sindicato colombiano ante la globalización neoliberal

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105115263016 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Miguel Angel Urrego A., Jaime Gómez SINDICALISMO Y POLÍTICA: LOS TRABAJADORES COLOMBIANOS ANTE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL Nómadas (Col), núm. 12, 2000, pp. 160-170, Universidad Central Colombia ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Nómadas (Col), ISSN (Versión impresa): 0121-7550 [email protected] Universidad Central Colombia www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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El sindicalismo frente a las politicas neoliberales

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105115263016

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Miguel Angel Urrego A., Jaime Gómez

SINDICALISMO Y POLÍTICA: LOS TRABAJADORES COLOMBIANOS ANTE LA GLOBALIZACIÓN

NEOLIBERAL

Nómadas (Col), núm. 12, 2000, pp. 160-170,

Universidad Central

Colombia

¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

Nómadas (Col),

ISSN (Versión impresa): 0121-7550

[email protected]

Universidad Central

Colombia

www.redalyc.orgProyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

NÓMADAS160

SINDICALISMOY POLÍTICA:

LOS TRABAJADORESCOLOMBIANOS ANTE

LA GLOBALIZACIÓNNEOLIBERAL

Miguel Angel Urrego A.*y Jaime Gómez**

En este artículo queremos analizar brevemente las respuestas que el movi-miento sindical colombiano ha generado al proceso de globalización neoliberal.El sindicalismo colombiano ha seguido el camino de otras organizaciones delcontinente pero igualmente dada la particularidad de nuestro proceso político hapodido proponer la constitución de un Frente Político y Social que se constituyeen una experiencia inédita en la historia política reciente de Colombia. En unaprimera parte analizaremos algunos de los procesos que caracterizan la coyuntu-ra política del sindicalismo en América Latina. En segundo lugar una síntesis dela relación entre política y sindicalismo. Finalmente la manera como se adecúa elsindicalismo colombiano ante los cambios mundiales y la coyuntura interna, locual se analizará teniendo en cuenta la realización del paro cívico contra el Plande Desarrollo de Pastrana y la propuesta de Frente Social y Político generada enel pasado congreso de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).

* Historiador. Estudios doctorales Universidad de Puerto Rico y el Colegio de México. Investi-gador DIUC. Profesor Universitario.

** Estudiante de Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana. Exdirigente sindical.

161NÓMADAS

Fin de la clase obreray nuevo sindicalismo

América Latina vive un procesode transformación del orden políti-co, es decir de los sujetos y de las es-tructuras desde las cuales se realiza laintermediación política, que se ma-nifiesta a raíz del impacto deglobalización neoliberal –que ha im-plicado la reducción delmundo del trabajo y unduro golpe a la clase obre-ra y a sus organizacionesgremiales y políticas– en lacrisis de los partidos histó-ricos –que en nuestrasciencias sociales denomi-namos tradicionales– y laaparición de nuevos suje-tos históricos, lo que desdela perspectiva postmo-derna se expresa como lacrisis de los grandes entesemancipatorios.

Uno de los sujetos tí-picos de la modernidad esla clase obrera y sus orga-nizaciones políticas y gre-miales. En gran parte de lospaíses de la región, a lolargo del siglo XX, el sin-dicalismo jugó un rolfundamental en la con-tienda política. En Méxicolas grandes confederacio-nes como la CROM y lue-go la CTM, sirvieron desustento a la estabilidadpolítica del régimen ema-nado de la Revolución. ElPRI y la estructura corporativista delEstado descansaban en buena parteen los estrechos nexos entre Estado-central sindical y PRI, de allí queparalela a la estabilidad del régimenpolítico se viviese una estabilidad enla dirección de la CTM, por cerca de

cincuenta años orientada por FidelVelasquez1 .

Pero no sólo las grandes confe-deraciones tenían protagonismo po-lítico sino que además sus dirigenteslograron un reconocimiento de susposibilidades políticas, de su influen-cia e incluso de sus propuestas de re-forma2 .

La segunda dinámica que hay queconsiderar es que en varios países dela región se ha producido una trans-formación de las formas históricas derepresentación política. Los viejospartidos, COPEI, APRA, PRI, atra-viesan una profunda crisis. Esto ha

llevado, durante los últimos años, ala emergencia de nuevas corrientespolíticas de diferente signo: Cambio90 de Fujimori, Movimiento Boliva-riano de Hugo Chávez, etc., peroigualmente a la irrupción, en las úl-timas dos décadas, de una amplia va-riedad de movimientos cívicos,frentes políticos y candidaturas queretan la imaginación de los

analistas3 . Este hecho hareconstituido el escenario,las formas discursivas y larepresentación política entoda la región y ha deman-dado de los actores tradi-cionales unos cambiosmuy profundos4 .

