De todas formas, creo que parar ya es una buena idea. Veré si él puede
encontrar algún lugar seguro para nosotros.
Unos minutos más tarde, cuando Wyldwood estaba casi completamente
oscuro, seguimos al gremlin hasta pararnos ante unos árboles inmensos. Tan
grandes que un círculo formado por seis personas no sería capaz de envolver
sus brazos alrededor de los troncos. Se alzaban por arriba hasta perderse en la
cima y la oscuridad, tan altos que no podía verse la parte superior de las ramas.
Un musgo azul luminiscente colgaba como cortinas de los troncos y las ramas
bajas, revolviéndose con el viento como cortinas de encaje brillantes.
Me crucé de brazos, mirando a Kenzie.
―¿Aquí? ¿Y a esto lo consideras un lugar seguro para detenernos?
Estaremos al descubierto. A menos que tu gremlin piense que vamos a escalar
los árboles.
Razor arrugó la nariz en mi dirección, y después cuchicheó algo en la
oreja de Kenzie. Ella asintió, después dio un paso al frente y apartó el musgo
como si se tratase de un par de cortinas, revelando así un espacio grande, seco y
vacío dentro del enorme tronco.
―Bien. ―Asentí, mientras Razor me lanzaba una mirada triunfante―.
Esto servirá.
El extraño musgo bañó el interior del tronco con un brillo inquietante
cuando Kenzie se arrodilló y abrió la cremallera de su mochila. La noche era
calidad, y el tronco bloqueaba al viento, así que no hacía tanto frío como para
encender un fuego. Lo que estaba bien, porque no creía que encender un fuego
con posibles llamas altas en un gran hueco de madera era la mejor de las idea.
―Toma, ―dijo Kenzie, pas{ndome una barrita energética y una botella
de agua―. Lo siento, esa es toda la cena de esta noche. Sólo me queda un par de
cada uno. Había mucho que empacar, así que tuve que sacrificar algunas cosas
para tener espacio suficiente.
―Por mi parte no hay queja. ―Me recosté contra la pared y abrí el
envoltorio―. Esa bolsa m{gica tuya ya nos ha salvado el pellejo un par de
veces. A este paso, esperaré a que saques de ahí un coche o algo.
Ella soltó una risita.
―Parece que tendré que hacer acopio de sal. No tenía ni idea que sería
tan efectiva. Me pregunto si existirá una forma de hacer granadas de sal.
―Tomó un trago de agua y se recostó cerca de mí, con su delgado brazo
rozando el mío. Razor subió gateando por la pared hasta encontrar un pequeño
saliente que sobresalía del tronco, y se posó allí como una diminuta g{rgola―.
¿Crees que Guro estar{ bien? ―preguntó Kenzie después de un rato.
―Eso espero ―murmuré, arrugando el envoltorio en un puño―. Los
Olvidados iban por mí, no por él. Espero que nos sigan buscando y dejen en paz
a él y a su familia.
Kenzie se quedó callada, masticando su barrita. Yo también me quedé
callado, pensando, y en la calma aparecieron las preguntas, mofándose de mí.
Ahora que ya no huíamos para salvarnos o intentábamos encontrar la forma de
llegar a Nunca Jamás, un millar de dudas ocupaban mi mente, traspasando mis
defensas. Annwyl. ¿Estaba viva? ¿Podríamos encontrarla a ella y al amuleto
antes de que fuera demasiado tarde? Mis padres. ¿Estaba madre llorando hasta
dormirse cada noche, esperándome? ¿Algún día volvería a casa?
Y Keirran. Mi estúpido irritante y terco sobrino. ¿Cómo íbamos a
ocuparnos de él? Para poder devolverle el alma, Guro dijo que él mismo tenía
que destruir el amuleto. Por propia voluntad. Recordé al Keirran en el consejo
de guerra, al hada de ojos fríos y vacíos, y la imposibilidad de la tarea me
pareció abrumadora. Aquel Keirran no haría nada de lo que le pidiéramos.
Aquel Keirran seguramente me clavaría otra espada en las tripas y después me
cortaría la cabeza para asegurarse de que esta vez sí moría.
―¿Ethan? ―preguntó Kenzie con voz dudosa, mirando al frente―.
¿Puedo preguntarte algo?
Por lo visto no era el único que tenía preguntas.
―Claro.
―Desapareciste durante cuatro meses. ―Al girarse fijó su mirada en mí,
no enfadada, simplemente confundida. Y quiz{s un poco herida―. ¿Por qué no
me dijiste que estabas vivo? Todo ese tiempo, allí en el mundo humano, creí
que estabas muerto. ¿Por qué no me hiciste llegar un mensaje, algo que me
hiciera saber que estabas bien?
Tragué con fuerza. Oh, sí. Ella no supo que estuve dormido durante todo
ese tiempo. Quizás debería haberle explicado ese pequeño detalle antes.
―No pude ―le respondí entre dientes―. Después de que Keirran me
apuñalara, estuve en coma durante un largo tiempo. En realidad sólo llevo
despierto unos pocos días, y cuando me desperté, todo fue una locura con lo de
Keirran y la guerra. No tuve tiempo de hacer nada. ―Ella parpadeó, y pareció
aliviada de que existiera una explicación, de que en realidad no me había
olvidado de ella. Podía verlo en sus ojos, el miedo a que la hubiera dejado atrás
de nuevo.
Estiré un brazo y la jalé hacia mí, y ella cedió sin vacilar, deslizándose
sobre mi pierna y sentándose entre mis rodillas. Rodeé su cintura con mis
brazos y me incliné, apoyando mí barbilla en su hombro.
―No pretendía preocuparte ―dije en voz baja, mientras ella se relajaba
apoyada en mí―. Si pudiera te hubiese enviado un mensaje.
Ella dejó escapar un suspiro, alzando una mano y enterrando sus dedos
en mi cabello. Medio cerré los ojos, sintiendo el subir y bajar de su respiración.
En este pequeño hueco de la realidad, todo era tranquilo. Por encima de
nuestras cabezas las luciérnagas se mecían en el aire como estrellas, y las
polillas luminiscentes pasaban flotando perezosamente, atraídas por el brillo de
la cortina de musgo. Me permití relajarme un poco, al menos por un rato.
Kenzie estaba aquí, y nada había intentado comerme entero. Un buen día en
Nunca Jamás, por lo que iba de día.
Kenzie suspiró.
―Ojal{ nos pudiéramos quedar aquí, aunque sea a veces ―dice
susurrando, sonando de pronto melancólica―. En Nunca Jam{s. Ojal{ no
tuviéramos que volver a casa.
Ligeramente alarmado, alcé el rostro.
―Tenemos que volver, Kenzie ―dije, y ella no respondió, surgiendo así
mis preocupaciones―. No podemos quedarnos aquí ―insistí―. ¿Qué hay de tu
familia? ¿Y el colegio? Si nos quedamos por mucho tiempo, todo en el mundo
real pasará muy rápido y nos dejará atrás. No quedaría nada que recordáramos.
―Sí ―dijo Kenzie pensativa, pero no sonaba convencida―. Lo sé. No iba
en serio. Es sólo que< ―Vaciló―. Tengo miedo, Ethan. Estos últimos meses
han sido<duros. ―Volvió a suspirar, su mirada lejana, torn{ndose oscura―.
No pretendía quejarme. A veces simplemente me provoca enfado, eso es todo.
A veces desearía haber tenido las mismas oportunidades que el resto.
Me entró un hormigueo en el estómago, incluso cuando ella se sacudió
como queriendo salir de su pésimo estado de ánimo.
―De todas formas, no importa ―dijo m{s animada―. Sé que no
podemos quedarnos aquí, chico duro. No te alteres por mí. ―Ladeó la cabeza
hacia atr{s, pos{ndola en mi hombro―. Cuando acabemos con todo esto de
Keirran y Annwyl, tengo intención de ir a casa y enfrentarme con cualquier
explosión nuclear que tenga guardada mi padre cuando nos vea.
Fruncí el ceño. Había algo más, algo que no me estaba contando.
Normalmente Kenzie no dejaba que nada le afectara, pero desde que había
vuelto a la tierra de las hadas, parecía algo diferente.
―¿Qué pasó? ―pregunté, haciendo que ella se tensara―. Estos meses en
los que no he estado, dijiste que fueran malos. ¿Qué ocurrió?
―Nada ―contestó Kenzie r{pidamente, encorvando los hombros―. No
te preocupes, Ethan. Ya ha pasado. No hay nada que puedas hacer.
―Kenzie. ―Ella se hundió m{s, y yo bajé la voz, suplicando―. Por
favor. Quiero saberlo. ¿Fue< tu enfermedad?
Ella suspiró.
―Sí ―susurró al fin―. Yo< em< Maldita sea, no quería cont{rtelo
aquí, pero supongo que deberías saberlo.
Vaciló, y respiró profundamente. Me senté derecho, esperando a que
continuaría, asegurándome a mí mismo que no podía ser tan malo. Después de
todo, Kenzie estaba aquí. Eso era lo que importaba ahora.
―Después de saber que habías< muerto ― empezó con voz
entrecortada―. Caí enferma. Muy enferma. Me trasladaron al hospital de mi
pueblo, y no salí de ahí por un tiempo. Ellos< ellos tenían miedo que fuera el
fin, de que esta vez no me fuera a recuperar. Por un tiempo fue una situación
algo inestable. ―Tragó, y yo la sostuve m{s cerca, sintiendo que se me retorcía
el estómago―. Y por supuesto, yo no ayudaba mucho ―siguió―. Pensaba que
estabas muerto, y que fue mi culpa por haberte mandado con Keirran. Yo
estaba< Bueno, estaba bastante deprimida. Ni siquiera intentaba ponerme bien.
Cerré los ojos, presionando mi frente contra su nuca. Kenzie entrelazó
sus dedos con los míos y me estrechó la mano.
―Con el tiempo mejoré ―finalmente susurró―. Recobré el sentido, salí
de esa situación, y al final me mandaron a casa. Para ese entonces, no podía
siquiera mirar de nuevo a los fey. Razor no se apartó de mi lado en todo el
tiempo que estuve en el hospital. Pero cuando llegué a casa, le envié de vuelta
al Reino de Hierro. Le pedí que también se fuera a casa.
En la pared, Razor alzó la vista de otro saliente, con ojos solemnes y
sabedores. Recordé su terca insistencia, y cómo a Keirran le costaba hacer que el
gremlin hiciera algo.
―¿Se marchó de verdad? ―pregunté.
―No quería. ―Kenzie sonaba contraída y un poco culpable―. Pero al
final le obligué. Creí que era mejor así. ―Suspiró, echando su cabeza hacia
delante―. Me encontraba en una mala posición, Ethan. Todo el mundo asumió
que te habías marchado, o que te habían encerrado en prisión. Y, por supuesto,
no pude contarle a nadie lo que realmente pasó. Mi padre quería que fuera a
terapia. Me negué, y estuvimos peleando por ello por un tiempo.
»Y entonces una noche Razor volvió. ―Kenzie miró al gremlin posado
en el saliente―. Me sorprendí. Nunca creí que lo volvería a ver. Pero dijo que
seguías vivo y que estabas en el Reino de Hierro. No le creí al principio, pero
Razor estaba complemente seguro. ―Se detuvo, trazando con sus dedos mi
brazo, haciendo que mi piel se erizara―. Así que, obviamente, decidí venir a
buscarte. Hice planes con Razor, cogí todo lo que podría necesitar e hice que me
trajera a Nunca Jamás. Así que, eso es todo. Aquí estamos.
Sacudí la cabeza, imaginándome a Kenzie de excursión por Nunca
Jamás, sola, siguiendo a un gremlin hacia Mag Tuiredh.
―¿Y tu padre?
―No sabe dónde estoy ―dijo Kenzie sin vacilación ni remordimiento―.
Y después de todo lo que ha pasado, seguramente creerá que me he escapado.
Otra vez. Pero da igual. Ya me encargaré de él cuando vuelva, cuando todo esto
con Keirran, el amuleto y los Olvidados acabe. No podía quedarme en casa.
Cuando escuché que seguías vivo< ―Se estremeció, su voz quebr{ndose, hasta
que se recompuso de nuevo―. Tenía que asegurarme.
―Kenzie< ―No quería preguntar, en realidad no quería saberlo,
pero<―. ¿Cómo te encuentras ahora? ―pregunté, y sentí que se tensaba. El
nudo en mi garganta se hizo m{s grande, y cerré los ojos―. En realidad no est{s
mejor, ¿verdad?
―No ―contestó Kenzie con calma―. El pronóstico es el mismo de
siempre. Se supone< que tengo que hacerme m{s pruebas el mes que viene. Si
es que salgo de la Tierra de las Hadas a tiempo, claro. ―Apretó mi brazo antes
de que pudiera protestar―. Pero no me arrepiento de esto, Ethan. Y no habría
cambiado nada, así que no me digas que debería estar en casa. No hay forma de
que me quedará allí, preguntándome si estarías vivo.
La estreché con más fuerza, y de repente mi garganta se cerró.
―Lo siento ―murmuré, pensando en esos largos y terribles meses en los
que Kenzie se había quedado atrás. Yo había estado inconsciente durante gran
parte de ellos; Mackenzie tuvo que pasar por todo ello, lidiando con las
consecuencias, pensando que estaba muerto. Luchando contra su enfermedad
ella sola―. Desearía haber estado allí.
Kenzie se movió en mis brazos, y ahora se encontraba de rodillas frente a
mí. Sus suaves dedos acariciaron mi mejilla, haciendo que contuviera el aliento,
mientras ella miraba hacia abajo con sus solemnes ojos pardos.
―Est{s aquí ahora ―susurró―. Estoy agradecida por ello. No pasa
todos los días que tu novio vuelve de entre los muertos. ―Una sonrisa burlona
se asomó por la comisura de sus labios, y después se puso seria de nuevo―.
Supongo que ambos esquivamos esa bala.
Con delicadeza tiré de ella y la besé. Al instante respondió echándose
hacia delante, rodeándome el cuello con sus brazos y con sus dedos en mi
cabello. Al estrechar con mis brazos su cintura, me eché hacia atrás, haciendo
que ambos bajáramos hasta que mi espalda tocó el suelo, dejando a Kenzie
posada sobre mí. No vaciló, presionando sus labios contra los míos, deslizando
sus manos sobre mi pecho y los hombros. Cuando sus dedos se deslizaron bajo
mi camiseta y trazaron mi piel, solté un gemido. Acercándola más a mí, la besé
en el cuello, trazando con mi boca su mandíbula, y Kenzie suspiró contra mi
piel.
―Besucón ―zumbó la voz de Razor desde el saliente, moj{ndome
figuradamente con agua helada―. ¡Besucón, besucón, chico gracioso! ¡J{-já!
Gemí, dejando caer los brazos al suelo, y miré a Kenzie con ojos
derrotados. Ella sacudió la cabeza y se sentó, con una sonrisa resignada en los
labios.
―Supongo que deberíamos esperar hasta tener un poco m{s de
privacidad ―susurró, reposando su manos en mi pecho―. All{ donde los
gremlins y las hadas entrometidas no estén merodeando, observando cada uno
de nuestros movimiento.
―Si es que eso es posible ―refunfuñe, deslizando mis manos hasta sus
brazos. Su cuerpo contra el mío se sentía bien, y no quería parar. Pero no había
manera de que siguiera con Razor ahí, carcajeándose de nosotros desde el
saliente, viéndolo todo. La mortificación sería demasiado―. Sólo recuerda, tú
eras la que querías la Vista ―dije con voz burlona―. Y toda la locura de las
hadas que venía con ella. A veces la ignorancia de verdad da la felicidad.
Kenzie suspiró.
―Sería maravilloso poder tomar un baño sin estar poniendo todo el
tiempo sal en las repisas.
―Hierba de San Juan ―le conté―. Hace maravillas. La flor no, la
pastilla. Empecé a comprarla por internet al por mayor para mantener a las
hadas fuera de mi habitación. Solamente asegúrate de cambiarla cuando se
marchite o se seque. No hay nada como que se te aparezca un pisky en el baño
cuando te estás duchando.
Kenzie se rió, y después recorrió con sus dedos mi mejilla, con ojos
repentinamente intensos.
―Te quiero, Ethan ―dijo suavemente, haciendo que me diera un vuelco
al corazón―. Lo sabes, ¿verdad?
―Yo también te quiero ―dije con voz ronca, sintiendo que se retorcía mi
estómago con el entendimiento―. Pero, Kenzie, todavía estamos vivos. Aún no
vamos a ninguna parte. Estuvo cerca, ambos tuvimos mucha suerte, pero<
―estiré el brazo y le aparté una hebra de pelo de los ojos―< todavía estamos
aquí. Tenemos algo de tiempo.
―Eso espero. ―Kenzie se movió de nuevo y se colocó sobre mí, posando
su cabeza sobre mi pecho. La rodeé con los brazos y la sostuve cerca, sintiendo
cómo latía su corazón, disfrutando del calor―. Aún quedan cosas que quiero
hacer.
* * *
Se quedó dormida unos minutos después, acurrucada contra mí con la mejilla
en mi hombro, su respiración lenta y profunda. Eso era otra cosa que aprendí
sobre Kenzie: podía quedarse dormida en cualquier lugar. No como yo. Estaba
demasiado paranoico como para dormirme en Wyldwood, y más estando al
aire libre. Tenía miedo de despertarme en una jaula, o en una olla, o a medio
camino bajando por la garganta de algún monstruo. Si por casualidad algo nos
atacaba en Nunca Jamás, quería verlo venir.
Siguió la noche. En el saliente, Razor se hizo un ovillo y se quedó
también dormido, y unos ronquidos como zumbidos salieron de su boca con
colmillos. Me moví con cuidado, poniendo la pierna como almohada para la
cabeza de Kenzie, dejando que se estirara a mi lado. Murmuró algo que incluía
las palabras galgo y tacos, pero no se despertó.
Cruzándome de brazos, me volví a recostar y esperé a que amaneciera,
escuchando los suaves ronquidos de mis compañeros. Dentro de nuestro cobijo
estaba todo tranquilo, aunque podía escuchar cosas merodeando fuera,
batiendo las ramas y crujiendo las hojas. Algunas veces, un grito o en rugido
gutural hacía eco en algún lugar del bosque, y en algún momento, creí escuchar
a alguien cantar, pero era demasiado débil como para reconocer las palabras.
―Ethan Chase.
Me alcé de golpe. Eso fue perfectamente audible, un susurro filtrándose
por las cortinas de musgo, viniendo desde fuera. Me conocía, lo que sea que
fuera, y sabía que estaba aquí.
En silencio alcancé mis espadas y las saqué de sus vainas. Con cuidado
de no molestar a Kenzie, me aparté de ella, dejando reposar su cabeza en su
mochila antes de dirigirme a la entrada, sosteniendo mis armas y preparado. Si
algo se abalanzaba por el agujero, me aseguraría de meterle el afilado acero por
entre los dientes antes de que tocara a mi novia.
―No queremos hacerte daño, Ethan Chase ―el susurro volvió, y
sonaban unos pasos fuera del tronco―. Solo queremos hablar. Por favor, sal y
ven a hablar con nosotros.
Ah, genial. Había más de uno ahí fuera. Suspiré, bajando la vista hacia la
chica. Dormir era algo preciado en Nunca Jamás, y Kenzie necesitaba descansar.
No quería molestarla, aunque era reacio a dejarla sola, pero mejor era salir y ver
qué querían que esperar hasta que se colaran dentro del tronco.
Me debatí por un minuto, después me levanté despacio y miré a Razor,
quien roncaba sonoramente desde su saliente.
―Razor ―susurré―. ¿Puedes escucharme? Despierta.
No hubo respuesta. Di un paso al frente, alcé un brazo y le sacudí con el
lado plano de la hoja.
―Oye, despierta.
Él soltó un zumbido, se contrajo, y entonces sus brillantes ojos verdes se
abrieron, mirando con la vista ofuscada por encima del borde.
―Para, chico gracioso ―murmuró, ech{ndose para atr{s, lejos de la
punta de mi espada―. Aléjate. Deja de pinchar a Razor.
Ah, que divertido. El gremlin me está diciendo que deje de molestarle.
―Hay algo ahí fuera llamándome. Tengo que ir a ver qué es y qué
quiere. ―Miré r{pidamente sobre mis hombros a la chica que seguía
durmiendo―. Vigila a Kenzie hasta que vuelva, ¿de acuerdo? Asegúrate de que
no le pase nada. Si algo entra, o si algo extraño empieza a ocurrir, házmelo
saber. ¿Puedes hacer eso, Razor?
De pronto completamente despierto, el gremlin se balanceó sobre sus
pies, asintiendo con fervor.
―¡Razor ayuda! ―exclamó, por suerte zumbando con un susurro―.
Razor cuida a chica bonita, no deja que nada pasar a ella.
―Bien ―susurré, envainando mi espada. No era perfecto, pero el
chirrido de un gremlin alarmado me haría saber a ciencia cierta si algo malo
pasaba―. Volveré tan pronto como pueda.
Caminé hasta pasar de largo al gremlin, atravesé las cortinas de musgo
brillantes y me adentré en la arboleda iluminada por la luna y llena de feys.
Dríadas. Docenas de ellas, al menos lo que podía contar. Altas y esbeltas,
con la piel como corteza y unos enormes ojos negros, sus cuerpos gráciles se
parecían a los árboles a los que estaban unidos. Mi corazón latía con más fuerza,
y me obligué a alejar las manos de las espadas. Las dríadas nunca me había
atacado antes; los espíritus de los árboles normalmente se mantenían ajenos y
distantes a la política de las cortes, y solo intervenían cuando algo importante
estaba en juego. Viendo a tantas de ellas observándome con sus deslumbrantes
ojos negros me llenó de pavor.
Sobre todo cuando se acercaron y me di cuenta de que no todos ellos
eran dríadas. Mezclados con los espíritus de los árboles de Verano había varias
hadas altas y pálidas, de largo cabello blanco y ojos azul hielo. Parecidas a las
dríadas, quizás, pero definitivamente feys de Invierno. Lo cual hizo todo esto
más alarmante. No podía imaginar nada que pudiera unir a un puñado de
hadas de Invierno y Verano a menos que fuera muy gordo.
―Muy bien ―dije, contemplando con cautela los alrededores del
claro―. Me han llamado, y por lo que veo este pequeño encuentro no es para
hablar del tiempo. ¿Qué quieren?
Una de las dríadas dio un paso al frente. Su cabello era corto y
puntiagudo, erizándose sobre su cabeza como agujas de pino. El olor a savia y
a piñas flotaba en el aire mientras ella me contemplaba con sus oscuros ojos sin
pestañear.
―Los Olvidados te dan caza, Ethan Chase ―dijo ella, su voz cual
murmullo del viento atravesando los pinos―. Aún ahora exploran Nunca
Jamás, rastreando los rincones enzarzados de Wyldwood, e incluso el reino
humano, buscándote. Es peligroso para ti estar aquí solo. ¿Por qué no te quedas
en el reino de la Reina de Hierro, donde no se atreven a aventurarse?
―Estoy buscando algo ―dije con un tono invariable―. Algo que quiz{s
ponga fin a esta estúpida guerra. No puedo quedarme sentado en el reino de
Meghan y esconderme allí. Esta también es mi lucha.
Una de las de las hadas de Invierno se acercó. Su cabello era tan fino
como las telarañas, meciéndose alrededor de su rosto pálido y afilado, y unas
diminutas ráfagas de viento ondeaban desde su piel mientras se movía. La
dríada tembló, inclinando su cuerpo a un lado mientras la otra hada se acercaba
a mí, pero no se apartó.
―El viento nos susurra ―dijo el hada de Invierno, su voz m{s {spera
que la de la dríada, record{ndome a un hielo arañando un vaso―. Nos dice
cosas, pistas sobre acontecimientos que están más allá de nuestro conocimiento.
Buscas algo que te llevará cerca de aquel que no tiene alma. El príncipe que
dispone de la magia de las tres cortes. Aquel que lidera a los Olvidados, y que
nunca se aleja del lado de la dama.
Keirran. Sentí un nudo helado posarse en mi garganta, y lo tragué con
fuerza.
―Sí. ―Asentí―. Así es. ¿Y qué pasa?
―Si ahora vas hacía el Príncipe de Hierro ―dijo la dríada lentamente―,
morirás.
La miré fijamente. Ella sacudió la cabeza con tristeza.
―Él no es el mismo, Ethan Chase. Nada queda del Príncipe de Hierro
que conociste. La pérdida de su alma humana ha desatado el demonio de la
profecía, y no parará hasta que la dama, la Primera Reina de Nunca Jamás,
recupere lo que cree que le ha sido robado.
―Se ha vuelto infinitamente m{s poderoso ―añadió el hada de
Invierno―. Incluso cuando una fuerza externa agota su glamour, su sentido de
identidad, la magia de la dama, y su odio contra las cortes, lo sustenta. Se ha
convertido en el campeón de ella, y ella se ha vuelto una fuerza rival a la de
Oberon, Mab, y las cortes que desea destruir.
―No lo entiendo ―dije, frunciendo el ceño al intentar seguirle el hilo―.
La última vez que Keirran y yo vimos a la dama, apenas podía aferrarse a su
vida. No era más que casi una Olvidada. ¿Cómo se ha vuelto tan ponderosa, y
tan rápido?
―Por el ritual, Ethan Chase ―susurró la dríada―. El sacrificio, tu
sacrificio. Cuando tu sangre se derramó en el Anillo de Hadas esa noche, el
Velo se alzó. Durante unos minutos, el mundo pudo vernos. Todo ese poder,
todo el miedo, el pánico, el asombro, la fe, fluyó hasta la dama, recobrándola
por completo. Ahora es tal y como era antes. Antes de que las cortes de Invierno
y Verano se crearan, antes de los tiempos de Oberon y Mab, cuando no había
más que una reina que gobernaba todo Nunca Jamás.
―El viento recuerda ―dijo el hada de Invierno, su voz grave y baja―.
Aunque nosotros no lo hagamos, el viento recuerda esos días de miedo y
sangre. La dama nos destruirá, recreará Nunca Jamás a su imagen, y traerá de
nuevo el derramamiento de sangre y el terror de aquellos días, antes de que el
pueblo se alzara para derrocarla. Debemos detenerla, pero el Príncipe de
Hierro se interpone entre ella y cualquiera que se atreva a intentarlo.
―Pues bien, yo sí voy a intentarlo ―refunfuñé, ignorando los escalofríos
trepando y bajando por la espalda―. Y lo haré hablando o peleando, o haré que
Keirran entre en razón a golpes. No me importa si se ha convertido en su
campeón o lo que sea. Le haremos abrir los ojos, como sea. ―Las dos hadas me
miraron solemnes y dudosas, y yo me crucé de brazos―. Tengo que intentarlo.
Le prometí a Meghan, y a Ash, y a todos, que traería de vuelta a Keirran.
―No eres rival para él ―insistió el hada de Invierno―. Te volar{ a
pedazos antes de que puedas acercarte a cinco metros de él. Pero ―añadió,
mientras yo tomaba aire para seguir discutiendo―, si insistes en llevar acabo
esta misión, si de verdad pretendes enfrentarte al Príncipe de Hierro, hay algo
que podemos hacer por ti.
Instintivamente reculé, controlándome para no alejarme de allí. Nunca
hagas tratos con hadas, esa era mi regla principal. He vivido bajo ese código,
negándome a comprometerme, sabiendo que los tratos con hadas nunca salían
como uno esperaba.
Pero esto era mucho más importante; un mundo entero a punto de
sumirse en el caos y la destrucción. ¿Podía dejar que el miedo me parase?
Aunque saliera absolutamente mal, si esto significa que tenía una oportunidad
para salvar a los que amaba<
Un escalofrío se apoderó de mí. Eso fue exactamente lo que Keirran
pensó cuando decidió tirar por ese camino.
―No ―dije con tono {spero, y ahora sí me alejé―. Nada de ofertas. Ni
contratos. Lo siento, no puedo prometer nada.
―No es una oferta, Ethan Chase ―dijo la dríada, ofreciendo una mano
tan fina como una rama―. Es un acuerdo. Un entendimiento. No te pediremos
nada a cambio, solo la promesa de que encontrarás al Príncipe de Hierro y
harás todo lo que esté en tus manos para detenerlo, sea lo que sea que eso
implique.
―Esta guerra nos afecta a todos ―añadió el hada de Invierno―. Y el
Príncipe de Hierro es la pieza clave que determinará a qué lado se inclina la
balanza. Como dice la profecía, o bien él es el que unirá a las cortes, o es el que
las acabará destruyendo. Y tú, un simple mortal sin magia o poder propio,
puede que tengas en tus manos el destino de Nunca Jamás.
Dejé escapar el aire, entrelacé mis dedos y presioné la frente contra las
palmas de mis manos, pensativo. Maldita sea, esto ya es no sobre mí únicamente. Se
trata de Meghan, de Kenzie, y de todos. Necesito toda la ayuda que pueda conseguir.
Sólo espero no estar cometiendo los mismos errores que él.
―¿Qué es lo que ofrecen? ―pregunté sin alzar la vista.
Una pausa, como si las dos hadas estuvieran compartiendo un momento
sopesando la situación, y entonces una de ellas dio un paso al frente.
―El Príncipe de Hierro domina la magia de Verano, Invierno, y Hierro
―dijo la dríada―. Antes, su lado humano temperaba un poco su poder. Ahora,
como fey de sangre total, no hay nada que le retenga. Para enfrentarte a él,
Ethan Chase, tienes que estar preparado, sabiendo que usará toda su fuerza
contra ti. El rayo de verano, el frío helado del invierno, volviendo al mismo
pueblo contra ti, Keirran puede controlarlo todo.
―Ningún humano normal ser{ capaz de soportar tal descarga de magia
―dijo el hada de Invierno, mientras mis adentros se congelaban un poco. Sólo
había visto a Keirran perder el control una vez, cuando atacó a Titania, la Reina
de Verano. Y aunque el monarca Seelie era claramente más fuerte,
especialmente en su propia corte, el enfrentamiento mágico entre el Príncipe de
Hierro y la Reina de Verano había abierto la tierra y había desgarrado el bosque
a nuestro alrededor―. Sin embargo ―continuó el hada de Invierno―, aunque
no podemos hacer nada con el glamour de Hierro, sí que podemos hacer que la
magia de Invierno y Verano no pueda afectarte.
Me enderecé.
―¿Qué? ¿En serio?
Asintió.
―Sólo se le puede conceder a los mortales, y sólo si el mismísimo Nunca
Jamás elije otorgar el don. No es algo que podamos conceder por nuestra
cuenta. Pero toda la magia viene de Faery. Los humanos generan glamour, pero
es a través de Nunca Jamás que somos capaces de usar nuestro poder. Faery nos
sustenta, y en la misma línea, Faery puede dejar a un mortal completamente
invisible al glamour. La magia pasará de largo, o lo rodeará sin tocarlo, porque
no estaría “allí”. No es m{s que un espacio vacío, un agujero, donde el glamour
simplemente no puede existir.
―Esto sí tiene un precio ―añadió la dríada, mientras las observaba,
imaginándome qué habría pasado si hubiese sabido esto antes. ¿Cómo habría
sido mi vida si fuese completamente invisible a la magia de las hadas?―. Si
completamos este ritual y Nunca Jamás te concede inmunidad a la magia,
ignorarás todo tipo de glamour. Incluyendo los efectos beneficiarios de este,
como el curarse o la invisibilidad. Tampoco detendrá ningún daño físico contra
tu persona, de ningún tipo. Esto no te salvará de una flecha en el pecho, o de las
fauces de algo desgarrando tu cabeza.
―Pero detendr{ cualquier ataque m{gico ―repetí, solo para estar
seguro―. Como, digamos, un rayo. O un puñado de dagas de hielo.
―Sí. ―Asintió de nuevo el hada de Invierno―. Todo lo que sea
producido por el glamour de Verano o Invierno se deslizará y pasara a tu lado.
Sin embargo, el Reino de Hierro y su magia envenenada, están más allá de
nuestro alcance. La inmunidad a la magia de Invierno y Verano tendrá que ser
suficiente.
―¿Pueden concederle esta habilidad a alguien m{s? ¿Alguien como
Kenzie?
―Todavía no sabemos si te lo podemos conceder a ti ―dijo la dríada,
entrecerrando los ojos―. Como ya hemos dicho, esta habilidad no proviene de
nosotros, sino del mismísimo Faery. Tú eres parte de la profecía, y tú eres de la
sangre de la Reina de Hierro. Nunca Jamás te conoce. Pero no la conoce a ella.
―Si acepto, ¿cu{nto tardaría en hacerse?
―No mucho ―dijo el hada de Invierno―. Pero debemos empezar el
ritual pronto, mientras la luna esté aún alta. Así que, ahí queda la cuestión,
Ethan Chase. ¿Estás dispuesto? ¿Es esto algo que deseas hacer?
Dudé un momento, pensándolo bien. De un tiempo atrás me habría
abalanzado ante tal oportunidad. ¿Ser inmune a la magia, al glamour y a todos
los hechizos horribles que los fey me podían lanzar? Parecía bastante obvio.
Pero después de haber conocido a Keirran, la magia nos había salvado la vida a
mí y a Kenzie, en más de una ocasión. Me había sacado de líos, evitado que me
congelara a muerte, y nos había permitido esquivar algunas circunstancias
bastante desagradables. Había llegado hasta tal punto donde, de mala gana,
admitiría que no toda la magia fey era pura maldad y que de hecho, era
bastante útil en algunas situaciones. El glamour en sí no era el problema; sólo
era una herramienta. Una herramienta extremadamente peligrosa donde tenías
que estar en guardia todo el tiempo o te arriesgabas a que te explotara en la
cara, pero la verdadera amenaza venía de la criatura que lo usará, no de la
magia en sí. Nunca experimentar eso de nuevo< ¿estaba preparado para ello?
Suspiré. De nuevo, esto no era sobre mí. Por mucho que odiara admitirlo,
sabía que la dríada tenía razón. No era rival para Keirran si él decidía usar la
magia contra mí. Ni siquiera estaba seguro de poder defenderme de su espada;
habíamos “peleado” una vez antes, y estábamos más o menos empatados en
cuanto a manejo de espada. Pero si Keirran usaba algo de ese poder que solo
había visto de pasada, me haría pedazos con solo pensarlo.
―Sí ―contesté, desplomado―. Estoy dispuesto. Quiero hacer esto. ¿Qué
tengo que hacer ahora?
El anillo formado por las hadas se acercó, deslizándose por la arboleda
con un crujir de hojas y ramas.
―No mucho ―susurró la dríada, mientras yo me tensaba y obligaba a
permanecer quietas las manos, alejadas de mis espadas―. Simplemente
ponerte de pie en el centro del círculo mientras entramos en contacto con
Nunca Jamás. Si decide otorgarte el don, sólo necesitarás derramar unas gotas
de sangre en el suelo para aceptarlo. No hay nada que puedas hacer más allá de
eso. La decisión le concierne solo a Faery. ¿Estás preparado, Ethan Chase?
―Sí.
―Entonces empecemos.
Las hadas cerraron los ojos, y cada una de ellas, tanto de Invierno como
de Verano, se cogieron de la mano del vecino, formando un anillo a mi
alrededor. Cruzándome de brazos, permanecí allí en el centro un poco
incómodo mientras ellas empezaban a balancearse, moviéndose como retoños
al soplar fuerte el viento. El bosque a nuestro alrededor permaneció silencioso y
tranquilo, pero de pronto sentí algo acercándose, llegando a través de los
{rboles, desde la mismísima tierra. Algo< enorme.
La dríada con la que había estado hablando abrió los ojos, su escueta y
oscura mirada fija en mí.
―Acepta ―susurró ella con una voz baja e inhumana, haciendo que un
escalofrío me recorriera la espalda. Pero de pánico o de emoción, no estaba
seguro―. Derrama tu sangre en la tierra, Ethan Chase ―siguió el hada,
sosteniendo mi mirada mientras el resto seguía meciéndose―, y se completar{
el ritual.
Saqué mi espada, dudoso por una milésima de segundo, y entonces
deslicé la hoja por la carne de mi pulgar. Dejé que la sangre brotara,
acumulándose en mi palma, para después volcarla y dejar que el líquido se
derramara en la tierra.
Un suspiro colectivo pareció salir del grupo de feys cuando mi sangre
tocó el suelo, y una ráfaga de viento revoloteó a nuestro alrededor, revolviendo
las hojas hasta formar un ciclón, azotando mi ropa y mi cabello. Las ramas de
arriba se agitaron, los árboles rebotando de arriba a abajo, como si el bosque
entero hubiera cobrado vida.
La tierra bajo mis pies dio una violenta sacudida, como un gigante
inhalando profundamente. Perdí el equilibrio y me caí de rodillas, la tierra fría
bajo mis palmas, y sentí algo succionándome, como si intentara hundirme.
Jadeé e intenté luchar contra ello, pero era como si quisiera arrastrar un coche
fuera de un hoyo con mis propias manos. Mis manos desapareciendo dentro de
la tierra, sostenidas por la enorme fuerza, y no pude moverme ni un poco
mientras algo, lo que fuese, continuaba tirándome hacia abajo. Mis piernas se
desvanecieron dentro de la tierra, y el suelo continuó subiendo por mis brazos,
pasando por los codos, hacia los hombros y la cabeza.
Tratando de no entrar en pánico, alcé la vista hasta el círculo y vi que
seguían meciéndose en el mismo lugar, con los dedos entrelazados, ojos
cerrados, mientras a mí me seguía succionando la tierra.
―¡Oye! ―grité, mirando a la dríada con la que había hablado antes.
Tenía de nuevo los ojos cerrados, y no dejaba de mecerse―. ¡Aquí alguien a
quien medio está tragando Nunca Jamás! ¿Es esto algo normal en el ritual, o
debería entrar en pánico ahora?
Por supuesto, no hubo respuesta. Me había hundido casi hasta los
hombros, sin señal alguna de que fuera a frenar. Me revolqué de nuevo,
intentando al menos liberar los brazos para agarrar las espadas por muy inútil
que pareciera, pero no pude mover ni un dedo. La tierra fría me hacía cosquillas
en el cuello y se coló por el cuello de mi camiseta, haciendo que mi estómago se
retorciera de miedo. Maldita sea, ¿por qué nunca te cuentan las hadas todos los
detalles?, pensé, furioso conmigo mismo por haber aceptado esto. ¿Por qué me
sorprendo siquiera?
La tierra presionaba mi mandíbula, rezumando hasta llegar a los
pómulos. Jadeando, estiré el cuello y eché la cabeza hacia atrás, sintiendo como
cubría mis orejas, amortiguando todo el ruido. Mientras subía poco a poco por
mi cara, tomé aire varias veces por última vez y cerré los ojos a la vez que la
fuerza tiraba de mí hacia abajo, cubriendo mi cabeza y sumergiéndolo todo en
la oscuridad.
No podía respirar. No podía moverme. Podía sentir el peso de la tierra,
machacándome por todas partes, y los latidos de mi corazón acelerados,
golpeando frenéticamente en mi pecho. Voy a morir aquí, pensé aturdido.
Enterrado vivo por Nunca Jamás, y Kenzie, Meghan y mis padres jamás sabrán lo que
pasó. ¿Cómo puedes ser tan estúpido, Ethan?
Y entonces, mientras aguardaba a la oscuridad sofocante,
preguntándome cuándo me faltaría el aire, sentí una presencia. Una que ató mi
estómago en un nudo e hizo que mi corazón casi se parara del susto. Enorme no
sería la palabra más indicada. Antigua ni siquiera rascaría la superficie. Estaba
bajo tierra; podía sentir la tierra fría contra mi piel, mis parpados cerrados,
llenando mi nariz y mis orejas. Pero esta conciencia me rodeaba, me tragaba
como el océano o el cielo, eterno y sin fin. Yo era como un grano de arena o una
mota de polvo. Sentí que si me atrevía a abrir los ojos, podría estar flotando en
la inmensidad del espacio, rodeado de galaxias, planetas y estrellas, y que esta
presencia lo abarcaba todo.
¿Era esto< el mismísimo Faery? ¿Nunca Jam{s, que había venido a
matarme en persona? No tenía ni idea, pero mi habilidad para seguir
respirando se estaba desvaneciendo rápidamente. Mis pulmones empezaban a
gritar por aire, y estaba notando que me mareaba.
Ethan Chase.
No hubo palabras. Ninguna voz resonante que me hablara desde otra
galaxia. Ni hubo eco de voces en mi cabeza. Pero el mensaje era igual de claro
que si alguien me lo hubiera gritado a la cara. Detén a la dama, continuó. Detén al
Príncipe de Hierro. Restablece la balanza y salva este mundo.
De forma abrupta se liberaron mis brazos. La fuerza que me sostenía
inmóvil, desapareció. Me sacudí, revolcándome en mi tumba oscura, esperando
no estar a dos metros bajo tierra.
Mi cabeza salió a la superficie, y jadeé, succionando el bendito oxígeno
en mis pulmones hambrientos. Tosiendo, escarbé hasta salir de la tierra,
ignorando el círculo de feys que habían dejado de corear y ahora me
observaban, y me dejé caer de espaldas al suelo.
―¡Ethan!
Kenzie caminó entre la multitud y se dejó caer a mi lado, con el rostro
pálido cuando se inclinó hacia mí. Razor saltaba, farfullando disparates y
ondeando los brazos, y el anillo de hadas se redujo, alejándose de él.
―Ethan ―dijo Kenzie con voz entrecortada, a la vez que apretaba mi
pecho con la palma de su mano―. ¿Est{s bien? ¿Qué diablos est{ pasando?
Llegó este viento loco, no estabas ahí cuando desperté, y Razor dijo que un
puñado de hadas te habían llamado. ―Fulminó con la mirada a las dríadas que
nos rodeaban, y yo estreché su mano, intentando recobrar la voz―. ¿Qué pasó?
¿Qué te hicieron?
―Estoy bien ―dije con voz {spera, esperando así detenerla antes de que
se pusiera en pie de un salto y empezara a gritar a las dríadas―. No pasa nada,
Kenzie, estoy bien. No me hicieron nada.
Me dirigió una mirada dudosa.
―Te acabo de ver salir de la tierra escarbando, mientras un círculo de
hadas se quedaba ahí de pie mirando. A mí sí me pareció que te estaban
haciendo algo.
El círculo de dríadas y feys de Invierno se dispersaba, perdiéndose en el
bosque sin hacer ruido alguno. Las dos que habían hablado conmigo me
dirigieron una última mirada solemne, y después, también se dieron la vuelta y
se desvanecieron entre los árboles. Me senté con gran esfuerzo, apoyándome en
el abrazo de Kenzie, y eché un vistazo alrededor. La arboleda estaba ahora
tranquila. El viento había cesado, y nada se movía excepto las formas
fantasmales de las dríadas que se fundían en el bosque.
―¿Est{s bien, chico duro? ―preguntó una vez m{s Kenzie, mir{ndome
fijamente con preocupación. Asentí, inhalando profundamente el aire por
última vez, y ella frunció el ceño―. ¿Qué paso?
―Oh, poca cosa. ―Bajé la vista hacia la zona de tierra revuelta, donde
había escarbado hasta salir de la tierra. Mis manos seguían temblando, y ni
siquiera intenté detenerlo―. Sólo qué< creo que el mismísimo Nunca Jam{s
me ha pedido que detenga a Keirran.
Capítulo 9 Viejos amigos, viejos enemigos
Horas después llegamos al camino de las hadas que llevaba a casa de
Leanansidhe.
―¡Aquí! ―anunció Razor, a la vez que brincaba encima de un pilar
destruido, que indicaba la entrada de una antigua ruina, con columnas de
piedra y estatuas destruidas esparcidas por el valle―. ¡Camino de hadas hasta
la casa de la Dama Aterradora! ¡Por aquí!
Eché un vistazo alrededor, cauteloso. Normalmente las antiguas ruinas
en Nunca Jamás estaban ya ocupadas, y a veces plagadas de arañas enormes,
tribus de duendes saqueadores, gigantes hambrientos y otras cosas
sospechosas.
―¿Est{s seguro de que este sitio est{ vacío?
Él ladeó la cabeza en mi dirección, como si yo estuviera haciéndome el
tonto de forma deliberada.
―¿No querer ver a la Dama Aterradora?
―Bueno, sí que queremos, pero< ―Suspiré―. Est{ bien. Acabemos con
esto, pero ten cuidado. ―Desenvainé mis espadas y empecé a caminar hacia la
entrada derrumbada de la ruina, con Kenzie detrás de mí y Razor correteando
por las paredes. Subiendo con lentitud los escalones, atento por si algo se
movía, me sentí extrañamente contraído. Por un lado, no quería abrirme paso
luchando contra una horda de cosas raras para llegar al camino, y menos
arriesgándome a que Kenzie saliera herida. Por el otro, tenía curiosidad por
saber si este nuevo escudo contra el glamour funcionaba de verdad. No me
sentía nada diferente. A menos que cuentes el hecho de sentirme más sucio de
lo normal por haber sido enterrado vivo. Si iba a enfrentarme a Keirran, y él
como quien no quiere la cosa me lanzaba un rayo, me gustaría ser inmune de
verdad a la magia antes de que me achicharre vivo.
De todos modos, cuando nos aventuramos más adentro, sí que pareció
que la ruina estaba prácticamente deshabitada. Los rayos de sol se colaban por
la cima sobre nuestras cabezas, vertiendo su luz en el antiguo patio con una
piscina rectangular en el centro, reluciendo en el sol. Un par de ciervos con
motas levantaron las cabezas para vernos bajar los escalones, y dos pixies se
cernieron sobre el agua, pestañeando al mirarnos con sus enormes ojos
púrpuras, para después salir volando soltando risitas. Razor saltó hasta una
baranda de piedra y le enseñó los dientes a las formas que retrocedían.
―¿Ahora para dónde? ―pregunté, mientras Kenzie ojeaba el patio con
ojos como platos. El gremlin no respondió, estaba distraído con una araña
enorme de color verde y amarillo que se arrastraba por una línea reluciente de
su telaraña―. ¿Razor? ―le insté, y él se levantó de un tirón―. ¿El camino de las
hadas? ¿Dónde está?
El gremlin parpadeó, y después saltó al suelo y se escurrió por donde el
pilar se había partido en dos, donde media columna se posaba sobre la parte
alta de la otra, formando un arco entre las dos.
―¡Aquí! ―exclamó, señalando con el dedo mientras se zarandeaba―.
¡Camino de las hadas por aquí!
Miré a Kenzie, y ella sonrió.
―Muy bien. ―Ella se encogió de hombros y empezó a cruzar el patio,
pisando sobre rocas y columnas partidas―. Regresemos a casa de Leanansidhe.
Con suerte la encontraremos de buen humor.
Pero cuando seguí a Kenzie bajo el arco, nada sucedió. Me había
preparado para la oscuridad repentina, y para esa sensación pegajosa como de
telaraña al pasar a través del Velo hacia el Between. Pero no hubo oscuridad, ni
sentí ningún atisbo de magia al pasar por el arco. Los dos salimos por el otro
lado, y Kenzie pestañeó confundida, girándose para mirarme.
―Eh, qué extraño. ¿Qué ha pasado?
―Em, ¿Razor? ―miré fijamente al gremlin, quién parecía casi tan
confundido como yo―. No creo que este sea el lugar correcto. ¿Olvidaste dónde
estaba el camino de hadas?
―¡Noooo! ―Razor bajó las orejas y se apresuró a cruzar el arco
agachado. Apareció por el otro lado, al igual que nosotros, y perplejo se
escabulló de nuevo bajo el arco. Con el mismo resultado―. ¡Es el camino de las
hadas! ―chilló el gremlin, brincando por encima del pilar y mir{ndonos desde
allí―. ¡Razor no olvidar! ¡Es el camino de las hadas a la casa de la Dama
Aterradora!
―Me temo que esa abominación de Hierro tiene razón ―dijo una voz
nueva y sibilante, que parecía venir de la nada. Me di la vuelta, alzando mis
espadas, y una forma alta y esbelta se apareció en el fino aire, sonriéndome
desde el otro lado de la piscina―. Ese era el camino de hadas hasta la casa de
Leanansidhe ―dijo el Hombre Delgado, observ{ndonos de lado, con sus manos
como arañas cruzadas frente a él―. Desafortunadamente, y debido a ciertos
acontecimientos, los caminos hacia la Reina Exiliada han dejado de existir.
* * *
―Hola, Ethan Chase ―me saludó el Hombre Delgado ondeando una de sus
p{lidas manos―. Nuevamente nos volvemos a encontrar.
―Kenzie, vuelve aquí ―rugí, a la vez que Razor siseaba al asomar sus
colmillos y saltaba a su hombro―. Coge tu cuchillo y cualquier hierro que
lleves encima. Razor, quédate con ella. No te alejas ni un segundo de su lado,
¿entiendes? ―El gremlin zumbó afirmativamente, y escuché que ella salía en
desbandada, quitándose la mochila de los hombros, pero no me atreví a apartar
los ojos del hada que se encontraba frente a nosotros.
El alto fey parpadeó con calma, luciendo una débil sonrisa en su pequeño
rostro, como si pensara que yo no estaba siendo razonable.
―Puedes relajarte, Ethan Chase ―dijo con voz tranquila y serena―. No
estoy aquí para luchar.
―¿Sí? Entonces ya te puedes ir. ―Señalé con mi espada la entrada de las
ruinas―. Ahora mismo. Y no uses tu maldito truco de desaparecer. Quiero ver
cómo te vas.
Dejó escapar un suspiro.
―Bueno, ya me dijiste que él no iba a ser razonable ―declaró a la nada, o
eso parecía. Fruncí el ceño desconcertado―. Supongo que debería haberte
escuchado y dejar que explicaras las cosas desde el principio.
―Un lamento habitual ―ronroneó otra conocida voz desde lo alto del
arco donde Razor había estado apenas un momento antes―. Y uno que nadie
parece comprender hasta que ya es demasiado tarde.
Hice una mueca. Bueno, fuiste tú el que deseabas antes que estuviera aquí,
Ethan. Seguramente esta sea tu maldita culpa. Y el gremlin va a empezar a gritar
justo…
―¡Gatito malo! ―berreó Razor cuando me di la vuelta―. ¡Malvado,
gatito malo! ¡Ahogar en lago! ¡Afeitar pelo! ¡Quemar, quemar! ―Kenzie hizo
una mueca y se estremeció por la voz estridente del gremlin a sólo unos
centímetros de su oreja. Se bajó a Razor del hombro y le pidió que se callara.
Grimalkin nos miraba de forma indolente, enrollado como estaba en su peluda
cola gris y con un aspecto engreído. Por turnos, eché un vistazo primero a él y
luego al Hombre Delgado, sintiéndome confundido por completo.
―¿Qué diablos est{ ocurriendo aquí?
Grimalkin crispó su cola.
―Sabía que tarde o temprano vendrías ―dijo, mientras Kenzie pudo al
fin calmar al gremlin―. Sólo era cuestión de tiempo que pidieras ayuda a la
Reina Exiliada, y, tal y como has descubierto ya, los caminos hacia el
Entremedio han dejado de funcionar.
―¿Y por qué razón? ―preguntó Kenzie, dando un paso al frente
mientras miraba mal al gato. Razor murmuró algo que parecía ofensivo y
desapareció en el cabello de ella―. ¿Tiene algo que ver con la desaparición del
Velo hace un par de meses?
―No estamos seguros ―dijo el Hombre Delgado al otro lado de la
piscina. Le miré fijamente; no se movía ni se acercaba, pero todo lo que tenía
que hacer era girar su cuerpo tan fino como el papel para encararme de frente, y
le perdería de vista. Y él sabría cómo moverse por ahí para seguir así,
básicamente volviéndose invisible. Ya me habían apuñalado varias veces con
una espada ridículamente fina que aparecía de la nada; de verdad no quería
pasar por eso otra vez―. No sabemos exactamente qué ha sido del Entremedio
―siguió el Hombre Delgado―, pero sospecho que así es. No ser{n capaces de
llegar hasta la Reina Exiliada con un camino de las hadas. Si quieren ir hasta
Leanansidhe, deben viajar a través del mismísimo Entremedio. Pero no les
recomiendo ir solos. ―Puso las manos en forma de campanario frente a él,
como pensativo―. El Entremedio< no se lleva bien con aquellos que no
conocen el camino. Si no estás seguro por dónde estás yendo, rápidamente te
perderás y posiblemente vagues por toda la eternidad.
―Déjame adivinar ―dije de forma rotunda―. Tú puedes llevarnos hasta
allí.
Desde encima del arco, Grimalkin bostezó.
―¿Tienes una idea mejor, humano? ―preguntó, mir{ndome con ojos
entrecerrados.
―No voy a dejar que él nos lleve por el Entremedio ―solté, haciendo
gestos con mi hoja―. Vamos hasta allí para buscar a Annwyl, y la última vez
que me fijé, él quería arrastrarla de nuevo a su repulsivo pueblo de Olvidados.
Ah, sí, y también quiso matar al resto de nosotros. ―Le clavé la vista con una
mirada de odio―. ¿Qué va a detenerlo ahora de dejarnos vagando por el
Entremedio para después ir hasta Leanansidhe por Annwyl?
―No, Ethan Chase. ―La voz del Hombre Delgado se volvió letal―. Ya
es demasiado tarde para eso. El daño ya está hecho. Conseguir ahora a la chica
de Verano no tendría ningún efecto contra el Príncipe de Hierro. La profecía ya
ha empezado su curso.
―¿Y eso que tiene que ver? Aun así intentaste matarnos.
―Personalmente nunca te deseé ningún mal, Ethan Chase ―dijo el
Hombre Delgado casi siseando―. Simplemente quería restablecer la balanza,
para así prevenir el alzamiento de la Primera Reina. Pero tú has empezado algo
que podría romper la tela de este mundo. Por tu culpa, la profecía ha
empezado. Por tu culpa, el Velo ahora es débil e inestable. Y después de que la
Primera Reina elimine las cortes y tome el control sobre Nunca Jamás, intentará
destruirlo de nuevo. De forma permanente.
Un escalofrío recorrió mis entrañas. Destruir el Velo, permitiendo así que
todos los humanos vieran a los fey. Y esta vez para siempre. Meghan dijo que
no era posible romperlo de forma permanente, pero había escuchado ya
bastante para saber que no debemos dejar que eso pase nunca más.
―¿De verdad podría hacer eso? ―susurró Kenzie. El Hombre Delgado
alzó sus hombros nervudos y se encogió.
―No deseo averiguarlo ―dijo de forma solemne―. Simplemente quiero
que la balanza se restablezca, que se detenga a la Primera Reina, y que se
resuelva el conflicto con los Olvidados una vez más. Pero no puedo
enfrentarme a la Primera Reina yo solo, no con el poder que ella tiene ahora. El
Príncipe de Hierro se encuentra en el corazón de la profecía. Él será el que
desate el infierno sobre ambos mundos. A él es al que se debe detener.
―¿Y Annwyl? ―preguntó Kenzie―. ¿Qué planeas hacer, una vez la
encontremos?
―La chica de Verano es la llave hasta el Príncipe de Hierro ―respondió
el Hombre Delgado―. Puede que sea su única debilidad. Pero no debes
preocuparte ―añadió, alzando una mano mientras Kenzie le miraba
fijamente―. No tengo intención de amenazarla, ni secuestrarla, ni ponerla en
peligro, ni tampoco arrastrarla de vuelta a Phaed. No corre ningún peligro por
mi parte. Más bien lo contrario, de hecho. No dejaré que nada le haga daño
antes de que alcancemos al Príncipe de Hierro.
Kenzie se cruzó de brazos.
―Quiero una promesa ―anunció―. ¿Puedes jurarme que no quieres
lastimar a Annwyl?
Le sonreí, sorprendido. Hacer que un hada prometa algo era bastante
gordo, ya que Ellos no pueden de ningún modo romper sus promesas, incluso
si así quisieran. Estaba sorprendido por lo rápido que ella había aprendido las
muchas peculiaridades e idiosincrasias de las hadas; adentrarse por el mundo
de los fey era cuando menos complicado, pero Kenzie lo había conseguido en
cuestión de meses. Había comprendido, con un punto de orgullo y de lamento,
que ella podría arreglárselas en el mundo invisible. No necesitaba que yo me
encargara de las hadas por ella; era más que capaz de lidiar con ello por si sola.
Ponle una espada en las manos y enséñala a luchar, y ella será imparable.
El Hombre Delgado hizo un gesto con la mano, irritado.
―Ah, muy bien. ―Suspiró―. Humanos tercos. Si eso es todo lo que
necesitan que haga< ―Se enderezó, poniendo ambas manos como arañas
sobre el pecho―. Yo, alcalde electo de Phaed y guardia de los Olvidados,
prometo prestar mi ayuda a Ethan Chase y a< sus amigos< ―miró a Razor
por el rabillo del ojo, que se asomaba por el cabello de Kenzie y curvaba los
labios―< en la búsqueda de Annwyl, la anterior sirvienta de la reina Titania.
También juro que no amenazaré, ni secuestraré, ni someteré a la chica de
Verano a ningún daño físico. Y esto lo juro bajo pena de muerte, que declarará
el asunto resuelto y nulo. ―Hizo una pausa y se quedó mirando a Kenzie
desafiante―. ¿Te parece esto suficiente, chiquilla mía?
Kenzie me miró. Yo me encogí de hombros. Seguramente había algún
tecnicismo de hadas escondido en esa promesa, algún giro extraño en la frase
que yo no había logrado captar, pero para mí ya estaba bien.
―Est{ bien. ―Asintió Kenzie, mirando de nuevo al Hombre Delgado―.
Supongo que eso podemos aceptarlo.
―Por fin. ―Grimalkin se enderezó y se estiró, arqueando así su
espalda―. Venga pues, si ya hemos acabado de balbucear los unos a los otros,
¿quiz{s podamos seguir con eso de salvar a Nunca Jam{s? ―Sus ojos medio
cerrados estaban fijos en mí―. Hay un grupo de Olvidados agrup{ndose ahora
en esta zona. Sugiero que nos demos prisa, a menos que creas que puedes
hablar con ellos hasta que mueran del aburrimiento.
Me enderecé.
―¿Vienen los Olvidados? ¿Ya?
―Encuentro ese h{bito humano de repetir todo lo que les dicen tan pero
tan adorable. ―Grimalkin se rascó una oreja y miró al Hombre Delgado―.
¿Pero quizás podríamos acelerar un poco las cosas? Tengo entendido que
puedes ir hasta el Entremedio desde aquí.
―Sí ―dijo el Hombre Delgado, y después desapareció. Salté, mirando
alrededor buscando al hada escurridiza, pero él reapareció en el otro lado de la
piscina, caminando hacia nosotros―. Aunque aquí el camino de hadas hasta la
Reina Exiliada ha cesado de existir, el Velo entre ello y Nunca Jamás todavía es
muy fino. Así que deberíamos entrar en el Entremedio muy fácilmente.
Alzó los brazos y metió uno entre los pilares, y sus dedos se
desvanecieron en el vacío, tal y como había visto hacer a Keirran muchas veces
antes al separar la cortina entre los mundos. El Hombre Delgado corrió el Velo
a un lado, y una rasgadura oscura apareció por el arco, dejando escapar una
neblina que provenía de la obertura. El Hombre Delgado sonrió.
―Después de ustedes, humanos. Ah, pero antes una advertencia. ―Alzó
su otro brazo, haciendo que nos detuviéramos―. El Entremedio, al igual que el
Olvido, es un espacio vacío que se puede moldear y dar forma a cualquier cosa
que se necesite que sea. Mansiones, pueblos, incluso reinos; todo puede ser
creado de la nada, si uno tiene la suficiente fuerza de voluntad y desea verlo así.
Por supuesto, sin ningún tipo de ancla, esa materialización se desvanecerá en la
nada de nuevo, pero se han creado ya muchas cosas en los espacios oscuros
entre los mundos. Y en este momento, el Entremedio es bastante susceptible,
incluso inestable. No dejen que sus emociones saquen lo peor de ustedes, o
podrían desear algo cuya existencia podría llegar a ser< problem{tica.
Bueno, eso sonaba estupendo. Envainé una de mis espadas y con la otra
mano agarré a Kenzie de la mano. Ella entrelazó nuestros dedos, apretando con
fuerza, mientras Razor sacaba la cabeza de su cabello y enseñaba los dientes al
gato que nos observaba desde arriba.
―Gatito malo ―gruñó, mientras Grimalkin bostezaba y levantaba una
pata de forma deliberada para lamerla―. Gatito muy muy malo. No gustar.
Aléjate.
Kenzie alzó la vista, también.
―¿Vienes con nosotros, Grimalkin?
El gato parpadeó lentamente.
―Tengo curiosidad por saber qué ha pasado con la mansión de
Leanansidhe ―contestó―. Ella ha demostrado ser la mar de elusiva a la hora de
rastrearla, y no se sabe a ciencia cierta si ella y sus secuaces siguen vivos
después de la destrucción del Velo. Así que, sí, humana. Los acompañaré. Eso
entraba en el trato. ―Grimalkin resopló y curvó sus bigotes hacia mí―. Si es
que empiezan a moverse alguna vez, claro.
―Ah, c{llate ya. Ya nos vamos. ―Respiré hondo, sostuve mi espada, y
apreté más fuerte la mano de Kenzie y di un paso hacia la rasgadura, sintiendo
ese cosquilleo frío y pegajoso que no noté antes. El Hombre Delgado caminó
detrás de nosotros, manteniendo abierta la cortina, y Grimalkin trotó por la
grieta, con la cola bien alta. Entonces el Hombre Delgado bajó su brazo, la grieta
se cerró con un silbido, y nosotros quedamos atrapados entre el mundo real y
Nunca Jamás.
