shelley mary-frankenstein o el moderno prometeo

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    FRANKENSTEIN

    o

    El Prometeo Moderno

    1818

    Mary Shelley

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    NDICEVOLUMEN I...............................................................................................5

    Prlogo.................................................................................................5

    CARTA 1..............................................................................................7

    CARTA 2............................................................................................11

    CARTA 3............................................................................................14

    CARTA 4............................................................................................15

    Captulo 1...........................................................................................23

    Captulo 2...........................................................................................32

    Captulo 3...........................................................................................39

    Captulo 4...........................................................................................46Captulo 5...........................................................................................53

    Captulo 6...........................................................................................61

    Captulo 7...........................................................................................72

    VOLUMEN II...........................................................................................81

    Captulo 1...........................................................................................81

    Captulo 2...........................................................................................87

    Captulo 3...........................................................................................94

    Captulo 4.........................................................................................102

    Captulo 5.........................................................................................108

    Captulo 6.........................................................................................114

    Captulo 7.........................................................................................120

    Captulo 8.........................................................................................130

    Captulo 9.........................................................................................139

    VOLUMEN III........................................................................................145

    Captulo 1.........................................................................................145Captulo 2.........................................................................................154

    Captulo 3.........................................................................................162

    Captulo 4.........................................................................................172

    Captulo 5.........................................................................................183

    Captulo 6.........................................................................................193

    Captulo 7.........................................................................................201

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    VOLUMEN I

    Prlogo

    El suceso en el cual se fundamenta este relato imaginario ha sido considerado

    por el doctor Darwin y otros fisilogos alemanes como no del todo imposible. En modo

    alguno quisiera que se suponga que otorgo el mnimo grado de credibilidad a

    semejantes fantasas; sin embargo, al tomarlo como base de una obra fruto de la

    imaginacin, no considero haberme limitado simplemente a enlazar, unos con otros,

    una serie de terrores de ndole sobrenatural. El hecho que hace despertar el inters

    por la historia est exento de las desventajas de un simple relato de fantasmas o

    encantamientos. Me vino sugerido por la novedad de las situaciones que desarrolla, y,

    por muy imposible que parezca como hecho fsico, ofrece para la imaginacin, a la hora

    de analizar las pasiones humanas, un punto de vista ms comprensivo y autorizado

    que el que puede proporcionar el relato corriente de acontecimientos reales. Aspues,

    me he esforzado por mantener la veracidad de los elementales principios de la

    naturaleza humana, a la par que no he sentido escrpulos a la hora de hacer

    innovaciones en cuanto a su combinacin. La Ilada, el poema trgico de Grecia;

    Shakespeare enLa tempestad yEl sueo de una noche de verano; y sobre todo Milton

    enEl paraso perdido se ajustan a esta regla. Aspues, el ms humilde novelista que

    intente proporcionar o recibir algn deleite con sus esfuerzos puede, sin presuncin,

    emplear en su narrativa una licencia, o, mejor dicho, una regla, de cuya adopcin

    tantas exquisitas combinaciones de sentimientos humanos han dado como fruto los

    mejores ejemplos de poesa.

    La circunstancia en la cual se basa mi relato me fue sugerida en una

    conversacin trivial. Lo comenc en parte como diversin y en parte como pretexto

    para ejercitar cualquier recurso de mi mente que an tuviera intacto. A medida que

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    avanzaba la obra, otros motivos se fueron aadiendo a stos. En modo alguno me

    siento indiferente ante cmo puedan afectar al lector los principios morales que

    existan en los sentimientos o caracteres que contiene la obra. Sin embargo, mi

    principal preocupacin en este punto se ha centrado en la eliminacin de los efectos

    enervantes de las novelas de hoy en da, y en exponer la bondad del amor familiar, as

    como la excelencia de la virtud universal. Las opiniones que lgicamente surgen del

    carcter y situacin del hroe en modo alguno deben considerarse siempre como

    convicciones mas; ni se debe extraer de las pginas que siguen conclusin alguna que

    prejuicie ninguna doctrina filosfica del tipo que fuera.

    Es adems de gran inters para la autora el hecho de que esta historia se

    comenzara en la majestuosa regin donde se desarrolla la obra principalmente, y

    rodeada de personas cuya ausencia no cesa de lamentar. Pasel verano de 1816 en los

    alrededores de Ginebra. La temporada era fra y lluviosa, y por las noches nos

    agrupbamos en torno a la chimenea. Ocasionalmente nos divertamos con historias

    alemanas de fantasmas, que casualmente caan en nuestras manos. Aquellas

    narraciones despertaron en nosotros un deseo juguetn de emularlos. Otros dos amigos

    (cualquier relato de la pluma de uno de ellos resultara bastante ms grato para el

    lector que nada de lo que yo jams pueda aspirar a crear) y o nos comprometimos a

    escribir un cuento cada uno, basado en algn acontecimiento sobrenatural.

    Sin embargo, el tiempo de repente mejor, y mis dos amigos partieron de viaje

    hacia los Alpes donde olvidaron, en aquellos magnficos parajes, cualquier recuerdo de

    sus espectrales visiones. El relato que sigue es el nico que se termino.

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    CARTA 1

    A la seora SAVILLE, Inglaterra

    San Petersburgo, 11 de diciembre de 17...

    Te alegrars de saber que ningn percance ha acompaado el comienzo de la

    empresa que tcontemplabas con tan malos presagios. Lleguaquayer, y mi primera

    obligacin es tranquilizar a mi querida hermana sobre mi bienestar y comunicarle mi

    creciente confianza en el xito de mi empresa.

    Me encuentro ya muy al norte de Londres, y andando por las calles de

    Petersburgo noto en las mejillas una fra brisa nortea que azuza mis nervios j me

    llena de alegra. Entiendes este sentimiento? Esta brisa, que viene de aquellas regiones

    hacia las que yo me dirijo, me anticipa sus climas helados. Animado por este viento

    prometedor, mis esperanzas se hacen ms fervientes y reales. Intento en vano

    convencerme de que el Polo es la morada del hielo y la desolacin. Sigo

    imaginndomelo como la regin de la hermosura y el deleite. All, Margaret, se ve

    siempre el sol, su amplio crculo rozando justo el horizonte y difundiendo un perpetuo

    resplandor. Allpues con tu permiso, hermana ma, concederun margen de confanza

    a anteriores navegantes, all, no existen ni la nieve ni el hieloy navegando por un mar

    sereno se puede arribar a una tierra que supera, en maravillas y hermosura, cualquier

    regin descubierta hasta el momento en el mundo habitado. Puede que sus productos y

    paisaje no tengan precedente, como sin duda sucede con los fenmenos de los cuerpos

    celestes de esas soledades inexploradas. Hay algo que pueda sorprender en un pas

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    donde la luz es eterna? Puede que allencuentre la maravillosa fuerza que mueve la

    brjula; podra incluso llegar a comprobar mil observaciones celestes que requieren slo

    este viaje para deshacer para siempre sus aparentes contradicciones. Saciar mi

    ardiente curiosidad viendo una parte del mundo jams hasta ahora visitada y pisar

    una tierra donde nunca antes ha dejado su huella el hombre. Estos son mis seuelos, y

    son suficientes para vencer todo temor al peligro o a la muerte e inducirme a emprender

    este laborioso viaje con el placer que siente un nio cuando se embarca en un bote con

    sus compaeros de vacaciones para explorar su ro natal. Pero, suponiendo que todas

    estas conjeturas fueran falsas, no puedes negar el inestimable bien que podrtransmitir

    a toda la humanidad, hasta su ltima generacin, al descubrir, cerca del Polo, una

    ruta hacia aquellos pases a los que actualmente se tarda muchos meses en llegar; o al

    desvelar el secreto del imn, para lo cual, caso de que esto sea posible, slo se necesita

    de una empresa como la ma.

    Estos pensamientos han disipado la agitacin con la que empec mi carta y

    siento arder mi corazn con un entusiasmo que me transporta; nada hay que

    tranquilice tanto la mente como un propsito claro, una meta en la cual el alma pueda

    fiar su aliento intelectual. Esta expedicin ha sido el sueo predilecto de mis aos

    jvenes. Apasionadamente he ledo los relatos de los diversos viajes que se han hecho

    con el propsito de llegar al Ocano Pacfico Norte a travs de los mares que rodean el

    Polo. Quizrecuerdes que la totalidad de la biblioteca de nuestro buen to Thomas se

    reduca a una historia de todos los viajes realizados con fines exploradores. Mi

    educacin estuvo un poco descuidada, pero fuiun lector empedernido. Estudiaba estos

    volmenes da y noche y, al familiarizarme con ellos, aumentaba el pesar que sent

    cuando, de nio, supe que la ltima voluntad de mi padre en su lecho de muerte

    prohiba a mi to que me permitiera seguir la vida de marino.

    Aquellas visiones se desvanecieron cuando entren contacto por primera vez con

    aquellos poetas cuyos versos llenaron mi alma y la elevaron al cielo. Me converten

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    poeta tambin y vivdurante un ao en un paraso de mi propia creacin; me imagin

    que yo tambin podra obtener un lugar alldonde se veneran los nombres de Homero y

    Shakespeare. Tests bien al corriente de mi fracaso y de cun amargo fue para m

    este desengao. Pero justo entonces heredla fortuna de mi primo, y,mis pensamientos

    retornaron a su antiguo cauce.

    Han pasado seis aosdesde que decidllevar a cabo la presente empresa. Incluso

    ahora puedo recordar el momento preciso en el que deciddedicarme a esta gran labor.

