señor dios_soy anna

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    Una noche Fynn encuentra a una niita de 5 aos que no quierevolver a su casa. Se la lleva a vivir con l, y comienza para ambouna aventura en la que Anna suele ser la maestra, y el muchachoel desconcertado discpulo. Juntos descubren la vida y la serie deposibilidades insospechadas que puede ofrecer a quienes sepanmirarla con nuevos ojos.

    Anna es una nia normal y traviesa, pero tambin tiene elmaterial del que estn hechos los seres excepcionales. Detrs de

    su esmirriada figura se oculta una mstica, una filsofa, unamatemtica, una sociloga y una antroploga. Lo ms importantpara ella es el querido seor Dios, centro de todo su universo.Pero su Dios no tiene nada que ver con el que presentan lasIglesias ni con ningn concepto tradicional. Lo importante paraella no es saber las cosas sobre Dios, sino hacerse lo msparecida a l que sea posible, y para lograrlo recorre junto a suamigo Fynn los ms insospechados caminos. Junto a ellos el lector descubrir un mundo fascinante en. elque 2 + 3 no siempre son 5; en el que 2 no es otra cosa que un 5visto al revs; en el que un espejo muestra la parte de afuera delas cosas, lo que a menudo nada tiene que ver con la realidad de loque personas y objetos son de verdad; en el que todo puedesimplificarse hasta convertirse en un punto; en el que sedemuestra que la sombra es ms rpida que la luz; en el que slose conoce algo o a alguien aprendiendo a reconocer lo que tieneen su centro; en el que lo nico verdaderamente importante esaprender a amar.

    Anna puede desarmar a cualquiera con sus interminablespreguntas. Y conocerla significa tener que volver a plantearse denuevo todas esas interrogantes para las que creamos tener y arespuesta.

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    La novela est basada en un personaje real del que el autor noquera hablar hasta ahora, tanto signific para l esa experienciacompartida. La verdad es que al terminar de leer se tiene la

    sensacin de haber vivido algo importante, de haber sido tocadosen lo ms profundo de nuestro ser por una mano amiga que nos hahecho rer y llorar, que ha transformado nuestra vida de todoslos das en una aventura prodigiosa.

    * * *

    Un editor ingls recibi un da la visita de un desconocido que

    traa un manuscrito. El desconocido era Fynn; el manuscrito, este libro. El autor quera saber si una algn mrito la historia de su amistad con Anna, pero no deseaba hablar mucho del asunto.Desde entonces se ha negado a dar conferencias de prensa o a revelar ms detalles de los que figuran en su novela. El xito fue inmediato, y a la versin hecha en Estados Unidos sigui la francesa. Estamos seguros de que as como El Principitoconmovi a los lectores en los aos cincuenta, as tambin Annafascinar al pblico de los aos Setenta.

    Ttulo original: Mister God, this is Anna (1974)

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    Uno

    ES FCIL DARSE CUENTA de la diferencia que hay entre u

    ngel y una persona. La mayor parte de un ngel est por dentro y la mayor parte de una persona est por fuera.Estas son palabras que a los seis aos pronunciaba Anna. A los

    cinco aos, tena un conocimiento perfecto de la razn de existir,saba el significado del amor y era amiga personal y ayudante deSeor Dios. A los seis, Anna era teloga, matemtica, filsofa,poeta y jardinera. Quien le haca una pregunta siempre obtenarespuesta... a su debido tiempo. En ocasiones la respuesta podatardar en llegar semanas o meses; pero finalmente, siguiendo supropio ritmo interior, la respuesta llegaba: directa, simple yapropiada.

    No lleg a cumplir los ocho aos; muri debido a accidenteMuri con una sonrisa en su hermoso rostro, diciendo: Apuestoa que el Seor Dios me deja entrar en el cielo por esto, y yotambin apuesto a que fue as.

    Conoc a Anna durante unos tres aos y medio. Algunaspersonas alcanzan la fama porque han sido los primeros ennavegar solos alrededor del mundo, o en llegar a la luna, o enrealizar alguna otra hazaa. Todo el mundo conoce a esaspersonas. No son muchos los que me conocen a m, pero tambi yo aspiro a la fama, porque conoc a Anna. Eso fue para m lacspide de la aventura. No fue un conocimiento fcil; me exigitotal aplicacin, pues hube de conocerla segn sus propios

    trminos, en la forma en que ella exiga que la conocieran: pordentro primero. La mayor parte de un ngel est por dentro, yde esa manera aprend a conocer a Anna, mi primer ngel. Desdeentonces he llegado a conocer a otros dos ngeles, pero eso esotra historia.

    Yo me llamo Fynn. Bueno, en realidad no es as; pero miverdadero nombre no importa tanto, ya que todos mis amigos mellamaban Fynn, y as qued. Quien est familiarizado con lamitologa irlandesa sabr que Fynn era muy grande; yo tambin

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    Ms o menos un metro ochenta y siete, unos cien kilos de peso,una especie de fantico de la cultura fsica, hijo de madreirlandesa y padre gals, apasionado por los embutidos calientes y

    los bombones... pero juntos, debo agregar. Mi gran deleite eravagabundear por los muelles durante la noche, especialmente sihaba niebla.

    Mi vida con Anna empez una noche as. Tena yo entoncesdiecinueve aos y rondaba por calles y avenidas con mi habituaprovisin de bocadillos de salchicha, bajo las luces callejeras quecon su halo nebuloso mostraban oscuras sombras informes quesalan de la brumosa penumbra para volver a desaparecer. Calleabajo, el escaparate de una panadera suavizaba y entibiaba lacrudeza de la noche con sus lmparas de gas. Una chiquilla estabasentada sobre una rejilla, que sobresala bajo el muro de unescaparate. Por aquella poca, no era un espectculo excepcionalver nios vagabundeando por las calles durante la noche. Yo habvisto antes cosas semejantes, pero esa vez era diferente. Hacemucho tiempo que he olvidado cmo o por qu era diferente peroestoy seguro de que era diferente. Me sent junto a ella sobre larejilla, con la espalda apoyada contra el frente de la tienda. Allnos quedamos unas tres horas. Cuando vuelvo a pensar en esastres horas, despus de treinta aos, ahora que puedo volver aenfrentarme con todo lo que sucedi, comprendo que estuve apunto de ser destruido. Esa noche de noviembre fueverdaderamente terrible; las tripas se me retorcieron en toda

    clase de nudos.Tal vez ya entonces algo de su naturaleza anglica se apoder

    de m; estoy completamente dispuesto a creer que quedembrujado desde el principio.

    -Hazme un poco de sitio, Tich -le dije y me sent.

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    Me hizo un poco de sitio, pero sin el menor comentario.-Toma un bocadillo de salchicha -la invit.-Es tuyo -respondi, sacudiendo la cabeza.-Tengo muchos. Adems, estoy lleno -expliqu.

    Como no hizo gesto alguno, dej la bolsa entre ella y yo. La ludel escaparate no era muy fuerte, y la chiquilla estaba sentadaen la parte que quedaba en sombras, de modo que yo no vea quaspecto tena, salvo que estaba muy sucia. Advert que llevababajo el brazo una mueca de trapo, y que en la falda tena unadestartalada caja de pinturas.

    Durante unos treinta minutos seguimos all sentados, encompleto silencio; durante ese tiempo me pareci ver que sumano se mova hacia la bolsa que contena los bocadillos, pero nquise mirarla ni hacer ningn comentario para no intimidarla.Todava puedo volver a sentir el placer inmenso que me dio or eruido de la piel de la salchicha al estallar bajo la presin de susdientes. Un par de minutos despus tom otra, y despus la

    tercera. Yo met la mano en el bolsillo para sacar un paquete deWoodbines.

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    -No te molesta que fume mientras t comes, Tich? -lepregunt.

    -Qu? -su tono me pareci un poco alarmado.

    -Puedo encender un cigarrillo mientras t comes?Gir sobre s misma y se puso de rodillas para mirarme en lacara.

    -Por qu me lo preguntas?-Mi mam es fantica de la cortesa. Adems, cuando una dama

    est comiendo no se le echa el humo a la cara -precis.Durante un momento mantuvo los ojos clavados en su media

    salchicha, y despus me mir de frente.-Por qu no me puedes echar el humo a la cara? Yo te gusto?-me pregunt.Asent con un gesto.-Pues entonces enciende un cigarrillo -me sonri, mientras se

    meta en la boca el resto de la salchicha.

    Saqu un Woodbine, lo encend y le ofrec el fsforo para quelo apagara. Al soplar, me roci de trocitos de salchicha. Esepequeo accidente provoc en ella una reaccin que me hizosentir como si me hubieran apualado las tripas. Haba visto a unperro encogerse de miedo, pero jams una criatura. La forma enque me mir me llen de horror. La nia esperaba una zurra, y,resignada a que el golpe llegara, apret fuertemente los dientes.

    No s qu fue lo que expres mi rostro, si enojo y violencia o

    tal vez sorpresa y confusin. Fuera lo que fuere, provoc en ellael ms lastimero de los lloriqueos. Despus de tantos aos meresulta imposible describir ese gemido, no encuentro laspalabras. Pero todava puedo revivir la situacin, puedoexperimentarla. El corazn se me encogi al orlo, algo se medesat por dentro. En intil respuesta al terror de Anna golpe laacera, con el puo cerrado. Pens entonces en aquella imagen, lque se me ocurre ahora, la nica que se adapta a ese momento?Esa perfeccin de la violencia, ese horror y estupefaccin

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    insuperables que es Cristo crucificado. Ese gemido terrible quedej escapar la nia es algo que no quiero volver a escuchar jams. Algo que hiri mi centro emocional y provoc en m u

    cortocircuito.Despus de un momento me ech a rer. Me imagino que un serhumano slo puede soportar una cantidad limitada de dolor yangustia. Ms all, los fusibles se queman. Y esa vez, a m se mquemaron con gran estrpito. De los minutos que siguieron s mupoco, a no ser que me re y me re, y que despus me di cuenta deque la chiquilla tambin se rea. Ya no era un encogido haz demiedo: se rea. Arrodillada sobre la acera, inclinndose haciadelante para acercar su rostro al mo, se rea sin control. Esa risaque tantas veces o en los tres aos que siguieron, una risa que noera de campanas de plata ni de fresca agua murmurante, sino elberrido de placer de un ser de cinco aos, una mezcla de gaidode cachorro, ruido de motocicleta y bomba de bicicleta.

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    Le apoy las manos en los hombros y la apart un poco de mpara mirarla, y entonces en su rostro se dibuj su expresin tancaracterstica, con la boca bien abierta y los ojos salindose de

    las rbitas, como un perro de caza que tironea de la tralla. Hastala ltima fibra de su cuerpecillo vibraba, con una vibracindeliciosa. Brazos y piernas, hasta la punta de los dedos, todo esecuerpecito temblaba y se estremeca como si fuera la MadreTierra de la que estuviera naciendo un volcn. Y vaya volcn eque hallaba cauce en esa criatura

    Ante la puerta de esa panadera de los muelles, durante unabrumosa noche de noviembre, tuve la excepcional experiencia dever nacer a un nio. Cuando su risa se hubo calmado un poco, permientras su cuerpecito segua estremecindose como una cuerdade violn, la pequea intent decir algo, pero no le sala.

