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127 AyTM 10.2, 2003 INTRODUCCION Los castillos y fortalezas medievales res- pondieron a una multiplicidad de funciones, y experimentaron a lo largo del tiempo nume- rosas modificaciones, resultado en parte de la evolución en las tácticas de la guerra, de las armas, etc., pero también debidas a las diver- sas sociedades que los construyeron, y a la evolución de las mismas. Por ello, además del criterio cronológico, al estudiar las fortalezas peninsulares, debe tener- se en cuenta la sociedad que los construyó, debiendo diferenciar entre las fortalezas cons- truidas en Al-Andalus, y las edificadas en los diversos reinos feudales. Y ello porque las pri- meras fueron construidas por Estados centra- lizados como lugar de acantonamiento de sus ejércitos, caso del de Baños de la Encina (ACIÉN 1989), o como defensa de las comunidades campesinas, del que es un buen ejemplo el de El Berrueco (Lam. 1), cerca de Torredelcam- po (SALVATIERRA 1995). En consecuencia en su gran mayoría se trata de grandes recintos, sin prácticamente construcciones en su interior, con excepción de aljibes. Por el contrario los castillos de los reinos feudales fueron levantados por el señor de cada territorio, fuera este un individuo o un colec- tivo (Concejo urbano, Orden militar, etc.), no sólo como defensa frente a los musulmanes, sino para protegerse o agredir a otros señores, ya que los conflictos entre ellos fueron más fre- cuentes. Pero eran, sobre todo, los centros económicos y “políticos” desde los que se dominaba a la población. La conquista de cada uno de los territorios de al-Andalus fue segui- da con frecuencia de la transformación de las fortalezas andalusíes, o la construcción de unas nuevas. Pero las sucesivas transformaciones de la sociedad castellana repercutieron en cambios constantes, por lo que con frecuencia la ima- gen de estas fortalezas en las tierras del Sur, son producto de numerosas adaptaciones, cuya cronología apenas empieza a establecerse. En esta ocasión voy a referirme brevemen- te a las fortificaciones del Alto Guadalquivir (esencialmente la actual provincia de Jaén), desde la conquista del territorio por Fernan- do III (entre 1224 y 1246), hasta el final del siglo XV, cuando la centralización de la monarquía iniciada por los Reyes Católicos y la difusión de la artillería, supondrán el final de los castillos mili- tares señoriales, que se convierten en palacios residenciales de la nobleza cortesana. LA ORGANIZACION DEL TERRITORIO Al analizar las fortificaciones castellanas en el Alto Guadalquivir debe tenerse en cuenta como primer elemento que estas se adaptan a la organización social y política del reino. Por lo que se refiere a este último aspecto, Fernando III después de la conquista el valle del Guadal- quivir creó el Adelantado Mayor de la Fronte- De Guerreros a cortesanos. Transformaciones en los castillos del Alto Guadalquivir Vicente Salvatierra Cuenca Universidad de Jaén

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Page 1: Siglos XIII - XV

127AyTM 10.2, 2003

INTRODUCCION

Los castillos y fortalezas medievales res-pondieron a una multiplicidad de funciones, yexperimentaron a lo largo del tiempo nume-rosas modificaciones, resultado en parte de laevolución en las tácticas de la guerra, de lasarmas, etc., pero también debidas a las diver-sas sociedades que los construyeron, y a laevolución de las mismas.

Por ello, además del criterio cronológico, alestudiar las fortalezas peninsulares, debe tener-se en cuenta la sociedad que los construyó,debiendo diferenciar entre las fortalezas cons-truidas en Al-Andalus, y las edificadas en losdiversos reinos feudales. Y ello porque las pri-meras fueron construidas por Estados centra-lizados como lugar de acantonamiento de susejércitos, caso del de Baños de la Encina (ACIÉN1989), o como defensa de las comunidadescampesinas, del que es un buen ejemplo el deEl Berrueco (Lam. 1), cerca de Torredelcam-po (SALVATIERRA 1995). En consecuencia ensu gran mayoría se trata de grandes recintos,sin prácticamente construcciones en su interior,con excepción de aljibes.

Por el contrario los castillos de los reinosfeudales fueron levantados por el señor de cadaterritorio, fuera este un individuo o un colec-tivo (Concejo urbano, Orden militar, etc.), nosólo como defensa frente a los musulmanes, sinopara protegerse o agredir a otros señores, yaque los conflictos entre ellos fueron más fre-

cuentes. Pero eran, sobre todo, los centroseconómicos y “políticos” desde los que sedominaba a la población. La conquista de cadauno de los territorios de al-Andalus fue segui-da con frecuencia de la transformación de lasfortalezas andalusíes, o la construcción de unasnuevas. Pero las sucesivas transformaciones dela sociedad castellana repercutieron en cambiosconstantes, por lo que con frecuencia la ima-gen de estas fortalezas en las tierras del Sur,son producto de numerosas adaptaciones, cuyacronología apenas empieza a establecerse.

En esta ocasión voy a referirme brevemen-te a las fortificaciones del Alto Guadalquivir(esencialmente la actual provincia de Jaén),desde la conquista del territorio por Fernan-do III (entre 1224 y 1246), hasta el final del sigloXV, cuando la centralización de la monarquíainiciada por los Reyes Católicos y la difusión dela artillería, supondrán el final de los castillos mili-tares señoriales, que se convierten en palaciosresidenciales de la nobleza cortesana.

