rivera camila- mirar hacia adentro para reparar las memorias en providencia y santa catalina

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    EditoresClaudia Mosquera Rosero-LabbLuiz Claudio Barcelos

    UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIASede BogotFacultad de Ciencias HumanasDepartamento de Trabajo SocialCentro de Estudios Sociales - CESGrupo de Estudios Afrocolombianos - GEA Sede MedellnFacultad de Ciencias Humanas y EconmicasSede CaribeInstituto de Estudios Caribeos

    OBSERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO

    Bogot, enero de 2007

    Afro-reparaciones:Memorias de la Esclavitud y Justicia Reparativapara negros, afrocolombianos y raizales

    Coleccin CESSerieEstudios Afrocolombianos

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    Afro-reparaciones:Memorias de la Esclavitud y Justicia Reparativa para negros, afrocolombianos y raizales

    Claudia Mosquera Rosero-Labb, Luiz Claudio Barcelos, Editores Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogot, Sede Caribe, Sede Medelln Observatorio del Caribe Colombiano Autores y fotogrfosPrimera edicin enero de 2007, 1000 ejemplare en papel y 2500 en formato digitalColeccin CES, Serie Estudios Afrocolombianos. Centro de Estudios SocialesISBN: 978-958-806350-8

    Coordinacin editorial: Claudia Mosquera Rosero-Labb, Flor Alba Castro Balaguera,Andrs Gabriel Arvalo Robles, Carlos Manuel Varn, Miguel ngel Contreras, Ruby EstherLen Daz y Nini Johanna Cortez PerdomoAsistencia acadmica: Andrs Gabriel Arvalo RoblesCorreccin de estilo: Roberto Pinzn GalindoTraduccin : Francisco BallnAsistente de traduccin: Ruby Esther Len Daz y Pilar VelsquezArmada electrnica: Julin HernndezConcepcin y diseo grfico: Julin HernndezCuradura: Claudia Mosquera Rosero-Labb y Julin HernndezCoordinacin Administrativa: Flor Alba Castro BalagueraCoordinacin jurdica: Fernando Visbal UricoecheaFoto de portada: Liliana Angulo Corts. De la serieNegra Menta . ExposicinViaje sin MapaImgen del lomo: cetro Ashanti de Ghana. Museo Metropolitano de Nueva YorkFotgrafa: Liliana Angulo Corts, Hermi Friedmann, Mara Esperanza Palau, Steve Cagan, EdwinPadilla Chaka Zulu, Ernesto Monsalve Pino, Aura Elisa Rosero de Mosquera, Maestro JaimeArocha, Martha Luz Machado Caicedo, Martha Posso Rosero, Ramiro Delgado, Stella Rodrguez,Ana Mara Archila y Jess Abad Colorado

    Impresin: Panamericana Formas e Impresos S. A.Impreso en Bogot-Colombia

    No est permitida la reproduccin total o parcial de este libro, ni su tratamiento informatico, ni la transmisin en ninguna formao cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por registro u otros medios, sin el permiso previo y por escrito de lostitulares del copyright

    Catalogacin en la publicacin Universidad Nacional de Colombia

    Afro-reparaciones: Memorias de la Esclavitud y Justicia Reparativa para negros,afrocolombianos y raizales / eds. Claudia Mosquera Rosero-Labb, Luiz ClaudioBarcelos. Bogot: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de CienciasHumanas. Centro de Estudios Sociales (CES), 2007615 p. : il.

    ISBN : 978-958-8063-50-8

    1. Justicia social 2. Discriminacin racial 3. Relaciones raciales 4. Esclavitud enColombia 5. Crmenes de lesa humanidad I. Mosquera Rosero-Labb, ClaudiaPatricia, 1965- - ed. II. Barcelos, Luiz Claudio ed.

    CDD-21 305.8 / 2007

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    Resumen

    La Constitucin de 1991, al redefinir la nacin colombiana comomulticultural, intenta construir un vnculo ms democrtico entre lasdistintas etnias del pas. A pesar de sus buenas intenciones, este discursoha reavivado conflictos en las comunidades que el Estado haba inter-pretado hasta entonces como cohesionadas, homogneas y armnicas.Por un lado est el problema de la etnicidad, el molde indgena en que el

    Estado la ha inscrito. En el caso de Providencia, esta situacin enfrentaa los isleos a la confusa tarea de llenar de contenido ese arquetipo esen-cial de un origen nico, cuando su sociedad se caracteriza por la diversi-dad de memorias y la creolizacin de las distintas visiones de mundo queall se han hecho presentes. Por otro lado, las dismiles memorias reve-lan conflictos de poder, fracturas sociorraciales y discriminacin econ-mica, poltica y social entre los mismos nativos, sobre quienes la historiacolonial y el discurso de la Constitucin de 1886 an ejercen un pesoimportante. En ese sentido, presionar a los isleos a que descifren una

    nica memoria desde la cual narrar su identidad tnica imaginada, parareivindicar desde ah sus derechos, les habla tambin de la exclusin,pues discernir una nica memoria es continuar silenciando otras, es se-guir con las heridas abiertas, en vez de suturarlas hasta que se desdibujeny permitan el perdn entre ellos y al Estado.

    Palabras clave: identidad, Memoria, etnicidad, multicultural, Estado,sociedad de Providencia, otredad, diferencia, Caribe insular, dispora

    Mirar hacia adentro para Reparar lasMemorias en Providencia ySanta Catalina

    CAMILA RIVERA GONZLEZ

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    A la memoria de Peter Wilson y a la inmensidad de los ojos de Ana. Alhombre que abri el camino y que se nos fue desde una isla en Oceanamientras soaba volver sobre sus pasos. Y a la mujer. Porque sin ella su sonrisanunca habra sido tan feliz ni su trabajo tan vivaz y recordado en las islas.

    Introduccin

    Providencia y Santa Catalina son los lugares del caribe insular colombianodonde me ubico para dar contenido a este texto. Es en sus memorias donde todotoma sentido, por lo que el lector se encontrar con un importante contenidode voces isleas que revelan sus arraigos, desarraigos, dolores y afectos imagina-dos. Y esto no es una apologa a la tragedia o la creacin de una literatura dondeslo hay vctimas y victimarios. Son hechos sociales tan palpables como lo fuela esclavitud hace siglos y tan visibles como el mapa fsico y mental de Provi-dencia hacia finales de 2001. Aquel donde ciertos sectores y grupos sociales sereconocen con orgullo descendientes de ingleses mientras otros se asocian,con vergenza o sin ella, a la descendencia esclava africana. El resultado es unasociedad con fracturas sociorraciales sentidas en sus conversaciones, en susmodos de relacionarse y pensarse. Tambin, en la profunda exclusin econmi-ca, poltica y social del Estado colombiano. A lo que se suman las interminables

    disputas por privilegiar sus diferenciadas formas de autopercibirse y por narrarlas memorias de las presencias culturales en las cuales se reconocen.

    Esto es lo que se describir a continuacin, para dejar en el tintero que ascomo es vlido, importante y legtimo reflexionar sobre la memoria de aden-tro hacia afuera, de lo local hacia el centro, de los grupos tnicos hacia elEstado, en la bsqueda de un verdadero perdn acompaado de justiciareparativa, tambin es fundamental un proceso paralelo donde los mismos isle-os revisen, perdonen y sanen sus cicatrices. Finalmente, el adentro de Provi-

    dencia y las cargas de su historia hacen parte de un afuera representado en losdiscursos oficiales y en las representaciones simblicas de la sociedad mayor.

