sermones sobre el evangelio de juan

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ÍNDICE ÍNDICE COMIENCE A LEER COMIENCE A LEER GUÍA DEL USUARIO GUÍA DEL USUARIO Comed Mi carne y bebed Mi sangre Comed Mi carne y bebed Mi sangre The New Life Mission COMIENCE A LEER Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) Comed Mi carne y bebed Mi sangre GUÍA DEL USUARIO

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Page 1: Sermones sobre el evangelio de juan

ÍNDICEÍNDICE

COMIENCE A LEERCOMIENCE A LEER

GUÍA DEL USUARIOGUÍA DEL USUARIO

Comed Mi

carne y bebed

Mi sangre

Comed Mi

carne y bebed

Mi sangre

The New Life Mission

COMIENCE A LEER

Sermones sobre el Evangelio de Juan (III)Sermones sobre el Evangelio de Juan (III)

Comed Mi

carne y bebed

Mi sangre

GUÍA DEL USUARIO

Page 2: Sermones sobre el evangelio de juan

◄ Índice ►

Debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre de verdad

Hasta ahora muchos cristianos no conocen la Verdad, sino sólo unos ritualesreligiosos heredados de la tradición. Desde el Evangelio a la Sagrada Comunión, loscristianos de hoy en día se mantienen en la ortodoxia pero no a través delconocimiento de la Verdad, sino al hacer hincapié en los procedimientos formales y losritos consagrados.

Como resultado, cuando los cristianos de hoy en día se encuentran con el pan y elvino que representan la carne y la sangre de Jesús durante la Comunión, estánagradecidos sólo por el sacrificio de Su sangre y siguen sin conocer el hecho de queCristo tomó sobre Sí mismo todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista.

Por tanto les pido a todos los cristianos del mundo que aprendan, de ahora enadelante, lo que significa la carne y la sangre de Jesús dentro del Evangelio del agua yel Espíritu, que crean en él y así reciban la salvación y tomen parte en la SagradaComunión con la fe correcta.

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◄ Índice ►

Comed Mi carne y bebed

Mi sangre

PAUL C. JONG

Casa Editorial Hephzibah Un Ministerio de THE NEW LIFE MISSION

SEÚL, COREA

Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) Comed Mi carne y bebed Mi sangre Derechos de autor © 2006 por The New Life Mission Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o transmitida ni por ningún medio, ya sea eléctronico o mecánico o por medio de fotocopia, grabación o cualquier otro sistema de almacenamiento o recuperación de información, sin permiso previo del dueño del copyright. ISBN 89-8314-692-3

Page 4: Sermones sobre el evangelio de juan

◄ Cubierta ►

Índice

Preface ----------------------------------------------- 6

¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente? (Juan 6, 1-15) ------------------- 11

Creer en Aquel que Dios ha elegido es la obra de Dios (Juan 6, 16-29) --------------------------------- 32

Trabajen por la comida que dura hasta la vida eterna (Juan 6, 16-40) ------------------- 50

Vivir según el Espíritu (Juan 6, 26-40) --------------------------------- 69

Trabajen por la comida que no perece en este mundo (Juan 6, 26-59) --------------- 87

Debemos comer el pan del cielo por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu (Juan 6, 28-58) -------------------------------- 108

Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros (Juan 6, 41-51) -------------------------------- 129

¿Cómo podemos comer la carne de Jesús? (Juan 6, 41-59) -------------------------------- 148

Crean en Jesús que vino del Cielo como su Salvador en sus corazones (Juan 6, 41-51) -------------------------------- 161

¡Jesús nos ha dado la verdadera vida eterna! (Juan 6, 47-51) -------------------------------- 178

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◄ Cubierta ►

Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada (Juan 6, 52-59) -------------------------------- 194

Jesús, que nos ha dado el pan de vida (Juan 6, 54-63) -------------------------------- 206

Deben predicar la carne y la sangre de Jesús a los miembros de su familia (Juan 6, 51-56) -------------------------------- 244

¿Por qué debemos vivir? (Juan 6, 63-69) -------------------------------- 263

Debemos conocer la Verdad correctamente (Juan 6, 60-71) -------------------------------- 275

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6 Prólogo

◄ Índice ►

Prólogo En la historia del cristianimos la controversia

de la Eucaristía que se produjo sobre la interpretación de la Sagrada Comunión todavía no se ha solucionado. En otras palabras, hay distinto argumentos que dependen de cómo se interpreta el pan y el vino que se usan en la Comunión:

1) Transustanciación. Una postura que mantiene la Iglesia Católica y que afirma que el pan y el vino de la Sagrada Comunión se transforman en la carne y sangre de Jesucristo.

2) Coexistencialismo. Una postura defendida por Martín Lutero que afirma que Jesucristo está presente en el pan y el vino de la Comunión.

3) Simbolismo. Mantenido por Ulrich Zwingli de Suiza, interpreta la Comunión como una

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7 Prólogo

◄ Índice ►

conmemoracíon simbólica de la muerte de Jesucristo.

4) La Doctrina de la Presencia Espiritual de Jesucristo de Calvino. Esta postura cree que Cristo está presente en el pan y el vino de la Comunión.

Hasta hoy en día los cristianos creen en alguna de las posturas citadas anteriormente sin tener dudas. Sin embargo, estas cuatro afirmaciones, excepto la de la transustanciación, sostenida por la Iglesia Católica, son modificaciones parciales de la transustanciación. De hecho todos estos argumentos son nociones hipotéticas que se han inventado los hombres, ya que sus defensores no pudieron entender lo que el Señor quiso decir con: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53).

Dicho de otra manera, todas estas contiendas surgieron porque sus defensores nos conocían la

razón por la que Jesús nos dijo que comiésemos Su carne y bebiésemos Su sangre. En la Última Cena Jesús dijo a Sus discípulos que recordasen Su carne y Su sangre con pan y vino, y este pan aquí representa el hecho de que Jesús tomó todos los pecados del mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, mientras que el vino representa que Jesús pagó el precio del pecado en nuestro lugar al ser crucificado y derramar Su sangre hasta morir.

Nunca debemos dejar que sea en vano el amor y la salvación de Jesús manifestados en la Comunión. Todos debemos reflexionar una vez más sobre las intenciones del Señor cuando nos ordenó que comiésemos su carne y bebiésemos Su sangre y debemos tomar parte en la Comunión por fe. Cuando tomamos parte en la Sagrada Comunión, que constituye el testimonio de la salvación, debemos conocer correctamente

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8 Prólogo

◄ Índice ►

la justicia de Dios que ha borrado nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en Su justicia.

Repito que si participan en la Comunión creyendo en doctrinas como la transustanciación, les tengo que decir que su fe es incorrecta. Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53), pero ¿significa esto que debemos tomar la Comunión para comer y beber a Jesús literalmente porque se ha convertido misteriosamente en pan y en vino? Según algunos teólogos, cuando tomamos la Comunión, Jesuscristo está presente en el pan y el vino, y por tanto al comer y beber el pan y el vino estamos comiendo la carne y bebiendo la sangre de Jesús. Si esto fuera cierto, significaría que a no ser que participásemos en la Comunión no podríamos comer ni beber la carne y la sangre de

Jesús. Pero esta afirmación es una estupidez. Es una desviación de la Verdad. ¿Es esto lo que Jesús dijo?

¿Acaso dijo que debemos tomar la Comunión para comer Su carne y beber Su sangre? No, nunca dijo tal cosa. Al creer en la Palabra de Dios somos salvados de nuestros pecados y recibimos la vida eterna. Si comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre sólo cuando tomamo la Comunión, entonces ¿no significa esto que nuestra fe está constituida por nuestras obras? Quien enseñe falacias comoe esta será juzgado por Jesús.

Comer la carne de Jesús y beber Su sangre no se consigue mediante la Sagrada Comunión, sino que se consigue al creer en lo que Jesús hizo en Sus 33 años de vida en la tierra. Cuando Jesús vino al mundo, tomó todos nuestros pecados, ya que estábamos bajo la Ley, y tomó todas las maldicones de estos pecados de una sola vez.

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9 Prólogo

◄ Índice ►

Para cargar nuestros pecados en Su cuerpo (carne), Dios mismo, que no tenía pecado, vino encarnado en la misma carne que nosotros y así aceptó todos los pecados del mndo de una sola vez al ser bautizado en Su cuerpo mediante la imposición de manos. Esta es la carne de Jesús que ofreció para cumplir la justicia de Dios. Al creer en el hecho de que nuestros pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús a través de Su bautismo, debemos comer Su carne. Por fe comemos la carne de Jesús y bebmos su sangre al creer que Jesús cargó con estos pecados hasta la Cruz y fue condenado en nuestro lugar porque había tomado los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista.

Hasta ahora muchos cristianos no conocen la Verdad, sino sólo unos rituales religiosos heredados de la tradición. Desde el Evangelio a la Sagrada Comunión, los cristianos de hoy en día se mantienen en la ortodoxia pero no a través

del conocimiento de la Verdad, sino al hacer hincapié en los procedimientos formales y los ritos consagrados.

Como resultado, cuando los cristianos de hoy en día se encuentran con el pan y el vino que representan la carne y la sangre de Jesús durante la Comunión, están agradecidos sólo por el sacrificio de Su sangre y siguen sin conocer el hecho de que Cristo tomó sobre Sí mismo todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista.

Por tanto les pido a todos los cristianos del mundo que aprendan, de ahora en adelante, lo que significa la carne y la sangre de Jesús dentro del Evangelio del agua y el Espíritu, que crean en él y así reciban la salvación y tomen parte en la Sagrada Comunión con la fe correcta.

Me gustaría dejar claro que no intento atacar su fe, sino que deseo corregir sus errores y restablecer la fe correcta. Espero y rezo porque protestantes, católicos y todos los que deseen

Page 10: Sermones sobre el evangelio de juan

10 Prólogo

◄ Índice ►

creer en Jesús por todo el mundo entiendan la carne y la sangre de Jesús correctamente y creean en ellas dentro de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y así disfruten de la vida eterna.

Que Dios les bendiga a todos.

PAUL C. JONG

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◄ Índice ►

CAPÍTULO 1

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12 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

◄ Índice ►

¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

< Juan 6, 1-15 > «Después de esto, Jesús fue al otro lado del

mar de Galilea, el de Tiberias. Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. Uno de sus discípulos, Andrés,

hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos? Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones. Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Pero entendiendo Jesús que iban a venir para

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13 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo».

El capítulo 6 de Juan habla del pan de vida en

su integridad. En el pasaje de las Escrituras de hoy se dice que cuando Jesús cruzó al otro lado del río Tiberias, una gran multitud le siguió. La razón por la que tanta gente siguió a Jesús es que había visto los milagros que hizo en los enfermos. Cuando Jesús subió a la montaña y se sentó con Sus discípulos, vio que la multitud se le acercaba y le dijo a Felipe: «¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?». Entonces Felipe dijo: «Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco».

Otro discípulo, Andrés, le dijo a Jesús: «Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para

tantos?». Felipe y Andrés le contaron a Jesús cuál era la situación en ese momento. Pero Jesús les dijo que le pidieran a todo el mundo que se sentase en la hierba. Entonces tomó los cinco panes y los dos peces que había traído aquel muchacho, los bendijo y los repartió a todos los que estaban sentados. Había más de 5,000 hombres, sin contar a las mujeres y los niños (Mateo 14, 21; Marcos 6, 44).

Gracias a este milagro, la gente reunida allí intentó hacer que Jesús fuera su rey. El pueblo de Israel vivía bajo el dominio de Roma por aquel entonces y por eso aunque trabajaban la tierra, tenían muy poco para sobrevivir, ya que casi toda su cosecha se empleaba en pagar los impuestos del imperio romano. Así que era más que posible que intentasen hacer a Jesús su rey. Como no podían sobrevivir por sí mismos y no tenían dinero para tratamientos contra enfermedades, seguían a Jesús muy de cerca, ya que Él había

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14 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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curado sus enfermedades y había saciado su hambre.

El pan del que se habla en el capítulo sexto de Juan simboliza la carne de Jesús

La carne de Jesús significa que Jesús cargó

con nuestros pecados en Su cuerpo al recibir Su bautismo, entregó Su cuerpo para ser crucificado, derramó Su sangre hasta morir, se levantó de entre los muertos y así se ha convertido en nuestro Salvador. Al tomar nuestros pecados sobre Su cuerpo de una vez y al pagar el precio de estos pecados de una vez, Jesús nos ha salvado perfectamente de nuestros pecados. El cuerpo de Jesús es el pan de vida.

Y la sangre de Jesús es verdadera bebida.

Desde un punto de vista, la Biblia puede parecer tan sólo un recuento histórico del pueblo de Israel, pero en realidad es la Palabra de Dios que habla de la carne y la sangre de Jesús que Dios nos ha dado para entregarnos la vida a toda la raza humana. Todos los capítulos de la Biblia contienen la Palabra de vida que Dios quiere decirnos. Así que si alguien conoce perfectamente lo que la Palabra de Dios le está diciendo, puede ser salvado de todos sus pecados.

Andrés le dijo a Jesús: «Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?». Los dos pececillos se refieren a la Iglesia de Dios. Como estos peces, la Iglesia de Dios no es imponente en apariencia externa. Sin embargo, la Iglesia de Dios está predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Gracias al Evangelio del agua y el Espíritu que estamos

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15 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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predicando, muchas personas de esta era pueden comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Como estamos predicando este verdadero Evangelio a toda la población mundial, de los más de 6000 millones de personas que hay en el mundo, los que creen en este Evangelio están recibiendo la remisión de sus pecados. Algunas personas se preguntarán cuánto se puede conseguir mediante un grupo reducido de ministros y santos y unos pocos trabajadores repartidos por el mundo, pero como el Señor ayuda a la Iglesia de Dios y obra a través de ella, está salvando a todo el mundo de sus pecados. Nuestro Señor nos ha dado el pan de vida a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.

Jesús dijo que la carne de Su cuerpo es pan de vida para nosotros

Cuando participamos en la Sagrada

Comunión, comemos pan y bebemos vino, y el pan simboliza el cuerpo de Jesús, mientras que el vino significa la sangre que Jesús derramó en la Cruz. Jesús nos dijo que le recordásemos con el pan y el vino de la Comunión (Lucas 22, 19). ¿Por qué? Porque nuestros Señor tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado en Su cuerpo y derramar Su sangre en la Cruz por nosotros. Como nuestro Señor tomó nuestros pecados sobre Sí mismo a través de Su bautismo, estos fueron pasados a Jesucristo, y así nuestros pecados pudieron ser borrados. Cuando Jesús nos dijo que comiésemos Su carne y bebiésemos Su sangre, nos estaba diciendo que creyésemos en la Verdad de que tomó nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado, que entregó Su cuerpo

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16 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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en la Cruz para derramar Su sangre, se levantó de entre los muertos y así ha borrado todos nuestros pecados de una vez por todas. Así que si tenemos esto en cuenta, ¿qué hubiera pasado si Jesús no hubiera cargado con nuestros pecados al recibir el bautismo sobre Su cuerpo? Nuestros pecados nunca hubieran sido borrados. Por eso debemos recibir la remisión de nuestros pecados por fe, al comer la carne de Jesús y beber Su sangre.

Cuando estamos demasiado ocupados con nuestros propios asuntos, solemos olvidarnos de lo agradecidos que deberíamos estar porque nuestro Señor nos ha salvado de los pecados. En otras palabras, aunque deberíamos estar agradecidos eternamente por haber sido salvados a través de Su carne y Su sangre, cuando nuestras almas se llenan de oscuridad, no podemos sentir Su gracia. Y como resultado perdemos nuestra gratitud por Dios y Su gracia, del mismo modo en que la iglesia de Efeso fue reprendida por

haber perdido su amor inicial a pesar de haber trabajado sin descanso para Dios (Apocalipsis 2, 1-4). Sin embargo, cuando nos libramos de los asuntos que nos molestan durante un tiempo, lo dejamos todo de lado y pensamos en Dios, podemos ver lo agradecidos que deberíamos estar por la gracia de Dios. Cuando pienso en cómo el Señor vino al mundo, cómo fue bautizado para tomar mis pecados de una vez por todas, cómo cargó con esos pecados hasta la Cruz y cómo fue condenado por ellos, cómo murió y se levantó de entre los muertos, y cómo me ha quitado mis pecados, estoy lleno de gratitud. Cuando estoy inmerso en mi trabajo, estoy demasiado ocupado con lo que tengo delante de mí y tengo poco tiempo para estar agradecido. Pero cuando me presento ante Dios de nuevo, estoy muy agradecido de que haya salvado a alguien como yo.

En ocasiones tanto los pensamientos carnales

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17 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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como los espirituales están mezclados en nuestras mentes y nos confunden. Sin embargo, cuando pensamos en lo que Dios ha hecho por nosotros, nuestros corazones se llenan de gratitud. Una vez más debemos recordar que no estamos sin pecado ante Dios por nuestros propios méritos porque somos demasiado insuficientes y débiles.

Jesucristo es el Dios que nos creó. Jesús es el Creador que nos creó y que hizo el universo entero y por tanto es el Dueño del universo. Jesús es el Salvador que, cuando la humanidad que fue creada a imagen de Dios cayó en el pecado y fue destinada al infierno, nació en este mundo encarnado en un hombre a través del cuerpo de la Virgen María para salvar a Su pueblo de sus pecados; tomó esos pecados al ser bautizado en Su cuerpo; fue condenado por ellos en la Cruz y murió; se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado completamente de nuestros pecados.

No puedo estar suficientemente agradecido a Dios cuando pienso en el Evangelio del agua y el Espíritu.

Cuando la gente se encuentra ante la muerte y la destrucción, se vuelve muy sincera. Si pensara que voy a morir ahora mismo, dejaría todos los asuntos mundanos y sólo pensaria en mi relación con Dios. Y antes de expirar, estaría en completa paz y lleno de gozo por haber comido la carne de Jesús y haber bebido Su sangre mientras estaba vivo.

No hace mucho, un domingo de Pascua, dimos gracias al Señor por darnos vida eterna. Tras ser bautizado por Juan el Bautista y morir en la Cruz, nuestro Señor se levantó de entre los muertos y vivió de nuevo. Como la resurrección de nuestro Señor es nuestra resurrección, de los que creemos en Su Evangelio, al levantarse el Señor de entre los muertos, nuestros cuerpos serán transformados y también nosotros

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18 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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resucitaremos y obtendremos nuevos cuerpos que nunca perecerán. En otras palabras, del mismo modo en que el Señor se levantó de entre los muertos, nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos levantaremos de entre los muertos. De hecho creemos en la resurrección del Señor y creemos que nosotros también resucitaremos.

Cuando llega la Pascua, incluso los pastores que no han nacido de nuevo predican: «Como Jesús murió en la Cruz y se levanto de la tumba, deben vivir con la esperanza de la resurrección». La pregunta es si creen o no de verdad en la resurrección de Jesús. Dicho de otra manera, ¿están seguros de que resucitarán en el Día del Señor? No pueden estar seguros. Aunque dicen con sus labios: «Sí, creo», dudan en sus corazones y se preguntan: «¿Pasará de verdad?».

Antes de nacer de nuevo, mi mente no podía entender el significado de la resurrección. Me

preguntaba: «¿Cómo pudo levantarse Jesús después de morir? ¿Cómo puede un hombre muerto levantarse?». Sin embargo, como el Señor que cargó con los pecados del mundo a través de Su bautismo, es esencialmente Dios Todopoderoso, es posible que se levantase. El Señor dijo que del mismo modo en que Él se levantó de entre los muertos nosotros también viviremos de nuevo. Nos dijo: «Quien coma Mi carne y beba Mi sangre, se levantará el último día. Quien crea en Mí recibirá la vida eterna».

Esto es cierto. Cuando llega la Pascua, los predicadores que no han nacido de nuevo hablan de cosas irrelevantes, pero debemos darnos cuenta de que el Señor nos ha resucitado y nos ha dado vida nueva, debemos creer en esto y darle gracias de todo corazón. Después de hacer la obra del Señor, debemos presentarnos ante Él.

¿Qué le pasará a nuestro cuerpo cuando estemos ante Dios? Los que creen en el

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19 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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Evangelio del agua y el Espíritu creen que vivirán de nuevo. Los que no creen en este Evangelio no podrán participar en la primera resurrección (Apocalipsis 20, 5-6). ¿Cómo podrían esperar la resurrección de Jesús y la suya propia los que no comen la carne de Jesús ni beben Su sangre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? La gente no puede creer de corazón que serán resucitados en el futuro porque no saben que Jesús quitó todos los pecados del mundo al tomarlos en Su cuerpo mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista, ni que derramó Su sangre hasta morir en la Cruz y se levantó de entre los muertos.

Como Dios es esencialmente Dios pudo salvarnos al venir al mundo encarnado en un hombre, al tomar nuestros pecados sobre Sí mismo de una sola vez al ser bautizado por Juan el Bautista, al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Si Jesús hubiera sido sólo un

hombre, esto no hubiera ocurrido, pero lo consiguió porque es Dios. No hay ningún ser humanos, que es simplemente una de las criaturas de Dios, que haya nacido en este mundo sin pecado. Todos los seres humanos nacen siendo pecadores.

Sin embargo, como Jesús es el Hijo de Dios Padre, como es quien creó el universo entero con Su Palabra y como es la voluntad de Dios Padre salvarnos de los pecados, Cristo vino al mundo en obediencia a la voluntad del Padre y nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor nos ha resucitado de la muerte espiritual y física a los que creemos en esta Verdad. Como Jesús es su Salvador y mi Salvador, Él ha hecho todo esto por nosotros. Por eso en nuestros corazones tenemos fe en Dios y estamos profundamente agradecidos.

Debemos entender y creer que Jesús es Dios (1 Juan 5, 20). Si Jesús fuera una criatura

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20 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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solamente, nadie podría ser salvado. Imaginemos que alguien virtuoso y respetado en este mundo cargase con nuestros pecados y muriese por nosotros. ¿Podríamos ser salvados? No, no podríamos. Esto se debe a que no hay nadie que no peque y por tanto aunque esta persona cargase con nuestros pecados y muriese en nuestro lugar, no podría salvar a otros pecadores porque él mismo es un pecador.

Sólo Dios Todopoderoso puede salvarnos de los pecados y por eso vino a la tierra a salvarnos. Por eso nuestro Señor, que es Dios mismo, tomó los pecados del mundo sobre Su cuerpo al ser bautizado y así los borró. También como Jesús es Dios pudo ser condenado por nuestros pecados y morir en la Cruz en nuestro lugar y gracias a Su poder pudo levantarse de entre los muertos. Así Jesús nos ha salvado a del pecado. Y por eso le damos gracias a Dios al creer en Jesús.

Hay mucha gente en este mundo que viven

vidas religiosas basadas en sus propios pensamientos. Sus vidas religiosas son obvias. Basándonos en el pasaje de las Escrituras de hoy, predican lo siguiente: «¿Cómo fue posible que se multiplicaran los panes y los peces milagrosamente? Al ofrecer un muchacho su comida a Jesús sin dudarlo, los mayores se sintieron conmovidos y ofrecieron también su comida y así reunieron todos los víveres y los repartieron por igual, y así hubo suficiente comida para todos, e incluso sobraron doce cestas». Pero en realidad esto convierte la Palabra de Dios en un sustema ético de normas humanas.

La comida que el muchacho trajo sólo tenía cinco panes y dos peces. Probablemente sus padres le dieran ese almuerzo para asegurarse de que tenía algo de comer cuando fue a ver a Jesús. Pero el muchacho ofreció su comida al Señor. El Señor la bendijo e hizo el milagro de los panes y

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21 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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los peces. Este tipo de milagros no ocurren aunque nosotros bendigamos la comida. Todo el mundo lo sabe. En vez de aceptarlo tal y como está escrito en la Biblia, imaginen que fueran ustedes los que hicieron el milagro y piensen en ello. Si rezaran sobre la comida y dijeran: «Que Dios bendiga esa comida», ¿se multiplicaría de repente para alimentar a todos los reunidos de manera que aún sobraran doce cestas? Por supuesto que no. No puede ocurrir ningún milagro por nuestro propio poder. Sólo Jesús puede hacerlo.

Ahora mismo, estamos difundiendo el Evangelio de Verdad por todo el mundo. Hay mucha gente en este mundo que predica su propio evangelio. Pero los que predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu somos pocos. No hay otro Evangelio de Verdad aparte de este Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos y

predicamos, este Evangelio que difundimos, es la Palabra de Dios que es capaz de salvar a todo el mundo. El Evangelio del agua y el Espíritu es el Evangelio bendito y el pan de vida que permite a la humanidad ser librada de todos los pecados y recibir nueva vida. Algunos de nosotros hemos escuchado este Evangelio del agua y el Espíritu recientemente, mientras que otros nacimos de nuevo hace mucho tiempo al creer en este Evangelio. Pero todos nosotros sabemos igualmente que este Evangelio del agua y el Espíritu es el único Evangeli de Verdad.

El Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad que testifica que el Señor ha borrado todos nuestros pecados con Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz: al venir al mundo, tomar los pecados del mundo en Su bautismo, derramar Su sangre y morir en la Cruz, y al levantarse de entre los muertos, nuestro Señor se ha convertido en nuestro Salvador. Los cinco

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panes del pasaje de las Escrituras de hoy simbolizan la salvación de gracia que el Señor nos ha concedido, y esto implica el Evangelio del agua y el Espíritu. En la Biblia, el número cinco simboliza la gracia y las bendiciones de Dios.

Mis queridos hermanos, en el Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos, están la bendición de la salvación, la bendición de la vida eterna y la bendición de la nueva vida. Es un Evangelio maravilloso. Es este Evangelio en el que creemos y que predicamos por todo el mundo a través de nuestros libros. Incluso ahora mismo, gente de todo el mundo nos envía sus testimonios de salvación diciendo que han recibido la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Hay muchos misioneros y pastores entre ellos. Mis queridos hermanos, ¿está esta gente diciendo que ha nacido de nuevo ahora porque antes no habían creído en Jesús o porque creyeron en Él más

tarde que nosotros? No. Lo que pasa es que habían creído en un falso Evangelio hasta ahora y ahora han encontrado el Evangelio del agua y el Espíritu predicado por la Iglesia de Dios y han creído en él. Por eso han empezado a vivir por la gracia de Dios ahora.

Nuestro Señor nos prometió que mandaría la primera lluvia y la última a su tiempo (Joel 2, 23). Durante la era de la Iglesia Primitiva, cuando los Apóstoles predicaban el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios envió la primera lluvia y ahora está cubriendo el planeta con la última lluvia. Esta última está cayendo sobre todo el planeta a través de nuestros libros impresos y libros-e, así como de Internet. En otras palabras, al alimentarse de este Evangelio del agua y el Espíritu la gente satisface su hambre y sed espiritual y recibe vida eterna. Cuando nuestro Señor vino al mundo ofreció Su cuerpo por nosotros para tomar nuestros pecados

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23 ¿Qué son estos pocos panes y peces para tanta gente?

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a través de Su bautismo, los quitó todos al ser condenado en la Cruz y se levantó de entre los muertos de nuevo. Debemos comer el pan de vida que Él nos ha dado. A los que creen en este Evangelio que Jesús nos ha dado, Dios les ha dado la salvación y la vida eterna.

Nuestro Señor dijo: «Quien coma del pan que Yo le doy, nunca más tendrá hambre». También dijo: «Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (Juan 4, 14).Por muchas cosas carnales que la gente tenga, siguen estando sedientos y hambrientos espiritualmente. Puede que coman, canten y bailen en este mundo, pero sus corazones están llenos de tristeza. Puede que se diviertan al máximo hoy, se alimenten de la mejor comida, se emborrachen hasta quedarse dormidos y disfruten los mayores placeres del mundo, pero al día siguiente sus corazones

estarán vacíos de nuevo. La realidad de la existencia humana es que el corazón humano, sus pasiones, sus pensamientos y sus cuerpos están sedientos de algo siempre. Sin embargo, como el Señor tomó todos nuestros pecados al ser bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, pagó la condena de nuestros pecados y borró todos nuestros pecados, los que creen en este Jesús como Su Salvador siempre tienen gozo en sus corazones. Siempre están confiados y dan gracias a Dios por su salvación.

Mis queridos hermanos, nuestro Señor nos ordenó que predicásemos el Evangelio del agua y el Espíritu. Por todo el mndo, no hay muchos ministros o santos que prediquen este Evangelio. Su número es tan pequeño como el almuerzo del muchacho del pasaje de hoy. Pero este almuerzo bastó para alimentar a toda esa gente y aún así sobró. Este es el poder y la bendición de Dios.

Ahora mismo, ustedes y yo estamos

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difundiendo el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Como la Iglesia de Dios cree en este Evangelio y lo predica por todo el mundo, las bendiciones de Dios se añaden. Por muy lejos que estén de nosotros, si creen en este Evangelio del agua y el Espíritu de corazón, todos sus pecados serán borrados y se convertirán en hijos de Dios sin pecado. Y recibirán todas las bendiciones espirituales del Cielo, además no sólo resolverán el problema de su alma, sino también el de su carne. Creemos que Dios nos bendecirá mientras nuestra fe crece. Esta obra maravillosa que se describe en el pasaje de las Escrituras de hoy se está llevando a cabo en este momento. Por tanto, un ministro que predique el Evangelio del agua y el Espíritu es un ministro de Dios competente. Los santos que están reunidos en la Iglesia de Dios que predica el Evangelio del agua y el Espíritu son verdaderos santos. Y esta Iglesia que proclama el Evangelio

del agua y el Espíritu es la verdadera Iglesia de Dios.

Aunque haya muchas iglesias de Dios autoproclamadas en este mundo, la verdadera cuestión es si de verdad están predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que alardean del tamaño de sus iglesias, del número de feligreses o de la fama de sus pastores, se están aferrando a algo inútil. Por muy famosos y reconocidos que sean sus pastores, todo lo que hacen es acumular dinero y aclamar sus nombres. Este es el único objetivo de estos pastores. Por muchos diferentes títulos que tengan, no tienen ningún tipo de poder espiritual.

¿Qué hay de ustedes? ¿Creen en este Evangelio del agua y el Espíritu? Este Evangelio del agua y el Espíritu está escondido como un misterio para los que no tengan un corazón puro no pueden reconocerlo aunque lo miren y no lo escuchen aunque lo oigan. Sin embargo, a

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aquellos que buscan la Verdad, la Biblia les revela este Evangelio en cada capítulo para que puedan encontrarlo. En otras palabras, aunque los pecadores cristianos hablen del evangelio de la sangre de Jesús derramada en la Cruz, Dios habla continuamente del Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio del agua y el Espíritu consiste del bautismo que Jesús recibió y de la sangre que derramó en la Cruz. Si Jesús no hubiese sido bautizado por Juan el Bautista, no podría haber tomado nuestros pecados ni hubiera sido necesario que hubiese sido crucificado.

Si sólo están la sangre en la Cruz y la resurrección de Jesús en el Evangelio del cristianismo de hoy en día, ¿cómo podemos recibir la remisión de nuestros pecados? Como el Señor vino al mundo, tomó nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, los llevó a la Cruz y fue condenado por ellos, hemos sido librados de ellos. Si el Señor no hubiese sido

bautizado por Juan el Bautista, no habría cargado con los pecados del mundo.

Hoy en día, aparte del Evangelio del agua y el Espíritu, todos los demás evangelios que se componen sólo de la sangre de la Cruz están corruptos. ¿Cómo de corruptos? Puede que piensen que no importa dejar el bautismo de Jesús fuera del Evangelio del agua y el Espíritu, pero dependiendo de en qué Evangelio creamos, las consecuencias pueden ser muy diferentes.

En tiempos de la Iglesia Primitiva los Apóstoles predicaron el Evangelio del agua y el Espíritu. El Apóstol Pedro dijo: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva» (1 Pedro 3, 21). Pablo también predicó el Evangelio del agua y el Espíritu. Dijo: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos» (Gálatas 3, 27). El Apóstol Juan también dio testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu en 1 Juan 5. Todos los

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Apóstoles creyeron en lo siguiente: «Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, cargó con todos mis pecados y al derramar Su sangre en la Cruz, pagó la condena de cada pecado con el que cargó». Por tanto, quien crea en la sangre derramada en la Cruz solamente en vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu cree en el cristianismo como una mera religión. Si es así, esa persona sigue siendo un pecador aunque crea en Jesús como su Salvador.

¿Cómo pueden borrar los pecados que hay en sus corazones? Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, Él le dijo: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó» (Mateo 3, 15). «Toda justicia» es el resultado que el Señor consiguió al ser bautizado y al tomar todos los pecados del mundo y borrarlos de una vez por todas. Jesús vino a completar esta obra que cumple toda la justicia de Dios y la completó al ser bautizado

por Juan el Bautista. ¿Qué significa que Jesús haya sido bautizado

por Juan el Bautista? Significa que al ser bautizado por él, Jesús aceptó todos los pecados del mundo de una vez por todas. Si hay pecados en sus corazones y quieren borrarlos, ¿qué deben hacer para conseguirlo? Deben creer que Jesús borró sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Deben darse cuenta y creer sin falta que en el momento en que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, todos sus pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús. De lo contrario no podrán borrar sus pecados.

¿Cómo pueden borrar los pecados por sí mismos? ¿Cómo podrían borrarlos a través de sus oraciones de penitencia? ¿Sería posible borrarlos si viviesen vidas piadosas y si hicieran muchas buenas obras? ¿Podrían ir al Reino de los Cielos si se sacrificasen para predicar el Evangelio de Jesús?

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Como dice el himno: «�¡Las lágrimas no me salvarán! ♪Aunque mi rostro esté bañado en lágrimas, �mis temores no se disiparán, ♪ mis pecados no desaparecerán», sus pecados no desaparecerán por mucho que lloren. La verdadera remisión de los pecados sólo se consigue al creer en lo que Jesús ha hecho por nosotros. No se consigue por nuestra propia cuenta, sino que conseguimos ser salvados si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, es decir, en que Jesús, gracias a Su amor por nosotros, vino al mundo para borrar nuestros pecados; que para conseguirlo fue bautizado por Juan el Bautista; que murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado. En otras palabras, somos salvados al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu con nuestros oídos y creer en él con nuestros corazones. No hay nadie que se haya salvado por sus propias acciones.

Si nos reconocemos correctamente a la luz de la Palabra de Dios podemos darnos cuenta de que estamos destinados a cometer pecados durante el resto de nuestras vidas, desde el día en que nacemos hasta que morimos. Si pensamos lo contrario, se debe a que estamos a la defensiva y a que nos creemos superiores. Toda vida humana es una serie de pecados, desde el principio hasta el fin. Como Jesús dijo: «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5, 28), ¿cuántos pecados comete la humanidad en sus pensamientos, palabras, ojos y acciones? Desde el momento en que nacemos, decimos «Dame esto, dame aquello». Porque todo el mundo nace con un corazón que hace el mal en la vida. Pero, ¿significa esto que la gente mejora cuando se hace mayor? No, al contrario, empeora cuando se hace mayor. Comete más pecados y dicen más maldiciones. Nadie aprende

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a pecar, pero todos lo hacemos bastante bien. Cuando yo era joven solía pensar que era un

buen muchacho porque obedecía a mis padres y me portaba bien. Mis vecinos también tenían una buena opinión sobre mí y creían que era merecedor de un premio por mi muestra de buen comportamiento. Así que yo pensé: «¡Debo ser bastante bueno!». Sin embargo cuando alcancé la pubertad empecé a cometer pecados propios de esa edad. Pecaba tanto que incluso la gente me decía: «¿Te ha enseñado eso tu madre?». Yo me engañaba a mí mismo pensando: «No soy el tipo de persona que comete este tipo de pecados pero aún así lo he hecho. ¡Fue un error! ¡No soy ese tipo de persona!». Cuando crecí y empecé a pecar al principio me sorprendí y los demás también se quedaron sorprendidos. Yo también estaba asombrado por los pecados de los demás.

Después de un tiempo, al hacerme mayor y convertirme en un joven, me di cuenta de que:

«La humanidad es una raza de pecadores». Después padecí una enfermedad grave que casi me mata y esta experiencia traumática me llevó a creer en jesús. Sin embargo los pecados de mi corazón no desaparecieron, sino que siguieron atormentándome. Al ver que no podía hacer nada para dejar de pecar aunque creyera en Jesús, estaba tan defraudado que incluso llegué a pensar en suicidarme una vez.

Sin embargo, el Señor vino a mí con el Evangelio del agua y el Espíritu. En ese momento, al creer en este Evangelio verdadero, todos los pecados que había en mi corazón desaparecieron completamente. Antes de encontrar el Evangelio del agua y el Espíritu, tenía muchos pecados en mi corazón aunque creía en Jesús. Aunque en aquellos tiempos le decía a la gente: «Creed en Jesús y sed salvados de vuestros pecados» yo tenía muchos pecados. En aquel entonces estudiaba teología y predicaba

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al mismo tiempo pero tenía los pecados escritos en mi corazón. Los pecados de la humanidad están escritos en la tabla de su conciencia (Jeremías 17, 1). Así es como nos damos cuenta de que hemos pecado a los ojos de Dios.

¿Creen que pueden vivir piadosamente si lo intentan y tienen cuidado? Es muy difícil. De hecho es imposible. Aunque pueden fingir ser buenos, es imposible vivir una vida piadosa a los ojos de Dios. Todo el mundo peca hasta que muere. Por eso Jesús vino al mundo y tomó sus pecados y los míos al ser bautizado, para poder borrarlos. Como el Señor nos quitó los pecados a través de Su bautismo, los pecados de nuestros corazones han desaparecido. Sin embargo, el problema es que casi todo el mundo desconoce este hecho. Creer en Jesús como el Salvador es creer que Jesús nos ha salvado al venir al mundo, tomar nuestros pecados, ser bautizado, ser crucificado hasta morir y levantarse de entre los

muertos. Por eso la Biblia dice que podemos ver el

Reino de Dios y entrar en él si nacemos de nuevo del agua y el Espíritu (Juan 3, 3-5). Dios sólo podía salvarnos al venir al mundo encarnado en un hombre, tomar todos nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado por Juan el Bautista, borrarlos al ser condenado por ellos y levantarse de entre los muertos. Por eso nuestro Señor nos ha salvado de esta manera. Al darnos cuenta de este hecho y creer en él hemos sido salvados.

«Aunque soy un pecador y aunque no pueda evitar pecar durante toda mi vida, el Señor vino al mundo, fue bautizado, murió en la Cruz, y sse levantó de entre los muertos para salvarme. Es mi Salvador. Como todos mis pecados fueron pasados al Señor cuando fue bautizado, no tengo ningún pecado. Como el Señor fue condenado por mis pecados en la Cruz y derramó Su sangre hasta morir, ya no seré condenado por estos

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pecados. Todo gracias a que el Señor fue bautizado y condenado por mí». La verdadera fe es entender el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él tal y como.

Sólo porque vayamos a la iglesia siempre que tenemos que ir, porque hagamos obras de caridad cristiana y otras buenas obras, paguemos el diezmo y propaguemos el Evangelio diligentemente, no significa que nuestra fe sea buena. Quien venga a la Iglesia primero debe ser perdonado por todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si por el contrario uno se dedica a su propia devoción y méritos sin recibir la remisión de sus pecados, como si estuviera ayudando a la Iglesia, no tiene la verdadera fe. Si alguien tiene pecado en su corazón, será arrojado al infierno. Así que si no se ha recibido la remisión de los pecados, primero de debe creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado y recibir esta

remisión de los pecados. ¿Qué puede hacer una persona para ayudar a

Dios?¿Quién ayuda a quién, cuando esa persona está en un pozo sin fondo? Lo primero que debemos hacer ante Dios es recibir la remisión de nuestros pecados y ser perdonados y así conseguir una nueva vida. Sólo después de todo ello podremos resolver nuestros problemas físicos y espirituales con la ayuda del Señor. No tiene sentido que alguien que no haya resuelto su mayor problema intente hacer buenas obras en la Iglesia de Dios.

El problema con los cristianos de hoy en día es que siguen intentando ayudar a Dios por su propia cuenta. Por eso muchas iglesias intentan construir edificios de adoración más altos, en vez de ayudar a la gente a recibir la remisión de los pecados. Hay muchas iglesias en este mundo que parecen palacios. Este fenómeno es completamente incorrecto.

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Mis queridos hermanos, ¿qué tipo de iglesia es la verdadera Iglesia de Dios? Una iglesia no es sólo un edificio. La reunión de los santos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y que lo predican es la verdadera Iglesia de Dios. Aunque se reunan y adoren juntos en un edificio en ruinas, si la gente que está ahí presente conoce el Evangelio del agua y el Espíritu y cree en él, este lugar es la bella Iglesia de Dios.

Cuando vienen a la Iglesia de Dios, ésta les ofrece ser hermanos, resuelve varios problemas que tiene en su mente acerca de la Palabra, les guía y ora por ustedes. Por tanto salva su alma primero. Además la Iglesia de Dios también aconseja a los santos sobre sus problemas carnales y les ayuda en sus vidas diarias. ¿Si una iglesia no tiene el Evangelio del agua y el Espíritu, es la Iglesia de Dios? Por supuesto que no.

La Iglesia de Dios les permite comer la carne de Jesús y beber Su sangre a través del Evangelio del agua y el Espíritu y por tanto les guía por el camino bendito que les libra del pecado. Que las bendiciones maravillosas de Dios estén con todos y cada uno de ustedes que han comido la carne de Jesús y bebido Su sangre.

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CAPÍTULO 2

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33 Creer en Aquel que Dios ha elegido es la obra de Dios

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Creer en Aquel que Dios ha elegido es la

obra de Dios

< Juan 6, 16-29 > «Al anochecer, descendieron sus discípulos

al mar, y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos. Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. Mas él les dijo: Yo soy; no temáis. Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban. El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que

no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor. Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús. Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo:

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Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado».

¡Saludos a todos mis hermanos y hermanas!

Estoy muy agradecido a Dios porque nos ha permitido adorarle en este precioso día de primavera en el que Su belleza se manifiesta en toda Su gloria mediante las flores que florecen por todas partes.

El pasaje de las Escrituras de hoy también viene del capítulo 6 de Juan. La gente le preguntaba a Jesús: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?», respondió Jesús y les dijo: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado». En otras palabras, Dios se complace cuando creemos en El que Él envió. Este es el mensaje principal del pasaje de las Escrituras de hoy.

Al bendecir cinco panes y dos peces, Jesús

alimentó a una multitud de israelitas hambrientos. Así que los que comieron aquel pan siguieron a Jesús. Jesús, sabiendo que le iban a tomar por la fuerza y le iban a hacer su rey, se fue a una montaña solo una vez más, y los discípulos se subieron a la barca y navegaron hacia Capernaum solos. Cuando estaban en medio del mar, se hacía de noche y Jesús no había vuelto.

Entonces empezó una gran tomenta en alta mar. Caía agua e inundaba la barca. Mientras los discípulos se apresuraban para sacar el agua y temblaban de miedo, el Señor se les acercó en medio de la tormenta. Pensando que era un fantasma que se les acercaba, los discípulos se asustaron aún más, pero Jesús les dijo: «Soy Yo, no tengáis miedo» (Marcos 6, 50). En cuanto Jesús se subió a la barca con los discípulos, la barca llegó a su destino enseguida.

Cuando Jesús y Sus discípulos cruzaron el mar

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35 Creer en Aquel que Dios ha elegido es la obra de Dios

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hasta Capernaum, una gran multitud se les acercó y lo encontraron allí. Jesús les dijo: «¿Me seguís porque comísteis pan o porque vísteis el milagro que hice por vosotros? Me parece bien que me hayáis seguido porque entendísteis el significado de Mi milagro, pero está mal y no tiene ningún sentido que me siguieráis para comer más pan para vuestros cuerpos». Jesús dijo esto porque el pan de la carne desaparece una vez se ha digerido. Así que dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece». Entonces la gente le preguntó: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?» y Jesús les dijo: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado».

Aveces nosotros también seguimos al Señor para comer el pan de la carne. Sin embargo, el Señor nos dijo que trabajásemos por la comida que no perece. Incluso después de haber sido

salvados de todos los pecados del mundo, en ocasiones nos perdemos y no sabemos qué debemos hacer para realizar la obra justa de Dios. Pero el Señor dijo: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado».

¿Quién es el enviado de Dios? Jesucristo. Dios Padre amó tanto a este mundo que envió a Su único Hijo. Dios Padre envió a Jesucristo al mundo. Nuestro Señor dijo: «Dios Padre ha puesto Su sello en el Hijo del Hombre». Dios Padre nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu para que toda la raza humana reciba la remisión de los pecados y se convierta en hijos de Dios a través de Jesucristo. Nuestro Padre envió a Jesucristo como único Salvador de la humanidad.

La gente se suele preguntar: «Queremos hacer la obra de Dios pero, ¿qué debemos hacer para realizar Su obra?». Creer en el enviado de Dios es la obra de Dios. En otras palabras, creer en

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36 Creer en Aquel que Dios ha elegido es la obra de Dios

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Jesucristo es la verdadera obra de Dios. Como dice la Biblia: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos de los Apóstoles 4, 12), no hay otro Salvador que se le haya dado a la humanidad aparte de Jeuscristo. Al enviar a Su Hijo al mundo, Dios Padre ha hecho posible que todo el mundo sea salvado y entre en el Reino de los Cielos.

Creer en el enviado de Dios es hacer la obra de Dios

Jesucristo vino al mundo encarnado en un

hombre y al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, tomó todos los pecados de la humanidad de una vez por todas. Como nuestra carne es débil, pecamos constantemente hasta el

día en que morimos, pero Jeuscristo tomó todos estos pecados de la carne de una vez por todas cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Y al ser crucificado y derramar Su sangre, acabó con todos nuestros pecados y nos salvó para siempre. Entonces se levantó de entre los muertos al tercer día, ascendió a los Cielos y está sentado a la derecha del trono de Dios Padre, y así se ha convertido en el Salvador de la humanidad.

Ahora hacer la obra de Dios es creer en El que Dios ha enviado como nuestro Salvador, es decir, en Jesucristo. Y también es la obra de Dios el creer de corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu a través del cuál Jesús nos ha salvado. Esta es la voluntad de Dios y nuestra salvación. ¿Cómo debemos hacer la obra de Dios? Debemos creer en Jesucristo como nuestro Salvador. Esto es hacer la obra de Dios. ¿Qué hay de ustedes? ¿No han estado trabajando duro por sí mismos para hacer algo por Dios? Sólo

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porque trabajen duro en todo lo que hacen por Dios no significa que estén haciendo la obra de Dios. En realidad creer en el maravilloso milagro de Dios, en Su salvación que nos ha dejado sin pecado, es la obra de Dios. Por eso nosotros, los creyentes, es decir, los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en Jesucristo, estamos haciendo la obra de Dios.

Incluso antes de nacer de nuevo yo era líder de una iglesia. En ese momento mi plan era conseguir mucho dinero y construir varios edificios grandes, uno de ellos para adorar, otro para educar y el otro para entretenimiento. Yo pensaba que esto era lo que debía hacer para llevar a cabo un buen ministerio, aunque yo tuviera pecados. Pero esto no era más que mi propia avaricia.

Sin embargo, cuando fui a la Biblia después de recibir la remisión de los pecados, vi lo que Jesús decía allí: que creyera en el enviado de

Dios porque esa era la obra de Dios, y entonces cambié. Por eso la Biblia dice que debemos creer que Jesucristo es la obra de Dios.

Dios Padre envió a Jesucristo y Juan el Bautista a este mundo. Sabemos que Dios Padre nos envió a Jesús. Pero, ¿también nos envió a Juan el Bautista? Debemos confirmarlo con la Biblia.

Juan 1, 6-7: «Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él». En otras palabras, Dios Padre envió a Su Hijo y a Juan el Bautista a este mundo por un motivo especial. Así que la obra de Dios es creer en lo que ellos dos hicieron. Dios no quiere que hagamos nada arbitrariamente, sino que quiere que seamos salvados al creer en Su enviado. Por eso Dios dijo: «Creer en Aquel que Yo envié es hacer Mi obra». Dicho de otra manera, en vez de creer por

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nuestra cuenta sin darnos cuenta de lo que Dios quiere y en vez de dejar que nuestros deseos nos empujen a ser voluntarios, evangelizar y sacrificarnos, lo que de verdad es hacer la obra de Dios es creer en Jesucristo y Juan el Bautista, a los que Dios envió.

Dios dijo lo siguiente acerca de Juan el Bautista: «Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él» (Juan 1, 6-7). ¿A quién envió Dios? A Jesucristo y a Juan el Bautista. Juan el Bautista fue enviado a este mundo para dar testimonio de la Luz, Jesucristo, y como representante de la humanidad y último profeta del Antiguo Testamento. La Biblia dice refiriéndose a Juan el Bautista que es el hombre más grande de entre los nacidos de mujer (Mateo 11, 11).

Juan el Bautista bautizóa Jesús en el río

Jordán. Esto se hizo para pasar los pecados del mundo a Jesús. Y al día siguiente Juan el Bautista dio testimonio de Jesús diciendo: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Con esto Juan quiso decir: «Él es el Hijo de Dios, el verdadero Salvador de la humanidad. Cuando puse mis manos sobre Su cabeza y le bauticé ayer, le pasé todos los pecados del mundo». Juan el Baustista dio testimonio así de que había bautizado a Jesús y de que todos los pecados del mundo se habían pasado a Su cuerpo, para que así muchos creyeran en Jesús como su Salvador.

Dios envió a dos personas al mundo: la primera era Jesucristo y la segunda Juan el Bautista. Por tanto hacer la obra de Dios es creer que Dios Padre envió a Jesús y a Juan el Bautista y creer en lo que ellos hicieron. ¿Creen en esto? Hoy en día muchos cristianos no creen que Dios enviase a Juan el Bautista para pasar los pecados

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del mundo a Jesús y creen sólo en la sangre que Jesús derramó en la Cruz. Este tipo de fe no es el tipo de fe que se basa en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que siguen esta fe no creen en los enviados de Dios Padre. Si alguien cree sólo en la sangre de Jesús sin creer en lo que Juan el Bautista hizo junto con Cristo, no está haciendo la obra de Dios. Así que cuando predicamos el Evangelio, debemos predicar lo que Jesucristo y Juan el Bautista hicieron como enviados de Dios. Por tanto, los que creen en el verdadero Evangelio deben predicar cómo Jesús tomó los pecados del mundo cuando Juan el Bautista lo bautizó, además de creer en Su muerte en la Cruz. Predicar esto es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.

Además los siervos de Dios también son Sus enviados. Creer en los siervos de Dios es hacer la obra de Dios. En el Antiguo Testamento Dios envió a muchos siervos. En el Antiguo

Testamento había muchos siervos, desde Abraham hasta Isaac, Jacob, Moisés, Josué, Isaías, Ezequiel, Jeremías, Daniel, Habacuc, Nehemías, Malaquías y otros muchos. En el Nuevo Testamento hubo 12 discípulos de Jesús y otros muchos siervos a su cargo. A los discípulos de Jesús les llamamos «los Apóstoles». La palabra «Apóstol» que en griego es Apostolos significa «delegado, mensajero, alguien al que se le ha enviado con órdenes». Por tanto, creer en los Apóstoles que Jesús envió es hacer la obra de Dios. Creer en los siervos de Dios de esta era es también hacer la obra de Dios. En otras palabras, si no podemos creer en los siervos que Dios ha enviado significa que no creemos en Dios.

¿Creen que soy un siervo nombrado por Dios? En términos humanos no les puedo pedir que crean en mí. Pero cuando gente como Sun-Myung Moon o Paul Yong-ki Cho les dicen que crean en ellos, muchos lo hacen. Pero por el

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contrario, yo no tengo tanta seguridad para decirles: «Crean en mí». Soy un hombre con muchos defectos. Además tengo muchos deseos egoístas. Cuando me siento a la mesa con mis hermanos de fe y veo algo exquisito, quiero cogerlo antes que el resto del rebaño, y cuando veo algo bueno, quiero que sea mío.

Cuando fui a la ciudad de Chuncheon por primera vez, quería ascidias. Recordé que cuando vivía cerca del mar hacía mucho tiempo me encantaban. Así que compré unas ascidias con el resto de los fieles, pero no había suficientes. Me pregunté cómo podía repartir una cantidad tan pequeña y le pregunté a uno de los allí presentes: «¿Has comido ascidias alguna vez?». Cuando me dijo que nunca había comido ascidias, les dije que le iba a enseñar a comerlos. Le dije: «Saben mejor si mastican la concha durante mucho rato, así que cómete la concha primero». Así que mientras yo me comía la carne, el siguió

masticando la concha. Cuando no quedaba casi carne empecé a sentirme mal en mi conciencia, así que le dije que tirase la concha y se comiese la carne. Cuando se comió varios trozos, las ascidias se acabaron.