    Empecpor acostumbrar mi cuerpo a la privacin. Acompaa los balleneros en varias

    expediciones al mar del Norte y voluntariamente sufr fro, hambre, sed y sueo. A

    menudo trabaj ms durante el da que cualquier marinero, mientras dedicaba las

    noches al estudio de las matemticas, la teora de la Medicina y aquellas ramas de las

    ciencias fsicas que pens seran de mayor utilidad prctica para un aventurero del

    mar. En dos ocasiones me enrol como segundo de a bordo en un ballenero de

    Groenlandia y ambas veces sal con xito. Debo reconocer que me sentorgulloso

    cuando el capit

    n me ofreciel puesto de piloto en el barco y me pidi

    reiteradamente

    que me quedara ya que tanto apreciaba mis servicios.

    Y ahora, querida Margaret, no merezco llevar a cabo alguna gran empresa?

    Poda haber pasado mi vida rodeado de lujo y comodidad, pero he preferido la gloria a

    cualquiera de los placeres que me pudiera proporcionar la riqueza. Si tan slo una voz,

    alentadora me respondiera afirmativamen te! Mi valor y mi resolucin son firmes, pero

    mis esperanzas fluctan y mi nimo se deprime con frecuencia. Estoy a punto de

    emprender un largo y difcil viaje, cuyas vicisitudes exigirn de mtodo mi valor. Se me

    pide no slo que levante el nimo de otros, sino que conserve mi entereza cuando ellos

    flaqueen.

    Esta es la poca ms favorable para viajar por Rusia. Vuelan sobre la nieve en

    sus trineos; el movimiento es agradable y, a mi modo de ver, mucho ms cmodo que el

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    de los coches de caballos ingleses. El fro no es extremado, si vas envuelto en pieles,

    atuendo que yo ya he adoptado. Hay una gran diferencia entre andar por la cubierta y

    permanecer sentado, inmvil durante horas, sin hacer el ejercicio que impedira que la

    sangre se te hiele materialmente en las venas. No tengo la intencin de perder la vida

    en la ruta entre San Petersburgo y Arkngel.

    Partirhacia esta ltima ciudad dentro de dos o tres semanas, y pienso fletar

    allun barco, cosa que me serfcil si le pago el seguro al dueo; tambin contratar

    cuantos marineros considere precisos de entre los que estn acostumbrados a ir en

    balleneros. No pienso navegar hasta el mes de Junio; y en cuanto a mi regreso, querida

    hermana, cmo responder a esta pregunta? Si tengo xito, pasarn muchos, muchos

    meses, incluso aos, antes de que ty yo nos volvamos a encontrar. Si fracaso, me vers

    o muy pronto, o nunca.

    Hasta la vista, mi querida y excelente Margaret. Que el cielo te enve todas las

    bendiciones y a mme proteja para que pueda atestiguarte una y otra vez mi gratitud

    por todo tu amor y tu bondad.

    Tu afectuoso hermano,

    ROBERT WALTON.

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    CARTA 2

    A la seora SAVILLE, Inglaterra

    Arkngel, 28 de marzo de 17..

    Qu despacio pasa aquel tiempo, rodeado como estoy de nieve y hielo! . Sin

    embargo, he dado ya un segundo paso hacia la realizacin de mi empresa. He fletado

    un barco y estoy ocupado en reunir la tripulacin; los que ya he contratado parecen

    hombres en quienes puedo confiar e indudablemente estn dotados de invencible valor.

    Tengo, empero, un deseo an por satisfacer y este vaco me acucia ahora de

    manera terrible. No tengo amigo alguno, Margaret; cuando arda con el entusiasmo del

    xito, no habrnadie que comparta mi alegra; si soy vctima del desaliento, nadie se

    esforzarpor disipar mi desnimo. Podrplasmar mis pensamientos en el papel, cierto,

    pero es un pobre medio para comunicar los sentimientos. Aoro la compaa de un

    hombre que pudiera compenetrarse conmigo, cuya mirada respondiera a la ma. Me

    puedes tachar de romntico, querida hermana, pero echo muy en falta a un amigo. No

    tengo a nadie cerca que sea tranquilo a la vez que valeroso, culto y capaz, cuyos gustos

    se parezcan a los mos, que pueda aprobar o corregir mis proyectos. Qu bien

    enmendara un amigo aslos fallos de tu pobre hermano! Soy demasiado impulsivo en

    la ejecucin y demasiado impaciente con los obstculos. Pero an me resulta ms

    nocivo el hecho de haberme autoeducado. Durante los primeros catorce aos de mi vida

    corrpor los campos como un salvaje, y no lenada salvo los libros de viajes de nuestro

    to Thomas. A esa edad empec a familiarizarme con los renombrados poetas de

    nuestra patria. Pero no vi la necesidad de aprender otras lenguas que la ma hasta que

    no estaba en mi poder el sacar los mximos beneficios de esta conviccin. Tengo ahora

    veintiocho aos, y en realidad soy ms inculto que muchos colegiales de quince. Es

    cierto que he reflexionado ms, y que mis sueos son ms ambiciosos y magnficos, pero

    carecen de equilibrio (como dicen los pintores). Me hace mucha falta un amigo que

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    tuviera el suficiente sentido comn como para no despreciarme por romntico y que me

    estimara lo bastante como para intentar ordenar mi mente.

    Bien, son stas lamentaciones vanas; sque no encontraramigo alguno en el

    vasto ocano, ni siquiera aqu, en Arkngel, entre mercaderes y hombres de mar. Sin

    embargo, incluso en estos rudos corazones laten algunos sentimientos, extraos a la

    escoria de la naturaleza humana. Mi lugarteniente, por ejemplo, es un hombre de

    enorme valor e iniciativa, empecinado en su afn de gloria. Es ingls, y, aunque lleno

    de prejuicios nacionales y profesionales, jams limados por la educacin, retiene

    algunas de las ms preciosas cualidades humanas. Lo conoca bordo de un ballenero,

    y, al saber que se encontraba en esta ciudad sin trabajo, no tuve ninguna dificultad

    para persuadirlo de que me ayudara en mi aventura.

    El capitnes una persona de excelente disposicin y muy querido en el barco por

    su amabilidad y flexibilidad en la disciplina. Tanta es la bondad de su naturaleza, que

    no quiere calar (deporte favorito aqu) casi la nica diversin, porque no soporta

    derramar sangre. Es adems de una heroica generosidad. Hace algunos aos se

    enamorde una joven rusa de familia relativamente acomodada; tras hacerse con una

    considerable fortuna por la captura de navos enemigos, el padre de la joven dio su

    consentimiento al matrimonio. l vio a su prometida una vez antes de la ceremonia.

    Baada en lgrimas, se le arroja los pies, y le suplicla perdonara, a la vez que le

    confesaba su amor por otro hombre con el cual su padre nunca consentira que se

    casara, ya que careca de fortuna. Mi desprendido amigo tranquiliza la suplicante

    muchacha y, en cuanto supo el nombre de su amado, abandonal instante su galanteo.

    Haba ya comprado con su dinero una granja, en la cual pensaba pasar el resto de su

    vida, pero se la cedia su rival, junto con el resto de su fortuna, para que pudiera

    comprar algunas reses. El mismo solicitdel padre de la joven el consentimiento para

    la boda, mas el anciano se negconsiderndose en deuda de honor con mi amigo, el

    cual, al ver al padre en actitud tan inflexible, abandonel pa

    s para no regresar hasta

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    saber que su antigua novia se haba casado con el hombre a quien amaba. Qu

    persona tan noble!, exclamars sin duda, y ases, pero desgraciadamente ha pasado

    toda su vida a bordo de un barco y apenas tiene idea de algo que no sean las maromas

    y los obenques.

    Mas no pienses que el que me queje un poco, o crea que quiznunca llegue a

    conocer el consuelo para mi tristeza, signifique que titubeo en mi decisin. Esta es tan

    firme como el destino mismo, y mi viaje se ve retrasado tan slo porque espero un

    tiempo favorable que me permita zarpar. El invierno ha sido tremendamente duro; pero

    la primavera promete ser buena e incluso parece que se adelantar, de modo que quiz

    pueda hacerme a la mar antes de lo previsto. No actuarcon precipitacin; me conoces

    lo suficientemente bien como para fiarte de mi prudencia y moderacin cuando tengo

    confiada la seguridad de otros.

    No puedo describirte la emocin que tengo ante la proximidad del comienzo de

    mi empresa. Es imposible transmitirte una idea de la tremenda emocin, mezcla de

    agrado y de temor, con la cual me dispongo a partir. Marcho hacia lugares

    inexplorados, hacia la regin de la brumas la nieve, pero no matar a ningn

    albatros, asque no temas por mi suerte.

    Te encontrarde nuevo, tras cruzar inmensos mares y rodear los cabos de Africa

    o Amrica? ,No me atrevo a esperar tal xito, y no obstante no puedo soportar la idea

    del fracaso.

    Contina aprovechando toda oportunidad de escribirme; puede que reciba tus

    cartas (si bien hay pocas esperanzas) cuando ms las necesite para animarme. Te

    quiero mucho. Recurdame con afecto si no vuelves a saber de m.

    Tu afectuoso hermano,

    ROBERT WALTON

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    CARTA 3

    A la seora SAVILLE, Inglaterra

    7 de julio de 17...

    Mi querida hermana:

    Te escribo con premura unas lneas para decirte que estoy bien y que mi viaje est

    muy avanzado. Te llegaresta carta por un buque mercante que regresa a casa desde

    Ankngel; es ms afortunado que yo, que puede que no vea mi patria en muchos aos.

    Sin embargo, estoy animado; mis hombres son valerosos y parecen tener una firme

    voluntad. No les desaniman ni siquiera las capas de hielo que constantemente flotan a

    nuestro lado, presagio de los peligros que alberga la regin hacia la cual nos dirigimos.

    Ya hemos alcanzado una latitud muy alta, pero estamos en pleno verano, y, aunque la

    temperatura es menos alta que en Inglaterra, los vientos del sur, que nos empujan

    velozmente hacia las costas que anso ver, traen consigo un alentador grado de calor

    que no haba esperado.