LA ORGANIZACIONDEL TERRITORIO

Al analizar las fortificaciones castellanas enel Alto Guadalquivir debe tenerse en cuentacomo primer elemento que estas se adaptan ala organización social y política del reino. Por loque se refiere a este último aspecto, FernandoIII después de la conquista el valle del Guadal-quivir creó el Adelantado Mayor de la Fronte-

De Guerreros a cortesanos. Transformacionesen los castillos del Alto GuadalquivirVicente Salvatierra CuencaUniversidad de Jaén

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ra, englobando Jaén, Córdoba y Sevilla, concompetencias esencialmente militares 1. Cuan-do este puesto se convirtió en el más alto cargode la justicia y el gobierno, aparecieron otrosaltos “responsables militares”, como el Con-destable de Castilla, creado por Juan I en 13822. Pero todos estos títulos que aluden a gran-des competencias tuvieron casi siempre unarelativa traducción sobre el territorio. En la prác-tica, el esquema organizativo era similar al exis-tente en Castilla, siendo la división esencial delterritorio entre tierras de realengo y señorío.

El Realengo

Las tierras de realengo se organizaban endistritos compuestos por una población de cier-ta entidad, con rango de ciudad o villa, quetenía jurisdicción sobre un territorio con unnúmero variable de aldeas, así como sobre lastierras, las aguas, etc. con amplias facultadespara organizar el territorio, lo que las diferen-cia de las islámicas, que nunca tuvieron com-petencias semejantes. Al finalizar la conquistade las tierras del Alto Guadalquivir, las tierrasde realengo quedaron distribuidas en siete dis-tritos correspondientes a las ciudades de Jaén,Baeza y Úbeda, y las villas de Andujar, Arjona,Santisteban del Puerto e Iznatoraf, aunque estaúltima muy pronto pasaría a pertenecer al Ade-lantamiento de Cazorla, el gran señorío for-mado por el arzobispado de Toledo en tierrasjiennenses.

Después de la conquista de cada localidadimportante, tanto las tierras (de cultivo, de pas-tos, bosques,...) como las casas y edificios delas localidades se repartía. Una parte quedabaa disposición del rey, para los más diversosusos, como la construcción de los alcázaresreales. Del resto, posiblemente la mayoría sereservaba como bienes de propios de la loca-lidad, es decir, el conjunto de tierras que losfuturos habitantes podrían emplear en común,como por ejemplo pastos, montes para obte-

ner leña, caza, etc. así como tierras para arren-dar o casas para alquilar, de los que el Conce-jo de la localidad obtendría rentas para pagarlos gastos que inevitablemente habría, desde lossueldos de los cargos públicos, a las obras defortificación de que se rodeaban las ciudades.

Con otra parte se establecían los donadios,lotes que se distribuían entre quienes habíanparticipado en la conquista. El tamaño de esoslotes dependía de si el beneficiario pertenecíao no a la nobleza, de su posición dentro deella, de su jerarquía militar, de sus hechos dearmas, etc. Un ejemplo de donadio entregadopor Fernando III en Jaén es el de Pero LuisZatieco, que participó en la conquista de Baezay recibió en donadio el castillo de Torrepero-gil, que ocupó y repobló.

Por su parte, los concejos de las ciudadesde realengo autorizarían a los propietarios detierras la construcción de numerosas torres-resi-dencia, de las que en Jaén quedan numerososejemplos (ALCÁZAR 2002), que por su aparien-cia podrían fecharse en la segunda mitad delsiglo XIII, como el de la Aldehuela. Otras pre-sentan un mayor número de elementos, comoel de Fuentetétar, en el que aún se aprecia lamuralla con torres en las esquinas la rodeaban.Estas construcciones serán la residencia de losgrandes propietarios, y aunque sirvieran comodefensa, su utilidad debió ser, frente a los musul-manes, más simbólica que real. La falta de inves-tigación arqueológica impide saber que otroselementos se articularon junto a las mismasdentro de los recintos. Muchas de ellas han lle-gado hasta la actualidad convertidas o integra-das en grandes cortijos, pero las actuales trans-formaciones que está sufriendo el campoamenazan con hacerlas desaparecer.

El Señorío

El señorío es la estructura económica bási-ca de la sociedad feudal, una sociedad cuya

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1 Por la situación de la frontera frente al reino de Granada, a mediados del siglo XIII el Adelantado estaba en Jaén. Destacó SánchoMartínez de Xodar, asentado en Jodar, localidad de la que según algunos autores habría tomado el nombre (Quesada 1989).

2 En Jaén se asentaron algunos de los primeros condestables, entre ellos Ruy López Dávalos (1399-1423) y Miguel Lucas de Iranzo(1458-1473).

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clase dominante es esencialmente militar, y quese basa en la explotación sistemática del cam-pesinado. Al señorío tradicional, en el que elseñor tiene todos los derechos sobre su pro-pia tierra, no debe pagar impuestos, y los cam-pesinos son siervos, se unió el Señorio Juris-diccional, en el que el señor no posee la tierra,sino una serie de derechos de censo sobretoda la producción, de monopolio, como porejemplo ser el propietario de los molinos, estan-do todos los habitantes del señorío obligadosa moler allí y pagar desde luego por ello; dere-cho a poner y cobrar las multas que acarrea-ban buen número de delitos, etc. Unos dere-chos que podían llegar a generar unos beneficiosconsiderablemente mayores que la posesióndirecta de la tierra.

