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106 se extendía el ánimo belicista entre la población y con él se recuperaba la deteriorada popularidad del gobierno. Durante el resto del mes, los laboristas tuvieron algunas manifestaciones más, pero evolucionando progresivamente hacia una crítica moderada, que sobre todo se centraba en la recomendación de buscar soluciones pacíficas. 97 Paralelamente, el discurso imperial de la Thatcher alcanzaba una sorprendente repercusión. La partida de la task force desde los puertos que tantas veces habían despedido tanto a simpáticos piratas como a aristocráticos almirantes para regresar con la gloria y el botín, provocó un entusiasmo que llegaba a las generaciones jóvenes que no habían llegado a conocer el imperio colonial de otros tiempos. La Dama, hasta ayer detestada por las consecuencias de su política económico social, se convertía de la noche a la mañana en una nueva Elizabeth I. Y lo que menos importaba era el discurso en el que hablaba de luchar contra la dictadura sudamericana y su atropello del derecho internacional. El gobierno de Washington, cuyo secretario de Estado iniciaba por esos días una mediación que resultaría infructuosa, demostraba que, de tener que elegir, su corazón estaría al lado de sus hermanos mayores. El 6 de abril autorizó la utilización de la isla Ascensión, ubicada en el Atlántico y a mitad de camino entre las islas británicas y las Falkland 98 A esto se agregaría progresivamente la utilización de información satelital norteamericana que permitiría conocer los movimientos de los barcos argentinos, lo que se conoció en Buenos Aires en momentos en que Haig negociaba con Galtieri y Costa Méndez, causando el natural deterioro de la mediación. Más adelante, Estados Unidos facilitaría misiles aire-aire de última generación con lo que se aseguraba la supremacía en el dominio del espacio aéreo. La fuerza británica estaba compuesta por una masa de más de un centenar de barcos, encabezado por el portaviones Hermes, nave insignia del almirante Sandy Woodvvard, y el Invencible. Estos llevaban una veintena de aviones Sea Harrier de despegue vertical, moderna tecnología y gran aptitud tanto para el combate contra aviones enemigos como para el ataque a barcos o a fuerzas de tierra. 99 Once destructores y fragatas representaban el núcleo del poder naval propiamente dicho, y con ellos navegaban transportes, barcos de abastecimiento y de desembarco, así como todo tipo de naves auxiliares. El submarino nuclear Conqueror ya estaba en el Atlántico Sur, y otros dos se dirigían hacia el mismo destino. Además se incautaron varios barcos civiles, entre ellos el Canberra y el Atlantic Conveyor utilizados como porta contenedores. 100 Las fuerzas de desembarco estaban compuestas por tropas especiales -marines, comandos y paracaidistas- de sofisticado entrenamiento destinado a las tareas de la NATO. En un primer momento se había seleccionado una brigada, pero más adelante se incrementó la fuerza hasta alcanzar los varios miles de hombres. La artillería era moderna y potente, tanto en cañones como en misiles y armamento para defensa antiaérea, y se llevaba una importante fuerza de helicópteros que jugarían un papel fundamental en la lucha de fuerzas de infantería en tierra, como armas de ataque y sobre todo como medio de transporte. 101 La autorización para el uso de Ascensión era vital para acortar la enorme distancia entre bases y campo de batalla, pero ésta seguía siendo enorme y era la mayor preocupación del almirante Woodvvard. 102 La distancia también afectaba a los bombarderos Avro Vulcan que se utilizaron para atacar las posiciones argentinas. Sus vuelos desde Ascensión tardaban unas ocho horas sólo para la ida, y debían recibir varios abastecimientos de combustible en el aire. El 8 de abril, el Hermes pasó la línea de las Azores, y al poco tiempo se reunía con el resto de la flota en Ascensión. A esa altura, la inteligencia norteamericana había logrado descifrar los códigos argentinos, con lo que aportaba información de primer valor a la flota. El 16 de abril, mientras Haig discutía duramente en Buenos Aires, la flota abandonó Ascensión y comenzó su marcha hacia la zona de batalla, pero ¿ésta se limitaba a la Zona de Exclusión? 103 . El 20 comenzaron a desprenderse los integrantes del grupo destinado a la recuperación de las Georgias, lo que fue notado por un Boeing 707 de observación de la Fuerza Aérea Argentina que tomó contacto con la flota el 21. Al día siguiente, el grupo se encontraba a 1400 kilómetros de las Georgias. El enfrentamiento era inminente. 4. La acción diplomática La Resolución 502 Las operaciones diplomáticas se habían iniciado en los días anteriores al desembarco. Costa Méndez tuvo conversaciones con los embajadores de la URSS y China para gestionar un veto de alguna de las dos potencias en el inevitable debate que se realizaría en el Consejo de Seguridad de la ONU. El canciller argentino había llegado al gabinete de Galtieri como el abanderado de la afirmación de las posiciones occidentalistas, afirmando en alguna oportunidad que "la Argentina no pertenece al Tercer Mundo." Esta política no se había limitado a afirmaciones retóricas, el hombre que como ministro de Onganía había propuesto en reunión de cancilleres el ataque militar contra www.elbibliote.com

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se extendía el ánimo belicista entre la población y con él se recuperaba la deteriorada popularidad del gobierno. Durante el resto del mes, los laboristas tuvieron algunas manifestaciones más, pero evolucionando progresivamente hacia una crítica moderada, que sobre todo se centraba en la recomendación de buscar soluciones pacíficas.97 Paralelamente, el discurso imperial de la Thatcher alcanzaba una sorprendente repercusión. La partida de la task force desde los puertos que tantas veces habían despedido tanto a simpáticos piratas como a aristocráticos almirantes para regresar con la gloria y el botín, provocó un entusiasmo que llegaba a las generaciones jóvenes que no habían llegado a conocer el imperio colonial de otros tiempos. La Dama, hasta ayer detestada por las consecuencias de su política económico social, se convertía de la noche a la mañana en una nueva Elizabeth I. Y lo que menos importaba era el discurso en el que hablaba de luchar contra la dictadura sudamericana y su atropello del derecho internacional.

El gobierno de Washington, cuyo secretario de Estado iniciaba por esos días una mediación que resultaría infructuosa, demostraba que, de tener que elegir, su corazón estaría al lado de sus hermanos mayores. El 6 de abril autorizó la utilización de la isla Ascensión, ubicada en el Atlántico y a mitad de camino entre las islas británicas y las Falkland98 A esto se agregaría progresivamente la utilización de información satelital norteamericana que permitiría conocer los movimientos de los barcos argentinos, lo que se conoció en Buenos Aires en momentos en que Haig negociaba con Galtieri y Costa Méndez, causando el natural deterioro de la mediación. Más adelante, Estados Unidos facilitaría misiles aire-aire de última generación con lo que se aseguraba la supremacía en el dominio del espacio aéreo.

La fuerza británica estaba compuesta por una masa de más de un centenar de barcos, encabezado por el portaviones Hermes, nave insignia del almirante Sandy Woodvvard, y el Invencible. Estos llevaban una veintena de aviones Sea Harrier de despegue vertical, moderna tecnología y gran aptitud tanto para el combate contra aviones enemigos como para el ataque a barcos o a fuerzas de tierra.99 Once destructores y fragatas representaban el núcleo del poder naval propiamente dicho, y con ellos navegaban transportes, barcos de abastecimiento y de desembarco, así como todo tipo de naves auxiliares. El submarino nuclear Conqueror ya estaba en el Atlántico Sur, y otros dos se dirigían hacia el mismo destino. Además se incautaron varios barcos civiles, entre ellos el Canberra y el Atlantic Conveyor utilizados como porta contenedores.100

Las fuerzas de desembarco estaban compuestas por tropas especiales -marines, comandos y paracaidistas- de sofisticado entrenamiento destinado a las tareas de la NATO. En un primer momento se había seleccionado una brigada, pero más adelante se incrementó la fuerza hasta alcanzar los varios miles de hombres. La artillería era moderna y potente, tanto en cañones como en misiles y armamento para defensa antiaérea, y se llevaba una importante fuerza de helicópteros que jugarían un papel fundamental en la lucha de fuerzas de infantería en tierra, como armas de ataque y sobre todo como medio de transporte.101

La autorización para el uso de Ascensión era vital para acortar la enorme distancia entre bases y campo de batalla, pero ésta seguía siendo enorme y era la mayor preocupación del almirante Woodvvard.102 La distancia también afectaba a los bombarderos Avro Vulcan que se utilizaron para atacar las posiciones argentinas. Sus vuelos desde Ascensión tardaban unas ocho horas sólo para la ida, y debían recibir varios abastecimientos de combustible en el aire.

El 8 de abril, el Hermes pasó la línea de las Azores, y al poco tiempo se reunía con el resto de la flota en Ascensión. A esa altura, la inteligencia norteamericana había logrado descifrar los códigos argentinos, con lo que aportaba información de primer valor a la flota.

El 16 de abril, mientras Haig discutía duramente en Buenos Aires, la flota abandonó Ascensión y comenzó su marcha hacia la zona de batalla, pero ¿ésta se limitaba a la Zona de Exclusión?103. El 20 comenzaron a desprenderse los integrantes del grupo destinado a la recuperación de las Georgias, lo que fue notado por un Boeing 707 de observación de la Fuerza Aérea Argentina que tomó contacto con la flota el 21. Al día siguiente, el grupo se encontraba a 1400 kilómetros de las Georgias. El enfrentamiento era inminente.

4. La acción diplomática

La Resolución 502

Las operaciones diplomáticas se habían iniciado en los días anteriores al desembarco. Costa Méndez tuvo conversaciones con los embajadores de la URSS y China para gestionar un veto de alguna de las dos potencias en el inevitable debate que se realizaría en el Consejo de Seguridad de la ONU. El canciller argentino había llegado al gabinete de Galtieri como el abanderado de la afirmación de las posiciones occidentalistas, afirmando en alguna oportunidad que "la Argentina no pertenece al Tercer Mundo." Esta política no se había limitado a afirmaciones retóricas, el hombre que como ministro de Onganía había propuesto en reunión de cancilleres el ataque militar contra

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Cuba, estaba absolutamente jugado a una política consistente en el desarrollo de la alianza con Estados Unidos en Centro América, incluyendo la convocatoria al TIAR para terminar con el peligro rojo en Nicaragua.

Las nuevas circunstancias lo obligaban, como al merovingio Clodoveo en la Edad Media, a adorar lo que había aborrecido y a aborrecer lo que antes había amado. El 30 de marzo, el vice canciller Ros convocó al embajador soviético a quien planteó, dentro de los disimulos diplomáticos, la esperanza argentina de la aplicación del veto. Esto sería ratificado formalmente por el propio Costa Méndez el día del desembarco, lo que repetiría poco después ante el embajador chino. De inmediato se enviaron cables cifrados a Moscú y Pekín para que las embajadas argentinas repitieran el pedido. Por el momento, no recibieron respuesta.

