richard hidalgo y la montaña de su vida

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Trabajo elaborado por Elke Schrader para el curso Periodismo Literario 2 (2012-1).

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Para quien me enseñóa conocer mis límites

y desafiarlos… mi Padre.

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Richard Hidalgo camino al Campo Morrena, Huaraz- Perú

Introducción

“El montañismo tiene el poder de destilar por completo el espectro de la vida en unos días o un par de horas” – Steve House.

La zona de la muerte. El cuerpo no da más. El frío detiene cada extremi-dad. La cumbre de la montaña Everest, está ahí. Siguiente paso, fallido. 26 de mayo, año 2009 y el viento corre a más de ciento cincuenta kiló-metros por hora, la fuerza de un huracán. No se puede avanzar, es impo-sible romper la sinergia del viento. La temperatura es de menos cuarenta grados. Se tiene que respirar quince veces antes de dar el siguiente paso. El frío es extremo, obliga al cuerpo a consumirse a si mismo y aún así, no se siente el más mínimo calor. Se manifiestan los primeros síntomas de congelamiento. Richard Hidalgo ha transcurrido más de una hora en la zona de la muerte: Más de ocho mil metros de altura. El viento atropella más fuerte y el oxígeno es setenta por ciento menos que al nivel del mar. La cabeza explota. Zumba tan fuerte que parece el silbido de un tren. Es un hecho, los dedos están congelados. El tiempo se acaba y el cuerpo no resiste más la altura extrema. Dos sherpas o porteadores descienden, avisan la retirada de los otros montañistas. Avisan que un montañista ya

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falleció en su intento de cumbre. Doscientos es el número de fallecidos en la montaña Everest, Hidalgo está a punto de sumarse a la lista. ¿De-scender o morir? Decisión casi imposible de tomar y aún así, la muerte también espera en el descenso. ¿Vale la pena ser un montañista purista? Resistirse al oxígeno suplementario es un suicidio talvez, pero es llevar tu capacidad más allá del límite y coronar la cumbre así, es indescriptible. Pero ¿Después de lograr la cumbre de la montaña más alta del mundo, qué más? Después de bajar ya no eres el mismo, nadie podrá saber el val-or que tiene esa cumbre. Quedan cien metros para llegar. Cien metros, lo que un atleta hace en diez segundos. La decisión está tomada. Descender. Richard Hidalgo jamás estará seguro de su decisión, pero al bajar con vida al menos le garantiza volver a intentarlo. Siempre la montaña tiene la última palabra. Eso es el montañismo.

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Capítulo Uno:

5000 a 6200 metros sobre el nivel del mar.

Ser montañista es un estilo de vida. Una manera de ser. Inde-pendiente. Una manera de sentir la montaña. No hay palabras. Cómo enfocas tus días hacia un objetivo, una cumbre. El montañismo es una pasión. Como diría el primer montañista del Perú, Selio Villón “Para hablar de montañismo hay que practicarlo”. Las preguntas más frecuen-tes ¿Por qué? ¿Por qué arriesgar tu vida por una montaña? ¿Por qué lo haces? Quien pregunta aún no ha expuesto su condición de humano a los desafíos extremos de la naturaleza. Quien pregunta no ha sentido que se está tan alto que respira azul claro. No ha desafiado sus propios límites. No ha visto el mundo desde una cumbre. Después de alcanzar una cum-bre son pocos los que entienden este sentimiento. Ser montañista es vivir cada día para subir una montaña. Richard Hidalgo vive así. Vive para cada cumbre del Himalaya. Vive para poner su nombre y la bandera pe-ruana en esas catorce montañas, las más altas del mundo.

Campo base 5000 msnm. 19 de setiembre, año 2006. La segunda expedición peruana da sus primeros pasos rumbo a la montaña Shisha-pangma de la cordillera Himalaya. Ahora sí, es de verdad. Aún así los sentimientos en Richard Hidalgo, guía de montaña internacional, no son de miedo. Su objetivo es uno, llegar a la cumbre de la montaña que di-

visa a una distancia de veinticuatro kilómetros. Ahí está, grandiosa e im-ponente. Hidalgo no hace un solitario, lo acompañan Ernesto Málaga, jefe de expedición, y Jorge Gálvez, también montañista. Los tres caminan rumbo a la cumbre. Los tres quieren hacer del Shishapangma una cumbre peruana. Richard Hidalgo está por escalar la montaña de su vida.

Son diecisiete años de experiencia las de Richard Hidalgo esca-lando montañas. Años en los que ha conquistado cada cumbre de la cor-dillera blanca. Es uno de los pocos guías de montaña del Perú en tener un sueño: llegar a la cumbre de los catorce ochomiles. Magnánimas Mon-tañas que se elevan a más de ocho mil metros de altura. Altura donde el esfuerzo físico es seis veces más que al nivel del mar. Altura suficiente para colapsar el cuerpo humano por la falta de oxígeno. Altura que hace que esta montaña sea un escenario exclusivo y que hoy, 19 de setiembre, Richard hidalgo piensa llegar sin ayuda de oxígeno suplementario.

Objetivo: Cumbre del Shishapangma. La cordillera del Himalaya se extiende en unos dos mil cuatrocientos kilómetros. Es un cinturón ar-queado de cien montañas, solo catorce de ellas sobrepasan los ocho mil metros de altura. Ocho montañas, ocho cumbres son las quedeciden el prestigio de un montañista. Un montañista sin una cumbre es un cami-nante y no un escalador. Un ocho mil en un curriculum montañero es respeto. Cuando se alcanza la cumbre de uno, el deseo de alcanzar todos los ochomiles nace inmediatamente. La montaña más alta de esta cordil-lera es el Everest. Cada ocho mil tiene un rango de fatalidad. El Everest tiene un 9.0%. Son dos mil los que han hecho cumbre y ciento setenta y nueve los que han muerto en el intento. La montaña del Shishapangma o “Trono de los dioses” tiene un rango de 9.5%, superando al Everest. Son ciento veinte los que han hecho cumbre en “el Shisha” y diecinueve los que han muerto en el intento. Esta montaña es la más baja de los catorce ochomiles y aún así, la menos escalada.

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Para llegar al campo base de Shishapangma, campamento donde se empieza la expedición en la montaña, se parte caminando desde Ny-alamp, China. Los días de caminata dependen a qué montaña partes. Para ésta son seis días. Por eso cuando se llega a Katmandú, en Nepal, se acos-tumbra quedarse unos días para descansar. Katmandú es una ciudad mon-tañista, está llena de carteles de agencias de alta montaña y los turistas, la gran mayoría, son montañistas que parten hacia alguna cumbre de la cordillera del Himalaya. Algunos montañistas ya son locales y viven para esta cordillera, otros cruzan desde el otro lado del mundo para subir al-gún ocho mil. Katmandú es alborotada, llena de comerciantes y negocios en la calle. La gente es amigable y tratan bien a los turistas, pues es una ciudad que vive del turismo montañero. Es la primera vez que Richard Hidalgo está en Katmandú y le gusta. Ésta se convertiría en su segundo Huaraz. Hidalgo realizaría cuatro viajes más a este punto montañista en Nepal.

La segunda ciudad como punto de aclimatación es Nyalamp en China. Es más tranquila que Katmandú y también subsiste del turismo montañero. En Nyalamp, a una altura de 3400, se empieza a aclimatar. Para aclimatar no basta con estar en la altura, debes caminar o entrenar para que el cuerpo se acostumbre. Es aquí donde se parte a la cordillera del Himalaya. Son días que pasarán caminando antes de llegar al campa-mento, días que sirven de entrenamiento antes de empezar la expedición en el campo base.

Campo Base Shishapangma, Tíbet. 5000 msnm. El clima es fa-vorecedor. El día está soleado y la cumbre de la montaña se ve perfecta-mente. Su pico principal no es tan puntiagudo. Se ve la cara norte de ésta, la ruta que se escalará y los dos mil metros más por ascender. Un par de nubes están sobre el pico del Shisha y auguran mal tiempo. Nubes que para cualquier persona no serían más que eso, pero para un montañista

puede significar la vida. El cielo es de un azul intenso y ya se siente esa cercanía al cielo. El campo base está en una planicie verde y extensa, la decora la carpa amarilla de la expedición y no muy lejos, unos yaks, es-pecie de vaca tibetana cubierta de largo pelaje y cuernos hacia atrás. La planicie verde termina dónde comienza el imponente Shishapangma. Hi-dalgo, junto a sus compañeros, caminan hacia el campo depósito. Cam-pamento dónde dejarán parte del equipo de montaña.

Los tres montañistas están dentro del Shishapangma. Frente a el-los se extiende un glaciar inmenso. Cuya masa, formada por nieve, difi-culta el paso de los montañistas. Tienen que atravesar éste para llegar al campo depósito. Sus crampones, una suela con puntas de acero anexadas a las botas de hielo, muerden la nieve para poder avanzar. Se ayudan de los bastones de trekking. El blanco de la nieve hace que el sol rebote por todos lados. Junto a ellos van los yaks porteadores que cargan los tachos de agua y comida, las carpas para el resto de campamentos y la ferretería, término que se emplea para nombrar el equipo de montaña. Una hora y media. Los montañistas de Perú ocho mil siguen lidiando con el glaciar.

Richard Hidalgo es conocido por su agilidad y empatía. Virtudes de un guía de montaña. Su resistencia y pericia en alta montaña es ad-mirada entre los montañistas. Razón por la cuál, Ernesto Málaga lo con-vocó para esta expedición. Con una estatura mediana y una contextura delgada, Hidalgo, domina la montaña que se propone. Siempre sonríe. Tiene los ojos ligeramente achinados como si alguna ascendencia asiática se filtró por ahí. Con un par de arrugas en los rabillos de los ojos, por sonreír o por ajustar tanto la vista mientras escala. Lleva la barba poblada para protegerse del frío. La nariz como una bota con la punta respingada y sus orejas terminan por enmarcar su cara redonda que está siempre tostada por el reflejo de la nieve. Una característica peculiar de Hidalgo, a diferencia del resto del resto del grupo, es que tiene la caja toráxica

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pronunciada, como si constantemente llenara sus pulmones al máximo y así, recibir el mínimo de oxígeno que hay en las alturas que alcanza.

Ernesto Málaga, Jefe de la expedición, es un montañero pione-ro en el Perú. Es de baja estatura y normal contextura. Tiene una cara amigable, siempre con la cabeza rapada, de repente para evitar peso y tiene el don de la palabra. Gran comunicador del montañismo, asimismo, Málaga es la mente maestra detrás de la expedición, pues es quien traza la ruta y se encarga de la logística. Se le conoce como “Pichón”, tiene más de veinte años de experiencia y su pasión por el montañismo lo incentiva a intentar una vez más el Shishapangma después de un intento fallido en el 2000. Jorge Gálvez conocido como “Coqui” también asciende con la misma pasión e intenta una vez más conquistar a este gigante natural. Es el más joven del grupo y aún así, tiene más de diez cumbres alcanzadas. Es alto y delgado. Siempre con una cola baja y el cabello le llega debajo de los hombros. Es enérgico y siempre anima las situaciones con algún comentario gracioso. Ojos pequeños y nariz aguileña. Los tres llevan el uniforme de Perú ocho mil. Un diseño especial para sobrevivir las condi-ciones extremas del frío. Negro y rojo intenso para poder ser ubicados fácilmente. Relleno de plumas para mantener la temperatura corporal. Un enterizo que representa la asociación que organiza esta arriesgada expedición.

La asociación de Perú Ocho mil se formó en 1998. Renzo Ucelli, Ernesto Málaga, José Velez, Jorge Luis y Fernando de los Heros fueron los primeros integrantes. La finalidad era reunir a los pocos montañistas del Perú y hacer expediciones. Su primera expedición como grupo fue al Shishapangma en el 2010. Renzo Ucelli fue el jefe de expedición, y Ernesto Málaga y Jorge Velez lo acompañaron. No se logró cumbre. Una tormenta los alcanzó a cuatrocientos metros de llegar al objetivo. La reti-rada era inminente. Ernesto Málaga, sufrió de congelamiento de segundo

grado en los dedos de la mano derecha. Fue trasladado a un hospital en Madrid. Perdió dos falanges de los dedos. Regresar sin cumbre no los desanimó y seis años después organizarían una segunda expedición a la misma montaña.

Campo depósito, 5950 msnm. 20 de setiembre. La altura emp-ieza a caer sobre los montañistas. Además de adecuarse a esta condición extrema, también tienen que soportar una carga horaria de trece horas de diferencia. Alcanzaron este campamento en cuatro horas aproxima-damente. Para armar completamente éste tienen que hacer más de un viaje. La ida y la vuelta son en total siete horas. Nadie se desanima, la austeridad de los viajes es una oportunidad de entrenamiento. Guardan el agua en tachos azules con unos stickers de uno de los auspiciadores, El Comercio. No hay tiempo para descansar. Tienen que terminar de armar el campamento depósito. Un viaje más para que los de Perú ocho mil y Richard Hidalgo terminen el campamento. El campo depósito contiene los equipos, agua y comida por lo que hay que ir hasta él una vez en el día. Está construido lejos del campo base porque es un intermedio entre este campamento y el siguiente por armar, el campo base avanzado y continuar con la aclimatación.

