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62 / Weekend - Noviembre 2008 Noviembre 2008 - Weekend / 63 A unque ya no es invierno, el frío avanza lento y sostenido. Hemos llegado a Puerto Deseado, al norte de la provincia de Santa Cruz y aquí uno puede imaginar el asombro de los exploradores del siglo XIX cuando se toparon con lo inmenso y lo ventoso de la Patagonia y cómo habrán sen- tido una mezcla de éxtasis y desamparo al encontrarse en estas tierras. De hecho, estamos en Los miradores de Darwin, uno de los lugares que aquel intrépido naturalista describió en sus viajes y que formó, hacia 1833, parte de su ruta patagónica, y que hoy constituye uno de los circuitos “obligados” para el turista. Bien. Todas estas sensaciones podemos imaginarlas, pero lo que definitivamente no es posible recrear es la desesperación que deben haber experimentado los tripulantes de la corbeta Swift mientras se iban “indefectiblemente a pique por proa” el 13 de marzo de 1770. El museo Mario Brozoski se encarga de proteger la historia y los objetos rescatados de esta nave inglesa (muchos de ellos en excelente estado) que se hundió en la ría Deseado y en R uta de exploradores TURISMO Recorrido por la provincia de Santa Cruz siguiendo la ruta nacional 3. Puerto Deseado, San Julián, Piedrabuena y algunos altos en el camino por la Patagonia. Lobos marinos, pingüinos e inmensidad. Foto principal: los Miradores de Darwin. Abajo, los lobos de un pelo en Deseado. Santa Cruz tiene la única colonia de pingüinos penacho amarillo. La Cueva, bar reciclado del Museo Ferroviario. Una copa en el tiempo. Textos: LORENA LOPEZ Fotos: L.L. y TURISTMO SANTA CRUZ

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La Patagonia y la inmensidad a la que se enfrentaron los viajeros que pusieron audacia para recorrerla.

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Page 1: Ruta de Exploradores

62 / Weekend - Noviembre 2008 Noviembre 2008 - Weekend / 63

Aunque ya no es invierno, el frío avanza lento y sostenido. Hemos llegado a Puerto Deseado, al norte de la provincia de Santa Cruz y aquí uno puede imaginar el asombro de los exploradores del siglo XIX cuando se toparon con lo inmenso y lo ventoso de la Patagonia y cómo habrán sen-

tido una mezcla de éxtasis y desamparo al encontrarse en estas tierras. De hecho, estamos en Los miradores de Darwin, uno de los lugares que aquel intrépido naturalista describió en sus viajes y que formó, hacia 1833, parte de su ruta patagónica, y que hoy constituye uno de los circuitos “obligados” para el turista. Bien. Todas estas sensaciones podemos imaginarlas, pero lo que definitivamente no es posible recrear es la desesperación que deben haber experimentado los tripulantes de la corbeta Swift mientras se iban “indefectiblemente a pique por proa” el 13 de marzo de 1770. El museo Mario Brozoski se encarga de proteger la historia y los objetos rescatados de esta nave inglesa (muchos de ellos en excelente estado) que se hundió en la ría Deseado y en

Ruta de exploradores

TURISMO

Recorrido por la provincia de Santa Cruz siguiendo la ruta nacional 3. Puerto Deseado, San Julián, Piedrabuena y algunos altos en el camino por la Patagonia. Lobos marinos, pingüinos e inmensidad.

Foto principal: los Miradores de Darwin. Abajo, los lobos de un pelo en Deseado. Santa Cruz tiene la única colonia de pingüinos penacho amarillo. La Cueva, bar reciclado del Museo Ferroviario. Una copa en el tiempo.

Textos: LORENA LOPEZFotos: L.L. y TURISTMO SANTA CRUZ

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TURISMO

Cómo llegar: En avión, pasaje por Aerolíneas Argentinas a Comodoro Rivadavia con regreso por Río Gallegos $ 956 (con impuestos y tasas incluidos).

En ómnibus, un pasaje desde Retiro a Comodoro en coche cama cuesta alrededor de $ 310 y en servicio suite, 380. Tarda 23 horas en llegar.