    -T... t... t -consigui articular.Y concluy pasado un momento y con no poco esfuerzo:-T me amas, no es verdad?Aunque no hubiera sido cierto, ni por salvarme de la muerte

    habra sido yo capaz de decir que no; verdadera o falsa, no habams que una respuesta:

    -S -le dije.Dej escapar una risita y me seal con el dedo.-T me amas -confirm y despus comenz una danza primitiv

    en torno al poste de la luz, mientras salmodiaba:

    -T me amas, me amas, me amas.Tras cinco minutos de dar vueltas, vino otra vez a sentarsesobre la rejilla.

    -Es linda y calentita para el trasero, no? -coment. Estuve deacuerdo en que era agradable para el trasero. Un momentodespus aadi:

    -No tengo mucha sed.As que nos levantamos y fuimos hasta la taberna que haba por

    la misma calle. All compr una botella grande de Guinness. El

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    quera una de esas gaseosas de jengibre con la bolita en elcuello. Le compr dos, y tambin algunas salchichas ms en unde esas cafeteras que estn abiertas toda la noche.

    -Volvamos all a calentarnos el trasero -sugiri con una sonrisa, y volvimos a sentarnos sobre la rejilla.

    No creo que bebiramos ms de la mitad de las bebidas, porqueaparentemente la gracia de una bebida burbujeante estaba ensacudirla y despus dejar que se dispersara en el aire. Despusde un par de duchas de gaseosa de jengibre y de un decididoesfuerzo por no estornudar, me dijo:

    -Ahora hazlo con la tuya.Ya entonces me di cuenta de que no era una peticin, sino unaorden. Sacud la botella, largo rato y con fuerza, hasta que salt

    el tapn y los dos quedamos cubiertos de espuma de Guinness.La hora siguiente fue de risitas y salchichas, de gaseosa y

    bombones. Los escasos transentes se vean sorprendidos por un:-Oiga, seor, l me quiere, sabe?-Mrame -me gritaba despus de subir corriendo las escaleras

    de un edificio prximo-. Soy ms grande que t.A eso de las diez y media de la noche, mientras ella segua

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    sentada sobre mis rodillas y mantena una animada conversacincon Maggie, su mueca de trapo, decid intervenir:

    -Oye, Tich, ya sera hora de que estuvieras acostada. Dndevives?-No vivo en ninguna parte -explic con la voz ms natural de

    mundo-. Me escap.-Y qu hay de tu mam y tu pap? -quise saber.Podra haber dicho que el csped es verde y el cielo es azul,

    con tal naturalidad y tan poco esfuerzo dijo lo que dijo.-Oh, ella es una mula y l una bestia. Y no pienso ir a arreglar

    esto con la poli. Me voy a vivir contigo.Otra vez, no se trataba de una peticin sino de una orden.Qu poda hacer? Me limit a aceptar los hechos.

    -Bueno, de acuerdo. Te vienes conmigo a casa, y all veremos.

    En ese preciso instante empez, seriamente, mi educacin. Mehaba hecho con una mueca grande, pero no de juguete sinoviviente, y a juzgar por las apariencias, era una especie de bombacon piernas. Esa noche, volver a casa se pareca mucho a volvede la feria de diversiones de Hampstead Heath, un poco en elaire, un poco mareado por la calesita en que haba andado, y msque un poco azorado de que la hermosa mueca que haba ganaden el tiro al blanco hubiera cobrado vida y viniera caminando junto a m.

    -Cmo te llamas, Tich? -le pregunt.-Anna, y t?-Fynn -le inform-. De dnde vienes?A esa pregunta no obtuve respuesta, y fue la primera y ltima

    vez que Anna no me respondi a una pregunta... por razones qudespus entend. Porque tena miedo de que yo la devolviera.

    -Cundo te escapaste?-Oh, hace tres das, creo.

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    Para ir a casa tomamos el atajo, trepando por el puentecortado y atravesando el cercado del ferrocarril. Era elcamino que yo segua siempre, el ms conveniente porque vivam

    junto a la va del tren, adems de que as no tena que hacer quemam se levantara para abrirme la puerta de delante.

    Por la puerta del fondo entramos en el fregadero y de ahpasamos a la cocina. Encend la luz de gas, y por primera vez vi Anna. Slo Dios sabe qu era lo que esperaba ver; ciertamente,no lo que vi. No era que estuviese sucia ni que el vestido fueradiez tallas ms grande de la que ella necesitaba; era la mezcla degaseosa de jengibre, Guinness y colores de la caja de pinturas.Pareca una pequea salvaje, con la cara y los brazos cubiertos demanchas de colores; la parte de delante del vestido era un deliriototal de color. Su aspecto era tan cmico y diminuto, y sureaccin ante mi carcajada fue volverse a encoger de tal maneraque inmediatamente la levant hasta el nivel del espejo que habasobre la chimenea, para que pudiera verse. Su deliciosa risita fuecomo cerrar una puerta en noviembre y al volver a abrirlaencontrarse en la mitad de junio. No puedo decir que mi aspectode esa noche fuera muy diferente al de ella. Yo tambin estabacubierto de pintura. Tal para cual, como dijo despus mam.

    En medio de todas las risitas se oyeron unos golpes en lapared; era la seal de mam.

    -Eres t? Tienes la comida en el horno, y no te olvides deapagar el gas.

    En vez de responder: Est bien, mam, en seguida termino,como haca siempre, abr la puerta. -Mam, ven a ver lo que traje-grit por el pasillo.

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    Si algo tena mi madre, es que jams arm escndalo por nada;siempre se lo tomaba todo como vena, ya fuera Bossy, el gatoque traje una noche a casa, o Patch el perro, o Carol, que tenadieciocho aos y se qued dos en nuestra casa, o Danny, uncanadiense que estuvo unos tres aos con nosotros. Hay genteque colecciona sellos de correos o redondeles de cerveza: mamcoleccionaba seres perdidos y abandonados, gatos, perros, ranas,gente y, como ella deca, toda una multiplicidad de personitas.Si esa noche se hubiera encontrado frente a un len, habrahecho el mismo comentario... pobrecito. Con una mirada cuandfranqueaba la puerta le bast.

    -Pobrecita -exclam-, qu es lo que te han hecho?

    Despus, como si acabara de ocurrrsele, se dirigi a m.

    -Ests hecho una roa. Lvate la cara -y sin decir ms, se dejcaer de rodillas para abrazar a Anna.

    Encontrarse rodeado por los brazos de mam era como llegar alas manos con un gorila. Mam tena los brazos como otra gentetiene las piernas. Tena una estructura anatmica especial, quetodava me intriga, un corazn de cien kilos en un cuerpo deochenta y cinco. Mam era autnticamente una seora, y est

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    donde est ahora, seguir siendo una seora.

    Tras unos minutos de ohs y ahs, las cosas empezaron a

    organizarse. Mam se enderez y, no sin dispararme al pasar unqutale esa ropa mojada a la criatura, fue a abrir la puerta dela cocina.

    -Stan, Carol -llam a gritos-, venid aqu enseguida!Stan es mi hermano, dos aos menor que yo; Carol era uno de

    los seres perdidos y abandonados que iban y venan.En la cocina y en el fregadero hubo una sbita erupcin;

    apareci una baera, brotaron cazos de agua sobre losquemadores del gas, surgieron toallas y jabn; la cocinaeconmica se llen de carbones, y heme a m tratando de aflojarbroches en la ropa de Anna, hasta que de pronto ah qued,sentada sobre la mesa de la cocina, con la ropa que llevaba en elmomento de nacer.

    -Malditos! -mascull Stan.-Cristo! -exclam Carol.Mam puso mala cara. Durante un momento, en aquella cocinit

    ardi el odio contra alguien; el pobre cuerpecito mostraba golpes y magulladuras. Los cuatro adultos presentes sentan deseos dedespedazar a alguien, y durante un rato a todos nos ahog la ira.Pero Anna segua sentada y sonrea, con una ancha sonrisa que leparta en dos la cara.

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    Segua all sentada, como un bello duende, y creo que porprimera vez en su vida se senta total y completamente feliz.

    Completado el bao, engullida la sopa y resplandeciente Annaen una vieja camisa de Stan, todos nos sentamos en torno a lamesa y consideramos la situacin. Se hicieron preguntas, pero nose obtuvieron respuestas. Finalmente, decidimos que ya habahabido suficientes preguntas para ese da. Las respuestas podanesperar a maana. En tanto que mam se ocupaba de que la ropade Anna volviera a estar limpia, Stan y yo armamos una cama eun viejo sof de cuero negro, en la habitacin situada al lado dela ma.

    Yo dorma en la habitacin de delante, un cuarto repleto deaspidistras, una cajonera doble en cuya parte superior habapreciosas piezas de cristal tallado, una cama y diversos adornos ychucheras por todas partes. Mi cuarto quedaba separado de lahabitacin adyacente por una gran cortina de bayeta colgada deargollas de madera que se corran haciendo clac, clac, clac.Detrs de la cortina quedaba el sof cama de Anna. En la calle,del otro lado de mi ventana, haba un farol, y como la ventana slquedaba cubierta por unas cortinas de encaje, el dormitoriosiempre estaba iluminado. Como ya he dicho antes, nuestra casase hallaba situada junto a la va del tren, y los trenes pasaban da y noche, pero uno se acostumbraba. En realidad, despus dediecinueve aos, el tumulto y el estrpito de los trenes que

    pasaban era, ms que un ruido, una cancin de cuna.Cuando ya habamos hecho la cama y habamos tomado toda

    las providencias para la noche, volv a la cocina.

    All estaba la pequea emperatriz, instalada en una silla demimbre, envuelta en mantas, bebindose una taza de cocoacaliente. Sobre su falda, Bossy estaba haciendo una aceptableimitacin de Houdini procurando escaparse de una camisa de

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    fuerza, en tanto que a sus pies Patch marcaba el comps con lacola sobre el piso. El silbido de la lmpara de gas, el brillanteresplandor del fuego, los charquitos de agua en el piso, todo

    converta aquella pequea cocina en una estampa navidea. Eaparador gals, las ollas relucientes y la ennegrecida cocinaeconmica, con sus atizadores y adornos de bronce, parecanechar chispas. Y en medio de todo eso apareca la princesita,pulcra y resplandeciente. Esa miniatura tena el pelo cobrizo msesplndido y hermoso que imaginarse pueda, y su rostro eraigualmente hermoso. Y no era un querubn pintado en el techo deuna iglesia, sino una nia de verdad, viva, riente, sonriente,inquieta, iluminada la cara por algn resplandor interior, sus ojoscomo dos antorchas azules.

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    Esa noche yo haba contestado afirmativamente cuando ella mepregunt: T me amas, verdad?, porque no era capaz de decirque no. Ahora, me alegraba de ello porque la respuesta era: S,

    s, s. Cmo podra alguien no amar a esa criatura?-Bueno, ser mejor que nos vayamos a dormir, porque si no,

    maana no serviremos para nada -el comentario habitual demam, acompaado de un gruido.

    As que tom en brazos a Anna para llevarla a su cama. Lassbanas ya estaban abiertas, pero cuando la dej y me dispuse aarroparla me di cuenta de que algo faltaba.

    -No vas a decir tus oraciones? -me pregunt.-Bueno... s, cuando me acueste.-Yo quiero rezar ahora contigo -declar, de modo que los dos

    nos arrodillamos y ella empez a hablar mientras yo escuchaba.