    Hasta el momento no nos ha acaecido ningn incidente que merezca la pena

    contar. Un par de ventiscas fuertes y la ruptura de un mstil son accidentes que

    navegantes avezados apenas si recordaran. Yo me encontrarsatisfecho si nada peor

    nos acontece durante el viaje.

    Adis, querida Margaret. Estte tranquila, pues tanto por mi bien como por el

    tuyo no afrontar peligros innecesariamente. Permanecer sereno, perseverante y

    prudente.

    Mis saludos a mis amigos ingleses.

    Tuyo afectsimo, ROBERT WALTON

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    CARTA 4

    A la seora SAV1LLE, Inglaterra

    5 de agosto de 17...

    Nos ha ocurrido un accidente tan extrao, que no puedo dejar de anotarlo, si bien

    es muy probable que me veas antes de que estos papeles lleguen a tus manos.

    El lunes pasado (31 de julio) nos hallbamos rodeados por el hielo, que cercaba

    el barco por todos los lados, dejndonos apenas el agua precisa para continuar a flote.

    Nuestra situacin era algo peligrosa, sobre todo porque nos envolva una espesa niebla.

    Decidimos, por tanto, permanecer alpairo con la esperanza de que adviniera algn

    cambio en la atmsfera y el tiempo. Hacia las dos de la tarde, la niebla levant y

    observamos, extendindose en todas direcciones, inmensas e irregulares capas de hielo

    que parecan no tener fin. Algunas de mis compaeros lanzaron un gemido, y yo mismo

    empezaba a intranquilizarme, cuando de pronto una inslita imagen acaparnuestra

    atencin y distrajo nuestros pensamientos de la situacin en la que nos encontrbamos.

    Como a media milla y en direccin al norte vimos un vehculo de poca altura, sujeto a

    un trineo y tirado por perros. Un ser de apariencia humana, pero de gigantesca

    estatura, iba sentado en el trineo y diriga los perros. Observamos con el catalejo el

    rpido avance del viajero hasta que se perdientre los lejanos montculos de hielo.

    Esta visin provoc nuestro total asombro. Nos creamos a muchas millas de

    cualquier tierra, pero esta aparicin pareca demostrar que en realidad no nos

    encontrbamos tan lejos como suponamos. Pero, cercados como estbamos por el hielo,

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    era imposible seguir el rastro de aquel hombre al que habamos observado con la mayor

    atencin.

    Unas dos horas despus de esto omos el bramido del mar y antes del anochecer

    el hielo rompi, liberando nuestro navo. Sin embargo, permaneci mos allhasta la

    maana siguiente, temerosos de encontrarnos con esos grandes tmpanos sueltos que

    flotan tras haberse roto el hielo. Aprovechese tiempo para descansar unas horas.

    Por la maana, en cuanto hubo amanecido, sala cubierta y me encontra toda

    la tripulacin hacinada a un lado del navo, aparentemente conversando con alguien

    fuera del barco. En efecto, sobre un gran fragmento de hielo, que se nos haba acercado

    durante la noche, haba un trineo parecido al que ya habamos divisado.

    Unicamente un perro permaneca vivo; pero haba un ser humano en el trineo, al

    cual los marineros intentaban persuadir de que subiera al barco. No parec a, como el

    viajero de la noche anterior, un habitante salvaje procedente de alguna isla

    inexplorada, sino un europeo. Cuando aparecen cubierta, mi segundo oficial grit:

    Aquestnuestro capitn, y no permitirque usted muera en mar abierto.

    Al verme, el hombre se dirigia men ingls, si bien con acento extranjero.

    Antes de subir al navo dijo, tendra la amabilidad de indicarme hacia

    dnde se dirige?

    Podrs imaginar mi sorpresa al or semejante pregunta de labios de una persona

    al borde de la muerte y para la cual yo habra pensado que mi barco ofreca un recurso

    que no hubiese cambiado ni por las mayores riquezas del mundo. Le respond, sin

    embargo, que nos dirigamos al Polo Norte en viaje de exploracin. Parecisatisfacerle

    y consintien subir a bordo. Santo cielo, Margaret! Si hubieras visto al hombre que de

    esta forma pona condiciones a su salvaci

    n, tu sorpresa hubiera sido ilimitada. Ten

    a

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    los miembros casi helados y el cuerpo horriblemente demacrado por la fatiga y el

    sufrimiento. Jams vi hombre alguno en condicin tan lastimosa. Intentamos llevarlo

    al camarote, pero en cuanto dej de estar al aire libre perdi el conocimiento, de

    manera que volvimos a subirlo a cubierta y lo reanimamos frotndolo con coac y

    obligndolo a beber una pequea cantidad. En cuanto volvia mostrar sntomas de

    vida lo envolvimos en mantas y lo colocamos cerca del fogn de la cocina. Poco a poco se

    fue recuperando, y tomun poco de sopa, que le hizo mucho bien.

    As pasaron dos das, sin que pudiera hablar, y a menudo tem que los

    sufrimientos le hubiesen privado de la razn. Cuando se hubo repuesto un poco, lo llev

    a mi propio camarote y lo atendcuanto me lo permitan mis obligaciones. Nunca haba

    conocido a nadie ms interesante. Suele tener una expresin exaltada, como de locura,

    en la mirada. Pero hay momentos en los que, si alguien le demuestra alguna atencin o

    le presta el ms mnimo servicio, se le ilumina la fas con una benevolencia j ternura

    que no he visto en otro hombre. Mas por lo general estmelanclico y resignado; a veces

    aprieta los dientes, como si se impacientara con el peso de los males que lo afligen.

    Cuando mi husped se encontrun poco mejor, me costprotegerlo del acoso de la

    tripulacin que quera hacerle mil preguntas. Nopermitque lo atormentaran con su

    ociosa curiosidad, ya que an se encontraba en un estado fsico y moral cuyo

    restablecimiento dependa por completo del reposo. Sin embargo, en una ocasin el

    lugarteniente le preguntque por quhaba llegado tan lejos por el hielo en un vehculo

    tan extrao.

    Una expresin de dolor le cubriel rostro de inmediato; y respondi:

    Voy en busca de alguien que huyde m.

    Y el hombre a quien persegua viajaba de manera semejante?

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    S.

    Entonces pienso que lo hemos visto, pues el da antes de recogerlo a usted vimos

    unos perros tirando de un trineo, en el cual iba un hombre. Esto despertla atencin

    del extranjero, e hizo mltiples preguntas acerca de la direccin que haba tomado

    aquel demonio, como l le llam. Al poco rato, cuando se hallaba solo conmigo, dio:

    Sin duda he despertado su curiosidad, as como la de esta buena gente,

    aunque es usted demasiado discreto como para hacerme ninguna pregunta.

    Sera impertinente e inhumano por mi parte l molestarlo con ellas.

    Y no obstante prosigui, me rescat usted de una extraa y peligrosa

    situacin. Usted me ha devuelto generosamente la vida.

    Poco despus de esto quiso saber si yo crea que el hielo, al resquebrajarse, habra

    destruido el otro trineo. Le contestque no poda responderle con ninguna certeza, ya

    que el hielo no se haba roto hasta cerca de medianoche, y el viajero poda haber llegada

    a algn lugar seguro con anterioridad. Me era imposible aventurar juicio alguno.

    A partir de este momento el extranjero demostr gran inters por estar en

    cubierta, para vigilar la aparicin del otro trineo. He conseguido persuadirlo de que

    permanezca en el camarote, pues est an demasiado dbil para soportar las

    inclemencias del tiempo, pero le he prometido que alguien otear en su lugar y lo

    avisaren cuanto aparezca cualquier objeto nuevo a la vista.

    Por lo que respecta a este extrao incidente, ste es mi diario hasta el momento.

    La salud de nuestro husped ha ido mejorando gradualmente, pero apenas habla, y

    parece inquietarse cuando alguien que no sea yo entra en su camarote. Sin embargo,

    sus modales son tan conciliadores y delicados, que todos los marineros se interesan por

    su estado, a pesar de no haber tenido apenas relacin con

    l. Por mi parte, empiezo a

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    quererlo como a un hermano, y su constante y profundo pesar me llena de piedad y

    simpata. Debe haber sido una persona muy noble en otros tiempos, ya que, deshecho

    como estahora, sigue siendo tan interesante y amable.

    Te deca en una de mis cartas, querida Margaret, que no hallara ningn amigo

    en el vasto ocano, pero he encontrado un hombre a quien, antes de que la desgracia

    quebrara su espritu, me hubiera gustado tener por hermano.

    De tener nuevos incidentes que relatar respecto del extranjero, continuar a

    intervalos mi diario.

    13 de agosto de 17...

    El afecto que siento por mi invitado aumenta cada da. Suscita a la vez mi

    piedad y mi admiracin hasta extremos asombrosos. Cmo puedo ver a tan noble

    criatura destruida por la miseria sin sentir el dolor ms acuciante? Es tan dulce y a la

    vez tan sabio; tiene la mente muy cultivada, y cuando habla, si bien escoge las palabras

    cuidadosamente, stas fluyen con una rapidez y elocuencia poco frecuentes.

    Estmuy restablecido de su enfermedad, y pasea continuamente por la cubierta,

    vigilando la aparicin del trineo que precedial suyo. Sin embargo, aunque apenado,

    no esttan sumido en su propia desgracia como para no interesarse profundamente por

    los quehaceres de los dems. Me ha hecho muchas preguntas respecto a mis propsitos y

    yo le he contado mi pequea historia con toda sinceridad. Pareci alegrarle mi

    franqueza, y me sugiri varios cambios en mis planes, que encontrar sumamente

    tiles. No hay pedantera en su ademn, sino que ms bien todo lo que hace parece

    brotar tan slo del inter

    s que instintivamente siente por el bienestar de todos los que lo

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    rodean. A menudo le invade la tristeza y entonces se sienta slo e intenta superar todo

    lo que de hosco y antisocial hay en su humor. Estos paroxismos pasan, como una nube

    por delante del sol, si bien su abatimiento nunca le abandona. Me he esforzado por

    granjearme su confianza y espero haber tenido xito. Un da le mencion mi eterno

    deseo de encontrar un amigo que pudiera simpatizar conmigo y orientarme con su

    consejo. Le dije que no perteneca a la clase de hombres a quienes un consejo puede

    ofender.