Ernesto Málaga cruzando el glaciar para llegar al Campo Depósito

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Cuando uno abandona el nivel del mar para aventurarse a alturas más elevadas de tres mil metros, debe aclimatar. Lo que pocos saben es que el ciclo de aclimatación es de treinta días. No muchos tienen ese tiempo. A alturas más fuertes de cinco mil metros, la sangre se espesa y el oxígeno es poco. Tan poco que las probabilidades que los pulmones colapsen se elevan junto a los metros. Cuando uno es montañista de pro-fesión, como Richard Hidalgo, trata de pasar la mayor parte del tiempo sobre los tres mil metros, por lo menos. Por eso Hidalgo y su pasión por escalar decidieron mudarse a la ciudad de Huaraz, la ciudad de los montañistas. Así, Hidalgo puede mantener su aclimatación y ejercer su profesión.

La técnica de Richard hidalgo es: Rápido, ligero y sin oxígeno. Rápido porque hay que marcar una diferencia entre el resto de montañis-tas que escalan con uno. Ligero porque a alturas donde el esfuerzo físico es mucho mayor, uno siente el peso de cada pieza que carga, así sea un gel energético. Sin oxígeno, simplemente porque Hidalgo es un monta-ñista purista. El oxígeno suplementario no es una opción. Usarlo es como hacer trampa drogándose con oxígeno y no habría merito en alcanzar la cumbre de una montaña. Esta es la técnica que ha hecho que Richard Hidalgo destaque entre el resto de montañistas.

Último viaje del día para terminar el campo depósito, a 5950 metros. Hidalgo y sus compañeros aprovechan a darse un baño. El duchazo semanal. No se puede bañar repetidas veces, exponer el cuerpo mojado a tanta altura es peligroso. En alturas como ésta, situaciones de lo más comunes pueden convertirse en peligro. Todo está bien. La aclimatación hace lo suyo. Todos tienen dolor de cabeza, pero es normal. Parece que el clima quiere cambiar. Descansan. Es difícil dormir en tanta altura por la falta de oxígeno, pero los tres están acostumbrados, así que descansan

unas horas antes de partir. Están listos para seguir con la expedición. El siguiente paso es el campo base avanzado. El punto de inicio para atacar el objetivo: la cumbre del Shishapangma.

Un día entero de travesía para llegar al CBA (campamento base avanzado) Richard tiene mucho físico y lidera la ruta. El clima no quiere favorecer más a los montañistas. Parece que un temporal, mal tiempo de montaña, se avecina. Fuertes vientos y una nevada pesada. En condicio-nes como la que se enfrentan, la altura, falta de oxígeno, frío extremo y cargar mochilas de sesenta y cinco a ochenta litros, la conversación no fluye mucho. A más de cinco mil se utiliza las palabras indispensables, las que aseguran que el compañero está bien o para pedir ayuda, siempre guardando oxígeno. Junto a ellos va una caravana de diez Yaks portando las herramientas para el campamento base avanzado. No solo portan car-pas y agua, también llevan la tecnología que conecta a los montañistas con sus familias en Perú. Acercándose el medio día, aún faltan cinco horas para alcanzar el siguiente punto donde pueden descansar. Si bien no conversan entre ellos, la vista es suficiente entretenimiento. De lejos parecen una postal tibetana. La planicie verde, los Yaks y tres hombres que se reducen frente a la inmensa montaña del Shishapangma.

Empezar. Años de preparación. ¿Qué te mueve? La montaña, de-finitivamente. Richard Hidalgo empezó con una caminata o trekking a Rapagna. La paso muy mal. El montañista más destacado del Perú su-cumbió, en su adolescencia, a los cuatro mil ochocientos metros que al-canza la laguna de Rapagna. La experiencia de acampar, rodearse de na-turaleza y que luego de cuatro horas de trek, la recompensa es encontrar una laguna, la cual posee las más alucinantes variaciones de turquesa, hicieron que Hidalgo olvidará rápidamente la mala noche y decidiera continuar con esas travesías. Quienes comienzan con estas caminatas generalmente terminan escalando. Richard no desistió, continuó con el

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trekking y las escapadas de fines de semana a Chosica. Hasta que descu-brió, de casualidad, el montañismo y lo hizo su profesión, como el dice. Un anuncio en El Comercio sería la coordenada inicial al mundo del montañismo para Hidalgo.

El Perú heredó el montañismo de los Suizos. Selio Villón, primer montañista peruano, viajó a Ginebra en 1976, dónde acudió a la escuela de guías de montaña. Los suizos sorprendidos de nuestra cordillera blanca decidieron ir al Perú a hacer ruta. Villón y su compañero Camille fueron a Huaraz en 1978. Realizaron un reconocimiento de la cordillera e hicieron cumbre en la montaña Pisco. En esa época había conocimien-to del montañismo porque ya existían generaciones de porteadores. Los que cargaban el equipo de montaña a aquellos extranjeros que venían a explorar la cordillera blanca. El suizo y Villón regresaron a Suiza para arreglar los últimos trámites y poder establecer la primera escuela para guías de montaña del Perú. En 1978 se dicta el primer curso de Aspi-rantes, dando su inicio a la noble profesión de Guía de Montaña. En 1979, se realiza el primer curso de Guías peruanos en los Alpes, en el que participaron 11 aspirantes; de los cuales 8 aprobaron el curso. En 1990 se consolida la escuela. Se inscribieron treinta personas y la may-oría con experiencia de porteadores. Esta escuela, hasta el día de hoy, ha certificado a ciento treinta guías peruanos, entre ellos Richard Hidalgo.

UIGDM Y AGMP son las certificaciones que tiene Hidalgo. La primera es la acreditación de la Unión Internacional de Guías de Mon-taña. Ésta le permite ser guía en Estados Unidos, Europa y El Hima-laya. Dichas acreditaciones son el pase para ascender montañas como el Everest, como lo haría Richard Hidalgo cuatro años después. La segunda acreditación es de la Asociación de Guías de Montaña del Perú. Fue una travesía legal que aceptaran el montañismo como carrera técni-ca en el Perú. La carrera son de tres años y a diferencia de cualquier otra,

es un requisito subir cuarenta y cinco días a la montaña para poder dejar de ser un aspirante a guía y empezar recién la carrera. Richard Hidalgo no tuvo problema alguno para pasar aquella prueba, y llevar los cursos teóricos y prácticos. El examen final es pasar otros cuarenta y cinco días en la montaña, pero sin ayuda y sin cometer ningún error. Aquel que se equivoca en colocar un seguro o en algo tan simple como hacer un nudo, reprueba y es vetado de ser un guía de montaña. Hidalgo, culminó su car-rera en 1995

El camino al campamento base avanzado se hace eterno. Málaga y Gálvez reconocen la ruta. Es su segunda expedición a la misma mon-taña. Montaña que seis años atrás les negó la cumbre. Hidalgo está cal-lado. Mirada fija en la ruta. No se distrae por el hecho que es su primera vez. La determinación y concentración de la ruta aseguran que el paso sea más rápido. Aún así, atravesar el glaciar se siente imposible. Los tres cruzan en círculos como si subieran escaleras en forma de caracol, pero de hielo. Están agotados, pero con paso firme. La cumbre del Shisha está ahí y cada vez se siente más cerca. El camino es silencioso. Han pasado unas cuatro horas. No falta mucho. Richard está ansioso por llegar y que comience la ceremonia tibetana, La Puja, se pronuncia pusha, en la cual bendicen a los montañistas antes de subir a la cumbre. Todo está sucedi-endo. Tras diecisiete años de escalada, Richard Hidalgo está viviendo lo que es escalar en el Himalaya.

Llegar al Himalaya no es tan fácil. Además del extraordinario físico, existe un presupuesto que sobrepasa la cifra de ocho mil dólares, por lejos. El itinerario que tuvo Hidalgo para llegar a Nepal es de Lima hasta Madrid, y de Madrid a Nepal. Un costo alrededor de tres mil cu-atrocientos dólares. Sumando las estadías en la ciudad de Katmandú y transportarse a Nyalamp. Una ciudad en China conocida como punto de aclimatación por su altura de tres mil cuatrocientos sobre el nivel del

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mar. Trecientos metros más alto que Huaraz, Richard Hidalgo se sintió en Nyalamp como en su casa. El presupuesto ascendió aún más: Quince mil dólares. Así cuesta pagar la entrada a la montaña de Shishapangma. Un precio razonable frente el elevado precio de treinta mil dólares que cuesta la montaña del Everest. Para alcanzar recaudar estas cifras gigantescas Richard Hidalgo y el resto del equipo de Perú ocho mil se movieron en busca de auspiciadores. Trámite que Hidalgo compara con escalar una montaña. Tras muchos esfuerzos y una promesa firme de que regresarían al Perú con una cumbre, El Comercio, Telefónica y Lenovo auspiciaron la expedición.

Estar supeditado a auspicios hace que Richard Hidalgo se vuelva en un personaje público en su carrera montañista. Aparecer en las páginas de un diario, publicita la expedición y gana colaboradores. No le quita la emoción , pero a Hidalgo le cuesta acostumbrarse a ser público, pues un montañista es está acostumbrado a estar ausente en las alturas. Durante los próximos cinco años de carrera Himalayista, aparecerá en medios radiales, impresos y en un comercial del Banco Interbank. Un montañista es una persona que está acostumbrada a estar sola y dar entrevistas o con-ferencias de prensa puede resultarle fastidioso. Sin embargo, un saludo de apoyo de algún desconocido en la calle es motivación suficiente para soportar el trámite mediático.

24 de setiembre. La ceremonia Tibetana, La Puja, pronunciada Pusha. Todas las expediciones que se realizan en el Himalaya son bend-ecidas por algún monje tibetano. Especialmente en el Shishapangma, es la única montaña que reside enteramente en el Tíbet. Al parecer en esta montaña todo tiene un costo. Derretir la nieve es gratis. Ser bendecido por estos cantos cuesta cien dólares, pero a los montañistas no les im-porta. La Puja es la ceremonia con la que todo montañista sueña vivir. Los que colaboran con el monje colocan a través del campamento base

avanzado, una cuerda donde cuelgan unas telas cuadradas con oracio-nes en sánskrito, las telas tibetanas. Cada una porta un mantra o oración dónde piden algún deseo como el de protección. Son de cinco colores: azul, verde, amarillo, rojo y blanco. Se forma una x con las dos cuerdas. El lama no está vestido con la tradicional toga roja y tela amarilla. Tiene una casaca para alta montaña como el resto y sobre ella, cruza una tela negra que pasa de la cintura, va en diagonal hasta el hombro. La finali-dad: rendir tributo a la deidad de la montaña para que ésta bendiga el equipo y al montañista en su expedición.

Asevanā ca bālānam panditānañ ca

sevanā pūjā ca pūjanīyānam etam mangalam-uttamam....

Con obstinados no mantener compañía.Con los sabios confraternizar,

Para la acción de este valioso homenaje rendido:

Ésta es, la máxima bendición…

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Ceremonia de La Puja- Tíbet

La máxima bendición para subir una montaña. El monje y los sherpas o porteadores edifican un altar donde colocan las ofrendas. El altar está hecho de piedras en forma de pirámide. En lo alto está la imagen del buda. Son cinco las ofrendas: flores, incienso, fruta, música y agua. Cada una representa un aspecto del buda y los cinco sentidos. Próximo al altar cada montañista de Perú ocho mil coloca un elemento de su equipo. Richard Hidalgo, coloca el piolet; Ernesto Málaga el casco y Jorge Gálvez los crampones. Tres reverencias sentados sobre las rodil-las con las palmas juntas y la ceremonia culmina. Cada elemento del equipo de alta montaña es vital. El riesgo es tan fuerte que tu vida depende de una cuerda o el enganche del piolet. La regla es ir simple, escalar bien. Pero la realidad es otra. El equipo de alta montaña es pesado y muy técnico. Mosquetones, arnés, placa, seguros, cordinos, botas dobles y crampones. La lista se puede extender aún más. Se necesita práctica y capacitación para entender esta ferretería como lo llaman entre montañistas. Las condiciones son extremas y el equipo

también. Aunque la lista es extensa, un simple mosquetón que asegura la cuerda entre dos montañistas, salva vidas. 25 de setiembre. Campamento Base Avanzado. 5600 msnm. Gen-eralmente el campo base avanzado o CBA se monta a 4980 metros. Las ganas de atacar la cumbre hace que los de Perú ocho mil avancen un poco más. La estadía en el campo base depende del clima y la aclimatación. Hidalgo, Málaga y Gálvez están bien aclimatados, pero es el clima que nos los deja continuar. El temporal, que consiste en nevadas densas que elevan la nieve más de medio metro del suelo, retrasa el día de ataque a la cumbre. Salir con un clima desfavorecedor es peligroso. Esforzarse más de lo debido en un tiempo así puede tener consecuencias fatales. La temperatura en las noches cae por debajo de los veinticinco grados bajo cero. El clima es preocupación de todos. A Málaga le resulta familiar este tiempo. Seis años atrás tuvo que retirarse debido a una tormenta y solo faltaban cuatrocientos metros para coronar la cumbre.

Esto es el montañismo. Ernesto Málaga escribió hace seis años- Palabras de aceptación frente al hecho que había perdido las primeras falanges de dos dedos. Hace seis años, Perú ocho mil intentó cumbre en el Shispangma. Intento fallido. Vientos de ciento veinte kilómetros por hora, temperaturas de menos cuarenta y cinco grados y el total con-gelamiento de sus gafas, hicieron que Málaga tuviera que descender lo más rápido posible hacia el campo 2. Una pendiente pronunciada y la ferocidad de la tormenta atentaron contra la vida de Ernesto Málaga. Situación dónde solo la experiencia y el instinto te salvan. A penas podía mantenerse de pie y debido a la tormenta, le fue imposible instalar un se-guro para salvaguardar su descenso. Fueron dos horas intensas. El viento soplaba tan fuerte que no podía escucharse a si mismo en la mente y la nieve solo le golpeaba el rostro. Fue un descenso a ciegas. La desesper-ación por bajar hizo que sin importar la bravura de la tormenta, lograra un

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descenso al campo 2. Con un congelamiento de tercer grado en las manos y de segundo grado en los pies regresó al campo 2 para ser trasladado lo antes posible a un hospital en España. Hospital Clínico Universitario en Zaragoza fue dónde llegó el 8 de mayo, dónde especialistas en con-gelamiento trataron de salvar sus dedos. La pérdida de las falanges no ha desanimado a Ernesto Málaga, el siempre supo las reglas del juego y seis años después volvió a enfrentarse a la misma montaña, el Shishapangma.