    He ido muchas veces a la iglesia, y he odo muchas oracionespero como aquella ninguna. No es mucho lo que recuerdo de splegaria, excepto que empezaba con Querido seor Dios, hablaAnna, y segua hablando con el Seor Dios de una manera tanfamiliar que tuve la escalofriante sensacin de que si me atrevaa mirar a mis espaldas lo iba a encontrar all de pie. Recuerdo queAnna dijo Gracias por dejar que Fynn me ame, y recuerdo unbeso de buenas noches, pero no tengo idea de cmo llegu a mi

    cama.All me qued, confundido, preguntndome qu me haba

    ocurrido. Los trenes pasaban con el estrpito de siempre, laniebla danzaba en torno al farol. Haca tal vez una hora queestaba ah tendido, tal vez dos, cuando o el clac, clac de lasargollas de la cortina y la vi, inmvil a los pies de mi cama, baadpor la luz del farol. Durante un minuto pens que lo nico quequera era asegurarse de que yo estaba, pero despus se acerc

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    a la cabecera de mi cama.

    -Hola, Tich -la salud.

    -Puedo quedarme contigo? -me pregunt en un susurro y, sinesperar a que le dijera si t quieres, se desliz a mi lado,hundi la cabeza en mi cuello y llor, silenciosamente, mojndomel pecho de lgrimas tibias.

    No haba nada que decir, nada que hacer, ms que rodearla conel brazo. No cre que me dormira, pero me dorm. Me despert elmurmullo de risas ahogadas, Anna todava a mi lado rindosecomo un demonio y Carol, ya vestida, rindose tambin, con untaza de t en la mano. Y todo eso en menos de doce horas.

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    Dos

    DURANTE LAS SEMANAS que siguieron intentamos descubrdnde viva Anna, mediante hbiles interrogatorios. La tcnica dela suavidad, la indirecta, la sorpresiva, todas resultaron intiles.Simplemente, haba que admitir la posibilidad de que hubierallovido del cielo. Yo estaba ya dispuesto a creerlo, pero Stan,mucho ms prctico, no estaba en absoluto de acuerdo. Lo nicoque sabamos con seguridad era que ella no pensaba ir a arreglareso con la poli. Y para entonces yo estaba seguro de que quienhaba iniciado esa idea era yo. Despus de todo, uno no seencuentra una orqudea y despus la guarda en el stano. No eraque ninguno de nosotros tuviera nada en contra de la poli, deningn modo. En esos das, los de la poli eran ms bien comamigos oficiales, aunque si le encontraban a uno haciendo algoraro le golpearan en una oreja con el guante lleno de guisantessecos. No, si es lo que he dicho antes, no se puede encerrar unrayo de sol en la oscuridad. Y adems, todos queramos que sequedara.

    Para entonces Anna ya era la favorita de nuestra calle.Siempre que los chicos participaban en juegos de equipo todosqueran que Anna estuviera en el bando de ellos. Tena unaaptitud natural para todos los juegos: las peonzas, el salto a lacuerda, el escondite. Lo que ella no era capaz de hacer con un

    aro, no vala la pena hacerlo.Nuestra calle, que abarcaba unas veinte casas, era un duplicado

    de la Liga de las Naciones; en cuanto a chicos, los nicos coloreque no tenamos eran verdes y azules, porque casi todos losdems estaban. Era una hermosa calle. Dinero nadie tena, peroen todos los aos que viv all no recuerdo que ninguna puertaestuviera nunca cerrada durante el da ni, en realidad, durante lamayor parte de la noche tampoco. Era una hermosa calle para

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    vivir y toda la gente era cordial, pero unas pocas semanasdespus de la llegada de Anna, pareca que la calle y la gente queen ella viva resplandecieran como un botn de oro.

    Hasta el mal genio de nuestro gato, Bossy, se dulcific. Bossyera un gato pelen, con las orejas como de encaje, queconsideraba inferiores a todos los seres humanos, pero bajo lainfluencia de Anna, Bossy empez a permanecer ms tiempo ecasa y no tard mucho en tratar a Anna como a una igual. Yopoda instalarme en la puerta del fondo y quedarme ronco detanto llamar a. Bossy sin que a l se le moviera un pelo, pero conAnna... bueno, la cosa era diferente. Una sola llamada, einmediatamente apareca, con una estpida sonrisa en la cara.

    Bossy totalizaba unos seis kilos de furia agresiva, y yo guardocicatrices que lo demuestran. El hombre que le traa la carnesola dejarla bajo el llamador de la puerta, envuelta en un trozode peridico. Bossy acechaba en la oscuridad del pasillo, o debajode las escaleras, en espera de que alguien fuera a buscar la carnedel gato, y en ese momento se abalanzaba hecho una furia, tododientes y garras, usando cualquier cosa como escalera para llegarhasta la carne. Si lo que se le ofreca para llegar hasta ella erauna pierna o un brazo humano, Bossy no dudaba en utilizarloAnna lo domestic en un da. Levantando un dedo admonitorio, dio una conferencia sobre el vicio de la glotonera y las virtudesde la paciencia y las buenas maneras. Finalmente, Bossy era capa

    de que la comida le durara cinco minutos, mientras Anna se ladaba a pedacitos, en vez de los treinta segundos habituales. Encuanto a Patch, el perro, se pasaba las horas sentado,practicando ritmos nuevos con la cola.

    En el jardn de detrs haba una heterognea coleccin deconejos, paloma, colipavas, ranas y un par de culebras.

    El jardn de detrs, El Patio, como lo llambamos, era un

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    lugar bastante grande para el East End. Un poco de csped,algunas flores y un rbol, grande, de unos doce metros de altura.En conjunto, Anna tena bastante campo para practicar su magia.

    Pero nadie cay bajo su hechizo ms completamente ni ms agusto que yo. Mi trabajo, en una fbrica, no quedaba a ms decinco minutos de camino de casa, de manera que yo siempre volva comer alrededor de las doce y media. Hasta entonces, cuandoal salir para el turno de la tarde mam me preguntaba a qu horavolvera esa noche, mi respuesta habitual era: Seguramenteantes de medianoche. Ahora las cosas eran diferentes. Annasala a la calle a despedirme y yo parta hmedo de besos y con lapromesa de estar de vuelta a eso de las seis de la tarde. Pasar eltiempo sola significar beber alguna cerveza en la tabernamientras regresaba a casa y jugar una que otra partida dedardos con Cliff y George, pero ahora ya no lo haca. Cuandosonaba la sirena de la fbrica, yo me iba a casa. No corra,exactamente, pero caminaba a paso vivo.

    Esa caminata hacia casa era un placer; cada paso que daba eraun paso que me acercaba a Anna. La calle por donde tena que idescriba una ligera curva hacia la izquierda, y yo tena querecorrer ms de la mitad de la distancia hasta poder distinguirnuestra casa, y ah estaba ella. Con lluvia o con sol, con nieve ocon viento helado, Anna siempre estaba ah, y ni una sola vezfalt al encuentro, salvo... pero eso vendr despus. Dudo quealguna vez hayan existido amantes que se encontraran con ms

    regocijo. Cuando me vea llegar por la curva de la calle, vena a mencuentro.

    La capacidad de Anna para lograr que cualquier situacin fueraperfecta era realmente extraordinaria. Tena el misterioso donde hacer, en el momento justo, lo que haba que hacer para sacarel mximo partido de una situacin. Yo siempre haba pensado qulos nios corran al encuentro de los que amaban, pero Anna noCuando me vea empezaba a caminar hacia m, no muy lentamen

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    pero tampoco con demasiada rapidez. Cuando empezaba a verlaestaba demasiado lejos para que yo pudiera distinguir susfacciones; podra haber sido cualquier otra criatura, pero no lo

    era. Su hermoso pelo cobrizo se destacaba a la distancia, eraimposible confundirla.

    Despus de las primeras semanas que pas con nosotrossiempre se pona en el pelo una cinta de intenso color verde parael momento de nuestro encuentro. Al evocarlo, estoy seguro deque su forma de caminar hacia m era deliberada y calculada.Haba captado el significado de esos encuentros y habacomprendido casi instantneamente hasta qu punto exacto podadramatizarlos, cunto se podan prolongar para obtener de ellostodo el gozo que podan proporcionar. Para m, ese minuto, o esodos minutos de caminar hacia ella eran de una absolutaperfeccin; nada se poda aadir, y nada se poda suprimir sindestruirla por completo.

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    Fuera lo que fuese lo que ella comunicaba a travs del espacioque nos separaba, era algo casi slido. Su cabello ondulante, elbrillo de los ojos, la sonrisa enorme y descarada, se transmitan

    como una descarga de alto voltaje a travs del espacio. A veces,sin decir palabra, Anna se limitaba a tocarme la mano en seal desaludo; a veces, los ltimos pasos que daba la transformaban enuna gigantesca explosin, se relajaba y se arrojaba en misbrazos. Y en no pocas ocasiones se detena frente a m y metenda los puos cerrados. Pronto aprend que eso quera decirque haba encontrado algo que la enterneca, y nos detenamos aexaminar el hallazgo del da... tal vez un escarabajo, una oruga ouna piedra. Mirbamos en silencio, inclinadas las cabezas sobre etesoro. Los ojos de Anna eran grandes y profundos abismos deinterrogantes. Cmo? Por qu? Qu? Yo encontraba su mirada y haca un gesto con la cabeza; con eso es suficiente, meresponda ella, tambin sin palabras.

    La primera vez que eso sucedi, me pareci que se me escapabael corazn. Me esforc por mantenerme firme. Deseaba tomarlaen brazos para consolarla. Felizmente, consegu hacer lo que elmomento requera. Supongo que algn ngel, al pasar, me dio ucodazo. La desdicha necesita consuelo, y quiz tambin el temorpero esos momentos especiales con Anna eran momentos demisterio puro y simple. Eran momentos muy de ella y muyprivados, que Anna decida compartir conmigo y que yo me senthonrado de compartir. No poda consolarla, porque eso habra

    significado una invasin a la que no me atreva. Lo nico que podhacer era ver lo que ella vea, conmoverme como ella se conmovEs esa forma de sufrimiento que uno tiene que soportar solo.Como ella deca con tanta sencillez:

    -Es para m y para el Seor Dios.Y para eso no hay respuesta.

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    En casa, la comida de la noche era siempre ms o menos lo mismComo hija de un granjero irlands, a mam le gustaba prepararguisados. Una gran olla de hierro y una tetera, igualmente

    grande, tambin de hierro negro, eran los dos utensilios decocina ms usados. Muchas veces, lo nico que permita distinguel guisado del t era que ste siempre se serva en tazones,mientras que el guisado vena en platos. Ah terminaba ladiferencia, porque a menudo en el t haba tantos elementosslidos como en el guiso.

    Mam crea firmemente en el dicho de que la naturaleza tiene

    cura para todo. No haba hierba, flor ni hoja que no fuera la curaespecfica de una dolencia u otra. Hasta el cobertizo de afueratena su utilidad: proporcionar telaraas. As como hay pueblosque tienen vacas sagradas o gatos sagrados, mam tena araassagradas. Jams llegu a comprender del todo la razn por la queutilizaba las telas de araa, pero lo cierto era que el emplastopara cualquier corte o rasguo eran las telas de araa. Y por si nolas hubiera, siempre haba papel de fumar bajo el reloj de lacocina. Una vez bien lamidos, los papeles se pegaban sobre ecorte. Nuestra casa estaba atestada de botellas de zumos, hojassecas y ramilletes de esto, aquello y lo de ms all, todo colgadodel techo. Todos los achaques se trataban de la misma manera:te lo frotas, te lo lames o, si no puedes lamrtelo, escupesencima. O si no, Bbete esto, que te har bien.