Más adelante tuvimos otra ocasión de comer ascidias, pero esta vez rompí a reir en la mesa cuando me acordé de aquel episodio. Le dije al mismo muchacho: «En realidad te dije que te comieses la concha para que no comieses demasiado. ¿Vas a comerte la concha esta vez?». Desde aquel día compartimos la carne de las ascidias.

Como han podido ver no puedo pedirles que crean en mí. En términos humanos, no soy de fiar, pero sí que sé que soy un siervo de Dios. Aunque no se pueda confiar en mí cuando se trata de la comida, deben creer que creo en Jesús y en Sus mensajeros y que predico la Verdad. Y si creen en lo que les estoy diciendo conseguirán

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la vida eterna, recibirán la remisión de los pecados y prosperarán en cuerpo y espíritu. Aunque soy yo quien habla, no predico mis propias palabras, sino que creo en Jesucristo y predico Su sabiduría, conocimiento y fe. Por eso les pido que crean en los siervos que Dios ha nombrado porque eso es hacer la obra de Dios.

Creer en los siervos de Dios es hacer Su obra. Cuando obedecen a los siervos de Dios pueden recibir la remisión de sus pecados y ser guiados en sus vidas diarias. Y pueden seguir con sus vidas de fe correctamente y ser bendecidos por su fe. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando no creen en los siervos que Dios ha nombrado? Acaban saliendo de la Iglesia de Dios y no pueden creer en Dios. Cuando Dios quiere hacer algo, sólo lo hace a través de los siervos que ha establecido. Dios primero enseña a Sus siervos el Evangelio que trae la salvación y les muestra cómo vivir por fe y entonces les cuenta esto a todos los

creyentes a través de Sus siervos. Por eso deben confiar en los siervos de Dios.

Mis queridos hermanos, ¿creen en los siervos de Dios? Creer en los enviados de Dios es hacer la obra de Dios. Algunas personas no creen en los siervos de Dios aunque hayan sido salvados de lo specados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta gente dice que puede vivir su vida de fe bastante bien sin los siervos de Dios, pero no es cierto. En otras palabras, si no escuchan la Palabra de boca de los siervos de Dios no podrán vivir sus vidas de fe correctamente. Si no creen en los siervos que Dios ha elegido, y si no se dejan guiar por ellos, aunque hayan recibido la remisión de los pecados, se convertirán en vegetales que hacen las obras de la carne que no deben y que se pelean los unos con los otros. Por el contrario, cuando escuchan la Palabra a través de los siervos de Dios pueden creer en Él y hacer Su

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obra. Esto también va dirigido a nosotros. Si soy un

santo, entonces también debe haber alguien que me predique la Palabra. Sin nadie que predique la Palabra no puedeo vivir mi vida de fe correctamente. Yo lo he hecho todo. He servido al Señor como seglar y también he tenido un trabajo secular. He hecho casi todo lo que se puede hacer. Así que sé muy bien lo que hay en sus mentes. Sé que deben servir al Señor y estoy seguro de que el Señor me ha enseñado todos los aspectos necesarios para establecerme como Su siervo.

Dios ha elegido a Sus siervos por nosotros

Confiar en los siervos que Dios ha elegido y

ser guiado por ellos es hacer la obra de Dios.

Debemos entender esto y creerlo. Si no pueden reconocer a los siervos que Dios les ha enviado, entonces no podrán reconocer a Jesucristo. Si no reconocen a Juan el Bautista, a quien Dios envió, entonces no podrán entender el Evangelio del agua y el Espíritu. Y por tanto no podrán ser salvados de sus pecados ni podrán recibir las bendiciones de Dios. ¿Cómo podemos ser guiados por Dios? Creyendo en los siervos que Él ha escogido.

Pero algunas personas no confían en los siervos que Dios ha establecido. La fe de esta gente se marchitará muy pronto. Los cimientos de su fe están mal construidos. Dicen a los siervos de Dios que escuchen sus propias palabras. Así que cuando hay muchos instructores autoproclamados en la Iglesia de Dios la jerarquía empieza a venirse abajo y el poder espiritual de la Iglesia desaparece. Puede que esto suene un poco exagerado, pero la Biblia

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dice que había diez mil instructores en la iglesia de Corintio (1 Corintios 4, 15). Esto significa que había mucha gente que intentaba predicar por su cuenta e ignoraban a Pablo, un siervo elegido por Dios. ¿Cómo era esta iglesia de Corintio? Era una iglesia sin orden y caótica.

A los que no creen en los siervos elegidos por Dios aunque estén dentro de la Iglesia de Dios y que piensan en sus mentes: «¿Eres un siervo de Dios? Yo también lo soy» tengo algo que decirles: «Están locos. Son tan temerarios que están pidiendo su propia muerte». Coré conspiró con otros 250 líderes de otras tribus y se rebeló contra Moisés y Arón, dos siervos elegidos por Dios (Números 16, 1-3). ¿Qué ocurrió? La Tierra abrió su boca y se los tragó junto con sus casas y todos los hombres que estaban con Coré, así como todos sus bienes (Números 16, 32).

La Biblia dice: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Esta es la

obra de Dios: que creáis en el que Dios ha enviado». Aunque esto sea lo que está escrito en la Biblia, ¿no van a creer en los que Dios ha enviado? Si no lo hacen, esto significa que no están fuera de sí y que tendrán que morir espiritualmente.

Cuando se cree por primera vez en el Evangelio del agua y el Espíritu y se recibe la remisión de los pecados, las enfermedades espirituales y físicas se curan con el tiempo cuando se encuentra la paz interior y se alcanza un gozo indescriptible. La mayoría de las enfermedades del cuerpo se curan por sí solas. Cuando se cree en el Evangelio del Señor de corazón esto ocurre. Los que son débiles de espíritu se hacen fuertes. Se hacen mucho más sanos. Al escuchar la Palabra de Dios a través de Sus siervos y al alimentarse de la leche espiritual en la Iglesia de Dios, su fe crece y pueden disfrutar de la gracia y las bendiciones de Dios.

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Esta es la vida nomal de los que han venido a la Iglesia.

Pero a pesar de esto algunas personas siguen sin escuchar a los siervos de Dios. Si ustedes hacen esto su vida de fe en Su Iglesia se acabará dentro de poco. Por muy grande que sea su fe individual, Dios ha elegido a Sus siervos para que ustedes esuchen Su Palabra a través de ellos y para que sean guiados por ellos, y por eso los que no hacen caso a esto e intentan hacer la obra de Dios por su cuenta, se presentan ante Dios con una fe legalista que está orientada hacia sus propias obras. Están satisfechos cuando el resultado de sus obras es bueno, pero esto no ocurre, se enfadas y una vez más caen en una vida de fe orientada hacia sus méritos. En otras palabras, aunque estén salvados caen una vez más en una fe legalista. En el Libro de Santiago hay un pasaje que dice que la fe sin obras está muerta. Pero esto significa que la verdadera fe va

acompañada de obras. Creer en los que Dios envió es hacer la obra

de Dios. Cuando creemos por primera vez en lo que consiguieron los que Dios envió, Jesús y Juan el Bautista, fuimos salvados de nuestros pecados y recibimos la bendición de la vida eterna. Como hemos sido salvados y bendecidos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, las obras de fe empiezan a aparecer. Creen que Jesús tomó los pecados del mundo y siguen esta Verdad porque han creído en lo que hizo Juan el Bautista, un siervo de Dios, y en su testimonio. Así es como se hacen las obras de fe y así se demuestra que se ha sido salvado. Esto es lo que significa el pasaje de Santiago.

Sin embargo, mucha gente no cree en los siervos de Dios. En vez de creer en los siervos de Dios, acaban muriendo espiritualmente.

Mis queridos hermanos, creer en la función de Juan el Bautista y que es un siervo de Dios es

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hacer la obra de Dios. Si quieren madurar espiritualmente, crecer en la fe, ser guiados por Dios y vivir el resto de sus vidas bendecidos por Él, deben creer en Juan el Bautista, un hombre enviado por Dios. Hay otros enviados de Dios. Dios envió a Sus siervos a los pecadores. El pueblo de Dios debe creer en los testigos del Evangelio del agua y el Espíritu. Los pecadores deben confiar en las palabras de los justos. Esto es hacer la obra de Dios. Jesús nos dijo que trabajásemos por la comida que dura. Cuando los pecadores escuchan el Evangelio a través de los siervos de Dios, obtienen la vida eterna e incorruptible.

Les pido que maduren en sus vidas de fe. Han sido salvados por Jesucristo y por lo que hizo Juan el Bautista. Despúes de esto, deben creer en los siervos que Dios ha elegido. El que un siervo se levante o caiga depende de Dios. Durante el reinado del rey David, un hombre llamado Uza

conducía un carro con el Arca de Jehová en él, y cuando los bueyes tropezaron y el Arca estuvo a punto de caerse, Uza puso su mano en el Arca y murió al instante (2 Samuel 6, 3-7). Dios lo mató al instante. Uza había agarrado el Arca por miedo a que se cayera. ¿Por qué está mal lo que hizo? ¿Debería haber dejado que se cayese cuando vio que se tambaleaba? Puede que desde nuestra perspectiva humana pensemos que Uza no merecía morir, pero violó uno de los estatutos de Dios y eso no puede tolerarse.

Dios nos creó y para convertirnos en Su pueblo envió a Su Hijo Jesucristo. Y Dios también envió a Juan el Bautista y ambos hicieron la gran obra de la salvación juntos: uno pasó los pecados y el otro cargó con ellos. No podemos juzgar lo que Dios planeó y lo que consiguió.

¿Pueden los siervos de Dios hacer algo por su propia voluntad? No, por supuesto que no.

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46 Creer en Aquel que Dios ha elegido es la obra de Dios

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Aunque aveces haga algo a mi manera, al final lo dejo en manos de Dios. Pueden pensar que lo hago todo arbritariamente, pero no puedo hacer nada por mi propia voluntad al final. Dios habla a Sus siervos cuando van en contra de Su voluntad y les dice: «Os lo he dicho una y otra vez y aún así no me escucháis». En realidad no les dice esto al oído, sino que lo hace en los corazones. Cuando Dios controla los corazones de Sus siervos, ellos no pueden hacer lo que quieren.

Los siervos de Dios no hacen todo según su voluntad. No pienen que los siervos de Dios pueden hacer todo lo que quieran porque estén controlados por alguien. No pueden. Como el Espíritu Santo vive en ellos, éste les corrige cuando van por el mal camino. Están controlados por el Espíritu Santo. Dios es absoluto. Dios habla Su Palabra y lo hace todo según esta Palabra. Deben darse cuenta que incluso Sus

siervos no pueden hacer todo lo que quieran. Cuando se den cuenta de que Dios manda sobre Sus sievos, podrán confiar en ellos.

¿Y qué hay de ustedes? ¿Pueden hacer todo lo que quieran? No, en absoluto. Los que han recibido la remisión de los pecados tienen al Espíritu Santo en sus corazones, por eso cuando escuchan la Palabra de Dios, están llenos de gozo, sus corazónes creen en la Palabra y desean seguirla. La fe brota de ellos.

Por otro lado, intenten hacer lo que quieran y verán si les sale bien. El Espíritu Santo hará que su corazón esté inquieto y lleno de dolor. A no ser que escuchen la Palabra de Dios y la sigan, no podrán creer puesto que sus corazones estarán atormentados. El Espíritu Santo hace que sea imposible hacer otra cosa que no sea la voluntad de Dios. Les guía a la Iglesis y les hace escuchar las palabras de los siervos de Dios.

¿De verdad son fieles en sus vidas a los ojos

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de Dios? ¿Quieren hacer Su obra? Entonces crean en los enviados de Dios. Esto es hacer la obra de Dios.

Algunas personas están enseñando que Jesús nos salvó de nuestros pecados al morir en la Cruz

Muchos cristianos no creen en Juan el

Bautista, un hombre enviado por Dios. En otras palabras, no creen en su ministerio ni en su testimonio. Y sólo creen en un pseudo-evangelio que afirma que Jesús borró nuestros pecados sólo al derramar Su sangre y morir en la Cruz. Sin embargo, no pueden recibir la remisión de sus pecados si creen en esto. En vez de recibir la vida eterna, lo que consiguen al tener esta fe es estar atados a la Ley. Esta gente no puede escapar del yugo de la Ley aunque Dios les haya dado la Ley

para que se dieran cuenta de sus pecados y recibiesen la remisión de sus pecados al creer en Jesucristo, el Salvador de la humanidad que Dios envió.

Algunas personas, incluso tras escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu y recibir la remisión de los pecados, van a sus antiguas iglesias que predican el evangelio de la sangre de la Cruz solamente y siguen llevando vidas de fe en ellas. Esta gente no está haciendo la obra de Dios. Creer en la Palabra de Dios es hacer Su obra, aunque estemos jugando al fútbol. La obra de Dios es creer en los siervos que Dios ha escogido, creer también en Juan el Bautista a quien Dios envió, y creer en Jesucristo como nuestro Salvador. En otras palabras, obramos por fe no mediante nuestro esfuerzo.

¿Significa esto que no hace falta obrar cuando estamos salvados? No, no es cierto. Obramos porque creemos. Como creemos, obramos

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voluntariamente y con gozo. Como creemos, venimos a la Iglesia. Y como creemos servimos al Señor.

¿Qué es hacer la obra de Dios? Es creer en los que Dios ha enviado. Dios ha enviado a Sus siervos a este mundo. Creer en la Palabra de Dios predicada por Sus siervos es hacer Su obra. Cuando creemos en la obra de Dios, Él obra en nuestras vidas y se complace. ¿Creen que la obra de Dios significa vivir una vida piadosa por nuestra propia cuenta y sin cometer pecados? Cuando salen a la calle se encuentran con gente que grita: «¡Creed en el Señor Jesús y serán salvados!». Aunque esta gente piensa que está haciendo la obra de Dios, en reliadad no está haciendo nada por Dios. La obra de Dios es creer en Sus enviados.

¿A quién envió Dios? A Jesús y a Juan el Bautista. Dios envió a Sus siervos. Por tanto, confiar en estos siervos de Dios y creer en la

Palabra que ellos predican es hacer la obra de Dios. Por eso cuando leemos la Palabra de Dios debemos creer en lo que Jesús ha hecho junto con Juan el Bautista. Cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu predicado por los siervos de Dios, hacemos Su obra. Cuando creemos en la función de Juan el Bautista, enviado de Dios, y en el hecho de que Jesucristo se ha convertido en nuestro verdadero Salvador al tomar nuestros pecados a través de Su bautismo y pagar nuestra condena y levantarse de entre los muertos, estamos haciendo la obra de Dios.

Por eos debemos volver a la Palabra y creer en ella. Debemos escuchar la Palabra. Dios dijo: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10, 17). Cuando escuchamos la Palabra, la fe viene a nosotros y cuando creemos en la Palabra, hacemos la obra de Dios.

Mis queridos hermanos, ¿han sido salvados

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por fe? Si han sido salvados al creer en la Palabra, deben confiar en la Iglesia de Dios y unirse a ella. Deben unirse a la Iglesia y deben unirse a los siervos que Dios ha elegido. Deben confiar en las palabras de los siervos de Dios. Deben aceptar el Evangelio predicado por los siervos de Dios. Deben universe con los demás santos. Y deben seguir la Palabra de Dios en obediencia. Esto es hacer la obra de Dios.

Debemos estar contentos de hacer la obra de Dios. Para hacer Su obra debemos creer en los que Él envió. En vez de intentar hacer la obra de Dios por nosotros mismos, debemos creer en los enviados de Dios. Así es como podemos obtener la vida eterna, seguir a Dios y recibir Sus abundantes bendiciones. Creer en la Palabra es creer en Dios y hacer Su obra.

Doy gracias a Dios. Él dijo: «Creer en los que he enviado es creer en Mí». ¿Creen en Dios? ¿Creen en los enviados de Dios? ¿Creen en Su

Palabra? ¿Creen que los santos que Dios ha puesto en este mundo son Su pueblo? Yo creo que Dios ha escogido a Sus siervos en Su Iglesia. Creo que los santos son gente justa. Creo que todos nosotros somos el pueblo de Dios y que estamos haciendo la obra de Dios.

Podemos vivir una vida bendecida por fe en Dios. ¿En qué creemos para ser bendecidos? Al creer en lo que Jesucristo y Juan el Bautista hicieron y en los siervos elegidos por Dios, recibimos las bendiciones celestiales. Cuando creemos, nuestras enfermedades se curan. Recibimos la remisión de nuestros pecados por fe. Cuando creemos, nos convertimos en los siervos de la justicia como Abraham. Cuando creemos, prosperamos en cuerpo y espíritu. Les pido que sigan la fe de los siervos que Dios ha elegido.

Le doy gracias a Dios por darnos la fe para creer en los que Él ha enviado.

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CAPÍTULO 3

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51 Trabajen por la comida que dura hasta la vida eterna

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Trabajen por la comida que dura hasta la vida eterna

< Juan 6, 16-40 > «Al anochecer, descendieron sus discípulos

al mar, y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos. Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. Mas él les dijo: Yo soy; no temáis. Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban. El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que

no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor. Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús. Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo:

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52 Trabajen por la comida que dura hasta la vida eterna

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Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió:

Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».

Hoy me gustaría hablarles del pan de vida que

se menciona en Juan 6, 16-40. Antes del pasaje de las Escrituras de hoy está escrito que nuestro Señor alimentó a más de 5000 personas al bendecir cinco panes y dos peces, y que sobraron doce canastas. Como nuestro Señor curó a muchas prsonas, una gran multitud le seguía. Tanto hombres como mujeres, jóvenes o viejos, seguían a Jesús para curar sus enfermedades físicas y para satisfacer su hambre. Jesús tenía lo que hoy llamamos un club de fans.

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53 Trabajen por la comida que dura hasta la vida eterna

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Trabajen por la comida que dura hasta la vida eterna

Después de hacer el milagro que alimentó a

5000 personas, Jesús pasó a través del mar hasta llegar a una ciudad llamada Capernaum. La gente intentaba hacerle su rey secular y Jesús subió solo a la montaña para orar. Mientrastanto Sus discípulos navegaban hacia Capernaum solos. Despúes de haber remado unas tres o cuatro millas se encontraron con una gran tomenta. Pero Jesús apareció caminando sobre las aguas hacia la barca y subió abordo con ellos y así pudieron llegar a la orilla sanos y salvos.

Al día siguiente la gente que estaba en la orilla vio que sólo había una barca y se subieron a ella para ver si Jesús estaba allí pensando: «Jesús ha debido irse a algún sitio en barca». Cuando llegaron al otro lado y encontraron a Jesús, le dijeron: «Rabbi, ¿estabas aquí? ¿Cuándo has

llegado?». Entonces Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6, 26-27).

Jesús sabía que habían venido a Él porque querían comer el pan de la carne y por eso les dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará». El Hijo de Dios vino al mundo encarnado en un hombre y dijo que Él daría el pan de la vida eterna a la gente. Por eso dijo: «No trabajéis por la comida que perece, sino por la comida que os hará vivir para siempre, y Yo os daré esta comida». Jesús también dijo refiriéndose a Sí mismo: «Porque a éste señaló Dios el Padre». Esto significa que

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Dios Padre ha decidido dar el pan de vida a todo el mundo a través de Jesús exclusivamente.

La gente que vino a Jesús se quedó sorprendida por lo que dijo, porque todos estaban interesados en sus asuntos carnales. Pensaban que el Señor les bendeciría de nuevo y les alimentaria con pan y pescado delicioso, pero en cambio Jesús les reprendió diciendo: «¡Sólo buscáis la comida que perece! Trabajad por el pan de la vida eterna». Les dijo que Él mismo les daría este pan. Así que la gente que le había seguido le pidió más detalles. Le preguntaron todos a Jesús: «Nos has dicho que trabajemos por el pan que dura hasta la vida eterna, ¿pero qué debemos hacer para llevar a cabo la obra de Dios?». Entonces Jesús contestó: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado».

Mis queridos hermanos, deben recordar que creer en el que Dios ha enviado es hacer la obra

de dios. Como Jesús es el enviado de Dios, el que ha borrado todos los pecados del mundo y nos da vida eterna, creer en Él es hacer la obra de Dios. Creer en Jesús es hacer la obra de Dios y es el camino hacia la vida eterna. Por el contrario, si intentan hacer buenas obras a ciegas, rezar mucho o servir a los demás siempre, no significa necesariamente que estén haciendo la obra de Dios. Pero la gnete que allí estaba no lo sabía y cuando el Señor les dijo que trabajasen por la comida que dura hasta la vida eterna, ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer? Nosotros también queremos hacer la obra de Dios». Entonces el Señor les dijo: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado». En otras palabras, nuestro Señor quiso que recibieran el pan de la vida eterna al creer en Él. Así que les dijo explícitamente: «Si creéis en Mí, recibiréis la vida eterna. He venido a daros el pan de la vida eterna».

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Entonces la multitud preguntó de nuevo: «¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. ¿Puedes hacer este milagro?». En otras palabras, cuando Jesús les dijo: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado», ellos le dijeron: «¿Puedes hacer estas señales?». Así que el Señor les dijo: «De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo». Dicho de otra manera, esto es lo que dijo Jesús: «No fue Moisés quien os dio el pan del Cielo, sino Dios. Moisés rezó y Dios envió el maná y este era el pan de la carne. Sin embargo, sólo Mi Padre os da el verdadero pan del Cielo y el pan de Dios es Aquel que viene del Cielo y da vida al mundo». Así que este pasaje significa que

Jesús es el pan del Cielo, el verdadero pan eterno que Dios Padre envió para dar vida a la humanidad.

La gente le dijo a Jesús: «Danos este pan siempre» y el Señor contestó: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás».

Aquí me gustaría compartir la Palabra sobre el pan de vida con ustedes. El Señor dijo refiriéndose a Sí mismo: «Soy el pan de vida». Como el Señor es el pan de vida, si nadie come este pan de vida por fe, se recibe la vida eterna. Como Jesús dijo: «El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás» nos podemos dar cuenta de que Jesús es el pan de vida para nosotros. Nuestro Señor es el pan de vida que vino al mundo. Es el verdadero pan que, cuando la gente lo come, les permite recibir la vida eterna. El Señor habló de Sí mismo haciendo una analogía con el pan para

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explicar que vino al mundo para dar vida eterna a los seres humanos. Para ello se encarnó en un hombre, fue bautizado por Juan el Bautista para aceptar los pecados del mundo en Su cuerpo, borró todos nuestros pecados a través de este bautismo y cargó con ellos hasta la Cruz para pagar la condena.

Jesús es el pan de vida Los que comieron maná murieron, del mismo

modo en que quien bebió el elixir de la vida. Sin embargo, los que creen en el Señor de corazón recibirán la vida eterna. Dios Padre da vida eterna a quien cree en el Señor, que vino a este mundo encarnado en un hombre, fue bautizado para cargar con nuestros pecados y así los aceptó y los borró, fue crucificado y derramó Su sangre hasta morir para ser condenado por estos pecados

y después se levantó de entre los muertos. En otras palabras, nuestro Señor dice que los que creen en Él de corazón, en Aquel que nos ha dado la verdadera vida a todos nosotros, conseguirán una vida nueva y eterna y beberán del agua de la vida eterna y no volverán a tener sed nunca más.

Al hacer el milagro de los cinco panes y los dos peces, el Señor alimentó a 5000 personas. Se llenaron, pero sólo en cuerpo y por poco tiempo. Ahora tenían que recibir la vida eterna al creer de todo corazón en Jesucristo, que se autoproclamó verdadero pan de vida. Estaba mal seguir al Señor por cualquier otro motivo, sólo para obtener la comida que perece, es decir, para ver señales y milagros, ser curados de enfermedades o prosperar materialmente. Nuestro Señor dijo: «Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera» (Juan 6, 37). ¿Quiénes son los que el Padre le ha dado a

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Jesucristo? No son los que buscan las cosas de la carne, sino los que quieren que sus almas sean salvadas del pecado y quieren convertirse en hijos de Dios, es decir los que desean la vida eterna.

Aunque nuestro Señor vino al mundo como el verdadero pan de vida, muchas personas siguen sin obtener la verdadera vida porque no conocen a Jesús correctamente ni creer en Él. En otras palabras hay mucha gente que, aunque cree en Jesús fervientemente, no puede recibir la vida eterna porque cree en Él de manera incorrecta. Creen en Jesús y le siguen sólo para hacerse ricos, tener un coche caro o para encontrar la fama, pero no debemos seguir al Señor por estos motivos. Está mal creer en Jesús y seguirle sólo por religión.

La gente que Dios Padre envía al Señor son los pobres de espíritu y los que buscan las cosas espirituales, no los que buscan la riqueza de este

mundo, su fama o su poder, sino los que están destinados al infierno por sus pecados y quieren ser perdonados. Esta es la gente que Dios Padre envía al Señor para recibir la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu.

Mis queridos hermanos, pronto el mundo será destruido. Lo creamos o no la promesa de Dios se cumplirá sin falta. Verán el mundo venirse abajo con sus propios ojos si viven más tiempo. En realidad este mundo desaparecerá sin dejar rastro. Y sólo el Reino de Dios prevalecerá para siempre. Así que estoy eternamente agradecido por haber vivido creyendo en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y en que el Señor ha borrado mis pecados.

Para borrar nuestros pecados el Señor los tomó al ser bautizado y pagó la condena al derramar Su sangre en la Cruz y así nos quitó los pecados. Como el Señor nos ha convertido en

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obreros a los que hemos recibido la remisión de los pecados y nos ha permitido entrar y vivir en Su Reino, estoy muy contento y lleno de gozo. El Señor nos ha dado el pan que no perece. Como el Señor no nos ha dado el pan que desaparece, sino el pan que no desaparece nunca, debo darle gracias por la verdadera salvación de los pecados que Él nos ha dado.

Todo lo que hay en este mundo no es nada

Está escrito: «No améis al mundo, ni las cosas

que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo» (1 Juan 2, 15-16). ¿Cuál de estas cosas, la fama, la riqueza,

el poder, los placeres, el conocimiento, es más valiosa que la vida eterna? La vida eterna es mucho más importante que todas esas cosas. Es un regalo de Dios que sólo se puede recibir si no se tienen pecados en el corazón. Del mismo modo en que Dios Padre prometió que borraría nuestros pecados a través de Su Hijo y del mismo modo en que el Hijo dijo que se convertiría en el pan de vida, Jesucristo, el verdadero pan enviado del Cielo, tomó nuestros pecados al ser bautizado, fue condenado por ellos al ser crucificado y nos ha dado la verdadera vida al levantarse de entre los muertos.

Cuando digo que todo lo que hay en este mundo no es nada, muchas personas piensan que estoy diciendo tonterías. Pero comparadas con las bendiciones celestiales que nos permiten borrar nuestros pecados, convertirnosen hijos de Dios sin pecado y entrar y vivir en Su Reino, las cosas de este mundo no son nada.

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¿Qué es la vida? Todos nacemos del polvo y volvemos al polvo, así es la vida. La vida es un viaje corto. En otras palabras, la vida no vale nada aunque sea satisfactoria. Del mismo modo en que un viajero vuelve a casa al final de su viaje, la vida no permanece aquí para siempre. Vivimos en este mundo sólo durante un corto período de tiempo como viajeros y debemos volver a nuestro hogar eterno. Nuestro verdadero hogar está en otro sitio. El destino final de nuestras vidas está en otro sitio.

Por tanto los que piensan que vivirán para siempre en este mundo y se aferran a las cosas de este mundo, están buscando la comida que perece. Cuando esta gente escucha a Jesús diciéndoles: «Os daré el pan de vida», ellos piensan: «¿Qué está diciendo? El pan es pan, ¿qué es este pan de vida?».

Mis queridos hermanos, deben entender que el pan de vida es Jesús. Jesús es el pan de la vida

eterna, el pan de la remisión de los pecados y el pan de la salvación. Por eso Jesús dijo: «Soy el pan de vida. Os daré este pan de vida. Vino del Cielo no por Mi propia voluntad, sino por la voluntad del que me envió». Jesús hizo el milagro de los cinco panes y los dos peces para enseñar esto y para ellos alimentó a mucha gente con el pan de la carne primero.

Jesús es el pan de vida. Por tanto los que dicen creer en Jesús aunque no sepan exactamente cómo se ha convertido en el pan de vida son estúpidos, porque están pidiéndole a Jesús el pan de la tierra en vez del pan celestial. En otras palabras, muchos cristianos piden este pan perecedero como el que la multitud de Juan 6 tomó sólo por pocos instantes a través del milagro de los panes y los peces.

Mis queridos hermanos, debemos conocer a Jesús y creer en Él como nuestro Salvador para recibir la remisión de los pecados, convertirnos

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en hijos de Dios y entrar en Su Reino para disfrutar de la vida eterna y vivir para siempre. Por los menos, los que quieren creer en Jesús como su Salvador deben confesar los pecados de sus corazones, creer en Jesús y ser salvados de todos sus pecados. Deben creer en Jesús para convertirse en hijos de Dios y entrar en Su Reino para vivir para siempre. Por el contrario es totalmente estúpido creer en Jesús sólo de manera religiosa.

Jesus dijo: «Todo aquel que el Padre me da, vendrá a Mí»

¿Cuáles son los que el Padre ha enviado a

Jesucristo? Los que buscan las cosas del Cielo. Dios nunca envía a nadie que busque las cosas del mundo.

Ahora estamos teniendo una reunión en la

Iglesia. Aunque hemos facilitado la manera de que quien busque las cosas del Cielo venga a esta reunión, han venido pocos. Esto demuestra que mucha gente ha dejado las cosas del Cielo atrás y busca las cosas del mundo. En otras palabras, la gente busca a Jesús para hacerse rica, para curarse de enfermedades, comprarse una casa o encontrar a una buena pareja. Esta gente no puede venir a nuestra Iglesia. El Padre no envía a esta gente a Jesús, que da vida eterna a través del Evangelio de Verdad. Dios los envía a las iglesias donde se reúnen los cristianos pecadores.

Todo el mundo sabe si tiene o no pecados en su corazón, y si está destinado al infierno o no. Ustedes saben si quieren creer en Jesús por motivos espirituales y para recibir la remisión de los pecados, o por motivos carnales, para prosperar en el mundo. Si echan un vistazo a sus corazones, pueden darse cuenta de si buscan lo espiritual o lo carnal. Pero a pesar de ello, mucha

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gente sigue engañando a su propia conciencia y se burla de Dios. Dios está poniendo Su hacha sobre esta gente. Está diciendo: «Estoy esperando a todos los que buscan sólo el pan de la carne, el fuego está preparado. No os preocupéis del fuego, seguirá ardiendo porque soy muy paciente».

Los que no han nacido de nuevo buscan las cosas carnales y lo justifican. Sin embargo, está claro que la motivación para convertirse en un cristiano debe ser espiritual. Jesús vino al mundo como el Salvador que nos libraría de nuestros pecados (Mateo 1, 21). Esto significa que Jesús es quien nos ha salvado de todos nuestros pecados, no es alguien que nos haga ricos, prósperos o sanos. Creemos en Jesús para recibir la remisión de nuestros pecados, para ser justos, convertirnos en hijos de Dios y entrar y vivir en el Reino de Dios. No deben creer en Jesús para recibir solamente las bendiciones de la tierra ni

considerar el cristianismo como una de las muchas religiones del mundo. Si esta fuera la razón por la que creen en Jesús, sería mejor que no creyeran y buscaran otra cosa en la que creer.

La Biblia dice que Dios ha establecido que la humanidad nazca una vez y muera una vez, y que después de esto viene el juicio (Hebreos 9, 27). Mis queridos hermanos, nuestro Señor nos conoce muy bien. En general, los seres humanos vivimos en este mundo unos 80 años y después nos presentamos ante Dios. Pronto, todos ustedes acabarán su viaje en este mundo y volverán a su hogar eterno. Estoy seguro de que quieren encontrar y recibir la comida que nunca perece mientras vivan, y así poder entrar en el Reino de Dios. Para ello, para borrar los pecados de sus corazones, deben buscar la Verdad. Si tienen pecados, para encontrar la respuesta adecuada a esta pregunta: «¿Cómo puedo borrar mis pecados?» deben venir a Dios con toda

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sinceridad. En otras palabras, deben venir a Dios para la salvación de sus almas sin añadir nada más a su relación con Dios. Un pecador debe excluir todos sus deseos carnales de fama o diner y debe pensar en lo que debe hacer para romper la barrera del pecado que se interpone entre esa persona y Dios.

Sólo hay una manera de ser aprobados por Dios como personas perfectas: debemos borrar nuestros pecados para ser justos. ¿Cómo podemos borrar nuestros pecados? ¿Pueden ser perdonados por sus pecados con tan sólo vivir piadosamente e intentar borrar sus pecados por su cuenta? No, es imposible. Entonces, ¿qué debemos hacer? Como el Señor dijo en el pasaje de las Escrituras, la remisión de los pecados es algo que nos da el Señor. Como Jesucristo es el Hijo de Dios que nos da la verdadera remisión de los pecados y la vida eterna y nos bendice para convertirnos en hijos de Dios, debemos creer en

Jesús, el verdadero pan que Dios nos ha enviado desde el Cielo.

¿Creen que el pan de vida del Cielo es Jesucristo? ¿Se dan cuenta de lo que Jesucristo hizo por ustedes y por mí cuando vino a la tierra? Jesús fue bautizado en Su cuerpo por Juan el Bautista para convertirse en nuestro verdadero pan. Jesús tomó los pecados en Su bautismo, los llevó consigo cuando fue crucificado y derramó Su sangre hasta morir. Y para darle la vida eterna a la humanidad el Señor se levantó de entre los muertos. Todo esto fue planeado en el Cielo antes de la creación. Debemos tomar parte en la providencia de Dios al creer en Jesucristo. Debemos creer en esta Verdad de salvación sin falta. Los que creen así han recibido la remisión de sus pecados, han conseguido la vida eterna y comen el verdadero pan que vino del Cielo. Este es el milagro que Dios hizo cuando vino al mundo.

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La gente le preguntó a Jesús: «Como está escrito Moisés hizo que cayera el maná del Cielo y lo comimos. ¿Qué señal haces Tú para que creamos en Ti?». El mayor milagro del mundo es el poder del Señor que ha borrado nuestros pecados de una vez por todas. El hecho de que el Señor naciera en este mundo encarnado en un hombre, de que fuera bautizado a los 30 años, fuese crucificado, se levantase de entre los muertos y nos salvase es el mayor milagro y la mayor señal de todas.

Si la Verdad de la salvación está tan clara, ¿cómo no creer en ella? ¿Fue crucificado nuestro Señor simplemente cuando vino al mundo? ¿Acaso no tomó nuestros pecados al ser bautizado? De hecho al ser bautizado Jesús nuestros pecados desaparecieron. Aunque Jesús nos ha enseñado este hecho, algunas peronas no lo saben y no creen. Aunque sólo crean en la sangre derramada en la Cruz, dicen que creen en

Jesús. Intentan borrar sus pecados diarios ofreciendo oraciones de penitencia y esto es lo mismo que pedirle a Jesús que borre sus pecados continuamente aunque Jesús ya haya borrado todos sus pecados.

Ustedes y yo nunca debemos hacer esto, sino que debemos comer el pan que vino del Cielo por fe. Sólo cuando comemos este pan del Cielo por fe ya no somos creyentes insuficientes que siguen pidiendo más y más. Cuando el pan viene del Cielo, debemos comerlo por fe, pero a pesar de esto mucha gente intenta alcanzar su salvación haciendo su propio pan y ofreciéndoselo a Dios. El pan de la tierra se llena de moho en uno o dos días, se pudre y se llena de gusanos que llenan la habitación de olor. Pero el verdadero pan que vino del Cielo es el pan de la vida eterna que nunca se pudre ni se llena de moho.

Jesús, que nos ha dado el pan de la vida eterna, vive para siempre. Ha borrado todos

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nuestros pecados y nos ha dado la verdadera vida. Debemos comer el pan que cayó del Cielo con nuestros corazones al creer en él. Debemos comer y creer en el pan que el Señor nos ha dado con nuestros corazones; si comemos el pan hecho por nosotros, éste no se convertirá en el pan de vida.

¿Qué necesitan los pecadores? ¿No necesitan que sus corazones estén sin pecado, convertirse en personas sin pecado, en hijos de Dios y prepararse para la próxima vida? Todo el mundo necesita el tipo de fe que le prepara para la próxima vida. No importa cuánta gente vive en este mundo, después de todo esta vida es efímera. Ya vivamos bien o mal, la vida es corta. Todo lo que hay en este mundo es temporal.

La humanidad debe comer el pan que vino del Cielo. Este pan debe comerse con el corazón, no a través de las buenas obras y los actos de sacrificio. Nadie debe intentar comprarlo con

dinero. Este pan vino del cielo y nunca perece, borra todos los pecados y hace que vivamos para siempre si lo comemos por fe. Así que, ¿por qué intentaría alguien comprarlo con dinero u obtenerlo mediante sus buenas obras? Los que no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y no aprecian su valor intentan comprarlo.

En el capítulo 13 de Mateo se dice que el Reino de los Cielos es como un mercader que busca perlas preciosas. Dice que cuando un mercader de perlas se encuentró una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía para poder comprarla (Mateo 13, 45-46). Mis queridos hermanos, incluso si tienen que dar todo lo que tienen, deben creer en Jesuscristo y seguirle porque Él es el pan que vino del Cielo. ¿No creen que vale la pena creer en esta maravillosa Verdad de salvación que dice que el Señor nso ha salvado de todos nuestros pecados al venir al

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mundo, ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos? ¿No vale la pena aferrarse a esta Verdad, creer en ella, defenderla, predicarle y vivir por ella?

El Evangelio del agua y el Espíritu es el pan que vino del Cielo. Es el pan más valioso, el pan que nunca perece ni desaparece. Así que gracias a este pan podemos reír de gozo, dar gracias a Dios siempre y vivir espiritualmente siempre. Mis queridos hermanos, el que podemos encontrar consuelo incluso en nuestras insuficiencias y encontrar satisfacción incluso en la pobreza se debe a que hemos comido el pan del Cielo y a que hemos alcanzado la vida eterna. El Evangelio del agua y el Espíritu nos da verdadero gozo y satisfacción.

Por eso los que han encontrado la Verdad de la vida eterna compran esta Verdad aunque tengan que vender todo lo que tienen. No hay nadie que haya conocido a Jesús sin haberlo

sacrificado todo. Si quieren creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibir la remisión de sus pecados, deben dejar todo lo que tienen. Deben entender que todo lo que no sea el Evangelio del agua y el Espíritu no es nada, es basura. ¿Pueden comparar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu con algo que hayan conocido hasta ahora? Las cosas del mundo no son nada más que basura si las comparamos con el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué cosas del mundo se pueden comparar con las cosas del Señor? Todo lo que hay en el mundo se corromperá con el tiempo, perecerá y desaparecerá.

El Señor vino al mundo para darnos el pan de vida que nunca desaparece o se corrompe. Él es el verdadero pan de vida que vino del Cielo. Al convertirse en el verdadero pan de vida el Señor ha borrado todos nuestros pecados. Al ser bautizado, tomó los pecados del mundo y los borró. Como Jesús cargó con los pecados del

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mundo a través de Su bautismo, todo el que cree en esto ha sido librado de sus pecados. ¿Qué hay de ustedes? ¿Se han borrado los pecados de su corazón? Sé que todos sus pecados se han borrado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.

Mis queridos hermanos, ¿creen que cualquiera puede creer en Jesucristo, el pan de vida? No, sólo podemos creer en el Señor si Él nos encuentra primero. ¿Qué tipo de gente busca el Señor? Aquellos cuyos corazones agradan al Señor. Esta gente que Dios considera apropiada y a la que dice: «Merecéis creer en Mi Hijo. Estáis cualificados para creer en Mi Hijo» es pobre de espíritu, tiene sed y hambre de justicia y llora por sus pecados. Dios juzga al resto: «No estáis cualificados para creer en Mi Hijo».

Para darnos la vida eterna, Jesús nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor dijo: «El que come mi

carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero» (Juan 6, 54). Lo que nos levantará el último día es esta misma fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.

Mis queridos hermanos, creer en el Señor como su Salvador es una maravillosa bendición. Han aceptado el Evangelio del agua y el Espíritu para creer en el Señor como su Salvador. ¿Creen que pueden cambiar esta fe con otra cosa? ¿Creen que hay algo más valioso que esto? El Señor se ha convertido en el pan de vida para nosotros y nos ha dicho que comamos de Él. Dijo: «Si me coméis por fe, recibiréis la remisión de los pecados y la vida eterna. Vuestra vida eterna estará garantizada. Lo he preparado todo para vosotros». Debemos entender que Jesuscristo es el pan de vida. Debemos creer en Él de corazón y come este pan de vida.

En esta era hay muchos cristianos que dicen creer en Jesús. Pero, ¿cuántos creen de verdad en

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este verdadero pan de vida? ¿Cuánta gente viene a la iglesia para creer en Jesucristo como su Salvador y su verdadero pan? Muy poco. El problema es que casi todos los cristianos creen en Jesús por su cuenta, sin saber lo que deberían buscar. Lo que es más importante para los cristianos es la remisión de los pecados. La fe empieza por la remisión de los pecados y sólo cuando la fe empieza correctamente, podemos conseguir todas las bendiciones celestiales. ¿Están llenos espiritualmente cuando sólo lamen la superficie de la Palabra y se dejan lo más indispensable?

El primer botón de su vida de fe se abrocha correctamente cuando creen en la Verdad de que el Señor se ha convertido en el verdadero pan de salvación para ustedes y para mí. Para borrar nuestros pecados, el Señor cargó con ellos al ser bautizado, derramar Su sangre en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Como el Señor

ha completado nuestra salvación, nos ha permitido obtenerlasi creemos en Él. Este es el mensaje central que nuestro Señor está enviándonos a través del pasaje de las Escrituras de hoy.

Y el Señor dijo: «Al que a mí viene, no le echo fuera» (Juan 6, 37). Todos los que buscan al Señor para obtener la remisión de sus pecados encontrarán el Evangelio del agua y el Espíritu, y al creer en este Evangelio de corazón, serán redimidos de sus pecados. Cuando nos presentamos ante el Señor, debemos hacerlo por motivos espitiuales. Debemos venir a Dios por la salvación de nuestras almas y por su bien. Quien venga al Señor por cualquier otro motivo saldrá de la carrera hacia la vida eterna porque no cree en el Evangelio de Verdad de corazón. Aunque parezca lo mismo seguir al Señor por motivos espirituales o carnales, las consecuencias son muy diferentes.

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68 Trabajen por la comida que dura hasta la vida eterna

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Jesuscristo, el verdadero pan del Cielo nos ha salvado de todos nuestros pecados a través de Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz. Al hacerlo el Señor nos ha dado una nueva vida y nos ha permitido vivir con Él para siempre, para no volver a probar la muerte. Ahora al creer en el hecho de que quien cree en este Evangelio de Verdad ha recibido la remisión de los pecados, y al creer que volveremos a vivir en el último día, debemos cumplir todo lo que el Señor nos ha mandado. En este momento en el que las grandes tribulaciones están cerca, debemos tener esperanza y debemos creer en este Evangelio con nuestros corazones.

Vivamos todas nuestras vidas por fe y vayamos a conocer a nuestro Señor cara a cara.

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CAPÍTULO 4

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70 Vivir según el Espíritu

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Vivir según el Espíritu

< Juan 6, 26-40 > «Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de

cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús

les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».

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La Verdad que debemos saber Antes de empezar pasemos a otros pasajes en

la Biblia. Romanos 8, 5 dice: «Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu». Más adelante, Romanos 8, 12-14 dice: «Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios».

Nuestro Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados. Nuestro Dios vino al mundo como nuestro Salvador y nos ha salvado de nuestros pecados. El Señor sabía muy bien que somos muy débiles y por eso vino al mundo y tomó los pecados de todos los seres humanos al

ser bautizado cuando tenía 30 años. Y cargó con estos pecados hasta la Cruz, fue crucificado y derramó Su sangre y así fue condenado por nuestros pecados. Así Jesús nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, se ha convertido en nuestro verdadero Salvador. Al vivir en este mundo tenemos muchas insuficiencias y debilidades, pero aún así nuestro Señor vino al mundo para convertirse en nuestro Salvador, fue bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado a todos.

Los seres humanos deben vivir con confianza en Dios. Al vivir en este mundo no podemos evitar caernos constantemente y abandonarlo todo por desesperación porque somos demasiado débiles. Por eso debemos vivir por fe en Dios. El que podamos vivir en este mundo es posible gracias a nuestra fe en Dios. Si no confiamos en Él no podemos sobrevivir. Al poner nuestra fe en

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Dios podemos tener éxito en nuestros negocios y vivir nuestras vidas diarias de manera adecuada hasta el día en que el Señor nos lleve a casa. Y gracias a nuestra fe en Dios hemos sido librados de nuestros pecados, salvados, bendecidos y protegidos por Dios en nuestras vidas.

Está escrito: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» (Hebreos 11, 6). Como Dios dijo, quien no tiene fe no puede complacer a Dios, pero quien sabe que es débil e insuficiente, y quien se aferra al Evangelio del agua y la sangre, da gracias por él y cree eln él, puede conseguir la paz. Aún es más, Dios concede Su gracia a los justos que conocen los límites de sus fuerzas, admiten su falta de poder, confían en Dios para pedirle ayuda y le siguen. Este tipo de perosnas vive una vida que está llena de la gracia de Dios.

Los seres humanos deben vivir creyendo en Dios. Dicho de otra manera, los seres humanos no pueden sobrevivir si no creen en Dios. Por eso Dios vino al mundo para convertirse en nuestro Salvador. El Señor vino al mundo y ha salvado las almas perdidas para convertirse en nuestro Pastor. Cuando vagabamos por el desierto Dios vino a nosotros y nos llevó a pastos verdes, al lado de las aguas quietas. Por eso debemos creer en Dios. Y al poner nuestra fe en Él podemos vivir nuestras vidas en este mundo desolado.

Algunos cristianos piensan que creer en Jesús es una cosa, pero vivir en sociedad es otra. Creen que su vida social se lleva mejor por su propia cuenta. Sin embargo estos pensamientos no son nada más que un producto de su ignorancia. Sólo por fe podemos recibir la remisión de nuestros pecados y convertirnos en hijos de Dios. Del mismo modo en que hemos sido salvados por fe, debemos vivir en sociedad por fe.

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Mis queridos hermanos, echen un vistazo a este Salmo

Como está escrito en Salmos, después de que

David se convirtiera en rey, luchó en muchas guerras. David creía en Dios. Como está escrito: «Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros» (2 Samuel 22, 30), gracias a su fe en Dios David asaltó muros y luchó en guerras. Por esta fe en Dios rezó y le pidió ayuda, y recibió respuestas a sus oraciones y las siguió. Cuando los profetas de Dios le decían qué hacer, David seguía sus palabras como la Palabra de Dios, y así luchó muchas batallas, conquistó a todas las naciones alrededor de Israel y les cobró tributos. En este Salmo de la Biblia podemos ver que David vivió por fe.

Del mismo modo, el que podamos vivir en el Espíritu mientras vivimos en este mundo es posible si acudimos a Dios. Todos nosotros

debemos vivir creyendo en Dios sin perder nuestra fe en Él. Les pido que vivan por fe sin falta. Espero de todo corazón que tengan fe en Dios como el rey David.

Debemos vivir con fe aunque sea tan pequeña como un grano de mostaza. Aunque no tengan esta fe, les pido que confíen en Dios, se aferren a Su Palabra por fe y acepten el consejo de los siervos de Dios, Su Iglesia y sus predecesores en la fe. Deben aferrarse a la Palabra de Dios de corazón y estar dispuestos a decir: «Aunque no tengo fe, si la Palabra de Dios lo dice es verdad». Esto hará que su fe crezca y se convierta en una semilla de mostaza, que hagan obras de vida y que el poder de la Palabra de Dios esté con ustedes. Así es cómo crece la fe.

Mis queridos hermanos, vivamos por fe en Dios. Nuestro Señor dijo en Romanos 8, 5: «Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu,

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en las cosas del Espíritu». El señor nos está enseñando que los que vivie por la carne buscan las cosas que complacen a la carne. Y también nos está enseñando que los que viven según el Espíritu ponen sus mentes en la salvación de las almas.

Todos nosotros le debemos a Dios por Su amor. Por eso tenemos que pagar esa deuda por el amor de Dios. Estamos en deuda con el amor de Dios y Su gracia de salvación. Si Dios no nos hubiera salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, no podríamos evitar ir al infierno. Al venir al mundo, ser bautizado y derramar Su sangre en la Cruz, nuestro Señor nos ha salvado de todos los pecados. Jesús tomó los pecados del mundo en Su bautismo para que fuésemos redimidos de nuestros pecados. Murió en la Cruz para librarnos de la condena y al hacerlo nos libró de los pecados.

Estamos en deuda con el amor de Dios y Su

salvación. Por supuesto no podemos pagar todas nuestras deudas a Dios por Su amor, pero al menos debemos vivir cómo Él quiere que vivamos. Aunque hemos nacido de nuevo, como todavía estamos en la carne, cometemos actos carnales a menudo. Sin embargo seguimos siendo hijos de Dios nacidos de nuevo. Si creen que Jesús vino al mundo y borró los pecados que cometen hasta el día en que mueran, deben darse cuenta de que son el pueblo de Dios nacido de nuevo y guiado por el Espíritu.

En romanos 7, 5-6 está escrito: «Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra». Antes de nacer de nuevo las pasiones

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pecaminosas obraban en nuestros cuerpos. Y éstas nos hicieron dar el fruto de la muerte, tal y como Dios nos está enseñando aquí. Sin embargo, el Apóstol Pablo dice que hemos llegado a hacer la obra de salvar a las almas a través del Espíritu Santo, porque morimos ante la Ley y la carne y nos dice que nos demos cuenta de ello.

Los que siguen a Dios deben saber que tanto su carne como la Ley han muerto con Jesús. Deben entenderlo, creerlo y seguirlo. Entonces, ¿qué significa que nuestra carne haya muerto? Significa lo siguiente: Todos pecamos hasta el día en que morimos, pero como nuestro Señor fue bautizado, tomó los pecados del mundo que cometemos con nuestra carne, y los llevó a la Cruz donde murió en nuestro lugar, nuestra carne también murió. La muerte de Jesús es su muerte y la mía. Cuando Jesús fue crucificado y Su carne murió, nuestra carne también murió.

Por tanto todos los cristianos deben creer en el bautismo de Jesús, Su muerte en la Cruz y Su resurrección. Deben creer que cuando Jesús fue bautizado, todos sus pecados fueron pasados a Jesús. Él cargó con todos los pecados del mundo, incluso los que cometeremos en el futuro hasta el día en que muramos, y fue crucificado y murió en la Cruz por nosotros. Esto es lo que deben creer. Debemos vencer a la carne por fe y no morir por ella, sino ser salvados.

Además hemos muerto ante la Ley de Dios. Estamos muertos para esta Ley en Su Verdad. Pero, ¿qué pide la Ley? Como está escrito: «El precio del pecado es la muerte», el precio que la Ley nos pide es la muerte. A través de Su bautismo el Señor tomó todos los pecados del mundo que cometemos al traspasar la Ley. Por eso Jesús tuvo que ser crucificado hasta morir. Ahora, del mismo modo en que estamos muertos ante la Ley, también estamos muertos en la

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carne, pero estamos vivos ante Dios. Esto es lo que debemos creer. Debemos creer que nuestras almas han sido salvadas por fe y que nuestros cuerpos también resucitarán.

Hoy leeremos Juan 6 En el pasaje de las Escrituras de hoy Jesús

dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6, 27). Nuestro Señor nos enseñó que no debemos trabajar por la comida que perece, sino por la que trae la vida eterna.

Este pasaje continua en los versos 28 y 29 y dice: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a

éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?». Básicamente en este pasaje Jesús dijo que creer en el Señor es hacer las obras de Dios. La gente trabaja por dos tipos de cosas: por la comida que perece y por el pan de la vida eterna. La gente trabaja por esas dos cosas. Y Él dejó claro que no debemos trabajar por la comida que perece sino por la vida.

Cuando nuestro Señor hizo el milagro de los panes y los peces en la otra orilla del río Tiberias, con una pequeña cantidad de comida pudo alimentar a tanta gente que la Biblia dice: «Y se recostaron como en número de cinco mil varones» (Juan 6, 10). Así que la multitud siguió a Jesús, pero el motivo por el que le seguía era obtener el pan de la carne. Seguían a Jesús para poder cenar una vez terminaron la comida de mediodía.

