romero, josé luis - estudio de la mentalidad burguesa

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Mentalidades burguesía Edad Media

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  • 1. Las mentalidades

    Antes de introducirnos en el estudio de la mentalidad burguesa esconveniente dejar aclaradas algunas cuestiones previas, referi-das a los trminos usados, "mentalidad" y "burguesa", que en ellenguaje corriente tienen significados diversos e imprecisos.

    Una de las grandes conquistas que los historiadores han hechoen los ltimos dos siglos es la incorporacin al esquema de losprocesos histricos de lo que llamaramos la historia de las ideas.Prcticamente se puede establecer una fecha para esto: no serecuerda una obra significativa dentro de este estilo antes de laaparicin del Ensayo sobre las costumbres, y de El siglo de LuisXIV de Voltaire. Estas dos obras significaron, en la segunda mi-tad del siglo XVIII, una revolucin en tanto incorporaron a unaconcepcin de la historia en la que los hechos polticos consti-tuan la totalidad del tema, todo un nuevo caudal, un nuevo hazde problemas que -segn lo entenda Voltaire- era el de las ideas,del pensamiento o, si se lo prefiere, de la cultura.

    Como problemas de la historia de la cultura intelectual los plan-te en El siglo de Luis XIV. En el Ensayo sobre las costumbres,una obra an ms significativa y de extraordinario inters meto-dolgico, dej incorporado al campo de la indagacin histrica,al lado de las ideas sistemticas y de las corrientes estticas -o,dicho en los trminos de El siglo de Luis XIV, la esttica de Racineo de Corneille, el pensamiento filosfico de Montaigne o Montes-quieu- lo que l llamaba las "costumbres". Inclua all lo que hoyseguimos llamando "costumbres", es decir formas concretas devida; pero junto con ellas, todo ese haz de ideas corrientes, deideas operativas, que funcionan efectivamente en una sociedad,que no han sido nunca expuestas de manera expresa y siste-mtica, que no han sido nunca ordenadas ni han sido motivo deun tratado, pero que sin embargo nutren el sistema de pensa-miento y rigen el sistema de la conducta del grupo social.

    Sobre esta distincin ha hecho observaciones sumamente inte-resantes Ortega y Gasset. En Ideas y creencias seala que, al

    lado de las ideas sistemticas, hay un enorme caudal de ideasno susceptibles del anlisis riguroso que se hace, por ejemplo,con el pensamiento de Kant o Descartes. Por lo general son s-tas relativamente ms simples, pero se refieren a problemas in-mediatos, que constituyen el patrimonio de todos. Son ideas,opiniones, creencias, marcadas con ese fuerte signo social quees el consenso. Son operativas, vigentes: actan. Son ideas so-bre las cuales ningn grupo social tiene una conciencia perfec-tamente clara, pero son las que secretamente se ponen en fun-cionamiento cuando se toma una decisin o se dice: "esto esbueno, esto es malo" o "esto es tolerable, esto es intolerable".

    No es fcil de detectar todo este caudal de ideas. Quien quisierahacerlo necesitara la formidable capacidad de transformarse entestigo de aquello mismo de lo que es actor. Si lograra sortearesa enorme dificultad, descubrira que esas ideas estn operan-do de mil maneras; que en la vida cada uno se maneja con unaenorme cantidad de prejuicios; que acta segn opiniones delas que ha decidido no hablar, ni someterlas a juicio, o inclusiveque estn consagradas por un cierto matiz carismtico que lashace indiscutibles.

    En cualquier sociedad, ya se trate de una aldea de la Polinesiao de una sociedad evolucionada, hay ciertas ideas de las que,por una especie de consenso tcito, no se admite la posibilidadque sean sometidas a juicio. Junto a ellas hay algunas menosarraigadas, y otras que finalmente son ocasionales; son ideasde una poca, de un tiempo, de un perodo, y que conjuntamen-te conforman una red muy complicada. Si hiciramos un anli-sis espectral de nuestro sistema de ideas descubriramos queen las lites intelectuales hay un conjunto de ideas sistemticas,aprendidas acadmicamente, examinables hasta sus ltimas con-secuencias, que constituyen el sustento intelectual de esas litespero que no provocan adhesin o rechazo. Al lado de ellas hay unvasto caudal de ideas vividas, asumidas, operantes, que son parael historiador un tema apasionante y, adems, inexcusable.