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    Fuera cual fuese el valor real de estas cosas, lo nico seguroera que nadie jams estaba enfermo. El doctor no entr ennuestra casa sino cuando se sospechaba que algo estuviera roto,

    y cuando naci Stan. No importaba que el t o, para usar laexpresin completa, el rico t, y el guisado tuvieran el mismoaspecto; los dos saban a gloria, y las comidas nos satisfacan elhambre a todos.

    Mam y Anna compartan muchos gustos y aversiones; tal vez lms simple y lo ms bello que compartan fuera su actitud haciael Seor Dios. La mayora de las personas que yo conoca usabanDios como excusa para sus fracasos. El debera haber hechoesto, decan, o por qu Dios me hace algo as?, pero en elcaso de mam y Anna, las dificultades y adversidades seconvertan en ocasiones de hacer algo. La fealdad era unaoportunidad de hacer algo bello, la tristeza una ocasin parapasar de ella a la alegra. Para ellas, el Seor Dios era siempreaccesible. A un extrao se le habra disculpado que creyera queel Seor Dios viva con nosotros, pero es que eso era lo quecrean mam y Anna. Rara era la vez que al Seor Dios no se linclua en alguna conversacin, de una manera u otra.

    Una vez terminada la cena y recogidos todos los restos ysobrantes, Anna y yo nos dedicbamos a alguna actividad, quegeneralmente elega ella. Los cuentos de hadas quedaban de ladocomo simples ficciones; vivir era real, interesante, y mucho ms

    divertido. La lectura de la Biblia no resultaba muy satisfactoria.Anna la consideraba ms bien como una lectura elemental,estrictamente para nios muy pequeos. El mensaje de la Bibliaera simple, y cualquiera que tuviera dos dedos de frente loentenda en media hora escasa! La religin era para hacer cosas,no para leer sobre hacer cosas. Una vez captado el mensaje, noserva de mucho volver una y otra vez sobre lo mismo. El prrocde nuestro barrio se qued de una pieza cuando habl con Annade Dios. La conversacin fue as:

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    -T crees en Dios?-S.

    -Y sabes lo que es Dios?-S.

    -Bueno, qu es Dios?-Es Dios!

    -Vas a la iglesia?-No.

    -Por qu no?-Porque ya s todo lo que hay que saber!

    -Qu es lo que sabes?-S amar al Seor Dios y amar a la gente y a los gatos y a los

    perros y a las araas y a las flores y a los rboles -y laenumeracin segua y segua- con todo mi corazn.

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    Carol me mir con una sonrisa, Stan puso cara de ausente y yome met a toda prisa un cigarrillo en la boca y me permit el lujode toser un poco. No es mucho lo que se puede hacer frente a

    una acusacin como sa, ya que en el fondo de eso se trataba.(Los locos y los nios...) Anna haba dejado de lado todos lodetalles para destilar siglos de enseanzas en una soladeclaracin:

    -Y Dios dijo mame, malos, malo, y no te olvides de amarte ti mismo tambin.

    A Anna, toda la historia de que los adultos fueran a la iglesia lepareca muy sospechosa. La idea de una adoracin colectivachocaba con su necesidad de mantener conversaciones privadascon el Seor Dios. Y en cuanto a eso de ir a la iglesia paraencontrarse con el seor Dios, le pareca ridculo. Despus detodo, si el Seor Dios no estaba en todas partes, no estaba enningn lado. Para Anna, la presencia fsica en la iglesia y lascharlas con el Seor Dios no tenan necesariamente ningunarelacin. Para ella, todo el asunto era de una transparentesimplicidad. Cuando uno era muy pequeito, iba a la iglesia parenterarse del mensaje. Una vez que lo conoca, se iba ycomenzaba a practicar lo que haba aprendido. Si uno segua yendo a la iglesia era porque no haba recibido el mensaje, oporque no lo entenda, o simplemente por hacer alarde.

    Despus de la cena yo siempre le lea algo a Anna, libros sobretemas que podan ir de la poesa a la astronoma. Despus de unao de lecturas, tres libros llegaron a ser sus favoritos. Elprimero era un gran libro de imgenes que no contena otra cosams que fotografas de copos de nieve y dibujos formados por laescarcha. El segundo libro era laConcordancia Completa, deCruden, y el tercero, como si no hubiera podido elegir algo msextrao, era laGeometra de las cuatro dimensiones, de Manning.Cada uno de esos libros actuaba sobre Anna como un catalizador

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    Los devoraba vidamente, y de su digestin iba derivando supropia filosofa.

    Uno de sus placeres era que yo le leyera la parte de laconcordancia que se refera al significado de los nombrespropios. Yo le lea los nombres en estricto orden alfabtico, y ledaba el significado. Despus de haber saboreado y repensadocada nombre, Anna decida si le pareca bien. La mayora de laveces sacuda la cabeza, tristemente y con desilusin; eso noserva. A veces era perfecto; el nombre, la persona, elsignificado, todo se adecuaba exactamente para su sensibilidad y, sin poder dominar su excitacin, saltaba sobre mis rodillas yme deca

    -Antalo, antalo.

    Eso significaba que yo deba escribir el nombre en enormesmaysculas en una tira de papel, que Anna contemplaba duranteuno o dos minutos con absoluta concentracin, para guardarladespus en una de sus mltiples cajas. Tras un momento pararecuperar la compostura, me deca:

    -Sigue, por favor.

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    Y seguamos. Con algunos nombres, hacan falta quince minutoo ms para decidir, en el sentido que fuera. La decisin setomaba en completo silencio. Si alguna vez yo me mova par

    ponerme ms cmodo, o empezaba a hablar, reciba comoreprimenda un movimiento de cabeza, una mirada enrgica y undedito apoyado con firme suavidad sobre mis labios. Aprend aesperar con paciencia. Nos llev unos cuatro meses terminar conla seccin dedicada a los nombres propios, y hubo momentos degran emocin y otros de desilusin profunda, sin que en elmomento yo entendiera ni unos ni otros. Ms adelante pudeconocer el secreto.

    Desde nuestro primer encuentro, ella siempre se refera a Dioscomo el Seor Dios; el Espritu Santo, por alguna razn que sloAnna conoca, era Vehrak. Jams le o pronunciar el nombre deJess. Si alguna vez lo mencionaba, era como el hijo del SeorDios. Una noche que estbamos recorriendo la J, llegamos aJess. Apenas si haba yo pronunciado la palabra cuando medetuvo un iNo!, la oscilacin de un dedito y un Sigue, porfavor. Quin era yo para discutir? Segu. El prximo nombrede la lista eraJetr. Tuve que pronunciarlo tres veces antes deque Anna, volvindose a m, me dijera:

    -Ahora lee lo que dice.-Jetr -le, obediente-. Significa el que se destaca o

    permanece, o el que examina e investiga, y tambin lnea o

    cuerda.El efecto de mis palabras fue elctrico, catastrfico. En un

    solo movimiento se baj de mi regazo, me mir a los ojos y sequed ah acurrucada con las manos entrecruzadas, toda ellatemblando de excitacin. Durante un momento de horror pensque estaba enferma o que haba sufrido un ataque, pero no eraas. Fuera cual fuese, la explicacin estaba en algo ms profundode lo que yo poda alcanzar. Anna rebosaba alegra.

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    -Es verdad, yo lo s. Es verdad, es verdad. Yo lo s -repetaincesantemente.

    Sin dejar de repetir esas palabras, corri hacia el patio. Yohice ademn de seguirla, pero mam me detuvo con un movimiende la mano.

    -Djala, que es feliz. Se le ve en los ojos.

    Pas media hora sin que Anna volviera. Cuando lo hizo, sin decpalabra se sent en mis rodillas, me dedic una de sus sonrisasespeciales y me pidi:

    -Por favor, escrbeme el nombre grande para esta noche.

    Despus se qued dormida. No se despert siquiera cuando laacomod en la cama. Pasaron meses, y la palabra epilepsia segurondando mis pensamientos.

    Mam deca siempre que compadeca a la mujer que se casaraconmigo, porque tendra que competir con mis tres amantes, lasmatemticas, la fsica y los chismes electrnicos. Para m era msimportante leer sobre esos temas o manipular mis aparatos quecomer o dormir. Jams me compr un reloj de pulsera ni unapluma estilogrfica, y muy rara vez me compraba ropa, pero atodas partes iba siempre con mi regla de clculo. Eso era algo que

    fascinaba a Anna, quien no tard en querer una para ella. Despusde aprender a contar, y cuando todava era incapaz de sumar dosnmeros, ya extraa races con ayuda de su regla de clculo. Losamantes de la regla de clculo no tardan en adoptar un mtodoestable de usar el aparatito. Lo sostienen con la mano izquierda,dejando la derecha libre para usar el lpiz; el cursor se puedemover con el pulgar, mientras la otra escala se mantiene firmecontra la mesa de trabajo. Uno de mis grandes placeres era ver aesa miniatura de chiquilla de pelo cobrizo mientras sacaba sus

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    resultados, como ella deca; mirarla desde ms de un metroochenta de altura y preguntarle Qu tal va, Tich?, y vercmo su cabeza giraba y se levantaba y cmo un delicioso

    estremecimiento iba subindole desde los dedos de los pies pararecorrerle todo el cuerpo y alborotarse en lo alto de la cabeza enun torbellino de sedosos hilos de cobre, mientras su rostro seiluminaba con una sonrisa de absoluto deleite.

    Algunas tardes las dedicbamos a tocar el piano. Yo tocobastante bien, un poco a estilo bar, algo de Mozart, algo deChopin, y algunas piezas como la Danza de Anitra, paramantenerme en forma. Sobre el piano haba varios aparatoselectrnicos y uno de ellos, el osciloscopio, tena para Anna todoel encanto de una varita mgica. Nos pasbamos las horassentados en la habitacin donde estaba instilado el piano,tocando notas aisladas y mirando la danza resplandeciente delpunto verde en la pantalla. Todo ese asunto de relacionar lossonidos que le transmitan a uno los odos, con la forma visual qutenan los mismos sonidos en la pequea pantalla del tubo era unfuente inagotable de placer.

    Y los sonidos y ruidos que captbamos Anna y yo! Una orugque devoraba una hoja sonaba como un len hambriento, unamosca dentro de un frasco de mermelada pareca un avin, el

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    raspar de una cerilla recordaba a una explosin. Todos esosruidos y muchos ms se amplificaban y se hacan accesibles, noslo en forma sonora, sino tambin visible. Anna haba

    encontrado un mundo nuevo, flamante, para explorar. Yo no sabhasta qu punto tena significado para ella; tal vez no fuera msque un juguete muy elaborado, pero para m, con sus chillidos deplacer era bastante.

    No fue sino en algn momento del verano siguiente cuandoempec a darme cuenta de que para ella los conceptos defrecuencia y longitud de onda eran significativos, de querealmente saba y entenda qu era lo que estaba oyendo ymirando. Una tarde de verano, cuando todos los chiquillos jugaban en la calle, apareci un moscardn enorme.

    -Cuntas veces por minuto agita las alas? -se le ocurripreguntar a un chico.

    -Deben ser millones -contest otro.