Por supuesto que todos nosotros necesitamos

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el pan de la carne. Sin embargo nuestro Señor dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6, 27). ¿Qué ocurre cuando creemos en nuestro Señor? Que recibiremos la vida. Nuestro Señor dijo: «Yo soy el pan de vida» (Juan 6, 35). Al entregar Su cuerpo nuestro Señor nos ha dado la vida eterna.

Está escrito: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado» (Juan 6, 29). Aunque debemos trabajar, debemos hacer las cosas que nos dan la salvación y que comparten la salvación con otros. ¿Cómo podemos hacer esta obra de salvación y compartirla con otros? Al comer y compartir el pan del Espíritu y creer que Jesús es el pan de vida.

Y también debemos darnos cuenta de que Dios no echa a nadie que venga a Jesús. Nuestro señor dijo que es el pan de vida: «Creed en Mí.

Soy el Hijo de Dios, el Creador que hizo el universo entero y cargó con todo vuestros pecados en Mi propio cuerpo. Creed que soy el Salvador que tomó todos vuestros pecados en Mi cuerpo. Cargué con esos pecados al ser bautizado y fui condenado en la Cruz. Me levanté de entre los muertos y os he salvado a todos. Si creéis que soy el Dios que os permite conseguir la vida, ser salvados y recibir la remisión de los pecados, debéis comer el pan de vida, recibir la comida que no perece y alcanzar la salvación eterna». Esto es lo que el Señor nos estaba diciendo.

De heho, Dios, nuestro Padre nos ha salvado al enviar a Su Hijo a este mundo. Creer en Jesús, el Hijo de Dios Padre y nuestro Salvador, y recibir la remisión de nuestros pecados y la vida eterna es tener la comida que no perece nunca. Recibir la vida eterna, la remisión de los pecados y esta salvación es la voluntad de Dios, es decir, lo que el Padre quiere de nosotros.

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¿Cómo nos salvó nuestro Señor cuando vino al mundo? ¿Cómo se convirtió en nuestro pan de vida? ¿Qué tipo de pan debemos comer para conseguir la vida eterna?

Ayer hablé del emperador Qin Shi, que intentó encontrar el elixir de la vda. Hoy en día se dice que los niños pueden crecer más rápidamente si se les inyectan hormonas y que existen hormonas que pueden hacer más fuertes a las personas mayores, pero nunca he oído hablar de la panacea de la vida eterna. Si hubiera algún tipo de pan que nos hiciera vivir para siempre, ¿acaso no comeríamos de este pan? Por supuesto que sí. Esto se debe a que todo el mundo quiere vivir para siempre como el emperador Qin Shi que buscaba el elixir de la inmortalidad.

Cuando el emperador Qin Shi oyó que no envejecería y se mantendría joven si bebía extractos de unas hierbas en concreto, envió a sus siervos por todo el mundo para buscarlas. Así,

muchos de sus hombres viajaron por todo el mundo y volvieron con las mejores hierbas que pudieron encontrar. El emperador tomó estas hierbas durante el resto de su vida pero al final murió de todas formas.

Sin embargo existe el pan de la verdadera inmortalidad en este mundo. Este pan es el cuerpo de Jesús. Comer el cuerpo de Jesús es recibir la vida eterna. Comer la carne de Jesús es obtener la vida eterna.

Jesús entregó Su cuerpo por nosotros. Durante la Última Cena, Jesús reunió a Sus discípulos, partió el pan y se lo pasó. Y dijo: «Este es Mi cuerpo». Jesús dijo que Su cuerpo era el pan de la vida eterna. ¿Por qué dijo esto Jesús? Porque cargó con los pecados del mundo en Su cuerpo cuando vino al mundo. El Señor se identificó como el Alfa y el Omega. Esto significa que creó el universo y que juzgará al mundo para empezar uno nuevo. Para salvar a los seres humanos y

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acabar con este mundo en Su amor y justicia, tomó todos los pecados de todo el mundo en Su cuerpo desde el principio hasta el final. Por eso el Señor dijo que Su cuerpo era el pan de vida.

Pasemos al capítulo 3 de Mateo. Aquí vemos que Jesús empezaba Su vida pública y que lo primero que hizo fue ser bautizado en Su cuerpo por Juan el Bautista. En Mateo 3, 15-16 está escrito: «Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él». ¿Por qué fue bautizado el Señor por Juan el Bautista? Y ¿por qué dijo: «Conviene que cumplamos toda justicia»?

En todo el capítulo 6 de Juan Jesús dice: «Si alguien come Mi carne, nunca tendrá hambre. Mi carne es verdader comida y Mi sangre es

verdader bebida. Quien no coma Mi carne ni beba Mi sangre, no recibirá la vida eterna». ¿Por qué dijo Jesús esto? ¿Por qué dijo nuestro Señor que Su cuerpo era el pan de vida? Porque Jesús vino al mundo, aceptó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, el mayor hombre nacido de mujer. Como Jesús aceptó los pecados del mundo al recibir el bautismo en Su cuerpo, dijo que toda la justicia se había cumplido y que Su cuerpo se había convertido en verdadero pan de vida.

El Señor fue bautizado para cargar con nuestros pecados

¿Cuándo tomó Jesús todos los pecados que

cometemos en nuestras vidas y los de los demás? Tomó los pecados del mundo cuando fue bautizado en Su cuerpo. Como Él dijo: «Porque

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conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15), al ser bautizado por Juan el Bautista Jesús nos dejó a todos sin pecados. Juan el Bautista cumplió su tarea como Sumo Sacerdote al pasar los pecados de la humanidad a Jesús en Su bautismo. Del mismo modo en que el Sumo Sacerdote pasaba los pecados del pueblo de Israel de todo un año en el Antiguo Testamento de una vez por todas mediante la imposición de manos en la cabeza del chivo expiatorio, Jesús vino al mundo como el Cordero expiatorio y fue bautizado para salvar a los pecadores. Él cumplió toda la justicia al ser bautizado, diciendo: «Porque conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15).

Por culpa del pecado nadie puede evitar la muerte. Pero todo el mundo quiere vivir durante mucho tiempo y seguir joven. Además todo el mundo quiere entrar en el Reino de Dios como personas justas sin pecado. Sin embargo, por

culpa del pecado estamos condenados, por culpa del pecados estamos malditos, por culpa del pecado nunca nada va bien con nosotros, por culpa del pecado no podemos acercarnos a Dios y por culpa del pecado no podemos escapar del infierno.

Pero para salvar a personas como nosotros, el Señor fue bautizado en Su cuerpo. Al aceptar los pecados del mundo a través de Su bautismo, Jesús cumplió toda justicia. Aceptó todos los pecados en Su cuerpo al ser bautizado y este cuerpo de Jesús se convirtió en pan de vida para todos nosotros. Por tanto la salvación que trae la vida eterna está en los que creen que sus pecados fueron pasados a Jesús. El bautismo de Jesús constituye la salvaicón que nos da la vida. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu recibimos la remisión de nuestros pecados.

¿Cómo creemos en Dios y recibimos la remisión de nuestros pecados? Hemos sido

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perdonados por nuestros pecados al creer que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, que tomó los pecados del mundo al ser bautizado y que fue condenado como el Cordero de Dios que cargó con los pecados del mundo. Al ser bautizado y morir en la Cruz Jesús nos salvó, mediante Su cuerpo y Su sangre. Por tanto, quien cree en este Jesús de corazón puede conseguir una vida nueva, recibe la remisión de los pecados, se convierte en una persona justa, se convierte en un hijo de Dios, y entra en el Reino de Dios.

Mis queridos hermanos, ¿qué está intentado decirnos el Señor en Juan 6? Nos está diciendo que trabajemos por el pan que nos permite vivir para siempre. ¿Qué tipo de obra debemos hacer? Debemos hacer lo que nos proporciona la vida eterna. Debemos creer en Jesús y seguirle para recibir la vida eterna.

Y después de recibir la remisión de los

pecados debemos hacer la obra de compartir la vida eterna. Dios dice que sólo los que han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu pueden hacer la obra de compartir esta vida. Como Jesús dijo que creer en el que Dios ha enviado es hacer la obra de Dios, creer es hacer esta obra. Creer en Él no es insignificante. Creer es también una obra.

Mis queridos hermanos, aunque el Señor haya hecho posible que nazcan de nuevo del agua y la sangre, esto no vale para nada si no creen en esta Verdad. Aunque Jesús les haya salvado al venir al mundo, ser bautizado, cargar con los pecados del mundo y morir en la Cruz, si no se aferran a esta Verdad por fe, no podrán recibir la vida eterna. Si no creen, la Palabra de Dios no vale de nada para ustedes»

Mis queridos hermanos, si lo dicen con sus propias palabras que creen, pero en realidad no creen de corazón, su fe no vale para nada. De

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hecho la Biblia dice que con el corazón se cree para la justicia y que con la boca se hace la confesión para la salvación. La Palabra de Dios proclama que recibimos la vida eterna al creer con el corazón que Jesús tomó todos nuestros pecados al ser bautizado. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu según la Palabra de Dios podemos ser perdonados por todos nuestros pecados. Esto es lo que Pablo quiso decir con el pasaje: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación» (Romanos 10, 10).

Mis queridos hermanos, ¿por qué vino Jesús a este mundo? Vino para salvarnos del pecado. ¿Por qué fue bautizado Jesús? Fue bautizado para aceptar todos nuestros pecados. ¿Por qué fue Jesús a la Cruz para ser crucificado? Fue crucificado porque había cargado con nuestros pecados. ¿Por qué tuvo que levantarse Jesús de entre los muertos? Para devolvernos a la vida a

los que habíamos muertos por nuestros pecados. Al aceptar nuestros pecados a través de Su bautismo, al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos, Jesús nos ha dado una vida nueva a los que creemos en Él, y nos ha dado la vida eterna y la justicia de la salvación eterna. Deben creer que Jesús resucitó para quitar todos nuestros pecados a los ojos de Dios. Mis queridos hermanos, deben entender esto con su cabeza y creer en esta Verdad con el corazón.

¿Por qué fue bautizado Jesús? Como en el Antiguo Testamento los pecados se pasaban a un animal expiatorio mediante la imposición de manos, Jesús vino al mundo y fue bautizado del mismo modo. Nuestro Señor dejó claro que nunca rechazaría a los que viniesen a Él. El Señor nunca rechaza a los que creen en Él.

El Señor es el pan de vida. Para los que creen que el Señor cargó con todos los pecados del mundo en Su cuerpo al ser bautizado, y que

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murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos para devolvernos a la vida, nuestro Señor es el pan de vida. Al creen de corazón en el bautismo de Jesús y en Su sangre derramada en la Cruz, podemos comer este pan. Y quien come este pan se salva y recibe la vida.

Debemos considerear para qué vamos a vivir el resto de nuestras vidas. Debemos pensar sobre cómo debemos vivir; si debemos vivir según la obra del Espíritu que salva las almas o por nuestra propia carne. Quien haya nacido de nuevo del pecado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu debe creer que ha muerto en la carne y en la Ley, y que por tanto se ha convertido en un obrero cuya tarea es salvar almas. Todos debemos creer esto. Por esta fe debemos seguir al Espíritu Santo, no a la carne. Como los que hemos recibido la remisión de los pecados ahora no tenemos nada que ver con el pecado, tenemos que trabajar para salvar a otras

almas. En vez de trabajar por la comida que perece, debemos trabajar por la obra del Espíritu que hace que los demás nunca tengan sed y la obra que les da la vida eterna. Debemos seguir al Espíritu.

En muchas ocasiones estamos atados aún habiendo recibido la remisión de los pecados, pero ¿cómo deberíamos vivir? ¿Qué nos está diciendo el Señor hoy? ¿Nos está diciendo que sigamos a la carne? ¿O nos está diciendo que sigamos al Espíritu? Nos está diciendo que sigamos al Espíritu. Aunque en ocasiones seguimos a la carne, seguimos siendo los hijos de Dios nacidos de nuevo. Por muy insuficientes que seamos cada uno de nosotros, si tenemos la fe que nos salva y fe en la Palabra de Dios, entonces seguimos siendo los que siguen al Espíritu. Así que tengamos en cuenta el hecho de que somos el pueblo de Dios, los que siguen al Espíritu por muy insuficientes que seamos.

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¿Es correcto seguir a la carne o al Espíritu? Aunque a veces sigamos a la carne, lo correcto es seguir al Espíritu y permitir que los demás consigan la vida. Dios nos está diciendo en todo momento que, a pesar de nuestras insuficiencias, no somos gente de la carne, sino del Espíritu. Cuando predicamos el Evangelio y seguimos al Espíritu, los demás pueden recibir la remisión de los pecados y conseguir la vida eterna. Aquí está la razón por la que debemos seguir al Espiritu. Pero ¿qué ocurrirá si seguimos a la carne? Si seguimos a la carne, nadie podrá recibir la vida nueva a través de nosotros. La gente no podrá salvarse. Si trabajamos según el Espíritu, los demás recibirán la vida. Por eso debemos seguir al Espíritu.

Algunas almas han sido salvadas a través de esta reunión. Aunque ustedes y yo tengamos defectos, hemos trabajado duro porque seguimos al Espíritu. Hemos hecho sacrificios para salvar a

muchas almas y hemos soportado muchos insultos para guiarlas. Así que como resultado muchas almas han sido salvadas. Aunque hayamos sido insifucientes, muchas almas han recibido la remisión d elos pecados al escuchar el Evangelio a través de nosotros.

Mis queridos hermanos, debemos recordar lo que el Señor dijo aquí: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece» (Juan 6, 27). Debemos trabajar por la comida que dura hasta la vida eterna. Aunque seamos insuficientes, debemos seguir al Espíritu. Debemos seguir al Espíritu con todas nuestras fuerzas. Todos nosotros debemos decirnos: «Por muy insuficiente que sea, soy una persona justa que puede seguir al Espíritu. Puedo salvar a otras personas. Gracias a que el Señor hizo que mi carne y la Ley murieran, y como he resucitado, soy capaz de seguir al Espíritu». Debemos decirnos esto a

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nosotros mismos y también: «Debo seguir al Espíritu». Por muy insuficientes que seamos, debemos por lo menos marcarnos un objetivo. Debemos decidirnos.

Aunque sean insuficientes, no deben creer que no son gente del Espíritu o hijos de Dios. Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, somos hijos de Dios a pesar de nuestras insuficiencias; lo que es más importante es saber si podemos o no seguir al Espíritu y si estamos cualificados para hacerlo. En resumen, los que han nacido de nuevo del agua y el Espíritu pueden seguir al Espíritu. Somos hijos de la justicia de Dios que pueden seguirle por fe, y que pueden trabajar para salvar almas por fe. Mis queridos hermanos, les pido que tengan fe.

Les pido que sigan al Espíritu. Dirijamos nuestros corazones y démonos cuenta de que aunque somos insuficientes, Dios nos ha bendecido para seguir al Espíritu. Mis queridos

hermanos, por muy insuficientes que sean, deben saber que pueden seguir al Espíritu y de que le siguen con esta fe. Al hacerlo Dios dará muchos frutos a través de ustedes.

Cuando nos reunimos vemos que muchas almas son salvadas del pecado. ¿Habría sido esto posible si hubiésemos trabajado individualmente? ¿Cuántas debilidades tienen si se consideran individualmente? ¿Serían capaces de seguir al Señor por sus habilidades individuales? No. Pero por muy insuficientes que sean, ¿son gente del Espíritu o gente del pecado? Son gente del Espíritu. Los que tienen el Espíritu Santo son gente del Espíritu. Cuando la gente del Espíritu se reúne y junta sus fuerzas para seguir al Espíritu, la obra de la salvación tendrá lugar por muy insuficiente que sean. Este es el poder que Dios ha dado a Su Iglesia. Ahora que sabemos esto no debemos desesperar por nuestras insuficiencias individuales y debemos

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seguir al Señor con fe unidos en Su Iglesia. Mis queridos hermanos, la fe no es teoría: para

recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, seguir al Señor después de nacer de nuevo del agua y el Espiritu, y para vivir por fe y dar frutos de la fe, ésta no debe ser simplemente teórica. Todos los aspectos de nuestra fe deben ser reales. Lo que nuestro Señor nos está diciendo es que sigamos al Espíritu, no a la carne. Debemos seguir al Espíritu por fe. Aunque a veces nos tropezamos y caemos, nos volvemos a levantar y seguimos al Señor de nuevo, que es algo que sólo los justos pueden hacer. Ningún pecador puede hacer esto.

Mis queridos hermanos, les pido que tengan la fe auténtica. Crean que Dios les ha salvado perfectamente. ¿Lo creen, mis queridos hermanos? Y si han sido salvados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, entonces crean que pueden seguir al Espíritu. Crean que pueden

hacer la obra de Dios si trabajan creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Quien haya sido salvado debe seguir al Espíritu por fe con un corazón unido.

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CAPÍTULO 5

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Trabajen por la comida que no perece en este mundo

< Juan 6, 26-59 > «Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de

cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te

creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado:

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Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para

que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de

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este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum».

Cuando Jesús subió a la montaña y predicó, la

multitud le siguió. Entonces puso Sus manos sobre una pequeña cantidad de comida que sólo llegaba para una persona, la bendijo e hizo el milagro de alimentar a 5000 personas con pan y pescado, y aún así sobraron 12 canastas. Así que la gente siguió a Jesús y quiso hacerle su rey. Esta gente pensaba: «¿No sería maravilloso tener un rey así?». Así que decidieron hacer al Señor su rey, pero Jesús se fue y cruzó hasta la otra orilla del mar.

Cuando la gran multitud le siguió desesperada por conseguir otra comida, Jesús les reprendió diciendo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece» (Juan 6, 27). La multitud había

seguido a Jesús por la comida que perece, para satisfacer su hambre temporalmente, sin darse cuenta de que la comida eterna estaba en Jesús. Por eso Jesús les reprendió.

La lección de este pasaje también se puede aplicar a los nacidos de nuevo. Jesús también insistió en cómo debemos vivir después de nacer de nuevo. Nuestro Señor dijo: «Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8, 6). El Señor dijo que mientras nuestros pensamientos carnales nos traen la muerte, los pensamientos espirituales nos traen la vida eterna.

¿Cuándo hacemos la obra de Dios por qué debemos trabajar?

Hemos sido salvados, ¿pero qué tipo de obra

debemos hacer después de ser salvados?

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¿Debemos obrar por lo que perece? ¿O debemos trabajar por la comida que dura hasta la vida eterna? ¿Debemos trabajar por lo que no perece y permitir que otros reciban la vida eterna o debemos trabajar por lo que perece? Esto es lo que Jesús estaba diciendo. Nos estaba diciendo que trabajásemos por la comida que no perece para hacer el tipo de obra que permite a los demás recibir la vida eterna.

Predicar el Evangelio del agua y el Espíritu es predicar a Jesús, que se identificó como el pan de vida. Somos los que trabajamos por la vida eterna que no muere. Somos los que difunden el Evangelio por todo el mundo. Cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, la gente escucha esta Verdad y cuando creen en esta Verdad de corazón, recibn la remisión de los pecados y consiguen la vida eterna. Los que es importante es el tipo de obra que nosotros hacemos después de recibir la remisión de los

pecados. ¿Trabajarán por la comida que perece o por la comida que no perece? La comida que perece se refiere a la obra que no vale para nada, mientras que la obra de la vida eterna se refiere a la obra de salvar almas.

¿Qué debemos hacer entonces? Podemos tener una mente carnal o espiritual. Pero lo correcto es pensar y hacer lo que es bueno para las otras almas, aunque podamos elegir libremente. Así que debemos pensar en esta cuestión de cómo debemos vivir, decidirnos, grabarlo en nuestros corazones, aferrarnos a ello y seguirlo.

Aunque mucha gente seguía a Jesús, el motivo era alimentarse. Le seguían sólo para recibir y comer la comida de la carne que se digiere en un día; no le siguieron creyendo que el Señor tenía la verdadera comida eterna. En el pasaje de las Escrituras de hoy vemos al Señor reprendiendo a los que le seguían por la comida que perece. Jesús les dijo a los discípulos y a otros muchos

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que trabajaran por la comida que dura hasta la vida eterna y que le siguieran por eso. Por este motivo es importante poner nuestras mentes en por qué y cómo debemos trabajar.

Podemos hacer ambas obras, la espiritual y la carnal, pero es muy importante decidirnos a hacer la obra correcta. Debemos darnos cuenta de qué es la obra espiritual, qué es lo que dura hasta la vida eterna, desde dónde y a través de qué viene esta obra y cómo podemos hacerla. Tendemos a pensar que somos más de lo que somos. Así que el Apóstol Pablo nos avisa: «Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña» (Gálatas 6, 3). Por tanto debemos examinar una vez más si estamos decididos a trabajar por la comida que no perece y vivir nuestras vidas de esta manera.

De los diferentes tipos de cristianos que hay, están los que siguen a Jesús por su propia carne y los que siguen a Jesus para recibir la vida eterna.

Básicamente están los que siguen a Jesús para hacer la obra de la carne y los que la hacen para recibir la vida eterna.

El problema más importante es que el 99,9 % de los cristianos de hoy en día van a la iglesia para alimentarse de la comida de la carne. El Apóstol Juan dijo: «Yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma» (3 Juan 1, 2), pero todos sabemos que hay muchos que no creen en Jesús por sus almas, sino por las riquezas carnales y por la fama. En otras palabras, hay muchos cristianos que creen en Jesús para hacerse rciso, prosperar en sus negocios y vivir una vida sana y completa. De hecho si redujeramos los cristianos de los últimos 2000 años a unos 100, 99 de ellos habrían creído en Jesús por su propia carne.

En una encuesta realizada a cristianos en los Estados Unidos, se identificaron 3 tipos de

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sermones como los más predicados por los pastores americanos. El primer tipo era la noción de que uno se podía hacer rico si cree en Jesús; el segundo era la afirmación de que se puede conseguir la fama si se cree en Jesús; y el tercero era la noción de que se es feliz si se cree en Jesús. Los pastores estaban alimentando a sus congregaciones con la comida de la carne. ¿Cuál er ael resultado de los sermones que predicaban: «Serás rico si crees en Jesús, serás feliz si crees en Jesús; serás famoso si crees en Jesús»? Los cristianos se hacían ricos y eran felices en sus vidas al tiempo en que su estatus social subía, pero dejaban de creer en Jesús. Y aún peor se volvían contra Jesús.

En Corea también muchos cristianos dicen que van a la iglesia para que sus enfermedades sean curadas y para hacerse ricos, para que sus familias estén en harmonía o para que una mala persona se convierta en una buena persona. Estos

cristianos creen en Jesús sólo para que su carne prospere. Jesús dijo que no trabajásemos por la comida que perece, sino por la comida que dura hasta la vida eterna. Pero a pesar de esto, el 99, 9 % de los cristianos creen en Jesús para que su carne prospere.

Jesús reprendió a esta gente en el pasaje de las Escrituras de hoy: «No creáis en Mí no me sigáis por estas cosas. No trabajéis por la comida que perece, sino por la comida que dura hasta la vida eterna». Así que Jesús dijo: «En el Antiguo Testamento el maná descendía del cielo. Dios envió el maná a través de Moisés, pero incluso los que lo comieron murieron en el desierto. Pero el Hijo del Hombre es el pan de vida. Os doy el pan de vida. Si creéis en Mí, seguidme y dad testimonio de Mí para que la gente reciba la vida eterna y no volverán a tener sed. Soy el pan de vida y esta el la voluntad de Mi Padre, que quien vea al Hijo del Hombre y crea en Él, tenga la

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vida eterna, y Yo resucitaré a quien crea el último día».

Tal y como está escrito: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51), sólo Jesús es el pan de vida. Por eso Jesús dijo: «Comed de Mí y creed en Mí. Y predicadme. Si queréis trabajar, trabajar por la obra del Padre. ¿Cómo podéis hacer la obra de Dios? Creyendo en el que Dios envió para hacer Su obra».

Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él» (Juan 6, 54-56) y «El que come de este pan, vivirá eternamente» (Juan 6, 58). Jesús estaba hablando sobre Sí mismo. Aquí

nos dijo que comiésemos Su carne, pero, ¿cómo podemos comer la carne de Jesús? Al creer que Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado en Su cuerpo, podemos comer Su carne. En otras palabras, Jesús nos estaba diciendo que creamos que Él tomó nuestros pecados al ser bautizado para salvarnos de todos los pecados del mundo. Nos estaba diciendo que comiésemos Su carne al creer en esto.

«Mi carne es verdadera comida y Mi sangre es verdadera bebida» (Juan 6, 55)

Nuestro Señor estaba diciendo: «Si creéis que

tomé vuestros pecados y que fui condenado por ellos al ser bautizado por Juan el Bautista y crucificado hasta morir, vuestros corazones serán

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librados de la carga de los pecados. Quien come Mi carne y bebe Mi sangre ha conseguido la vida eterna». Creemos completamente en esta Palabra.

Como hemos recibido la vida eterna al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, prestamos más atención a lo que nos dice el Señor. Como nuestro Señor dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6, 27), creemos que nos dijo esto. Aunque hemos recibido la remisión de nuestros pecados al comer la sangre de Jesús y beber Su sangre por fe, tenemos que decidir si vamos a trabajar por la comida que perece o por la que no perece. Debemos darnos cuenta de lo que es trabajar por la comida que perece y lo que es trabajar por la comida que no perece.

Trabajar por la comida que perece es estar orientado hacia la carne, es pensar sólo en la paz

y la comodidad de la carne. ¿Cuál es la comida que no perece? Es la que está orientada hacia lo espiritual. Mientras servimos a este Evangelio, cumplimos nuestra tarea de testigos, predicamos por todo el mundo y trabajamos por esta obra, mucha gente conseguirá la vida eterna. Debemos hacer posible que los demás reciban la vida eterna. Debemos entender la diferencia entre trabajar por la comida que perece y la comida que no perece, y debemos decidir cuál de ellas vamos a elegir y trabajar por ella.

Estamos trabajando para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo

A veces mientras servimos al Señor nos

preguntamos escépticamente: «¿Es correcto

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hacer esto?». Y hay veces en que trabajamos por la comida que perece, mientras que otras veces trabajamos por la comida que no perece. Por supuesto podemos desviarnos algunas veces debido a nuestras debilidades, pero debemos decidirnos a seguir el camino correcto.

Debemos decidirnos. Estamos trabajando de esta manera para predicar el Evangelio por todo el mundo. Nos estamos dedicando al ministerio de libros: rezamos por este ministerio, traducimos nuestros libros y los publicamos en muchos idiomas, y los distribuimos gratuitamente a quien quiera leerlos. Muchos de nuestros trabajadores reúnen los medios económicos para este ministerio y lo hacen con su propio esfuerzo y sudor. Esto es obrar por la comida que no perece. ¿De verdad queremos creer en esto cuando trabajamos? Si queremos trabajar por la comida que no perece, debemos dedicar nuestras mentes a la obra que no perece.

Aunque es posible tener deseos carnales y espirituales, debemos dedicarnos a la obra que no perece, dedicar nuestros corazones a ella y confiar en ella completamente. Sólo entonces nos convertimos en obreros de la justicia y hacemos posible que otros reciban la vida eterna.

Espero de todo corazón que sirvamos al Señor y vivamos por Él siempre. Les pido que dirijan sus mentes hacia la obra que no perece, dediquen sus corazones a esta obra y crean de todo corazón, no sólo con su mente, que la obra más valiosa de todas es trabajar por el pan de vida. Aunque puedan hacer tanto obras carnales como espirituales, quiero que sus corazones se den cuenta de que un tipo de obra está mal mientras que la otra es buena, y quiero que dediquen sus corazones y sus mentes a la obra correcta y que trabajen por ella. Aunque podamos trabajar por la comida que perece, debemos creer sin lugar a dudas que lo correcto es apreciar el Evangelio y

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servirlo y debemos convertirnos en la gente de fe al ofrecernos a esta obra y dedicar todas nuestras fuerzas a ella.

Yo he puesto todo mi corazón en predicar el Evangelio por todo el mundo. No estoy diciendo que hayamos hecho suficiente en predicar el Evangelio hasta ahora, sino que como esto es lo que debemos hacer, deberíamos dedicar nuestras mentes a la obra correcta y creer que es correcto vivir de esta manera. No importa como hayamos vivido hasta ahora porque debemos darnos cuenta de lo que es correcto y seguirlo. Si sabemos qué es lo correcto pero no dedicamos nuestras vidas a la comida que no perece, nuestra fe es en vano. ¿Saben lo que es trabjar por la comida que no perece? ¿Saben que lo correcto es vivir por esta comida? ¿Han puesto sus mentes en ella y viven ahora por esta obra? Lo correcto no es parar en el conocimiento, sino dedicar nuestras mentes a la obra correcta y dedicar

nuestras vidas a ella. Como tenemos la carne todavía, a veces

hacemos la obra de la carne. Esto no es lo correcto. Debemos hacer lo que la Biblia dice que es correcto al 100 %. No debemos pensar que un tipo de obra es mejor que el otro. Lo que está mal, está completamente mal, y lo que está bien está completamente bien. Debemos decidirnos, sin ambigüedades. Si ponemos nuestros corazones en lo que es correcto al 100 %, podemos hacer la obra correcta. Y al hacer esta obra, podemos dar el fruto de la vida eterna.

Entonces ¿cómo somos? Por supuesto nuestros corazones cambian de la noche a la mañana, nuestros pensamientos también cambian, pero todavía tenemos que tomar la decisión de fe de poner nuestros corazones en lo que está bien al 100 %. Sólo entonces podemos hacer la obra de la vida eterna y dar el fruto de la vida eterna. Es humano que nuestros corazones

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vayan de un lado a otro, pero aún así el no admitir al 100 % lo que es correcto es ir por el mal camino. Por eso debemos creer al 100 % que trabajar por la comida que perece está mal. Si evaluamos estas obras en una base relativa, no tendremos una fe clara en lo que está bien porque estaremos confusos. Debemos admitir lo que es correcto al 100 % y lo que está mal al 100 %. Sólo entonces podemos vivir completamente por la obra y dedicar nuestros corazones a esta obra. De lo contrario sería imposible.

¿Qué dice Jesús en el pasaje de las Escrituras de hoy? Nos dice que trabajemos por la comida que no perece. Pero ¿trabajan los cristianos pecadores de todo el mundo por la comida que no perece? ¿No siguen a Jesús para hacerse ricos, famosos y felices al creer en Jesús? Por el contrario Jesús dice que debemos hacer la obra de Dios. La obra de Dios consiste en trabajar por la comida que no perece. El Señor quiere que

permitamos a los demás recibir la vida eterna. Debemos creer que es completamente correcto hacer la obra de difundir el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos dedicarnos a esta obra y vivir por ella.

Mis queridos hermanos, debemos decidirnos. Y en lo que respecta a nuestra obra, debemos dejar claro que lo que la Biblia dice que correcto, es correcto al 100 % y lo que la Biblia dice que está mal, está mal al 100 %. Pero aunque esto se aclare, como somos seres humanos que viven en este mundo, ¿acaso no nos comprometemos en ciertos aspectos? Sí, en bastantes. Sin embargo, no debemos comprometer los principios de nuestro corazón.

Debemos estar orientados hacia lo espiritual en vez de lo carnal. Y creo que cuando alguien sabe que ser espiritual significa serlo al 100 %, esta persona cambiará. Esto se debe a que está dentro de nuestra naturaleza humana dedicar

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nuestros corazones a lo que creemos que es correcto al 100 %. La Biblia dice que una esposa piadosa hace el bien a su marido y no el mal:

«Busca lana y lino, Y con voluntad trabaja con sus manos. Es como nave de mercader; Trae su pan de lejos. Se levanta aun de noche Y da comida a su familia Y ración a sus criadas. Considera la heredad, y la compra, Y planta viña del fruto de sus manos. Ciñe de fuerza sus lomos, Y esfuerza sus brazos» (Proverbios 31, 13-17).

Creo que tenemos que obrar por el Señor como esposas fieles. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu somos los que hemos recibido el Espíritu Santo al comer la comida de la vida eterna y la Biblia dice que los que tienen al Espiritu Santo en sus corazones hacen lo correcto. En otras palabras, obran por la comida que no perece. Desean que la voluntad del Señor se cumpla para que cuando el Novio venga sean agradecidos por haber predicado el

Evangelio y haberlo servido. Obran y trabajan por esta obra, creen que lo correcto es hacer esta obra con devoción y viven sus vidas según estos principios.

En vez de mirar de un lado a otro, al mundo y al Señor, y en vez de dudar entre ambos, debemos trabajar con nuestras mentes dirigidas hacia lo que es correcto al 100 %. En algunos aspectos, debemos hacer algunos compromisos con la familia porque somos humanos, pero como nunca nos comprometemos en los asuntas básicos, volvemos y hacemos lo correcto. Somos los que hacemos la obra de Dios. A través de nosotros, mientras hacemos la obra de Dios, Su corazón está satisfecho, y cada vez más gente escucha y cree en este Evangelio y puede recibir la vida eterna.

De cada una de las personas que comen la carne de Jesús y beben Su sangre por fe, no hay nadie que no reciba la remisión de los pecados y

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que no consiga la vida que no perece. Y de toda la gente que trabaja por esta comida de la vida que no perece, que predica el Evangelio y cree al 100 % que es correcto hacerlo, y que escucha la Palabra y cree y confía en el Evangelio del agua y el Espíritu al 100 %, no hay nadie que no reciba la vida eterna. Por eso ustedes y yo debemos decidir hacer la obra espiritual. Y sobre la cuestión de cómo de correcto es esta obra espiritual, debemos saberlo. ¿Es la obra espiritual 100 % correcta? ¿O sólo correcta al 70 % y falsa al 30 %? ¿O es falsa al 100 %?

Debemos decidir que es 100 % correcto hacer la obra espiritual. Sólo cuando tenemos esta determinación, podemos seguir al Señor y convertirnos en Sus valiosos obreros que trabajan por la comida que no perece, y sólo entonces los que reciben el Evangelio pueden recibir la remisión de los pecados. Los que complacen al Señor, son bendecidos por Él en cuerpo y en

alma y reciben su gracia y Su amor. Debemos convertirnos en esta gente.

Puede que ustedes y yo hayamos llegado a un punto en nuestras vidas en el que debemos confrontar la pregunta de cómo debemos vivir el resto de nuestras vidas. Lo que es más importante y requiere mucha más atención que cualquier otra cuestión con la que nos hayamos enfrentado es la cuestión de cómo vivir. Jesús dijo claramente: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6, 27). Y el Señor está diciendo: «¿Cómo de correcto piensan que es trabajar por la comida que no perece y cuánto admiten y creen en esta orden?». Si el Señor nos dice este, todos deberíamos contestar por fe, diciendo: «Señor, es correcto trabajar por la comida que no perece al 100 %». ¿Están dispuestos a contestar así?

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Estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu pero no es fácil vivir por esta obra. Cuando el Señor dijo con sólo Su Palabra que hubiera luz, hubo luz; cuando dijo que hubiera plantas y árboles, los hubo; y cuando dijo que hubiera pájaros volando por el aire y peces multiplicándose en el mar, los hubo según Su Palabra. Aunque creemos en la Palabra del Señor, sabemos lo lento y difícil que es obedecer Su Palabra completamente. Somos tan frágiles que nos cansamos enseguida cuando tenemos el más mínimo problema. Es muy difícil trabajar por nosotros mismos para conseguir la comida que no perece.

Sin embargo, nuestro Señor aún así utiliza a gente como nosotros para ser Sus obreros porque Él es poderoso. Ël es maravilloso. Cuando una máquina empieza a fallar, puede arreglarse de nuevo, pero los seres humanos no son así. Se necesitan técnicas sofisticadas y facultades

extraordinarias para utilizarnos, pero aún así el Señor nos utiliza como Sus obreros. Esto es porque Él nos creó.

Cuando trabajamos por el Evangelio debemos creer al 100 % que es lo correcto. Puede que lo hagamos con palabras, pero lo importante es hacerlo con la mente. Puede que digamos: «Me lo pensaré en casa». Pero cuando estamos en casa, no pensamos en ello. Debemos decidirnos aquí y ahora. Una persona estúpida puede pensarselo durante 100 años y aún así no se decide, pero los sabios toman una decisión en minutes.

Mis queridos hermanos, deben ser apasionados. Una vez me contaron una historia: alguien era tan apasionado que cuando estaba en una cita con alguien en su coche, no se dio ni cuenta de que un torrente de agua se lo llevaba flotando. Podemos imaginar lo apasionado que era. Debemos ser apasionados, no sólo en las

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citas, sino cuando trabajamos, debemos ser apasionados en lo que hacemos y estar determinados. Si no somos ni fríos ni calientes, no podremos conseguir nada.

¿Qué pasa cuando echamos agua fría en el café caliente? Que se volverá templado y perderá el sabor. Cada uno de nosotros tiene una personalidad distintiva. Cuando los nacidos de nuevo obramos por el Evangelio, debemos trabajar apasionadamente sumergidos en esta obra y entregarnos a ella al creer que la obra de servir al Señor es correcta al 100 %. «Aunque no me hayan encomendado una gran misión, como vivo completamente por el Evangelio, sus flores florecerán por todo el mundo». Los justos necesitan tener este tipo de convinción y pasión por la obra justa. Dios nos ha hecho esta gente. Esta era es una era de incertidumbre, pero debemos tener la creencia firme de que lo que estamos haciendo y en lo que creemos es lo

correcto. Cuando han recibido la remisión de los

pecados, deben empezar una nueva vida orientada a la obra justa; deben salir de su país, dejar a su familia y la casa de sus padres para encontrar una nueva vida que Dios les mostrará. Han decidido hacer la obra del Evangelio durante el resto de sus vidas. ¿Qué pasaría si lo hiceran a regañadientes? Que pronto estarían llenos de todo tipo de suciedad. Este mundo no les dejará solos si siguen sin decidirse. Cuando escuchan la Palabra de Dios, deben aprobar todo lo que ésta diga que es correcto; si esto es correcto, deben aceptarlo; y si rechazan la Palabra, deben presentar una prueba convincente. Si no se deciden nunca, el Diablo llegará y les devorará. Si todavía se preguntan: «¿Es este Evangelio correcto?» y si todavía no se han decidido en todos ests años que han estado yendo a la Iglesia, el Diablo llegará y les devorará.

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Hemos sido salvados. Hemos sido salvados al comer la carne del Señor y beber Su sangre. ¿Han comido la carne y bebido la sangre que nos ha dado el Señor? ¿Cuándo lo hicieron? Creer que todos los pecados fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado es comer la carne de Jesús. La comieron por fe. ¿Cómo comimos la sangre roja de Jesús? La bebimos al creer que Él cargó con nuestros pecados y murió por nosotros en la Cruz. ¿Se ha calmado su sed? Por eso Jesús dijo: «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida» (Juan 6, 55). Cuando comimos la carne de Jesús por fe, nuestros ojos se abren y nuestros estómagos se llenan. Cuando bebemos la sangre de Jesús, nuestros corazones están satisfechos.

Mis queridos hermanos, mientras vivimos cometemos errores; a veces somos insuficientes y a veces cometemos errores irreparables. Sin embargo, cuando pensamos en cómo Jesús tomó

nuestros pecados a través de Su bautismo y fue condenado en la Cruz en nuestro lugar, nos quedamos satisfechos por dentro. Así que no puedo evitar decir: «Señor, tu muerte fue una buena muerte. Gracias».

¿Sufrió Jesús en la Cruz? ¿O acaso estuvo Su corazón satisfecho? Cuando fue crucificado, debió sufrir mucho. Estuvo colgado de la Cruz durante 6 horas y así sufrió inmensamente. Pero cuando murió, se sintió aliviado de la gran carga del pecado al completar Su ministerio de expiación. Para borrar todos los pecados del mundo, Jesús vino al mundo y los aceptó todos cuando fue bautizado a la edad de 30 años, y ¿cuánto debieron haberle echado abajo estos pecados? Aunque sufrió mucho cuando fue crucificado al cargar con más pecados que las nubes del cielo, cuando murió, estuvo satisfecho al cumplir todas las obras de salvación del pecado. Cuando el Señor dio Su último suspiro:

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«Está terminado» (Juan 19, 30), se llenó de gozo. La Biblia lo profetizó diciendo: «Verá el fruto de la aflicción de su alma» (Isaías 53, 11). ¿Qué ocurre cuando acabamos esta obra? Nuestros corazones se sientes aliviados. Así Jesús se llenó de gozo cuando terminó con todos los pecados del mundo y dijo: «Está terminado».

Jesús fue bautizado y murió en la Cruz por nuestros pecados. Como se llenó de gozo en el último momento, dijo: «Está terminado» y prometió: «Volveré de nuevo». No completó todo esto sólo con Su dolor. Si hubiese cumplido Su misión con dolor hasta Su último suspiro, habría dijo al final: «Esta vez he venido así, pero debéis salvaros vosotros mismos la próxima vez. Debéis alcanzar la salvación por vuestra cuenta». Sin embargo, como el Señor se olvidó de todo Su dolor, dijo: «Volveré para llevaros conmigo de la misma forma en que yo ascendí». El Señor nos dijo que nos llevería con Él al Reino Milenario y

al Reino eterno de los Cielos. Ustedes y yo debemos creer en esto al 100 %

para vivir predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. «Seguiré haciendo esta obra porque es correcta al 100 %». Debemos creer en esto de corazón. Sólo cuando nuestros corazones tienen este tipo de fe al 100 % podemos vivir el resto de nuestras vidas por fe. Sólo entonces podemos estar llenos de convinción y llenos de gozo hasta el día en el que vuelva el Señor. De lo contrario es demasiado difícil seguirle. ¿Les molesta o irrita pensar en cuánto han trabajado hasta ahora? Ha sido muy duro, pero aún así estamos llenos de gozo porque lo correcto es trabajar por el Evangelio por fe hasta este día. Así que al hacer una evaluación estamos seguros de que no habrá ningún problema en el futuro tampoco.

Mis queridos hermanos, esto no es una hipótesis, sino nuestra fe. Debemos decicirnos una vez más y debemos poner nuestros corazones

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en la obra de Dios de nuevo. Debemos creer al 100 % que lo que el Señor dice es correcto, y que debemos hacer la obra que no perece. Cuando ponemos nuestros corazones en esta obra al 100 % renovaremos nuestras fuerzas y despegaremos como águilas (Isaías 40, 31) y todo lo que hagamos será bendecido por Dios a través del Señor y completaremos todo lo que falta en Él que nos da poder. Si dedicamos nuestros corazones a lo que es correcto al 100 %, no habrá problema. Pero si no nos ofrecemos así, será imposible seguir al Señor para conseguir las obras que nos ha confíado.

A pesar de nuestras insuficiencias carnales, he trabajado duro hasta ahora. Aunque ha sido duto, creo que es lo correcto. Y aunque todavía soy insuficiente, como creo que lo correcto es vivir por la salvación de las almas, he vivido mi vida así. He trabajado hasta este día porque nuestras vidas de justos son la comida que no perece y

que es aprobada por el Señor, porque estoy convencido de que la gente recibirá la vida eterna si creen en este Evangelio del agua y el Espíritu y porque esto es lo que se ha cumplido. En el futuro seguiré trabajando de la misma manera porque creo de corazón que es correcta al 100 %.

Hemos publicado nuestros libros sobre los principios elementales del Evangelio del agua y el Espíritu desde varios ángulos. De ahora en adelante, hablaremos de cómo vivir nuestras vidas diarias por fe. Creo que todo lo que tenemos que hacer es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, separarnos de los que no han nacido de nuevo, creer de todo corazón que es correcto trabajar por la comida que no perece, decidirnos firmemente y dar gloria a Dios para dar el fruto de la salvación eterna. No hay nada grande que no podamos hacer por el Señor, sino que lo que debemos hacer ahora es vivir creyendo que lo que Él dice es correcto. No hay

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nada más que esto. Las vidas de los justos que han nacido de nuevo del agua y el Espíritu son la continuación de la vida que se vive por el Señor ofreciéndole el corazón día tras día.

Las obras humanas pueden terminarse al alcanzar el objetivo específico. Pero esta vida de fe debe vivirse hasta el día en que el Señor vuelva. Sin embargo, aunque esta vida parezca difícil de vivir, no es tan dificil si vivimos creyendo en lo que es correcto y ofreciendo nuestros corazones al 100 % al Señor, porque el nos dará fuerzas. Por el contrario es bastante fácil, como está escrito: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga» (Mateo 11, 28-30). La razón por la que no es tan difícil vivir nuestras vidas de fe es que

el Señor nos da fuerzas. Si creemos que lo que el Señor ha dicho es correcto y ponemos nuestros corazones en ello, el Señor renovará nuestras fuerzas. Como renueva nuestras fuerzas, podemos seguir por fe y así damos gracias al Señor porque vemos cómo nos ayuda. Doy gracias a Dios.

Estoy esperando impacientemente que nuestra serie de crecimiento espiritual sea publicada pronto. Estoy seguro de que esta serie obrará en las vidas de mucha gente y dará muchos frutos en todos los rincones del mundo. Sé que debemos orar por esto, y que dedicar nuestros corazones completamente a esta obra y creer que lo correcto es obrar por la comida que no perece, es dar el fruto del Espíritu Santo. Vivimos por fe pero no alardeamos de nuestra gloria o del orgullo de la Igleisa, sino que lo hacemos para hacer llegar a todo el mundo la comida que no perece. Seguimos haciendo la obra de Dios,

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predicandoel Evangelio del agua y el Espíritu a todas las almas por todo el mundo para que nazcan de nuevo. Haremos todo lo que podamos para predicar el Evangelio día tras día. Así que creo que necesitamos fe, y que lo correcto es ofrecer la fe de nuestros corazones cada día. Sé que creen.

Mis queridos hermanos, debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre por fe. Si algún cristiano no ha comido la sangre de Jesús ni bebido Su sangre por fe, entonces no cree en Jesús correctamente, sino que sólo trabaja por la comida que perece. Los que creen en Jesús sólo para ser felices en este mundo, ser ricos y famosos, pronto se alejarán de Jesús en cuanto prosperen un poco. Hay muchos cristianos que dejan a Jesús al final.

Sin embargo ustedes y yo no podemos dejar a Jesús de ninguna manera. Como hemos recibido la verdadera remisión de los pecados al creer en

el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón, estamos convencidos al 100 % de que lo correcto es vivir así. Benditos los que viven sus vidas dedicando sus corazones completamente a la obra correcto y creen en ella.

Espero y rezo porque no sólo sepan lo que es correcto en sus mentes, sino que además pongan sus corazones y crean en esta Verdad al 100 %.

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CAPÍTULO 6

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109 Debemos comer el pan del cielo por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu

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Debemos comer el pan del cielo por fe en el Evangelio

del agua y el Espíritu

< Juan 6, 28-58 > «Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer

para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le

dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo

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he descendido? Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo:

De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente».

Las almas que se perdieron ante Dios Cuando nuestro Señor estuvo en el mundo, el

pueblo de Israel era tan pobre que no tenía

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suficiente comida para alimentarse, ya que estaba explotado por el Imperio Romano como una colonia suya. Nuestro Señor fue al encuentro de los enfermos y los curó e hizo el milagro de los panes y los peces para alimentar a los pobres con la comida de la carne.

Al ver al pueblo de Israel, nuestro Señor se apiadó de él. Sintió compasión por él ya que los vio como ovejas perdidas, un rebaño sin pastor. Cuando la gente de Israel siguió a Jesús hasta el desierto, Jesús tuvo compasión de ellos porque no tenían nada que comer y tenían que ser alimentados en la carne. Así que el Señor les dijo a Sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Lucas 9, 13). Entonces Felipe le dijo a Jesús: «El equivalente a dos denarios en pan no es suficiente para todos ellos, para que todos puedan comer un poco». Era imposible que los discípulos pudieran alimentar a toda esa gente.

Sin embargo, nuestro Señor los sació. Hizo el

milagro de los cinco panes y los dos peces. Tomó dos peces y cinco panes, los bendijo y alimentó con ellos a más de 5000 hombre. Si incluimos a las mujeres y a los niños quizás fueran 1500 en total. Este es el milagro que hizo nuestro Señor.

Cuando la gente encontró a Jesús, muchas personas fueron curadas, fueron alimentadas con el pan de la carne, vieron milagros sorprendentes y escucharon la maravillosa Palabra de la Verdad celestial. Así que una gran multitud empezó a seguir a Jesús e intentó hacerle rey de Israel a la fuerza. Estas personas pensaban: «Si Te conviertes en nuestro rey, no tendremos que preocuparnos de qué comer. Sólo tendrías que bendecir un saco de trigo y sería suficiente para alimentar a toda la nación y aún así tendríamos excedente». Así que los más inteligentes intentaron hacer a Jesús su rey y pensaron que no tendrían que preocuparse de la economía de la nación ni de los víveres si Jesús fuera rey. Sin

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embargo, Jesús no quiso serlo. «No me convertiré en un rey carnal». Jesús siguió huyendo de ellos, pero el pueblo quiso hacerle rey a la fuerza.

Entonces Jesús fue a Capernaum con Sus discípulos cruzando el Mar de Galilea en barca. La multitud de seguidores que estaba en la orilla vio que Jesús había cruzado al otro lado y le siguió. Al llegar a la otra orilla se sintieron hambrientos. Cuando llegó la hora de comer, pensaron: «¿No nos dará el Señor algo de comer?». En ese momento el Señor les dijo: «Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6, 26-27).

Así que la gente le preguntó: «¿Qué debemos hacer para hacer las obras de Dios?». Jesús contestó: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado» (Juan 6, 29). Jesús sabía lo que tenían en sus corazones. Él les estaba diciendo que creyeran en «el Evangelio del agua y el Espíritu» que Él mismo trajo. Entonces ellos le preguntaron: «¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer» (Juan 6, 30-31).

Jesús quiso alimentarlos con el pan de vida. Sin embargo, como el pueblo de Israel creía en Dios, esta gente se refirió al maná del Antiguo Testamento que Dios envió del cielo para alimentar a los antepasados cuando vivieron en el desierto. Así que le preguntaron: «¿Puedes darnos pan como el maná, como se lo dio Dios a Moisés en el Antiguo Testamento?». Entonces

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nuestro Señor contestó: «De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo» (Juan 6, 32-33). La gente dijo entonces: «Si tienes poder, danos este pan. Danos de comer y entonces creeremos». Y Jesús contestó: «No fue Moisés quien hizo bajar el maná en el Antiguo Testamento, sino que fue Dios, y para daros vida, Yo os doy Mi carne. Así que comed Mi carne y recibid la vida eterna».

Jesús dijo: «Soy el pan de vida» y le dijo a la gente que comiera este pan del Cielo porque les daría vida. ¿Qué tipo de pan es este? Como Jesús dijo que Su carne era el pan de vida, la gente allí reunida no pudo dejar de preguntarse cómo era eso posible. Podían entender el pan de la carne, pero ¿qué era este pan de vida del que estaba hablando de repente? Aquí debemos saber la razón fundamental por la que Jesús habló del pan

de vida. El pueblo de Israel quería que Jesús les diera

el pan de la carne cuando le siguieron. Jesús, por el contrario, quería darles el pan de vida. Estos dos deseos no se correspondían. Lo que Jesús quería darles no era lo que el pueblo de Israel estaba buscando. Así que refiriéndose a Sí mismo Jesús dijo: «Soy el pan de vida» y «Comed Mi carne» pero el pueblo de Israel no lo entendía.

Entonces Jesús les explicó en Juan 6, 35-40: «Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no

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pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».

Jesús es el Pan de vida Jesús se describió a Sí mismo como el pan de

vida y los judíos empezaron a quejarse diciendo: «Como sabes, eres el hijo de José así que ¿cómo puedes andar diciendo que eres el pan del Cielo? ¿El pan de vida? ¡Tonterías! Lo sabemos todo sobre tu familia. Tu padre José y madre María son nuestros vecinos y te hemos visto crecer. Tu padre es nuestro amigo, ¿cómo puedes decir que eres el pan de vida del Cielo? Nuestros antepasados comieron del maná. ¿Acaso también nos vas a dar tú este maná? Si es así, haz que el

maná descienda del Cielo». Entonces Jesús les dijo: «Nadie puede venir a

Mí a no ser que el Padre le envíe; y a esa persona la levantaré el último día». En otras palabras, nuestro Señor estaba hablando de cómo Dios Padre le había enviado al mundo para salvar a la humanidad. Pero la gente le pedía pan de la carne. Así que Él dijo: «Soy el pan de vida y seréis salvados y recibiréis la vida eterna si creéis en Mí, pero no creéis aunque me veis».