    No podramos trazar ahora un cuadro completo de lo que se hahecho despus de Voltaire. Pinsese apenas en el Discurso so-bre las ciencias y las artes, de Rousseau, o el Esquema de uncuadro histrico de los progresos del espritu humano, de Con-

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    Estudio de la men-talidad burguesa

    Jos Luis Romero Prefacio: Luis AlbertoRomero

    I. CUESTIONES PREVIAS

  • dorcet, o en tantas obras del siglo XIX, como El porvenir de laciencia, de Renan, obras en las que se intenta traer a la luz elconjunto de ideas que subyace en la vida colectiva. Lo hecho esmucho, y hoy ya forma parte del anlisis histrico corriente; haimplicado un singular enriquecimiento del campo de la historia.

    Fue en el siglo XVIII cuando comenz el inters por el arte anti-guo, estimulado por ejemplo por los descubrimientos de Pompe-ya y Herculano. Por entonces escribe Winckelmann la Historia delarte entre los antiguos, en la que por primera vez se empieza aordenar aquello que se conoca de la creacin esttica antigua.Algo similar ocurre con Tiraboschi, autor de la primera historia dela literatura. Esto comienza a provocar una singular dicotoma enel campo de la historia. Hasta el siglo XVIII sta se haba limitadoa los hechos polticos, como los haban contado Tito Livio o T-cito, los cronistas medievales y aun Maquiavelo o Guicciardini. Enel siglo XVIII se incorpora todo el campo de la creacin humana:la historia de las artes, de la literatura, de la filosofa y, en gener-al, del pensamiento. Y tambin aquello que descubre Voltaire: lahistoria de las ideas difusas, de las costumbres. A partir de enton-ces hay dos campos en el anlisis de la historia: la tradicional his-toria poltica y la nueva historia de la creacin, pero divorciadosentre s, regidos por sus propias leyes, presentados en captulosaparte. Hay que llegar al fin del siglo XIX para que aparezca el de-seo de incorporar el nuevo mundo de la cultura al ya conocido ytradicional de la historia poltica.

    Entonces, las trabazones que se descubren dan resultados sen-sacionales y pronto se convierten en conceptos, como el de "elsiglo de Pericles" o "el Renacimiento", que resultan de poner encontacto fenmenos polticos bien conocidos -la democracia ate-niense o las signorie italianas- con hechos artsticos igualmentebien conocidos: es Pericles quien encomienda a Fidias el tem-plo de Atenea o quien estimula el teatro ateniense; los cruelessignori son a la vez mecenas de los artistas ms conocidos.

    Se trataba de una fusin superficial y tales conceptos resultaronpronto insostenibles, aunque sigan rigiendo nuestra concepcinde la historia. En los ltimos treinta o cuarenta aos se ha hechoun esfuerzo inmenso para robustecer el campo de la historia

    poltica, situando por debajo el de la historia social y econmicay mostrando que aqul constituye una especie de corteza, quecorresponde a la vida secreta y cotidiana de una sociedad queno se agota en la historia de su lite poltica. La segunda con-quista ha consistido en incorporar a ese caudal, mucho ms ri-co, toda la historia de la cultura, estableciendo conexiones msprofundas e interesantes. Si el ensamble entre la historia de lacultura y la historia poltica pareca artificial y basado simplementeen el sincronismo, la vinculacin entre la historia de la cultura y lahistoria social permite establecer relaciones de coherencia y enltima instancia remite todo lo que es creacin a la peculiaridaddel grupo donde sta se realiza. La relacin entre Pericles, Fidiaso Esquilo puede ser casual, pero la relacin entre la creacin destos y la sociedad ateniense es vigorosamente estructural, y elfondo social, o sea la estructura de la comunidad, la fisonoma yel mecanismo interno del grupo social, sirven para explicar toda laaureola de lo que constituye el vasto campo de la creacin.

