rompe el lazo de la maldición

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IGLESIA CRISTIANA “Por la Verdad de la Palabra” Pastor: Francisco E. Hernández G. Tema: “Rompe el lazo de la maldición” 1. ¿Qué es una maldición? En un primer plano, el diccionario de la lengua Española define maldición como sigue: “Imprecación que se dirige contra alguien o contra algo, manifestando enojo y aversión hacia él o hacia ello, y muy particularmente deseo de que le venga algún daño”. Imprecación, en sí, es “Proferir palabras con que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra mal o daño” (Real Academia Española, 12ª ed.). “Maldición es el deseo expreso de que al prójimo le sobrevenga algún daño. (El Pequeño Larousse 2009) En un segundo plano, y para nuestro estudio es el plano que nos atine, consideremos los distintos significados de “maldición” según las Escrituras. “Maldición” en el Antiguo Testamento Son muchas las palabras hebreas que se traducen por “maldición” o el acto de “maldecir”. Según se puede apreciar en la concordancia Strong, “Maldición” es la traducción de no menos de once (11) palabras distintas en el hebreo bíblico (Ver listado de las palabras en el anexo). El significado de algunas de éstas es muy variado en relación con su contexto. Sin embargo, su significado en los textos relacionados con el tema,

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Estudio bíblico realizado bajo el tema de la maldición con el título de "Rompe con el lazo de la Maldición". Es un estudio exegético sobre qué considera la Biblia como maldición y cómo debe tomarse para los cristianos y demás personas hoy.

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Page 1: Rompe el lazo de la maldición

IGLESIA CRISTIANA“Por la Verdad de la Palabra”

Pastor: Francisco E. Hernández G.

Tema: “Rompe el lazo de la maldición”

1. ¿Qué es una maldición?

En un primer plano, el diccionario de la lengua Española define maldición como sigue: “Imprecación que se dirige contra alguien o contra algo, manifestando enojo y aversión hacia él o hacia ello, y muy particularmente deseo de que le venga algún daño”. Imprecación, en sí, es “Proferir palabras con que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra mal o daño” (Real  Academia  Española, 12ª ed.). “Maldición es el deseo expreso de que al prójimo le sobrevenga algún daño. (El Pequeño Larousse 2009)

En un segundo plano, y para nuestro estudio es el plano que nos atine, consideremos los distintos significados de “maldición” según las Escrituras.

“Maldición” en el Antiguo Testamento

Son muchas las palabras hebreas que se traducen por “maldición” o el acto de “maldecir”. Según se puede apreciar en la concordancia Strong, “Maldición” es la traducción de no menos de once (11) palabras distintas en el hebreo bíblico (Ver listado de las palabras en el anexo). El significado de algunas de éstas es muy variado en relación con su contexto. Sin embargo, su significado en los textos relacionados con el tema, presenta leve variaciones, pero mucho sentido común en su significado literal y figurativo.

Significados como: “ser insignificante”, “pequeño”, “liviano”, “ligero”, “agudo”, “afilado” son, en una mayoría, el número de sentidos literal que presenta tan solo el término “Calal” (Strong 7043), el cual aparece en varias de las citas hechas en este estudio y, según Vine (1999), unas 82 veces en todo el Antiguo Testamento hebraico. Éste mismo autor señala que “Calal” adquiere la idea de maldecir, en el sentido de “tratar algo o alguien como insignificante o despreciable” (Vine, p.185, 1999). De ahí, que uno de sus derivados, “Kelalá” (Strong 7045), se transmite en Español literalmente como un “vilipendio”, lo que a su vez es definido por el diccionario español como una “humillación, deshonra o desprecio” (Pequeño Larouse, 2009).

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Por otra parte está el término “’Arar” (Strong 779) con el significado de

“abominar”, y del cual se deriva “Merá” (Strong 3994) cuya significado es “execración”, lo cual, según el diccionario español, retóricamente, es una “figura del pensamiento que se diferencia de la imprecación en que los deseos de que sobrevenga algún mal recaen en la misma persona que los expresa” (Pequeño Larouse 2009). Execración es también “pérdida del carácter sagrado de un lugar, sea por profanación, sea por accidente” (Real Academia Española, 2da ed.).

