si yo fuera pedro infante
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©Revista Izla
Si yo fuera Pedro Infante
Si yo fuera Pero Infante, del escritor venezolano
Eduardo Liendo (Caracas, 12 de enero de 1941), es
una novela impetuosa. Parece una de esas obras
escritas en el calor de una tarde tropical; esas en las
que nos vaciamos dejándonos llevar por las aguar
rabiosas del verbo.
La obra mezcla ingeniosamente tres historia.
Primero está la del oficinista venezolano Perucho
Contreras, un hombre casado que en medio de una
larga convalecencia, una noche infernal trata de
conciliar el sueño. Su esposa está en Chile, en un
viaje negocios. Aparte de eso, afuera de su casa la
alarma de un carro lleva horas y horas de gritos
lastimeros de perro herido.
Perucho piensa que un macho de verdad bajaría y
le prendería fuego al carro, sin temor alguno. Un
hombre como Pedro Infante, se dice. Y luego
imagina lo que sería su vida de oficinista si él fuera
Pedro Infante; el milamores. En esa divagación se
cuela la voz de Pedro Infante; la segunda historia.
El charro, como dando una entrevista, canta
fragmentos de las canciones que más le emocionan,
las que más recuerdos le traen. Nos hace un
recorrido por sus inicios, la primera guitarra, la
primera canción que interpretó, el viaje a Ciudad de
México, la pobreza, el hambre, y, finalmente, cómo
poco a poco su voz y su carisma fueron
reconocidos en todo el orbe. Cuando Pedro
Infante interpreta el fragmento de una canción en la
novela, surge un tercer personaje; el Perucho joven,
©Revista Izla
el del primer amor que también fue el primer
fracaso, que imagina qué tan distinta habría sido su
vida de haber actuado como un Pedro Infante frente
al temor del primer beso, de amar locamente,
siempre y ante a toda circunstancia.
Una novela ágil, divertida, en la que se
mezclan dos naciones y dos generaciones:
Venezuela y México; la primera y la segunda mitad
del siglo XX. Novela que se une al océano de
novelas hispanoamericanas en las que se mezcla el
sentir folclórico del pueblo, con la imaginación
ardiente de quien vive un drama. Evoca grandes
novelas como Ella cantaba boleros de Cabrera
Infante, El entierro de Cortijo de Edgardo
Rodríguez Julia, La importancia de llamarse Daniel
Santos de Luis Rafael Sánchez, La hora intima de
Agustín Lara de Alejandro Aura, La noche triste de
Chano Pozo de Leonardo Padura (LIBRO
BESTIAL), y hasta los mismísimos poemas
Songoro Cosongo y Ablabadu de Nicolás Guillen,
musicalizados por Héctor Lavoe. Todo parece estar
ahí, como el aire que se habita.
Edita: Monte Ávila Editores.
Héctor J. García