Por último, los recien-tes procesos de globali-zación capitalista handemandado la reconstitu-ción del mundo del traba-jo, la desestructuración delestado de bienestar y su re-ducción. Tales cambios sedan paralelamente a la de-nominada flexibilizacióndel mundo del trabajo quesuponen no sólo la reduc-ción de las prestaciones al-canzadas por la lucha de lossindicatos sino la apariciónde medias jornadas de la-bor y otra serie de formas ycondiciones de contrata-ción que no solamente hanimplicado un debilita-miento de las condicioneslaborales5 sino la transfor-maciónde la claseobrera6 .

El sindicalismo en América La-tina ha reconocido que no estuvopreparado para enfrentar tales cam-bios y que la relativa facilidad conla cual se impusieron las medidasobedeció a su incapacidad para leer

Bogotá. Archivo Cinep

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las transformaciones políticas y eco-nómicas7 .

A pesar de su debilitamientocuantitativo, el sindicalismo ha ge-nerado una serie de rupturas con susformas organizativas tradicionales, losobjetivos y el tipo de lucha que ade-lantaba. Existen por ejemplo acuer-dos entre sindicatos alemanes ybrasileños para la discusiónde pliegos de peticiones enel sector automotriz; lomismo se planteó con lostrabajadores del sector tele-fónico de Estados Unidos,México y Canadá, dinámi-cas que han permitido, porparte de estudiosos y orga-nizaciones, la propuesta denegociaciones salarialessupranacionales8 .

En el continente existenvarios ejemplos que expre-san nuevas formas de luchasy revisiones profundas de lasorganizaciones sindicales.La propuesta de privati-zación de la Telefónica dePuerto Rico fue enfrentadapor el sindicalismo movili-zando a la población endefensa del patrimonio na-cional. El llamadode los sin-dicalistas fue aceptado pororganizaciones de diversotipo, incluidas algunas reli-giosas, y dio como resultado la reali-zación de un paro nacional contra laprivatización y una de las mayoresmovilizaciones populares en el sigloXX en la Isla. Aunque finalmente laempresa se vendió y el sindicato sa-lió fraccionado y derrotado, el suce-so rompió en dos la historia de lasluchas populares en Puerto Rico yevidenció la importancia de un nexomás estrecho entre organizaciones y

comunidad. En México, el importan-te sindicato de maestros se ha com-prometido en la tarea de reconstituirsu organización y ha diseñado unapropuesta para lograr “un sindicatovolcado a la sociedad”9 .

Lo más significativo es que el sin-dicalismo se ha constituido, en va-rios países, en una organización que

no sólo expresa los intereses de losagremiados sino de aquellos que notienen voz, de la comunidad margi-nal10 .

Finalmente, habría que señalarque en los últimos tiempos se hanmultiplicado los sujetos sociales y sehan planteado procesos en las socie-dades que tienen como resultado laconstitución de corrientes de pensa-

miento, organizaciones y propósitosde lucha nuevos, ante los cuales elsindicalismo ha propuesto accionesen conjunto.

En resumen, la clase obrera y elmovimiento sindical enfrentan unacoyuntura en la cual su existencia sepone en duda. A pesar de la profun-didad de los cambios y de lo que se

denomina por algunos suderrota histórica, emer-gen nuevas propuestas devinculación de organiza-ciones sindicales con lasociedad civil, lo cual su-pone no solamente larevisión de las formasorganizativas tradiciona-les, los propósitos y lasperspectivas de la claseobrera, sino la realizaciónde acciones en conjuntocon diversos grupos, larepresentación de los sec-tores no organizados y elenfrentamiento a re-formas del Estado y laeconomía, que anterior-mente realizaban los par-tidos, que exigen alianzaspolíticas con variados sec-tores sociales y un cono-cimiento mas profundode las sociedades11 .

Sindicalismo ypolítica en Colombia

Aunque para los años cuarentalas centrales sindicales UTC y CTCya existían y movilizaban a los traba-jadores en torno a candidaturas delbipartidismo, realmente con la pre-sencia de organizaciones comunistasy socialistas, en sus diversas vertien-tes, que el proyecto de creación deun sindicalismo independiente de las

Familia italiana, Nueva York, 1905. Foto L. W. Hine

163NÓMADAS

confederaciones controladas por lospartidos tradicionales se artículó auna noción de un movimiento dis-puesto a tener un papel protagónicoen la sociedad. Por ello este nuevosindicalismo llevó a sus más conno-tados dirigentes a algunos cargos derepresentación popular. No obstan-te, en la mayor parte de los casos elsindicato se concibió como un apa-rato de partido.