Otro término importante es “’Alal” (Strong 423), literalmente imprecación, execrar, “propiamente conjurar (usualmente en mal sentido)”, de ahí que sea dicho también como “perjurio”. Vine, explica: “denota una maldición que sirve para dar validez a un compromiso o nombramiento y que puede servir de conclusión a cualquier acuerdo o pacto” (P.186, 1999). También “expresa una maldición en contra de otro, se conozca o no su identidad. En los demás casos, las palabras traducidas como “maldición” expresan un sentido relacionado con las definiciones y aplicaciones anteriores, en especial con la de hacer un juramento (Strong #7621, 7650, 6895), y otras por consideraciones de injurias, calumnias (Strong 5344) y en un sentido de juicio, “condenar” (Strong 2764, 2763), esto es al anatema (lo cual no es más que encerrar bajo condenación para el servicio a Dios, pero sirviendo como sacrificio a Dios siendo quemado en el fuego).

Según se puede apreciar en Strong, estas palabras son usadas en el Antiguo Testamento para referirse en diferentes contextos al conjunto de maldiciones escritas en la Ley y a quienes quebrantaban sus leyes bajo el juramento de cumplirlas, algo que implicaba a todo Israelita. Son usadas, además, por personajes fuera de Dios, es decir, por individuos, patriarcas, profetas y paganos para proferir maldición sobre otros individuos. Todo este significado literal, es necesario comprenderlo a la luz de sus respectivos contextos, y totalidad de las Escrituras.

“Maldición” en el Nuevo Testamento.

El significado de maldición en el Nuevo Testamento no varía tanto de lo que ya se conoce del Antiguo. “Maldición”, “maldecir” o “maldito” siguen teniendo la misma etimología que tienen en el Antiguo Testamento. “Imprecación, vilipendio, execración, indigno, inválido, sin valor, difamatorio, calumnioso e injurioso, destinado al fuego” continúan siendo los términos que definen el significado etimológico de las palabras traducidas por maldición, maldito o maldecir. Sentido de palabras que se ajustan siempre a pasajes o con relación a un juramento o con relación a los juicios de Dios contra los impíos y la maldición de la Ley sobre el pecado o con relación al daño deseado o cosas mal dichas de unos contra otros.

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“Katara” (Strong #2671), por ejemplo, es literalmente: “imprecación,

execración”; y la cual, según expone Vine (p.521), es en importantes casos: “maldición lanzada por Dios en su justo juicio, como sobre una tierra maldecida con esterilidad (Heb.6.8); sobre aquello que buscan la justificación mediante la obediencia, parcial o totalmente, a la Ley (Gl.3.10, 13)”. Es aún más especial, el sentido que resalta Vine consiguientemente, sobre Gálata 3.13, versículo donde “katara” es usado “concretamente de Cristo como habiendo venido a ser «maldición» por nosotros, esto es por haber sufrido en la cruz voluntariamente la pena que señalaba la maldición. Así, Él se identificó, en nuestro lugar, con la sentencia sobre el pecado” (Vine, 1999).

Por otra parte tenemos el término “Anathema” (Strong #331), que es translitera transliterado del griego en igual forma como “anatema”. Según Vine (p.54) “se usa frecuentemente en la LXX, donde traduce el vocablo hebreo querem, o jerem, algo dedicado a Dios, sea que sea: (a) que sea para su servicio, como los sacrificios…o (b) para su destrucción como en el caso de un ídolo (Dt.7.26), o una ciudad (Jos.6.17). Más tarde adquirió el sentido más general del desfavor de Jehová…éste es el significado con que se usa en el Nuevo Testamento. Un derivado de anatema los es el término “Anathematizo” (Strong #332), el cual se usa en dos sentidos distintos: 1. “significa declarar anatema: esto es, dedicado a la destrucción, maldito…” (Vine, p.520). 2. “Declarar o hacer voto bajo pena de execración, juramentarse bajo maldición” (Strong, 2002). A nuestro entendimiento, “anatema”, es el peor estado de maldición al que algo o alguien podría caer.

En relación con el “daño deseado” o “cosas mal dichas” de unos contra otros, se puede apreciar, agrupadamente, términos como los siguientes: 1. Ará (Strong # 685), cuyo significado etimológico es “propiamente una oración (como elevada al cielo) y que “por implicación” en los pasajes que se usa significa “maldición”, “imprecación”. Esto nos hace pensar que su sentido práctico quizás tenga mucho que ver con la denuncia hecha por el Señor en Salmos 63.3-4 y 109.28-29; algo que sin dudas es visto cumplidamente en los sufrimientos y el martirio de nuestro Señor Jesucristo). En este mismo sentido se define “Kataraomai” (Strong 2672), el cual, según Vine (p.520) “significa primeramente orar en contra de, desear el mal para una persona o cosa; de ahí maldecir. Este vocablo es usado por Jesucristo al referirse a los “malditos” del juicio de las Naciones en Mateo 25.41. 2. “Loidoria” (Strong # 3059), que es injuria y que “denota agraviar, insultar”. 3. “Blásfemos” (Strong # 989), “difamatorio, calumnioso (contra el hombre)”.