Y fue tan extraño y tan poco atrayente como siempre. No había luz
alguna, ni cielo, ni sombras. Todo era de un gris apagado y monótono, y la
niebla era tan espesa que apenas se podía ver a tres metros frente a ti. No hubo
sonidos u olores. Ni ningún signo de vida. Nada más que neblina y vacío.
Condenadamente deprimente, de hecho.
Un área cercana de niebla se enturbió de repente y se enroscó, revelando
así un árbol rugoso y marchito, con ramas colgantes que se doblaban debido al
peso de fruta grande y pulposa. Fruncí el ceño, un momento antes ahí no había
ciertamente nada. El {rbol parecía< enfadado, de alguna manera. Quiz{s era
por la fruta que colgaba de sus extremidades, que parecían misteriosamente
similares a cabezas humanas. Cabezas humanas y ceñudas.
Sentí una sacudida y me tambaleé hacia atrás, casi cayendo encima del
Hombre Delgado. Una de las frutas con mal aspecto se había movido un poco, y
vi que eso era yo. Mi cabeza, mi cara, desfigurada en un grotesco ceño mientras
se colgaba ahí en la rama. El Hombre Delgado echó un vistazo y dejó escapar
un suspiro.
―Ya te lo he dicho, chico. No dejes que tus sentimientos saquen lo peor
de ti. ―Sacudió su mano hacia el {rbol y la neblina de m{s all{―. El
Entremedio está bastante susceptible ahora. Se aferrará a cualquier sentimiento
fuerte y lo materializará acorde a tu voluntad, y puede que no te gusten los
resultados. Así que intentemos mantener esos sentimientos desagradables y
negativos al mínimo, ¿de acuerdo?
Ya te enseñaré yo a ti una sensación desagradable y negativa, pensé, pero a mi
espalda, las ramas de los árboles se agitaron, sacudiendo los frutos, y yo respiré
hondo, tratando de controlarme. El Hombre Delgado resopló.
―Por aquí, por favor ―indicó, gir{ndose hacia una dirección que parecía
al azar―. Tengo una idea general de dónde puede encontrarse la mansión de
Leanansidhe, pero no estoy completamente seguro de cuánto nos llevará llegar
hasta allí. Les sugiero que se mantengan cerca. No querría que nadie se acabara
perdiendo.
Seguro que no querrías… no, ¡déjalo ya, Ethan! Pensamientos felices,
¿recuerdas? Miré a Kenzie, quien hizo una exagerada mueca con el ceño
fruncido, como si supiera lo que estaba pensando. Puse los ojos en blanco, y a
ella se le escapó una sonrisa.
Con el Hombre Delgado de guía y la cola de Grimalkin sobresaliendo de
la neblina como un periscopio borroso, emprendimos el viaje en la espesa
niebla.
Capítulo 10 La feria de los horrores
Perdí la noción del tiempo que estuvimos caminando. Tal vez fueron minutos,
tal vez horas o días, era imposible decirlo. Eso era lo bastante malo en
Wyldwood o Nunca Jamás, donde el tiempo estaba chiflado y no tenías manera
de saber cuánto había transcurrido. Por lo menos en Wyldwood todavía había
día y noche. Aquí, en el Entremedio, no había nada. Me sentía como si hubiera
caído en un vacío, sin forma de saber si todavía estábamos en el camino o
dando vueltas en círculo. Si hubiera estado solo, si no hubiera tenido a Kenzie,
Grimalkin, incluso los murmullos perturbados de Razor desde el hombro de
Kenzie, probablemente habría comenzado a volverme completamente loco.
Mientras caminaba entre la niebla hasta las rodillas, mi pie golpeó algo
sólido e inflexible, oculto en la niebla y me caí hacia adelante con un grito,
apenas sujetándome.
Cuando miré hacia arriba, el mundo había cambiado.
La nada había desaparecido, al igual que la luz gris mate que lo
silenciaba todo, aunque la niebla todavía estaba allí, flotando en trozos
irregulares a lo largo del terreno. Enderezándome lentamente, un escalofrío
recorrió mi columna, deseando tener el vacío de la niebla que quedaba atrás.
Me puse en pie, en el borde de una feria, abandonada y silenciosa, rojas y
blancas tiendas ondeando lánguidamente en la brisa. El área estaba embarrada
y llena de basura, cajas de palomitas de maíz, globos desinflados y vasos de
papel vacíos rodando por el suelo o flotando en charcos. La silueta de una
rueda de la fortuna se alzaba en la distancia y toda la escena parecía como si
hubiera salido directamente de una película de terror.
―Oh, vaya ―dijo el Hombre Delgado, dando un paso hasta mi lado―.
Alguien ha encontrado un ancla.
Le miré frunciendo el ceño.
―¿Un qué?
―Un ancla ―repitió el Hombre Delgado, haciendo un gesto
impaciente―. Algo que existe simult{neamente en el Entremedio y el mundo
real. En general nada dura en el Entremedio. Podrías desear que existiera una
ciudad entera, sólo para que se desvaneciera y desapareciera en una hora. Nada
que se cree aquí permanece a menos que tenga un ancla, un lazo con el mundo
real. Es la manera en la que Leanansidhe construyó su mansión, como ella forjó
su propio reino en el Entremedio donde no debe haber nada. ―Miró alrededor,
hacia el espeluznante carnaval y negó con la cabeza―. Cuan molesto.
Kenzie se acercó, mirando por encima de mi hombro. La sentí
estremecerse.
―Molesto no es exactamente la palabra que utilizaría ―dijo, mientras
Razor hizo un suave zumbido de asentimiento―. Repulsivo, inquietante,
absolutamente aterrador, todos esos adjetivos me vienen a la mente antes que
molesto. Voto porque salgamos de aquí antes de que aparezcan los payasos
asesinos.
―No podemos.
Kenzie y yo nos quedamos mirando al Hombre Delgado con horror. Él
suspiró.
―Los lugares en el Entremedio son intangibles, eternos. No se ajustan al
espacio normal, ni tienen límites. Una vez que tropiezas con una de estas bolsas
de realidad, estás atrapado en ellas. A menos que haya una huella que te lleve
fuera, muy poco probable, o a menos que encuentres y destruyas el ancla.
―Fant{stico. ―Miré hacia el recinto ferial, sintiendo mi piel de gallina.
No quería aventurarme a través de ese escenario de terror de clase B,
absolutamente odiaba a los payasos. Pero desde luego no iba a quedarme aquí y
esperar a que ellos aparecieran con globos de animales y cuchillos de
trinchar―. Entonces, ¿dónde podemos encontrar el ancla?
―En el centro ―dijo el Hombre Delgado, asintiendo hacia la feria―. Los
cambios en la tierra se extienden hacia afuera, conformándose alrededor del
ancla, de modo que siempre está en el medio.
―Por supuesto que es así ―dijo Kenzie, haciéndose eco de mis
pensamientos―. Así que eso significaba que tenemos que ir al espeluznante
culo de la feria que probablemente tiene un montón de espeluznantes payasos
asesinos, porque las ferias espeluznantes siempre tienen payasos asesinos y
buscar esta ancla que probablemente podría ser cualquier cosa< ―Hizo una
pausa, mirando alrededor un momento y luego suspiró―. Y, por supuesto,
Grimalkin ha desaparecido.
Sacudí la cabeza.
―Vamos ―murmuré y saqué mis espadas―. No hay nada que se pueda
hacer ahora, excepto encontrar este ancla y destruirla. El gato se mostrará
cuando salgamos de aquí, estoy seguro. Vamos a terminar con esto.
Cautelosamente, nos dirigimos hacia los terrenos de la feria.
La tierra succionaba mis zapatos, haciendo ruidos de chapoteo mientras
caminaba entre el barro y los charcos, atento a cualquier signo de movimiento
entre las carpas. No descubrí ningún indicio de vida. Descubrí un montón de
extraños, inquietantes coches de choque de mierda que tenían largos picos
erizados saliendo del capó, montañas rusas que se retorcían en locos,
antinaturales patrones, incluso atándose en nudos, osos de peluches con
calaveras en lugar de rostros y así sucesivamente. Había un kiosco de palomitas
donde estaba seguro haber visto desaparecer un tentáculo debajo de los granos,
toda una pared de muñecas de porcelana con las cabezas reducidas y un gran
globo rojo brillante que flotaba en el aire, pero que no estaba sujeto a nada.
―¿Quién vive aquí? ―murmuró Kenzie, mirando un cartel que
anunciaba una especie de espectáculo de fenómenos en la carpa principal.
Vengan a Ver a la Mujer Barbuda, decía, solo que la “mujer barbuda” tenía una
boca abierta que podría fácilmente tragarte entero y a una barracuda o similares
con colmillos―. ¿Alguien realmente conjuró todo este lugar a propósito? ¿Qué
clase de loco haría una cosa así?
―Creo que acabas de responder tu propia pregunta, querida ―dijo el
Hombre Delgado, sus largas piernas llevándole fácilmente sobre los charcos y
los parches de barro―. El Olvidado sabe moverse entre los mundos,
deslizándose a través del Velo como un pez a través del agua, pero hay algunos
casos de hadas e incluso unos pocos mortales que se han perdido en el Between.
Nadie sabe cómo sucede. Podría ser que una huella sea inestable, o a veces,
aunque muy raramente, simplemente se desvanece en un extremo, y el viajero
nunca aparece en su destino. Y no se le vuelve a ver. Porque una vez que te
pierdes en el Between, puedes vagar por toda la eternidad. Después de cierto
tiempo, sus mentes simplemente< se rompen. ―Chasqueó sus delgados dedos
con énfasis, haciendo un agudo, rápido sonido que hizo eco a través del
silencio. Hice una mueca al oír el ruido, con la esperanza de que no llamara la
atención, aunque probablemente no había sonado más fuerte de lo que
realmente había sido.
El Hombre Delgado siguió ocupándose de Kenzie, agitando una mano
hacia nuestro alrededor afortunadamente todavía silencioso.
―Lo que vemos ahora son los restos de una mente fracturada
―afirmó―. Si tropezamos con los propietarios de este lugar, no habrá manera
de razonar con ellos. Ya sean mortales o feys, su mundo se ha vuelto tan oscuro
y retorcido como ellos lo son, y no se dan cuenta que los atrapa de igual modo
que lo hace fuera. Afortunadamente este mundo parece ser bastante nuevo.
Sospecho que no ha existido aquí mucho tiempo, por lo que parece desierto.
Aun así, quien quiera que viva aquí no va a estar feliz con nosotros queriendo
destruir el ancla. Sospecho que vamos a ver lo peor de este lugar cuando lo
intentemos.
―Oh, bueno, eso es algo que espero con impaciencia ―comenté―. Una
feria embrujada que salió de la cabeza de un loco.
Razor asomó la cabeza entre el cabello de Kenzie, las enormes orejas
retorciéndose hacia adelante y hacia atrás.
―Razor oye música ―dijo solemnemente.
Todos nos quedamos congelados. Agarré mis espadas y me acerqué a
Kenzie, conteniendo la respiración mientras escuchaba atentamente. Una
melodía tenue, apenas audible flotaba a través de los pasillos y los faldones de
las tiendas que revoloteaban. Sonaba brillante y alegre, recordándome la
melodía que sonaba en el camión de los helados mientras bajaba por la calle,
atrayendo a los niños para que abandonaran sus casas como un moderno
Flautista de Hamelin.
Sí, estaba definitivamente asustado.
―Por aquí ―susurró el Hombre Delgado y se volvió hacia el pasillo de
la carpa. Nos arrastró por el angosto pasillo de tela, siguiendo el escurridizo
sonido de la música mientras se desvanecía y volvía a oírse a través de las
carpas. Por supuesto, las tiendas no se ajustaban a la lógica tampoco y pronto
nos encontramos en un laberinto de tela rojo y blanco, tratando de encontrar el
único camino que nos llevaría fuera.
―Muy bien, esto es ridículo ―gruñí mientras doblaba otra esquina y nos
encontramos en otro estrecho pasillo de rayas como un bastón de caramelo y
paredes de lona―. Digo que dejemos esto ahora mismo y que yo abra camino a
través de las tiendas. ¿Quién está a favor?
De repente el Hombre Delgado se detuvo en el centro del pasillo,
haciendo que Kenzie se detuviera abruptamente. Me deslicé en el barro para
evitar chocar con ella, agarrando uno de los tubos para no perder el equilibrio.
―¡Qué infiernos<!
El hombre delgado alzó un brazo silenciándome. Acercándome
lentamente hacia adelante, me asomé por encima del hombro de Kenzie,
echando un vistazo entre las enormes orejas de Razor para ver el resto del
pasillo.
Un cuerpo estaba al final del corredor, de espaldas a nosotros. Era muy
robusto, especialmente en sus hombros y cintura y el largo cabello castaño caía
en ondas por su espalda. Llevaba un vestido de lentejuelas color púrpura que
brillaba en la penumbra y justo cuando estaba pensando que había visto ese
vestido antes en algún sitio< se dio la vuelta.
―La Mujer Barbuda ―susurró Kenzie con horror, mientras la mujer, un
grueso collarín marrón brotando de sus mejillas y mentón, abrió una boca llena
de colmillos lo suficientemente amplia como para tragarse un balón de
baloncesto y gritó.
―¡Corran! ―dijo el Hombre Delgado, dando la vuelta hacia atrás y lo
hicimos, luchando por retroceder por el estrecho y retorcido pasillo, oyendo los
pesados pasos de la Mujer Barbuda chapoteando en el barro detrás de nosotros.
Lanzándome al doblar una esquina, patiné hasta detenerme. De algún
modo habíamos llegado a un callejón sin salida, las amenazadoras paredes de
las tiendas nos rodeaban por todos los lados. Me volví, pero no había tiempo
para retroceder, los bufidos jadeantes de la Mujer Barbuda estaban cada vez
más cerca y su sombra cayó sobre las paredes de color rojo y blanco.
―Maldita sea ―gruñí y acuchillé a través de una de las tiendas. Mi hoja
se hundió fácilmente en el lienzo y cortó una larga incisión en la pared,
separando el tejido. Una luz anaranjada se derramó por la rendija y les hice un
gesto a los otros―. Kenzie, por aquí. ¡Date prisa!
Ella se agachó a través de la abertura y el Hombre Delgado la siguió,
desapareciendo brevemente de la vista mientras giraba. Tuve el tiempo justo
para ver a la Mujer Barbuda dando vuelta a la esquina con un bandazo,
jadeando, los colmillos relucientes en su enorme boca, antes de lanzarme a
través del desgarrón detrás de mis compañeros.
La música me recibió cuando miré hacia arriba, jadeando. Ahora nos
encontrábamos bajo una gran, abierta carpa, oscura y sombría salvo en el
centro. Las gradas se alineaban en el perímetro de la sala, rodeando un gran
círculo abierto en el centro y el olor a serrín, estiércol y algodón de azúcar
espesaban el aire, dándome nauseas. Las gradas estaban vacías, así como el
círculo abierto a pesar de que se había preparado para algún tipo de
espectáculo. Aros de colores, taburetes y barriles se asentaban en el serrín, a la
espera de los artistas, aunque no había nadie aquí salvo nosotros.
Un resoplido arrastrado resonó a través del desgarrón desde el exterior y
rápidamente nos metimos más profundamente en la habitación. Deslizándome
detrás de un conjunto de gradas, miré para ver si la monstruosa Mujer Barbuda
nos seguía dentro de la tienda, pero un vestido de lentejuelas color púrpura
pasó brevemente por la apertura en la pared de la tienda y siguió por el
pasillo.
―Est{ bien, oficialmente no me gusta este lugar ―susurró Kenzie y
Razor asintió vigorosamente mostrando su acuerdo―. Si esa era la Mujer
Barbuda no quiero ni pensar en los payasos. Vamos a buscar esa ancla, la
matamos y nos largamos de aquí.
Eso sonó bien para mí y estaba a punto de decirlo cuando las luces
dentro de la carpa se apagaron sumiéndolo todo en la oscuridad.
Maldije y me apreté más cerca de Kenzie, alzando mi espada.
―Maldita sea, ¿Y ahora qué?
Un foco brilló en el centro del anillo, que ya no estaba vacío. Una figura
solitaria se encaramó en un taburete, lanzando una mirada sobre la “multitud”.
Llevaba un abrigo con cola de color rojo brillante, pantalón negro y brillantes
botas hasta la rodilla. El individuo era anormalmente largo, porque las piernas
de la figura eran el doble de la longitud de una persona normal y tan delgadas
como un palo de escoba convirtiéndole en una torre sobre todo lo demás. Su
cara no es que fuera pálida, era blanca, con los labios pintados de negro y
triángulos oscuros bajo los ojos. Levantando el brazo, se quitó el sombrero de
copa de su cabeza y esbozó una sonrisa con dientes que se extendía,
literalmente, de oreja a oreja.
―Sé que est{n ahí fuera ―llamó con una voz sorprendentemente
aguda―. Vengan hacia delante, visitantes, no sean tímidos. ¡Bienvenidos al
mejor espectáculo del mundo!
El Hombre Delgado sacudió la cabeza.
―Pobre criatura perdida ―murmuró, con su boca formando una línea
sombría―. Has construido tu mundo y ni si quiera sabes que est{s prisionero
aquí. Ahora se encuentra atrapado en este papel para siempre.
―Sí, bueno, yo haría algo como para asegurarnos que no quedamos
atrapados aquí para siempre ―le susurré. Las paredes de la tienda estaban a
solo unos pocos metros de distancia y di un paso hacia ellas―. Vamos,
podemos escabullirnos por aquí.
―¡Vengan, vengan ahora! ―llamó el maestro de ceremonias justo
cuando llegué a la pared―. No hay necesidad de eso, invitado de honor. Este es
mi circo y sé exactamente dónde están tú y tus pequeños amigos. Si no avanzas
para ver el espectáculo, tendré que convencerte de otra manera.
Mierda. Levanté la espada y corté la tela, desgarrando a través de la
pared como antes.
Una enorme mano blanca se disparó a través de la apertura y me agarró
del brazo. Grité y traté de dar un tirón hacia atrás, pero los dedos en mi muñeca
no se movieron mientras un enorme payaso dio un paso a través del desgarrón.
Era grueso y ancho de hombres, con un vientre hinchado y unas uñas curvadas
amarillentas que se clavaban en mi piel. Su boca pintada se extendía en una
amplia sonrisa llena de dientes mientras avanzaba pesadamente hacia adelante,
tratando de alcanzar mi camiseta.
¡Mierda! Bien, aquí estaban los payasos. Ataqué con mi segunda espada,
balanceándola hacia su grueso cuello, pero en un segundo otro apareció,
idéntico al primero y me agarró del brazo, apretando con fuerza. Gruñendo, le
di una patada a uno de ellos en la barriga, pero sentí como si mi pie chocara con
un muro de gelatina y el payaso en realidad se echó a reír.
Gruñendo el uno al otro, los dos payasos se volvieron, pusieron sus
manos debajo de mis brazos y me levantaron dejando que mis pies colgaran en
el aire. Impotente, miré hacia arriba para ver a Kenzie en las garras de otro
payaso, mientras Razor zumbaba furiosamente y mordía su mano enguantada.
Frunció el ceño ante las volutas de humo que se alzaban de sus dedos, al
parecer demasiado tonto para darse cuenta que le estaba hiriendo y lanzó al
gremlin lejos como a un insecto. Razor rebotó poniéndose de pie de nuevo,
silbando y tenso para atacar una vez más.
―¡Razor, no lo hagas! ―ordenó Kenzie. Se quedó inmóvil, mir{ndola y
ella sacudió la cabeza―. ¡Solo corre! ¡Sal de aquí! ¡Vete!
Con un gemido abatido, el gremlin aumentó la distancia, se escabulló
hasta un poste y desapareció. Desesperado, busqué alrededor al Hombre
Delgado, pero él también había desaparecido. Observé a un cuarto payaso
caminando alrededor de las gradas rascándose la cabeza, como si estuviera
seguro de haber visto algo un segundo antes y que ya no estuviera allí.
Maldita sea, estaba cansado de hadas que desaparecían de nuestro lado cuando
había problemas, pensé, mientras el cuarto payaso se sacudió y me despojó de
mis espadas. Grimalkin, el Hombre Delgado; infierno, el único que siempre
permanecía alrededor era el gremlin maldito. No tenía idea de lo que el Hombre
Delgado podría haber hecho contra los cuatro payasos mutantes gigantes,
especialmente cuando Kenzie y yo habíamos sido capturados. Pero podría
haber hecho algo. Al menos no había sido atrapado. Pero juro que esos dos harían
mejor en estar haciendo algo para sacarnos de esta.
―¡Excelente, excelente! ―La voz del maestro de ceremonias hizo eco
desde el centro de la carpa―. ¡Vengan hacia delante, amables visitantes! ¡Por
favor, no sean tímidos! Vengan hacia adelante y vean lo que tenemos para
ustedes.
Todavía llevándome por los brazos, los dos payasos se movieron
pesadamente hacia adelante, mientras que el tercero arrastraba tras de sí a
Kenzie agarrándola por la muñeca. Traté de estirar la cabeza hacia atrás para
mirarla, esperando que no se estuviera volviendo loca, pero mis gorilas
captores me dieron una sacudida que volvió el mundo borroso por un segundo.
En el momento en que mi visión se aclaró, estábamos en el borde del círculo y el
maestro de ceremonias estaba sonriendo hacia mí.
―¡Hola pequeños! ―dijo alzando los brazos como si nos estuviera
dando a todos la bienvenida―. ¡Estoy muy contento de tenerlos en el
espectáculo! Y es su día de suerte. Tenemos asientos de primera fila para
ustedes.
Señaló con un bastón coronado por un cráneo y los payasos se volvieron
hacia una fila de asientos en el borde del anillo. A diferencia del resto de las
gradas de madera que rodeaban la carpa, estos se veían como los asientos del
teatro. Aunque el cuero estaba roto y podrido y vi unas pocas manchas oscuras
sospechosas que esperaba no fuera lo que quedaba de los últimos visitantes de
este loco infierno.
Los payasos me dejaron caer sobre uno de los asientos y, antes de que
pudiera reaccionar, me ataron las muñecas a los reposabrazos con tiras de tela
amarilla y roja. Hicieron lo mismo con Kenzie un par de asientos más allá.
Cuando se fueron flexioné mis brazos, tratando de aflojar las cuerdas que me
sujetaban a la silla, pero los nudos habían sido apretados por los payasos-gorila
con las manos de tamaños de melones. Yo no iría a ningún sitio por un tiempo.
El maestro de ceremonias hizo un pequeño extraño baile, sonriendo
como un gato de Cheshire demoníaco.
―¡Señoras y señores! ―clamó, como si estuviera hablando a una
habitación llena de cientos en lugar de solo dos muy reacios adolescentes―.
¡Bienvenidos al espectáculo! ¡Bienvenidos todos y cada uno de ustedes al circo!
¡Déjenme que les cuente las maravillas que podrán ver esta noche!
―Kenzie ―murmuré, mientras el maestro de ceremonias divagaba―.
¿Sabes dónde han puesto mis espadas?
―Vi al payaso soltarlas en aquel barril de allí ―respondió Kenzie,
asintiendo hacia un barril azul brillante con una estrella amarilla pintada en él.
Mis espadas brillaban encima de él y estreché mis ojos―. ¿Tienes un plan?
―preguntó Kenzie, sonando esperanzada―. También se llevaron mi mochila.
Realmente no quiero quedarme para el espectáculo. Me sentiría mucho mejor si
me dijeras que tienes un plan.
―Estoy trabajando en ello ―murmuré―. Si puedo llegar a mis espadas
creo que tendría una oportunidad. Sin embargo, todavía estoy luchando con la
fase uno.
―¿Cu{l es la fase uno?
―No estar atado a una silla.
El maestro de ceremonias detuvo de repente su discurso, dirigiéndonos a
Kenzie y a mí un puchero tremendamente exagerado.
―Oh querida, creo que tenemos a alguien que no se est{ entreteniendo
―indicó―. No podemos tener eso ahora, ¿verdad? ¡Queremos que todos se
diviertan esta noche! ―Extendió sus brazos, hablando a la imaginaria
audiencia―. ¿Qué podemos hacer para que el espect{culo sea m{s entretenido?
¡Ah, ya lo tengo! Para este primer acto, creo que necesitaremos< un voluntario.
Oh, no. El pánico se disparó a través de mí mientras el maestro de
ceremonias volvía la cabeza hacia detrás y hacia adelante, como si escaneara a
la audiencia.
―¿Alguien? ―preguntó, alzando una mano―. ¡Venga, vamos, ser{
divertido! Un valiente voluntario es todo lo que necesitamos. No hay razón
para ser tímido. ―Sus ojos se movieron hacia abajo, hacia la fila donde Kenzie y
yo est{bamos sentados―. ¿Nadie? Debe haber algún alma valiente dispuesta a
dar un paso al frente.
―Yo ―dije con voz {spera, cuando su mirada finalmente nos alcanzó―.
Yo seré el voluntario. Llévame.
―Ethan, no ―susurró Kenzie, mir{ndome bruscamente. La ignoré,
sosteniendo la mirada del maestro de ceremonias. Parpadeó mirándome,
entonces, deliberadamente, volvió la cabeza para sonreír a Kenzie.
―Señoras y señores ―dijo mientras mi corazón se apretaba con
horror―. Creo que tenemos nuestro voluntario. Démosle todos un aplauso a la
joven.
―¡No! ―Di un tirón contra las cuerdas, luchando por liberarme,
mientras los payasos se acercaban a Kenzie―. ¡Déjala en paz! ―le grité al
maestro de ceremonias―. ¡Yo seré el voluntario! ¡Tómame a mí en su lugar!
―Todos me ignoraron mientras los payasos cortaban sus ataduras, la agarraban
por los brazos y la llevaban hacia la pista. Luché más fuerte contra las
cuerdas―. ¡Eh! ―llamé, neg{ndome a renunciar―. ¡Mírame! Te estoy
hablando, maldita sea. ¡Sé que puedes oírme!
El maestro de ceremonias chasqueó los dedos y de repente un trapo de
color rojo brillante se apretó contra mi boca desde atrás.
―Señoras y señores, por favor limiten su entusiasmo ―dijo con calma
mientras un payaso anudaba la mordaza alrededor de mi cuello―. Me doy
cuenta de que esto podría resultar aterrador para los niños más pequeños, pero
si ese es el caso, por favor respete a sus vecinos y llévelos fuera. No queremos
que nadie arruine el espectáculo ahora. ¿Verdad?
Asqueado, los vi arrastrar a Kenzie a un gran disco de madera
aposentado en posición vertical en la arena como una diana gigante, empujaron
su espalda contra la superficie y sujetaron sus muñecas con las correas de cuero
cerca de la parte superior. Gruñendo, se alejaron dejándola atada en el centro de
un blanco enorme. Mi corazón se paralizó con la comprensión.
Gemí y doblé mis esfuerzos con las cuerdas mientras una criatura
huesuda entro en el anillo, frente a Kenzie. Llevaba un chaleco rojo y negro que
dejaba ver su hundida caja torácica y cuchillos para lanzar de cobre estaban
atados a todas las partes de su esquelético cuerpo. Su cabeza era un cráneo de
ave momificado, las cuencas de sus vacíos ojos en blanco y negro mientras
consideraban a la chica desde varios metros de distancia.
―Señoras y caballeros, necesito que estén en completo silencio para este
acto ―dijo el maestro de ceremonias con voz dram{tica―. Es necesario que
Pete Ojo de Toro se concentre completamente para no atravesar el corazón de
nuestra encantadora voluntaria, o algo peor. No queremos que ella termine
como su último asistente, ¿verdad? ―Se rió e hizo que se me pusiera la piel de
gallina―. Recuerda, Pete, se supone que tienes que golpear en el centro de la
diana, no en los ojos de la chica. Asegúrate de recordar la diferencia.
La criatura esquelética en ningún momento echó una mirada a Kenzie.
―No te encojas ―lo escuché susurrar mientras desenvainaba uno de los
cuchillos del cinturón―. No veo muy bien, ya no. ―Lentamente, alzó su brazo,
el cuchillo brillando entre sus garras y mi estómago se retorció tanto que sentí
hasta náuseas.
Oh, Dios, no puedo ver esto. Lo siento mucho, Kenzie.
―¡Espera!
La voz de Kenzie cortó a través del tenso silencio, haciendo que el
lanzador de cuchillos se parara. Sorprendido, el maestro de ceremonias se giró,
un ligero ceño frunciendo su cara, mientras Kenzie le miró.
―Quiero hacer un acuerdo ―dijo con claridad―. Uno que ser{ aún m{s
entretenido que el que estás haciendo con Pete Ojo de Toro.
El lanzador de cuchillos miró a Kenzie como si le hubiera ofendido, pero
el maestro de ceremonias levantó su mano enguantada y lo detuvo.
―¿Un acuerdo dices? ―repitió―. Bien, esto es un giro interesante. ¿Qué
es lo que propones, señorita?
Mi corazón latía con fuerza. Odiaba hacer tratos con las hadas, pero en
este caso, si Kenzie salía ilesa, no me iba a quejar. Hacer cualquier tipo de
acuerdo, aunque fuera uno para salvar tu vida, era arriesgado, pero Kenzie
sabía eso tan bien como yo. Sabía lo que estaba haciendo.
Confío en ti, Kenzie, pensé, aliviado de no estar viendo a una espeluznante
hada lanzadora de cuchillos ensartando a mi novia. Sé que puedes manejar esto.
Solo… ten cuidado.
Kenzie dio un hondo suspiro.
―Deja que lo haga Ethan ―dijo, haciendo que me sorprendiera―. Si
puede golpear el blanco tres veces sin darme a mí, dejarás que nos vayamos. Si
él falla, entonces nos quedaremos y veremos el resto del espectáculo por tanto
tiempo como quieras.
―Intrigante ―dijo lentamente el maestro de ceremonias―. ¿Y si te
golpea?
Kenzie se encogió de hombros.
―Entonces lo recibiré. Y probablemente habr{ una gran cantidad de
sangre y muchos gritos por mi parte, y un montón de angustia y culpa por
parte de Ethan. De cualquier manera sería entretenido, ¿verdad?
El maestro de ceremonias se rascó la barbilla por un momento, pensando
y luego sonrió y giró, sosteniendo sus manos en alto.
―¡Señoras y señores! ―exclamó―. ¡Tenemos un nuevo participante! Por
favor, den una cálida bienvenida a nuestro maravillosos voluntario que tomara
el lugar de Pete.
Mi cabeza daba vueltas mientras los payasos cortaban las ataduras
soltándome, me pusieron en pie y me empujaron hacia el círculo. Tirando de la
mordaza, avance tropezando, tratando de pensar, para idear algún tipo de plan.
Era bueno en la lucha con cuchillo, eso seguro; Kali nos enseñó como ser hábiles
con todo tipo de hojas, no solo espadas. Pero mis habilidades con el cuchillo
eran más bien defensivas, centradas en desarmar a una persona que estaba
intentando apuñalarte, no en lanzar el cuchillo como una estrella ninja. Guro
nunca propugnó lanzar cuchillos, porque incluso si no los perdías, quedabas
desarmado por el momento. Nunca había lanzado un cuchillo a un blanco
antes, ciertamente nunca a una persona real. No sabía qué esperaba Kenzie que
hiciera, pero mis manos estaban temblando cuando entré en la pista.
El maestro de ceremonias se cernía sobre mí, con una sonrisa de oreja a
oreja.
―Ah, aquí estamos ―anunció, clavando unos dedos acerados en mi
hombro―. ¡Bienvenido, joven, bienvenido! ¿Est{s listo para mostrarnos lo que
puedes hacer?
No, pensé, mi boca seca. No quiero hacer esto. No estoy seguro de poder lanzar
un juego de cuchillos a mi novia y no querer matarme si la hiero. Pero el maestro de
ceremonias no me estaba dando ninguna opción de volver atrás.
―¡Pete! ―llamó y la cosa esquelética se acercó, mir{ndome con las vacías
cuencas de sus ojos. El maestro de ceremonias pareció no darse cuenta―. Dale
al joven tus cuchillos ―le ordenó alegremente―. ¡Y vamos a comenzar el
espectáculo!
Pete agarró mi mano, tiró de mi brazo y me golpeó en la palma con tres
cuchillos de cobre con la hoja ligeramente curvada. Tenían cerca de quince
centímetros de largo, afilado a ambos lados y cuchillas afiladas. Una delgada
línea de sangre brotaba desde donde el borde de uno de los cuchillos había
cortado mi piel, pero apenas lo sentía.
En un sueño, dejé que el maestro de ceremonias me llevara a través del
anillo y me dejara a unos treinta pasos de donde Kenzie estaba atrapada en el
blanco gigante. Un par de payasos nos esperaban y me flanquearon en silencio
cuando el maestro de ceremonias se alejó.
―Cuando estés listo, muchacho ―dijo, señalando a Kenzie.
Miré atontado los cuchillos en mi mano, entonces a Kenzie, frente a mí en
el otro lado del círculo. Bueno, puedo hacer esto. Sólo tengo que dar en el blanco sin
darle a ella. Nada del otro mundo. Mi estómago se retorció y mis manos temblaban
mientras cogía uno de los cuchillos con un tintineo hueco. Dios, Kenzie, tienes
demasiada confianza en mí.
―Un momento, muchacho. ―El maestro de ceremonias alzó la mano
antes de que pudiera bajar mi arma―. Tengo una idea incluso mejor
―caminando hacia Kenzie sonrió hacia ella, luego se volvió hacia la
“audiencia”―. ¡Señoras y señores! ―clamó, levantando los brazos―. Tenemos
un regalo especial para ustedes. ―Buscando de su abrigo, sacó una brillante
manzana roja de caramelo, hizo un gesto efectista alrededor con la mano,
entonces la colocó en lo alto de la cabeza de Kenzie. Kenzie se congeló, abriendo
mucho los ojos y el maestro de ceremonias sonrió―. ¡Este joven valiente
intentará lanzar un cuchillo y atravesar la manzana justo encima de la cabeza de
esta chica!
El estómago se me desplomó hasta los talones.
―¡No! ―protesté―. Eso no era parte del trato.
―Oh, vamos, ser{ divertido. ―El maestro de ceremonias se dirigió hacia
mí, una sonrisa de advertencia brillando en su sonrisa―. No querr{s
decepcionar a todos, ¿verdad? ―Hizo un gesto hacia Kenzie―. Golpea la
manzana y la chica y tú podrán irse. Tienes tres intentos. No puede ser tan
difícil, ¿verdad?
―¿Y si me niego?
―Entonces me llevaré una decepción, pero obviamente no puedo hacer
que participes si no estás dispuesto o estás asustado. Pero no te preocupes.
―Asintió hacia la cosa esquelética que permanecía de pie detr{s de mí y
sonrió―. Pete lo har{. El espect{culo debe continuar.
Tragando saliva, miré hacia atrás a Kenzie y al pequeño blanco de color
rojo encima de su cabeza. No puedo acertar en eso; no sé la manera de ser capaz de
llevar esto adelante. No sin matarla o mutilarla en el proceso. Maldición, Kenzie, esto no
puede ser en lo que estabas pensando. Los payasos matones permanecían en
silencio e inmóviles a mi lado y el maestro de ceremonias miraba expectante,
agarrando su bastón. Podía sentir crecer su impaciencia, aun así, mi mente
giraba, tratando de pensar. Si solo pudiera llegar a mis espadas. Tendría una
oportunidad contra esos tipos si estuviera armado…
Oh.
Mentalmente me pateé el trasero. Kenzie no quería que fuera voluntario
para lanzarle cuchillos; ese no había sido su plan en absoluto.
Ethan, eres idiota.
Girando sobre mí mismo, apuñalé a ambos payasos, hundiendo el
cuchillo profundamente en el pecho de uno y luego en el del otro. Dieron un
grito sorprendido y mientras tiraba de las hojas hacia fuera, parecieron
desinflarse sobre sí mismos, silbando como un globo que se vacía lentamente.
Sonriendo salvajemente giré hacia el maestro de ceremonias, pero dio un
grito y se apartó, sus largas piernas llevándolo hasta la mitad de la
circunferencia.
―¡No! ―gritó, mientras alzaba los cuchillos y comenzaba a
perseguirle―. ¡Joven, por favor, siéntese! ¡Est{ arruinando el espectáculo!
¡Seguridad!
Tres payasos corrieron hacia el círculo. Me volví hacia ellos justo cuando
algo brillante pasó zumbando junto a mi cara, cortando una punzante herida a
lo largo de mi mejilla. Mirando alrededor, vi a Pete Ojo de Toro sacando
silenciosamente otro cuchillo de las decenas que tenía en el cinturón y alzando
el brazo para lanzármelo.
Con un chillido, algo pequeño y oscuro cayó sobre su cabeza, unos ojos
verdes parpadearon. Razor gruñó y clavó sus garras en las cuencas de los ojos
de la cosa huesuda, haciéndole aullar y sacudir la cabeza, tratando de quitarse
de encima al gremlin. No creía que Razor sería capaz de detenerlo, pero al
menos sería una gran distracción.
El primer payaso llegó hasta mí y se abalanzó, tratando de atraparme en
un abrazo de oso. Me metí por debajo de sus extremidades y le clavé el cuchillo
en los intestinos, el payaso se tambaleó alejándose, plegándose sobre sí mismo.
Mientras los otros dos salían disparados hacia mí, me di la vuelta con un
cuchillo en la mano, sujetándolo por la punta y alcé mi brazo.
Lo siento, Guro, pensé y arrojé el cuchillo a la enorme masa del payaso.
Incluso aunque fuera el peor tirador del mundo, era como disparar al costado
de una casa. La hoja le golpeó justo en el centro, hundiéndose profundamente,
el payaso cayó hacia adelante, su cuerpo contrayéndose y perdiendo la forma
mientras se desinflaba en el suelo.
El último payaso gritó de rabia y se estrelló contra mí como un toro. El
aliento se escapó de mis pulmones en una dolorosa explosión y caí hacia atrás,
con el payaso ocupando mi visión mientras caía conmigo también. Al golpear el
suelo le apuñalé con el cuchillo, preparándome para ser aplastado. Hubo un
estallido y el payaso se estremeció, desinflándose encima de mí como un
colchón de aire gigante.
Temblando, pateé hasta liberarme y me levanté, aferrando un cuchillo
todavía en la mano. Vi a Razor, aferrándose al lateral de la tienda, esquivando
el cuchillo que le lanzó Pete y trepando más arriba en la pared mientras le
zumbaba insultos furioso al lanzador de cuchillos. Por lo menos el gremlin lo
mantenía ocupado. Pero, ¿dónde estaba el maestro de ceremonias<?
Algo me golpeó por detrás, haciendo que viera estrellas. Me caí hacia
adelante, consiguiendo aprovechar el impulso para rodar sobre mis rodillas,
mientras el mundo todavía giraba vertiginosamente a mi alrededor. Aturdido,
miré hacia arriba para ver al maestro de ceremonias, su enorme boca desnuda
en una mueca horrible, desenvainando una espada de su bastón con un cráneo
encima y elevarla por encima de mi cabeza.
―Hoy no, Ethan Chase ―dijo una voz familiar surgida de la nada, y el
Hombre Delgado se materializó, apareciendo detrás del maestro de ceremonias.
Su propia espada brilló, casi demasiado rápida para ser vista y el maestro de
ceremonias se congeló, su espada a pocos centímetros de mi cara. Retrocedí
rápidamente, dando tumbos con mis pies, mientras la cabeza del maestro de
ceremonias cayó hacia adelante, golpeando el suelo con un ruido sordo. Su
cuerpo se desplomó lentamente, plegándose en ángulos extraños como si
estuviera hecho de pilotes, mientras su sombrero de copa rodaba unos pocos
pasos hacia adelante y golpeaba mi zapato.
Me tensé, preguntándome si la muerte del maestro de ceremonias
causaría que toda esta loca realidad empezara a fragmentarse, cayéndose en
pedazos, pero nada de eso ocurrió. Pete, sin embargo, dejó escapar un gemido
que me hizo rechinar los dientes y huyó del anillo, rasgando a través de la lona
de la tienda y desapareciendo en la oscuridad.
Corrí hacia Kenzie, corté las correas de cuero y tiré de ella hacia mis
brazos. Ella se aferró a mí, su corazón tronando y me abrazó con fuerza,
mientras sentía que mi corazón se aceleraba contra ella. Razor aterrizó a nuestro
lado, saltando arriba y abajo, zumbando de emoción y miedo, pero apenas lo
sentí.
―¡R{pido, Ethan Chase! ―El Hombre Delgado se alejó repentinamente
de nuestro lado, con mis espadas y la mochila de Kenzie, la cual le arrojó―. No
hay tiempo. Toma tus horribles armas de hierro antes de que arruinen mis
guantes. ―Empujó mis espadas dentro de mis manos y echó los brazos hacia
atr{s, sacudiéndolos como si le picaran―. De prisa, antes de que lleguen el
resto de fenómenos del espectáculo. Todavía tenemos que encontrar el ancla y
destruirla.
―Humanos. ―Y Grimalkin apareció, en lo alto de un barril, sus ojos
dorados entrecerrados con impaciencia―. Por aquí, si les parece. Mientras
ustedes estaban perdiendo el tiempo jugando al circo con el maestro de
ceremonias y los payasos, he encontrado la localización del ancla. Síganme.
Un rugido nos interrumpió. La monstruosa Mujer Barbuda había echado
hacia un lado las solapas de entrada a la carpa y entró pisoteando, su enorme
boca se abrió furiosamente cuando nos vio. Fuera de las paredes de tela
aparecieron más sombras, deformes y retorcidas, comenzando a rasgar a través
de la tela con garras y dientes.
Corrimos, siguiendo al gato cuando saltó hacia la pared de tela y se
deslizó por debajo. Rajé la pared y huimos otra vez a través del laberinto de
tiendas.
Mientras corríamos, siguiendo de cerca al invisible gato a través de las
sombras, el barro y la niebla enroscándose alrededor de nuestros pies, comencé
a escuchar la música de nuevo. Brillante y alegre y sin duda, mucho más cerca
esta vez. Las paredes de tela, de repente, se separaron y me encontré en campo
abierto. Una amplia, fangosa calle se extendía frente a nosotros, llena de casetas
y juegos de feria.
Al final de la calle, quizás a unos cien metros de distancia, un carrusel
giraba en un círculo lento y perezoso. A diferencia de los puestos de juegos y la
rueda de la fortuna, brillaba con docenas de luces parpadeantes, aunque las
criaturas que componían el viaje no eran aptas para niños en absoluto. Caballos
con los dientes ensangrentados al descubierto mientras giraban sobre sus
postes, muchos torcidos en posiciones antinaturales de agonía, sus ojos
enloquecidos y en blanco. Las otras “monturas” eran igual de horribles. Lobos
babeantes, arañas gigantes y un oso con un niño pequeño en sus mandíbulas
eran algunas de las pesadillas congeladas en escayola, todo girando alrededor
con la música que había oído antes.
Kenzie, siguiendo mi mirada e inhaló fuertemente.
―Ese es el ancla ―dijo en voz baja―. El centro de la feria.
―Sí ―concordó Grimalkin―. Destruye el carrusel y esta realidad
desaparecerá. Sin el ancla todo se desvanecerá en el Between de nuevo. Sin
embargo, tendrás que hacerlo rápido. Los habitantes que componen este mundo
no están nada contentos con ustedes.
―Excelente. Entonces ¿Cómo lo destruimos? ―pregunté, mirando al
gato. Solo para encontrar que se había ido.
Vi moverse algo por el rabillo de mi ojo. Miré hacia la caseta de juegos
m{s cercana< para ver que uno de los osos de peluche se descolgaba de la
pared, se arrastraba por el mostrador y me enseñaba sus pequeños dientes
afilados. Y entonces me di cuenta que todos los juguetes, muñecas y animales
de peluche habían vuelto sus cabezas hacia nosotros, mirándonos, sus ojos
brillando como brasas desde las sombras de las casetas.
No creo haber corrido nunca tan rápido en mi vida.
Voces agudas balbuceaban y nos chillaban mientras huíamos por la calle
y varias cosas saltaron de las paredes, tratando de agarrarnos mientras
corríamos. Una muñeca de porcelana con la cara agrietada se tambaleó en el
camino delante de Kenzie, levantando sus brazos; Kenzie pateó la cosa como si
fuera un balón de fútbol lanzándola lejos y no se detuvo. Un muñeco vestido de
payaso con los ojos rojos se lanzó sobre mí desde uno de los mostradores, con
un cuchillo de carnicero en miniatura en su mano enguantada. Le golpeé con mi
espada lejos y seguí corriendo.
Llegamos al carrusel y cuando estábamos cerca, los animales volvieron a
la vida, gruñendo y golpeando contra sus postes, tratando de mordernos.
Esquivé una patada de una pezuña de un caballo y corté a un conejo gigante,
blanco, empapado en sangre mientras se daba la vuelta. La hoja cortó a través
de una oreja, haciendo que repiqueteara en el suelo, pero eso no pareció afectar
al propio carrusel.
―¡Llega hasta el centro! ―ordenó el Hombre Delgado, señalando a
través de la turba de animales que silbaban y chillaban. El centro de espejos nos
devolvió nuestros propios reflejos, una docena de Ethans, Kenzies y Hombres
Delgados, mirando hacia los paneles dorados―. Rompe los espejos ―dijo el
Hombre Delgado, saltando dentro del carrusel―. Los espejos son el centro de
este mundo. Destrúyelos y< ―Un dragón atacó y clavó sus fauces alrededor de
su brazo y el Hombre Delgado desapareció mientras se giraba para luchar con
él.
Juré.
―Est{ bien, supongo que tendré que entrar. Kenzie, ¿tal vez podría
encontrar algo que tirarles? ¿Tal vez algunas pelotas de béisbol de alguno de los
stand?
―Eemm, ¿Ethan? ―dijo Kenzie, su voz ligeramente estrangulada―. No
es muy buena idea. ―Miré hacia atrás y vi una avalancha de animales de
peluche y muñecos tambaleándose por la calle hacia nosotros, sus
espeluznantes ojos rojos como un enjambre de hormigas. Más allá de ellos y
acercándose desde todas direcciones, había un ejército de payasos y fenómenos
de circo, deformados y torcidos y parecían enojados como el infierno.
Se me congeló la sangre.
―Bien, entonces ―jadeé, volviéndome hacia el carrusel, tratando de
encontrar una brecha entre las retorcidas criaturas que gruñían. Detectando un
agujero entre un leopardo y el conejo que había golpeado antes, agarré la mano
de Kenzie y grité―: ¡Salta!
Saltamos al carrusel. El conejo gritó y araño, rechinando los largos
incisivos frontales, pero por suerte no nos podía alcanzar.
―Espera aquí ―le dije a Kenzie, mientras los dem{s animales nos
miraban torvamente y mostraban sus dientes. Me estremecí. Conseguir
atravesar ileso iba a ser difícil, pero prefería ser yo el corneado por ese
unicornio de aspecto diabólico a que lo fuera Kenzie.
Sin esperar respuesta, comencé a avanzar hacia el centro. Un lobo intentó
morderme; le esquivé. Un tigre rastrilló sus garras hacia mi cabeza; giré lo
suficiente para recibirlo en el hombro en lugar de la cara, pero aun así arrancó
un trozo de mi brazo haciendo que se me saltaran las lágrimas por el dolor. Los
últimos pasos hacia los espejos estaban bloqueados por un unicornio y un oso,
hice una pausa, para intentar buscar el mejor momento para lanzarme.
Kenzie dejó escapar un grito. Miré hacia atrás para ver a un payaso, con
la boca pintada abierta para mostrar sus colmillos afilados, agarrándose al
carrusel, fallando y tambaleándose en la distancia. Pero mientras íbamos dando
la vuelta, pude ver más cosas saltando sobre los bordes, aferrándose a los postes
mientras el carrusel giraba cada vez más rápido y los animales rugían con rabia.
―Maldita sea. ―Me giré, me preparé y me zambullí a través de la
abertura, haciendo una mueca cuando el cuerno del unicornio se clavó en mi
espalda. Rodando hasta levantarme, cargué contra el panel, alcé mi espada y
bajé la empuñadura lo más fuerte que pude rompiendo la superficie.
El cristal se hizo añicos. Y también lo hizo todo lo demás. Mi reflejo
explotó en una docena de fragmentos y se derrumbó, así como el carrusel, la
feria y el cielo sobre nuestras cabezas hicieron lo mismo. Fragmentos de
realidad cayeron sobre nosotros, mientras retrocedía tambaleándome hacia
Kenzie, tiré de ella hacia mí y cubrí su cuerpo con el mío lo mejor que pude. No
sabía lo que le estaba ocurriendo a los payasos, los monstruos y los juguetes
asesinos; solo esperaba que no nos fueran a cortar en tiras en un abrir y cerrar
de ojos. Sonaron gritos y aullidos y el aire se llenó con el ruido de un millón de
lámparas de araña rompiéndose. Y después, un silencio de muerte.
Cautelosamente, alcé la mirada.
La feria se había ido. Las tiendas y los payasos y las casetas
espeluznantes habían desaparecido. Kenzie y yo permanecíamos en el centro de
un viejo y deteriorado carrusel, los caballos de yeso agrietados, descascarillados
y definitivamente no vivos. A nuestro alrededor el Between se extendió, oscuro
y brumoso e infinito.
Miré a Kenzie.
―¿Est{s bien?
Asintió y me desplomé con alivio.
―Bien ―dijo, mientras Razor se dejó caer sobre la cabeza de un caballo,
zumbando y el Hombre Delgado serpenteó a través de las monturas hacia
nosotros, mirando molesto―. Esto fue< horrible. Al menos ya puedo tachar
una cosa más de la lista de cosas que quería hacer antes de morir.
―¿Sobrevivir a un apocalipsis payaso? ―adiviné.
Me sonrió.
―Nop. Unirme al circo.
Me reí, sacudiendo la cabeza. El alivio de que estuviéramos fuera de ese
loco lugar me estaba provocando una especie de vértigo. Incluso estaba aliviado
de ver la horripilante, vacía oscuridad del Between. Así era lo contento que
estaba.
―Eres una chica extraña ―le dije―. Genial, pero extraña.
Sonrió.
―Y por eso me quieres.
―Sí ―le susurré. Se puso seria, mir{ndome a los ojos mientras la
acercaba m{s contra mí―. Aunque si alguna vez te unes al circo ―murmuré,
sosteniendo su mirada―, ¿me prometes que no querr{s que sea voluntario para
ayudar al lanzador de cuchillos? Creo que al menos tuve tres ataques leves al
corazón esta noche.
―Oh, no lo sé ―dijo Kenzie, una mirada malvada cruzando su rostro―.
Fue muy emocionante. Nosotros dos podríamos perfeccionar una actuación y
llevarla de gira. ―Ante mi fingida mirada de horror sonrió y se apartó el
cabello―. Confío en ti, chico duro ―murmuró―. Incluso esta noche en la pista,
cuando no estaba segura de si lanzarías el cuchillo a mi cabeza o lo utilizarías
para apuñalar al maestro de ceremonias, confiaba en ti. Sé que nunca me harías
daño.
―Humanos.
La aburrida voz de Grimalkin cortó el silencio. Retrocedí, haciendo girar
los ojos, mientras el gato aparecía en la montura de un caballo cercano.
―Diría que estamos perdiendo el tiempo ―dijo, golpeando su cola
contra la pintura desconchada―, pero nunca parece captarse. ¿Vamos, antes de
que el Entremedio empiece a mostrar corazones y globos y otras cosas
nauseabundas? ―El gato se levantó y saltó con gracia del caballo del carrusel,
lanzándonos una mirada reveladora al aterrizar―. Me estremezco al pensar en
la realidad que podría surgir en torno a ustedes dos. Creo que sería incluso más
aterrador que la feria.
Capítulo 11 Realidades desaparecidas
Más tiempo vagando por el Entremedio. Bueno, tal vez vagando no era la
palabra correcta, ya que el Hombre Delgado parecía saber a dónde iba. Pero
seguro que se sentía como vagar, caminando en círculos interminables a través
de un paisaje espeluznante que siempre fue más de lo mismo. Estaba adolorido,
de varias heridas causadas por cuchillos arrojadizos, garras de tigre y cuernos
de unicornio. Y ahora estaba paranoico sobre tropezar con otra bolsa de
realidad, otro mundo golpeado que había surgido de la cabeza de un hada
murciélago de mierda loca. La feria había sido suficientemente aterradora; no
quería encontrarme de repente atrapado en un manicomio abandonado,
corriendo con pesadillas en batas blancas largas que quieren "curarme".
―Deja de hacer eso ―dijo el Hombre Delgado, mientras una camilla
salió de la niebla, ruedas chirriando en el silencio. Continuó por delante de
nosotros y desapareció en la niebla, y me estremecí―. Lo est{s haciendo de
nuevo.
―Sí, perdóname por estar un poco asustado por todo el asunto de la
feria malvada ―gruñí―. Supongo que debería estar agradecido que no era una
sirena o un selkie el que encontró el ancla y que la feria no estaba bajo el agua.
Podrías haber mencionado que podríamos correr en algo así antes de comenzar.
―No creía que fuera probable que encontr{ramos una ―respondió el
Hombre Delgado―. Las anclas son muy pocas y distantes. No est{n
simplemente ahí para que cualquiera pueda adjuntar un mundo. Se podría
vagar por el Entremedio para toda la vida, un milenio, y no encontrarte con
una. ―Me dio una mirada desde la esquina de un ojo p{lido―. Estaba tan
desagradablemente sorprendido como tú cuando nos topamos con esa realidad,
pero estoy descubriendo que tienes una extraña habilidad para atraer
problemas, Ethan Chase. Es casi un talento.
―Sí. ―Suspiré―. Bienvenido a mi mundo.
Y, por supuesto, en ese momento, caminamos a través de alguna barrera
invisible en la niebla< y el mundo cambió.
―Maldita sea, no otra vez ―gemí, pregunt{ndome en qué clase de
pesadilla nos habíamos metido esta vez. No fue, al menos, otra feria. O
espeluznante manicomio abandonado. Estábamos de pie en el borde de la
pradera dormida, una enorme luna amarilla colgaba encima de nosotros, tan
cerca que casi podía ver su superficie llena de cráteres. Bosque nos rodeaba,
oscuro y enredado, y un riachuelo estrecho a lo largo del borde de los árboles.
Aunque parecía inmóvil y normal, había algo en toda la escena que me molestó.
No en esto es sacado de una película de terror forma, sólo una sensación leve de
inquietud.
En el centro de la arboleda se levantaba una enorme mansión victoriana.
Torres y torreones se dispararon en el aire, pinchando el cielo nocturno.
Ventanas y balcones se elevaron por encima de nosotros, arcos y columnas eran
esparcidos alrededor de los muros de piedra, y un par de enormes leones de
piedra protegían el final de la pasarela.
―Vaya ―comentó Kenzie, estirando el cuello hacia arriba para mirar la
enorme casa―. Bueno, quien posee est{ loca realidad, al menos tiene buen
gusto.
Grimalkin paseó y saltó sobre una roca cercana.
―Eso ―afirmó imperiosamente, agitando su cola―, es la mansión de
Leanansidhe.
Exhalé de alivio. Nunca había estado tan contento de ver la guarida de
una hada reina peligrosa e increíblemente voluble en mi vida. Por supuesto,
nunca había visto la parte exterior de su mansión, pero tome la palabra de
Grimalkin de que se trataba de ella.
―Vamos ―le dije, y me dirigí hacia la mansión―. Cuanto antes
encontramos a Annwyl, más pronto podremos salir de aquí.
―Espera un momento, Ethan Chase ―dijo el Hombre Delgado. Le di
una mirada de curiosidad, y él cruzó sus manos por delante―. Creo que es
mejor que veas a la Reina Exiliada sin mí ―continuó con una sonrisa un tanto
dolida―. No creo que Leanansidhe tomaría amablemente tener a un Olvidado
en el interior de su hogar. Y la chica de Verano podría reaccionar mal si me ve
contigo. No me gustaría asustarla. ―Asintió hacia la mansión―. Sigue, reúnete
con la Reina Exiliada. Esperaré hasta que vuelvas con la chica.
―¿Dónde estar{s? ―preguntó Kenzie.
El Hombre Delgado agitó una mano aireado.
―Voy a estar cerca ―dijo, haciendo un gesto de vuelta a la pradera―.
No te preocupes, tengo la sensación de que no hay peligro en esta realidad.
Leanansidhe, al parecer, tiene un control firme sobre su territorio. Así que,
sigan adelante, y cuando estén listo para irnos, me reuniré con ustedes.
Se dio la vuelta, y mientras lo hacía, desapareció de la vista.
Caminando por el largo sendero de grava a los escalones, me di cuenta
de lo que me estaba molestando antes. La pradera no emitía ningún sonido.
Había una brisa; pude ver tallos de hierba y ramas ondeando en el viento, pero
no había sonido alguno. Ni siquiera el arroyo que corría a lo largo del borde del
bosque había hecho ningún ruido. Mirando el bosque era como mirar una
pintura real muy surrealista o una película sin el sonido. Era extraño, pero de
nuevo, me tomaría la tranquila espeluznante pradera sobre espeluznante feria
asesina cualquier día.
Pero eso no era ninguna razón para bajar la guardia.
Con Grimalkin deambulando detrás de nosotros y Razor posado en el
hombro de Kenzie, caminamos hasta los grandes escalones de mármol a las
enormes puertas dobles esperando por nosotros en la parte superior, y Kenzie
golpeó la madera con las aldabas de león de bronce en el centro.
No hubo respuesta.
―Inténtalo de nuevo ―le dije a Kenzie, después de unos minutos que
habían pasado en silencio. Ella lo hizo, golpeando un poco más fuerte esta vez,
los golpes resonaban fuertemente en la completa quietud. Sin embargo, no
hubo respuesta.
―Bueno, eso no es muy alentador ―dijo Kenzie, mirando fijamente a la
mansión―. ¿Crees que algo le pasó a ella, o que simplemente nos est{
ignorando?
Fruncí el ceño. No, algo estaba definitivamente mal. Leanansidhe podría
haber sido inconstante, dramática, impredecible y con tendencia a convertir a la
gente en guitarras cuando le molestaban, pero siempre había dado la
bienvenida a los Exiliados y fugitivos en su casa. Por supuesto, los utilizaba
como mano de obra barata y más para sus propios fines, pero no era conocida
por alejar a la gente. Especialmente si pensaba que podía ganar algo de ellos.
―Déjame intentar ―le dije, y me dirigí a la puerta mientras Kenzie se
hizo a un lado. Pero en lugar de utilizar la aldaba, levanté mi espada y golpeé el
mango contra la madera, haciendo con el golpe que vibrara mi brazo.
Esta vez, la puerta se abrió con un silbido, haciéndome parpadear y dar
un paso atrás. Y Leanansidhe misma, la musa Oscura, Reina de los Exiliados,
parada sobre nosotros. Llevaba un vestido negro brillante y guantes hasta el
codo, y una melena brillante de cabello de color cobre flotaba alrededor de su
cabeza. Se puso de pie en el marco de la puerta, majestuosa, hermosa y
mirándose peligrosamente enojada.
―Bueno ―anunció, sus fríos ojos azules fijos en mí―. Ethan Chase. No
has hecho un lío de todo.
* * *
Uh-oh. ¿Ahora qué había pasado?
―Bueno, no se queden ahí, queridos ―dijo Leanansidhe―. Si van a
entrar, entren. Tengo mejores cosas que hacer que verlos embobados en mí
como ciervos asustados. Vamos, vamos, palomas. Muévanse.
Kenzie y yo compartimos una mirada confusa, y luego entramos en el
vestíbulo y miramos alrededor con cautela. A primera vista, parecía lo mismo,
pisos de azulejo, columnas de mármol, una enorme chimenea contra una pared
y un piano de cola bebé en la esquina. Pero había algo diferente en él, también.
Algo que no podía distinguir que<
Leanansidhe cerró la puerta con un golpe que me hizo saltar. Se volvió
hacia nosotros, sonriendo una brillante y frágil sonrisa en mi dirección.
―Ethan, cariño ―dijo con una voz que hizo que mis entrañas se
encogieran―. Que amable que pasaras por aquí. Yo solo estaba pensando en ti.
Bueno, eso fue todo tipo mal agüero. Compartí otra mirada con Kenzie y
vi que ella todavía parecía tan desconcertada como yo. También me di cuenta
que Grimalkin había desaparecido convenientemente, y que Razor estaba
escondido debajo de la camiseta de Kenzie y sin hacer ningún ruido en
absoluto.
―Uh. ―Me enfrenté a la Reina Exiliada de nuevo―. ¿Algo est{ mal,
Leanansidhe? ―le pregunté, tratando de ser diplom{tico.
―Oh, ¿por qué no me lo dices tú, querido? ―Leanansidhe levantó los
brazos, indicando toda la habitación―. Eres un chico inteligente. ¿Por qué no
echar un vistazo alrededor y ver si algo te viene a la mente? ¿Nada te parece mal
a ti?
Recorrí el vestíbulo de nuevo, tratando de averiguarlo. Todo parecía bien
para mí; nada estaba roto, agrietado, quemado o dañado de alguna manera.
Pero Kenzie trajo de repente en una profunda exhalación y miró a la Reina
Exiliada.
―Est{ muy tranquilo ―dijo―. ¿Dónde est{ todo el mundo?
