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Índice Prólogo ............................................................................................ 7 Diacronía de las lenguas de especialidad PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA Los repertorios léxicos de especialidad: una ojeada histórica ........................................................................ 13 ELENA CARPI Discurso económico en los tratados de Luis de Alcalá, Cristóbal de Villalón y Luis Saravia .............................................. 41 FRANCESCA DALLE PEZZE Aproximación al léxico culinario en el Vocabolario Español, e Italiano de Lorenzo Franciosini (1620) ....................................................... 61 HEBERTO FERNÁNDEZ Contenido y evolución de las primeras nomenclaturas bilingües en inglés y español (1554-1725), pioneras de la organización conceptual .......................................... 77 BERTHA GUTIÉRREZ RODILLA La lucha por la supervivencia: la lengua de la ciencia en España en los siglos XVIII y XIX ............................................. 99 MARÍA JOSÉ RODRIGO MORA La lengua de la astronomía durante los siglos XVI y XVII en España y en Italia ..................................................................... 119

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Índice

Prólogo ............................................................................................ 7

Diacronía de las lenguas de especialidad

PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA

Los repertorios léxicos de especialidad:una ojeada histórica ........................................................................13

ELENA CARPI

Discurso económico en los tratados de Luis de Alcalá,Cristóbal de Villalón y Luis Saravia ..............................................41

FRANCESCA DALLE PEZZE

Aproximación al léxico culinarioen el Vocabolario Español, e Italiano

de Lorenzo Franciosini (1620) .......................................................61

HEBERTO FERNÁNDEZ

Contenido y evolución de las primeras nomenclaturasbilingües en inglés y español (1554-1725),pioneras de la organización conceptual ..........................................77

BERTHA GUTIÉRREZ RODILLA

La lucha por la supervivencia: la lengua de la cienciaen España en los siglos XVIII y XIX.............................................99

MARÍA JOSÉ RODRIGO MORA

La lengua de la astronomía durante los siglos XVI y XVIIen España y en Italia ..................................................................... 119

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Comunicación especializada, terminología y traducción

MARÍA TERESA CABRÉ

Cómo las nuevas tecnologías han modificadola metodología terminológica .......................................................147

MARIA VITTORIA CALVI / MILIN BONOMI

El lenguaje del turismo: de los textos especializadosa la Comunidad del viajero ..........................................................181

LUISA CHIERICHETTI

La comunicación especializada de ámbito jurídico:una reflexión sobre las metáforas en los ordenamientospenales español e italiano .............................................................203

NATIVIDAD GALLARDO SAN SALVADOR

La traducción de modelos de contratación electrónica:estudio de la macroestructura y su terminología .........................219

GIOVANNI GAROFALO

Unidades de comprensión del dominio judicial españole italiano: el caso de las medidas cautelares‘prisión provisional’ / custodia cautelare .....................................243

JOSEFA GÓMEZ DE ENTERRÍA

La Terminología de la Nueva Economía. Propuestas para losusuarios desde la elaboración de vocabularios de especialidad .....261

RENZO MIOTTI

La pronunciación de los anglicismos técnicosen dos lenguas de especialidad .....................................................273

CARMEN NAVARRO

Neología y formación de palabras en el lenguajede la gastronomía .........................................................................297

ROSA MARÍA RODRÍGUEZ ABELLA

El hombre de mi vida: análisis de la traducciónde los culturemas del ámbito gastronómico .................................319

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MARÍA JOSÉ RODRIGO MORA

La lengua de la astronomía durantelos siglos XVI y XVII en España y en Italia

per far lume al penser torbido et fosco,

cerco ’l mio sole et spero vederlo oggi.

Petrarca, Canzoniere 194, 7-8

1. Saber astronómico y reflexión metalingüística

A lo largo del Cuatrocientos la figura del humanista había consegui-do implantarse por fin en la Italia septentrional, y en concreto en lacorte florentina de los Medici, tanto en campo literario como en lasartes plásticas, por el contrario, la posición social de los cultivadoresde la ciencia en la centuria siguiente todavía no se había concretizadoen un rol bien definido y apreciado por su propia actividad intelec-tual. Solamente en los albores del siglo XVII empezará a perfilarse elstatus del científico como potente agente cultural que, en cuanto aincidencia social efectiva, conseguirá más tarde, de hecho, desplazara las elites dedicadas al cultivo exclusivo de las letras, aunque con unlento proceso que durará un par de siglos. En la fase más crítica deesta dilatada coyuntura de transición será Galileo Galilei (1564-1642)quien primero intente difundir el paradigma resultante de los nuevosdescubrimientos, con lo que provocará fuertes tensiones institucionalesy ásperas polémicas, a pesar de que él se engarce siempre con laherencia cultural anterior, y se valga en todo momento tanto del am-plio espectro de sus conocimientos de humanista como de sus ex-traordinarias dotes lingüísticas y literarias. Su declarado propósitoserá el de afianzar el papel de la ciencia y el de la comunidad cientí-

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fica en la sociedad de su tiempo, contribuyendo así de manera decisi-va a la revolución científica del Seiscientos.1

En cuanto a su importancia respecto a la lengua, ha sido tandeterminante que Italo Calvino (1980: 183 y 186) llegará a afirmarque “Galileo usa il linguaggio non come uno strumento neutro, macon una coscienza letteraria, con una continua partecipazione espres-siva, immaginativa, addiritura lirica”, y le considerará el escritor másgrande en absoluto de la literatura italiana.2 Sin embargo, hay quepuntualizar que en este periodo de transición posthumanista, cuandose cuestiona el paradigma conceptual precedente y su correspondientecódigo expresivo, Galileo huye de cualquier tipo de experimentaciónlingüístico-literaria para evitar el riesgo de que, por exceso de nove-dades, se produzca un cortocircuito comunicativo. Se sirve de la si-tuación lingüística asentada e institucionalizada, para garantizar asíla exigencia de referencialidad implícita en el mensaje científico(Altieri Biagi, 1976: 422-423).

Galileo, al situar en el centro de su actividad intelectual nosólo la investigación y la observación directa de los fenómenos, sinotambién la difusión de los descubrimientos teóricos y técnicos, pormedio de escritos exquisitamente cuidados en el plano de la expre-sión lingüística, constituye un insuperable ejemplo de cómo a unadeterminada construcción social de la ciencia corresponde a su vezuna concreta plasmación científica de la sociedad, cuya inmediataevidencia se constata en el lenguaje, aunque la diversidad de opinio-nes en los momentos de radicales cambios científicos engendre inexo-rablemente, asimismo, divergencias en los usos lingüísticos dentro

1 Naturalmente el concepto de ‘paradigma’ proviene del ensayo de Thomas S.Kuhn, traducido al italiano con el título La struttura delle rivoluzioni

scientifiche en 1969, mientras que sólo tres años más tarde se publica en Turínun precedente estudio de Kuhn relacionado, asimismo, con el tema que nosocupa, La rivoluzione copernicana. L’astronomia planetaria nello sviluppo

del pensiero occidentale. La influencia inmediata de Kuhn en los estudioslingüísticos sobre Galileo puede constatarse en Altieri Biagi (1976) y en Bat-tistini (1978).