El éxito al-canzado por elmovimiento sin-dical y popular enel paro cívico del14 de septiembrede 1977 llevó alos trabajadores afincar serias ex-pectativas y a dis-cutir sobre laposibilidad deoponerse a unplan de gobiernoy a participaractivamente enpolítica. No obs-tante fue espe-cialmente a partirde las negociacio-nes de paz que elsindicalismo sevio involucrado,desde la perspectiva del reconoci-miento a su poder e influencia, enpolítica.

Sin embargo, a partir del procesode paz de la administración Betancurla iniciativa política del movimien-to sindical fue presa de las distintasposturas que sobre el Gran DialogoNacional agenciaban las diferentesorganizaciones insurgentes, los par-tidos políticos tradicionales y la iz-quierda legal. La hetereogéneacomposición ideológica de la CUT,

con la consecuente disputa por elcontrol del aparato, perfiló dos ten-dencias mayoritarias divididas entorno a la democracia sindical, lapolítica de paz y apertura, la con-certación y la movilización. Adicio-nalmente el sindicalismo contó conorganizaciones que no se sometierona la CUT y que divergían en cuantoa la concepción de la paz y el criterioque tenían los grupos insurgentes yel ejecutivo sobre la coyuntura12 . De

tal suerte que la polaridad de intere-ses dentro del movimiento sindicalse expresó en la ausencia de consen-so y compromisos que potenciaran lalucha sindical y popular, justo cuan-do el movimiento cívico tenía sumayor auge.

La iniciativa política en el cam-pode la izquierdaquedóenormemen-te influenciada por los diálogos de pazcon la guerrilla; por esta razón la ac-tividaddelmovimientopopulary sin-dical fue eclipsada por la lectura que

el movimiento armado hacía de lacoyuntura. El sindicalismo, más alláde sus actividades típicas, no logróarticular un movimiento social quetuviera identidad frente al proceso depaz; por el contrario, sus posibilida-des de autonomía se diluyeron por lasdistintas posturas que desde afuera delmovimiento mismo se generaron entorno al debate. Prueba de ello fue-ron los intentos fallidos de paro cívi-co que se dieron al comenzar la

década de losochenta13 .

La polari-dad de interesespolíticos de lossectores invo-lucrados en lapaz versus losintereses de lostrabajadores seacentuó con lasdiscusiones entorno a la deno-minada“apertu-ra democrática”y el paro impul-sado en 198514 .Para unos la po-lítica de paz y laampliación de lademocracia eralo prioritario.

Para otros, los diálogos de paz signi-ficaban, tal como se venían hacien-do, el debilitamiento de la luchasocial y el sometimiento a un proce-so no muy claro de lucha por la de-mocracia.

Uno de los acontecimientos quemarcó más la polaridad a la que ha-cemos referencia fue el manejo quese le dio al denominado paro cívicodel 27 de octubre de 1988. En efec-to, aunque la CUT y otras organiza-ciones convocantes (Anuc, Onic,

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Coordinadora de movimientos cívi-cos) citaron a una protesta cívica, losgrupos insurgentes formularon la pro-puesta de acciones militares durantedicha jornada. Esta no tuvo la tras-cendencia esperada; por el contrarioel llamado de los grupos insurgentesa realizar acciones armadas duranteel paro le sirvió al establecimientopara reprimir el movimiento de ma-sas y a la gran prensa para señalar queel paro era subversivo; se evidencióentonces, la divi-sión de opinionesentre la insurgen-cia y el movi-miento popular ylasdivergenciasalinterior de laCUT15 .

Por esta mis-ma época sectoresdel sindicalismo,como el magis-terio y los traba-jadores de laEmpresa de Telé-fonos de Bogotá,lanzaron candida-turas, bien comoorganizaciones o asu interior, paracorporacionespúblicas, y enalgunos casos lo-graron las respectivas curules. Poste-riormente, sin embargo, algunosde susrepresentantes asumieron prácticasclientelistas y el aporte fue mínimo.

Durante las últimas dos décadasel movimiento sindical ha deam-bulado entre la resistencia al modeloeconómico de turno; los vaivenes dela unidad y el debilitamiento gremialy padeciendo las transformacionesmundiales, para las cuales no estabapreparado.Además, la supremacíadel

tema de la guerra y la paz sigue gravi-tando negativamente sobre la auto-nomía de lo sindical. Finalmente, laimposibilidad de combinar la “con-certacesión”–es decir el abandonodelos reclamos del sindicalismo en lasmesas de concertación con el gobier-no– y, al mismo tiempo, responder ala presión de las bases obreras quereclaman lucha contra medidasneoliberales, ha fraccionado y debi-litado a las organizaciones.