    Por eso, la insistencia en queReparar no slo es un proceso que tiene que vercon el Estado sino tambin uno que ocurre entre los propios paisanos, ya quelos dos son procesos con fronteras frgiles, por lo que hay que trabajarlos de lamano. De lo contrario, de qu nos servira la hipottica e idlica escena de unEstado que perdona y trabaja realmente en procesos de justicia reparativa sidentro de la sociedad islea se apropian estas mismas herramientas para la per-petua exclusin?

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    No hay perdn hacia afuera cuando no nos hemos perdonado a nosotrosmismos. Tampoco hay posibilidades de interlocucin con el Otro para cono-cerlo, perdonarlo y construir juntos cuando, ms all de conocernos, no noshemos comprendido y reparado. Claro: la comprensin no es tampoco un final;

    es un constante escudriar para entendernos de acuerdo con los acontecimien-tos y dinmicas que aparecen en nuestro proceso vital e identitario: aquel quehoy, bajo los cnones de lo tnico, es exigido por el Estado, de acuerdo con suapuesta democrtica por una nacin multicultural, a sociedades como la deProvidencia.

    Para mayor claridad acerca de estas apreciaciones, en este texto se comenza-r por enunciar algunos aspectos conceptuales de la identidad, la memoria y laetnicidad, as como del Estado y su apuesta multicultural, inaugurada con laConstitucin de 1991. Posteriormente se har un breve recorrido por la historiade Providencia y Santa Catalina y con ello, por susmemorias caribes; lo queterminar por mostrarnos cmo se sobreponen, en el pasado reciente, los dis-cursos hegemnicos del Estado (Constituciones de 1886 y 1991) en las dismilesautopercepciones y memorias de los providencianos al momento de construir,entre profundas tensiones, su identidad tnica imaginada. Por ltimo se descri-bir el modo en que se expresan esas memorias en la cotidianidad del nuevosiglo, con la vivificacin de una marginacin fsica y simblica entre los mismos

    isleos. En ltimas, se mostrar en estas pginas que para hablar de justiciareparativa en Providencia y Santa Catalina hay que empezar por mirar al inte-rior de esta sociedad, bajo un nuevo lente que permita entender y activar unreconocimiento de la diferencia que no slo consista en enmendar las injusticiasculturales y simblicas, sino tambin, y sobre todo, las desigualdades econmi-cas y las injusticias polticas, sociales y de clase (Fraser 1997).

    Imbricaciones conceptuales entre la Memoria, laidentidad y la etnicidad

    Acercarse a las memorias de los denominados grupos tnicos es palpartambin el modo en que zurcen sus identidades: aquellas representaciones so-ciales y simblicas, expresadas en discursos y prcticas (Mato 1995: 28), queestn sujetas al juego continuo de la historia, la cultura, la economa y el poder(Hall 1999: 134)1 . Los grupos tnicos buscan referentes que los unan para for-

    1 Si bien en este artculo se llama la atencin sobre la memoria como pilar fundamental de laconstruccin de identidad, esto no significa que se desconozca el esencial papel que desem-

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    talecer su sentido de pertenencia, y la memoria brinda esa oportunidad. A par-tir de ella, los distintos actores de una sociedad especfica como la de Providen-cia y Santa Catalina, articulan eventos y objetos del pasado con vivencias ynecesidades actuales y desde esas distintas interpretaciones de la historia2 y la

    cultura cargadas de subjetividades, arraigos, afectos y dolores van constru-yendo y reconstruyendo su posicin frente a una realidad. El resultado es unaseleccin no siempre consciente de rasgos que permiten construir unnosotrosdistinguible delos otros, una identidad colectiva (Lechner 2000: 69), sobre unsoporte poltico para nada ingenuo en el que se desarrollan innumerablesprocesos de reconocimiento y apropiacin.

    Sin embargo, este es un proceso lleno de vicisitudes y luchas entre distintosgrupos sociales de una sociedad: lites, dirigencias, empresarios y gente delcomn. Los primeros, ms que los ltimos, en su pretensin de imponer susnarrativas de esequines somossegn sus intereses, posicin y poder, seleccio-nan ciertos datos y experiencias ocurridas y silencian otros, y con ello tejenprcticas y discursos asimtricos que evocan un pasado para dar sentido a supresente y legitimar sus aspiraciones futuras. As, construir una identidad a fuerzade memoria es, ms que un consenso narrativo, mtico o visual, un terreno endisputa, un campo de desestructuracin y recomposicin de relaciones de po-der. Evocar y silenciar son actos de poder (Snchez 2000:21).

    Y es desde all donde se da contenido a este texto, una aproximacin alejadade hedonismos estetizantes del Otro (Zizec 1998:157), donde se exotiza hastaque lo poltico pierde su entereza tras una fachada folclrica, redundando en ladivisin buclica entreellosynosotros.

    La folclorizacin de los grupos tnicos, segn la cual se asumen su homoge-neidad y su armona, opaca su otredad real, poltica, sus conflictos internos, sus

    pean otros elementos en tal configuracin. Que las comunidades reconozcan rasgos comu-nes de su pasado no es suficiente; ste hay que vivificarlo, recrearlo, ponerlo en escena, paraque no se interrumpa o se petrifique y no se pierda el sentido poltico del proceso identitario.Por ello, la identidad como momento poltico de la conciencia requiere otros elementos, asaber: la tradicin, el folclor, los rituales, las costumbres, la lengua, el territorio, los mitos, lamsica, las artes, las comidas, los deportes, la literatura, la religin, los juegos, los hbitos, lasprcticas y labores cotidianas (por ejemplo, la pesca), los estereotipos mediante los que laspersonas imaginan a los otros y con los cuales crean y recrean sus fronteras, etc.2 La historia no es un lugar de infranqueables verdades pero tampoco es una invencin azaro-sa. Hay hechos que ocurren, hay datos objetivos, hay coyunturas crticas sobre los cualestrabaja la memoria. La historia entonces es el material bsico sobre el cual se va confeccio-nando la memoria (Rivera 2002).

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    asimetras de poder y las dismiles memorias que inciden profundamente en laconstruccin de identidades (Rivera 2002: 51). Dejar que sea Daniel Mato(1995: 45-79) quien lo exprese:

    Lo evidente es la inexistencia de homogeneidad y la existencia de diversasposiciones, discursos y representaciones simblicas, de acuerdo a intereses y po-deres diferenciales y ms an, de enfrentamientos en torno a ellas []. La etnicidadno es un fenmeno ahistrico e inalterable, implica el desarrollo de concepcio-nes y valores autoafirmativos que el grupo humano en cuestin produce en eltiempo en funcin de distintas circunstancias histricas. Ante las cuales, las decompetencia y disputa entre distintos grupos sociales por lograr generalizar susrepresentaciones simblicas son corrientes, incluso a nivel de grupos tnicos.

    ste es el escenario donde se construye la identidad en la sociedad de Provi-dencia y Santa Catalina: uno de tensiones, rupturas, heridas y cicatrices provo-cadas por las dismiles memorias reivindicadas por unos y otros grupos sociales.Situacin que, entre otras, genera dos problemticas. La primera tiene que vercon su intento por configurar una nica identidad tnica que les permita pre-sentarse ante un Estado que, bajo la apuesta multicultural de la Carta Polticade 1991, reclama un actor tnico claramente constituido, reconocido y legiti-mado con el cual negociar su propia intervencin (Gros 2000: 104). La ins-

    cripcin de indgenas y negros hasta entonces marginados, discriminados osubyugados en la categora tnica les abre un espacio de reconocimiento socialy poltico valorativo y un derecho positivo.