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En Conclusión

Maldición no es más que las consecuencias mismas, a las que llevan al hombre los pecados que cometen, ya sea en violación a las ordenanzas divina (dentro de las cuales caben las calumnias, maledicencia e injurias) o en el incumplimiento de una obligación legal (como el juramento). Es de entenderse que la maldición etimológicamente no tiene nada que ver con los supuestos efectos mágicos e influyentes de una acción personal de uno contra otros. Sin embargo, como ha de observarse en el presente estudio, tomando en cuenta el sentido histórico-contextual del término y sus derivados, podemos decir que maldición es, el efecto de lo que es, por una parte, los justos juicios de Dios con los que condena las acciones y negligencias de sus criaturas, y por otra parte, es el estado de auto-difamación, descrédito personal, auto devaluación, o más propiamente dicho, de execración, imprecación y vilipendio en el que cae una persona por ceder contra Dios a los ataques del diablo y los demonios, o por incumplir en deberes que por implicación deshonran a los demás (como en el caso de los hijos contra los padres o violación a un juramento).

Es evidente, textualmente, que la maldición lleva consigo un efecto o impacto negativo no solamente sobre el aspecto social y espiritual, sino que también produce o implica por los juicios divinos una consecuencia en lo natural.

2. ¿Cómo y cuando inicia una maldición?

Es norma de derecho, que “a nadie se le puede obligar a hacer lo que la ley no manda ni impedírsele lo que la ley no prohíbe” (Nueva Constitución de la República Dominicana, 2010). Toda censura sobre las acciones de los individuos se origina en el pronunciamiento de la ley, ya sea la ley escrita o la oral y consuetudinaria.

Siendo esto, antes dicho, algo universalmente cierto, no habiendo mayor legislación que la que proviene de Dios (y nuestro Siloh de Gn.49.10) es legítimo pensar que Dios es el origen de toda censura a las acciones injustas de sus criaturas. No existe maldición sin que Dios la haya pronunciado primero en sus juicios.

En cuanto a los ángeles, la condenación de Satanás y sus ángeles se pronuncia en consecuencia a su propio engaño y mentiras contra Dios. Su maldición es que ha sido destinado para morir eternamente quemándose para siempre en el lago de fuego (Mt. 25.41).

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En cuanto a la humanidad en general, el pecado de Adán trajo sobre toda la descendencia de la humanidad la maldición del pecado; no solamente implicando la muerte física y espiritual, sino peor aún transmitiendo la censura de una naturaleza pecaminosa.

En lo particular, las acciones injustas de los individuos determinan su estado ante Dios y la sociedad acarreando la censura (haciéndose objeto de vilipendio, execración e imprecación) en sí mismo.

3. ¿Quiénes resultan afectados de una maldición?

Todo el que permanece en sus delitos y pecados está bajo maldición, no sólo bajo la maldición de la ley de Dios, sino también bajo la maldición o condenación de su propia conciencia y de la de los demás. (Gl. 3.10; Rom.2.12-16)

La maldición no solo afecta al hombre sino que puede también afectar la tierra en la que habita y sus posesiones, trayendo esterilidad sobre la tierra, destrucción y pérdida de sus posesiones. (Is.24.4-6; Heb.6.7-8)

4. ¿Cuáles casos hay en la Biblia de personas que fueron maldecidas?

Dios mismo maldijo a:

a) La Serpiente Antigua (Gn.1.14)b) Eva, multiplicando los dolores de sus preñeces (Gn.1.16)c) La tierra, por causa de Adán (Gn.1.17) (Pasó como con Noé en el caso de Can,

que no pudiendo maldecir lo que ya Dios había bendecido, maldijo la descendencia de Can. Gn.9.24)

d) Caín, haciéndole maldito de la tierra, a fin de que cuando labrare la tierra ésta no le diera fruto (Gn. 4.11-12)

e) La tierra, con el diluvio, por causa del pecado de los hombres (Gn. 8.28)f) Israel, en sus bienes por robar los diezmos (Mal.3.9; Hageo 1.5-11)g) La higuera, tipo de Israel, maldecida por Jesús por no tener frutos (Mc.11.21)h) Los hijos de las naciones, nombrados malditos por Jesús (Mt.25.41)i) Jesucristo, hecho maldición por nosotros para librarnos de la maldición de la ley

mosaica (Gl.3.13; Dt. 21.22-23). “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hecho justicia de Dios en él” (2 Co.5.21). “Que él se hace maldición significa que entra en nuestra alineación a fin de sacarnos de ella” (Kittel y Friedrich, p.81, 2002)