    Soy autodidacta, y quiz no confe demasiado en mi propia capacidad. Por

    tanto, deseara que mi amigo fuera ms sabio y avezado que yo, para afianzarme y

    apoyarme en l. Tampoco creo que sea imposible encontrar un verdadero amigo.

    Estoy de acuerdo con usted contestel extranjero en que la amistad es algo

    no slo deseable, sino posible. Tuve una vez un amigo, el ms noble de los seres

    humanos, y por tanto estoy capacitado para juzgar con respecto a la amistad. Tiene

    usted esperanzas y el mundo ante usted es suyo, y no tiene razn para desesperar. Mas

    yo..., yo he perdido todo y no puedo empezar la vida de nuevo.

    Al decir esto, su rostro cobruna expresin de sereno y resignado dolor que me

    llegal corazn. Pero l permanecien silencio, y al poco se retira su camarote.

    Incluso desfondado como est, nadie puede gozar con mayor intensidad que l de

    la hermosura de la naturaleza. El cielo estrellado, el mar y todo el paisaje que estas

    maravillosas regiones nos proporcionan parecen tener an el poder de despegar su

    alma de la tierra. Un hombre astiene una doble existencia:puede padecer desgracias,

    y verse arrollado por el desencanto; pero, cuando se encierre en smismo, sercomo un

    espritu celeste rodeado de un halo cuyo crculo no ose atravesar ni el pesar ni la locura.

    Te res del entusiasmo que demuestro respecto a este divino nmada? Si fuera

    as, debes haber perdido esa inocencia que constitua tu encanto caracterstico. Pero, si

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    quieres, sonrete ante el calor de mis alabanzas, mientras yo sigo encontrando

    mayores razones para ellas de da en da.

    19 de agosto de 17...

    Ayer el extranjero me dijo:

    Fcilmente habrpodido comprobar, capitn Walton, que he padecido grandes

    y singulares desventuras. Una vez decid que el recuerdo de estos males morira

    conmigo, pero usted me ha inducido a cambiar mis propsitos. Busca usted el

    conocimiento y la sabidura, como me sucedia mantao; deseo con fervor que el fruto

    de sus ansias no se convierta para usted en una serpiente que le muerda, como me

    ocurria m. No creo que el relato de mis desventuras le sea til, pero, si quiere, escuche

    mi historia. Pienso que los extraos sucesos a ella vinculados pueden proporcionarle

    una visin de la naturaleza humana que ample sus facultades y conocimientos, y le

    descubrirpoderes y sucesos que usted ha estado acostumbrado a creer imposibles. Pero

    no dudo de que a lo largo de mi relato se pruebe la evidencia interna de la veracidad de

    los sucesos que lo componen.

    Como te puedes imaginar, me halagmucho la confianza que depositaba en m,

    pero me dola que l reavivara sus sufrimientos contndome sus desventuras. Estaba

    ansioso por escuchar la narracin prometida, en parte por curiosidad y en parte por un

    deseo de aliviar su suerte, caso de que esto estuviera en mi mano, y as se lo expresen

    mi respuesta.

    Le agradezco su amabilidad me contest, pero es intil; mi sino casi se ha

    cumplido. Espero slo un acontecimiento y luego descansaren paz. Comprendo lo que

    siente continu al advertir que quera interrumpirlo, pero est confundido, amigo

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    mo, si asme permite llamarle. Nada puede alterar mi destino. Escuche mi relato y

    vercun irrevocablemente estdeterminado.

    Me dio entonces que empezara su narracin al da siguiente, cuando yo estuviera

    ms libre. Esta promesa provocmi ms profundo agradecimien to. Me he propuesto

    escribir cada noche, cuando no estocupado, lo que me haya contado durante el d a,

    empleando en lo posible sus propias palabras. De estarlo, al menos tomar algunas

    notas. Sin duda este manuscrito te proporcionar gran placer. Y con qu inters y

    simpata lo leeryo algn da en el futuro! Yo, que lo conozco y que lo oigo de sus

    propios labios!.

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    Captulo 1

    Soy ginebrinode nacimiento, y mi familia es una de las ms distinguidas de esa

    repblica. Durante muchos aos mis antepa sados haban sido consejeros y jueces, y

    mi padre haba ocupado con gran honor y buena reputacin diversos cargos pblicos.

    Todos los que lo conocan lo respetaban por su integridad e infatigable dedicacin.

    Passu juventud dedicado por completo a los asuntos de su pa s, y slo al final de su

    vida pensen el matrimonio y asdar al Estado unos hijos que pudieran perpetuar su

    nombre y sus virtudes.

    Puesto que las circunstancias de su matrimonio reflejan su personalidad, no

    puedo dejar de referirme a ellas. Uno de sus ms ntimos amigos era un comerciante,

    que, debido a numerosos contratiempos, cayen la miseria tras gozar de una muy

    desahogada situacin. Este hombre, de nombre Beaufort, era de carcter orgulloso y

    altivo y se resista a vivir en la pobreza y el olvido en el mismo pasen el que, con

    anterioridad, se le distinguiera por su categora y riqueza. Habiendo, pues, saldado

    sus deudas en la forma ms honrosa, se retira la ciudad de Lucerna con su hija,

    donde vivisumido en el anonimato y la desdicha. Mi padre profesaba a Beaufort una

    autntica amistad, y su reclusin en estas desgraciadas circunstancias le afligi

    mucho. Tambin senta ntimamente la ausencia de su compaa, y se propuso

    encontrarlo y persuadirlo de que, con su crdito y ayuda, empezara de nuevo.

    Beaufort haba tomado medidas eficaces para esconderse, y mi padre tarddiez

    meses en descubrir su paradero. Entusiasmado con el descubrimiento, mi padre se

    apresurhacia su casa situada en una humilde calle cerca del Reuss.Pero al llegar

    slo encon trmiseria y desesperacin. Beaufort no haba logrado salvar ms que una

    pequea cantidad de dinero de los despojos de su fortuna. Era suficiente para

    sustentarlo durante algunos meses y, mientras tanto, esperaba encontrar un trabajo

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    respetable con algn comerciante. As pues, pas el intervalo inactivo; y, con tanto

    tiempo para reflexionar sobre su dolor, se hizo ms profundo y amargo y, al fin, se

    apoderde tal forma de l, que tres meses despus estaba enfermo en cama, incapaz

    de realizar cualquier esfuerzo.

    Su hija lo cuidaba con el mximo cario, pero vea con desazn que su pequeo

    capital disminua con rapidez y que no haba otras perspectivas de sustento. Pero

    Caroline Beaufort estaba dotada de una inteligencia poco comn; y su valor vino en su

    ayuda en la adversidad. Empeza hacer labores sencillas; trenzaba paja, y de diversas

    maneras consiguiganar una miseria que apenas le bastaba para sustentarse.

    Aspasaron varios meses. Su padre empeor, y ella cada vez tena que emplear

    ms tiempo en atenderlo; sus medios de sustento menguaban. A los diez meses muri

    su padre dejndola hurfana e indigente. Este golpe final fue demasiado para ella. Al

    entrar en la casa mi padre, la encontr arrodillada junto al atad, llorando

    amargamente; lleg como un espritu protector para la pobre criatura, que se

    encomenda l. Tras el entierro de su amigo, mi padre la lleva Ginebra, confindola

    al cuidado de un pariente; y dos aos despus se cascon ella.

    Cuando mi padre se convirtien esposo y padre, las obligaciones de su nueva

    situacin le ocupaban tanto tiempo que dejvarios de sus trabajos pblicos y se dedic

    por entero a la educacin de sus hijos. Yo era el mayor y el destinado a heredar todos

    sus derechos y obligaciones. Nadie puede haber tenido padres ms tiernos que yo. Mi

    salud y desarrollo eran su constante ocupacin, ya que fui hijo nico durante varios

    aos. Pero, antes de proseguir mi narracin, debo contar un incidente que tuvo lugar

    cuando yo tena cuatro aos.

    Mi padre tena una hermana a quien amaba tiernamente y que se hab a casado

    muy joven con un caballero italiano. Poco despus de su boda, haba acompaado a su

    marido a su pas natal, y durante algunos aos mi padre tuvo muy poca relacin con

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    ella. Murialrededor de la poca de la que hablo, y pocos meses despus mi padre

    recibiuna carta de su cuado hacindole saber que tena la intencin de casarse con

    una dama italiana y pidindole que se hiciera cargo de la pequea Elizabeth, la nica

    hija de su difunta hermana.

    Es mi deseo dijo que la consideres como hija tuya y que como a tal la

    eduques. Es la heredera de la fortuna de su madre, y te enviarlos documentos que as

    lo demuestran.

    Reflexiona sobre esta propuesta y decide si preferiras educar a tu sobrina t

    mismo o que lo haga una madrastra.

    Mi padre no dudun instante, y de inmediato se puso en camino hacia Italia con

    el fin de acompaar a la pequea Elizabeth hasta su futuro hogar. A menudo he odo a

    mi madre decir que era la criatura ms preciosa que jams haba visto, e incluso ya

    entonces mostraba sntomas de un carcter dulce y afectuoso. Estas caractersticas y el

    deseo de afianzar los lazos del amor familiar hicieron que mi madre considerara a

    Elizabeth como mi futura esposa, plan del cual nunca encontr razn para

    arrepentirse.

