segundo domingo de cuaresma

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SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA Apreciados hermanos, cada día avanzamos más hacia a la celebració de la Pascua del Señor. Hoy, segundo domingo de cuaresma, la Palabra que escuchamos alimena ese camino de cuaresma de modo especial. !scuchamos en el evangelio seg"n san #arcos el relao de la rans$guración del Señor. %ice el relao que &es"s se llevó a Pedro Saniago y &uan a una monaña ala y allí se rans$guró delane d %ice, además, el evangelio que dicha rans$guración ocurrió así' vesidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no de)arlos ning"n baanero del mundo. Se les aparecieron !lías y #ois*s conversando con &es"s+. !n el relao de la rans$guración, apreciados hermanos, enconram modelo de vida crisiana. osoros, al igual que Pedro, Saniago y &uan somos inviados por el Señor a (subir a la monaña+, es decir, a en inimidad con *l, a esar a solas con *l, a orar, a comunicarn -a (monaña+, en la Sagrada !scriura, siempre es lugar de reiro oración y de encuenro con %ios. osoros subimos a la monaña cada vez que oramos,que paricipamos de las celebraciones li"rgicas, especialmene de la eucarisía y los demás sacramenos, cada vez mediamos en casa la Sagrada !scriura, ec. se es nuesro subir monaña. Allí el Señor de alguna manera ambi*n se rans$gura de de nosoros, es decir, se nos muesra lleno de gloria y nosoros cieramene le reconocemos como %ios. /ncluso, cuando esamos en oración, nos sucede como a Pedro y nos da ganas de decir' (#aesr 0qu* bien se esá aquí1+ y nos da ganas de levanar una ienda al es, permanecer en conemplación, en oración ranquila, en recogimieno. !n ese senido, la rans$guración del Señor p inerprearla como nuesra vida de unión con %ios, nuesr oración y de paricipación de los sacramenos. !s preciso siempre buscar esar ane el Señor y enrar en comunión con *l, es precis culivar con inensidad la vida de oración y nuesra paricipació sacramenos con madurez y consciencia. 2omo crisianos debemos o sin des3allecer, siempre y en odo momeno, y desde luego celebra nuesra 3e en &esucriso como /glesia que somos odos. Ahora bien, el relao de #arcos conin"a diciendo que &es"s y los discípulos no permanecieron allí, a pesar de que, no solo Pedro, demás, sabían que esar allí era bueno' la escena gloriosa, la ap