2 Calvino hace estas declaraciones en un artículo “Il rapporto con la luna” (1967)y en “Due interviste su scienza e letteratura” (1968), suscitanto con ellas pro-testas entre escritores y críticos literarios.

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de la comunidad científica, entre otros motivos, porque en el nuevoparadigma permanecen insertos retazos de viejas ideas que lo condi-cionan.3

La beligerante y revolucionaria actitud de Galileo tanto en elárea del conocimiento como en ámbito lingüístico, coincide con elperiodo de mayor influencia recíproca entre las culturas italiana yespañola, corroborado política y militarmente con diversos tratados,que culminarán en el de Cateau-Cambrésis en 1559, con el que Espa-ña consigue la supremacía sobre Francia. Unión que aunque impues-ta, conllevará aspectos beneficiosos para alguno de los estados some-tidos, dado que, por ejemplo, los banqueros genoveses de la Casa diSan Giorgio serán quienes controlarán las finanzas reales españolasdesde 1557 a 1627, sin olvidar tampoco, como ha observado Vivanti(2005: 385 ss.), que la fragmentación territorial italiana hallará pormedio de la dominación española una cierta unidad, aunque englobadaen un imperio de dimensiones mundiales.

Por otro lado, el novedoso modelo de científico generado en lafase conclusiva de la época en la que había prevalecido la figura delhumanista erudito o artista, coincide también con dos acontecimien-tos decisivos de la denominada questione della lingua,4 ya que nohabía hecho nada más que empezar su andadura el siglo XVI cuandosalen a la luz un par de textos que se revelarán basilares en aspectosmuy concretos del devenir de la cultura italiana: en Venecia en 1501se publica la edición aldina del Canzoniere de Petrarca, con las co-rrecciones ortográficas de Pietro Bembo, quien por su parte en 1525

3 Galileo, por ejemplo, conservó siempre la convicción mítica medieval, si bienmezclada con la recuperación de la filosofía platónica frente al ya caducoaristotelismo tomista, que la naturaleza estaba escrita en un lenguaje matemá-tico susceptible de ser descifrado mediante la experimentación (Galán yMontero, 2002: 32). Para Carlo Rubbia (2008), con la doble distinción en susescritos entre un lenguaje primario de la ciencia caracterizado por la simboliza-ción matemática y un lenguaje común secundario, los dos de origen divino,Galileo intentó ganarse el apoyo de la Iglesia, lo que, como es evidente, noconsiguió.

4 En la tradición cultural italiana la questione della lingua es uno de los pilaresbásicos, por ella se entiende el conjunto de discusiones y de polémicas, desdeel Convivio y el De vulgari eloquentia de Dante hasta nuestros días, relativasa la norma lingüística (Marazzini, 1999: 11-20).

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publicará Prose della volgar lingua, obras ambas que mediatizarán elporvenir de la lengua y de la literatura italiana hasta la modernidad.5

Así pues, ante dichas circunstancias de subordinación política,pero paradójicamente aún a la vanguardia de los grandes movimientosculturales, es lógico que el país más visitado por los cultivadores espa-ñoles de la ciencia, al menos entre 1481 y 1560, según datos aportadospor López Piñero (1979: 137-142), fuera precisamente Italia, con 57 visi-tantes, seguida de Francia con 34, de un total de 130. En España,además, el creador literario se siente obligado a tener una formacióncientífica, al menos elemental,6 y lo mismo sucede en Italia, en dondeel público que lee a Galileo no está compuesto sólo de especialistas,sino también de hombres de letras, porque la nueva ciencia no seconcibe como materia reservada para una concreta categoría social,por el contrario, no conoce confines y pretende transformar el mundo.

No obstante, a pesar de las actitudes comunes y de las indiscu-tibles relaciones en el campo de la ciencia, garantizadas por el recam-bio generacional inmediato que suponía el hecho que los estudiantesde medicina, matemáticas, etc., fueran a menudo a perfeccionarse a lasuniversidades italianas, no han quedado vestigios apreciables de per-cepción por parte de la intelectualidad hispana de los polémicos mo-tivos que llevaron a importantes y conocidos científicos italianos areivindicar abiertamente el toscano como lengua de la comunicaciónde las diferentes áreas del saber, en crítica contraposición con el latín.Seguramente, entre las posibles causas de ello están, por un lado, losnumerosos y decisivos eventos políticos, que sin lugar a dudas acapa-rarían la mayor parte de la atención y, por otro lado, la renovación yel afianzamiento del lenguaje artístico castellano, que con la cercanainfluencia de la literatura italiana, ocupaba la totalidad de los intereses

5 Puntualiza Tavoni (2005: 545): “Nel momento del declino, della divisione edella subalternità politica, la cultura italiana aveva fatto perno sul proprio pa-trimonio letterario classico, che non aveva equivalenti nelle altre tradizionieuropee. Schematizzando, se la statualità è il marchio della unificazione lin-güística francese (come di quelle inglese e spagnola), e la socialità è il marchiodella unificazione operata dal tedesco come ‘lingua protestante’, il marchiodell’unificazione linguistica italiana è la tradizione letteraria illustre”.

6 En La Arcadia Lope de Vega asevera que: “Ha de saber el poeta todas lasciencias, o a lo menos principios de ellas” (citado por López Piñero, 1979: 137).

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123La lengua de la astronomía durante los siglos XVI y XVII

de los escritores españoles. Prueba de la innegable actividad lingüísticagenerada por la dominación española, y de recíproca atracción, es lapublicación en estos años de los renombrados Vocabulario de las dos

lenguas toscana y castellana (1570) de Cristóbal de las Casas y del Vo-

cabolario italiano e spagnolo (1620) de Lorenzo Franciosini, que tam-bién tradujo al italiano El Quijote, así como de los textos para el apren-dizaje del idioma Il paragone della lingua Toscana et Castigliana (1560)de Mario Alessandri d’Urbino, las justamente célebres Osservationi

della lingua Castigliana (1566) de Giovanni Miranda, o, si se incluyeen esta categoría, el Diálogo de la lengua (1535) de Juan de Valdés.

Tal vez el motivo más decisivo de la aparente falta de percep-ción por parte de la cultura hispana de las polémicas itálicas respectoal uso en las ciencias de la lengua vernácula, fuera la prohibición deFelipe II, a finales de 1559, de que sus súbditos salieran a estudiar oa enseñar a universidades extranjeras, aunque en determinadas con-diciones se podía ir a Roma o a Nápoles, o ser escolar en el Colegiode San Clemente de Bolonia. Veto que no fue sino la extrema deriva-ción de la crisis que se inició en 1557 con la represión de los protes-tantes sevillanos y vallisoletanos, y la consecuente depuración ideo-lógica llevada a cabo por la Corona por medio de un férreo control detoda actividad intelectual (López Piñero, 1979: 140 ss.).