    Uno de los aspectos de esta creacin es la propia mentalidaddel grupo, que es una expresin, pero tambin uno de los facto-res que operan en su funcionamiento, porque la mentalidad deun grupo es algo que se objetiva pero que al mismo tiempovuelve, o para decirlo ms exactamente, primero se vive y luegopuede ser objetivado. Constituye un sistema de ideas operativas,de ideas que mandan, que resuelven, que inspiran reacciones.Son tambin ideas valorativas y normativas, condicionantes delos juicios de valor sobre las conductas. Las opiniones sobre loque es bueno y lo que es malo, tan cambiantes segn los tiem-pos, se apoyan en actitudes difusas pero arraigadas y generannormas que dirigen la accin del grupo.

    Los orgenes de estas ideas suelen ser borrosos. Casi todas lasideas corrientes, por ejemplo los llamados prejuicios, son viejasideas incorporadas desde hace mucho al grupo social, de mane-ra racional, que luego han ido perdiendo precisin y vigor, des-prendindose del sistema explicativo y transformndose en ideasvulgares. Este tipo de sabidura, decantada y olvidada, se trans-forma en un sistema de pensamiento que tiene mucha ms fuerzaque el obtenido racionalmente; es quiz ms sutil y elaborado, pe-ro no arrastra, como aqullas, el consenso del grupo. UNTREF VIRTUAL | 2

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  • El estudio de los refranes, donde se acumula este tipo de sabi-dura, proporciona algunos ejemplos sumamente interesantes.Tomemos uno, un refrn acuado seguramente en Espaa en elsiglo XVIII y difundido en Amrica: "Primero la obligacin y des-pus la devocin". Se puede desarrollar un curso entero sobreesto. Cul es el momento en que se deja de decir "primero ladevocin"? Sabemos, por ejemplo, cul hubiera sido la respues-ta de un cruzado en el siglo XII y cul, en ese siglo o en el si-guiente, la de un burgus, que probablemente no se hubieraatrevido a manifestar con entera franqueza todo su pensamien-to. La mentalidad burguesa, desde entonces, fue haciendo eseesfuerzo, secreto y secular, para llegar a afrontar esa cosa sa-crlega. En el siglo XVIII un progresista no podra, por ejemplo,interrumpir sus actividades para rezar la Novena. De all el re-frn, que revela cmo la mentalidad burguesa ha ido sustituyen-do el sistema de ideas de la tradicin cristiano feudal. Esto es elprogresismo del siglo XVIII que consigue desvanecer toda latradicin, toda la "devocin" en trminos generales, toda la sig-nificacin de la vieja idea del hombre como criatura de Dios, vol-cndose a una concepcin de tipo progresista y profana.

    En sntesis, el campo de las mentalidades no es el del pensa-miento sistemtico sino el de ese caudal de ideas que en cadacampo constituye el patrimonio comn y del cual aqul es comouna especie de espuma, en relacin no siempre coherente. Lamentalidad es algo as como el motor de las actitudes. De ma-nera poco racional a veces, inconsciente o subconcientemente,un grupo social, una colectividad, se planta de una cierta mane-ra ante la muerte, el matrimonio, la riqueza, la pobreza, el amor,el trabajo... Hay en el grupo social un sistema de actitudes y pre-disposiciones que no son racionales, aunque quiz lo fueron al-guna vez, pero que tienen una enorme fuerza porque son tradi-cionales. Precisamente a medida que pierden racionalidad, amedida que se hace menos claro el origen de la norma, de ladisposicin, del juicio de valor, las actitudes se hacen ms ro-bustas, pues se va reemplazando el sistema original de motiva-ciones por otro irracional, que toca con lo carismtico y que cul-mina cuando -casi expresamente- son retiradas de la discusin.Aqu, como en el caso del tab del incesto, la irracionalidad y lafuerza de la actitud alcanzan su grado mximo.