    Sin embargo, para aplicar polticas de discriminacin positiva y para recibirciertos beneficios, dichos grupos deben apelar a discursos de identidad, puesconvirtindose en etnia, tendrn que construir para ellos y para los otros unaidentidad colectiva imaginada, diferenciada, abstracta, moderna y fuertementeinstrumentalizada3 sobre la cual fundar sus derechos colectivos (ibd.: 80). Esta

    es la nueva forma en que el Estado intenta ejercer soberana, ya no por la va de laasimilacin cultural, como lo proyectaba la Constitucin de 1886, sino por elcamino de una aparente integracin, basada en nuevos aliados, all donde slohaba ciudadanos uniformes.

    3 Porque est abierta a diferencia de las formas de comunitarismo y fundamentalismo tni-co a una exigencia de participacin y reconocimiento en la gran sociedad, a una voluntadde cambio y modernizacin y a un deseo de integrarse para recibir recursos y acceder a ciertosbeneficios que slo el Estado u otros actores externos a las comunidades (iglesias,ONG , orga-nizaciones internacionales) estn en condicin de brindar (Gros 2000).

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    Hay algo importante que decir sobre el Estado-Nacin multicultural paraentender mejor sus objetivos y dinmicas, asi como la relacin que propone yreproduce con los grupos que ha denominado tnicos. Muchos poderes domi-nantes, como el Estado, trabajan desde la diferencia y la clasificacin (gnero,

    clase, raza, etnicidad) para reproducirlas mediante discursos y prcticas y eje-cutar as, sus proyectos de dominacin y produccin y a la vez para afirmar suunidad y construir su historia, su invencin continuada. La diferencia culturales una amenaza porque pone en jaque la unidad nacional y el orden, pero esnecesaria en la elaboracin de jerarquas y estereotipos que permitan imaginarlo distinto para actuar, controlar y valorizar la civilizacin (Wade 2004: 262).

    La multiculturalidad, entonces, nos habla del control de las diferencias cul-turales, a las que intenta darles un espacio delimitado y predecible bajo la ten-dencia a naturalizarlas como arraigadas profundamente (ibd.: 263). En tal pers-pectiva, el Estado colombiano ha inscrito a los indgenas y a los negros en elcajn de la etnicidad, cajn amoldado a la lectura indigenista de lo tnico, estoes, a los nicos orgenes, las ancestralidades milenarias, el enraizamientoprecolonial, etc.4 : aquellos esencialismos y purezas que se erigen a partir de losreferentes de armona, homogeneidad y folclorizacin.

    Dando una mirada rpida se pensara que tales referentes se deben a una

    concepcin ingenua, romntica e inclusiva del Estado. Pero no. Hay un clarojuego de poder en esta postura. Invocar imgenes esencializantes de otredad esuna estrategia de control social y en ocasiones de explotacin. Al convertir laancestralidad en un dato natural se codifica al Otro, desdibujando su identidadreal, su otredad histrica, poltica, social y econmica. El peligro ser la cons-truccin de identidades exiguas de contenido poltico que entorpezcan la solu-cin de las necesidades ms sentidas por los indgenas y los negros (muchasveces profundas por su desigualdad y posicin histrica) para transformar susituacin en la sociedad moderna en la que se inscriben.

    4 No se insina aqu que otras comunidades tnicas indgenas o negras s tengan un origenesencial objetiva y empricamente ubicable en el pasado, compartido por todos sus miembros.Como dira Gros (2000), no todas las comunidades indgenas estn seguras de su pasado, desus orgenes, y algunas ms que otras se interrogan sobre la consistencia de su identidadcultural y, en este sentido, crean y re-crean sus orgenes. El problema no es la construccinde la identidad sino la va por la cual se tiende a pensar esa configuracin tnica, la rutaindgena que se le ha dado, donde el encauzamiento que legitima la etnicidad es la narrativadel nico origen, de la esencia y lo extico, excluyendo otro tipo de particularidades quetambin pueden dar cuenta de su singularidad y que pueden resultar mucho ms tiles en laescena poltica.

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    La sociedad de Providencia se enfrenta a la tarea confusa y problemtica dellenar de contenido el arquetipo primordialista reclamado por el Estado. La en-crucijada se ubica en discernir un origen, una ancestralidad y una memoria pararecrear su identidad desde la narrativa tnica en una sociedad que expresa la

    subversiva fuerza de su particularidad en las diversidades de origen, en los en-cuentros-desencuentros de todas las visiones de mundo que all se hicieron pre-sentes como la inglesa, la holandesa, la africana, la espaola, la colombiana yla china, en la creolizacin como forma especfica de sincretismo e hibridacincultural. En este sentido, siendo esta sociedad el resultado de la interaccin detantas culturas, cmo se puede marcar su acento originario en frica o Ingla-terra? Entre enfrentamientos y tensiones, unos afirman una memoria impreg-nada de vestigios ingleses; segn otros hay que realzar el aporte africano por latraumtica vivencia de la esclavitud posiciones alimentadas por la exigenciaprimordialista. Mientras tanto, una tercera voz intenta reivindicar la etnicidadsobre la base de la confluencia de estas mltiples memorias, con el temor de quetal posicin los encasille en el cajn de los mestizos5 .

    La segunda problemtica sobre la cual me detendr en estas pginas tiene que vercon que las rias entre las dismiles memorias isleas han revelado heridas y abiertocicatrices, generando nuevas formas de un dolor histrico que se manifiesta en dis-criminacin racial y exclusin social, poltica y econmica en la isla. Situacin que es

    urgente atender para encontrar formas y prcticas novedosas que permitan una re-paracin y un perdn hacia adentro sin olvidar el afuera, puesto que el adentrose enmarca en los discursos hegemnicos construidos en el centro, ilustrando cunfrgiles son las fronteras simblicas creadas para resistir lo de afuera.

    Las miradas de los isleos a s mismos estn cargadas tanto de las resonan-cias del discurso nacional de la Carta Poltica de 1886 , esto es, lo indgena y lonegro ubicado en los dos vrtices inferiores del tringulo de la jerarqua socialdonde se les imputaba una imagen de primitivos, incivilizados, pobres, rsticos,

    salvajes, brutos e inferiores (discurso que perdur por muchos aos, y pervivehoy, en la mente de los colombianos), como tambin del discurso de nacinmulticultural propuesto en la Constitucin de 1991, donde se reconocen y va-loran la diferencia y la diversidad.

    Pero, antes de describir los modos en que se vivifican esas memorias y los efec-tos producidos, es importante atender a las caractersticas generales sobre las cua-les se tejen las diversas memorias caribeas y el juego histrico que las sustenta.

    5 Para una mejor comprensin de esta primera problemtica enunciada, ver Rivera (2004).

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    Hacia el reconocimiento de las Memorias del Caribeinsular colombiano

    Providencia y Santa Catalina6 por ahora pertenecientes a Colombia se

    insertan, de acuerdo con su historia y las diversas visiones de mundo que all sepresentaron, en la memoria insular Caribe y en ese tipo de procesos de inven-cin identitaria. Como lo expresa Stuart Hall (1999), hay que pensar la ubica-cin y reubicacin de las identidades caribeas por lo menos en relacin contres presencias la europea, la africana y la americana (Amrica entendidacomo el Nuevo Mundo), aun cuando se dejan de lado otras presencias cultu-rales la india, la china, la libanesa, etc. y, para el caso particular de Providen-cia, una que no se puede ignorar: la colombiana.