Un silencio hispánico, en cuanto a la questione della lingua,explicable y no del todo inusual, pues tampoco había hablado de ellaNebrija cuando a mediados del siglo XV volvió de Bolonia, aunquesí llamativo, si se tiene en cuenta que este período se caracteriza enItalia por una verdadera irrupción del vulgar en sectores como la in-vestigación experimental, la técnica aplicada, la ciencia de la obser-vación de la naturaleza, las matemáticas o los tratados de arte. Enbuena medida esto se debe a la importancia que adquiere la industriaeditorial, que contribuye a crear una koiné de italiano bastante homo-génea, dejando el uso de los dialectos en los textos escritos para losregistros más bajos, a nivel más popular (Dionisotti, 1967: 242-243).7

7 Ya en la segunda mitad del XVI obtienen un enorme éxito editorial los deno-minados libri di segreti, es decir, libros de recetas médicas, cosméticas, e in-cluso culinarias que por su carácter empírico y divulgativo están escritos envulgar, y que contrastan con los tratados académicos de medicina, en generalredactados en latín.

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Pese a ello, la lengua de cultura por excelencia en ambos paí-ses sigue siendo naturalmente el latín, así como es también la lenguade la enseñanza universitaria, aunque en España en realidad se veníautilizando el castellano, por clara elección idiomática, o sólo por elsimple hecho de que el nivel de conocimiento de la lengua clásicaentre el profesorado español era francamente desalentador, según yahabía denunciado Nebrija (Rico, 1978). Por el contrario, en Italia, loscasos de profesores que se valían del vulgar en sus clases eran pocos,contadas veces lo hizo el mismo Galileo.8 Fuera del estrecho ámbitoacadémico, el italiano se afirma definitivamente en esta época en lasartes aplicadas, por ejemplo en la arquitectura, y en el sector de lahistoriografía, con Machiavelli y Guicciardini, con lo que en la se-gunda mitad del siglo XVI se puede considerar que era ya lengua dela comunicación escrita (Marazzini, 1993: 44).

A mayor razón lo mismo se puede decir de España, las investi-gaciones de López Piñero (1979: 139) confirman que desde 1475 a1600 el 100% de las obras de navegación, de minerales, metales,arquitectura e ingeniería, arte militar, albeitería, caballería y caza seescribieron en castellano. Para las demás ramas los porcentajes eranlos siguientes: 86% agricultura; 75% destilación y alquimia; 72%geografía; 64% matemáticas; 56% cosmografía y astrología; 55%historia natural; 45% medicina; 21% filosofía natural. A lo que cabeañadir que prácticamente el 100% de los textos de derecho se escri-bió en latín, el 95% de los de historia están en castellano, mientrasque los tratados sobre la lengua, gramáticas, manuales, etc., dependedel tema afrontado (Gutiérrez Rodilla, 1998: 72).

En suma, en ambos países el romance dominaba en el sigloXVI fuera de los círculos académicos, y en las materias de carácteraplicado, mientras que el latín se utilizaba en ámbito académico y entemas teóricos. Por lo general, la Iglesia favoreció el uso universaldel latín, en cambio el poder real en España y una parte bastante

8 Véase Migliorini (1948: 135-136) para noticias sobre las supuestas clases deGalileo en vulgar. En cuanto a la enseñanza de la lengua vernácula, fue enSiena donde por primera vez se instituyó una cátedra de toscana favella en1588-1589 destinada a los estudiantes extranjeros, cuyo primer titular fueDiomede Borghesi, aunque en Toscana se habían instituido Pubbliche cattedre

di lingua toscana en tiempos de Boccaccio (Marazzini, 1993: 20).

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125La lengua de la astronomía durante los siglos XVI y XVII

visible de los científicos, artistas e intelectuales en Italia optaron porel vulgar como medio de difusión social del saber.

La diferencia más notable entre los dos países, por lo que res-pecta a la manifestación y plasmación social del pensamiento lin-güístico, es justamente que en España no surge, ni entonces ni tam-poco más tarde, una questione della lingua con las implicaciones dela italiana, ni siquiera en el campo de los lenguajes científicos, pues-to que de antiguo venía la relación sin prejuicios del castellano conlas ciencias, auspiciada desde el principio por la realeza. En el sigloXII Toledo se había convertido en un polo de atracción para los estu-diosos europeos, en especial para los que se interesaban por la astro-nomía, y algunos de los que allí llegaron desde Italia participaronactivamente en las traducciones al latín de obras árabes. Prolífico fueel famoso Gerardo de Cremona (1114-1187), que se trasladó a Toledoen busca del Almagesto de Tolomeo, pues al parecer no había encon-trado en su tierra la que se convertiría a partir de entonces en obraclave de toda la tratadística medieval. En 1175 terminó Gerardo detraducir del árabe al latín los trece libros de los que consta, sin saberque pocos años antes ya habían sido traducidos en Sicilia por EnricoAristippo. La traducción toledana fue un acontecimiento fundamen-tal para la astronomía medieval, y gran parte de la teorización a partirde entonces consistió en comentarios y resúmenes de dicha versióndel Almagesto, que llegó incluso a imprimirse en Venecia en 1515(Ruiz Casanova, 2000: 61).9

En este periodo, como ha observado Chabás (2003: 249), laterminología adoptada no se unifica, ya que aunque los traductorestrabajaban juntos a veces, existía en general bastante desconexión.Se ha de destacar, sin embargo, que en este momento empieza en laPenínsula Ibérica la vernacularización de la ciencia, aunque bien seacierto que durante la Edad Media las lenguas vulgares no se enfren-tan al latín, ni son una alternativa, incluso ideológica, como sucederámás tarde en el Cuatrocientos florentino, sino que se limitan a llenarcon aparente naturalidad espacios que la lengua clásica iba perdien-

9 Otro traductor importante de obras astronómicas procedente de la PenínsulaItaliana fue Platón de Tívoli, quien en Barcelona fue cotraductor de obras cien-tíficas árabes con el judío Abraham bar H(.)iyya (Chabás, 2003: 248).

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do (Gutiérrez Rodilla, 1998: 65), y uno de esos espacios fue el queocupaba en la corte de Alfonso X la astronomía, identificada aún conla astrología.10 Alfonso X, que sube al trono en 1252 y muere en1284, representa la culminación hispánica del paradigma sapiencialde la realeza, ideología que venía recorriendo Europa desde el sigloXII y sobre la que se quería cimentar una nueva autoridad para lospríncipes cristianos. “La idea de hacer del castellano la lengua cientí-fica principal posiblemente responde a la voluntad de apropiación dela ciencia árabe. […] Alfonso X tenía necesidad de afianzar su poder,de toda índole, en los territorios del sur conquistados recientemente,tanto por él mismo como por su padre Fernando III” (Chabás 2003:255-256). Con los textos producidos entonces, el castellano se habi-lita por primera vez para la expresión de cálculos matemáticos y delos procesos técnicos necesarios para la construcción de aparatos astro-nómicos (Fernández-Ordóñez, 2004: 390-392).11

En la posterior evolución de este proceso, la creación en 1460en Salamanca de la cátedra de astrología-astronomía supuso un hitoal respecto; los primeros profesores, como Nicolás Polonia o Juan deSalaya, escribieron en castellano y también tradujeron, aunque, se-gún Chabás, estos textos son muy descriptivos, con una prosa “pre-

10 Alfonso X ordena construir instrumentos para la contemplación del firmamen-to, y con ellos entre 1263 y 1277 se hacen detenidas observaciones directasque serán la base del Libro de las tablas alfonsíes, que dejó sentir su influen-cia hasta el siglo XVII, y se había escrito en colaboración con los judíos Ishaqben Sîd y Yehudá ben Mosé (Chabás, 2003: 258). Con anterioridad se habíantraducido del árabe importantes tratados de astronomía como los Cánones de

Albateni y las Tablas de Azarquiel, obras todas ellas que entraron a formarparte de la colección miscelánea publicada en Madrid en la Tipografía de DonEusebio Aguado por Rico y Sinobas en cinco volúmenes (1863-1867) con elnombre de Libros del Saber de Astronomía del Rey D. Alfonso X de Castilla.