    A partir de este momento, Elizabeth Lavenza se convirtien mi compaera de

    juegos y, a medida que crecamos, en una amiga. Era dcil y de buen carcter, a la vez

    que alegre y ju guetona como un insecto de verano. A pesar de que era vivaz y

    animada, tena fuertes y profundos sentimientos y era desacos tumbradamenteafectuosa. Nadie poda disfrutar mejor de la libertad ni poda plegarse con ms gracia

    que ella a la sumisin o lanzarse al capricho. Su imaginacin era exuberante, pero

    tena una gran capacidad para aplicarla. Su persona era el reflejo de su mente, sus

    ojos de color avellana, aunque vivos como los de un pjaro, posean una atractiva

    dulzura. Su figura era ligera y airosa y, aunque era capaz de soportar gran fatiga,

    pareca la criatura ms frgil del mundo. A pesar de que me cautivaba su compren

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    sin y fantasa, me deleitaba cuidarla como a un animalillo predilecto. Nunca vi ms

    gracia, tanto personal como mental, ligada a mayor modestia.

    Todos queran a Elizabeth. Si los criados tenan que pedir algo, siempre lo

    hacan a travs de ella. No conocamos ni la desunin ni las peleas, pues aunque

    ramos muy diferentes de carcter, incluso en esa diferencia haba armona. Yo era

    ms tranquilo y filosfico que mi compaera, pero menos dcil. Mi capacidad de

    concentracin era mayor, pero no tan firme. Yo me deleitaba investigando los hechos

    relativos al mundo en s, ella prefera las areas creaciones de los poetas. Para mel

    mundo era un secreto que anhelaba descubrir, para ella era un vaco que se afanaba

    por poblar con imaginaciones personales.

    Mis hermanos eran mucho ms jvenes que yo; pero tena un amigo entre mis

    compaeros del colegio, que compensaba esta deficiencia. Henry Clerval era hijo de un

    comerciante de Ginebra, ntimo amigo de mi padre, y un chico de excepcional talento e

    imaginacin. Recuerdo que, cuando tena nueve aos, escribiun cuento que fue la

    delicia y el asombro de todos sus compaeros. Su tema de estudio favorito eran los

    libros de caballera y romances, y recuerdo que de muy jvenes solamos representar

    obras escritas por l, inspiradas en estos sus libros predilectos, siendo los principales

    personajes Orlando, Robin Hood, Amads y San Jorge.

    Juventud ms feliz que la ma no puede haber existido. Mis padres eran

    indulgentes y mis compaeros amables. Para nosotros los estudios nunca fueron una

    imposicin; siempre tenamos una meta a la vista que nos espoleaba a proseguirlos.

    Esta era el mtodo, y no la emulacin, que nos induca a aplicarnos. Con el fin de que

    sus compaeras no la dejaran atrs, a Elizabeth no se la orientaba hacia el dibujo. Sin

    embargo, se dedicaba a l motivada por el deseo de agradar a su ta, representando

    alguna escena favorita dibujada por ella misma. Aprendimos ingls y latn para poder

    leer lo que en esas lenguas se haba escrito. Tan lejos estaba el estudio de resultarnos

    odioso a consecuencia de los castigos, que disfrutbamos con l, y nuestros

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    entretenimientos constituan lo que para otros nios hubieran sido pesadas tareas.

    Quizno lemos tantos libros ni aprendimos lenguas tan rpidamente como aquellos a

    quienes se les educaba conforme a los mtodos habituales, pero lo que aprendimos se

    nos fijen la memoria con mayor profundidad.

    Incluyo a Henry Clerval en esta descripcin de nuestro crculo domstico, pues

    estaba con nosotros continuamente. Iba al colegio conmigo, y sola pasar la tarde con

    nosotros; pues, siendo hijo nico y encontrndose solo en su casa, a su padre le

    complaca que tuviera amigos en la nuestra. Por otro lado nosotros tampoco estbamos

    del todo felices cuando Clerval estaba ausente.

    Siento placer al evocar mi infancia, antes de que la desgracia me empaara la

    mente y cambiara esta alegre visin de utilidad universal por tristes y mezquinas

    reflexiones personales. Pero al esbozar el cuadro de mi niez, no debo omitir aquellos

    aconte cimientos que me llevaron, con paso inconsciente, a mi ulte rior infortunio.

    Cuando quiero explicarme a mmismo el origen de aquella pasin que posteriormente

    regira mi destino, veo que arranca, como riachuelo de montaa, de fuentes poco no

    bles y casi olvidadas, engrosndose poco a poco hasta que se convierte en el torrente

    que ha arrasado todas mis esperanzas y ale gras.

    La filosofa natural es lo que ha forjado mi destino. Deseo, pues, en esta

    narracin explicar las causas que me llevaron a la predileccin por esa ciencia. Cuando

    tena trece aos fui de excursin con mi familia a un balneario que hay cerca de

    Thonon. La inclemencia del tiempo nos obliga permanecer todo un da encerrados en

    la posada, y all, casualmente, encontrun volumen de las obras de Cornelius Agrippa.

    Lo abrcon aburrimiento, pero la teora que intentaba demostrar y los maravillosos

    hechos que relataba pronto tornaron mi indiferencia en entusiasmo. Una nueva luz

    pareci iluminar mi mente, y lleno de alegra le comuniqu a mi padre el

    descubrimiento. No puedo dejar de comentar aqulas mltiples oportunidades de que

    disponen los educadores para orientar la atencin de sus alumnos hacia conocimientos

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    prcticos, y que desaprovechan lamentablemente. Mi padre oje distradamente la

    portada del libro y dijo:

    Ah, Cornelius Agrippa! Vctor, hijo mo, no pierdas el tiempo con esto, son

    tonteras.

    Si en vez de hacer este comentario, mi padre se hubiera molestado en

    explicarme que los principios de Agrippa estaban totalmente superados, que exista

    una concepcin cientfica moderna con posibilidades mucho mayores que la antigua,

    puesto que eran reales y prcticas mientras que las de aqulla eran quimricas, tengo

    la seguridad de que hubiera perdido el inters por Agrippa. Probablemente,

    sensibilizada como tena la imagina cin, me hubiera dedicado a la qumica, teora

    ms racional y pro ducto de descubrimientos modernos. Es incluso posible que mi

    pensamiento no hubiera recibido el impulso fatal que me llev a la ruina. Pero la

    indiferente ojeada de mi padre al volumen que lea en modo alguno me indicque l

    estuviera familia rizado con el contenido del mismo, y prosegumi lectura con mayor

    avidez.

    Mi primera preocupacin al regresar a casa fue hacerme con la obra completa de

    este autor y, despus, con la de Paracelso y Alberto Magno.Ley estudicon gusto las

    locas fantasas de estos escritores.Me parecan tesoros que, salvo yo, pocos conocan.

    Aunque a menudo hubiera querido comunicarle a mi padre estas secretas reservas de

    mi sabidura, me lo impeda su imprecisa desaprobacin de mi querido Agrippa. Por

    tanto, y bajo promesa de absoluto secreto, le comuniqu mis descubri mientos a

    Elizabeth, pero el tema no le interesy me vi obligado continuar solo.

    Puede parecer extrao que en el siglo XVIII surja un discpulo de Alberto

    Magno, pero nuestra familia no era cientfica, y yo no haba asistido a ninguna de las

    clases que se daban en la universidad de Ginebra. Aspues, mis sueos no se vean

    turbados por la realidad, y me lanccon enorme diligencia a la bsqueda de la piedra

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    filosofal y el elixir de la vida. Pero era esto ltimo lo que reciba mi ms completa

    atencin: la riqueza era un objetivo inferior; pero qufama rodeara al descubrimien

    to si yo pudiera eliminar de la humanidad toda enfermedad y hacer invulnerables a los

    hombres a todo salvo a la muerte violenta!

    No eran stos mis nicos pensamientos. Provocar la aparicin de fantasmas y

    demonios era algo que mis autores predilectos prometan que era fcil, cumplimiento

    que yo ansiaba fervorosa mente conseguir. Atribua el que mis hechizos jams tuvieran

    xito ms a mi inexperiencia y error que a la falta de habilidad o veracidad por parte

    de mis instructores.

    Los fenmenos naturales que a diario tienen lugar no escapaban a mi

    observacin. La destilacin y los maravillosos efectos del vapor, procesos que mis

    autores favoritos descono can por completo, provocaban mi asombro. Pero mi mayor

    sorpresa la suscitaron unos experimentos con una bomba de aire que empleaba un

    caballero al cual solamos visitar.

    El desconocimiento de los antiguos filsofos sobre ste y varios otros temas

    disminuyeron mi fe en ellos, pero no poda desecharlos por completo sin que algn otro

    sistema ocupara su lugar en mi mente.

    Tena alrededor de quince aos cuando, habindonos retirado a la casa que

    tenamos cerca de Belrive, presenciamos una terri ble y violenta tormenta. Hab a

    surgido detrs de las montaas del Jura, y los truenos estallaban al unsono desdevarios puntos del cielo con increble estruendo. Mientras durla tormenta, observel

    proceso con curiosidad y deleite. De pronto, desde el dintel de la puerta, vi emanar un

    haz de fuego de un precioso y viejo roble que se alzaba a unos quince metros de la casa;

    en cuanto se desvaneciel resplandor, el roble haba desaparecido y no quedaba nada

    ms que un tocn destrozado. Al acercarnos a la maana siguiente, encontramos el

    rbol inslitamente destruido. No estaba astillado por la sacudida; se encontraba

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    Tambin recaysobre mla obligacin de instruir a mis hermanos. Ernest, seis

    aos menor que yo, era mi principal alumno. Desde la infancia hab a sido enfermizo, y

    Elizabeth y yo lo habamos cuidado constantemente; era de disposicin dcil, pero

    incapaz de cualquier prolongado esfuerzo mental. William, el benjam n de la familia,

    era todava un nio y la criatura ms preciosa del mundo; tena los ojos vivos y azules,

    hoyuelos en las mejillas y modales zalameros, e inspiraba la mayor ternura.