Claro. Eso era lo que me estaba molestando. La mansión de Leanansidhe
era un refugio para parias, y estaban por lo general aquí en tropel. Exiliados,
mestizos y fugitivos por igual, esto era un último recurso para los que no tenían
otro lugar a donde ir, y la mansión estaba siempre llena de hadas. Por no
mencionar un número de seres humanos dotados que Leanansidhe había
"recolectado" en los últimos años. Todo brillante, musical o artístico de alguna
manera, y todo completamente loco por vivir en el Between tanto tiempo. La
mansión parecía vacía, carente de vida. Ahora que lo pensaba, era raro que
Leanansidhe misma hubiera abierto la puerta; generalmente tenía criados que
hacían ese tipo de cosas para ella.
―¿Dónde, verdad? ―dijo Leanansidhe, sonriéndonos―. Esa es la
pregunta del millón, ¿no es así? Tendrán que perdonarme, palomas, si parezco
distraída. He estado muy ocupada últimamente. Ya ves< ―me clavó una
mirada penetrante―, no hace mucho tiempo, yo estaba fuera de casa en el
mundo mortal, en un viaje de negocios, figúrate, cuando esto fue< oh, cómo
debo decirlo< este pulso que pasó por el aire como una carga eléctrica. Casi me
tiró al suelo, era tan fuerte. Naturalmente, me sorprendió y comencé a
preguntarle a esta chica joven y agradable si ella lo había sentido, también.
»¿Sabes lo que hizo, cariño? ―preguntó Leanansidhe, aunque era
evidente que no tenía intención de esperar una respuesta―. Gritó. En mi cara.
Justo en el medio de una calle muy transitada. No tenía ni idea lo que estaba
sucediendo alrededor al principio, pero puedes imaginar mi sorpresa cuando
me di cuenta de que podía verme. Realmente verme. De hecho, y aquí es la parte
divertida, cariño, todos ellos podían verme, toda la ruidosa y torpe
muchedumbre humana. Los bárbaros me rodearon, hablando todos a la vez,
gritando, tomando fotos, tratando de tocarme. ―Leanansidhe dio un suspiro
dram{tico―. Ha sido una tarde m{s bien complicada.
Hice una mueca.
―¿Qué has hecho con ellos?
―Oh, ¿no te gustaría saber, querido? ―La Reina Exiliada me dio una
sonrisa malévola―. Pero eso no es la parte importante de esta historia. ¿Quieres
saber el clímax? Después de que< me ocupe de los mortales, regrese a casa. O,
traté de regresar a casa. ¿Y sabes lo que encontré, Ethan Chase?
Sus ojos estaban casi brillando ahora, un congelado azul peligroso, por lo
que mis entrañas se encogieron.
―¿Nada? ―supuse en un hilo de voz.
―¡Bravo, Ethan Chase! ―Leanansidhe aplaudió. Salté, y las luces que
nos rodean parpadearon―. Nada es exactamente lo que encontré. El Entremedio
había desaparecido. Mi casa se había ido. ―Chasqueó los dedos―.
Desapareció, como si nunca hubiera existido.
―Pero< finalmente regresó ―aventuró Kenzie, y Leanansidhe volvió su
penetrante mirada en ella―. Quiero decir, est{ aquí ahora.
―Notamos eso, ¿verdad, cariño? ―La voz del hada estaba cortando―.
Sí, el Velo finalmente fue reformado, y tuve la oportunidad de volver al
Entremedio. ¿Pero sabes lo que no se reforma m{gicamente? ―Agitó sus manos
alrededor de la habitación―. Esto. Mi casa. El centro de mi reino. Es por eso
que he estado tan ocupada en los últimos tiempos, mi paloma. He tenido que
reconstruir desde cero. ¿Y todos mis seres humanos, mis artistas y músicos y
compositores que habían crecido en mi estima todos estos años? ―Agitó una
mano al techo―. Se fueron. Perdidos. Corrieron hacia el reino de los mortales
cuando el Velo cayo, y no los he visto desde entonces. Estoy todavía bastante
perturbada por eso.
Oh mierda. Esto no iba bien. Nos escapamos de un nido de dragón
solamente para caer en uno aún más grande, y más desagradable. La Reina
Exiliada se detuvo mirando a Kenzie y me sonrió de nuevo, y sentí mi interior
encogerse.
―Y entonces, comencé a escuchar cosas sobre ti, Ethan querido. Los
rumores fueron llegando, de todos los rincones de Nunca Jamás y el reino de
los mortales. Tales historias interesantes, mi paloma. Acerca de ti, y el Príncipe
de Hierro, y cómo ambos eran responsables de la destrucción del Velo. ―Juntó
las manos enfrente de ella, d{ndome una mirada simulada inquisitiva―. ¿Te
importaría trabajar en eso, querido? Veras, estoy un poco molesta contigo y el
príncipe en este momento, y una explicación podría hacerme estar menos
inclinada a rasgar tus intestinos por tu nariz y hacer las cuerdas de mis arpas
con ellos.
―Keirran me apuñaló ―le dije, mientras Kenzie se movió
protectoramente a mi lado. No sabía lo que podría hacer frente a la
increíblemente poderosa Reina Exiliada, pero sabía que iba a tratar de hacer
algo si Leanansidhe cumplía su amenaza. Tenía que conseguir manejar esta
situación, ahora―. Fuimos a ver a la Reina de los Olvidados ―continué―, y
ella le dijo que podía destruir el Velo y salvar a todos los Exiliados si sacrificaba
a alguien cuya sangre lo atara a las tres cortes. Y luego me atravesó y me dejo
para que muriera. ―Leanansidhe levantó una ceja, e hice un gesto
desesperado―. No era mi intención destruir el Velo y hacer que tu reino se
desvaneciera ―le dije serio―. Hubiera tratado de detenerlo, pero estaba casi
muerto en el momento.
Me miró insatisfecha.
―Me temo que no es muy buena excusa, cariño ―dijo, haciendo que mi
estómago cayera hasta el suelo―. Fue tu sangre la que destruyó el Velo, tu vida
la que causó este desastre. Intencional o no, la culpa sigue siendo tuya.
―¿Qué pasa con Keirran? ―exigió Kenzie airadamente―. Él es el que
apuñaló a Ethan. Lo sacrificó, sabiendo que destruiría el Velo. Si desea señalar
con el dedo, Keirran es el que hizo la elección, no Ethan.
―Oh, el Príncipe de Hierro tiene mucho que responder ―acordó
Leanansidhe con voz terrorífica―. Y sentir{ mi castigo antes de que esto
termine, te lo aseguro. Pero< ―Su mirada afilada, mir{ndome―. Él no está
aquí. Y es sólo la mitad de la ecuación. Todo lo que ha sucedido, todo lo que ha
hecho hasta este punto, lo hizo posible sólo con tu ayuda, Ethan Chase.
―Inclinó la cabeza, levantando ambas cejas―. ¿Puedes negar esto, querido?
Aturdido, sacudí la cabeza.
―No ―dije con voz {spera―, pero estoy tratando de hacer lo correcto.
―¿Hacer lo correcto? ―Leanansidhe dejó escapar una breve carcajada―.
Perdóname, querido, pero es demasiado tarde para eso. ¿Puedes devolverme a
todos mis seres humanos? ¿Se puede hacer desaparecer a los Olvidados?
¿Puedes deshacer la profecía, ahora que se ha puesto en marcha? ―La Reina
Exiliada negó―. Esto es una guerra, Ethan Chase. Y tú no eres como tu
hermana. Tú no mandas el poder de Verano y de Hierro. Tú no tienes al hijo de
Mab y el famoso Robin Goodfellow a tu lado. Tú eres un simple mortal sin
poder por tu cuenta, una chica que está muriendo y un gremlin. ¿Cómo esperas
“hacer lo correcto”, Ethan Chase? ¿Cómo esperas hacer frente contra los
Olvidados y su reina?
―No lo hago ―le dije, de repente sintiéndome muy cansado―. No estoy
tratando de detener una guerra. No tengo planes para la dama y los Olvidados
solo. Yo sólo< estoy tratando de salvar a mi familia. Lo que queda de ella, de
todos modos. ―Sentí a Kenzie presionarse m{s cerca, y sus dedos rozaron
brevemente los míos, dejándome saber que estaba ahí. Apreté su mano a
cambio―. Si quieres matarme por eso ―continué, haciendo a Kenzie
tensarse―, conviérteme en un arpa o guitarra o lo que sea, adelante. Pero soy el
único que puede detener a Keirran ahora. La profecía no se trataba de la dama,
era sobre él. Y yo. De una forma u otra, vamos a tener que enfrentarnos otra
vez.
―No puedes salir de esto sin Ethan ―interrumpió Kenzie, ahora
apretando mis dedos en un apretón de muerte―. Esto no fue su elección. Él
hizo todo lo posible para ayudar a Keirran a salvar a Annwyl y Keirran le pago
apuñalándolo por la espalda. Y si crees que voy a dejar que lo convierta en una
guitarra<
―Oh, cariño, no seas ridícula ―espetó Leanansidhe, rodando los ojos―.
Y yo que pensaba que era la dramática. ¿De verdad crees que me gustaría
convertir al precioso hermanito de la Reina de Hierro en una guitarra?
¿Permanentemente, de cualquier forma? No, paloma. ―Me dio una mirada de
disgusto―. Si quisiera venganza, no sería tan burda y evidente como eso. No
cuando hay mil otras formas más creativas de arruinar la vida de alguien. Así
que puedes parar de mirarme, querida ―continuó, mirando a Kenzie―. Y
Grimalkin puede dejar de esconderse. No convertiré a nadie en nada hoy.
―Por favor. ―Soltó la voz familiar de Grimalkin, desde el banco del
piano. El gato levantó la vista de lavar su cola, como si hubiera estado allí todo
este tiempo―. Como si tuviera algo que temer de la gran cantidad de ti ―dijo,
y se puso de nuevo a la preparación de sí mismo. Sentí a Kenzie descansar de
alivio.
―Sin embargo, yo soy curiosa, queridos ―continuó Leanansidhe,
después de una breve mirada al gato, que parecía ajeno―. ¿Qué piensan hacer
con el Príncipe de Hierro? Lo último que supe, es que había declarado la guerra
a todas las cortes, incluso a su propio Reino de Hierro, enfrente de cada rey y
reina del País de las Hadas. Por el delito de traición, ya sabes. Penado con la
muerte. Parece que nuestro querido Príncipe de Hierro es enteramente serio
sobre destruirnos a todos nosotros. ―Negó con la cabeza―. Muchacho
descarado y estúpido. No pensé que tenía lo suficiente.
―Él no lo tiene ―le dije, haciéndola parpadear―. Él< no es del todo sí
mismo. Hay este amuleto que< eh< como que aspiro su alma.
La Reina Exiliada me miró con esos ojos azules de miedo, y el aire que
nos rodeaba se quedó muy quieto.
―Este amuleto ―dijo en voz baja―, ¿est{ alrededor del cuello de cierta
hada de Verano?
Tragué saliva.
―Supongo que lo has visto en Annwyl.
―No hace mucho tiempo, cariño. ―Leanansidhe se enderezó con un
resoplido―. No es como si quisiera volver a ver a la chica de nuevo. Esa
pequeña ramera me ha causado un sinfín de problemas. ―Alcanzando sobre su
cabeza, sacó un cigarrillo con flauta de la nada, se pegó un extremo en la boca e
hinchó nubes de humo violeta―. Nunca debería haber accedido a tomar a la
chica en primer lugar ―se quejó―, pero tú conoces a nuestro querido príncipe.
Pestañeando sus ojos y con esa mirada de cachorro herido que te da, y es casi
imposible decirle que no. Y si eso no funciona, él sólo te molesta constantemente
hasta que te rindes. Niño imposible.
Casi me sonreí. Keirran había sido así, una vez. Cuando lo conocí. El
príncipe del Reino de Hierro había sido caballeroso, de voz suave y sin tregua,
cortés incluso con sus enemigos. También era terco, imprudente e imposible,
pero al menos era civilizado al respecto, así que era difícil ponerte en contra de
él. Cuando me enteré de quién era en realidad, pensé que le odiaría. Pero mi
sobrino me había conseguido por su manera de tratarme, no sólo como familia,
sino como un amigo. Y, sorprendentemente, eso es en lo que se había
convertido. Érase una vez, no hace mucho tiempo, Keirran había sido mi amigo.
Nada como el frío, extraño sin emociones que se había mostrado en Tir
Na Nog ese día, sus ojos completamente planos mientras le había dicho a las
cortes, a su propia familia, que eran sus enemigos ahora.
―Sabía que algo andaba mal cuando ella volvió con esa< cosa<
alrededor de su cuello ―continuó Leanansidhe, haciendo un giro en mi
estómago―. Sucia magia que era, querido. No sé dónde lo consiguió, pero sabía
que no lo quería en mi casa. La niña desdichada no me dijo dónde lo consiguió,
como sea, sólo que la conectaba a ella y al Príncipe de Hierro, y que no podía
quitárselo. Debería haberla echado entonces. Pero deje que se quedara, como la
tonta de corazón blando que soy.
―¿Dónde está Annwyl ahora? ―preguntó Kenzie.
―La última vez que vi a la chica del Verano ―reflexionó Leanansidhe―,
fue un par de noches después de que el Velo fuera arrancado. Ella había estado
en la mansión cuando el Entremedio desapareció. No sé cómo sobrevivió ella, o
lo que le pasó a todos los Exiliados y mestizos en la casa cuando el Velo cayó.
Sólo sé que regresé del reino mortal esa noche, y el Entremedio ya no estaba allí.
Cuando el Velo se reformo y pude ir al Entremedio de nuevo, nada quedaba de
mi mansión, excepto el ancla. Todo y todos se habían ido.
»Unas noches m{s tarde ―continuó Leanansidhe―, Annwyl vino y me
anunció que se iba. Que algo había sucedido con el príncipe, y tenía que irse
antes de que el amuleto hiciera algo más. O algo así. En realidad no estaba
escuchando en ese momento.
Kenzie parpadeó.
―¿No le importaba que Annwyl se fuera?
―Vas a tener que perdonarme, querida. Mi casa se había ido, el
Entremedio ya no existía, y, para mi mente, la niña solo me había dicho que era
en parte responsable de su desaparición. ―A Leanansidhe le brillaban los ojos
mientras giraba su flauta―. No estaba del humor m{s razonable en ese
momento. Estuvo de suerte que estaba agotada por la renovación. De lo
contrario podría haber decorado mi oficina con Esencia de Chica de Verano.
―¿Que le ocurrió?
La Reina Exiliada frunció los labios, soplando una nube de humo que
parecía inquietantemente como un hada de Verano. La imagen de humo se
encogió de algún terror invisible, recogió su falda y corrió.
―Le dije se fuera de mi vista ―dijo Leanansidhe, viéndola irse
corriendo―, y que si la veía de nuevo, separaría su hermosa cabeza de sus
hombros.
Hizo un gesto rápido con la flauta de cigarrillo, y la cabeza del hada de
humo cayó de su cuerpo antes de que ambas partes se retorcieran en la nada.
Kenzie arrugó la nariz.
―Así que no, queridos. ―La Reina Exiliada había terminado―. Me temo
que no he visto a la chica de Verano últimamente. Como he dicho, he estado
ocupada restableciendo mi casa desde cero.
―Tenemos que encontrarla ―insistió Kenzie―. Tenemos que conseguir
el amuleto antes de que sea demasiado tarde. ¿Dijo dónde iba, lo que estaba
buscando?
Leanansidhe suspiró.
―No tengo ni idea de lo que est{ buscando, cariño ―dijo―. Pero sí sé
adónde fue. No es que les haga mucho bien. ―Chupó la flauta de cigarrillo e
hinchó una larga columna de humo que se acurrucó en el aire como un río
lento―. La chica de Verano se ha ido a la frontera de Wyldwood ―entonó la
musa oscura solemnemente―, y m{s all{ del río de los sueños. M{s all{ de los
territorios de Verano e Invierno, en Deep Wyld.
Sentí un escalofrío en la grande y acogedora habitación.
―¿Deep Wyld? ―Kenzie hizo eco, sonando intrigada―. ¿Qué es eso?
¿Otra región de Nunca Jamás?
―Sí ―dije, recordando las partes y piezas que había recogido en los
últimos años acerca de Deep Wyld. No mucho, pero sabía que era la parte más
profunda y más oscura de Nunca Jamás, un lugar en que las hadas normales
rara vez se aventuran. Nadie sabía mucho sobre Deep Wyld, lo que era, qué
tipo de cosas vivían por ahí―. Algo así como Wyldwood, pero< m{s grande.
Es supuestamente la parte más antigua del País de las Hadas.
Y, probablemente, la más peligrosa.
―Exactamente, cariño ―estuvo de acuerdo Leanansidhe―. Deep Wyld
es el vasto desierto salvaje de Nunca Jamás, más allá de las cortes y Wyldwood
y nada familiar. Sólo los más valientes o más aventureros desesperados cruzan
a través del Río de los Sueños y a Deep Wyld. Y muchos que intentar cruzar
nunca regresan.
―¿En serio? ―Por supuesto, la noticia no hizo nada para disuadir a
Kenzie. ¿Otra región del País de las Hadas que fuera aún más misteriosa y
peligrosa que la mayoría? Prácticamente podía ver sus ojos brillando ante la
idea―. Pero ¿por qué Annwyl entraría en Deep Wyld? ―preguntó.
―Ni idea, mi paloma ―dijo la Reina Exiliada con ligereza―. Se dice que
muchos secretos antiguos y conocimientos prohibidos descansan en las regiones
más oscuras de Deep Wyld. Si Annwyl está buscando algo en particular, ya sea
conocimiento o poder, no es un mal lugar para buscar. Sin embargo, seguir a un
hada de Verano a través del Wyldwood es bastante difícil. Si ellos no quieren
ser encontrados, es casi imposible encontrarlos. Seguir un hada de Verano a
través de Deep Wyld, que es más vasto, más oscuro e infinitamente más
peligroso, es harina de otro costal. Ustedes no pueden simplemente correr tras
la chica sin ninguna pista en cuanto a dónde se dirige, queridos. Van a necesitar
algún tipo de guía.
―Tenemos a Grimalkin. ―Kenzie señalo, mirando el gato en el banco
del piano. Tenía los ojos cerrados―. Él nos puede mostrar el camino, ¿verdad?
Leanansidhe sorbió.
―Contrariamente a lo que crees que Grimalkin es, querida, no lo sabe
todo sobre Nunca Jamás. Impactante, lo sé. Pero si ustedes van a tratar de
encontrar a la chica de Verano hasta Deep Wyld, sólo hay alguien que será
capaz de ayudarlos. Y creo que nuestro querido Grimalkin sabe exactamente de
quién estoy hablando.
―No puedes estar hablando en serio. ―Los ojos amarillos de Grimalkin
abrieron una grieta y le miraron con desdén―. ¿Convocarlo? ¿Para seguir a un
hada de Verano a través de Deep Wyld? No puedo decir si incluso podría
molestarse en responder a dicha solicitud.
―Él vendría si tú le preguntas, cariño.
El gato aplanó sus orejas.
―Supongo que si no hay otra manera ―dijo con voz disgustada―.
Aunque alguien me va a deber un gran favor cuando esto termine. Pero no se
preocupen, seres humanos. ―Él me dio una mirada de exasperación―. Voy a
encargarme de todo, como siempre.
―Ahí est{ ―dijo Leanansidhe, y la sonrisa poco malvada estaba de
vuelta en su cara―, un diminuto problema más. Verán, Deep Wyld se
encuentra al otro lado del Río de los Sueños, no está cerca desde aquí, queridos.
Podría tomar muchos días de viaje recorrer las partes más desagradables de
Wyldwood para llegar a él. ¿Cómo pretenden llegar?
―Caminando, supongo ―murmuré, aunque la idea de andar a través de
Wyldwood durante días finalmente no era agradable. Y yo era muy consciente
de que nos est{bamos quedando sin tiempo―. A menos que alguien pueda
pensar en algo mejor.
―Bueno, tengo una sugerencia, querido. ―La Reina Exiliada agitó su
mano, y la flauta de cigarrillo retorció lejos unos zarcillos de humo―. Estoy
empezando a reunir mis vehículos de nuevo, y sucede que tengo uno funcional
de nuevo. Se dirige a Wyldwood, a un lugar muy cerca del Río de los Sueños.
Todavía harán un día de camino desde el río, pero te llevará a la frontera
mucho más rápido que si van caminando desde aquí.
Al instante sospechoso, me crucé de brazos.
―Uh-huh. ¿Y cuál sería el truco? Tú, sin duda no nos vas a dejar usar ese
vehículo por la bondad de tu corazón.
―Vaya querido, qué idea horrible. No podemos tener esos rumores
dando vueltas, ¿verdad? Piensa en el daño a mi reputación. ―Leanansidhe rió
entre dientes, como si la idea fuera absurda, y sacudió la cabeza―. Adem{s,
Ethan Chase, tú y el príncipe me han causado un sinfín de problemas. Algunos
argumentarían que me debes.
―Bien. ―Suspiré―. Creo que acepto eso. ―Levanté los brazos en un
encogimiento de hombros antes de dejarlos caer a los lados―. Vamos a acabar
de una vez, entonces. ¿Qué quieres?
―Ethan, espera. ―Kenzie se adelantó y nos hizo dar la espalda a la
Reina Exiliada. Bajando la voz, susurró―: Déjame negociar con ella.
Leanansidhe no está enojada conmigo, no como contigo y Keirran, el precio
podría ser menor si me ocupo de ella.
―No, Kenzie ―murmuré, y le tomé la mano―. Es mi turno. Tú ya has
hecho tanto, hecho tantas ofertas. Sé que podrías hacer esto sin pensarlo dos
veces, pero< creo que es hora de que comparta parte de esa carga.
―Pero odias negociar con las hadas.
―Lo sé. ―Tirándola hacia delante, deslicé un brazo alrededor de su
cintura, manteniendo mi voz suave―. Ya no es acerca de mí. Y yo no voy a ser
como Keirran y hacer ofertas que son demasiado altas, o prometer algo que va a
herir a los demás, especialmente a ti. Pero tenemos que encontrar a Annwyl
pronto. Y si la negociación con Leanansidhe nos llevará allí más rápido,
entonces estoy dispuesto a hacerlo. Si el costo es algo con lo que puedo vivir.
Algo con lo que ambos podemos vivir.
―Est{ bien. ―Asintió lentamente―. Sólo ten cuidado chico duro.
―Lo haré. Y si crees que voy a terminar como un arpa o algo, patéame.
―Yo no ―dijo Leanansidhe con voz molesta mientras nos daba la
vuelta―, te voy a convertir en un arpa, Ethan Chase. Uno, ya tengo una
importante colección. Dos, harías una terrible arpa, demasiado quejica y
melancólica. Nada de elegancia en absoluto. Pero eso no viene al caso. ―Se
enderezó majestuosamente, mirando por encima del hombro a nosotros―.
¿Est{s listo para escuchar mis términos, cariño? ―preguntó―. ¿O ni siquiera
debería molestarme en desperdiciar mi aliento, porque todos sabemos que
Ethan Chase no negocia con las hadas, y el precio va a ser significativo?
Tragué saliva. Todo en mí me decía que me negase, pero me obligué a
preguntar.
―¿Cu{l es el precio?
Leanansidhe sonrió.
―Un año ―dijo la musa oscura en voz baja, misteriosa―, de tu vida,
sólo para mí. Todas tus ideas, todos tus sueños, miedos, emociones, todo lo que
has sentido o experimentado en esos doce meses, serán míos.
Mis entrañas se entregaron en un nudo.
―¿Un año? ―exigió Kenzie detr{s de mí―. ¿Sólo por usar el vehículo?
Eso es un poco exagerado, ¿no crees? Te di un mes para obtener la Visión, ¿por
qué es tan alto para Ethan?
―Porque, cariño ―dijo Leanansidhe―, y no lo tomes a mal, pero, tú no
eres tan importante para Nunca Jamás como Ethan Chase. Es el hermano de la
Reina de Hierro. Él es parte de una profecía. Su sangre lo ata a las tres cortes de
Faery. Él está íntimamente ligado a nuestro mundo, y una vida como la suya
sólo ocurre una vez en una luna azul. ―Se encogió de hombros―. Adem{s,
todavía estoy de mal humor sobre mi colección de Charles. ¿Sabes cuánto
tiempo me llevó a reunir a todos los seres humanos? No, Ethan Chase.
―Sostuvo un dedo levantado―. Un año de su vida, ni m{s, ni menos. Por
supuesto, todavía puede viajar a Deep Wyld a través de la ruta normal. Sólo le
llevar{, oh< ¿tres semanas, tiempo hadas? Si no se meten en problemas de
camino.
―Un año de mi vida, ¿eh? ―murmuré―. ¿Y no hay nada que pueda
decir u ofertar que pudiera acortarlo un poco?
―En realidad ―ronroneó Leanansidhe―, lo hay. ―Sonriendo, me miró
sobre los dedos juntos―. Tu vida no es la única que me interesa. Estaría
dispuesta a dividir el costo con la otra mitad que me causó tantos problemas.
De hecho, sólo para ti, querido, te voy a dejar completamente fuera< si me
prometes un año de la vida del príncipe en tu lugar.
Kenzie jadeó.
―¿Puedes hacer eso? ―le espetó, mir{ndonos con los ojos abiertos―.
¿Prometer un año de la vida de otra persona? ¿Incluso si no están de acuerdo
ellos mismos?
―Normalmente no puedo, querida ―dijo Leanansidhe―. Pero este es
un caso especial. Veras< ―hizo un gesto en dirección a mí―< Ethan y el
príncipe están vinculados entre sí por más que sangre. Son dos mitades de una
profecía, y les hace, en esta situación, únicos. Keirran ya ha tomado la vida de
Ethan. Por lo tanto, Ethan podría inclinar la balanza y tomar una parte de la
vida del príncipe a cambio. Si él quisiera."
―Pero< Keirran es parte hada ―dijo Kenzie, frunciendo el ceño
mientras trataba de entender.
―Técnicamente, es inmortal. ¿Cómo se puede acortar la vida útil de algo
que no puede morir?
―Todas las hadas pueden morir, mi amor ―dijo Leanansidhe―.
Simplemente no se marchitan y mueren de vejez como los mortales. Pero tú eres
una chica inteligente como para recordarlo. ―Sonaba a regañadientes
impresionada y molesta al mismo tiempo―. Yo no estaría acortando la vida del
príncipe sino tomando una parte de ella. El valor de un año de los sueños, las
emociones, el glamur, la felicidad, todo lo que él llevaría a cabo, querida.
―¿Qué le haría eso? ―preguntó Kenzie.
―¿Quién sabe, paloma? ―Leanansidhe se encogió de hombros―. No he
hecho este tipo de negociación antes, no con un receptor hada. Todas mis
relaciones han sido con los mortales. Tal vez el príncipe se marchite, se
convierta en una sombra de lo que es durante un tiempo. Tal vez pasaría un año
fuera de sí, sabiendo que algo está perdido, pero incapaz de poner el dedo en
qué. En realidad no importa, ¿no? El Príncipe de Hierro es tu enemigo ahora, el
enemigo de toda hada verdadera. ¿A quién le importa lo que esto va a hacer
con él? ―Se volvió hacia mí expectante―. Entonces, ¿qué dir{s, Ethan Chase?
Puedes tomar tu venganza en Keirran aquí mismo. Lleva tu venganza por su
traición, por haberte matado, un miembro de su familia, para salvar a los
Olvidados.
En mi vacilación, su voz bajo, halagüeña.
―Es justo, ¿no te parece, querido? ―cantó―. “Ojo por ojo”, ¿no es uno
de tus refranes humanos? ¿No crees que Keirran deba ser castigado por todo el
dolor que ha causado?
―Sí, pero< ―Me pase una mano sobre mi cabeza, pensando. A decir
verdad, y yo podría haber sido un podrido ser humano para admitirlo, la oferta
sonaba muy tentadora. Keirran había hecho daño a tanta gente. No sólo a mí,
sino a Kenzie, Meghan, Ash, Annwyl, mis padres, Razor, Guro, todos en Mag
Tuiredh, y la lista seguía. Y ponerse del lado de la Reina Olvidada, estaba
poniendo en peligro un infierno de mucho más. Quería que pagara. Quería que
supiera las consecuencias de sus acciones, y que no sólo fuera a darse la vuelta
y aceptar que había tratado de matarme. No estaba de acuerdo con eso, maldita
sea. El hecho de que él no tenía un alma no significaba que podía excusar toda
la mierda que había hecho.
Pero< si estaba de acuerdo, no estaría simplemente haciéndole daño a
Keirran. Estaría haciendo daño a Meghan, también. Y eso era algo que Keirran
nunca llegaría a entender; sus acciones estúpidamente imprudentes no lo
afectaron sólo a él como había creído una vez. No estaba haciéndose daño a sí
mismo, estaba haciéndole daño a todos los que se preocupaban por él.
Y, aunque yo estaba enojado con el príncipe, incluso si se lo merecía, la
vida de Keirran no era mía para comerciar con ella. Eso me haría igual que él.
―No ―me dije, sacudiendo la cabeza―. No, Keirran es un hijo de puta,
pero< no es mi lugar. No voy a hacerle eso a él, o a Meghan.
―Muy bien, cariño. ―Leanansidhe se enderezó, lanzando su cabello
hacia atr{s―. Es tu elección, después de todo. Pero el precio para el uso del
transporte sigue en pie. Un año de su vida, o un año de la tuya. ¿Qué va a ser?
Suspiré, empujando hacia abajo el miedo, la torsión salvaje de mis
entrañas.
―Un año ―le dije con cautela―. Exactamente uno. ¿Y esto ser{ al final
de mi vida normal? ¿No voy a despertar como un vegetal cuando tenga treinta?
―No, mi paloma. ―La Reina Exiliada sacudió la cabeza con una
sonrisa―. Si nada te sucede, vivir{s una larga vida humana normal.
Simplemente va a ser un año más corta que cuando se supone debes morir. Yo
no puede decir cuándo será eso, querido. Nadie puede decir eso.
―Kenzie. ―Miré a mi novia, que estaba observando todo esto en silencio
sombrío. Sus brazos se cruzaron, pero ella no parecía enojada o como si quisiera
protestar. Sólo parecía sombría.
Me acerqué, poniendo mis manos en sus brazos, bajando la voz.
―Si no quieres que haga esto ―le dije―, no lo haré. Estoy dispuesto a
hacer el trato, pero tienes que estar bien con esto, también. ―Me hubiera
gustado poder haber hablado con mis padres, pero por supuesto que no iba a
suceder―. No quiero ser como Keirran ―le dije con una mirada
desconcertada―. Hacer negocios y promesas sin pensar en nadie m{s. Y tú<
eres la persona m{s importante en mi vida, así que< ―Me callé, mientras los
ojos de Kenzie brillaban―. Quiero estar seguro de que est{s bien con esto
―continué―. Si no lo est{s, est{ bien. Encontraremos otra manera<
―Ethan. ―Kenzie puso una mano en mi pecho. Sus ojos estaban todavía
brillantes mientras me miraba―. No estoy exactamente de acuerdo con esto,
pero< ciertamente no soy nadie para decir nada acerca de hacer negocios con
las hadas. Sería muy hipócrita de mi parte detenerte ahora, a pesar de que
quiero tenerte alrededor tanto tiempo como pueda. Pero sé que eso no es
posible. ―Se aferró a su sonrisa, incluso mientras un bulto subió a mi
garganta―. Nadie puede vivir tu vida, sino tú, y esto es tu elección, tipo duro.
Decidas lo que decidas, siempre tendr{s mi apoyo. ―Se inclinó y besó mi
comisura de la boca―. Mientras tú no te dejes convertir en un hámster o algo
así ―susurró mientras se apartaba―. Si fuera así yo podría protestar un poco.
―Besito ―zumbó Razor de debajo de su cabello.
―Oh, por favor, conviértele en un h{mster ahora mismo ―comentó
Grimalkin desde el piano. Los ignoré a todos y la besé.
Leanansidhe estaba esperando pacientemente mientras retrocedí, aunque
Kenzie deslizó sus dedos entre los míos y los apretó, negándose a dejar mi lado.
Hubo una leve sonrisa en el rostro de la Reina Exiliada mientras nos miraba.
―¿Has decidido entonces, querido?
Asentí.
―Sí ―dije, obligando a mi corazón que se calmara―. Estoy dispuesto.
Estoy de acuerdo.
―Un año de tu vida, dado a mí, en cualquier momento puede llegar.
―Leanansidhe levantó una delgada mano antes de que pudiera responder―.
La última oportunidad para echarse para atrás, cariño. Una vez que te
comprometas, es permanente. Tus siguientes palabras decidirán este negocio,
por lo que hay que estar muy seguro. A cambio del uso del vehículo que te
llevara a Deep Wyld, estás de acuerdo a renunciar a un año de tu vida para mí.
¿Sí o no?
Kenzie me apretó la mano. Tragué saliva, respire hondo y le respondí:
―Sí.
Me preparé, pero no estaba preparado para lo que se sintió como un
puño de hielo que se hundía en mi pecho, agarrando algo vital y rasgando hacia
fuera otra vez. Di un grito sin aliento y habría caído, pero Kenzie me agarró del
brazo, plantando sus pies mientras tomaba todo mi peso, manteniéndome en
posición vertical.
Jadeante, me sorprendí y le di una mirada de agradecimiento mientras
me enderezaba. Leanansidhe no se había movido, aunque sus ojos estaban
cerrados y su cabello se agito y retorció como si detectara un fuerte viento.
―¿Est{s bien, tipo duro? ―susurró Kenzie.
―Sí. ―Apreté, mientras que el dolor desaparecía y mis músculos
finalmente aflojaron. Por un segundo, sentí un enorme agujero en algún lugar
profundo dentro de mí, antes de que contuviera el aliento, y se llenara una vez
m{s―. Todo bien. Gracias.
Leanansidhe abrió los ojos y sonrió.
―¡Esplendido, querido! ―anunció, y podría haber sido mi imaginación,
parecía más brillante, más vibrante y viva. Me pregunté si parecía diferente
para cualquier hada a mí alrededor, si pudieran sentir que algo no estaba bien.
Que no estaba completo.
No importaba, me dije. Era un año, y nadie sabía cuándo iba a morir. Yo
podría renunciar a un año si eso significaba salvar a mi familia, mis amigos y el
resto de este mundo loco. Pasara lo que pasara, cualquier cosa que el futuro
trajera, acababa de hacer lo que tenía que hacer, Kenzie me había enseñado eso.
Aunque hace unos pocos meses, nunca hubiera hecho este tipo de trato.
Antes de que Kenzie y Keirran se estrellaran en mi vida, antes de los Olvidados
y la dama, antes de que Nunca Jamás me eligiera como su campeón humano, no
quería tener nada que ver con las hadas. Apenas había querido nada que ver
con mi familia inmortal. Todo era diferente ahora. Yo estaba dispuesto a
renunciar a mucho más, incluso mi propia vida, para salvar todo lo que una vez
había despreciado.
Yo… seguro he cambiado.
―Bueno. ―Leanansidhe juntó las manos―. Creo que esto concluye
nuestra transacción comercial. Grimalkin, cariño< ―Miró al gato, que se había
acurrucado en el banco del piano con su cola sobre su nariz―. Sé amable y
muéstrales el camino al vehículo. Tú sabes dónde está, ¿no? Ah, y si vas a traer
ese horrible delgado Olvidado por mi casa, no lo dejes en ningún lugar cerca
de< bueno, cualquier cosa en realidad. No quiero que chupe el glamur de las
paredes. Ethan, ¿cariño? ―Me sonrió―. Te deseo suerte. Y si terminas
encontrándote de frente con Keirran en un futuro próximo, sé un amor y patea
su pequeño culo real por mí, ¿sí? Lo apreciaría. Ciao, queridos.
Un viento azoto a través del vestíbulo, lanzando el cabello de Kenzie y
haciendo que el fuego estallara con un rugido. Cuando se calmó de nuevo, la
Reina Exiliada se había ido.
―Bueno ―dijo una voz alta y familiar, mientras el Hombre Delgado
volvió a la existencia en una esquina―. Creo que estoy ofendido.
Capítulo 12 El puente Gnomo
De vuelta en Nunca Jamás otra vez. Estaba empezando a sentirme un poco
deteriorado, ya que habíamos estado saltando del mundo real a Wyldwood, al
Between y viceversa, sin apenas oportunidad de descansar o comer o tomar
aliento. Al menos Kenzie había conseguido dormir unas horas esa noche en el
árbol, aunque estaba empezando a mostrar signos de agotamiento también, a
pesar de que trataba de ocultarlo. Estaba preocupado por su salud y tratando de
no ser sobreprotector a medida que seguíamos a Grimalkin través de varios
largos y estrechos pasillos que conducían más profundamente en la mansión.
Que no parecía del todo sólida cuanto más lejos nos aventuramos en sus
salas. Pasillos se veían vacilar en la distancia, brillando como las olas de calor. O
parpadeaban como si estuvieran en peligro de desaparecer. Pasamos varias
habitaciones grandes que estaban completamente vacías y otras donde
fantasmales muebles se desvanecían dentro y fuera de la existencia, como si no
hubiera suficiente glamour para que fueran completamente reales. Una vez,
Kenzie se detuvo frente a una puerta, y miré por encima de su hombro para ver
todo más allá del marco flotante en el aire. Sofás, sillas, una mesa de café,
lámparas, una estantería, todo a la deriva perezosamente por la habitación
como los astronautas en una estación espacial. Rápidamente, le aparté,
esperando que Grimalkin pudiera llevarnos al vehículo sin que los pisos se
desvanecieran o nosotros cayendo a través de las escaleras o algo.
Por último, el gato nos condujo por un largo tramo de escalones de
piedra hasta la mazmorra como el sótano de Leanansidhe. Las antorchas
parpadeaban en corchetes sobre pilares de piedra, y los pisos estaban fríos y
húmedos. Parecía mucho más pequeño que cuando había estado aquí abajo
antes, o tal vez sólo parecía así porque no podía ver más allá de la luz de las
antorchas. Más allá de los círculos de luz naranja, no había más que negro.
―Aquí ―dijo Grimalkin, sentado delante de un arco de piedra. Un par
de cabezas de gárgolas cada una abrazando una parpadeante linterna a cada
lado del arco, pero al igual que el resto de la habitación, no podía ver nada
excepto oscuridad a través del marco―. Este es el vehículo que los llevar{ hasta
la frontera de Deep Wyld ―continuó el gato inclinando una oreja hacia ahí―. A
partir de aquí, el río de los Sueños no está lejos. Voy a emitir esta advertencia,
sin embargo. Deep Wyld no es como el Wyldwood. Es mucho más peligroso,
mucho más fácil para perderse y mucho más probable para los mortales que se
tropiezan con cosas que no deberían tocar. Tengan cuidado humanos.
―Grimalkin suspiró, agitando su cola cuando se volvió hacia el arco―. Odiaría
tener que explicar a la Reina de Hierro que su hermano fue comido por hongos
carnívoros porque no veía dónde ponía los pies.
―¿Hongos carnívoros? ―Kenzie me miró y sonrió―. ¿Algo así como los
Goombas de Super Mario Bros? No te preocupes, si hay hongos malos,
simplemente saltamos sobre sus cabezas, eso va a matarlos.
Le di una mirada desconcertada.
―¿Qué?
―¡Super Mario Bros! ―exclamó Kenzie, frunciendo el ceño―. ¿Mario,
Luigi, Bowser? Es un cl{sico. ―Cuando todavía me veía desconcertado, rodó
los ojos―. Eres un chico. ¿Cómo es que no sabes de vídeo juegos?
Sonreí.
―Posiblemente porque estaba m{s preocupado por monstruos reales que
me podían comer.
―Como sea. Cuando vayamos a casa, voy a pedir prestado el Nintendo
de Alex y te presentaré a Super Smash Bros.
―Hongos. ―Razor, posado en el hombro de Kenzie de nuevo, arrugó la
nariz―. Bleh. Fuchi, malos hongos. Como gatito.
El Hombre Delgado negó.
―Oh, esto va a ser de mucha experiencia. ―Suspiró, y nos siguió a través
del arco.
* * *
Nos tomó un par de horas para llegar al río. El Wyldwood seguía tan oscuro,
enredado y poco atractivo como antes, y me preguntaba cómo este misterioso
Deep Wyld podía ser peor. No tenía ninguna duda de que lo era, sin embargo.
Porque así es como siempre funcionan las cosas en Nunca Jamás. Las cosas
nunca fueron tan retorcidas, desagradables y totalmente horribles que no
podían empeorar aún más.
Bueno, eso es un pensamiento alegre, Ethan. Estás hecho una bola de sol hoy,
¿no es así?
Mi mal humor continuó empeorando cuanto más caminamos, marcado
por picos ocasionales de temperamento cada vez que me tropecé con un tronco,
o una vid serpenteaba alrededor de mi pie y deliberadamente me tiraba.
Agregado a mis quejas, mis muchos pequeños cortes y heridas latían,
haciéndome aún más irritable. Estaba, me di cuenta, cansando del país de las
Hadas. Estaba cansado de sus guerras y luchas de poder. Estaba cansado de sus
estúpidamente paisajes peligrosos que desafiaban la lógica y la cordura y te
volvería loco si pensabas demasiado duro sobre eso. Estaba cansado de las
hadas y ofertas de hadas y misiones y elecciones imposibles. Estaba cansado de
todo.
―Oye ―dijo Kenzie cuando nos detuvimos para un breve descanso.
Grimalkin estaba sentado sobre un tronco en un raro parche de sol, lavándose
la cola, y el Hombre Delgado había desaparecido de algún lugar u otro. Yo
estaba apoyado en el tronco de un enorme árbol, sintiéndome malhumorado y
antisocial y deseando que este viaje acabara ya, cuando Kenzie caminaba con
una barra de granola en la mano. Sus ojos estaban preocupados cuando me
miró―. ¿Est{s bien?
Tomé la barra ofrecida con una breve inclinación de cabeza.
―Sí. Estoy bien.
―¿Est{s seguro? No has dicho mucho desde que dejamos a Leanansidhe,
y tienes ese ceño de odio todo en ti. Est{s<
―He dicho que estoy bien ―le espeté, haciéndola saltar. Razor silbó
hacia mí y desapareció por su camiseta, y los ojos de Kenzie brillaron.
―Est{ bien, chico duro, entendido. ―Se alejó, no siendo capaz de
enmascarar el dolor y la rabia de su cara―. Te dejaré solo.
Suspiré.
―Kenzie, espera. ―Se volvió con cautela, y me pasé una mano por el
cabello―. Lo siento ―ofrecí, dejando caer mi brazo―. No tenía la intención de
gritarte. Estoy cansado< supongo.
Parpadeó, mirándome con preocupación.
―¿Vas a estar bien?
―¿Honestamente? No lo sé. ―Miré hacia abajo a mis manos,
jugueteando con la envoltura de la barra, sintiendo su mirada en mí―. Es sólo
que< todo el mundo cuenta con nosotros, ¿sabes? Y hay mucho que podría ir
mal. Tenemos que encontrar a Annwyl, que podría estar en cualquier lugar en
este momento, convencerla de volver con nosotros, y de alguna manera llegar a
Keirran, que está, probablemente, en el otro lado de un ejército maldito. Y si
nosotros manejamos todo eso, si de alguna manera logramos que Keirran no
muera, tenemos que convencerlo de que destruya la única cosa que ha
mantenido viva a Annwyl. Así ella puede morir. Y él pueda tener su maldita
alma de vuelta. ―Me pasé una mano por los ojos, sacudiendo la cabeza. Kenzie
continuó viéndome, sin decir nada, aunque sus ojos eran comprensivos
ahora―. No he visto a mis padres en meses ―murmuré―. No sé lo que est{n
haciendo, lo que está pasando en el mundo mortal o cuánto tiempo va a pasar
antes de que finalmente terminemos aquí. Todo está tan jodido. Mi hermana va
a la guerra con mi sobrino, mi mejor amigo me mató para que la dama pudiera
subir al poder y la única manera de parar todo esto es dejar que otro de
nuestros amigos muera. Y yo tengo< ―De alguna manera tengo que convertirme
en el campeón del mismo Faery. No hay presión, ¿verdad?
Incline la cabeza hacia atrás, me quedé mirando hacia Wyldwood,
sintiendo la fea verdad caer sobre mí. Estaba agotado, estaba adolorido y me
dolía la cabeza, pero la verdad, estaba asustado. Estaba descansando en
nosotros encontrar el amuleto y destruirlo, ¿pero qué si no podíamos? ¿Qué
pasaría con mi familia si no podía traer a Keirran de regreso? ¿Si la Primera
Reina ganaba realmente?
Oí a Kenzie quitarse la mochila, la dejó en el suelo y caminó sobre las
raíces para pararse a mi lado. Poniendo sus manos detrás de ella, se apoyó
contra la madera, la mirada perdida en el bosque.
Razor salió de su camiseta, murmuró, "niño gruñón" en mi dirección y
corrió por el tronco, desapareciendo en las ramas.
―Tengo miedo, también ―dijo Kenzie después de un momento.
Sorprendido, miré hacia ella, pero ella tenía la mirada fija en los árboles, con la
mirada distante―. Sé que no soy tan cercana a este mundo como tú, pero sí sé
lo que est{ en juego. Estoy preocupada por ti, mis padres, Alex, Razor y< y yo
ni siquiera puedo pensar acerca de Annwyl ahora. Sigo esperando que haya
otra manera, de que vamos a encontrar otra solución, así Annwyl no tiene
que< ―Su voz tembló un poco en la última parte, antes de que tomara una
respiración r{pida y se volvió de vuelta a mí―. Es un asco ―admitió, sus ojos
oscureciéndose―. A veces el mundo es así. A veces sólo tienes que jugar con la
mano que te tocó. Pero déjame preguntarte esto< ¿podrías confiar esto a
alguien más? Tú has dicho que el propio Nunca Jamás te eligió, un humano con
poderes especiales, no hay magia o glamur o cualquier otra cosa. Tiene que
haber una razón para ello, y creo que es porque nadie más puede hacerlo.
Tienes que ser tú, tipo duro.
―Pensé que no creías en el destino.
―No lo hago. ―Kenzie se encogió de hombros―. Siempre hay una
elección, Ethan, aunque sea entre huir y hacerle frente a lo que nos asusta.
Incluso si todos los caminos conducen al mismo lugar. ―Se detuvo un
momento, mirando hacia arriba al dosel, su voz m{s suave―. Cómo llegamos
allí, y lo que hacemos en el camino, eso siempre depende de nosotros.
―Humanos. ―Grimalkin apareció en un tronco cubierto de musgo. No
rodeo el árbol; no lo había visto saltar en el tronco. Él solo estaba allí―. Voy por
delante ―indicó, parpadeando hacia nosotros l{nguidamente―. Nuestro
delgado amigo debe ser capaz de hacer el resto del camino.
―¿Qué? ―le fruncí el ceño―. ¿Te vas? ¿Ahora? ¿Por qué?
―Debo verme con nuestro contacto y hacer los arreglos necesarios para
su travesía en Deep Wyld, ya que parece que tengo que hacer todo por aquí
―dijo el gato en un tono de cansancio en la voz―. No te preocupes, humano.
Nos reuniremos de nuevo pronto.
Saltando al suelo, movió la cola en el aire y trotó hacia el arbusto.
―Confío en que ser{n capaces de continuar sin entrar en demasiados
problemas ―dijo mientras se deslizaba por debajo de una mata de helechos y
desapareció―. El Río de los Sueños no est{ lejos. Si pudieran abstenerse de su
tediosa charla humana y la tendencia a caer uno encima del otro, es posible que
lleguen ahí antes del anochecer.
* * *
La noche cayó antes de llegar al Río de los Sueños, y cayó de repente. Al igual
que en, un segundo estábamos caminando a través del crepúsculo gris nebuloso
del Wyldwood, al siguiente, ya era de noche. Como alguien que apaga la luz.
Kenzie se sobresaltó, y de inmediato agarré mis espadas, seguro de que lo que
sea que había apagado las luces estaba esperando para emboscarnos, y
estábamos a segundos de un ataque.
―No te asustes, Ethan Chase ―dijo el Hombre Delgado cuando me di
vuelta en un círculo cauteloso, escudriñando la oscuridad y las sombras―. Esto
es perfectamente normal. ¿Has oído eso? ―Inclinó su cabeza, y en ese
momento, lo oí también. Un murmullo sordo filtrado a través de los árboles, el
sonido del agua en movimiento en la distancia. El Hombre Delgado sonrió―.
Estamos muy cerca de allí.
No sabía qué esperar de algo que se llama el Río de los Sueños, pero
cualquier cosa que había imaginados ―estrellas y soñadores y los barcos
piratas flotando en una corriente perezosa― no era nada en comparación con la
realidad.
―Vaya ―jadeó Kenzie unos minutos m{s tarde, su mirada asombrada
mientras miraba por encima del agua―. Eso es sólo< Creo que vaya lo cubre
todo.
No respondí, sintiendo que mis ojos no eran lo suficientemente grandes
como para ver todo. Nos quedamos en el banco de un enorme río negro, la
superficie de tinta que reflejaba el cielo de la noche, hasta que parecían
fusionarse juntos. El agua estaba llena de estrellas, lunas, constelaciones, y
cuanto más tiempo me quedaba mirando, más me sentía como si estuviera en
peligro de caer en el vacío. Ni siquiera podía ver mi propio reflejo en la vítrea
superficie. Aunque pude ver otras cosas bajo el agua o flotando en la parte
superior. Un violín, un osos de peluche, un enorme y gordo pez dorado del
tamaño de una pelota de baloncesto. Un tronco a la deriva pasando, girando
perezosamente en la corriente, y un zorro rojo mirando hacia mí con los ojos
brillantes de color naranja. Esferas de luz, ya sea bolas de fuego de hadas o
gigantescas luciérnagas, se cernían sobre la superficie también, sólo agregando
confusión deslumbrante.
―El Río de los Sueños ―dijo el Hombre Delgado, de pie en el borde del
agua con sus manos enlazadas detr{s de él. Sonaba< no triste, sino
contemplativo. Anhelante. Mirándome y a Kenzie, su boca se torció en una
sonrisa―. ¿Sabes cu{ntos mortales han estado parados en estos bancos, Ethan
Chase? ¿Cuántos han visto el río mientras están despiertos? Ninguno en mi
tiempo de vida, y he vivido mucho, mucho tiempo.
―Es increíble ―susurró Kenzie, incapaz de apartar los ojos. Razor,
encaramado en su hombro, parecía en trance, también. El Hombre Delgado
parpadeó cuando ella dio un paso adelante.
―Yo no me pararía demasiado cerca de la orilla, mi niña ―advirtió―.
Este no es el tramo de pesadillas, pero eso no quiere decir que deseas inclinarte
demasiado sobre el agua. Si caes en el río podrían no estar dispuestos a dejarte
ir.
Un murmullo fuerte lo interrumpió. Miré hacia arriba, justo cuando una
parte del río hervía, y una casa extraña subió del agua, el puntiagudo techo
amarillo señalando al aire. La casa se alzaba sobre la espalda de una enorme
tortuga, que volvió la cabeza para mirarnos con ojos negros vidriosos. Yo estaba
congelado, pero el enorme reptil parpadeó perezosamente, como si no nos
pudiera ver, dio media vuelta y se alejó nadando, llevando sobre él la casa por
el río, hasta que se hundió en las profundidades una vez más y se perdió de
vista.
Tragué la sequedad en la garganta. Bueno, eso fue escalofriante. Demos un
paso atrás del borde ahora.
Kenzie también, se había trasladado unos veloces pasos lejos del agua.
―Deep Wyld est{ en el otro lado, ¿no? ―preguntó, mientras las ondas
de la tortuga monstruosa comenzaron a morir a la distancia―. ¿Cómo vamos a
conseguir cruzar? ¿Hay un muelle cerca? ¿En algún lugar podemos coger un
barco?
―No. ―El Hombre Delgado se volvió para mirarnos, con el ceño
fruncido―. Sólo hay un ferry que viaja por el Río de los Sueños ―dijo, un tanto
misterioso, pensé―, pero no es para cruzar el río. Dudo que lo veamos aquí, e
incluso si lo hacemos, no se detendrá por nosotros, me temo.
―Est{ bien. ―Kenzie dio a la orilla del agua una mirada recelosa―.
Espero que no esperes que nademos.
―Paciencia, querida. ―El Hombre Delgado levantó un dedo
imposiblemente delgado―. El Río de los Sueños es muy largo, y no somos los
únicos que desean cruzar esta noche. No se preocupen. Con suerte, estará aquí
pronto< Ah, ahí est{. En tiempo perfecto.
Me volví, oyendo a Kenzie soltar una exclamación de sorpresa.
Abarcando la longitud del Río de los Sueños, donde nada había estado
antes, había un puente. Un muy viejo puente, de madera, piedra y cuerda,
crujiendo suavemente en el viento como si fuera a romperse en cualquier
momento.
Miré hacia atrás al Hombre Delgado.
―Tienes que estar bromeando.
―No, Ethan Chase. Ese es el puente para cruzar el Río de los Sueños
―dijo el Hombre Delgado, aparentemente desconcertado por mi reacción―.
Debes de considerarte afortunado. A veces no aparece el puente durante varias
horas. A veces no aparece en absoluto. Como he dicho antes, el Río de los
Sueños es muy largo. No puedes esperar que el puente sólo aparezca con un
chasquido de dedos.
―Eso no es lo que me preocupa.
―Entonces, ¿cu{l es el problema aquí, Ethan Chase?
―El problema es que no quiero terminar en el medio del Río de los
Sueños si esa cosa podrida decide romperse. O desvanecerse en el aire.
El Hombre Delgado negó.
―Est{s siendo ridículo, mi muchacho. El puente ha existido desde hace
mucho, mucho tiempo. Nunca ha fallado. Además, me permito recordarles que
no hay otra manera de cruzar el Río de los Sueños, a menos que ustedes estén
planeando nadar. Lo cual no recomiendo. Hay mucho más cosas peligrosas en
el agua de lo que has visto esta noche. ―Con un resoplido, se enderezó, tirando
sus mangas de la chaqueta―. Me voy ahora ―anunció con gran dignidad―.
Siéntanse libre de unirse a mí cuando hayan terminado de ser paranoicos.
Se dio la vuelta y desapareció brevemente de la vista, y caminó por el
banco donde el puente se alzaba ominosamente. Suspiré, compartí una mirada
con Kenzie y Razor, y corrimos tras él.
Dos antiguas piedras cubiertas de musgo marcaban la entrada al paseo
de tablas de madera desvencijada estiradas precariamente sobre el agua. Los
pasamanos eran un par de cuerdas viejas a cada lado, y podía ver el río a través
de los espacios entre los tablones. El Hombre Delgado se dirigió hacia el puente
sin dudarlo, pero Kenzie se detuvo, agachándose para mirar una de las piedras,
Razor iluminando la superficie con su sonrisa de neón.
―Hay algo aquí< ―murmuró, rozando la cubierta de musgo―.
Palabras, o un mensaje, o algo. No puedo leerlo. Esta demasiado desgastado.
Más adelante, el Hombre Delgado había volteado y nos estaba dando
una mirada impaciente, golpeando los dedos largos contra su brazo.
―Vamos ―le dije, tirando a Kenzie para ponerla de pie―. No podemos
preocuparnos de eso ahora. Esperemos que no sea importante.
Con cuidado, empezamos a cruzar el puente, Kenzie delante con Razor
aferrado a su cuello, mientras yo los seguía muy de cerca. Los tablones crujían
terriblemente bajo mis pies, las cuerdas se sentían podridas como el infierno y
contuve la respiración cada vez que un soplo de viento hacía que todo el puente
se meciera. Debajo de nosotros, el Río de los Sueños brillaba y se agitaban
lentamente a través de los muchos agujeros en la madera. Una vez, cometí el
error de mirar hacia abajo, mientras que un gran ojo rosa pálido salía del agua,
mirando hacia mí. Antes de que pudiera decir nada, parpadeó un vaporoso
parpado azul y se hundió en las profundidades. Tragué saliva histéricamente y
me concentré en seguir adelante, manteniendo mis pasos tan ligeros como me
fuera posible.
Delante de mí, Kenzie dio un escalofrío.
―¿Viste eso?
―No ―dije tercamente―. No lo hice, y no estoy pensando en eso. No
mires hacia abajo. Solo tenemos que seguir caminando.
―Lo haría ―susurró Kenzie a cambio―. Pero hay un gnomo
bloqueando mi camino.
―¿Qué? ―Miré por encima del hombro. Sí, ciertamente lo era. Un hada
con barba corta con una nariz como una manzana arrugada, mirando hacia
nosotros con los brazos cruzados sobre su pecho. Unos pasos más allá, el
Hombre Delgado miró con el ceño fruncido, pero el gnomo no parecía notarlo.
―Hola, humanos ―dijo, con la voz como una rueda chirriante―.
Hermosa noche, ¿no?
―Um. ―Kenzie me miró, confundida. Me encogí de hombros y puse
una mano sobre la empuñadura de mi espada―. ¿Sí? ¿Supongo que sí?
―Excelente, excelente. ―El gnomo se frotó las manos―. No conocer a
muchas personas en mi puente, queriendo cruzar a Deep Wyld. Muy valiente,
que son. Espero que no se dejen comer.
―Pero eres un gnomo ―señaló Kenzie, haciéndole inclinar la cabeza―.
¿No son los puentes custodiados por trolls?
―No todos los puentes son puentes trolls ―exclamó el gnomo, sonando
ligeramente ofendido―. Simplemente porque los trolls les gusta esconderse
debajo de ellos no les da derechos exclusivos para todos los puentes en Nunca
Jamás. Soy un gnomo de puente. Este es mi puente.
―Est{ bien ―murmuré, cerrando los dedos alrededor de mi espada―.
Por supuesto. Así que, ¿qué tal si das un paso a un lado ahora y nos dejas
pasar? ―Kenzie me dio una patada ligera en la espinilla, y me estremecí―. Por
favor.
―Sí, sí, sí. ―El gnomo asintió con la cabeza―. Estoy seguro que tienen
mucho que lograr. Así que, si ustedes pagan amablemente el peaje, podemos
saldar nuestras deudas, y voy a salir de su camino.
―¿Peaje? ―preguntó Kenzie―. ¿Qué peaje?
―Bueno< el peaje por usar mi puente, por supuesto. ―El gnomo
frunció el ceño, entrelazando sus brazos detr{s de su espalda―. Esas son las
reglas. Todos los peajes deben ser pagados a petición. ¿No has visto el cartel? Está
justo en la entrada, claro como el día.
Kenzie volvió a darme una breve mirada, ilegible. Hice una mueca.
―¿Qué pasa con él? ―le pregunté, asintiendo hacia el Hombre Delgado,
que todavía nos estaba observando varios metros abajo―. Me doy cuenta que él
no tiene que pagar ningún peaje.
―Bueno, no. ―El gnomo miró por encima del hombro―. El alcalde está
exento de pagar el peaje. Como todos los habitantes de Deep Wyld, si deciden
utilizar el puente en absoluto. La mayoría no lo hacen. Ustedes son forasteros.
Por lo tanto, ustedes deben pagar el peaje.
―Sólo por curiosidad ―preguntó Kenzie―, ¿qué pasa si no podemos?
―Entonces voy a tomar mi puente e irme. Y puede nadar el resto del
camino hasta la orilla.
―Est{ bien, est{ bien. ―Suspiré. No me gustaba la idea de pagar otro
precio, pero me gustó menos la idea de ser tirado en el Río de los Sueños―.
¿Cuál es estúpido peaje?
―Oh, algo muy simple ―dijo el gnomo, mir{ndonos de arriba hacia
abajo―. Creo que< tu primogénito. Sí, eso debería ser suficiente.
Tomé un respiro para decir ¡Jódete! o algo por el estilo, cuando Kenzie me
dio un codazo en las costillas, haciéndome gruñir. Sorprendido, le fruncí el
ceño, pero su atención estaba en el hada enfrente de nosotros.
―Te voy a dar un anillo ―dijo con calma, y el gnomo arqueó una ceja―.
Es de plata ―continuo―. Con una joya de color rosa en el centro. Perteneció a
una princesa, una vez.
El gnomo intrigado ladeó la cabeza.
―¿Una princesa?
―Sí. La princesa Alexandria San James. ―La voz de Kenzie estaba
completamente seria―. Ella era la dueña anterior. Te daría la tiara que va con
ella, pero la princesa la perdió con un truco-o-travesura.
El gnomo de puente ponderó esto un momento.
―Vamos a ver este anillo ―dijo finalmente.
Kenzie abrió la cremallera de un bolsillo lateral de su mochila y sacó un
anillo de plástico chillón. Era de un juguete de niño, del tipo que encontrarías
en compartimientos de negocio en las tiendas de dólar. La gema rosada falsa
brillaba en la penumbra, y los ojos del gnomo brillaban mientras lo seguía.
―Bueno< ―El gnomo golpeaba con el pie, tratando y fallando en sonar
renuente―. No sé, humano. Es sólo un anillo, después de todo. A pesar de que
pertenecía a una princesa<
Kenzie se encogió de hombros y retiró el brazo, cerrando los dedos
alrededor del anillo ocultándolo de la vista.
―Si no lo quieres<
―No, no, no. Eso no es lo que quise decir. ―El gnomo soltó un bufido―.
Muy bien. Acepto su peaje. Pero sólo por ti ―añadió r{pidamente―. El niño
tendrá que darme algo más.