En Nueva York, Eduardo Roca había presentado, antes de que se supiera el desembarco argentino, una nota ante el Consejo de Seguridad, reclamando por la amenaza naval británica sobre las Georgias.104 El embajador ante las Naciones Unidas había sido informado por el mismo Galtieri del proyecto Malvinas en la entrevista en que se despidió del dictador, y a poco de llegar se había entrevistado con Jeane Kirkpatrick, todavía presidente del Consejo de Seguridad, para sondear su posición." La embajadora respondió que "vemos esto como un problema entre argentinos e ingleses y no creemos que EEUU debe intervenir."105 Además creía que los británicos no tendrían interés en llevar el tema a la ONU, para evitar el rechazo de un mayoritario espíritu anticolonialista.

El 30 de marzo, Roca recibió la noticia de Costa Méndez: "la fecha es inminente". Con esta información, volvió a sondear a Kirkpatrick el 31, y ésta mostró que seguía dando poca importancia al asunto y que lo limitaba a las Georgias. Como muestra de buena voluntad invitó a Roca a una reunión con Parsons, el representante británico ante la organización. Sin embargo, ésta se frustró cuando, en el momento de iniciarse, el inglés se disculpó porque estaba llegando en ese momento un télex importante a su embajada. Era la información sobre el inminente desembarco argentino, y Parsons corrió a presentar el tema ante el Consejo de Seguridad. La veloz acción tuvo su resultado: el Consejo encargó a su presidente, el zaireño Kamanda wa Kamanda, para que solicitara a ambos países evitar el uso de la fuerza.106 Roca, que marchaba un paso atrás de su colega inglés, sólo pudo lograr que el Consejo esperara hasta el 3 la llegada de Costa Méndez antes de votar una Resolución. Parsons no se conformó con lo logrado, y trabajó toda la noche con su equipo preparando su presentación para el día siguiente.

En Buenos Aires, Costa Méndez recibió una mala noticia: el embajador en Moscú, Ernesto de la Guardia, le informaba que el gobierno soviético se limitaba a decir que se daría toda la consideración para el caso argentino. Es decir que no había promesa de veto. En la Casa Rosada se había convocado una reunión de gabinete, a la que buena parte de los ministros llegó sin saber mucho del asunto. Un eufórico Galtieri se sumó para dar comienzo saludando con un "Buenos días, argentinos". Costa Méndez adhirió a la actitud del dictador. Según él, en la ONU las cosas no serían difíciles, y se podría contar con el veto de la URSS o China. Al salir envió una nueva comunicación a Roca: "Todo salió bien. Viajo hoy mismo."107

En Londres se había reunido el gabinete, cuando se supo de la interrupción en las transmisiones de la emisora radial de las Malvinas.

Molteni, a cargo de la representación argentina, se apuró a comunicarse con el gerente del Banco de la Nación en Londres para sacar el dinero argentino disponible. Finalmente, se pudo trasladar a Suiza la cuarta parte, unos 500 millones de dólares. A las dos de la tarde, mientras quemaba papeles importantes, recibió una citación del Foreing Office, donde se lo recibiría a las cinco. Urgentemente reclamó instrucciones a Buenos Aires, y con las pocas que recibió se trasladó para recibir la comunicación de la ruptura de relaciones. Tras algunas palabras fuertes, en las que reiteró el derecho argentino sobre las islas, se enteró que Suiza representaría los intereses británicos en la Argentina y que tenía un breve plazo para abandonar Londres.

Costa Méndez llegó a Nueva York y fue recibido por los medios con un interés que nunca había producido un representante argentino. Roca, Takacs y Quijano, éste último representante ante la OEA lo rescataron para que iniciara rápidamente sus actividades. El panorama no era alentador. El Consejo de Seguridad estaba en sesión continua y Parsons había logrado introducir el proyecto de resolución -que se aprobaría casi sin modificaciones-, y estaba cerrando las negociaciones para alcanzar los 9 votos necesarios para aprobarlo.108

Takacs trató de tranquilizar a su ministro sosteniendo que Estados Unidos se interpondría antes de que se produjera una guerra, pero Quijano, pese a que trataba de disimular su pesimismo seguía pensando que el desembarco había sido una locura. El canciller argentino debutó, casi al bajar del avión, con una alocución ante la asamblea de los No Alineados, aquellos a quienes Buenos Aires había repudiado pocos meses antes. Sobre su discurso, comentó un delegado de Uganda -justamente uno de los integrantes del Consejo de Seguridad- que "Costa Méndez era un hombre que venía a un lugar en el que no creía, a decir cosas en las que no creía, y nosotros, sus interlocutores, tampoco le creíamos."109 Sólo el representante de Panamá apoyó lo que Roca consideró una alocución desafortunada.

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Cuando poco después leyó su discurso ante el Consejo de Seguridad, su argumentación se basó en el anticolonialismo y en la apelación a la historia de los atropellos de las potencias, entre los cuales Malvinas era un ejemplo. Como había ocurrido con los No Alineados, no pudo justificar el uso de la fuerza, pese a que denunció a la amenazante actitud británica a raíz del incidente de las Georgias. La Argentina quería una solución negociada, pero en ese momento era la que ocupaba las islas y desde esa posición discutiría. Algunos países sudamericanos pidieron autorización para dar su posición pese a no integrar el Consejo. Este fue el caso de Perú, Bolivia, Paraguay y Brasil que sostuvieron la indiscutible soberanía argentina, aunque reclamaron la solución pacífica de la controversia. El delegado panameño, único apoyo incondicional de la Argentina en el Consejo intentó varias argucias leguleyas para postergar la votación, inevitablemente adversa, pero todas fueron rechazadas.

Durante el debate, Costa Méndez se entrevistó aparte con el embajador soviético, a quien pidió directamente el veto. Este se escudó en argumentos poco fuertes. "En este momento son las dos de la mañana en Moscú". Dos días después llegó la formal promesa del Kremlin de vetar cualquier iniciativa similar en el futuro, pero no habría nuevas oportunidades…

Por fin la votación dio diez sufragios favorables: Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Japón, Uganda, Togo, Zaire, Jordania y Guyana, uno en contra, Panamá, y cuatro abstenciones: España y los tres países comunistas. Después de breves considerandos la Resolución 502

1) Exige cesación de inmediato de hostilidades 2) Exige la retirada de todas las fuerzas argentinas de las Islas Falkland/Malvinas 3) Exhorta a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a que procuren una solución diplomática a sus

diferencias y que respeten plenamente los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.110

Estaba claro que se trataba de un triunfo británico y una derrota argentina, cuyas tropas eran las únicas mencionadas cuando se trataba de retirarse. No obstante, se había evitado la calificación de agresor para el gobierno de Buenos Aires, y tampoco se autorizaba expresamente a Londres para utilizar la fuerza como represalia.

Por el momento, quedaban dos frentes. La OEA, donde estaba claro que la gran mayoría de los países latinoamericanos apoyarían a la Argentina, y la eventual mediación yanqui, en la que el candidato había pasado a ser el secretario de Estado en vez de Bush.

El canciller dedicó el resto del día 4 a preparar su discurso para la OEA junto con sus colaboradores. Este se centraba en la defensa de la reivindicación sobre las islas y en manifestar la vocación negociadora de la Argentina. Al día siguiente lo leyó obteniendo un gran éxito. Sólo los representantes de Chile, por obvias razones, y Colombia, que tenía un litigio con Venezuela y no quería aprobar una acción armada que sus vecinos podrían repetir, no apoyaron abiertamente el alegato. Este insistía en la necesidad de buscar una solución honorable. Señalaba también que el mantenimiento de una situación colonial en el continente representaba una amenaza a la seguridad, e insinuó la posibilidad de que fuera necesario apelar al TIAR. Hasta el representante norteamericano se acercó a felicitarlo. Estados Unidos seguía prefiriendo la paz y para ello jugaba la posibilidad de su mediación.

En efecto, a esa altura la intervención norteamericana estaba madurando. Reagan hizo una declaración en la que mencionaba a los dos países como "aliados", sin hacer distingos, y Haig comenzaba a soñar con un éxito personal que, siguiendo los pasos de su antecesor Henry Kissinger, lo convirtiera tal vez en un nuevo premio Nobel de la Paz.

Pero el día no terminó tan bien para Costa Méndez. En una conversación con el ministro del Interior, general Saint Jean éste se mostró eufórico con el apoyo popular que estaba teniendo la empresa. Después del fenómeno de la Plaza llena, la mayoría de los dirigentes políticos habían dado su apoyo, empezando por los que integraban la Multipartidaria. El miércoles próximo asumiría Menéndez el cargo de gobernador militar de las islas y los dirigentes habían comprometido su asistencia. La noticia no era grata para el canciller, que la veía como un peligroso avance hacia la permanencia en las islas. ¿Cómo negociar, sin la posibilidad de retirarse y dejar sólo una pequeña fuerza de seguridad como había estado previsto? Su preocupación aumento cuando Galtieri lo dejó sin margen para discutir. "Los planes originales han sido modificados", le dijo.

La mediación Haig

El 2 de abril Washington no había tomado posición frente al conflicto. Pese a que su lenguaje había sido

francamente amenazante, la conversación de Reagan con Galtieri había tenido el propósito de evitar el enfrentamiento armado, que se presentaba como una peligrosa ruptura de la armonía de Occidente.

Dentro del gobierno se enfrentaron las posiciones de los "atlantistas", es decir de quienes privilegiaban la amistad con el primer aliado de la NATO, y de los "neutralistas", o sea aquellos que daban prioridad al problema

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centroamericano. El general y embajador itinerante Vernom Walters, Jeane Kirkpatrick la embajadora ante la ONU, y Tomas Enders, representaban el segundo bando, que quedó derrotado ante los amigos de Londres. Para el presidente Reagan, la supervivencia del gobierno de Margaret Thatcher dependía del resultado del problema Malvinas, y su caída resultaría una grave pérdida para los Estados Unidos. El propio Haig, que terminaría desempeñando el papel de me-diador, era un decidido crítico de la dictadura argentina, lo que se había agravado ante la desconsideración que había tenido Galtieri con Reagan en su conversación telefónica.111

El embajador británico sir Nicholas Henderson, operaba activamente ante el gobierno norteamericano, y calificaba con dureza a la Junta de Buenos Aires, integrada por "esbirros locos de poder", y "no dudó en criticar públicamente a la Kirkpatrick y a los otros funcionarios sospechados de 'simpatizar con la dictadura sudamericana'"112 lo que formaba parte de una continua presión de los ingleses sobre el gobierno de Washington para que no tuviera dudas. La dictadura fascista y su historial de atropellos -que eran puntualmente conocidos en Europa y en los Estados Unidos- eran imposibles de defender, pero los británicos fortalecían su operación sobre los primos americanos con una permanente apelación al síndrome de Suez.113

Pero, más allá de las posiciones de atlantistas y neutralistas, la prioridad para Reagan y para el gobierno norteamericano era evitar la guerra. La elección entre Margaret Thatcher su principal aliada europea y Galtieri, su cómplice en las operaciones sucias de América Central no era una situación deseable para la Casa Blanca. De todos modos, y fuera de las preferencias pro británicas de la mayoría del gobierno, no era imaginable bendecir la modalidad de la ocupación militar y el conflicto entre dos integrantes del mundo libre. Por todo esto, Washington se decidió rápidamente por intentar una mediación que asegurara sus propios objetivos.114

Costa Méndez estaba sufriendo las consecuencias del duro golpe recibido en la reunión del Consejo de Seguridad que había culminado con la Resolución 502, cuando una declaración de Charles Lichenstein, segundo de Kirkpatrick le devolvió el buen ánimo. Según el funcionario, "Estados Unidos estaba dispuesto a ofrecer sus buenos oficios para unir a las partes y buscar una solución pacífica 'a la crisis'"115 Esto se complementó con una invitación para conversar con Haig el día 5.