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Según las anteriores y las profecías siguientes, maldecir es un acto de Dios

a) En las maldiciones de la ley (Dt. 28.15)b) En los reclamos de Malaquías (Mal. 4.6) (Comparar con Gl. 3.10)

En la maldición del hombre por el hombre, encontramos a:

a) Noé sobre Canb) Eliseo sobre los 42 jóvenes (2 R. 2.24).c) Balaam sobre Israel, aunque su intención fue cambiada a la fuerza por la

bendición de Dios sobre su pueblo, y por lo cual habló, diciendo: ¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo? ¿Y por qué he de execrar al que Jehová no ha execrado? (Num. 22.6, 12; 23.8)

d) Los Fariseos sobre la gente que no sabe la ley (Jn.7.49, basados quizás sobre la base de Dt. 27.26).

e) Pablo sobre quienes no aman a Jesucristo (2 Co.16.22).f) Pablo sobre quienes predican otro evangelio (Gl.1.8).

Revelada en la Escritura como proverbio de Vida para los hombres

a) “La maldición de Jehová está en la casa del impío, pero bendecirá a la morada de los justos” (Prov.3.33)

b) El hombre que no se sacia de pecar es hijo de maldición. (2 P. 2.14)

5. ¿Puede una maldición transmitirse generacionalmente? ¿Cómo y por qué?

“El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”. (Ez. 18.20)

Ya era un principio expreso de la ley de Dios que “los padres no morirán por lo hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado” (Dt. 24.16).

Si bien, estos pasajes necesitan ser vistos a la luz de su contexto, pues el beneficio de la gracia en ellos es de apreciarse en un contexto de justicia que libera a unos del pecado de los otros en cuanto a la muerte exclusivamente (“no morirán”). Aunque es muy probable que éste estatuto haya tenido la intención de que nadie pagara injustamente por el crimen de otro, aún siendo por el de sus padres (así como

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es en el derecho penal hoy), es prudente y coherente entender que puede estarse refiriendo, en un sentido más profundo, exclusivamente a una muerte espiritual.

En referencia al pasaje de Ezequiel, el Señor explica: “Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su padre? Porque el hijo hizo según el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos y los cumplió, de cierto vivirá” (Ez.18.19). Es evidente que en el contexto son las acciones propias de los hijos lo que les libera de cargar con el pecado de sus padres. En el segundo texto de Deuteronomio 24.16, se hace también notar que tuvo iguales regulaciones en su aplicación con la condenación que sufrió Acán juntamente con sus hijos e hijas y sus posesiones (Josué 7.24), en lo que sin dudas debemos entender que hubo una complicidad. Pues, en un caso semejante o más aún, de mayor repercusión, fue el de la perdición de Coré, Datán y Abirám, lo cuales perecieron juntamente con toda su casa siendo tragados por la tierra (Num. 16.23-35); no obstante, la Escritura indica que los hijos de Coré no murieron (Num. 26.11). Igualmente podríamos ver las consecuencias que tuvo sobre David y su casa, el pecado que cometió contra Urías (2 Samuel 12.9-15).

Es palpablemente visible que la conducta de las personas se encuentra profundamente influenciada por sus progenitores, su comunidad y su definición religiosa o filosófica. Sin embargo, éstas, en su desarrollo personal, pueden bien fijarse lineamientos de vida distintos a los que fueron inducidos, no tan solo por la instrucción que puedan recibir de Dios, sino también por los dictámenes que su conciencia, de alguna manera, les pueda dictar. Aún así, nos queda el hecho de que tanto los hijos como los padres pueden ser afectados por las consecuencias del pecado personal en que incurran unos y otros. En el caso de Caín, éste no solo acarreó una maldición sobre su vida, sino que por efecto dejó a sus padres, Adán y Eva, aunque por un momento, sin hijo de quien esperar la promesa de su redención, pues él mismo les fue quitado siendo condenado a vivir errante en la tierra y borrado del linaje de Adán, de quien proviene la descendencia santa.

De que la maldición afecta a los hijos, es un hecho que se encuentra aún en las páginas del nuevo testamento. Un caso es el del creyente casado con un no creyente, el cual, en caso de que éste último, siendo aún incrédulo, consienta en vivir con el creyente, el tal no debe abandonarlo, porque como dice la Escritura: “el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; (y añade) pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos” (1 Co. 7.14).