―Uh. ―Yo me enderecé, mientras el guardi{n del puente me lanzó una
mirada expectante. No tenía nada que ofrecer excepto mis espadas y la ropa en
mi espalda. Y entrar al Deep Wyld desnudo o sin armas no era una opción. Pero
Kenzie puso una mano en mi muñeca y se inclinó con una sonrisa.
―Est{ bien, tipo duro. Te tengo cubierto. ―Metió la mano en la bolsa de
nuevo, sacó una pulsera de plástico, del tipo de elástico con brillo, perlas
multicolores, colgaba delante del gnomo, y los ojos del hada se iluminaron de la
misma manera que antes―. ¿Tenemos un trato?
Kenzie sonrió, sacudiendo la cabeza, mientras el gnomo asintió y
desapareció, tomando las piezas de joyería de fantasía con él.
―Hijo primogénito. Por favor ―murmuró mientras continuamos por la
última parte del puente, donde el Hombre Delgado esperaba en el otro lado―.
¿Por qué siempre inician con eso?
Le di una mirada alarmada que era sólo medio burlona.
―Te est{s volviendo tan buena en esto que casi da miedo ―le dije,
haciéndola reír―. ¿Tomaste clases o algo en la forma de negociar con las hadas
antes de que regresaras?
―No, pero no es tan difícil< una vez que te das cuenta de algunas cosas.
―Kenzie levantó un dedo―. Uno, nunca debes aceptar su primera oferta. Dos,
todo es negociable. Tres, cuando se le presenta una opción, las hadas casi
siempre optan por tener algo en este momento, en lugar de tener que esperar por
algo mejor. ―Bufó, rodando los ojos―. ¿Bisutería barata ahora o hijo
primogénito en unos años? Sí, siempre van por lo brillante.
Negué con incredulidad.
―Eres brillante ―le dije―. Lo sabes, ¿no?
―Sólo observadora. Y aprendo r{pido. No puedo blandir una espada, así
que iré con mis puntos fuertes. Y tú… ―continuó mientras finalmente llegamos
a la orilla opuesta, donde se encorvaba el Hombre Delgado contra una roca,
esperando por nosotros―. ¿Por qué no nos dijiste que era un puente de peaje?
¿No pensaste que era un poco de información importante para compartir, antes
de que nos quedáramos atrapados en el medio del río?
―Mis disculpas, querida. ―El Hombre Delgado se apartó de la piedra―.
Ha sido un tiempo muy largo desde que he usado ese puente. Me olvidé del
peaje. Sobre todo porque nunca he tenido que pagar uno. Pero todo salió bien al
final, ¿no? Y aquí est{s, en el otro lado del río. ―Movió un brazo hacia la
maraña de bosque negro detr{s de él―. Bienvenidos a Deep Wyld, humanos.
Esto sólo va a conseguir ser más interesante desde aquí.
Capítulo 13 El guía de Grimalkin
―¿Por qué estamos esperando, otra vez? ―pregunté, caminando por la orilla
de donde un pequeño fuego crepitaba en una fosa poco profunda. El paquete
de supervivencia mágico de Kenzie también contenía un encendedor y una
pequeña botella de líquido para encendedores, y después de un par de salidas
en falso logré convencer a una pequeña llama a la vida, después la alimenté con
ramitas hasta que pudiera mantenerse. No tenía ni idea de porqué estábamos
acampando a orillas del Río de los Sueños, pero el Hombre Delgado nos había
dicho que teníamos que esperar un rato antes de partir hacia el bosque detrás
de Annwyl. Kenzie estaba sentada en un tronco cerca del fuego, y Razor estaba
posado en su borde, aventando las hojas a las llamas y empujándolas con un
palo, pero me estaba impacientando.
―Vamos ―le dije al Hombre Delgado , que estaba sentado en la arena
cerca del fuego, el borde plano de su perfil se volvió hacia las llamas―. ¿Por
qué estamos aquí sentados? Conoces el Deep Wyld. Puedes hacernos pasar.
Deberíamos estar buscando a Annwyl, no asando perritos calientes y haciendo
s'mores.
―Mmm, s’mores ―comentó Kenzie con voz melancólica―. Perritos
calientes. Hombre, realmente podría ir por algo de comida real en este
momento.
El Hombre Delgado le sonrió a Kenzie, luego me dio una mirada
agravada.
―¿Y dónde sugieres que empecemos a buscar, Ethan Chase? ―preguntó
con una voz afilada―. ¿Ves ese bosque detr{s de nosotros? ―No apuntaba a la
maraña de árboles y maleza, pero miré de todos modos―. Ese es Deep Wyld.
No es como el Wyldwood. No puedes simplemente marchar alegremente a
través de él sin saber a dónde vas. Si pensabas que era fácil perderse en el
Wyldwood, no has visto nada todavía. Si tropiezas o pierdes de vista el camino
por un momento, el Deep Wyld te tragará entero.
»No sé dónde est{ la chica de Verano ―continuó el Hombre Delgado,
mientras le daba al bosque otra mirada cautelosa. Podría haber sido mi
imaginación, pero las sombras que marcaban el borde del Deep Wyld se veían
m{s cerca―. No sé lo que la chica de Verano est{ buscando. El Deep Wyld es
demasiado vasto para vagar a ciegas, con la esperanza de que vayamos a
tropezar con ella por casualidad. Si queremos tener la más mínima brizna de
esperanza de encontrarla, hay que esperar el contacto del sith Cait. ―El
Hombre Delgado se quitó el sombrero de hongo y lo hizo girar entre los
dedos―. Debemos ser pacientes un poco m{s. El gato dijo que estaría aquí, si
decide venir en absoluto.
―Sí, es el “Si decide venir en absoluto” la parte que me molesta
―murmuré, pero me volví y vagué de nuevo a la hoguera. Kenzie se deslizó a
un lado en el tronco, haciendo espacio para mí.
―¿Te sientes mejor? ―preguntó, mientras me dejaba caer y miré de mal
humor a las llamas. Me sacudí, dándome cuenta de que estaba " taciturno" de
nuevo, y me apoyé en ella, apoyando mi cabeza en su hombro.
―No. ―Suspiré, mientras su delgada mano se posaba sobre mi rodilla―.
Pero voy a tratar de no quejarme más. Tienes razón. Siempre voy a ser parte de
este mundo. Puede que no me guste, pero< esta es mi familia. ―Me encogí de
hombros y sentí que Kenzie miraba hacia mí―. Es hora de dejar de correr,
supongo, y aceptar el hecho de que nunca voy a ser normal.
―Normal est{ muy sobrevalorado ―dijo Kenzie alegremente―. Solía
pensar que todo lo que quería era normal, pero entonces te conocí. Normal no
es el Hombre Delgado y monstruos de sombra y gatos que hablan, y locas
aventuras a través de Faeryland de la vida real. Normal no es acampar en el Río
de los Sueños con tu novio, que, oh, por cierto, es el hermano de una reina de
las hadas.
―Normal no es ser perseguido a través de una feria de pesadillas por
payasos feos y muñecas espeluznantes que vuelven a la vida.
―Sí, bueno, simplemente no vamos a hablar de eso ―dijo Kenzie con un
escalofrío―. Eso era directamente salido de una película de terror, que no
cuenta, porque nadie quiere ser parte de eso. Ugh. ―Se estremeció de nuevo, y
yo reí entre dientes, aunque sus siguientes palabras me congelaron en mi
asiento―. Normal< no es desear que sólo pudieras quedarte aquí, en
Faeryland, porque de vuelta a casa están los médicos y las pruebas y todas esas
cosas a las que desearía no tener que hacer frente. ―Preocupación y temor se
levantaron, haciendo que mis entrañas giraran, pero Kenzie se sacudió con una
sonrisa forzada―. Así que, supongo que soy igual de no-normal como tú, chico
duro. Hacemos una buena pareja, ¿eh?
―Oye. ―Me senté, arrastr{ndola cerca―. Est{ bien ―murmuré,
sonriendo con tristeza―. Normal no es la chica de la que me enamoré.
Me besó. Cerré los ojos, dejándome relajar contra ella. Levanté la mano,
ahuecando su mejilla, y sus dedos se arrastraron por mi pecho, atrapando mi
respiración. Por un momento, me olvidé de Keirran, Annwyl, el amuleto, la
guerra, y simplemente me perdí en Kenzie.
Sentí su sonrisa mientras la atraje de regreso, mis sentidos todavía
aturdidos por la sensación de sus labios sobre los míos.
―Eso es extraño ―murmuró Kenzie―. Es lo m{s lejos que hemos ido sin
Razor gritando “besito besito " y nos interrumpiera.
―Tal vez se est{ acostumbrando a ello ―murmuré, inclin{ndome hacia
adelante para besarla de nuevo. Pero Kenzie volvió la cabeza y miró a su
alrededor, buscando al gremlin. Miré en el borde de la hoguera donde había
visto a Razor antes, hurgando en las llamas.
No estaba ahí.
―¿Razor? ―Kenzie se puso de pie, explorando la zona por el gremlin
desaparecido. Me levanté, también, en silencio maldiciéndole mientras miraba
alrededor. Al principio, no vi nada. Pero luego me di cuenta de su pequeño
cuerpo negro moviéndose por la orilla del río. El gremlin parecía fascinado por
una pequeña luz verde que se balanceaba y flotaba en el aire justo fuera de su
alcance, a la deriva lentamente hacia el borde del agua.
Le di un codazo a Kenzie, asintiendo con la cabeza hacia abajo a la orilla, y
frunció el ceño.
―¡Razor! ―gritó, alej{ndose de la fogata―. Oye, vuelve aquí. No te
acerques demasiado al agua.
El gremlin la ignoró. La luz se cernió en su lugar por un segundo, y se
abalanzó, golpeando con rapidez hacia ella con brazos largos, pero pasó
volando lejos. Zumbó y trató de agarrarlo otra vez; se precipitó aún más cerca
del agua.
Kenzie suspiró.
―Maldita sea, Razor ―murmuró, caminando por la orilla hacia él. Él saltó
sobre una roca, silbando y haciendo ruidos confusos hacia la luz, ahora flotando
fuera de su alcance sobre el agua. Kenzie lo sacó de la roca, y él dio un zumbido
decepcionado―. Vamos, pequeñín, vamos a alejarnos de la orilla antes de que
algo te arrastre<
Un tentáculo viscoso negro surgió de la superficie, enrollándose alrededor
de la pierna de Kenzie y tiró de ella hacia el río. Ella gritó una vez, antes de que
el agua se cerrara sobre su cabeza y desapareciera.
Volé por la orilla, jalando mi espada, mientras Razor chillaba y se
escabullía hacia atrás y adelante, zumbando salvajemente. Entré en el Río de los
Sueños, que era sorprendentemente frío y aferrándose a mis jeans como manos
congeladas, me eché a donde había visto a Kenzie sumergirse, buscando
desesperadamente cualquier rastro de ella.
―¡Kenzie! ―Mi voz resonó sobre la superficie, aguda y frenética.
Y luego, su rostro rompió la superficie con un jadeo y una explosión de
agua del río. Un tentáculo oscuro estaba enrollado alrededor de su cuello como
una enorme serpiente, arrastrándola hacia atrás mientras ella luchaba por
mantenerse a flote.
Me lancé hacia adelante y llegué a Kenzie justo cuando se hundió de
nuevo, dejando atrás un remolino de agua oscura. Pero cogí un destello de
negro a través de la oscuridad, algo largo y brillante, desapareciendo en las
profundidades. Rezando por no golpear a Kenzie, me disparé hacia eso y bajé
mi espada tan fuerte como pude.
La hoja golpeó algo duro y gomoso. Hubo un grito ahogado en algún
lugar por debajo del agua, y el tentáculo retrocedió. Kenzie subió a la superficie
de nuevo, jadeando y ahogándose, y la apreté contra mí.
El agua que nos rodeaba se revolvió con furia, y varios tentáculos negros
surgieron de las profundidades e hicieron círculos en el aire. Mantuve un brazo
alrededor de Kenzie, el otro agarrando mi espada, mientras el primero de los
tentáculos se disparaba hacia nosotros. Golpeé con mi espada, cortándolo en
dos, e icor oscuro roció en todas partes, mientras la cosa lo retorcía hacia atrás
antes de desaparecer en el agua.
El resto de los tentáculos serpenteaba. Rebané uno, cortando profundo,
golpeé a otro y sentí una cuerda viscosa curvándose alrededor de mi brazo.
Antes de que pudiera registrar que estaba en problemas, hubo un destello de
plata, y el tentáculo se fue lejos, dejando el final todavía enrollado alrededor de
mi brazo.
―No te quedes ahí parado, Ethan Chase ―soltó el Hombre Delgado,
dando vuelta brevemente a la vista mientras clavaba otro tent{culo―.
¡Retrocedan! ¡Salgan del río ya!
Oh cierto. Buena idea. Protegiendo a Kenzie, me acerqué hacia la orilla,
golpeando con fuerza hacia los tentáculos que se agarraban a nosotros. Había
un montón de ellos, pero entre el Hombre Delgado y yo, logramos
ahuyentarlos. Cuanto más nos acercábamos a la costa, más frenéticos se
volvieron, y saqué mi segunda espada para hacer frente a los crecientes ataques.
Mis pies tocaron tierra firme, y lancé un golpe de disparar un vistazo una
fracción de segundo a Kenzie.
―¡Ve! ―le dije―. Hacia la orilla. Aléjate del agua<
Algo caliente serpenteaba alrededor de mi tobillo y me tiró de mis pies.
Golpeé el suelo sobre mi espalda, sacando el aire de mis pulmones, y me sentí
siendo arrastrado de nuevo hacia el río. Logré aspirar una bocanada de aire
antes de que mi cabeza se hundiera y fuera jalado a la oscuridad tenebrosa.
Tratando de no entrar en pánico, golpeé la cosa alrededor de mi pierna,
picoteándola, pero otro tentáculo se extendió y serpenteo alrededor de mi
pecho, sujetando mis brazos. Logré mantener el asimiento de mis espadas, pero
no podía hacer mucho más mientras me arrastraban a las profundidades.
Algo se levantó desde el fondo del río, viniendo hacia mí. En la oscuridad
y tinieblas, sólo podía divisar una enorme burbuja negra, dos ojos pálidos de
pescado fijos en mí. Una boca boquiabierta, llena de dientes como una lamprea,
y mi corazón se paralizó mientras los tentáculos me atraían hacia él. Le di una
patada salvajemente, golpeando en las garras de la cosa, pero con mis brazos
sujetos sólo podía ver mientras los dientes se acercaban.
Hubo un destello de plata a mi lado, una lámina delgada apuñalando la
oscuridad, perforando la banda alrededor de mi pecho. El tentáculo dio un
espasmo y retrocedió, soltándome lo suficiente para que liberara mis brazos.
Con la boca abierta sólo a unos metros de distancia, lo apuñalé con todo lo que
tenía y hundí la hoja de acero entre dos colmillos curvos.
Un rugido sordo pasó por el agua, vibrando contra mi piel, y yo era libre.
Pataleando, nadé por mi vida, rompiendo en la superficie con un grito y de
inmediato me dirigí hacia la costa. Kenzie y Razor estaban en la orilla del agua
de nuevo, los ojos muy abiertos mientras me tambaleaba fuera del río. Mis
pulmones ardían, y el suelo no se sentía tan sólido como debería, balanceándose
bajo mis pies mientras me tropecé en tierra firme.
―¡Ethan! ―Kenzie corrió hacia mí, tomando mi brazo cuando casi me caí
de rodillas en el barro, sintiendo mi corazón martillear en mis oídos. Cerca
detrás de mí, el Hombre Delgado salió del río, sacudiendo el agua de su espada
y dándome una mirada exasperada mientras agarraba mi manga con sus dedos
largos. Juntos, trepamos por la orilla, Kenzie y el Hombre Delgado medio
arrastrándome, hasta que estuvimos a unos tres metros de distancia del borde
del agua. Sólo entonces me derrumbé, jadeando, más feliz que nunca de sentir
la tierra firme bajo mis palmas.
Razor dejó escapar un grito y se posó en el hombro de Kenzie,
frenéticamente apuntando de nuevo al río. Miré hacia arriba, y mi sangre se
enfrió mientras un largo tentáculo negro se elevaba en el aire, seguido de otro, y
otro, mientras la enorme mancha amorfa se jaló a sí mismo a la orilla. Ojos
brillantes, abrió su boca para desnudar el círculo de dientes de lamprea y se
deslizó hacia adelante con un siseo.
Agarrando mis espadas, me tambaleé a mis pies. Pero mientras levantaba
mis armas, los tentáculos que venían hacia nosotros de repente fueron retraídos
como si escociera. El pulpo-burbuja se tambaleó en alto, mirándonos con ojos de
plata en blanco. Luego, con un siseo, se dio la vuelta y huyó, los tentáculos
llevándola sobre el suelo y de vuelta a la orilla. Hubo un salpicadero, cuando
llegó al río, y luego silencio, mientras se hundía en las profundidades y
desaparecía de la vista.
Con el ceño fruncido, miré hacia atrás a mis compañeros.
―¿Qué demonios ha pasado?
Kenzie, viéndose igual de desconcertada como yo me sentía, se encogió de
hombros.
―¿Tal vez la asustaste?
Una risa grave resonó detrás de nosotros desde el borde de los árboles.
―El zorro no huye del ratón, pequeña humana ―retumbó una voz
profunda y grave que hizo que los pelos de mi nuca se levantaran―. A menos,
por supuesto, que sepa que el oso está por venir.
Con el corazón en la garganta, me di la vuelta.
Algo nos miraba desde el borde del bosque, casi invisible en las sombras, a
excepción de un par de ojos dorados verdosos brillando con sutil diversión.
Algo enorme y negro, con pelaje enmarañado disparándose en todas
direcciones. Soltó otra risita y se dirigió a la luz de la luna.
Un lobo, me di cuenta mientras se deslizaba fuera de la oscuridad. Un
lobo negro< del tamaño de un maldito caballo Budweiser. La parte superior de
mi cabeza apenas alcanzaba sus enormes hombros, y sus mandíbulas eran cerca
de la longitud de mi brazo. Sonreía mientras salía a la vista, su lengua colgando
entre hileras de colmillos blancos lisos. Rápidamente me paré delante de
Kenzie, levantando mis espadas mientras más se acercaba, y el enorme lobo
soltó un bufido de claro disgusto.
―Ugh, ¿por qué debemos ir a través de esta tonto baile cada vez que me
encuentro con uno de ustedes? ―retumbó, sin tener sentido alguno. Nunca
había visto esta cosa antes y sin duda recordaría un lobo de trasero gigante que
pudiera hablar. El enorme canino negó―. ¿Crees que esos pequeños juguetes
me har{n daño, muchacho? ―preguntó en un tono excesivamente paciente, sus
dientes destellando intermitentemente en la penumbra mientras hablaba―.
¿Sabes quién soy?
―Yo lo sé ―dijo el Hombre Delgado, sobresalt{ndome. El alto fey se
acercó a mi lado, entrecerrando sus ojos pálidos, y el lobo le devolvió la mirada,
sin pestañear―. Me acuerdo de ti ―dijo el Hombre Delgado con suavidad―.
Cuando viniste a través de mi ciudad. Me acuerdo de ti y el Príncipe de
Invierno, el bufón de Verano y el vidente. Ese vidente, cuyo tiempo ya se había
terminado, ella nunca debió haber debió salir de Phaed. Sabía que era una
locura dejarla ir, pero tú y el príncipe se negaron a dejarla atr{s. ―La voz del
Hombre Delgado se endureció, la amargura se filtraba en sus palabras―.
Podría haberlos detenido allí, incluso al Príncipe de Invierno. Pero tú fuiste el
que los ayudó a escapar, escapar con ella, y debido a ese descuido, todo este lío
aconteció. ―Señaló al lobo con un dedo largo y picudo―. Si no fuera por la
vidente, el Príncipe de Invierno habría fracasado, pero porque ella vivió, la
profecía se puso en marcha. Si la Primera Reina y el Príncipe de Hierro emergen
victoriosos, que sea por tu cabeza.
El lobo gruñó, mostrando sus enormes colmillos y haciendo vibrar el
suelo.
―Tú no sabías lo que pasaría m{s de lo que yo lo hacía ―retumbó, los
pelos en la parte posterior de sus hombros se erizaron furiosamente―.
Tampoco puedes saber lo que podría haber pasado, si el Príncipe de Invierno
no cumplía su misión. Tal vez un futuro peor que éste. Tal vez se habría
convertido en un monstruo aún más terrible que la Primera Reina.
―¡O tal vez hubiera muerto, y el niño de la profecía, el que es responsable
de poner a la Primera Reina al poder una vez más, nunca habría nacido!
―¡Oye! ―Kenzie se interpuso entre el Hombre Delgado y el lobo,
mirando a los dos―. Basta, ustedes dos ―les ordenó, mientras el Hombre
Delgado parpadeaba y el lobo levantó sus orejas con sorpresa divertida―. Esto
no está ayudando nada. ¿A quién le importa quién hizo qué, y quién es el
responsable de cada profecía? No podemos volver atrás y cambiarlo. Así que,
en lugar de señalarse con el dedo el uno al otro, ¿por qué no intentamos pararlo
ahora? ―Se volvió hacia el enorme lobo, la espalda recta, completamente sin
miedo―. ¿Supongo que eres el guía del que Grimalkin nos habló? ―preguntó,
mientras yo contuve la respiración, tratando de no imaginar esas enormes
mandíbulas mordiendo para arrancarle su cabeza―. ¿El que nos puede ayudar
a encontrar a Annwyl?
El lobo se le quedó mirando, y luego soltó una risa gutural, haciéndome
saltar.
―La pequeña humana tiene dientes ―comentó, y se sentó en cuclillas,
dando a Kenzie una mirada casi de aprobación. Envainando mis cuchillas, me
acerqué para así estar de pie a su lado, por si acaso. Incluso sentado, el lobo se
elevaba sobre ella―. Pero est{s en lo correcto pequeña mortal. Yo soy el mejor
rastreador en el Deep Wyld, el Wyldwood y todo Nunca Jamás. El gato
desgraciado me informó que ustedes estaban buscando a una noble de Verano
que había cruzado el río hacia Deep Wyld. Me sugirió que podría conducirlos a
ella. ―Resopló, curvando un labio con desdén―. Normalmente, este tipo de
cacerías sin esfuerzo son un desperdicio de mi tiempo, pero el gato no me
llamaría si no fuera importante. ―Jadeó, dejando al descubierto los dientes
brillantes en una sonrisa maligna―. Y yo nunca rechazaría la oportunidad de
obtener un favor sobre su arrogante cabeza insoportable. Bueno, entonces.
―Estir{ndose con f{cil gracia, el lobo me miró a mí y al Hombre Delgado―.
¿Vamos a seguir adelante con ello, entonces? Olí una noble de Verano que
pasaba por aquí no hace mucho tiempo, por lo que el rastro no será difícil de
encontrar.
―¿Qué pasa con Grimalkin? ―preguntó Kenzie.
El lobo se encogió de hombros.
―El gato no vendr{. Dijo que no se uniría a ustedes esta vez, algo acerca
de regresar al reino que lo necesitaba. ¡Que tenga buen viaje!, si ustedes me
preguntan. Escucharlo hablar me dan ganas de romperle la cabeza. ―El lobo
rodó sus ojos brillantes―. V{monos. Cuanto antes terminemos con esto, mejor.
Pero, sugiero que se mantengan cerca, pequeños humanos. El Deep Wyld no es
un lugar que sea amable con los intrusos. No dejen el camino, y no deambulen
por ustedes mismos. Si miran fijamente a los árboles y algo les devuelve la
mirada, ignórenlo y sigan caminando. Si algo los llama por su nombre,
ignórenlo y sigan caminando. Con un poco de suerte, podrán dejar el Deep
Wyld con el mismo número con que empezaron.
―Estamos aquí por Annwyl ―le recordé al lobo, mientras se volvía y
caminaba silenciosamente hacia la línea de {rboles―. Debemos salir con uno
m{s que con los que empezamos. ―Él resopló sin mirar atr{s.
―Lo sé.
Capítulo 14 Cambio de pollo
Sorprendentemente, el viaje a través de Deep Wyld no era tan traicionero como
me temía. A pesar de que podría haber sido, sospeché, mucho más peligroso
que el río, o Wyldwood, o cualquier reino en los que nos habíamos encontrado
hasta ahora. A diferencia del crepúsculo gris nebuloso de Wyldwood, este
bosque era casi de un tono negro. El dosel cerraba el cielo, y el haz de la mini-
linterna de Kenzie parecía débil en la oscuridad absoluta de Deep Wyld. Podía
sentir ojos sobre mí desde todos los ángulos, que observaban desde los árboles
y las sombras.
De vuelta en el Wyldwood, las cosas se movían entre la maleza y en las
esquinas de nuestros ojos, lo suficiente para hacerte paranoico. En Deep Wyld,
la sensación de ser observado era constante hasta el punto de volverte loco.
Como si todo el bosque de árboles, rocas, incluso la oscuridad en sí, te estuviera
observando, juzgándote, y si devolvías la mirada demasiado, podrías ver algo
horrible.
Al parecer, no era el único al borde.
―¿Sientes como si estuviéramos siendo observados? ―preguntó Kenzie
después de varios minutos de caminata. Razor, encaramado en su hombro,
miró a su alrededor con enormes ojos verdes y ocasionalmente murmuraba algo
en voz baja, mostrando un rayo de luz de neón.
―Sí. ―Asentí―. Lo hago. ―Revisé mis espadas, asegur{ndome de que
todavía estaban allí, en mi cintura―. ¿Me pregunto cu{nto tiempo pasar{ antes
de que algo venga saltando hacia nosotros?
Unos pasos por delante, el lobo soltó un bufido.
―No se preocupen tanto, pequeños humanos ―gruñó, mirando hacia
nosotros―. Nada va a atacarlos aquí.
―¿Cómo puedes estar seguro? ―preguntó Kenzie.
―Porque est{n conmigo ―contestó el lobo.
―Correcto ―murmuré, sin estar convencido. Sí, el lobo era enorme, y
fuerte, y daba miedo, pero había visto cosas como gigantes y dragones que eran
mucho m{s grandes―. ¿Y quién eres tú, otra vez?
―No eres muy brillante, ¿verdad? ―fue la retumbante respuesta―. Soy
Lobo, Ethan Chase. Cada historia, cada cuento que has oído que tenía un lobo
en él, ese era yo. Los hermanos Grimm, Esopo el narrador, incluso su fábula
moderna de un hombre que se convierte en una bestia en la noche de luna llena.
Esas historias son todas mías. Deberías saber quién soy.
―Oh ―dije, mientras que finalmente entendía. No un lobo. El Lobo. El
que se comió a la abuela de Caperucita Roja, aterrorizó al niño que gritó lobo y
amenazó a los tres cerditos. El Lobo Feroz mismo.
Me callé después de eso.
Un rato más tarde, nos detuvimos en un pequeño arroyo. Por cuánto
tiempo habíamos estado caminando a través de Deep Wyld, no podía decir.
Horas o días, por todo lo que sabía. El Lobo nunca desaceleró excepto para
olfatear el suelo o el aire, probando el viento, y luego estaba en marcha de
nuevo. Un puente de madera desvencijada alcanzaba las orillas del arroyo,
aunque era apenas de un metro de ancho, y el Lobo olfateó eso, también.
―Ella ha estado aquí ―dijo, curvando el labio. Sus colmillos brillaron
brevemente en la oscuridad mientras se retiraba, arrugando la nariz, y fruncí el
ceño.
―¿Algo est{ mal?
―No para mí. Pero es posible que quieras ver esto.
Con cautela, caminé alrededor de la entrada del puente. Alguien había
clavado una cabeza y las patas de un pollo a cada uno de los postes de madera.
Algunas plumas apelmazadas por la sangre se agitaban en la brisa, y me uní al
Lobo en arrugar la nariz.
―Ew ―dijo Kenzie, haciendo eco de mi sentimiento―. ¿Qué diablos es
eso?
―Es una advertencia ―dijo Lobo―. El que puso esto est{ diciéndole a la
gente que se mantenga alejado. No es un problema en sí mismo, pero si es la
persona que creo que es, tu chica podría estar en un montón de problemas si
pasó por aquí. ―Se sacudió, y luego saltó {gilmente sobre el arroyo, mirando
hacia atr{s con ojos brillantes―. V{monos. Y no toquen el agua. Se convertirán
en una rana si la beben.
Cruzamos el puente, teniendo cuidado de no tocar los restos
espeluznantes, y continuamos hacia Deep Wyld.
―Al menos estamos en el camino correcto ―comentó Kenzie, mientras
Razor posado en su hombro murmuraba “¡Bleh, cabezas de pollo! ¡Bleh!”, una y
otra vez―. Tal vez la alcancemos pronto.
―Eso espero ―murmuré―. Este lugar est{ empezando a<
En algún lugar en el bosque, una rama se rompió. Parando en el medio del
camino, jalé a Kenzie a un alto, frunciendo el ceño.
―Escuché algo ―gruñí. Kenzie inmediatamente hizo callar a Razor y se
quedó en silencio, con la cabeza inclinada mientras escuchaba. Más adelante,
Lobo también se había detenido, orejas erguidas y la cabeza elevada a la brisa.
Algo venía hacia nosotros a través de los árboles. Algo enorme. Algo que
hizo que el suelo temblara y las ramas de los árboles se balancearan
violentamente hacia atrás y adelante.
Lobo se dio la vuelta, erizado.
―¡Muévete! ―gruñó hacia mí―. Fuera de la vista, humanos. Ahora.
Trepamos en torno a un árbol mientras el estruendo y los chasquidos se
hacían más fuertes. El Hombre Delgado se desvaneció, y Lobo se fundió en la
sombra, mientras algo enorme y pesado continuaba pisando su camino hacia
nosotros.
Cuando me asomé alrededor del tronco, mi boca casi se cayó abierta de
asombro.
Era< una casa. Una maldita casa caminaba por el bosque, en un par de
gigantescas patas de pollo. Incrédulo, parpadeé con fuerza y miré de nuevo,
asegurándome de que estaba viendo correctamente. Síp, definitivamente eran
piernas de pollo. Las retorcidas garras amarillas aplastaron barro y rompieron
ramas a su paso, llevando la cabaña de madera destartalada a través de los
árboles con cada zancada. Sólo podía mirar, con la boca abierta, mientras la casa
con patas de pollo pasaba por delante, dejando una voluta de humo de la
chimenea por detrás, y continuaba hacia el bosque.
―Est{{{ bien ―comentó Kenzie después de que el estruendo había
amainado y los bosques estaban en silencio―. No estoy loca, ¿verdad? Todo el
mundo acaba de ver una casa caminar a un lado de nosotros, ¿no?
Razor zumbó y asintió vigorosamente, las orejas aleteando.
―¡Casa graciosa! ―exclamó―. Casa divertida, pies divertidos ¡Ja!
―Maldita sea todo ―dijo el Hombre Delgado, saliendo de detr{s de un
pequeño arbolito que era m{s ramita que {rbol―. Lamentable que ella esté al
acecho sobre esta zona del Deep Wyld. Tenía la esperanza de que pudiéramos
evitarla. ¿Es posible recoger el rastro de la chica? ―le preguntó a Lobo―. ¿Est{
todavía alrededor? ¿A dónde conduce?
Lobo nos miraba y no contestó. Suspiré.
―Va en la misma dirección, ¿no? ―supuse.
Él sonrió.
―La caza acaba de ponerse interesante.
Seguimos la casa, que era bastante fácil ya que dejó un gigante, rastro
tamaño casa de destrucción detrás de ella. Vegetación aplastada, extremidades
arrancadas, ramas rotas y enormes huellas en forma de pollo en la tierra.
Eventualmente, llegamos a un pequeño claro, donde casi se podía ver el cielo a
través de los enormes troncos que rodean el valle. La casa se sentó, o se puso en
cuclillas, o se encaramó, en el mero centro, las piernas ahora dobladas debajo de
ella. Una valla la rodeaba, pero cuanto más lo miraba, más parecía que los
postes y barandas estaban hechos de hueso, cubierto con varios cráneos. Varios
pollos merodeaban por el patio, rascando y picoteando, aparentemente
indiferentes a que una maldita casa acababa de entrar y se había dejado caer
dentro del cerco.
Kenzie empujó mi brazo.
―Mira eso ―dijo, señalando una X de madera cruda cerca del perímetro
de los árboles. Más cráneos y patas de pollo colgaban de él, girando
perezosamente en el viento. Lobo resopló.
―M{s señales de mantenerse fuera. ―Olfateó, y dio un bostezo
exagerado―. Como si eso pudiera detenerme. Pues bien, ¿humanos? ¿Van a ir
allí o no? Los esperaré aquí. Probablemente es mejor así, confíen en mí. Nadie
quiere mirar hacia arriba y ver a un lobo en su puerta.
―¿Est{s seguro que Annwyl fue allí abajo? ―pregunté.
―Puedo oler el rastro de la chica desde aquí ―fue la gruñida respuesta―.
Lleva directamente a la puerta principal y no vuelve. Si todavía está viva, nunca
dejó esa casa.
―Chica tonta. ―El Hombre delgado negó, mirando a la casa con los ojos
graves―. Tonta, o desesperada. Algunos viejos poderes no los buscas, por
cualquier razón.
―¿Por qué? ―preguntó Kenzie, observando que la casa se movía,
crujiendo y gimiendo, antes de quedarse quieta otra vez―. ¿Quién vive aquí,
exactamente?
―Una bruja ―dijo Lobo, curvando el labio―. Vieja, aunque no tan vieja
como yo. Ella viaja a Nunca Jamás en esa casa ridícula suya, a veces en el
Wyldwood, a veces en el Deep Wyld, nunca en un solo lugar por mucho
tiempo. No me molesta, y mientras se quede fuera de mis tierras de caza, le
devuelvo el favor. Sin embargo, tiene muchos nombres y muchas leyendas
propias en el reino de los mortales. Es mejor para ustedes humanos ser
cautelosos cuando se trata de ella.
―Es mejor no tratar con ella en absoluto ―añadió el Hombre Delgado,
cruzando los brazos―. Pero, si debemos hacerlo, debemos hacerlo. Una vez
más, no se puede exagerar lo cuidadosos que deben ser, humanos. La bruja de
esta casa es realmente vieja y poderosa, y también bastante impredecible.
Podría ayudar, o podría tratar de atraparlos para hacer un trato del que se
arrepentirán. Así que cuidado con lo que dicen a su alrededor.
Kenzie suspiró y compartió una mirada conmigo.
―Día normal en Faeryland.
Le di un gesto cansado.
―Sabes qué hacer si estoy a punto de vender mi alma.
Juntos, nos alejamos de los árboles y caminamos de manera constante
hacia la casa. A medida que nos acercábamos a la valla, que era completamente
de huesos, la puerta se abrió y una mujer de edad se inclinó cojeando por las
escaleras en el patio. El cabello blanco enredado colgaba alrededor de su rostro;
su piel estaba marcada y arrugada como una nuez, y un chal harapiento estaba
envuelto sobre sus hombros huesudos. Parecía la abuela de alguien, pero
también como cada bruja en todos los cuentos de hadas que había leído. Las
únicas cosas que faltaban eran la túnica negra y sombrero puntiagudo.
Ella nos notó de inmediato, pero no parecía sorprendida. En cambio,
siguió por las escaleras, agarrando un cubo de madera en una garra nudosa.
Los pollos, en lugar de crear un enjambre por la comida, se dispersaron ante
ella, corriendo a diferentes rincones del patio. La bruja arrojó el cubo de restos
en el suelo y se volvió, fijándonos con ojos negros saltones.
―¿Y bien? ―Su voz chirriaba como una bisagra oxidada, mientras
levantaba las cejas blancas y finas hacia nosotros―. ¿Vas a venir, muchacho, o
vas a estar allí y bostezar hasta que algo vuele y se te pose?
Tragué saliva.
―Um. ―Miré al Hombre Delgado. Dio con su cabeza una pequeña
sacudida, haciendo eco de mis sentimientos. Entrar en el patio de la bruja no
parecía la m{s brillante de las ideas en este momento―. En realidad, sólo
estamos buscando a alguien ―le dije, volviéndome hacia la bruja―. Un hada de
Verano. Pensamos que podría haber venido por aquí.
La bruja sorbió y dejó el cubo encima de un gran balde de madera.
―¿Es una declaración, humano, o una pregunta? No me hagas perder el
tiempo con historias que no me importan. Si quieres preguntarme algo,
pregunta
―Bien. ¿Has visto a un hada de Verano llamada Annwyl?
―Mejor. ―Una sonrisa socarrona curvó la boca sin sangre de la bruja―.
Sí, Ethan Chase ―cantó, haciendo mi piel de gallina―. Sí, de hecho. Pero esa no
es la pregunta con la que deberías haber empezado. La he visto en la corte de
Verano y el Wyldwood, en el reino de los mortales y Tir Na Nog. He visto a la
chica de Verano muchas veces, en muchos lugares diferentes, y tú deberías
empezar a hacer preguntas más inteligentes, o esto va a ser del todo demasiado
fácil para mí.
Gemí, rastrille mis manos por mi cara.
―Kenzie ―murmuré, sintiendo un dolor de cabeza empezando a palpitar
detr{s de mis ojos―. Ayuda.
Kenzie dio un paso adelante, rozando mi brazo mientras se enfrentaba a la
bruja sobre los postes de la cerca.
―Podría decirnos por favor ―empezó con una voz tranquila y firme―, en
la medida de su conocimiento, ¿dónde está Annwyl de la corte de Verano es en
este momento?
―Ah ―dijo la bruja―. Una pregunta mucho m{s inteligente. Tu amiga es
mucho mejor en esto que tú, Ethan Chase. De hecho sé dónde puedes encontrar
a Annwyl de la corte de Verano. La niña vino a mí no hace mucho tiempo, en
busca de respuestas, como la mayoría lo hace. Parecía bastante desesperada,
como la mayoría, para el momento en que se acercaron a mí. Ella ya había
estado en el Wyldwood y el reino de los mortales, y ambos fueron incapaces de
ayudar.
―¿Por qué? ―preguntó Kenzie, luego añadió r{pidamente―: ¿Cu{l fue la
pregunta para la que necesitaba una respuesta?
La sonrisa de la bruja se desvaneció.
―Quería saber ―dijo con voz grave―, cómo destruir el amuleto al que
está atada.
Los ojos de Kenzie se agrandaron.
―Pero eso la mataría ―exclamó―. Sin el amuleto, se desvanecerá en la
nada. Tenía que haber sabido.
―Lo sabe ―dijo la bruja con calma―. No la disuadir{. Estaba decidida a
verlo destruido, y quería saber si yo sabía cómo.
―¿Y lo sabe? ―preguntó Kenzie.
La bruja le dio una mirada nivelada.
―Lo sé ―respondió―. Efectivamente. Pero no necesitan esa información,
¿verdad? ―Me miró a mí y al Hombre Delgado―. Ustedes ya saben cómo
destruir el amuleto ―dijo―. Esa no es la razón por la que est{n aquí. No,
ustedes han venido por ella.
―Sí ―dijo el Hombre Delgado, dando un paso adelante―. Usted conoce
el peligro, vieja madre. Debe haber oído los rumores, incluso aquí en el Deep
Wyld. La Primera Reina ha vuelto, y el niño de la profecía lleva su ejército de
Olvidados contra las cortes. Si tiene éxito, los días de sangre y oscuridad se
tragarán todo Nunca Jamás, y nada estará seguro. Usted no puede esconderse
de ella para siempre, incluso en el Deep Wyld. Esa chica tiene la llave de la
victoria contra la Primera Reina, incluso aunque sea la más mínima posibilidad.
La bruja lo miró.
―Soy muy consciente de esto, Olvidado ―le espetó, mostrando un
destello de dientes amarillos irregulares―. Que es la razón del porqué la chica
no está corriendo fuera para enfrentarse al Príncipe de Hierro y condenarnos a
todos. La Primera Reina sabe sobre el amuleto, y los Olvidados matarían a la
chica de Verano antes de que pudiera alcanzar al príncipe. Están probablemente
todavía busc{ndola, a todos ustedes. ―Miró hacia abajo con su nariz torcida
hacia nosotros―. Sabía que vendrías aquí, Ethan Chase ―dijo con aire de
suficiencia―. Si no eras tú, entonces alguien m{s. Tú hermana, tal vez. O el
insufrible Goodfellow. Con el tiempo, sabía que alguien iba a llegar en busca de
la chica y el amuleto. Por lo tanto, la mantuve a salvo. Oculta. ―Sus labios se
torcieron en una sonrisa leve―. A pesar de que ella no podría verlo de esa
manera.
―¿Dónde est{? ―le pregunté―. Sabemos que ella est{ aquí. ¿Dónde la
estás reteniendo?
La sonrisa de La bruja se amplió, e hizo un gesto hacia el patio detrás de
ella, a la docena de pollos pululando por la hierba. Por un segundo, no supe lo
que quería decir; no vi a Annwyl en cualquier lugar en el patio, o entre el
rebaño. Entonces mi estómago se retorció con horror ante la comprensión y
Kenzie jadeó.
―Sí ―dijo la bruja con voz complacida―. Ella est{ aquí. ¿No es esto
mejor, Ethan Chase? Ningún Olvidado vendrá por ella a mis tierras. Ningún
príncipe traidor pensará en buscarla aquí. Tu chica de Verano está
perfectamente segura, oculto de la Primera Reina, y tiene todo lo que necesita.
―C{mbiala de vuelta ―le dije con firmeza, entrecerrando los ojos―.
Ahora mismo.
―¿Est{s seguro, muchacho? ―La bruja miró el rebaño, sin dejar de
sonreír―. Es mucho más feliz de esta manera, no hay cargas, no hay
responsabilidades. No recuerda su vida pasada y es perfectamente feliz
rastrillando con sus compañeros. ¿Seguro que quieres que la restaure a cómo
estaba, sabiendo que seguramente morirá?
Tragué saliva.
―No voy a dejarla así ―gruñí―. La necesitamos, y el amuleto, para
detener a Keirran. Así que, por favor, cámbiala de vuelta.
La bruja se rió entre dientes.
―Supongo que podría hacer eso ―comenzó, haciéndome desplomar en
alivio―. Aunque no veo lo que yo obtendré. ―Reflexionó un momento y luego
chasqueó los dedos―. Aquí est{ un juego divertido, Ethan Chase. ―Se rió―.
Voy a dejar que tomes a la chica de Verano y el amuleto, de forma gratuita, e
incluso estaré de acuerdo en cambiarla de vuelta ―hizo un gesto hacia el
rebaño detr{s de ella―, si puedes escogerla del resto. Tráeme el ave correcta, y
voy a dejar que todos se vayan.
Mi estómago cayó.
―¿Y si elijo mal?
―Entonces uno de tus amigos se convertir{ en un miembro feliz de la
manada ―dijo la bruja―. Y puedes tratar de adivinar de nuevo. Pero, ten
cuidado. Sólo estoy de acuerdo en dejar ir un ave esta noche. Ya se trate de la
chica de Verano o de tu pequeña amiga humana, depende de ti. ―Sonrió,
mostrando una boca llena de afilados dientes―. Así que yo trataría de hacerlo
bien la primera vez, Ethan Chase.
―Maldita sea. ―Me pasé una mano por el cabello, mirando sin poder
hacer nada a los dem{s. Si adivinara mal, y Kenzie pagara el precio<―. No
―le dije a la bruja―. No voy a hacer esto. Tiene que haber algo m{s que
quieras.
―No hay nada m{s que quiera ―dijo la bruja con calma―. Tengo todo lo
que necesito. Han traspasado hacia mi tierra, y hay un precio que pagar,
independientemente de las circunstancias. Te he dado la tarea, y si quieres que
la chica de Verano salga de este lugar, ya sabes lo que debe suceder. Esa es el
trato, y ni tú ni tu inteligente amiga humana me van a hacer cambiar de
opinión. Lo tomas o lo dejas, Ethan Chase.
Kenzie se acercó y puso una mano en mi brazo.
―Tú puedes hacer esto, Ethan ―murmuró, y yo negué en señal de
protesta―. Tienes que hacerlo ―continuó―. Es la única manera de encontrar a
Annwyl. No podemos dar marcha atrás.
―No puedo ―le dije con los dientes apretados―. ¿Qué pasa si adivino
mal? No voy a ponerte en peligro de esa manera. Lo siento, pero me niego a
tener un pollo como novia. Eso no va a suceder.
―Ethan. ―Kenzie me apretó la muñeca―. Hemos llegado hasta aquí
―susurró―. Tenemos que llevar a Annwyl y el amuleto de vuelta a
Wyldwood antes de que comience la guerra. Es la única oportunidad que
tenemos para detener a Keirran y a la dama. ―Respiré para discutir, pero ella
me hizo caso omiso―. Tu familia depende de ti. Tenemos que traerlo de vuelta.
Me dejé caer.
―Maldita sea, Kenzie. Tenías que traer a Meghan a la conversación, ¿no?
―Pero ella tenía razón, y ambos lo sabíamos. Disparando un vistazo al patio, a
la docena de pollos de los que tenía que elegir, mi interior se agitaba. Tantos, y
todos ellos eran exactamente iguales―. ¿Algún consejo para disputas de pollos
en esa cabeza entrenadora de animales tuya? ―le pregunté con desesperación.
―No es mi {rea de especialización ―respondió Kenzie, mirando al
patio―. Pero< todos los animales responden mejor a la paciencia y
movimientos lentos. Trata de no perseguirlos. Si Annwyl está ahí, si hay alguna
parte de ella en absoluto, tal vez te reconozca.
―Muchacho ―dijo la bruja, sonando impaciente―. El tiempo se est{
acabando, y tengo una tetera en la estufa. Si vas a hacer esto, ponte a ello.
Apreté la mano de Kenzie.
―Muy bien ―murmuré―. Deséenme suerte. ―Por el bien de ambos.
Tragando la sequedad en mi garganta, abrí la puerta y entré en el patio.
Bueno, esto era probablemente la cosa más estúpida que jamás había
accedido a hacer, y eso incluía todo el jolgorio de Keirran mientras lo seguíamos
a un extremo de Nunca Jamás y de vuelta. Sí, seguir a Keirran había llevado a
mi muerte, pero al menos nadie había terminado como un pollo.
La multitud miró mi acercamiento desde diferentes rincones del patio,
ojos pequeños y brillantes y en blanco, revoloteando alrededor con cacareos
nerviosos. Ninguno de ellos parecía que me reconociera.
Di unos pasos hacia ellos. Se deslizaron lejos. Di otros pocos, con el mismo
resultado, temerosos graznidos mientras corrían detrás de troncos y balas de
paja. No me dejaron acercarme a ellos.
Estábamos tan jodidos.
Detrás de mí, la bruja soltó una carcajada.
―¿Tienes problemas, muchacho? ―llamó, y resistí la tentación de
mostrarle el dedo medio―. Trata de acorralarlos entre los montones de heno y
el barril de agua. Normalmente soy capaz de atrapar a un par de ellos allí.
―Correcto ―murmuré, y di un paso hacia el barril de agua, donde un trío
de gallinas estaban acurrucadas. Se tensaron, listas para correr, y me detuve.
Espera un segundo. Esto es exactamente lo que ella quiere que haga, perseguirlos
por ahí como un idiota hasta que estén asustados y exhaustos y con demasiado miedo de
acercarse a mí. ¿Qué me había dicho Kenzie hace unos minutos? Los animales
responden mejor a la paciencia y movimientos lentos. No podía pisotear detrás de
ellos como un gigante, con la esperanza de ganar su confianza. Incluso si el
cerebro de pollo revuelto de Annwyl medio me reconocía, perseguirlos así solo
la asustaría.
Me quedé mirando las tres aves en la esquina. Dos de ellas se tensaron,
listas para correr, pero una gallina me miró con ojos cautelosos, como si no
estuviera seguro si huir o no. Si hiciera algún movimiento hacia ella en
absoluto, lo haría.
Muy bien, entonces. Annwyl, donde quiera que estés, espero que haya suficiente
de ti todavía allí para que me recuerdes.
Muy despacio, me senté, cruzando las piernas en el húmedo césped frío.
Los pollos miraban desde los bordes del patio, unos pocos curiosos, pero la
mayoría de ellos aún desconfiados. Lancé una mirada rápida en el lugar donde
una gallina había estado, pero ya no estaba allí.
Dios, espero que esto funcione, pensé, y cerré los ojos.
Durante unos minutos, me quedé absolutamente inmóvil, contando mis
respiraciones, escuchando el arrastrar de patas de pollo y los cloqueos ululantes
que me rodeaban. Oí a Razor zumbándole algo a Kenzie, quien le hizo callar de
inmediato. Por suerte, la bruja no se movió, tampoco. Hubiera apestado mucho
si ella hiciera algo para enloquecer a los pollos, aunque ahora que lo pensaba,
no había nada en el acuerdo que dijera que ella no pudiera interferir. Me sentí
aliviado de que me dejara hacer esto en paz, pero todavía podía sentir su
mirada ardiente en la parte de atrás de mi cuello.
Espero que no convierta a Kenzie en un pollo solo por el placer de hacerlo, pensé,
justo cuando hubo un golpecito en mi zapato.
Con cautela, abrí los ojos. Una pequeña gallina roja se situaba en la punta
de mi bota, inclinando su cabeza hacia mí. No podría decir si era el mismo pollo
de antes o no, pero era el único que se había aventurado cerca. Por un segundo,
me quedé mirando mientras mi corazón comenzaba a latir con fuerza. ¿Qué si
esta no era el ave correcta? ¿Qué pasa si adiviné mal?
Vamos, Ethan. Vas a tener que elegir alguna vez.
La gallina parpadeó, mirando hacia arriba a mi cara, mientras yo le daba
una sonrisa esperanzada.
―Hola, Annwyl ―susurré.
En el segundo que las palabras salieron de mi boca, el pollo comenzó a
brillar. Se hizo más brillante y más brillante, sus rasgos se fusionaron con la luz,
hasta que tuve que apartar la mirada. Cuando la luz se desvaneció y fui capaz
de mirar atrás, ya no había un pollo de pie allí.
En cambio, una ligera, hermosa chica fey se sentaba a mi lado en la hierba,
viéndose desconcertada. Cabello castaño ondulado caía por su espalda y los
hombros. Sus orejas eran largas y puntiagudas, y sus enormes ojos verdes me
miraron como en un sueño.
―¿Ethan< Chase? ―susurró Annwyl, mientras mi aliento abandonaba
mis pulmones r{pidamente y casi derrumb{ndome en alivio―. ¿Por qué est{s
aquí? Pensé< Oí que habías muerto.
Logré una pequeña sonrisa.
―Sí, bueno, los rumores de mi muerte son muy exagerados.
Ella parecía confundida, pero de repente su mano fue a su cuello.
―El amuleto. ―Se quedó sin aliento―. ¡Se ha ido! ―Empecé a responder,
pero sus ojos cambiaron, ira cruzando su cara normalmente pasiva―. ¿Dónde
est{? ―preguntó―. Ethan Chase, ¿qué has hecho?
Capítulo 15 La búsqueda de Annwyl
Oh, mierda. ¿Ahora qué?
Annwyl se levantó de un salto, viéndose frenética, y yo me reacomodé en
posición vertical, también.
―¿Dónde est{ el amuleto? ―preguntó de nuevo, mir{ndome―. ¿Est{
destruido? ¿Está perdido? ¿Dónde está, Ethan Chase?
―Tranquila. ―Levanté mis manos, dando un paso atr{s. Los ojos de
Annwyl brillaban de un verde escalofriante, y la hierba alrededor de sus pies
comenzó a retorcerse y enrollarse. Los pollos se esparcieron por todos los
rincones del patio, graznando de terror, cuando la fey de Verano anteriormente
dócil se quebró y pulsó con la energía de una tormenta―. Annwyl, c{lmate―le
dije, levantando mi voz para que fuera escuchada por encima de los pollos y el
siseo de las plantas. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? Nunca había visto a
Annwyl así―. Yo no lo tengo, ¿de acuerdo? Nosotros pens{bamos que estaba
contigo.
―No lo est{. ―Annwyl no parecía como que se calmaría pronto―. Pero
lo tenía. Estaba en mi poder cuando vine aquí. ―Miró alrededor del patio, su
mirada persistiendo en la casa, antes de darse la vuelta hacia mí otra vez―.
¿Dónde est{? ―casi susurró―. ¡Tengo que encontrarlo ahora!
―¡Basta! ―gritó la bruja, frunciendo el ceño, y Annwyl dirigió una
mirada furiosa sobre ella. Pero Kenzie y el Hombre Delgado caminaron a través
del patio hacia nosotros, y ante la vista del alto Olvidado, el hada de Verano
retrocedió, más temerosa de él que de la anciana a mi lado.
―¡El Hombre Delgado! ―rabió y vides espinosas brotaron de la tierra,
enroll{ndose como serpientes―. ¡Regresa! ¡No voy a ir contigo! Debo encontrar
el amuleto y a Keirran.
―Annwyl, detente ―imploró Kenzie, tendiendo una mano―. Todo est{
bien, él est{ con nosotros ahora<
―¿Por qué est{s aquí? ―interrumpió Annwyl, haciendo caso omiso de
Kenzie mientras miraba al Hombre Delgado. El alto Olvidado empezó a
responder, pero el hada de Verano hizo caso omiso de él―. Sé que has venido
por mí―dijo―. No puedo ir a tu ciudad Olvidada. ¡Debo llegar a Keirran antes
de que sea demasiado tarde, y tú no me detendrás!
―¡No tengo ninguna intención de llevarte a ningún lugar, mi querida!
―le respondió el Hombre Delgado―. Si solo escucharas a tus amigos, te darías
cuenta de eso. Cálmate antes de que lastimes a alguien.
―¡Annwyl! ―grité, agarrando su brazo―. Él est{ diciendo la verdad.
Vinimos aquí para buscarte y al amuleto. Cálmate.
No se calmó, pero se volvió hacia mí de nuevo, con los ojos brillando.
―¿Dónde est{ el amuleto, mortal? ―exigió, sonando m{s como Titania
que la Annwyl que yo había conocido―. ¡Dímelo ahora!
―¡Dije suficiente! ―La bruja agitó su mano, y las vides y las raíces
serpenteando alrededor del hada de Verano se congelaron, luego se deslizaron
de regreso bajo tierra. Annwyl parpadeó, sorprendida, mientras el viento se
calmaba, la hierba dejaba de enrollarse, y la tierra volvía a la normalidad una
vez más. Sólo los pollos revoloteando sobre el patio todavía graznaban y
farfullaban a todo pulmón―. Detén esta locura ―continuó la bruja, mirando al
hada―. Esto no est{ ayudando en nada. Est{s tan cegada por tus sentimientos
por el Príncipe de Hierro, que no puedes ver lo que está en juego. Mira lo que
estás haciendo a tus amigos que han viajado tan lejos para encontrarte.
Annwyl se puso pálida, y la luz escalofriante desapareció de sus ojos.
―Ethan ―susurró, mir{ndome―. Kenzie. ―Sacudió la cabeza, como si
fuera ahora que nos estaba reconociendo―. Lo siento. Perdónenme. Yo
supongo< que me entró el p{nico.
―Sí ―estuvo de acuerdo la bruja antes de que pudiéramos decir nada―.
Lo hiciste. Y esto es precisamente por lo que te cambié, chica. Tan lista para salir
corriendo a tu destrucción, a desperdiciar tu vida. Incluso si lograras alcanzar al
Príncipe de Hierro a través del ejército de Olvidados, ¿de verdad crees que él te
escucharía ahora?
Salté por la sorpresa, pero Annwyl se volvió con calma, enfrentando a la
bruja.
―Lo haría ―dijo―. Te lo dije antes. Él me escucharía. Lo habría hecho
ver.
―No. Tú habrías muerto. Y el príncipe habría perdido su alma para
siempre. ―La bruja entrecerró sus brillantes ojos en el hada de Verano―. No
podrías haber hecho esto tú sola, pero escucharías a esos mayores y más sabios
que tú. Por lo tanto, tomé la decisión para protegerte y mantener seguro a ese
maldito pedazo de magia, por tu propio bien, hasta que alguien apareciera que
pudiera ayudar.
―¿Qué? ―Kenzie se apartó de mí para mirar a la bruja, frunciendo el
ceño―. Si ese fuera el caso, entonces ¿por qué nos haces pasar por toda esta
mierda? ¿Por qué no solo convertir a Annwyl y acabar con esto?
Su boca delgada se torció.
―Porque tengo una reputación que mantener, querida. Y si el chico no
pudo entenderlo, no tenía ninguna esperanza de poder alcanzar al Príncipe de
Hierro. Además, era divertido. Vivir aquí con casi ningún visitante, tomo mi
entretenimiento cuando puedo.
Se rió, luego metió la mano en su chal y sacó un familiar disco de cobre
en un cordón de cuero.
Mi piel se estremeció ante la vista de esto, y el Hombre Delgado
retrocedió cuando la bruja lo sostuvo en alto. El amuleto, la cosa que había
atrapado el alma de Keirran, colgaba de la cuerda, girando en la brisa.
―Creo que esto es lo que est{s buscando.
Por un momento, Annwyl parecía que podría lanzarse hacia adelante y
arrebatar el amuleto de los dedos torcidos de la bruja. Pero tomó una
respiración profunda y calmante, y cuando volvió a hablar, sus palabras eran
estables.
―¿Vas a devolvérmelo, o esto es algo por lo que debo negociar?
―Bah, no negociaría por esta cosa maldita ―dijo la bruja, curvando un
labio con disgusto―. Es tu carga para soportar, no la mía. Sin embargo, emitiré
esta única advertencia. El Príncipe de Hierro, como ustedes lo conocían antes,
ya no existe. Su alma ha estado desaparecida de su cuerpo durante demasiado
tiempo. Mientras más tiempo uses ese amuleto para mantener tu propia vida,
más está en peligro de desaparecer por completo.
Annwyl se estremeció, pero asintió.
―Entiendo ―susurró, y la bruja le tendió el cordón. El hada de Verano
lo tomó y cuidadosamente lo colocó alrededor de su cuello, donde el amuleto
latía con un desagradable latido.
―Bueno. ―Suspiró el Hombre Delgado, cuando Razor se arrastró fuera
de la camiseta de Kenzie y saludó a Annwyl, zumbando alegremente―. Aquí
estamos todos.
―Sí ―murmuré―. Me da la sensación de que era la parte f{cil.
* * *
―Así que, déjame ver si lo entiendo ―le dije, cuando dej{bamos la casa de la
bruja, de regreso al bosque―. Viniste aquí con la esperanza de destruir el
amuleto. Sabiendo que te mataría si lo hacías.
―Sí―dijo Annwyl calmadamente―. Después oí< lo que Keirran te
había hecho en Irlanda, lo que provocó, sabía que algo terrible le había
sucedido. No podía ser el mismo. El Keirran que conocía nunca haría algo como
eso. Sabía que el amuleto tenía que ser el responsable. Podía sentirlo,
corroyéndolo constantemente. No podía soportar la idea de que por salvarme la
vida, Keirran se había convertido en eso. Lo que ellos le están llamando ahora, el
Sin Alma. El Destructor de las Cortes.
»Así que, sí ―continuó Annwyl―. Empecé a buscar una manera de
deshacer el amuleto. Primero probé buscando a su creador, el mortal en el
mundo humano. Pero< parece que ya no puedo hacerme visible m{s a los
humanos. Tal vez porque estoy tan cerca al Desvanecer, sólo el amuleto me está
manteniendo viva. Pero los mortales en el mundo humano no pueden verme ni
oírme, así que no podía preguntarle a tu Guro cómo romper esta maldición.
―Por lo tanto, esa era la presencia de la que Guro estaba hablando
cuando fuimos a verlo ―dijo Kenzie―. Fuiste tú.
Annwyl asintió.
―Pensé que el humano podía sentirme. Pero todavía no podía darme a
conocer. Y en ese momento, la noticia de lo que Keirran había hecho se había
extendido. Mi propia especie no me ayudaría. Leanansidhe podría haberme
matado si no hubiera estado tan preocupada por la desaparición de su mansión.
Así que, fui a Nunca Jamás, buscando a alguien que pudiera darme la respuesta
que buscaba. Con el tiempo, escuché que la bruja de hueso había viajado a
través del Río de los Sueños, de regreso a Deep Wyld de nuevo, así que caminé
hasta aquí.
―Pero< ―La frente de Kenzie se arrugó―. ¿No fuiste exiliada de
Nunca Jam{s? ―preguntó―. ¿No fue por eso como empezó todo este lío?
¿Cómo regresaste?
―Cuando el Velo desapareció ―respondió Annwyl―, todos los viejos
sellos y barreras que los gobernantes habían colocado en los caminos de las
hadas desaparecieron, también. Los fey Exiliados encontraron de pronto que
podían volver a Nunca Jamás, y muchos lo hicieron. Pero es demasiado tarde
para mí. ―Tocó ligeramente su pecho, donde el amuleto estaba escondido
debajo de su vestido―. Estaba demasiado cerca del Desvanecer. No sé si estoy
siquiera realmente viva ya, o si sólo soy un recuerdo que no puede morir. En
este momento, el amuleto es lo único que me mantiene aquí. Incluso ahora, de
vuelta en Nunca Jamás, sin este me desvanecería por completo.
―Annwyl. ―La cara de Kenzie era simp{tica y enojada al mismo
tiempo―. Lo siento mucho ―susurró, y sus ojos brillaban―. Esto no es< ¡Es
solo que no es justo! Tú no pediste nada de esto. No es tu culpa que Keirran
fuera completamente estúpido.