La entrevista no pudo ser más satisfactoria. Haig "disimuló su an-glofilia"116, y le habló de la preocupación de Reagan por el enfrentamiento de dos aliados. El gobierno de Washington estaba muy interesado en preservar la cooperación por la "seguridad hemisférica". El secretario de Estado bosquejó algunas posibilidades, como el retiro de tropas y el retorno de la flota inglesa a sus puertos, y la formación de un gobierno provisorio integrado por Canadá, Brasil y Colombia.

"¿Para que involucrar a más países? ¿Por qué no integrar una administración interna tripartita en la que, además de la Argentina y Gran Bretaña, Estados Unidos asumiera los papeles de colaborador de las partes y garante del acuerdo?"

"¡Me gusta esa idea. La compro!"117, se entusiasmó Haig. De esta manera se inició la primera mediación, encargada al secretario de Estado norteamericano. Este, cuyo

atlantismo era notorio, quiso sin embargo aprovechar la oportunidad que le daba la vida para seguir los pasos de su admirado antecesor Henry Kissinger, el de la estrategia viajera. Su tarea no se limitaría a transmitir las ideas de uno y de otro. Tenía el propósito de ganarse la confianza de ingleses y argentinos, buscando espacios que permitieran alcanzar acuerdos. Sin embargo, los problemas recién comenzaban. Si el diálogo con Costa Méndez había transcurrido de manera más que fluida, en la primera entrevista de Haig con Henderson el 6 de abril, a punto de partir hacia Londres, se encontró con una actitud fría. El secretario de Estado le dijo que si no se lograba un acuerdo satisfactorio, Galtieri caería. Henderson respondió que "el propósito de Gran Bretaña no era ayudar a Galtieri a sobrevivir."118

La diplomacia viajera

Al llegar a la capital británica el secretario de Estado encontró un ambiente entre hostil y desconfiado. El Daily

Telgraph, en el editorial mencionado más arriba (...), señalaba que según "la firme línea del señor Pym ayer en los Comunes, el retiro previo de las fuerzas argentinas será una absoluta condición británica."119 Este ambiente no se ma-nifestó especialmente en su primera entrevista con el Foreing Office, pero quedó a la vista cuando se reunió con la primera ministra, que insistió en que "Gran Bretaña no negociará sin retiro previo de tropas."120

En una reunión que duró cinco horas, Thatcher insistió en que "'el agresor' acatara el mandato que el Consejo de Seguridad había dejado explícito en la Resolución 502, la que había recibido el apoyo de las democracias, incluyendo el de Estados Unidos,"121

La delegación norteamericana, integrada por Walters y Enders, trató de ablandar a sus interlocutores. Para ellos lo prioritario era evitar el choque armado. Su preocupación era que de haber guerra, la Unión Soviética no desperdiciaría la oportunidad de ganar ventajas en Sudamérica. Por lo demás, estaba claro que Costa Méndez amagaba con la

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convocatoria al Órgano de Consulta del TIAR, lo que colocaría en una situación delicada a Washington frente a sus aliados latinoamericanos. "Thatcher" se mantenía en sus trece: Washington debía comprender que era imposible "ceder en ciertos principios: 'No se debe exhortar a Gran Bretaña a recompensar la agresión (lo que significa)... enviar al mundo entero una señal de consecuencias destructivas.'"122

Haig preparó su viaje a Buenos Aires presionado por la sensación de intransigencia que había encontrado en Londres. En consecuencia, trató de preparar el terreno, y para ello encargó una misión especial al embajador confidencial, Vernom Walters. El general tenía muchos amigos en la Argentina -y en todo el mundo- , y uno de ellos era el embajador en París, Gerardo Schamis, a quien los militares tenían por hábil analista internacional.123 Walters hizo una escala más que breve en París, e informó a Schamis que Haig estaba preocupado por la dureza de la posición de Thatcher. Además le avisó que, en caso de guerra, Reagan apoyaría en forma irrestricta a los ingleses. El embajador envió de inmediato un cable cifrado a la Cancillería para que Costa Méndez esperase advertido la llegada del secretario de Estado, quien arribó pisando los talones del mensaje. También preocupaban en Buenos Aires las últimas declaraciones de un portavoz de la primera ministra: "Washington y Londres están completamente de acuerdo sobre el problema."

Haig viajó a Buenos Aires dominado por la preocupación. La intransigencia de Thatcher había convertido a la mediación en "la misión más difícil de mi carrera."124 No imaginaba el ambiente que lo esperaba en la Argentina.

Al descender de su avión en Ezeiza, se mostró parco con los periodistas. Sin embargo señaló que "-El presidente Reagan me pidió... una solución al conflicto.... sobre la base de la Resolución 502." De esta manera trataba de presionar como lo había hecho a través de Schamis.125

Pero si Londres se había mostrado inflexible, la Junta Militar vivía su hora de mayor entusiasmo. Convencida de que contaba con un formidable apoyo popular, preparó un escenario destinado a impresionar al norteamericano. A través de los medios, y en especial por la radio privada Rivadavia, convocó a una concentración multitudinaria en la Plaza de Mayo. Con la ayuda del relator de fútbol José María Muñoz, que ya había prestado un servicio similar en 1979 con motivo de la visita de la Comisión de Derechos Humanos, apeló al entusiasmo popular para presionar a Haig en momentos en que éste visitara la Casa Rosada.126

La primera visita del secretario de Estado a Buenos Aires, que tan pobres resultados produciría, puede dividirse en varias etapas: primera entrevista entre diplomáticos, reunión protocolar con Galtieri, nuevo encuentro de trabajo con el equipo de Costa Méndez y reunión final con el dictador, ésta última interrumpida por las de éste con sus pares de la Junta Militar. Todo este ajetreo, en el lapso de una larga jornada de trabajo, la del 10 de abril.

Los militares confiaban en impresionar a su interlocutor con la manifestación reunida frente a la Casa Rosada. Galtieri pudo comprobar el éxito de la convocatoria alrededor de la una de la madrugada anterior, cuando se asomó al balcón y se encontró con las avanzadas ocupando la Plaza de Mayo. Su entusiasmo lo llevó a improvisar unas palabras. La multitud debía confiar en la firmeza del gobierno. Sin embargo, la táctica elegida para impresionar al mediador no era la más adecuada. Haijg no era un experto conocedor de la Argentina, y en general se manejaba con los prejuicios habituales de la mayoría de los norteamericanos lectores de los grandes diarios. Los argentinos eran un pueblo díscolo, con inclinaciones antidemocráticas, que habían sido cómplices del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, habían dado más tarde refugio a los más siniestros colaboradores de Hitler e interrumpían con frecuencia el funcionamiento de las instituciones mediante golpes militares que, si bien solían ser gratos a los ojos de Washington, no ayudaban a definir al país como un modelo de democracia liberal. Para colmo habían generado el incomprensible fenómeno del peronismo, esa mezcla de fascismo, con rebeldías semejantes al castrismo y con masas movilizadas por pasiones propias del temperamento latino.127 Para colmo estaba todavía fresco el recuerdo de las movilizaciones de masas de la revolución iraní del ayahtola Khomeini, y la invasión de la embajada norteamericana con el terrible calvario de los funcionarios de la legación que quedaron prisioneros de los jóvenes musulmanes, con la consiguiente humillación de la primera potencia mundial al no poder solucionarlo.

La reunión inicial con los miembros de la Cancillería argentina se realizó a media mañana, y en ella aparecieron los primeros síntomas de que la negociación no sería fácil. Más allá de que los hombres de Costa Méndez hacían una cuestión de honor el nombre de las islas, se puso de manifiesto que mientras los americanos trataban de señalar la intransigencia de Thatcher, los argentinos ponían como condición previa el reconocimiento de la soberanía nacional sobre el archipiélago.

La delegación norteamericana, que además de Haig integraban Enders y Walters, insistió en señalar que la prioridad era evitar un enfrentamiento armado, y que Argentina debía aceptar lo resuelto por el Consejo de Seguridad. "De otro modo, la guerra sería una alternativa muy real debido a la inflexibilidad de la señora Thatcher."128 Como forma de endulzar la píldora, Haig agregó que el gobierno norteamericano se sentía muy identificado con el de Buenos Aires y

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reconocía sus aportes a los intereses de Occidente mediante la victoriosa lucha contra la subversión y la colaboración en la política de "seguridad hemisférica" que se seguían en Centro América.

La Argentina estaba dispuesta a hacer concesiones a los intereses de los isleños y a compartir beneficios económicos con Gran Bretaña, pero no sería menos inflexible que la Thatcher en la cuestión de fondo. Además, ante el avance de la fuerza de tareas británica sobre el continente americano Costa Méndez amenazaba con apelar al Tratado de Río de Janeiro. Esto preocupaba mucho a los norteamericanos que se sentían cuestionados por los países de latinoamérica, especialmente cuando estos consideraban que Washington estaba tomando partido al ceder la isla Ascensión como base de la Task Forcé y aportar información satelital a los ingleses.

