sapienza, universitÀ di roma facoltà di lettere e ......martedì, 9.00-11 .00 (lab. 5, iii piano...

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1 SAPIENZA, UNIVERSITÀ DI ROMA Facoltà di Lettere e Filosofia Dipartimento di Studi Europei, Americani e Interculturali Corso di Studio in Scienze linguistiche, letterarie e della Traduzione LITERATURA ESPAÑOLA CURSO AVANZADO - (12 CFU) a.a. 2019-20 Prof. Isabella Tomassetti

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    SAPIENZA, UNIVERSITÀ DI ROMA

    Facoltà di Lettere e Filosofia

    Dipartimento di Studi Europei, Americani e Interculturali

    Corso di Studio in Scienze linguistiche, letterarie e della Traduzione

    LITERATURA ESPAÑOLA CURSO AVANZADO -

    (12 CFU)

    a.a. 2019-20

    Prof. Isabella Tomassetti

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    Programma Il corso si rivolge a studenti che abbiano conseguito almeno 12 Cfu di Letteratura

    spagnola nel percorso Triennale. Per gli studenti non in possesso di questi prerequisiti o provenienti da CdS non linguistici la docente si riserva di assegnare letture aggiuntive per consentire una fruizione più adeguata dei contenuti del corso.

    Il corso intende avviare gli studenti allo studio della poesia spagnola

    contemporanea affinando le loro competenze critiche nell'analisi del testo letterario. Verrà proposta un'antologia della produzione di alcuni dei maggiori poeti spagnoli del dopoguerra e della generazione dei Novísimos fra cui Gabriel Celaya, José Hierro, Jaime Gil de Biedma, Pablo García Baena, Ricardo Molina, Julio Aumente, Antonio Colinas, María Victoria Atencia, Guillermo Carnero, Ángel González, Clara Janés e Aurora Luque.

    Modalità di svolgimento Il corso si articolerà in una prima fase di lezioni frontali (10 ore) in cui si offrirà un

    quadro storico-politico e letterario della Spagna del XX secolo e indicazioni metodologiche sull’analisi dei testi poetici. Seguirà poi la lettura e analisi dei componimenti selezionati (50 ore): la docente proporrà in prima istanza la propria lettura dei testi, al termine della quale richiederà agli studenti di aggiungere notazioni a quanto già esposto. L'ultima parte del corso (12 ore) sarà dedicata alla presentazione di letture di testi poetici ad opera degli studenti.

    Modalità di valutazione A metà corso verrà effettuata una prova scritta che verterà sull’analisi di un testo

    poetico fra quelli analizzati in classe. Alla fine del modulo ogni studente presenterà un componimento presente nell’antologia in programma ma non affrontato a lezione con la docente. L'esame finale consisterà in un colloquio orale nel quale sarà richiesto il commento di un testo fra quelli inclusi nel programma d'esame che non sono stati oggetto della prova scritta intermedia.

    TESTI ADOTTATI E BIBLIOGRAFIA 1. Dispense a cura della docente (Antologia di poeti spagnoli contemporanei)

    disponibili all'indirizzo: http://www.lettere.uniroma1.it/users/isabella-tomassetti 2. Storia letteraria e antologie

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    G. Morelli, D. Manera, Letteratura spagnola del Novecento. Dal Modernismo al postmoderno,

    Milano, Bruno Mondadori, 2007. Poesia spagnola del Novecento. La generazione del '50, a cura di Gabriele Morelli, Firenze, Le

    Lettere, 2008. 3. Strumenti A. Marchese, L'officina della poesia, Milano, Mondadori, 1997. Bibliografia facoltativa per approfondimenti José María Castellet, Veinte años de poesía española (1939-1959), Barcelona, Seix Barral,

    1960. José María Castellet, Un cuarto de siglo de poesía española. Antología, Barcelona, Seix Barral,

    1969. José María Castellet, Nueve Novísimos, Barcelona, Seix Barral, 1970. Víctor García de la Concha, La poesía española de posguerra. Teoría e historia de sus

    movimientos, Madrid, Prensa española, 1973. Una promoción desheredada: la poética del 50, ed. Antonio Hernández, Madrid, Zero, 1978. Fanny Rubio, Poesía española contemporánea (1939-1980), Madrid, Alhambra, 1981. Guillermo Carnero, La corte de los poetas. Los últimos veinte años de poesía española en

    castellano, in «Revista de Occidente», 23 (1983), pp. 43-59. Carme Riera, La Escuela de Barcelona. Barral, Gil de Biedma, Goytisolo, Barcelona,

    Anagrama, 1988. Grupo Cántico. Antología poética, ed. J. Calviño, Madrid, Alhambra, 1988. J. M. Sala Valldaura, La fotografía de una sombra. Instántanea de la generación poética de los

    cincuenta, Barcelona, Anthropos, 1993.

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    Orario e luogo delle lezioni:

    Martedì, 9.00-11 .00 (Lab. 5, III piano Marco Polo); mercoledì e giovedì 9.00-11-00 (Aula 206).

    Data inizio lezioni: 1 ottobre 2019

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    INDICE

    Gabriel Celaya 5

    José Hierro 11

    Jaime Gil de Biedma 16

    Ricardo Molina 21

    Pablo García Baena 27

    Julio Aumente 32

    Ángel González 36

    María Victoria Atencia 42

    Clara Janés 44

    Antonio Colinas 48

    Guillermo Carnero 52

    Aurora Luque 54

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    Gabriel Celaya (Hernani, 1911 - Madrid 1991) La poesía es un arma cargada de futuro Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

    mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmando, como un pulso que golpea las tinieblas,

    cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

    Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.

    Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio, como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo.

    Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

    Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo.

    Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

    Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho.

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    Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, y calculo por eso con técnica qué puedo. Me siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros.

    Tal es mi poesía: poesía-herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego. Tal es, arma cargada de futuro expansivo con que te apunto al pecho.

    No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

    Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

    Biografía

    No cojas la cuchara con la mano izquierda. No pongas los codos en la mesa. Dobla bien la servilleta. Eso, para empezar. Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece. ¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes? Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero. Eso, para seguir. ¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos? La cultura es un adorno y el negocio es el negocio. Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas. Eso, para vivir. No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto. No bebas. No fumes. No tosas. No respires. ¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos. Y descansar: morir.

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    Despedida

    Quizás, cuando me muera, dirán: era un poeta. Y el mundo, siempre bello, brillará sin conciencia.

    Quizás tú no recuerdes quién fui, mas en ti suenen los anónimos versos que un día puse en ciernes.

    Quizás no quede nada de mí, ni una palabra, ni una de estas palabras que hoy sueño en el mañana.

    Pero visto o no visto, pero dicho o no dicho, yo estaré en vuestra sombra, ¡oh hermosamente vivos!