«¿Cómo podemos creer en Ti? Sabemos que eres el hijo de José, ¿cómo podemos creer en Ti?». Jesús y el pueblo de Israel debían haber tenido una conversación importante pero fue imposible ya que ambas partes defendían su propio punto de vista.

Nuestro Señor dijo que era el pan de vida. Dijo: «Aunque vuestros antepasados comieron del maná en el desierto, todos murieron, pero lo que descendió sobre ese desierto no venía de

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Moisés, sino del Cielo». Entonces dijo: «El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). En otras palabras, Jesús estaba diciendo: «Soy el pan del Cielo y si alguien come de este pan, vivirá para siempre». El Señor dijo que Su carne era el pan de vida para el mundo. Y Jesús dijo que la gente tenía que comer de Su carne.

Entonces los judíos empezaron a discutir entre ellos con gran conmoción porque no podían entender lo que Jesús estaba diciendo. Así que dijeron: «¿Cómo puede este Hombre darnos Su carne para que la comamos?». Jesús les dijo: «Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi

carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente» (Juan 6, 53-58). Sin embargo el pueblo de Israel seguía sin poder entenderle hasta el final.

La carne de Jesús es verdadera comida

Hemos nacido de nuevo al comer la carne de

Jesús y beber Su sangre. Los nacidos de nuevo pueden darse cuenta de que la carne de Jesús es verdadera comida y Su sangre es verdadera bebida. De hecho, los nacidos de nuevo comen la carne de Jesús todos los días y beben Su sangre.

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Este Jesús, que dijo que Su carne era verdadera comida, está alimentado a los justos con Su carne hasta saciarlos. Los justos están comiendo la carne de Jesús por fe. Esta carne de Jesús se refiere al Evangelio de la verdadera salvación, a que Jesús ha borrado nuestros pecados al ser bautizado en Su cuerpo por Juan el Bautista y por tanto al haber tomado sobre Sí mismo los pecados del mundo.

La sangre de Jesús es verdadera bebida

Jesús dijo que Su sangre es verdadera bebida.

El que Jesús pagara la pena de todos nuestros pecados es la bebida que nos sacia. Si comemos Su carne, estamos llenos, y si bebemos Su sangre, nuestra sed queda saciada. Como los que creen en el bautismo y sangre de Jesús se

alimentan de Él por fe, Su carne se ha convertido en verdadero pan de vida del Reino de los Cielos, y Su sangre se ha convertido en verdadera bebida. La carne y la sangre de Jesús se han convertido en el verdadero pan de vida para los creyentes. Ustedes y yo, que creemos en Jesús, debemos conocer y creer que la carne de Jesús es el pan de vida.

Aquí debemos tener cuidado para no entenderlo mal. No debemos creer que sólo la muerte de Jesús en la Cruz es Su carne, la comida de la vida. El que Jesús muriera en la Cruz es bebida para nosotros, pero no comida. ¿Están llenos cuando creen sólo en la Cruz de Jesús? No. Cuando creen sólo en la sangre de Jesús en la Cruz, puede que se sientan saciados porque son librados de la condena de los pecados de sus corazones, pero sus corazones no están llenos.

Jesús aceptó todos nuestros pecados a través

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de Su bautismo en el río Jordán, y ha borrado nuestros pecados a través del agua de Su bautismo. Esta carne de Jesús por tanto sigue siendo comida para ustedes y para mí. ¿Es esto verdad para ustedes también? Como el pueblo de Israel era carnal por aquel entonces, no se dio cuenta de esto mientras seguí a Jesús, pero cuando nosotros, los nacidos de nuevo, leemos este pasaje, entendemos lo que significa.

Está escrito: «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él» (Juan 6, 55-56). Quien no come la carne del Hijo del Hombre ni bebe Su sangre no tiene vida. Pero los que comen la carne del Señor y beben Su sangre tienen vida eterna. ¿Y ustedes? ¿Han comida la carne de Jesús y bebido Su sangre? ¿Cómo lo hicieron? ¿Le quitaron un brazo a Jesús, lo cocinaron y se lo comieron? ¿Le sacaron la sangre a Jesús y la

pusieron en un vaso para beberla? ¿Cuánta carne tenía Jesús para que toda esta gente la pudiera comer?

Mis queridos hermanos, sabemos que Jesús no hablaba en términos carnales. La Palabra del Señor es espíritu y vida para nosotros (Juan 6, 63). Jesús nos ha dado Su carne y Su sangre. Quien no coma Su carne ni beba Su sangre no tiene vida. Sea quien sea el que no tenga la carne ni la sangre de Jesús, no tiene vida.

Jesús tomó todos los pecados de la humanidad en Su cuerpo y pagó la condena del pecado al derramar Su sangre en la Cruz. Al entregar Su carne y Su sangre para el bien de todos los seres humanos, ha dado vida a todos los que creen que Él salva a Sus creyentes. Nadie puede ser salvado del pecado a no ser que crea de corazón que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, ni tampoco puede recibir la vida eterna. Sólo los que creen en la Palabra de Verdad, en que el

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bautismo de Jesús, que es Su carne, ha borrado todos los pecados de la humanidad, puede recibir la verdadera vida de Dios por fe.

¿Han recibido esta vida? ¿Se han convertido en los que comen la carne de Jesús y beben Su sangre? Nos hemos convertido en esta gente por fe, al haber comido la carne de Jesús y bebido Su sangre. De lo que Jesús dijo: «Mi carne es verdadera comida» podemos darnos cuenta de que la Palabra de Dios es una verdad maravillosa. Cuando nos cansamos en espíritu de vivir en este mundo, si nos damos cuenta de que nos falta comida espiritual y pensamos en el bautismo de Jesús, este bautismo se convertirá en la comida de la vida y nos llenará espiritualmente.

La comida que Jesús nos ha dado con Su carne nunca perece y no le falta nada para que así la podamos comer para siempre, día y noche, hoy y mañana. El que Jesús recibiera el bautismo en Su

cuerpo significa que ha borrado nuestros pecados con el agua, y que esta carne de Jesús que cargó con todos los pecados a través de Su bautismo se ha convertido en verdadera comida para las almas. Quien crea en la carne de Jesús tendrá el corazón lleno. Pero no estará lleno en la carne, sino en el corazón. Su alma está llena y su fuerza renovada. Tiene tanta fuerza que los que no han nacido de nuevo no pueden entender ni experimentar esta Palabra de Verdad.

Durante la Iglesia Primitiva, los cristianos vivían sus vidas de fe a escondidas en las catacumbas para escapar de la persecución. Al ver esto, muchos romanos los acusaron de canibalismo por creer que comían la carne de Jesús y bebían Su sangre literalmente. Como no conocían la Palabra de Dios, los romanos creían que los cristianos se reunían todos los días para asesinar a seres humanos y devorarlos y así comer la carne y beber la sangre de sus víctimas.

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Por eso los perseguían con violencia. Para los que no han nacido de nuevo es imposible entender que la carne de Jesús es comida.

La Iglesia Católica tiene su falsa doctrina de la carne de Jesús. Según la doctrina católica de la transustanciación, cuando alguien come la ostia, está comiendo el cuerpo de Jesús. Los católicos creen que cuando un sacerdote bendice la ostia durante la Comunión, la ostia se convierte en la carne de Jesús y así es como comen la carne de Jesús. Así que durante la Misa, al comer esta ostia, creen que están comiendo el cuerpo de Jesús. Sin embargo esto no es comer la carne de Jesús.

La carne de Jesús se come sólo por fe. La carne de Jesús se come cuando se cree en Su bautismo y Su Cruz. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Cuando creemos en esta Palabra se convierte en comida de vida para

nosotros. Jesús es el Hijo de Dios que bajó del Reino de los Cielos. Sólo cuando creemos esto y le recibimos en nuestros corazones Jesús se convierte en vida para nuestros corazones y la vida eterna de Dios desciende sobre nosotros. ¡Recibamos todos esta vida eterna por fe!

Cuando Jesús vino al mundo fue bautizado en Su cuerpo, murió en la Cruz y así ha borrado los pecados de la humanidad. Creer en la Palabra de Dios que quitó los pecados del mundo es la fe que permite que comamos la carne de Jesús. No pueden comer la carne de Jesús mediante el ritual de la Comunión en el que se come un trozo de pan. Comer la carne de Jesús es creer en su redención del pecado que Jesús ha cumplido, en que vino a este mundo a librarnos del pecado, fue bautizado por Juan el Bautista y aceptó todos los pecados del mundo para así borrarlos. Esta fe es la que les permite comer la carne de Jesús. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de

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corazón comemos la carne de Jesús. Cuando creímos con nuestros corazones que todos los pecados del mundo fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado y que fue condenado en lugar nuestro cuando murió en la Cruz, Jesús se convirtió en la comida de vida para nosotros, el Salvador de nuestros pecados y así hizo posible que recibiésemos la vida eterna por fe.

La Biblia dice: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación» (Romanos 10, 10). Entonces ¿cómo podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre? Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Sólo por fe podemos hacerlo.

Jesús dijo: «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él» (Juan 6, 55-56). El Señor Jesús dijo que hay vida en Su carne. Nuestro

Señor ha ofrecido Su propia carne a los pecadores. Ha alimentado con Su carne a todos los que creen en Él y los ha llenado. Esta carne se refiere al bautismo que Jesús recibió. Y Jesús nos ha dado la bebida de la vida también. En otras palabras, Jesús fue condenado por nosotros al ser crucificado y así ha saciado nuestros corazones, porque ha hecho que no tengamos que ser condenados por nuestros pecados.

Como nuestro Señor nos ha dado a toda la humanidad Su carne (Su bautismo), la comida espiritual de la vida, podemos estar llenos al comer esta carne denominada el bautismo de Jesús. Incluso en este instante hay muchas almas en este planeta que mueren de hambre espiritual, aunque coman la comida de la carne, porque no pueden comer la comida de la vida que es el bautismo de Jesús.

Por coincidencia hace unos días escuché el sermón de un pastor en la televisión. El tema del

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sermón era que teníamos que alcanzar la vida eterna y recibir la remisión de los pecados al creer en Jesús. Sin embargo, después de mencionar este tema tan importante a su congregación, este pastor no dio ninguna respuesta a la pregunta de cómo creer en Jesús. Mencionó el pasaje de Juan 6, 28-40 en su sermón pero no tenía ni idea de cómo interpretarlo. Durante la media hora de predicación hizo muchas preguntas pero no dio ninguna respuesta porque ni él mismo sabía cuáles eran las respuestas. Un sermón sirve para explicar cómo se puede recibir la remisión de los pecados, cómo se puede vivir una vida de fe correctamente y cómo se puede vivir una vida decente. Pero los pastores que no han nacido de nuevo no saben qué es la comida de la carne de Jesús. Por eso este pastor no hacía más que hacer preguntas a la congregación durante media hora: «¿Cómo debemos vivir? ¿En qué debemos

creer?». Este sermón hace que los pecadores cristianos tengan una fe legalista y sigan ligados al pecado.

Cuando un predicador dice un sermón debe dar respuestas porque sólo entonces los oyentes pueden comer la comida espiritual y estar saciados. Si predican sin saber la respuesta, ¿cómo se le puede llamar sermón a sus sermones? ¿No es así, queridos hermanos? Muchas personas están muriendo de hambre.

Podemos comer dos tipos de comida: la comida de la carne y la comida espiritual. Como ustedes y yo sabemos bien la comida de la carne la produce la tierra. Pero la comida espiritual sólo se puede obtener cuando comemos la carne de Jesús. Lo que la tierra produce no es la comida espiritual. La comida espiritual del Cielo es la carne de Jesús. Sólo cuando comemos la carne de Jesús podemos comer esta comida espiritual, y sólo cuando comemos la carne de

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Jesús y bebemos Su sangre podemos recibir la vida eterna.

Sin embargo hay muchos cristianos que no se dan cuenta de porqué Jesús vino al mundo. Al ser bautizado Jesús se convirtió en el Salvador que nos ha salvado de todos nuestros pecados y al ofrecer Su carne nos ha dado la vida eterna. El hecho de que nos haya salvado del pecado al ser bautizado en Su cuerpo y derramar Su sangre es nuestra comida espiritual. A pesar de esto mucha gente no cree en el bautismo que Jesús recibió cuando vino al mundo. Por el contrario sólo saben que Jesús fue condenado a muerte y que se levantó de entre los muertos. Incluso hasta este mismo momento siguen sufriendo porque no se dan cuenta de que Jesús, al ser bautizado cuando vino al mundo, ha borrado los pecados de los que creen en Él. ¿Cómo ocurrió esto?

La gente tiene hambre. ¿Se dan cuenta de lo hambrientos que están espiritualmente? ¿Y

ustedes? ¿Han tomado la carne de Jesús, la comida de la vida a través de la fe en Su bautismo? Deben comer esta carne de Jesús. Estoy agradecido por la carne que Jesús nos ha dado porque es verdadera comida. Si Jesús no hubiese sido bautizado, por muy sinceramente que creyéramos en Él, no podríamos haber recibido la remisión de nuestros pecados y nuestras almas y corazones no estarían en paz.

Mientras leía el pasaje de las Escrituras de hoy me di cuenta de cómo la carne de Jesús (Su bautismo) es verdadera comida. Y me entristeció enormemente que el pueblo de Israel no reconociera a Jesús como quien de verdad era. Cuando Jesús dijo que Su carne era comida de vida, desearía que hubiesen creído en Él y hubieses dicho: «¡Oh! Eres el verdadero Mesías, el Salvador y el Cordero del sacrificio que vino al mundo, fue bautizado y condenado en la Cruz». Entonces su conversación con Jesús no

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hubiese sido en vano. Si hubieran sabido que Jesús era el Salvador y hubiesen creído, el pasaje de las Escrituras de hoy no tendría porqué ser tan largo.

¿Qué ocurrió cuando los judíos del pasaje de hoy no entendieron que la carne de Jesús, el bautismo de Jesús les salvaba de todos los pecados? Cuando Jesús le dijo al pueblo que creyera en Él, la gente dijo: «¿Cómo podemos creer en Ti?» y Jesús contestó: «Quien come Mi carne (el bautismo de Jesús) por fe, come la comida de la vida eterna, y quien bebe Mi sangre, tiene verdadera bebida». Pero los judíos contestaron: «¿Nos están hablando literalmente?».

No sólo fueron los judíos los que tuvieron esta conversación en vano. Muchos cristianos de hoy en día que creen en Jesús sin nacer de nuevo tienen esta conversación. Leen el pasaje de hoy pero no entienden lo que significa. Así que sin

saber el significado de esta Palabra de Dios, insisten que deben vivir virtuosamente y diligentemente. Pero esta enseñanza está equivocada. Hablan de la fe en Jesús sólo en términos morales y éticos, diciendo: «Debéis vivir de esta manera». Por eso Jesús no puede convertirse en su comida aunque crean en Él y por eso los que no han nacido de nuevo del agua y el Espíritu no pueden alimentar a otras almas con comida espiritual.

Cuando comí la carne de Jesús al creer en el bautismo del Señor, mi corazón se llenó. Cuando creí en el bautismo de Jesús y Su sangre en la Cruz, el bautismo se convirtió en el pan de vida en mi corazón, y Su preciosa sangre se convirtió en verdadera bebida. Cuando leí sobre el bautismo de Jesús en la Palabra, este bautismo se convirtió en la comida de la remisión de los pecados, y cuando miraba a la Cruz, le daba gracias a Dios porque no hay condena para mí.

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Cuando creí en Su salvación, en que los pecados de los creyentes de borran a través de Su bautismo y en que sus corazones se sacian con el pan de Jesús, la carne (el bautismo de Jesús) y la sangre de Jesús se convirtieron en verdadera comida de vida para mí. Estoy muy agradecido por ello.

Si creemos sólo en la sangre de Jesús, ¿cuáles son las consecuencias de esta fe?

Antes de encontrar el Evangelio del agua y el

Espíritu, yo también tenía una fe que me impedía comer la sangre de Jesús. Bebía sólo la sangre de Jesús por aquel entonces. En esos momentos, durante 10 años, afirmaba creer en Jesús pero sólo creía en Su sangre. Así que no tenía comida y moría de hambre. Estaba tan necesitado de

comida espiritual que viví toda mi vida de fe basándome en mis propias emociones.

En aquellos días, cuando no tenía verdadera paz en mi corazón, cantar himnos no era divertido. No era excitante cantar solemnemente. Estaba tan hambriento y tan sediento que cantaba como un fanático. Entonces sin darme cuenta me sumergía en mis propias emociones, y mientras cantaba himnos como un fanático, sentía un gran deseo de servir al Señor. Sin embargo esto sólo duraba poco tiempo, y cuando dejaba de cantar, me sentía vacío y hambriento de nuevo. Incluso mientras adoraba, no me sentía lleno del todo, sino que sólo sentía un vacío todo el tiempo. Si sólo creemos en la sangre de Jesús, Él no puede convertirse en comida para nuestras almas. Así que cuando iba a la iglesia para ser alimentado, me iba todavía más hambriento, y cuando buscaba la satisfacción, acabé yendo de grupo en grupo y de reunión a reunión. El resultado de

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creer sólo en la sangre de Jesús era como mucho un poco satisfactorio, pero la mayoría de las veces provoca un vacío. Esto se debe a que en mi corazón no había ni verdadera fe ni verdadera agua de vida

Sin embargo, ahora que he comida la carne de Jesús (la Palabra de Verdad que ha borrado todos mis pecados al ser bautizado), el vacío de mi corazón ha desaparecido. Ahora la verdadera vida brota de mi corazón. Ahora puede compartir el agua de la vida con todo el mundo.

Jesús ha borrado nuestros pecados con Su carne

Desde el momento en que me di cuenta de que

todos mis pecados se pasaron a Jesús cuando fue bautizado, la sed de mi corazón se sació. Desde ese momento me di cuenta de que Jesús fue

condenado en la Cruz en mi lugar, y desde ese momento creí que Jesús no sólo aceptó mis pecados, sino todos los pecados de la humanidad cuando fue bautizado, y entonces fui saciado porque recibí la verdadera vida en ese momento.

Está escrito: «Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará» (Salmo 23, 1-2). Mis queridos hermanos, hemos comido toda la hierba que hemos querido y bebido las aguas del río. Estamos satisfechos y llenos y reposamos en verdes praderas mientras decimos: «Estoy lleno. Estoy tan lleno que no quiero nada más». Mis queridos hermanos, nos hemos convertido en gente satisfecha que siempre sonríe y está feliz y a la que nada le falta.

Mi alma fue saciada cuando encontré al Señor en Su Palabra. Cuando me siento ligeramente hambriento siempre pienso en nuestro Señor. Leo

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la Palabra y medito sobre ella. Siempre recuerdo que mis pecados fueron pasados al Señor cuando fue bautizado. Él cargó con todos mis pecados, así que mi corazón está siempre lleno. «Gracias Señor, muchas gracias. Estoy agradecido de todo corazón. Estoy tan agradecido de que me hayas dejado sin pecado. Señor no puedo expresar con palabras cuanto te lo agradezco». Pienso en lo insuficiente que soy por mí mismo y cómo nuestro Señor cargó con todos mis pecados, y al creer en esto de corazón, como la carne y bebo la sangre todos los días y así descanso con gozo y paz en mi corazón.

Estamos viviendo alimentándonos de la comida de la vida para nuestras almas. No sólo yo, sino que también ustedes han conseguido la salvación al creer en la carne del bautismo de Jesús. Al ofrecer Su propia carne y sangre, Jesús nos ha alimentado con la comida de la vida y nos ha devuelto a la vida cuando estábamos en el

pecado. Creemos en esto. Creemos que con Su bautismo y Su sangre, Jesús nos ha salvado a todos los que estábamos a punto de morir de hambre. ¿No es así? Al creer en el bautismo de Jesús y Su sangre hemos comido Su sangre bebido Su sangre. Si alguien no come ni bebe por fe, morirá, pero si come y bebe por fe, conseguirá la vida eterna.

Debemos seguir comiendo el bautismo de Jesús, es decir, Su carne. Si la comemos una vez conseguiremos la vida eterna, si la comemos dos veces, estaremos saciados, y si la comemos tres veces al día seremos gente de fe. Al comer la carne y beber la sangre de Jesús todos los días recobramos fuerzas y estamos llenos todos los días. ¿Creen en esto? Debemos comer el pan de vida todos los días.

Mis queridos hermanos, Jesús dijo: «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe

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mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente» (Juan 6, 55-58). ¿Creen en esto? Mis queridos hermanos, los que comen la carne y beben la sangre de Jesús vivirán para siempre. La carne de Jesús no nos llena sólo durante poco tiempo. La carne de Jesús permite que todos sus pecados sean borrados y que reciban la vida eterna, y se ha convertido en el pan de la vida eterna.

El que hayamos comido la carne de Jesús es un gran milagro y una bendición. ¿Qué hemos hecho para merecer esto, para comer la carne de Jesús y beber Su sangre cuando tanta gente sólo ha bebido Su sangre? El sermón de hoy ha tratado este tema y ha subrayado lo afortunados

que somos al haber salvados de esta manera. He hablado de cómo lo hemos conseguido con esta diferencia y cómo hemos conseguido la vida eterna y cómo otros están destinados al infierno por esta pequeña diferencia.

Qué gran amor y gracia nos ha dado el Señor al salvarnos y encontrarnos cuando hay tanta gente en este mundo que es más lista que nosotros y está mejor considerada. Estoy muy agradecido por esto. La carne de Jesús es la gracia de Dios. Es el pan de Dios que viene del Cielo. Todo lo que hice fue aceptar por fe el don que el Señor me dio. Todos nosotros debemos creer en la carne y la sangre de Jesús, en Su bautismo y sangre.

Lo que hemos recibido es la vida eterna; tenemos fe en la carne del bautismo y la sangre de la Cruz que Jesús nos ha dado. Esto es lo que confesamos a nuestros Dios, no por nuestra propia bondad ni por nuestras virtudes o acciones

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128 Debemos comer el pan del cielo por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu

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ni porque tengamos un talento especial. Creemos que Dios nos dio el don de la

salvación y de la vida eterna porque tuvo misericordia de nosotros y nos amó. Dios Padre hizo que fuésemos salvados como está escrito: «Nadie puede venir a Mí a no ser que el Padre que me envió lo acerque a Mí». Dios Padre nos ha empujado hacia el camino de la vida eterna, a la Iglesia que tienen la enseñanza correcta sobre la carne y la sangre de Jesús y nos ha hecho comer la carne de Jesús y recibir la vida eterna. Cuando la destrucción viene a este mundo, el Cielo vendrá a nosotros. No debemos preocuparnos por nada.

La Biblia dice: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9, 27). El que Dios nos haya hecho vivir para siempre significa que no nos ha creado como meros seres efímeros aunque nuestras vidas en

este mundo sean como el rocío de la mañana que desaparece. Para que disfrutásemos la vida eterna y viviésemos para siempre Jesús nos ha hecho el pueblo de Dios al alimentarnos con Su carne y Su sangre. Los que creen en la carne y sangre de Jesús y comen de esta carne y beben Su sangre, vivirán para siempre. Mis queridos hermanos, podemos comer y beber la sangre y la carne de Jesús en cualquier momento por fe. En la Iglesia de Dios siempre podemos comer la comida espiritual y beber la bebida espiritual.

Nuestro Señor nos dio Su carne y Su sangre para darnos la vida eterna y la comida eterna. La carne de Jesús es Su bautismos, que borró todos los pecados, y la sangre de Jesús fue el castigo por los pecados con los que cargó a través de Su bautismo. Al creer en la carne y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios del Cielo, hemos recibido la remisión de nuestros pecados y hemos conseguido la vida eterna.

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CAPÍTULO 7

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130 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para

nosotros

< Juan 6, 41-51 > «Murmuraban entonces de él los judíos,

porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que

vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo».

En el Evangelio de Juan, capítulo 6, el Señor

dice: «Yo soy el pan de vida». La gente se sentía llena al haber comido la comida de la carne que Jesús les dio. Al día siguiente, fueron a buscar a Jesús de nuevo pero Jesús les dijo que no trabajasen por la comida que perece, sino por la comida que dura hasta la vida eterna. Y por eso la gente preguntó: «Entonces le dijeron: ¿Qué

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131 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?» (Juan 6, 28). Jesús contestó: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado» (Juan 6, 29).

La gente dijo: «Si es así, ¿qué quieres decir con que eres el enviado de Dios y con que viniste del Cielo? ¿Tienes pruebas de que viniste del Cielo? Por favor, danos alguna prueba. Como está escrito, Moisés alimentó al pueblo de Israel con el maná que bajaba del cielo, pero, ¿puedes Tú hacer semejantes milagros?».

El Señor contestó: «Vuestros ancestros no vivieron eternamente al comer ese pan. Pero como soy el pan que baja del Cielo, si coméis este pan, nunca moriréis. Soy el pan de vida del mundo». Entonces dijo: «Quien coma esta pan, tendrá vida eterna y en el último día le levantaré». El Señor dijo que vino para que todos recibieran la vida al convertirse Él en el pan de vida para todo el mundo.

En el pasaje de las Escrituras de hoy, el Señor dijo que los judíos murmuraban entre ellos sobre Jesús porque Él dijo que el pan de vida vino del Cielo (Juan 6, 41). Jesús dijo que era el pan de vida. Decían: «¿Acaso no eres el hijo de José? Conocemos a tus padres, así que ¿cómo dices que has venido del Cielo? No digas tonterías».

El Señor era el pan de vida que vino del Cielo como dijo refiriéndose a Sí mismo: «Soy el pan que bajó del Cielo». Al comer este pan por fe, la gente puede recibir la remisión de los pecados y recibir la vida eterna con la que nunca pueden morir. El Señor dijo que vino al mundo para que recibiésemos la salvación de nuestros pecados, fuésemos salvados de la muerte, recibiésemos nueva vida y ganásemos la vida eterna al entregarnos Su cuerpo. Por eso Jesús dijo que era el pan que vino del Cielo.

El Señor se refirió a Sí mismo como el pan de vida y esto significa que ha salvado a toda la

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132 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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humanidad del pecado al venir al mundo encarnado en un hombre cuando nosotros, los pecadores, estábamos a punto de morir ahogados por nuestros pecados. Para salvar a la humanidad del pecado, el Señor tomó los pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en Su cuerpo, fue crucificado, derramó Su sangre hasta morir y resucitó de entre los muertos al tercer día. Al recibir el juicio por nuestros pecados de esta manera, el Señor ha borrado nuestros pecados y ha permitido que recibiésemos la verdadera salvación al creer en Él como el Salvador. El Señor se refirió a Sí mismo como el pan de vida porque Él es el pan de vida espiritual que permite que nuestros espíritus vivan para siempre. Estas palabras se refieren a que Él bajó al mundo y tomó nuestros pecados en Su cuerpo y murió en lugar nuestros en la Cruz para salvarnos al resucitar de entre los muertos. En resumen, se refieren a las obras que el Señor hizo cuando

vino al mundo, es decir, a completar el Evangelio del agua y el Espíritu.

Jesús es el pan del Cielo Del mismo modo en que la gente sobrevive al

comer la comida de la carne, los que creen de verdad en los ministerios que Jesús llevó a cabo tienen derecho a recibir la vida eterna. Por eso Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6, 35). Pero la gente tomó estas palabras desde una perspectiva carnal en vez de entenderlas desde un punto de vista espiritual. El Señor dijo: «No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero» (Juan 6, 43-44). Queridos hermanos, está escrito que nadie puede venir a

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133 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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Jesús a no se que el Padre atraiga a esa persona. Entonces, ¿a quién atrae el Padre hacia Jesús?

A los que quieren ser librados de sus pecados en sus corazones y recibir la salvación del espíritu, que nunca perecerá, en vez de las cosas de la carne que se pudren. Dios lleva a esas personas hacia Su Hijo, Jesús, y hace que crean en el hecho de que Jesús se ha convertido en nuestro Salvador al tomar nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, al morir crucificado y resucitar de entre los muertos, es decir, el hecho de que Jesús se ha convertido en el pan de vida para la humanidad. Creer en esta Verdad en nuestro corazón es comer el pan de vida y alcanzar la salvación de la vida eterna.

Dios Padre conoce los corazones de la gente muy bien. Está escrito: «Pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16, 7). Por eso Dios Padre empuja hacia Jesús a los que quieren conseguir la

vida eterna al recibir la remisión de los pecados y hace que coman el pan de vida por fe. Y así permite que reciban la salvación. Además esto significa que Dios no lleva a Jesús a los que buscan las cosas que perecen.

Cuando creemos en Jesús debemos buscar las cosas del espíritu con el corazón. Al hacerlo, podremos recibir la remisión de los pecados y alcanzar la vida eterna al haber alcanzado estas metas. Al creer en Jesús no debemos buscar lo que nos haga vivir bien en la tierra, como hacerse rico, ser famoso, curarse de una enfermedad o tener poder. Esta gente viene a Dios para satisfacer su codicia y creen en Él según sus deseos. Por eso esta gente no recibe la salvación. Si queremos creer en Jesús como el Salvador, debemos creer en Él con el deseo de recibir la remisión de los pecados en nuestros corazones. Debemos creer en Jesús con el objetivo de recibir la remisión de los pecados, convertirnos en hijos

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134 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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de Dios y vivir eternamente en el Reino de los Cielos que Dios nos ha preparado. Sólo cuando vamos ante Dios con estos objetivos Dios Padre nos ayuda, nos atrae, y cuando escuchamos la Palabra de Dios, nos permite entender correctamente, creer y seguirla. De lo contrario está escrito que no podremos presentarnos ante el Padre.

Queridos hermanos, estamos en esta reunión. Hemos escrito el título de esta convención: «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados» (Hechos de los Apóstoles 3, 19) en pancartas y las hemos colgado en diferentes lugares. Y distribuimos panfletos y otras cosas. Pero no ha venido mucha gente a esta reunión evangelical. ¿Por qué no han venido? Porque están interesados en cosas banales.

Jesús hizo el milagro de los panes y los peces en una montaña. Con 5 panes y dos pescados

pequeños en la mano, Jesús los bendijo diciendo: «Que haya una bendición de Dios» y está escrito que sobraron 12 canastas después de haber alimentado a 5000 personas. Pero la gente, después de haber comido este pan hasta saciarse, sólo buscaba el pan de la carne en vez de reconocer al Señor que había hecho tal milagro e intentar recibir la remisión de los pecados para ganar la vida eterna al creer en la Palabra que el Señor dijo. Por eso cuando Jesús empezó a hablar sobre la Verdad espiritual a los que le pedían pan, estos le dijeron: «Estas palabras son difíciles».

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135 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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Sólo cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre

Es igual en este mismo instante y en esta era.

En vez de buscar las cosas de la carne, la gente debería venir para que sus espíritus reciban la remisión de los pecados, para convertirse en hijos de Dios, ganar la vida eterna de Dios y recibir la bendición de vivir durante toda la eternidad. Pero como sus objetivos son carnales, no están viviendo a la Iglesia de Dios y por eso los cristianos de hoy en día creen en Jesús en vano,

Como hemos recibido la remisión de los pecados al creer en Jesús que vino por al agua y el Espíritu, nos hemos convertido en hijos de Dios y hemos recibido la vida eterna, y así resucitaremos el último día. La verdad es que

hemos recibido estas bendiciones porque Dios Padre, al ver el centro de nuestros corazones, nos guió hacia Jesús y nos hizo reconocer a Jesús y creer en Él, el pan de vida. Hemos recibido la remisión de los pecados al creer que nuestro Señor nos ha salvado al tomar nuestros pecados de una sola vez en Su bautismo, al morir en la Cruz en nuestro lugar y al resucitar de entre los muertos. Además, Dios nos ha tomado como hijos suyos y nos ha dado la vida eterna, y al creer en esto podemos recibirla, participar en la resurrección de Jesús y alcanzar estas bendiciones.

La semana pasada visité el lugar donde descansaban los restos del fallecido diácono Myungchan Kim, que murió hace unos años. Afortunadamente había llovido el día anterior y la hierba estaba fresca. Las palabras que estaban inscritas en su lápida: «Aquí descansa el diácono Myunchan Kim, un hombre justo, que espera la

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segunda venida del Señor», tocaron mi corazón una vez más. Pero lo que es curioso es que podemos ver muchas nuevas lápidas que llevan una inscripción similar. Sólo que no utilizan las palabras «un hombre justo o mujer justa». ¿Por qué? Porque no recibieron la remisión de los pecados en sus corazones aunque hubieran sido diáconos en vida o pastores, misioneros, etc.

Nosotros, los santos nacidos de nuevo, es decir, los justos, tenemos una esperanza. Dios ha preparado muchas más bendiciones para los que se presentan ante Él buscando las cosas del espíritu, para los que creen en las cosas que Dios da, y los que creen que las bendiciones divinas y celestiales son eternas, en vez de las cosas que perecen. Y nosotros, que creemos es estas cosas, hemos recibido estas bendiciones. Pase lo que pase debemos utilizar nuestros corazones para buscar las cosas del espíritu ante Dios para recibir la salvación. Si no tuviéramos ningún

interés en las cosas del espíritu ni en que nuestros corazones se limpiasen del pecado, y persiguiésemos las cosas de la carne, como ser curados de una enfermedad física y hacernos ricos, no valdría para nada creer en Jesús. Dios Padre no deja a los que buscan las cosas de la carne conocer el secreto del Cielo y no los guía.

¿Para qué escuchamos la Palabra de Dios y creemos en Jesús? Ustedes y yo creemos en Jesús para que nuestros pecados sean borrados completamente en nuestros corazones, para convertirnos en hijos de Dios, recibir la vida eterna y ser resucitados como Jesús. En resumen, creemos en Jesús para vivir en Su Reino para siempre como reyes junto con Él, el Rey de reyes. No creemos en Jesús para ser ricos en este mundo o para estar bien en la carne, sino que creemos en Él para el bien de nuestros espíritus. Como creemos en Jesús con este objetivo, nuestro Señor dijo: «Y esta es la voluntad del que

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me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero» (Juan 6, 40).

En Juan 6, 45 está escrito: «Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí». ¿A quién le ha enseñado el mundo el Padre? Su único Hijo, Jesús. Entonces, ¿de quién aprendieron a los que Jesús enseñó? Aprendieron de Dios Padre.

Queridos hermanos, la fe correcta viene desde arriba. Significa que hay un conducto para el aprendizaje espiritual. ¿De quién aprendieron la Verdad de la salvación? ¿Acaso no aprendieron la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu de los siervos de Dios nacidos de nuevo o de los hermanos y hermanas que fueron antes que ustedes? Han aprendido de sus predecesores en la fe en la Iglesia de Dios. Si es así, han aprendido de Dios Padre. Esto se debe a que ellos

aprendieron y escucharon de Jesús, a través de la Palabra escrita. Esta Palabra es exactamente lo que dijo Dios Padre y por tanto los siervos de Dios deben pasar esta Palabra después de haberla escuchado y aprendido desde arriba, y ustedes deben darse cuenta de que lo que han aprendido de los siervos de Dios es igual que haberlo escuchado y aprendido de Dios Padre. Los principios son los mismos. Por eso Jesús dijo: «Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios».

Jesús es nuestro Salvador, pero también es el verdadero Profeta. Por eso nos enseña todas las cosas. El pasaje: «Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios» significa que todas las Escrituras de la Biblia, que han sido habladas por el Señor, son la Palabra del Profeta, así como la Palabra de Verdad. Jesús es el Primero y el Último (Apocalipsis 1, 17); es el que está a cargo del principio y final de la

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138 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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historia de la humanidad. Y es quien nos enseña el objetivo principal de la vida. Es el Creador que nos ha hecho, el Salvador que nos ha salvado de los pecados y el Señor de la vida eterna que nos ha dado esta vida eterna. Además, es la resurrección porque es el Camino, la Verdad y la Vida. Él, que nos salvó de la muerte, nos dio nueva vida, nos ha dado la eternidad y nos ha dado bendiciones para siempre, lo es todo para nosotros. Esto es lo que está diciendo.

En Juan 6, 46 está escrito: «No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre». ¿Quién ha visto al Padre? Sólo Jesús lo ha visto. Por eso el Señor dijo lo siguiente en el Evangelio de Juan capítulo 6, versos 47 y 48: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida». Significa que una persona que come a Jesús, el pan de vida, por fe en su corazón nunca perece.

El Señor dijo: «Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera» (Juan 6, 49-50). Significa que Jesús es el pan que viene del Cielo. No dice que este pan es algo que comemos y que hace que no muramos. Jesús es el pan de vida que nos ha dado la verdadera vida. Jesús es el pan que nos da la remisión de los pecados y la vida eterna. Queridos hermanos, ¿creen en Jesús de todo corazón? ¿Creen en su corazón que Jesús nos ha salvado al tomar nuestros pecados mediante Su bautismo, al morir en la Cruz en nuestro lugar y derramar Su sangre, y al resucitar de entre los muertos? Ustedes y yo creemos que estos son los que han ganado la vida eterna.

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139 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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La vida eterna significa que viviremos para siempre

El Señor nos ha prometido que, en el último

día, levantará a los que tienen la vida eterna. Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, Moisés rezó a Dios y Dios envió el maná del cielo. Y esta gente comió el maná y sobrevivió en sus vidas carnales. Pero al final todos murieron. Algunos murieron a edad avanzada, otros murieron por alguna enfermedad y otros en la guerra. Fuera cual fuera la razón, todos murieron. Pero, ¿qué hay del pan que viene del Cielo? La gente que lo ha comido creyendo de corazón nunca muere. La gente que cree en las obras justas de Jesús de corazón, no muere. La gente que cree en el hecho de que Jesús nos ha salvado de los pecados, que nos ha dado la vida eterna y que nos levantará al final, no morirá en toda la eternidad. Los Apóstoles de la Iglesia

Primitiva pudieron tener valor en el martirio porque creyeron en la vida eterna. Espero que sepan que tenemos la vida eterna dentro nosotros mismos.

El Señor dijo: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). ¿Podríamos haber borrado todos los pecados de nuestros corazones al hacer alguna obra buena y santificarnos? Nunca. Recibimos la remisión de los pecados, nos convertimos en hijos de Dios y recibimos la vida eterna sólo cuando creemos y aceptamos de corazón el hecho de que Jesús, el que Dios Padre envió, vino al mundo y borró nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. La Verdad es que no podemos recibir la remisión de los pecados ni la vida eterna si no es a través del que Dios envió, Su Hijo Jesús. Por eso debemos

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creer en el que Dios Padre envió, en Jesucristo, que es el pan que vino del Cielo.

Así que comemos pan y bebemos vino cuando celebramos la sagrada comunión

El Señor nos dijo que recordásemos el pan y el

vino. Dijo: «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida» (Juan 6, 55). El Señor dijo: «Soy el pan de vida» porque ha tomado nuestros pecados al venir al mundo encarnado en un hombre. Esto se debe a que ha borrado nuestros pecados al tomarlos en Su carne y ser juzgado por ellos. El Señor es el pan de vida. Sólo cuando lo conocemos y creemos en Él de corazón, podemos ser salvados de nuestros pecados y recibir la vida eterna. Así

que nacemos de nuevo y podemos vivir una vida valiosa.

En Juan 6, 51 está escrito: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo». El Señor se refiere a Sí mismo como el pan de vida, pero ¿qué es ese pan? Es su carne. Esto significa que la carne de Jesús es el pan de vida. En la carne de Jesús está la fe perfecta. Jesús nos ha salvado perfectamente de todos nuestros pecados al tomarlos en Su carne mediante Su bautismo, ir a la Cruz con ellos, ser clavado a ella, derramar Su sangre y ser juzgado por nuestros pecados en nuestro lugar. El hecho de que Jesús sea el pan de vida nos dice la Verdad de que Jesús ha tomado todos nuestros pecados al ser bautizado en Su carne. Tener fe en las obras de la salvación que Jesús ha hecho es comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Esta

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es precisamente la manera de alcanzar la salvación. Esta es precisamente la manera de recibir la vida eterna.

¿Hay algún hombre más bendito que aquel que ha recibido la remisión de los pecados y la vida eterna de Dios? Mientras vivimos en este mundo podemos morir en un incendio, en un accidente de tráfico o en cualquier otro suceso desafortunado. Es una gran bendición poder conseguir la vida eterna mientras vivimos sin saber cuando vamos a morir.

A veces nos cansamos y nos irritamos cuando tenemos mucho trabajo, ya sea la obra de Dios o la obra de mundo. Aquellos de ustedes que creen en Jesús, si sus corazones están cansados y sin gozo, deben pensar en la obra que el Señor ha hecho por ustedes una vez más. Nosotros estábamos destinados al infierno, pero el Señor, al convertirse en nuestro sacrificio, nos ha salvado perfectamente. Si de verdad creemos en

el amor de Jesús en nuestros corazones, no podemos evitar estar agradecidos. Hemos recibido la remisión de los pecados y nos hemos convertido en los hijos de Dios. Él nos ha dado la vida eterna y cuando nuestra carne muera, nos levantará en el último día. Y recibiremos el verdadero descanso.

Jesús es el pan de vida del Cielo. Jesús vino al mundo para darnos Su carne como pan de vida. El Señor nos dijo que comiésemos este pan y dijo que viviríamos eternamente si lo comemos. Cuando comemos el pan de vida creyendo de corazón, recibimos la vida eterna.

Para poder comer este pan de vida debemos saber qué son la carne y la sangre de Jesús. También debemos darnos cuenta de nuestra naturaleza pecadora y de que, ante Dios, estamos destinados a ir al infierno si somos juzgados según la Ley de Dios. «Después de nacer de nuevo no podía conseguir nada, pero por lo

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menos tengo que recibir la remisión de los pecados. Quiero recibir la remisión de los pecados, convertirme en un hijo de Dios e ir al Cielo». Debemos tener una sed insaciable en nuestros espíritus. Al tener fe sincera en el hecho de que «Jesús ha borrado sus pecados y los míos mediante el Evangelio del agua y el Espíritu» podemos recibir la vida eterna, estar agradecidos y compartir este pan por fe.

No vivimos una vida de fe con las cosas de la carne. Ya hagamos una obra bien o mal, la vida de fe sólo puede vivirse bien si creemos en los ministerios de salvación del Señor y si tenemos fe en Dios. Podemos recibir la salvación, la vida eterna y las bendiciones si creemos de corazón en las cosas que Él nos ha dado.

Queridos hermanos, ¿creen en el hecho de que Jesús ha dado a este mundo Su carne de vida? ¿Creen en la Verdad de que nos ha salvado al venir a la tierra en la carne humana, ser

bautizado por Juan el Bautista, morir crucificado y ser resucitado de entre los muertos para salvarnos? Debemos estar agradecidos a Dios. Debemos creer en nuestros corazones las cosas que Él ha hecho por nosotros. Los que creen han recibido la remisión de los pecados y ha ganado la vida eterna. Estoy agradecido por ello.

La gente que cree en la «transustanciación» cree que cuando el celebrante del rito bendice la ostia de la Sagrada Comunión, se convierte en el cuerpo de Jesús. Así que creen que están comiendo el pan de vida, la carne de Jesús al comer esta ostia. Por esta razón mistifican la Sagrada Comunión y creen que el acto de recibir y comer la ostia hace que reciban una gracia tremenda. Pero están equivocados.

Jesús dijo que Su carne da vida al mundo. Nos salvó de los pecados y nos dio la vida eterna al nacer en el mundo encarnado en un hombre, tomar los pecados sobre Su carne al ser

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bautizado, morir en nuestro lugar en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Y tener fe en esta Verdad de corazón es comer el pan de Jesús. Uno puede recibir la remisión de los pecados y la vida eterna al comer el pan que Jesús nos ha dado.

Jesús, que nos ha dicho que es el pan de vida del Cielo, se está refiriendo al bautismo que recibió en Su carne. El Señor vino al mundo y se entregó para que recibiésemos la vida eterna y para borrar nuestros pecados al hacernos comer de Su carne por fe. Por eso Jesús se entregó a nosotros al ser bautizado, derramar Su sangre y resucitar de entre los muertos. Hemos alcanzado la salvación y la vida eterna al creer de corazón en la remisión de los pecados y la nueva vida que Dios nos ha dado.

¿Se convirtieron en hijos de Dios por fe? Si han recibido la remisión de los pecados, no deben estar atados a las cosas de la carne y no deben dejarse arrastrar por ellas. ¿Qué razón

tienen los justos para estar atados por las obras carnales y seguir estresados? Los justos debemos pensar en todo desde una perspectiva espiritual. Si tenemos comida y vestimenta, estaremos satisfechos con eso (1 Timoteo 6, 8); debemos vivir espiritualmente y hacer la obra valiosa en este mundo. Es más que suficiente tener qué comer y un lugar donde dormir con un techo y paredes que no dejen entrar la lluvia aunque estén hechos de vinilo. Pero, ¿debemos vivir en abundancia? No. Todas estas cosas desaparecen en poco tiempo. Estas cosas desaparecerán cuando ustedes y yo muramos y algunas desaparecerán incluso antes de que muramos.

Debemos tener en cuenta nuestros corazones espirituales pensando en la salvación que Dios nos ha dado y teniendo fe en ella. Aunque pusiéramos todo nuestro corazón en las cosas espirituales aún nos faltaría mucho. Espero que cuiden de su corazón espiritual con fe en el Señor

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y que no dejen que la carne les ate ni que se frustren cuando las cosas no salen como quieren. La verdadera fe se manifiesta cuando nos encontramos con problemas. La verdadera fe nunca cambia.

Creemos en el hecho de que Jesús vino al mundo por nosotros, recibió el bautismo, murió en la Cruz en nuestro lugar y ha resucitado de entre los muertos. Por eso hemos recibido la remisión de los pecados, la vida eterna y además nos hemos convertido en hijos de Dios. Por eso estamos haciendo la obra de Dios.

Queridos hermanos, estoy lleno de gozo. Como el Señor nos ha dado la vida eterna, estamos contentos. No estamos contentos porque haya algo más que esto. ¿Qué otra cosa podría darnos tanto gozo? Estamos agradecidos por tener un lugar donde adorar y donde podemos resguardarnos de la lluvia, ofrecer servicios de adoración y compartir el Evangelio los unos con

los otros. Por supuesto hay momentos en los que nos

enfadamos porque las cosas no salen como queremos. Pero es bueno pensar en la obra que Dios ha hecho por nosotros y también es bueno pensar en la vida en el Reino eterno de los Cielos donde viviremos con el Señor para siempre. La vida es como vivir en un internado, permanecemos en la tierra durante un tiempo y después volvemos a casa. Por tanto debemos desear volver al hogar donde viviremos para la eternidad.

Pero nos encontramos con muchas dificultades en este mundo. Nuestros corazones se encuentran con compromisos una y otra vez y caen en el mundo visible. Nos volvemos arrogantes, perdemos nuestra motivación y nos volvemos despreocupados. Es posible perder la fe y seguir los dictados de la carne. Pero esta no es la vida de fe correcta ni la manera de vivir por fe.

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Cuando se encuentran con tales dificultades, piensen en la obra que el Señor ha hecho por ustedes. Entonces si no hay fruto en la higuera y no hay rebaño en el establo, podrán darle gracias a Dios por haberles salvado del fuego eterno del infierno.

El centro de la NASA, Goddard Space Flight Center, predijo que este año sería el más caluroso de la historia. En este mundo habrá numerosos desastres tales como terremotos, inundaciones, tifones y tsunamis. Entonces, ¿no deberían todas las naciones anticiparse y prepararse para estos desastres naturales? No debemos prepararnos sólo físicamente, sino también en nuestros corazones. Por eso la gente que no ha recibido la remisión de los pecados debe comer el pan del Cielo. Los que todavía tienen pecados en sus corazones deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón ante todo y recibir la remisión de los pecados.

La gente que no ha recibido la remisión de los pecados es miserable. Como tienen pecados en sus corazones irán al infierno para siempre. Si tienen pecados, no tienen nada que hacer con Dios, pero si reciben la remisión de los pecados pueden vivir recibiendo las bendiciones de Dios desde ese momento. Queridos hermanos, hemos recibido la remisión de los pecados y la vida eterna y nos hemos convertido en hijos de Dios al creer de corazón en las obras que Dios he hecho por nosotros. Debemos estar agradecidos porque estamos haciendo la obra valiosa y somos obreros de Dios. Y debemos seguir viviendo con un corazón agradecido por ello.

Hemos comido el pan que vino del Cielo, hemos recibido la remisión de los pecados y la vida eterna. Así que ahora, ¿para qué debemos seguir viviendo en este mundo? De ahora en adelante, debemos vivir para servir al Evangelio de la justicia. ¿Saben que no es una bendición

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pequeña vivir sirviendo a Dios y convertirnos en los que no tienen pecado, es decir en los justos? Es una bendición enorme. ¿Dónde hay una bendición mayor que esta?

Los justos debemos difundir el Evangelio a muchos otros y si no lo podemos hacer nuestros corazones se pondrán enfermos. Después de haber recibido la remisión de los pecados al creer de todo corazón en el pan que vino del Cielo, si no estamos haciendo la obra de Dios, estaremos haciendo las obras del mundo. Cuando hacemos las obras de este mundo, ¿creen que no nos encontraremos con dificultades? ¿Saben cuánta gente miserable hay en este mundo? En este mundo debemos conformarnos con tener comida y vestimenta (1 Timoteo 6, 8). Poder comer 3 comidas al día y servir a Dios debería ser más que suficiente. Pero; ¿es servir al Señor algo miserable? No, es maravilloso.

Jesús es el verdadero pan del Cielo. Dios nos

dio el pan de vida. Queridos hermanos, ¿creen en este hecho de corazón? ¿Comieron este pan con su corazón? Este pan es algo que se come con fe en el corazón.

¿Es predicar la única manera de servir al Evangelio de Dios? Apoyar la predicación del Evangelio mediante medios materiales es también una manera de servir al Evangelio. Si predicar un sermón tres o cuatro veces a la semana es todo lo que se hace cuando se es un pastor, entonces no se es un verdadero siervo del Evangelio del Señor. Estamos agradecidos todos los días porque estamos comiendo la comida de vida que Dios nos ha dado y porque estamos haciendo la valiosa obra que Dios nos ha confiado. Queridos hermanos, ¿están cansados? Si es así, recuerden la carne y la sangre de Jesús que nos han dado esperanza.

Jesús nos dijo: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os

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147 Jesucristo, que se convirtió en el pan de vida para nosotros

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serán añadidas» (Mateo 6, 33). Debemos averiguar en qué debemos creer, cómo debemos vivir por fe y qué debemos hacer ante Dios. Ante todo, debemos alcanzar la salvación al tener fe en la carne y la sangre de Jesús y después debemos seguir viviendo para difundir esta Verdad.

Doy gracias a Dios.

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CAPÍTULO 8

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149 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

< Juan 6, 41-59 > «Murmuraban entonces de él los judíos,

porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto,

de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo

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150 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum».

¿Qué debemos hacer para amar a nuestros

vecinos y ayudarles? ¿Ayudaría que les apoyásemos económicamente? Yo les aconsejo, hermanos y hermanas de la fe, que no den dinero a sus vecinos más desafortunados. Esto no les ayudará para nada. Lo que de verdad les beneficiaría sería ayudarles a sacarse las castañas del fuego por sí mismos. Por supuesto no podemos ignorar cuando alguien nos tiende la mano pidiendo ayuda y debemos ayudar a esa persona en todo lo que podamos, pero antes de hacerlo, debemos considerar si nuestra ayuda le

servirá o no. Y por último debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a esta persona para librarle de todos sus pecados. Esta es la verdadera ayuda y el verdadero amor.

El capítulo 6 de Juan habla del pan de vida. Jesús dijo: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre» (Juan 6, 51). ¿Por qué dijo Jesús a los judíos que era el pan que descendió del Cielo? ¿Y por qué fueron atraídos los judíos a esta Palabra?

Cuando Jesús vino al mundo, Israel era un estado tributario de Roma. Así que los israelitas luchaban por sobrevivir y satisfacer sus necesidades básicas de comida, vestimenta y techo. Como muchos israelitas estaban muriendo de hambre, cuando el Señor habló de pan, probablemente fuera inevitable que esto atrajera su atención. Ellos pensaron que sería bueno para ellos acercarse a Jesús porque pensaban que les

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151 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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daría pan. En el capítulo 6 de Juan, Jesús dijo al

principio que era el pan que vino del Cielo. Y entonces dijo: «Yo soy el pan de vida». En el versículo 51 dijo: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo». Así, Jesús explicó gradualmente cómo nos dio la vida eterna.

En Juan 6, 53-57 Jesús dio un paso más y dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo

el que me come, él también vivirá por mí». En otras palabras, Jesús explicó con todo detalle cómo nos salvó y cómo nos dio la vida eterna.