    Tal era nuestro ambiente familiar, en el cual el dolor y la inquietud no parec an

    tener cabida. Mi padre diriga nuestros estudios, y mi madre participaba de nuestros

    entretenimientos. Ninguno de nosotros gozaba de ms influencia que el otro; la voz de

    la autoridad no se oa en nuestro hogar, pero nuestro mutuo afecto nos obligaba a

    obedecer y satisfacer el ms mnimo deseo del otro.

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    Captulo 2

    Cuando contaba diecisiete aos, mis padres decidieron que fuera a estudiar a la

    universidad de Ingolstadt.Hasta entonces haba ido a los colegios de Ginebra, pero mi

    padre considerconveniente que, para completar mi educacin, me familiarizara con

    las costumbres de otros pases. Se fijmi marcha para una fecha prxima, pero, antes

    de que llegara el da acordado, sucedila primera desgracia de mi vida, como si fuera

    un presagio de mis futuros sufrimientos.

    Elizabeth haba cogido la escarlatina, pero la enfermedad no era grave y se

    recupercon rapidez. Muchas haban sido las razones expuestas para convencer a mi

    madre de que no la atendiera personalmente, y en un principio hab a accedido a

    nuestros ruegos. Pero, cuando supo que su favorita mejoraba, no quiso seguir

    privndose de su compaa y comenza frecuentar su dormitorio mucho antes de que

    l peligro de infeccin hubiera pasado. Las consecuencias de esta imprudencia fueron

    fatales. Mi madre caygravemente enferma al tercer da, y el semblante de los que la

    atendan pronosticaba un fatal desenlace. La bondad y grandeza de alma de esta

    admirable mujer no la abandonaron en su lecho de muerte. Uniendo mis manos y las

    de Elizabeth dijo:

    Hijos mos, tena puestas mis mayores esperanzas en la posibilidad de vuestra

    futura unin. Esta esperanza ser ahora el consuelo de vuestro padre. Elizabeth,

    cario, debes ocupar mi puesto y cuidar de tus primos pequeos. Ay!, siento dejaros.

    Qudifcil resulta abandonaros habiendo sido tan feliz y habiendo gozado de tanto

    cario! Pero no son stos los pensa mientos que debieran ocuparme. Me esforzarpor

    resignarme a la muerte con alegra y abrigarla esperanza de reunirme con vosotros

    en el ms all.

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    Muridulcemente; y su rostro aun en la muerte reflejaba su cario. No necesito

    describir los sentimientos de aquellos cuyos lazos ms queridos se ven rotos por el ms

    irreparable de los males, el vaco que inunda el alma y la desesperacin que embarga

    el rostro. Pasa tanto tiempo antes de que uno se pueda persuadir de que aquella a

    quien veamos cada da, y cuya existencia misma formaba parte de la nuestra, ya no

    estcon nosotros; que se ha extinguido la viveza de sus amados ojos y que su voz tan

    dulce y familiar se ha apagado para siempre. Estos son los pensamientos de los

    primeros das. Pero la amargura del dolor no comienza hasta que el transcurso del

    tiempo demuestra la realidad de la prdida. Pero a quin no le ha robado esa

    desconsiderada mano algn ser querido? Por qu, pues, haba de describir el dolor

    que todos han sentido y debern sentir? Con el tiempo llega el momento en el que el

    sufrimiento es ms una costumbre que una necesidad y, aunque parezca un sacrilegio,

    y a no se reprime la sonrisa que asoma a los labios. Mi madre hab a muerto, pero

    nosotros an tenamos obligaciones que cumplir; debamos continuar nuestro camino

    junto a los dems y conside rarnos afortunados mientras quedara a salvo al menos uno

    de nosotros.

    De nuevo se volvi a hablar sobre mi viaje a Ingolstadt, que se haba visto

    aplazado por los acontecimientos. Obtuve de mi padre algunas semanas de reposo,

    perodo que transcurritristemente. La muerte de mi madre y mi cercana marcha nos

    deprima, pero Elizabeth intentaba reavivar la alegra en nuestro pequeo crculo.

    Desde la muerte de su ta haba adquirido una nueva firmeza y vigor. Se propuso

    llevar a cabo sus obligaciones con la mayor exactitud, y entendi que su principal

    misin consista en hacer felices a su to y primos. A m me consolaba, a su to lo

    distraa, a mis hermanos los educaba. Nunca la vi tan encantadora como en estos

    momentos, cuando se desviva por lograr la felicidad de los dems, olvidndose por

    completo de smisma.

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    Lleg por fin el da de mi marcha. Me haba despedido de todos mis amigos

    menos Clerval, que pasla ltima velada con nosotros. Lamentaba profundamente no

    acompaarme, pero su padre se resistia dejarlo partir. Tena la intencin de que su

    hijo lo ayudara en el negocio, y segua su teora favorita de que los estudios resultaban

    superfluos en la vida diaria. Henry tena una mente educada; no era su intencin

    permanecer ocioso ni le disgustaba ser el socio de su padre, sin embargo crea que se

    podra ser muy buen negociante y no obstante ser una persona culta.

    Estuvimos hasta muy tarde escuchando sus lamentaciones y haciendo mltiples

    peque

    os planes para el futuro. Las lgrimas asomaban a los ojos de Elizabeth,

    lgrimas ante mi partida y ante el pensamiento de que mi marcha deb a haberse

    producido meses antes y acompaada de la bendicin de mi madre.

    Me dej caer en la calesa que deba transportarme, y me embargaron los

    pensamientos ms tristes. Yo, que siempre haba vivido rodeado de afectuosos

    compaeros, prestos todos a proporcionarnos mutuas alegras, me encontraba ahora

    solo. En la universidad hacia la que me diriga debera buscarme mis propios amigos y

    valerme por mmismo. Hasta aquel momento mi vida haba sido extraordinariamente

    hogarea y resguardada, y esto me haba creado una invencible repugnancia hacia los

    rostros desconocidos. Adoraba a mis hermanos, a Elizabeth y a Clerval; sus caras eran

    viejas conocidas; pero me consideraba totalmen te incapaz de tratar con extraos.

    Estos eran mis pensamientos al comenzar el viaje, pero a medida que avanzaba se me

    fue levantando el nimo. Deseaba ardientemente adquirir nuevos conocimientos. En

    casa, a menudo haba reflexionado sobre lo penoso de permanecer toda la juventud

    encerrado en el mismo lugar, y ansiaba descubrir el mundo y ocupar mi puesto entre

    los dems seres humanos. Ahora se cumplan mis deseos, y no hubiera sido

    consecuente arrepentirme.

    Durante el viaje, que fue largo y fatigoso, tuve tiempo suficiente para pensar en

    estas y otras muchas cosas. Por fin apareciel alto campanario blanco de la ciudad.

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    Bajy me condujeron a mi solitaria habitacin. Dispona del resto de la tarde para

    hacer lo que quisiera.

    A la maana siguiente entregu mis cartas de presentacin y visit a los

    principales profesores, entre otros al seor Krempe, profesor de filosofa natural. Me

    recibicon mucha educacin y me hizo diversas preguntas sobre mi conocimiento de

    las distintas ramas cientficas, relacionadas con la filosofa natural. Temblando y con

    cierto miedo, a decir verdad, citlos nicos autores cu yas obras yo haba ledo al

    respecto. El profesor me mirfija mente:

    De verdad que ha pasado usted el tiempo estudiando semejantes tonteras?

    --me pregunt.

    Al responder afirmativamente, el seor Krempe continucon nfasis:

    Ha malgastado cada minuto invertido en esos libros. Se ha embotado la

    memoria de teoras rebasadas y nombres intiles, Dios mo! En qu desierto ha

    vivido usted que no haba nadie lo suficientemente caritativo como para informarle de

    que esas fantasas que tan concienzudamente ha absorbido tienen va mil aos y estn

    tan caducas como anticuadas? No esperaba encon trarme con un disc pulo de Alberto

    Magno y Paracelso en esta poca ilustrada. Mi buen seor, deberempezar de nuevo

    sus estudios.

    Y diciendo esto, se apart, me hizo una lista de libros sobre filosofa natural, que

    me pidi que leyera, y me despidi, comunicndome que a principios de la semana

    prxima comenza ra un seminario sobre filosofa natural y sus implicaciones

    generales, y queel seor Waldman, un colega suyo, en das alternos a l hablara de

    qumica.

    Regres a casa no del todo disgustado, pues haca tiempo que yo mismo

    consideraba in

    tiles a aquellos autores tan desaproba dos por el profesor, si bien no me

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    senta demasiado inclinado a leer los libros que consegubajo su recomendacin. El

    seor Krempe era un hombrecillo fornido, de voz ruda y desagradable aspecto, y por

    tanto me predispona poco en favor de su doctrina. Adems yo senta cierto desprecio

    por la aplicacin de la filosofa natural moderna. Era muy distinto cuando los

    maestros de la ciencia buscaban la inmortalidad y el poder; tales enfoques, si bien

    carentes de valor, tenan grandeza; pero ahora el panorama haba cambiado. El

    objetivo del investigador pareca limitarse a la aniquilacin de las expectativas sobre

    las cuales se fundaba todo mi inters por la ciencia. Se me peda que trocara quimeras

    de infinita grandeza por realidades de escaso valor.