26 de setiembre. El clima empeora. El CBA está tapado por la nieve. A pesar de las condiciones tienen que ir al campamento depósito a recoger agua y comida. Hidalgo y Gálvez deciden atravesar el glaciar para llegar al otro campo. Casi no se puede ver el camino. La escarcha de la nieve nubla la vista y se filtra en los pulmones, el paisaje de pronto ya no es tan hermoso. Richard Hidalgo guía la ruta. De nuevo atraviesan los caracoles de hielo. Son siete horas entre la ida y el regreso al CBA. Luego de lidiar con el clima, Hidalgo se da cuenta que el campamento depósito está destrozado. El temporal lo derribó. Aquí se trata de aceptación, ésta disciplina te enseña a no superar las duras incertidumbres. Hoy se pierde la primera carpa. Equipo enterrado y tiempo que también se pierde. Si las condiciones no mejoran no podrán avanzar al campo uno. Las condiciones que ha enfrentado Richard Hidalgo, no se pare-cen a las que enfrenta en el Himalaya. La altura hace la diferencia. La cumbre peruana más alta, el Huascarán, es de 6768 msnm. La temporada en la cordillera es de mayo hasta fines de Setiembre. El implacable físico de Hidalgo le permite alcanzar las cumbres peruanas fácilmente. En un día puede ascender y bajar la cumbre de la montaña Chopipalqui (6354 msnm). En dos, el Huascarán. El tiempo promedio es de cuatro a cinco días. Conoce las rutas de cada cumbre de memoria. De hecho, un buen guía con el que uno puede subir. El clima más desfavorable en el parque nacional del Huascarán no es tan duro como el del Himalaya, ni está cer-

ca. Aún así, es un excelente entrenamiento. Privilegio que tiene Hidalgo por vivir gran parte del año en Huaraz. Invierno o no, él siempre entrena. Richard Hidalgo y Jorge Gálvez regresan al campo base del cam-po depósito. Siete horas ida y vuelta. Hidalgo es el primero en retornar. –Pichón, perdimos la carpa–dice Hidalgo, con la voz agitada por la caminata. – Lo que faltaba –empieza Málaga–. Aunque ahorita el problema es el clima brother. Ya van tres días y no mejora, la vez pasada no fue tan fuerte –Termina con voz preocupada. –Paciencia, pichón.– dice Hidalgo, en un intento por mantener el positivismo.

Richard Hidalgo es una persona paciente, metódica y tranquila. Como no se desespera, tampoco se emociona rápidamente. No canta victoria, ni derrota antes de lo debido. No significa que Hidalgo es una persona parca para demostrar sus emociones. Siempre se ríe. Tanto tiempo solo en la montaña enseña a uno a ser metódico y práctico con sus emociones. Se tiene que ser así para poder enfrentar las dificultades de la montaña y poder superarlas, o sobrevivirlas.

27 de setiembre, campo base avanzado. Todo está cubierto por nieve. Cuando se está entre una cordillera son dos colores los que pre-dominan: blanco por la nieve y azul por el cielo, nada más. El tiempo em-peora, pero aún así la vista es imponente. Es impresionante lo inmaculada que puede ser la nieve. Es como si uno fuera del tamaño de una hormiga y caminara por encima de kilómetros de blanco eterno. Solo que en la nieve el frío es intenso y cada pisada se hunde por lo menos medio metro. Las tres carpas amarillas apenas se pueden ver. Frente a un clima como este solo queda esperar. Han pasado dos días y el temporal sigue agresivo. Continuar al campo uno no es una opción.

Son tres mil metros los que se deben ascender. Para desafiar una mon-

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taña se debe subir por niveles. Existen dos métodos, el método de ase-dio y el alpino o serrucho. El primero consiste en armar cada campo progresivamente y quedarse en estos. Campo 1, luego campo 2 y campo 3 donde se parte para atacar la cumbre. El segundo método, el alpino, heredado de la escuela alpina suiza, es el más difícil. Subir una cumbre así tiene más mérito. Se empieza por el campo base avanzado y luego se monta el campo 1, luego de armarlo regresas a dormir al CBA. Al día siguiente se parte al campo 1, luego subes unos quinientos metros e instalas el campo 2 y retornas al CBA. Tercer día se sube al campo 2 y subes a instalar el campo 3 para regresar al CBA. Cuarto día, asci-endes al campo 3 y lo usas para descansar antes de atacar la cumbre. Al retorno vuelves a descansar en él unas horas y tienes que recoger, pro-gresivamente, las carpas para llevarlas al CBA Y finalmente, culminar la expedición. Casi siempre son tres campos, los de Perú ocho mil, esta vez, parten a la cumbre desde el campo 2.

Dibujo de Hidalgo: Método Alpino

28 de setiembre, campo base avanzado. Finalmente el temporal se alejó. Hace buen día, pero aún quedan unas nubes amenazadoras so-bre la cumbre del Shisha. Con el sol nacen los ánimos. Richard Hidalgo sale de la carpa listo para continuar con el montaje del siguiente campo. Se da cuenta que llegaron un par de holandeses. Un saludo cordial, asintiendo con la cabeza, y cada uno a lo suyo. Tienen que ir al campo depósito para recoger la carpa que se armará en el campo 1. Una vez más tienen que ir hasta el campo depósito. Esta vez subirán hasta el campo 1 y regresarán al campo base avanzado. El campo base avanzado se convierte en un especie de hogar por un mes. El tiempo de estadía en CBA depende del clima y el método de ascensión que se utilice. En una montaña como el Shishapangma son po-cos los que residen en CBA. En el caso del campamento base del Everest, es un festival. Un aproximado de veinte a treinta carpas. La mayoría de personas que suben un ocho mil tienen entre treinta y cinco a cuarenta años de edad. Solo la experiencia puede llevarte a desafiar una montaña tan alta. Además, cuando uno crece los pulmones se ensanchan y así la resistencia es mejor. El campo base avanzado, siempre decorado por las telas tibetanas de la ceremonia, se instala entre los 5000 y 6000 msnm. Bolsas de dormir, carpas, cocinetas a gas, sillas, teléfonos y laptops. To-dos los artefactos que tienen batería, se cargan por un panel solar al mis-mo tiempo. De hecho se trata de hacer lo más acogedor posible el CBA. Atardecer en el campo base avanzado. Día previo al comienzo del ascenso. El cielo está de mil colores. El morado azulado que se destiñe en el rojo intenso del sol decora todo el campamento. La nieve se pone violeta y todo está tranquilo. Un atardecer así, solo reanima a los mon-tañistas para continuar la expedición. Este cielo es recompensa después de tres días de mal clima. Ver el ocaso del sol entre las montañas es una in inyección de adrenalina, reafirma el porqué uno está ahí y que solo a

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través de este deporte, se puede ganar un momento tan cautivador. Único. Ésto también es el montañismo. Aprovechan la calma: el campo 1 ya está listo, hay buen clima y el ocaso es perfecto para descansar.

El campo 1 es el primer paso para ascender. Siempre los campa-mentos se dejan armados para que sean un punto de refugio en el regreso. 29 de setiembre. Hoy día se inicia la ascensión de campos. La pausa de la subida por el clima sirvió de aclimatación. Richard Hidalgo está ansioso por subir. El campo 1 está instalado a 6400 msnm. La altura empieza a ponerse agresiva, Richard Hidalgo no desconoce esta altura. Las cumbres que ha alcanzado en Perú sobrepasan a ésta. En la subida se encuentra una cuerda fija y aseguran su jumar. El jumar es un seguro personal que una vez que se conecta a la cuerda solo corre cuando se sube y se detiene cuando detecta una caída. Encontrar cuerdas fijas no es una casualidad. Generalmente, son dejadas por expediciones anteriores. La ruta es plana y su dificultad está en la falta de oxígeno. Mientras camina, Hidalgo si-ente que atraviesa un desierto blanco. La fatiga aumenta. Cuando llegan al campo 1 se dan cuenta que ya hay otra carpa instalada de unos japone-ses. Son tres expediciones las que compiten por la cumbre.

Cuando uno está en alta montaña no basta con llegar a la cumbre. Richard Hidalgo cada vez que va a salir en una expedición importante se proyecta siendo el primero en llegar. Cada esfuerzo que se realiza en alta montaña tiene un reconocimiento: desde qué campamento sales, qué cara de la montaña se escala y en qué tiempo logras hacer cumbre. Hidalgo, por más que se aventura a su primer ocho mil, tiene claro que quiere ser el primero en hacer cumbre y esa misma meta la tuvo en los siguientes tres ocho miles que escalará en los próximo cinco años. Lamentable-mente, la montaña decide y Hidalgo tendrá dos intentos fallidos.

En el campo 1 descansan una hora antes de salir a armar el campo 2. Si el clima continúa favorecedor, podrán atacar la cumbre en

un par de días. La carpa es ligera, no pasa de 3 kilos y tiene capacidad para tres personas. En este tiempo no demora más de diez minutos armar una carpa y si es entre tres, mejor. Dejan las bolsas de dormir en ésta y descienden. El campo 2 está a 6850 msnm, altura jamás alcanzada por Richard Hidalgo. El Huascarán, la montaña más alta del Perú, tiene cien metros menos que el campo 2. El simple hecho de pisar esta altura ya es un mérito en la expedición e incentiva seguir empujando el límite.

6850 metros. Una cifra nueva en el record de Hidalgo y la cum-bre del Shishapangma está un poco más de mil metros. La cumbre cada vez se siente más real y el miedo, también, se hace más intenso. Hidalg critica a aquel que no tiene miedo pierde con la montaña. El miedo es un termómetro que regula si uno puede seguir o si debe descender. El miedo a veces salva vidas, dice Hidalgo.

La noche está cayendo. Por un lado aún persiste el sol. Los tres prenden su frontal, una linterna que va sujeta, con una bincha, en la fr-ente. Un círculo ilumina el camino y descienden con facilidad. La noche cae por completo. Ahora tienen que descender desde el campo 2 hasta el campo base avanzado. Bajar de la montaña es más fácil físicamente, pero aún así es la parte más difícil. Bajan tranquilos y fijándose en las huel-las que dejaron al subir. La expedición se intensifica y el requerimiento físico es mayor. Richard Hidalgo adelanta al resto de la expedición, se puede notar un físico más resistente en él.

Richard Hidalgo vive del montañismo. No es algo que practica los fines de semana o es un hobby. Para él, el montañismo además de ser una pasión es una profesión. Cuando no está en alguna expedición en el Himalaya, está en Huaraz entrenando y llevando a extranjeros a que conozcan la montaña más bonita del mundo, el Alpamayo o la más alta del Perú, el Huascarán. Los servicios que da como guía de montaña son de cuatro a cinco días, dependiendo de la dificultad de la montaña y de

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la resistencia del cliente. Subir con un guía como Hidalgo tiene un costo de mil a mil quinientos dólares. Pero la seguridad es invaluable. Sobre todo que la cordillera peruana no cuenta con un helicóptero de rescate y un rescate puede tardar ocho días. Aquellos que tienen experiencia en montaña, pero no conocen la ruta se contactan con Hidalgo para subir. El ingreso al parque del Huascarán solo se puede realizar con un guía. Dar estas asistencias permiten que Richard Hidalgo esté constantemente en entrenamiento. Cuando está en Lima participa en carreras como mara-tones o media maratón, para mantener el físico.

No fue mucha la diferencia entre los montañistas de Perú ocho mil al llegar al campo base avanzado. Lo único que quieren es descan-sar. La cabeza les explota por haber alcanzado una altura tan dura en el campo 2. Antes de echarse a descansar, un comerciante tibetano irrumpe en la carpa sin ninguna vergüenza. Ésre lleva un polo naranja, una casaca polar beige y unos pantalones verde militar. Tiene un pañuelo rojo tren-zado en la cabeza y la cara quemada por el reflejo de la nieve. Las pocas palabras que sabía en ingles, las usa para enseñar incontables collares, llaveros y artesanías tibetanas que no se diferencian mucho de las perua-nas. Hidalgo solo se ríe mientras que agarra un pulsera tejida. Apenas deja la pulsera en su sitio, el tibetano dice en voz bien alta: “buy, buy” y sacude su calculadora con el numero cinco ya digitado. Es extraño porque nadie se imaginaba gastar en una montaña, pero igual compraron cada uno una pulsera como recuerdo de la expedición al Shishapangma. Con las pulseras amarradas en las muñecas cada uno regresa a su respec-tiva carpa para dormir. Mañana es el día en que subirán al campo 2, el último refugio antes de atacar la cumbre.

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Capítulo Dos:

Campamento 2 (6850-7800 msnm)

Inmenso es el espacio se extiende por todos lados. El cielo y la nieve son eternos. La magnitud de la montaña hace verse a uno diminuto frente a ella. Indescriptible. Quien pase en un avión, jamás notaría que se está allí en medio de una enorme masa glaciar, escalando para coronar una cumbre. No hay mucha diferencia entre una roca y uno a esa distan-cia. El paisaje no es lo único grandioso, el sentimiento de ascender la montaña también lo es. Uno, que es tan pequeño frente a ella, se perc-ibe invencible. Se es tan inmenso como una montaña por dentro. Se es pequeño punto que no solo desafía a la montaña, sino que también a la naturaleza en si.