¿Por qué dijo Jesús que es el pan de vida que vino del Cielo y que quien lo coma recibirá la vida eterna? Jesús dijo que Su carne es comida y Su sangre es bebida. ¿Por qué lo dijo?

Tal y como nuestro Señor dijo, debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre. La gente que escuchó a Jesús debió pensar que estaba diciendo algo atroz: «¿Cree que somos caníbales?». Pero lo que dijo no era atroz en absoluto. Debemos comer la carne de Jesús por fe y debemos beber Su sangre por fe. Sólo entonces podemos vivir en cuerpo y en espíritu. Si no lo hacemos no podremos vivir.

Pasemos a Juan 53, 54: «Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y

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152 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».

Debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre sin falta. El Señor dejó claro que a no ser que comamos Su carne y bebamos Su sangre, no tenemos vida. Como Jesús dijo que debemos comer Su carne y beber Su sangre para conseguir la vida, debemos comer Su sangre y beber Su sangre sin falta.

¿Por qué debemos comer la carne de Jesús?

El que debamos comer la carne de Jesús

significa que debemos creer que Jesús tomó nuestros pecados en Su cuerpo al ser bautizado cuando vino al mundo. En otras palabras, sólo cuando creemos que nuestros pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús podemos recibir la

vida eterna. Si no creemos que nuestros pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús en Su bautismo, aunque digamos que creemos en Jesús, moriremos de hambre espiritualmente. Del mismo modo en que nuestros cuerpos mueren de malnutrición si no comemos todos los días, nuestras almas también morirán espiritualmente si no comemos Su carne tan a menudo como nos sea posible.

Comer la carne de Jesús es creer que Él cargó con todos nuestros pecados en Su cuerpo. Sólo si creemos que nuestros pecados fueron pasados a Jesús, nuestras almas serán saciadas hasta la eternidad. Si no creen que sus pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús, aunque crean en Él, morirán de hambre espiritualmente.

¿Hemos sido salvados por nuestros propios méritos? No, por supuesto que no. Dios nos ha salvado con Su poder porque nos ha amado. Hemos sido salvados de todos nuestros pecados

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153 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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por la gracia del Señor. Si nos hubiésemos salvado por nuestra propia bondad, no tendríamos que comer la carne de Jesús. Sin embargo, los seres humanos no tenemos ninguna virtud. No hay nada bueno en la humanidad. Por tanto es imposible que podemos salvarnos a no ser que el Señor nos salve. Si Dios no hubiera escrito esta Palabra de salvación en la Biblia ninguno de nosotros se salvaría.

Mis queridos hermanos, mírense y vean cómo fueron borrados sus pecados. ¿Tienen alguna virtud? Han alcanzado la salvación y se han convertido en el pueblo de Dios gracias al Señor; si nuestra salvación requiriese nuestras obras perfectas, no podríamos haber sido salvados. Los seres humanos somos absolutamente malvados. Ustedes también son muy malvados. Si creen que no es así es porque sus circunstancias no han expuesto su maldad todavía. La realidad de la humanidad es que cuando las circunstancias son

propicias y la maldad se expone, incluso un padre sería capaz de devorar a su propio hijo.

¿Creen es posible que una madre devore a su propio hijo? Tal y como se describe en 2 Reyes capítulo 6, cuando el rey Ben-Hadadde Siria reunió a todo su ejército y asedió Samaria, hubo hambruna y la gente que había dentro de la ciudad se moría de hambre. Entre la gente hambrienta de Samaria, dos mujeres hablaron la una con la otra y llegaron a un acuerdo: «Moriremos si no hacemos algo. Tengo una idea: hoy nos comeremos a tu hijo y mañana nos comeremos al mío. ¿Qué te parece?». «De acuerdo. Me parece bien».

Así que se comieron al hijo de la mujer y al día siguiente le tocaba al hijo de la otra mujer. Pero esta última escondió a su hijo y se negó a entregarlo. Así que la mujer que había entregado a su hijo fue a pedir justicia al rey. «Su Majestad, esta mujer sugirió que nos comiésemos a

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154 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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nuestros hijos, y ayer nos comimos a mi hijo. Hoy le tocaba al suyo pero ella se niega a entregarlo». Cuando el rey escuchó estas palabras, se rasgó las vestimentas por su agonía.

Mis queridos hermanos, este suceso escrito en la Biblia es una historia verdadera. Dios lo dejó escrito para que admitiésemos el hecho de que la humanidad es más que capaz de cometer estas atrocidades cuando se encuentra en condiciones extremas. Esto demuestra lo malvada que es la humanidad. Hay padres que matan a sus propios hijos si les dan muchos problemas, y hay hijos que matan a sus padres para heredar su fortuna. Pero nuestro Señor vino al mundo encarnado en un hombre, Su criatura, y cargó con todos nuestros pecados en Su cuerpo para salvarnos.

Deben creer que todos sus pecados se pasaron al Señor Jesús cuando fue bautizado. El no creer en este hecho es morir de hambre. Del mismo modo en que comen para no morir, deben creer

que todos sus pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús para no morir espiritualmente. Por eso Jesús está diciendo que tenemos que comer Su carne. Está escrito: «El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). La única manera de que nuestro Dios nos permitiera vivir para siempre era cargar con nuestros pecados en Su cuerpo. Jesús dijo: «Mi carne es verdadera comida y Mi sangre es verdadera bebida». Él quiso decir: «Comed Mi carne y bebed Mi sangre o moriréis. Quien come Mi carne y bebe Mi sangre recibirá la vida eterna». ¿Han comido la carne de Jesús?

El Señor nos ha dado Su carne. Sin embargo, cuando les dijo a los judíos: «Comed Mi carne porque es vuestra comida», ellos le contestaron: «¿Qué? ¿No eres el hijo de José? ¿Cómo puede un hombre ser pan?». Los judíos no podían entender lo que Jesús les estaba diciendo: «Comed Mi carne y bebed Mi sangre».

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155 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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Incluso ahora mucha gente no sabe lo que Jesús quiso decir cuando dijo que debíamos comer Su carne y por eso creen en la hipótesis de la «transustanciación» que afirma que el pan y el vino preparados para la comunión se convierten en la sangre y carne de Jesús al ser bendecidos por el sacerdote. Esta gente cree en esto y come la ostia diciendo que Jesús les ha dado Su carne para comer.

Sin embargo, esto no es lo que Jesús quiso decir. Cuando Jesús nos dijo que comiésemos Su carne, quiso decir que creyésemos en lo siguiente: Al cargar con nuestros pecados y sus consecuencias en Su cuerpo en nuestro lugar, Jesús nos ha permitido evitar la condena y la destrucción. Incluso después de ser salvados no podemos evitar seguir pecando porque todavía somos débiles en la carne. Sin embargo para asegurar que nuestras almas no morirán por estos pecados, Jesús tomó nuestros pecados en Su

cuerpo al ser bautizado. Esto es lo que Jesús nos dijo que creyésemos cuando dijo que comiésemos Su carne. En otras palabras, Jesús nos ha salvado perfectamente al cargar con nuestros pecados en Su cuerpo.

¿Están comiendo la carne de Jesús los cristianos de hoy en día?

Entre los cristianos de hoy en día sólo unos

pocos conocen el Evangelio del agua y el Espíritu y creen en él. Por eso Jesús nos dijo que comiésemos Su carne y bebiésemos Su sangre. Si sólo bebemos la carne de Jesús no podemos vivir. Sólo si comemos la carne de Jesús, ésta se convierte en nuestra comida y nos permite vivir para siempre. Esta Palabra de Dios es la Verdad. Cada Palabra de Dios es Verdad. Debemos creer sin falta en esta Palabra sobre la carne y la sangre

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156 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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de Jesús. Pecamos constantemente. Como somos

débiles e insuficientes, tenemos pensamientos malvados y cometemos pecados. Sin embargo Jesús cargó con todos esos pecados que cometemos mientras vivimos en este mundo y por eso podemos vivir. Él ha cargado con los pecados de los que han recibido la remisión de los pecados y de los que no la han recibido. Si Jesús no hubiese cargado con nuestros pecados en Su cuerpo, entonces los que hemos recibido la remisión de los pecados no podríamos vivir. Si esto fuese así nuestros corazones perderían la fuerza de la fe hoy aunque hubiésemos creído ayer. En otras palabras, como todos cometemos pecados todos los días de nuestras vidas, podríamos morir ahogados por el peso del pecado por nuestra maldad si el Señor no hubiese tomado todos nuestros pecados en Su bautismo.

Por eso el Señor nos dijo: «Mi carne es

verdadera comida». Cuando somos débiles, creemos que nuestro Señor ha salvado a la raza humana del pecado al tomar todos los pecados del mundo, y así es como nuestro Señor se convierte en nuestra comida.

Debemos creer de corazón que el Señor es nuestro Salvador. En otras palabras, aunque seamos débiles, debemos creer según la Palabra que dice que el Señor es nuestro Salvador. Cuando tenemos este tipo de fe podemos vivir sin vergüenza aunque estemos en un mundo corrupto porque tenemos la justicia de Dios y la vida eterna en nuestros corazones. Como el Señor nos ha dado Su carne, al tomarla como nuestra comida vivimos nuestras vidas con confianza hoy y mañana.

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157 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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Moriremos si no comemos la carne de Jesús y sólo bebemos Su sangre todos los días

Todo el mundo debe que comer y beber para

tener energía y metabolismo. Ustedes tienen que hacer ambas cosas; si sólo hacen una de ellas, morirán. Lo mismo se puede decir de la vida espiritual. Ustedes y yo comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre todos los días. Debemos tomar ambas cosas hoy, mañana y el resto de nuestras vidas. Cuando tenemos una debilidad creemos: «El Señor tomó mis pecados. Tomó todos mis pecados» y así es como nos alimentamos del pan de vida. Cuando somos insuficientes debemos recordar que Jesús tomó todos nuestros pecados al ser bautizado en el río Jordán y comer este pan una vez más. Así es cómo vivimos sin hambre y saciados siempre. La carne de Jesús es nuestra comida. Pero a pesar de

esto, muchos cristianos están muriendo de hambre porque no comen la carne de Jesús.

Cuando comemos la carne de Jesús estamos llenos y tenemos fuerzas. Jesús describió Su cuerpo como pan. Jesús nació en Belén, y la palabra Belén significa «la casa del pan». Jesús dijo que es el pan porque nuestra comida vino del Cielo. Así es como ha permitido que todo el mundo viva al comer Su carne. Vivimos comiendo el verdadero pan de la vida.

Los versículos 49-50 del pasaje de las Escrituras de hoy dice: «Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera». La gente del Antiguo Testamento murió aunque hubiera comida del maná. El maná, que era como una semilla de cilantro blanco y sabía a hojuelas con miel (Éxodo 16, 31), era la comida pura que Dios envió del Cielo. Este maná se refiere a la Palabra

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158 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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de Dios, a Jesús. En otras palabras, los israelitas murieron incluso cuando creyeron en la Palabra de Dios. Sin embargo, ahora, si comen la carne de Jesús y beben Su sangre, recibirán la vida eterna. Este pasaje quiere decir que cuando creemos en la Palabra de Dios, debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre por fe.

La vida de la carne está en la sangre (Levítico 17, 11). Esto significa que al ofrecer Su vida por nosotros y ser condenado en nuestro lugar, el Señor nos ha dado vida porque Su sangre es Su vida. En otras palabras, aunque teníamos que morir por nuestros pecados, fuimos salvados porque Jesús nos dio Su vida.

El Señor dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él» (Juan 6, 56). Mucha gente dice que puede ser salvada al beber la sangre de Jesús sin comer Su carne, pero eso es completamente incorrecto. Ustedes no han sido salvados simplemente por creer en que Jesús

murió en la Cruz. Sólo pueden vivir si comen la carne de Jesús. Incluso ahora mismo vivo comiendo la carne de Jesús. Comeré Su carne mañana también. Por supuesto esto no significa que coma la carne de Jesús como un caníbal, sino que significa que creo que Jesús tomó todos mis pecados y faltas en Su cuerpo al ser bautizado. Creer es comer. Tengo que comer Su carne todos los días mientras viva en este mundo. No hay nadie que pueda vivir sin comer la carne de Jesús.

Sin embargo, casi todos los creyentes cristianos sólo beben. ¿Por qué no comen la carne de Jesús cuando la Biblia dice claramente que deben comerla? Al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, Jesús aceptó los pecados del mundo de una vez por todas y al ser crucificado por toda la humanidad, pagó la deuda. Al creer en esto hemos conseguido nuestra salvación y hemos recibido la

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159 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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comida eterna. Todo el mundo se salva sólo al creer que Jesús tomó todos los pecados del mundo en Su bautismo y que fue condenado en nuestro lugar. Esta es la Verdad de la que Jesús habló en el capítulo 6 de Juan.

En el versículo 57 del pasaje de las Escrituras de hoy, Jesús dijo: «El que me come, él también vivirá por mí» y en el versículo 58 dijo: «El que come de este pan, vivirá eternamente». Los que han aceptado a Jesús por fe han comido este pan. Los que creen en lo que Jesús ha hecho por ellos vivirán para siempre. El día en que el Señor vuelva, nos levantará de la tumba a todos los que creemos y nos hará vivir para siempre.

Nuestro Señor se ha convertido en pan para nosotros. La razón por la que predico el Evangelio del agua y el Espíritu es porque es nuestra comida eterna. Como el Señor ha borrado nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos alcanzado nuestra salvación

simplemente al creer en esta Verdad. Sólo porque el Señor nos ha salvado hemos recibido la salvación. Si Él no nos hubiera salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, no habría manera de ser salvados. Si el Señor no hubiera cargado con nuestros pecados, no podríamos ser salvados. Por tanto, sólo el hecho de que Jesús nos haya salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu es el verdadero pan que nos hace vivir para siempre.

¿Hay alguna virtud o algún mérito en nosotros? No. Somos criaturas completamente insuficientes, nada más que montones de pecados que reciben la remisión de los pecados porque el Señor vino al mundo encarnado en un hombre para quitarnos los pecados. Sólo porque el Señor nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, podemos recibir nuestra salvación. Nuestra salvación no se debe a nuestros esfuerzos o méritos, ni siquiera en un 0,001 %,

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160 ¿Cómo podemos comer la carne de Jesús?

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sino que ha sido completada por la gracia del Señor al 100 %.

Hemos recibido nuestra salvación gracias al Señor. Alabo al Señor. Aunque estábamos destinados a ir al infierno y estábamos condenados, nuestro Señor nos salvó. Si no fuese por el Señor, todos iríamos al infierno. Todos moriríamos. Si el Señor no nos hubiese dado Su carne y Su sangre, ¿cómo hubiéramos vivido? Sólo porque el Señor nos ha salvado hemos podido alcanzar nuestra salvación. Él se ha convertido en el pan de vida. Como hemos comido el pan que nos ha dado el Señor, debemos vivir por Él hoy y mañana, y toda la eternidad.

Como el Señor nos ha dado Su carne y Su sangre, como hemos recibido la comida eterna y como el Señor se ha convertido en la comida eterna, viviremos por Él para siempre. Doy gracias a nuestro Señor.

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CAPÍTULO 9

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162 Crean en Jesús que vino del Cielo como su Salvador en sus corazones

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Crean en Jesús que vino del Cielo como su Salvador

en sus corazones < Juan 6, 41-51 >

«Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que

vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo».

El Señor es el pan de vida En el pasaje de las Escrituras de hoy, nuestro

Señor dijo que vino del Cielo. Para darnos la vida eterna el Señor vino del Cielo. Vino del Cielo para convertirse en nuestro pan, para alimentarnos con este pan de vida y para salvar a las almas que iban a morir por culpa del pecado.

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Nuestro Señor Jesús no es de este mundo. Él hace hincapié en el hecho de que vino del Cielo por obediencia a la voluntad del Padre. Esto se debe a que no es de este mundo, sino que es el Hijo de Dios Padre en el Cielo.

Por tanto debemos reconocer que Jesús, el único Hijo enviado por Dios Padre, es nuestro Señor y Salvador, y debemos creerlo. De hecho, nunca debemos pensar en Él como un hombre sabio o el fundador de una religión. Nuestro Señor dijo que es el pan que vino del Cielo. No se puedo dejar de hacer hincapié en lo importante que es que Él vino al mundo desde el Cielo según la voluntad del Padre para salvarnos a los pecadores de nuestros pecados.

Hay dos tipos de fe entre los cristianos de hoy en día. Algunos creyentes creen en la doctrina humana de las oraciones de penitencia, mientras que la gente que tiene la verdadera fe cree en el Evangelio del agua y el Espíritu que proclama

que Jesús vino del Cielo y nos salvó de los pecados del mundo. Todo cristiano adopta uno de estos tipos de fe. Los primeros se han inventado su propia doctrina de la salvación y creen en ella como quieren, pero nunca podrán borrar los pecados de sus corazones por mucho que crean en Jesús, y por tanto irán al infierno al final. No debemos seguir sus pasos.

Nuestro Señor dijo claramente: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo» (Juan 6, 51). El Hijo del Hombre es el pan que vino del Cielo. Aunque nuestro Señor haya nacido en este mundo del seno de una mujer, Él es el Salvador que vino del Cielo. Es Dios mismo que, para convertirse en nuestro Salvador, vino al mundo encarnado en un hombre. Este es el tema principal del pasaje de las Escrituras de hoy.

Todos debemos creer en este mensaje. El Señor no quiere que creamos en Jesús como si sólo se tratase de una religión. ¿Por qué dijo

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Jesús a estos judíos que era el pan que vino del Cielo? ¿Por qué subrayó el hecho de que vino del Cielo, de que habla según el mandato del Padre y que vino sólo porque le había mandado el Padre? Para aclarar que Jesús es el Dios de la salvación que vino del Cielo y para hacernos creer en esto. Esta es una Verdad indispensable.

Jesús, en quien creemos, no es un hombre un poco mejor que nosotros, que somos igualmente humanos, sino que es el Dios Creador que es inmensamente más exaltado que nosotros. Él es quien creó el universo y todo lo que hay en él, y Él es quien vino al mundo como nuestro Salvador. En otras palabras, cuando habíamos caído en el pecado engañados por la tentación de Satanás y estábamos sufriendo, cuando estábamos sentenciados al infierno para la eternidad y bajo la maldición, el Señor vino al mundo habiendo dejado Su trono de gloria y nos salvó de los pecados del mundo. Jesús es el que

vino del Cielo y es nuestro Salvador. Somos salvados de nuestros pecados cuando creemos en lo que Jesús del Cielo hizo por nosotros en el mundo. Es absolutamente indispensable tener este tipo de fe.

Nuestro Señor dijo en Juan 6, 43-44: «No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero». De hecho sólo podemos encontrar la gracia si Dios Padre nos lleva a Jesús. Si Dios no nos guía hacia la salvación al conocer el Evangelio del agua y el Espíritu y creer él, nadie puede creer en Jesús como el Salvador. Jesús, que hizo el universo y todo lo que hay en él, también reina en nuestra salvación, nuestra vida y muerte, y nuestra fortuna y miseria. Además Jesús es el Dios de la Trinidad junto con Dios Padre, que es Su Padre y nuestro Padre, y el Espíritu Santo. Este Dios de la Trinidad es quien nos ha guiado hacia Jesús,

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para creer en Él, alcanzar nuestra salvación y revestirnos de la gloria del Cielo.

Este mundo está lleno de muchos cristianos. Pero aunque hay muchos cristianos que dicen creer en Jesús, ¿cuál es el estado del cristianismo de hoy en día? Los que creen en Jesús de la manera correcta, según la Palabra de Verdad, son muy pocos. Para borrar nuestros pecados, Jesús vino del Cielo al nacer de la Virgen María; a los 30 años fue bautizado para cargar con todos los pecados de la humanidad; entonces cargó con los pecados del mundo hasta la Cruz y allí murió; al tercer día se levantó de entre los muertos y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios Padre. Muy pocos cristianos creen en Jesús de esta manera. De hecho, aunque todos los cristianos deberían creer así, hay muchos más cristianos que no creen así que lo que sí que creen.

¿Qué tipo de fe exalta a Dios? Es el tipo de fe que no quiere establecer su propia justicia, sino

que cree completamente en lo que Dios ha hecho por nosotros para salvarnos, le da gracias y le da toda la gloria a Él. Este es el tipo de fe que Dios quiere que todos tengamos.

Todo cristiano debe creer sin ambigüedades que Jesús vino del Cielo. Debemos creer en Jesús, que se ha convertido en nuestro Salvador al venir del Cielo, debemos exaltarle y darle gracias. Debemos creer que Él tomó todos nuestros pecados al ser bautizado; debemos creer que los llevó a la Cruz para ser castigado en la Cruz; debemos creer que nos dio nueva vida al levantarse de entre los muertos; y debemos creer que nos ha dado el Reino Milenario y el Reino eterno de Dios que vendrá pronto. Creer en todas estas cosas basándose en la Palabra es la verdadera fe. Dios quiere que tengamos fe en lo que ha hecho por nosotros. Debemos creer en Su justicia y exaltarla. Dios se complace al aceptar a esta gente que conoce, alaba y exalta Su justicia,

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Su amor y Su salvación. Les pido a todos ustedes que se conviertan en este tipo de gente que cree en la gloria del Cielo que Dios ha preparado por nosotros y debemos darle gracias.

Para explicar el objetivo de haber creado a la humanidad, la Biblia dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado» (Efesios 1, 3-6). Dios creó el universo y todo lo que hay en él, creó la humanidad y nos puso a ustedes y a mí en este planeta, así como a todo el mundo, todo para que sepamos que es exaltado, misericordioso y

lleno de amor, para mostrarnos cómo nos ha dado la perfecta salvación y cuántas bendiciones nos ha dado y así hacernos alabar la gloria de Su gracia con nuestra fe.

Doy gracias a Dios por permitirnos alabarle. Su amor no tiene límites, Su poder es absolutamente maravilloso y Su misericordia va más allá de nuestra imaginación. Él es maravilloso. Nuestro Señor nos está diciendo que como quería recibir alabanzas, gratitud y oraciones de nuestra parte, nos hizo nacer en este planeta y después nacer de nuevo de este Evangelio del agua y el Espíritu.

Debemos tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu

Debemos convertirnos en el tipo de gente que

alaba y exalta la justicia de Dios. Debemos creer

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que Jesús, Dios mismo, vino del cielo a la tierra para salvarnos de nuestros pecados, que nació del cuerpo de una virgen encarnado en un hombre; que tomó los pecados cuando tenía 30 años; que fue condenado por todos los pecados del mundo en la Cruz; y que nos hizo los hijos eternos de Dios. Ustedes y yo debemos entender quién es Jesús, nuestro Salvador que vino del Cielo, debemos exaltarle, darle gracias por salvarnos por nuestra fe, y recibir la bendición de la salvación por esta fe pura. El Señor se complace por nuestra fe y quiere recibir nuestras alabanzas y gloria. Nosotros necesitamos este tipo de fe.

Jesús hizo hincapié en que había venido del Padre en repetidas ocasiones cuando hablaba a los judíos. Lo hizo para que pudieran entender Su divinidad. Sin embargo, los judíos le rechazaron al final. Dios quiere que creamos que Jesús es Dios y el Salvador que vino del Cielo para salvar a la humanidad de sus pecados. En otras

palabras, Jesús no quiere que le conozcamos como un mero hombre sabio de la historia de la humanidad. Por tanto no podemos permitir que nadie considere a Jesús como un hombre sabio simplemente. Dios nos dijo que creyésemos en Jesús que vino del Cielo. Jesús es el Salvador que vino del Cielo para salvarnos de nuestros pecados. El Señor quiso que supiésemos lo que había hecho por nosotros, y que le diésemos gracias desde el fondo de nuestros corazones. Así que creó a la humanidad para que le glorificase.

Si quieren tener la verdadera fe, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. No deben considerar el cristianismo como una de las religiones del mundo ni creer en él como una mera religión. No deben creer en Jesús como si estuviesen escogiendo una religión entre muchas otras. Dios se sentirá decepcionado y enfadado si creen así. Tenemos que reconocer a Jesús como Dios. Jesús creó el universo y todo lo

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que hay en él. No sólo creó las montañas, los mares y los ríos, sino que también creó las galaxias en el universo y todo lo invisible también. Mis queridos hermanos, ¿es así como creen?

Pero a pesar de ello, muchos cristianos de hoy en día creen que Jesús, que vino del Cielo, nació de la tierra. Están equivocados y creen en Él de una manera incorrecta. ¿Saben lo mal que es esto? Mis queridos hermanos, si el Jesús en el que creemos fuera simplemente un hombre influyente y respetable en el mundo, entonces no podría haberse convertido en nuestro Salvador. Esto se debe a que el estatus del que puede salvar a la humanidad del pecado y de la destrucción no puede nacer de la tierra, sino que debe ser de Dios. Sólo si Dios mismo viene podemos tener nuestra salvación. Mis queridos hermanos, ¿creen en esto? Deben entenderlo y creerlo.

Dios se siente frustrado. No está frustrado por

ustedes, que son justos, sino por los cristianos de este mundo que todavía no han nacido de nuevo. Esto se debe a que aunque Dios amó tanto al mundo que envió a Su único Hijos, y a que aunque Jesús, Dios mismo, dejó Su trono de gloria en el Cielo y vino a la tierra a salvarnos de nuestros pecados, la gente todavía no reconoce a este Jesús que vino del Cielo y sólo piensa en Él como alguien nacido de la tierra. Esto es el mismo pecado que cometieron los judíos del pasaje de hoy cuando rechazaron a Jesús diciendo: «¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?» (Juan 6, 42).

Mis queridos hermanos, no creer es un pecado (Juan 16, 9). Cuando alguien dice que cree en Jesús, pero no cree que sea Dios, su fe es fundamentalmente falsa y por tanto será piadoso cuando quiera, pero si algo va mal se delatará y

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abandonará su vida de fe. Este tipo de fe caprichosa, la que toma a Jesús sólo cuando lo necesita y lo abandona cuando no lo necesita, no es la verdadera fe.

Precisamente porque Jesús, que vino del Cielo, es Dios mismo, Él es nuestro Salvador, nuestro Pastor, nuestro Juez y nuestro todo. Por eso nunca debemos creer en Jesús de la manera que nos plazca. Él es el Creador que nos hizo, y nuestro Salvador. ¿Cómo podemos creer en el Creador arbitariamente cuando nuestra vida eterna y las bendiciones del Cielo dependen del Él?

En el antiguo Imperio Romano, los emperadores eran considerados dioses. En la China antigua, la dinastía Zhou llamaba a su rey «el hijo de los cielos», que es otra manera de llamarlo hijo de Dios. En el Japón actual llaman a su rey el «emperador celestial», y así lo elevan al estatus de hijo divino. Esto unió al país y lo

llevó a la subida del militarismo japonés que desencadenó la Guerra del Pacífico. ¿Acaso no deducen de esto que Jesús está entre estos emperadores? No, Jesús es el Dios que creó el universo y todo lo que hay en él, sin importar si ustedes y yo creemos o no.

Cuando algunos ángeles de Su creación se rebelaron contra Él, Jesús los echó y creó a la humanidad a la imagen de Dios. Y como Dios amó tanto al mundo, hizo que ustedes y yo naciésemos en este mundo para hacernos Sus hijos y envió a Jesús, Su único hijo. Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo planearon hacernos hijos de Dios al salvarnos y lo cumplieron. El que vino del Cielo según esta voluntad se llama Jesús. Al venir del Cielo nos ha salvado a través del agua, la sangre y el Espíritu (1 Juan 5, 6-8). Esta Verdad está escrita en la Biblia tan claramente que nadie puede negarse a creer.

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¿A quién lleva Dios hacia Jesús? Los que tienen sed y hambre de justicia, los

que lloran por sus pecados, los que son pobres de espíritu, y los que no pueden encontrar ninguna satisfacción en las cosas del mundo, son la gente que Dios lleva hacia Jesús. Los corazones de esta gente son inocentes y honestos como un niño ante Dios, aunque no tengan nada material ni conocimiento. En otras palabras, si hay gente que, aunque no conoce a Jesús bien, sufre por los pecados de sus corazones y por tanto busca desesperadamente al Salvador, entonces el Padre llevará a esa gente a Jesús. Por eso el Señor dijo: «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere». Si han encontrado a Jesús al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, como el Padre les ha enviado, han conocido a este Jesús y han creído en Él.

Sin embargo, hay muchos cristianos en este

mundo que exaltan su propia justicia en vez de la justicia de Dios, aunque digan creer en Jesús. Ellos siguen exaltándose a sí mismos diciendo: «Cuando oraba a Dios tuve una visión en mis sueños, y me salvé. Así recibí más fuerzas, ayuné y oré». Al final afirman que conocieron al Señor por sus propios méritos gracias a Su piedad y su amor a Dios.

Eso no es la verdadera fe. La verdadera fe exalta a Dios y le alaba. Dios mismo bajó del Cielo y para convertirse en nuestro Salvador, fue bautizado, crucificado hasta morir y resucitó de entre los muertos. Creer que Jesús se ha convertido en nuestro verdadero Salvador a través del Evangelio del agua y el Espíritu, darle gracias con esta fe y venerarle y creer en los que Dios ha hecho por nosotros, es la verdadera fe.

Acabamos de cantar una canción de alabanza hace poco. Cuando alabamos, Jesús satura nuestros corazones y nuestros pensamientos. A

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través de nuestras alabanzas, la salvación de Jesús y Su amor y poder absoluto está en nuestras almas, del mismo modo en que una esponja se empapa de agua. En otras palabras, lo que Él ha hecho por nosotros llena nuestros corazones cuando cantamos alabanzas. ¿Por qué? Porque el que nos haya salvado perfectamente es un hecho que no puede negarse, y reconocemos esto completamente de corazón. Por eso mientras alabamos, nuestros corazones están llenos de gratitud y respeto ante Dios.

Alabar es reconocer. Reconocer a Dios por amarnos, salvarnos de nuestros pecados y bendecirnos es alabarle. Es así como creemos y queremos que todo el mundo tenga la misma fe. Sin embargo, los que creen que han encontrado a Jesús en su propia justicia, ¿a quién deben alabar? Deberían alabarse a sí mismos. Deberían cantar: «�He encontrado al Señor por mi piedad; Me he salvado gracias a mí mismo�». Para ser

más preciso esta gente ni siquiera alaba al Señor porque el Señor no ha hecho nada por ellos, y si han conseguido, se debe a sus propios méritos.

Jesús dijo en Juan 6, 45: «Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí». Dios Padre quiere que todo el mundo escuche y aprenda Su Palabra y que acuda a Él al creer en Su Palabra. Dios quiere que las almas puras que, al sufrir por los pecados de sus corazones, buscan al Salvador conozcan a los justos que han sido salvados a través el Evangelio del agua y el Espíritu, que conozcan al verdadero Dios a través de ellos, encuentren a Jesús en la Palabra y sean salvados. Por eso la Biblia dice que Dios «el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2, 4). ¿Y ustedes? Aquí también han aprendido mucho sobre Jesús y han alcanzado su salvación a través

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de los que le conocen y han sido salvados. De quién aprenden es muy importante. En el

Antiguo Testamento Jeroboam fue el más odiado y aborrecido por Dios. Después de la muerte del rey Salomón, rey de Israel, su hijo Roboam le sucedió. En aquel entonces Jeroboam y el pueblo le pidieron al rey que aliviase la carga que su padre Salomón había puesto sobre el pueblo. Jeroboam fue al principio un oficial de la corte del rey Salomón que tenía el favor del rey. Sin embargo, cuando el rey Salomón empezó a adorar a dioses paganos, Dios profetizó que separaría al pueblo de Israel en dos y haría a Jeroboam rey de diez tribus, y por esta profecía Jeroboam huyó a Egipto para escapar de la persecución de Salomón.

Tras la muerte de Salomón, Jeroboam volvió a Israel y le pidió al nuevo rey que aliviase el yugo que había impuesto al pueblo. Sin embargo, el rey Roboam ignoró esta petición y el consejo de

los mayores de la corte de su padre y sin embargo escuchó el consejo de sus amigos y decidió oprimir al pueblo aún más. Roboam dijo: «Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones» (1 Reyes 12, 14). Como resultado la gente se volvió contra la casa de David y diez de las doce tribus de Israel, excepto las tribus de Judá y Benjamón, coronaron a Jeroboam como su rey y fundaron otro reino. Israel quedó dividido entre norte y sur como la actual Corea.

Jeroboam se convirtió en rey sin haberlo planeado. Después de tomar el poder, Jeroboam pensó en su situación y reconoció que como se había convertido en rey sin ser de familia real, había sido un acto de alta traición. Así que como tenía miedo de que esto repercutiera en el futuro, ideó un plan astuto. Lo que más le importaba al pueblo de Israel era el sistema expiatorio que se

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llevaba a cabo en el Tabernáculo, así como los sacerdotes. Jeroboam pensó que todos los años, en el décimo día del séptimo mes, el pueblo iría al Templo de Jehová en Jerusalén para ofrecer sacrificios y como Jerusalén estaba bajo el control de Roboam, el pueblo volvería sus corazones hacia Roboam, el rey de Judá, y se levantaría contra él. Así que hizo dos becerros de oro y puso uno en Betel y otro en Dan, e hizo que el pueblo los adorase allí. Y además cambió la fecha del Día de la Expiación al decimoquinto día del octavo mes y nombró a gente normal para ser sacerdotes, cuando en el Tabernáculo esta posición estaba reservada a los levitas. Desde aquel entonces no había ley en Israel y la fe del pueblo se desvaneció.

Jeroboam ignoró la Palabra de Dios y cambió los estatutos que Él estableció. El pecado que más desprecia Dios es el de corromper la verdad cambiándola aunque sea sólo en una pequeña

medida. Por eso mató a Jeroboam. Y cuando el hijo de Jeroboam le sucedió y siguió los pasos de su padre, Dios también lo mató. De hecho la mayoría de los reyes de Israel siguieron los pasos de Jeroboam y como resultado recibieron la ira de Dios como la casa de Jeroboam.

Es muy importante de quién aprenden y los pasos de quién sigan en la vida de fe. Jesús dijo: «Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí» (Juan 6, 45). El Señor quiere que crean y aprendan de los que han escuchado y aprendido la Biblia de Dios Padre y también quiere que enseñen a otros como ustedes han aprendido. Por eso nuestro Señor, al completar todo lo que hay en el mundo, dijo lo siguiente mientras ascendía a los cielos: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado»

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(Mateo 28, 19-29). Esto significa que sólo los discípulos de Jesús nacidos de nuevo pueden formar nuevos discípulos. El Apóstol Pablo le dijo a Timoteo: «Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido» (2 Timoteo 3, 14).

Dios, nuestro Padre, quiere que todas las almas entiendan y crean en Jesús correctamente. En otras palabras, Dios quiere que los creyentes que han aprendido del Padre enseñen a las almas perdidas y que los que están perdidos crean correctamente. Dios nos exige esta fe. Ustedes y yo somos muy afortunados. Creemos en Jesús que vino del Cielo, y creemos que se ha convertido en nuestro Salvador al ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos de nuevo. Como hemos sido salvados por esta fe y como ahora estamos predicando esta Verdad de salvación, Dios está contento con nosotros.

Estamos difundiendo el Evangelio por todo el mundo. Dios nos está ayudando en muchas maneras a proclamar Su Evangelio por todo el mundo. Al permitir que la Copa del Mundo de Fútbol tuviera lugar en Corea en el año 2002, Dios hizo que mi país fuera conocido por todo el mundo. Como la selección coreana llegó a la semifinal contra todo pronóstico, mi país dejó huella en las mentes de todo el mundo. Estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y Dios ha preparado un contexto ideal para nosotros para que nadie nos ignore. Creo que Dios ha hecho todas estas cosas porque está contento de que creamos y prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu, y para que podamos difundir este Evangelio de Verdad por todo el mundo. Estoy muy agradecido por esto.

Recientemente hemos impreso pegatinas y tarjetas de visita de nuestra misión en muchos

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idiomas para presentar nuestra página Web por todo el mundo. Nuestros trabajadores en todos los países están repartiendo estas pegatinas y tarjetas. Gracias a esto las almas que buscaban la Verdad visitarán nuestra página Web y encontrarán el camino de la vida. Aunque mucha gente ya ha visitado la página, mucha más gente lo hará más adelante.

Antes de terminar, me gustaría compartir un verso más: «No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre» (Juan 6, 46). Jesús dijo que sólo Él, que es de Dios, ha visto al Padre. Nadie ha visto a Dios en persona. Sólo Jesús ha visto al Padre. Pero también dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14, 9). Los nacidos de nuevo han visto a Jesús y por tanto han visto al Padre. Entre todos los cristianos, sólo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han visto al Padre y sólo ellos pueden compartir Su

amor y la salvación. Hoy en día hay mucha gente que dice creer en

Jesús. Pero muchos de los cristianos de hoy buscan su propia justicia y otros se enorgullecen de sus propias denominaciones. Además no mencionan el Evangelio que dice que Jesús vino por el Evangelio del agua y el Espíritu y nos salvó de todos nuestros pecados. Muchos pastores predican la Palabra de Dios para cubrirse las espaldas y sus sermones están dirigidos hacia la congregación para que den más dinero. Buscan a alguien que sea un fiel muy devoto a su iglesia y su pastor a través de su piedad y justicia, y hacen que de testimonio de su devoción para que el resto de la congregación sirva a la iglesia como él. Esta es una fe falsa. La fe correcta es creer en lo que Dios ha hecho por nosotros, no por la devoción o justicia propias. Hay algunos cristianos que afirman ciegamente no tener pecados aunque ni siquiera conozcan la

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base de la Palabra, pero la fe de esta gente es arbitraria y se engañan a sí mismos (1 Juan 1, 8).

¿Qué tipo de fe deberíamos tener? El que vino del Cielo nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Cumplió todas Sus promesas de salvación hasta la perfección, tal y como lo había profetizado. Los nacidos de nuevo creemos en toda la Palabra de promesa y en el próximo mundo de gloria que Dios nos ha prometido. Por eso vivimos nuestras vidas dando gracias y glorificando a Dios. Cuando tenemos fe en la Palabra de Dios y no una fe arbitraria, Dios se complace. Aunque somos demasiado insuficientes y débiles ante Dios, al creer en este Dios completamente perfecto y de insuperable majestad, y al confiar en Él, podemos revestirnos de toda Su gracia. Así es como podemos alabarle. Dios nos ha dado este tipo de gracia. Y quiere que difundamos esta gracia por todo el mundo.

Aunque ustedes y yo somos insuficientes, Dios vino del Cielo y nos revistió de Su gracia y gloria. Así es como vivimos nuestras vidas llenos de bendiciones y de gratitud, todo al creer en Él. Y así es como hemos podido obtener la vida eterna. Mis queridos creyentes, ¿creen que Dios les ha dado la vida eterna? La vida eterna significa que nunca morirán, sino que vivirán felices para siempre.

Dios había prometido en el Antiguo Testamento que nos salvaría de nuestros pecados y cuando llegó el momento, nuestro Señor vino al mundo y nos salvó perfectamente a través del Evangelio del agua y el Espíritu según Su promesa. Del mismo modo Dios también cumplirá Su promesa de darnos el paraíso en la tierra. Así que esperen llenos de esperanza. Tarde o temprano nosotros reinaremos en este planeta durante 1000 años. Después de reinar en el Reino Milenario, el Señor resucitará a los muertos, es

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decir, a los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, para que tengan el último juicio en sus cuerpos inmortales, después los arrojará al infierno y lo sellará. Y los justos que han nacido de nuevo del agua y el Espíritu disfrutarán de la vida eterna con Dios para siempre en Su Reino eterno.

Como creemos que el Señor nos ha dado estas bendiciones, tenemos esperanza. Gracias a esta fe nuestra, podemos estar llenos de alegría día tras día. Al haber nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, ustedes y yo estamos predicando este verdadero Evangelio en todo lugar y en todo momento. Aunque seamos insuficientes, damos gracias a Dios con nuestra fe, y hacemos esta obra con satisfacción. Si sólo miramos nuestras circunstancias, hay muchas cosas que nos frustran; sin embargo, cuando pensamos en todas las bendiciones que el Señor que vino del Cielo nos ha dado, podemos vivir

para siempre con corazones agradecidos. Doy gracias y gloria a Dios por darnos estas bendiciones.

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CAPÍTULO 10

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179 ¡Jesús nos ha dado la verdadera vida eterna!

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¡Jesús nos ha dado la verdadera vida eterna!

< Juan 6, 47-51 >

«De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo».

¿Han estado en paz? El tiempo vuela, pero con el tiempo el mundo ha sufrido muchos cambios. La gente que está traduciendo los libros al inglés

no ha entregado la traducción a tiempo y por eso estamos sufriendo muchos contratiempos en las obras de nuestro ministerio de literatura. Espero que se entreguen a esta obra como si fuera su propia obra. Por eso debemos rezar para que los trabajadores del Evangelio estén sanos y sean fieles. Además debemos rezar para que Dios cuide la situación política nacional e internacional, así como el marco socio-económico de nuestro país. Cuando nos encontramos con dificultades, debemos rezar y cuando recobramos las fuerzas, debemos obrar diligentemente.

En el pasaje de las Escrituras de hoy el Señor dijo: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna» (Juan 6, 47). Dios quiere darnos la vida eterna. Y Dios Padre ha dado vida eterna a los que creen en la verdadera salvación que Su Hijo, Jesús, ha cumplido. Al creer en la vida eterna que Dios nos ha dado, hemos

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alcanzado esa vida eterna. Para nosotros la vida eterna es algo muy

grande. Qin Shi Huang (259 a.C- 210 a.C), el primer emperador de China, quería vivir para siempre, no quería morir, así que mandó a sus súbditos que le trajesen el elixir de la vida. Lo que esto significa es que intentó todo lo que pudo para evitar la muerte. Pero al final murió. Cuando estaba en su lecho de muerte expresó su deseo de ser enterrado con sus súbditos, mujeres, concubinas y bienes materiales. Así mucha gente fue enterrada con él. Según las excavaciones más recientes, construyó una ciudad subterránea de 4 pisos para cuando muriera y esa tumba real tiene más de 2km2. Hizo que se esculpiesen muchos soldados de escayola y los enterró para que guardasen su tumba. Se han descubierto 7000 de estas figuras a tamaño natural en su ciudad subterránea, pero lo más sorprendente es que muchos de estos soldados tenían expresiones

faciales y vestimentas diferentes. ¿Pueden imaginarse cuánto quiso el emperador seguir siendo rey después de la muerte? Sin embargo murió cuando tenía 51 años.

¿Creen que el primer emperador de China quería la vida eterna? Todos los seres humanos quieren vivir para siempre. ¿Saben cuánta gente ha intentado conseguir la vida eterna? Todo el mundo sueña con la vida eterna pero es algo imposible. Los seres humanos no pueden vivir para siempre por sí mismos. Por tanto no es exagerado decir que el objetivo último de la humanidad es conseguir la vida eterna.

Sin embargo Dios dio la vida eterna a los que creen en el Señor. Nosotros somos los que hemos recibido la vida eterna por fe. Significa que, por fe, hemos adquirido la vida en la que nunca moriremos. Por mucho que queramos vivir para siempre, es imposible, pero como Dios nos amó tanto y quiso vivir con nosotros para siempre,

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nos ha dado la vida eterna a través del sacrificio de Su Hijo. ¡Qué maravillosa es esta bendición! Estoy agradecido de que hayamos conseguido la vida eterna. Dios nos ha concedido la vida eterna y nosotros nos hemos convertido en sus receptores. En realidad hemos conseguido la vida eterna. Por supuesto nuestra carne muere una vez, pero después, incluso nuestra carne vivirá de nuevo. Y la verdad es que viviremos con Dios y con Sus hijos y nunca tenemos que morir. La verdad es que hemos recibido esta vida eterna de Dios. Esta es una gracia maravillosa y una bendición maravillosa.

¿Cómo podemos convertiros en seres que nunca mueren?

Entonces, ¿qué debemos hacer para

convertirnos en seres que no mueren? No

conseguimos la vida eterna al sacrificarnos o al obtener ciertas habilidades, sino que la recibimos y la disfrutamos gracias a Dios Padre. ¡Qué maravillosa bendición! Lo que es maravilloso es el hecho de que Dios quiera vivir con nosotros para siempre. A través de Su Hijo, Jesús, Dios ha borrado todos nuestros pecados. No sólo nos ha dado la remisión de los pecados, sino que también nos ha concedido la vida eterna. Esta es una bendición verdaderamente maravillosa. Dios nos ha dado esto sin esperar nada a cambio y a pesar del hecho de que no valemos nada y por eso es una gracia maravillosa.

Somos seres que no mueren. Somos los que tenemos la vida eterna. Si pensamos en nosotros mismos en realidad no merecemos la vida eterna. Hay veces que deseamos volver al polvo cuanto antes posible porque vivir parece tedioso y porque no tenemos esperanza en la vida futura. Sin embargo sí que hay vida después de la

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muerte y juicio y resurrección, tal y como esperábamos. Además sí que existe el premio del Reino Mileranio. Dios dijo: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9, 27) y el hecho es que todo sucederá según la decisión de Dios.

Él nos quiso dar la vida eterna. Así que envió a Jesús y nos dio vida eterna a los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en Jesús como el Salvador. Así, nosotros, los que creemos hemos conseguido la vida eterna. Esto significa que Dios nos ha convertido en seres de la vida eterna. Y por tanto nos hemos convertido en seres diferentes de algún modo. Nos dimos cuenta del valor de nuestra existencia. A veces podríamos considerarnos débiles y sin valor. Sin embargo el hecho es que ustedes y yo no somos débiles ni inútiles, sino que somos seres que han conseguido la vida eterna. Es extremadamente

importante vivir sabiendo este hecho. De vez en cuando yo también me subestimo.

Antes de nacer de nuevo yo también me lamentaba diciendo: « ¿Por qué me hizo Dios nacer de nuevo para después seguir viviendo con tantas dificultades? Todo lo que tengo es este cuerpo mío». Aunque pasó cuando era joven, solía sentarme encima de una tumba y caer en el nihilismo diciendo: «Si muero, seré enterrado así. Esté será mi destino final, así que ¿para qué seguir viviendo?». Y por eso intenté averiguar la razón por la que existía en este mundo y aún así no la encontré y entonces empecé a creer en el cristianismo e intenté vivir virtuosamente. Pero al entrar en esta religión llamada cristianismo, me di cuenta de que vivir virtuosamente no era fácil y vi cómo mis pecados se revelaban cada vez más.

Y entonces recibí la sabiduría del Evangelio del agua y el Espíritu por la gracia de Dios.

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Cuando percibí el Evangelio del agua y el Espíritu por primera vez me quedé maravillado por el hecho de que no había pecado dentro de mi corazón. El Espíritu Santo que está dentro de mí estaba tan movido que no podía quedarme quiero y por eso empecé a predicar este Evangelio del agua y el Espíritu esperando que todo el mundo estuviese sin pecado también, del mismo modo en que mi corazón estaba sin pecado. Al predicar este Evangelio verdadero, una cosa me pareció cada vez más cierta, que la gente de hoy en día no conoce la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso me he dedicado a difundir este Evangelio por todo el mundo hasta ahora.

Para darnos la vida eterna, Dios Padre nos hizo nacer en este mundo y envió a Su Hijo para recibir el bautismo, morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Además al grabarlo en la Palabra de Verdad nos hizo darnos cuenta de que

Dios nos ha convertido en seres que viven para siempre. Esto significa que Dios nos ha convertido en seres que nunca mueren. La verdad es que Dios nos ha convertido en Sus hijos que vivirán con Él y disfrutarán un gozo interminable con la divina autoridad. Debemos saber que Dios hizo planes para darnos la vida eterna. Por eso Dios perdonó nuestros pecados y nos convirtió a los que creemos en Él en Sus hijos. Doy gracias a Dios que nos ha permitido vivir durante toda la eternidad.

Debemos darnos cuenta de en qué tipo de seres humanos nos hemos convertido. Lo que debemos hacer es conocer lo que la Palabra de Dios nos ha dicho y creer en ello sin darnos demasiada importancia ni subestimarnos. Ustedes y yo, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido la vida eterna.

El Señor dijo: «Yo soy el pan de vida» (Juan

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6, 48). Al enviar a Su único Hijo al mundo, Dios Padre nos hizo recibir la remisión de los pecados. Hemos recibido la vida eterna al creer en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, obras que fueron llevadas a cabo por Jesús en Su cuerpo. Como Dios quiso convertirnos en seres que viven para siempre, nos ha revestido de tan enorme gracia.

Se dice que los que creen en el Hijo tienen la vida eterna. Jesús vino al mundo desde el Cielo encarnado en un hombre y tomó nuestros pecados en Su cuerpo. Y entonces, al cargar con nuestros pecados y recibir el castigo por ellos y al resucitar de entre los muertos, nos salvó. Esto significa que Jesús se entregó como el pan de vida para salvarnos cuando nuestros espíritus estaban necesitados y no podían evitar ni la muerte ni la maldición de nuestros pecados. La verdad es que se hizo así para que recibiésemos la vida eterna si comíamos de la carne y

bebíamos la sangre de Jesús, que es el pan de vida. Al creer en las obras que Jesús llevó a cabo hemos comido la carne y hemos bebido la sangre de Jesús, y así hemos conseguido la verdadera vida. Por eso Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida» (Juan 6, 48). Pudimos recibir la vida eterna al comer la carne y beber la sangre de Jesús por fe.

Para recibir la vida nueva y mantener la verdadera vida debemos creer de corazón en que Jesús es el pan de vida. Uno no vive por comer el elixir de la vida. Si dejamos a Jesús aparte y digamos que bebemos un elixir de la vida; ¿no sería injusto ya que los ricos y poderosos se lo beberían todo?

Dios Padre hizo que la humanidad tuviese vida nueva al darnos a Su Hijos, Jesús. La verdad es que nos ha dado el pan de vida a través de Jesús. El verdadero camino hacia la nueva vida y la vida eterna es tener fe en las obras de Jesús, nuestro Salvador. El camino hacia la vida eterna

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es creer en las obras de Jesús, entre ellas Su bautismo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección. Si tenemos fe en Él en nuestros corazones y creemos en Su bautismo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección, comeremos el pan de vida y recibiremos la vida sin muerte. Está escrito: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos de los Apóstoles 4, 12). Dios hizo que sólo los que creyesen en Jesús recibiesen la salvación de la muerte. Sólo si comemos al Hijo de Dios que es el pan de vida podemos recibir la vida eterna. El Señor permitió que quien comiese este pan recibiese la vida eterna.

Debemos recordar que Jesús vino al mundo para convertirse en el pan de vida. Y debemos tener fe en esto. Jesús, que fue bautizado en la carne como pan de vida, tomó nuestros pecados, recibió el castigo en la Cruz en nuestro lugar, y

sufrió la muerte por nosotros, nos ha dado la vida eterna a los que creemos en Él como el verdadero Salvador. Deben conocer las intenciones de Dios al darnos la vida eterna y creer en Jesús, que se ha convertido en el pan de vida, como nuestro verdadero Salvador. Al tener fe, deben comer el pan de vida, y recibir las bendiciones de la vida eterna. Como creen, recibirán la vida eterna, pero si no creen, recibirán la maldición eterna.

El pan verdadero que da la vida eterna a la humanidad es Jesús. No debemos tener fe en nadie aparte de Jesús y tampoco debemos confiar en nadie más. Debemos recordar y creer que sólo la Santa Trinidad, es decir Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo, puede resolver el problema de los pecados del mundo, así como el problema de la vida y la muerte.

Jesús se convirtió en nuestro verdadero pan de vida. Se convirtió en nuestro verdadero pan de vida para que estuviésemos sin pecado y así

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viviésemos con Dios durante toda la eternidad como hijos de Dios sin pecado en nuestros corazones. ¿Creen en Jesús que se ha convertido en nuestro verdadero pan al ser bautizado, morir en la Cruz y resucitar? Yo también creo. Así que la verdad es que hemos recibido la vida eterna. Por tanto no tenemos miedo de la muerte. Y así no nos damos demasiada importancia ni nos infravaloramos. Lo único que debemos hacer es dar gloria a Dios al darnos cuenta de la vida eterna que Dios nos ha dado al creer en ella. Debemos darnos cuenta de eso. Hemos recibido una vida eterna al tener fe en Jesús que se ha convertido en el pan de vida.