    Anna entr corriendo en casa, canturreando en un tono muybajo. Yo estaba sentado en el umbral de la puerta. Unos rpidostoquecitos en el piano le bastaron para identificar la nota, la desu canturreo y el zumbido del moscardn. Entonces volvi a lapuerta.

    -Me prestas tu regla de clculo?No tard ms que un momento en gritar:

    -Un moscardn agita las alas....

    Y mencion un nmero de veces por segundo. Nadie le creypero lo cierto es que haba errado por muy poco.

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    Todo sonido que se poda captar, se captaba. Las comidas-empezaron a estar salpicadas de comentarios como: Sabasque un mosquito agita las alas tantas veces por segundo, o una

    mosca tantas otras veces por segundo?Todos esos juegos llevaron inevitablemente a hacer msica. Yapara esa poca, cada nota haba sido minuciosamente examinada y un sonido dependa de cuntas veces oscilaba por segundo. Annno tard en componer pequeas melodas a las que yo agregaba larmona. En la casa pronto empezaron a resonar los ecos decancioncillas con ttulos como Mami, La danza del SeoJetr y Risas. Anna haba empezado a componer. Me imaginque en su vida no haba ms que un problema: la falta de horas enel da. Haba tanto para hacer, tantas cosas emocionantes paradescubrir.

    Otra alfombra mgica era el microscopio, que revelaba elmundo de lo pequeo, hacindolo grande. Un mundo de formas diseos complicados, un mundo de criaturas demasiado diminutapara verlas a simple vista; hasta una simple mota de polvo era unamaravilla.

    Antes de que ella se aventurara en esos mundos ocultos, el

    Seor Dios era amigo y compaero de Anna, pero ahora eso lepareca un poco demasiado. Si el Seor Dios haba hecho todoeso, bueno... entonces era algo ms grande de lo que Anna se

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    haba imaginado. Haba que pensarlo un poco. Durante las semanque siguieron, su actividad disminuy; segua jugando en la callcon los otros nios; segua tan dulce y tierna como siempre, pero

    se volvi ms hacia dentro; mostraba una mayor inclinacin aestar sola, sentada en lo alto del rbol del patio, sin otracompaa que la de Bossy. No importaba hacia dnde mirarasiempre le pareca que cada vez haba ms de todo.

    Durante esas semanas Anna hizo una lenta recopilacin de todolo que saba; caminaba lentamente, tocando las cosas, como sibuscara alguna clave que se le hubiera pasado por alto. Nohablaba mucho en esa poca. Cuando se le hacan preguntas lascontestaba con toda la sencillez que poda, disculpndose por suausencia con la ms dulce de las sonrisas, diciendo sin palabras:

    Espero que me disculpen, pero volver tan pronto como hayaresuelto este pequeo rompecabezas.

    - Finalmente, toda la historia culmin cuando Anna se volvihacia m, preguntando:

    -Puedo ir esta noche a tu cama?

    Hice un gesto afirmativo.

    -Ahora -me urgi.

    De un salto se baj de mis rodillas, me tom de la mano y mellev hacia la puerta. Yo la segu.

    Creo que an no he contado la forma que tena Anna deresolver los problemas. Cuando se vea enfrentada con unasituacin poco clara, no haba ms que una cosa que hacer:quitarse la ropa. As fue como nos encontramos en la cama,mientras el farol de la calle iluminaba la habitacin, Anna con lacabeza sostenida en ambas manos, los codos firmemente

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    plantados en mi pecho. Esper. Durante diez minutos se mantuvoinmvil, mientras ordenaba adecuadamente su razonamiento, ydespus se lanz al ataque.

    -El Seor Dios ha hecho todas las cosas, no es verdad?

    De nada hubiera servido decir que en realidad yo no estabaseguro sobre ese punto.

    -S -respond.

    -Tambin el polvo y las estrellas y los animales y la gente y losrboles y todo, hasta lospolipinchos?

    Lospolipinchos eran las minsculas criaturas que habamosvisto con el microscopio.

    -S, todo eso -asent. Con un gesto, Anna se mostr de acuerdo.-Y el Seor Dios nos ama de verdad?

    -Eso, seguro -afirm-. El Seor Dios ama todas las cosas.

    -Ah -acot-. Bueno, entonces, por qu permite que las cosas

    se estropeen y mueran? -su tono era como el de alguien quesiente que ha traicionado una verdad sagrada, pero una vez que

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    se haba planteado el problema, tena que hablar de l.

    -No lo s -respond-. Hay muchsimas cosas del Seor Dios que

    no sabemos.-Bueno, entonces -continu Anna- si hay muchas cosas delSeor Dios que no sabemos, cmo sabemos que nos ama?

    Yo ya vea que iba a ser una de aquellas veces, pero graciasal cielo Anna no esperaba respuesta para su pregunta, y seapresur a continuar:

    -A lospolipinchos, yo puedo amarlos hasta que reviente, peroellos no se enterarn, no es cierto? Yo soy un milln de vecesms grande que ellos, y el Seor Dios es un milln de veces mgrande que yo, por tanto, cmo s yo qu es lo que hace el SeorDios?

    Durante un ratito, se qued en silencio. Ms tarde, pens queen ese momento Anna haba lanzado su mirada de despedida a lainfancia.

    -Fynn -continu-, el Seor Dios no nos ama -vacil-. No, porquen realidad, sabes, nicamente las personas pueden amar. Yo amoa Bossy, pero Bossy no me ama. Amo a lospolipinchos, pero ellosno me aman. Te amo a ti, Fynn, y t me amas, no es verdad?

    Apret ms el brazo con que la rodeaba.-T me amas porque eres persona. Yo amo de verdad al Seor

    pero l no me ama.

    Sus palabras me sonaron a toque de difuntos. Maldita sea,pens, por qu tienen que pasarle cosas as a la gente? Ahora seha quedado en el aire. Pero me equivocaba; Anna tena los piesfirmemente apoyados en el peldao siguiente.

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    -No -prosigui-, no, l no me ama en la forma en que me amat; es, diferente, es un milln de veces ms grande.

    Deb moverme o hacer algn ruido en ese momento, porqueAnna se enderez y se sent sobre los talones, riendo. Despusse me ech al cuello y me desat el pequeo nudo de dolor,extrajo la intil astilla de celos con la delicada pericia de uncirujano.

    -Fynn, t eres capaz de amar mejor que cualquier persona quehaya vivido nunca, y yo tambin, no te parece? Pero el SeorDios es diferente. Fjate, Fynn, las personas slo pueden amarpor fuera y besar por fuera, pero el Seor Dios puede amartepor dentro y besarte por dentro, as que es diferente. El SeorDios no es como nosotros; nosotros nos parecemos un poquito aSeor Dios, pero no mucho todava.

    Me pareci que todo se reduca al hecho de que nosotrosramos como Dios por algunas similitudes, pero Dios no era comnosotros por nuestra diferencia. El fuego interior de Anna habapurificado sus ideas y, como un alquimista, haba convertido elplomo en oro. Todas las definiciones humanas de Dios, comoBondad, Misericordia, Amor y justicia, haban desaparecido,porque eran meros recursos para tratar de describir loindescriptible.

    -Fjate, Fynn, el Seor Dios es diferente de nosotros porque lpuede terminar las cosas y nosotros no. Yo no puedo terminar deamarte porque me habr muerto millones de aos antes de poderterminar, pero el Seor Dios puede terminar de amarte, as queno es un amor de la misma clase, no? Ni siquiera el amor deSeor Jetr es lo mismo que el del Seor Dios, porque lsolamente vino aqu para hacernos recordar.

    La primera andanada era suficiente para m; todo eso haba que

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    pensarlo un poco, pero no me iba a salvar del resto de suartillera.

    -Fynn, por qu las personas tienen peleas y guerras y esascosas?

    Se lo expliqu lo mejor que pude.

    -Fynn, qu palabra se utiliza para decir que uno lo ve demanera diferente?

    Despus de un par de minutos de tanteos di con la frase queella quera obtener de m, la expresin punto de vista.

    -Fynn, ah est la diferencia. Todo el mundo tiene un punto devista, pero el Seor Dios no. El Seor Dios no tiene ms quepuntospara ver.

    En ese momento, todo lo que yo deseaba era levantarme e irmepara una larga, largusima caminata. Qu se propona esachiquilla? Qu haba hecho? Para empezar, Dios poda dartrmino a las cosas y yo no. Aceptmoslo, pero qu quera decireso? Me pareca que Anna haba substrado a la limitacin deltiempo la idea de Dios, para asentarla en el mbito de laeternidad.

    Y esa diferencia entre un punto de vista y puntos paraver? Eso me dej estupefacto, pero con algunas preguntas msse aclar el misterio. Puntos para ver no era una expresinfeliz. Lo que Anna quera decir era puntos desde donde ver.Ah llegaba su segunda andanada. La Humanidad en general tenun nmero infinito de puntos de vista, pero el Seor Dios tena unnmero infinito de puntos desde donde ver. Cuando lo formul deesa manera y le pregunt si era eso lo que quera decir, hizo un

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    gesto de asentimiento y esper, a ver si yo acababa de captarlodel todo. Pues veamos. La Humanidad tiene un nmero infinito dpuntos de vista. Dios tiene un nmero infinito de puntos desde

    donde ver. Eso significa que... Dios est en todas partes. Di unrespingo.

    Anna prorrumpi en carcajadas.

    -Lo ves -me dijo-, lo ves?

    Y bien que yo vea.

    -Hay otra forma en que el Seor Dios es diferente -por lovisto, no habamos terminado todava-. El Seor Dios puedeconocer a las cosas y a las personas desde dentro tambin.Nosotros solamente las conocemos desde fuera, no es as? Asque ya ves, Fynn, la gente no puede hablar del Seor Dios desdefuera; del Seor Dios slo se puede hablar desde dentro de l.

    Quince minutos ms tardamos en concretar esos argumentos.

    -No es una maravilla? -susurr despus Anna, me bes y seacurruc bajo mi brazo, disponindose a dormir.

    Diez minutos despus:

    -Fynn?-S?-Fynn, te acuerdas del libro sobre las cuatro dimensiones?-S, qu hay con eso?-Ya s dnde est la nmero cuatro; est dentro de m.

    Yo ya haba tenido bastante por esa noche, y con toda lafirmeza y autoridad de que era capaz, la interrump:

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    -Ahora a dormir, que ya hemos tenido bastante charla por estanoche. Si no te duermes, te dar en el trasero.

    Dio un leve chillido, me mir, me sonri y se arrebuj ms a mlado.

    -Qu va ! -murmur adormilada.

    El primer verano que Anna pas con nosotros fueron das deaventuras y visitas. Fuimos a Southend-on-Sea, a Kew Gardens, amuseo de Kensington y a muchos otros sitios, la mayora de lasveces solos, pero en algunas ocasiones acompaados de una bandde chiquillos. Nuestra primera excursin fuera del East End fuepara el otro extremo. Para quien no est familiarizado con esaexpresin, dir que significa simplemente al oeste de Aldgate.