11 Con respecto a la actividad traductora, Fernández-Ordóñez (2004: 392) obser-va: “La novedad introducida por Alfonso fue la de conceder dignidad a laversión intermedia, hasta entonces sólo un texto de trabajo, haciéndola copiaren códices de lujo regio en que constaba su utilidad ‘pública’ y el patronato delrey. Pero ello no implicó que se interrumpiera la tradición anterior, ya quehasta la década de 1270, al menos, continuaron las versiones latinas de textosastrológicos-astronómicos y son estas, precisamente, las únicas que llegaron aalcanzar difusión europea”.

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algebraica” heredada del latín, pues falta aún la predominancia de laexpresión simbólica a través de fórmulas, y sus autores se ven obli-gados a extenderse en prolíficas explicaciones (2001: 46).

La España del siglo XVI, por lo tanto, se presenta como here-dera de una extensa tradición sin interrupciones en el cultivo de laciencia astronómica, aunque extremadamente conservadora.12 Laúnica novedad la introdujo con sus observaciones de la nova de 1572un valenciano relacionado directamente con Italia, Jerónimo Muñoz,que durante algunos años había ocupado la cátedra de hebreo en launiversidad de Ancona.13 En 1573 Muñoz, publicó el Libro del nue-

vo cometa, que traducido poco después al latín y al francés tendríauna amplia difusión en Europa, en él con terminología imprecisa lla-ma cometa a la nova, pero lo importante es que gracias a esas obser-vaciones, su autor se atrevió a proclamar que las aseveraciones deAristóteles acerca de la incorruptibilidad e inmutabilidad de la esferaceleste eran falsas, lo que sirvió para allanar el camino de la recep-ción de la revolución científica provocada por las afirmaciones deCopérnico.14 El heliocentrismo copernicano fue al principio favora-blemente acogido en Inglaterra y en España. En 1561 se incluía ya enlos programas de la universidad de Salamanca, aunque al parecer,

12 El enlace con dicha tradición sería la figura del judío Abraham Zacuto, nacidoen Salamanca en 1452, escribió obras de carácter histórico y lexicográfico, asícomo el compendio de astrología médica Las influencias del cielo, y durantealgún tiempo estuvo en Extremadura al servicio de Juan de Zúñiga, discípulode Nebrija. Su libro más importante fue El gran tratado (Hibbur ha-gadol),que fue traducido por entero al castellano por el titular de astrología deSalamanca Juan de Salaya en 1481 (López Piñero, 1979: 179).

13 Según un testimonio italiano de la época citado por López Piñero (1979: 180):“Hablaba el hebreo con selecta perfección como si se hubiera criado y educa-do entre hebreos”, lo que lleva a pensar en una posible condición de converso.

14 En cuanto a la presencia en Italia de Nicolás Copérnico (1473-1543), estudióderecho canónigo en Bolonia, donde entró en contacto con el astrónomoDomenico Maria de Novara. En 1500 fue a Roma para ganar el jubileo y darunas conferencias, a las que al parecer asistió Miguel Ángel, el año siguientese trasladó a Padua a estudiar medicina, doctorándose luego en derecho canó-nigo en Ferrara, para retornar definitivamente a su tierra polaca en 1506. Se-gún cuenta Copérnico en su Commentariolus, fue en Italia donde se le ocurriódar un soporte matemático a las ideas heliocéntricas de la antigüedad, sobretodo a las de Aristarco, trasmitidas por Arquímedes (Vernet, 1974: 25-35).

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primero por la inercia del profesorado, y luego, en 1616, por la con-dena de la Iglesia, nunca llegó realmente a enseñarse. Las resisten-cias a la nueva concepción no faltaron; por ejemplo, siguiendo latendencia humanista de interrelacionar ampliamente las diferentesáreas del saber, en 1579 Francisco Sánchez, el Brocense, publica unmanual divulgativo titulado Sphera mundi (López Piñero, 1979: 180-183), en el que conserva como imagen del universo la concepcióntolemaica, y lo mismo hizo la flor y nata de intelectualidad hispana,representada por literatos de la talla de Fernando de Rojas, Garcilaso,Lope o Cervantes.

El célebre arquitecto Juan de Herrera, en cambio, poseía dosejemplares en su biblioteca de la obra copernicana clave De revolutio-

nibus orbium coelestium, tal vez de las ediciones de 1543 y 1566, yaunque sabía latín, en 1584 escribió una carta al embajador españolde Venecia, diciendo que “Si el Copérnico se hubiera traducido envulgar, se me envíe uno”, petición que tal vez se debiera a que desea-ba poner el texto a disposición de sus estudiantes en la Academia deMatemáticas, donde el idioma de enseñanza era el castellano (LópezPiñero, 1979: 187).

En efecto, la principal razón aducida para la utilización de lalengua castellana en las obras científicas fue la de facilitar la difusióny la compresión de conocimientos, siendo Pedro Simón Abril (h. 1530-h. 1600)15 uno de los precursores y principales defensores de dichapostura. Para él es un error enseñar ciencias como medicina, juris-prudencia, filosofía natural y moral “en lenguas estrañas y apartadasdel vso comun y trato de las gentes” (Morreale, 1949: 185, n. 2),entendiendo como lenguas extrañas el latín y el griego. Concreta-mente en la Dedicatoria de su tratado Filosofía racional afirma que:

Vemos que la gente mas noble y mas granada gastando el tiempo de su tiernaedad en aprender un poco de gramatica Latina en llegando a la juuentud da demano a los estudios, y dexa de yr a tratar de las cosas grandes y negocios

15 Nos basaremos para las citas en la clásica, y aún no superada, monografía deMargherita Morreale de Castro, Pedro Simón Abril (1949), quien a su vez seremite con frecuencia a las recopilaciones de J. F. Pastor, Las apologías de la

lengua castellana en el siglo de oro, Madrid, 1929. Los Clásicos olvidados,vol. VIII.

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apercibida y reparada de lo que tanto le importa para saber regirse en elloscomo deue, de tal manera que ni aun el nombre de filosofia no se sabe entrellosque sinifique, o bienes prometa (citado por Morreale 1949: 185 n. 1).