Es costumbre en Corea saludar a los vecinos con pasteles de arroz cuando se acaban de mudar o cuando abren una tienda nueva. Esto se hace para establecer una buena relación, así como para pedir que alguien les guíe. Los nacidos de nuevo son los que comparten el pan de vida. Ahora

estamos difundiendo el camino hacia la vida eterna por todo el mundo. La obra actual de difundir el Evangelio del agua y el Espíritu es la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu. Dentro de nuestros corazones está el pan de vida. Como somos los que tienen el pan de la vida eterna, estamos compartiendo este pan a través del Evangelio del agua y el Espíritu. La verdad es que difundir el Evangelio del agua y el Espíritu es hacer la obra de compartir el pan de vida con la gente.

Por tanto somos los que tenemos la llave para borrar los pecados de la gente (Mateo 16, 19). Ustedes y yo hemos recibido la vida eterna al comer por fe el pan de vida que Jesús nos ha dado, y ahora nos hemos convertido en mensajeros del pan de vida. Cuando la gente escucha y cree en este Evangelio del agua y el Espíritu, recibe la vida eterna. Han recibido el mejor don de todos. ¿Acaso recibir la vida eterna

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no es una bendición maravillosa? Este Evangelio que estamos difundiendo es algo grande y por tanto la misión de difundir el Evangelio es una obra muy valiosa.

El Señor dijo: «Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 49-51). Dios quiso enviar el pan de vida del cielo para que viviésemos de él y lo hizo. Quiso alimentarnos con el pan de vida al darnos Su carne y nos convirtió en los que viven eternamente al alimentarnos con la carne de Jesús, que comimos por fe.

Jesús nos está insistiendo para que comamos Su carne. Dijo que nos daría vida al entregarnos Su carne: ¿A qué se refiere esto? Se refiere al

Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos. Al nacer en este mundo encarnado en un hombre, Jesús quiso borrar nuestros pecados. Y así, para darnos la bendición de la vida eterna, tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el bautismo, fue crucificado y resucitó de entre los muertos. Entonces dio la remisión de los pecados, el poder de convertirse en hijos de Dios y la bendición de la vida eterna a los que creen en Jesús, que se ha convertido en el pan de vivo que vino del Cielo.

Jesús nació en este mundo del cuerpo de la Virgen María. Y ha cumplido nuestra salvación con la obra justa que hizo cuando tenía 33 años: nos ha salvado al ser bautizado por Juan el Bautista, al ir a la Cruz con todos los pecados del mundo, ser crucificado y ascender a los Cielos. Nuestro Señor nos dio Su carne para que recibiésemos la vida eterna.

Jesús no vino al mundo para decir: «Creed en

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Mí incondicionalmente. Soy el Hijo de Dios, creed en Mí a ciegas». La verdad es que Él tomó los pecados del mundo al recibir el bautismo de Juan el Bautista en Su carne para convertirse en el pan de vida. Al hacer esto, borró nuestros pecados completamente y acabó con el castigo que había para nuestros pecados al ir a la Cruz con todos esos pecados y recibir el castigo en nuestro lugar. Entonces, al resucitar de entre los muertos, nos ha dado vida eterna a los que creen en Él, el pan de vida que vino del Cielo. Así es como Jesús nos ha dado la remisión eterna de los pecados.

Así debemos conocer la justicia de Jesús y creer en ella, y también que ésta está dentro del Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús se identificó como el pan de vida que vino del Cielo y al comer este pan vivo por fe hemos conseguido la vida eterna. Debemos comer el pan de vida de la salvación al conocer la

intención de Dios de darnos la remisión de los pecados y la vida eterna por tener fe en la obra de Jesús que borró nuestros pecados completamente a través de Su bautismo, Su sangre en la Cruz, Su muere y Su resurrección. Sólo si tenemos esta fe podemos recibir la verdadera salvación y la vida eterna.

Estoy seguro de que nunca es suficiente por mucho que prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu una y otra vez. Lo que es importante debe hacerse saber durante toda la eternidad. Para darnos el pan de vida, Dios envió a Su único Hijo a este mundo, hizo que cargase con los pecados del mundo al hacer que fuese bautizado, fuese a la Cruz a morir y al hacer que resucitase, y después al sentarlo a la derecha del trono de Dios hasta ahora. Por eso cuando comemos el pan de vida al tener fe en Jesús, podemos recibir la vida eterna.

Pero ¿podemos creer selectivamente en

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algunas cosas de las obras que el Señor ha hecho y en otras no? Para darnos vida, Jesús vino al mundo, fue bautizado y nos salvó al morir en la Cruz. Pero ¿podemos tomar a la ligera algunas de las obras de Jesús y dar importancia a otras? Todas las obras que Jesús ha hecho eran por nosotros. Todas son esenciales. Para darnos vida eterna el Señor borró todos nuestros pecados y nos hizo hijos de Dios. Yo creo que el Señor nos dio el Evangelio del agua y el Espíritu para darnos las bendiciones eternas. ¿Creen lo mismo que yo?

El Señor dijo: «El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). ¿Qué significa la carne del Señor? ¿Cuál es la razón por la que nació encarnado en un hombre? ¿Acaso la razón no fue salvarnos al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz cargando con los pecados del mundo y resucitar? ¿Acaso vino sólo para ser clavado a la

Cruz? «Soy el Hijo de Dios. ¿No levanté yo a los muertos? Voy a morir en la Cruz por vosotros. Así que creed en Mí». ¿No es así? No. La verdad es que la gente muere por sus pecados y para poder convertirse en hijos de Dios y recibir la vida eterna, deben comer la carne de Jesús por fe. El bautismo que Jesús recibió en este mundo, la obra de morir clavado en la Cruz y la obra de ser resucitado de entre los muertos, son todas obras que debemos comer por fe. Debemos grabar en nuestros corazones que recibimos la vida eterna porque Él nos ha dado Su fe. Debemos creerlo.

Él vino al mundo para borrar nuestros pecados y destruir la obra del diablo. ¿Quién es el diablo? Es alguien que convierte a la gente en siervos del pecado al hacer que pequen y al final su tentación hace que sean destruidos con él. Pero el Señor vino para librar a la humanidad del pecado y destruir la obra del diablo. Debemos conocer la voluntad de Dios y tener fe en ella. Además

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debemos aceptar las obras que Dios ha hecho y creer en ellas tal y como son.

No somos salvados al creer en doctrinas que salen de los pensamientos humanos, tales como la doctrina de la salvación, la doctrina de la santificación, la doctrina del arrepentimiento, etc. En realidad debemos creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, a través del cual Dios nos ha salvado de nuestros pecados al enviar a Su único Hijo al mundo. Sólo si tenemos fe en las obras que Él ha hecho según este plan podemos ser salvados. La verdad es que recibimos la vida eterna al escuchar, saber y creer en la Palabra del Evangelio de salvación. Al darnos Su carne el Señor nos dio vida a los que creemos en la Verdad. ¿Pudieron recibir la vida al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Han conseguido la vida eterna? Si es así nunca morirán.

En el último momento, cuando llegue la

tribulación, mi carne morirá al instante. Yo tengo un carácter impaciente, así que cuando los subordinados del anticristo intenten meterme dentro de un caldero con agua hirviendo, probablemente dejaré de respirar antes de ser arrojado al caldero. Pero cuando el Señor vuelva, hará que vivamos de nuevo. En ese momento incluso nuestros cuerpos serán devueltos a la vida. Nuestros espíritus han adquirido la resurrección y la vida eterna. Se han convertido en espíritus que pasaron de la muerte a la nueva vida y ahora estamos esperando que nuestra carne débil resucite para que tengamos cuerpos que no mueran. El Señor dijo que haría que nuestra carne viviera de nuevo. Del mismo modo en que Él resucitó, dijo que nuestra carne resucitaría también. Debemos ser los que vivirán disfrutando la vida eterna.

En realidad, si sólo pensamos en nosotros en términos carnales, no valemos para nada. Esto se

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debe a que somos seres que siempre cometen pecados y son egoístas. Pero en realidad yo he recibido la vida eterna. Esto fue posible gracias a Dios y no a mí. Del mismo modo en que Abraham fue aprobado por tener fe en la Palabra de Dios, nosotros hemos recibido la vida eterna por tener fe en la Palabra que nos dice que Dios nos ha dado vida eterna. Así que no debemos despreciarnos, sino que debemos respetarnos a nosotros mismos porque Dios nos respeta y debemos seguir viviendo con la fe y el corazón de Abraham. ¿Cómo podría expresar con palabras la bendición de la vida eterna?

Estoy tan agradecido a Dios por danos la vida eterna. Y pienso en ustedes como personas respetables. Y no creo que les falte más que a mí. No están atados al mundo. Ustedes son los obreros de Dios, Sus discípulos, Sus hijos y los que disfrutarán de la vida eterna con Él. Creo en esto. Debemos respetarnos los unos a los otros.

No podemos evitar ignorar a los que nos creen en este Evangelio a pesar de saber que Dios también los ignora. Pero cuando se trata de los que creemos, debemos respetarnos porque somos respetables. Espero que los que no creen, crean. A los que creen los consideramos respetables. Debemos recordar el hecho de que Dios nos ha hecho vivir para siempre y pensar en la vida eterna que disfrutaremos durante toda la eternidad. Además debemos tratarnos con respeto.

Cuando llegue el momento en que cambie nuestra carne, no nos reconoceremos los unos a los otros. No hay distinción de género en un cuerpo resucitado (Mateo 22, 30). Si la memoria de la vida en la tierra volviese, entonces sería como estar en el infierno, porque probablemente frunciríamos el ceño pensando: «Este imbécil me hizo esto y lo otro» y diríamos blasfemias. Este odio persistirá en los que vayan al infierno, pero

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los que vivan para siempre en el Cielo no tendrán estos deseos ni pensamientos.

Tenemos mucha suerte de haber recibido la vida eterna en estos últimos tiempos. El hecho de que hayamos recibido la vida eterna al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu es una bendición que nos hace bailar de gozo durante todas nuestras vidas. No importa cómo vivamos en este mundo. No importa que lo perdamos todo. Esto se debe a que hemos recibido la vida eterna en el Cielo y como hemos recibido la bendición de poder vivir el resto de nuestras vidas junto con el Evangelio. Dios nos dio la vida eterna a través de Jesús. Y así no nos puede pasar nada malo aunque no podamos hacer lo que queramos en este mundo y no tendremos nada que resentir en nuestros corazones.

Cuando empecé a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu después de haber recibido la remisión de los pecados, me sentí muy bien. Sin

embargo, aunque me sentí bien, hubo un tiempo en que pensé: «Si vivo así, ¿no perderé muchas cosas en la vida? ¿No debería vivir por algo para mí?». Pero al conocer al Señor mejor y servirle cada vez más, descubrí que Él me estaba sirviendo a mí, en vez de yo a Él. Así el Señor estuvo a mi lado y me guió y pudo seguir y servir al señor sin haber perdido la vida eterna incluso hasta este momento.

El Señor me dio la vida eterna, por tanto ¿qué me falta? Hay un sentimiento de satisfacción en mi corazón. Como está escrito: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mateo 5, 3-6), mi corazón está lleno porque mi

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espíritu está lleno del Espíritu Santo. La Palabra de Dios se ha convertido en el alimento de mi vida y por eso mi espíritu está lleno. Estoy muy agradecido por ello.

Estoy al corriente de que no es fácil para ustedes llevar su vida social y laboral. Pero todas estas dificultades pueden dejarse atrás porque tenemos las bendiciones de Dios donde ha borrado nuestros pecados, nos ha tomado como Sus hijos, nos ha dado la vida eterna y nos ha concedido riquezas y gloria eternas. Está escrito: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8, 18). Por tanto estas dificultades pueden superarse, y aunque nos falte algo, estamos agradecidos a Dios por confiarnos Su obra. Además, si no fuera así, todavía estaríamos agradecidos. Estamos agradecidos por salvarnos y darnos la vida eterna. Estamos

agradecidos por confiarnos la obra de difundir este Evangelio del agua y el Espíritu. Estamos agradecidos por permitirnos vivir junto con Dios. Como hemos recibido esta gran gracia del Señor nunca se agotará aunque la compartamos con los demás una y otra vez.

Gracias a que Dios nos está dando Su gracia para la eternidad, podemos alabarle, darle gloria y darle gracias siempre. Por la fuerza que nos ha dado y la gracia que nos ha mostrado, estamos agradecidos y por eso hacemos Su obra con devoción.

Estamos agradecidos por esta gracia. Sobre todo estamos agradecidos por darnos la vida eterna.

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CAPÍTULO 11

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195 Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada

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Cómo participar en la Sagrada Comunión con la

fe adecuada < Juan 6, 52-56 >

«De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de

este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum».

Jesús se describió como el pan de vida y dijo:

«El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). Entonces siguió diciendo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él» (Juan 6, 53-56). Al escuchar esto incluso los discípulos de Jesús dijeron: «Esto es difícil; ¿quién lo entiende?».

Comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre al creer en el Evangelio del agua y el

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196 Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada

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Espíritu. Cuando comemos la carne el Señor desaparecen los pecados de nuestros corazones. En otras palabras, quien come la carne del Señor está sin pecado porque los numerosos pecados que había en su corazón han desaparecido. Si creemos en la Palabra de que Jesús tomó todos los pecados del mundo a través de Su bautismo en el río Jordán, nuestros pecados se borran por completo. Nos convertimos en personas sin pecados cuando comemos la carne de Jesús al creer que todos los pecados del mundo se pasaron a Jesús cuando fue bautizado en Su cuerpo.

Si se nos prepara un festín con todo tipo de manjares, si no nos lo comemos, no estaremos llenos. Del mismo modo los que no comen la carne que Jesús nos ha dado no pueden recibir la remisión de los pecados y por tanto sus pecados permanecen intactos. Estamos sin pecado si comemos la carne de Jesús al creer que Él cargó

con todos nuestros pecados al ser bautizado en Su cuerpo y así nos ha dejado sin pecados. Por eso debemos comer la carne del Señor una y otra vez. Y debemos beber Su sangre espiritualmente tan a menudo como nos sea posible. El pan de vida que el Señor nos ha dado es la carne de Jesús y Su sangre.

Quien come la carne de Jesús y bebe Su sangre por fe es un hombre bendito. Estoy muy agradecido porque el Señor nos ha dado Su carne. Al alimentarnos de la carne del Señor todos los días, podemos decir a Dios: «No tengo pecados». ¡Qué fe tan grande! ¿Qué nos hubiera pasado si Jesús no nos hubiera dado Su carne? ¿Dónde encontraríamos la Verdad que nos deja sin pecados? ¿Podíamos estar sin pecado gracias a nuestras buenas obras? ¿Podíamos estar sin pecado al dejar de lado todas nuestras posesiones? ¿Podíamos estar sin pecados al vivir virtuosamente? ¿O podíamos estar sin pecado al

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197 Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada

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ser santificados? No, si no fuera por la carne de Jesús nunca podríamos estar sin pecado. Al comer la carne de Jesús y beber Su sangre podemos estar sin pecado ante Dios y los hombres.

No tenemos pecados porque hemos comido la carne de Jesús y hemos bebido Su sangre

Jesús nos entregó Su cuerpo y ahora estamos

sin pecado al comer la carne del Señor. Al creer en lo que el Señor ha hecho por nosotros, estamos sin pecado en nuestros pecados. En Juan 6, 63 el Señor dijo: «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha». En otras palabras, es inconcebible comer la carne de Jesús y beber Su sangre físicamente, y por eso no debemos pensar en ello en términos carnales. El

Señor ha borrado todos nuestros pecados con Su carne y Su sangre. Al comer esta carne del Señor, estamos sin pecado. ¡Esto es maravilloso! Estamos sin pecado al comer la carne del Señor. La carne del Señor tiene tanto poder que quien come la carne de Jesús está sin pecado. Comemos esta carne del Señor al creer que Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado en el río Jordán, que pagó el castigo por nuestros pecados al ser crucificado y derramar Su valiosa sangre en la Cruz mientras cargaba con los pecados del mundo, y que así nos ha dado la verdadera vida.

Cuando estamos débiles y sentimos que todavía tenemos pecados, debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre por fe. Esto es lo que debemos hacer ante Dios como gente espiritual. Incluso entre los discípulos de Jesús había algunos que no creían que era el Hijo de Dios, y había otros que no creían que hubiera

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198 Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada

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cargado con los pecados del mundo. Del mismo modo, entre los cristianos de hoy en día muchos no creen que Jesús aceptase los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, aunque esto sea la clara Verdad.

El Señor dijo que viviremos para siempre si comemos Su carne y bebemos Su sangre

Como Dios Padre planeó nuestra salvación en

Jesús para librarnos a través de Su carne y sangre, y como el Señor ha completado este plan a la perfección, Dios ha hecho posible recibir la vida eterna para todos los que creen en la obra del Señor tal y como la hizo. Al ofrecer Su cuerpo y sangre por nosotros, el Señor nos ha dado la eterna remisión de nuestros pecados y nos ha convertido en hijos de Dios. Ahora Dios

vive en nosotros hasta el final del mundo como Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Sin embargo casi todos los cristianos toman parte en la Sagrada Comunión como un ritual religioso, sin entender lo que es el pan y el vino que se comparten en ella. El pan y el vino que se comparten en la Sagrada Comunión no deben considerarse sólo la sangre de la Cruz. Pero el pan de la Sagrada Comunión debe tomarse cuando se entiende que Jesús tomó los pecados del mundo a cuando fue bautizado por Juan el Bautista, y el vino debe tomarse sabiendo que Jesús fue crucificado porque llevaba encima los pecados del mundo. Por tanto para participar en la Sagrada Comunión correctamente debemos conocer el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él.

Si creemos en la carne y la sangre de Jesús recibiremos la remisión de nuestros pecados y viviremos para siempre. Así que si alguien

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199 Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada

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intenta borrar sus pecados por su cuenta sin creer en la carne y la sangre de Jesús, esa persona no es más que un idiota. Por tanto si todavía tienen pecados deben entender la razón por la que Jesús nos dijo que comiésemos Su sangre y bebiésemos Su sangre, y al unirse con Él por fe deben recibir la remisión de los pecados. Al creer en el bautismo de Jesús, hemos borrado nuestros pecados en Cristo y al creer en Su sangre derramada en la Cruz, hemos escapado de la condena de los pecados completamente. Si aún así están intentando borrar sus pecados por su propia cuenta al ofrecer oraciones de penitencia, su fe está equivocada y es arrogante. Después de todo, ¿quién puede borrar sus propios pecados? No hay nadie en este mundo que pueda hacerlo. Si intentan hacerlo, quedarán decepcionados. Ahora que Dios vive en nuestros corazones, debemos vivir confiando en la carne y la sangre de Jesús. Pueden llevar a cabo la obra de Dios al

creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro señor vino al mundo encarnado en un

hombre para salvarnos de los pecados del mundo y para tomar los pecados de la humanidad de una vez por todas fue bautizado por Juan el Bautista en Su cuerpo. Además fue crucificado y derramó Su sangre hasta morir para pagar el castigo de nuestros pecados y para ello también se levantó de entre los muertos. Así es como Jesús nos ha dado la verdadera remisión de los pecados y la vida eterna a todos nosotros, a los que hemos comido Su carne y bebido Su sangre por fe. Los que tienen esta fe y este conocimiento alaban al Señor con fe. Al darnos Su carne y Su sangre, Jesús nos ha permitido a todos los creyentes recibir la remisión eterna de los pecados y la vida eterna.

Hay dos sacramentos que el Señor ha establecido en la Iglesia, es decir para Sus discípulos: uno es el sacramento del bautismo y

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200 Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada

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el otro el de la Comunión. El sacramento del bautismo es un signo de fe de los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, para confirmar y confesar su fe. Antes de ascender a los Cielos el Señor dijo: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28, 19-20). El Señor nos ordenó que predicásemos el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente y les ayudásemos a recibir la remisión de los pecados; que hiciésemos discípulos de los redimidos y los bautizásemos por su fe en el bautismo de Jesús; y que enseñásemos a los que se han convertido en discípulos todo lo que el Señor nos ha enseñado y ordenado.

En segundo lugar el Señor nos ordenó que

tomásemos la Sagrada Comunión para recordar cómo nos ha dado Su carne y Su sangre. El pan y el vino que recibimos en la Comunión simbolizan el cuerpo y vida que nuestro Señor nos entregó para borrar nuestros pecados. Estos dos sacramentos nos hacen creer que como nuestro Señor fue bautizado y derramó Su sangre en la Cruz cuando vino a este mundo, ha borrado completamente nuestros pecados. El que Jesús nos entregase Su carne significa que tomó todos nuestros pecados sobre Su cuerpo de una sola vez a través de Su bautismo. Todos debemos aceptar que Jesús tomó los pecados del mundo en Su bautismo, los llevó a la Cruz con Él, murió en nuestro lugar y así ha borrado todos nuestros pecados; y por tanto debemos grabar esta Verdad en nuestros corazones por fe.

¿Creen ahora que Jesús nos ha dado Su cuerpo? Para borrar todos nuestros pecados, el Señor ofreció Su cuerpo por nosotros. El que

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Jesús viniese al mundo a imagen de la humanidad fue para recibir esos pecados de los humanos cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Los que creen que Jesús entregó Su cuerpo inocente e inmaculado por nuestros pecados y los aceptó en Su bautismo pueden recibir la perfecta remisión de los pecados. Como Jesús ofreció Su cuerpo voluntariamente para cargar con nuestros pecados y ser condenado por ellos para borrarlos, ahora estamos sin pecado ante Él. Deben entender esto correctamente cuando tomen el pan y el vino en la Comunión. Del mismo modo en que nuestras vidas físicas se mantienen si comemos el pan de la carne, al creer en que Jesús cargó con nuestros pecados en Su cuerpo al ser bautizado podemos comer Su carne y conseguir la vida eterna.

El cristianismo de hoy en día predica sólo el cáliz de Jesús, es decir, Su sangre: sin embargo, en realidad el Señor nos ha dado tanto Su carne

como Su sangre. Debemos entender la razón por la que Jesús nos dio Su sangre. El que nuestro Señor nos diese Su carne significa que cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Por tanto cuando recibimos el pan y el vino en la Comunión que constituyen la carne y sangre de Jesús, debemos recordar que hemos sido salvados del pecado al creer en Su carne y Su sangre y debemos darle gracias. Cuando participamos en la Comunión para comer la carne de Jesús y beber Su sangre, debemos participar con nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.

Damos gracias a Dios ¿Quiénes somos para que el Señor se preocupe

tanto por nosotros? Los seres humanos merecen vivir en su estado deplorable para luego volver a

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ser polvo y ser arrojados al fuego eterno del infierno por sus pecados y para pagar el precio eterno del pecado. Pero, a pesar de esto, Dios Padre nos amó tanto que envió a Su único Hijo al mundo para que fuese nuestro Salvador. Como Jesús vino al mundo según la voluntad de Dios Padre, fue bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre hasta morir y así quitó nuestros pecados y la condena por ellos para hacernos hijos de Dios, ahora todos los que creemos en esta Verdad estamos en deuda con el Señor por amarnos tanto. Estamos agradecidos enormemente porque nos ha salvado de nuestros pecados a través del amor de Dios.

Cuando pienso en las almas que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, estoy lleno de gratitud. Cuando escucho a nuestros hermanos y hermanas del extranjero darnos la buena noticia de que han nacido de nuevo al leer nuestros

libros, mi corazón se llena de felicidad, como si yo mismo hubiese recibido la remisión de los pecados. Del mismo modo en que los que han recibido la remisión de los pecados están contentos en sus corazones por los que reciben la remisión de sus pecados después de ellos, Dios también está contento por ver a las almas nacidas de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Hemos sido salvados de nuestros pecados gracias al amor de Dios y por eso le damos gracias por Su amor y salvación.

¿Han sido salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu llenos del amor de Dios y Su salvación? No debemos olvidar ni la sangre ni la carne de Jesús. Si olvidásemos o bien el bautismo de Jesús o Su sangre derramada en la Cruz, estaríamos implicando que el amor de Dios y Su gracia son en vano, y por tanto debemos amar Su Verdad en nuestros corazones con fe. Es inevitable alabar a

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Dios por Su amor y Su salvación. Damos gracias a Dios Padre porque nos ha

salvado perfectamente y nos ha hecho hijos Suyos a través de la carne y la sangre de Su Hijo Jesús, a pesar de que cometamos pecados. El Señor nos ha dado la sabiduría para entender las cosas espirituales del Cielo. Doy gracias a Dios por darnos esta salvación y por amarnos. Estoy muy agradecido al Señor y le amo mucho por borrar nuestros pecados. Siempre que rezo a Dios Padre no tengo casi nada más que decir aparte de gracias.

Si no fuera por la carne y la sangre de Jesús, ¿cómo hubiésemos sido salvados? Al acordarse de nosotros por Su amor, Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y por eso hemos alcanzado nuestra salvación por fe. Como siempre somos insuficientes, no podemos evitar vivir como pecadores y seguir pecando de corazón, de

pensamiento y en nuestras acciones. Pero a pesar de esto hemos alcanzado nuestra salvación porque Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre en la Cruz.

Ahora que hemos comido la carne de Jesús y bebido Su sangre por fe podemos entrar en el Cielo. Si hay alguien a quien de verdad amen deben predicar a esa persona el Evangelio del agua y el Espíritu por su propio bien. Así es como se difunde el Evangelio. Creo que en un futuro no muy remoto la gente de todo el mundo aceptará el precioso Evangelio del agua y el Espíritu.

¿Alguno de ustedes todavía no ha nacido de nuevo? Si es así deben dejar de lado sus pensamientos carnales y tomar la carne y la sangre de Jesús por fe. A parte de la Verdad que Dios nos dio, ¿en qué pueden confiar en este mundo? Creo que la vida más feliz y pacífica del

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mundo para nosotros es conocer el poder y la sabiduría de Dios y confiar en estas cosas al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu dentro de la Iglesia de Dios. Es una bendición maravillosa poder escuchar este Evangelio del agua y el Espíritu con nuestros oídos y corazones mientras vivimos en este mundo. ¿No es maravilloso ahora que podemos decir que no tenemos pecados porque hemos escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu y creído en él? Estoy muy contento porque ahora puedo tomar la carne y la sangre de Jesús escritas es la Palabra de Dios al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu en Su Iglesia.

La Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la Palabra más espiritual que vino del Cielo. Este Evangelio es la Palabra de Verdad, el camino de la vida y la Verdad inamovible que la gente no había escuchado hasta ahora. Mis queridos hermanos, aunque sus cuerpos sufran

durante un tiempo en este mundo, sus vidas están llenas de gratitud al vivir sin pecado gracias a haber escuchado la Palabra y haber creído en ella. Ustedes y yo hemos recibido el don más preciado del mundo que se denomina Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora les pido que no se tomen a la ligera este regalo que han recibido de Dios. Les pido que no se burlen de Dios con su falta de conocimiento y de fe sin conocer ni creer en la sangre y carne de Jesús. Dios Padre nos ha hecho hijos Suyos al darnos la vida de Su Hijo, que era más valiosa que Su propia vida. Gracias al Espíritu Santo que vive en los corazones de la gente que se ha unido al pueblo sin pecado de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, estoy seguro de que nunca se burlarán de este Evangelio. Así que les pido que amen el Evangelio del agua y el Espíritu y lo guarden en sus corazones para siempre.

Estamos agradecidos porque ahora podemos

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dar a todo el mundo el conocimiento correcto de la carne y la sangre de Jesús dentro del Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestros corazones están llenos de gozo porque podemos predicar a todas las naciones y a toda la gente del mundo el Evangelio del agua y el Espíritu que guarda el secreto de la carne y la sangre de Jesús. Por el hecho de que nuestro Señor amó a la raza humana, sería un acto de ingratitud ignorar este amor que ha venido por la sangre y la carne de Jesús. Como no podemos guardar esta Verdad para nosotros mismos, queremos compartir con todo el mundo el secreto de la carne y la sangre de Jesús que manifiesta el amor de Dios. Les pido que unan sus corazones y oren por este ministerio.

De ahora en adelante todo el mundo comerá la carne y beberá la sangre de Jesús por fe. Espero sinceramente que el amor de Dios y Sus bendiciones, que vienen al creer en la carne y la

sangre de Jesús espiritualmente, recaigan sobre ustedes en abundancia.

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CAPÍTULO 12

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207 Jesús, que nos ha dado el pan de vida

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Jesús, que nos ha dado el pan de vida

< Juan 6, 54-63 > «El que come mi carne y bebe mi sangre,

tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum. Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta

palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida».

El Señor ha borrado todos sus pecados y los míos

Al venir al mundo nuestro Señor tomó todos

los pecados de mi alma, los borró todos y fue juzgado por ellos. Al hacerlo nos hemos convertido en gente sin pecado. Convertirse en un espíritu sin pecado, una persona debe que no tiene pecado, es un suceso extraordinario. Pero no hay nadie que no tenga pecados a parte de los que han recibido la salvación.

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208 Jesús, que nos ha dado el pan de vida

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Ustedes tienen la carne, pero también tienen espíritu. Gracias a que Jesús, que es Dios, ha borrado todos los pecados de nuestros espíritus, nos hemos convertido en justos sin pecado porque nuestros espíritus han recibido la salvación. ¿Qué mayor bendición hay que convertirse en una persona sin pecado? Debemos darnos cuenta de que la bendición que nos ha llegado al estar sin pecados es algo muy grande. La mayor bendición es el hecho de estar sin pecado. Esto se debe a que hay muchas ventajas cuando estamos sin pecado. En primer lugar podemos vivir en este mundo sin dudas. EL hecho de poder vivir con la cabeza alta en este mundo sin tener miedo del juicio es una bendición que sólo puede tener una persona cuyos pecados han desaparecido por el agua y el Espíritu. Damos gracias sinceramente a nuestros Señor y le damos gloria.

Queridos hermanos, pensar que somos los

únicos que disfrutan de esta bendición de estar sin pecado me hace sentirme mal por los que no la han recibido. Incluso Dios no quiso que sólo fuésemos nosotros los que conocemos este maravilloso Evangelio. Por eso deseo que al difundir este Evangelio podamos hacer que otras personas estén sin pecado como nosotros. Como esta obra es una orden del Señor (Mateo 28, 19-20) estamos difundiendo este Evangelio por todo el mundo contentos de hacerlo. Nuestro Señor nos pidió que compartiésemos este Evangelio con todo el mundo. ¡Qué grande y perfecto es el amor de Dios! Nos dijo que enseñásemos a todas las naciones cuánto nos ama Dios y cómo el Señor borró nuestros pecados y nos dio la vida eterna.

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209 Jesús, que nos ha dado el pan de vida

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Gracias a que el Señor ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, ahora no tenemos pecados en nuestros corazones

Queridos hermanos, como seres humanos,

¿cómo puede la gente decir que está sin pecado? El Señor dijo: «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5, 28). Como la gente comete pecados con sus ojos cada vez que los abren, ¿cómo pueden convertirse en personas sin pecado? Lo que les estoy preguntando es cómo puede una criatura convertirse en una persona sin pecado como Dios. ¿Saben que están sin pecado porque el Señor ha borrado todos sus pecados? Queridos hermanos creyentes esto es posible sólo por la

gracia de Dios. En realidad pudimos recibir la salvación de los pecados porque Dios se apiadó de nosotros y nos salvó.

Lo que estoy diciendo es que como vivimos con respeto al estar sin pecado por la gracia de Dios, ¿cómo podemos ser los únicos que poseen y disfrutan esta Verdad tan valiosa? En este mundo hay mucha gente que pasa por momentos difíciles por culpa del pecado. Por culpa del pecado se quejan, se sienten avergonzados, se suicidan y tienen enfermedades en su alma y en su cuerpo. Y hay mucha gente que muere porque nada parece ir bien, porque son ciegos espirituales y porque están confundidos físicamente. Pero, ¿cómo pueden los que han recibido la remisión de los pecados apartarse de la voluntad de Dios y ser ignorantes mientras poseen esta Verdad y disfrutan de ella solos? Esto es lo que estoy intentando decirles.

Dios no nos ama a nosotros solos, sino que

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ama a todo el mundo. Y ha salvado a todo el mundo del pecado. La única diferencia es que hay quien ha recibido la gracia de Dios al conocer Su Verdad y creer en ella y hay quien no ha recibido Su gracia porque no creen en la Verdad ni la conocen; pero la verdad del asunto es que Dios ama a todo el mundo.

Cuando una gran multitud empezó a seguir al Señor, Él se apiadó de ellos y alimentó a más de 5000 personas al bendecir cinco panes y dos peces que había traído un muchacho. La gente, después de haber comido estos alimentos, intentó hacer a Dios su rey. Pero cuando Jesús vio sus intenciones se fue de aquel lugar. Los discípulos cruzaron a la otra orilla del mar de Tiberias en barca pero parece que Jesús no fue con ellos. Entonces el viento sopló con fuerza en la barca y los discípulos tenían miedo porque no sabían qué hacer; pero está escrito en la Biblia que Jesús se acercó a ellos caminando sobre las agua y la

tempestad se calmó. El día siguiente los que probaron la bendición

llamada «el milagro de los panes y los peces» se enteraron de que Jesús no estaba allí y empezaron a buscar al Señor. Jesús curó a los enfermos, resucitó a los muertos y alimentó a más de 5000 almas con una sola canasta de comida. Como era muy difícil para ellos sobrevivir, ya que su país estaba bajo el dominio de Roma, esta gente empezó a pensar que si hacían a Jesús, que les había alimentado, su rey y le servían, se librarían de Roma. Por eso la gente empezó a buscar a Jesús. Pero el motivo detrás de esto no era ganar la bendición de la vida eterna a recibir la remisión de los pecados, sino que era comer el pan de la carne hasta saciarse.

Así, incluso hoy en día, hay muchos cristianos que creen en Jesús para recibir el pan de la carne. ¿Por qué creen en Jesús? Creen en Él para recibir las bendiciones de la carne. El Señor nos dice

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que disfrutemos la bendición de la vida eterna de Dios al nacer de nuevo y que vivamos la vida de discípulos que pasan esa bendición. Pero la fe de la multitud buscaba a Jesús sólo para satisfacer los deseos de la carne. Por eso el Señor dijo: «De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis» (Juan 6, 26), a la gran multitud que esperaba más pan después de haber visto a Jesús hacer milagros. El Señor sabía que le buscaban por el pan de la carne. Lo que nos está diciendo es que cuando una persona busca al Señor, no debe buscarle para conseguir pan para comer, sino que debe creer en los signos que nos dicen que Jesús es el Salvador que ha borrado nuestros pecados. Esto significa que cuando Jesús hizo el milagro de los cinco panes y los dos peces, la gente debería haber reconocido que Él era el Hijo de Dios y Dios mismo que creó los cielos y la tierra, y el que ha venido para

dar la vida a los seres humanos. Jesús quiso que esa gente supiera que Él es el

Hijo de Dios y el Salvador que iba a borrar los pecados del mundo. Sin embargo ellos pensaban que Él era una persona que les había dado comida para la carne. Como pensaron que Jesús solamente les alimentaba con el pan de la carne, se sintió mal y les dijo: «¿Por qué no obráis por la comida que no perece sino que Me seguís por la comida que perece? ¿Acaso no me seguisteis para comer más pan? ¿Me seguisteis hasta aquí sólo para comer más pan como si fueseis a hacer una fiesta en casa? Jesús se sintió decepcionado: «Si de Mí queréis la vida eterna, os la daré y si buscáis la remisión de los pecados en vuestros corazones, os daré la remisión de los pecados de una vez por todas y os convertiré en hijos de Dios. Y si buscáis las bendiciones del Cielo, os daré las bendiciones del Cielo. Pero ¿por qué sólo buscáis las cosas de la tierra?».

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Echemos un vistazo al pasaje de las Escrituras del Evangelio de Juan capítulo 6 versículos del 28 al 40. «Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al

que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».

Queridos hermanos, ¿por qué vino el Señor al mundo para hacer milagros y signos? El Señor lo hizo para enseñarnos que Él es el Hijo de Dios y el Salvador de todos los seres humanos. Si Jesús vino al mundo y sólo curó las enfermedades de la gente, entonces los que fueron curados sólo hubieran vivido unos años o décadas y hubieran ido al infierno por los pecados de sus corazones. Entonces no habría valido para nada el que Jesús hubiera venido al mundo. Nuestro Señor hizo milagros y signos ante la gente para demostrar

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que el Señor es el Salvador y que es el que tiene poder para borrar todos los pecados de la humanidad de una vez por todas.

Varios de los milagros que hizo Jesús presagiaban la remisión de los pecados. El Señor hizo el milagro de los panes y los peces para enseñarnos el tipo de fe que nos dará la vida eterna: «Os doy Mi carne y Mi sangre. Al hacerlo os doy Mi vida. Recibís la remisión de los pecados y la vida eterna al comer Mi carne y sangre». El Señor hizo el milagro de los panes y los peces para enseñarnos la Verdad de que Jesús es el pan que vino del Cielo y que la gente si la gente come el pan que viene del Cielo, ganará la vida eterna. Queridos hermanos, muchos falsos profetas hacen milagros y signos pero todo es mentira. Nuestro Señor hizo milagros para borrar todos nuestros pecados al venir al mundo para enseñarnos que es el Hijo de Dios y nuestro Salvador, el Redentor.

Como Jesús dijo que es el pan de vida, ¿a qué prestó atención la gente? La gente estaba interesada en el pan. Pensaban que nunca tendrían hambre si comían el maná del cielo, como sucedió en tiempos de Moisés. Por eso dijeron: «Nuestros padres comieron el maná en el desierto como está escrito: que Él nos hizo comer el pan del cielo». Nuestro Señor contestó: «El maná no venía de Moisés, sino de Mi Padre». En el Antiguo Testamento, Dios le dio al pueblo de Israel el maná cuando vagaron por el desierto durante 40 años, y por eso pudieron sobrevivir sin cultivar comida. Del mismo modo, en tiempos del Nuevo Testamento, Dios nos entregó Su vida e hizo que viviésemos para siempre. Dijo esto al tomar como ejemplo el que Dios diera el maná al pueblo de Israel cuando vivió en el desierto hace mucho tiempo; ahora Dios Padre al enviar a Jesús, ha hecho que la gente recibiera la remisión de los pecados al comer la carne de

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Jesús y beber Su sangre y así hemos recibido la vida eterna.

La gente tiene mucho interés en la comida que perece

La multitud tenía gran interés en la siguiente

cuestión: «¿Qué puedo hacer para comer y llenarme hoy?». Sin embargo, nuestro Señor tenía más interés en que la gente recibiese la remisión de los pecados y en hacer que vivieran eternamente al entregarse para que le comiesen y bebiesen. Jesús entregó Su carne y Su sangre para que viviésemos en esta tierra en abundancia eterna y para que entrásemos en el Reino de los Cielos, porque nadie tendrá hambre ni sed en toda la eternidad al comer de esto una sola vez. Nuestro Señor vino al mundo no para satisfacer nuestra carne sino para que nuestros espíritus

fuesen librados de los pecados y para que pudiésemos vivir en paz para siempre.

¿Por qué creen en Jesús? ¿Creen quizás en Jesús para estar acomodados en la carne? No deben obrar por la comida que perece, sino que deben hacer la obra de la comida que no perece. Si alguien está sano por dentro, por fuera también lo estará. Queridos hermanos, si creemos en el Señor de corazón y conocemos el verdadero Evangelio con todo detalle, y si el Evangelio entra en nuestros corazones, entonces nuestras enfermedades carnales se curarán también. Sin embargo, si hay pecados en nuestros corazones, nuestros corazones se pondrán enfermos y nuestros espíritus también. Y como consecuencia nuestros cuerpos morirán. Debemos darnos cuenta de esto. Por eso está escrito en la Biblia: «El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?» (Proverbios 18, 14).

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Nuestro Señor vino al mundo a borrar los pecados de nuestros espíritus. Este es un hecho que debemos conocer. El Señor no vino al mundo encarnado en un hombre sólo para que comiésemos bien y fuésemos ricos. Queridos hermanos, ¿lo entienden? La gran multitud buscaba a Jesús cuando vivía en Judea porque ellos querían comer el pan de la carne. Sin embargo no debemos ser como esta gente. Nuestro Señor borró todos los pecados de la humanidad al entregarse completamente a todo el mundo. Jesús hizo esta obra par que todo el mundo recibiese la vida eterna al creer en Él.

Queridos hermanos santos, nuestros espíritus deben estar bien antes de nada. Si nuestros espíritus están en buena condición, todo lo demás estará en buenas condiciones también. Todas las bendiciones vendrán a nosotros. Una persona que se une a la Iglesia de Dios con fe después de recibir la remisión de los pecados, camina en la

Palabra y vive con la convicción de que su espíritu no tiene pecado, tendrá un cuerpo sano también. Entonces se abre un camino ante todo lo que hace una persona. Esto se debe a que el Señor da a esa persona todas las bendiciones que no se pueden expresar con palabras. Aunque no podamos verlo con nuestros ojos de la carne ahora, esa persona podrá degustar las bendiciones y la ayuda del Señor, que Él proporciona.

Sin embargo, si el espíritu se vuelve malo, queridos hermanos, todo se acabará. Si el espíritu se volviese malo, todo se volvería oscuro e incluso con ambos ojos abiertos no podríamos encontrar el camino de vuelta. Incluso a plena luz del día, iríamos tropezando y vagando al tiempo que nos preguntaríamos: «¿Cuál es el camino?». Si nuestro espíritu se vuelve malo, empezaremos a preguntarnos: «¿Qué hago ahora? ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué hago para poder vivir? ¿En qué

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debo trabajar? ¿Qué negocio debo empezar? ¿Cómo debo resolver los problemas familiares?». Pero no encontraríamos respuesta a estas preguntas. Por eso el espíritu debe estar bien ante todo. Si recibimos la remisión de los pecados en nuestros corazones, nuestros pecados se irían para siempre gracias al Señor y un camino se abriría ante nosotros. Por tanto nuestros espíritus deben estar bien primero. El espíritu debe estar bien para que todo vaya bien.

Hubo una vez en que mi cuerpo estaba en baja forma. Por cierto, debido a mi enfermedad empecé a creer en el Señor a los 20 años. Y han pasado casi otros 20 años desde que encontré al Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, mi cuerpo no estaba en mejor forma. ¿Se solucionaron las cosas inmediatamente cuando encontré al Señor y mi espíritu se puso en forma? No. La verdad es que mi cuerpo se curó sin darme cuenta mientras

meditaba todos los días sobre cómo nuestro Señor había borrado mis pecados, lo reafirmaba todos los días con la Palabra, escuchaba la Palabra todos los días, me reunía con otros santos en la Palabra y difundía el hecho de que Él ha borrado todos nuestros pecados con la Palabra. Mi corazón se puso mejor, mi cuerpo se puso mejor, mis ojos de la carne vieron mejor y nuestro Señor me bendijo con todo lo que hice.

Al principio, después de haber recibido la remisión de los pecados, sufrí pérdidas desde la perspectiva de la carne, pero cuando pasó el tiempo, nuestro Señor empezó a bendecirme sin que me diera cuenta y ante todo empecé a tener una fe más fuerte. El Señor me dio la fe de que Él, que me salvó y borró todos los pecados de mi alma, se responsabilizaría de mí y bendeciría mi alma. Después de tener esta fe, aunque ha habido muchas ocasiones en las que le hice sentirse mal, el Señor nunca me ha decepcionado, ni una sola

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vez. ¿Por qué vino el Señor al mundo? El Señor no

vino a hacer lo que le apeteciera. La razón por la que el Señor vino desde el Cielo era llevar a cabo la voluntad de Dios Padre, tal y como está escrito: «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero» (Juan 6, 38-39).

¿Quieren recibir la remisión de los pecados? ¿Quieren convertirse en hijos de Dios sin pecados en sus espíritus? Si de verdad lo desean, sin duda recibirán la remisión de los pecados. ¿A quién se refiere en este pasaje cuando dice «todos los que Él me ha dado»? Se refiere a los que buscan al Señor y desean recibir la remisión de los pecados. Echen un vistazo a Zaqueo (Lucas 19, 2-5). Aunque probablemente habría

cometido muchos pecados vergonzosos y su corazón estaba lleno de pecados, se acercó al Señor porque quería estar sin pecado ante Dios e ir al Reino de Dios.

Queridos hermanos, si una persona se acerca a Dios, Él le dará Su amor. La verdad es que Dios Padre ha decidido borrar los pecados de los que desean ir al Reino de Dios al enviar a Su Hijo Jesús al mundo. Y Jesús, siguiendo la voluntad del Padre, bajó a la tierra, fue bautizado en el río Jordán y completó nuestra salvación al morir en la Cruz donde derramó Su sangre.

«Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS»

En el Evangelio según Mateo capítulo 1

versículos 21-23 está escrito: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él

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salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que traducido es: Dios con nosotros».

La Virgen María concibió al niño Jesús. Lo cierto es que lo concibió por obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Dios. Para que Dios pudiera salvarnos, tuvo que nacer encarnado en un hombre. Como la gente sólo podía salvarse si Jesús tomaba todos los pecados en Su cuerpo, nuestro Señor tuvo que venir al mundo por el cuerpo de la Virgen María. Y a través de un ángel Dios le dio un nombre al niño que iba a nacer: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1, 21).

Está escrito que Jesús fue concebido por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Dios. Lo que

esto significa es que para que Dios viniera como el Redentor de la raza humana, tenía que nacer como el niño Jesús, tomando prestado el cuerpo de María. Está escrito: «He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel» (Mateo 1, 23) y Emmanuel significa que Dios está con nosotros (Isaías 7, 14), y esto nos dice que Dios vino al mundo encarnado.

Ahora debemos averiguar por qué Dios vino al mundo encarnado en un hombre. Fue porque necesitaba un cuerpo para tomar todos los pecados del mundo. Del mismo modo se realizaban los sacrificios expiatorios en el Antiguo Testamente, donde un animal puro limpiaba los pecados de los humanos al tomarlos sobre su propio cuerpo. Y por eso Jesús, para convertirse en nuestro sacrificio, vino al mundo en cuerpo.

En el Libro de Levítico en el Antiguo

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Testamento, si la gente quería recibir la remisión de los pecados, la recibía al ofrecer un cordero puro. Si una persona con pecados traía un cordero, una cabra o una vaca que fueran puros e imponía sus manos en uno de estos animales, todos los pecados de esa persona pasaban al animal. Y el animal expiatorio moría en lugar de la persona que había pasado sus pecados. Tal y como está escrito: «Porque la vida de la carne en la sangre está,… y la misma sangre hará expiación de la persona» (Levítico 17, 11), la gente pasaba sus pecados a un animal y lo desangraban hasta morir. La gente del Antiguo Testamento recibía la remisión de los pecados de este modo.

Nuestro Señor, para salvarnos de una manera similar a esta, vino al mundo encarnado en un hombre. Y así averiguaremos cómo nos salvó al leer algunos pasajes del capítulo 3 del Evangelio según Mateo. Aquí está la Palabra de cómo Jesús

nos ha dado la carne. «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al

Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 13-17).

Hay tres Personas en Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las tres pueden diferir en estatus pero todas son Dios. Jesús es Dios. Las tres personas tenían la misma intención, y entre ellas, Jesús es el Hijo de Dios Padre, que vino al mundo encarnado en un hombre. Al nacer en este mundo a través de María, Jesús fue bautizado por

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Juan el Bautista que era el representante de la humanidad. Por eso Dios Padre dio testimonio del Hijo diciendo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17), después de que Jesús fuera bautizado. ¿Quién dio testimonio de qué? La verdad es que Dios Padre dio testimonio de que el Jesús bautizado era Su Hijo. Gracias a este bautismo todos los pecados del mundo se pasaron a Jesús. Por eso el día siguiente Juan el Bautista dijo señalando a Jesús: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29).

Nuestro Dios envió el pan de la vida eterna desde el Cielo. Este pan era Su Hijo, Jesús. Envió al mundo a Jesús, el Creador de todas las cosas, el Rey de reyes, el Señor de todos los ejércitos, el Hijo de Dios que es también Dios. Jesús, que fue enviado al mundo en cuerpo, tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado. Dios hizo que todos los pecados del

mundo se pasaran a Su Hijo y que la humanidad recibiera la remisión de los pecados por fe, porque Jesús había tomado los pecados de la humanidad en la carne.

Algunas personas dicen: «Jesús fue bautizado en el río Jordán para dar ejemplo de humildad». Pero esto no es así. No hizo la primera obra de Su vida pública para dar demostrar Su carácter humilde. No hubo ninguna obra prescindible entre las obras que Jesús hizo en el mundo. ¿Por qué empezó Jesús, que vino a salvarnos, la obra de la salvación al ir a Juan el Bautista, inclinar Su cabeza ante Él y recibir el bautismo? ¿Por qué empiezan los Cuatro Evangelios a hablar del ministerio de Jesús por el bautismo, y por qué mencionan todos los discípulos el bautismo de Jesús? ¿Por qué dice el Apóstol Pablo: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos»? (Gálatas 3, 27).

Nuestro Señor vino al mundo para salvarnos, y

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cuando cumplió 30 años tomó todos los pecados de la humanidad sobre Su cuerpo. Su carne había estado sin pecado hasta entonces. ¿Por qué? Porque Jesús no había nacido de una relación reproductiva entre un hombre y una mujer. Para poder llevar la carne humana puramente como Dios, simplemente tomó prestado el cuerpo de María. Y para poder tomar los pecados de la humanidad en Su cuerpo, que estaba sin pecado, fue bautizado en el río Jordán. Esto es lo que significa «Jesús ha entregado Su carne por nosotros».

¿Por qué fue Jesús bautizado por Juan el Bautista?

Juan el Bautista era un mensajero de Dios. En

la época del Antiguo Testamento, Arón, el Sumo Sacerdote, como representante de los israelitas,

imponía las manos sobre el animal que iba a ser sacrificado el décimo día del séptimo mes, y así se borraban los pecados del pueblo de Israel (Levítico 16, 20-22, 29). El Sumo Sacerdote pasaba los pecados de todo el año de la gente de Israel a la carne del animal al imponer las manos sobre éste tal y como Dios los había establecido. Por eso había que mandar a un representante de la humanidad al mundo para que Dios pudiese borrar los pecados de la humanidad al pasarlos a Jesús. Por eso, 6 meses antes del nacimiento de Jesús, Dios hizo que naciese Juan el Bautista de Zacarías, un descendiente del Sumo Sacerdote Arón (Lucas 1, 5-25).

Dios es el Dios de la Alianza. Tal y como prometió a través del sistema expiatorio y Su Palabra de profecías, Dios vino al mundo y ofreció Su cuerpo sin pecados para toda la humanidad. Para ello, ¿a través de quién tomó todos nuestros pecados? A través de Juan el

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Bautista. Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, el mensajero de Dios y representante de toda la humanidad. El Señor dio testimonio personalmente que Juan el Bautista era el representante de la humanidad diciendo: «Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él» (Mateo 11, 10-11).

Él dijo que el que es menor en el Reino de los Cielos es mayor que Juan el Bautista porque éste era el representante de la humanidad. Un representante de la tierra, por muy grande que sea, es menos que el menor en el Reino de los Cielos. Pero la verdad es que Juan el Bautista es el mayor en la tierra. El más grande nacido de mujer se refiere al representante de la

humanidad. Además, el Señor, al referirse al Libro de Malaquías capítulo 3 versículo 1, dijo: «He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí» (Malaquías 3, 1). Esto significa que Dios, para borrar los pecados del mundo, envió a un representante de la gente 6 meses antes de Su llegada a este mundo. ¿Quién era ese representante? Fue Juan el Bautista.

«He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos» (Malaquías 3, 1). ¿A quién se refiere el mensajero (ángel) de

Dios aquí mencionado? Jesús dice personalmente

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que ese mensajero es Juan el Bautista. Jesús dio testimonio de que Elías, que tendría que volver, era Juan el Bautista (Malaquías 4, 5).

Hacia el final de la era del Antiguo Testamento, la nación de Israel fue destruida y no tenía ninguna esperanza porque se había separado de Dios. Entonces Dios, a través del profeta Malaquías, prometió enviar a un representante de toda la nación como mensajero Suyo y Sumo Sacerdote. Prometió que enviaría a un representante de toda la nación antes que al Señor y Él que tomaría todos los pecados de la humanidad al ser bautizado. Para salvarnos Dios tenía un plan detallado.

«Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11, 12). Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el Reino de los Cielos sufre violencia por parte de los violentos, los hombres de fe. En el capítulo 3 del

Evangelio de Mateo, ¿Por qué tuvo que ser bautizado Jesús? En el Evangelio de Juan capítulo 6, Jesús dice: «Quien come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida eterna. Si lo hacéis podréis vivir en Mi del mismo modo en que Yo vivo en el Padre. Pero si no coméis Mi carne ni bebéis Mi sangre no tendré nada que ver con vosotros». Si alguien ignorase la carne o la sangre de Jesús, esa persona no podría vivir en Jesús ni recibir la vida eterna.

