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Santa Teresa contra los letrados. Los interlocutores de su obra por Aurora EGIDO (Universidad de Salamanca) En eJ. Libio de Za. Mida, el discurso surge como manda- to condicionado en el que el recuento parcial y selectivo del propio pasado se configura como modelo. Santa Teresa vacila entre ofrecer una vida insistentemente "ruin" y la declaración de que no ha habido en ella pecados mortales. En principio, es una cuenta de conciencia para que mejor la conozcan sus confesores, pero como algún crítico ha opinado, hay más interlocutores en esa relación autobio- gráfica que es, a la par, un tratado de creación (1). El (1) Ella se acoge 3 los modelos de las santas mártires desde los inicios y configura un presente determinado ya por los juegos de la infancia ("a monjas", "a ermitaños"). El pasado se tiñe de pecados que magnifica, como era tópico en la hagiografía y en las autobio- grafías de santos, desde San Pablo y San Agustín, para hacer más fuer- te el contraste con la vida posterior en Cristo. Santa Teresa, en Vi- da, cap. IX, al referirse al obispo de Hipona, dice ser muy aficiona- da a él "por haber sido pecador que en los Santos que después de ser-

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Santa Teresa contra los letrados.

Los interlocutores de su obra

por Aurora EGIDO(Universidad de Salamanca)

En eJ. Libio de Za. Mida, el discurso surge como manda-to condicionado en e l que el recuento parcial y select ivodel propio pasado se configura como modelo. Santa Teresavacila entre ofrecer una vida insistentemente "ruin" y ladeclaración de que no ha habido en e l l a pecados mortales.En pr incipio, es una cuenta de conciencia para que mejorla conozcan sus confesores, pero como algún c r í t i c o haopinado, hay más in ter locutores en esa relación autobio-gráfica que es , a la par, un tratado de creación (1). El

(1) Ella se acoge 3 los modelos de las santas mártires desde losinicios y configura un presente determinado ya por los juegos de lainfancia ("a monjas", "a ermitaños"). El pasado se tiñe de pecadosque magnifica, como era tópico en la hagiografía y en las autobio-grafías de santos, desde San Pablo y San Agustín, para hacer más fuer-te el contraste con la vida posterior en Cristo. Santa Teresa, en Vi-da, cap. IX, al referirse al obispo de Hipona, dice ser muy aficiona-da a él "por haber sido pecador que en los Santos que después de ser-

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principal interlocutor y móvil del discurso, es, como enlas Con{jíi¿on&i de San Agustín ( 2 ) , Dios mismo. Esa segundapersona aparecerá, a lo largo de todas sus obras y queda

lo el Selior tornó a sí hallaba yo mucho consuelo". Sobre el procesode redacción del Libro de la Vida, véase el estudio del mismo títulode Enrique Llamas, en A. Barrientes y autores varios, Introduccióna la lectura de Santa Teresa, Madrid, Ed. de Espiritualidad, 1978,p. 205 sq. Parece que el libro traspasó muy pronto "las fronteras delsecreto" para el que fue confeccionado y que otros confesores y conse-jeros lo leyeron enseguida (p. 21t). Para la variedad retórica de laVida en relación con los destinatarios, véase el capítulo fundamentalde Victor G. de la Concha, El arte literario de Santa Teresa, Barcelo-na, Ariel, 1978, pp. 190 sq. En p. 143 sq. señala la progresiva mane-ra con que Santa Teresa amplia su obra a otros círculos más ampliosque los de las monjas, confesores o hermanos. Citaré por Santa Teresade Jesús, Obras Completas, Madrid, B.A.C., 1977, sexta edicio'n porEfrén de la Madre de Dios y Otger Steggink.

(2) Dios es el principal destinatario de las Confesiones de San Agus-tín, aunque después se dirija al lector constantemente. Como señalaWilliam L. Howarth, (Some Principies of Autobiography,en Autobiogra-phy, Essaye Theoretical and Critica!,, ed. por James Olney, PrincetonUniversity Press, 1980, p. 95), la obra agustiniana es algo más queuna confesión privada. Sobre la presencia de Dios en Agustín, véasetambién Jean Starobinski, The Style of Autobiography, ibidem, pp.77-78. La presencia de Dios como interlocutor garantiza la total ve-racidad del texto. Santa Teresa, a raí juicio, conseguirá otro tantoante confesores y letrados. Proponer como inspirador y testigo a unser omnisciente era la mejor garantía de la verdad autobiográfica.En San Agustín, la asistencia divina hace posible que su dictado lle-gue a ser comprendido por todos, según el alcance de cada uno (Véansesus Tratados sobre el Evangelio de San Juan (1-35), Madrid, B.A.C.,1955, p. 73). Al margen de que se acepte o no la inspiración divinade los escritos teresianos, es obvio que no se puede prescindir enel análisis del texto de quien actúa por boca de la narradora comoagente y móvil del mismo, siendo a la vez interlocutor constante.Santa Teresa coincide con San Agustín en la concepción de un mundo di-vidido entre el bien y el mal que genera constantes luchas en el in-dividuo. Sobre la autobiografía y el papel de los interlocutores hetratado, a otro propósito, en dos artículos recientes : Los espaciosdel tiempo en las "Memorias de Leticia Valle" de Rosa Chaael, enR. Lit., 1981, XLIII, n° 86, pp. 107-131 y Desde el amanecer : la me-moria omnisciente de Rosa Chácela en Cuadernos Hispanoamericanos(en prensa ).

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aquí configurada desde la cercanía y e l presente de la es -c r i t u r a , impostando exclamaciones, in te rpe lac iones , r e -cuestas y moviendo afectos que detienen constantemente elr e l a to (3 ) . Otras veces, es la tercera persona la que acu-de para desatarse en alabanzas a la divinidad, pero domi-na el e s t i l o directo para agradecer o para pedir a Diosabra los ojos á quienes lean lo e sc r i t o (4 ) . Dios, maestroind i scu t ib le , es asi requerido para ser personaje funda-mental y act ivo, auténtica fuerza que configura e l texto("no soy yo quien lo d ice , que ni lo ordeno con el entendi-miento ni sé después cómo lo acerté a dec i r" , p . 71), yque l lega a ser el verdadero l ib ro (p. 117) ( 5 ) . Aquí, co-

(3) Véanse O.C., éd. c i t . , pp. 30, 32, 33, 34-35, 37, 38, 45, 48, 51,60-61, 69, 70, 72, 73, 82-83, 86, 96-97, 100, 114, 116, p. 125, 130,142, 160, 169, 175, 181, 185. La adjetivacio'n varia. Dios es "criador""Señor", "Jesús", etc., y es vinculado a un j.cs<-sívo cargado de afec-tividad, a veces prolongada por extenso, como digresión. A él acudeen busca de inspiración (p. 82) y de él la recibe. Como señala VictorG. de la Concha, "Él se convierte en verdadero protagonista del Librode la Vida, al entablar con el mundo y su aliado diabólico una luchaque se desarrolla en la persona e historia de Teresa de Jesús" (op.cit., p . 194). Américo Castro, en Teresa la Santa y otros ensayos,Madrid, Alfaguara, 1972 (la primera ed. es de 1929), creía que la fas-cinación de la autobiografía teresiana residía en que "la autora alnarrar el proceso de su vida incluye en su hacer l i t e ra r io la creaciónde agente de ese hacer,con lo cual el es t i lo narrativo adquiere dobledimensión, la de lo narrado y la del quien del narrador" (p. 25). Suestar pensando y sintiendo, sus relaciones con los demás y con Diosaparecen constantemente en la escri tura. Sobre la conciencia del ser,necesaria para toda autobiografía, véase James Olney, Métaphore ofSelf. The Meaning of Autobiography, op. cit.,p.38 sq.

(4) Véanse p. 37 y p. 64, por ejemplo.

(5) Sobre el libro como símbolo, es fundamental el capítulo de E. Ro-bert Curtius, Literatura Europea y Edad Media Latina, México, FCE,1976 (2a reimp.), p. 423 sq. El cristianismo lo glorifico', siguiendola utilización metafórica de la Biblia. Dios aparece frecuentementecomo dictator del que los santos varones copian sus palabras {ibid.,p. 441). Santa Teresa ut i l iza ocasionalmente el tópico de la natura-leza como l ibro, pero, sobre todo, se refiere al "libro de la expe-riencia". Calderón hablaría de Cristo como libro soberano (ibid., p .485), y lo mismo Santa Teresa. Américo Castro señala las analogíasde la Santa con Nicolás de Cusa a propósito de la concepción de la na-

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mo en toda l a obra t e r e s i a n a , surge l a "d ive r s ion" de l a s1xoX.cmoJU.oWU>, l a vocación s a l m i s t a de l a que dan cuentah a s t a sus e p í s t o l a s . Es e s t e i n t e r l o c u t o r — (/o4-"~ e l queeleva necesariamente el decoro del discurso, rebajadocuando se ocupa de la relación de su vida o al dirigirsea otros interlocutores. Y es también quien mueve las par-tes más libres del relato, aquéllas que se ciñen al nudoafectivo, sin orden cronológico, y que permiten unir elpasado de los recuerdos con el presente de la escritura.En éste precisamente acude, cuando reflexiona sobre loque hace, entendiendo que Él es su guía ;"Que escriviendoesto estoy, y me parece que con vuestro favor y por vues-tra misericordia . . . (p. 43). Una vez más, cabe ver enello la impronta agustiniana de las Con&eA¿oneA en las queel Divino Maestro es término feliz de todo conocimiento(6).Por otro lado, la narradora habla también consigo misma,en la activación de la memoria y al emitir opiniones sobresu propio libro o sobre sus capacidades al elaborarlo. Demanera que conforme la obra se va constituyendo aflora unavida que le es sinónima. Abandonada la autobiografía en elcapítulo 11, cuando la retoma en el 23, tras describir los

turaleza como libro de Dios (ibid., pp. 72-73). Antonio Armisér. enEstudios sobre la lengua poética de Bascan. La edición de 154Z, Zara-goza, Universidad-Pórtico, ed. 1982, p. 223, 326, 331, 391, 395 y 402,ha relacionado la obra de Boscán con la docta ignorantia agustinianaque más tarde c r i s ta l iza r ía en la obra de Nicolás de Cusa.

(6) Utilizo la traducción existente en la Biblioteca Universitaria deZaragoza de Las Confessiones de Sant Agustín, traducidas de Latin enRomance Castellano : por el padre Maestro fray Sebastián Toscano dela orden de Sant Agustín, En Salamanca, Por Andrea de Portonariis. Año155!+. Véase, por e j . p . 75 y 75 r . Téngase en cuenta el papel que a lamemoria concede San Agustín y del que hay ecos en Santa Teresa. Enel la , Dios ha hecho posada y en el la se encuentra el hombre consigomismo (ibid., pp. 180-182). Las Moradas, en definitiva, no son sino unalcázar de la memoria por el que Santa Teresa invita a pasear a susmonjas en el epilogo. Tema que desarrollo en un trabajo sobre La con-figuración alegórica del "Castillo interior". (Ver infra nota 27).

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grados de oración, dirá : "Es otro libro nuevo de aquíadelante, digo otra vida nueva" (p. 104).

El segundo interlocutor aquél por cuyo mandato es-cribe, tarda algo ma's en aparecer, y cuando lo hace, esde forma indirecta. ("Quiero tornar a lo que me han manda-do", p. 37), no exenta, sin embargo, de interés ("Aunqueme riña quien me mandó moderase el contar mis pecados, yharto hermoseados van", p. 40), pues modela los contornosdel texto y es censor implícito del mismo. Otras, lo atraeal diálogo directo, interpelándolo y convirtiéndolo en fu-turo corrector : "No sé si digo desatinos; si lo son,vuestra merced los rompa, y si no lo son, le suplico ayudea mi simpleza con añadir aquí mucho" (p. 49) (7). Se de-fiende así de las posibles críticas y pide colaboracióncon la proclamación de algo que, como la caridad, crececonforme se comunica. Las vacilaciones al tratarse deasuntos inefables son transferidas a "vuestra merced" (p.69), así como las digresiones, que no son otras que eseírsele la mano en alabanzas divinas, cortando el mandatoestricto de detenerse en analizar los grados de oracio'n.Entre su propia satisfacción y las órdenes recibidas, ga-na siempre lo primero, ya que es Dios, el principal inter-locutor, quien la detiene :"Vuestra merced me perdone quesalgo de propósito, y como hablo a mi propósito no se es-pante" (p. 72). De ahí que, con semejante argumento, ganela batalla de antemano a quienes le mandan escriba, puesella obedece previamente a direcciones más altas, que con-fesiones y letrados cuidarán mucho de no atajar. Pues siDios le "enseñó la manera de decirlo" (p. 78) y el gruesode las comparaciones que, en principio, no sabía "como lodecir" (p. 77), la supuesta ineficacia ("Creo por la humil-dad que vuestra merced ha tenido en quererse ayudar de unasimpleza como la mía...", ¿b¿d.) queda del todo superaday aun vencida. De este modo, por encima de la constantealusión a sus escasas cualidades como escritora, la reali-dad de quien ha vivido una experiencia mística va vencien-do obstáculos y convirtiendo el libro en algo ma's que"sermones ordenados" — d e los que se ríe (p. 79). "VuestraMerced" — e l Padre García de Toledo—, convertido en segun-

(7) "Éstos ellos lo dirán; yo lo digo lo que ha pasado por mí, comome lo mandan, y si no fuere bien romperalo a quien lo envío —que sa-bra mijor entender lo que va mal que yo" (pp.56-57). Santa Teresa serefiere aquí al Padre García de Toledo.