    Yo seguiré siguiendo, yo seguiré muriendo, seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto.

    Momentos felices Cuando llueve y reviso mis papeles, y acabo

    tirando todo al fuego: poemas incompletos, pagarés no pagados, cartas de amigos muertos, fotografías, besos guardados en un libro, renuncio al peso muerto de mi terco pasado, soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego, y así atizo las llamas, y salto la fogata, y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento, ¿no es la felicidad lo que me exalta? Cuando salgo a la calle silbando alegremente el pitillo en los labios, el alma disponible— y les hablo a los niños o me voy con las nubes, mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando, las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos desnudos y morenos, sus ojos asombrados, y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,

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    salpican la alegría que así tiembla reciente, ¿no es la felicidad lo que se siente? Cuando llega un amigo, la casa está vacía, pero mi amada saca jamón, anchoas, queso, aceitunas, percebes, dos botellas de blanco, y yo asisto al milagro sé que todo es fiado, y no quiero pensar si podremos pagarlo; y cuando sin medida bebemos y charlamos, y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos, y lo somos quizá burlando así la muerte, ¿no es la felicidad lo que trasciende? Cuando me he despertado, permanezco tendido con el balcón abierto. Y amanece: las aves trinan su algarabía pagana lindamente: y debo levantarme pero no me levanto; y veo, boca arriba, reflejada en el techo la ondulación del mar y el iris de su nácar, y sigo allí tendido, y nada importa nada, ¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo? ¿No es la felicidad lo que amanece? Cuando voy al mercado, miro los abridores y, apretando los dientes, las redondas cerezas, los higos rezumantes, las ciruelas caídas del árbol de la vida, con pecado sin duda pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio, regateo, consigo por fin una rebaja, mas terminado el juego, pago el doble y es poco, y abre la vendedora sus ojos asombrados, ¿no es la felicidad lo que allí brota?

    Cuando puedo decir: el día ha terminado. Y con el día digo su trajín, su comercio, la busca del dinero, la lucha de los muertos. Y cuando así cansado, manchado, llego a casa, me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos, y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi, y la música reina, vuelvo a sentirme limpio, sencillamente limpio y pese a todo, indemne, ¿no es la felicidad lo que me envuelve? Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,

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    me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice: «Estaba justamente pensando en ir a verte». Y hablamos largamente, no de mis sinsabores, pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme, sino de cómo van las cosas en Jordania, de un libro de Neruda, de su sastre, del viento, y al marcharme me siento consolado y tranquilo, ¿no es la felicidad lo que me vence? Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo; pasar por un camino que huele a madreselvas; beber con un amigo; charlar o bien callarse; sentir que el sentimiento de los otros es nuestro; mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha, ¿no es esto ser feliz pese a la muerte? Vencido y traicionado, ver casi con cinismo que no pueden quitarme nada más y que aún vivo, ¿no es la felicidad que no se vende?

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    José Hierro (Madrid 1922 - Madrid 2002)

    Alegría Llegué por el dolor a la alegría.

    Supe por el dolor que el alma existe. Por el dolor, allá en mi reino triste, un misterioso sol amanecía. Era la alegría la mañana fría y el viento loco y cálido que embiste. (Alma que verdes primaveras viste maravillosamente se rompía.) Así la siento más. Al cielo apunto y me responde cuando le pregunto con dolor tras dolor para mi herida. Y mientras se ilumina mi cabeza ruego por el que he sido en la tristeza a las divinidades de la vida.

    Despedida del mar Por más que intente al despedirme

    guardarte entero en mi recinto de soledad, por más que quiera beber tus ojos infinitos, tus largas tardes plateadas, tu vasto gesto, gris y frío, sé que al volver a tus orillas nos sentiremos muy distintos. Nunca jamás volveré a verte con estos ojos que hoy te miro. Este perfume de manzanas, ¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío, mar mío! ¡Fúndeme, despójame de mi carne, de mi vestido mortal! ¡Olvídame en la arena,

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    y sea yo también un hijo más, un caudal de agua serena que vuelve a ti, a su salino nacimiento, a vivir tu vida como el más triste de los ríos! Ramos frescos de espuma... Barcas soñolientas y vagas... Niños rebañando la miel poniente del sol... ¡Qué nuevo y fresco y limpio el mundo...! Nace cada día del mar, recorre los caminos que rodean mi alma, y corre a esconderse bajo el sombrío, lúgubre aceite de la noche; vuelve a su origen y principio. ¡Y que ahora tenga que dejarte para emprender otro camino!... Por más que intente al despedirme llevar tu imagen, mar, conmigo; por más que quiera traspasarte, fijarte, exacto, en mis sentidos; por más que busque tus cadenas para negarme a mi destino, yo sé que pronto estará rota tu malla gris de tenues hilos. Nunca jamás volveré a verte con estos ojos que hoy te miro.

    Junto al mar

    Si muero, que me pongan desnudo, desnudo junto al mar. Serán las aguas grises mi escudo y no habrá que luchar. Si muero que me dejen a solas. El mar es mi jardín. No puede, quien amaba las olas, desear otro fin.

  • 13

    Oiré la melodía del viento, la misteriosa voz. Será por fin vencido el momento que siega como hoz. Que siega pesadumbres. Y cuando la noche empiece a arder, Soñando, sollozando, cantando, yo volveré a nacer.

    Llegada al mar Cuando salí de ti, a mí mismo

    me prometí que volvería. Y he vuelto. Quiebro con mis piernas tu serena cristalería. Es como ahondar en los principios, como embriagarse con la vida, como sentir crecer muy hondo un árbol de hojas amarillas y enloquecer con el sabor de sus frutas más encendidas. Como sentirse con las manos en flor, palpando la alegría. Como escuchar el grave acorde de la resaca y de la brisa. Cuando salí de ti, a mí mismo me prometí que volvería. Era en otoño, y en otoño llego, otra vez, a tus orillas. (De entre tus ondas el otoño nace más bello cada día.) Y ahora que yo pensaba en ti constantemente, que creía... (Las montañas que te rodean tienen hogueras encendidas.) Y ahora que yo quería hablarte,

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    saturarme de tu alegría... (Eres un pájaro de niebla que picotea mis mejillas.) Y ahora que yo quería darte toda mi sangre, que quería... (Qué bello, mar, morir en ti cuando no pueda con mi vida.)