En la década de los noventa,amén de los debates enunciados, lostrabajadores asumieron tanto la po-lémica en torno a las líneas de ac-ción a seguir para enfrentar el modeloneoliberal, como la discusión sobrela condena del terrorismo y el secues-tro como formas de acción política16 ,debate que emergió de manera claraen el último congreso de la CUTdonde de discutieron las implica-ciones de la denominada “violenciarevolucionaria”.

La relación con los gobierno hasido contradictoria. Bajo la adminis-tración de César Gaviria el númerode conflictos obreros descendió. Dehecho las estadísticas muestran queen este cuatrienio hubo un descensode los conflictos laborales y un au-mento de las luchas cívicas17 . El res-paldo coyuntural que algunos sectoresdel sindicalismo dieron a ErnestoSamper y sus propuestas deconcertación y pacto social, en el

mismo momen-to en que seimplementa-ban medidasneoliberales,impidió una res-puesta masiva yadecuada a lasreformas que sepromovían des-de el Estado, es-pecialmente lacreación de unnuevo régimenlaboral, de pri-vatización de laasistencia socialy administra-ción de pensio-nes, la entrega alcapital privadode empresas delEstado, etcétera.

No obstante, durante el períodoque estudiamos el movimiento sindi-cal presentó trascendentales confron-taciones por la defensa de sus derechos.Las más importantes movilizacionesdeestosúltimos años sehandadocon-tra medidas que buscan fraccionar yprivatizar empresas del Estado, demanera que no ha sido fácil para losgobernantes la implementación detales reformas. Destaca en esta prime-ra mitad de la década la lucha libradapor los trabajadores de Telecom en

Soldados regresando del frente, Strumitza 1918. Foto L. W. Hine

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abril de 1992 en cuanto pudo impe-dir, en ese momento, la privatizacióne incluso logró la caída del ministrode comunicaciones. La respuesta gu-bernamental fue la penalización de laprotesta social: “Al acusar a los diri-gentes sindicales de terrorismo, el go-bierno envía un mensaje claro a lostrabajadores de otras empresas públi-cas, tales como los miembros de laUSO (Unión Sindical Obrera), deque a ellos también les puede ocurrir”,afirmó el jefe de prensa de Telecom18 .

Adicional-mente los traba-jadores estatalesllevaron a cabo elmás largo cese deactividades en lahistoria de Co-lombia, aunquees evidente queno logró detenertodas las medidasque el ejecutivointentaba impo-ner. Es innegableque a partir de lasjornadas de pro-testa de febrerode 1997 y 1998 seadvierte una re-cuperación en lamovilización19 , mayor cohesión y cla-ridad en los objetivos del movimien-to sindical, a pesar de que subsistengrandes divergencias entre las centra-les ydentrodeéstas; ascensoque tuvosu mejor expresión en el paro cíviconacional del 31 de agosto de 1999.

El replanteamiento delsindicalismocolombiano

El sindicalismo colombiano, o almenos una parte de él, ha asumido el

reto de replantearse y adecuarse a losnuevos tiempos. En dos hechos que-remos sustentarnuestroplanteamien-to: en el rechazo al Plan Nacional deDesarrollo del presidente Pastrana yen la propuesta de Frente Político ySocial que hace el último congresode la CUT.

El Paro Cívico contra el PlanNacional de Desarrollo

El Paro Cívico contra el plan dePastrana es el resultado de un ciclo

de ascenso del movimiento sindicaly del fortalecimiento del punto devista según el cual las organizacionessindicales deben asumir abiertamen-te el reto de participar en política ytrascender el marco limitado de lasnegociaciones de pliegos.

Cuando tan sólo habían transcu-rrido 47 días de la posesión del presi-dente Andrés Pastrana, las centralesobreras se lanzaron a un paro estatalcontra el ajuste económico propues-to por el gobierno. En declaracionesa la prensa Luis Eduardo Garzón, pre-

sidente de la CUT, anticipó: “Nopodemos descartar el hecho de quelos trabajadores estamos para partici-par en las decisiones del país... Meparece terrible que siempre estemosactuando en función de que los de-más hablen por nosotros, sin que asu-mamos un liderazgo laboral ypolítico”20 , afirmación que sintetiza-ba la postura del sindicalismo colom-biano que decide enfrentar un plande gobierno. Los ocho puntos delpetitorio sindical contemplaban des-de las reivindicaciones gremiales

hasta la modi-ficación de al-gunas de laspolíticas del Plande ajuste del go-bierno. Al térmi-no de un paro de21 días queinvolucró a másde 500 mil em-pleados estatalesy en medio delasesinato de Jor-ge Ortega, Vice-presidente dela CUT, la spartes llegarona un acuerdoque concluyóaparentemente

en “tablas” pero que finalmente nopudo evitar el recorte de personal yla liquidación de varias empresas. Noobstante la débil representatividaddelos sindicatos éstos demostraron unavitalidad política que se creía refun-dida y empleando argumentos lega-les lograron echar atrás algunasmedidas.