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HOmolía

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SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMAApreciados hermanos, cada da avanzamos ms hacia a la celebracin de la Pascua del Seor. Hoy, segundo domingo de cuaresma, la Palabra que escuchamos alimenta este camino de cuaresma de modo muy especial. Escuchamos en el evangelio segn san Marcos el relato de la transfiguracin del Seor. Dice el relato que Jess se llev a Pedro, Santiago y Juan a una montaa alta y all se transfigur delante de ellos. Dice, adems, el evangelio que dicha transfiguracin ocurri as: sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningn batanero del mundo. Se les aparecieron Elas y Moiss conversando con Jess. En el relato de la transfiguracin, apreciados hermanos, encontramos un modelo de vida cristiana. Nosotros, al igual que Pedro, Santiago y Juan, somos invitados por el Seor a subir a la montaa, es decir, a entrar en intimidad con l, a estar a solas con l, a orar, a comunicarnos con l. La montaa, en la Sagrada Escritura, siempre es lugar de retiro y de oracin y de encuentro con Dios. Nosotros subimos a la montaa cada vez que oramos, que participamos de las celebraciones litrgicas, especialmente de la eucarista y los dems sacramentos, cada vez que meditamos en casa la Sagrada Escritura, etc. se es nuestro subir a la montaa. All el Seor de alguna manera tambin se transfigura delante de nosotros, es decir, se nos muestra lleno de gloria y nosotros ciertamente le reconocemos como Dios. Incluso, cuando estamos en oracin, nos sucede como a Pedro y nos da ganas de decir: Maestro, qu bien se est aqu! y nos da ganas de levantar una tienda all, esto es, permanecer en contemplacin, en oracin tranquila, en recogimiento. En este sentido, la transfiguracin del Seor podemos interpretarla como nuestra vida de unin con Dios, nuestra vida de oracin y de participacin de los sacramentos. Es preciso siempre buscar estar ante el Seor y entrar en comunin con l, es preciso cultivar con intensidad la vida de oracin y nuestra participacin en los sacramentos con madurez y consciencia. Como cristianos debemos orar sin desfallecer, siempre y en todo momento, y desde luego celebrar nuestra fe en Jesucristo como Iglesia que somos todos.Ahora bien, el relato de Marcos contina diciendo que Jess y los tres discpulos no permanecieron all, a pesar de que, no solo Pedro, sino los dems, saban que estar all era bueno: la escena gloriosa, la aparicin de Elas y Moiss conversando con Jess, la voz que se escuch del cielo que deca: Este es mi hijo amado; escuchadlo, todo ello les resultaba sencillamente deleitante, a pesar de que, como dice el evangelio, estaban asustados y no saban lo que ocurra. Ellos deseaban permanecer ante esta gloria del Maestro. Pero no sucede as porque una vez terminada esta manifestacin tan especial: bajaron de la montaa. Este bajar de la montaa, apreciados hermanos, es el otro momento particular de la vida de todo cristiano. El ascenso a la montaa, como dijimos, la vida de unin con Dios, la oracin y la piedad, supone necesariamente un bajar de la montaa, es decir, un ir a la vida cotidiana, a nuestro trabajo, a nuestras casas, a las calles, al mundo de la vida concreto de cada uno y vivir all con la misma intensidad la fe. Bajar de la montaa es necesario. Es preciso que la gloria de la transfiguracin no se quede reservada solo para nosotros en intimidad con el Maestro, es preciso hacer que la vida cotidiana sea una vida transfigurada. No podemos subir a la montaa y contemplar la gloria del Seor, como dijimos, por medio de la oracin y la piedad, y no hacer vida esa experiencia. La fe tiene que encarnarse en la vida ordinaria de cada uno. Una y otra vez debemos subir a la montaa, pero tanta veces como estemos ante la presencia gloriosa de Dios debemos emprender nuestra marcha al mundo. El mundo no es una realidad separada de nuestra experiencia de fe. Por mundo se entiende el conjunto de circunstancias en las que, como seres humanos, nos encontramos inmersos. La vida de fe, la transfiguracin no es una realidad solo de los templos o de las capillas, la vida de fe tiene un lugar propio: all afuera. All afuera se nos tiene que notar la fe en Jess transfigurado. El retorno de la montaa es indispensable. Lo que vemos de Jess en la montaa, ese Jess deslumbrante y glorioso, nos debe llevar a construir una sociedad igualmente deslumbrante y gloriosa. La fe no nos puede apartar del mundo, por el contrario nos debe hacer ir al mundo, descender de la montaa. De este modo hermanos, nosotros tambin resplandeceremos y nuestros vestidos se volvern blancos, pues nuestra fe ser cierta y madura, y no solo un intimismo egosta sin compromiso histrico. Ciertamente, hermanos este segundo domingo de cuaresma todos somos invitados a contemplar el rostro transfigurado de Cristo y a entrar en su misterio para que, extasiados por su belleza, "nunca ms crucifiquemos al Seor de la Gloria, sino que "reflejemos como en un espejo la gloria del Seor y nos vayamos transformando en ese misma imagen cada vez ms", pero todo ello supone un descender de la montaa, ocuparnos de la vida, humanizar el mundo, ocuparnos los unos de los otros. Hagamos de nuestra vida y la de las personas que nos rodean una vida transfigurada, es decir, una vida digna, una vida de gozo, una vida de amor, una vida equilibrada, una vida feliz. As, la transfiguracin no solo ser un milagro glorioso del que somos testigos nosotros, sino que nuestra vida cristiana, el mundo, toda ser una existencia transfigurada, es decir, llena de Dios.