Esta estructura económica estaba basadaen derechos y privilegios personales, y estos sólopodían justificarse en base a la función militarde sus detentadores, y por ello sólo podía man-tenerse mediante la guerra constante. Por ello,la sociedad feudal estará permanentemente enguerra, bien contra aquellos que estaban fueradel sistema (al-Andalus), como entre sí (luchasnobiliarias, contra el rey, etc.), aunque natural-mente cada una de las guerras libradas tienesu propia explicación individualizada en la recons-trucción del proceso histórico, lo que no dejade ser otra forma de justificación ideológica delas mismas.

Pero esa reconstrucción permite ver la pro-gresiva señorialización del territorio. Los esca-sos señoríos creados por Fernando III en Jaénfueron concedidos con el fin de que sus bene-ficiarios se encargasen de las respectivas zonasfronterizas, consiguiendo así una defensa autó-noma y flexible. Después, la mayoría fueronconcedidos para pagar o conseguir apoyos enlas continuas luchas por el poder que enfren-tó a las facciones nobiliarias castellanas. Desdela segunda mitad del siglo XIII hasta la segun-da del XV, debido a los avatares de la guerra,numerosas fortalezas pasaron constantementede unas manos a otras, y en ellas se advierteel “intercambio” de los avances militares entrecastellanos y nazaríes.

LAS PRIMERAS FORTIFICACIONESCASTELLANAS Y LA ORGANIZA-CION DE LA FRONTERA

Inmediatamente después de la conquista delterritorio, los castellanos se limitaron por logeneral a reutilizar las fortalezas existentes enépoca islámica. Como hemos indicado, des-pués de la conquista del Alto Guadalquivir,Fernando III estableció unos señoríos que, encierto aspecto, funcionaron como “marcas fron-terizas” encargadas de la defensa del territorioy de proseguir los avances sobre territoriomusulmán (Fig. 1).

En el extremo Oriental de la actual provinciade Jaén, la Orden de Santiago recibió ampliaspropiedades en la Sierra de Segura, proyec-tándose hacia el sur en dirección a Galera yOrce como territorios a conquistar en el futu-ro, situando su encomienda o centro de gobier-no en Segura de la Sierra (SALVATIERRA 1999).Esta población, fundada posiblemente a finalesdel siglo IX o principios del X, contaba conmurallas, y un recinto en la cima del cerro.Tanto la muralla urbana como el castillo habíansido reforzadas en el siglo XII, construyéndo-se en la cima un baño y posiblemente un peque-ño palacio (SALVATIERRA et alii 2001; SALVATIE-

RRA, VISEDO 2002). La Orden de Santiagoreforzaría ambos; sobre la fortaleza islámicaconstruiría en fecha no determinada un esplén-dido castillo, con una gran barbacana de torressemicirculares, y dotado de una monumentaltorre del homenaje, iglesia, y otras dependen-cias, ubicándose en el patio de armas un granaljibe (Fig. 2; Lám. 2); este patio presentaba, des-pués de la restauración de 1968, la estructu-ra de un claustro, algo muy poco corriente, loque nos lleva a pensar que poco tenía que vercon la estructura original.

En una banda paralela a la anterior, actuóDon Rodrigo Ximenez de Rada, arzobispo deToledo, que conquistó Quesada, Tíscar y Cazor-la y buena parte de las sierras de ese sector,con la intención de proyectarse hacia Baza, quele sería entregada tras su conquista, según elacuerdo que estableció con Fernando III. No

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obstante, el rey permutaría después con elarzobispo Don Sáncho esos derechos por laentrega de la villa de Iznatoraf. El conjunto for-mará el amplio señorío del Adelantamiento deCazorla. Inicialmente la “capital” del Adelanta-miento fue Quesada, pero cuando esta fueentregada a Ubeda, los obispos eligieron Cazor-la, cuyas defensas reforzaron de forma consi-derable. Además de la fortaleza central, unosy otros levantará otras muchas a lo largo desus dominios: La Iruela, Cinco Esquinas (Lam.3), Tiscar, etc. (CEREZO, ESLAVA 1989; SALVATIE-

RRA 1998:209-217).

En el extremo occidental de la provincia, laOrden de Calatrava situó el centro de su enco-mienda en Martos (Lam. 4), cerrando el cercoa Jaén por ese flanco, separándola de posiblesayudas de Córdoba y, tras la conquista de laciudad, proyectándose hacia el Sur, sirviendo debastión frente a las incursiones de los nazaríespor Alcalá La Real. Puesto que otros autoresvan a ocuparse de las posesiones de esta Ordenen estas mismas jornadas las obviaremos aquí.

Fernando III completó las defensas de Jaénestableciendo en el flanco sur varios señoríoslaicos, que se repartían la frontera. El de Sán-cho Martínez de Xodar, Adelantado Mayor dela Frontera, situado en el extremo oriental deSierra Mágina, integró probablemente las loca-lidades de Jodar, Bedmar Y Albanchez, y esta-ba encargado de controlar los pasos del Jan-dulilla. No obstante algunas de esas poblacionesle fueron concedidas al Concejo de Baeza alque deberían volver tras la muerte de SanchoMartínez.