    2. Mundo burgus y mentalidad burguesa

    El segundo concepto bsico con que nos manejaremos, el dementalidad burguesa y, previamente, mundo burgus, tambinexige algunas precisiones preliminares, teniendo en cuenta noslo las connotaciones tan diversas con que se usa corriente-mente el trmino burgus sino tambin algunos problemas bsi-cos de periodizacin histrica. Si partimos de la nocin generalde que el mundo burgus es el rea geogrfica de Europa (yquiz del mundo europeizado) tal como se va configurando des-de la revolucin burguesa del siglo XI, no slo modificamos lanocin tradicional de Edad Media sino que suprimimos el hiatodel Renacimiento y establecemos la continuidad de un procesodesde el siglo XI hasta la Revolucin Industrial del XVIII, y conciertos ajustes, hasta nuestros das. He aqu, sucintamente plan-teado, el marco temporal de nuestro estudio.

    Sealemos en primer lugar las principales etapas del desarrollodel mundo burgus. El Imperio Romano haba sido un tpicomundo urbano, montado sobre un conjunto de ciudades, y todasu estructura econmica, social y poltica estaba fundada sobrela dependencia del mundo rural respecto de los centros urba-nos. El mecanismo de la romanizacin consisti en construir,con soldados o veteranos convertidos en colonos, centros urba-nos donde se imitaba la vida de la metrpoli y se moldeaban lasopiniones. Con las invasiones germnicas este mundo se quie-bra. Las ciudades se convierten en puntos peligrosos y la gentecomienza a dispersarse. En el curso de los siglos las ciudadesse arruinaron: unas fueron devastadas, otras reducidas delibe-radamente, al amurallarse un estrecho recinto interno, y la gentese dispers. A la inversa de lo que ocurre en nuestro mundo con-temporneo, un xodo urbano implic la creacin -o mejor re-creacin- de un mundo rural, que adquiere finalmente un principiode organizacin econmica, social y poltica en lo que llamamosel rgimen feudal. En este mundo rural subsisten los vestigiosde antiguas ciudades, sedes de condes o arzobispos, transfor-madas en enclaves amurallados, junto a los cuales surgen otrossimilares: el castillo del seoro, la abada o el monasterio. Eu-ropa Occidental era, hacia el siglo X u XI, un mundo rural con un

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  • conjunto de recintos amurallados entre los cuales las ciudadeshaban perdido sus atributos funcionales especficos.

    El siglo XI constituye una cesura fundamental pues, sin perjuiciode que subsista el mundo rural, han empezado a surgir las ciu-dades. El xodo rural, el desarrollo demogrfico, la reactivacinmercantil y el apoyo frecuente de los poderes existentes, todohace que entre los siglos XI y XII se funden innumerables ciu-dades. Algunas surgen premeditadamente, por la decisin polti-ca de un seor que la autoriza o promueve, o de un grupo deburgueses que se instala en algo que parece tierra de nadie.Otras surgen espontneamente, en el vado de un ro, en un cru-ce de caminos. Otras crecen a la vera de murallas seoriales yotras, finalmente, son antiguas ciudades abandonadas y repo-bladas. Por uno u otro camino, en dos siglos Europa Occidentalvolvi a ser, mucho ms que en la poca romana, un mundo deciudades.

    Era tambin un mundo de burgueses. Pobl estas ciudades genteque adopt un gnero de vida distinto del tradicional. Cada unoabandon los campos, dej la gleba, dej de ser un colono, seacogi a la ciudad y se transform de pronto en un hombre delburgo: un burgus. Desde que acept esa nueva situacin, casifsica, la alteracin en las condiciones de su vida fue tan sustan-cial que merece ser designado con un nombre especial. Adquierelibertades -de movimiento, de matrimonio, de comercio- protegi-das por estatutos que se dan los burgueses de cada ciudad. De-sarrolla actividades nuevas: comercio, servicios, profesiones. Elrgimen de libertades crea las condiciones para que hagan usode su capacidad para desarrollar la riqueza, una riqueza dinerariay no raz, como era caracterstico de los seores. Todo eso apa-rece muy rpidamente en las ciudades y cualquiera de ellas,hacia el siglo XII, tiene ya definidos todos esos elementos.