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Otro texto del Nuevo Testamento que afirma que la maldición afecta a los

hijos, lo es el pasaje donde el Señor, dirigiéndose a la iglesia de Tiatira, pronunciándose contra una mujer llamada Jezabel, dijo de ella: “He aquí yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. (Entonces dice) Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesia sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón y os daré a cada uno según vuestras obras” (Ap. 3.22-23). “Debe notarse que el castigo (contra Jezabel) recae sobre tres personas o grupos: 1) Jezabel como cerebro principal de la situación; 2) los inicuos que cometieron adulterio con ella; y (3) la descendencia de Jezabel: «Y a sus hijos heriré de muerte»” (Carballosa, 1997, p.75). En esto último, la erudición está dividida en su interpretación; La Biblia Plenitud (RV.1960), en su comentario sobre el pasaje, dice que “los hijos son sus seguidores”. Robertson (2003), por su parte, deja abierto el camino para ambas posibilidades, comentando que “a sus hijos”, puede referirse: “Bien sus hijos reales, como la suerte que sufrieron los hijos de Acab (2 Reyes 10:7) o «su progenie espiritual» (Sweet) que ha aceptado plenamente sus prácticas nicolaítas”.

Aunque quizás no deba tomarse como un pensamiento aceptable, es muy probable que la idea de que la maldición afecta a los hijos, se encontrase en el pensamiento de los judíos que pidiéndole a Pilato para que crucificara a Jesús, a una gritaron: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt. 27.25). Igualmente, quizás haya alguna relación de esta exclamación de los judíos con la profecía de Jesús a las mujeres que le seguían camino a la crucifixión, llorando y lamentándose por él, a las cuales dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas, y por vuestros hijos” (Lc. 23.29).

También, podría hallarse implicado el efecto de la maldición sobre los hijos, en el pasaje donde Jesús llama hipócritas a los escribas y fariseos, los cuales edificando y adornando los sepulcros de los profetas, decían: “Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas”. A lo que Cristo le condenó, diciendo: “Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas… ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?” (Mt. 23.29-33). Es posible ver en este pasaje el concepto de la maldición generacional, aunque no tal vez de la manera en que lo expresan muchos hoy; la Escritura encierra bajo este concepto a aquellos que señala como “nacidos para presa y perdición” e “hijos de maldición” (2 P. 2.12, 14). Esto mismo se dice de Judas Iscariote, a quien se refiere el Señor cuando, orando al Padre, dice: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste yo

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los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Jn. 17.12).

La maldición generacional, se hizo evidente como algo verdaderamente cosechable, con el pronunciamiento del segundo mandamiento del Decálogo, donde Dios dijo: “No te inclinarás a ellas (las imágenes), ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Ex. 20.5). Debe entenderse, que Dios no sólo estaba estableciendo un mandamiento, sino que estaba revelando un aspecto de su carácter: Dios es “celoso” con su adoración; algo sobre lo cual es enfático cuando dice: “…no te inclinarás a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es” (Ex.34.14). Es por esto que debemos recordar, como nos advierte la Escritura en el Nuevo Testamento: “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Stg. 4.5).

Finalmente, en todo lo que hemos visto hasta ahora, lo tratado ha sido sobre el efecto de las maldiciones sobre los hijos (y relacionados) de los que son por sí portadores o responsables de la maldición. Hay que distinguir, entonces, que no es lo mismo el ser simplemente un afectado de la maldición, que ser el responsable de la maldición que le afecta. Pues, mientras que “el simplemente afectado” puede desligarse de los efectos de la maldición con la rectitud de sus propias acciones, en muchos casos “el responsable de la maldición” no hay nada que pueda hacer para escaparse de la condenación eterna (Es el caso, por ejemplo, de los que blasfeman contra el Espíritu Santo, los que pisotean la Sangre de Cristo, los falsos profetas y falsos maestros y los que no se hayan inscritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo). Dios es Justo eternamente en todos sus juicios; en esto se manifiesta el carácter persecutorio de Dios como algo eternamente permanente; siempre que surja el mal, Dios estará listo para perseguirlo, someterlo a juicio ante sí mismo, juzgarlo y condenarlo o liberar de culpa a quien quiera perdonar. En todo caso, debemos pensar tal como nos dice la sabiduría de Dios expresada en el texto siguiente:

“Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición (Strong #7045) nunca vendrá sin causa”. (Prov.26.2. RV.1960)

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6. ¿Existe algún vínculo de Satanás y los demonios con las maldiciones?