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do interlocutor, es inquirido, porfiado y emplazado a lolargo de toda la obra. Para é l va una carta insertada,fácilmente desglosable (pp. 78-79), a él alcanza también—" jOh hijo mío !" (p. 78)— la afectividad que desenca-dena Dios. Y as í , de mandatario, se va convirtiendo cadavez más en discípulo al que aleccionar desde sus propiasvivencias (p. 99 y 141) (8) . Y, lo que es más importante,alguien que tiene potestad para comunicar lo relatado :"Dé voces vuestra merced en decir estas verdades, puesDios me quitó a raí esta libertad" (p. 121). Por otro la-do , los dos interlocutores escondidos en la V¿da bajo el"Vuestras Mercedes", el Padre Domingo Ibáñez y el PadreGarcía de Toledo (p. 168), son los destinatarios inmedia-tos de la larga carta en que la obra se convierte. Alfinal , el destinatario primero —Dios— entra a formarparte del envío :

VZe.ga a Su Mag&éiad QAto qaz aqw¿ va QMCJUXO hagaa vaufia müuxd aZgún pKovtdw, que. pon. eZ poco tuga/ika i¿do con t/iavaio-, MOA d¿tho&o OA¿a eZ t/iavajo ilhe. avMtaáo a dzcin. algo que iota una \ie.z ¿e atabe. COK.ziZo <LL Szñoi, qae con uto me. <LanÁ.a pon pagada, aunque,

i iKAced haga tuego lo qu&im. {Pp. 18&-ÍS9)

Pero l as constantes alusiones a esa posible quemase contradicen con la ex i s tenc ia de ot ros i n t e r locu to re sque impl í c i t a o explíci tamente aparecen en la obra. Sabi-da es la presencia de l as monjas, para cuyo aviso se d i r i -ge en los i n i c i o s (p . 38) y por s i "en alqún tiempo lea

(8) Santa Teresa se anticipa a los pensamientos de "Vuestra Merced":"Gustará vuestra merced mucho [...] de hallarlo escrito" (p. 80),"Difame vuestra merced...", "vuestra merced lo atenderá..." (p. 9f)."Mucho me atrevo. Rómpalo vuestra mefced si mal le parece, y cr>ea selo diría mejor en presencia". Unas veces lo hace con la arrogancia dela experimentada (p. 101), otras, con el miedo a ser mal entendida oa superar la barrera que delimita su propio campo respecto al de losconfesores : "Mas ¡qué hablar he hecho para despertar a vuestra mer-ced a no estimar en nada cosa de esta vida ! como si no lo supie-se . . . " (p. 123). De ahí que se disculpe ante las alabanzas de "vues-tra merced" (p. 124), pida perdón por contar "menudencias" (p. 136)o extenderse demasiado (p. 167) y lo tenga como testigo visual desus experiencias (p. 123) y como juez de lo escrito {p. 69).

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esto alguna monja escarmienta en mí" (p . 45) . Pero laVida no se ca r ac t e r i za precisamente por t e n e r l a s como des-t i n a t a r i o s . Escr i ta para que todos "vean" la misericordiade Dios (p. 52), tan pronto se d i r i g e "a personas" (p .36) ,como "a quien aquí l l ega re" (p . 56), o a "gente e s p i r i t u a l "(p. 61), ya seap de los que comienzan e l camino de oracióncomo los mas avanzados. Con e l l o , e l d i scurso se va ca rac-ter izando como t ra tado aleccionador y guía de oración an-chamente d i r i g i d a a cuantos e s p i r i t u a l e s vayan por la sen-da de la "mística teología" (p . 63) ( 9 ) , y hasta a "losque lo leyeren" (p . 64 y \>idí p . 49) . Declarándose a todos,amplía l a es t recha vía de sus confesores y fuerza e l d i s -curso a la d i s t i nc ión en t re var ios t i pos de personas, s e -gún e l grado de oración que f recuenten . Hecho é s t e que fa-vorece y j u s t i f i c a una p ro l i j i dad reñida con "el entendi -miento bueno de quien me mandó e s c r i v i r e s t a s cosas deoración" (p. 67) . Y s i a l p r inc ip io considero que l a s ex-per iencias de su educación podían ser u t i l e s para los pa-dres con h i j as a l a s que guiar por e l camino de salvación,o t iene presentes a f r a i l e s y monjas en sus consejos (p.45),e l campo va generalizándose hasta r e f e r i r s e a cualquierlector.No vac i la rá en a lud i r a la mujer casada (p. 68) ysus re fe renc ias a las mujeres en genera l son cons t an t e s .Es obvio que con todo e l l o no perseguía s ino hacer comuni-cable una experiencia que podía s e r v i r a cualquier c r i s -t i a n o . Los confesores y Dios mismo convenían a l género deconfesión —en sentido agus t in iano—, y al de ca r t a quecarac te r izan la Vida, pero é s t a es también t r a t ado de ora-ción y, como t a l , debía i r d i r i g i d o a un sec tor mucho mas

(9) Se convierte en "confesora" (p. 61) de almas en general, precisan-do a veces que quienes han alcanzado los niveles experimentados porella lo entenderán mejor (p. 73) o que "Esto bien entendido va paratales entendimientos" (p. 80); no faltando la búsqueda de quien, ha-biendo probado lo que ella, "entenderá algo de esto" (p. 85 y véasep. 118 : "quien tuviese experiencia"). Su seguridad crece conformeel texto avanza. Pues si al principio dice : "si fuera persona quehubiera de dar parecer1" (p. 34), después alecciona directamente, conseguridad, aunque le falte la "autoridad" (p. 12) de los letrados.Para la precisión del término "mística teología", véase Víctor Garcíade la Concha, op. ait., p. 109 y nota 22. La distinción entre teolo-gía escolástica y mística es capital para el recto sentido de la obrade Santa Teresa, pues tras ella se esconde la lucha secular entre in-telectuales y espirituales. Sobre ello, volvemos más adelante.

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amplio, el de los cristianos_lectores, a los cuales seciñe la obra. Que el Padre Bañez en la censura de 1575creyese que la Vida, era más propia de "hombres doctos y deexperiencia y discreción cristiana" (pp. 190-191) , o queinsistiese en que surgid a peticio'n de sus confesores, esasunto que desborda la realidad del texto y la de la pro-pia difusión de la obra, que encontró, más allá de losmuros conventuales, una recepción amplísima, provocada nosólo por la l icitud del mensaje, sino por su alto gradode oralidad comunicativa (10). La variedad estructural dela V¿da se corresponde así con una voluntaria multiplici-dad de interlocutores que, lejos de cegarla, la enrique-cen, convirtiéndola en verdadero up&jo.

Las vacilaciones y los miedos en declararse escon-den una batalla de la que el texto está plagado de signos.Desde el principio, el la se coloca como protagonista peca-dora y ruin, con escaso entendimiento y torpe imagina-ción (p. 36). Luego avanza "un entendimiento grosero"(p.53),se muestra insegura al hablar de la "mística teología"("creo lo llaman", p. 55 y p. 59), disgustada con su es t i -lo ("mal he dicho", p. 58) y hasta avergonzada de é l , pa-ra acabar con los tapíeos de la humildad de quien escribesólo "lo que ha pasado por mí con toda la llaneza y ver-dad que he podido" (p. 158). Las referencias a su calidadde mujer o a las mujeres en general rozan siempre una asun-

(10) véase al respecto el estudio de Isaías Rodríguez, Santa Teresade Jesús y la espiritualidad española : Presencia de Santa Teresa deJesús en autores espirituales españoles de los siglos XVII y XVIII,Madrid, C.S.I.C., 1972, p . 22sg. Como señala en la p. 29sq., las cen-suras, cartas y aprobaciones inmediatas de la obra teresiana confir-man el amplio campo de lectores que tuvo, una vez disipados del hori-zonte los miedos de la época en que vivió. Sobre los lectores, véan-se p . 65s<?. La difusión en vida de la Santa fue enorme, a part i r de1570 la leían jesuitas, dominicos, aristócratas, obispos. Sobre e l lo ,véase Enriaue Llamas, a r t . c i t . Hubo una transmisión manuscrita quealcanzo'a los ámbitos universitarios.Victor G.de la Concha advierte,enop. cit., p. 191, que fueron los propios confesores quienes vieronla utilidad de la obra. Asimismo concluye que "lo que nació como ur.informe de consulta privada y se previo, desde fuera, desarrollarcomo tratado doctrinal, crece en forma de activa pedadogía místicainserta en lo autobiográfico" (pp. 192-193). Para la escritura comoprolongación del coloquio, ibidem, p. 93.

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cion de inferioridad que choca fuertemente con las graciasdivinas recibidas que la colocan en un lugar muy superioral de muchos hombres. Aunque en un momento determinado nodude en a t r ibu i r se "ánimo de varón" (p. 51! y se lamentede haber llorado lágrimas "mujeriles y sin fuerza" (p.54) ,otras asume su condición : "para los demás basta ser mu-jer para caérseme las a las , cuantimás mujer y ruin" (p.57)( 11).

Sin embargo, el texto muestra bien a las c laras unaperpectiva desde la que Santa Teresa l ibraba un singularcombate : e l l a , frente a los l e t rados . Como ha señaladoTeofanes Egido, contaba con una t r i p l e tara —orante, mu-je r , judeoconversa— contra la que debía defenderse antela ofensiva de los teólogos que podían en cualquier momen-to acusar de herejes a los cenáculos de "esp i r i tua les" ya e l l a con mayor motivo (12). No hay más que ver los memo-

d i ) Más adelante dirá : "En fin, mujer y no buena, sino ruin", (p.83).A los confesores les recomienda especial cautela en el tratamiento :"y es menester tiento, en especial con mujeres, porque es mucha nues-tra flaqueza" (p. 107). El diminutivo aflora para destacar la batallade unas monjas ("mujercitas", p. 156) frente al demonio, haciéndolaasi más valiosa.