Más información: En internet: www.donotto.com.ar, Teléfono: 0800-333-7575 y www.andesmar.com.ar

Pto. Deseado - Río GallegosSanta Cruz

la cual se está realizando un gran trabajo de ar-queología subacuática. Basta acercarse a las vitrinas de exhibición

y ver relojes de arena, balas de ca-ñón, platos y teteras para imaginar la vida a bordo, como si no hubiera pasado el tiempo.

Justamente lo que sigue en nues-tro itinerario es un paseo náutico por la Reserva Natural Ría Desea-do, donde se ven toninas overas que van y vienen solas o en pareja y hasta son capaces de dar un saltito para la foto. En la isla Elena, cormoranes grises y roqueros, parados sobre las barrancas, no nos prestan demasia-

da atención. Más allá y mimetizada con el entorno, una garza bruja espe-ra quietísima quién sabe qué cosa, mientras los gaviotines parecen es-pantarse cuando nos acercamos, pe-ro en seguida vuelven a acomodarse sobre las rocas como si nada pasara. La reserva es un área de gran belleza y también de una nutrida biodiversi-dad. Y prueba de ello es, entre otras, la presencia de lobos marinos de un pelo, pingüinos de Magallanes y el exclusivo pingüino de penacho amarillo. Luego de una media hora de paseo llegamos a la Isla de los Pájaros, elegida para el descenso de los visitantes porque, debido a la habitual presencia de pescadores, la

fauna no sufriría tanto impacto con su presencia. Se trata de una isla con playa de piedras, donde los pin-güinos con sus nidos ya preparados posan sin mayores sorpresas.

No se puede agotar Deseado en un solo día. Es por eso que a la ma-ñana siguiente partimos rumbo a la Reserva Natural Cabo Blanco, a unos de 90 km de la ciudad. Primero subimos las larguísimas escaleras hasta el pie del faro para ver el mar con las rocas pobladas por lobos de dos pelos (mucho más raros que los de un pelo). El cuidador del faro nos prestó los prismáticos y nos acercó un reconfortante mate caliente. Pero algo de impronta británica de principios del siglo XX nos perse-guía ese día (el faro fue construido hacia 1917), porque nuestro segun-do punto turístico fue la visita al Museo Ferroviario que recrea la his-toria del ramal que pensado para ir de Puerto Deseado hasta Nahuel Huapi, pero que solo llegó hasta el Km 283, en el pueblo de Las Heras. El tren estuvo vigente entre 1909 y 1978, y hoy en día los propios tra-bajadores ferroviarios han puesto en marcha el museo en la estación, donde también han reabierto el co-nocido bar La Cueva, un tradicional lugar de encuentro de la época.

Hace millones de años… ■

La ruta provincial 281 nos llevó hacia la localidad de Jaramillo, donde se filmó gran parte de la película “La Patagonia Rebelde”, que cuenta los días de huelga y conflictos gremiales en la década

de 1920. Desde allí recorremos 140 kilómetros hasta llegar al Monu-mento Natural Bosques Petrifica-dos, un área protegida de 60.000 hectáreas que alberga troncos de árboles de 150 millones de años de antigüedad. Fernando, el guía, nos explica que si bien en la ac-tualidad vemos un ecosistema

de estepa semidesértica, cuando aún no existía la cordillera de los Andes, este lugar estaba poblado de bosques de árboles gigantes, antecesores del los pehuenes. Cuando ocurrieron las erupciones volcánicas, las cenizas sepultaron los árboles. Y luego, con los siglos, el agua de la lluvia y del suelo fue

penetrando en la madera e incor-porando minerales, generando así un proceso de petrificación. “Este es el más grande y lo llama-mos el abuelo”, nos dice Fernando mientras señala un tronco de ca-si 3 metros de diámetro y que es una mole que nadie puede mover. Además de la historia viviente en

Se encuentra sobre la ●Ruta Nacional 3, a 32 km de la localidad de Piedrabuena. Es el primer parque nacio-nal costero-marino de la Argentina, con 40 km de costa (el acceso está abierto de noviembre a abril) y más de 62.000 hectáreas. Hay infraestructura para el visi-tante (senderos y cartelería). No se cobra entrada. Correo: [email protected]. Tel.: (02962) 489 184.