Bedmar está entre las fortificaciones en lasque se utilizó inicialmente el antiguo recintomusulmán (Lam. 5), cuyo último reducto erauna cueva natural, pero sin casi modificaciones.El mismo no ha sido excavado, y en principiono parece que hubiera grandes construccio-nes, desde luego no parece que se levantasetorre del homenaje, ni elemento semejante. Esmuy posible que el recinto englobase tambiénen principio a la población, y que tras la con-quista, la localidad se extendiese por el exte-rior como en la actualidad. Una situación seme-jante pudo darse en Albánchez.

Si el señorío anterior debía defender laentrada hacia Ubeda y Baeza, para proteger lasvías directas de acceso a Jaén Fernando III creóel de Día Sánchez de Funes en Carchel y Caza-lla (Lam. 6). Demasiado adelantado hacia terri-torio nazarí, fue destruido en 1368 por losmusulmanes (ALCAZAR 2002).

Por último el propio concejo de Jaén con-taba en la frontera con la defensa adelantadadel castillo de Otiñar (Lam. 7). J. González(1980) propuso identificar este lugar con laalquería islámica de Atorimar, saqueada porFernando III en 1228. El elemento más antiguoexistente en el lugar es un recinto de ciertotamaño, que presenta varias fases, la más anti-gua de las cuales quizá podría fecharse en elsiglo IX. Sufrió múltiples adiciones y modifica-ciones, una de las últimas incluyó la construc-ción de una puerta en codo protegida portorres, hoy arruinadas.

LA SEÑORIALIZACIONDEL TERRITORIO

Durante los siglos bajomedievales la luchade fronteras contra los musulmanes fue sóloesporádica. En realidad los periodos de paz, oen los que las luchas se limitaban a simplesescaramuzas, fueron más abundantes que losde guerra abierta. Las verdaderas luchas seprodujeron entre la corona, la alta nobleza ylos concejos urbanos. Lo que se ventilaba erael modelo de Estado, o dicho de otra forma,el control de los recursos y las rentas de la tie-rra. Por un lado, estaban los defensores de laprimacía monárquica, entendiendo el reinocomo patrimonio del rey. Por otro, la concep-ción feudal aristocrática, que procuraba limitarconsiderablemente el poder real, y pretendíala primacía nobiliaria en base a la señorializa-ción de todo el territorio. Y en tercer lugar elmodelo de los concejos urbanos, dominadosinicialmente por la mediana nobleza y según laszonas por una muy incipiente burguesía, quepuede considerarse que pretendían una espe-cie de contrato derivado de un acuerdo entretodos los pobladores para determinar las nor-mas por las que se van a gobernar, y de todosellos con el rey. Los tres sectores se enfrenta-

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rán en una compleja y contradictoria lucha, enla que los cambios de alianzas fueron frecuen-tes según la situación. Simplificando podemosconsiderar que el desenlace se produce con laguerra entre Pedro I y Enrique II, la victoria deeste en 1369 será la de la alta nobleza, quedominará durante todo el siglo XV, dominio quese traduce en una profunda señorialización delterritorio.

En el curso de estas guerras muchos de losantiguos linajes nobiliarios desaparecen, pero sur-gen nuevas familias, que deben su ascenso ini-cial tanto a la práctica militar, como sobre todoa la obtención de cargos en la corte, al desem-peño de los cuales seguirá la concesión de tie-rras, que finalmente convierten en señorío. Setrata de una nobleza de servicio, que trata deacaparar los cargos y puestos de gobierno yadministración del reino, por los amplios bene-ficios que reportan.

Los nuevos señoríos laicos que se crean enJaén a partir de Enrique II se situaron en elinterior, controlando amplias extensiones delas campiñas. Entre los más importantes estu-vo el de los Benavides, abarcando numerosastierras al Norte del Guadalquivir. De sus for-talezas por lo general sólo ha sobrevivido la torredel homenaje y parte de las murallas que rode-aban los recintos, ya que con frecuencia hanseguido siendo el centro de importantes hacien-das hasta época reciente, caso de Espeluy (Lam.8), o caídos en el abandono, como el de Esti-viel (Lam. 9). La falta de una investigación arque-ológica detenida impide por el momento cono-cer detalles a cerca de las estructuras nomilitares, que es lo que ahora nos interesa.

La Guardia pasó en el siglo XIV a manosde los Mexía, que aprovecharían un gran recin-to musulmán para levantar su castillo (Lams. 10y 11), que en el siglo XVI sería adaptado parapalacio. Muchos otros nobles obtuvieron tam-bién señoríos, en el territorio, si bien de menorentidad.

La iglesia ya había sido una de las grandesbeneficiarias de la conquista, recibiendo unaparte importante del botín, incluyendo las mez-quitas y quizá la mayor parte de las posesio-

nes de estas. Las diversas entidades eclesiásti-cas (obispados, conventos, etc.) no dejaríannunca de solicitar nuevas mercedes a reyes ynobles, llegando a ser en el siglo XVI, en lamayor parte de las ciudades de realengo, lamayor propietaria. En general la iglesia tuvo suspropiedades en el entorno de las grandes pobla-ciones o en el interior. Con frecuencia, los obis-pos, auténticos señores feudales, emplearíanlas fortificaciones ya existentes en sus tierras,caso de la torre de Begijar (Lam. 12), cedidaal obispado de Jaén por Fernando III en 1249.Aunque también construyeron muchas otras,pero de las mismas no queda demasiado, yaque fueron las fortificaciones más frecuente-mente transformadas por sus propietarios entrelos siglos XVI y XVIII, o derribadas después dela desamortización del siglo XIX.