Para el mes de febrero las centra-les obreras ya habían reanudado subeligerancia contra el Plan Nacionalde Desarrollo de la administraciónPastrana. Desde los más diversos pun-

Huelga laboral, archivo, Barrancabermeja, 1928. Archivo Ecopetrol

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tos de la geografía nacional conflu-yeron a lo largo de 1999 las persis-tentes protestas de variados sectoresdel movimiento social: transportado-res de carga y de servicio público,taxistas, organizaciones campesinas eindígenas, deudores del Upac; comi-tés de derechos humanos, estudian-tes, coincidentes o no con lasjornadas adelantadas por los sindica-tos, atizaron la inconformidad y ge-neraron las condiciones para unaprotesta de mayor envergadura.

En el mes de abril se habían con-tabilizado diez paros oficiales duran-te los últimos 18meses, que le ha-bían costado alpaís no menos dedos billones depesos. El Cinepseñalaba que “El82% de los parosque se vienenrealizando en elpaís se hacen porrazones políticasy menos del 19%lo sonpor intere-ses salariales”21 .Miguel AntonioCaro, vicepresi-dente de la CUT,explicaba la nue-va dinámica: “Elmanejo del PlanNacional de Desarrollo obliga a mo-vilizarse a ámbitos políticos que esdonde se toman las decisiones delEstado”22 . Para el mes de junio elDane anunciaba que la tasa de des-empleo había llegado al 20%. El do-mingo 15 de agosto en varios diariosde circulación nacional las centralesobreras convocaban al paro general.

En días previos al paro el edi-torial del diario El Tiempo comen-

taba que “Basta conocer el pliegode 43 peticiones para entender quese trata de algo fundamentalmen-te político. Rechazar la deuda ex-terna, el acuerdo con el FondoMonetario Internacional, cual-quier proyecto de privatización,los mecanismos de justicia espe-cial –amén de nobles y utópicasexigencias, como la de garantizarla inmediata y plena vigencia delos derechos humanos– son consig-nas más propias de un programa degobierno... Los planes de gobier-no se votan, no se imponen en unpliego de peticiones”23 .

El paro cívico fue un éxito en lamedida que por primera vez el movi-miento sindical exigió que el gobier-no aceptara discutir un plan dedesarrollo. En segundo lugar logróconvocar, más allá del gremio, uncontingente de fuerzas socialesdisímiles que exigían acordar un plannacional de desarrollo concertadocon el movimiento social, punto departida que nos permite advertir unatransformación importante en la pro-

yección política del movimiento sin-dical, que demuestra un mayor gradode autonomía y madurez política y laposibilidad real de alterar el tradicio-nal límite de las terceras fuerzas enColombia.

El Frente Político y Social

Como ya explicamos en la pri-mera sección, uno de los mecanis-mos que pueden garantizar almovimiento sindical su vitalidad ypermanencia en las sociedades lati-noamericanas es la ruptura con loslímites formales de sus marcos de ac-

ción y el plan-teamiento deobjetivos queimpliquen suvinculacióncondiversos sectoresde la sociedadcivil.

La más re-ciente accióndel movimientosindical, que au-gura la puesta atono con las ten-dencias mundia-les y regionales ysu configuracióncomo una nuevafuerza políticaautónoma es la

aprobación, en el pasado congreso dela CUT, de la constitución de unFrente Político y Social24 . Varios sonlos hechos que justifican este puntode vista.

Uno es que, a diferencia de losotros países del continente, la exis-tencia de un conflicto interno de lamagnitud del colombiano abre unespacio adicional para el sindicalis-mo. En efecto, el sindicalismo ha

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sido, con excepciones, un invitadode piedra en los diálogos de paz. Ge-neralmente se ha movilizado por losactores del conflicto para presionar afavor de uno de los bandos o se hasometido acríticamente a las nego-ciaciones en nombre de un clamorgeneralizado por la paz. No obstante,siempre aparece como una fuerza coninnegable poder de negociación, deintermediación política yde movilización de la po-blación. Adicionalmenteel sindicalismo puedeconstituirse en un interlo-cutor a nombre de quienesno se sienten expresadospor el gobierno, las fuer-zas armadas, los parami-litares o la guerrilla. Elreconocimiento de su au-tonomía, que el movi-miento sindical ha exigidode los actores en conflic-to, podría permitir laconformación de un in-terlocutor nuevo en elcontexto político colom-biano.

En segundo lugar, hayen Colombia un eviden-te agotamiento y fraccio-namiento de la izquierday de los partidos políticostradicionales. Los prime-ros sucumbieron ante lacrisis del socialismo sovié-tico y el sandinismo, laaceptación del foquismo,la limitada influencia enla sociedad y la escasa re-novación de sus proyectos políticosante los cambios nacionales e inter-nacionales.