    Las ciudades crecen sostenidamente hasta el siglo XIV, cuandoacaba el boom demogrfico, y luego la mayora declina. Unaciudad como Colonia construye en ese lapso cuatro muros y lle-ga a abarcar unas 400 hectreas. Este muro slo se derrib en1885, de modo que entre la culminacin del crecimiento inicial yel momento en que llegan los efectos de la Revolucin Indus-

    trial, Colonia, como buena parte de las ciudades europeas, nogener ningn suburbio.

    En aquella primera etapa, el mundo burgus no era compacto,no cubra grandes reas. Era estrictamente un mundo urbano,un mundo de ciudades que se comunicaban entre s, por encimade las relaciones que cada ciudad tena con su regin, y tambincon el rea poltica en que estaba inserta. Algunas veces esasrelaciones se institucionalizaron, como en el Hansa germnica,pero aun sin esta institucionalizacin, la vida de los negocios yde la cultura, la vida intelectual, se manifiesta entonces por unosconductos extraos por los que la gente va de una ciudad a otra.Son la casa matriz y sus sucursales, son los puertos de impor-tacin y exportacin, son los predicadores que pasan de un mo-nasterio a otro y crean una cadena. Hay una innumerable canti-dad de vnculos que crean un encadenamiento en la vida urbanay que constituyen el mundo urbano en una suerte de superes-tructura. Sobre la base de la estabilidad mortecina, del carctercasi pasivo del mundo rural, el mundo urbano se convierte en elpolo creador, en el centro de los cambios y transformaciones.Todo eso le da a la ciudad un papel hegemnico indiscutido: encierto sentido, toda la cultura moderna es cultura de ciudades.

    El papel activo y creador se manifiesta en la expansin europeadel siglo XI y XVI. Es el mundo burgus y urbano el que colonizaAmrica, fundando ciudades con su propio modelo: el mismoayuntamiento y, si es posible, la misma iglesia, y establece colo-nias o factoras en frica o la India. Esta curiosa repeticin, cuyamanifestacin simblica son los nombres repetidos, se da encasi todas las ciudades de Amrica; pero donde no hay nombresest el intento de repetir la estructura con todos los elementos.Porque la ciudad era vista como lo activo, la civilizacin, el fer-mento operativo, apta precisamente para difundir las formas devida y las ideas que la burguesa haba venido elaborando. Deese modo, Goa, Hong Kong o Mxico son Europa, sin perjuiciode que funcionen mecanismos de aculturacin y trasuden cier-tas formas de la mentalidad china o azteca. Con la expansinimperialista y colonialista del siglo XIX, la influencia del mundoburgus, nacido en Europa Occidental, se extiende por todo elmundo, excepto en algunas pocas nsulas de resistencia cultu- UNTREF VIRTUAL | 4

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  • ral, y slo en la segunda mitad de nuestro siglo se desarrollanmovimientos como la Revolucin Cultural china que se pregun-tan si el desarrollo tecnolgico moderno requiere indefectible-mente de los supuestos de la cultura occidental, que es la cul-tura de la burguesa.

    Si la creacin de un mundo urbano integrado por una red de ciu-dades puede ser considerada la primera gran creacin del mun-do burgus, junto con ella se encuentra la elaboracin de unmodelo de relacin entre ese mundo urbano y el mundo rural.La revolucin burguesa del siglo XI cre el primer modelo de unmundo urbano impostado sobre uno rural, voluntariamente, paramandar sobre l, dirigirlo, neutralizarlo y someterlo. Esta articula-cin entre los dos mundos se manifiesta, de distintas maneras, entodos los niveles, y sera imposible reducirla a una simple frmula.Si la miramos desde la perspectiva de las mentalidades, podraexpresarse como la relacin entre la mentalidad urbana y pro-gresista y las mentalidades rurales, que suelen ser tradicionalis-tas. Aqu se esconde el problema, vigente hoy, de la oposicinentre la derecha y el progresismo. En Europa todas las ide-ologas de derecha apelan, en ltima instancia, a los modos devida y a los sistemas de ideas propios de las reas rurales: laconcepcin paternalista y seorial; la idea de una sociedad dual,de campesinos y seores; la idea de un seor que puede sermagnnimo, porque las cosas abundan para l. Si se abalizanlos elementos que reiteradamente constituyen la mentalidad dederecha, todos corresponden al pater, al modelo ideolgico pro-pio de las clases rurales, a una remota y alterada perpetuacindel poder seorial. Los modelos del progresismo, en todas susformas -moderados, radicales, socialistas-, todos son hijos de lamentalidad urbana. Es la mentalidad de un grupo que, desde quese constituye, aprende a vivir proyectando y no vegetando. A dife-rencia de los habitantes del mundo rural, inmersos en la rutinacotidiana, la burguesa es la que transforma la vida en un pro-yecto, y lo une a una imagen dinmica de la realidad.