La nuevas fortificaciones

El progresivo control del territorio por partede los castellanos les permitió muy prontointroducir algunos cambios en las fortalezasislámicas, dada la distinta función que los mis-mos tenían. La más importante de estas trans-formaciones, como ya hizo notar M. Acién(1999), es la notable reducción del espacio for-tificado, generalmente mediante la construc-ción en el interior de los grandes recintos deun castillo o alcázar, que será el espacio real-mente habitado.

Esta reducción del espacio debió producir-se en el castillo de Baños de la Encina, dondela gran torre del Homenaje del extremo, quedomina la población (Lam. 13) y el extrañotorreón que se alza en sus proximidades conec-tado con ella (Lam. 14) que formaban partede un pequeño alcázar, como puede verse enun dibujo de Ximena Jurado, autor del sigloXVII, aunque en la actualidad falta un lienzopara cerrar el espacio. La forma en D de la torretenía como objetivo desviar más fácilmente lasgrandes piedras de las primeras piezas de arti-llería, lo que fecharía su construcción en lasegunda mitad del siglo XIV, o a principios delsiglo XV.

El segundo elemento que integra esas modi-ficaciones es la construcción de la Torre del

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Homenaje, cuyo tamaño irá en constanteaumento, y que será también el lugar de repre-sentación del poder. Quizá ya en la segundamitad del siglo XIII en estas torres aparecen losmatacanes, que luego se trasladan a otrosmuchos puntos de las fortalezas, y que apare-cen representados en algunas miniaturas de lasCántigas de Sta. María de Alfonso X, aunquesu difusión será muy lenta y desigual. Se tratade pequeños “balcones” situados sobre cane-cillos que se proyectan al exterior, protegien-do sectores débiles de los muros, por ejemploencima de las puertas, en las esquinas o sim-plemente rompiendo la continuidad de losmuros, consiguiendo así ángulos de tiro latera-les, que podían proteger fácilmente el pie delas torres (Lam. 15). Es lo que se ha denomi-nado “flanqueo en altura”.

En tercer lugar habría que referirse a lasedificaciones levantadas dentro del recinto delos castillos. Pese a que con frecuencia se repre-senta a muchos de estos como si en su inte-rior la mencionada torre del Homenaje fueseel único elemento, parece mucho más proba-ble que junto a la misma proliferasen otrasconstrucciones: viviendas para los servidores,cocinas, talleres, almacenes, caballerizas, etc.aunque en muchos casos han desaparecido,unas por estar realizadas con materiales muyendebles y otras por las constantes modifica-ciones sufridas a partir del siglo XV. Aunquela falta de datos proviene también en granmedida de la escasa investigación. Un indiciode la importancia que debieron tener algunasde esas edificaciones la proporciona el hechode que entre los siglos XIII y XIV haya noticiasde “casas” reales en castillos. Y cabe suponerque buena parte de la nobleza procurase imi-tar la forma de vida de los reyes. Es posibleque esas “casas” fuesen las propias torres, peropor el momento no hay estudios concretosacerca de ello.

La división en sectores de la frontera conel reino nazarí establecida por Fernando III semantendrá en general a lo largo de toda la bajaEdad Media. Las principales variaciones en ellafueron la ruptura del gran señorío de SánchoMartínez de Xodar, cuyas posesiones pasaríana manos de las Ordenes Militares o formarían

otros señoríos laicos, en un proceso cambian-te, que se entrelaza con la historia de la fron-tera, y que fue analizado detenidamente porTomás Quesada (1989).

En Otiñar, fortaleza avanzada de la ciudadde Jaén, aunque los castellanos mantuvieron elrecinto islámico e incluso lo reforzaron, entrelos siglos XIV y XV concentraron la mayorparte de sus actuaciones en el extremo Sur,donde levantaron un pequeño alcázar, redu-ciendo considerablemente la superficie real-mente ocupada (Lam. 16). El frente de dichoalcázar está formado por una muralla, con dostorres de planta cuadrada ligeramente adelan-tadas con respecto al lienzo que las une, laoriental contiene la puerta de acceso al inte-rior del alcázar. Se trata de una puerta de sec-ción rectangular, cubierta con una bóveda demedio cañón, que sirve de suelo a una habi-tación elevada de planta cuadrada. El acceso aesta se realizaba por una escalera situada a laizquierda de la entrada. La habitación tenía dosventanas-saeteras, en los lados Norte y Oeste,y se cubría con una bóveda de ladrillo, de medianaranja. Encima debía haber una terraza. Latorre occidental es maciza, pudiendo acceder-se a su parte superior subiendo por las rocasque hay a la derecha de la puerta de entrada.