    Recuerdo del mar ¡Cómo te agitas bajo nubes grises,

    lámina fina de metal de infancia! ¡Cómo tu rabia, corazón de niebla, rompe la brida! ¡Cómo te miro con mis pobres ojos! ¡Qué imagen tuya la que inventa el sueño! ¡Qué lentamente te deshace el aire, roto en pedazos! Tú que guardabas en cristal salado vivos retratos que ondulaba el viento; tú que arrancabas en el alba fina sones al alma, tú que nutrías con tu amarga leche sombras de playas, olvidados pasos, ansia de ser sobre tu vientre verde, locos piratas, has ido ahogando temblorosamente sombras que hundieron en tu paz sus ojos. Hoy tu recuerdo, como lluvia fresca, moja mi frente. Si ahora volviera a recorrer tu orilla, si ahora en tu cuerpo me volcara todo, si ahora tu cuerpo le prestara al mío frescos harapos,

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    si yo desnudo, si cansado, ahora, más hijo tuyo, ahora, si el otoño vuelto a mi lado me trajera el tibio pan en el pico -lámina fina de metal de infancia-, todo olvidado quedaría, todo: látigos, cuerdas con que me azotabas, vientos que mugen. Todo sería nuevamente hermoso, aunque tu garra me arañase el cuerpo, aunque al tornar tuvieran tus mañanas soles más negros.

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    Jaime Gil de Biedma (Barcelona 1929 - Barcelona 1990)

    Himno a la juventud

    A qué vienes ahora, juventud, encanto descarado de la vida? Qué te trae a la playa? Estábamos tranquilos los mayores y tú vienes a herirnos, reviviendo los más temibles sueños imposibles, tú vienes para hurgarnos las imaginaciones. De las ondas surgida, toda brillos, fulgor, sensación pura y ondulaciones de animal latente, hacia la orilla avanzas con sonrosados pechos diminutos, con nalgas maliciosas lo mismo que sonrisas, oh diosa esbelta de tobillos gruesos, y con la insinuación (tan propiamente tuya) del vientre dando paso al nacimiento de los muslos: belleza delicada, precisa e indecisa, donde posar la frente derramando lágrimas. Y te vemos llegar -figuración de un fabuloso espacio ribereño con toros, caracolas y delfines, sobre la arena blanda, entre la mar y el cielo, aún trémula de gotas, deslumbrada de sol y sonriendo. Nos anuncias el reino de la vida, el sueño de otra vida, más intensa y más libre, sin deseo enconado como un remordimiento -sin deseo de ti, sofisticada bestezuela infantil, en quien coinciden la directa belleza de la starlet y la graciosa timidez del príncipe.

  • 17

    Aunque de pronto frunzas la frente que atormenta un pensamiento conmovedor y obtuso, y volviendo hacia el mar tu rostro donde brilla entre mojadas mechas rubias la expresión melancólica de Antínoos, oh bella indiferente, por la playa camines como si no supieses que te siguen los hombres y los perros, los dioses y los ángeles, y los arcángeles, los tronos, las abominaciones...

    Contra Jaime Gil de Biedma De qué sirve, quisiera saber, cambiar de piso,

    dejar atrás un sótano más negro que mi reputación -y ya es decir-, poner visillos blancos y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, zángano de colmena, inútil, cacaseno, con tus manos lavadas, a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

    Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche, los chulos, las floristas, las calles muertas de la madrugada y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho, y te paras a verte en el espejo la cara destruida, con ojos todavía violentos que no quieres cerrar. Y si te increpo, te ríes, me recuerdas el pasado y dices que envejezco. Podría recordarte que ya no tienes gracia.

  • 18

    Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años, y que tu encantadora sonrisa de muchacho soñoliento -seguro de gustar- es un resto penoso, un intento patético. Mientras que tú me miras con tus ojos de verdadero huérfano, y me lloras y me prometes ya no hacerlo. ¡Si no fueses tan puta! Y si yo no supiese, hace ya tiempo, que tú eres fuerte cuando yo soy débil y que eres débil cuando me enfurezco... De tus regresos guardo una impresión confusa de pánico, de pena y descontento, y la desesperanza y la impaciencia y el resentimiento de volver a sufrir, otra vez más, la humillación imperdonable de la excesiva intimidad. A duras penas te llevaré a la cama, como quien va al infierno para dormir contigo. Muriendo a cada paso de impotencia, tropezando con muebles a tientas, cruzaremos el piso torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos reprimidos. ¡Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, y la más innoble que es amarse a sí mismo!

    Por lo visto Por lo visto es posible declararse hombre.

    Por lo visto es posible decir no. De una vez y en la calle, de una vez, por todos y por todas las veces en que no pudimos.

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    Importa por lo visto el hecho de estar vivo. Importa por lo visto que hasta la injusta fuerza necesite, suponga nuestras vidas, estos actos mínimos a diario cumplidos en la calle por todos. Y será preciso no olvidar la lección: saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos hay un arma escondida, saber que estamos vivos aún. Y que la vida todavía es posible, por lo visto.

    No volveré a ser joven Que la vida iba en serio

    uno lo empieza a comprender más tarde -como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería y marcharme entre aplausos -envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra.

    Amistad a lo largo Pasan lentos los días

    y muchas veces estuvimos solos. Pero luego hay momentos felices para dejarse ser en amistad. Mirad: somos nosotros. Un destino condujo diestramente

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    las horas, y brotó la compañía. Llegaban las noches. Al amor de ellas nosotros encendíamos palabras, las palabras que luego abandonamos para subir a más: empezamos a ser los compañeros que se conocen por encima de la voz o de la seña. Ahora sí. Pueden alzarse las gentiles palabras -esas que ya no dicen cosas-, flotar ligeramente sobre el aire; porque estamos nosotros enzarzados en mundo, sarmentosos de historia acumulada, y está la compañía que formamos plena, frondosa de presencias. Detrás de cada uno vela su casa, el campo, la distancia. Pero callad. Quiero deciros algo. Sólo quiero deciros que estamos todos juntos. A veces, al hablar, alguno olvida su brazo sobre el mío, y yo aunque esté callado doy las gracias, porque hay paz en los cuerpos y en nosotros. Quiero deciros cómo todos trajimos nuestras vidas aquí, para contarlas. Largamente, los unos a los otros en el rincón hablamos, tantos meses! que no sabemos bien, y en el recuerdo el júbilo es igual a la tristeza. Para nosotros el dolor es tierno. Ay el tiempo! Ya todo se comprende.

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    Ricardo Molina (Puente Genil 1916 – Córdoba 1968) Amor a la orilla del río ¿Qué buscas por el río entre los blancos álamos Oh amor, oh amor de manos de jacinto? ¿Qué buscas esta tarde de septiembre? ¿Qué admirable misterio halaga tus sentidos inefables? En los cañaverales juega el viento desnudo como un niño en la orilla del río. Las espinosas zarzas forman sombrías grutas goteantes de rocío. Yo persigo tu sombra invisible: vivo preso en tu aire; consumido en los salvajes arenales que el sol quema implacable. Di, ¿qué buscas en las grutas espinosas a orillas de los ríos? Mientras sigo tus pasos, la tierra es para mí como un vapor de plata; los guijarros del cauce del arroyo me abrasan sin piedad los pies desnudos. ¿Cómo pasaste por aquí, cómo pasaste Sin lastimar tus pies, oh amor desnudo? (El río de los ángeles, 1945) Endymión Es muy temprano. Hay luna todavía. Los ángeles del alba cantan en los vientos, tímidos. Estoy solo en la arena sombría como estrella de mar cautiva en una gruta, o como nube parda, encallada en un valle submarino. Y no sé a dónde voy, ni lo que hago y me olvido de todo contemplando cómo besa la luna a un ángel en los párpados.