    Estos fueron mis pensamientos durante los dos o tres primeros das que pasen

    casi completa soledad. Pero al comenzar la semana siguiente record la informacin

    que sobre las conferencias me haba dado el seor Krempe, y aunque no pensaba

    escuchar al fatuo hombrecillo pronunciando sentencias desde la ctedra, me vino a la

    memoria lo que haba dicho sobre el seor Waldman, al cual an no haba conocido por

    hallarse fuera de la ciudad. En parte por curiosidad y en parte por ocio, me diriga la

    sala de conferencias, donde poco despus hizo su entrada el seor Waldman. Era muy

    distinto de su colega. Aparentaba tener unos cincuenta aos, pero su aspecto demostra

    ba una gran benevolencia. Sus sienes aparecan levemente encane cidas, pero tena el

    resto del pelo casi negro. No era alto pero s erguido, y tena la voz ms dulce que

    hasta entonces haba odo. Empez su conferencia con un resumen histrico de la

    qumica y los diversos progresos llevados a cabo por los sabios, pronuncian do con gran

    respeto el nombre de los investigadores ms relevantes. Pas entonces a hacer una

    exposicin rpida del estado actual en el que se encontraba la ciencia, y explicmuchos

    trminos elementales. Tras algunos experimentos preparatorios concluy con un

    panegrico de la qumica moderna, en trminos que nunca olvidar.

    Los antiguos maestros de esta ciencia dijo prometan cosas imposibles, y

    no llevaban nada a cabo. Los cientficos modernos prometen muy poco; saben que los

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    metales no se pueden transmutar, y que el elixir de la vida es una ilusin. Pero stos

    filsofos, cuyas manos parecen hechas slo para hurgar en la suciedad, y cuyos ojos

    parecen servir tan slo para escrutar con el microscopio o el crisol, han conseguido

    milagros. Conocen hasta las ms recnditas intimidades de la naturaleza y

    demuestran cmo funciona en sus escondrijos. Saben del firmamento, de cmo circula

    la sangre y de la naturaleza del aire que respiramos. Poseen nuevos y casi ilimitados

    poderes; pueden dominar el trueno, imitar terremotos, e incluso parodiar el mundo

    invisible con su propia sombra.

    Me fui contento con el profesor y su conferencia, y lo visitesa misma tarde. Sus

    modales resultaron en privado an ms atractivos y complacientes que en pblico;

    pues durante la conferencia su apariencia reflejaba una dignidad, que sustitu a en su

    casa por afecto y amabilidad. Escuchcon atencin lo que le contrespecto de mis

    estudios, sonriendo, pero sin el desdn del seor Krempe, ante los nombres de

    Cornelius Agrippa y Paracel so. Dijo que a la entrega infatigable de estos hombres

    deban los filsofos modernos los cimientos de su sabidura. Nos haban legado, como

    tarea ms fcil, el dar nuevos nombres y clasificar adecuadamente los datos que en

    gran medida ellos haban sacado a la luz. El trabajo de los genios, por muy

    desorientados que estn, siempre suele revertir a la larga en slidas ventajas para la

    humanidad. Escuchsus palabras, pronunciadas sin alarde ni presuncin, y aad

    que su conferencia haba desvanecido los prejuicios que tena hacia los qumicos

    modernos, a la vez que solicitsu consejo acerca de nuevas lecturas.

    Me alegra haber ganado un discpulo dijo el seor Waldman, y si su

    aplicacin va pareja a su capacidad, no dudo de que tendr xito. La qumica es la

    parte de la filosofa natural en la cual se han hecho y se harn mayores progresos;

    precisa mente por eso la escogcomo dedicacin. Pero no por ello he abandonado las

    otras ramas de la ciencia. Mal qumico sera el que se limitara exclusivamente a esa

    porcin del conocimiento humano. Si su deseo es ser un autntico hombre de ciencia y

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    no un simple experimentadorcillo, le aconsejo encarecidamente que se dedique a todas

    las ramas de la filosofa natural, incluidas las matemticas.

    Me condujo entonces a su laboratorio y me explic el uso de sus diversas

    mquinas, indicndome lo que deba comprarme. Me prometique, cuando hubiera

    progresado lo suficiente en mis estudios como para no deteriorarlo, me permitir a

    utilizar su propio material. Tambin me dio la lista de libros que le haba pedido y

    seguidamente me march.

    Asconcluyun da memorable para m, pues haba de decidir mi futuro destino.

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    Captulo 3

    A partir de este da, la filosofa natural y en especial la qumica, en el ms

    amplio sentido de la palabra, se convirtieron en casi mi nica ocupacin. Lecon gran

    inters las obras que, llenas de sabidura y erudicin, haban escrito los investigadores

    modernos sobre esas materias. Asista las conferencias y cultivla amistad de los

    hombres de ciencia de la universidad; incluso encontren el seor Krempe una buena

    dosis de sentido comn y slida cultura, no menos valiosos por el hecho de ir parejos a

    unos modales y aspecto repulsivo. En el seor Waldman hallun verdadero amigo.

    Jams el dogmatismo empa su bondad, e imparta su enseanza con tal aire de

    franqueza y amabilidad, que exclua toda idea de pedantera. Quizfuese el carcter

    amable de aquel hombre, ms que un inters intrnseco por esta ciencia, lo que me

    inclinaba hacia la rama de la filosofa natural a la cual se dedicaba. Pero este estado

    de nimo slo se dio en las primeras etapas de mi camino hacia el saber, pues cuanto

    ms me adentraba en la ciencia ms se converta en un fin en smisma. Esa entrega,

    que en un principio haba sido fruto del deber y la voluntad, se fue haciendo tan

    imperiosa y exigente que con frecuencia los albores del da me encontraban trabajando

    an en mi laboratorio. No es de extraar, pues, que progresara con rapidez. Mi inters

    causaba el asombro de los alumnos, y mis adelantos el de los maestros. A menudo el

    profesor Krempe me preguntaba con sonrisa maliciosa por Cornelius Agrippa,

    mientras que el seor Waldman expresaba su ms clido elogio ante mis avances. As

    pasaron dos aos durante los cuales no volva Ginebra, pues estaba entregado de lleno

    al estudio de los descubrimientos que esperaba hacer. Nadie salvo los que lo han

    experimentado, puede concebir lo fascinante de la ciencia. En otros terrenos, se puede

    avanzar hasta donde han llegado otros antes, y no pasar de ah; pero en la

    investigacin cientfica siempre hay materia por descubrir y de la cual asombrarse.

    Cualquier inteligencia normalmente dotada que se dedique con inters a una

    determinada rea, llega sin duda a dominarla con cierta profundidad. Tambin yo, que

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    me afanaba por conseguir una meta, y a cuyo fin me dedicaba por completo, progres

    con tal rapidez que tras dos aos consegumejorar algunos instrumentos qumicos, lo

    que me valigran, admiracin y respeto en la universidad. Llegado a este punto, y,

    habiendo aprendido todo lo que sobre la prctica y la teora de la filosofa natural

    podan ensearme los profesores de Ingolstadt, pens en volver con los mos a mi

    ciudad, dado que mi permanencia en la universidad ya no conllevara mayor progreso.

    Pero se produjo un accidente que detuvo mi marcha.

    Uno de los fenmenos que ms me atraan era el de la estructura del cuerpo

    humano y la de cualquier ser vivo. A menudo me preguntaba de dnde vendr

    a el

    principio de la vida. Era una, pregunta osada, ya que siempre se ha considerado un

    misterio. Sin embargo, cuntas cosas estamos a punto de descubrir si la cobarda y la

    dejadez no entorpecieran nuestra curiosidad! Reflexionaba mucho sobre todo ello, y

    haba decidido dedicarme preferentemente a aquellas ramas de la filosofa natural

    vinculadas a la fisiologa. De no haberme visto animado por un entusiasmo casi

    sobrehumano, esta clase de estudios me hubieran resultado tediosos y casi

    intolerables. Para examinar los orgenes de la vida debemos primero conocer la

    muerte. Me familiariccon la anatoma, pero esto no era suficiente. Tuve tambin que

    observar la descomposicin natural y la corrupcin del cuerpo humano. Al educarme,

    mi padre se haba esforzado para que no me atemorizaran los horrores sobrenaturales.

    No recuerdo haber temblado ante relatos de supersticiones o temido la aparicin de

    espritus. La oscuridad no me afectaba la imaginacin, y los cementerios no eran para

    m otra cosa que el lugar donde yacan los cuerpos desprovistos de vida, que tras

    poseer fuerza y belleza ahora eran pasto de los gusanos. Ahora me vea obligado a

    investigar el curso y el proceso de esta descomposicin y a pasar das y noches en

    osarios y panteones. Los objetos que ms repugnan a la delicadeza de los sentimientos

    humanos atraan toda mi atencin. Vi cmo se marchitaba y acababa por perderse la

    belleza; cmo la corrupcin de la muerte reemplazaba la mejilla encendida; cmo los

    prodigios del ojo y del cerebro eran la herencia del gusano. Me detuve a examinar v

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    analizar todas las minucias que compo nen el origen, demostradas en la

    transformacin de lo vivo en lo muerto y de lo muerto en lo vivo. De pronto, una luz

    surgi de entre estas tinieblas; una luz tan brillante y asombrosa, y a la vez tan

    sencilla, que, si bien me cegaba con las perspectivas que abra, me sorprendi que

    fuera yo, de entre todos los genios que haban dedicado sus esfuerzos a la misma

    ciencia, el destinado a descubrir tan extraordinario secreto.

    Recuerde que no narro las fantasas de un iluminado; lo que digo es tan cierto

    como que el sol brilla en el cielo. Quizalgn milagro hubiera podido producir esto,

    mas las etapas de mi investigacin eran claras y veros

    miles. Tras noches y d

    as de

    increble labor y fatiga, consegudescubrir el origen de la generacin y la vida; es ms,

    yo mismo estaba capacitado para infundir vida en la materia inerte.

    La estupefaccin que en un principio experimentante el descubrimiento pronto

    dio paso al entusiasmo y al arrebato. El alcanzar de repente la cima de mis

    aspiraciones, tras tanto tiempo de arduo trabajo, era la recompensa ms satisfactoria.

