roma y la conquista de hispania: sertorio, la guerra civil y las … · 2019-03-18 · historia de...
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Módulo I
Historia Antigua de Hispania
Roma y la conquista de Hispania: Sertorio, la
Guerra Civil y las Guerras Cántabras
[7.1] ¿Cómo estudiar este tema?
[7.2] Las transformaciones de Hispania en el periodo de las
Guerras Civiles
[7.3] La colonización cesariana
[7.4] Hispania al final de las guerras de conquista
7
TE
MA
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 7 – Esquema
Esquema
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 7 – Ideas clave
Ideas clave
7.1. ¿Cómo estudiar este tema?
Debes leer dos capítulos de la segunda parte del manual de la asignatura: el
capítulo 8, „Las transformaciones de Hispania en el período de Guerras
Civiles‟ (pp. 297-313) y el capítulo 9, „La colonización cesariana‟ (pp. 315-
322), así como el primer capítulo de la tercera parte, „Hispania al final de
las guerras de conquista‟ (pp. 345-362).
No olvides leer las ideas clave el tema ya que en ellas se amplía información que
no encontrarás en el manual de la asignatura.
Te será de gran ayuda consultar la cronología de las páginas 670-680 y los
mapas de las páginas 709-712.
No olvides leer los textos de las fuentes que se encuentran al final del manual:
“Sertorio en Hispania (81-73 a.C.)” (pp. 773-775) y “Fin de la conquista
romana: campañas contra cántabros y astures (29-29 a.C.)” (pp. 776-777).
Este tema está dedicado a la segunda fase de la conquista e incorporación de Hispania a
Roma, que tuvo lugar en el siglo I a.C. En esta centuria, se puede decir que la Península,
de la que al final del siglo sólo restaban independientes algunos territorios de difícil
acceso en la cornisa cantábrica, se encontraba ya integrada en la dinámica de la vida
política romana.
Después de haber sido tierra de conquista durante más de una centuria, y de haber
exasperado a las legiones romanas con la feroz resistencia de sus habitantes, los
habitantes de Hispania pasaron a intervenir como un actor más en los
conflictos internos de una República en descomposición. Y precisamente
algunos de los episodios más importantes de esta larga centuria de guerras civiles,
proscripciones y matanzas, como la Guerra de Sertorio y las Guerras Civiles
cesarianas tuvieron lugar precisamente en la Península Ibérica, que ya había
adoptado el rol protagonista en la política, la economía y la sociedad romanas.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 7 – Ideas clave
Por último, ya a finales del siglo I a. C., cuando ya se había completado el paso al
ordenamiento imperial, Augusto completó el sometimiento del territorio peninsular,
dirigiendo personalmente una larga campaña de conquista a la que se conoce
normalmente con el nombre de Guerras Cántabras.
7.2. Las transformaciones de Hispania en el periodo de las
Guerras Civiles
El protagonismo de Hispania en las guerras civiles del siglo I a.C. no fue casual. Como
hemos visto, la riqueza y feracidad del territorio eran legendarias, y ya desde el
siglo III a.C., los recursos peninsulares, especialmente metales, hombres y
alimentos, habían convertido a la Península en un enclave estratégico capaz de
decidir el resultado de la Segunda Guerra Púnica.
Todos estos ingentes recursos, que proporcionaban a Roma unas riquezas
insospechadas hasta el momento, estaban gestionados en su mayor parte por
societates publicanorum, de las que ya hablamos en el tema anterior.
El estado romano era titular de la mayoría de las minas, así como de amplios
territorios agrícolas y ganaderos, pero normalmente arrendaba la gestión de esos
recursos a particulares, con frecuencia pertenecientes al ordo ecuestre.
Estos privados aplicaban a la gestión de las minas y el resto de explotaciones los
criterios de rentabilidad importados del mundo helenístico, que implicaban
algunos avances técnicos, como la transformación del metal en la propia mina, de
donde salía ya convertido en lingotes, pero también el uso de mano de obra esclava.
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TEMA 7 – Ideas clave
Como se ha señalado, la inversión de capitales en las explotaciones peninsulares y la
llegada de hombres de negocios provenientes de la Península Itálica aumentaron
considerablemente la productividad de los territorios hispanos, pero
también la presión impositiva a la que se veían sometidos los indígenas.