    En primer lugar est la presencia europea, la representacin del colonizador ydel papel de quien domin y domina, en algunos casos, la cultura caribe. Talpresencia ubic al sujeto negro en un lugar subordinado dentro de su jerarquasociorracial por medio de la imputacin de ciertas imgenes construidas a lolargo de la historia: aquellas que se han convertido en elementos constitutivosde las identidades en el Caribe (ibd.).

    La Europa de Providencia y Santa Catalina se refiere, fundamentalmen-

    te, a Inglaterra y, de modo desdibujado, a Espaa. Las islas fueron descubier-tas por esas fuerzas a inicios del sigloXVI , pero su hallazgo no significpoblamiento, pues siguieron deshabitadas aunque las visitaran los corsariosholandeses, escoceses e ingleses y los indios miskitos (Parsons 1964). Slo en1629, puritanos ingleses fundaron una plantacin con esclavos de la isla Tor-tuga y con aquellos cautivos que cambiaban o compraban en barcos holande-ses y espaoles. En ese momento, las potencias europeas reconocieron la im-portancia de dicho territorio insular para el control poltico y militar de unazona que se disputaban intensamente, por lo que se inici un periodo de ocu-

    paciones militares en que se sucedieron espaoles e ingleses en el reclamo desu dominio, unos por derecho de descubrimiento y otros por el de coloniza-cin (Cabrera 1980).

    6 Estas islas forman parte del archipilago de San Andrs, Providencia y Santa Catalina, juntocon los cayos de Serrana, Quitasueo, Bolvar, Haynes, Johnny y Alburquerque, entre otros.Estn localizadas en el mar Caribe, aproximadamente a 160 kilmetros al sureste del caboGracias a Dios en Nicaragua, a 400 kilmetros de Jamaica, a 350 kilmetros de Panam y a640 kilmetros del puerto colombiano de Cartagena. Una distancia de 77 kilmetros separa aSan Andrs de Providencia y Santa Catalina (Desir 1991).

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    Un hecho destacado de la poca es la ocupacin de Henry Morgan de lasislas (1660-1664). Su imagen se arraiga en la tradicin oral islea como smbo-lo de ascendencia inglesa:

    La gente de Providencia es descendiente de Henry Morgan y sus marinos. lera un famoso navegante y pirata ingls. Todo el mundo le tema y l no temaa nadie. Uno de sus capitanes era Berelski. Cuando Morgan dej las islas paraatacar Panam, Berelski salt del barco y nad de vuelta a la isla. l cambi sunombre por Robinson, y los Robinson son hoy una importante familia en la isla.Hawkins tambin era un capitn de Morgan, y la familia Hawkins tambin des-ciende de esos Hawkins (Wilson 1973)7 .

    Luego de Morgan, las islas permanecen casi despobladas hasta 1786 cuandoquedan bajo el dominio espaol, lo que lleva a los pocos habitantes (cultivado-res blancos y negros) a pedir autorizacin al rey espaol para permanecer all ya declarar, a cambio, su sometimiento a tal Corona; situacin que aprovechanvarios capitanes-cultivadores ingleses y escoceses, quienes, siguiendo las mis-mas reglas, se asientan en Providencia y establecen plantaciones esclavistas8 .Entre las figuras ms representativas de la poca est Francis Archbold. Talcapitn ingls, proveniente de Jamaica, es reconocido en la historia islea comoel tronco ancestral de muchos de los actuales habitantes, porque tuvo las plan-

    taciones ms extensas y la mayor cantidad de esclavos, quienes tomaron su ape-llido al momento de la manumisin (Desir 1991).

    En esta colonia inglesa, bajo la borrosa direccin de Espaa, se estableciuna estructura social que diferenciaba a sus habitantes por su raza y su lugar deasiento. En ella, los dominantes ingleses se identificaban con la clase alta, elpoder, la riqueza, la posesin de plantaciones, la inteligencia, las buenas mane-ras, el ingls apropiadamente hablado y su ubicacin al norte de la isla, donde sededicaban a trabajos respetables como el comercio y el contrabando9 . Al otro

    lado, en el sur de la isla (Bottom House y Southwest), estaban los esclavos afri-canos que trabajaban en las plantaciones, quienes, adems de ser considerados7 Este fragmento de una entrevista realizada por el antroplogo Peter Wilson a un isleo afinales de los aos cincuenta ha sido traducido al espaol por la autora.8 Las plantaciones se destinaron ms que todo al algodn, que se comercializaba principalmenteen Inglaterra. En menor escala, los cultivadores producan caf, caa de azcar y tabaco.9 La actividad ms lucrativa no fue el cultivo de las plantaciones ni el comercio legal sino elcontrabando. La posicin estratgica de Providencia la converta en un importante lugar dealmacenamiento, aprovisionamiento y comercio ilegal en toda la zona del Caribe occidental,adems de Centroamrica y los Estados Unidos. De ah el inters de Inglaterra en mantenersu red comercial fuera del alcance espaol (Pedraza 1984).

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    de clase baja, pobres, inferiores, brutos y brutales, marginales, mal educados ytrasmisores de un ingls degenerado el creole, slo tenan minsculas huer-tas para conseguir su sustento y algo de tiempo para pescar para sus amos ytomar las sobras. Tambin haba un reducido grupo de cultivadores blancos que

    trabajan sin esclavos y algunos esclavos libres.En 1795, el irlands Thomas ONeill jura lealtad al rey espaol y se instala

    en las islas como gobernador, con el objetivo nunca cumplido de convertir ala poblacin al catolicismo. Desde entonces siguen llegando ingleses, escocesesy jamaiquinos con sus esclavos a un entramado social que mantiene el inglsbritnico y el creole de las plantaciones, as como sus costumbres, religiones yposiciones diferenciadas.

    Con la creacin de la Repblica de Colombia (1821), los habitantes de lasislas se convierten en ciudadanos uniformes de un Estado-nacin en construc-cin. En esta forma de dominacin, los isleos entran a hacer parte de un pro-yecto poltico que perdurar por siglos, donde se aboga por la unidad nacionaldesde la construccin de un sujeto nacional homogneo que permita el progre-so y la civilizacin (Martn-Barbero 2000). Esquema en el que los negros nocaben, por lo que se inicia su asimilacin cultural bajo una orientacin similaral esquema social hasta entonces existente en las islas: el blanqueamiento cul-

    tural y fsico visto como una virtud, como la mejor manera de ganar prestigio deacuerdo con la jerarqua nacional, y lo negro juzgado un defecto moral, unsustrato inferior que debe desaparecer (Wade 1997).

    Por ms de un siglo, el proyecto poltico colombiano no se sinti en las islas.El gobierno central sigui alejado de su devenir, y stas continuaron cerca alCaribe y a Centro y Norteamrica por el contrabando, la exportacin agrcola,ganadera y pesquera y los lazos familiares que se tejieron en el Gran CaribeInsular (Pedraza 1984). Pero, en 1926, dicho proyecto entr con fuerza al impo-

    ner su discurso en escuelas dirigidas por la iglesia catlica en una sociedadcuya educacin haba sido guiada hasta entonces por adventistas y bautistas,donde las clases se dictaban en espaol. En ltimas, civilizar pasaba porcastellanizar, alfabetizar, catequizar (Gros 2000) e inyectar una memoria colec-tiva nacional por medio de una historia y una geografa oficiales.