Teniendo presente el significado correcto de “maldición”, que ninguna maldición es realmente efectiva sino aquella que es consecuencia de las acciones mismas de las personas en violación a los estatutos de Dios; podemos decir que el único vínculo que hay de Satanás y los demonios con las maldiciones, es el hecho de que éstos, aprovechándose del pecado, se constituyen en los principales ejecutores de toda maldición contra los hombres o sus posesiones. Veamos esto a la luz de las Escrituras:

La obstinación de Saúl, no solo le produjo que fuera desechado del trono, sino que además, sus acciones contrarias a Dios trajeron sobre su vida los tormentos de un espíritu malo de parte de Jehová (1 Samuel 16.14; 18.10; 19.9).

Las plagas sufridas por Egipto de parte de Dios, para la liberación de su pueblo, parecen, por lo que dicen las Escrituras, haber sido ejecutadas por “un ejército de ángeles destructores” (“Tropel de mensajeros de desgracias”–BTX. 1999), quienes pusieron de manifiesto el “ardor de Su ira” cumpliendo las señales dictadas por Dios a través de Moisés, provocando en los egipcios tanto “enojo e indignación, como angustia” (Salmos 78.49).

Dios podrá tener muchos medios para destruir (espada, hambre, bestias y pestilencias, fenómenos atmosféricos, fuego, ejércitos de hombres, de ángeles y de langostas), pero ninguno de éstos se puede desatar sobre su creación sin su consentimiento. Y no hay distinción; Dios usa a quien quiere y como él quiere. Ciñó a Israel de justicia y santidad para servirle como ejército de conquistadores entre las naciones; así como también, usó a los ejércitos ceñidos de crueldad para castigar el pecado de su pueblo y de las naciones que ya éste mismo (Israel) no contaba con la santidad y la justicia para aplicarla. En iguales términos, hayamos en todo el texto de las Escrituras, claros pasajes donde nos indica que Dios usa tanto sus ángeles como ministros al servicio de sus propósitos, como mantiene el control y la dirección de Satanás y los demás espíritus rebeldes. Si bien es cierto que el Señor nos dice: “Si alguno conspirare contra ti, lo hará sin mí” (Is.54.15), también son igualmente ciertas las palabras subsiguientes con las que garantiza esta promesa: “He aquí que yo hice el herrero que sopla las ascuas en el fuego, y que saca la herramienta para su obra; y yo he creado al destructor para destruir” (vs.16). ¡Aleluya! Por eso “todas la naciones nos dirán bienaventurados”, porque el Señor “reprenderá también por nosotros al devorador” (Mal. 3.11).

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Que el devorador sea langostas, gusanos o ratas, no sé: pero nuestra lucha no

es “contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernantes de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes…” (Ef. 6.12).

Tales promesas hacen que la “visión” no sea tan “dura” de ver cuando nos es “mostrado” que debemos “ser sobrios y velad; porque nuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 P.5.8). Pues cuando “el prevaricador prevarica…el destructor destruye” (Is. 21.2a). Cuando el servicio a Dios no se hace bien, “el pecado está a la puerta” (Gn. 4.7); y así como los demonios se esconden tras los ídolos (1 Co.10.20; Ap.9.20), también Satanás asecha tras el pecado. Jesús, luego de sanar al enfermo del estanque de Betesda, hallándole luego en el templo, le dijo: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 5.14). No sé exactamente que podría haber sido esa “cosa peor” de la que le advirtió Jesús, pero sea lo que sea nada bueno o sencillo debía ser.

Un caso particular es el de la iglesia de Corintios, de quien Pablo recibiendo el informe del pecado de fornicación en el que había incurrido uno de sus congregados, juzgó el problema y dictó una sentencia en el mismo nombre de nuestro Señor Jesucristo, diciendo: “…con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea Salvo en el día del Señor Jesús” (1 Co.5.1-5). Independientemente de cuál haya sido el desenlace de esta situación, es una situación muy triste que demuestra el pleno convencimiento de Pablo del control que ejerce el Señor aún sobre Satanás, quien así como sucedió con Job, no pudo hacer más de lo que le fue permitido.

Aunque la situación del discípulo podría estar en un lugar de especial consideración por parte del Señor, aún en medio de sus flaquezas y debilidades, las palabras del Señor Jesucristo revelan y advierten sobre el “retorno del espíritu inmundo” una vez que ha salido del hombre (Mt.12.43-45). El estado permanente de ese hombre será definido por cómo se encuentra su vida, “barrida y ordenada” quizás, pero “desocupada” (sin Dios o más bien sin sumisión a Él) o llena u ocupada (de Dios y su palabra). Con respecto a éste pasaje, Carballosa (2007) comenta: “Una reforma sin regeneración solo conduce a un mayor servicio al Maligno. Casas vacías, sin la vitalidad de una verdadera vida en Cristo, son atractivas para los espíritus demoníacos. Dicho con otras palabras, la presencia de Cristo en la vida de una persona es el arma más poderosa para ahuyentar a Satanás”. ¡Gloria a Dios por eso! ¡Amén!

