sentido teológico de la muerte - k.rahner

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    QUAESTIONES DISPUTATAE

    bajo la direccin deKARL KAHNER Y HEINRICH SCHLIER

    Redaccin teolgicaHERBERT VORGRlMLER

    Coordinacin editorial internacionalROBERT SCHERER

    SENTIDO TEOLGICODE LA MUERTE

    Quaestiones disputatae es una serie internacional editada en lenguaalemana, espaola, francesa, holandesa, inglesa, italiana yportuguesa.

    Registro de patente y marcas: Ediciones Herder, Basel.

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    KARL RAHNER

    SENTIDO TEOLGICODE LA MUERTE

    BARCELONA

    EDITORIAL HERDER

    1965

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    Versin castellana de DANIEL RUIZ BUENO,de la obra de KARL RAHNER S,J.

    Zur Theologie des Todes, Verlag Herder K.G, Friburgo de Brisgovia 1958

    Nihil Obstat: El censor, Dr. Joaqun Blzquez

    IMPRIMASE; Madrid, 30 de abril de 1964+ Jos Mara, obispo. Vicario Capitular

    Verlag Herder KG. Friburgo de Brisgovia {Alemania) 1958

    Editorial Herder, S. A., Barcelona (Espaa) 1965

    No. REGISTRO: 5467-64

    ES PROPIEDAD DEPSITO LEGAL: B. 8625-1965 PRINTED IN SPAINGRAFESA - Torres Arnat, 9Barceloma

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    N D I C E

    Introduccin. 1

    I La muerte como hecho que afecta al hombre entero. 7

    1. Universalidad de la muerte. 72. La muerte como separacin del alma y del cuerpo. 9

    3. La muerte como trmino del estado de viador. 17

    II. La muerte como consecuencia del pecado. 23

    1. La exencin de la muerte en Adn. 382. La muerte como culpa y como fenmeno natural. 393. Nocin ms exacta de la muerte natural, como

    condicin de la posibilidad de ser acontecimientode salud o de perdicin. 43

    4. La muerte como castigo del pecado original. 525. La muerte como pecado mortal personal. 566. La muerte y el demonio. 57

    III. La muerte como manifestacin del conmorir

    con Cristo. 61

    1. La muerte de Cristo. 642, La muerte del cristiano como conmorir en Cristo. 753. La visibilidad sacramental de la unidad de la muerte

    de Cristo y la muerte del cristiano. 814, Excurso sobre el martirio. 88

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    INTRODUCCIN

    Al proponernos hacer algunas reflexiones sobre la teologa dela muerte, son inevitables algunas observaciones previas, a fin de queel tema no sea mal entendido, desde su planteamiento, en su fin ylimitacin.

    La fe y la teologa estn, sin duda alguna, estrechamenteunidas, pero no son una misma cosa. La fe es la adhesin del hombre

    entero a la palabra de Dios que oye como tal de boca de la Iglesia. Lateologa es un esfuerzo metdicamente conducido para lograr unainteligencia refleja de lo que se ha odo y fielmente recibido comopalabra de Dios. Ahora bien, la palabra de Dios slo se recibefielmente si de alguna manera es entendida. De ah que la fe no se dnunca sin alguna especie de teologa, ni sta sin fe, puesto quepresupone la audicin de la palabra de Dios. Sin embargo, la medida yextensin de la inteligencia refleja, lograda gracias al trabajo

    cientfico metdico, de la palabra de Dios oda y creda puede ser muyvaria, y puede estar tambin garantizada en su exactitud en gradovario por la Iglesia. De ah que la fe y la teologa no sean una mismacosa.

    De ah surge, desde el primer momento, en un estudio sobreun objeto de la fe y de la teologa, una dificultad de mtodo. Eltelogo catlico se propone hablar, por ejemplo, justamente de lamuerte. Tendr que limitarse a decir sobre ella, con la - mxima

    pureza, lo que es proposicin expresa de fe, inmediatamenteaprehensible en la predicacin de la Iglesia y en la Escritura? En estecaso, el telogo slo dira lo que l mismo ha odo real einmediatamente. O podr tambin intentar dar a su oyente una visinsobre su ulterior trabajo teolgico? En este trabajo, que no tiene lagaranta inmediata de logro, que es patrimonio de la Escritura y delmagisterio de la Iglesia, el telogo intenta entender mejor lo que lmismo ha odo. Se trata, pues, de aquel ulterior trabajo teolgico que

    empieza despus de establecer lo que la Iglesia dice sobre el objeto dela fe a fin de penetrar en una inteligencia ms exacta de lo odo einmediatamente en la fe, combinando las proposiciones particulares,confrontndolas con otras ideas y dndoles mayor precisinconceptual. Dada la inseparabilidad que, en principio, se da entre elobjeto de fe y la teologa, estas dos posibilidades de trabajo slo

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    relativa y parcialmente pueden disociarse. Sin embargo, no sonabsolutamente idnticas y estn, por ende, a muestra eleccin.

    Nos damos perfectamente cuenta de que ya el tema primero,

    la exposicin, hecha con la mxima objetividad, de lo que las fuentesde la fe dicen inmediata y expresamente sobre la muerte, serasuficiente; sin embargo, queremos intentar la segunda empresa, encuanto lo permiten las estrecheces del marco de este estudio.Intentamos, pues, dar una teologa, en sentido propio, de la muerte. Yello, sobre todo, porque justamente en nuestro tema se puede lograr deeste modo una inteligencia de lo que la fe nos dice sobre la muerte,superior a la que acaso resultara de un sencillo informe sobre la sola

    doctrina expresa de fe acerca de ella.

    Supuesta esta eleccin, hagamos an, por prevencin, algunasindicaciones acerca del mtodo de esta empresa. El telogo catlicoparte, en sus reflexiones, de las doctrinas de la Iglesia, tal como sonpropuestas a los fieles y, por tanto, al telogo mismo por el magisteriode la misma Iglesia en la predicacin ordinaria o extraordinaria comoobjeto de la revelacin en la Escritura y en la tradicin. El telogo hade empezar por establecer esa doctrina del magisterio de la Iglesia, locual es naturalmente para l tarea esencial y, en ciertas circunstancias,segn el objeto, tarea tambin difcil. Pero, una vez fijada, esadoctrina ha de ser simplemente aceptada por l como supuestoinequvoco de su ulterior trabajo. Lo mismo poco ms o menos quepara el fsico terico el resultado del experimento, la doctrina de laIglesia es para el telogo un hecho sobre el que le es lcito reflexionar,

    no una opcin que pueda discutir.La manera como el telogo establece esta base de su trabajo y

    justifica su punto de partida, es naturalmente cuestin que nopodemos tratar aqu ms despacio. Pero si no queremos poner deantemano en peligro lo que se diga acerca de la teologa de la muerte,es indispensable recordar este fundamental punto de partida de todotrabajo teolgico catlico, punto de partida que es igualmente

    supuesto para la teologa bblica catlica.

    Dada esta situacin, se comprende tambin, naturalmente, quela teologa teortica sobre un determinado conjunto de cuestionespueda contener mucho de oscuro, inacabado y problemtico, auncuando el punto de partida, es decir, los datos expresos de la doctrina

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    de la Iglesia, en su formulacin magisterial, sea tal vez relativamentesencillo y claro. La cosa se agrava an por el hecho de que tal teologateortica sobre los datos de la doctrina de la Iglesia no es posiblesin el concurso expreso o tcito, consciente o inconsciente de

    mtodos, conceptos, teoras y teoremas extra-teolgicos y,consiguientemente, metafsicos. As se ver precisamente en nuestracuestin. No puede, pues, sorprender que, en largos trechos, lo queaqu va a decirse sea ms bien un inventario de cuestiones teolgicasque de respuestas; y aun el inventario resultar slo parcial.

    Todava nos queda algo que decir por va de introduccin. Lamuerte es lo ms trgico de la vida humana. No en balde designa la

    Escritura la situacin del hombre diciendo que est sentado en lastinieblas y sombra de la muerte (Lc 1,79). La experiencia de lahistoria, que es la nuestra, ha hecho que esas sombras se abatierantambin terriblemente sobre nosotros. De ah que pueda tal vezparecer empeo irritante querer describir esa muerte, con todopormenor, de manera al parecer existencialmente desinteresada, conun complicado aparato de conceptos metafsicos y frmulasteolgicas, y hablar de ella como si fuera la cosa ms inocente delmundo o un tema adecuado para explayarse a su gusto losespeculativos de la filosofa y la teologa. Esta impresin esinevitable. Mas, si no queremos sufrir la muerte en torno a nosotros yen nosotros pasivamente, con inerte resignacin; si debemos yqueremos ms bien enfrentarnos con el destino de la muerte comohombres que no slo somos materia, sino tambin espritu, y esperarlacon corazn alerta y ojos abiertos; si hemos de saber como cristianos

    que, con palabras de Ignacio de Antioquia, es bueno para m moriren Jesucristo (ad Rom 6,1), entonces puede ser tambin importante ybuena una teologa de la muerte, que no se espanta del sobrio trabajode los conceptos, aun cuando aparentemente convierta la experienciaestremecedora de la muerte real en un espectro fantasmal de ideas yteologmenos.

    Empezamos as inmediatamente el tema que nos hemos

    propuesto. Tenemos, pues, de una parte, que preguntamos una y otravez qu nos dice, con certeza y claridad, la fe cristiana acerca de lamuerte. Pero la simple exposicin de la doctrina de fe no implica enmodo alguno que lo que se cita como proposiciones de fe sobre lamuerte sea todo lo que de hecho est contenido en la revelacin yalimenta la conciencia cristiana sobre ella. De hecho, puede ser que la

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    revelacin encierre mayor riqueza, Pero, en todo caso, lo que sepresenta de modo ms inequvoco para el estado inmediato de laconciencia cristiana es la predicacin expresa de la fe. Y, a la inversa,lo que nosotros diremos pertenece a este estado inmediato de la

    predicacin de fe con la garanta de la autoridad del magisterio de laIglesia. A ello puede luego, por otra parte, aadirse en cada caso loque antes, en una comparacin, hemos llamado teologa teortica.Nuestro procedimiento metdico es, consiguientemente, siempre elmismo: exponemos brevemente, por su orden, los datos fijos de ladoctrina de fe de la Iglesia sobre la muerte y, en cada uno de esosdatos, tratamos de avanzar, por lo menos, un trozo ms hacia laulterior problemtica y especulacin teolgica que resulta de cada

    dato o puede enlazarse con l.