Ante la falta de avance de las conversaciones Haig volvió a presionar: si estalla la guerra "debo ser franco. En los Estados Unidos, la posición de apoyo a Gran Bretaña está difundida. En el mundo liberal el sentimiento se inclina abrumadoramente a favor de Gran Bretaña, y continuará así si se llega a un enfrentamiento." Al mismo tiempo, encargó a Walters que tratara de convencer a Galtieri de la necesidad de buscar un acuerdo.129

Con los pobres resultados de la reunión entre diplomáticos, Costa Méndez acompañó a Haig a entrevistarse con Galtieri. Este lo recibió con su actitud más seductora y reiterando su gran admiración por los Estados Unidos. Estaba convencido de que por ser ambos militares, era más fácil que se entendieran mutuamente.130 Mientras se desarrollaba la amable tertulia, desde la Plaza vecina llegaban los gritos de la multitud "¡Patria si, colonia no!", confirmando "la férrea voluntad que animaba a pueblo y gobierno de la Argentina"131 Arrullado por los rumores de los que poblaban la Plaza, Galtieri insistió en sostener los derechos argentinos, y en afirmar que las fuerzas armadas estaban preparadas para responder a cualquier agresión, aunque no fuera la guerra el camino deseado. Haig apeló a la condición de guerreros que el dictador acababa de mencionar para señalar que justamente los militares conocían mejor que nadie las calamidades de una guerra, pero el general majestuoso sentía que estaba demasiado cerca de la popularidad para prestar atención. Como diría pocos días después, se estaba acostumbrando a alzar un brazo ante la multitud desde el balcón, y si era necesario "alzaría los dos."132

Cuando el decepcionado secretario de Estado pidió su auto para retirarse hasta la reunión de la tarde, con poca sutileza se le señaló que sería inconveniente retirarse por tierra, y se le ofreció un helicóptero. Pese a la insistencia de Haig, el gobierno argentino no estaba dispuesto a desperdiciar lo mejor del escenario preparado, y logró que el me-diador se fuera por aire, para ver con sus ojos el espectáculo de la multitud que lo abucheaba. Por que en el momento en que el helicóptero levantó vuelo y dio una innecesaria vuelta sobre la Plaza, José María Muñoz, como si estuviera cantando el mejor de los goles, arengó a la multitud informando que el que volaba sobre ella era el mediador sos-pechoso de ayudar a la odiada Thatcher. "La voz de la muchedumbre se alzó en un solo rugido. La escena impresionó vivamente a Haig, quien murmuró algunas palabras referidas a Irán y quedó unos instantes pensativo."133 Galtieri, en cambio, salió al balcón acompañado por Iglesias y Saint Jean -Costa Méndez eludió elegantemente la invitación- y se dejó llevar por el clima: "Si quieren venir, que vengan", exclamó. "Les presentaremos batalla."

La Plaza eufórica conmovió, entre otros, a un nacionalista Mariano Grondona, quien escribió el siguiente artículo que se publicó pocos días después, con su seudónimo de esos años.

Debe germinar la semilla del 10 de abril

La vertiginosa evolución política que ha experimentado la Argentina a partir del 2 de abril es un tema en sí mismo,

menos dramático, pero más profundo y duradero que el conflicto que le dio origen.

...El 30 de marzo, la Plaza de Mayo fue escenario de un acto frustrado de la CGT, entre corridas y represión policial; entonces se vieron con claridad no sólo el aislamiento político del Gobierno Militar... sino también la división y el decaimiento de los argentinos.

... Esa misma Plaza se llenaba el 10 de abril, sin embargo, por una convocatoria privada para vivar a la Argentina. El presidente aparecía en ella rodeado por una multitud de las mayores que hemos tenido. El entusiasmo, la determinación, el patriotismo eran contagiosos. Las banderías habían desaparecido.

¿Puede un país cambiar hasta ese punto en once días?

Sí, puede hacerlo.

Lo que fue el producto de una decisión internacional, empero, ha de ser comprendido y aceptado por los sectores dirigentes si es que el estado de ánimo del 10 de abril, y no del 30 de marzo, ha de presidir la Argentina del futuro.

1) Miremos hacia atrás en dirección de las siete banderas

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Miremos hacia atrás, en dirección de las banderas que quisieron izarse durante los últimos años. La bandera del sufragio (radicalismo). La bandera de la justicia social (peronismo). La bandera de la libertad (Revolución Libertadora). La bandera del desarrollo económico (Frondizi). La bandera del orden (Onganía). La bandera de la liberación (FREJUL1). La bandera liberal (de Martínez de Hoz a Alemann).

Cada una de esas banderas tuvo entusiastas seguidores. Algunas de ellas llenaron la Plaza -Perón, Lonardi ...Ninguna, sin embargo, llenó la Plaza como las Malvinas lo hicieron el 10 de abril. ...En las jornadas de Perón, en la jornada de Lonardi, "parte" del pueblo... se reunía para vivar a su jefe en pos de consignas que la otra parte, rechazaba en silencio desde la derrota.

...El 10 de abril, en cambio, "todo" el pueblo estuvo representado en la Plaza "pese" a que buena parte de él no se sentía representada por el gobierno militar. Lo que vimos el 10 de abril no fue un acto partidista sino un acto nacional.

La Argentina es por encima de todo una Nación. El argumento de nuestro tiempo es que la Argentina se debate hoy entre dos destinos: ser un país irrelevante, con

su espacio mutilado por una sucesión de derrotas diplomáticas o militares, o ponerse en camino para llegar a ser un país verdaderamente significativo en su región y en el mundo. Este es el tema...

Desde esta luz, que las tasas de interés sean libres o no, que la desestatización llegue a éste o aquel porcentaje, es secundario. Discutámoslo por lo que es. Secundario. Lo primario es afirmar a la Nación para que sea. Sólo así germinará la semilla del 10 de abril.

Guicciardini

El Cronista Comercial, 14 de abril de 1982 Las conversaciones de la tarde y la noche no superaron el estancamiento. Los argentinos exigían, como primera

medida, el retiro de la task force, mientras que los norteamericanos sabían que esto no ocurriría sin un previo retiro de las tropas argentinas.

Con respecto a la administración provisoria que eventualmente reemplazaría al gobierno militar en las islas, también había discrepancias. Costa Méndez sostenía que las tropas argentinas podían ser reemplazadas por una pequeña fuerza de seguridad -policías o gendarmes-, pero el gobierno seguiría a cargo de Menéndez, con el acompañamiento de un comisionado inglés y un veedor norteamericano. Además, habría un reconocimiento explícito de la soberanía argentina, que se haría efectiva al fin de las tratativas en un plazo relativamente corto. Haig sabía que eso era inaceptable para Londres. El proponía en cambio una autoridad interina integrada por Canadá, Brasil y Colombia, y sin establecer a priori el tema de la soberanía.134

Hacia el anochecer, y ante la evidencia de que se estaban empantanando, el secretario de Estado solicitó una nueva entrevista con Galtieri, ya que no tenía sentido que volviera a Londres con las manos vacías. El dictador se mostró preocupado "frente a un posible brote 'antinorteamericano' en la opinión pública argentina, memorando el inevitable antecedente de la década del '40, graficado por la frase 'Braden o Perón.'"135 También aprovechó para reprochar la información satelital que, según se había comprobado, daban los yanquis a la task force.

Haig insistió en que si Margaret Thatcher aceptaba los puntos más conflictivos de la posición argentina, se suicidaría políticamente, "algo que Occidente no puede aceptar." Galtieri pareció a punto de aflojar, pero dijo que necesitaba consultar con la Junta Militar, lo que produjo una nueva pausa en la negociación.

En la reunión de los comandantes, el dictador se encontró en el medio de dos posiciones. Estaba convencido de que había que hacer concesiones, pero lo aterraba el seguro derrumbe de su reciente popularidad que seguiría a éstas. Anaya, como siempre, se mostraba intransigente en base a una interpretación voluntarista de la política internacional. "La flota británica no llegaría al Atlántico Sur. Reagan sencillamente no podía darse el lujo de abandonar a un país como la Argentina, mientras la Unión Soviética golpeaba otra vez a la puerta centroamericana del hemisferio."136 Lami Dozo, en cambio, se inclinaba por la negociación. Por fin se acordó negociar, pero designando a un comité militar tripartito que acompañaría a Costa Méndez.137

El documento que se presentó en definitiva -Bases para la negociación que serán entregadas al señor Haig138- incluía la eliminación inmediata de la Zona de Exclusión y de las sanciones económicas que se aplicaban contra Buenos Aires, al mismo tiempo que volvía a amenazar con recurrir al TIAR. Naturalmente, no se llegó a nada.

A la mañana siguiente, Haig volvió a viajar a Londres. Previamente -era domingo- el mediador que era católico, asistió a misa en el Santísimo Sacramento, donde se abrazó efusivamente con el ex ministro Martínez de Hoz.

Inflexibilidad y desconfianza

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Durante su regreso a Londres, Haig leyó en el avión la última propuesta que le había alcanzado Costa Méndez en el

estribo. La lectura no lo hizo feliz. La Argentina aceptaba que no se hablara de soberanía, pero exigía nombrar al gobernador y mantener la bandera en la isla durante el tiempo de negociaciones. Era muy difícil que los ingleses lo considerasen.

La etapa que corrió desde el 11 hasta fines de abril, fue todavía más dura que la anterior y resultó la agonía del proceso de mediación. La firmeza del gobierno de Thatcher se puso de manifiesto desde el momento de la llegada de Haig al aeropuerto londinense: nadie lo había ido a recibir. El entusiasmo de la opinión pública, que alcanzaba un 83% de aprobación de la política belicista, fortalecía la posición de la primera ministra. Para ésta, la retirada argentina de las islas era la condición para iniciar cualquier clase de conversaciones.139

Dentro del gabinete, el nuevo canciller Sir Francys Pym era el más preocupado por la posibilidad de llegar a la guerra, y por eso se mostró como el mejor dispuesto a apuntalar la mediación. Durante el par de días en que el secretario de Estado permaneció en la capital británica, lo que prevaleció fue la inflexibilidad de Thatcher, que era en definitiva la que decidía.140 Esta rechazaba cualquier posibilidad de aceptar una fecha tope para terminar la negociación e insistía en la defensa de los "deseos" de los isleños.

En cada pausa de su negociación con los británicos, Haig se comunicaba telefónicamente con Costa Méndez. En estas conversaciones, el canciller argentino iba perdiendo la confianza en el mediador. Este se encontraba cada vez más embretado entre la dureza de la posición de Londres y las exigencias que recibía desde Buenos Aires. Costa Méndez mostraba disposición a hacer concesiones que se centraban en la atención por los intereses y los derechos de los kelpers, ya que no de los deseos de éstos, pero cuando Haig creía llegar a una posición más o menos aceptable para los ingleses, aparecía algún exabrupto que lo echaba todo a perder, como cuando Anaya planteó que sólo podría hablarse de que Argentina retirara las tropas, una vez que Inglaterra se comprometiera a un reconocimiento a término de la soberanía.