Un montañista se siente invencible, pero no cae en la estupidez de ser temerario. El respeto que se le tiene a la montaña es sacro. Te pu-edes sentir impresionante por estar ahí, pero nunca se pierde conciencia que realmente se es vulnerable frente a ella. Conciencia o miedo siempre acompañan, pero de eso se trata la valentía: arriesgarse sin dejar de tener miedo.

Cielo, nieve y rocas. El paisaje no es tan complejo, aún así la belleza de éste es exclusivo para quienes conquistan su cumbre. En una cordillera, la nieve se extiende en más de diez kilómetros. Un cinturón

blanco lleno de cumbres coronadas por hombres que a veces no superan el tamaño de sus rocas. Es la inmensidad de la montaña que te absorbe. Es específicamente, este inmenso paisaje y las condiciones que se ex-perimentan en él que hacen que los montañistas arriesguen sus vidas por el simple hecho de vivir al máximo una montaña. Porque de eso se trata aquí, de vivir y sobrevivir.

Para un montañista describir los paisajes que se alcanza es casi imposible. Ellos viven momentos que no se pueden poner en palabras. Razón por la cual, no se entiende la pasión que se le tiene al montañis-mo. Razón por la que los ojos de un montañista dicen tanto a la vez en una sola mirada. Solo los que coronan una cumbre entienden, aquellos que viven por estas alturas casi inalcanzables. Definitivamente, después de esta experiencia uno no vuelve a ser el mismo. Uno solo baja de la montaña para volver a subir otra.

El sol se asoma por el oeste y empieza a calentar un lado de la carpa. Richard Hidalgo empieza a despertarse. Está cubierto por la bolsa de dormir y casi no se le ve el rostro por el chuyo negro que lleva. No le toma mucho tiempo alistarse, pues es agregar un par de capas de ropa más. Sale de la carpa amarilla, se detiene un momento y aprecia cómo amanece en el campamento base avanzado. 5600 msnm.

Un amanecer a esta altura hace que todo empiece bien. El cielo está partido en dos. El azul amoratado aún persiste en la derecha y el sol revienta sus rayos por la izquierda. Las otras carpas se abren. Ernesto Málaga y Jorge Gálvez se unen a ver el amanecer, pero igual solo un momento. Hay mucho por hacer. EL CBA tiene una carpa donde tienen una especie de cocina y locutorio de Internet. Ahí toman desayuno para aprovechar el día, una buena porción de sopa. Deben aprovechar en ingerir todos los líquidos posibles por eso se acostumbra incluir sopas en todas las comidas. La fecha es 8 de octubre y el cielo casi ya está casi

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cubierto por el sol. Salen del CBA al campo depósito a llevar la ferretería para armar el campo 2. Ya son dos semanas que los montañistas están situados en las alturas del Himalaya.

Richard Hidalgo desde que inició su profesión como montañista siempre aspiró hacia lo más alto. La cordillera Himalaya. Siempre tuvo claro que quería ser un himalayista, pues es el máximo mérito en esta profesión. Antes de alcanzar este mérito se debe tener años de experi-encia y mucha técnica para escalar. Ser himalayista significa alcanzar el techo del mundo, como describe el libro del montañista peruano, Ren-zo Uccelli. Ser himalayista es la raza más pura del montañismo y eso depende con el estilo que se ascienda. Desafiar sus montañas ya es un merito. Hidalgo siempre ha sido un andinista. Este tipo de montañista es aquel que asciende entre los 5000 y los 7000 msnm que tiene la cordillera de los Andes. Antes de realizar la expedición al Shishapangma, Hidalgo ha ascendido por todas las cumbres de la cordillera blanca en el Perú. En su lista de cumbres está la montaña más bella del mundo, El Alpamayo y la más alta del Perú, El Huascarán. Quienes se dedican a alturas debajo de los 5000 mil se les considera alpinistas porque los Alpes suizos están por debajo de esta altura. Aún así, es de estos montañistas que el resto heredó el estilo alpino. El alpino es el estilo más puro y técnico de subir una montaña, estilo con que hoy los tres montañistas de Perú ocho mil ascienden el Shishapangma.

Un par de nubes empiezan rodear la cumbre de nuevo. Los rostros empiezan a reflejar preocupación. Nunca terminan por conocer el clima del Shisha. Solo esperan que las nubes no sea tan hostiles como el de hace unos días. Se que acerca el día de cumbre y quieren llegar a ella. Richard Hidalgo se acerca al campo dos. Acomoda las bolsas de dormir en el interior de la carpa y deja las cuerdas. Coqui Gálvez acomoda el resto del equipo con Ernesto Málaga. Están agotados, están a 7000 msnm, casi la

misma altura del Aconcagua, la montaña más alta de la cordillera blanca. –Bacán que lo hagamos aquí. Si nos falla el clima estamos cerca

de la cumbre – dice Hidalgo, con el aliento cortado.–Sí pues, no queda otra –responde Málaga– Además tenemos el

campamento más cerca cuando bajemos. –Claro y mejor porque parece que no va a haber buen clima. –

Agrega Hidalgo.–Ojalá que no sea como la vez anterior nomás –Responde Málaga

con un tono de preocupación.Terminan de dejar las últimas cosas. A unos 20 metros llegan unos

japoneses. Al parecer también van a atacar la cumbre los próximos días. Solo se saludan con un movimiento de cabeza, bien japonés, e ingresan a sus carpas turquesas. A los de Perú ocho mil les da un poco de curiosidad, pero deben regresar temprano para descansar. Además, por ser nuevos en expediciones Himalayistas aún no tienen una actitud competitiva. Su objetivo es llegar a la cumbre y llegar bien. Richard Hidalgo se siente confiado y le gustaría alcanzar esa cumbre primero. Su objetivo personal es destacar en el montañismo y ello, lo demostrará dos años después en la misma cordillera.

El entusiasmo de Richard Hidalgo por estar un paso más adel-ante lo ha llevado a hacer cosas casi imposibles. En el 2011, cinco años después, Richard Hidalgo fue una vez más a la cordillera Himalaya para ganar una cumbre. La montaña que escalaría sería el Manaslu, la octava montaña más alta del mundo, 8123 msnm. El rango de fatalidad de ésta es de 22%, el doble que el rango del Everest. En esa expedición Hidalgo realizaría lo impensable: Escalar la cumbre del Manaslu desde el campo 2. Hidalgo le regalaría al Perú la cumbre de esta montaña, tras haber es-calado dieciocho horas continuas. Un reto físicamente imposible, pero él lo lograría y su nombre se haría aún más conocido. Además, Hidalgo

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demostraría que no solo la determinación lleva a uno hacer algo tan impresionante, sino que también a superar cualquier obstáculo que se te pueda cruzar en el camino. Los límites se los impone uno mismo, así de simple. En esa expedición las maletas de Hidalgo, con todo el equipo de montaña, no llegarían a tiempo y por ello, saldría tarde a la expedición. La desventaja que tendría frente al resto de montañistas sería enorme. Hidalgo, demostraría que su pasión por el montañismo podría superar cualquier desventaja. Reafirmaría que lo que importa es subir la mon-taña. Este mérito haría que el nombre de Richard Hidalgo rebotará en todo los medios peruanos y ganarse el título como embajador de Marca Perú, al igual que Gastón Acurio y Kina Malpartida.

Richard Hidalgo y el resto de la expedición descienden al cam-po 1. El tiempo empeora. El más preocupado es Ernesto Málaga, no puede dejar de pensar en la expedición anterior y la jugada que le hizo el clima. Perdió tres falanges. Descansan en el campo 1 antes de bajar al campo base avanzado. Preparan un poco de comida, la gasolina nece-saria para avanzar, y Málaga reparte las porciones. Las caras no son las mismas que las de hace una semana. Es un hecho que la comida ya les aburrió. En un principio todo es nuevo y emocionante, hasta la sopa. Lo que generalmente comen es un producto embolsado que viene en dife-rentes sabores y se le echa agua caliente. Después de una semana ya es detestable. La ansiedad de subir la cumbre y de extrañar la comodidad de sus casa, empieza a notarse.

–Yo creo que ya debemos atacar cumbre –dice Hidalgo, como quien empieza una conversación de sobremesa.

–Sí, yo también creo lo mismo –comenta Gálvez– pero este cli-ma nos saca la vuelta.

–¡No pasa nada! –le dice Hidalgo, subiendo los ánimos.–¿No pasa nada? Mira mi mano –Responde Málaga. Tratando

de concientizar a los dos.Faltan un par de horas para que anochezca, así que dejan el campo

1 para dormir en el CBA. Una vez más surcan esas escaleras de caracol congeladas. Lo bueno del mal clima es que compacta la nieve y los cram-pones se sujetan mejor. Pero también está más alta y el esfuerzo es mayor. En la montaña todo es antagónico como subir y bajar. La noche empieza a asomarse por el oeste. El morado nocturno amenaza y los montañistas aceleran el paso. Gálvez está adelante y lo sigue Hidalgo. El viento em-pieza a soplar más fuerte. Cae la noche por completo. Los tres prenden sus frontales para iluminar el camino. No se ve absolutamente nada. La luz de las linternas dibuja un círculo en el camino como si fuera la luz de un cañón de teatro. Las condiciones son duras, pero no se pueden dejar de sentir cierta emoción. Están en una expedición en el Himalaya. Cami-nan en plena noche a más de seis mil metros. Caminan obedientes a las luces de sus frontales. Se guían del instinto para atravesar el glaciar. La adrenalina es el combustible que usan todos los días y todo el día. Falta poco para llegar al CBA. Son casi dos mil metros de diferencia entre el campo dos y el CBA. Solo el entrenamiento que han tenido hace posible estas travesías diarias.

Quien hizo la convocatoria para la expedición al Shishapangma fue Ernesto Málaga. “Pichón” es el estratega todo terreno, su impecable experiencia en desarrollar desafíos de rutas cross trail, rutas que com-binan distintas disciplinas como natación, running, kayaking y lo más importante, naturaleza. Málaga se destaca por su criterio logístico y éste fue el que lo llevó a convocar a Hidalgo, el cual ya era conocido por su destacado físico en alta montaña. Preciso para tenerlo como compañero de expedición. En alturas tan extremas todo se vuelve más intenso y todo se vuelve más íntimo. En expediciones largas, como las del Himalaya, se convive casi un mes en los campamentos. El compañerismo es vital.

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En la montaña la vida depende de una cuerda y esa cuerda generalmente está sujeta a otra persona. Persona cuya habilidad te puede salvar en las situaciones más extremas o que también, te puede matar. Persona en la cual confías que va a buscarte en caso de que te pierdas en la montaña. El concepto de compañerismo en el montañismo es muy complejo. Uno debe confiar más en la otra persona que en uno mismo. Cuando se está tan cerca de la meta, uno se vuelve prepotente. No importa nada, solo coronar la cumbre. La obstinación por llegar puede costar la vida y es en ese preciso momento, en que uno no se da cuenta del riesgo que corre, un verdadero compañero de montaña te obliga a bajar en una situación mortal. Al comienzo lo odiarás, pero cuando se cae en la cuenta que esa persona te ha salvado la vida, definitivamente lo aprecias más. Ninguna decisión se puede tomar a la ligera. Sobre todo cuando se trata de elegir con quién subirás la montaña. Málaga y Gálvez se sienten seguros de tener a Hidalgo como compañero de expedición y viceversa. Son un buen equipo, funcionan.

Perú ocho mil ha entrenado casi seis meses para esta expedición y se le suma, los más de quince años de experiencia que tiene cada uno. Hidalgo no pasa más de seis meses en la ciudad de Lima. Antes de par-tir a la expedición himalayista, pasó una temporada larga en la capital para entrenar junto a Málaga y Gálvez. A dos horas de la ciudad queda el pueblo de Ticlio, conocida por tener el cruce ferroviario más alto del mundo. Éste fue punto de entrenamiento para los integrantes de Perú ocho mil. Es impresionante lo geográficamente accidentado que es el Perú. A tres horas del mar se pueden alcanzar más de cinco mil met-ros de altura. Las montañas que se elevan en este pueblo alcanzan los 5200 msnm. Perfecto para practicar. Todos los fines de semana, reli-giosamente, Hidalgo y los demás han practicaron en las montañas de Ticlio. Aprovecharon que son montañas más fáciles que las que están

a acostumbrados y así, practicar una escalada más técnica y mejorar el físico montañero. La montaña más conocida es San andrés y la única que todavía conserva un poco de hielo. Los tres conocen las diferentes rutas por las que se asciende esta montaña. Ir todo los fines de semana antes de partir, les permitió mantener una buena aclimatación. La prim-era vez que fueron Ernesto Málaga compartió la historia de su primera vez en Ticlio. Cuando se inició, empezó por la montaña de San andrés y sin equipo. En vez de un piolet, usaba el palo de una escoba partido. Sin una buena casaca, pues éstas no llegaban a Lima, se forraba de capas de chompas andinas que picaban hasta desesperarlo y a falta de botas imper-meables, se amarraba un par de bolsas. Para Málaga, también la pasión por el montañismo hace superar cualquier obstáculo y genera ingenio. Cada integrante de Perú ocho mil ha tenido un comienzo parecido al de Málaga. Lamentablemente, por más que somos un país de montañas, el montañismo no está muy difundido entre los peruanos. Una de las ra-zones es la falta de equipo y el inflado precio que tienen acá. La situación ha cambiado con los años, pero igual es difícil armar un equipo completo de montaña. Razón por la que se tiene el apoyo de auspiciadores.