    Esto, adems de acrecentar drsticamente la distancia fsica y afectiva de losisleos con Colombia e introducir nuevas formas de resistencia al poder domi-nante presentes hasta hoy, logr otro objetivo: insertar de una manera reno-vada la percepcin peyorativa de lo negro esto es, de s mismos, una imagen

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    dolorosa para unos, vergonzosa para otros, que llev a varios isleos a intentarembutirse en los cnones del ciudadano blanco, hispanoparlante y catlico y aotros a iniciar una lucha ilegtima por entonces en pro del reconocimiento desu diferencia histrica y cultural.

    La presencia de los dominadores ingleses, espaoles y colombianos es unade las presencias ms complejas, pues por ejemplo, el reconocimiento y lapromulgacin de su memoria inglesa como elemento constitutivo de su identi-dad, los enfrentan al reconocimiento de un Occidente tcito en ellos, a la iden-tificacin con esos otros de los que quieren diferenciarse para elaborar un noso-tros tnico. Sin embargo, el dilogo de poder y resistencia, de negacin yreconocimiento en pro y en contra de la prsence europennees casi tan complejocomo el dilogo con frica. En trminos de vida cultural popular, no existe nin-gn lugar donde se pueda encontrar un estado puro y original (Hall 1999:142).Siempre se encuentra fusionado de una forma particular: la creolizacin.

    En segundo lugar est la presencia africana de la esclavitud; la de lacotidianidad, las lenguas criollas, los cuentos de Anansi, las prcticas religiosas,las creencias de la vida espiritual, las artes, los oficios y la msica. Pero, como loexpone Hall (ibd.: 140-141):

    que el frica sea un origen de nuestras identidades, que permanece inmuta-ble tras 400 aos de desplazamiento, desmembramiento, trata, al cual podra-mos regresar en un sentido final o literal, puede ponerse en tela de juicio. Elfrica original ya no est all. Ha sido transformada. La historia, en ese sentido,es irreversible. No debemos seguir el ejemplo de Occidente que normaliza y seapropia del frica, congelndola en una zona sin tiempo que pertenece a unpasado primitivo e inmutable. El frica debe ser enfrentada por la gente delCaribe, pero no puede ser recuperada en un sentido genuino. [] [Es] un retor-no a una identidad africana que se hace, necesariamente, por la ruta larga a

    travs de Londres y los Estados Unidos. No culmina en Etiopa, sino en la esta-tua de Garvey en Jamaica y no con un canto tribal tradicional, sino con la msi-ca deBurning SpearyRedemption Song de Bob Marley. Este es nuestro largo cami-no a casa [], es eso en lo que se ha convertido el frica en el Nuevo Mundo.

    Una ruta diferente, enmarcada en los viajes simblicos, es la que perteneceprecisamente a la comunidad imaginada10 del Caribe. Aquella que en Provi-

    10 Comunidad imaginada porque, aun cuando todos sus miembros no se conocern jams,en la mente de cada uno vive la imagen de su comunin (Anderson 1983).

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    dencia y Santa Catalina se fue recreando con los recorridos imaginados de losesclavos llevados de varias islas del Gran Caribe Insular. Un frica inundada deolores salinos, de miradas al mar, de los sabores dejados por un buen plato derondn, de los cuentos de Anansi bajo la meloda materna del creole, de la de-

    dicacin a la pesca encatboats y a los cultivos familiares para el sustento, deresonancias dereggae y champeta caribea con sus imponentes movimientoscorporales. Lejos de las cumbias de nuestra costa caribe continental y de loscantos sentidos en la regin del Pacfico. Lejos de la historia que vivieron estosy otros grupos afro en el continente colombiano: los providencianos, ms cercade la presencia esclava proveniente de otras islas del Caribe que de la de losespaoles y esclavos que llegaban por Cartagena o por Per (Rivera 2002).

    sta es pues, la memoria negra que se crea y recrea hoy entre algunos isle-os, quienes tambin enuncian la exclusin y la discriminacin que les implicareconocerse all. Pero no la marginacin que lleg con la trata esclava auncuando sta se enuncie en sus narrativas sino la que en la actualidad han teni-do que soportar algunos al ser etiquetados por otros grupos sociales isleos ytambin por la sociedad y el Estado colombianos como descendientes de escla-vos y, por tanto, descartados para acceder a cargos pblicos o casarse con hijaso hijos de familias respetables de las islas. Insisto: no es el frica petrificadaque cuestiona Hall, ya que sa es el frica que se quiere que se reclame en los

    discursos de etnicidad para restarles movilidad y sentido poltico.Por ltimo est la presencia americana, la del Nuevo Mundo, que no significa

    tanto en cuanto poder como en cuanto suelo, lugar y territorio. Se trata delpunto, del espacio de encuentro

    donde se renen muchos tributos culturales, la tierra vaca donde confluye-ron extranjeros provenientes de todas las partes del globo. Ninguna de las per-sonas que ocupan las islas hoy en da: africanos, europeos, estadounidenses,

    espaoles, franceses, indios, chinos, portugueses, judos, holandeses, pertene-can originalmente a este lugar. Es el espacio donde se negoci la creolizacin yla asimilacin, la escena principal donde se dio el encuentro funesto/fatal entrefrica y Occidente (Hall 1999: 143).

    Territorio que, para el caso de Providencia y Santa Catalina, permiti unadinmica de confluencia de presencias; territorio que no es el que por mileniosha estado habitado, como lo usan los indgenas en su discurso. Aqu no haymitos originarios, pero eso no implica desconocer la fuerza y la particularidadde sus actuales habitantes. Los raizales no pueden dejarse involucrar en el cr-

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    culo vicioso de esa discusin que les lanza el Estado para cuestionar la legiti-midad de sus demandas.

    Recorridas estas presencias, vemos que la identidad de los providencianos es

    en el marco de las identidades del Caribe la de la dispora. No la disporaesencial y pura de tribus esparcidas cuya identidad slo se puede afianzar conrelacin a una patria sagrada (ibd.): la dispora de la heterogeneidad y lacreolizacin, dada por la presencia europea, africana, americana y colombiana,donde la identidad se construye a partir de una dinmica sincrtica que seapropia, de manera crtica, de elementos provenientes de cdigos maestros dela cultura dominante y los creoliza, desarticulando los signos presentes, yrearticulando su significado simblico (ibd.:144). Creolizacin que constitu-ye su especificidad y a la vez su paradoja, su contrariedad: tratar de representarun pueblo con una historia diversa por medio de una nica presencia que, amanera de memoria, d cuenta de su identidad tnica. Esa es, entonces, la rup-tura que se va gestando mientras unos aluden a su ser britnicos mientras otrosproclaman su africanidad y otros ms intentan sin xito resaltar la memoriade la dispora.

    Memorias que estn lejos de consensuarse bajo el manto hegemnico de unade ellas. Hay fracturas y desgarros entre diferentes grupos sociales de la isla que,

    debido a la apropiacin de su pasado colonial y al discurso racista y fragmentadorde la Constitucin de 1886, producen autopercepciones diferenciadas y conello discursos y relaciones excluyentes, as como prcticas de discriminacinque no permiten perdonar tan rpidamente.