El 13, un decepcionado Haig emprendió el regreso a Washington. A esa altura, daba por muerta su gestión mediadora, y consideraba que no valía la pena volver a Buenos Aires.141 Sin embargo, en la capital norteamericana se encontró con que Reagan seguía empeñado en la mediación, y junto con el Consejo de Seguridad Nacional habían ela-borado una nueva propuesta para que Haig llevara a Buenos Aires:

a. En los próximos 15 días, la Argentina retiraría sus tropas y la flota inglesa detendría su avance y se mantendría a una distancia de no menos de 1000 millas náuticas del archipiélago.

b. Durante el período de transición, que duraría hasta el 31 de diciembre, flamearían las tres banderas (incluida la norteamericana).

c. Se levantarían la zona de exclusión y las sanciones económicas. d. Hasta el 31 de diciembre se realizaría una negociación directa de las partes con asistencia norteamericana. e. Se consultaría la opinión de los isleños, posiblemente mediante un referéndum.

El proyecto debía presentarse junto a una importante dosis de presión sobre Londres y Buenos Aires para obligarlos a aceptar. Sin embargo, pese al optimismo de Reagan, era de suponer que los ingleses no aceptarían la fecha del 31 de diciembre, y los argentinos rechazarían el referéndum en las islas.

En la capital argentina, la Junta empezaba a soportar un nuevo problema. Los mandos, sobre todo los del Ejército, veían con preocupación el avance de la flota, y no querían de ninguna manera llegar a una guerra.142 Además, su posición estrictamente occidentalista los hacía ver con gran preocupación que las inesperadas circunstancias los arrojaban en brazos de Moscú.

Ante estas presiones, Galtieri tomó la iniciativa de una nueva conversación telefónica con Reagan, quien naturalmente no vaciló en atenderlo, el día 15. El dictador trató de poner de manifiesto la buena disposición argentina. Había que buscar su acuerdo dentro de lo establecido en la Resolución 502, pero debía detenerse el avance de la flota.

Reagan insistió en la necesidad de asegurar una solución pacífica "entre dos naciones amigas nuestras." Haig era su representante personal y su palabra era la del presidente. Una guerra sólo beneficiaría a la URSS.

Galtieri insistió en recordar que el pueblo de los Estados Unidos había sido el pionero en la lucha contra el colonialismo.143

Pese a las buenas intenciones, la nueva ronda de Haig en Buenos Aires -adonde había llegado el 16- estuvo infectada por la creciente desconfianza de los argentinos hacia su visitante. Esta fue alimentada por dos hechos. La publicación de inoportunas declaraciones del secretario de Defensa y el pedido de visas uruguayas por el personal de la embajada norteamericana en Buenos Aires.

Caspar Weinberger, un anglófilo apasionado según Fredmann y Gamba 144, estaba seriamente preocupado por lo que consideraba una posibilidad cierta de que el ataque británico terminara en un fracaso. Para él, y para todo el gobierno, esto significaría un desastre para los intereses de los Estados Unidos, además de quedar como un pésimo antecedente un

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triunfo de un país -la Argentina- que había utilizado la fuerza para resolver un conflicto. Esto exigía, para el secretario de defensa, la imperiosa ayuda norteamericana.

A la publicación de sus declaraciones se sumaron las noticias de la cesión del uso de la base de Ascensión y las versiones -ciertas, en realidad- de aprovisionamiento de combustible, abastecimientos y armas a la flota. Haig quedó descolocado ante las protestas argentinas, y optó por decir que lo que declaraba Weinberger no era trascendente.145 Costa Méndez puso en duda la insignificancia del secretario de Defensa y agregó: "tenemos una fuerte presión de la opinión pública y de mucha gente del gobierno" para exigir la aplicación del TIAR ante el avance de la flota. A lo que Haig respondió: "yo no puedo detener a la flota".

Por otra parte, el personal de la embajada norteamericana en Buenos Aires había solicitado visas para entrar en el Uruguay. Galtieri se lo echó en cara a Haig, diciendo que era un gesto "inamistoso". Para el aludido, la defensa del tema era muy difícil. Sobre todo cuando en realidad había sido una idea suya, después de haber presenciado la Plaza de Mayo desde el aire, llena de vociferantes mujaidines argentinos, que le recordaban el calvario de los diplomáticos en Teherán.

En sus conversaciones con los argentinos, Haig centró su argumentación en su propia creencia de que las Malvinas a la larga serían inevitablemente argentinas.

El fin de semana del 16 y 17 siguieron las discusiones sin que se avanzara materialmente. La que sí avanzaba era la flota británica. Entre los argentinos empezó a fortalecerse la idea de que Haig estaba trabajando para el enemigo y que trataba de entretenerlos para dar tiempo a la task force de colocarse en posición de combate.

A la noche del domingo Haig trató de convencer a sus interlocutores de que a la larga tendrán la soberanía, porque en realidad los ingleses no tenían verdadero interés en las Malvinas, y que si se superaba la crisis, terminarían por retirarlas de lista de territorios no autónomos, por lo que inevitablemente llegarían a ser argentinas.146

Para la Junta Militar, el planteo era ambiguo y no terminaban de creer que a Gran Bretaña no le interesara la soberanía. A esa altura, había crecido la convicción de que el mediador trabajaba para entretenerlos, mientras llegaba la task force.

Las últimas discusiones fueron cada vez más duras. Anaya se enfrentó duramente con Haig: "Los argentinos estamos tan decididos como la señora Thatcher. Tenemos nuestro coraje y nuestra sangre para ofrecer... Yo mismo tengo un hijo entre los combatientes y como padre, le puedo asegurar que sería un honor que ofrendase su vida enfrentando al agresor colonial."

Haig le contestó: "Lo comprendo, almirante. Pero también se que usted puede afirmar eso porque nunca ha tenido la experiencia de ver regresar los cadáveres del frente enfundados en bolsas de plástico."147

El domingo se volvieron a reunir, a las 21,30, Galtieri y Haig. El dictador trataba de llegar a sus últimas concesiones, pero sintió que el mediador lo acosaba con amenazas y casi perdió el control: "Vea, señor Haig. Usted es como yo, un general, y sabe cual es la primera obligación de un general al que lo cercan: la de romper ese cerco. Yo le pido por favor que no me acorrale, porque ya estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para romper ese cerco."148 La amenaza de aliarse con la URSS se estaba consolidando en la cabeza de Galtieri.

En sus conversaciones con Costa Méndez, a quien en su correspondencia llamaba "dear Nicanor", Haig trataba de convencer a los argentinos que Inglaterra -y Estados Unidos- no podía aceptar una solución que significara un premio para la utilización de la fuerza, como lo habían hecho los argentinos. El canciller le respondió "que nadie puede disputarle a Gran Bretaña el título de campeón mundial en la conquista de territorios por la fuerza.", y buscando ejemplos de situaciones similares recordó que la "India ocupó Goa, hubo críticas, pero se aceptó la situación."149

Cuando Haig se disponía a partir, aunque con pocas esperanzas de que la mediación avanzara, recibió -nuevamente al subir al avión- la última exigencia surgida de la Junta. A la fórmula aun no consensuada había que agregarle una cláusula que decía: "A partir del 31 de diciembre de 1982, y hasta tanto entre en vigencia el acuerdo sobre el status definitivo, la jefatura del gobierno y de la administración será ejercida por un funcionario designado por el gobierno argentino."150 Un escandalizado funcionario de la cancillería bautizó "la cláusula loca" al agregado. Costa Méndez dijo más adelante: "Decidimos insertarla para negociar luego. Creo que cometimos un error." Haig voló a Washington, donde se entrevistaría con Pym. Este llevaba las máximas concesiones que Londres estaba dispuesto a admitir: mantener otras banderas junto a la inglesa en las islas, hablar de soberanía después del retiro de las tropas argentinas, no establecer plazo alguno para las conversaciones y considerar la opinión local. La mediación estaba muerta. Al día siguiente, un Boeing 707 de observación detectaba a la flota inglesa que había dejado atrás Ascensión. También notó que una parte se separaba para dirigirse a las Georgias, que serían atacadas el 25.

La Argentina apela al TIAR

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El fin de la mediación estaba a la vista. Las conversaciones entre Haig y Pym en Washington se parecían cada vez menos a una parte de la negociación tripartita y cada vez más al diálogo de dos aliados. El 22, Raúl Quijano, embajador argentino ante la OEA denunció la cercanía de la flota inglesa que estaba a 145 millas náuticas de la zona de seguridad del Tratado de 1948. En la OEA se realizaba la sesión preparatoria del próximo encuentro de cancilleres, y la Argentina la aprovechó para anticipar sus próximos movimientos. La preocupación de los gobiernos sudamericanos crecía y se expresaba en los movimientos del presidente peruano, Fernando Belaunde Terry, quién declaraba que era de "extrema urgencia" evitar una guerra "entre Gran Bretaña y Argentina (que) comprometería a Iberoamérica." Al mismo tiempo, Herrera Campins, presidente de Venezuela, se pronunció contra el colonialismo y por la solidaridad hispanoamericana, por lo que "ha estado al lado del pueblo argentino en su justa defensa de una posición que desde hace mucho tiempo consideramos legítima."

El 25 se produjo el ataque británico a las fuerzas que estaban en las Georgias. Costa Méndez, que acababa de llegar a Nueva York se enteró al aterrizar el avión por boca de su amigo el embajador Roca que suplió así la incalificable negligencia del gobierno de Buenos Aires que omitió avisarle por medio de la radio de la aeronave. Al descender declaró que consideraba terminada la negociación con el Reino Unido, aunque, curiosamente, no dio por finalizada la mediación de Haig. El canciller argentino había viajado para participar en la inminente reunión del TIAR, que se efectuó el 26 bajo la presidencia del canciller uruguayo.151 Durante la reunión de los 21 países que lo integraban, los cancilleres brasileño, peruano, panameño y venezolano se expresaron en total apoyo a la Argentina. Costa Méndez fue enérgico con sus palabras: "Basta recorrer un poco la historia de este y del pasado siglo para advertir la identidad de esta agresión (la que se había producido contra las Georgias) con las de otras protagonizadas por invasiones y los dos bloqueos sufridos por la joven Argentina, el cañoneo contra Venezuela, la agresión a Suez, la opresión de medio continente africano y de gran parte de Asia, para comprobar qué es Gran Bretaña, como se conduce ... (Los argentinos) no hemos atentado contra el orden y el derecho internacional; lo hemos hecho contra una forma peculiar de orden destinado a preservar una visión oligárquica del sistema internacional ... Los pueblos del hemisferio han respondido positivamente, con la celeridad que los acontecimientos exigían, a esta urgente convocatoria de mi gobierno para que se reúna en esta sede el órgano de consulta del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca."152 La ovación empezó cuando el canciller nicaragüense, el padre Miguel D'Escotto, aplaudió de pié al ministro argentino, arrastrando el aplauso de sus colegas, con la natural excepción de Haig. Sin embargo, ese apoyo -que fue unánime entre los latinoamericanos a la hora de votar el repudio a la expedición inglesa- no establecía ninguna medida realmente coerciti-va contra el invasor.