En otro tratado suyo, Filosofía natural, del que se desconoce la fechacierta de composición, pero que con toda probabilidad es una de susúltimas obras, escrita no antes de 1589,16 fruto de la plena madurez,pretendió ofrecer por escrito en castellano la quintaesencia de lo queun maestro del Siglo de Oro debería haber aprendido de los tratadoslatinos sobre el mismo tema. Su finalidad, por lo tanto, es a la vezdidáctica y de divulgación científica, muestra de hasta dónde llega-ban en la época los conocimientos de una persona culta, aunque noespecialista, en el campo de la astronomía. Muy interesante es queSimón Abril sea capaz de resumir y exponer la controversia, que yaentonces empezaba a ser un argumento candente, entre los defenso-res y los detractores de Tolomeo, del modo siguiente:

Ponen todos lo astrologos la tierra en centro del mundo, i el sol en el cuartoçielo, i los demas çielos por su orden, i hazen los juizios de conjunçiones,oposiçiones, eclipses i otras cosas semejantes, i salvan las apariençias, i salenlos juiçios verdaderos.Viene Nicolao Copernico, i trueca la suerte, i haze el sol centro del mundo, i latierra subela al cuarto çielo, i hazela movible, i salva las apariençias, i confor-me a este presupuesto haze los mismos juizios, i salenle bien (fol. 91 v.).17

Como señala Morreale, ateniéndonos a estas palabras, las dos doctri-nas satisfacen a Simón Abril, pero se decanta por la tolemaica, puesla considera más fácil y segura, y más consecuente con los esquemasdel pensamiento de la época, aunque nunca se le ocurra ni siquieraaludir lo más mínimo a motivos filosóficos o religiosos para justifi-car dicha elección (1949: 146-147).

Con respecto a la lengua, considera Simón Abril que aunque elcastellano puede y debe ser el vehículo de comunicación de los cono-

16 Margherita Morreale halló personalmente el tratado autógrafo de la Filosofía

natural en la Biblioteca de Palacio. Para la descripción de la estudiosa, véaseen la bibliografía la parte destinada a manuscritos (1949: 316-318) y el capítu-lo a él dedicado (1949: 123-169).

17 Citado por Morreale (1949: 146), véase asimismo, entre los apéndices de lamonografía, los ‘Trozos escogidos de la Filosofía natural’ (1949: 235-245).

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cimientos científicos, en ese momento todavía no está del todo pre-parado para hacerlo, no dejando de poner en evidencia que sus textosde lógica son los primeros escritos en dicho idioma. Se plantea, enconsecuencia, con urgencia el problema de los neologismos, que juz-ga legítimo incorporar al léxico especialmente en ámbito didáctico,con la adopción de vocablos ya en uso en el lenguaje corriente, obien, y es lo que Simón Abril aconseja, con la directa incorporaciónde la palabra original castellanizándola o sin castellanizar.18

Margherita Morreale ofrece un interesante elenco de términos(1949: 191-200) que Simón Abril cataloga como neologismos, aun-que algunos de ellos ya estaban atestiguados anteriormente, y que elautor comenta o explica en la Filosofía natural. Entre ellos extrapola-mos los pertenecientes al campo semántico de la astrología-astronomíao de la geofísica:

Auje y opuesto del auje

[…] el çentro del deferente dista tanto del çentro de’l mundo, cuanto el planetasol esta mas apartado dela tierra estando enel primer grado del Cangrejo, elcualse llama el auje, que estando en el primero del Capricornio, que se llama elopuesto de’l auje. (Fil. nat., fol. 115 v.).

Cabeça y cola del dragon

[…] de dos puntos enque (el epiciclo) se corta conla ecliptica el dela parte deoriente se llama la cabeça de’l dragon, y el dela de’l ocidente la cola, en sololos cuales dos puntos puede suçeder / los eclipses. (Fil. nat., fol. 116 v. y 117).

Cometa

[…] las calinas […] / subense façil mente hasta la rejion suprema de’l aire,donde […] vienen a encenderse façil mente, i a hazer aquellas aparençias, quelos filosofos llaman cometas, que quiere dezir estrellas con cabellos, i el rudovulgo entiende, que son estrellas, que corren. (Fil. nat., fol. 133 y v.).

Deferente

El deferente de’l sol que es el çirculo, que lleva en si el mismo planeta de’l sol.(Fil. nat., fol. 115 v.).

18 Dice en la Filosofía racional (fol. 83 v.): “Tomandose las ciencias de vnaslenguas para otra, en falta de vocablo propio mejor es admitir el extrangero,que ya esta vsado, que oscurecer la cosa en terminos no recibidos, ni jamásvsados” (Morreale, 1949: 189 n. 1).

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Igualador

La primera división dela esfera de la tierra la haze el circulo mayor llamado eligualador, el qual dista igual mente en todas sus partes de aquellos dos puntos,que tienen por zenit i nadir los dos polos de’l mundo. (Fil. nat., fol. 151).

Metereolojico

En todas estas tres rejiones de’sta esfera (del aire) no se enjendran cosas per-fectas, sino imperfectas, que llaman en Griego metereolojicas, que / quieredezir cosas, que tienen en lo alto la razon de su jeneraçion. (Fil. nat., fol. 132v. y 133).

Orizonte o partidor

[…] el çirculo partidor llamado en Griego Orizonte, i en latin finidor, es unçirculo, que por todas sus partes, dista igual mente de’l punto, que està ençimade nuestra cabeça. (Fil. nat., fol. 97).

Santiago, camino de

Ayuda mucho a creer ser ello de’sta manera aquella demostraçion de un çirculo,que se muestra en el çielo, aquien los Griegos i Latinos lo / llaman el caminode leche, por la blancura, que muestra, i los nuestros vulgarmente no se porque lo llaman el camino de Santiago. (Fil. nat., fol. 123 y v.).

Sinos o zodiaco

[…] el (circulo) de los sinos, a quien los Griegos llaman el zodiaco. (Fil. nat.,fol. 96).

Tostada, zona

Todo el demas espaçio, que queda entre tropico i tropico […] toma para si laquinta zona llamada en Latin torrida i en Castellano tostada por razon de’lmucho calor, que alli causa el sol. (Fil. nat., fol. 156).

Zenit

[…] el punto que està encima de nuestra cabeça, llamado, como poco a dixe, elzenit en lengua Araviga. (Fil. nat., fol. 97).

El interés de Simón Abril por los neologismos está ligado a su prolí-fica labor traductora, que le llevó a ocuparse de autores de la talla deCicerón o Aristóteles, aunque siempre con finalidad pedagógica, ins-pirada en las premisas del método de enseñanza renacentista que seremonta a Lorenzo Valla (Ruiz Casanova, 2000: 196-202). Existe, noobstante, una no desdeñable diferencia frente a las ideas del huma-nista italiano, y es que Simón Abril reivindica a todos los efectos eluso del romance. En 1587, a una petición suya para poder enseñarar

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filosofía en castellano, las Cortes de Castilla le respondieron negati-vamente alegando razones de ortodoxia religiosa, dado que dichamateria era el fundamento de la fe, y poniéndola al alcance de todo elmundo, los indoctos podían malinterpretarla (López Piñero, 1979:138-139).