(12) "Ambiente histórico", en A, Barrientos, op. ait,, pp. 51-52. Se-gún T. Egido, "su insistencia en el valor de los letrados, su aireadasimpatía hacia ellos, la fecunda amistad que la unió con algunos senos aparecen como posiciones tácticas adoptadas para alejar sospechaspues la Madre Teresa,'espiritual J mujer y judeoconversa, vibraba mu-cho más de acuerdo con el sector contrario" (ibid.). La autobiografíaserviría así a la tarea de convencer a los letrados de que su expe-riencia era de orden divino. San Juan de la Cruz ofrece un curiosoejemplo en la Subida del Monte Carmelo, 2, 7, 12 (apud Concordanciasde tas obras y ese-ritos de San Juan de la Crus, pop Fray Luis de SanJosé, Burgos, 1948), cuando habla de "Esotros que viven alla a lo l e -jos, apartados de Él [Cristo], grandes y letrados potentes. . ." . YaMenéndez Pidal (El estilo de Santa Teresa, en La lengua de CristóbalColón, Madrid, Espasa-Calpe, 1958, 4a edición, la primera ed. es de19^2, p . 121 apuntó que "desde el comienzo Santa Teresa se encontró'con el recelo de muchos doctos, hostiles a que las arduas cuestionesteológicas fuesen tratadas en lengua vulgar, y además por una mujersin estudios". Cuestión aparte es la planteada recientemente por E.W.Trueman Dicken, en La mística carmelitana, Barcelona, Herder, 1981,pp. 326-329, quien pone serias objeciones a las quejas que Santa Te-

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ríales postumos para confirmar que nada resultaba más pre-suntuoso que una mujer sin letras tratando de materiaspropias de varones letrados (13). Las acusaciones y las

resa hace en su obra culpando a sus confesores de la sequedad espiri-tual que sufrió durante veinte años. Trueman da la razón a éstos querecomendaron inútilmente a la Santa el abandono de la meditación dis-cursiva sobre la humanidad de Cristo. Véase además el estudio de Fran-cisco Márquez Villanueva, Espiritualidad y literatura en el sigloXVI, Madrid, Alfaguara, 1968, donde llama la atención sobre la defen-sa que hizo Santa Teresa de la libertad de las mujeres para alcanzarlos niveles más altos de oracidn; y V. García de la Concha, op. cit.,pp. 124-128. En la p. 868, analiza la presencia de confesores y letra-dos en la obra teresiana, así como la valoracio'n positiva de la cien-cia y el eclecticismo que acompañó su doctrina; tesis que no creemosincompatible con la aquí expuesta. Sobre la opresio'n intelectual ylos problemas inquisitoriales que acuciaron a Santa Teresa y a loshumanistas, véase la síntesis de Luis Gil Fernández, Panorama socialdel humanismo español (1500-1800), Madrid, 1981, p. 429 sq. Tambiénes de interés su análisis sobre el proceso de ascensión social ini-ciado por los letrados en el s. XV, así como la precisión que hacede los términos "letrados", y "gramáticos", p. 231 sq. Un análisisdel problema de los letrados en el ámbito histórico en el que SantaTeresa se refiere arrojaría nueva luz y precisaría los límites de loque ella entiende por tales letrados. Éstos eran normalmente juristasy a veces son también teólogos; como lo primero, representarían unárea de poder económico importante que no debería desestimarse a lahora de valorar los juicios teresianos al respecto.

(13) Véase Isaías Rodríguez, op. cit., p.43 sq. En 1598, el Dr. Fran-cisco de Pisa, presbítero, dice : "Estos libros contienen doctrina deuna mujer sin letras, la cual a veces no seguía el parecer de losletrados y confesores con quien ella consultaba, antes seguía el suyopropio" (ibid., p. 54). Véase también Enrique Llamas Martínez, SantaTeresa de Jesús y la Inquisición española, Madrid, C.S.I.C., 1972.En los textos recogidos de entre la variada gama sermonística que enel siglo XVII dedicaron a la Santa los predicadores, menudea el argu-mento de su condicio'n varonil o el de su excepcional posición al con-vertirse en doctora, beata y santa desde su condición de mujer. Véa-se al respecto el artículo del P. Félix G. Olmedo, Santa Teresa deJesús y los predicadores del Siglo de Oro, en Boletín de la Real Aca-demia de la Historia, 1924, pp. 165-175 y 280-295. Fray Jerónimo deTiedra llega incluso a poner en boca de San Jerónimo (celoso) una que-ja a Dios por preferir a una "mujer idiota" como oráculo de la Igle-sia en vez de elegirlo a él. Las ramificaciones del tema no son pocas.

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defensas en tornea la validez y ortodoxia de los escr i tosteresianos giran en torno a este problema que dura, comose sabe, hasta las argumentaciones a propósito del Patro-nato (14). Pero abonando la realidad h i s tó r ica , el textode la Vida da plena cuenta de esa lucha en la que SantaTeresa t ra ta âe. defenderse de los letrados rebajando suspropios méritos como mujer e i l e t rada , adelantándose ade-más a los juicios ajenos. Ello no la deja inerme, muy alcontrario, sabiéndose sujeto de experiencias singulares,las exçone a esos letrados que saben más de sermones y deteología, pero que no gozan, en la mayor parte de los ca-

charles Aubrun, en el prólogo a su éd. de Le Chansonnier espagnold'Herberay des Essarts, Burdeos, 1951, p. LXII, dice que la virilidadfue una virtud que las mujeres más relevantes asumieron. Sobre ello,véase el estudio de Roger Boase, The Troubadour Revi-val, Londres,Routledge S Kegan Paul, 1978, p. 112, donde recoge una copla de Fr-ayIñigo de Mendoza en la que se ensalza a la reina Isabel la Católicapor su "fuerça varonil". Los ejemplos podri'an extenderse a cuantasmujeres excepcionales asumieron papeles que el decoro y la historiaasignaban a varones. Sobre la defensa de la mujas orante, véanse losestudios de Tomás Álvarez, Santa Teresa e i movimenti spirituali delsuo tempanen Santa Teresa, maestra di orazione, Roma, Teresianum,1963,pp. 7-54; del mismo, Santa Teresa y la polémica de la oración mental :sentido polémico del "Camino de perfección"', en Santa Teresa en elIV centenario de la Reforma carmelitana, Barcelona, 1963; y Danielde Pablo Maroto, Dinámica de la oración. Acercamiento del orante mo-derno a Santa Teresa de Jesiis, Madrid, EDE, 1973, pp. 83-131.

(1"+) Isaías Rodríguez, op. cit., pp. 55-56. Fray Luis defendió lautilidad de la obra teresiana, considerando que podía andar- en len-gua vulgar y para todos. Antonio de Quevedo (1591) apostillo otrotanto y alabó la "elegancia y est i lo" de la Santa. El P. JerónimoGr-acian en su Dilucidario declara que muchas mujeres han sido sa-pientísimas en filosofía y que pueden escribir l ibros. Santa Teresacontaba además —según él-~ con la aprobación de varones sapientísi-mos y la de la^propia Inquisición (ibid., pp. 57-61). Los procesosde beatificación y canonización discuten sobre la capacidad naturalde una mujer (ibid., p . 81) y, al confirmarla, destacan las excelen-cias de una doctrina que excede no so'lo las capacidades "de una mujerinculta y sin letras"sino las posibilidades de cualquier entendido"er.toda teología humana", como dice, en 1610, Francisco de SantaMaría y lo mismo afirma ese año Juan Oliva. Al convertirse en doc-tora, la "flaca mujer" podía equipararse a los más eminentes teólo-gos {ibid., pp. 81-83). Véanse igualmente p . 130sq.

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sos, de un historial espiritual como el suyo. La palabra"experiencia", machaconamente repetida, se alza contralas teorías de los más sabios varones. Y a ellos van dir i-gidos, para captar su benevolencia, los argumentos en losque afloran la femeneidad y las pocas letras de la narra-dora (15).

Santa Teresa ha dejado puntualmente descrito elbagaje de sus lecturas. El recuento apoya —con los Evan-gzLLoi, l a s Ep¿¿to¿M de San Jerónimo, l a s Con^íi¿one4 agus -t in ianas , e l Abe.c&da/ux> de Osuna, las UohaXíU> de San Grego-r i o , e tc .— una defensa contra cualquier acusación dedesconocimiento. Pero es indudable que carecía de t í t u l o sy no podía competir con los teólogos en su propio campo.Armada de su experiencia y con la ayuda de los recursosre tór icos del e s t i l o más humilde ofrece su obra a los l e -t rados . Su principal in te r locu tor . Dios, acude en su de-fensa. Dirá : "Yo le alabo mucho, y las mujeres y los queno saben l e t r a s le havíamos siempre de dar in f in i t as gra-cias , porque haya quien con tantos travajos haya alcanza-do la verdad que los ignorantes ignoramos" (p. 69. No po-día obrar con mayor su t i l eza al recomendar que se ha debuscar siempre confesor con l e t r a s (16). La dis t inción

(15) Asi por ejemplo, en la p. 59, presume que el P. Ibanez se reiráde su escaso acierto en las comparaciones "aunque yo las quisiera es-cusas por ser mujer". Sobre la experiencia, véase V. García de laConcha, op. cit., p. 109 y 113, especialmente.

(16) Más adelante tras señalar sus carencias, pide que los confeso-res sean letrados : "Lo más siguro es (yo ansí lo hago y sin esto noternía sosiego,ni es bien que mujeres le tengamos, pues no tenemosletras). . ." (p. 117). Luego dirá : "porque contradición de buenos auna mujercilla ruin y flaca como yo y temerosa, no parece nada ansídicho" (p. 127). Véase E, Renault, L'idéal apostolique des Carmélitesselon Thérèse d'Avila, , Desclée de Brouwer, 1981, p. 96 sq., a pro-pósito de las dificultades que rondaron y acosaron el particular apos-tolado activo femenino que promovió' Santa Teresa. En p . 103, llegaa afirmar : "En d'autres termes, c 'es t une action sacerdotale propre-ment dite qu'elle regret ta i t de ne pouvoir exercer. I l est évidentqu'à son époque, elle ne pouvait oser se formuler à elle-même cetteprétention, encore moins l'exprimer, même à mots couverts, c'eût étéun véritable scandale" (p. 103). Insinúa que se ve prolongada a s imisma en la obra de los padres de la reforma —Maldonado, Garcia deToledo, Gracia'n— que van a llevar a cabo lo que ella no puede hacer.

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que establece entre ella y los que han de juzgarla es enor-me y se agranda a favor de los segundos, a quienes tratade captar constantemente para su causa : "Para mujercitascomo yo, flacas y con poca fortaleza, me parece a mi con-viene [...], más para siervos de Dios, hombres de tomo,de letras, de entendimiento..." (p. 61). Consciente de losjuicios venideros, se cura en salud, teniendo en cuentalas voces de esos "hombres de tomo" que podían censurarla;"tiénenla por poco humilde y que quiere ensenar a de quienhavía de deprender; en especial si es mujer, aquí es elcondenar y con razón..." (p. 95). A solas con Dios, encon-trará a cambio su mejor fuerza : "Mujeres eran otras yhan hecho cosas hero'icas por amor de Vos" (p. 97), dice.El estilo se acomoda así a la humildad que el decoro le iasignaba como mujer y como monja, dejando para las teoriasde los sabios letrados cuanto pudiera traspasar los lími-tes retóricos y experimentales de la "llaneza" y de la"verdad".

La [/ida. no imposta el estilo humilde en función deunas destinatarias, las monjas, que apenas si aparecen,sino por la fuerza de los que han de juzgarla. De ahí queal final pida perdón por atreverse a escribir sobre cosastan subidas, que no por haberlas vivido eran menos peligro-sas y objetables para dichas por una monja que había yasido condenada previamente y ahora andaba más que avisa-da :

P/ieguníávanme. atgunai COÍOÍ-, yo/ KupondUa. canilan&za y ducuáúo-, ¿tingo tu> pakztúa Lo& qaz/uji eñaA y quz me tuda. pon. iahia. |P . 127)

Las l e t r a s podían quedarse "a un cabo", pero después deconocidas. A los teólogos había que acudir necesariamentepero los "esp i r i tua le s" , como en Valdés y como en Osuna,teman —frente a los letrados— su máximo apoyo en la ex-periencia de la unión del alma con Dios. y para lograr és -ta no siempre venía bien e l asidero teór ico (17).

Recluida por su naturaleza femenina a un estado que, como San Pablodecía, no le permitía el sacerdocio ministerial, da gracias a Diospor vivir una vida contemplativa que le permite compensar —y conse-guir— cuanto le está vedado en la vida activa (p. 107).

(17) Antonio Comas, en su artículo Espirituales, letrados y confeso-

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El Camino dz peA^zcción (18) se configura, sin embar-go, de modo diferente. Éste surge también bajo el impulsode la obediencia, pero es "librillo" hecho especialmentepara sus :monjas y son éstas las principales destinatariasy a la vez, las principales protagonistas — a l margen deotras consideraciones extratextuales que pudiesen ampliar

res en Santa Teresa de Jesús, en Homenaje a Jaime Vicéns Vives, II,Facultad de Filosofía y Letras, Barcelona, 1967, pp. 85-99, cree queSanta Teresa, como Valdés y Osuna, enfrenta a espirituales y letra-dos, es decir, a quienes viven y a quienes teorizan sobre la vida es-piritual, declarándose a favor de los primeros. Reconociendo a los se-gundos una evidente superioridad intelectual, apoya la experiencia vi-vencial de los que como ella practican la "teología mística" (véaseinfm). La paradójica disposición frente a ellos, entre el elogio yla crítica, lleva, implícita, según Comas, un cierto repliegue propiode los espirituales que veían cercano el peligro de la heterodoxia.Por otro lado, Francisco Márquez Villanueva, en Espiritualidad y li-teratura en el Siglo XVI, Madrid, 1968, dice : "es otro de los temasde Camino de perfección, el ataque de flanco a la hinchazón de letra-dos y teólogos, el que mejor permite ver hasta qué grado de maestríallega Santa Teresa en el manejo de una sutileza irónica" (p. 192).Márquez entiende la obra de Santa Teresa como defensa de la vida es-piritual, amenazada por los inquisidores. Recientemente Víctor Garcíade la Concha ha planteado el tema en estos términos : "Astutamente— y elijo a propósito el vocablo— ella declara que no pretende hacermás que una labor subsidiaria de la de los letrados, aclarar a sushermanas algunas dudas de oración, porque, en definitiva, añade, lasmujeres se entienden mejor entre sí. Con tal excusa cubre el flancodel recelo y avanza segura al viento de la libertad expresiva" (Unnuevo estilo literario, en Historia 16, VII, n° 78, 1982, p. 57).