El secretario de Estado respondió en la línea de sostener su neutralidad, insistiendo en la necesidad de cumplir con la resolución 502. "En un ámbito donde los aplausos no se mezquinan, casi se entregan por cortesía, lo de Haig fue un fiasco", citan los autores de Malvinas. La trama secreta a un diplomático desconocido.153 Nadie aplaudió su discurso.

Fuera de la OEA, Argentina recibió ese día apoyos del embajador soviético en Buenos Aires, que dijo que la "tentativa de restablecer el status colonial... (era) decididamente inadmisible." También el gobierno de La Habana se pronunció en apoyo de los derechos nacionales.

El 27 se reanudó la reunión en Nueva York. Costa Méndez reclamó una resolución inmediata contra la inminente invasión británica a las Malvinas. Esta se aprobó en la madrugada del 28 con el apoyo de diecisiete votos contra las abstenciones de Estados Unidos, Chile, Colombia y Trinidad-Tobago.154

Al mismo tiempo, los norteamericanos realizaron un nuevo intento de acercamiento para evitar la inminente iniciación de hostilidades. Costa Méndez no tenía muchas ganas de volver a entrevistarse con Haig, pero una operación múltiple -el embajador yanqui en la OEA entrevistó a Quijano y Shlaudemann lo hizo en Buenos Aires con Galtieri— logró superar el obstáculo. El secretario de Estado le propuso una nueva alternativa que sería entregada al mismo tiempo en Buenos Aires y en Londres, ya que las cosas no estaban como para continuar con la diplomacia viajera de Haig. Estos esfuerzos contaban con la buena voluntad de Pym, que contra la opinión de Thatcher no quería llegar a la guerra.155

La nueva propuesta, conocida como Haig II surgía de la certeza de que el ataque británico se produciría en cualquier momento, pero no definía el futuro de las islas y consideraba los "deseos e intereses" de los habitantes. No tuvo suerte. En su respuesta, el gobierno argentino insistió en rechazarla tal como estaba redactada. El gobierno inglés, convencido de que Buenos Aires lo rechazaría, esperó para informar su posición. Haig quien comunicó a la prensa que los Estados Unidos se retiraban de la mediación. El 30, que apoyarían a Gran Bretaña.

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CITAS

1 El proyecto OTAS había existido desde los tiempos de la Revolución Libertadora en las mentes calenturientas de los militares, y sobre todo de los marinos, argentinos. Sin embargo, los inconvenientes habían sido muchos, desde la permanente oposición interna de los sectores nacionalistas, y aún de muchos occidentalistas prudentes, hasta la resistencia de Brasil a entrar en semejantes compromisos. Además, la tercera pata de la Alianza sería la república Sudafricana, sometida a un aislamiento internacional debido a su política del appartheid, lo que la convertía en un aliado indeseable.

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2 Argentine Policy In The Falkland War, pág. 23 (Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Malvinas. La trama secreta, pág. 26).

3 Ibídem, pág. 27.

4 En otra parte hemos desarrollado la teoría de la energía que emana del sillón presidencial y transforma a quienes han sido puestos en él para cuidarlo para otro; por ejemplo Juárez Celman con Roca u Ortiz con Justo. En el caso de Galtieri la ley física es otra. La energía operó sobre el que ocupaba el comando en jefe del Ejército, que era la fuente de poder para la presidencia. Por otra parte, debemos confesar que no tenemos pruebas de la veracidad de la propuesta de los marinos, pero siguiendo a don Arturo Jauretche opinamos que se non e vero e ben trovato.

5 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van del Kooy, Eduardo, Malvinas. La trama secreta, pág. 31.

6 El lugar desde donde Perón fue anoticiándose de los acontecimientos que, el 17 de octubre de 1945, lo ponían en el centro de la política nacional fue el mismo en que Viola comenzó a despedirse del escenario.

7 Entre las precauciones que tomó Galtieri estuvo la de conocer la opinión -y la posible actitud- de Videla, y lo invitó a una entrevista en el Comando en Jefe. El ex dictador fue coherente con sus conductas habituales y no dijo una palabra a favor de su amigo en desgracia.

8 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van del Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 33.

9 Pese a que la soberanía británica no representaba beneficios para ellos que eran considerados súbditos de segunda categoría.

10 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van del Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 45.

11 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Señales de guerra, pág. 33.

12 El término, tomado del nombre de ciertos moluscos, era una muestra del trato despreciable que los habitantes merecían para los británicos europeos. Con respecto a la relación empresaria del caballero de hierro con el archipiélago, no creemos que haya sido la razón principal de la violenta reacción de la dama ante el desembarco argentino de 1982.

13 Revista Estrategia N° 71/72, pág. 28.

14 El interés que ambos gobiernos tenían por normalizar las relaciones se puso de manifiesto cuando ocurrió el incidente de Thule del Sur, que, en otro momento, pudo terminar con un conflicto de envergadura. El gobierno de Videla estableció a fines de 1976 una base científica en la isla Thule del Sur, en el archipiélago de las Sandwich. El 20 de diciembre, en una visita de las que hacía habitual mente el buque antártico HMS Endurance se sorprendió con la presencia de los argentinos y lo comunicó a Londres. El 5 de enero, el Foreing Office reclamó a la cancillería argentina. Esta respondió que se trataba de una base científica "en jurisdicción de la soberanía argentina." Como se dejó la impresión de que no se trataba de una base permanente, los ingleses dieron prioridad a su interés por restablecer las relaciones con Buenos Aires y silenciaron la cuestión. Como Buenos Aires tampoco estaba interesada en agrandar el incidente, las cosas quedaron ahí.

15 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 45.

16 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 47.

17 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 47.

18 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 50.

19 Cardozo, Kirshbaum y van der Kooy, Malvinas. Ob. Cit. pág. 18.

20 Ibídem.

21 Ibídem.

22 Escribirlo a máquina suponía poner en alerta a un dactilógrafo o, en el caso de que el almirante usara sus propios dedos, podían quedar huellas delatoras en el rodillo.

23 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 36.

24 Ibídem, pág. 46.

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25 La iniciativa había sido de Anaya quien, el 6 de enero en medio de una creciente euforia belicista de la Junta propuso al almirante. No era cuestión de seguir manejando las relaciones con Londres con los blandengues de la Cancillería cuando se acercaba la hora de las armas.

26 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 44.

27 En realidad, el comandante de la Fuerza Aérea, brigadier Basilio Lami Dozo, se había enterado de los planes de invadir Malvinas -ya sin posibilidades de oponerse- cuando sus pares lo pusieron al tanto a fines de diciembre de 1981.

28 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 49.

29 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 60 y siguientes.

30 La imprudencia de los militares, acompañados por Costa Méndez, podía producir también el efecto de alertar a los ingleses sobre lo que se estaba planeando, y que éstos reforzaran las defensas de las islas y liquidaran el efecto sorpresa.

31 A quien le llamó la atención la capacidad de consumo de whisky del todavía Comandante en Jefe.

32 Verbitsky, Horacio, Malvinas, pág. 96.

33 Pinochet Ugarte, Augusto, Geopolítica de Chile.

34 Curiosamente, el periodista Jesús Iglesias Rouco publicó en La Prensa una serie de notas referidas al tema Malvinas en la que se traslucía la política de recuperación armada. El comentarista solía ser un hombre informado y se lo sospechaba vinculado a los servicios de informaciones militares.

35 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 64.

36 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 57. Estas palabras también estaban dirigidas, según entienden los autores, al Encargado de Negocios argentino, Atilio Molteni, que estaba observando el debate.

37 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 65.

38 Ibídem, pág. 56.

39 Esta información no reflejaba la realidad. Es que los agentes británicos, por la escasa importancia que Londres daba a la América del Sur, o por razones presupuestarias, no se manejaban con las técnicas de James Bond o de George Smiley, si no con la simple lectura de los diarios porteños que, como sabemos, no aportaban una información muy confiable.

40 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 65.

41 El documento ad hoc que por los acuerdos de 1971 debían utilizar los argentinos que visitaran las islas.

42 Esta decisión, sin embargo, no impidió como veremos que los marinos se infiltraran en la expedición de Davidoff. ¿Fingía Anaya ante sus pares, o sus subordinados actuaban por su propia cuenta?

43 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit. señalan que "...es probable que (al capitán) le pareciese desagradable la idea de detenerse oficialmente en Grytviken cuando el territorio era materia de disputa." Pág. 81. De ser así, estaríamos ante una conducta infantil del marino. Más se parece a una provocación.

44 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág 82.

45 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág 88.

46 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 81.

47 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 82.

48 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág 87.

49 "Las actitudes hostiles a la Argentina en la capital del archipiélago no constituyeron un hecho grave -mucho menos novedoso- en sí mismo. Anteriormente se habían registrado algunos gestos de animosidad contra los empleados de LADE, Gas del Estado e YPF que trabajaban allí, sin que trascendieran. Pero el cuadro político en el que se inscribieron era totalmente distinto... y el Canciller protestó formalmente por los incidentes." Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 82. Del mismo tema se ocupa el brigadier Bloomer Reeve en la revista Hechos e

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Ideas, Bs, As., 1988, pág. 96, cuando dice que ante los avances argentinos producidos como consecuencia de los acuerdos de 1970, los kelpers anti argentinos incrementaron "su presión sobre el gobierno del Sr. Lewis quien no obstante trata de mantener un equilibrio. Esta situación cambia con la acreditación del nuevo gobernador... French, que en la práctica se subordinó a los intereses y dictámenes de UKFIDC (Comité para la defensa de las Islas Malvinas británicas). Fruto de esta ocasional tirantez, entre 1974 y 1976 se sucedieron 21 atentados contra la propiedad argentina y contra los empleados, amigos y simpatizantes de nuestro empeño. Algunos de estos hechos vandálicos fueron insignificantes y aun cómicos, pero otros, en especial los que se orientaron a los medios técnicos y vehículos, pudieron haber tenido consecuencias serias." El autor, siendo vicecomodoro, había sido delegado de la cancillería argentina en las Malvinas entre 1972 y 1973.

50 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 83.

51 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 83.

52 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 92.

53 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 101.

54 Ibídem, pág. 102.

55 Revista Estrategia N° 71/72, pág. 19.

56 Que en el caso del general majestuoso pasaba, además, por la vanidad personal.

57 Algunos memoriosos aplicaban a su análisis el antecedente de la actitud de Washington en Suez, durante la crisis de 1956. Sin embargo, si de algo guardaban los ingleses un triste recuerdo, era de Suez, y estaban dispuestos a exigir a sus hermanos americanos que no repitieran la conducta de entonces.