    Pero el descubrimiento era tan inmenso y sobrecogedor, que olvidtodos los pasos que

    progresivamente me haban ido llevando a l, para ver slo el resultado final. Lo que

    desde la creacin del mundo haba sido motivo de afanes y desvelos por parte de los

    sabios se hallaba ahora en mis manos. No es que se me revelara todo de golpe, como si

    de un juego de magia se tratara. Los datos que haba obtenido no eran la meta final;

    ms bien tenan la propiedad de, bien dirigidos, poder encaminar mis esfuerzos hacia

    la consecucin de mi objetivo. Me senta como el rabe que enterrado junto a los

    muertos encontrun pasadizo por el cual volver al mundo, sin ms ayuda que una luz

    mortecina y apenas suficiente.

    Amigo mo, veo por su inters, y por el asombro y expectati va que reflejan sus

    ojos, que espera que le comunique el secreto que poseo; mas no puede ser: escuche con

    paciencia mi historia hasta el final y comprenderentonces mi discrecin al respecto.

    No seryo quien, encontrndose usted en el mismo estado de entusiasmo y candidez

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    en el que yo estaba entonces, le conduzca a la destruccin y a la desgracia. Aprenda de

    m, si no por mis advertencias, sal menos por mi ejemplo, lo peligroso de adquirir

    conocimientos; aprenda cunto ms feliz es el hombre que considera su ciudad natal el

    centro del universo, que aquel que aspira a una mayor grandeza de la que le permite

    su naturaleza.

    Cuando me encontrcon este asombroso poder entre mis manos, dudmucho

    tiempo en cuanto a la manera de utilizarlo. A pesar de que posea la capacidad de

    infundir vida, el preparar un organismo para recibirla, con las complejidades de

    nervios, m

    sculos y venas que ello entra

    a, segua siendo una labor terriblemente

    ardua y difcil. En un principio no saba bien si intentar crear un ser semejante a m o

    uno de funcionamiento ms simple; pero estaba demasiado embriagado con mi primer

    xito como para que la imaginacin me permitiera dudar de mi capacidad para

    infundir vida a un animal tan maravilloso y complejo como el hombre. Los materiales

    con los que de momento contaba apenas si parecan adecuados para empresa tan

    difcil, pero tena la certeza de un xito final. Me prepar para mltiples

    contratiempos; mis tentativas podran frustrarse, y mi labor resultar finalmente

    imperfecta. Sin embargo, me animaba cuando consideraba los progresos que da a da

    se llevan a cabo en las ciencias y la mecnica; pensando que mis experimentos al

    menos serviran de base para futuros xitos. Tampoco poda tomar la amplitud y

    complejidad de mi proyecto como argumen to para no intentarlo siquiera. Imbuido de

    estos sentimientos, comencla creacin de un ser humano. Dado que la pequeez de

    los rganos supona un obstculo para la rapidez, decid, en contra de mi primera

    decisin, hacer una criatura de dimensiones gigantescas; es decir, de unos ocho pies de

    estatura y correcta mente proporcionada. Tras esta decisin, pas algunos meses

    recogiendo y preparando los materiales, y empec.

    Nadie puede concebir la variedad de sentimientos que, en el primer entusiasmo

    por el xito, me espoleaban como un huracn. La vida y la muerte me parecan

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    fronteras imaginarias que yo rompera el primero, con el fin de desparramar despus

    un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo. Una nueva especie me bendecira

    como a su creador, muchos seres felices y maravillosos me deberan su existencia.

    Ningn padre poda reclamar tan completamente la gratitud de sus hijos como yo

    merecera la de stos. Prosiguiendo estas reflexiones, pensque, si poda infundir vida

    a la materia inerte, quiz, con el tiempo (aunque ahora lo creyera imposible), pudiese

    devolver la vida a aquellos cuerpos que, aparentemente, la muerte hab a entregado a

    la corrupcin.

    Estos pensamientos me animaban, mientras prosegua mi trabajo con

    infatigable entusiasmo. El estudio haba empalidecido mi rostro, y el constante

    encierro me haba demacrado. A veces fracasaba al borde mismo del xito, pero segua

    aferrado a la es peranza que poda convertirse en realidad al da o a la hora siguiente.

    El secreto del cual yo era el nico poseedor era la ilusin a la que haba consagrado mi

    vida. La luna iluminaba mis esfuerzos nocturnos mientras yo, con infatigable y

    apasionado ardor, persegua a la naturaleza hasta sus ms ntimos arcanos. Quin

    puede concebir los horrores de mi encubierta tarea, hurgando en la hmeda oscuridad

    de las tumbas o atormentando a algn animal vivo para intentar animar el barro

    inerte? Ahora me tiemblan los miembros con slo recordarlo; entonces me espoleaba

    un impulso irresistible y casi frentico. Pareca haber perdido el sentimiento y sentido

    de todo, salvo de mi objetivo final. No fue ms que un perodo de trnsito, que incluso

    agudizmi sensibilidad cuando, al dejar de operar el estmulo innatural, hube vuelto a

    mis antiguas costumbres. Recoga huesos de los osarios, y violaba, con dedos

    sacrlegos, los tremendos secretos de la naturaleza humana. Haba instalado mi taller

    de inmunda creacin en un cuarto solitario, o mejor dicho, en una celda, en la parte

    ms alta de la casa, separada de las restantes habitaciones por una galera y un tramo

    de escaleras. Los ojos casi se me salan de las rbitas de tanto observar los detalles de

    mi labor. La mayor, parte de los materiales me los proporcionaban la sala de diseccin,

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    y el matadero. A menudo me senta asqueado con mi trabajo; pero, impelido por una

    incitacin que aumentaba constantemente, iba ultimando mi tarea.

    Transcurriel verano mientras yo segua entregado a mi objetivo en cuerpo y

    alma. Fue un verano hermossimo; jams haban producido los campos cosecha ms

    abundante ni las cepas, mayor vendimia; pero yo estaba ciego a los encantos de la

    naturaleza. Los mismos sentimientos que me hicieron insensible a lo que me rodeaba

    me hicieron olvidar aquellos amigos, a tantas, millas de m, a quienes no haba visto

    en mucho tiempo. Saba que mi silencio les inquietaba, y recordaba claramente las

    palabras de mi padre: Mientras ests contento de ti mismo, s

    que pensar

    s en

    nosotros con afecto, y sabremos de ti. Me disculpars si tomo cualquier interrupcin en

    tu correspondencia como seal de que tambin ests abandonando el resto de tus

    obligaciones.

    Por tanto, saba muy bien lo que mi padre deba sentir; pero me resultaba

    imposible apartar mis pensamientos de la odiosa labor que se haba aferrado tan

    irresistiblemente a mi mente. Deseaba, por as decirlo, dejar a un lado todo lo

    relacionado con mis sentimientos de cario hasta alcanzar el gran objetivo que haba

    anulado todas mis anteriores costumbres.

    Entonces pensque mi padre no sera justo si achacaba mi negligencia a vicio o

    incorreccin por mi parte; pero ahora sque l estaba en lo cierto al no creerme del

    todo inocente. El ser humano perfecto debe conservar siempre la calma y la paz de

    espritu y no permitir jams que la pasin o el deseo fugaz turben su tranquilidad. No

    creo que la bsqueda del saber sea una excepcin. Si el estudio al que te consagras

    tiende a debilitar tu afecto y a destruir esos placeres sencillos en los cuales no debe

    intervenir aleacin alguna, entonces ese estudio es inevitablemen te negativo, es decir,

    impropio de la mente humana. Si se acatara siempre esta regla, si nadie permitiera

    que nada en absoluto empaara su felicidad domstica, Grecia no se habra

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    esclavizado, Csar habra protegido a su pas, Amrica se habra descubierto ms

    pausadamente y no se hubieran destruido los imperios de Mxico y Per.

    Pero olvido que estoy divagando en el punto ms interesante de mi relato, y su

    mirada me recuerda que debo continuar.

    Mi padre no me reprochaba nada en sus cartas. Su manera de hacerme ver que

    reparaba en mi silencio era preguntndome con mayor insistencia por mis

    ocupaciones. El invierno, primavera y verano pasaron mientras yo continuaba mis

    tareas, pero tan absorto estaba que no vi romper los capullos o crecer las hojas,

    escenas que otrora me haban llenado de alegra. Aquel ao las hojas se haban ya

    marchitado cuando mi trabajo empezaba a tocar su fin, y cada da traa con mayor

    claridad nuevas muestras de mi xito. Pero la ansiedad reprima mi entusiasmo, y ms

    que un artista dedicado a su entretenimiento preferido tena el aspecto de un

    condenado a trabajos forzados en las minas o cualquier otra ocupacin insana. Cada

    noche tena accesos de fiebre y me volvmuy nervioso, lo que me incomodaba, ya que

    siempre haba disfrutado de excelente salud y haba alardeado de dominio de m

    mismo. Pero pensque el ejercicio y la diversin pronto acabaran con los sntomas, y

    me prometdisfrutar de ambos en cuanto hubiera completado mi creacin.

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    momentos de olvido. Mas fue en vano; pude dormir, pero tuve horribles pesadillas.

    Vea a Elizabeth, rebosante de salud, paseando por las calles de Ingolstadt. Con

    sorpresa y alegra la abrazaba, pero en cuanto mis labios rozaron los suyos,

    empalidecieron con el tinte de la muerte; sus rasgos parecieron cambiar, y tuve la

    sensacin de sostener entre mis brazos el cadver de mi madre; un sudario la envolva,

    y vi cmo los gusanos reptaban entre los dobleces de la tela. Me desperthorrorizado;

    un sudor fro me baaba la fren te, me castaeteaban los dientes y movimientos

    convulsivos me sacudan los miem