En el interior del recinto, los lados Este ySur están limitados por el cortado del cerro,sobre el que se situó una muralla, apenas unparapeto. El ángulo Suroeste estaba ocupadopor una estancia de la que sólo se conserva lapared oriental, donde estaba la puerta, mien-tras que las de los lados Sur y Oeste, sobre elbarranco, prácticamente han desaparecido. Ellado Norte está limitado por una elevaciónrocosa, donde se alza la Torre del Homenaje,aprovechando que la roca formaba en esepunto un podium de unos 4 mts., lo que refuer-za sus posibilidades defensivas, a lo que seañade el hecho de que está separada de lamuralla y torre occidental exteriores por unestrecho "pasillo", que sin duda dificultaría su asal-to. La Torre del Homenaje es de planta irre-gular, aunque de tendencia cuadrada, aprove-chando al máximo la elevación rocosa. Teníados plantas superpuestas. La entrada se sitúaen la cara Sur. En la actualidad puede subirse

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con cierta dificultad por la roca, desde el inte-rior de la habitación del ángulo. La primeraplanta estaba dividida en dos salas cubiertaspor bóveda de medio cañón orientadas endirección Norte-Sur. La segunda planta es muysimilar, aunque sus bóvedas están orientadasen sentido Este-Oeste, muy posiblemente pararepartir las cargas. El acceso de una habitacióna otra se hacía mediante una escalera interior,hoy derrumbada.

El resto del espacio del antiguo recinto islá-mico quizá fuera empleado como “patio dearmas”, para guardar ganado, o simplementequedó sin uso. En realidad es posible que tuvie-se esas funciones a lo largo del tiempo que estu-vo en uso. La construcción del alcázar suelefecharse entre finales del siglo XIII y la prime-ra mitad del XIV, pero la única noticia que nosha llegado acerca del mismo es de 1464, delas Ordenanzas de Jaén, que indica que en estafortaleza sólo había una guarnición de tres hom-bres, con funciones exclusivamente de vigilan-cia de la ruta hacia Granada (SALVATIERRA 1995).

En Bedmar la antigua fortificación musul-mana y reutilizada por los castellanos, fue toma-da repetidamente al asalto por los nazaríes, loque hizo que en el siglo XV se levantase unanueva fortaleza, más poderosa militarmente,pero también con mayores comodidades (Lam.17). Está a menor altura, y aunque las defen-sas artificiales sean considerablemente mayo-res, al mismo tiempo la existencia de diversassalas cubier tas con bóvedas y dotadas deamplios ventanales, dan una imagen bastante ale-jada de las fortalezas de las épocas anteriores.La imagen se completa con el hecho de queesta fortaleza se sitúa en las inmediaciones dela población, facilitando un acceso más cómo-do desde la misma y protegiéndola.

Por lo que se refiere a Albánchez, tampo-co el antiguo recinto islámico parece que expe-rimentase cambios, pero en el siglo XV se cons-truyó un minúsculo castillo en lo alto de lapeña que domina la población (Lam. 18). Porsu tamaño y la dificultad de acceso resulta evi-dente que no estaba destinado a residencia,pero sí resultaba un perfecto último reductodefensivo.

A estas localidades de Sierra Mágina hayque agregar Huelma, que fue conquistada enla segunda mitad del siglo XV. En ella se obser-va la modificación de las fortalezas islámicascon los mismos criterios que se habían emple-ado anteriormente. En el interior de un granrecinto islámico, donde estaría la zona resi-dencial, se levantó un nuevo castillo que actua-ría de alcázar y zona exclusivamente defensi-va, sin olvidar desde luego su alto contenidosimbólico (Lam. 19). Presenta planta casi cua-drada (13,95 x 11,40 m) con dos grandes torre-ones en el lado Sur, dotados de buzones en almenos dos alturas. En el ángulo Oeste se apoyadirectamente en un gran peñasco, cortado apico, que supone una poderosa defensa. Granparte del interior está ocupado por un aljibe(10,20 x 5,60m.). A parte del mismo y de lasescaleras y aterrazamientos que salvan los des-niveles del interior no hay otras construccio-nes. Su fecha está en discusión; pudo ser levan-tado por D. Beltrán de la Cueva primer duquede Alburquerque que recibió la fortaleza en1465. Pero E. Cooper (1991) considera quedebe ser de la primera mitad del siglo XVI porlos buzones artilleros, pese a que en esas fechaslas limitaciones impuestas por la corona paraque la alta nobleza edificase fortalezas son yanumerosas. Es posible que se hiciera una excep-ción con el duque de Albuquerque, por suapoyo a Carlos I durante la guerra contra loscomuneros, que tuvieron en la ciudad Baezauno de sus principales partidarios en el AltoGuadalquivir.

La residencia nobiliaria

En principio, cuando la nobleza se instale enlas ciudades, llevará consigo las torres, que pro-gresivamente empezarán a jugar otros papeles.Así, la ubicación de algunas de ellas en la mura-lla defensiva, a menudo flanqueando o for-mando las puertas, suponía también un ciertocontrol de la ciudad y de los recursos queentraban en la misma. Por ello, son los propioslinajes los que costean su construcción y sumantenimiento. Algunas probablemente fueronresidencias, y también serían lugares dondepoder refugiarse en caso de que el desarrollode los enfrentamientos urbanos así lo requi-riesen. Entre las torres que pudieron cumplir

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estos múltiples fines se encuentra la de los Alia-tares en Baeza, de planta cuadrada, que sirvióde defensa a la Puerta del Cañuelo, y de la quese sabe que al menos en 1341 estuvo contro-lada por el linaje de García Calvente, vincula-do al bando de los Carvajales, que ese añodominaban el Concejo de la ciudad. Pero afinales del siglo XV la torre perderá definitiva-mente su papel de residencia. Seguirá mante-niéndose como símbolo, pero ya muy reduci-da en tamaño. Es el caso del palacio delCondestable de Castilla Miguel Lucas de Iran-zo, en Jaén (MAÑAS 1982; MATA CARRIA-ZO 1975), y en el que la torre sólo juega unpapel testimonial, como reducido tercer piso,que sirve de ventanal durante las fiestas, peropoco más, sustituido en sus funciones de repre-sentación por el gran salón mudéjar que elCondestable se hace construir en la planta bajadel edificio.