58 Cuando el dictador le hizo esta afirmación, Vernon Walters dice haberle contestado: "Señor presidente, 'esa mujer' ha permitido que una serie de huelguistas de hambre, que comparten con ella el mismo origen étnico básico, se mueran de inanición, sin que se le moviera una pestaña. En su lugar, yo no contaría con esto." (Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág 199).

59 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 88.

60 Ibídem.

61Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 106 Casi inmediatamente se ordenó enviar un segundo submarino.

62 Lord Carrington informó en un reportaje televisivo, poco después de su renuncia que "desde unos días antes del 2 de abril, había sido informado por los servicios norteamericanos de la probable actitud argentina" Revista Estrategia N° 71/72, pág. 34.

63 Ibídem.

64 Embajador argentino en Washington.

65 Los diplomáticos de carrera que prestaban servicios durante los años del Proceso debían extremar sus condiciones profesionales para manejarse con los uniformados, aún con los que formalmente eran sus subordinados. Generalmente, en cada conversación se sentían como el alumno mediocre frente a un severo tribunal examinador. Además, la información llegaba a las embajadas por dos vías, y la que utilizaban los militares siempre era más exacta.

66 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit, pág. 97.

67 Señala Balza que algunas unidades de las que combatieron en Malvinas se componían de conscriptos con apenas 45 días de instrucción. Dejo constancia, pág. 73.

68 El almirante SW, Los cien días, pág. 15, señala hasta que punto se consideró inviable la recuperación británica de las islas. El atribuye fundamentalmente a la firmeza de Margaret Thatcher -y a los intereses del Almirantazgo- la decisión de enviar a la Task Force. Contra ella se habían pronunciado: "a) La Marina de los Estados Unidos, que consideraba la reconquista de las Falkland como una imposibilidad militar. b) El Ministerio de Defensa..., que en general consideraba toda la idea como algo demasiado arriesgado.

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c) El Ejército, que pensaba que la guerra no era aconsejable debido a la carencia de una 'adecuada' ventaja en los números de fuerzas de tierra. d) La RAF se inclinaba a estar de acuerdo al ver que no había demasiadas oportunidades de participar debido a las largas distancias y a la ausencia de posibilidades de que una fuerza naval sobreviviera frente a una fuerza aérea. e) El secretario de Estado de Defensa, señor (ahora Sir) John Nott, ya que el éxito habría echado por tierra la revista de defensa de 1981."

69 Verbitsky, 247. Tomado de revista Gente del 31 de marzo de 1983.

70 En Puerto Stanley también había nueve marineros del Endurance, que se habían quedado para dejar espacio en el barco a los marines llevados a las Georgias.

71 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 142.

72 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 106.

73 El periodista Héctor Ricardo García, propietario del medio, había estado involucrado o al menos informado de los aterrizajes en las islas del grupo conducido por el piloto solitario Fitzgerald en 1964 y, dos años más tarde, por el grupo del MNA encabezado por Dardo Cabo. Desde entonces Crónica había sido un frecuente vocero de la reivindicación. Sus titulares agresivos y burlescos respecto de los piratas ingleses eran frecuentes/en lo que llevaba ventaja sobre los demás medios, que en general jamás se habían ocupado del tema.

74 Clarín, 2 de abril de 1982.

75 Bitel en La Nación, 2 de abril de 1982.

76 Oscar Alende en Clarín, 2 de abril de 1982.

77 Generaciones de alumnos habían aprendido desde al escuela primaria que las Malvinas eran nuestras y que los ingleses las habían usurpado. Esta educación nacionalista había sobrevivido a través de los diversos gobiernos, como lo señala su crítico Carlos Escudé, quien tras realizar algunos importantes aportes al conocimiento de nuestra historia internacional, fue expulsado de la cancillería en la época en que Guido Di Telia practicaba las relaciones carnales con los Estados Unidos, repitiendo el caso del personaje de Les Luthiers "Yogurtu Ngee", cuya piel era tan oscura que en su aldea africana lo llamaban El Negro.

78 ¿Acaso no lo había logrado Perón en 1946?

79 Se estima que asistieron unas 20.000 personas.

80 Voluntarios en los que la manea era la necesidad de conservar el trabajo.

81 En conversaciones con Eduardo Aliverti, poco después de su caída, Galtieri le dijo que si todo hubiera salido como estaba planeado, (su idea) era convocar a elecciones en forma gradual: Parlamento y Presidencia de la Nación" Agregó que pensaba postularse y tenía "la certeza de ganar ampliamente". Los nombres de la derrota pág. 18.

82 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 124.

83 En un reportaje que le hizo el historiador Felipe Pina, para la revista Tres puntos, en diciembre de 2002, Raúl Alfonsín se definió como "el único argentino" que no aprobó la acción de Malvinas.

84 No sólo los dirigentes políticos tomaron este tipo de actitudes. En La Habana, Mario Firmenich declaró que "los Montoneros argentinos acudirán a la Plaza de Mayo de Buenos Aires para defender las Malvinas de la agresión inglesa." Para el jefe de los restos de la organización guerrillera, la recuperación era obra "de las Fuerzas Armadas de la dictadura pero, de cualquier modo, constituye una auténtica reivindicación nacional." La Nación, 10 de abril de 1982.

85 El nuevo nombre, una creación del gobierno militar, prevaleció sobre la restauración del nombre que llevaba en el momento de la usurpación: Puerto Soledad. Tampoco prosperó el nombre, más nacionalista y popular, de Puerto Rivero, en homenaje al legendario gaucho que resistió a la ocupación británica. Para el gobierno, no dejaba de ser un guerrillero irregular. Hubo algunas otras medidas simbólicas, como la de sacar de su emplazamiento el monumento a Canning, en Retiro, pero en este caso no se procedió como suelen hacerlo los chilenos cuando se enojan con los argentinos y arrojan el monumento a Sarmiento a las aguas del Mapocho. Como no se hundió en el más profundo Río de la Plata, el monumento terminó por volver a su lugar cuando regresó, años después, la amistad con el Reino Unido.

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Un grupo de tres o cuatro decenas encabezados por el veterano militante de Forja y del peronismo Darío Alessandro, reestableció el nombre de Scalabrini Ortiz a la avenida de la Capital Federal a la que el Proceso había devuelto el de Canning. Los manifestantes se concentraron en la esquina de la avenida Santa Fe, y cubrieron las chapas con el nombre del canciller imperial por letreros que recordaban al autor de Política británica en el Río de la Plata. El gobierno dejó las cosas así.

86 Curiosamente no ocurrió lo mismo con el general Roberto Viola. Tal vez sus delicadas coronarias hacían inconveniente un viaje a ese clima marítimo y frío, y su amigo Galtieri tuvo la delicadeza de no invitarlo.

87 Balza, Martín, Dejo constancia, pág. 75.

88 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 280.

89 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 282.

90 Revista Estrategia, N° 71/72, pág. 111.

91 Ibídem N° 113.

92 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 284.

93 Revista Estrategia N° 111.

94 Ibídem, N° 114.

95 Balza, Martín, Ob. Cit, pág. 73.

96 La organización de la fuerza de tareas se vio favorecida porque los portaviones Hermes e Invencible estaban en ese puerto al iniciarse el conflicto. A la vez, una fuerza importante de fragatas y destructores estaba realizando maniobras en las cercanías de Gibraltar.

97 De todos modos, hasta último momento los laboristas insistieron en pedir que se evitara la guerra. El 27 de abril, Tony Benn, jefe de la izquierda del partido denunció a Thatcher por "no haber tenido la menor intención de utilizar a las Naciones Unidas para adelantar una negociación... (y de) haber únicamente querido una expedición militar." La primera ministra le respondió: "Usted está diciendo cualquier cosa," y sostuvo que buscaba una posición de fuerza para obligar a los argentinos a negociar.

98 En realidad la isla era propiedad británica y estaba arrendada por los Estados Unidos, de manera que el gobierno de Reagan podía decir que no tomaba partido sino que permitía a los ingleses utilizar lo que era suyo.

99 Más adelante se duplicaría la cantidad.

100 La Comunidad Económica Europea acumulaba sanciones económicas contra la Argentina. La NATO, en cambio, mostraba su preocupación porque los ingleses al tratar de recuperar las Falkland descuidaban sus obligaciones hemisféricas, por lo que exigían que rápidamente volvieran los barcos a sus ubicaciones estratégicas.

101 En un momento de la guerra circuló la versión de que los ingleses estaban dispuestos a atacar con bombas nucleares una importante ciudad argentina, y se hablaba de Córdoba. El rumor fue descartado. ¿Cómo iban a afrontar el repudio de la opinión pública internacional frente a la destrucción de una gran ciudad y la muerte de cientos de miles de personas? Para colmo fuera de la Zona de Exclusión. Realmente resulta llamativo el que se haya iniciado una guerra suponiendo de antemano que el enemigo nunca iba a utilizar un arma que tenía disponible. Es cierto que una decisión así podía provocar consecuencias políticas muy negativas en la comunidad internacional, y que sólo podía darse en una situación extrema, pero la realidad era que los ingleses tenían armas nucleares, y lo que es más, las traían en sus barcos, como lo señalan Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, y si las tenían y las traían podían llegar a usarlas. Con respecto a la Zona de Exclusión, que habían creado los ingleses, hasta hoy se leen reproches porque no fue respetada en el ataque al Belgrano. Es explicable la grita de Galtieri y de los hombres de la dictadura como una forma de influir, en ese momento sobre la opinión internacional, pero resulta absurdo que hoy se siga reprochando la violación de un límite artificialmente establecido por el mismo violador, como si se tratara de una competencia deportiva. Además, hacía siglos que los ingleses habían demostrado que el fair play era un tema deportivo y social, y que a la hora de la política, de los intereses económicos y de la guerra los únicos límites que reconocían eran los de su conveniencia.

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102 Respondiendo a un periodista, el jefe de la flota relata que dijo: "-Quizá dure algunos meses, lo cual podría parecer mucho tiempo... (Muy astuto, pensé, después de todo yo sabía que no estaríamos en condiciones de luchar cuando llegara el mes de julio, pero eso no lo podía decir, ¿no es cierto?)". El periodista insistió: "-¿Morirá mucha gente?" "-Bueno, en todas las guerras hay derramamiento de sangre, y no creo que ésta vaya a ser una excepción". El reportaje fue publicado con el título "WOODWARD ANUNCIA UNA LARGA Y SANGRIENTA GUERRA", lo que terminó con una reprimenda del Comandante en Jefe: "-Hola, Sandy... La Primera Ministra no está demasiado contenta con sus declaraciones." Woodward, Sandy. Los 100 días, pág. 127.