(18) Camino de perfección, en O.C., éd. cit., pp. 195-332. Según D.de Pablo Maroto, en A. Barrientos, op. cit., p. 269 sq., se trata dellibro pragmático de la reforma, un código de espiritualidad ampliamen-te copiado y editado a partir de 1567-1568. Cree que la doble redac- *ción del libro va en función de los destinatarios. La primera (1565)sería la más afectiva e intimista, al ir dedicada a las religiosasde la comunidad de San José. La segunda (airea 1569), iba dirigida aun público más amplio, tras la censura del P. García de Toledo. Danielde Pablo Maroto ha corregido recientemente esas fechas : la primeraredacción es de 1566; la segunda, de 1567. Véase su trabajo en pren-sa : El trasfondo histórico del "Camino de perfección", en Actas delCongreso Internacional Teresiano, Salamanca, 4-8 de octubre, 1962.

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el marco de su lectura. Claro que Dios sigue siendo voca-ítivo esencial, parada oracional gratificadora desde lasprimeras líneas a las últimas. Entre esas dos voces, y lasuya propia como narradora, transcurre todo el itinerarioespiritual. La galería de destinatarios se ha ceñido con-siderablemente en relación con la Vida. El Camino, aunqueescrito también a "rachas", goza de una unidad mayor, enéste y en todos los sentidos. Por otro lado, la sombra delos "luteranos" (p. 197) convierte a éstos en interlocuto-res implícitos contra los que ella y sus monjas, en esco-gido ejército, encerradas en sus "castillitos", van a li-brar la batalla de la oración (p. 199).

Dios es requerido a cada momento, aunque aquí ellase instala en un lugar destacado, como intermediaria entreÉl y sus monjas (p. 205) (19), pues sólo con la ayuda di-vina podrán todas juntas contra los enemigos de la Iglesia.Sin embargo, también se da la petición contraria y es San-ta Teresa la que ruega a sus monjas para que tercien porella ante Dios (p. 206). De modo que el Camino es, entreotras cosas, una iniciación al dia'logo con la divinidad,ensayado en el propio coloquio con las monjas (p. 249).Pero se trata de un diálogo afectivo, con alguien que esesposo tanto de la narradora, como de las destinatarias(pp. 266-267 y 275), situación que ensalza cualquier otrointento de rebajarlas. La seguridad de estar constituidasen ejército, salva las inseguridades y temores que perfi-laba la Vida. Aquí el dia'logo entre iguales destierra lasvacilaciones, incluso estilísticas, ñdema's habla no sólopara las monjas presentes, sino para un futuro, más aliade la muerte (p. 199), en el que la escritura, todo looral que ser puede, sustituye a la propia voz. El vocati-vo hacia las monjas es constante, lleno de diminutivos,y plagado de afectos y euforia (p. 202). Las llama "her-manas", "hijas", "amigas" y la segunda persona, directí-sima, se plaga de exclamaciones, interrogaciones, dubita-ciones y reflexiones sobre la propia escritura o los pro-pios juicios. Tan cerca las tiene, que hasta señala losmomentos de reflexión propia, como quien piensa en voz alta:

(19) El ":0h Redentor mío...!"(p. 197)aparece de inmediato. Suele elposesivo presidir la mayoría de estas exclamaciones (pp.242 y 244) aveces muy extensas (p.239, 295 y 302). Véanse p. 266, 296, 298s<?. Elcap. 59 es una oración a Dios. El libro se cierra también en su alaban-za (p. 332).

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Ahoia no nublo con voiotAai —que hanto matno t&nz/i e.nte.ndido uto—, &¿no conmigo, et tL&mpo que.me. pnecií de. karma iln znX.znd.iA. qué. COÍCL eha., y ¿vamai hito de ¿a Qzntz po>t ¿o que. oío.. (P. 3111

El ejercicio de la humildad retorica y ética no fa l -ta aquí, sin embargo. "Mujer y ruin" (p. 197), inicia consus "poquitas" monjas ese camino de perfección al serviciode Dios. Pero no nos engañemos : s i su condición es baja,sabe que la Redención les ha alcanzado también a e l l a s , yasí se lo dice al propio Cristo : "Ni aborrecisteis . Señorde mi alma, cuando andavades por el mundo, las mujeres, an-tes las favorecistes siempre con mucha piedad y hallastesen e l las tanto amor" (p. 205) (20). Y. si bien advierte asus monjas de las tareas que implica el ser mujer, incidien-do en la peligrosidad de hacerse siervas de "flaquezas" y"malecillos" propios de su sexo (21), también las pone enguardia contra quienes las vayan a ahuyentar de los caminosde la oración argumentando que "no es para mujeres, que lesvienen ilusiones", "mijor sera' que hilen" (p. 261). El es-t i l o elegido sí que queda aquí plenamente sujeto a la con-fianza y cordialidad que le merecen sus dest inatar ias , aun-que no dude en escusarse una vez más por su "rudeza" y enatr ibuir a Dios lo más positivo de sus "otros l ibros" (p.210). La materia le impone a veces los niveles e s t i l í s t i cosdel tratado, pero las más, gana un es t i lo directo, plena-mente consciente :

Mai, i qui duconcviXado z&uUvo !, blzn comoquizn no iabe. qué hace.. VOÍO&LOÍ tenía la culpa, heA-mano6, puu me. te mndaii. Lzzldo tomo pudieAdzi —que.anbí lo UCAÁ.V0 yo como puedo—, y <j¿ no, qumaldo ponmai qui va. {p. 23S),

ocupando l a s monjas e l papel i n q u i s i d o r —eso s í , minimiza-do— que l o s confesores t en í an en l a Vida.

(20) El texto pertenece al "Co'dice de El Escorial" que en las veintelíneas bordadas que siguen arriesga aún más:"y más fe que en los on-bres, pues estava vra sacratísima madre en cuyos méritos merecemos—y por tener su abito—lo que desmerecíamos por nras culpas.. ."(ibid.n. 1) .

(21) "Y en mujeres creo deve ser esto aún más que en hombres"(p.208);"y porque no se entiendan tantas flaquezas de mujeres" (p.209); "Masunos malecillos y flaquezas de mujeres, olvidados de e l las , que a lasveces pone el demonio imaginación de esos dolores" (p. 228).

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En el Camino queda plenamente justificada la selec-ción retorica. La humilde andadura se corresponde con eldestino al que se dirige. Sus digresiones adquieren de estemodo un sentido lógico, y así lo dice : "Impertinente pare-ce, mas para vosotras todo pasa; quizá lo entenderéis mijorpor mi grosero estilo que por otros elegantes" (p. 244),dejando "para entendimientos concertados" la lectura de li-bros de oración "con excelente doctrina" (p. 251). El en-salzamiento de la humildad engrana el estilo con la ética.Santa Teresa trata por todos los medios de que sus monjasalcancen un lenguaje especial, encaminado únicamente a des-pertar a las almas a la oración; y les advierte : "Si ostuvieran por groseras, poco va en ello; si por hipróquitas,menos : ganaréis de aquí que no os vea sino quien se enten-diese por esta lengua" (22). De este modo, Santa Teresajustificaría esa hipocresía "piadosa" del rebajamiento esti-lístico por la funcio'n pastoral asignada a las monjas delCarmelo. Dentro del amplio cenáculo de espirituales, teníancabida las elegancias estilísticas en los libros de oración,pero Santa Teresa deja ese papel para los varones doctos yse asigna a ella y a sus monjas una parcela más intima yrestringida, la de la captación de almas por medio de unestilo voluntariamente bajo, "para mejor entenderse", y delque ella había probado sobradamente su eficacia. Que lapráctica muestre una variedad más cercana al curso medioo que roce el sublime en algunos casos es asunto que nochoca necesariamente con la prédica de una humildad en loshábitos conversacionales del convento y en la realidad dela obra literaria teresiana.

Sus "hijas" no se separan un momento y con .ellavan a lo largo del Camino, aunque al final encomiende suobra al Padre Báñez y advierta que tal vez no se les permi-ta leer el libro. Pero la presencia de éste es mínima y laguerra contra los letrados se sitúa ma's allá del texto fue*

(22) Fernando Lázaro Carretea {Fray Luis y el estilo de Santa Teresaen Homenaje a Gonzalo Torrente Ballestev, Caja de Ahorros de Salaman-ca, 1981, pp. 463-469) cree que para llevar a cabo la reforma espiri-tual del Carmelo y la edificación de las almas, a Santa Teresa "le re-sultaba didácticamente lícito el disimulo" (p. 464). Ello significaríaen materia estilística la confirmación de un voluntario desclasamientoidiomático que como mujer y judeoconversa Í-ÍI-U,

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ra de ese ámbito perfecto en e l que e l e s t i l o puede acomo-darse sin trabas al coloquio entre e l l a . Dios y las mon-jas (23). Aunque en un momento dado exclama :" • Qué val ie-ra aquí ser f i losofo !" (p. 253).

De igual modo, las Moiadm, e sc r i t a s a instanciasdel P. Gracián y t ras consultar al P. Alonso Vela'zquez,mantienen desde los in ic ios la presencia de las monjas aquienes se d i r ige un tratado que se sabe inspirado por elmismo Dios (p. 382). Éste aparece nuevamente en sus "di-versiones" (25), y es descanso en el que acuden las excla-maciones acostumbradas. Pero son las monjas las que ocupanla segunda persona de un discurso hecho para e l l a s , invadi-do por e l l a s y cuya oralidad aumenta considerablemente enrelacio'n con el Camino (26). La obra anterior se inserta enla presente y se supone es conocida por las dest inatar ias(pp. 372-373); y como Santa Teresa es consciente de quevuelve a t r a t a r de lo mismo, plaga su voz de consideracio-

(23) A juicio de Pablo Maroto —a quien agradezco sus consejos tras lalectura de este artículo—, el Camino parece, sin embargo, proponerteorías opuestas a las de los letrados en lo referido al tema de la na-turaleza da la oración vocal, no entendida como mera repetición, sinocomo algo más digno y equiparable a la oraeio'n mental (ver Dinámica dela oración, éd. c i t . , pp. 112-120 y su colaboracio'n en Introducción ala lectura de Santa Teresa, ed. c i t . , pp. 303-307).

(24) O.C., éd. c i t . , p . 363 sq. Según José Vicente Rodríguez, en A.Barrientos, op. c i t . , pp. 311 eq. e l Castillo para Santa Teresa eracomo una prolongación del l ibro de la Vida y lo tuvo en alta estimación.Aparte de las instancias divinas, e l Padre Gracián la convenció de queescribiera el libro para las monjas en un lenguaje que ella s entendie-ran. Se formo un tribunal censorio en el que además de ella y de Gra-cian entraron el Padre Yanguas y fray Ángel de Salazar a juzgar el l i -bro. De ahi surgieron algunas correcciones.

(25) Véanse O.C., p . 367, 373, 376, 384, 386, 397, 408, 430, 436.(26) Véanse O.C., pp. 367, 370-371, 374, 376, 394-396, 399, 400-402,405, 410-419, 421-426, 431, 436, 438, 440, 444, 446, para darse a enten-der (p. 383), consciente de que una cosa es experimentar las cosas yotras "el saberlas decir" (p. 382). A veces ella y sus monjas quedanenglobadas en un "nosotras" que implica una empresa, un quehacer encomún, unidas en unos esponsorios con Cristo (p. 379, 380, 387) queelevan su condición, divinizándola.