Las fricciones de Simón Abril con los estamentos conservado-res universitarios habían empezado mucho antes, debido a su obsti-nación por impartir materias filosóficas en el entonces importanteEstudio de Uncastillo, dependiente de la universidad de Huesca, dondesólo se podía enseñar gramática latina. En 1570, según consta en lasactas de un proceso contra él incoado por dar clases de filosofía, des-pués de que se había negado en contumacia a dejar de hacerlo, seráexcomulgado. Meses más tarde, se compromete a enseñar única yexclusivamente gramática, a cambio de que se le libre de la excomu-nión. De todos modos, y a pesar del enrarecido ambiente existente enla España de la Contrarreforma, no hay pruebas de que Simón Abrilformara parte de ninguno de los círculos heréticos constituidos enZaragoza, ni tampoco de que ninguna de sus obras fue prohibida porla Inquisición, aunque su excesiva prudencia en las opiniones sobrematerias que lindaban con la teología, como era el caso de la astrono-mía, fuera quizás debida al temor que producía entre los intelectualesel Santo Oficio (Morreale, 1949: 27-31).

Los avatares humanos y profesionales de Simón Abril no dejande ser, en escala reducida y establecidas las debidas diferencias, unaespecie de ejemplar anticipación de los sinsabores que le tocarán ensuerte a Galileo Galilei en su tierra.

2. La revolución copernicana y la ‘questione della lingua’

Mientras tanto en la Italia finisecular del Quinientos parece cobrar denuevo vida la polémica acerca del uso del latín y del vulgar que habíaencendido los ánimos en Florencia en la primera mitad del siglo an-terior, y que había tenido como principal defensor de la dignidad dela lengua romance en todos los ámbitos sociales y culturales al famo-

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so arquitecto y humanista Leon Battista Alberti.19 Algunos intelec-tuales, siguiendo sus huellas, y probablemente intuyendo la revolu-ción científica que estaba por verificarse en breve plazo, vuelven areivindicar de modo ostensible a finales del siglo XVI el vulgar parala difusión del saber, con la diferencia sin embargo, respecto a susinmediatos predecesores, de que en lo fundamental consideran al la-tín un arma ya vieja blandida por círculos académicos conservado-res, para la defensa a ultranza de concretos y retrógrados intereses decasta. Si para Alberti, humanista progresista aunque en el fondo orto-doxo, la lengua clásica es el molde en cuyo interior se debe fraguarpara su dignificación la estructura lingüística del toscano,20 para susseguidores, en cambio, el latín purificado por la actividad filológicade los humanistas carece de la flexibilidad necesaria para amoldarsea la expresión de las nuevas corrientes de pensamiento con sus consi-guientes aplicaciones técnicas.

Así, por ejemplo, incluso un miembro de la Academia de laCrusca como Alessandro Tassoni (1565-1635) en sus Pensieri, lo cali-fica de antigualla, aduciendo que sería mejor que en Italia se utilizarala “lingua che si favella comunemente” como habían hecho los grie-gos y los latinos, y como habían empezado a hacer los españoles,21

19 De hecho, Altieri Biagi (1965: 8) recuerda, reconociendo así su papel de precur-sor en este campo, las tres alternativas seguidas por Leon Battista Alberti parala resolución de los problemas terminológicos en sus tratados técnicos. Enprimer lugar, la italianización morfológica cuando el término latino era lo sufi-cientemente transparente como para poder ser comprendido incluso por los queignoraban la lengua clásica (circumducto, flexilineo). En segundo lugar, Albertiecha mano del léxico técnico vulgar para sustituir términos latinos opacos(incrocicchiare, tagliare). Por último, utiliza imágenes usuales para represen-tar de forma clara conceptos geométricos (sottili fili por linee geometriche).

20 Véase Leon Battista Alberti ‘Grammatichetta’ e altri scritti sul volgare (1996),al cuidado de Giuseppe Patota, y para la posible repercusión de sus ideaslingüísticas en España, mi artículo “Grammatichetta y Gramática: reflexiónmetalingüística en Alberti y en Nebrija”, actualmente en prensa.

21 Tassoni, que había estado en España desde 1600 a 1603 como primer secreta-rio del cardenal Ascanio Colonna, dice en sus Pensieri (1608-1620): “[…]posto per massima indubitabile che sarebbe di gran lunga più utile in comuneall’Italia che tutte le professioni, arti e dottrine fossero scritte nella lingua chesi favella comunemente, come facevano i Greci e i Latini e come hanno in-cominciato a fare gli Spagnuoli” (citado por Puliatti, 1979: 35).

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afirmación esta última compresible, dado el peso específico de lapolítica española en esos momentos, pero no compartida por la ma-yoría, como lo demuestra, ya bien entrada la segunda mitad del siglo,en 1668, el hecho que el refinado académico Lorenzo Magalotti seescandalizara porque en las universidades españolas se impartieranlas clases normalmente en castellano, limitándose el uso del latín aalgunas citas aisladas (Marazzini, 1993: 22).

En realidad, los defensores del latín en Italia no tenían quebuscar ejemplos escandalosos fuera de sus propias fronteras, porquela agitación en el campo lingüístico en aquellos años corría a cargo deun eminente profesor universitario y académico de la Crusca,22 queterminará por ser procesado por la Inquisición en 1633:23 Galileo Ga-lilei. En su elección idiomática no fue ni mucho menos original, puesantes habían hecho lo mismo pintores y arquitectos en el Cuatrocien-tos, pero con él reviste especial relevancia ya que se verifica dentro delmundo académico. Tanto Galileo como sus discípulos son conscientesde que con esa opción se colocan en desventaja frente a los más con-servadores idiomáticamente, puesto que el latín sigue siendo el vehí-culo expresivo internacional de la cultura científica de su tiempo.

La elección de un determinado sistema lingüístico, sin embar-go, no conlleva en la Europa de aquel entonces una visión necesaria-mente progresista de la ciencia, aunque en el caso concreto de Galileoes evidente que con ella pretende trascender el mero nivel lingüísti-co, y que elige a priori el toscano para manifestar su voluntad desepararse de la casta académica (Marazzini, 1993: 58). En 1610 aceptala propuesta de Cosme II de Medici que le permite dedicarse en Flo-rencia en exclusiva a la ciencia, sin tener que invertir sus esfuerzos

22 Galileo, académico de la Crusca desde 1605, intervino en la revisión, puntua-lización y ampliación de algunas definiciones de la segunda edición de 1623(1ª ed. 1612) del Vocabolario degli Accademici della Crusca (Manni, 1985:119-136), mientras que en la tercera edición (1691) entra a formar parte delelenco de autores citados, con un total de 50 ejemplos galileanos en 45 lemas(Parodi, 1984: 237-243).

23 La Inquisición romana había condenado en 1616 el heliocentrismo, ordenandoque fueran expurgados el tratado de Copérnico y el texto del agustino Diego deZúñiga incluido en sus In Iob commentaria (1584), en donde se pretende de-mostrar que no existe incompatibilidad entre la teoría copernicana y las Sagra-das Escrituras (López Piñero, 1979: 183).