    De la piel y la Memoria: matices de discriminacinracial entre los providencianos

    Las suturas de la memoria colonial inglesa dentro de la lejana imagen espa-ola todava marcan las mentes de los isleos, aun cuando sus formas no seanlas de ayer y hayan cambiado al empuje del dinamismo de los procesos econ-micos, sociales, histricos y culturales (Rivera 2002).

    Con la llegada de Francis Archbold y los dems cultivadores ingleses,jamaiquinos y escoceses a finales del siglo VIII se empieza a gestar el primerasentamiento permanente, estable y amplio en las islas, bajo una estructura deplantacin esclavista que, dado el incremento poblacional que genera, consoli-da las bases de la sociedad islea. De acuerdo con Peter Wilson (1973), entre

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    finales de los aos cincuenta y principios de los sesenta se manifiesta en Provi-dencia una estructura social fundada en la distincin de raza y clase parecida ala colonial, donde se diferencian claramente dos grupos sociales: loshigh-classy the others, o clase baja.

    Loshigh-classse asocian con la riqueza posesin de dinero y tenencia detierras trabajadas por otros, con el color claro y las facciones blancas y finas,con los negocios incluido el contrabando y la navegacin, y con la respetabi-lidad, conjunto de valores que estructuran la clase social alta; esto es, con unestilo de vida heredable que implica educacin y buenas maneras, que loshace cultos y favorece su acceso a cargos tcnicos y profesionales, y que losdota de una fervorosa vida religiosa, de un ingls adecuadamente hablado, unmatrimonio mongamo legitimado por la Iglesia y de una determinada sensibi-lidad moral y tica aconsejada por tal institucin: en pocas palabras, loshigh-class habitan un mundo asociado al virtuoso estilo de vida ingls.

    The others, por su parte, se asocian con el color oscuro de los esclavos africa-nos, con el empleo del creole en vez del apropiado ingls, con su ubicacin enBottom House y Southwest, con la pesca y la agriculturaoficios menos respe-tables y con la reputacin. Esta ltima entendida como la constelacin devalores que estructura a este grupo social la expresin autctona de la respeta-

    bilidad, la resignificacin y la resimbolizacin de los cdigos socioculturales delmundo dominante (el de loshigh-class), donde una posicin distintiva se gana,no se hereda como en el caso de loshigh-class(Wilson 1973).

    En el caso de los hombres, por ejemplo, goza de gran reputacin quien de-muestra fuerza fsica y sexual, tiene varias mujeres e hijos a la vez, exhibe habi-lidades de conquistador y detalles con las mujeres y da muestras de generosidady responsabilidad con sus padres y su familia. La poligamia no resta reputacinsiempre y cuando se responda por las necesidades bsicamente econmicas

    de los hijos y sus madres. Otra cualidad que aumenta la reputacin es el saber oerudicin, pero no el derivado de una buena educacin sino el adquirido atravs de vivencias, viajes y experiencias con las mujeres. A esto se suma que lamadurez, el nmero de los aos vividos, es algo fundamental para la reputa-cin de una mujer o un hombre. Por su parte, la reputacin de las mujeresdepende de la lealtad a su pareja, el buen cuidado de los nios y su ptimodesempeo en las actividades domsticas, puesto que las mujeres tienen laautoridad y el poder dentro de la casa (Wilson 1973), aunque, con los cam-bios econmicos contemporneos, cada vez ms mujeres salen a trabajar paraconseguir ingresos monetarios.

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    Tal estructuracin dialctica, encontrada por Wilson a finales de los aoscincuenta y basada en el principio derespetabilidad-reputacin, subsiste en Pro-videncia de forma transformada por el contacto con otras sociedades, incluidala colombiana. Las fronteras que separan las clases sociales en funcin de di-

    chos principios son cada vez menos ntidas, pero stas siguen estandoespacialmente sectorizadas:

    En trminos estticos y muy generales, [] en las mentes de los isleosmismos persiste una correlacin entre blanco, riqueza y clase alta, y negro,pobre y otra clase. Hasta cierto punto, esto se refleja en la biseccin de la isla.La parte sur, especficamente Bottom House (Casa Baja), es llamada el otrolado por quienes viven en otros sitios. As, la asociacin entre otro lado yotra clase es evidente (ibd.: 96)11 .

    Dicha estructura se reforz con la entrada y la permanencia de casi un siglode las jerarquas fijadas en el discurso hegemnico de nacin propuesto por elEstado en la Constitucin de 1886, donde se glorificaba lo blanco y se menos-preciaba lo negro. Tal jerarqua

    se vislumbra como un tringulo en cuyo punto ms alto est lo blanco, y enlos ngulos inferiores lo negro y lo indgena [] el vrtice blanco es asociado al

    poder, la riqueza, la civilizacin, el progreso, la creacin, el gobierno de nacio-nalidad colombiana y las altas posiciones en las escalas de urbanidad, educa-cin y cultura (ser culto). El estilo y el nivel material de vida, las maneras,la forma de hablar y la estructura familiar de los blancos son distintivos de unaalta posicin en la jerarqua nacional de prestigio y estatus. Los dos vrtices deabajo son vistos desde arriba como primitivos, incivilizados, dependientes, po-bres, ignorantes, rsticos, salvajes e inferiores (Wade 1997: 52).

    As, no es casual que la mayora de voces isleas de quienes se entrevistaron

    en 200112

    hayan recurrido a un relato histrico cuando hacan afirmacionessobre la distincin espacial de clase y raza. Lo cual nos muestra la fuerza quetiene la historia colonial y esclavista en su memoria, al punto de percibir susactuales condiciones sociales como una verdad manifiesta que es legtima por-que la historia la ha refrendado una y otra vez:

    11 Traduccin de la autora.12 Las entrevistas que se presentan en este texto son parte del trabajo de campo realizado enProvidencia por la autora para la elaboracin de su monografa de grado.

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    El problema del racismo dentro de la comunidad es un problema histrico.Que despus de la invasin de Henry Morgan llegaron cuatro familias inglesasde Jamaica, entre las que vena Francis Archbold, y se ubicaron en Pueblo Viejoy en lo que ahora es el centro. Y que cuando empezaron a organizar los cultivos,

    la gran concentracin de esclavos se ubic en Bottom House, o sea, en CasaBaja, y tambin en Suroeste, entonces desde ese momento la gente se sientesegregada en ese lado, pues como los esclavos eran africanos, eran los negros,entonces los tenan aislados y tenan su mentalidad. Los de Pueblo Viejo tenanotra mentalidad y as Y eso qued as en la isla, cada uno tiene su mentalidad,o sea, depende del sector se tiene su mentalidad. Uno puede distinguir de qusector son las personas y eso genera tensiones [] Lo que pasa es que los deall, los del centro, sienten un complejo de superioridad, siempre como que ledan menos importancia a los de este lado. Es que siempre se ha tenido esa ideade que el negro es ms inferior que el blanco, por lo que a los negros los trajeroncomo esclavos, entonces como que miran todava al negro como la personams baja, la persona que no sirve, la persona de menos oportunidad, y el blancosiempre se siente que porque tienen la piel ms clarita, ms superior al otro(entrevista No. 1: Providencia, octubre 11 de 2001).

    La tensin es que la gente de Casa Baja, como se ha dicho que los esclavosse ubicaron en ese sector, tienen problemas de inferioridad porque son negros.