«A mí me gusta la sangre de Jesús, pero no me gusta la carne». ¿Hay alguien que diga eso? Para borrar nuestros pecados el Señor vino al mundo en cuerpo humano, tomó nuestros pecados al ser bautizado en Su cuerpo y así nos ha dejado sin pecado en nuestros corazones. Él ha planeado salvarnos y por eso debemos creerlo. Si ignoramos la carne o la sangre de Jesús, estaremos ignorando el plan de salvación de Dios.

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Nuestro Dios fue bautizado para salvarnos. Y por eso Jesús le dijo a Juan el Bautista: «Permíteme ahora». «¿Eres el Sumo Sacerdote de la tierra? ¿Eres el representante de la humanidad? No digas nada y pon las manos sobre mi cabeza como Yo te diga. Sólo si haces esto todos los pecados del mundo se pasarán a Mi cuerpo. Es lo correcto, que dejemos a todo el mundo sin pecado de esta manera. Debemos cumplir toda justicia».

Queridos hermanos, ¿conviene cumplir toda justicia o no? Sí. ¿Acaso Jesús nos salvó con tan sólo decir «Estoy muriendo por vosotros, creedme», mientras colgaba de la Cruz sin haber tomado nuestros pecados? Si hubiera hecho eso nuestros pecados estarían todavía en nuestros corazones y nunca se irían. Esto les ocurre a los que no creen en el bautismo de Jesús.

No pueden ignorar el bautismo de Jesús. Queridos hermanos, si nuestros espíritus quieren

recibir la remisión de los pecados, debemos tener fe en que nuestro Señor fue bautizado en el río Jordán y en que allí tomó nuestros pecados. Sin creer en el bautismo de Jesús, que es nuestra verdadera comida, ¿cómo podemos decir que nuestros espíritus están sin pecado? Nuestro Dios es un Dios justo. Como cometemos pecados durante toda nuestra vida con nuestra carne, estamos destinados a morir por nuestros pecados. Pero el Señor vino al mundo encarnado en un hombre como nosotros para borrar todos nuestros pecados y salvarnos de ellos al tomarlos en Su bautismo y al sacrificar Su sangre en la Cruz.

Jesús fue bautizado en el río Jordán. ¿Qué significa la palabra «bautismo»? Ante todo la palabra bautismo significa limpiar. Queridos hermanos, ¿cómo se limpian nuestros corazones? Cuando nuestros corazones se llenan de pecados, ¿cómo se limpian? Los pecados en nuestros corazones se limpian porque fueron pasados a

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Jesús. Nuestros pecados fueron pasados a Jesús porque el representante de la humanidad se los pasó y así desaparecieron de nuestros corazones completamente. Cuando observamos el sistema expiatorio del Antiguo Testamento, ¿no se pasaban los pecados cuando el pecador ponía sus manos sobre un cordero? ¿Había entonces pecados en esa persona? No. Nuestros pecados han sido limpiados porque ya no tenemos pecados. Esto es lo que significa la redención. La redención se refiere a que no hay más pecados cuando se paga el precio de esos pecados.

El día de la expiación, el Sumo Sacerdote Arón imponía sus manos sobre el animal en representación de todo el pueblo de Israel. Como los pecados del pueblo de Israel se pasaban al animal, ellos quedaban limpios. Por eso recibimos la remisión de los pecados al tener fe en ello. La verdad es que Jesús, para borrar nuestros pecados, los tomó sobre Sí mismo al ser

bautizado por Juan el Bautista, que es el representante de la humanidad. Los pecados se borran al creer en esto.

En segundo lugar la palabra bautismo significa enterrar. En otras palabras, implica muerte. Queridos hermanos, ¿por qué murió Jesús? Jesús murió en la Cruz porque tuvo que tomar nuestros pecados en el río Jordán. Jesús no tenía pecados. No pecó ni una sola vez. Por mucho que busquemos en los Evangelios, no encontraremos ni un solo pasaje donde diga que Jesús hizo algo por error. Jesús no tenia ni una sola imperfección, espiritual o ante la Ley. Los pasajes dicen que es el Hijo de Dios, sin mancha, sin fallos y puro. Por eso la Biblia dice: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5,21).

¿Por qué vino Jesús al mundo para ser bautizado? Para cargar con los pecados de los

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seres humanos. Jesús, al darnos Su carne inmaculada, tomó nuestros pecados en Su carne. Como tenía que recibir el juicio para poder salvar a los seres humanos del pecado, fue bautizado para tomar los pecados del mundo en Su carne. Jesús se llevó todos nuestros pecados. Nuestro Señor nos dio Su carne. Hizo que comiésemos Su carne. Como el dijo: «Permíteme hacer ahora porque conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15), los pecados de la gente desaparecieron y toda justicia se cumplió cuando Jesús fue bautizado. Esto nos dice que la obra de hacer que los pecados desapareciesen y que se cumpliese toda justicia se consiguió con el bautismo de Jesús.

Del mismo modo en que los sacrificios del Antiguo Testamento borraban todos los pecados, Jesús se llevó todos los pecados del mundo al ser bautizado. Del mismo modo en que los pecados del pueblo de Israel se borraban en el momento

en que el cordero expiatorio moría después de haber cargado con esos pecados y haber sido dejado en el desierto gritando: «¡bé, bé!», Jesús vino al mundo como el Cordero de Dios y para borrar los pecados de la humanidad, recibió el juicio de todos los pecados al cargar con ellos en Su bautismo y al morir en la Cruz. Jesús tomó todos los pecados al ser bautizado.

En tercer lugar, la palabra bautismo significa pasar. Desde el punto de vista de un pecador, sólo cuando sus pecados se pasan al sacrificio expiatorio, esa persona está sin pecado y recibe la redención. Jesús fue el sacrificio expiatorio para nuestra redención. Para salvarnos del pecado y salvar a toda la humanidad del pecado, Jesús se convirtió en el sacrificio para el pecado que ha tomado todos nuestros pecados. Si el Señor no hubiese tomado nuestros pecados, ¿cómo podríamos librarnos del pecado? «No quiero. No tengo pecado ¿y aún así tengo que

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tomarlos? Por favor, no digas eso Padre. No tengo pecados. No he cometido ningún error. No hay pecado en Mi corazón. Soy Santo. A pesar de ser Tu Hijo, ¿acaso no soy igual que Tú? Pero ¿aún así tengo que convertirme en un pecador al tomar los pecados de los vulgares seres humanos? No quiero». Si Jesús no lo hubiera hecho, estaríamos acabados. Si Jesús no hubiera sido bautizado, no habría esperanza para la humanidad porque nosotros nos tendríamos más remedio que ir al infierno.

Cuando Jesús estaba siendo bautizado, Dios dijo: «Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17). Esto significa que aunque estaba sin pecado, para hacer la voluntad de Dios de salvar a la humanidad, Jesús inclinó la cabeza hacia Juan Bautista y voluntariamente tomó los pecados sobre Su cuerpo, que no tenía ni un solo pecado. Por eso Dios dijo: «En quien

tengo complacencia» (Mateo 3, 17). Dios se complacía por el hecho de que Jesús murió en nuestro lugar al convertirse en el sacrificio expiatorio y al cargar con los pecados del mundo, y así Dios hizo que Jesús viviese de nuevo.

Nuestro Señor murió después de haber vivido 33 años en el mundo. Durante 30 años vivió en la privacidad y los 3 años siguientes vivió en público. Estos 3 años se extienden desde el momento en que fue bautizado hasta que murió en la Cruz. Jesús murió después de haber vivido en público 3 años. Para borrar todos nuestros pecados, Jesús fue bautizado y nos entregó Su carne. El pasaje de las Escrituras de hoy del Evangelio de Juan habla de esta Verdad.

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«El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo»

«Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si

alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51).

Está escrito que Jesús es el pan vivo que vino del Cielo. Él nos dio ese pan. Esto significa que nos dio Su carne. Como Su carne era vida para el mundo, nos la dio sin pensarlo dos veces. Al tomar los pecados del mundo en Su bautismo, dejó a toda la humanidad sin pecados. El Señor nos ha salvado al tomar todos nuestros pecados entregando Su carne. Los que creen en esto no tienen pecados por muy insuficientes que sean. Jesús nos ha dejado sin pecado al tomar todos nuestros pecados. Queridos hermanos, ¿creen en esto? Jesús nos ha salvado al entregar Su carne.

¿Tienen pecados en su espíritu? No, no tienen.

No hay pecados en sus espíritus ni en el mío. Somos los justos. Por muy imperfectos que seamos, somos los justos que han recibido la gracia de Dios. Los justos con príncipes, princesas y reyes del Reino de los Cielos. Nos hemos convertido en hijos de Dios por fe. Ahora los que tienen fe en esta Verdad se ríen. Esa risa sale de lo más profundo de sus corazones. « ¡Aleluya! Está escrito: no tengo pecados. Está escrito que el Señor entregó Su carne y tomó mis pecados en Su carne. Esto es lo que sucedió. Sí». Si pensamos en esto una y otra vez nuestros corazones se sienten renovados e incluso cuando dormimos, nos reímos desde lo más profundo de nuestros corazones.

En el Evangelio de Juan capítulo 6, versículo 53 el Señor dijo con firmeza: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». Pero ¿por qué no come la gente la

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carne del Hijo del Hombre? ¿Por qué la gente no cree en el hecho de que el Señor ha tomado todos los pecados de la humanidad? El Señor vino al mundo para salvarnos y tomó nuestros pecados completamente al darnos Su carne inmaculada. Pero, ¿por qué la gente no cree en este amor tan lleno de gracia? ¿Por qué se resisten a él? Por favor, coman por fe. Si nos resistiésemos, el Señor se lamentaría. Y la vida del Señor no podría entrar dentro de nosotros. El Señor quiere darnos vida, pero si nos resistimos, la vida no podrá entrar en nosotros. Como el Espíritu Santo no puede vivir en los corazones de los que tienen pecados, el Señor quiere que recibamos la remisión de los pecados y tengamos una vida nueva. Debemos creer en que el Señor ha tomado todos los pecados del mundo al ser bautizado por ustedes y por mí.

«De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre,

no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). El Señor nos entregó Su carne para poder salvarnos. Nos la entregó para que ustedes y yo, y toda la gente del mundo sin excepción pudiéramos ser salvados. Al darnos Su carne en el río Jordán, es decir, al tomar todos los pecados del mundo en Su cuerpo, el Señor nos hizo comer Su carne por fe. ¿Qué se dice que pasaría si no comiésemos Su carne sobre la que tomó todos los pecados de la humanidad? Está escrito: «No tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). Por mucho que uno creyera, el Espíritu Santo no entraría en él.

¿Está en Espíritu Santo dentro de ustedes? ¿Cómo entra en nuestros corazones el Espíritu divino denominado Espíritu Santo? El Señor sella nuestros corazones con el Espíritu Santo cuando creemos en la obra justa que hizo el Señor. El Señor hizo que los que creen recibiesen la remisión de los pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Y a los que recibieron la

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remisión de los pecados, les dio el Espíritu Santo en sus corazones. Hemos recibido el Espíritu Santo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón.

El Señor tomó todos los pecados al ser bautizado en el río Jordán. Tomó todos nuestros pecados en Su carne y al derramar Su sangre en la Cruz, nos ha dado vida. Debemos creer en nuestros corazones en la obra de extinción de nuestros pecados y en el juicio que el Señor ha llevado a cabo. La gente que cree en el hecho de que el Señor ha tomado todos nuestros pecados en el río Jordán no tiene pecados en sus corazones. Si los pecadores se dieran cuenta de esto, no habría pecados en sus corazones, sean quien sean. El Espíritu Santo pone un sello en los que no tienen pecados y reside en sus corazones. El Señor se queda con nosotros como Espíritu y entramos en el Señor por fe; así es cómo el Espíritu y yo somos uno sólo. La verdad es que

es Señor permanece en nosotros como el Espíritu Santo si hemos recibido la remisión de los pecados al creer en que el Señor nos ha redimido a través de Su Hijo.

Está escrito: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). Debemos creer en ambas cosas. Jesús fue bautizado y murió en la Cruz y por eso debemos darnos cuenta de que la muerte del Señor es su muere y la mía. Y debemos creer. El que Jesús fuese bautizado en el río Jordán fue para salvarnos de nuestros pecados. Debemos creer que Dios fue bautizado para cumplir Su amor por nosotros y salvarnos, y debemos creer que esta es la manera correcta de salvarnos. Sólo cuando creemos en estas dos cosas: la carne y la sangre de Jesús nuestra salvación se cumple a la perfección. Además sólo entonces tendremos vida en el corazón aquellos que hemos recibido

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la salvación y el Espíritu Santo entrará en nosotros. Si alguien negase una de estas dos cosas, no podría recibir la salvación.

Cuando nuestro Señor dijo que nos daría Su carne, los judíos dijeron: «¿A qué te refieres? No te entendemos». Queridos hermanos, ¿son difíciles estas palabras de Verdad para ustedes? Jesús es el buen Pastor, ha salvado a Sus ovejas al entregarles Su carne y Su sangre. El Señor es nuestro buen pastor. ¿No es esto muy fácil? El Evangelio del agua y el Espíritu es fácil, pero como es muy importante, debemos difundirlo y escucharlo todos los días. Si la carne o la sangre de Jesús, que fueron entregadas por nosotros, se ignorasen, no habría salvación.

Una vez vi un cartel en una iglesia que decía: «¿Son pecadores a pesar de tener fe?». En realidad muchos cristianos creen en Jesús a su manera, pero todavía tienen pecados en sus corazones. A pesar de tener fe en Jesús, ¿por qué

son pecadores los cristianos del mundo? ¿Saben por qué hay pecadores a pesar de tener fe? Porque sólo beben a sangre del Señor. Sólo creen en la Cruz y por eso tienen pecados y creen que: «Señor Jesús, yo creo. Creo que has muerto en mi lugar. Creo que has borrado todos mis pecados. Aleluya». Por mucho que crean, la verdad es que el Espíritu Santo no está en sus corazones. Como no tienen la Palabra que testifique que sus pecados fueron transferidos a Jesús, al pecar de nuevo sus pecados permanecen en sus corazones. Se preguntan: «¡Qué raro! Tengo fe en Jesús pero todavía tengo pecados en mi corazón. El Señor se llevó mi pecado original y los pecados que ya cometí. Pero, ¿por qué hay pecados? ¡Qué raro! Es muy extraño». Si están en esa situación, deben buscar la causa. Si la buscan, llegarán a la conclusión de que tienen pecados a pesar de creer en Jesús porque no saben cómo nos ha salvado el Señor.

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Si han llegado a conocer el hecho de que el Señor nos ha salvado al darnos Su carne en el río Jordán, ¿qué les ocurrirá? Incluso mientras estén durmiendo, dirán: «Señor, no lo sabía. Pero lo has hecho. Es verdad. Por eso hay tantos pasajes de las Escrituras que hablan de la carne y la sangre. Gracias, Señor. Estoy muy agradecido por haberme salvado de estas dos maneras, con la sangre y la carne».

Queridos hermanos, espero que crean en este Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor nos ha salvado así. Estamos sin pecados porque el Señor vino al mundo en cuerpo y porque tomó nuestros pecados sobre esa carne y murió en la Cruz después de eso. Si el Señor no hubiese venido al mundo encarnado y no hubiese sido bautizado aunque hubiese venido al mundo, ustedes y yo todavía seríamos pecadores a pesar de nuestra fe.

El cristianismo no es una religión. Es fe. Vino desde arriba. La fe sirve para creer en el hecho de

que el Señor ha borrado todos nuestros pecados. Miramos la obra que el Señor ha hecho y recibimos la remisión de los pecados al tener fe en ella. Esto es la fe. La religión es algo a lo que yo me aferro y en lo que confío mediante mi propia determinación. Si simplemente dijésemos: «Señor, creo en Ti», sería inútil. Debemos mirar la obra que Jesús ha hecho y decir: «Es así como has borrado todos mis pecados. Aleluya. Creo en esta Verdad». Sólo así nos aprueba el Señor.

Queridos hermanos, ¿tienen pecados? No, no los tienen. Jesús borró todos sus pecados al darles Su carne en el río Jordán. «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Jesús, al ir a la Cruz con todos los pecados del mundo, ha acabado de una vez por todas con el castigo de nuestros pecados. El Señor nos ha salvado perfectamente para que recibamos la remisión de los pecados al creer de corazón. El Señor ha hecho posible que

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recibamos la salvación sólo por fe, sin necesidad de nuestras buenas obras ni nuestros esfuerzos.

Nuestro Señor nos ha salvado. El Señor es nuestro Salvador. Durante 33 años, para salvarnos, el Señor fue paciente con los que aborrecía y no podemos ni imaginar lo paciente que fue. Los judíos, los fariseos y los escribas retaban a Jesús e intentaban capturarlo para matarlo. Si yo hubiera sido el Creador como Jesús, les hubiera reducido a polvo en un instante, pero como nuestro Señor es misericordioso, vino para salvarlos. Como quiso tomar los pecados de esta gente y hacer que recibiesen la vida eterna, fue paciente como una oveja delante de sus trasquiladores (Isaías 53, 7). ¿Cuán noble y maravilloso es el amor de la Verdad? Nuestro Señor es muy compasivo y por eso quiso que incluso los que le clavaron en la Cruz recibiesen la salvación. Por eso, cuando estaba siendo clavado en la Cruz, le pidió al

Padre: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lucas 23, 34).

Nuestro Señor vino al mundo y entregó Su carne y Su sangre para salvarnos. Esto es la salvación. Gracias a esto, nuestro Señor nos ha permitido respirar. Nuestro Señor hizo que nuestros corazones estuviesen sin pecado para que nuestros corazones, que habían estado oprimidos por el pecado, pudiesen respirar. El Señor nos dio Su carne y Su sangre. Y ahora, sentado a la derecha del trono de Dios, espera que mucha gente sea salvada al comer y beber Su sangre y Su carne por fe. Lo desea tanto que ni tan siquiera podemos imaginarlo. «He sido bautizado por ti y he borrado todos tus pecados. Te he salvado al darte todo lo que tengo. He borrado los pecados de toda la gente de la carne. Os he salvado con Mi carne y Mi carne». Debemos darnos cuenta de cómo el Señor quiere que recibamos la remisión de los pecados al creer

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en esto. Y debemos darnos cuenta de cómo el Señor quiere que entremos en el Reino donde reside Dios al recibir la vida eterna por fe. ¿Pueden ver el corazón de Dios?

¿Por qué vino Dios al mundo encarnado en un hombre y sufrió todas esas afrentas? ¿Por qué entregó nuestro Señor Su carne? Mientras nuestro Señor rezaba en el jardín de Getsemaní, el dolor que iba a tener que soportar era tan grande que dijo: «Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú» (Marcos 14, 36). Esta era la copa de sangre. Como tuvo que tomar todos nuestros pecados con la carne, la cual había entregado, murió en la Cruz, lo que significó beber de la copa de dolor insoportable. Por eso Jesús pidió que si era posible, esa copa fuese apartada de Él. Pero Jesús, después de haber orado tres veces, se inclinó ante Dios diciendo: «Mas no lo que yo quiero, sino lo que

tú» (Marcos 14, 36). Él dijo: «Padre, haz Tu voluntad», y dejó que le crucificasen. Aunque estaba sin pecado, como había tomado todos los pecados del mundo al ser bautizado en Su carne para salvar a la humanidad del pecado, el Señor tuvo que pagar el precio de esos pecados. Aunque a nuestro Señor no le gustase ser culpado por los pecados, ya que odia el pecado, tuvo que hacer esta obra para salvarnos.

Al tener fe en Jesús debemos recibir la remisión de los pecados y entrar en el Reino de los Cielos. E incluso en este mundo debemos vivir en paz como gente sin pecado. Esta era la voluntad de nuestro Señor para nosotros. Queridos hermanos, ¿creen? Nuestro Señor nos ha salvado al darnos Su carne. Aunque esta es la Verdad, ¿por qué no cree la gente? Cuando le contamos esto a otros cristianos, muchos de ellos no creen y dice: «¿Cómo puede se eso?». Y cuando esto ocurre el Señor se siente mal. Todas

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las obras que hizo el Señor al venir al mundo para salvarnos son las huellas hacia nuestra salvación. Pero, ¿por qué sólo tienen fe en algunas de las obras que hizo y en otras no? ¿Por qué anulan algunas de Sus obras expiatorias? ¿Por qué sólo defienden la doctrina de sus denominaciones? Lo que Jesús dice es lo esencial. Debemos comer y beber por fe la carne y la sangre que Jesús nos ha dado.

Las sectas religiosas no son importantes. Yo no tengo una secta religiosa. Antes de nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, estudié teología en la denominación Kosin, una de las denominaciones Presbiterianas más conservadoras de Corea. Mi familia pertenecía a dicha denominación. Pero ahora ya no trabajo con esta secta. La verdad es que creo en el Señor porque quiero seguirle, y porque ha borrado mis pecados, y le amo por fe y hago la obra de difundir este Evangelio que Él quiere que

haga y en la que se regocija. No estoy trabajando para expandir mi propia secta. ¿Estamos difundiendo el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo para alardear? No. No estamos intentando alardear de ser mejores. Como ha borrado los pecados de la gente, el Señor quiere que todo el mundo reciba la remisión de los pecados y quiere que los que hemos recibido antes nos convirtamos en herramientas para difundir el Evangelio del Señor.

Algunas personas ignoran el bautismo de Jesús dentro del Evangelio del agua y el Espíritu

¿Qué dicen las Escrituras que ocurriría si

ignorásemos el bautismo de Jesús? Está escrito claramente: «De cierto, de cierto os digo: Si no

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coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). Si alguien no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, esa persona irá al infierno aunque tenga fe en Jesús. No habrá vida para esa persona.

¿Está el Espíritu Santo dentro de ustedes? No hay ningún pecado dentro de los corazones de los que tienen el Espíritu Santo. Los que no tienen el Espíritu santo creen en Jesús pero cuando cometen un pecado vuelven a estar atados por el pecado. Como se atan una y otra vez al pecado, hacen un compromiso diciendo: «No debo pecar. No debo cometer pecados». Pero como son seres humanos, ¿cómo no van a cometer pecados? Además cuando pecan de nuevo, se desesperan diciendo: «He pecado de nuevo. ¿Qué debo hacer?». ¿Por qué alguien que tiene fe en Jesús tiene miedo al juicio? Porque no ha recibido la salvación porque no habían creído en el Evangelio del agua y el Espíritu.

Si Dios nos hubiera dicho que pagásemos el precio del pecado cuando pecamos, entonces habríamos sufrido más de cien mil veces. Sólo por los pecados que hemos cometido en una semana, tendríamos que haber sido azotados unas cien veces hasta morir. Si tuviésemos que pagar el precio de los pecados que llevamos en el corazón y el de los que cometemos, no habría ni una sola persona en este mundo. ¿Qué dijo nuestro Señor? Dijo: «Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento» (Mateo 9, 13).

Queridos hermanos, esta misericordia se refiere al hecho de que el Señor ha borrado nuestros pecados porque se ha apiadado de nosotros. Y el pasaje: «Misericordia quiero, y no sacrificio», significa que el Señor no quiere que ofrezcamos oraciones de penitencia, ni que exageremos o actuemos, tal y como hacía el

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pueblo de Israel durante la época del Antiguo Testamento, que se acercaba al sacerdote con un sacrificio y decía: «He pecado. Por favor, perdóname. Seré redimido». Él quiere que recibamos la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.

¿Acaso comen la carne del Hijo del Hombre por fe? Por favor, coman la carne del Hijo del Hombre. En el Evangelio de Juan capítulo 6, versículos 54-55 el Señor dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». La carne del Señor es verdadera comida. La verdad es que nuestro Señor ha tomado todos nuestros pecados con Su carne y esto es una señal de nuestra salvación. Queridos hermanos, ¿creen en esto? Obtenemos comida para nuestros corazones al hacer que nuestros espíritus piensen: «Sí, el Señor tomó todos los pecados del mundo a

través de Su bautismo. Eso es cierto». Así el Evangelio del agua y el Espíritu es la comida que nos da vida eterna y que no perece aunque la guardemos durante mucho tiempo y la comamos.

El Señor perfeccionó toda la justicia por me al tomar todos mis pecados en el río Jordán. A través de Su bautismo, Jesús tomó todos los pecados de la gente. Jesús vino como el Cordero de Dios y se fue cargando con todos los pecados del mundo. Si recordásemos ese hecho todos los días, nuestros corazones estarían sin pecado. Jesús se ha llevado los pecados que cometemos desde que nacemos hasta que cumplimos 30 años y si vivimos hasta los 70 también ha borrado esos pecados. Si tenemos fe en el hecho de que no sólo ha borrado nuestros pecados sino también los de nuestros padres y madres e hijos, es decir los pecados de toda la gente desde Adán hasta el fin del mundo, esto se convierte en alimento para nuestros corazones.

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Nuestros espíritus no pueden soportar el pecado. Entonces, ¿cómo pueden nuestros pecados estar en paz si vivimos en pecado? Sólo es posible porque nuestro Señor nos da la verdadera comida. ¿Cuál es la verdadera comida para los espíritus de los seres humanos? La verdadera comida es Su carne. El hecho de que nuestro Señor nos diese Su carne en el río Jordán es comida para nuestros espíritus. La carne de nuestro Señor es nuestra verdadera comida. Y la verdadera bebida es la sangre del Señor. El Señor fue juzgado por nosotros y esta es nuestra verdadera bebida. Nuestros espíritus se sienten renovados porque nuestros pecados han sido perdonados.

Si nos debilitásemos y nos preocupásemos por ser juzgados de nuevo al cometer pecados, por muy buena que la comida sea, no podríamos digerirla y coger fuerzas de ella. ¿Qué renueva nuestros espíritus y nos calma? La sangre de

Jesús. La sangre de Jesús se refiere al juicio. No tenemos que ser juzgados porque Jesús ha sido juzgado en nuestro lugar. Esto es lo que hizo el Señor para salvarnos. Por eso el Señor es nuestro Salvador.

¿Cómo podemos vivir renovados y llenos de paz en nuestros corazones? Podemos disfrutar de esta gracia si tomamos la verdadera comida y la verdadera bebida que el Señor nos ha dado. Podemos vivir con nuestros espíritus llenos de paz y fuerzas porque Él nos ha dado Su carne y Su sangre. Al tener fe en la obra de Su carne y sangre, podemos vivir en este mundo con fuerzas y corazones llenos de paz, y así viviremos para siempre en paz incluso en el próximo mundo. Esta es nuestra salvación. Esta es la salvación que ha borrado los pecados de la humanidad. Queridos hermanos, ¿creen? Yo también creo en el Señor. No sabemos lo bueno que es el Señor.

Durante 10 años, después de haber empezado

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a creer en Jesús, viví como un cristiano pecador. Así que durante 10 años estuve lleno de agonía. Antes de tener fe en Jesús, creí en el budismo, pero como estaba enfermo en mi cuerpo, empecé a creer en Jesús. Entonces empecé a creer en Jesús y conocí la Ley y el pecado. Al principio mi corazón se llenó de paz porque creía en que Jesús había muerto en la Cruz. Creí en eso y durante los 5 primeros años hablé en lenguas, amé con fervor y siempre era el primero en ayudar a los demás. Cuando tenía dinero en mi bolsillo, lo daba todo a los que sufrían. Cuando pasaba por una calle llena de mendigos, mis bolsillos se vaciaban. Cierto misionero dijo una vez que lo daba todo menos una indumentaria, y así vivió sin nada y durante 10 años yo quise ser igual que él.

Pero mientras intentaba vivir de esa manera me di cuenta de que no tenía lo que hacía falta. Los pecados empezaron a acumularse en mi

corazón. Estaba tan afligido por mis pecados que sentía que iba a morir. Cuando me di cuenta de que mi espíritu estaba ahogándose por mis pecados, no podía ni verle la cara a la gente. Y no sólo eso, ni siquiera podía mirar al Cielo y llamar al Señor. Después de pecar no podía decir ni una palabra cuando oraba a Dios. Sólo la palabra Señor salía de mi boca, y no sabía qué decir después. Estaba agonizando. Al principio rezaba bien, pero con el tiempo se me hizo más difícil orar. Como no podía decir otra cosa que Señor y me pasaba toda la noche rezando repitiendo «Señor, Señor», podrán imaginarse lo duro que fue para mí. Tuve que presentarme ante el Señor y pedirle desesperadamente que me ayudara Pero no lo podía hacer. Ocurrió en más de varias ocasiones el que llegara la mañana y yo sólo pudiera repetir «Señor, Señor».

Esto duró 5 años. Se estaba haciendo muy tedioso. Aunque no puedo describir este dolor

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con palabras, lo más grave es que sentí que moría ahogado por culpa de los pecados de mi corazón. «No hay ninguna razón para seguir viviendo. Creo que debería retirarme de este mundo». Este era el único pensamiento que había en mi corazón, así que siempre me sentía como si me ahogara.

Entonces me di cuenta de una cosa mientras leía el Evangelio de Mateo capítulo 3, versículos 13-15. El Señor había tomado mis pecados en el río Jordán. Cuando me di cuenta de que el Señor había tomado mis pecados al darme Su carne y ser bautizado, mi espíritu, que había estado dolorido, empezó a sanarse inmediatamente. «Entonces debo estar sin pecado. Recibí la salvación. Hubiera muerto ahogado a pesar de tener fe en Jesús si no hubiera entendido el pasaje de las Escrituras que dice que el Señor tomó mis pecados en ese momento. Gracias a Dios he recibido la salvación justo a tiempo».

Estaba lleno de gozo. Entonces, incluso cuando estaba en la cama, miraba ese pasaje de las Escrituras. Cuando me siento débil miro este pasaje de las Escrituras que dice que mis pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús.

Además también los pasajes: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29) y «Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado» (Hebreos 10, 18), obtuve pruebas de que el Señor ya había completado mi salvación. Además el Señor dijo: «Consumado es» (Juan 19, 30), y al decir: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8, 1), no puede haber ninguna condena dentro de los corazones de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu mediante el cual el Señor ha completado toda justicia.

Queridos hermanos, cuando me siento débil,

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leo estos pasajes de las Escrituras. Y mi espíritu come la carne del Señor todos los días. Ahora incluso si no leo estos pasajes todos los días, dejo entrar en mi corazón el hecho de que el Señor ha tomado mis pecados en Su carne. Doy gracias al Señor. Estoy muy agradecido. Comer la carne del Señor por fe se ha convertido en mi verdadera comida. Por eso puedo reír, difundir la Palabra, compartir con mis hermanos, rezar por otros y pedirle a Dios que les bendiga.

Queridos hermanos, nuestro Señor nos ha salvado a todos con Su carne y Su sangre. ¿Lo creen? Así nunca tendremos que ser juzgados.

Me mantengo ocupado con las obras del Evangelio. Cuando estoy solo me doy cuenta de lo insuficiente y débil que soy. Quiero seguir hacia delante espiritualmente, pero tengo muchos pensamientos carnales. Cuando los veo, me reconozco a mí mismo. Cuando estoy tumbado, me digo a mí mismo que debería quedarme

echado un rato más. Entonces me digo a mí mismo que puedo echarme un rato de siesta. Y entonces me digo que puedo dormir un rato más y así se hace más difícil levantarse. Así que considero esta situación y empiezo a sentirme mal: «Señor, ¿cómo puedo ser así? Señor, Tú me has salvado, pero en vez de estar orando por los demás, estoy aquí tumbado». A pesar de todo vuelvo en mí y sigo al Señor de nuevo porque la verdad sigue siendo que no tengo pecados en mi corazón. Puede que algunos digan: «¿Pero cómo se atreve usted a decir que está sin pecado?». Pero la verdad es que mi espíritu no tiene pecados porque he comido la carne del Señor.

El Señor nos dio Su carne y sangre. Así pudimos apartar el miedo al pecado y al juicio por fe cuando ambos intentan hundirnos. Incluso hoy en día, aunque no estemos reprimidos por nuestras debilidades, rezamos: «Señor, quiero ayudar a más espíritus a recibir la remisión de los

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pecados hoy» y entonces salimos a la calle a predicar. Cuando nos encontramos a otros espíritus allí, empezamos a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu preguntando: «¿Tienes pecados o no? ¿Sabes cómo Jesús te ha salvado perfectamente?». En ese momento vemos que hay mucha gente con una fe errónea que dice creer en Jesús pero que tiene pecado en sus corazones, y entonces empezamos a hablarles del Evangelio del agua y el Espíritu con todo lujo de detalles.

Cuando se les pregunta: «¿Son ustedes justos?», algunas personas contentan: «Soy justo porque tengo fe en Jesús, pero como peco todos los días, soy un pecador». ¿Cómo puede haber una persona justa que tenga pecados? Debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu en profundidad a aquellas personas que están así de confusas. He visto muchos casos de gente que recibe la remisión de los pecados después de una

sola hora de haber escuchado la Palabra de Dios. Después de haberles explicado el Evangelio por completo, cuando les pregunto: «Ahora, ¿tenéis pecados?» y ellos contestan que no, mi corazón se llena de gozo. No saben lo llenos de gozo que están ellos también después de haber escuchado la Palabra y de haber confirmado el hecho de que sus corazones están sin pecado. Confiesan cómo habían vivido hasta entonces sin saber estas buenas noticias.

Nuestro Señor nos ha dado Su carne y sangre por nosotros y por todo el mundo, y así nuestros corazones se renuevan cuando comemos y bebemos esta comida y bebida. Como no tenemos pecados, podemos caminar con la cabeza alta, dar gracias a Dios y alabarle. Yo siempre le doy gracias al Señor y gracias a Él estoy contento. Aunque sea débil, puedo dar gracias al Señor porque ha salvado a gente como yo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu.

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Estoy agradecido porque acabó con el juicio al salvar a gente como yo mediante el agua y el Espíritu. Por eso el Apóstol Pablo dijo: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5, 16-18). Queridos hermanos, podemos estar agradecidos por todo porque nuestro Señor nos ha dado Su carne y Su sangre. Queridos hermanos, ¿es así o no? Sí lo es.

La carne de Jesús es Su bautismo y la sangre de Jesús es el juicio que recibió. Como la vida se lleva en la sangre, Jesús fue juzgado y condenado en la Cruz por aquellos que debían haber sido condenados y lo hizo al tomar todos nuestros pecados. Ha hecho que no tengamos que ser juzgados nunca más. Hay una canción en nuestro libro de himnos para niños: «♪ No hay juicio contra mi. ♬ La sangre de Jesús cubre todos mis pecados. ♬ Porque Jesús ha muerto por mí. Ya

no hay juicio contra mí ♪». Queridos hermanos, ¿hay algún juicio reservado para ustedes? No. Puedo estar delante de todos ustedes y darles estos sermones porque no tengo pecados y no hay juicio contra mí. Si hubiera un juicio reservado contra mí, ¿cómo podría dar la cara?

Queridos hermanos, por favor, miren hacia el Señor y crean en las obras que ha hecho. Por favor, tomen la carne y la sangre del Señor. Esto es lo que significa tener fe, esto es creer en el Señor y esto es la salvación y la vida eterna. ¡Alabado sea nuestro Señor!

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CAPÍTULO 13

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Deben predicar la carne y la sangre de Jesús a los miembros de su familia

< Juan 6, 51-56 >

«Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El

que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él».

Nuestro Señor nos dio la vida eterna a los

justos. Esto quiere decir que nos ha dado la vida eterna para vivir para siempre bajo Su amor y Sus bendiciones al hacernos hijos Suyos. La gente debe comer el Evangelio de la vida eterna, que les permitirá vivir para siempre. Aunque hemos recibido estas grandes bendiciones y nos alimentamos frecuentemente de comida espiritual, nuestras familias siguen estando fuera de la salvación. Por tanto debemos alimentar a nuestras familias y hermanos y hermanas de todo el mundo que han nacido de nuevo con la comida de la vida eterna y hacer que vivan. Para ello primero debemos comer la comida de la vida eterna.

¿Qué es la comida de la vida eterna? Nuestro

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Señor dijo que la comida de la vida es la carne y la sangre de Jesús. ¿Con qué debemos alimentar a nuestras familias y a las almas de todo el mundo? Con la fe en la carne y la sangre de Jesús. Si de verdad quieren salvar a sus familias y a las almas del mundo de la muerte, lo primero que tienen que hacer es darles de comer el alimento de la vida eterna. Al hacerlo también serán salvados de sus pecados y tendrán la vida eterna.

Todo el mundo debe comer la carne y beber la sangre de Jesús para poder tener la vida eterna. Jesús dijo: «Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). Jesús dijo que Su carne es la comida de la vida eterna. Y por eso comemos la carne de Jesús tan a menudo como podemos. Los que no han nacido de nuevo pueden ser salvados de sus pecados y vivir eternamente sólo si les alimentamos con la carne y la sangre de Jesús.

Deben dar a sus seres queridos el Evangelio del agua y el Espíritu, es decir la carne y sangre de Jesús, para que disfruten de la vida eterna, el don más valioso de Dios. Debemos grabar para siempre la palabra de Dios en nuestros corazones: «Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53).

¿Qué es la comida de la vida? El Señor dijo: «El que come mi carne y bebe

mi sangre, tiene vida eterna» (Juan 6, 54). Entonces, ¿cómo pueden comer la carne de nuestro Señor? Como bien saben, Jesús tomó todos los pecados del mundo al ir al río Jordán y ser bautizado en Su cuerpo. Y creer en esto es comer la carne de Jesús. Asimismo beber la sangre de Jesús significa creer en el hecho de que

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Jesús nos ha salvado del juicio de nuestros pecados al cargar con todos ellos y ser clavado en la Cruz. Esto es lo que significa tomar la carne y la sangre de Jesús.

Debemos tomar la carne y la sangre por fe. No debemos comer esta Verdad nosotros solos, sino que debemos intentan alimentar a nuestras familias con la carne y la sangre de Jesús. Y debemos dar un paso más y difundir el Evangelio del agua y el Espíritu, mediante el cual hemos recibido la vida eterna, para hacer hermanos por todo el mundo.

En vez de enseñar la Biblia debemos enseñar a los cristianos de todo el mundo a comer la carne y la sangre de Jesús por fe. Lo que necesitan desesperadamente no es la Biblia. Debemos enseñarles la Palabra mediante la que pueden ser salvados de sus pecados. Debemos decirles siempre: «Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, no sólo cargó con mis pecados, sino

que con los suyos también. Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado». Esto se debe a que esa es la fe mediante la que las almas de todo el mundo pueden vivir eternamente sin tener que morir. «Mi carne es verdadera comida, la verdadera comida de vida para el mundo». La comida de la vida eterna es la carne de Jesús. Debemos hablar de esto siempre. Aunque no podamos hacer muchas cosas, podemos difundir el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Si distribuyésemos libros electrónicos e impresos por Internet todos los días, todo el mundo conocería la Verdad pronto.

¿Saben que Jesús tomó todos sus pecados en el río Jordán? Creer en el hecho de que Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado es comer la carne de Jesús por fe. Por eso estamos difundiendo esta Verdad a todo el mundo todos los días mientras tenemos fe en el hecho de que Jesús cargó con todos los pecados

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del mundo al ser bautizado en río Jordán por Juan el Bautista.

Jesús dijo: «Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). Quien quiera conseguir la vida eterna y vivir feliz para siempre sin tener que morir, debe comer el pan de vida que viene del Cielo. Esta comida de vida es precisamente la carne y la sangre de Jesús. Y esta comida es el Evangelio del agua y el Espíritu. Quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu tiene nueva vida.

No hay otra comida verdadera aparte de Jesús. Nada de este mundo puede convertirse en la comida de la vida eterna. Incluso las medicinas anti-envejecimiento no pueden hacer que la gente se haga vieja y muera. Incluso el gingsen, que se cree que era el elixir de vida que buscaba el primer emperador de China, Quin Shi Huang (259 a.C- 210 a.C), no puede hacer que la gente viva para siempre. Toneladas de este elixir no

pueden hacer que no muramos. Sin embargo, si comen la carne de Jesús y beben Su sangre, nunca morirán.

Hasta que venga el Señor debemos alimentar a todo el mundo con esta comida de la vida eterna difundiéndola con fe. Incluso si la gente del mundo no entiende lo que les decimos porque no conocen las Escrituras, debemos predicar por fe el hecho de que: «Jesús tomó nuestros pecados una vez al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán». Todos aquellos que creímos antes que ellos debemos sembrar la semilla del Evangelio del agua y el Espíritu en los pensamientos y corazones de la gente del mundo. Si predicamos el bautismo y la sangre de Jesús a la gente del mundo, todos recibirán la remisión de los pecados al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Y entonces, cuando nos presentemos ante el Señor, Él nos felicitará.

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Deben saber que la comida de la vida eterna es la carne y la sangre de Jesús y que éstas son el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la Verdad del Cielo y el Evangelio del secreto de la vida. Jesús dijo a Sus discípulos: «Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado» (Mateo 13, 11). El Evangelio del agua y el Espíritu es la llave para abrir el Reino de los Cielos. En este mundo no hay otras palabras que puedan enviar a la gente al Cielo. Como hemos dicho que si tomamos la carne y la sangre de Jesús por fe iremos al Reino de los Cielos, todos deben creer en esto.

Un hermano de nuestra iglesia dijo que después de recibir la remisión de los pecados, habló del Evangelio del agua y el Espíritu a su madre cada vez que tenía la oportunidad. Su madre había escuchado falsos evangelios durante mucho tiempo y al principio no creyó, se

enfadaba y lo rechazaba. Pero escuchó tantas veces el Evangelio verdadero que ahora ha recibido la remisión de los pecados al haber aceptado el Evangelio del agua y el Espíritu tal y como es. Y por eso cuando vino a nuestra iglesia por primera vez, le pregunté a su hijo que si podía dar testimonio de su salvación. Y ella dijo: «Ahora estoy sin pecado porque Jesús tomó todos mis pecados cuando fue bautizado, murió en la Cruz por mí y resucitó».

La única manera de recibir la remisión de los pecados y vivir eternamente es comer y beber la carne y sangre de Jesús. Sólo la carne y la sangre de Jesús son la vida eterna para la gente, y nada más. Este Evangelio del agua y el Espíritu no es una doctrina específica de una denominación en concreto. La carne y la sangre de Jesús permiten que la gente viva para siempre si las toma. Así comer y beber la carne y la sangre de Jesús es ganar la vida eterna, pero si no tomamos estas

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dos cosas no puede haber vida dentro de nosotros. Debemos darnos cuenta y recordar el hecho de que los que no comen y beben la carne y la sangre de Jesús no tienen vida, pero los que sí toman estas dos cosas tienen vida eterna; debemos saber que los que toman la sangre y la carne de Jesús nunca morirán y volverán a la vida aunque mueran.

Nuestro Señor nos dijo claramente: «Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera» (Juan 6, 49-50). Dijo que si comíamos y bebíamos la carne y la sangre de Jesús no moriríamos y viviríamos para siempre al haber obtenido la vida eterna. Por fe, debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre, que es el pan de la vida eterna que desciende desde el Cielo. ¿Se han convertido en gente que come y bebe a Jesús al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Si es así, tienen

al Espíritu Santo dentro de ustedes y éste les da vida.

Jesús dijo que Su sangre es verdadera bebida, pero ¿saben por qué lo dijo? Una bebida refresca el cuerpo. Así Jesús borró nuestros pecados al derramar sangre tras haber sido bautizado por Juan el Bautista. Dicho de otra manera, ha recibido el juicio por todos nuestros pecados al derramar Su sangre en la Cruz. Así la sed en nuestros corazones fue satisfecha y nuestros corazones se llenaron de alegría. Por eso la Biblia dijo: «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio» (Hechos de los Apóstoles 3, 19). Como Jesús tomó nuestros pecados en Su bautismo, Su sangre es la verdadera bebida de fe que ha pagado todos nuestros pecados.

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No hay vida si no se come ni bebe la carne y la sangre de Jesús

Sin embargo, ¿no hay nadie entre ustedes que

crea que sólo la sangre en la Cruz de Jesús es su salvación? Aquellos de ustedes que crean sólo en la sangre de Jesús nunca podrán librarse de sus pecados. Si no se cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, no se puede recibir la vida eterna, sino que sólo se recibe el castigo eterno en el infierno. Deben comer la carne y la sangre de Jesús por fe. Sólo entonces podrán recibir la verdadera remisión de los pecados y la vida eterna.

¿Tienen fe en lo que dice este pasaje: «Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero» (Juan 6, 53-54) tal y como es? Dios dio a la gente la comida

de la vida eterna mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y esta no es otra que la carne y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios. Al darnos la sangre y la carne de Jesús, Dios nos dio a los que las tomamos por fe la vida eterna que nos permite vivir eternamente.

La carne y la sangre de Jesús es nuestra vida. Esta carne y sangre de Jesús es la verdadera comida que descendió del Cielo para los fieles. Pero en este mundo hay mucha gente que no cree en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. En este mundo hay mucha gente que sólo cree en la sangre de Jesús derramada en la Cruz. Esta es una fe que lleva a la gente a la destrucción. Hemos sido salvados del pecado por fe en la carne y la sangre de Jesús. Y entraremos en el Reino eterno en el futuro y viviremos allí para siempre.

Aunque tengamos vida eterna, no nos queda mucho tiempo aquí en la tierra. Por favor no

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crean que vivirán en este mundo durante miles de millones de años. No podemos vivir tanto. Sólo somos nómadas que viven en este mundo durante poco tiempo. Espero que se den cuenta de que no les queda mucho tiempo en este mundo. Quizás piensen que eso es algo escatológico. Pero no es así. Ahora debemos averiguar cuánto nos queda por vivir. La Biblia dice: «Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos» (Salmos 90, 10). Si tienen 30 años y viven hasta los 80, entonces sólo les quedan 600 meses. Eso es todo. Si tienen 50 años, sólo les quedan 420 meses. ¿Cómo de deprisa pasa un mes?

Queridos hermanos, no nos queda mucho tiempo. Como no me queda mucho tiempo, y sigo preguntándome cuál es la mejor manera de vivir. Supongo que como mucho me quedan 10

años de vida. Esta es la conclusión a la que he llegado después de hacer algunos cálculos y ver si Jesús vendrá durante ese espacio de tiempo. Entonces, ¿la gente que es más joven que yo vivirá más? Incluso la gente más joven no puede estar segura de que vivirá tanto. Aunque algunas personas hacen sus votos: «vivamos juntos hasta que se nos ponga el pelo blanco» ante el celebrante en una ceremonia de matrimonio, hay mucha gente que muere antes de eso. Incluso si miramos lo que está ocurriendo en le mundo vemos que no le queda tanto tiempo al mundo.

Asimismo Jesús volverá pronto al mundo. Simplemente esperen y verán lo que ocurre. Hoy en día el mundo se mueve muy rápido, la ciencia avanza, los medios de transporte son cada vez más rápidos, los corazones de la gente están sucios y los pecados florecen. Está ocurriendo tal y como Dios dijo que ocurriría al final de los tiempos. Pero hace pocos años cuando no

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pasaban tantas cosas en el mundo, ya hablé del final inminente del mundo mientras daba algunas lecciones sobre unos pasajes del Apocalipsis.

Pero, incluso si el final fuera mañana, debemos seguir trabajando y seguir haciendo la obra de Dios. No podemos desmayar por el hecho de que el final del mundo esté cerca. Sino que, como el final está cerca, debemos esforzarnos cada vez más en esta obra preciosa de compartid la comida de la vida eterna, que es la carne y la sangre de Jesús, durante este espacio de tiempo. Como al mundo no le queda mucho, debemos hacer esta obra diligentemente con una mente clara y sólo debemos hacer esta obra. Algunas personas piensan que deben vivir según las circunstancias ya que queda poco tiempo, pero esto no debe ser así. Si quedara mucho tiempo podríamos decir que nos sobra tiempo. Pero como está cerca el día en que no podamos difundir más el Evangelio debido a las

tribulaciones, debemos mantener nuestras mentes en forma, tener fuerza en nuestro corazón con más fe e invertir nuestros días en difundir la comida de la vida eterna.

Queridos hermanos, ¿creen que queda mucho tiempo en este mundo? Sólo cuando ocurren desastres naturales y guerras en el mundo y sólo cuando los gobiernos dicten normas que obliguen a marcar nuestras frentes o manos con un signo, creeremos: «Lo que el pastor de nuestra iglesia decía era cierto». Queridos hermanos, entonces será demasiado tarde. Si no creen ahora, no podrán creer entonces. Cuando llegue el momento nuestros corazones se harán todavía más tercos y no podremos tener fe. Estas personas verán lo que está ocurriendo a su alrededor y recibirán la «marca de la bestia» al final. La fe es algo que debe prepararse antes de que llegue el momento.

No queda mucho tiempo. Por eso debemos

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esforzarnos en compartir esta carne y esta sangre de Jesús, que es la comida de la vida eterna. Hablen a sus familias sobre el Evangelio del agua y el Espíritu. Y únanse a la Iglesia de Dios, que está difundiendo el Evangelio por todo el mundo. Con un corazón unido debemos predicar la carne y la sangre de Jesús. Debemos proclamar a gritos que Jesús tomó nuestros pecados en Su bautismo y que murió en la Cruz por nosotros.

Durante el poco tiempo que nos queda en el mundo debemos vivir por el Evangelio del agua y el Espíritu. La comida de la vida eterna es la carne y la sangre de Jesús y mientras vivimos en este mundo, ¿no deberíamos ser Sus obreros que comparten la vida eterna al dar a la gente la carne y la sangre de Jesús? No debemos pensar lo que debemos hacer para que nuestro cuerpo esté bien y para comer bien. Y en vez de pensar que vamos vivir para siempre en este mundo, durante el poco tiempo que nos queda debemos compartir la

comida de la vida, es decir, la carne y la sangre de Jesús. Los que hemos nacido de nuevo debemos hacerlo.

Si viviésemos para nuestra carne por hecho de no tener pecados, eso sería algo malo. Si los que hemos nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu viviésemos sin importarnos nada, sin hacer la obra de difundir la carne y la sangre de Jesús después de haber recibido la remisión de los pecados, caeríamos en el pecado y nos convertiríamos en las personas más malvadas del mundo. El Señor dijo: «Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado» (Santiago 4, 17) y también dijo «Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes» (Lucas 12, 47).

En este mundo no hay mucha gente que conozca el hecho de que la comida de la vida es la carne y la sangre de Jesús. Hay incluso menos

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gente que crea en esto. No sabemos cómo hemos llegado a comer la carne y beber la sangre de Jesús por fe, pero debemos estar agradecidos a Dios por ello. Asimismo debemos estarle agradecidos por habernos dado la fe que nos permite vivir en Dios al tener la carne y la sangre de Jesús. Así que ¿cómo no difundir esta Verdad?

Queridos hermanos, debemos creer en el hecho de que la sangre y la carne de Jesús son la comida de la vida eterna. Y debemos dar esta comida a la gente. Hasta el día en que acaben nuestras vidas debemos vivir por esta obra. Debemos vivir por esta obra en vez de por las demás.

¿Quién conoce esta Palabra secreta? ¿Quién sabe que la Palabra de la carne y la sangre de Jesús es el Evangelio de la vida eterna? Sólo los nacidos de nuevo del agua y el Espíritu (Juan 3, 5). No es exagerado decir que todos los cristianos

del mundo no lo saben. Mientras los cristianos llevan a cabo el sacramento de la comunión, ¿cómo ven la carne de Jesús al tomar un trozo de pan? Ellos lo ven como una simple ceremonia. En algunas iglesias se trae pan y se afirma la doctrina de la transustanciación que dice que cuando se come el pan por fe es como comer la carne de Jesús. Se dice que este pan se convierte en la carne de Jesús dentro del cuerpo. Esto es la transustanciación. Pero la orden: «Comed la carne de Jesús», tal y como está escrita en la Biblia no quiere decir eso.

La fe de comer la carne de Jesús significa que uno cree en el hecho de que Jesús tomó todos nuestros pecados en Su carne al ser bautizado y ver la sangre de Jesús significa que se cree en el hecho de que Jesús, que tomó nuestros pecados, fue juzgado por nuestros pecados al ser clavado en la Cruz en nuestro lugar y al derramar Su sangre. La fe en el hecho de que Jesús fue

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bautizado por todos mis pecados y que fue juzgado en mi lugar en la Cruz es la fe de comer y beber la carne y la sangre de Jesús.