  • 22

    Endymión de este río. (El río de los ángeles, 1945)

  • 23

    Ars poética Oh alma mía sé libre y como águila que azota la plata del aire, elevándose o descendiendo alternativamente sobre los prados tiernos y el remolino salvaje del mar, no cuides de los ojos que ciega el vacío luminoso del himno rimado y, atenta solo a tu gozo, suscita nueva agitación, nueva música hasta ascender a la plenitud de la armonía. ¡Nada de quietud, alma mía! Danza, lanzada con la tierra a los brillantes espacios. Reinen sobre el paisaje frecuentado por los rebaños invernales las voces medidas, como pasto nutricio para una sola estación; tú no te deslumbres en el húmedo fulgor de las hierbas y alza sobre la anchura virginal e inviolada la voz libre y tempestuosa. (El río de los ángeles, 1945)

    La luna, sí, la luna… La luna, sí, la luna, las estrellas de siempre, el cielo vasto y negro y la ciudad que duerme. Sólo mi alma vela lo mismo que una lámpara en cuya luz se quema la última esperanza. Sólo yo estoy despierto en mi casa dormida, con este amor que está desgarrando mi vida, que hiere sin piedad mis flores más hermosas, aquellas que tú solo

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    aspiraste en la sombra, aquellas que crecieron para ti de mi sangre: lirios, violetas, rosas y amapolas suaves. La noche es para todos la sombra y el olvido, ay, solamente yo no hallo en su paz alivio porque el amor me tiene desvelado y amargo en la densa penumbra nocturna de mi cuarto y pienso en tus palabras y me encuentro tan triste y es tan grande mi angustia que quisiera morirme.

    29 abril 1947 (Cancionero, 1947)

    Juramento Cuando el agua del mar oculte el cielo y los peces recorran los dominios del águila y las algas verdosas y las blancas medusas floten donde ahora tiemblan Sirio y Venus. Cuando siembren los trigos en las ondas amargas y la nieve de las cumbres oscurezca en la noche salada del fondo del abismo. Cuando el cordero paste con el lobo en los prados y el ciervo con el tigre beba en la misma Fuente cuando baje la luna a danzar en las hierbas y sea tierna la aulaga como el húmedo césped, entonces, solo entonces podrá en mi corazón florecer otro amor.

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    Entonces, solo entonces me olvidaré de ti, ¡oh alma de mi vida, corazón de mi alma, alma de mi corazón!

    Concierto de Aranjuez (Regalo de amante, 1947)

    Psalmo XL Dios habita en el interior del hombre Buscabas fuera de Dios a Dios. Lo buscabas por el mundo de las cosas que se mueren, alma. Y te quedaste muriendo en aquel jardín cruel, de engañosas flores, sin saber de ti. y Él estaba en ti: llenaba tus soledades, daba voz a tu silencio y no lo escuchaste. Fuera de ti lo buscabas sin hallarlo nunca. Dios era sol en tu noche y tú eras luna. Dios daba en ti, ser opaco que buscabas fuera. Dios era luz que sufría. Rayo que se queja. Y golpeaba divino tu duro silencio y tus hondas soledades colmaba de cielo.

    (Psalmos, 1945-1952)

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    Pena vegetal Homenaje a Miguel Hernández Le voy poniendo a cada pena mía, para olvidarla, el nombre de una planta. Así, tal pena en flor ríe y levanta su cara de oro al esplendor del día. Así la veleidosa fantasía a la firmeza del dolor quebranta y convertido en flor no llora, canta, tirso que el alba pálida rocía. Un negro humo sollozante escala húmedamente muda y verde yedra. De la fría azalea sale un ala. Mi pena vegetal que nada arredra olor y amor a verde campo exhala sobre mi suerte de impasible piedra. (Elegía de Medina Azahara, 1957)

  • 27

    Pablo García Baena (Córdoba 1923 - Córdoba 2018) Alma feliz

    Alma felice che sovente torni... Petrarca, Sonetto XIV Alma feliz por siempre, pues lo fuiste un instante, vuelve, ligera corza de la dicha pasada, junto al frío torrente donde flota el recuerdo, donde la rosa última de fugitivas horas aún perfuma suave con su filtro de llanto. Vuelve bajo la luna floral de primavera a las tímidas huellas de dormidos senderos, y aspira en esa rosa melancólica y pura todo el bosque que arde perdido en tu memoria con sus rojas maderas incendiando los días. Como nauta que asiste impasible en su leño al naufragio solemne de la torva tormenta, desde la roca púrpura por el himno del rayo mira al joven ahogado, coronado de algas, flotar en la encrespada cabalgata marina. Jardines de amatista, emergiendo sombríos con pálidos estanques y la perla del cisne, desde la lejanía pronunciarán tu nombre y pulsará el ocaso sus laúdes de luna, latentes como vírgenes corazones secretos. Nocturnas bayaderas su cintura de estío aplastarán corceles con las crines ardiendo. Mensajeros errantes agitarán pañuelos antes de ser talados por el hacha implacable que convierte a los cedros en funerales lámparas. Era niño y el claustro de la vida empezabas: la mirada dorada, rubio el ligero rizo. Bajo brisas de ensueño escondías al mundo

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    tus joyas de ternura, la soledad y su fuente, como el avaro guarda metálicas luciérnagas. Viviste bajo el ala florida de aquel tiempo glorioso para el hombre. Hoy, que cansado vuelves, mira cómo endiamanta tu llanto las ruinas, cual pájaro de agua que anidara en sus yedras cuando mayo suspira en las flautas fragantes. Así fueron tus tardes. Así el viento. Las lilas, el gorjeo diminuto de sus cálices tibios deshojaban. De nuevo volverá todo un día. Dime que has de volver con la mágica llave de la puerta perdida en un muro de niebla. Y será igual que entonces: el brodequín de oro sobre la misma tienda. Gonfalones sagrados pasarán en días santos. Madam Lily, la sílfide. purpurina en el pelo, cantará en el alambre, y un reguero de paja dejarán las carretas. Escucha el preludiar de violines antiguos. Ya ha empezado la danza. Los címbalos sonoros gotean áureo polen en ansiosas corolas y desnuda a la luz de trompas y de oboes embriágate, oh alma, recordando tu dicha.