    En esa ocasin Anna llevaba una falda de tartn y una camisa,boina escocesa negra, zapatos negros con grandes hebillasrelucientes y medias de tartn. La falda era muy plisada, de

    modo que cuando giraba se abra como un paracadas. Annamarchaba como una modelo, saltaba como Bambi, volaba como

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    pjaro y se balanceaba en las cadenas que haba en algunasaceras como un equilibrista sobre la cuerda. Cuando Anna imitabla manera de andar de Millie, una prostituta, con la cabeza alta,

    oscilando levemente el cuerpo para que se le mecieran las faldas,una sonrisa en el rostro y resplandecientes los ojos, no habadefensa posible. La gente la miraba y sonrea. Anna era como unsbito derroche de sol despus de varias semanas de cieloencapotado. Claro que la gente le sonrea; no podan evitarlo.Anna se daba perfecta cuenta de cmo la miraban los viandantes, y a veces se volva para mirarme con una enorme sonrisa deplacer. Danny deca que Anna no caminaba, avanzaba como unreina. De vez en cuando, su avance se vea entorpecido por sussbditos: gatitos extraviados, perros, palomas y caballos, por nohablar de carteros, lecheros, conductores de autobs y policas.

    Conforme nos acercbamos hacia el oeste de Aldgate losedificios se hacan cada vez ms grandes y, consecuentemente,ms se iba abriendo la boca de Anna. Daba vueltas y ms vueltasdescribiendo pequeos crculos, caminaba hacia atrs, hacia unlado, hacia todas partes. Finalmente se detena perpleja, metiraba de la manga y me preguntaba:

    Todos stos son palacios y en ellos viven los reyes y lasreinas?

    El edificio del Banco de Inglaterra no la impresionaba

    demasiado, ni tampoco la catedral de San Pablo; las palomasganaban a ojos cerrados. Despus de hablarlo un poco, decidimoentrar a presenciar el servicio religioso. Anna estuvo muyincmoda, jugueteando todo el tiempo con esto y aquello. Tanpronto como termin el servicio nos dimos prisa en salir y fuimodirectamente hacia donde estaban las palomas. Con gran placer,Anna se sent en el suelo a darles de comer. Yo me qued a unospasos de distancia, observndola. Sus ojos saltaban velozmentede una cosa a otra, de las puertas de la catedral a los viandantes,

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    al trfico, a las palomas. De vez en cuando sacuda la cabezacomo si algo no le gustara. Yo trataba de distinguir qu poda serlo que la afectaba tanto, pero sin llegar a ver nada que pudiera

    explicar su estado de nimo.Pasados unos meses, yo interpretaba ya perfectamente su

    seal de inquietud. Esa brusca sacudida de la cabeza noanunciaba nada bueno. A m me pareca siempre como si Annintentara apartar de su mente algn pensamiento desagradable,de la misma manera que uno podra sacudir una alcanca parahacer salir las monedas.

    Yo me acercaba a ella y me quedaba esperando. La mayor partede las veces, la proximidad era el nico impulso que necesitaba. Yel movimiento de acercarme a ella no encerraba la intencin dedarle consejos. Ya haca tiempo que yo haba dejado atrs eso.Creo que puedo arreglrmelas, era su invariable respuestacuando se le preguntaba: Qu pasa, Tich? En las ocasiones enque no poda arreglrselas sola con las respuestas, entonces yslo entonces, haca preguntas. No, la razn por la que yo meacercaba a ella era simplemente que as tena los odos listos, porsi ella los necesitaba. Y cuando no los necesitaba, eso constituaun sntoma muy malo.

    Desde San Pablo seguimos andando hasta Hyde Park. Despusde todos esos meses, yo empezaba a sentirme orgulloso de ser

    cada vez ms capaz de pensar como Anna. Comenzaba acomprender su proceso mental y la forma en que deca las cosas.Esa tarde, en especial, haba un simple hecho que yo habaolvidado... o mejor, que no haba percibido. Se trataba de esto:hasta ese momento el horizonte visual de Anna haba estadodibujado por casas, fbricas, gras y estructuras que lodelimitaban. De pronto haban aparecido los espacios abiertos-para Anna, muy abiertos- del parque. Yo no estaba preparadopara su reaccin. Despus de la primera mirada, Anna ocult la

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    cara contra mi cuerpo, me aferr con ambas manos, y comenz agritar. Cuando la levant se me adhiri como una lapa,apretndome el cuello con sus bracitos y la cintura con las

    piernas, mientras sollozaba sobre mi hombro. Aunque hice todoslos ruidos apropiados, no sirvieron de mucho.

    Pasados unos minutos, mir furtivamente por encima delhombro y dej de llorar.

    -Quieres ir a casa, Tich? -le pregunt, y neg con la cabeza.-Ahora puedes dejarme en el suelo -me dijo.

    Creo que yo haba esperado consolarla llevndola a caballo atravs del csped. Tras un par de profundos resoplidos y unmomento para recobrar la compostura, iniciamos la exploracindel parque, sin que Anna dejara de apretar mi mano fuertemente.Como cualquier otra criatura, Anna tena sus miedos, pero adiferencia de la mayora de los nios, los reconoca. Y elreconocerlos le permita comprender que poda seguir adelante apesar de ellos.

    Cmo puede un adulto saber el alcance exacto de ese terror?Significa eso que el nio es tmido, que est alarmado,angustiado, petrificado o inmovilizado y rgido por el terror? Unmonstruo de diez cabezas, es ms alarmante que una Idea? Sibien Anna no llegaba a dominar totalmente su miedo, fuera el que

    fuese, lo tena bien controlado. Ya se senta dispuesta a soltarsede mi mano, a dar algunos pasos hacia algo que provocaba suinters, sin dejar de mirar hacia atrs para asegurarse de que yosegua all. Entonces, yo me detena y la esperaba. Todava estabaun poco asustada, y saba tambin que yo me daba cuenta de queestaba asustada. El hecho de que yo me detuviera cada vez queella se soltaba de mi mano produca en su rostro una agradecidasonrisita de reconocimiento.

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    Mentalmente, me traslad a la poca en que yo tena la edad deella. Mis padres me haban llevado a Southend-on-Sea. La visidel mar y la opresin de toda esa gente produjeron en m la

    misma impresin que si me hubiera atropellado un autobs. Laprimera vez que vi el mar estaba cogido de la mano de mi padre, ydespus, repentinamente, me encontr aferrando la mano de undesconocido. No es mucho lo que puedo recordar, salvo que ah, en ese instante, el mundo se me acab. De modo que, fuerancuales fuesen los temores de Anna yo era capaz decomprenderlos un poco.

    Sus breves escapadas de exploracin iban, lentamente,devolviendo las cosas a la normalidad. Anna regresaba con sushabituales tesoros, hojas de diferentes formas, piedras, trocitosde ramas y cosas as. Su entusiasmo ya no aceptabarestricciones.

    De pronto o el gruido spero de uno de los guardas del parque.Me di vuelta y all estaba Anna, de rodillas frente a un macizo deflores. Yo me haba olvidado de decirle que estaba ProhibidoPisar el Csped. Anna no habra retrocedido ante el propioLucifer, y mucho menos ante un guarda del parque. Tras habersuperado una catstrofe, yo no tena ganas de hacer frente aotra. Corr a tomarla en mis brazos y la deposit nuevamente enel sendero.

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    -Me ha dicho -balbuce indignada mientras sealaba con undedo acusador-... me ha dicho que me saliera del csped.

    -S -admit-, se supone que en esa parte del csped no hay quepararse.-Pero es la mejor parte para pararse.-Fjate en estas palabras -le seal el anuncio-. Ah dice

    Prohibido pisar el csped.

    Con gran concentracin, estudi el anuncio mientras yo ledeletreaba las palabras.

    Ms tarde, mientras estbamos sentados sobre el cspedcomiendo chocolate, coment:

    -Las palabras.-Qu palabras?-Esas que dicen que no hay que pisar la hierba... son como la

    iglesia donde fuimos esta maana.

    Entonces todo se aclar. Para Anna, el servicio religioso, lomismo que los macizos de flores, no haba sido otra cosa que uncartel que deca Prohibido pisar el csped. Senta que leimpedan llegar a la mejor parte.

    Estar dentro de una iglesia, no atender al servicio, sino estar

    dentro simplemente, era como visitar a un amigo muy, muyespecial, y visitar a un amigo muy especial es una ocasin feliz, eso, sin ninguna duda, es razn suficiente para bailar. Dentro deuna iglesia, Anna bailaba; eso era la mejor parte. Es decir que losservicios religiosos, lo mismo que los anuncios que decanProhibido pisar el csped, la privaban de la mejor parte. Mesonre al imaginar la clase de servicio religioso que le gustara aAnna. Y no estoy muy seguro de que no fuera tambin el quepreferira el Seor Dios

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    Una vez que hubo empezado a soltarse, no le fue difcilproseguir:

    -Te acuerdas cuando llor?

    Hice un ruido de asentimiento.-Me senta pequea, tan pequea que casi me perd.

    Lo dijo con una vocecita dbil y lejana y despus, como si unzoom la hubiera trado de vuelta a travs de un infinito deespacio para hacerla aterrizar en mi pecho, concluy triunfante:

    -Pero no me perd, te diste cuenta?

    Cuando ya ese primer verano tocaba a su fin, Anna hizo dosdescubrimientos especialmente pasmosos. El primero fueron lassemillas... el hecho de que de las semillas crecen cosas, de quetoda esa belleza, esas flores, esos rboles, ese cspedmaravilloso proceda de las semillas y, adems, que uno poda

    tener esas semillas en sus manos. El segundo descubrimientoimportante fue la escritura, que los libros y todo lo escrito engeneral tenan una faceta mucho ms emocionante que la de serun simple mecanismo para contar cuentos. Anna comprendi quescribir era como tener una memoria porttil, un medio deintercambiar informacin.

    Esos dos descubrimientos provocaron una inusitada actividad.Los procesos de pensamiento y la actividad corporal de Anna

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    eran tales que a veces casi resultaba posible ver las imgenes desu mente.

    La primera vez que sostuvo en la mano algunas semillas deflores fue una de esas ocasiones. Las palabras eran innecesarias;sus acciones y sus pensamientos hablaban por s solos. Allestaba, frente a una mata de flores silvestres, de rodillas, con unmontoncito de semillas en las manos. Sus ojos expresaban suspensamientos; miraba las semillas con el ceo fruncido. Porencima del hombro, mir a la distancia y sus ojos se abrieronasombrados, volvieron a las semillas, y luego miraron de nuevo pencima del hombro. Finalmente se levant, mir hacia afuera, nos hacia dnde, y lentamente describi un crculo girando sobre smisma. Cuando volvi a mirarme, todas sus lmparas internaestaban encendidas.

    Yo no necesitaba que me dijeran qu era lo que estaba pasandopor su cabeza; era fcil de ver. La rpida aguja de suspensamientos haba unido aquel escenario lleno de flores con lasdesnudas manchas de tierra del East End. Claro que las semillasse podan transportar de un lugar a otro... entonces... por qu nohacerlo? Me mir con enormes signos de interrogacin en los ojo y yo, sin decir palabra, le tend mi pauelo limpio. Anna loextendi en el suelo y, con un cuidado infinito, sacudi lascpsulas de semillas. La blancura del pauelo no tard en quedacubierta por los oscuros granos de las semillas.

    Miles de veces fui testigo de la recoleccin de semillas; jamsvi que Anna se mostrara brusca con una planta al despojarla delas semillas, y cada vez tena que hacer frente a la decisin:

    -Le habr quitado demasiadas? Le quedarn suficientes?

    A veces, la decisin slo se tomaba despus de un cuidadosoexamen de las vainas o cpsulas que quedaban. Si le pareca quehaba tomado demasiadas, Anna proceda a separar una parte de

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    las semillas que haba recogido y volva a esparcirlascuidadosamente sobre la tierra.