    En rigor, todo el mundo urbano puede ser visto como una crea-cin, o mejor una invencin: como forma fsica, como estructurasocial, como concepcin de la vida. Todo lo que ocurre en la ciu-dad est montado sobre un principio de sofisticacin, antinatu-

    ral: desde el pavimento de las calles, la posibilidad de encerrar-se entre cuatro paredes o, ms en general, la voluntad de ungrupo de vivir de una cierta manera dentro de ese recinto por lcreado. Pero lo especfico de la invencin burguesa no es la ciu-dad fsica, similar a la ciudad antigua, sino el tipo de pensamien-to que informa la creacin y que, luego, se crea en la ciudad. Esun pensamiento proyectivo, de raz judeocristiana y diferente delclsico, griego o romano. Probablemente las sociedades basa-das en la explotacin de esclavos tengan una cierta incapacidadpara pensar en cambiar la realidad: por ejemplo las religionesclsicas soslayan o toman poco en cuenta el problema del des-tino despus de la muerte, el epicuresmo domina el pensamien-to tico mientras que los pensadores polticos o los historiadorestienen tendencias a incluir el devenir en visiones cclicas, en lasque los procesos, llegados a un cierto punto, recomienzan.Frente a esta concepcin, que informa la vida de la ciudad y lasociedad antigua, las religiones orientales, salvacionistas, quefuerzan la trascendencia, siempre fueron minoritarias. Lo propiodel burgus es gozar de la vida, alcanzar la gloria y la fortuna,como el romano, pero modificando todo el orden social -pues lapropia creacin de la ciudad es una creacin artificial-, alteran-do las formas de convivencia y llegando a modificar los objetivosdel hombre. En ese sentido, la mentalidad burguesa saca su es-quema progresista de la lnea dinmica de la tradicin bblicacristiana, en donde hay proyeccin de la vida hacia algo, pero leda una fundamentacin distinta.

    As como el mundo urbano constituye una malla tramada perosutil, separada del mundo rural, la mentalidad burguesa perma-neci inicialmente aislada, sin contaminar ni a los campesinos nia las clases seoriales. Pero progresivamente fue avanzando.En el siglo XVII Molire muestra en El burgus gentilhombre elcontraste entre un burgus que aspira a ser un seor y un mun-do de aristcratas que sienten gran desprecio por l pero querespetan su dinero: el valor dinero compite con el valor nobleza,y este tema es largamente desarrollado por el teatro del sigloXVIII: Beaumarchais, Goldoni, Marivaux. Progresivamente lasviejas clases aristocrticas se aburguesan y en 1830 Franciatiene un "rey burgus". Pero en el siglo XIX, y sobre todo en elXX, la mentalidad burguesa conquista las clases populares que, UNTREF VIRTUAL | 5

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  • por su ubicacin en la estructura social y econmica, no debe-ran compartir esa mentalidad. Me atrevo a decir que la menta-lidad burguesa, en este mundo burgus, ha terminado por ser lamentalidad universal.

    Sin embargo, a lo largo de este desarrollo, la mentalidad burgue-sa ha estado siempre hostigada, primero por la mentalidad seo-rial, nostlgica y aristocratizante, y luego por el disconformismo.Puede trazarse una lnea del disconformismo antiburgus, quearranca con los goliardos, los clrigos vagabundos del siglo XIII,que emerge sobre todo con el romanticismo -la bohemia, los poe-tas malditos, pater le bourgeois...- y llega por ejemplo a los hippieso a la literatura beatnik. Si, como veremos, lo tpico de la mentali-dad burguesa es la omisin deliberada, metdica y paulatina de losproblemas ltimos, lo tpico del disconformismo, cualquiera sea laforma que asuma, es la apelacin a esos problemas.