Privados de sus fuentes más importantes de riqueza, que habían pasado al estado
romano, los habitantes de la Península debían hacer frente a la voracidad
recaudatoria de las societates publicanorum, que con frecuencia subían
desorbitadamente los impuestos para aumentar su margen de beneficios.
Los hispanos enviaron varias embajadas a Roma para quejarse de la situación al
senado, pero los castigos puntuales no solventaban unos fallos que residían en el propio
sistema.
La enorme riqueza del territorio unida al descontento de una parte de sus
habitantes explica parte del éxito de la revuelta sertoriana.
Quinto Sertorio era un brillante general romano que había combatido al lado de C.
Mario, y que por tanto, formaba parte de la facción “popular”. El año 83 fue
elegido pretor, y se le asignó el gobierno de Hispania Citerior. Su mandato se
desarrolló sin particulares incidentes hasta el año 81 a.C., cuando Sila, líder del bando
“optimate”, opuesto a los populares, regresó a Roma y se hizo con el poder en la
ciudad.
Inmediatamente Sila destituyó de todos sus cargos de responsabilidad a los
partidarios de Mario, entre los que se contaba Sertorio. Sin embargo, Sertorio se
negó a aceptar su destitución y decidió permanecer en la Península como rebelde a
Roma.
Aunque llegó a desplazarse por toda la Península, ganando incluso la costa mauritana
en una ocasión, el centro de operaciones sertoriano se encontraba en la provincia
de la Citerior. En esta provincia se concentraban la mayoría de sus tropas y sus
principales apoyos entre los indígenas. Bien porque estuviera de acuerdo en
considerarlas injustas, o porque entendiera su potencial diplomático, Sertorio bajó
los impuestos y las cargas que pesaban sobre las comunidades hispanas, lo que le
atrajo rápidamente la adhesión de muchos indígenas.
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TEMA 7 – Ideas clave
Su estrategia se basaba en evitar un enfrentamiento directo con las legiones
romanas, al tiempo que desarrollaba fuertes alianzas con los indígenas, que
constituían el núcleo de su fuerza militar, especialmente los celtíberos y los lusitanos.
Gracias a su enorme capacidad militar y diplomática, Sertorio pudo mantener a
raya a los generales enviados por Roma durante casi cinco años, obteniendo además
importantes victorias que por momentos, llegaron a darle el control de gran parte de la
Península.
Durante todos estos años, Hispania se convirtió en un refugio para los
proscritos del bando popular que se habían visto obligados a huir de Roma. Con el
tiempo, el número de estos proscritos llegó a ser tan elevado que Sertorio pudo formar
con los más nobles una especie de senado paralelo, cuya sola existencia servía para
deslegitimar a la curia romana.
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Paradójicamente, a lo largo de esta larga campaña, que llevó a Pompeyo a recorrer gran
parte del territorio peninsular, éste estableció fuertes redes clientelares con
indígenas y romanos emigrados a Hispania.
Al final de la Guerra Sertoriana la familia de Pompeyo contaba con numerosos
clientes entre los notables de todo el territorio, que dejaron su lealtad a la familia del
general como herencia a sus hijos. Una generación después, estos lazos clientelares,
que permanecían todavía activos, serían decisivos para convertir a la Península en
escenario de una nueva guerra civil.
Otra de las consecuencias de la guerra sertoriana fue la definitiva incorporación a
Roma de algunos territorios del interior de la Meseta y de Lusitania. Además,
durante este conflicto se fundaron algunas ciudades como Pompelo (Pamplona). Pero,
sin duda, la guerra sertoriana sirvió, sobre todo, para mostrar que Hispania y sus
habitantes estarían ya en lo sucesivo indisolublemente ligados a los problemas
de la propia Roma, que estaba atravesando uno de los momentos más convulsos de
su Historia.
La llegada de César
Sólo dos años después del triunfo de Pompeyo, el 69 a.C., llegaba a la Ulterior un joven
cuestor llamado Marcus Iulius Caesar. Se dice que fue allí, en la viejísima ciudad de
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Gadir, donde César tuvo la visión que cambiaría para siempre su carrera y el destino de
Roma.
Cuentan que, al parecer, se encontraba en uno de los
santuarios de la ciudad fenicia, cuando César tuvo ocasión
de contemplar una estatua de Alejandro Magno.
Contemplando la efigie de Alejandro, César se dio cuenta
que, mientras el general macedonio ya lo había conquistado
todo a los 30 años, él no era más que un magistrado de
segundo rango desempeñando un cargo de escasa
importancia en un gobierno provincial.