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en la enseñanza en la universidad de Padua, y allí empieza un periodoen el que hará una selectiva y seleccionada ‘propaganda cultural’(Battistini, 1978: 272), llegando inclusive a formar su propio círculode adeptos, los denominados galileisti. Hay que recordar que al prin-cipio de su carrera escribió también en latín, como por ejemplo enSiderius Nuncius, tratado astronómico de 1610, si bien utilizara lalengua clásica con mucha libertad, pero cuando se trasladó a Florenciacomienzó a escribir en italiano, y desde entonces sus obras importan-tes las redactará en dicha lengua. En 1611 escribe la carta a monseñorDini In difesa dei pianeti medicei, en 1912 el Discorso intorno alle

cose che stanno sull’acqua y tres cartas a Welser sobre las manchassolares. Su actitud en pro del italiano le acarreará numerosas críticas,el mismo Kepler lo acusará por ese motivo de crime laesae humanita-

tis, y los editores no se conformarán y le pedirán constantementetraducciones al latín de sus obras (Migliorini, 1983: 433).

El continuo conflicto lingüístico contribuye a que para él ellatín adquiera incluso un valor simbólico negativo, hasta llegar a trans-formase en su obra en la lengua de sus detractores. En Il Saggiatore

(1623) las tesis de su adversario científico están escritas en latín, yGalileo para confutarlas usa el italiano, estableciendo así un conti-nuo diálogo entre dos lenguas, que representan dos visiones diferen-tes de la ciencia directamente enfrentadas (Marazzini, 1993: 59). Parauna divulgación más refinada y eficaz, encuadra el discurso científi-co en géneros como el diálogo o la epístola, con plena libertad. Des-pués de su opción por el vulgar, Galileo nunca se decantó, como ha-bían hecho algunos de sus predecesores, por un registro o un estilobajo y popular, sino que valiéndose de su perfecto dominio del toscano,fue capaz de mantener un parlato vivace, a veces polémico, según elgusto del registro coloquial del florentino del Renacimiento, perosiempre elegante, de gran claridad terminológica y muy equilibradosintácticamente,24 con lo que se aleja de experiencias lingüísticas yestilísticas especiales, como las de Tommaso Campanella o Giordano

24 El fenómeno más característico de la sintaxis galileana, según recientes inves-tigaciones, parece ser la predominancia de la nominalización, aunque sin al-canzar nunca los niveles del estilo nominal actual en los textos científicos (AltieriBiagi 2007: 382-421).

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Bruno, en los que la prosa está plagada de matices fabulosos y pro-féticos. Todo ello, incluido su tono fuertemente incisivo e irónico, enperfecta sintonía con la nueva visión del universo, porque su escritu-ra es “la risposta polemica al gergo elitario e scolastico, la contrappo-sizione anche stilistica di un metodo ‘moderno’ che nulla ha di spartirecon il vecchio paradigma aristoletico-tolemaico” (Battistini 1978: 308ss.). Armonización expresiva alcanzada de manera consciente e indi-vidual, reivindicada por el mismo Galileo que, sin ir más lejos, seatreve a juzgar “tanto duro e oscuro” el estilo de Copérnico:

[…] mi par degna di commiserazione la condizione del povero Copernico, ilquale non si può tener sicuro che la censura delle sue dottrine non possa peravventura cadere in mano di persone, che non sendo abili a restar capaci dellesue ragioni sottilissime e per ciò difficili ad esser comprese, ma ben di giàpersuasi da simili vane apparenze della falsità di quelle, per false e per erroneele vadano predicando (VII, 357).25

Aspira, por lo tanto, al rigor lógico y demostrativo, a la claridad lin-güística y a la trasparencia terminológica. Migliorini recuerda la co-nocida máxima de Galileo respecto a Tasso “parlare oscuramente losa fare ognuno, ma chiaro pochissimi” (1948: 156).

Adopta términos bien definidos y con valor convencional, quese puedan volver a utilizar en el discurso de tal manera que dejensiempre libre el pensamiento (Altieri Biagi 1965: 37). Para fijar me-diante un tecnicismo una noción científica, Galileo prefiere por reglageneral la tecnificación de una palabra usual, rechazando como pe-dante el recurso a las lenguas clásicas.26 No obstante, Migliorini (1948:

25 Las citas provienen de la edición nacional de las obras completas de Galileo,dirigida por Antonio Favaro (1890-1909 [1929-1939]); el número romano in-dica il volúmen, el número árabe señala la página. En concreto, se hace refe-rencia al tomo VII, que contiene la obra que mejor sintetiza la concepcióncopernicana del universo, cuyo elocuente título completo es Dialogo dove ne

i congressi di quattro giornate si discorre sopra i due Massimi Sistemi del

Mondo, Tolemaico e Copernicano, proponendo indeterminatamente le ragioni

filosofiche e naturali tanto per l’una, quanto per l’altra parte.26 Ligado con el tema de la creación terminológica, son importantes las observa-

ciones de Simone (1990: 336-343) acerca de los numerosos intentos de cons-trucción de lenguas artificiales en el Seiscientos, debido en parte a la insatis-facción con respecto a las supuestas imperfecciones del lenguaje.

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148-149) observa que utiliza términos técnicos procedentes del latínsesquialtero, transonoro, o del griego apogeo, parallasse, prostaferesi,cuando ya están plenamente acogidos por el uso, pero como demues-tra Altieri Biagi, latinismos o no, cuando Galileo adopta un términode la tradición terminológica precedente añade, con contadas excep-ciones, la explicación precisa de ese mismo término (Altieri Biagi1965: 79), lo que hace incluso en su más significativa obra, determi-nante para la historia de la astronomía, el célebre Dialogo sopra i due

massimi sistemi del mondo (1632), con los siguientes ejemplos queextrapolamos:

Azimutti

[…] i computi son fatti sopra altezze della stella prese in diversi cerchi verticali,che chiamano con voce arabica azimutti (VII, 338).

Congiunzione

[…] quando, v.g., la Luna seguitasse puntualmente il moto del Sole, e stesseper caso sempre linearmente tra esso e la Terra in quell’aspetto che noi diciamodi congiunzione (VII, 89).

Equinoziale

[…] l’equinoziale, cioè il cerchio massimo descritto dal punto egualmente dis-tante dai poli (VII, 401).

Eclittica

[…] l’inclinazione dell’asse del moto diurno sopra ‘l piano dell’orbe magno ovogliamo dire dell’eclittica (VII, 482).

Parallasse

Concludiamo per tanto, che la diversità di apparenza (la quale col termineproprio dell’arte potremo chiamar parallasse delle stelle fisse) è maggiore ominore […] (VII, 411).

Sin embargo, como se ha dicho, suele propender a una selecciónterminológica en analogía con objetos de la vida cotidiana, por ejem-plo, ciambella, scodella, rasoio rotondo, aunque acoge este tipo devocablos sólo si armonizan con su prosa fundamentalmente elegante,de la que elimina las características lingüísticas extremas, persiguiendosin pausa el equilibrio entre lo literario y lo usual, entre el polo ex-presivo y el polo técnico de la lengua. Galileo, además, consiguedotar por fin a la mecánica de un sólido aparato teórico, corroboran-

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do así en la práctica su férrea oposición, compartida por muchos den-tro y fuera de Italia, al mero saber libresco.