    Este procedimiento tiene la ventaja de que las proposicionesde la doctrina de fe se expresan, por lo menos hasta cierta medida, demodo suficientemente extenso y claro. Y tiene la desventaja, y de ellonos damos bien cuenta, de que as no puede construirse unateora de la muerte realmente sistemtica, un todo claramente

    definido, equilibrado y amplio de esta teologa.Efectivamente, la doctrina expresa de la Iglesia no est

    impulsada por una necesidad sistemtica. En el modo como laenuncia y en la intensidad con que la acenta, etc., dentro decada momento de la revelacin, depende de circunstanciashistricas, pues hay efectivamente una evolucin en laenunciacin expresa de lo revelado por Dios. Al tomar, pues,nosotros por hilo conductor de nuestras reflexiones la doctrinaexpresa de la fe sobre la muerte, no es fcil que surja un todosistemtico de una teologa sobre ella. Hasta cierto punto, slopodemos intentar, en avances parciales, penetrar en un terrenooscuramente conocido, pero no tomarlo de modo uniformecartogrficamente. Pero querer ofrecer aqu ms sera temerario.Es sencillamente imposible por razn del objeto mismo y de susposibilidades. Adems, de intentar de antemano una exposicinsistemtica de la teologa de la muerte, sera inevitable relegardemasiado a segundo trmino la enseanza expresa de la Iglesiay poner en el primer plano teoremas teolgicos privados, de

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    modo ms indebido de lo que ya de suyo tiene que suceder yefectivamente sucede, de su fundamentacin inmediata.

    No por eso, sin embargo, nuestro trabajo deja de tenercierta divisin objetiva. Se hallan, en efecto, evidentemente,entre las proposiciones de la doctrina de la Iglesia sobre lamuerte, unas que convienen a toda muerte humana, y otras quecualifican la muerte de manera que no todos mueren as. LaEscritura conoce, por ejemplo, la muerte del pecador, la muerteque es expresin y consecuencia de la perdicin culpable delhombre, y conoce, a su vez, un conmorir con Cristo en que la

    muerte no queda reducida nicamente a su carcter de castigodel pecado. Hay, pues, evidentemente, enunciados de carcterdogmtico sobre la muerte que se refieren a ella en cuanto esacontecimiento comn a todos y anterior a la constitucinexistencial del hombre, es decir, a su situacin en el plan de lasalud y vida sobrenatural. Y hay enunciados que tienen encuenta segn la situacin en que se encuentre respecto a Dios el

    hombre que muere y, por consiguiente, dan una visin clara delas diferentes posibilidades de la muerte. De ah se sigue laprimera divisin grosso modo de nuestras reflexiones. Hemos deconsiderar primeramente aquellos enunciados sobre la muerte,existencialmente neutrales, que la caracterizan como acontecercomn a todos (I). Seguidamente consideraremos la muerte encuanto es precisamente hecho decisivo del hombre pecador, en

    que halla su expresin plena y su castigo la perdicin delhombre por el pecado (II). Y, finalmente, tenemos queconsiderar la muerte en cuanto en ella culmina la aplicacin dela salud fundada en la muerte de Cristo (III).

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    proposicin de fe que todos los hombres estn bajo la ley de lamuerte y que de hecho todos mueren.

    La proposicin, a primera vista, parece proceder de unaexperiencia inductiva. Sin embargo, por su fuente, que es lapalabra revelada de Dios, por su extensin, que no es realmenteevidente, a todo el futuro humano imaginable, y, sobre todo, porsu motivacin, que recibe de esa revelacin divina, laproposicin de la fe tiene un carcter totalmente distinto que elde la otra proposicin, en apariencia la misma, procedente de laempiria humana. Lo que la fe dice sobre la universalidad de la

    muerte no tiene nada que ver con el oscuro problema de lanecesidad de la muerte, fundada puramente en motivosbiolgicos, pues esta universalidad de la muerte de que noshabla la revelacin no tiene a la postre su fundamento en lanecesidad biolgica, sino en lo personal del espritu humano yen su relacin con Dios. El hombre muere porque es pecador. Y,a la inversa: por el hecho de que todo hombre muere, recibe la

    universalidad de la cada del hombre su ms dura expresin enla experiencia humana. La muerte, biolgicamente vista, podrparecer un desorden o ser el trmino necesario de todo serviviente que, como tal, tiene una direccin histrica y,consiguientemente, un fin. La discusin biolgica sobre la causade la muerte, de la edad fisiolgica de morir, est muy lejos dehaber terminado, y podr terminar de manera muy diversa. Pero

    no afecta en absoluto a la proposicin de fe sobre la inevitableuniversalidad de la muerte ni a su fundamento. Si realmente nose sabe por qu muere toda vida pluricelular y particularmenteel hombre, el motivo que da la fe, es decir, la catstrofe moralde la humanidad en el primer padre, es el nico motivo de la, endefinitiva, indiscutible universalidad de la muerte. Estauniversalidad tiene entonces en su razn teolgica la

    certidumbre de que, aun en lo futuro, la muerte seguir siendouna de las necesarias potencias del existir humano. La muerte noser jams eliminada. Pero tambin pudiera darse unamotivacin natural de la muerte, ora por va qumica, ora demodo propiamente biolgico en el ms estricto sentido.Comoquiera que fuere, siempre se podr decir, para justificar la

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    fe en la causa de la universalidad de la muerte, que estas causasnaturales, por don extraordinario de Dios, no se hubieranpodido realizar en el estado paradisaco del hombre. Eldesencadenamiento, por tanto, de las causas naturales de lamuerte puede reducirse siempre a una causa que radica en lahistoria moral y espiritual del hombre. La muerte, pues, tiene suverdadera yltima causa en esta historia espiritual del hombre,si bien la ejecucin se deba a causas naturales.

    La muerte es universal. En esta universalidad semanifiesta la cada del hombre, por el pecado, en la muerte.

    Toda la vida humana est dominada por la muerte. Ahora, cmotodo ello influya concretamente en la vida del hombre, quimportancia positiva y negativa tenga para la vida entera delhombre la finitud humana que en la muerte se expresa, es tema queaqu no podemos tratar despacio.

    2. LA MUERTE COMO SEPARACIN DEL ALMAY DEL CUERPO

    Lo que la fe nos dice acerca de la universalidad de la muertees una consideracin puramente externa a la misma que se refiere a laextensin de este acontecimiento de la vida del hombre, si bien larazn de la universalidad de la muerte entra ya en el campo- de lointerno de la misma en el orden actual. Hay una nueva proposicin dela doctrina cristiana que se refiere algo ms a la naturaleza de lamuerte humana, aunque la considera todava en lo que coincide lamuerte del hombre con la de todos los dems seres orgnicos,prescindiendo, de por s, de lo que a ella pueda aadirle el carcterpersonal del hombre. Hablamos de aquella descripcin de- la muerte,tradicional en la predicacin cristiana, que la presenta como laseparacin del alma y del cuerpo. Es verdad que los textos de laSagrada Escritura que se aducen en favor de esta definicin,analizados con una exgesis rigurosamente cientfica, no la enseande un modo explcito. Del Antiguo Testamento, que evidentementenos ensea la pervivencia del hombre despus de Ja muerte, se cita eltexto del Eclesiasts (12,7) que nos dice que despus de la muerte elespritu vuelve a Dios y el cuerpo a la tierra de la cual fue formado;

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    sin embargo, el verdadero sentido de esta frase slo indicaexpresamente que en la muerte Dios retira su influjo vivificante y elhombre baja al sepulcro. Explcitamente, ni afirma ni niega laseparacin del alma espiritual individual de su cuerpo. El verbo griego

    y el sustantivo verbal empleados por san Pablo,se han aducido como un argumento ms en favor de la descripcin dela muerte como separacin del alma y del cuerpo, debido a unaversin inexacta del original; el texto no habla en realidad dedesatar y desvinculacin, sino de partir y partida (cf. Phil1,23; 2 Tim 4,6).

    Pero, aunque no se contenga explcitamente en la Escritura, ladescripcin de la muerte como separacin del alma y del cuerpo seencuentra en la predicacin ordinaria de la Iglesia desde la pocapatrstica ms remota hasta en los textos de catecismo modernos,corno, por ejemplo, el del cardenal Gasparri. Por esto ha de serconsiderada como una descripcin clsica de la muerte, desde el puntode vista teolgico.

    Esta descripcin afirma algo esencial sobre la muerte. Enprimer lugar, seala un hecho indiscutible: entre el alma, principiovital espiritual del hombre, y lo que solemos llamar cuerpo, la muerteestablece una relacin distinta de la que tenan en el hombre viviente.El alma deja de informar el cuerpo; deja, en este sentido, de ser laforma del cuerpo, como realidad definida frente al resto del mundo, lacual sigue sus propias leyes, independientes e ntimas; y el cuerpocomo tal deja de vivir. En este sentido podemos y debemos decir que

    el alma se separa del cuerpo. Adems, es una verdad de fe y unaverdad metafsicamente cierta que el alma personal y espiritual, aldejar de informar a su cuerpo, no perece, sino que conserva su vidaespiritual, si bien con un modo de existir completamente nuevo paraella. La descripcin de la muerte como separacin del alma y delcuerpo expresa de una manera clara esta pervivencia del alma. Lapalabra separacin, en efecto, incluye !a persistencia de loseparado. Este doble aspecto de la muerte justifica esencialmente la

    descripcin tradicional mentada como definicin de la misma.

    Sin embargo, como telogos, hemos de confesar que estadescripcin no es una definicin en el sentido estricto de la palabra,sino una simple descripcin y, por lo tanto, deja amplo margen aimportantes matizaciones.

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    No es una definicin en el sentido estricto de la palabra, desdeel punto de vista teolgico y metafsico, pues mantiene unauniversalidad tal que la hace igualmente aplicable a la muerte delhombre y a la de los dems seres materiales vivientes. Puede tenerse

    como una descripcin suficiente del trmino de la vida humana yanimal desde el punto de vista biolgico. Pero tiene el inconvenientede que no se fija en lo que pudiera diferenciar la muerte del hombrecomo tal, como ser completo y personal. Porque, como veremosdespus, la muerte afecta al hombre todo, como compuesto personalde alma y cuerpo, y, por consiguiente, afecta a cada una de sus partes.En la muerte acontece algo definitivo para la libre personalidadhumana, y esta definitividad no hay que entenderla como un elemento

    accidental de la muerte humana, sino como un momento interno de lamuerte misma. Ahora bien, la definicin de la muerte comoseparacin del alma y del cuerpo prescinde de este elementodecisivamente caracterstico de la muerte humana.

    El sentido difuso de esta descripcin se manifiesta, adems,en los problemas a que da pie su simple enunciado. Si la muerte es laseparacin del alma y del cuerpo, cmo acontece esta separacin?El alma se separa o es separada del cuerpo? Os dicho de otro modo:dada la naturaleza espiritual del alma, la separacin esencial a lamuerte, es el resultado de la dinmica tendencia del alma hacia supropia perfeccin o bien, al contrario, es una imposicin violentacontra la tendencia natural del alma a estar unida con el cuerpo?