Aseguran sus biógrafos que después de derramar algunas lágrimas, César decidió en
ese preciso momento dar un giro decisivo a su vida, en pos de unas victorias que
igualaran a las de Alejandro.
Además, fue precisamente durante su estancia en la ciudad de Gadir, cuando César
tendría ocasión de trabar contacto con el que sería uno de sus colaboradores más
estrechos, Cornelio Balbo el Mayor (así llamado para distinguirle de su sobrino
homónimo, Cornelio Balbo el Menor).
Este personaje, de enorme importancia en la vida de César y en la de su ciudad, Gadir,
era un hispano romanizado, que a partir de este momento entró a formar parte de
los comites de César, esto es, de su círculo más íntimo de colaboradores, llegando a
convertirse en su praefectus fabrum, la mano derecha del general.
Gracias a esta colaboración, Balbo el Mayor introdujo a su familia en el restringido
círculo de la alta política romana, vetado hasta este memento a los nacidos en
provincias. El propio Balbo llegaría a convertirse en senador y cónsul de Roma, el
40 a.C., gracias al favor de Augusto, el heredero de César, siendo el primer provincial
que alcanzó esa distinción.
A pesar de que, en calidad de cuestor, a César sólo le correspondía la tarea de
supervisar la economía de la provincia (sobre todo la recaudación de
impuestos), parece que tuvo que hacerse cargo de la administración de justicia
por delegación del pretor.
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La administración de justicia obligaba al magistrado a desplazarse por toda la
provincia, lo que dio la oportunidad a César de trabar estrecho contacto con
emigrantes de la Península Itálica e indígenas romanizados, ganándose unos
apoyos que le serían de enorme utilidad en el futuro. Estas redes clientelares, de
enorme importancia en el mundo antiguo, serían decisivas en la inminente guerra
civil que pronto se desarrollaría, una vez más, en territorio peninsular.
Siete años después el 61 a.C., César regresaría a Hispania Ulterior convertido, esta vez,
en el gobernador provincial de rango pretorio. En la Ulterior, César se
distinguiría por su clemencia y generosidad habituales, que continuaron ganándole la
amistad de numerosos indígenas. Pero además, como propretor tuvo que
enfrentarse a uno de los problemas endémicos de la provincia, las incursiones de los
lusitanos.
Para poner fin a los ataques de estos pueblos, César llevó a cabo varias campañas,
que le llevaron hasta el extremo noroccidental de la Península. Al parecer, estas
expediciones militares se saldaron con éxito, pues a su regreso a Roma César pudo
celebrar un triunfo por haber garantizado la seguridad de las rutas atlánticas de
navegación, que comunicaban el Mediterráneo con las Islas Británicas y la costa
atlántica francesa a través del estrecho de Gibraltar.
Tras su estancia en Hispania César regresó a Roma, y forjó su célebre alianza con
Pompeyo y Craso, conocida como el „Primer Triunvirato‟.
A Pompeyo, que como se ha señalado, había establecido sólidas clientelas en la
Península durante la Guerra Sertoriana, se le había adjudicado Hispania durante un
período de cinco años, entre el 55 y el 50 a.C. Pero el general no se desplazó a la
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Península a ejercer personalmente el gobierno, sino que envió a varios legados que
administraron la provincia en su lugar.
Como es bien sabido, a lo largo de la segunda mitad de la década de los cincuenta, las
relaciones entre César y Pompeyo, sobre todo después de la muerte de Craso en el
desastre de Carras, se fueron deteriorando. El bando optimate fue ganando Pompeyo
para su causa, mientras César permanecía en la Galia.
Finalmente, la sección más conservadora del senado, que había conseguido imponerse
en el senado y asegurarse el apoyo de Pompeyo, ordenó a César abandonar las
Galias y regresar a Roma. El general debía abandonar su ejército y volver a la ciudad
sin la protección que le ofrecía el ejercicio de un cargo público, lo que significaba un
procesamiento casi seguro seguido del destierro o la muerte. En respuesta, César,
lejos de disolver sus legiones, decidió cruzar el Rubicón el 49 a.C., dando inicio a
una nueva guerra civil.
Pompeyo y los optimates huyeron a Grecia, mientras César se apoderaba de Roma.