    Como el árbol dorado sueña la hoja verde...

    Como el árbol dorado sueña la hoja verde, ahora que no estás y en los bosques nevados cruje lívidas urnas, fantasmal, el invierno, los jóvenes deseos a la deriva quieren cubrir tu memorial de húmedas láureas. Era el marzo feliz que oreaban los vientos primaveral basílica los juncos erigían, las varitas moradas de san José, la avena como lluvia menuda y un recado secreto la cardelina lleva por alfarjes de ramas.

  • 29

    Así como la tierra mi corazón hinchado germinaba de ocultas semillas sepultadas. Así como la tierra nupcias al mar ofrece el oleaje crespo de los besos unía labio y tierra en anillos de herrín indestruibles. Veíamos el mundo juntos sobre la roca... Qué lejos el sollozo, los dioses, la leyenda que luego tú serías, rojeantes racimos de riparia cubriendo, armoniosa, tu estatua cuando ya fuiste mármol inaccesible y ciego. Pero el cielo era puro y fugaz y la loca alegría de vivir, esa máscara errante y beoda reía bajo el galoneado raso del capuchón del dominó talar, otorgando antifaces que realidad cubrían. La tristeza, una calle por donde no pasábamos, la poesía, una flauta que gime abandonada y el rezo y los sociales lazos y la amistad, esa vieja burguesa con labor de ganchillo, nos vieron ir desnudos bajo constelaciones. Sabíamos que un soplo acabaría con todo: estancias en la noche centelleante de arañas, copas alzadas, senos, más hielo, el jardín rosa y verde de la aurora irrumpiendo en cristales, desgarrando la cola de satén de la huida. Sabíamos que un soplo... Y que no volvería aquel vino jamás a mojar nuestros labios. Confusamente turbia tiendo la mano ahora hacia la puerta, arcano, tarot, encantamiento, y allí encuentro tu mano entreabriendo el recuerdo.

    Elegía Me envuelvo en tu recuerdo como en nieblas secretas que me apartan del mundo. En la calle sonrío al amigo que pasa,

  • 30

    y nadie, nunca nadie adivinó mi muerte bajo aquella sonrisa ni el frío sin consuelo de mis ojos que ciegan pidiendo de los tuyos más desdén, más veneno. Ahora que la tarde se derrumba en las sombras, y que el libro de versos resbala por mis manos, ahora que la lluvia llora por los cristales de mi ventana, y llanto va a caer de mis ojos, antes de que una mano encienda la dorada llama de mi quinqué, dime si tú no sueñas en tu balcón, ahora que la lluvia nos une a los dos con sus lágrimas, o si sobre el teclado de tu piano oscuro agoniza Chopin bajo tus manos trémulas. Nunca sabrás el loco deseo que me tortura de cautivar tus labios bajo mi boca ávida, y sentir el latido de tu sien en mi mano aprisionada como un pájaro aterido. Pero no sabrás nunca nada de mi deseo. Nada de cuando pienso desgarrar con mis dientes los azules canales de tus venas y juntos morirnos desangrados, confundidas las sangres. Pero estamos ajenos. Yo sigo en mi ventana, y tú soñando en otro mientras Chopin suspira, ahora que aún no arde en mi quinqué la luz y que a los dos nos une la lluvia con sus lágrimas.

    Jardín

    La sonrisa apagada y el jardín en la sombra. Un mundo entre los labios que se aprietan en lucha. Bajo mi boca seca que la tuya aprisiona siento los dientes fuertes de tu fiel calavera. Hay un rumor de alas por el jardín. Ya lejos, canta el cuco y otoño oscurece la tarde. En el cielo, una luna menos blanca que el seno

  • 31

    adolescente y frágil que cautivo en mis brazos. Mis manos, que no saben, moldean asombradas el mármol desmayado de tu cintura esquiva; donde naufraga el lirio, y las suaves plumas tiemblan estremecidas a la amante caricia. Sopla un viento amoroso el agua de la fuente... Balbuceo palabras y rozo con mis labios el caracol marino de tu pequeño oído, húmedo como rosa que la aurora regase. Cerca ya de la reja donde el jardín acaba me vuelvo para verte última y silenciosa, y de nuevo mi boca adivina en la niebla el panal de tus labios que enamora sin verlo, mientras tus manos buscan amapolas de mayo en el prado enlutado de mi corbata negra.

  • 32

    Julio Aumente (Córdoba 1921 - Córdoba 2006) Demasiada belleza Demasiada belleza pusiste en las criaturas Señor, desde aquel día de su creación primera. Demasiada belleza en los ojos oscuros y en el oro de otoño de la piel admirable. ¿Es amor esta limpia contemplación amarga que hace el aire difícil y nos nubla los ojos, es amor esta dulce recreación en lo bello de los ágiles cuerpos, de los rostros que pasan? Triste me siento ahora por lo que no he tenido, por lo que nunca tuve, la juventud ociosa cuya cruel inconsciencia a los ojos se ofrece como lejana joya pura e inalcanzable. La rosa de este octubre, el cobre de los montes, la hierba y el azul cobalto de los cielos. Y la belleza viva de los cuerpos de un día como vasos del templo intangibles y vanos. Al filo de la noches

    Un cuerpo que se entrega no es difícil hallarlo. Eso eras tú, un hermoso cuerpo divino y vivo. Una breve cintura, un racimo dorado en tus ojos brillando entre los ríos de Agosto. Pero es fácil que un cuerpo fulja como una gema si como amor se mira, con verdadero amor. Amor y no esa débil pasión que muere a un tiempo con el último goce de los cuerpos vencidos. Para mí la palabra, para ti la caricia;

  • 33

    para mí la sonrisa y el arco de tus cejas, para mí el fruncimiento de tu labio rosado, superior, tibio, altivo, carnal, condescendiente. Pero el amor no muere porque nunca ha nacido en ti, que languideces al tocar de los dedos. Tú buscas el secreto, la dulzura, el peligro del momento robado al filo de las noches. La amistad para ti, o el amor, eran sólo nombres a que invocar en las horas perdidas. Ola como un incendio Ola como un incendio, sigue, avanza, devora; en cuerpo de cristal hunde tu roja llama. Deseo o barco que me empuja mar adentro a la risa de tus ojos dorados. Nombre de espuma, isla donde el cansado corazón descansa su búsqueda insaciable como coral que brinda sus bancales de púrpura. Sangre no hay apenas, sólo la azul turquesa del Océano brilla; sólo su luz reflejada siento. Caricias como sal, su pupila gigante. Tu presencia ante mí; tu opaco cuerpo oprimo, oprimes tú, abandonas tus espaldas de sueño. Agua o cielo, tu sombra. No más sed. Estás. Mi dicha.