    3. Estructura real y estructura ideolgica

    Retomaremos ahora algunas de las cuestiones iniciales. El obje-tivo del anlisis histrico que proponemos es establecerla rela-cin efectiva entre estas mentalidades y las estructuras reales.Creo que, en lo que comnmente se llama la realidad, se puededistinguir con bastante precisin lo que llamara la estructura realde la estructura ideolgica. Una y otra pertenecen con igual dere-cho a la estructura histrica, sin supremacas ni subordinacin.

    Observemos el caso del feudalismo. En un mundo rural en cri-sis y transformacin, el feudalismo es primero un sistema nor-mativo, un sistema econmico, jurdico y social, administrativoinclusive, que se ordena poco a poco sobre la base de la expe-riencia recogida y que resulta ptimo para este mundo rural,perfectamente adecuado para las situaciones reales. Pero ade-ms tiene un fundamento metafsico absoluto: la garanta con-tra el cambio est dada por el fundamento religioso. El ordencristiano feudal nos da un modelo nico de estructura real sus-tentada en una estructura ideolgica de fundamento absoluto y,en consecuencia, apartada de toda crtica. Ambas estructuras

    forman parte de la misma realidad, se sostienen mutuamente,se requieren una a otra. El orden cristiano feudal, al integrar ambasestructuras, saca su estructura real de la relacin del hombre con latierra o de los hombres entre s, pero obtiene su garanta de esta-bilidad de ese formidable fundamento absoluto, que repite vaga-mente la idea de que la transgresin, la violacin, son sacrilegio.

    La revolucin burguesa empieza a instalar una estructura realnueva, sobre la base de nuevas situaciones econmicas y so-ciales, pero nunca llegar a darle un sustento ideolgico quegarantice la inmovilidad. Toda su historia es el intento de lograr-lo, de construir una ideologa que sea a la vez un proyecto parael futuro y una interpretacin para el pasado y que signifique lajustificacin en abstracto, y no simplemente fctica, de la estruc-tura real que, carente de fundamento absoluto, semeja un con-junto de situaciones de hecho.

    El anlisis histrico consiste precisamente en estudiar cul es larelacin, compleja y dialctica, entre la estructura real y la ideo-lgica, o sea entre las cosas, lo que hay, lo que pasa, y la ima-gen que el individuo se hace de ellas y el proyecto que imaginaa partir de esa imagen.

    Esto implica una distincin entre el sujeto -ya sea el individuo, elgrupo o la sociedad toda- y sus creaciones, las estructuras. Setrata de una diferenciacin similar a aquella que se haca en elsiglo XVIII, distinguiendo en la naturaleza la natura naturans y lanatura naturata. La sociedad vive y crea cosas, y la estructurareal es el conjunto de relaciones y funciones creadas hasta elmomento en que esa sociedad realiza el acto creador. La estruc-tura ideolgica es una sucesin de estados de conciencia, quecristalizan en modelos interpretativos y modelos proyectivos. Nodebe pensarse en una imagen descarnada de la realidad, con-cebida slo como realidad racional: es racional y sensible a lavez y enraza, en ltima instancia, en las experiencias vitales delsujeto. A partir de ella, los sucesivos actos de conciencia confi-guran estructuras que, en algunos casos, cristalizan completa-mente y adquieren existencia real para los sucesivos actores. ElCdigo Civil es bien real, pero en su origen se encuentra un con-

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  • junto de opiniones, una serie de experiencias, luego elaboradasy sistematizadas.

    As, este estudio de las mentalidades, cuyos aspectos ms ge-nerales acabo de esbozar, nos permite percibir el juego de estasdos corrientes de la vida histrica: lo ya creado, con una fuerzaorganizada que se impone a la sociedad, y lo que esa sociedadva creando cada da, siempre a partir de las estructuras, perotambin siempre contra ellas, aun cuando se crea estar defen-dindolas.

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