Sin embargo, una vez asegurada su posición en la capital, en lugar de enviar a la mayor
parte de sus legiones a Grecia para perseguir a Pompeyo, César prefirió concentrarse
en Hispania. Las provincias hispanas estaban gobernadas por dos legados de
Pompeyo, Afranio y Petreyo, y César envió contra ellos al grueso de sus legiones.
Sin duda, el general era consciente del enorme peligro que suponían las riquezas
en hombres y recursos de las provincias hispanas, y deseaba asegurárselas
antes de concentrarse en el combate contra Pompeyo en Oriente.
El propio César acudió a la Citerior a enfrentarse al grueso de las tropas pompeyanas,
que incrementadas gracias al reclutamiento de numerosos indígenas, se habían
concentrado en Ilerda (Lérida). Allí, el propio 49 a.C., tuvo lugar la primera batalla
transcendental de la Guerra Civil, que se saldó con una victoria cesariana.
Tras su victoria en Ilerda, César desplegó sus habituales clemencia y generosidad
para ganarse el favor de los indígenas y de los romanos residentes en Hispania, que
abandonaron en gran número el bando de Pompeyo para pasarse al de César. Este
cambio de bando de muchos de sus partidarios y la propia derrota en Ilerda hizo
que los pompeyanos se retiraran y cedieran el control de Hispania a los
cesarianos. Una vez asegurado su dominio sobre las dos provincias, César anunció la
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devolución de los bienes confiscados por la guerra y la condonación de algunos tributos
en Córduba, capital de la Ulterior.
Las ciudades que habían apoyado más decididamente la causa cesariana, como
Gades, recibieron como recompensa un cambio en su estatus jurídico. De ciudad
indígena estipendiaria, Gades pasó a convertirse en un municipio, esto es, una
ciudad habitada por indígenas pero gobernada según las leyes de Roma. La
lealtad de la Península a César parecía asegurada, y el general regresó a Roma para
enfrentarse finalmente a Pompeyo.
Sin embargo, tanto la rapidez con la que los hispanos habían olvidado los viejos lazos
clientelares que los ligaban a Pompeyo, como su repentina adhesión a la causa
cesariana eran engañosos.
Poco después de la marcha de César empezaron los problemas con el legado que el
general había dejado a cargo de la provincia Hispania Ulterior: Casio Longino. Éste
había comenzado a recaudar tributos extraordinarios y a realizar levas forzosas
de tropas con el objetivo de contribuir a la guerra contra Pompeyo, haciéndose
rápidamente muy impopular entre los hispanos. Muy pronto estalló una rebelión
liderada por la propia capital provincial, Corduba, que obligó a huir a Roma al propio
gobernador, Casio Longino.
El 47 a.C., muerto ya Pompeyo, el bando pompeyano está encabezado por sus hijos,
Sexto y Cneo Pompeyo, encontraron un último refugio precisamente en la Península
Ibérica. Los viejos lazos de clientela que su padre había estrechado con los
indígenas y los romanos residentes en la Península aún permanecían vivos, y los
pompeyanos consiguieron rehacer sus fuerzas gracias al apoyo que les prestó la
población de la Ulterior.
La batalla de Munda
Comienza entonces el llamado Bellum Hispaniense, la última fase de la guerra civil,
y probablemente una de las más encarnizadas. El propio César se vio obligado a
desplazarse a la Península para conducir personalmente las operaciones.
La población, desde los indígenas a los emigrantes originarios de la Península itálica,
estaba dividida entre cesarianos y pompeyanos, e incluso hay noticias de sangrientos
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TEMA 7 – Ideas clave
enfrentamientos en el interior de las ciudades, que unos y otros trataban de ganar para
su causa.
La batalla final tuvo lugar en Munda, el 45 a.C. y concluyó con una clara
victoria cesariana, que prácticamente puso fin a la guerra civil.
Tras la derrota de Munda, sólo Sexto Pompeyo, entre los caudillos pompeyanos,
permanecía con vida, y gracias a los apoyos que le brindaron los últimos clientes de su
padre, pudo permanecer en la Península un año más, huyendo permanentemente del
acoso al que le sometían los cesarianos. Finalmente, el 44 a.C. abandonó la
Península, aunque su resistencia a César y sus herederos continuaría, durante casi
una década, desde la isla de Sicilia.