  • 34

    Bucólica Vivir, morir, bajo la luz de otoño, morir bajo los árboles espesos, sobre la verde yerba mojada de rocío acariciado por el sol de octubre. Oh silenciosa soledad del campo, oh contornos de oro, sacras palabras de los bosques, dosel oscuro, tronco para el cuerpo, estremecido canto de las ramas. Tu contacto suave, ala de seda fría sobre la frente, mortal delicia lenta, tu pálida presencia solicitan, oh último sonido, escala difundida en el triste y morado llanto de los violines. Oh sí, morir cuando el amor nos niega su ardiente palma y su granada oscura. Morir bajo las copas verdeantes cuando el milano tiembla en el espacio como un punto negro que brilla. Sentir el alma huir de su morada, agua de un manantial que se desborda, que se desborda desapareciendo por un desconocido conducto imperceptible. Fundirse con el aire, sea hoja, olor, castaño, pájaro, clara luz, puro secreto llanto que se extingue como un cautivo aire musical en jardines. Ah muerte, para mí liberadora eterna, ala, rumor, sonido, perpetua transparencia. El cuerpo, otra vez limo, raíz, labio, corriente, sombra, suspiro, sonrisa o llanto frío.

  • 35

    Desesperadamente el alma busca

    descanso en el helado verdor de la alameda.

    Muerte, no, no es tu nombre tan terrible, azul corriente que enamora. ardiente amor o sueño. Guíame, sí, contigo hacia los verdes valles donde el aire purificado está, donde el espíritu habitar pueda libre lejos de las oscuras pasiones terrenales.

  • 36

    Ángel González (Oviedo, 1925 - Madrid, 2008)

    Para que yo me llame Ángel González

    Para que yo me llame Ángel González, para que mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo: hombres de todo el mar y toda tierra, fértiles vientres de mujer, y cuerpos y más cuerpos, fundiéndose incesantes en otro cuerpo nuevo. Solsticios y equinoccios alumbraron con su cambiante luz, su vario cielo, el viaje milenario de mi carne trepando por los siglos y los huesos. De su pasaje lento y doloroso de su huida hasta el fin, sobreviviendo naufragios, aferrándose al último suspiro de los muertos, yo no soy más que el resultado, el fruto, lo que queda, podrido, entre los restos; esto que veis aquí, tan sólo esto: un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ningún sitio. El éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento...

    Camposanto en Colliure Aquí paz,

    y después gloria. Aquí, a orillas de Francia, en donde Cataluña no muere todavía

  • 37

    y prolonga en carteles de «Toros à Ceret» y de «Flamenco's Show» esa curiosa España de las ganaderías de reses bravas y de juergas sórdidas, reposa un español bajo una losa: paz y después gloria. Dramático destino, triste suerte morir aquí —paz y después...— perdido, abandonado y liberado a un tiempo (ya sin tiempo) de una patria sombría e inclemente. Sí; después gloria. Al final del verano, por las proximidades pasan trenes nocturnos, subrepticios, rebosantes de humana mercancía: manos de obra barata, ejército vencido por el hambre —paz..., otra vez desbandada de españoles cruzando la frontera, derrotados —...sin gloria. Se paga con la muerte o con la vida, pero se paga siempre una derrota. ¿Qué precio es el peor? Me lo pregunto y no sé qué pensar ante esta tumba, ante esta paz —«Casino de Canet: spanish gipsy dancers», rumor de trenes, hojas...,

  • 38

    ante la gloria ésta —...de reseco laurel— que yace aquí, abatida bajo el ciprés erguido, igual que una bandera al pie de un mástil. Quisiera, a veces, que borrase el tiempo los nombres y los hechos de esta historia como borrará un día mis palabras que la repiten siempre tercas, roncas.

    Cumpleaños Yo lo noto: cómo me voy volviendo

    menos cierto, confuso, disolviéndome en aire cotidiano, burdo jirón de mí, deshilachado y roto por los puños. Yo comprendo: he vivido un año más, y eso es muy duro. ¡Mover el corazón todos los días casi cien veces por minuto! Para vivir un año es necesario morirse muchas veces mucho.

    Esperanza Esperanza,

    araña negra del atardecer. Tu paras no lejos de mi cuerpo abandonado, andas

  • 39

    en torno a mí, tejiendo, rápida, inconsistentes hilos invisibles, te acercas, obstinada, y me acaricias casi con tu sombra pesada y leve a un tiempo. Agazapada bajo las piedras y las horas, esperaste, paciente, la llegada de esta tarde en la que nada es ya posible... Mi corazón: tu nido. Muerde en él, esperanza.

    Porvenir Te llaman porvenir

    porque no vienes nunca. Te llaman: porvenir, y esperan que tú llegues como un animal manso a comer en su mano. Pero tú permaneces más allá de las horas, agazapado no se sabe dónde. ... Mañana! Y mañana será otro día tranquilo un día como hoy, jueves o martes, cualquier cosa y no eso que esperamos aún, todavía, siempre.

  • 40

    Me basta así Si yo fuese Dios

    y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti; lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin hacernos daño de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención cuando te beso; entonces, si yo fuese Dios, podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste por la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra, Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza, sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello

  • 41

    que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando luego callas... (Escucho tu silencio. Oigo constelaciones: existes. Creo en ti. Eres. Me basta).

  • 42

    María Victoria Atencia (Málaga, 1931)

    Sazón Ya está todo en sazón. Me siento hecha, me conozco mujer y clavo al suelo profunda la raíz, y tiendo en vuelo la rama, cierta en ti, de su cosecha. ¡Cómo crece la rama y qué derecha! Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo de vivir y vivir: tender al cielo, erguida en vertical, como la flecha que se lanza a la nube. Tan erguida que tu voz se ha aprendido la destreza de abrirla sonriente y florecida. Me remueve tu voz. Por ella siento que la rama combada se endereza y el fruto de mi voz se crece al viento. (Cuatro sonetos, 1955) Jorge Manrique A esa luz que nos crea y nos destruye a un tiempo bajan desde sus nidos a abrevar las palomas: abaten en la orilla su cuello hasta las aguas y lo yerguen, y el río que se lleva su imagen viene a dar en la mar, en tanto que ellas vuelan, desnudas ya de sombra, hacia sus columbarios. (Compás binario, 1979)

  • 43

    Victoria Estaba abierto el cielo y mi hijo en mis brazos, tan indefenso y tibio y aterido y fragante que lo sentí una obra sólo mía, victoria de un cuerpo paso a paso ofrecido a su cuerpo. Lo envolví con mi aliento y él tuvo el soplo tibio en el que una paloma se sostenía en vuelo.