    Si tenemos presente que el alma es la forma sustancial del

    cuerpo, hemos de admitir que tiene una relacin con el mundomaterial. Mas este mundo material forma una unidad, una totalidad.Desde el punto de vista de la metafsica escolstica de la materiaprima y del concepto, muy anlogo, de individuo material y partiendode una cosmologa o filosofa especulativa de la naturaleza, latotalidad del mundo forma una unidad que no es la mera sumaconceptual de cosas particulares, ni una unidad colectiva de seresindividuales que se relacionan como objetos y sujetos de mutua

    interaccin. Es evidente que no podemos aqu profundizar en estamateria y desarrollar ampliamente esta unidad del mundo,ontolgicamente real, en su esencia transemprica. Pero, si el alma esla forma substancial del cuerpo y ste forma parte de aquella unidad, ala que hemos llamado totalidad del mundo corpreo, ciertamente elalma tiene, a travs de su cuerpo, una relacin real con la totalidad del

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    universo material. Esto supuesto, podemos plantear el siguienteproblema: pierde el alma, por su separacin del cuerpo en elmomento de la muerte, toda su relacin con el mundo material? Si larespuesta es afirmativa, la muerte convertira al alma en un ser

    acsmico, trascendente al mundo. Pero puede suponerse como real lacontradictoria de nuestro interrogante. Entonces el alma, que habasido durante la vida terrena la forma del cuerpo, en cuanto ste es unaparte del universo material, por la muerte deja de estar limitada en surelacin con el mundo por la parcialidad material de su cuerpo yempieza a abrirse a una nueva relacin con el mundo en cuantototalidad, empieza a abrirse de una manera ms profunda y universal acierta relacin pancsmica con el mundo. En otras palabras, supuesto

    que el alma contina teniendo alguna relacin con el mundo material,cuando por otra parte deja de informar un cuerpo concreto, entra porello justamente en mayor cercana y ms ntima relacin con el fondode unidad del mundo, fondo muy difcil de aprehender, pero muy real,en el cual todas las cosas se hallan trabadas y en que, aun antes de sumutua interaccin, se comunican. Esta pregunta, as presentada, escasi inslita en teologa y en una antropologa metafsica escolstica1.En ello influye una mentalidad excesivamente neoplatnica, segn lacual la separacin del alma y del cuerpo importa una separacin deaqulla del mundo: la oposicin entre materia y espritu importa, enesta mentalidad, una relacin directamente proporcionada entreacercamiento a Dios y alejamiento de la materia: cuanto ms el almase acerca a Dios, ms se aparta de la materia. Pero si prescindimos deesta mentalidad neoplatnica, vieja de unos dos mil aos, la ltimaposibilidad propuesta por nosotros parece ms aceptable y se

    desvanecen las dificultades que se oponen a que podamos adherirnos aella.

    Es ms. Pueden aducirse argumentos positivos, tanto de ordenfilosfico, como de orden teolgico, que acrediten la posibilidad de lasegunda hiptesis. Aqu slo podemos indicarlos brevemente. Ladoctrina escolstica clsica concibe al alma como forma substancialdel cuerpo, de suerte que el ser forma substancial del cuerpo no es

    para el alma un accidente ni un acto accidental de la misma, sino un1 La cuestin planteada acerca de la reinformacin del alma con su cuerpo resucitado,en la respuesta dada por algunos escolsticos,, tiene cierto parecido con elpensamiento del autor: segn ellos, la identidad del cuerpo resucitado con eIanteriormente informado por el alma humana proviene de que, sea cual fuere lamateria prima informada, la idealidad de forma substancial la convierte en elcuerponumricamente idntico al de la vida temporal (nota del editor).

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    acto substancial del alma; mejor dicho, el alma misma esesencialmente la forma substancial del cuerpo. Su propio sersubstancial est ordenado a informar la realidad material del cuerpo.No hay distincin real, por consiguiente, entre el alma y la forma

    substancial del cuerpo humano. As, lgicamente, la relacin existenteentre alma y cuerpo es llamada trascendental en la metafsicaestrictamente tomista, es decir, una relacin identificada con el almamisma en su ordenacin al cuerpo, relacin que, por tanto, permanecean despus de la separacin del alma y el cuerpo. Si se tiene presenteesta doctrina y la relativa indiferencia de la materia prima hacia una uotra forma substancial, se ver claramente el fundamento de lasentencia que defendemos.

    En el campo puramente filosfico se est abriendo paso, hoyen da, una concepcin que podra servirnos de comparacin. Se tratadel concepto de entelequia y de su relacin con los cuerposinfrahumanos. Segn esta concepcin, las entelequias tienen con lomaterial una relacin que llega hasta el fondo metaemprico delmismo. No son nicamente un principio ordenador posterior de unamateria inorgnica cabal y de su conexin qumica y maquinal. Sonalgo muy parecido o quiz coincidente con las formas substancialesescolsticas. Parece ser que las entelequias de la vida infrahumanatienen, por lo menos en parte, carcter supra-individual. Segn esto, lamuerte en los vivientes infrahumanos no puede considerarsesimplemente como la cesacin de la entelequia, sino ms bien como eltrmino de un influjo entelequial dentro de un punto determinado delespacio y del tiempo; pero las potencias entelequiales seguiran

    orientadas al mundo y en el mundo. De ser esto as, se podrasospechar algo anlogo respecto de la relacin del alma con el mundo,si bien su naturaleza esencialmente individual imponediferenciaciones considerables. El alma espiritual es tambinentelequia, pero su sentido trasciende la nocin de entelequia de lomaterial. Aunque las palabras no signifiquen exactamente lo quequisiramos decir, podemos afirmar que el alma, por la muerte, no seconvierte en acsmica sino en pancsmica.

    Naturalmente, esta relacin pancsmica del espritu humanocon el mundo, que siempre tiene y a la que se abre en la muerte, no hade interpretarse en el sentido de que por ella el mundo sea cuerpo delalma, como lo era antes de la muerte su propio cuerpo. No se trata deuna informacin substancial del mundo en su implicacin en el tiempo

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    particulares del mundo, les conviene permanentemente (aunque endistinta direccin) una relacin con el todo del mundo en razn de lanaturaleza anglica y de la concreta naturaleza del mundo. Losngeles no obran sobre el mundo ac y acull, como si se movieran

    por espordicos impulsos. No. A pesar de su incorporeidad o, pormejor decir, a causa de su incorporeidad misma, los ngelespertenecen de modo duradero y permanente al mundo por razn de supropia esencial estructura. Son realmente principios ( , ,, , , , , ,: Col 1, 16; 2, 10; 2t15; 1 Peir 3, 22; Eph 1, 22; 3, 10; 6,12;lud 6; 1 Cor 8, 5; 2 Petr 2, 10; Gal 4, 3 9; ColX8 20; Apoc 14,10) delmundo, razones primeras del mundo, y lo son all donde las cosaspasan naturalmente y como deben pasar. Y por esta relacin suyaesencial con el mundo, obran los ngeles sobre l. Existe, pues, desdeel punto de vista teolgico, esa relacin pancsmica y natural de seresespirituales y personales. Luego no puede rechazarse a priori, comoalgo inimaginable en ningn otro terreno, que el principio espiritual ypersonal del hombre posea tal relacin ontolgicamente real con elmundo. Esa relacin no se suprime por la muerte, sino que por ella

    justamente se consuma en una relacin abierta, que abarca a latotalidad del universo y no est determinada por la forma corporalindividual.

    La doctrina del purgatorio nos ensea que, despus de lamuerte, se da una maduracin del hombre por medio de castigostemporales del pecado, si bien en la direccin de la definitivaresolucin del hombre en esta vida. Se sufre, pues, en el purgatorio un

    contrachoque del mundo sobre la actitud moral del hombre noenteramente recta. Esta doctrina del purgatorio, tal como aqu lainterpretamos sin entrar en las razones de esta interpretacin2, sepuede entender y explicar ms fcilmente suponiendo que laliberacin del alma por la muerte no significa una evasin pura ysimple del mundo. El alma, aun despus de abandonar y por el hechode abandonar su forma corporal, experimenta ms descubierta yagudamente la armona o desarmona de su propia determinacin

    2 Cf., sobre este tema, las ideas que apunto en mis ensayos Bemtrhaigen zur theologicdes Ablasses, en Schrjtten zur Thelogie TS (Eimicideln 1955). Ii, IS5-21.MpcUimens p, 204 u {irnducdn castellana: Tiaras, Madrid I96E); Schud undScht'ldvfrgtbuitgD/> Grenzgtbim zwischtn Thcotcgic und Psychothtrapieflbid., p. 279-2-&7J; Bcichtprcbfeme. en Schrfrea zur Theoogtc ni (Enslcddp 1956) p_ 227-245,especWiuaite p. 24D (irad, castellana; Taurus* Madrid 1962).

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    moral libremente obrada, con la recta estructura objetiva del mundo.Y, a la inversa, contribuye a determinar esta estructura.

    Recordemos adems que, segn la doctrina de la iglesia, el

    purgatorio significa el castigo, despus de la muerte, de los pecadosveniales. Ahora bien, para una metafsica tomista del hombre, elpecado venial slo es posible en un ser material, es decir, en un serque, por razn de su materialidad, falla siempre hasta cierto grado dela determinacin personal, un ser que es capaz de actos que nosignifican una disposicin total de la persona sobre la totalidad de suexistencia: Mas si el pecado venial (naturalmente, slo en suposibilidad) es consecuencia de la corporeidad, no es entonces obvio

    que el sufrimiento de las consecuencias del pecado venial suponeigualmente, como condicin de su posibilidad, cierta corporeidad delhombre, aunque de naturaleza ahora esencialmente distinta, despusde la muerte? Adems, la resurreccin de la carne al fin del mundo esdogma de fe. La muerte, por razones que pronto vamos a tratar, no hade entenderse como mero sufrir ateleolgco del hombre, como unafatalidad destructora que le viene de fuera. La muerte es tambin larealizacin del fin a que el hombre aspira positivamente aun cuando lamuerte concreta realiza ese fin de dentro de manera que puede tener yde hecho tiene carcter de castigo. Ahora bien, si la muerte, comotrmino y fin positivamente querido, fuera slo una total liberacin ysimple evasin del mundo, no se vera bien cmo la resurreccin delcuerpo pudiera ser un momento positivo, deseado por el alma misma,en la perfeccin del hombre y de su mismo principio espiritual ypersonal. Por otra parte, esta recuperacin de la forma corporal en la

    resurreccin no ha de entenderse, naturalmente, como prdida de laclara abertura al mundo como todo, lograda en la muerte; y por ahpudiera, a la inversa, llegarse a una inteligencia fundamental de lascualidades del cuerpo glorificado despus de la resurreccin, tal comose nos indican en los documentos de la revelacin (1 Cor 15). Elcuerpo glorificado de que habla la revelacin parece significar no sloque el cuerpo recibe una plasticidad perfecta para el espritu delhombre sobrenaturalmente consumado y divinizado por la gracia, sino

    tambin que forma corporal y cerrazn a todo lo limitado por elespacio no son ya la misma cosa. La corporeidad, ms bien, que haceaparecer concretamente el espritu, sigue abierta, a pesar de suconcretez, a la libre y expedita relacin con todo. El cuerpoglorificado parece convertirse as en expresin de la pancosmicidadpermanente de la persona glorificada.