A Galileo doveva essere riservato il compito di inverare con i suoi scritti ladifesa delle arti meccaniche e di superare il solco, esistente da secoli, fra lascienza speculativa e la ricerca sperimentale; il compito, cioè, di trattare argo-menti meccanici sollevandoli al livello scientifico attraverso il ‘discorso’ mate-matico e il discorso letterario, presentandoli ad un pubblico vasto, non neces-sariamente specialistico, che coincide con la ‘repubblica letteraria’: non con i

‘volgari meccanici’, non con i filosofi ‘dottori di memoria’ (Altieri Biagi,1965: 14).

En cuanto promotor del nuevo paradigma, Galileo desempolva determinología originariamente peripatética su propio léxico, y llega aironizar con vocablos del tipo generabile, ingenerabile, partibile,impartibile (Migliorini, 1948: 152-154). Ejemplar es el caso de impeto,término que aparece con frecuencia junto a momento27 y que a veceslo sustituye. La teoría del impetus se remonta al VI d. C. y se debe alfilósofo alejandrino neoplatónico Giovanni Filopono, quien comen-tando el libro IV de la Física de Aristóteles sostiene la hipótesis deun nebuloso impetus trasmitido del motor externo al móvil, que per-manecería en su interior incluso después de la separación de dichomotor, con ello Filopono se opone a la teoría aristotélica del motorexterno. Esta idea, acompañada de toda una serie de derivacionesteológicas y filosóficas no difíciles de imaginar, se mantiene durantetoda la Edad Media hasta el Cuatrocientos, y el mismo Leonardo daVinci habla de ella. Sin embargo, mientras que hasta entonces elimpetus tenía un valor de causa interna de movimiento, que se oponíaa la causa externa aristotélica, para Galileo el término es descriptivoy fenomenológico, es un grado de velocidad que alcanza un determi-nado cuerpo cuando llega a un determinado punto. Otro caso intere-sante es el de forza, término que la mayoría de los científicos delQuinientos y del Seiscientos, incluido Leonardo, sustituye muchasveces con virtù o potenza, actitud normal, pues la necesidad de esta-blecer una relación biunívoca entre el concepto y su denominación es

27 La palabra momento había sido empleada técnicamente con anterioridad en lalengua de los mecánicos, pero Galileo, para dotarla de rigor y estabilidad, se veen la obligación de definirla en más de una ocasión (Altieri Biagi, 1965: 44).

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una idea ajena a los científicos predecesores de Galileo, y aunque ellenguaje científico no llega a formalizarse con él, es el primero quetiene la necesidad de definir, de declarar un valor convencional pre-ciso y no modificable (Altieri Biagi, 1965: 55-61).

Significativo, por otro lado, es el hecho que no fuera Galileoquien impusiera el nombre definitivo a los instrumentos por él inven-tados o perfeccionados. Para el telescopio al principio utilizó los tér-minos de cannone u occhiale, y luego cannocchiale, pero ya a partirde 1611 adopta sin problemas telescopio en sus escritos; el académi-co Giovanni Faber fue al parecer quien optó por microscopio paradenominar al occhiletto per veder le cose da vicino; el istrumento per

misurare il caldo e il freddo fue bautizado como termoscopio porGiuseppe Biancani, y más tarde termometro por Leurechon (Miglio-rini, 1948: 150). Su prevención ante los vocablos doctos, se debe aque Galileo es en cierta medida víctima de su propia defensa a ultranzade la lengua toscana, así como de su propia polémica contra la termi-nología complicada y contra las palabras ‘especializadas’ que contanta complacencia habían usado durante siglos, y continuaban usan-do impunemente, los filósofos o los astrónomos / astrólogos emparen-tados aún con creencias irracionales o mágicas.

3. Algunas conclusiones

En primer lugar, por lo que respecta a los aspectos más generales, sepuede observar que el lenguaje científico en lengua vernácula nace encierta medida emparejado a la astronomía, tanto en Italia como enEspaña, aunque lo haga con una considerable asimetría cronológica.Desde una perspectiva actual estricta, con respecto al periodo de Al-fonso X sería más adecuado hablar de protolenguaje astronómico, yno sólo porque el grado de desarrollo científico lo mediatice interna-mente ligándolo a las creencias astrológicas o teológicas medievales,sino también porque externamente se hace un uso instrumental de él,la jerarquización medieval lo utiliza para glorificar la sabiduría de lafigura del rey. El paradigma sapiencial alfonsino admite un pluri-

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lingüismo tendente a la confluencia, gracias a la actividad de traduc-ción, en el sistema lingüístico castellano, que al no ser idioma oficialde la Iglesia evita susceptibilidades entre musulmanes o hebreos, fa-cilitando así la comunicación con los nuevos súbditos de las zonasapenas reconquistadas, la mayoría de ellos, superfluo es recordarlo,iletrados. Más tarde, con el monopolio de saberes por parte de lasuniversidades y de la institución eclesiástica, prevalece el monolingüis-mo latino no sólo por razones de poder, sino también porque el pen-samiento teológico y filosófico aspira a conseguir el mayor rigor ló-gico posible a través de una norma expresiva exclusiva. En el paradigmacopernicano, en cambio, el sistema lingüístico, al apartarse de la es-peculación lógica para pasar a la simbolización matemática, deja deser centro productor de conocimiento, y se transforma en vehículo dedifusión social de la ciencia, por lo que se potencia una autonomíatendente al monolingüismo bipolar latín / lengua vernácula, según losintereses de los centros o estamentos productores de ciencia.

En segundo lugar, por lo que concierne a los aspectos políticosy sociales, un factor decisivo de diferenciación entre los dos países, apartir de la segunda mitad del siglo XVI, es que cuando se está fra-guando la revolución copernicana, y por ende, está por verificarse elnacimiento de la ciencia astronómica moderna, debido a la lucha de laCorona contra el protestantismo, España se cierra al exterior, mientrasque Italia, por el contrario, a causa de la falta de un estado propiocentralizado, y a la consiguiente fragmentación territorial, es muchomás permeable a la recepción de las novedades científicas. Galileoincorpora a sus propias concepciones las últimas aportaciones deCopérnico y Kepler, y con ellas elabora su propio discurso, en el quela comunicación social de las ideas es tan importante como las ideasmismas. A la apertura en la recepción italiana contribuye, asimismo,la questione della lingua, de sus debates surge la tendencia a defenderun toscano científico de fuerte impronta literaria. En ambos países elpúblico receptor ideal de los tratados de astronomía, de física o demecánica son los intelectuales en sentido amplio, no únicamente losespecialistas, y en Italia ello es posible gracias a la literarización deldiscurso galileano.

Perdida la supuesta inocencia lingüística medieval, que habíapermitido a Alfonso X reelaborar en romance el inmenso patrimonio

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árabe de conocimientos relacionados con la astronomía sin tener quetransformar el castellano estrictamente en un arma, Galileo Galilei seve obligado a hacer del toscano el más incisivo de los instrumentosde los círculos científicos italianos, insurrección lingüístico-culturalque pone de manifiesto por primera vez en la historia la potenciasocial de los descubrimientos científicos y la indisoluble unión conel idioma vehículo de su difusión.

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