    Ellos viven con esa mentalidad y estn encerrados en s mismos, casi no salende all. Se casan entre familiares, entre primos Uno va y si se enamora de unamuchacha de all y eso te tiran piedra y te sacan de all, entonces es mejor noir por all. Pero uno no para bolas, porque somos iguales. Es que todava haycomo unas races de ignorancia en ellos, y eso es difcil de sacar. Como por estoslados vive la mayora de la gente de piel ms clara, que de pronto son morenospero tienen el pelo ms suavecito, me imagino yo porque de pronto conservanms como sus genes ingleses o algo as, entonces ellos piensan que por eso sonmenos. Adems, como los de ac se creen ms ricos que los otros, como la parte

    social, donde viven loshigh-life Y de pronto s hay diferencias culturales entrelos de este lado y los de ese lado. Hay como diferencia en el idioma, los de eselado hablan diferente que los de ac, como el acento, y hablan ms duro que losde ac, gritan mucho, no entienden tanto el espaol como ac, se visten comocon colores muy vivos para llamar la atencin y aqu de este lado uno no sepone eso. Otra cosa diferente es la religin. Los bautistas de Casa Baja tienenotra forma de adoracin. O sea, ellos se mueven mucho y saltan y gritan y aplau-den, eso es como fanaticada, en cambio nosotros cantamos serios, normales; esdiferente. Otra cosa, cualquier cosa se molestan y se sienten dispuestos a pelearde una vez, no se pueden sentar a hablar para arreglar las cosas, ellos no sirven

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    para eso, de una vez tienden a la violencia, y eso es con todo, con machete, concuchillo, con piedras En cambio por este lado uno nunca escucha eso porquepor ac la gente es ms civilizada, en cambio all actan como gente incivilizada,como ignorantes (entrevista No. 2: Providencia, noviembre 6 de 2001).

    Delineadas por sectores, hay fronteras entre unos y otros color de piel, len-gua, religin, costumbres, actitudes y nuestras y sus mujeres, adems deuna cierta correlacin de esos estereotipos con las desigualdades socioeconmicasunos ms ricos y otros ms pobres y marginados, lo que pone en eviden-cia que, a pesar de ser una isla de menos de cinco mil habitantes, las estructurashistricas dejadas por su experiencia colonial, junto con los discursos de Esta-do, penetran la sociedad para organizar sus jerarquas. As, los subalternos leensu realidad y organizan sus imaginarios, memorias, valoraciones y jerarquas entorno a los cdigos dominantes. No hay escape (Rivera 2002).

    A su vez, la distincin de clase y raza por colores no se hace en trminos denegros y blancos sino de negros y menos negros:

    Realmente hoy la tensin racial es peor que nunca porque es entre negros,o como algunos dicen, entre morenos, cosa que me ofende porque eso nodice nada, los que lo dicen es como para sentirse mejor, un tris ms blancos.

    Bueno, pero el caso es que como aqu hay tanta mezcolanza no se puede decirlos negros y los no negros, entonces la discriminacin es entre los negros y losmenos negros, que es peor, porque es falta de aceptacin a nosotros mismos[] y son divisiones entre familiares, eso se ha llevado por muchos aos y toda-va existe (entrevista No. 3: Providencia, noviembre 11 de 2001).

    Y ese es el problema ac en Providencia, como que la gente no quiere acep-tar lo que es, no quiere reconocerse, le da vergenza decir que es negro. Es quede nada sirve que uno en un colegio trate de ensearle a unos nios la impor-

    tancia que tuvo la raza negra, la raza inglesa, los chinos, toda la gente que contri-buy para que esta comunidad fuera lo que es ahora, y que en la casa le diganque l no es negro porque tiene ojos verdes, cabello liso pero tiene nariz ata,pero es blanco o moreno o yo qu s (entrevista No. 6: Providencia, noviembre19 de 2001).

    Se percibe entonces que en los modelos de diferenciacin no slo entran enjuego el sector y los estereotipos de lo negro asociado a lo incivilizado, a la igno-rancia, a los comportamientos escandalosos y festivos, sino que a la vez, y debi-do al mestizaje, se acude a elementos tan especficos como que en los morenos

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    puedan apreciarse rasgos y actitudes ms inclinados hacia lo blanco o hacia lonegro, con lo que queda al descubierto que todas las distinciones de rasgos fsi-cos, mentalidad y cultura conforme al sector se ven reforzadas por diferenciassocioeconmicas.

    Entre la poblacin ubicada en Casa Baja y Suroeste sigue existiendo un am-plio grupo dedicado a labores mal retribuidas pesca y agricultura, aun cuan-do hoy en da varios han salido a estudiar y se han vinculado a espacios detrabajo mejor remunerados. Slo a principios de los aos noventa, cuando unlder de Casa Baja alcanz, sorpresivamente, la Alcalda, se les brind la posi-bilidad a isleos de ese sector de vincularse a cargos pblicos que les permitieranacceder a mejores remuneraciones. Sin embargo, con los cambios de alcalde loshabitantes de Bottom House han sido despedidos y han tenido que volver a ejer-cer sus actividades tradicionales. As, el entrelazamiento racial en el orden socialy econmico de Providencia se radicaliza con el elemento poltico partidista:

    Ese problema de la discriminacin racial es un problema poltico Cuandoms se dividi la isla fue cuando Alexander [lder de Casa Baja] subi a la alcal-da, porque parte de su argumento poltico siempre fue racial, y todava lo usa.Es que como los negros de Bottom House hasta hace poco no se mezclaban, secasaban entre ellos y vivan como un pueblo aparte de nosotros, estaban aisla-

    dos, no eran educados, nunca tuvieron un puesto en el gobierno, ni en unatienda, siempre eran pescadores y agricultores. Con el tiempo algunos de ellosmandaron a sus hijos a estudiar afuera y volvieron con la idea de que iban ahacer progresar a su gente, pero como la isla es tan pequea, para hacer progre-sar a un grupo hay que sacar al otro, y entonces empez la pugna entre los deBottom House y los que no son de Bottom House. sa es de las pugnas quetenemos en el gobierno. Ese lder de Casa Baja estudi afuera y cuando lleg aser alcalde, se propuso adelantar su raza a travs del gobierno. As que l es elque ha ayudado a que la gente de ese sector est ms visiblemente en contra de

    los no negros. Y por eso estamos divididos polticamente. l ha utilizado el temadel color para cuentos polticos, no slo para ganar votos, sino que, por ejem-plo, cuando l estuvo en la alcalda bot a todo el mundo y puso a los de BottomHouse. Cada puesto estaba ocupado por un negro [] Perdi las ltimas eleccio-nes y todava tiene gente en la alcalda. Y el nuevo alcalde trata de botar esa gentepero no hay plata para pagarles. Antes, cuando yo trabajaba ah, no haba sino unnegro en la oficina porque su mam era blanca. Pero fuera de l todos eran claros,no blancos pero claros. Y todos los alcaldes han sido de color claro; menosAlexander [] antes estaba ms radicalizado sino que antes no se notaba porqueera normal para uno que el de Bottom House no poda trabajar aqu en el gobier-

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    no. Ahora existe menos pero se siente ms, porque hay quien habla del asunto yhace algo para corregir [] pero antes era peor, slo que los medios eran mspasivos, ellos aceptaban su vida as. Lo peor es que los nios estn repitiendo ladiscriminacin entre ellos, eso lo reciben de los padres y los padres se han inspira-

    do en los polticos (entrevista No. 5: Providencia, noviembre 15 de 2001).