―Todo est{ bien. ―Annwyl mostró una pequeña sonrisa―. Estoy<
cansada, Mackenzie. He vivido una larga vida, más larga que la mayoría. Tengo
menos pesares que alegrías, menos dolores que recuerdos felices. ―Miró a lo
lejos, hacia los {rboles, su voz el murmullo m{s esencial―. No tengo miedo. Es
hora de dejar de quedarme y seguir adelante. Keirran es la última pieza de la
que debo cuidar.
Hubo un susurro de movimiento en la oscuridad adelante, y Lobo salió
sin ruido de los árboles. Annwyl se puso rígida, abriendo mucho los ojos con
temor y asombro cuando la enorme criatura caminó hacia nosotros, pero no
entró en pánico, incluso cuando el lobo giró su enorme cabeza hacia ella,
olfateando el aire.
―¿Asumo que es por la que viniste? ―gruñó, su voz haciendo vibrar las
hojas de encima―. No me dijiste que era una de ellos.
―¿Una de quién? ―preguntó Kenzie.
―De ellos. Los Desvanecidos. Los Olvidados, como ustedes los llaman.
―Lobo resopló con disgusto―. Huele a magia robada, a encanto prohibido, sin
embargo, ella misma no est{ del todo aquí. Y hay algo m{s. Algo< oscuro.
Enojado. ―Su hocico se curvó, revelando colmillos, y siguió adelante
amenazadoramente―. De alguna manera me hace querer arrancar su cabeza.
―Bueno, refrénate ―espetó Kenzie, dando un paso delante de la fey de
Verano―. Nadie est{ arrancando la cabeza de nadie. Tú, quédate. ―Miró al
Lobo que, aunque no se veía exactamente intimidado, resopló y retrocedió un
paso―. Tenemos que volver al Wyldwood y buscar a Keirran ―continuó
Kenzie, mirando al resto de nosotros―. ¿Alguna idea de cómo vamos a hacer
eso?
―R{pidamente, sería mi consejo ―vino una voz por encima. Un par de
ojos brillantes flotaban en las ramas arriba, un momento antes de que Grimalkin
se materializara en la rama de un {rbol―. Veo que lograste localizar a la chica
de Verano y el amuleto ―dijo el gato, sonando como si hubiera puesto en duda
nuestra capacidad para llevar a cabo eso―. Y el perro recordó su parte del trato
y no arrancó la cabeza de nadie como de costumbre. Supongo que las
maravillas nunca acaban.
Esperaba que Lobo gruñera y desnudara sus dientes, pero para mi
sorpresa, sólo se rió entre dientes.
―No seas mal perdedor, gato ―dijo retumbante. ― Recuerda, tuviste
que pedir mi ayuda. Espero que recuerdes eso en cada oportunidad.
―Hmf ―resopló Grimalkin, con aire aburrido―. Supongo que los
menos inteligentes tienen que tranquilizarse, como sea, si es que
pueden―reflexionó―. Yo, por el contrario, he estado ocupado con asuntos
importantes. Ethan Chase< ―Esa mirada dorada pasó a mí―. La Primera
Reina ha invadido el Wyldwood ―dijo, haciéndome saltar―. Las cortes est{n
ahora en guerra. Una multitud de Olvidados se interpone entre el Príncipe de
Hierro y tú, por no hablar de la dama misma. Ir tras él ahora sería muy
imprudente.
―Excelente. Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer?
―Eso no puedo decírtelo. Sin embargo, las cortes han establecido un
campamento en el borde del Wyldwood y Arcadia ―continuó Grimalkin,
curvando su cola alrededor de sí mismo―. La Reina de Hierro est{ entre ellos,
al igual que los gobernantes de Verano e Invierno. Tal vez conseguirán una
solución. Una más factible que dirigirse precipitadamente hacia el Príncipe de
Hierro a través de una horda de Olvidados y conseguir que los vuelvan trizas.
Volver al Wyldwood. Volver a Meghan y el resto de las cortes. Me
pregunté si ella estaría enfadada conmigo; le había prometido que me quedaría
lejos del campo de batalla, si todo se reducía a la guerra con los Olvidados.
Pero… Miré a Annwyl, observando en silencio sombrío. Esta es mi familia. No
puedo quedarme fuera. Tengo que tratar de salvarlo. La chica de Verano hizo una
pequeña inclinación de cabeza, como si supiera lo que estaba pensando, y mi
estómago se revolvió. Maldita sea, me gustaría poder salvar a Annwyl, también.
―Muy bien ―dije, y miré al Hombre Delgado, quien no había dicho
mucho desde que habíamos dejado la casa de la bruja―. Volveremos al
Wyldwood, entonces. ¿Puedes llevarnos allí? ¿A través del Between?
Él levantó una ceja muy estrecha.
―No desde aquí ―dijo lentamente―. Uno sólo puede separar el Velo
donde este está débil, y conozco un solo lugar en Deep Wyld donde la barrera
entre los mundos es así de delgada. Tendríamos que cruzar el Río de los Sueños
para encontrar un lugar donde pudiera llevarlos a Between.
Suspiré.
―Supongo que si esa es la única manera ―murmuré―. Pero nos
estamos quedando sin tiempo. Y llámame cínico, pero no puedo vernos no
topándonos con algún tipo de problema en el camino de regreso, sin embargo.
Lobo sacudió su enorme cabeza.
―No habr{ problemas ―declaró con una voz profunda y firme―. Nada
se atreverá acercarse. Los regresaré yo mismo.
Kenzie parpadeó.
―¿Lo har{s? ¿Por qué?
―Soy viejo, niña. ―Lobo la miró con solemnes ojos verdes―. M{s viejo
que la bruja. Mayor incluso que tu amigo delgado de allá. Recuerdo los días en
que la Primera Reina gobernó. Las cortes lo han olvidado, a propósito,
sospecho, pero esos eran tiempos caóticos, sangrientos. El mundo vivía con
miedo de nosotros, aterrorizado de los buenos vecinos y las criaturas que
acechaban en la oscuridad. Ella traería esos días de regreso, si pudiera.
―No lo entiendo ―dijo Kenzie―. ¿Todo ese miedo, encanto y creencia?
¿No es eso lo que tú quieres?
―¿Caos y pánico y los mortales corriendo como pollos sin cabeza?
―Lobo ladró una carcajada―. Sería muy divertido. Pero el mundo ha
cambiado. Aquellos días se fueron. Y sé lo que los seres humanos son capaces
ahora. Ya no adoran a las cosas que temen. Tratan de erradicarlas. ―Sus ojos se
estrecharon―. La Primera Reina traería destrucción a Nunca Jam{s, incluso
mientras trata de salvarlo. No se puede permitir que el Velo desaparezca de
nuevo. Así que si necesitas a alguien para tallar una sangrienta franja a través
de las filas de Olvidados para llegar a la Primera Reina y su pequeña mascota
de Hierro, soy el mejor para el trabajo.
―Oh, que bien ―dijo Grimalkin, levant{ndose de la rama―. Y ahora
que hemos recogido al perro. Le informaré a la Reina de Hierro de tu inminente
llegada, y que se prepare para el olor.
Él agitó su cola una vez y se había ido. Razor enseñó los dientes en la
dirección en que el gato había estado y siseó.
―Malvado, gatito malo ―murmuró el gremlin―. ¡Atar roca a la cola y
tirar en el lago, ja!
El lobo se rió entre dientes en señal de aprobación.
―Por lo menos uno de ustedes tiene buen gusto.
* * *
Como predijo Lobo, no nos encontramos con ningún problema en nuestro
camino de vuelta a través de Deep Wyld.
Aunque hubo un momento tenso cuando una roca se estiró y se levantó,
revelando que en realidad era un gigante gris arrugado con pelo musgoso,
colmillos amarillos y brazos hasta sus rodillas. Lobo y el gigante se miraron el
uno al otro durante unos segundos aterradores, antes de que el monstruo de
dos piernas diera un paso atrás y arrastrara los pies hacia los árboles.
El puente estaba esperando por nosotros cuando salimos de la selva
enmarañada, lo que fue de alguna forma una sorpresa. Y un muy gruñón
gnomo del puente nos informó que un gato gris mandón ya se había hecho
cargo del peaje, y que éramos libres de cruzar cuando gustáramos. Por qué él no
podría haber hecho eso la primera vez que cruzamos, yo no tenía ni idea, pero
ese era, después de todo, Grimalkin. Una vez que estuvimos de vuelta en
Wyldwood, el Hombre Delgado rápidamente encontró un lugar en el que el
Velo era delgado, y nos deslizamos hacia el blanco gris del Between una vez
más.
―Hum ―comentó Lobo cuando la cortina de la realidad se cerró detr{s
de nosotros. Al igual que Razor, sus ojos brillaban de un verde nebuloso
mientras miraba alrededor del paisaje sin luz―. Así que, este es el Between
―reflexionó, su profunda voz resonando a través de la niebla―. Yo estaba en
un pueblo muy parecido a esto, creo. No olía a nada, y sus residentes trataron
de succionar el encanto de nosotros.
―Esa era mi ciudad ―dijo el Hombre Delgado llanamente―. Y tú ni
siquiera debiste haber sido capaz de encontrarla. Aún no tengo idea de cómo
muchos de ustedes se las arreglaron para tropezar con Phaed, pero esto ha
causado todo un dolor de cabeza, ¿no? Y ahora debemos arreglar este lío que
cierto Príncipe de Invierno ha causado, o Nunca Jamás y Between podrían
perderse para siempre.
Lobo gruñó.
―No me culpes. Él era el que quería un alma. Traté de advertirle. ―Su
mirada se deslizó hacia Annwyl―. Tu gente y sus almas. En primer lugar,
tuvimos que encontrar una, ahora tenemos que regresar una. ―Frunció su
hocico con disgusto―. ¿Para qué son buenas, excepto para causar dolor?
―No lo sé ―dijo Annwyl suavemente, tocando la cuerda en su cuello―.
Pero la de Keirran siempre se ha sentido tan brillante. Tal vez si yo tuviera una
propia, no estaría Desapareciendo. Supongo que nunca lo sabré ahora.
―Suspiró y miró a lo lejos, su voz casi melancólica―. No pasar{ mucho antes
de que mi tiempo esté terminado.
―Noooo ―gimió Razor desde el hombro de Kenzie―. No irse.
Quedarse, linda chica elfo. Quedarse.
Bueno, yo había escogido bien el grupo, ¿no? Me pregunté qué diría
Meghan cuando entrara en el campo de hadas con Kenzie, Annwyl, un gremlin,
el Hombre Delgado y el gran lobo feroz arrastrándose detrás de mí. Me
preguntaba lo que los otros gobernantes pensarían.
Supongo que lo averiguaría muy pronto.
―¿Qué tan lejos estamos de la frontera de Arcadia? ―le pregunté al
Hombre Delgado.
―No muy lejos ―respondió el alto faery. Mirando alrededor del paisaje
vacío, suspiró y se dio la vuelta, levantando una mano―. Síganme, y vamos a
tratar de no tropezar con cualquier otra realidad esta vez.
―No discutiremos eso.
No nos tropezamos con ninguna bolsa de realidad, y cuando el Hombre
Delgado partió el Velo, una vez más, entramos en la oscuridad familiar y
enredada del Wyldwood.
―Arcadia est{ en esa dirección, creo ―dijo el Hombre Delgado,
apuntando en una dirección cualquiera―. Aunque no estoy seguro de dónde
las cortes establecerían un campamento. El cait sith sólo mencionó que estaban
en la frontera entre la corte de Verano y el Wyldwood.
Lobo ladeó su cabeza peluda.
―Oigo agua corriendo ―dijo, y levantó el hocico al viento―. Y huelo<
muchos fey. Verano, Invierno< ―su labio se apartó de sus colmillos―< y
hierro.
―Ese debe ser el ejército ―dije, ignorando el giro en mi estómago.
Meghan estaba cerca. Como lo estaba la guerra y, probablemente, la Primera
Reina. Pronto, tendría que enfrentarme a ambos, a mi hermana y al Príncipe de
Hierro, y no tenía idea de cuál me asustaba más.
Nada de esto por ahora.
Tomando una respiración profunda, comencé a avanzar, hacia el
campamento, hacia mi hermana y tal vez la lucha final con mi sobrino.
Capítulo 16 Debajo del estandarte de Hierro
Había probablemente unas pocas miles de tiendas de campaña acampando a la
orilla del río.
―Vaya ―murmuró Kenzie, mirando hacia el valle, que se veía como una
especie de circo loco o campo de refugiados. Casi todo el espacio disponible
había sido retomado por tiendas de campaña, y fey de todo tipo vagaban entre
los estrechos senderos. Sin embargo, me di cuenta de una clara separación entre
las tiendas pertenecientes a Verano, Invierno y Hierro. Las tres cortes
mantenían aislados sus lados del campo, sin mezclarse o interactuar con los
otros territorios. Al menos, eso es lo que supuse, basado en los diferentes
colores de las tiendas agrupadas: tonos de verde y marrón para el Verano;
negro, rojo y azul para el Invierno. La corte de Hierro era fácil de detectar. No
sólo estaba colocada muy lejos de las otras cortes; el área alrededor parecía un
poco enferma. Los árboles estaban marchitándose y se inclinaban, las plantas
estaban en el proceso de morir, e incluso la hierba parecía muerta.
Me imaginé que una cantidad tan grande de fey de Hierro, sentados en el
medio del Wyldwood estaba envenenando lentamente la tierra alrededor de
ellos, pero nada podría ser hecho al respecto. La corte de Meghan era un aliado
demasiado poderoso para no participar en la guerra con los Olvidados. Por
supuesto, una vez que la lucha haya terminado, Verano e Invierno
probablemente no perderían tiempo sacando a la fey de Hierro fuera del
Wyldwood y de regreso a Mag Tuiredh. Me preguntaba cómo Meghan había
sido capaz de aguantarlos por tanto tiempo.
―Uf ―gruñó Lobo mientras miraba hacia el valle. Se alejó de la orilla―.
Demasiado lleno para mi gusto ―dijo―. Ustedes cuatro sigan adelante.
Reúnanse con sus gobernantes, hagan lo que tengan que hacer. Yo me voy a
quedar atrás, mantener un ojo en el perímetro. Asegurarme de que no hay
Olvidados escondidos alrededor de los límites.
―¿Est{s seguro, Lobo? ―preguntó Kenzie. El Lobo jadeó con una
sonrisa.
―Oh, confía en mí, es mejor de esta forma. Probablemente habría pánico
si me fuera a pasear por allí ahora. ―Se sacudió, luego se volvió hacia el
bosque―. Voy a estar cerca. Si hay problemas, simplemente grita.
Galopando hacia los árboles, desapareció.
Saliendo del bosque, nos dirigimos hacia el río y un puente de madera
que cruzaba el banco.
Dos caballeros hada, altos y delgados, custodiaban la entrada del puente
con armadura azul y blanco con carámbanos creciendo de los hombros y cascos.
Los caballeros de Invierno nos miraron mientras nos acercábamos, las manos
enguantadas se dejando caer sobre sus espadas de hielo.
―Espera ―gruñó uno cuando nos detuvimos a unos metros de los
puestos―. Identifíquense, humanos. Este campamento est{ fuera de los límites
de su especie.
―Mi nombre es Ethan Chase, hermano de su alteza la Reina de Hierro
―dije, encogiéndome ante cu{n imbécil sonaba. Pero, como descubrí, los feys
respondían mejor al rango y la pompa, y por lo general se inclinaba ante el
protocolo―. Déjanos pasar. Tengo un mensaje importante para mi hermana.
Los caballeros de Invierno se miraron. Era obvio que no les gustaba ser
ordenados por un humano y estaban buscando una manera de rehusarse. Crucé
mis brazos y traté de parecer impaciente e importante. Los caballeros,
finalmente, dejaron caer sus manos de las empuñaduras de sus espadas.
―Muy bien ―dijo uno de ellos de mala gana, y se apartó―. Tú puedes
pasar, Ethan Chase. La tienda de la Reina de Hierro se encuentra en el lado este
del campamento.
―Espera ―dijo el otro, justo cuando me relajé. Su mirada se deslizó
pasando a Annwyl y Kenzie, afortunadamente, Razor se había escondido en su
camiseta, y se fijó en el Hombre Delgado, esperando en silencio detrás de
nosotros. Los fríos ojos azules del caballero se estrecharon, y de repente sacó su
espada―. ¡Olvidado! ―gruñó―. ¡Ese es un Olvidado! ¡Traidor!
Él empezó a avanzar, una mirada asesina en sus ojos. Saqué mis espadas
y me interpuse entre ellos, bloqueando su camino.
―Ni un paso m{s―le advertí.
Sonriendo, trató de empujarme a un lado usando la fuerza bruta; esquivé
su brazo, interviniendo y puse la punta de mi espada contra su coraza. La
armadura de hielo se deshilachó donde la tocaba el acero, disolviéndose en el
aire como niebla de color, dejando un pequeño agujero atrás. El caballero se
quedó inmóvil, mirando a su arruinado pectoral, y yo sonreí con frialdad.
―La última vez que te lo pediré amablemente.
―¡Cómo te atreves a traer a esa abominación aquí! ―escupió el
caballero, cambiando a una rabia indignada ahora que la cruda violencia había
fracasado―. ¿Cómo te atreves a traer a un Olvidado en medio de nosotros? Los
gobernantes nunca lo tolerarán.
―¿Te relajar{s? Él no est{ con la Primera Reina. ―Lancé un vistazo de
una fracción de segundo de vuelta al Hombre Delgado para asegurarme que
todavía estaba allí. Él estaba, viendo a los caballeros con calma, una expresión
casi divertida en su rostro estrecho. Supuse que si estaba en algún peligro real,
esencialmente podría hacerse invisible. Siempre y cuando encarara a sus
oponentes de frente, no podría ser visto.
Debe ser agradable.
―Él est{ de nuestro lado ―insistí, mientras el caballero me daba una
flagrante mirada de desprecio―. Est{ trabajando con nosotros para detener a la
Primera Reina y al resto de los Olvidados, así que todo el mundo solo puede
calmarse. Y nosotros tenemos información importante sobre la guerra,
información que todos los gobernantes querrán oír. Pero, bueno, si no quieres
dejarnos pasar, dejaremos que esté sobre tu cabeza cuando la Reina de Hierro se
entere.
Los caballeros me miraron.
―Espera aquí ―ordenó uno finalmente, dando un rígido paso hacia
atr{s―. Informare a los gobernantes de tu llegada. Ellos pueden decidir qué
hacer contigo y tus< amigos.
Girando sobre un tacón, él marchó rígidamente al campamento, mientras
que el segundo caballero volvió a su puesto, todavía mirándome con ojos
entornados.
―Encantador ―dijo Kenzie, cuando Razor se asomó fuera de su cabello
y le hizo muecas al caballero en retirada.
El Hombre Delgado suspiró.
―Estaba temeroso de que esto podría suceder ―dijo, y lanzó una mirada
cansada de vuelta a los {rboles―. Tal vez debería irme ―reflexionó―. Unirme
a Lobo esperando por ti en el borde del bosque. No me gustaría que nuestra
misión peligrara debido a la sospecha de las cortes.
―No ―dije―. No habríamos llegado tan lejos si no fuera por tu ayuda.
Estás quedándote con nosotros. Las cortes solo van a tener que aguantar y
actuar como adultos razonables por una vez.
El caballero de Invierno no regresó, pero después de varios minutos de
tensión, el ruido metálico de armadura podía ser escuchado viniendo hacia
nosotros, y un escuadrón de caballeros de Hierro marchó hasta el puente.
―Príncipe Ethan ―llamó el único adelante―. Por favor, perdona la
espera. Si usted y sus amigos nos acompañan, lo llevaremos a la Reina de
Hierro.
Respiré de alivio. Meghan misma había pedido por mí. Sin tener que
pelear nuestro camino más allá de una iracunda Mab o Titania. Íbamos
directamente a ver a mi hermana.
Tenía la esperanza de que ella no estuviera demasiado enfadada porque
yo había logrado colarme fuera sin su permiso. De nuevo.
Viéndose molesto, el caballero de Invierno se paró a un lado para
dejarnos pasar. Yo estaba enormemente tentado a sonreírle mientras
cruz{bamos el puente, pero había acabado de hacer ese comentario de “adulto
razonable” hace un momento, por lo que me abstuve. Los caballeros de Hierro
nos rodearon, manteniendo un ojo cauteloso en el Hombre Delgado cuando lo
hicieron, y comenzamos a atravesar el campamento.
Las hadas nos miraban, curiosas y suspicaces, mientras seguíamos a los
caballeros por las calles fangosas. Por supuesto, tuvimos que pasar por el lado
Unseelie del campamento para llegar al territorio de Hierro, así que la mayor
parte de hadas, duendes, gorros rojos, ogros y por el estilo, parecía que podrían
habernos atacado si no hubiéramos estado rodeados por un muro de hierro y
acero. Varios gorros rojos se arrastraron junto a los caballeros, permaneciendo
apenas fuera de alcance, y gruñeron o lanzaron insultos contra nosotros, en
especial al Hombre Delgado. Un escalofrío se cernía sobre todo, y el aire estaba
cargado de tensión y la amenaza de violencia. Aquí todo el mundo estaba
nervioso, me di cuenta, ávido de batalla y derramamiento de sangre. Mantuve
mi espada fuera, por si acaso, y me pregunté qué tan cerca estaba el ejército de
la Primera Reina y qué tan pronto antes de que todo el infierno se desatara.
Finalmente salimos libres del campamento de Invierno, para mi alivio, y
la multitud de hadas Unseelie pronto desapareció mientras cruzábamos hacia el
territorio de Hierro. La ciudad de tiendas de campaña se veía muy diferente
bajo el estandarte de Meghan. A diferencia del caos salvaje del campamento
Unseelie, donde las moradas fueron arrojadas juntas en filas desordenadas
donde había espacio, las tiendas de aquí estaban organizadas en perfectas líneas
rectas, casi como una cuadrícula. En vez de antorchas, faroles parpadeaban en
las esquinas, postes de hierro creciendo fuera de la tierra. Las hadas todavía nos
miraban con curiosidad: elfos informáticos, ninfas de alambre, caballeros de
Hierro y enjambres de los siempre presentes gremlins, todos nos miraban
mientras caminábamos a través del campamento. Pero, aparte de los gremlins,
muchos de ellos se inclinaban o asentían cuando yo pasaba, todavía tratándome
como a un príncipe. Esto me puso incómodo, pero era mejor que ser llamado
una “golosina” por un gorro rojo con dientes afilados deseando tomar un
pedazo de mí.
Mientras pasábamos por debajo de una torre de vigilancia, una manada
de zumbantes y agudas voces sonaron, y un enjambre de gremlins apareció,
aferrándose a las paredes de la torre. Ellos charlaban y señalaban,
confundiéndonos con su lenguaje sin sentido y sonando como una emisora de
radio con estática.
Razor salió del cabello de Kenzie, una enorme sonrisa cruzando su rostro
cuando rebotó y devolvió el saludo, zumbando sin parar. Kenzie hizo una
mueca, inclinando la cabeza mientras esperaba pacientemente a que la emoción
del agitado gremlin parara. Razor se volvió hacia ella, orejas tiesas, expresión
esperanzada, y ella sonrió.
―Ve ―dijo, y el gremlin salió, dispar{ndose hacia la torre para unirse al
resto del enjambre.
Ellos rieron y gritaron en maníaca alegría, saltando uno sobre el otro,
hasta que toda la multitud se alejó y se perdió de vista. Kenzie negó.
―Él regresar{ ―suspiró, mientras sus voces animadas se desvanecían en
el viento―. No puedes mantenerlo lejos, me temo. ¿Sabías que pasé casi un mes
enseñando a mi perro a ignorar a los gremlins? Mi padre y madrastra pensaron
que me había vuelto loca, ladrando a cosas que no estaban allí. ―Su rostro se
entristeció entonces, sus ojos volviéndose oscuros―. ¿Me pregunto qué están
haciendo ahora? ―murmuró, casi para sí misma.
Mi estómago se revolvió. ¿Qué estaban haciendo mis padres ahora? ¿Qué
estaba pasando en casa? Sabía que meses habían pasado en el mundo real desde
que vi a mis padres la última vez, la mañana en que me escapé a Nueva Orleáns
con Annwyl y nunca regresé.
―¿Príncipe Ethan? ―La voz de un caballero me sacó de mis
cavilaciones. Habíamos parado en la entrada de un carpa gris, mucho más
grandes que aquellas rodeándola y custodiada por otro escuadrón de
caballeros. Me di cuenta que estábamos de pie en el mismo centro del
campamento de Hierro, y el estandarte de un enorme roble blanco ondeaba en
el viento en la cima del poste m{s alto―. Estamos aquí, señor ―dijo el caballero
con una corta reverencia, e hizo un gesto a los faldones de la tienda―. Su
Majestad está esperándolo en el interior.
Lamí mis labios, tomé una corta respiración y di un paso a través de los
faldones.
Dentro de la tienda estaba tenue y fresco. Una gran mesa estaba en el
centro de la habitación, un mapa de Nunca Jamás extendido a través de esta.
Alfileres de colores habían sido presionados en la superficie, marcando
escaramuzas o batallas o avistamientos de los Olvidados, yo no sabía. Miré
rápidamente alrededor buscando a Ash y vi que ni él ni Puck estaban presentes.
Pero Meghan estaba parada en el otro extremo de la mesa, rodeada por
fey de Hierro y viéndose imponente en un traje de batalla flexible plateado, una
espada colgando a su lado. Su cabello había sido apartado, exponiendo
completamente sus orejas puntiagudas, y llevaba una diadema brillante de
alambre y acero en su frente. Mi piel se erizó. Esta era la primera vez que la
había visto así, una verdadera reina de las hadas, poderosa y terrible, dispuesta
a defender sus tierras.
―Los exploradores de Rylan est{n monitoreando la situación, su
majestad ―estaba diciendo una de las hadas―. Nos informar{n si hay avances,
pero hasta el momento no se han registrado nuevos avistamientos de Olvidados
en ninguna parte del Wyldwood.
―¿Ninguna señal de la Primera Reina, todavía? ―preguntó Meghan.
―No, majestad. ―El hada negó con la cabeza―. No ha habido
avistamientos de ella o del prínc< ―tropezó con la palabra, pareciendo
adolorido―, o Keirran, en el Wyldwood o en cualquier lugar en Nunca Jam{s.
La Reina de Hierro asintió.
―Muy bien ―dijo―. Sigan monitoreando la situación y h{ganme saber
si algo cambia. Si aparece Keirran o la Primera Reina, infórmenme de una vez.
―Sí, su majestad.
―Eso ser{ todo. Puedes retirarte.
Los fey en la sala pusieron un puño en sus corazones, hicieron una
reverencia y salieron, moviéndose alrededor de nosotros con corteses
asentimientos. La Reina de Hierro permaneció en la mesa, mirando hacia abajo
a la superficie, hasta que se habían ido, y el silencio descendió sobre la
habitación.
―Ethan. ―Meghan levantó la vista de la mesa de guerra. Sus ojos azules
estaban cansados, tristes, cuando se encontraron con los míos a través de la
habitación―. Aquí no es donde quería que estuvieras, hermanito ―dijo, y su
voz era m{s resignada que enojada―. Deberías estar en casa, no en la primera
línea de esta locura. Me prometiste que te quedarías lejos de la guerra.
Tragué.
―Lo siento, Meghan. Pero no puedo. Esta es mi lucha, también.
―Terco. ―Sacudiendo la cabeza, Meghan fue alrededor de la mesa, con
su mirada dirigiéndose al Hombre Delgado de pie detrás de mí. Por un
momento, una mirada acerada cruzó su rostro cuando reconoció al alto faery
por lo que realmente era―. ¿Y tú eres<? ―preguntó, una nota de advertencia
en su voz.
El Hombre Delgado se inclinó.
―Un conocido de la familia ―dijo en un tono cortés―. Tú podrías no
darte cuenta de ello, Reina de Hierro, pero he estado observándote y a tu gente
desde hace bastante tiempo. Estamos más conectados de lo que tú sabes.
―Es un amigo, Meghan ―interrumpí, cuando la reina continuó
mir{ndolo con recelo―. Quiere detener a la dama y a los Olvidados. Nos ha
estado ayudando a encontrar una manera de traer de vuelta Keirran.
Ante el nombre de Keirran, Meghan parpadeó, y su mirada se dirigió a
mí, la esperanza repentina haciendo que mis entrañas se aprieten.
―Entonces< ¿has encontrado una manera?
―Sí ―dije, y dudé―. Bueno, algo de eso. Es complicado.
―Complicado. ―Meghan cerró brevemente los ojos―. Vi a Keirran en el
consejo de Tir Na Nog ―siguió―. Escuché lo que dijo. Sé lo fuerte que es, el
gran peligro que representa para Nunca Jamás. No puedo permitir que mi hijo
destruya a aquellos por los que me preocupo. ―Su mirada se detuvo en mí―.
Hice una promesa a mi pueblo que iba a protegerlos, de todas las amenazas.
Incluso si la mayor amenaza proviene de mi propia sangre. ―Parpadeó
rápidamente, desvaneciendo las lágrimas que comenzaban a brillar, y se paró
firme―. Soy una reina. Esto me est{ matando, pero< no puedo dejar que
Keirran destruya este mundo, o a la gente que amo. Haré cualquier cosa para
llevarlo a casa, pero si no puede ser salvado<
―No. ―Esta vez, fue Annwyl quien habló, sorprendiéndome. La chica
de Verano dio un paso adelante, su mirada suplicante, para hacer frente a la
Reina de Hierro―. Su Majestad ―susurró, dejando caer su mirada mientras
Meghan se volvió hacia ella―. Mi nombre es Annwyl, ex criada de Titania de la
corte de Verano. Y yo< ―Tembló, tomó una respiración profunda para
calmarse―. Yo soy la única responsable de la traición de Keirran.
―Annwyl ―interrumpió Kenzie, mientras Meghan se quedaba mirando
al hada de Verano, su expresión ilegible―. Eso no es cierto. Tú no hiciste a
Keirran hacer nada. En todo lo que hizo, él tuvo una opción. Todos la tenemos.
No te culpes por sus acciones.
Annwyl negó.
―Yo fui débil ―dijo, todavía sin mirar a ninguno de nosotros, sobre
todo no a Meghan―. Sabía que no debería haberme reunido con él. Si
solamente hubiera prestado atención a las leyes en ese entonces, nada de esto
habría sucedido.
Meghan mostró un ligero ceño fruncido.
―Annwyl ―dijo lentamente, como si acabara de comprender―. La chica
de Verano de la corte de Titania ―reflexionó―. ¿Tú< eres de la que Keirran se
enamoró?
―Lo siento mucho, su majestad ―dijo Annwyl, y cayó de rodillas,
mirando al suelo―. Todo este lío se puede rastrear de regreso hasta mí. Titania
quería que me reuniera con Keirran, seducirlo y ganar su afecto, y yo no pude
rechazar a la reina. Me reuní con el príncipe varias veces, sabiendo que tendría
que traicionarlo al final, que Titania lo exigiría. Pero< ―Su voz temblaba, y
aferró sus manos a su pecho para evitar que temblaran―. Cuando ella me
ordenó pedirle a Keirran que matara a uno de sus rivales, un noble de la corte
de Invierno, no pude hacerlo. Nunca la había desobedecido antes, y sabía que
me exiliaría por traición, pero me negué a una orden directa de mi reina por
primera vez en mi vida y fui desterrada al reino de los mortales. Porque me
había enamorado de Keirran, también.
»Sabía que nuestra relación estaba prohibida ―continuó Annwyl―.
Sabía que no deberíamos estar juntos, incluso si Keirran se burlaba de las viejas
leyes. Debería haber roto su corazón esa primera vez, convencerlo que lo
despreciaba, que lo culpaba por mi exilio. Habría sido más amable a largo
plazo, dejarlo irse. Debería haberlo dejado irse. ―Sus ojos brillaban, y
finalmente levantó la vista, encontr{ndose con la mirada de Meghan―. Es por
mi culpa que Keirran hizo todos esos tratos, y es por mí que fue a ver a la dama
esa noche. Su hermano murió, y Keirran perdió su alma< por mi culpa.
Meghan cerró los ojos.
―Annwyl ―dijo en voz baja, y la chica de Verano hizo una mueca, como
si se preparara para el castigo. Pero la voz de la Reina de Hierro era tranquila
cuando abrió los ojos y bajó la mirada hacia ella―. Lev{ntate. Mírame.
Enamorarse no es un delito. Incluso si una relación ha sido prohibida por las
cortes. Conozco a mi hijo. Es extraordinariamente difícil hacerle cambiar de
opinión, acerca de cualquier cosa, una vez que toma una decisión. Estoy segura
que has descubierto cu{n obstinado puede ser. ―Annwyl soltó una pequeña
risa que era parte sollozo mientras se levantaba, y Meghan sonrió tristemente―.
Sabía que Keirran se había enamorado de alguien ―continuó la Reina de
Hierro―. Trató de ocultarlo, pero una madre siempre sabe. Sólo esperaba que
quien fuera que había capturado su corazón lo tratara con cuidado, porque él es
muy parecido a su padre en que una vez que ama a alguien, lo hace por
completo. ―Una mirada de dolor cruzó su rostro, antes de que se compusiera
de nuevo―. No te culpo por las decisiones de Keirran. No puedo estar enojada
contigo y Keirran por haberse enamorado. Tú lo protegiste de Titania a costa de
tu propia libertad. Esa no es la decisión de un hada que está meramente
jugando el juego.
―Su majestad es demasiado amable ―dije Annwyl, y su voz fue un poco
ahogada―. Pero no merezco su simpatía. No cuando tengo esto.
Lentamente, Annwyl cogió el cordón de debajo de su vestido y sacó el
amuleto a la luz. El disco de cobre brillaba en su mano mientras lo sostenía en
alto, mirándolo como si un escorpión vivo descansara en su palma.
―Esto< es lo que me est{ manteniendo viva ―susurró Annwyl,
mientras Meghan miraba el amuleto y se ponía pálida. Me pregunté si mi
hermana podía sentir la magia negra palpitando dentro del disco de cobre. O, y
mi estómago se dio vuelta ante el pensamiento, ¿podía de alguna manera sentir
lo que el amuleto realmente contenía?―. Esto es lo que mi existencia vale
―continuó el hada de Verano, su propia expresión arrugada con asco―. El
alma de Keirran, y la destrucción de las cortes. Yo no quería esto ―susurró,
cuando el disco de metal se reflejó en sus ojos―. Me habría Desvanecido
felizmente si hubiera sabido que esto lo convertiría en un monstruo.
―¿Este es el amuleto del que Ash estaba hablando? ―preguntó
Meghan―. ¿Esto es lo que contiene el alma de Keirran? ―Y aunque su voz
seguía siendo tranquila, podía oír la furia tejida, horror y desesperación por
debajo.
Annwyl debe haberlo sentido también, porque se puso blanca hasta el
punto que pensé que podía desmayarse. Pero asintió con firmeza.
―Sí, su majestad.
―¿Puede ser destruido? ―preguntó Meghan en esa misma voz
tranquila. Sus ojos brillaban mientras miraba el amuleto, y sentí la inmensa
aglomeración de poder a su alrededor, como la energía antes de una tormenta.
Como si ella lo haría añicos en un momento―. ¿Eso liberaría el alma de Keirran
y nos lo devolvería?
―Puede ser destruido ―dijo Annwyl lentamente, su voz temblorosa―.
Pero<
―Keirran tiene que hacerlo ―terminé, y la mirada de Meghan se posó en
mí―. Por su propia y libre voluntad. Él tiene que hacer esa elección por sí
mismo.
―Ya veo ―murmuró Meghan, y la energía alrededor de ella parpadeó y
murió. Vi la comprensión deslizarse sobre ella, el mismo enorme problema que
me había estado plagando desde que me fui de la casa de Guro. ¿Cómo
demonios íbamos a convencer a Keirran, el autoproclamado Destructor de las
Cortes, de romper el amuleto él mismo?―. ¿Y tienes un plan de cómo vas a
hacer eso? ―preguntó Meghan, como si leyera mis pensamientos.
En realidad no, pensé, pero por suerte Annwyl se me adelantó.
―Voy a hablar con él ―dijo el hada de Verano―. Él va a escucharme. Al
menos, espero que lo haga. ―Cerró los ojos, dejando caer su voz hasta un
susurro―. Espero que no haya llegado tan lejos que se haya olvidado de
nosotros.
Asentí.
―Si Keirran escuchar{ a alguien, ser{ a Annwyl ―le dije a Meghan―. El
único problema será llegar a él. No sabemos realmente dónde está, excepto que
nunca está lejos de la Primera Reina, y que probablemente va a haber un gran
ejército de Olvidados entre nosotros.
La frente de Meghan se frunció.
―Ash y Puck est{n explorando la zona donde los Olvidados fueron
vistos la última vez ―dijo―. Ha habido escaramuzas a lo largo de las fronteras,
lugares donde los Olvidados saltan de la nada, pero nunca hemos vislumbrado
al ejército real. Nadie ha visto a Keirran o a la Primera Reina, tampoco, aunque
sospechamos que los Olvidados se están preparando para lanzar un ataque
completo. Si podemos de alguna manera llegar a Keirran antes de que eso
suceda, podemos salvarlo como mínimo. Pero si ataca con los Olvidados<
―Meghan se interrumpió, sacudiendo la cabeza―. Incluso si no puedo dar el
golpe final, los otros gobernantes no le mostrarán piedad. Si Keirran lidera a los
Olvidados a la guerra, no podemos detenernos. A la Primera Reina no se le
puede permitir ganar.
―Reina de Hierro ―dijo el Hombre Delgado, y dio un paso hacia
adelante―. Si me lo permite< Tengo información sobre la Primera Reina que
su gente puede no tener. Estoy dispuesto a compartirla con ustedes, y todo el
mundo, con la esperanza de que podamos derrotar a la dama. Pero tenemos que
trabajar juntos. La Primera Reina de las hadas gobernó durante mucho tiempo
antes de que finalmente fuera derrocada y olvidada. No la subestime. No es una
oponente para tomar a la ligera.
Meghan asintió y se enderezó, mirándonos a todos nosotros.
―Voy a llamar a un consejo de guerra ―anunció―. Mab y Oberon
querrán oír esto, y quiero explicar lo del amuleto para ellos. Tal vez los
convenza de no sacrificar a Keirran a la vista. ―Sus ojos brillaron, ese peligroso
remolino de energía alrededor de ella una vez más, antes de que se alejara―.
Voy a tener que llamar de regreso a algunas de mis fuerzas, por lo que podrían
ser unas horas hasta que se presenten. Hasta entonces, voy a tener a alguien
acomodando unas cuantas tiendas de campaña. Todos ustedes parece que
podrían necesitar el descanso. Annwyl< ―Miró al hada de Verano―. Sé que tu
estancia en el campamento de Hierro probablemente es desagradable para ti.
¿Vas a estar bien? Puedo hablar con Oberon si deseas permanecer dentro de
Verano.
―Estoy agradecida, su majestad ―contestó Annwyl―. Pero no hay
necesidad. Yo< yo no siento la enfermedad del Hierro como debería. Tal vez el
amuleto la absorbe, pero< ―Se miró las manos―. No creo que estoy
enteramente aquí, ya no más. Y, después de lo que pasó con Keirran y la Reina
de Verano, ninguno de mis parientes realmente me quiere alrededor. Titania lo
dejó muy claro, en Arcadia, al menos, que yo era la causa de la traición de
Keirran. Incluso hubo rumores de que yo fui la que le ordenó a Keirran atacar a
la reina, para obligarla a levantar mi exilio. Por lo tanto, no soy bienvenida en la
corte de Verano por más tiempo, y probablemente hay aquellos dentro de
Verano que me desean mal. Si todo es lo mismo para usted, preferiría
quedarme en este lado de la frontera.
La mirada de Meghan era simpática cuando asintió.
―Por supuesto ―respondió―. Y no te preocupes por Titania. Ninguno
de sus criados se atreverá a cruzar la frontera hacia Hierro. Estarás a salvo aquí.
El Hombre Delgado aclaró su garganta.
―Yo, por el contrario, creo que voy a excusarme ―dijo, inclinando su
sombrero hacia la reina―. No quiero ser grosero, pero estoy encontrando los
efectos de su Reino de Hierro desagradables. Creo que voy a estar en otro lugar
hasta que usted tenga necesidad de mí. Ethan Chase< ―miró en mi
dirección―< estaré cerca. No vayas detr{s del príncipe sin mí.
Se dio la vuelta< y desapareció.
Meghan suspiró.
―Consejero Fix ―llamó en voz baja, y el roedor que había estado
ocupado garabateando notas se desplazó hacia adelante, parpadeando―. ¿Por
favor arreglarás unas tiendas para Kenzie y Annwyl? Debemos tener el espacio
para ello. A ver si puedes conseguirles algo de comer, también. Ethan< ―me
miró―< quiero hablar contigo un momento a solas.
El roedor asintió y contoneándose salió de la tienda, haciéndoles señas a
Kenzie y Annwyl que lo siguieran. Kenzie se detuvo, mirándome, y yo asentí.
―Ve ―le dije―. Ve a conseguir comida. Voy a estar bien. ―Vaciló,
luego siguió a Annwyl y Fix al exterior. Hubo un breve destello de la luz del sol
mientras atravesaba los faldones de la tienda, y luego se habían ido.
A solas con la Reina de Hierro, contuve la respiración, preguntándome si
me daría el sermón sobre meterme directo de nuevo en este lío, cuando le había
prometido que me quedaría lejos. Meghan hizo una pausa como si estuviera
esperando a que todos estuvieran fuera del alcance del oído antes de volverse
hacia mí.
―Hablé con Ash la noche que volvimos de Tir Na Nog ―dijo, haciendo
que mi estómago cayera―. Me dijo que te dejó a ti y a Kenzie salir del palacio.
Dijo que tú podrías ser capaz de ayudar a Keirran, que un mortal que no está
vinculado por la ley de las hadas podría tener éxito donde nosotros no
pudimos. ¿Es eso cierto?
Asentí. No había querido delatar a Ash, pero si él ya había confesado, no
había ninguna razón para negarlo.
―Sé que querías que me quedara fuera de esto ―le dije―, pero no
puedo solo sentarme en casa, sabiendo que tú y Keirran están ahí fuera,
probablemente luchando entre sí. Eso me volvería completamente loco. Incluso
si no tengo sangre de hada, soy parte de esta familia, lo que significa que soy
parte de esta guerra, si te gusta o no. También< ―Me froté la parte de atr{s de
mi cabeza―. No culpes a Ash por completo. Si él no nos hubiera dejado ir esa
noche, Kenzie habría insistido en que hiciéramos algo de todos modos. Y
probablemente estaríamos de vuelta aquí.
Sorprendentemente, Meghan sonrió.
―Estaba furiosa con él ―dijo―, pero me dijo que tuviera m{s fe en la
parte humana de mi familia. Supongo que tenía razón. Tengo que recordar que
has crecido, como yo tuve que hacerlo. ―Me dio una mirada nost{lgica y un
poco triste―. Tu cumpleaños fue hace tres semanas en el reino de los mortales,
¿sabías eso? ―continuó, haciendo que mis cejas se dispararan―. Tienes
dieciocho años ahora, Ethan. Ya no eres más un niño.
¿Tengo dieciocho años? La idea me impactó. Era legalmente un adulto. Fue
una comprensión agridulce.
Dieciocho había sido el número mágico que representaba la libertad, en
muchos niveles. Por un lado, no estaba obligado a ir a la escuela o a vivir con
mis padres. Por otro, realmente no había tenido mucha infancia, no una normal,
de todos modos. Meghan había estado ausente durante gran parte de ella, y
esos años se habían ido verdaderamente ahora. Nunca podría volver atrás y
revivirlos, esperando que mi hermana viniera a casa y nuestra familia
finalmente estuviera completa.
Meghan asintió, sonriendo débilmente.
―Has crecido tan r{pido ―murmuró, caminando hacia adelante.
Nostalgia coloreando su voz―. Todavía recuerdo cuando tenías cuatro,
queriendo que te contara a ti y a Floppy una historia, así los monstruos en tu
armario se irían.
Me reí, sacudiendo la cabeza.
―No he sido así durante mucho tiempo, hermanita.
―Lo sé. ―Meghan se detuvo a medio metro de distancia, los ojos azules
solemnes ahora mientras miraba hacia mí―. Y sé que me he perdido gran parte
de tu vida, Ethan. Me gustaría poder haber estado allí, para verte crecer. Pero,
tú lo has hecho. Y has crecido para convertirte en alguien< del que estoy muy
orgullosa ―Su palma presionó contra mi mejilla, apartando el cabello de mi
cara―. Te quiero, hermanito ―dijo, mir{ndome directo a los ojos―. Tú te has
convertido en más de lo que cualquiera podría haberse imaginado, y no
importa lo que pase, siempre serás mi familia. Quiero que sepas eso, antes de
que tengas que enfrentarte a Keirran de nuevo. Incluso si no pude ser una parte
de tu vida, siempre estaba pensando en ti.
Tragué duro.
―Lo salvaremos ―le dije―. Lo juro, Meghan. Incluso si tengo que
golpearlo yo mismo para meter algo de razón en él. Traeremos a Keirran de
regreso, y luego vamos a acabar con la Primera Reina y los Olvidados juntos.
Ella asintió, pero sus ojos estaban distantes.
―Espero que tengas razón ―susurró―. Espero que puedas cambiar la
profecía donde yo fallé.
―Lo haré ―prometí―. Y, ¿Meghan?
Ella ya se estaba alejando, pero se detuvo, mirando hacia mí. Tomé una
respiración rápida.
―No te culpo ―le dije en voz baja―, o a Ash. O a Keirran. Sé< Ahora
me doy cuenta, que tenía que ser de esta manera. Me tomó un tiempo, pero creo
que finalmente lo entendí. ―Los ojos de Meghan brillaban, y forcé una sonrisa
irónica―. Así que, no m{s lloriqueo de mi parte por no visitarme en mi
cumpleaños o en vacaciones de primavera o lo que sea. Sólo voy a ser feliz de
saber que todos en mi familia están vivos.
Meghan sonrió, incluso mientras una sola lágrima resbaló por su mejilla.
―Esa ha sido siempre mi esperanza, también.
* * *
Agotado como estaba, no podía dormir. Tal vez porque estaba ansioso por el
próximo consejo, aunque sabía que probablemente estaba a varias horas de
distancia. O tal vez porque mi cerebro no se callaba y me dejaba solo. Después
de devorar un plato de guiso y pan en mi tienda de campaña, finalmente,
comida verdadera, me acosté sobre mi catre en la oscuridad, mirando al techo
mientras mi mente giraba en círculos interminables.
Estábamos cerca. Cerca del final, sin embargo, eso podría voltearse. La
dama y los Olvidados estaban ahí fuera, como lo estaba Keirran. Habíamos
peleado el camino a través del Wyldwood, el Between y el Deep Wyld para
encontrar a Annwyl. La habíamos rescatado y al amuleto. Sabíamos cómo
liberar el alma atrapada dentro. Las piezas estaban todas en su lugar.
Y todo sería en vano, si no podíamos convencer a Keirran de destruir el
anting-anting él mismo.
E incluso si lo convencemos, pensé, ¿entonces qué? La guerra no se va a
detener. Los Olvidados no van a renunciar sólo porque Keirran consiga su alma.
Meghan y Ash han estado preocupados por él, claro, pero la verdadera amenaza es la
Primera Reina. Tal vez ese era su juego después de todo; tener a las cortes tan centradas
en Keirran, que se olviden completamente de ella hasta que sea demasiado tarde.
Cualesquiera que sean sus razones, la estratagema de la Primera Reina
de usar a Keirran contra las cortes era una brillante. Lo que fuera que ellos
pudieran decir, incluso si lo sabían bien, Meghan y Ash no herirían a su propio
hijo, y la fey de Mag Tuiredh probablemente dudaría en matar a su antiguo
príncipe, también. Y Keirran era bastante peligroso, y lo suficientemente
potente, como para representar una amenaza real para todos excepto para los
gobernantes de las cortes. Entonces, ¿qué hacías? ¿Asesinarlo y enfrentarte la
terrible pena y la ira de la corte de Hierro y su reina, o dejarlo vivir para causar
estragos como él deseaba? Una situación bastante horrible por completo.
Así que eso nos dejaba a nosotros. Yo, Kenzie, Annwyl, Razor y el
Hombre Delgado. Para irrumpir a través de una horda de Olvidados, encontrar
a Keirran y meter algo de sentido común en él. Con tal de que incluso
pudiéramos encontrar a Keirran. Y que él nos escuchara si lo hacíamos.
Gimiendo, apreté los talones de mis palmas a mis ojos. Los mismos viejos
miedos, los mismos viejos argumentos, con ninguna respuesta a la vista. Mis
pensamientos se sentían como un hámster corriendo en una rueda, girando y
girando y sin llegar a ninguna parte. Me pregunté dónde estaba Kenzie, si sus
pensamientos estaban volviéndola loca, también.
―¿Ethan?
Un suave golpe en la pared exterior llamó mi atención hacia la puerta, y
mi corazón dio un vuelco.
―¿Est{s ahí, tipo duro? ―Llegó la voz suave y vacilante de Kenzie―.
¿Estás dormido? ¿O estás acostado en tu cama obsesionado con todo lo que tu
hermana te dijo esta tarde?
Solté un bufido.
―Estoy planeando ―le dije a la silueta en el otro lado de la solapa―, no
obsesionado. Hay una diferencia.
―A-ja. ―La voz sonaba seriamente poco convencida―. Bueno, lo que
sea, ¿estás decente, o debo volver más tarde?
―No ―le contesté, sin moverme del catre―. Estoy decente. Entra.
La solapa crujió mientras se abría, y un momento después, la cara de
Kenzie apareció por encima de mí. Ella llevaba una pequeña linterna, y la luz
echaba parpadeantes sombras sobre su rostro y las paredes de tela de la carpa.
―Esto ―anunció con una sonrisa―, no parece planificación para mí.
Esto definitivamente parece obsesión.
Suspiré en derrota.
―Bien, estoy obsesionado. ¿Me seguiste sólo para señalar eso, o había
otra razón?
Sonrió, puso la linterna en el suelo y se dejó caer para sentarse junto a mí,
haciéndome gruñir.
―Solo manteniéndote sincero, tipo duro. Si no lo señalo, ¿cómo sabrías
qué estabas haciendo? Podrías sobre-obsesionarte y perder la cosa obvia justo
enfrente de ti. Adem{s< ―su voz se suavizó un poco―, con todo lo que
sucede, no podía dormir, tampoco. Y no quiero estar sola. ―Se volvió hacia mí
con una sonrisa brillante―. Así que, pensé que vendría a molestarte, aunque no
pudiéramos dormir juntos. Y< um< Uff. ―Su rostro se puso rojo remolacha al
darse cuenta de lo que acababa de salir de su boca―. Abre la boca, inserta un
pie, Kenzie, caramba. ―Encorvando sus hombros, comenzó a deslizarse fuera
del catre―. Correcto. Creo que voy a encontrar un buen agujero para
arrastrarme ahora.
Riendo, deslicé mis brazos alrededor de su cintura y la arrastré hacia
atrás.
―Oh, no. No tienes oportunidad ―dije cuando ella gritó―.
Considerando que por lo general soy el que dice toda la mierda estúpida, esto es
demasiado bueno para dejarlo pasar. No estás saliéndote así de fácil.
Ella luchó. Con poco entusiasmo.
―Yo no digo cosas estúpidas ―protestó Kenzie, tratando de zafarse,
poco convincentemente, fuera de mi agarre―. Ese es tu departamento,
¿recuerdas? Yo soy la inteligente, tú eres el enojado y cínico. Así es como trabaja
esta asociación.
―A-ja. ―Sonreí y no cedí―. ¿Qué fue eso hace unos segundos,
entonces?
―No tengo ni idea. He bloqueado eso de mi memoria.
―Correcto. ―La clavé al colchón, sosteniendo sus muñecas por encima
de su cabeza con una mano. Sonrió hacia mí, desafiante, sus labios a sólo
centímetros de los míos< y de repente olvidé lo que iba a decir.
Así que la besé en su lugar.
Kenzie dejó escapar un pequeño suspiro y se relajó en mí, sus labios
cálidos sobre los míos, suaves y acariciantes. Sentí su lengua acariciar mi labio
inferior y abrí mi boca para dejarla entrar, un gemido escapando de mi
garganta. Su cuerpo se movió sobre el colchón, sutilmente arqueándose hacia
mí, y todas mis terminaciones nerviosas se dispararon en atención.
La besé más profundo, y ella gimió, inclinando su cabeza para darme
acceso a su cuello. Arrastré besos por su mandíbula y garganta, oyendo su
jadeo, sintiendo sus manos corriendo a lo largo de mi espalda, deslizándose
debajo de mi camiseta. El toque de sus dedos suaves contra mi piel desnuda me
hizo brincar, temblando, para mirarla a los ojos.
―Kenzie< ―Mi voz salió en un susurro desigual. Mi corazón estaba
latiendo con fuerza, y el sentimiento en mi pecho estaba atrapado en algún
lugar entre eufórico y aterrorizado. Kenzie miró hacia mí, hermosa y perfecta, y
yo quería nada más que inclinarme hacia abajo y besarla, sentirla, arrastrarla
hacia mí hasta que nada nos separara. Mis dedos se enredaron en su cabello,
doliendo por tocarla, acariciar su piel caliente. Pero me obligué a estar quieto y
mirar a la chica en mis brazos. Le había hecho una promesa, y esta decisión no
era mía. No me movería otro centímetro a menos que supiera que ella estaba
segura―. Puedo parar ―le dije―. No tiene que ser esta noche. Pero, si
seguimos adelante<
Sus dedos acariciaron mi mejilla.
―Yo quiero esto, Ethan ―susurró, haciendo que mi corazón diera la
vuelta―. Creo< creo que estoy lista. ―Tembló, pero su voz permanecía
tranquila, decidida―. Nunca me he sentido de esta manera, acerca de nadie.
Mientras todavía tengo la oportunidad, quiero que sea esta noche, y quiero que
sea contigo.
―¿Est{s segura? ―Mi propia voz no era ni de cerca tan tranquila como
la suya, emergiendo como algún chirrido ahogado. Ella asintió, sus ojos oscuros
con emoción mientras me miraba, y me tragué los nervios trepando por mi
garganta―. Kenzie, sabes que yo no he< Con las hadas alrededor, nunca me
acerqué lo suficiente a nadie para<
Podía sentir mi cara calentándose como el infierno ante la confesión. Por
mucho que había alejado a la gente, mantenido mi distancia, por temor a lo que
las hadas harían si me acercaba. Pensé que estaba destinado a vivir mi vida
solo, preocupándome por nadie, así las hadas no se preocuparían por ellos,
también. Enamorarse no había sido parte del plan.
Pero Kenzie sonrió y me atrajo suavemente abajo, besándome, así que las
palabras, y mis últimos y restantes temores, murieron en mi garganta.
―Nadie est{ juzgando, tipo duro ―susurró―. Y, finalmente, nadie est{
aquí, excepto nosotros. Lo vamos a resolver juntos.
Y, mientras la noche continuó y una quietud precediendo al amanecer se
apoderó de Nunca Jamás, lo hicimos.
Capítulo 17 El segundo Consejo
―¿Ethan Chase?
Un golpeteo insistente me arrancó de un sueño cómodo. Soñoliento,
entreabrí mis ojos, mirando a la pared del fondo y la silueta en forma de packrat
más allá de los faldones de la tienda. Yo estaba cálido, una pesada colcha cubría
mi cuerpo, y lo más importante, mi brazo todavía estaba alrededor de una
durmiente Kenzie. Por, tal vez, la primera vez desde que había llegado a Nunca
Jamás, estaba reacio a moverme.
Tap tap tap.
―¿Ethan Chase? ―Tap tap tap―. ¿Est{s ahí? ¿Est{s despierto?
―No ―gruñí encima del hombro de Kenzie―. Vete.
El packrat vaciló, tal vez confundido por la obvia mentira saliendo de mi
boca, o porque le había dado una orden que no podía obedecer.
―Perdóname, príncipe Ethan ―continuó tímidamente―, pero su alteza,
la reina ha solicitado su presencia. El príncipe consorte y Robin Goodfellow han
llegado. El consejo de guerra está a punto de comenzar.
Suspiré.
―Muy bien ―respondí en voz baja, esperando no despertar a Kenzie por
el momento―. Ya voy. Diles que estoy en camino.
La silueta se balanceó y arrastró los pies, llevándose sus molestos tap-tap
con él. Me impulsé sobre un codo y suavemente retiré la manta, solo lo
suficiente para revelar a la chica a mi lado. Como de costumbre, Kenzie estaba
muerta para el mundo, durmiendo profundamente, su hermosa cara libre de
preocupación y estrés. Maldita sea, la amaba. Deseaba que pudiéramos haber
tenido un poco más de tiempo. Sin guerras de hadas, políticas y antiguas Reinas
Olvidadas jodiendo todo.
Pero desear nunca funcionó en Nunca Jamás. No como tú querías.
Besé el hombro de Kenzie, luego acaricié debajo de su oreja, deslizando
un brazo alrededor de su cintura. Ella se movió con un suspiro, entonces ojos
marrones oscuros se entreabrieron para echar una mirada a mi cara.
―Hola ―saludé, y me dio una sonrisa soñolienta que me hizo querer
besarla toda de nuevo. Me contuve, recordando lo que estaba en juego―. Esto
va a apestar, pero el consejo de guerra está aquí. Están esperando por nosotros.
Su nariz se arrugó, y gimió, tratando de empujar las mantas sobre su
cabeza.
―Cinco minutos m{s ―murmuró.
Me reí.
―Sí, por desgracia, las hadas no son conocidas por su paciencia. No creo
que vaya a salir bien. ―Gimió de nuevo, y besé la parte posterior de su
cuello―. Tú no tienes que venir ―le dije, saliendo del catre―. Quédate aquí y
duerme si quieres. Pero yo tengo que ir.
Ella carraspeó y se sentó, tirando de la manta alrededor de sí.
―No, yo voy, también. ―Suspiró cuando me metí en mis vaqueros,
luego agarré mi camiseta a los pies de la cama―. No hay descanso para el
cansado, supongo.
Empujé mi camiseta sobre mi cabeza, entonces busqué alrededor por el
cinturón de mi espada.
―Mira el lado brillante ―dije, arrastr{ndolo de debajo del catre―. Por lo
menos Razor no saltó anoche gritando besito besito y haciéndome querer
matarlo.
―¿Me pregunto dónde est{? ―reflexionó Kenzie, mirando alrededor de
la tienda, como si el monstruo de orejas de murciélago pudiera estar
escondiéndose en las sombras―. Espero que esté bien con los dem{s gremlins,
donde quiera que estén.
―Estoy seguro de que va a aparecer con el tiempo―le dije, abrochando
mis espadas a mi cintura―. Probablemente en el momento m{s inoportuno
posible. ―Agarrando mis zapatos, me acerqué a la cama, me incliné y la besé en
la boca―. Voy a esperar fuera ―le dije, retrocediendo―. Tómate tu tiempo,
pero si comienzo a escuchar ronquidos, me iré sin ti.
Kenzie frunció el ceño.
―¡Yo no ronco! ¿Ronco?
―Um. Debo irme ―le contesté, y huí de la tienda de campaña.
Afuera, el cielo todavía estaba oscuro, pero el campamento de Hierro en
sí latía con la luz suave de las farolas en las esquinas, de hadas llevando
linternas, de las luciérnagas metálicas que parpadeaban a través del aire en
tonos de naranja, azul y verde. Era tranquilo, pacífico. La calma antes de la
tormenta.
Kenzie salió de la tienda y bostezó, estirando sus brazos sobre su cabeza.
Me deslicé por detrás de ella, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, y
besé el lado de su cuello.
―¿Lista?
―En realidad no. ―Suspiró, inclin{ndose hacia mí―. Pero supongo que
no podemos mantenerlos esperando por más tiempo.
Enlacé su mano a través de la mía, y caminamos por las calles tranquilas
del campamento de Hierro, pasando caballeros y la ocasional ninfa de alambre,
hasta que llegamos a la gran tienda del comandante en el centro. Un trío de
caballeros de Invierno esperaba en una esquina exterior, mirando al pelotón de
caballeros de Verano en el lado opuesto, por lo que parecía que Mab y Oberon
ya estaban aquí. Haciendo caso omiso de las miradas oscuras de Verano e
Invierno, caminamos hasta la entrada, asintiendo al solitario caballero de Hierro
que guardaba la puerta, y entramos.
Meghan estaba parada a la cabecera de la mesa otra vez, la que estaba
rodeada por hadas una vez más. Solo que esta vez, en lugar de los exploradores
y hadas de Hierro al azar, todos los pesos pesados de las hadas se paraban
hombro con hombro con cada uno. Oberon estaba allí, y Titania la Reina de
Verano, pareciendo como que preferiría estar en cualquier otro lugar. Mab
estaba parada frente a ellos, irradiando poder y causando que un lado de la
mesa estuviera cubierto de escarcha. Ash estaba parado a un lado de Meghan,
viéndose sombrío y protector, y Robin Goodfellow estaba inclinado
casualmente contra una pared con sus brazos cruzados y una sonrisa leve
pegada a su cara, como si encontrara todo esto secretamente divertido. Había
otras hadas en la habitación: exploradores y tenientes, Glitch y un muy grande
capitán troll, pero esos seis eran los únicos fey que importaban.