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nes sobre cómo "guisar de diferentes maneras" (p. 373),para impedir que la lectura les canse. Excusándose nueva-mente por su poco saber y "rudo ingenio" (pp. 368-369 y385), achacando los defectos de la escritura a su escasasalud y mala memoria (pp. 384-385 y 401) sostiene en lasMoAadaA un amplio debate para alcanzar un estilo con elque transmitir las experiencias vividas. De ahí la plagade alusiones a la inefabilidad, la confirmación de lasdificultades por encontrar comparaciones precisas hastael deshacerse en la empresa, el gozo de encontrarlas o laconciencia de su ineficacia, al medir la distancia e ina-decuación que existe entre la materia tratada y el estiloempleado :

Manto gio&eAai computaciones ion éitai pata tanpn.zcA.oia cama, mai no alcanza OPIOÍ mí ¿nge.n¿o. (P.4U) (27)

Adelantándose constantemente a las preguntas de sus monjas,confiándoles sus dudas en el manejo de una lengua que hagatransmisible lo t ra tado , lamentándose, en f in , de sus par-cos conocimientos e s c r i t u r a r i o s , Santa Teresa consigue uníndice de oralidad inusi tada, operando con un e s t i l o l lenode una vi ta l idad inmediata, cercana a los recursos de lapredicación y la catequesis; como cuando adelanta la apar i -ción f í s i ca de sus monjas : "Paréceme que os estoy mirandocomo decís que qué havéis de hacer s i en todo pongo pe l i -gro" (p. 421) .

(27) No parece oportuno enumerar los casos en los que Santa Teresa re-flexiona sobre la escritura en las Moradas, por lo numerosos. Uno delos más curiosos es el que confirma las diferencias entre los hallaz-gos estilísticos que la narradora cree eficaces y su virtual inoperen-cia en las lectoras : "por este lenguaje no sabré yo aclarar nada, queesto tengo malo, que por el que yo sé decir, pienso que me havéis deentender, y quizás será sola para mí", para luego gozarse en el hallaz-go de la imagen del pastor-Dios que llama a sus potencias y sentidos :"paréceme que nunca lo he dado a entends? como ahora" (pp. 387-388).También se complace en la imagen del Dios-brasero : "Y paréceme es lamejor comparación que he acertado a decií" (p. 108). En una ocasión,duda no sólo de su habilidad, sino de la de cualquier otro a la horade expresar experiencias como la suya (p. ^18). Pero obligado es de-cir que la Santa se constituye en guia de cuantos deseen recorrerel entramado alegórico de las Moradas; sobre ello he tratado en mi ar-tículo La configuración alegórica deX Castillo interior,en Boletín delMuseo e Instituto "Camón Aznar", Zaragoza, X, 1982.

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La presencia de los letrados es, sin embargo, evi-dente, aunque tal vez menos enfática que en la Vida.. Ya enlos inicios se alian ella y sus monjas en una humilde "tor-peza de mujeres" contra lo que "los letrados y entendidosmuy bien las saben" (p. 368) . Mas adelante, abandona algu-nas explicaciones con la siguiente excusa : "pregúntese aquien me lo manda escrivir, que yo no soy obligada a dis-putar con los superiores, sino a obedecer" (p. 380) y lue-go se defiende de "este lenguaje de que me parece" , some-tiéndose al juicio de los letrados (p. 393) , para terminaren el epilogo no sólo doblegada a sus observaciones, sinoal juicio preceptivo de la Santa Madre Iglesia (p. 450).Sin embargo, el texto no rezuma los temores de la Vida, yse autocomplace en el hallazgo de una vía alegórica que,al ser comunicada por Dios, no deja lugar a dudas sobre suvalidez. El epílogo denota satisfacción por tal hallazgo.El entretenimiento y deleite que la narradora ha experimen-tado al escribirlo es equiparable a la libertad con que lasmonjas pueden leerlo y seguir así un recorrido por esosi¿c£a ¿oca (28) que, como nuevo arte de la memoria, permitenun itinerario mental, por el castillo interior, libre deacotaciones : "pues sin licencia de los superiores —dicea sus monjas— podéis entraros y pasearos por él a cual-quier hora" (ibld.).

Las Moiadai llevan además lectores implícitos quesobrepasan el ámbito de las citadas destinatarias. SantaTeresa era consciente y así lo expresa, de la utilidad am-plia de su tratado. De ahí que se refiera a "personas se-mejantes" (p. 381), a sus monjas "y aun a todos" (p. 398),aunque se defienda en ocasiones de su estilo "desbaratado"diciendo que "como es para mis hermanas, poco va en ello"(p. 401). La seguridad alcanzada por Santa Teresa es aquímucho mayor que en la [/¿da, pues, como ella misma confirma,fue el mismo Dios el primero que, le ordeno' escribirlas yestaba muy segura de haberle correspondido.

Respecto a las Irtindacíonu, escritas también a impul-sos divinos y humanos (29), cabe decir que ofrecen un cam-

(28) Sobre los espacios imaginarios como activadores de la memoria,véase Francis Yates, El arte de la memoria, Madrid, Taurus, 1974.

(29) O.C., p. 520 sq. En Malagón (1570), Dios le dijo "que escrivie-se la fundacio'n de esta su casa", pero no:tomó la pluma hasta 1573,

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bio notable respecto a los interlocutores,no solo por lapresencia de los destinatarios inmediatos, sino por la delos que lean la obra ma's allá de la muerte de la autora.La acción de gracias a Dios se repite aquí constantemente.Ê1 acude reclamado en justa memoria por los bienes recibi-dos (30), pero no con la frecuencia de las obras preceden-tes. Otro tanto ocurre con las monjas. El vocativo aminora,como es lógico, en el contexto de la relación detallada,aunque selectiva, de su obra fundacional (p. 522 y 568).Ella no sabe si va a terminar el libro ni hasta dónde lle-gará (p. 529). La muerte aparece así como instrumento divi-sorio, aunque cree, sin embargo, que su palabra la harápervivir al otro lado. Escribir para el futuro corrigeafectos y alarga distancias : "Teman las que están por ve-nir y esto leyeren, y si no vieren lo que ahora hay, no loechen a los tiempos" (p. 530). Consciente de que no so'loperdurarán sus conventos "a muy largos tiempos" (p. 586) •-sino sus libros, deja en éstos la voz consejera que preva-lezca :

Comíncí a de.cin. aX.gu.nm> COÍCU paAticwtaA.e¿ d& a¿-gunaà heJtmanai de eitoi mon&óteJiioi, paAe-CÜndome. cuan-do uto vinieren a le.nA., no eitaxían viven ¿ai que. aho-n,a ion y pcuia qixe. ¿ai que. viniejien ¿e animzn a VLevan.adelante, tan bmenot, pKindpioi. [Pp. 576-57?)

Pero es evidente que Santa Teresa no deja por ellode interesarse por sus hijas ma's cercanas, las vivas, aquienes apostrofa, avisa, encamina el relato (31) y hastaincluye dentro del cuadro.:

Eitai mii henmnai de San 3OÍZ{¡ de Salamanca,adonde, eitoy cuando uto ÍÍCAÍVO, me. han micho pedidodiga atgo de como ii han de haueji con ¿ai quz tiznenhumon. de. meZanco¿ia (p. 539),

a instancias del P. Ripalda y con gran desánimo por su parte. Véaseel artículo de Teo'fanes Egido, en A. Bawier.tos, op. cit., p . 241 sq.,a propósito de las Fundaciones.

(30) Véanse O.C., pp. 525-527; 529-531, 534, 547-548, 579-580.y 599.

(31) Véanse O.C., pp. 533, 534-535, 538-539, p . 541, 548, 553, 564,588-589, 593, 598-599.

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y ello sin perder esa perspectiva de futuro encaminada aque las monjas venideras "procuren imitar siempre estosbuenos principios" (p. 562) y sepan lo que debieron a lasfundadoras (p. 578). Toda la relación se dispone como tes-timonio para que sus monjas sean conscientes de los benefi-cios alcanzados. La magnitud de una obra tan amplia se ••agranda —una vez más— al venir contrastada —vital y esítilísticamente— por la humildad de sus autoras. Bien escierto que parece asistirlas un ánimo "no;:éierto de muje-?res" (p. 522) que convierte en milagrosa cualquier actitud.La mujercilla" que dice ser ella (p. 524), las "cosillas"(p. 529) que ha escrito, la flaqueza de las monjas que lahan acompañado (p. 543) hacen más encomiable la empresa,aunque ésta queda relegada a los poderes divinos :

Pau comenzando JL poblaue. utoi palamAtUXat, dtla \)i)iQtn i*ut¿¿&ia Swoia, com&nzó la. Vislina Majestada mo&thtDi ÍUÓ giande-zai en utm, mjeJicJAZai ílacaa,aunque. faiwtM en loi due.oi y e.n eZ d&soé-c/we de. to-do lo uUado. (P. 530)

Los diminutivos cumplen así una función contraria a la quesuponen., en un contexto en el que se destaca tamaña laborllevada a cabo por unas "flacas mujercitas" (p. 554), aun-que ayudadas, es cierto, por auxilios divinos. Santa Teresaquiere dejar bien claro quién ha impulsado las fundaciones,pero deja patente el esfuerzo casi sobrehumano con el queella y sus monjas correspondieron a tales dones. Asi quedabien delimitada la distancia que inedia entre los fines con-seguidos y los escasos medios con que contaron sus prota-gonistas para llevar a cabo semejante obra. La misma SantaTeresa se asombra de su labor en los monasterios (p. 555)y da cuenta además del asombro que causaba en su tiempo :

Fu&ionlz a contât a iite. quz d¿go, tupantadot, de.tal afie.vAjnie.nto, que. ana mÍQAcÁlla, contra AU volun-tad le¿ hUUue. un monuieJUo. (P. Sel)

Y nos relata el caso más espectacular, el del padre Maria-no de San Benito, "enemigo de tratar con mujeres", peroque a instancias suyas se hace carmelita. Dice quedó "es-pantado de verse mudado tan presto, en especial por una mu-jer —que aun ahora algunas veces me lo dice—, como sifuera eso la causa, sino el Señor que puede mudar los cora-zones" (p. 566). La insistencia en la ayuda divina no res-ta en ningún momento valor a la evidencia de los esfuerzosarrastrados por ella y sus monjas.

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La doble faz del e s t i lo grosero se muestra aquímás clara que nunca. Ella se debe a la obediencia y a lahumildad, pero los hechos confirman un h i s to r ia l de. sacr i -ficios sin limite y de experiencias extraordinarias, in-cluso en elrplano de la escr i tura , pues hasta parece queDios quiso que algunas cosas aconteciesen para que e l lalas escribiese (p. 586). Ni al f inal del trayecto abandona-rá del todo sus muchos miedos al juicio de los entendidos("estas cosas y ignorancias no las temían los letrados",p. 530), pero la seguridad que le da el mero recuento delos hechos se plasma en el tono directo con que aconsejay alecciona, entreverando —fuera "del propo'sito"(p.544)—avisos y lecciones, dirigidos no sólo a las monjas, sinoa los f ra i les de su obra, cuyos conventos considera lamayor merced de Dios (p. 558). En este contexto, resultamuy significativa la confirmación de que el Padre Gracianse comunicaba más con e l la que con sus confesores (p. 586).El epílogo (Pp. 600-601) y las "fundaciones" posteriores(pp. 602-603) aluden tanto a las hermanas como a los her-manos descalzos. El paso, respecto a la obra anterior, esconsiderable. Ahora Santa Teresa aconseja sin más a losvarones de la orden, aunque se escusa de t ra ta r sobre lasfundaciones de los conventos de padres. Monjas y f ra i lesse aunan en este final para ser protagonistas de un textoen el que la narradora,aunque se sujete una vez mas "a losque entienden" (p. 602), ha ganado la batal la exterior,dirigiendo y aleccionando no so'lo a flacas mujeres, sinoa doctos varones. Las FandacÁonu expresan la idea de laescritura como salvación propia y consuelo ajeno, perotambién la culminación de una obra v i ta l y l i t e r a r i a enque una narradora supuestamente indocta consigue aleccio-nar —no sin cautelas, es cierto— a todo el colegio delCarmelo descalzo, y más (32). El triunfo de la mística

(32) T. Egido (art. cit . , en op. cit., p. 218) dice que la obra fueconcebida "como una plataforma doctrinal y didáctica" en la que privamás la vocación de guía espiritual de la Santa que la de cronista,extremo que confirman sus constantes diversiones. En carta que diri-gió Santa Teresa al P. Gracián desde Toledo (5 de oct. de 1576) de-cía : "Ahora comenzaré lo de las fundaciones que me ha dicho Josefque será provecho de muchas almas" (p. 791), palabras que confirmansobradamente el alcance que ella concedía a su obra. Por otro ladono es éste lugar para hablar de las probadas condiciones apostólicasde Santa Teresa. Un estudio reciente de Emmanuel Renault (obra citada

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teología era evidente. Los hechos cantaban, frente a des-confianzas y recelos.