    (Trances de Nuestra Señora, 1986)

    Ternura Quizás no sea ternura la palabra precisa para este cierto modo compartido de quedar en silencio ante lo bello exacto, o de hablar yo muy poco y ser tú la belleza misma, su emblema, aunque tan próxima y latiendo. Y es también un destino unánime que vuelvan a idéntico silencio -cuando llegue la hora de la tregua indecible- mi palabra y tu zarpa. (La llama en que arde, 1988)

    La niña La niña de trenzas y flequillo, de babero y maleta a la espalda, en la que me enseñaron a reconocerme las fotos de los míos, hoy, frente a mí, en este cuaderno aparece. Coincidencia feliz: de esa criatura vine para llegar a ella tras de un largo camino. Te lo ruego: sigue tú misma, o vuelve y disfruta de tus padres aún jóvenes, la borrega y el agua en el cauce de piedra. No te preocupes: soy una de esas señoras que se encuentran a veces de visita en las casas y cuyo nombre no vuelve a recordarse. (A orillas del Ems, 1997)

  • 44

    Clara Janés (Barcelona, 1940)

    En el umbral oscuro la copa destelló...

    En el umbral oscuro la copa destelló y en mi mirada se adentró la filigrana de la plata. Bebe, dijo su portador: Y bebí sus ojos en el vino. Y bebí el vino en sus labios. Y él bebió sus labios en los míos. Y encendí las velas. Desplegó una sábana azul que abarcaba los ocho cielos salpicados del oro de los astros y me envolvió y a sí mismo, en ella. Y como el entero firmamento me abrazó. Y se adentró en mi vida y en aquella noche la deshojó hasta la tersura del alba. Con el tacto del más leve pétalo se dobló su cabeza en mi cuello, sus bucles negros emitían un aroma de abismo. Y por su boca besé yo la muerte, y en torno a mí replegó las alas. La luna se quebró en vertientes de nieve. Los arrecidos astros desmayaron. La gravedad estalló. Un torbellino urente abrió su espiral a lo infinito. Lluvias de meteoros abrasaron los círculos de la oscuridad.

  • 45

    Eurídice

    La mano en el saúco del leteo, la sombra sigue insomne de otra mano, una mano que nombra, que desbroza el camino, que pasa a limpio los nombres de las cosas. Pero el rostro, que nunca fue, que no hallará reflejo en unos ojos fielmente vueltos ya para siempre hacia sí mismos, estalla por encima de los pasos y deja que la aurora con el sol lo arrebate y arrastre por la terrible orilla de los tiempos. Siga el pie, ciegamente, pues, la huella que ahuyenta toda la confusión, y tú, avanza, acosada cabeza aún de los abismos, con el rostro encendido y el cabello derramado entre los vientos. Y los ojos en lágrimas, en la paz y el dolor, teje un lamento al malhadado y fiel Orfeo, ¡oh pobre, despojada del infierno, delirante, ya para siempre solitaria Eurídice!

  • 46

    Irremediablemente

    Mueren las rosas a pesar de la lluvia. Mi corazón doliente poco alimento puede cederles ya. Dame la mano. Tu agonía en la mía logrará ser más fuerte que el agosto y teñir con su sangre ese desesperado último aliento, cerrar el grito que nos lanzan desde el color marchito que casi envuelto en oro amenaza irremediablemente sus corolas.

    Nota II

    sobre unos versos que nacieron espontáneos

    A veces el poema es el objeto o don y con más evidencia pone de manifiesto ese propósito: dar luz a una palabra sin quitarle su magia o ser depositario de una visión o de un sentir que toma cuerpo en sílabas contadas.

  • 47

    Oyes esa música... ¿Oyes esa música que cruza como luz la oscuridad mientras la oscuridad gira y yo con ella? ¡Con qué fuerza se abre paso y llega incluso a mi lugar más remoto cercado también de sombras! Pero el latido que brota allí nadie lo oye. Nadie, como yo, sabe que existo y creceré y amaré como aman estos brazos que me sostienen porque no sé andar aún... Pero escucha, escucha: todos los árboles se mecen en la música. Y en mi interior, donde un secreto sol me hace adivinar el sol secreto de la oscuridad.

  • 48

    Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946)

    Il vostro passo di velluto e il vostro sguardo di vergine

    violata. (Dino Campana)

    Simonetta Vespucci

    Simonetta: por tu delicadeza la tarde se hace lágrima, funeral oración, música detenida. Simonetta Vespucci: tienes el alma frágil de virgen o de amante. Ya Judith despeinada o Venus húmeda tienes el alma fina del mimbre y la asustada inocencia del soto de olivos. Simonetta Vespucci: por tus dos ojos verdes Sandro Botticelli te ha sacado del mar, y por tus trenzas largas, y por tus largos muslos. Simonetta Vespucci, que has nacido en Florencia.

    (Sepulcro en Tarquinia, 1975)

    Homenaje a Tiziano (1576-1976) He visto arder tus oros en los otoños de Murano, en la cera aromada de los cirios de invierno; tu verde en madrugadas adriáticas y en los ciruelos de los jardines de Navagero; tu azul en ciertas túnicas y vidrios y en los cielos enamorados de nuestra adolescencia

  • 49

    que nunca más veremos; los ocres en los muros cancerosos mordidos por la sal, en las fachadas de granjas y herrerías; tu rojo en cada teja de Venecia, en los clavos de las Crucifixiones o en los labios con vino de los músicos; un poco de violeta en los ojos maduros de las jóvenes; tus negros en las enredaderas funestas sobrecargadas de muerte.

    (Astrolabio, 1979)

    Canto X Mientras Virgilio muere en Brindisi no sabe que en el norte de Hispania alguien manda grabar en piedra un verso suyo esperando a la muerte. Éste es un legionario que, en un alba nevada, ve alzarse un sol de hierro de entre los encinares. Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida, a cuerno requemado, a humeantes escorias con oro, en las que escarban con sus lanzas los bárbaros. Un silencio más blanco que la nieve, el aliento helado de las bocas de los caballos muertos, caen sobre su esqueleto como petrificado. «Oh dioses, ¿qué locura me trajo hasta estos montes a morir y qué inútil mi escudo y esta espada contra un amanecer de hogueras y de lobos? En mi villa de Cumas un aroma de azahar madurará en la boca de una noche azulada y mis seres queridos pisarán ya la yerba segada o nadarán en playas con estrellas.» Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan, en brazos de la muerte, la vida que soñaron. «No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo, que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria. Dioses míos: cómo odio la guerra mientras siento gotear en la nieve mi sangre enamorada.»

  • 50

    Al fin, cae la cabeza hacia un lado, y sus ojos se clavan en los ojos de otro herido que escucha: «Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio».

    (Noche más allá de la noche, 1983)

    Clara en los Uffizi

    Ibas despreocupada paseando por las salas del museo de los Uffizi, sin saber hacia dónde dirigir tus dos ojos; avanzabas quizá con el cansancio del que ha recorrido Florencia todo el día. No sabías que, de repente, allí te iba a asaltar un poderoso símbolo: el de la inesperada Belleza, el ideal sublime de Belleza y Verdad, ese que (todavía) nos hace a los humanos más humanos.