Tras la muerte de Cneo, y con Sexto acorralado y casi sin tropas, César se concentró en
la pacificación del territorio. Primero regresó a Corduba, donde se dirigió a la
población, manifestando su decepción porque ésta y otras muchas ciudades béticas
había abrazado la causa Pompeyana, a pesar de la generosidad que el dictador había
mostrado al inicio de la contienda. En esta ocasión César se comportó con mucha más
dureza, y a los saqueos, las confiscaciones y los reclutamientos forzosos, siguió la
imposición de tributos y de sanciones para hacer frente a los terribles costes de la
guerra civil.
7.3. La colonización cesariana
La reorganización de los territorios hispanos iniciada por César el 45 a.C., tras
la batalla de Munda, no responde sólo a un deseo de mejorar la administración del
territorio. Muchas de las disposiciones del general tenían que ver con los cambios de
bando de muchas ciudades hispanas durante la guerra civil. Aquellas que habían
apoyado claramente la causa pompeyana, o que se habían pasado a este bando después
de apoyar a César durante la primera fase de la contienda fueron castigadas, con
frecuencia, con su conversión en colonias. La obtención del estatus más
privilegiado existente en el mundo romano, que convertía a la ciudad en una sección de
la propia Roma situada en provincias, podría parecer una recompensa para sus
habitantes, pero, en realidad, era todo lo contrario.
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TEMA 7 – Ideas clave
Además, la existencia en un territorio de una colonia romana habitada en
muchas ocasiones, como se ha señalado, por veteranos de las legiones, constituía una
excelente herramienta para la pacificación de un territorio.
De presentarse nuevas guerras o revueltas, los veteranos, convertidos en los
principales ciudadanos de la colonia, garantizarían la fidelidad de la ciudad no
sólo a la causa cesariana, sino también a la causa general de Roma, en el caso de que se
produjera alguna insurrección contra el poder establecido.
Entre las ciudades más destacadas que recibieron el estatus de colonia en este
momento destacan Munda, destruida tras la batalla homónima, Tarraco, capital de
Hispania Citerior, Carthago Nova, Urso (Osuna), Hispalis (Sevilla) o Ucubi (Espejo).
Ya se ha mencionado la conversión en municipio de Gades, patria de los Balbos y leal
desde el principio a la causa cesariana y al partido optimate. Parece que fue también en
esta época cuando Ilerda, Palma y Pollentia se convirtieron en municipios.
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7.4. Hispania al final de las guerras de conquista
Tras casi dos décadas de calma en la Península, Augusto, heredero de César, decidió
concluir definitivamente la conquista y pacificación de los territorios de la
Península Ibérica. Tras la victoria de Actium, el 31 a.C., que le entregaba el dominio
completo sobre Roma e inauguraba, de facto, la época imperial, Augusto dirigió su
atención a la cornisa cantábrica. Allí, los cántabros y los astures seguían
resistiéndose a las legiones romanas.
Al parecer, los habitantes de las montañas del noroeste, a los que las fuentes romanas
se refieren como cántabros y astures, realizaban constantes incursiones sobre las
regiones romanizadas del norte de la Meseta. Estas incursiones servían a estos pueblos,
que habitaban tierras pobres y escarpadas, para completar sus escasos recursos, pero
comprometían no sólo la navegación de cabotaje por la costa cantábrica, sino,
sobre todo, la explotación de los riquísimos territorios mineros del noroeste.
La primera campaña de entidad contra cántabros y astures fue llevada a cabo
el 29 a.C. por uno de los mejores generales de Augusto, T. Estatilio Tauro, pero, a
pesar de que las fuentes hablan de la campaña como victoriosa, hay claros indicios que
permiten pensar que las luchas en la cornisa cantábrica continuaron de forma
ininterrumpida durante los años posteriores. Fue este el momento en el que se
asentó un importante contingente de tropas en el enclave de Asturica Augusta
(Astorga) que más tarde serviría como centro de operaciones.
Finalmente, el 27 a.C., el propio Augusto decidió ponerse al frente de las
operaciones, trasladándose a la capital de la Citerior, Tarraco. La presencia del
emperador en Hispania revela hasta qué punto Augusto estaba decidido a terminar de
forma definitiva con la resistencia de los cántabros y los astures. Al margen de los
intereses económicos y militares en juego, la guerra tenía un carácter
eminentemente político.
Una vez que el senado le hubo concedido el imperium pronconsulare, el
emperador tenía a su cargo la defensa de todos los territorios de Roma, y los
cántabros suponían un ataque contra una frontera, aunque estuviera en el
interior de la Citerior. Cántabros y Astures no sólo no habían sido conquistados, sino
que además realizaban incursiones contra pueblos vecinos que sí estaban bajo
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el dominio de Roma, algo que no se podía tolerar en un nuevo Imperio que pretendía
cerrar las puertas del templo de Jano y proclamar la Pax Augusta.