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    En gracia de la brevedad, no podemos tocar aqu otras razonesteolgicas en favor de la tesis que restringe o modifica la concepcinde la muerte como separacin del alma y del cuerpo. Sobre una deellas volveremos luego, al tratar del efecto redentor de la muerte de

    Cristo para el mundo.

    Hemos sido acaso demasiado extensos en el desenvolvimientode las aporas que presenta la descripcin de la muerte comoseparacin del alma y del cuerpo. Aqu cortamos decididamente yvolvemos a la enumeracin de aquellas proposiciones sobre la muerteque son inmediatamente asibles en la tradicin de la fe.

    3. LA MUERTE COMO TRMINO DEL ESTADO DEVIADOR

    Hay otra tercera proposicin de fe sobre la muerte que laconsidera aun en un aspecto formal. En ella se considera al hombre nocomo naturaleza, sino como persona. Nos dice la fe que con la muerte

    termina definitivamente para el hombre, segn la terminologateolgica, su estado de viador. Con la muerte, el hombre, aun comopersona espiritual y moral, adquiere carcter y consumacindefinitivos. La decisin tomada y actuada en su vida corporal haciaDios o en contra de Dios pasa a ser totalmente definitiva (Dz 457,464, 493a. 530s, 693; Job 9,4; Lc 16,26; 2 Cor 5,10).

    Mas esta afirmacin de la fe no excluye todo

    perfeccionamiento del hombre despus de su muerte, ni supone unaconcepcin rgida, meramente esttica, de la vida ultraterrena delhombre cabe a Dios. Ya la doctrina del purgatorio, de la resurreccinvenidera del cuerpo y de la futura consumacin del cosmos entero,supone una ulterior evolucin del hombre en orden a su perfeccinen todos los aspectos. Claro est adems que, aun despus de laconsumacin universal, la vida eterna del espritu glorificado encomunidad inmediata con el Dios infinito, no puede concebirse sino

    como una actividad del espritu finito dentro de la vida de Dios. Perolo que la fe nos dice acerca de la definitiva terminacin del estado deviador por la muerte, significa (aparte la perduracin de la existenciapersonal consciente del hombre) que la decisin moral fundamental

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    tomada libremente por el hombre durante su vida corporal yterrena, se hace absolutamente definitiva en la muerte.

    Esta doctrina de la fe quiere decir que hay que tomarradicalmente en serio la presente vida. La vida es realmentehistrica, es decir, nica e irrepetible. Tiene una significacininderogable e inanulable. Est tensa entre un verdaderoprincipio y un verdadero fin. Es decir, la vida empieza, pero estecomienzo no es slo el resultado de una precedente constelacinde realidad que puede resolverse nuevamente hacia atrs.Empieza por la creacin, y termina de modo que el estado

    libremente logrado no es a su vez algo provisional, repetible enprincipio, algo que puede seguir variando hacia loindeterminado y aun hacia lo contrario. No hay retorno eternode todas las cosas; slo hay historia seera. No hay emigracinde las almas, en la que cada vida slo seria ensayo provisionalrevisible hasta sus mnimos pormenores y que, mejor o peor,podra repetirse una y otra vez. El hombre no forma parte del

    incesante vaivn de la naturaleza, ni entra en el ciclo que, por lomenos en apariencia, se reitera sin cesar. Es ms bien a lainversa: justamente porque el hombre es una historiaesencialmente seera, tiene tambin a la postre la naturalezainfrahumana una historia, un comienzo por la creacin y untrmino definitivo en la transfiguracin de la creacin enteraante Dios. La historia universal y la historia particular de cada

    uno, es decir, el tiempo en sus cambios y mutaciones, es unreflejo de lo eterno y de su eterna y, no obstante, viva infinitud.Pero el tiempo no es reflejo de lo eterno porque, eternamenteinacabado, se vaya prosiguiendo y reproduciendoindefinidamente en una sucesin de momentos, de los que cadauno sea igualmente importante y, por ser revisible en principio,tambin igualmente indiferente. No. El tiempo es un proceso

    nico. Por la libre accin creadora de Dios es puesto en suprincipio, y de esta accin creadora sigue dependiendo en todosu curso. Pero, supuesta esa dependencia, el tiempo camina, demanera inequvoca, aunque oculta para nosotros los temporales,hacia un punto final perfectamente determinado, definitivo eirrevocable. En ese punto final, la realidad creada en su totalidad

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    participar, segn su naturaleza, de la eternidad de Dios, de unmodo que nosotros no podemos imaginar ms precisamente. Laeternidad de Dios no es simplemente existencia sin principio ysin fin, sino plenitud de realidad en la absoluta unidad ytotalidad, no desmenuzada en una sucesin.

    La vida terrena de cada uno de los hombres estincorporada en la temporalidad, cuyo concepto cristiano importauna autntica historicidad, una temporalidad finita y contingentedel cosmos, que camina hacia su consumacin. La temporalidadhistrica de la vida humana sigue claramente su curso entre su

    punto de partida y el punto de la muerte biolgica. Esprecisamente con esta muerte biolgica que el hombre llega, enprincipio, a su constitucin definitiva. No por lo que tiene estamuerte biolgica de fenmeno fsico. Ni porque la muerterepresente para el hombre, en manera alguna, el trmino de suexistir ni un mero trnsito de una forma de existir a otra, la cualconserve con la anterior forma de existir como fondo esencial

    comn la temporalidad inconclusa. No. Para el hombre, lamuerte es el principio de la eternidad, en cuanto puede hablarsede principio en lo eterno. El universo todo entero, la totalidad dela realidad creada, tiende lentamente a su propio estadodefinitivo en y por las personas corpreo-espirituales, cuyocuerpo forma parte de l y es en parte 1 mismo. Esta tendencia seva realizando justamente a travs de lamuerte de estas personas. Si

    bien esta consumacin del universo, a la par que la de cada uno de loshombres, al mismo tiempo que madura desde dentro, supone a la vezuna rotura y trmino desde fuera, en velada unidad dialctica. Estaintervencin desde fuera es, para el universo, la venida de Cristo a

    juzgar al mundo, que es imposible calcular, pues su da y su hora esdesconocida para todos.

    A la doctrina de fe sobre la muerte como fin del estado de

    viador del hombre, cuando tratamos de profundizar en ella, va anejauna cuestin acerca de la cual los telogos catlicos no estnplenamente concordes y que, por otra parte, es importantsima, puesde ella dependera en gran manera la exacta comprensin de lanaturaleza de la muerte. Esta cuestin podra formularse de lasiguiente manera: el hecho de que el hombre, que libremente adopt

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    una conducta buena o mala, adquiera su ser definitivo por la muerte,es un momento interno de la misma muerte? Porque puede pensarseen abstracto que este carcter definitivo del ser humano hubiera sidoligado a la muerte por un decreto libre, aunque sapientsimo, de Dios,

    y que muerte y carcter definitivo del hombre no estuvieran, porconsiguiente, intrnsecamente unidos. La cuestin puede ser planteadade otra forma, ms clara y ms concreta. Puede pensarse que la muerteexija por s misma el juicio, en cuanto en ella y por ella el hombre haoperado su propia definitividad ante Dios. Pero tambin puedeconcebirse que el juicio siga a la muerte no por vinculacin intrnseca,sino porque Dios as lo ha dispuesto. En esta segunda suposicin elcarcter definitivo de la actitud personal humana sera un efecto de

    este juicio, distinto de la muerte, y de la bienaventuranza ocondenacin definitiva dada por Dios en este juicio. No estaraesencialmente vinculado con la muerte como tal.

    Hay otra cuestin teolgica, que tiene tanta relacin con laque nos ocupa, que podemos decir que objetivamente se identifica conella. Sabemos que los condenados son definitivamente reprobados porDios. Pero podemos preguntamos: la reprobacin definitiva de uncondenado por Dios en el juicio particular, es definitiva porque elhombre mismo ha dado un carcter definitivo en la muerte a sualejamiento de Dios, o bien el condenado definitivamente no quiere nipuede volver a Dios porque Dios lo ha reprobado definitivamente?Siguiendo una opinin que puede encontrarse ya en san JuanDamasceno y cuyo ms importante defensor es santo Toms, nosotroscreemos que es la decisin libre del hombre la que le constituye en

    estado de reprobacin y que, por consiguiente, el carcter definitivodel ser humano fruto de una decisin personal vital es un momentointerno de la muerte, la cual viene a ser, por tanto, una accinespiritual y personal del hombre mismo. Esta tesis puede defendersecon unas razones teolgicas que no podemos exponer en su totalidaden este momento.

    Santo Toms la deduce de un anlisis de la psicologa de los

    espritus separados de los cuerpos. Sin embargo, aun cuando nopudiera demostrarse estrictamente en un anlisis metafsico deltrmino de una persona espiritual, la tesis tendra sus razones que laabonan. Dado que la muerte es por naturaleza la consumacin de lavida temporal de la persona humana, no se aviene con la idea de unacontecimiento que, aun siendo un hecho evidentemente pasivo, slo

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    pasivamente se acepte: con la idea de un hecho biolgico al que elhombre se enfrenta impersonalmente, de un modo siempreinconsciente y extrnseco. En el acto mismo de la muerte ha depoder intervenir lo que hace al hombre precisamente hombre.