Respecto a las obras menores, las Cuentoi di çjondun.-CÍa (33) tienen uii carácter de autoexamen que sólo en algu-na ocasión se desplaza hacia la segunda persona ( "vuestramerced", p. 481, 484, 487, 489) para contestar o inquiriren justa correspondencia oral o epis tolar . Algunas son pu-ra descripción inter ior , análisis íntimo (p. 453); otrasdejan traslucir la transmisión de sus "relaciones" de ma-nos del confesor a los teólogos; y en una ocasión son sushijas las destinatarias directas , en medio de su acostum-brado ejercicio de humildad : "Esta bovería escrivo" (p.466). En una cuenta escri ta en Sevilla, en 1576, la inefa-bilidad de los grados de oración la lleva a una muestramas de sus limitaciones y excusas :

Mai poco va en quz dz&atinz, pu.<u va a manoi qu.&ottoi mnyox&¿ havnÁ entandúlo di mi. En todo lo quz di.-

en la nota 16) llama la atención sobre las abundantes referencias altema en su obra, ya desde los primeros capítulos de la Vida. A partirde 1538 se evidencia su deseo de hacer el bien a los otros. Por otrolado, hacia 1573 llegar-a al convencimiento de que puede alcanzarse laperfección interior no sólo con la oración y el recogimiento, sino enmedio de las ocupaciones exteriores mundanas. Para E. Renault, el celoapostólico de Santa Teresa es progresivo y se centra en procurar lagloria divina a través de la salvación de los demás. Ese celo se ma-nifiesta como un efecto del amor divino, pues es Dios quien la guía(pp. 23-24). Sobre los dist intos niveles de su actividad apostólica,véanse p . 24 sq. Su ambición en este sentido era ilimitada y en losniveles oracionales del Carmelo presuponía la salvación de miles dealmas (p. 76). Pero también cree conseguir otro tanto con las obras(ibid., p . 95 sq.). Conviene tener en cuenta que Santa Teresa es uncaso excepcional, pues como ha apuntado Pierre Groult, en Los místi-cos de los Países Bajos y la literatura espiritual española del sigloXVI, Madrid, 1976, p . 217, las mujeres, al contrario que en otrospaíses, no tomaron parte en la l i teratura mística a pesar —hay quedecirlo con Bataillon— del papel preponderante de que gozaron en loscenáculos de espirituales (infra).

(33) (1560-1581) O.C., ed. c i t . , p . 451 sq. el artículo de EnriqueLlamas, en A. Barrientos, op. cit., p . 373 sq. Téngase en cuenta quelas cuatro primeras son fragmentos desgajables del libro de la Vida yanteriores a éste. Otras son prolongacio'n de la misma; y se duda dela autenticidad de algunas.

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¡vu, iwpdc.0 a vuufia meAzed qui zntie.nda que. nom mi intento pe.nia*. u acxMndo, que. yo podíí notntíndeJtZo; mai lo que. puedo tznX¿(¡icja>i u que. no¿üií coia. qui no haya upeAimzntado algunai y mchcu,v e c e * . ( P . 4S1) ( 3 4 )

Retahila de justificaciones y reparos que se hace mas sig-nificativa al tratarse de una de las cuentas que formo'parte del texto de los memoriales escritos cuando fue pro-cesada por la Inquisición sevillana.

Las ExciamacÁonu o mexUXacÁonZA deZ auna a ÓU V¿o&, comolas t i t u l ó fray Luis, llevan el vocativo exigido por e l gé-nero. Dios ocupa aquí el centro, siendo t es t igo excepcionalde esa vocación afect iva . Pero, por extraño que parezca,no es el único atendido. Los descansos exclamativos, laspreguntas re tór icas dejan cabida a los "pecadores" (p.496),"mortales" (p. 497), "almas amadoras", "hijos de Dios"{ib-id.) y "cr is t ianos verdaderos" (p. 495). Además in terpe-la al l ib re albedrio, llama a la vida (p. 501) y hasta sedir ige en segunda persona a su propia alma (p. 494). Sinduda, el desbordamiento de acción de gracias servia , ma'sal lá del asiento afect ivo, para cuantos c r i s t i anos se s in-tiesen igualmente reconocidos en Cr is to . Ni la obedienciani las monjas inteclocutoras son móviles de esta salmodiaamorosa, llena de quejas, ausencias y soledades, pero tam-bién de esperanza, para que la Redención de Cristo no so'loalcance a los escogidos, sino incluso a quienes, muertospor el pecado. Dios resuci ta rá como a Lázaro t r a s los rue-gos de la autora, que, una vez más, cree que la ^racio'nes siempre diálogo.

Respecto a las ConitiXudonoi (35), su carácter con»-'

Ibid., p. 490 sq. Véase José Vicente Rodríguez, en A. Barrientos,op. ait., p. 393 s<?.

(35) O.C., p. 533 sq. (cirea 1562). Véase Fortunato Antolín, A. Ba-rrientos, op. cit., p. 399 sq. Téngase en cuenta que la propia SantaTeresa se quejaba de las ulceraciones del texto. Parece que algunas par-tes no son suyas. Para la cronología de las Constituciones, véase Da-niel de Pablo Maroto, Teresa de Jesús legisladora. Entre la letra y elespíritu, en Vida religiosa, 52, 1932, pp. 124-135. Las Constitucio-nes actuales son posteriores a 1568, dado que el texto más primitivose perdió y se conserva en parte en el borr-ador de las Constitucionesde 1567 de los carmelitas descalzos.

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ventual, ceñido a la normativa de la comunidad fundada enla oración, refleja el ámbito restringido en el que surgie-ron. Un círculo íntimo de letrados recibió las primiciasde este texto que luego p"c a la aprobación del obispodon Alonso de Mendoza. Pero luego se difundid en abundantescopias que cada monasterio guardaba celosamente. Las reli-giosas son el destinatario implícito a quien van dirigidastodas las órdenes, hasta en los más mínimos detalles espi-rituales y prácticos. Incluso se encarga de decir que lamaestra de novicias debe ensenar a leer a las monjas (p.645), tarea para la que pide colaboración a la priora ydemás religiosas, porque ella confiaba en la mejora de lamujer por medio de las letras, aunque se guiase por el ca-mino de la oración-

La \UUita dz dzicatzai (36) es u:. datado breve, escri-to, al parecer, a ruegos del P. Gracián y bajo el impera-tivo de una obediencia a la que ella corresponde con "gran-dísima mortificación" y "gran repugnancia" (p. 651), locual no deja de ser significativo. Parece una prueba másen la que el escudarse en el mandato real apoya las posi-bles críticas a que accediese a aconsejar a los preladosque cumpliesen la función de visitadores. Al final insistede nuevo en los sacrificios que le ha costado escribirla yruega al Padre Gracián complete sus avisos (p. 662). Laobrita lleva pues un doble destino, el explícito de "vues-tra paternidad", extensible a cualquier visitador de susconventos, y el implícito de las descalzas, en cuyo benefi-cio se escribe. Santa Teresa no deja en el catálogo ni eldecoro estilístico debido en el convento, a cuyo arrimo seha tejido el entramado de la crítica sobre la poética tere-siana :

Ttmbizn mOiai en ¿a manzAO. dit habían., quz vaya conpddidad y ¿lanzza y izi¿&¿án, quz Itzvz má¿ z&t¿lo

dz zmUañot, y gzntz nz&Uiada quz no ix tomando vocablo*dz novzdadz!, y mzt¿nd>ie¿ —CAZO IOÓ ¿laman— quz 6Z uian&n zl minio, quz (,i.zmpn.z hay novzdadzó. Pi&clzni>z mó& dz

quz dz CUAIOÍOA zn Zitoé COAOÍ. (P. 660)

(36) O.C., p . 651 sq.Véase Fortunato Antolín, en A. Barrientos, op.cit., pp. 415-419. Se escribió antes de que estuviesen acabadas lasFundaciones, hacia 1576.

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Las ComtitacUonzi y la V¿i¿ta de. dzicalzta muestran untono y un contenido muy cercanos al de las EpZitolai de SanJerónimo. Sobre todo la dirigida a la Virgen Eustaquia ya sus compañeras en religio'n en donde el coloquialismo dela carta permite la apelacio'n ma's directa. Las "amadas hi-jas" del Santo,'así como la "perlada" y los "perlados" re-cibieron, por obra y gracia de la conocida traducción alvulgar de Molina, larguísimos consejos sobre la vida con-ventual, que Santa Teresa aprovechó sin duda alguna y nos¿lo en la práctica conventual. El estilo que alimenta es-ta larga epístola corre parejo al de Santa Teresa en multi-tud de lugares. Lo mismo que. advierte la VÁAÁXa, dice elSanto eremita en la Epístola tercera :

No dzi&zi moitfianxz muy dzzidoKa. ru. ztzgantz en ha-blan. : no tí pie.gj.zi di tañzn. ni. de. cantan., no qcU.zn.aipan.zc.zn. dzLLcada como la& matsionai dzia ciudad : queen iu habla*. i¿ mznzoi quA.zn.zn tanto dl^ejiznciauz, que.apznai tai zntzndvuLti, (37)

Las UexLUaclonZi iobh.z loi CantaAZi (38), surgidos en unambiente más que hostil a la traducción de la Biblia en ro-mance, suponían un mayor peligro si venían de parte de una

(37) La primera edición de Juan de Molina, Epístolas de S. Hieronymo,Valencia, Juan Jorfe, es de 1515. Hubo varias ma's. Aquí citamos porla de esa misma imprenta, 1520 (Bibl. Univ. de Barcelona, B 15-4-12-2462), Libro IIII, Epístola I, Estanca VIII, fol. CLVIIIa. La traduc-ción de Francisco López Cuesta, Madrid, Luis Sánchez, 1613, lo reducea una terminología ffiás ajustada aun a los ámbitos teresianos, al re-ferirse a esas cortesanas que no pronunciar, palabra entera, "juzgandopor cosa rústica y grosera lo que es natural", p. 180. El prólogo deLópez Cuesta contiene una defensa del lenguaje sin artificio ni afec-tación, para que todos lo entiendan, y es una apología del estiloepistolar. El tema desarrollado por San Jerónimo está íntimamente co-nectado con su posterior glosa de la verdadera ciencia que debe tenerel cristiano. Esto es la santa ignorancia.

(38) O.C., p. 333 sq. (1566-1567 y 1574). A juicio de D. de Pablo Ma-iiyi. , en A. Barrientos, op. cit. , p. 383 sq., no se trata de un co-mentario, sino de unas "meditaciones" sin linea lógica que hay quesituar en el contexto de la tradición escrituraria del siglo XVI. Tén-gase en cuenta que los índices prohibieron en España después del Con-cilio de Trento (1546) la traducción de la Biblia en lengua vulgar.