“El lorito” fue la primera montaña que escaló Richard. Era un fin de semana largo y aprovecharon para ir a Ticlio. En el kilómetro 103 de la carretera central hay un refugio, en el pueblo río blanco. Hidalgo es-taba ansioso por ascender esa montaña. Él y el resto estaban confiados de que era una ascensión fácil. Sus 5150 msnm permiten una escalada hasta la cumbre de unas cinco horas, no es necesario hacer un campamento. Hidalgo no tuvo ningún problema para escalar y hacer un buen tiempo hasta la cumbre. El buen físico siempre ha sido algo nato en él. Sin em-bargo, pasó lo que Hidalgo no esperaba y lo que menos quería. Soroche. El mal de altura que no dejó que disfrutara el resto del fin de semana. Ello, jamás lo desanimó y el siguiente fin de semana escaló lorito para

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mejorar su tiempo.El cielo está cubierto por estrellas, solo le hacen, una inútil com-

petencia, las luces de las carpas. Esta noche están más agotados de lo normal. Situar el campamento dos más lejos de lo acostumbrado ha sido un esfuerzo físico brutal. Los signos de fastidio se empiezan a notarse. Todos están callados y los ceños están fruncidos. Son once días los que ya han pasado. Once días viviendo en condiciones extremas. Los rostros están más hinchados por la altura y quemados por el sol. Sin la protección necesaria el sol puede generar quemaduras de hasta tercer grado y sin lentes de sol 100% UV puede causarles ceguera. Los tres están con un dolor taladrante en la cabeza por haber subido hasta los 7000 msnm. El dolor no deja que el sueño haga lo suyo, igual aún no se pueden mover de sus carpas. El cuerpo no responde. Es tanto el des-gaste físico que llega un momento que el cuerpo le hace caso omiso a la mente. Nadie se queja, saben que el método alpino fue el que acordaron y el mérito que tiene éste hace aguantar cualquier dolor de cabeza. Se relajan un poco antes de irse a sus respectivas carpas.

El estilo alpino es el método por el cual los montañistas de-fienden la pureza. Richard Hidalgo es un defensor de ésta. No cree en el oxígeno suplementario y cuerdas fijas que facilitan la escalada. Hi-dalgo cree en respetar su profesión. Éste desafía la montaña con su propio físico y el mérito que hay en ello es incomparable. Este respeto al purismo montañista lo aprendió en la escuela. Su profesor “Freddy” fue quien le introdujo el método alpino. Quienes practican el método alpino, como Hidalgo, buscan mantener vigente la escuela de los Alpes suizos. Los de la vieja guardia suiza salían de sus casas con una mochila con lo necesario, escalaba y regresaban ese mismo día. La altura de los Alpes lo permitía. Subir un ocho mil complica todo mucho más, pero adaptar este método hace más reconocible el esfuerzo. En el caso de un

ocho mil se regresa al campamento base avanzado. Que al final termina siendo como un hogar para los montañistas. En estos tiempos con la tec-nología avanzada ha habido una explosión de montañistas en las cordil-leras del mundo. La facilitación de escalar con cuerdas fijas, oxígeno y personas que cargan la mochila por uno, ha degenerado el verdadero propósito del montañismo: Desafiar un montaña bajo tus propios medios, en la simple condición de ser humano. Es gracias a las escaladas limpias, sin cuerdas, de personas como Hidalgo que el alpino se sigue practicando en montañas como el Shishapangma.

Hidalgo siempre ha tenido un físico implacable. Le dedica todo el tiempo al montañismo. Cuando no está en la montaña, se está prepa-rando para subirla. Vivir en Huaraz le permite estar cerca de la cordillera. A diferencia del resto de integrantes de la expedición, el montañismo es la vida de Hidalgo. Son pocos los que conocen tan bien las montañas peruanas como Hidalgo. Ser un profesional en el montañismo contribuye a su preparación para ser Himalayista. En cinco años, Hidalgo viajaría al Himalaya para escalar el Manaslu. Su preocupación por tener el mejor rendimiento, haría que unos días antes de partir, y con los preparativos a medias, llevara a un compañero, periodista ambiental, a la montaña Yanapaccha para que conociera el estado de los glaciares y además para prácticar todo lo que pueda.

***

La montaña Yanapaccha recibe a los montañistas con un buen clima. El sol es fuerte, el cielo está despejado y no la temperatura es có-moda. Richard Hidalgo está a seis pasos de Simeón Hegel, un periodista

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ambientalista y amigo de la montaña de Hidalgo. Cuando se lleva años de práctica en el montañismo, el ritmo se vuelve sincronizado. Ellos ya se conocen en la montaña. Los crampones dejan huellas en la nieve, for-man un sendero que servirá para indicar el camino de retorno. Comienza la expedición. Hegel es un periodista aficionado también por las alturas y por la preservación de los glaciares. Hoy sube Yanapaccha para escribir sobre el cambio climático y cómo afecta a los glaciares. Sube con Hi-dalgo porque confía en sus habilidades como guía en la cordillera blanca.

Bordean los 5300 y avanzan rápido. Los bastones de trekking facilitan el paso. Ambos montañistas están sujetos por una cuerda para asegurarse y prevenir cualquier emergencia. Sobretodo con los glaciares enfermos se es más difícil subir. El constante cambio de temperatura en-ferma los glaciares. El hielo se derrite hasta formar una pequeña laguna y luego, se vuelve a congelar. Pisar estas lagunas es fatal. Hace unos meses, en esta misma montaña, falleció una Taylor Andersen, eminen-cia del montañismo y compañero de Hidalgo. Richard Hidalgo mientras asciende le comenta al periodista “ Si no fuera por el cambio climático Taylor aún seguiría con nosotros”.

Morir en la montaña es una muerte solitaria y trágica, no obstante, quien ha dedicado su vida a este deporte sabe que es morir en su ley. Es extraño que un montañista prefiera morir tibio en una cama en vez de hacerlo en la aventura de escalar. Dependiendo de la altura de la montaña se puede recuperar a quien fallece. El cadáver de Anderson fue rescatado por un grupo de montañistas, entre ellos Hidalgo. En las montañas que sobre pasan los siete mil msnm, los cuerpo se quedan en éstas. No es raro que mientras se asciende la montaña, se encuentre en el camino a más de un difunto. No hay cadáver en el camino que desanime a un montañista.

Son las ocho de la mañana y el sol parece de medio día. Revienta por todos lados y el azul intenso del cielo tampoco ayuda a la vista. Los

montañistas están inmersos en el glaciar. Los rayos del sol sueltan la nieve y hacen que ésta esté más suelta. Hidalgo y Hegel no pueden dar un paso sin hundirse hasta las rodillas. El esfuerzo es mayor cuando sucede esto. Es doble el esfuerzo para poder liberarse de la nieve. Entre más alta la nieve más rápido se congelan los pies y piernas. Cada paso es mudo, solo se escucha el aliento guerrero de Hidalgo y del periodista. Avanzan bien.

No se divisa ninguna nube que amenace la expedición. Solo se escucha un puquio que cae en la montaña Pisco. Ha pasado una hora y a Hegel le cuesta seguir el ritmo de Hidalgo. El periodista inglés empieza a sentir los 5400 msnm. El glaciar es un espejo del sol y el calor es sofo-cante. Contradicción: la temperatura es de menos 15 grados aproximada-mente, pero el calor es asfixiante. Los montañistas se ven agitados, aún así mantienen el ritmo. Por momentos se detienen sobre el paso para que Hegel retome el aliento. Inflan el pecho como si intentaran reventarlo, los pulmones se llenan de aire helado mas no de oxígeno. Otra contradicción mortal de la altura. Faltan poco metros. La cumbre está ahí. De lejos se ven insignificantes. Una pared de hielo se levanta frente a ellos. La parte técnica de la montaña comienza. Clavan los piolets y luego los cram-pones, jalan los cuerpos y así dan un paso en el hielo. Desempeñan sus habilidades deportivas de montaña y avanzan hacia la cumbre. Hidalgo como de costumbre la alcanza primero. Hegel llega unos minutos luego. Ahora tienen que descender. 5460 msnm alcanzados.

El descenso al campamento ha sido de 460 metros y rápido. Todo está en calma, aún se escucha el puquio de Pisco, y todo se encuentra tal como lo dejaron. El campamento morrena es el campo de refugio para subir diferentes montañas de la cordillera blanca. Su nombre morrena es por una pequeña laguna que se esconde entre picos de montañas. Es sábado 27 de agosto del 2011 y es casi medio día. Aún falta el camino de

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regreso para llegar a la famosa curva donde los montañistas se bajaron para caminar hacia la laguna Morrena. Rápidamente empiezan a guardar la ferretería, termino montañero para nombrar el equipo de montaña, y limpiar los desechos del campamento. Son dos mochilas de 80 a 90 litros para guardar todo el equipo que les dio techo y abrigo la noche anterior. Cruzan un par de palabras para coordinar el regreso y pactan que Richard irá primero para no perder el transporte.

El camino de regreso, la distancia entre la laguna Morrena y la curva, una caminata que está medida en tres tiempos: Para los extranjeros entre cuatro a cinco horas; para montañistas entre dos horas y media, a tres y para Richard Hidalgo: cincuenta minutos. La ruta está marcada por pirkas, pilas de piedras que dejan los montañistas para que los siguientes colegas no se pierdan. Uno se guía del sendero de tierra de Ichus pisotea-dos que forman una delgada línea en la puna de estas montañas. El re-greso no es plano. Bajadas y subidas mantienen a uno en un zigzag todo el tiempo. 600 metros menos de altura aligeran el paso. Hidalgo baja en una especie de galope para evitar caerse entre las rocas, lleva una mochila de aproximadamente cincuenta kilos. Abrochada en el pecho y en la cin-tura para equilibrar el peso y no lesionar la espalda. La dificultad obliga a uno a mirar siempre sus pasos, pero Hidalgo ya conoce este camino de memoria y camina con la mirada arriba. Todo el tiempo lo acompañan las cumbres de esta cordillera. Avanza rápido y ligero, al costado se ve la montaña de Pisco, cuya cumbre tiene la forma de un águila que lucha por escapar del hielo.

Richard sigue con su trote, escucha música y se preocupa por no disminuir el paso, aprovecha esta expedición para usarla como en-trenamiento, pues faltan dos semanas para partir a su tercera cumbre, la montaña Manaslu de 8163 metros en el Himalaya. Ahora Pisco queda atrás y se ven perfecto las tres caras de la cumbre Huandoy. Sus tres picos

son temidos por muchos experimentados de la montaña, es una montaña técnica y pocos son los que alcanzan su cumbre. El ritmo de Hidalgo se detiene, una manada de burros salvajes están pastando. Richard los ahuy-enta sin mucho escándalo y continúa.

Falta poco tiempo para llegar, pues se vislumbra la quebrada de portachuelo. Un pequeño cañón cuya brecha alberga las lagunas de Llan-ganuco, la atracción turística del parque Huascarán más concurrida por quienes no pueden con la violenta altura de las montañas. El reflejo de las nubes se mezcla entre las aguas de éstas, forman un a especie de mar-moleado espeso y turquesa. Evidencia que toda falla en la naturaleza es hermosa. La vista es alucinante, se puede ver el Huascarán como lo mi-raras a los ojos, pues a esta altura es posible. Hidalgo irrumpe la distrac-ción del paisaje, trota veloz para llegar a la curva y la alcanza en pocos minutos. Aún no llega el segundo montañista. Hidalgo relaja el rostro y descansa, es un alivio no perder la camioneta que los regresará a Huaraz. Hegel llega después de una media hora, a diferencia de Hidalgo, está agi-tado, un poco fastidiado y solo quiere regresar a su hotel. Una camioneta verde, Toyota Hilux ,los recoge. Los que se encuentran en ella ayudan a los montañistas a subir las cosas a la tolva. La camioneta desciende, deja atrás todo el esfuerzo de la expedición y todos están relajados, comen para recuperar energías y conversan sobre lo cerca que está Manaslu. El chofer se detiene porque tiene que hacer un trámite en las oficinas del parque. Los montañistas bajan y se vacilan con un par de burros que qui-eren intentan robarles las galletas. Hidalgo, se ríe y comparte sus chips ahoy. Hegel se va a descansar sobre una roca y aprovecha en tomar sol. El chofer regresa y continúa el camino.

Al igual que ayer, parte del paisaje son las ambulancias que van a toda velocidad a rescatar a quienes la altura o el riesgo los ha vencido. Ayer pasaron cuatro, todas de subida. Desconcierta qué rápido pasa el

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tiempo en este deporte extremo. Hacía unas horas Richard y Simeón es-taban sumergidos en una espectacular masa glaciar y desafiándola para poder lograr su cumbre. Los cambios de escenarios, que se dan tan rá-pido, son increíbles. Desde que uno parte hasta que regresa a casa, tran-sita distintas alturas y cada una muestra espectaculares paisajes. Uno de los motivos que apasiona a los montañistas: Lo inéditas que son cada expedición. Estos vaivenes de paisajes son la cotidianeidad de Hidalgo y los vive en Huaraz casi todos los días, y si no es aquí en el Perú, es en el Himalaya a más de 7000 msnm.