Los partidos tradicionales hanpreferido jugar a la opción multipar-tidista con la pretensión de desdibu-

jar sus nexos con las viejas maquina-rias y tratar de ganar adeptos. ElLiberalismo, por ejemplo, ha deam-bulado de candidaturas rígidas departido a la socialdemocracia y, re-cientemente, al multipartidismo sinpoder desvirtuar las vinculaciones delexpresidenteSamper conelnarcotrá-fico; igual cosa ha hecho el PartidoConservador.

Finalmente, el movimiento sin-dical ha ganado experiencia en ma-teria política. De hecho se haconstituido, en la administraciónPastrana, como la principal fuerza po-lítica opositora.

Es en este contexto que se entien-de la formación del Frente Político ysocial. Por mayoría, el pasado con-greso de la CUT aprobó como unade sus tareas centrales trabajar en laconformación de un Frente Social yPolítico que coordine en un movi-miento de convergencia diferentesorganizaciones sociales, políticas ypersonalidades que “...desde una po-

sición de autonomía respec-to al gobierno, los partidostradicionales y la insurgen-cia armada estén dispuestasa incidir en el proceso depaz, impulsar la lucha socialen contra del modelo dedesarrollo imperante conmiras a hacer prevalecer losintereses nacionales y elbienestar de la mayoría yexigir garantías para el ejer-cicio de la oposición ...” 25 .La lucha por una paz posi-ble y deseable, la reformapolítica democrática, la vi-gencia plena del Estado deDerecho en el marco de unmodelo de desarrollo socialson los puntos principalesde esta convocatoria con lacual pretenden los trabaja-dores inscribirse en el esce-nario de la vida políticanacional.

La novedad de la pro-puesta radica, a diferenciade otras experiencias defrente político del pasado,en que en esta ocasión sonlos trabajadores desde sus

propias organizaciones sindicalesquienes convocan a la unidad y par-ticipación políticas a diversos secto-res de la sociedad.

Varios son, sin embargo, los pro-blemas que debe superar este Frente

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Político y Social. En primer lugar,resolver lamanera comosedebeeva-luar el tema de la violencia que cer-ca al movimiento sindical. Las fuerzasen conflicto, en diferentes épocas,han intentado colocar al movimien-to sindical a favor de uno de los ban-dos. Las tensiones entre movimientoarmado y sindicalismo, a las cualeshicimos referencia anteriormente, laspresiones de los paramili-tares a los dirigentes y acti-vistas o la inclusión, sinprevia consulta, del movi-miento sindical en los actua-les diálogos de paz, son sóloalgunas de las manifestacio-nes de los enfrentamientospara lograr el control de lasconfederaciones.

La pretensión de algu-nos sectores que buscan queel movimiento sindicaltome partido por uno de losbandos en conflicto, biensea a nombre de una gené-rica “violencia revoluciona-ria” o bien como efecto dela persecución del paramili-tarismo, limita las accionesdel movimiento sindical ydel futuro Frente Político ySocial.

Quizás el aspecto quemás preocupa es el de ladenominada “violencia re-volucionaria”. En aparien-cia hay una violenciaplenamente justificada porser agenciada por actoresque supuestamente están con los in-tereses populares; entre tales actos es-taríanel secuestro, el boleteo, el nexocon el narcotráfico y los atentadoscontra las torres de energía y oleo-ductos. Históricamente la violenciaha sido un elemento central de las

transformaciones sociales. No obs-tante, y es la diferencia más impor-tante, habría que preguntarse si eltipo de violencia que se da en Co-lombia es plenamente revoluciona-rio. El sentido de la violenciarevolucionaria es definido porMerleau-Ponty como aquella quepuede crear relaciones más humanasentre los hombres. Creemos que los

métodos empleados por el movimien-to insurgente para financiarse o parafabricar una audiencia o noticias noestán permitiendo, ni permitirán enel futuro, relaciones más humanasentre los hombres. La violencia re-volucionaria tiene una distinción de

forma y de fondo con los métodosempleados hoy; por ello el tipo deviolencia ejercida en Colombia notiene futuro. De manera que es vitaltanto para el movimiento sindicalcomo para el Frente Político y So-cial deslindar el campo con este tipode violencia.

Esta polémicaque sehadesatadoal interior del movimien-to sindical renueva losdebates en torno a la vio-lencia contemporánea enColombia y especialmen-te a la manera como seconcibe su origen26 . Asi-mismo, este tema será im-portante en los diálogos depaz al momento de consi-derar cuáles son los deli-tos políticos, cuáles sonpropios de la guerra y cua-les no.