Pero incluso en el ámbito rural, se produ-ce en esta época una profunda transforma-ción, y la torre deja de ser el principal ele-mento residencial. Para este mismo sigloempezamos a contar con un amplia variedadde datos. En esa época, junto a los grandes cas-tillos militares (Arévalo, Montalbán, etc.) pre-parados para acoger la artillería, y con una fina-lidad de exhibición del poder de la alta noblezay de los reyes, ya que todos se sitúan muylejos de las fronteras, van a hacer su apariciónotros menores, unos levantados por los gran-des nobles y otros por miembros de la nuevaoligarquía urbana, caracterizada por residir gene-ralmente en ciudades, y ostentar también altoscargos en la administración del reino, habien-do ascendido socialmente en el ambiente dela formación de la nueva nobleza de servicioimpulsada por los trastámara. Estas familias vana invertir los grandes recursos que su nuevaposición les reporta, en la adquisición de unseñorio a imitación de la gran nobleza, y a laconstrucción de su correspondiente castillo. Suestructura militar es menos relevante que enlos primeros, porque en ellos adquiere impor-tancia el ámbito residencial (Cobos, Castro1990). De planta generalmente cuadrada, suscaracterísticas principales son:

Estructura defensiva:

• Torres circulares en las esquinas

• Torre del Homenaje en una esquina o enel centro de un lienzo

• Acceso a los adarves desde la torre o porescalera independiente

• Puerta principal junto a la última torre

• La puerta comunica con un patio con acce-sos desenfilados

• Puede estar cubierto por troneras de tirorasante

Estructura residencial:

• El patio de acceso da a un patio porticado

• Estancias en torno a él. Paredes exterioresson las del castillo

• Dos o tres crujías con dos alturas de pór-tico (arcos o zapatas)

Es decir, en estos castillos los sectores defen-sivo y residencial aparecen claramente dife-renciados. Frente a la concepción anterior enla que ambos formaban una unidad, en la quela torre del homenaje era al mismo tiemporesidencia del señor y último reducto de defen-sa, ahora esta torre es sólo defensiva, mientrasque la residencia se articula en tono a un patioporticado, resultado de la conversión de la anti-gua plaza de armas, que deja de articular el espa-cio defensivo.

En la frontera jiennense aparecen fórmulasintermedias, como el de Tobaruela (Lam. 20),que estaba en construcción en 1498, cuandolos RR.CC. llegan a ordenar su paralización. Setrata de una fortaleza cuadrada, aparentementeinacabada. Cuenta con una gran torre en elángulo Suroeste con una curiosa planta bilo-bulada, que puede interpretarse como un inten-to de encontrar soluciones frente a la artille-ría. El interior del castillo se articula en tornoa un patio con arcadas, aunque sólo se con-servan las de uno de los lados, que se com-

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plementa en altura con grandes ventanales apo-yados en columnas, del mismo ancho que losintercolumnios de la planta baja. Las habitacio-nes se distribuían en torno a este patio, y sobretodo en la planta alta.

La evolución del modelo de estos castillosresidenciales, que había conducido a una pro-gresiva reducción de la altura de la torre delhomenaje, llega a principios del siglo XVI a sucompleta desaparición, mientras que el espa-cio que ocupaba sirve para mejorar la articu-lación del espacio residencial, siendo el castillode La Calahorra que domina el paso de Gua-dix a Almería, el que representa perfectamen-te este modelo. Fue levantado por orden deRodrigo de Vivar y Mendoza, marques delCenete, hijo del cardenal Mendoza.

Resulta por ahora muy difícil determinar siestos “castillos residenciales” son el resultadodel traslado al campo de experiencias urbanas,o si por el contrario estás últimas son trasun-to de las rurales. Posiblemente se trata de unproceso mixto, en el que las precedencias resul-tan bastante relativas, dada la rapidez con quepasan de un ámbito a otro. No obstante, pare-ce bastante verosímil que el proceso se inicieen la ciudad, al agregar a la torre situada en estaúltima, algunos elementos característicos de lacasa-palacio islámica: el patio que articula elespacio, y la existencia de una sala para la recep-ción y representación, donde se concentra lamayor parte de la decoración. De esta forma,la casa-torre, de fuerte apariencia militar haciael exterior, se refina hacia el interior. De losrestos conservados en esta época cabe dedu-cir que este tipo de edificios se construirían entapial, mampostería, o ladrillo, con entramadode madera en su estructura, y con patios y gale-rías sostenidos por pies derechos y zapatas.