La camioneta pasa Yungay y Huaraz recibe una vez más a los montañistas. Siguen cansados y solo comentan el éxito que fue el esto-fado de pollo enlatado. Siempre encontrar practicidad en algo es motivo de emoción en un montañista, pues en los campamentos la practicidad es ganar tiempo. Entre menos peso, se avanza más rápido. Esta vez para ahorrar espacio fueron elegidas estas latas de estofado. Se cocinaron rá-pido y Richard y Simeón quedaron satisfechos. El campamento que mon-taron la noche anterior fue simple. Una carpa, una cocineta a gas pequeña y las dos bolsas de dormir, además de la ferretería para la expedición. Lo importante cuando uno llega a campamento es no demorarse en ar-marlo, cocinar rápido, comer bien y descansar, mientras el cuerpo hace lo suyo: aclimatarse. Es en el momento de la comida que los montañistas se relajan y conversan, generalmente, algo relacionado a la expedición. Hegel le transmitía a Hidalgo su preocupación por los glaciares, motivo por el cual se encontraba allí, una comisión para el diario La República sobre el cambio climático. La cátedra ambientalista fue interrumpida por Hidalgo, quien señalaba el cielo con fascinación y orgullo, pues puede reconocer de inmediato la vía láctea. La noche en el campamento es uno de los momentos más disfrutados, sin tomar en cuenta la tempera-tura menos los cero grados. El cielo de noche es color estrella, casi no

hay espacios oscuros de noche. A diferencia de la ciudad que es difícil encontrar una, a 5000 metros de altura es difícil encontrar un pedazo de noche. El momento cúspide que le sigue a éste despertarse. Mientras que se abre el cierre de la carpa, se revela el verdadero campamento Morrena. La laguna Morrena es verde aturquesada y se esconde entre las montañas como una joya de La Cordillera Blanca.

Laguna Morrena Cordillera Blanca.

Hidalgo se despide de Hegel y coordinan en verse más tarde, pues aún no termina el día. Hidalgo entra a su edificio y sube rápidamente las escaleras como si sus piernas no hubieran ascendido, hace unas horas, la cumbre de una montaña. Quinto piso, abre la habitación y deja sus cosas en una esquina. Antes de empezar sus trámites, no se olvida de contem-plar el imponente Huascarán, el cual se aprecia desde su ventana. Otro privilegio de vivir en Huaraz. Su habitación tiene dos camas y entre ellas un escritorio con una pila enorme de películas, como si fuera una gran pirka. Muchas de ellas sobre montañismo, y una laptop. No hay muchas

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cosas en su habitación, pero un estante guarda la mayoría en sus repisas: Tazas de campamento, termos, polvos energéticos, entre otros. Las cosas que tiene las acumula en esquinas como se hace en las carpas, pues ya es costumbre. El resto del equipo de montaña lo guarda en un depósito fuera de la habitación.

Hidalgo está preocupado. Entre Ayer, viernes, y hoy, los precios de los pasajes a Madrid, país escala antes de Katmandú, habían subido descaradamente. Las aerolíneas tienden a inflar sus precios de un día para el otro y para Hidalgo, quien costea gran parte de sus ochomiles con auspicios, es a veces peor que no llegar a una cumbre. La incerti-dumbre de saber el precio de hoy exalta a Hidalgo. Se agarra la cabeza y sonríe, con mucha expresión, porque los precios bajaron cuatrocientos dólares. Apretó el Mouse y compró el pasaje que lo llevará, la próxima semana, a la que sería su tercera cumbre coronada del Himalaya.

***

–Mañana es el día– dice con seguridad, Ernesto Málaga.–Sí, ya tenemos que terminar con la expedición agrega Coqui

Galvez. Ojalá que haya buen clima nomás.Cada uno se dirige a su carpa para descansar. Por más que acor-

daron que el día de ataque a la cumbre es mañana. La montaña es quien tiene la palabra al final. Richard Hidalgo trata de conciliar el sueño. Cierra los ojos, pero el taladro de dolor, no lo deja. Se acuerda que se olvidó, una vez más, de llenar la hoja que el psicólogo, le dio. Cuando uno se encuentra a en una altura tan fuerte es difícil pensar. Además, solo

piensas en la cumbre que aguarda a mil metros más. Sigue tratando de dormir, pero solo pensar que mañana es, no lo logra. Al parecer le es más difícil dormir que subir la montaña. No puede dejar de pensar que está tan lejos de Perú, en una expedición, su primera expedición himalayista. Amigos y familia, nadie tiene las más cercana idea de la aventura que Hidalgo ha emprendido.

Para la gran mayoría ir a la montaña es una forma de morir y para los montañistas es una forma de vivir. Para Richard Hidalgo es la mejor. A sus treinta y nueve años ha emprendido la expedición que le cambiaría la vida. La expedición a la montaña de su vida. Montaña que le incenti-varía a subir el resto de ocho miles en el Himalaya. Dedicarse a escalar las montañas más altas del mundo implica, no solo un esfuerzo físico brutal, un esfuerzo y desafío mental. Llevar una vida estable es casi im-posible en este deporte. Literalmente se vive por la montaña y se sacrifica todo. Richard Hidalgo a veces se siente solo. Las temporadas para subir la cordillera del Himalaya son en octubre y en abril y el resto del año, te preparas para ellas. Los amigos van y vienen, las mujeres también. Las montañas siempre están ahí. No es sopresa imaginar que la vida de un montañista es solitaria. Estar alejado no es fácil, pero al mismo tiempo es un orgullo no estar atado, al menos que sea una cuerda. Quien escala, es independiente. Quien escala, puede empacar su vida en minutos e irse de expedición en cualquier momento. Los montañistas son los nómades de las alturas. Hidalgo para de montaña en montaña y la mayoría de veces escala solo. Pero esta soledad no es un vacío o una angustia. Se tiene que estar bien con uno mismo para poder soportar expediciones tan largas como las que se realizan en el Himalaya. Hasta de dos meses, a veces. La satisfacción de cumbre lo aplaca todo.

El silbido del viento despierta a Hidalgo. Abre los ojos y lo único que ve es el amarillo de la carpa que está más intenso por el sol. Se da

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cuenta que ya está recuperado del desgaste del día anterior y se levanta rápidamente para salir de la carpa. Gálvez y Málaga ya están levantados. Hidalgo cae en la cuenta que hay algo distinto en el paisaje. Los pen-dientes de nieve han aumentado significativamente su tamaño. Son una especie de conos que se forman en la nieve como si fueran púas de hielo gigantes. Visualmente son hermosas, todas del mismo tamaño como si formaran un ejercito de hielo. Lamentablemente, surcarlas es difícil, pero hoy es día de ataque a la cumbre y nada desanima a los de Perú ocho mil, ni siquiera estos soldados de cinco metros que se formaron mientras to-dos dormían. Hoy empieza todo el sentido de esta expedición.

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Capítulo Tres:

(7800 - 8021 msnm)

Uno se da cuenta que se está vivo, cuándo se está más cerca de la muerte.

Atacar una cumbre. Día en que se consuma la expedición. Día que se define el éxito, la derrota o la muerte en el intento. El esfuerzo físico y la pasión aumentan las probabilidades, pero igual la montaña siempre manda. El momento de ataque se decide cuando el cuerpo siente que es capaz de desafiar la inmensidad de la montaña. Cuando se sabe que se puede sobrevivir a más de ocho mil metros de altura y aún tener la fuerza suficiente para descender.

Atacar una cumbre va más allá de la estadística racional que se puede llegar descifrando el clima y el físico. Va más allá de alcanzar ese punto donde se puede ver el mundo por ambos lados de la montaña. No es sobrevivir ese día, es vivirlo al máximo. Ese día uno llena sus venas de adrenalina y pasión por la cumbre que está viviendo. El día de ataque es

el día en que cada montañista reconfirma su admiración por lo que hace y se entrega, una vez más, al destino que le determina la montaña.

Atacar una cumbre es por lo que un montañista vive. Es tan simple e inexplicable como el propósito de sus vidas. Para ellos coronar una cumbre es alcanzar el porqué de lo que practican. Se ataca, no porque se acomete contra la montaña, sino porque hay que embestir la condición de humano para lograrlo. Atacar cumbre es, como dijo Steve House, “ Destilar todo el espectro de la vida, en un día o en un par de horas”.

Es trascendental. Para muchos el montañismo es una manera de morir, para quienes lo practican es la mejor manera de vivir y solo se entiende después del primer paso en el pico de una montaña.

Una vez más, la luz empuja hacia el este a la noche. El cielo está de dos colores y aún, persisten las estrellas por el oeste. Último amanecer antes emprender el ataque a la cumbre del Shishapangma o de morir en el intento. El amanecer parece inmutarse frente a las ansias de los montañistas. Todo alrededor está calmado y bello. El paisaje no ha cambiado casi en nada, es el mismo campamento base, sin embargo, hoy todo se siente y se ve diferente. Puede que sean las emociones encontradas. La nostalgia que dentro de poco la expedición va a terminar y la emoción de que hoy puede que tres montañistas hagan del Shishapangma una cumbre peruana.

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Han transcurrido ya casi tres semanas. Tres semanas en las que los integrantes de Perú ocho mil han batallado con la carga horaria, con la hostil altura y agresivo clima que llegó a destrozar dos de sus carpas. Luego de diecisiete días conviviendo en las alturas de una montaña, uno se acostumbra a una rutina y la coordinación secinvierte en inercia. Hoy 8 de octubre, los tres se levantan a la misma hora y van a la carpa común para hidratarse. Hidalgo se ofrece a recoger la nieve para derretirla. Coge una de las bolsas de los sleepings y la llena de nieve. Una pequeña olla para derretir la nieve hace de este, un ritual eterno. Mientras esperan, no con mucha paciencia, Hidalgo comenta. – ¡Así que hoy día es día de cumbre! – y termina con una sonrisa.

Hace casi ya 16 años, Richard Hidalgo sintió una emoción parecida a la que hoy está viviendo. Estaba en el campo base del gigante peruano, El Huascarán. Hidalgo tenía 23 años y cuatro cumbres peruanas en la mochila. El huascarán es una gran conquista para quienes inician la profesión del montañismo. El punto más alto del Perú es la cumbre de esta montaña y para un peruano, coronar su cumbre es más que un logro, es un orgullo. Fueron ocho horas de escala para hacerle honor a la patria al estilo alpino. Hidalgo no podía creer estaba a casi siete mil metros sobre el nivel del mar. En la cima de su país fue que confirmó que el montañismo era la manera en la que quería vivir. Fue allí que confirmó su pasión por la altura.

Una vez más atravesar el tedioso glaciar hacia el campo 2. Pero hoy no importaba, iba a ser la ultima vez, así que con un día soleado y sin viento los tres montañista empiezan a cruzar el glaciar. Mientras caminan los tres coinciden en pensamientos. Además, de imaginarse cómo debe ser ascender, no podían dejar de pensar en cómo les estará yendo a la expedición japonesa. Los tres se saben segundos, pero no les importa. Para ser un primer ocho mil, no les viene mal que otra expedición deje el

sendero marcado. Un rastro así, a más de ocho mil metros, es de mucha ayuda. Hidalgo está más adelantado que el resto. Parece que la emoción en el más efectiva. Mientras que ascienden al campo 2, Hidalgo saca la cámara para inmortalizar el día de cumbre. Todos están cansados, así que no se esfuerzan para sonreír a la cámara. Además cristales de hielo que tienen en los rostros, dificultan un poco sus sonrisas. Guardan la cámara y continúan. Luego de siete horas Hidalgo es el primero en llegar al campo dos.

CAMYCAM, club de andinismo y escalada fue quien le abrió las puertas al mundo del montañismo en el 88, a Richard Hidalgo. Un curso básico de un mes que ofrecía una escuela ética del montañismo. Con sesenta años de fundación su lema era un montañismo ético y por ética entendían sin oxígeno. Richard Hidalgo entrañó el lema de este club montañista y entendió que la mejor escalada, era la más simple. Reducir los recursos. Ir simple y escalar bien fue lo que aprendió de su profesor Freddy Inoque. Richard Hidalgo hasta hoy continúa siendo socio del club que lo inició en su pasión, en su estilo de vida.

Lo primero que divisa Hidalgo es la carpa de los holandeses en el campo 2. Se tranquiliza, pues sabe que la carpa de Perú ocho mil está a cien metros. Espera que Málaga y Gálvez avancen un poco. Se están demorando un poco, así que empieza a buscar la carpa.

– ¡Puta madre, la cagada! – Exclama Hidalgo.– ¿Qué pasa Richi? –Responde Málaga.– Puta madre – Sigue Hidalgo, parece que no escucha a Málaga.– ¡No puede ser! Lo que nos faltaba – Se une Málaga a los gritos

de Hidalgo cuando se da cuenta que la carpa está destrozada.Coqui rápidamente levanta la carpa, mientras Hidalgo y Málaga

se sujetan las cabezas lamentando el hecho. Lo peor que les podía suceder es que el traicionero clima decida derrumbar el campamento dos en el día

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de cumbre. Los tres tratan de guardar la calma, pero es casi imposible. La carpa destruida el día que planean cruzar el umbral de los ocho mil es muy mala suerte.

– Chicos hay que calmarnos –empieza Málaga. –No nos adelantemos, de repente la carpa no está en tan malas condiciones y podemos levantarla. – termina por decir, con intenciones de animar al resto.

Hidalgo y Gálvez ni siquiera responden y solo miran la carpa como si quisieran decir: Imposible. Entre los tres empiezan a sacar las cosas del campo dos. Bolsas de dormir, cocineta a gas y comida. Además, toda la ferretería que necesitaban para ascender. Los tres saben que este incidente los va a retrasar en la salida hacía la cumbre. Así que el día de ataque se convertiría en un día y medio. No hay mucho tiempo para quejarse. Terminan de descargar la carpa y entre los tres revisan parte por parte la carpa. De repente se siente como si hubieran descendido cuatro mil metros y todo es más ligero. La carpa está bien. Luego de ascender del campo 1 al campo 2 en siete horas y llegar a arreglar la carpa, necesitan descansar si quieren atacar cumbre. La carpa de los holandeses se ve como una buena opción.