En segundo término,el Frente tiene el reto desuperar el escaso nexo queel sindicalismo tiene conlos distintos sectores de lasociedad y constituirse enun interlocutor que expre-se eso que se ha dado enllamar la sociedad civil.Para ello debe asimilarcríticamente la experien-cia del continente y depaíses europeos.

Un tercer aspecto esque el sindicalismo y elFrente deben generar res-

puestas que superen la consigna yse inserten adecuadamente en elcampo de las proposiciones. A pro-blemas tan severos como el desem-pleo, el subempleo y la reducciónde puestos de trabajo y salarios sedeben encontrar alternativas surgi-

“Buscando trabajo”, enfermo mental, Bogotá, c. 1930

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das e impuestas desde este tipo deorganizaciones.

En cuarto lugar, los vicios de lasorganizaciones políticas a nivel con-tinental –el clientelismo, el gamo-nalismo y las decisiones impuestas–,han llevado a un desgaste de los par-tidos tradicionales y a la aparición denuevas fuerzas, muchas de las cualeshan negado, como en Perú, la demo-cracia formal en nombre de la luchacontra la corrupción. De manera queel diseño de mecanismos de partici-pación que aseguren formas elemen-tales para la expresión de las ideasplantea al Frente el reto para inno-varpolíticamenteyeldiseñarunpro-yecto político coherente.

Finalmente, el Frente Políticotiene el reto de aprender y superar lalimitada experiencia de los frentespolíticos en Colombia, muy circuns-critos a la contienda electoral, a seraparatos de partido, a ser víctimas dela represión oficial o paraestatal y aser cooptados por el establecimientoo, como en el caso reciente de im-portantes sectores del magisterio co-lombiano, ser presa del clientelismo.

De no superar estas limitacionesy otras más, la manera como el sindi-calismo colombiano afronta los nue-vos tiempos, salvo algunos feudos,tenderá a desaparecer y no podrá en-frentar adecuadamente la globaliza-ción ni formular alternativas al país.

Comentario final

El movimiento sindical colom-biano se ha transformado en las dosúltimas décadas. A pesar de la debi-lidad numérica de los sindicalizados,queevidentementehadescendidoenlos últimos años, y de la limitada re-sistencia a reformas neoliberales, elsindicalismo se ha erigido como uninterlocutor con voz propia. Quizáslo más destacado ha sido que públi-camente afirma su dimensión políti-ca y trasciende el pliego de peticionesa los empresarios para dialogar conel Estado y el gobierno en torno a losplanes de desarrollo.

La propuesta de constitución deun Frente Político y Social, emana-da del seno de la CUT y respaldadopor un importante número de orga-nizaciones y partidos, no solamenterenueva al sindicalismo y expresa sutransformación, sino que inaugura, almenos eso comienza a señalarse pordiversos especialistas, una nueva épo-ca para las denominadas terceras fuer-zas en Colombia. De su consolidacióndependerá igualmente que la paz nose convierta en un acuerdo entreélites o en un acuerdo entre la granpotencia, Estados Unidos, y la direc-ción del movimiento insurgente conla intermediación del gobierno co-lombiano.

Citas

1 Sobre el particular véase Javier AguilarGarcía (Coordinador), Historia de laCTM, 1936-1990, México, Facultad deCiencias Sociales y Políticas, Institutode Investigaciones Sociales, Facultadde Economía, 1990.

2 Es el caso del dirigente VicenteLombardo Toledano en México, véaseMartín Tavira. Vicente Lombardo Tole-dano. Rasgos de su lucha proletaria. Méxi-co, Publicaciones Mexicanas, 1990.

3 No es extraño en el continente la can-didatura a los distintos cargos de elec-ción popular de reinas de belleza, ac-tores, miembros de las iglesias y acadé-micos.

4 Así por ejemplo, los partidos políticosen México dejan, momentáneamente,la discriminación y se pelean el votode organizaciones de homosexuales.

5 Un análisis de los nexos entre privatiza-ción y la variación en las relaciones deempleo en Julia O´Connell Davidson.Privatization and Employment Relations.The Case of the Water Industry. NewYork, Mansell, 1993, Cap. 1, “privati-zation and the variability of capitalistemployment”, pp. 1 y ss.

6 Aunque en Colombia sólo en los últi-mos años ha comenzado el debate so-bre la flexibilización, en varios paísesdel continente existen, desde finales delos ochenta, medidas en tal sentido.Véase para el caso venezolano PedroGalín y otros. La flexibilización laboralen Venezuela ¿Nuevo nombre o nuevarealidad?. Caracas, ILDIS, EditorialNueva Sociedad 1991; para MéxicoFrancisco Zapata (compilador). ¿Flexi-bles y productivos? Estudios de flexibili-dad laboral en México. México, El Co-legio de México, 1998. Una síntesis delproceso en América Latina en Enriquede la Garza. “Flexibilidad del trabajoen América Latina” en Revista Latinoa-mericana de Estudios del Trabajo. SaoPaulo, Año 3, No 5, 1997, pp. 128 y ss.