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Es ampliamente evidente que la actividad diabólica y demoníaca puede estar (aunque no en todos los casos) detrás, tanto de las ejecuciones de las maldiciones, como del pecado al que inducen al prevaricador.

7. ¿Cómo se destruye una maldición?

Jesús es el único que puede romper con toda maldición y su causa. Pues, la Escritura dice que “en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch.4.12). La causa de la maldición es la prevaricación. Cristo es el único que puede pagar el precio de los pecados del hombre. En él “hay” salvación. Es por eso que pudo decir que “quien busca halla”. La sangre de Cristo redime al pecador. La Escritura dice que Dios nos ha dado “redención por su sangre, el perdón de pecados” (Col. 1.14). Su sangre es verdaderamente única y suficiente para limpiar la “conciencia de obras muertas” a fin de que el hombre “sirva al Dios vivo” (Heb. 11.14).

Para alguien romper con las maldiciones del pecado solo necesita creer y confesar con su boca que Jesús es el Señor (Dios e Hijo), para salvación; y creer “de corazón que Dios le levantó de entre los muertos”, creyendo para justicia –tanto para el perdón de pecados, como para una vida recta ante Dios (Rom.10.9-10).

Por medio de la fe en la sangre de Jesús, todo el que se arrepiente y se convierte, es “librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino del Hijo de Dios” (Col. 1.13). Esta es la libertad de la que Cristo dice: “Así que, si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres” (Jn.8.36). Esta verdadera liberación está condicionada por las palabras que Jesús dice en versículos anteriores: “Si vosotros permaneciereis en mis palabras, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (vs.31-32). Parece bastante claro que Jesús hace al ser humano “verdaderamente libre” cuando conociendo la verdad (la palabra) y permaneciendo en ella, se convierte en “verdaderamente su discípulo”.

Jesucristo corta el mal de raíz. En Jesús el pecador es libertado no solo de la culpa de sus pecados, sino también es libertado del temor a la muerte, ya que por temor a ésta, era esclavo de Satanás (Heb. 2.14-15). Así, como pasó a todos la maldición de la muerte por el pecado de Adán; así también, todo el que cree y se convierte será salvo de la maldición por medio de Jesús. “Cristo nos redimió de la maldición de la ley” (Gl. 3.13)

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No se puede vivir alegre, abundante y en paz con los efectos de la maldición

del pecado. Todo el que desee escapar de las maldiciones que sobrevienen y aún han de sobrevenir sobre los que prevarican contra Dios, debe venir a Cristo Jesús y cubrirse por la fe en Su sangre y Su palabra libertadora. Debe de permanecer, pues quien no permanece, no puede permanecer en libertad. Porque o se es esclavo del “pecado para muerte o esclavo de la obediencia para justicia” (Rom. 7.16). Así, el apóstol Juan dice: “El que no ama a su hermano, permanece en muerte”. “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (Jn. 3.14b-15).

Cuando una persona acepta de corazón a Jesús, “hay” una liberación inmediata del pecado y de la maldición del pecado en el creyente. Así, como debe creer que ya vive en Cristo auque todavía seguimos muriendo, también debe someterse en obediencia a Dios, por su palabra, para en libertad permanecer.

Finalmente, volvemos a anotar las ilustrantes palabras ya citadas de Evis L. Carballosa: “Una reforma sin regeneración solo conduce a un mayor servicio al Maligno. Casas vacías, sin la vitalidad de una verdadera vida en Cristo, son atractivas para los espíritus demoníacos. Dicho con otras palabras, la presencia de Cristo en la vida de una persona es el arma más poderosa para ahuyentar a Satanás”. ¡Gloria a Dios por eso tres veces más! ¡Amén, amén, amén!

Y definitivamente determinante, fijemos el punto final de este estudio, sobre las Escrituras, con las palabras del apóstol Pablo, el cual como un eco de una voz lejana, pero cada vez más retumbante hasta alcanzar el día bienaventurado:

¡El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema! ¡El Señor viene! (1 Co.16.22)

¡Amén a eso también!¡Aleluya!

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ANEXOS

I

La Maldición en el Atiguo TestamentoPalabras hebraicas según Strong

Maldición Maldecir

# 7045, 779, 3994#7043, ‘Calal, Ser ligero, causar o hacer ligero. Literalmente: veloz, pequeño, agudo, afilado. Figurativamente: fácil, bagatela, vil.