    El hombre es espritu y materia, persona y naturaleza;tiene libertad y al mismo tiempo un dinamismo vitalindependiente del libre albedro. En la esencia misma delhombre hay una verdadera dialctica, aneja a esta composicinplural y antittica de realidades. Lo ms lgico es esperar queesta complejidad se refleje en la muerte. La muerte es el trmino

    de todo el hombre, es decir, el todo humano llega en ciertomodo al final de aquella temporalidad que es caracterstica de lavida humana y termina justamente en la muerte. Este trmino hade afectar al todo humano, al cuerpo y al alma del hombre. Alalma, naturalmente, no en el sentido de que deje de existir. Elacto ms trascendental de la vida, vivido humanamente, implicala ltima decisin personal de la vida, no por lo que tiene la

    muerte de acontecimiento pasivo procedente de la vidabiolgica, sino por la accin libre del alma. El trmino delhombre, como persona espiritual que decide libremente de supropia suerte, ha de ser consumacin activa desde dentro,situarse activamente en su perfeccin o imperfeccin, dar elpostrer testimonio, que resulta y como resume en general todasu propia vida. En este caso la muerte lleva consigo la total

    posesin de s mismo por parte de la persona. Importa larealizacin definitiva del sentido de s mismo y la libre decisinde la realidad personal, Pero la muerte del hombre, comotrmino de su vida biolgica, es a la vez, de manera indisolubley que afecta al hombre entero, rotura desde fuera, destruccin,siega de las parcas, acontecimiento que imprevisiblementealcanza al hombre desde fuera. As, la propia muerte, desde

    dentro, por la accin de la persona misma, es a par elacontecimiento de la ms radical despotenciacin del hombre.La muerte es accin y pasin en uno. Ahora bien, dada la unidadsubstancial del hombre, si es que realmente se la toma en serio,no es posible repartir simplemente estos dos aspectos de lamuerte nica entre el alma y el cuerpo, y disolver as la

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    verdadera naturaleza de la muerte humana. Slo ms adelantepodremos mostrar lo que significa concretamente para elhombre esta unidad dialctica y ontolgica de accin y pasin,de propia consumacin activa desde dentro y determinacinpasiva desde fuera, que entran ambas, sencillamente, en elfenmeno de la muerte.

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    II

    LA MUERTE COMO CONSECUENCIA

    DEL PECADO

    El hombre es la extraa y, no obstante, ntima unidad demateria y espritu personal libre. Su muerte es la unidad de trmino yconsumacin. ste ha sido el resultado ms importante de nuestraprimera reflexin. Es decir, el hombre termina su vida temporal por la

    separacin del alma y del cuerpo y en el momento de esta separacinse cumple tambin la consumacin personal del hombre desde dentro:en la muerte el resultado de la vida humana adquiere carcterdefinitivo. Las fuentes de la revelacin caracterizan a la muerte comoseparacin del alma y del cuerpo en cuanto trmino de la vidacorruptiblemente corporal, trmino que irrumpe desde fuera; lasmismas fuentes nos hablan de la muerte como fin del estado de viadoren cuanto significa consumacin personal. Una reflexin profunda

    acerca de la descripcin de la muerte como separacin del alma y delcuerpo nos ha dado por resultado que esta separacin no ha deentenderse como una completa evasin del mundo por parte de larealidad espiritual del hombre. Por la muerte el hombre empieza unanueva relacin con el mundo en el sentido de que su realidadespiritual no est ya limitada por el espacio y el tiempo de su cuerpohumano. Si bien no lo subrayamos acaso con suficiente claridad, deesta manera se pone de manifiesto la ntima unidad y compatibilidad

    de los dos enunciados fundamentales de la fe acerca de la muerte. Sian en la muerte y despus de la muerte permanece una internarelacin del espritu humano con la materia corporal y hasta adquiereen ella una nueva perfeccin, se comprende ms fcilmente que elresultado total de la vida humana, la cual se realiz en la ntimacomunin de lo espiritual y material en el hombre, permanezca en lamuerte y vuelva a manifestarse despus, en la resurreccin de lacarne, en una concreta corporeidad. Tal fue aproximadamente elresultado de la primera parte de nuestras reflexiones.

    Prosigamos ahora avanzando metdicamente. Pero para elloqueremos partir, una vez ms, de un enunciado que pertenezca a la fepredicada por la Iglesia y no de una idea fundamental filosfica, de la

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    cual podamos lgicamente deducir ulteriores puntos de vista acerca dela naturaleza de la muerte. En las pginas anteriores hemos hablado delo que nos ensea la fe acerca de la universalidad de la muerte, acercade la muerte como separacin del alma y del cuerpo y acerca de la

    misma como trmino de la peregrinacin del hombre sobre la tierra.La fe nos dice ahora, en un cuarto enunciado, que la muerte esconsecuencia del pecado. Tenemos pues que considerar esta verdad:nuestra muerte como dependiente del pecado de Adn, como muertedel hombre pecador, reo por lo menos del pecado original.

    La fe nos ensea, pues, de un modo inmediato que la muertetal como la sufre de hecho el hombre en la presente economa de la

    salvacin, concreta y universalmente est en conexin causal con elpecado, primordialmente con el pecado cometido por el cabeza ypadre primero de todo el gnero humano, en cuanto tal.

    Segn testimonio de la Escritura, el primer hombre fuecreado por Dios con la posibilidad de no morir. El hombreactual muere precisamente porque el primer hombre, padre y

    cabeza del gnero humano, que se apart voluntariamente deDios, perdi la justicia original y con ella la posibilidad de nomorir. La justicia original era aquella ntima unin con Dios porla gracia, que transformaba la naturaleza espiritual humana ypenetraba hasta la misma corporeidad. La muerte concreta detodo hombre, en la presente economa de la salvacin, es encierta manera expresin visible de aquella desavenencia entre

    Dios y el hombre, acontecida al comienzo de la historia moral yespiritual de la humanidad y que llega a afectar el fondo mismodel ser del hombre. Por haber perdido ste aquella vida divinaque le una con Dios en la justicia original, queda afectado anen lo que constituye su misma vida terrena. La mortalidad es lamanifestacin de la enemistad del hombre con Dios.

    Expongamos ahora este enunciado de la fe yreflexionemos sobre l procurando entrar en su ms hondosentido y en su amplia problemtica, paso a paso, lenta ypacientemente.

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    1. LA EXENCIN DE LA MUERTE EN ADN

    Al afirmar que la muerte es consecuencia del pecado delprimer hombre, decimos implcitamente que ste, antes de sucada, no estaba en la necesidad de morir. Pero cuando la fe nosensea esto no nos dice que el hombre paradisaco, de no haberpecado, hubiera prolongado indefinidamente su vida terrena,Podemos decir sin ningn reparo que es evidente que el hombrehabra terminado su vida temporal. Hubiera ciertamente

    permanecido en su forma corporal, pero su vida hubiera llegadoa un punto de consumacin y plena madurez desde dentro. Enotras palabras: Adn, sin sufrir la separacin del alma y elcuerpo, hubiera pasado a aquella consumacin de su vidapersonal abierta al mundo, que nosotros esperamos ahora comomilagro escatolgico de la resurreccin del cuerpo, efecto de laredencin que solo se nos aplicar al final del mundo. Este

    trmino del hombre paradisaco hubiera sido pura, clara y activaconsumacin del hombre entero desde dentro, sin pasar por lamuerte propiamente dicha. De los dos elementos anteriormenteestudiados de la muerte, su carcter de trmino de la vidahumana y separacin del alma y el cuerpo, slo el primerohabra tenido aplicacin para l. En este sentido podramos decirque su trmino no hubiera sido un despojo de la concreta

    corporeidad, venido de fuera. Hubiera sido, si se nos permiteuna expresin analgica, una muerte sin muerte, un trminocomo pura decisin personal Estas consideraciones tienenimportancia, no slo para el estudio del destino, de hecho irreal,del hombre paradisiaco, sino que nos hacen caer en la cuenta deque no todos los elementos de la muerte humana sonconsecuencia del pecado original de la misma manera y en la

    misma medida.

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    2. LA MUERTE COMO CULPA Y COMOFENMENO NATURAL

    El hombre paradisaco, pues, aun en el supuesto de queno hubiera pecado e incurrido en la enemistad de Dios, hubieraterminado su vida terrena. Por otra parte, incluso despus de laculpa, eso que experimentamos como nuestra muerte, nos trae elestado definitivo y la consumacin de la vida terrena. De todo locual cabe deducir que la muerte no es igualmente en todos sus

    elementos efecto de la culpa, carente de sentido, del hombre. En laprimera parte hemos indicado de pasada que lo que la fe nos dicesobre el origen histrico de la muerte como castigo de la culpa delhombre no prejuzga para nada la discusin acerca de la posibilidad dedemostrar que la muerte sea consecuencia natural de la naturaleza delhombre, anterior a nuestra empria. Si la muerte es consecuencia de lanaturaleza humana, tiene que llevar en si, como todo hecho natural, unsentido y fondo positivo. Y, de hecho, es tambin doctrina de la fe quela muerte, vista en s misma, es tambin un hecho natural, es decir,que se deriva de la naturaleza corpreo-espiritual del hombre. Ya alhablar de la universalidad de la muerte, dijimos que podamos dejarpendiente la cuestin de si la ciencia natural, puramente humana, o laantropologa metafsica pueden o no demostrar que la muerte sea unfenmeno natural. Esta demostracin no es en realidad tan fcil comopudiera tal vez parecer en razn de la composicin material del cuerpoy de la unin del alma y cuerpo. Mas, en todo caso, aun cuando laprueba sea posible, la teologa catlica mantiene contra la protestantey jansenista, por razones teolgicas, que la muerte es un hechonatural. O digmoslo ms cautamente, que la muerte que nosotrosconcretamente sufrimos tiene una razn de ser natural. Pasando otraspor alto, la razn teolgica decisiva es que la muerte no puede ser sloconsecuencia, expresin y castigo del pecado. Como luego hemos deexponer largamente, la muerte ha de ser tambin un morir con Cristo,

    una co-realizacin y aplicacin de su muerte redentora. Ahora bien, sila muerte puede ser tambin esto, es decir, lo contrario del pecado yco puede ser una y otra cosa en el sentido de una paradoja de teologadialctica en que pecado ygracia, desesperacin y consuelo, juicio yperdn sean siempre en definitiva y necesariamente lo mismo, lamuerte ha de tener una esencia natural propia. As, por una parte,

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    podr ser ambas cosas, y, por otra parte, ser lo uno o lo otro segn elmodo con que el hombre, como persona, realice esta empresa parteesencial de su naturaleza. Y como esta ejecucin personal es unmomento interno de la muerte misma, slo as se convierte en lo que,

    en conjunto, lleva el nombre de muerte. La muerte es algo queacontece a cada hombre y en que se decide su salvacin ocondenacin; pero ha de tener algo comn y, como si dijramos,neutral, que permita decir en sentido verdadero, siquiera no agote todoel hecho de la muerte, que todos los hombres mueren la mismamuerte. As, objetivamente, queda velado qu muerte muere enrealidad cada hombre, si la muerte de Adn o la muerte de Cristo.Desde este punto de vista, la teologa misma reclama una ontologa de

    la muerte, por ms que, por la razn indicada, la muerteconcretamente experimentada no puede ingenuamente y de antemanoidentificarse con la esencia natural postulada de la muerte. Mas, aunprescindiendo en la muerte concreta del modo como se sufre,radicalmente distinto y que entra, no obstante, en la muerte misma, elfenmeno restante: el trmino de la vida terrena y el abandono de laforma corporal concreta, no es simplemente idntico con la esencianatural de la muerte. Se da el fenmeno de la muerte natural, pero estefenmeno no se inserta simplemente y sin roces en la concretaconstitucin del hombre del orden sobrenatural. El hombre del ordenconcreto, lo mismo si vive en gracia que si no, vive en un orden enque la muerte no debiera existir. El hombre est ordenado a la graciay a la participacin sobrenatural de la vida de Dios, y en estaordenacin se da en cada hombre un existencial real yontolgico que repugna a la muerte. En este sentido, lo mismo si

    de ello se puede tener conciencia por simple reflexin como sino, el hombre concreto no puede sufrir la muerte como algosobreentendido, a que su naturaleza estuviera de suyo ordenada.Y eso, no obstante ser la muerte parte esencial de su naturaleza,y con anterioridad a la actitud en que el hombre la acepte, comofin ntegra e ntimamente deseado. As, la doctrina catlica deun elemento natural esencial en la muerte no significa, para la

    muerte concreta que cada hombre sufre, una interpretacinneutral de la muerte como mero proceso natural. La muertequedara as neutralizada y perdera toda importancia para laexistencia espiritual y sobrenatural, como suelen objetar lostelogos protestantes contra esta tesis.