7 Así lo reconocen la mayor parte de losdirigentes sindicales de América Lati-na, véase a manera de ejemplo Fran-

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cisco Hernández Juárez y MaríaXelhuantzi López. El sindicalismo en lareforma del Estado. México, Fondo deCultura Económica, 1993, p. 126. Elcaso argentino en Arturo Fernández.Flexibilización laboral y crisis del sindica-lismo. Buenos Aires, Espacio Editorial,1997.

8 Esta perspectiva renueva un viejoprincipio del internacionalismo de laclase obrera. Véase una polémica so-bre la idea del sindicalismo mundialen Andreas Breintentellner. “El sin-dicalismo mundial, un posible inter-locutor” en Revista Internacional delTrabajo. Ginebra, Vol. 116, No 4,1997, pp. 575 y ss.

9 Véase las propuestas del Sindicato Na-cional de Trabajadores de la Educación(SNTE) en Elba Esther Gordillo. Laconstrucción de un proyecto sindical. Mitestimonio. México, Taurus, 1995.

10 Kirten S. Wever. “Utilidad de los sin-dicatos para subsanar las carencias so-ciales y económicas de los países avan-zados” en Revista Internacional del Tra-bajo. Ginebra, Vol. 116, No 4, 1997,pp. 485 y ss.

11 Este proceso supone igualmente latransformación del dirigente sindical,pues es evidente que ya el agitador debedar paso a alguien con una formaciónmás amplia y con la capacidad de dia-logar con los diversos sectores de la so-ciedad.

12 Hacemos referencia a los sindicatos ycentrales en las cuales el MOIR tenía

influencia, como la CDTC y luego laCGTD.

13 A mediados de 1980 se comenzó a dis-cutir la realización de un nuevo parocívico nacional; sin embargo nunca sefijó la fecha y, por el contrario, todoel trabajo se enfocó a la preparacióndel II Foro por los Derechos Huma-nos. Véase al artículo “Nueva traicióna la clase obrera” en Colombia Hoy. Bo-gotá, No 16 septiembre de 1980, pp. 4y ss.

14 El Partido Comunista tituló su sema-nario Voz Proletaria del 21 de marzo de1985 con la siguiente consigna: “Porla apertura democrática, tercer parocívico nacional”.

15 Concretamente el secretario general deCUT se pronunció contra las debilida-des del comité ejecutivo de la Centralante los criterios militaristas y los efec-tos negativos en la credibilidad de laCUT. Véase Informe del secretario gene-ral de la CUT ante el II congreso de estaorganización realizado del 4 y al 8 de di-ciembre de 1989.

16 Las diferencias entre el movimientosindical y las concepciones de los gru-pos insurgentes ha llevado a varias or-ganizaciones sindicales, incluida laUnión Sindical Obrera (USO), a pro-nunciarse en diferentes circunstanciascontra acciones del movimiento arma-do, especialmente la voladura de oleo-ductos y torres de energía.

17 Véase Martha Cecilia García. “Luchascívicas” en Cien Días. Vol. 6. No 26,mayo/junio de 1994, pp. 22 y ss.

18 Citado por Consuelo Ahumada en Elmodelo neoliberal y su impacto en la so-ciedad colombiana. Bogotá, El ÁncoraEditores, 1996, p.276.

19 El Tiempo informó sobre el récord deprotestas en la última década: 158 huel-gas. Véase El Tiempo, sábado 1 de mayode 1998, p. 14ª.

20 El Tiempo, 11 de octubre de 1998,p. 3a.

21 El Espectador, 25 de abril de 1999,p. 14.

22 El Espectador, 25 de abril de 1999,p. 14a.

23 El Tiempo, 29 de agosto de 1999, p.12.

24 Aunque la iniciativa se formula en elcongreso de la CUT es necesario acla-rar que diversas organizaciones sindi-cales y políticas se han sumado a la pro-puesta.

25 Frente Social y Político, Comité de Im-pulso: Luis Eduardo Garzón –Presidentede la CUT–, Apecides Alvis –Presidentede la CTC–, Alejo Vargas –académico–,Marcel Silva Romero –abogado laboralis-ta–, Oscar Molina –investigador–, An-tonio López –Presidente de la Corrientede Renovación Socialista–. Plegable, Bo-gotá, 1999.

26 Recordemos que la polémica entreanalistas giró en los años ochenta entorno a si el factor explicativo másimportante que esclarecía la violenciacontemporánea eran los sujetos –ladecisión individual– o las estructuraseconómicas, políticas y sociales.