    Botticelli fue el nombre del artista. La Primavera el cuadro. No supiste qué hacer y te quedaste muda. Simplemente dejaste que hablase el corazón. Y te pusiste a llorar. Y llorabas, y llorabas. A la Verdad y a la Belleza sólo le faltaban el gozo de tus lágrimas.

    (Canciones para una música silente, 2014)

    Llamas en la morada

    Morada, centro de mi ser en llamas: me has llamado y he acudido. Aquí estoy devolviéndote cuanto me diste.

  • 51

    Te devuelvo lo más sagrado: mi infancia, las escasas palabras del poema, ese misterio transformado en música. Te devuelvo el pico amarillo del mirlo, la piedra negra con su musgo verde, las viñas adormecidas por la helada, el milagro de la mujer, el vuelo en la noche de la lechuza blanca, el ruiseñor ausente. Me has llamado y he acudido con este cuaderno negro, con esta poca de música, con las palabras como brasas. Don que me diste, ofrenda que te entrego, aunque mía no sea. Me das este desvelo, un silencio que sana y que tan sólo es tuyo, y que tan sólo es mío en lo secreto de esta soledad poblada de abismos maravillosos.

    (Canciones para una música silente, 2014)

    A modo de Poética

    Sólo quisiera escribir mis palabras con silencios: escribir el poema sin palabras.

    Sólo quisiera musitar el poema como plegaria de silencio en el silencio.

    (Canciones para una música silente, 2014)

  • 52

    Guillermo Carnero (Valencia, 1947)

    El embarco para Citerea

    Hoy que la triste nave está al partir, con su espectacular monotonía, quiero quedarme en la ribera, ver confluir los colores en un mar de ceniza, y mientras tenuemente tañe el viento las jarcias y las crines de los grifos dorados, oír lejanos en la oscuridad los remos, los fanales, y estar solo. Muchas veces la vi partir de lejos, sus bronces y brocados y sus juegos de música: el brillante clamor de un ritual de gracias escondidas y una sabiduría tan vieja como el mundo. La vi tomar el largo, ligera bajo un dulce cargamento de sueños, sueños que no envilecen y que el poder rescata del laberinto de la fantasía, y las pintadas muecas de las máscaras un lujo alegre y sabio, no atributos del miedo y el olvido. También alguna vez hice el viaje intentando creer y ser dichoso y repitiendo al golpe de los remos: aquí termina el reino de la muerte. Y no guardo rencor, sino un deseo inhábil que no colman las acrobacias de la voluntad, y cierta ingratitud no muy profunda.

    Paestum Los dioses nos observan desde la geometría que es su imagen. Sus templos no temen a la luz sino que en ella erigen el fulgor de su blancura: columnatas

  • 53

    patentes contra el cielo y su resplandor límpido. Existen en la luz. Así sus pueblos bárbaros intuyen el tumulto de sus dioses grotescos, que son ecos formados en una sima oscura: un chocar de guijarros en un túnel vacío. Aquí los dioses son como la concepción de estas columnas, un único placer: la inteligencia, con su progenie de fantasmas lúcidos.

    Hagamos un poema Hagamos un poema,

    con tu piel y mis labios con la brisa de noviembre y los aguaceros de junio. Pintemos de pájaros y madrugadas nuestras espaldas sudorosas. Amamantemos nuestra sed con el crepúsculo tímido y solitario que se corona de lunas desparramadas en las gotas de los inviernos.

  • 54

    Aurora Luque (Almería, 1962) Interior

    A menudo converso con mis sueños. Los invito a salirse de la noche y se sientan, con trajes neblinosos, junto a mi mesa sucia de papeles. Y les pregunto sobre su sintaxis porque se ofenden si hablo de semántica.

    Hoy he recuperado de sus manos un fragmento de ti tan exquisito como una noche de junio en Gil de Biedma, un otoño de Keats o aquel sabor a polo de naranja de las viejas mañanas de domingo.

    (Problemas de doblaje, 1990) Del descifrar

    Fluir en la corriente sagrada de los versos de una noche a otra noche y ser atropellada, ser mordida por la negra belleza que estalla en las palabras. Y qué saturación sentir el aire de otros mundos, la hoja que temblaba en la lluvia con sol, los astros asomados a la leve escritura, un aroma olvidado de la infancia o un placer sumergido en las aguas más hondas de la vida:

    Carne que se entreviese -erótico fulgor rosado y denso- bajo el encaje oscuro del poema.

    (Problemas de doblaje, 1990)

  • 55

    Alfabeto nocturno

    Mas si la audacia del poeta fuese la del amante se escribirían versos con los ángulos métricamente bellos de los codos, de rodillas curvadas como rimas, hemistiquios los pechos, la cintura hermosa disyuntiva conjunción y los pubis un nido de metáforas, el locus amoenus que descrifran los labios. En los ojos los astros de la noche de Fray Luis de León y el silencio en la piel, cláusula lenta de todas las estrofas.

    (Problemas de doblaje, 1990)

    Cartografía

    Hay palabras tan bellas y fugaces que no puedo negarme a regalarlas, a fijarlas en mapas que te exploren.

    Hay poemas con frutas de ultramar que envío urgentemente y no sé si tu noche saborea o rechaza.

    Hay regiones de vida que prohíben su paso a los poetas. “prohibido invadir con lpalabras”.

    Hay regiones de vida tan amargas que no caben en mapas antiguos de nosotros.

    (Carpe noctem, 1994)

  • 56

    Noches áticas

    Aguanieve en las calles vivaces, en Eleusis, en los entumecidos laureles del invierno que oscilan en tu altar. Acaparar los víveres supremos. Saber qué horas rituales te fueron concedidas. La noche, esa granada que cruje y se derrama cuando le hundes los dedos. Los banquetes del Tiempo, sus copas fragilísimas. El tiempo que se sacia de sí mismo, de líquidos futuros, de pretéritos áridos. Volverás, noche amada, en la fúnebre barca tapizada de negro de la heroica memoria, con sus mojados remos penetrando las viscosas mareas de la muerte.

    (Camaradas de Ícaro, 2003)

    Albada

    Por dentro, el cuerpo oscuro, negro, rojizo, pardo. Toda la oscuridad de los pulmones, los huesos como barras resecas y terrosas, las masas que palpitan con torpeza, esas tétricas bolsas malolientes. Todo esto sucede tras los ojos cerrados, al final de la noche, mirando al interior. Piensas cuál fue su nombre, qué embaucador de oficio sacralizó esa selva, sublimó ese discurso -ese que hace creíble la posibilidad de no estar siempre solos.

    (Camaradas de Ícaro, 2003)