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    A esto se aade que la muerte es concretamente unhecho de salud o perdicin, que afecta al hombre entero, no sloporque histricamente este hecho natural fue producido por elpecado de Adn, sino porque en el hombre concreto la muerteimporta siempre una aceptacin definitiva del propio pecado ode la propia incorporacin por la fe al destino del Seor. Lamuerte, como ya hemos dicho, aun en el hombre sin la gracia, esalgo que no debiera ser. Aun en el hombre pecador subsiste,efectivamente, como elemento existencial ntico y real, laordenacin a la gracia y a la vida eterna, y con ello va aneja unadinmica de la perfeccin del hombre entero, que tiende a una

    mutacin gloriosa, sin abandono de la forma corporal. Pordonde, en la presente economa, la muerte es contradiccin a laconstitucin total del hombre, siempre que, por no incorporarseella misma a la muerte de Cristo, no se convierta en camino parallegar al culmen de la gracia transfigurante de Cristo. Ahorabien, de todo esto se sigue que la muerte no puede ser nuncamero proceso natural, aunque tiene que ser tambin proceso

    natural. De otro modo no podra ser acontecimiento de salud yperdicin y, no obstante, una sola en todos los hombres.

    3. NOCIN MS EXACTA DE LA MUERTE NATURAL,COMO CONDICIN DE LA POSIBILIDAD DE SERACONTECIMIENTO DE SALUD O DE PERDICIN

    Si ahora nos preguntamos qu es en la esencia natural dela muerte lo que hace que este ser natural se transforme enacontecimiento de salud o perdicin en lo que tiene de accindel hombre, podemos responder que esta transformacin radicaen el carcter oculto de la muerte. Esto requiere una aclaracin,para la que echaremos mano de algo ya dicho en la parte

    precedente. La muerte se presenta para la simple experienciacomo el final del hombre entero. No en el sentido de que deje deexistir pura ysimplemente o que slo quede de l lo que nuestroconocimiento emprico percibe como el cadver, de suerte queel alma tambin dejara absolutamente de existir. Talinterpretacin de la experiencia de la muerte partira del

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    supuesto de que todo lo que deja de ser objeto de nuestrossentidos deja absolutamente de existir. Tal suposicin eslgicamente falsa y, en nuestro caso, inaceptable totalmente pormltiples motivos. Prescindiendo de otras razones, que aqu nopueden ni deben ser expuestas, la supervivencia del alma seapoya en que el alma, principio espiritual, simple y personal delhombre, por motivos ortolgicos y ticos, tiene que seguir y puedeseguir subsistiendo. Pero la muerte se presenta como trmino denuestra experiencia en el sentido primeramente de que el todo delhombre llega a la conclusin de aquella temporalidad que escaracterstica de la vida humana. Lo cual ha de aplicarse tambin, por

    lo menos hasta cierto punto, al alma. Porque por una parte la muerteaparece como fenmeno de todo el hombre, de un hombre que laexperiencia nos presenta siempre como uno, y no como fenmeno deslo su cuerpo. Y, por otra parte, no tenemos derecho, por lo menosexistencialmente, a separar del alma este trmino del tiempo y estaconsumacin por el hecho de que ella sobrevive a la muerte. Ahorabien, hablando muy en general, el concepto de trmino es conceptovariable y meramente analgico. Segn la constitucin ntica que a

    los distintos seres conviene de acuerdo con su capacidad de ser, eseconcepto tiene y ha de tener un carcter completamente distinto en losdistintos grados del ser y del acontecer. Sera, por tanto,ontolgicamente falso y equivocado aplicar, sin crtica, el concepto detrmino que corresponde a un grado de ser, al trmino de seres de otracategora ntica. No es posible dar aqu una ontologa de esteconcepto en su variabilidad analgica. Y aun habra que mostrarclaramente la categora ntica especficamente humana partiendo de

    una antropologa metafsica. De todo ello resultara lo peculiar deltrmino humano, es decir, lo peculiar de la muerte del hombre. Ensntesis diramos que, visto desde el hombre mismo, el trmino delhombre es un complejo de elementos, que convergen en la unidadinderogable e irreductible de la oposicin dialctica ontolgica yreal,de que hablbamos antes. Por ser el hombre espritu y materia, estosdos elementos opuestos tienen su parte en el trmino humano. Eltrmino del hombre como persona espiritual es activa consumacindesde dentro, importa la posibilidad de ponerse a s mismoactivamente en la perfeccin, la toma de posesin definitiva de lapropia persona, la siega del resultado de toda una vida, resultadobueno o malo generalmente segn la misma vida. Y la muerte delhombre, como trmino de un viviente material biolgico, es, a la vez,de manera indisoluble y que afecta a todo el hombre, rotura venida

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    desde fuera, destruccin de su composicin esencial, acontecimientoque le puede llegar al hombre inopinadamente, de fuera, sin que se legarantice que esta muerte le llegar en el momento en que haterminado su vida en su interior. La muerte, como acontecimiento

    biolgico, es para el hombre siega de la parca, ladrn en la noche,despojo y reduccin del hombre a la impotencia: es justamente fin.

    La descripcin del fenmeno de la muerte nos lleva por depronto a la aceptacin de estos elementos contradictorios,inmediatamente dependientes de la intrnseca constitucin delhombre: trmino lleno y vaco, activo y pasivo, plena determinacinde s mismo y cada en el poder ajeno. La supresin o reduccin de

    uno u otro lado de la muerte sera fruto del error naturalista oespiritualista. El error naturalista rebaja la muerte del hombre, serespiritual, al nivel de la muerte de un animal. El error espiritualistasustrae a la personalidad del hombre, que es un ser natural, a todainfluencia de la muerte: en su error afirma que sta atae al cuerpo,sin que represente nada para el alma.

    Este anlisis del fenmeno de la muerte hace abstraccin de lasupervivencia o desaparicin del hombre despus de la muerte.Nosotros damos por supuesto de antemano que el hombre como serespiritual sigue existiendo despus de la muerte. Pero este anlisis delfenmeno de la muerte puede llevarnos a la siguiente cuestin:puede deducirse del mismo anlisis fenomenolgico cmopermanece el hombre despus de la muerte? Con este cmopreguntamos por la suerte futura, que sigue inmediatamente

    despus de la muerte al hombre. Y aqu nos encontramos denuevo con la irreductible unidad dialctica del hombre,proyectada en el fenmeno de la muerte: nos encontramos antelo que podramos llamar el carcter oculto de la muerte.Nunca podr decir el hombre, que ve la muerte de otro hombre,desde dentro de su experiencia humana, si la muerte fue paraaqul realmente la verdadera consumacin o nicamente el

    trmino del mismo. Frente al carcter definitivo que toma en lamuerte la decisin moral del hombre, nunca podr decir unespectador si esta cada de las apariencias y esta entrada en laluz de lo autntico y de la pura verdad que se da en la muerte nohan sido de hecho para el protagonista la aparicin de la suma ydefinitiva maldad y por ende de su radical nulidad moral. En

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    una palabra: nunca se puede decir si la consumacin de la vida,lograda en la muerte, no ha sido la consolidacin del vaco ynulidad, basta entonces velados, del hombre O la inversa: si elvaco que muestra la muerte no es slo la corteza que escondeuna verdadera plenitud; si este vaco no es tal ms que enapariencia, una apariencia que nos engaa a los an nomuertos.La muerte de un hombre es para los que permanecen todava enel mundo, y la contemplan desde su experiencia intramundana,realmente oculta. Este carcter oculto de la muerte brota de ladialctica ontolgica de la unidad de espritu y materia en laesencia del hombre y, en este sentido, el carcter oculto de la

    muerte es un rasgo fundamental de su esencia natural. La muertese nos presenta, desde el punto de vista de su anlisisfenomenolgico, como la convergencia de accin y fatalidad,como trmino y consumacin, como muerte obrada y padecida,como plenitud y vaco, segn se atienda a su aspecto deextincin biolgica o a la consciente actitud humana espiritual.Parece significar sombra fantasmal, ser espectral, destruccin de

    la persona, prdida y ruina de s mismo, por una parte, yposesin plena y decisiva de s mismo, ser en s y por s (per se)de la persona, por otra. Uno y otro aspecto pertenecen alfenmeno de la muerte. Ahora bien, en estos supuestos y dadoque la empria humana slo capta la parte externa del fenmenomuerte, no se puede propiamente decir nunca, en formaexistencialmente unvoca, partiendo de los datos ofrecidos por la

    experiencia en la muerte de un semejante, si la definitiva llegadaque acontece en la muerte y que ha de entrar en ella comotrmino de una persona espiritual, es para quien la vive laexperiencia de una postrera nulidad del valor de su vidatemporal; si la suprema decisin por la cual el hombre disponetotalmente de s es el total abandono de s en orden a laeternidad.

    El carcter oculto inderogable de la muerte del prjimonace, pues, de la unidad de los dos aspectos de la misma. Y eneste carcter oculto y la unidad, que le da origen, se basa elfundamento natural, que posibilita el hecho de que la muerte

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    concreta pueda ser acontecimiento de salvacin o de perdicin,fruto de pecado o de la fe formada.