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mujer (39). De ahí que el texto fuese un auténtico desafío,dadas las circunstancias en las que surgió. A petición su-perior, y como fruto de la experiencia, Santa Teresa escri-be desde la mas delatada humildad para sus monjas, a quie-nes tiene en cuanta constantemente, à sabiendas de que uusiempre entenderán lo escrito. El carácter oscuro y peli-groso del texto bíblico parece va a alcanzar también a suglosa : "no es para mujeres, ni aun para hombres muchascosas" (p. 334). Sus "hijas" (p. 335 y 348) reciben un diá-

(39) "Las prohibiciones de leer las Escrituras afectaban, sobre todo,a la gente inculta y a las mujeres, por juzgarse que ellas, con el li-bre examen, podían creer más fácilmente er. ?l <*r>rn-" D. de Pablo, art.cit., en A. Barrientos, op. oit., p. 390 y passim. Parece que el P.Gracián mandó que las quemase. Véase la ed. que éste hizo de la obrade Santa Teresa con el título de Conceptos del amor de Dios (Bruselas,1611). En la ed. facsímil de Burgos, 1979, Tomás Álvárez ofrece un in-teresante prólogo sobre los problemas que el libro acarreo a la autoray a su editor amigo. Sobre el problema hay una amplia bibliografía.Véase el estudio de José Ignacio Tellechea, Bible et Théologie en "lan-gue vulgaire". Discussion a propos du "catéchisme" de Carranza, en A.Redondo, VHumanisme dans les lettres espagnoles, Paris, LibrairiePhilosophique J. Vrin, 1979, pp. 219-231. Muchos creían, al revés queErasmo, que la lectura vulgarizada de la Biblia era causa de todas lasherejías; otros mantenían posturas más moderadas, como la de Carranza :"Comme au temps de saint Jérôme, tous osent en déchiffrer les énigmes,sans avoir étudié; aucune science n'est traitée d'une aussi mauvaisemanière. Et saint Jérôme, dit-il, ajoute une chose dont nous avons unegrande expérience en Espagne, a savoir que les femmes expliquaient letexte de la Bible aux hommes contre le commandement de saint Paul"{ibid., p. 225). Melchor Cano, dominico como Carranza, se ajustaba alas normas inquisitoriales y creía que la mujer que leyese la Escritu-ra o los libros de dogma era digna de ser castigada, sobre todo si eralaica o casada (p. 228), y no sólo por cuestiones de ignorancia, yaque el peligro lo ve tanto si es mujer que habla latín como si no en-tiende otra cosa que el castellano. Por otro lado, otras monjas, siglosantes, habían experimentado, en otros países, idénticos problemas alos de Santa Teresa a la hora de interpretar las Escrituras. Quid mihiidiotae et rusticae et laicae moniali scripturae secreta cognoscere ?,se interroga humildemente sor Lutgard de Aywières, monja flamenca cirs-terciense, en el siglo XIII. Véase Brenda M. Bolton, "Vitae Matrum" :A Further Aspect of the "Franenfrage", en Medieval Women, ed. por DerekBaker, Oxford, Basil Blackwell, 1978, p. 269.

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logo tan directo que cuando habla de una persona, lesdice : "y vosotras la visteis que me vino a ver a mí"(p. 346). El nivel coloquial choca fuertemente con laaltura de lo tratado y perdura hasta el mismo final, cuan-do se escusa de la rapidez con que ha escrito las ífedóta-CA.on.te y pone por testigos a "las hermanas que esta'n con-migo" (p. 362). En este caso, le era absolutamente nece-sario precisar el alcance de sus intenciones.

Dios aparece invocado (40) y también dialoga con laEsposa del CantOA con la que llega a identificarse. La obraparece desarrollarse en un mundo cerrado, en el que ellay sus monjas mantienen una vida en común (p. 356) que ex-cluye a todos los dema's (p. 350). Sin embargo, el textotiene, a mi juicio, un interés especial en relación con latesis que venimos sosteniendo, ya que si era arriesgadopara una monja tratar de "mística teología", la aventurade glosar un texto bíblico rayaba en la osadía. De ahí quese escuse para que no interpreten como ejercicio de sober-bia el que, habiendo tantos doctores que han hecho comen-tarios del Ca.n£aAl vaya ella a hacer el suyo. Las monjasson asi su justificacio'n y apoyo en la empresa, pues SantaTeresa se ofrece como intermediaria para ofrecerles su pro-pia lectura, dejando bien claro que, además de sujetarse ent-ado a la Iglesia, ya vendrán letrados que lo comentaránmejor. El argumento defensivo no puede ser más ilustrador :

Qu& tampoco no he.moi de. quedan, ¿ai nujeAZí, tande. goza* tai >iLque.zaà deJL Szñoi; de. diAputanZai y¿ O Í , paKicMndolte aaiznxan, &¿n que. ¿o mz¿t>ie.n adoi, uto i¿. (P. 336)

Santa Teresa reivindica un doble derecho, el de gozar delas Escrituras en lengua vulgar y el de poder difundirlaspara, a continuación, colocar sus apoyaturas usuales en eldiminutivo y en la humildad.' Se hace "pastorcillo" del reyDios, diciendo ' "boberías" y especificando que la obra es"para ellas" además de para si. Las escusas se agrandan an-te una materia que le quema en las manos, y hasta se espan-ta ante el "Béseme con beso de tu boca" (p. 336). Los temo-res no eran salo externos, también pesaban los riesgos que"•••jlicaba la incomprensión por parte de algunas monjas

(tO) P. 335. En oración, p. 3M-7 y p. 351 y 353.

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("que mujeres no han menester más que para su entendimien-to bastare", p. 335). Santa Teresa sabía que existen va-rios niveles de interpretación, y aquí ensaya sólo los quecree más asequibles para su auditorio, al que a ratos pre-tende enseñar, y a ratos hacer que se admire, pero sin irdemasiado lejos :

A nujeA&i digo e¿to. V a toi kombiu, qtiz no han de.¿uitzntaA. con ¿uó teJAM ¿a vvudod, quz a lot, quz zt Se-ño* -tiene pa/ia dzctaxAnnoilai a no&oVmd, ya 6Z entien-de quz ¿o han cíe VuwajaA., y lo quz en Mo ganan. Maino&o&uu con ttan&za toman, to Que eJL Szñoi noà dWiz\y to que no, no na catuán., 6¿no atzgnaAnoi de. idqué tan Q/um. Vioi y Sdñoi tznímoi^, qwi una palabia yifind en &¿ m¿L m¿bt<t>u.o¿, y am¿ iu pwnsÁjpijo no e.ntzn-

noioViai. [V. 534)

Creo que las Meicíaccone* constituyen un hito crucial en latrayectoria teresiana, miradas en el campo en que libró supaso frente a los letrados, y no s^'lo por todo lo que eltexto confirma, sino por las circunstancias histo'ricas enlas que surgieron. Aquí la peligrosidad era doble, pues alriesgo de escribir como mujer, se añadía el de glosar y me-ditar en lengua castellana un texto bíblico y más el delCantan. Por eso, tras referirse a sus obsesivas Marta yMaría y hacer memoria de la Samaritana, dirá : "Lo que meespanta a mí es ver como la creyeron, una mujer" (p. 360).Claro que el la arriesgaba en esta obra algo mas que la me-ra credibilidad.

Santa Teresa se acerco con las MzdLLtacÁon&i a ciertoshumanistas que, como ha señalado Eugenio Asensio, creíanque la interpretación de los textos bíblicos no competíaexclusivamente a los teólogos, y hasta permitía actualiza-ciones y divagaciones en los comentarios (41). Sus limita-

( ) Eugenio Asensio, Exégesis bíblica en España. Encuentro de frayCipriano de Lluerga con Juan de Valdés en Alcalá, en Actas del Colo-quio Interdisciplinar : Doce consideraciones sobre el mundo hispano-italiano en tiempos de Alfonso y Juan de Valdés (Bolonia, abril de1976), Publicaciones del Instituto Español de Lengua y Literatura deRoma. Anexos de Pliegos de Cordel l, 1979, p . 252. Tellechea (ibid.,pp. 263-264), en contestación a E. Asensio, señala la importancia del

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ciones, sin embargo, le obligas a una profesión de humil-dad y a un auditorio restringido, lejos de las eleganciasque la elocuencia había alimentado en las glosas dictadasen el primer cuarto de siglo en las cátedras de Sagrada^Escritura. Ya Erasmo en la PaAacZu-Li —condenada en el ín-dice de Valdésde 1559— había insistido en yv-o, para pre-dicar la fe de Cristo, no necesitaba "gentilezas ni poli-cías de rhetóricas", sino ir por el camino de la verdad,hablando con "llaneza y simplicidad" para que hasta "qual-quier mugercilla" u hombre rudo pueda acceder a la palabraevangélica. Basándose en el ejemplo del propio Cristo,concibe una filosofía para todos, y así lo expresa la tra-ducción al castellano de 1555 :

tkxy pocoi ay que. aZcançan a 4 W izXtadoi, pujíotodo* pa¿de.n igji cAlbtLanoA, y todoi pu.ed.zn ¿SA p¿oiy &anto&; y aun qu-L&iome. CUCHÍVÍA a mu, y d¿go qus.todo* tmblín pueden izn the.ólogo&. (42)

biblismo en la literatura espiritual : "Los alumbrados leían la Bi-blia pero rechazaban a veces el magisterio, la. tradición y hasta lasimple erudición bíblica, considerada como contraria a la inspiracióninterior". Los espirituales creían en la idea agustiniana del "magis-ter interior", factor que creemos esencial en la poética teresiana.Juan de Valdés {Diálogo de doctrina christiana y el Salterio traduci-do del hebreo en romance castellano, México, Univ. Nacional Autónomade México, 1964, ed. de Domingo Ricart) dice que uF.ade comentariospropios a los Salmos "a fin de que la letra lleve más lustre, vayamás clara y ma's sabrosa". Sobre las traducciones bíblicas y los pro-blemas inquisitoriales, véase Ana María Alvarez Pellitero, La obralingüística y literaria de fray Ambrosio de Montesino, Universidadde Valladolid, 1976, p. 48 sq.y 58 sq. Véanse adema's los estudios deD. de Pablo Maroto, Teresa de Jesús, doctora para una iglesia en cri-sis. Burgos, El Monte Carmelo, 1981, pp. 12U-129 y Román Llamas,Santa Teresa y su experiencia de la Sagrada Escritura, en Teresianum,33, 1982, pp. 447-513.

(t2) Erasmo de Roterdam, El Enquiridión, o Manual del caballero cris-tiano, ed. de Dámaso Alonso, prólogo de Marcel Bataillon, v La Pará-clesis o exhortación ai- estudio de las letras divinas, ed. y prólogode Dámaso Alonso (Traducciones españolas del siglo XVI), reimp. fac-similar, Madrid, 1971, Anejo XVI de la R.F.E., pp. 461-462 : y véanselas p. 450 y 455. El arcediano de Alcor, Alonso Fernández de Madrid,en el prólogo a la traducción del Enquiridión (Alcalá', 1526) creeque es provechosa para hombres y mujeres la lectura en "nuestro ro-

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Para é l , la vuelta a l a s Escri turas formaba parte de sudoctrina de la restauración c r i s t i ana . Al reaccionar con-t r a la esco lás t ica , predicaba la senci l lez expresiva quedebía acompañar al manjOA. &ÁjnptL<MiÁMO de la f i losof ía deCr is to .

Por otro lado, cabe decir que las car tas y la poe-sía de Santa Teresa gozan de la presencia de los i n t e r l o -cutores aludidos. La intimidad epis to lar exige un acerca-miento propio del género que se escapa, por su amplitud,anuestras pretensiones. Quisiéramos destacar su labor edu-cat iva y confesional que completa la apertura de des t ina-t a r i o s que hemos vis to en el res to de su obra más a l láde los muros conventuales (43). Los poemas confirman su

manee" de las Escrituras (p. 93 sq.). En la "Exortación al letor ennombre del inte'rprete" se defiende la sencillez de la traducción deltexto latino de Erasmo al castellano, argumentando que si el mismoErasmo "lo uviera de escrevir aora en lengua común para todos, uvierarespeto a moderar algo para con éstos y a satisfazer también a lossimples conforme en lo uno y en lo otro a la dotrina de sant Pablo"(pp. 104-105). Y véase p. 431. Sobre el estilo de la traducción delEnquividión, véase también Marcel Bataillon, Erasmo y España. Estudiossobre la historia espiritual del siglo XVI, Madrid, FCE, 1979, p . l9 l .Sobradamente conocida es la documentadísima exposición que Bataillonhace sobre el papel de la mujer en el movimiento iluminista (p. 176sq.), así como el problema de la Escritura y los -comentarios hechospor mujeres (p. 556 sq.). Véanse también, para el tema que nos ocupa,pp. 297-299 (sobre el Abad y la mujer sabia de Erasmo, en la traduc-ción de Virués) y p . 633 sq. (sobre Virués y el alto valor intelec-tual que concede a la mujer en su Instrucción de la mujer christiana,Valencia, 1528).

O.C., pp. 669-1126. Algunas de las cartas, por su vinculación conlas obras, tienen un interés particular, como la que dirige al P. Gra-cián de Toledo (según J. de Pablo, el verdadero destinatario de esacarta, y no Bañez), enviándole la Vida, por sus analogías con los pró-logos (p. 673). Dios es invocado constantemente y en cuanto a los in-terlocutores, su amplitud es enorme y alcanza, como se sabe, al mis-mo Felipe II (p. 279). En varias ocasiones, muestra la calidad deconsejera extramuros, asi cuando se preocupa en p. 771 por la educa-ción de los niños. Para ella, era muy diferente enseñar a'mujeres quea mancebos (p. 710); de ahi su insistencia, frente a los confesores,en realizar ella papeles para los que éstos no estaban preparados. En

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postura d i a l o g a l , a s í como su vocación sa lmis ta y oraciónnal que podría resumirse en un perpetuo "Coloquio de amor"(p. 513) con Dios y, por Él , con sus monjas (44) .