Parque NacionalMonte León

El Monumento Natural Bosques Petrificados, próximo a convertirse en Parque Nacional. Según el informe de los arqueólogos que relevaron el lugar, en capas inferiores hay más troncos petrificados de los miles que se pueden observar hoy en día. El ejemplar de la foto es llamado el “abuelo”, por ser el de mayor tamaño.

Boleto del tren local que unía Puerto Deseado con Pico Truncado y que nunca llegó a Nahuel Huapi como establecíael proyecto original.Fue puesto fuera de servicio en el año 1978.

Una forma distinta de conocer el pasado: sobre la Costanera de San Julián hay una réplica a escala real de la nave Victoria, la única que completó el viaje de Magallanes. Vista del camarote del capitán.

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los árboles, Bosques Petrificados protege guanacos, pumas, ñan-dúes y diversas rapaces.

Después de tanta sequedad –y de los kilómetros en camioneta– es un alivio llegar a las playas de San Ju-lián (en enero se lleva a cabo el certa-men de pesca de tiburón), donde con un trekking de dos horas es posible recorrer la costa y realizar avistaje de aves, o una excursión por la bahía y sus islas conocidas por las grandes poblaciones de pingüinos y cormo-ranes y, también, (la isla Justicia) por ser la tumba de dos marinos ejecu-tados por Hernando de Magallanes. Y hablando de este portugués que llegó a esta costa argentina en mar-

zo de 1520, todo el que pase por San Julián no puede dejar de visitar el museo temático Nao Victoria, que es una réplica a escala real de uno de los cinco barcos comandados por Magallanes. El relato del museo es-tá armado muy didácticamente, y si bien es ideal para chicos (eso sí, con-viene explicarles de antemano que no son los Piratas del Caribe), resulta muy interesante para los no tan chi-cos, sobre todo al ver cómo eran las complicadas herramientas de nave-gación de la época, lo sacrificado del trabajo de la tripulación y también –para qué negarlo– enterarse de que Magallanes medía un metro y me-dio y quizás por eso describió como “gigantes” a los nativos de la zona.

Luis Piedrabuena ■

Cuando el sol empieza a bajar re-tomamos la ruta 3 y llegamos a Co-mandante Luis Piedrabuena, “el” lugar para la pesca de truchas steel-head”. Para los que no tienen ganas de pescar, la opción es hacer kayak o chapotear en el río Santa Cruz en el camping municipal. Nosotros deci-dimos visitar la casa-museo de Luis

TURISMO

Piedrabuena, donde un guía nos contó parte de la historia de este ma-rino que dedicó su vida a defender la soberanía argentina en los mares del sur. En una oportunidad Piedra-buena llegó a Malvinas y pasó casi doce meses en los mares antárticos ejercitándose en el manejo de arpón para cazar ballenas. En una de esas travesías, un temporal los obligó (a él y al capitán Smiley) a recalar en la Isla de los Estados, donde descu-brieron las huellas de un naufragio reciente. Salió, entonces, Piedra-buena al auxilio de posibles sobre-vivientes y así salvó a un grupo de náufragos de un buque alemán. Ese fue su primer rescate; tenía 15 años.

Conmovidos por esa historia de compromiso y coraje salimos hacia nuestro destino final en Río Gallegos. Recorrimos los 154 kilómetros que nos separaban de esa ciudad acompañados por un cielo negrísimo y profundamen-te estrellado. Hicimos un alto en la ruta para observarlo, hasta que alguien dijo: “Vamos, hace frío”, y nos apuramos para llegar a nues-tra cama de hotel que nos estaba esperando.

El excelente museo con los elementos rescatados de la corbeta Swift, en Deseado. El muelle de este importante puerto pesquero patagónico. El perfil del faro de Cabo Blanco. Y dos simpáticos cormoranes roquerosen el recorrido por la ría.