Cuando se está en la montaña el sentido de fraternidad nace en todos los montañistas, sin importar si no se conoce a quién se ayuda, la solidaridad siempre existe. La desconfianza es extraña en los campamentos. Además, a alturas tan extremas es un esfuerzo casi imposible intentar algún robo. Los que practican montañismo saben el esfuerzo y entrega que es esta pasión. El simple hecho de ser un montañista hace que exista complicidad entre ellos y una amistad implícita.

Todos los grandes campamentos base del mundo, como el del Everest, es un lugar dónde todos están felices. Un lugar lleno de personas que se aventuran a recorrer el mundo para subir las montañas más altas y sobre todo, un lugar con personas cuyo sentido de libertad es más inmenso que cualquier montaña. Porque los montañistas son esas personas que no están atadas. La costumbre de partir con una mochila que carga lo necesario para escalar, hace que les sea fácil viajar de país en país. Su compromiso por las montañas es tanto que les es difícil comprometerse con una vida normal. Son solitarios e independientes. Son pocos y cada vez que se encuentran, ya sea en una montaña o en otro lugar, el compañerismo crece. Los montañistas son personas que entregan todo por subir una montaña y solo entre ellos se entienden.

Hidalgo se acerca confiado a la carpa de los holandeses. Escucha que están despiertos y les pasa la voz en inglés. Los saluda y les pide por favor si él y sus otros compañeros pueden descansar en la carpa. Les explica que el clima arruinó su carpa y que pretenden atacar cumbre ese día. El holandés y el italiano que estaba con él se asoman discretamente a ver la carpa. No la piensan y los invitan. Hidalgo le pasa la voz a Gálvez para que suban. Todos están cansados. Se hidratan y comparten lo que tienen de comida con los otros para agradecer que les dejaran pasar la noche. El campo 2, tanto de ellos como el de los holandeses, está a siete mil metros. Altura que no permite a casi nadie dormir. Estar en el campo en el que ellos se encuentran es como dormir en la cumbre más alta de la cordillera blanca. Imposible.

Durante el proceso de aclimatación y el entrenamiento

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que fue subir constantemente del campo base avanzado hasta al campo dos y regresar a el mismo día al CBA, decidieron que el ataque a la cumbre se haría desde el campo 2. Lo normal cuando se escala un ocho mil, en cualquier estilo, es ascender en tres campos. Peru ocho mil decidió que lo haría en dos y que ascenderían 1027 metros en un solo intento. La escuela que les ha dado la cordillera peruana y los días que han transcurrido, permiten que se atrevan a ese riesgo.

Continúan en el intento de dormir. No pueden. La ansiedad de ya saber si lograrán hacer cumbre o no, es más fuerte que la altura. Richard Hidalgo no puede dejar de pensar tampoco. Se abstrae de lo que está viviendo y se fascina con su vida. Es increíble pensar que se ha atravesado continentes para llegar a la cordillera del Himalaya. Al tibet. El viaje parece una especie de trance que se hace realidad hoy día. No puede evitar tener miedo también. ¿Si pasa algo? ¿Si le pasa algo a alguno de sus amigos? Un accidente a esa altura es simplemente fatal. Abre los ojos para ver si los demás están durmiendo. También están despiertos con los ojos cerrados. Se nota que el holandés y el italiano están incómodos. Son seis personas en una carpa para tres. Igual están enganchados por sus pensamientos y descansan al mismo tiempo. Hidalgo sigue pensando y analiza su vida cómo quien la contempla antes de morir.

Richard Hidalgo siempre fue una persona fascinada por las alturas. Se escabullía en un edificio viejo cerca al parque santa rosa, cerca a su casa, y jugaba a caminar en la verma del techo. Trepar árboles y salir de lima los fines de semana era lo que más le gustaba hacer. Su madre confiaba en las habilidades deportivas de su hijo. Siempre era el mejor en cuanto a deportes. Siempre notó que Hidalgo era una persona curiosa y ávida por la vida. Las indecisiones profesionales que tuvo sabe que fueron porque su hijo no pertenece a una vida normal, por decirlo así. Siempre tuvo ese espíritu libre desde muy pequeño. Hidalgo, a diferencia de sus hermano,s es el único que se dedica al montañismo. Hidalgo, según su madre, siempre fue el más independiente entre todos sus hermanos. Siempre tuvo espíritu montañero.

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En 1994 Hidalgo decide irse a vivir a Huaraz. No le fue difícil mudar su vida para allá. Huaraz es un lugar bastante concurrido por turistas montañeros y hacer amigos le fue más que sencillo. El llegó junto con una chica Limeña, Zarela. Ella puso un hostel de montañeros, “La casa de Zarela”, dónde llegaban montañistas de todo el mundo e Hidalgo los guiaba en la cordillera. Fue oportuno que Zarela y Richard llegaran a Huaraz. Ella se hizo bien amiga de Hidalgo rápidamente, pues Hidalgo es una persona fácil de llevar. Una persona que no se complica y siempre está dispuesto a tomar las cosas con calma. Él vive de lo que más le gusta y por eso siempre está feliz. Su vida en Huaraz es tranquila. Siempre conoce personas nuevas, y siempre hay algún extranjero que se enamora de Huaraz y se queda. Cómo fue el caso de Taylor Andersen que fallecería en el 2010 arriba en la cordillera. Hidalgo se volvió un huaracino más, igual que Zarela, y se hizo conocido como un local más. Toma café cotidianamente en el café Andino o, a veces, unas cervezas en el bar Extreme, se hicieron parte de su rutina. Su vida es sencilla, relajada y feliz la mayor parte del tiempo. Aún así, no puede evitar sentirse solo.

Hidalgo conocería dentro de cuatro años a Lucía, una murciana, que también escala ocho miles. Se conocerían en Huaraz y compartirían una relación de montaña y de pareja. La vida de los montañistas es errante y si te dedicas a escalar ochomiles es difícil solo escalar seis miles. Lucía regresó a España, luego de un año compartido con Hidalgo. Richard Hidalgo sabe que así es y que es muy difícil encontrar una compañía que comprenda su estilo de vida. Es difícil formar una familia si no sabes si vas a estar vivo los próximos tres

años. Es una vida solitaria. La montaña compensa ese vacío, pero siempre está ahí. En expediciones tan intensas como la que vive Hidalgo en el Shishapangma hace que cualquier angustia se olvide, pero es inevitable que ésta no brote cuando se lleva como tres horas con los ojos cerrados y despierto en un silencio absoluto.

La noche está serena. El frío es convencional: menos veinticinco grados. Las estrellas dejan pocos pedazos de noche. Son las 12:30 am, ya es 9 de Octubre. Generalmente, cuando se ataca cumbre, los montañistas parten de madrugada. Así alcanzan la cumbre en plena luz del día y descienden con luz. Málaga les pasa la voz. Preparan una sopa para hidratarse. Los montañistas de Perú ocho mil están callados. Se nota que están un poco nerviosos. El italiano, Simone La Terra, les pregunta si puede ir con ellos. El italiano es buena compañía, el Shishapangma sería su decimoprimero ocho mil. Málaga le dice que es una buena idea y tratan de convencer al holandés, pero éste sigue cansado y quiere postergar un día más el ataque de cumbre. Hidalgo abre la carpa y da el primer paso al día que define la expedición. Día en que si sobreviven, alcanzaría su primer ocho mil.

Los frontales iluminan el camino. Málaga que ya conoce el camino va adelante. Una vez más, Ernesto Málaga asciende la montaña que hace seis años lo rechazó. Avanza con el mismo respeto que la vez anterior, al igual que el resto. Se dirigen a lo que sería el campo tres: 7500 msnm. Gálvez sugiere cambiar de ruta y seguir el sendero que han marcado los japoneses. Todos asientan con las cabezas y siguen a Gálvez. Hidalgo apunta el camino con su frontal. Una ligera

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linea gris, marcada por huellas, les indica por dónde ir. Avanzan bien. Se nota en sus rostros cierta curiosidad. Por más que han estudiado la montaña en mapas cartográficos y fotos, todo es nuevo , hasta para Málaga que no conocía esa ruta. Luego de dieciocho días, aproximadamente, los montañistas de Perú ocho mil ven un paisaje nuevo. Una hora y media les tomó llegar al campo tres. Hace seis años a la primera expedición peruana les tomó nueve horas llegar. “Aah, Por aquí era” susurra Ernesto Málaga cuando llega al campo 3.

Ernesto Málaga y Coqui Gálvez fueron los ´últimos en llegar. Les extraña no ver al Italiano, ni a Hidalgo. De la carpa turquesa sale Hidalgo y les pasa la voz para entren en la carpa. Son casi las dos de la mañana. El italiano sugiere que deberían descansar un rato. La carpa turquesa es de capacidad para tres personas. Perfecto. No hay ningún remordimiento de usurpar la carpa de otros. Así es cuando se está a 7500 msnm. La carpa tenía bolsas de dormir, una cocineta a gas y unos seguros japoneses que ninguno había visto antes. Entraron y descansaron. No les fue difícil descansar esta vez. Los 7500 msnm han sido hostiles y necesitan recargar energías.

Han pasado un par de horas. Hidalgo despierta al resto para poder continuar con la ascensión. Los despierta de su último descanso antes de intentar la cumbre. Ahora la cumbre está más cerca. Una vez que salgan de esa carpa el camino es hasta la cumbre, si regresan antes es porque no pudieron con la adversidad de la montaña. Hidalgo sale primero, le sigue el italiano, Málaga y Gálvez. Son 260 metros los que tienen que ascender, con cuarenta y cinco grados de inclinación. Un reto a los ocho mil metros. La pendiente tiene forma parecida al glaciar

que lleva al campo depósito. Una escalera de caracol gigante. Surcan con dificultad el hielo. Ya están aproximándose a los ocho mil metros de altura. El riesgo de subir una montaña de ocho mil metros de altura se siente. El miedo también. El amanecer calienta un poco a los montañistas que guerrean la montaña. Aún así la lucha de subir se hace más difícil de vencer. Ernesto Málaga se está quedando atrás.

Hidalgo solo escucha cómo sus crampones se clavan en la nieve. El sonido es seco. La nieve está más blanda, ya es de día. Solo escucha como sus pulmones batallan por rescatar algo de oxígeno. Solo siente como si estos ardieran en llamas. Casi no puede respirar. Desacelera el paso para recuperar el aliento. Ya está alcanzando los 7900 y de pronto el traje de plumas que lo cubre, desde los tobillos hasta el cuello, pesa como si cada pluma fuera de plomo. Cada paso es una batalla. Las dudas de estar ahí muerden la conciencia, mientra la presión golpea la cabeza. Qué hago aquí. Voy a morir. Es lo único en que se piensa, pero al ver que la cumbre está ahí impulsa a los montañistas.

Málaga empieza a sentir el mismo terror que hace seis años. Las manos se están congelando. Ya perdió en la expedición anterior tres falanges. Sabe cómo es. Está viviendo lo mismo de la vez anterior y no puede evitar sentir miedo. El resto de la expedición está bien adelantado. No saben que Málaga está mal. Avanzan cada vez más y el montañista se queda solo. Esta vez las condiciones no son tan hostiles. Hace seis años en el intento de cumbre les sorprendió una tormenta que casi le cuesta la vida a Ernesto Málaga. Éste se detiene. Trata de vencer el terror, porque a esta altura ya no es miedo.

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No siente las manos.–¡Richard! ¡Richard! – empieza a sonar en la radio de

Hidalgo. –Pichón ¿Qué pasa? Dime – Contesta Hidalgo.–Necesito que hagan cumbre Coqui y tú. –La voz de

Málaga se quiebra. –Pichón que pasa, Pichón responde –grita Hidalgo.

No entiende qué le pasa a su compañero. La comunicación se corta.

Ernesto Málaga se quiebra. Una vez más la montaña no lo deja avanzar. El Shishapangma se impone otra vez. Málaga no puede creer que está pasando por lo mismo de la primera expedición. Seis años de entrenamiento, pero al final no se trata de tener un buen físico.

–Pichón estás ahí – Grita Hidalgo por la radio. La comunicación se recupera.

–Richard necesito que me hagas un phonepatch con Claudia, su pareja. Ella tiene que saber mi decisión. –Le pide Málaga a Richard.

Hidalgo portaba el teléfono satelital. Era el que podía comunicarle a la esposa de Málaga que no iba a continuar. Málaga había decidido regresar entero a su familia y no arriesgar su seguridad. Por segunda vez es derrotado por la montaña y necesita esa comprensión que solo su esposa le puede dar. Hidalgo no puede comunicarse con Claudia, la señal falla y tienen que continuar. La cumbre está a pocos metros.

Hidalgo está preocupado por Málaga, pero decide seguir con el ataque de cumbre. El mal estado de Málaga

hace que sienta más miedo. Pero si ellos logran hacer cumbre, Ernesto Málaga también. Son una expedición, son un equipo y lo que importa es que Perú ocho mil haga cumbre. Atrás de Hidalgo se encuentra Gálvez. También lucha por respirar, también lucha por dar otro paso. Hidalgo recupera la emoción de que están en una expedición himalayística y le toma una foto a Gálvez. Aprovecha en tomar una foto al paisaje antes de guardar la cámara.

Ernesto Málaga desciende lento. No se siente bien. La preocupación por perder otra vez una falange, le dificulta el paso. Se encuentra a 7500 msnm. No puede ver la carpa, se guía de el sendero que han marcado y confía en ese camino. Se da cuenta que es un hecho que no siente la manos. Mientras baja por la montaña trata de estar atento al más mínimo signo de dolor en las manos. Ese pinchazo que llega hasta el cerebro, pero que te garantiza que no las vas a perder. Sigue bajando, sigue esperando que le duelan las manos. Nada. Recuerda que la última vez fue así. El descenso se le hace más difícil. Quiere llamar a Hidalgo, pero las manos no le sirven. Se siente solo. El recuerdo de la tormenta en el 2000 no lo deja.