    -Qu maravilla es el Seor Dios! -se admiraba, como si lassemillas hubieran hecho que el Seor Dios subiera diez puntos ensu estimacin.

    Anna no slo estaba profundamente enamorada del Seor Dios;se senta orgullosa de l. El orgullo de Anna por el Seor Dioscreca y creca, hasta alcanzar tales proporciones que en algnmomento idiota me encontr pensando si alguna vez el Seor Diono se sonrojara de placer.

    No importa cules sean los sentimientos que el Seor Dios hayadespertado en los seres humanos a lo largo de tantos siglos, deuna cosa estoy seguro, y es de que a nadie le ha gustado el SeorDios tanto como a Anna.

    Esas excursiones por el reino de las semillas implicaban salirsiempre con una buena provisin de sobres y con un gran morraque penda de la cintura de Anna, asegurado en un esplndidocinturn de cuentas que Millie haba hecho para ella. Millie erauna de las integrantes de un grupo de jvenes prostitutas quetenan una casa al final de nuestra calle. Para Anna, Millie yJackie eran las dos muchachas ms hermosas del mundo entero.Entre Anna y la joven prostituta se haba establecido una

    corriente de recproca admiracin. Digamos de pasada que Millietena el pintoresco nombre de Venus de Mile End.

    El otro gran descubrimiento que hizo Anna ese veranodesemboc en una complejsima actividad, porque en nuestra casaflorecieron sbitamente libretas azules y tiritas de papel.Cuando se encontraba frente a algo nuevo, Anna abordaba alprimer transente y, tendindole el lpiz y papel, le peda:

    -Escrbeme esto en letras grandes, por favor.

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    Tres

    EL RUEGO de que se lo escribieran en letras grandes solaprovocar cierta reaccin de azoramiento. En esas ocasiones, laactitud de Anna era una especie de cartucho de dinamita con unamecha muy, muy corta, y mucha gente se asustaba. Cuando sevean ante una chiquilla pelirroja de cinco aos que le meta a ununa libreta y un lpiz en las manos, pidiendo que se loescribieran en letras grandes, mucha gente se acobardaba, pordecir poco. Eso pareca por la forma en que se apartaban,diciendo: Djame, chiquilla, No me molestes, nia, pero Ann ya se lo esperaba, y segua insistiendo. Para Anna, la carabela dedescubrimiento ya estaba en pleno viaje. Es verdad que decuando en cuando haca agua, y a veces los mares delconocimiento se ponan un tanto embravecidos, pero ya no eraocasin de volverse. Haba cosas que descubrir, y Anna estabadispuesta a descubrirlas.

    Fueron muchas tardes las que me pas sentado en losescalones mientras me fumaba un cigarrillo y la miraba disfrutarde su bsqueda de conocimientos, pidiendo a la gente que se loescribieran con letras grandes. Una tarde, despus de unaserie de negativas de los transentes, Anna empez adesmoralizarse. Pens que haba llegado el momento de ofrecerlealgunas palabras de consuelo, me levant de los escalones y

    atraves la calle hacia donde ella estaba.Me seal el tronchado mun de una verja de hierro.

    -Quiero que alguien me escriba algo sobre eso, pero no lo ven.-Quizs estn demasiado ocupados -suger.-No, no es eso. No lo ven. No saben a qu me refiero. En su

    respuesta haba una especie de ntima y profunda tristeza; erauna expresin que yo habra de or una y mil veces. No lo ven. N

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    lo ven.

    Al leer la desilusin que se reflejaba en su rostro, supe qu era

    lo que tena que hacer... o cre saberlo. Era una de las situacionesque yo me figuraba que era capaz de resolver. La levant y laabrac.

    -No te sientas tan desilusionada, Tich.-No estoy desilusionada, estoy triste.-No te preocupes -la consol-, que yo te lo escribir en letras

    grandes.

    Se me escurri de entre los brazos y se qued en pie sobre laacera. Sus manos jugueteaban con la libreta y el lpiz, tena lacabeza inclinada y lgrimas en las mejillas. Mi mente describacrculos y crculos. Los diversos mtodos de abordarla se meconfundan, y cuando estaba a punto de arreglar las cosasvolvi a pasar aquel ngel y a sacudirme un golpecito en la cabezde modo que me qued esperando, sin hablar. Anna segua inmven el ms absoluto desconsuelo. Yo estaba seguro, me dije,estaba seguro de que lo que quera era correr a mis brazos, sabaque necesitaba consuelo, pero lo nico que haca era quedarse ahdesgarrada por su lucha interna. Pasaban los tranvas resonantes,la gente haca sus compras, los vendedores ambulantes voceabansus mercancas y ah seguamos los dos, yo luchando contra eldeseo de levantarla y Anna contemplando alguna imagen nuev

    que se dibujaba en su mente.Por fin levant la vista y sus ojos se encontraron con los mos.

    De pronto sent fro y tuve deseos de golpear a alguien. Yoconoca esa mirada, la haba visto ya en otras personas y ms deuna vez la haba sentido suceder en m mismo. Como un icebermonstruoso que aparece entre la bruma, la palabra tom forma,procedente desde lo ms hondo de m, aureolada de lgrimaspero, as y todo, inconfundible. Anna estaba despidindose de

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    algo muerto. Todas las puertas de sus ojos y de su coraznestaban abiertas de par en par y esa celda solitaria que era suser ms ntimo apareca con toda claridad.

    -No quiero que t me escribas nada -intent sonrer, pero no loconsigui y sigui hablando con tono lloroso-. Yo s lo que t ve y t sabes lo que yo veo, pero hay gente que no ve nada y... y..-sollozando, se me arroj en los brazos.

    Ese atardecer, en nuestra calle de East End de Londres, tuveun nio en mis brazos y mir dentro de esa solitaria celda dehumanidad. Ningn libro que haya ledo, ninguna conferencia hapodido ensearme ms que esos momentos. Solitaria es tal vez lacelda, pero jams oscura. No haba tinieblas tras esos ojos llenosde lgrimas, sino un deslumbramiento de luz. Y Dios hizo ahombre a su imagen, pero no en la figura, no en la inteligencia, nen los ojos ni en los odos, ni en las manos ni en los pies, sino eesa absoluta interioridad. All estaba la imagen de Dios. No es loque hay de demonio en su condicin humana lo que hace dehombre una criatura solitaria, es su semejanza con Dios. Es laplenitud del Bien que no halla salida o no puede encontrar elotro lugar que le corresponde, lo que explica la soledad.

    Anna estaba sufriendo por los dems. Eran ellos los que nopodan ver la belleza de ese mun de hierro quebrado, loscolores, las formas cristalinas; no podan ver las posibilidades que

    todo ello encerraba. Anna quera que ellos se le unieran en laadmiracin de ese mundo nuevo y deslumbrante, pero ellos nopodan sentirse tan pequeos como para que esa fracturairregular se convirtiera en un mundo de montaas de hierro, dellanuras de hierro con rboles de cristal. Era un mundo nuevo quehaba que explorar, un mundo de la imaginacin, un mundo haciaque muy pocos querran o podran seguirla. En ese munquebrado haba todo un mbito nuevo de posibilidades paraexplorar y para disfrutar.

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    Y era indudable que el Seor Dios se deleitaba en l, pero esque al Seor Dios no le importaba nada hacerse pequeo. Lagente pensaba que el Seor Dios era muy grande, pero estaban

    completamente equivocados. Evidentemente, el Seor Dios podadoptar cualquier tamao que a l se le ocurriera. Si no pudieraser pequeo, podra saber acaso cmo es ser una mariposa? Yrealmente, cmo podra saberlo? De modo que, como Alicia en Pas de las Maravillas, Anna se coma el pastel de la imaginacincambiaba de tamao para adecuarse a la ocasin. Despus detodo, el Seor Dios no tena un solo punto de vista, sino unainfinidad de puntos desde donde ver, y todo eso de vivir no tenaotro sentido que ser como el Seor Dios. Por lo que a Anna serefera, ser buena, ser generosa, ser obediente, rezar y todasesas cosas tenan muy poco que ver con el Seor Dios. No erancomo se dice hoy en da, ms que un truco publicitario. Todasesas cosas no eran ms que jugar sobre seguro, y Anna noquera tener nada que ver con eso. No! La religin era solamenteser como el Seor Dios, y ah era donde las cosas se podan ponerun poco arduas. No era cuestin de ser buena y generosa yamante y todo eso, porque as uno se pareca ms al Seor Dios.No! Todo el sentido de estar vivo eraser como el seor Dios, y siera as uno no poda menos que ser bueno y generoso y amante.

    -Si te haces como el Seor Dios, no sabes que eres, verdad?-Que eres qu? -interrogu.-Bueno y generoso y amante.

    Este ltimo comentario lo realiz en su tono de voz msdescuidado, como si fuera algo insignificante y que no vena acaso. Era una tcnica que yo ya conoca. Haba que hacer como sno pasara nada, o bien empezar a hacer preguntas. Vacil duranteunos momentos, mientras contemplaba cmo la risa le subadesde los dedos de los pies hasta estallar en un breve clamor deregocijo, y me di cuenta de que ya me haba hecho caer en latrampa. Anna tena algo que decir, y me haba obligado a que yo l

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    hiciera la pregunta. Si no se lo preguntaba entonces, igualmentetendra que hacerlo tarde o temprano...

    -Est bien, Tich. Qu es todo ese asunto de la bondad y lagenerosidad y el amor?-Bueno... -el tono de su voz comenz a descender la montaa

    rusa de la excitacin, volvi a subir por el otro lado y sigui-.Bueno, si t piensas que eres, no eres.

    -Cmo es eso? -pregunt, desde mi situacin de alumnoretrasado de esa clase particular.

    Pens que haba captado hacia dnde apuntaba la conversacin y me imagin que yo estaba ya dos pasos por delante de ella,esperndola. Anna haba hecho seal de doblar a la derecha, y yola esperaba, pero de pronto realiz un giro en U hacia laizquierda y aceler contra todos los argumentos que yo habapreparado. Con ese sbito viraje me hizo perder el equilibrio, yno tuve ms remedio que volver andando hacia donde ella meesperaba.

    -Est bien. Adelante! -dije.-T no pensars que el Seor Diossabe que l es bueno y

    generoso y amante, verdad?

    Creo que yo jams me haba detenido a pensarlo, pero si ella loplanteaba as no caba ms que una respuesta, aunque yo no

    estuviera convencido de su verdad.-Me imagino que no -contest.

    En algn lugar entre el cerebro y las cuerdas vocales se mequed atascada la pregunta Por qu?. Tendra que habersabido que toda esa conversacin conduca a alguna conclusin, alguna idea, a alguna formulacin que a Anna le satisfacaplenamente. Se concentr, conteniendo con gran esfuerzo su

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    excitacin, hasta que de pronto estall, jadeante:

    -El Seor Dios no sabe que es bueno y generoso y amante. El

    Seor Dios es... est... vaco.Bueno. Yo puedo aceptar que la piedra que me magulla un ded

    del pie no est realmente ah. No tengo inconveniente en admitirla idea de que todo es pura ilusin, pero que el Seor Dios estvaco, simplemente no tiene sentido. Cualquiera que razone llega la conclusin de que el Seor Dios est lleno! Lleno deconocimiento, lleno de amor, lleno de compasin... de cualquiecosa que a uno se le ocurra, de eso est lleno. Si Dios es como..como una gigantesca media de Navidad llena de presentes,inagotable, que derrama sobre sus hijos presentes innumerablese indecibles en un movimiento ininterrumpido. Claro que estlleno, demonios! Eso era lo que me haban enseado y esa es lverdad... o no?