# 423, ‘Alal, Imprecación, excrepar. De la raíz Alá (#422), propiamente conjurar (usualmente en mal sentido), juramento, perjuriar.

#7045, “Kelalá”, Vilipendo: i.e. deshonrar, humillar, desprecio. (Derivado de #7043)

# 7621, Shebuá, Algo jurado; i.e. Juramento (por consiguiente solemne) Conjurar, Execración. Derivado de la # 7650.

#779 ,‘Arar, Abominar

# 7650, Shabá, Propiamente: Estar comple-to. Hacerse siete veces uno mismo; i.e. Jurar (como si se repitiera una declaración siete veces).

#3994, Merá, execración, maldecir

# 8381, Toalá, Iprecación. De #422 #6895, Cabáb, Sacar, excabar. i.e.: calumniar o execrar (apuñalar con palabras)

# 2764, Kjerem, de la raíz #2763: encerrar, objeto condenado. Anatema.

#5354, Nacáb, Perforar (con mucha o poca violencia). Figurativamente, especificar, designar, calumniar. Maldecir, atravesar, blasfemar, traspasar.

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ANEXOS

II

La Maldición en el Nuevo TestamentoPalabras griegas según Strong

Maldición Maldecir

#331, anathema; 332 anadsematizo Ver p. 3 #2672 Kataráomai, Por analogía: arruinar, condenar:– Maldecir, Maldito (de 2671)

# 685 Ará, propiamente oración (como elevado al cielo. i.e. (por implicación) imprecación, maldición.

#2671 Katára, Imprecación, execración.

# 988: Blasfemia, Vilipendio (específicamente contra Dios).

#2551, Kakologéo, Maldecir, decir mal. De 2556, Kakos, indigno, inválido, sin valor (intrínsecamente, tal) i.e. subjetivamente depravado, objetivamente injurioso:– pestilente, malo, daño, mal.

# 989 blasfemos, disfamatorio; i.e. calumnioso (contra el hombre), impío (contra Dios):– Maldición, blasfemo.

#2653, Katanathematizo, Imprecar, denota pronunciar maldiciones contra.

# 3059 loidoría, difamar o vituperar:– Maldición, Maledicencia. De #3060, loidoros, (a su vez de oídos, travesura), abusivo. i.e. pillo, canalla, maldiciente.

#1944, epikataratos, Maldito. i.e. execrable:– Maldecir.

BIBLIOGRAFÍA

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1) Biblia Plenitud (RV 1960, edición 1994); Edt. Caribe; Miami, Florida.2) Sociedad Bíblica Iberoamericana (1999), “Biblia Textual –TX”,

Publicado por Holman Bible Publishers, Nashville, Tennessee. 3) Biblia Peshitta (2006), Publicada por Broadman & Holman Publishing

Group, Nashville, Tennessee.4) Robertson, Archibald Thomas (2003), “Comentario al Texto Griego

del Nuevo Testamento”, Editorial CLIE, Terrassa (Barcelona) España.5) Carballosa, Evis L. (2007), “Mateo: La revelación de la realeza de

Cristo”, Tomo I, Editorial PORTAVOZ, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501, USA.

6) Carballosa, Evis L. (2010), “Mateo: La revelación de la realeza de Cristo”, Tomo II, Editorial PORTAVOZ, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501, EE.UU.

7) Carballosa, Evis L. (1997), “Apocalipsis: La consumación del plan eterno”, Editorial PORTAVOZ filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501, EE.UU.

8) Kittel, Gerhard; Friedrich, Gerhard; y Bromiley, Geoffrey W. (2002), “Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento”, Editor general Alejandro Pimentel, Impreso por Quebecor World Bogotá S.A., Colombia, Publicado por Libros Desafío, Grand Rapids, Michigan 49560, EE.UU.

9) Strong, James; LL.D; S.T.D (2002), “Nueva Concordancia Strong Exhaustiva de la Biblia”, Editorial Caribe, Inc. Una división de Thomas Nelson, Inc. Nashville, TN – Miami, FL., EE.UU.

10) VINE, W. E. (1999), “Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento EXHAUSTIVO”, Editorial Caribe, Colombia.

11) El Pequeño Larouse Ilustrado (2009), “Diccionario Enciclopédico”.12) Real Academia Española; “Diccionario de la Lengua Española”,

Vigésima Segunda edición.13) Nueva Constitución de la República Dominicana (Proclamado y

publicada el 26 de Enero del 2010) Gaceta Oficial No.10501.

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