Bueno, siete, en realidad.
Annwyl estaba parada un poco detrás de Meghan, la cabeza gacha, los
ojos bajos, casi invisible. Si no fuera por el brillo opaco del amuleto, ni siquiera
la habría notado allí parada. Ella parecía< menos real que las hadas
rodeándola, más sombra que nada, y el resto de las hadas no parecía fijarse en
ella, tampoco.
Ellos si me notaron y a Kenzie cuando entramos en la habitación.
―Ah, ahí est{ él ―anunció Puck, sonriendo mientras nos acerc{bamos a
la mesa. Sus ojos verdes brillaron con picardía cuando nos dio un saludo
burlón―. Salve al héroe conquistador. ¿Ganando batallas antes de que
comience siquiera la guerra, eh, Ethan Chase?
Obligué a mi cara a no ponerse roja. A un lado, Glitch tosió
ruidosamente, cubriendo su boca con un puño, y Meghan y Ash compartieron
una breve y secreta sonrisa. Forcé mis pensamientos lejos de lo que eso podría
significar y me recordé golpear a Goodfellow en la mandíbula antes de que
todo esto terminara.
―Si podemos volver al trabajo. ―La voz de Oberon no era divertida, y
los murmullos del resto de las hadas r{pidamente se calmó―. ¿Ahora que los
mortales por fin han llegado, tal vez pueda decirnos por qué ha convocado este
consejo, Reina de Hierro?
―Sí. ―Meghan dio un paso adelante, par{ndose derecha mientras se
enfrentaba al resto de la mesa―. Ha habido un nuevo desarrollo con respecto a
Keirran ―anunció, llamando la atención de todos al instante―. Me doy cuenta
que nadie ha visto a Keirran o a la Primera Reina, pero creo que esto es lo
suficientemente importante como para llamar a un consejo. Puede haber una
manera de detener a Keirran sin matarlo, romper lo que sea que sostenga la
Primera Reina que tiene sobre él.
―¿Y por qué haríamos eso, Reina de Hierro? ―preguntó Titania, su voz
suave y alta, haciéndome erizar con desagrado―. Tu hijo es un traidor a las
hadas. Nos traicionó y se alineó con una usurpadora, un delito penado con la
muerte. El príncipe Keirran no nos mostrará ninguna misericordia. Por su
propia admisión, él busca anular a las cortes. ¿Por qué deberíamos extender
nuestra mano?
―Porque él aún es mi hijo ―dijo Ash en una voz baja, y fría, mirando a
la Reina de Verano a los ojos―. Y no importa lo que haga Keirran, cualquiera
que sea la locura que lo lleva a traicionar a los suyos, eso no lo cambiar{. ―Un
hilo de acero entró en la voz de Ash, una promesa y una amenaza sutil a todos
los presentes―. No permitiré que mi hijo sea destruido delante de mí. No
cuando hay una posibilidad de salvarlo.
―Tengo que estar de acuerdo con el chico-hielo ―añadió Puck,
alej{ndose de la pared―. Toda esta< esta guerra y destrucción, y oscuridad y
perdición, no es el principito. Quiero decir, he conocido al chico la mayor parte
de su vida. Prácticamente ayudé a criarlo, a pesar de las amenazas frecuentes a
mi vida. Es como que ciertas partes innombrables no querían que le enseñara las
cosas buenas. ―Le sonrió a Ash sobre la mesa, antes de enseriarse―. Keirran
nunca querría esto ―siguió Puck, negando―. Y estoy un poco incómodo con la
idea de destruirlo si el problema real es que ha perdido su alma.
―¿Y qué de la profecía? ―preguntó Oberon―. Todos sabíamos que esto
venía, y a pesar de lo que Keirran era, la advertencia se mantiene. El Príncipe de
Hierro unirá a las cortes o las destruirá. Él ya ha elegido su camino, y es el
Destructor. Nadie puede discutir eso.
―Um. ―La voz de Kenzie nos sorprendió a todos. Caminando a mí
alrededor, se acercó a la mesa mientras un par de docenas de hadas se
volvieron hacia ella―. No quiero ser grosera ―dijo, mientras Oberon y Mab la
miraban con diversos grados de curiosidad y diversión―, pero, basada en la
redacción de esa profecía, Keirran ya ha unido a las cortes.
Mab frunció el ceño.
―Explícate, humana ―dijo rotundamente. Kenzie frotó su brazo.
―Bueno, la profecía no decía exactamente que él tenía que juntar a las
cortes. Pero< él es la razón por la que todos ustedes están aquí esta noche.
Juntos. Bajo un estandarte, Verano, Invierno y Hierro. ―Kenzie contempló
alrededor de la mesa, a todos los gobernantes, y se encogió de hombros―. Así
que, si ustedes lo miran de esa manera, entonces Keirran ha unido a las cortes.
Contra él, claro, pero la profecía no decía cómo o por qué. Así que, si él ya ha
unido a las cortes, entonces eso significa que no tiene necesariamente que
destruirlas.
Por un momento, hubo silencio, ya que todas las hadas, los reyes y reinas
de las hadas, parecían haberse quedado sin palabras. O, al menos, ponderando
la declaración de Kenzie. Puck abrió la boca una vez, la cerró, luego se inclinó
hacia mí.
―Así que, ¿cómo terminó una chica tan inteligente contigo? ―murmuró.
Solté un bufido.
―Me atrapaste.
Meghan se sacudió.
―A pesar de todo ―dijo, tomando el control de la reunión de nuevo―,
pensamos que tenemos la respuesta para regresar a Keirran a sí mismo.
―Levantó una mano, y Annwyl se adelantó mansamente, con los ojos todavía
bajos. Oí el resoplido de desdén de Titania y apreté los puños, recordando lo
que la reina le había hecho. El amuleto pulsaba alrededor del cuello de la chica
como un hosco latido, y algunos de los otros fey retrocedieron desde el borde
de la mesa.
―Qué interesante, Reina de Hierro ―dijo Titania, el desprecio
rezumando fuera de su voz melosa―. Has traído a la desgraciada, y prohibida,
amante del príncipe de regreso a Nunca Jamás. Haciendo alarde de tu falta de
respeto por nuestras leyes, como tú y el Príncipe de Invierno alardearon hace
años. De tal madre, tal hijo, supongo.
―Annwyl eligió venir aquí ―dijo Meghan con calma, mientras yo hervía
de odio hacia la Reina de Verano, deseando que Meghan solo lo perdiera y
empujara un poste de Hierro en el culo de Titania―. Est{ bajo la protección del
Reino de Hierro, y tú no la obligarás a irse de nuevo, reina Titania. Su exilio está
terminado.
―¿Qué es esa cosa que est{ usando? ―preguntó Mab, mirando el
amuleto brillando en la penumbra―. Puedo sentir su ira desde aquí. Un objeto
maldito es seguro.
―Sí ―estuvo de acuerdo Meghan―. Este es el elemento responsable del
cambio de corazón de Keirran. El porqué él se puso del lado de la Primera
Reina y los Olvidados. Por qué se ha vuelto contra nosotros. Si es destruido,
esperamos que Keirran pueda volver a la manera que era.
―¿Entonces por qué no destruirlo ahora? ―preguntó Oberon, y el aire a
su alrededor crepitó, como la energía antes de una tormenta eléctrica―. Coloca
la cosa maldita sobre la mesa, y nosotros nos encargamos de eso aquí.
―No ―dije r{pidamente―. No funciona así.
Todos los ojos se dirigieron a mí.
―Nadie m{s puede destruir el amuleto ―dije―. Si tú lo haces, est{s
asegurando por completo que él perderá su alma para siempre. Keirran tiene
que hacerlo por sí mismo.
Otro momento de silencio mientras el círculo de hadas se daba cuenta de
lo que eso significaba.
―Entonces ―dijo Oberon lentamente―, alguien debe llevar el amuleto a
Keirran, y, o bien convencerlo o engañarlo para destruirlo. ¿Cómo esperas
lograr esto, Reina de Hierro?
―Yo lo haré ―dijo Annwyl, tranquila pero firme, levantando los ojos de
la mesa. ― Si puedo llegar a Keirran, puedo hablar con él. Me escuchar{. Puedo
convencerlo de destruir el amuleto.
―Y, ¿cómo esperas llegar al Príncipe de Hierro, y mucho menos
convencerlo? ―quiso saber Mab―. Nadie ha visto a Keirran, o el ejército
Olvidado, en ninguna parte de Nunca Jamás. No puedes hablar con alguien que
no está aquí.
―Ah< creo que puedo ayudar con eso ―dijo una voz, y el Hombre
Delgado apareció en la esquina. Las hadas saltaron, poniendo sus manos sobre
sus espadas, sin saber si atacar o no. Meghan levantó un brazo.
―Esperen ―dijo bruscamente―. Yo lo llamé a esta reunión. Él no es un
enemigo. Si todos ustedes lo escucharan, está aquí para ayudar.
―¿Un Olvidado? ―Oberon le dio al Hombre Delgado una mirada
sospechosa, su rostro frío―. ¿Por qué nos ayudarías? ―exigió―. Tu reina
intenta destruir a las cortes, rehacer el Nunca Jamás y darlo a sus seguidores.
¿Qué buscas obtener de oponerte a ella?
―Ella no es ―dijo el Hombre Delgado con firmeza―, mi reina. Todos
ustedes han olvidado los días de antes, cuando la dama gobernó. Eligieron
purgarlo de sus recuerdos, borrar todo conocimiento de la Primera Reina, por lo
que ni siquiera el Nunca Jamás recuerda lo que era antes de que existieran las
cortes. Pero algunos de nosotros recordamos. Oh, sí, unos pocos de nosotros
sabemos lo que ocurrirá si la Primera Reina gana esta guerra.
―Lo cuál es el porqué el amuleto debe ser destruido ―ronroneó una voz
familiar, y Grimalkin miró hacia arriba desde el centro de la mesa, con su cola
enroscada alrededor de sus patas. Nadie parecía sorprendido de verlo―. El
arma secreta de la dama es el Príncipe de Hierro ―continuó el gato,
entrecerrando sus ojos en nosotros―. Por su cuenta, ella es poderosa, sí, pero él
es el instrumento que traerá la destrucción de las cortes y Nunca Jamás. La
profecía no es acerca de la Primera Reina. El Príncipe de Hierro siempre ha sido
la clave.
―Como creo que ya saben, el Príncipe de Hierro ha aprendido a abrir el
Between ―dijo el Hombre Delgado, siguiendo donde Grimalkin lo dejó―. Esa
es la forma en que ha sido capaz de evitar la detección, y así es como la Primera
Reina ha estado escondiendo su ejército de Olvidados. El príncipe estará con la
dama en el Between, por lo que, naturalmente, ustedes necesitarán a alguien
que aparte el Velo, entre en el Between y lo encuentre. Y, ya que soy el único
aquí con esa habilidad, supongo que me corresponde. ―Señaló hacia mí―.
Puedo llevar a Ethan Chase y a la chica de Verano al Between para encontrar al
príncipe. Más allá de eso, cualquier cosa para convencerlos dependerá de ellos.
―Si esta criatura puede abrir el Velo ―dijo Mab―, debemos marchar
con nuestros ejércitos hacia el territorio de la Primera Reina y obligarlos a
involucrarnos ahora.
―Ah, no ―dijo el Hombre Delgado con una mueca―. No puedo hacer
eso. Enviar a todo un ejército a través del Velo toma un tremendo poder, poder
que yo no tengo. No sólo eso, el Velo sigue siendo muy inestable. Meter tanto
glamour, poder y emoción en el Between podría tener desastrosas
consecuencias. Los Olvidados no tienen glamour y poco o nada de recuerdos,
así pueden deslizarse entre mundos sin dejar cicatrices de su paso. Ese no es el
caso con sus ejércitos o ustedes mismos. Una guerra en el Between muy bien
podría destrozarlo de nuevo. Tal vez de forma permanente en esta ocasión. ―El
Hombre Delgado entrecerró sus ojos p{lidos―. Y creo que es exactamente lo
que quiere la Primera Reina.
Ninguno de los gobernantes de las hadas discutió con él, ni siquiera
Titania.
―Así que, luchar en el Between es un no-no, lo entendí ―remarcó Puck,
y se encogió de hombros―. Est{ bien, entonces. Digamos que Ethan y Annwyl
convencen al principito que deje de ser un idiota y vuelva a casa. Viva por eso.
¿Alguien tiene alguna idea sobre cómo sacar a la Primera Reina de su pequeño
escondite seguro? ¿Tal vez a ella le gusta la torta?
―¡Maestro!
Un agudo grito rasgó el aire antes de que alguien pudiera responder, y
Kenzie se levantó de un salto. Un segundo después, una pequeña mancha de
oscuridad voló a través de la apertura y se lanzó hacia Kenzie con un grito.
Mab rodó los ojos.
―Aparentemente no podemos lograr pasar ni siquiera una reunión sin
gatos y Olvidados y hadas de Hierro apareciendo cada vez que
quieran―remarcó, cuando Razor se revolvió todo sobre Kenzie, zumbando en
una aguda y frenética voz―. ¿Qué quiere la criatura, mortal? Silénciala o s{cala.
―¡Razor! ―Kenzie sacó al gremlin de su hombro y lo sostuvo a
distancia. Él siseó y crujió como una mala estación de radio, y ella frunció el
ceño―. No entiendo gremlin, Razor. ¡Inglés! ¿Qué está pasando?
―¡Maestro! ―graznó Razor―. ¡Maestro viene! ¡Maestro viene ahora!
Mi sangre se heló, casi al mismo tiempo, que los faldones de la tienda se
abrieron y un caballero de Verano cayó sobre una rodilla en la entrada.
―Perdónenme, sus majestades ―dijo sin aliento―. Pero hay una gran
horda de Olvidados acercándose por el lado del campamento de Verano.
¡Pensamos que quieren atacar!
―¡Alista las tropas! ―retumbó Oberon, caminando por la tienda―.
¡Reúne a nuestros caballeros y protege las líneas del frente! ¡Ve!
El caos estalló. La voz de Mab se levantó junto a la de Oberon, llamando
a sus guerreros, reuniéndolos para la batalla. Meghan asintió hacia Ash y
Glitch, y los dos fey se alejaron, probablemente para tomar el control de las
fuerzas del Reino de Hierro y prepararlos para la guerra. Saqué mis espadas,
permaneciendo cerca de Kenzie y Annwyl, mientras las hadas pululaban a
nuestro alrededor, en dirección al lado de Verano del campamento. Agarrando
mis hojas, empecé a seguirlos.
―¡Ethan! ―Meghan se volvió, el manto de la Reina de Hierro
rode{ndola, chasqueando con poder―. Mantente detr{s de las líneas del frente
―ordenó, su tono cortando cualquier discusión―. Quédate aquí, donde es m{s
seguro. No te quiero en el meollo de las cosas.
―Maldita sea, Meghan, puedo luchar<
―Sé que puedes ―interrumpió la Reina de Hierro―. Pero tienes algo
m{s que hacer, Ethan, tú y Annwyl. ―Miró al hada de Verano, un destello de
angustia cruzando su rostro, antes de pasar a mí de nuevo―. Tu lucha no es
con los Olvidados. Es con Keirran. Si nadie más puede salvarlo, debo depender
de ti. Así que, por favor. ―Agarró mi hombro―. Quédate aquí. Protege a
Annwyl y a Kenzie. ¿Harás eso por mi paz mental?
Me dejé caer, asintiendo.
―Sí―murmuré. Ella tenía razón; tanto como quería estar con ella y el
resto de mi familia, no podía ir a lanzarme a la batalla con los Olvidados.
Todavía tenía que lidiar con Keirran.
Meghan apretó mi hombro, sus ojos intensos.
―Mantente seguro hermanito ―susurró mi hermana una vez m{s, y se
giró alejándose. Observé su paso detrás de los otros gobernantes, caballeros y
otros fey de Hierro encaminándose detrás de ella, e hice mi propia promesa de
verla de nuevo cuando todo esto hubiera terminado.
Regresé con Kenzie y Annwyl, quienes estaban esperando cerca de la
tienda de Meghan mientras el resto del ejército se apresuraba a pasarlos. Razor
posado sobre el hombro de Kenzie, los ojos muy abiertos mientras se apretaba
más, murmurando disparates.
―¿Est{s bien, tipo duro? ―preguntó Kenzie, mir{ndome con
preocupación. Parecía nerviosa por el ataque inminente, pero no temerosa.
Detrás de ella, Annwyl observaba a la fey prepararse para la batalla con la
misma resignación tranquila con que hacía todo ahora. Envainé mis espadas,
luego alcancé a Kenzie y la atraje, envolviendo mis brazos alrededor de ella.
Razor estaba o tan ansioso o traumatizado que ni siquiera me hizo una mueca.
―Probablemente deberíamos encontrar algún lugar seguro para
escondernos―murmuré, mirando a lo último de la fey de Hierro escurrirse
detrás de su reina―. Dado el aspecto de esto, las cosas se van a poner muy
locas.
―¿Crees que Keirran estar{ con el ejército de los Olvidados? ―preguntó
Annwyl, su voz distante mientras miraba a los gobernantes. Fruncí el ceño
hacia ella.
―Incluso si lo est{, no puedes ir a perseguirlo sola, Annwyl ―advertí―.
Él va a estar rodeado por Olvidados, y habrá hadas luchando y desgarrándose
mutuamente. Es demasiado peligroso buscar a Keirran ahora.
―Lo sé ―respondió, para mi alivio―. Entiendo lo que est{ en juego,
Ethan Chase. No voy a poner en peligro eso.
―Chica inteligente ―dijo el Hombre Delgado, volviendo a la existencia a
nuestro lado―. Me alegra ver que todos estamos pensando con nuestras
cabezas. ―Su mirada se elevó m{s all{ de nosotros, siguiendo la dirección
donde Meghan y los reyes y reinas del país de las hadas se habían desvanecido
en la oscuridad―. Es extraño que los Olvidados eligieran atacar ahora
―reflexionó, entrecerrando los ojos―. Esto parece improbable en ellos. ¿Por
qué marchar hacia nosotros de frente cuando todos pueden deslizarse a través
del<?
Sus ojos se abrieron.
―¡Oh, muchacho inteligente! ―dijo entre dientes, y se adelantó―.
¡Ll{malos de regreso! ―Todos lo miramos fijamente, y él se dio la vuelta,
desapareciendo de la vista por una fracción de segundo―. ¡El ejército debe
regresar! ¡Los gobernantes deben volver de una vez! ¡Los Olvidados están a
punto de tendernos una emboscada por detrás!
―¡Ethan! ―jadeó Kenzie―. ¡Mira!
Giré. Detrás de nosotros, una grieta apareció en el aire, un desgarro en el
tejido de la realidad. Mientras observaba, horrorizado, esta rápidamente se
amplió, mostrando la oscuridad brumosa del Between más allá. Y entonces una
inundación de sombras y ojos amarillos brillando salieron de la brecha como
hormigas y se agruparon para atacarnos.
Capítulo 18 El destructor
―¡Corre!
Empujé a Kenzie hacia adelante mientras Razor daba un chillido de
terror y rebotaba lejos.
―¡Ve! ―grité―. Tenemos que llegar a Meghan y al resto del ejército. ¡Ve!
Ellos se fueron, corriendo por los pasillos de la tienda, el Hombre
Delgado y yo mismo cerrando detrás. Lancé una mirada por encima de mi
hombro y vi la enorme horda de Olvidados todavía brotando de la brecha, una
inundación de sombras oscuras. Algunos eran de tamaño normal; algunos eran
más grandes y mal formados, con enormes cabezas y brazos que se arrastraban
por el suelo cuando caminaban. Algunos eran enormes, elevándose sobre sus
parientes más pequeños mientras pesadamente se desplazaban hacia adelante.
Vi una docena de tipos diferentes de Olvidados de un vistazo, pero todos eran
sombras borrosas e indistintas con jirones de oscuridad arrastrándose detrás.
Siluetas sin rasgos excepto por sus brillantes ojos amarillos.
Y los estaban alcanzando. Una manada de magras, cosas como perros
corría hacia nosotros, sin hacer ruido, mientras saltaban por encima de carpas y
entre pasillos. Uno corría a mi lado, chasqueando mandíbulas puntiagudas a
mis tobillos, y maldije mientras sacaba mi espada. Esto salté a un lado mientras
lo rebanaba, y el resto de la manada se acercó. Sentí uno de los dientes
enganchar mis vaqueros y tropecé con una punzada de miedo, apenas
manteniéndome. Si caía, eso sería todo. Los perros me mutilarían hasta la
muerte, y sería tragado entero por un flujo negro de Olvidados.
Gruñendo, acuchillé a un perro y lo vi erupcionar una nube de sombra
antes de que desapareciera. Al mismo tiempo, otro par de colmillos afilados se
cerraron alrededor de mi tobillo, y sentí que me caía.
Justo mientras golpeaba el suelo, hubo un borrón de oscuridad, mucho
más grande que los perros Olvidados, mientras algo enorme rodaba en la
manada con un rugido, golpeándolos a un lado como figuras de palo. La
manada gritó y se dispersó, y yo me empujé en posición vertical cuando una
enorme criatura peluda brincaba a mi lado, los colmillos largos parpadeando en
la oscuridad.
―¿Lobo?
―¡Ve! ―El enorme hada gruñó, enfrentando a la horda acerc{ndose―.
Voy a frenarlos. ¡Muévete! ―Desnudando sus dientes, rugió un desafío,
haciendo temblar la tierra, y saltó hacia adelante, directamente al ejército de
Olvidados. El que, aunque no podía estar seguro, pareció vacilar mientras el
enorme Lobo se lanzaba hacia ellos como un tren de carga. Entonces Kenzie me
arrastró a mis pies, y seguimos corriendo.
Alcancé a ver la armadura plateada de batalla entre las tiendas de
campaña, y me dirigí hacia esta, sintiendo el silencioso flujo de los Olvidados a
mi espalda.
―¡Meghan! ―grité, y la figura se volvió, abriendo mucho los ojos
cuando me vio―. ¡Meghan, da la vuelta al ejército! Los Olvidados est{n aquí<
Hubo una ráfaga de viento desde arriba, y un enorme y alado Olvidado
aterrizó delante de nosotros con un chirrido. Llameantes alas, oscuras y
espinosas, se echaron hacia atrás para golpear.
Un relámpago descendió del cielo, golpeando a los Olvidados, los cuales
explotaron en una nube de humo que se retorció alejándose. Meghan estaba
parada en el centro de un ciclón, un brazo extendido, su cabello azotando
alrededor en el vendaval. Sus ojos brillaban con un penetrante blanco azulado
en la oscuridad, y mientras los Olvidados se disparaban hacia adelante, ella
levantó ambos brazos hacia la horda acercándose.
El suelo tembló, luego estalló en una maraña de raíces de metal y vides
que brillaban y raspaban mientras se enrollaban en el aire. Subieron sobre los
Olvidados, rompiendo y aplastando, arrojando cuerpos ensombrecidos lejos, y
una espesa niebla negra comenzó a hervir desde el borde del ejército.
Jadeando, nos alejamos de la carnicería, mientras el enorme número de la
horda comenzaba a empujar. Pero con un grito, las tropas de Verano, Invierno y
Hierro corrieron más allá de la Reina de Hierro, golpeando en las olas de
Olvidados y todo el infierno se desató alrededor de nosotros.
Retrocedí con Kenzie y Annwyl, tratando de mantenerme entre las chicas
y la batalla que se libraba en todos lados. Atrapé destellos del Hombre Delgado
aquí y allá, cortando las cosas rodeándonos, pero concentrado en mantener a
Kenzie y Annwyl a salvo. Un caballero Olvidado se apresuró hacia nosotros,
balanceando una enorme espada negra hacia mi cabeza. Esquivé, rodando por
debajo del golpe, y corté sus piernas cuando me levanté de nuevo.
Se tambaleó, y yo hundí mi otra espada a través de su espalda,
haciéndolo disiparse en un remolino de niebla. Un enjambre de pequeñas cosas,
de orejas puntiagudas, rebotó a mi alrededor, golpeando con pequeñas y
afiladas dagas, haciéndome esquivarlas y bailar alrededor para evitar ser
apuñalado. Uno de ellos se lanzó delante de mí y hacia arriba por la pierna de
Kenzie hacia su hombro, pero fue empujado por un furioso y chirriante Razor y
arrancado lejos por Kenzie cuando eso golpeó el suelo. Maldije, enviando a la
última de las pequeñas criaturas hacia la nada y corrí hacia ella.
―Ay ―murmuró ella, sosteniendo su brazo mientras me apresuraba. La
sangre estaba manando por su piel, haciendo que mi aliento quedara atrapado
con el horror―. El pequeño bastardo tenía garras afiladas.
―Maldita sea, estamos demasiado expuestos aquí ―gruñí. Teníamos
que encontrar un lugar más seguro o arriesgarnos a ser desgarrados en
pedazos.
Meghan se había ido, habiendo desaparecido en la refriega, aunque la
tormenta girando por encima y los destellos de relámpagos me dijeron que
todavía estaba pateando culos de Olvidados. No podía ver a los otros
gobernantes, pero imaginé que estaban por ahí en algún lugar, causando
estragos. Un Olvidado de seis patas saltó hacia mí, desnudando los dientes,
pero una raíz de árbol se estiró desde el suelo y lo aplastó en la tierra. Annwyl
hizo una mueca, balanceándose sobre sus pies, y Kenzie la cogió mientras se
tambaleaba. Tomé mi decisión.
―Vamos ―les dije a ambas, levantando mis espadas―. Retrocedan.
Vamos a llegar al río. Por lo menos vamos a estar protegidos ahí por un lado.
Asintieron, pero un caballero de Verano de repente salió despedido,
golpeando el suelo a pocos metros de distancia y rodando hasta detenerse
encogido. El suelo tembló, y un enorme Olvidado, de cuatro brazos, cargó hacia
adelante, aplastando caballeros a un lado con un par de porras. Un solo ojo en
el centro de su cara cuadrada miró hacia mí, mientras rugía y levantaba las
armas alto por encima de su cabeza.
Una ráfaga de brillantes dagas de hielo giró a través del aire, golpeando
al Olvidado en la cara, y este se tambaleó hacia atrás con un bramido. Ash se
dirigió hacia nosotros, la espada azul hielo desenvainada, y el gigante aulló un
desafío, girando para enfrentarlo.
No vio al delgado y pelirrojo hada saltar detrás de él, lanzándose desde
su carnoso muslo y plantando una daga en su espalda, mientras volvía a bajar.
Aullando, el Olvidado se giró, olvidándose por completo de nosotros en su afán
de aplastar a Puck contra el suelo. Puck se rió y bailó alrededor de las piernas
del gigante, evitando las dos porras que se balanceaban hacia él, a veces
fallando por centímetros. El Olvidado bramó con furia cuando el gran bromista
lo llevó más lejos, y me dejé caer con alivio.
―¿Los tres están bien? ―preguntó Ash, d{ndonos una mirada de
preocupación mientras caminaba acercándose. Su mirada plateada fue al brazo
de Kenzie y se entrecerró―. Mackenzie, est{s sangrando. Ethan, necesitas
sacarlas de aquí. Ahora.
Asentí.
―¿A dónde? ―le pregunté, y Ash señaló detr{s de él.
―Dirígete hacia el lado del campamento de Verano. La lucha no ha
alcanzado completamente allí todavía. Busca la torre de vigilancia por el río.
Estar{n a salvo si logran entrar. ―Levantó su espada―. Pónganse en marcha.
Los mantendremos a raya.
Un grito llamó nuestra atención. Puck se puso de pie en el extremo de la
enorme porra del Olvidado, sonriendo diabólicamente mientras el gigante
revisaba el suelo, sin verlo posado allí. Estirando la mano, el pelirrojo bromista
tocó su hombro, y el Olvidado se sacudió, gritando con ira cuando Puck lo
saludó descaradamente.
―Justo aquí, feo.
Ash suspiró.
―Vayan ―nos dijo, mientras el Olvidado aplastaba a Puck con la otra
porra, y terminaba golpeándose a sí mismo en el brazo mientras Puck saltaba
lejos―. Protéjanse ustedes mismos. Estamos empezando a hacerlos retroceder,
así que espero que esto vaya a terminar pronto. ¡Vayan!
Agarré la mano de Kenzie y me fui, oyendo la risa burlona de Puck
detrás de mí mientras lo hacía. Esquivamos y fuimos a través de hadas y
Olvidados, evitando los enfrentamientos lo mejor que pudimos. Un caballero de
Verano y uno de Invierno luchaban lado a lado, la espada de hielo y una lanza
de fuego girando una detrás de otra. Una manada de duendes pululaba
alrededor de otro gran Olvidado, apuñalando con sus cuchillos de hueso hasta
que el gigante, derramando humo desde una docena de heridas, finalmente se
disolvió en niebla.
―¡Detr{s de ti, Ethan Chase! ―Vino la voz del Hombre Delgado, y yo
giré, cortando con mi espada. Un Olvidado, precipitándose desde el aire,
conoció un repentino final en el borde de mi espada, y el Hombre Delgado
apareció a mi lado, haciendo un gesto hacia una línea de tiendas de campaña
adelante―. ¡Casi estamos allí! La torre de vigilancia est{ en el otro lado del<
Sentí un pulso pasar a través del aire, un aumento repentino de inmenso
poder, antes de que un chirriante vendaval arrancara la hilera de tiendas de
campaña desde el suelo y las dispersara, y a varios fey, en todas direcciones. Me
tambaleé hacia atrás, protegiendo mi cara cuando el viento me azotó, crujidos
de electricidad levantando el vello de mis brazos.
Haciendo una mueca, miré hacia arriba, y la sangre se congeló en mis
venas. Keirran estaba caminando hacia nosotros, el cabello y la capa ondeando
en el viento, hebras de rayo parpadeando a su alrededor. Su espada estaba a su
lado, y sus ojos brillaban azul-blanco con poder. La expresión de su rostro era
aterradora, asesina y completamente sin emoción.
Una línea de caballeros de Invierno corrió hacia él; Keirran agitó su mano
y relámpagos salieron de su palma, chocando contra los guerreros y
lanzándolos hacia atrás. Rugiendo, un enorme troll verde se abalanzó sobre el
príncipe, colmillos y garras reluciendo mientras se disparaba hacia él. Keirran
dio casualmente una mirada hacia este, y el troll se congeló a mitad de camino
mientras hielo recubría su cuerpo, convirtiéndolo en una estatua. Con un gesto
del príncipe, la enorme hada se hizo añicos, lloviendo al suelo en mil
fragmentos brillantes. Me encogí, y la fría e impasible mirada de Keirran
parpadeó hacia mí, una leve sonrisa cruzando su rostro.
―Hola, tío.
―¡Kenzie, vuelve! ―grité, sacando mis espadas cuando Keirran levantó
una mano, y un rayo cegador de relámpago se disparó hacia mí. Sentí la carga
mortal de electricidad chisporrotear a través del aire y ni siquiera tuve tiempo
de parpadear cuando el rayo se estrelló contra un árbol a casi un metro de
distancia, astillando el tronco y prendiéndole fuego. Me lancé a un lado,
rodando hasta levantarme para hacer frente a mi sobrino, quien parecía algo
molesto de que todavía estuviera vivo―. Keirran, no hagas esto.
Él sacudió la cabeza.
―Llegas demasiado tarde, Ethan ―dijo con calma―. Verano e Invierno
caerán, como lo hará el Velo, y una vez que eso suceda, una vez que el mundo
de los mortales nos pueda ver de forma permanente, ningún hada tendrá miedo
de Desvanecerse de nuevo.
―¡Esa no es una solución, Keirran! ―grité, dando vueltas alrededor de
él, lejos de Kenzie y Annwyl―. ¿Qué crees que los humanos van a hacer una
vez que puedan ver a las hadas? ¿Crees que solo vamos a dejarlo así? ¡La gente
va a salir lastimada! ¡Las hadas van a ser asesinadas! ¡No puedes seguir con
esto!
―Voy a seguir con esto ―respondió Keirran. Su voz envió escalofríos
por mi columna vertebral; era plana y sin emoción, sus ojos en blanco mientras
me observaba―. Porque eso es lo que la dama quiere, y yo seré el instrumento
para llevarlo a cabo. Este es mi destino, Ethan. Tú y yo, siempre estuvimos
destinados a convertirnos en enemigos. ―Levantó una mano, el frío glamour de
Invierno arremolinándose en torno a él, cubriendo el suelo con hielo. Lanzas de
hielo se formaban por encima de sus dedos, encogiéndose agudamente a
medida que crecían a la existencia, haciendo que mi intestino se anudara―.
Siento que esto tuviera que ser de esta manera.
―¡Keirran, no!
Sonó la voz de Annwyl, y la chica de Verano se paró delante de mí,
enfrentando al príncipe.
Keirran vaciló, las lanzas de hielo temblando por encima mientras la
miraba.
―Esto no es lo que tú quieres, Keirran ―dijo Annwyl, su voz de alguna
manera levantándose sobre el aullido del viento y los gritos de batalla que nos
rodeaban―. Sé que esto no eres tú. El Keirran que yo conozco, el Keirran que
amo, nunca habría atacado a su familia. A todos nosotros. Por favor< ―le
tendió la mano―, aún puedes detener esto. Regresa con nosotros. Regresa a mí.
―Annwyl. ―Por solo un momento, la voz de Keirran tembló, y cerró los
ojos. Cuando los abrió, estaban iguales: fríos, blancos, resignados―. Te amé,
una vez ―murmuró, y mi corazón se hundió―. Creo que, en el fondo, una
parte de mí todavía lo hace. ―Negó, y su voz se endureció de nuevo―. Pero es
demasiado tarde para mí ahora. No puedo ser ese príncipe que conocías antes.
Y si te paras en mi camino, no mostraré ninguna misericordia. ―La cara de
Annwyl se volvió blanca, y Keirran mostró una sonrisa triste―. Ódiame ahora,
pero todo lo que he hecho fue por ti.
―¡Keirran! ―Annwyl empezó a avanzar, pero Keirran señaló
agudamente con la otra mano, y una ráfaga de viento empujó al hada de
Verano a un lado, causando que se tambaleara hasta el suelo. Al mismo tiempo,
arrojó su brazo, y el grupo de letales lanzas de hielo voló hacia mí.
Hice una mueca y me alejé, preparándome para que una docena de
carámbanos chocara contra mi cuerpo. Sentí el viento de su paso, escuché los
golpes mientras golpeaban el suelo y los árboles a mi alrededor, sentí la
quemadura del frío mientras dejaban rastros helados en mi piel< pero no
dolor.
Levanté la mirada y vi a Keirran viéndose tan sorprendido como yo me
sentía. Un campo de lanzas de hielo me rodeaba, brillando bajo la luna, pero el
espacio alrededor de mis pies estaba claro. Todas y cada una me habían fallado.
―Oh, sí. ―Sonreí y miré de nuevo a Keirran, levantando mis espadas―.
Me olvidé de eso. Al parecer, Nunca Jamás me eligió como su campeón. Soy
inmune a la magia y al glamour ahora. ¿No es eso un hecho muy divertido? De
alguna forma nivela el campo de juego.
Keirran frunció el ceño. Levantando su mano, envió otra ráfaga de lanzas
de hielo hacia mí. Esta vez, no me moví, viendo como viraban hacia un lado,
nunca tocando mi piel. Él hizo un gesto y un relámpago brilló desde el aire,
acurrucándose a mi alrededor para golpear en el suelo, dejando un agujero
humeante en la tierra. Un pulso de glamour pasó a través del suelo, un segundo
antes de que una maraña de raíces y enredaderas estallaran, retorciéndose y
enroscándose locamente, espinas y garras leñosas rastrillando el aire, pero nada
me tocó.
Sonreí, caminando hacia adelante a través de la tormenta de Invierno y el
glamour de Verano, sintiéndolo deslizarse y pasar por encima de mi piel.
―Parece que no eres el único que est{ destinado ―dije, mientras la cara
de Keirran se oscurecía con cada paso que yo daba. Una oleada de frío se
arremolinó hacia mí, se desvió y volvió un árbol cercano en un carámbano,
rompiéndolo un momento después―. Si quieres matarme, príncipe, vas a tener
que hacerlo de la manera antigua.
Los ojos de Keirran se redujeron a rendijas heladas.
―Así parece ―murmuró, y levantó su propia arma mientras me
acercaba―. Muy bien. Si ese es el caso, entonces creo que una espada a través
del corazón es la única alternativa< ¡Aay!
Él brincó, arqueándose hacia atrás, cuando una hoja delgada atravesó su
hombro, chorreando sangre, mientras desgarraba a través de su armadura. El
Hombre Delgado, con su boca puesta en una línea sombría, apareció por una
fracción de segundo por detrás del príncipe, sujetando la hoja que hundió en el
hombro de Keirran. El príncipe se volvió, liberándose de la espada, y cortando a
su agresor con su propia arma, pero el Hombre Delgado ya se había ido.
―¡Keirran! ―gritó Annwyl, cuando el príncipe se tambaleó, agarr{ndose
el hombro. La sangre goteaba de sus dedos y se extendía por su camisa
mientras él miraba alrededor, buscando a su atacante. El Hombre Delgado
apareció a mi lado, la sangre del príncipe extendida sobre su espada, su rostro
solemne. Agarré su brazo.
―¡Oye! ¿Qué demonios est{s haciendo?
―Lo que debo, Ethan Chase. ―El Hombre Delgado arrancó su brazo de
mi agarre―. Ya escuchaste al Príncipe de Hierro. Has oído la confesión de sus
propios labios. No va a detenerse, y si le dejamos vivir, destruirá el Velo con la
Primera Reina. Esperé esto tanto tiempo con la esperanza de que la chica de
Verano sería capaz de llegar a él, pero ahora que no puede, nuestro rumbo es
claro. El Príncipe de Hierro debe morir. ―Su p{lida mirada se dirigió hacia
mí―. Y tú debes matarlo.
Mi estómago cayó.
―No ―dije con voz {spera, mirando al Hombre Delgado―. No puedo.
Aún no.
―Pero yo puedo, Ethan Chase ―dijo una voz suave y femenina detr{s
de nosotros.
Un relámpago se disparó desde el aire, chocando contra Keirran mientras
él se enderezaba, arrojándolo hacia atrás.
Annwyl gritó cuando él golpeó el suelo a varios metros de distancia, y
me giré para ver a Titania la Reina de Verano dar zancadas adelantándose, sus
labios curvados en una sonrisa salvaje.
―Príncipe Keirran ―llamó Titania, ansiosa e inmisericorde, cuando
Keirran se puso de pie, viento y polvo azotando a su alrededor. Sus ojos
brillaron mientras miraba a la Reina de Verano―. He estado esperando por ti.
Tenemos asuntos pendientes, tú y yo. ―Levantó su mano, y un remolino de
nubes negras apareció por encima, vacilante y mortal―. No te vas a escapar de
mí por segunda vez. Si el chico Chase no termina tu vida, ¡entonces yo lo haré!
―¡No, tú no lo har{s! ―Una r{faga de nieve y aire helado, y la reina Mab
apareció, agarrando el brazo de Titania antes de que pudiera bajarla―. ¡Tú no
vas a matar a ninguno de mis parientes! ―siseó Mab a la otra reina a través de
los dientes desnudos. Un escuadrón de caballeros de Invierno apareció,
marchando hacia Keirran con lanzas de hielo levantadas, cuando Titania se giró
sobre Mab―. ¡No voy a permitirlo! ―gruñó la Reina de Invierno―. ¡El Príncipe
de Hierro no es tuyo para destruirlo!
―¡Cómo te atreves! ―La monarca de Verano arrancó su brazo hacia
atrás, los ojos brillando, y las dos hadas se enfrentaron en el centro del campo,
el glamour girando alrededor de ellas.
Bueno, esto se estaba volviendo loco. Me estremecí, temiendo que las dos
reinas irían la una contra la otra justo entonces, y posiblemente explotarían todo
el campamento en mil pedazos en el proceso, pero Keirran levantó un brazo, y
un destello de luz se disparó de sus dedos, penetrando en el aire y volviendo
todo blanco durante una fracción de segundo.
El suelo comenzó a temblar, y un seto de espinas y zarzas arañó su
camino desde el suelo, formando un espinoso y erizado muro entre nosotros y
Keirran. En el tiempo que me tomó parpadear, la barrera se estremeció y se
volvió de hierro, ennegrecido y venenoso, y todavía arrastrándose hacia
nosotros por el suelo.
Los caballeros se detuvieron, cayendo detrás de la escalofriante barrera
de metal con gritos alarmados, y por suerte causaron suficiente distracción para
detener a las reinas de atacarse la una a la otra en ese mismo momento.
Los sonidos de la batalla se desvanecieron. Jadeando, miré alrededor. Por
lo que podía ver, la lucha casi se había detenido, y la mayor parte del ejército de
los Olvidados estaba en el proceso de huir. Me pregunté si el haz de luz que
Keirran había lanzado era una especie de señal de retirada. Miré alrededor a la
carnicería dejada detrás, tierra revuelta, árboles destrozados, dagas de hielo
sobresaliendo de todo, y sentí mi corazón golpear. ¿Dónde estaba Kenzie? Ella,
muy sabiamente, se había salido del camino cuando Keirran atacó, pero luego
todo se había vuelto loco, y la había perdido de vista. ¿Había quedado atrapada
en el fuego cruzado? Nunca me lo perdonaría si había sido herida, otra vez.
―¡Kenzie! ―llamé, mirando alrededor salvajemente. A pocos metros de
distancia, Annwyl miraba fijamente la pared de espinas, su mirada ilegible.
Mab estaba ordenando a sus caballeros que las derribaran mientras Titania
miraba sombríamente. Yo no veía al Hombre Delgado en ningún lugar, pero él
era el menor de mis preocupaciones―. ¡Kenzie! ―grité de nuevo―. ¿Puedes
oírme? ¿Dónde estás?
―Aquí. ―Salió de detr{s de una pila de cajas, con aspecto p{lido y
agitado, su cabello azotado por el viento, pero por lo demás bien. El alivio
estalló, y la atrapé mientras se apresuraba, aplastándola contra mí.
―¿Est{s bien? ―le susurré en su cabello, y ella asintió, aunque su
corazón estaba latiendo salvajemente por debajo de su camiseta. Me relajé con
un suspiro―. No te lanzaste ―murmuré, sorprendido―. Pensé con seguridad
que tumbarías a Keirran o tratarías de disuadirlo. ―Kenzie hizo una mueca.
―Bueno, la última vez que lo intenté, conseguí ser golpeada en la
espalda por un rayo y pasé cuatro meses en el hospital ―respondió con voz
temblorosa―. Y con todo el rel{mpago y el viento y el hielo volando alrededor,
pensé que sería mejor dejar que el tipo que es inmune a todo esto lo manejara
esta vez. ―Apretó mi cintura―. A pesar de que casi me provocaste un ataque al
corazón, una o dos veces, con todos esos que casi fallaron. Él realmente estaba
tratando de matarte. ―Su voz se quebró, y se alejó, temblando de ira< o
dolor―. Keirran nos ha mostrado completamente el lado oscuro, ¿no es
verdad? ―susurró, mirando a la pared de zarzas, donde los caballeros casi la
habían derribado. Yo sabía que ellos no lo encontrarían al otro lado, que él ya se
había ido. Los ojos de Kenzie brillaban, y negó―. ¿Qué vamos a hacer?
―No lo sé ―le susurré. La ira, la culpa y la desesperación quemaron mi
interior, haciéndome sentir enfermo.
Keirran no nos escucharía; no habíamos sido capaces de llegar a él. Ni
siquiera Annwyl había sido capaz de alcanzarlo, y ella había sido nuestra
última esperanza. ¿Qué oportunidad teníamos de convencer al príncipe de
destruir el amuleto? Ni siquiera podríamos evitar que tratara de matarnos a
todos.
―Maestro ―gimió Razor en el hombro de Kenzie―. Maestro malo.
Maestro malo.
―Ethan Chase ―dijo el Hombre Delgado, apareciendo junto a nosotros
y haciendo que Razor siseara. Sus ojos p{lidos eran simp{ticos pero severos―.
Creo que sabes lo que tienes que hacer ahora. La próxima vez que veas al
Príncipe de Hierro, debes matarlo.
»Tratamos, mi muchacho ―continuó suavemente, cuando me puse
rígido en señal de protesta―. La chica de Verano lo intentó< y falló. El
Príncipe de Hierro no nos oirá. No va a destruir el amuleto por su propia
voluntad. Y las apuestas son demasiado altas para permitir que esto continúe.
Ya oíste lo que dijo el príncipe. Acerca de la dama. Acerca del Velo. ―Miró a lo
que quedaba de la pared de zarzas, su rostro sombrío―. Ella intenta destruirlo
para siempre. Y utilizará al Príncipe de Hierro para lograr su objetivo. Tanto
como él viva, las cortes no serán capaces de detenerla. No cuando están tan
ocupadas luchando entre sí. Este ataque no será el último. Los Olvidados
pueden golpear en cualquier lugar, en cualquier momento. Y cada vez que lo
hacen, cada vez que la Primera Reina los envía a través del Velo, ella lo
desestabiliza un poco más. Ese ha sido su plan desde el principio, creo. Usar al
Príncipe de Hierro y la guerra para debilitar la barrera, hasta que la rompa por
completo. ―El Hombre Delgado se volvió hacia mí, su voz dura―. Una vez
que la reina reúna a sus fuerzas, el príncipe las conducirá a través de este de
nuevo. Debemos detenerlo antes de que eso ocurra. Debemos entrar en el
Between y matarlo nosotros mismos.
―No ―susurró Annwyl. Se había movido cerca y nos estaba mirando
con vidriosos ojos verdes, su cara inerme por el horror―. Ethan Chase, por
favor ―dijo, mir{ndome―. Puedo llegar a él. Déjame intentarlo de nuevo.
―¡No hay tiempo para volver a intentarlo! ―soltó el Hombre Delgado―.
El Príncipe de Hierro debe ser detenido. ¡Mira el daño que ha causado, las vidas
que tomó, en una sola noche! Está usando el alcance completo de su poder, y no
podemos aguantar más. Tus sentimientos por él nos condenarán a todos.
―Annwyl ―dijo Kenzie, aún presionada cerca de mí―. No quiero
aceptarlo, tampoco, pero< tal vez él tiene razón. Keirran podría haber
desaparecido. Quiero decir, si Ethan no fuera inmune al glamour ahora, lo
habría matado. De nuevo. ¿Cuántas oportunidades podemos darnos el lujo de
darle?
―Por favor ―susurró Annwyl, sus ojos llenos de l{grimas mientras me
miraba―. Te lo ruego. Una vez m{s, Ethan Chase. Él es tu familia, tu sangre.
Una última oportunidad.
Miré a través del campo sin responder. Los caballeros, ahora
acompañados por varios fey tanto de Verano como de Invierno, finalmente,
habían abierto un camino a través de la pared de zarzas. Como era de esperar,
Keirran no estaba por ningún lado. Probablemente se había escabullido de
nuevo al Between, tan pronto como había lanzado la distracción y estaba
dirigiéndose hacia la dama en este momento. Porque no podíamos pararlo.
―¡Tú!
Salté cuando la voz furiosa de Titania sonó sobre el campo, pero por una
vez, no estaba dirigida a mí. La Reina del Verano cruzó el campo, su mirada
ardiente fija en Mab, quien la esperaba con hielo extendido a sus pies.
―¡Te maldigo! ―escupió Titania, mientras el aire alrededor de las dos
reinas se arremolinaba en un peligroso ciclón―. ¡Maldigo tu interferencia, Mab!
Tuve al Príncipe de Hierro donde lo quería. ¡Podría haberlo detenido esta
noche, si no hubieras interferido!
―Ese es mi nieto ―siseó Mab en respuesta―. El único descendiente de
mi último y restante hijo. No voy a dejar que lo asesine alguien como tú.
―Te lo advierto, Mab. ―Titania se irguió, los ojos brillantes―. Est{s a
poco de estar en guerra con la corte de Verano, también.
Mab se burló.
―¿Esa es una amenaza, Reina de Verano? ¿Crees que tengo miedo de ti y
tu patética corte? ―Sus labios se curvaron en una salvaje y peligrosa sonrisa―.
En cualquier momento que desees experimentar la ira de Invierno, estaremos
felices de hacerlo.
―Alguien tiene que parar esto ―susurró Kenzie con una voz de
advertencia. No podría estar más de acuerdo, pero no quería ser el que diera el
paso entre las dos enojadas reinas de las hadas. Titania se llenó de furia, viento
y relámpagos gritando a su alrededor, y Mab se enderezó, también, carámbanos
asomándose fuera del suelo para agarrar el aire. Cada una de ellas levantó sus
brazos, y la tierra comenzó a temblar. Susurré una maldición, entonces me alejé
de Kenzie.
―¡Deténganse!
Ambas reinas se voltearon, sujetándome con ardientes y escalofriantes
ojos. Caminé hacia adelante, tratando de poner distancia entre Kenzie y yo en
caso de que un rayo o una tormenta de hielo vinieran de repente en mi
dirección.
―Este no es el momento para luchar entre sí ―dije, mirando a las reinas
con m{s valentía de la que sentía―. Si ustedes declaran la guerra a la otra corte,
sólo estarán ayudando a la Primera Reina. Estarán jugando justo su mano, y ella
se estará riendo de todos ustedes mientras toma Nunca Jamás y destruye el
Velo. ¿Es eso lo que quieren?
―¿Te atreves, mortal? ―preguntó en voz baja Mab, y varias afiladas
puntas de car{mbanos giraron en mi dirección―. ¿Te atreves a hablarle a una
reina de las hadas así?
―Alguien tiene que hacerlo. ―Me oí diciendo, e hice un gesto hacia el
paisaje desgarrado, de repente furioso conmigo mismo―. Miren a nuestro
alrededor. Si no lo han notado ya, el reino de las hadas está siendo destrozado,
el Velo está siendo desgarrado, y la Primera Reina todavía está por ahí,
mientras que ustedes dos están teniendo un concurso de meadas. Puedo ser
solo un mortal, pero mi mundo está siendo amenazado, también. Si el Velo cae,
va a ser el infierno en la tierra para todos, no sólo para Nunca Jamás. Así que de
alguna manera me gustaría detener eso antes de que Keirran y la Primera Reina
desaten el apocalipsis hada. ¡Y ustedes dos no están ayudando al estar sobre la
garganta de la otra todo el tiempo!
Varias lanzas de hielo volaron hacia mí, increíblemente rápido. Mis
entrañas se encogieron, pero me obligué a pararme erguido, enfrentándolas,
mientras se desviaban en el último segundo, pegándose a los árboles y al lodo
detrás de mí. Mab parecía sorprendida, y usé esa pausa para decirle a mi
corazón que podía comenzar a latir de nuevo.
―¿Qué está pasando aquí?
Una oleada de energía anunció la llegada de la Reina de Hierro. Meghan
caminó a través de la multitud, Oberon a su lado, y la multitud de fey
rápidamente retrocedió. Haciendo caso omiso de Mab y Titania, Meghan se
dirigió directamente a mí, su mirada preocupada mientras agarraba mis brazos,
los ojos azules buscando.
―¿Ethan? ¿Est{s herido? ¿Qué pasó?
―Keirran ―murmuré, y Meghan se quedó quieta como una roca―. Él
estaba aquí. Lo siento, Meghan. No pude detenerlo.
―El Príncipe de Hierro ha huido de regreso a su dama ―anunció
Titania, mientras Meghan apretaba mis brazos y se enderezaba, volviéndose
para enfrentar a los otros gobernantes―. Ha ido al Between, y debemos
seguirlo. Abre el Velo ―ordenó, mirando al Hombre Delgado―. Esto ha ido
demasiado lejos. El Príncipe de Hierro y la Primera Reina no se ocultarán de
nosotros por más tiempo. Vamos a entrar en el Between y encontrarlos nosotros
mismos. Abre el Velo, Olvidado.
―No ―contestó el Hombre Delgado―. No lo haré.
Titania se tensó con furia e indignación, pero Oberon levantó la mano,
silenciando su arrebato.
―Yo no apresuraré la destrucción del Velo más de lo que ya lo he hecho
―prosiguió el Hombre Delgado―. Llevar a cualquiera de ustedes< ―miró
alrededor, a los cuatro gobernantes―< al Between pondrá demasiada tensión
en el Velo. Ya es peligrosamente débil. Una oleada de poder tan fuerte podría
disolverlo completamente.
―Entonces, ¿qué esperas que hagamos? ―escupió Titania―. ¿Sentarnos
aquí y esperar a que los Olvidados y el Príncipe de Hierro ataquen de nuevo?
―No ―dije, y di un paso adelante―. Voy detr{s de Keirran, ahora
mismo.
Todos ellos me miraron.
―Los Olvidados aún podrían estar retir{ndose ―continué―. Si nos
damos prisa, podríamos ser capaces de llegar a él antes de que llegue a la
Primera Reina.
―¿Nosotros, Ethan Chase? ―preguntó Mab.
―Sí. ―Asentí al pequeño grupo a mi alrededor―. Annwyl, Kenzie, el
Hombre Delgado y yo. No representamos una amenaza para el Velo, y espero
que seamos capaces de deslizarnos a través del Between sin que los Olvidados
noten que estamos allí.
Meghan frunció el ceño.
―Ser{n ustedes cuatro contra los Olvidados, Keirran y la Primera Reina
―dijo ella―. Si son descubiertos, no tendr{n una oportunidad. No sé si pueda
dejarte hacer esto, Ethan.
―Tengo que hacerlo, Meghan. ―Me enfrenté a mi hermana con
cansancio―. Siempre estuvo destinado a ser Keirran y yo al final. No puedo
hacer nada acerca de la Primera Reina, o los Olvidados, pero puedo tratar de
salvar a Keirran. ―De una forma u otra.
Meghan suspiró.
―¿Est{s seguro de que puedes hacer esto? ¿Solo?
―Él no va a estar solo ―dijo una voz profunda, cuando Ash, Puck y
Lobo se acercaban juntos. Me quedé inmóvil cuando Ash volvió su fría mirada
en nosotros―. Vamos con él ―dijo el hada oscura, su voz firme sin dejar
espacio para la discusión―. Si podemos encontrar a la Primera Reina,
podríamos ser capaces de detenerla.
―Sí ―estuvo de acuerdo Puck, entrelazando sus manos detrás de su
cabeza―. Y es de esperar, que nuestra ilustre presencia no har{ que el Between
se vuelva poco estable y zas desaparezca de la existencia. ―Miró al Hombre
Delgado―. Eso no ser{ un problema, ¿verdad, Slim Shady?
El Hombre Delgado frunció el ceño.
―Podría ser ―dijo con incertidumbre―. ¿Dos leyendas y un antiguo
Príncipe de Invierno? No sé si el Between será capaz de aguantarlo.
―Arriésgalo ―dijo Ash, entrecerrando los ojos―. Esta es nuestra mejor
y única oportunidad de llegar a Keirran y a la Primera Reina. Si ella no vendrá a
nosotros, tendremos que ir a ella.
―¿Y si se destruye el Velo en el proceso?
Alguien bostezó, en voz alta y en tono burlón, a pocos metros de
distancia.
―Yo no creo que tengas que preocuparte por eso ―ronroneó Grimalkin,
apareciendo en un cercano tocón destrozado. Enroscando su cola alrededor de
sus patas, nos miró perezosamente―. El Velo va a sobrevivir ―afirmó en una
voz aburrida―. Independientemente de lo que él pueda creer, Robin
Goodfellow no va a estar lanzando el poder de un rey o reina de la hadas. La
fuerza del perro proviene de la historia y la leyenda. Él no tiene magia propia,
excepto la capacidad molesta para no morir cuando debería. Y el anterior
Príncipe de Invierno ya no es más fey, no del todo. Llevarlos al Between será un
riesgo, pero podría ser su mejor opción para cualquier esperanza de victoria
esta noche.
Lobo hizo un ruido en acuerdo.
―El gato tiene un punto ―dijo, curvando su labio como si esas palabras
fueran de alguna manera desagradables―. Dos seres humanos, una chica de
Verano Desvaneciéndose y un Olvidado no podrán pararse contra todo un
ejército. Al menos podemos llevarte hasta allí.
―Oh, muy bien ―soltó el Hombre Delgado―. Pero nadie m{s. Ya
estamos empujando los límites de lo que el Between puede tomar. ―Frunció el
ceño a todos nosotros; yo, Annwyl, Kenzie, Ash, Puck, Lobo, y suspiró―. ¿Nos
vamos, entonces? Creo que desean encontrar al Príncipe de Hierro y a la dama
pronto, antes de que los Olvidados tengan la oportunidad de reagruparse.
Asentí antes de que tuviera la oportunidad de pensar en ello.
―Sí ―dije―. V{monos. Ahora mismo. Cuanto antes mejor.
―Como quieras ―murmuró el Hombre Delgado―. Espera aquí. Me
llevará más que un momento encontrar donde atravesó el príncipe.
Se alejó hacia el agujero en la pared de zarzas que los caballeros habían
desgarrado. Sintiéndome culpable, miré a Kenzie, preguntándome qué estaba
pensando acerca de todo esto. Ella miró con calma hacia atrás, y yo tragué.
―¿Est{s bien con hacer esto? ―le pregunté suavemente―. ¿Ir al Between
otra vez?
Kenzie sonrió.
―¿Tratando de dejarme atr{s de nuevo, tipo duro?
―No. ―Negué―. Siempre te querré conmigo, no importa a lo que nos
enfrentamos. Pero quiero que estés segura. No tienes que hacer esto, Kenzie.
Esto es algo familiar. Si Keirran< me mata, va a ir detr{s de ti, igualmente. No
voy a ser capaz de protegerte de él.
La sonrisa se ensanchó.
―Si eso sucede, él es el que va a necesitar protección ―respondió Kenzie,
medio en broma, y se acercó a mí. Sus brazos se deslizaron alrededor de mi
cintura, tirando de mí contra ella―. Empezamos esto juntos, Ethan ―dijo,
sonriendo hacia mí―. La terminamos juntos. No importa que.
―¡Besito, besito! ―zumbó Razor, mientras yo bajaba mi cabeza y hacía
justo eso.
―Ethan Chase ―llamó el Hombre Delgado, mientras nos
separ{bamos―. Es hora. ―Miramos hacia arriba justo cuando él empujó sus
largos dedos en la nada y apartó la realidad como una cortina. Un desgarro
irregular apareció ante él, filtrando humo―. Date prisa ―instó, haciéndonos
señas de que nos adelant{ramos―. Antes de que o bien la Primera Reina o el
Príncipe de Hierro se den cuenta que estamos llegando.
Está bien, entonces. Supongo que es hora. No más correr, Keirran. Estamos
yendo por ti ahora.
―Vamos ―le dije a Kenzie, Annwyl y Razor, y comencé a dirigirme
hacia el Hombre Delgado, a través de las filas de hadas. Meghan y Ash se
quedaron detrás por un momento, la Reina de Hierro poniendo sus manos en
su rostro mientras lo miraba.
―Ten cuidado, Ash. ―La oí susurrar mientras pasaba―. No puedo
perderte, a mi hermano y a mi hijo en la misma noche.
―Voy a ser cuidadoso con él ―respondió Ash, tomando sus manos―. Y
vamos a traer a Keirran de regreso. Esa es una promesa, Meghan.
Aparté la vista mientras se besaban, dándoles un poco de intimidad. Yo
no había pensado en eso, en cuánto tendría Meghan que perder esta noche. A
mí, Keirran, Ash, toda la mitad de su familia. No es de extrañar que estuviera
preocupada. Puck y Lobo cayeron al paso junto a nosotros, y Ash se nos unió en
el desgarro un momento después, su rostro sombrío y decidido.
―Bueno ―comentó Puck, mirando a nuestra extraña partida―, esto es
todo, ¿eh? Debo admitir, esta es probablemente una de las cosas más extrañas
que he tenido que hacer, con uno de los grupos más extraños con los que he
tenido que hacerlo.
Lobo resopló.
―No m{s extraño de lo habitual, Goodfellow.
―Supongo que no. ―Suspiró Puck, luego se enderezó con una sonrisa
brillante, frot{ndose las manos―. Bueno, como una cierta bola de pelo
señalaría, el tiempo es un desperdicio. ¿Quién se ofrece para salvar Nunca
Jamás una vez más?
Kenzie deslizó sus dedos a través de los míos y apretó. Tomé una
respiración profunda, y pasamos a través del desgarro hacia el Between.
Parte 3
Capítulo 19 El Reino de la primera reina
―Est{ bien ―comentó Puck cuando la cortina de la realidad se cerró detr{s de
nosotros, atrap{ndonos en el Between una vez m{s―. Eso es< acogedor.
Un viento frío sopló contra mi espalda, y me estremecí. Un escueto
paisaje áspero nos rodeaba, afloramientos rocosos alzándose desde el suelo a
intervalos aleatorios, apuntando hacia un cielo gris apagado. Montañas de color
negro azabache rodeaban un valle sombrío, la niebla y las sombras tan gruesas
que eran impenetrables. No había color en ningún lugar. Las rocas eran grises,
los pocos árboles dispersados aquí y allá eran negros con vetas blancas y
parches rodeando los troncos. Unas hojas plateadas de hierba se asomaban de
entre las rocas, y las sombras eran anormalmente largas, pareciendo casi
moverse. Era como estar dentro de una vieja fotografía negativa, y desde que el
filtro de color no había afectado al resto de nosotros, definitivamente
destacábamos. El cabello rojo de Puck y los brillantes dientes azules de Razor
eran casi dolorosamente brillantes, y Lobo casi se mezclaba con el fondo, sus
ojos flotando orbes verdes en la oscuridad.