La obra de Santa Teresa es obviamente, y ya desdeSUSAinic ios , mucho más que "confesión susurrada para e d i -f i ca r en s i l e n c i o a sus h i j a s e s p i r i t u a l e s " (45) . Pero,como hemos v i s t o , es necesar io p r ec i s a r e l grado en quelos d i s t i n t o s t ex tos de la tan una focalizacio'n amplia or e s t r i n g i d a respec to a l a u d i t o r i o , pues cada obra mantienesu s ingular idad y ni acoge siempre a los mismos d e s t i n a t a -r i o s ni los t r a t a de modo i n v a r i a b l e . Ni s iqu i e r a Dios,agente e i n t e r l o c u t o r cons tan te , aparece reclamado de fo r -ma univoca, como hemos v i s t o . Otro t an to ocurre con losconfesores , a cuyo mandato de obediencia cada tex to respon-de de forma d i f e r e n t e , Y en cuanto a l a s monjas, dec i r quetoda la obra t e res iana va d i r i g i d a a e l l a s es renunciar a ldest ino preciso que la autora dio a cada uno de sus l i b r o s ,pues dejando apar te l a s re fe renc ias ex t r a t ex tua l e s y losmismos horizontes de expectación (conocidos, es evidenteque exis te una progresiva atención hacia sus " h i j a s " , que

carta al P. Gracián (1575), le dice : "Vuestra paternidad, padre mío,advierta en esto y crea que entiendo mejor los reveses de las mujeresque vuestra paternidad" (p. 747). Ella misma disfrutaba con el envíode libros v-/.p. 863, p. 972). Es curiosa la caita que dirige a laMadre María de San. José (28 de marzo de 1578) en donde muestra susreparos a que las monjas escriban sobre cosas de oración. Aquí no hay"varones", sino "cosas de tomo" (p. 905) que "nunca se olvidan" y nohace falta escribirlas. Sobre los destinatarios de las cartas, V. Gar-cía de la Concha, op. cit., pp. 182-183.

(44) O.C., p. 502 sq. Dialoga con Dios (pp. 504-505), con la Cruz(p. 506), con Santa Catalina (p. 510), con sus monjas (pp. 510, 511-512, 514) y con los pecadores (p. 509).Recordemos además sus diálo-gos pastoriles (pp. 507-508 y 513) y su clamor a la naturaleza en ge-neral como obra de Dios : "Decid, cielos y tierras".

(tE) ...üérico Caotr-o, üp. ~lí., p. 67. Q— j«.t« Tortsa sufriese porquela Vida "corría impudorosa" entre las manos de las criadas de la prin-cesa de Éboli, no parece argumento para restringir a la difusión con-ventual su obra. Como hemos visto, los textos abonan un auditorio am-plísimo.

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se extiende incluso a las monjas carmelitas que la leanmas allá de la muerte. Respecto a los frailes carmelitas,los visitadores, los padres, los espirituales, y, en fin,todos cuantos conforman el amplio eco a que aspira su voz,no pueden ser olvidados, como tampoco aquellos enemigosde la Iglesia y el mismo diablo contra quienes escribe;voces implícitas o explícitas que están clamando, comoapuntamos, en sus obras. En este punto, como en la combi-nación de géneros y estilos, Santa Teresa muestra una po-livalencia y multiplicidad en sus escritos que-esta muylejos de configurar una unidad monocorde y repetida. Dela variedad y mezcla de niveles estilísticos y conceptua-les se deduce precisamente lo novedoso de su quehacer li-terario.

Por último, ]os letrados creemos gozan de una par-ticular importancia que no-debe desestimarse. Literariamen-te, actúan conformando un rasgo mas de la secuencia alegó-rica de esa batalla interior que conforma toda la obra dela Santa. La milicia cristiana tiñe sus escritos en el pla-no apostólico, pero la guerra íntima es tal vez la másfructífera —aunque dolorosa— y la que suscita la acciónen el texto, generando a la par una larga secuela de para-dojas y antítesis (46), por no hablar de todo un vocabula-rio de combates, baterías y contiendas que, más allá de susexperiencias personales, recuerda las batallas verbales delos combates imaginarios y sus derivaciones poéticas y no-velescas. En este sentido, y al margen de su confesadaafición por las novelas de caballería, la llamada novelasentimental— nunca mencionada a propo'sito de la Santa—,ofrece minuciosos debates interiores entre potencias aními-cas que no distan mucho de las que ésta sufrió y describió',aunque por otras causas. La vida religiosa de los siglosXVI y XVII intensificó la imaginería bélica y ésta tifio',como se sabe, la empresa ignaciana (47). Aquí, sin embargo.

(46) Sobre las imágenes guerreras —tan presentes por otro lado enlas Epístolas de San Jerónimo— véase en particular Victor G. de laConcha, op. cit., pp. 25M--256 y pp. 313-315, donde estudia además laconstante de la enfermedad; y también las voces : "batalla", "batería""combates", etc., en ff. Luis de San José, Concordancias de las obrasy los escritos de Santa Teresa de Jesús, Burgos, Ed. "Monte Carmelo",1965.

(47) Julio Caro Baroja, Las formas complejas de la vida religiosa.Re-

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hemos querido a ludi r par t icularmente a un combate s ingu la r ,e l de Santa Teresa y los l e t r a d o s , del que e l l a s a l i ó tanvic tor iosa como del Ve¿a¿-¿0 upOUMutt que l i b r ó juntó a susmonjas siendo pr iora en la Encarnación de Avila, aunquea l l í lo mantuviera por entre tenimiento (48) .

La tensión ex i s t en t e ent re teólogos y e s c r i t o r e se s p i r i t u a l e s se agudizo', como han señalado los c r í t i c o s , alo largo de los s ig los XVI y XVII. Santa Teresa defendiócon los segundos una p a r t i c u l a r manera de entender la t eo -logía mística que, s in perder a fec t iv idad , gana en sistema-t izac ión y se organiza in te lec tua lmente , sobre todo en l a sUoiadai (49) . Pero a esa lucha que es agente fundamental en

ligión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII,Madrid, 1978, "La milicia cristiana y la moral del guerrero", p. "+15sq., y sobre Santa Teresa, p. 430. Los ejemplos de la militia Christison muchos en las letras del Siglo de Oro. Uno, próximo a Santa Teresa,es el de Juan de Padilla, el Cartujano, quien enfrenta, como San Ber-nardino, arma diaboli / arma Christi. Véanse Los doce triunfos de losdoce apóstoles, ed. al cuidado de Enzo Norti Gualdami, Messine-Firenze,1975, vol. I, p. 60 sq. Sobre el bellum intestinum en la tradición ale-górica, he tratado en el cap. VII de mi estudio La fábrica de un autosacramental : "Los encantos de la Culpa", Salamanca, Universidad, 1982.Respecto a la caballería "a lo divino", véanse los estudios recogidospor N.T. Burns y C. Reagan, en Concepts of the Hero in the Middle Agesand ïh* ^naissance, Louuj.es, Hodder and Stoughton, 19/6. La Cavalle-ria celestial de Jerónimo de San Pedro (Anvers, 1554), en donde se re-cuentan las batallas del caballero Cristo, fue curiosamente prohibidapor la Inquisición en el índice de 1559 que, sin embargo, no vetó lalectura de los libros de caballerías, según Henry Kamen (cf. J.M. deBujanda, La littérature castillane dans I'"Index" espagnol de 1559,en A. Redondo, op. cit., p. 210).

(48) O.C., pp. 1138-1140. Véase además el Vejamen en pp. 1141-1143.

(49) Un reciente artículo de F. Chopenning, The Literary and Theologi-cal Method of the "Castillo interior", en Journal of Hispanic Philolo-gy , I I I , 2, Winter, 1979, pp. 121-134, plantea de nuevo el problemaya señalado por Marcel Bataillon y Francisco Márquez Villanueva, entreteología como ciencia y teología como espiritualidad. Dice, refiriéndo-se al Castillo interior : "St. Teresa1s masterwork is her response tothe crisis precipitated in sixteenth-century Spain bay the fissurebetween theologians and dévotes of an affective piety" (p. 132). Elplanteamiento de la teología mística es fundamental, como decíamos,

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su obra , hay que a ñ a d i r l a que e l l a hubo de l i b r a r comomujer y como monja. Af i l i ándose a qu ienes concebían l a -teología como espiritualidad, su obra vital y l i terariaadquiría así dobles motivos para ser perseguida y atacada.A este respecto no puede ser más explícito San Juan de laCruz, cuando al dirigirse en el prólogo del tontito EipiA-L-twoJt a Ana de Jesús, deja bien acotado el terreno teologalvedado a las monjas :

V OÓ-Ó-C zipeM que., aunque, ÍZ uaiUban aquÁ. atgunoipantoi de. thzotogia. zitolútlta cztica. dz et ticUo in-WUon. dz zt aZm con ¿u Vios, not ieJiá &n vano avz*.hablado atgo a. ¿o puAo de. et Ziphutu. en tat marizna^pae-i aunque a. V.R. te. ¿aJlta it exeA.ti.clo dz theologíaescolástica ton que. à& zntLzndzn lai veAdadzà divinai,no tz {¡alta eZ de la mística quz 4e 4m/e pon. aman., enqu& no iolame.ntz iZ 4aven, maá ju.wtme.YUe, ¿e gmtan.(50)

para toda la estética teresiana y también para el problema de la ine-fabilidad sanjuanista, que cae dentro de la teología negativa que,según la tradición filosófica, desde el Pseudo-Dionisio, venía a ex-presar lo indecible de Dios. Véase el estudio de E. Gilson, El filóso-fo y la teología, Madrid, Cristiandad, 1962. Santa Teresa recomendaba,como hemos visto, a sus monjas huir de las afectaciones y de la modacortesana. Sin embargo, una distincio'n es t i l í s t i ca separaba tambiénla normativa que regía el comportamiento de las damas. Baltasar deCastiglione les recomendaba en El Cortesano no sólo unos ademanes yun aire diferente, sino otro modo de emplear las palabras (Los Cua-tro libros del Cortesano, traducción de Juan Boscán, Madrid, 1873, p.288 y 293).

(50) Cito por la ed. de Cristóbal Cuevas García, San Juan de la Cruz,cántico Espiritual. Poesías, Madrid, Alhambra, 1979, p. 119. Los su-brayados son míos. Téngase en cuenta que los comentarios sanjuanistassurgen precisamente a petición de las monjas de Beas y de otros conven-tos que piden explicación a sus versos (ibid., pp. 11-12). Ana de Je-sús no es la destinataria única del Cántico, sino un amplio círculode conventos de la orden. Colin P. Thompson (en The Poet and theMystio. A Study of the "Cántico Espiritual" of San Juan de la Cruz,Oxford University Press, 1977, plantea el problema en el contexto dela teología mística a la que el Santo aporta una sistematización yun análisis riguroso, cimentado, eso s í , en sus experiencias místicas.San Juan fue un teólogo de la experiencia humana. Véanse, al respecto,las p . 2, 5, 148-150 y 169.

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Por otro lado, la rusticidad es t i l í s t i ca con que viste susescritos, y de la que en definitiva presume, la extiendetambién como norma conventual y ú t i l necesario para la em-presa pastoral que las monjas tienen encomendada. La con-fesada renuncia a las elegancias formales que deja paralos varones doctos tenía otras compensaciones en el planoreligioso.

En ese contexto, cobran nuevo sentido sus argumen-tos de humildad femenina y sus alusiones peyorativas alpropio estilo; unas y otras son consecuencia lógica y ar-gumento defensivo de la situacio'n de espiritual e i le t ra-da en la que los teólogos la colocaban y en la que ellase sabe. El testimonio de su vida y de su obra mostró atodos hasta dónde podía llegarse con la pra'ctica de tanespecial "ignorancia" (51).

(51) Omito aquí cuanto se refiere a la presencia de los interlocutoresen los prólogos teresianos, tema sobre el que he tratado en mi artícu-lo Los prólogos teresianos y la "santa ignorancia", en Actas del Con-greso Internacional Teresiano, Salamanca, t-8 de octubre de 1982 (enprensa).