    El carcter oculto de la muerte, con su presupuesto deseparacin de alma y cuerpo, puede ser castigo y hastaexpresin del pecado. La consumacin velada del hombreprivado de la justicia original acontece contra aquel elementoexistencial sobrenatural permanente, que de suyo tiende siemprey dondequiera a una consumacin del hombre desde dentro abierta,palpable y experimentable, con inclusin de su misma corporeidad. Lacomparacin entre la muerte en la economa actual y la terminacin

    de la vida humana en una economa sin pecado nos ayudar aesclarecer nuestro pensamiento.

    Antes hemos dicho que, usando esta palabra en un sentidoanalgico, tambin Adn habra tenido cierta muerte, es decir, untrmino de su vida temporal y terrena. Su existencia terrena hubieraadquirido tambin carcter y consumacin definitivos en un momentodeterminado de su existir. Si ponemos en parangn esta consumacin

    del hombre paradisaco con el trmino del hombre cado en Adn,podemos formular ahora de manera conceptualmente ms exacta queantes en qu consiste la diferencia entre ambas. La muerte de Adn nohubiera tenido carcter oculto. Su trmino habra sido la permanenciay consumacin de la realidad obrada personalmente en la vida. Lamuerte se habra experimentado sin velo alguno y de una manerapalpable. En cambio, el hombre en la economa actual de la salvacinvive su decisin definitiva, su muerte como accin, dentro del trminovaco de la muerte como pasin y de este modo la muerte comoaccin queda velada en la muerte como pasin. As adquiereexpresin sensible la carencia de la justicia original. La muerte es, porconsiguiente, castigo del pecado.

    Adems, la muerte puede ser no slo castigo del pecado sinotambin culminacin del pecado mismo, pecado mortal en el ms

    propio sentido de la palabra. Puede ser culminacin del pecado por surelacin con la vida precedente, pecado mortal por la falta deaceptacin de las leyes intrnsecas de la muerte. Efectivamente, elhombre, si obra rectamente, slo puede recibir de Dios la definitiva yconcreta interpretacin de esta situacin velada, de este carcteroculto de la muerte. Slo Dios puede revelarle el ltimo sentido de la

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    muerte. El hombre, ante el carcter velado de la muerte, slo puede ydebe vivir la concreta situacin existencial de la misma, en lo quetiene de accin consciente suya, con una disposicin de espritu quesea la culminacin de aquella actitud adventicia (preludio de la fe) en

    que se entrega a s mismo y su realidad, en incondicional abertura, adisposicin del Dios incomprensible. El hombre no puede presumirsaber por s mismo y en su totalidad lo que la soberana libertad deDios dispone sobre l en esta muerte velada y, por lo tanto, nocomprensible totalmente para l en su sentido inequvoco. Estasexigencias internas de la disposicin espiritual humana ante la muertehacen comprensible la posibilidad de que la muerte sea pecado mortalYa hemos dicho que, por razones teolgicas, la muerte humana, como

    trmino de un ser personal y libre, no puede ser entendida nicamentecomo trmino destructor que viene de fuera, pasivamente sufrido, sinoque implica una actitud humana interior, es una accin del hombredesde dentro.

    La muerte no puede, naturalmente, ser eso si se la concibecomo un acontecimiento de punto final en la vida. La muerte ha deconcebirse, segn lo mostrara absolutamente una ontologa deltrmino de una persona espiritual, como el trmino consumador quese opera y realiza por la accin total de la vida misma. En este sentido,la muerte tiene una presencia axiolgica en la totalidad de la vidahumana. El hombre opera su muerte como consumacin por la accinde su vida, y as la muerte est presente en esa accin y,consiguientemente, en toda accin libre en que el hombre dispone dela totalidad de su persona. Y as, en esas acciones de la vida, expresa y

    conscientemente, o implcita y tcitamente, la muerte puede serpecado mortal.

    Tratemos ahora por lo menos brevemente de indicar cmo elhombre puede hacer pecado mortal el hecho de su muerte.Naturalmente, slo se trata de cmo puede entender y realizar ms omenos expresamente su muerte con espritu de pecado. Y eso, ntesebien, en su vida entera, y no al final de ella. No tratamos, en cambio,

    de mostrar cmo en todo pecado mortal va tambin implcita einexpresada una inteligencia falsa y pecadora de la muerte. Ya hemosdicho que la muerte, por razn de su carcter oculto, slo puedeobrarse rectamente cuando se opera en la accin en que el hombre, enincondicional abertura, se entrega a s mismo y su realidad adisposicin del Dios incomprensible, porque en la muerte velada el

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    hombre no puede disponer claramente de s mismo. A la inversa,podemos decir que el pecado mortal consiste en querer la autonomade la muerte. El hombre no acepta ya la abertura de la muerte haciaDios que radica en su carcter oculto, y no se entrega ya, por esa

    aceptacin, a disposicin de Dios, ligada de hecho con la gracia y elelemento existencial sobrenatural. En definitiva, no se acepta lamuerte como castigo del pecado original ni como participacin en lamuerte redentora de Cristo. Ms concretamente, la inteligenciapecadora de la muerte en la accin de la vida puede referirse expresa ydirectamente o a la abertura de la muerte humana como fenmenonatural como tal, o a las partes del hombre que constituyen elelemento esencial del mismo y cuya peculiar dialctica ontolgica

    llega justamente en la muerte a su ms alta tensin final. En el primercaso, el hombre niega expresa y existencialmente la radicalproblematicidad y discutibilidad de la muerte como realidad oculta.Esto a su vez puede hacerse de doble manera: el carcter oscuro de lamuerte que pone en tela de juicio el ser entero de! hombre, se concibecomo oscuridad absoluta, porque el hombre de por s no tieneposibilidad alguna de arrancar ese velo a la muerte y tampoco quiererecibirla de otra parte. O bien el hombre niega la oscuraproblematicidad de la muerte e intenta por s mismo, en unainteligencia existencial de su propio ser, interpretar positivamente elsentido definitivo de su muerte. Este intento pecador de unainterpretacin autnoma de la muerte lleva necesariamente al segundocaso. Esa interpretacin autnoma de la muerte niega la oscuridad dela misma, e impugna la dialctica de las partes constitutivas del ser delhombre que la funda, en favor de una de ellas. Consiguientemente, en

    este segundo caso, hay dos posibilidades de inteligencia pecadora dela muerte. Primero, una espiritual: por la muerte, la puraespiritualidad del hombre se liberara de la materialidad y corporeidadque la constrien. La muerte, ya desde solo el hombre, sera unaespiritualizacin. Cmo se entienda luego esta espiritualidad, notenemos por qu averiguarlo ms despacio en el presente contexto.Puede entenderse como de algn modo an individual o comouniversal, como sujeto moral que no puede ser atacado por la muerte,

    como pura subjetividad lograda por la muerte y pura perseidadpersonal, como sujeto que penetra la nulidad y el engao de laindividualidad espacio-temporal y la elimina en la muerte; puedeentenderse como se quiera. Siempre se considera la materialidad delhombre como simplemente eliminada en la muerte y se cree que laespiritualidad llega a su puro fondo propio, independiente de lo

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    material. El morir seria siempre y necesariamente, comodesmaterializacin, ya de suyo una redencin, frente a la cual la vidacorporal sera la verdadera muerte. La muerte sera slo la ocasin enque la persona espiritual acredita su intangibilidad, pues la muerte no

    la toca ni la pone propiamente en cuestin o tela de juicio.

    O bien, yste es el segundo modo de interpretacin autnomade la muerte, sta se considera como puramente biolgica, comoproceso sobreentendido de la naturaleza, y sera un artificio de lanaturaleza para tener ms vida, una entrada en la vida universal de lanaturaleza. La muerte slo sera amargamente sentida cuando elhombre le opone su egosmo pseudo-espiritual por su individual

    forma biolgica, en lugar de arrojarse rendidamente al ciclo eterno dela vida biolgica. La muerte en si misma sera la vuelta a la universalnaturaleza material, eternamente viviente, y querer guardar la propiaforma individual sera petrificacin y, por tanto, verdadera muerte.

    En esta actitud frente a la muerte se concede primaca a lomaterial sobre lo espiritual. Luego, segn la ms precisa manera comose entiende lo material, se precisa tambin ms la relacin con lamuerte. No hay por qu entrar aqu ms a fondo en este punto.Tampoco podemos exponer aqu ms despacio cmo estos modosconcretos de pecado mortal pueden realizarse implcitamente en todopecado grave.

    4. LA MUERTE COMO CASTIGO DEL PECADO

    ORIGINAL

    Acabamos de decir que la muerte es castigo del pecado. Estaproposicin ha de aclararse an con ms precisin, y hay por lo menosque indicar los problemas teolgicos que de ella resultan. Hemosdicho tambin que la muerte que el hombre sufre despus de Adn esuna muerte velada, y ah radica la posibilidad de que sea unacontecimiento de salud o de perdicin; tinieblas que revelan la

    muerte eterna o aquella oscuridad, nica en que es posible la fe por laque el hombre se apropia la salud obrada por Cristo. Para entenderesto, hay que tener presente lo siguiente: la oscuridad de la muerte espor de pronto un momento suyo que va anejo con ella como hechonatural. Resulta inmediatamente de la naturaleza del hombre, de suconstitucin esencial como ente a la vez espiritual y corporal.

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    La muerte, decimos, ha de aparecer como castigo del pecado.Ahora bien, este castigo no puede evidentemente consistir solamenteen la carencia de un bien, que lo es ciertamente y como tal puede serconocido, pero cuya carencia no es existencialmente sentida como

    verdadera prdida. Y no sera sentida como prdida, por tratarse de undon sobrenatural que en una naturaleza pura no podra sentirseexistencialmente como bien apetecible. Tal sera el caso de laexencin de la muerte por parte de Adn, bien de que ahoracareceremos por el pecado. Sin embargo, aun tratndose de donindebido y sobrenatural, si la muerte ha de aparecer como castigo delpecado, ha de subsistir an una necesidad que nos haga sentir lacarencia de la exencin de la muerte que se dio en Adn, como

    dirigida contra la dinmica del hombre concreto, y esto es lo que da ala muerte carcter de castigo del pecado. Ahora bien, as acontece dehecho1. El hombre, despus de la cada de Adn, no es nuncanaturaleza pura, que tras la prdida de la vocacin sobrenatural a laparticipacin de la vida de Dios puede entenderse y encerrarseabsolutamente en s misma. El hombre, despus del pecado, sigueteniendo esta vocacin como deber y tarea, como determinacin realde su esencia, corno elemento existencial sobrenatural. Y comoquieraque el don de la inmortalidad paradisaca era connatural secuela de lagracia sobrenatural, en este elemento existencial sobrenatural siguean contenida la tendencia a aquella consumacin del hombre quehubiera sido su trmino como pura y experimentable maduracin delhombre mismo desde dentro. Luego, si el hombre que posee todavaeste elemento existencial sobrenatural muere la muerte velada, lamuerte de la rotura desde fuera, y de la total impotencia, muere una

    muerte que, aun ahora, no debiera propiamente ser, adems, auncuando no la puede interpretar as claramente, el hombre experimentauna muerte cuya oscuridad es expresin, consecuencia y castigo de laperdicin que le viene y adviene del pecado de Adn.