103La crónica posterior a los hechos suele hacer que el historiador, y los que leen sus escritos, los piensen desde el presente y mirando a un pasado que no pudo ser de otra manera. Sin embargo, no es un ejercicio ocioso el tratar de imaginar como veían los contemporáneos un futuro que todavía no había ocurrido. En este caso, el del avance de la flota británica, se puede especular -con fundamentos tales como las memorias de Woodward- sobre lo que los ingleses querían que creyeran sus enemigos. El almirante dice que "nos lanzamos a mentir", y entre las mentiras que produjeron estaba "aquella larga finta hacia el continente sudamericano, sólo para hacerle creer al general Galtieri que no era imposible que pudiéramos atacar directamente sobre Buenos Aires." Woodward, Sandy, Ob. Cit, pág. 145.

104 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit, pág 160.

105 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit, pág. 120.

106 A esa altura, los rumores sobre el inminente desembarco invadían Nueva York, y el Secretario General, el peruano Pérez de Cuellar, reclamó moderación a ambos países.

107 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 108.

108 El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estaba formado por diez miembros temporarios y cinco permanentes, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y la URSS, cada uno de ellos con derecho de veto, que como hemos visto, ni los soviéticos ni China utilizarían. Por la importancia de la cuestión, hacían falta los dos tercios de los votos. Estados Unidos, Francia y los no permanentes, Irlanda y Japón, acompañarían sin dudas el voto inglés. Panamá estaba con la Argentina. España, por solidaridad de cultura e historia podía acompañar también a Buenos Aires, y la URSS, China y Polonia seguramente no votarían con Occidente. La incógnita eran los tercermundistas Uganda, Togo, Zaire, Jordania y Guyana, sobre los que Costa Méndez se aprestaba operar. Sin embargo los antecedentes de la dictadura en su política anti No Alineados y la habilidad y experiencia con que se estaba moviendo Parsons, veterano de la ONU, no favorecían el optimismo. Roca, que recién llevaba unas pocas semanas, poco había podido hacer, sobre todo en un tema que casi todos desconocían.

109 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 122.Tiempo después, cuando informaba a los autores, el ex canciller les comentó que, realmente, las circunstancias vividas lo habían hecho cambiar de idea en muchas cosas.

110 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág 165.

111 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 131.

112 Ibídem, pág. 132.

113 El episodio del Canal de Suez, en que el gobierno de Eisenhower con Foster Dulles como secretario de Estado había hecho retroceder a los ingleses después de su desembarco en Egipto, era considerado como un antecedente favorable por los estrategas de la dictadura. Washington impediría -como lo había hecho en 1956- cualquier reacción militar británica. Con más razón, tratándose de un aliado privilegiado que los estaba ayudando en Centro América y no de un potencial enemigo como el Egipto de Nasser. El cálculo era erróneo. El episodio era un recuerdo culposo para los hombres del departamento de Estado, y los ingleses se encargaban de machacar sobre la herida. Un editorial del Daily Telgraph decía: "alguna gente puede sentirse tentada a comparar la visita de emergencia realizada por l Sr. Haig (durante la mediación), con la intervención de... Foster Dulles, en el asunto Suez... es muy diferente... la dictadura militar argentina es profundamente impopular con la mayoría de los norteamericanos comunes. Están molestos con los planes de la administración Reagan de usarlos como aliados en su cruzada anticomunista."

114 "Los propósitos de los EE UU durante la crisis eran claros y sencillos: evitar un conflicto pero no a cualquier costo... el peor resultado hubiera sido que la Argentina lograse resolver la disputa... mediante la fuerza... Los EE.UU deseaban una solución que no se apartase... del statu quo ante bellum ni que pudiese interpretarse como una forma de recompensa al empleo de la fuerza... un desenlace que no sólo fuera aceptable para ambas partes, sino también para los Estados

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Unidos." David Gompert, "US Shuttle Mediation”, en Diane B. Bendahame y John W. Me Donald (h) (comps.), Perspectives on Negotiation Case Studes and lnterpretations, Washington D.C., Center for the Study of Foreing Service Institute, Departamento de Estado de los EE.UU., 1986, pág. 75, citado por Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit, pág 190.

115 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit, pág.134

116 Ibídem.

117 Ibídem, pág. 139.

118 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág 191.

119 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit, pág. 145.

120 Revista Estrategia N° 97.

121 Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 145.

122 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 194.

123 Schamis había sido el único funcionario que había pronosticado el triunfo del socialista Mitterand en las elecciones francesas, lo que la antipatía que por él tenían Ion militares los hacía ver como imposible. Este acierto de un resultado obvio para quienes no se manejaran por prejuicios, lo convirtió en un hombre de consulta para Ion centuriones.

124 Según le dijo al embajador norteamericano en Brasil, con quien se entrevistó en una rápida escala. Cardozo, Oscar, Kirshbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob.Cit, pág. 149.

125 Ibídem, pág. 48.

126 El momento era oportuno. También la mayoría de los partidos políticos respaldaban la recuperación del archipiélago. El Partido Justicialista, cuyas huestes habían sido de las más apaleadas el 30 de marzo, convocó a "la masa peronista... (para que) a partir de las 0 hora se reúna (del sábado 10 de abril) en la histórica Plaza de Mayo". Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 151.

127 Desde luego hubiera sido injusto exigirle que comprendiese que los golpes militares generalmente se hacían para acallar a las masas que tomaban el nombre de peronismo.

128 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit.

129 La entrevista con el eufórico Galtieri fue infructuosa. El dictador estaba convencido de que los ingleses no combatirían por estas islas lejanas. Walters le aclaró: "General, combatirán y ganarán. Poseen medios técnicos con los cuales usted sencillamente no cuenta. Tienen un ejército profesional que peleará contra conscriptos de 17 años, algunos de áreas tropicales y llegan a este clima muy frío, muy desagradable y ventoso." Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit, pág 199.

130 Los largos años que los uniformados argentinos habían estado en el poder los hacían suponer que podía haber una política internacional corporativa que les permitiese a ellos y a sus colegas de Londres y Washington prescindir de los políticos maniobreros y de los maricones de la cancillería. Esto los había llevado a reemplazar a un embajador del nivel de Ortiz de Rozas por un almirante inexperto en la representación en Inglaterra.

131 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit, pág. 153.

132 Recordando el gesto clásico del fundador del justicialismo. Galtieri, en sus momentos de euforia, sentía que le había tocado repetir la dicotomía del 46 Braden o Perón. Durante el diálogo, "Galtieri se sirvió whisky, y la celeridad con que lo consumió asombró, primero y alarmó después a los norteamericanos." Ibídem.

133 Ibídem.

134 También se barajó le posibilidad de una administración dé la ONU, pero ésta fue descartada porque necesariamente conduciría a la autodeterminación de los isleños.

135 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit, pág. 163

136 Ibídem, pág. 164.

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137 "Anaya puso como condición la participación militar -no tenía confianza en los 'maricones' de la cancillería- en el documento que se elaboraría." Integraban el comité el general Iglesias, el marino Moya, y el brigadier Miret. El llamado "parlamento" de Costa Méndez, fue bautizado como "las Tres Marías" por los prudentes periodistas argentinos. Para la diplomacia extranjera fueron los Tres chiflados. Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit, pág. 164.

138 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág.

139 Reagan, sin embargo, suponía que los ingleses se conformarían con un triunfo simbólico que les sirviera para lavar el honor. Para él, si hundían un barco argentino se darían por conformes, y así se lo dijo a Haig.

140 Haig, a pesar de sus inquietudes y frustraciones, se sentía más tranquilo cuando negociaba con los ingleses, ya que la Dama de Hierro unificaba la personería. En Buenos Aires, nunca estaba seguro de saber quien tenía la última palabra, entre Costa Méndez, Galtieri, la Junta y los generales, almirantes y brigadieres.

141 Dentro de su equipo, Walters y Enders insistían en no abandonar la mediación.

142 La casi totalidad de los generales había ignorado los planes de la recuperación hasta casi el 2 de abril. Una vez instalado el general Menéndez en Puerto Argentino, seguían sin imaginar una guerra. El general Martín Balza cuenta que pidió al general Jofre que le gestionara el envío de cañones de mayor alcance. "Como vio que me quedaba esperando una respuesta, o al menos una opinión suya, el General expresó: '¡Hablemos en serio! ¿Usted cree que habrá enfrentamiento con ingleses?' Le contesté con un lacónico: ¡Sí!" Balza, Martín, Ob. Cit., pág. 59.

143 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 176.

144 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 212.

145 "El día que pasé en Washington, y que había deseado consagrar a un renovado examen de la crisis de las Falkland y a otros problemas agudos, debí dedicarlo en cambio al intento de convencer a una Argentina ofendida." Haig 285.

146 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 223. Haig dijo: "No puedo hablar por la señora Thatcher, y a veces no me comunico muy bien con ella, pero sé que no les importa la soberanía de las islas. Están dispuestos a negociar, pero debemos permitirles que ella lo haga con elegancia y en condiciones honorables."

147 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 184. Lamentablemente, Anaya no procedería de una manera acorde con sus bravatas. Después de la derrota se apresuró a buscar la forma de que su hijo, prisionero de los ingleses, fuera excepcionalmente liberado.

148 Ibídem, pág. 186.

149 Lo que no decía Nicanor era que Goa había sido una colonia portuguesa, y Portugal, al menos en el siglo XX, no era Inglaterra.

150 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 186

151 Entre las situaciones tragicómicas que se vivieron en esas primeras horas de la guerra, merece destacarse la insólita presencia en los pasillos de la OEA del ex marino Francisco Manrique, la empresaria Amalia Lacroze de Fortabat y un agente de ésta última, el coronel retirado Luis Premolí. En medio de las negociaciones previas a la reunión de los cancilleres, el antiguo colaborador del general Aramburu y creador del sistema de apuestas futbolísticas con destino social, se dedicaba a tratar de impresionar a quien se le pusiera delante -periodista o diplomático- acerca de la capacidad de los "submarinistas argentinos 'yo se lo que digo, son mis pollos', afirmaba recordando sus épocas de instructor en la Armada." Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Vander Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 205. La reina del cemento, a su vez, se las arregló para ser entrevistada por un periodista colombiano, que le preguntó que ocurriría si la Argentina no obtenía los dos tercios de votos que se necesitaban para una resolución. "Para colaborar a que eso no suceda es que hemos venido" respondió con seguro desparpajo la empresaria. Ibídem.

152 Revista Estrategia, pág. 206.

153 Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Ob. Cit., pág. 206.

154 Colombia no quería convalidar la recuperación del 2 de abril para evitar que se estableciera un precedente al que podría recurrir Venezuela en sus reclamaciones territoriales contra Bogotá. Trinidad-Tobago seguía actuando en su condición de miembro del Commonwelt, Estados Unidos era coherente con su posición del Consejo de Segundad, y

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Chile reiteraba su posición de formal neutralidad, su manera de "cuidar las espaldas de la Argentina", como diría su canciller.

155 Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia, Ob. Cit., pág. 248.

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