La campaña se planificó con sumo cuidado. Augusto se trasladó a Tarraco el año
27 a.C., y pasó parte del invierno en la capital provincial, ultimando la que sería su
estrategia durante el 26 a.C.
Además, se preparó cuidadosamente el avituallamiento, y durante las pausas
relativamente tranquilas en los años de campaña se procedió a reconstruir y
mejorar el sistema de calzadas.
Para asegurar la victoria, Augusto ordenó el desplazamiento de un enorme
contingente militar. Parece que en las sucesivas campañas contra los cántabros y los
astures llegaron a tomar parte al menos ocho legiones, lo que significa un total de
unos 50.000 hombres, sin contar los auxiliares; en total podía sumar hasta 70.000.
Eso no significa que todas las legiones tomaran parte en la campaña al mismo tiempo,
pero un ejército tan importante sólo es comparable al que guarecía el Rin en época de
Tiberio, y casi igualaba al que Trajano concentró en el Danubio para tomar la Dacia.
Por lo que respecta al desarrollo de la contienda, a pesar de la importancia de esta
campaña, no están del todo claros los lugares por los que tuvieron lugar los
combates, en gran medida por la dificultad de hacer corresponder los topónimos que
citan los autores clásicos con los actuales.
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TEMA 7 – Ideas clave
En general, parece que durante el 26 a.C. la guerra se centró en los cántabros, con
un ataque triple desde Segisamo (Sasamón), Asturica (Astorga) y Bracara (Braga),
apoyado además desde el norte por mar.
Augusto en persona dirigió la columna que partía desde Segisamo hacia el norte, pero
los cántabros rehuían el combate directo, y ya entonces debió de verse claramente que
en una sola campaña no se resolvería la guerra. Augusto, cuya precaria salud era muy
conocida, enfermó, se retiró a Tarraco, y desde allí volvió a Roma, dejando que en lo
sucesivo fueran sus legados los que condujeran las operaciones.
Los principales combates tuvieron lugar cerca de la actual Reinosa, y aunque la
campaña fue muy dura para los romanos, acabaron venciendo y tomando las
principales bases de los cántabros en la zona.
Entre tanto, otra columna romana atacó las tierras occidentales de los cántabros,
probablemente en la zona del actual Bierzo, obligando a los cántabros a retirarse al
Mons Vindius.
Una vez que los indígenas se habían refugiado en las alturas, los romanos cercaron
todos los valles, y los cántabros perecieron por frío y hambre, acorralados en las
cimas de los montes. Finalmente es posible que esta misma columna se dirigiera a la
zona del actual Lugo, al Mons Medullius, donde, empleando una táctica similar,
cercaron todos los alrededores del monte para evitar una retirada de los cántabros.
Éstos, asediados, acabaron por suicidarse antes de permitir que los romanos los
redujeran a la esclavitud.
Estos golpes pacificaron definitivamente la zona de Gallaecia y casi todas las
regiones de los cántabros, pero todavía quedaban los astures, que habían
permanecido al margen de esta campaña. Entre el 25 y el 23 a.C. los legados del
emperador emprendieron varias campañas contra los astures, que se saldaron
con éxitos muy parciales. Eso no impidió, sin embargo, que Augusto celebrara en Roma
un triunfo por los éxitos obtenidos, y que hiciera cerrar las puertas del templo de Jano,
indicando así que el Imperio se encontraba en paz.
Sin embargo, tras algunos años de relativa calma, el 20 a.C. tuvo lugar una
rebelión general de astures y cántabros, que fue sofocada por los gobernadores
de la Citerior y la recién creada provincia de la Lusitania. Parece que los combates más
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duros fueron contra los cántabros. Muchos se suicidaron, y otros fueron enviados a
diversas regiones del Imperio como esclavos. Sin embargo, muchos de estos esclavos se
rebelaron contra sus dueños, consiguieron escapar y regresar al norte de la Península,
donde se hicieron de nuevo fuertes contra Roma en sus antiguas tierras.