―Sí ―concordó el Hombre Delgado, girando en un lento círculo,
moment{neamente desapareciendo de la vista―. Parece que la Primera Reina
ha estado muy ocupada ―meditó, reapareciendo una vez m{s―. No es de
extrañar que su ejército de Olvidados haya sido capaz de esconderse en el
Between.
―Síp, obteniendo un cierto ambiente Nosferatu aquí ―continúo Puck,
observando el muerto paisaje gris con sus manos en las caderas, antes de dar un
pequeño estremecimiento―. Brr, definitivamente pueblo horripilante. ¿Me
pregunto dónde estarán todos los nativos? ¿Y la Primera Reina?
Kenzie señaló.
―Voy adivinar qué allí.
Seguí su brazo. Una enorme fortaleza negra estaba encima del pico de
una montaña, apuntando las siluetas de torres contra el cielo. Llevando hacia el
castillo había un largo, largo puente de piedra, suspendido sobre una caída de
varios cientos de metros hacia la oscuridad total.
―Oh, eso parece seguro ―comentó Puck, alzando una ceja―. No puedo
pensar en nada que pudiera ir mal allí.
―Vamos ―dijo Ash, caminando hacia adelante―. Allí es donde Keirran
se dirigirá. Tratemos de atraparlo antes de que alcance a la Primera Reina.
Comenzamos a cruzar el paisaje desolado, con dirección hacia la
fortaleza surgiendo en la distancia, Ash, Puck y el Hombre Delgado lideraban.
Yo seguía detrás con Kenzie y Annwyl, y Lobo cerraba la marcha, pisando
silenciosamente sobre las rocas. Excepto por el bajo zumbido constante de
Razor y el profundo, jadeo gutural de Lobo, todo estaba tranquilo. Incluso
nuestros pasos parecían apagados, tragados por las sombras que arañaban
hacia nosotros desde todas las direcciones. Ellas cambiaban y se retorcían por el
rabillo de mis ojos, y más de una vez, pensé haber visto brillantes esferas
amarillas, observándonos desde la oscuridad. Pero cuando sacudía mi cabeza
para mirarlos directamente, siempre desaparecían.
―¿Alguien m{s tiene la sensación de que estamos siendo observados?
―dije finalmente, mi voz extrañamente fuerte en el silencio.
Detrás de nosotros, Lobo dio una risa baja.
―Definitivamente ―gruñó, haciendo que mis vellos se erizaran―. Las
sombras están llenas de ojos. Puedo sentirlas, incluso si no puedo olerlas. No
estamos solos.
―¿Por qué no nos est{n atacando? ―preguntó Kenzie, acerc{ndose m{s
a mí. Razor dio un zumbido preocupado y se escondió debajo de su cabello―.
¿Qué están esperando?
―Me imagino que sólo unos pocos Olvidados han notado que estamos
aquí ―dijo el Hombre Delgado―. Sin embargo, sólo toma a unos pocos para
alertar al resto del ejército. Probablemente deberíamos movernos un poco más
rápido.
Así lo hicimos, caminando sobre el sombrío, paisaje negro y gris, en
alerta por cualquier cosa que pudiera saltar de las sombras eternas. A medida
que nos acercábamos al puente, más y más ojos amarillos aparecieron en la
oscuridad que nos rodeaba. El número de Olvidados estaba creciendo.
―¡R{pido! ―dijo Ash, haciéndonos señas hacia adelante. Me reuní con él
y vi una larga escalera de piedra cortada en el lado del acantilado,
zigzagueando un camino hacia la montaña. Subimos, y los ojos nos siguieron,
deslizándose sobre las rocas y hacia la pared del acantilado, convirtiéndose en
un enorme enjambre. Trepando las escaleras, por fin llegamos a la cima y el
estrecho puente de piedra que se extendía sobre la nada. En la distancia, el
castillo llamaba, una mancha irregular de negro contra el gris.
Un Olvidado se lanzó por el costado y agarró a Kenzie con dedos
puntiagudos. La tiré del camino, cortando a la cosa con mi espada, y ondeó lejos
hacia la niebla. Pero más sombras aparecieron, arrastrándose sobre la
barandilla, surgiendo por las escaleras, mil pares de ojos amarillos vinieron
hacia nosotros, y corrimos.
La fortaleza se cernía en lo alto, oscura y amenazante, haciéndome sentir
pequeño debajo de su sombra. Sentí, en vez de escuchar, la horda de Olvidados
a nuestras espaldas y me pregunté cómo íbamos alguna vez a enfrentar a
Keirran mientras corríamos de un ejército.
Ash se detuvo y giro con un remolino de su capa, desenvainando su
espada. Una luz azul se apoderó del puente cuando Ash lanzó una mano,
provocando una línea de lanzas de hielo crecer de las piedras, puntos
perversamente afilados dirigidos hacia los Olvidados.
―¡Ash!
―Sigue avanzando. ―La voz del hada oscura era calmada mientras
Puck y Lobo giraban y se unían a él en el centro del puente. Juntos, los tres
formaron una barrera entre nosotros y la horda que se aproximaba―. Los
mantendremos aquí ―continuó Ash, cuando Puck sacó sus dagas y Lobo jadeó
una sonrisa salvaje―. Ustedes tres sigan hacia el castillo.
―¿Est{s loco? ¡No los vamos a dejar aquí!
Él me ignoro, enfrentando a la multitud con su espada azul brillante a su
lado. Los Olvidados continuaron amontonándose sobre el puente, deslizándose
sobre las piedras, concentrándose más allá de la barrera de hielo hasta que el
otro lado no era más que negro. Ash, Puck y Lobo estuvieron de pie en silencio,
esperando por ellos, tres cuerpos inmóviles contra una inundación de sombras
y ojos.
―Eso es un terrible grupo de Olvidados, chico-hielo ―meditó Puck
cuando el grupo alcanzo la barrera y comenzó a arañar un camino sobre ella. Él
hizo girar sus dagas en ambas manos y dio un paso adelante, una sonrisa feroz
en su voz―. Podemos no lograrlo esta vez. Excitante, ¿no? igual que los viejos
tiempos.
Di un paso adelante para unirme a ellos, pero un remolino de luz y brillo
estalló entre nosotros, haciéndome retroceder. Entrecerré los ojos cuando, la alta
elegante figura de la Reina Exiliada salió de la luz, cabello de cobre fluyendo
detrás de ella.
―Hola, queridos.
Miré boquiabierto el hada alta.
―¿Leanansidhe? ¿Qué est{s haciendo aquí? ¿Cómo incluso llegaste aquí?
―Querido, por favor. ―La Reina Exiliada ondeó una frívola mano―. Es
el Between. Este todavía es mi reino, incluso si unos intrusos se han mudado.
―Miró a los Olvidados, con ojos azules aterradores y fríos―. Parece que voy a
tener que patearlos afuera yo misma.
―Aw, Lea, ¿quieres decir que no viniste hasta aquí para vernos a
nosotros? ―preguntó Puck, girando sus dagas mientras caminaba hacia
adelante―. Estoy herido. Pero, oye, si est{s aquí para ayudarnos a lanzar
algunas sombras sobre el costado del puente, no me estoy quejando.
―Ethan. ―Ash no se dio la vuelta cuando hablo, pero levanto su brazo.
Glamour se arremolino, y dagas de hielos se formaron en el aire sobre su
cabeza―. Esto es lo mejor que podemos hacer por ti ―continuó el hada―.
Encuentra a Keirran. Nada más importa ahora. Encuéntralo, y tráelo a casa.
Los Olvidados se acercaron. Ash lanzó su brazo, y la ráfaga de dagas de
hielo aceleraron a través del aire hacia la horda que se acercaba por el puente.
Muchos gritaron y retorcieron, girando lejos hacia la nada, espirales de sombras
se desvanecieron en el viento. Leanansidhe levanto su brazos, luz y energía
crujiendo a su alrededor, y cantó una sola nota penetrante. Mis orejas sonaron,
y apreté mis dientes por el repentino dolor en mi cráneo, viendo a Kenzie
contraerse por el dolor y cubrir sus orejas. Delante de Leanansidhe, la primera
fila completa de Olvidados gritó, manos volando hacia arriba para cubrir los
costados de sus cabezas, antes de que sus cráneos explotaran en nubes negras y
se disolvieran en nada.
Me encogí cuando Lobo dejo salir un ansioso, aullido resonando que
hizo vibrar las piedras del puente y saltó hacia adelante hasta la masa de
Olvidados retrocediendo. Puck gritó, dagas brillando, cuando él saltó hacia
adelante, también. Ash me dio una última mirada penetrante.
―Ethan, ¡vete!
Susurré una maldición y corrí, escuchando a Ash, Puck y Lobo
enfrentándose con el ejército de Olvidados, sus aullidos y explosiones de
glamour resonando detrás de nosotros. Unos Olvidados arañaron sobre el
costado del puente y brincaron hacia mí, pero los corté y seguí andando.
Mis ojos ardían, parpadeé furiosamente alejando las lágrimas cuando nos
retiramos a través del puente. No pensaría en Ash, Puck y Lobo como un
sacrificio. Ellos no serían un sacrifico, demonios. Si alguien podría sobrevivir a
un ejército de Olvidados, serían esos tres. Y tenían a Leanansidhe
respaldándolos. Tenía que confiar en ellos. Nos estaban comprando tiempo,
manteniendo a los Olvidados fuera de nuestras espaldas para así poder lidiar
con Keirran en paz. No los defraudaré.
Llegamos a los escalones del castillo y subimos hacia las grandes puertas
de madera en la cima. Mientras las alcanzábamos, me pregunté, fugazmente, si
estarían cerradas o bloqueadas desde el interior. Estaríamos un poco jodidos si
lo estuvieran. Pero la manilla giró bajo mi palma cuando la moví, y las puertas
pesadas se abrieron lentamente cuando empujé. Mirando a través de la rendija,
vi un patio abierto vacío, tan desolado y llano como todo lo demás. En lo alto,
una luna llena extrañamente opaca colgaba en el cielo, luciendo más como un
retrato que algo real. Estatuas extrañas se alineaban en pared perimetral,
estatuas de hadas que nunca había visto antes. ¿Los Olvidados, tal vez? ¿Antes
de que se transformaran en criaturas de sombra espeluznante? No lo sabía. Pero
el espacio parecía estar vacío; sin movimientos, sin ojos amarillos brillando en la
oscuridad, sin Olvidados moviéndose a través de las sombras. Empujé la puerta
abriéndola más y dejé que Kenzie y Annwyl entraran antes de seguir yo con el
Hombre Delgado, asegurándome de que el patio estuviera realmente vacío.
Girando, puse un hombro en la madera y la empujé cerrándola, y el tronar
vacío de la puerta cerrándose hizo eco a través del castillo.
Está bien. Aquí estábamos, en el vestíbulo de la Primera Reina. Me
pregunté si ella sabía que estábamos aquí, antes de decidir que por supuesto lo
sabía; este era su reino, después de todo. Así que si la dama ya sabía que
estábamos aquí, eso significaba que Keirran probablemente lo sabía, también.
Así qué, ¿dónde estaba él?
―Manténganse cerca ―les advertí a los otros. Kenzie estaba observando
alrededor con curiosidad. Razor encaramado sobre su hombro, mientras
Annwyl revisaba el patio como si buscara al príncipe en las sombras. Un viento
frío onduló a través de las losas cuando me acerqué más adentro, y vi que una
sección alta de la pared de piedra que rodeaba el patio se había desmoronado.
Más allá de la brecha estaba oscuro, aire libre y una larga, larga caída hacia el
fondo de la montaña. Me estremecí y di un paso cauteloso hacia atr{s―. Con
cuidado ―advertí, asegur{ndome de que Kenzie estaba a una distancia segura
de la pared rota y la caída letal―. Keirran y la dama podrían estar en cualquier
lugar. No queremos que nos sorprendan.
―Eso no ser{ un problema, tío.
Me sacudí. Una figura brillante, con capa estaba de pie en un balcón
contra la pared opuesta, mirando hacia nosotros. Incluso con su capa negra y
armadura, brilló en la oscuridad, cabello plateado y fríos ojos azules, un
contraste rígido con el entorno sin vida.
Tan pronto como lo vimos, Keirran agitó una mano, y una pesada reja de
madera cayó sobre la puerta que acabábamos de atravesar, golpeando las
piedras con un fuerte sonido. Otro cayó sobre el arco al otro extremo del patio,
encerrándonos dentro. Saqué mis espadas cuando mi corazón comenzó un
rápido golpe en mi pecho. Esto era. Éramos solo nosotros y Keirran ahora.
El príncipe saltó sobre la baranda del balcón y cayó por el aire para
aterrizar con gracia sobre las losas. Sus ojos ya estaban brillando cuando se
levantó, viento y glamour comenzando a girar a su alrededor, azotando su
cabello. Su sonrisa era cruel cuando dio un paso adelante.
―Y aquí est{s. ―La voz de Keirran era plana, sus ojos cortando―. Justo
como la reina dijo que estarías. Eres bastante predecible, ¿no es así, Ethan? ―Su
mirada se desvió de mí hacia las chicas, apretadas a cada lado de mí, y
estrechadas―. No debiste haber traído a Annwyl y Kenzie, sin embargo. No
tengo deseo de hacerles daño. Esto es entre tú y yo. Y tú<
Él señaló bruscamente. Una ráfaga de viento aulló a través del patio,
lanzando polvo y hojas y haciendo que la ropa de Kenzie y Annwyl se rasgara,
aunque no estaba dirigido a nosotros. Pero hubo un gritó, y el Hombre Delgado
de repente golpeó con una estatua, su cuerpo parpadeando a la existencia antes
de caer inmóvil hacia las piedras. Keirran hizo un gesto de nuevo, y la estatua
se sacudió y cayó hacia adelante, chocando en las piedras y fijando al Hombre
Delgado debajo. El príncipe sonrío con frialdad.
―Eng{ñame una vez ―murmuró él, y levantó su brazo de nuevo.
―¡Keirran, detente! ―Annwyl dio un paso a mi alrededor, sus ojos
llenos de l{grimas mientras enfrentaba al príncipe―. Por favor ―rogó,
extendiendo sus manos―. Si alguna vez me amaste, por favor, detén esto. No es
demasiado tarde. Puedes dejar este lugar, dejar a la dama y regresar a casa.
Keirran la miró, sus ojos suavizándose.
―Annwyl ―dijo, y por un momento, su voz era casi como el Keirran que
yo conocía―. ¿Cómo puedes preguntarme eso? ―susurró―. Todo lo que he
hecho, todo lo que he sacrificado, fue por ti. La dama, los Exiliados, los
Olvidados, todos ellos estaban muriendo, pero lo que más me importaba era
salvarte.
―No quería ser salvada ―regresó Annwyl―. No cuando te transformó
en esto. No cuando me costó todo lo que amaba de ti. ―Su voz se hizo m{s
dura, casi desesperada―. No quiero esto, Keirran ―dijo―. Quiero de regreso al
antiguo tú, incluso si puedo verlo por sólo un momento. Incluso si debo morir
para que regreses.
Alcanzando alrededor de su cuello, se quitó el amuleto, sosteniéndolo en
alto de modo que se balanceó y vibró en la luz sobrenatural. Keirran se puso
rígido a la vista de ello.
―Esto es la causa de todo ―dijo―. Prolongando mi vida, al costo de tu
alma. Es una cosa malvada, Keirran, ¿no puedes sentirlo? No quiero ser parte
de ello nunca m{s. ―Empujó el amuleto hacia él, haciéndolo oscilar y
resplandeció sobre su cordón―. Tienes que destruirlo. No puedo hacerlo yo
misma.
―No.
―Keirran<
―¡No te veré morir, Annwyl! ―Por solo un momento, una chispa de ira
y dolor cruzó su rostro. Apretando sus dientes, cerró sus ojos―. Este es mi
legado ―susurró―. Muerte, y traición, y destrucción. Esto es el destino, lo que
el destino ha decidido. Tú eres la única cosa buena que dejaré detrás. Si yo< te
mató, también ―hizo un gesto cansado, sin esperanza―, si tú mueres, todo esto
será por nada. Todo el mundo que he traicionado, toda la muerte que he
causado, serán por nada. ―Pasó una mano por sus flequillos plateado, sus ojos
ensombrecidos―. ¿Qué me importa si los Olvidados y los Exiliados son
salvados ―susurró―, si no est{s en el mundo m{s tiempo?
La voz de Kenzie fue comprensiva.
―Todavía la amas.
―Nunca dejé de hacerlo ―gruño Keirran, d{ndole una mirada fría―.
Tal vez es tonto. Tal vez es el único pedazo de mi alma que todavía me queda.
Pero no importa. El plan de la Primera Reina está casi completo. Es demasiado
tarde para mí detenerlo.
―No es demasiado tarde para ti, príncipe ―espeté―. Todavía puedes
terminar esto. Sal de aquí con nosotros, y vamos a casa. ¿De verdad quieres
seguir luchando con todo el mundo? ¿Tus padres, los tribunales, todo Nunca
Jam{s? ―Hice un gesto hacia la puerta principal―. Ash est{ allí afuera, justo
ahora, reteniendo a los Olvidados. Si él logra llegar aquí, ¿qué vas hacer?
¿Luchar contra tu propio padre? ¿Vas a matar a toda tu familia antes de que
esto termine?
Por un segundo, él dudo. Por un latido de corazón, pensé que habíamos
logrado llegar a él. Pero luego sus ojos se nublaron, y su rostro se puso duro.
―No ―dijo, su voz resuelta―. No puedo parar ahora. No cuando
estamos tan cerca. He escogido mi camino, y no fallaré. La profecía ha decido
mi destino, y soy lo que ellos me llaman el Destructor. El sin Alma. Que así sea.
―Sus ojos se volvieron gélidos, esa fría indiferencia instalándose en él como un
manto―. Seré su villano ―murmuró, levantando su cabeza―, pero también
cambiaré el mundo con la Primera Reina. Y nada se interpondrá en nuestro
camino.
―Keirran, por favor ―susurró Annwyl―. El reino est{ siendo
destrozado. Esta guerra va a destruir todo. Por favor, tienes que destruir el
amuleto. Solo déjame ir.
El Príncipe de Hierro la miró fijamente, todo rastro del viejo Keirran
desapareciendo cuando el extraño frío tomó su lugar.
―¿Tengo que? ―reflexionó, ladeando su cabeza―. Tal vez lo haga. Tal
vez lo destruiré después de todo. Pero no hasta que el Velo haya caído. Incluso
ahora, la dama trabaja para debilitarlo. ―Me miró―. Sólo hay una cosa que
falta, una cosa que ella necesita para que se rompa y nunca se reforme de
nuevo.
―Intentaste eso una vez ―le gruñí―. No funcionó. ¿Qué te hace pensar
que esta vez hará alguna diferencia?
Él me dio una sonrisa escalofriante e hizo un gesto hacia el patio.
―Mira alrededor ―dijo Keirran―. ¿Sabes dónde est{s? ¿Algo de esto
parece familiar?
―Ni siquiera un poco.
―Lo vimos una vez, de paso ―insistió Keirran―. ¿No recuerdas? La
primera vez que te llevé a través del Between. Era sólo una ruina entonces, pero
hice nota de dónde estaba. Un sitio de gran poder. Un lugar que existe en
ambos mundos.
Como siempre, Kenzie lo consiguió antes que yo.
―Esto es un ancla ―adivinó, y el príncipe asintió.
―Sólo una ruina ―dijo él―. Algunas piedras. Pero era suficiente.
Suficiente para que la dama construyera este reino y crear un refugio seguro
para los Olvidados. No es como si fuera a necesitarse mucho más.
Él se giró hacia mí, una sonrisa jugando en sus labios.
―Lo pasamos mal antes ―casi susurró―. Sabemos ahora por qué el
Velo se reformo. El sacrificio debe ser hecho en el lugar de ambos mundos, no
solo en el reino de los mortales. ― Su sonrisa se hizo m{s amplia, m{s mala―.
Así qué, es una suerte que no murieras en Irlanda después de todo.
Horror me inundó, y Kenzie jadeó con la comprensión. Keirran sacó su
espada, el chirrido ronco haciendo eco sobre las paredes. Retrocedí, empujando
a las chicas detrás de mí, y levanté mi propia arma. El Príncipe de Hierro dio
una paso adelante, el aire a su alrededor se volvió frío.
―Bueno, ahora que est{s aquí, puedes cumplir la verdadera profecía,
Ethan Chase. Puedes morir, de nuevo, y tu sangre será la fuerza final que
romper{ el Velo para siempre. ―Levantó su espada, glamour gélido
comenzando a girar a su alrededor―. Y esta vez, no habr{ regreso.
Capítulo 20 Sangre y sacrificio
No se molestó con magia esta vez. Sin relámpagos, dardos de hielo, ráfagas de
viento, nada. Simplemente se abalanzó hacia mí, la hoja de acero curvada
cortando hacia abajo hacia mi cuello. Salté hacia atrás, apenas conseguí sacar mi
espada a tiempo, y el chirrido de metal contra metal me sacudió y envió un
escalofrío corriendo por mi columna.
Kenzie y Annwyl se precipitaron hacia atrás.
―¡Keirran, detente! ―lloró Annwyl, alzando su brazo. El glamour se
arremolinaba a su alrededor, pero el Príncipe de Hierro dio la vuelta, arrojando
su mano hacia ella. Una ráfaga de viento la envió cayendo en sus pies y chocar
contra las piedras con un jadeo. Keirran sonrió sombrío.
―Podr{s ser inmune al glamour ahora, pero me temo que tus amigos no
lo son ―dijo, e hizo señas de nuevo, enviando a Kenzie tropezando hacia
atr{s―. Y me gustaría mantener la interferencia al mínimo esta vez, así que<
Me dirigí hacia Kenzie, ignorando al príncipe, pero las sombras
alrededor de nosotros cobraron vida de repente. Los Olvidados emergieron de
la oscuridad, relucientes ojos amarillos, y se deslizaron hacia las chicas. Dos se
abalanzaron hacia Annwyl, sosteniéndola arriba de los brazos, y el otro par se
apoderaron de Kenzie. Razor chilló y arremetió contra uno con sus colmillos
descubiertos pero fue arrojado lejos y pegó contra una estatua con una pequeña
pero enfermiza grieta. Él cayó sobre las piedras, gimiendo y sosteniendo su
brazo, y el Olvidado empujó a Kenzie contra la pared, ignorando sus gritos de
protesta.
Furioso, fui hacia el Olvidado que sostenía a Kenzie, pero una línea de
brillantes lanzas de hielo se formó en el suelo entre nosotros.
―La pelea es aquí, Ethan ―me llamó Keirran con voz burlona―. A
menos que estés asustado de pelear contra mí uno a uno. Sin Titania para
salvarte esta vez. ―Me volví hacia él, gruñendo, y sonrió―. Ahora sin
interrupciones. Sólo tú y yo.
―Bien ―gruñí, blandiendo mi espada. Enojo, furia y odio hirvieron al
encararme con mi sobrino a través de las losas. Esto era. La batalla final entre yo
y el Príncipe de Hierro, y estaba listo. No más contenciones o intentos de hablar
con él. Esto se veía venir desde el día en que nos conocimos―. Ven entonces,
príncipe ―dije, haciendo una mueca con los labios―. Si esta es la única manera
de detener esta guerra y salvar a Nunca Jamás, entonces tendré que patear tu
trasero todo el camino de regreso hacia tu preciosa dama.
Él sonrió y se abalanzó sobre mí. Me encontré con él en el centro del
patio, el estruendo de nuestras armas resonó contra las piedras. Nos separamos
y esquivamos nuestras espadas, apenas perdiendo algunos, con los filos de las
espadas peligrosamente cerca. Keirran sólo tenía una espada contra las dos
mías, pero su rapidez y su gracia natural lo compensaban. Aparte que él había
entrenado con Ash, uno de los mejores espadachín en Nunca Jamás. Sabía que
sólo era cuestión de tiempo antes de que la sangre empezara a volar y
preguntarme fugazmente quién lo haría primero.
Tuve mi respuesta cinco segundos después. Keirran esquivó un golpe
violento hacia su cabeza, se precipitó y me apuñaló en el brazo con la punta de
su espada. El corte no fue muy profundo, pero el dolor quemó a través de mi
antebrazo a la vez que la sangre brotó y cayó en las losas.
Un viento fuerte atravesó el aire e hice una mueca y me tambaleé hacia
atrás, y el mundo entero onduló como la superficie de un estanque. Kenzie
jadeó, y Keirran bajó su espada, sonriendo.
―¿Sientes eso? ―susurró, mirando hacia el cielo―. Est{ pasando. El
Velo se está desintegrando. Cada gota de tu sangre lo debilita un poco más. Y
cuando mueras, finalmente caerá. Los humanos serán finalmente capaces de
vernos, temernos y creer en nosotros de nuevo.
―¿En verdad son esos tus ideales, Keirran? ―preguntó Kenzie desde la
pared, aún luchando contra sus captores―. ¿O es la Primera Reina quien está
hablando? ―Como él no respondió, continuó―. Ya me lo imaginaba. No creo
que ni tú sepas qué es lo que quieres, sólo que tienes que seguir este camino por
una estúpida profecía. Bueno, ¡eso es mierda! ¡Siempre hay una opción, Keirran!
―Silencio ―gruñó Keirran, la señaló, y uno de los Olvidados cubrió su
boca con una mano―. Ustedes dos ―agregó, y los Olvidados que sostenían a
Annwyl hicieron lo mismo―. Tus constantes protestas se est{n haciendo
tediosas, y yo ya tomé mi decisión. Si no te importa, quiero matar a mi tío en
paz.
Me lancé hacia Keirran con un gruñido, furia y desesperación corrían por
mis venas, y Keirran avanzó hacia adelante, con ojos asesinos. Nuestras espadas
chocaron y tronaron en el sombrío silencio, haciéndose eco de las paredes.
Peleamos ferozmente, ambos sin misericordia u oportunidad. Ataqué y le hice
un feo corte en el cuello. Él respondió haciéndome una herida punzante bajo
mis costillas. Más sangre se esparció por mi camiseta, caliente y pegajosa, y el
mundo se tambaleó con cada gota que cayó al suelo.
Lanzándome, golpeé la espada de Keirran lejos y lo apuñalé profundo,
golpeándolo en el hombro izquierdo bajo su clavícula. Haciendo muecas,
Keirran se tambaleó hacia atrás, alzó una mano, y unas dagas de hielo vinieron
hacia mí y viraron lejos. Sonreí sombríamente.
―Sigo siendo inmune a la magia, príncipe. ¿O lo olvidaste?
Me miraba fríamente, con una mano sosteniendo la herida.
―No ―dijo―. Pero es un talento realmente molesto el que tienes.
Burlón, alcé mi espada.
―Aw, ¿qué pasa, príncipe? ¿No me puedes enfrentar en una pelea justa?
¿Triste de que en serio tienes que ensuciarte las manos?
Su mirada se hizo más fría.
―No me presiones, Ethan ―advirtió con voz gélida―. Puedo matarte
cuando yo quiera. Pensé que por el bien de la familia, lo haría por el camino
honorable. Pero si insistes, puedo ser el demonio sin corazón que piensas que
soy.
―¿En serio? ―Di un paso adelante―. Entonces lanza tu mejor golpe,
Keirran.
―Como desees.
Alzó su brazo, y lanzas de hielo se formaron en el aire, puntiagudas y
letales.
―Sólo recuerda, tú me empujaste a esto ―dijo Keirran, y barrió su mano
hacia abajo<
< hacia Kenzie.
Tenía el corazón en la garganta. Miré, impotente, mientras que el
olvidado sostenía a Kenzie se desvanecía en la pared, un momento antes de que
la lluvia de lanzas de hielo se estrellara contra ellos. Las lanzas se rompieron
contra la roca sonando a cristales rotos, y Kenzie gritó, las manos volaron hasta
cubrir su rostro, mientras los fragmentos de navajas de hielo desgarraron su
piel y destrozaron su ropa.
―¡Kenzie! ―Me lancé hacia ella mientras se desplomaba, sangrando de
una docena de pequeñas heridas por todo su cuerpo.
La voz de Keirran resonó mientras me apresuraba hacia delante, helado
y sin misericordia.
―Puedes ser inmune al glamour, ¡pero Kenzie no lo es! ―Lo ignoré y
seguí hacia Kenzie, mientras la voz de Keirran me seguía―. ¡El amor es una
debilidad, Ethan! Quizás podrías tener una oportunidad si ella no hubiera
estado aquí, pero ahora morirás, porque no la puedes dejar ir.
Otro fuerte pulso de glamour pasó a través de las piedras, y me lancé a
mi novia. Justo cuando la alcancé, el suelo entró en erupción, raíces gruesas y
vides se enrollaron en el aire, enviando rocas y gravas volando. Éstas
serpentearon alrededor de Kenzie, levantándola lejos, fuera de mi alcance.
Aullé de rabia y hundí mi espada en los troncos, intentando cortarlos hacia
abajo, pero las raíces eran gruesas y retorcidas, y resistieron mis esfuerzos.
Kenzie fue alzada alto, vides rodeaban sus brazos y piernas hasta que colgó seis
metros en el aire. Con un crujido y el gemido de las extremidades, el nudo de
raíces retorcidas, haciéndola colgar por encima del muro perimetral, hacia el
vacío.
―¡No! ―Giré hacia Keirran, que permanecía calmadamente con su brazo
estirado, sus ojos eran impasibles―. ¡Joder, Keirran, no te atrevas! ¡Kenzie fue la
única que te defendió, incluso de mí! Ella era tu amiga cuando yo estaba listo
para mandarlo todo al diablo y dejarlo. No puedes<
―¿No? ―La voz de Keirran era gélida―. ¿Por qué no? ¿Qué es una vida
humana para mí, cuando miles de Exiliados y Olvidados están colgando de un
hilo? ―Sus ojos estaban entrecerrados, duros e inexpresivos―. Tú no me
conoces más, Ethan. O lo que estoy dispuesto a sacrificar. No subestimes de lo
que soy capaz.
―¡Muy bien! ―Mi voz se rompió, y tomé una respiración entrecortada,
encontr{ndome con su fría mirada―. No la lastimes ―susurré―. Tú ganas.
Haz lo que quieras conmigo, sólo< déjala ir.
―Ethan. ―La voz de Kenzie resonó en algún lugar por encima de mí,
débil y apretada con el dolor―. No. ¿Qué hay de tu hermana y tus padres? No
puedes dejarlo<
Algunas de las ramas se desenrollaron, liberándola haciendo que sus
piernas se liberaban mientras que caía. Kenzie jadeó, arañando las vides
tratando de agarrarse de ellas, y casi me atraganté en pánico.
―¡Nooooo!
Un pequeño, grito furioso resonó, y Razor aterrizó en el hombro de
Keirran, golpeándolo con sus puños, mostrando los dientes.
―¡No no, maestro deténgase! ¡Alto, alto! ¡No lastime a la chica bonita!
―¡Razor! ―espetó Keirran, sonando exasperado. Gesticuló bruscamente,
y el pequeño gremlin se fue volando con una ráfaga de viento, cayendo al suelo.
Antes de que pudiera recobrarse, una raíz serpenteó hacia abajo, levantando el
siseante, gremlin que se retorcía en el aire y lo arrojó sobre el muro. Razor se
lamentaba y se arqueaba sobre las piedras, una diminuta mota negra contra el
cielo, y salió fuera de la vista. Kenzie gritó su nombre con horror y furia.
―Maldito, Keirran<
―Podría enviarla después de él ―remarcó el príncipe calmadamente, y
varias raíces se aflojaron, derribando a Kenzie a un par de metros. Ella lloro y
gritó, agarrándose desesperadamente de las ramas, pero sus dedos se
deslizaron, y se precipitó hacia abajo. Sólo una vid, rodeándola por la cintura,
impedía que cayera en picado a su muerte. Frenético, me volví y di un paso
hacia él.
―¡Keirran, alto! ¡Maldita sea, ya ganaste! ¡Mira! ―Tiré mis espadas a un
lado, arroj{ndolas al suelo―. He terminado ―me atraganté mientras me
miraba―. No pelearé contigo. Sólo m{tame, si eso es lo que quieres.
Mi pecho se sentía apretado con el fracaso, sabiendo que les había fallado
a todos. Meghan, mis padres, Guro, todo mi maldito mundo. Lo siento, Kenzie,
pensé mientras Keirran finalmente bajó el brazo y se apartó de ella. Nunca pensé
que podría llegar tan lejos. Pero si puedo salvar a una persona de todo este estúpido
suplicio, serías tú cada vez. Te amo. Por favor, cuídate.
Keirran alzó su espada y apuntó a la mitad del patio.
―Ahí, Ethan ―ordenó en voz baja―. No m{s peleas. No m{s retrasos.
Lo haremos justo aquí.
Aturdido, caminé a donde el Príncipe de Hierro apuntó, encarándolo a
través de las piedras. Él dio un paso adelante, su hoja de acero brillaba en la
oscuridad.
―Arrodíllate ―me dijo.
Caí de rodillas sobre las losas. Pequeñas gotas de sangre ya salpicaban el
suelo donde me arrodillé; en un momento, habría un enorme charco
extendiéndose a través de las piedras. Otra vez muerto, musité. Sólo que esta
vez, no iba a volver, y el Velo sería destruido para siempre. Meghan, pensé
mientras Keirran se puso frente a mí, mi piel hormigueaba con el repentino
escalofrío. Espero que puedas perdonarme.
―Lo haré r{pido ―dijo Keirran casi gentilmente, y alzó su espada. Bajé
la cabeza pero mantuve los ojos abiertos, escuchando el rugir de mi corazón en
mis oídos, prepar{ndose para el golpe final―. No sentir{s nada, Ethan, lo
prometo.
Una luz abrasadora inundó el patio.
Capítulo 21 La desición de Annwyl
Keirran se sacudió, y levanté la mirada cuando una luz brillante iluminó la
oscuridad, haciendo retroceder a las sombras. Era caliente y dorada, como la luz
del sol en un día de verano abrasador, deslumbrante e intenso. Ambos
retrocedimos, y protegí mis ojos con una mano, entrecerrando los ojos al lugar
de donde venía el resplandor.
Annwyl.
Annwyl estaba brillando, un pequeño sol que casi era demasiado
brillante para mirar. A su alrededor, los Olvidados se retorcieron y se
encogieron, alejándose de la luz, cuando la chica Verano se acercó a nosotros, su
cabello flotando a su alrededor como un halo. Sus ojos brillaron con un verde
salvaje cuando enfrentó a Keirran, quien lucía aturdido.
―Suficiente, Keirran. ―Su voz resonó por el patio, clara y segura. Y
enojada. Avanzo decida, y me alejé de ella, sintiendo la calidez bañar mi piel
mientras se acercaba. Miré más de cerca y vi lágrimas corriendo por su rostro,
incluso mientras sostenía su mirada furiosa en el príncipe―. No m{s ―dijo en
voz baja Annwyl, y su voz era tanto resuelta e increíblemente triste―. Esto ha
ido demasiado lejos.
―Annwyl ―susurró Keirran, incrédulo. Se tambaleó hacia atr{s y se
dejó caer sobre una rodilla, apoy{ndose sobre las losas―. ¿Cómo<? Tú
magia< ya no tienes m{s glamour.
―No, no lo tengo. ―Annwyl se puso delante de mí, poniéndose a sí
misma entre yo y el príncipe―. Esta es tú magia, Keirran. El amuleto nos une.
Tu glamour es lo que me mantuvo viva todo este tiempo. Nunca lo usé antes,
porque temí drenarte de más y acelerar tu muerte. Por tanto tiempo, me negué
la magia, apenas aferrándome a la existencia, porque estaba preocupada por ti.
―Respiró profundamente, y la luz se expandió con ella, haciendo retroceder la
oscuridad―. Te amo, Keirran ―susurró, mientras el príncipe luchaba por
ponerse de pie―. Pero esto no puede continuar. No puedo estar de pie aquí y
ver que destruyes todo lo que una vez amaste. Si estás dispuesto a sacrificar a
tu propia familia, entonces el príncipe que conocía está realmente muerto. Y
yo< debo hacer esto bien, para todo el mundo.
―Annwyl< ―Keirran parecía casi nervioso mientras retrocedía,
bordeando la luz―. Detente. No me hagas matarte, también.
El hada de Verano sacudió su cabeza.
―Ya me fui, Keirran ―dijo en voz baja―. Lo he estado por un largo
tiempo ahora. Pero planeo llevarte conmigo cuando mi esencia regrese a Nunca
Jamás. Y tal vez algún día, cuando renazcamos, nos volveremos a ver.
Ahora Keirran lucía enojado. Levantó su brazo, pero la luz de Annwyl se
volvió más caliente, más brillante. El suelo a sus pies se agrietó, y la hierba
comenzó a surgir, arrastrándose sobre las piedras desnudas y esparciéndose
alrededor de ella. El príncipe se tambaleó, su color filtrándose, cuando la luz
continúo derramándose desde Annwyl. Donde tocaba, flores y helechos
aparecían, trozos sorprendentes de color en el patio gris muerto.
―Ethan ―continuó Annwyl, sin quitar la mirada de Keirran―, ve a
ayudar a Kenzie. Yo lidiaré con el príncipe.
―Annwyl<
―¡Ve, Ethan Chase! ―La voz del hada de Verano resonó con autoridad,
y fui.
―No ―gruñó Keirran, cuando me precipité hacia la pared. Lo vi
arrancar detrás de mí, pero hubo una ráfaga de calor de Annwyl, y el príncipe
dio un grito de consternación y rabia. No miré atrás. Cogiendo una de mis
espadas del suelo, corrí a la pared y salté hacia la maraña de raíces y vid,
escalando mi camino hacia la cima.
―¡Kenzie!
Ella me miró, colgando sobre el vasto precipicio, un brazo todavía
enredado en la vid.
―Resiste ―le dije, y hundí mi espada en una de las vides enrolladas
alrededor de su brazo. Kenzie se aferró obstinadamente cuando despejé la
mayor parte del nudo, luego extendí un brazo―. ¡Aquí! ―grité, estir{ndome
hacia ella―. Kenzie, toma mi mano.
Apretando sus dientes, ella se abalanzó, sujetándose en mi muñeca. Tiré
de ella de las enredaderas de raíces, luego con cuidado la bajé hacia el patio.
Alivio pinchó a través de mí cuando ella golpeo el suelo. A salvo.
Pero antes de poder relajarme, las raíces debajo de mí se volvieron locas,
retorciéndose y balanceándose como algo quemándose. Sobresaltado, agarré
violentamente una vid, pero con un repentino tirón, la rama me lanzó, por
suerte con dirección al patio. Por unos segundos, estaba en el aire y vi el suelo
apresurándose hacia mí.
Golpeé hierba en lugar de piedra, lo cual fue una bendición aunque
todavía chasqueé mis dientes y envió una llamarada de dolor en mi costado.
Aturdido, levanté la mirada para ver a Keirran y Annwyl en el centro de un
torbellino mágico, hojas, ramas, piedras y fragmentos de hielos
arremolinándose alrededor de ellos. Keirran tenía su espada en alto, y Annwyl
estaba desarmada, explosiones de magia estallando alrededor de ellos. El
Príncipe de Hierro lucía pálido y débil, de algún modo menos como sí mismo,
mientras Annwyl todavía brillaba con su glamour robado, su cabello azotando
alrededor de su cabeza.
Viéndonos a nosotros, los ojos de Keirran se estrecharon, y levantó su
brazo, apuntando hacia Kenzie, haciendo mi corazón saltar. Por instinto, salté
delante de ella cuando un rayo relampagueó, se curvó a mi alrededor y golpeó
contra la pared, apenas perdiéndola.
―¡No seré derrotado, Ethan! ―exclamó Keirran, mientras yo retrocedía
delante de Kenzie, escud{ndola lo mejor que podía―. ¡Ya sea si mueres, o
Kenzie muere! El Velo caerá<
―¡No! ―Annwyl lanzó su palma hacia Keirran, y una salvaje ráfaga de
viento levanto al príncipe de sus pies, golpeándolo contra el piso unos metros
más lejos. Aturdido, él levantó la mirada cuando Annwyl dio un paso adelante,
la tormenta girando alrededor de ella. Levanto su mano, y una bola de llama,
rayo y luz pura de sol se formó en su palma mientras la extendía. Keirran se
tambaleó, viéndose pálido y vulnerable cuando el hada de Verano se alzó sobre
él.
―Annwyl ―susurró, su voz perdiéndose en la tormenta alrededor de
ellos―. Detente, por favor, todo lo que he hecho< todo esto< fue por ti.
Mientras él hablaba, hubo un resplandor de movimiento por el rabillo de mi
ojo. Miré para ver que una de mis espadas se había levantado del piso, la punta
angulada a la espalda de Annwyl, enfrentando a Keirran, no lo notó.
―Lo siento, Keirran ―dijo Annwyl, mientras me levantaba y corría hacia
ella. Su voz estaba ahogada por las l{grimas mientras levantaba su brazo―.
Desearía que no tuviera que ser de este modo.
La espada voló hacia ella. Golpeé contra el hada de Verano, empujándola
a un lado justo cuando la hoja nos alcanzó. Al mismo tiempo, una llamarada de
agonía rasgó a través de mi espalda cuando el arma se deslizó dentro de mí,
rasgando un corte profundo por mi piel. Grité y casi caigo, y vi los ojos de
Keirran ampliarse por medio segundo, luego estrecharlos severamente cuando
se dio cuenta.
No es inmune al glamour de Hierro.
Él se puso de pie, levantando su mano. Solo, con dolor y desarmado,
podría solo observar como el aire sobre él llameó, y una docena de cuchillos
reluciendo parpadearon a la existencia. Por un latido, nuestros ojos se
encontraron. Vi por medio segundo la duda cruzar su rostro, un latido de
corazón de arrepentimiento, antes de que lanzará su mano, y una tormenta de
hojas letales voló hacia mí.
Retrocedí y levante mis brazos, tensándome para ser ensartado. Sentí
una de las hojas rozar mi hombro, rasgando a través de mi manga haciéndome
jadear. Escuché el sólido, repugnante golpe de hierro golpeando carne,
golpeando a casa, pero no sentí dolor.
Con cautela, abrí mis ojos, y mi corazón cayó.
Annwyl estaba de pie delante de mí, con los brazos cruzados ante ella en
una X, enfrentando a Keirran. Por un par de segundos, sólo podía mirar,
esperanzado y aterrorizado. Su espalda estaba ante mí, así que no podía ver el
daño, pero no parecía estar con dolor. Tal vez Keirran había fallado. Tal vez
había redirigido el ataque en el último segundo.
Entonces vi la sangre, goteando en charcos debajo de ella, cuando
Annwyl dio un suspiro sin aliento y cayó hacia atrás en mis brazos. Su cuerpo
estaba cubierto de cuchillos, hundidos profundamente en su pecho y estómago,
brotando con sangre. Una fina línea de rojo salió de su boca cuando tosió, su
delicado cuerpo estremeciéndose violentamente en mi agarre.
La espada de Keirran cayó de sus manos con un estruendo.
―Annwyl. ―Enfermo, me puse de rodillas, acunando al hada de Verano
tan suavemente como podía. Sus ojos estaban vidriosos por el dolor mientras
miraba hacía mí, luchando por hablar―. Oye, no trates de hablar ―me
ahogué―. Sólo resiste, nosotros< pensaremos en algo.
Ella sonrió suavemente y sacudió la cabeza. Sentí un toque suave sobre
mi hombro y sabía que Kenzie se había acercado, que había visto todo. Incluso
mientras la sostenía, Annwyl parpadeó, volviéndose casi sin peso en mis
brazos. El amuleto latía contra su pecho, como si estuviera desesperadamente
succionando glamour, tratando de salvar su vida. Pero Annwyl seguía
Desvaneciéndose, su color lentamente filtrándose, incluso cuando la sangre
empapó su vestido y goteó hacia el suelo debajo de nosotros.
Una sombra cayó sobre mí. No tuve que levantar la mirada para saber
que era Keirran. ¿Me mataría, aquí y ahora? ¿Empujaría una espada contra mi
corazón y nos dejaría a los dos sangrar sobre las piedras? Pero él estaba
inmóvil, sin hablar, añadiendo al misterioso silencio a nuestro alrededor. La
tormenta se había desvanecido, la hierba y flores ya se habían marchitado y
estaban volando. La luz brillante rodeando a Annwyl había muerto, y todo
estaba oscuro de nuevo, sumido en la oscuridad. No podía mirar al príncipe,
pero la mirada de Annwyl cambió hacia arriba, y con debilidad levantó una
mano.
―Keirran.
Su voz era apenas audible, y Keirran cayó de rodillas y agarró su mano.
Por fin lo miré y vi su rostro.
Mi estómago se retorció. Su expresión era impasible, excepto por una
sola lágrima arrastrándose por su rostro. Moviéndose más cerca, se estiró,
deslizando sus brazos debajo de Annwyl, tomándola de mí. Por un segundo,
me resistí; él no tenía derecho. Pero la mirada de Annwyl era solo para Keirran,
y sabiendo que estos eran sus últimos momentos en el mundo, la dejé ir.
Levantándome, retrocedí con Kenzie, quién deslizo sus brazos alrededor
de mi cintura y se presionó más cerca. Y juntos, observamos el último
intercambio del Príncipe de Hierro y el hada de Verano. Kenzie sorbió, sus
lágrimas humedeciendo el frente de mi camiseta, y la sostuve fuerte, también
emocionalmente exhausto para preguntarme dónde estaríamos cuando esto
terminara.
―Annwyl. ―La voz de Keirran era un susurro. Sus hombros temblaron
cuando se inclinó sobre ella, una mano suspendida sobre los fragmentos de
metal que sobresalían de su pecho. Impotente, apretó un puño―. Nunca<
quise que esto pasara ―jadeó―. Yo<
El Hada de Verano sacudió su cabeza.
―Sin disculpas ―murmuró, y Keirran de inmediato se quedó en
silencio, su mirada atormentada―. Sin promesas vacías, Keirran. No< queda
mucho tiempo. ―Parpadeó de nuevo, su contorno desapareciendo en los
bordes. Keirran cerró sus ojos, y un sollozo finalmente se liberó.
―Quería salvarte ―dijo en una baja, voz angustiada. Su mano se
levantó, arrastr{ndose por su mejilla―. ¿Qué haré ahora, Annwyl? ¿Cómo
enfrentaré algo< cuando te has ido?
Ella alcanzó su mano, colocándola sobre su corazón, sobre el amuleto
latiendo contra su pecho.
―Toma de vuelta tu alma, Keirran ―susurró. Él parpadeó, mirando
hacia abajo a ella, y ella sonrió―. Por favor. Antes de irme, déjame verte<
como eras. Como el príncipe del que me enamoré.
Él inclinó su cabeza, dudando por unos instantes. Cuando abrió sus ojos
de nuevo, estaban vidriosos por las l{grimas, pena, arrepentimiento< y
resignación. Lentamente, asintió.
Levantando el amuleto, lo sostuvo en su palma, y la mano de Annwyl se
posó sobre ambos. Los dedos de Keirran se apretaron, y el amuleto comenzó a
brillar. Se volvió más caliente y brillante, hasta que los dos fey parecían estar
sosteniendo una estrella pulsante entre ellos.
Finalmente, con el sonido de cristales rotos, el amuleto se hizo añicos.
Keirran dio un espasmo, poniéndose rígido, mientras remolinos de luz fluían de
su palma y ondulaban en el aire. Subieron en espirales, lanzando una luz
brillante sobre el hada arrodillado, antes de girar como una y apresurándose
hacia él. Keirran encorvó sus hombros cuando las lanzas de luz se estrellaron
contra su cuerpo y desaparecieron debajo de su piel. Se estremeció, sosteniendo
a Annwyl cerca, mientras él parpadeaba y palpitaba como una luz
estroboscópica, haciendo difícil mirarlo.
Finalmente, la luz farfulló y desapareció, hundiendo todo en la oscuridad
una vez más. Jadeando, Keirran se enderezó lentamente y miró a Annwyl.
Se me hizo un nudo en la garganta, y Kenzie apretó un puño en mi
camiseta. Apenas podía ver a la hada de Verano. Estaba tan tenue, una sombra
desvaneciéndose acunada en sus brazos, volviéndose más oscura por segundo.
Keirran miró hacia ella, lágrimas ahora fluyendo sin control de sus ojos, y
suavemente la acercó más. Sus labios se movieron, aunque su voz era
demasiado suave para escuchar. Realmente no podía ver el rostro de Annwyl,
pero creo que ella le sonrió. Lentamente, una mano transparente se elevó,
presionando contra su mejilla.
Y luego se había ido.
* * *
Por un largo tiempo después, los tres no nos movimos. Kenzie se aferró a mí,
llorando suavemente, su mejilla presionada en mi camiseta. Keirran arrodillado
sobre las losas, la cabeza inclinada y los hombros encorvados. No sabía qué
hacer, que decirle a él. Ni siquiera estaba seguro de que él no trataría de
matarme. Sí, él había conseguido su alma de regreso, pero eso no significaba
que abandonaría su plan de destruir el Velo.
―Ethan. ―La voz de Keirran era un susurro, y no se movió de donde
estaba arrodillado sobre las losas. Me tensé y sentí a Kenzie tensarse, también,
conteniendo la respiración. Keirran alzó la cabeza, pero todavía no nos
miraba―. Deberías irte ―murmuró en voz baja y con aquellas palabras, era de
nuevo el mismo. El Keirran que conocía antes de que toda esta locura sucediera.
No sabía si estar aliviado o si quería caminar y golpearlo en los dientes―. La
dama< llegar{ pronto ―continuó Keirran―. Ella sabr{ que el amuleto ha sido
destruido, y estará buscando matarte aquí, de una vez por toda. Vete, Ethan.
Tienes que irte, o el Velo caerá. Toma a Kenzie y regresa a Nunca Jamás.
Tomé una respiración profunda y lo solté lentamente. Un respiro, para
decidir lo que iba a hacer. Para elegir dónde estaba con él ahora.
―¿Qué hay sobre ti? ―pregunté.
―Me quedaré atr{s. Tratando de demorarla un poco. ―Se puso de pie,
mirando alrededor por su espada. Todavía no nos miraba, y sus siguientes
palabras fueron ahogadas, apenas audibles―. Es lo menos que puedo hacer<
por todo lo que causé. Enfrentaré a la Primera Reina yo mismo.
Kenzie frunció el ceño.
―Ella te matar{, Keirran.
―Lo sé. ―Levantó su espada y la dejo colgada a su lado―. Pero al
menos sabré de qué lado se supone que debo estar. ―Inhaló, y cuando volvió a
hablar, su voz estaba llena de aversión a sí mismo―. No puedo siquiera
comenzar a disculparme, Ethan ―dijo―. No hay nada que pueda decir que lo
hará bien. Los otros tribunales llamaran por mi muerte o exilio, y serán
completamente justificados. Es mejor de este modo. ―Paso una mano por su
rostro―. Dile< dile a mis padres que morí luchando con la Primera Reina y
que lo siento< por todo.
Él se estremeció. Levantando su cabeza, su mirada fue al cielo.
―Ella est{ viniendo ―susurró―. Vete, Ethan. Sal de aquí.
―No ―gruñí.
Él me miró, ojos azules ampliándose con sorpresa cautelosa.
Ignor{ndolo, miré a Kenzie, pregunt{ndome ―esperando― que pensara lo
mismo. Si quería salir de aquí, no sabía lo que iba a hacer. Pero me dio una
pequeña sonrisa y asintió, haciéndome desplomar con alivio. Gentilmente, la
liberé y comencé a avanzar hacia mis espadas olvidadas. Keirran me observó
por un momento, luego sacudió su cabeza.
―Ethan, no<
―¡Keirran, de una vez por todas, saca tu cabeza de tu trasero!
―agarrando una de mis espadas, giré sobre él, furioso―. ¿Realmente piensas
que puedo regresar y decirle a Meghan que te dejé morir? ¿Cuando venimos
hasta aquí para encontrarte? Cuando Annwyl murió para< ―Me callé. El
príncipe lucía como si hubiera sido golpeado en el estómago y estuviera a
punto de colapsar―. Nos iremos juntos ―le dije firmemente―. Ahora mismo.
Al diablo con la dama, los otros gobernantes se encargarán de ella. No vine aquí
para luchar con hadas reinas. Vine por ti. ―Entrecerré mis ojos y miré al
príncipe―. Y saldr{s de aquí, vivo, y regresar{s a Meghan y rogaras por perdón
y esperaras que no pateé tu trasero como te lo mereces. ¡Pero estaré maldito si
atravesamos todo este infierno para traerte de regreso, y tú decides lanzarte a la
dama y conseguir que te maten!
―Ellos nunca me perdonar{n.
―Patrañas ―interrumpió Kenzie, sonando enojada, también. Keirran
parpadeó hacia ella, y ella frunció el ceño―. Todo este tiempo has estado
librando una guerra contra los tribunales, todo lo que tus padres han pensado
era traerte a casa. Y no sólo ellos. Puck, Lobo, Grimalkin, el Hombre Delgado,
Razor. ―Su voz se quebró con el último nombre, y limpió sus ojos―. Todos han
sacrificado algo para traerte de regreso.
―M{s de lo que mereces ―añadí en una voz fría. Él no me contradijo, y
apunté una espada hacia él―. Así que, no tienes derecho a jugar al m{rtir,
Keirran. Morir es el camino más fácil. Si realmente lo lamentas, regresa a cada
persona que hiciste pasar un infierno y diles. No dejes que el sacrificio de
Annwyl sea por nada.
Keirran cerró sus ojos.
―Annwyl ―murmuró finalmente, y arrastró un suspiro tembloroso―.
Sí. Tienes razón. Tengo< a muchas personas con las que necesito disculparme.
Muchas cosas que expiar. ―Abrió sus ojos, y estaban brillantes con dolor y
arrepentimiento, pero también esa determinación obstinada que había visto con
demasiada frecuencia―. Algún día seré digno de ella ―susurró, casi para sí―.
Dónde quieras que estés, Annwyl, si puedes verme ahora, juró que haré la cosas
bien. Que este sea el primer paso.
Envainando su espada, se giró hacia mí, su expresión solemne.
―Estoy contigo, Ethan ―dijo―. Salgamos de aquí, antes de que llegue la
dama.
―Demasiado tarde, me temo ―anunció una nueva voz, en algún lugar
por encima de nosotros.
Capítulo 22 La primera reina
Nos dimos la vuelta, mirando hacia arriba, y mi corazón se desplomó.
La dama, la Primera Reina, flotaba en el aire a unos nueve metros del
suelo. Ella ya no era la pálida, hada descolorida que había visto en Irlanda,
incolora y casi transparente, con el destrozado esqueleto de las alas detrás de su
espalda. Ahora brillaba con poder, el cabello negro azabache ondeando
alrededor de ella, con ojos cambiando del verde al azul a negro sólido en la luz.
Sus alas estaban ahora completas y tan oscuras como un cuervo, las plumas
dando débiles temblores metálicos mientras se movían en la brisa. Ella flotaba
allí cómo una diosa, un ángel vengador, su cambiante, mirada multicolor
instalándose en mí y Keirran.
―Mi querido príncipe ―dijo la dama, su voz suave, tranquilizadora―.
Creo que estas confundido. ¿Te escuché decir irnos? ¿Ahora? ¿Cuándo estamos
tan cerca, a un paso de lograr lo que habíamos planeado?
―Sí. ―El tono de Keirran era firme mientras daba un paso adelante,
mirando hacia ella―. He terminado, mi dama ―dijo―. No m{s lucha. No m{s
muertes. Ya no seré más tu instrumento de guerra.
Ella inclinó su cabeza.
―La guerra est{ casi acabada, príncipe Keirran. Una vez que el Velo
caiga y los mortales sean capaces de vernos, la lucha será olvidada. Podemos
empezar de nuevo, un nuevo comienzo con nuevas reglas. Un mundo en el cual
los humanos realmente teman y crean en nosotros como deberían, dónde
Nunca Jamás crecerá fuerte una vez más, y las hadas nunca más se desvanezcan
en la nada. ―Su rostro se suavizó mientras le daba una mirada compresiva a
Keirran―. Podrías haber salvado a tu chica de Verano, si el chico sólo hubiera
llegado aquí antes.
La mandíbula de Keirran se tensó, sus ojos volviéndose peligrosos. La
Primera Reina levantó un dedo.
―Una muerte m{s ―susurró―, eso es todo lo que te pido, Keirran. Una
muerte para salvar a miles, un mundo entero. Mira a tu alrededor, príncipe.
Mira a lo que está en juego.
Ella levantó sus brazos, señalando el patio. Miré hacia arriba y vi cientos
de ojos amarillos mirándome desde lo alto de las paredes del patio. Un ejército
completo de Olvidados silenciosos, mirando hacia nosotros. Un escalofrío subió
por mi espalda, y di un paso más cerca de Kenzie, levantando mi espada.
Keirran se quedó mirando a los Olvidados, su expresión una mezcla de tristeza
y culpa.
―Hemos llegado tan lejos ―susurró la dama―. Tan lejos. Hemos
sobrevivido a ser olvidados, una guerra, teniendo el recuerdo de nosotros
purgados del Nunca Jamás. Nos hemos aferrado a la existencia por un hilo, y
ahora el instrumento de nuestra salvación está de pie justo allí. ―El largo, dedo
elegante de repente señaló directo a mí―. M{talo, príncipe ―instó, mientras yo
me tensaba―. Una vez m{s. Por el futuro de todos nosotros. Tus manos ya
est{n manchadas con su sangre. No debería importar ahora. ―Keirran dudó, y
la voz de la dama creció triunfante―. No puedes escapar del destino, príncipe
―dijo―. Esto es lo que fue profetizado desde el comienzo. Esto es a lo que
siempre estuviste destinado hacer.
―¿Destino?
Keirran miró a la reina, y una sonrisa dura torció sus labios.
―Hablas de eso tan f{cilmente, como si no tuviera opción en el asunto
―dijo―. Pero tú sabías sobre el amuleto, y lo que me estaba haciendo. Estaba
sin alma y vacío, y tu magia me mantuvo vivo incluso mientras me llenaba con
ira hacia las cortes y todo lo que ellos habían hecho. Era fácil de manipular,
pero incluso entonces, sabía que tenía una opción. A pesar de que creí en tu
causa y quería salvar a los Olvidados, sabía que no tenía que declarar la guerra
sobre las otras cortes. Yo escogí convertirme en el enemigo. Al igual que tengo la
opción justo ahora.
Sacó su espada, dándome la mirada más breve antes de girarse hacia la
dama.
―Tengo mucho por lo que responder ―dijo en una voz dolorosa―, pero
finalmente sé dónde pertenezco, y es con mi familia. Si quieres a Ethan, o a
cualquiera de Nunca Jamás, tendrás que pasar sobre mí.
Los ojos de la Primera Reina cambiaron completamente a negro.
―Como desees, príncipe Keirran ―dijo en una voz mortalmente
calmada―. Lamento que haya llegado a esto. Pero el Velo caer{ esta noche. Y si
tengo derramar tu sangre al igual que la de él, entonces que así sea. Será un
precio pequeño a pagar por nuestra salvación.
Ella precipitó sus alas hacia adelante. Sentí una ráfaga de viento sacudir
mi cabello, al igual que una ráfaga de plumas negras apresurándose hacia
nosotros como dardos. Agarré a Kenzie, protegiéndola con mi cuerpo, y Keirran
estiró un brazo con una explosión de glamour de Invierno. Las plumas se
apartaron con un silbido, clavándose en las paredes y piedras, brillando como
fragmentos de ónix.
Mierda.
―Kenzie ―le advertí, y ella asintió. Mientras Keirran enviaba una
pequeña tormenta de dagas de hielo hacia la reina, ella se separó y corrió hacia
la pared. A la estatua dónde la forma apenas visible del Hombre Delgado
estaba todavía tumbada debajo de la roca.
Bien. Desaparece de la vista, Kenzie. Esto se va a poner feo. Me giré,
levantando mi espada, mientras las alas de la dama se precipitaban hacia abajo,
y las dagas de hielo de Keirran se destruían contra ellas. Ella rió.
―No eres el único con múltiples glamour, mi querido príncipe ―se
burló la dama, elevándose más en el aire. Alrededor de nosotros, los Olvidados
eran una audiencia silenciosa, observando la batalla con brillantes ojos
amarillos. La reina sostuvo en alto sus manos, hielo y rayos arremolinándose
entre sus dedos―. Antes de que hubiera una corte de Verano e Invierno, antes
de Arcadia y Tir Na Nog, ¡yo gobernaba Nunca Jamás! ¡Verano e Invierno se
inclinaban ante mí, así como todos, al final!
Extendió sus brazos, y un remolino explotó alrededor de nosotros.
Vientos de tornados chillaron, un relámpago parpadeó, fragmentos de hielo y
rocas giraron con locura en un círculo, precipitándose el uno hacia el otro.
Medio cegado, levanté mi brazo, buscando a Keirran. Aunque el viento tiró
salvajemente mi cabello y ropa, y sentí la carga de electricidad levantando el
vello de mi piel, en realidad nada me tocó, ni siquiera los fragmentos
congelados y los guijarros girando por el aire. Aunque Keirran era una historia
diferente.
Vi al príncipe y me tambaleé hacia él, justo cuando un par de relámpagos
cayeron, atrapándolo en un fuego cruzado de muerte. Keirran gritó,
arqueándose hacia atrás en agonía, luego colapsó de rodillas sobre las losas.