****

Un abrazo fuerte de esperanzas. Un abrazo de buena suerte y de despedida. “Cuídense muchachos, con cuidado nomás.” Palabras sinceras de Ricardo Balarezo a José Vélez y Ernesto Málaga. Un abrazo más, antes de que partan a atacar

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la cumbre del Shishapangma. Es primera vez que se realiza una expedición peruana en el Himalaya. 26 de abril del 2000. Dos peruanos ascienden la montaña en busca de su cumbre.

Hace buen clima. Avanzan bien y se fascinan por el paisaje

–Pichón ¿Te has dado cuenta? –Pregunta José Velez a Málaga.

–¡Estamos a 7200 msnm y caminando en el Himalaya!– Continúa con emoción Velez.

–No puedo creer que ya estamos acá –Le sigue Málaga con ojos sonrientes.

José Velez camina frente a Málaga. Son la primera expedición en subir. Son los primeros en tantear las griestas de la montaña. Unos pasos y una grieta se come a Velez hasta la cintura. Tiene suerte que la grieta no se lo trague por completo. Las griestas son el corazón turquesa de las montañas. Una falla geografíca que se ve como un tajo sobre la nieve. Un tajo que no deja ver la profundidad que realmente tiene. A veces pueden tener más de doscientos metros de profundidad. Caer en ellos es fatal.

El temor empieza a invadirlos. La tensión de las grietas no los deja avanzar con confianza. Se pierde el ritmo. La pendiente por la que ascienden es tan inclinada que los tobillos le siguen la inclinación. Ascender de esta manera en 7300 es peligroso. Ambos montañistas avanzan clavando sus piolets. El sonido es seco. Los crampones se clavan también en la nieve. José Velez avanza más rápido con la ayuda de los piolets, pero uno no se llega a incrustar en el hielo. Velez cae y se empieza a resbalar a fuerte velocidad. Todo es muy rápido. Se resbala dándole la espalda a hielo, los crampones están hacia arriba y

no puede frenar. Málaga teme que lo tire a él también. Hace lo imposible, corre a 7300 msnm, clava el piolet con tal fuerza que el hielo explota y revienta en miles pedazos de cristal. Pequeños misiles de hielo que se disparan por todos lados. Málaga espera. Espera que el momento en que la cuerda se tense pueda resistir el peso de Velez y la velocidad con que cae. Velez trata de clavar sus crampones para frenar, pero es en vano. Málaga siente el tirón. El piolet rasga el hielo unos centímetros. Aguanta. Velez y Málaga sobreviven el accidente.

Jose Velez había descendido quince metros abajo. Ambos se recuperan e intentan de nuevo desafiar la pendiente. Málaga espera que Velez lo alcance. Le da una palmada de ánimo y ascienden juntos. Les toma casi seis horas avanzar. La pendiente se inclina más. La fuerza se está agotando. No pueden hablar, solo escuchan cómo el viento ruge en sus oídos. El soplido es tan fuerte que aturde y aún así los montañistas pueden escuchar como sus corazones laten fuerte. Latidos de guerra.

Una explanada con restos regados de carpas es el campo 3. Los montañistas empiezan a armar el campamento. Batallan con el viento. Parece que la carpa se quiere escapar volando. Después de una hora logran instalarla. Descansan, pero no pueden estar tranquilos. El clima es hostil con ellos y los montañistas temen continuar. El atardecer cae. Ambos sienten que el ocaso tiene una perspectiva distinta. Nunca habían estado tan alto. Todo es distinto. El miedo y el clima influyen en la decisión de quedarse un día en el campo 3. Un día en el que no pueden hablar, pero el refugio hace todo más

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tolerable. Menos veinticinco grados y madrugada del 20 de

abril. Otro abrazo fuerte. Esta vez fuerza que dice “Hay que sobrevivir”. La oscuridad es absoluta fuera de la carpa. Prenden frontales y empiezan a ascender. Luego de un mes y medio en la montaña, los dos están sincronizados. Avanzan rápido y las preocupaciones se quedan atrás. Sienten que todo es extraño. La presión de la altura los hace sentir en un trance. Siguen avanzando. La cabeza gacha, cuidan sus pasos y se aseguran de no pisar una grieta. Son las 4:30 de la mañana y el clima no mejora.

La nieve golpea el rostro de los montañistas. El viento sopla con con fuerza y levanta la nieve. Ya no son solo ráfagas intensas, ahora es una constante. Una tormenta de nieve que amenaza la vida de Málaga y Velez. El viento los está atropellando. Tiene mucha fuerza y apenas se pueden mantener de pie. Por momentos se arrodillan para evitar que la corriente los tumbe. No pueden ver nada. La tormenta tapa todo. Avanzan a ciegas. Luchan contra la montaña a ciegas. Tienen miedo de morir.

–¡Hay que bajar! –Dice Velez tras un esfuerzo sobrehumano para poder hablar.

–¡No! Nooo! – Grita Málaga. No en negativa, sino por no poder creer que no van a hacer cumbre. –Hay que avanzar un poco más –Termina por decir con mucho esfuerzo.

El viento golpea por todas las direcciones. Es casi imposible mantenerse de pie. La temperatura es de menos cuarenta grados. La amenaza de congelamiento es fuerte.

Perece que la tormenta juega con ellos. Los tumba cada vez que logran avanzar. Los lentes se congelan. No pueden ver absolutamente nada. Se retiran los lentes y otra amenaza los alcanza. Sin gafas protectoras pueden quedarse ciegos. Temen que el hielo se incruste en los ojos. Avanzar es en vano. El viento forma un torbellino con la nieve. Málaga no siente las manos. Velez cae. Ernesto Málaga ve a su compañero con la frente pegada a la nieve. No puede creer lo que ve. No es rendición, es súplica. El terror sopla tan fuerte como el viento. La decisión está tomada: Descender.

Buscan refugio en el campo 3, pero es imposible armar la carpa. Es inútil tratar de armar el campamento. Se encordan bien entre ellos y tratan de instalar seguros en el hielo para bajar a rapel. No se puede. Tienen que bajar a su suerte. El instinto de supervivencia hace que desciendan rápido. Bajan a ciegas sin los lentes. Temen de caer en una grieta. Siguen bajando rápido. No pueden creer que están a punto de morir. No se rinden. Continúan con el descenso y logran alcanzar el campo 2.

Unas horas de descanso repusieron a los montañistas. Llenan sus mochilas con el campamento 2. Málaga no siente las manos. Tienen que bajar rápidamente antes que la tormenta los entierre en la montaña. En el campo 1, Ricardo Balarezo teme por sus amigos. No sabe si están vivos, si sobrevivieron a la tormenta. Sobrevivieron. Los ve llegar, los ayuda a refugiarse en la carpa y se da cuenta que la condición de Málaga es crítica. Las manos las tiene congeladas y si no se trata, las puede perder. A Ernesto Málaga lo que le importa es estar vivo. Estar vivo para él significa poder volver

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a intentarlo. ***

–¿Pichón nos escuchas? ¿Pichón? –Intenta comunicarse Richard Hidalgo por radio. –¡Richard! – Responde con emoción, Ernesto Málaga. –Pichón. Coqui y yo haremos cumbre. Vamos a intentar cumbre. –Anuncia exaltado, Hidalgo. Se corta la comunicación. Málaga llora de la emoción. Una cumbre del himalaya está a punto de ser Peruana. Continúa bajando. Ya no le atormenta tanto el hecho de no poder subir con ellos. Sabe que en su país lo espera su familia y quiere regresar entero, como prometió. Se encuentra con el holandés. Está en su camino de ataque a la cumbre. Málaga le informa que La Terra también intenta cumbre con los peruanos. Le desea buena suerte y continúa hacia al campo base avanzado. Una pendiente de 60 grados. Es inmensa y termina en la cumbre del Shishapangma. La travesía hacia la cumbre es peligrosa. En esta parte de la montaña, próxima a la cumbre. No solo hay que tener resistencia de montañista, se tiene que tener técnica y saber usar el equipo de montaña. Hidalgo avanza con buen ritmo. Gálvez y La Terra están atrás. El silencio es casi absoluto. Hidalgo escucha cómo sus latidos. Fuertes. La realidad de un sueño está a pocos metros. Él éxito de la expedición está cerca. Sigue avanzando. Hidalgo alcanza los ocho mil metros sobre el nivel del mar. La llamada zona de la muerte. El cuerpo no puede transcurrir más de dos

horas a esa altura, colapsa. Es medio día. El sol se clava en el medio del cielo iluminando todo. El campo de profundidad es alucinante. Se puede ver los picos de muchas montañas y se ve perfecto la montaña del Everest. Hidalgo lleva buena ventaja. Aprovecha para contemplar el paisaje. El azul del cielo es increíble. A esa altura parece que uno se encuentra en el olimpo de los dioses. Ahora entiende porqué el nombre de la montaña significa el trono de dios. Aquí uno se siente invencible. Pequeño frente a la inmensidad, pero inmenso por estar ahí. El paisaje es exclusivo de pocos y hoy Hidalgo es uno ellos. Continúa ascendiendo. Los ocho mil msnm empiezan a llegarle, a hidalgo, hasta los huesos. Pero no desiste, continúa. Tiene mucha sed y muerde un poco de nieve. Si bien calma un poco, no hidrata y le revienta a uno los labios. Tiene tanta sed que puede percibir el olor del agua congelado en la nieve. La cumbre está tan cerca que se olvida de cualquier malestar. El corazón y la respiración revientan. Se escuchan más fuerte que el viento. 1:25 pm hora nepal, Richard Hidalgo es el primer peruano en pisar la cumbre del Shishapangma. Primer ocho mil peruano. Hidalgo cae de rodillas y se entrega a la cumbre. Richard Hidalgo está a 8021 msnm. Corono el trono de dios. Llora. No puede creerlo. Todo valió la pena. Es en este momento que nace en Hidalgo el compromiso con la cordillera del Himalaya. Nace la pasión por estar en lo más alto del mundo. Nace, como se dice entre montañistas, un Himalayista. Espera que Gálvez alcance la cumbre también. Contempla la vista mientras lo espera. Hidalgo puede ver el

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mundo por ambos lados de la montaña. Jamás se había sentido tan vivo. Le alcanza la mano a Coqui Gálvez. Finalmente la expedición hizo cumbre. Se abrazan. Lloran. Se vuelven a abrazar. La montaña del Shishapagna por fin es peruana.

Hacer cumbre es una alegría que solo se puede comparar con la belleza de lo que se ve en ella. Increíble. Grandiosa. Plena. Aún así hacer cumbre es la mitad del camino. Hay que descender y muchas veces, bajar una montaña es más peligroso que subirla. Hidalgo y Gálvez antes de bajar hacen una llamada. Sacan el teléfono satelital y llaman a Radio Programas del Perú. A las blabla horas le anuncian a su país que han alcanzado una altura que ningún peruano ha alcanzado antes en una expedición. Se toman un par de fotos para mostrar que gracias a los nombres que tienen en los parches: El Comercio, Lenovo y Telefónica se pudo realizar la expedición. Levantan la bandera peruana a 8021 metros de altura. Lo lograron.

Empiezan a descender. Se encordan por seguridad y bajan con rapidez. No pueden esperar a poder compartir la cumbre con Ernesto Málaga. Porque ese es el cierre de la expedición. Todos los de Perú ocho mil celebrando la cumbre. Ernesto Málaga no tiene idea si han tenido éxito. En qué condiciones están. Dónde están. A las tres de la tarde escucha “Pichón, Pichón”, pero la comunicación se corta. Málaga está impaciente por saber cómo les fue.

Es verdad. El descenso es más difícil que subir. Están agotados cuando alcanzan el campo 2. No tienen carpa dónde descansar. Hidalgo tramita refugio con los japoneses. Acceden . Solo se pueden quedar un par de horas. El goce de

haber hecho cumbre los arrulla. Duermen un poco antes de continuar. Málaga en el campo base avanzado prepara jugo de granadilla caliente, comida y derrite nieve para recibirlos. Los japoneses esperaron tres horas y les pidieron que se vayan de su carpa. Hidalgo y Gálvez siguen bajando.

Málaga no puede evitar agudizar sus oídos. Está atento de cualquier sonido, cualquier signo de que sus compañeros han retornado a salvo. 6:30 pm Escucha unas voces. No logra descifrar que idioma es. Sale rápidamente de la carpa y ve personas acercándose. Es Richard. Corre hacia ellos. Se abrazan. Lloran. Saltan. “! Carajo, lo hicimos!” Celebran juntos, los tres montañistas de Perú Ocho mil celebran que la expedición, de casi un mes fue un éxito. Toman la foto final del viaje. Los tres sostienen con un inmenso orgullo su bandera. Lo hicieron y ya pueden regresar a su país.

A diferencia del resto, Richard Hidalgo continaría escalando el Himalaya. Su siguiente intento fue la montaña del Cho oyu 8201 msnsm. Al igual que hoy también lograría cumbre. En esa cumbre le nacerá el compromiso de coronar cada una de los catorce ochomiles por en bicentenario del Perú. Entre sus éxitos estaría la expedición que realizaría en el 2011, la montaña Manaslu 8127 msnm. Expedición que lograría hacer en trece días. Muy pocos montañistas han podido hacer ese tiempo. Hidalgo continúa en su travesía. Piensa continuar hasta el cuerpo se lo permita o las montañas lo decidan.

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