Pero si lo anterior sirve para las residenciasy fortificaciones de la alta nobleza, sólo nosinforma relativamente de la evolución de lamayor parte de las edificaciones de la media-na y baja nobleza, o de los grandes propieta-rios no nobles. La arqueología en los últimosaños empieza a proporcionar datos acerca dela variedad de soluciones y de la notable com-plejidad de los asentamientos rurales, muy lejos

de una supuesta homogeneidad. Nos limitare-mos a dos ejemplos, que se sitúan por deba-jo de los anteriores en la escala de riqueza. Elprimero es el castillo de Torreperogil, centrodel donadio de Pero Luis Zatieco (Fig. 21). Lasexcavaciones efectuadas en el mismo hace unosaños (CASTILLO et alii 1992), nos proporcio-nan una idea bastante clara de como debíanestar organizadas internamente este tipo defortalezas a finales de la Baja Edad Media. Elrecinto, de tendencia rectangular, estaba deli-mitado por una gran muralla y cuatro torresconstruidas en distintos momentos (S. XIII-XV),de las que sólo se conservan dos, constitu-yendo por tanto un importante conjunto defen-sivo. Pero la mayor parte de la superficie inte-rior estaba ocupada por edificios de una solaplanta, adaptados a la roca y en ocasiones exca-vados en ella. Junto a estancias donde se desa-rrollaría la vida diaria, había espacios para coci-na, almacenes, bodegas, aljibes, etc. comunicadospor espacios que, al no conservarse las cubier-tas, tanto pueden ser considerados pasilloscomo calles.

Un caso distinto es el de las propiedadesarticuladas en torno a una casa-torre, que rode-aban Jaén (ALCAZAR 2002). No es fácil saber sise trata en estos casos de un menor poder eco-nómico, o de que sus propietarios viven en laciudad, y por tanto sus residencias rurales tie-nen menor desarrollo. Un buen ejemplo es lade Peñaflor (Lam. 22), excavada por nosotrosentre 1989 y 1991. En el mismo no hay unagran torre, como parece ser característico delsiglo XIII, sino que se trata de un pequeño cas-tillo, con cinco habitaciones en torno a un patio,cuya defensa era sólo su posición, dada la debi-lidad de los muros. Por debajo del castillo habíados grandes recintos y 7 habitaciones anejas aellos (SALVATIERRA....) El Conjunto parece cons-tituir las instalaciones ligadas a una “dehesa pro-pia” concedida por el concejo de Jaén, y cita-da en la documentación del siglo XV (QUESADA

1994). En una terraza inferior, al Norte del Cas-tillo, había un pequeño cortijo. No sabemos aúnlo suficiente acerca de como se organizaba lavida en estos lugares para determinar si era laresidencia de los propietarios o sólo la de loslabradores encargados de la propiedad. En favorde esto último está el hecho de que sus muros

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eran muy endebles, que no aparecen elemen-tos relevantes, y que no se techaron con teja,algo que por ejemplo si sucedió en parte enel castillo y en las habitaciones adscritas a loscorrales de la dehesa. Sin embargo, también esmuy posible que en su origen (¿siglos XIII-XIV?),el castillo fuese no sólo atalaya sino también laresidencia, y sólo después se construyese elcortijo. En cuanto al propietario, sabemos queel lugar fue adquirido a finales del siglo XIV porD. Fernando, obispo de Córdoba, el cual locedió a su primo Luis Méndez de Contreras,vecino de Jaén, que aparece como propietariodel mismo en 1404. En 1490 era propiedad aLuis de Peralta, caballero veinticuatro de Jaén.

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ÚbedaBaeza

Martos

Jódar

Víboras

Alcaudete

Alcalá la Real

Porcuna

Higuera

Arjona

Villardompardo

Lopera

Andújar EspeluyJabalquinto

Mengíbar Estiviel

Navas de Tolosa

Vilches

Bailén

Santisteban

Las Navas

ChiclanaSegura

Hornos

OrceraSiles

T. de AlbánchezGénave

Villarrodrigo

La Puerta

Beas

Iznatoraf

Sabiote

Garcíez

BedmarAlbánchez

Toya

Quesada

Cazorla

La GuardiaTorres

Jimena

ArbunielSusana

JAÉN

CazallaCarchel

O. de Santiago

Señorío de Quesada

O. de Calatrava

Martínez de Xodar

Sánchez de Funes

Señorío de Benavides

Ciudades de realengo

Villas de realengo

REINO NAZARÍ

Fig. 1. La organización del territorio en tiempos de Fernando III.

Fig. 2. Castillo de Segura de la Sierra.

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Lám. 1. Castillo de El Berrueco.

Lám. 2. Castillo de Segura

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Lám. 3. Castillo delas Cinco Esquinas.

Lám. 4. Martos, con el castillourbano y la fortaleza de la Peña.

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Lám. 5. Castillo Viejo de Bedmar.

Lám. 6. Castillo de Cazalla.

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Lám. 7. Recinto de Otíñar.

Lám. 8. Espeluy.

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Lám. 9. Castillo de Estiviel.

Lám. 10. Recinto de La Guardia. Según J.L. Castillo.

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Lám. 11. Castillo de La Guardia. Según J.L. Castillo.

Lám. 12. Castillo de Begíjar.

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Lám. 13. Torre del Homenaje del Castillo de Baños de la Encina.

Lám. 14. Interior del Castillo de Baños.

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Lám. 15. Castillo de Jódar con matacanes.

Lám. 16. Castillo de Otíñar.

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Lám. 17. Castillo Nuevo de Bedmar.

Lám. 18. Castillo de Albánchez.

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Lám. 19. Castillo de Huelma.

Lám. 19. Castillo de Tobaruela.

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Lám. 21. Interior del castillo de Torreperogil.

Lám. 22. Castillo de Peñaflor.