Me lancé hacia el príncipe, tratando de ponerme entre él y un trozo de
navaja de hielo girando hacia su cabeza. Con un silbido me paso, lo bastante
cerca para quemar mi oreja con el frío, y fue dejando de girar mientras me
acurrucaba sobre él.
― Keirran. ―Extendí la mano y agarré su hombro, tratando de ver el
daño. Él estaba jadeando, humo saliendo de su espalda, su rostro tenso por el
dolor. Viento aullaba alrededor de nosotros, relámpagos parpadeando, y
escombros volaron por todos lados, pero era más tranquilo en el centro de la
tormenta. Me incliné más cerca de mi sobrino, la espada desenvainada para
desviar cualquier objeto afilado que viniera hacia él, tratando de protegernos a
ambos.
―No es bueno ―murmuró él a través de los dientes apretados―. Ella es
demasiado fuerte. Esto ni siquiera es la mitad de su poder. Ella era< una reina
faery, después de todo. ―Me miró, los ojos azules llenos de dolor y
arrepentimiento―. Todavía puedes< correr, Ethan. Su glamour no puede
tocarte ahora< pero si le ordena a los Olvidados atacar<
―C{llate ―le dije, y golpeé una roca dirigiéndose a su cabeza―.
Todavía estoy respirando, así que aún no se ha acabado. Saldremos de aquí<
de algún modo. ―Mirando desesperadamente alrededor, vi que los Olvidados
se habían acercado más al borde, muchos cayendo de la pared hacia las losas de
abajo. Un enjambre negro esperando en el borde del patio.
Abruptamente, el viento chisporroteo y murió. El rayo se apagó, los
fragmentos de hielo y rocas cayeron al suelo con tintineos débiles, rebotando a
la distancia o haciéndose añicos en la roca. Me enderecé, todavía de pie sobre
Keirran, mientras la Primera Reina inclinaba su cabeza, mirándome con fríos
ojos negros.
―Ethan Chase. ―Su voz ya no era suave o calmada; ahora era
simplemente molesta―. Eres ya sea el mortal m{s afortunado o el m{s
testarudo que he conocido en mi larga existencia. ¿Cuántas veces debo matarte
para que pueda seguir? Simplemente no mueres como debieras.
Sonreí, levantando mi espada y dando un paso delante de Keirran.
―Las personas siguen diciéndome eso. Supongo que sólo soy esa
cucaracha de la que no puedes deshacerte.
Ella envió una docena de espinas brillantes hacia mí, treinta centímetros
largo y mortal puntiagudo. Retrocedí para proteger a Keirran, y las púas se
curvaron alrededor de nosotros, volando en cambio hacia un par de Olvidados.
Ellos se sacudieron y retorcieron lejos hacia las sombras, y la Primera Reina
frunció el ceño.
―Muy bien, Ethan Chase. Te iba a dar una muerte r{pida, pero te
rehúsas a cooperar. Por lo tanto< ―Levantó sus brazos y remontó m{s alto en
el aire―. Puedes ser rasgado en pedazos por mis Olvidados. El príncipe y tú.
¡M{tenlos! ―gritó al enjambre de hadas a nuestro alrededor―. ¡Destrócenlos!
¡Derramen su sangre a través de las piedras, y dejen que por fin el Velo caiga!
La masa negra de Olvidados brincó de las paredes, corriendo en el patio
y deslizándose hacia nosotros como tinta. Giré mientras Keirran se tambaleó en
sus pies y levantó su espada. Por un momento, de pie espalda con espalda con
el Príncipe de Hierro, rodeado por Olvidados en un lugar de poder, tuve un
destello surrealista de deja vu. La última vez que esto había pasado, Keirran se
había dado la vuelta y clavado una espada por mi mitad.
―Ethan. ―Su voz era tranquila, al igual que la última vez. Me tensé y
forcé una risa ronca.
―Keirran, si est{s a punto de apuñalarme, juró que voy a salir de la
tumba y arrastrarte de vuelta conmigo.
―No. ―Un estremecimiento pasó por él, y tomó una respiración
profunda―. Sólo< gracias. Y, lo lamento. Por todo. Yo sólo< desearía poder
hablar con mis padres una vez m{s. ―Se movió hacia atr{s, y levanto su
espada, su voz volviéndose dura―. Pero estaré orgulloso de morir luchando a
tu lado.
Hice una mueca.
―No nos adelantemos. ―Pero< se veía bastante imposible desde donde
yo estaba de pie. Había una tonelada de Olvidados, en el patio, en las paredes,
con incluso más deslizándose a la vista. Incluso con la ayuda de Keirran, no
podía luchar contra tantos. Aunque les daría un infierno de tiempo difícil antes
de caer.
Kenzie, pensé con una punzada de pesar. No podía verla a través de la
ola de Olvidados, pero desesperadamente esperaba que estuviera a salvo. Ve a
casa. Ve a casa, y a salvo. Las cosas se van a poner locas después de esta noche, pero sé
que estarás bien. Eres demasiado listo para dejar que te golpeen. Y si ves a mis padres,
diles que lamento no poder ir a casa.
Los Olvidados se arrastraron más cerca, solo un par de metros de
distancia. Sentí la tensión rodeándonos, vi al enjambre preparándose para
brincar, y tomé una última respiración profunda.
―¡Alto!
Una nueva voz resonó, clara y fuerte con autoridad, haciendo que todo
se congelara. Perplejo, miré hacia la esquina de dónde provenía la voz y vi al
Hombre Delgado de pie, una mano esbelta sobre el hombro de Kenzie mientras
ella estaba de pie a su lado. Sus pálidos ojos recorrieron a los Olvidados y los
entrecerró.
―¡Detén esto! ―siseó de nuevo―. ¡Todos ustedes! ¡Esto no es lo que
quieren!
―Tú ―murmuró la Primera Reina, mientras los Olvidados,
sorprendentemente y como uno, giraron a enfrentarlo―. Te conozco.
―Sí ―concordó el Hombre Delgado―. Me conoces. Todos ustedes me
han visto antes, en Phaed. Y te conozco. ―Su mirada recorrió a la multitud―. A
todos ustedes. Incluso ahora, cuando han sido retorcidos casi más allá de lo
reconocible, los conozco. ―Sacudió su cabeza, su voz simp{tica―. Olvidados,
escúchenme. ¿Es esto realmente lo que quieren? ¿Ir a la guerra, luchar contra las
otras cortes, matar por ella? ¿Morir por ella? ¿Realmente creen que tiene los
mejores intereses de ustedes en el corazón? Miren lo que les ha hecho a todos
ustedes. En lo que los ha transformado.
Los Olvidados estaban en silencio, toda su atención clavada en el
Hombre Delgado. Unos cuantos se removieron inquietos, pero el resto sólo lo
miraban, sin parpadear. El Hombre Delgado se alejó de Kenzie y dio unos
pocos pasos hacia adelante, todavía mirando alrededor de la horda.
―Ustedes eran felices en Phaed ―dijo―. Contentos de no saber nada, de
regresar tranquilamente el Nunca Jamás hasta que pudieran renacer de nuevo.
Y luego, ella despertó y los convenció que sus ideales eran las de ustedes. ―Su
voz se endureció―. No lo son. ¡Ustedes nunca fueron así! ¡Y ahora, no son nada
m{s que peones en su búsqueda de poder! Ella<
Él se sacudió, echando su cabeza hacia atrás, cuando una tormenta de
plumas de hojas golpeó contra él por detrás, desgarrando a través de su pecho
con espirales de niebla. Kenzie jadeó, y los Olvidados se enderezaron cuando el
Hombre Delgado se balanceó en sus pies, la boca abierta a mitad de frase.
Lentamente, se vino abajo, deshilachándose en los bordes, y colapsó de rodillas,
antes de finalmente desintegrarse en la niebla. Una brisa agitó el patio, y los
espirales de lo que solía ser el antiguo alcalde de Phaed se desvaneció en el
viento.
―Siempre fuiste una espina en mi costado ―dijo la dama en el silencio
conmocionado―. No me cuestionar{s m{s. ―Mirando sobre la multitud
todavía congelada, sonrió―. Su alcalde se ha ido ―dijo, triunfante―. ¡Soy su
reina y siempre he sido su reina! Obedézcanme, Olvidados. No queda nadie a
quien seguir, nadie quien los guíe a la victoria más que yo.
―¡Sí, lo hay!
La voz de Keirran me hizo saltar. El Príncipe de Hierro dio un paso
adelante, alzando su voz hacia la multitud.
―¡Olvidados! ―gritó―. ¡Únanse a mí! Me han seguido a la batalla,
obedecieron mis órdenes y confiaron en mí con sus vidas. ¡Síganme ahora!
Podemos cesar esta lucha, poner un fin a esta guerra. Juró, no los dejaré
Desvanecerse, pero destruir el Velo no es la respuesta. Han sido usados por la
Primera Reina. Los ha vuelto en contra de su propia especie, pero si nos
mantenemos juntos, ¡podemos poner un alto a esto para bien!
―¡Silencio, traidor! ―siseó la Primera Reina, y envió un r{faga de
plumas afiladas hacia él. Yo rápidamente salté hacia adelante, y ellas se fueron
girando a un lado―. Los Olvidados son míos ―escupió la reina a Keirran―.
¡No tienes ningún reclamo, Príncipe de Hierro! No has sido Olvidado por las
cortes. No estás en peligro de Desvanecerte. ¡Tú no necesitas las emociones y
creencia de los mortales sólo para mantenerte con vida, para existir! ¡Guiaré a
los Olvidados a una nueva era, una era dónde todos los mortales nos temerán,
creerán en nosotros! ¡Una era donde las cortes no existan más, dónde hay sólo
una reina de Nunca Jam{s, y esa seré yo! ¡Olvidados! ―gritó, barriendo su
mano hacia abajo―. ¡M{tenlos! ¡Al Príncipe de Hierro y a los mortales!
¡Mátenlos a todos!
Me tensé, pero los Olvidados no se movieron. La miraban fijamente, con
ojos amarillos sin parpadear. La Primera Reina frunció el ceño, mirando
alrededor con confusión. Keirran dio un paso delante de nuevo.
―Parece que los Olvidados no comparten su punto de vista después de
todo, mi dama ―dijo en una voz baja, mientras la expresión de la reina
cambiaba a furia―. Quiz{s si verdaderamente los hubiera escuchado, habría
sabido lo que realmente querían. Pero lamento que haya tenido que llegar a
esto.
La Primera Reina se puso rígida, poder y glamour comenzando a girar
alrededor de ella, azotando su cabello.
―¡Ingratos! ―rugió―. ¡Traidores! ¡Obedezcan mis órdenes, o los
destruiré a todos y a cada uno de ustedes!
Los Olvidados todavía no se movieron. La dama se hinchó con furia y se
elevó más alto en el aire, levantando sus brazos.
―Muy bien ―gruñó, mientras un rel{mpago parpadeaba alrededor de
ella―. Si esa es su decisión, entonces todos ustedes<
Vaciló, cayendo varios metros desde el cielo, sus ojos volviéndose
grandes. El viento y el relámpago chisporrotearon y se apagaron.
―¿Qué? ―jadeó, mientras Keirran inclinaba su cabeza, luciendo
adolorido―. ¿Qué es<? No. No, ¡cómo se atreven! Alto, ¡les ordeno a todos que
se detengan!
Confundido, miré alrededor. Los Olvidados todavía estaban en el mismo
lugar, pero sus ojos estaban fijos en la Primera Reina mientras ella se agitaba y
tambaleaba en lo alto, tratando desesperadamente de mantenerse en el aire.
Sentí un escalofrío ir a través del aire, una débil, lenta sensación tirando, y de
repente me di cuenta de lo que estaba pasando.
Ellos estaban drenando su glamour. Succionando su magia y su esencia,
como lo habían hecho a los Exiliados y mestizos hace tiempo. Aturdido, observé
que la reina siseaba, maldecía y lanzaba relámpagos y vientos y fragmentos de
hielos, pero todos esos chisporrotearon y murieron antes de que alcanzar a
cualquiera de los Olvidados. Incluso su tremendo poder no era rival para las
fijas miradas combinadas de los Olvidados.
―¡Príncipe de Hierro! ―gritó la Primera Reina, buscando
desesperadamente a Keirran. Miré a mi sobrino y lo encontré observándola con
calma, aunque su expresión era severa―. ¡Alto! ¡Diles que se detengan! ¡Est{s
cometiendo un terrible error! ―Keirran no respondió, y la reina cayó m{s bajo,
a solo unos metros del piso ahora, sus alas batiendo el aire
desesperadamente―. Todo lo que quería era ser recordada ―susurró―. Eso es
todo lo que anhelaba. No ser olvidada. Y por fin derrotar el Desvanecimiento,
por todos nosotros. ¿Es eso< tan terrible? ¿Es tan terrible ser recordada?
―No, mi dama ―respondió Keirran, tan calmado y amable como
siempre―. Pero est{ querer, y hacer lo que sea necesario para lograrlo, a costa
de todo a tu alrededor. ―Su frente se arrugo―. No comprendía eso hasta hace
poco. Como la obsesión puede robarte todo, incluso tu alma. ―Su mirada se
desvió hacia mí muy brevemente―. Algunas veces, aferrarlo muy fuerte es
peligroso. Tienes que saber cuándo dejarlo ir.
Con un grito final, la Primera Reina se derrumbó contra las losas. Estaba
perdiendo color ahora, volutas de glamour elevándose de ella como humo.
Unas cuantas plumas salieron, revoloteando a través del patio, y Keirran inclinó
su cabeza.
―Lo lamento ―murmuró―. Pero no permitiré que lastimes a mi familia
nunca más.
―Tú. ―La reina jadeó, enseñando sus dientes. Colocando sus palmas
sobre el piso, se puso derecha, sus ojos ardiendo. Los Olvidados continuaron
mirándola, pero se tambaleó hacia adelante, su mandíbula apretada con
determinación―. Eres m{s que un monstruo, príncipe. Los volviste contra mí.
Destruiste todo por lo que trabajamos tan duro. ―Levantó sus manos, uñas
negras creciendo desde sus dedos, y Keirran dio un paso hacia atr{s―. ¡Puedo
morir aquí, olvidada por todos, pero te llevaré conmigo!
Ella se abalanzó, manos como garras alcanzando el rostro de Keirran.
Salté entre ellos, alzando mi arma, y sentí un sacudida correr por mi brazo
cuando la Primera Reina golpeó contra la espada, la punta hundiéndose
profundamente en su estómago.
Sus ojos se abrieron exorbitados, pero se giró hacia mí con un siseo, y sus
manos estaban de repente alrededor de mi garganta, apretando con fuerza.
Sentí garras curvadas hundiéndose en mi cuello y cortar mi aire. Ahogándome,
traté de empujarla, pero se aferró a mí con la fuerza de los moribundos,
forzándome a ponerme de rodillas, y mi visión comenzó a volverse negra.
Hubo un grito, como una furia, gruñendo Kenzie se lanzó a mi lado,
trayendo mi otra espada cortando hacia abajo a la reina. La dama chilló y se
alejó tambaleándose, un brazo pálido retorciéndose en la niebla, mientras
Keirran reforzaba, con su rostro duro y con remordimiento al mismo tiempo, y
condujo su espada a través del pecho de la dama, todo el camino hasta la
empuñadura.
La Primera Reina titubeó, su rostro volviéndose relajado con sorpresa
mientras miraba al príncipe. Keirran se encontró con su mirada con tristeza.
―Adiós, mi dama ―dijo―. No ser{s olvidada, lo prometo.
Tiró de la espada liberándola y se apartó. La dama se estremeció, manos
temblorosas yendo hacia su pecho, como si no pudiera creer que había sido
apuñalada. Su boca se movió, su mirada de nuevo buscando al príncipe, antes
de inclinarse hacia adelante y desplomarse en un montón de huesos y plumas.
Su color se desvaneció, filtrándose hasta que era un fantasma pálido, casi
transparente. Las plumas afiladas de las alas se disolvieron, dejando detrás
huesos destruidos. Con un último estremecimiento, la Primera Reina se
deshilacho, niebla y sombras hirviendo sobre el piso desde donde yacía, y se
retorció en la nada en el viento.
Kenzie se estremeció, aferrándose a mí, mientras observábamos los
últimos rastros de niebla desvanecerse.
―¿Hemos ganado? ―susurró, mientras la traía m{s cerca y sostenía
contra mí, solo escuchando el sonido de su corazón contra el mío―. ¿Realmente
ha terminado?
Keirran respiró profundo y dejo salir el aire lentamente.
―Est{ hecho ―dijo―. La Primera Reina se ha ido. La guerra ha
terminado.
Como siempre, los Olvidados estaban en silencio. Sin aplausos, sin
gritos, sin saltos de arriba y abajo en celebración. Nos rodeaban, oscuros e
inmóviles, sus ojos únicamente en Keirran. Una sombra se desenredó del resto y
se adelantó, hasta que estuvo a unos pasos del príncipe.
―Príncipe de Hierro ―susurró―. La dama se ha ido, y no tenemos
propósitos, ni casa. Hemos dejado todo para seguirte. ¿Qué será de nosotros
ahora?
Keirran me miró, luego recorrió su mirada sobre el resto de los
Olvidados, esperando en los bordes.
―No lo sé ―admitió en voz baja―. No estoy seguro de lo que suceder{
o qué será de nosotros, pero les prometo una cosa. No los olvidaré. La manera
de la dama estaba mal, pero tenía una razón sobre una cosa, ustedes merecen
ser recordados, no Desvanecerse en el olvido. Haré lo mejor para hacer un lugar
para ustedes en Nunca Jam{s, pero< tengo mucho por lo que responder, y las
cortes podrían no estar dispuestas a escuchar. Pero no los abandonaré. Trataré
lo más duro para hacer que ellos vean. Eso es lo mejor que puedo ofrecer ahora
mismo. Espero que sea suficiente.
―¡Keirran!
Mi corazón saltó cuando una profunda, voz familiar resonó a través del
patio. Keirran se enderezó con rapidez, un destello de alivio, alegría y absoluto
terror pasando a través de sus ojos antes de girar hacia la entrada.
Ash, Puck y Lobo caminaron a través de la verja, separando Olvidados
ante ellos como pájaros. La capa de Ash estaba hecha trizas y Puck tenía un
corte sangriento a través de una mejilla, pero aparte de eso, parecía estar bien.
Como si no hubieran luchado a través de un ejército entero para llegar a
nosotros. Leanansidhe no estaba con ellos, pero tenía cero dudas que la auto-
proclamada Reina del Exilio estaba viva y bien. Ella probablemente había
regresado a su propia bolsa de realidad tan pronto la batalla había terminado.
Puck y Lobo miraban a los Olvidados a cada lado, Lobo curvando un labio en
advertencia silenciosa mientras pasaban, pero la brillante, intensa mirada de
Ash era solo para Keirran.
Miré al príncipe. Él estaba de pie, rígido, en el centro del patio,
observando a su padre acercarse. Miré más cerca y vi que sus manos estaban
temblando, antes de que las apretara en puños a sus costados. Los Olvidados
retrocedieron hacia las sombras cuando Ash camino a través de las losas y se
quedó de pie a unos centímetros enfrente de Keirran.
―Padre. ―Incapaz de encontrarse con esos ojos penetrantes, la mirada
de Keirran cayó al piso. Ash no dijo nada al principio, su expresión
indescifrable cuando enfrentó a su hijo―. Yo<
Él vaciló, estremeciéndose.
―No hay nada que pueda decir ―susurró, sacudiendo su cabeza―.
Nada lo que sea alguna vez aceptable. Sé que te he decepcionado más allá de lo
razona<
Ash dio un paso adelante, enganchó la parte trasera del cuello de Keirran
y lo atrajo hacia él. Keirran dejó salir un suspiro tembloroso y cerró sus ojos,
desplomándose contra su padre, y los dos se quedaron de pie así por un par de
latidos mientras los Olvidados observaban silenciosamente desde los bordes del
patio. Kenzie se apoyó contra mí, y Puck cruzó sus brazos, la leve sonrisa en su
rostro un defecto para cubrir su alivio.
―No importa lo que hayas hecho ―murmuró Ash, su voz baja apenas
llegando a nosotros en el silencio―, o lo que hayas tratado de lograr, todavía
eres mi hijo. Nada va a cambiar eso, Keirran. ―Cerró sus ojos, inclinando su
cabeza, mientras la sonrisa m{s leve cruzaba su rostro―. Aunque, no tienes ni
idea en el problema en que estás cuando lleguemos a casa.
Keirran dio una risa temblorosa y asintió.
―Me di cuenta. ―Se atragantó. Ash lo liberó, presionando brevemente
una palma al lado de su rostro, antes de girarse hacia nosotros.
―Ethan ―dijo, sonando aliviado, también―. Kenzie. Est{n a salvo.
¿Dónde está la Primera Reina?
―Se ha ido ―respondí, sin perderme el destello de dolor y culpa pasar
por los ojos de Keirran―. Para bien esta vez. No regresará.
Ash tomó una respiración tranquila y la dejo salir lentamente. Pensé que
podía ver la tensión dejándolo, un gran peso se levantó de sus hombros cuando
abrió sus ojos.
―Entonces de verdad ha terminado ―dijo―. La guerra est{ acabada.
―¿Qué sucedió con Leanansidhe? ―preguntó Kenzie.
―Oh, conoces a Lea. ―Puck se encogió de hombros―. Regresó a casa
cuando acabo de hacer explotar los tímpanos. ―Metió un dedo en su propio
oído, frotando vigorosamente―. Ella iba a tener una charla con el principito
aquí, pero el chico de hielo la convenció de superarlo. ―Arrugó su nariz―. Sin
embargo, yo la evitaría por un par de décadas, si fuera tú, principito. No está
terriblemente feliz contigo o con tus amigos ahora mismo.
Keirran hizo una mueca.
―No creo que alguien lo esté ―murmuró, y miró de vuelta al anillo de
ojos amarillos, observ{ndonos a todos―. Sólo espero los gobernantes perdonen
a los Olvidados ―susurró―. Ya no son una amenaza, y prometí que cuidaría
de ellos, de algún modo. ―Ash entrecerró sus ojos, y Keirran bajó la mirada―.
Si< si las cortes lo permiten. Si todavía estoy alrededor< después de que ellos
decidan qué hacer conmigo.
Ash dio un sombrío asentimiento.
―La preocupación de los Olvidados tendr{ que ser abordado ―dijo, y
miró a Puck, quién se encogió de hombros―. Las cortes tendr{n que decidir
qué hacer con ellos. Pero nos preocuparemos por eso más tarde. Ahora
mismo< ―Suspiró, sonando cansado, aliviado y ansioso todo al mismo
tiempo―. Vayamos a casa. Meghan estar{ esperando, por todos nosotros.
Eso sonaba bien para mí. Tomando la mano de Kenzie, entrelacé
nuestros dedos y comencé a seguir a Ash y Keirran fuera del patio. Los
Olvidados nos observaron irnos, sin hacer movimientos para detenernos o
intervenir. Sus rostros y expresiones eran imposibles de ver, pero me di cuenta
que sus ojos seguían a Keirran mientras él se alejaba, y un bulto se instaló en
mis entrañas. Ellos pensaban que nunca lo volverían a ver de nuevo.
―Eso es gracioso ―murmuró Puck―. Siento que estoy olvidando algo.
Qué era< ¡Oh, cierto! ―Avanzando hacia adelante, extendió una mano y
golpeó a Keirran en la parte posterior de la cabeza, fuerte.
―¡Ow! ―Keirran se dio la vuelta, una mano yendo hacia su cabeza, para
enfrentar la sonrisa desafiante de Puck. El Gran Bromista levantó una ceja, casi
desafi{ndolo a decir algo, y Keirran hizo una mueca―. Est{ bien, supongo que
me lo merecía ―murmuró.
―¿Tú crees? ―disparó de nuevo Puck, y sus ojos eran peligrosos―.
Confía en mí, niño, solo estoy yendo fácil contigo porque tú, mi amigo, todavía
tienes que enfrentar a Meghan cuando regresemos a Nunca Jamás. Así que, sí,
buena suerte con eso. De lo contrario, probablemente patearía tu trasero por lo
que le hiciste pasar a ella.
En la verja, Lobo resopló una risa y se levantó sobre sus patas.
―Todos ustedes son idiotas ―constató sacudiendo su enorme cabeza―.
Estaré feliz de regresar a Deep Wyld. Lejos de todo este drama. ―Miró a
Keirran y a Puck y curvó un labio―. Todos ustedes son el grupo más
delincuente que jamás haya visto.
Sonreí, pero Kenzie de repente desaceleró y me tiró hasta detenerme.
Perplejo, la miré y vi que estaba observando hacia atrás al patio, su rostro
apretado con dolor.
―¿Kenzie?
Su expresión cayó.
―Pensé que lo escuché ―susurró ella―. Por un segundo, pensé<
―Sorbió, pasando una mano por sus ojos―. Voy a extrañarlo ―dijo―.
Demonios. Voy a extrañar su pequeña voz estridente.
Mi garganta se apretó al pensar en nuestra víctima más pequeña.
―Lo lamento ―le dije, porque no había nada m{s que pudiera decir―.
¿Estarás bien?
Ella asintió.
―Sí ―murmuró, apretando mi mano―. Estaré bien. Sólo< salgamos de
aquí.
Puse mi brazo alrededor de sus hombros, y nos alejamos del castillo de la
Dama, comenzando después de Ash, Puck y el resto de ellos.
―¡Espereeeeen!
Esta vez ambos nos congelamos. Contuve mi respiración, y Kenzie estaba
rígida a mi lado, escuchando una débil, pequeña voz flotó sobre la brisa. Conté
los segundos en mi cabeza, rezando que hubiera escuchado correctamente, que
mis oídos no me estaban jugando una broma.
―¡Esperen! ―la voz llamó de nuevo< y entonces él apareció, grandes
orejas asomándose sobre la cima de la pared. Las manos de Kenzie fueron hacia
su boca, los ojos ampliándose, mientras el gremlin se arrastraba sobre las
piedras con un brazo―. ¡Esperen! ―jadeó, enormes ojos brillantes y frenéticos
mientras miraba hacia abajo a nosotros―. ¡No se vayan! ¡No dejen a Razor!
¡Razor est{ aquí! ―Y cayó sobre los brazos de Kenzie.
Capítulo 23 El rey de los Olvidados
El campamento de las hadas se encontraba silencioso cuando pasamos por la
rasgadura del Between de vuelta a Nunca Jamás, por una última vez. A nuestro
alrededor, la tierra aún conservaba las marcas de la última batalla violenta; los
árboles arrancados de raíz y las ramas quebradas yacían por todas partes, las
tiendas de campaña estaban arrojadas por todos los rincones del campamento,
y las largas gubias habían rastrillado la tierra como si fueran marcas de zarpas.
Todo estaba tranquilo mientras pasábamos por el Velo. Un escuadrón de
caballeros de Invierno y Verano se enderezaron en cuanto llegamos, pero aparte
de los guardias, no había señal alguna de hadas.
―Eh ―remarcó Puck, cruz{ndose de brazos y echando un vistazo a la
destrucción―. Vaya, que decepción. ¿Ninguna multitud eufórica para recibir en
casa a los héroes? Estoy dolido.
―Tenemos bastantes heridos y muchas bajas ―respondió Ash con
gravedad―. Imagino que se estar{n reagrupando e intentando recuperarse de
la última batalla.
Puck resopló.
―Aun así, uno esperaría que al menos una persona estuviera aquí para
recibirnos< Ah, vaya, aquí viene.
Y la Reina de Hierro apareció, levantándose de un tocón cerca del límite
del bosque, obviamente a la espera de nuestra llegada. Caminó con pasos largos
hasta llegar al centro del claro, y su mirada pasó por todos nosotros, aliviada y
agradecida, hasta que se posó en Keirran.
Keirran tragó con fuerza. Ash le dirigió una mirada de advertencia que
claramente decía no vayas a ningún sitio, y empezó a caminar por el campo, sus
largas piernas cargándole fácilmente sobre el suelo revuelto y las ramas
esparcidas. Un momento después, Keirran respiró hondo y le siguió, trazando
los pasos de su padre hasta que ambos se detuvieron delante de la Reina de
Hierro.
Ash no se detuvo ni tampoco aminoró el paso, sino que camino recto
hacia los brazos de Meghan y la besó apasionadamente. Era más por alivio que
pasión, aunque Meghan le devolvió el beso con igual intensidad, abrazándole
con fuerza. Y por primera vez, eso no me molestó. Al fin entendí por qué
Meghan se había marchado, todos estos años atrás. Si la situación fuera a la
inversa, habría hecho lo mismo por Kenzie.
Ash y Meghan se separaron, Meghan presionando brevemente la palma
de su mano a un lado de su cara, y después se giró hacia Keirran. Él estaba ahí
de pie, con la cabeza gacha, los ojos fijos en el suelo que los separaba, y no alzó
la vista cuando la reina dio un paso al frente. Vi moverse los labios de Meghan,
aunque su voz fue tan baja que no pude escuchar, algo que sólo era para
Keirran, y el príncipe levantó la cabeza. Le temblaban las manos cuando
respondió, de nuevo demasiado bajo para escucharlo, y Meghan le puso las
manos sobre los hombros. Una palabra y una mirada se intercambiaron, y
entonces Keirran dejó escapar un débil sollozo y cayó entre sus brazos.
Kenzie suspiró, y me acerqué, deslizando un brazo a su alrededor a la
vez que ella se apoyaba en mí. Razor resopló, lanzándome una mirada
resignada y después moviéndose hacia su otro hombro. Apenas lo noté. Ver a
Meghan, Keirran y Ash y sentir que el último resquicio de tensión finalmente se
perdía. Se había acabado. No sabía qué le esperaría ahora a Keirran, qué tipo de
castigo demandarían las cortes, pero al menos para nosotros ya había acabado.
La dama se había ido, el amuleto había sido destruido, y el Príncipe de Hierro
estaba en casa. Esta parte de mi familia estaba al fin a salvo.
Aunque las pérdidas seguían siendo estúpidamente altas; me dolía aún
la garganta al pensar en Annwyl, dando su vida por salvar al príncipe que
amaba, y en las últimas palabras del Hombre Delgado a los Olvidados. Nunca
Jamás era un desastre, el Between estaba peligrosamente inestable. La guerra de
Keirran había desgarrado este mundo, y esas cicatrices tardarían un tiempo en
sanar. Nada volvería a ser nunca lo mismo.
A nuestro lado, Puck sorbió de forma exagerada y se limpió la mejilla.
―Ohh, es un momento tan distintivo ―remarcó, mientras Lobo
resoplaba y ponía los ojos en blanco―. Recuérdame que nunca nunca nunca
nunca tenga hijos, nunca.
Lobo sonrió jadeando.
―Creo que el mundo entero haría eco de ese sentimiento, Goodfellow.
―¿Ves? Nunca digas que no doy cosas a los dem{s. ―Ojeó de nuevo al
trío en el claro, e hizo una mueca―. Bien, aquí vienen las cortes. Esto se va a
poner interesante.
Miré de nuevo. Las cortes habían llegado de verdad, con Oberon, Titania
y Mab a la cabeza, y una multitud grande de hadas siguiéndoles el paso.
Rápidamente nos dirigimos hacia donde se encontraban Meghan, Ash y
Keirran, mientras los soldados de Invierno, Verano y Hierro se detuvieron a
sólo unos metros. Podía sentir la energía de su ira arremolinándose en el aire,
las temperaturas heladas haciendo que me hormigueara la piel y la electricidad
estática poniéndome el pelo de punta.
―Príncipe Keirran. ―Fue Oberon el que habló, y su voz no era
amigable―. Has vuelto. ¿Dónde est{ la Primera Reina?
―Ha muerto, mi señor Oberon ―contestó Keirran, manteniendo su
cabeza gacha―. Nunca m{s volver{ a amenazar a las cortes y al Between. La
guerra ha acabado. Los Olvidados se han retirado de la lucha< ―Su voz bajó
un poco―. Al igual que yo.
―Qué conveniente ―llegó la voz delicada y llena de odio de Titania―.
Ahora que la Primera Reina ya no está, quieres suplicarnos para así ponerte en
buen lugar con las cortes. Pero nosotros no hemos olvidado tus crímenes, la
destrucción que trajiste a Nunca Jamás, las vidas que quitaste, tu intento de
destruir el Velo. La Reina de Hierro no puede protegerte esta vez, príncipe.
―Titania entornó los ojos, curvando lo labios con una mezcla de odio y de
triunfo―. Eres un traidor para Faery, y la ley exige que seas castigado. La
muerte o el eterno exilio de Nunca Jamás. Esa es la recompensa por traición. Y
ni Mab ni la Reina de Hierro pueden discutir eso. Es la antigua ley.
―A la mierda con la ley ―rompí yo, sorprendiendo a todos, incluso a
mí. ¿Por qué diablos le estaba defendiendo? No podía hacer otra cosa cuando se
trataba de familia. Keirran merecía un castigo, por supuesto, pero yo pensaba
en algo así como servicios a la comunidad o quizás no dejarle salir hasta que
cumpliera los cien. Muerte o exilio eterno de su mundo y su familia parecía
demasiado duro, incluso para él.
Además, de ninguna manera dejaría que la bruja de la Reina de Verano
se saliera con la suya en esto. Puede que estuviera enfadado con mi sobrino,
pero no podía soportar a Titania.
―Él mató a la Primera Reina ―seguí, mirando fijamente a los
gobernantes―. La dama habría destruido el Velo, pero Keirran escogió
detenerla y acabar mismo con la guerra. Eso debería contar para algo.
―No sabes nada sobre nuestras leyes, Ethan Chase. ―Esta vez fue Mab
la que habló, aunque su voz no era tan delicada ni tan venenosa como la de
Titana. La Reina de Invierno sonaba casi< apesadumbrada. Casi―. El príncipe
Keirran es un traidor para todas las hadas. Libró una guerra contra las cortes,
intentando así usurpar el poder. Y no sólo eso, también intentó destruir el Velo
y sumir tanto el reino mortal como Nunca Jamás en el caos. Él es responsable de
la destrucción de cientos de vidas y, si su plan hubiera funcionado, de miles
más. Cualquiera de esos crímenes sería la causa de muerte o exilio. No
podemos mirar hacia otro lado, ni siquiera por el hecho de que el Príncipe de
Hierro es hijo de la reina. Ni tampoco importa que sea de nuestra sangre.
―Mab alzó la voz, y su tono se tornó helado―. La ley es clara. Él debe
enfrentarse a las consecuencias de sus actos.
―Si la Reina de Hierro fuera a negarse ―añadió Titania, sonriendo con
superioridad a Meghan―, se metería en una guerra contra Invierno y Verano.
No creas que puedes hacer que el príncipe se vaya como si nada. Todo Nunca
Jamás se rebelará si lo haces.
―Soy plenamente consciente de ello, reina Titania ―dijo Meghan entre
dientes―. ¿He dicho yo lo contrario? Keirran será castigado, pero quizás
puedas dejar que decida el destino de mi hijo, por mi cuenta.
La Reina de Verano la fulminó con la mirada.
―Merece la muerte ―siseó, haciendo que me tensar{ y que Kenzie se
pusiera rígida del horror―. El exilio es demasiado bueno para él, y más con la
destrucción que ha creado. Ese chico es un peligro para Nunca Jamás y para
todo Faery, y por eso deberíamos asegurarnos que nunca más pueda tener otra
oportunidad para rebelarse.
―Si alguien quiere intentarlo ―la voz de Ash sonó aterradora y grave, y
un manto de hielo se extendió por el suelo―, que dé un paso al frente ahora
mismo. ―Sin sorpresa, nadie lo hizo.
―¿Qué deberíamos hacer entonces, Reina de Hierro? ―preguntó
Oberon―. Titania plantea una cuestión bastante seria. Tu hijo es un príncipe de
Faery, con el glamour de las tres cortes fluyendo por él. Has visto de primera
mano la destrucción de la que es capaz. Si le exiliamos, ¿cómo sabemos que no
volvería algún día con un ejército de exiliados a su espalda para amenazar
nuevamente a Nunca Jamás?
―Oh, ¡venga ya! ―exclamó Kenzie―. Aquí lo tienen, de rodillas. ¿De
verdad parece que va a volver a intentar apoderarse de Nunca Jam{s? ―Su voz
se suavizó, y miró al príncipe con compasión―. Él también ha perdido cosas
―murmuró―. M{s de lo que podrías llegar a entender. Si intentaras hablar con
él, lo sabrías.
―¿Es eso cierto? ―Oberon no parecía muy convencido―. Entonces
quizás sea él el que debería decir esas cosas. Habla entonces, Príncipe de Hierro
―ordenó, bajando la vista hacia el hada arrodillado―. Ahora es tu oportunidad
para declarar tus intenciones, antes de que decidamos tu suerte. ¿Tienes algo
que decir a tu favor?
―Me pongo a merced de las cortes ―contestó Keirran con voz monótona
y sin alzar la vista―. No tengo nada que decir en mi defensa. Hagan conmigo lo
que deseen. Pero< ―Dudó, pero después tomó aire―. Por favor, perdonen a
los Olvidados. Ellos fueron simples peones en el plan de la dama, y ella<
nosotros, los usamos de forma terrible. Ellos no son ninguna amenaza para las
cortes o Nunca Jamás. Simplemente lo único que quieren es sobrevivir.
―¿No son una amenaza? ―se burló Titania, haciendo que quisiera
apuñalarla―. El ejército que nos atacó esta misma noche, que siguió a la
Primera Reina y mató por ella sin vacilar, ¿no son una amenaza? Son casi tan
peligrosos como tú, Príncipe de Hierro. Debemos ocuparnos de ellos, de una
forma u otra.
―¿Deseas entonces otra guerra, reina Titania? ―la desafió Meghan―. ¿O
simplemente estás sugiriendo el completo genocidio de toda una raza de hadas?
Esos Olvidados no son tan peligrosos como lo fueron los fey de Hierro cuando
estuvieron bajo el mandato de Ferrum y Machina. Seguramente hay una forma
de que los Olvidados puedan vivir sin ser un peligro para Faery.
Un bostezo que sonó bastante fuerte y aburrido interrumpió lo que
podría haber sido otro desafío para Titania.
―Creo ―dijo un gato grande y gris sentado en una roca donde no había
nada antes―, que todos se est{n olvidando de la solución m{s obvia. Los
Olvidados están apiñados en el Between ―siguió Grimalkin, enroll{ndose la
cola mientras todas las cortes de Verano, Invierno y Hierro se giraban para
mirarle―. Ellos no deben ser una amenaza para Nunca Jam{s o para el Velo,
eso está claro. ¿Quién es el único, aparte de la Primera Reina, que puede colarse
entre los mundos? ¿Quién ha escarbado de la nada un lugar, un reino entero,
dentro del Velo? ¿A quién escuchan los Olvidados? ―Con otro bostezo, el gato
meneó su cabeza y se inclinó para lamerse sus patas traseras―. En serio, es un
misterio cómo ha sobrevivido Faery durante tanto tiempo ―musitó―. Me
estremezco al pensar lo que podría pasar de no haber estado aquí para señalar
lo obvio.
Un silencio cayó tras las palabras de Grimalkin. Titania parecía que
quería decir algo, pero no pudo encontrar las palabras para discutir o protestar.
Oberon simplemente parecía estar pensando, pero Mab tenía un débil trazo de
una sonrisa en sus labios. Desapareció al instante, pero estuvo allí.
Miré a Meghan, vi que intercambiaba una mirada con Ash. Él asintió, de
forma adusta, y ella cerró los ojos.
Enderezando sus hombros, bajó la vista para mirar a Keirran.
―Príncipe Keirran. ―Su voz timbró con autoridad, y todo permaneció
completamente quieto, como conteniendo el aliento. Keirran estaba inmóvil,
mirando fijamente al suelo, esperando―. Has sido declarado culpable de
traición a las cortes de Verano, Invierno y Hierro. Como monarca de Mag
Tuiredh, te sentencio al exilio< en el Between. Ya no ser{s bienvenido a Nunca
Jamás, los caminos de las hadas quedarán cerrados para ti por siempre, y no
entrar{s en Faery por el Velo ni por ningún otro camino. ―Su voz tembló por
un momento, pero después volvió a crecer con fuerza―. Desde hoy y para
siempre, serás conocido como el Rey de los Olvidados, Guardián del Velo, y te
asegurarás de que tus súbditos nunca vuelvan a amenazar Nunca Jamás.
¿Queda claro?
―Sí, su majestad ―susurró Keirran, un poco aturdido.
―Entonces lev{ntate, Rey de los Olvidados ―dijo Meghan―. Y vuelve
junto a tus súbditos. ―Parpadeó rápidamente mientras Keirran se alzaba, aún
sorprendido―. Ve con los Olvidados. Ahora ellos son tu responsabilidad. Diles
que la guerra ha acabado, y que las cortes les dejarán en paz si ellos hacen lo
propio.
―Así haré, su majestad ―dijo Keirran, y hubo un cambio en su voz.
Ahora sonaba profunda y determinada, esa misma resolución que había visto
antes, pero sin la terca destemplanza―. Prometo que haré que las cosas vuelvan
a estar bien. Me ganaré mi título y mi redención, incluso si eso me cuesta miles
de años.
―Puede que así sea, Rey de los Olvidados ―dijo Mab suavemente. La
Reina de Invierno no parecía ni enfadada ni hostil, pero su voz tenía un deje de
advertencia―. Nosotros somos fey. No olvidamos. No perdonamos. Y
recordaremos este día por toda la eternidad. Si esperas la redención, me temo
que tendrás que esperar por mucho tiempo.
Keirran hizo una reverencia a todos ellos.
―Entonces mejor ser{ que empiece lo antes posible.
―Espera ―dijo Meghan cuando Keirran dio un paso atr{s. Al encarar a
los otros gobernantes y al ejército de fey a sus espaldas, alzó la voz―. Ya est{
hecho ―declaró―. La sentencia se ha llevado a cabo. Keirran partir{ de Nunca
Jamás en breve, pero antes de que se vaya, hablaré con mi hijo a solas.
Oberon asintió. Los tres gobernantes se alejaron, Titania no sin antes
lanzarle una mirada de asco y llena de malicia a Meghan, y el ejército tras ellos
empezó a disiparse. Pronto, sólo quedábamos Kenzie, Megan, Ash, Keirran y
yo. Miré a mi alrededor y, para empezar, vi que Lobo se había desvanecido,
volviendo al lugar desconocido de donde había venido, habiéndose cansado al
fin de la multitud y la política de las hadas. Grimalkin estaba sentado en la
misma roca a solo unos metros, aún limpiándose el pelo pero probablemente
escuchando todo lo que decíamos. Razor sacó su cabeza del cabello de Kenzie,
enseñó los dientes al gato, y se volvió a meter en el cabello, murmurando
“gatito malo” entre dientes.
―Bueno. ―Suspiró Puck, entrelazando los dedos tras la nuca―. Aquí
estamos, una vez más. Supongo que esto es un “Hasta la vista” para todos.
―Echó un vistazo a Keirran, alzando una ceja―. Espero que no te creas que
desde hoy te llamaré “su majestad”, niño. Porque eso no va a pasar.
Keirran le dirigió una sonrisa triste.
―Gracias ―susurró, lo suficientemente bajo para que ningún otro hada
le escuchara―. A todos ustedes. Sé que no lo merezco pero< haré que esto
funcione. Por los Olvidados. Y por Annwyl. ¿Ethan? ―Tragó con fuerza, y su
mirada buscó la mía―. Sé que te he fallado a ti m{s que a nadie. Y aun así
viniste por mí. Tú y Kenzie. ―Miró a la chica junto a mí, y ella sonrió, aunque
Razor siseó a Keirran y soltó un “Maestro malo”, para después darle la espalda.
Los ojos de Keirran se nublaron de dolor y culpa, y se tomó un momento para
recomponerse―. Te< debo m{s que mi vida ―siguió Keirran, trab{ndose un
poco con las palabras―. Y después de lo que te hice, no puedo si quiera
empezar a disculparme, pero< ―se pasó una mano por el cabello―< yo
sólo< quiero que sepas<
―Ah, c{llate ya. ―Suspiré, y sostuve mi mano―. Disculpa aceptada.
Dame un apretón de manos y para de hablar antes de que esto se vuelva más
incómodo.
Keirran sonrió. Dando un paso al frente, agarró mi mano, casi
aplastándome los dedos del alivio. Apreté la mandíbula y lo aguanté,
devolviéndole el apretón de manos.
―Supongo que ir{s a casa después de esto ―dijo, al fin soltando mi
mano―. ¿De vuelta al mundo mortal? ―Asentí.
―Sí. Por suerte para siempre esta vez. ―Pensé en mis padres y en el
tiempo que había pasado desde que los vi por última vez. En el mundo mortal,
mi decimoctavo cumpleaños ya había pasado, y ni siquiera había estado allí
para celebrarlo. Pensando en mamá, sentada en casa en mi cumpleaños y
llorando encima de un pastel con las velas sin encender, hizo que se me cerrara
la garganta. Yo también tenía mucho que arreglar.
Él asintió.
―Adiós, pues, Ethan. Quiz{s algún día nos volvamos a ver. Kenzie, a ti
también.
―Aguarda un momento ―dijo Kenzie cuando él retrocedió―. Le debes
a alguien una disculpa, Keirran. ―Cuando él se detuvo, perplejo, ella señaló al
gremlin en su hombro―. Creo que tienes algo que decirle a Razor, ¿no es así?
―Ah. ―Keirran parpadeó, después sonrió con tristeza―. Sí, lo habría
hecho antes, pero los duendes son hadas. Ellos guardan rencor para siempre.
Tiene todo el derecho a estar enfadado conmigo.
―¡Eso no es excusa! Lo tiraste por un muro, entre otras cosas.
―Tienes razón. ―Keirran sostuvo su mano, y después miró al gremlin.
Razor giró la cabeza, de forma deliberada para no mirarle―. Lo siento, Razor
―dijo el príncipe muy solemnemente―. Sé que est{s enfadado, y no pasa nada.
Gracias por cuidar de Kenzie.
Las orejas del gremlin se crisparon. Lentamente, giró la cabeza,
encontrándose con la mirada del príncipe, y resopló.
―Maestro malo ―dijo, casi como una reprimenda―. No importar Razor.
No volver a hacer daño a chica bonita. ¡Promete!
Las cejas de Keirran se alzaron sorprendidas.
―Ah ―dijo, mientras el gremlin le miraba fijamente―. No< no lo haré.
Lo prometo.
Puck soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza por la expresión del
príncipe.
―Parece que le acaba de regañar un gremlin, su majestad. ―Se rió por lo
bajo, y se cruzó de brazos―. Ah, no puedo decir que no los echaré de menos a
los dos. Nos divertimos bastante, ¿verdad, principito? La triste es que no
volveré a escuchar al chico hielo quejarse de que te estoy corrompiendo. Pero,
supongo que todo lo bueno debe llegar a su fin. ―Suspiró, d{ndole a Keirran
un puñetazo amistoso en el brazo, y alzó la vista―. Ya nos veremos por ahí,
niño. Intenta no dejar que esos Slim Shadys4 te quiten toda la diversión. ¿Ethan
Chase? ―Punk me guiñó el ojo―. Estoy seguro de que nos volveremos a ver, lo
quieras o no.
―Sí. ―Puse cara de póquer―. Lo estoy deseando tanto.
Puck se volvió a reír.
―No lo olvides. Hasta la próxima aventura, niño. ― Metiéndose las
manos en los bolsillos, el Gran Bromista se alejó a ritmo tranquilo, silbando,
hasta que llegó al límite del bosque y desapareció entre las sombras.
Keirran vio cómo se iba, y después respiró hondo.
―Supongo que eso es todo ―murmuró, mirando alrededor del bosque,
como si lo estuviera memorizando―. Es extraño. Nunca pensé que sería tan
duro dejar esto atrás.
Meghan le estrechó entre sus brazos una vez más.
―Te quiero, Keirran ―susurró, a la vez que el príncipe enterraba el
rostro en su hombro―. Siempre. No importa donde estés, nunca olvides eso.
―No lo haré. ―Keirran se atragantó―. Y conseguiré que te sientas
orgullosa. Algún día, me redimiré y volveré a casa. Lo prometo.
4 Slim Shady: Es el alter ego de Eminem, que simboliza el lado oscuro del rapero en sus
canciones. Ese lado oscuro es capaz de cualquier cosa malvada, al igual que los Olvidados en su
fase más oscura.
Ella le soltó y le besó en la frente. Ash le sostuvo por los hombros,
compartiendo una breve mirada de complicidad con su hijo. Entonces Keirran
dio un paso atrás, les hizo una reverencia y se marchó.
Vimos que cruzaba el claro, hacia el lugar donde los Olvidados se habían
ido en masa por la barrera antes esa noche. Le vimos levantar un brazo y correr
el Velo, revelando la oscuridad del Between por el hueco. Keirran volvió la vista
sólo una vez más, con sus ojos azules y su cabello plateado resplandeciendo a la
luz de la luna. Por un momento, esto me recordó a esa primera noche cuando
conocí a mi sobrino, sentado sobre la baranda de un balcón del Palacio de
Hierro, alegre y descuidado con la luz de la luna brillando implacable sobre él.
Nos dirigió una breve y fugaz sonrisa<
< y se desvaneció en el Between, desapareciendo como si nunca hubiera
estado ahí.
Meghan parpadeó, una lágrima cayendo por su rostro, y después se
limpió los ojos y se giró hacia mí.
―Muy bien ―dijo, y aunque una terrible pena aún se reflejaba en su
rostro, intentó sonreír―. Ha sido una noche muy muy larga. Vamos a llevaros a
los dos a casa.
Epílogo
Ocho meses después.
Estaba de pie en mi habitación, mirando fijamente mi cama, con los
brazos cruzados mientras observaba la variedad de ropa doblada dentro de una
maleta abierta. Camisetas, pantalones, ropa interior, calcetines, productos de
aseo personal< ¿me faltaba algo? Aparte de los artículos anti-hadas, metidos en
otra bolsa de viaje, claro está. No es que fuera a necesitar mucho, ya no. Siendo
inmune al glamour, ya no era divertido atormentarme, o eso descubrieron
muchas hadas y por eso me dejaron en paz. Deseaba que los humanos fueran
igual de fácil de evadir.
Había pasado un año desde que el Velo desapareció, desde que los
humanos fueron capaces de ver a los fey, y aunque solo fue por unos minutos,
eso había dejado huella. Nada grande u obvio, pero el mundo había cambiado
de forma sutil. Incluso en mi pequeña realidad. En la escuela, el arte y los
programas de música estaban llenos hasta arriba de asistencia, y no podía pasar
una semana sin ver panfletos de sesiones improvisadas de poesía o formularios
para apuntarte a clases de teatro, al menos según Kenzie. Hace cinco meses
recibí la sorpresa de mi vida cuando Todd Wyndham apareció en mi puerta,
con la memoria totalmente recuperada, queriendo hablar sobre todo lo que
había pasado. Él seguía siendo humano, pero podía ver a los fey de nuevo, así
que nos habíamos pasado varias largas noches hablando sobre el Mundo
Escondido y lo que él haría ahora. No es que fuéramos muy cercanos, pero
Todd era otra de las personas que podía ver a los fey, quien entendía esa parte
de mi vida y sabía por lo que estaba pasando. Cuando él y su familia se
mudaron a otro estado en verano, me entristeció verle marchar.
Todd no fue el único afectado. All{ donde iba, la gente parecía< menos
frenética, por decirlo de algún modo. Menos cínica e insensible, y más dispuesta
a creer que existían cosas que nos acechaban en la oscuridad. El mundo fey
también había cambiado, o al menos en este lado del Velo. Las hadas que había
visto de pasada en el mundo mortal eran m{s alegres ahora, m{s< reales<
más de lo que habían sido antes de que cayera el Between. Sentí que, con solo
un poco más de glamour, un poco más de fe, podrían traspasar el Velo y
empezar a volverse visibles a aquellos que quisieran verlas.
O quizás estaba loco. Quizás el ver a los fey por tanto tiempo había
distorsionado mi percepción de la realidad. Pero, ya desde que había vuelto de
Nunca Jam{s, había notado que el mundo a mi alrededor< ambos mundos, de
hecho, eran algo diferentes a los de antes. Sospechaba que pasaría algún tiempo
hasta que las cosas volvieran de verdad a la normalidad, si es que volvían.
Quizás eso era algo bueno.
―¿Ethan? ―Mi madre dio unos golpes en la puerta de mi habitación―.
MacKenzie está aquí. ¿Le digo que estás ocupado?
Di un respingo.
―¡No! Ahora salgo ―grité. Cerré la cremallera de la maleta, la dejé en el
suelo al lado de la bolsa de viaje y abrí la puerta.
Kenzie me sonrió desde el umbral.
―Hola, tipo duro ―me saludó, mientras Razor se reía a carcajadas a la
vez que saltaba de su hombro a mi habitación. Aunque su sonrisa era alegre,
sus ojos estaban ensombrecidos―. Pensé que podría pasarme por aquí m{s
temprano, considerando que te perderé mañana.
La atraje hacia mis brazos, y la besé profundamente.
―No me vas a perder ―dije cuando eché para atr{s la cabeza―. Es sólo
que< tengo que salir de aquí, Kenzie. Ya lo sabes. Demasiados susurros.
Demasiados rumores que me rodean a mí y a mi familia. Necesito encontrar un
lugar donde nadie me conozca, donde pueda empezar de cero. ―Kenzie
suspiró, y la sostuve con m{s fuerza―. Volveré ―prometí―. No te voy a dejar.
Ella aspiró.
―Lo sé.
―Adem{s ―dije para provocarla, mientras pasaba los dedos por su
cabello―, tú te ir{s a la universidad muy pronto, Sra. Becada. Y estarás
ocupada yendo de fiesta y a clase, y haciendo todas esas cosas de clubs de
fraternidades, que te olvidarás completamente de mí.
―Eso lo dudo bastante ―dijo Kenzie, su mirada volviéndose hacia
Razor, quien masticaba uno de los l{pices que estaban en la mesa―. Es difícil
olvidar todo lo que hemos pasado con un gremlin con la vista fija en ti todo el
rato. ―Frunció una ceja, y yo sacudí la cabeza―. No sé qué pasar{ cuando me
vaya a la universidad, porque no hay manera de que Razor se quede. Cuando le
dije la semana pasada que volviera al Reino de Hierro, formó tal berrinche que
casi crea un corto circuito con todas las luces de la casa. Así que, parece que
tendré que quedarme con él. ―Puso los ojos en blanco―. Pase lo que pase, va a
ser divertido.
Apartándose de mí, se acercó a mi cama y se tiró sobre el colchón, y yo
crucé la habitación para cerrar la puerta.
―Oye, ¿cómo van las sesiones de terapia? ―pregunté, rescatando un
bolígrafo de tinta de las manos de Razor, quien me soltó un zumbido irritado y
saltó hacia Kenzie. Ella bufó, y daba de forma distraída palmaditas en la cabeza
del gremlin mientras él gateaba por su hombro.
―Bien, supongo. Pap{ aún no quiere hablar sobre mam{, pero esta mujer
es persistente. Durante la última sesión, él hasta se quedó sin habla. ―Kenzie
sacudió la cabeza, impresionada―. Por fin tuvimos una especie de
conversación esta mañana, sin ninguna intervención. Él no sabe sobre mis<
em< talentos con lo invisible, pero no creo que eso entre nunca en mis planes.
Aun así, asumo que para cuando me vaya a la universidad, quizás me trate
como a una hija y no como a un mueble muy delicado. ―Suspiró―. Aunque
será agradable dejar la casa sin escuchar todas esas advertencias sobre drogas y
adolescentes embarazadas.
Me reí entre dientes.
―Sigue odiando hasta mi sombra, ¿no?
―Odio es una palabra muy fuerte. ―Kenzie sonrió de oreja a oreja―.
Ahora es más bien una fuerte repulsión. Y te he estado echando flores, le dije
que conseguiste tu diploma de bachillerato en verano y todo lo que se me
ocurrió. El hombre está intratable.
―Sí. ―Aparté de mi mente mis pensamientos del padre de Kenzie,
empeñado en no arruinar este momento―. Oye, ven aquí un segundo. ―Ella
frunció el ceño pero se puso en pie y caminó hacia donde yo me encontraba
apoyado en el escritorio. Mi corazón latía con fuerza mientras me giraba,
buscando algo dentro de uno de los cajones y sacando una pequeña caja
blanca―. Yo< em< tengo algo para ti ―dije, viendo que sus ojos se avivaban
cuando volví hacia donde estaba―. Algo así como un regalo de felicitación.
Desde hace seis meses contando con hoy, has estado en remisión. Espero que
sea para otros seis años. Más que eso. Espero que sea para siempre.
Se formó un nudo en mi garganta, y lo tragué con fuerza. Puede que no sea
para siempre, me recordé. La remisión no era una cura, no era algo seguro. La
enfermedad de Kenzie podía volver cualquier día. ¿Quién sabe cuánto tiempo
nos quedaba? Pero esto era el mundo real; la magia de las hadas no podía hacer
que todo mejorara. No podías agitar una varita y ver que se te cumplían todos
tus deseos. La vida real no era un cuento de hadas.
De todos modos, ya me valía con eso. No necesitaba la magia para
resolver las cosas. El tiempo que fuera que me quedara con Kenzie, no iba a
malgastarlo.
Ella parpadeó confusa, y sus ojos se pusieron vidriosos.
―No es mucho ―la advertí, sosteniendo en alto la caja―. Sólo un
recordatorio de que, a pesar de que estemos lejos, siempre seré tuyo.
Con cuidado, ella abrió la caja. Dentro había un colgante simple con dos
corazones, uno de oro y el otro de plata, entrelazados por el centro. Estaban
grabados, en el de plata ponía tipo duro, y en el otro simplemente decía para
siempre.
―Ethan ―susurró Kenzie, sonando sorprendida―. Es hermoso.
Despacio, lo saqué de la caja y se lo abroché alrededor del cuello, y ella
me miró intensamente con sus enormes ojos negros, con un indicio de una
sonrisa jugando en sus labios.
―Nunca pensé que pudieras ser tan rom{ntico.
Sonreí.
―Bueno, entonces, deja que te convenza para que no tengas m{s dudas
―dije. Pein{ndole hacia atr{s el cabello, la atraje hacia mí, mir{ndola a los
ojos―. Te amo, Kenzie ―dije―. Tú eres mi pareja, mi cordura, y mi salvadora.
Hemos pasado por muchas cosas, más de lo que ninguna otra persona podría
siquiera soñar, y siempre has estado ahí para mí. Algún día, cuando estés lista,
será un anillo lo que haya en esa caja en vez de un colgante. No puedo pensar
en nadie más que quisiera tener a mi lado. Y algún día, si Faery me vuelve a
llamar, quiero que estés junto a mí. Luchando contra dragones, haciendo tratos
con reinas de hadas y discutiendo con gatos parlantes. ―Ahora ella lloraba,
sonriendo ampliamente a pesar de las l{grimas, y le limpié la mejilla―. Así que
no pienses que me vas a perder mañana ―le dije―. Porque nunca habrá forma
de que te deje.
Me besó entonces, y el beso fue largo. Ni siquiera las carcajadas de Razor
diciendo besito-besito podían apartar mi concentración de la chica que tenía
entre mis brazos. Sólo el sonido del timbre nos hizo separarnos. Curioso, me
eché para atrás, escuchando que volvía a sonar. No teníamos muchas visitas.
Aparte de Kenzie, quien nunca tocaba el timbre, nadie se pasaba por la casa.
Saliendo de la habitación, recorrimos de la mano el pasillo hasta el
vestíbulo y nos encontramos con mamá en la cocina. Parecía tan desconcertada
como yo. Papá también estaba en casa esa noche, y ahora caminaba por las
baldosas para abrir la puerta. Cuando su mano se cernió sobre el pomo, Razor
dejó escapar un grito de emoción y, de golpe, supe quién era. Tirando de la
puerta, papá miró sorprendido que Meghan me sonreía por el marco. Mi
corazón dio un vuelco, y mamá jadeó.
―¡Meghan!
Ella fue para allá a toda prisa, y Meghan entró para encontrarse envuelta
en un abrazo. Atónito, pude ver que mamá se apartaba, con el rosto ardiente de
preguntas.
―¡No sabíamos que venías! ―exclamó mam{, cogiéndola de las
manos―. ¿Cómo te ha ido? ¿Te vas a quedar por mucho<?
Ella se detuvo, mirando fijamente a algo justo fuera de la puerta. Meghan
tomó aire y se hizo a un lado<.
< a la vez que Keirran entraba en la habitación.
Yo me enderecé, y a mi lado, la mano de Kenzie fue directa a su boca. El
Rey de los Olvidados, vestido con tejanos normales y una camiseta, sonriendo y
salud{ndome con la cabeza al otro lado de la sala. Él parecía< feliz. Contento.
Aunque había algo serio en él que no había estado allí antes, una madurez que
iba más allá de los años. Razor soltó un bufido agudo de bienvenida y saludó
con la mano a su antiguo maestro, y Keirran también le sonrió.
―Mam{. ―La voz de Meghan era baja, vacilante mientras se giraba
hacia Keirran y le colocaba una mano en el hombro. Pero su voz y su rostro
brillaron con orgullo cuando lo atrajo hacia delante, y el brillo que él desprendía
parecía llenar toda la sala―. Creo que ya es hora de que conozcas a tu nieto.
Fin.
Créditos Moderación
Maka.mayi
Traducción Rihano
maka.mayi
Albasr11
monica
Kirtassh
Kiiariitha
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Corrección y Revisión final
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