    Para mayor precisin de lo que decimos, hay que plantear anesta cuestin: significa la muerte como castigo del pecado unaintervencin hasta cierto punto nueva de Dios que impondra

    propiamente ese castigo sin que tenga una conexin interna y esencialcon el pecado, o es la muerte la expresin esencial del pecado, quefluyera de la naturaleza del pecado mismo? Con otras palabras: la

    1 Cf. mis ensayos ber das Verhaltnis von Natur und Gnade, en Schrifsen zurTheologie 1 (Einsiedeln 1554), p. 323-345, (trad. castellana; Taurus, Madrid 1961) yber das Verhaltnis des Naturgesetzes zur bermaiulicheb, Gnadenordnung, enOrientierung 20 (1956), p. 8-11.

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    muerte puede ser castigo porque es consecuencia y manifestacin delpecado en el cuerpo del hombre o, a la inversa, es expresin ymanifestacin del pecado porque es castigo. Slo brevementepodemos responder a la cuestin propuesta. Una interpretacin ms

    precisa del estado original de gracia, en que entraba tambin lainmortalidad paradisaca, y entraba justamente como connaturalsecuela de la divinizacin del hombre paradisaco por la gracia, esainterpretacin, fundada en santo Toms, tendra que decidir lacuestin en el sentido de que la muerte primariamente es expresin eimagen en que se manifiesta la esencia del pecado en la corporeidaddel hombre y por eso, y en ese sentido, secundariamente, tambincastigo del pecado. La muerte es la expresin de que la realidad

    terrena no est ya informada por la gracia o no lo ha vuelto a estartotalmente. La gracia ha de empezar, digmoslo as, de modo tanprimitivo la obra de transformacin o configuracin de la realidadterrena, que no puede de antemano arrumbar la muerte ni superarlacon una pura consumacin gloriosa del hombre. Y, comoquiera queesta relacin entre la gracia y la realidad terrena que alcanza suexpresin y culminacin en la oscuridad de la muerte, no debierapropiamente darse, entr en el mundo slo por el pecado original yrepugna al elemento existencial sobrenatural del hombre, de ah que lamuerte es tambin castigo de la culpa de origen. Castigo comoconsecuencia y expresin connatural de la situacin que introdujo laculpa original. La muerte es la visibilidad de la culpa.

    Por aqu puede tambin entenderse la conexin entre lamuerte y la concupiscencia, otra manifestacin, sta, y otro castigo de

    la culpa por la que originariamente se alej el hombre de Dios. Laconcupiscencia, como secuela de la culpa originad, no es otra cosaque la resistencia de la naturaleza a la persona dotada de gracia, o, porlo menos, del elemento existencial sobrenatural. La concupiscenciasignifica que la vida divina tropieza en la realidad terrena del hombrecon un obstculo que le impide, a esta vida divina, configurar einformar de manera pura y acabada todas las realidades del hombrehasta su corporeidad y los movimientos de ella. As se comprende

    fcilmente que la necesidad de morir, es decir, la imposibilidad deconfigurar y expresar inmediata y palpablemente la consumacin delhombre por la gracia, aun en la consumacin del cuerpo del hombre,no es otra cosa que la ms aguda y precisa expresin de laconcupiscencia fruto del pecado original. La muerte es la culminacinde la concupiscencia y la concupiscencia es la aparicin de la

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    presencia permanente de la muerte como oscurecimiento de laconsumacin de la vida entera del hombre.

    5. LA MUERTE COMOPECADO MORTAL PERSONAL

    El fenmeno externamente perceptible, que en la vidacotidiana llamamos muerte, es siempre de la misma calidad; pero,

    justamente tras esta mscara que cubre a la muerte, el ncleo delhecho puede ser completamente distinto en el justo y en el pecador a

    pesar y por razn de esta mscara. La muerte, efectivamente, no esslo acontecimiento pasivamente sufrido. En este aspecto alcanza pormodo igual a todos, justos y pecadores. La muerte es tambin, comotrmino de la vida y consumacin de la misma realizada activamente alo largo de toda la existencia humana, decisin activa del hombre y,consiguientemente, es distinta en justos y pecadores.

    En este sentido podemos afirmar que la muerte no es

    solamente expresin y manifestacin de aquel alejamiento de Diosque arrastr a toda la descendencia de Adn. Si consideramoscuidadosamente lo que el Nuevo Testamento nos dice de ella (Rom1,32; 7,9-10; 8,13; 9,16; 7,5; 8,2; Iac 1,15; lo mismo en Joh), habrms bien que decir que para el Nuevo Testamento la muerte tienetambin una relacin de efecto con los pecados personales graves noperdonados. La muerte y el pecado segn la doctrina neotestamentariatienen un estrecho parentesco. El pecado personal, as como el pecado

    original, encuentra en la muerte una plasmacin interna y esencial enla muerte, que en la muerte del impo representa como la aparicin delefecto pleno del pecado en la realidad total, aun corporal, del hombre.San embargo, dado que siempre la muerte est en relacin por lomenos con el pecado original, ninguna contradiccin se contiene en elhecho de que tambin los justos y santos, sobre quienes no pesapecado alguno grave, tambin mueren, se bien con una muerteexistencial distinta.

    La doctrina bblica formulada por san Pablo de que existe unaconexin entre la ley sin gracia de Dios y la muerte se enlaza con estadoctrina de la muerte vinculada a los pecados personales, cuya secuelay manifestacin externa representa. De hecho, aunque contra suintencin interna y originaria, la ley de Dios sin la gracia se convierte

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    en dinmica del pecado (1 Cor 15,56); y as se comprende cmo lamera ley, al producir la protesta pecadora del hombre contra ella,,engendra la muerte. Cuando san Pablo habla de que la ley opera lamuerte, no slo se refiere a la muerte del alma, sino que comprende

    tambin el trmino corporal del hombre en la manera especial comonosotros pasamos por l (2 Cor 3,6; Rom 7,5-10-13).

    6. LA MUERTE Y EL DEMONIO

    Otro punto sobre el que hay que llamar la atencin dentro de

    los problemas referentes a la muerte y el pecado, es la relacin entre lamuerte del pecado y el demonio, atestiguada por la Biblia (Hebr 2,14;Ioh 8,44: Sap 2,24; Gen 3,1; Dz 788). La muerte es consecuencia delpecado. De ah que aparezca tambin en la Escritura como expresinde la esfera del poder del demonio como prncipe de este mundo. Elimperio de la muerte, dominio del demonio, se funda, por de pronto,como ensea la Biblia, en que el pecado de Adn que trajo la muerteal mundo tuvo por ocasin la tentacin del demonio. Pero esta

    indicacin no ofrece una comprensin adecuada de la relacin entre lamuerte y el demonio. Dos cuestiones en particular pueden plantearse.La primera, si ya la muerte del mundo infrahumano es expresin de lacada de los ngeles y su repercusin en la creacin. Pero estacuestin tiene que quedar abierta. El presupuesto para su solucinsera la expresin de la ms universal relacin fundamental de losespritus al mundo material y de un posible efecto de la glorificacinde todo el universo de los ngeles sobre la creacin material. Ahora

    bien, esta exposicin no puede darse por supuesta ni ser aqu ofrecida.La otra cuestin es si la relacin entre la muerte y el demonio slo fuefundada por el hecho histrico seero de la tentacin del hombre porla serpiente que precipit a Adn en el pecado y trajo la muerte almundo, o existe una relacin inmediata entre la muerte de cadahombre, por lo menos en cuanto es muerte de pecado, y el poderdemnico del diablo. La relacin inmediata puede sin duda admitirse,si de una parte es cierto que tambin los pecados de cada uno hallan

    en la muerte su expresin vengadora, y si puede, de otra parte,suponerse que todo pecado grave est de algn modo relacionado conuna tentacin demnica del hombre que peca. Pero todava podemosver de modo ms fundamental esta relacin entre la muerte y eldemonio. Recordemos para ello lo que ya rozamos brevemente en elapartado primero, a saber, que los ngeles, por su misma esencia, a

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    pesar y por razn justamente de su pura espiritualidad, tienen enprincipio una relacin esencial con el mundo material. Los ngeles noinfluyen slo espordicamente y por propia decisin en este u otropunto y momento del mundo. Esta fundamental relacin, de

    naturaleza esencial, entre los ngeles y el mundo no est ligada alcuerpo y por eso es pancsmica. Si esta relacin se admite, podemosmuy bien decir que el ngel quiere la perfeccin del mundo, pues enella aparece y se expresa su propia perfeccin. As pues, en cuanto lamuerte no significa slo fin y trmino, sino tambin consumacin yperfeccin, el ngel tiene que querer la muerte en el mundo, y en larealizacin de su propio ser se da un principio dinmico que empuja almundo hacia esa consumacin en la muerte. Mientras el ngel estuvo

    en gracia, y en la medida en que lo estuvo, su esencia agraciada slose hubiera podido y querido expresar, como agraciada, en el mundo,en aquella pura consumacin que habra convenido al trminoparadisaco del hombre exento de la muerte. En un orden en que elngel hubiera guardado en todo momento la gracia, el mundo hubieraestado tambin por encima de la muerte. Ahora bien, el ngel cadoquiere la perfeccin de su naturaleza en orgullosa autonoma sin lagracia. Consiguientemente, tambin la perfeccin del mundo laquiere, eo ipso, sin la gracia. Y en cuanto la muerte es simplemente laconsumacin final del mundo (del espritu material-espiritual) queslo por la gracia puede ser levantada a pura consumacin sin veloalguno, el ngel cado tiene que querer simplemente la muerte. En ellase expresa la voluntad diablica de una perfeccin de su ser y delmundo sin la gracia. Esta expresin de la propia esencia del ngelrealizada en la libertad del pecado, slo es posible como realidad del

    hombre, ser espiritualmente libre y dotado de la gracia, por elasentimiento del mismo hombre, en que l mismo quiere superfeccin autnoma sin la gracia. En este sentido, la voluntad delngel cado que busca su perfeccin y la expresin universal de ellasin la gracia, es ya eo ipso tentacin a aspirar el hombre a esa mismaconsumacin autnoma sin la gracia y, con ello, tentacin para lamuerte, siempre y donde quiera que tal determinacin humana setomare. Ahora bien, en cuanto la relacin del ngel al mundo es en

    general dominio, imperio, lo mismo ha de decirse de la muerte. Ensta se manifiesta el imperio de los dmones, en cuanto, como des-graciados, privados de la gracia de Dios, son seo