    No consegu sacar ms de Anna ese da, ni los que siguieron.Segu cocindome en mi propio jugo. La idea de que el Seor Dioestuviera vaco me carcoma el cerebro. Claro que era ridcula,pero no poda apartarla de mi cabeza. A medida que una imageniba formndose en mi mente, me senta cada vez ms confundido y avergonzado. Nunca haba visto con tanta claridad esa imagenpero ah estaba el Seor Dios vestido con traje de etiqueta,sombrero de copa y una varita mgica, sacando conejos de un

    sombrero. Uno levantaba la mano y le peda un automvil, mlibras o lo que quisiera, y el Seor Dios mova su varita mgica sacaba lo que se le haba pedido. Por fin vea yo mi imagen deSeor Dios... unmago, bondadoso, benvolo y barbudo.

    Unos das despus, tras haber cavilado mucho sobre cmopoda habrsele ocurrido esa idea de que el Seor Dios estabavaco, me decid a hacerle la pregunta que me tena tan intrigado.

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    -Tich! Hblame ms de eso de que el Seor Dios est vaco.

    Se volvi ansiosamente hacia m, y tuve la ntida impresin de

    que haca das que estaba esperando que se lo preguntara, peroque no poda hacer nada hasta que yo hubiera visto mi imagen deSeor Dios como el gran mago.

    -Cuando el mundo se puso todo rojo a travs del trocito devidrio, y el color de la flor.

    Eso lo recordaba yo muy bien. Habamos hablado de la luztransmitida y la luz reflejada: que la luz tomaba el color delvidrio a travs del cual se transmita, que el color de una floramarilla se deba a la luz reflejada. Habamos visto los coloresdel espectro con ayuda de un prisma, habamos hecho girar eldisco coloreado de Newton para mezclar todos los colores delespectro y que volvieran a ser blancos. Yo le haba explicado quela flor amarilla absorba todos los colores del espectro, conexcepcin del amarillo, que al ser reflejado llegaba hasta el ojo.En aquella ocasin, Anna cavil un rato sobre esa informacinpara despus decir:

    -Ah! El amarillo es la parte que no quiere! -y, despus de unapequea pausa-: Entonces, su verdadero color son todas laspartes que quiere.

    Era algo que yo no poda discutirle, ya que, en cualquier casono estaba seguro de qu diablos podra querer una flor.

    Todas esas informaciones haban sido asimiladas, mezcladascon varios trozos de vidrio coloreado, bien sacudidas y situadasdentro del especial marco de referencia de Anna. Pareca que, alnacer, cada individuo reciba diversos trozos de vidrio con losrtulos de Bueno, Malo, Horrible, etctera, y la genteacostumbraba a ponerse esos trocitos de vidrio ante sus ojos

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    internos, y a ver las cosas segn el color y la etiqueta del vidrio.Me dio a entender que eso lo hacamos para justificar nuestrasconvicciones.

    Ahora bien, el Seor Dios era un poco diferente de una flor. Auna flor que no quera la luz amarilla se la llamaba amarillaporque de ese color la veamos. Pero no se poda decir lo mismdel Seor Dios. El Seor Dios quera todo, as que no reflejabanada! Pero si el seor Dios no nos devolva ningn reflejo, eraimposible que pudiramos verlo, verdad? Por lo que a nosotrose refera, hasta dnde ramos capaces de entender lo que era elSeor Dios, tenamos que admitir simplemente que el Seor Dioestaba completamente vaco. No vaco porque no hubiera nada enl, sino porque lo aceptaba todo, porque lo quera todo y noreflejaba nada. Cierto que si uno quera poda hacer trampa;poda ponerse el trocito de vidrio que deca el Seor Dios esbueno o el que anunciaba el Seor Dios es generoso, pero ental caso no captaba la naturaleza total del Seor Dios. Qu clasede objeto puede ser el Seor Dios, si lo acepta todo, si nodevuelve absolutamente ningn reflejo! Eso, deca Anna, es serun verdadero Dios. Lo que nosotros tenamos que hacer eraapartar nuestros pedacitos de vidrio para poder ver con claridad.El hecho de que el viejo Nick, el diablo, se dedicara a repartirlostan afanosamente por millones dificultaba un poco las cosas, aveces, pero bueno, la cosa era as.

    -A veces -afirm Anna- son los adultos los que dan a los niospedacitos de vidrio.-Por qu hacen eso? -le pregunt.-Para conseguir que los nios hagan algo que ellos quieren.-Para asustarlos, quieres decir?-S. Para que hagan algo.-Como decir Dios te castigar si no te comes la compota?-S, eso es. Pero al Seor Dios no le importa que a uno le guste

    la compota, no es cierto?

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    -No lo creo.-Y si te castigara por eso no sera ms que un matn, y desde

    luego no lo es.

    La mayor parte de la gente tiene suerte si alguna vez llega adescubrir el mundo en que vive. Anna haba descubierto mundoinnumerables gracias a sus trocitos de vidrio coloreado, filtrospticos, espejos y campanillas de jardn. El nico problema quepresentaban sus mltiples mundos era que muy frecuentemente,uno se quedaba sin palabras para describir lo que vea. Norecuerdo que Anna usara alguna vez palabras como sustantivoo verbo, e indudablemente no saba distinguir un adjetivo de unbocadillo de jamn, pero muy pronto lleg a la conclusin de quel aspecto ms arriesgado de actividades como hablar o escribirera el uso de palabras descriptivas. Poda aceptar la enunciacinde que Una rosa es una rosa es una rosa... bueno, casiaceptarla; pero decir que Rojo es rojo es rojo ya era otra cosa.

    El problema con las palabras se complic an ms a causa de lseora Sussums. La seora Sussums se haba encontrado connosotros en la calle. En realidad, la seora Sussums era mi taDolly, una ta poltica, y la ta Dolly tena una sola gran pasin esu vida: comer caramelos de nuez. Los coma en cantidadesenormes, continuamente, y en consecuencia siempre tena la caraun poco deformada por la presencia en su boca de un gran trozode caramelo. Haba algo criticable en la ta Dolly: siempre insista

    en besar a todo el mundo, y no una, sino muchas veces. Porseparado, la costumbre de comer caramelos y la de besar no erantan graves, pero las dos juntas... bueno, podan resultar un tantopeligrosas.

    Primero, no conseguimos esquivar los besos. Despus recibimoinstrucciones de abrir la boca y nos metieron algo que parecauna especie de lpida de caramelo; es decir la mitad ms o menoslleg a entrar, mientras el resto se quedaba afuera, esperando.

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    Despus de tantos aos de comer caramelos de nuez, la taDolly tena en la cara unos msculos increblemente fuertes, quele permitan hablar aunque tuviera los dientes pegados en el

    caramelo. Mientras la sostena a la distancia que le permitan susbrazos, mir a Anna, exclamando:

    -Caramba, qu grande!

    Me cambi el caramelo de muela y consegu emitir algunosruidos de asentimiento. En cuanto a Anna, produjo cierto sonidogutural, que espero haya sido traducible.

    La ta Dolly se despidi de nosotros y sigui su camino,mientras nos sentbamos sobre un resto de pared hastaconseguir reducir el caramelo a un tamao ms manejable.

    Antes de encontrarnos con la ta Dolly venamos caminando pola calle, o ms bien avanzbamos por ella de una forma un pocextraa. Es decir, habamos inventado un juego que poda exigirun par de horas para caminar doscientos metros. Uno de los dosera el nombrador y el otro el hacedor. El juego consista enque el nombrador nombraba algn objeto que hubiera en elsuelo, una cerilla por ejemplo, y el hacedor se detena sobreella. Entonces, el nombrador nombraba algn otro objeto, y elhacedor tena que llegar hasta el objeto de un solo paso o deun salto. Por eso avanzbamos en forma un tanto errabunda, ya

    que no haba ninguna seguridad respecto a la direccin quetendra que tomar el hacedor. Reiniciamos el juego y debamoshaber recorrido unos veinte metros, en otros tantos minutos,cuando Anna se detuvo.

    -Fynn, seamos los dos hacedores y yo ser asombradoratambin.

    Volvimos a empezar, Anna dando los nombres y los dos

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    tombamos parte en la accin, pero esta vez era diferente. Sinrisitas, sin chillidos que anunciaran Encontr uno, me encontrun billete de tranva. Esta vez, todo era absolutamente serio. A

    cada paso, Anna murmuraba para sus adentros, pasito corto,paso largo, hop, hasta que se detuvo. Se, volvi a mirar el ltimopaso que haba dado, despus gir la cabeza hacia m y mepregunto:

    -Ese paso, ha sido largo?-No mucho.-Para m, s:-Lo que sucede es que t no eres ms que una pulga -le sonre.-La ta Dolly dijo que era grande.-Seguramente, quera decir que eres grande para tu edad -le

    expliqu.

    Como explicacin, no le satisfizo en absoluto. El juego se acabde pronto. Con las manos en las caderas, Anna se volvi hacia mCasi poda ver el funcionamiento de su mquina de pensar.

    -Eso no quiere decir nada -declar, como un juez que seenvuelve en la toga.

    -Naturalmente que s -intent explicarle-. Quiere decir quecon respecto a muchas otras nias de algo ms de cinco aos, teres ms grande que la mayora de ellas.

    -Bueno, y si las nias tuvieran diez aos yo sera ms pequea

    no?-Podra ser.-Y si yo fuera la nica no sera ni ms grande ni ms pequea

    no? Sera solamente yo, no?

    Hice un gesto de asentimiento. Comprendiendo que otra vezsuba la marea, que Anna estaba empeada en dar forma a algo,intent decir algo ms antes de que el agua me anegara.

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    -Oye, Tich, no se utilizan expresiones como ms grande oms pequeo o ms dulce si uno no tiene por lo menos docosas para compararlas.

    -Pues no puedes entonces, no siempre -en su voz haba una notade confianza.-No puedes qu?-No puedes comparar, por... -Anna me dispar con toda su

    artillera pesada- por el Seor Dios. Como no hay ms que unSeor Dios, no puedes comparar.

    -Las personas no comparan al Seor Dios con ellas.-Ya lo s -dej escapar una risa ante mi esfuerzo por

    defenderme.-Entonces, a qu viene armar tanto lo?-Porque son ellos los que se comparan con el Seor Dios.-La misma diferencia -contest.-No.

    Consider que yo haba ganado esa partida, ya que mispreguntas la haban llevado a realizar un movimiento errneo.Despus de todo, si Anna haba concedido que la gente nocomparaba con ella al Seor Dios, de eso se deduca que tampocoellos se comparaban con el Seor Dios, y as se lo hice notar.Dispuesto a terminar esa discusin ocupando el primer puesto,lanc mi acorazado insumergible:

    -T dijiste que la gente se comparaba. Tenas que haber dichoqueno se comparaba.

    Anna me mir. Apresuradamente, prepar mi artillera. Sabaque yo tena razn, pero quera estar preparado, por si acaso.Anna me mir y mi acorazado insumergible se fue a pique.Recuerdo que me sent m