En la Biblia, la Palabra de Dios, en la que creemos, está el Evangelio del agua y el Espíritu. No hay una enseñanza tan grande en ningún otro documento del mundo y ninguno dice que la vida eterna se recibe si se come y bebe la carne y la sangre de Jesús. Sólo lo dice la Palabra de Dios. La Biblia dice: «Recibiremos la vida eterna si creemos en el hecho de que Jesús tomó nuestros pecados cuando fue bautizado por Juan el Bautista y de que nos salvó de los pecados con Su carne y sangre al haber sido juzgado en nuestro lugar». Al creer en esto nos convertimos en hijos de Dios.

Así comemos la carne y la sangre de Jesús por fe. Ustedes y yo hemos comido la comida de la vida eterna al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como los que hemos comido este

alimento de vida primero, debemos hacer la obra de pasar esta comida y bebida de Jesús a otra gente. Esto significa que es responsabilidad de los nacidos del nuevo del Evangelio del agua y el Espíritu llevar a cabo esta obra. Espero que crean en el hecho de que la comida de la vida eterna está en la carne y la sangre de Jesús. Debemos decir a nuestros familiares, crean o no: «Jesús tomó todos nuestros pecados al ser bautismo y fue juzgado en nuestro lugar por nuestros pecados al morir en la Cruz».

La verdadera comida de la vida eterna está en la carne y la sangre de Jesús: no sólo en la carne de Jesús y no sólo en Su sangre. Debemos comer y beber por fe. Deben creer en la Verdad de que Jesús tomó nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y que fue juzgado por nuestros pecados en nuestro lugar al ser crucificado. Cuando la gente cree tanto en el bautismo de Jesús como en Su sangre derramada en la Cruz,

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dice que se siente renovada. Esto se debe a que Jesús tomó todos nuestros pecados al ser bautizado y a que fue juzgado por ellos en la Cruz. Esto es porque la sangre de Jesús derramada en la Cruz es el precio que pagó por nuestros pecados.

Sin embargo, si creemos sólo en la sangre derramada en la Cruz sin comer la carne de Jesús seguiremos teniendo pecados en nuestros corazones. Tener esta fe es intentar borrar los pecados sólo en el plano de las emociones sin borrarlos perfectamente mediante la Palabra de la Verdad del bautismo de Jesús. El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista no tuvo lugar porque Jesús fuese humilde o porque fuera un ritual. Lo importante es saber por qué Jesús fue bautizado. Lo más importante es tener fe y entender que nuestros pecados fueron transferidos a Jesús cuando fue bautizado.

Los que no han nacido de nuevo no saben lo que significa la «carne de Jesús»

Los cristianos llevan a cabo dos tipos de

bautismo: el bautismo por inmersión y el bautismo por efusión. Los que son bautizados por inmersión ignoran a los que son bautizados por efusión, y los partidarios del bautismo por efusión (verter, salpicar) dicen que una persona no tiene porqué ser bautizada mediante la inmersión en el agua. Así que empiezan a discutir sobre estos temas. Como podemos ver la gente sólo discute sobre aspectos ceremoniales del bautismo y sobre qué tipo de bautismo es el correcto. Pero ahí se acaba.

Mientras descansaba un poco esta tarde he visto un canal de televisión cristiano en el que cierto pastor hablaba sobre el bautismo de Jesús.

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Lo he escuchado durante un rato pero era desternillante. Sólo hablaba sin abordar el asunto según las Escrituras. Sólo hablaba de algunas nociones dadas por algunos teólogos pero no sabía el significado el bautismo.

Pero espero que crean que la carne y la sangre de Jesús son la comida de la vida eterna. Espero que se den cuenta de esta Verdad y la crean. Sea quien sea, si una persona no come y bebe la carne y la sangre de Jesús, no tiene vida dentro. Queridos hermanos, puede que no sepan mucho sobre la Biblia pero por los menos deben creer que sus pecados fueron transferidos a la carne de Jesús cuando fue bautizado. Esto es lo que significa comer la carne de Jesús. Como Jesús cargó con nuestros pecados al ser bautizado, la fe de creer en que fue juzgado en nuestro lugar en la Cruz es lo mismo que beber la sangre de Jesús. Al tener fe en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, debemos comer y beber al

Señor. Leamos el Evangelio de Juan capítulo 6,

versículo 53: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». Esta no es una doctrina de nuestra denominación. Es claramente la Palabra del Señor. La verdad es que, a pesar de todo, la gente no intenta comprender correctamente este pasaje.

Hay mucha gente que sólo ha bebido la sangre de Jesús. Ellos dicen: «La gente que bebe de la sangre de Jesús no tiene pecados». Y entonces hacen como si se sintieran mejor porque dicen que no van a ser juzgados ya que Jesús cargó con todos sus pecados y fue juzgado en la Cruz para que recibieran la salvación. Pero dentro de ellos no hay vida. Yo les pregunto: «Si es así, ¿qué significa comer la carne de Jesús?». Y entonces parecen confusos y asustados. Y no me dejan hacerles más preguntas al decir que hablar de la

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Biblia con tanto detalle es una herejía. Si hablamos con esta gente podemos ver que

el Espíritu Santo no está dentro de sus corazones. Hay mucha gente cuyos corazones no tienen dentro al Espíritu Santo a pesar de tener fe en Jesús. Aunque creen que Jesús es el Hijo de Dios, que Él es Dios, que perdonó nuestros pecados al morir en la Cruz, que resucitó y que ascendió a los Cielos y que volverá de nuevo, la verdad es que no hay vida en ellos. El que no haya vida en ellos significa que el Espíritu Santo no está dentro de ellos. Está escrito: «Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» (Romanos 8, 9). Si el Espíritu de Cristo no está en ellos, entonces han sido abandonados por Dios.

Nuestro Señor dijo: «Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo

bueno en cestas, y lo malo echan fuera» (Mateo 13, 47-48). Un pescador lanza la red al mar y después de un rato cuando la saca hay peces en ella. Después extiende la red en la cubierta del barco y empieza a separar los peces que ha pescado. Entonces pone los peces comestibles en un contenedor y echa los no comestibles en la cubierta. Si arrojase los peces no comestibles al agua, volverían a ser pescados, así que los deja morir en la cubierta. Cuando mueren los arroja al mar para que sean alimento para otros peces.

Del mismo modo en que el pescador guarda los peces buenos y arroja los malos, ustedes no van a ir al Cielo sólo porque crean en Jesús. Sólo los que han bebido y comido de Jesús entrarán en la vida eterna del Cielo. Cuando Jesús ve nuestra fe, la reconoce tal y como es. El Espíritu Santo está dentro de los que hemos tomado la sangre y carne de Jesús. Él manda al Cielo a aquellos que tienen dentro al Espíritu Santo. Pero la gente que

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sólo bebió de la sangre de Jesús, a pesar de que ha creído en Jesús, será arrojada al infierno porque es como el pez no comestible. En ese momento no valdrá de nada suplicar al Señor: «Señor, Señor». Porque el Señor dirá a esta gente: «No podéis ir al Cielo» y arrojará a esa gente al infierno. Queridos hermanos, los que no tienen vida serán desechados. La gente que cree sólo en la sangre de Jesús son los que no tienen el Espíritu Santo.

Los que sólo bebieron la sangre de Jesús no pueden dejar de pensar que en sus pecados cuando se presentan ante el Señor. «Oh no, he pecado así muchas veces. Al ofrecer una oración de penitencia esta mañana, he borrado mis pecados pero aún así sigo pecando». Como los pecados que cometen siguen pasando por sus mentes, tienen que recurrir a las oraciones de penitencia. Sin embargo, los que han recibido la remisión de los pecados al nacer de nuevo del

agua y el Espíritu no son atormentados por sus pecados porque estos fueron borrados por fe, incluso aunque sigan pecando. Confiesan su fe diciendo: «Jesús ha tomado todos mis pecados al ser bautizado en el río Jordán 3 años antes de ser crucificado. Cuando Jesús dijo: «Permíteme hacer ahora porque conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15), al recibir el bautismo, Jesús tomó todos los pecados y me salvó del pecado. Al poco tiempo me salvó del juicio del pecado al ir a la Cruz, ser crucificado, derramar Su sangre y morir en mi lugar». Así una persona que puede reconocer esta Verdad de salvación y creer en esta Verdad es una persona que ha sido salvada.

¿Sienten el deseo de seguir las modas del mundo? A pesar de haberse convertido en los justos sin pecado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿sienten el deseo de ser los pioneros de una nueva moda del mundo? Esto se

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debe a que se no han dado cuenta que son los verdaderos pioneros en el mundo. Como creímos en la carne y en la sangre de Jesús hemos recibido la salvación y la vida eterna. Por eso debemos vivir una vida espiritual. Debemos vivir por el Evangelio del agua y el Espíritu y por nuestro Señor que nos ha salvado. Si ayudamos a los demás al difundir el Evangelio del agua y el Espíritu y si hacemos una ola de Verdad por todo el mundo, esta es la mejor manera de vivir.

La gente que ha nacido de nuevo del agua y el Espíritu no debe seguir la maldad de este mundo. Dios odia que los nacidos de nuevo se dejen llevar por las culturas malvadas del mundo. Los justos deben crear una nueva moda en vez de seguir las modas del mundo. Es necesario para los justos crear una nueva moda. Queridos hermanos, cuando todo el mundo sigue la moda el hip-hop, intenten ponerse un traje. ¿Acaso no llamarán más así la atención? Cuando todo el

mundo está sumergido en una misma moda y uniformidad sin tener carácter individual, si alguien que parece diferente aparece, todo el mundo mirará a esa persona y todos querrán hacer lo mismo. Cuando todo el mundo vive en esta locura, intenten vivir correctamente. Una persona así estará estupenda y se convertirá en un líder de moda. Espero que sepan que hacer las cosas como los demás es tener poca personalidad.

La gente que ha recibido la remisión de los pecados no debe seguir al mundo. Deben liderar el mundo. Los justos deben manejar este mundo. Cuando veo dramas escritos por guionistas de televisión, me parecen pueriles. Son tan pueriles que pienso cómo pueden ser tan populares. Así que me pregunto si debería escribir algún guión. Queridos hermanos, ¿piensan que puedo escribir si quiero o no? Si escribo, escribo una obra de arte. Pero he decidido no escribir. He decidido no

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escribir dramas porque no tendría tiempo para difundir el Evangelio. He decidido no hacerlo no porque no tenga las aptitudes, sino porque no lo veo necesario.

En realidad los que hemos nacido de nuevo debemos vivir esta maravillosa vida de compartir la comida de la vida eterna, la carne y la sangre de Jesús. Por mucho que nos dejemos llevar por los placeres de este mundo, esto no nos satisface. Está escrito: «Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta» (1 Timoteo 5, 6). Deben vivir por la vida eterna en vez de perseguir los placeres del mundo. Ustedes y yo debemos conocer a nuestro Señor después de hacer esta maravillosa obra de dar vida eterna a otros y de hacer que la acepten.

¿Creen que la comida de la vida es la carne y la sangre de Jesús? Si es así lo están haciendo muy bien. Pero la mayoría de los cristianos no lo saben, incluso después de 2000 años del

cumplimiento de la Palabra de Verdad. La gente de este mundo que n conoce esta Palabra secreta debe despertarse y tomar la comida de la vida eterna al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y comer y beber la carne y la sangre de Jesús. Si una persona muere sin haber consumido la comida de la vida, irá al infierno sin excepción. Esto significaría estar separado de Dios.

El último día nuestro Señor resucitará los cuerpos de los nacidos de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu, y les dará vida eterna. Si no quieren que alguien sea desechado por el Señor en ese momento, deben comer la comida de la vida eterna, que es la sangre y la carne de Jesús. No sólo deben tomar este alimento ustedes solos, sino que deben alimentar a sus familiares, a la gente de su alrededor y a toda la gente del mundo con esta comida de la vida eterna.

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CAPÍTULO 14

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264 ¿Por qué debemos vivir?

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¿Por qué debemos vivir? < Juan 6, 63-69 >

«El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente».

¿Por qué cosa vivimos ustedes y yo ahora? No estamos trabajando por algo que no perecerá, sino por algo duradero que nunca perecerá. En otras palabras estamos trabajando para salvar a las almas perdidas por todo el mundo y vivimos para dar vida a los corazones de la gente. Estamos haciendo lo que es justo y necesario.

¿Están viviendo por lo que es eterno? De las 24 horas del día, ¿cuántas horas vivimos por lo eterno? Puede que simplemente unas pocas horas. ¿En realidad no estamos trabajando más horas por lo que perece? Excepto lo que hacemos para vivir por lo que no perece, todo lo demás es de la carne. Si trabajan duro para su propia carne, esto se pudrirá y estarán malgastando su tiempo.

Por supuesto a veces buscamos lo que aparentemente parece de la carne porque lo necesitamos para llevar a cabo nuestro ministerio. Pero si lo necesitamos para el Evangelio, no es de la carne. Lo que beneficie al

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265 ¿Por qué debemos vivir?

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Evangelio es espiritual. Mis queridos hermanos, a no ser que vivamos por el Evangelio no podremos llamarnos discípulos de Jesús. Si somos discípulos de Jesús que creen en las obras justas que Jesús hizo en la tierra, debemos saber cómo vivir nuestras vidas. Aunque estamos en un cuerpo corruptible, podemos llevar a cabo obras incorruptibles.

A menudo observo qué parte de mi vida está dedicada a lo eterno, a lo que nunca perecerá. De 24 horas que tiene el día, cuando miro cuántas horas paso haciendo la obra que no perece y cuántas haciendo la que perece, descubro que no paso tantas horas haciendo la obra que no perece. Un ministro de nuestra Misión contó cuántas horas trabajaba por el Evangelio, sin contar las horas de sueño, las comidas, las visitas al baño y similares, y descubrió que sólo eran unas pocas horas. Las horas que la gente pasa viviendo por lo que no perece son muy pocas. Incluso si

pasásemos el día entero por lo que no perece, todavía no sería suficiente. Incluso si dedicamos todas nuestras vidas, no sería suficiente. En otras palabras, se pasan pocas horas viviendo por lo que no perece.

¿Están difundiendo el Evangelio del agua y el Espíritu?

Nuestro Señor dice que es el Espíritu quien da

vida. Debemos considerar cuántas almas estamos salvando. ¿Hay algún alma que haya recibido la remisión de los pecados gracias a ustedes por haber predicado el Evangelio del agua y el Espíritu? Sólo esta obra salva almas y puede ser descrita como una obra espiritual y eterna. El Señor nos está diciendo que difundir el Evangelio del agua y el Espíritu para que reciban la remisión de los pecados es la única obra eterna

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que no perece. En Juan 6, 51 el Señor dijo: «Yo soy el pan

vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre». Entonces siguió diciendo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente» (Juan 6, 53-58).

El capítulo sexto de Juan habla de cómo el Señor vino siendo el pan de vida y de cómo nos

ha dado la vida eterna. En otras palabras, este capítulo explica que quien coma la carne de Jesús y beba Su sangre recibirá la vida eterna. Aquellos de nosotros que conocemos esta Verdad y creímos antes que otros, debemos difundir este Evangelio de salvación a todo el mundo. Sólo entonces estamos llevando a cabo la obra eterna. Si difundimos nuestras propias ideas, éstas morirán. Sólo cuando predicamos lo que el Señor ha hecho por nosotros, es decir Su carne y Su sangre, podemos trabajar por lo que nunca perecerá y haremos la obra que salvas a las almas. Difundir lo que el Señor ha hecho por nosotros es obrar por la comida que no perece.

Sólo porque difundamos nuestro propio conocimiento no significa que se salven almas. Sólo cuando predicamos al Señor hacemos la obra de la salvación. Por tanto, al hacer sólo lo que el Señor nos ha pedido que hagamos estamos haciendo esta obra eterna. En otras palabras,

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267 ¿Por qué debemos vivir?

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difundir nuestro propio mensaje no significa nada.

Cuando el Señor dijo: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo», los judíos que estaban junto a Él no lo entendieron y por eso murmuraron diciendo: «¿Cómo puede este Hombre darnos Su carne para comer?». Durante la época de la Iglesia Primitiva los que no creían entendieron mal a los cristianos por este pasaje. En aquel entonces los cristianos eran perseguidos y se escondían en cavernas llamadas catacumbas para adorar a Dios, y la gente que iba a la Iglesia se quedaba sorprendida al escuchar a un predicador decir en su sermón: «Quien coma la carne del Señor y beba Su sangre recibirá la vida eterna». Algunas personas pensaron: «¿Son caníbales estos cristianos? ¿Cómo pueden devorarse los unos a

los otros por muy hambrientos que estén?». Por culpa de la mala interpretación de algunos, muchos cristianos fueron ejecutados en aquella época de la Iglesia Primitiva.

La Iglesia Católica lleva a cabo la Sagrada Comunión en todas las misas. Los fieles comen la ostia que les da el sacerdote. Creen que cuando el sacerdote bendice la ostia, este trozo de pan se convierte en el cuerpo de Jesús. También creen que cuando el sacerdote reza sobre la copa de vino, el vino se convierte en la sangre de Jesús. Esta doctrina se denomina «transustanciación». Así que los católicos creen que pueden recibir la vida eterna si participan en la Comunión al comer el pan y beber el vino, y así es como practican su religión.

Sin embargo esto no tiene ningún fundamento. Creer que Jesús vino al mundo encarnado, que cargó con nuestros pecados al ser bautizado, murió en la Cruz y así nos ha salvado de nuestros

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pecados, esto es comer la carne y beber la sangre de Jesús. Él nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha dado la vida de Dios. Al aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado en nuestros corazones estamos comiendo la carne de Jesús y Su sangre. Este Evangelio es el verdadero pan que salva nuestras almas.

Examinémonos para ver qué parte de nuestras vidas estamos dedicando al Señor

¿Por qué viven en este mundo? ¿Viven por

posesiones materiales? No. Vivimos en este mundo para salvar a otras almas. La Biblia dice: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1

Corintios 10, 31). Este pasaje significa que debemos vivir por la obra que salva almas. En otras palabras, en vez de vivir en este mundo por lo que perece, debemos vivir por la obra que salva a las almas muertas.

Mis queridos hermanos, ¿qué nos hace seguir viviendo? Si sus vidas están completamente vacías, eso quiere decir que están haciendo algo mal. Deben saber por qué están viviendo y darse cuenta de por qué siguen con sus vidas. Sólo entonces sus vidas tendrán sentido. Deben decidirse y saber que el objetivo de sus vidas es obedecer la Palabra de Dios y hacer la obra que Él les ha confiado y deben vivir por fe según la voluntad de Dios. No hay nada con menos sentido que trabajar sin un objetivo y sin saber por qué hacen lo que están haciendo ahora.

Hermanas, ¿están viviendo sólo para cuidar de sus hijos y que estos tengan éxito cuando crezcan? ¿Pero qué pasa si se vive por esto? Que

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después de cuidar de sus hijos morirían y sus hijos harían lo mismo que ustedes, es decir cuidar de sus hijos y luego morir. ¿Qué es esto? Este no es el tipo de vida dedicada a lo eterno. Mientras estén vivos deben conocer a Jesús y recibir la remisión de sus pecados. Entonces deben trabajar para salvar otras almas. Deben correr hacia la meta, hacia la obra eterna. Si no saben por qué están viviendo ahora, es decir si su vidas no tienen sentido, entonces sus vidas no valen para nada.

Pero a pesar de esto la mayoría de la gente del mundo no sabe para qué vive. Así que mucha gente cae en la trampa del alcohol o las drogas porque sus corazones están vacíos. Precisamente como no saben por qué deben vivir, viven días sin sentido hasta que mueren. La Biblia dice que una vida sin sentido es como la de una bestia que perece (Salmo 49, 20).

¿Y qué hay de ustedes? ¿Por qué viven?

¿Viven sólo porque todavía siguen respirando y sus corazones siguen latiendo? Deben tener claro en qué dirección ir en sus vidas y también por qué viven y para qué deberían vivir. Nuestras vidas son diferentes de las de los animales ya no sólo en cómo comemos, nos reproducimos y dormimos. No vivimos para acumular más riqueza y vivir bien, ni para cuidar de nuestros hijos. Si estos fueran los únicos objetivos de nuestras vidas, ¿qué miserables seríamos? Cuando alimentamos a nuestros hijos para que crezcan y tengan éxito, ellos se creen que crecieron por su cuenta. Es una vida vacía y sin sentido.

Desde el momento en que nacen sus vidas no son más que una sucesión de pasos que les llevan a la tumba. ¿No es esto triste? ¿Qué esperanza hay en esa vida? Nuestro Señor dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece» (Juan 6, 27). En

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otras palabras, nos dice que trabajemos por lo eterno. También dijo: «Es el Espíritu quien da vida, la carne no beneficia para nada». Nuestro Señor vino al mundo para salvarnos y darnos la vida eterna. Y nos dijo que debemos vivir por lo que dura para siempre. Nos está diciendo: «Debéis vivir como Yo. Vivid por el Evangelio, proclamar Mi nombre y haced la obra del Padre que permite a todo el mundo recibir la remisión de los pecados. Después de todo eso, venid a Mí».

Como Jesús curó a los enfermos y alimentó a los hambrientos mediante el milagro de los panes y los peces, miles de personas se reunieron a Su alrededor como una nube que le seguía a todas partes. Aunque seguían al Señor por un motivo carnal, Jesús en realidad quería darles bendiciones espirituales. Por eso Jesús les dijo: «Mi carne es verdadera comida y Mi sangre verdadera bebida». Les estaba diciendo que

tenían que recibir la vida eterna al creer en Su obra. Él dijo también: «Es el Espíritu quien da vida, la carne no beneficia para nada», pero cuando la gente escuchó esta Palabra, se fue. Incluso los discípulos le dejaron sólo como está escrito: «Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él» (Juan 6, 66).

En otras palabras, aunque muchas personas habían recibido la comida de la carne y estaban siendo curadas de sus enfermedades cuando seguían a Jesús, con Sus Palabras Jesús les echó un cubo de agua fría en sus corazones porque buscaban sólo las cosas de la carne. Él les dijo: «Es el Espíritu el que da vida; la carne no beneficia para nada. No vine al mundo sólo para daros pan. No os daré pan nunca más. Yo quiero salvar vuestras almas y daros la vida eterna; no estoy obrando para llenar vuestros estómagos». Cuando la gente escuchó esto, se alejó de Jesús

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pensando: «Supongo que eso era todo, ya no conseguiré nada de Él».

Entre los cristianos de hoy en día hay muchos que creen en Jesús sólo para prosperar en la carne. En otras palabras, muchos cristianos creen en Jesús para que su familia esté en armonía, sus cónyuges tengan éxito y sus hijos vayan a una buena universidad, en resumen, creen en Jesús para prosperar materialmente en el mundo. Sin embargo Jesús vino al mundo para salvar los espíritus de este mundo, no para dar prosperidad a la carne. Hoy en día muchos cristianos tienen unas creencias confusas.

Jesús vino al mundo para borrar nuestros pecados. Vino para resucitar los corazones que estaban bajo el control del pecado. Por tanto, si creen en Jesús para satisfacer sus deseos mundanos, están cometiendo un pecado serio. Es un pecado muy grave creer en Jesús de una manera incorrecta (Juan 16, 9). Así que si creen

en Jesús sólo para prosperar en el mundo, deben recoger sus cosas y dejar a Jesús ahora mismo. Estarán mucho mejor viviendo en el mundo. Si viven así toda su vida por lo menos podrán comprar una casa para tener un techo y podrán ahorrar dinero para su jubilación.

Asumamos que ganan 2000 dólares al mes en su trabajo. Incluso si sólo gastan 1000 dólares en gastos y ahorran los otros 1000 todos los meses, para poder comprarse un apartamento decente en el área metropolitana tendrían ahorrar durante 30 años. Además si enferman o tienen algún accidente acabarán gastando todo lo que han ahorrado. Incluso si ahorran durante toda su vida, todo lo que podrán dejar a sus hijos será una casa y un coche. Después de morir y dejar la herencia a sus hijos, ¿qué tendrán para enseñar a Dios? No tendrán nada. ¿Podrán decir al Señor: «He ganado un millón de dólares en el mundo»? No, no tendrán nada que enseñarle.

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El Señor dijo: «Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa» (Marcos 9, 41). El Señor recordará que han trabajado por Él. Pocas personas hacen la obra eterna que no perece. Entre los muchos pastores del mundo, es extraño encontrar a alguno que haya hecho a alguien nacer de nuevo. La gran mayoría no hace nada durante toda su vida. Como estos pastores viven por lo que perece y hacen que los demás vivan por las cosas que perecen, todos serán enviados al infierno para siempre. Les pido que recuerden que nuestro Señor dijo que es «el Espíritu el que da vida». Él nos ha confiado la obra que da vida.

Volvamos a Juan 6, 67-68: «Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». Jesús dijo a los discípulos: «Si queréis ir

con ellos, id. Es el Espíritu quien da vida. He venido para salvar las almas de todo el mundo y no para curar vuestras enfermedades». Podemos ver aquí que Pedro nació de nuevo. Cuando Pedro dijo: «Señor, ¿a quién debemos ir? Tú tienes las palabras de la vida eterna», estaba confesando lo siguiente: «Tu Palabra es la Palabra de la vida eterna, la Palabra que nos salva. Tu Palabra es la Palabra de Dios. Según Tu Palabra vivimos para siempre y según Tu Palabra hemos recibido la remisión de nuestros pecados. Nuestra felicidad y prosperidad eterna se las debemos a Tu Palabra». Por eso Pedro confesó: «Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Juan 6, 69). Lo que Pedro creyó es la Palabra de la vida eterna.

Debemos conocer y creer en lo que nuestro Señor nos ha dicho y debemos vivir según eso. Les pido que no malgasten sus vidas en vano

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como un cerdo obsesionado con comer y beber sólo para acabar muriendo. Por supuesto antes de que naciésemos de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu vivimos así. ¿Por qué? Porque no sabíamos cuál era la vida correcta. Sin embargo, ahora que hemos nacido de nuevo, sabemos que el Señor nos ha puesto en el mundo para que vivamos con sentido, por lo eterno y por lo que salva a las personas de sus pecados. Por eso Dios nos ha dado Su Iglesia, nuestras familias y nuestros trabajos. Les pido que crean que Dios ha permitido nuestras circunstancias para llevar a cabo la obra que salva a las almas. Debemos comprender esto en su sentido espiritual por fe.

¿Todavía son inmaduros espiritualmente y su mente está puesta en las cosas de la carne? «¿Cómo tendré éxito y viviré bien en este mundo? Ahora que no tengo pecados, ¿qué debería hacer para vivir felizmente con mi

familia?». ¿Acaso no es eso lo que ustedes quieren? Les pido que se den cuenta de que no estamos en el mundo por estas cosas perecederas. Existimos en este mundo para hacer la obra que salva a las almas de las personas, por la obra de dar testimonio de la Palabra de Dios y por la obra de difundir el Evangelio. Deben entender que Dios les ha hecho nacer de nuevo y les ha puesto en este mundo para encargarles la Gran Comisión, que es difundir el Evangelio. Debemos vivir por la obra de salvar a las almas humanas. Y debemos saber que la carne no beneficia para nada. A parte de la obra de proclamar el Evangelio de Dios todo lo demás desaparecerá. Nuestros espíritus se salvan al creer en Jesús. Aunque nuestros seres carnales mueran, nuestros seres espirituales se renuevan día tras día (2 Corintos 4, 16). Debemos vivir por la obra que salva a las almas. Debemos vivir el resto de nuestras vidas por el tesoro que no

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desaparecerá nunca. Ya estemos en casa o en el trabajo debemos hacerlo todo por la obra de salvar almas, y debemos concentrarnos plenamente en esta tarea. Hagamos lo que hagamos debemos hacer la obra del Espíritu. Mis queridos hermanos, comamos o bebamos, quiero que vivamos por la obra que el Señor nos ha confiado.

¿Por qué nos salvó Dios? Si todo lo que quieren de sus vidas de fe es ser ricos en la carne, entonces dejen la Iglesia. Si, por el contrario, quieren vivir para difundir el Evangelio y ser ayudados por Dios, deben unirse a la Iglesia. Si alguien que ha nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu vive sólo por la carne, su corazón nunca estará satisfecho. Y Dios no le dejará sólo para que viva así. Si alguno de los amados de Dios se enamora del mundo, Dios le hará volver a Él como sea.

Mis queridos hermanos, nuestra Iglesia no es

una iglesia mundana. Si quieren vivir felizmente en el Señor, deben vivir haciendo la obra que salva a las almas. Si esto es lo que quieren, deben quedarse con nosotros, pero si no es así, recojan sus cosas y váyanse.

Por supuesto, a veces perseguimos las cosas mundanas. Sin embargo, nuestro objetivo debe estar claro. Aunque no siempre podemos vivir según la voluntad de Dios, al menos debemos saber cuál es la meta adecuada de nuestra vida. El hecho de que todavía seamos insuficientes es diferente a no saber el objetivo de nuestras vidas. Estamos rezando para salvar a las almas y predicamos el Evangelio y expandimos el Reino de Dios. Este es nuestro único objetivo. Los justos deben creer sólo en la justicia de Dios y deben vivir por esta justicia únicamente.

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CAPÍTULO 15

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Debemos conocer la Verdad correctamente

< Juan 6, 60-70 > «Al oírlas, muchos de sus discípulos

dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde

entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce».

¿Por qué murmuran? El capítulo 6 de Juan es difícil de entender

para los cristianos de hoy en día. Así que los pastores hablan sobre este capítulo en pocas ocasiones. Normalmente interpretan el mensaje

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de este capítulo de la siguiente manera: «Jesús nos dio Su cuerpo, lo que significa que nos ha salvado al ser crucificado hasta morir». Sin embargo, sólo hacen referencia a la sangre de Jesús, no a Su carne. La carne de Jesús se refiere al hecho de que Jesús tomó sus pecados de una vez por todas al ser bautizado y sufrió en la Cruz, así que a no ser que conozcamos el Evangelio del agua y el Espíritu, no podemos entender este pasaje.

Por eso los cristianos de hoy en día que no han nacido de nuevo no pueden entender el pasaje del capítulo 6 de Juan y por eso sus corazones acaban dejando a Jesús para buscar las cosas del mundo. En otras palabras, si la gente no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque crean en Jesús al principio como Su Salvador, acabarán dejándole. Cuando Jesús habló en este pasaje, había más de 5000 personas que habían sido testigos de Sus milagros y que le seguían, pero

cuando Jesús les dijo que comiesen Su carne y bebiesen Su sangre, todos le dejaron porque no podían entenderle. Lo que es peor, incluso muchos de los discípulos que se identificaban como seguidores de Jesús le abandonaron diciendo: «Esto que ha dicho es difícil, ¿quién lo entiende?».

Para los cristianos de hoy en día también, el que Jesús les haya dicho que coman Su carne y beban Su sangre es una verdad difícil. Sin embargo, como el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad definitiva, si conocen este Evangelio y creen en él, es fácil para ustedes tomar la carne y la sangre de Jesús espiritualmente, y si creen en esta Palabra de corazón, recibirán la vida eterna.

Jesús sabía que Sus discípulos se quejaban de lo que Él decía y por eso les dijo: «¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?». Dicho de otra

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manera, nuestro Señor estaba diciendo: «¿Acaso esto os confunde? Queréis buscarme pero ahora no podéis y ¿me queréis dejar por lo que he dicho?» Entonces el Señor habló incluso más claramente y dijo que Él era el pan que vino del Cielo: «Yo soy el pan del Cielo, ¿pero qué haréis cuando me veáis volver al Cielo? ¿Me creeréis entonces? Os he explicado quién soy, que he venido del Cielo. Si me veis subir al Cielo de nuevo, ¿dejaréis de quejaros y creeréis en Mí?». El Señor es el pan que vino del Cielo. Nos ha alimentado con este pan que vino del Cielo. Nos ha alimentado con este pan de vida y nos ha hecho ir al Cielo, ahora está sentado a la derecha del trono de Dios Padre y volverá al mundo para llevarnos con Él.

Del mismo modo en que en aquel entonces la gente no podía entender lo que Jesús estaba diciendo, los cristianos de hoy en día no conocen el Evangelio de la Verdad, y por tanto muy pocos

entienden lo que el Señor quiso decir cuando nos dijo que comiésemos Su sangre. Lo que es peor, sólo algunos quieren entenderlo. En otras palabras, muchos cristianos no entienden lo que la Biblia dice precisamente porque creen en Jesús como una simple religión. Si creemos en la Palabra de las Escrituras sin entenderla, no creemos en Jesús correctamente, sino que lo hemos reinventado a nuestra manera y creemos en esa imagen de Jesús.

El Señor dijo: «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6, 63). Dejó claro que es el Espíritu quien da vida. Dicho de otra manera esto es lo que estaba diciendo: «Debéis creer en lo que Dios ha hecho por vosotros en vuestros corazones. No debéis creer en Mí motivados sólo por los beneficios de vuestra propia carne. Lo que os estoy diciendo hoy es vida. He borrado vuestros pecados y os he

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dado vida y el último día resucitaré vuestros cuerpos también. Si recibís la nueva vida por fe, vuestros cuerpos también vivirán de nuevo. Las bendiciones que os doy son las bendiciones de la vida eterna que pertenecen al Cielo. Y pueden conseguir estas bendiciones si creen en Mi Palabra. Por tanto no deben creer en Mí sólo para recibir beneficios carnales».

En otras palabras, debemos alcanzar nuestra salvación al creer en lo que el Señor ha hecho por nosotros en nuestros corazones, en vez de creer en Él sólo para cumplir nuestros objetivos carnales, pensando que seremos curados de nuestras enfermedades, tendremos éxito en nuestros negocios o seremos ricos si creemos en Jesús. El cristianismo de hoy en día está orientado a curar las enfermedades físicas, tener éxito en el mundo y ascender en la escalera de poder, pero esta es una orientación equivocada.

El Apóstol Juan dijo al pueblo de Dios:

«Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma» (3 Juan 1, 2). Muchos pastores citan este pasaje y dicen que si alguien cree en Jesús, será bendecido para estar sano y prosperar en todas las cosas, al tiempo en que su alma prospera. Llaman a este precepto la «triple bendición en Cristo». Al enfrentarse la gente con problemas en el mundo se les dice que serán ricos y tendrán éxito si creen en Jesús, y ellos están muy contentos por escuchar esto, de tal modo que esto se ha convertido en una corriente muy pronunciada en el cristianismo de hoy en día y la gente se dedica a sus pastores e iglesias sólo para recibir bendiciones para su propia carne.

En particular los seguidores de la Iglesia Pentecostal de Corea creen que sus hijos serán admitidos en la universidad de su elección si rezan mucho, pero que serán rechazados si no

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rezan lo suficiente. Piensan que todos sus problemas se resolverán si oran a Jesús, pero esto no es cierto. Por supuesto los nacidos de nuevo reciben la gracia de Dios y si están enfermos el Señor abre una puerta para sanarlos. Sin embargo los que no han recibido remisión de los pecados, con tan sólo creer en Jesús no van a ser bendecidos en la carne. La noción de que pueden ser curados de sus enfermedades y ser ricos si creen en Jesús es un fraude.

Un día vi en un canal cristiano a un revivalista famoso de Corea llamado Reverendo Cho que estaba haciendo una reunión. Citó este pasaje de 3 Juan 1, 2 y dijo desde el púlpito: «Pongan sus manos donde les duela. Dios les curará la enfermedad inmediatamente». Así que la gente que estaba allí reunida oró poniendo sus manos en diferentes partes del cuerpo y de entre la multitud empezó a levantarse gente testificando que habían sido sanados de sus enfermedades. La

ola de gozo empezó a difundirse por toda la congregación. El pastor entonces acabó su sermón diciendo: «Si creen en Jesús, serán sanados, expulsarán sus demonios, ya no serán pobres, sus familias vivirán felices y todas estas bendiciones serán suyas». La congregación estaba tan contenta de escuchar al pastor que todos dijeron: «¡Nunca he oído un sermón tan bueno!». Sin embargo esta clase de fe es supersticiosa y se llama chamanismo cristiano. Está mal creer en esto.

¿Acaso se expulsan los demonios al creer en Jesús ciegamente? Los que no han nacido de nuevo a veces dicen que expulsan demonios al creer en Jesús, pero en realidad no es nada más que un espectáculo, ya que los demonios fingen haber desaparecido. Si creen en Jesús, ¿prosperará su fe incondicionalmente? Si creen en Jesús y le siguen deberán sufrir mucho a causa de su fe. ¿Cómo puede decir alguien que su carne

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prosperará? Jesús dijo: «Es el Espíritu que da vida, la

carne no aprovecha nada». Nuestro Señor quiere darnos nueva vida al salvarnos de nuestros pecados, no darnos prosperidad en la carne. Vino al mundo a borrar nuestros pecados, darnos vida nueva, hacernos hijos de Dios y concedernos las bendiciones eternas del próximo mundo. Debemos entender esto claramente.

El mensaje principal de 3 Juan 1, 2 es sobre todo que nuestras almas deben prosperar. Este es el mensaje principal. ¿Entonces qué significa la prosperidad de las almas? Ante todo, para que nuestras almas prosperen, debemos creer en lo que el Señor ha hecho por nosotros con nuestros corazones, y por tanto debemos recibir la remisión de los pecados, conseguir la vida eterna y convertirnos en hijos de Dios. Después podemos ver cómo el Señor nos ayuda y nos bendice en nuestras vidas diarias. Esto es lo que

significa el pasaje anterior. Jesús nunca dijo que pudiésemos ser sanados o hacernos ricos con tan sólo creer en Él, sin recibir antes la remisión de nuestros pecados.

El Señor dejó claro aquí que perseguir la prosperidad de la carne no significa nada. Si quieren creer en Jesús como su Salvador deben recibir primero la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y una vez reciban la remisión de sus pecados es apropiado que hagan la obra de Dios. Sin embargo, si creen en Jesús sólo para prosperar en la carne, su fe está equivocada. Cualquier pastor que enseñe esto está equivocado. Muchos cristianos son engañados por sus pastores e incluso venden sus casas y ofrecen dinero a sus iglesias pensando que donando una casa recibirán dos. Asimismo incluso toman préstamos para poder pagar el diezmo, pensando que así serán más bendecidos. Piensan: «Gano

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1000 $ y debo ofrecer 100 $ como diezmo, pero en realidad ofrecí 1000 $. Así que estoy seguro de que Dios me recompensará con 10.000 $». Si creen en Jesús basándose en estos cálculos, estarán siendo defraudados espiritualmente. Sin embargo, muchos pastores están engañando a sus congregaciones para que les den dinero con esta mentira. Creer en esto es creer en el cristianismo como una mera religión del mundo.

Por supuesto los nacidos de nuevo pueden incluso ofrecer todas sus posesiones al Señor si es necesario. Nuestros trabajadores viven así. Para servir al Evangelio sólo gastan una décima parte de su salario bien merecido en sus necesidades y ofrecen el resto de sus sueldos al ministerio de difundir el Evangelio. Sin embargo no hacen esto para recibir más bendiciones materiales, sino que lo hacen porque sus corazones están agradecidos y lo hacen con alegría porque quieren servir al precioso

Evangelio que el Señor ha dado a la humanidad. Los cristianos que no han nacido de nuevo

también se dedican a sus iglesias, pero sólo para alcanzar metas carnales. Esto está mal. Por ejemplo, muchos de ellos piensan que si siguen con sus vidas de fe podrán convertirse en miembros mayores de la iglesia y así Dios les bendecirá. Pero esto es una mentira. Pero como creen que Dios les bendecirá y les hará ricos si se convierten en miembros mayores de la iglesia, lo intentan hacer todo para conseguirlo y se dedican enteramente a sus iglesias y son fieles a sus pastores. Hacen esto precisamente porque han sido engañados por las falsas enseñanzas de sus pastores. Así que cuando visiten una prisión, se sorprenderán al ver que algunas de esas personas han sido mayores en iglesias del mundo. ¿Cómo podemos explicar este fenómeno? Como intentaron servir a sus iglesias por todos los medios, acabaron cometiendo delitos.

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Los pastores que no han nacido de nuevo exaltan a los ricos y poderosos de este mundo y les hacen ocupar puestos altos en sus iglesias. Cuando esta gente va a estas iglesias, se les hace mayores en poco tiempo. Al hacerlo engañan al resto de la congregación y les hacen pensar: «El negocio de esa persona va también ahora que se ha convertido en mayor. Yo debería hacer lo mismo». Sin embargo, deben recordar el hecho de que hay muchos cristianos que, engañados por estos trucos, acaban arruinándose o yendo a prisión a pesar de convertirse en mayores de la iglesia.

Nuestro Señor dijo: «La carne no aprovecha nada». Esta Palabra es la Verdad. La carne no aprovecha para nada. Si Dios nos hace prosperar en ciertos aspectos de nuestras vidas una vez hemos nacido de nuevo se debe a que tiene que ver con la obra espiritual del Señor. ¿Creen que si oran según sus deseos carnales por algo que no

tiene nada que ver con la obra del Señor, Él contestará sus oraciones? No. Los que creen en esto y lo predican son totalmente estúpidos.

El Señor es el pan que vino del Cielo. Él es el único Hijo de Dios Padre. Es Dios, que creó el mundo al principio. Así que lo sabe todo. ¿Acaso no sabía nuestro Señor que Judas le traicionaría? Por supuesto que lo sabía. Juan 6, 64 dice: «Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar». Jesús tenía 12 discípulos que le seguían, pero uno de ellos no creía en Él como el Salvador. Nuestro Señor sabía de antemano que Judas le iba a traicionar. Sabía muy bien que para ser crucificado y cargar con la condena del pecado, Judas tenía que traicionarle.

Con Judas en mente el Señor dijo: «Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre» (Juan 6, 65). Esto

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significa que nadie puede creer en Jesús a no ser que el Padre le lleve a Él. En otras palabras, no se le permite a todo el mundo reconocer a Jesús y creer en Él, que vino por el agua y el Espíritu.

El Señor dijo: «Bienaventurados los pobres de Espíritu porque suyo es el reino de los cielos» (Mateo 5, 3). Si alguien quiere creer en Jesús correctamente debe admitir ser un pecador sin remedio ante todo. En otras palabras, debe confesar que no puede evitar pecar y ser arrojado al infierno y debe demostrar su incapacidad al pedirle a Dios que tenga misericordia. Sólo cuando se tiene un corazón humilde y se confía en Dios Padre, Él tiene misericordia y dice: «Te salvaré a través de Mi Hijo». Esta es la gente a la que Dios guía al Hijo, y es a esta gente a la que Jesús da Su carne y sangre, y les permite recibir la remisión de los pecados y la vida eterna. Entonces ellos serán perdonados por sus pecados y recibirán la vida eterna al creer en Jesús de

todo corazón.

Nadie cree en Jesús como Su Salvador sólo porque así lo quiera

Judas siempre llamaba a Jesús rabbi, no

Señor. Esto significa que no creyó en Jesús como su Salvador que vino del Cielo. El título rabbi, que significa maestro, puede parecer algo bueno en términos seculares, pero para los nacidos de nuevo no es un buen título. En la Iglesia de Dios, algunos otros títulos, como señor y señora no son títulos buenos. Si nuestros siervos de Dios les llaman señor y señora es evidente que no les consideran personas que han sido salvadas. A los ojos de Jesús, Judas era descendiente del Diablo. Dios no puede dar Su gracia a esta gente. Dios Padre no lleva a esta gente a Su Hijo Jesús.

Algunos de nuestros hermanos y hermanas

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dicen: «Reconocí y creí en Jesús que vino por el agua y el Espíritu. Cuando escuché el Evangelio estaba tan contento de escucharlo que creí en él. Pero mis amigos no creyeron. No entiendo por qué no creen, sólo tienen que creer». Cuando vemos a gente que no cree en este maravilloso Evangelio, no podemos entenderles. Así que pensamos: «¿Por qué no creen si todo lo que tienen que hacer es creer? Deben estar tontos». Sin embargo cuando Dios los ve, son muy malvados y por eso Dios no pueden apiadarse de ellos. En otras palabras, lo más justo es que vayan al infierno.

Dios extiendo Sus manos para ayudarnos y nos da la bendición de la remisión de los pecados a los que venimos a Él y le pedimos Su misericordia, no a quien se enfrenta a Dios sin vergüenza. Esta gente ingrata piensa: «¿Por qué nos hizo Dios sufrir tanto a todos? ¿Por qué me hizo nacer en una familia pobre? Si hay Dios,

¿cómo es posible que me haya hecho esto? ¿Es este Dios?». Aquellos cuyos corazones se enfrentan a Dios, los que no lloran por sí mismos, cuyos corazones están endurecidos, y a los que sólo les satisface las cosas del mundo y no las cosas de Dios, son rechazados por Dios. En otras palabras, el Señor no lleva a esta gente al Padre.

Por eso es absolutamente indispensable que todo el mundo sea humilde ante Dios. Incluso si la maldad de la carne se manifiesta, debemos levantarnos, admitir con toda sinceridad: «Soy un pecador» y pedirle ayuda a Dios. Dios Padre sólo lleva a esta gente para que Jesús les salve. Dicho de otra manera, Jesús enseña a esta gente Su Palabra, y así les permite reconocer sus pecados y recibir la remisión de sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y así les hace hijos de Dios.

Hoy en día, aunque hay muchos cristianos que

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dicen creer en Jesús, no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Cómo podemos explicar esto? La respuesta a esta pregunta se encuentra en el pasaje de las Escrituras de hoy. El Señor dijo: «Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre». Nadie puede alcanzar la verdadera salvación si Dios Padre no le guía, ya sea su amigo o su familiar. Por eso debemos orar a Dios en nombre de nuestros seres queridos y pedirle: «Padre, por favor guía a mi familia. Por favor sálvalos a todos». Por su parte ellos también deben tener un corazón humilde y pedir ayuda a Dios, diciéndole: «Dios por favor, sálvanos porque soy una persona mala». De lo contrario nunca creerán en Jesús por mucho que nos escuchen explicarles cómo vino por el agua y el Espíritu. Por el contrario sus corazones se endurecerán: «No quiere verte nunca más si vas a hablarme más de esto».

Aunque el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad, hay muchos cristianos que no quieren creer en él hasta el final. Pero a pesar de ello, sigo predicando el Evangelio del agua y el Espíritu una y otra vez, miles y miles de veces. Estos cristianos también deben revestirse de la misericordia de Dios. Debemos orar para que Dios tenga piedad de ellos. Debemos orar: «Señor, por favor ten compasión de estas almas y sálvalas». Esto se debe a que sólo pueden salvarse si Dios Padre tiene misericordia. Pero después de esto, si sus almas siguen sin hacerse estando endurecidas y no pueden recibir la compasión de Dios, serán arrojadas al infierno al final. ¿Cómo puedo Dios Padre salvar a esta gente si sigue en contra de Dios aunque Él quiera tener misericordia de ellos? No tienen otra opción que ser arrojados al infierno.

Aunque más de 5000 personas estaban siguiendo a Jesús en el pasaje de las Escrituras de

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hoy, cuando el Señor les dijo: «Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre», muchos de ellos se fueron. Toda esa gente que le seguía le había dicho: «Jesús, mi Señor» pero muchos de ellos se fueron como en una estampida. La multitud era tan grande que contenía a más de 5000 hombres, que seguían a Jesús y le decían: «Rabbi, Tú eres nuestro Rey y nuestra esperanza» pero todos se fueron al final. Así que está escrito en Juan 6, 66: «Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él». En otras palabras, cuando el Señor dijo: «Os doy Mi carne y Mi sangre. Comed Mi carne y Mi sangre. Entonces conseguiréis la vida eterna y recibiréis la remisión de vuestros pecados» muchos de Sus seguidores no lo entendieron y por eso le dejaron diciendo: «Esto es difícil de entender. No nos da más pan y dice que la carne no aprovecha para nada. Seguirle es en vano. Supongo que no es

quien creía que era». La Biblia dice que muchos de los discípulos

de Jesús se fueron y ya no le siguieron más. El Señor les preguntó a los doce discípulos: «¿Vosotros también queréis iros?». De entre más de 5000 personas, parece que todos los que quedaron fueron los doce discípulos de Jesús. Así que el Señor les preguntó: «¿Vosotros también queréis dejarme?». Entonces Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Juan 6, 68-69).

Está escrito en la Biblia: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Dios Padre envió a Su Hijo a este mundo, y este Hijo, al haberse encarnado en un hombre, tomó nuestros pecados en Su bautismo, fue

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crucificado hasta morir, se levantó de entre los muertos y de esta manera se ha convertido en nuestro Salvador. Si Dios dice que así es como nos salvó de los pecados, debemos entenderlo y creer en ello con un sí. ¿Cómo puede alguien conocer la Verdad si no cree en Dios? Si no nos damos cuenta en la Biblia de que Dios ha hablado así, o si no creemos en ella o no nos damos cuenta de lo que dice. ¿Cómo podremos saber que Jesús es Dios y nuestro Salvador?

Pedro contestó a Jesús diciendo: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Los discípulos de Jesús sabían y creían que Él era Dios. Y entendieron lo que decía. Sin embargo los que no entendieron la Palabra del Señor se fueron. La Palabra de nuestro Señor es la Palabra de la vida eterna. Como la Palabra de Verdad que nos salva está con el Señor, no podemos

apartarnos de Jesús. Por tanto, aunque nos persigan y aunque seamos tentados no podemos abandonar la fe en el Señor ni Su Iglesia.

Como la Palabra de la vida eterna reside en la Iglesia de Dios, ¿dónde iremos si nos apartamos de ella? ¿Dejaremos la Iglesia de Dios para conseguir dinero? Si dejan la Iglesia esto se debe a que no creen en la Palabra, si creen en la Palabra no podrán dejar la Iglesia. ¿Podrán escuchar la Palabra de la vida eterna si dejan la Iglesia? No, no la escucharán en ningún otro lugar. ¿Podrán adorar correctamente si se van de la Iglesia? ¿Creen: «Bueno, estableceré mi propia iglesia; no sé porque no habría de poder adorar»? No todo el mundo puede establecer una iglesia y predicar. Dios dijo:

«Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia» (Salmo 127, 1).

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Pueden establecer una iglesia y predicar sólo si Dios está con ustedes, obra en ustedes y les da Su Palabra y fe; no todo el mundo puede predicar por su propia cuenta. Aunque todos podemos predicar el Evangelio, no todo el mundo puede establecer una iglesia y guiar a otras almas.

Cuando el Señor dijo: «¿Vosotros también queréis iros?». Pedro contestó lo siguiente: «Si Tú tienes la Palabra de la vida eterna, ¿adónde iremos y dónde buscaremos la Palabra de la vida eterna?». Aunque los otros discípulos permanecieron en silencio, Pedro contestó. Pedro fue el primero de los discípulos, un verdadero pionero de la fe.

Lo que el Señor dijo es la Verdad. Hoy en día, la gente sigue traduciendo la Biblia en nuevas versiones. Se puede ganar mucho dinero de cada publicación de la Biblia y por eso siguen traduciéndola. Pero, ¿de verdad pueden hacer una traducción mejor de la que tenemos ahora

aunque viviesen 5000 años para investigar y traducir las Escrituras? Hay un dicho en Corea que dice que el hombre ignorante es muy valiente. Esta gente como el hombre ignorante se aventura a traducir la Biblia por su cuenta sin conocer el Evangelio de Verdad que les permitirá nacer de nuevo, y cuando terminan la traducción está llena de errores.

Incluso si alguien se considera un hombre con mucha sabiduría y que escribe muy bien, cuando intenta expresar sus convicciones en el papel, seguramente se atascará en las primeras pocas páginas. Quizás por eso respetamos tanto a los novelistas. Les respetamos porque escriben historias ficticias pero no es fácil observar nuestro entorno físico y las relaciones humanas con tanta profundidad, reconstruirlas y ponerlas en un libro. Sin embargo, la habilidad humana no es nada para el Espíritu de Dios. Así que debemos humillar nuestros corazones ante Dios y

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escuchar atentamente lo que nos dice a través de Su Palabra.

La Palabra de la vida eterna está con el Señor. Por eso escuchamos Su Palabra y creemos en ella cuando la entendemos. Nuestro Señor es el pan que vino del Cielo y es quien, al haber ascendido a los Cielos, volverá al mundo. El día que el Señor vuelva será el día en que la historia de la humanidad termine. Cuando la guerra y el hambre empiecen por todo el mundo, deberán darse cuenta que ese día está cerca.

Cuando el Señor vuelva al mundo, resucitará sus cuerpos. Esta es la Palabra de Verdad. Jesús dijo: «Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido» (Mateo 5, 18). La salvación que nuestro Señor nos ha dado a través del Evangelio del agua y el Espíritu es efectiva para siempre. Siempre será efectiva incluso cuando estemos en

el Reino de los Cielos. Le doy gracias a Dios por darnos Su Palabra

de vida eterna.

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