    El movimiento Prorrescate, en cabeza de Alexander Henry (abogado),Rodolfo Howard, algunos pastores bautistas y otros personajes locales, surgi aprincipios de los noventa como la representacin de Casa Baja en la escenapoltica de la que hasta entonces haba estado marginado mediante la confi-guracin de un fuerte discurso racial apoyado en el argumento de la marginacinhistrica, donde la reivindicacin del poder negro expresin utilizada en susdiscursos se convirti en el objetivo principal de su lucha. No es casual queAlexander usara el nombreBlack Horse como identificacin durante su campa-a a la alcalda, ni que el coliseo de la isla, ubicado en Bottom House, se llameBlack Power. A raz de la aparicin de este movimiento se dio por primera vezun enfrentamiento en la poltica formal, donde eran reconocibles dos grandesgrupos polticos: Prorrescate, respaldo por la gente negra en su mayora, deCasa Baja y los diferentes partidos de los grupos de lite, respaldados por lagente menos negra.

    El discurso de Prorrescate acenta la polarizacin racial cuando nos acerca-mos al mbito religioso dentro del cual se inscribe. Algunos miembros del movi-miento estn estrechamente ligados a las iglesias bautistas de Casa Baja, siendoen algunos casos pastores que han llenado de contenido racial sus sermones enpoca electoral:

    Alexander [] ha usado el color polticamente, aumentando la tensinentre sectores, pues resulta que tambin es pastor El concepto mo es queellos han aprovechado la idea de que son dizque pastores, pues ellos estudiaron

    en el seminario, pero eso los hace ministros no pastores, hay que ser llamadopara ser pastor. Pero como tambin son abogados, aprovecharon porque sabenque en las iglesias aqu en Providencia es donde se consiguen los votos, enton-ces se hicieron pastores y dieron sermones muy fuertes para ganar adeptos. Y as es que le estn inyectando odio de raza a la gente (entrevista No. 5: Providen-cia, noviembre 15 de 2001).

    Advirtase un complejo problema racial. Aunque abri cierto espacio a lossectores marginados para que escalaran en la jerarqua econmica y poltica,Prorrescate ha explicitado una discriminacin racial que viene de la Colonia,

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    familiarizado con los procesos de las comunidades negras porque conoce losbeneficios sociales, polticos y econmicos que puede traerles admitirse comotales y por ello hoy luchan por la aceptacin del trmino y por el rescate de lahistoria africana. De esta manera, el discurso de nacin pluritnica y

    multicultural ha viajado y se ha irradiado a las regiones hasta hacer presenciaen las islas.

    Sin embargo, el de 1991 es un discurso que ha entrado a competir con lasfuertes resonancias del discurso nacional de 1886 y con el legado de la historiacolonial islea. Dos pasados que son un presente, dos afueras que son un aden-tro y que han alimentado y reproducido la rabia, el dolor y la fractura social enla que se asent la sociedad islea. Fractura de la memoria que hoy no solamen-te se saca a la luz en la bsqueda dolorosa e intil de privilegiar una nica me-moria para la narrativa esencialista tnica, sino cuyos efectos, adems, se hanvisto en la cotidianidad islea y constituyen problemas tan tangibles como lainequitativa distribucin econmica, la discriminacin de clase y la exclusinpoltica, de los que se est distrayendo a los isleos por medio de la discusincultural interminable acerca de su origen, discusin que no lo olvidemos ori-ginalmente tena un sentido poltico y era una bsqueda de reconocimientovalorativo pero tambin, y sobre todo, de una redistribucin econmica justa,equitativa y real.

    Consideraciones finales

    En definitiva, la sociedad de Providencia, lejos de congelarse en un muestra-rio de ancestros, est abierta a creolizar los elementos distintivos de las diversaspresencias socioculturales que han convergido y siguen convergiendo en suterritorio insular para construir lo suyo. Entre los elementos que se insertan enestos espacios insulares se ubican el esquema de plantacin esclavista dirigido

    por ingleses, los aspectos ordenadores del discurso hegemnico de 1886 queresuenan mientras el Estado intenta configurar nuevas formas de integracinbajo el reconocimiento de la diferencia, los mdulos de turismo, moderniza-cin, desarrollo, comercio y por qu no? contrabando y las influencias reco-gidas en los viajes y las migraciones a otras islas o ciudades del Caribe y Norte,Centro y Suramrica.

    Los providencianos resignifican este conjunto de elementos para tejer supropia sociedad y construir, entre constantes tensiones, su identidad imagina-da, la del matiz tnico exigida por la apuesta multicultural del Estado para inte-

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    grar, de una manera ms amable y efectiva, a las comunidades hasta entoncesconcebidas como distintas y marginales. Sin embargo, tales elementos de re-dencin y reparacin, pensados como remedio a la construccin excluyente dela Constitucin de 1886 y nuevamente por qu no? como bsqueda de per-

    dn por ella, se han convertido en elementos de tensin.Por un lado han producido una relacin conflictiva de resistencia y, para-

    djicamente, complicidad entre Providencia y el Estado para construir un vn-culo nacional. La postura mediante la cual ste imagina y reconoce lo tnico reducindolo a un refugio ancestral, homogneo y armnico desconoce ladiferencia a la vez sustantiva y poltica de la sociedad de Providencia: sus diver-sas presencias y memorias. Aquellas que difcilmente pueden empotrarse en laimagen hegemnica de una de ellas, en la bsqueda de lo inalcanzable o quizalcanzable pero intil: la nica y domable memoria histrica que sustente unaidentidad vaca de contenido poltico, llena de estereotipos exotizantes que ter-giversen su propsito real y original, esto es atender y reparar los daos vitales,hablar de economa, redistribucin e injusticias de clase.

    Por otro lado, el afuera y el adentro se confunden continuamente mos-trando que los subalternos se miran en el espejo que los dominantes han creadopara ellos; y una de las formas en que esto se nos hace evidente es en el hecho de

    que los discriminados tambin discriminan obedeciendo a las voces de las liteshegemnicas. Esto aviva los problemas sociorraciales, la sectorizacin de lasdiferencias, la discriminacin, el esquema lite/subordinados y las consecuen-tes desigualdades socioeconmicas, culturales y polticas dentro de Providen-cia. Lo que puede potenciarse con la insistencia estatal en una nica memoria,pues ello significa volcar las miradas sobre unas narrativas del pasado y escon-derotras, lo que representa, a su vez, continuar en el interminable juego de laexclusin, el dolor y el desarraigo.

    Por ello la insistencia en que la sociedad de Providencia no siga el guiomulticultural lanzado hasta hoy por el Estado. Y en que, a su vez, el Estadoreconstruya su proyecto poltico cultural de reconocimiento valorativo de laespecificidad dndole matices que lo acerquen a polticas para la superacin dedesigualdades econmicas, sociales y polticas. Slo cuando articulemos laredistribucin con un nueva comprensin del reconocimiento podremos ha-blar de un primer paso para instalar el perdn y, entonces, bajo un nuevo lentede multiculturalidad, adelantar polticas pblicas orientadas a establecer unaverdadera justicia reparativa. Polticas en las que deben generarse, paralelamente,novedosos y reveladores espacios que le permitan a los isleos, con tiempo, pa-

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    ciencia, voluntad y tesn, empezar a mirarse hacia adentro para sanar sus heri-das entre sus propias memorias.

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