El 20 a.C. la situación parecía grave, no sólo por las muertes y el desorden causado por
los cántabros entre sus amos y en su regreso al norte de la Península, sino que se hacía
evidente que cinco años después de que Augusto cerrara las puertas del templo de
Jano y proclamara la Pax Augusta, en realidad seguía habiendo pueblos rebeldes e
indomables en una de las provincias que conformaban el corazón del Imperio. Agotada
su paciencia, Augusto resolvió enviar a Agripa, el esposo de su hija y su mejor general,
con instrucciones de acabar definitivamente con la resistencia de astures y
cántabros.
Agripa llegó el 19 a.C. al escenario de las operaciones. A partir de ese momento, y a
pesar de que hubo algunas derrotas de las armas romanas, Agripa procedió de forma
sistemática y despiadada, y lentamente fue acabando con todos los focos de
resistencia uno por uno. Destruyó los castros, mató a los jóvenes en edad militar y
obligó al resto a descender a la llanura.
Las ciudades tomadas no se destruían, sino que se reedificaban y se dotaban de
una guarnición romana, procurando que las tribus belicosas se asentaran en ellas,
comenzaran a vivir al modo romano, desarrollaran la economía de la región y
abandonaran sus costumbres de pillaje y saqueo. La campaña de conquista de Agripa
fue tan eficaz, que en lo sucesivo las regiones cántabras se contarían siempre como
algunas de las zonas más pacíficas del Imperio.
En algún momento durante las Guerras Cántabras se fundó la tercera de las
capitales provinciales de Hispania: la colonia Emerita Augusta (Mérida), capital de
la Lusitania, donde se asentaron algunos de los veteranos de las legiones que habían
combatido contra cántabros y astures.
Augusto había conseguido sus principales triunfos en guerras civiles, primero contra
los tiranicidas, después contra Marco Antonio. Por ese motivo, y desde un punto de
vista propagandístico, el triunfo en las Guerras Cántabras fue
extremadamente importante, porque se había conseguido sobre un pueblo
bárbaro, y en defensa de una provincia romana.
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creación de su leyenda como un de los
mejores estrategas de la historia.
El vídeo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.youtube.com/watch?v=rtbRWEC6rTA
Legiones romanas en la Península Ibérica
Vídeo de Artehistoria dedicado a las legiones
romanas en la Península Ibérica desde el
inicio de la conquista de Hispania por Roma.
El video hace una recreación que muestra los
campamentos de los legionarios y su
organización.
El vídeo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.youtube.com/watch?v=mvbM6_ENoks
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 7 – + Información
+ Información
A fondo
Calagurris y Sertorio
VV.AA. Calahorra, bimilenario de su fundación. Actas del Primer Symposium de
Historia de Calahorra, pp. 189-199. Madrid. 1984.
Este artículo de Espinosa hace un recorrido de las guerras sertorianas y cómo
Calahorra se estableció como una de las bases principales de Sertorio en la región del
Alto Ebro.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/07032763289636240757857/01
3657.pdf
Las Guerras Cántabras en las fuentes
GONZÁLEZ ECHEGARAY, J. Las Guerras Cántabras en las fuentes.
González Echegaray expone en este artículo la repercusión de las Guerras Cántabras en
la Historia. Diferentes documentos históricos hacen alusión a estas contiendas, aunque
en la historia de la Roma Imperial no ha tenido el eco suficiente, considerándose un
evento de segunda.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12937170887968294198402/01
6599.pdf
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 7 – + Información
Los trofeos de Pompeyo
AMELA VALVERDE, L. Los trofeos de Pompeyo. Habis 32, pp. 185-202. 2001.
En este artículo Amela Valverde hace un repaso a los trofeos que Pompeyo Magno
levantó en los Pirineos, que conmemoran tanto su victoria en la Península Ibérica como
la implantación de su poder e influencia en Occidente. Con ellos, pretende señalar los
nuevos límites fronterizos entre Hispania y Galia.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=621881
Webgrafía
ArteHistoria
Portal realizado en España y
dedicado, como su nombre indica, a
la Historia y la Historia del Arte. Se
centra sobre todo en la Historia de
España e incluye artículos,
biografías, imágenes de todo tipo y
una sección de vídeos.
El enlace está disponible en la siguiente dirección web:
http://www.artehistoria.jcyl.es/index.html
Bibliografía
RODRÍGUEZ NEILA, J.F. Confidentes de César. Los Balbos de Cádiz. Editorial Sílex.
1992.
VV.AA. Las Guerras Cántabras. Fundación Marcelino Botín. Santander. 1999.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 7 – Actividades
Actividades
Lectura: Fin de la conquista romana: campañas contra
cántabros y astures
Para realizar este comentario de texto debes leer el texto “Fin de la conquista
romana: campañas contra cántabros y astures (29-19 a.C.)” que se incluye al
final del manual (pp. 776-777). Después debes comentar la narración que L. Anneo
Floro hace de las Guerras Cántabras.
Como ayuda en la realización del comentario puedes plantearte las siguientes
cuestiones:
¿Qué imagen presenta el historiador romano de los pueblos indígenas?
¿Cómo describe los enfrentamientos?
¿Qué tipo de táctica emplean las legiones para rendir a los cántabros y astures?
¿Cómo es la participación de Augusto en la contienda?
¿Se ajusta a la realidad que conocemos por otras fuentes?
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 7 – Test
Test
1. Sertorio era:
A. Un caudillo de los vacceos que se rebeló contra Roma.
B. Un general del ejército de Augusto durante las Guerras Cántabras.
C. Un partidario de Mario que se refugió en la Península.
D. El gobernador provincial de la Ulterior durante las guerras civiles.
2. Sertorio fundó una escuela para hijos de notables indígenas en Osca:
A. Para asegurarse la lealtad y el favor de los jefes de los pueblos indígenas.
B. Para instruir a los indígenas para que pudieran ingresar en el senado.
C. Para difundir las novedades religiosas que había desarrollado.
D. Para cumplir las órdenes que Sila le enviaba desde Roma.
3. Entre los generales que combatieron contra Sertorio destacó:
A. T. Statilio Tauro.
B. M. Vipsanio Agripa.
C. M. Porcio Catón.
D. Cn. Pompeyo Magno.
4. Uno de los factores que hicieron que parte de la guerra civil tuviera lugar en
Hispania fue:
A. La presencia en el territorio de muchas legiones.
B. Las malas relaciones entre los legados de la Citerior y la Ulterior.
C. Los recursos mineros del noroeste.
D. La existencia de amplias redes clientelares de la familia de Pompeyo.
5. Cuando César fue cuestor en la Ulterior, el 69 a.C. debió de conocer a:
A. Balbo el mayor, que se convertiría en uno de sus principales colaboradores.
B. M. Vipsanio Agripa, al que nombraría praefectus fabrum.
C. Su sobrino Octavio, que se encontraba en Gadir para atender a los negocios
familiares.
D. Cn. Pompeyo el Grande que debía combatir a los piratas del estrecho.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 7 – Test
6. Una de las medidas de castigo a las ciudades pompeyanas tras la guerra civil fue:
A. Convertirlas en municipio, rebajando su estatus legal.
B. Convertirlas en colonia, asentando en ellas a veteranos de las legiones.
C. Convertirlas en ciudades estipendiarias, obligadas a pagar tributo.
D. Arrasar algunos de los núcleos urbanos deportando a la población.
7. Entre los intereses en juego en las Guerras Cántabras se encontraba:
A. Acabar con los últimos reductos de resistencia pompeyana.
B. Castigar a algunos de los aliados de Sertorio.
C. Proteger el abastecimiento de las localidades de la vía de la Plata.
D. La seguridad de los riquísimos distritos mineros del noroeste.
8. El definitivo sometimiento de los cántabros y astures se consiguió:
A. En una enorme campaña dirigida personalmente por Augusto el 26 a.C.
B. En una campaña de destrucción sistemática liderada por Agripa el 19 a.C.
C. Gracias a la acción conjunta de los legados de la Citerior y Lusitania el 20 a.C.
D. Tras las derrotas del Mons Vindius y el exterminio de la mayoría de los
indígenas.
9. La importancia simbólica de las Guerras Cántabras para Augusto residía sobre todo
en:
A. El hecho de que era la primera guerra de Augusto contra un enemigo no
romano.
B. El hecho de que era el último reducto de Europa que aún no se había
conquistado.
C. El hecho de que Augusto había sido duramente derrotado por los astures el 29
a.C.
D. El hecho de que los cántabros habían masacrado a la población romana de
Asturica.
10. Tras la finalización de las Guerras Cántabras:
A. Los cántabros siguieron rebelándose contra Roma durante siglos.
B. Se fundó Emerita Augusta con veteranos de las legiones.
C. Augusto tuvo que hacer frente a la revuelta de Agripa con las legiones hispanas.
D. Los astures fueron recompensados por su traición a los cántabros con la
ciudad de Asturica.